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BOLETÍN DE JURISPRUDENCIA EN MATERIA PENAL Y PROCESAL PENAL Plazo razonable del proceso penal Nº4, Noviembre 2011

Insubsistencia de la accion penal Corte Suprema nacion

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Descripcion de lo que es la insubsistencia de la accion penal. El porqué el Estado no puede tomarse tiempos indeterminados para juzgar a una persona.

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BOLETÍN DE JURISPRUDENCIA EN MATERIA PENAL Y

PROCESAL PENAL

Plazo razonable del proceso penal

Nº4, Noviembre 2011

Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal

Ministerio Público de la Defensa

Nº 4, noviembre de 2011

Plazo razonable del proceso penal

DEFENSORÍA GENERAL DE LA NACIÓN

DEFENSORA GENERAL DE LA NACIÓNDra. Stella Maris Martínez

SECRETARIA GENERAL DE CAPACITACIÓN Y JURISPRUDENCIADra. Sandra Ethel Yapur

CONTENIDOSDra. María Laura Folch, Dra. Tamara Tobal y Dr. Sebastián Crocci

COORDINACIÓN EDITORIALComunicación Institucional - Secretaría General de Política InstitucionalDefensoría General de la Nación

2011 Ministerio Público de la DefensaDefensoría General de la Naciónwww.mpd.gov.arCallao 970 - CP 1023Ciudad de Buenos Aires

Tirada: 300 ejemplares

Índice

Prólogo 7

Plazo razonable del proceso penal

I. Derecho a una rápida y eficaz decisión judicial como elemento del debido proceso y defensa en juicio 11

“Mattei, Ángel”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 272:188, 29/11/1968 11

II. Detención del imputado como agravante de la violación del derecho al plazo de razonable de duración del proceso penal. Ampliación de la doctri-na emanada del precedente “Mattei” 15

“Mozzatti, Camilo y otro”; Corte Suprema de Justicia de la Nación; Fallos 300:1102, 17/10/1978 15

III. Imposibilidad de fijar un plazo único para la duración del proceso 21

“Barra, Roberto Eugenio Tomás”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 327:327, 09/03/2004 21

“Baigorria, Claudia Elizabeth”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala III, 11/10/2006 33

“Conversano, Cinthia”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala II, 21/10/2010 41

“Goicochea, Pablo”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala II, 14/12/2010 51

IV. La garantía del plazo razonable de duración del proceso penal de cara a la actitud de la defensa, la complejidad de la causa y la morosidad judicial 59

“Villada de García”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 294:131, 26/02/1976 59

“Todres, Berel”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 302:1333, 11/11/1980 63

“Santander, Moira”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 331:2319, 28/10/2008 65

“Richards, Juan Miguel”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, R. 1008. XLIII, 31/08/2010 67

“Mata Ramayo, Antonio”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala III, 16/03/2010 75

“Conversano, Cinthia”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala II, 21/10/2010 87

“Goicochea, Pablo”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala II, 14/12/2010 89

“Menem, Carlos Saúl”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala III, 02/06/2011 91

V. Insustancialidad de la nulidad decretada frente alderecho a un proceso penal rápido o nulidad de las actuaciones judiciales por inobservancia de lasformas substanciales del juicio como obstáculopara la operatividad de la garantía 109

“Mattei, Ángel”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 272:188, 29/11/1968 109

“Aguilar”, Corte Suprema de Justicia de la Nación; Fallos 298:50, 09/06/1977 111

“Bartra Rojas”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 305:913, 14/07/1983 113

“Casiraghi”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 306:1705, 22/11/1984 117

“Frades, Emilio Segundo”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 312:2434, 14/12/1989 121

“Polak, Federico Gabriel”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 321:2826, 15/10/1998 125

VI. La prescripción y el derecho a ser juzgado en un plazo razonable 137

“Baliarde”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 301:197, 15/03/1979 137

“Kipperband”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 322:360, 16/03/1999 139

“Cortegozo, Basilio Orlando” , Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 316:1328, 16/06/1993 155

“Amadeo de Roth”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 323:982, 04/05/2000 157

“Podestá, Arturo Jorge”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 329:445, 07/03/2006 169

“Barroso, Enrique Gabriel”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 333:1639, 31/08/2010 181

“Oliva Gerli”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 333:1987, 19/10/2010 183

“Rodríguez de Novaro, Amparo”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala III, 09/06/2004 189

“Bicher, Domingo Emilio”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala III, 12/04/2007 197

“Mata Ramayo, Antonio”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala III, 16/03/2010 207

“Conversano, Cinthia”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala II, 21/10/2010 209

“Goicochea, Pablo”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala II, 14/12/2010 211

Prólogo

Nuevamente en mi calidad de Secretaria General de Capacitación y Jurispru-dencia de la Defensoría General de la Nación, me dirijo a ustedes para presentar-les el cuarto número del Boletín de Jurisprudencia Penal y Procesal Penal cuyos contenidos me enorgullecen toda vez que responden en cada oportunidad a pro-curar la protección de los derechos fundamentales de las personas que cuentan con la asistencia de la Defensa Pública. En este sentido, compruebo que los ob-jetivos de estos Boletines se están cumpliendo ya que he recibido palabras de aliento y agradecimiento de distintas Defensorías del país. En todo momento, me han hecho saber la importancia de esta herramienta para el trabajo diario de los integrantes de este Ministerio Público de la Defensa.

En esta ocasión, el tema central se desarrolla luego del estudio, análisis y com-pilación de fallos que versan en torno al plazo razonable de la duración del proceso penal.

Se procura así complementar la temática abordada en el ejemplar anterior -Pla-zo razonable de duración de la prisión preventiva-, dada su estrecha relación y teniendo presente que la garantía constitucional de la defensa en juicio incluye el derecho de todo imputado a obtener un pronunciamiento que ponga fin, del modo más breve, a la situación de incertidumbre y de restricción de la libertad, evitando postergaciones indebidas que puedan provocar en el justiciable un daño irreparable.

La tarea realizada durante la selección y estudio de los fallos que integran el cuarto ejemplar puso de resalto algunos aspectos que determinaron su agrupa-ción en los siguientes subtítulos: Derecho a una rápida y eficaz decisión judicial como elemento del debido proceso y defensa en juicio; Detención del imputado como agravante de la violación del derecho al plazo de razonable de duración del proceso penal; Ampliación de la doctrina emanada del precedente “Mattei”; Imposibilidad de fijar un plazo único para la duración del proceso; La garantía del plazo razonable de duración del proceso penal a favor del rol de la defensa, la complejidad de la causa y la morosidad judicial; Insustancialidad de la nulidad decretada frente al derecho a un proceso penal rápido o nulidad de las actua-ciones judiciales por inobservancia de las formas substanciales del juicio como

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obstáculo para la operatividad de la garantía y, por último, La prescripción y el derecho a ser juzgado en un plazo razonable.

Espero que el presente material resulte de interés a sus destinatarios y obtenga la misma recepción que los que le anteceden, tanto por parte de los Defensores Oficiales como de los demás integrantes del Ministerio Público de la Defensa, quienes me alientan permanentemente a continuar con este emprendimiento y que, por ende, favorezcan la consolidación de los criterios jurisprudenciales que mejor resguarden los Derechos Humanos de nuestros asistidos.

Quiero agradecer a mis colaboradoras: Carolina Arias y Aldana La Rosa, por su labor permanente, y a la Lic. Mariana Reggi por su trabajo editorial y de diseño.

En particular, debo reconocer especialmente a la Dra. María Laura Folch, al Dr. Sebastián Crocci y a la Dra. Tamara Tobal, quienes con gran entusiasmo aporta-ron su tiempo, conocimientos y dedicación, compartiendo el compromiso asu-mido para la realización de estos Boletines.

Por último deseo agradecer especialmente a la Dra. Stella Maris Martínez, quién me alienta permanentemente para la realización de este trabajo, brindándome su respaldo y confianza.

Sandra E. YapurSecretaria General de Capacitación y Jurisprudencia

Defensoría General de la Nación

Prólogo

Plazo razonable del proceso penal

11Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

I

Derecho a una rápida y eficaz decisión judicial como elemento del debido proceso y defensa en juicio

“Mattei, Ángel”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 272:188, 29/11/1968

Voto mayoritario: “…debe reputarse incluido en la garantía de la de-fensa en juicio consagrada por el art. 18 de la Constitución Nacional el derecho de todo imputado a obtener –luego de un juicio tramitado en legal forma- un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga término, del modo más rápido posible, a la situación de incertidumbre y de innegable restricción de la libertad que comporta el enjuiciamiento penal.” (considerando n° 14)

“…la idea de justicia impone que el derecho de la sociedad a defender-se contra el delito sea conjugado con el del individuo sometido a proceso, en forma que ninguno de ellos sea sacrificado en aras del otro.” (conside-rando n° 16)

De igual manera, la doctrina de Fallos 272:188 fue reiterada en los precedentes de Fallos 297:486, 298:50, 298:312, 300:1102, 316:2063, entre otros, y recientemente en Fallos 332:1492 y 333:1987.

Opinión del Procurador General de la Nación.

El a quo que al conocer por vía de la apelación formulada por el Ministerio Público contra la sentencia absolutoria de fs. 507/510 del prin-cipal, declaró la nulidad de todo lo actuado a

partir del auto de clausura del sumario, a raíz de considerar que en éste se habían omitido for-mas esenciales del procedimiento.

Vale decir, pues, que la decisión impugnada anula los actos constitutivos de la relación pro-

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cesal por estimar que no se hallan reunidos los requisitos formales necesarios para que aquélla fuera válidamente trabada.

En tales condiciones, lo resuelto por el a quo no guarda, en mi criterio, relación directa con el principio “non bis in ídem”.

Por tal razón entiendo que el caso no importa excepción a la jurisprudencia con arreglo a la cual los pronunciamientos que decretan la nu-lidad de actuaciones no constituyen, en princi-pio, sentencias definitivas en los términos del art. 14 de la ley 48, máxime si no existía deci-sión firme de 1ª instancia cuando la nulidad fue pronunciada (v. Fallos, t. 250, p. 22; t. 252, ps. 22 y 373; t. 253, p. 357; p. 254, p. 12; t. 257, p. 215 y t. 263, p. 299, entre otros).

Opino, por tanto, que no corresponde hacer lugar a la presente queja, deducida a conse-cuencia de la denegación del remedio federal interpuesto a fs. 561 de los autos principales. - Julio 4 de 1968. - Eduardo H. Marquardt.

Buenos Aires, noviembre 29 de 1968.

Considerando:

1° - Que, en principio, el recurso extraordi-nario es improcedente contra resoluciones que decretan nulidades de carácter procesal, dado que por su índole ellas no constituyen senten-cia definitiva (Fallos, t. 250, p. 22; t. 252, p. 373; t. 263, p. 299, entre otros).

2° - Que, sin embargo, la jurisprudencia de esta Corte ha admitido, por vía de excepción, que son equiparables a sentencia definitiva, a los fines del recurso del art. 14 de la ley 48, los pronunciamientos -anteriores a aquélla- que por su índole y consecuencias pueden llegar a frustrar el derecho federal invocado acarreando perjuicios de imposible o tardía reparación ulte-

rior (Fallos, t. 182, p. 293; t. 185, p. 188; t. 188, p. 286, t. 14, p. 120, fallo 6738; t. 16, p. 756, fallo 8402; t. 20, p. 865, fallo 10.516). En el mismo sentido, ver especialmente los precedentes de Fallos, t. 256, p. 491 y t. 257, p. 132, porque en ellos se ha admitido la procedencia excepcional del recurso extraordinario en tales condiciones y en causas como la que aquí se trata, es decir, de naturaleza criminal.

