354
EL PARPADEAR DE SU OJO Por Angelica Thaddeus

EL PARPADEAR DE SU OJO Por Angelica Thaddeus · EL PARPADEAR DE SU OJO Por Angelica Thaddeus . Este libro es un trabajo de ficción. Todos los personajes, eventos, y diálogos, a

Embed Size (px)

Citation preview

EL PARPADEAR DE SU OJO Por Angelica Thaddeus

Este libro es un trabajo de ficción. Todos los personajes, eventos, y diálogos, a excepción

de referencias incidentales de figuras públicas, lugares, productos, o servicios, son

imaginarios y no pretenden referirse a ninguna persona que viva o para desacreditar los

productos o servicios de cualquier empresa.

Copyright © 2013 Angelica Thaddeus

Cover art © TatianaYakovleva/Dreamstime.com, ©NAS CRETIVES/Shutterstock.com,

Cover designed by gwextra.com y Douglas Landers

Todos los derechos reservados. A excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de

Autor de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida,

distribuida o transmitida en ninguna forma o por ningún medio electrónico o mecánico,

incluyendo sistemas de almacenamiento y recuperación, sin el permiso por escrito del

editor, excepto por un crítico que pueda citar pasajes breves en una reseña.

Visita mi página web en www.angelicathaddeus.com

ISBN:

A mi madre, padre, hermana y queridos amigos,

quienes me enseñaron el significado del amor

y quienes siempre estuvieron allí para mí.

Capítulo 1

“Perra, la mataste”, me gruñó Vinny en un suspiro gutural. Sacudió mis hombros

encogidos y me empujó a un lado de la cama de hospital de su esposa muerta. Sus dedos

como tornillos se enroscaron alrededor de mi cuello. Me faltaba el aire mientras el estrujaba

mi garganta.

Buscando escaparme, le di un rodillazo a mi anciano atacante en la ingle. Mi

represalia fue corta ya que golpeo mi cabeza contra el panel. Yo era una muñeca de trapo, y

a menos que alguien entrada a ayudarme, iba a ser una muñeca de trapo muerta.

Clavé mis dedos en los ojos puntiagudos de Vinny, y el apartó mis manos de un

golpe. Tomó el cable de cordón del teléfono y lo enrolló en mi cuello.

Sincronizado con mi desesperación, el paciente en la cama de al lado gritó con una

furia capaz de despertar a la esposa de Vinny de su siesta permanente.

“Seguridad a la habitación 306, seguridad a la habitación 306”, resonó en los

altavoces del Hospital Honore.

Un hombre delgado como un lápiz en una bata blanca irrumpió en la habitación, con

un estetoscopio colgando. Mi campeón de guardia lucho por aflojar el torniquete

improvisado. El cascarrabias de Vinny comenzó a lanzar puñetazos con la fuerza de un

súper villano. Consiguió dar unos cuantos puñetazos sobre mi nariz y mejillas.

En segundos, un extraño arremetió contra Vinny y lo alejo de mí. Me tambalee

sobre una mesita de mesa coja, y eché un vistazo a mi héroe Hercúleo desde el suelo hacia

arriba. Sus botas hasta los tobillos daban paso a sus vaqueros negros de motorista que

abrazaban sus poderosos muslos y caderas como si hubiera nacido en ellos. Debajo de su

chaqueta de gamuza abierta, una franela de músculos se aferraba a sus pectorales marcados.

Una gorra de beisbol con “Salvaje” bordado en la corona descansaba sobre su cabello

chocolate oscuro que se rizaba alrededor de sus oídos. Salvaje parecía ajustarse como su

apodo; su sombra de las cinco en punto daba la sospecha de que era un suntuoso chico

malo. En el lado derecho de su cuello había una marca de nacimiento, parcialmente

escondida por su quijada. Sobre mirando su pobre imperfección, me concentre en sus ojos

entrecerrados observando a Vinny con una precisión de láser. Sentí que mi rescatador

había presenciado más que lo que la mayoría de los hombres puede experimentar en una

vida.

Salvaje atentamente entregó a Vinny a los guardias de seguridad. Sin decir una

palabra, me levantó, con sus manos de grandes nudillos firmemente alrededor de mi

cintura. Me deje caer sobre su pecho y saboree el aroma natural de su piel. El presiono la

parte de atrás de mi cráneo para parar la hemorragia. Solo entonces me di cuenta de que el

ataque me había dañado seriamente la cabeza. Debería haber entrado en pánico por estar

sangrando, pero en vez de eso estaba atraída a este rebelde que me rescato sin hesitar.

Una camilla chilló al llevarme a la sala de emergencias. Rodeada de curiosos,

Salvaje me levantó sin esfuerzo a la camilla. Sus dedos bailaban en mis muslos desnudos.

Exhibiendo un interés por la propiedad, arreglo mi falda por encima de mis rodillas.

A medida que desenganchaba los frenos, Salvaje busco mis labios y dijo en una voz pulida,

“Quiero entrar”. Sus dos palabras ondearon a través de mí, y mi imaginación corrió a alta

velocidad. ¿Su cuerpo añoraba estar dentro de mí? Una interpretación poco probable ya que

el destino nos había cruzado solo unos pocos minutos antes. Estudie su cara para interpretar

su mensaje.

Sus ojos, encendiendo mi alma, me siguieron mientras me desvanecía dentro del

estéril y frio pasillo de hospital. Arrepentimientos acerca de quedarme sola me abrumaron.

Salvaje había desaparecido de mi vida tan rápido como había entrado en ella.

Aunque quería llamarlo a gritos desesperadamente, mi garganta se sentía rasposa de

adentro hacia afuera. Traté de comprender cómo me encontraba en este predicamento.

Hace menos de 3 meses, me había convertido en la flamante nueva Directora de

Cumplimiento Regional para Premier Health, una organización de gestión de la salud de

doce mil millones de dólares, que posee y opera cincuenta y dos hospitales y trescientos

treinta y seis centros de enfermería especializada en los Estados Unidos. Después de un

periodo de cuatro años sin futuro como Gerente de Riesgo, había sido promovida a un

puesto siete veces vacante en los últimos cinco años. Gradualmente, me fui acostumbrando

a las quejas del día a día que eran depositadas en mí, pero mi entrenamiento de trabajo

nunca había incluido combate cuerpo a cuerpo.

La salida de hoy para investigar las dolencias de los pacientes había comenzado con

la esposa de Vinny, Giovanna Raffa. Vinny estaba seguro de que Premier la estaba matando

porque era muy caro mantenerla viva. Su mente se había evaporado y sus músculos se

contorsionaban incontrolablemente. Vinny estaba convencido de que Premier era el

responsable por los agujeros en su cerebro. Quería que Giovanna fuera examinada por el

Dr. Glenn Hightower, uno de los mejores neurólogos del país, quien casualmente cobraba

las tarifas más altas por sus servicios. Para el momento que había arreglado la consulta, era

demasiado tarde. Segundos después de la muerte de Giovanna, Vinny enloqueció, y el

Hospital Honore, el mejor instituto médico de Búfalo, se convirtió en mi pequeña casita de

los horrores.

Después que mi camilla fuera llevada a la sala de emergencias #5, me quite mi

suéter de casimir manchado y mi falda. Me até la bata de hospital cubierta de molinillos de

viento desteñidos. Mis manos temblaban, y respire profundamente para tratar de encontrar

la calma que había tenido esta mañana. Ronchas de manchas rojas comenzaron a brotar por

mi piel. Me deje llevar por las ganas de llorar, cediendo a este último golpe a mi

autocontrol.

A pesar de ser autosuficiente a los veintiocho años, necesitaba consuelo de la peor

manera. Tommy, mi hermano gemelo, lo arreglaría todo. Nació cinco minutos y diecisiete

segundos antes que yo, era mayor, pero indudablemente no más sabio. Mientras que ambos

fuimos bendecidos con bellos ojos cerúleos que podían avergonzar al cielo de verano,

nuestras personalidades eran un estudio de contrastes. Él era el mejor conversador y un

bromista, tenía un carisma cautivador que lo hacia el vendedor de bienes raíces número uno

del condado de Erie. Cuando un desastre llegaba, me aseguraba con anécdotas graciosas

que estaba mejor alejada de ello, con excepción de los nativos de alguna isla con nombre

raro que flotaban en su hemisferio cerebral izquierdo. Aprovechando mi gusto por los

dulces, me llenaba con pasteles de Bundt hasta que estuviera lista para afrontar al mundo de

nuevo.

Busqué en mi cartera y presione el marcado rápido de mi teléfono inteligente, solo

para encontrar que el buzón de voz de Tommy estaba lleno. Mi roca de apoyo había rodado

fuera temporalmente. Observé mi reloj y esperé por alguien, cualquiera, para volver. El

contacto humano se restableció cuando una ayudante pechugona me llevo en la silla de

ruedas al área de espera de radiología. Mientras esperaba por una tomografía, las puertas

del ascensor de servicio se abrieron y dos camilleros llevaban una camilla al ascensor. “El

cuerpo está en el 319”, le dijo uno al otro. “Se cortó el cuello tratando de cometer suicidio”.

“Suicidio, ni de broma”, replico el otro. “Estaba prácticamente decapitado”.

Estiré el cuello alrededor del marco de la puerta, pero dijeron mi nombre justo antes

de que el ascensor se cerrara. La posibilidad de que un paciente fuera asesinado estaba más

allá de mi campo de experiencia, pero todo era posible, dado el alto número de pacientes

tratados en los hospitales Premier. Después de que un ayudante me llevara al técnico, me

dieron instrucciones de acostarme para que la plataforma me llevara lentamente hacia el

anillo del escáner en forma de dona. Sintiéndome emboscada por la radiación del tubo

blanco, comencé a fantasear con Salvaje, mi Caballero Blanco, revolviéndome para

entregarme a mi muy reprimido y sensual placer. Recordé sus ojos. Irradiaban

simultáneamente confianza y compasión y me podían devorar de una sola mirada. Pero

mientras la maquina cambiaba a reversa, recordé el desafortunado final del ardiente

romance entre Ginebra y Lancelot. El final de mi cuento me dejó sintiéndome como si

hubiera sido golpeada con un cuchillo de carnicero.

Me regresaron a la sala de emergencias donde un residente larguirucho grapaba el

golpe en la parte posterior de mi cabeza. “Anika, las heridas en la cabeza sangran mucho y

los moretones en tu cara desaparecerán”, me dijo tranquilamente. “Pero tienes una

contusión y la nariz rota. Nos gustaría que te quedaras unos días para observarte. Hare que

una enfermera te traiga algo para el dolor”.

“Gracias por todo”. Alcance su brazo, buscando reconfortarme con contacto de su

mano.

“Deberías agradecerle al muchacho que intervino. Llamó, pero no podíamos decir

mucho. Confidencialidad del paciente”.

“¿Sabes su nombre?”

“Lo he visto por aquí, pero tendría que preguntarle a las enfermeras”.

Corrió las cortinas alrededor de mi cama al irse, y me tendí de espaldas. Después

que una enfermera llegó con el analgésico, yo entraba y salía de un sueño ligero. Estaba un

poco mareada, y a pesar de los medicamentos, mi cabeza se sentía como un alfiletero en la

mira de las agujas entrantes. Como las endorfinas, la hormona feliz que es liberada después

del sexo, podrían aliviar el dolor y el estrés, opte por un alivio adicional. Como,

definitivamente, no estaba lista para ser la amante de Salvaje, definitivamente podía

fantasear con eso.

Salvaje se cuela al lado de mi cama poco después de la medianoche. Sentí que

estaba buscando algo más que solo hablar. Su físico atlético está lleno de insinuaciones

sexuales, incluso en la oscuridad que lo rodeaba. Es más alto y musculoso de lo que

recordaba, como el David de Miguel Ángelo. Me concentré en el bulto debajo de su

cremallera. Es obvio que está bien dotado. Estoy lista para rendirme incondicionalmente,

incluso antes de pasar mi atención sobre la línea de su cintura.

Anhelo rasgar su camisa y recorrer con mis manos su tonificado y desnudo pecho

mientras él se arrodilla a mi lado y deslizaba su lengua por mis labios. “No podía

quedarme lejos”, susurra en mi oído, quitando las sabanas.

Él entrelaza mis brazos alrededor de su cuello mientras me ayuda a sentarme. Sus

grandes manos se deslizan por debajo de mi bata de hospital y lentamente acarician mi

espalda desnuda. Me provoca con sus dedos, tranquilamente rozando los lados de mis

pechos. Toma cada parte de mi autocontrol para no arrancar mi bata de hospital y tentarlo

con mis pezones ya levantados.

Salvaje tomo mi cabello, y lo pasa por mi hombro izquierdo y desliza una almohada

detrás de mí. Presiona sus pecaminosamente audaces labios en mi cuello. Su boca abierta

se desliza de arriba abajo en mi piel mientras me lame con la punta de su lengua.

Instintivamente, flexiono mis hombros, y temblores de placer se desbordaban en mí.

Gentilmente, comenzó a chuparme en su camino hasta mi oído. Su lengua se asoma en el

interior, enviando escalofríos por mi espina dorsal. “U-mmm”, murmuré.

Sus dedos danzan en mis hombros, y sus labios mordisquean mi mejilla. Él desliza

su dedo índice dentro de mi boca. Impulsivamente, comienzo a chuparlo mientras sus ojos

se quedaban en los míos. Mi cuerpo ansiaba su contacto, retorciéndose con las

expectativas de su siguiente movimiento.

“Tengo algo especial para ti”, Salvaje respiró hondo mientras sacaba su dedo de

mi boca. Estiró su mano y me dio una caja con un fino lazo dorado. Quite el lazo y

desenvolví el papel rosa con estampado. Un camisón blanco y transparente estaba dentro.

“¿Modelo esto para ti?”

Las comisuras de su boca se levantaron ligeramente. Sus manos dominantes

exploraron mis muslos desnudos con trazos magistrales mientras los separaba. Trazando

líneas imaginarias de arriba a abajo de mis piernas, deliberadamente lento. Saboree cada

increíblemente intenso cosquilleo. Los ojos de Salvaje se ensancharon, y me tienta a salir

de la cama. Detrás de mí, desata la bata de hospital, la desliza por mis hombros y la tira a

una esquina. Mis inhibiciones se esfumaron mientras me paraba allí en mi total desnudez.

Se acerca a mí y retuerce mis pezones, los cuales estaban totalmente firmes. Arquee mi

espalda en contra de su pecho. Sentí su erección a través de sus vaqueros. “Tómame”, le

ruego. “Tómame ahora”.

“Hermosa”. Pasó su lengua a través de mis hombros y con fuerza arremetió sus

caderas contra mí.

Salvaje me voltea y se sienta en la orilla del colchón. Sus ojos juegan conmigo

mientras bailan arriba y abajo de mi cuerpo. Tengo un segundo para pensar cómo puedo

complacerlo mientras él me toma, separa mis piernas con su rodilla, y toma la parte baja

de mi espalda con una mano. Alcanzando con su otra mano los vellos de mi pubis, jugando

con ellos y luego separando mis labios externos. Él desliza dos dedos dentro de mí,

penetrándome con movimientos metódicos lentos. Me estoy aflojando, cada centímetro de

mí palpita por la creciente intensidad.

“No pares”, le ruego mientras él tocaba los pliegues de mi tibia, húmeda caja de

placer, tocando puntos jamás explorados por otro hombre. Clavo mis uñas en su espalda

mientras mis caderas respondían a la loca, circulante sensación que había en mi sexo.

Mientras seguía maniobrando sus dedos dentro de mí, hundió su cara en mi escote,

Salvaje pellizcó mis pezones con sus dientes, y yo tome su cabeza, acercándolo más a mí.

Deslizó sus dedos fuera de mí y me hundió en la cama. Un hambre bruta rugía dentro de

mí. Se despojó de sus pantalones y franela y me hundió debajo de su gran torso. Gruño

entre dientes.

Dominada por su peso, envolví mis piernas alrededor de su espalda. Lo quería

desesperadamente dentro de mí. Su lengua exploraba los contornos de mi cara y abrió mis

labios. Su boca hizo fiesta en la mía mientras nos besábamos; nuestras lenguas se

provocaban entre ellas.

Gemía en voz baja mientras luchábamos juguetonamente. Voltee a Salvaje en su

espalda y me arrodille entre sus piernas estiradas. Sus muslos corpulentos me capturaron.

Masajee su ingle y gentilmente apreté sus testículos. Su erección era más larga de lo que

imagine. Revolotee con mis dedos por debajo antes de tomarlo firmemente. Lo rodee con la

punta de mi lengua, asomándolo por debajo de la cresta. Mi lengua se movía adelante y

atrás, y comencé a chupar mientras él se deslizaba más profundo en mi garganta. Me

siento en una plenitud—

¡Maldición! Al segundo que iba a llevar a Salvaje al éxtasis, me desperté con ganas

de orinar. Decepcionada al darme cuenta de que mi vivida fantasía era solo eso—un sueño

húmedo—me arrastre al baño. A lo que regrese, me tropecé con mi cartera y encontré una

nota envuelta en el asa. Me estremecí con el mensaje: “DETEN LOS ASESINATOS”.

Aunque sabía que Salvaje no tenía nada que ver con aquello, me pregunté si el

sabría qué hacer. El destino lo había lanzado a mi vida por alguna razón. Llámenlo

presentimiento o intuición de mujer, pero sabía que cualquier pequeño sonido flotando en

mi subconsciente no debía ser ignorado. Debía encontrarlo. Debía detener los asesinatos.

Capítulo 2

Estaba estancada en mi cubículo de la sala de emergencias mientras esperaba que un

empleado encontrara mi habitación asignada. Una cabalgada de lesiones desfilo frente a

mí. Había miembros rotos, caras cortadas, bebes llorando en la sala de emergencias. Con

los hombros caídos, eche un vistazo sobre mis dedos de los pies, buscando pistas del autor

de la nota. Espiando en las conversaciones, me entere de que Burger King ya no tenía

tiraditos de cerdo, y que otra tormenta de nieve estaba en camino al Oeste de Nueva York,

pero nada que tuviera que ver con algún asesinato.

Examine la nota, insegura de lo que significaba. Los pacientes o estaban siendo

asesinados o estaban muriendo por la negligencia de Premier. En este punto, llamar a la

policía no era una opción. Si Vinny Raffa fuera arrestado, la historia sería material para los

medios de comunicación. Si bien él intento ahorcarme, podría garantizar que algún titular

vendedor condenaría a los hospitales como el asesinato institucional de Giovanna Raffa:

“Señora de la tercera edad muere como víctima de la tacañería de Premier”. Me

estremecí, pensando que podría haber más que ficción detrás de cualquier primicia falsa.

Vinny no debió haberme atacado, pero su infinito amor por Giovanna tocó mi

corazón. ¿Cómo podría seguir enojada con un hombre que estuvo en agonía por meses,

contemplando a su esposa de cincuenta y tres años marchitándose? Luchó por ella incluso

en su último tormentoso respiro. ¿Podría encontrar yo esa elusiva devoción? Tengo a

Tommy, pero el amor fraternal solo podía ser un premio de consolación en comparación

con una pasión sin fin.

Mientras la sala de emergencias se convertía en una sala permanente de custodia, fui

llevada a la única sala disponible, 306, la cama donde murió Giovanna. Yo no era

supersticiosa pero estaba preocupada de cómo podría reaccionar su compañera de

habitación. Pedí la cama cerca de la puerta, a salvo por el momento de cualquier crisis ya

que los ojos de la mujer estaban cerrados.

La cortina entre las dos camas estaba atascada. La moví al otro lado de la barra

cuando una mano llena de manchas arrancó la orilla. “Soy Rosie. ¿Qué te pasó a ti?”

“Resbalé y tuve una fea caída”. Busqué reconocer la cara de mi compañera de

cuarto pero no ocurrió.

“Odio ser pinchada con agujas”. Dijo Rosie. “Y no toques mis ojos. Nunca toques

los ojos”. Su risueña mirada pasó a su vestidor del tamaño de un casillero. “Te busqué en la

línea de ensamblaje. Que suerte que pudiste oír a Roosevelt en la radio”.

Con tristeza vi alrededor de la habitación, buscando con incredulidad por Vinny.

Comencé a respirar otra vez cuando me di cuenta de que Rosie continuaba hablando con un

amigo de fantasía.

Una cesta de metal de tres niveles se estrelló contra la pared más allá de la puerta

abierta de la habitación. Un asistente dejó caer una bandeja de la cena frente a Rosie.

“¿Te vas a comer todo eso?” le pregunté.

“Te puedes comer mi patata horneada, cariño. Muy fuerte para mí”

Estaba cruda, dejándome la tentación del encanto de las máquinas expendedoras.

Me dirigí al baño, acariciando mi cabello que llegaba hasta mis hombros, y quitándome la

sangre seca del cuello. Mi rostro estaba hinchado, con un tono rojizo que me hizo parecer a

un alcohólico en problemas. Saqué un lente de contacto, después de haber perdido su pareja

en la pelea y me coloque un par de gruesas gafas con esquinas puntiagudas. Viendo mi

reflejo en el espejo, tuve que dejar la vanidad a parte y dejar la habitación para evitar

morirme de hambre.

Caminé hasta la cama de Rosie, toque su bata de felpilla y considere tomarla

prestada para cubrir mi trasero. Alguien arrugó un papel detrás de mí. “Anika ¿puedo

ayudarte con eso? Estoy seguro de que a mi suegra no le importará”.

Me di la vuelta, viendo de arriba abajo con los ojos como dardos al visitante de

Rosie. Ataviado en un traje azul oscuro de Madison Avenue, completado con una camisa

blanca con rayas, y corbata violeta, su físico era un festín a la vista. Su par de zapatos

negros con punta en ala estaban pulidas con un brillo de charol. Lo mire dos veces,

enfocándome en su marca de nacimiento de vino de oporto. El hombre era Salvaje.

¡Mierda, mierda y doble mierda! No solo estaba exasperada por ocultar mi cara de

fenómeno loca, sino que también estaba desesperada por escapar de mi flujo de emociones

contradictorias. Encantada de ver que Salvaje había regresado, y al mismo tiempo

devastada por enterarme que tenía una suegra e, inevitablemente, una esposa. Cualquier

tipo de relación amorosa había muerto al llegar.

“Yo, yo solo quería tomar la bata prestada mientras encontraba algo que comer”.

Intente hacer una insinuante sonrisa de Mona Lisa, dibujada en mi labio superior. “¿Puedo

ofrecerte algo? Es lo menos que puedo hacer por el hombre que salvó mi vida”.

“¿Deberías estar parada?” dijo cuidadosamente mientras dejaba su bolsa en la

bandeja de Rosie y me guiaba hasta la orilla de mi cama. El calor de sus manos tocando mis

hombros me calmó y simultáneamente flameaba mis emociones.

“Supongo que debería tomarlo tranquilamente. Podría ser una mujer muerta sin ti”.

“No es gran cosa. Estaba pasando para visitar a Rosie cuando vi a Vinny

volviéndose loco. Ya estaba tarde cuando llegaron los de seguridad, así que me tuve que ir

pero sabía que volvería para la cena”, abrió la bolsa y le ofreció a su suegra una taza de

plástico. Mientras abría la taza, Rosie agarraba la cuchara de su bandeja.

“Huele a sopa de pollo”, dije “¿lo compraste en la cafetería?”

“Lo traje conmigo. Rosie es un poco quisquillosa con su comida. También traje un

par de sándwiches de carne aquí. Puedes tomar uno. Rosie le dará algunos bocados al suyo

y me dará el resto a mí”.

“Gracias. Soy Anika Sliwinski, pero tú ya debes saber eso ¿cierto?” quite el papel

de cera del pesado sándwich.

El asintió. “Anika Regina Sliwinski, gemela fraternal de Thomas Randolf Sliwinski.

Suma Cum Laude graduada de la Universidad de Búfalo, recién nombrada Directora de

Cumplimiento Regional de Premier Health. Soltera, sin mascotas, entusiasta de la

jardinería, fanática del hockey. Algunas multas por exceso de velocidad. Fan de Alfred

Hitchcock y de Vincent Van Gogh. Rosa roja tatuada en la parte baja de la espalda.

Alérgica al queso. ¿Debería seguir?”

Me atraganté con una rodaja de tomate. “¿Cómo puedes saber todo eso? Fui uno de

los últimos reductos del milenio en crearme un Facebook y nunca he tuiteado”. Por cierto,

sus ojos errantes me estaban arrasando. Esperaba que sus siguientes palabras fueran mis

medidas exactas, incluyendo la medida de mi sostén. “Me rescataste solo hace un par de

horas”.

“Soy Gabriel Barton”. Se ajustó una mancuernilla grabada con la marca de Gucci.

“Es mi trabajo saberlo”

“¿Y su trabajo es?” Gabriel se había metido en mi piel, y no totalmente de una

buena manera.

“Rosie ha estado aquí por mucho tiempo. También Giovanna. Cuando vi que

sucedió entre tú y Vinny, hice que mi gente hiciera una rápida revisión de antecedentes. Por

cierto, tu foto en la página web de Premier está caliente”. Enderezó su pañuelo de bolsillo

de seda.

“Gracias”, murmuré. “Pero, en serio”. ¿Quién exactamente era este hombre que

tenía ‘gente’? Se veía solo unos años mayor que yo, pero sin embargo había creado un

perfil en profundidad de mí en menos de cinco horas.

“Parece que tu cara se llevó la peor parte”. Tiernamente acarició mi barbilla.

“¿Quieres hablar de eso?” El dorso de su mano derecha acariciaba mis mejillas doloridas. A

pesar de la virilidad abrumadora de Gabriel, su maniobra era pura delicadeza. Podría haber

estado fuera de la lista de prospectos románticos, pero no había nada que me impidiera

tener mi propio vengador personal. Todo en él gritaba poder, mental, física y

emocionalmente. Me entretuve, tratando de averiguar el enfoque correcto para mantenerlo

en mi vida. Tenía que tenerlo, por lo menos, como confidente. Su mirada provocativa me

pilló en la cuenta.

“No quisiera entrometerme”, continuó, “pero ayuda dejar todo afuera. Lo que sea

que hayas dicho o hecho, Vinny no tenía derecho a atacarte”. Gabriel miró profundamente a

mi cara con sus ojos haciéndome el amor, magnificado por mis gruesas gafas.

“Vine aquí a investigar las quejas de un paciente. Traté de ayudar al Sr. Raffa, pero

era muy tarde. Cuando Giovanna murió, Vinny actuó como si fuera su vida la que había

acabado. Culpó al hospital, y en ese momento, a mí”.

Gabriel alborotó su cabello hacia atrás mientras miraba por la ventana y frunció el

ceño al ver la nieve acumularse en el estacionamiento. Los segundos se convirtieron en

minutos, el silencio se volvió ensordecedor. Tome algunos bocados del sándwich, ganando

algo de tiempo mientras esperaba por una respuesta.

Finalmente Gabriel respondió. “Yo lo sé todo acerca de perder una esposa. Soy un

padre soltero criando una niña. Lizzie tiene dos, casi tres años, y estoy tratando de hacerlo

por mí mismo. Marie, mi esposa, murió hace diecisiete meses, tres semanas y cinco días”.

Por la manera en que su cara se endureció, y el calendario detallado de Gabriel, solo

podía significar una cosa: todavía estaba afligido por una mujer con la que había construido

su vida. De repente me sentí como una intrusa sin ningún derecho a impedir sus recuerdos.

Quería decir algo inspirador pero “Mi pésame por tu perdida” parecía algo cruelmente

cliché.

Mientras buscaba las palabras correctas, Rosie dejo de tomarse la sopa y tomó el

brazo de Gabriel. “Y ahora tiene dos bebes, Lizzie y yo. Cuídanos a ambas”.

Gabriel se acercó más y reviso mi cabeza engrapada. “Buen trabajo para este lugar.

Extrañare a Giovanna. Había algo raro en la manera en que la trataban, y hay algo raro en la

manera en que tratan a Rosie”.

Maniobro una silla de metal a lado de mi cama con el espaldar hacia mí. Después de

colocar sus larguísimas piernas en el asiento, se inclinó hacia delante con sus brazos

cruzados en la parte superior. “Rosie y Giovanna fueron diagnosticadas con Alzheimer pero

eso no concuerda. Seguro, ambas están desorientadas y tienes alucinaciones, pero eso

ocurrió solo después de navidad. Sus síntomas llegaron demasiado rápido para ser

Alzheimer. Quería que Glenn Hightower revisara a Rosie pero, como a Vinny, quede

enredado en el papeleo. Aparentemente, hay una lista de espera de unos cien pacientes”.

“Yo puedo conseguirte una cita inmediata con Hightower”. Tomé mi cartera de la

mesita de noche. “Aquí está mi tarjeta. Mi número de teléfono está en la parte de atrás”.

“Podría considerar eso”. Gabriel guardó la tarjeta de negocios en el interior de la

chaqueta de su traje con solo una mirada superficial. Se terminó el resto del sandwich de

Rosie mientras ella dormitaba con los dedos dentro de un tazón de duraznos cortados.

Tomó sus manos tan gentilmente como a un bebé. Después de limpiar la suciedad de su

cara con una toallita húmeda, Gabriel abrió una navaja de bolsillo y comenzó a limpiar

debajo de sus uñas con la delicadeza de un manicurista profesional.

“¿Hay algo malo con sus ojos?” estaba determinada a seguir hablándole.

“Siempre ha tenido algo con sus ojos. Enloquece cada vez que alguien quiere

tocarlos”. Limpió la bandeja de Rosie, refrescó su jarra de agua y me miró. “Detesto comer

e irme, Anika, pero tengo una reunión. Volveré este fin de semana. ¿Estarás bien? ¿Quién

sabe que estas aquí?”

“Traté de llamar a mi hermano, pero su buzón de voz está lleno”.

“Espera”. Gabriel sacó su iPhone. “Veré si puedo reprogramar. Dijiste que estabas

aquí para investigar algunas quejas. ¿Terminaste de hacerlo?”

Negué con la cabeza. “El Sr. Raffa fue el primero. Y escuche a un par de ayudantes

bromeando acerca de un paciente siendo asesinado. Para agregar algo a la locura, alguien

colocó una nota en mi cartera que decía que detuviera los asesinatos”. Tan pronto como

terminé de decir esas palabras, lamenté haberlas dicho. Apenas conocía a Gabriel; sin

embargo, la forma en que cuidaba de Rosie me inspiraba confianza.

“No hay nada divertido sobre un asesinato”. Salió corriendo por la puerta, y en

menos de un minuto, se puso en una silla de ruedas. "Tengo una media hora. Vamos a

comprobar el resto de las quejas juntos”.

Gabriel me alzó y me sentó en la silla de ruedas. Excitada por su contacto, temí que

mi cara se enrojeciera embarazosamente. Pude haber sido golpeada y maltratada, pero este

atrayente pez gordo definitivamente disparaba mi lívido. Enfocándome en la tarea que

debía hacer, prendí mi cerebro de negocios y tomé un bolígrafo y la lista de los pacientes de

Premier de mi cartera. Con Gabriel como mi conductor asignado, comenzamos las

investigaciones en el cuarto opuesto al 306. Ocupado por un par de mujeres pálidas. La

esquelética estaba atrapada en una silla con una camisa de fuerza amarrada en su pecho.

Gabriel tranquilamente sacó el trapo que estaba en su boca y lo lanzó a la papelera. Su

compañera regordeta, con sus codos salpicados de úlceras de un color rojo purpúreo, se

retorcía, caminando repetidamente el perímetro de la habitación. Ninguna de las dos

mujeres parecía capaz de entablar una conversación significativa.

Una puerta estaba medio abierta dos habitaciones abajo. El hedor a orina rancia nos

hizo entrar. Un hombre gigantesco estaba haciendo sus necesidades en una esquina. Un

gran vendaje del tamaño de un pomelo aplastado fue pegado al azar en su trasero. Dio la

vuelta, haciéndonos señas mientras se lo apretaba. “Vaya una paja”. Gabriel sonrió y me

echó hacia atrás. “Lo veremos después en nuestro camino de regreso”.

“Aquí está la habitación 319, en la que supuestamente se cortó la garganta un

paciente”, dije, mientras veíamos a una mujer corpulenta trapeando el piso.

“Disculpa mi francés, pero esto es una mierda. Estos pacientes no tienen permitido

tener objetos punzantes. Esos cuchillos de la cafetería no pueden cortar ni mantequilla.

Marca la 319 en la lista de posibles asesinatos”. Murmuró Gabriel.

Mientras Gabriel y yo tratábamos de deambular para tener más pistas, un hombre

rechoncho con una papada flácida y una corbata muy corta nos atrapó en una esquina y nos

bloqueó. Su postura autoritaria me desanimó, incluso antes de pronunciar una palabra.

“Señorita Sliwinski, mi nombre es Steven Loutish, Presidente y CEO de Honore. Escuche

acerca de su experiencia”.

Estaba esperando a Loutish. Los hospitales y sus sociedades gestoras eran ambos

interminables abismos del chisme, y mientras más perjudicial el cuento, mejor. El ataque

contra mi persona debió haber alertado a la escalera corporativa.

“¿Hay algo que pueda hacer para ayudarla?” el tono excesivamente meloso de

Loutish me molestaba pero no era tan irritante como su persistente golpeteo en mi hombro.

Gabriel fulminó con la mirada a Loutish. “Para empezar, preste más atención a los

pacientes. Y no vuelva a tocar más a la Señorita Sliwinski otra vez. Nunca…nunca…más”.

“¿Quién es usted?” preguntó Loutish a Gabriel.

Gabriel se inclinó hacia Loutish, presionando sus manos contra el pecho del

hombre. "El Protector de los Condenados".

Aspire mis mejillas para evitar reírme. Tommy amaría a este hombre. “Espero que

pueda explicar algunas cosas”, le dije al CEO.

“Volvamos a su cama”, dijo Loutish

Gabriel hizo un caballito y me condujo a mi habitación. Loutish pateó el tope de la

puerta.

"Por lo menos dos familias piensan que sus seres queridos fueron mal

diagnosticados", le dije. "La mayoría de los pacientes con Alzheimer son residentes en

centros de enfermería especializada. Y alguien me dejó una nota diciendo que los pacientes

están siendo asesinados. ¿Algún comentario?”

Los dedos de Loutish se enrollaron en puños. “Estos pacientes están en tratamiento

por afecciones agudas, además de la enfermedad de Alzheimer. Usted está en el piso

neurológico, y esta habitación tenía la única cama disponible. Hablando de las camas, usted

debería estar en la suya Señorita Sliwinski. Sus medicinas deben ser suministradas. ¿Dijo

usted asesinados?”

“¿Quiere decir que la señorita Sliwinski no debería hacer seguimiento?” Gabriel tiró

de la corbata de Loutish con tanta fuerza que tenía miedo de que el CEO se volviera azul

por la falta de oxígeno.

“Quite sus manos de mí, o hare que lo arresten”, resopló Loutish. "Permítanme

asegurarles, Honore presta solo la mejor atención".

Gabriel apenas aflojó su abrazo y se quedó como una barrera de concreto entre mí y

Loutish.

"Una mujer en el 307 tenía un trapo metido en la boca", le dije. "Premier no paga a

sus hospitales si el paciente es herido".

Entendiendo la amenaza implícita de cortar el reembolso, Loutish acomodó su

corbata y se retiró por el pasillo. Por su expresión consternada, debió haber temido por la

bancarrota de su hospital o por una maldición en su primogénito para rondar por los

pasillos de Honore por la eternidad. Más aun, estaba aterrado que Gabriel lo ahogara hasta

morir.

“Eres bastante buena en esto”, me dijo Gabriel.

“¿Crees que llame a la policía?”

“Mi gente lo puede solucionar”.

“¿Exactamente cuánta gente tienes?”

“Mucha, pero ninguna como tú. Te quiero a ti”, echó un vistazo a su reloj TAG

Heuer y rápidamente se extendió para abrazar a su suegra. “Rosie, eres más hermosa cada

vez que te veo. Volveré este fin de semana. Y la próxima vez, traeré chocolate caliente”.

“Te amo”, suspiro ella como un duendecillo.

“Y traeré un poco para ti también, Anika. Considérame tu compañero. Este asunto

del asesinato me concierne. Volveré el sábado”. Gabriel se agachó, coloco mis brazos

alrededor de su cuello, y me levantó de la silla de ruedas. Nuestros cuerpos brevemente se

moldearon en uno. Sus músculos me sedujeron, encendiendo mis sentidos.

Mientras me metía en la cama, impetuosamente me acerqué a él. Simplemente bese

su mano y le ahorre la vergüenza de una insinuación a toda marcha. Colocando mis gafas

en la parte superior de mi cabeza y ligeramente besándome la mejilla, dijo otra vez, “Te

quiero. Y no tomaré un ‘no’ como respuesta”.

“Adelante, plántale un beso en los labios”, dijo Rosie. “Marie entendería”.

“Rosie, te estás volviendo loca”, dijo Gabriel. Yo pretendí no haber oído nada. “Las

veré en un par de días, señoritas”.

Antes de poder preguntar por su número de teléfono, Gabriel salió por la puerta, y

oí sus pasos rápidamente yendo hacia el ascensor. Enfurruñada, llamé a Tommy, con la

esperanza de obtener su opinión sobre Gabriel. El correo de voz cayó otra vez. Aproveche

el silencio para reagruparme. No estaba acostumbrada a ser despedida sumariamente.

Loutish básicamente insinuó que era una drogadicta desquiciada. Es cierto que era un

oficial de cumplimiento verde, pero mi mente estaba lo suficientemente clara como para

evaluar la situación, contusión o no. Los otros pacientes puede que estén atrapados, pero yo

no estaba atrapada en una habitación de hospital con mis Cuentos de la Cripta

personalizados. Decidí que ser un paciente accidental era contraproducente para encontrar a

quién había escrito la nota y si alguien, en realidad, había sido asesinado.

A pesar del cansancio, decidí irme mañana en la mañana, firmar en contra del

consejo médico, en caso de ser necesario. A pesar de que no tenía ninguna manera de

contactar a Gabriel, sospechaba que podía rastrearlo entre los familiares de Rosie en su

registro médico. Su profundo conocimiento de mi vida me desconcertó, pero eso

simplemente lo hizo aún más intrigante. Salir significaba que no tendría otro encuentro

casual, he optado por la supervivencia a través de la seducción. Gabriel pudo haber sido el

amante ideal perfecto, pero primero tenía que seguir con vida si quería volver a disfrutar

más que su chocolate caliente.

Capítulo 3

Como a treinta millas de distancia, en la sede del Parque Orchad de Suministros

Médicos Kingston, la oficina de la Dr. Rebecca D. Noran no era más grande que un sauna

para diez personas. La atmósfera apestaba a eficiencia, excepto por la fotografía de un niño

descarado claramente visible en su escritorio. Billy, su único hijo, había muerto de

retinoblastoma a la edad de seis años. Aunque habían pasado cuatro años desde su muerte,

el hijo de Rebecca siguió siendo la fuerza impulsora detrás de su investigación.

La falta en la habitación de una decoración decente hacia contraste con la flamante

Dr. Noran que diariamente hacia girar cabezas. Los dobladillos por encima de las rodillas

podrían ser anticuados para el resto de las mujeres a los finales de los treinta, pero para ella

era norma.

Rebecca audazmente declaraba que la D inicial de su segundo nombre significaba

dominatriz. Dependiendo de su fantasía personal, ella podía ser bisexual, homosexual o

heterosexual cualquier día. Ella desmentía ser una ninfomaníaca, prefería que la vieran

como una amante de la raza humana.

A pesar de la constante mezcla de nieve y aguanieve lloviendo fuera del edificio,

Rebecca utilizo un atuendo diseñado para generar calor de sus amantes y no de su ropa. Su

camiseta sin mangas debajo del blazer de Jacquard Fleur-de-Liz era poco más que una

bufanda Hermes envuelta en sus pechos. Hojeo varios informes de laboratorios

acumulados en su escritorio, como un robot programado en piloto automático. De repente

cambio su atención e hizo una llamada con la urgencia de una llamada al 911. “¿Ya murió

Giovanna? Es la sexta”.

“Tenemos problemas”. La voz del hombre del otro lado de la línea forzaba las

palabras. El oficial cómplice de Premier visitó Honore hoy para investigar unas quejas.

El esposo de Giovanna se volvió loco y la atacó. Y otro paciente prácticamente se

arrancó la cabeza. Escuche que hubo sangre por todas partes. Si le hacen una autopsia, eso

definitivamente nos cagaría todo. Una autopsia podría dar lugar a una investigación por

parte de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades”.

“¿Te sabes el nombre del paciente sin cabeza?”

“Lawson, James Lawson”.

“Ninguno de los seis”, dijo Rebecca. “De todas maneras, no me preocuparía por el

CCPE. Mi meta va mucho más allá de la cadena alimenticia”.

“Entonces, hasta ahora, el plan ha ido perfectamente. Eres una genio, Becca”.

“Eso es lo que me gusta oír, querido. Alimenta mi ego”.

“Eso no es lo único que me gustaría alimentar”. El hombre espero por una respuesta

entusiasta pero no recibió ninguna.

Rebecca bostezó. “¿Qué sabes del oficial de cumplimiento? Los oficiales tienden a

arruinar definitivamente las cosas".

“Anika Sliwinski puede ser un verdadero dolor de cabeza”, gruñó el hombre “Es

cercana con el Director Médico de Premier. Puede que descubra qué mató a esos seis”.

"Déjame ir. Mi jefe va a llegar en cualquier momento".

“Pensé que te estabas guardando para mí”.

Rebecca dejó escapar un aullido ensordecedor. "Hay suficiente para todos, mi

muchacho. Suficiente para todos".

Mientras colgaba el teléfono. El Dr. Bashnar Kumarani, el Presidente y Fundador de

Suplementos Médicos Kingston, colocaba la palma de su mano sobre la cerradura

biométrica de identificación fuera de la oficina de Rebecca. Se acercó, preguntando: "¿Has

oído la buena noticia, Rebecca?" colocó su mano en los hombros de su Vice Presidenta de

Operaciones. “Me acabo de enterar de que eres una finalista para la beca Tepek de la

Fundación Médica Blauer", anunció.

El Dr. K, como se había hecho conocer en la comunidad, sonrió como si acabara de

ganar el primer lugar en un concurso de ortografía. Su tez era oscura en contraste con su

sonrisa resplandeciente que parecía revelar más de los normales treinta y dos dientes.

Rebecca giró su silla ergonómica para dedicarse a su jefe y acaricio sus brillantes

manos de color café. Aunque ella estaba realmente enamorada de él, su afecto se basaba

más en la realidad económica que en la atracción romántica. Ella era una provocadora y

sabía cómo hacerlo funcionar.

“Son las mejores noticias que he escuchado en el día”. Rebecca se quitó sus botas

altas y se tomó su tiempo para rodar sus medias pantis. Flexionó su escote del pie, jugando

con el escarchado barniz de uñas magenta. El sistema de climatización de Rebecca dejó

como hipnotizado al Dr. K con una mirada hedonista. Su desnuda pierna derecha estaba en

la parte superior del pequeño estante al lado de él. Observó sus bragas en su entrepierna

abierta. Sus ojos crecieron increíblemente en relación con su emoción.

“K, juega con mi gatita”, dijo de manera improvisada. "Ella está sola allí, toda por

su cuenta".

“Rebecca, por favor, alguien podría entrar y encontrarnos”.

“Ya sabes lo molesta que se pone gatita cuando no la acaricias. Haz lo que digo”.

Ella tranquilamente subió la falda, provocándolo centímetro a centímetro, y extendió su

otra pierna, atrapándolo en una traba de tijeras.

El Dr. K se agachó y lamió arriba y abajo de su entrepierna y luego en la otra. Su

ferviente lengua se movía en círculos, y una corriente de sudor le corría por la cara. Su

manzana de Adán se balanceó mientras tragaba saliva y abrió sus labios exteriores con los

dedos. La boca del Dr. K la dominaba con la succión… tan gentilmente, al principio y

gradualmente más fuerte. Alternó el succionar y lamer, empujando, tocando y empujando.

“Voy a chuparte hasta que estés seca, Rebecca”. Cuando comenzó a mordisquearla con sus

dientes, Rebecca le acerco sus caderas a la cara.

“Cariño, cariño, haces que me moje tanto”, Rebecca gruño. Dejo caer su chaqueta y

desanudo su franela, amarrándola alrededor del cuello del Dr. K. “No ignores estas tetas,

cariño. También te necesitan”. Ella curvó la espalda y tiró de su cabeza hacia arriba y

empujó su cara a sus pechos. Su nivel de excitación aumentaba mientras miraba por debajo

de su escote.

Con una mano todavía jugando con su clítoris, el Dr. K masajeo sus aureolas con la

palma de su otra mano. Sus pezones se volvieron oscuros y duros y mojados por sus jugos

de abajo. Sus dientes pellizcaron sus pezones a medida que ella le clavaba las uñas en la

espalda de su cuello. Echó un vistazo a su cara, en espera de la próxima orden.

El pecho de Rebecca se ensanchó mientras inhalaba. “Ok, cariño, ok”, dijo. Sin

ninguna explicación Rebecca bajó sus piernas y lo apartó. Tenía la innata habilidad de

apagar su deseo sexual y cambiar su mente a modo negocios sin más que un parpadeo. Se

anudó la franela, bajó su falda y se enderezó en la silla. El Dr. K se quedó ahí parado,

viéndola.

“¿Cómo está la treta de W2? preguntó. "Vamos a hacer un montón de dinero en

esos parches”. W2 era la abreviación de una marca llamada por la envoltura de una herida,

un producto que separaba el tejido muerto de la piel sana reduciendo las posibilidades de

infección. El Dr. K lo había desarrollado con el objetivo de eliminar las úlceras por presión.

Tomó un respiro profundo. “No es una treta para hacer dinero, Rebecca. W2 aliviará

el sufrimiento”.

"Nuestros técnicos de laboratorio tienen que jugar con ese ungüento. Que sea

aromático, algo fresco como una lluvia de primavera”. Los dedos de Rebecca se movían

simulando una cascada de gotas de lluvia. “¿Algún progreso en hacer que Premier lo use en

sus hospitales?”

“Tú sabes cómo son las compañías grandes. Premier quiere algo por nada,

especialmente con tu ex esposo a cargo”. Respondió el Dr. K a Rebecca.

“Carlton es un fastidio. Tal vez deberíamos llamar a esa tal Sliwinki. Ya sabes,

Anika Sliwinski, la jefa de cumplimiento. Ella tiene influencia”.

“Todo está cerrando temprano por causa de la tormenta”. El Dr. K acariciaba la

trenza castaña de Rebecca. Su caricia fue corta ya que ella le arrancó la trenza de la mano.

“Pensándolo mejor, deberías llamar a Anika la semana que viene. Necesito

concentrarme en mi investigación”.

“Hablando de eso, todavía no veo mejoras en tu laboratorio, Rebecca”.

"Ahora no. No es favorable para nuestras actividades extracurriculares”. Ella

deshizo la trenza y revolvió su cabello, todavía ondulado por estar atado. “Sabes que eres

mucho más para mí que solo mi jefe”. Deslizó su lengua de un lado de su boca abierta y

mojada al otro.

“Pronto Rebecca, pronto. Invertí una pequeña fortuna y necesito un informe de tus

gastos”.

Ella tiró de la silla Aeron y aterrizó delante de él. "Mi investigación ha ganado más

premios de los que puedes contar ¿y ahora decides que no se puede confiar en mí? Eres

igual que Carlton. Todos los hombres son iguales".

“Lamento haberte ofendido. Pero las facturas siguen llegando, y estoy viendo poco

en el camino de regreso".

“Si quieres que algo del dinero regrese entonces sal y vende el W2. Haz que

Premier lo compre. No culpes a mi investigación y desarrollos”.

“Por favor, relájate. Tu arteria temporal se está abultando. Te recogeré para la cena

a las ocho”.

El Dr. K le lanzó un beso y se fue por la puerta de acero montada. Ella pretendió

atraparlo. Tan pronto como se cerró la puerta, ella se acomodó en su silla y juntó los dedos.

La esencia de sexo se había desvanecido bajo la influencia de climatización. Consideró

varias opciones. “Tendré que ocuparme personalmente de la señorita Anika. Si mi plan

funciona, no necesitare más dinero de ese estúpido W2. Tendré que hacerlo todo por mi

cuenta”.

Capítulo 4

Han pasado cuatro meses desde que fui rescatada por Gabriel. Tres días después del

ataque, Mamá tuvo una apoplejía. La impresión de ver mis golpes y moretones, además de

la descripción de la paliza que me habían dado, fue mucho más de lo que ella podía

manejar. A pesar de que el neurocirujano removió el coagulo de su lóbulo frontal, Mamá

había caído en coma y murió once días más tarde a la edad de cincuenta y nueve. Me

culpaba a mí misma por su muerte y la culpa me llevó a un estupor catatónico.

Premier me había dado un mes pagado de vacaciones, no era mucho para un periodo

de luto sino más bien un cambio explicito para no presentar cargos en contra de Vinny

Raffa. A pesar de que la Corporación Fortune 500 se había convertido en la compañía de

salud más grande del país, estaba en medio de una reducción importante. Cerca de 200 mil

empleados despedidos estaban financieramente arruinados. Como resultado, Premier haría

casi cualquier cosa para evitar una mayor publicidad adversa, incluyendo darme un permiso

extendido.

Gradualmente, volví a la realidad mientras Tommy me mimaba con barras de

chocolate negro con caramelo. Él siempre ha sabido como motivarme. No vi a Gabriel

después, pero sí hablé con él dos veces por teléfono cuando organicé que su suegra fuera

tratada por el Dr. Hightower. Como sospechamos, Rosie no tenía Alzheimer. Hightower la

diagnostico con hidrocefalia. Le inserto un implante de drenaje en el cerebro el cual

succionó el exceso de líquido espinal a su estómago para ser absorbido. Este simple arreglo

era todo lo que necesitaba para volver a su rutina normal.

Después de que su suegra fuera dada de alta, Gabriel me envió un florero de

Swarovski rebosante de rosas rojas y rosadas. De un tamaño monstruoso, podía ser

fácilmente el doble de grande de un arreglo funerario. La nota adjunta de agradecimiento

falló en mencionar su oferta para ayudar a investigar algún asesinato. Sus dos palabras

escritas decían “Por favor, espera”. Cuando llamé para preguntar lo que estaba esperando,

Rosie dijo que Gabriel estaba en un viaje de negocios. Cuando le pregunte cuándo volvería,

Rosie tartamudeó y dijo, “Solo Dios sabe con ese hombre”.

Tomé una docena de las rosas y las coloqué en un florero en mi mesita de noche,

esperando a que Gabriel llamara. Pero nunca lo hizo. Me convencí de que era lo mejor.

Todavía estaba plagada de pesadillas en las que terminaba gritando “quiero a Mamá de

vuelta”, no estaba lista para recibir a un hombre en mi vida. Si Gabriel me quiere, él sabrá

donde encontrarme.

Nunca más busque quién había sido el que me dejó la nota en la sala de emergencias

acerca de detener los asesinatos. Todo el mundo tenía una queja de su seguro médico, y

asumí que había sido escrito por otro chiflado buscando atención. Me apoyé en los

abogados de cinco mil dólares por hora de Premier en la firma de derecho internacional de

Cantor y Price para saber la verdad. El supuesto paciente sin cabeza de la habitación 319,

James Lawson, se había, de hecho, matado accidentalmente. Cuando su familia olvido

pagar la renta semanal de la televisión, el agente de cobro bloqueo la electricidad de la

pantalla en la pared. Lawson, seriamente desorientado, trató de conectarlo manualmente,

usando un par de tijeras como un destornillador. Tropezó de la silla que había puesto debajo

del televisor y se cayó en una de sus arterias carótidas. Dado que el final del incidente había

sido presenciado por un voluntario de toda la vida que entrega el correo, la investigación

fue cerrada oficialmente. Honore estableció con la familia de Lawson por una suma de más

o menos seis cifras.

En los meses que siguieron al volver al trabajo, la mirada de la sede corporativa de

Premier en Búfalo sobre mí, había aumentado y me hizo una ávida fanática de los Tums. El

edificio tenía un sorprendente parecido con la prisión de Ática. La fortaleza de la compañía

consistía en cuatro pisos de bloques de hormigón rotos por grietas y con una ubicación al

azar de ventanas que parecían ojos de buey.

Estaba especialmente más revolvedor de estómagos hoy mientras llevaba a mi

antiguo convertible Thunderbird al estacionamiento, después de haberme detenido a hacer

unas compras en el Gallería Mall. Premier estaba a punto de saber si el Juez Supremo del

Condado de Erie había dado a la compañía permiso para descartar los casos de seis muertes

extrañamente parecidas de ciudadanos de la tercera edad, incluyendo a Giovanna Raffa. La

compañía había sido demandada por negligencia por la inexplicable coincidencia de las seis

personas con síntomas parecidos al Alzheimer en la misma área, en un periodo de seis

semanas. Los que estaban en contra de Premier trataron de hacer el caso de que la

compañía había causado estas muertes por incompetencia, enfocándose en infecciones de

hospital y alegando que hubo errores médicos. Secretamente me pregunte si los Seis

Seneca, como se habían dado a conocer, habían sido sentenciados a morir el día en que

fueron admitidos en los hospitales de Premier.

Entrando en el lobby con mi bolsa de compras repleta de mi reciente adquisición y

los archivos que se habían acumulado durante mi descanso por semanas, salude a Floyd

Wicks. El viejo, probado por el tiempo, guardia de seguridad estaba recostado en contra de

su escritorio. “Oye, guapo, déjame entrar”.

“Tienes un visitante”. Floyd señalo a mi hermano que estaba sentado tamboreando

con sus dedos, su perfecta postura de modelo sentada en la banca de granito en el lobby de

Premier. Algo tenía que estar terriblemente mal. Tommy había jurado repetidamente que

jamás pondría un pie dentro de Premier, al cual llamaba una “máquina de matar”. Hable

con él durante todo el día y jamás menciono que quería verme.

Me dirigí directo hacia él a través del atrio de cielo iluminado. Su rostro bronceado

y lentes de sol de Bvlgari hicieron que deseara haber elegido su carrera y no la mía.

“Hermanita ¿tienes unos minutos?” su cara me recordaba a un jugador de póker

evasivo mientras se acercaba y me plantaba un beso en la frente. “Tenemos que hablar en

privado de los Seneca Seis”.

“¿Sabes de alguien relacionado con los Seis?”

“No, mucho peor”. Comenzó a quejarse con las solapas de su chaqueta verde lima.

Traté de imaginar alternativas más dolorosas a la muerte de un ser querido. La

respuesta me evadió, resultando en un momento incómodo.

"Uno de mis mejores mercados, en el Oeste de Seneca, se hundió después de la

noticia de sus muertes. Cuando el juez liberó a Premier, no explicó por qué los Seis

murieron en un área específica a la vez. Debe haber sido estafado”.

“¿Ya leíste la opinión?”

“Todos han estado escribiendo en sus blogs acerca de eso durante todo el día. ¿Has

oído hablar de la página web Mira Quién Nos Está Matando Ahora?”

“Tan preciso como un tabloide”. Estaba un poco molesta porque Tommy estaba un

pasó delante de mí.

“Premier debe estar orquestando una coartada. Huelo una conspiración”.

Lo acomode en un área semi-privada, cubierta por unos árboles de ficus cargados de

polvo. “¿Estas drogado, Tommy?” Dije en broma, sabiendo muy bien que Tommy nunca ha

usado drogas.

“Hermanita, debería darte vergüenza preguntarme eso. ¿Te das cuenta que los Seis

vivían en un radio de diez millas con el mismo código postal?”

“¿Y qué?”

El pecho de Tommy se hinchó. “Personas muriendo de la misma manera, al mismo

tiempo, y en el mismo lugar son normalmente asesinatos”.

Mis pensamientos giraban como rueda en una maquina tragamonedas. Tommy tenía

que estar bromeando. Decidí seguirle la corriente. “Ya que afirmas que has visto sus

muertes, debes saber que todas fueron por causas naturales. Las personas mueren

eventualmente, y los más ancianos mueren con más frecuencia. Son solo seis muertes. Ni se

acerca a una masacre criminal”.

Me pellizco el brazo derecho. “Las casas de los Seis que están a la venta se están

vendiendo por solo cincuenta centavos de dólar, si es que las están vendiendo en absoluto”.

“¿Has oído hablar de la crisis de crédito de alto riesgo?" Halé bruscamente para

soltarme.

“El sarcasmo está tan por debajo de ti. Te estoy diciendo que estos Seis estaban

marcados para su extinción. Si estudiamos sus historiales médicos, estoy seguro de que

descubriremos lo que realmente los mató.”

“No puedes ver esos historiales. ¿Has escuchado alguna vez de HIPAA, la ley de

privacidad?”

“Hippa, schmippa. Por una vez, admite que no lo sabes todo y que yo podría estar

en lo cierto”.

“Pero es la ley. No esperas que la quebrante ¿verdad?” estaba perdiendo mi

paciencia a gran velocidad, resintiendo la implicación de sábelo-todo.

“¿No sería mejor descubrir la verdad antes de alguna acusación?”

¿Acusación? ¿A quién estaba engañando mi hermano? ¿Y por qué el repentino

interés? “Ok, ok, lo entiendo. Suficiente con los chistecitos, tengo que admitir que me

convenciste por un minuto”. Tenía que comenzar a alejarme, confidente de que me había

escapado astutamente de la conversación.

“¿Recuerdas haber sido atacada en Honore? ¿Haber sido rescatada por Gabriel

Barton?” Mi hermano había tocado un punto delicado. Me evocó recuerdos no solo de

Giovanna, sino también de Rosie y su robusto nuero.

“¿Has hablado con Gabriel?” El solo decir su nombre en voz alta me hizo sentir sin

miedo.

“Lo llamé. La decisión de la corte fue la excusa perfecta”.

“Tienes cinco minutos para hacer un caso de asesinato”.

“De acuerdo con los periódicos, los Seis eran enfermos crónicos mucho antes de

que los síntomas de Alzheimer surgieran”. Tommy saco una hoja doblada del bolsillo de su

blazer. “Los Seis querían el mejor servicio. Se quejaban de que no lo recibían. Sus gastos

médicos crecían incontrolablemente. Premier tuvo que silenciar sus ruedas chirriantes”.

Me dio una hoja de Excel con columnas de gastos médicos más largas de lo común

apoyando su teoría trillada.

“¿Dónde conseguiste esto?”

“La mayoría de los números fueron reportados ampliamente. Hay rumores de que

los cerebros de los Seis fueron llenados como panales de abejas con esteroides. Algo había

hecho huecos en ellos.”.

“Así que ¿Cómo hizo el monstruo come-cerebros para atacar a los Seis?”

“Alguna enfermedad debió haber sido transmitida, pero los huecos en el cerebro

normalmente ocurren en enfermedades no transmisibles”.

La cabeza me latía como si estuviera siendo golpeado de nuevo por Vinny. “¿Estas

escuchando lo que dices, Tommy? Primero sugieres que Premier ha matado a los Seis

porque era muy costoso tratarlos. Si es que acepto eso—y es un gran si—crees que fue

hecho por huecos en el cerebro causados por ningún tipo de factor externo. No tiene ningún

sentido”.

“Y tú no estás teniendo una mente abierta sobre avaricia corporativa”. Tommy es

normalmente encantador, pero su actitud relajada se estaba convirtiendo en una presión

abrumadora.

Sabía de toda estrategia que daba beneficios a Premier, pero asesinato no era uno de

ellos. “¿Es esto una venganza por algo que te haya hecho?”

“¡Estas matando mis ventas! ¿No es eso suficiente?” La frustración de Tommy era

claramente audible, con un vibrato que punzaba mis oídos. Esperaba que se fuera en

cualquier momento, al igual que siempre lo ha hecho, desde los días de jardín de niños,

cuando llegábamos a un impase.

“Te hare esto más fácil, Tommy. ¿Tienes alguna prueba real de asesinato?”

“La gente sábelo-todo de Gabriel sería capaz de resolverlo. Llámalo… Tengo que

irme. Tengo grandes planes para el Día de los Caídos“. Tommy me dio una bolsa con

caramelos sabor sandía como recompensa. “Te quiero, hermanita. Espero un reporte

completo la semana que viene”. Se apresuró al estacionamiento.

Volviendo a mi escritorio, revise el texto de la opinión de la corte el cual ya había

sido enviado por el correo de la oficina. Le deje un mensaje al Director de Gestión de

Utilización, pidiendo ver los historiales médicos de los Seis para la siguiente semana. No

iba a aceptar un puesto en el Salón de la Infamia de Tommy como un cómplice tardío de

ningún asesinato.

Después de repasar nuestra pequeña conversación en mi cabeza, asumí que Tommy

no estaba interesado en los Seis para nada. Como gemelos, parecíamos leer nuestros

pensamientos. Por meses, ha intentado presentarme a sus amigos en noches de karaoke,

clases de baile, y una cantidad inimaginable de horas felices. Mientras que disfrutaba de la

compañía de Tommy, sus amigos nunca me atrajeron. Nadie lo ha hecho desde Gabriel. Mi

hermano probablemente sospechara que han pasado meses desde que me acosté con alguien

y estaba preocupado por eso. Como siempre, su corazonada estaba en lo correcto. La

primavera estaba en el aire, y mi deseo sexual por fin se estaba calentando. Estaba más sola

que un náufrago y estuve de acuerdo, de mala gana, que era tiempo de llamar a Gabriel. No

podía seguir de viaje. A pesar de que ser agresiva no era mi estilo, tuve que cambiar o

aceptar estar sola para siempre.

Saque mi teléfono inteligente. A pesar de que no había llamado a Gabriel por tres

meses, todavía tenía su número en mi marcado rápido. Espere mientras el teléfono sonaba y

sonaba hasta que alguien contestó.

“Hola, esta es Sheila. Gabriel está ocupado en este momento”.

Cogida por sorpresa, me apené por sus palabras y tranqué, imaginándome a Gabriel

esposado en el poste de una cama por la sensual sirena detrás de la voz. Obviamente, había

encontrado a otra mujer, y no había nada que pudiera hacer al respecto. Había llegado el

momento para mí de seguir adelante.

Capítulo 5

Todavía contrariada por mi intento fallido de hablar con Gabriel, estaba muy

emocionada al abrir un email de la compañía sobre la reunión de personal mensual de

Premier siendo cancelada a último minuto. Quería escapar de lo que sea que me recordara a

mí siendo rescatada por Gabriel, incluyendo a Giovanna y al resto de los Seis. Tomé mi

bolsa de compras en un estupor desafiante y me dirigí al lobby. Después de salir por la

puerta automática, mi pie quedo atrapado en una brecha en el concreto. Me tropecé y caí al

suelo, experimentando el mismo dolor que una niña de 8 años cayéndose en la acera

aprendiendo a patinar. La bolsa se rompió y el bikini con estampado de cebra que había

comprado antes se cayó junto con el papeleo que iba a llevar a casa.

“Yo, eh, creo que esto te pertenece”, dijo una voz detrás de mí. Fui cegada por un

momento cuando un rayo de sol golpeó la corbata de ojo de tigre del dueño de la voz. La

luz reflejada le dio un resplandor a su cabeza, coronada con una franja de pelo platinado

exquisitamente cuidado. Vestido en Armani, Carlton Mendelsohn, el CEO de Premier, tenía

un aire de pulida arrogancia criada en círculos adinerados. Ser demasiado agradable con sus

peones no estaba en su repertorio de buenas acciones, aunque lo había visto manejar su

carisma de manera rutinaria en las reuniones anuales de los accionistas.

Últimamente, Carlton parecía estar más abierto a mí, aunque solo implicaba algunos

comentarios insinuantes mientras preguntaba sobre los informes de cumplimiento

mensuales. Había algo irresistible en la manera en que sus ojos se arrugaban cuando reía.

Difícilmente era un galán, más alto que yo por solo una cabeza y casi diecinueve años

mayor, pero los rumores en la oficina decían que tenía una pasión perversa pidiendo ser

liberada después de un divorcio complicado. Medité sobre tener una solución fácil a mi

problema de falta de aventuras románticas, pero concebir dormir con el jefe era una mala

idea. Y Carlton definitivamente no era Gabriel. Nadie se acercaría ni un poco a ser como

Gabriel.

Carlton se enderezo y me dio mi bikini. Después tomó mi mano y me ayudo a

levantarme. Llevó mi mano tan de cerca a su cara que pensé que la besaría. Su respiración

bailaba en la superficie de mi herida hecha por la caída, “Sera mejor encargarse de esto”.

Sentí que se estaba burlando de mi torpeza. No hubo nada en particular que dijera o

hiciera que me diera esa impresión. Más bien su omnipresente petulancia fue la que me

dejó dudosa. “yo de-definitivamente lo haré”.

“Me gustaría verte alguna vez en esa tanga. Ten un buen fin de semana”, dijo

mientras me pasaba por al lado.

“Lo mismo para ti”, alcancé a sentir un ligero toque de su aroma persistente de

azafrán. Coloqué mis documentos y mi bikini en mi bolso y medité sobre Carlton actuando

como el Príncipe Valiente, arrodillándose frente a su damisela. La visión era graciosa, sobre

todo porque no parecía sacar su nariz fuera del Wall Street Journal. Pero Carlton era uno de

esos hombres intocables, un hombre tan alto en rango que respiraba un aire enrarecido.

Deseché la posibilidad de nosotros vinculándonos de esa manera y me apuré a llegar a mi

Thunderbird.

Mientras aseguraba mi cinturón, mi teléfono repicó. No reconocí el número y asumí

que era una llamada automática. Quería poner algo de distancia entre Carlton y yo, así que

de mala gana respondí.

“¿Es esta Anika Sliwinski?” La conexión iba y venía, pero la voz del hombre era

familiar. Su apasionado tono de voz hizo que me resistiera a la tentación de colgar.

“Hablando ¿Y tú eres?”

“Anika, soy yo, Gabriel. Gabriel Barlton. Sé que ha pasado mucho, pero ¿te

acuerdas de mí en Honore? Rosie, mi suegra, fue tu compañera de habitación”.

“Por supuesto”. ¿Cómo podría olvidar a Salvaje, el espécimen más hermoso de la

humanidad, el cual me salvó y después me abandonó? “¿Qué puedo hacer por ti?”

“Rosie está en problemas. Es ahora una residente de uno de los asilos de ancianos

de Premier. Necesito que hagas una jugada riesgosa”.

Le iba a decir que le pidiera ayuda a Sheila, pero hundí temporalmente al monstruo

de los celos. “¿Qué ocurre?”

“Rosie fue detenida ayer, manejando por la interestatal. La policía notó que estaba

zigzagueando por el lugar. Cuando finalmente la detuvieron, no podía decir quién era ni a

dónde iba. No tenía ni cartera, ni identificación. Solo tenía una carta de cumpleaños que le

di yo en su bolsillo. La policía estatal me localizó por la dirección que había en ella”.

“No entiendo. Pensé que habías dicho que tu suegra estaba en un asilo de ancianos.

¿Cómo consiguió un auto? ¿Todavía tiene licencia de conducir?”

“No dije que estaba manejando legalmente. De todas maneras, fui a la estación de

policía y la identifiqué. El asilo ya me había llamado. Rosie estaba en una actividad

supervisada del programa en el exterior. Un auxiliar la vio yendo hasta un auto de entregas.

Se montó y se fue.

Me froté la sien derecha. “¿Se encuentra bien?”

“La lleve de vuelta al asilo, pero no estoy seguro de que haya sido una buena idea.

Hace un par de semanas, Rosie se empezó a tropezar mucho. Tenía dolores inexplicables en

sus brazos y piernas. Empezó a olvidarse de las cosas, como cuándo comer. Cuando le pegó

con un cinturón a su enfermera, tuve que admitirla al asilo de ancianos”.

Mientras Gabriel recitaba los síntomas, me di cuenta de que se parecían a los de los

Seis. Abrí mi cartera y me tragué un par de ibuprofenos. Esperaba que si me dopaba podría

escapar del temor de Rosie muriendo como los Seis.

“¿Ya volviste a Búfalo?” estaba ligeramente aterrada de la respuesta.

“Estaba esperando que fueras al asilo conmigo. Ya que es el comienzo de un fin de

semana largo, no esperaran visitas. Necesito que molestes a alguien”.

Titubé al ser arrastrada a una misión de misericordia. ¿Estaba siendo usada? Había

ayudado a la suegra de Gabriel con el Dr. Hightower, y ahora Gabriel quería otro favor.

Pero le debía a Gabriel mi vida. Como lo único que había en mi agenda para esta tarde era

pedir alitas de pollo a la barbacoa con extra de queso azul, tenía poco que perder. “¿Puedes

verme en las oficinas de Premier? Es en el centro cerca de la orilla”.

“Te veo en cinco”.

Saqué mi tableta electrónica y busque los asilos de Premier en el Oeste de Nueva

York. No reconocí ninguna amenaza inmediata, aunque la compañía difícilmente divulgaría

datos perjudiciales para su fuente de ingresos. El éxito era un juego de números, medido

con número de pacientes, y, como consecuencia directa, los dólares de reembolso

obtenidos. No tenía nada que ver con la calidad de la atención.

Todavía tenía veinte minutos antes de que llegara Gabriel. Decidí empezar mi

propia investigación de los Seis. Me concentre en los comentarios de Tommy y busque por

Google “agujeros en el cerebro enfermedad”. El extraño sonido de la enfermedad de

Creutzfeldt-Jakob estaba de primera en los resultados. ECJ era solo una de un grupo de

enfermedades conocida como ETE, la abreviación para Encefalopatía Transmisible

Espongiforme, un elaborado número de enfermedades que produce una gran cantidad de

pequeños agujeros en el cerebro. El cerebro enfermo parece una esponja debajo del

microscopio. Una forma anormal de la proteína llamada prion estalla dentro del cerebro.

Las proteínas normales se transforman en agentes malformadas, neurodegenerativas. Nadie

entendía como o porque. Las células del cerebro se destruyen. Para finalmente morir. ECJ

era algo como la enfermedad de la vaca loca.

¡Maldición! ¿Acaso los Seis murieron de la enfermedad de la vaca loca? ¿Cómo

pudo pasar eso desapercibido?

Traumada en ese punto, seguí leyendo acerca de ECJ. Mi búsqueda de internet me

llevó a un número de blogs creados por familiares de pacientes con ECJ. Revisé los

primeros diez. Los desgarradores comentarios de hijos e hijas, dedicados a la memoria de

sus padres difuntos, sobrecargaron mi carácter comprensivo. Sus descripciones médicas

complejas y deprimentes me saturaron con los recuerdos de la muerte de mis propios

padres. Un pico emocional retorció mi corazón, y reprimí un sollozo. Como no tenía ningún

tipo de entrenamiento médico, esperaba estar totalmente equivocado acerca de la ECJ. Sin

duda al menos uno de los médicos tratantes o expertos médicos contratados por los

abogados de los Seis lo hubiera descubierto. Guardé mi tableta electronica y traté de

mantener la compostura.

Esperé en mi convertible, con la tapa descubierta, dejando entrar la brisa fresca del

lago Erie. Con la ayuda de mi retrovisor, me coloqué sombra de ojos para crear una ilusión

de ahumado para ocultar la hinchazón. Como Gabriel, mis ojos eran mi mejor atributo.

Tenían una felina, fascinante aura, diciéndolo todo y nada al mismo tiempo. Me pregunté si

Gabriel se vería igual. Su machismo estaba en su apogeo cuando nos conocimos. Mi

anticipación comenzó a convertirse en deseo. Cerrando mis ojos, lucho para reprimir mi

hambre irracional por un hombre que no veía en meses. Como era de esperar, fallé al

recordar sus primeras seductoras palabras para mí en Honore. No pude evitar preguntarme

si todavía ‘quería entrar’.

Escuche un vehículo aproximándose. Mientras giraba mi cabeza, traté de no mirar al

conductor uniformado que abría la puerta de atrás de la limosina Lincoln. Chequee dos

veces a Gabriel mientras estiraba sus piernas para salir y caminaba hasta mi auto, diciendo,

“Lo menos que puedo hacer es llevarte”.

Fingí mostrarme no impresionada. “Todavía sabes cómo hacer una entrada”.

Esperando que Gabriel escuchara la sonrisa en mi voz.

Mi rompecorazones estaba vestido en una franela polo amarillo pálido y caquis de

corte recto. Con un profundo bronceado, destacando su frente ligeramente arrugada, era lo

suficientemente delicioso para comer. La única diferencia importante era una herida en

proceso de curarse desde su sien hasta su mandíbula. Al instante desprecié a quien había

infligido la herida. Al parecer, los peligros de rescatar a damiselas en peligro finalmente

habían cobrado.

Gabriel acarició mi cuello antes de plantar un delicado y hambriento beso en mis

labios. Su movimiento me sorprendió. Actuó como si estuviéramos en una larga relación

amorosa. Pero más sorprendente aún, no me aparté. El simple hecho de que este hombre me

tocara hacia que quisiera saltar sobre él.

“Estas más hermosa que nunca”, dijo. “No podía sacarte de mi mente”.

Me pregunte si Gabriel estaba a la defensiva encantadoramente, sabiendo que había

hablado con la Srta. Voz Voluptuosa. Cualquiera que fuese el motivo, estaba doblemente

impactada pero al mismo tiempo aliviada por su doble implicación. “¿A dónde nos

dirigimos?” le pregunte a Gabriel mientras me abría la puerta de mi auto y me guiaba a la

parte trasera de la limosina.

Se deslizo detrás de mí. Su muslo en contra del mío era tan tibio que lo podía sentir

a través de sus pantalones. No me aleje, apreciando la cercanía, incluso si solo estaba ahí

porque Rosie estaba atrapada bajo los cuidados de Premier.

Gabriel se inclinó sobre mi regazo, afincándose con la otra mano en mi muslo. Su

peso me atrajo. Froté sus bíceps, mis dedos presionando en sus músculos bien definidos.

Fue construido sólido, cada centímetro de él. Mire en silencio mientras tomaba la carta de

cumpleaños de Rosie del bolsillo lateral de la puerta como si fuera una reliquia sagrada.

“La policía me entregó esto de vuelta”. Colocó la carta sobre mi regazo.

