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Cristología 1 - introduccion

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Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Tratado teológico sobre Cristo.

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Arguments - Jesucristo

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Cuestiones introductorias al estudio de Cristo

1. ¿QUIÉN ES JESUCRISTO?

Cristo es el centro de la historia y de la vida personalNuestro Señor es el centro de la historia y de la vida de cada persona: por eso, los hombres y la sociedad debemos fomentar el empeño de conocer a Jesucristo.

Lo conocemos en la IglesiaPero ¿dónde podemos conocer a Jesucristo con seguridad y plenamente? Sobre todo, en la Tradición de los testimonios que sus seguidores han dejado a lo largo de los siglos y en los escritos del Nuevo Testamento. La Iglesia es el ámbito en que esos escritos y testimonios se nos entregan como algo vivo y actual; también en ella se nos entrega Cristo vivo a través de los sacramentos.

Jesús es el Mesías

Jesús: un hombre como nosotros En los ambientes teológicos actuales, la palabra Jesús se utiliza primordialmente para designar la Humanidad del Señor como tal, es decir, el Rabbí que recorrió Palestina predicando, y que murió en la Cruz. El vocablo Jesús designa directamente la Humanidad del Señor y por eso se utiliza preferentemente para designar al Jesús “histórico”.

Cristo: Mesías esperado Cristo es el nombre que Jesús recibe en su calidad de Mesías, de enviado por Dios en cumplimiento de su promesa al pueblo de

Israel. La palabra “Cristología” implica, en consecuencia, la aceptación de que Jesús es el Mesías, es decir, el Cristo.

“Jesucristo” quiere decir: Jesús es el Mesías esperadoLa palabra Jesucristo significa “Jesús es el Cristo”: contiene una profesión de fe que representa el resumen de la fe cristiana. Esta afirmación es una radical novedad en la historia de las religiones. El cristianismo es, ante todo, el seguimiento de un hombre —Jesús, a quien se confiesa como el Mesías —el Cristo— esperado por los judíos. Un hombre a quien se adora, se ama y se escucha con la misma entrega que al Dios Creador, pues se cree firmemente que ese hombre, hijo de Adán, es al mismo tiempo el Hijo Unigénito del Padre.

Jesús es el Salvador, centro de nuestra fe

Salvador, mediador entre Dios y los hombres Por ser Dios y hombre, Cristo es nuestro redentor y salvador, nuestro mediador ante el Padre; nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida.

San Pablo penetra hasta el corazón del cristianismo cuando declara: Uno solo es Dios y uno solo el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo por nuestra redención (1 Tm 2, 5-6).

Su Persona da fuerza a su doctrina Del Señor importa, si se puede hablar así, muchísimo más su Persona —lo que Él es—, que lo que Él dijo, que su doctrina, pues la fuerza vinculante de sus enseñanzas depende de la autoridad de su Persona.

Extraído de Mateo Seco, Lucas F. y Domingo, Francisco. Cristología. Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Universidad de Navarra, 2004.

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Sólo por Cristo ha adquirido el mundo la certeza infalible de que en el cielo hay un Dios Uno y Trino. Lo mismo ocurre con relación a los dogmas de la creación, del estado primitivo del hombre, del pecado original y de la redención.

Jesús es Dios

Segunda Persona de la Santísima TrinidadLo específicamente cristiano no es la fe en la divinización de un hombre, sino en la auténtica, verdadera y plena humanización de Dios. Según esta fe, el Verbo se hizo carne (cf. Jn 1, 14), es decir, el Verbo, poseyendo la naturaleza divina, tomó la naturaleza de siervo mostrándose como un hombre de verdad, con una carne de verdad, con unos dolores y tristezas como los que sienten los hombres.

Hijo de Dios PadreEl Nuevo Testamento enseña explícitamente la pre-existencia del Verbo al momento de la Encarnación: Él es el creador del universo: Todas las cosas fueron hechas por Él (Jn 1,3).. No sólo se dice de Cristo que es Dios, sino que es el Hijo del Padre. Jesús no sólo nos da a conocer al Padre, sino que muestra que es Él, el Padre, el término de nuestra vida y de nuestra salvación: Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo (Jn17,3).

Envía a Dios Espíritu SantoJesús revela y envía al Espíritu Santo: Muchas cosas tengo aún que deciros, mas no podéis soportarlas ahora; pero cuando viniere Aquel, el Espíritu de verdad, os guiará hacia la verdad completa (Jn16, 12-14).