3° - Que el recurrente sostiene que se ha viola-do la garantía de la defensa por cuanto, encon-trándose el proceso en situación de ser fallado por el tribunal que conoce de él por vía de ape-lación, en lugar de dictar la sentencia definitiva declaró la nulidad de todas las actuaciones a partir del cierre del sumario inclusive.

4° - Que, en consecuencia, atento la gravedad de la cuestión planteada, el recurso de queja de-ducido a raíz de la denegatoria del extraordinario interpuesto a fs. 561 del principal, es procedente.

Por ello, habiendo dictaminado el procurador general, se declara mal denegado a fs. 569 de los autos principales el recurso extraordinario deducido a fs. 561/565.

Y considerando en cuanto al fondo del asun-to, por ser innecesaria más sustanciación.

5° - Que el juez decretó el cierre del sumario, con relación al procesado Ángel Mattei, el 25 de abril de 1967, pasando así la causa a la eta-pa de plenario, la cual se desarrolló sin que el acusador público ni la defensa opusieran ob-jeción formal alguna en contra de lo actuado. Interpuesto el recurso de apelación contra el fallo de 1ª instancia, el tribunal de alzada anu-ló -de oficio, sin que mediara petición alguna de las partes al respecto- todas las actuaciones a partir del referido cierre del sumario, sobre la base de que el instructor no había agotado la investigación.

13Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

6° - Que, de este modo, el juicio ha sido retro-gradado a su etapa inicial, o sea la de sumario, cuando se encontraba ya en condiciones de ser definitivamente fallado con relación al apelante; y cuando éste llevaba más de cuatro años en la condición de procesado, puesto que se lo indagó el 18 de febrero de 1964 y se decretó su prisión preventiva el 6 de agosto de ese mismo año.

7° - Que se plantea así, en esta causa, el pro-blema de saber si, sustanciado un proceso en la forma que indica la ley, el a quo ha podido invalidar todo lo actuado, no por omisión o vi-cio de formas esenciales del juicio -desde que se instruyó sumario hubo acusación, defensa y oportunidad de producir pruebas de cargo y de descargo- sino con el exclusivo fundamento de que el inferior no realizó durante la instrucción diversas diligencias que se estiman de interés para el esclarecimiento del caso.

8° - Que el proceso penal se integra con una serie de etapas a través de las cuales y en forma progresiva se tiende a poner al juez en condicio-nes de pronunciar un veredicto de absolución o de condena; y, por ello, cada una de esas etapas constituye el presupuesto necesario de la que le subsigue, en forma tal que no es posible elimi-nar una de ellas sin afectar la validez de las que le suceden. En tal sentido ha dicho repetidas veces esta Corte que el respeto a la garantía de la defensa en juicio consiste en la observancia de las formas sustanciales relativas a acusación, defensa, prueba y sentencia (Fallos, t. 116, p. 23; t. 119, p. 284; t. 125, p. 268; t. 127, ps. 36 y 352; t. 189, p. 34, entre otros).

9° - Que ello sentado, no es menos cierto que el principio de la progresividad impide que el juicio se retrotraiga a etapas ya superadas, por-que también debe considerarse axiomático que los actos procesales se precluyen cuando han sido cumplidos observando las formas que la ley establece, es decir, salvo supuesto de nulidad.

10. - Que tanto el principio de progresividad como el de preclusión reconocen su fundamen-to en motivos de seguridad jurídica y en la ne-cesidad de lograr una administración de justicia rápida dentro de lo razonable, evitando así que los procesos se prolonguen indefinidamente; pero, además, y esto es esencial, atento los valo-res que entran en juego en el juicio penal, obe-decen al imperativo de satisfacer una exigencia consustancial con el respeto debido a la digni-dad del hombre, cual es el reconocimiento del derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito, mediante una sen-tencia que establezca, de una vez para siempre, su situación frente a la ley penal.

11. - Que por este motivo y porque, en defi-nitiva, la garantía del debido proceso legal ha sido arbitrada fundamentalmente a favor del acusado, no cabe admitir que la posible defi-ciencia de la prueba de cargo constituya causal de nulidad de lo regularmente actuado dentro del juicio, sobre todo si se tiene presente que el Estado cuenta, a través de órganos específica-mente instituidos al afecto -en particular el juez de instrucción y el fiscal- con todos los medios conducentes para aportar los elementos de jui-cio que estime útiles en abono de la proceden-cia de su pretensión punitiva.

12. - Que cumplido el período instructorio, en el que no se admiten debates ni defensas, y elevada la causa a plenario, el juez debe observar una acti-tud de equidistancia ante las partes ya que de otro modo se violarían los principios de bilateralidad e igualdad entre aquéllas que deben regir durante el contradictorio (Fallos, t. 234, p. 270; y tal sería la situación si se acepta el derecho de los jueces del plenario a invalidar actuaciones precluidas, so color de falta de producción de diligencias proba-torias en el período de la instrucción.

13. - Que, en toda caso -al margen de la libre

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actividad de las partes-, las posibles deficien-cias de la prueba son susceptibles de reparación mediante el uso prudente de las medidas para mejor proveer que la ley autoriza adoptar a los jueces antes de dictar la sentencia (art. 493, Có-digo de Procedimiento Criminal).

14. - Que, en suma, debe reputarse incluido en la garantía de la defensa en juicio consagra-da por el art. 18 de la Constitución Nacional el derecho de todo imputado a obtener -luego de un juicio tramitado en legal forma- un pronun-ciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga término, del modo más rápido posible, a la situación de incerti-dumbre y de innegable restricción de la libertad que comporta el enjuiciamiento penal.

15. - Que tal derecho a un juicio razonable-mente rápido se frustraría si se aceptara que cumplidas las etapas esenciales del juicio y cuando no falta más que el veredicto definitivo, es posible anular lo actuado en razón de no ha-berse reunido pruebas de cargo, cuya omisión sólo cabría imputar a los encargados de produ-cirlas, pero no por cierto al encausado. Todo ello con perjuicio para éste en cuanto, sin falta de su parte, lo obliga a volver a soportar todas las penosas contingencias propias de un juicio criminal, inclusive la prolongación de la prisión preventiva; y con desmedro, a la vez, del fun-

damento garantizador -como tal de raigambre constitucional- que ha inspirado la consagra-ción legislativa de ciertos pilares básicos del or-denamiento penal vinculados con el problema en debate, cuales son el del “non bis in ídem”, el del “in dubio pro reo” y el que prohíbe la “sim-ple absolución de la instancia” (art. 7°, 13 y 497, Código de Procedimiento Criminal).

16. - Que, por último, es preciso puntualizar que la idea de justicia impone que el derecho de la sociedad a defenderse contra el delito sea con-jugado con el del individuo sometido a proceso, en forma que ninguno de ellos sea sacrificado en aras del otro. Insuficiencias de la índole que ha señalado el a quo en la resolución apelada no son, por su naturaleza, causales de nulidad; sin que ellos obste por cierto, a que los jueces de al-zada, en ejercicio de los poderes de superinten-dencia directa que les están atribuidos, adopten las medidas que estimen corresponder en caso de incumplimiento de los deberes propios de los distintos órganos del proceso.

Por ello se revoca el auto apelado en cuanto declara la nulidad de lo actuado a partir de fs. 409 inclusive, sin perjuicio de la adopción de las medidas de superintendencia directa que es-time corresponder el tribunal a quo. - Eduardo A. Ortiz Basualdo. - Roberto E. Chute. - Marco A. Risolía. - Luis C. Cabral. - José F. Bidau.

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II

Detención del imputado como agravante de la violación del derecho al plazo de razonable de

duración del proceso penal. Ampliación de la doctrina ema-nada del precedente “Mattei”

“Mozzatti, Camilo y otro”; Corte Suprema de Justicia de la Nación; Fallos 300:1102, 17/10/1978

Voto mayoritario: “Que las personas sometidas a este proceso, además de haber estado detenidas por distintos lapsos, durante todo el resto de la substanciación vieron indiscutiblemente restringida su libertad con las condiciones impuestas por la excarcelación. Y eso durante un tiempo de prolongación insólita y desmesurada. Semejante situación es equiparable, sin duda, a una verdadera pena que no dimana de una sentencia conde-natoria firme, y se sustenta sólo en una prueba semiplena de autoría y culpabilidad. Con ella, se hace padecer física y moralmente al individuo, no porque haya delinquido, sino para saber si ha delinquido o no, lo cual es contrario al principio que este tribunal ha enunciado en Fallos: 272:188 de que la garantía constitucional de la defensa en juicio incluye el derecho de todo imputado a obtener un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga término del modo más breve, a la situación de incertidumbre y de restricción de la libertad que comporta el enjuiciamiento penal.” (del considerando 4°).

“…sin que sea imprescindible entrar en detalles y como conclusión irrecusable, salta a la vista que resultaron agraviados hasta su práctica aniquilación, el enfático propósito de afianzar la justicia, expuesto en el Preámbulo, y los mandatos explícitos e implícitos, que aseguran a todos los habitantes de la Nación la presunción de su inocencia y la inviolabilidad de su defensa en juicio y debido proceso legal (arts. 5°, 18 y 33). Ello así, toda vez que dichas garantías constitucionales se integran por una rápida y eficaz decisión judicial…” (considerando 3°)

“…corresponde dictar sin más trámite la decisión que ponga final a

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este dilatado proceso, que no puede ser otra que la de declarar la insubsis-tencia de todo lo actuado con posterioridad al auto de prisión preventiva (…), en vinculación con el ejercicio de la pretensión sancionatoria. Y aten-to al tiempo transcurrido desde esa actuación (más de veinticuatro años), término que no debe considerarse interrumpido por los actos procesales que se invalidan, cuadra igualmente declarar extinguida por prescripción la acción penal deducida en autos”(…)” (considerando 8°)

Dictamen del Procurador General de la Nación

I. V. E. tiene reiteradamente establecido que el escrito de interposición de recurso extraor-dinario determina las cuestiones federales a decidir por la Corte Suprema (Fallos: 275:58, sentencia del 29 de noviembre de 1977 en las causas A.477 y P.406) y que, por ello, la com-petencia del tribunal se limita a los planteos y agravios articulados en aquél no pudiendo con-siderarse, por extemporáneos, los introducidos en el memorial presentado en la instancia (Fa-llos: 258:80; 268:91 y 466; 269:310).

Por tanto, he de circunscribirme al análisis de las impugnaciones que aparecen en el escrito de fs. 2580/2603.

II. Cabe consignar, ante todo, que la senten-cia de fs. 2503/2576 encuentra fundamento en consideraciones de hecho, prueba y derecho común y procesal que, en sustancia, son simi-lares a las que dieron base al pronunciamiento, también condenatorio, de primera instancia (confr. en particular, fs. 2505/2512 y 2523), contra el cual no se articuló oportunamente fundada tacha de arbitrariedad, limitándose en esa ocasión la defensa a discutir extensamente la idoneidad del material probatorio incorpora-do a las actuaciones y el encuadramiento legal de los hechos del proceso (v. fs. 2143/2182),

lo que obsta, a mi juicio, a la procedencia del recurso (confr. Fallos: 279:73; sentencias del 30/3/78 en la causa C. 622, 21/3/78 en la cau-sa G. 449, 11/4/78 en la causa A. 441; sus citas y muchos otros).

