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EL UNIVERSO DRAMATICO J.G. Bennett Volumen Uno LOS FUNDAMENTOS DE LA FILOSOFIA NATURAL Londres Hodder & Stoughton

El Univ Dram Vol1 Capitulos1 2

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EL UNIVERSO DRAMATICO

J.G. Bennett

Volumen Uno

LOS FUNDAMENTOS DE LA FILOSOFIA NATURAL

Londres

Hodder & Stoughton

De dónde vengo? Quién soy yo? Con qué objeto he venido? Para volver de nuevo! Cómo puede aprender lo que ya se pero de lo cual no estoy seguro?

PREFACIO

No tenemos dudas de que nosotros los hombres tenemos nuestras raíces en el orden natural, pero podemos preguntarnos si nuestros frutos pertenecen al mismo mundo. La pregunta de que si existe alguna afinidad entre la totalidad de los hombres y el universo total, o si somos únicamente intrusos accidentales en la escena cósmica, es algo que le interesa a cualquier hombre, debido a que lo que uno crea tiene que ver con los valores que direccionan nuestras vidas. Una pregunta completa requiere una respuesta completa, y esta no puede darse excepto en términos de la total experiencia humana, incluyendo todo lo que el hombre ha aprendido en los últimos siglos acerca de él

mismo y del universo. Tal empresa es manifiestamente imposible de lograr a menos que toda la experiencia pueda llevarse a un sistema capaz de aprensión por este instrumento limitado y caprichoso, que es la mente humana. El “Systema Universi” ha demostrado algo que nunca se ha podido lograr, conduciendo a muchos de los poderosos intelectos dentro de un pantano de vana especulación. Desde el fracaso de la Cosmología de Hegel, el Panhylism de Comte, el Panentheism de Fechner, y el Panpsychism de Bergson -para nombrar únicamente cuatro ensayos destacados que abarcan todo un sistema- los filósofos han desistido de las preguntas sobre las preguntas para seguir el culto prevaleciente de la especialización en la esperanza de ser preciso en las pequeñas cosas que prueban ser seguras más que hablar vagamente sobre todo.

Mientras tanto, las fronteras del conocimiento humano han ido y venido en todas las direcciones –historia, prehistoria, y paleontología; etnología y religiones comparadas; sicología y fisiología, bioquímica, embriología, y genética; física, astronomía, y matemáticas- cada una ha aportado su cuota de hechos acertados que colectivamente han creado una situación que tal vez nunca antes hubiera existido en la larga historia de las culturas humanas. No necesitamos especular más acerca de muchas cosas que nuestros precursores le asignaron a la metafísica o a la teología; tampoco es aceptable hacer esto. La ciencia ha matado la vieja filosofía especulativa, pero no ha puesto nada en su lugar. Existe ahora frente a nosotros el material para una nueva síntesis; pero es tan inmenso en su extensión y tan perplejo en su variedad que ninguna mente humana puede direccionar una milésima parte de el. Ningún actual Pico della Mirandola puede desafiar el mundo erudito discutiendo cada materia conocida. Ningún actual Descartes se aventuraría a asegurar que domina todas las ciencias.

Y aún todas las síntesis son necesarias; a menos que todos los conocimientos puedan ser traidos dentro de un sistema coherente, tendríamos que abandonar la esperanza de encontrar el lugar del hombre en el universo o aún aceptar con piadosa resignación, dogmas que no tienen que ver con las lecciones de la ciencia natural, y conformarse con la continua división de los hechos y de los valores que han sido la causa principal de nuestra confusión actual.

Han pasado más de treinta y cinco años desde que , en la primavera de 1920, me convencí de que muchos de los espinosos problemas se resolverían si pudiéramos sobreponernos a la deficiencia de pensar en términos de que los eventos sean en espacio y en el tiempo únicamente, y se pudiera ampliar nuestro horizonte para incluir la dimensión que no hemos visto y que no hemos explorado de la eternidad. Yo me he puesto a estudiar los dilemas de la ciencia y la filosofía, tal como las etéreas paradojas o las “antinomy” de la libre voluntad y de las leyes universales , para ver si el material para conocer la eternidad está descansando ante nuestros ojos sin que nos demos cuenta.

Rápidamente después de que conocí a G., quien me hizo ver que no era suficiente conocer más, sino que era necesario ser más si queremos penetrar el velo del espacio y del tiempo. En los años siguientes, aprendí de él los elementos de una cosmología comprensiva que prometía reconciliar el hecho y los valores y establecer los fundamentos de una nueva “Weltanschanuung”. La cosmología de G., aunque a grandes rasgos era magnífica, estaba, sin embargo, lejos de adecuarse a los datos de la ciencia moderna. Por muchos años, yo luché con el problema de reconciliar las dos. Finalmente, en 1940, decidí iniciar un comienzo más libre, y empecé a escribir este libro. Poco a poco empecé a poner los fragmentos en su lugar, y me dí cuenta que la sistematización de toda la experiencia humana era más que una remota posibilidad. La tarea estaba más allá de mis propios poderes, y no podría haber sido intentada sin la cooperación de los especialistas quienes me ayudaron con lo que yo consideraba que era el problema crucial, la demostración de que las ciencias matemáticas y físicas requerían un marco más amplio de dimensiones que aquellas del tiempo y del espacio, aún las que se generalizaron por el trabajo de Minkowki y Einstein.

La empresa continúa expandiéndose, y se aclaró que los dos grandes problemas de sistematizar todos los hechos y de reconciliar todos los valores podían completarse únicamente si pudiéramos hacer a un lado para siempre la estrecha concepción terrestre que son los vestigios de la Edad Media y todavía domina toda discusión de los destinos de la humanidad.

El presente volumen trata únicamente con la sistematización de los hechos; pero fue escrito paralelamente con el segundo volumen, el cual espero preparar para su publicación dentro de uno o dos años. Unicamente si se leen juntos puede destacarse la importancia del trabajo en la pregunta de cual es el lugar del hombre en el universo, y está aparece. Mientras tanto, quisiera aclarar que este libro no es la presentación de la cosmología de G. Es mi propio ensayo, y mucho de lo que contiene se deriva de fuentes que no están conectadas con las enseñanzas de G. Pretendo una presentación accesible, no únicamente a filósofos profesionales, sino para cualquier lector que esté preparado para emprender la tarea considerable de mejorar sus concepciones básicas y ganar en familiaridad con la terminología especial necesaria para evitar asociaciones equivocadas. Sin embargo, no podría haber sido escrito sin la estimulación de la inspiración de G. dentro del esquema cósmico, tampoco sin la conexión con sus métodos los cuales tuve la fortuna de recibir de él personalmente, y de gran pupilo y exponente, P.D. Ouspensky.

Poco antes de la muerte de G. en octubre de 1949, hablé con él sobre este trabajo y le consulté sobre la línea que estaba tomando. El mostró por medio de sus comentarios que la totalidad abarcaba sus implicaciones, pero negaba cualquier interés personal, diciendo, “Es su trabajo y no el mío, de todas formas, será una buena publicidad para los cuentos de Beelzebub”, refiriéndose a su propio trabajo, “All and Everything”, publicado después de su muerte en 1950. Yo acepté esta valoración. En “All and Everything” de G. existes visiones mucho más profundas que las que yo mismo

pudiera haber logrado, y el lector que sienta la necesidad de encontrar, no únicamente una nueva forma de ver el mundo, sino una nueva forma de vida, le aconsejo tomar el trabajo de G. y estudiarlo como yo lo hice. Tal vez después de treinta lecturas hechas cuidadosamente, todavía descubro en el nuevas profundidades de significado y, me complace decirlo, nuevas evidencias que las principales concepciones de mi propio trabajo están de acuerdo a las intuiciones directas de un genio al cual no dudaría de describir como un superhombre.

Entre las muchas “migajas de la tabla de las ideas” de G. que nutrieron mi pensamiento, tengo como de primera importancia la doctrina del “Mantenimiento Recíproco” de acuerdo a la cual cada entidad reconocible en cada escala de la existencia participa del intercambio universal de las energías, soportando y siendo soportado por la existencia de otros. El Mantenimiento Recíproco es la piedra angular de la enseñanza de G. en la medida en que ilumina los hechos y los valores, y es uno de sus principales desafíos de sus originales concepciones. El no deja detrás de él ningún sistema de pensamiento ordenado, ni parece estar interesado en sistematizar su exposición, dejando a sus seguidores que cosechen el fruto de las ideas que él sembró.

Muchos libros han aparecido tratando uno u otro aspecto de las enseñanzas de G. y de sus métodos, y todavía más aún han sido inspirados por sus ideas sin mencionar sus fuentes. Yo no quiero reclamar la autoridad de G. para nada de lo que yo he escrito, ni aún por la interpretación que yo hice sobre sus propias palabras escritas; pero quiero reconocer la inspiración de sus enseñanzas, y tal vez, aún más, la influencia de su individualidad sobre mi vida.

La forma del libro en sí mismo es una parte integral de la exposición, de la cual sostengo que la sistematización del material demanda la sistematización de la presentación. La división en dos partes corresponde al dualismo del racionalismo y del empirismo el cual el libro pretende reconciliar en las triadas correlativas del Funcionamiento, del Ser, y de la Voluntad y de los modos de la existencia “Hyponomic”, “Autonomic”, y “Hypernomic”. Procediendo de esta forma, lo racional y lo empírico están forzados en cada nivel a llegar a su término. Tal método apenas ha sido practicado hace cincuenta años; para nuestro conocimiento empírico todavía no ha sido comprensible suficientemente para llenar los vasos de la especulación racional. Ahora se han volteado las cosas, y la especulación, aún la más audaz, está aplastada por la avalancha de los descubrimientos empíricos.

Por necesidad este trabajo está desigual, en pocos de las materias tratadas puedo asegurar las reivindicaciones de los especialistas, pero me he propuesto hasta donde he podido en mantener la balanza entre todos los ramos de la ciencia sin tener en cuenta mis estudios particulares. Este libro estará inevitablemente lleno de errores, omisiones, faltas de evidente selección, y de inadecuadas síntesis. No ha sido mi propósito producir un compendio de las ciencias o del sistema natural en el estilo del sigo diecisiete. He tratado de llevar a cabo la más azaharosa tarea de mostrar que la

experiencia en sí misma cuando se interroga pacientemente nos enseña su propia lección y nos responde la pregunta de si el hombre sí o no en su totalidad y el universo en su totalidad son manifestaciones de las mismas leyes y están hechos bajo los mismos patrones.Yo hubiera querido escribir en un lenguaje que pudiera ser seguido por cualquier lector serio. Desafortunadamente la materia a tratar es tan vasta que el uso de signos especiales para describir nociones complejas y repetidas era inevitable. Para muchos propósitos los signos verbales han sido suficientes, pero en los capítulos 13-16 el uso del simbolismo matemático hubiera podido evitarse únicamente si se hubiera hecho una exposición demasiado larga. Existe, sin embargo, en el libro un poco de matemáticas, cientos de páginas de análisis matemático han sido omitidas o condensadas dentro de los tres apéndices, ni tampoco intenté frecuentemente ordenar y presentar una selección de la evidencia para soportar algunas de las afirmaciones hechas. En consecuencia, debido a estas limitaciones de una naturaleza práctica, muchos pasajes tienen la apariencia de especulaciones infundadas o, lo que es aún peor, de una selección parcial de una material ilustrativo. Lo único que puedo esperar es que aquellos que se den cuenta de que debemos, a toda costa, descubrir las formas de observar todas la ciencias naturales que han descubierto en los últimos siglos “como un coherente todo” estaremos preparados para convertir el método en un proceso; y, si existen especialistas en una u otra materia que se haya tratado, en vez de caer en los vacíos corregir los errores y no condenar la empresa.

Soy consciente de mi actual y predominante deuda con G. También quisiera expresar mi gran aprecio por aquellos que me han ayudado en mi tarea. El primero es Mr. (ahora profesor) M. W. Thring, quien dedicó cientos de horas a la búsqueda de formas para interpretar los conceptos de tiempo y de eternidad en términos matemáticos. Sin su brillante labor los capítulos centrales de este libro no hubieran podido ser escritos. Después de él, la tarea fue tomada por Mr. R. L. Brown, con quien desarrollé la geometría seis-dimensional del capítulo 15 y clarifiqué para mí mismo todas las diferencias importantes, nunca hasta ahora hechas, entre las tres dimensiones internas del tiempo, la eternidad y “hyparxis”. El último término ha sido introducido para determinar que lo que parece el tiempo es lo que hace posible determinar las condiciones por medio de las cuales aparecen, interaccionan y se unen las consciencias- En el capítulo 4 en nuestro lenguaje, he recibido mucha ayuda por los consejos y la crítica de Mr. Henry Boys, y en los capítulos que tienen que ver con biología por el Dr. Isobel Turnadge. El Dr. Maurice Vernet me ha ayudado de dos formas, por medio de sus libros y por medio de muchas discusiones fructíferas y ha estado muy halagado al ver que hemos llegado a las mismas conclusiones que tienen que ver con la naturaleza y con el rol de la vida partiendo de puntos de vista muy diferentes. Mr. Anthony Pirie ha leido todo el trabajo de prueba.Mis pupilos del Instituto para los Estudios Comparativos de la Historia, de la Filosofía y de las ciencias me han proporcionado un indicador con sus reacciones sobre las varias lecturas de los manuscritos en los grupos de estudio y en los cursos de verano.

Durante los quince años desde que empecé a escribir este libro, ha sido revisado y completamente vuelto a escribir al menos una docena de veces. La ardorosa tarea de interpretar mi idioma y mi escritura lo hizo durante los primeros nueve años Miss Cathleen Murphy, y durante los últimos cinco años Mrs. Joan Cox. Mrs. E. Sawrey-cookson trabajó durante dos años para mejorar la presentación. A estas tres mujeres, y a muchas otras que me ayudaron, tengo una deuda de gratitud. Los que publicaron el libro, y en particular, Mr. Paul Hodder-Williams me estimularon y me alentaron en esta tarea; han pasado diez años desde que el libro debería haber sido publicado. Han pasado años tras años y el trabajo estaba sin terminar, su paciente confianza de que el trabajo debería ser completado nunca falló. Estoy en verdad muy agradecido a ellos.

No obstante toda la ayuda que recibí, estoy consciente de lo lejos que el libro está en quedarse corto en los estandartes de Hartmann o de Lotze. La única justificación para esta publicación es el convencimiento de que la tarea de sistematizar todo el conocimiento humano no puede demorarse más y el darse cuenta que aún aquellos especialistas mejor cualificados, incluyendo filósofos profesionales, fallarían al tratar este azaharoso camino.

Las tareas que quedan para ser completar son dobles. Debemos primero buscar un sistema adecuado y coherente de valores que nos ayuden a entender porque los hombres existimos y como debemos vivir para justificar nuestra existencia. El mundo moderno obstinadamente, y adecuadamente, no quiere usar los viejas formas de sistemas y teologías que ya no están de acuerdo a la cosmología ni a la experiencia. De hoy en adelante, no podemos aceptar lo que sentimos si no lo entendemos y tampoco actuar según un “imperativo categórico” que trate de evocar el consentimiento de nuestras sensaciones. La especie humana, que debe ser vista como un seres individuales, está pasando de la niñez a la adolescencia. No podemos estar todavía satisfechos con las creencias ingenuas y las especulaciones que nos han dado forma a nuestro comportamiento en los días de nuestra infancia.

A medida que la experiencia se acumula debería, más y más , tomar lugar la fuente principal de juicios, pero los valores descubiertos en la experiencia subjetiva pueden ser satisfechos únicamente si se confirma una evidencia convincente de que son válidos y significativos también en la escala cósmica.

Debemos, sobre todo, desconfiar de cualquier valor del sistema que sea aplicable únicamente a la vida humana en la tierra o alguna descripción fantástica de vidas similares en otros mundos, aquí o en el “más allá”. En el actual volumen he enfatizado la homogeneidad de los hechos en todas las escalas y niveles. Lo que debería llamarse la “intuición cósmica” nos obliga a exigir una homogeneidad universal similar en cualquier sistema de valores aceptable. Esto requiere, "inter alia”, una reconciliación comprensiva de valores y hechos que pueden encontrarse únicamente en algún tercer principio capaz de armonizar toda la experiencia posible y de darle significado a toda la posible existencia. El esfuerzo para expresar la

naturaleza de este principio reconciliador universal es la segunda tarea que debemos tomar.

