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JULIANA GONZÁLEZ EL ETHOS, DESTINO DEL HOMBRE

El Ethos, Destino Del Hombre

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JULIANA GONZÁLEZ

EL ETHOS, DESTINO DEL HOMBRE

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PRÓLOGO

SOBRE ETHOS Y DAIMON

Las palabras y sus raíces históricas (sus "etimologías"), no importan filosóficamente como meras palabras, ni sólo para satisfacer una curiosidad erudita. Importan en tanto que ellas pueden ser portadoras de un saber humano y expresar una experiencia directa del mundo, tanto del mundo externo, como del mundo interior. El lenguaje es ciertamente la facultad con que cuenta el hombre para aprehender, interpretar, compartir e incluso transformar el mundo. Y en especial, tienen particular importancia las palabras que expresan precisamente aquellas experiencias originarias, las que corresponden a los primeros encuentros que el ser humano tiene con la realidad y en las cuales hay una riqueza de significaciones que, por lo general, se pierde con el tiempo. Con su devenir histórico, las palabras adquieren nuevos significados que, para bien o para mal, las alejan del originario y, con respecto a éste, suelen desvirtuarse o desgastarse, borrándose su relieve y su valorprimitivos; suelen sobre todo alejarse de la experiencia vital de la cual nacieron, a la cual correspondieron, y cuya recuperación es en ocasiones fundamental. Y lo es, señaladamente, porque al remitir a experiencias, invitan a re-hacerlas por cuenta propia, a reinterpretar los significados y actualizar su sentido.1

Dentro de la tradición occidental, en particular, el conocimiento etimológico de los primitivos términos griegos y latinos puede servir, ciertamente, para recobrar en algo la memoria de esas experiencias. Destaca, sobre todo, el carácter sintético de muchos conceptos griegos que abarcan a la vez múltiples significados, originariamente unificados, así como el hecho de no estar aún filtrados por las posteriores tradiciones, lo cual les confiere una singular y reconocida importancia para las búsquedas del presente.2

Se sabe que en su origen más arcaico ethos ( ) significó "morada" o "guarida" de los animales, y que sólo más tarde, por extensión, se referirá al ámbito humano, conservando, de algún modo, ese primigenio sentido de "lugar de resguardo", de refugio o protección; de "espacio" vital seguro, al cubierto de la "intemperie" y en el cual se acostumbra "habitar".3

El sentido de "habitar" o "morar" está ciertamente entrañado en el ethos humano: remite a la idea esencial de "morada interior". El ethos es "lugar" humano de "seguridad" existencial (autarquía). Aunque también lo significativo es que se trate de un lugar acostumbrado, habitual, familiar. De ahí que ethos signifique también costumbre, uso. Remite a una forma habitual de comportamiento.

1 El factor interpretativo es, en efecto, determinante para los análisis etimológicos hechos desde un enfoque filosófico; de ahí que no se identifiquen con los análisis estrictamente histórico-filológicos, aunque se basan en éstos.

2 Propio del filosofar es, en todo caso, el recobrar los significados originarios y fundamentales, no dando nada por consabido. Por eso, en gran medida, la filosofía es recordatorio de lo obvio, de las verdades básicas y comunes, toma de conciencia de lo inmediato

3 Cf. Henry G. Liddell y Robert Scott, A Greek-English Lexicon, Oxford, Clarendon Press, 1968.Y P. Chantraine, Dictionnaire étymologique de Ia langue grecque, París, Klincksieck, 1968.

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Y de ahí también su asociación al término casi idéntico ( ) que significa expresamente hábito o costumbre.4 Y en tanto que "hábito": acción continuada o reiteración de una conducta ("habituar"), el ethos remite, no ya a un lugar o espacio sino más bien al tiempo, a la continuidad temporal. Es un modo habitual, continuo, de comportarse, de ser en el tiempo; forma de estabilidad y persistencia temporal. Aunque quizá sea más preciso decir que en el ethos, en particular se expresa de manera eminente la condición espacio-temporal del hombre.

De esa idea de "consistencia" existencial derivaría la noción esencial del ethos

como "carácter”, en el sentido de literal modo de ser, disposición (“carácter moral", "modo ético de ser"). En tanto que disposición o actitud es forma de estar ante el mundo, ante los otros: forma de relación (de "recibir" y " dar"). El ethos hace patente la condición "relativa" del hombre (su ser-en-relación). Asimismo el ethos revela que el ser para el hombre es, en efecto, "modo" o "manera" o "forma de ser", cualitativamente diferenciada; el "cómo" del vivir humano resulta determinante del propio ser. Y el ethos revela también que la "manera de ser" depende de una acción (hábito) y, por tanto, no es algo dado, sino creado, generado por la propia acción (ethos se opone, en este sentido, a physis y a pathos: a la mera naturaleza y al mero "padecer" o a la simple "pasión"). El ethos sin duda lleva la idea de estabilidad, consistencia, persistencia, fidelidad a sí mismo e "identidad" temporal.5