No altera lo expuesto la circunstancia de que a fs. 2471 vta. se haya hecho “reserva del recurso federal”, reiterándola a fs. 2475, no sólo porque esa sola manifestación de la parte es, en general, inidónea para producir algún efecto procesal distinto de la mera anticipación del deseo de in-terponer un recurso en el futuro, sino también porque en esas presentaciones no se apunta a la impugnación de la sentencia definitiva, sino solamente a la discusión de la contingencia pro-cesal de que me ocupo en el Capítulo III, punto F, de este dictamen.

Asimismo, y en presencia de la referida remi-sión de fundamentos, no cabe admitir que la decisión recaída en autos pueda calificarse de “imprevisible” o “sorpresiva”, pues tanto el pro-greso de las pretensiones de la contraria como la confirmación de un fallo adverso por argu-mentos semejantes son contingencias norma-les de todo proceso, que obligan a la oportuna articulación de las cuestiones a que la parte se crea con derecho.

III. Sin perjuicio de ello, existen razones parti-

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culares a cada uno de los agravios articulados en el recurso que obstan a la procedencia de éste.

A) Con relación al extenso capítulo que bajo el título de “carencia de identidad y relacionalidad” se desarrolla de fs. 2584 a fs. 2593, no resulta posible, a mi juicio, determinar con precisión el verdadero alcance de la cuestión que, como fe-deral, se pretende traer a conocimiento de V. E.

En efecto: De fs. 2584 a 2586 vta. se reprodu-cen diversas exposiciones doctrinarias relativas a aspectos varios de los delitos previstos en los arts. 172 y 173 inc. 3 del Código Penal; a conti-nuación (fs. 2586 vta.) pareciera alegarse, aun-que en esbozo, una autocontradicción en el fa-llo al contraponerse la afirmación según la cual el delito no se configuraría “si al procesado le asistiera algún derecho a apropiarse de la cosa” con el aserto de que “los procesados se encon-traban en posesión de los bienes de la empresa mediante título legítimo cual es el contrato de arrendamiento...”, pero el agravio no se concre-ta, pues al advertirse que la maniobra, según el a quo, radica en que “mediante la firma del contrato de compraventa... cambia la naturale-za jurídica de esa posesión” (fs. 2587, primer párr.), se desenvuelve la idea de que no existe “interversión de título”, basando esta afirma-ción en la validez del documento de fs. 60/67, cuya suscripción por el damnificado mediante engaño es, precisamente, el hecho que genera la sentencia condenatoria (ver fs. 2587, segun-da mitad, hasta el segundo párr. de fs. 2588); a continuación (fs. 2588/2590) se aborda el tema del perjuicio configurativo de la estafa, en términos tales que parecen importar la crí-tica de un pronunciamiento relativo a un delito consumado, y no a uno tentado cual es el caso de autos; a partir de fs. 2590 “in fine” se apun-ta en cambio, a esta problemática -la del delito tentado- y, después de precisar -ahora sí- que la condena es por tentativa (fs. 2591), y de recor-dar la conceptualización jurídica de esta figura,

se asienta la dogmática afirmación de que la conducta de los procesados carece de tipicidad por consistir, en el peor de los casos, en actos preparatorios (cuarto párr. de fs. 2593).

La circunstancia de que signifique un ver-dadero esfuerzo determinar el alcance de los planteos del recurrente, y el magro resultado obtenido de ese esfuerzo, ponen de manifiesto la ausencia del fundamento que el tribunal ha declarado necesario para la procedencia de la apelación extraordinaria.

Respecto de los temas propuestos en el acá-pite que me ocupa, ninguno de los cuales es de naturaleza federal, el recurso carece, en efecto, de un adecuado relato de las circunstancias del proceso, de la crítica razonada de los fundamen-tos del fallo, y del claro planteo, de la cuestión que se quiere someter a decisión de V. E.

En otro orden de cosas, la propia imprecisión del escrito en análisis impide afirmar sin dudas que la impugnada sea la sentencia definitiva del Tribunal Superior local respecto de las cuestio-nes de que se trata.

Así lo pienso, porque advierto que en el pro-nunciamiento emitido a fs. 2870 y siguientes por el Superior Tribunal provincial, cuestiones aná-logas a las relatadas fueron materia de análisis, y desechadas, por falta de la adecuada critica de los fundamentos del fallo de Cámara (confr. fs. 2872 vta.), por contener la argumentación desarrolla-da en éste la concreta referencia a los elementos del ilícito que tipifica el art. 173 inc. 3 del Código Penal, en función del art. 42 del mismo cuerpo legal, y por encontrarse también adecuadamente resuelta la cuestión concerniente a la tentativa y a la configuración del peligro requerido por esta figura (confr. fs. 2873 vta./2874).

De todo ello podría, a mi juicio, inferirse que el más Alto Tribunal de la provincia se ha

18 Plazo razonable del proceso penal

sentido habilitado para resolver sobre agravios sustancialmente semejantes a los que se intenta traer a conocimiento de esta Corte, lo que ha-ría de aplicación al caso la reiterada doctrina de V.E. contraria a la procedencia del recurso en tales circunstancias (Fallos: 293:424, senten-cia del 12 de mayo de 1977 en la causa M.417, L.XVII, y muchas otras).

B) Con relación al agravio vertido a fs. 2593 vta., dirigido contra la forma en que emitió su voto el doctor Lotero, sólo cabe, a mi juicio, señalar que el punto de derecho procesal local propuesto por el recurrente ha sido materia de tratamiento en la sentencia de fs. 2870 (confr. fs. 2872), lo que torna de entera aplicación la doctrina recordada en el párrafo precedente.

C) Los agravios individualizados como d) (fs. 2593/vta. y sigtes.) y e) (fs. 2595 y sigtes.) no importan sino la reedición de cuestiones de prueba y de naturaleza procesal que fueron llevadas al Superior Tribunal local y que fueron rechazadas por éste en términos que exceden de su desestimación formal (confr. fs. 2880 y 2879, respectivamente).

En tales condiciones, resulta también de apli-cación a su respecto la doctrina recordada en párrafos anteriores, que impone el rechazo del recurso extraordinario, por improcedente.

Por otra parte, tanto los temas propuestos por el recurrente en los apartados que me ocupan, como el que sin mayor desarrollo se enumera en el punto f) de fs. 2598, apuntan a cuestiones que, por su naturaleza, se encuentran sustraídos a la jurisdicción del tribunal.

D) Las impugnaciones sustentadas en los aparts. g), h), i), j), k) l) y n), que pueden verse a fs. 2598, 2600, 2600 vta., 2601 y 2602, impor-tan la pretensión de someter a conocimiento de esta Corte el mérito del material probatorio

arrimado a las actuaciones, sin que lo expuesto en el recurso extraordinario sea apto para de-mostrar que es irrazonable el ejercicio que los jueces de la causa han hecho de las facultades que la ley les confiere al respecto.

Por otra parte, también es aplicable al presente conjunto de agravios la varias veces reiterada re-flexión en el sentido de que la sentencia contra la que se recurre no es la definitiva del Superior Tribunal local, dado que los temas a que se refie-ren fueron materia de tratamiento y decisión en el pronunciamiento de fs. 2870 y sigtes. (confr. fs. 2876 “in fine”/2876 vta., 2877/2879, 2881 vta./2882, 2882 vta., 2883 vta. y 2884 vta.).

E) La tacha consignada en el apart.11 de fs. 2601 carece, a mi modo de ver, del fundamento exigible con arreglo al art. 15 de la ley 48, en la interpretación que conocida doctrina del tribu-nal le ha asignado, pues no se alcanza a deducir de lo expuesto por el recurrente la existencia de arbitrariedad en el fallo impugnado por el pun-to a una materia no federal cual es la relativa a la procedencia y al monto de la indemnización compensatoria de los daños y perjuicios conse-cuentes del delito.

F) Finalmente, también pienso que cabe deses-timar el restante agravio (punto m) de fs. 2602).

En efecto, la queja del recurrente versa sobre un punto procesal (reconocimiento de perso-nería al apoderado de los herederos de la víc-tima del delito), resuelto con anterioridad de la sentencia definitiva, y no se alega en el recurso extraordinario que la decisión recaída en el ar-tículo haya tenido influencia sobre el resultado final del proceso.

IV. Por las razones expuestas opino, como ya he anticipado, que corresponde declarar impro-cedente el recurso extraordinario concedido a fs. 2914. - Mayo 9 de 1978. - Elías P. Guastavino.

19Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

Buenos Aires, octubre 17 de 1978.

Considerando: 1. Que a los efectos de tomar un conocimiento cabal de lo que aquí se ven-tila, nada mejor que transcribir lo expresado en el memorial de la defensa a fs. 2935. Dice: “Para ver qué ha sucedido en este proceso es útil indicar cuándo se produjeron las medidas más salientes. 1° cuerpo. Denuncia. Agosto 20, 1953. Indagatoria, setiembre 7, 1953 (fs. 91). Auto de prisión preventiva, set. 15, 1953 (fs. 119). Nulidad del auto anterior, nov. 23, 1953 (fs. 219). 2° cuerpo. Auto de prisión preventi-va, dic. 28, 1953 (fs. 252). Ampliación de in-dagatoria, set. 21, 1956 (fs. 455). Acusación fiscal, nov. 19, 1958 (fs. 501). 3° cuerpo. Acu-sación del querellante, dic. 12, 1958 (fs. 528). Defensa, fs. 571. 4° cuerpo. Oficios y pruebas varias. 5° cuerpo. Más pruebas. Audiencia para alegar sobre la prueba, mar. 27, 1962 (fs. 1405). 6°, 7° y 8° cuerpo. Escrito de mi repre-sentado (fs. 1479 a 2055). 9° cuerpo. Conde-na, mar. 7, 1963 (fs. 2057). Absolución en 2ª instancia, jun. 24, 1965 (fs. 2246). 10° cuerpo. Varios recursos: Inaplicabilidad de ley, extraor-dinario. Desestimación del recurso de inaplica-bilidad, mayo 31, 1968 (fs. 2389). Concesión del recurso extraordinario, ago. 27, 1968 (fs. 2446). Anulación de sentencia, por la Supre-ma Corte, ago. 8, 1969. 11° cuerpo Condena en 2ª instancia, por tentativa de defraudación, mayo 23, 1972. Plantéase recurso extraordina-rio (fs. 2580) y de inaplicabilidad de ley (fs. 2626). Los herederos del querellante expresan que no se consideran perjudicados (fs. 2605). 12° cuerpo. Preséntase una nueva querellante (fs. 2784). 13° cuerpo. Revócase la atribución de esa parte (2380). Recházase el recurso de inaplicabilidad (fs. 2870). Concédese el recur-so extraordinario, mar. 15, 1977 (fs. 2914). La defensa pide pronunciamiento sobre un recur-so de nulidad interpuesto (de todo lo actuado por el letrado apoderado del querellante desde la muerte de éste, ocurrida el 26 de junio. Pide

se reproduzca el tema pronto, al considerarse este recurso extraordinario (fs. 2917 y 2920)”.

2. Que la reseña anterior se adecua exacta-mente a lo que se desarrolló en este proceso a través de un cuarto de siglo, constituyendo ter-giversación -aunque inculpable- de todo lo ins-tituido por la Constitución Nacional, en punto a los derechos de la personalidad, vinculados a las declaraciones y garantías concernientes a la administración de justicia.