Si esto sucede, y esto será una evidencia de que nuestro destino está guiado, o al menos influenciado por, algún Poder Superior, es decir, en esta fase crítica, nuestro conocimiento del universo, incluyendo aquel de la naturaleza humana y de la historia humana, ha crecido inmensamente. Existe cada razón para esperar de que el avance continuará y otorgará sobre la humanidad un gran poder de acción mayor que en cualquier otra época del pasado. Las actividades destructivas y auto destructivas de la raza humana han ganado una espantosa velocidad. Aunque existen signos de acciones que lo contrarrestan, la humanidad está todavía lejos de haber comprendido el alcance de haber revaluado los valores si queremos sobrevivir. Afortunadamente existe grandes esperanzas de que el crecimiento del conocimiento está preparando el camino para comprender mejor el verdadero significado de la vida en la tierra y del orden universal. En la medida en que nos volvemos más conscientes de la leyes que gobiernan las transformaciones universales de la energía debemos cambiar nuestra actitud hacia nuestros valores del sistema también. Un elemento importante en esta revaluación debe ser el abandono de la estética humana y de las ataduras en la tierra de las teologías. Todo lo que existe, grande o pequeño, tiene que ver con la búsqueda de valores, y nosotros los hombres debemos aceptar el hecho de que nuestra pequeña escuela, la tierra, no es el centro del universo.

No podemos, sin embargo, estar satisfechos con la mera negación de la geocentricidad. Si nuestros valores son universales y positivos, debemos encontrar la llave para comprender el “por qué” y el “qué” del procesos cósmico. El postulado de la homogeneidad de los hechos y de los valores prueban ser un instrumento del poder ilimitado y cuando se aplica a la elucidación de la Doctrina del Mantenimiento Recíproco nos puede dar una enseñanza de trabajo para todas la preguntas fundamentales de nuestra existencia. No podemos esperar hacer más que darle significado a lo poco que he aprendido de otros y a entenderme a mí mismo en el esquema cósmico.

J. G. Bennett.

Coombe Springs, Junio 1956.

INTRODUCCION

Deben existir significados para ser lo que uno es. Esto también significa ser uno mismo en un medio ambiente que no es uno mismo. La ligazón entre ser o no ser es la condición de la existencia, pero también es su limitación. Para poder existir, cada entidad está llamada a resistir el apoderamiento de su medio ambiente. De nuevo, la existencia debe ser observada como el balance de la persistencia y de la decadencia. Vivir y morir son las tramas y los urdidos de nuestra experiencia. A medida que se ellos se pongan en oposición, cada entidad se ve envuelta en un proceso de ajuste entre sus propias necesidades y la presión del medio ambiente. La sensibilidad es la condición de su ajuste. Entre más sensibilidad mayor el grado de ajuste posible. Esta sensibilidad puede observarse como un factor de reconciliación entre las fuerzas de resistencia y de decadencia. La consciencia es el conocimiento que acompaña la sensibilidad. De tal forma podemos medir el grado de ser por el grado de sensibilidad de una entidad con las fuerzas que actúan sobre el. La consciencia puede ser definida como la condición de la existencia independiente.

La consciencia tiene un rango incalculable de variación, y nosotros los seres humanos podemos experimentar directamente únicamente un círculo cercano dentro de este

rango. Podemos ver aquí la analogía con la radiación electromagnética, la cual tiene un inmenso rango de intensidades dentro de las cuales podemos experimentar directamente únicamente un círculo cercano como la luz visible. Llevando la analogía más allá, podemos comparar el comienzo de la visibilidad a aquel nivel en el desarrollo de la consciencia en donde los seres humanos se dan cuenta de la necesidad de entenderse ellos mismos y también el mundo en que viven. Esta doble necesidad, la cual es en realidad una e indivisible, es aún más importante para los seres humanos que la lucha por la existencia. La lucha por la existencia es únicamente un aspecto de adaptación. Parece ser una activa auto afirmación, pero en verdad está más cerca de ser una reacción pasiva automática del estímulo del medio ambiente. La búsqueda de la comprensión es más que la lucha por sobrevivir. Es la lucha por vivir fructíferamente, llenando el propósito y el fin de la existencia.

La transición de la lucha para separar la existencia del esfuerzo hacia el armonizar la co-existencia requiere consciencia del medio ambiente tanto como consciencia de uno mismo. Debemos, sin embargo, darnos cuenta que la “consciencia del medio ambiente” es una frase que puede tener diferentes significados. En un sentido, debe tomarse como el poder de reconocer en el medio ambiente los medios para satisfacer las propias necesidades. De otra forma, significa tener la consciencia de un gran propósito que uno existe para servir. Entre estos dos sentidos existe una profunda diferencia que se refleja en dos actitudes diferentes hacia la ciencia natural. De acuerdo a la primera, los hombres estudian la naturaleza únicamente para el propósito de ganar maestría sobre su medio ambiente y para asegurar un lugar para ellos mismos y sus descendientes. La forma opuesta de verlo, ahora raramente desarrollada, es que los hombres se esfuerzan para entender el orden natural de tal forma que ellos mejor reconocen y completan el propósito de la existencia. La segunda interpretación produce demandas muy diferentes, y ofrece recompensas muy diferentes, para aquellos que se preguntan y quieren encontrar únicamente las formas para extender sus propios poderes. En cualquiera de las dos formas, las ciencias naturales se ven como un instrumento para el logro de los propósitos humanos. Sin embargo, las dos admitirán que su significado depende del propósito hacia el cual se dirige. Una actitud muy diferente está detrás de la forma de ver que el método científico es completo y determinante, y por lo tanto es la única fuente confiable del verdadero conocimiento y la mejor guía para un comportamiento exitoso. Esta forma de ver ha sido ampliamente mantenida y debemos empezar por examinar el clamor de las ciencias naturales como si fueran los mejores y últimos logros de los genios humanos. El clamor está comunmente justificado al invocar su éxito al liberar al hombre de sus miedos suspersticiosos del orden natural, , al darle a él la habilidad precisa de predecir los eventos futuros, y de permitirle transformar los materiales y de liberar energías de tal forma que le ha dado tiempo libre y grandes oportunidades que no tenía en el pasado. Algunos de los reclamos son de dudosa validez. De ninguna forma es cierto que el hombre moderno está ya libre de supersticiones más que sus antepasados: el miedo a los demonios se ha trasladado al miedo a las enfermedades, a la pobreza, y a las formas de guerra que el hombre del pasado no hubiera siquiera imaginado. De otro lado, no

hay duda en verdad que la ciencia natural ha encontrado una forma de predecir con confianza los eventos futuros de cierta clase; como, por ejemplo, el resultado de un experimento que se ha llevado de una manera específica. Esta habilidad ha contribuido muy profundamente al desarrollo de la tecnología moderna y a todo lo que ha hecho la humanidad. El progreso de la tecnología hace que los hombres puedan disponer de materiales y energías que puedan satisfacer sus necesidades con cada vez menos desgaste de su propia energía y tiempo. Desde tiempos inmemoriables, el tiempo libre, en la forma de liberarse del trabajo duro, ha sido inseparable de los sueños del paraíso del hombre. Por lo tanto, no es sorprendente que la gente tenga la esperanza, y siga esperando, que la mayoría de edad de la ciencia se convierta en la edad dorada del final, de la felicidad inquebrantable para todas futuras generaciones. Tenemos, sin embargo, que reconocer que la habilidad para predecir el curso futuro de los eventos han sido aplicados con éxito únicamente para la satisfacción de las necesidades materiales de los hombres. Su gran triunfo ha sido en lo físico y en las ciencias químicas; aunque la biología y la economía no han tenido mucha evidencia de grandes éxitos en pronosticar el curso de los eventos considerados hasta hace poco como impredecibles.

Desde los inicios de la historia el hombre ha buscado conocer el futuro con el fin de asegurar su propio bienestar, y siempre que ha ganado este conocimiento lo usado en asumir tácitamente que sus propias necesidades son de suma importancia y le permiten ignorar las consecuencias que la satisfacción de ellas producen en el medio ambiente. El hombre siempre ha estado listo para perturbar el proceso de la naturaleza hasta el punto de destruirla con el fin de satisfacer lo que cree que son sus propias necesidades, y, a este respecto, no existe aparente cambio en su actitud desde los tiempos la Edad de Piedra hace miles de años.

Este deseo de conocer el futuro nace del instinto de la auto conservación más que del impulso de servicio. El hombre destruye el futuro debido a que el no comprende el tiempo, y especialmente debido a que da por sentado que vive únicamente en una época y que por lo tanto solo existe un futuro que contiene, todas sus esperanzas y sus miedos.

Nosotros frecuentemente pasamos por alto el hecho obvio de que cualquier futuro predecible ya está determinado y nada puede alterarlo. Este es el futuro del mundo físico, y el incuestionablemente existe; debido a innumerables predicciones acerca de el que se han hecho, no tenemos duda que predicciones similares serán igualmente de fiar en el futuro. Existen, sin embargo, junto al predecible futuro muchos impredecibles resultados futuros de la influencia de la consciencia, y aún de intervenciones sensibles en el mundo físico. Tales futuros tienen que ver primariamente con la relación entre los seres sensitivos y su medio ambiente.

El futuro predecible es seguro, pero no tiene esperanza. Existen futuros impredecibles, y la esperanza que ellos conllevan son proporcionales a su inseguridad. Estas

afirmaciones no deben verse como evidencias propias, y uno de los temas secundarios del presente libro será la discusión del verdadero significado del tiempo, del espacio y de la eternidad tal como el enmarque de los eventos. Debemos ver que esta predectibilidad no es una característica invariable del tiempo. Sin embargo, debemos aprender que la sed de seguridad puede satisfacerse únicamente con el precio de sacrificar la libertad.

Si los hombres empiezan a ir detrás de la seguridad y buscan una relación en lo impredecible, descubren que la concepción hasta ahora empleada por la ciencia natural es inadecuada. La demanda de lo predecible inevitablemente conduce al rechazo de lo impredecible. El asumir que la ciencia tiene que ver únicamente con los desalentadores conocimientos perseguir lo que no se conoce. Y todavía la ciencia en sí misma constantemente revela la importancia de lo desconocido y de los elementos impredecibles en los fenómenos naturales. Esto es tan cierto, que en el siglo presente, casi todas las ramas de la ciencia han postulado, como una parte necesaria de todos los procesos naturales, eventos inherentemente impredecibles, tal como los saltos de la cuántica en las mutaciones físicas y genéticas en la biología. El tiempo parece haber madurado, para un alcance más lejano o para una re-examinación de los principios de la filosofía natural. La superestructura ha ido más allá de sus fundamentos, y la importancia suprema de comprender el lugar del hombre en el universo se ha perdido de vista en la perpleja acumulación de hechos que, para la mayoría de las partes, tienen interés únicamente en su aplicación tecnológica. Estamos en peligro de olvidar que la demanda que le hacemos al universo para satisfacer nuestras propias necesidades es como si fuera hecha por una demanda menos imperativa del universo sobre nosotros para completar el propósito para el cual vinimos a la existencia. Olvidando esto, nuestra vida se vuelve desequilibrada y desbalanceada. Las consecuencias inevitables de tal desarmonía son tan obvias únicamente en el tiempo presente.

El hombre debe buscar más allá de su propia seguridad con el fin de encontrar una relación con lo impredecible y con lo desconocido; pro para esto también los métodos que él ha empleado hasta ahora han probado ser inadecuados. Uno de estos consiste en aceptar lo desconocido como infinito y por lo tanto incomprensible, y en continuar buscando una relación sin intentar entenderla. Esta es la forma de la “religión revelada”, y en épocas pasadas el concepto religioso ha jugado una parte dominante en determinar el curso de la vida de los hombres. Una dificultad seria en la forma religiosa es que cuando más de un individuo está implicado, la comunicación se vuelve necesaria. Ahora, la comunicación usualmente requiere de las palabras, y las palabras son la expresión de los pensamientos. Organizar la religión es por lo tanto obligatorio para expresar su relación con lo desconocido en alguna forma de lenguaje, y conlleva ciertas suposiciones como una referencia objetiva de la experiencia subjetiva. Estas presunciones se convierten en la base de la comunicación y de la acción concertada y, desde que por hipótesis no puedan ser verificadas, se transforman en dogmas que deben ser aceptados como válidos. De esta forma el medio de la religión parece involucrar, por necesidad, la formulación de credos. Tal como la ciencia natural

encuentra su justificación en predicciones exitosas en el curso de los eventos y el consecuente refuerzo de la seguridad material del hombre, de la misma forma la religión encuentra su justificación al proveerle a los hombres con un sentido de seguridad moral, y también en predecir el futuro de su estado consciente. La religión en el pasado tuvo éxito al quitarle a los hombres los miedos de los desconocido y de lo improbable, y por lo tanto ha sido un factor poderoso en la seguridad social.

Formulada de tal forma, los propósitos y los logros de la ciencia y de la religión parecen ser complementarios, por lo tanto el primero tuvo éxito en resolver los problemas de los hombres en manejar las dificultades de su material conocido de la existencia, y el segundo tuvo éxito en ajustar sus relaciones con el elemento desconocido e impredecible de toda la experiencia. En generaciones recientes muchos han creido que estos roles complementarios necesitan estar en conflicto, y que un hombre puede ser completamente científico en su actitud hacia los hechos y completamente religioso en actitud hacia los valores. Otros, incluyendo tal vez la mayoría de los científicos, han rechazado este compromiso, y han logrado la supremacía de los métodos de observación y experimentado todos los otros modos de conocimiento. Los hombres religiosos se han encontrado ellos mismos en una posición más difícil por la razón de que la comunicación los involucra en el uso del lenguaje que pertenece propiamente al dominio de lo que se conoce. De tal forma que todas las declaraciones conducen a hacer afirmaciones que tienen la apariencia de referirse a los hechos, mientras que en realidad son únicamente la expresión verbal de una experiencia muy difícil de comunicar.

Tales son todos los intentos para expresar en palabras la intuición de la divinidad o de discutir los problemas de valor en términos de tales palabras como la “verdad”, la “belleza”, y la “bondad”, las cuales se ha probado por medio de exámenes que no tienen un significado estable, ni que se puede verificar. Cuando se reducen a sus términos más simples y significativos, el propósito de la ciencia puede decirse que es la predicción del futuro predecible, y el propósito de la religión debe ajustarse al desconocido presente. Cuando se persigue cualquier propósito excluyendo el otro, o aún aparte del otro, está probado que no se pueden realizar. Ellos serán también irreconciliables si la ciencia natural fuera a clamar que todas las posibles formas de la experiencia humana puede llevarse al esquema de la transformación de la energía, y si puede ofrecer la esperanza de que todos los eventos futuros pueden predecirse. Tal clamor implicaría que el progreso de la ciencia puede conducir a los hombres a un paraíso en la tierra, e instalaría el método científico como la única guía y el árbitro del destino humano. De esta forma, si la religión fuera a clamar que toda la experiencia posible puede ser explicada en términos de la verdad revelada, y si además puede argumentarse con éxito que lo conocido, el predecible mundo de la ciencia física es solo una reflexión de una visión más amplia en donde lo desconocido y lo impredecible prueban ser la única verdad, entonces la forma de la religión en el futuro debe ocupar el lugar que tenía en la Edad Media como el único sitio en donde se podían tener todas las necesidades humanas. Los que proponen los dos puntos de vista se encuentran en

el presente, pero son una minoría, para la mayoría de los pensadores, científicos o religiosos, están convencidos que es necesario trascender las limitaciones de cualquier de las dos disciplinas y buscar un principio de unidad que nos permita a la humanidad ir más allá a un nuevo mundo, en el cual los hombres busquen un ajuste a los conocido y a lo desconocido dentro de una forma equitativa.

Ya no es posible buscar la satisfacción de las necesidades últimas humanas, ni por la forma del conocimiento ni por medio de la fe de la forma en que se ha hecho en el pasado. El nuevo principio de vida debe darle expresión a la intuición de la realidad que no es únicamente un compromiso entre los hechos y la fe, ni tampoco una combinación de los dos. Debe enseñarnos como lo que conocemos y lo que creemos son el principio de la misma realidad.

