Heler - El sapere aude en Latinoamérica

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ttulo provisorio de mi exposicin puede ser: "El /sapere aude/

I. Congreso Latinoamericano en Filosofa Poltica y Crtica de la Cultura

Asuncin, Paraguay -2006

El sapere aude kantiano en nuestra actualidad latinoamericana

Mario Heler*1. El problema de pensar enNos convoca un desafo problemtico: pensar en Latinoamrica. Un desafo que en su formulacin puede leerse como un imperativo. Y as ledo, cmo no referirlo al sapere aude kantiano. A ese atrvete a pensar que, en el siglo XVIII, Kant propona como necesaria propedutica para ejercer la libertad del individuo moderno. De este modo, invitaba al ejercicio de una libertad de pensamiento sin tutelas. Pero postergaba la libertad de accin, durante el perodo de aprendizaje del uso de la razn. Si aprender a pensar se asemeja a aprender a nadar, podramos decir que el uso de la razn se logra tambin tirndose al agua y procurando flotar. Pero hasta hacerlo bien, con estilo, parecera que an ni se nada ni se piensa. Slo al buen uso de la razn correspondera calificar de pensar. La analoga con el nadar termina aqu. Habr distintos estilos para nadar, pero uno slo en el caso del pensar.

Para Kant, el ejercicio responsable de la libertad moderna requera pensar por uno mismo conforme a las reglas universales de la razn. Aquello sobre lo que se pensara podra ser diferente y variado, quiz inducido por las circunstancias de los individuos que piensan. Pero en todos los casos, acatando las reglas del pensar comunes a todos los seres humanos; las que todos comparten por ser racionales. La universalidad conjura as las diferencias en el pensar. El buen uso de la razn homogeniza los pensamientos. Abstrae, esto es, separa, el pensar de sus motivaciones y condiciones empricas. Prescinde as de la particularidad y la contingencia, para abrir la posibilidad de los acuerdos intersubjetivos (para lograr la objetividad), excluyendo toda referencia a las coordenadas espacio-temporales del pensar.Sin embargo, pensar en Latinoamrica nos convoca a pensar a partir de una ubicacin espacio-temporal, a partir de un lugar geopoltico en donde pensar y a la vez, sobre el que pensar. Parecera entonces que habra que preguntarse por la posibilidad misma de hacer un buen uso de la razn de un tal pensar en.

Para sostener nuestro problemtico desafo deberamos primero decidir si las coordenadas socio-histricas determinan el pensamiento o si se piensa desde un no-lugar. Y tal reflexin nos llevara a interrogarnos acerca de quin piensa: lo hace el pensar mismo, es decir, un pensar descarnado (tal vez el sujeto trascendental kantiano)? O bien, todo pensar corresponde siempre a un sujeto situado, encarnado en un cuerpo, un sujeto sujetado, que aun en la mayor abstraccin sigue enraizado en un lugar determinado social e histricamente? Pero estas alternativas surgen por la forma en que predominantemente se plantea el problema de pensar en. Y en nuestra regin, a esta encrucijada se han enfrentado y se enfrentan las discusiones provocadas cada vez que se ha propuesto pensar en Latinoamrica. Una encrucijada bien sealizada, ya que nos indica el peligro de la prdida del estilo de pensar, del estilo que se impone como el nico valedero, el que corresponde al buen uso de la razn, por ser precisamente universal, y que casualmente se expresa en el pensar que se realiza en lugares especficos (geopolticamente determinados).Tampoco avanzamos mucho en el objetivo de abrir la posibilidad de un pensar en Latinoamrica, si entendemos el en como sobre. En tal caso, todo est dispuesto para plantear la cuestin en los trminos acostumbrados de explicacin de o aplicacin a Latinoamrica. Pero explicar significa oficialmente subsumir en un concepto o una ley el caso. Y a la aplicacin concierne al extraer las implicancias y consecuencias de las generales de la ley para un objeto emprico. En cualquiera de los dos alternativas, pensar sobre Latinoamrica requiere una ley universal. Una ley que no depende de los lugares especficos desde donde se piensa y sobre lo que se piensa, ni capta diferencias. Por el contrario, las anula en aras de una presunta universalidad. Con el agregado que se propone de tal manera que si se llegara a perder esa universalidad, se da por hecho que ya no se estara ni siquiera pensando, y por tanto se entrara en un delirio ajeno al uso de la razn, en la sin razn. Desde esta visin dominante, aunque la llamada filosofa latinoamericana adujera en defensa de su proyecto la aceptacin usual de la apelacin a, por ejemplo, una filosofa alemana, francesa, italiana, anglosajona, etctera, su tarea se consider que estaba destinada al fracaso desde su inicio. Y hoy mismo, se aduce que el presunto fracaso de los intentos de los 70 habra atestiguado suficientemente la inviabilidad de un pensar en Latinoamrica. Pero todava cabra preguntarse sobre ese fracaso: radica en haber emprendido un camino imposible, o en que sus resultados no han logrado el reconocimiento (la acreditacin) que s logran la alemana, la inglesa, la francesa , es decir, las filosofas situadas pero que sin embargo se proponen con pretensin de universalidad?Es que hay un cierto poder de la abstraccin (sugestivamente similar al del dinero) que, en asociacin con la universalidad, permite hacer olvidar slo olvidar la gnesis socio-histricas del pensar y del pensamiento, as como las luchas que llevaron hasta su reconocimiento como autntico pensar. Pero adems, este poder opera como un dispositivo de clausura: desautoriza los caminos que no converjan en los aceptados y dominantes del pensar; impiden la aparicin de novedades que pongan en riesgo lo ya establecido, que acaso pudieran competir con el pensar y los pensamientos ya instaurados y hegemnicos. En pocas palabras, intenta hacer desaparecer las diferencias.