Leí los sentimientos que Gabriel había escrito al pie de la carta. Era obvio que tenía

profundos sentimientos de apreciación y admiración por su suegra. Solo me podía imaginar

cuanto había significado su esposa Marie para él. Era más que imposible competir contra su

fantasma.

Mientras nos dirigíamos al este por la autopista de Kensington fuera de Búfalo,

nuestra ruta cubrió un tramo de asfalto monótono, carente de toda belleza escénica. El

tráfico se movía lentamente hasta que llegamos a un camino cerrado por construcción. El

conductor salió por el camino Harlem y siguió las señales de desvió. Gabriel contestó su

teléfono, y no pude evitar escuchar la conversación.

“¿A qué hora vamos a cortar a Calvin? Pensé que haríamos eso mañana… no, no leí

mis emails…te llamare más tarde. Y cuando me busques en la mañana no me llames

Salvaje en frente de Lizzie. Es muy pequeña para entender”.

¿Era Gabriel en serio un Salvaje, algún tipo de homicida maniaco, corta cuerpos?

No estaba segura de si debía continuar el viaje o abrir la puerta y saltar en la siguiente

parada.

“No era mi intención entrometerme pero”, dije, “¿Quién es Calvin?”

“Un amigo mío trabaja en la morgue. Examinamos cuerpos sin reclamar cuando

podemos. Calvin es el nombre clave para cadáver”.

Los pelos cortos de mi nuca se encresparon. “Y haces eso porque…”

“Es importante saber cómo salvar una vida”.

“¿Qué haces exactamente?”

“Anika, haces muchas preguntas. ¿Quisieras tomar algo? Hay un bar bien

abastecido, vinos, licores, jugos, bebidas energéticas. Hago un excelente mojito”.

“Estoy bien”. En realidad, no lo estaba. Más bien, desconfiada por estar captiva por

este hombre sexy. Y el aspecto de secreto era molesto. Todavía necesitaba saber una pieza

vital de información, incluso si implicaba otra pregunta.

“¿Dónde estuviste estos últimos meses? ¿Recuerdas haberte ofrecido a ayudarme

con una investigación de asesinato?”

“Te debo una explicación”. Se separó de mí y empezó a juguetear con su

mandíbula. “Mucho antes de conocernos, estaba en la Fuerza Delta. Quería estabilidad,

pero operaciones especiales me tenían viajando de aquí para allá. Deje la Armada para

casarme. Comencé a estudiar medicina porque quería salvar vidas. Después mi esposa

murió, seguida por la muerte de mi padre. Necesitaba dinero extra para compensar por la

pérdida de sus ingresos. Lizzie era todavía joven, demasiado joven para echarme de menos.

Quería ser capaz de pagar lo mejor para ella. En aquel entonces Rosie podía cuidar de

Lizzie, así que me hice cargo de la compañía de mi padre, haciendo lo que aprendí en la

Armada. ¿Has oído hablar de una compañía llamada Vermilion?

Negué con la cabeza, demasiado perpleja para responder.

“Estamos en el negocio de las armas, un contratista de defensas. Para el momento

en que nos conocimos, había apenas comenzado con la división de seguridad privada. Las

cosas se estaban calentando en el valle de Kunar, en la frontera con Afganistán / Pakistán.

Tenemos algunos amigos todavía allá, algunos en las Fuerzas Especiales, algunos en la

CIA. Cuando el Dr. Hightower logró que Rosie estuviera lo suficientemente bien como

para cuidar de Lizzie de nuevo, guié a un equipo para proteger los convoyes de camiones

cisterna de gas de puestos de asesinos empeñados en volarlos con artefactos explosivos

improvisados. Hubiera podido ayudarte pero no hay mucho que pudiera hacer al otro lado

del mundo.

La explicación de Gabriel me asustó. No podía creer que fuera un asesino a sueldo.

Quería emoción pero no de ese tipo. “¿Has vuelto aquí para siempre?”

“Todavía estás haciendo muchas preguntas”. El conductor parqueó en el

estacionamiento de Prior Aviation, la pista de aterrizaje privada de Búfalo. “Por suerte,

regrese a los Estados Unidos antes de que Rosie se volviera a enfermar. Tengo una niñera

para Lizzie, pero espero que sea un arreglo temporal. Lizzie extraña mucho a Rosie”.

La sospechosa mujer misteriosa contestando el teléfono no era más que una Mary

Poppins de relleno, me sentí aliviada de inmediato.

“Aquí es cuando te bajas, Anika”. Gabriel movía la puerta del auto abierta mientras

me ofrecía su mano. A cincuenta metros de distancia había un jet blanco y liso estacionado

en la pista, adornado con una “V” purpura modificada para que pareciera el símbolo de la

raíz cuadrada.

“¿Es eso V de Vermilion? ¿Adónde exactamente me estás llevando?”

“Pensé que tenías buena memoria”. Los ojos de Gabriel brillaban con humor. “Te

estoy llevando al asilo de Rosie”.

“Entendí esa parte, pero nunca me dijiste que volaríamos hasta allá”

“Necesito llegar al fondo del problema de Rosie. Y te necesito desesperadamente”.

¿Acaso le dolía el no tenerme para llenar su cama o solo me necesitaba para arreglar

el problema de Rosie?

“Tus deseos son órdenes”, dije mitad en broma, sin saber si su aventura me estaba

guiando a un infierno de agonía.

Mientras Gabriel y yo nos acercábamos a la aeronave, una versión más vieja de él

con los mismos hombros anchos y utilizando un traje, negro y hecho a la medida, y un par

de lentes de sol de medianoche marchaba hasta el fondo de las escaleras de embarque

retráctiles.

“Listos para cuando usted lo esté, señor”, le dijo a Gabriel. “Señora ¿le puedo dar

una mano?”

Estaba un poco molesta porque la gente de Gabriel me llamase señora. El ataque de

Vinny no pudo haberme envejecido tanto. Puede que haya dejado escapar algunos

escalones en la escala del glamour, pero estaba segura que estaba por encima de una vieja

de pelo plateado con medias de soporte de talla grande. Me guio por las escaleras, y trate de

no poner los ojos en blanco.

“La cabina tiene dieciséis puestos”, dijo el escolta en traje. “Siéntese donde desee”.

Gabriel subió corriendo las escaleras, dos a la vez. “Sienten a Anika al lado de mi

puesto usual”, insistió con una mirada que lo sabe todo. Dos clones en traje más

aparecieron, haciéndome sentir recelosa de dónde había terminado a parar. El más alto sin

lentes me miró fijamente con recelo y le murmuró algo al otro traje. Mantuve su atención

hasta que traje número uno me guio hasta un asiento. Gabriel tronó sus dedos, y todo

comenzó.

“Bienvenida a mi mundo, Anika. Siéntate y relájate”.

En cuestión de minutos, los tres trajes desaparecieron como hormigas rociadas con

repelente de insectos. Éramos solo Gabriel, yo y mis muslos sudorosos en la cabina.

“Hay algo que tengo que compartir contigo”. Gabriel levantó una billetera hinchada

de su bolsillo trasero y desplegó una fila plástica de fotos que se extendía hasta el suelo.

“Esta es de cuando Lizzie nació. Aquí fue cuando comenzó a caminar. ¿No se ve adorable

con su traje de nieve?”

Revise todas y cada una de las veinticuatro fotos. “¿Está apuntando un arma aquí?”

“Solo es de agua. Nunca es demasiado temprano para aprender a protegerse ella

misma”, alardeó. “No es como si estuviera cargando una Luger de nueve milímetros o una

Magnum .377”.

“Aja, ya veo. ¿Tiene alguna muñeca?”

“Bastantes. Mi colección de GI Joe no llegó a la sesión de fotos”.

Mientras seguía revisando las fotos, era claro que la esposa de Gabriel había sido

una belleza si Lizzie se parecía a ella. Con bucles dorados de princesa y ojos del tamaño de

unas galletas Oreo, Lizzie era en definitiva el centro en la vida de Gabriel. No estaba segura

de sí en su universo hubiera espacio para mí.

“¿Qué te parece mi pequeña bebe?” pregunto Gabriel, como si hubiera dudas de lo

que iba a responder.

“Es adorable. ¿Vive en Búfalo contigo y Rosie?”

“Rosie tiene una casa en el pueblo de Cheektowaga, cerca del aeropuerto. Hice que

se mudara conmigo y Lizzie cuando me fui de viaje. Tengo trescientos acres fuera de

Charlottesville”.

“¿En Virginia?” Doble su montaje de fotos y traté de calcular el nuevo precio de

Gabriel. Jet privado, cuerpo de seguridad uniformado, inmobiliario caro. Me di por vencida

cuando me di cuenta que no tenía manera de saber el costo de una acción de Vermilion. De

repente me di cuenta que Gabriel debía estar en sus tempranos treinta años, por lo menos a

mediados. Si ha hecho todo lo que dice haber hecho. No es que importase. Me gustó el

pensamiento de estar con un hombre mayor que yo.

Sospeche que este viaje para Rosie era una artimaña para verme de nuevo.

Seguramente la gente de Gabriel podría haber arreglado el problema en el asilo. Mis ojos se

fueron a un asiento al otro lado de la cabina donde estaba una gorra de beisbol, con la

palabra ‘Savage’ bordada en el frente.

“Sé que odias las preguntas, pero”, dije apuntando a la gorra, “¿tienes problemas de

manejo de la ira?”

“Graciosa, muy graciosa. Mi coronel dijo que iba contra el enemigo como un

salvaje. Pero ahora que regrese, prefiero que me llamen Gabriel”.

“Me recuerdas a mi papá. Era todo un hombre de familia. Hacía lo que sea por mí.

Me enseño a manejar bicicleta, como bailar. Era la pequeña princesa de papá”.

Gabriel asintió mientras continuaba. “Murió cuatro días después de su

veinticincoavo aniversario de bodas. Sufrió de cáncer en el páncreas pero resistió hasta

verme graduarme de la UB”.

“¿Dónde está tu mamá?”

Inhale profundamente hasta el fondo de mi caja torácica. “Mamá tuvo un derrame

cerebral poco después de haberte conocido en Honore. Pienso en mis padres todo el tiempo,

a veces incluso hablo con ellos”.

La cara de Gabriel tomó un estado de ánimo contemplativo mientras se acercaba y

comenzó a acariciar mi cabello. “Anika, ellos te están cuidando”. Mientras estrechaba mi

mano, me di cuenta de lo ansiosa que estaba por su toque tranquilizador. Levantó el posa-

brazos y me acercó más a él. Su musculoso bíceps derecho descansaba sobre mi pecho

izquierdo. Estuve esperando por cuatro meses para cumplir mi fantasía de Honore. Estaba

desesperada por contacto físico e intimidad emocional, y no iba a retirarme.

“Tal vez me esté sobrepasando, pero soy una persona que toma riesgos”, dijo

Gabriel suavemente en mi oído, trazándolo con su dedo. “No hay ningún tipo de esposo o

novio ¿verdad?”

“Nada, cero, ni un poquito”, deje escapar, casi con demasiado entusiasmo.

Gabriel apoyó su cabeza contra la mía. “Parece que la herida de tu cabeza sano muy

bien. ¿Hubo alguien que te haya golpeado antes de que nos conociéramos?” se tensó y

comenzó a golpear sus muslos repetidamente. “Detesto que los hombres tomen ventaja de

las mujeres”.

“Ya sabes que Vinny se volvió loco cuando Giovanna murió. Me maltrató bastante.

No sé si Premier estuvo implicado en la muerte de su esposa. Pero eso es lo que quiero que

investiguemos”.

“Seguro, recuerdo quitarte a Vinny de encima. Pero tenía miedo de que alguien más

te estuviera golpeando antes de eso. Tenías tantos moretones”. Gabriel colocó su mano

izquierda en mi pecho. Estaba segura de que podía sentir el intense anhelo dentro de mí.

Las yemas de sus dedos comenzaron a moverse en círculos. Mi corazón se disparó.

“Tienes un gran corazón, Anika”. Sus ojos, con manchitas de oro dispersas en un

profundo verde acuático, se fijaron en mí buscando una invitación para continuar. Levante

mi cabeza, esperando por un beso.

Bajo su cabeza para encontrarse con la mía. Gabriel comenzó a besar mi cuello,

haciendo de cada beso el único foco de su atención. Por primera vez, había descubierto que

un beso puede ser erótico sin ningún contacto de lengua. Sentí su energía carnal surgiendo a

través de mí. Lamió mis orejas e hizo girar un mechón de mi cabello alrededor de su dedo.

Gabriel ansiosamente desabotonó mi blusa y desabrochó mi sostén. Luego tomó mis pechos

juntos y su cara se enrojeció. Luche por quedarme en mi asiento y resistí la urgencia de

atacarlo. Pellizcó mis pezones, los besó y luego comenzó a chuparlos suavemente. Arquee

mi espalda, tratando que mis pezones se hundieran más en su boca. Sus dientes los rozaron

juguetonamente, sus labios los acariciaban. “Perfecto”, Gabriel suspiró. “Perfecto”.

Me quedé sin aliento mientras cada seno deseaba su total atención. Gabriel había

salvado mi vida en Honore, y me invadió un caso indiscutible de culto al héroe. Comencé a

masajear sus muslos, acercando un poco más mi mano hasta su entrepierna con caricias

fuertes. Sus caderas se levantaron ligeramente, y me empujo hasta nuestro primer gran

beso. Sus grandes y tiernos labios me tomaron por completo. Nuestras lenguas jugueteaban

una con la otra, mientras mis pezones se ponían firmes. Mi mano acarició su prominente

miembro través de sus pantalones. Se sentía gigante—tan grande que me pregunté si cabría

dentro de mí. Solo había una manera de averiguarlo. Aparte mis labios y agaché mi cabeza.

Estaba frenética por él, aquí, ahora. Tenía que tenerlo. “Te quiero en mi boca”, ronronee.

“Todavía no”, gruñó Gabriel mientras me levantaba de nuevo, amarraba mi blusa a

mi alrededor y me presionaba en sus brazos. “¿Usas algún método anticonceptivo? Yo

estoy limpio”.

"Estoy tomando la píldora. No he hecho el amor con un hombre en un tiempo muy

largo”.

Sin decir otra palabra, se apresuró y me empujó hacia una escalera de caracol que

parecía flotar en el centro del jet. Con los dedos extendidos sobre mi espalda, me guio hasta

el segundo piso. La fuerza de su mano me guio hasta su hechizo.

A la izquierda del piso superior, Gabriel deslizó una puerta delgada para revelar un

dormitorio, con una cama extra grande tan lujosa que podría habernos devorado. Todo en la

habitación era enorme, blanco, puro con iluminación empotrada emitiendo un resplandor

dorado tenue. Mirando a mi alrededor, me di cuenta de que uno de los hombres más sexys

del planeta quería tomarme, aquí y ahora. Me pregunte si estaba a la altura del desafío de

estar con un hombre que podría llevarme a un simple frenesí caótico con su pecaminosa

boca. Mi cuerpo se estremeció junto al de él mientras me colocaba de puntillas y hundía

mis dedos en su lujosa cabellera.

Gabriel rápidamente me quitó la blusa, bajo mi falda, y enganchó su dedo en mi

tanga mientras me guiaba. Sus manos expertas estaban en un control total sin dudas. Me

dio una larga, silenciosa mirada de aprobación. Sus ojos determinados recorrieron mi

cuerpo, comenzando en mis pechos y terminando en mis caderas. Ya me estaba haciendo el

amor sin siquiera tocarme. Parada y desnuda delante de él, me di cuenta que nada

importaba más que complacerlo. Todo estaba pasando tan rápidamente y al mismo tiempo

sentía que estábamos en cámara lenta mientras me dejaba caer en la cama.

“Anika, eres más hermosa de lo que me imaginaba”. Acarició mi cuello

juguetonamente. Todavía vestido, se puso a mi lado mientras yo torpemente desabrochaba

sus pantalones. Maniobre dentro de su bóxer azul oscuro y acaricie su virilidad, ya dura.

Tomar su pene me hizo sentir terriblemente poderosa.

Gabriel dejó escapar un profundo suspiro que me llenó de placer delicioso. Sus

vasos sanguíneos estaban palpitando con sobrecarga, y comencé a buscar mi camino hacia

abajo. Mi trasero se meneó con la idea de él entrando en mí.

Él se quitó su camisa y tiró de sus pantalones. Finalmente, estaba viendo todo el

esplendor de su cuerpo, totalmente desnudo. Quería que me tomara, una y otra vez. Estire y

mano entre nuestras caderas y jugué gentilmente con sus testículos. Me empujo más

profundamente en el colchón.

Colocándome de lado, Gabriel se deslizó hacia arriba y tomo mis pechos,

colocándolos alrededor de su pene. Movió la cabeza entre mis pezones, sin romper el

contacto visual. "Necesito esto", murmuró.

Acaricié la base de su pene, apretando el eje. Pasé mi pulgar hacia arriba y abajo de

la parte inferior y le di la vuelta a la cabeza con la palma de la otra mano. Prosperé teniendo

toda su poderosa hombría entre mis manos. Mientras Gabriel se estiraba, gentilmente jalé

sus testículos fuera de su cuerpo. “Suficiente”, gruñó mientras se deslizaba hacia abajo y

apartaba mis piernas.

Acarició los costados de mi clítoris con las yemas de sus dedos, con un movimiento

vibrante que hizo gritar a mis caderas. Perdí la habilidad de concentrarme y sucumbí al

placer que me estaba consumiendo. Beso mi ombligo, y luego los besos me cubrieron por

debajo de mi cintura. Su lengua lamió una línea desde el ombligo hasta mi vulva. Cuando

su lengua encontró mi clítoris, ya estaba cerca del orgasmo. Hundió su cara entre mis

piernas. La sensación era tan extrema, que comencé a golpear el colchón. No podía

mantener mis caderas abajo, levantándolas cada vez que llegaba al clímax, una y otra vez.

Mis muslos atraparon su cabeza. No quería que parara de lamerme, nunca. Finalmente,

estaba completamente agotado y tiré su cabeza hacia afuera.

Pero Gabriel no había terminado. Me beso con la boca abierta, tan profundamente

que pensé que no volvería a respirar. Se sentó a horcajadas sobre mi cuerpo, con sus brazos

a ambos lados de mí. Tome su cuello y empuje su cara a la mía.

“Tranquila, tranquila”, dijo mientras masajeaba mi vulva. Inserto un par de sus

dedos dentro de mí retorciéndolos e inclinándolos, gentilmente estirándolos mientras me

empujaba a placeres espasmódicos. “¿Lista para mí, Anika?” se deslizó dentro de mí y su

rostro se puso tenso. Había soñado con este momento, y al mismo tiempo estaba nerviosa

de no tener suficiente experiencia para satisfacer a Gabriel.

Sus ojos estaban a centímetros de los míos, bebiéndome en una solución hipotónica.

Me concentre en su rostro reflejando su ternura, y comencé a relajarme. Gabriel deslizaba

su erección adentro y afuera. Alternó empujones lentos con otros rápidos y fuertes. Mi

cuerpo lo succionaba, y desarrollamos un ritmo. Envolví mis rodillas alrededor de su

cuello, queriendo empujarlo más dentro de mí. Estaba en aceleración de un orgasmo, me

goleó una y otra vez hasta que le pedí que se detuviera. “Por favor, Gabriel, por favor”.

Gemí por su feroz intensidad creciendo desde mi interior.

Me estremecí cuando Gabriel, todavía duro, de repente paró. Su cara yo no tenía

una expresión de placer. Se apartó mientras yo intentaba mantenerlo cerca. La ira se había

apoderado de su ser. Sus ojos eran salvajes con rabia. Sin ningún tipo de indicio o señal de

peligro, algo había cambiado drásticamente entre nosotros.

"Un gran error", Gabriel gruñó mientras golpeaba el colchón con un puño. "Esto no

es una cogida barata en un callejón".

Sus palabras escocían, haciéndome sentir como una puta.

“Ni siquiera te conozco”, agregó, “pero eres tan malditamente irresistible. Vístete.

Deberíamos aterrizar pronto”.

Me debatía entre sentirme desanimada y eufórica. ¿Acaso el hombre de mis sueños

estaba chapado a la antigua y tenía la idea de enamorarse antes de tener sexo? ¿Estaba

todavía enamorado de su esposa, su esposa muerta, casi tres años después de su muerte? O

incluso peor ¿estaba en la cama con un psicópata soltando una inexplicable furia sobre mí?

Mientras el jet descendía, me colocaba mi ropa. Saliéndome de mi estado de shock,

seguí a Gabriel a donde los trajes nos estaban esperando abajo.

Mientras el jet se movía en la pista, Gabriel se paró detrás de mí, como si fuéramos

una pareja suburbana de vacaciones, esperando salir del avión. “¿Lista para ver a Rosie?

Seguramente te preguntará si quieres casarte conmigo”, dijo apáticamente.

“¿Y mi respuesta?”

“Di lo que quieras, pero si nos acercamos mucho, podrías terminar muerta”.

Sus palabras embistieron a través de mí como un picahielos. Yo ya estaba

sobrecargada después de enterarme de la ECJ, y Gabriel había alimentado mi inquietud

emocional. Baje la cabeza a mi pecho y mire mis pies. Gabriel no solo había movido mi

mundo, también lo había roto en millones de pedacitos.

Capítulo 6

Mientras Anika y Gabriel iban en camino a Charlottesville, Carlton Mendelsohn

había tomado una decisión improvisada de comenzar su fin de semana del Día de los

Caídos navegando por las aguas del lago Erie y el río Niágara. A pocos minutos de dejar

Premier, caminó por el muelle donde su yate Squadron 50 estaba atracado en el puerto

ErieBasin. Mientras se dirigía a la lujosa cabina de su yate, vio a su ex esposa, Rebecca,

firmemente plantada al lado de su nave.

“Rebecca ¿a qué debo el honor de tu presencia?” Carlton no dejo por fuera el

sarcasmo en su tono.

“¿Necesito una excusa?” Rebecca se veía tentadora en un mini vestido de spandex

sin mangas que mostraba todas sus curvas. Estaba tan ajustado que sus duros pezones

parecían estar sellados. Sus musculosos muslos se extendían en una postura arrogante que

Carlton no apreciaba. Pero su imaginación no pudo evitar la posibilidad de que esas piernas

estuvieran alrededor de su cintura.

“Si quieres algo, será mejor que juegues bonito”, dijo él con inflexión

condescendiente, esperando abordar su yate.

“Dame una mano, Carlton. Los stilettos no fueron hechos para escalar”.

Carlton se estiró y ayudó a Rebecca a montarse a la cubierta. Fingió tropezarse,

causando que su vestido se levantara hasta la cintura. Su ex esposo la observó medio

desnuda, tan bronceada y tonificada como de costumbre. Agarró sus nalgas, apretándolas

tan fuerte como le era posible para encontrar el placer en la desgracia. A pesar de que el

amor se había desvanecido hace mucho, Carlton todavía podía ser despertado por la madre

de su hijo.

“Mira, Carlton, tengo un golpecito”. Ella movió su pierna derecha contra la borda,

tomó su mano y la presionó sobre su moretón auto-infligido, gradualmente deslizando sus

dedos hasta su entrepierna. “Hazla sentir mejor”.

La mano de Carlton no se detuvo, como si estuviera dándole una lección a Rebecca.

“Estoy esperando a alguien”.

“No veo a ninguna abeja reina viniendo hacia acá”. Rebecca bajó su vestido.

“¿Estás aquí para pedir más dinero, Rebecca? Carlton le dio la espalda y comenzó a

tamborear sus dedos en la barandilla pulida.

“Oh, por-fa-vor, Carlton. Mi pensión son migajas rayadas. Pero estoy a punto de

tener una gran cantidad de dinero”.

“¿El Dr. K te dio un aumento?” Carlton miró por encima de su hombro.

“K sirve para un propósito”

“¿Y ese propósito es?” Carlton se volteó y la miró de frente.

“¿Y por qué me hostigas? Mira a esos niños corriendo por ‘The Hatch’”.

“¿Quieres un perro caliente y aros de cebolla?” Carlton se mofó mientras observaba

la creciente multitud de juerguistas de fin de semana atestando el restaurante casual.

“No tonto ¿recuerdas lo que solíamos hacer con un Frisbee?”

“Todavía tengo uno en el camarote”.

“Tráelo mientras me preparo para nuestro pequeño juego”.

Carlton fue hacia el puente, soltó el barco de su apoyo, y temporalmente cedió el

control de la nave a Rebecca. Mientras ella hábilmente los dirigía lejos de una flotilla en

pequeña escala que comenzaba a obstruir la vía fluvial, él se apresuró al camarote. Después

de cambiarse a un par de bañadores, se apresuró a volver y ancló el barco. Por ahora, la

distancia de la costa y otras embarcaciones prácticamente aseguraba su anonimato. Carlton

era un purista de la privacidad que, a veces, entraba en conflicto con las tendencias

voyeristas de Rebecca. Ella ya estaba tendida desnuda en el cojín al sol, descansando en un

sillón chaise. Los rayos del sol, que se reflejaban en el agua, ondearon sobre sus caderas.

"Me tomé la libertad de prepararme", dijo, asomando sus ojos por debajo de sus lentes de

sol Fendi.

“Recuérdame las reglas”.

“Yo pido tres favores. Cada vez que tú me concedes un deseo, puedes nalguearme.

No te preocupes. Serán fáciles.”

“Nada que tenga que ver contigo, Rebecca, nunca es fácil.” Dijo Carlton

seriamente. “Por suerte para ti, me siento travieso. Premier ha sido liberado de esa

Demanda de los Seneca Seis”.

Rebecca vio que Carlton se endurecía mientras se quitaba el traje de baño. Su

destreza masculina fue alimentada por la victoria de su empresa.

"No es de extrañar que estés juguetón." Se levantó y sonrió como cabeza de cartel

en una carroza en un desfile de Mardi Gras.

“Cantor y Price siempre dijeron que la demanda era falsa. ¿Cómo podría Premier

causar la enfermedad de Alzheimer a nadie?" Carlton tocó el Frisbee contra su pecho.

"¿Primer favor?"

Rebecca sacó una botella de aceite de bebé de su cartera y comenzó a lubricar su

pecho. “Antes de que comencemos, frótame esto por todo el cuerpo. Me encanta sentirme

suave como la seda”.

El cumplió, masajeando sus pechos de manera circular, luego sus caderas y por sus

piernas. Sus toques calentaban la química entre ellos. Rebecca comenzó a sacudir sus

pechos y a reírse como un payaso antes de arañar los hombros de Carlton.

“Ahora que estamos entrando en el ritmo de las cosas, prométeme que Premier

patrocinará una feria de la salud anual. Gratis para Todos acumula mucha publicidad para

Kinsgton. Las vacunas contra la gripe y las pruebas de glaucoma son salvavidas. Si no lo

haces por mí, hazlo por Billy".

Carlton, pensando en las palabras de Rebecca, mordisqueó su cuello y pellizcó sus

pezones. El aceite, ahora untado y sirviendo como un adhesivo entre sus cuerpos, hizo que

sus músculos brillaran. Volteando a Rebecca, la puso en cuatro patas, en el suelo.

Parándose detrás de ella, deslizo un dedo lubricado en el ano de Rebecca haciéndolo girar

mientras lo sacaba. Ella gimió, lista para que Carlton entrara por detrás. “Lo que tú digas”.

Dijo él, separando sus nalgas y reemplazando sus dedos con su erección.

“Anota una nalgada”, dijo Rebecca casualmente mientras las inserciones repetidas

de Carlton se hacían más fuertes. Ella le dedicó una sonrisa de gato de Cheshire mientras

Carlton desarrollaba sudor por la parte superior de su cuerpo. Lo retiró y dejó a Rebecca en

la cubierta. Su gruñido gutural hizo que ella se sintiera con más ganas de pedir un segundo

favor.

“Has de Kingston el único proveedor de la vacuna contra la gripe y de los

tonómetros que se utilizan para la prueba de glaucoma. Sabes que odio la competencia”.

“No hay problema”. Mareado por el sol sin piedad y las olas chocando contra el

yate, se acostó al lado de ella.

“Ahí van dos. Aquí está tu oportunidad para ganarte otra nalgada. Incluso les daré

un golpe extra si Premier respalda a W2 y empieza a utilizarlo en todo el país".

Fastidiado por la fijación de Rebecca en los negocios, Carlton se acomodó a lo largo

del borde del yate. Tiró a Rebecca sobre su regazo, boca abajo. Tanteando con el disco

volador, apuntó a su trasero. Sus toques juguetones pronto fueron sustituidos con nalgadas

fuertes. Se detuvo bruscamente cuando vio un velero motorizado acercándose, con una

mujer de unos cincuenta años espiando a través de binoculares.

“Ponte la ropa”. Carlton bruscamente haló a Rebecca al piso. La envolvió en una

toalla con estampado de leopardo alrededor de su torso. “No mires, pero la mujer que está

en ese velero es Maggie Goldberg”.

“Rebecca se levantó y empezó a saludar furiosamente. “Tal vez se quiera unir a

nosotros”

“Quédate abajo. Maggie es parte de la junta de Premier. La peor mojigata”. Tiró el

ancla y puso el barco a toda velocidad.

“¿Y qué? Tienes derecho a una vida privada”.

Con las olas agitándose, Carlton le grito a Rebecca. “Si ella me quiere despedido, la

Junta no apoyara nada de lo que yo proponga. Así que no más ferias de salud, no más usar

W2”.

Rebecca entrecerró los ojos. "Aye, aye, capitán". Se apresuró hacia abajo como si su

vida dependiera de ello. “Ninguna vieja arrugada se va a entrometer en mi camino”,

murmuró. Nadie la detendría nunca.

Capítulo 7

El jet privado donde Gabriel y yo llegamos a Virginia yacía en vastas planicies

rodeadas de colinas distantes. Un expansivo edificio de metal, presumiblemente un hangar,

estaba embellecido con la misma moderna V estampada en el jet. Dos de los tres trajes

negros salieron delante de nosotros, lanzándose hacia un Bentley Mulsanne marrón oscuro.

Reconocí el lujoso sedan de una revista de autos que ojeaba mientras le hacían servicio a mi

Thunderbird la semana pasada. Los trajes recorrieron la pista de aterrizaje mientras Gabriel

me guiaba por la escalera, con la mano izquierda firmemente plantada en mi cadera.

Aunque había anhelado su toque cuando entramos en el avión, las sensaciones sensuales

hace mucho tiempo habían desaparecido.

Un hombre canoso con un sombrero de chofer saludó a Gabriel mientras nos

acercábamos al auto.

“Buenas tardes, señor. ¿En camino a ver a la Srta. Rosie?”

Gabriel asintió con la cabeza, y el conductor me lanzó una sonrisa sabelotodo. Me

pregunté cuántas otras mujeres había pastoreado en torno a favor de su jefe.

Me deslicé en el asiento trasero del Bentley, dejando un par de centímetros entre

Gabriel y yo. Todavía frustrada y enfadada por lo que había pasado en la cama, busqué

decir unas palabras mientras el chofer encendía el auto.

“¿Quién es el conductor?” pregunté.

“Disculpa mis modales”, Gabriel tocó el panel gris opaco que separaba al chofer de

nosotros. La ventana se deslizo hacia abajo, y Gabriel dijo, “Anika, este es Wally. El mejor

conductor del universo. Es como mi familia. Ha estado conmigo desde que tengo cinco”.

Wally saludó por el retrovisor y el cristal se deslizó hacia arriba.

“No tienes que actuar como una extraña, Anika”. Gabriel hecho un vistazo a mis

manos en forma de puños y se acercó más. “Les toma un poco de tiempo a las personas

entender mi oscuro sentido del humor”.

“Solo durante el paseo”. No creía la excusa de Gabriel de decir que era una broma

el que yo acabaría muerta si nos acercábamos. Juzgando por la intensidad de sus ojos

cuando se detuvo abruptamente mientras hacíamos el amor, estaba siendo totalmente serio.

Cambié mi atención al paisaje, mientras que el conductor aceleró hacia el asilo de ancianos.

El sol estaba empezando a rozar el horizonte. Cuando se apagó el motor, noté que en el

estacionamiento no había signos de vida. No había autos moviéndose, ninguna persona

caminando, ni siquiera un insecto volando. Caminamos a través de la entrada principal y

nos recibieron con el tema musical del Show de Lorenzo Welk. Un mural de acuarelas de

robles dando sombra a ancianos de aspecto saludable atravesaba el vestíbulo.

Palmeé suavemente la campana de escritorio atornillada al escritorio de entrada.

Mis suaves palmadas se convirtieron en golpes pero pasamos desapercibidos.

“¿En qué piso estaba Rosie cuando la visitaste por última vez?”, pregunté.

“Habitación 409”.

Gabriel y yo caminamos hacia el ascensor. Cuando llegamos al cuarto piso, el toque

de diseñador se perdió. No más papel tapiz color pastel, no más alfombras orientales.

Echamos un vistazo en la primera puerta revelando a un hombre acostado en el piso boca

arriba, desnudo y con una erección. Nos invitó a entrar. Lo rechazamos.

Mientras Gabriel y yo cruzábamos a un pasillo adjunto, escuchamos a una mujer

gritar, “No puedes huir. Este es tu hogar ahora”. Intercambiamos miradas simultáneamente

y continuamos hacia la habitación 409.

Encontramos a Rosie atada a una silla de vinil color alga en una habitación cerca de

las escaleras de emergencia. Sus muñecas y piernas estaban amarradas con tubos de

plástico. Ella repetía su nombre una y otra vez en un círculo vicioso.

“¿Puedes hacer que rueden cabezas?” Gabriel la desataba.

“Presionare el botón de llamada”.

La cama de Rosie no tenía sabanas. Su equipo de arranque giró sin ningún

movimiento el colchón correspondiente. Las ventanas estaban cerradas sin dejar que entrara

ni un rayo de sol. Las voces de un televisor se escuchaban desde un televisor de algún

pasillo. El olor del fuerte desinfectante industrial nos hizo sospechar lo que estaba

encubriendo.

Diecisiete minutos habían pasado desde que llamé por ayuda. Un hombre fuerte en

un delantal ceñido oscureció el umbral. Sus gafas de montura metálica pellizcaban su nariz

de pistas de esquí.

“¿Necesitan algo?” preguntó.

Lleve mi mirada directamente a su etiqueta con su nombre. “Hugh, quisiéramos ver

a un administrador”.

“Se fueron hasta el martes”, dijo antes de irse por el pasillo.

"Gabriel, los asistentes están a cargo del lugar. Tiraré de algunos hilos y llamaré a

Len Nodens, nuestro mejor gerontólogo de la zona”.

“Ella es mi problema. Llamaré a Nodens yo mismo”.

“Necesitamos influencias. Nodens hará cualquier cosa para ganar puntos con

Premier. Probablemente la admitirá a un hospital para hacerle pruebas”.

“Maldita sea con este lugar”. Gabriel golpeó la puerta con su puño. Él se quedó

perplejo por el agujero cavernoso que había creado. "Pensé que estaba haciendo lo correcto

por Rosie".

“No es momento para culparte. Lo haremos después de que transfiramos a Rosie”.

“Tengo que ir a ver a Lizzie, pero volveré pronto. Si todavía estás investigando

quejas de pacientes. Cuenta conmigo. ¿Qué pasó con esas acusaciones de asesinato?”

“¿Tienes tiempo para eso?”

Gabriel colocó su mano sobre mi boca. Ansiaba mucho más tacto, pero el ambiente

no era precisamente favorable para la intimidad. "Tienes que aprender a renunciar mientras

estás por delante, Anika".

Me abrazó como si él fuera Adam y yo Eva antes de que la manzana interviniera. Su

abrazo terminó cuando Hugo regresó. “Te veré pronto”, dijo Gabriel antes de irse por la

escalera trasera.

“Si estas emparentada con esta señora, la mudaré de cuarto”, dijo Hugh. “Buscaré

sabanas limpias”.

“Gracias por el aviso. Pero, ¿por qué dices eso?"

Hugh se fue volando por la puerta sin responder. Guie a Rosie hasta el baño

mientras sostenía su huesudo cuerpo por detrás. Con sus objetos personales en el inodoro,

comencé a bañarla con esponja. Otro ayudante envió la prometida cama tendida y ropa

limpia. Cambié a Rosie y la metí a la cama. Después de abrir la puerta a la fuerza, le hice

una llamada al Dr. Nodens.

La cama de al lado me estaba llamando, a pesar de sus incomodidades. Me acosté al

lado de Rosie, mientras esperaba que Noden me llamara de vuelta. La acurruqué en un

abrazo mientras tarareaba mis canciones de cuna favoritas. Gabriel nunca me lo perdonaría

si Rosie moría mientras la cuidaba. Estaba inquieta y necesitaba procesar toda la

información que me había dejado. Me quedé dormida, intentando descifrar su rabia e

intenciones sin explicación. Inocentemente, todavía quería estar envuelta en su cuerpo

musculoso y no el de Rosie.

Capítulo 8

Para cuando Gabriel volvió al asilo de ancianos, el Dr. Nodens ya había transferido

a Rosie al Hospital General Easton. Estaba fuera de peligro pero se mantuvo hospitalizada

por deshidratación severa.

Gabriel me envió a Bufalo poco antes de la medianoche. Se disculpó por no poder

acompañarme a mi casa, pero no me dio ninguna explicación de por qué estaba viajando

sola. Fingí estar decepcionada pero respire de alivió, y así puse mi guardia baja. Uno de los

trajes negros nunca se apartó de mi lado, aunque me pareció exagerado estando en un jet

vacío. En un punto me llamo Ameera, pero dejó de hablar rápidamente cuando se dio

cuenta de su error. Mi Thunderbird ya había sido llevado a mi casa, probablemente por otro

traje negro, contratado localmente. El conductor de la misma limosina que me llevó a

Aviaciones Prior me llevó a casa. Cuando llegamos a la entrada de mi discreta casa

colonial, me calenté en la seguridad de mi hogar. La había comprado usando la mitad de los

fondos del seguro de vida de Mamá como pago inicial. Como Tommy y yo amábamos la

casa en la que habíamos crecido, ninguno de los dos pudo enfrentar venderla tan cerca de

su muerte. Estuvo de acuerdo en dejarme usar los ingresos del alquiler de su casa para

cubrir los pagos de mi hipoteca, con un poco de sobra para un fondo de emergencia.

Esta noche, mi hogar-dulce-hogar sería mi cámara de seguridad, permitiéndome

cerrarme del mundo mientras trataba de entender a Gabriel. Como había sido parte de la

Fuerza Especial, dispararle a la gente debió haber sido una parte importante de su rutina

diaria. Solo que no sabía si seguía siendo un elemento fundamental en su funcionamiento

de Vermilion. Pero más importante aún, tenía que saber si su modo de ataque ocupacional

se había superpuesto a su vida privada. Supuestamente, había estado cerca de convertirse en

médico, pero no podía conciliar el deseo de salvar vidas con el deseo de quitarlas.

Llame al ave nocturna de Tommy, dándole una detallada crónica de mi inesperado

viaje por La Vida de los Ricos y Famosos. Mientras mi hermano raramente se quedaba sin

palabras, la única frase que seguía repitiendo era ‘maldita sea, es increíble’. Me prometió

encontrar la historia detrás de la muerte de Marie, la esposa de Gabriel. Tommy estaba más

que sospechoso, aunque me negaba a creer que Gabriel hubiera aludido mi muerte si

hubiera sido responsable de la muerte de su esposa. No le dije sobre mi suposición acerca

de ECJ. Era una acusación demasiado sorprendente para hacerla en medio de la noche. No

tenía pruebas y tenía que enlistar la ayuda del único doctor que conocía a nivel personal.

Dormí como un bebe quisquilloso y tuve pesadillas sobre Gabriel y su pequeña hija

Lizzie jugando con pistolas de agua sobre mi cuerpo sin vida. A las 9 de la mañana, estaba

estacionándome en la entrada de la Dra. Twanya Hygiea, mi amiga cercana de Premier.

Una ex modelo que había adornado la portada de Ebonya los dieciséis años, había sido

nombrada Jefe Regional Directora Médico tras la venta de su consultorio dermatológico.

Sus rasgos esculpidos delicadamente eran dominados por sus fuertes pestañas que juro que

creaban una ligera corriente de aire cuando parpadeaba.

Habíamos hecho planes hace semanas para irnos en el verano a su cabina fuera del

Niagara-sobre-el-lago. Después de que colocara sus cosas en mi maleta, nos dirigimos al

puente Lewiston-Queenston hacia Canadá. Ella prendió la radio y la puso en la estación de

noticias de transmisión simultánea en WJXT.

“Este es Tim Paladín reportando. La Corte Suprema del Condado de Erie liberó

ayer a Salud Premier de las trágicas muertes de los Seneca Seis. Sin embargo, WJXT ha

sabido que dos muertes similares a los de los pacientes de Premier también han ocurrido

durante el pasado mes en Rochester. Ya que no hay análisis formales tomados por Premier

en esta nueva tendencia de señores de la tercera edad muriendo, le traeremos nuestra

propia serie investigativa. Este es Tim Paladín”.

“Genial, realmente genial”. Cambie al reproductor de CDs. “Las muertes han

comenzado otra vez”.

“Relájate ¿quieres? Se supone que este sea un viaje divertido”, dijo Twanya.

"El fallo del tribunal se lee como una pieza de relaciones públicas. No puedo evitar

pensar que Premier es responsable de esto”.

“¿Por qué el cambio de opinión?”

“La muerte de Giovanna siempre me ha molestado. Asumí que la verdad saldría en

la demanda. Para hacerlo peor, mi hermano piensa que los Seis fueron asesinados por

código de área, con agujeros mascados en sus cerebros”.

“Eso es una locura”. Twanya bajo su visor. “Espera un minuto—espera un minuto.

¿Tommy no vende bienes raíces con Hatterfield? Le hice una exfoliación química a Ed

Hatterfield hace seis o siete años. Este muchacho Eddie amenazó con matarme, alegando

que arruine su trabajo y su vida amorosa. Tal vez su jerga de asesinato se le contagió a

Tommy”.

Los comentarios de Twanya, junto con el molesto tráfico dirigiéndose hacia la

frontera con Canadá, eran irritantes. Le subí al volumen, esperando que Skyfall de Adele

anestesiara mis emociones. Nos acercábamos más a la cabina del oficial de aduanas.

Twanya bajó la voz. “Este hombre se ve miserable. Coquetea un poco. Perderemos

una hora si nos detienen”.

Nos estacionamos al lado de la cabina. El oficial repitió su frase usual. “¿De dónde

son, señoritas?

“Búfalo”, dijimos al unisonó.

“¿Y a dónde se dirigen?”

“Mi cabaña del fin de semana, Niagara-sobre-el-lago”. Twanya se inclinó sobre la

caja de cambios, haciendo alarde de su escote voluptuoso.

“Que tengan una agradable estancia, señoritas”.

Tan pronto como estuvimos fuera del alcance del oído del oficial, dije con

frustración. “¿Acaso todo es un juego para ti? Nos portamos bien para que el tipo de aduana

nos deje pasar. ¿Tengo que mirar hacia otro lado cuando algún tribunal le dé a Premier un

cheque en blanco?”

“¿Noche difícil? ¿Necesitas un Xanax?”

“No puedo creer que te creas las mentiras de Premier”.

“Bájate de tu tarima improvisada, Anika. Cruza aquí, a la derecha. Necesito una

bebida fría”.

El convertible se tambaleo en una tienda, y Twanya compró un Slurpee extra grande

sabor mango. “¿Ya te calmaste un poco?” se volvió a sentar en su butaca.

Acelere el motor y retrocedí casi rozando un poste de luz. “¿Recuerdas a Giovanna?

Su esposo dijo que se quedaba despierto toda la noche con ella. Ayudándola a caminar con

su cuerpo lleno de espasmos, escuchando su canto. Sus llagas tenían llagas. En un día

verdaderamente malo, recibía esos avisos estúpidos de Premier diciendo que su terapia

física no era médicamente necesaria porque no estaba mejorando. Pues, obvio, con razón no

estaba mejorando. Nuestro inexistente estándar de cuidados la estaba matando”.

Robé un sorbo del vaso de Twanya, sin dejar de sermonear como un predicador de

la mañana del domingo. "La gente no debería tener que preocuparse por ser asesinado por

su hospital."

Los lentes de sol de Twanyase resbalaron por su nariz. Cogió algunos pañuelos de

la guantera, limpió la bebida derramada y giró hacia mí. “Mira, Anika, toda esta

conversación sobre gente muriendo me está haciendo sentir vieja. Cuando lleguemos a la

cabaña, comenzare a hacer el almuerzo mientras tu tomas una siesta rápida. Parece que

necesitas una”.

Finalmente llegamos a la cabaña de Twanya, tras un muro maleza de hierbas

ornamentales. Después de bajar las cosas del auto, Twanya descorrió el cerrojo de las

persianas y dejo ir el aire estancado. Luchando con las memorias de los últimos minutos de

Giovanna, fallé a quedarme dormida, incluso después de remojarme en un baño de agua

caliente mezclada con sales de eucalipto. Todo intento para bloquear mis temores, y más

que todo mi culpa, fallaron. Caminé hacia el lago y hundí mis dedos en la arena. Gaviotas

lamentándose sobrevolaban, atraídos por el aroma de dos filetes en la parrilla.

Mis quejidos se disminuyeron, y volví para colocar la mesa de picnic. Twanya se

mecía en una hamaca, y yo me serví un vaso de limonada de frambuesa. “Comenzaré mi

propia investigación de los Seis. Y necesito tu ayuda”. Mi anuncio detuvo los balanceos en

la hamaca de Twanya. "La mayoría de los días me siento que estamos trabajando en una

comedia donde las cosas ruedan por pura suerte. ¿Recuerdas al chico con una lesión

cerebral cuyo doctor le dijo que tomara dos aspirinas y le llamara por la mañana?"

“El sistema es demasiado grande y enredado para que nosotras nos encarguemos

solas de eso”.

“Si no llegamos al fondo de esto ¿Quién lo hará?”

Las ráfagas intermitentes del lago masajeaban mi espalda y alivió la tensión en el

aire. Twanya se dirigió a la parrilla. Colocó un solomillo sin hueso en el plato, dejando caer

salsa de carne encima de él”.

“¿Qué tan cerca has examinado los historiales médicos de los Seis?” le pregunté.

“Mis huellas dactilares están por todos ellos”.

“¿Y piensas que no hicimos nada malo?”

“Dale un descanso, Anika. Si hubiéramos hecho algo malo, ya Carlton se hubiera

encargado de ello. No llegó hasta la cima siendo descuidado”. Twanya cortó su filete. “La

semana pasada, vi a mi hermana, que trabaja en la Oficina del Secretario de la Corte de

Bancarrota. Estaba anotando los datos de algunos archivos y se encontró con el Capítulo 7

del caso de Bilatope, una compañía con tenencia del cien por ciento de propiedades por

parte de Carlton. La compañía cerró, pero las demandas todavía estaban por ahí. Los

bancos están demandando a Carlton por millones de sus garantías personales de la deuda de

Bilatope”.

“Así que el Sr. Bolsas-de-dinero necesita sus ingresos de Premier para cubrir sus

pérdidas”. Golpee con un puño la mesa de picnic. “Ayúdame aquí. Siempre me estás

diciendo que debo salir más y conocer gente. Que mejor manera de hacer amigos que

resolviendo el misterio de los Seis”.

“Anika, los Seis están muertos. Necesitas salir y conocer hombres, hombres vivos”.

“He conocido muchos chicos”.

“Si eres tan solicitada, nombra tres hombres”, Twanya me respondió.

“El día que fui atacada en Honore, conocí a un adorable prospecto. Incluso me llevó

la cena a la cama”.

“¿Y qué pasó con él?”

“Viaja mucho. No iba a ningún lugar. Nada pasó, hasta la noche anterior”.

“¿Y?” Twanya flexionó su ceja izquierda.

“Me llevó en su jet privado a Charlottesville por la tarde”.

“Si no quieres hablar de eso, solo dilo”, dijo en un tono molesto.

“Fuimos a ver cómo estaba la madre de su esposa muerta en uno de los asilos de

Premier”.

“Eso es raro, Anika. Demasiado para arreglar”.

“Me advirtió que podría acabar muerta si me acercaba a él”. Esperé por su reacción

reflejo.

“Muy bien. Esto necesita acciones drásticas. Primero, Tommy dice que asesinamos

a los Seis. Y ahora este otro tipo reclama que te va a matar. ¿Qué pasa contigo y tu fijación

con los hombres obsesionados con la muerte?”

Comencé a molestarme las cutículas. “No soy como tú”.

“Cariño, nadie quiere tener mi vida amorosa. ¿Has olvidado aquel bastardo

engreído, casado ocho veces, que me llevó a comer y tomar vino hasta que lo metieron a la

cárcel por resguardos de garantía? Tienes que salir y mezclarte. Eres una Barbie morena. Y

tienes un gran corazón. Después del almuerzo, haz un plan para conocer a algún chico

decente”.

“Solo si revisas los historiales médicos de los Seis otra vez”. Temí que Twanya

hubiera llegado al límite y no me dejara hablar de ECJ. Por lo menos no ahora.”

“Está bien, está bien”, gruño Twanya. “Eres un fastidio. Pero enfócate en tu vida

amorosa”.

Nos hundimos en dos sillas de Adirondack gastadas por el tiempo y cargamos los

apoyabrazos con platos llenos de trozos de sandía. Admitiendo que atragantándonos de

comida estaba fuera de personaje para dos mujeres en dietas perpetuas, decidimos guardar

los restos en el refrigerador.

Después de terminar de recoger la cocina, me despedí de Twanya, ya en trance en

una conversación telefónica con su amante actual, y me retiré a mi habitación. Anidada

debajo de un cobertor de algodón, saqué mi teléfono de mi bolso. Comencé a marcar el

número de Gabriel pero me detuve cuando me di cuenta de lo oscura que se había

convertido mi vida. Él era más irresistible que nunca, pero envuelto en un misterio de una

profundidad incomprensible. Sus bolsillos podían ser tan profundos como los de Carlton,

tal vez incluso más profundos. Los hombres en trajes negros acompañando a Gabriel me

dejaron inquieta. Necesitaba saber el pasado de Vermilion, pero en ese momento, no estaba

para la industria del espionaje. Si Tommy no encontraba cómo había muerto la esposa de

Gabriel, tendría que hacerlo yo misma. Pero ahora, necesitaba liberar la tensión de la única

manera que sabía.

Me quité la colcha, tiré mi ropa a la esquina y me estiré en la cama, derecha sobre

mi espalda, lista para hacerme sentir un orgasmo. Mi Mamá me advirtió que las niñas

buenas no juegan con sus cuerpos. Especialmente de la cintura para abajo, así que aprendí a

usar la mente sobre la materia.

Disfrutando de la suavidad de las sábanas egipcias acariciando mi piel, doblé mis

rodillas con las plantas de mis pies tocándose para que mis piernas dobladas formaran un

diamante. Tomé respiraciones profundas, imaginando punzadas de aire caliente disparando

a mi vagina. Aunque la brisa del final de la tarde que salía de la ventana era fresca, yo me

estaba calentando. Tan caliente que mis pechos se sonrojaron y mis pezones se

oscurecieron. Me concentré en la calidad interna de mi cuerpo. Me senté y prendí el

ventilador que estaba encima del baúl de cedro y dirigí la corriente de aire a mi clítoris. Me

acosté y cerré los ojos, imaginando la respiración pulsante de mi amante imaginario

dominando mi vagina. Podía que estuviese físicamente sola, pero en mi mente, mi amante

estaba a punto de saltar.

Comencé a contraer los músculos de mis paredes pélvicas a un tiempo imaginario.

Mi respiración se incrementó en intensidad. Visualicé a Gabriel mirándome desde un lado,

pero su comentario acerca de matarme comenzó a asustarme. Como reflejo visceral, cambié

mis pensamientos a Carlton. La posibilidad de que sus ojos de millones de dólares me

sofocaran hizo que los labios de mi vagina se hincharan. Imagine sus manos bien cuidadas

explorando cada orificio de mi cuerpo, comenzando por mis oídos y boca, pasando por mi

ombligo, hasta dentro de mi vagina. Su lengua de oro imitaba a sus manos repitiendo sus

movimientos. Comencé a sentirme tonta. Carlton no era Gabriel, pero al menos él nunca

hablaba de borrarme de este mundo.

Levanté mi trasero, preparándome para mi amante. Comencé a contraer mis

músculos más fuete y rápidamente. Subiendo de arriba abajo, imagine a Carlton entrando

en mí, chupando mi cuello, mis pezones. Mi entrepierna estaba mojada. Todo mi cuerpo se

estremecía de deseo. Apreté mis muslos, y con las manos agarrando la cabecera, llegué a un

orgasmo… Dios, era buena.

Mis piernas se aflojaron y me derrumbé con serenidad en el colchón, sin sentirme

más ansiosa. No estaba cerca a lo maravilloso que hubiera sido el sexo con un hombre de

verdad, pero hizo el truco.

Relajada, me quede dormida, determinada a descubrir el misterio de los Seis. Tenía

que saber si Carlton estaba envuelto en esto, ya fuera héroe o villano. Si Gabriel estaba

hablando en serio cuando dijo que me ayudaría, podría usar sus recursos para descubrirlo

todo. Extrañaba a Gabriel, pero tampoco tenía un deseo de muerte sin cumplirse. Y

tampoco quería que me abandonaran en medio del sexo nunca más. Mi confusión continúo

hasta la mañana siguiente. La vida tenía más para mí que darme placer con amantes de

fantasía.

Capítulo 9

Después del largo fin de semana, el martes en la mañana se presentó

imprevistamente, y me catapulté hacia Premier mucho antes de que los autobuses escolares

monopolizaran las calles. Como el semáforo de la entrada principal de la empresa se puso

en rojo, estudié a un grupo de manifestantes aglomerados en la pasarela. Me estacioné y me

apresuré al edificio desplazándome a través de la multitud con pancartas incendiarias.

Los cantos se volvían más fuertes a medida que me acercaba al epicentro de la

multitud. “No más víctimas, no más mentiras. ¿Cuántos deben morir?”

Uno de los fanáticos más vocales me puso un panfleto en la mano: Premier asesina.

Las mentiras de los abogados lo protegen.

Giré a través de la puerta giratoria del vestíbulo. "Un poco temprano para piquetes

de huelga, ¿no es así, Floyd?"

“Ellos en verdad creen que matamos a los Seis. La policía debería llegar en

cualquier momento”.

Lo saludé con la mano y me fui a la seguridad secuestradora de mi oficina. Dos

montones de archivos se apilaban en mi escritorio. Allí estaban los historiales médicos de

los Seis que le había pedido a Administración de Utilización.

Cerca de ciento cuarenta enfermeras trabajaban en la MU local de Premier. La

mayoría se había cambiado de paciente directo a trabajos de escritorio de nueve a diez,

donde revisaban los historiales médicos. Rutinariamente decidían qué nivel de cuidado era

necesario y apropiado para los pacientes dentro de sus áreas de responsabilidad. Algunos

podían enfrentar decisiones que potencialmente cambiarían sus vidas si aprobaban o

rechazaban un modo específico de tratamiento, prueba o medicamento. Por lo general, ellas

revisaban los registros médicos con el objetivo no declarado de mantener bajos los gastos

médicos. Estas eran las personas que habían hecho que Vinny me atacara.

Le eche una ojeada a los documentos que habían comenzado a tomar forma de algo

sagrado. El archivo del tope tenía el nombre de ‘EMMA GRUENDIG’ marcado en letras

rojas cuadradas. Lo abrí para darme cuenta del estado de desorganización en que estaba el

archivo. Cerré el archivo de Emma y revisé otros. Grandes cantidades de información

faltaban. Los enormes agujeros necesitaban llenarse con información de los doctores que

habían tratado a los Seis, en qué hospitales se habían quedado, y qué medicaciones habían

tomado.

Llame al archivero de la MU. “Gracias por los archivos, pero ¿me dieron todos los

documentos?”

“Algunos archivos se perdieron en la inundación”.

“¿Inundación?”

“A la tubería principal se le hizo una grieta el invierno pasado. A mantenimiento se

le olvido dejar encendido el calentador un fin de semana. Las temperaturas cayeron muy

por debajo del punto de congelación”.

“¿No guardan este tipo de cosas en un disco duro?” pregunté. “¿O están

almacenados en la nube?”

“Nuestro sistema quedó frito justo después de que los Seis nos demandaron”.

Me pregunté si los historiales habían sido destruidos a propósito. Si la multitud

gritando afuera y mi propio hermano estaban remotamente en lo correcto acerca de que los

Seis habían sido asesinados en un sistema de códigos postales, tuve que descubrir todo lo

que tenían en común, pero no tenía forma de hacerlo a partir de los registros de Premier.

Decidí enterrar mi frustración en los numerosos correos electrónicos que obstruían mi

buzón. A mitad de mis mensajes, había un mensaje de Carlton. Lo abrí, esperando un

ingenioso comentario de su breve encuentro con mi bikini el viernes pasado.

Re: URGENTE

En vista de la brillante decisión de la corte y la importancia de la ampliación de la base

de pacientes Premier, he organizado una reunión para el miércoles a las 8:00A.M. en las

oficinas de Cantor y Price en Nueva York. Discutiremos utilizando el fallo del tribunal en

nuestros esfuerzos de marketing con Wiley McCaffrey, nuestro abogado principal.

Ni siquiera una pizca de coquetería del formal y correcto Carlton. Y había agregado

al VP Ejecutivo Víctor Abelar en el correo, lo que significaba que también vendría. Víctor

estaba encargado de los departamentos de marketing y de información de tecnología.

Siendo un niño bonito y un vendedor de corazón, era un sabelotodo—demasiado para mi

gusto. Y era una enana al lado de su altura de jugador de básquetbol. Tenía una manera de

hacerme sentir inferior, y no solo porque yo solamente medía cinco pies y cuatro, sino

también por mis inseguridades tecnológicas. Tenía al servicio de ayuda en el marcado

rápido, y él lo sabía.

Llamé a la casa de Twanya. “¿Estas despierta? Voy a una pequeña reunión con

nuestros abogados. En Manhattan con Carlton y Víctor. Víctor estará en modo besucón,

queriéndome hacer gritar”.

Twanya gruñó a través del receptor, "Cálmate. El viaje es una maniobra para entrar

en tus pantalones. Veo la forma en que Carlton te mira. Créeme, él está interesado en

mucho más que tus informes de cumplimiento”.

“¿Entonces porque incluyó a Víctor?”

“Sigue el juego, Anika. Si te acercas a Carlton, tal vez te ayude a averiguar lo que

sea que estás buscando de los Seis. Te llamo después”.

Pasé la siguiente hora estudiando detenidamente los archivos judiciales relacionados

con los Seis. Decidí visitar a Carlton para conocer su opinión sobre los manifestantes.

Como oficial de cumplimiento, estaba obligada a informar al Consejo de las amenazas

creíbles presentadas contra la compañía. Subí por la escalera mecánica hasta la aislada suite

ejecutiva. La secretaria de Carlton, Phyllis Donnely, se encaramó en su escritorio

mostrando su colección de dispensadores de Pez. Su cuerpo estaba a una libra o dos de ser

anoréxica, pero su rostro estaba hinchado con botox. Era una figura de palitos con una

cabeza de calabaza.

“Hola, Phyllis, me gustaría ver a Carlton. ¿Está ahí?”

“Carlton no estará aquí hoy. ¿Puedo tomar un mensaje?”

“Por favor, asegúrate de que sepa de los manifestantes”.

“No es necesario molestarlo”. Ella hizo girar las persianas cerradas. "Mira, ya se fue

la molestia.” Phyllis degolló un Pez mientras me iba. "Te enviaré por correo electrónico los

preparativos para tu viaje ", gritó detrás de mí.

Mi pequeño encuentro con Phyllis sobrecargó mi tolerancia, me fui a mi oficina. Un

montón de papeleo cayó como avalancha mientras Twanya espiaba por encima de mi

hombro. “MU me dice que estas fisgoneando por los historiales médicos. Déjame hacerlo”.

“¿Hace cuánto estas allí?”

“No dejes que los manifestantes te convenzan de hacer algo de lo que te

arrepentirías. Si quieres acercarte a Carlton, juega bonito, Anika. Déjame el fisgoneo

médico a mí. Tengo una teoría de lo que podría haber causado los agujeros en sus cerebros,

pero es muy horroroso como para decírtelo sin investigar más a fondo”.

Asentí pero me pregunté si su teoría era la misma que mis sospechas. “Gracias,

Twanya. Hablemos cuando regrese”.

Cuando llegué al aeropuerto más tarde ese día, la terminal de Jet Blue estaba

desierta, incluso más de lo habitual para un martes en el limitado mercado de tráfico aéreo

de Búfalo. La falta de viajeros frenéticos me permitió actualizar a un asiento con más

espacio para las piernas. Me apresuré por seguridad y me abroché el cinturón de seguridad

para el breve vuelo al aeropuerto JFK.

Un hombre corpulento sentado en el pasillo me estaba haciendo señas. "¿Quiere un

bocadillo, señorita?"

Rechacé su paquete de maní y cerré los ojos para evitar más conversación. Al

principio, irritada por el viaje, me resigné a salir tanto como fuera posible en Manhattan. Si

el vuelo llegaba a tiempo, podría asistir a un espectáculo de Broadway. Seguiría el consejo

de Twanya y aprovecharía la oportunidad de ganarme a Carlton. Mi reflexión se

interrumpió cuando la cortina de la ventana se abrió a mi lado.

Anika, esto debería estar arriba para el despegue. "Carlton apretó su cinturón de

seguridad.

“Phyllis no me dijo que estarías en este vuelo. Contenta de verte”.

Carlton se aflojó la corbata y se la coloco extendida hacia un lado, lo que le daba un

aspecto deportivo. "Como nuestra oficial de cumplimiento, debes conocer a los abogados

en Cantor y Price. Es la típica firma de zapatos blancos con profundas raíces políticas.

Tienen ochocientos abogados a nivel global. Wiley McCaffrey sabe dónde están enterrados

los cuerpos”.

"Pensé que usarías un abogado local, especialmente con toda la evidencia estando

en Búfalo. Pero la experiencia de Cantor y Price sin duda valió la pena".

Por la duración del viaje de cincuenta y nueve minutos, tuvimos una conversación

trillada. Con muy pocos intereses comunes, nuestra pequeña conversación sobre la

humedad de Búfalo y la búsqueda de la Copa Stanley por los Sabres de Búfalo no podía

durar mucho. Pero la buena suerte se impuso con los cielos despejados que permitieron que

el avión aterrice antes de lo previsto. Cuando salimos de la terminal, un auto de la ciudad

ya nos estaba esperando en la acera. Carlton se sentó en el asiento trasero a mi lado. Posó

su mano en mi muslo mientras miraba mis piernas.

"Parece que el raspón en tu rodilla no está curándose. Un poco de atención puede

hacer que se sienta mejor".

"¿Tienes algo específico en mente?"

Carlton no dijo nada, pero parecía satisfecho de sí mismo.

¿Estaba el Sr. Corporación América coqueteando o estaba tratando de eludir el

tema? ¿Tenía miedo de que presentara un reclamo de compensación para trabajadores por

mi caída el pasado viernes en la sede de Premier? Él era difícil de leer. Mi irritación por la

reunión de mañana se calmó poco a poco, y de hecho tenía la esperanza de ser lo

suficientemente amable para pedir ayuda en descubrir lo que realmente pasó con los Seis.

Después de que llegamos a El Biddenton, el hogar-lejos-del-hogar de cinco estrellas

para los empleados de Premier, me registré mientras Carlton revisaba sus mensajes.

“¿Notaste que el restaurante está cerrado por remodelación?” le pregunté.

“Para que toca servicio a la habitación”. Procedió a chequearse rápido en el nivel

reservado para los huéspedes de alto nivel. "¿Quieres venir conmigo?"

No dejaba de oír las palabras de Twanya sobre 'seguir el juego' haciendo eco en mi

cabeza. "Dame quince minutos. ¿En qué habitación estas? "

"Necesitaras una tarjeta de acceso para el ascensor para llegar a mi piso. Puedes

tenerla en cuanto llegue a mi habitación."

Ni una palabra fue pronunciada durante el viaje por el ascensor de oro. Carlton

estaba tarareando, un hábito que parecía salir a la superficie cuando estaba nervioso. La

falta de comunicación me hizo sentir más una puta de alta calidad que una empleada de

confianza. Finalmente, las puertas del ascensor se abrieron. Torpemente abrió su puerta,

teniendo que insertar la llave tres veces antes de que la luz verde se prendiera. “Aquí

tienes”.

A diferencia del piso de Carlton, mis pasillos no estaban llenos de espejos de pared

de filigrana o impresiones de edición limitada con marcos barrocos. Desempaqué, notando

la falta de preparación para incluir algo más atractivo que trajes de trabajo. Refresqué mi

delineador y brillo labial y regresé rápidamente.

“Disculpa si encuentras esto un poco convencional”, dijo Carlton en la puerta, “pero

es conveniente”. Sospeché que su jerga de negocios estándar se ajustaría al tono de la

noche.

Su “habitación” era más bien la Suite Presidencial, un sustituto terrenal del cielo de

los decoradores. Carlton me guió a través de un amplio vestíbulo con paneles de caoba en

una sala llena de antigüedades de madera tallada. Me fijé en el manto gótico y cojines de

plumas del sofá.

“Anika, estarías más cómoda si trabajaras aquí”. Carlton apuntó a una silla de

capitán, y me senté en el borde del escritorio. Me sirvió una copa de una botella de Merlot

de los Viñedos Duckhorn. Revisamos el menú de la cena, con nuestras cabezas apoyadas

una con la otra. Me sentí atraída por su colonia para afeitar. Combinado con el efecto del

vino, había un efecto afrodisiaco. Chequeé mi impulso para coquetear, confiando en el

consejo que me dio Mamá de que era el trabajo del hombre dar el primer paso.

Carlton llamó a recepción para hacer nuestros pedidos. La televisión detrás del

escritorio está sintonizado un programa de noticias financieras.

“Me encanta NASDAQ ", dijo Carlton. "¿Sabes quién está hablando?"

Por suerte para mí, el nombre del hombre había pasado rápidamente por la pantalla

mientras pronunciaba una perorata en la responsabilidad corporativa. “Ese es Dedrick

Knowlton”, dije, “el banquero inversionista detrás de todos los grandes acuerdos de

aseguramiento”.

Carlton tomó su iPad y revisó un artículo del NY Times con una foto de él y Dedrick

dentro de la oficina del banquero de Wall Street. “Esto salió el día que Premier se fusionó

con Firstrate”.

“¿Tienes algunas fotos personales?” quería entrar en la vida de Carlton.

“Me deshice de ellas después del divorcio”.

Ya no veía a Carlton como un hombre con una vida perfecta. Sabía que estaba

divorciado, pero esperaba por lo menos algunas fotos de su familia—o por lo menos de un

perro. Era obvio que Premier era su raisond’être.

“Allí está el timbre. Tu copa está casi vacía”. La volvió a llenar antes de dirigirse a

la puerta. Tomé un sorbo, esperando que el vino calmara mis nervios y me diera fuerzas

para enlistar a Carlton en mi lista de aliados.

Un mesero con guantes blancos entró con un carrito de servicio y acomodó las

entradas de Langosta Newberg y Filet Mignon en la mesa del comedor, tan grande que

podría acomodar a los Yankees y a los Mets al mismo tiempo. Pacientemente hizo guardia

mientras mis ojos vagaban por el gabinete aparador, que mostraba una amplia cantidad de

platos de porcelana pintados a mano y copas de cristal.

Carlton eligió una silla como la de un rey en el extremo de la mesa. “Pareces

apreciar las cosas finas, Anika. ¿Estás feliz?”

El mesero me ofreció una silla en el ángulo derecho de Carlton. Me dejé llevar por

la sumisión y enderecé la servilleta de lino bordaba en mi regazo. “Estoy feliz de poder

hablar contigo esta noche”. Tocó entre mis piernas, y yo extendí las rodillas como un

reflejo automático.

“Entonces brindemos por la felicidad”. Carlton me ofreció mi copa, llena hasta

rebosar. Comencé a tomar, pero esa era mi tercera copa, dos más de mi limité normal. Me

sentía un poco mareada y esperaba que el plato fuerte neutralizara el alcohol.

Cuando estuvimos a punto de terminar nuestras entradas, mi servilleta se cayó por

debajo de la mesa. Traté de patearla para alcanzarla. En cambio, mi Jimmy Choo golpeó la

pierna de Carlton. Su mano rozó mi pantorrilla, al tratar de tomar la servilleta. A medida

que nos asomábamos, nuestras caras estaban en una pista de colisión. Por primera vez, noté

el color de los ojos de Carlton. Eran de un gris profundo, de un acorazado gris. Sus pupilas

dilatadas señalaron una alegría despreocupada.

“Aquí tienes, una servilleta poco utilizada”. La colocó sobre mi regazo, y su mano

aterrizó en mi muslo. “He oído que eres una firme defensora de la tercera edad. Eso me

gusta. Cuando mi madre se murió a los ochenta y dos años, ni siquiera pude botar una

lágrima. Todos sentimos que estaba mejor muerta”. Carlton se enderezó en su silla.

Podía excusar que no tuviera fotos familiares, especialmente después del divorcio,

pero cualquier hombre con una pizca de compasión lloraría en el funeral de su madre. “Yo

estaba devastada cuando mis padres murieron”.

“¿Entonces eres huérfana?”

“Todavía tengo a Tommy, mi hermano gemelo”. La chaqueta de mi traje estaba

medio abierto. Descubrí a Carlton viendo mis pechos, y luego su mirada se concentró en

ellos. Tal vez estaba exagerando. Estaba más que mareada por el vino. No sabía cómo

leerlo. Él era mi jefe, podía despedirme en cualquier momento; sin embargo, sentí que

estaba buscando más que una relación de trabajo.

“Hagamos de esta noche un poco menos solitaria”, me tomo la mano raspada por mi

caída de la semana pasada. La puso palma arriba y comenzó a acariciar la parte inferior de

la muñeca, pasando sus dedos por arriba y abajo. "Déjame ayudarte a entrar en calor."

Carlton levantó mi mano a su mejilla y suavemente la deslizó hacia abajo hasta su

boca. Él comenzó a masajearla con su aliento. Sus ojos se clavaron en los míos. Separó sus

labios finos y mordisqueó mis dedos. Tragué saliva. Yo no quería engañar a Gabriel, pero

él era una variable tan desconocida con tantas piezas móviles. Ciertamente no estábamos en

una relación, y yo tenía dudas genuinas de que podríamos llegar a ser una pareja. Aun así,

todavía me sentía incómoda con Carlton seduciéndome.

“¿Todavía te sientes sola?” Carlton debió sentir que mi mente se había ido.

“Estaríamos más cómodos en el sofá”. Se paró de la mesa y se quedó parado a mi lado. No

pude evitar notar un sutil bulto por debajo del cierre del pantalón. Carlton me miró,

presumiblemente satisfecho con su erección creciente.

“Que cuello tan agraciado. Déjame verlo mejor”.

Carlton se agachó y apartó mi cabello. Recorrió con su dedo por dentro y alrededor

de mi oreja, antes de poner su lengua dentro. Después de apartar mi silla de la mesa, me

agarró de la cintura y por la fuerza me sentó a su lado en el sofá. Cerró los ojos y respiró

profundamente mientras nos hundíamos en los cojines.

Me quité mis sandalias y puse mis pies en la mesita de café. Tenía tanto alcohol en

mi cuerpo que estaba a punto de quedarme dormida. Carlton se agachó para masajear mis

pantorrillas con una mano mientras la otra la deslizó bajo mi cubierta superior y sujetador

para acariciar mis pezones.

"Uh-huh-hh," murmuré mientras mi cabeza cayó hacia atrás contra su clavícula. Era

maravilloso estar sentada. En este momento, no me importaba quién era Carlton o qué era

lo que Premier había hecho. Tal vez estaba en la vía rápida para un suicidio profesional,

pero no importaba. Una siesta de cinco minutos era lo que necesitaba para re energizarme y

ganar el control de mis sentidos.

El iPhone de Carlton sonó. Miró al final de la mesa e ignoró el repicar. Acariciaba

mi cuello y gentilmente forzó su lengua entre mis labios. El beso fue la primera tentación,

nuestras lenguas jugaban a las justas mientras recorrían lentamente nuestras bocas. De

repente cambió de velocidad. Abrió su boca tan ampliamente que pensé que iba a

devorarme. Su cara chocó con la mía como si me estuviera violando con su boca. Era

insoportable, pero no podía retractarme una vez que abrí la puerta. Me sentí esquizofrénica,

dividida entre la lujuria en el aquí y ahora, y algo más por Gabriel. Quería un amante, pero

no así. Cerré mis ojos y la cara de Gabriel apareció en mi mente.

Su teléfono sonó de nuevo.

“Debe ser importante”. Empujé a Carlton lejos de mi cara, queriendo frenar el

ritmo.

Carlton gentilmente me apartó a un lado, tomó su iPhone y lo arrojó al otro lado de

la habitación. Me ofreció su mano y me levantó del sofá. Me tropecé. Caminamos

perezosamente, brazo con brazo hasta el cuarto.

“Anika, Anika”, ronroneo repetidamente, desabotonando mi chaqueta y

guindándola en la silla que había en la esquina. Levanto mi top de seda y lo pasó sobre mi

cabeza, soltó mi sostén y tomó mis pechos con sus dos manos. “Hermosa, tan hermosa”.

Sus palabras zumbaron en mis oídos. Carlton siempre había actuado como el jefe

superior que podía arruinar mi futuro con un simple movimiento de su bolígrafo. Pero

ahora estábamos en un ambiente totalmente diferente. De repente, sentí que entraba en la

sensación, no completamente, pero más profundo de que lo que había imaginado posible

con Carlton.

Deslizó mi falda, mientras recorría mis piernas con sus dedos. Estaba en trance y los

tragos habían amortiguado cualquier acción de respuesta rápida. Sus toques disciplinados

me hicieron sentir especial, como si fuera a tomar su tiempo y apreciar cada momento que

pasásemos juntos. Carlton desabrochó su correa y bajó su cierre. Me sorprendió ver que no

tenía ropa interior. Tomó mis manos y las colocó en su punta ligeramente mojada. Ya

estaba erecto mientras empujaba sus caderas contra mí.