3. Que, sin que sea imprescindible entrar en detalles y como conclusión irrecusable, salta a la vista que resultaron agraviados hasta su práctica aniquilación, el enfático propósito de afianzar la justicia, expuesto en el Preámbulo, y los manda-tos explícitos e implícitos, que aseguran a todos los habitantes de la Nación la presunción de su inocencia y la inviolabilidad de su defensa en juicio y debido proceso legal (arts. 5°, 18 y 33). Ello así, toda vez que dichas garantías constitu-cionales se integran por una rápida y eficaz deci-sión judicial (sentencias del 12 de mayo y del 7 de julio de 1977 “in re” “Pileckas, Ernesto A.” y “Klosowsky, Víctor y otros”, respectivamente).

4. Que las personas sometidas a este proceso, además de haber estado detenidas por distin-tos lapsos, durante todo el resto de la substan-ciación vieron indiscutiblemente restringida su libertad con las condiciones impuestas por la excarcelación. Y eso durante un término de prolongación insólita y desmesurada. Semejan-te situación es equiparable, sin duda, a una ver-dadera pena que no dimana de una sentencia condenatoria firme, y se sustenta sólo en una prueba semiplena de autoría y culpabilidad. Con ella, se hace padecer física y moralmen-te al individuo, no porque haya delinquido, sino para saber si ha delinquido o no, lo cual es contrario al principio que este tribunal ha enunciado en Fallos: 272:188 de que la garan-tía constitucional de la defensa en juicio inclu-

20 Plazo razonable del proceso penal

ye el derecho de todo imputado a obtener un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga término del modo más breve, a la situación de incertidum-bre y de restricción de la libertad que comporta el enjuiciamiento penal.

5. Que para hacer efectiva la garantía así enun-ciada en la única forma que consiente un cuarto de siglo de proceso, el recurso extraordinario intentado, que limita la competencia del tribu-nal, es insuficiente. Pero dándose aquí una de las contadas excepciones en que la situación que lesiona el derecho público subjetivo vulnera de manera simultánea, manifiesta y grave, un prin-cipio institucional básico en medida que excede el interés personal y afecta, además de la garantía de la defensa en juicio, a la conciencia de la co-munidad, cabe admitir que se presenta una cues-tión institucional de suficiente importancia que autoriza la apertura del recurso extraordinario.

6. Que, desde distinta y concurrente perspecti-va, si por exigencia de la justicia se llegó a admitir -también excepcionalmente- que puede prescin-dirse, en causas de contenido patrimonial, de los términos de la traba de la relación procesal (sentencia del 13 de diciembre de 1977 “in re” D.324 “Dirección de Vialidad Nacional c. Da Costa Souza, José s/expropiación” y sus citas), no se advierte que, con el mismo fundamento y tratándose de bienes jurídicos de jerarquía supe-rior, no puedan quebrarse los moldes procesales que circunscriben la jurisdicción apelada. Ello es así pues este tribunal, en causa judicial concreta llegada a sus estrados por las vías pertinentes, inviste el poder supremo de resguardar la Cons-titución, poder que no puede ser enervado por lo dispuesto en la ley ritual, toda vez que su apli-

cación en el “sub examine”, por las circunstancias señaladas en los considerandos anteriores, re-dunda en desmedro de las garantías de la defensa en juicio y debido proceso legal, y al resguardo de éstas está enderezada esencialmente aquélla.

7. Que por tales razones, aunque el libelo de apelación no haya suscitado claramente la cuestión a la que se refieren las precedentes consideraciones, esta Corte, dada la referida materia institucional involucrada en la espe-cie, estima que debe asumir la responsabilidad de volver las cosas a su quicio por imperio del mandato constitucional.

8. Que en virtud de lo expuesto y lo que dispone el art. 16, segunda parte, de la ley 48, corresponde dictar sin más trámite la decisión que ponga final a este dilatado proceso, que no puede ser otra que la de declarar la insubsis-tencia de todo lo actuado con posterioridad al auto de prisión preventiva de fs. 252 y sigtes., en vinculación con el ejercicio de la pretensión sancionatoria. Y atento al tiempo transcurrido desde esa actuación (más de veinticuatro años), término que no debe considerarse interrumpi-do por los actos procesales que se invalidan, cuadra igualmente declarar extinguida por prescripción la acción penal deducida en autos (art. 59, incs. 3, 42 y 44, Cód. Penal; Fallos: 275:241), sin perjuicio de los derechos de las partes, de naturaleza patrimonial.

Por ello, oído el procurador general, se decla-ra la insubsistencia de lo actuado y la prescrip-ción de la acción penal, con el alcance indicado en el último considerando. - Adolfo R. Gabrie-lli. - Abelardo F. Rossi. - Pedro J. Frías. - Emilio M. Daireaux.

21Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

III

Imposibilidad de fijar un plazo único para la duración del proceso

“Barra, Roberto Eugenio Tomás”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 327:327, 09/03/2004

Voto del Dr. Adolfo Roberto Vázquez: “…la duración razonable de un proceso depende en gran medida de diversas circunstancias propias de cada caso, por lo que no puede traducirse en un número de días, meses o años.” (considerando 8°)

Dictamen del Procurador General de la Nación

Contra la sentencia de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal (fs. 13), por la cual se confirmó el rechazo en primera instancia (fs. 5/7) de la prescripción de la acción incoada por la defensa de Roberto Eugenio Tomás Barra, se interpuso recurso extraordinario (fs. 14/20) que, denega-do (fs. 21), dio origen a la presente queja.

I. El recurrente introdujo la excepción de prescripción de la acción alegando que había transcurrido el tiempo correspondiente al máximo de la pena previsto para el delito de de-fraudación por administración fraudulenta, por el que la fiscalía acusara a su defendido.

En primera instancia, la juez rechazó el planteo por considerar que, entre la declaración indaga-toria y la acusación fiscal -actos que la parte in-vocara como los únicos válidos para interrumpir el curso de la prescripción- se sucedieron varias ampliaciones de la indagatoria primigenia que, a su criterio, constituyen secuela de juicio.

Esta decisión fue recurrida ante la cámara de apelaciones del fuero, que confirmó el rechazo pero argumentando, por su parte, que si bien las ampliaciones de la indagatoria no interrum-pen el curso de la prescripción, sí tendrían este efecto el dictado de la prisión preventiva y la clausura del sumario.

Contra dicha resolución se interpuso recurso

22 Plazo razonable del proceso penal

extraordinario que la alzada rechazó, fundán-dose en que la sentencia en cuestión no resulta susceptible de ser considerada “definitiva” a los efectos del remedio federal.

II. En su queja, el recurrente se agravia del re-chazo del recurso extraordinario con base en la doctrina de la arbitrariedad.

Destaca, a este respecto, que la cámara no expuso las razones por las que no consideró la resolución impugnada como uno de los casos de “sentencias equiparables a definitiva”, con-forme la doctrina de la Corte.

Refiere también, que en virtud del tiempo transcurrido desde la iniciación del proceso -14 años-, se impondría declarar la prescripción de la acción penal siguiendo el precedente “Mattei” (Fallos 272:188).

Considera que las sucesivas ampliaciones de la indagatoria que prestara Barra, al centrarse sobre hechos ya conocidos desde tiempo atrás por la magistrada actuante, constituyen una manipula-ción de las causas para evitar el sobreseimiento del imputado por prescripción de la acción penal.

III. Es doctrina de V.E. que las decisiones cuya consecuencia sea la obligación de conti-nuar sometido a proceso criminal no reúnen la calidad de sentencia definitiva a los efectos del art. 14 de la ley 48 (Fallos: 249:530; 274:440; 288:159; 298:408; 307:1030; 312:552 y 573; 315:2049, entre muchos otros).

Esto es lo que ocurre con las resoluciones que rechazan la prescripción de la acción penal (Fallos: 295:704; 303:740; 304:152; 314:545, entre otros), en cuanto no dan fin a la cuestión, que puede ser invocada nuevamente en otros estadios procesales.

Además, en el presente no existe, a mi juicio,

cuestión federal suficiente para acceder a esta instancia.

El recurrente impugna la decisión del a quo en cuanto éste ordenó que el auto de prisión preventiva y el proveído de clausura del su-mario son actos susceptibles de interrumpir la prescripción. Ahora bien, la cámara, en este sentido, adecua su postura a la del Tribunal en cuanto considera que la vía del art. 14 de la ley 48 no resulta apta para revisar qué actos proce-sales constituyen secuela de juicio y, por ende, interrumpen el transcurso de la prescripción de la acción penal (Fallos: 311:1960).

En efecto, en principio, en tanto no se invoquen cuestiones constitucionales concretas, estos agra-vios constituyen únicamente materia de hecho y de derecho procesal común, extraña a la instan-cia extraordinaria (Fallos: 304:596; 307:2504), por lo que cabría desechar este recurso.

IV. Ahora bien, no obstante lo expuesto prece-dentemente, lo cierto es que V.E. ha hecho excep-ción en ciertos casos que podrían considerarse análogos al presente -según se verá- omitiendo ciertos óbices procesales, en aquellas ocasiones en que verificó una prolongación injustificada del proceso (Fallos: 306:1688 y 1705).

Así ha sentado el criterio de que dichas re-soluciones pueden equipararse, en cuanto a sus efectos, a las definitivas, en la medida en que “cabe presumir que hasta la sentencia final puede transcurrir un lapso tan prolongado que, por sí solo, irrogue al procesado un perjuicio que no podrá ser ulteriormente reparado” (sen-tencia del 15 de marzo de 1979 in re “Baliarde, José y otros s/ ley 12.906” -sumario en Fallos: 301:197- y dictamen del Procurador General, al que se remite en este fallo).

Desde este punto de vista, V.E. podría decla-rar la procedencia formal del recurso de hecho

23Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

pues, en el sub lite, existiría cuestión federal bastante al debatirse el alcance que cabe asig-nar a la garantía a obtener un pronunciamiento judicial sin dilaciones indebidas derivada del art. 18 de la Constitución Nacional y de trata-dos internacionales referidos en ella (arts. 7°, inc. 5, y 8°, inc. 1, C.A.D.H.), y la sentencia ha sido contraria a la pretensión que el apelante ha fundado en tal derecho.

Con anterioridad a la expresa incorporación del derecho invocado a la Constitución Nacional, éste ya había sido reconocido por el Tribunal al interpretar los principios de progresividad y pre-clusión como instrumentos procesales aptos para evitar la duración indeterminada de los juicios.

Así, en “Mattei” (Fallos: 272:188), se dijo que ellos “obedecen al imperativo de satisfacer una exigencia consustancial con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el reconoci-miento del derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito, me-diante una sentencia que establezca, de una vez y para siempre, su situación frente a la ley penal” (considerando 10). “Debe reputarse incluido en la garantía de la defensa en juicio consagrada por el artículo 18 de la Constitución Nacional el derecho de todo imputado a obtener -lue-go de un juicio tramitado en legal forma- un pronunciamiento que, definiendo su situación frente a la ley y a la sociedad, ponga término, del modo más rápido posible, a la situación de incertidumbre y de innegable restricción de la libertad que comporta el enjuiciamiento penal” (considerando 14).

Idéntico criterio se siguió en “Mozzatti” (Fa-llos: 300:1102), frente a un proceso que se ha-bía prolongado durante veinticinco años. Allí se reafirmó el principio conforme al cual la defen-sa en juicio y el debido proceso “se integran por una rápida y eficaz decisión judicial”.