En consecuencia, creo que el problema que nos plantea la invitacin a pensar en Latinoamrica supone empezar por establecer alguna diferencia, que habilite otras posibilidades, que abra nuevos senderos al pensamiento, nuevos recorridos que no nos repongan en las mismas encrucijadas bien sealizadas a donde nos conducen los dispositivos de clausura. 2. El campo filosfico o acerca de la actividad social de pensarPropongo que pensemos en condicional como un modo de poder explorar una posibilidad de pensar en Latinoamrica, y a la vez para poner a prueba lo que se diga, en el sentido de apreciar su posible productividad, su capacidad de establecer alguna diferencia.

La condicin para nuestra reflexin ser entonces considerar al pensar y el pensamiento equivalente con el filosofar y la filosofa, y referirnos entonces al campo filosfico, tomando en cuenta el proceso de profesionalizacin de la filosofa que se inicia a fines del siglo XIX.

Entender el pensar por referencia al campo filosfico supone concebir una actividad social consistente en el juego filosfico, un juego que consiste en hacer / producir filosofa, y que la divisin social del trabajo reconoce e institucionaliza. Como todo juego supone entonces reglas internas y muchas veces implcitas del pensar, reglas que estn dadas histricamente (y que por ende no estn dadas en forma universal). Pero para que haya juego hace falta tambin jugadores: sujetos involucrados en el juego y que saben jugarlo, que estn habituados y habilitados a hacerlo, por poseer el habitus correspondiente. Tienen entonces incorporadas las reglas y las condiciones del juego (in corpore, en el cuerpo: marcas que lo predisponen y disponen a seguir las solicitaciones del juego). Sin embargo, no todas las jugadas estn permitidas o reciben la misma aprobacin por parte de los pares. Por el contrario, hay una forma de jugar que por corresponder a la definicin dominante del juego, da ciertas garantas de reconocimiento y de la consecuente participacin (en realidad, desigual) en los beneficios que el campo distribuye entre sus integrantes. En cada momento, como resultado de las luchas entre los miembros del campo, se impone una modalidad de juego cuyo seguimiento promete conservar y aumentar la participacin en el campo, y para quienes no la siguen, cierta marginacin cuando no la exclusin. El predominio de una modalidad de juego es entonces resistida por otros integrantes que juegan de otra forma y que luchan porque su modalidad de juego sea reconocida en el campo. En consecuencia, la definicin dominante del juego se sostiene (o modifica) en una lucha entre estrategias de juego conservadoras (dirigidas a la permanencia de la misma definicin dominante) y estrategias subversivas (que procuran que cambie esa definicin). La adopcin por parte de los jugadores de una de tales estrategias se vincula con la posicin que ocupan en las jerarquas del campo y el respaldo que posee cada quien para sus jugadas. Si atendemos especficamente al campo filosfico encontramos que esas posiciones dependen de la afiliacin a ciertas tradiciones (unas de mayor o menor envergadura y prestigio que otras y que coexisten en el campo), que se desarrollan a partir de filsofos, escuelas, temticas y cuestiones, perodos histricos, o a una mezcla; tradiciones con una historia y un centro de difusin (con carcter nacional) hacia el mundo, con filiales en universidades e institutos de investigacin de diferentes pases. Se caracterizan por defender celosamente un derecho de propiedad sobre la temtica que trabajan y definir los criterios de inclusin y de exclusin en el crculo que conforman. Todo ello en la lucha que entablan con las tradiciones competidoras, por conservar sus prerrogativas y aumentarlas, procurando que su definicin del capital especfico filosfico se imponga por sobre la de las dems. Pero estas tradiciones se muestran situadas geopolticamente, y respondiendo a las relaciones con cada lugar de pertenencia, sin renunciar por ello a la pretensin de universalidad. Su extensin internacional no oculta su gnesis localizada y que suele darle nombre (por ejemplo, el marxismo ingls, el posestructuralismo francs, el pensamiento autonomista italiano, etctera). Las jerarquas de las posiciones se escalonan en el campo en general y dentro de las tradiciones reconocidas. Un dato no menor se manifiesta (como venimos sealando) en el hecho de que las posiciones con mayor poder estn radicadas en el hemisferio norte, mientras que las regiones y pases del hemisferio sur ocupan posiciones subordinadas (si es que tienen algn reconocimiento). Y es en las luchas por un mejor posicionamiento que se revelan los integrantes del campo como ortodoxos o como herejes.Hacia dentro del campo se instaura una divisin social del trabajo que se refleja en los subcampos que lo configuran. En esta divisin parecen distinguirse tres categoras de trabajo para los jugadores del campo, con exclusin de los legos (ms o menos cercanos al campo pero que no se encuentran habilitados como integrantes plenos del mismo). En un orden ascendente de relevancia y rango, la trada se forma con los profesores (el nivel ms bajo e identificado con los reproductores y consumidores especializados), los investigadores, como nivel intermedio y bajo ciertas condiciones, abierto a la posibilidad de acceder al nivel de los verdaderos productores, de los mximos exponentes del quehacer filosfico: los filsofos. Pero como venimos sealando, estas categoras de jugadores a su vez se ubican geopolticamente: la produccin de filosofa se sita casualmente en el hemisferio norte, mientras en el resto del planeta mayoritariamente slo se reproduce y consume lo que all se produce. A lo sumo, como pasa en Latinoamrica, los integrantes del campo podrn llegar a ser reconocidos como investigadores, desempendose como historiadores y/o sistematizadores, aunque siempre (al menos hasta ahora) tienen la posibilidad de ser profesores en sus lugares de origen (en la periferia).No harn los jugadores latinoamericanos del campo de la