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El movimiento plástico impresionista se desarrolló a partir de la segunda mitad del siglo XIX en Europa, principalmente en Francia. A grandes rasgos, se caracterizó por el intento de plasmar la luz y el instante, sin reparar en la identidad de aquello que la proyectaba.
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Impresionismo.
‘Gran Canal de Venecia’ de E. Manet
Periodo: 1869-1885.
Afinidades e influencias: Realismo; Paisajismo romántico inglés, sobre todo Turner y Constable; Corot; Escuela de Barbizon.
Rivalidades: Academicismo.
El movimiento plástico impresionista se desarrolló a partir de la segunda mitad del siglo
XIX en Europa, principalmente en Francia. A grandes rasgos, se caracterizó por el
intento de plasmar la luz y el instante, sin reparar en la identidad de aquello que la
proyectaba. El movimiento fue bautizado por la crítica como una respuesta irónica al
cuadro de Monet “Impresión: sol naciente”.
Un arte burgués y positivista. El Impresionismo se corresponde con una transformación social y filosófica: por un lado,
el florecimiento de la burguesía; por otro, la llegada del positivismo.
• La burguesía, como nuevo fenómeno social, trae sus propios usos y costumbres.
Gracias a ellos el campo deja de ser lugar de trabajo para convertirse en lugar de
ocio y de excursiones campestres. La ciudad, en tanto, se convierte en un nuevo
espacio para la nueva clase social: los “flanneurs”, paseantes ociosos que se lucen y
asisten a conciertos en los bulevares y los jardines de París. Cobra relevancia la
noche y sus habitantes, los locales nocturnos, el paseo, las cantantes de cabaret, el
ballet, los cafés y sus tertulias… Un mundo fascinante que sobre lienzo de los
impresionistas eclipsan los grandiosos temas del pasado.
• El positivismo, que defiende que el único conocimiento auténtico es el conocimiento
científico, surgido al confirmar las teorías a través del método científico. Irrumpe en
la pintura en busca la objetividad de la percepción, de un criterio científico que
resta valor a todo lo que no sea clasificable según las leyes del color y de la óptica.
Pierre-Auguste Renoir: Baile en el Moulin de la Galette (1876)
Los inicios (Francia). El germen del movimiento Impresionista se remonta a alrededor del año 1858 y nace en
un grupo de artistas de la Academia Suiza (Pissarro, Cézanne, Guillaumin, Monet,
Renoir, Sisley, Bazille) interesados en romper con los planteamientos pictóricos
tradicionales. Para ello van a centrarse en la pintura al aire libre, en la que pretenden
plasmar la cambiante luminosidad de los paisajes y de las figuras humanas.
En busca de una nueva forma de entender la pintura, los impresionistas centran su
atención en los paisajistas del Romanticismo inglés (sobre todo J. M. W. Turner y John
Constable) y en las innovaciones de Camille Corot y la escuela de Barbizon.
De Turner toman su gusto por la fugacidad, sus superficies borrosas y vaporosas y el
difuminado y la mezcla de los intensos colores; el máximo exponente de estas
características lo encontramos en ‘Lluvia, vapor y velocidad’, un cuadro que podríamos
considerar ya preimpresionista.
De Corot se quedan con la frescura que desprende al renunciar a muchos de los recursos
formales renacentistas. No en vano, Corot prefiere concentrar su atención en espacios
más planos y sencillos y en superficies más luminosas y, aunque nunca llegará a
fragmentar la luz en sus componentes cromáticos como harán los impresionistas y
siempre organizará sus lienzos para conseguir una cierta composición clásica, sí que
usará con frecuencia una elevada clave tonal e imprimirá un frescor y una
espontaneidad nuevos en el Salón oficial que atrae a los pintores del impresionismo.