Observemos los requisitos que este principio debe satisfacer. En primer lugar, debe proporcionarnos nuevas categorías de pensamiento para tomar el sitio de las difíciles, lastimosas e inadecuadas formas que hemos heredado de Aristóteles y de los trascendentales filósofos alemanes. Cuando estas categorías fueron formuladas, la ciencia natural no había hecho los prodigiosos avances de los dos últimos siglos. En cualquier evento, las ciencias naturales deben permanecer limitadas en sus formas de expresión tanto como ellas tengan que ver con su casi exclusiva forma previsible. Si la ciencia va a trascender sus limitaciones, debe, primero que todo, reconocerlas. Solo después será posible ir más allá de sus formas cerradas de pensamiento dentro de las cuales la intuición científica está ahora limitada. Es necesario ser capaz de pensar y de hablar en nuevas formas sobre cantidad tanto como sobre calidad.

Casi lo mismo puede decirse de la experiencia religiosa la cual, por siglos, ha estado limitada dentro del cerco de las nociones terrestres de la naturaleza de Dios y del hombre. El universo tal como lo conocemos hoy en día nos debe inspirar un sentido de respeto y reverencia, profunda, tal vez más ineludible que aquel que se evoca por medio de la concepción de la Divinidad que encontramos en el Viejo Testamento, en la mitología griega, o aún en los Vedas Sáncritos. En los tiempos actuales los hombres religiosos no parecen sentir la necesidad de expandir sus concepciones de la divinidad, comparables a la compulsión sentida por los científicos de reformar sus formas de pensar. Sin embargo, un hombre religioso se encuentra él mismo en desventaja cuando busca defender sus nociones contra la objeción peligrosa parecida a las creencias tribales que repudiaría como anticuadas supersticiones. Las creencias religiosas terrestres no pueden más ser sostenidas, pero los hombres se agarran a las formas antiguas de credos aún cuando es evidente que su eficacia ha desaparecido.

Es necesario construir un paso audaz que el más peligroso en nuestra búsqueda de una comprensión de los desconocido y de lo impredecible sin perder contacto con aquello que puede ser visto y tocado, pesado y medido. Estamos en desventaja desde el principio por la incapacidad de la mente humana de entretenerse en un simple alcance de consciencia en gran cantidad de nociones diferentes e independientes.

No podemos, en este ejemplo, hacer uso de uno de los más poderosos instrumentos de la búsqueda científica, a saber, aquella de especialización. Especialización consiste en aislar un fenómeno de la totalidad de la experiencia en tal forma de que sus propias leyes particulares puedan encontrarse y aplicarse para propósitos de predicción y control. Podemos conocer en parte, pero solo podemos entender la totalidad. Por lo tanto, nos prohibimos a nosotros mismos desde el principio de la posibilidad de comprender si intentamos simplificar nuestra tarea examinando únicamente nuestro campo del cual tendremos un conocimiento especializado. Si queremos conocer nuestro lugar en el universo, no lo encontraremos observando únicamente las estrellas, tampoco sólo estudiando los átomos. Tampoco lo descubriremos únicamente en las leyes de la vida ni en los datos de la sicología ni en el recuento histórico.

Aquí encontraremos una intensa divergencia en la formulación de los propósitos de las ciencias naturales que pueden ser expresadas como la diferencia entre el conocer “como” y conocer “que”. El científico promedio se contenta con prescindir del conocer el “que” con tal de que pueda conocer el “como”. Su búsqueda es para reproducir, y por lo tanto para predicar, procesos que puedan posteriormente convertirse en beneficios para suplir las necesidades materiales. La forma en que tales procesos se describen son casi indiferentes sólo debe ser buena la forma de comunicar las operaciones que se requieren para su desarrollo. En este sentido se puede decir que una evidente especificación es la formulación ideal de una ley científica, ya que esquematiza toda teoría y toda explicación, y busca únicamente “informar al hombre trabajador que hacer”. Los que proponen tal concepción del rol de las ciencias naturales son generalmente llamados “operadores”. Ellos repudian el uso de modelos, visto como algo muy importante en el siglo diecinueve, y ellos rechazan como superfluo la demanda que se hace para las entidades y lo que las relaciones representan en el fenómeno que ellos describen. La electricidad está comunmente definida como un ejemplo de “algo” de cuya naturaleza no sabemos casi nada y la que todavía con sus usos no estamos familiarizados. Existen muchas variedades de la forma de ver operacional, pero todas tienen en común el que se asume que podemos prescindir de conocer "que” con tal de que conozcamos “como”.

Aquellos que adoptan concepciones de la segunda clase buscan el entender la experiencia humana en sí misma, en todas su posibles formas y manifestaciones. Ellos sienten la necesidad de saber como somos, que significa el mundo en el cual vivimos, y cual es nuestro lugar en el. Desde como nos comportamos está, a la larga, determinado por lo que somos, parece para ellos más importante penetrar en lo último que detenerse en el estudio de las manifestaciones externas que constituyen el primero. El compromiso con ser es antiguo, pero su importancia está oscurecida por la actitud común de los días actuales que está expresada en la frase, “Qué importa lo que sea, si a la larga funciona?”

La falta de compromiso con el ser no está desconectada con la diferencia hecha al principio entre lo conocido y lo desconocido, ya que solo conocemos las cosas que hacemos, nunca lo que significan. Comúnmente se tiene la idea que una frase tiene significado únicamente cuando puede ser reducida a una serie de operaciones que el que oye puede reproducir para él mismo. Esto parece proporcionar menos significado a todos los intentos de hablar sobre el ser o, más general, el penetrar dentro de las realidades que no pueden ser descritas en términos de comportamiento. Aquí existe una falacia que consiste en sobre valorar el hecho de que las descripciones comportamentales en sí mismas dependen de aceptar una serie común de categorías. La inhabilidad para describir un elemento de la experiencia no es necesariamente una evidencia de confusión, pero puede ser un indicativo de que las categorías usadas son inadecuadas y necesitan revisarse. Si inspeccionamos la actual posición de las ciencias naturales, debemos reconocer que existen muchos campos en el cual los descubrimientos nuevos y asombrosos han sido descritos en términos de antiguas categorías. Esta es una de las razones principales por las cuales el progreso de la ciencia ha alterado nuestras vidas externas y no ha cambiado mucho nuestra forma de pensar. Apenas existe un campo en el cual las categoría inherentes y de subsistencia, de casualidad y dependencia, de necesidad y de contingencia, y las demás, no se han estropeado.

Las formas de pensar mantenidas por Kant y por sus sucesores son naturales a la razón humana y han probado a lo largo de la historia tener muchos accidentes. En la actualidad existe un amplio conocimiento de que las estrictas explicaciones mecánicas del orden natural que han influido en los siglos dieciocho y diecinueve ya no se pueden mantener por más tiempo. Se han escrito muchos libros para demostrar que un mirada científica es compatible con una convicción religiosa. Muchos científicos creen que los datos de la búsqueda física, y aún el misticismo religioso, deben tenerse en cuenta para intentar construir una representación comprensible del mundo. Sin embargo, estos datos están comúnmente descritos y se discuten en términos que pertenecen a la Edad Media y son extraños a la filosofía de la ciencia moderna. Poca gente duda que el universo es más interesante y más misterioso que lo que le parecía a Augusto Comte o a Herbert Spencer, pero se continúa hablando de esto en los mismos términos. En el presente libro estamos interesados no tanto en el orden de los hechos ni aún en sus interpretaciones, sino principalmente con la necesidad de reconstruir el lenguaje de tal forma que toda la experiencia humana, cualquiera que sea su naturaleza, pueda ser hablada en términos consistentes y coherentes. Esto nos lleva primero que todo a lograr una reconstrucción de las categorías del pensamiento. En lugar de los esquemas arbitrarios que han sido propuestos por los filósofos, desde Aristóteles, Kant, y Hegel hasta Alexander y Whitefhead, debemos buscar en la experiencia misma las categorías y los principios que son capaces de desarrollarse progresivamente con el avance de la ciencia. Los sistemas estáticos, que se han observado en el pasado como seguros de una vez y por todas por la naturaleza de la razón humana, deben ser reemplazados por un sistema de movimiento dinámico el cual añadirá una nueva dimensión a nuestro pensamiento y a nuestras formas de lenguaje.

El propósito de este libro, sin embargo, no es sólo reconstruir el lenguaje, sino mostrar que es posible ir más allá de la diferenciación del “que y del como” como la consecuencia de toda la experiencia. No será suficiente, aún si fuera posible, encontrar respuestas a las preguntas, “qué somos nosotros y qué es nuestro mundo?” y “cómo nosotros y nuestro mundo debemos comportarnos”” Necesitamos aún más para entender la relación del “que” y del “como” debido a que de esta relación depende la posibilidad de ordenar y de dirigir el curso de nuestras vidas y tal vez el influir en el futuro de nuestro mundo.

Esto es una necesidad difícil de encontrar. Tendemos a descorazonarnos en nuestra búsqueda de esto, y volvemos fa la tarea mucho más fácil de encontrar como las cosas se comportan y aprender a predecirlo y a utilizarlas. El “como” de las cosas está compuesto de lo impredecible y de lo predecible. Y nosotros nos preocupamos sólo de lo último, nuestra experiencia debe inevitablemente ir a lo largo de la líneas trazadas de causa y efecto. Debemos parecer estar influenciados por la marcha de los eventos, pero hacemos esto sólo en el sentido de que lo alcalino añadido a los hechos se convertirán en jabón, y lo ácido precipitará de nuevo el mismo hecho. Todo cambio auténtico es creación, y esto es posible únicamente en el reino de lo impredecible y de lo desconocido. No obstante el rechazo de cualquier interés a este respecto en los dominios de las ciencias naturales, han hecho todo su progreso excursionando en la línea de la casualidad y confrontando lo impredecible.

La creencia de que lo conocido y lo desconocido son solo manifestaciones de un solo hecho y de la misma realidad no es suficiente. Requerimos traer a los dos dentro de la relación con nuestra propia experiencia. Si esta tarea se lograra, no habrá dificultades que se puedan dejar a un lado para futuros estudios, ni podrán ser ignorados elementos auténticos de la experiencia. Existe una amplia evidencia, como el resultado de innumerables procesos, de que una concepción unificada del mundo no puede alcanzarse en términos de nuestras actuales formas de pensamiento. Debemos aceptar las consecuencias, y estar preparados para pensar en nuevas formas, sin embargo estas formas serán extrañas y aún repugnantes para nuestras queridas convicciones. Por ejemplo, cada científico está convencido que la especialización es inevitables y que cualquier intento de pensar en términos del orden natural como un coherente todo solo nos puede conducir a vagas generalidades. En este libro debemos llegar a la conclusión que todos los fenómenos naturales pueden ser pensados en términos de un pequeño número, como decir una docena, de categorías y principios. Estaremos forzados a reconocer, de otro lado, que las actuales concepciones del tiempo y espacio nos dan un marco inadecuado, y que es necesario añadir dos otras dimensiones, cada una con características bien definidas. Existen sólidas razones para dar tal paso en la inmejorable representación que es por lo tanto posible en los datos de la ciencia dinámica y física; pero es sumamente difícil re adaptar nuestros pensamientos a la concepción de que existen diferentes clases de tiempo y de espacio. El procedimiento para estirar las categorías de pensamiento con el fin de abarcar los nuevos datos de la

ciencia es fastidioso y en el sentido material poco satisfactorio. El valor heurístico que se encuentra en un buen trabajo de hipótesis no es para ser descubierto en una forma perfecta de pensar, y aún en el largo camino es únicamente lo último que nos permitirá ajustarnos nosotros mismos a nuevas formas de experiencia que el descubrimiento científico no ha traido a nuestra puerta y, más aún, le ha dado a los científicos y a los no científicos, a los religiosos y a los no religiosos, a los pensadores y a los no pensadores la similitud.

Los lienzos sobre los cuales se dibuja el futuro de Dios, el hombre, y el universo serán representados, debido a la necesidad de ser inmensos, tanto que ninguna otra mente de algún hombre hay nunca concebido. Si intentamos estirarlo sobre nuestro presente marco de categorías y modos de pensamiento, continuará aflojándose. La tarea que debemos intentar en los próximos capítulos no es representar el dibujo ni tampoco estirar los lienzos, sino únicamente mostrar que tal empresa puede algún día ser posible. La actual imposibilidad de completar esta tarea necesaria no es excusa para rechazar el dar los pasos hacia su futura realización.

PRIMER LIBRO

LOS FUNDAMENTOS

PARTE UNA

METAFISICA

CAPITULO UNO

PUNTOS DE PARTIDA

I.I.I. PRIMERAS Y ULTIMAS PREGUNTAS

La pregunta que realmente importa a los hombres ha sido hecha hace mucho tiempo, y todavía permanece sin una respuesta. No existen mitos tan primitivos ni leyendas tan antiguas que no expresen la pregunta de los hombres para comprender su destino y sus relaciones con el Creador en su creación. Son tan viejas estas preguntas que los primeros archivos de la especulación humana, tal como la Epica de Gilgamesh y el Himno de la Creación del Rg Veda, expresados los dos en preguntas y también las desilusiones de la esperanza de que una respuesta se encontrara. Encontramos por lo tanto al principio un hecho indudable, confirmado por lo menos por quinientos años de investigación durante los cuales todas estas fuentes de observación, experimentación, inspiración y razones disponibles para el hombre han sido mantenidas para soportar; a saber, que nuestra pregunta última nunca ha sido contestada y que todavía estamos lejos de poderla contestar tal como lo hemos visto.

Nuestra pregunta todavía es cual es el secreto del destino de la humanidad. Hay una gran jornada dentro de lo desconocido; pero, ya que cada jornada debe tener un principio, debemos tomar como nuestro punto de inicio el reconocimiento de que nuestro propósito es en verdad desconocido; que no sabemos donde y como surge la humanidad, y no podemos saber a quien estamos atados ni lo que deberíamos estar

haciendo. Los hombres siempre han estado tan ignorantes acerca de su destino. En ésta época todavía está tan ignorante como hace miles de años. Reconociendo esto, estamos atados a de dejar de lado cualquier idea de que se progresa en el conocimiento de la razón de la existencia del hombre en la tierra, y tal vez, podamos reconciliarnos con el prospecto de vivir en todo y por siempre en el dominio de lo relativo y lo incierto. La teoría de la relatividad universal nos ha enseñado que debemos estar preparados para abandonar cualquier expectativa de respuestas precisas y determinantes. Hemos sido forzados a admitir que la precisión y la generalidad se pueden lograr únicamente si una sacrifica a la otra.

Los científicos y los filósofos han tratado de descartar de su lenguaje tales palabras como “demasiado”, “algo”, “tal vez” y evitar toda clase de adjetivos que terminan con “ish”. Ellos no tienen problema en decir “este color es grisáseco”, pero no toleran las expresiones como “esta proposición es muy verdadera”, o “más que verdad” o aún “algo verdadera”- Estas palabras que atraen la atención hacia lo incierto y lo relativo de todo nuestro posible conocimiento son indispensables si no queremos engañarnos a nosotros mismos y llevar a conclusiones erróneas a otros en lo que decimos.

A través de los pasados dos mil quinientos años de historia espiritual de la humanidad ha existido la pregunta de lo Absoluto. Los valores últimos, verdad, belleza, y la muerte, ha sido seguido en términos absolutos. La filosofía ha demandado de sus doctrinas de lo absoluto la auto consistencia, el complemento y lo adecuado. La ciencia ha buscado los principios finales de la explicación y para las leyes rigurosas de la naturaleza poseer una validez universal. Los devotos religiosos no pueden llegar a creer ellos mismos en un Dios a quien ellos no pueden ver como alguien incomprensible sino absolutamente bueno, absolutamente poderosos y compasivo. El arte busca una ideal de belleza absoluta, y formas que sean completas e imperecederas. En la vida política y social, los hombres han buscado formas ideales de sociedad en donde la justicia absoluta pueda ser combinada con la igualdad y la libertad completa. Creer en la posibilidad de descubrir valores absolutos ha sido el principio que nos ha guiado no solo a la civilización Greco Romana y las que han descendido de ella, sino también las del Islam, la Hindú, y las civilizaciones del lejano oriente. Ha sido aceptado como un dogma a través de la época Magelanthropic (llamada de esta forma para atraer la atención del exagerado significado que se le ha atribuido en todas partes al hombre y a su poder de conocimiento y de acción . Cf. J.G.Bennett, La Crisis en los Asuntos Humanos, pp. 27 et seq.) El motivo detrás de la incuestionable aceptación de su dogma ha sido el deseo de mantener la ilusión de los hombres de que son el centro de un mundo que ellos pueden conocer y dominar.