filosofa un buen uso de la razn? O el logro con excelencia de ese uso se ve obstaculizado (hasta paralizarlo) por no contar en sus pases con los recursos adecuados (bibliotecas bien surtidas, publicaciones con prestigio internacional y por supuesta indexadas, as como tiempo y dinero suficientes)? Si tales carencias dieran cuenta de las posiciones subordinadas de quienes se dedican a la filosofa en Latinoamrica, habra que pensar que sigue siendo vlido en general con algunas adaptaciones que no cambian su sentido el argumento aristotlico acerca de que la filosofa surge all donde hay ocio (pese a que hoy los esclavos hayan sido reemplazados por los asalariados, y los integrantes del campo de la filosofa reciban honorarios por sus tareas, negando que tengan ocio con su dedicacin al negocio de hacer filosofa). Pero en ltima instancia, supondra que todo se solucionara aumentando los recursos para hacer filosofa (como postulan actualmente los organismos multinacionales para las ciencias y que inciden tambin en la filosofa). Falacia que no toma en cuenta los dispositivos de clausura que funcionan para mantener la dominacin, dispositivos institucionalizados en el campo e incorporado en la subjetividades de sus integrantes. Ya hemos hecho referencia a que el pensar queda identificado con un buen uso de la razn, que precisamente es el que se desprende de la definicin dominante en el campo (y que no altera el hecho de coexistan varias definiciones, distintas y similares en sus efectos de dominacin). Se logra de este modo homogenizar el pensar, encauzndolo en recorridos bien sealizados, con sus carteles indicadores de las derivas peligrosas y perjudiciales del pensamiento.3. La prctica del pensar en el campo filosficoEl problema de pensar en Latinoamrica supone que nos pongamos a producir, que asumamos el papel de productores filosficos y que creemos nuestros conceptos en esta regin en donde se localiza nuestro quehacer filosfico. Pero las diferentes definiciones dominantes del hacer filosfico en los subcampos que definen las tradiciones reconocidas, recomiendan a los jugadores de cualquier lugar del mundo, acceder a la produccin a travs de las tradiciones ya establecidas, pues de esta forma su tarea y los resultados de ella podrn acreditar como filosofa. Pero paradjicamente, con tal recomendacin, que impone una forma de producir filosofa y tambin limita los temas que pueden trabajarse filosficamente, el hacer filosofa en estas latitudes queda reducido a una seria de vacuidades que ni ocasionan las rupturas epistemolgicas, condicin para dar algn tipo de respuesta a las cuestiones que el concepto de Latinoamrica plantea a la filosofa, ni puede competir con las producciones filosficas del hemisferio norte. Y en un crculo perverso: no acreditamos porque no producimos, pero no producimos porque seguimos las reglas de la acreditacin que condicionan nuestro hacer filosofa y nos condenan a posiciones subordinadas. Resulta as que la tarea filosfica se ve reducida a una exgesis que deriva en el pensar palabras sobre palabras, con producciones que son cita de la cita, comentario del comentario, con alguna referencia a un fragmento o aspecto del pensamiento de un filsofo que en su especializacin no interesa a nadie, y que si poseen algn valor dentro del campo, no son valorizados socialmente ms que por el prestigio heredado por una permanencia de ms de 2500 aos jalonada de hitos fundamentales para Occidente. Dadas as las cosas, no es casualidad que no nos leamos ni entre nosotros, preocupados por las producciones de los lugares ms jerarquizados. Y si atendemos a la produccin de nuestros colegas regionales, suele ser para evaluar su mayor o menor desvo de la autntica filosofa, esto es, de la convergencia o divergencia con la tradicin que seguimos.Se llega as a una formalizacin del pensar. Una ocupacin en la forma, en el procedimiento, as como en la fidelidad al texto, en la actualizacin bibliogrfica, en argumentaciones que recortan una cuestin de su contexto, la aslan de otras cuestiones asociadas y de sus presupuestos, dejando el terreno libre para que el sentido comn (las representaciones dominantes en la sociedad) se autoconfirmen. Una formalizacin que reclama virtudes especiales en los jugadores idneos, constituyendo subjetividades filosficas. Pero tales subjetividades resultan funcionales a la reproduccin de la tradicin en la que se enrolan, as como en nuestra regin, acarrea la permanencia en nuestro papel subordinado. La consigna es entonces hacer un buen uso de la razn, esto es, atenerse a la autoridad consagrada en los centros filosficos de prestigio, estudiando su panten de filsofos y utilizando las formas argumentativas esperadas.Es que la innovacin y el cambio en el pensar se adjudican a los lugares de prestigio filosfico, y para nuestra regin queda el papel de consumidores y reproductores de aquellos cambios e innovaciones, y en todo caso, el de divulgadores. Preocupados y ocupados por la acreditacin de nuestro pensar, supeditamos la produccin-creacin caracterstica del pensar a ese reconocimiento que vuelve a confirmarnos en el mismo lugar subalterno en el que nos reponen las reglas dominantes de la acreditacin. Queda as clausurada la posibilidad misma de un pensar en Latinoamrica. En nombre de tradiciones ya establecida, el quehacer filosfico del pensar se caracteriza por la lectura de los filsofos, con interpretaciones estabilizadas por esas tradicin, que en la seleccin de ellos manifiesta los criterios de inclusin y exclusin que operan en el campo de la filosofa. El otro aspecto de este mismo quehacer est constituido por la crtica a los otros, por supuesto errados, ms an cuando procuran explorar otros caminos, otras posibilidades de hacer filosofa. Y entonces la necesidad de la presunta fidelidad al texto del filsofo cierra al paso a la utilizacin de conceptos e ideas filosficas como herramientas para pensar sin tutelas.Pero ni aun as se eliminan las resistencias a la dominacin en el campo de la filosofa.5. Pensar en Latinoamrica