Dichos precedentes se originaron ante planteos dirigidos a evitar que declaraciones de nulidad provocaran, al retrotraer el juicio a etapas supe-radas, un agravamiento de la situación en causas que ya habían tenido una duración considerable.

Y aunque estas situaciones difieren de la plan-teada en estos autos, V.E. las podría equiparar, teniendo en cuenta que aquí el recurrente recla-ma que se declare la extinción de la acción pe-nal por prescripción, como forma de consagrar efectivamente el derecho del imputado a obte-ner un pronunciamiento judicial en un plazo razonable. Pero analicemos el caso concreto:

Las presentes actuaciones se iniciaron el 18 de septiembre de 1987, con el objeto de investigar presuntas maniobras fraudulentas cometidas en perjuicio de ahorristas, es decir, llevan más de catorce años de trámite y el imputado Barra tre-ce en la condición de procesado.

Y de una compulsa de las mismas, surge que han transcurrido 11 años y cinco meses desde el inicio hasta la acusación fiscal, y todavía res-taría una parte sustancial para su culminación pues falta concluir los traslados a la defensa, la apertura y realización de medidas de pruebas que puedan requerir las partes, llevar a cabo los informes sobre el mérito de la prueba realizada, cumplir con las audiencias de conocimiento e informes de los arts. 40 y 41 del Código Penal, llamar a autos para sentencia, dictar sentencia, y, finalmente, cualquiera que sea el resultado de ésta, habría que fatigar la segunda instancia por las potenciales impugnaciones de las partes acusadoras y los defensores. Es decir, no puede predecirse que se obtendrá a corto plazo una resolución definitiva del pleito que ponga fin a las restricciones que implica el mero someti-miento del recurrente al juicio penal.

Durante la dilatada sustanciación de este pro-ceso, las personas sometidas a él, han sufrido

24 Plazo razonable del proceso penal

la amenaza a su libertad y la afectación de sus patrimonios, con motivo de las medidas caute-lares que lo aseguraron, situación que no parece estar próxima a culminar.

Y aun cuando la sentencia estuviere próxima, el tiempo ya transcurrido resultaría excesivo y perjudicial para los derechos de defensa en jui-cio y al debido proceso. Y tan es así, que aun desde el punto de vista normativo, el trámite se ha apartado en demasía de los plazos estableci-dos en los arts. 701 y 206 del Código de Proce-dimientos en Materia Penal, de dos años, y seis meses para la totalidad del procedimiento y para el sumario, respectivamente. Y el hecho de que éstos no sean interpretados en la jurisprudencia ordinaria como absolutos, no significa que pue-dan quedar tan fuera de consideración que se produzca, de facto, una verdadera derogación. “No hay duda de que dichos plazos deben cons-tituir, por lo menos, un canon de razonabilidad sobre la duración del trámite que no puede ser soslayado sin más por el juzgador” (del voto de los ministros doctores Enrique Santiago Petrac-chi y Antonio Boggiano en el precedente de Fa-llos: 322:360, considerando 16).

La garantía a obtener un pronunciamiento judicial que defina de una vez y para siempre la situación ante la ley y la sociedad, se basa en que el Estado con todos sus recursos y poder no tiene derecho a llevar a cabo esfuerzos repetidos para condenar a un individuo por un supuesto delito, sometiéndolo así a las molestias, gastos y sufri-mientos, y obligándolo a vivir en un continuo estado de ansiedad e inseguridad, y a aumentar también la posibilidad de que, aun siendo ino-cente, sea hallado culpable (Fallos: 272:188).

“Amén de tales perjuicios que le ocasiona al imputado un proceso que dura años, el Estado también se ve perjudicado con dicha práctica, no sólo por el dispendio jurisdiccional que ella significa, sino porque se distorsionan todos los

fines de la pena, que para su eficacia requieren la menor distancia temporal entre el hecho y la condena”. Además, mientras más tiempo trans-curre, las pruebas que apoyan a la prosecución también se debilitan, pues “en la investiga-ción criminal el tiempo que pasa es la verdad que huye” (del voto de los ministros doctores Carlos S. Fayt y Gustavo A. Bossert en Fallos: 322:360, considerando 17).

El derecho al speedy trial, consagrado por la Sexta Enmienda de la Constitución norteameri-cana (“En toda persecución penal, el acusado go-zará del derecho a un juicio rápido y público...”), es considerado “una importante salvaguarda para prevenir el encarcelamiento indebido y opresivo con anterioridad al juicio, para reducir al mínimo la ansiedad y preocupación que acompaña a una acusación pública y para limitar la posibilidad de que el retraso perjudique las posibilidades de de-fensa del acusado (“United States v. Ewell”, 383 U.S. 116, 120 -1966-).

“Estrechamente relacionada con la extensión de la demora se encuentra la razón que el Es-tado asigna para justificarla “... “Debe asignarse distinta gravitación a razones diferentes. Una tentativa deliberada de retrasar el juicio para obstaculizar la defensa debe ponderarse fuer-temente en contra del Estado. Una razón más neutral, tal como negligencia o cortes sobre-cargadas de tareas debe gravitar menos pesa-damente, pero sin embargo debe ser tenida en cuenta, puesto que, la responsabilidad última de tales circunstancias debe descansar en el Es-tado más que en el enjuiciado” (del punto IV del voto del justice Powell en el caso “Baker v. Wingo” 407 U.S. 514).

Este criterio también ha sido adoptado por los tribunales internacionales de derechos humanos.

Así, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, considera que el “plazo razonable”

25Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

al que se hace referencia en el art. 8°, inc. 1 de la Convención Americana de Derechos Hu-manos, “debe medirse en relación a una serie de factores tales como la complejidad del caso, la conducta del inculpado y la diligencia de las autoridades competentes en la conducción del proceso” (caso 11.245 resuelto el 1° de marzo de 1996, considerando 111); definición que también recepta la Corte Europea, en la exége-sis del art. 6.1 de la Convención para la Protec-ción de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales (confr. “Terranova v. Italia” -4 de diciembre de 1995-; “Phocas v. Francia” -23 de abril de 1996- y “Süssmann v. Alemania” -16 de septiembre de 1996-).

Desde otro plano, cabe poner de relieve que el Tribunal ha reconocido varias veces “la re-lación existente entre ‘duración del proceso’ y ‘prescripción de la acción penal’ (confr. causa ‘Baliarde’, Fallos: 306:1688 y 316:1328 -en los que se consideró que constituía un apego ritual injustificado la postergación del planteo de prescripción al momento de la sentencia-; 312:2075 -caso en el que se admitió por ana-logía la aptitud de la prescripción, a pesar de no encontrarse expresamente prevista en la norma entonces en discusión, para producir los efec-tos de otras formas de finalización del proceso favorables al imputado-). De estos precedentes se desprende que el derecho del imputado a que se ponga fin a la situación de indefinición que supone el enjuiciamiento penal puede en-contrar tutela en la prescripción de la acción”.

Como se destacó en Fallos: 312:2075 el “pronunciamiento garantizador del art. 18 de la Constitución Nacional (...) puede consistir naturalmente en la declaración de prescripción de la acción penal”.

“En consecuencia, aun cuando la inteligencia del concepto de ‘secuela de juicio’ sea un artícu-lo que excede la jurisdicción extraordinaria, si

la duración indefinida del procedimiento pro-voca una lesión a un derecho de rango constitu-cional, la decisión que rechaza la extinción de la acción penal por haber existido actos procesales interruptivos de la prescripción puede y debe ser revisada en esta instancia, a fin de evitar que so color de que se trata de interpretaciones de derecho común se esquive la intervención de esta corte en asuntos que, como se ha dicho, afectan derechos federales” (del voto citado en Fallos: 322:360, considerando 9°).

“El instituto de la prescripción cumple un re-levante papel en la presevación de la defensa en juicio, al impedir que los individuos tengan que defenderse respecto de acusaciones en las cua-les los hechos básicos han quedado oscurecidos por el paso del tiempo y al minimizar el peligro del castigo estatal por hechos ocurridos en un pasado lejano”. “Esta limitación temporal pue-de asimismo tener el saludable efecto de incitar a los funcionarios encargados de aplicar la ley para que investiguen prontamente las supues-tas actividades delictivas (404 U.S. 307, 323 ‘United States v. Marion’)”.

“Y como dijera el Tribunal..., con fundamento en la garantía de la defensa en juicio, el imputado tiene derecho a obtener -después de un proceso tramitado en legal forma- un pronunciamiento que ponga término, del modo más rápido posible a la situación de incertidumbre y restricción a la libertad que comporta el enjuiciamiento penal”.

“El loable objetivo de ‘afianzar la justicia’ (Preámbulo de la Constitución Nacional) no autoriza a avasallar las garantías que la misma Constitución asegura a los habitantes de la Na-ción (art. 18)” (Fallos: 316:365).

En tales condiciones, la duración del presen-te proceso resultaría violatoria del derecho del imputado a ser oído judicialmente en un plazo razonable (art. 8°, inc. 1, C.A.D.H.). A ello se

26 Plazo razonable del proceso penal

agrega que se vislumbra que tal situación habrá de prolongarse, con la consiguiente continua-ción de la restricción de la libertad que produ-ce el sometimiento a juicio, lo cual lesionaría, asimismo, la garantía establecida por el art. 7°, inc. 5, C.A.D.H.

Consecuentemente, no obstante los vicios de fundamentación señalados en la sentencia ape-lada, estimo que, dada la magnitud del tiempo transcurrido y la morosidad judicial señalada no imputable a la defensa, conforme con la doc-trina que se deriva de los precedentes citados, V.E. podría hacer lugar al recurso interpuesto y examinar si concurre la excepción enunciada en este acápite.

V. Por lo expuesto, a mi juicio, en principio, correspondería rechazar el recurso interpuesto sin perjuicio de que, si en atención a las circuns-tancias apuntadas supra y V.E. lo considera per-tinente, lo admita y revoque la sentencia apela-da. Buenos Aires, 21 de junio de 2002. - Nicolas E. Becerra.

Buenos Aires, marzo 9 de 2004.

Considerando: Que la situación planteada en autos -tal como ha sido descripta en el parágra-fo IV del dictamen de fs. 39/43- es sustancial-mente idéntica, mutatis mutandi, a la de Fallos: 322:360 (disidencia de los jueces Petracchi y Boggiano), a cuyas consideraciones correspon-de remitir en razón de brevedad.

Por ello, oído el Procurador General de la Nación, se hace lugar a la queja, se declara pro-cedente el recurso extraordinario y se revoca la sentencia apelada en cuanto ha sido materia de apelación. Vuelvan los autos al tribunal de ori-gen, a fin de que por quien corresponda se dicte nuevo pronunciamiento conforme a derecho. - Enrique S. Petracchi - Augusto C. Belluscio (en disidencia) - Carlos S. Fayt (según su voto) -

Antonio Boggiano - Adolfo R. Vázquez (según su voto) - Juan Carlos Maqueda (en disidencia) - E. Raúl Zaffaroni.

Voto del doctor Fayt

Considerando: Que la situación planteada en autos -tal como ha sido descripta en el pa-rágrafo IV del dictamen de fs. 39/43- es sus-tancialmente idéntica, mutatis mutandi, a la de Fallos: 322:360 (disidencia de los jueces Fayt y Bossert), a cuyas consideraciones corresponde remitir en razón de brevedad.