En cada uno de estos dominios este dogma ha demostrado ser insostenible, y en el último siglo ha sido abandonado en todas partes, ya sea tácitamente o abiertamente. La Epoca de lo Absoluto ha terminado y la de la Relatividad ha empezado. Sin embargo, todavía estamos muy lejos de haber comprendido las implicaciones de las perspectivas de nuestro nuevo mundo y por lo tanto, en casi todos lo campos, estamos en la

incómoda posición de aquellos que tratan de sentarse entre dos asientos, incapaces de resolver el abandonar todas nuestras expectativas absolutas, ni tampoco son capaces de entrar completamente en las formas de pensar que pertenecen a la nueva época. Debemos dejar a un la do la vieja búsqueda de lo absoluto, no como una búsqueda más allá de nuestros poderes actuales, sino más bien como una inherente equivocación. No hay mucho que confesar de la equivocación para admitir que lo que intentamos hacer nunca debió intentarse. De cualquier forma, nada se ha perdido; los absolutismos han muerto estos últimos cien años, así sea en religión, política, o en ciencias, pocos tienen todavía fe en sus profesiones o esperanza en su práctica.

De cualquier manera para nosotros es imposible hacer juicios finales o absolutos sobre cualquier materia, aún sobre las formas de pensamiento o la lógica que debemos adoptar como un texto significativo, entonces todo debe observarse como incierto, aún la incertidumbre en sí misma. (cf. A.N. Whitehead, Proceso y Realidad, p.4: Los filósofos nunca podrán esperar finalmente formular este principio primero metafísico. La debilidad de la visión interior y las deficiencias del lenguaje se encuentran en la forma de lo inexorable. Las palabras y las frases deben ser guiadas hacia una generalidad extraña en su uso ordinario; y sin embargo estos elementos del lenguaje deben estabilizarse como tecnicismos, permanecen metáforas mudas pidiendo un salto imaginario.”) Si la incertidumbre se adopta como un forma de pensar, de nuevo, tampoco debe tomarse como algo terminado. Sin embargo, no podemos esperar progresar a menos de que asumamos lo que está más allá de nuestra experiencia inmediata del momento presente. La suposición más simple y más convincente que podemos adoptar es que nosotros los hombres, con nuestro equipo para aprehender el mundo, es un ejemplo convincente del mundo que aprehendemos. Si descubrimos que el accidente y la incertidumbre nunca están ausentes de nuestra propia experiencia, entonces debemos razonablemente suponer que ellos están presentes en todas partes y en todo. (Cf. Bertrand Russell, Conocimiento Humano, Su alcance y sus límites, p. 527: “Todo conocimiento humano es incierto, inexacto, y parcial. Sin embargo, para esta doctrina no hemos encontrado ninguna limitación.”)

I.I.2. EL DRAMA DE LA INCERTIDUMBRE

Para admitir que toda existencia es incierta y por lo tanto azaharosa debe parecer como la renunciación a todo lo que la humanidad se ha esforzado por hacer durante los últimos dos mil quinientos años. En las creencias de los filósofos Griegos se sostiene que, en la dirección de la humanidad hacia la razón, ellos desterraron para siempre aquellos miedos en los cuales los hombres primitivos se suponía que habían vivido. Los filósofos Griegos, desde Thales hasta Aristóteles, se preguntaban todos la solución final al gran problema del significado de la existencia para el hombre. Aún Anaximandro, con sus principios de “lucha” y de “desentrañar”, creía que había dejado de lado los misterios y la arbitrariedad a favor de las leyes universales y de los valores

últimos los cuales pueden ser conocidos y tenidos en cuenta para el ordenamiento de las actividades humanas. Aquellos que, como Heráclito, creían que el significado de la existencia debía encontrarse en el dicho de “todas las cosas pasan a lo largo y nada puede verse” también lo daban por sobre entendido que más allá del flujo perpetuo había algo estable, lo Unico y la Cantidad; “fuera del todo, uno; fuera de uno, todo” (cf. C.Bailey, The Greek Atomists and Epicurus, p. 19). En la India, Gautama Buddha, contemporáneo de los primeros filósofos Griegos, expuso su doctrina de la casualidad universal, asegurando a sus seguidores que los asuntos místicos por medio de los cuales ellos habían sido oprimidos eran ilusorios, y proclamaba que los hombres podían y debían fiarse de sí mismos para lograr su propia salvación. En China, Confucio enseñó la veracidad de la razón humana e intentó que los hombres desterraran sus miedos hacia los desconocido.

Desde entonces, cientos de generaciones han vivido y muerto, y el intento de desterrar el pavor hacia lo místico ha tenido éxito y el hombre moderno ha acabado por no tenerle miedo a lo invisible. En vez de esto, el se ha encontrado a sí mismo confrontado con los terrores visibles de su propio desarrollo, y se ha visto a él mismo envuelto de nuevo en la incertidumbre de la historia, de la cual hasta hace poco, él creía que había sido, o sería pronto, lanzado. Las creencias en las leyes universales han retrocedido sobre el hombre, y en el lugar de la incertidumbre el se ha encontrado direccionado hacia la conclusión de que la inexorable casualidad le da forma al futuro aún en su más minúsculo detalle. Debido a estas conclusiones es fundamentalmente inaceptable para nuestra naturaleza humana, encontrarnos con el dilema del cual no nos podemos escapar a que nos agarramos a cualquier creencia de las leyes absolutas y a respuestas acabadas. Siendo así, estamos forzados a admitir que el racionalismo no puede darnos más que una falsa seguridad que no funciona en la práctica, y que es necesario observar más profundamente dentro de la situación y reconocer que la incertidumbre y el azahar deben siempre tenerse en cuenta.

Cuando se toma este paso decisivo, descubrimos que hemos dejado atrás una gran parte de las dificultades con las cuales el pensamiento humano ha sido acosado en el intento de reconciliar nuestra experiencia humana con la creencia del orden universal y de la Divina Providencia. Si todo esto existe es incierto, por lo tanto no es sorprendente que nuestra vida humana sea incierta también. Si la incertidumbre influye también en la operación de la Voluntad Divina, entonces podremos reconciliarnos nosotros mismos en el espectáculo del sufrimiento humano, contra lo que deberíamos revelarnos de tal forma que tendríamos que creer que existe una serie de oasis negativo en el desierto de la perfección. Además, el reconocimiento de la incertidumbre y el azahar en el trabajo de las leyes universales devuelve el significado a nuestra propia lucha humana. Si el hombre no es un instrumento en las manos de un omnipotente y omnipresente jugador de ajedrez, entonces el debe ser algo mucho más significativo; el ser humano debe ingeniársela para tener una real responsabilidad y tomar su propia parte en la tarea universal.

La experiencia consciente enfrentada con el azahar es un estado de necesidad, y de necesidad confrontada con la incertidumbre hasta su realización es dramática. Por lo tanto debemos hablar de un universo dramático, aunque direccionando la atención al carácter que toda la existencia adquiere a través de la presencia en todas partes de la relatividad y de la incertidumbre, combinada con la consciencia y con la posibilidad de libertad. En donde no existe drama, ni suspenso, no existe un significado profundo. Es artificial e inconsciente suponer que puede existir un drama de incertidumbre y de suspenso en la vida de los hombres pero no en el gran universo. (si nos preguntamos a nosotros mismos si estamos aquí diciendo cualquier cosa que no esté implícita en las doctrinas de Leukippos y de Demokritos, tal vez contestaríamos con la frase atribuida a Aristóteles a Thales: “todas las cosas están llenas de Dios.” Cf. Aristóteles, Of The Soul, A.5. 4II; también H. Diele, Die Fragmente der Vorsokratiker, p.22.) Con el fin de apreciar el significado total de la fuerza latente en la idea del universo dramático, la consciencia debe restablecerse hacia el nivel eficiente del cual ha sido desterrada por los atomistas y por sus modernos descendientes los positivistas lógicos; por lo tanto, confrontada por la eficiente consciencia, la incertidumbre no tiene más chance ciego.

Debemos ver aquí el amanecer de una nueva luz sobre los problemas cosmológicos que nos revelarán una incertidumbre suprema en el orden del universo, una incertidumbre que debe alcanzar su gran intensidad en la Divina Naturaleza en un polo y en el otro la naturaleza atómica. Debemos cambiar en una forma de actuar profunda nuestra actitud hacia nuestra capacidad humana de aprehender la realidad; para esto debemos tomar en consideración no solo las incertidumbre universal, sino también nuestra propia percepción inadecuada y nuestra inhabilidad para entender aún lo poco que entra a nuestra experiencia a través de los órganos del sentido.

I.I.3. LAS LIMITACIONES DE LAS PERCEPCIONES HUMANAS

Es muy probable que una de las razones por las cuales no podamos encontrar respuesta a unas profundas preguntas es que no tenemos a nuestra disposición los instrumentos que necesitamos. Nuestras percepciones están limitadas y nuestra capacidad para pensar tiene restricciones que ningún hombre ordinario puede sobreponer. Nuestros juicios son en la forma de “si” o “no”, más o menos cualificado o más o menos claros. Cuando se confrontan con preguntas complicadas, estamos obligados a recurrir a a una simplificación artificial que puede, es verdad, permitirnos dar respuestas definitivas; pero en el proceso de simplificar, inevitablemente descartaremos el que es el factor más importante, a saber, el concretar la situación en sí misma.

En el reino de las ideas, los hombres pueden contar hasta dos y a veces, en circunstancias especialmente favorables, llegar hasta el tres. El no tiene noción del todo de lo que se necesita para lograr combinaciones más ricas. Esta limitación se aplica no solo a los pensamientos de los hombres sino también a sus sensaciones y a su proceso instintivo. Sus juicios de sensaciones se reducen casi siempre a elegir entre

me gusta o no me gusta, atracción o rechazo, interés o aburrimiento. Sus reacciones instintivas tienen el mismo dualismo de placer y pena, de actividad y reposo, de estímulo o inhibición.

Aliado muy cerca al culto de lo Absoluto está el asumir que las limitaciones, debido, de hecho, a la estructura de nuestro orgnismo humano y sus funciones síquicas, son inherentes al gran mundo del cual nosotros los hombres formamos solo una pequeña parte. Nosostros generalmente nos experimentamos a nosotros mismos y el mundo por momentos surge sucesivamente en el tiempo y sin ningún tipo de crítica tomas su actualización temporal como la única realidad. Existen, sin embargo, sólidos campos para deducir que la secuencia temporal que percibimos en el trabajo natural de nuestros sentidos y de nuestras mentes es sin lugar a dudas única; pero de esto, por el contrario, existen muchas líneas diferentes de tiempo, actualizadas en paralelo. Parece, además, que estas líneas diferentes de tiempo deben reaccionar una sobre otra en una forma en que nuestros sentidos son incapaces de percibir. Si esta deducción es correcta, lo que continúa es que gran parte de la realidad presente en algún momento dado es inaccesible a la observación sensitiva de los humanos.

Hablamos del pasado como si se hubiera muerto y se hubiera ido, y del futuro como si no existiera todavía. Porque, con los significados a nuestra disposición, no podemos regresar al pasado, entonces asumimos que ningún movimiento en esta dirección es posible. Debido a que no podemos dejar atrás la marcha del tiempo y penetrar dentro del futuro antes de que llegue, asumimos que toda la existencia está sujeta a la misma limitación. Haciendo siempre la misma suposición sin garantía de que nuestros sentidos son instrumentos adecuados para la percepción de todo lo que “realmente” existe, pretendemos explicarnos a nosotros mismos el significado de nuestras vidas y nuestras relaciones con el Poder Superior exclusivamente en términos de lo que podemos ver y tocar. Tales suposiciones son muy ingenuas, y podemos establecer sin dificultar que, tanto como podamos proveernos nosotros mismos con un significado completo y efectivo para percibir la realidad, nuestros sentidos tuercen de una forma característica todos los mensajes que recibimos del mundo externo, esto se nos presenta en una representación incompleta y más pequeña de lo que son en realidad y por medio de la cual constantemente nos equivocamos.

Nosotros los hombres existimos en la tierra únicamente por un corto período de tiempo. Los cuarenta o cincuenta años durante los cuales podemos trabajar efectivamente buscando el significado de nuestra existencia y en completar nuestra tarea en la tierra tendría que ser alargada diez veces si quisieramos tener alguna esperanza real de lograr todo lo que sería posible para los hombres. De algún alcance la brevedad de nuestra vidas personales está compensada por la memoria colectiva de la humanidad guardada en los libros, trabajos de arte, y otros archivos. Pero frecuentemente olvidamos que poco, de hecho, los hombres pueden comunicar su propia experiencia por medio de la palabra escrita. El puede evocar los sentimientos y puede transmitir el conocimiento abstracto, y hasta cierto punto el también puede

comunicar a otros la manera en la cual estos sentimientos y este conocimiento fue experimentado, de tal forma que se ellos quisieran ellos podrían reproducir su propio procedimiento. Pero la comprensión profunda que es esencial si la vida humana pretende entrar a una nueva época no puede ser transmitida ni aún compartida; para ello se necesita que cada hombre experimente en forma única. No nos hemos dado cuenta que tan poco puede transmitirse a través de los libros o a través de libros de arte ya que se conocen subjetivamente, los hombres le ponen excesiva dependencia a lo que se habla o la palabra escrita, de esta forma privándose ellos mismos de la posibilidad de usar inteligentemente su corta vida que se les ha concedido en la cual se puede encontrar por sí mismo las respuestas a sus preguntas.

La experiencia del hombre promedio también está restringida y localizada en el espacio. El conoce poco detrás de esta pequeña y particular porción de la superficie de la tierra sonbre la cual tiene el chance de vivir. Toda su experiencia está relacionada a su cuerpo de cierto tamaño, mientras que existen eventos que proceden de adentro y alrededor de el sobre escalas de magnitud millones y aún millones de millones de veces más pequeñas o más grandes que su propia especie “aquí y ahora”. Aunque a través de la búsqueda científica el ha podido conocer la existencia de estos eventos, es incapaz de tenerlos en cuenta para valorar el significado de su propia existencia. Que esto es así puede rapidamente verificarse por cualquiera que se tome el trabajo de responder la pregunta de si es capaz de concebir sus acciones siendo afectado de cualquier forma por sus necesidades o posible experiencia de una sola célula de su propio cuerpo, o si el puede representarse a él mismo como siendo significante por una estrella.

I.I.4. FORMAS DE PENSAMIENTO

Si por “pensar” queremos significar la dirección consciente del proceso mental hacia determinado propósito, estamos obligados a decir que poca gente “piensa”. La extrema rareza del pensamiento conscientemente dirigido puede ser visto en un contraste profundo con la mecanización general de todas nuestras funciones humanas. La auto iniciación, acción con un propósito llevada a lograr una conclusión efectiva no juega casi ninguna parte en ninguna fase de la vida humana. Las diferencias que observamos entre una persona y otra consiste, no en grados diferentes del control consciente, sino en variaciones en el ámbito y en la efectividad del mecanismo para la asociación automática y para la respuesta. Aún lo tan mentado “pensamiento intencional” y “atención dirigida” son, para la mayoría, únicamente reacciones en donde dos regiones del sistema nervioso central responden simultáneamente a un estímulo dado.

(a) Pensamiento Asociativo

Muchos de nosotros únicamente experimentamos pasivamente la corriente de asociaciones y de imágenes mentales que se nos representan por medio del trabajo mecánico de nuestro sistema nervioso. El fenómeno de “interés” y de “concentración” puede ser trazado como reacciones químicas en la sangre que intensifican la actividad del sistema nervioso vegetativo el cual afecta el trabajo del mecanismo del tálamo cortical. En este proceso automático, en el cual se incluyen muchos números de reactivos, el resultado de la combinaciones depende efectivamente del chance o del accidente, y al darnos cuenta de esto, estamos inclinados a llegar a la conclusión que aún los grandes descubrimientos de la ciencia no son más que las inusuales combinaciones que tienen una probabilidad finita de surgir en tales casos. Existe, sin embargo, en el sistema nervioso específicamente humano un mecanismo de selección que aumenta la probabilidad de que el pensamiento y la sensación por asociación automática puede dar un resultado interesante y útil. Aún cuando hayamos permitido esta selección, un estudio detallado de los logros humanos nos convencerán que, aún lo raro que pueda ser, el pensamiento creativo auténtico y las sensaciones a veces ocurren en los hombres, y cerca de todo esto está lo interesante y significativo de la vida humana que se ha iniciado en estos fenómenos poco frecuentes.