Cmo podemos visualizar entonces un pensar en Latinoamrica en resistencia contra los dispositivos de clausura que operan (objetiva y subjetivamente) en el campo de la filosofa y que nos reponen en una posicin subalterna, llegando casi a obturar las posibilidades de produccin filosfica en estas latitudes?Creo que la cuestin que requiere elucidacin es precisamente el pensar en. Pero a partir de lo expuesto, estableciendo alguna diferencia con las formas que hasta ahora han predominado, luchando contra la convergencia de saberes y relaciones de poder que operan en nuestros intentos por pensar sin tutelas y al mismo tiempo, por abrir nuevas posibilidades al pensar. Y sin que ello conduzca inevitablemente a la prdida de la calificacin filosofa para nuestras producciones.En este ltimo apartado expondr algunas consideraciones al respecto, que propongo en modo condicional (como ya mencion), con el objetivo de ponerlas en discusin, esto es, probar su capacidad para hacer fructfero el pensar en.Si siempre el pensar es a partir de un lugar, si siempre es un pensar situado, y ni el poder de abstraccin ms logrado ha podido borrar de su produccin y de sus productos este enraizamiento en circunstancias socio-histricas particulares, ni tampoco ha podido reducirlos a esas circunstancias: por qu ha de suponerse que una produccin filosfica realizada en nuestra regin debera anular las implicancias y consecuencias de su carcter situado? Ms an, por qu no sern precisamente las peculiaridades de esas coordenadas socio-histricas la ocasin de los problemas que pensemos? Si nos guiamos por las posibilidades que abre a la reflexin este interrogante, un primer avance nos conduce a la cuestin de la produccin filosfica. Y ello implica preguntarnos por una produccin intelectual que se distinga precisamente por ser filosfica. No obstante, no caigamos en la ingenuidad (en nuestro presente) de creer que la respuesta consiste en encontrar una definicin abstracta y capaz de provocar consensos en su universalidad, una definicin que anteceda (necesaria y universalmente) a la prctica concreta de una tal produccin. Pues nicamente nos encontraremos con a prioris histricos, pero a su vez articulados a partir de y en una prctica filosfica concreta, una prctica de alguna manera previa a la formulacin de esos a prioris.