Carlton se deshizo de su chaqueta, corbata y camisa. Sus manos deslizaron mis

panties, las cuales olfateo mientras bajaba sus pantalones. Ya no había duda de que todo lo

que quería era entrar en mí. Pero eso no era lo que me imaginaba. Tenía que idear un plan

para escaparme de esto, pero estaba muy confusa como para formular uno.

Parados desnudos, nos abrazamos, con las piernas enredadas y los brazos enredados

entre nosotros, los suyos alrededor de mi cintura y las mías alrededor de su cuello. Su piel

era tersa, tan suave que tenía miedo de que pondría la mía en pena. Su vello púbico era solo

un poco más oscuro que el plateado del cabello de su cabeza. Y él me estaba tocando en un

ángulo de cuarenta y cinco grados, tan rígido como una regla. "Conoce al Sr. Pene", dijo,

sin ninguna duda.

Carlton me maniobró hasta la cama, momento durante el cual hacia círculos con sus

dedos en mis pezones. En poco tiempo, me colocó sobre mi espalda, con el peso de su

cuerpo entre mis piernas. Descansando en los codos, se apresuró a besar mis hombros,

lamió hacia abajo por mis axilas y en la parte superior de mi pecho. "Me encantaría

venirme en tus axilas, atrápame ahí”.

El teléfono del hotel en la mesita de noche sonó, con un timbre con un volumen

ensordecedor. Estaba justo al lado de la cabeza de Carlton.

“¿Qué mierda?”, Carlton gruñó. “No te muevas”. Sacó sus dedos de mí y alcanzó el

receptor por encima de mis pechos. Enrollé su vello del pecho, que parecía la cantidad

exacta, suficiente para atraer pero no para repulsar.

Contestó y se mantuvo en silencio. Su frente se arrugaba cada vez más mientras

peinaba las cejas con sus dedos. Finalmente dijo: “Me encargare de ello”. Otros diez

segundos pasaron antes de añadir: "Ya dije que me encargaría de ello". Después de colgar

el teléfono, se quedó mirando el horizonte fuera de las ventanas que rodeaban la habitación.

La silueta iluminada del Edificio Chrysler lo hipnotizaba. Su art déco puede que sea

impresionante, pero no tan emocionante como una señorita caliente en espera. O eso creía

yo.

No había ningún tipo de vínculo emocional entre nosotros, si es que hubo alguna

vez uno. Me sentí más como un actor en una actuación por comandos. Se levantó de la

cama, se sirvió un vodka tonic en el carrito de la barra de latón y se distanció de mí, tanto

así que supuse que la noche había terminado.

“Phyllis dice que Maggie Goldberg está en una diatriba. A su sobrino se le negó la

admisión en uno de nuestros programas psicológicos. Consulta con nuestro personal de

referencia y asegúrate de que entre”. Carlton incendió un Monte Cristo y se paseó por el

perímetro de la habitación.

Carlton siempre besaba a los miembros del Consejo, especialmente a Maggie

Goldberg, quien presidió el Comité de Compensación Ejecutiva. Pero yo pensaba que esta

noche sería diferente. Sin embargo, estaba molesta y al mismo tiempo agradecida de que

pudiera interferir con tanta facilidad. Tenía que haber algo más en la llamada, algo que

Maggie tenía sobre Carlton. Aunque me sentía pecaminosamente culpable por estar en la

cama con un hombre que no era Gabriel, me molestaba que Carlton abandonara

completamente nuestro juego previo. Sintiéndome desechada, no iba a dejar que Carlton me

ignorara completamente. Necesitaba su ayuda para descubrir qué había pasado con los Seis.

Me quité las sabanas del cuerpo y me puse a la defensiva. “Me encargaré de ello.

Debió haber sido un descuido. Pero hablando de errores, todavía no sabemos por qué los

Seis murieron de la manera en que lo hicieron”.

"Premier no se podría culpar de ninguna manera, Anika. McCaffrey lo observó

desde todos los ángulos”. Carlton bebió de su vaso y volvió a llenar su vaso de la botella

Grey Glose. Sin mezclarlo o ponerle hielo en esta ocasión.

“¿No tienes algún sentimiento de responsabilidad?” me senté y busqué el siguiente

argumento en este punto del juego. “No estoy satisfecha con la decisión de la corte. Los

Seis no murieron por coincidencia. Alguien hizo un error en alguna parte. Nuestros

médicos podrían haber sido negligentes al no descubrir algo contagioso que haya matado a

los Seis. Tal vez la evidencia fue destruida”.

Carlton echó un vistazo al elaborado reloj de abuelo dando las campanadas de la

llegada de nueve. “No seas tan ingenua, Anika. Si crees que la compañía hizo algo malo,

descubre qué es y nos aseguraremos de que no vuelva a pasar. Si no tienes más nada que

decir, pues se acabó esta noche.

¿Se acabó esta noche? ¿Estoy desnuda en la cama del hombre y quiere que se acabe

la noche? Debí haber tomado las palabras de Carlton para terminar la conversación, pero mi

terquedad sobrepasó mi sentido común. “Una cosa más. Me dieron una nota, apurándome

para que detuviera los asesinatos”, dije deliberadamente antes de morder mi labio.

“No estás tomando esto en serio ¿verdad?” Carlton sonrió.

Mis músculos faciales se tensaron. No estaba para defender a acusadores sin

nombre o para intentar explicar cerebros comidos. “Gracias por la cena”.

Carlton se metió en una voluminosa túnica BID dentón, que estaba doblada al pie de

la cama. “Disculpa por cortar el postre”. Frunció el ceño en su bebida. “Mira, detesto ver

esas dagas saliendo de tus ojos. Si de verdad piensas que la cagamos y necesitas ayuda

arreglándolo, házmelo saber. Phyllis me sacó de quicio. No puedo pensar bien. Te veo

mañana en Cantor y Price”. Se agachó a mi lado y besó mi mejilla como si fuera su hija.

Me puse mi ropa a la velocidad de la luz. No encontraba mis panties y no quería

buscarlas. Carlton me condujo hacia la puerta. Llegué a mi habitación a tiempo para coger

el teléfono sonando.

“¿Cómo te va?” preguntó Twanya. No era la voz que quería escuchar. “Debiste

haber estado de parranda. Te llamé dos veces y no contestaste”.

“Compartí el servicio a la habitación con Carlton. Hice el ridículo”.

“¿Cómo es su habitación?”

“Es una suite”.

“Uh-huh. Pensé que habías dicho que era una cena de negocios. Nadie tiene cenas

de negocios en una suite”.

“Seguro fue mi ingenuidad mostrándose. Carlton me acusó de ser ingenua”.

“M-m-m. Perfecto. Las mujeres inocentes siempre son experiencia. Lo hace parecer

importante. ¿Qué más pasó?”

“Lo pateé por debajo de la mesa mientras intentaba agarrar mi servilleta.

Prácticamente chocamos nuestras cabezas cuando llegamos abajo al mismo tiempo”.

“¿Y dónde cayó la mano de Carlton?”

“Fue un accidente. Su mano estuvo entre mis piernas por un instante”.

“Nada es un accidente en un hotel. ¿Después qué pasó?”

“Jugueteamos un poco en la cama. En medio de eso, llamó Phyllis. Maggie

Goldberfg se quejaba de que su sobrino no entró en rehabilitación psicológica. Haciendo

que Carlton tuviera una rabieta. La noche chocó y se quemó”.

“Anika, no descuentes lo que pasó. Puede que seas una de las pocas mujeres que ha

tenido en su cama desde su divorcio. Y ambos sabemos perfectamente el efecto de Phyllis

en él”.

“Sí, pero no tuvimos sexo. Se congeló después de la llamada y me desechó”.

“No te entiendo”. Twanya parecía tener el cejo fruncido por su tono de voz. “No

jugaste el juego. Tenías a Carlton ahí para hacer tu movida. Lo arruinaste”.

“¿Puedo tener una copia del libro de reglas?”

Twanya me colgó sin decir adiós. Era su manera de hacerme pensar. Quería que

Carlton me ayudara con los Seis, pero no esperaba que tuviera que ser su amante para

conseguir su ayuda. Me arrepentí de haber tomado tanto. Pedí un jugo de tomate del

servicio a la habitación para detener la resaca. Mientras me tomaba el jugo, me pregunté si

Carlton de verdad podría ayudarme a resolver el misterio de los Seis. Prefería contar con

Gabriel, incluso si seguía enamorado de su esposa muerta. Simplemente tenía que tener

cuidado de que no me dirigía a un reloj permanente de muerte. De cualquier manera,

estaba lastimada por los hombres abandonándome en la cama.

Capítulo 10

Víctor Abelar ya estaba pululando en el lobby de Cantor y Price cuando llegamos a

la mañana siguiente. Estaba viendo los retratos de los socios de la firma. Había visto

pinturas más largas solo en el Louvre.

La copia de junio de Abogado Nacional estaba mesclada entre periódicos regados

por la plateada mesa de café. La historia de la portada presentaba a Wiley McCaffrey, la

cabeza de la práctica de seguros médicos de la firma. La publicidad reforzó mi renuencia a

cumplir con este abogado cara de querubín con una chiva canosa.

Terminé de ojear la fina impresión cuando Carlton se unió a nosotros. Se sentó al

lado de mí en el sofá, con su brazo posado detrás de mí. No podía decir si estaba

coqueteando o si simplemente se estaba estirando en el espacio pequeño. Tenía una resaca,

y estaba molesta por no saber que esperar después de haber estado desnudos juntos.

Antes de que pudiéramos decir una palabra, Víctor comenzó a hablar de los más

destacados del día del Financial Times. Él y Carlton estuvieron bromearon hasta que la

voluminosa recepcionista bajó su auricular. “El Sr. McCaffrey estará con ustedes en un

minuto. Ashley Lanier, la AS de McCaffrey, los escoltará hasta la sala de conferencias.

“¿Qué es una AS?” Le susurré al oído a Carlton.

“Asociada Sénior. Ya conoces el tipo. Factura tres mil horas al año. Dormiría con el

diablo para convertirse en socio. Wiley seguro se está acostando con ella”.

Una mujer un poco más alta que la niña de dieciséis años que ganó la medalla de

oro en gimnasia rebotó en el vestíbulo. "Hola, Sr. Mendelsohn," Ashley rezumaba con

coquetería. "Es bueno verlo de nuevo. Por favor, sígame. Wiley lo verá en breve”. Ella

caminaba como si modelara por una pasarela, mientras nos llevaba al centro de reuniones

de la empresa. Una bandeja de mimbre, llena de pasteles, estaba en el centro del aparador.

"Siéntase libres de tomar lo que deseen del desayuno continental. Si necesitan algo más,

llámenme a la extensión 1994. "

En minutos, hubo un solo golpe en la puerta entreabierta y un hombre, desgarbado

como Víctor, entró con Ashley. Wiley no se parecía a su foto angelical de la revista. Se veía

por lo menos una generación más vieja, completándolo con ojeras debajo de sus ojos que

habían sido borradas en su portada de revista. Cuando sonrió, pensé que sus dientes se

parecían a pequeños incisivos en una boca de rata.

Carlton se sentó al final de la mesa rectangular de conferencias, cerca de la ventana,

como un rey. Se tomó la tarea de presentarnos. “Wiley y Ashley, me gustaría presentarles a

Víctor Abelar y Anika Sliwinski. Víctor es nuestro VP ejecutivo, supervisor de marketing y

tecnología y Anika es nuestra oficial de cumplimiento”.

Wiley comenzó con apretones de manos ceremoniales alrededor de la mesa.

“Carlton, es bueno verte de nuevo. Un placer conocerlos, Víctor y Anika. Ashley asentía,

asentía y asentía. Ella seguro subió demasiado rápido hacia la vía de asociados.

“Ustedes hicieron un trabajo fenomenal argumentando esa moción”, dijo Carlton.

“No creía lo que veían mis ojos cuando leí la opinión del jurado. Premier no pudo haber

sido mejor cuidada si lo hubiéramos hecho nosotros mismos. Necesitamos un poco de guía

con nuestro marketing. Queremos utilizar las palabras del jurado para vendernos”.

"Tuvimos suerte de que los demandantes demandaron en Búfalo. Otro tribunal con

otro juez podría haber sido un desastre”. Wiley alardeó con un guiño que me hizo sentir

sucia."Pero el juez Isley y yo nos conocemos. Ambos fuimos a la Notre Dame. Ahora que

esta demanda frívola está detrás de nosotros, podemos concentrarnos en seguir adelante.

Ashley ya está preparando un papel blanco para nuestros clientes en las revisiones de

marketing para el programa de Medicare Advantage. Aunque técnicamente solo se aplica a

las organizaciones de atención médica administrada, podría proporcionar un contexto útil

para sus hospitales. Enviaremos una copia tan pronto como esté disponible. Ashley, ¿por

qué no nos dan algunos puntos destacados en este momento?"

La AS se aclaró la garganta y se dirigió a nosotros, como si nos entregara una suma

de jurado.

"Disculpe, pero ¿cuál es la fecha de implementación de los cambios?", Le pregunté.

“Buena pregunta. Desafortunadamente, no tengo la respuesta. Estamos en modo de

esperar y ver qué pasa”.

Carlton frunció los labios.

“Volviendo a la decisión de la corte”, dije, “exactamente ¿cómo manejaron

conseguir una decisión tan entusiasta del Juez Isley?”

El teléfono sonó y Ashley contestó. Pasó la llamada a Wiley quien miró por la

ventana, como si se comunicara telepáticamente con alguien invisible. “Te pondré en

espera mientras voy a mi oficina”, dijo al teléfono. “Tendrán que disculparme”.

Wiley salió por la puerta mientras verbalmente golpeaba a Ashley.

“No sé, ni me importa, quién esté llamando”, dijo Carlton. "Lo que sí sé es que nos

van a cobrar por dos abogados con doble cobertura con su falta de conocimiento."

“Los abogados son unas putas que cobran por hora”, añadió Víctor

“¿Puede alguno de ustedes decirme qué fue lo que discutió la firma para sacar a

Premier del problema? He examinado los archivos”, dije. “No contienen toda la

información que la corte hubiera necesitado para una investigación profunda”.

Victor se estaba comiendo una manzana danesa mientras su rodilla derecha rebotaba

fuertemente bajo la mesa. "¿Quieres decir que Premier hizo algo mal o incluso mintió?"

“Casi me matan por culpa de Premier. Merezco respuestas”.

Carlton se levantó de la mesa de conferencias. “Si Wiley utilizó la coacción, no lo

va a admitir por lo menos no delante de los tres de nosotros. Pero no hará daño ver una

copia de los archivos de la empresa sobre la demanda. Probablemente pagan por ella tres

veces más”.

“Llamaré a Ashley”. Víctor comenzó a marcar, “Nos dará lo que necesitemos”.

Minutos después, la AS entro en la sala con dos bolsos expandibles de archivos. Los

historiales médicos completos de los Seis no podían estar en solo dos de ellos. Pasé por

millones de papeles de memos legales y correspondencia. Dos memos me sobresaltaron y

llamé a Ashley para que me diera copias.

“Solo pon post-its en las páginas que te interesen”, dijo.

“Sería más fácil si hiciera las copias”.

La secretaria de Ashley me guió hasta el centro de negocios internos de la empresa.

Metió el código de cliente alfanumérico de Premier en la fotocopiadora de alta tecnología y

me dejó hacer las copias. Había agarrado la última hoja de la bandeja cuando Wiley,

sigilosamente por detrás, me tocó el hombro.

“¿Encontraste lo que necesitabas, Anika? Tomó ambos archivos y los colocó bajo la

seguridad de su brazo. “Debiste habernos preguntado. Hubiéramos estado más que

contentos de responder tus preguntas”. Rozó su diente con un clip.

“Estoy buscando los registros médicos completos de los Seis. Y una transcripción

de las grabaciones”.

“Eso ya fue reducido a un archivo de computadora. Pero estoy seguro de que le

envíe un email con la copia a Carlton. Dile que estaré de regreso pronto”.

Doblé mis copias y regresé al centro de reuniones donde Carlton y Víctor estaban

debatiendo la necesidad de una mayor discusión con Wiley.

Carlton ofreció: "¿Por qué ustedes dos no salen para el aeropuerto? Yo terminaré”.

Estaba consternada por la sugerencia de Carlton de quedarse atrás, sin mí. Una vez

de vuelta en Búfalo, no sabía si tendría otra oportunidad de continuar donde la

conversación de ayer había quedado.

Antes de que pudiera objetar, Víctor dijo. "Si me doy prisa, todavía puedo hacer los

nueve hoyos en Transit Valley".

Víctor y yo nos fuimos, con Carlton ofreciéndose a decir adiós a Wiley por

nosotros. Buscamos nuestras maletas y compartimos un taxi al aeropuerto.

"Estás siendo inusualmente callada", me dijo Víctor.

“Hay un memo en los archivos acerca de consecuencias no éticas de ocultar

conductas ilegales de los clientes. ¿Qué hemos hecho que fuera ilegal?"

“Estas siendo paranoica. Deja de actuar como un abogado”, bromeó Víctor. “Piensa

más como una mujer de negocios”.

“¿Era Jimmy Belmont el que vi salir de tu oficina el viernes pasado?” pregunté.

“¿Por qué estaría él paseando por Premier?” Víctor me miró estupefacto.

“Espero que haya encontrado un trabajo”.

“Lo dudo”, dijo Víctor con indiferencia. “Jimmy ha tenido algunas posiciones de

nivel, pero eso es todo. Sigue estando un poco amargado porque lo dejamos ir”.

“Así que todavía lo estás viendo”.

"¿Es esto una especie de interrogatorio? Solo sé lo que pasa por los rumores. Sé

como yo, Anika. Sube a bordo y apoya a la empresa. Si te hace sentir mejor, voy a revisar

personalmente a los Seis”.

“¿Qué es lo que puedes averiguar? Estas a cargo de marketing y tecnología”.

"Haré que alguien ejecute un control minucioso de todos los archivos relacionados

con los Seis”.

“¿Y me mantendrás al tanto?”

“No lo haría de otra manera”. Víctor me dio una de sus sonrisas de ventas.

"Cualquier cosa para tranquilizar a esa linda y pequeña mente tuya."

Mi teléfono vibró, mostrando un mensaje entrante. Era de Gabriel. “Rosiefue dada

de alta antes. Los 3 investigaremos a los 6, necesita un lugar para quedarse.”

Sorprendida, le respondí, “te llamo en la noche” Tener a Gabriel en mi vida, incluso

si era una bestia salvaje, sería mejor que lidiar con ego maníacos como Carlton, Víctor y

Wiley.

Capítulo 11

Acababa de sentarme detrás del volante del Thunderbird parqueado en el

estacionamiento del aeropuerto de Búfalo cuando me di cuenta de que todavía podía ir a la

cena mensual de la Liga de Mujeres Profesionales del Oeste de Nueva York. Después de las

últimas veinticuatro horas, sentí que podría verme obligada a buscar otro trabajo y

consideraba las redes sociales como un mal necesario. Mientras que Premier estaba

fuertemente sindicalizado, los trabajadores de cuello blanco, como yo, no estábamos

protegidos por la ley local 212.

En veinte minutos, tomé asiento junto a Twanya en una de las salas de banquetes

del Hotel Adam Mark en el centro de Búfalo. Una camarera desaliñada pero jovial dejó

caer los platos de pollo a la parmesana. Me fijé en la presidente del grupo ajustando el

micrófono en la tarima.

“Señoritas, me gustaría que conocieran a un nuevo miembro a unirse a nuestras

filas. La Dra. Rebecca D. Noran es una oftalmóloga de prestigio internacional que se mudó

aquí hace varios años de Gran Bretaña, después de completar su estudio premiado en retino

blastoma. Es defensora del derecho a la salud de los consumidores y se sienta en el Consejo

de Administración del Hospital Honore. ¡Denle una cálida bienvenida al estilo Búfalo a la

Dra.! Rebecca Noran!”.

Corteses pero pocos aplausos recibieron a la Dra. Noran mientras ella aparecía

como un payaso en una caja sorpresa. Los aplausos pudieron haber sido más entusiastas de

no ser porque estaba envuelta en un traje que gritaba diosa sexual. El escote de su

envolvente vestido color ciruela fue embellecido con una cinta elástica de satén. El atuendo

acariciaba cada curva seductora.

“Gracias, señoritas”. La Dra. Noran inclinó la cabeza y se dejó caer en su asiento. El

público zumbaba silenciosamente, con envidia, algunas frases.

La cena culminó con un reporte del próximo desfile de moda para recaudar fondos

para el Proyecto Guerrero Herido. A medida que los asistentes charlaban sobre el tema

patriótico, Twanya y yo nos escapamos por el patio interior, en un intento de una salida

rápida. Nuestra salida fue retrasada por alguien dándome un codazo gentil.

"Buenas noches, Anika." La Dra. Noran envolvió sus dedos alrededor de mi bíceps

derecho. Ella me tiró contra su pecho, demasiado cerca para un primer encuentro. "Noté tu

nombre en la hoja de registro. Simplemente tenía que decirte lo mucho que admiro

Premier".

"La mayoría de los médicos no son fanáticos de las empresas de gestión del

hospital." Tiré mi brazo hacia adelante, tratando de liberarme. Rebecca no se movió. Sentí

que era alguien dura con la cual lidiar.

"Quería dar las gracias a Premier por sus esfuerzos altruistas y animarte a seguir

con el buen trabajo." El factor encanto de Rebecca hubiese podido ser complementado con

alguna tiara de concurso de belleza. Su mano posada sobre mi brazo ahora había cambiado

a un movimiento de caricias con los dedos agitándose junto a mis pechos. Juro que estaba

buscando llegar a mis pezones. Con mi otra mano, aparté la suya de mí.

Rechazada, Rebecca pasó su atención a Twanya. "Y tú debes ser la magnífica Dra.

Hygeia. He oído hablar mucho de ti. Como le dije a Anika, soy un gran fan de Premier".

Rebecca le dio unas palmaditas en el trasero a Twanya.

"¿Hay algo en particular a lo que te refieras?" Twanya golpeó lejos la mano de

Rebecca. A su vez, Rebecca comenzó a masajear su propio trasero, mientras colocaba sus

pies a cada lado de Twanya, enfrentando a ella.

"Soy una firme partidaria de Free forAll, su feria anual de la salud. La medicina

preventiva es tan importante. Me encantaría compartir mis pensamientos y pasar más

tiempo con ustedes”.

Twanya marcadamente se alejó sin decir palabra. Ella me miró con una mirada que

insistía en que la acompañara.

Rebecca cambió su atención y me miró con una mirada que penetró en mí ser.

Estaba incómoda con la forma en que nos estaba coqueteando a las dos.

“¿Te sientes bien, Anika? Tus pupilas están un poco dilatadas. Déjame verlas

mejor”. Rebecca abrió bruscamente su bolso de cocodrilo y sacó un dispositivo, parecido a

un marcador Sharpie rechoncho. Le dio clic dos veces. El final se iluminó como una

linterna.

Capté mi reflejo en el reflejo de una ventana. Un ligero par de pliegues alinearon

mis mejillas por fruncir mi cara toda la noche en el BID dentón, pero definitivamente no

había signos de enfermedad. “Estoy bien. No sabía que tratabas pacientes”.

“No lo hago pero te ves un poco enarbolada. Pensé que le podría dar a tus ojos un

chequeo rápido".

"¿Qué es esa cosa que estas apuntando a mi cara?" El instrumento estaba a un

centímetro de mis párpados.

"Un tonómetro portátil. Mide la presión en los ojos para las pruebas de glaucoma.

Hice una muestra con la Fundación Ainsley hoy. Tratando de conseguir una beca de

investigación".

“¿Crees que tiene glaucoma? Eso es absurdo”, dijo Twanya. “Anika, tenemos que

irnos ya. Odio llegar tarde”.

“Ven, solo usare la luz para ver mejor en tu ojo”, insistió Rebecca.

Aparté el instrumento de mi cara. “Estoy bien, en serio. Por favor, guarda tu

aparato. Premier no financia investigaciones”.

“No es necesario ser grosera. No espero que Premier financie mi trabajo. Ahora

mismo estoy trabajando con Kingston Medical”.

Mi mente se rebobinó hasta la introducción de Rebecca en el almuerzo, carente de

toda referencia a la compañía de dispositivos médicos. "¿Has estado en Kingston desde

hace mucho tiempo?"

“Haces que Kingston suene como una palabra sucia. ¿Hay algo malo?” Su boca

estaba a centímetros de mi cuello, como si quisiera lamerlo.

“Pensé que el Dr. K era un solitario”, dijo Twanya. Ella y yo comenzamos a

retroceder hasta la salida.

“No hay nada más lejos de la verdad”, Rebecca dijo en voz alta. “De hecho, soy

indispensable como su Vice-Presidenta de Operaciones. ¿Premier acordó utilizar W2,

nuestro nuevo producto para las úlceras por presión? Se reducirían drásticamente los costos

médicos”.

“No es nuestra área”, dijo Twanya despectivamente. “Estamos listas para irnos”.

“Me encantaría discutir con ustedes dos en una cena la próxima semana”. Rebecca

se acercó a Twanya por segunda vez.

Viendo como una mirada fría superaba la cara de Twanya, Rebecca abrió su bolso

de nuevo y sacó un disco del tamaño de un CD envuelto en papel celofán. “Parece que

tienes una fea cortada en tu rodilla”, me dijo a mí. “Aquí hay algo de W2. Pégatelo y veras

que la costra desaparecerá”. Rebecca forzó el W2 en mi mano. Me lanzó un beso

imaginario mientras tomaba mi muñeca.

“Es solo una muestra. Me tengo que ir”.

Rebecca guardó el tonómetro de vuelta en su bolso y comenzó a alejarse en sus

tacones Bruno Magli. “Twanya, has que tu chica llame a la mía para programar una cena”.

“Sobre mi cadáver”, me dijo Twanya. “¿Quién soltó a la loca? Dudo que sea la

última vez que escuchemos de la Dra. Loca Noran. Te veo mañana”.

Me apresuré a casa, ansiosa por enterrar la inquietud que me había plagado todo el

día. Sintiéndome contaminada por mis encuentros con Víctor y Rebecca, me quite mi traje

profesional y me bañe con la regadera a toda presión. Caminando bajo la cascada, dejo que

el lavado machacara la ansiedad.

Después de que se acabara el agua caliente, no me sentía totalmente limpia de mis

problemas, pero por lo menos podía lidiar con Gabriel. Me serví una copa de vino barato,

me metí en un camisón de seda y me acurruque en el elegante diván de mi dormitorio que

Papá me había regalado por mi vigésimo primer cumpleaños. Muchas noches las había

pasado allí, consolada por su calidez rodeándome. Llamé a Gabriel; contestó al primer tono.

“Anika, gracias por llamarme tan rápido. Necesito un lugar para quedarme en

Búfalo para ayudarte con las investigaciones. Escuché una puerta cerrándose en el fondo.

“¿Qué pasó con Rosie?”

“Nodens hizo un chequeo completo. Su metabolismo estaba hecho un lío, los

electrolitos fuera de control. Ella tenía hipotiroidismo, muy poca producción de hormona

tiroidea. Nodens dijo que se volvería más fuerte conforme su memoria se aclarara. Ya he

notado una gran diferencia”.

“Da miedo que tuviera que huir para ser diagnosticada correctamente. De una

manera retorcida, ese asilo le salvó la vida. ¿Cuándo llegas?”

“Dentro de una semana a partir de este sábado. Rosie está lista para volver a su casa

en Cheektowaga, pero el lugar es muy pequeño para mí y para Lizzie. Me preguntaba si los

dos podríamos quedarnos contigo por un tiempo”.

Su nerviosa petición me sorprendió. “No funcionará”, dije. “Pero hay muchas casas

hermosas que puedes rentar. Buscaré y te enviaré al correo mis sugerencias”.

“No me estás entendiendo. Si hubiera querido eso, mi gente se hubiera encargado

fácilmente de eso. Quiero estar en un lugar que tengo un ambiente a ti, donde pueda

conocerte mejor. Necesito estar dentro de tu cabeza antes de poder estar contigo otra vez”.

De repente las puertas de la casualidad se abrieron. “Tommy y yo heredamos la casa

de nuestros padres de dos pisos. Sentimos que los estaríamos traicionando si la poníamos

en venta de inmediato. De todas maneras, el apartamento de abajo está vacante. Tiene una

cocina, comedor, sala, tres habitaciones y un patio bonito. Lorraine, la mujer que vive

arriba, es del tipo de abuela adorable. Le puedo pedir que haga de niñera, a cambio de que

hagas el trabajo de investigación al que hemos estado dando vueltas”.

“¿Seguro que puedo con el trabajo?” preguntó Gabriel.

“Sé serio. Estuviste en la Fuerza Delta. Fuiste a la escuela de medicina. Solo veo

dos problemas. Primero tu horario de trabajo. Vermilion te debe mantener ocupado 24/7”.

“¿Cuándo puedo ir a ver el lugar?”

“El segundo problema es la casa en sí. Es algo pequeña y ciertamente no es

glamorosa”.

“¿Viviste en esa casa?”

“Hasta que cumplí los dieciocho”.

“Entonces es perfecta. Te veré en una semana desde el sábado. Y llevaré a Lizzie

conmigo. Ahora, ¿qué puedo hacer por ti? Han pasado cinco días desde que te vi”, dijo

Gabriel. Sentí una pizca de devoción sincera. “Te extraño. Te sigo imaginando desnuda en

mi cama. ¿Estás apurada por trancar el teléfono?”

¿Acaso el Sr. Hombre de mis Sueños se me estaba ofreciendo?

“Ha sido un día muy largo, pero escuchar tu voz me tranquiliza. Podría escucharte

toda la noche”.

“Y que lo digas, Anika. Pon el teléfono en altavoz. Llévame ahí contigo”.

Sonaba como que Gabriel quería hacer un tête-à-tête telefónico. Pero tener sexo por

teléfono era un área que no había explorado. “No sé cómo comenzar”

“Te lo haré fácil”, dijo apresuradamente. “¿Qué estás usando?”

"Estoy en un camisón de seda negro, apenas cubre mis caderas."

"¿Por qué no te pones más cómoda? Quítatelo para mí".

Hesité, pero tome un trago de vino que me hizo relajarme y puso mi mente en modo

juguetona. Me quite el camisón y cerré mis ojos, sintiendo el suave terciopelo del diván

contra mi espalda. Mire abajo y describí lo primero que vi. “Mis pezones están asomándose

a través de los bordes de encaje blanco. Estaba petulante sobre la facilidad de mi respuesta.

"Necesito que acaricies tus pechos, pretendiendo que mis manos están por todos

lados."

"Mi mano derecha está acariciando mi pecho izquierdo mientras mis dedos aprietan

los pezones."

"No hables como si esto es fuera una especie de tutorial. Relájate, Anika. Relájate.

Mueve tus senos ", insistió. "No aprietes. Toma dos dedos de ancho, y haz movimientos

circulares, empezando por los lados, arriba y abajo del escote y luego alrededor de los

pezones. ¿Cómo se siente? "

Hasta ahora, el vino, junto con la profunda voz de Gabriel, aflojó mis inhibiciones.

"Mis pezones endurecidos duelen por ti. Quiero verte desnudo de nuevo, al igual que la

última vez que estuvimos juntos”.

"¿Qué estás haciendo, Anika? No te limites a sentarte. Necesito más información.

Dime lo que quieres de mí”.

"Estoy tocándome a mí misma ahora, frotando mi clítoris. Jesús, se siente bien.

Tengo un dedo en mi vagina y otro en mi clítoris. Necesito tener tus manos por todo mi

cuerpo, dentro de mí”.

"Anika, estoy completamente desnudo, tendido de lado en el suelo de mi

habitación." La voz de Gabriel estaba profundizando. "Mi pene está ardiendo, caliente, tan

caliente que tiene que estar dentro de tus labios fríos. Está colgando hacia el suelo.

Cómeme, Anika. Pon los labios alrededor de mi enorme pene duro”.

Cerré los ojos, puse mi mano a la boca y empezó a chupar. "Eres delicioso, bebé.

Quiero que pases por mi garganta mientras como todo de ti. Déjame estar entre tus piernas

y juguetear con tus bolas”.

“Estoy abierto para ti, Anika. Muéstrame qué tan hambrienta estás de mí”.

“Estoy frotando mi vagina para estar más mojada para que entres en mí. Ooh, está

jodidamente empapada”.

“Déjame ayudarte, mete tus dedos en tu vagina, e imagina que soy yo. Vuélvete

loca por mí”.

Me estaba poniendo más húmeda con cada toque y comencé a jadear. Me angustié

por nosotros estando separados. Mi clítoris vibró como si pequeñas bolitas estuvieran

saltando alrededor, hurgando en todas las direcciones. “Necesito tus manos, bebé, esas

manos grandes y musculosas que aprieten mis labios mientras me comes. Más, bebé, más.

No pares”.

“Quiero tener mi cara en tu vagina, sentir tus jugos escurriéndose por mi barbilla.

Me estoy masturbando, Anika. Pretendiendo que eres tú tomando mi pene, deslizando tus

dedos arriba y abajo. Me estoy viniendo, bebe. No me dejes ir”. Gabriel dejó escapar un

gemido gutural y varios gruñidos espasmódicos.

“Nunca te dejaré ir. Nunca”.

“Te estoy cogiendo, Anika, sumergiéndome profundamente en ti. Mi pene es

apretado por la humedad suave de tu coño palpitante. Quiero cogerte hasta explotar”.

El teléfono de Gabriel se cortó, dejándome sintiendo como Scheherazade. No estaba

totalmente lista para cuentos eróticos de las mil y una noches para evitar ser condenada a

muerte, pero me quedé contenta con mi entrada en el mundo de la seducción verbal.

Inesperadamente, disfruté cada segundo de nuestra conversación a pesar del comienzo

incómodo. Estaba envalentonada por la escasez de tiempo juntos y la fuerza de nuestra

pasión. Si este primer episodio fue una señal de lo que vendrá, estaré contando

impacientemente los días hasta la llegada de Gabriel. Había esperado meses para llegar a

conocerlo mejor, pero los siguientes diez días hasta que estuviera en Búfalo serían el doble

de largos.

Capítulo 12

Dos días después, el intercomunicador hizo clic en el Laboratorio Número 3 en

Kingston. "Es un hecho, Rebecca. Carlton le dio a Kingston el contrato exclusivo para la

vacuna contra la gripe”.

“Lo sabía. Carlton todavía me ama”, contestó. “Te veo en cinco minutos”. Rebecca

selló las tapas sobre las placas de Petri inundadas con córneas desprendidas, iris y retinas

sumergidas en líquido limpiador. Se quitó los guantes de látex, lanzó su bata de laboratorio

a una bolsa roja de lavandería marcada con la palabra peligroso y lavo sus manos y brazos

hasta sus codos. Rebecca se paró en la puerta de metal automática con sensor y salió del

laboratorio de cuarentena y cerró el seguro de las puertas de doble refuerzo detrás de ella.

Ella salió a través del portal de acero inoxidable, puso su mano sobre el teclado de

seguridad y entró a su oficina.

Rebecca se dio la vuelta detrás de su escritorio de mesa de cristal y se deslizó en su

silla Aeron. Un hombre escultural se erguía frente a ella. "Me sorprende que mi secretaria

te dejara entrar". Ella separó sus piernas y se ajustó sus medias de filigrana chasqueando el

liguero de satén sosteniéndolos en su lugar. Sus dedos comenzaron a bailar entre su vello

púbico. Lamió el jugo de su sexo de su mano, y parecía contenta de proveer a si misma su

propia diversión. Poniendo saliva en las puntas de los dedos de su otra mano, los deslizo

dentro de su escote profundo y comenzó a frotar sus pezones.

El hombre inclinó su pecho vestido de Versace encima de la mesa, estaba cautivado

por la mini masturbación presentada delante de él y se mantuvo en silencio hasta que

Rebecca lo llamó con la mano. “Todo está procediendo de acuerdo al plan, excepto por

unos detalles menores”. Su visita se quitó nerviosamente el cabello de su sien.

“¿Cómo qué?” Rebecca preguntó. “Odio las sorpresas”.

“Anika está husmeando. Piensa que alguien está cubriendo algo. Enredó a Twanya

para ayudarla con lo de los Seis”.

“Eso es absurdo”.

“Dijiste que te ibas a encargar de Anika y Twanya. ¿Qué pasó?” La postura del

hombre se encorvó ligeramente.

“Anika es un pez frio. Twanya también. Traté de suavizar las cosas, pero fue inútil.

Las dos me trataron como un pedazo de mierda. Mi secretaria trató de arreglar una cena,

pero las princesas no devolvieron la llamada”.

“¿Sabes que Anika casi arruina el arreglo de la vacuna contra la gripe?”

“¿Qué? ¿Por qué razón?” Rebecca rebotó al otro lado de la habitación, usando sus

pechos sin sostén como carnada.

“A Anika le gusta jugar al héroe. Tal vez pensó que conseguiría un mejor trato. Pero

no fue a la reunión especial de la Junta donde el voto embistió a través del contrato de

exclusividad con Kingston. Carlton escribió una carta de opinión de Wiley McCaffrey

glorificando el acuerdo”.

“Anika y Twanya son desechables. Jamás nos asociarán con los Seis”. Rebecca

manipulaba un parche W2 entre sus dedos como si hiciera un truco de magia. “Se bueno

con Anika”

“No es tan sencillo, Becca. Tú lo intentaste y fallaste”.

"Los nerds cómplices son interruptores de acuerdos. Si nos ganamos a Anika, el

dinero de W2 comenzará a llover".

“¿Qué te hace pensar que puedo acercarme a ella?”

“Eres un hombre, ¿no?”

“No voy a cogerla si eso es a lo que te refieres. Ella no es mi tipo”.

“Pero yo lo soy, y tu harías lo que sea por mi ¿no es así?”

Rebecca desabrochó la blusa escarpada hasta el punto de que no se requería de la

imaginación. "Ven aquí. Déjame mostrarte mi aprecio”. Ella metió la mano bajo la mesa y

la deslizó a través de una palanca de metal por debajo de la bandeja principal. La unión de

la pared del fondo parecía abrirse en una franja. Rebecca siseó como un animal en celo

mientras agarraba las manos del hombre y los deslizaba por las bandas de los muslos

abrazando sus medias. Él se arrodilló entre sus piernas, desenrolló sus medias y comenzó a

lamer sus muslos. Su lengua se arrastró por las espinillas mientras deslizaba las medias

hacia sus tobillos y sus pies. Ella metió sus dedos dentro de su boca. El comenzó a

chuparlos como un perrito entrenado.

“Oh nene, eso es perfecto”, dijo. “Pero te tengo una sorpresa”. Rebecca se liberó del

control del hombre y separó dos partes de la pared para revelar una puerta que se abrió

fácilmente. Ella lo llevó a una sala de 10 'x 15', pintada en lila claro, con lilas púrpuras

oscuras pintadas a lo largo del perímetro de las paredes, por debajo del techo. No tenía

ventanas, pero estaba bien iluminada con una serie de luces nocturna, todo eso en la forma

de un pene rojo ardiente. En la esquina había una cama extra grande, cubierta con sábanas

de seda rosa pálido. A la izquierda había una caja mecanizada de algún tipo, con tres

botones de color violeta oscuro que sobresalían en la parte superior.

"¿Cuándo sucedió esto?" El hombre veía con los ojos muy abiertos la cámara.

“Le dije a K que necesitaba equipo de laboratorio. Use la mitad del dinero para

crear unas pocas comodidades”. Le clavó las uñas en la cara y el cuello. Las rayas fueron

más que superficiales. Ella le presionó las sienes y luego golpeó sus mejillas con la fuerza

suficiente para que el hombre lo pensara dos veces. Él no dijo nada.

Rebecca deslizó sus manos debajo de su cinturón y desabrochó la hebilla. Sus dedos

se forzaron por su cierre y empujaron fuera su virilidad. Ella sopló sobre él antes de

mojarlo con su lengua. "Se burla de mí. Sabe cómo llegar a excitarme."

Él correspondió arrancándole la blusa y mordiendo sus pezones. Cuando el cuerpo

de Rebecca no respondió, los mordió con más fuerza, torciéndolos con sus dientes.

“No tan fuerte, cariño. Dejarás marcas de dientes”.

El hombre la miró malhumorado. "Becca, nunca te habías quejado antes."

“Tómame a la antigua. Me siento nostálgica”.

Arrancó su traje, la extendió a través de la cama y le quitó la falda. Su cuerpo

ajustado la atrapaba, y buscó a tientas en la penumbra. Ella jugó con su erección, como si

fuera una palanca de mando, usándolo para cepillarse los labios de la vulva. Algo andaba

mal, pensó ella. Apenas estaba mojada. A pesar de toda su succión y cogida de dedos, no

estaba nada cerca de un orgasmo.

“Ponte esto para mí”. Ella colocó una bolsa negra de algodón por encima de la

cabeza del hombre. Él se había disfrazado antes y pensó que esta era otra simple versión de

complacer su perversión.

Rebecca se acercó a la caja automática. Presionó el botón más lejano a la derecha, y

una soga tejida rápidamente cayó. Con la ayuda de sus manos guía, envolvió el cuello del

hombre. En segundos, le tiró hacia arriba de su cuerpo. Sus manos tiraron de la cuerda,

aflojando lo suficiente como para evitar la estrangulación. Los ojos brillantes de Rebecca se

desorbitaron.

“Así está mejor”. Se acercó para presionar el segundo botón. Una cadena fina cayó

del techo, y ella la enrolló alrededor del miembro del hombre. Mientras Rebecca presionaba

el botón por segunda vez, la cadena comenzaba a tirar de la erección del hombre, que ya

estaba floja. "No hay nada más sexy que un pene colgando." Ella gritó mientras su pene se

balanceaba arriba y abajo pareciéndose a la extremidad de una marioneta.

Su amante trató de forcejear y liberarse del bondage. Cuanto más lo intentaba, más

la cuerda y la cadena se apretaban alrededor de él. “Becca ¿Qué coño estás haciendo?” El

hombre se quitó el sombrero, negándose a ser humillado en la sumisión. "No me puedes

dejar aquí de esta manera."

“Mira lo que has hecho. Quería que bailaras, pero esto era mucho más divertido”.

Ella salió de la cama y se cubrió con una túnica de cachemir forrado alrededor de su

cuerpo. “No seas tan melodramático. Ya sabes que tengo que verme con K. Ya voy tarde”.

Rebecca apretó el tercer botón en el panel de control, y el nudo y la cadena se aflojaron y se

retrajeron de nuevo al techo. El hombre cayó al suelo y recogió su ropa. Estuvo vestido en

menos de treinta segundos.

“Eres una perra desquiciada. Si no fuera porque haremos millones, te dejaría botada

en un segundo”. Se ajustó la chaqueta de seda satinada y corrió fuera del edificio.

Rebecca cerró el cuarto oculto y volvió a su escritorio. Tomó la foto de si pequeño

hijo y acarició el marco antiguo. “Todo es por ti, mi querido Billy. No te preocupes, él

volverá”. Dejó a un lado la foto. “Ellos siempre vuelven. Mami se encargará de todo”.

Capítulo 13

El sábado de la llegada de Gabriel por fin había llegado. Su regreso tan anticipado

me dejó ganas de acercarme a él en todos los sentidos imaginables. Después de que hicieran

una inspección a la casa de Mamá, su séquito de trajes negros de trajes negros llevó las

cosas de él y su hija y desempacó todo en el transcurso de dos días. La colección de

peluches de Lizzie era la envidia de la tienda de regalos del Zoológico de Búfalo. Stan, un

guepardo de felpa, era su posesión más preciada. Para expresar su agradecimiento, Gabriel

me invito a su casa a cenar el miércoles en la noche.

Como nunca habíamos ido a una cita oficialmente, me preocupaba escoger el

conjunto perfecto. Gabriel era un rompecabezas en 3D con muchas piezas que se

entrelazaban, todavía estaba confundida después de haber revisado mi closet cuatro veces.

Tommy decidió por mí, comprándome una blusa color salmón con un escote en forma de

cerradura que mostraba bien mi escote. Como regalo de bienvenida al vecindario, compré

un par de conjuntos adorables para Lizzie y un collar de diamantes de imitación. Para el

regalo de Gabriel, Tommy me dio una botella de coñac L’Or de Jean Martell. Debió de

haber gastado toda una semana de comisiones en el licor con su propia botella de cristal, un

tubo de ensayo con bulbo moderno dentro de una caja sellada personalizada.

Después de lo que pareció un mes de domingos, el miércoles por fin llegó. Tommy

se había ofrecido a ser mi sombra mientras estaba estacionado en su auto calle abajo, pero

le aseguré que me sentía segura de volver sola a nuestra vieja casa. Estaba a punto de tocar

el timbre cuando Gabriel abrió la puerta. Vestido con pantalones beige y una chaqueta

negra sobre una camisa deportiva de rayas, se veía como si hubiera salido de una guía de

GQ para negocios informal. Su cabello estaba húmedo y peinado hacia atrás detrás de las

orejas. El olor del gel de baño mezclado con sus feromonas mantuvo mi ser hechizado. Su

físico atlético dominaba no sólo el pasillo principal, sino también a mí.

“Anika, puedo sentirte a mi alrededor en esta casa”. Me atrajo con un suave beso en

mi mano derecha. “Es exactamente lo que necesitaba”. Su despreocupación relajada me

hizo sentir como una tonta por preocuparme por qué él me hiciera daño físicamente alguna

vez. Sus manos buscaron lentamente mi cintura. Me preguntaba si sus ojos examinadores

podían leer mis sentimientos, estaba a treinta segundos de lanzarme espontáneamente a mis

expectativas eróticas. No entendía por qué me movía, pero al menos por esta noche, no me

importaba.

Gabriel me guió a la sala de estar donde un letrero de papel se extendía por la pared

encima de la chimenea. ‘Bienvenida a Casa, Anika’ fue dibujado con creyón al azar, con

dibujos de arco iris y tulipanes intercalados entre las letras. Tuvo que haber sido Lizzie, con

ayuda de deletreo provista por Gabriel. Caminamos hasta el mueble color crema detrás de

un área de madera de sándalo y una alfombra tan opulenta que mis pies fueron tragados por

la alfombra increíblemente profunda. Aunque en el sofá cabían ocho personas

cómodamente, los cojines de los asientos piel de vaca tenían un aspecto perfecto para

acurrucarse sobre ellos. Lámparas de pie de latón añadían un suave resplandor a la íntima

atmósfera. Todo el cuarto mostraba el estilo de Gabriel, enriquecido con la canción de

Kenny G “Bésame mucho” sonando de fondo.

Gabriel me recostó en el sofá y se inclinó sobre mí, dándome un beso que cualquier

mujer hubiera rogado por diez más. Sus labios eran pecaminosamente audaces, su lengua

era juguetonamente salvaje, sobresaliendo alrededor de mi boca. Su cálido aliento recorrió

mi cara enviando dolores de pasión fluyendo por todo mi cuerpo, dando vueltas por mi

garganta hasta llegar a mi vagina. Estaba perdiendo rápidamente el control simplemente por

nuestras lenguas retorciéndose en la boca del otro. Tragué saliva para reprimir mi jadeo

mientras Gabriel suspiró profundamente, como si soplara velas de cumpleaños. El silencio

entre nosotros estaba lleno de deseo. El simple sonido de Gabriel aclarándose la garganta

hacia que mi clítoris vibrara con espirales de placer.

Nuestras bocas se abrieron y Gabriel comenzó a batir sus pestañas contra mi mejilla.

“Besos de mariposa”, murmuró mientras seguía batiendo lentamente sus pestañas contra mi

cara, que sorprendentemente intensificó mi deseo por él. Toqué su pómulo derecho,

desfigurada con una vieja herida. La cicatriz lo hacía vulnerable y al mismo tiempo, más

irresistible. Estaba ansiosa de que liberará los recuerdos que provocaron esa lesión.

“No vayas ahí todavía, Anika”, murmuró. Gabriel tiró de mi mano a la fuerza y la

cubrió de besos. Luego la estrechó contra su ingle, masajeándola contra su cuerpo. Su otra

mano se deslizó dentro de mi escote y lo recorrió con sus dedos. “Tus tetas están duras. Me

encantaría verlas desnudas”.

Gabriel soltó el broche y bajó la parte superior del vestido hasta mis caderas. Me

deshice de mi sostén y tomé mis senos. Estos se alzaban hacia su rostro. Estaba fascinado

por la visión de mí desnuda de la cintura para arriba, con las pupilas dilatadas, con una

intensidad que nunca había visto antes. Sus ojos estaban sobre mis pechos, cargados de

deseo mientras ponía su peso sin descanso sobre mí. Quería cautivarlo como la primera vez

que estuvimos juntos en su jet. Gabriel me comió con la vista, sin tocarme. La atracción

física entre nosotros crecía intensamente mientras mis pezones comenzaron a palpitar,

provocada por un feroz deseo. Lo deseaba tanto como lo deseaba en el vuelo a

Charlottesville.

“Saboréame, Gabriel”. El comenzó a lamer mi escote, mientras yo acercaba más su

cabeza. Mis caderas se retorcían sin control cuando su lengua se movió por mi cuerpo, por

debajo de la cintura. Metió su mano dentro de mis panties y las deslizo por debajo de mi

vestido. Mis manos estaban en sus hombros. Sus músculos se flexionaban con espasmos en

sincronización con mis toques. Cerré mis ojos, lista para rendirme ante el hombre más

enigmático que he conocido.

De repente, la cara de Gabriel se giró al otro lado de la habitación en respuesta a un

débil ruido que parecía consumirlo totalmente.

“Papi, papi, no me siento bien”. Mirando por encima del hombro de Gabriel, apenas

pude ver a Lizzie entrando en la habitación, con un pequeño hilo de mocos corriendo por su

nariz. Ella se detuvo justo antes del sofá, frotándose un ojo con el puño y tocando su oreja

izquierda. El cuarto comenzó a oler a Vicks Vapo Rub. Gabriel se puso en frente de mí para

cubrir mi cuerpo, protegiendo a su pequeña niña de mí desnudes parcial.

“Lizzie, cariño, ve a buscar a Stan”, Gabriel dijo sobre mi cabeza. “Necesito a Stan

para ayudarte a sentirte mejor”. Mientras su hija iba hasta la habitación, me puse mi ropa

interior y me subí el vestido más rápido que cualquier otro artista de cambio rápido. Lizzie

volvió tan pronto como me senté en el sofá.

Secando sus ojos de lágrimas con sus manos, Gabriel sintió su frente. “Está

hirviendo. La puse a dormir hace media hora. Pensé que dormiría toda la noche. No está

lista para una nueva niñera todavía”.

Lizzie se quejaba, agarrando su cuello.

“Gabriel ¿tienes algo de miel? Mamá solía darnos un poco para aliviar el dolor de

garganta”.

“Odia la miel, muy viscosa”.

“¿Tienes algún caramelo? Lo que sea para lubricar su garganta”.

“Volveré en un segundo”. Gabriel se apresuró a la cocina, dejándome sola con

Lizzie. Me observó con sus grandes ojos, sin una pizca de inhibición. Luego enterró su cara

contra Stan, como una tortuga ocultándose en su caparazón. Instantáneamente, me

obsesioné con ser su hada madrina. Su llanto había tocado mis fibras sensibles, y quise

abrazarla, pero no estaba segura de cómo iba a reaccionar. Aunque traté de negarlo, el

pequeño ángel en apuros de Gabriel, y no yo, necesitaba su completa atención esta noche.

Por la manera en que lo llamó, nada menos que dormir acurrucada con papi toda la noche

podría aliviar su malestar.

Gabriel volvió con una paleta helada de cereza. Lizzie la lamió y en cuestión de

unos minutos, parecía que había tenido una transformación extrema con un lápiz de labios

derretido.

“¿Notaste como se tocaba la oreja?” le pregunté a Gabriel. “Puede que tenga una

infección en la oreja además del resfriado. Lizzie necesita toda tu atención esta noche.

Sigue dándole líquidos. Debería ayudarla a bajar la fiebre”.

“No te vayas, Anika. Te necesitamos”.

“Soy una extraña para ella. Te necesita a ti y solo a ti. Pero tengo algunos regalos

para ti y Lizzie para darles la bienvenida a Búfalo”. Abrí mi cartera y coloque las cajas de

regalo con los vestidos de Lizzie y el coñac encima de una mesa de café gigante. Estos

seguirían ahí hasta mañana, pero sabía que necesitaba algo para jugar esta noche. Le di

Lizzie una pequeña bolsa de regalo que contenía el collar de Stan. Ella acarició el collar

falso y lo enrolló alrededor del cuello de su animal de peluche.

“¿Qué se dice, Lizzie?” Gabriel le dijo a su hija.

“Gracias”, chilló, abrazando mis rodillas con sus deditos pegajosos.

"De nada, cariño. Puedes abrir los otros regalos mañana, pero solo si intentas

dormir”. Le señalé las cajas sobre la mesa.

“Lizzie, ve a lavar tu cara y tus manos y lleva a Stan de vuelta a la cama. Papi estará

ahí en un segundo”.

Su hija se entretuvo fuera de la habitación, y yo agarré mi bolsa. Me puse de pie con

impaciencia, esperando el siguiente movimiento de Gabriel.

“Por favor, Anika, no te vayas. Le leeré a Lizzie La Princesa y el Chícharo. Eso

siempre la hace dormir”.

Sonreí para poder decir mis palabras dolorosas. “Pospondré mi visita hasta que

Lizzie se pueda quedar una noche con Lorraine”.

“Maldición, los siento mucho, Anika. Tenía una gran noche planeada. De verdad,

Lizzie se quedará dormida en quince minutos”.

“Mamá siempre me decía que las mejor cosas en la vida son por las que vale la pena

esperar”. Traté de irme con un rápido beso, pero Gabriel me atrajo a su pecho y me levantó

del piso. Yo puse mis brazos alrededor de su cuello. Él puso sus manos en mi trasero y yo

envolví mis piernas alrededor de su cintura. Si Lizzie no hubiera estado enferma,

probablemente ya habría estado bombeando dentro de mí.

“Tengo que tenerte, Anika. La próxima vez no tomaré un no como respuesta”.

Después de un prolongado beso que me hizo querer bailar desnuda durante toda la

noche, caminé hasta mi Thunderbird. Hice un esfuerzo consciente para no llorar, pero no

sabía si alguna vez podría adaptarme a Lizzie. Había trabajado como niñera durante la

preparatoria y la universidad, y no todos los recuerdos eran placenteros. Pasé más de una

víspera de Año Nuevo soportando a un grupo de niños ruidosos, pendencieros hermanos, y

cada tipo de monstruo pubescente que hay. La maternidad instantánea puede ser tanto una

bendición como una maldición. Me tomé un descanso prolongado antes de tomar una

decisión final.

Dentro de las cuarenta y ocho después de nuestra breve cita, le había enviado a

Gabriel todos los historiales de los Seis. Pudo haber sido una violación técnica de la

privacidad de los pacientes, pero dudaba que las familias de los Seis se opusieran. Al día

siguiente, me dijo que había transformado el comedor en el centro de inteligencia de

operaciones de los Seis. Había mandado a tapizar la habitación con rollos de papel blanco

en donde había escrito la descripción física de cada paciente. Las fotos de los Seis estaban

pegadas en la pared como si estuvieran en la lista de los más buscados por el FBI. Cuadros

y mapas mostrando los doctores comunes, hospitales y asilos de ancianos, incluso algunos

lugares comunes que esta gente había visitado. Los pacientes estaban agrupados por

categorías, edad, síntomas, y prescripción de uso de drogas.

Ansiosa por chequear el progreso de la salud de Lizzie, me detuve en mi camina a

casa del trabajo. “¿Cómo vas, Gabriel?” Me abrí paso entre montones de papeles que

cubrían las paredes.

“Estoy en ello”, dijo mientras estudiaba su cara. Esperaba que quisiera decir que

estaba a punto de estar encima de mí. ¿Cuánto tiempo estaríamos sin hacer el amor?

¿Tendríamos que esperar hasta que Lizzie tuviera dieciocho? O peor, ¿Acaso mi cara de

culpable me había traicionado al decir qué había pasado con Carlton?

“Mi hermano Tommy tiene esta loca teoría de que los Seis fueron asesinados por

código de área. Algo estaba masticando sus cerebros. Pienso que está parcialmente en lo

cierto y los Seis tenían algo llamado Enfermedad de Creutzfeld-Jakob. Aquí está su

número”.

“Me acuerdo de ECJ de la escuela de medicina”.

“¿Involucraste a tu gente en esto?”

Gabriel me hizo señas hasta el dormitorio adicional y abrió la puerta. Yo estaba lista

para saltar, esperando que al menos pudiéramos comernos uno al otro ya que Lizzie dormía

la siesta arriba con Lorraine. En su lugar, vi una habitación llena de aparatos electrónicos.

Con máquinas que resoplaban y murmuraban. Mensajes galopaban a través de tres pantallas

del computador.

“¿Qué opinas de mi equipo?” dijo.

“Parece que has hecho una gran inversión en esto”.

“Anika, quiero dejar a los Seis detrás de nosotros para que podamos estar juntos.

Gastaré lo que sea necesario para que eso suceda. Solo dame un poco de tiempo”.

Sentí que la excusa de Gabriel para retrasar nuestra intimidad no tenía nada que ver

con los Seis. Tal vez estaba dejando a un lado todo lo que aún le preocupaba sobre la

cicatriz que tenía a lo largo de su cara. Su trauma era demasiado complejo, y su estilo de

vida actual estaba intrincadamente enredado con su pasado. No había sido invitado a la

parte distante de su vida, al menos no todavía. Sintiendo que nada íntimo iba a suceder,

tranquilamente golpee su pecho. "Tengo que llegar a casa. Dale un beso a Lizzie por mí”.

Por los siguientes días, Gabriel y yo nos manteníamos en contacto por email y

mensajes de texto, con él dándome actualizaciones diarias de su investigación. Excepto por

un par de intensas llamadas de sexo telefónico que me dejaron hiperventilando, me

concentre en mi trabajo.

No me había topado con Carlton desde nuestro viaje a Manhattan y lo había puesto

en un segundo plano intencionalmente desde que había ordenado mis sentimientos por

Gabriel. Él era todo lo que Carlton no era. Al igual que el proverbial alto, moreno y guapo

para empezar. Compasivo, amable y dispuesto a complacer. Pero Gabriel tenía que hacerse

cargo de Lizzie y Rosie. Por otro lado, Carlton tenía ojos brillantes, era un buen besador y

sin dependientes. Y al igual que Gabriel, él se había ofrecido a ayudar a descubrir las

acusaciones relacionadas con los Seis.

Como resultado de mis preocupaciones causadas por el trabajo, los recuerdos de

Vinny y Giovanna comenzaron a torturarme de nuevo. Las pesadillas me dejaban dormir en

intervalos de dos horas como mucho. En medio de una noche intermitente, vientos

huracanados de unos cincuenta y cuatro millas por hora me despertaron. Las ráfagas

persistentes alimentaban mi ya intratable disposición. Mi hinchado tobillo derecho

palpitaba, torcido la noche anterior, cuando la banda de la alfombra antideslizante perdió su

agarre mientras yo salía de la bañera. Me resbalé, pisando mis anteojos, mientras trataba de

recuperar el equilibrio.

Escuché una puerta cerrándose afuera en el mirador. Antes de que pudiera

clasificarlo como el viento haciendo trucos, necesitaba ir a verlo personalmente. A pesar de

que eran las dos de la madrugada, saqué un par de muletas de debajo de la cama, que tenia

del año pasado cuando me caí patinando. Me asomé por la ventana, aunque sin mis lentes,

podía estar viendo a una pared de ladrillos. Cuando los fuertes vientos se aminoraron a un

arrullo, decidí salir.

Estaba un poco aprehensiva por salir sola con Tommy fuera de la ciudad en una

convención de Agentes de Bienes Raíces en Chicago. Para estar segura, llamé a Gabriel

antes de salir al patio. “Gabriel ¿estás ocupado? Por supuesto que lo estás. ¿Puedes pasar

por aquí?” Mientras pensaba originalmente que contestaría, rápidamente supe que estaba

hablando en el aire muerto. Sintiéndome tonta por dejar un mensaje, me pare con las

muletas y caminé hasta la puerta trasera.

Mientras me acercaba más al mirador, escuché el sonido de unos mapaches

peleando en un bote de basura. Entrecerré mis ojos, esperando tener una mejor vista. La

puerta de malla había sido destrozada, guindando de la bisagra superior. Mientras entraba,

mis pantuflas se abrieron paso entre los fragmentos de una mesa de cristal rota esparcida

por el suelo. “ALÉJATE, PERRA” fue pintado con aerosol de un naranja amenazante en la

pared trasera. Olía a gas así que revise el tanque de gas propano de la parrillera Weber.

Estaba intacta, aunque me resbalé en un charco mientras me dirigía hacia la puerta.

Luchando para recuperarme de mi caída, noté un par de botellas de plástico llenas

de líquido, estrellándose a través de la apertura. Rodaron hasta chocar con mis tobillos.

Antes de que pudiera detener alguna, las botellas explotaron en el aire. Una fuerte

explosión me tiró al piso, sobre mi espalda. Un humo blanco y espeso llenó el aire. El hedor

a cloro obstruyó mis fosas nasales. Mi garganta se sentía como si alguien empujara

bengalas encendidas por ella.

Traté de levantarme, pero el tobillo torcido no soportaba mi peso. Las muletas

debían de estar cerca, pero no podía ver nada. Mientras buscaba a tientas el camino hacia la

puerta trasera de la casa, el charco en el mirador se encendió simultáneamente. Traté de

caminar de lado, pero me caí en mi trasero. Las llamas pronto me alcanzarían mientras yo

gateaba fuera del mirador. Mis codos eran mi mayor apoyo de fuerza, impulsándome hasta

la casa. Finalmente llegué al porche trasero y me volteé hacia el grifo junto a la manguera

del jardín. Viendo hacia el mirador, murmuré “Gabriel” una y otra vez. Traté de gritar, pero

no podía. Los costados de mis pulmones se estaban pegando. Me rocié a mí misma y luego

intente apagar las llamas. Me retorcí en el piso y luego comencé a vomitar, seguido de una

serie de arcadas mientras vomitaba con agonía. Me desmayé, pensando que estaría muerta

antes de que alguien me descubriera.

No supe cuánto tiempo había pasado cuando descubrí mi cuerpo empapado y

acurrucada en los brazos de Gabriel. “Anika, Anika, ¿puedes oírme?” Cacheteó mi cara,

tratando de devolverme a la realidad. Me atraganté y me pellizque la nariz. Mi cabeza

abrazaba mi pecho mientras silenciosamente me revolcaba en sus brazos. El

entumecimiento por haber sido violada en un acto de vandalismo surgió de mí. Todo lo que

podía hacer era mirar profundamente mi regazo, tratando de absorber el hecho de que de

nuevo, Gabriel había venido al rescate.

“Aguanta, Anika, aguanta”. Volvió a cachetear mi cara. “Mantente despierta.

Escúpelo”. Me dio unos golpes en la espalda, como una madre tratando de hacer eructar a

su bebé. Me alzó por encima de su hombro, llevándome hasta dentro de la casa. “Exhala,

escúpelo”.

Volteé mi mirada hasta la cara de Gabriel mientras me llevaba por las escaleras

hasta acostarme en mi cama. Sus músculos faciales estaban tensos y sus cejas estaban

hechas un nudo. Estaba molesto—no conmigo, pero enfurecido con este ataque sin sentido.

“Esto es solo una táctica para asustarte. Si alguien quisiera matarte, no estarían jugando en

tu mirador”.

A pesar de que se justificaba una respuesta, mis palabras eran ininteligibles. Todo lo

que sabía era que no tenía nada que temer con Gabriel a mi lado. Nunca me había sentido

tan adorada y necesitada como ahora cuando Gabriel delicadamente me quitaba la parte

superior de mi pijama empapada. Limpió mis brazos y pecho con toallas frías y me forzó a

tomar agua para aliviar mi garganta. Luego me quito los pantaloncillos del pijama,

centímetro a centímetro, y me comenzó a secar con una toalla de baño. Su toque me

consolaba no solo física, sino también emocionalmente. Aliviada de estar viva, seguía

avergonzada por dejar que me viera tan patética, completamente expuesta y privada de mi

autoestima. Pero mis miedos rápidamente se desvanecieron mientras me envolvía en una

bata y me ayudaba a acostarme debajo de una sábana. Gabriel se arrodilló a mi lado,

tomando mi pulso y chequeando mis pupilas. Me acarició la frente y tomó mi mano en

silencio, como si no tuviera otro propósito en su vida. ¿Pero cuantas veces podía Gabriel

jugar al Caballero Blanco antes de cansarse de su rol?

Gradualmente, comencé a enfocarme en las palabras de Gabriel. ¿Matarme?

¿Alguien trató de matarme? Hice un repaso mental de las personas que sabían que estaba

investigando a los Seis. Twanya y Tommy estaban fuera de toda sospecha. Las enfermeras

de UM podrían adivinar que estaba detrás de algo, pero no tenía ninguna razón para buscar

venganza, al menos hasta ahora. Víctor sabía pero dudaba que él fuera lo suficientemente

malicioso como para ser el cerebro detrás del ataque. Y mientras Carlton podría estar

desesperado por dinero y un encubrimiento, matarme no le hubiera traído un flujo

inmediato de dinero. No tenía idea de quién podría quererme muerta, nadie excepto por el

atacante encubierto.

Mientras mi mente se aclaraba, Gabriel corrió las cortinas, dejando fuera de la vista

al patio trasero humeante. “Necesitas ir a un hospital, Anika. No tomaré un no como

respuesta”.

Luché por retomar mi compostura y mi voz, aunque mi nariz y garganta se sentían

como si hubiera acido comiendo a través de la capa mucosa. “Muy asustada”, murmuré.

Estaba asustada de estar alrededor de alguien que no fuera Gabriel. La confianza había

estado escasa, incluso antes de esta noche. Tomé su mano, como si tomarla fuera a

preservar mi vida, prometiendo que jamás dejaría a Gabriel fuera de mi vida.

“Suerte que tengo un identificador de llamadas. Cuando no dejaste ningún mensaje,

sabía que estarías en problemas por llamar en el medio de la noche. Ya llame al 911. Por el

sonido de las sirenas, alguien ya está aquí”.

El equipo de rescate llegó, y Gabriel guió a dos técnicos médicos hasta mi

habitación. Uno amarró mi brazo con un tensiómetro mientras el otro inspeccionaba mi piel

rosada. Los bomberos pronto llenaron el patio para atender los restos del mirador. La

explosión y posterior incendio arrojaron un pequeño montón de tablitas de madera y restos

de las botellas pulverizados.

Cuando llegó la policía, Gabriel me ayudo a sentarme y presentarme como la

Oficial de Cumplimiento de Premier. Mientras le ofrecía un apretón de manos el oficial a

cargo enfáticamente metió sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón. Demasiado

para el Oficial Amistoso.

“Conozco a Premier”, se quejó el oficial. “No quisieron darle terapia de láser de

protones a mi padre. Dijeron que era experimental”.

“¿Está él…? ¿Está su padre bien?” pregunté.

“Sobrevivirá, no gracias a Premier. ¿Qué ocurrió aquí?”

Gabriel se golpeó repetidamente la palma de su mano, tomando más fuerza en cada

golpe. Temí que su temperamento estallará e hiciera la situación peor. Gruñó ante la cara

del policía, y yo lo empujé hacia atrás poniendo mi brazo alrededor de su espalda.

“Creo que alguien quiso quejarse de Premier, fue ignorado y decidió pagarla

conmigo” dije profesionalmente.

“Puedo entender eso”, dijo el oficial. “He ido dando vueltas y vueltas con su gente

de gestión de utilización. Un montón de enfermeras cansadas. Se cambian los gorros de

enfermera con visores verdes”. El oficial se cepilló los dientes delanteros con su lengua.

Encogí mis hombros, sintiéndome la perpetradora y no la víctima.

“¿Cómo descubrirán quién es el causante de esto?” La agitación de Gabriel se

mostraba de nuevo en su voz profunda.

“Diría que algún vándalo puso una trampa. Tal vez fumando algo de hierba. Seguro

puso una bomba de cloro como un reto”, dijo el oficial de policía.

“¿Así que solo va a reportar esto como una broma barata?” Gabriel cruzó sus brazos

alrededor de su pecho. “Insurgentes usaban bombas de cloro en Irak. Ponían cloro en polvo

en botellas vacías. Les agregaban Pine Sol o alcohol. Cerraban la botella y la soltaban. El

gas crecía hasta alcanzar su punto de presión y explotaba la botella. Bastante fácil”.

“Pero la bomba de cloro no empezó el incendio”, un bombero entró a la habitación.

“Tuvo que haber habido un acelerador. Huele a que hubo gasolina. No toquen nada hasta

que llegué un inspector de incendios”.

“Háganme saber si tienen más problemas”, dijo el oficial de policía. “Haremos unas

investigaciones durante las próximas semanas”. Se fue a la patrulla de policía mientras que

su compañero registrará un informe.

“Tienes dificultades para respirar”. El técnico médico me sentó en la cama y me

colocó una máscara de oxígeno sobre mi nariz y boca, y sacó el tensiómetro de mi brazo

derecho. “Su presión sanguínea está bastante alta. ¿Le duele algo? Tendremos que

llevárnosla. Necesita ser examinada”.

“Estoy bien”. Mis brazos colgaban a los lados.

“Por favor, solo llévela a un hospital”, dijo Gabriel al equipo de rescate mientras

me llevaban en una silla de ruedas.

“Anika, estaré justo detrás de ti”. Me besó en los labios, suave y apasionadamente.

“Te veo en la sala de emergencias. Todo estará bien”.

Capítulo14

Después de ser admitida para observación por la sala de emergencias del Centro

Médico del Condado de Erie, ya me había recuperado lo suficiente durante la noche para

ser dada de alta. Por suerte, las brasas incipientes no llegaron a mi cuerpo. No había señales

de congestión en los pulmones y mi dolor de cabeza era manejable. Mi tobillo estaba

severamente doblado, pero no roto. El mareo había desaparecido, pero mis huesos estaban

cansados de ser pinchados y me quería ocultar del mundo.

Gabriel se había quedado toda la noche junto a mi cama, para el disgusto del

personal del hospital. Sin su gente en su lugar, estaría demandando, ladrando instrucciones

sobre la temperatura y la humedad, la falta de almohadas y los sonidos persistentes. Los

doctores accedieron inmediatamente cuando Gabriel insistió en que se me diera de alta.

Como Wally, su chofer, estaba de baja por una sinusitis y se había quedado

temporalmente de reposo con el Bentley en Charlottesville, Gabriel compró una Escala de

SUV con el cambio de su bolsillo. Hizo que reemplazaran los asientos con una opción de

banco, afirmando que la consola central interfería con su cercanía con Lizzie, aunque su

asiento de Dora la Exploradora estaba justo detrás del asiento del conductor. Gabriel me

llevó a casa, y llegamos en tiempo record mientras me dejé caer contra su cuerpo en la parte

delantera.

“Eres hermosa, Anika”. Gabriel me envolvió con sus brazos gigantes y me cargó

hasta la sala de estar. El pensamiento de soltar mis brazos de alrededor de su cuello nunca

paso por mi mente. Acurrucándome en su pecho en la misma bata frágil que usé en el

hospital, me sentí impermeable al peligro.

“Tengo grandes noticias”. Me acostó en el sofá con la fragilidad requerida para

tocar una muñeca de porcelana. “Tienes visitas ansiosas por verte”.

“Solo quiero dormir”.

“Deberías por lo menos llamar a Tommy”.

“Hablé con él ayer en la mañana. ¿Por qué quisiera preocuparlo?” la sugerencia de

Gabriel sacó el aire fuera de mí.

“Volvió de Chicago. Tiene algunas ideas acerca de los Seis”.

“¿Los Seis? Casi me explotan en pedazos ¿Y quieres hablar de los Seis?”

“Anika, ese es exactamente mi punto. La policía no resolverá nada. Tommy y yo ya

estamos convencidos de que esto se trata de los Seis”.

Gabriel levantó mis piernas y las estiró encima del sofá. Se arrodilló a mi lado y

acarició mi cara con una mano mientras que con la otra acariciaba mi cuello. Sus poderosos

toques me tranquilizaban.

“Dame una hora”.

Gabriel colocó una almohada debajo de mi cabeza. “Jamás me vuelvas a asustar de

esa manera. Nunca, jamás”. Comenzó a besar los dedos de mis pies, uno por uno, como si

fuera una especie de llave erótica para abrir mi energía sexual. Mientras tocaba con sus

dedos mis tobillos con un toque de leves cosquillas, su lengua jugaba trucos lujuriosos. Se

deslizó por mis piernas y comenzó a bailar alrededor de mis rodillas. Sus técnicas

sugestivas me introdujeron a zonas erógenas desconocidas. Me deleitaba con su dominio de

mi cuerpo.

Gabriel desenvolvió mi bata y me la quitó hacia los lados. Estaba dispuesta a darle

control total de mi cuerpo desnudo. Lo quería dentro de mí más que nunca.

“¿Te sientes mejor?” sus labios iban de un pecho al otro y de regreso, chupando mis

pezones ya duros por el olor y la expectativa de él tomando control de mi cuerpo. Bajó una

mano y retorció mis vellos púbicos mientras seguía devorando mis pezones. Su lengua bajó

por mi pecho, rodeando mi ombligo y siguió su camino hacia abajo. Gabriel enterró su cara

entre mis muslos. Mi clítoris estaba en posición firme y Gabriel me chupó. Mis manos

aplastaron la orilla de un cojín del sofá, y comencé a venirme. “Gabriel”, gemí. “No pares”.

Gabriel comía mi sexo, empujando cada cosquilleo a un orgasmo múltiple. Yo

estaba muerta de hambre por su atención y le rogué por más. Apreté mis muslos contra sus

hombros, mientras seguía comiéndome a un ritmo frenético. Cuando sentí que mi cuerpo

iba a explotar por el roce intenso, me senté a medias y coloqué mi mano por debajo de mi

muslo derecho. Acaricie su muñeca izquierda, la tomé y la empuje hasta mi pecho. Gabriel

no se movió un centímetro. Forzó su cara más profundamente a mi entrepierna, como si

nunca me hubiera saboreado.