Por ello, oído el Procurador General de la Nación, se hace lugar a la queja, se declara pro-cedente el recurso extraordinario y se revoca la sentencia apelada en cuanto ha sido materia de apelación. Vuelvan los autos al tribunal de ori-gen, a fin de que por quien corresponda se dicte nuevo pronunciamiento conforme a derecho. - Carlos S. Fayt.

Voto del doctor Vázquez

Considerando: 1°) Que contra la resolución de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, por la cual se confirmó el rechazo en primera instancia de la prescripción de la acción incoa-da por la defensa de Roberto Eugenio Tomás Barra, se interpuso recurso extraordinario que, denegado, dio origen a la presente queja.

2°) Que para así decidir, el tribunal a quo sos-tuvo -no obstante el argumento esgrimido por el magistrado de primera instancia para rechazar el planteo-, que desde la ampliación de la decla-ración indagatoria del 27 de abril de 1992 por el delito de defraudación por administración fraudulenta (art. 173, inc. 7, Código Penal), el curso de la prescripción fue interrumpido por el dictado del auto de prisión preventiva y por el decreto de clausura del sumario.

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3°) Que esta Corte tiene reiteradamente re-suelto que las decisiones cuya consecuencia sea la obligación de continuar sometido a proce-so criminal no reúnen, por regla, la calidad de sentencia definitiva a los efectos del art. 14 de la ley 48 (Fallos: 249:530; 274:440; 288:159; 298:408; 307:1030; 312:552 y 573; 315:2049, entre muchos otros). Tal es lo que ocurre con las resoluciones que rechazan la prescripción de la acción penal (Fallos: 295:704; 303:740; 304: 152; 314:545, entre otros).

4°) Que, ha dicho la Corte que si bien es im-perativo satisfacer el derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un de-lito, mediante una sentencia que establezca, de una vez para siempre, su situación frente a la ley penal (doctrina de Fallos: 318:665), también lo es el de los integrantes de la sociedad a ver protegidos sus derechos individuales consagra-dos de igual manera en la Constitución Nacio-nal (Fallos: 322:360, considerando 3° -voto del juez Vázquez-).

Consecuentemente, de la tensión entre tales principios igualmente válidos, corresponde ha-cer prevalecer aquel que merezca mayor protec-ción, ponderando en cada caso en particular los valores en juego con base a la equidad. Así pues, debe hacerse una excepción a lo enunciado en el considerando anterior, cuando en el supues-to tratado se verifique una prolongación injusti-ficada del proceso (Fallos: 306:1688 y 1705).

En tal sentido ha señalado el Tribunal que pro-nunciamientos que resuelven sobre la extinción de la acción penal pueden equipararse, en cuanto a sus efectos, a las sentencias definitivas -art. 14 de la ley 48-, en la medida en que cabe presumir que hasta la sentencia final puede transcurrir un lapso tan prolongado que, por si solo, irrogue al procesado un perjuicio que no podrá ser ulte-riormente reparado (Fallos: 301:197).

5°) Que en el sub lite existe cuestión federal pues está en juego el alcance de las garantías a obtener un juicio dentro de un plazo razonable y sin dilaciones indebidas, que surgen no sólo implícitamente de la Constitución sino expre-samente de tratados internacionales suscriptos por la República Argentina.

6°) Que la Corte en el caso “Mattei” ha es-tablecido que la garantía constitucional de la defensa en juicio incluye el derecho de todo imputado a obtener un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la so-ciedad, ponga término del modo más breve, a la situación de incertidumbre y de restricción de la libertad que comporta el enjuiciamiento penal, y que esto obedece además al imperativo de satisfacer una exigencia consustancial que es respeto debido a la dignidad del hombre, el cual es el reconocimiento del derecho que tiene toda persona de liberarse del estado de sospe-cha que importa la acusación de haber cometi-do un delito (Fallos: 272:188).

7°) Que idéntico criterio mantuvo el Tribu-nal en “Mozzatti” (Fallos: 300:1102), frente a un proceso que reflejaba claramente un caso de morosidad judicial -se había prolongado 25 años-, donde resolvió declarar la insubsistencia de todo lo actuado y la prescripción de la ac-ción penal, sin perjuicio de los derechos de las partes, de naturaleza patrimonial, sobre la base de sostener que habían sido agraviados hasta su práctica aniquilación el enfático propósito de afianzar la justicia, expuesto en el preámbulo y los mandatos explícitos e implícitos, que asegu-ran a todos los habitantes de la Nación la pre-sunción de su inocencia y la de su defensa en juicio y debido proceso legal; garantías consti-tucionales que se integran por una rápida y efi-caz decisión judicial.

8°) Que no obstante la indiscutible inserción constitucional del derecho a obtener un juicio

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sin dilaciones indebidas (art. 14, inc. 3) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Po-líticos, la duración razonable de un proceso de-pende en gran medida de diversas circunstan-cias propias de cada caso, por lo que no puede traducirse en un número de días, meses o años.

9°) Que la Corte Interamericana de Derechos Humanos, cuya jurisprudencia puede servir de guía para la interpretación de los preceptos convencionales (Fallos: 318:514; 319:1840; 323:4130), considera que el concepto de plazo razonable al que se hace referencia en el art. 8°, inc. 1° de la Convención Americana sobre De-rechos Humanos, “debe medirse en relación a una serie de factores tales como la complejidad del caso, la conducta del inculpado y la diligen-cia de las autoridades competente en la conduc-ción del proceso” (caso 11.245, resuelto el 1° de marzo de 1996, considerando 111).

10) Que en igual sentido, el Tribunal Euro-peo de Derechos Humanos señaló en oportu-nidad de resolver el caso “König” -sentencia del 28 de junio de 1978-, que la duración razonable de un proceso penal, a la luz del art. 6.1 de la Convención para la Protección de los Dere-chos Humanos y las Libertades Fundamenta-les, había que apreciarla según las circunstan-cias de cada caso en particular, y que para ello debía considerarse: la complejidad del caso, la conducta del imputado y la manera en que el asunto fue llevado por las autoridades adminis-trativas y judiciales. Definición mantenida por la Corte europea (confr. “Terranova v. Italia”, res. 4 de diciembre de 1995; “Phoca v. Francia”, res. 23 de abril de 1996 y “Süssmann v. Alema-nia”, res. 16 de septiembre de 1996).

11) Que la mencionada doctrina ha sido re-ceptada por el Tribunal Constitucional Español al definir el alcance del art. 24.2 de la Constitu-ción que establece el derecho “...a un proceso público sin dilaciones indebidas” al señalar que

dicha norma debe ser entendida “a la luz de los criterios generales enunciados por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos al interpretar el concepto de plazo razonable contenido en el art. 6.1 del C.E.D.H.” (auto n° 219/1993 del 1° de ju-lio de 1993 en “Jurisprudencia Constitucional” t. XXXVI, BOE, p. 1446, Madrid, 1994), agregan-do que la violación al derecho a tener un proceso sin dilaciones indebidas “...no consiste en el mero incumplimiento de los plazos procesales, sino que se trata de un concepto indeterminado, que debe ser concretado en cada caso, atendiendo, en otros extremos, a las circunstancias del pro-ceso, su complejidad objetiva, la duración nor-mal de procesos similares, la actuación procesal del órgano judicial en el supuesto concreto y la conducta del recurrente, al que le es exigible una actitud diligente...” (sentencia 313/1993 del 25 de octubre de 1993, en “Jurisprudencia Cons-titucional”, t. XXXVII, BOE, ps. 471/478; ver también sentencia 24/1981, del 14 de julio de 1981, en ob. cit., t. II, ps. 113/121).Estos aspec-tos también han sido ponderados por la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos de Norteamérica al definir el alcance del derecho a obtener un juicio rápido previsto expresamente en la Sexta Enmienda (“Klopfer v. North Caro-lina” 386 U.S. 213 -1963-). Resultando clarifi-cador lo expresado por el juez Powell en el caso “Barker v. Wingo” (407 U.S. 514), al indicar que los factores que determinan si un imputado se ha visto privado de su derecho a un juicio rápi-do son: la duración de la demora, sus razones, la invocación del derecho que hace el acusado y el perjuicio que le haya ocasionado.

12) Que, en función de lo expuesto, pode-mos concluir que para saber si en el presente caso se ha lesionado la garantía invocada, co-rresponde efectuar un análisis de la actividad llevada a cabo por los magistrados y las partes en el transcurso del proceso, examen que el a quo soslayó injustificadamente al rechazar los agravios constitucionales esgrimidos.

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13) Que las presentes actuaciones se inicia-ron el 18 de septiembre de 1987, con el objeto de investigar presuntas maniobras fraudulentas cometidas en perjuicio de ahorristas, y en las que el imputado Roberto Eugenio Tomás Barra lleva quince años en condición de procesado. En efecto, el 4 de septiembre de 1987 el Banco Central de la República Argentina dispuso, ante una pronunciada caída de depósitos, la inter-vención cautelar de Fideicom Cía. Financiera S.A.; a raíz de lo cual numerosos depositantes de la entidad, interpusieron denuncias crimina-les por la no devolución de sus inversiones, ante diferentes juzgados de instrucción de la Capital Federal y del departamento Judicial de San Isi-dro, Provincia de Buenos Aires, acumulándose todas a la primigenia n° 23.241 del Juzgado de Instrucción n° 14.

El 6 de abril de 1988 se ordenó el procesa-miento de Barra (fs. 194), recibiéndosele decla-ración indagatoria el 26 de abril de dicho año (fs. 218/221). Dicha declaración fue ampliada con fechas 28 de abril de 1988 (fs. 226/230); 7 de noviembre de 1990 (fs. 1086); 3 de mayo de 1991 (fs. 1114/ 1115); 17 de marzo de 1992 (fs. 1300/1304); y 27 de abril de 1992 (fs. 1367/1369). Dos años después de la última ampliación indagatoria, y sin motivos que jus-tifiquen tal demora (se ordenó una pericia con-table cuyas conclusiones se recibieron en el juz-gado el 30 de julio de 1992, se libraron oficios al Juzgado en lo Comercial n° 26 solicitando la remisión ad effectum videndi de los autos sustan-ciados con motivo de la liquidación de la enti-dad y se recibieron declaraciones testimoniales a empleados de la misma -no fueron valoradas en el posterior dictado del auto asegurativo per-sonal-), el 11 de abril de 1994 se dicta la prisión preventiva en orden al delito de administración fraudulenta de (fs. 1592/1606), confirmada por la Cámara del Crimen el 14 de diciembre de ese año (fs. 1715/1717). A partir de ahí, la activi-dad instructoria parece perder el rumbo, con-

virtiéndose la causa en una sucesión de actos formales: se ordena notificar a los procesados lo resuelto por la Cámara del Crimen seis meses después que el expediente fuera devuelto al juz-gado de primera instancia; reiteración de oficios y de citaciones sin que conste el resultado de la diligencia anterior; se declara la incompetencia de la justicia criminal a favor del fuero federal el 22 de septiembre de 1995 (fs. 1969), resolución que es revocada por la alzada a instancias del agente fiscal el 22 de diciembre de ese año (fs. 2013); se ordena la ampliación de declaraciones testimoniales; cuatro años después de la última ampliación se amplía nuevamente la indagatoria a Barra (fs. 2379) el 13 de septiembre de 1996, acto procesal que se repite -por séptima vez- el 27 de agosto de 1997 (fs. 2560).