Deslindemos en el anlisis dos clases de cuestiones que no pueden dejar de estar relacionadas. Por un lado, las que refieren al proceso de una produccin que plantea sus propias exigencias internas Por otro, las cuestiones de acreditacin de esta produccin, su reconocimiento como una produccin filosfica, a partir de pautas externas a la produccin filosfica de cada situacin. Las relaciones entre ambas clases de cuestiones se manifiesta en la necesidad de enfrentar las tensiones entre las exigencias de aquel proceso y de esta acreditacin, un enfrentamiento que busque que no se supedite la produccin a la acreditacin, sino que por el contrario, abra nuevas posibilidades, potencie el pensar. Con respecto a las cuestiones de produccin. Considero que habra que comenzar por resistirnos a ser actuados conforme a nuestro acendrado y naturalizado punto de vista de la lgica de la carencia. No partir entonces de lo que no tenemos, de lo que nos falta. Ni tampoco de fines y modelos idealizados que refuerzan la observacin de nuestra carencia (en un crculo en el cual nuestra visin de la carencia induce comportamientos en correspondencia con ella, y este acatamiento refuerza nuestra visin). Por lo tanto, se trata de ser consecuentes con una lgica de la potencia, una lgica en la que los cuerpos se definen por lo que pueden y no es posible predecir lo que son capaces de llegar a poder. La defensa de la produccin supone la potenciacin de la produccin y no la contabilidad de las carencias. Pues en la produccin si interesa el producto, importa la potenciacin de la produccin y la exploracin de las posibilidades que ella abre. En cuanto a las cuestiones de una produccin filosfica. Contamos con los conceptos e ideas de filsofos y de filosofas. Son nuestra caja de herramientas para pensar en. Pero son herramientas en tanto nos sirven para pensar un problema. Deber ser un problema filosfico? Los problemas, como su abordaje, tienen que construirse. No estn ah esperando nuestro tratamiento. Pueden ser problemas inditos en la filosofa, o bien nuevas formas de plantear viejos problemas, planteamientos en los que el pensar en Latinoamrica articula los problemas de la historia de la filosofa. El problema, junto con los conceptos que lo piensen, requieren creacin (aunque nunca sea una creacin ex nihilo, y slo pueda adjudicrsele un mayor o menor grado de relativa originalidad). Tal vez, al principio, estn demasiados apegados a nuestras lecturas, pero durante el proceso de produccin, nos volveremos ms receptivos a la insatisfaccin que provoca nuestro uso de los conceptos filosficos cuando los ponemos a prueba, esto es, al confrontar su capacidad para hacer algo con ellos en el abordaje de nuestro problema (que probablemente en este proceso exija reformulaciones). Al poner a prueba nuestro pensar podremos apreciar su capacidad para hacerlo fructfero, sus posibilidades de establecer alguna diferencia, su apertura a una mirada diferente y consecuentemente a nuevos recorridos del pensamiento, que nos saquen de las encrucijadas donde nos repone el pensamiento filosfico usual y acostumbrado. Claro que corremos el riesgo de reproducir un cierto autismo, por as llamarlo, que caracteriza la prctica acadmica de la filosofa, y que pretende engaosamente ubicarnos fuera de la sociedad en la que vivimos y por tanto, en la que pensamos. Habr entonces que evitar los peligros de una presuntamente necesaria especializacin que demanda mucho esfuerzo y no deja tiempo para otras lecturas y estudios, mientras nuestro pensar resbala sin dejar marca por la superficie de nuestras actuales problemticas sociedades, o se vaca de significatividad para nuestros interlocutores, nuestros compaeros en el proceso de pensar en. Es que desde la perspectiva que propongo, el en no slo es una condicin ineludible del pensar que ni el poder de la abstraccin logra disipar. Tambin entraa involucrarnos con nuestras peculiares circunstancias socio-histricas (en conexin con aquella etimologa que identifica la filosofa con el amor a la sabidura, y a sta, con una teora y una prctica consecuentes, y avanzando en el tiempo, con la idea de praxis). Nuestro pensar en podr quedar aislado por su falta de reconocimiento oficial, pero no puede ser solipsista ni en cuanto a contenidos ni en cuanto a nuestro habitar y convivir con otros. Evitar estos peligros no es empero slo una cuestin de voluntad. Por el contrario, es parte de una proceso de trabajo sobre el propio habitus filosfico, en una lucha dirigida a potenciar nuestro pensar en, a aumentar las posibilidades de convertirnos en productores de filosofa. Un trabajo y una lucha cooperativos, porque se concreta en operar juntos en los procesos de desidentificacin y de subjetivacin, que nos habiliten en las habilidades del pensar en. La cooperacin fructfera es el motor de la produccin, aunque d lugar a autores. Dnde ha quedado la pretensin de universalidad? Tal pretensin no depende de un acomodarse a pautas externas, trascendentes a la produccin, que se impone al proceso de produccin. Por el contrario, el ser consecuentes con las exigencias inmanentes del movimiento de nuestro pensar en pondr a prueba su posible valor filosfico. Pero no tenemos garantas que nuestro emprendimiento tenga xito. Podr ser acreditado o no como una produccin filosfica. Pero son tales exigencias inmanentes de la produccin las que permiten evaluar la produccin (por su calidad y no por la cantidad de productos publicados que contabiliza la acreditacin), exigencias preocupadas y ocupadas en las posibilidades para la produccin que abre el mismo proceso de produccin. Y siempre se puede volver a empezar, volver a intentar aprendiendo de los fracasos y de las posibilidades abiertas en el proceso, involucrados en la produccin para la produccin, sin cegarnos con los productos y su acreditacin.