Si ahondamos en las preguntas y buscamos el factor que nos permite el mecanismo de asociación automática en los hombres para gozar en algunos momentos la libertad auténtica, pronto descubriremos que este factor está estrechamente relacionado con el propiedad misteriosa de la auto consciencia, una propiedad que distingue al hombre de cualquier máquina que haya sido capaz de construir. Cuando queremos examinar los roles de la auto consciencia, podemos ver que la calidad del pensamiento depende del número de ideas independientes que pueden abarcarse con el significado total dentro del compás de un estado de consciencia único. Casi toda forma de pensar seria sobre lo humano consiste, como lo hemos visto, en la asociación automática que resulta de la sucesiva presentación de las ideas que en sí mismas consisten en el material de las impresiones del pasado. En este proceso las leyes de probabilidad pueden ser aplicadas para explicar por qué existe sólo un acto mental en muchos miles de millones que da surgimiento a cualquier idea nueva o combinación de ideas. Parecería que, si queremos abrir nuevos caminos para la mente, debemos explorar las posibilidades que surgen a través de la combinaciones que van más allá de las usuales formas asociativas del pensamiento.

(b) Pensamiento Lógico

Cuando se introduce una medida de disciplina dentro del proceso asociativo, la forma de pensar tiende a volverse lógica. Desde los tiempos antiguos, la lógica se ha identificado con las reglas de acuerdo a las cuales hacemos juicios de las proposiciones verdaderas o falsas. Esta última son las formas verbales en la cual las ideas se confrontan en pares, mientras que en los procesos de asociación ordinaria no existe confrontación efectiva. El pensamiento lógico por lo tanto representa un paso para

alejarse de la asociación automática. Un esfuerzo especial, que requiera así sea un estímulo inusual o un largo entrenamiento se necesita antes de que el hombre sea capaz efectivamente de mantener dos ideas completamente independientes a la vez y ver su mutuo comportamiento. El resultado va más allá del contenido de las ideas tal como están inmediatamente presentadas y pueden ser llamadas pensamiento polar. Dos ideas, en tanto sean independientes y mutuamente exclusivas, forman un “dipole” con su propio campo de fuerza. Por medio de la habilidad de experimentar este campo de fuerza, el pensador lógico experimentado puede hacer juicios sintéticos dentro del límite de las ideas que es capaz de formular. La diferencia entre juicios sintéticos y asociación automática consiste en la presencia de la experiencia polar. Por ejemplo, las palabras “ser” y “nada” son dos conceptos independientes que, mantenidos como un acto simple de consciencia, aparecen de una vez como los dos compatibles e incompatibles. El proceso mental en donde están los dos dan surgimiento a una tercera idea que los armoniza sin destruir su significado independiente, es llamado la dialéctica. Hegel, por ejemplo, veía surgir un concepto que reconciliaba el “ser” y la “nada”. (cf. Hegel, Logic, trans. Wm. Wallace Oxford, 1892, pp.158-64). Cualquier par de ideas independientes pueden ser tratadas como una díada polar. De esta forma el “reinado” y la “libertad” pueden reconciliarse a través de la idea de “responsabilidad”, la cual puede aplicarse a las dos y a la vez es diferente una de otra.

El pensamiento dialéctico es ciertamente de un orden diferente de aquel que consiste en la asociación automática y de la comparación de ideas. Aunque difícil en su ejercicio, esta forma de pensamiento es, sin embargo, extremadamente limitada en su campo. La experiencia ha demostrado que es inadecuado encontrar respuestas a los problemas prácticos de la vida, y en verdad, los grandes exponentes de la dialéctica, desde Platón hasta Hegel y Marx, han demostrado ser guías poco satisfactorios para la vida práctica, asía sea privada o pública. La dialéctica nos conduce también a una forma lingüística defectuosa. Nuestro lenguaje usual, aunque lleno de inconsistencias y ambiguedades, puede ser adaptado a la descripción de sistemas de dos términos. El proceso por medio del cual el lenguaje se construye para conformar estas reglas es, sin embargo, es de una pobreza inevitable. La ambigüedad y la inconsistencia de nuestro discurso no es un defecto, y el reconocimiento de ello es un recuerdo de que la experiencia tiene más dimensiones que la lógica. Los filósofos analíticos y escépticos han, durante cientos de generaciones, expuesto la esterilidad de pensar en dos términos, y se vuelve necesario examinar las posibilidades latentes en formas superiores de pensamiento. Al buscar ir más allá de la lógica, corremos el riesgo de caer en las preguntas serias de la especulación fantástica; pero es más rentable hacer un intento que permanecer condenado a la esterilidad que ha surgido de la filosofía a través del uso de formas de pensamiento que son inherentemente incapaces de descubrir cualquier cosa que sea nueva.

(c) Pensamiento supra-lógico

El pensamiento supra-lógico es a la vez relativo y trascendental. Por lo tanto requiere más categorías que el simple “sí” o “no” de la lógica. La necesidad de ir más allá de los “pares de opuestos” es un tema recurrente de las Sagradas Escrituras Orientales. P.D. Ouspensky, en su notable libro “Tertium Organum”, llamó pensamiento supra-lógico el “tercer cánon de pensamiento”, el cual, en la próxima época, debería suplantar el dualismo lógico de la era precedente. La dialéctica es en su mejor parte la combinación de las cualidades de sus dos partes pero no puede ser mejor que cualquiera de ellas del pensamiento creativo, para el cual al menos tres ideas independientes deben ser mantenidas. Esta forma de pensar triádica, sin embargo, está más allá del poder del instrumento con el cual los hombres han sido dotados por su naturaleza. ( Cf. Russell en Higher Relationships, en Contemporary British Philosophy, Primera Serie. Ver también Human Knowledge, pp. 271-3.)

La contemplación de la triada no es únicamente reconocer una tercera idea como la reconciliación de dos contradicciones, sino más bien ver en la unión de las tres un ejemplo de la relación fundamental por medio de la cual toda la experiencia está gobernada. No más que el mecanismo de asociación primitivo está en este trabajo, para hablar de la “unidad de la triada” se necesita expresar pocos significados. Con el fin de percibir esta unión directamente, se necesita un poder de atención que aparecerá únicamente con un cambio de consciencia. Tal cambio ocurre muy rara vez, y en muy poca gente, tanto es así que en los estudios usuales del hombre y de su naturaleza, no es tenido en cuenta.

A través del fracaso para reconocer la rareza extrema o el poder ordinario del pensamiento triádico, las historias comunes del pensamiento humano no pueden tener en cuenta las innovaciones auténticas que ocurren, de vez en cuando, en la comprensión humana del orden universal.

I.I.5. EL SIGNIFICADO DE LOS NUMEROS

Aún cuando se emancipe de las limitaciones de la lógica, el pensamiento no alcanza más allá de la triada; ya no podemos dudar que cuatro términos, cinco términos, y aún sistemas superiores deben ser significativos. Un sistema auténtico de cuatro términos, por ejemplo, es muy diferente de una triada, y no podemos llevar tal sistema dentro del campo del pensamiento único. Los sistemas multi términos nos obligan, por lo tanto tener en cuenta el significado del número como un factor en toda la experiencia; y para esto debemos buscar una mayor aprehensión que es dada por la lógica. La interpretación lógica del número deriva de la formación de clases, y es esencialmente polar o dualística; es decir, consiste en asignar un objeto de una clase dada en términos de la simple diferenciación del “sí, es un miembro”, o “no, no lo es”. Esta forma de proceder nos conduce a una forma de ver los números en donde no hay nada que conocer excepto las leyes de la aritmética. Estas leyes pertenecen, sin embargo, únicamente a una forma primitiva del pensamiento lógico.

Existen muchas otras formas en donde podemos pensar sobre los números. Podemos, por ejemplo, tomar varios grupos de objetos, y, agrupándolos en pares, descubrir si o no existe una correspondencia de uno a uno de tal forma que ningún objeto se dejado sin su par en ninguno de los grupos. Procediendo de esta forma, podemos afirmar que todos lo grupos tienen el mismo número sin importar cuales son los objetos que lo componen. De esta forma podemos hablar de una colección de doce manzanas, doce personas, o simplemente doce objetos. Los números que llegan por este método son llamados “números cardinales”, y sus propiedades pueden todas ser derivadas de las simples reglas de agruparse en pares. En otras palabras, los números cardinales realmente no van más allá del significado del número dos. Cuando una vez vemos como desarrollar la operación de agrupar en pares y averiguar que no queda sobrante, no tenemos que introducir ninguna nueva operación para ir de dos a doce, o a doscientos, o cualquier otro número grande.

Otro método de construir un número es por repetición. Repitiendo la acción expresada por las palabras “y esto”, descubrimos que significa formar un serie ordenada de “números ordinarios”, usando las palabras “primero”, “segundo”, “tercero”, y así sucesivamente. Usualmente combinamos los dos métodos para llegar a un número en una forma vaga e inconsistente. Contando y emparejar son operaciones que son muy diferentes en su significado, pero fallamos al preguntarnos a nosotros mismos cual es la diferencia o que tienen los resultados en común.

Existe una forma de observar un número para el cual hemos comúnmente aceptado un nombre pero que debería ser llamado “cualidad aritmética”. Tiene que ver con las relaciones internas de un grupo, e incluye las propiedades de la diferenciación entre los números principales y los compositivos. Por ejemplo, los números once, doce, y trece son muy diferentes el uno del otro. El número doce, que se obtiene multiplicando dos, dos y tres, es rico en sus combinaciones internas. Los números once y trece son los dos principales, pero difieren mucho en la forma en la cual ellos entran a una larga combinación. Uno puede de una ojeada si algún número es divisible por once en la anotación decimal, mientras el número trece permanece oculto. Cuando empleamos la anotación duodecimal, el carácter aparente de los dos números se reversa. Par los matemáticos que estudian tales propiedades de los números, cada uno tiene su propia cualidad intrínseca que es mucho más interesante y significativa que las propiedades abstractas que le llegan cuando los números son construidos únicamente por pares o por repetición.

I.I.6. FORMAS CONCRETAS Y MAGICAS

Aún contando, emparejando y reconociendo la cualidad, el significado total del número está lejos de ser exhaustivo. Los números tienen significados por sí mismos. El número dos no es únicamente el símbolo de la dualidad; “el dos” depende y define la separación de los opuestos. El número tres está indisolublemente conectada con la relación. El tres como un concepto de clase es una abstracción de la experiencia, el

tres como una relación es una parte integral de la experiencia en sí misma. Esto nos conduce a ver la propiedad que puede ser llamada el “significado concreto de un número”. Aunque podemos estar convencidos de que tal propiedad realmente existe, y estamos también forzados a admitir que ellas elude nuestros intentos de clasificación. Sin embargo, no estamos en este momento capacitados para descartar un número concreto como ilusorio, y menos aún de observarlo como si no fuera importante. Si queremos siempre liberarnos de nuestras limitaciones del pensamiento lógico, debemos descubrir un nuevo significado en los números, los números y la lógica, tal como los conocemos hoy en día, son inseparables.

Se dice que los Griegos estaban inclinados a sobre enfatizar el aspecto estático de los números. (Cf. A.N. Whitehead, Modes of Thought, p.III). Ciertamente Platón parecía haber descubierto que los números tienen algo más que significado aritmético. (Cf. Theaetetus, pp. 204-5). Es, sin embargo, notable que Pitágoras observava la tetrada como más fundamental que la triada. Anaxágoras, con sus “cuatro sustancias”, tenía la misma forma básica de observación. Sin embargo, Pitágoras y los primeros filósofos Griegos estaban conscientes de la tradición Egipcia, para quienes los números eran la llave de la comprensión de la realidad. Aristóteles argumentaba de la misma forma que las tesis actuales que buscan el significado de los números uno, dos, y tres. (Cf. Physices, I, VI.)

La búsqueda del significado concreto de los números es muy antigua. Es tan vieja como la antigua pre dinastía Egipta, de hace más de cinco mil años. En algún período desconocido anterior a los primeros escritos encontrados, el hombre estaba desde entonces convencido de su significado concreto, y debía por lo tanto, haber visto como un número puede entrar directamente dentro de los eventos como si lo experimentara por sí mismo. Si interpretamos lo “concreto” como la propiedad por medio de la cual una forma dada entra a nuestra experiencia directa, podemos reconocer la conexión estrecha, que persiste desde épocas remotas, entre el número y lo mágico. Lo Mágico es el arte por medio del cual el hombre busca influenciar los eventos. Es por lo tanto de esperarse que creer en lo concreto de los números va de la mano con la creencia en lo mágico, y que con el repudio de uno de ellos vendrá también la negación del otro.

El estudio de los orígenes de lo humano han demostrado que lo mágico ha siempre jugado una parte en la formación del carácter humano y de las instituciones humanas. Por lo tanto no podemos dejar a un lado lo mágico en nuestra búsqueda del entendimiento del destino humano. Existen dos actitudes corrientes hacia lo mágico. Una puede ser llamada la actitud oficial de la ciencia, la filosofía, y la religión. Estas disciplinas rechazan lo mágico como una superstición primitiva, interesada únicamente en sentido antropológico e histórico que nos muestra el gran progreso que el hombre ha hecho desde sus tentativos orígenes en la búsqueda de la verdad. La segunda actitud es aquella de una aceptación sin crítica de lo mágico, aún bajo su propio nombre o bajo otros nombres los cuales disimulan de varias formas la creencia de que las fuerzas sobrenaturales actúan directamente en la vida de los hombres. El aceptar lo mágico,

sin embargo, va más allá de las supersticiones ingenuas. Todavía creemos en lo mágico, aunque lo llamemos de formas diferentes. La confianza que la tecnología o alguna forma de revolución social que pueda liberar al hombre de la necesidad de trabajar y de sufrir en su esencia no se pueden diferenciar de las creencias ordinarias en la eficacia en lo mágico. Tal como sucede muy a menudo, tal vez siempre, que el rechazo a lo mágico representado en una forma y la confianza ciega representada en lo mágico por otro lado deben encontrarse a lado y lado en la misma persona en la misma civilización.

Si, por lo tanto, tenemos que hacer una correcta valoración de la tarea que se ha hecho antes de nosotros, debemos reconocer la necesidad de dar una dirección entre la aceptación ingenua e igualmente al rechazo ingenuo de la realidad de las formas concretas. Esta dirección equilibrada consiste en admitir que las formas concretas deben ciertamente existir, pero que el hombre tal como está no tiene los medios de penetrar profundamente dentro de su esencia.

I.I.7. EL ACERCAMIENTO GRADUAL

“whitehead” nos recuerda que la estrechez en la selección de la evidencia es lo que daña la filosofía. Cualquier sistema está hecho para parecer verosímil, hasta que rechacemos e ignoremos aquellos elementos de la experiencia que no tienen lugar en el. Si, sin embargo, nos ponemos nosotros mismos en la tarea de tratar toda experiencia con el mismo consideración, así sea racional o irracional, científico o no científico, comunicable o incomunicable, nos encontraremos a nosotros mismos muy rápidamente fuera de nuestro camino. Ya que cada argumento racional debe involucrar al menos una premisa no racional, nadie puede cuestionar las limitaciones de la razón humana. El método científico de observación y experimentación no puede tener en cuenta la irrepetible y lo excepcional, lo cual ocupa un gran lugar en nuestra experiencia estética. Además, existen leyes que desafían la comunicación porque son leyes de comprensión y no de conocimiento, y que nos son menos ciertas y no menos universales que aquellas que pueden ser expresadas en el lenguaje de las palabras y los símbolos.

La cualidad es un elemento auténtico de toda la experiencia, pero no puede ser conocido de la misma forma que la cantidad se conoce. Nuestras intuiciones de cualidad son diferentes de aquellas de cantidad y no pueden ser expresadas en el mismo lenguaje, y toda la experiencia, cualquiera que sea su naturaleza, es un conocimiento de las cualidades. Ningún sistema de pensamiento puede ignorar la cualidad sin incurrir en el riesgo de una esterilidad que es la forma más fatal de estar frecuentemente auto satisfecho y ciego a sus propias limitaciones.