Por el Espíritu Santo recibimos la filiación adoptiva: Que no habéis recibido el espíritu de siervos para recaer en el temor, antes

habéis recibido el espíritu de adopción por el que clamamos ¡Abba! ¡Padre! (Rm 8,15-16).

Quién es Jesús lo sabemos por la Iglesia

Al leer los evangelios somos interpelados por Cristo, gracias al testimonio vivo de la IglesiaSi no tuviéramos a la Iglesia viviente, los evangelios y las cartas apostólicas serían para nosotros un mero recuerdo histórico. Al leer los evangelios, somos directamente interpelados por Cristo, no sólo por los testimonios literarios, sino por el testimonio vivo de la Iglesia.

El Nuevo Testamento nace, por inspiración divina, en la Iglesia viviente. Entre sus páginas aparecen numerosas confesiones de fe, que ponen de relieve la importancia de conocer y creer las principales verdades en torno al misterio de Cristo.

La predicación de la Iglesia ofrece las claves para comprender la EscrituraLo propiamente fundamental del cristianismo no es la Biblia, sino la predicación de la Iglesia; hasta el punto de que fuera de la Iglesia, la Escritura no puede ser comprendida.

2. ¿CÓMO NOS ACERCAMOS

AL MISTERIO DE JESUCRISTO?

En esta sesión estudiaremos la falsa distinción elaborada por algunos racionalistas entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe.

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También prestaremos atención a dos métodos de elaborar la cristología: la cristología ascendente y la cristología descendente.

El acceso histórico a Jesús

La investigación histórica sobre Jesús de Nazaret es una exigencia de la fe cristiana o Los Apóstoles, antes que portadores de

una determinada y sublime doctrina, se presentan como testigos de la muerte y resurrección del Señor (cf. p.e., Hech 2, 32 ss).

o En todos los Símbolos de la fe se presenta la vida de Jesús, su nacimiento y su muerte y su resurrección como objeto de fe.

La dimensión histórica de Jesús es totalmente accesible, de modo similar a los personajes de su época El Nuevo Testamento, y con él toda la Tradición de la Iglesia, pretende, ante todo, transmitir el testimonio de la fe de la Iglesia sobre Jesús y presentarlo en su pleno significado de Cristo (Mesías) y Kyrios (Señor).

Este hecho garantiza la veracidad de cuanto se narra sobre la vida de Jesús, pues nadie que lo confiese como Mesías y Señor utiliza luego la mentira para contar su historia.

Jesucristo en cuanto hombre tiene una dimensión histórica accesible según los métodos histórico-críticos, de modo similar a los personajes de su época.

Pero Jesucristo en cuanto Dios posee una trascendencia que

sobrepasa los métodos de cualquier ciencia humanaCuando en el Credo decimos «Creemos en un solo Señor Jesucristo» se está subrayando la estrecha conexión existente entre la historia individual de Jesús de Nazaret y el misterio de su ser personal.

Jesucristo en cuanto Dios posee una trascendencia que sobrepasa los métodos de cualquier ciencia humana. Por eso, la investigación histórica sobre Jesús, debe tener siempre presente que, por sí sola, no basta para llegar al conocimiento del misterio de Cristo; un conocimiento verdadero de la humanidad de Jesús implica la confesión de que Él es Hijo de Dios.

¿Hay distinción entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe?

Incredulidad del racionalismoA finales del siglo XVIII surgió el llamado problema sobre la distinción entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe. Según algunos teólogos, Cristo sería aquel que con nuestra fe nos figuramos, mientras que Jesús sería el hombre que ha vivido históricamente en Palestina.

Creer significa creer en JesucristoLa fe verdadera es la fe en Jesucristo, y no sólo en su mensaje; fe no en un Cristo abstracto e ideal, sino en Jesús que ha nacido, vivido y muerto en Palestina, donde también ha manifestado después la victoria de su resurrección.

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La Iglesia siempre defendió la identidad del Jesús histórico y el Cristo de la feCuando se utiliza la expresión Jesús de la historia, si se hace en forma teológicamente correcta, se designa directamente la humanidad de Jesús en su vida terrena; e indirectamente, se designa a ese Dios que se manifestaba humanado en cada uno de los actos de la vida terrena de Jesús. Y viceversa al hablar del Cristo de la fe.