No podemos dejar de percatarnos, no obstante, de que las cuestiones de la produccin entran en tensin con las cuestiones de la acreditacin en los intentos por pensar en. No es cuestin de optar entre tratar slo las cuestiones de una u otra clase. Cada una de ellas pueden plantear alternativas incompatibles. Y sin embargo, se trata de producir bajo las condiciones del predominio de la acreditacin. No se trata de un problema de toma de decisin adecuada, de tomar partido por un lado o por el otro. Por consiguiente, privilegiar las cuestiones de la produccin supone la lucha contra los dispositivos sociales que subordinan la produccin a las cuestiones de la acreditacin; contra esos dispositivos que no estn slo coaccionando desde fuera de los posibles productores, sino que estn incorporados en sus subjetividades. Se tratar entonces de definir estrategias para enfrentar esta tensin en apoyo de nuestro pensar en Latinoamrica, en un proceso de defensa palmo a palmo para dar poder a ese pensar, e ir ganando su reconocimiento. No estaremos preocupados y ocupados solamente en las cuestiones de la produccin, sino que habr que generar sus condiciones de posibilidad; lo que quiere decir, estar atentos a las cuestiones de acreditacin, procurando generar un lugar para nuestro pensar en.Quiz habr entonces que trabajar para construir una tradicin, ocuparnos de la formacin de los jugadores de este juego de pensar en Latinoamrica, de generar canales de difusin (que no de divulgacin), y muchas cosas ms. Pero especialmente no podr olvidarse, ni una sola vez, de nuestro involucramiento con la produccin para la produccin filosfica, por el movimiento creativo hacia nuevas y fructferas posibilidades para el pensar, y para el pensar no slo de los integrantes del campo de la filosofa.* Doctor en Filosofa (Universidad Nacional de Buenos Aires-UBA). Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones de Ciencia y Tcnica (CONICET-Argentina). Especialista en filosofa social, tica y epistemologa. Profesor Titular regular de Filosofa Social (Facultad de Ciencias Sociales-UBA) y de Introduccin al Pensamiento Cientfico (Ciclo Bsico Comn-UBA). Profesor de seminarios en varios Postgrados y Doctorados de Argentina. Adems de artculos en revistas especializadas y en libros colectivos, ha publicado: Individuos. Persistencias de una idea moderna (Bs. As., Biblos, 2000), Ciencia Incierta (Bs. As., Biblos, 2004) y es autor y recopilador de Filosofa Social & Trabajo Social. (Bs. As., Biblos, 2002).