“Detente, Gabriel, detente”, le rogué. “Para”.

Gabriel se retiró, con su cara enrojecida y cubierta con mis jugos de amor. Mordió

mi boca y mis labios buscaron ansiosamente su lengua. Nos besamos como amantes

prohibidos saboreando cada segundo. Nuestras lenguas exploraron sensaciones

desconocidas.

“Suficiente”, él suspiró, colocando la bata alrededor de mi cuerpo. “Anika, te

necesito conmigo todo el tiempo. Tommy y yo volveremos con una sorpresa”. Me besó

profundamente una vez más antes de salir por la puerta.

Energizada por Gabriel, me lavé y me puse un vestido. Estaba ansiosa por ver cómo

Tommy interactuaba con Gabriel. Me mecía en la mecedora de mimbre en mi porche

cuando vi la Escalade de Gabriel bajando por la calle, con láminas de madera atadas en la

parte superior.

Después de que la SUV estuvo estacionada en el frente de mi casa, Tommy salió del

asiento del copiloto. Gabriel desabrochó el asiento de Lizzie y ella saltó con un puño lleno

de Susanas de Ojos Negros, presumiblemente cortadas del patio trasero de Mamá. La tira

izquierda de su vestidito se había caído de su hombro. Deseé darle un abrazo de oso, pero

temí que mi tobillo hinchado no soportara su peso. Gabriel llevó a su hija frente a mí. Ella

cautelosamente soltó su pierna y me entregó su ramo improvisado.

“Muchísimas gracias, cariño. Eres la niña más linda que conozco”. Planté un beso

en su mejilla y Lizzie se alejó, buscando refugió en la pierna de su padre. Por lo menos

compartíamos la necesidad por la seguridad de Gabriel. “Está un poco húmedo”, dije.

“Vayamos adentro”.

Tommy se apoderó de mí en un fuerte abrazo. “Hermanita, es un milagro que hayas

sobrevivido a tu ida al hospital. Salvaje me informó de todo”. En el reflejo de los lentes de

sol de Tommy, observé mi mirada confusa viéndome de regreso. ¿Qué le dijo exactamente

Gabriel a Tommy? ¿Ellos posiblemente especulan acerca de mi culpa vergonzosa por

permitir que Premier prospere sin cubrir la verdad detrás de los Seis?¿Acaso Gabriel

admitió lo que pasó entre nosotros la noche que a Lizzie le dio un resfriado?

Tommy me ofreció su brazo y maniobramos por la puerta hasta la sala de estar.

Lizzie se sentó junto a su papá. Ni siquiera un indicio de un sollozo. Me fui hasta el sofá y

Tommy se sentó en la mecedora de roble frente a mí. Sacó un montón de papeles del

bolsillo trasero de su pantalón y los colocó cuidadosamente en la mesita de café como si

fuera un rompecabezas. Gabriel se quitó su camisa ligeramente sudada estampada con

“Army Strong” y puso a Lizzie a mi lado. La liga negra de sus boxers era claramente

visible. Traté de no mirar a su pecho y puse mis manos en mi regazo. Era todo lo que podía

hacer para resistir la tentación de pasar mis manos por todo su cuerpo, empezando por su

cuello y bajando hasta dentro de sus pantalones. Afortunadamente, Lizzie se acurrucó junto

a mi codo y eso me trajo a la realidad. Este no era el momento de alimentar mi apetito

sexual con la preescolar de Gabriel sentada a mi lado.

“¿Qué es lo que ustedes dos han descubierto?” pregunté.

Tommy se quitó sus lentes de sol, y sus ojos estaban sobre mí. Seguro sabía que

mentalmente estaba babeando por Gabriel. “Iré directo al grano. Estabas en lo correcto

acerca de ECJ. Tuve una muestra de casas en Pittsford y escuché a Tim Paladin, un

reportero investigativo, alardeando de sus descubrimientos más recientes acerca de los

señores de Premier que murieron en Rochester. Está buscando una conexión con los Seis.

Pretendí que tenía una tía que era parte de los Seis y le pregunté si podía compartir alguna

información. Dijo que una autopsia había sido hecha en Rex Snident, un paciente de

Premier que murió hace tres semanas fuera de Rochester. No tenía Alzheimer. Murió de

ECJ, algo como el Alzheimer pero más avanzado. Es como la enfermedad de la vaca loca,

pero no tanto”. Tomó un pedazo de papel de la mesa. “Esto es de la autopsia:

El paciente ha reportado síntomas progresivos como convulsiones, demencia,

estremecimientos, alteraciones del habla, espasmos, cambios de personalidad, disminución

de los reflejos y anormalidades en el electroencefalograma. La evaluación neuropatología

del tejido cerebral de la autopsia documentó lesiones espongiformes subcorticales

generalizadas característicos de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. Subsecuentes

examinaciones del tejido cerebral en el Centro de Prion Americano confirmó la ECJ”.

“No soy un médico”, dije. “Dímelo paso a paso. ¿Cómo pudo la ECJ pasar

desapercibida? Definitivamente llamaré a CDC”. Me concentré para entender los detalles

que me estaban dando. Mi mente entumecida recibió la información más rápido de lo que la

podía absorber.

“Hasta ahora solo sabemos que Rex tuvo ECJ”, me regañó Tommy. “El CDC no

estará interesado en la epidemia de una persona”.

“¿Cómo puedo contraer ECJ? Quiero decir yo personalmente, Anika, viviendo en

Búfalo, Nueva York. ¿Acaso los Seis comieron una especie de carne contaminada o algún

tipo de veneno que enmascara el ECJ?”

“No es tan simple, Anika”. Gabriel se hundió a mi lado y revisó las hojas cubiertas

de diagramas y palabras médica que yo no entendía. Volteó uno de sus textos impresos y

destapó un marcador punta fina. Anotó el número del uno al tres en una columna vertical.

Al lado del número uno escribió ‘hereditario’. Al lado del número dos, ‘infección’. Al lado

del número tres, ‘esporádico’. Gabriel me entregó la lista.

Tommy comenzó su propio tutorial. “Después de que supe lo de Rex, comencé a

hacer mi propia investigación en internet. Aproximadamente diez de quince por ciento de

los casos de ECJ son hereditarios. Sale a la superficie a una edad más temprana, con un

curso más largo de la enfermedad que la ECJ esporádica”.

“El segundo tipo de la enfermedad es transmitido por una infección, pero no

comunes como la gripe o un resfriado”, explicó Gabriel. “La transmisión de persona a

persona le sucedió a un par de niños cuando recibieron hormonas de pituitaria

contaminadas. Un puñado de casos involucró infecciones por instrumentos neuro-

quirúrgicos no esterilizados”.

“El ultimo tipo, el ECJ esporádico, no tiene ninguna fuente aparente”, añadió

Tommy. “No hay evidencia de que la enfermedad haya estado en generaciones anteriores

en la familia del paciente”.

“Lo entiendo, más o menos”. Observé mi hoja para hacer trampa. “¿El ECJ le da

solo a los ancianos?”

Tommy continuó con la presentación de grupo. “Le puede dar a cualquiera, pero

usualmente afecta a personas entre las edades de cincuenta y setenta y cinco. Y es

extremadamente raro. Solo un caso por cada millón de personas cada año".

Desdoble mis piernas cruzadas, que se habían quedado dormidas durante la

explicación de ECJ. “¿Cómo se detecta el ECJ?”

Gabriel se agachó a mi lado como un médico tratante. "Al principio, la enfermedad

puede tener síntomas sutiles: insomnio, depresión, confusión, cambios de personalidad,

problemas con la memoria y la coordinación. Mientras el ECJ avanza, el paciente

experimenta una demencia progresiva rápidamente y en la mayoría de los casos,

movimientos espasmódicos involuntarios. Problemas con el lenguaje, señas, debilidad

muscular, y la coordinación empeora. En las etapas finales, los pacientes pierden todas sus

funciones físicas y mentales. Pueden entrar en coma y morir por una infección como

neumonía precipitada por un estado de inconsciencia en cama”.

“Giovanna Raffa cabe perfectamente como paciente con ECJ”, dije. “¿Podría Rosie

como su compañera de cuarto tener una forma inactiva de la enfermedad? ¿Hay un análisis

de sangre o escaneo de la ECJ?”

Gabriel buscó entre su colección de documentos. “Confirmar el diagnóstico es

difícil. No hay ningún tipo de examen. Si se sospecha de eso, el primer paso es excluir la

posibilidad de otra enfermedad. Y no te preocupes por Rosie. Ella está bien. Hice que un

primo con herpes zoster se mudara con ella. Rosie vive de cuidar a las personas”.

“¿Entonces como sabes con seguridad si alguien tiene ECJ?” mi labio inferior

comenzó a sangrar mientras lo mordía.

“Los encefalogramas miden la actividad de las ondas cerebrales”, explicó Gabriel.

“Un encefalograma mostraría si hubiera un patrón anormal, típicamente observado en las

últimas etapas, pero no confirma el diagnóstico. La presencia de ciertos tipos de proteínas

en el líquido espinal de un paciente es altamente sugerente de la enfermedad. A pesar de

que las punciones lumbares tienen una tasa de falsos positivos del cinco al diez por ciento”.

Mi paciencia estaba llegando a su límite. “Este es el siglo veintiuno. Debe haber

alguna forma de hacer un diagnóstico definitivo”.

“Paladin me dijo que el ECJ puede ser confirmado solo por una biopsia del cerebro

o una autopsia que muestre los cambios similares a esponjas en el cerebro”, dijo Tommy.

“Estos procedimientos son muy caros. Ellos representan un peligro para cualquiera que

trate con el tejido cerebral. Y también está el riesgo de un resultado falso negativo si el área

de la biopsia no fue afectada por la ECJ. Las biopsias no son de ningún beneficio real para

el paciente ya que la enfermedad es fatal. No hay cura para la ECJ”.

“¿Así que solo dejaremos a la gente morir? Déjame jugar encargado del

cumplimiento por un minuto. Las dificultades de un diagnóstico de ECJ previenen a los

doctores a identificar esta enfermedad extraña. Como progresa rápidamente, el paciente

puede morir antes de que se pueda hacer algún diagnóstico. Los síntomas son similares a

otras enfermedades como el Alzheimer. Así que es concebible que todos los Seis tuvieran

ECJ, Premier podría eludir su responsabilidad, incluso si no fueran diagnósticos erróneos

generalizados”.

Un marcó de peltre cayó y se rompió cuando Tommy se apoyó en la pared e hinchó

sus mejillas. “¿Qué pasa con tu análisis? Hermanita, estamos hablando de seres humanos,

no solo el fondo de la responsabilidad por negligencia”.

“Anika, seis personas murieron. Es muy extraño que todas tuvieran ECJ, pero es

posible”. Gabriel alentó la posición de Tommy. “Muchas personas murieron para ser

considerado ECJ esporádico. Y es imposible siquiera imaginarse que seis personas en el

mismo pueblo hayan heredado la enfermedad. Lo que queda es la posibilidad de que

obtuvieron ECJ a través de algún tipo de infección de persona a persona”.

“¿No crees que alguno de los doctores tratando a alguno de los Seis haya

considerado ECJ?” pregunté. “Y los abogados consultaron a cientos de expertos. Si el ECJ

está envuelto, dudo que hubiera pasado desapercibido”.

“No hay muchas investigaciones que tengan que ver con ECJ”, dijo Gabriel. "Dado

que la enfermedad no está muy extendida, no tiene el atractivo suficiente para atraer

enormes fondos para investigaciones”.

“Sé que sería horrible que ECJ haya matado a los Seis, pero eso quiere decir que no

fueron asesinados”, dije aliviada. “¿O sí? Quiero decir no parece haber ninguna forma de

utilizar esta enfermedad como un arma letal”.

“Hermanita, no sabía que eras experta en enfermedades infecciosas”, dijo Tommy

sarcásticamente. “Solo no lleguemos a una conclusión apresurada. Primero tenemos que

averiguar si alguien más además de Rex Snident tenía ECJ. Si vemos un patrón, tendremos

que considerar la posibilidad de que estas personas fueron deliberadamente infectadas”.

“¿Por qué poner de blanco al Oeste de Seneca o a Rochester? ¿Y hacia dónde

vamos desde aquí?”. Gabriel se sentó en el suelo al lado de Lizzie mientras ella aplaudía a

un ritmo que solo ella podía oír. Tommy intentó hacer el sonido con sus pies para

acompañarla. “¿No son un amor las niñas pequeñas?” preguntó. Se peinó hacia atrás su

grueso pelo castaño, más parecido a una estrella de cine extranjera que cruza la Riviera que

a un agente de bienes raíces.

“Demasiado juego de niños”. Tommy recogió sus hojas. “Sigo convencido de que

estas personas fueron marcadas como blancos. Podría ser más fácil averiguar quién es el

asesino y trabajar después con el arma asesina. Hermanita, ¿quién en Premier es el que más

se beneficia de una caída en los gastos?”

“El beneficio es de los accionistas. Los mayores accionistas son instituciones y

fondos mutuos. Dentro de la compañía, los funcionarios reciben en efectivo y acciones

primas de opciones que dependen de las ganancias de su división”.

Tommy añadió, “Las muertes empezaron cuando Carlton Mendelsohn estuvo al

mando. ¿No haría un CEO todo lo posible por cubrir su compañía? Si Premier se ve mal, él

se vería mucho peor”.

“Twanya, la directora médica general, me dijo que él está siendo demandado por

millones por garantías personales. Relacionado con una compañía que fracasó. Sin

embargo, cualquier bono que gane ni siquiera se acercaría a su responsabilidad sobre las

garantías. A lo sumo, se podría ganar un adicional de 750.000 $”.

“Investigaré a Carlton”, dijo Tommy. “Como está sufriendo por dinero, quién sabe

de qué sería capaz para compensar cualquier insuficiencia. ¿Qué me dices de los doctores y

los hospitales? ¿Hacen algo si su paciente más enfermo muere?”

“Perderían dinero, ya que habría menos personas usando su servicio”.

Gabriel detuvo las manos de su hija para que dejara de dar aplausos. “Anika,

necesitamos acceso a los registros financieros de Premier. Quisiera saber cuánto estaba

gastando la compañía en los Seis. ¿Puedes conseguir eso?”

“Tommy ya lo tiene. Los detalles exactos son vigilados por los servidores de

seguridad de Premier”.

“Sus hojas tenían algunos blancos. Puedo hackearlos. Sería más fácil si me ayudaras

a entrar al edificio”.

“Volvamos a Carlton”, dijo Tommy. “¿Tiene alguna cercanía con algún doctor u

hospital?”

“El día anterior, escuché que Carlton almorzaría con el Dr. Bashnar Kumarani, ya

sabes, el tipo en los anuncios de servicio público que está al aire cuando nadie está

mirando. Es dueño de Kingston Medical. El Dr. K, como lo conoce el público, ha

contratado a Premier para ser el único proveedor de la vacuna contra la gripe para nuestra

feria de salud”.

“Qué anormal, le sonríe a todos—quiero decir a todo el mundo”, dijo Tommy. “Una

vez lo vi riéndose en un funeral. En serio, ¿quién se ríe en un velorio?”

“¿Y qué?” pregunté. “Eso no lo hace un asesino”.

“Si un hombre se ríe de un cadáver ¿Quién sabe?”. Tommy comenzó a mecerse

como si balancearse aumentara su concentración.

Lizzie dejó de reírse. Gabriel desabrochó su vestidito, y ella se acurruco en su

pecho. Quería cambiar de lugar con esa pequeña niña. No podía recordar la última vez que

me acurruque con un hombre sin que acabara mal.

“¿Quién se beneficia si Premier se hunde? ¿Quién quisiera verlo destruirse?”

preguntó Tommy.

No pude disimular una sonrisa. “Cientos de hospitales alrededor del país les

encantaría ver a Premier desaparecer del mapa. Después de la reducción de personal,

cientos perdieron sus puestos de trabajo en el Oeste de Nueva York. Miles a nivel nacional.

La mayoría de los empleados eran mayores y no podían encontrar puestos comparables.

Cuando fui atacada en Honore, vi a un ex gerente de marketing, Jimmy Belmont,

trabajando como ayudante. Pero no podría señalar a una persona o empresa".

“Háblanos de Jimmy”, dijo Gabriel.

"Tomó el valor de organizar un contragolpe ilegal para las remisiones. Sospecho

que él solo era el chivo expiatorio. Ha llegado a odiar Premier. Pero el tipo es decente. Él

me dijo que hiciera que el Dr. Hightower observara bien a Rosie. Si quería matar gente, no

me hubiera advertido”.

“O a lo mejor quería evitar que fisgonearas”, dijo Tommy. “¿Cuál es el trato en la

corte? ¿Es el juez Isley bueno? ¿Podría estar recibiendo dinero por tomar esa decisión?”

Gabriel sacó sus llaves de su bolsillo. “No sé nada sobre el juez, pero a Lizzie y a

mí nos está dando hambre. ¿Dónde podemos conseguir pizza por aquí?”

“Hay un lugar arriba en la calle”, dijo Tommy. “Pero con el ataque de ayer ¿está

Anika a salvo aquí ella sola?”

“Tengo eso cubierto” dijo Gabriel, abriendo una pequeña bolsa de cuero que había

puesto sobre la mesa del comedor después de traerme a casa. “Anika, quiero que guardes

estas .38 en tu mesa de noche”. Puso en mi mano una pistola SIG Sauer. Era más ligera de

lo que pensaba que sería, pero no estaba lista para tener un arma letal a mi disposición.

“No se cómo disparar”. Estudié la cara de Gabriel y podría tener una mejor lectura

de Stonehenge. “Dudo que alguien sería tan descuidado como para probar algo tan poco

tiempo después del primer intento”.

“Hermanita, serás una nena con pistolas”. Tommy me mostró una sonrisa hasta sus

mejillas. Tomó el arma y coloco el dedo en el gatillo. “Podemos hacer prácticas de tiro

juntos. Uno de mis clientes me enseñó a disparar cuando su casa fue allanada. Y voy a

ayudarte a conseguir tu permiso”.

Gabriel miro la cara de su hija sobre su hombro. “Tommy y yo podemos buscar algo

de comer, si tu cuidas a Lizzie por unos minutos. Ella no será molestia”.

“Seguro necesita una siesta. Llévala a mi cuarto arriba, primera puerta a la derecha”.

“Yo la llevo”, dijo Tommy. “Así les daré unos minutos para que se vuelvan locos

uno encima del otro”.

“¿Qué quieres decir? No pasa nada entre nosotros”, dije tímidamente.

“Sí, claro”. Tommy tomó a Lizzie de los brazos de Gabriel y fue arriba.

“Después de comer, limpiaré el desastre”. Gabriel metió su mano por debajo de mi

vestido. “Me encanta que no tengas ropa interior puesta”, suspiró mientras tocaba mi

clítoris. Lo quitó rápidamente mientras Tommy bajaba las escaleras. “Tal vez tenías razón

de dejar a Tommy fuera de esto”. Gruñó Gabriel mientras a regañadientes pasaba su

camiseta por encima de su cabeza.

Con Lizzie a salvo arriba, las dos mentes maestras salieron de la casa, planeando su

investigación sin restricciones. Una hoja arrugada salió del bolsillo de Tommy mientras

pasaba a mi lado. Escrito a bolígrafo en un pedazo arrancado había un mensaje que decía

‘investiga al Dr. Rumsford—‘.

Capítulo 15

Después del ataque en el mirador, tomé diez días de descanso de la oficina. Planeaba

trabajar en casa hasta que no necesitara utilizar más las muletas y dejara de tener pesadillas

de ser quemada como un filete. Los días pasaron rápidamente mientras luchaba con la idea

de la bomba de cloro y las revelaciones acerca de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob.

Todavía no estaba lista para correr un maratón, pero era lo suficientemente ágil para

moverme por la casa.

“Hey, Anika, ¿dónde estás?” gritó Gabriel por la puerta abierta del garaje.

“En la cocina”, grite por la ventana. Estaba recortando mi colección preciada de

afelandras, tan grandes que la planta parecía parte de una selva tropical.

“Debes sentirte mejor para estar jugando con tierra. Te traje un regalo para que te

mejores”.

Gabriel me dio una caja del tamaño de un microondas, adornada con un lazo. No

podía creer que estuviera haciendo tic.

“¿Otra bomba?” puse el paquete en la encimera y corte el lazo con mis tijeras de

podar. Un set de relojes tallado de la era de la depresión entre dos marcos de fotos estaba

dentro. Había pertenecido a mi abuela, y lo había mantenido en el mantel. Dentro del marco

con bisagras a la derecha estaba el retrato de bodas de mis padres. El otro lado tenía su

invitación de boda.

“Siempre he admirado tu devoción por tus padres”. Los ojos de Gabriel apuntaban a

mis dedos de los pies desnudos. “Dijiste que nunca pudieron celebrar su veinticincoavo

aniversario. Lo celebraremos por ellos”.

Baje mi barbilla y presione con mi dedo índice alrededor de la orilla del marco. La

fotografía me llevó a un trance. Había olvidado cuan radiantes e inocentes se veían mis

padres en su juventud. Los estragos de la enfermedad habían robado su fuerza física, pero

sus lazos de amor se mantuvieron firmes hasta que la muerte nos robó a mi padre. Intenté

contener mis lágrimas. “Es precioso. Significa el mundo para mí”.

El regalo era lo mejor que había recibido nunca de un hombre. Me envolví en el pecho

de Gabriel y coloque mis brazos alrededor de su cuello. Su cuerpo fuerte lanzó un hechizo

sobre mí mientras nos besábamos con compasión y pasión a la vez. Sus labios bailaban

junto con los míos mientras su lengua jugaba con la mía. El abrazo recíproco de Gabriel me

dejó aturdida.

“Sé cuánto extrañas a tus padres. Lizzie estaba jugando en el ático y encontró el reloj

debajo de una vieja sabana. Lo limpie, le puse una nueva capa de pintura, y lo mande a

reparar”.

“Eres el mejor, Gabriel. Me encanta”.

“El tobillo se ve mejor. Pensé que necesitarías algo para sentirte mejor. He mantenido

un ojo en ti”.

Su comentario me desconcertó. No había visto trajes merodeando por la casa, y

definitivamente no había visto a Gabriel vigilándome.

“No pensaste que te dejaría sola en tu casa sin un perro guardián ¿verdad? Lorraine ha

estado cuidando de Lizzie mientras yo he estado durmiendo en el SUV, estacionado en la

calle. No había manera de que te dejara sola en la noche”.

“Gabriel, eres increíble. Pudiste haber dormido adentro conmigo”.

“¿Y aprovecharme de ti? Tommy pensó que te sentirías presionada”.

“A veces Tommy piensa que sabe más de lo que cree en realidad. No lo tomes a mal.

Lo quiero mucho, pero él no maneja mi vida. Divagando un poco, ¿sabías que cuatro de los

Seis presentaron quejas de calidad contra Premier?”

“¿Qué decían?”

“Las cuatro quejas estaban relacionadas con tratamientos para las úlceras por presión.

Y dos tenían que ver con una larga espera en la clínica del Premier de la Ruta Unión. Se

quejaban de que tuvieron que esperar cerca de una hora en una feria de salud hace algunos

años”.

“Eso no tiene sentido. Los Seis estaban críticamente enfermos, en una agonía

desgarradora durante meses. ¿Y las únicas quejas son de ulceras y vacunas contra la gripe?

Algo está mal”.

“Los pacientes estaban utilizando un nuevo producto, W2. Tal vez fue así como se

infectaron con ECJ”.

“Anika, no vine aquí para hablar de los Seis. Tomé el día libre y esperaba que

pudiéramos pasar juntos un tiempo. Lorraine se ofreció para cuidar a Lizzie. Pensé que mi

pequeña niña le gustaría tener una pijamada arriba”.

Si Lizzie iba a tener una pijama da con su niñera, Gabriel podía hacer lo mismo

conmigo. Lo quería más que nunca, pero me preparé para otra decepción. Todavía no

habíamos compartido mucho tiempo de cariño y amor juntos, y la mayoría de los hombres

tardaban una eternidad en admitir y mostrar sus sentimientos por una mujer.

Gabriel levantó mis brazos y besó el interior de cada muñeca. Estaba segura de que

sentía mi pulso corriendo. “Vayamos a un lugar especial”, dijo. “¿Confías en mí?”

Corriendo con el reloj, supe que era momento de convertirnos en amantes

incondicionales. La intención y el esfuerzo que había puesto en el regalo solo podían ser

explicado por sus profundos sentimientos. No necesitaba ser el amor de su vida. No quise

pensar en el futuro o si Lizzie me querría de madrastra. Solo quería disfrutar el momento y

entregarme a él. “Muéstrame el camino”, dije, mientras me llevaba hasta la SUV.

Manejamos hasta las afueras del pueblo vecino de Hamburg, cerca de la orilla del Lago

Erie. Después de salir de la carretera principal, estacionamos en una calle desierta y sucia.

Nuestro viaje terminó en una apartada casa de varios niveles que rezumaba dinero.

Ventanas de cristal que se extendían del suelo al techo dominaban la parte frontal y los

lados de la casa. La mayoría de los numerosos arbustos que encapsulan el edificio eran

jardines ornamentales cuidados profesionalmente. Una fuente de mármol en forma de un

capullo de rosa de dos metros se encontraba en el centro de la entrada para autos, bordeada

con adoquines multicolores.

“¿Tú compraste esto?” Le pregunté

“Demasiado pequeño para planes a largo plazo”. Se inclinó y me plantó un rápido

beso en la mejilla.

“¿Así que un amigo es dueño de esto?”

“Podría decir eso, si consideras a Tommy un amigo”.

“¿Tommy, mi Tommy, es dueño de esto?”

“No exactamente. Está cuidando la casa mientras está en el mercado”.

Gabriel abrió la puerta del frente y presiono el código en la alarma de seguridad. El

pasillo principal estaba lleno de velas con olor, ya prendidas. Pétalos de rosas alineados

creaban un camino en el suelo que subía por las escaleras. “¿Vamos?” Gabriel me levantó y

me acunó en sus brazos. Había un matiz sensual en su voz que me hizo temblar. Sus labios

rozaron los míos, y se retiró. Yo tome su cara y presione mis labios contra los de él. Nos

besábamos juguetonamente mientras subíamos al segundo piso. El dulce aroma de su sudor

era tentador pero tenía miedo de ceder el control total solo para que él se detuviera antes de

que fuera completamente mío.

“¿Así que me conoces lo suficientemente bien para hacerme el amor?” pregunté

cuando llegamos al segundo piso.

Una vez dentro de la habitación, Gabriel me dio su respuesta forzándome contra la

pared y arrancando mi franela. Por primera vez, sentí su poder absoluto mientras sucumbía

a su fuerza dominante. Sus caderas me sostuvieron en mi lugar. Empezó a plantar besos al

azar por toda mi cara, con solo sus labios. Comenzando por mis parpados, su boca paso por

mi nariz y mis mejillas. Sus húmedos labios rozaron mi labio superior y luego el inferior.

Finalmente, Gabriel me besó, su lengua exploró dentro de mi boca y los bordes de mis

dientes. La punta de su lengua entro más profundamente, llegando hasta mi garganta.

Rápidamente la sacó, jugando a las escondidas dentro de mi boca. Teníamos hambre uno

del otro. Sabía ligeramente diferente, mezclado con deseo.

Agarré la parte posterior de su cuello y comencé a hacer bailar mis dedos por sus

hombros. Mis manos se metieron debajo de su franela y retorcieron sus pezones. Se sentían

duros como los míos, anhelando ser tocados. Los mordí sobre su franela después de

recorrer con mis dedos el pelo de su pecho.

El gemido de Gabriel traicionó su deseo, y yo instintivamente arranqué su franela.

Halé de sus jeans hacia abajo y él hizo lo mismo conmigo. Nos abrazamos, mientras el

contacto de nuestras zonas desnudas llenaba nuestros cuerpos de deseo. Sentí los músculos

de sus brazos y piernas contrayéndose cuando apretó su abrazo contra mí. Saboreé su

completa magnificencia y no podía entender cómo podía ser tan afortunada de tenerlo.

“¿Te gusta lo que ves, Anika?” Gabriel me llevo hasta la cama, con una alta

cabecera tallada. “Adoro la manera en que muerdes tus labios cuando estoy cerca. El arco

de tu espalda cuando te tomo en mis brazos. La firmeza de tus pechos y muslos. Y la

manera en que tu corazón late cuando nos besamos. Pero más que todo, amo cuando estoy

dentro de tu cabeza. A veces cuando te veo, me veo a mí mismo”.

Sus palabras se mesclaron en mi cabeza mientras nos acostábamos uno al lado del

otro. Estaba completamente fascinada, pero no esperaba esa respuesta de Gabriel. Había

una intensidad innegable en su mensaje, y yo estaba desesperada por recordar cada sílaba.

Y estaba determinada a mostrarle cuánto lo apreciaba a él.

“Todo acerca de ti es perfecto, Gabriel”. Lo empujé sobre su espalda, lista para

chupar hasta la última gota de él. Temblé como una virgen en su primera noche. ¿Qué hago

si empiezo a ahogarme? Separé sus muslos y deslicé sus testículos en mi boca, uno primero

y luego el otro. Su sabor llenó mi impulso por satisfacerlo en cualquier forma imaginable.

Después de colocar una cantidad de saliva en la punta de mis dedos, forme un anillo

con mi pulgar e índice de cada mano. Colocando un anillo en la base de pene y el otro en la

parte de arriba, moví el anillo de la base presionando hasta el tope, estirando su pene con

cada movimiento. Podía sentir a Gabriel creciendo en mis manos. Su cabeza rodo un poco

de un lado a otro y sus ojos se abrían de vez en cuando para ver, para después cerrarse de

una vez. Absorbí las emociones corriendo a través de él. Me gustaba tener esta pequeña

cantidad de poder sobre él. Procedí a envolver la punta de su pene con la palma de mi

mano. Empecé a acariciar su miembro, desde la punta hasta la base y rodeando la corona

con mi lengua. Continúe rodeándolo hasta la punta mientras lo sacaba y metía de mi boca.

El peso del cuerpo de Gabriel cambiaba muy levemente mientras sus brazos se

ponían al lado de su torso. Chupé, primero delicadamente, pero rápidamente incrementando

la presión mientras Gabriel crecía dentro de mi boca. Bajó sus manos y pellizcó mis

pezones mientras me ponía en cuclillas sobre él. “Mírame cuando te vengas”, dije. Quería

sentirlo explotar en mi boca, pero él magistralmente levantó sus piernas por encima de mi

cabeza y rodó hacia un lado.

“Quiero tomarte yo primero”, dijo Gabriel en un peligroso gemido mientras su

mirada se cruzó por mi cuerpo.

Se sentó en la orilla de la cama. “Párate en el suelo, mirándome”. Dobló mi pierna

derecha y la colocó en la cama.

Mi cuerpo estaba en una sobrecarga mientras me empujaba hacia su pecho con una

mano y con la otra jalaba mechones de mis vellos púbicos.

“Me encanta tu look natural”, dijo calmadamente. “El pensamiento de tu vello

saliendo por tu entrepierna entre tu ropa interior me vuelve loco”. Inclinó su cabeza y pasó

su lengua como una llama ardiente por dentro de mis muslos y los labios menores.

Precipitadamente llevó la punta de su lengua de atrás hacia adelante por mi clítoris.

Comencé a llegar al clímax mientras cambiaba de técnicas y movía su cabeza hacia atrás y

hacia adelante mientras lamía mi clítoris. La presión era extrema y llegué a un orgasmo

rápido. El placer era más intenso de lo que imaginaba que podía ser.

Gabriel estaba lejos de terminar cuando cubrió sus dientes con sus labios y

pellizcaba mi clítoris. Las rápidas y gentiles repeticiones me dejaron latiendo por todas

partes. Coloqué mis puños encima de sus hombros y no quería que quitara su cara de entre

mis piernas nunca. Mis orgasmos se estaban multiplicando en capas superpuestas. Acerque

mis caderas a su cuerpo y clave mis uñas en su espalda. Cerca del punto de agotamiento,

rogué: “Gabriel, suficiente, suficiente”. Alzó su cabeza y me lanzo una sonrisa que hacía

que mis expectativas de lo que venía se ampliaran.

Gabriel me bajó al suelo y me coloco en cuatro. Arrodillado detrás de mí,

gentilmente subió mis nalgas y entró por detrás. Mis pechos guindaban y Gabriel aprovechó

para jugar con ellos. Un sentimiento de dominación total se extendió sobre mí mientras él

se hundía sin hacer contacto visual. Era la primera vez que un hombre me tomaba al estilo

de perrito. La presión de su pene hizo que sintiera que me estaba penetrando con fuerza. La

penetración fue más profunda y más llena, tanto que mis orgasmos eran más fuertes y

sobreponiéndose. Me froté los muslos y gemí, “Gabriel, sal. Quiero estar arriba”. Mi cabeza

se hundió en el suelo mientras deseaba un acercamiento más tradicional donde no cediera el

control total.

Gabriel salió y me ayudo a subirme a la cama. Se estiró en su espalda, y yo estaba

lista para montarlo. Me puse en cuclillas a horcajadas, con las piernas dobladas por las

rodillas a ambos lados de su cuerpo. Inclinando hacia el frente, puse mi peso en sus

hombros. Gabriel estiró su mano y empezó a jugar con mi sexo con una mano mientras con

la otra jugaba con mis pezones.

Tomé su pene y use la punta para tocar mi clítoris.

“Anika, me encanta cuando te tocas”.

Me deslicé en su pene, empujando mi cuerpo contra el suyo para permitir un ángulo

más profundo de la penetración. Gabriel levantó con fuerza sus caderas de la cama y

empujó dentro y fuera. Nos movíamos a un ritmo y de lado a lado en un patrón circular.

Podía sentirlo muy profundamente en mi vagina. No sabía que un hombre podía durar tanto

dándole placer a una mujer. Yo temblaba con movimientos convulsivos hasta que me

aplasté encima de él. Aplasté mis muslos y frote mi clítoris contra él. Le oí gruñir mientras

su espesa, caliente leche se derramaba fuera de mí, rodando por una pierna. Estaba exhausta

y él me colocó a un lado de él. Un rubor de satisfacción se extendió por mi cara y Gabriel

nos cubrió con una sábana. El misterio del hombre de Honore ya no era un misterio. Al

menos por esta noche, él era completamente mío.

Capitulo 16

Al día siguiente, todavía me sentía drogada por los orgasmos que me dio Gabriel

cuando me hizo el amor. Por fin éramos amantes, y nadie podía quitarme eso. Prometí

invitarlo a cenar cuando mi tobillo sanara por completo.

Otra tormenta de verano estaba soplando hacia nuestra área en las horas de la

mañana. El susurro de las hojas de arce por ráfagas de más de sesenta millas por hora me

hizo sentir como Dorothy esperando un ciclón de Kansas. Un aguacero, cubriendo el

vecindario, vino acompañado por un descenso de la temperatura por debajo de los

cincuenta.

Si bien había dominado cojear por la casa, sabía que caminar hasta la sede de

Premier en medio de una tormenta seria cortejar al desastre. Decidí trabajar en casa un día

más, respondiendo emails y mensajes telefónicos.

La compañía estaba preparándose para el despliegue de otoño para su feria de la

salud anual, Gratis para todos, patrocinada por Kingston. Me instale en la mesa de la cocina

y estudie pruebas de publicidad que promocionan vacunas contra la gripe, detección de alta

presión sanguínea y pruebas de glaucoma. Premier tomó la feria de salud como una

oportunidad para mantener a sus pacientes saludables. Los enfermos requerían servicios

médicos costosos, y Premier era todo sobre ahorrar dinero. Firmé los anuncios y me arrastré

hacia el horno de microondas para calentar una taza de sopa de pollo como una cena

temprana.

La sopa se sacudía mientras yo cojeaba de vuelta a la mesa de la cocina.

Mendigando por trozos de carne, me acorde de los tres platos servidos en el Club de Hogar,

el lugar favorito de los snobs de Búfalo. El country club era el lugar de las reuniones

mensuales de los miembros de la Junta de Premier. Tenía cerca de cuatro semanas para

decidir si alertaría a la Junta entera de la posibilidad de que Premier de alguna manera era

responsable por la transmisión de ECJ a sus miembros. Estaba esperando saber si más

pacientes de Premier, además de Rex Snident, habían muerto por esa enfermedad. Tommy

se mantuvo en contacto con Tim Paladin, el cazador de noticias en Rochester que descubrió

que cinco muertes similares habían ocurrido en Pittsford, un suburbio de Rochester. El

manager de la estación de Paladin tenía encajonado el previsto descubrimiento por una

razón inexplicable, pero Paladin seguía cavando, a pesar de ello. Estaba agradecida de que

la historia se mantuviera alejada de las noticias. Al mismo tiempo, Twanya había estado

revisando los registros médicos y prometió darme un resumen cuando regresara a la oficina.

Cuando me tomaba lo último de la sopa, el timbre sonó. Saltando apoyándome de

mesa en mesa, mire hacia afuera por las cortinas de la cocina. Asumí que la postura torcida

del sedán Mercedes significaba que el conductor había estacionado apresuradamente. Mi

primera inclinación fue pretender que no estaba en casa, ya que cualquiera con un carro

lujoso tendría GPS o por lo menos un celular. Pero mi conciencia me incitó, y mire por la

mirilla. Una mujer con un abrigo estaba de pie dándole la espalda a la puerta. Cuando se

volteó, me di cuenta de que era Twanya.

“Entra, entra”. Abrí la puerta tambaleándome con el viento. “No reconocí tu auto.

Estás empapada”.

“Es un préstamo. El mío está en el taller, cambiando los neumáticos. Tu secretaria

dijo que estabas en casa, por un tobillo herido”.

“Dame tu abrigo”.

“¿Nos podemos sentar?”

Definitivamente algo malo le pasaba a Twanya. Su labial se había consumido.

Pequeñas líneas rojas pasaban por lo blanco de sus ojos. “Te puedes secar cerca de la

chimenea. Prendí un fuego antes de la cena para sacar el frio”.

Twanya me agarró del codo y me ayudó a sentarme en el sofá de dos plazas en la

sala de estar. Se dejó caer en un sillón mullido y se estiró para avivar las llamas.

“¿Quieres algo de tomar?” pregunté.

“Tu tobillo se ve bastante hinchado, incluso debajo de esa media mullida. Debería

estar ayudándote a ti”. Twanya se sacudió algunas gotas de lluvia de sus pantalones con su

pañuelo de monograma. Sus ojos rodaron por la habitación y vieron a todas partes menos a

mí. La tensión disminuyó cuando el ruido sordo de la bomba de sumidero marcó el final del

ciclo de vaciado en el sótano directamente abajo.

“He sido despedida”, dijo Twanya abruptamente. “En realidad, es solo una

suspensión temporal hasta que tengan una audiencia. Pero es un hecho. Carlton entró en mi

oficina hoy para decirme. Maggie Goldberg ya había convocado a una reunión de

emergencia del Comité Ejecutivo. Votaron para dejarme ir. No dijo que haya hecho algo

malo. Tal vez moví algunas plumas investigando sobre los Seis”.

“¿Quién se cree Carlton que es? ¿Está tan desesperado para salvar su propio cuello

que tuvo que deshacerse de ti?”

“¿Qué quieres decir?”

“Tú fuiste quien me dijo que Carlton estaba siendo demandado por millones por sus

garantías de otra compañía. Debió haberse visto amenazado por ti investigando a los Seis.

Si Premier está conectado con sus muertes, él sería el principal culpable. Está asumiendo

que si te vas, nadie averiguara lo que en realidad mató a los Seis”.

“Carlton siempre ha estado celoso de mí. Odia que yo tenga un doctorado y él solo

tenga una licenciatura”.

No quise oír otra palabra de la explicación de Twanya. Minúsculos duendes

imaginarios estaba dentro de mi tobillo hinchado, tratando de romper la piel con pequeños

martillos. “Hay una botella de Arietta Merlot detrás del bar”, dije.

Twanya fue a buscar el vino, saco el corcho y me dio una copa llena hasta arriba.

“Por nuevos comienzos”.

Me tomé mi copa mientras ella se quitaba su chaqueta bordada a mano. Ella se

relajó sobre la alfombra de piel de oveja que custodiaba la chimenea. "No he venido aquí

para molestarte, pero no podía enfrentarme a volver a una casa vacía".

“Te ves cansada. Quédate aquí si quieres”.

“Aprecio tu oferta, pero estoy más determinada a averiguar qué mató a los Seis. El

número de muertos en Rochester sigue subiendo”.

“¿Alguna conclusión acerca de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob?” pregunté.

“Es una de esas encefalopatías esponjosas que llevan a la muerte. Una enfermedad

desgata cerebros, horrible. Aparte de eso, no sé mucho. Soy una dermatóloga, ¿recuerdas?”

“¿Es posible que alguno de los Seis la tuviera?”

“Pensé en eso, pero no lo sé. No hay mucho en los historiales médicos para apoyar

eso. ¿Te das cuenta de qué pasaría si esas personas murieron de ECJ y Premier no hizo

nada al respecto? Estaríamos permanentemente en la calle”.

“¿No tienes curiosidad por saber por qué murieron casi en un grupo específico?”

“Lo estoy, pero no puedo imaginar cómo alguien puede transmitir ECJ. Tal vez

estoy viendo muchos programas de CSI. Espera tener un momento de revelación, pero no

pasará. Estoy de baja por cuatro semanas con paga. Si algo chiflado está pasando desde el

punto de vista médico, yo debería ser capaz de averiguarlo”. Twanya comenzó a tomar de

su copa de Merlot.

“UM me dijo que algunos historiales médicos fueron destruidos durante una

inundación. Pero nosotros escaneamos nuestros archivos fuera de las instalaciones. Víctor

una vez me dio una charla sobre cómo todo se almacena en la nube. ¿Crees que borró algo

que implica a Premier? "

“¿Y poner en riesgo su trabajo?”

“Sabes que es el mejor trabajador de la compañía. Haría lo que sea por borrar los

errores de Premier”, dije sin rodeos. “Lo que no entiendo es por qué Carlton es tan amable

con él”.

“El departamento de tecnología de Víctor ha salvado un barco lleno de dinero. Todo

lo que reduzca gastos hace ver a Carlton como un genio”. Twanya tomó nuestras copas y

echó un vistazo al reloj que Gabriel me regaló, encima de la chimenea. “Te he quitado

demasiado tiempo. Es momento de irme a casa. Antes de irme, limpiaré este desastre”.

“Déjalo. Pero tengo que decirte algo antes de que te vayas”. Arrugué mi nariz,

todavía sensible por la bomba de cloro. Mis fosas nasales se irritaban por las brasas de la

chimenea. “Alguien definitivamente no quiere que investiguemos a los Seis. Tú fuiste

despedida, pero tomaron un enfoque más directo conmigo. Alguien trató de matarme la

semana pasada”.

“¿Qué demonios, Anika?” las pestañas de Twanya parpadearon furiosamente.

“¿Recuerdas la tormenta que hubo la semana pasada? Mi mirador fue allanado esa

noche. Cuando fui a revisar el sonido atrás, alguien me tiró una bomba de cloro. Y para

hacerlo peor, alguien incendió el mirador cuando seguía cerca”.

“No puedes quedarte aquí sola” dijo Twanya desafiantemente. “Ven a casa

conmigo. ¿Qué te hace pensar que tuvo que ver con los Seis?”

“Dejaron un mensaje que decía—Aléjate, perra. La policía investigó, pero no había

mucha evidencia que diera alguna pista”.

“Contratemos a un guardaespaldas”.

“La lluvia se está haciendo más fuerte. Me sentiría mejor si me llamas cuando

llegues a casa. Puedo llamar a Tommy o a algún amigo si me asusto”. Mi pie se dobló y me

costó mantenerme parada. Twanya me abrazó y me sostuvo.

“No deberías estar caminando. Te ayudare a llegar a tu cuarto si me muestras el

camino”.

Twanya me ayudo a acostarme en mi cama. “Tomaré mis cosas y cerraré todo. Pon

tu celular cerca de tu almohada. Te llamaré cuando llegue a casa”.

Capítulo 17

La decisión sobre el uso de Premier del W2 gateaba a un ritmo un tanto soso, y la

Dra. Rebecca Noran anhelaba un cambio de escenario. Aburrida por su selección de

amantes en el Oeste de Nueva York, buscó emoción en uno de los mejores vecindarios de

Londres. Se paseó por el perímetro del vestíbulo del Ateneo, un hotel boutique de lujo

conocido por su pared vertical de árboles de hoja perenne, fucsia y cabello de doncella.

Esperando por su antiguo compañero de universidad, observó los buses dobles llegando a

Piccadilly.

“Becca, querida, como siempre, te ves absolutamente radiante”. La Dra. Elaine

Rumsford alcanzó para abrazar a Rebecca después de vislumbrarla al otro lado del

vestíbulo. Una de las investigadoras más importantes concentrándose en las enfermedades

infecciosas, Elaine había sido amante ocasional de Rebecca desde que eran estudiantes de

segundo año en el Colegio King. La relación era un paso natural para dos mujeres cuyos

antecedentes médicos y su orientación sexual había forjado un vínculo estrecho.

“Vivir en los Estados Unidos te ha sentado bien”. Elaine sacudió uno de los

zarcillos de ópalos negros de Rebecca. “Hermosa, más hermosa que nunca”. Rebecca metió

su lengua en el oído de Elaine. “Y tú estás preciosa, como siempre. Extraño Londres

terriblemente, pero no puedo quedarme mucho tiempo. Mi hotel está costándome una

pequeña fortuna”.

“Entonces debes quedarte conmigo y Roland. Él está en una conferencia en Madrid.

Algo sobre derivados de intercambio de crédito. Pero está aburrido como una ostra.

Volverá esta noche. Mencionó un trío si te animas. Vamos a empacar tus cosas y salir de

este hotel”.

Rebecca se inclinó sobre Elaine y pellizco su pezón por encima de su blusa de

encaje. “¿Cómo podría pagarte?”

"Solo ponme al día sobre lo que está pasando contigo. Becca Noran siempre era más

grande que la vida”.

Elaine le preguntó por una descripción detallada de sus hazañas sexuales solo para

que le respondiera con un bostezo exasperado. “Lo mismo de siempre”. Rebecca guió a

Elaine hasta su habitación de hotel. Pero una pista de entusiasmo se mostró cuando

comenzó a detallar su trabajo en Kingston. “Tengo que decir que ser empleada por una

empresa privada tiene sus beneficios. Prácticamente no hay supervisión”.

“Ojala y pudiera decir lo mismo de hacer un ensayo médico. Siempre hay alguien

mirando por encima de mi hombro”.

Rebecca comenzó a vaciar su armario y colocar sus cosas en su equipaje de mano

de Bottega Veneta. "Pero estás abriendo nuevos caminos. Piensa en las vidas que estás

salvando”.

“Podemos hablar de negocios después. Vamos a lo bueno. ¿Cómo va tu vida

amorosa?”

"Salgo aquí y por allá, nada serio. Pero tengo un juguete nuevo”. Los ojos de

Rebecca se abrieron mientras revisaba el contenido de su maleta.

“Sorpréndeme más tarde”, dijo Elaine. “Salgamos de aquí antes de que te cobren

otro día más”.

Tan pronto como Rebecca se acomodó en el apartamento de Elaine, presionó a su

anfitriona para ver su centro de investigación. "Me encantaría saber todo acerca de tus

resultados de las pruebas más recientes”.

“Entonces tomaremos el metro. El laboratorio está a una cuadra de la parada de

Parson Green”.

Después de estar atascadas entre los peatones, las dos doctoras llegaron a la oficina

de Rumford en menos de una hora. Estaba llena de recuerdos personales que abarcaban su

vida. Trofeos de tenis, fotos de viajes por el mundo y certificados de premios

monopolizaban la habitación. Elaine maniobró alrededor de las pilas de archivos para

encontrar un documento encuadernado. "Estoy muy emocionada por mostrarte mi informe

sobre la seguridad de la quina crina para el tratamiento de pacientes con la enfermedad de

Creutzfeldt-Jakob."

“¿Cómo ha progresado tu estudio? Pensé que no habían curas efectivas para el

ECJ”.

“Estas en lo cierto, pero después de tres años tratando pacientes con ECJ con quina

crina para ver si funciona más allá de la malaria. Es por eso que este estudio es tan

importante. Estas personas mueren de una manera horrible, y no hay manera de darles

esperanza después de que son diagnosticados”.

“Me gustaría una copia, pero primero deberíamos celebrar que estamos juntas de

nuevo”. Rebecca abrió su bolso de pie de becerro y sacó un huevo de silicona acanalado,

una unidad de control remoto y un frasco de vaselina. “¿Has probado uno de estos

últimamente?”

Elaine observó el vibrador y empujo hacia atrás la silla de su oficina.

“Quítate las panties y frótate esta jalea”. Después de que Elaine se lubricó, Rebecca

empujo el huevo dentro de la vagina de su amiga”.

“¿Cómo se prende?” preguntó Elaine.

Los ojos de Rebecca brillaban como cerillas encendidas. Pulsó el botón superior del

control remoto, y el huevo comenzó a enviar ondas de vibraciones a través de Elaine.

“Ooh, continúa”.

Rebecca presionó cuatro botones en orden secuencial. Pequeñas pepitas en el

interior del huevo se movieron en ritmos caóticos. El huevo comenzó a girar hacia un lado

y luego expandirse y contraerse mientras la vagina de Elaine se masajeaba.

“Becca, eres la mejor”.

Elaine se agarró de su asiento y levantó las caderas de la silla.

Mientras Rebecca continuaba presionando diferentes variaciones de botones,

explicó con indiferencia, "Lo mejor es el alcance del mando a distancia. Si nos quedamos

atascados en un seminario aburrido, puede sacar el huevo, y te manipularé en éxtasis

orgásmico”.

Elaine se sacó el huevo y lo frotó sobre los labios de Rebecca. Ella metió la mano

bajo la blusa de su amante y untó sus jugos alrededor de los pezones de Rebecca. "Tus tetas

me están molestando, Becca."

Rebecca torció la cabeza hacia la puerta y cogió las manos de Elaine. "¿Oíste algo?

¿Está Kyoung-Yu por ahí?"

“Ninguno de mis dos asistentes está. Stacie llevó a su hija a un Hotel Ecuestre

Escocés por el fin de semana. Algo acerca de una muestra de saltos, creo. Y a pesar de que

Kyoung-Yu pregunta por ti todo el tiempo, tuvo que irse inesperadamente.

Desafortunadamente, su tío murió, y tuvo que irse al Condado de Bergen ayer”.

“¿Al condado de Bergen? ¿En Nueva Jersey?” Rebecca presionó la mano de Elaine.

"Tal vez se puede ver al volver a casa. Está tomando un viaje por las Cataratas del

Niágara”.

"Dale mis simpatías. ¿Estás libre para un almuerzo tardío? Me encantaría saber de

tu progreso en el tratamiento de la ECJ. Y podemos probar nuestro pequeño amigo huevo

otra vez”.

"No tenía idea de que tuvieras tanto interés por las enfermedades cerebrales.

¿Sigues siendo una oftalmóloga?"

"¿Has olvidado cómo murió Billy? Su retino blastoma se extendió a su cerebro. Tu

trabajo suena muy prometedor. Probemos ese pub que está a una cuadra de aquí".

Después de un almuerzo largo y animado en la galería de arte en el restaurante del

Caballo Blanco, las mujeres regresaron al apartamento de Elaine para reagruparse. Roland

llegó a casa alrededor de la medianoche, para encontrar a su esposa y a Rebecca desnudas

en el dormitorio principal, ya en acción.

“No puedo creer que casi me lo pierdo”, gritó Roland mientras se bañaba. “¿Por qué

no comienzan a calentar para mí?”

“Ya nos adelantamos, Rollie”, dijo Elaine.

“Haciendo tijeritas mientras hablamos”, dijo Rebecca.

Elaine estaba de espaldas, los brazos en alto en la parte superior de la cama, con las

rodillas extendidas con sus caderas ligeramente levantadas de la cama. Rebecca estaba de

su lado, con la cabeza a los pies de la cama, con su pierna derecha debajo de la rodilla

izquierda de Elaine y el otro por entre las rodillas de Elaine. Sus vulvas chocaban entre sí

mientras Elaine agarraba la pierna izquierda de Rebecca.

“Tu clítoris es tan caliente”, chilló Elaine mientras seguía frotándose contra

Rebecca.

“¿Quién necesita a Rollie?” gimió Rebecca

“Escuche eso”, llegó Roland con su pene ya erecto.

“Eres tan tonto, Roland”, dijo Rebecca. “un vibrador podría reemplazarte

fácilmente”.

“Al demonio si lo hace”. Rápidamente desenredo sus piernas.

Elaine se sentó y se apoyó contra la cabecera de latón. Rebecca se arrodilló entre las

piernas de Elaine y comenzó a chupar sus pezones. "Las mejores tetas, Elaine".

Roland se unió a la batalla y se arrodilló detrás de Rebecca. Él empujó por la fuerza

su hombría en su ano.

"No tan fuerte", exclamó Rebecca.

El continuó empujándolo, mientras Rebecca comenzaba a chupar los labios del sexo

de Elaine. Sus pesados gemidos se volvieron indistinguibles; su sudor se mesclaba con sus

jugos mientras cada uno llegaba al orgasmo independientemente. Satisfechos con ellos

mismos, cayeron a sus lados, cada una acariciando los genitales del otro.

“¿Listos para la segunda ronda?” dijo Rebecca a sus compañeros.

“Mañana, Becca. Estamos muy fuera de práctica para tu gusto”, dijo Roland.

A la mañana siguiente, Rebecca llamó a Búfalo. "Esta pequeña excursión no fue

muy productiva. Kyoung-Yu está en un funeral en Nueva Jersey”.

"¿No hay suficientes compañeros en casa?" El hombre se quejó por teléfono.

"Kyoung-Yu está suministrándome y conoce a hombres en altos puestos", le

reprochó Rebecca. "Mi instinto me dice que los federales están dando marcha atrás a

nuestro acuerdo. Necesitamos un plan de contingencia. Está tomando un desvío a las

Cataratas del Niagara. Búscame el mejor lugar para entretenerlo”.

“¿Planeando desertar?”

“Estás convirtiéndote en un verdadero dolor en el culo. ¿Anika y Twanya siguen al

acecho?”

“Twanya está de baja administrativa. Y Anika esta fuera con una herida en el

tobillo”.

“Deberían estar ya fuera permanentemente. Estoy rodeada de inútiles”, dijo Rebecca

despectivamente. "¿Está Carlton jugando bien?"

“Sabes que Carlton no tiene poder. No ha hecho nada con respecto al W2”.

“Encárgate de Carlton y Anika. Usa tu imaginación”, dijo el hombre. “Tienes un

puntaje perfecto en la fase uno y la fase dos”.

“Es momento de pasar a la fase tres. Pronto cientos caerán como moscas”.

Capítulo 18

Una variada cantidad de cartas me esperaba derramada por mi bandeja de entrada

cuando regrese a la oficina dos días después. A pesar de que seguía cojeando después de

permanecer parada por diez minutos, sabía que debía volver cuando supe lo que le había

pasado a Twanya. Le eché un vistazo sobre mi escritorio y noté un sobre de pergamino

sobre el teclado de mi computador. Reconocí la letra de Carlton. Antes de que pudiera

abrirlo, Phyllis irrumpió como si estuviera entregando una noticia salvavidas. Solté el

abrecartas, para prevenir que algún dedo fuera cortado. De ella, no míos.

“Carlton estaba preocupado por ti, Anika”. Ella acarició visualmente el sobre.

“Escuchamos que tuviste un accidente. Tenía intención de mandarte un arreglo de flores,

pero se me pasó. Bienvenida de vuelta”. Su tono de voz hizo que me arrepintiera de volver.

Sospeche que Carlton la había enviado para espiarme. No había hablado más con él

desde el viaje a Manhattan y Phyllis era su fisgona por excelencia. Eran cercanos, pero no

íntimos. No podía imaginármelo coqueteando con una mujer devota a los dispensadores

Pez.

“¿Te sientes bien?” preguntó. “Es muy raro que tomes tiempo libre”.

“Estoy bien, Phyllis”, dije mirando hacia abajo.

“Bueno, si necesitas algo, sabes dónde buscarme”. Salió por la puerta, tan rápido

como había entrado.

Rompí el sobre y saqué la nota de Carlton:

Anika,

Estaba preocupado por tu tobillo lastimado. Disculpa que no te haya ido a

visitar. Por favor llámame cuando tengas tiempo.

Un afectuoso saludo,

Carlton

El alto y poderoso CEO nunca había firmado nada enviado a mí con ‘un afectuoso

saludo’. La curiosidad me hizo llamarlo a su línea directa; me contestó al primer tono.

“¿Qué pasa, Carlton?”

“¿Cómo está el tobillo? Estaba preocupado cuando no viniste a trabajar

inmediatamente”.

“Nada de bailes alocados, pero sobreviviré”.

“¿Tienes planes para almorzar? Pensé en ir hasta el Valle View”.

“Tengo una llamada a las 3:30 con Wiley McCaffrey. No tengo tiempo para el viaje

de regreso”.

“Alguien está en la otra línea”, dijo Carlton. “Te hablo más tarde”.

Carlton estaba mintiendo. Nuestro anticuado sistema telefónico siempre hacia clic

cuando había otra llamada en espera, y definitivamente no había hecho dicho sonido. Tuvo

que haberse enterado de la llamada del centro de salud en Cantor y Price. Recordaba

claramente a él siendo copiado en el correo electrónico que estableció la llamada.

Mi teléfono celular sonó. Gabriel estaba llamando. Lo puse en espera mientras

cerraba la puerta.

“Anika, no pensé que me volvería a sentir de esta manera otra vez”.

“Eres increíble, Gabriel. Salvaste mi vida dos veces y ahora has hecho nacer

sentimientos en mí que no sabía que tenía”.

“Estuve investigando al Dr. K”, dijo Gabriel. “¿Sabías que fue estudiante en el

Pesantrem al Mukmin de Indonesia?”

“No soy de Operaciones Especiales ¿Por qué nos importa?”

“Te explicaré. Al Mukmin es un internado islámico”.

“¿Cuál es el problema de que el Dr. K haya estudiado fuera del país?”

“Al Mukmin tiene un numero de antiguos profesores y alumnos que fueron parte de

los más grandes terroristas de Indonesia. Participantes del ataque al hotel en Yakarta y la

bomba en el club nocturno en Bali”.

“¿Me estás diciendo que el Dr. K es un terrorista?”

“Definitivamente tiene acceso a una organización terrorista. Solía viajar mucho al

Reino Unido. La agenda perfecta para mantener contacto con sus antiguos compañeros de

colegio. ¿Supones que bioterroristas hayan matado a los Seis?

Emociones desordenadas giraban dentro de mí. Se me estaba acabando el tiempo

para descubrir como la ECJ se había transmitido. Si estábamos lidiando con terroristas,

teníamos que actuar rápido para prevenir algún plan maestro, si es que existía alguno.

Empecé a sentirme egoísta por dejar que mi vida amorosa tuviera prioridad por encima de

los Seis. Había fallado a cada una de a esas personas que murieron y lucharon con un

arraigado sentido de fracaso. El número de muertes en Rochester era más del doble que en

el Oeste de Seneca. No había hecho nada para “DETENER LOS ASESINATOS”.

“Anika, no puedo dejar de pensar en ti. Cenaré temprano con Tommy. Pensé que

podríamos tomarnos un par de cervezas como agradecimiento por dejarme usar la casa. Él

fue el que prendió las velas y coloco los pétalos de rosas”.

“Dile a Tommy que digo hola. Disfruten. Te hablo esta noche”.

Eran las 3:20. Coloqué un bloc fresco en medio de mi papel secante en caso de que

Wiley dijera algo incriminatorio que tuviera que escribir. Hubo un fuerte golpe en la puerta,

seguido de un persistente golpeteo.

La puerta se abrió, y Carlton entró. “Sé que estás esperando hablar con Wiley.

Pensé que podría venir y sentarme para darte apoyo moral”.

“Cuando Wiley llame, lo pondré en altavoz”.

El teléfono sonó, y mi secretaria me pasó la llamada de Wiley desde Nueva York.

“Hola, Wiley. ¿Cómo van las cosas en la gran ciudad?”

“Nada bien, Anika. Estoy seguro de que oíste que Twanya está de baja

administrativa. Yo sé qué tan cerca ustedes dos trataron de descubrir algunas teoría de

conspiración sobre los Seis. Y me han dicho que estabas en contra del contrato exclusivo

con Kingston. Es problemático para mí que tú tomes esa posición”.

Carlton comenzó a hablar, pero yo hice un movimiento para que cerrara sus labios.

“No sé nada de una teoría conspirativa. ¿Tienes algún tipo de topo en Premier? Como la

oficial de cumplimiento, estoy obligada a hacer lo que sea mejor para la compañía”.

Una especie de arcada, medio silbada, se escuchó por la línea del teléfono. Wiley se

estaba sonando la nariz. Carlton me paso una nota con un Pinocho. Reprimí una risa.

“Nuestra carta de opinión bendijo los arreglos exclusivos para el uso de la vacuna

contra la gripe de Kingston”, dijo Wiley. “Si estás abiertamente en contra, has dado un paso

insensato, y Premier no tolera empleados insensatos”.

“¿Estás amenazándome, Wiley? Solo la Junta me puede despedir, y debe ser un

voto unánime. Twanya todavía está en la Junta. Su contrato no termina hasta dentro de dos

años”.

El teléfono se murió.

“Seguro lo hice enojar bastante”, le dije a Carlton.

“Esa firma es más como una casa de locos todos los días. Ya has tenido suficiente

por tu primer día de vuelta. ¿Qué tal una cena temprana?”

A pesar de que quería estar rodeada solo de Gabriel, necesitaba averiguar a qué

jugaba Carlton. Él tenía que saber el propósito de la llamada de Wiley antes de que

sucediera. ¿O no? Sus ojos temblaban cada vez que Wiley hablaba. ¿Estaba mi jefe o

alguien de la Junta tratando de enviarme un mensaje para que dejara las cosas como

estaban? ¿Era Carlton tan cobarde como para no decirme nada? Sabía que la cena no me

traería respuestas, pero era un comienzo.

“¿Deberíamos tratar otra vez de ir al Valle View?”, pregunté.

“Dame quince minutos. Traeré mi auto. Una dama merece un servicio de puerta a

puerta”.

Capítulo 19

Nuestro viaje hasta Valle Viewen Ellicottville en el Porsche Boxster de Carlton fue

más tranquilo que un viaje en una alfombra mágica, deslizándonos a través del laberinto de

caminos del Sur de Tier. Un desvío turístico nos llevó al lado de un prado cubierto de

abundantes zonas verdes, con una manada de ganado que tomaban el sol. El ligero olor a

estiércol era más tolerable que el hedor de los trucos sucios de Wiley McCaffrey.

Llegamos al Valle View mucho antes de las seis de la tarde para la cena. Después

nos instalamos en una cabina panorámica, Carlton pidió dos martinis de vodka.

Cuando llegaron los tragos, rechacé el mío pues era muy agrio mientras que Carlton

lo probó y le dio su aprobación. “¿Qué te interesa del menú?”

Revisamos nuestras opciones. Carlton ordenó por ambos, incluyendo calamares con

trozos de pimientos dulces y tiras de cerdo como aperitivo, carne de cangrejo relleno de

bacalao y punta de filete marinado como nuestras entradas, y pie de mantequilla de manu y

pan de caramelo como postre.

Quería mantener la conversación ligera, evitando cualquier referencia directa con

los Seis, por lo menos al principio. “¿Algún plan para las vacaciones de este año?”

pregunté.

Carlton se desvió y pidió otro trago. “Siempre soñé con comprarme una casa en las

Islas Griegas. Pero siempre que trataba de viajar, mi esposa se oponía. Nuestro hijo estaba

críticamente enfermo. Billy estaba muy enfermo para viajar por el mundo. Después de que

murió, nos separamos. El divorcio fue tan desagradable que nunca pensé en salir en citas

otra vez”. Hizo silencio, seguramente pensando en recuerdos desagradables. Tenía que

hacerlo volver antes de que se sumiera en una inercia de resentimientos.

“¿Cómo era tu esposa?” Quería saber, a pesar de que cada regla de citas me advertía

sobre mencionar ex esposas.

“Es bastante atractiva. Tiene un pasado médico. Puso su clínica en espera para

cuidar de Billy. Entró en la investigación debido a las horas más predecibles”.

Nuestros aperitivos llegaron con una botella de Chardonnay. Saborear el calamar

fresco era un festín bienvenido después de mi estricta dieta de sopa enlatada y comidas de

microondas mientras mi tobillo mejoraba.

“Estuvimos casados ocho años”, continuó Carlton. “Después de que Billy murió,

nos divorciamos. Rebecca ahora trabaja en Kingston”.

“¿Dijiste que se llamaba Rebecca? ¿Tú estuviste casado con Rebecca Noran?

“En realidad su nombre es Soon-Bok Noran. Su padre, Dennis, y mi padre

estuvieron en Corea juntos. Dennis estaba con el Séptimo Régimen Tanque Real del Reino

Unido. Él se casó con una Coreana y por años trataron de tener un bebe. Finalmente

tuvieron una hija, Soon-Bok. Como los hijos de razas mescladas fueron prohibidos, los

Noran se mudaron al Reino Unido. Dennis y papá eventualmente se reencontraron en

Washington cuando fue dedicado un Monumento a los Caídos de Corea. Dennis trajo a su

hija consigo. La conocí y el resto es historia”.

“¿Y por qué se cambió el nombre?” pregunté.

“Rebecca siempre ha querido encajar y sentía que su nombre la marcaba como

extranjera. No solo cambió su nombre, siempre se está pintando el pelo. Creo que ahora es

pelirroja, cortesía de Lady Clairol. ¿Conoces a Rebecca?”

“La conocí recientemente en una cena de trabajo profesional”, dije entre sorbos.

“Ella dijo que quería humillarla en el acuerdo de divorcio, avergonzarla en la

sumisión”.

“No la puedo imaginar siendo sumisa. ¿Tomó capital de Premier?”

“No, pero escribió una carta a nuestros más grandes accionistas al momento de la

fusión. Diciendo que Premier haría implosión si yo estaba a cargo”.

“Cuéntame sobre tu hijo”.

“Billy era el pequeño más valiente que hubieras conocido. Murió cuando tenía solo

seis años”, dijo Carlton con una pizca de arrepentimiento a escondidas. “Tenía retino

blastoma, cáncer de ojo. Se expandió hasta su cerebro. Murió después de meses de

convulsiones. Fue el día más triste de mi vida”. Carlton cerró sus ojos, conteniendo sus

emociones.

Deslicé mi mano izquierda debajo de la mesa y le di unas palmadas a su rodilla

derecha, queriendo hacerle saber que simpatizaba con su agonía. Sus ojos sombríos

necesitaban una distracción animada.

“Todavía puedes comprar esa casa en el Mediterráneo. Tal vez rentar una para

probarlo”.

“Gran idea, Anika. Llamaré mañana a mi agencia de viajes. Veré que hay a la

venta”.

Nuestros platos fuertes llegaron, y aunque tratábamos de evitar charlas de trabajo,

nuestra conversación se desvió inevitablemente a Premier. Al principio, nada acerca de los

Seis, pero más acerca de nepotismo, aumentos de las tasas y los nuevos sistemas

informáticos. A pesar de que Carlton públicamente tenía una posición animada sobre

Víctor, me enteré de que privadamente veía a su Vicepresidente Ejecutivo como un

psicópata repulsivo que haría cualquier cosa por el éxito.

Después de que Carlton se tomara su tercer vaso de Chardonnay, sentí que se estaba

suavizando conmigo. Decidí hablarle acerca de los Seis. “Uno de nuestros pacientes en

Rochester murió recientemente de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. Es un desorden

cerebral fatal que forma huecos en los cerebros de las personas. Puede que los Seis hayan

muerto de ECJ. No tengo las pruebas ahora, pero estoy trabajando en ello. Creo que Wiley

McCaffrey guio al tribunal lejos de descubrir la enfermedad. Había un memo en los

archivos de la firma sugiriendo que Premier hizo algo ilegal”.

“Con razón te veías tan molesta cuando conociste a Wiley”, Carlton se tomó un

Martini fresco. “¿Por qué piensas que Premier está involucrado?”

“El ECJ es fácil de no ver. Algunos de nuestros doctores no lo deben ni conocer. La

enfermedad puede ser infecciosa. Tal vez Premier debería educar a sus doctores y

advertirles de esto. Los pacientes podrían estar pudriéndose en nuestros hospitales y asilos

de ancianos”.

“No hay necesidad de crear el pánico con solo un caso confirmado. Pero le sugeriré

al Jefe de la Junta que convoque una comisión especial para investigar el asunto. Aunque

Twanya está de baja administrativa, le pediré que prepare un reporte. Llegaremos al fondo

de esto, de una manera u otra”, Carlton dijo con su habitual aire de confianza en sí mismo.

“Pensé que habías suspendido a Twanya porque estaba fisgoneando”.

“Maggie Goldberg era la que quería que Twanya se fuera. No tengo idea de qué fue

lo que la llevo a ir contra Twanya. Yo solo fui el mensajero entregando las noticias”.

“Pero no hiciste nada para impedirlo”.

“Debes pensar que tengo más poder del que en realidad tengo. A veces me siento

como una figura corporativa impotente”.

“¿Te preocupa que si Premier hace lo de ECJ público los fondos de la compañía se

estanquen?”

“Todo depende de cómo manejemos la situación. Pero te dije antes en El BID

dentón que había que averiguar esto. Víctor dijo que Twanya ya iba por el camino

correcto”.

Mordí la esquina de mi labio, sin saber qué decir acerca de nuestra desastrosa noche

en El BID dentón. “¿Cómo sabe Víctor qué estaba haciendo Twanya?” pregunté.

“¿Te olvidas de que él controla las operaciones de las computadoras? No me

sorprendería si estuviera monitoreando los emails de la compañía”.

“Ahora que Twanya tiene tiempo libre, re-examinará los historiales”.

“¿Alguien más está envuelto en esto?” Carlton llamó a la mesera para pedir otro

Martini.

Antes de que pudiera responder, el ayudante de camarero rompió una jarra de agua

mientras recogía nuestros platos. Rebotó en el suelo, mojando mi regazo con agua helada.

Temí que mi débil falda de crepé, empapada hasta el asiento, se volviera transparente,

pegándose a cada imperfección de la cintura para abajo.

El escuálido adolescente se desató el delantal y comenzó a secar el suelo. “Por

favor, señorita, no se mueva. Podría resbalarse”.

“Podría usar una toalla o dos”, dije.

Carlton vio el charco de agua que había en mi regazo y que goteaba por mis piernas.

“No puedo manejar así, Anika. Para cuando llegues a casa, serás una pasa. Te conseguiré

una habitación en el hotel”.

“No podemos. Quiero decir, no es necesario. Me secaré en el baño”.

“"No quiero oír hablar de ello”. Carlton fue hasta donde estaba la anfitriona.

Nuestra mesera llevó un par de toallas de la cocina, ninguna de las cuales podía

envolver alrededor de mi cintura. Levanté un mantel de la barra lateral de la mesa del

ayudante de camarero y torcí el lino blanco alrededor de la cintura de camino al baño de

mujeres. Me sequé con la ayuda del secador montado en la pared.

“El hotel está reservado para hoy”, dijo Carlton cuando volvió a la mesa. “Pero nos

conseguí—quiero decir a ti—una habitación en el Hotel Rústico de Sunview. Te llevaré

hasta allá”.

“Solo estoy un poco mojada en los costados. Estaré seca en cuestión de segundos”.

Me sentí halagada de que Carlton intentara cuidar de mí. Excepto por mi

maravillosa relación secreta con Gabriel, arruinarla ahora sería malo. Pero Carlton esperaría

ser invitado, y no podía engañar a Gabriel. Le insistí en regresar casa.

El Garmin de Carlton estaba fallando en el viaje hacia el restaurante, decidió tomar

los caminos montañosos que el maître d' sugirió como una vía alternativa más fácil. El viaje

fue duro, emocional y físicamente. Todavía estaba en shock por saber que Carlton había

estado con Rebecca, la cual era coreana. No creía que ambos combinaran, pero sabía muy

poco de lo que pasó detrás de las puertas cerradas.

Serpenteamos a través de un sinuoso camino con baches llenos de surcos esparcidos

a lo largo de nuestro camino. Mi trasero actuaba como un amortiguador defectuoso.

Definitivamente algo estaba mal con el Porsche. Nuestra charla comenzó a relajarse

mientras la media luna se asomaba debajo de las nubes haciendo relieve de los pinos a lo

largo del horizonte. Los oscurecidos cielos hicieron poco hicieron para calmarme. Carlton

aceleró, sintiendo mi malestar cuando llegamos a un camino de un solo carril, curvando una

pendiente rocosa. La fachada rocosa del acantilado rodeándonos estaba demasiado cerca

para nuestra comodidad. El camino se hizo excesivamente estrecho a medida que

continuábamos subiendo la colina.

“El idiota detrás de nosotros tiene las luces altas encendidas”, dijo Carlton.

“Mientras más rápido manejo, más cerca esta”.

“Estaciónate. No necesitamos ninguna pelea de carretera”.

“Lo haría, pero no hay donde. Está loco, tratando de llevarnos hasta las rocas”.

“Según las direcciones, deberíamos estar llegando a una bifurcación en el camino”.

Mis palabras fueron medidas, mientras intentaba sonar calmada. “Cruza a la derecha, es tu

oportunidad”.

Carlton intentó frenar bruscamente cuando nos acercamos a la división. Bombeó sin

ningún efecto de bajar la velocidad, haciendo un caballito mientras conducía por un camino

a la derecha. Apenas nos escapamos de chocar de frente contra una pared de roca. Comencé

a rezar, con miedo de estar a minutos de un final desastroso, no solo para nuestro viaje por

carretera, sino tal vez incluso para nuestras vidas.

“No se detiene”, dijo, dándole repetidamente al freno.

“Usa el freno de emergencia”, grité.

“No se mueve”.