Pero en tanto que acción, el ethos implica también dinamismo, movimiento; el ethos-hábito

no es inerte, sino al contrario, es actividad permanente, libre creación y recreación, libre renovación de sí mismo, desde sí mismo. Es praxis y es póiesis. De ahí que - como se suele reconocer - la idea más aproximada al significado del ethos sea la de "segunda naturaleza". El ethos es ciertamente nueva naturaleza, naturaleza libre, naturaleza moral, creada "sobre" la "primera" naturaleza ("natural", originaria: la physis), a partir de ella. Pero es a la vez "naturaleza", forma definida y determinada de ser. El ethos, en efecto, sobrepasa, trasciende permanentemente la mera naturaleza creando un nuevo orden de "necesidad", un nuevo "destino"; es, paradójicamente, forma libre de fatum. Y la paradoja se acentúa si se insiste en lo inverso: que el ethos no es naturaleza ni destino en el sentido de algo dado e inmutable. Consiste él mismo en un perpetuo emerger desde sí mismo; es " arte" moral, y como todo arte, obra de esfuerzo continuado, "disciplina", perseverancia. Es una "práctica" cotidiana como la de cualquier artista. Tiene la "naturalidad" del arte auténtico. El ser humano es -como afirma Aristóteles- "padre" y a la vez "hijo" de su

4 Y que, como se sabe, corresponde al concepto latino de mos moris: (hábito, costumbre), de donde proviene "moral", y asimismo corresponde a mores, que significa también carácter (sobre todo en plural). Moralis es, asimismo, el término con que Cicerón traduce ethikós. Cf. A. Ernoud y A. Meillet, Dictionnaire étymologique de Ia langue latine, París, Klincksieck, 1985. Según Aristóteles, ethos-carácter deriva (perigínethai) del ethos-hábito, en el sentido de que el carácter "es fruto" del hábito. Cf. L' Éthique a Nicomaque, 1003a17, intr., trad. y com. de R. A. Gauthier y J. Y. Jolif, París, Pub. Universitaires, Lovaina/B. Nauwelaerts, 1970. Cf. J. L. Aranguren, Ética, Madrid, Revista de Occidente, 1958.

5 El adjetivo derivado, etheios, significa "fiel", "amigo". La "fidelidad" a sí mismo que implica el ethos pudiera asociarse a la interpretación del mito del "hilo de Ariadna", como símbolo de la continuidad consigo mismo: el "ir" y "regresar", el "salir" y "retornar" a la propia morada. Movimiento y memoria; capacidad de salir por el laberinto con una guía (el hilo), luchar contra el Minotauro, retornar al centro, a sí mismo. Cf. VVAA, La fidelité, Serie Morales, París, 1992, vol. 5.

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propio carácter o ethos. En el ethos se funden la naturaleza y la libertad; es la literal "sobre-naturaleza" humana, clave misma de la ética: libre y necesaria, necesaria y libre, al mismo tiempo. El ethos coincide con el misterio del hombre.6

Cuando Heráclito afirma así que "el ethos es para el hombre su daimon", está afirmando ciertamente que " el carácter es para el hombre su destino". El daimon remite sin duda a la idea de "destino", de " sino", de "fatum", de lo necesario y fatal, y en este sentido de la divinidad o semi-divinidad de la cual depende tal destino o "fatalidad".7 Lo decisivo es que el fragmento heracliteano toca ciertamente la paradoja esencial: que la "libertad" sea para el hombre su "necesidad" (su fatum).Y a la inversa: que su destino sea la libertad. Y "destino", también como meta o finalidad última (telos). Los fines éticos son ciertamente, meta propia de la vida humana.8 Pues el daimon es, asimismo, "genio bienhechor" y remite, en última instancia, a la eu-daimonía: la felicidad. El ethos es, para el hombre, eudaimonía.9

6 Cf. Eduardo Nicol, principalmente: Metafísica de la expresión, México, FCE, 1957; y Los principios de la ciencia, México, FCE, 1965, cap. "La causalidad histórica".

7 El daimon socrático sería esa voz interna o "superior" que dirige la vida ética. Y en general, el daimon remite también a la idea de lo intermedio entre dioses y hombre; se relaciona con el “demiurgo". El ethos confirma la condición "intermedia" del hombre.

8 Para la traducción heideggeriana de este fragmento de Heráclito, véase más adelante, capítulo IV, 3.

9 Si se mantiene sin traducir el concepto de ethos es, así, con el propósito de conservar algo de su multivocidad primitiva, de su riqueza originaria de sentidos; se busca que, tras el significado más común y simple del ethos como "segunda naturaleza" o "naturaleza moral", resuenen al mismo tiempo significados esenciales tales como: la morada interior; el hábitat espiritual del ser humano (su horizonte espacio-temporal); el modo de ser "habitual"; la cualidad del vivir; la "forma de ser"; la disposición o actitud ante el mundo y ante los otros; el "carácter" del hombre: su libertad misma: su ser ético.