Cf. Imanuel Kant, Qu es la Ilustracin?, Filosofa de la historia, Mxico, FCE, 1981.

Weber (y Habermas luego lo retoma) lo plantea as: Cuando un hijo de la moderna civilizacin europea se dispone a investigar un problema cualquiera de la historia universal, es inevitable y lgico que se lo plantee desde el siguiente punto de vista: qu serie de circunstancias han determinado que precisamente slo en Occidente hayan nacido fenmenos culturales, que (al menos, tal como solemos representrnoslos) parecen marcar una direccin evolutiva de universal alcance y validez ? (Max Weber, Ensayos sobre sociologa de la religin, Madrid, Taurus, 1987, tres tomos; tomo I, Introduccin, p. 11, la cursiva me pertenece). Habermas retoma a Weber en el mismo sentido (Cf. Jrgen Habermas, Teora de la accin comunicativa, Madrid, Taurus, 1987, dos tomos, y El discurso filosfico de la modernidad, Madrid, Tcnos. 1989). Claro que Weber y Habermas, europeos, identifican Occidente con Europa.

Cf. Mario Heler, Entre la produccin y la acreditacin, en Cuadernos del Sur-Filosofa N 34, Baha Blanca, 2005, pp. 77-94.

Castoriadis caracteriza la clausura as: Cualquier interrogante que tenga sentido dentro de un campo clausurado, en su respuesta reconduce a ese mismo campo (Cornelius Castoriadis, Hecho y por hacer. Pensar la imaginacin, Bs. As., EUDEBA, 1998, p. 319). Esto es, repone todo planteamiento dentro de los parmetros y las modalidades aceptados dentro del campo, procurando as encauzar las disidencias y dando lugar a la exploracin de nuevas posibilidades hasta donde no cuestionen el orden establecido. Constituye una forma de domesticacin de la crtica con el objetivo de reproducir el rgimen de dominacin.

Cf. Mario Heler, Dispositivos de clausura en las reflexiones sobre el ethos contemporneo, en AAVV, Miradas sobre lo urbano. Reflexiones sobre el ethos contemporneo, Bs. As., Antropofagia, 2006, pp. 53-70 .

Cf. Pierre Boudieu, El campo cientfico, en Intelectuales, poltica y poder, Bs. As., EUDEBA, 1999, pp. 75-110.

Cf. Richard Rorty, La filosofa y el espejo de la naturaleza, Madrid, Ctedra, 1983, captulo III, en especial 1.

Cf. Charles Taylor, Seguir una regla, en Argumentos filosficos. Ensayos sobre el conocimiento, el lenguaje y la modernidad, Barcelona, Paids, 1995, pp. 221-238.

Cf. en relacin con la terminologa utilizada: Pierre Bourdieu, ob. cit.

Este respaldo es pensado por Bourdieu bajo la figura de capitales que se invierten (que se ponen en juego) en las estrategias de quienes los poseen, y que no son slo econmicos. Hay adems capitales sociales culturales y simblicos. Por otra parte, a cada campo le corresponde un capital especfico, que es aqul que se produce slo en ese campo y en ningn otro. La produccin filosfica es el capital especfico del campo de la filosofa. El capital cultural est ligado a conocimientos, la ciencia y el arte. Existe bajo tres formas: en estado incorporado (habitus), en estado objetivado (bienes culturales, por ejemplo), y en estado institucionalizado (por ejemplo los ttulos escolares). El capital social es el conjunto de los recursos actuales o potenciales que estn ligados a la posesin de una red durable de relaciones ms o menos institucionalizadas; en otros trminos, a la pertenencia a un grupo, como conjunto de agentes unidos por lazos permanentes y tiles. Finalmente el capital simblico es la forma que revisten las diferentes especies de capital cuando son percibidas y reconocidas como legtimas; al serlo adquieren eficiencia simblica (semejante a una fuerza mgica que ejerce una suerte de accin a distancia, sin contacto fsico).