El conductor detrás de nosotros comenzó a golpearnos por detrás. Los golpes

parecían acelerar al auto. Estábamos atrapados en una pesadilla de autos chocones. Carlton

intentó reducir la marcha para frenar el Porsche, pero no funcionó. Nos desviamos a la

derecha y brincó hacia una baranda. La colisión nos hizo patinar mientras el conductor

detrás de nosotros nos pasó por un lado. El auto de Carlton cayó en una zanja fangosa

cuando saltó por la borda. El parabrisas se hizo añicos cuando una rama de un árbol pasó a

través de él. Las bolsas de aire se inflaron y nos cubrieron en el asiento delantero cuando el

coche se desplomó del lado del pasajero.

“Anika, Anika ¿estás bien?” gritó Carlton mientras veía mi mano ensangrentada por

los trozos de vidrio del parabrisas que esquive de mi cara. “Necesitamos salir de aquí”.

Mientras las bolsas de aire se desinflaban, Carlton forzó la puerta para abrirla. Después de

llamar al 911, dijo, “Toma mi mano, te deslizaré encima de mí”.

“La guantera se aplastó en mi regazo. Trataré de empujarla con mis piernas”. Hice

una mueca de dolor, sintiendo mis rodillas acalambradas bajo el peso de metal doblado.

“Empuja más fuerte”, dijo Carlton. “Casi no te has movido”.

“Lo estoy intentando”, grité. Mis movimientos eran minúsculos. La gravedad estaba

trabajando contra nosotros. Estaba asustada por las chispas que comenzaron a hacerse

desde el capó arrugado. Temía que Carlton jalara mi brazo tan fuerte que lo rompiera.

“Esto no está funcionando”. Apretó los dientes, se subió de nuevo y trató de hacer

palanca en la guantera con una palanca que sacó del baúl.

“Vamos, Anika. Eres delgada. Deslízate hacia fuera”.

Metí mi barriga y me moví de lado a lado. Imaginándome que Gabriel estaba

conmigo, apreté mis muslos tan fuerte como pude. Di mi último empujón y forcé mis

piernas por debajo de la guantera. Carlton tiró de ambos brazos. Finalmente me liberé.

Carlton y yo nos alejamos unos cincuenta metros del desastre. Nos acurrucamos

contra la barandilla y esperamos a la policía del condado de Cattaraugus. "Toda una cena

especial." Frotó mi espalda, lo cual me impedía llorar.

“La próxima vez, asegúrate de que nadie trate de matarnos”. Besé a Carlton en los

labios como reflejo por haberme sacado del auto chocado. Pero justo después me retiré.

Sentí como si hubiera traicionado a Gabriel. Él era definitivamente del tipo territorial, pero

sabía que entendería. O por lo menos así es como pensé que era. Él valía la pena, y dejaría

pasar pequeñas indiscreciones.

Carlton, en silencio, recogió mi cabello fuera de mi collar y lo colocó sobre mi

espalda. Envolvió sus manos alrededor de mi cuello y presionó su frente contra la mía.

“Quería que esta noche fuera memorable. Pero no así de memorable”. Sus labios rozaron

los míos, más como un gesto platónico que como uno romántico. Estaba aliviada de estar

viva. Carlton observó la carretera cuando oímos las sirenas aproximarse.

“Anika, llamaré a un auto para que te recoja. Trataremos de arreglar esto mañana”.

Capítulo 20

Al pasar la hora, llegó un carro para llevarme a casa. Todavía estaba anonadada por

el hecho de que Carlton estuvo casado con Rebecca, la cual era de nacionalidad coreana. Y

es resaltante prospecto de que el Dr. K puede estar relacionado con terroristas había

comenzado a fijarse en mi mente. Sabía que su compañía manufacturaba un producto de

cuidado de heridas que algunos de los Seis habían utilizado. Tal vez la W2 había sido

utilizada para infligir el ECJ. Pero lo más desconcertante de todo ¿por qué alguien trataría

de matar, no solo a mí sino también a Carlton?

El chofer cruzo en frente de mi casa, y me enfoque en Tommy y Gabriel caminando

por mi patio, como si estuvieran en una búsqueda del tesoro. Ya estaba confundida por el

accidente de auto, pero un sentimiento profundo de inquietud me invadió cuando vía

Gabriel golpeando con un puño su otra mano.

“¿Por qué están aquí, chicos?” pregunté calmadamente, tratando de esconder mi

aprehensión.

“Debiste haber apagado tu celular. Pensamos que estarías en casa”, dijo Tommy.

“¿Por qué un chofer te trae a casa?” preguntó Gabriel. “Tienes que mantener tu

celular encendido. Tenemos que ser capaces de encontrarte”.

Algo estaba mal. Gabriel actuaba como si no confiara en mí.

“¿Qué sucede?” le pregunté a Tommy. “Sabía que Gabriel iba a comprar un par de

cervezas, pero no pensé que estarían despiertos toda la noche”.

“Tú no te ves muy bien”, dijo Tommy. “¿Por qué tu falda está rota?”

“Estuve en un accidente automovilístico. Alguien debió haber manipulado los

frenos de Carlton”.

“¿Estabas con Carlton?” Gabriel no perdió tiempo en hacer una rápida examinación

de mi cuerpo. “¿Fuiste a un médico? Necesitas que te revisen. No me gusta el aspecto de

esa herida en tu muñeca”.

“No necesito ir a un hospital”

Gabriel frotó mis brazos como un fuerte abrazo sustituto. “Yo cuidare de ti. ¿Está

Carlton revisando su auto? ¿Un asesino los puso de objetivo a ambos?”

“Lo único que sé es que tuvimos un viaje de vuelta a casa bastante terrorífico”, dije

calmadamente. “Los policías fueron a investigar. Me fui antes de que llegaran a alguna

conclusión”.

“Antes de que ustedes dos caigan uno encima del otro, hablemos acerca de otra

parte del rompecabezas de ECJ”, dijo Tommy. “Acabo de ser picado por una avispa y

podría usar un poco de Courvoisier”.

“No tengo nada de coñac”. Abrí la puerta del lado del garaje. “Hay un poco de

Tanqueray en el bar, y jugo de naranja en la nevera. Sírvanse mientras me cambio de ropa”.

Me limpié las cortadas de la muñeca y otra que tenía a lo largo de mi brazo

izquierdo y me puse jeans y una sudadera. Tommy y Gabriel caminaban en círculos por la

sala en silencio.

“¿Qué les pasa a ustedes dos?” dije bajando por las escaleras. “Parece una morgue

aquí adentro”.

“Fenomenal elección de palabras”, dijo Gabriel, “considerando que han intentado

matarte dos veces”.

El normalmente extravagante Tommy tomó el centro del escenario. "He descubierto

que el Juez Isley, el juez que exoneró a Premier, no hizo un trabajo muy completo

examinando los registros médicos. Él es parte de la conspiración."

“Volvemos a las teorías de conspiración”, pregunté impacientemente.

“No seas tan desdeñosa, Hermanita. Estoy haciendo esto por ti y no por otra razón”.

“Lo siento, Tommy. Ha sido un largo día. Estás en lo cierto”.

“Disculpas aceptadas. Nos dijiste que Cantor y Price habían hablado con la corte a

través de Wiley McCaffrey. Antes de que McCaffrey fuera un gran socio, era el jefe de la

Fundación Drierdon, una organización filantrópica de cincuenta millones de dólares.

Drierdon fue abordado en varias ocasiones para el financiamiento de los médicos del Reino

Unido que hacen investigación sobre la ECJ. Uno de estos médicos, el Dr. Phillipe Tritan,

era un antiguo juguete de McCaffrey. Mientras McCaffrey y Tritan trabajaban juntos,

McCaffrey seguía casado con su novia de la secundaria. Rechazaba toda petición de

financiamiento, excepto las que iban dirigidas a Tritan. Drierdon le otorgó un subsidio de

1.8 millones de dólares a Tritan cuando se mudó a los Estados Unidos”.

“¿McCaffrey fundó una investigación sobre ECJ?” pregunté. “Ven a sentarte

conmigo. No puedo seguir tu tren de ideas. ¿A quién le importa si fue amante de Tritan?

Los gays son comúnmente aceptados. Si McCaffrey fundó la investigación de Tritan, ¿por

qué no lo consideraron cuando investigaron a los Seis?”

“Todavía hay un montón de prejuicios contra los homosexuales. He perdido algunos

anuncios cuando la gente sospechaba que no era heterosexual”.

“¿La gente piensa que eres gay? Eres uno de los más cachondos del planeta”, dije.

A Tommy nunca le faltaba compañía de una mujer. Cambiaba de novia más que un hombre

cambiaba de ropa interior. Sabía que mi hermano podía tener cualquier mujer que quisiera,

pero igual seguía siendo soltero. Mientras yo añoraba un alma gemela. Tommy disfrutaba

de su libertad con varios amantes.

“Vuelve a poner tus ojos en tu cara, Hermanita. Las personas asumen

automáticamente que soy gay porque uso colores brillantes. De cualquier forma, nos

estamos desviando del tema. La investigación no fue desacreditada solo porque Tritan y

McCaffrey salieron del closet. McCaffrey fue despedido cuando los custodios de la

fundación descubrieron a Tritan utilizando una tercera parte del dinero para comprar un

yate para McCaffrey. Hasta el día de hoy, McCaffrey niega la existencia de ECJ”.

“¿Has trabajado para una revista de chismes? ¿Cómo te enteraste de todo esto?”

Tommy me señaló con el dedo. "Es obvio que nunca has trabajado en un bufete de

abogados. Los socios principales son conocidos por abandonar a las entidades asociadas.

Simplemente me puse en contacto con Ashley Lanier, asociada sénior de McCaffrey que

fue promovida a socia. También tengo un amigo en la Oficina del Fiscal de EE.UU. en

Manhattan. Drierdon trató acusar a McCaffrey de desvío de los bienes, pero la fiscalía se

descarriló cuando el gobierno cambió y un demócrata se convirtió en presidente. Los viejos

amigos se protegen unos a los otros. Bastante basura debajo de la alfombra”.

“Déjame adivinar qué paso después”, dije. “Cuando McCaffrey se cambió a un

bufete privado, lo último que quería escuchar era acerca de ECJ. Así que cuando los Seis

fueron investigados ¿se aseguró de que ECJ no le pasara a nadie por la mente,

especialmente a Isley?”

“Bingo, Hermanita, te ganaste el mono de felpa. Carlton debe estar trabajando con

McCaffrey para encubrir el ECJ”.

“Si Carlton está encubriéndolo, ¿por qué tratar de matarlo a él empujando el

Porsche por un acantilado?”

“Carlton tiene profundas deudas de sus garantías Bilatope”, dijo Gabriel. “Tal vez

quería más dinero de McCaffrey para mantener el plan en marcha y McCaffrey decidió

sacarlo”.

“McCaffrey ya intentó que me despidieran”, dije. “Tal vez contrató a alguien para ir

en contra de nosotros, como un dos por uno. ¿Algún otro secreto en juego?”

“¿Sabías que el Dr. K trabajó en el Reino Unido antes de trabajar en Kingston?”

preguntó Tommy.

“Su historial de trabajo está un poco revuelto ahí”, dijo Gabriel. “Pero seguro fue

ahí cuando conoció a Rebecca. Ella desapareció del mapa cuando una gran compañía de

drogas canceló un ensayo médico para niños con retino blastoma. Cambiaron para financiar

un proyecto sobre glaucoma. Solo alrededor de doscientos cincuenta niños por año son

diagnosticados con retino blastoma en comparación de dos a tres millones de personas que

contraen glaucoma. No hace falta ser un genio para darse cuenta dónde se haría el dinero”.

“¿Sabías que Rebecca se cambió su nombre? Nació en Corea y quería encajar

mejor”, dije.

“O tal vez está ocultando algo”, dijo Gabriel. “Está recibiendo mucho dinero de

algún lugar. La semana pasada se compró una casa fuera de Clarence por 850.000 dólares.

Incluso si tuviera una hipoteca, todavía tendría que presentar pruebas de una renta bastante

fuerte para conseguirlo, o encontró un hombre rico, o su investigación está dando frutos a

lo grande”.

“Déjame investigar eso, Gabriel”, dijo Tommy como si fuera un estudiante

buscando un crédito extra. “Conozco el juego local de las bienes raíces mucho mejor que

tú. Y tal vez ella simplemente tiene un acuerdo de divorcio enorme de Carlton”.

“¿Pero conoces a alguien en SWIFT?” preguntó Gabriel.

“¿Qué es Swift?” Tommy respondió como si la pregunta de Gabriel fuera

ridículamente trivial.

“SWIFT es el acrónimo en inglés de un consorcio bancario con sede en Bruselas, la

Sociedad de Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Mundiales. Es una cooperativa

que dirige trillones de dólares cada día entre bancos, corredoras y las casas de bolsa. Sus

registros implican transferencias bancarias y otros métodos de mover dinero en el

extranjero y dentro y fuera de Estados Unidos”.

“¿Si Rebecca está recibiendo dinero fuera de los Estados Unidos, alguien en SWIFT

lo sabría?”

“La información es extremadamente confidencial, pero los fondos son monitoreados

por razones terroristas”, dijo Gabriel. “Veré si puedo rastrear alguna gran suma de dinero

entrando en las cuentas de Rebecca. Pero por ahora, Anika, déjame revisarte”.

“Muy bien, niños, esa es mi señal para irme”, dijo Tommy. “Esta picada está

comenzando a doler como el demonio. Anika ¿por casualidad tendrás algo de Benedryl?”

“Revisa en el gabinete del baño al lado de mi cuarto”.

“Gracias. Volveré pronto”, Tommy saltó por las escaleras.

Esperando que Tommy regresara, fuimos a la cocina. Gabriel me quitó la sudadera

y beso mis pezones como si hubiéramos estado separados por años. “Me volvería loco si te

perdiera”, dijo con un desprecio inusitado que nunca había visto antes.

Tommy bajó apresuradamente hacia la sala. “Hasta luego, chicos”. Cerró la puerta

del frente.

Gabriel me llevó arriba, con la gentileza requerida para manejar una antigüedad de

colección. Me acostó tiernamente sobre la cama, me quitó mis jeans y franela. “Tengo que

estar seguro de que estás intacta”.

Él se quitó la ropa, se estiró a mi lado y procedió a inspeccionar mi cuerpo con su

lengua, empezando por mi cuello, en los pechos y en mi ingle. Una cantidad extra especial

de atención se prestó a mi sexo, luego lamió de arriba y abajo por mis muslos. Mi clítoris

fue tocado y chupado como si Gabriel lo hubiera descubierto por primera vez. Finalmente,

rodó encima de mí y le dio a mi garganta una vez más. Nuestras lenguas penetraron

profundamente en la boca del otro. Gabriel me iba a montar pero se detuvo cuando sus ojos

se clavaron en mis muslos magullados.

“Odio esos cortes y moretones”. Gabriel se puso a mi lado. La furia se estaba

apoderando de sus ojos mientras palmeaba mis piernas hinchadas a partir de las rodillas.

"¿Ese bastardo de Carlton trató de violarte? Ni siquiera sabía que estabas con él”.

“No, por supuesto que no. ¿Por qué pensarías eso?” sentí que no me creía, pero

mientras más tratada de convencerlo de lo contrario, más se agitaba. “Cuando el carro se

deslizo por la carretera, la guantera colapso y me atrapo”.

La ira de Gabriel se estaba intensificando. De repente, me di cuenta que no tenía

idea de lo que estaba oculto en el fondo dentro de su psique. Estaba en un frenesí de marcar

de nuevo la furia irracional y sospechas infundadas.

“Necesito acurrucarme en tus brazos como el día que incendiaron el mirador”, dije.

“Por favor, Gabriel ¿te puedes quedar esta noche?”

“De ahora en adelante, no más secretos entre nosotros. Te ayudaré a encontrar quién

o qué mató a los Seis, pero prométeme, no más secretos”.

“Te lo prometo, de corazón, lo prometo”, dije, sabiendo que yo no era la que

necesita un anillo decodificador para explicar mi vida.

Gabriel se acurrucó detrás de mí y presionó su pecho muscular contra mi espalda,

con su brazo derecho descansando sobre mi cadera. “Duerme bien, Anika. Seré un mucho

mejor amante después de una buena noche de descanso”.

Me dormí intermitentemente mientras Gabriel se lanzó como un animal atrapado en

una trampa de mandíbula de acero. Se enredó entre las sabanas. Sus gemidos se

profundizaban mientras la noche se hacía más oscura. Me solté y me acosté en mi espalda,

tratando de calmarme hasta dormir con respiraciones profundas.

“Tú hiciste esto”, me gruño mientras se acercaba más a mí. “No me mientas, perra”,

ladró. Me acerque hasta el borde, confiando en que se despertaría de su pesadilla. Cuando

me senté, Gabriel se lanzó hacia mí con sus ojos cerrados. Apretó mi torso contra el

colchón con una fuerza que nunca había experimentado antes. Su poder sobre mí fue

implacable mientras golpeaba mis mejillas.

“Gabriel, Gabriel”, grité. Golpee sus hombros con mis puños, tratando de

despertarlo. “Solo es una pesadilla”.

Me sujetó más fuerte. Luché con cada pizca de fuerza dentro de mí. “Mentirosa”,

siseó en mi oído.

Comencé a sollozar incontroladamente, y traté de alcanzar la pesada vasija de cristal

en mi mesa de noche que Gabriel me había enviado hace meses. Apuntando a su cabeza, no

me atreví a romperle el cráneo. Lo lancé al suelo de madera y mire los fragmentos

salpicando por la habitación.

La intensa reverberación del accidente debió haber despertado algo dentro de

Gabriel. Enloquecido por el miedo, sentí que me soltaba. "Lo siento", gritó, y se apartó de

la cama, lejos de mí. "Te advertí que podría matarte."

Me encogí en la esquina y lo vi irrumpir fuera de la habitación. No podía mirar a mi

cama – y mucho menos gatear de nuevo hacia ella – después de que Gabriel se fue.

Insegura de lo que había movido el interruptor de loco furioso en su interior, me moví por

toda la casa, indeleblemente destrozada. Vomité tanto antes como después de la ducha,

tratando de justificar mi obsesión por un hombre que en última instancia podría ser el

causante de mi muerte.

Capítulo 21

Tommy me llamó en la mañana para ver cómo estaba después del accidente de auto

con Carlton. “Oye, Hermanita ¿los mágicos toques de Gabriel te sanaron?”

“¿Confías en él, Tommy?”

“Tanto como confiaría en alguien que caga dinero”, dijo Tommy seriamente.

Siempre ha tenido una habilidad especial para evaluar cualquier situación sin rodeos.

“Hay tanto que no sabemos, todavía, pero tengo más fe en él que en nadie más, a

excepción de ti”. Tragué amargamente. “¿Descubriste cómo murió su esposa?” Gabriel,

como Carlton, tenía la intención de encubrir todo lo que se cruzara por su camino.

“Accidente de auto. Causado por un adolescente borracho. Por lo que dicen los

periódicos, Gabriel no tuvo nada que ver. ¿Te encuentras bien? Suenas extraña”.

“Tú también estarías un poco fuera de ti, si alguien hubiera intentado matarte.

Primero, un loco me ataca en mi patio trasero. Y después alguien trata de lanzarnos a

Carlton y a mí por un acantilado”.

“¿Quieres que pase por allá?”

“Ya voy tarde al trabajo”. Comencé a respirar más fácilmente, como si hubiera sido

liberada de mis más grandes temores. “Pero gracias por la oferta”.

“Haría lo que sea por ti, Hermanita”.

“Te quiero, Tommy. Por favor, ten cuidado”.

“Te quiero más”.

Necesitaba escapar del confinamiento de mi casa, la cual se sentía más como un

campo de batalla que como un dulce hogar. Mi carro seguía estacionado en Premier por la

noche anterior, así que tomé un taxi para el trabajo. Por primera vez desde que comencé a

trabajar en la compañía, mi oficina me daría un cambio muy necesario de escenario. Floyd

me saludo con dedos mientras entraba por el lobby.

“Buenos días, Floyd”. Lo salude con mi tarjeta de identificación en la mano y pase a

un lado.

“Que tengas un buen día”, dijo, casi a último momento.

“Tú también”.

Lo absurdo del intercambio de saludos de repente me golpeo. No estaba lista para

conceder que mi cuento de antes de dormir jamás tendría un final feliz, pero las

probabilidades estaban en su contra. Tenía que forzarme a enfocarme en los Seis, pero ese

melodrama había tomado un giro surrealista de las proporciones de Salvador Dalí. No había

dudas de ello. Estaba cayendo por el agujero del conejo, personal y profesionalmente.

Le eché un vistazo a la oficina de Twanya y moví su puerta abierta. Su baja

administrativa todavía continuaba, pero ella venía una vez a la semana para revisar su

correo. Me hizo un movimiento para que me acercara y despidió a su secretaria.

“Ponte cómoda”, dijo. “Pensándolo mejor, eso es imposible, pero por lo menos

siéntate”.

“Déjame molestar a tu cerebro con algo personal—muy personal”, le dije

conscientemente. "¿Sabes algo sobre abuso doméstico?”

“¿Estás bien, Anika? Parece que alguien te uso de saco de boxeo”. Se apresuró a mi

lado y me sentó en una silla enfrente de su escritorio.

“Tuve un accidente de auto. La bolsa de aire explotó en mi cara”.

“Buen intento, Anika, pero no te creo. Si un hombre te está pegando, debes

reportarlo a la policía. No inventes excusas, pensando que puedes cambiar al bastardo”.

No me sentía cómoda hablando mal de Gabriel y cambie de tema a los problemas de

Premier. “He tratado de persuadir, coaccionar y convencer a los familiares de dos de los

Seis que no fueron incinerados en tener a sus seres queridos exhumados. Pensé que iba a

ser una venta fácil, teniendo en cuenta cómo murieron estas personas. Le hablé de la

posibilidad de salvar otras vidas, pero no tuve suerte. Incluso le pedí a nuestro asesor legal

conseguir una orden judicial para abrir las tumbas. ¿Has conseguido más información sobre

si ECJ mató a los Seis?”

“Carlton ya me habló acerca de escribir un reporte clínico sobre ECJ para un comité

especial. Creo que dijo que en dos semanas se convocaría una reunión”.

“Estarás en la reunión ¿verdad?” Lo último que quería era confrontar a algunos

miembros de la Junta sin los conocimientos médicos de Twanya para apoyarme.

“No me la perdería por nada del mundo”. Twanya sonrió.

De repente, un anuncio del vicepresidente del Premier de Recursos Humanos resonó

por los altoparlantes.

“Atención, empleados de Premier. Es el momento de felicitarnos a nosotros mismos

una vez más. Nuestros resultados del segundo trimestre llegaron, y hemos superado las

proyecciones de los analistas de nuestros beneficios esperados. Para celebrarlo, nuestras

oficinas se cerrarán a las dos. Sólo los empleados esenciales están obligados a quedarse

hasta el final de los negocios. Disfruten”.

“Mientras Twanya se iba de la oficina, me preocupe por el mensaje. Por error,

choqué con Carlton caminando en la dirección opuesta por el estrecho pasillo.

“No hay necesidad de atacarme, Anika”. Carlton en broma se frotó el codo. “Iba de

camino a tu oficina. Quería ver si habías llegado a casa sana y salva”.

“Creo saber por qué fuimos atacados anoche. Si estás libre, quisiera hablarte de

ello”.

“Mi puerta siempre está abierta”.

La oficina de Carlton era elegante, lujosa y desproporcionadamente fuera de

sincronía con el resto del edificio. Estaba adornada con mapas de lugares que no reconocía.

Tenía un globo de madera del tamaño de una pelota de ejercicio, del tipo que se supone

puedes rodar tu cuerpo entero encima de ella. Su gran escritorio de caoba tenía molduras de

esquina talladas y fue equipado con inserciones de cuero negro y accesorios. Un aparador a

juego ocupaba un sistema incorporado en un rincón debajo de un ventanal que se extendía

por toda una pared. Me desplomé en la mesa de reuniones en la esquina, y Carlton cerró la

puerta.

“Estoy segura de que Wiley McCaffrey desvió a la corte de descubrir ECJ”.

“Me ha estado evitando últimamente”, dijo Carlton. “Lo llamé esta mañana para

pedirle consejo sobre hablar con el Centro de Control y Prevención de Enfermedades. Si

alguien es capaz de resolver esto, serían los federales”.

“¿Quién de Premier crees que sospecha que Twanya y yo estamos investigando a

los Seis?”

“Probablemente cualquiera que ha pensado en ello. Tú eres la oficial de

cumplimiento y Twanya es la directora médica. Pero eso no explica por qué están detrás de

mí. Hice que revisaran el Porsche esta mañana. Dos de las líneas de los frenos habían sido

cortadas. El auto estaba bien antes de la cena. Así que cualquiera que haya cortado los

cables sabía que estábamos en ese restaurante”.

“Esto es una locura. ¿Alguien tiene acceso a tu calendario?”

“Lo decidimos a último minuto, así que no lo anoté”.

“¿Qué tal el almuerzo? Primero me pediste almorzar contigo en el Valle View”.

Carlton fue hasta su laptop y abrió Outlook. “Anoté el almuerzo. Así que cualquiera

que lo haya visto sabía sobre Valle View”. Comenzó a masajear mis hombros.

Me sentía enferma con todas estas revelaciones de ser perseguida; me levanté y lo

alejé. “Discúlpame por arrastrarte a este desastre. Te hablaré pronto”.

“Antes de que te vayas, quiero que sepas que contraté a un investigador privado.

Buscará videos de vigilancia del restaurante. Hará un diagnóstico sobre nuestro sistema

para ver quién accedió a mis correos”. Carlton tomó mi cintura por detrás. “Anika, tan

seguro como que estoy aquí, nadie te hará daño nunca más. Eres muy importante para mí”.

Me volteé y abracé al hombre, pero no quería incentivarlo. Rápidamente me alejé,

me fui de su oficina y hacia mi escritorio. Incapaz de sacudirme el horror escalofriante que

vi en los ojos de Gabriel hace unas pocas horas, sabía que tenía que averiguar todo lo

posible sobre él y Vermilion. El pasado tenía que tener las respuestas sobre si debía

arriesgar mi vida por un recién llegado a mi mundo.

Prendí mi computador y comencé a investigar sobre Vermilion en internet. La

compañía venía de los días de la Guerra de Vietnam. Comenzó manufacturando municiones

y permaneció en manos de su fundador y ex presidente, el almirante retirado Benjamin

Vermilion, hasta su muerte hace dos años. Recibió la Cruz Armada, dos Estrellas de Plata

al Valor y un puñado de Corazones Púrpuras, Vermilion era aparentemente una parte

importante de su vida militar y personal. Cuando su esposa, Verónica Barton Vermilion, no

quiso ser parte del negocio, su único hijo, Gabriel, heredó una participación mayoritaria en

la compañía. Vermilion, ahora uno de los mayores contratistas de defensa en el mundo,

tenía diecisiete plantas de fabricación global y una división de nuevo desarrollo que

proporciona la seguridad armada en las zonas descritas solo como focos. Como la empresa

se mantuvo en privado, podría mostrar tanta o tan poca información como creyera

conveniente. Los ingresos brutos, sin embargo, se promocionaban a estar en el rango de los

seis mil millones de dólares.

Me pregunté por qué Gabriel usaba el apellido de soltera de su madre como apellido

principal. Problemas con sus padres rara vez se ponían en sobre la mesa, y pensé en

contactar algunas de las personas que conocieran a Gabriel. De vez en cuando, había visto a

los trajes negros que acompañaban a Gabriel o que me hacían sombra desde la distancia,

pero sospechaba que habían sido obligados a guardar secreto. Por otro lado, tuve la

corazonada de que Wally, su chofer, podría ser una historia diferente. Todavía estaba de

baja por su sinusitis pero debía estar cerca de curarse después de tomar varios antibióticos.

Cuando la oportunidad se presentara, le diría a Gabriel que trajera a Wally desde

Charlottesville a Búfalo. Si su conductor se encontraba bajo una orden de silencio, podría

caminar fuera de la caja y tratar de encontrar a la madre a Gabriel. Pero eso podría ser una

sentencia de muerte para cualquier relación significativa con un hombre envuelto en el

secretismo.

“Continúe leyendo cuando Floyd me llamo a la oficina. “Anika, hay un hombre aquí

que insiste en verte”.

“¿Le dijiste que la oficina estaba cerrada?” estaba segura de que Floyd fácilmente

podría deshacerse de quien sea que quisiera verme. Las quejas sobre Premier estaban en su

punto más alto de todos los tiempos, y yo no podía cambiar a modo de apaciguamiento tan

pronto después de haber sido atacada por Gabriel.

“Lo intenté, pero insiste en que su gente dice que está bien”.

Increíble. Gabriel tuvo el valor de enfrentarme en mi propia oficina. “Ya bajo”.

Por lo menos su momento de llegada fue impecable ya que eran pasadas las tres y la

mayoría del personal ya se había ido. La aparición de un hombre terriblemente guapo

conectado a nadie crearía una oleada de rumores. Arrinconé a Gabriel en el mostrador de

seguridad con una mirada que decía que no creía lo que pasaba. Él garabateó una firma

ilegible mientras Floyd nos dejaba entrar en el santuario interior.

Entramos en el ascensor de servicio, lleno de cajas con suministros y lo guié hasta

mi oficina. “Escuché que Premier cerraría temprano hoy”. Gabriel calmadamente tomó mi

mano. “Pensé que podría acceder a su sistema de computadoras para buscar algo que nos

pueda ayudar con los Seis”.

En silencio, miré al frente a las puertas del ascensor ya que comenzamos a ascender

a mi oficina. Gabriel pulsó el botón de parada de emergencia, y se congeló a medio camino.

“Tenía que verte en persona para disculparme por lo que pasó. Pensé que lo tenía

bajo control, pero aparentemente no. Por favor no me alejes de ti, Anika. Te necesito”.

Sentí sus ojos clavándose a través de mí mientras buscaba una respuesta. Lo

necesitaba también, pero había tantas barreras emocionales entre nosotros. "Cuando estés

listo para dejarme dentro de tu cabeza, te escucharé. Pero no puedo soportar ser alejada por

secretos de tu pasado”.

“No es tan simple”, dijo Gabriel rápidamente. “Haces que suene como si fuera una

especie de monstruo. ¿No crees que te explicaría si pudiera? Dame un respiro. Lo que pasó

en Afganistán daño mi cabeza. Te lo prometo, buscaré ayuda”.

“¿Te das cuenta de lo mucho que me heriste? Rompiste mi corazón. Sin contar los

moretones físicos. Solo el maquillaje podría ocultar tanto”.

“Lo siento, Anika. Te lo compensaré. Te lo prometo. Nunca he dejado un trabajo a

medias y no comenzaré ahora. Después de que busqué lo que necesito de sus computadoras,

me iré si eso es lo que quieres”. Presionó el botón de nuevo y el ascensor se comenzó a

mover y se abrió. Corrimos hasta mi oficina. Coloqué una silla para obstruir la puerta y le

mostré a Gabriel mi computador. Comenzó a mordisquear mi mano. Me era imposible

concentrarme. “Gabriel, por favor, aquí no”. Como una distracción, desenterré el manual

sobre el sistema informático.

“No necesito eso”. Gabriel acarició el teclado como si sobresaliera en una prueba de

mecanografía. Las pantallas cambiaron tan pronto como la información era descargada. “Su

libro mayor de cuentas por pagar apoya la teoría de Tommy de que la empresa tenía

motivos para matar a estos pacientes costosos. Por lo menos dos tercios de los Seis tenían

gastos médicos que sobrepasaban los seiscientos mil dólares cada uno. Dos estaban cerca

de la marca del millón de dólares. ¿Dónde puedo imprimir esto? ¿En esa impresora fuera de

la puerta?”

Entreabrí la puerta y vi a Phyllis pasando. No estaba segura de sí había oído la

gruesa voz de Gabriel antes de que comenzara a imprimir los papeles.

“Anika ¿Cómo está el tobillo?” Phyllis se paró a mi lado, y trató de leer lo que

imprimía. Los voltee tan pronto como la impresora los escupía.

“Completamente curado”.

“¿Necesitas ayuda de una secretaria? Tengo algo de tiempo libre”.

“Estoy bien, Phyllis. Solo poniéndome al día con el trabajo”.

Phyllis me comenzó a hablar de pequeños detalles sobre la próxima convención

eslovena de coleccionista de Pez hasta que se imprimieron todas las cuarenta y siete

páginas. Estuve dando vueltas con la compra de su pasaje de ida mientras me dirigía al

escritorio de mi secretaria. Me quede ahí y fingí buscar una grapadora.

“¿Cómo está la ventilación de tu oficina?” preguntó Phyllis. “"Llamados al equipo

de limpieza tres veces hoy para conseguir que el aire acondicionado fuera ajustado en la

suite ejecutiva. Espero que no estés teniendo el mismo problema”.

Mi mano apretó la de ella mientras Phyllis giraba el pomo de la puerta. "Me has

cogido por sorpresa, Phyllis. Mi oficina es un desastre absoluto. Papeles por todo el suelo.

He estado revisando las exposiciones de mi informe anual de cumplimiento. Me atrasaré

por semanas si siquiera una sola hoja se mueve”.

Floyd llegó buscando a Phyllis. “Carlton está en la línea. Lo tengo es espera”.

Phyllis quitó su mano y se fue hasta el ascensor. Me había salvado de Phyllis por su

manía de adoración por Carlton.

Volví a mi oficina y encontré a Gabriel revisando más programas.

“¿Hay algo más que necesites? Es muy arriesgado traerte de vuelta”.

“Voy tres pasos delante de ti. ¿Puedo ir e imprimir más?”

“Apresúrate”

Gabriel había impreso hojas con pagos hechos al Dr. K, todos los bonos ganados

por los empleados y todos los pagos de indemnizaciones a los empleados despedidos.

Incluso accedió a la agenda personal de Carlton y rastreó cualquier pista en ella. Para más,

Gabriel imprimió veintiséis hojas adicionales. Deje de leer cuando algunos empleados

pasaron charlando en su camino a la salida. Cuando la última página se imprimió, presione

el botón de apagado y no le hice caso al llanto digital por más tóner.

Gabriel guardó los papeles en una caja de cartón que utilizaba como reposapiés.

“¿Ya todos se han ido?” Limpió mi escritorio, me sentó en él y me inclinó. “Anika, lo

siento mucho. Lo he arruinado todo. Por favor dame una segunda oportunidad”. Su mano se

deslizo por debajo de mi falda. “Juró que no te lastimaré de nuevo”.

Me entumecí con su toque. Cualquier mujer con una pizca de autoestima hubiera

cacheteado a Gabriel de inmediato, pero una molesta necesidad de salvarlo me hundió con

emociones irracionales. Tenía que intentar voltear las cosas, de volver a la normalidad con

Gabriel, como si hubiera algo convencional en él. Deseé el mismo tipo de relación que mis

padres habían tenido. Pero eso hubiera requerido un milagro, y como amantes de tragedia,

había pasado ese punto hace mucho. Todo lo que tenía era a Gabriel, con sus fallas,

rogándome estar con él.

Gabriel acarició mis mulos, masajeándolos firmemente, eventualmente subiendo

hasta mi ingle. Bajo mis panties hasta mis rodillas y comenzó a jugar con mi vello púbico,

jalándolo gentilmente mientras tarareaba. Cualquier reacción contundente fue superada por

una necesidad erótica de estar con él.

Metí mi lengua dentro de su oído y comencé a apretar su cuello. “Bésame”, le

rogué.

Gabriel desabrocho sus jeans, pero el destino se entrometió cuando el equipo de

limpieza comenzó a pasar la aspiradora justo en frente de mi puerta.

“En otro momento”, dije, tomando el zumbido como una advertencia

predeterminada y Gabriel rodó hacia un lado. "No quiero recordar hacer el amor aquí". Me

senté. "Una vez que la investigación esté detrás de nosotros, no quiero volver a hablar de ti

y de Premier en la misma frase”.

Gabriel, ferozmente frustrado, me ayudó a organizar todo, y nos montamos en el

ascensor hacia el vestíbulo. "¿Cómo está Lizzie?", le pregunté. "¿Has probado alguno de

nuestros favoritos locales como la carne de vaca en Weck o las alas de pollo?"

“Qué bueno que me lo recuerdas. Me gustaría invitarte a cenar conmigo y Lizzie.

Hago una ensalada de carne genial”.

“¿Estás seguro de tener tiempo?”

“Lizzie y yo tenemos que comer, Anika. Si estuviera solo, comería de una bolsa de

carne seca. Pero como Lizzie está en el dibujo, me aseguro de tener las tres comidas al día.

¿Te suena viene el domingo a las cinco?”

“Llevaré el postre”. Con Lizzie como nuestra chaperona oficial, sentí que Gabriel

tendría su mente enfocada. Y estaría a salvo de nuevo, aunque fuera solo por una cena”.

Capítulo 22

Aunque las Cataratas del Niagara nunca han sido nombradas oficialmente una de las

Siete Maravillas del Mundo, las tres cataratas rodeando el borde entre la provincia

canadiense de Ontario y el estado de Nueva York proveía inspiración a los turistas,

incluyendo al asistente de la Dra. Rumsford, Kyoung-Yu. Vestido con pantalones caqui y

una camiseta teñida, el proveedor veinteañero de Rebecca Noran permanecía en línea cerca

de Prospect Point para comprar su boleto para un viaje en barco a bordo del ‘Maid of the

Mist’. Él escuchaba a escondidas a un par de turistas bien informados debatiendo sobre la

belleza de las cataratas Velo de Novia frente a la majestuosidad de las cataratas canadienses

Horseshoe.

Rebecca se hizo espacio entre la multitud. Sostenía un par de pases Discovery pre-

comprados, perfectos para las cinco atracciones del lado americano de las cataratas.

“Kyoung-Yu, por aquí”, gritó, saludando con los pases sobre su cabeza. “Ven conmigo”.

El asistente de Rumsford reconoció a Rebecca, se detuvo un segundo, y luego se

hizo espacio entre los excursionistas del día. No pudo evitar notar sus capris de color kiwi,

abrazando sus nalgas tan fuertemente que parecía que se hubieran encogido a su alrededor.

“Compré estos boletos en línea”, dijo ella. “El viaje por barco es espectacular, pero

también lo son las Cuevas del Viento. Si tienes tiempo, pensé que podríamos ir juntos”.

“Eres muy considerada. ¿Cuánto te debo?”

“Yo invito”. Rebecca curvó el brazo alrededor de su cintura esbelta y lo guió a

través de la puerta de entrada a la zona de atraque. Rebecca fácilmente alardeaba de su

sexualidad, con el viento fluyendo libremente a través de su pelo castaño rojizo y la parte

superior de su camiseta aflojada. Sus pezones se asomaban por la tela de chiffon, una

invitación que pocos hombres podían resistir. Kyoung-Yu, como su mucho más joven

compañero, era más discreto, parecido a un estudiante de secundaria en un viaje de campo

en expansión de sus horizontes. Consciente de la diferencia de edad y la posición social, él

parecía reacio a conectar de una manera física.

“No te olvides de tu impermeable gratis”, le dijo ella a él. “De otra forma, quedarás

empapado”. Deslizó el impermeable de plástico por los hombros de Kyoung-Yu. Sus

manos se quedaron en su cuerpo mucho más tiempo del necesario.

Después que el par fue conducido hacia la cubierta superior del barco, Rebecca

trató de exprimir a Kyoung-Yu por sus datos ancestrales. Pero era imposible escuchar por

el estruendoso rugido del agua contra las rocas al pie de las cataratas, ciento setenta metros

por debajo del borde. Buscando un lugar más calmado para conversar, Rebecca llevó a su

invitado a la Cueva del Viento, una serie de cubiertas de madera y plataformas que

permitían a los turistas caminar hasta la base de las Cataratas de Velo de Novia. Pero con el

agua cayendo y fluyendo por debajo, Rebecca se encontró con la misma barrera de sonido.

Decidió llevar a su compañero a almorzar en el Buffet de Thunder Falls en el Casino

Seneca Niagara. Rebecca escaneó los autobuses llenos de personas mayores entrando en el

restaurante. Tenía que admitir, hartarse de comida sería el momento perfecto para presentar

a Kyoung-Yu la oportunidad de su vida.

“Hay tanto que comer en este país”, dijo Kyoung-Yu. Estaba regresando con un

plato lleno de camarones y vegetales después de su tercer viaje a las mesas del buffet. "La

riqueza aquí es increíble."

“Esto es nada”. Rebecca señaló a los ancianos bien alimentados agrupándose

alrededor de la carne de cangrejo. “Estos son buses de retirados de media clase tomando

ventaja de sus adicciones de apuestas. Pero puedo hacer mucho dinero. Millones para

nosotros dos”.

“Yo solo soy un técnico de laboratorio promedio”. Se metió una gran cucharada de

puré de papas con ajo en la boca.

“Lección uno, Kyoung-Yu. No es lo que conoces, sino a quién conoces”. Rebecca

sacó su chequera. “Lo que tengo en mente haría a tu tío fallecido muy orgulloso y

aseguraría el futuro financiero de toda tu familia”.

“No conozco a nadie en este país, excepto a mi tía y a algunos primos en Jersey. Su

negocio de lavandería apenas les da para vivir”.

“Estoy hablando de nuestra gente, de regreso a nuestra ciudad natal”.

El codo de Kyoung-Yu tumbó su cuchillo, que cayó al suelo. Lo recogió y observó

sus utensilios como si fuera un presagio de algo malo.

“¿Sabes de quién estoy hablando?” el tono de Rebecca fue decisivo mientras

recogía el cuchillo.

“Mi abuelo no me ha hablado desde que dejé Pyongyang. Me considera un traidor”.

"Él te daría la bienvenida con los brazos abiertos si pudieras asegurar que las

sanciones comerciales se levanten contra Corea del Norte."

“Imposible”. La mano derecha de Kyoung-Yu se cerró en un puño. “El mundo

entero nos odia”.

“Me gustaría que llamaras a tu abuelo y le pidieras que hable conmigo. Hablar no

cuesta nada. Tengo algo increíblemente de gran valor que vender. Algo que haría a Corea

del Norte poderosa. Te voy a pagar quinientos dólares si estás al menos dispuesto a

intentar”.

“¿Los quinientos dólares serían en adición a lo que ya me pagas?”

“Considéralo un bono”. Rebecca le escribió un cheque. “Pero debes hacerlo lo más

pronto posible. No podemos perder tiempo”.

Kyoung-Yu se limpió la barbilla con una servilleta. “Mi abuelo necesitaría detalles.

El sospecha de todo el mundo, incluso de mí”.

“Déjame los detalles a mí”. Señaló a la mesa de postres. “Disfruta”.

Capítulo 23

Como la mayoría de los hombres acercándose a los treinta, Tommy era un

obsesionado con lo saludable e iba al gimnasio tres veces a la semana. El sol estaba

saliendo por el horizonte cuando se sentó en su Ferrari en las colinas del este mientras se

estacionaba en el Club Atlético de Búfalo un sábado. Tommy había comprado el auto en

una subasta de la policía después de haber sido confiscado a un traficante de drogas

convicto cuyo laboratorio de metanfetamina fue cerrado por las autoridades. Él no

desaprovechaba un buen negocio, sin importar qué estuviera involucrado. Las apariencias

eran importantes y le encantaba actuar como si tuviera mucho dinero.

Estaba esperando a Rebecca, había seguido sus movimientos por las últimas dos

semanas. Tommy estaba atraído por su cuerpo—o más bien, de la manera en que lo

utilizaba. Y estaba fascinado con su aparente salud. Él se sentía frustrado aplacando a los

compradores quisquillosos y vendedores renuentes que perseguían irracionales sueños

inmobiliarios. Tommy quería hacer dinero fácil.

“Hola, preciosa”. Tommy le mantuvo la puerta abierta del gimnasio a Rebecca y

ella pasó a su lado.

“Tú también eres un encanto”, bromeó ella de regreso. “No te había notado antes”.

“Hagamos de esto una rutina”.

Los dos acordaron hacer una competencia amistosa en caminadoras contiguas.

Tommy se fijó en cada musculo del cuerpo de Rebecca. Sus shorts de ejercicio parecían

más la parte de debajo de un bañador, y su sostén deportivo no dejaba dudas de que

Rebecca estaba bien equipada.

Rebecca deliberadamente dejó ganar a Tommy. “El perdedor siempre invita al

ganador”. Se secó el sudor con una toalla, lo que la hizo brillar. “¿Tienes tiempo para un

rapidito?”

“¿Quién no?”

“Encuéntrame en el lobby en quince minutos. Puedes seguirme a casa”.

Rebecca guió a Tommy hasta su propiedad de cinco hectáreas fuera de Clarence,

Nueva York. Se había convertido en su parque de juegos personal para actividades

extracurriculares. Tommy rápidamente calculó que el precio de la casa y los muebles estaba

por encima de los dos millones de dólares. Quería un poco de la acción, de lo que sea que

Rebecca estuviera haciendo para tener esa cantidad de dinero. Después de cinco minutos de

dejar a Tommy entrar, se acostó con las piernas abiertas y completamente desnuda encima

de una toalla Ralph Lauren al lado de su piscina infinita. Enredo su cabello en su meñique.

Su torso desnudo estaba resplandeciendo, por la cantidad de aceite de jazmín y vainilla

frotado diariamente por Vincente, su nuevo masajista.

Tommy se sentó a su lado para una incursión por su cuerpo. Ella alzó sus piernas en

el aire y comenzó a abrirlas como una tijera para alardear de sus lisos y musculosos muslos.

Él se desvistió más rápido de lo que podía hablar. Su físico relució con los rayos del sol que

rebotaban de la piscina de agua salada. La imagen brillante de Tommy era remarcablemente

tensa.

Rebecca se deslizó hacia él, con un flotador circular escondido entre sus pechos,

todo el camino hasta su entrepierna. El movió sus pezones con su lengua y provocó una

serie de ruidos violentos por parte de Rebecca. Ella se agachó y frotó su erección por sus

senos. Alternando profundas presiones con suaves caricias, Rebecca lo trató como si de

verdad le importara el hombre.

Segundos después, Rebecca cacheteó a Tommy en la cabeza con el flotador.

Primero, con pequeños golpes juguetones, pero los golpes de peso pluma se hicieron más

deliberados y dolían cuando ella comenzó a apuntar a la entrepierna de él. Después de que

su erección llegó a su potencial total de crecimiento, el agarró el juguete y lo lanzó a la

piscina.

“Tomcat. No debiste haber hecho eso”. Ella caminó hacia la manguera de

aspiración de la piscina y encendió el motor del filtro. "Túmbate por mí. Esto solo te hará

cosquillas".

Tommy hesitó y se puso sus pantaloncillos. Rebecca deslizo su mano por debajo de

su cintura y bajó su ropa interior al suelo. “Estoy perdiendo paciencia. Ven acá, ahora

mismo, a mi lado”.

Él se estiró en la toalla de Rebecca. Ella se movía sobre él, con la manguera del

filtro en la mano. Tratando de evitar lo inevitable, se sentó con las piernas cruzadas entre

sus piernas y estiró sus dedos para penetrarla con una mano mientras la estimulaba

analmente con la otra. Rebecca subió sus caderas y las inclinó para incrementar la

penetración, cambió a modo de dominatriz y deslizó la manguera de succión en su erección.

Cuando la succión motorizada no evocó la reacción dolorosa que ella esperaba, lo empujó y

lo tiró a la piscina. “Te voy a montar, nene. A montarte como a una ballena”.

Tommy nadó hasta el lado opuesto de la piscina. En vez de escapar de las garras de

Rebecca, fue directo a su fantasía. Corrió al lado, manteniendo el ritmo de sus

movimientos. Saltó en el tablero y se zambulló a su lado. “Quiero sentir tu poder entre mis

piernas”. Rebecca lo montó por detrás. Lo pateó a sus lados, como si fuera un caballo

siendo empujado por sus estribos. Cuando falló al nadar tan rápido como Rebecca quería,

ella tomó su flotador y lo usó contra el rostro de Tommy. La golpiza le provocó un ligero

hilo de sangre que manaba de su nariz.

“Ya está, Tomcat. Creo que has aprendido a hacer lo que te mandan”. Ella se bajó

de su espalda y se agachó para ayudar a su nuevo compañero de juegos a salir de la piscina.

Ella lo limpió, como una madre adulando a su hijo. “Pellizca tu nariz. Estas haciendo un

desastre, goteando por todas partes. Quédate aquí, voy a conseguirte un astringente”. Ella

se secó y fue a la puerta del patio. Una vez dentro, se dio cuenta de que la maquina

contestadora estaba titilando y llamó por teléfono.

“Melvin, ¿qué sucede?” Rebecca hervía de furia mientras se limpiaba los rastros de

la sangre de Tommy de las piernas.

“Dijiste que llamara si había problemas. Bueno, lo peor ha pasado. La Seguridad de

Homeland te está cortando los fondos. Tus fondos de investigación han sido eliminados.

Están más interesados en un Nuevo proyecto usando animales en la Isla del Ciruelo”.

“Relájate, ya puse un plan de contingencia en marcha. Nunca me importaron los

animales. ¿Cuánto tiempo me queda?”

“Tengo que llamarte de vuelta por una línea más segura”, dijo el hombre.

“Llámame mañana. Tengo que irme. Tengo un perrito de amor goteando en la

piscina. Ya sabes cómo detesto el desastre”.

Rebecca volvió con Tommy, quien ya estaba vestido. Reconocía a una perra loca

cuando la veía, y no había duda de que Rebecca era una de las más locas. “Tengo que

irme”, dijo él.

“¿Te veo la semana que viene en el club?”

“No me lo perdería por nada del mundo”.

Capítulo 24

El domingo finalmente llegó, y me dirigí a mi cena con Gabriel y Lizzie en la casa

de Mamá. Serpenteé por su jardín y descubrí que Gabriel había transformado un jardín

semi-podrido en una casita para Lizzie. Tenía parecido a una casita de jengibre de tamaño

natural. Girasoles de seis pies rodeaban el perímetro. Dibujos de acuarelas de aves

alrededor de un arcoíris estaban dispersos a través de las paredes en su interior. Una mesa

hexagonal de cedro monopolizaba el centro de la planta.

Fantaseé con Lizzie organizando una fiesta de té para sus animales de felpa. Stan, su

gigante leopardo, ya estaba sentado y listo para unirse a la fiesta.

El leve susurro de una brisa de verano tardío sonaba como susurros de una niña.

Lizzie saludó desde el patio trasero y estaba encima de Gabriel, el cual le hacía caballito.

Era el momento perfecto para una foto.

“Pensé que podríamos comer en la casita”, dijo Gabriel. “A Lizzie le encantan los

picnics”.

“Suena perfecto para comer helados. Gabriel, mientras tú llevas esto a la nevera,

Lizzie y yo podríamos compartir una pequeña charla de chicas”.

Gabriel bajó a su hija de sus hombros y la llevó hasta el pasto. “Suena a problemas”,

dijo él, tomando la bolsa, “pero no tengo otra opción”. Lizzie se abrazó a mis piernas.

Saqué de mi bolso la última versión de la muñeca de Rosita Fresita y la escondí

detrás de mi espalda. “Lizzie, te has portado de maravilla. Tengo una sorpresa para ti”.

“¿Qué es?” preguntó con la curiosa inocencia de una niña.

Le entregaba la muñeca cuando Gabriel entró con una bandeja con su ensalada de

carne como prometió y té helado. “La vas a malcriar, Anika”.

“Mira quién habla. ¿Acaso esta casa de muñecas de tamaño real tiene tuberías

funcionando?”

“Eso será lo siguiente”, dijo Gabriel, casi demasiado serio. “Vamos a sentarnos.

Lizzie normalmente come más temprano, pero quería que tuviéramos un poco de tiempo de

calidad juntos”.

“Pude haber venido más temprano”. Levanté unos cuantos platos de melamina y

cubiertos de la cesta de mimbre colgando de la bandeja.

“No quería apurarte. Además, Lizzie debe aprender a ser paciente. Lorraine ni tenía

paciencia y yo no soy mucho mejor”.

Gabriel sirvió los platos. Lizzie tenía el suyo propio con salchichas picadas y

frijoles. Yo serví dos generosos vasos de té helado mientras Gabriel le daba a Lizzie su

vasito con leche fría.

“Comer perros calientes hubiera estado bien para mí, también”, dije.

“Nunca había escuchado de una mujer tomando vino y comiendo pequeñas

salchichas”.

Después de que Lizzie terminara su cena, dijo, “Papi, ¿puedo tomar una hoja de

papel para dibujar a Tita Anika?”

“Ya sabes dónde están los materiales. No te olvides de que tendremos helado de

postre. Ve a dibujar mientras yo hablo con Anika”.

Ella se fue a la casa mientras Gabriel limpiaba la mesa.

“Gracias por la excelente cena. Me encanta pasar tiempo con Lizzie”.

“Me has ayudado a estabilizar mi vida con Lizzie. Lorraine ha sido un regalo del

cielo, y gracias por no llamar a la policía cuando me volví loco en la cama. Te prometo que

nunca jamás volverá a suceder”.

“Mi corazón quiere creerte, Gabriel, pero mi mente no está tan segura”.

“¿Jamás has cometido un error en tu vida? Solo necesito un poco de espacio para

organizar mi cabeza”.

“Todo el tiempo, pero…” no quería rogarle a Gabriel para que buscara ayuda. O la

buscaba el mismo, o terminábamos. Pero no quería darle un ultimátum tan pronto.

“¿Tommy y tú han avanzado con algún sospechoso?”

“Estamos trabajando en el proceso de eliminación. Borré a Carlton de la lista, y eso

es un gran paso, considerando lo celoso que me pongo cuando esta por ahí. Pero Tommy

piensa que estoy equivocado”.

Nunca le había contado a Gabriel lo que pasó en Nueva York con Carlton. Y no lo

consideré una mentira, solo oculte algunos hechos irrelevantes. “Todavía no confió

completamente en Carlton”.

“Puede que seas un poco parcial en lo que respecta a Carlton. Ciertamente sé cómo

las emociones pueden consumir a una persona. No siempre fui así”. Gabriel tenía la mirada

perdida hacia el patio y apretó los puños. Sus bíceps se abultaron más de lo usual. “Marie,

mi esposa, era una maestra que trabajaba con niños con discapacidades de desarrollo. Se

conectaba con los niños a través de la música. Una tarde, ella estaba manejando hasta

donde nuestra niñera a buscar a Lizzie. Fue golpeada de frente por un universitario estrella

de diecisiete años, en camino a un juego de basquetbol. No podía entender cómo un

muchacho podía estar borracho en el medio de la tarde. Cuando lo vi, casi lo estrangulo.

Gracias a Dios otras personas me detuvieron sino estaría tras las rejas. Me tomó mucho

tiempo superar el odio. En parte me siento mal por él, pero nunca superare el haber perdido

a Marie”.

La voz de Gabriel iba y venía mientras hablaba. Tocó su dedo anular. Pero no había

ni una pizca de amargura en su voz, sólo una profunda melancolía.

“Lo siento mucho”. Le serví otro vaso de té helado. “Marie debió haber sido una

mujer increíble, pero por lo menos tienes a Lizzie. ¿Se parece mucho a su mamá?”

“Todo acerca de mi hija me recuerda a Marie. Creo que lo estoy haciendo bien, pero

los años más difíciles están por delante. La dejaré salir a citas cuando cumpla treinta y

cinco”.

“Un poco joven ¿no crees?”

Los ojos tentadores de Gabriel se hicieron más graves. "Vamos a volver a por qué

no creo que Carlton está involucrado. De hecho, me encontré con él por accidente. Premier

patrocinó una recaudación de fondos para los Veteranos en Guerras Extranjeras la semana

pasada y donó diez mil dólares. Entré y le di las gracias por la contribución. Estuvimos

como quince minutos solos. Para ser un CEO, tiene terribles habilidades para hablar con la

gente pero una vez que hablas directamente con él es bastante agradable. De verdad no

esperaba que fuera un becario de Rhodes, pero estoy seguro de que no tiene el poder mental

suficiente para trazar ningún plan de asesinatos. Se rodea de gente talentosa que hace todo

el trabajo por él”.

“Obviamente no has conocido a su secretaria. Su meta en la vida es tener la

colección de dispensadores Pez más rara”.

“No dije que todos sus empleados fueran cerebritos”, Gabriel se rió, "pero

difícilmente creo que Carlton se haya intentado suicidar al intentar matarte a ti”.

“Ha contratado a un investigador privado para indagar sobre la manipulación de los

frenos. Piensa que fue alguien de adentro. Puede que Víctor tenga que ver con esto. Nada

concreto todavía, pero él es el único que tiene acceso a la agenda de Carlton y podría saber

acerca del Valle View”.

“Me alegra que hayas mencionado a Víctor”, dijo Gabriel. “Parece un poco

sospechoso”.

“¿Entonces Víctor es un sospechoso?”

“No descartaría a nadie en este punto”.

“¿Excepto a Carlton?”

Lizzie salió corriendo de nuevo a la casa de juegos con una imagen de tamaño

póster de un ángel que volaba en un vestido de rayas fuertes con alas que podrían levantar

un Boeing 747 al cielo. Ella tomó con orgullo su creación con ambas manos y buscó

aprobación.

“Es precioso, Lizzie”. Le di un abrazo de oso. “Lo pondré en mi oficina para que

todos lo vean”.

“Eso definitivamente necesita una celebración”. Gabriel le habló a su hija como si

fuera a tener su primera muestra en una galería. “Lizzie, la Sra. Lorraine trajo otro DVD

para una pijamada. Vamos adentro, sirvamos un poco de helado, y vamos a prepararnos

para nuestra pequeña fiesta”.

“¿Una pijamada hoy?” pregunté

“Estaba esperando que te nos unieras. Mi gente instaló un sistema de seguridad esta

mañana. Puedes presionar el botón de pánico si me salgo de lugar. Llama directo a la

policía. Quiero que te sientas segura, Anika”. Sospeché que sus ojos habían visto mucho

sufrimiento antes de que yo entrara en su vida.

Después de terminar el postre, bañé a Lizzie por primera vez. No estaba segura de

que pudiera bañarse sola, así que empecé a esculpir animales con la espuma de burbujas.

Parecía que la hubieran recargado cuando le lavé el cabello y estaba emocionada por ver La

Sirenita. Cuando la sequé y vestí con una nueva pijama color mandarina, Gabriel la estaba

esperando con una caja llena de bocadillos que podía servir para alimentar a una familia de

cinco. Una bolsa de palomitas de maíz, paquetes que bebidas de CapriSun, manzanas,

galletas de chispas de chocolate y ositos de gomitas estaban dentro de la caja de cartón.

“Solo ira arriba. Aquí hay suficiente para irse de campamento”.

“Le daré a Tita Anika un beso de buenas noches”. Lizzie me abrazó, tomo mis

rodillas y espero a que me agachara.

“Eres una niña especial, Lizzie”. La besé en la mejilla y le di un abrazo como si

fuera mi propia hija. Se rió y volvió al lado de su papá.

“Anika, siéntete libre de ver como pinté el resto de la casa mientras llevó a Lizzie

arriba”. Gabriel levantó a Lizzie, junto con Stan, su leopardo, y la caja con los bocadillos,

se apresuró hasta las escaleras para llevarla con Lorraine.

Fui hasta mi antigua habitación. Gabriel la había pintado de un azul pálido, con

rodapiés teñidos de cereza. Una cama extra grande dominaba la pared trasera, opuesta a la

ventana francesa que daba a una vista del patio trasero. Estaba nostálgica por entrar al

cuarto por primera vez desde la muerte de Mamá. Me sentí en casa, como si nunca me

hubiera ido. Estaba complacida de que Gabriel hubiera elegido dormir en el cuarto donde

dormía mientras crecía.

Me recosté sobre el marco de la puerta, y Gabriel volvió y me abrazo por detrás.

Descansó su cabeza encima de la mía. “Lizzie ya está lista por esta noche. Es importante

para mí saber que te sientes cómoda conmigo viviendo aquí”. Gabriel me volteó para verlo

de frente. “Nunca pensé que podría volver a amar, pero me demostraste que estaba

equivocado”.

Gabriel tomó mi rostro entre sus manos y recorrió mis labios con su lengua, de

adentro hacia afuera. Los exploró uno por uno. Primero, sus besos fueron ligeros y

juguetones. Luego, mientras entrábamos en un largo y conmovedor beso, nuestras lenguas

entraban y salían dentro de cada una de nuestras bocas. Apartándose, me besó el cuello, y

sentí su calidez a mí alrededor. Me levantó la camiseta y me quitó el sostén. Me apartó para

admirar mis senos. “Eres hermosa, Anika. Tengo tanta suerte”.

Gabriel desató mi falda y la dejó caer al suelo. Deslizó su mano dentro de mis

pantaletas y silbó mientras las deslizaba hasta mis pies. Saliendo de ellas, tomé a Gabriel

por los hombros y lo ayudé a quitarse su camiseta. Comenzó a explorar con su lengua en la

parte baja de mi cuello. Pellizqué cada uno de sus pezones y los froté con mis labios una y

otra vez.

“Perfecto”, él suspiro. Se quitó sus pantalones, y nos quedamos ahí, parados,

viéndonos el uno al otro. Juguetonamente me empujó hasta la cama, donde nos recostamos

uno al lado del otro. Gabriel recorrió con un dedo desde mis parpados hasta mi garganta.

Usó las yemas de sus dedos para pasear por todo mi cuerpo. Apenas tocó mi piel mientras

sus manos se agitaban rápidamente. Sus toques, danzando por todo mi cuerpo, duraron

mucho más tiempo de lo que pensaba para mantenerme excitada. Yo estaba mojada, sin que

él siquiera se acercara a mi punto G.

Gentilmente empujé a Gabriel sobre su espalda y presioné mi senos contra su pecho.

Apunté con mis pezones hacia abajo, y el gentilmente los retorció.

Gabriel agarró mis nalgas y amasó mi carne. Su dedo índice juguetonamente

exploró la línea de mi trasero. Me volteó por encima de él y comenzó a acariciar mi sexo,

por arriba, por debajo y a los lados de mi clítoris. Vibró con las yemas de sus dedos a

ambos lados. Estaba empapada. “No pares”, le urgí mientras mantenía sus manos en el

lugar.

“Relájate, tenemos toda la noche”. La lengua de Gabriel se deslizó a lo largo de la

piel entre mi pelvis y mis muslos. Sus besos me hacían cosquillas, por cada cara interna del

muslo hasta detrás de cada rodilla. Él usó sus dedos para apartar mis labios mayores, y sus

labios rodearon mi clítoris mientras chupaba suavemente. Cosquilleaba dondequiera que

me tocaba. La incertitud de su siguiente movimiento me llenaba de una anticipación que me

daba placer. Ligeramente mordisqueo la parte superior de mi clítoris. Estaba cerca del

orgasmo y él continuaba chupando mientras acariciaba mis caderas y pezones. La punta de

su lengua se sacudía una y otra vez por la punta, y yo apreté sus hombros mientras gemía

de placer.

“Esperé por esto tanto tiempo”, murmuré, tomando su cara y subiéndola hasta la

mía. Tenía hambre de sus besos. Me abrí paso a la boca de Gabriel con mi lengua y toqué el

paladar de su boca con ella, luego hacia los lados y por dentro de sus dientes. Mi lengua

alcanzó lo profundo de la base de la suya. Apartándose, Gabriel chupó mis pezones como si

fuera un bebe alimentándose. Lamía mis pezones de vez en cuando, solo para volver a una

succión metódica.

Anhelaba que Gabriel entrara en mí, pero primero quería comérmelo hasta hacerlo

llegar al borde del éxtasis. Lo volteé y recosté sobre su espalda y me arrodillé a su lado.

Tomé su pene en mis manos y lo acaricié de arriba abajo. Gabriel gimió mientras yo hacía

círculos con mi lengua, lamiendo ligeramente hasta la base mientras masajeaba sus

testículos. Gradualmente succionando todo lo largo de él; incrementé la succión. Después

de un pesado trago, abrí mi boca, enterré mi cara en su entrepierna y baje sus bolas. Los

gemidos y gruñidos guturales de Gabriel incrementaron su intensidad mientras mi boca

continuaba excitándolo.

Estaba tan consumida en el placer de Gabriel que fallé al reaccionar al pequeño

chillido que venía del pasillo. Rápidamente se transformó en una serie de gritos por parte de

Lizzie que se tambaleaba en la puerta. Los lamentos cortaron mi corazón como una hoja de

afeitar con ácido. “¡A-auxilio! Papi está gritando. ¡A-auxilio!”

Me escondí debajo de las sabanas mientras la velada romántica se estrellaba.

Lorraine llegó para alejar a Lizzie. “Solo están jugando”, le explicó a Lizzie. “Las niñas

grandes no lloran. No quieres que Stan se ponga triste también ¿verdad?” el pensamiento de

que su leopardo de felpa se pusiera triste detuvo las lágrimas de Lizzie, y Lorraine se

apresuró a subir con ella. Lorraine cerró la puerta de su apartamento, y el único sonido que

se escuchaba eran los pasos de Lizzie corriendo

“Será mejor que me vaya”. Eché un vistazo a la flacidez de Gabriel. “No sé qué le

dirás a Lizzie, pero estoy segura de que lo arreglarás”.

“No tienes que irte corriendo. Estoy seguro de que Lorraine lo tiene bajo control.

Me aseguraré de que Lizzie esté bien y regresaré”.

“Quedarme no es una opción. Tu pequeña te necesita más que yo”. Solo cuando

pensé que las cosas iban bien, había golpeado otro bache en el camino.

“No te preocupes, Anika. Haré las cosas bien. Gracias por todo. Te llamaré”.

Gabriel y yo nos apresuramos a ponernos nuestra ropa. Después de un abrazo

superficial, me apresuré a casa, con miedo de haber traumatizado a Lizzie hasta el punto

que necesitara terapia para el resto de su vida. Tal vez podría acompañar a su papá en

psicoanálisis. Mejor aún, los tres podríamos ir juntos y conseguir un descuento de grupo.

Mientras Gabriel manejaba la situación, no podía dejar de golpearme a mí misma. Su total

devoción por su hija me había explotado en la cara. Pero yo era demasiado prima donna

para ser primera finalista en un concurso contra Lizzie para ganar la afección de Gabriel. Y

nunca saldría de la sombra de su esposa muerta. Por mucho que doliera, tenía que ir por el

camino largo. Estaba determinada a dejar a Gabriel por el bien de nosotros tres.

Capítulo 25

Para superar a Gabriel, hice un esfuerzo consciente de distanciarme de él. Traté de

volver a la normalidad, definido como una vida sin gente muerta con huecos en su cerebro.

Quería encontrar un hombre que pudiera hacerme el amor sin que su pequeña preescolar

entrara o que no tuviera demonios del pasado persiguiéndolo.

Había pasado una semana, y las autopsias habían sido completadas en los únicos

dos de los Seis que no habían sido cremados. Ellos si tenían ECJ, y le pedí a Twanya que

concentrara su reporte en esos dos. Ambos habían estado bajo el cuidado de un doctor

empleado por Premier. Pensé que la negligencia de la compañía podría llevarlo a una

posible demanda.

Llamé al CDC tres veces antes de recibir una llamada de vuelta. Un equipo de

investigación estaba supuestamente en camino, habían sido atacados por un brote de

botulismo en el Medio Oeste. Les insistí que era urgente, citando las continuas muertes en

Rochester, pero me dieron una conferencia sobre el impacto de los recortes de secuestro.

Era temprano en la mañana del domingo cuando salí a mi visita bisemanal a las

tumbas de mis padres. Criptas de mármol y una gran cantidad de estatuas con nombres

escritos salpicaban el paisaje. El cementerio de San Stan estaba usualmente libre hasta las

nueve. Si esperaba hasta la tarde, me encontraría con un grupo del geriátrico con sus

cortadoras de césped, mangueras y palas.

Saqué un par de regaderas de la maleta de mi auto y comencé a sacar la hierba de

entre los geranios de Martha Washington. Me arrastré a cuatro patas y luchaba con los

dientes de león amenazantes.

Una bocina resonó en la quietud. Levanté mi cabeza y observé el Ferrari de Tommy

detrás de mi Thunderbird. Bailó hasta la tumba de nuestros padres y dejó a su compañera

de baile imaginaria cuando llegó a donde yo estaba. “Tuve que dejarla ir para ayudarte a

levantar. Si tuviéramos mucho dinero, nuestros sirvientes estarían haciendo este tipo de

cosas”.

“No sabía que nos veríamos hoy”.

“Me aburrí. Quería ver cómo iban algunas bienes raíces”.

“¿En un cementerio?” me enganché un cabello que se había salido de la cola de

caballo. Mis manos sucias habían manchado mi frente cuando el mechón evadió mi mano.

“Salvaje dijo que estás evitando sus llamadas. Mencioné que usualmente pasas por

el cementerio los domingos. Sabía que eras tú cuando te vi en ese par de sexis

pantaloncillos rosa. Qué buen culo. Salvaje debería estar aquí en cualquier minuto”.

“¿Nos vamos a ver en el medio de un cementerio?”

“Hermanita, teníamos que verte de alguna manera”. Tommy movió su cabeza como

si no creyera que lo estuviera interrogando. “Tenemos algunas noticias”.

“¿Qué te parece llenar la regadera de allá?”

Tommy regó las margaritas mientras yo botaba las hierbas en la basura. “Aquí viene

Salvaje”, dijo él.

Gabriel estacionó su SUV al lado del Thunderbird. Lentamente caminó hacia mí

mientras Tommy se apoyó en su Ferrari.

“Este lugar me da escalofríos”, dijo Tommy. “Respira profundo, Anika, y prepárate

para sorprenderte por mi inteligencia”.

“Sorpréndeme de una vez, Tommy Einstein”, hice rodar mis ojos.

“Estoy seguro de que Rebecca no está envuelta en nada que tenga que ver con los

Seis”. Tommy alardeaba como si fuera un vendedor de autos usados. “Puedes encontrar

esto difícil de creer, pero en realidad enganché una cita con ella. No seré Súper Macho

como Salvaje o tendré dinero como Carlton, pero algunas mujeres me encuentran

irresistible”. Tommy subió el cuello de su camiseta polo.

“Deja de buscar cumplidos”, bromeé. “¿No es un poco vieja para ti?”

“Los centros de salud son lugares notorios para buscar citas. Comencé a investigar a

Rebecca y noté que iba al Club Atlético de Búfalo. Me aseguré de usar la caminadora justo

al lado de la de ella algunas veces. Después de varios cumplidos sobre su cuerpo, ella se

abrió”.

“No exactamente una cita”. Dijo Gabriel golpeando juguetonamente el hombro de

Tommy.

“Los detalles no son importantes”, dijo Tommy.

“Así que, ¿qué descubriste?” pregunté. “¿Odia a Carlton lo suficiente para querer

destruir a Premier matando a sus pacientes?”

“Absolutamente no. Ella conoce el dolor insoportable de perder un hijo. Se enterró a

sí misma con trabajo durante meses después del funeral. Habló de su hijo Billy y lo mucho

que lo amaba. Comenzó a investigar enfermedades de los ojos, ya que el niño murió de

retino blastoma. Rebecca ha dedicado su vida a encontrar una cura. No puedo imaginar a

esa mujer matando a nadie. Ella tiene un carácter tan cariñoso”.

“Carlton me dijo que la retino blastoma se extendió al cerebro de Billy”, dije. “Debe

de saber bastante acerca de enfermedades del cerebro como ECJ”.

“Estás mesclando manzanas con naranjas. Te estoy diciendo que es un error pensar

que ella es una sospechosa”, dijo Tommy desafiante. “Pero el Dr. K es una historia

diferente. Gabriel ya descubrió que está relacionado con terroristas. No me sorprendería si

él hubiera matado a los Seis como parte de un experimento para matar a gran escala”.

“¿Cuál es la historia de la relación entre ellos dos? Nunca entendí por qué Rebecca

está con el Dr. K”, dijo Gabriel.

“La conoció cuando estuvo despechada. Estaba furiosa después de separarse de

Carlton. Trató de trabajar en el Reino Unido pero falló cuando sus fondos fueron cortados.

Aparentemente, la investigación para niños enfermos de retino blastoma es una prioridad

baja en comparación con las enfermedades que afectan a los ancianos”.

“¿Cómo conoció al Dr. K?” pregunté.

“Aplicó para un trabajo en Kingston. Se pusieron más amistosos cuando la hizo vice

presidenta. Usó sus habilidades en la cama para subir de puesto. No me malinterpreten. Ella

de verdad parece que le gusta el Dr. K, pero no me da la sensación de que él es el amor de

su vida”.

“¿Algún hecho para apoyar eso?” Gabriel intercambio miradas conmigo. No podía

evitar pensar que Tommy estaba pensando con su cabeza dentro de sus calzones. Rebecca

podía ser bastante persuasiva, particularmente con hombres en celo, incluso si tuviera la

edad suficiente para ser su tía.

“Está bien, no me crean”, dijo Tommy. “Pero un día les diré ‘se los dije’ ”.

“¿Dijo algo acerca de la Dra.? Elaine Rumsford?” preguntó Gabriel. “Su nombre se

cruzó mientras investigaba ECJ. Está realizando Prion-A, un ensayo médico para el

tratamiento de ECJ. Rebecca y Rumsford tienen la misma edad. Ambas fueron a la

universidad King como estudiantes de licenciatura. Tengo un presentimiento sobre

Rumsford. Si Rebecca quisiera matar a alguien, ella ciertamente tendría acceso a la

información de Rumsford acerca de ECJ”.

Tommy comenzó a tantear con sus uñas. “Rebecca no dice nombre”.

“¿Estás seguro de que no sabes nada acerca de Rumsford?” pregunté. “El día que

viniste a mi casa después de que el mirador se quemara, un pedazo de papel salió de tu

chaqueta. "Investigar a la Dra. Rumsford" estaba escrito en él”.

“Qué gran memoria, Hermanita”, Tommy empezó a empujar sus cutículas con su

uña gorda. “Eso fue hace semanas. Como perdí el papel, no me acordé de llamar a la mujer.

Gabriel, si me das la información de contacto de Rumsford, la puedo llamar mañana. Tengo

más tiempo libre que tú”.

“¿Qué más tienes, Tommy? Hasta ahora, no me has sorprendido”, dije.

“Si no te conociera mejor, diría que ustedes dos no confían en mí”, dijo Tommy.