Sin embargo, la tarea de confrontar toda la posible experiencia está más allá del poder de cualquier hombre; y debemos estar locos para embarcarnos en ella a menos que

estemos preparados de ir despacio, buscando los elementos que son a la vez simples y también universales, pero sin esperar encontrar el significado total. Podemos entonces esperar gradualmente construir un mundo representado, al principio a grandes rasgos únicamente, y luego completándolo en detalles tanto como nos sea posible. Esto puede llamarse el “método progresivo de aproximación”, y será discutido en detalle en el último capítulo. Su principal característica es que empieza con un concepto total que es necesariamente vago y defectuoso; más bien que con un concepto que, aunque se piensa preciso y convincente, es necesariamente abstracto e incompleto. Debemos empezar con la total entrega a toda experiencia y, sin olvidarnos de las limitaciones de nuestros poderes de percepción y pensamiento, tratar de ver esto totalmente como uno. No debemos indagar por simplicidad o claridad. No debemos esperar ser capaces de expresar nuestras intuiciones en un lenguaje satisfactorio o de comunicarlas de otra forma más que inadecuadamente. Debemos, además, aceptar lo inevitable del error. La inmediatez del sentido de percepción y la veracidad de la deducción lógica tienen poca parte en el intento de penetrar a la forma de la experiencia, la cual es en el verdadero sentido metafísica, es decir, está más allá de los sentidos y no está sujeto a las limitaciones del pensamiento. La forma concreta que buscamos es una burla para los empiristas, pero también es un obstáculo para los racionalistas. Además, nos embarcamos en nuestra tarea con la presunción de que nunca será completada. Sin embargo, es la búsqueda la que importa, en sí misma es la manifestación de la verdadera naturaleza humana, el significado y el lugar que nos esforzamos por entender.

CAPITULO DOS

LA PROGRESION DE CATEGORIAS

I.2.I. CATEGORIAS Y PRINCIPIOS

Debemos en este punto hacer una pausa para resolver el significado de ciertas expresiones que hemos usado y que necesitaremos usar más adelante. La primera que requiere clarificación es la diferenciación entre “concreto” y “abstracto”. Una afirmación concreta es la expresión directa del contenido completo de una experiencia dada; una forma abstracta es aquella en la que algunos elementos de la experiencia han sido omitidos, y por lo tanto le permiten llevar la atención directamente a algún aspecto particular de la situación de la exclusión de otros.

La abstracción es generalmente inevitable, se compensa con la limitación de nuestros poderes humanos de percepción y pensamiento. Además debemos distinguir en nuestra experiencia diferentes niveles, empezando con la sensación indeferenciada y pasando a través de la percepción y la formación de imágenes hacia los modos

superiores de conocimiento, el propósito final para lograr la Razón Objetiva. Estos niveles tienen algunas de las características del camino del espiral subiendo a una montaña que vuelve al mismo panorama pero en un nivel diferente y por lo tanto con una perspectiva diferente. La sensación primaria es concreta y el conocimiento superior también es concreto, pero el ascenso de uno al otro puede raramente ser hecho sin algún sacrificio de lo inmediato; es decir, sin algún grado de abstracción.

El primer paso de la sensación a la percepción se hace por medio de un proceso de ordenamiento que depende de la presencia de nuestra experiencia de ciertos datos primarios. Debemos definir esto como las categorías estos elementos de la experiencia que de un lado nos son dados inmediatamente, y de otro lado aparecen como si tuvieran un carácter universal o general. Usado de esta forma, la palabra “categoría” se aproxima a la Aristotélica “diferentes clases de nociones corresponden a las diferentes formas” (Las diez predicciones originales, sustancia, cantidad, calidad, relaciones, lugar, tiempo, configuración, posesión, actividad y pasividad, no forma una progresión ni, tampoco como lo señaló Kant, son ellas mucho más que inspiraciones. Sin embargo, el mismo Kant fue duramente criticado por Hegel por fallar en reconocer que debe existir algún principio de interpretación aplicable a las categorías en sí mismas.). Las categorías son los caminos en los cuales empezamos a construir desde nuestra experiencia inmediata y ordenamos la representación de nuestro mundo. Son de una vez la culminación de la percepción y el comienzo del razonamiento. Cuando empezamos a razonar, fijamos nuestra atención sobre las categorías y buscamos expresar los significados que ellos representan para nosotros por medio de las palabras o los símbolos. La formula construida de tal forma puede llamarse los principios. Las categorías, siendo los elementos de nuestra experiencia inmediata y por lo tanto cierta, es concreta; mientras que los principios, siendo la expresión de nuestra comprensión de estos elementos, es abstracta y por lo tanto está sujeta a nuestras propias incertidumbres y limitaciones.

Las categorías emergen de nuestra experiencia por un proceso de descubrimiento. Aún cuando no se nombran categorías ni se ha formulado ningún principio, los elementos de la experiencia son sin embargo reconocidos. Además, su surgimiento de la corriente de las presentaciones inmediatas proceden en una secuencia definitiva. Por lo tanto, las categorías en sí mismas forman una serie ordenada y pueden ser definidas por el número mínimo de términos que un sistema debe poseer con el fin de ejemplificarlos. La primera categoría es que la de totalidad, la cual necesita un solo término; es decir, un elemento de la experiencia que se destaca en nuestro conocimiento como presente y persistente. Si vamos más allá y decimos que este elemento es el mismo y no otro, ya hemos dado el paso hacia un sistema de dos términos y hacia la categoría de polaridad.

La polaridad por lo tanto emerge como una consecuencia inevitable del reconocimiento de la totalidad como un elemento de la experiencia que no es su totalidad. La antítesis de “esto y no aquello” nos deja con dos términos descubiertos o sin relación.

Descubrimos, sin embargo, que los elementos de nuestra experiencia están siempre relacionados; de aquí encontramos que emerge la tercera categoría de relación, la cual requiere al menos tres términos para ejemplificarla. La relación, a su vez, es incompleta a menos que la volvamos a traer a la experiencia inmediata con las características de “este modo”, tenemos que admitir la cuarta categoría de subsistencia. De nuevo es necesario ir más allá “de este modo” con el fin de tener en cuenta todo lo que pudiera estar, pero que no está, presente. Este elemento adicional para nuestra experiencia es la categoría de potencialidad que requiere cinco términos independientes para ejemplificarla. A esta les sigue las categorías de repetición (que necesita seis términos) y la de estructura (que requiere siete términos). Esta serie debe continuar hasta que muchos términos sean incluidos tantos como se necesiten para darle la medida a lo concreto que seamos capaces de aprehender. El realismo ingenuo se satisface con un esquema de un solo término en el cual no existen diferencias de subsistencia. El dualismo ingenuo no puede ir más allá de la polaridad. Es decir, en cada paso en la progresión de las categoría encontramos una gran “sofisticación”. Las series no tienen fin, excepto en la limitación de nuestra propia comprensión

Examinando las categorías, encontramos que cada una tiene un campo de significado con toda la experiencia. Sin embargo, estas categorías en sí mismas nunca podrán agotar la experiencia, no importa las veces que lo logremos, algún grado de abstracción permanece y un elemento adicional puede ser admitido con el fin de dirigirse hacia una gran concreción. Debemos por lo tanto, estudiar las categoría como una progresión sin fin, en cada paso en donde exista un principio correspondiente a través del cual afirmemos que somos capaces de entender la categoría. De esta forma, el crecimiento en la comprensión requiere, por un lado, el descubrimiento de las categorías y, por el otro, una profundización en nuestra apreciación de su significado.

Debemos estar alertas contra la suposición de que los principios nos cuentan algo que no hayamos ya encontrado en nuestra experiencia. Existe un serio mal uso del lenguaje que consiste en darle expresiones a nuestros deseos, creencias, o fantasías y llamarlos “principios científicos” (Cf. Profesor herbert Dingle, Presidential Address to the Royal Astronomical societey, Febrero 13, 1954, en Nature, Vol. 173, pp.d575-6: “… Cuando hayamos publicado en el nombre de la ciencia, los llamados “principios” de que todos los movimientos celestiales son circulares y todos los cuerpos celestiales son inmutables, aparece mi duda en señalar que es precisamente la clase de intelecto que la ciencia ha creado para desplazarla… En cosmología estamos de nuevo, como los filósofos de la Edad Media, enfrentándonos a un mundo casi completamente desconocido.”) El principio no es más que un recurso para retener en nuestra memoria aquellos elementos de la experiencia que hemos descubierto como universales e inmediatos, pero, debido a su universalidad presumible, los principios son más que juicios de hecho. Ellos corresponde a un paso definitivo en la transición de la sensación a la razón.

I.2.2. LA SERIE NUMERICA DE CATEGORIAS

Nuestras categorías son para tomar el lugar de las categorías Kantianas, algunas de las cuales, por ejemplo, la totalidad y la subsistencia, se les da el mismo nombre y son definidas por el como conceptos por medio de los cuales solos en el campo de la intuición nada puede entenderse (Cf. Kant, Critique of Pure Reason, segunda edición, pp. 105-23). Las categorías Kantianas no llegan los suficientemente lejos, debido que permanecen dentro de la marco de la lógica o de lo dualístico. Aristóteles, con sus predicciones y sus post predicciones, se daba cuenta de que existía un intuición sutil que aparecía con la experiencia profunda, pero los dos Aristóteles y Kant, no tuvieron en cuenta el significado de los números objetivos.

Los números enteros sujetos a cada categoría no son únicamente símbolos, sino que designan el mínimo número de términos que deben estar presentes en un sistema dado con el fin de que la categoría correspondiente sea completamente ejemplificada. Por ejemplo, no podemos exhibir la naturaleza de las relaciones por medio de dos términos solos; de esta forma, tal como Platón lo reconoció, no podemos mantener en nuestros pensamientos dos ideas independientes sin una tercera que las reconcilie (Cf. Platón, Timaeus, 31: “dos cosas no pueden ser mantenidas juntas sin una tercera; ellas deben tener algún lazo de unión, y la unión justa es aquella que casi se funda completamente y se funde dentro de las cosas que están ligadas; y la proporción se adapta mejor para efectuar esta fusión). Igualmente, la potencialidad requiere cinco términos debido a que es necesario distinguir entre lo que es y lo que debería ser, tanto como tener en cuenta todas las relaciones dentro de las cuales un sistema dado puede entrar.

Debe notarse que los principios que atraviesan la diferenciación de la física y de la metafísica atribuidos por el accidente al nombre de Aristóteles, quien vio más claro que sus discípulos que el problema real de los filósofos no es observar más allá de la experiencia sino entenderla. Es en este mismo sentido que “cada hombre es un filósofo”; debido a nuestra habilidad para encontrar respuestas, no solo para nuestra profundidad sino también para nuestros problemas prácticos inmediatos, depende de la aprehensión, consciente o intuitiva, que tengamos de los principios y de su operación. Es en este sentido que G. afirmaba que uno de las luchas fundamentales para el hombre debe ser “conocer más y más acerca de las leyes del mundo de la creación y de su mantenimiento” (Cf. Gurdjieff, All and Everything, p. 386). Así nos demos cuenta o no, nuestra habilidad para ordenar y dirigir nuestras vidas depende del alcance de nuestra aprehensión de la operación de los principios, y especialmente de aquellos que tengan un carácter activo; es decir, aquellos a los que les corresponde los números impares. Puede decirse que los principios de la totalidad, de la relación, de la potencialidad, de la estructura y de la dinámica, es decir, auto trascendente, mientras

que los números pares de los principios de la polaridad, la subsistencia, y la repetición son estáticos o cerrados, es decir, auto suficientes.

Será conveniente determinar los primeros doce números de las series de categorías como sigue:

Categorías dinámicas Categorías estáticas

1. Totalidad. Un término 2. Polaridad. Dos términos3. Relación. Tres términos 4. Subsistencia. Cuatro términos5. Potencialidad. Cinco términos 6. Repetición. Seis términos7. Estructura. Siete términos 8. Individualidad. Ocho términos9. Patrón. Nueve términos 10. Creatividad. Diez términos11.Dominación. Once términos 12. Autocracia. Doce términos

Aquí debemos enfatizar que el número doce no es un “terminus ad quem” sino un conveniente lugar de reposo. Los principios continúan con las categorías, y las series no tienen una terminación asignada. Por ejemplo, el principio diez de la creatividad es importante para cualquier estudio del universo, pero por falta de comprensión de la verdadera diferenciación entre los números desde el ocho hasta el doce, no debemos intentar expresarlo en una fórmula verbal.

Antes de proceder a considerar las categorías por separado, debemos notar de nuevo que ellas no están derivadas en secuencias únicamente por la suma de términos nuevos. La polaridad surge no solo por la yuxtaposición de dos entidades sino por la formación de un polo doble. La relación no es solo la reconciliación de los opuestos, sino la totalidad de un sistema en el cual tres factores independientes se juntan para formar uno. La subsistencia no es un par ni un polo de dos ni la totalidad más la relación, aunque incluye estas dos. También importa dentro del sistema de cuatro términos la propiedad única que Hegel llamó “ser de este modo”. La potencialidad puede ser expresada como dos triadas que forma un polo doble, pero que tiene su propia cualidad peculiar que ninguna de las primeras categorías puede comunicar. La repetición de nuevo nos lleva hacia un paso más arriba hacia la concreción de la experiencia en donde “conocer” es “reconocer”. La estructura no es solo repetición más totalidad (6 + 1), potencialidad más polaridad (5+2), o subsistencia más relación (4+3), pero todas estas, juntas con la única propiedad de independencia; es decir, tener la habilidad de reproducir en una parte el carácter del todo (la similaridad aparente de las series de categorías de Hegel “progresión de la noción” no nos debe confundir dentro de la suposición de que debemos volver a la “ciencia de la experiencia de la consciencia”, en donde Hegel decía que “finalmente cuando el aprehendía su propia esencia esto le indicaría la naturaleza del conocimiento Absoluto en sí mismo”. Cf. G.W.F. Hegel, Fenomenología y Mente, trans, J. B. Baillie, Vol. I p.89). Las categorías sirven

únicamente como medios para reconocer ciertas propieades de nuestra experiencia y para estudiarlas a los dos separadas y en su mutua relación. Además, los principios no tienen punto final que podamos representarnos nosotros mismos en nuestros pensamientos, pero ellos vuelven una y otra vez aumentando su significado como nuestra propia experiencia de la vida crece hacia la comprensión (la progresión de Hegel es absoluta pero finita, mientras que la serie de principios dados aquí es relativa pero infinita).

I.2.3. TOTALIDAD

La totalidad es omnipresente pero relativa.

Observando nuestra experiencia y el comportamiento de los organismos vivientes y de los objetos inanimados, podemos discernir un patrón de intercambios energéticos al cual podemos aplicar el término general de “respuesta”. Existen diferentes grados de respuesta que expresamos por medio de palabras tales como “reacción”, “sensación”, “percepción”, “discriminación”, “comprensión”. Los términos de estas series no están bien definidos, ni podemos determinarlos sin una posterior investigación en donde una forma de respuesta es independiente de otra. Sin embargo, podemos reconocer una “escala de respuestas” que se extiende sobre todo lo que conocemos. Si ahora introducimos la palabra totalidad, estamos obligados a admitir que su significado es relativo al grado de respuesta del cual el objeto en cuestión es capaz. Los objetos inanimados pueden raramente decirse que reconocen las otras entidades. Un cristal, por ejemplo, puede ocupar el material de una solución para su propio crecimiento, pero no responde específicamente a la presencia de otro cristal, parecido o diferente a sí mismo. Podemos reconocer las respuestas selectivas en los mecanismos, tal como las máquinas con ranuras, que nosotros mismos hemos construido, pero su habilidad para reaccionar selectivamente a trabajos específicos, tal como a los centavos, deriva de la experiencia humana. Las plantas parece que tuvieran algún pequeño poder para reconocer y responder a otros objetos en general (Cf. J. C. Bose, Response in the Living and the Non-Living). Los animales, aún los más primitivos, muestran un grado superior de respuesta. Esta respuesta a la totalidad es inconfundible en los animales dotados con un sistema nervioso; pero ellos sienten más que percibir. La discriminación de la totalidad en los hombres prueba al examinarla ser menos que lo que suponemos. Nuestro discurso implica que los nombre que usamos son completos, pero nosotros rara vez verificamos los significados que intentamos expresar. Existe, sin embargo, evidencia muy convincente que los hombres en un estado más elevado de consciencia adquieren una percepción directa de la totalidad que va más allá del nombre y de la forma, y que penetra de alguna manera dentro de la esencia verdadera de la cosa percibida.