‘Merienda sobre la hierba’ de Edouard Manet
Además, durante este período inicial es fundamental la figura de Manet, que se
convierte en el abanderado del antiacademicismo tras sus trabajos “Merienda sobre la
Hierba” y “Olimpia”. Rechazado por los Salones oficiales, Manet promueve el ‘Salon des
Refusés’, creado en 1863 a modo de contestación de los Salones Oficiales de Otoño, que
mantenían un arte estancado y carente de originalidad.
Los impresionistas se agrupan en torno a la figura de Manet, lo que le ha valido el
galardón de padre del Impresionismo. Dos trabajos se consideran esenciales para
comprender su influencia en el grupo. El ya mencionado “Desayuno sobre la hierba”,
donde las miradas de los personajes nunca se encuentran y en el que, a pesar de que las
figuras representadas son humanas, Manet las trata como figuras en un bodegón; este
trabajo inculcará en los impresionistas la desatención del modelo y de la narración. Por
otra parte “Un bar en el Folies-Bergère” evidencia el interés por los fenómenos
lumínicos al introducir un espejo al fondo que refleja toda la profundidad de la sala y las
grandes lámparas de araña, iluminación artificial que crea una luz difusa y menos
directa y, por tanto, más difícil de pintar.
El público aún no está preparado para este nuevo lenguaje de pincelada descompuesta
en colores primarios que han de recomponerse en la retina del espectador. Sin embargo,
Impresionismo cuenta con el apoyo de dos fuerzas sociales emergentes: la crítica de arte
(que encauzará el gusto del público) y los "marchands" o vendedores de arte (que
colocarán sus cuadros en las mejores colecciones del país). Además, las tertulias, los
Salones extra-oficiales y el propio escándalo se van a convertir en vehículos
propagandísticos del nuevo estilo. Eso sin hablar ya del favor que disfrutarán por parte
de la burguesía, encantada de verse retratada en los lienzos impresionistas.
‘Un bar en el Folies-Bergère’ de Edouard Manet (1881-82)
Formalización del impresionismo (Francia). El año 1873 marca un giro característico del Impresionismo. Los tanteos están olvidados.
El paso de la fase preparatoria a la fase de florecimiento ha empezado. Todos los
impresionistas son ya conscientes de formar un grupo y de tener iguales objetivos que
defender. Su primera aparición pública como tal se está fraguando.
Fundan una Sociedad Anónima de pintores, escultores y grabadores que, por fin, en
1874, logra organizar una muestra en los salones del fotógrafo Nadar. En total participan
39 pintores con más de 165 obras, de las que 10 son de Degas, la mayor aportación
individual del grupo; entre todas ellas se halla la ya legendaria ‘Impresión: sol naciente’
de Monet que, burlonamente citada por el crítico Louis Leroy, dará nombre al grupo.
‘Impresión, sol naciente’ de Claude Monet (1872)
Tras la primera exposición, los impresionistas reúnen sus obras en 7 ocasiones: 1876,
1877 (momento de mayor cohesión del movimiento), 1879, 1880, 1881, 1882 y 1886. A lo
largo de dichas exposiciones, algunos de los pioneros dejan el grupo (Cézanne, Monet,
Renoir, Sisley) y se suman artistas nuevos (Cassatt, Gauguin, Redon, Seurat, Signac).
Las primeras publicaciones importantes sobre la nueva tendencia son los artículos de
Zola (en ‘L'Évènement’) y Castagnary (en ‘Le Siècle’), ‘La nouvelle peinture’ (1876) de
Duranti y la ‘Historia de los pintores impresionistas’ (1878) de Duret.
Técnica. Los impresionistas prescinden de los grandes lienzos. Esto se debe a que estos no se
tratan de compromisos sociales sino, en todo caso, de encargos privados.
Además, los impresionistas tienen por costumbre salir a la calle o al campo para
trabajar, por lo que han de reducir el material que llevan consigo. De gran ayuda será
para ello el uso del óleo en tubo, generalizado a mediados del siglo XIX, que libera al
artista de la engorrosa elaboración de pigmentos en el estudio y le permite salir a pintar
al exterior.