“Se les olvido que fui yo quien contactó a Tim Paladin? Fui yo el que lo hizo hablar sobre

Rex Snident teniendo ECJ”.

“Nadie está dudando de ti, Tommy, pero se nos está acabando el tiempo”, dije.

“Todos los días espero escuchar que alguien más murió en Rochester. Dime otra vez qué es

exactamente un prion que propaga ECJ”.

"Los priones son partículas microscópicas de proteínas similares a un virus pero que

carecen de ácido nucleico. Se cree que es el agente infeccioso responsable de la ECJ”,

Gabriel explicó pacientemente. "Los priones entran en las células y convierten las proteínas

normales en priones justo como ellos. Finalmente, las células cerebrales prion-hinchadas

infectadas mueren y liberan priones en el tejido. Estos priones se infectan y destruyen otras

células cerebrales. Mientras grupos de células mueren, el cerebro deja de parecer un

cerebro y comienza a parecerse más a una esponja. Los priones pueden durar al menos un

año, así que es posible que puedan ser depositados en o sobre algo usado para infectar a las

personas”.

“Más detalles de los que necesitaba”. Gotas de sudor comenzaban a salir de mis

poros.

Gabriel continuó, “De vuelta con nuestros sospechosos potenciales. Investigué a

Jimmy Belmont y tenía un trabajo como ayudante de enfermero. ¿Sabías que todavía recibe

trescientos dólares mensuales de Premier? Víctor firma los vouchers. Jimmy y otros doce

ex-empleados de Premier tomaron trabajos en hospitales y asilos de ancianos después de

que fueron despedidos. Parece más que una coincidencia que un montón de hostiles ex

empleados estén presentes en estos lugares donde murieron los Seis”.

“Tal vez Jimmy esté envuelto con el Dr. K”, dijo Tommy. “Usando W2 para

difundir los priones infectados”.

“Antes de que el W2 fuera aprobado por la FDA, Kingston tuvo que suministrar

datos clínicos detallados a la agencia”, dije. “Las pruebas podrían haber revelado alguna

conexión con priones”.

“Gran cosa”, dijo Tommy. “Ahora que W2 fue aprobado, tal vez los priones están

siendo agregados a nuevas tandas de W2 por el Dr. K en los almacenes de Kingston”.

“Tenemos que averiguar eso”, dije.

“El tráfico está empezando a llegar”. Tommy se apresuró a su auto. “Es casi medio

día. Los domingos son mis días de muestra de casas”.

Tommy prendió su máquina y Gabriel tomó mi mano. “¿Tienes algunos minutos

más?”

“Seguro”.

“¿Podemos volver a tener conversaciones regulares, y normales? Si haber cenado

conmigo y Lizzie te asustó, entonces no volverá a pasar”.

“No seas tonto. Yo, yo solo estoy ocupada”.

“No te creeré eso. ¿Hubo algún problema con mi rendimiento en la cama?”

Mordí el interior de mi mejilla. “¿Está Lizzie bien?”

“Es una niña pequeña. Su vida gira alrededor de animales de felpa y muñecas. ¿No

recuerdas haber visto a tus padres haciendo el amor por primera vez?”

“Ellos lo mantenían bastante reservado”.

“Entonces no hagas problemas donde no los hay”, dijo Gabriel tímidamente.

“Es solo que estoy frustrada con esta pesadilla de ECJ”. Esperaba que mis ojos

mentirosos fueran más convincentes que esa débil explicación.

“Estoy seguro de que no solo es eso lo que está molestándote. Veremos qué pasa la

próxima vez que llame”.

Capítulo 26

La junta especial del comité de Premier sobre ECJ fue programada para mañana en

la tarde. Carlton, Víctor, Maggie Goldberg y el Dr. Alan Huntley, el Jefe de la Junta, habían

aceptado ir al comité junto conmigo y Twanya. El reporte clínico de Twanya era lo único

en la agenda.

En la tarde del lunes por la mañana, me dirigí hacia la oficina de Twanya y la

encontré tecleando fuertemente su laptop. “¿Todo listo para la Junta?” pregunté. “¿Cómo te

salió el reporte?”

“Poniendo más basura medica de la necesaria. Estoy contando contigo y Carlton

para ser la voz de la razón. Víctor será la tangente, y el Dr. Huntley hará de pacifista.

¿Quién sabe qué hará Maggie Goldberg? No sé ni siquiera por qué ella es parte de esto”.

“Tengo un plan para mantener relajada esta reunión”, Twanya continuó mientras me

entregaba una copia del reporte. “Te sugiero que la mayoría de la conversación sea diferida

hasta que todos tengan la oportunidad de analizar mis hallazgos. También estoy haciendo

un reporte más detallado sobre cada paciente que sospechamos que tenía ECJ. Estoy

poniéndole los últimos detalles al segundo reporte en este momento, pero me gustaría ganar

un poco más de tiempo para volver a resumirlo. Asegúrate de que no deje de decir ningún

detalle. Se debe evitar cualquier debate en la primera reunión”.

Le eché un vistazo a su comentario escrito. “Bastante detallado. No puedo creer que

hayas encontrado el tiempo para hacer ciento cuarenta y tres páginas”.

“Trabajé duro copiando y pegando de revistas médicas y nuevos reportes. ¿Puedes

hacer que tu secretaria haga copias del reporte? Mi secretaria está de vacaciones. Tengo que

irme temprano para chequearme en la cabaña. Me encontraré con un tipo de Roto-Rooter

para bombear el sistema séptico. Pero no te preocupes. Llegaré a tiempo para la reunión”.

“No hay problema. Los llevaré mañana a la reunión”.

“No pierdas tu copia”, le advirtió Twanya. “Formateé mi disco duro. Las únicas

otras copias que hay son la que me estoy llevando y la que salve en mi tarjeta de memoria.

No confió en nadie más aquí que en ti. Te veo mañana”.

Tan pronto como Twanya se fue de Premier, fue directo a las orillas del lago

Niagara. El tráfico de la tarde hacia Canadá se aceleró a través del Puente de la Paz a un

ritmo inusualmente rápido. Después de haber bombeado el sistema séptico, a regañadientes

concluyó que era hora de iniciar el cierre de temporada de la cabaña. Un aviso de helada

emitido en el reporte del clima la hizo darse cuenta de que cualquier pijamada que dure más

de una noche tendrían que aplazarse hasta el próximo año. Twanya manejó hasta la

ferretería local para conseguir algunos suministros de limpieza y fue a cenar a su

restaurante favorito antes de regresar a la cabaña.

Había hecho ese recorrido desde la ciudad tantas veces que prácticamente podía

hacerlo a ciegas. Saliendo de la carretera principal al camino de tierra que llevaba a su casa

con solo el beneficio de los cielos iluminados por la luna, se dio cuenta de que ella nunca

tuvo miedo de venir aquí sola. El aislamiento era más deseable para Twanya que, a lo largo

de los años, había entretenido a varios amantes aquí que preferían lugares discretos. Los

vecinos eran prácticamente inexistentes ya que los lotes adyacentes a ambos lados estaban a

más de tres kilómetros de distancia. Bloqueado por hierbas ornamentales de cuatro pies y

las olas del lago Niagara, su escape de verano le garantizaba total privacidad.

Twanya estacionó su Mercedes en el frente de la casa y, con linterna en mano,

deshizo el cerrojo de la puerta de entrada. Encendió la lámpara rústica de techo, se dirigió a

la cocina, y se instaló en un taburete junto a su mesa de carnicero. Un par de molestas

preguntas acerca de su detallado reporte habían aparecido en su cabeza en el camino de

regreso a la cabaña. Twanya sacó el borrador de su cartera y comenzó a revisar el análisis

médico de cada paciente. Cada vez más frustrada por su incapacidad para resolver la forma

exacta en la ECJ se había transmitido, buscó una distracción.

Twanya introdujo un CD de Pavarotti en su reproductor y subió el volumen hasta

que no se entendía bien. Ella tarareaba a "Nessun Dorma" de Puccini y decidió limpiar el

refrigerador antes de revisar su informe por última vez. Su hurgar entre los contenedores de

restos de comida se aceleró cuando fue alcanzada por las emociones evocadas por la

música. Llenó una bolsa de basura con su alijo de comida a medio comer y carne quemada

congelada. Concentrada en terminar sus deberes domésticos, no logró escuchar el sonido de

unos neumáticos rodando por el camino sin pavimentar que iba hasta su casa.

Un visitante inesperado había estacionado más allá de la línea de visión del refugio

junto al lago. Apagó las luces de su Prius, y se deslizó junto al seto de sauce oculto por la

vegetación crecida que Twanya tanto amaba. Espió por la ventana de la cocina y vio las

delicadas facciones de Twanya. El hombre se congeló por la idea de lo que le obligó a salir

de este panorama desértico. Se dirigió a su coche y apretó marcado rápido de su teléfono.

“No puedo hacer esto”, dijo él. “Nunca he estrangulado a nadie. No soy un asesino”.

“Sabía que no podrías”, Rebecca se mofo. “Solo toma el reporte”.

El hombre trancó el teléfono, sacó un par de finos guantes de látex, y los metió

dentro del bolsillo de su chaqueta. Después de una hora de estar solo en su auto, fue hasta el

porche de Twanya. Buscó valor, llamó dos veces a la puerta, y abrió la puerta de entrada y

entró a la cocina. La encontró arrastrando tres grandes bolsas de basura hasta su porche

trasero. “Twanya ¿necesitas una mano?”

Twanya se volteó y reconoció inmediatamente a su visitante. “¿Me estás

acosando?”

“¿Qué te parece si cenamos?” preguntó. “Dicen los rumores que has estado

trabajando largas horas en ese reporte. ¿Es ese que está en la mesa?”

“No está listo para tus ojos todavía. Podría haberte dicho eso por teléfono y te

ahorrabas el viaje hasta acá. Ya cené, pero no le diré que no al postre”.

“Lo que sea por la dama”, dijo con una mueca encantadora.

El visitante de Twanya llevó las bolsas de basura y las arrojó al basurero. Ella se

sentó en el asiento delantero de su Mercedes. Con la ventana abajo, lo llamó, “Apúrate,

tengo hambre”.

Su visitante fue adentro a buscar el reporte sobre ECJ y vio la silueta de un hombre

caminando hasta el Mercedes. El recién llegado clandestino silbó para llamar la atención de

Twanya. Ella volteó su cabeza a la izquierda. Con su mira en posición para un disparo

directo, el hombre apuntó el arma y la cargó poniéndola en todo el centro de la frente de

Twanya. El tiró del gatillo y observó su cabeza cayendo sobre el respaldo. Sus ojos muertos

miraban en dirección a su asesino.

“¿Suficientemente rápido para ti?” El tirador gritó mientras saltaba en un auto

escondido detrás del contenedor para luego alejarse.

El primer visitante de Twanya, temblando por lo que acababa de atestiguar, tomó el

reporte y fue directo a su Prius. Se detuvo brevemente para revisar el pulso de Twanya. No

había duda—ella estaba muerta.

Capítulo 27

“Becca ¿A quién carajo enviaste contra Twanya? Algún idiota le disparo como si

fuera un pato en una galería de tiro”. Un par de fuertes pero profesionalmente cuidadas

manos golpearon las paredes de su habitación después de una hora de la muerte de Twanya.

El hombre golpeó con tal fuerza que arrancó parte del fuerte toque del papel tapiz de

orquídeas. Sus piernas delgadas se paseaban alrededor de la cama con dosel de Rebecca.

Tiró la sábana de satén de su cuerpo desnudo y catapultó el informe de ECJ sobre su

cabeza. Sus acciones fueron inusualmente degradantes. Él sabía que iba a pagar por esa

burla, pero había llegado a su punto límite.

“Alguien tenía que limpiar el daño colateral”, dijo Rebecca tranquilamente. “Y no

sonaba como si tú lo fueras a hacer. Acércate más, bebé. Voy a lavar tus ojos con ácido

bórico. Te olvidarás de todo lo que has visto”.

“Maldita sea, Becca. Has hecho un buen desastre de todo esto”.

“Así que Twanya está muerta. Gran cosa”. Rebecca tiró de la sábana hasta su

cintura. Ella hojeó el informe de Twanya. “Ve a limpiarte. Estas llenando mi alfombra

persa de arena”.

“Casi orino mis pantalones cuando vi que le estaban disparado a Twanya. ¿Quién

carajo era ese loco con una máscara de esquiar en su cabeza? Y no pienses que cogerme

esta noche arreglara las cosas”. El hombre fue hasta el baño.

“¿Has olvidado lo mucho que odio tu balbuceo? No estás tan viejo como para que te

llegué la menopausia masculina”, criticó Rebecca. “Déjate llevar un poco más. Twanya era

solo una dermatóloga, pero tenía que estar segura de que no adivinara nuestro pequeño

plan. Dudo que aquí en el reporte haya algo que explique cómo se difunde el ECJ.

Ráscame, por favor. Malditos mosquitos. Ya sabes el lugar”. Rebecca amasó sus pechos.

“Ráscate tú misma”. El hombre se sacudió la arena debajo de sus zapatos

Ferragamo en el retrete. “No lo entiendes. Ya descubrieron que los Seis murieron de ECJ”.

“¿Y qué? W2 no difundió el ECJ. Ahora tenemos que encargarnos de Anika”.

“No voy a matar a nadie”, gritó el hombre.

“¿Tú crees que ella está durmiendo sin hacer nada?” Rebecca se salió de la cama y

se metió dentro de su bata color rubí. Sus ojos gritaban envidia mientras le restó

importancia los acontecimientos de la noche.

“A quién carajo le importa”, dijo su amante enfurecido. “Deberíamos rendirnos.

Debe haber una manera más fácil de conseguir lo que queremos”.

Rebecca lanzó una pantufla al baño. “Deja de quejarte. K no sospecha nada y

Carlton tampoco. Tengo el cerebro para hacer que esto suceda. Si estas tan preocupado,

vamos al laboratorio para asegurarnos de que todo está en orden”.

“Es muy tarde, Rebecca. Y lanzar proyectiles no ayuda”.

“Sírvete. Yo me voy a la cama”. Cogió uno de los guantes de látex finos como el

papel que habían caído del bolsillo del hombre. “¿Se te cayó el guante?”

El hombre salió corriendo del cuarto de baño y le arrancó el guante de las manos a

Rebecca. Buscó en su chaqueta por el guante a juego. "Mierda, debo haber perdido el otro

en casa de Twanya. Ahora hay algo que me une a la escena del crimen”. El hombre tiró el

guante por el inodoro. “No me importó que unos viejos murieran”, dijo. “Quiero decir, ya

estaban enfermos e iban a morir de todas formas. ¿Pero por qué matar a Twanya? ¿Y

tenemos que ir por niños en la fase final? No me importa lo que diga CDC sobre las

vacunas contra la gripe. Todavía digo que deberíamos dejar a los niños tranquilos. ¿No

sientes un poco de empatía, sobre todo por Billy murió?”

“Estás fuera de control”, Rebecca dijo con su calma usual, y aire autoritario. “Trata

de relajarte. Todo terminará pronto”. Ella salió de su bata, la colgó flojamente sobre su

espalda y brincó hasta el baño. Movía sus piernas desnudas con gracia entre las

extremidades desgarbadas del hombre. “Odio pelear contigo, bebé. Déjame mostrarte

cuánto me importas. Desnúdate”.

Rebecca fue de la habitación y volvió con una cubeta de hielo y un encendedor. Se

estiró en la cama, y haló al hombre consigo. “Necesitamos tiempo de silencio. Sin

latigazos, sin bondage, ni juguetes. Solo amor a la antigua”.

Su amante la miró con curiosidad. Sabía que Rebecca no era el tipo de mujer que

considera los sentimientos de nadie, solo los suyos. Permaneció en silencio mientras se

desnudaba.

“Todo lo que tienes que hacer es ponerte esta venda”. Sacó un antifaz fuera del

cajón de la mesita de noche. "Hará esto mucho más agradable. Puedes quitarte la venda en

cualquier momento. Acuéstese sobre tu espalda después de que te la hayas puesto."

El hombre hesitó pero colaboró, y Rebecca metió una mano en la cubeta de hielo.

Ella masajeó un cubito de hielo hasta que la mano goteaba con agua fría. “Confía en mí,

bebé”. Pasó la mano por el cuello de él y dejó caer gotas de agua fría sobre su piel.

Ella lamió las gotas que corrían y sopló aire caliente donde el agua se había rociado.

Cogió otro cubo de hielo, y comenzó a frotarlo sobre sus pezones. El hombre se retorcía de

placer mientras ella chupaba los glóbulos frígidos.

“Te encanta”. Rebecca deslizó un cubito de hielo por la ingle y trató de despertar su

virilidad.

“Muy cerca para estar cómodo”. Su amante le apartó sus manos.

“No te preocupes. Te calentaré, bebé”, prendió el encendedor y lo colocó cerca del

pecho del hombre, tan cerca que se quemaron los vellos púbicos del hombre.

“¡Qué mierda, Becca!” Se arrancó la venda y se la arrojó. “Estás loca, malditamente

loca. Aléjate de mí”.

Rebecca se sentó en la orilla de la cama, le colgaban las piernas y encendió el

encendedor en arranques intermitentes. “Ustedes, hombres, no saben lo que quieren. Vete

de aquí”, gritó. “¿Quién carajo necesita a ninguno de ustedes?”

Capítulo 28

El comité especial sobre ECJ se reuniría en una hora en el Club del Corazón en la

Avenida Delaware, el centro de reuniones para la Junta de Premier. El edificio principal del

club social privado era una versión a escala de un castillo medieval, completado con torres

imponentes.

El Jefe de la Junta, el Dr. Alan Huntley, y Maggie Goldberg ya estaban sentados

uno al lado del otro en el salón privado cuando entré. Carlton llegó como un camarero

vestido en esmoquin y ofreciéndonos tragos antes de la cena y aperitivos. Víctor

eventualmente entró como un estudiante reacio a hacer su tarea.

El tintineo de una campana nos llamaba a reunirnos alrededor de la masiva mesa de

ébano, en el mismo orden que nos sentábamos en las sesiones mensuales de la Junta. El Dr.

Huntley declaró abierta la sesión.

Fijé mis ojos en Carlton, sentado en la esquina en frente de mí. Sus bromas

agradables me habían calmado al punto que dejé de rechinar los dientes.

“La Junta aprecia el esfuerzo que han puesto en este comité”, me dijo el Dr. Huntley

a mí. “¿Está Twanya aquí?”

“No la he visto todavía, pero puedo pasar copias de su reporte. Podemos revisarlo

hasta que llegue”.

Víctor sacó una copia que tenía y se enfocó en la última página. “¿Twanya te dio ya

su reporte? Siempre ha sido bastante posesiva con su trabajo”.

“Me mandé a hacer una copia. ¿Cuál es el problema?”

“Espero que esto no tome mucho tiempo. Tengo boletos para el primer partido de

pre-apertura de los Bills”.

El Dr. Huntley se inclinó en su silla y miro maliciosamente a Víctor antes de

hablar. “Anika, como Twanya claramente llegará tarde, ¿podrías decir algunas palabras

como una introducción?”

Me quedé sentada para evitar ser el centro de atención. “Como todos saben, la Corte

Suprema del Condado de Erie liberó a Premier de cualquier cargo envuelto con la muerte

de los Seneca Seis. Para el momento, el Juez Isley tomó su decisión, pensando que los Seis

habían muerto con síntomas parecidos al Alzheimer de manera aleatoria. Cuatro de los Seis

han sido cremados y no hay manera definitiva de determinar la causa de su muerte. No

obstante—”

Víctor se levantó y demandó la palabra. “Anika, no estamos interesados en discutir

historia antigua”.

El Dr. Huntley empujó el codo de Víctor. "Moción de orden, Víctor. Anika tiene la

palabra. Por favor, deja que continúe”.

Tomé un trago de mi vaso de agua y continué. “Como había dicho antes, no hay una

razón para determinar cómo murieron los Seis. No obstante, a los únicos dos que no fueron

cremados les han hecho una autopsia. Ambos, definitivamente, tenían la enfermedad de

Creutzfeldt-Jakob, comúnmente llamado ECJ. La enfermedad forma agujeros en el cerebro

de las personas, llevándolos a un dolor físico y discapacidad mental. La muerte finalmente

llegó a los pocos meses del diagnóstico. Y juzgando por las autopsias y dos biopsias hechas

en Rochester, ECJ se está infligiendo a nuestros miembros más allá del Oeste de Seneca”.

Víctor me miró como si yo acabara de apalear a su madre hasta la muerte. El Dr.

Huntley se acarició la barbilla. Maggie Goldberg apagó su Galaxy S4.

“Le reporté esto a Carlton porque los doctores de Premier, ambos trabajadores y

contratistas independientes, trataron a estos pacientes”, continué. “Es posible que estos

doctores diagnosticaron mal a estos pacientes. Como resultado, Premier podría ser

demandado. He puesto nuestra negligencia en notificación”.

Dejé de hablar para dejar que los miembros del comité digirieran lo que dije.

Temiendo porque no me había comunicado con Twanya, le escribí un texto.

“¿dónde estás?”

Víctor habló. “Estoy horrorizado por la descuidada opinión de Anika sobre el muy

respetado Juez Isley”.

“No estoy criticando al juez. Hay casos esporádicos de ECJ; es decir, no hay una

causa conocida. Algunos son hereditarios. Otros son transmitidos por trasplante de tejido.

Ya que ECJ es tan raro, seguramente no fue considerado por la corte”.

Un zumbido de murmullos recorrió a Carlton, el Dr. Huntley y Maggie antes de que

Huntley tomara la palabra. “Gracias, Anika. Estoy de acuerdo en que estás en lo correcto

por alertar a nuestra compañía de seguros a la posible responsabilidad. Antes de que

Premier prosiga, debemos entender por completo el riesgo para nuestra compañía y

nuestros pacientes. Ya que la Dra. Hygeia aparentemente no se presentará, ¿podría usted

darnos un esbozo de su informe?”

"Twanya hizo una extensa revisión de toda la información publicada disponible

sobre la ECJ. Sus resultados se explican en gran detalle. Cada miembro del comité debe

revisar a fondo su informe”.

“Puedo hacer esto más fácil”, dijo Víctor. “Yo mismo hablé con Wiley McCaffrey

de Cantor y Price hoy. Me asegura que Anika está dando una falsa alarma. Estaré feliz de

ponerlo en altavoz ahora mismo para acabar con este asunto”.

“Parece que Twanya hizo un maravilloso trabajo preparando estos informes”.

Carlton hojeó los papeles. “Sería un insulto no hacer más que ojearlo y simplemente confiar

en la opinión de alguien de fuera”.

“También está trabajando en un informe secundario, con una sinopsis detallada de

cada uno de los pacientes en Seneca del Oeste y Rochester”, añadí. Debería estar listo en

dos semanas”.

Víctor tocaba su oreja con su bolígrafo Mont Blanc, y todo el mundo observaba al

otro.

“Como lo veo, necesitamos reunirnos de nuevo una vez que Twanya terminé su

informe auxiliar antes de votar por un curso de acción. Dejemos para después esta

discusión y cenemos”, dijo el Dr. Huntley.

Se levantó la sesión, y los meseros trajeron nuestros platos de pechugas de pato

braseado. La conversación fue subyugada. Mi estómago se revolvía con cada mordisco. Yo

estaba al borde y mi mente preparaba una serie de desastres para explicar la ausencia de

Twanya.

Después de la cena, yendo al baño de damas, fui confrontada por Víctor. “Cómo te

atreves a probar este juego de poder." Él me pellizcó el bíceps con tanta fuerza que podía

sentirlo volviéndose negro y azul. “No te metas conmigo, Anika”.

El Dr. Huntley tocó el hombro de Víctor por detrás. “El postre está siendo servido.

Pie de merengue de limón, creo. Sugiero que deje ir a la dama y me acompañe a la mesa”.

“¿Cómo sabía que me encantan los dulces?” dijo Víctor.

“Simplemente traté de adelantarme a una situación embarazosa”, dijo Huntley.

Estaba agradecida por la interferencia de Huntley. Entré al baño de damas, me

tumbé en un asiento mullido y cerré los ojos. Imágenes sobre noticias destruyendo la

credibilidad de Premier nublaron mi mente. Presioné una toalla fría sobre mi frente y llamé

a Twanya tres veces, siempre saliendo la contestadora automática. Para el momento que

volví al salón, todos se habían ido aparentemente. Me dirigí al estacionamiento y busqué las

llaves de mi auto en la cartera.

Mirando por el parabrisas del Thunderbird, vi la llave en la ignición. Estaba

atrapada fuera. Llamé a AAA, volví al club y me senté en la barra del bar. “Ginger ale, por

favor”.

Mientras analizaba la ausencia de Twanya, alguien tocó mi espalda. “Buen trabajo,

Anika”. Dijo Carlton. “¿Por qué sigues aquí? No eres de las que bebe”.

“Dejé mis llaves dentro del auto. AAA debería estar aquí en cuarenta y cinco

minutos”.

“El bar tender se puede encargar de eso. Yo te llevaré a casa”.

Observé a Carlton y vi a Gabriel entrando. “No tan rápido”, dijo él. “Quisiera oír

cómo le fue a Anika en la reunión”.

“¿Cómo sabias que seguía aquí?” me pregunté si uno de los trajes me estaba

siguiendo.

“Dejé a Rosie en una reunión a dos cuadras de aquí. Sabía que Twanya iba a

entregar su informe esta noche. Así que cuando vi tu auto en el estacionamiento decidí

pasar por aquí”.

“Anika, ¿estás compartiendo información secreta de la compañía con un extraño?”

preguntó Carlton.

“Estoy contenta de que ambos estén aquí. No puedo seguir con este negocio secreto.

Carlton, este es un muy buen amigo mío, Gabriel Barton. Gabriel, conoce a Carlton

Mendelsohn”.

“Creo recordar al Sr. Barton de una recaudación de fondos”, dijo Carlton.

Gabriel envió un texto mientras contaba la enredada historia sobre Gabriel, Tommy,

Twanya y yo investigando acerca de los Seis. Mientras las palabras salían de mi boca, me

di cuenta de lo compleja que sonaba mi historia. La normalmente simpática cara de Carlton

se endureció en contorciones de incredulidad. Se mantuvo en silencio hasta que Tommy se

nos unió, presumiblemente en respuesta del texto de Gabriel.

“Ustedes deben ser el Dúo Dinámico”, dijo Carlton mientras Tommy se colocaba

entre él y Gabriel.

“Y tú debes ser el Guasón”. Tommy frunció los labios hacia adentro.

“Anika, no sabía que tenías un hermano tan gracioso”, dijo Carlton. “¿Quién de

ustedes es Salvaje?”

“Ese soy yo”, admitió Gabriel.

“Sugiero que nos sentemos pronto y decidamos cómo conseguir este tipo de

inquisición aclarado lo antes posible”. Carlton pasó sus ojos por Gabriel, Tommy y yo.

“Tengo que pensar cómo proceder. Todavía estoy en la obligación de proteger a Premier”.

Gabriel observó a Carlton con una mirada que podría congelar al demonio en sus

propios pasos.

“Después de esta reunión y tu pequeña confesión, creo que necesito cambiar de

paso”. El alivio comenzó a ocupar la cara de Carlton. “He decidido renunciar a mi puesto

de CEO, efectivo al final de este mes. Seguiré teniendo mi posición en la Junta, pero

necesito tiempo para unir las piezas de lo que realmente está pasando. Alguien trató de

matarnos a mí y a Anika la otra noche, y necesito averiguar quién está detrás de esto. No

puedo controlar una compañía viendo sobre mi hombro cada diez segundos, esperando el

siguiente ataque. Por un largo tiempo, he estado listo para un cambio de carrera. Esta noche

me condujo a la dirección correcta. Estaré en contacto”.

“¿Te irás y me dejarás sola para defenderme por mi misma? Estaré fuera tan pronto

como se sequé la tinta en la carta de renuncia”.

“No estarás sola, Anika. Me tienes a mí y a Tommy”. Gabriel pasó su brazo

alrededor de mi cintura y me apretó con un tirón reconfortante. Su postura no pasó

desapercibida por Carlton mientras mi jefe se dirigía directo a la salida. La noche se arruinó

a mí alrededor cuando me di cuenta de que Twanya y Carlton, mis dos aliados dentro de

Premier, me habían abandonado permanentemente. Más que nunca, estaría forzada a

apoyarme en Gabriel.

Capítulo 29

AAA eventualmente abrió mi auto y Gabriel me siguió a casa. Sugerí traer a Wally

de Charlottesville. El haberme quedado fuera de mi auto distraídamente era la excusa

perfecta para tener mi propio conductor. Necesitaba estar cerca de alguien que había sido

parte de la vida de Gabriel desde su infancia.

Gabriel se ofreció a quedarse en casa, pero me sentía culpable por alejarlo de Lizzie

tan cerca de haberme descubierto en la cama con su papá. Aunque no había visto señales de

violencia por su parte en días, tenía que saber qué había iniciado su furia de pesadillas antes

de que pudiera estar tranquilamente con él. Gabriel supuso que mi resistencia era más bien

una reacción instintiva a la noticia inquietante sobre Twanya y Carlton en lugar de un

rechazo de sus propuestas íntimas.

Dormí sola como un bebé con cólicos. Llorar cada dos horas interrumpió mi patrón

de sueño. Después de terminar un par de trozos de pan tostado con una taza de té de

granada, me dirigí a la oficina.

Para cuando llegué, mi escritorio secante estaba cubierto con hojas de color rosa

sobre el teléfono. El Dr. Huntley había llamado tres veces y Carlton, Víctor y Wiley

McCaffrey habían dejado cada uno dos mensajes. Comencé a regresar las llamadas cuando

entró mi secretaria. Tenía al Dr. K en la otra línea. Estuve tentada a no responder, pero mi

renovado sentido de la curiosidad volvió a mí.

“Si, Dr. K, es Anika. ¿Qué puedo hacer por usted?”

“Srta. Sliwinski, gracias por tomar mi llamada. Creo que no nos hemos presentado.

No la vi en la reunión del mes pasado de la Junta de Premier. Estaré feliz de contestar

cualquier pregunta para aclarar su mente. Reunámonos tan pronto como sea posible”.

Quería conocer al Dr. K tanto como anhelaba un tratamiento de conducto. “¿Qué

día funciona para usted?”

“Esto es de corto plazo, pero tenía la esperanza de que estuviera disponible hoy

mismo”.

“Tuve problemas con mi auto anoche. ¿Qué otro día tiene libre?”

“Yo la podría ir a buscar. Me gustaría mucho darle un tour por Kingston hoy con mi

Vicepresidenta, la Dra. Rebecca Noran. Iré a las 2:30 si eso sirve para usted”.

Mi instinto me dijo que evitara al sospechoso terrorista de Gabriel, pero mi cerebro

estaba en punto muerto por la falta de sueño. “Está bien, pero solo tengo una hora que

darle”.

“La veré entonces. Muchas gracias”.

Cuando colgué el teléfono, sonó mi celular.

“¿A qué hora te reunirás con Tommy y conmigo esta noche?” preguntó Gabriel.

“Necesito cancelar eso. Tengo una cita”.

“Así que Carlton está haciendo su jugada. Bastante resbaladizo aprovechándose de

una damisela angustiada”. Escuché un sonido de golpe en el fondo, seguramente de los

puños de Gabriel golpeando una mesa.

“Muy gracioso. No me escuchas riéndome, ¿o sí? No, mi cita es con el Dr. K”.

“¿Quién está siendo graciosa ahora?”

“Me recogerá a las 2:30 para resolver el problema entre nosotros. Tendré un tour

personal por Kinsgton”.

“¿Te vas a montar en el mismo auto con el vendedor de jeringas sonriente? De

ninguna manera, Anika. De ninguna manera”.

“Estaré bien. Debo irme. Te llamo cuando llegue a casa”.

Decidí chequear las credenciales del Dr. K. Fui a la unidad de relaciones con los

proveedores de Premier. Todos los médicos que son contratados con la empresa tenían sus

licencias profesionales revisadas antes de acordar dejarlos ser acreditados y ver a pacientes

en nuestros hospitales. Como parte de la debida diligencia de rutina, se realizaron

búsquedas de antecedentes penales y juicios por mala praxis.

La solicitud original del Dr. K tenía una mancha blanca en la caja debajo del ‘sí’ de

condenas por delitos graves. Junto al cuadro 'no' estaba un asterisco. Un asterisco a juego

en la parte inferior de la página tenía una nota explicativa - 'acusado pero no condenado.’

No había pruebas en el expediente de que la respuesta de condena había sido explorada por

nadie en Premier.

Volví a mi oficina y pasé el resto de la tarde en el teléfono, discutiendo varios

aspectos de ECJ con Carlton y el Dr. Huntley. Mi brazo derecho estaba acalambrado por

sostener el auricular del teléfono. Floyd anunció la llegada del Dr. K veinte minutos antes.

Mandé a mi secretaria al lobby mientras limpiaba mi escritorio. Premier tenía la regla de no

dejar archivos abiertos en los escritorios de los oficiales al final de cada día de trabajo. El

protocolo fue desarrollado después de que un personal de limpieza supuestamente tomó el

pasaporte de Phyllis de su escritorio y lo tiró a la basura. La regla seguía intacta, incluso

después de que el pasaporte apareció una semana después, enterrado debajo de un

dispensador Pez decapitado.

Caminé en pasos medidos hacia el vestíbulo. "Hola, Dr. K. Gracias por venir a la

ciudad." Aspiré mis mejillas para ocultar la mueca. "Estoy deseando ver a Kingston en

funcionamiento".

"Es un placer ser su anfitrión." Con una sonrisa de oreja a oreja, él me acompañó,

con toda la delicadeza de un encantador de serpientes, a su Jaguar verde de carreras.

Nuestro viaje a Kingston terminó en un parque industrial con filas ordenadas sin

personalidad de estructuras de hormigón construidas sobre un terreno del tamaño de un

campo de fútbol. Kingston ocupaba tres edificios, cada uno adornado con la escritura gótica

'K' que era el logotipo de la empresa.

Una recepcionista de ojos saltones y luciendo un pelo de pinchos nos recibió en la

entrada del edificio situado en el centro. "Buenos días, Dr. K. ¿Necesitará un servicio de

bebidas para su invitado?"

“Estamos bien, Leona. Gracias”.

El localizador del Dr. K sonó, y sus ojos se fueron al aparato. “Debes disculparme

por un momento. Necesito arreglar un problema de manufacturación. Leona, por favor

encárgate de la Srta. Sliwinski mientras regreso”.

La recepcionista sugirió que me sentara en una de las sillas de los cuatro directores

que estaban en el vestíbulo. Mientras hojeaba una revista, un hombre cuyo rostro estaba

oculto bajo una sudadera con capucha y casco amarillo entró en la sala de espera. Su

cinturón de herramientas resonó con tantos aparatos que fácilmente clasificaba como

muchacho para el cartel de Home Depot.

"Buenas tardes, señora", le dijo a la recepcionista. "El equipo de construcción en el

camino ha cortado un cable de teléfono. Necesitamos acceder a su control y paneles de

interruptores. ¿Puede mostrarme su cabina de teléfonos?”

Levanté la barbilla ligeramente para verificar mi sospecha. Reconocí la voz de

Gabriel y me convencí de su identidad cuando me hizo una señal con el pulgar a mi

dirección.

El rostro de la recepcionista ardía de entusiasmo. Supuse que Leona rara vez, o

nunca, tenía la oportunidad de entretener a una hombre bien dotado pidiendo ayuda. Ella

dejó el auricular y se alejó de la mesa de tablero. “Con mucho gusto te lo mostraré”.

Después de juguetear con su cinturón de herramientas, lo acompañó a la izquierda del

vestíbulo.

Cuando Leona reapareció sin Gabriel, me llevó a la oficina del Dr. K. Estaba

amueblada con una decoración ultra moderna, de acuerdo con mi idea preconcebida de un

centro de investigación de alta tecnología. Me senté y cogí un folleto de promoción de su

escritorio. Mientras lo hojeaba, descubrí que el Dr. K había servido en el cuerpo médico del

ejército donde fue pionero en la mejora de los medicamentos por vía intravenosa. Según un

artículo del New York Times, escrito hace tres años, el Dr. K era soltero, de origen

paquistaní y un viajero ávido de Asia del Sur.

“Siento mucho hacerla esperar”. El Dr. K se apresuró a su oficina. “Le he pedido a

mi Vicepresidente de Operaciones, la Dra. Rebecca Noran, que se nos uniera. Ella estará

aquí dentro de poco”.

“Ya he conocido a Rebecca. Una mujer muy interesante. ¿Cómo fueron sus

comienzos en el negocio?” Me acerqué al escritorio del Dr. K y cogí una jeringa de cristal

colosal que servía como pisapapeles.

“La mayoría de los niños pequeños tienen soldados de juguete. Yo estaba fascinado

por la hipodérmica plástica en mi botiquín de juguete. Una cosa llevó a la otra y aquí estoy

hoy”. Una sonrisa cautivadora se formó en su cara.

“¿Cómo se esterilizan las jeringas?” Tiré el pisapapeles sobre mi regazo,

preguntándome si los priones de alguna manera podrían ser implantados en ellos.

“Utilizamos la esterilización por haz de electrones para mantener nuestros productos

libres de gérmenes. A diferencia de la radiación de rayos gamma, la radiación de haz de

electrones es controlable. Los electrones acelerados eliminan cualquier contaminante que

viva al destruir su ADN. No hay productos químicos tóxicos o materiales radiactivos

involucrados”.

“¿Produce algún producto en el Oeste de Nueva York?”

“Estamos viendo la posibilidad de ampliar nuestra planta en la zona sur. El

crecimiento de ingresos debería aumentar al menos al quince por ciento este año. La

manufacturación médica es una de las pocas industrias estadounidenses añadiendo

trabajadores”.

Mi garganta se plegó. Los trabajadores de línea de montaje hace tiempo habían

abandonado el Oeste de Nueva York. El crecimiento del empleo fue en el rango negativo.

Si el Dr. K podía crear oportunidades de empleo, sería visto como un mesías, sin importar

cuál fuera su participación con los Seneca Seis. Un golpe rápido en la puerta precedió la

entrada de Rebecca.

“Un gusto volver a verte, Anika”. Rebeca besó mis mejillas en el aire, como si nos

conociéramos por años.

“Estaba a punto de explicarle el W2”, dijo el Dr. K.

“Va a revolucionar la velocidad de curación de las heridas abiertas”, intervino

Rebecca. “Un método superior de separación de carne muerta del tejido sano, lo que reduce

las posibilidades de infección. Las úlceras por presión se convertirán en una cosa del

pasado. ¿Quieres una muestra?”

“¿Sabe si alguno de los pacientes utilizando W2 fueron diagnosticados con la

enfermedad de Alzheimer, en particular los Seneca Seis?”

“Dudo que alguno de los Seis lo utilizaran. Solo comenzamos a comercializarlo en

el Oeste de Seneca después de que los Seis ya habían muerto. ¿Carlton se ha comprometido

a utilizarlo en todos los hospitales de Premier?”

Lancé la pregunta capciosa. “Vamos a cambiar de velocidad. Estoy interesada en las

vacunas contra la gripe que ustedes proporcionan en nuestras ferias de salud. Gratis para

Todos está listo para comenzar en tres semanas. ¿Habrá otra escasez a nivel nacional de la

vacuna?”

“Las vacunas contra la gripe son difíciles de obtener debido a la cantidad de

demandas”, advirtió el Dr. K. “El número de los fabricantes de vacunas en Estados Unidos

se ha reducido a tres. El Congreso creó el Programa de Compensación de Daños por

Vacunas para aliviar la escasez. Las personas vacunadas lesionadas pueden demandar, pero

solo después de pasar por un proceso administrativo sin faltas”.

“Me parece que habría más fabricantes y no menos si estuvieran protegidos por este

programa”, le dije.

“Los abogados están ahora demandando, alegando que el timerosal, un conservante

de vacunas que pueden causar trastornos neurológicos, no es un componente de la vacuna

en sí mismo cubierto por el programa sin faltas. Si se agrega el control de precios del

gobierno en la ecuación, la fabricación de vacunas se convierte en un negocio de margen

bajo y de alto riesgo. Por lo tanto, hay escasez de vacunas”.

“Con todos estos problemas, ¿está seguro de que Kingston puede proveer

suficientes vacunas para quien sea que desee una vacuna contra la gripe? Según entiendo,

usted solo hace las jeringas y no la vacuna”.

“Te aseguro que el programa se desarrollará sin ningún tipo de dificultades”, dijo

Rebecca con aire condescendiente.

“Relaciones con Proveedores está pensando en eliminar las pruebas de glaucoma.

No ha habido mucho interés en los dos últimos años que ha sido ofrecida. Y con las

vacunas contra la gripe siendo expandidas a los niños, no veo la necesidad de que todos

nuestros suscriptores, incluidos los niños, hagan la prueba del glaucoma”.

“Eso sería un gran error”. Rebecca me vio como si yo hubiera insultado su

integridad personal. “No puedo creer que siquiera sugieras eso. El glaucoma es una de las

principales causas de ceguera. Más de tres millones de estadounidenses padecen la

enfermedad. ¿Has hablado de esto con Carlton? Él, personalmente, garantizó que Premier

ofrecería pruebas de glaucoma gratuitas en Gratis Para Todos”.

“Era solo una sugerencia”. Me molestaba con su insistencia.

“No entiendo tu objeción. Kingston se encargará de todos los costos asociados con

la prueba. Es una situación ganar-ganar”, sostuvo Rebecca. “Premier será visto como un

altruista bienhechor y los suscriptores recibirán una evaluación gratuita para una posible

ceguera”.

“Como dije antes, fue solo una sugerencia”.

Rebecca se excusó con un gesto de repugnancia. El Dr. K se quedó ahí para

continuar la conversación. "¿Puedo responder a cualquier pregunta que ayudaría a su mente

en cuanto a nuestro acuerdo exclusivo para la vacuna contra la gripe?” preguntó.

“Leí en su solicitud que usted fue acusado de un delito grave, pero nunca

condenado. ¿Puede explicar eso?”

“Todo fue un malentendido con respecto a la importación de medicamentos. Mis

abogados lo desestimaron. Nada va a causarle problemas a Premier”.

El Dr. K dedicó una de sus sonrisas características, miró hacia abajo y leyó un

mensaje de texto. “Necesito unos veinte minutos para resolver un problema de seguridad en

nuestras instalaciones”.

“No hay problema. Esperaré en el vestíbulo. Realmente me gustaría un recorrido

por sus instalaciones de investigación”. De nuevo, me senté en una de las sillas del director

después de que Leona aparentemente se fue por el día.

Gabriel volvió a aparecer sin su atuendo de reparador de teléfonos.

“Vamos a hacer nuestro propio recorrido”, le dije. “Cualquier cosa que valga la

pena descubrir probablemente está oculta".

Capítulo 30

Gabriel y yo caminamos a lo largo de un pasillo curvado en la dirección opuesta de

la oficina del Dr. K. Sin el beneficio de alguna señalización, nos dirigimos por un camino

de ida a un lugar desconocido. Una mujer asiática en una blusa turquesa claro, con un par

de trenzas colgando de su cintura, nos recibió de frente. Mientras ella asentía con la cabeza,

Gabriel la tropezó de lado.

“Disculpe”, dijo, y se deslizó fuera de la vista, sin aparente preocupación por

nuestra identidad.

“Esto podría ser útil”. Gabriel mostró la tarjeta de identificación de la mujer con una

banda magnética trasera.

“¿Cómo conseguiste eso?”

“Fuerza Delta, ¿recuerdas?”

Fuimos a la derecha y nos metimos en un callejón interno. Gabriel pasó la tarjeta de

identificación de la mujer junto a la primera puerta que encontramos. Invadimos un área de

almacenamiento masivo llena de contenedores de acero inoxidable. Me tropecé con un

montón de cajas, apiladas hasta el techo. Gabriel encontró uno abierto.

“Está lleno de tonómetros, almacenados para las pruebas de glaucoma”, le dije.

“Gratis para Todos comienza a mediados de septiembre. Sigamos adelante por el pasillo”.

En nuestra siguiente parada, pasé la tarjeta mientras Gabriel luchaba con una puerta

tan fuertemente cerrada que tuvo que apoyarse en sí mismo mientras tiraba de la manija. No

se movía.

“¿Y ahora qué?” pregunté.

“Está cerca de la hora de salida si siguen las horas de los bancos. Alguien saldrá

pronto. Ve a esconderte en esa abertura a la izquierda. Voy a ver si puedo entrar”.

Un hombre pensativo en una bata blanca de laboratorio salió por la puerta maciza.

“¿Quién eres?” le preguntó a Gabriel.

“Administración de Comida y Drogas”. Gabriel mantuvo la puerta abierta con el

pie. “Control sobre el terreno. La Dra. Noran me dio vía libre para mirar alrededor”.

La abeja trabajadora de mediana edad se echó atrás como si Gabriel fuera un

monstruo come carne. Sus pasos arrastrados se hicieron eco en el olvido y Gabriel me hizo

una señal de entrar a lo que parecía ser el área principal de trabajo.

“Debe haber un centenar de tubos de ensayo en estos contadores”, le dije. Los

cilindros de vidrio eran de tamaño uniforme, llenos de fluidos de variados colores que me

recordaron a la caja personalizada de 64 colores de Crayola. Había una sustancia derretida

en un puñado de cápsulas de Petri, en los retenedores de alambre encima de mecheros

Bunsen dispersos en las encimeras. Un ligero olor a gas persistente pellizcó mi nariz.

“¿Qué hay en esos platos?” le pregunté. “Parece una especie de tejido humano”.

Gabriel se apresuró alrededor del perímetro. “Echa un vistazo a la laptop. Alguien

ya ha iniciado sesión”. Él insertó una unidad flash en un puerto USB y comenzó a

descargar documentos.

“Jugaré a guardia en el pasillo. No te olvides de revisar por los gabinetes de

archivos a la izquierda”.

Gabriel mantuvo la puerta principal abierta, apenas lo suficientemente ancho para

que me deslizara a través de ella. “Golpea dos veces si ves o escuchas a alguien”.

Me puse a mí misma contra la parte trasera de la puerta y movía la cabeza con un

radio ocular de ciento ochenta grados. La zona estaba tan falta de actividad que empecé a

sospechar que alguien nos observaba de algún modo, en algún lugar. Tal vez el zumbido

había volado nuestra cubierta después de todo.

Una sirena comenzó a sonar, y mi cabeza se retorció. Gabriel vio hacia fuera. “¿Has

visto a alguien correr, tratando de salir?”

“Me estoy poniendo nerviosa. Vámonos”.

“Vuelve aquí dentro”, Gabriel me dio un objeto pequeño metálico, del tamaño de un

cubo de azúcar. “Necesitas fotografiar esta pila de documentos. Solo apunta y dale clic

cuando lo centres sobre cada página. Voy a ver qué sucede”.

Revise la pila de documentos de Gabriel y comencé a tomar fotos como un

paparazzi. Con aire satisfecho por mi éxito, escuché tres sonidos fuertes, como un trío de

cerrojos abriéndose en la pared posterior. Una pantalla de metal se desplazaba hacia arriba,

revelando una sala adjunta, encapsulada de vidrio doble. Trajes aislantes blancos, parecidos

a trajes de astronauta, alineaban el perímetro. Microscopios, monitores e instrumentos

quirúrgicos estaban colocados ordenadamente en mesas de cristal. Lo que sea que se

estuviera trabajando allí, tenía que ser un secreto, a juzgar por las señales con la palabra

"PELIGRO" escrito en rojo publicado en toda la zona. El área entera olía a una aterradora

película de ciencia ficción.

Tiré de la manija de la puerta que daba al pasillo, ejerciendo más fuerza por cada

tirón. Contrario a la lógica, me parecía que me estaba encerrando a mí misma dentro. Una

niebla fría comenzó a filtrarse por las rejillas de ventilación del techo. Temía que algún gas

tóxico tapara mis vías respiratorias, pero el vapor era inodoro. En cuestión de minutos, el

hielo comenzó a formase en mi cara, cuello y manos. Mi piel expuesta se estremeció con

una sensación de hormigueo, seguido por un adormecimiento cada vez mayor.

Me entró el pánico por convertirme en una paleta helada humana y golpeé la puerta,

gritando por Gabriel. Nadie respondió. La luz sensorial de la cámara de vigilancia aérea

parpadeó repetidamente. Sin duda, el que estaba monitoreando la seguridad podía verme.

Golpeé de nuevo hasta que la parte inferior de mis puños empezó a sangrar. Mi respiración

se tranquilizó y estaba perdiendo mi capacidad de estar alerta. La pantalla de metal rodó

hacia abajo. Los secretos escondidos detrás de ella quedarían por descubrir, al menos por

ahora.

Caí al suelo y me agaché en una bola. Era la única manera de que pudiera mantener

el calor y conservar la energía. Los vapores helados dejaron de filtrarse a través de las

rejillas de ventilación minutos antes de que Gabriel volviera a entrar. Al principio sin

sospechar que nada había ido mal, me ayudó a ponerme de pie y me apoyó contra la puerta.

“Anika, ¿qué pasó?”

“¿Cómo entraste?” inhale profundamente. “¿No estaba cerrado?”

“La puerta estaba entreabierta”. Gabriel guardó la tarjeta de memoria en el bolsillo.

“Larguémonos de aquí. Parece que estuvieras medio congelada”.

Salimos volando por el pasillo y nos desviamos a un área de carga. La entrada

exterior estaba cubierta con tiras de un pie de ancho de goma colgando del techo hasta el

suelo. Gabriel metió la cabeza a través de las rendijas balanceándose.

“¿Qué ves?”

“Silencio, un camión está entrando”, dijo Gabriel.

Otra sirena sonaba ensordecedoramente. Gabriel me apretó por la cintura y me

arrastró hasta al lado de la puerta de garaje automática deslizante, tapándome la boca con la

mano. Tres hombres de naranja con trajes de peligro biológico marchaban y se recostaron a

lo largo de los lados alternos del hangar. El camión chocó contra el edificio, y el conductor

miró por la puerta abierta. Condujo hacia adelante y retrocedió desde un ángulo diferente.

Estirándose fuera de la cabina, se dirigió hacia la parte trasera y abrió las cadenas que

sujetaban la carga.

“¿Quién firma por las entregas?” El conductor movió los ojos entre los tres

empleados.

“Quédate completamente quieta”, susurró Gabriel. Se acercó al trío con un

tambalear arrogante. “Yo me encargo desde de aquí, señores. El Dr. K me ha trasladado

esta mañana”.

Los tres retrocedieron de inmediato, como si el nombre del médico fuera un augurio

amenazante de destrucción.

“Oh, mierda, dejé la factura de embarque dentro de la cabina”, dijo el conductor.

“¿Dónde quieres el envío?”

“Necesito inspeccionarlo primero”. Gabriel abrió las puertas. Embalado adentro

habían estantes de cuerpos, desnudos y pálidos. Me acurruqué abajo, tratando de no perder

el conocimiento.

“Ponlos en el lugar de siempre”, dijo Gabriel.

“¿Qué le pasa a tus ayudantes?”

"Debe ser la hora de salida. Vamos a tomar aire fresco mientras esperamos.”

Gabriel guio el camino a la orilla de la bahía. Me hizo señas desde detrás de la espalda del

conductor para salir al pasillo. Di pasos de bebé a lo largo de la pared. Tropecé y me

apresuré a continuar mi escape. Una sombra humana apareció a mi izquierda. A juzgar por

el tamaño, supe que no era de Gabriel.

Capítulo 31

Me escabullí por el camino de salida, acelerando el ritmo para dejar atrás a mi

compañero silueta. No me atreví a mirar atrás, temiendo que algo me hiciera reducir la

velocidad. El pasillo terminaba en una intersección en forma de horquilla. No había tiempo

para sopesar las opciones. Fui a la derecha y me detuve en seco cuando me di cuenta de que

ya no estaba siendo perseguida.

“Aquí está el retrete. Ya vengo”, dijo el conductor a Gabriel.

Me asomé por la esquina. “Pensé que tenías ese tipo bajo control”, murmuré a

Gabriel. “Casi me da un ataque al corazón”.

“No podía decirle que no podía orinar”.

Me escondí detrás alrededor de la esquina mientras Gabriel engatusaba a su

repartidor en una conversación. Tenía una visión bastante clara de la cara del conductor.

Tosí, intercalado con silbidos. Gabriel vio de espaldas, y le hice un gesto con la mano para

que viniera a donde estaba.

“¿No sabes reconocer una señal cuando la escuchas?” pregunté.

“Será mejor que esto sea bueno”.

“Ese tipo es Jimmy Belmont. Solía trabajar en Premier. Es un hablador”.

“¿Acaso todos en Búfalo trabajaron en Premier?”

“Más o menos. ¿Dónde está la SUV?”

“Estacionado más allá del arroyo”.

“Me largo de aquí”.

Salí por una puerta lateral y me metí por un arroyo parcialmente seco. Los bancos

estaban llenos con una extraña variedad de desechos médicos. Tonómetros agrietados y

parches de gasa cubiertas de barro se hundían en la tierra fangosa. El calor de finales de

verano y la humedad creaban un hedor sofocante. Llegué a la Escalade y me limpié la

suciedad de los pies con periódicos viejos dentro del vehículo. La carretera sombreada era

un área de almacenamiento de bienvenida.

La quietud del paisaje fue interrumpido cuando Gabriel, empapado en sudor, se

metió a la camioneta. El vehículo se movió cuando su cuerpo se estrelló contra el asiento

delantero.

“¿Por qué corrías?” pregunté.

Prendió el auto y manejó como si estuviera esquivando fuego enemigo.

“¿Estamos en peligro?” me agaché por debajo de la ventana.

“Ya no lo estamos”, dijo Gabriel. “Deberíamos estar seguros aquí”.

“Alguien trató de congelarme hasta morir ahí dentro”. Le expliqué todo el episodio

de ser encerrada y atrapada en el laboratorio con los vapores de hielo. Pero en ese

momento, yo no estaba segura de nada. Me puse a llorar como una liberación emocional.

Mi mente se rompió.

Gabriel se acercó y me atrajo hacia su pecho. “¿Todavía no entiendes que estás a

salvo siempre que estoy junto a ti? Yo daría mi vida por ti, Anika”.

Contuve un flujo constante de aire, sintiéndome arrepentida. Debería haber sabido

que estaría protegida, siempre y cuando Gabriel estuviera vivo. Busqué sus ojos

omniscientes y me sentí segura de que podría disolver el miedo y la duda. “¿Qué es lo que

sacaste de Jimmy?” le pregunté.

“Es bastante gracioso. Odia—y quiero decir que odia—a Premier. Utilizó cualquier

mala palabra imaginable para describir a Víctor. Me dijo que comenzó a trabajar como

conductor de medio tiempo en la primavera. Jimmy solía trabajar de noche mientras

trabajaba como ayudante de enfermera en Honore. También le pagan en Premier por remitir

pacientes a utilizar W2”.

“¿Fueron los cuerpos sacados del camión?”

“Fueron cuidadosamente descargados y categorizados. Tenía miedo de que la parte

trasera se inclinase como un camión de basura y los cadáveres cayeran fuera en un gran

montón”.

“¿Te enteraste de dónde consiguen los cuerpos?”

“Cuando Jimmy estaba a punto de hacerme firmar el papeleo, los tres chicos que

antes ahuyenté reaparecieron. Por la expresión de sus rostros, mi mentira se había

descubierto. Ahí fue cuando hice una salida rápida. Pero sí vi el nombre Vive por Siempre

en la parte superior del recibo. Y cuando estaba revisando los archivos antes de que te

hicieras cargo, vi una fotocopia de una nota que Rebecca escribió a un tal Kyoung-Yu en

Prion-1, un ensayo clínico de la ECJ en el Reino Unido, dirigido por la Dra. Elaine

Rumsford. Ella le estaba dando las gracias por el envío de la información y de los tejidos.

Hay una fotocopia de un cheque a nombre de él por 20.000 $”.

“Así que ella está comprando priones y de alguna manera logra meterlos en los W2?

¿Crees que los cuerpos fueron enviados desde el extranjero con priones en ellos? ¿No se

morirían para cuando llegaran aquí?”

"Los priones son en su mayoría proteínas, pero no están vivos. Se multiplican

forzando las células vivas para reproducirse por ellas. No pueden ser irradiados o destruidos

por el formal dehído. Así que podrían sobrevivir a un viaje a través del Atlántico.

Conseguir pasar la carga a través de nuestros puertos es bastante fácil para los

contrabandistas. Si Kyoung-Yu está conectado de alguna manera a Rumsford, es una

apuesta segura que todos están vinculados a los Seis. Sabremos más cuando me entere de

quién o qué es Vive por Siempre”.

Mi garganta se cocía y mi respiración se hizo dificultosa. “El Dr. K me dijo que

esterilizan las jeringas como parte del proceso de fabricación, pero tal vez los priones se

cargan después de que las jeringas se llenan con la vacuna. Quizás el ECJ fue propagado a

través de la vacunas contra la gripe”.

Los ojos de Gabriel estaban fijos en la carretera. Golpeó con los puños al volante.

“Ojalá hubiéramos tenido más tiempo. No vi dónde llevaban los cuerpos. Cuando los tres

empleados reaparecieron, tuve que irme o arriesgarme a ser arrestado”.

“¿Acaso Jimmy sabe lo que Kingston hace con los cuerpos?”

“Jimmy ha aprendido a no hacer preguntas. Dijo que odiaba trabajar en los

hospitales, donde la incompetencia era tan alta que las enfermeras y los médicos estaban

realmente matando a los pacientes. Incluso dejó un mensaje para una persona que trabaja en

Premier quien pensaba que podría ayudar”.

“Seguro Jimmy fue el que me dejó el mensaje en la sala de emergencia de Honore”.

“Volvamos a tu casa”, dijo Gabriel. “Por la manera que te ves, no quiero asustar a

Lizzie. Pregunta por ti casi todos los días”.

“¿Preguntando de manera buena o mala?”

Gabriel se limitó a mirar a través del parabrisas.

Llegamos a mi casa a la velocidad de la luz. En cuanto abrí la puerta, me encontré

con su mano encima de la mía. “¿Puedes entregarte completamente a mí?” preguntó

mientras pasábamos por la sala de estar.

“Confió en ti, Gabriel, más de lo que confió en nadie más. Pero me estás ocultando

cosas. No entiendo por qué tratarías de matarme. Entiendo las pesadillas, pero—”

“Jamás trataría de matarte a propósito, Anika. Pero tengo algunos demonios del

pasado atrapados dentro de mí. Ira que me hace estallar. Mis pesadillas parecen haber

desaparecido, pero no te puedo garantizar que no volverán. Estoy recibiendo ayuda, pero

tomará tiempo”.

“¿Algo que pueda hacer para ayudar?”

“Necesito hacer esto solo, Anika. No quiero que quedes atrapada en algo que

después podría ser contraproducente. Este desorden está dentro de mí. Yo soy el que tiene

que limpiarlo”.

“¿Tiene algo que ver con una mujer llamada Ameera?”

“¿Qué sabes sobre Ameera?”

“Nada, excepto que uno de tus trajes me llamó Ameera hace un tiempo. ¿Acaso te

recuerdo a una mala experiencia que tuviste con ella?”

Gabriel acarició mis hombros como si fuera la última mujer sobre la tierra. “Por

ahora, dejemos de lado a Ameera. Ella es de mi pasado en Afganistán y debe permanecer

allí. Tú, sin embargo, eres una parte muy importante del presente. Necesitas relajarte,

Anika. Te voy a enseñar cómo hacerlo”. Me guio hacia el centro de la sala, donde se

desnudó en un tiempo récord. Me quedé de piedra cuando se cubrió con una manta

alrededor de su ingle, como si me protegiera de su desnudez. A continuación, procedió a

quitarme la ropa con toda la dulzura inherente a la separación de un bebé de una manta

envuelta. Sus acciones eran sutiles, y él bajó mi cuerpo desnudo sobre el suelo, boca abajo.

Se sentó a horcajadas sobre mí, justo en la parte inferior de las nalgas. Su peso era

tranquilizador, pero no aplastante. "Hermoso cuerpo. No veo ningún daño de congelación,"

susurró en mi oído. Su aliento era relajante, calmante. Era como si supiera exactamente lo

que necesitaba, a pesar de que no tenía ni idea. Estaba completamente a cargo, y me

deleitaba en ser el único objeto de su atención.

Gabriel colocó sus manos en la base de mi espalda. Su respiración se intensificó y

deslizó sus manos hacia mi cuello, manteniendo la columna vertebral entre sus manos. Él

siguió el contorno de mis hombros con una presión suave pero firme. Sus acciones crearon

un sentido de confianza y sensualidad a la vez. Este era un nuevo lado de Gabriel. El

erotismo tenue era más atractivo de lo que podía imaginar.

Relajó la presión y masajeó los lados de mi cuerpo. Sus toques regresaron a la base

de la columna, y repetía el ciclo acariciando un par de veces. “¿Puede manejar mi peso?”,

me preguntó. Su calma me había encapsulado mientras me abandonaba por completo a él.

Gemí en cortos jadeos de placer y miré a un lado. Gabriel se había deslizado fuera y

sentado sobre sus talones. Apoyó las manos sobre los tobillos y luego deslizó sus dedos con

una presión suave sobre el medio de mis piernas todo el camino hasta la parte superior de

mis muslos. Con la yema de un pulgar y luego el otro, frotó suavemente alrededor de la

parte posterior de las rodillas, cubriendo toda la zona. Era la primera vez que encontraba

placer erótico en esa parte de mi cuerpo. Gemí en voz baja, como una admisión de que él

había encendido mi pasión.

“Anika, debes relajarte. Deja ir todo. Acuéstate sobre tu espalda para mí”. Accedí

como si estuviera en trance mientras él estaba sentado sobre los talones con las rodillas

abiertas a los costados. Gabriel colocó mis piernas dobladas sobre sus muslos. Apoyó sus

manos en la base de mi estómago, respiró hondo y pasó desde el centro de mi torso todo el

camino hasta la base del cuello. Inclinó sus manos y las deslizó por los lados de mi cuerpo,

a la vez que soplaba sobre mis pezones. Nada tocaba mis pechos, excepto sus corrientes de

aire. Yo anhelaba que él me chupara, pero Gabriel tenía otros planes. Repitió esta secuencia

al menos media docena de veces hasta que colocó las palmas de sus manos en el pliegue

donde los muslos se encontraban con el tronco. Gabriel masajeó por las piernas exteriores

hasta llegar a las rodillas. Volvió a su posición original y masajeó mis muslos con los

dedos. Estaba jugando con mi cuerpo, y me deleitaba con cada uno de sus movimientos y

toques.

“¿Te sientes mejor?” bromeó Gabriel.

“Nunca me había sentido tan relajada. Siempre sabes lo que necesito”.

Se enderezó junto a mí y me tiró de nuevo en su pecho. "Deberías estar relajada lo

suficiente para una siesta." Gabriel nos cubrió a ambos con la manta que originalmente

envolvía su torso. "Descansa conmigo, y vamos a abordar el mundo mañana." Besó mis

ojos lenta y deliberadamente, y frotó su cara en mi cuello. Me preguntaba cómo Gabriel me

podía leer tan bien. Su sugerente masaje era exactamente lo que necesitaba, una intimidad

reconfortante sin un atisbo de presión. No importa lo que tuviéramos por delante, yo estaba

el noventa y nueve por ciento segura de que podía hacerle frente, junto con Gabriel. Wally

conduciría desde Charlottesville la próxima semana, y yo, literalmente, estaba apostando mi

vida en el suministro de la falta del uno por ciento de certeza. Lo que necesitaba para

resolver las dudas sobre mí misma y la confusión dentro de mí. Quería que Gabriel me

amara sin reservas. Odiaba tener el espectro de la muerte colgando sobre mí.

***************************************************

“¿Le gustó a Anika tu muestra de hoy?” se burló Rebecca del Dr. K dentro de su

oficina.

“Anika se fue inesperadamente”, dijo. “Le pedí que me esperara mientras resolvía

un problema de esterilización. Para cuando terminé, ella se había ido sin decir adiós”.

“K, está jugando al gato y al ratón contigo”.

“No creo que ese sea el caso. Leona no la vio irse. Los videos de las cámaras de

seguridad estaban llenos de estática. Premier es extremadamente suertudo de tenerla.

Estaba muy interesada en la vacuna contra la gripe y preocupada por cualquier posible

escasez”.

“¿Por qué no le preguntas a Anika si quiere hacer un ménage a trois? Parece un

poco estresada, pero las mujeres así suelen ser unas tigresas atrapadas”.

“Antes de que nos distraigamos, tengo que hablarte de una llamada esta tarde del

Departamento de Seguridad Nacional. ¿Por qué te llamarían? las manos de Leona

temblaban cuando me entregó el mensaje”.

“Esta platica me aburre. Diles que estamos en la lista de no llamar”.

“Esto no es gracioso, Rebecca. Leona dijo que el hombre sonaba importante”.

“No puedo ser responsable de las divagaciones equivocadas de cada idiota

burocrático. Por favor, K, estoy perdiendo la paciencia. Dame su número. Tiene que haber

algún tipo de error. ¿Está Leona segura de que dijo que era de DSN y no de SSH?

entendería si Salud y Servicios Humanos llamara, pero no de Seguridad Nacional”.

“No tengo su número conmigo”, dijo el Dr. K a Rebecca mientras ella tomaba su

hombro. “El número está en mi escritorio. Creo que terminaba en 0990”.

“No te molestes con eso. Si lo ignoramos, se dará cuenta de su error”.

“Rebecca si tú no lo llamas, lo haré yo. No necesitamos ningún problema con el

gobierno federal”.

“Relájate, K”, Rebecca desabrochó su cinturón. “Yo me encargaré de esto. Tengo

mis formas de encargarme de los hombres”.

Capítulo 32

Después de que Gabriel se fue a la mañana siguiente, noté que mi maquina

contestadora estaba brillando como fuegos artificiales. Once mensajes estaban esperando de

la noche anterior. Presionando el botón de ‘reproducir’, escuché solo alguien trancando la

llamada. Alguien me estaba molestando de nuevo, pero esta vez con silencio.

Antes de irme a Premier, hice una lectura superficial de los correos electrónicos

entrantes en mi tableta. Leí que los planes para la despedida de Carlton ya habían

finalizado. Una reunión privada en la casa de Ed Cantwell, el Vicepresidente Ejecutivo,

tomaría lugar en dos semanas desde mañana. No estaba segura si sería bienvenida o vista

como la paria de ECJ que llevaría a Premier a la ruina.

Después de caminar hasta mi oficina, descubrí que mi puerta estaba cerrada. Mi

secretaria no estaba, así que llame al equipo de mantenimiento.

“Por favor, abran mi puerta. La debieron haber cerrado por equivocación”.

“Lo siento, Srta. Sliwinski, pero no podemos. El Sr. Mendelsohn nos dijo que la

cerráramos. Contáctese con él si tiene alguna pregunta”.

Por supuesto, yo solo era una empleada, pero tenía mi expectativa de privacidad. Al

principio, me ofendía, pero cuanto más pensaba en ello, más enojada me sentía. Irrumpí

hacia la suite ejecutiva, fingiendo calma mientras la furia brotaba en mi interior. La puerta

del despacho de Carlton estaba cerrada, y le di varios golpes cortos antes de que se abriera.

“Anika, no tienes por qué tirar la puerta al suelo”, dijo Carlton con encanto

diplomático. “Por favor, siéntate”.

“¿Por qué mandaste a cerrar mi oficina?” Me puse derecha como un palo y traté de

aparentar ser más alta de lo que era.

“Necesitas un cambio de escenario. Asumo que no quieres arruinar a la compañía

intencionalmente”.

“¿Así que me humillas encerrándome fuera de mi oficina?”

“Estas tomando esto como un ataque personal. Solo estoy velando por tu bien”.

Carlton me escoltó hasta el sofá. Me sentía como un niño de siete años al que hubieran

asignado para hacer guardia en el cruce de una intersección.

“¿Por mi bien o por el de Premier? ¿Quieres que lo deje y pretender que nadie

murió?”

“Anika, hay una acusación implícita en tu tono. Renuncié a fin de llegar al fondo de

toda esta pesadilla”.

“¿Entonces qué quieres que haga?”

Carlton se arrodilló frente a mí y me inclinó los hombros en línea con los suyos.

“Ven a las Islas Griegas conmigo. Hice una oferta en una villa, sujetos a inspección. Nos

podemos ir el día después de mañana. Tomar un fin de semana largo”.

“¿¡Tomar vacaciones!? Debes estar bromeando”. Estaba enfurecida. “Los chismes

se esparcirán demasiado rápido si nos vamos de viaje juntos”.

“¿Crees que me importa lo que diga la secretaria? Perdí a mi hijo. Perdí esta

compañía. Te perderé si sigo actuando como un idiota”.

“¿No pudiste haber llamado?”

“Quería hablar contigo antes de que llegaras al trabajo. Te llamé anoche, pero no

contestabas”.

“¿Fuiste tú quien dejo todos esos mensajes?” Caminé de un lado para otro frente a

su ventana. “Pensé que había sido el lunático del accidente de auto tratando de asustarme”.

“Esto se está tornando feo. Solo pensé que podrías tener unos días de descanso, ¿es

eso un crimen?”

“¿Sabes que Twanya todavía está desaparecida?” pregunté.

“Ella siempre se esconde cuando tiene problemas románticos. ¿Crees que es más

serio que eso?”

“Es un poco extraño que desapareciera justo antes de la reunión del comité oficial”.

“Si estás tan preocupada, has que Gabriel o Tommy lo investiguen. Alguno debe

tener algún contacto con la policía”.

“¿Cuándo quieres respuesta sobre el viaje?”

“Lo antes posible”.

Mientras esperaba por mi respuesta, Carlton llamo al equipo de mantenimiento para

que abrieran mi puerta.

“Te lo haré saber para el final del día”.

Deambule hasta la oficina de Twanya. Me molestó ver que su escritorio estaba lleno

de papeleo. Si Twanya tenía pensado faltar algunos días, seguramente hubiera limpiado su

escritorio. Encontré algunas notas adheridas en una libreta encima de la gaveta de su

escritorio.

arma asesina – ECJ tal vez a través de trasplantes de córnea infectados

Arranqué la página y atrape a Phyllis mirándome por la puerta entreabierta. Le di la espalda

y metí el pedazo de papel dentro del bolsillo de mi pantalón. Mi paranoia estaba en su

punto más alto. Regresé a una oficina abierta donde había un mensaje descansando en mi

silla. Wiley McCaffrey de Cantor y Price había dejado una petición urgente para devolverle

la llamada. Antes de que pudiera pensar en lo que quería, mi intercomunicador sonó. Wiley

estaba en la línea uno.

“Esta es Anika Sliwinski. ¿Qué puedo hacer por usted?”

“Buenos días, Anika. Este es Wiley McCaffrey. Escuche que Premier formó un

comité especial sobre ECJ. Estaría feliz de ir a ver las conclusiones del comité”.

Maggie Goldberg debió haber soltado al perro de ataque de Premier. Debí de

haberme volteado e irme a casa cuando encontré la puerta de mi oficina cerrada.

“Estamos en medio de nuestro resumen, pero pensaré en tu oferta. Como estoy

hablando contigo por teléfono, me gustaría preguntarte sobre el memo de tu firma en la

divulgación de la actividad de clientes ilegales. Encontré una copia en sus archivos justo

después del Día de los Caídos. ¿Qué hizo Premier que fuese ilegal? ¿Sabías que los

pacientes tenían ECJ?”

“No tengo idea de lo que estás hablando. Premier no ha hecho nada malo. ¿Y tienes

una copia de este memo?”

“Llamaré de nuevo si el comité quiere hablar contigo”.

Las paredes se estaban cerrando encima de mí. Entré en mi computador y navegué

por los comentarios sobre Grecia de Trip Advisor. La tentadora descripción del paraíso

mediterráneo junto con la llamada de Wiley me había llevado a una conclusión inescapable.

Esta era la oportunidad perfecta para irme y aclarar mi cabeza. Si Gabriel era el ‘único’

para mí, tendría que esperar hasta que volviera. Con Wally todavía en camino a Búfalo, no

podría sacarle la información antes de irme a Grecia. Estaba segura de que Carlton se

asustaría si llegábamos a una situación sexual comprometedora. Como no había ido en unas

verdaderas vacaciones por tres años, estaba emocionada por la diversión que el viaje podría

darme. Sopesando todos los factores, tenía que aceptar la invitación de Carlton.

Capítulo 33

Gabriel y Tommy se reunieron conmigo en mi casa esa noche. Les hablé sobre la

nota de Twanya sobre el ECJ siendo transmitido por trasplantes de córneas y mi teoría

sobre la vacuna contra la gripe y la posible conexión entre W2 y ECJ. Tommy estuvo de

acuerdo en seguir a Tim Paladin en más autopsias en Rochester. La noticia de Rochester no

había llegado a las noticias del día todavía, y estaba comenzando a sospechar que había un

encubrimiento dirigido por los poderes existentes. ¿Quién tendría suficiente poder o dinero

para comprar una estación de televisión?

Gabriel prometió comenzar a investigar a Víctor y continuar siguiendo el pasado del

Dr. K. Pero más importante, prometió encontrar a Twanya. A medida que la conversación

entre los tres se profundizaba, yo actuaba como una mujer histérica que necesitaba un largo

fin de semana sola para sufrir por mi período menstrual. Mientras que Tommy y Gabriel y

sus trajes negros sabían casi todo sobre mí, había algunas cosas que solo la madre

naturaleza podía controlar. Tan pronto como Tommy y Gabriel se fueron, me torture a mí

misma por haber mentido.

A la mañana siguiente, Carlton ajustó una malla de algodón almohada detrás de mi

cabeza mientras nos instalamos en la primera etapa de nuestro vuelo transoceánico hacia

Atenas. “No quiero que te dé tortícolis”. Me entregó una guía sobre las islas griegas.

“Todavía no puedo creer que estemos haciendo esto. ¿Qué pasa si alguien nos ve?”

“Seguramente me felicitarían”.

Me dormí durante el vuelo transoceánico después de que Carlton y yo cambiamos

de avión en el aeropuerto JFK. A medida que la aerolínea unida descendía a lo largo de la

costa occidental de Grecia, Carlton me convenció para que echara un vistazo a través de la

ventana.