Tales consideraciones nos conducen hacia la concepción de la totalidad como una propiedad que se encuentra en toda experiencia, y como una que admite grados y por lo tanto es relativa. Ya que nuestro lenguaje habitual no tiene en cuenta la relatividad de la totalidad, una reconstrucción se hace necesaria. Permitanos, por ejemplo, considerar un grupo de palabras que ilustren varios aspectos de la totalidad, tal como “unidad”, “coherencia”, “unión”, “completo”, “orden”, “organización”, “organismo”, “auto conocimiento”, “individualidad”. Los significados de estas palabras muestran cierto grado, tanto como podemos reconocer al pasar de una concepción más abstracta a una más concreta, del significado de la totalidad.. Existe, sin embargo, en tales palabras como “organismo”, implicaciones de subsistencia y de estructura que van más allá de la totalidad al desnudo. Si, entonces, nos preguntamos a nosotros mismos cual es el grado de la totalidad, vemos que están determinados por la extensión o por el grado del cual un objeto dado es en sí mismo y no se mezcla dentro de algo que no sea lo mismo.

Tenemos que hacer aquí una generalización importante; es decir, que siempre exista significado en la pregunta: “En qué grado es este objeto en sí mismo?” Nos damos cuenta que todos los objetos no están unificados en el mismo grado, unos son más coherentes que otros. De esta forma, un organismo viviente tiene un grado mayor de totalidad que una colección de miembros desmembrados y de órganos en una tabla para disecar.

Con el fin de determinar la propiedad de un objeto que constituye su grado en la totalidad, debemos usar el término “unión” y, ya que es deseable enfatizar que la totalidad es inherente en el objeto en sí mismo y no en la forma que se percibe, debemos atribuir a cada conjunto un índice preciso; es decir, “el grado para el cual el conjunto dado existe independientemente y se diferencia de su medio ambiente inmediato”. El principio de totalidad afirma que la propiedad de ser uno mismo es universal y omnipresente y sin embargo relativa (Cf. J. C. Smuts, Holism and Evolution, Londres, 1924, p. 98: “El todo es básico para el carácter del universo.”

I.2.4. POLARIDAD

La afirmación que dos objetos están conectados implica que ellos están de alguna manera separados. Las palabras tales como “opuestos”, “contradictorio”, “dividido”, “contrario”, “exclusivo”, todas implican una desconexión que será sin sentido si no hubiera conexión. Debemos usar el término diada en un sentido especial para nombrar cualquier par de términos entre los cuales la conexión y la oposición puede ser reconocida. “Los hombres y las Mujeres” son una diada, y otros ejemplos que pueden ser fácilmente reconocibles son “calor y frío”, “presente y ausente”, “interior y exterior”, “gusto y disgusto”, “mayor y menor”, “verdadero y falso”. Tales pares como

“madera y papel”, “té y café”, “ayer y mañana”, “tal vez y seguro” son también diadas, ya que en cada par de términos podemos reconocer una propiedad común que le da significado a su opuesto. Sin embargo, los dos términos de una diada necesitan no tener ninguna propiedad esencial en común. En realidad, la conexión no puede ser más que el hecho de que sucedió que estaban juntas por alguna asociación accidental de ideas. Por ejemplo, “cocinar y ayer en la mañana”, “más grande que y cobre”, pueden las dos ser tomadas de tal forma como para exhibir dos ideas puestas en oposición y sin embargo ser asociadas en una conexión específica.

Con estas explicaciones, podemos afirmar que cualquiera y cada par de todos, que existan o no existan, pueden ser vistos como una diada en el sentido arriba indicado. Aunque todos los pares son diadas, la gran mayoría son triviales en el sentido de que los dos términos se posicionan uno al otro únicamente en una oposición débil y con una conexión insignificante. Aún cuando la oposición polar sea más clara, permanece en cada diada algún elemento común que no se opone a los dos miembros del par. Por ejemplo, caliente y frío no son del todo términos exclusivos, debido a que existe algo de calor aún en los más fríos objetos. Verdadero o falso nunca puede ser afirmado absolutamente en ninguna proposición diádica.

El principio de polaridad puede ser formulado en forma corta.

La polaridad siempre hace surgir la fuerza. Debemos ser cuidadosos en no cometer un error suponiendo que la fuerza es la misma cosa que una relación. Las cargas eléctricas positivas o negativas no pueden existir juntas, y por lo tanto no puede decirse que se relacionan una con la otra, aunque en yuxtaposición ellas deben producir una fuerza. A través de la polaridad, todo lo que existe está en un estado de tensión el cual la polaridad en sí misma no puede hacer nada para aliviar. Por lo tanto, la polaridad nunca podrá ser un principio final de explicación (Cf. Roubiczek, Pensando en los Opuestos; también la insistencia en la literatura Hindú sobre la necesidad de “trascender los pares de opuestos”.). Como formas de expresión, la totalidad es muy confortable para ser satisfecha y la polaridad es muy incorfortable para resistir. La diada siempre es una fuente de disturbio, obligándonos a penetrar más profundamente dentro del asunto en cuestión.

Sin la fuerza nada puede moverse, pero la fuerza sola no hace ningún movimiento posible. El mundo visto como un sistema de diadas consiste en todos conectados y no relacionados, de opuestos buscando la reconciliación pero incapaz de encontrarla. El número dos no puede ir más allá de sí mismo. La diada es cerrada, pero su encerramiento no es de que está completa.

A través de la polaridad, encontramos en todas partes en nuestra experiencia oposiciones de orden y caos, de lo bueno y lo malo, de la verdad y de la falsedad, de uno mismo y de otros; pero la polaridad no puede mostrarnos ni como estas oposiciones surgen ni como ellas pueden ser resueltas.

I.2.5. RELACIONES

Todas las relaciones son reducibles a la combinación de tres elementos independientes afirmándose uno del otro tal como las influencias de la afirmación, la negación y la reconciliación.

Una relación no es en sí misma un todo, ni es una propiedad de los todos que se relacionan. Por lo tanto, no se puede alcanzar ningún principio de relación únicamente combinando la totalidad y la polaridad. Desde que la lógica está basada en estos dos últimos principios, la relación va más allá de la lógica. Por lo tanto es que el intento de estudiar la relación por medio de la diada “términos y relaciones” demuestra no tener éxito (Cf. R.H. Bradley, Apariencia y Realidad, pp. 32-4: “Las relaciones nos son nada inteligible, con o sin sus cualidades. En primer lugar una relación sin términos parece pura verborrea; y los términos aparecen, por lo tanto, como si fueran algo más allá de su relación…. A la conclusión que he llegado es que una forma relacional de pensamiento, es decir, una que se mueva por la maquinaria de los términos y las relaciones, debe brindar apariencia pero no verdad.”)

Si la relación no puede surgir de dos términos solos, ni de nada derivado de algo de ellos, se deben necesitar al menos tres términos; y lo descubrimos como una propiedad que entra a la experiencia a través de la triada. La idea más importante, y en alguna forma la más difícil, para ser aprehendida es que una triada relacional está constituida únicamente hasta cierto punto que los tres términos presentes sean independientes. Si alguno de los tres términos puede ser deducidos de los otros dos, entonces no estamos tratando con una relación sino con una totalidad o polaridad. Por ejemplo, el hierro caliente-frío no constituye una relación, ya que el calor y el frío no son factores independientes. Pero, sin embargo, si tomamos el fuego-calor-hierro, sugerimos una relación en donde el fuego y el hierro están relacionadas a través del calor, el calor y el hierro a través del fuego, , y el calor y el fuego a través del hierro. En el último caso tenemos únicamente la concepción de la fuerza del calor y del frío enfrentadas en un pedazo de hierro, pero no en una relación. Los requerimientos de independencia introducen un elemento de orden que no encontramos en los principios de totalidad y polaridad. Una relación no está caracterizada por el solo hecho de que estén presentes tres elementos, ya que es también necesario tener en cuenta la forma en que ellos se juntan. Por ejemplo, la triada niño-madre-padre, la cual aparece como el poder evocador de la niñez sobre las relaciones del hombre y la mujer, es muy diferente de la triada padre-madre-niño, la cual representa la acción generadora del principio masculino confrontado con lo femenino.

Además debe tenerse en cuenta que cada uno de los tres términos de la triada hace su propia contribución específica al carácter de la relación. Uno de los términos siempre

tendrá el carácter de la afirmación, o de la actividad; el segundo tendrá el de la negación; mientras que el tercero no aparecerá como pasivo ni como activo, sino como reconciliador de los otros dos. Debemos encontrar difícil reconocer estos caracteres en cada situación, debido a las muchas y diferentes formas en las cuales ellos pueden manifestarse. La afirmación es siempre positiva y activa, pero puede tener muchas formas diferentes; lo negativo puede moverse desde la oposición violenta hasta la inactividad o la pasividad; y dentro de estos rangos pueden existir otras características como la receptividad, la respuesta, y la cooperación. El tercer carácter no será más que el resultado del encuentro de las fuerzas pasivas y activas, o aparecerá como un acto de libertad que trae a la existencia una situación que sin ella no hubiera surgido de ninguna manera. Las dos triadas ya discutidas difieren en su significado de la niñez como el tercer término. En la primera triada la niñez es pura potencialidad, es decir, libertad, mientras que en la segunda, es la actualización temporal, es decir, el resultado.

Debido a los diferentes grados de significado que pueden tomarse por los tres caracteres primarios, las relaciones pueden tener una variedad sin fin, pero todas pueden reducirse a las triadas. Una relación aparente de la clase de A compra B de C para D por chelines (Cf. Bertrand Russell, Conocimiento Humano, Su Campo y sus Límites, p. 277.) son realmente dos triadas, una es una triada que “compra” y la otra una triada de “precios”. Además, no es una tetrada verdadera; los términos B y D no son independientes, ya que el precio de D no tiene significado sin la referencia al objeto B. Similarmente, la relación pentadica de Russell, “A se ocupa de B que ama a C más que D odia a E”, está compuesta por cuatro triadas con la relación de “amor”, “odio”, “cuidar”, y “más que”.

I.2.6. SUBSISTENCIA

Subsistencia es la limitación de la existencia dentro de un marco que requiere para su definición no menos que cuatro términos independientes.

Pasamos de las relaciones a la subsistencia por medio del reconocimiento de que la existencia siempre se nos presenta a nosotros como “esto y aquello”. Esto necesita un sistema de cuatro términos. La tetrada es, en un sentido obvio, una combinación de relaciones y de objetos relacionados, y, por lo tanto, tiene que ver con una situación que es más concreta que la triada sola (Cuando Platón usa la frase “que comprende cuatro esquinas” el traiciona una intuición de que un sistema de tres términos es algo incompleto y e inestable) Para especificar un evento, necesitamos cuatro términos independientes. Usualmente estos son tomados como tres parámetros de espacio y uno de tiempo, pero no debemos cometer el error de suponer que una tetrada está compuesta de dos diferentes clases de términos. La subsistencia significa para nosotros persistencia en tiempo y extensión en espacio, pero estas dos no son en la

práctica inseparables. Lo que actualmente observamos es el cambio, que puede ser representado como un sistema de cuerpos en movimiento relativo. El punto principal que debe tenerse en cuenta es que la subsistencia se refiere a situaciones particulares. Cada tetrada es única, pero el precio que paga por ser única es que no puede convertirse en otra que en sí misma. Por lo tanto el principio de subsistencia es esencialmente estático. Además de tenerse en cuenta que el marco de cuatro partes no necesita ser el de la propia experiencia de espacio y tiempo. Podemos concebir un patrón que subsista entro del marco eterno de espacio combinado con la propiedad de renovación. También es probable de que existan formas de ser que subsistan en palabra invisible de espacio y potencialidad. Por lo tanto es necesario formular el principio sin referencia explícita del espacio y del tiempo.

La subsistencia completa el primer ciclo de categorías que pueden ser llamadas las “categorías de la mera existencia”. Con el segundo ciclo continuamos y repetimos la progresión para alcanzar una experiencia más completa y más concreta de subsistencia e individualidad.

I.2.7. POTENCIALIDAD

Potencialidad o subsistencia múltiple surge cuando al menos dos triadas similares comparten un miembro común en la posición inicial. Esto por lo tanto, requiere un sistema de no menos de cinco términos independientes.

Hasta cuando identifiquemos el conocimiento con la percepción de los sentidos, estamos obligados a decir que lo que percibimos existe y que lo que no percibimos no existe. Sin embargo, el estatus de lo actual y del potencial no puede ser reducido a la simple oposición de la que existe o no existe. La existencia como un campo de actualizaciones posibles no es la “mera existencia” de Hegel, la cual es “indiferencia absoluta” (Cf. G. W. S. Hegel, Logic, trans, Wallace, p.169) sino más bien “estar determinado”.

Para afirmar que B y C existen potencialmente en A es equivalente a decir que existen dos triadas A p B , y A q C , las dos igualmente reales cuando p y q sean eventos que tengan A en sus momentos iniciales.

p __ B / A

/ q ___ C

De acuerdo a nuestras concepciones ordinarias de tiempo y espacio, la combinación A p B y A q C son imposibles, para los dos eventos B y C se necesita que ocurra en el mismo tiempo y espacio. Si, por lo tanto, la preposición “B y C las dos se potencian en A” es para tener un significado, este significado se debe referir a un enmarque más amplio que aquel de tiempo y espacio solos. A tales consideraciones llegamos a una representación del espacio de cinco dimensiones, y también a la conclusión que la potencialidad requiere un mínimo de cinco términos independientes.

Nuestras percepciones de los sentidos están confinadas a las actuales representaciones. Esta debe ser, por ejemplo, la triada A p B. La desactualizada posibilidad dada por la triada A q C permanece imperceptible y, de acuerdo a los forma usual de ver, debe verse como no existente. El razonamiento basado en la suposición de que lo que es potencial no existe nos conduce a serios errores. A la larga nos conduce a concluir que toda nuestra experiencia es inexplicable. La simple consideración de que las potencialidades desactualizadas deben en cualquier momento volverse actuales deberían ser suficientes para convencernos de que ellas no deben ser tratadas como no existentes. El principio de conservación de la energía puede mantenerse únicamente si la energía potencial es totalmente equivalente en su estatus existente con la energía en movimiento.

Aquí está el primer principio de independencia, la potencialidad nos provee la experiencia que falta en la primeras categorías. Las dos relaciones A p B y A q C pueden, pero no necesariamente deben, representar para A la situación de elección, en donde una o la otra se vuelven acutales por la virtud de lo que representa A, y no como un resultado de causas anteriores. Por lo tanto, puede verse como que no se necesitan menos de cinco términos con el fin de darle un significado a la concepción de independencia.

Potencialidad es siempre más que subsistencia. Todo lo que existe tiene potencialidades para actualizar que aventaja las relaciones que puede sustentar dentro de cualquier situación concreta. Esta es una verdad para objetos inanimados tanto como para seres vivientes. Toda existencia está ejemplificada en la semilla que se lleva en su patrón genético una potencia de variaciones que nunca podrán ser realizadas completamente. La crítica de Bradley de la “danza de la categorías de la sangre” nunca podrá ser dirigida contra la potencialidad correctamente entendida, por ella fluye la corriente sanguínea para la existencia, aún reponiendo la fuente por medio de la cual el proceso temporal se mantiene. La potencialidad es el eterno elemento de toda la experiencia.

I.2.8. REPETICION

La repetición es la propiedad en donde la identidad, la diferencia y la relación se combinan en un sistema único, y para esto se requiere un mínimo de seis términos.

La experiencia nos enseña que las palabras “igual” y “otro” son mutuamente dependientes en el sentido de que no podemos hablar de alguna de ella sin que importe algo del significado de las dos. No existe nada en los primeros cinco principios que necesiten que lo “igual” y lo “otro” deban ser juntadas en esta forma, y por lo tanto debemos reconocer una nueva característica de nuestra experiencia. Si consideramos el sistema A B C D E F, observamos que este puede ser visto como dos triadas independientes A B C y D E F, o como dos tetradas A B C D y C D E F, las cuales compartes por mitades sus términos. Tal sistema nos permite la combinación del mismo y de otro para que se establezca, y pueda, por lo tanto, ser llamada repetición. No hay mucho que decir de que el principio de repetición es la base de la epistemología, sin el que no se podría reconocer, y por lo tanto, ni conocer ni la posibilidad de comprenderlo.