Tienden a usar con creciente frecuencia colores puros y sin mezcla, sobre todo los tres
colores primarios (rojo, azul y amarillo) y sus complementarios (verde, naranja y morado
respectivamente). Sin embargo, a veces se permiten mezclarlos directamente sobre la
superficie del lienzo. Prescinden de los colores pardos y terrosos y destierran el negro de
la paleta al observar que las sombras nunca son negras, sino coloreadas. Al igual, el
blanco puro no existe, sino que la luz lo carga de matices innumerables.
Para distribuirlos obedecen a ley de colores complementarios y los emplean
normalmente distinguiendo entre los fríos y los cálidos. Las sombras dejan de estar
compuestas por colores oscuros y pasan a estar compuestas por colores fríos o
desaturados, que crean ilusión de profundidad. Del mismo modo, las luces dejan de ser
claras para convertirse en colores cálidos o saturados, que dan la sensación de elevarse
del fondo. Se rompe así con el sistema clásico del claroscuro, más propio del dibujo, y
de la perspectiva…
A decir verdad, los impresionistas huyen de todos los recursos propios del dibujo,
aplicando en sus cuadros únicamente los recursos propios de la pintura: es decir, el
color. A esta explosión de color contribuyen las importantes evoluciones científicas y
técnicas de la segunda mitad del siglo XIX, que permiten la creación de nuevos
pigmentos con los que los pintores consiguen una pureza y saturación impensables hasta
el momento.
Desplazada por el color, la preocupación por la forma desaparece y deja paso a la
obsesión por la luz y su influencia sobre el color de los objetos. Los impresionistas
buscan condiciones de iluminación que reten a su genio: la luz artificial de Edgar Degas
en sus salones de ballet, la iluminación natural filtrada de Auguste Renoir y sus
arboledas, los reflejos en el agua en los estanques Claude Monet... Ante la presencia de
la luz, las formas se diluyen, se mezclan o se separan dependiendo de la luz a la que
están sometidas, dando lugar a esa «impresión» que le da nombre al movimiento.
8 Estudios sobre la Catedral de Ruán de Monet, de izqda. a dcha. y de arriba a abajo:
sol matinal, armonía en azul; por la mañana, armonía en azul; a pleno sol, armonía en azul y oro; a pleno sol, armonía en azul y oro; a pleno sol, armonía en azul y oro; al sol de la tarde; en un día gris;
visto de frente, armonía marrón.
¿Y qué ocurre si liberamos al pintor del encorsetamiento de la forma, de la sombra, del
dibujo? La pincelada se libera y aparece corta, fragmentada, dejando a veces entrever
el blanco del lienzo, siendo la retina del espectador la que ha de recomponer esas
pinceladas sueltas para captar la imagen. Esta pincelada ligera unida al pequeño tamaño
de los lienzos que usaban confiere a los impresionistas una gran agilidad y velocidad en
sus trabajos... Pero, ojo, que no hablo de una velocidad figurada, sino real, ya que un
impresionista podía acabar un lienzo en unos 15 minutos.
‘Bailarina basculando’ de Edgar Degas
Notas finales. Fuentes:
• Arte Historia: http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/estilos/21.htm.
• The Art Wolf: http://www.theartwolf.com/monet_cathedral_es.htm.
• Wikipedia España: http://es.wikipedia.org/wiki/Impresionismo.
Más información: •
Créditos: • Trabajo creado por Auxi González para su blog sobre pintura “La Gruta de los Lienzos”
(http://lienzos.blogspot.com/)
• LICENCIA CREATIVE COMMONS: este trabajo carece de interés comercial y admite copia y distribución siempre que se haga bajo la misma licencia, sin interés comercial y se mencione al autor.
¿Cómo mencionar este trabajo? • “Impresionismo (PDF)” por Auxi González para “La Gruta de los Lienzos”
(http://lienzos.blogspot.com/)