“¿Habías visto algo parecido? Debe ser el agua más clara de la tierra”. Carlton me

entregó un folleto sobre la villa.

Leí en el folleto, “Mykonos ha sido un escondite de isla para los ricos y famosos,

desde que los piratas se peleaban por sus costas en el siglo 18. Es el hogar de los viajeros

del mundo y uno de los destinos más fascinantes del mundo”.

Aterrizamos en el Aeropuerto Internacional de Atenas, Eleftherios Venizelos, y nos

cambiamos a una avioneta para el vuelo de cuarenta minutos a Mykonos. Carlton entregó

las instrucciones a nuestro chofer, y serpenteamos a lo largo de la pintoresca costa. Mis

uñas pellizcaban mis muslos con impaciente anticipación. Carlton quería darme una

sorpresa y había arrancado las fotos de la villa del material de marketing.

El conductor pedaleaba suavemente el freno después de maniobrar por un camino

de un carril serpenteando a través de un conjunto de colinas. Aparcó en la base de un

paraíso suntuoso que no tenía parecido con el cuadro que había pintado con mi

imaginación. "Esto es, Anika." Carlton asomó la cabeza fuera de la ventana. Yo abrí la

puerta del auto para absorber el impacto.

"¿Cuándo se mudó Shangri-La a Grecia?", le pregunté. La villa era un caramelo a

los ojos de un arquitecto. Se alzaba sobre una cumbre con vistas al mar Egeo y a los

famosos molinos de viento de Mykonos. Buganvillas fucsia y olivos maduros florecían a lo

largo de los jardines privados que rodeaban la finca. "¿Quiénes son tus vecinos?"

“¿Importa?”

Yo no podía dejar de curiosear en el edificio principal, una mansión de piedra de

color salmón compuesto por tres niveles. Cada piso estaba rodeado por un balcón bordeado

con barandillas negras de hierro forjado. La construcción de una pista de tenis estaba en

marcha, junto a las dependencias del servicio.

“Exploremos”.

El cuidador que vivía ahí se presentó a Carlton mientras nuestro equipaje era

descargado en una carretilla de mano. Paul, nuestro algo corpulento mayordomo, nos

acompañó al vestíbulo. “La planta baja consta del salón con chimenea de mármol y un bar.

Hay un comedor que tiene capacidad para doce. Se abre a la terraza donde se puede

disfrutar de una vista panorámica. La piscina de agua de mar está rodeada por una terraza,

con su propia zona de comedor para cenas íntimas. Tienen dos cocinas, con la más pequeña

en la piscina. Cada habitación está separada de las otras, con arcos de piedra. Si me

necesitan, solo tienen que ir a cualquier arco y presionar el timbre montado. Estoy

disponible, al igual que mi esposa Helena, para servirle veinticuatro/siete. Vivimos en las

dependencias del servicio separados en ese edificio a su izquierda”.

Yo quedé pasmada y en silencio, habiendo visto lugares como este solo en el cine.

Pablo continuó su gira en miniatura. “Esta escalera conduce al dormitorio principal

con baño, otros tres dormitorios y dos baños más separados. Su casa tiene un ascensor a

todas las plantas, una cámara de circuito cerrado y un sistema de alarma de seguridad. Hay

un camino privado que lleva al mar abajo”.

“Nos gustaría descansar”, dijo Carlton. “Anika tomará el dormitorio principal. Voy

a elegir la mía después de una inspección rápida”.

Pablo nos guió al ascensor.

“Esta es su habitación, señorita”, Paul me hizo pasar a una habitación del tamaño de

un restaurante de comida rápida. Los muebles tenían grabados escenas de dioses y diosas

cruzando a través de olas de costra. El tocador y la cama estaban cada uno cubierto con un

cuenco de plata que contenía flores de hibisco de melocotón flotando sobre agua teñida.

No sabía cómo navegar por el laberinto de habitaciones y llamé a Carlton a su

celular. “Tengo que recuperar el aliento. No estoy acostumbrada a ser un miembro del jet

set”.

"Vamos a cenar a las 7:00."

Cerré la masiva puerta detrás de Paul y me desplomé en el sofá boudoir de lamé

dorado. Ya no tenía que soñar con un mundo de fantasía. Estaba viviendo en él.

El ventilador de techo giraba mientras desempacaba. Me debatí en llamar a Gabriel.

Decidí no hacerlo y reservar mi confesión hasta mi regreso. Admitir que estaba con otro

hombre no era algo que quería decir por teléfono. Necesitaba ver su cara para medir su

reacción. Y Wally estaría en Búfalo en el momento en que volviera para rellenar las piezas

faltantes del pasado desconcertante de Gabriel.

Escogí un vestido para la cena que era agradable a la vista. La envoltura halter

marrón oscuro era sexy de una manera discreta. Me puse un par de sandalias de color

dorados, adornado con diamantes de imitación incrustados en las cintas. Una terraza al lado

de mi habitación daba al mar. Estaba humeante fuera, pero el viento frio de Meltimi

soplaba violentamente para crear aguas bravas en el mar Egeo. La brisa me retorció el pelo

alrededor de mi cuello mientras volvía adentro.

Me asomé por la escalera de caracol y vislumbré a Carlton apoyado contra el arco

principal y tamborileando con los dedos. Era la primera vez que lo había visto vestido sin

corbata. Se incorporó al verme bajar por las escaleras y me ofreció su brazo. Caminamos a

la zona del comedor junto a la piscina. Acarició mis hombros desnudos mientras me llevaba

a la silla que sostuvo para mí.

Paul rodó un carro de servicio de oro rematado con una bandeja mostrando un par

de diminutos vasos enjoyados llamados kanonakia. "Deben probar nuestro ouzo." Llenó los

vasos hasta el borde. Carlton y yo nos sentimos obligados a tomarlos.

Helena había preparado sopa de lentejas y hojas de uva rellenas con carne de

cordero. Tenía el estómago lleno de nudos. A pesar de que la cena rivalizaba con los

mejores restaurantes de Manhattan, me hubiera gustado que terminara. Quería estar a solas

con Carlton. No estaba segura de hacia dónde se dirigía la noche, pero quería descubrir sus

intenciones tan pronto como fuera posible.

Después de que Pablo recogiera la mesa, Carlton excusó a nuestra pareja de

cuidadores por la noche.

“Vamos a ajustar el ambiente con música”. Carlton presionó el control remoto del

estéreo. Sirvió otra ronda de ouzo para los dos. Las canciones populares griegas con sus

mensajes líricos comenzaron a flotar a través de la terraza. La banda bouzouki, combinado

con el cuarenta y cinco por ciento de contenido de alcohol en el ouzo, llenó mi cuerpo con

pulsaciones sensuales. No estaba dispuesta a repetir el mismo error que había cometido en

el Biddenton de Manhattan la primera noche que Carlton me había seducido. Me negué a

embriagarme y me limité a tomar pequeños sorbos de ouzo.

Me sentí abrumada por la música que me recordaba a una mandolina y me quité los

zapatos. Carlton se deshizo de su chaqueta, y empezamos a bailar, imitando los

movimientos que había visto en Zorba el Griego combinado con la lambada. No fue bonito,

pero fue muy divertido. Carlton mordisqueó mi cuello y profunda y deliberadamente me

acarició la espalda. Presionó sus caderas contra las mías. Nuestra libido nos dominó. Él

deslizó su mano dentro de mi escote y presionó un pezón con sus dedos. Sentí que crecía

con fuerza contra mi cuerpo.

“Te deseo”, murmuró Carlton en un suspiro. “Se siente como si ya fuéramos uno”.

Me besó en los labios, primero como un divorciado reacio y luego como un amante

apasionado. Su hambre parecía hacerse más intensa a medida que nuestras lenguas se

entrelazaban y explorando la boca del otro.

Me sentía culpable por mentirle a Gabriel. Lo extrañaba más de lo que pensé

imaginable. Me dieron náuseas y froté mi abdomen para mantener mi cena abajo. Me aparté

y me senté en un banco acolchado. Mis pensamientos vagaban en otros lugares. Carlton se

sentó a mi lado y me atrajo hacia su pecho mientras la luz de la luna brillaba sobre la

piscina. La música se intensificó, y él buscó a tientas como un animal encantador.

“Vayamos a tu habitación. Quiero hacerte el amor toda la noche”. Me alejé,

buscando más ouzo. Lo último que necesitaba era más licor, pero esperaba que Carlton se

tomara otra copa. Mientras me servía, el deshacía las tiras de seda de alrededor de mi cuello

y mi vestido cayó al suelo. Se deshizo también de su ropa, me acostó en el suelo y se montó

encima de mí.

Lamiendo mi cara, los ojos de Carlton se abrieron con horror cuando comencé a

toser en un ataque, tratando de recuperar el aliento. Sentí que mi garganta se cerraba. Toqué

mis labios ardientes e hinchados y empujé la cara de Carlton. “Voy a vomitar”, le susurré.

Gemí de dolor con calambres en el estómago. Carlton se volteó sobre su espalda y

me permitió hacer lo que necesitara. Envolví mis brazos alrededor de mis pechos y me

acurruqué en posición fetal.

"Gabriel, Gabriel," murmuré suavemente, una y otra vez. Carlton frotó mi espalda

hasta que mis espasmos estomacales se detuvieron. Me dejé caer en sus brazos mientras él

me levantaba y me sentaba en mi cama. Se estiró a mi lado y nos cubrió a ambos con una

sábana.

"Mi salvavidas”, susurré. Me quedé inmóvil, enloqueciendo en mi cabeza. Gabriel y

yo siempre nos habíamos considerado mutuamente nuestros salvavidas. Había abandonado

a Gabriel en la pasión de la noche. ¿Lo entendería? Afortunadamente, el ouzo se hizo

cargo, y me desmallé sin más debate interno.

Capítulo 34

A la mañana siguiente, le pregunté a Helena acerca de los ingredientes en su cena.

Solo tenía una alergia y sabía que no había comido galletas con glaseado sabor a anís. Pero

algo tuvo que haber causado mi miseria toda la noche. Ella explicó que el anís se usa en el

ouzo y el misterio de mi reacción alérgica se había resuelto.

Después de cuatro días y tres noches de vivir como aristócratas malcriados en la

majestuosa villa, nuestras últimas horas en Mykonos se estaban terminando. Carlton no

volvió a intentar tener sexo conmigo. El recuerdo de mi boca ampliada tomando un matiz

rojizo brillante, que recuerda a los labios de cera dulces de Halloween, debió haber sido

suficiente para disuadirlo. Permaneció cordial, pero separado. Carlton se lo tomó bien,

aunque me di cuenta de que no se quejó de que el final de nuestro viaje se acercaba

rápidamente.

Nos quedamos en nuestra plaza privada, soleada con vistas al mar Egeo y

esperamos por el desayuno. Paul hizo una cesta del pan de loukamades. La delicadeza me

recordó a la feria del condado allá en casa, donde la masa frita rociada con azúcar glas era

un favorito de carnaval.

Los cruceros llenaron las islas. Observábamos a los turistas empaquetando las

cubiertas a la espera de atraque. Yo estaba llena de emociones contradictorias. Extrañaba a

Gabriel, pero no quería volver a la pesadilla de ECJ.

“Anika, ¿por qué las lágrimas?” Carlton limpió mi mejilla con la palma de su mano.

“Ese comité está sobre mí”.

Carlton se alejó de la mesa. “Entonces, déjalo ir”.

“¿En serio? ¿Que lo deje ir? No estamos en una tienda de recuerdos, contigo

sugiriendo que deje pasar una cuchara de plástico barata”. Sonaba como una bruja

regañándolo.

“Discúlpame si tu alergia te pone de mal humor, pero no la tomes conmigo. Creo

que estás tratando de resolver algo que está fuera de tu alcance”. Carlton encendió un

Monte Cristo.

“¿Qué te hace decir eso?”

“Wiley está agitando a los miembros de la Junta, pidiendo que te despidan”. Carlton

sopló un aro de humo en dirección al mar, y yo lo observé disolviéndose.

“No es una sorpresa”.

“Maggie Goldberg ya ha irritado a la mayor parte de la Junta con el informe de ECJ

de Twanya. Están preocupados por el valor de las acciones una vez que la noticia salga”.

“¿Y tú? ¿Me trajiste a otro continente para que me alejara?”

“Cuando te calmes, avísame”. Carlton volvió dentro de la villa.

“No voy a renunciar a esto”, le grité.

Paul recogió la mesa con sus anteojeras emocionales puestas. Me monté en el

ascensor a mi habitación y terminé de empacar. Me quedé pensando sobre perder a Carlton

como aliado. Tenía que hacer las paces, no solo por el bien de la investigación, sino

también porque había sido un compañero ideal durante todo el viaje. Él se merecía mucho

más que mis gritos. Paul puso mi equipaje apilado en la sala de arriba, y se dirigió hacia el

ascensor. “Siento que tengan que irse tan pronto”, dijo él.

Tras dirigirnos a la planta baja, vi a Carlton penosamente por el elaborado vestíbulo.

Finalmente se detuvo al pie de la escalera. “Tenemos un largo viaje por delante. Si me

explicas de nuevo exactamente lo que sabes acerca de ECJ, voy a tratar de mantener la

mente abierta”.

“Lo siento mucho por arruinar este viaje”. Cogí su mano. “Nunca debí haber dicho

lo que dije. Estoy agradecida por todo lo que has hecho”.

“Tengo una piel muy gruesa. Los dos deberíamos intentar dormir un poco en el

camino a casa”.

Estaba agradecida de que el vuelo de regreso a los Estados Unidos transcurrió sin

complicaciones y sin efecto de cualquier turbulencia mayor. Carlton y yo nos dimos una

cordial despedida en el aeropuerto, junto al carrusel de equipaje. Su fuerte abrazo me

aseguró que yo significaba más que una aventura para él. Había mucho más que quedaba

por ver. Corrí a casa en el Thunderbird y mi teléfono sonó a pocos minutos de entrar en mi

casa.

“Anika, me han demandado”, dijo Carlton.

“¿Qué? Volvimos apenas hace una hora. ¿Quién te está demandando?”

“Premier reclama que he violado mi deber fiduciario. Y conspiración. El servidor de

procesos salió de mi casa hace unos diez minutos”.

“¿Premier te está demandando a ti? Eso es de locos”.

“Te encantará esto. Wiley McCaffrey está representando a Premier”.

“¿Qué dice él que hiciste?”

“La denuncia no dice en verdad. Varios párrafos de mi contrato de trabajo se citan,

entre ellos el pacto a no competir”.

“Iré a la oficina. Veré si puedo averiguar algo. Te llamo después”.

Premier estaba experimentando los finales de la inactividad del verano. Al menos

un tercio de sus empleados estaban de vacaciones. La compañía era un lugar más amigable

cuando sus dos mil empleados no estaban metidos en el edificio de oficinas al mismo

tiempo. Me detuve en el escritorio de Floyd. "¿Has visto a Víctor Abelar hoy?", le

pregunté. Lo había llamado cuatro veces en mi camino, pero me había desviado a su correo

de voz.

“No lo he visto los últimos días. Tal vez esté de vacaciones”.

Entré a la oficina y llamé a Gabriel. “Volví”, dije. “¿Dónde está Tommy? Los tres

tenemos que hablar”.

“Está comprobando sus condominios en las Carolinas. Estaba preocupado porque

sean dañados por Elena”.

“Debes estar bromeando”.

“¿El huracán Elena? ¿Te suena familiar? Se ha anunciado como la tormenta del

siglo”, dijo Gabriel.

“¿Cuánto tiempo estará fuera? ¿Se murió nuestra investigación?”

“Vamos, sabes más que eso. Tommy puede trabajar donde sea que haya 4G”.

“Las cosas están empezando a revelarse”.

“Te veo en un par de horas. Veámonos en Dunkin’ Donuts”.

Era el momento de menor actividad en la cafetería. El jet lag estaba empezando a

afectarme. Me acurruqué en un rincón, masticando mi postre favorito, un buñuelo de

manzana, todo cubierto con un coolatta de fresa. Cada bocado era más una molestia que el

anterior. Las revelaciones sobre la demanda de Carlton me habían privado de las

sensaciones gustativas.

"Te ves atormentada." Gabriel alineó una silla frente a mí.

“¿Esta Twanya todavía desaparecida?”

“Tú hablando de eso”, me molestó Gabriel. “Cuando no me dijiste en qué andabas

de verdad, involucré a mi gente. Descubrieron que te fuiste a las Islas Griegas”.

“¿Sabías que estaba con Carlton?” Empujé a Gabriel con mi dedo en el centro de su

pecho. “¿Está mi teléfono intervenido?”

“Relájate, relájate. Como estás tomando pastillas anticonceptivas, tus periodos van

y vienen de manera regular, y no te vendrá hasta dentro de otra semana”. Gabriel masajeó

mis hombros y cuello. "Estás tan estresada que podrías romperte en cualquier momento. Yo

solo quería asegurarme de que estuvieras a salvo. Me preocupo por ti, Anika. Los seguí a ti

y a Carlton hasta el aeropuerto. Solo espero que no se esté aprovechando de ti”.

Me enfadó saber que Gabriel no hizo nada para impedirme volar lejos con Carlton.

Yo quería más de él, pero Lizzie consumía mil por ciento de su amor. Si bien el atractivo

sexual de Carlton estaba atado en gran parte a su dinero, no podía competir con la

sinceridad de Gabriel. Tanto Carlton y Gabriel tenían su brillo, pero Gabriel tenía el

corazón de oro.

“Carlton es parte de la Junta y, como todos los miembros de la Junta, quiere lo

mejor para Premier. Así que no estaría tan decepcionado si la investigación sufriera una

muerte tranquila. Pero eso puede haber cambiado. Premier ahora lo está demandando por

incumplimiento de su contrato de trabajo”.

"Eso me recuerda. Las demandas relativas a las garantías de la deuda de Bilatope de

Carlton se están uniendo," dijo Gabriel. "Podría tomar un año o dos antes de que incluso

llegara a juicio. Sus honorarios son cerca de 5.000 $ al mes."

“Entonces si Carlton está sangrando dinero, ¿cómo se beneficia Premier de

demandarlo?”

“Mantendrá ocupado a Carlton durante meses, lo que le obliga a centrar su atención

lejos de la ECJ. Si Carlton está ocupado defendiéndose a sí mismo, el comité especial

puede caer. Si el comité muere, la Junta probablemente asume que todo este desastre de

ECJ desaparecerá”.

Acumule las migajas de mi pastel en una servilleta. “La investigación está

explotando en nuestras caras. ¿Crees que algo malo le ha pasado a Twanya?” pinché mi

vaso de poliestireno con un cubierto de plástico.

“Llené un informe de persona desaparecida, pero hasta ahora la policía no tiene

pistas. Seguro estás exagerando. No busques problemas donde no los hay. Esto debería

poner una sonrisa en tu rostro. He escuchado las cintas de las conversaciones telefónicas

del Dr. K. Hay algo pervertido entre él y Rebecca”.

“¿Pervertido bueno o pervertido malo?”

“Tú decides. Ella está emocionada por un regalo de aniversario. Algo de celebrar

dos años de estar juntos”.

“¿Era una pieza de joyería?”

“Rebecca estaba emocionada por el contrato exclusivo de Kingston con Premier por

la vacuna contra la gripe. Ese fue el regalo—el contrato. Y no puede esperar a que Gratis

para Todos suceda”.

“¿Por qué el interés en una feria de salud? ¿Seguro que las palabras no se

mesclaron?”

“Claro como el agua. La Dra. Rumsford accedió a darme una copia sobre su

investigación de ECJ. No dejé saber que suponía que ella estaba conectada con Rebecca.

Una vez que lo lea, puedo buscar más información sobre Kyoung-Yu y por qué Kingston le

pagó 20.000$”.

“Siento que estamos yendo en círculos”. Masajeé mis sienes. “Tal vez de verdad no

hay nada que perseguir, y estas personas murieron por pura coincidencia”.

“Suena como si Carlton te estuviera convenciendo. No te rindas, Anika. No eres una

perdedora. A Rosie y a mí nos importas. A Lizzie también”.

“Gabriel, ¿tienes más tiempo? Tengo algo que decirte”. Antes de que pudiera decir

otra cosa, él puso su mano en mi boca.

“Lo que sea que pasó en Mykonos, se queda en Mykonos”. Separó mi silla de la

mesa. “Vámonos. Sé exactamente lo que necesitas”.

Me monté en el asiento delantero de la SUV de Gabriel y nos dirigimos al sur por la

interestatal 90. Después de 20 minutos, salidos, camino a Lackawanna, una ciudad

circundante tristemente célebre por la oxidación que queda de la una vez vibrante planta

siderúrgica de Bethlehem. Muy difícilmente un escenario romántico bajo cualquier

circunstancia.

“¿A dónde me llevas?” me queje.

“Confía en mí, Anika, solo confía en mí. Cierra tus ojos”.

“No soy muy buena con las sorpresas”, eché un vistazo a través de una abertura de

mi ojo derecho

“No hagas trampa”, Gabriel presionó con su mano derecha mis parpados y los cerró.

“Ya estamos cerca. No te arrepentirás cuando abras tus ojos”.

Escuché a Gabriel saliendo de la carretera a un sendero de grava. Apagó el motor.

“La paciencia no es tu fuerte, así que te vendaré los ojos hasta que estemos dentro”.

“No, Gabriel, no. No me gusta eso”.

“Qué pena por ti, Anika. Esto no se trata de sadomasoquismo. Solo quería dar un

poco de felicidad a tu vida. Te daré una pista. Tiene que ver con esa adorable rosa tatuada

en la base de tu espina dorsal”. Gabriel me envolvió los ojos con una bufanda de seda, me

bajó de la Escalade, y me guio por treinta pasos antes de quitarme la venda. Mi quijada se

abrió cuando vi que estábamos en la entrada del invernadero victoriano de tres cúpulas de

los jardines botánicos de Búfalo. Una gran cantidad de rosas sin florecer estaban a

izquierda. Saboreé el aroma de los capullos de rosas girando en nuestra dirección.

“Sé cuánto amas las flores y plantas”, dijo Gabriel. “Y nunca hemos tenido una cita

oficialmente. Así que tuve problemas encontrando un lugar que te diera un recuerdo

especial”.

Me esforcé por poner en orden mis pensamientos. “Es maravilloso, pero no quiero

estar cerca de una multitud en estos momentos”.

“Reservé el lugar por toda la tarde, solo para nosotros dos”. Me ofreció su codo

izquierdo, y yo envolví mi brazo alrededor del de él mientras él hacía de escolta.

Me llevó a través de la Cúpula Palma, a través de la Cámara de las marismas de la

Florida y en la Exposición Forestal de Panamá. Sentí que estaba de gira por una selva

tropical. Gabriel apoyó su mano en mi cadera. “Ya casi hemos llegado”. Escuché la música

de cámara tocando en la zona a la que nos estábamos acercando rápidamente.

Entramos a una habitación larga que se usaba tradicionalmente para recepciones de

boda. Guirnaldas de hiedra y redadas de seda blanca caían en cascada desde el techo. Una

única mesa, vestida con sábanas blancas y puesta para dos, estaba en el centro de la

habitación. Hebras de luces parpadeantes claras se enrollaban alrededor de las plantas

tropicales que encapsulaban la zona. Una amplia variedad de ramos de rosas inundaba la

habitación, tantos colores diferentes me recordaron una rueda de colores en modo de girar.

“Me encanta que hayas hecho esto por mí”. Me paré de puntitas y tomé el cuello de

Gabriel con una mano mientras la otra estaba posada sobre su pecho. Rozó sus labios

ligeramente sobre los míos, y luego se alejó. Gabriel tomo mi rostro con sus manos, puso

sus labios contra los míos, y presionó gentilmente mientras miraba hacia abajo. Era la

primera vez que notaba que no cerró sus ojos mientras nos besábamos. El pensamiento de

él viéndome hizo acelerar mi pulso.

Exploró mis labios uno a uno. Su lengua me acariciaba tan gentilmente. Su beso

estaba preguntándome si quería hacer el amor. Succionó mi labio inferior y luego frotó

ambos labios con su lengua. Yo imité el mismo patrón de beso en sus labios.

“La cena será servida pronto”. Gabriel me levantó, me tomó por el trasero y me

cargó hasta la mesa.

“Solo tengo hambre de ti”.

“Anika, tuviste un viaje largo, necesitas descansar. Esta pequeña muestra de amor

es solo una muestra de lo que quiero darte todos los días. Pero, por ahora, necesitas una

comida caliente antes de llevarte a casa a dormir. Eso no es negociable”.

Gabriel me sentó en la mesa y nos sirvieron la comida. Me pregunté cómo alguien

podía leerme tan bien, sabiendo que no podría hacerle el amor a un hombre tan pronto de

haber estado con Carlton. No importaba lo que el futuro nos deparaba, sabía que podía

hacerle frente junto con Gabriel.

Capítulo 35

A dos días de mi regreso de Mykonos, concerté varias citas con familias en

Rochester que se sospechaba tenían seres queridos afectados por ECJ. Después de pasar

cuatro tarde en estas reuniones, descubrí el mismo patrón de síntomas una y otra vez. Una

de las familias que visité era extremadamente adinerada y podían permitirse la mejor

atención médica, de igual manera llevaron a su madre enferma a Gratis para Todos. ¿Por

qué molestarse en obtener una vacuna contra la gripe gratis y una prueba de ojos en un

lugar público? Supuse que querían que su madre fuera a un lugar social. No había muchos

lugares donde los pacientes de ECJ podían mezclarse.

Wally finalmente manejó a Búfalo en el Bentley y acordó reunirse conmigo en la

cabaña de Rosie en Cheektowaga. Para entonces, asumía que al menos un traje negro me

seguía a todas partes. Era horripilante, pero lo veía como una muestra de la preocupación

de Gabriel por mi seguridad. La casa de Rosie era la opción consumada para un encuentro

entre los tres. A menos que la suegra de Gabriel se molestara, mi reunión improvisada con

Wally y Rosie pasaría por encima de toda sospecha.

Cuando ella me recibió en la puerta, Rosie no presentaba signos externos de

ninguna enfermedad. Estaba en extremo aliviada de que no hubiera desarrollado ningún

síntoma de ECJ. Sus mejillas ahora tenían un color saludable, y sus ojos se veían animosos.

Pero su espíritu no comenzó a elevarse hasta que guie a Wally hasta la sala. Era un hombre

imponente, con manchas de color gris salpicadas en su fino cabello. Su rostro era de

aspecto humilde y personificaba la bondad. No pude identificar una sola característica que

llevara a mi impresión, pero sabía que estaba innegablemente en lo correcto sobre Wally.

“No sabía que seguías por aquí, dulzura”, le dijo Rosie a Wally. “Te habías ido por

mucho tiempo”.

“Hice un viaje especial solo por ti”. Wally hizo una reverencia, como si estuviera en

un rendimiento de comando. “Te ves tan hermosa como siempre”. Le presentó una caja de

Gearharts de chocolates con mantequilla de maní en forma de cachorros.

“La adulación te llevará a todas partes, apuesto demonio”. Rosie rió mientras Wally

se sonrojó. “Estos son los favoritos de Gabriel. ¿Lo has invitado también, Anika?”

“No esta vez”, dije casualmente. “¿Qué tienen de especial estos chocolates?”

"Están hechos de chocolate con leche de primera calidad y mantequilla de maní

artesanal de Virginia”, Wally se jactó mientras abría la caja. “Están decoradas con una cara

de chocolate oscuro y almendra tostadas como orejas para parecerse a un cachorro”.

“¿Acaso estos chocolates le recuerdan a algún perro que tuvo de niño?” traté de

formular un apego emocional a los dulces.

“No que yo sepa”, dijo Rosie.

“Creo que el Señor Gabriel está particularmente encariñado con ellos porque

Gearharts dona el cinco por ciento de la venta de sus cachorros a Compañeros para Héroes.

C4H empareja mascotas rescatadas con veteranos heridos en guerra”.

“¿Sabes mucho acerca del tiempo de Gabriel en la Armada?” le pregunté a Wally.

“El Señor Gabriel me ha dado estrictas ordenes de jamás hablar de eso”.

Al principio, pensé que Wally estaba bromeando. Pero su tono grave y su lenguaje

corporal defensivo me llevaron a la conclusión ineludible de que Wally nunca divulgaría

nada, ni siquiera si estaba atado y torturado. Encontré su lealtad admirable, pero también

malditamente frustrante.

“Pero Gabriel nunca me ha ordenado a mí que me callara”, dijo Rosie. “Mi hija me

dijo que era un héroe, tan sencillo como eso. Mi memoria no es lo que solía, pero escribí

toda la historia”.

“Me encantaría leerla Rosie”, dije. “¿Lo tienes aquí en la casa?”

Wally interrumpo antes de que Rosie pudiera responder. “¿Son esos nuevos zapatos

de baile los que tienes puestos?” Él ajustó las zapatillas deportivas de velcro de Rosie.

“No soy tan rápida como antes, pero mis manos siguen siendo bastante ágiles”.

Rosie sacó un mazo de cartas del final de la mesa y las mezcló como un crupier de

veintiuno.

“¿Te unes, Wally?” le preguntó ella con un guiño.

Rosie ganó las tres primeras partidas. Mientras los observaba bromeando, era obvio

que había una química especial entre ellos.

“¿Quieres un pedazo de la acción?” me preguntó Rosie.

“No con ustedes dos tiburones de cartas. Pero ¿te importaría buscar la historia que

escribiste sobre Gabriel?”

Wally se levantó como si se enfrentara al enemigo. “Yo lo dejaría ir, Srta. Anika.

Usted no quiere abrir esa puerta”.

“¿Por qué dirías eso?” los ojos se me aguaron un poco.

“Como mi tío solía decir, deja las cosas como están. El Señor Gabriel merece paz

mental”.

Estaba convencida de que el cono del silencio no se levantaría mientras Wally

estuviera cerca, así que me despedí de ellos temprano. Seguramente podría hacer hablar a

Rosie, pero no esta noche. Lo que sea que estuviera molestando a Gabriel se quedaría

encerrado dentro de él hasta que yo pudiera sacarlo.

Capítulo 36

El siguiente fin de semana era la fiesta de despedida de Carlton en casa de Ed

Cantwell. Su esposa Aileen me recibió en la entrada del frente. “Buenas tardes, Anika. Qué

bueno verte de nuevo”. Ella rozó sus labios contra mi mejilla, una respuesta social

automática a mi llegada.

La casa estaba cubierta de arreglos florales que creaban una ilusión forzada de una

alegre camaradería. Los oficiales de Premier, vestidos en trajes formales, se asimilaban a

millonarios de Monopolio, listos para hipotecar sus almas por un lugar permanente en la

posteridad de la compañía. Una pianista seductora en una falda hasta sus tobillos, mostraba

su pierna por una hendidura, coqueteando a través de sus canciones. Su apasionado solo de

jazz formó una multitud de admiradores masculinos acumulándose al lado del piano de

cola. Víctor se alejó de la manada e izó una copa de coctel de un mayordomo que trabajaba

entre la multitud. Observó mi cuerpo envuelto en un vestido de cuentas dorado. Antes de

que pudiera evitarlo, su mano se acercó a mí y me toco el hombro. “Anika, te ves fabulosa.

Precioso vestido”.

Me viré a la derecha para quitar su mano de encima.

“Esta fiesta es más falsa de lo usual”, bromeó Víctor. “Es como si Carlton no

hubiera renunciado. Creo que ni siquiera está aquí”.

“El término políticamente correcto es jubilación anticipada”. Como si le hubieran

dado una señal, Carlton se unió a la celebración y sin prisa se mezclaba entre la multitud

hasta que se encontró conmigo y Víctor.

“Anika y yo tenemos que hablar a solas”. Carlton ahuyentó a Víctor.

Víctor se regresó hasta el piano, mirándonos como si pudiera leer nuestros labios.

“Como dije en Mykonos, presionar sobre ECJ está molestando a los miembros de la

Junta. Huntley se está volviendo loco”.

Un camarero chocó contra mi bolso de noche colgando mientras yo observaba la

habitación con una mirada inquisitiva. “¿Qué te hace pensar que Huntley será un

problema?”

“Llamó y me preguntó si tenía un hijo o hija en la universidad. Quería saber si yo

estaba gastando exorbitantes matrículas o pagando una casa de vacaciones. Dijo que él

estaba haciendo ambos y que apreciaría si tomara una solución rápida y silenciosa sobre

este desastre de ECJ”.

“¿Te ofreció pagarte para que desapareciera?”

“No en esas palabras exactas, pero ese es el mensaje que entendí”. Sutilmente tomó

mi brazo y me llevó a un área semiprivada al lado de las puertas francesas del patio. La luz

de la luna iluminaba nuestros rostros. “Anika, te ves extremadamente sensual. Me hace

querer estar de vuelta en la villa, sin el ouzo”.

“Lo siento por ese viaje”.

“No puedo culparte por tener una alergia”. Carlton limpió su barbilla. “Me he

reunido con mis abogados acerca de la demanda. Están haciendo una moción para que se

escuche ante un árbitro. Se debería mover más rápido”.

“¿Cómo puedes estar tan calmado? Esto podría meterte en problemas por meses. Te

costará una pequeña fortuna”.

“Mis abogados creen que es una pantalla de humo. Una táctica para pedir mi

renuncia de la Junta”.

“Si a ti te obligan a irte, yo no estaré tan lejos”.

“No planeo dejar la Junta. Pero debemos hacer que el comité especial tome una

decisión final. Víctor ya está intentando dejarlo en el olvido”.

“¿Sospechas que Víctor es culpable de algo?”

“Víctor es un gran adulador, pero siempre supe que me quería fuera. Puse a Phyllis

a seguir su rastro. Si está detrás de algo, ella lo descubrirá”.

“Phyllis me arrinconó en el baño de damas ayer. Sospecha que fuimos a Grecia

juntos y me lo preguntó. Cambié de tema rápidamente y pretendí que necesitaba su opinión

experta. Se lo creyó”.

“¿Y?”

“Le pregunté por qué la Junta estaba demandándote por faltar al contrato. No vas a

creer esto. Ellos creen que estás siendo aconsejado por Cannon Care y que estás en una

sociedad inmobiliaria que arrienda espacio de oficinas de Cannon”.

“¿Ella dijo que me estaba acostando con nuestra mayor competencia?”

“No solo eso, aseguró que Víctor se lo dijo, y que él lo escucho del Dr. Huntley”.

Carlton se estremeció cuando el pianista golpeó varios acordes disonantes para

indicar un discurso de Ed Cantwell. Caminamos hasta adentro, con Carlton sacudiendo la

cabeza y murmurando obscenidades sobre Víctor.

“Damas y caballeros, quisiera decir algunas palabras en honor a Carlton

Mendelsohn por sus años de servicio en Premier”. Cantwell gritó a la multitud. “Él ha sido

un grandioso líder y un innovador creativo. Cuando yo comencé como un empleado más,

fue Carlton quien creyó en mí. Me motivó a dar lo mejor de mí. Cuando veo alrededor, casi

todos aquí le deben su vida a Carlton. Todos lo extrañaremos y queremos que sepas que

eres verdaderamente irremplazable. Hagamos un brindis por un verdadero caballero en

todos los sentidos de la palabra. Gracias, Carlton, eres uno en un millón”.

Las campanadas de las copas de champaña dieron paso a un amplio aplauso. Pero

las miradas hacia abajo afirmaron que la era Mendelsohn había llegado a su fin muy pronto.

Los fiesteros empezaron a disolverse poco después de que el ron Bacardí se había

acabado. Llegué a casa cerca de la medianoche. Mientras presionaba el botón automático

de la puerta del garaje, escuché una pila de floreros vacíos caerse de los estantes. Me

sobresalté y me asusté, pero mis nervios se calmaron cuando vi a una ardilla escapándose.

Conduje hacia el garaje, abrí la puerta de mi coche, apagué las luces y fui adentro.

Estaba agotada y me quedé dormida profundamente. Desafortunadamente, mi

sentido de seguridad fue de corto plazo. El timbre sonó alrededor de las ocho dela siguiente

mañana. Eché un vistazo por la mirilla a dos hombres de mediana edad vestidos de traje

esperando en frente de mi puerta. Se veían malhumorados, como niños que no jugaron lo

suficiente en el parque. Abrí la puerta principal, pero la dejé entreabierta con el cerrojo

puesto como una barrera entre nosotros.

“Buenos días, soy el Detective Nelson del Departamento de Policía de Búfalo. Este

es el Jefe Froelich de la Policía Provincial de Ontario. Estamos buscando a Anika

Sliwinski”. Los dos hombres presionaron sus insignias contra la puerta de vidrio.

Pretendí examinar sus credenciales por más tiempo del necesario. “¿Qué puedo

hacer por ustedes?” pregunté.

El Jefe Froelich respondió, “Quisiéramos hacerles algunas preguntas acerca del

asesinato de la Dra. Twanya Hygeia”.

“¿Twanya está muerta?” tomé mi garganta con una mano y mi corazón con la otra.

“¿Cómo?”

“¿Podemos entrar?” preguntó el Detective Nelson preguntó mientras me fruncía el

ceño.

Abrí la puerta y sollocé incontrolablemente mientras los oficiales contaban

encontrar el cuerpo de Twanya en su cabaña. Había sido descubierta por el equipo de

basureros que iba a vaciar su basurero. Me sentí culpable por haberla arrastrado a la

pesadilla relacionada con los Seis. Ella al principio se había negado a estar envuelta en eso.

Si no la hubiera convencido, ella probablemente todavía estaría viva.

Expliqué mi relación personal y de trabajo con Twanya. Los oficiales no parecían

estar satisfechos con la explicación.

“¿Es usted dueña de una pistola, Srta. Sliwinski? ¿Una pistola .38?”

“Sí”, dije calmadamente.

“¿Y sabe dónde está?”

“Está arriba, en mi habitación. ¿Por qué lo pregunta?”

“Encontramos sus huellas en las balas encontradas al lado del auto de la Dra.

Hygeia. Las balas son las mismas que las balas sacadas del cerebro de Twanya por el

médico examinador”.

“¿Cómo puede ser eso posible?” suspire a mí misma. “Mi casa fue allanada a

principios del verano. Alguien debió haber robado la pistola. Estoy ya segura que ni

siquiera está aquí”.

“¿Reportó el incidente a la policía?” pregunto el detective

“Investigaron el daño a mi mirador, pero no estoy segura de si mencione la casa”,

dije con un tono nervioso. Repentinamente recordé que Gabriel me había dado la pistola

después de que el mirador había sido destruido. Freddie me ayudó a registrar el permiso a

mi nombre. Me ayudó a cargar la pistola y me llevó a una práctica de tiro, aunque renuncié

a ello después de una sesión.

“¿Puede mostrarnos la .38?”

“¿Tienen una autorización?” mis ojos pasaron de un lado al otro entre los dos

policías.

“No pensamos tener que hacernos los duros en este punto”, dijo el Detective

Nelson. “Pero podemos conseguir una. Srta. Sliwinski ¿Dónde estaba usted el día martes

17, alrededor de las ocho de la noche?”

“Estaba en aquí, sola”.

Los dos oficiales sonrieron burlonamente como si no creyeran nada de lo que había

dicho. Tal vez no se habían tomado su café. O tal vez estaba en una mentira de pesadilla

causada por agujeros en mi propio cerebro.

“Volveremos con una autorización de búsqueda”, dijo el Jefe Froelich. “Mientras

tanto, no deje la ciudad”.

“¿Estoy bajo arresto?”

“Solo digamos que es una persona de interés”, dijo el Jefe Froelich.

Tan pronto como los oficiales se fueron, me apresuré a revisar mi mesita de noche.

La .38 estaba ahí, como siempre había estado. Estaba jodida.

Capítulo 37

Gabriel y Carlton llegaron a los treinta minutos de recibir mi llamada delirante

acerca de la muerte de Twanya. El agonizante shock de los detalles de su muerte me había

llevado al punto de sentirme como una bolsa de huesos desconectados. Carlton nos urgió a

ir a su casa para juntar las piezas de lo poco que sabíamos. Sugirió que nadie pensaría

buscarnos en su casa en la Avenida Delaware. Gabriel vehementemente se opuso al cambio

de sede. Finalmente lo convencí con mi insistencia y murmuró algo acerca de perder esta

batalla, pero ganar la guerra.

Sugerí que manejáramos nuestros propios vehículos hasta la casa de Carlton. Me vi

a mi misma como un riesgo para la salud de todos y no quería implicar a nadie más por

haberlos visto conmigo. La idea fue rápidamente descartada, y Gabriel me llevó a su SUV.

Seguimos a Carlton y entramos en la propiedad Mendelsohn, sin las temidas sirenas a todo

volumen o luces que habría acompañó a una patrulla en la persecución.

Con ladrillos blancos y madera, la casa de tres pisos de Carlton se parecía a Tara en

sus días gloriosos de Lo Que el Viento se Llevó. No sabía que este tipo de casas todavía

existían en Búfalo. La grandeza de la estructura solo se veía igualada por los exuberantes

jardines y terrenos expansivos. La villa en Mykonos podría haber sido habitaciones del

servicio en comparación.

“Bastante presuntuoso”. Gabriel observó la casa a través del parabrisas.

“¿Sabes algo de Tommy?” pregunté.

“Dijo que tenía que ir a la oficina. No debería tardarse mucho”.

Nos apresuramos a las escaleras del frente y fuimos guiados por el encargado de la

casa de Carlton”.

“Siéntanse en casa”. Carlton abrió la puerta corrediza al lado derecho del pasillo.

“Puede que este sea un largo día”.

Una mesa con patas de garra dominaba el centro de la biblioteca. Los estantes de

pared a pared estaban llenos de libros con cubiertas de cuero de todo tipo de tamaño y años.

Frente a un ventanal de vidrios de colores, Gabriel y yo nos sentamos en un sofá color

bronce y nuez. Sus cojines de respaldo triples fueron rematados por una cresta arqueada

con una placa que representa el perfil de un gladiador griego. Tenía la apariencia de costar

mucho dinero, al igual que casi todas las otras piezas de muebles de la habitación. Si el

dinero pudiera hablar, esta habitación estaba gritando.

“Comencemos”, dijo Gabriel. “Tommy está en camino”.

“Creo que es justo decir que Twanya fue asesinada porque descubrió la verdad

sobre la muerte por ECJ de al menos algunos de los Seis”. Froté mi estomago para calmar

su agitación desenfrenada. Estaba sudorosa, pensando en cómo se debía haber visto su

cuerpo después de días cerca de ese contenedor. “Seguramente estaba cerca de descubrir

cómo se difundió la enfermedad y después ponerle nombre al asesino”.

“Primero lo primero”, dijo Carlton. “Recuérdame las causas del ECJ. Dame la

teorías de cómo se difunde”.

Gabriel se ofreció de voluntario. “El ECJ clásico puede ser esporádico, queriendo

decir que no hay una causa perceptible o hereditario, o se puede difundir a través de

hormonas humanas infectadas o instrumentos que hayan estado en contacto con los priones

infectados. Hay un segundo tipo de ECJ variante, mejor conocida como la enfermedad de la

vaca loca humana. Usualmente se difunde por productos comestibles de vacas locas”.

“Todos estos casos no pueden ser genéticos”, añadí. “No hay historial familiar de

esta enfermedad en ninguna de las familias de Rochester y el Oeste de Seneca”.

“Y no es la enfermedad de la vaca loca humana”, dijo Gabriel. “No hay evidencia

documentada de ningún tipo de esa enfermedad en Nueva York. Se habla sobre productos

de carne contaminados en Nueva Jersey y Pennsylvania, pero nada del Centro y Occidente

de Nueva York”.

“Espera. Pensilvania está justo al lado de nosotros”, dijo Carlton.

“Está bien, dejaremos en la mesa esa remota posibilidad”, dije. “Personalmente,

creo que los priones fueron difundidos por una infección. La fuente común podría ser

córneas infectadas, transfusiones de sangre o algún otro método de infección. Tal vez

incluso propagarse a través de las vacunas. ¿Alguien realmente entiende lo que W2 hace a

las úlceras por presión?”

“Supuestamente estimula el flujo de la sangre y ayuda a rejuvenecer la piel”, dijo

Gabriel. “Yo personalmente pienso que es un engaño diseñado como una estafa de

facturación”.

“El Dr. K piensa que es una cura milagrosa”, añadió Carlton. “Incluso Rebecca

alardea sobre eso”.

“W2 es, básicamente, un bálsamo y una cubierta de heridas”, dije. “Una manera

perfecta de difundir una infección. ¿Cuán difícil es para una herida que se infecte cuando se

cubre con una venda húmeda?”

“Las infecciones pueden difundirse por cosas que parezcan limpias pero son un

criadero contaminado”, añadió Gabriel. “W2 puede parecer antiséptico y terapéutico, pero

podría estar difundiendo la enfermedad. En vez de curar las ulceras, podría estar lleno de

priones”.

“Hablemos de factores comunes que conectan las muertes”, dijo Carlton.

“Eso es fácil”, dijo Tommy cuando el encargado lo dejaba entrar en la habitación.

“Los síntomas son los mismos, y todos los pacientes fueron tratados en hospitales de

Premier. Tal vez estaba equivocado en pensar que ECJ fue usado como arma homicida. La

enfermedad pudo haberse difundido como un fenómeno de la naturaleza. Como dijo Anika

antes, los Seis eran viejos y pudieron haber muerto de causas naturales, y son solo seis

personas. No es como si fuera una plaga que afecta a millones”.

“Pero están comenzando a caer como moscas en Rochester. ¿Por qué el repentino

cambio de idea, Tommy?” Gabriel acaricio la larga cicatriz de su cara.

“Reconozco una causa perdida cuando la veo. El mercado de las bienes raíces

apesta por aquí, y no puedo seguir invirtiendo más en algo que no hay probabilidades de

ganancia”.

No podía creer que lo que estaba oyendo. Algo drástico debió haberle pasado a

Tommy. Algo que ni Gabriel ni yo sabíamos. Me levante para abrazar a Tommy como una

muestra de apoyo, pero se alejó.

“Tommy, quita esa cara de disgusto ignorante de tu cara”, dijo Gabriel.

“Necesitamos enfocarnos en quien sea que quiere involucrar a Premier en un escándalo tan

grande que quiere arruinar a la compañía”.

“Muchos candidatos están de primeros en la lista”, dijo Tommy. “Has despedido a

empleados que no pudieron conseguir trabajos equivalentes, incluyendo a Jimmy Belmont.

Él fue despedido por Víctor y pasó de ganar 100,000$ al año como representante de

marketing en Premier a menos de 20,000$ como ayudante de enfermero. Tiene todas las

razones para querer acabar con Premier”.

Tommy leyó la expresión de nuestras caras viéndolo antes de continuar. “Jimmy

trabajó como ayudante en Honore. Su trabajo le dio acceso al número de pacientes que

murieron por ECJ. Tenía un motivo y una oportunidad”.

“No creo que Jimmy sea sospechoso”, dijo Gabriel. “Él me dijo que trató de

advertirle a la gente acerca de que los doctores y enfermeras mataban gente. Anika cree que

fue él quien le dejó la nota en la emergencia de Honore, y recibe pagos de Premier de

manera regular. No querría apagar esa fuente de ingreso”.

“Jimmy entregó cadáveres de un lugar llamado Live Forever al laboratorio de

Kingston”, dije. “Tal vez Rebecca de alguna manera metió priones en cuerpo muertos y

difunde el ECJ a través del W2. Tal vez incluso por la vacuna. Leí que ECJ se puede

difundir a través de transfusiones de sangre. Tal vez los Seis obtuvieron vacunas contra la

gripe llenos de priones”.

“Todavía pienso que Jimmy es el número uno de la lista”, resopló Tommy.

“No puede ser”, dijo Carlton. “A Jimmy le falta el conocimiento medico para hacer

esto”.

“Hablé de nuevo con la Dra. Elaine Rumsford en Londres ayer”, añadió Gabriel.

“Ella y Rebecca se conocen desde hace mucho e intercambian emails acerca de la

investigación sobre priones de Rumsford. Ella no sabe nada acerca de su asistente

enviándole partes de cuerpos a Rebecca, pero prometió investigarlo. Tengo una copia del

cheque que Rebecca le envió a Kyoung-Yu en el ensayo médico por algunos tejidos.

Rumsford dijo que su asistente le ha estado enviando a Rebecca información sobre el Prion-

1, su ensayo clínico sobre ECJ. Tal vez de alguna manera le está enviando priones que son

transmitidos a través de la W2. Tal vez a través de la vacuna. No tengo ninguna prueba,

solo es una teoría”.

“De nuevo, quiero resaltar que Rebecca no tiene nada que ver con esto”, dijo

Tommy audazmente. “Ella es una persona amorosa, con una empatía profunda por los

niños enfermos”.

“¿Estás durmiendo con ella, Tommy?” preguntó Carlton. “Ella tiene su manera de

entrar en tu cabeza, especialmente si están compartiendo la misma cama”.

“No voy a dignificar eso con una respuesta”, Tommy prendió un Marlboro. “El Dr.

K siempre ha estado de primero en la lista. ¿Acaso lo hemos eliminado de la lista por

alguna razón que nadie me contó? Hemos rastreado su educación hasta una escuela

terrorista en Indonesia, y puede que haya estado a cargo de una importación de contrabando

de drogas, pero los historiales criminales han sido purgados. Más recientemente, Kingston

ha estado comprando cadáveres, pero no estamos seguros exactamente qué partes se están

usando para las investigaciones. El W2 puede haber estado ejecutando ensayos tanto en el

Oeste de Seneca y Rochester. Las úlceras por presión son comunes en la muerte. Tal vez el

Dr. K está infligiendo ECJ a través de W2”.

“¿Cuál es el motivo?” dije.

“Tal vez quiere arruinar a Premier porque cree que Carlton sigue detrás de

Rebecca”. Tommy tiró sus cenizas en un cenicero color perla.

“Enfáticamente niego eso”, dijo Carlton.

“Bueno, ella es una mujer bastante atractiva”. Yo inflé mis mejillas. “Por un

momento pensé que estaba coqueteando conmigo”.

Gabriel levantó sus cejas. “No puedo ver al Dr. K matando a una cantidad de

clientes solo para hacer ver mal a Carlton. Es un veterano condecorado y recientemente

obtuvo una subvención bajo de la Ley de Inversión en la Fuerza Laboral para crear puestos

de trabajo en la grada sur. Por otro lado, puedo ver a Rebecca haciéndolo si odia a Carlton”.

“¿Alguno piensa que Víctor está envuelto en esto?” dijo Carlton. “Cantor y Price

pidió una conferencia para discutir mi demanda. Víctor se opuso rotundamente. Nunca me

vio directamente a la cara. Después de que las negociaciones no llegaron a ningún lado y

los abogados se fueron, le pregunté si quería un trago”.

“Yo le hubiera sacado los ojos”.

“Fuimos al Club Corazón. Las camareras nos reconocieron y nos trajeron una

botella de Glenfiddich. Para cuando nos fuimos, nos habíamos tomado toda la botella”.

“¿Lograste que se suavizara?” pregunté.

“Después de los tres primeros vasos, admitió que tenía un interés personal en

conseguir que aprobaran el contrato exclusivo de Kingston, pero no era una participación

financiera la que está protegiendo. Rebecca lo llamó y le pidió personalmente conseguir el

acuerdo firmado”.

“Pensé que el Dr. K quería el contrato firmado como regalo de aniversario para

Rebecca”, dije. “Y Phyllis me contó que todavía estabas enamorado de Rebecca y que

habías presionado por el contrato para ganártela de regreso”.

“¿Qué diablos sabe Phyllis?” Carlton golpeó sus manos contra una fila de libros.

“Rebecca definitivamente sabe cómo jugar con un hombre”, dijo Gabriel.

“Debe ser en parte dueña de Kingston”, dijo Carlton. “Mientras más miembros

utilicen los suministros de Kingston, más dinero hace la compañía. El Dr. K debe ser el

peón de Rebecca”.

“Phyllis me contó que Víctor está planeando una venta dura en nuestra feria de

salud junto con Kinsgton”, dije. “¿Alguna idea de por qué?”

“Un impulso de relaciones públicas para Kingston”, dijo Carlton. “Si la compañía

provee millones de vacunas contra la gripe, se verían como un gigante filantrópico. Y

Rebecca se mantiene firme en las pruebas de glaucoma”.

“Eso no tiene sentido”, dije. “Premier le paga a Kingston por las vacunas. ¿Cómo es

eso filantrópico? ¿Y cómo Víctor está conectado con Kingston?”

“Solo estoy repitiendo lo que Víctor me dijo”, dijo Carlton. “El público ve un

programa gratis. No se dan cuenta que Premier está pagando la factura por la vacuna.

Kingston paga la cuenta por las pruebas de glaucoma”.

“¿Víctor sabe algo acerca de la investigación que Rebecca está haciendo?” preguntó

Gabriel.

“Debe estar enfocada en alguna enfermedad sobre los ojos”, dijo Carlton. “Nuestro

hijo tenía retino blastoma y eventualmente se convirtió en cáncer cerebral. Es por eso que

está obsesionada con los ojos. Tal vez ECJ de alguna manera es infligido por las pruebas de

glaucoma”.

“Eso es físicamente imposible”, espetó Tommy. “Los tonómetros nunca tocan a las

personas que les están haciendo la prueba”.

“¿Es medicamente posible matar personas con W2?” pregunté. “Rebecca ofreció

darme uno cuando me raspé la rodilla”.

“Le pregunté a Rumsford acerca de esa posibilidad”, dijo Gabriel. “W2 es un

producto Americano. No ha sido distribuido a otros continentes. Afirmó que nunca ha oído

hablar de él. Eso es extraño, ya que está en constante contacto con Rebecca”.

“¿Tenemos suficiente evidencia para ir con las autoridades?” preguntó Carlton.

“Se están apresurando con Rebecca”, advirtió Tommy. “Tal vez está tratando de

resolver el mismo misterio que nosotros. Si vamos con la policía, nos veremos cómo tontos

si ella afirma que está ayudando a Rumsford a buscar una cura para ECJ”.

“Tengo una mejor idea”, dijo Gabriel. “Resulta que el guardia de seguridad en el

turno de noche en el almacén de Kingston jugó futbol universitario conmigo. Estoy seguro

de que Marlín me dejará tomar muestras de W2, la vacuna contra la gripe, e incluso algunos

tonómetros para enviar a un laboratorio independiente para que los examinen. Si me voy a

las diez de esta noche, llegaré al comienzo de su turno. Anika, ¿quieres venir a etiquetar y

guardar?”

“Si Anika va, yo voy”, dijo Carlton.

“Detesto perderme el viajecito”, dijo Tommy. “Pero alguien debe quedarse afuera

en caso de que su expedición salga mal”.

“Los veré a ambos en Kingston”, dijo Carlton.

Gabriel escribió en una hoja y se lo pasó a Carlton. “Aquí está la dirección”.

Carlton le echó un vistazo a su teléfono sonando. “Tengo que responder. Es mi

hermano. Me ha llamado tres veces desde que llegue a casa”.

“¿Cuál es la emergencia?” Carlton nos dio la espalda y escuchó por un momento.

“Gracias por hacérmelo saber”.

Carlton colgó y pateó una otomana. Sus labios estaban enrollados hacia dentro.

"Phyllis está muerta. Está en las noticias locales. Supuestamente de envenenamiento por

monóxido de carbono. No debió haber delatado a Víctor por mentir acerca de Cannon

Care”.

“¿Cuánto tiempo lleva muerta?” pregunté.

Antes de esperar por una respuesta, Gabriel dijo, “Vayamos por esos bastardos de

una vez por todas”.

Capítulo 38

La desolación llegó a su punto extremo entre la medianoche y el amanecer en los

terrenos cerrados de Kingston de fabricación y almacenamiento de la Región Sureña.

Situado en el pueblo rural de Randolph, el almacén estaba a un corto viaje en auto fuera de

la carretera interestatal 86.

“Mira a la derecha”, le dije a Gabriel mientras él manejaba su SUV. “Un pequeño

Epcot en medio de la nada. Marlín no dijo nada acerca de un edificio extraño, ¿verdad?”

La estructura en forma de cúpula geodésica estaba cubierta con paneles de vidrio

opaco ensamblados en un patrón de panal. Los proyectores de Eerie rebotaban sobre los

hexágonos de cristal de la cúpula e inundaban la zona árida con serpentinas radiantes que

recordaban a la Aurora Boreal. Mientras nos acercábamos, Gabriel vio la insignia de

Kingston en la puerta principal. Se aproximó al estacionamiento abandonado y esperó por

Carlton fuera de la zona cercada en la parte trasera.

“Quería darte esto mientras estamos solos”. Gabriel me dio una caja poco profunda.

“¿No es hoy tu cumpleaños?”

Deslicé fuera los rizos de cinta escarlata y levanté la tapa. “¿Un álbum de fotos?”

“Está lleno de fotos tuyas junto con Lizzie”.

“¿Cuándo las tomaste?”

“Traté de tomar algunas fotos con el teléfono cada vez que estabas con mi pequeño

angelito”.

Me incliné y abracé a Gabriel de manera aplastante. Enrolló sus brazos alrededor de

mí y me dio un beso largo y conmovedor que indicaba que quería hacerme el amor, allí

mismo, en la camioneta.

“Vayamos a la parte trasera”, dijo Gabriel. “No le describí a Carlton el ultimo cruce

en las direcciones que le di. No lo suficiente para que se pierda pero sí para que llegue un

poco tarde”.

Gabriel encendió la radio y la sintonizó en rock suave. Estiró su mano mientras yo

me salía del asiento delantero y hacia el asiento de atrás. Gabriel se deslizó a mi lado y pasó

mi cuello de tortuga por encima de mi cabeza. Él se quitó su camisa polo y me acercó a su

gran pecho. Su piel entibió mis pechos y él lamió mis mejillas, picoteó mis labios y devoró

mi oreja. Su lengua pasó por mi cuello mientras yo desabrochaba sus Levis negros.

“Feliz cumpleaños, Anika”. La boca de Gabriel alcanzó la mía. Amaba la manera

que su piel olía. Deslicé mi mano dentro de sus boxers y acaricié su erección. Empezó

arrojar chorros y mis dedos bailaban arriba y abajo.

“El mejor regalo de todos”, suspiré mientras Gabriel me quitaba mis pantalones y

salía de los suyos. Gentilmente me empujó debajo hacia al asiento y se puso arriba. Separé

mis piernas dobladas y Gabriel bajó sobre mí. Lentamente mordisqueó mis pezones

mientras masajeaba la parte interior de mi entrepierna. Ya estaba tan mojada por la

anticipación que Gabriel me penetró con facilidad y amé cada segundo. Tomé su cuello

mientras él apasionadamente me martilleaba con un ritmo que me hizo sentir que yo era la

única mujer a la que él había amado. Su semen corrió dentro de mí mientras yo gemía.

“Perfecto”.

Ambos oímos un auto acercándose rápidamente en el camino de piedra triturada.

“Te necesito, Anika”, dijo Gabriel deliberadamente. “Feliz cumpleaños”. Quería que me

tomara de nuevo, pero Carlton estaba a segundos de estacionar su Porche a nuestro lado.

Nos pusimos nuestra ropa rápidamente y salimos de atrás del asiento trasero para recibir a

Carlton.

“Lo siento, se me hizo tarde”. Carlton agarró su pecho. “Tomé la salida equivocada

en la autopista”.

“Estás respirando un poco pesado”, dije. “¿Estás bien?”

“Probablemente alergias”, dijo Carlton

“Aquí un consejo para futuros trabajos de espía”, dijo Gabriel. “Los Spooks vuelan

por debajo del radar. Los autos deportivos último modelo llaman la atención. No ves el

Bentley por ninguna parte, ¿o sí?”

Carlton logró sonreír mientras los tres marchábamos a la entrada principal. Gabriel

aporreó la puerta de acero con una reminiscencia al golpe rítmico del código Morse. La

puerta se abrió, el amigo de futbol de Gabriel dijo, “Oye, Gabriel, qué bueno verte de

nuevo”.

“Gracias por dejarnos entrar, Marlín. Esta es Anika y este es Carlton, dos buenos

amigos”.

“Los llevaré a los contenedores de depósito. Allí es donde Kingston tiene el W2.

Nunca he visto ningún registro de inventario. Un representante de ventas me dijo que los

dan como muestras a los médicos. Los parches supuestamente son manufacturados por

menos de un dólar. La compañía recibe ocho dólares por venta”.

Marlín nos llevó por un laberinto de pasajes que terminaban en una habitación sin

marcar llena de pasillos con estanterías de aluminio. “Tomen los que quieran. Las bolsas

plásticas están en el dispensador de la pared. Tengo que ir a hacer rondas. Volveré en veinte

minutos más o menos”.

“Eres un buen tipo”. Gabriel chocó puños con Marlín antes de que se fuera a hacer

guardia. “Parece que una docena de cajas diferentes se apilan en las repisas. Tú y Carlton

tomen las primeras cinco filas. Yo revisaré las cuatro más cercanas a la parte de atrás”.

Carlton tomó un puñado de bolsas plásticas del rollo y las puso en sus bolsillos. Las

cajas con las tapas cortadas abiertas estaban separadas por el color de sus etiquetas. Yo

manosee a través de la primera colección y traté de analizar las tiras pegadas en la caja de

cartón.

“No hay tiempo para eso, Anika. Sigue llenando estas bolsas con tantas muestras

diferentes como sea posible”, instruyó Carlton.

Un perro aullando paralizó cualquier otro forrajeo. Carlton asomó la cabeza al

pasillo. Tiré de su manga trayéndolo de vuelta a la habitación.

“No vi a nadie”, dijo Carlton. “Marlín no menciono tener un perro guardián, ¿o sí?”

“Tiene algo por los perros”, dijo Gabriel. “Solía llevar a su Rottweiler a cada

juego”.

“¿Entonces crees que es el perro de Marlín?” pregunté.

“Quiero encontrar donde guardan la vacuna”, dijo Gabriel. “Tal vez tendremos

suerte. Si encontramos drogas importadas, los federales pueden atrapar a Kingston. O tal

vez cargan los priones a la vacuna de otro modo”.

Nuestra búsqueda y captura resultó en una reserva de siete bolsas. “Las llevaré al

auto”, dijo Carlton. “Ve con Gabriel a buscar la vacuna”.

El quejido del perro persistió, pero se hizo más distante.

“Ignora al perro”, dijo Gabriel. “La vacuna probablemente está por aquí”. Fui detrás

de Gabriel y caminaba a dobles zancadas para mantener el paso de sus largas piernas.

Gabriel abrió la puerta abovedada. “Aquí está”. Desenvolvió una bolsa de plástico

que saco de debajo de su cinturón. “Mantén esto abierto. Tomaré unos puñados de

jeringas”.

“¿Qué hay en esas cajas de allá?” apunté a un closet que estaba a la derecha. Gabriel

abrió la caja.

"Tonómetros portátiles. Puntas desechables. Toma unos pocos ", dijo Gabriel.

“Estas puntas parecen ya haber sido abiertas. Las otras están en las bolsas de

plástico del fabricante”.

“Toma algunos de ambos”.

Nuestra sesión de buscadores de tesoros terminó conmigo empujando la bolsa en mi

cartera. Nos apresuramos de nuevo, de vuelta a la habitación original segundos antes de que

Marlín volviera. “Pensé haber oído un perro”, dijo Gabriel. “¿Está el hijo de Cabeza de

Martillo jugando por aquí?”

Marlín habló por su walkie-talkie. “Rebecca debe estar en el edificio. De vez en

cuando trae a Belinda, su Bichon Frisé, para que le haga compañía. No entiendo por qué a

veces se encierra aquí a la mitad de la noche. Dice que se distrae menos así. ¿Quieren

conocerla?”

“Gracias, pero tenemos un largo camino por delante. Te debo una, amigo”.

Nos fuimos a la SUV. La niebla había cubierto la región. Desde la distancia, halos

de luz de un Porsche iluminaban el área. Cuando nos acercamos, el auto parecía estar solo.

“¿Dónde está Carlton?” le grité a Gabriel. “¡Ese maldito perro debió haberlo

atacado!”

“Chillar no ayuda. Él está cerca. ¿Quién más pudo haber prendido las luces?”

Cuando nos acercamos al Porsche, salí corriendo hacia Carlton que estaba

desplomado sobre el volante. Su brazo izquierdo estaba posado en el reposabrazos. Rastros

de sangre serpenteaban a través de su camisa. Su respiración era superficial.

Sacudí sus hombros. “¡Carlton, despierta!”

Gabriel cacheteó la cara de Carlton. “Está frio”. Un envoltorio abierto de W2 estaba

en el regazo de Carlton.

Le arranqué el parche y raspé un residuo similar al pegamento untado en su brazo.

“Detente, Anika”, dijo Gabriel. “Si hay algo en ese parche que difunde ECJ, lo

tienes ahora bajo tus uñas”.

Sangre manaba del brazo de Carlton. “Ayúdalo. Necesita un doctor”.

Gabriel enganchó a Carlton en el asiento y buscó si había pulso. Echó hacia atrás la

cabeza de Carlton y abrió su boca. Carlton rodó sus ojos a un lado. Su respiración

superficial se profundizó. Él entrecerró su ojo izquierdo.

Metí mi cabeza dentro del auto, en dirección a la vista de Carlton. “Tenemos que

llevarte a un hospital. Rebecca debió haberte puesto W2 en tu brazo”.

El cuerpo de Carlton se mantuvo quieto, pero sus ojos comenzaron a separarse.

“An-Anika, ¿qué dices?” Sus palabras eran mal pronunciadas. Él alzó su puño izquierdo

hacia su pecho.

“Dale espacio para respirar”, dijo Gabriel.

“Hay sangre por toda tu camisa”, dije. Los ojos de Carlton estaban fijos en mí,

como si tratara de leer mis labios. “¿Puedes oírme?” grité.

“No estoy sordo, Anika. Mi cuchillo de bolsillo alcanzó mi brazo mientras abría un

W2. Saque algo de gasa y crema antibiótica del kit de primeros auxilios de la guantera”.

“¿Quieres decir que esa gaza en tu brazo no era W2?” dijo Gabriel.

“¿Rebecca te drogó? Está en el laboratorio ahora mismo”, dije.

“Ni la he visto. El antihistamínico que tomé debió haber interactuado con algo que

bebí antes. Probé una botella de Heidsieck Shipwrecked de 1907de mi bodega. Esperaba

que pudiéramos celebrar tu cumpleaños. Estoy bien. Excepto que estás un poco borrosa”.

“Una champaña bastante costosa”, Gabriel susurró en mi oído. “Muy costosa.

Cuesta más de cinco veces lo que tu ganas”.

“Déjame manejar”, le dije a Carlton. “Podemos celebrar en otro momento”.

Gabriel tomó las bolsas de W2 del asiento delantero de Carlton. “Como el demonio,

tú vas a celebrar”, me susurró Gabriel.

“No olvides la vacuna”. Le di un codazo a Gabriel. “Hay algunos tonómetros en la

bolsa también. ¿Cuándo crees que tendrás todas las muestras analizadas?”

“Haré que Laboratorios Batatine se apresuren. Debería ser cosa de dos o tres días.

Haré que te manden el reporte a casa. Considéralo otro regalo de cumpleaños”.

Capítulo 39

La mañana siguiente me senté en mi oficina e hice una búsqueda rápida de las leyes

penales de Nueva York con respecto a las órdenes de registro. La policía no había vuelto a

mi casa y quería estar preparada. Tenía cuarenta minutos hasta la hora del almuerzo y me

había secuestrado a mí misma detrás de mi escritorio. Mi secretaria se acercó. “Hay un

hombre en el teléfono. Insiste en hablar contigo. Tiene una voz sexy”.

“¿Cómo se llama?”

“No dijo. Sólo dijo que sabe de vivir para siempre. Tonta de mí, debí saber que es

una llamada de broma”.

“Espera, contestaré. Por favor, cierra la puerta”.

Esperé a que mi secretaria se alejara. “Gabriel, ¿qué es lo que sabes?”

“El Dr. K se hace más interesante cada día. Vivir para Siempre son intermediarios

de la compra-venta de partes de cuerpos”.

“Pensé que eso estaba contra la ley”.

“La venta de órganos para trasplantes es ilegal, pero no hay revisión federal acerca

de mover cuerpos por el país para investigaciones médicas y entrenamiento”.

“¿Estamos hablando de saqueo de tumbas?”

“No lo creo”, dijo Gabriel, “pero la mayoría de las intermediaciones no muestran de

dónde vienen los cuerpos”.

“¿Hay mucho dinero en eso?”

“Grandes intermediarios pueden hacer entre cincuenta mil y trescientos mil dólares

con un buen cuerpo”.

“¿Vivir para Siempre es un gran intermediario?”

“Uno de los más grandes”, dijo Gabriel, “Vivir para Siempre recibe cerca de cien

mil dólares al mes por estas partes del cuerpo. Pero aquí viene lo raro. Kingston no paga

por ellos. Seguridad Nacional paga la cuenta”.

“¡¿QUÉ?!” Traté de no gritar. “¿Cómo puede ser eso? ¿Kingston está involucrado

con los federales? Tengo que irme. ¿Nos vemos más tarde esta noche?”

“No me lo perdería por nada en el mundo”.

Sin Carlton aquí y sin ningún CEO elegido todavía, Víctor decidió ser proactivo y

manejar cualquier catástrofe de relaciones públicas en relación con un posible déficit de la

vacuna contra la gripe. Cuatro pacientes más de Premier habían muerto en Rochester y la

admisión a nuestros hospitales cayó cuando la noticia se expandió. Para mejorar su imagen

pública, la compañía accedió a continuar con las pruebas gratis de presión sanguínea y

glaucoma en los puestos de vacunación.

Los funcionarios y directores de los departamentos fueron convocados a la sala de

conferencias principal. Ya estaban reflexionando cuando la secretaria de Víctor pasaba

copias del memo. Estaba reclutando voluntarios para ser fotografiados mientras eran

vacunados y haciéndose pruebas de glaucoma.

“Buenas tardes”, dijo Víctor a todos. “Gracias por venir con tan previo aviso. Veo

que tienen mi descripción de esta oportunidad sin esfuerzo para servir a Premier. Es lo

menos que podemos hacer. ¿Qué tal tú, Anika? El programa funcionaria mucho mejor si su

oficial de cumplimiento participase”.

“La mayoría de las personas no saben lo que hace un oficial de cumplimiento, y el

programa se vende por sí mismo”. Puse la nota alrededor de mi dedo índice. “A nadie le

importa si alguno de nosotros es vacunado”.

La secretaria de Víctor volvió a entrar con el Dr. K y Rebecca. Víctor se colocó

entre ambos doctores. Una obertura sonriente hacia Rebecca fue recibida sin ninguna

reacción.

Víctor comenzó, “Dejaré que el Dr. K hable del programa”. El Dr. K sacó un frasco

del bolsillo interior de su chaqueta. “Esta es la vacuna contra la gripe que Kingston

distribuirá como parte de Gratis para Todos. Cumple con todos los requisitos de la FDA y

ha sido fabricado en los Estados Unidos. Kingston no importa ninguna vacuna contra la

gripe”.

Rebecca se unió a la presentación de ventas. “Soy la Dra. Rebecca Noran,

Vicepresidente de Operaciones en Kingston. He estado en la investigación médica la mayor

parte de mi carrera. Puedo asegurar que hacer una prueba de glaucoma en sus ojos es

simple e indoloro. Los tonómetros miden la presión dentro del ojo. El examen detecta si

hay glaucoma, una enfermedad en la que la presión del ojo aumenta a un punto que impide

la visión y puede causar ceguera. Medimos la fuerza requerida para aplanar una cierta área

de la córnea. Una gota de anestesia se coloca en el ojo. Entonces la punta de este tonómetro

en mi mano toca el ojo. Se registra una lectura digital instantánea. Listo en pocos

segundos”.

“Para alentar la participación en Gratis para Todos”, continuó Rebecca, “Les estoy

pidiendo a todos ustedes ser fotografiados mientras los vacunan y haciéndose pruebas para

la próxima semana mientras el programa se lleva a cabo”.

El desbordante pelo castaño de Rebecca y la falda parecida a spandex sirvieron

como fósforos, incendiando el interés de los hombres en la habitación. Alrededor de dos

tercios de ellos de inmediato se alistaron en el programa.

“No tenemos ninguna mujer voluntaria”, dijo Rebecca. “¿Qué hay de ti, Anika?”

“No soy muy fotogénica”. Fruncí el ceño para acentuar la falta de talento

fotogénica. “No queremos asustar a los pacientes, ¿o sí?”

“Kingston comparte un cuadro ejecutivo en Ralph”, dijo el Dr. K. “Cualquiera que

participe en nuestra sesión de fotos puede traer un invitado a cualquier juego de los Bills de

su elección”.

El incentivo del Dr. K fue suficiente para atraer al resto de los funcionarios a recibir

la inyección. Yo fui la única que no se ofreció.

“Algo está pasando aquí, algo más que un argumento de relaciones públicas”.

Acorralé a Víctor en una esquina. “Amenacé con anular el contrato exclusivo y la cobertura

de W2 si habían problemas con las vacunas contra la gripe. Este intento de venta debe

significar que Kingston está desesperado”.

“No seas absurda”, dijo él.

“¿Es esto parte de tus planes de marketing? Debe ser difícil manejar el marketing

con poco personal. ¿Cómo lo logras?”

“En realidad, mi área esta mejor sin gente problemática, como Jimmy Belmont”.

Víctor me fulminó con la mirada.

“¿Entonces por qué Premier le sigue pagando? ¿Sabes quién comenzó la historia de

Carlton invirtiendo en Cannon?”

Víctor hizo sonar sus nudillos. “¿De qué estás hablando?”

“No te hagas el tonto”.

“¿Por qué no te vacunas y te haces el examen de ojos?”

“Si la gente quiere tener exámenes y vacunas, pueden tenerlas. Si no las quieren,

pues está bien”.

“Las pruebas gratuitas incentivan a la gente a ir a nuestros hospitales, que se traduce

en mayores ganancias y sueldos más grandes. Haz la sesión de fotos”.

Frustrada con la doble charla, salí como un rayo hasta mi oficina. Le había

prometido a Carlton llamarlo para saber acerca de su deposición programada para el día de

hoy. “¿Cómo te fue?” Le pregunté por el teléfono. “¿Te asaron en Cantor y Price?”