Dos enfoques complementarios para comprender quién fue Jesús

No se puede comprender a Jesucristo sin considerar a la vez su Humanidad y su DivinidadLa distinción entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe incide en otra división, en cierto sentido, metodológica:

o La cristología desde abajo, o cristología ascendente, tiene como punto de partida la Humanidad del Señor y busca ahí, en esa Humanidad, la manifestación de la Divinidad de Jesús;

o la cristología desde arriba, o cristología descendente, parte de la Divinidad del Verbo, que se encarna, para desde ahí contemplar la Humanidad del Señor.

Estas perspectivas sólo pueden considerarse válidas en la medida en que una no excluya a la otra y haya una visión integradora de las dos (ascendente+descendente).

3. LA SALVACIÓN

La Encarnación del Verbo ocupa el lugar central en el plan salvador de DiosLa Encarnación del Verbo ocupa el lugar central en el plan salvador de Dios. Conforme se dice en el Credo, la finalidad de la Encarnación es la salvación del hombre. Cristo es el máximo don que Dios ha podido hacer al hombre. De hecho es el mismo Dios que, en Cristo, se entrega como don a los hombres.

Redención y Salvación son dos conceptos diversos y convergentesRedención y Salvación son dos conceptos diversos y convergentes.

• Por Salvación se entiende que Dios libra al hombre de los males que le aquejan, que tienen su raíz en el pecado.

• Por Redención se entiende que esa Salvación del hombre tiene lugar mediante la expiación del pecado, que Jesucristo consiguió mediante el sacrificio de su propia vida.

La finalidad de la Encarnación

El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnadoSon inevitables los interrogantes que se plantea el hombre al pensar en su vida. ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido y el fin de nuestra vida? ¿Cuál es el origen y el fin del dolor? ¿De dónde procedemos y hacia dónde nos dirigimos? En realidad, “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (Const. Gaudium et Spes, n. 22).

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Jesucristo vino al mundo a salvar a los pecadores (1Tm 1, 15)Que la finalidad de la Encarnación sea la salvación de la humanidad, no significa que, en los planes divinos, Jesucristo esté subordinado a los hombres, en el sentido de que Dios Padre quisiera a Jesús como medio para la salvación del género humano. Más bien Jesús es, en Sí mismo, la salvación del hombre.

En efecto, es en Cristo como la humanidad se salva; cada hombre alcanza personalmente esa salvación en la medida en que se une a Cristo.

Cristo, máximo don de Dios a los hombres

Donación de Dios mismo al hombreEn esto se manifestó el amor que Dios nos tiene, en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de Él (1 Jn 4, 9; cf. Jn 3, 16-17). Es el máximo don que Dios ha podido hacer a los hombres, pues este don comporta antes que nada la donación de Dios mismo al hombre.

En Jesucristo se realiza el máximo acercamiento de Dios a los hombresEn Jesucristo se realiza el máximo acercamiento de Dios a los hombres: en el rostro de Cristo se revela el rostro de Dios. “En Él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada, también en nosotros a dignidad sin igual” (Enc. Redemptor Hominis, n. 8).

La Encarnación es fruto de una decisión libre de DiosTodo esto implica la “gratuidad de la Encarnación” y la soberana libertad divina

para encarnarse. La Encarnación es fruto de una decisión libre de Dios: es una decisión absolutamente gratuita.

Redención y Salvación

Cristo es Redentor y SalvadorA Cristo se le designa con el título de Salvador, porque libra al hombre del pecado, del demonio y de la muerte; se le designa también con el título de Redentor, porque expió con su vida entregada en sacrificio la deuda contraída por nuestros pecados.

La Redención no era necesaria para la Salvación del género humanoDios podía haber elegido muchos otros caminos para salvar al hombre, sin que la Encarnación del Verbo fuese necesaria.

Sin embargo, la Encarnación fue el modo más conveniente para redimir al hombre: así se manifiestan unidas la justicia, la misericordia y la sabiduría divinas:

• la justicia, por haber querido salvar al hombre mediante la expiación de los pecados;

• la misericordia, por ser el mismo Dios quien se hace hombre para expiar los pecados del género humano;

• la sabiduría, por haber elegido este camino que es tan coherente con la bondad divina y con la dignidad del hombre, pues, en Cristo, se ofrece a la humanidad la posibilidad de que ella misma expíe su pecado.

Camino acomodado al ser del hombre Se trata, finalmente, de un camino acomodado al ser del hombre, pues como la amistad

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consiste en cierta igualdad, es difícil que puedan unirse amistosamente las cosas que son muy desiguales. Por consiguiente, para que hubiese amistad entre el hombre y Dios era conveniente que Dios se hiciera hombre; así, conociendo a Dios visiblemente, nos sintiéramos movidos al amor de lo invisible.