Luego de la dilatada instrucción -ya llevaba nueve años-, el 28 de noviembre de 1996 se dio traslado de la causa al representante del Ministerio Público por el cierre del sumario; vista que fue contestada el 3 de febrero de 1997 con el pedido de nuevas medidas de prueba (fs. 2403/2416). Transcurrido aproximadamente un año, el 4 de diciembre de 1997 (fs. 2598), se dio intervención al agente fiscal a idénticos fines, quien volvió a pedir la producción de prueba (fs. 2599/2600). Finalmente el 4 de septiembre de 1998 se decreta la clausura del sumario, cumpliéndose con la acusación fiscal el 24 de febrero de 1999, con un pedido de pena de prisión de tres años por el delito de de-fraudación por administración fraudulenta.

De la compulsa de las mismas surge que trans-currieron once años y cinco meses desde el ini-cio hasta la acusación fiscal y todavía restaría una parte sustancial para su culminación pues falta concluir los traslados a la defensa, la apertura y realización de medidas de prueba que puedan re-querir las partes, llevar a cabo los informes sobre el mérito de la prueba realizada, cumplir con la audiencia de visu e informes de los arts. 40 y 41

30 Plazo razonable del proceso penal

del Código Penal, llamar a autos para sentencia, dictar sentencia y, finalmente, cualquiera que sea el resultado de ésta, resta tratar la segunda ins-tancia por las posibles impugnaciones que harán las partes acusadoras y defensores.

14) Que resultan especialmente aplicables al sub lite, dado que guardan estrecha simili-tud con la situación planteada en estas actua-ciones, las consideraciones efectuadas por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en oportunidad de resolver el caso “Eckle”. En el mismo, se atribuían al imputado Eckle numerosos delitos cometidos en ejercicio de su actividad económica, y la quiebra a la que había llegado parecía ser fraudulenta. Ello dio origen a tres procesos diferentes en tres jurisdicciones distintas (sólo en 1965 fue ne-cesario recibir trescientos sesenta y cinco tes-timonios, ciento seis de ellos fuera del país). Dos de ellos duraron algo más de diecisiete y diez años respectivamente (la totalidad del trámite, incluso recursos constitucionales). El Tribunal consideró que habían sobrepasado el plazo disponible, y que el país demandado (República Federal de Alemania) había lesio-nado el art. 6°, inc. 1, C.E.D.H. La decisión concluyó que “las dificultades de la instruc-ción y el comportamiento de los demandan-tes no explican por sí solos la duración del procedimiento, uno de cuyos principales motivos reside en la manera en que las auto-ridades condujeron el asunto” (conf. Fallos: 322:360, considerando 18, disidencia de los jueces Petracchi y Boggiano).

15) Que no son ajenas al conocimiento de esta Corte las ingentes dificultades que ago-bian a los jueces por el exceso de tareas y cier-tas carencias estructurales, las cuales segura-mente se agravaron, en el caso, con motivo de las vicisitudes ocasionadas por la modificación del sistema procesal y por los innumerables cambios producidos en las designaciones de

los funcionarios intervinientes. Sin embargo tal situación, aun cuando permitiere explicar las demoras en que se ha incurrido y justificar a los jueces por esa misma demora, no autori-za a hacer caer sobre la cabeza del imputado los inexorables costos de lo sucedido (conf. Fallos: 322:360, disidencia de los jueces Pe-tracchi y Boggiano).

16) Que sin perjuicio de ello, y en función de lo expuesto en los considerandos anteriores, surge que el tiempo empleado por el Estado para dilucidar los hechos investigados en el sub lite resulta incompatible con el derecho a un juicio sin demoras indebidas, amparado por el art. 18 de la Constitución Nacional y los trata-dos internacionales que la integran. Resultando el único remedio posible a dicha trasgresión constitucional la declaración de la extinción de la acción penal por prescripción, en la medida que ella constituye la vía jurídica idónea para determinar la cesación de la potestad punitiva estatal por el transcurso del tiempo y salvaguar-dar de este modo el derecho fundamental vul-nerado (Fallos: 323:982).

Por ello, oído que fue el Procurador General de la Nación, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario, y se decla-ra la extinción de la acción penal por prescrip-ción, sin perjuicio de los derechos de las partes de naturaleza patrimonial (segunda parte del art. 16 de la ley 48). - Adolfo R. Vázquez.

Disidencia de los doctores Belluscio y Ma-queda

Considerando: Que el recurso extraordinario, cuya denegación dio origen a la presente queja, no se dirige contra una sentencia definitiva o equiparable a tal (art. 14 de la ley 48).

Por ello, oído el Procurador General de la Na-ción, se desestima la queja. Intímese a la parte

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recurrente a que, dentro del quinto día, efectúe el depósito que dispone el art. 286 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, en el Banco de la Ciudad de Buenos Aires, a la

orden de esta Corte y bajo apercibimiento de ejecución. Hágase saber y archívese, previa de-volución de los autos principales. - Augusto C. Belluscio - Juan Carlos Maqueda.

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“Baigorria, Claudia Elizabeth”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala III, 11/10/2006

Voto de la Dra. Ángela Ester Ledesma: “…el Estado ha de comprometer-se a prestar una justicia ágil y rápida, a pesar de que no es posible dictar una regla universal que clasifique el concepto del plazo razonable. Debe apreciar-se la infracción en cada caso según las siguientes características: complejidad del asunto; comportamiento de las partes, cuestiones individuales recursos abusivos, provocando suspensiones injustificadas del procedimiento, que su conducta adolezca de la falta de diligencia necesaria; estándares de actuación y rendimientos normales en el servicio de justicia.”

//n la Ciudad de Buenos Aires, a los once días del mes de octubre del año dos mil seis, reunidos los integrantes de la Sala Tercera de la Cámara Nacional de Casación Penal, Dres. Guillermo José Tragant, Eduardo Ra-fael Riggi y Angela Ester Ledesma, bajo la presidencia del primero de los nombrados, asistidos por la Secretaria de Cámara, Dra. María de las Mercedes López Alduncin, con el objeto de dictar sentencia en la cau-sa nº 7016, caratulada “Baigorria, Claudia Elizabeth s/recurso de casación”, con la in-tervención del representante del Ministe-rio Público ante esta Cámara, Dr. Ricardo Gustavo Wechsler y del Sr. Defensor Públi-co Oficial, Dr. Juan Carlos Sambuceti (h), por la defensa.

Efectuado el sorteo para que los señores jueces emitan su voto, resultó que debía observarse el orden siguiente: Tragant, Ledesma, Riggi.

Y VISTOS Y CONSIDERANDO:

El señor juez Dr. Guillermo José Tragant dijo:

PRIMERO:

Que llega el expediente a conocimiento de la Sala en virtud del recurso de casación inter-puesto a fs. 21/28vta. por la Sra. Fiscal General, contra la decisión del Tribunal Oral en lo Cri-minal nº 22 de esta ciudad, que resolvió “DE-CLARAR EXTINGUIDA POR PRESCRIP-CIÓN LA ACCIÓN PENAL en la presente causa que lleva el Nº 563 (arts. 59, inciso 3º y 62 inciso 2º del C.P.) y consecuentemente SO-BRESEER a Claudia Elizabeth Baigorria, de las demás condiciones personales obrantes en au-tos, en virtud de lo normado en el artículo 336 inciso 1º y 361 del C.P.P.N.” (fs. 18/19vta.).

Que concedido por el a quo el remedio in-tentado mediante decisorio de fs. 29, la impug-

34 Plazo razonable del proceso penal

nación fue mantenida en esta instancia, según surge del escrito glosado a fs. 33.

Puestos los autos en Secretaría por el término de diez días, a los fines dispuestos por los artícu-los 465 primera parte, y 466 del ordenamiento ritual y, habiéndose cumplido con la audiencia prevista por el artículo 468 del código de forma, según constancia actuarial de fs. 38, el expedien-te quedó en condiciones de ser resuelto.

SEGUNDO:

El impugnante encarrila su recurso en los motivos de casación previstos en el artículo 456 incisos 1º y 2º del Código Procesal Penal de la Nación.

En primer lugar manifiesta que la resolución atacada resulta arbitraria al adolecer de vicios de fundamentación que determinan su nuli-dad de conformidad con lo dispuesto por los artículos 123, y 404 inc. 2º del Código Proce-sal Penal, pues el examen dado al caso no se compadece con una debida aplicación de las reglas de la sana crítica racional, al presentarse afirmaciones sin respaldo probatorio alguno, argumentos sólo aparentes carentes de sustento legal, con apartamiento de circunstancias com-probadas en el proceso, en especial del legajo de ejecución que corre por cuerda, vulnerando, en consecuencia las garantías de defensa en juico y del debido proceso adjetivo.

En segundo término, señala que el Tribunal Oral mediante la resolución cuestionada ha apli-cado erróneamente lo dispuesto en los artículos 59 inciso 3, 62 inciso 2 y 76 bis, ter y quater del Código Penal, al afirmar que la suspensión de la prescripción de la acción penal debe abarcar úni-camente el año coincidente con el tiempo por el cual el a quo suspendió el trámite de la causa sin resolver previamente la cuestión de la suspen-sión del juicio a prueba, pues de esa manera ha

realizado una especia de combinación de ambos institutos -prescripción y suspensión- situación que en modo alguno se encuentra prevista en nuestro ordenamiento legal.

Al respecto refiere que del legajo que trami-tara ante el Juzgado de Ejecución Penal nº 1 de esta ciudad, surge que Claudia Elizabeth Baigorria no cumplió las reglas de conducta establecidas al acordarse la suspensión del jui-cio el 23 de septiembre de 1998, siendo que se extrae de los respectivos informes trimestrales efectuados por el Departamento Tratamien-to en el Medio del Patronato de Liberados de esta ciudad (fs. 9/22), constando en los mis-mos que la nombrada no había dado inicio al cumplimiento del inciso 8º del artículo 27 bis del Código Penal. Fue en virtud de ello, afir-ma, que el magistrado de ejecución dispuso su comparecencia a fin de regularizar su situación procesal, siendo que al presentarse la encausa-da manifestó su intención de realizar las tareas comunitarias que le fueran impuestas en el Hospital General de Agudos Parmenio Piñero (fs. 25) luciendo con fecha 4 de noviembre de 1999 la autorización a concurrir a dicho noso-comio y el correspondiente oficio (fs. 26 y 27), obrando agregada como última actuación una cédula de notificación dirigida a la imputada, no registrando movimiento alguno desde esa fecha, encontrándose en consecuencia, hasta el día de hoy pendiente de resolución la situación procesal de Baigorria respecto del beneficio concedido. Por ello estima que desde el 23 de septiembre de 1998 fecha en que el Tribunal Oral decidió suspender el juicio a prueba, hasta el presente la prescripción de la acción penal se encuentra suspendida en virtud de lo previsto en el artículo 76 ter del Código Penal.

Desde otro ángulo expresa que no comparte la afirmación del a quo en cuanto a quien es atribuible la responsabilidad por la demora en el control, al respecto manifiesta que de la sim-

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ple lectura del legajo de ejecución se advierte una actitud reticente y evasiva de la encausada a cumplir con las obligaciones impuestas que llevó a dilatar el trámite del mismo, así como una inacción del Juzgado de Ejecución Penal, ya que desde el 4 de noviembre de 1999 no se registra en el mismo movimiento alguno, todo lo cual demuestra palmariamente que la demo-ra en el tratamiento no puede cargarse al Mi-nisterio Público y que el obstáculo para poder expresar su voluntad requirente ha existido y continúa aún para la fiscalía, quien hasta ahora no ha podido expedirse respecto de la resolu-ción de este legajo.