La divisin entre estos tres tipos de trabajo filosfico tiene un aire de familia fuerte con la divisin en ciencia pura, ciencia aplicada y tecnologa que opera en el campo de las ciencias. Es que en el campo cultural, al cual pertenecen el subcampo de las ciencias y de la filosofa, hay una relacin de dominacin por parte del campo cientfico que no deja de afectar al de la filosofa. Cf. Mario Heler, Ciencia Incierta. La produccin social del conocimiento, Bs. As., Biblos, 2004; 2 Edicin, 2005.

A lo que hay que agregar que los pensadores nacidos en Latinoamrica y que se destacan en el campo internacional de la filosofa, viven en el hemisferio norte y publican en lenguas que no son las de nacimiento.

Cf. Gilles Deleuze y Flix Guattari, Qu es la filosofa? Barcelona, Anagrama, 1995

Cf. Gastn Bachelard, La formacin del espritu cientfico, Mxico, Siglo XXI, 1978.

Tampoco result de utilidad para el pensar en Latinoamrica la moda de la filosofa aplicada de los 80, ya que la aplicacin (de qu) a una problemtica geopolticamente determinada no constitua una de las posibilidades abiertas por esta moda. Los desarrollos de esta aplicacin se estimaba entonces como una concesin criticable, no slo por la similitud con la aplicacin cientfica, sino por estar dedicada a cuestiones extra filosficas, que adems deba tener una cuestionable ligazn con las contingencias sociales, donde la peculiaridades filosficas podan diluirse.

Cf. Ludwig Wittgenstein, Investigaciones Filosficas, Barcelona, Crtica, 1988.

Castoriadis define la elucidacin en los trminos siguientes: trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que hacen y saber lo que piensan. Cornelius Castoriadis, La institucin imaginaria de la sociedad. Marxismo y teora revolucionaria, Volumen I, Buenos Aires, Tusquet, 1999, p. 11.

Recordemos que observar refiere tanto a percibir como a cumplir, respetar, acatar.

Cf. Baruch Spinoza, B., tica (varias ediciones en castellano); Gilles Deleuze, Spinoza y el problema de la expresin, Muchnik, Barcelona, 1996, Spinoza: Filosofa prctica, Tusquets, Barcelona, 2001, y En medio de Spinoza, Cctus, Buenos Aires, 2003.

Y el uso de ideas y conceptos como herramientas de nuestro pensar no puede eludir el esfuerzo del trabajo del concepto, el profundo estudio de los correspondientes filsofos y filosofas

La cuestin de la acreditacin como filosficos de nuestros problemas ser tratada luego.

No es casual entonces que las investigaciones acreditadas en la filosofa acadmica no partan mayoritariamente de problemas, sino que se propongan estudios de filsofos, y a lo sumo se plantee uno de los temas tratados por ellos. Y si bien, como seal en la nota anterior, es el trabajo en el pensamiento de los filsofos es necesario para llegar al uso de sus ideas y conceptos como herramientas, lo usual de estos planteamientos en las investigaciones acadmicas muestra una manifestacin de la forma (subjetiva y objetiva) del operar de los dispositivos de clausura en el campo, sobre todo tendiendo en cuenta que las investigaciones que parten de problemas tienen menos valoracin.

Badiou se refiere al ser consecuente as: El problema son las consecuencias, es decir qu es lo que vamos a hacer () Ahora bien, la cuestin de las consecuencias, lo sabemos desde siempre, es una cuestin de disciplina, cmo pasamos de una consecuencia a otra, de una etapa a otra? No se pude pasar sino de manera disciplinada. Tomo el trmino disciplina en un sentido muy vasto, es simplemente la capacidad de tratar la consecuencia, o como decimos en Francia: la capacidad de ser consecuente. () Hace un momento hablaba de matemticas. La importancia que Platn daba a las matemticas se debe a que en las matemticas tenemos unas disciplina terrible. Las consecuencias son las consecuencias, y podemos intentar creer que no lo son, pero no lo lograremos. Alain Badiou, La idea de justicia, en Acontecimiento. Revista para pensar la poltica, N 28, 2004, Bs. As., Grupo Acontecimiento, pp. 9-22.

Cf. En relacin con la idea de conflicto entendido como encrucijada y enredo: HELER, M., Dispositivos de clausura en las reflexiones sobre el ethos contemporneo, ob. cit., apartado 1.

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