Cuando examinamos el número mínimo de términos los cuales un sistema debe tener en orden para ejemplificar el principio de repetición, podemos ver que no es suficiente hacer la diferenciación entre lo actual y lo potencial, esta diferenciación puede surgir en un sistema estático en donde nada ocurre. La energía potencial puede guardarse indefinidamente, pero no se renueva por sí misma. La repetición requiere la acción doble de una fuerza que resiste y una que disturba, esto es la vibración. Lo que continúa de esto es que el pasar de la potencialidad a la repetición, deben estar presentes seis elementos independientes en la situación, para disturbar y restablecer fuerzas deben existir concepciones que no tengan significado en términos de los primeros cinco principios.

Un aspecto del sexto principio puede ser apreciado si recordamos que todo el conocimiento preciso, toda medida, es posible únicamente a través de la observación del proceso repetido. La medida del tiempo, la determinación de la duración, el descubrimiento de las proporciones, todo requiere de los instrumentos repetidos tales como relojes y reglas, y el reconocimiento de lo que nos gusta y de las diferencias en lo que observamos.

Sin embargo, el significado epistemológico de la repetición es únicamente una asunto secundario. La repetición no solo nos brinda lo que conocemos sino que nos convierte en lo que somos. No podríamos entender nada ni hacer nada si la vida no se repitiera. Las potencialidades deben realmente existir, pero sin repetición no podríamos lograr nada de ellas.

Los antiguos aceptaban lo cíclico como un axioma, y lo tenían muchísimo en cuenta para aprehenderlo y ser capaces de tomar su lugar. Gianbattista Vico fue tal vez el último filósofo que vió en la repetición un principio cósmico de explicación. Desde

que el tiempo secular, o la creencia de que los eventos proceden en una dirección definitiva, han suplantado su concepto de reflujo. Y aún su importancia permanece, únicamente no como un principio único y último, sino como uno en donde sin las categorías no es posible ningún pensamiento válido. (Cf. P.D. Ouspensky, Un Nuevo Modelo del Universo, Chap.10, y Rodney Collin, La Teoría de las Influencias Celestiales, con una ilustración de la amplia visión que ha hecho posible por medio de una aceptación del principio de repetición. Ouspensky, en particular, reconoce la repetición como un sistema de seis términos.)

I.2.9. ESTRUCTURA

La estructura es un sistema auto regulador capaz de una existencia relativamente independiente. Para este se necesitan siete términos.

La palabra “estructura” se usa en este contexto en el sentido más general. Existen una serie de palabras para organizar la totalidad tal como “átomo”, “moléculta”, “célula”, “ser viviente”, “organismo”, “uno mismo”, “mundo”, “sistema”, “cosmos”, que difieren del significado principalmente en el aspecto de estructura que sirve para enfatizar. La palabra “átomo”, aunque se usa comúnmente para un partícula muy pequeña, realmente significa “la parte más pequeña de un todo dentro de la cual una tipo dado de estructura está completamente ejemplificada”. “Célula”, “ser viviente”, y “organismo” se refieren a los todos autónomos que tienen la propiedad del auto mantenimiento. “Mundo” y “sistema” implican lo concreto y la auto suficiencia.

La estructura debe ser aplicable igualmente a las formas y a las proporciones de las estructuras en el espacio, a la combinación de ritmos y de ciclos en el tiempo, y, en el sentido más amplio, a todo lo que participa en el proceso universal como un sistema más o menos independiente.

No es obvio que el principio de estructura pueda ser ejemplificado únicamente en un sistema con al menos siete términos independientes, y es necesario aquí apelar a nuestra experiencia concreta.

Sin embargo, pueden citarse muchos ejemplos de siete partes de estructuras independientes. Los astrónomos requieren siete cantidades independientes, el eje semi-mayor, la excentricidad y la inclinación, la longitud del nodo ascendente y el perihelion, la época y el período, completos para definir la órbita y la posición del planeta. Los ingenieros necesitan siete introducciones independientes rígidas para fijar un cuerpo masivo. Tales observaciones le dan color a la creencia antigua del significado especial del número siete. (Para numerosos ejemplos ver Richar Samuel, Siete, El Número Sagrado, Londres, 1887). Pero no es suficiente que los siete pliegues

sean frecuentemente observados, para el principio se necesita que debe ser asociado pre-eminentemente con estructuras que se auto regulen.

La auto regulación es una propiedad que no puede ser prevista de una examinación de los primeros seis principios tomados solos. El los necesita, pero los trasciende y los transforma. Alguna idea de la forma de la transformación puede ser expresada en la tabla siguiente, la cual establece las categorías que componen lado a lado con los elementos correspondientes en el principio de la estructura.

Categoría Elemento

1. Totalidad Identidad 2. Polaridad Dirección 3. Relación Interacción 4. Subsistencia Mantenimiento 5. Potencialidad Significado 6. Repetición Renovación 7. Estructura Resistencia

Una investigación total iría más allá de lo que es necesario o posible en el nivel presente, y un ejemplo simple, tomada de nuestra observación del crecimiento de una bellota de un árbol de roble, debería bastar. Si examinamos este proceso en detalle, podemos ver que no sería completo o significativo sin siete pasos independientes, tal como sigue:

(I) Fertilización (V) El árbol nuevo o joven (II) Diferenciación Interna (VI) El árbol (III) Germinación (VII) El fin de la vida (IV) El semilleroEl proceso empieza desde el momento en que el óvulo de la flor del roble es fertilizada. Antes de este instante no existe un solo hueco en donde todas las posibilidades del futuro árbol de roble estén presentes. En el momento de la fertilización, el futuro árbol de roble, con toda la estructura de su existencia, está en un estado de pura potencialidad, dentro de los límites de su determinación hereditaria todo lo que se parezca al roble es potencial pero todavía nada es actual. Después, la actualización procede continuamente pero en diferentes transiciones, a cada una de las cuales se pasa la frontera y se entra una nueva tierra de promesas. La flor muere, se forma la bellota, la bellota madura y se cae al suelo. Aquí está el momento de la crisis, en cada año, millones de bellotas maduran pero pocas germinan, ya que con el fin de hacer esto la bellota debe caer en condiciones favorables tal como la presión y un pedazo de tierra fértil con los requisitos de humedad. De la germinación sigue el semillero. De nuevo

existe una transición bien demarcada y, como comienza la alimentación que debe sacarse del suelo, la cáscara de la bellota se descarta. En el próximo paso, desde el semillero hasta que crece el retoño, la planta lucha por la luz y el aire. Si encuentra un lugar en el sol, el retoño se convierte en un árbol del bosque y, a menos que se destruya por enfermedad, por fuego, o por el hacha de los hombres, crece hasta que encuentra la madurez. Luego empieza su decadencia, y cuando su fuerza está finalmente exhausta, su ciclo de la vida se ha completado y muere. Esta es la estructura de su vida. Esta estructura es algo más que la totalidad del árbol de bellota; va más allá de las relaciones y de las transacciones con su medio ambiente, es un ciclo, un ritmo compuesto de ritmos menores de día y de noche, de invierno y de verano, de crecimiento y de decadencia.

En una ilustración de esto, le podemos dar expresión al principio universal de la estructura. Lo que es verdad para el árbol de bellota es verdadero para nuestras propias vidas; es verdadero para cada ciclo completo del esfuerzo de la vida humana, y es verdadero para los cristales de nieve y también para la galaxia.

Toda estructura completa está conformada con el único patrón universal. En el primer momento, todo es potencial y nada es actual; en el último momento, todo se vuelve actual y todas las potencialidades quedan exhaustas. Desde el punto inicial del bosque, los varios ciclos de vida de los árboles son procesos recurrente por medio de los cuales se mantiene su existencia. La vida del bosque en sí misma es una estructura recurrente, con sus ritmos entretejidos, sus períodos diarios y de estaciones, y su auto renovación en la vida y la muerte de los árboles individuales.cualquier análisis similar que se aplique a cualquier estructura completa revelará la misma secuencia de siete pasos. La diferencia entre el principio de estructura y los principios precedentes son inconfundibles. Solo existe independencia cuando puede haber intercambio con el medio ambiente por medio de la cual la auto manutención está auto regulada.

I.2.10. INDIVIDUALIDAD

La octava categoría nos permite reconocer un elemento de la experiencia que no puede fácilmente ser reconocido. Es la propiedad de ser un agente libre, es decir, una individualidad. La Individualidad está prefigurada en la primera categoría de la totalidad y la forma de ella está abierta por la séptima categoría de la estructura. El ciclo de siete categoría se escapa de todos aquellos caracteres de la existencia a los que le falta la propiedad del autoconocimiento. Un individuo es un sí mismo, como un centro único de experiencia subjetiva y también una fuente de iniciativa. Permanece en

la verdadera individualidad un poder auténtico de elección y por lo tanto la habilidad para direccionar y determinar el curso de los eventos. No podemos encontrar individualidad donde no existe con anterioridad estructura, pero no toda estructura es “eo ipso” individual. Aquello que individualiza una estructura puede reconocerse como una forma especial de consciencia, pero no puede penetrar dentro de la verdadera naturaleza y el significado de la individualidad hasta que podamos reconocerla en formas de la existencia fuera de la propia. Sin embargo, la individualidad tiene para nosotros una importancia especial ya que es una categoría pre eminentemente humana por medio de la cual los hombres se diferencian de los animales y de las gradaciones superiores de la existencia. Esto, sin embargo, no debe ser tomado para significar que todo hombre o casi todos los hombres realmente sean ejemplos de la categoría de la individualidad; para esto la potencialidad individual nunca debe volverse actual, como una semilla es una planta en potencia que nunca debe ver la luz del día.

El principio de individualidad puede establecerse como sigue:

La individualidad es la fuente de la iniciativa que reside en las estructuras organizadas. Puede únicamente ser actualizada o potencial. En cualquier caso requiere ocho términos independientes para ejemplificarla.

I.2.11. PATRON

La palabra “patrón” puede tomarse como si tuviera un significado pasivo en el resultado observado de un proceso ordenado. De esta forma hablamos del “patrón” de una cobertura. También puede ser entendido en un sentido más activo como aquel que sirve para direccionar y ordenar el proceso en sí mismo. De esta forma hablamos de una cobertura hecha de un patrón. El orden que reconocemos en la cobertura es el patrón y también está derivado del patrón. La palabra alemana “gesetzmassigkeit”, rara vez traducida al inglés como “de acuerdo a la ley”, comunica algunos de los dos caracteres dobles de los patrones transitivos e intransitivos. El significado universal del patrón está conectado con la posibilidad en todas partes y en todo de la afirmación del orden en la mitad del caos. No penetraremos, por lo tanto en el significado total del patrón como un elemento de toda la experiencia hasta que reconozcamos que la experiencia perderá toda la coherencia si no existen siempre y en todas las fuentes de activas del orden. Es en este sentido que el patrón constituye la novena categoría de la experiencia. No podrá ser descubierta excepto por el paso a través de la experiencia de la individualidad, y esto determina su lugar en la progresión de las categorías.

El principio del patrón puede ahora establecerse como sigue:

Toda experiencia está impregnada por la influencia de fuentes activas del orden que reside en los patrones de las estructuras organizadas. El patrón requiere no menos que nueve términos independientes.

I.2.12. CREATIVIDAD

El patrón sugiere la fabricación de patrones. Nuestra contemplación de la experiencia no puede descansar sobre el reconocimiento de que existe una fuente de ordenamiento, ya que el orden no es lo último. Aquello que puede separar el orden del desorden es el poder para crear patrones. No podemos tener conocimiento directo de este poder excepto en nuestra propia consciencia; pero podemos deducir su presencia de nuestra observación del orden del mundo. La creatividad, tal como Berdyaev la ha enseñado directamente, no puede ser la última categoría. “Unicamente el reconocimiento de los seres creados permite un acto original y creativo en el ser, un acto que produce algo nuevo y sin precedentes. Si todo en los seres no fuera creado, pero siempre hubiera existido, la verdadera idea de creatividad no hubiera podido haber nacido en el mundo.” “En cada acto creativo, siempre existe ganancia, siempre hay algo de más.” (N. Berdyaev, El Significado del Acto Creativo, Londres, 1955, pp. 128-9). La palabra “absoluto” aquí falsifica la representación, sin embargo debemos entender que en la creatividad existe algo que se añade auténticamente a la suma total de la experiencia; pero esto debe permanecer sujeto a la condición del ser como una adición posible. Esta condición está garantizada por la categoría del patrón que se posiciona hacia la creatividad como la potencialidad se posiciona hacia la repetición. Debemos por lo tanto tomar como nuestra décima categoría de la experiencia el elemento de la creatividad el cual se encuentra detrás de todos los patrones.

El principio de creatividad se entiende de esta forma:

En toda experiencia existe evidencia de una actividad creativa que no es la única fuente del orden sino también el vehículo del desorden. El carácter polar de la creatividad exige un sistema de no menos de diez términos para su manifestación (E.g. la individualidad de ocho partes con la fuerza polar del orden-desorden que es la fuente del patrón. Debemos ver luego que la creatividad no puede ser la fuente de una nueva Realidad.)

I.2.13. DOMINACION

La Dominación es el poder que reconcilia el orden y el desorden sin participar ni en el uno ni en el otro. Corresponde a la tercera categoría de la relación transferida al proceso del plano universal. La onceava categoría se descubre en la experiencia como necesidad. Puede reconocerse como el dictamen de Spinoza “la naturaleza aborrece el vacío” o como lo dice Richard Frank “la necesidad es la madre de los inventos”. Todas las tensiones del universo existente se reconcilian en la comunidad de las necesidades. La necesidad como la ley que no conoce ley apunta a la categoría que tiene el poder de producir su propio opuesto. Esto es dominación la cual no puede

encontrarse hasta que hayamos pasado más allá de la creatividad, por necesidad, tal como los Griegos lo decían, es anterior a la creación.

Podemos formular como el principio de dominación:

La dominación es el poder que reconcilia el orden y el desorden a través del agente de la creatividad. Es la forma superior de la relación que se descubre en la experiencia y requiere once términos independientes.

I.2.14. AUTOCRACIA

La doceava categoría completa el ciclo de la experiencia primaria. Todos los poderes derivados implican un poder que no es derivado. Como la experiencia revela la presencia de leyes, también debe ser aquel elemento que es una “ley dentro de sí mismo”. Aquí debemos remarcar bien la diferenciación sutil e indudable entre la “ley que no conoce ley” y la “ley dentro de sí misma”. La primera relaciona y la última subsiste. Nos encontramos en toda nuestra experiencia con las evidencias de un elemento más allá de la necesidad, que actúa sin dominación, la voluntad sin la creación, y que unifica todas las posibilidades. Este elemento es el poder autocrático de la afirmación primaria. Sin embargo, no debemos observar la doceava categoría como el fin de las series y el agotamiento de toda la experiencia. Las primeras doce pueden ser llamadas “categorías de hecho” que se diferencian de las “categorías de valores”. Esta última no puede entrar a la experiencia excepto por la forma de una nuevo ciclo que requiere e implica lo antiguo y no puede de ninguna forma ser deducido o derivado de ella. La autocracia es por lo tanto la última categoría del orden natural, pero también es la precursora de las categorías del orden moral. Las primeras doce categorías serán suficientes para el estudio de la filosofía natural que se ha emprendido en el presente volumen. En el próximo volumen entraremos al segundo ciclo duodecimal para establecer un sistema de valores.

Antes de dejar la doceava categoría debemos tener en cuenta que al reconocer un poder autocrático como la fuente de todo fenómeno también encontramos la gran regla metodológica de la similitud universal de acuerdo a la cual todo lo que aprendemos de cualquier elemento de la experiencia debe tener una relación sobre todos los otros elementos. Aunque la creatividad en sí misma es libre, existe una llave maestra autocrática que requiere todos los patrones subordinados para conformar para su propiedad el plan último.

Este es el doceavo principio:

La autocracia es la afirmación primaria por medio de la cual toda experiencia posible aparece en la existencia como un patrón potencial o como el proceso actual del universo.