“La batalla de los egos hace estragos”, susurró Carlton. “Podía oír los contadores de

facturación corriendo sin control durante horas. Phyllis tenía razón acerca de su obsesión

por Cannon. Nunca había hablado con nadie relacionado con esa empresa, aun así me

asaron durante más de veinte minutos. Estaba un poco sorprendido porque Víctor no estaba

ahí. Pensé que estaría viéndome todo el día”.

“Él está muy ocupado, haciendo una súplica apasionada a los funcionarios sobre

una campaña de relaciones públicas. Quiere que nos tomemos fotos mientras nos vacunan”.

“Ridículo. Gratis para Todos no necesita publicidad. La gente empieza a llamarnos

por eso desde agosto”.

“¿Por qué crees que Víctor trató de involucrarte con Cannon? ¿Ustedes no se llevan

bien?”

“Víctor seguramente quiere mi trabajo”.

“Pero debe saber que la verdad se sabrá cuando testifiques”.

“No me sorprendería si está sobornando a alguien”, dijo Carlton. “Solo hace falta un

empleado despedido que necesite el dinero. Estoy seguro de que tendrán alguna mentira

que decir bajo juramento para hacer su caso. Tal vez Jimmy”.

“Él odia a Víctor”, dije. “Y Víctor desprecia a Jimmy. Pero creo haber visto a

Jimmy salir de la oficina de Víctor hace unos meses. Y Premier, por alguna razón

desconocida, le sigue pagando a Jimmy”.

“Gracias por llamar”, dijo Carlton. “Ve a casa antes de que más locuras ocurran

allá”.

Una punzada de remordimiento me recorrió cuando colgué el teléfono, dejando a

Carlton solo después de un día miserable. Comencé a darme cuenta de que de verdad me

agradaba Carlton, no solo como hombre sino como persona. Nuestros pasados no tenían

nada en común, aun así tenía sus demonios que batallar en Premier. Tal vez no era el

hombre de negocios que creí que era.

Capítulo 40

Gabriel insistió en rescatarme de Premier al final del día de trabajo “Anika, estoy en

el estacionamiento”, dijo por el teléfono.

“Estaré ahí en quince minutos”. Metí un fajo pesado de archivos en mi maletín

maltratado para una sesión de estudio previsto. Tenía que repasar todo lo que había

aprendido acerca de la ECJ. Estaba empezando a culpar a mi propia ignorancia por las

muertes en Rochester.

“Sácame de aquí”, dije, subiendo al asiento delantero del auto de Gabriel. Me sentía

atrapada en Premier. Cuando salíamos del estacionamiento, él dijo, “Anika, no deberías ser

más un blanco en tu casa. Tu mirador fue destruido. Alguien robó tu pistola .38 para matar

a Twanya y la pusieron de nuevo ahí. Estuviste en el auto de Carlton después de que

cortaron sus frenos. Alguien te quiere muerta. De una buena vez”.

“Sí que sabes cómo hacer sentir a una chica especial. ¿Más noticias sobre Phyllis?”

“La policía no dice mucho. Vivía en una casa vieja y los niveles de monóxido de

carbono seguramente ya eran altos. Hablando de casas viejas, vayamos a mi casa en vez de

la tuya”.

“¿Está Lizzie preparada para este gran paso?”

“Solo te quedarás una noche. O dos. O tres”.

“Necesitamos preparar a Lizzie para esto”, dije.

“Me estás volviendo loco, Anika. Quiero que duermas en mi apartamento sola. Yo

me quedaré en tu casa, esperando arrastrar la superficie”.

“¿No quieres estar conmigo?” Estaba muerta de miedo, sobre todo porque pensé

que estábamos finalmente moviéndonos en la misma dirección.

“Esto no es un arreglo permanente”. Gabriel estiró sus manos y empujó las

comisuras de mis labios para formar una sonrisa. “Wally me dijo que le estabas

preguntando cosas sobre mí. No podemos estar juntos en una cama hasta que no te sientas

completamente cómoda conmigo. Estoy recibiendo ayuda. Pero toma tiempo”.

Las palabras de Gabriel eran dolorosas y los músculos de su cara se tensaron. Su

agarre sobre el volante era férreo. La tensión en sus ojos era palpable. Quería asfixiarlo a

besos, pero sentía que tenía que retroceder o terminaría llevándolo permanentemente lejos

de mí.

Fuimos hasta la casa de Gabriel. Lizzie, con la ayuda de Lorraine, estaba

esculpiendo un elefante con plastilina. Ni siquiera se dio cuenta de que había llegado. Ella

estaba completamente absorta en lograr que el cuerpo fuera lo más largo posible antes de

que su peso lo hiciera caer.

“Arreglé la habitación extra como una de invitados”, dijo Gabriel mientras le

sonreía a Lizzie. “Por lo menos quédate esta noche. Conoce mejor a Lizzie”.

Tomé la sugerencia de Gabriel en el sentido de que estaba ganando un lugar

permanente en su vida. ¿Por qué querría que me acercara a Lizzie si iba a terminar

conmigo?

“Es más fácil a mi manera, Anika. Nadie debería intentar buscarte mientras estés

aquí. Algunas de mis personas están en el perímetro. Estarás a salvo”.

“Por favor, ten cuidado”. Alcancé el cuello de Gabriel y le di un beso, esperando

dejarlo con ganas de más. Fue largo, emocionante, y lleno de lenguas danzantes, suficiente

para que fuera difícil que se fuera.

“Si no me voy ahora, jamás lo haré”. Gabriel desenredó mis brazos de su cuello.

“Te recogeré mañana por la mañana. Mantén a mi pequeña niña feliz”.

Jugué a los disfraces con Lizzie hasta que sus ojos comenzaron a cerrarse. Me sentí

reconfortada por el esfuerzo de Gabriel para conseguir ayuda. No sabía si la terapia estaba

involucrada, pero al menos reconoció la necesidad de buscarla. A pesar de mis esfuerzos

para relajarme, me sentía vacía sin Gabriel a mi lado. Aunque él había puesto sábanas

limpias en el cuarto de huéspedes, preferí dormir en su cama. Su almohada tenía

ligeramente su esencia. Me acurruqué con ella toda la noche, pero era un sustituto terrible

de su cuerpo musculoso.

Después de su servicio militar, Gabriel raramente dormía más de cuatro horas.

Siendo de dormir ligero, él por lo general tomaba algunos guiños donde y siempre que

podía. Decidió acampar en el sofá de la sala de Anika, considerándolo un lugar táctico con

vista de la ventana y fácil acceso a la parte frontal y puertas traseras.

Sus hábitos de dormir estaban a su máxima potencia esa noche y se despertó poco

después de la medianoche. Gabriel fue perturbado por un sonido proveniente de la cocina.

Sus altamente finas habilidades para escuchar lo desestimaron como el sonido del peso

ligero de un ratón merodeando por los estantes de la cocina. Pero como estaba en casa de

Anika, tomó su Glock G36 y revisó su revista de seis asaltos.

Mientras Gabriel se estiraba en el sofá, escuchó más rasguños. Sintiendo lástima por

la pequeña criatura, tomó algunos restos de la nevera. Empujó la puerta giratoria que

llevaba a la despensa, pero no se movió. Alguien o algo estaban empujando hacia atrás.

Tomó la semiautomática y pateo la puerta. Se balanceó libremente mientras Gabriel

vislumbró a un hombre, bien formado, corriendo a la parte trasera. Encendió los reflectores

y dio la vuelta a la entrada. Agachado detrás de un árbol, Gabriel trató de obtener una mejor

visión del intruso. El hombre, con ayuda de gafas de visión nocturna, disparó cuatro veces

hacia Gabriel, mientras que su cómplice se dirigía a una camioneta estacionada en la calle.

Gabriel se apresuró hasta el tirador, todavía intentando atrapar al intruso vivo.

Cuando Gabriel gritó, “Baja el arma”, le dispararon en el brazo.

“Maldición”, maldijo Gabriel, mientras el hombre del rifle corría al vehículo.

Gabriel disparó a la camioneta mientras esta se alejaba. Volvió adentro, necesitando un

torniquete. Por lo menos, estaba aliviado de que hubiera sido él quien recibió el disparo y

no Anika.

Capítulo 41

Cuando el alba se catapultó a través de las persianas, mi smartphone sonó. Salí de la

ducha, me envolví en una toalla y contesté la llamada.

“Le han disparado a Salvaje”, dijo Tommy.

“¡¿QUÉ?!” escalofríos recorrieron mi cuerpo.

“Está en cirugía. Le dispararon a la parte de arriba de su brazo izquierdo. Fue en tu

casa. Estoy en el Centro Médico del Condado de Erie. Te llamaré cuando salga”.

“Me voy al hospital. Te veo en la sala de espera”.

En mi histeria, olvide que el Thunderbird estaba en estacionado en Premier. Llamé

un taxi, pero después de esperar quince minutos sin que apareciera, llamé a Carlton.

Después de recontar los pocos detalles del disparo, Carlton se ofreció a buscarme.

Nos apresuramos al hospital por la sala de emergencias. Tommy estaba de cuclillas en la

zona de espera y se levantó al ver a Carlton.

“¿Qué paso?” enterré mi cabeza en el pecho de Tommy y me aferre a él buscando

consolarme.

“Alrededor de la media noche, Salvaje creyó haber escuchado algo en la cocina.

Descubrió a alguien actuando como un merodeador. Cuando abrió la puerta a la fuerza, vio

a dos personas agachados junto a los arbustos cerca de la carretera. Salió para ver mejor.

Uno de ellos disparó algunas veces y le llego a Salvaje en el brazo. Se fueron rápidamente

en una camioneta”.

Podía sentir mi cuerpo temblando. Aterrada por perder a Gabriel, estaba en modo de

quiebre. Me maldije a mí misma por aceptar su plan. “Unos centímetros más y llega a su

corazón”, gemí. “¿Cómo llegó aquí?”

“Hermanita, el tipo manejo hasta aquí”, se rio Tommy. “Vino porque no dejaba de

sangrar. Seguramente manejará él mismo a casa. Solo me llamó porque sabría que te

preocuparías cuando no te recogiera esta mañana”.

“¿Alguna idea de quién pudo dispararle?” Carlton me guio hasta un sofá.

“No pude hablar mucho con él”, dijo Tommy.

Un hombre de parpados caídos en uniforme azul de hospital y botitas de papel con

elástica entró a la habitación. “Están aquí por Gabriel Barton ¿verdad?” le pregunto a

Tommy.

“Sí, somos nosotros”. Salté sobre mis pies. “¿Cómo está él?”

“Esta en recuperación. Pueden verlo después de que pase el efecto de la anestesia.

Volveré cuando esté listo”.

Antes de que pudiera pedir más detalles, el enfermero se desvaneció por el pasillo.

“Ahora que ustedes dos están aquí, tengo que irme. Avísenme cuando vean a

Salvaje”.

“No debí dejar que Gabriel se quedara solo en mi casa”. Me enfurruñé con una

mirada triste. “¿Por qué siempre tiene que hacer de héroe?”

“Los hombres como él están conectados de manera diferente”, dijo Carlton casi con

un placer perverso. “Después de lo que paso en Afganistán, es una maravilla que todavía

funcione, manejar una compañía global él solo. El estrés puede hacer cosas terribles”.

“¿Por qué dices eso?” La esquina izquierda de mi labio se apretó.

“Ya sabes que nos conocimos en la recaudación para los veteranos. Gabriel fue el

orador principal, haciendo alarde de los programas disponibles para los soldados con

Trastorno de Estrés Postraumático. Admitió que iba a un consejero después de que murió

su esposa. Pero después las demandas de su trabajo y el criar a su pequeña hija solo se

cruzaron en su camino”.

Mi culpa comenzó a hacer estragos dentro de mí. Con toda la prensa cubriendo

TEP, debí haber reconocido que Gabriel estaba siendo comido vivo por sus memorias. Lo

único que me importaba era el impacto que tenía su actuar sobre mí. Nunca consideré que

Gabriel estaba siendo atormentado por el fuego del infierno ardiendo en su mente

subconsciente. “¿Te contó qué era lo que lo asechaba de Afganistán?”

“Apenas conocí al hombre esa noche”, dijo Carlton a la defensiva. “No me escupió

la historia de su vida”.

Volví a pensar en la poca información que sabía de Vermilion y los padres de

Gabriel. Mientras que su padre era un almirante decorado, Gabriel se había unido al ejército

y no a la Marina. Después de haber tomado un camino diferente para servir a su país,

Gabriel eligió la Fuerza Delta de alto riesgo, casi como si quisiera burlarse de la muerte.

Aunque yo no había estado en el interior de la casa de Gabriel en Charlottesville, había

pasado suficiente tiempo en su base local para darme cuenta de que no tenía una fuerte

conexión con su madre. Mientras fotografías, dibujos a lápiz y pinturas al óleo de María,

Rosie y Lizzie salpicaban sus paredes, nunca vi ninguna pista de su madre. Cuando Gabriel

me atacó, murmuró una referencia tortuosa de una mujer. Si de alguna manera lo iba a

ayudar a sanar, tenía que descubrir quién era y lo que había hecho con él. Originalmente

había asumido que era su esposa, pero ahora empiezo a considerar que era alguien que

había visto durante su servicio en el extranjero. Tal vez todo tenía que ver con esta

misteriosa Ameera. Era posible que Rosie fuera la única con la llave para descubrir el

pasado de Gabriel. Tenía que descubrir lo que sea que Marie le contó de Gabriel.

Carlton pasó su mano de arriba abajo en frente de mi cara. “Tierra a Anika, tierra a

Anika”, dijo. “No le harás bien a Gabriel si te quedas encerrada en tu mente. ¿Quién crees

que está detrás de nosotros?”

“El mirador era una táctica para asustar”, dije. “Cuando tu pequeño accidente de

auto no nos asustó, intentaron esto. Tiene que ser alguien lo suficientemente cerca para

saber nuestros horarios de trabajo. Suena a que fue Víctor”.

“He tenido varios encuentros con él, pero nada que justifique intento de asesinato”,

dijo Carlton. “Mi investigador descubrió que Víctor había entrado en mi agenda y podría

saber acerca de Valle View. Pero los videos del restaurante muestran a un hombre bajo con

una máscara de esquiar merodeando alrededor del Porsche”.

“Tal vez Víctor contrató a alguien para ir tras nosotros. ¿Pero por qué?”

Ambos estábamos repitiendo nuestras teorías acerca de quién estaba detrás de la

propagación de ECJ y la muerte de Twanya hasta que alguien del personal medio dormido

se acercó a media mañana. “Les mostrare el camino a la habitación del Sr. Barton”.

Invadimos un área ligeramente más grande que mi vestidor. Gabriel estaba hinchado

y sobre su espalda, con una bata de hospital acariciando la parte superior de su cuerpo sobre

una cama muy pequeña para su marco.

“Hola, guapo. ¿Cómo te sientes?” me incliné para besar la frente de Gabriel. Carlton

se erizó ante la muestra de afecto.

“Jamás he estado mejor. Nada como un pequeño accidente para tener un poco de

atención”.

“Quiero hablar con ustedes dos”, dije. “Esto está muy peligroso. Hay que llamar a la

policía”.

“Podemos resolver esto”, dijo Gabriel. “Pero tenemos que actuar rápido. Los

balazos son reportados a la policía”.

“¿No estamos ya en suficiente peligro?” Miré el antebrazo vendado de Gabriel. “Si

hubiera estado en casa, estaría muerta”.

Gabriel cogió su bata. “Recuerda a Giovanna Raffa. Se lo debemos”.

Capítulo 42

Frustrado por la falta de progreso investigando a los Seis, Gabriel salió de alta en

contra de las recomendaciones médicas para la tarde. Carlton nos llevó a mí y a Gabriel

hasta mi casa donde revisé la cocina y la entrada buscando evidencias. Me cerní sobre

Gabriel hasta que amenazó con irse si continuaba actuando como una cuidadora

compulsiva. Mi invitado herido no estaba acostumbrado a ser el objeto de atención de

alguien.

“¿Cómo está el brazo? Te ves golpeado”, le dije.

“Es solo un rasguño”.

“¿Puede Lorraine cuidar de Lizzie esta noche?” le pregunté.

“Ya me adelanté. Vayamos arriba”.

“Es mi turno para consentirte”. Empujé a Gabriel a la esquina cerca de mi cama.

“Quítate la ropa”. Desabroché sus jeans y los bajé junto con sus boxers hasta el suelo.

“Ahora tu camisa”. Cada vez que desabrochaba un botón, lamía una parte diferente de su

cuello. Cuando la terminé de abrir, gentilmente le quité la camisa y la tiré al pie de la cama,

al lado de sus jeans. “Qué gran cuerpo para un papá”. Acaricié sus caderas, masajeé su

ingle y lo guie hasta la cama.

“El mejor lugar del mundo para recuperarme”. Gabriel me jaló hasta su pecho.

Cogió mi dobladillo y pasó mi suéter de vestir por mi cabeza. Me quitó el sostén con una

mano y con la otra acarició mi trasero. Mis pechos colgaban en su cara y mis codos

descansaban a ambos lados de su pecho. Levantó su cabeza de la almohada y succionó mis

pezones.

Miré hacia abajo y descubrí que Gabriel ya estaba erecto. Toqué con mi dedo

meñique, la punta. Cuando sentí que mis pezones me dolían un poco, empujé la cara de

Gabriel y me acosté entre sus muslos. Me estire y dibuje una línea con mi lengua,

comenzando por los hombros hasta su pecho y por su estómago, hasta formar un círculo

alrededor de su ombligo. Ya estaba duro y yo lo quería dentro de mí. Me senté a

horcajadas, y él se deslizó dentro de mí. Yo fui de arriba abajo hasta que conseguimos el

ángulo perfecto de penetración. Con cada embestida de mis caderas, lo profundizaba más

dentro de mí. Sentí una parte debajo de mi cintura que no sabía que existía. Estaba

empapada y no quería salir de él. Gabriel gruño. Alcanzó mis hombros y yo aruñé su pecho.

Por primera vez en mi vida, me sentí como un animal. Me gustaba estar arriba.

Cuando mis caderas cedieron, me acosté al lado de Gabriel. Pero él estaba lejos de

terminar. “¿Has hecho el sesenta y nueve?”

“No puedo dar y recibir al mismo tiempo”, me disculpe penosamente.

“Entonces lo haré sencillo”. Gabriel se deslizó hacia abajo y me separó las piernas.

“Te ves deliciosa”. Puso su cara en mi entrepierna. Ya estaba entumecida por el éxtasis

cuando el comenzó a tocar mi clítoris. No sabía cuánto placer podía soportar. Él bañó con

su lengua mis labios externos y jugó con su dedo con mi vello púbico. Tantas sensaciones

me estaban llenando que tuve que agarrarme del poste de la cama para mantener mis

caderas abajo.

Gabriel gimió, y continuó comiéndome. Parecía que él hubiera estado así por horas

cuando finalmente salió para tomar aire. Sus labios estaban cubiertos de mis jugos cuando

subió y succiono mi rostro. Apresó mi boca. Estaba exhausta, y no podía soportar más.

“Está pasando el efecto de mis medicamentos para el dolor, Anika. ¿Suficiente por

ahora? Volveremos a hacerlo en la mañana”.

“Más que satisfecha”, ronroneé, jalando la sabana encima de nosotros. Mientras

cerraba mis ojos y me acurrucaba al lado de Gabriel, me sentí como la mujer más suertuda

del mundo. Su calor me rodeó toda la noche y dormimos, profundamente, en un mundo de

sueños sin ningún tipo de problemas. Sin una pista de pesadillas. Estaba más que dispuesta

a dormir toda mi vida con él.

Poco tiempo después de que los cardenales norteños terminaron de cantaran su

primera canción de frenesí de la mañana en el patio trasero, Tommy apareció en mi puerta.

“¿Recibiste mi mensaje sobre la bala?” preguntó mientras lo dejaba entrar. Gabriel me

rondaba como un perro guardián.

“¿Qué mensaje?” había apagado los teléfonos anoche ya que no quería que nada

interrumpiera lo mucho que necesitábamos descanso y relajación.

“Vayamos a desayunar”, dijo Tommy. “Yo invito”.

“Podríamos tener un poco de aire libre, Anika”, dijo Gabriel. “Danos quince

minutos y estaremos listos para irnos”.

Gabriel y yo manejamos hacia Panera Bread en el Thunderbird siguiendo el Ferrari

de Tommy. Nos acomodamos en una mesa dándole la cara a la calle.

“¿Puedo tomar su orden?” preguntó Tommy.

“Yo probaré el soufflé de huevo con un latte de calabaza”, dije.

“Una botella de agua”, dijo Gabriel después de echarle un vistazo al menú de la

marquesina.

“Él comerá un sándwich de filete, huevo y queso en un bagel de semilla de

amapola”, dije. “Necesita nutrientes para sanar”.

“Ya vuelvo”. Tommy fue a hacer la línea en frente del mostrador. Él bromeaba con

todo el encanto de un presentador de un juego buscando una renovación de contrato.

“Actúa sospechoso”. Gabriel tomó mi mano del otro lado de la mesa. “Míralo. ¿Por

qué esta tan ansioso de hablar con nosotros?”

Tommy trajo nuestras órdenes y se sentó a mi lado.

“Muchas gracias”, dije. “Eres el mejor. ¿Qué estabas diciendo de una bala?”

“Me encontré con un cartucho de balas en el césped de Anika”, dijo Tommy.

“Salvaje sabe todo sobre esto, pero déjame explicarte, Hermanita. El percutor de un arma

de fuego deja una marca en la cáscara que es independiente, como una huella digital. Y el

laboratorio de la Policía encontró una huella parcial en la bala que no le dio a Salvaje. La

mayoría de los asesinos limpian la pistola de huellas, pero se olvidan de las impresiones en

la munición”.

“¿Cómo sabes todo esto?” pinché mi soufflé. “¿Tuviste una vida pasada de la que

no estoy enterada?”

“Ayudé al Jefe de Policía a encontrar casa cuando se mudó de Baton Rouge. Somos

amigos cercanos. Le dije que necesitaba algo de información para poder protegerte”.

“¿Pudo la ATF rastrear al dueño?” Gabriel engulló su botella de agua.

“La pistola era una .45 automática, registrada por el Dr. K. Las huellas en la bala

coinciden con las huellas de su registro militar y licencia médica”.

“Gabriel, pensé que me habías dicho que un tipo alto y fornido corría por la entrada.

No pudo haber sido el Dr. K”, le dije.

“Pero Gabriel dijo que habían dos intrusos”. Tommy observó a la multitud del

restaurante. “Le pedí al jefe que lo mantuviera bajo perfil. Nada que ganar si me pedía

dinero”.

Gabriel llamó a la mesera. “Ponga esto para llevar”.

“Vamos a reagruparnos este fin de semana”, dijo Tommy. “Tengo otra lista que

firmar”.

Después de que Tommy se fue, Gabriel botó su desayuno en la basura en su camino

hacia fuera.

“No podía estar tan malo”, dije.

“Tommy está mintiendo. Eso de la bala es mentira. El arma que usaron para

dispararme no era una maldita .45. Era más una AK.47. Después de cinco viajes de deber,

jamás olvidare el sonido de ese rifle. Y no hay manera de que el Dr. K fuera parte del par

que me tuvo en su punto de mira”.

“¿Qué estás diciendo?” Yo jugueteaba con mi pelo, empujando hebras detrás de las

orejas.

“Nos han engañado, Anika. Nos han engañado”.

Capítulo 43

Durante los tres pasados meses, Lorraine había construido su vida alrededor de

cuidar a la pequeña de Gabriel. Confiando en que Lizzie estaba en buenas manos, insistí en

que Gabriel convaleciera en mi casa tres días más.

“¿Por qué crees que Tommy está mintiéndonos?” le pregunté a Gabriel mientras

estábamos sentados uno en frente del otro en la mesa de la cocina. Él repartió la sopa de

pollo entre nosotros mientras yo cortaba el pan de ajo.

“Mi gente lo ha estado siguiendo. El dinero hace que la gente haga cosas extrañas”.

“¿Crees que es el dinero lo que está motivando a Tommy?”

“Debería tener una respuesta para mañana”.

Terminamos nuestra cena casual y nos fuimos a mi habitación. Nuestra vida sexual

se había intensificado cada día conforme Gabriel sanaba. Aunque no habíamos descubierto

quién había matado a los Seis y cómo, nos concentramos en darle placer al otro de

cualquier concebible.

“Anika, ¿te gusta bailar?” Gabriel se paró en frente de mí, descansando un brazo en

mi cadera y tomando mi mano derecha con su izquierda. Me acercó a su cuerpo y tarareó

“This Love” de Maroon 5. Nos balanceábamos de un lado a otro, nuestros cuerpos

atrapados por nuestras emociones. Lo quería dentro de mí, lo quería por todas partes. Jamás

tendría suficiente de escuchar su voz o ver sus ojos jugar conmigo. Nuestra pasión nos

hacía inseparables. Quería que Gabriel terminara de sanar y frenar mi insaciable deseo de

tener sexo. Insistí en que durmiera aquí hasta la siguiente mañana mientras yo rastrillaba el

frente de la casa. Las prematuras heladas de otoño de la semana pasada habían provocado

una lluvia de hojas. El camión de FedEx paseó por la entrada de mi casa y los pasos del

conductor aplastaron la manta frágil de hojas de arce.

“Firme aquí”. Ella me entregó un sobre.

Mis ojos se sacudieron al ver la dirección de retorno. El remitente era Laboratorios

Batatine. El reporte sobre el W2 estaba en mis manos. “Gracias, estaba esperando por esto”.

Me acurruqué en el frente del porche, abrí la solapa del sobre y saqué el voluminoso

reporte. Páginas de análisis químicos, desbordaba con la información técnica. Ecuaciones

matemáticas se intercalaban entre los gráficos y confusas fórmulas.

“Está aquí”, grité, catapultándome por la puerta principal hasta mi habitación.

Gabriel se colocó sus jeans. Le eché un vistazo al texto y le coloqué el sobre en la cara.

“¿Cuál es el veredicto?” Gabriel me levantó y me hizo girar.

“Está escrito en jerga científica”. Leí el texto dos veces, pero no encontré nada

sobre priones o ECJ. Mis músculos se hundieron bajo el peso de la derrota. “Estamos

equivocados”, le dije, leyendo los párrafos de conclusión. El shock deshidrato mis

conductos lacrimales.

“Déjame ver eso”, dijo Gabriel. “No podemos estar tan lejos de la pista”. Él se

desplomó en la cama y hojeó la información. “Pareciera que W2 no tiene nada que ver con

ECJ. ¿Qué hay de la vacuna contra la gripe? ¿Es extranjera?”

“Strike dos”. Colapsé al lado de Gabriel. “Hay una frase escrita al final del informe,

casi como una ocurrencia tardía. La vacuna fue manufacturada en los Estados Unidos.

También buscaron por tipos de priones, pero no encontraron ninguno. Llamaré a Carlton”.

La noticia discordante dejó mi cabeza con una sensación como de huevos revueltos.

Mi angustia se revolvió con pesar. Gabriel había intentado repetidamente atraerme a una

conversación, pero mi preocupación por el informe del laboratorio ahogó mis palabras.

Sintió mi estado emocional. “Lo siento, Anika”. Me enterró en sus brazos. “Estás muy

tensa”.

“Seré una terrible compañera esta noche. Lo siento, de verdad lo siento”.

“Nada de qué preocuparte. Me he aprovechado de ti lo suficiente”.

“No quiero que te vayas”. Me aplasté contra su cuerpo.

“Si fuéramos solo tú y yo, jamás me iría. Pero tengo que ir a ver a Lizzie. Revisaré

todas las puertas y me aseguraré de estés bien protegida. Un par de trajes estarán afuera”.

Volvió a entrar a la cocina con otro paquete de FedEx. “Esto lo dejaron en el frente.

Puede que sean buenas noticias”.

“Haz tú los honores. El primer paquete tenía una nota diciendo que enviarían la

cuenta por separado. No quiero que me recuerden cuánto gastaste persiguiendo la pista

equivocada”.

Después de que Gabriel se fue esa tarde, me adormecí bajo la colcha de plumas de

mi abuela y dormitaba entre episodios de la Antología de Twilight Zone. Vagamente

recuerdo haber apagado el reproductor de DVD y caer en un sueño sólido.

El silencio negro de la noche había dado paso al amanecer cuando Gabriel volvió y

llamó a mi puerta. “Anika, eres una heroína”, gritó a través de mi ventana y luego

repetidamente tocando el timbre.

Me rodé encima de mi barriga y coloqué mi rostro en la orilla de la cama.

“Abre, Anika”. Él persistió tocando la puerta y continuó vociferando. “Tenemos que

decirle a las personas”.

Me arrastré hasta la puerta principal.

“Quítate el sueño de la cara y mira lo que había en el segundo paquete de FedEx”,

dijo Gabriel.

Me sentó y me leyó en voz alta:

Se cree que pacientes pueden contraer ECJ como resultado de un examen común

para medir la presión del ojo. Los tonómetros hacen contacto directo con el ojo, y es

posible que las células de ECJ contaminados pasen de un paciente a otro. Esto fue

confirmado por un equipo liderado por el investigador británico J.W. Ironside de la

Unidad de Vigilancia Nacional de la Enfermedad Creutzfeldt-Jakob en la Universidad de

Edimburgo. Ellos examinaron las cabezas de los tonómetros y encontraron que pueden

retener tejido corneal que puede infectar a otras personas, incluso después de limpiar y

descontaminar el instrumento. Una vez que el agente infeccioso este en la córnea, puede

teóricamente infectar el cerebro.

Los prismas hallados en los tonómetros portátiles proveídos por usted dan un

resultado positivo al contener células epiteliales de la córnea retenidas (restos celulares,

moco, líquido lagrimal) que contienen priones vinculados con ECJ. Es imperativo que

dichos tonómetros sean destruidos inmediatamente.

“¡Mierda!” grité. “Los Seis fueron contaminados con ECJ por los tonómetros.

Gratis para Todos es hoy a las once. Mataremos a cientos. Los funcionarios serán

fotografiados mientras los examinan. Tenemos que detenerlo”.

Capítulo 44

El Departamento de UM de Premier confirmó que todos los Seis, así como las

víctimas de Rochester les habían hecho pruebas de glaucoma en las ferias de salud Gratis

para Todos del año pasado. Contacté a Carlton y él arregló la difusión inmediata de los

boletines de noticias para alertar al público a no asistir. Su segunda llamada fue al

Departamento de Relaciones con Proveedores de Premier. Las ferias de salud debían ser

cerradas antes de que abrieran al público. Carlton fue a Premier para evitar que los

funcionarios se hicieran el examen, e hizo que el Jefe del Departamento de Relaciones con

los Proveedores me enviara un email con una hoja de cálculo de los sitios donde Gratis

para Todos estaba programada para comenzar hoy.

Mientras revisaba la lista, Gabriel descubrió que la escuela de Lizzie, que era

también un centro comunitario, estaba entre las diez primeras locaciones. Sabía que no

había firmado un consentimiento de que vacunaran a Lizzie, pero los accidentes podían

ocurrir. Gabriel se apresuró en su SUV como un misil aéreo buscando a su hija. Iba detrás

de él en el Thunderbird, camino a la escuela que estaba a tres millas de la casa de Mamá.

La señal en el estacionamiento dirigía a los padres y niños al gimnasio. El vehículo de

Gabriel rugió hasta la entrada trasera y destruyó un montaje de andamios. Su puerta se

abrió mientras el SUV seguía en movimiento. Saltó mientras el vehículo pegó contra los

muros de hormigón de la escuela

“Aquí dentro”, gritó Gabriel mientras yo me dirigía hacia él. Él abrió la puerta de

acero y vertiginosamente pisoteó por el pasillo, entre dos filas paralelas de niños amarrados

a sus padres. La fila humana estaba dirigida al gimnasio. Estaba cerrado. Gabriel atravesó

con su puño contra las placas de yeso y metió la mano, desbloqueo la puerta. Examinó a la

multitud de niños de kinder, apartó un par de mujeres gritando, tomó a Lizzie y la empujo

en mi cuerpo.

“¿Dónde se hacen los exámenes de ojos?” le gritó al personal de Premier mirándolo

con un pánico delirante.

Tres cajas con el logo de Kingston estaban al lado de los casilleros. Gabriel las

rasgo todas y encontró una llena de tonómetros. Colocó la caja en su hombro y salió.

Volví al auto, frenada por el medio saltar, medio correr de Lizzie. No había oído de

Carlton. Había accedido a llamar cuando convenciera a Víctor de detener el programa.

Abroché a Lizzie en mi asiento delantero y llamé al teléfono de Carlton. No hubo respuesta

después de tres intentos. Cambié de estrategia y llamé a la oficina de Víctor.

“Esta es Anika Sliwinski”, dije a la secretaria de Víctor. “¿Dónde está Carlton?

Tiene que asegurarse de que nadie se haga el examen de ojos. Se contagiaran de ECJ”.

“Está aquí en la oficina de Víctor, hablando con la policía. Tuvimos que mandar

arrestar a Carlton. Comenzó a hacer acusaciones sobre Premier matando gente”.

“Pon a Víctor al teléfono, ponlo ya mismo”.

Me colocó en espera. ¿Podía ser la secretaria de Víctor tan despistada como para

ponerme en espera mientras los ojos de los funcionarias estaban siendo contaminados con

priones? Colgué y volví a llamar. Esta vez me salió el buzón de voz.

Llamé a la línea privada de Víctor. “Anika, te estás perdiendo la sesión de fotos”.

“Escucha, Víctor. Tienes que detener las pruebas de glaucoma. Los tonómetros

tienen priones infectados. Así es como los Seis se contagiaron de ECJ. Detén las pruebas

AHORA”.

“Escucha, Anika, Gratis para Todos es un programa ganador. Ya comenzó. Tengo

que irme”.

“Víctor ¿estás ahí? Víctor” el tono de marcado resonaba en mi oído.

Gabriel se acercó a mi ventanilla cuando guardó los tonómetros en su SUV.

“Tenemos que detener las pruebas en Premier”, dije. “Carlton ha sido arrestado.

Víctor está en todo esto de alguna manera”.

“Enviaré unos trajes a Premier”, dijo Gabriel. “Vayamos a Kingston. Te veré allá”.

Dejé a Lizzie con Lorraine y me lancé detrás de Gabriel. Pasamos todos los

semáforos y casi chocamos con un camión cisterna. La SUV de Gabriel se salió durante una

mediana de tráfico y derramó aceite cuando empezó a salirle humo. La estacionó en la

orilla de la carretera. Después de buscar en su guantera, Gabriel se subió a mi asiento

delantero.

Rocé con un auto cuando entré al estacionamiento de Kingston. Era el Jaguar del

Dr. K.

“Mira quién nos ganó”. Gabriel se inclinó sobre mí. “Toma esta .45. Sígueme”.

Recorrimos hasta la parte trasera del edificio y subimos la escalera de incendios

como niños trepando por barras. Tomé la pistola con ambas manos. A la altura de mis

brazos, lista para disparar. No tenía idea de lo que estaba haciendo, excepto imitar lo que

había visto en CSI NY. Gabriel echó un vistazo por la ventana del tercer piso. La parte baja

de un hombre estaba tirada en el piso, la parte de arriba estaba cubierta por un escritorio de

partículas volcado. Sin embargo, su cuerpo estaba bañado en una piscina de sangre

creciendo en circunferencia. Gabriel pateó el vidrio y escaló adentro. Me dio un tirón y se

agachó junto al cuerpo. Era el Dr. K.

“Tiene pulso”, dijo Gabriel. “Llama una ambulancia. Quédate con él”. Gabriel se

arrancó su propia franela y la envolvió alrededor de la cabeza del Dr. K. “Sigue

presionando la herida. Iré a buscar a Rebecca”.

Gabriel salió corriendo al pasillo. El Dr. K movió un pie y gimió como una presa

herida. Antes de que pudiera marcar, escuché pasos, pero no los pesados parecidos a los de

Gabriel. Volteé para cerrar la puerta y me encontré con resistencia.

“Siempre supe que tendríamos una confrontación final”. Rebecca bloqueó la

entrada. Giró un tonómetro en sus manos.

“Da un paso más y disparo”. Apunté mi pistola al centro de su cabeza.

Víctor tomó mi cintura por detrás. Tenía un vidrio roto de la ventana cerca de mi

cuello. “¿Dónde está el gladiador que anda contigo?”

“¿Ustedes están juntos?” traté de liberarme, pero la altura de estatua de Víctor era

muy poderosa para superarla. Mi pistola cayó al lado del tobillo del Dr. K.

Rebecca apuntó el tonómetro como su arma. “Amárrala”.

Estaba aplastada en una silla de secretario destartalada. Víctor uso su corbata para

amarrar mis muñecas detrás y asegurarlas en el asiento. Desconectó un cable de extensión y

amarró mis tobillos al centro de la silla. Víctor comenzó a amordazarme con una tira

desgarrada del torniquete improvisado del Dr. K.

“No te molestes”, dijo Rebecca. “Quiero hablar con la princesita”.

“¿Por qué haces esto?” pregunté.

“Carlton es un miserable y egoísta bastardo. Él presionó para obtener el contrato

exclusivo. Lo hizo por mí. Yo lo usé para destruir a los pacientes que Premier

supuestamente tenía que curar. Para el momento que la feria de salud termine, cientos

estarán infectados. Tal vez miles”. Rebecca sonrió por la victoria.

“¿Cómo lograste colocar los priones en los tonómetros?”

“Después de que mi hijo fue diagnosticado, dediqué mi vida a la investigación.

Quedé devastada cuando los fondos para ensayo medico sobre retino blastoma se secaron.

Si hubiera podido terminar mi investigación, Billy podría haberse salvado. En vez de eso, el

dinero fue llevado a un estudio de ancianos con glaucoma. ¿Puedes imaginarte a una

compañía jalando la entrada de dinero y redirigiéndola a un proyecto que beneficia a gente

vieja en vez de a mi hijo? ¿Mi hijo que tenía su vida por delante? Busqué una enfermedad

que podía ser fácilmente mal diagnosticada. Me crucé con ECJ por Elaine Rumsford. Me

uní con su asistente que estaba desesperado por dinero. Me dejó comprar algunos cerebros

de victimas con ECJ. Después de suficientes experimentos, descubrí una manera de

transmitir los priones a través de los tonómetros en las córneas”.

Obstaculizada y aturdida, me volví a Víctor. “¿Qué ganas tú con esto?”

“Debiste haber visto cómo me humilló Carlton. Destripé a la mitad de mi equipo.

Estaba cansado de tener que besar su huesudo trasero. Yo sé diez veces más que él. Becca y

yo nos conocimos en la junta de accionistas justo en el momento en que se estaba

divorciando. Su desprecio hacia Carlton fue lo que inicialmente me atrajo de ella”.

“¿Así que están haciendo esto simplemente porque odian a Carlton?”

“No estamos locos”, se burló Rebecca. “La venganza es un motivo poderoso, pero

no tan bueno como el dinero”.

“¿Alguien les pagó por hacer esto?” Me retorcí, tratando de liberar una muñeca o el

tobillo. La vista y el olor de la piscina de sangre del Dr. K hicieron que mi estómago saltara

como si estuviera en una Rueda de la Fortuna fuera de control.

“Puedes agradecerle al gobierno de los Estados Unidos”, alardeó Rebecca.

“Seguridad Nacional subsidia mi investigación. Me pagaron para buscar la manera de

contaminar con priones las puntas desechables de los tonómetros que tocan el ojo durante

las pruebas de presión. Los primeros dos años usé solo pequeñas muestras de tonómetros

infectados, primero en el Oeste de Seneca y después en Rochester”.

“¿Te pagaron para tener un arma biológica?”

“Anika, a este punto, ¿por qué te importa?” preguntó Rebecca. “Esta charla está

comenzando a aburrirme”.

“¿Por qué atacar al Dr. K?”

“Ya no lo necesitábamos”, dijo Víctor. “Como diría Rebecca, él es solo daño

colateral”.

“Es momento de hacerte una prueba de ojos, Anika. Solo tomará un segundo. Luego

serán meses de pudrirte y desperdiciar ese lindo cuerpo tuyo”. Rebecca encendió el

tonómetro con los dedos. Se inclinó hacia la luz que entraba por la ventana, como si

quisiera convencerse de que había suficiente priones microscópicos en la punta para

matarme definitivamente.

El Dr. K empujó la pistola con su pierna a centímetros del mío. Moví mi silla de

adelante hacia atrás, convirtiéndome en una peonza. Rodé hacia Rebecca, tropecé con ella y

ambas caímos al suelo. Estaba cerca del revólver y traté de tomarlo con mis manos atadas.

“Idiota. Te mataré”. Rebecca guardó el tonómetro dentro de su bata y sacó su propia

pistola.

Víctor se rio. “Deberías verte ahora mismo, Becca. Atrapada en una pelea de gatas.

Justo como la que tuviste como Phyllis”.

“¿Ustedes mataron a Phyllis?” pregunté. “Pensé que había muerto por

envenenamiento con monóxido de carbono”.

“Era una perra molesta”, se jactó Victor. “Me delató con Carlton sobre mi pequeña

mentira de Cannon Care. Su horno estaba en las últimas. Prendimos el gas y dejamos que la

naturaleza siguiera su curso”.

“¿Ustedes explotaron mi mirador? ¿Y robaron mi arma para asesinar a Twanya y

después culparme? ¿Ustedes le dispararon a Gabriel?”

“Claro que no, Anika”, dijo Víctor, mientras se enderezaba el blazer. “Jamás le he

disparado a nadie. Pregúntale a Tommy”.

“¿Tommy? ¿Mi Tommy?” me negaba a creer que mi hermano tenía algo que ver

con estos dos asesinos degenerados.

“Víctor no es mi único aliado del crimen”. Rebecca le echó un vistazo al cuerpo

inmóvil del Dr. K. “Las manos contratadas son perfectas para el trabajo sucio”.

“Becca tuvo la ingeniosa idea de comprar seguros de vida a los pacientes ancianos

de Premier”, alardeó Victor. “Maggie Goldberg tiene un hijo que es Vicepresidente en

Secure Futures, la compañía de seguros de vida. Él manipuló las aplicaciones con alias

falsos utilizados por Rebecca y yo como miembros de la familia con falsos intereses

asegurables. Haremos una fortuna como beneficiarios dentro de la póliza. No podíamos

dejar que detuvieras el programa. Para cuando Secure Futures se dé cuenta de la estafa, ya

nos habremos ido muy lejos con el dinero. Si descubrías la verdad, perderíamos millones”.

“Anika, tú solo no sabías cuando rendirte”. Rebecca se rio mientras yo gritaba por

ayuda. Pero nadie respondió.

“Becca, no estás haciendo un buen trabajo callando a Anika”, dijo Víctor.

“¡Crees que esto es gracioso!” Rebecca ladeó la pistola y le disparó a la cabeza de

Víctor. Nada ocurrió.

“Perra, dame esa cosa”, dijo Víctor. “Eres muy estúpida para saber que tiene el

seguro puesto”.

“Lo suficientemente para engañarte. Eres una comadreja”.

Liberé una muñeca sangrante, superficialmente cortada por la corbata. Mi revolver

estaba a mi alcance. Víctor la pateó y forcejeó con Rebecca por su pistola. Él la empujó

contra la puerta. Su mano se metió en su bolsillo, y sacó el tonómetro. Víctor torció su

mano y abrió su blusa.

“Me necesitas”. Él le subió la falda. “Te voy a tener una vez más”.

Una pistola automática comenzó a lanzar disparos. Perdí la cuenta de los disparos

que oí por la puerta. Rebecca se fue hasta la ventana y escaló por la ventana hasta la

escalera de emergencia con la ayuda del otro tirador. Traté de no levantar la cara para ver

su rostro. Víctor cayó de panza, con múltiples balas atravesando su traje de diseñador.

Gateé al lado del Dr. K. Seguía respirando. “Shhhh, quédate quieta”, murmuró.

Ambos nos quedamos en el suelo fingiendo estar muertos. Contuve el aliento para evitar

que mi pecho resonara. Gabriel se catapultó en la habitación. “Anika, ¿dónde estás?” gritó.

“Anika, Anika, contéstame”.

“Gabriel, no dispares. El Dr. K está de nuestro lado. Rebecca se escapó, por la

salida de emergencia. Se fue con un tipo con una pistola automática”.

Gabriel pateó el cuerpo muerto de Víctor en la espalda. Camino entre mí y el Dr. K

y liberó mis manos y pies. Presionó su palma contra el cráneo del Dr. K. “Ha perdido

mucha sangre. Llama de nuevo a la ambulancia”. Gabriel salió por la ventana hacia la

escalera de emergencia.

Llamé al 911 y esperé al lado del Dr. K. Todo lo que podía hacer era rezar que los

médicos llegaran a tiempo, y rogarle a Dios que Gabriel volviera con vida.

Capítulo 45

Después de que la ambulancia Rural Metro se llevara al Dr. K al Hospital Honore,

llevé mi atención a Carlton. “¿Quién diría que yo te estaría pagando la fianza?” Asomé la

nariz entre las barras de metal que tenían a Carlton encerrado dentro del Centro de

Detención del Condado de Erie. “Siempre pensé que sería al revés”.

“Estaba celoso de Salvaje”. Carlton caminó hasta la puerta de su celda del tamaño

de una caja de zapatos. “Pensé que ser arrestado elevaría mi sex appeal. ¿Estás bien? Parece

que un camión te pasó por encima”.

“No te burles de la persona que te liberó”. Pasé mis cabellos por detrás de mis

orejas.

“¿Cuánto fue la fianza?” preguntó Carlton.

“Nada. El Dr. Huntley retiró todos los cargos”.

Los guardias casualmente abrieron la puerta mientras los enredados eventos del día

salían de mi boca. Carlton y yo caminamos uno al lado del otro de camino al Thunderbird.

“Tenemos que ir a ver al Dr. K”, dije. “Su sangre estaba por todos lados. Una

ambulancia se lo llevó a Honore”.

Carlton buscó en mi cartera y sacó las llaves de mi carro. “Yo manejo”.

Fuimos al hospital y nos hicimos camino por la sala de emergencias hasta el

escritorio. “Somos la familia del Dr. BashnarKumarani. ¿Cómo está el?” pregunté.

La agotada enfermera a cargo hojeó su carta. “No veo a ningún miembro de familia

en la lista”.

“Vino por la sala de emergencias”, le repliqué en un tono desagradable.

“Probablemente estaba inconsciente. Por supuesto que no hay miembros familiares en la

lista”.

“Disculpe, pero soy Carlton Mendelsohn. ¿Acaso el Ala Cardiaca Mendelsohn le

suena?”

“¿Qué puedo hacer por usted señor Mendelsohn?” la enfermera dijo tímidamente.

“Por favor dígale a la Srta. Sliwinski lo que desea saber sobre el Dr. K”.

“Tiene una herida en la cabeza y una rotura del bazo. Todavía está en cirugía. Les

haré saber cuándo puedan verlo”.

Carlton buscaba una soda de la máquina expendedora mientras yo estaba sentada en

un sillón de plástico. “¿Estaba el Dr. K quejándose del dolor cuando lo encontraste?”

preguntó.

“Apenas estaba consciente”. Mis ojos estaban fijos en Carlton mientras él retiraba la

tapa de la lata y se agachaba junto a mis piernas cruzadas. Él sostenía mis manos dentro de

las suyas. “El Dr. K puede vivir sin su bazo. Toma un sorbo. Necesitas mantener tu fuerza”.

“Víctor dijo que él no mató a Twanya, pero que le preguntara a Tommy. ¿Crees que

Tommy robó mi arma? Y después de que a Gabriel le dispararon en mi casa, Tommy trató

de mentir y culpar al Dr. K”.

“¿Dónde rayos está Tommy?” preguntó Carlton. “¿Con Rebecca?”

“Probablemente desapareció si está involucrado en este desastre”.

“No si Gabriel está en la búsqueda”.

El reloj de pared marcaba metódicamente. Los minutos se convirtieron en horas.

Familias acorralaban a sus seres queridos heridos en la sala de emergencias. Un miedo

abrumador me llevó a creer que Carlton y yo seriamos los únicos con un resultado infeliz.

“Ya pueden ver al Dr. K”. La enfermera condescendientemente palmeó mi espalda.

“Está bastante débil, necesita descansar. Pero saldrá de esta. Síganme”.

Nos montamos en el ascensor a la unidad de UCI y entramos en la Suite #3. La

corona de la cabeza del Dr. K estaba vendada. Tubos conectaban su abdomen y brazos a las

cajas azules cuadradas que sonaban en sincronía con su respiración. Su físico de gimnasio

se parecía más a un cuerpo destrozado tendido tan rígido que me pregunté si lograría

sobrevivir la noche.

“Dr. K, me dio un buen susto”, acaricié su frente vendada.

Murmuró algo indistinguible, rodando la cabeza hacia mi cara.

“Pensamos que nadie se ha hecho pruebas de ojos”, dije. “¿Quién lo atacó?”

“Rebecca”.

“¿Y nadie lo ayudó?”

Ligeramente negó con la cabeza.

“Mi amigo se fue en busca de Rebecca”, le dijo para confortarlo.

“Estará bien en un par de días”, dijo Carlton. “No creerá que Premier dejará que

usted se relaje rodeado por estas lindas enfermeras durante días, ¿o sí?”

El Dr. K logró formar media sonrisa mientras sus párpados derivaron hacia abajo.

“Será mejor que lo dejemos descansar”, dijo Carlton.

“Detesto dejarlo solo. Pero deberíamos ir a ver a Lizzie”.

“¿Por qué no llamas a Lorraine? O intenta llamar a Gabriel a su celular”.

“Si Gabriel tuviera buenas noticias, ya nos hubiera llamado. Quiero ver a Lizzie”.

“Tú eres la jefa”, dijo Carlton mientras nos dirigíamos al estacionamiento.

Los conos de construcción de color naranja en la autopista de Kensington

obstaculizaron el tráfico mientras nos dirigíamos al apartamento de Gabriel. Carlton derribó

y aplanó más de unos pocos. Cuando finalmente nos acercábamos al apartamento de

Gabriel, le dije: “Si algo le pasa a Gabriel, adoptaré a Lizzie”.

“Creo que estás adelantándote”.

Lizzie se dejó caer en su caja de arena del patio trasero cuando Carlton rozó el

bordillo. Corrí entre los robles y la tomé en mis brazos.

“Tita Anika”, gritó mientras me abrazaba alrededor del cuello.

“Te he extrañado mucho, Lizzie. ¿Está papi en casa?”

Lorraine se inclinó por encima de la barandilla de hierro forjado del porche. “¿Está

Gabriel contigo?”

Subí las escaleras. “No hemos sabido nada. Esperaba que estuviera aquí”. Fingí una

sonrisa cuando Lizzie me vio.

Carlton presionó su cuerpo contra mi lado. “No saltes a conclusiones apresuradas.

Encontraremos a Gabriel. Lo prometo”.

Montones de arena estaban sobre Lizzie. Carlton la llevó hasta el porche, y los tres

entramos al apartamento de Gabriel.

“Lizzie necesita un baño”, dije.

“Después de que la bañes, yo la cuido”, dijo Carlton. “Mi hijo Billy solía decir que

era el maestro de los cuentos para dormir. Las noticias locales deben salir en quince

minutos. Veamos si llegamos a los titulares”.

Capítulo 46

Rebecca estaba sentada como una chica de portada en medio de una sesión de fotos

de revista. Ella balanceaba sus piernas al lado de la palanca de cambios en el lado del

pasajero del Ferrari de Tommy. Tommy miraba al frente y, según las indicaciones de

Rebecca, aceleraba hacia Aviation Prior. Tomaron una ruta por una carretera de respaldo

desde Kingston y evitaron el tráfico del bulevar surOeste.

“Pensé que te iba a recoger para almorzar”, dijo Tommy. “¿Qué mierda estaba allá

atrás? Vi a Salvaje disparar a ese tipo corriendo contigo desde la escalera de emergencias”.

“Tienes que ser flexible, Tomcat. Las mierdas pasan y tú apareciste en el momento

correcto”. Rebecca le contó sin detalles acerca de su confrontación con el Dr. K, Anika y

Víctor.

“¿Entonces ahora soy un accesorio después del hecho de asesinato? ¿No mataste a

Anika, verdad?”

“Jamás podría matar a tu hermana. Ustedes dos todavía comparten un cordón

umbilical imaginario”. Rebecca se inclinó a la consola del centro y comenzó a acariciar la

ingle de Tommy. “Eres gigante, Tommy. Mucho más que el Dr. K, incluso que Víctor.

¿Quieres que te masturbe mientras manejas? Debería ser un viaje fácil”.

“Por mucho que me encantaría, preferiría que hagas de vigía. Salvaje no es tonto.

Espero verlo en cualquier momento. Si Anika le dijo lo que hiciste, él no se detendrá hasta

matarte. Y a mí”.

“Hablando del demonio”. Rebecca hecho un vistazo al espejo retrovisor, sacando su

.45. “Debió de haber cortado los cables del Jaguar de K”. Rebecca se arrodilló en su

asiento, viendo al capo trasero. Asumió una posición de tirador, usando su posa cabezas

para mantener sus manos firmes. “Pan comido”, gritó ella y comenzó a disparar

salvajemente. “Pan comido”.

“¡Detente!” gritó Tommy. “Está muy lejos. Ni un francotirador le daría desde aquí”.

Gabriel ganó terreno mientras Tommy desaceleraba ligeramente para acercar a

Rebecca. Ella disparó otra vez y le dio a un Ford Taurus que había cambiado de carril entre

el Ferrari y el Jaguar. El compacto viró a la derecha y se estrelló contra un hidrante de

incendios.

“Deja de disparar, Rebecca, ya casi llegamos”. Tommy volvió a intentarlo.

Para ese momento, Gabriel ya estaba a distancia de disparo, pero todavía detrás de

otros dos vehículos que seguían al Ferrari. Se detuvo junto a Tommy en el carril de paso y

disparó al neumático trasero del Ferrari. Rebecca apuntó, tiró del gatillo y le dio a la mano

derecha de Tommy. El Ferrari patinó sobre la carretera y Tommy pisó el acelerador.

Golpeó las manos de Rebecca hacia abajo y logró dar una vuelta con una sola mano fuera

de Wehrle Drive.

Gabriel disparó otra vez, y el Ferrari se salió de control. Chocó de frente con la

terminal principal de Prior Aviation. Las bolsas de aire se inflaron y atraparon a Tommy y

Rebecca. Ella logró liberar una mano y sacó un tonómetro de su bolsillo. Con furia

golpeando las bolsas de aire, se liberó a ella y a Tommy. Saltaron del asiento de pasajeros y

salieron como rayos a la entrada del edificio. Tommy se cayó, agarrando su mano

ensangrentada. Rebecca miró rápidamente hacia atrás pero continuó corriendo hacia la

terminal. Tommy trató de alcanzarla.

Gabriel estaba justo detrás de ellos. “Deténganse”, gritó. “Deténganse, o disparo”.

Rebecca estaba fácilmente en la zona de matar cuando Gabriel apuntó.

“Baja el arma”, gritó un hombre detrás de Gabriel. Como Gabriel vaciló, el hombre

volvió a gritar, “Suéltala. Manos en la parte superior de tu cabeza”.

Gabriel miró hacia abajo y vio un láser rojo apuntando a su pecho. Inspeccionó la

azotea de la terminal y vio a un francotirador apuntando directamente hacia él. Gabriel

soltó el arma y se volteó para ver a dos hombres usando chaquetas del FBI. Sus fusiles M4

apuntaban a su cabeza.

“¿Ustedes la están protegiendo?” gritó Gabriel.

Antes de que pudieran responder, el francotirador en la torre disparó a ambos

agentes del FBI con precisión, una vez en sus frentes y otra en sus pechos. Gabriel se

abalanzó sobre una de las armas de los agentes y se refugió junto a la pared de la terminal

mirando hacia el campo de aviación. Un tiroteo inició una estela de polvo, milisegundos de

golpear a Gabriel, mientras el francotirador descendía hacia los agentes del FBI. Saltó

dentro del Ferrari y lo embistió hacia el Jaguar, antes de que otros dos francotiradores

arrastraran a los agentes muertos en el asiento delantero del auto del Dr. K. Una granada

fue lanzada hacia ambos autos y los dos cuerpos se quemaron en el incendio.

Oscurecido por la pantalla de humo, Gabriel vio al tirador vinculado a los pasos por

el Gulfstream G-550 estacionado dentro de los cuarenta metros de la puerta de enlace de la

cadena de la terminal. Tommy y Rebecca estaban más cerca del jet privado. Gabriel disparó

e hirió la pierna de Tommy. El francotirador principal saltó por las escaleras, empujó a

Tommy y jaló a Rebecca hacia el avión. A pesar de que Gabriel disparó un puñado de tiros

a la ignición del avión, este se alejó. Tommy fue abandonado desangrándose en la pista.

Gabriel acorraló a Tommy que gritaba de dolor. Lo rodó y le examino la pierna.

“¿Voy a morir?” lloriqueó Tommy.

“No, a menos que te dispare en la cabeza”, dijo Gabriel sin perder el ritmo. “Pero

primero, tienes mucho que explicar”.

Capítulo 47

Lorraine acababa de prender la televisión a tiempo para ver la historia del tiroteo en

Prior Aviation. Inmediatamente reconocí la placa machacada del Ferrari de Tommy, a pesar

de que el resto del auto estaba demasiado destruido para reconocerlo. El otro vehículo

incendiándose fue identificado a pertenecer al Dr. K. Asumí que Gabriel había estado en

uno de los autos. De todas formas, no se veía bien.

Un acercamiento del gerente de operaciones en Aviation Prior se mostró en la

pantalla. “Fue una explosión terrible”, dijo. “Un sobreviviente fue llevado en una

ambulancia”.

“¿Llevado a dónde?” le grite al televisor.

“Llamaré a la estación”, dijo Carlton mientras marcaba.

“Cariño, tenemos que ir a trabajar”, le ajusté a Lizzie su pijama de la Bella

Durmiente. “Lorraine se quedará contigo. ¿Hueles esas galletas que se están horneando?”

Lizzie no esperó por una explicación. Asintió y caminó directo a las escaleras hacia

el apartamento de Lorraine.

“El gerente de la estación dijo que un hombre fue llevado a Honore”, dijo Carlton.

“Vamos”.

Le di a Lizzie un beso de buenas noches, sin saber el destino de su papá. Sus ojos

estaban vacíos de cualquier sensación de peligro mientras que los míos se llenaron de

miedo a lo desconocido.

El Thunderbird rebotó en la rampa del estacionamiento del hospital. Nos lanzamos

al vestíbulo principal, dirigiéndonos a la sala de emergencias. Nos encontramos con la

misma enfermera que nos recibió cuando fuimos a ver al Dr. K.

“Hola”, dije. “Día ocupado”.

Echó un vistazo antes de reconocer a Carlton a mi lado.

“Pueden ver al Dr. K cuando deseen. Los anoté en su expediente”.

Carlton asintió con la cabeza con aprobación. “Esta vez estamos buscando a Gabriel

Barton”, dijo él.

“B-a-r-t-o-n”, dije para evitar confusiones.

La enfermera tecleó por unos segundos que parecieron una hora.

“Lo siento, pero no hay ningún Gabriel Barton aquí”.

“¿Está segura?” preguntó Carlton. “Revisa una vez más”.

Mis signos vitales estaban en crisis. No me había preparado para la posibilidad de

que Gabriel podría estar muerto. Siempre estuvo más allá de la muerte. ¿Cómo pude haber

perdido al único hombre que he amado? Puse mis codos en el escritorio del registro y

enterré mi cara entre mis manos. Todo mi cuerpo estaba a punto de implosionar. Y ya no

me importaba más. Si Gabriel había muerto, yo no tenía nada por lo que vivir.

“Trate de buscar por Tommy Sliwinski”, instruyó Carlton a la enfermera.

“Ese nombre sí lo reconozco”, dijo la enfermera. “Vino hace una hora. Sigue en

cirugía”.

“NO, NO”, grité mientras sentía la mano de Carlton detrás en mi espalda. “Sh-sh”,

dijo. “Mira a tu derecha”.

Gabriel se aproximaba rápidamente por el pasillo. Me lancé a él, casi lo hago caer

cuando me lancé a sus brazos. “Gracias a Dios que estás vivo. ¿Qué paso?”

“Tenemos que dejar de encontrarnos así”. Bromeó Gabriel, tratando de evocar una

simple sonrisa.

“No me hagas reír. Me duele hasta respirar”.

“Tommy está herido gravemente en su cavidad torácica”, dijo Gabriel. “Estuvo en

un accidente de auto, además de otras cosas. Un pulmón colapsado, y su pulso cardiaco es

errático. También le disparé en la pierna, pero nada fatal. El equipo de trauma reviso si

tenía disrupción en la aorta”.

Mi cabeza comenzó a latir, como si me hubieran golpeado con un disco de hockey

en la cara. Juro que podía escuchar la sangre corriendo por mi cerebro. Sabía que Tommy

nos había traicionado de alguna manera, pero no lo quería muerto.

“¿Qué es eso de un problema de disrupción de aorta?” le preguntó Carlton a

Gabriel.

“La disrupción aórtica traumática puede ser resultado de las fuerzas de corte de

accidentes automovilísticos de impacto de alta velocidad. Mi esposa Marie murió de DAT.

La aorta se rasga lejos del corazón. Los médicos de urgencias ven normalmente casos en

que la aorta se interrumpe solo parcialmente. Tommy se quedará unos días en el hospital

bajo observación para asegurarse de que se recupere completamente. Puedes verlo en

cuanto lo transfieran a una habitación”.

Gabriel hablaba de manera tranquila y mesurada, tanto así que no podía decir qué

impacto, si es que lo hubo, las acciones de Rebecca, Víctor y Tommy habían tenido en él.

“No quiero ver a Tommy ahora”, le dije a Gabriel. “¿Cómo estás tú?”

“Siento como su hubiera estado en un campo de batalla. Llamé a mis amigos del

FBI para ver qué saben”.

“¿FBI? ¿Cómo entran ellos en este problema?” pregunté.

“Carlton ¿Habrá algún lugar donde podamos hablar en privado?” preguntó Gabriel.

“Vayamos a la oficina del CEO. Debe haber alguna sala de conferencias cerca”.

Mientras los tres subíamos al ascensor vacío, Gabriel se abrió. “Todavía estoy

tratando de entender todo esto. Tommy estaba volviéndose loco en la ambulancia.

Divagando acerca de ser enviado a Guantánamo. Comenzó a confesarse, tratando de cortar

algún tipo de acuerdo conmigo. Por lo que puedo decir, Tommy se involucró con Rebecca

en medio de nuestra investigación. Creo que fue cuando descubrió que ella vivía en esa

mini mansión en Clarence”.

“Gran cosa”, dijo Carlton. “Tommy también era relativamente rico”.

“Exacto, él era rico, en el pasado”, dijo Gabriel. “Pero la recesión de casas tomó

una gran parte de sus ahorros”.

“Ajá, ¿y?” dije.

Las puertas del ascensor se abrieron, y el asistente del CEO reconoció a Carlton

inmediatamente. Después de una breve explicación de su parte, fuimos llevamos a una sala

lujosa, completada con un sofá de cuero Balmoral, sillones a juego y un bar. Me acomodé

junto a Gabriel y continuamente frotaba su pierna para afirmar que estaba vivo. Carlton se

quedó cerca de la puerta.

“Tommy estaba husmeando alrededor de la CDC incluso antes de conectarlo con

Rebecca. No podía entender por qué la agencia no fue contactada por los abogados de los

demandantes para buscar originalmente lo que mató a los Seis. Lo que no sabía era que el

CDC sí había sido contactado, pero Seguridad Nacional les dijo que se apartaran”.

“Suena a otra mentira de Tommy”, dije.

“Mi gente confirmó con un contacto que tengo en Seguridad Nacional. Nada está

por encima de nivel de pago de mi amigo. Está bastante seguro de que Rebecca fue

contratada por los federales para desarrollar clandestinamente una manera de transmitir una

enfermedad mortal. Uno que pudiera ser usada como un arma biológica en contra de los

terroristas industrializados de la nación. Cuando supieron que ella estaba usando ECJ como

un arma fuera del laboratorio, fueron a detenerla. Es por es eso que el FBI la estaba

persiguiendo. Iba a ser llevada bajo custodia protectora, pero los agentes fueron asesinados.

Rebecca se fue en un Gulfstream con los francotiradores que mataron a los agentes del FBI

e incendiaron los autos. Ahora mismo, nadie sabe quién está detrás del gran escape”.

“¿Me estás diciendo que Seguridad Nacional es responsable de la muerte de los

Seis?” El rostro de Carlton miró hasta el pecho de Gabriel. “¿Y quién diablos podía pagar

los cincuenta millones de dólares necesarios para comprar ese jet privado en el que Rebecca

se escapó?”

“No sé quién sabía qué, cuándo, pero los federales financiaron inicialmente su

investigación. Ellos estaban pagando por los cadáveres entregados por Vivir por Siempre a

Kingston”, dijo Gabriel. “Dudo que le hayan permitido usar a los Seis como conejillos de

indias. Debió haberse cambiado de bando”.

“¿Entonces qué sacó Tommy de esto?” pregunté.

“Rebecca sabía que los federales estaban detrás de ella y necesitaba a alguien para

hacer interferencia con Seguridad Nacional. Tommy afirmó que tenía un contacto, pero él

la estaba engañando a ella. Solo conocía a un tipo de bajo nivel. Rebecca no sabía eso.

Tommy dijo que le prometió pagar doscientos cincuenta mil dólares para comprarle algo de

espacio para respirar. Se supone que el dinero salía de los fondos que los federales le dieron

para averiguar cómo transmitir ECJ”.

“¿Entonces los federales estaban pagándole un cuarto de millón de dólares a

Tommy para joderse a ellos mismos?” dijo Carlton. “¡Qué gobierno tan estúpido!”

“Lo dudo. El dinero de los federales estaba en espera cuando se dieron cuenta de

que Rebecca se había hundido. Pero cerca de un millón de dólares fue transferido a una

cuenta que Rebecca tiene en las Islas Caimán”.

“¿Y la fuente de ese dinero?” pregunté.

“Vino de otro país”, dijo Gabriel. “Mi contacto en SWIFT dice que el dinero y

mucho más provenía de la República Democrática Popular de Corea”.

“Entonces Rebecca se puso en contacto con su tierra natal”, dijo Carlton. “Su padre

debe estar retorciéndose en su tumba”.

“¿Sobrevivió el Dr. K?” preguntó Gabriel.

“Está aquí”, dijo Carlton. “Vayamos a verlo para ver si podemos llenar los espacios

en blanco”.

Los tres nos dirigimos a la UCI donde el Dr. K descansaba. Había una cánula de

oxígeno metida en su nariz, y su respiración era dificultosa. Vendas anchas enfundaban su

pecho, y un monitor continuaba pitando, confirmando que estaba vivo.

Carlton se puso al lado de la cabeza del Dr. K. “Necesitamos algo de información si

estás dispuesto a eso”. Gabriel hizo subir la cama del hospital y se paró al lado de Carlton.

Yo estaba en el lado opuesto de la cama, y tomaba la mano del Dr. K.

“Fui atacado por una mujer con la que tuve relaciones íntimas”, gimió el Dr. K. “He

pasado diez años construyendo Kingston. Ahora mi tonta atracción por esa mujer está a

punto de destruirlo. Iba a matar a millones”.

“¿Entonces no sabías nada?” preguntó Gabriel.

“Escuché un anuncio de servicio público en la radio mientras manejaba a la oficina.

Cuando confronté a Rebecca, se volvió loca. Me golpeó en la cara con ese 2”x4”. Debió

haberlo tomado de la habitación que está siendo remodelaba al otro lado del pasillo. Lo

siguiente que recuerdo es ver a la Srta. Sliwinski”.

“Rebecca dijo que él era inocente”, añadí mientras Gabriel se acercaba a mí.

“¿Y le creemos por qué?” susurró Gabriel en mi oído.

“Conozco un gran abogado que puede ayudarte”, dijo Carlton. “Lo importante es

que estás vivo. Fuiste engañado, tan sencillo como eso”.

La empatía me envolvió, y abracé al Dr. K. “Todo va a estar bien”, dije. El cerró sus

ojos. Me sentí abrumada por la incertidumbre del futuro. No solo por el del Dr. K, pero por

el de todos nosotros. Pero al menos sabía que Gabriel estaba vivo, y en ese segundo eso era

lo único que me importaba.

Capítulo 48

Carlton llamó un taxi para volver a su casa mientras Gabriel me llevó a casa en el

Thunderbird.

“¿Está Lizzie con Lorraine?” pregunté.

“Llamé a casa desde la ambulancia. Lizzie piensa que estoy cenando con Wally.

Lorraine lo tiene cubierto”.

Cerré mis ojos, aliviada de que su hija estaba a salvo e inconsciente del peligro en

que había estado Gabriel. Acaricié la frente de Gabriel. “¿Dónde ha estado Wally estos

días? No he visto el Bentley siguiéndome últimamente”.

“Él y Rosie están en algo. Él la lleva a donde sea que ella quiera. Mi gente los ha

visto juntos en juegos de bingo y en el boliche. Supuestamente son inseparables. Marie

estaría feliz de que su madre tiene un alma gemela. ¿Alguien fue infectado?” Gabriel hizo

una mueca mientras estacionaba en la entrada de mi casa.

Presioné mis manos gentilmente sobre sus hombros. “Nadie se hizo el examen. Las

emisiones cerraron la feria de la salud por completo. Eres un héroe, así de simple”.

“Anika Regina Sliwinski, tu eres la verdadera heroína. Tú fuiste la que empezó esta

investigación. Vinny y Giovanna estarían orgullosos de ti”.

“No puedo creer que Tommy estuviera en lo correcto”, dije. “Estas personas fueron

asesinadas porque fueron a la misma feria de salud. Fue una suerte que vivieran en la

misma zona postal del mercado de Tommy”.

“Sí, pero al final, no le importaba”, dijo Gabriel. “Todo lo que quería era dinero”.

“¿Qué le pasara a Tommy?” Traté de mantener mis células cerebrales de la

implosión y que se filtraran por las orejas.

“Por ahora, digamos que los trajes lo están vigilando en el hospital. Hasta ahora

nadie, excepto tú, Carlton y yo, sabe lo que paso. Y no tenemos todos los detalles. Me

agrada Tommy, pero hizo cosas realmente malas. Necesito tiempo para entender esto. Sé

que te mataría si él fuera a prisión. Y yo no haré nada que te hiera de alguna manera”.

“No creo que Tommy haya matado a nadie. Cuando éramos niños, ni siquiera

aplastaba una hormiga”. Comencé a llorar, molesta con Tommy pero aliviada de que

Gabriel me protegería de todo.

“Dudo que Tommy haya matado a Twanya, y definitivamente no hubiera ido tras de

ti. Rebecca probablemente había contratado a alguien para eso. Mi gente lo averiguará.

Pero ahora que la investigación ha terminado, supongo que ya no tengo trabajo”, dijo

Gabriel sin expresión.

“En realidad no ha terminado”. Acaricié el pecho de Gabriel. “Todavía no sabemos

dónde está Rebecca y quién la ayudo a escapar”.

“Siempre habrá un chico malo que se escapa”, dijo Gabriel. “Es como jugar a

‘aplasta al topo’. Te encargas de un chico malo, y el otro toma su lugar al día siguiente”.

“¿Qué pasa si Rebecca manda a alguien contra nosotros?”

“Te protegeré, a menos que estés planeando botarme a mí y a Lizzie”.

“Iba a sugerir que ustedes dos se mudaran conmigo. Me gusta ser parte de una

familia”.

“No se puede, Anika. Tu casa está muy lejos de la escuela de Lizzie. No quiero más

agitación en su vida este año. Finalmente se ha acostumbrado a una rutina. Creo que

deberías mudarte con nosotros. Pensándolo mejor, una vez que entendamos todo esto,

deberíamos mudarnos todos a Charlottesville”.

“Si nos mudamos, tendré que renunciar de Premier”.

“Ese es exactamente mi plan. Y no me importa si Carlton levanta un escándalo. Le

has dado lo suficiente a esa empresa”.

“Dudo que él regrese a Premier. Carlton ya sugirió que tú y yo trabajemos con él en

el futuro”.

“¿Haciendo qué? Soy un contratista de defensa y Carlton no ha tenido que trabajar

un día en su vida. Lo único que tenemos en común es que ambos te adoramos”.

“A mí me parece una perfecta base para seguir adelante”.

NOTA DEL AUTOR

Este libro es un trabajo de ficción y no pretende ser nada más. No implica de

ninguna manera que algún miembro del Departamento de Seguridad Nacional, la Oficina

Federal de Investigaciones, o los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades

harían ninguna de las acciones ficticias atribuidas a ellos.

Los lectores que conozcan el sistema de salud entienden que las sociedades de

gestión de la salud que cotizan en bolsa y sus hospitales no son ni sede ni operativo en el

estado de Nueva York. Dicho esto, el inventar y distorsionar algunos hechos son

reconocidas herramientas de cualquier escritor de ficción, así que por favor abstenerse de

ponerse en contacto conmigo para señalar varias meteduras de pata fácticas y jurídicas. Esta

obra fue escrita para entretener y no pretende ser una crítica de nuestro sistema de salud y

los sistemas jurídicos. En caso contrario, me encantaría saber de ustedes.

La enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, la enfermedad de Alzheimer y el Trastorno de

Estrés Postraumático son muy reales. Los pacientes que sufren de cualquiera de estas

enfermedades, así como de sus cuidadores, merecen nuestra comprensión y apoyo.

Mientras que Gabriel Barton es puramente una creación de mi imaginación, no es

secreto que cientos de hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos

sufren de TEP. No puedo imaginar un trabajo más difícil que la que todos los miembros de

las Fuerzas Armadas a comprometerse diariamente con el fin de proteger a este país. Rara

vez se reconocen públicamente cuando hacen bien, pero por desgracia sí nos enteramos de

las raras ocasiones en que sucede algo malo. Ellos viven con esta injusticia y por esta y

muchas otras razones, los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas de los Estados

Unidos merecen el respeto y la admiración de todos los estadounidenses. Ellos son mis

héroes, así de simple.