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El rey búho Texto de Ungulani Ba Ka Khosa Ilustraciones de Americo Amos Mavale

El rey buho

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El rey búhoTexto de Ungulani Ba Ka Khosa

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–En aquellos tiempos, tiempos antiguos, el mundo era tan palpable y pequeño que los gestos se sobreponían al habla común de las personas. Bastaba una señal con la mano, un gesto con la cabeza, un rascarse la

espalda, un cambio de pie, una sonrisa abierta, un batir de palmas o un movimiento de cadera para que los animales entendieran el mensaje

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humano. A los animales, aves o reptiles, mamíferos o batracios, les bastaba un ladrido, balido o rugido, canturreo o zumbido, para que la comunicación se estableciese, hijo.–Eran buenos tiempos.–Así es. La imaginación y la realidad se entrecruzaban, enlazándose y desenlazándose. La frontera entre la realidad y la imaginación era tan frágil que eran pocos los que conocían el margen que las separaba. Y era así porque la mentira aún no se había inventado.–¿Y cómo apareció, papá?–Fue durante el desconcierto que los humanos crearon entre los búhos y los demás pájaros.–Cuéntamelo.–Antes vamos a cantarle al Árbol madre, protector de los espíritus.

Zu, zuum zuuum, zuum¡Ábreme la puerta, Árbol madre!¡Ábreme! ¡Ábreme la puerta!¿Quién eres?Zu, zuum, zuuum, zuumSoy tu hijo humano, Árbol madre. ¡Soy yo, tu hijo humano!¿Qué quieres, pies largos?Zu, zuum, zuuum, zuum

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La protección de los espíritus, Árbol madre.¡De la mirada del búho!Zu, zuum, zuuum, zuumÁbreme la puerta, Árbol madre.La puerta está abierta.Que la paz esté contigo, Árbol madre.Zu, zuum, zuuum, zuum

–En aquellos primeros tiempos, hijo, los humanos y los animales convivían codo con codo, divirtiéndose, ayudándose unos a otros y acotando sus zonas de influencia. A los humanos, por el don que siempre tuvieron de entender las lenguas, se les concedió el privilegio de convivir con todos. Era frecuente verles compartir los ratos libres con los leones bajo la amplia y confortable copa de los árboles de la sabana; o celebrar la llegada de la noche con los murciélagos que salían en torbellino de las cuevas en busca del alimento nocturno. Algunas veces cabalgaban a lomos de los rinocerontes por las profundidades de los ríos, sonriendo a los peces y burlándose de la eterna tristeza de los cocodrilos. El mundo era tan transparente que el cielo y la tierra y las aguas se mezclaban en las voces y en los cantos, logrando una armonía que el tiempo haría desaparecer.

–Había paz.–Así es, hijo. Había paz.–¿Y cómo empezó el desconcierto?–Cantemos.

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Zu, zuum, zuuum, zuum¡Soy tu hijo humano, Árbol madre! Soy yo, tu hijo humano.

–Cierto día, y sin razón aparente, los pájaros se acercaron a los humanos y de aquel modo simple y tan suyo de comunicarse –pssiu, psiuuu, psiu, psiuuu– dijeron:

«–Hemos decidido escoger un jefe, raza de pies largos.–¿De qué os sirve escoger un jefe si tenéis el cielo que os protege? –Es en la tierra, raza de pies largos, donde pueden surgir los problemas.