Agrega asimismo que el plazo de prescripción de la acción se debe considerar suspendido so-lamente durante el período fijado como térmi-no de la suspensión -que en el caso fue fijado en 1 año- sin tener en cuenta el tiempo necesario para que el Juzgado de Ejecución determine el cumplimiento o no de las obligaciones del probado conforme lo dispuesto en el artículo 515 del Código Procesal Penal y sin resolver previamente respecto del fondo del beneficio concedido, ha vulnerado el principio de Justicia que debe regir las decisiones judiciales, ya que de ser así resultaría indiferente que se cumplan o no las obligaciones a las que los justiciables se han comprometido, pues en cualquiera de ambos casos, el período de suspensión de la prescripción sería el mismo.

Por último pone de resalto que ante una si-tuación similar planteada en la causa nº 448 el Tribunal Oral a quo el 3 de mayo de 2003, aco-giendo la posición fiscal entendió que la pres-cripción se hallaba suspendida, por lo que no hizo lugar a la petición de la defensa de declarar extinguida la acción penal.

Por lo expuesto, solicita se conceda el recurso de casación interpuesto y se revoque la resolu-ción impugnada.

TERCERO:

Que adentrándome en el tratamiento de la cuestión sometida a examen jurisdiccional, ad-vierto la presencia de una circunstancia de carác-ter formal que debe ser tratada prioritariamente.

De la compulsa de la causa principal surge que con fecha 23 de septiembre de 1998, el Tribunal Oral en lo Criminal nº 22 acordó la suspensión del juicio a prueba por el término de un año en relación a Claudia Elizabeth Bai-gorria (fs. 101/102).

Del expediente radicado en el Juzgado de Eje-cución Penal nº1 surge que con fecha16 de fe-brero de 1999 se le hizo entrega a Baigorria de un oficio dirigido al Director a cargo de la Biblioteca Joaquín V. González, a fin de que ésta diera cum-plimiento a su obligación de prestar una hora semanal de servicio no remunerados en esa insti-tución, conforme se lo impusiera el Tribunal Oral en lo Criminal nº 22 en ocasión de otorgársele la suspensión del juicio a prueba (cfr. fs. 6/9 y 13). Por su parte el Patronato de Liberados informó que al 5 de mayo de 1999 no había dado inicio a los trabajos comunitarios, si bien realizó las ges-tiones pertinentes para iniciarlos, pero debido a problemas físicos no se dirigió nuevamente a la mencionada institución. La causante ha manifes-tado que debido a necesidades de la Institución le propusieron realizar cuatro horas en un día en lugar de una hora como estipula el oficio, ante lo cual ella expresó su voluntad de dialogar nueva-mente con la Institución a los fines de acordar la modalidad de las tareas comunitarias. Se la orien-tó para que concurra al Juzgado a solicitar la auto-rización pertinente en caso de modificar la carga horaria prescripta oportunamente. [...] A la fecha expresa estar embarazada de aproximadamente dos meses (fs. 14/15 y 19). Similar situación in-formó el Departamento Tratamiento en el Medio del Patronato de Liberados, quien consignó que al 27 de julio de 1999, Baigorria no había dado

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inicio al cumplimiento del inciso 8º del artículo 27 bis del Código Penal, requiriendo la pronta in-tervención de ese juzgado (fs. 20/ 22).

Que ello provocó la citación de la nombrada bajo apercibimiento de revocarle el beneficio de la suspensión del proceso a prueba y remitir la causa al Tribunal de origen a fin de continuar con el juicio (fs. 23).

Que habiendo comparecido Baigorria al juz-gado, luego de brindar explicaciones sobre el incumplimiento, se comprometió a entrevistar-se con su licenciada tratante a los efectos de co-ordinar la institución donde realizar las mismas (fs. 24), lo que hizo días después, ofreciendo realizar las tareas comunitarias en el Hospital General de Agudos Parmenio Piñeiro (fs. 25), librándose a tales efectos, con fecha 4 de no-viembre de 1999, oficio al nosocomio (fs. 26).

Que de cuanto se ha transcripto se evidencia la presencia de situaciones que conspiran contra la buena marcha del proceso y entran en pugna con uno de los principios fundamentales que inspira al nuevo ordenamiento procesal penal.

La primera de ellas se vincula con el derecho de toda persona a ser juzgado en un plazo ra-zonable y sin dilaciones indebidas (cfr. CSJN “Recurso de hecho deducido por el abogado de-fensor en la causa Mattei, Ángel s/contrabando de importación en Abasto” rta. el 29/11/68; B. 898. XXXVI. “Barra, Roberto Eugenio Tomás s/ defraudación por administración fraudulenta” -causa nº 2053-W-31- rta. el 9/3/04 y E. 387. XXXVIII “Egea, Miguel Angel s/prescripción de la acción -causa nº 18.316” rta. el 9/11/04).

En este sentido llama la atención que desde la fecha indicada hasta el presente, en el respec-tivo Legajo de Ejecución, no consta agregada ninguna actuación o presentación adicional del magistrado, del Patronato de Liberados, ni del

Hospital Piñeiro. Tampoco el Ministerio Públi-co Fiscal, hoy recurrente, efectuó ningún tipo de presentación a fin de que Baigorria cumplie-ra con las obligaciones impuestas.

Es que si alguna responsabilidad cabe asignar al señor juez de ejecución en orden a esta situa-ción, es la de no haber dispuesto en forma inme-diata -ante la comprobada reticencia por parte de la imputada de sus compromisos- la revocación del beneficio (cfr. artículo 515 del C.P.P.N.).

Que situaciones como la antes descripta ex-pone automáticamente a la extinción de la ac-ción penal de las causas para los casos en que como el presente se investigaba la comisión del delito robo en grado de tentativa (cfr. mi voto en causas nº 6058 “Albamonte, Alejandro s/rec. de casación” Reg. 14/06 del 7/2/06 y 5941 “Pereiro, Eduardo Enrique s/rec. de casación” Reg. 167/06 del 14/3/06, entre otras).

Todo lo cual me lleva a exhortar a los prota-gonistas a que comprometan el mayor esfuerzo a fin que situaciones como las descriptas no se repitan en lo futuro (cfr. causa nº 18 “Vitale, Rubén D. s/recurso de casación”, Reg. 41 del el 18/10/93, nº 2531 “Telleldin, Carlos A. s/rec. de casación”, Reg. 316/00 del 20/6/00, nº 3281 “Ricci, José Francisco s/rec. de casación” Reg. 481/01 del 13/8/01; “Macchioli, Beatriz D. s/rec. de casación” Reg. 493/04 del 14/9/04 todas de esta Sala, entre otras).

CUARTO:

Ahora bien, en punto a dar respuesta al agravio introducido por la Sra. Fiscal General, ingresan-do al estudio de las presentes actuaciones y en trance de determinar si la acción se encuentra o no prescripta, más allá de los particulares actos procesales que en diversas oportunidades he considerado con potencialidad suficiente como para interrumpir el curso de la prescripción, cabe

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poner de resalto que la Ley 25.990, mediante la cual el Congreso Nacional zanjó de modo defi-nitivo la controversia relativa a qué actos del pro-ceso deben ser considerados “secuela de juicio”, al modificar los párrafos cuarto y quinto del artí-culo 67 de Código Penal, con el fin de darle una interpretación definitiva y estable a la cuestión; y en tal sentido define que “La prescripción se inte-rrumpe solamente por: a) la comisión de otro delito; b) el primer llamado efectuado a una persona, en el marco de un proceso judicial, con el objeto de recibir-le declaración indagatoria por el delito investigado; c) el requerimiento acusatorio de apertura o eleva-ción a juicio, efectuado en la forma que lo establezca la legislación procesal correspondiente; d) el auto de citación a juicio o acto procesal equivalente; y e) el dictado de sentencia condenatoria, aunque la misma no se encuentre firme” (Ley 25.990, sancionada el 16/12/2004, Boletín Oficial del 11/01/2005).

En lo que a interpretación se refiere, cabe también recordar cuanto sostuviere junto al Dr. Casanovas al votar en el Plenario nº 5 “Ko-suta, Teresa R. s/rec. de casación” (CNCP del 17/8/99), en el sentido que “desde los paráme-tros brindados por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, se conoce que la primera regla de interpretación de las leyes es darle pleno efecto a la intención del legislador (Fallos 302:973), y la primaria fuente para determinar esa voluntad es la letra de la ley (Fallos 299:167), así como que los jueces no deben sustituir al legislador sino aplicar la norma tal como éste la concibió (Fallos 300:700); también las leyes deben in-terpretarse conforme el sentido propio de las palabras que emplean sin molestar su significa-do específico (Fallos 295:376), máxime cuan-do aquél concuerda con la acepción corriente en el entendimiento común y la técnica legal empleada en el ordenamiento jurídico vigente (Fallos 295:376), para todo lo cual se deben computar la totalidad de sus preceptos de ma-nera que armonicen con el ordenamiento jurí-dico restante y con los principios y garantías de

la Constitución Nacional (Fallos 312:11), evi-tando darles aquel sentido que ponga en pugna sus disposiciones, destruyendo las unas por las otras y adoptando, como verdadero, el que las concilie y deje a todas con valor y efecto (Fallos 1:300), por todo lo que no debe prescindirse de las consecuencias que derivan de cada cri-terio, pues ellas constituyen uno de los índices más seguros para verificar su razonabilidad y su coherencia con el sistema en que está engarza-da la norma (Fallos 307:1018)”.

A partir de estas coordenadas, queda claro pues que no deben dejarse de atender en el caso los clásicos estándares interpretativos que par-ten de los criterios literal, auténtico, sistemático y teleológico a la hora de desentrañar el sentido y alcance de las normas involucradas.

Que a la luz de los presupuestos indicados, atendiéndose al carácter literal y taxativo de la nueva redacción de la citada norma de fondo, y teniendo en consideración los distintos pasos procesales que se sucedieron en el expediente, es claro que desde la fecha de citación a juicio, ha transcurrido el plazo máximo de pena pri-vativa de la libertad previsto para el delito que se le atribuye.

Sin perjuicio de ello, no puedo dejar de seña-lar que el tiempo que ha irrogado la tramitación -infructuosa por cierto- del legajo de ejecución de la suspensión del juicio a prueba, ha supera-do holgadamente el plazo de un año que fuera fijado por el tribunal el 23 de septiembre de 1998 al momento de conceder el beneficio.

Al respecto se sostuvo en los autos nº 5045 “Pérez Segovia, Leonardo Gastón s/rec. de casación” (rta. el 22/8/04), en el sentido que “Los artículos 76 bis y ter del Código Penal, al regular el instituto de la suspensión del proceso a prueba, no establecen un sistema alternativo de extinción de la acción penal por el transcur-

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so del tiempo; el régimen legal del instituto de la prescripción se encuentra regulado por los artículos 59 inciso 3º, 62, 63 y 67 de ese texto normativo. Ello, con la única salvedad de que en el caso que se conceda la “probation” el cur-so de la prescripción de la acción se suspenderá durante el término de la suspensión del juicio. Ninguna duda cabe en relación a que el siste-ma establecido para la extinción de la acción propio del instituto en cuestión nada tiene que ver con el transcurso del tiempo, pues no es su régimen la renuncia por parte del Estado a per-seguir penalmente a un individuo, siendo que lo contrario, precisamente, sucede en el caso de la prescripción” (cfr. voto del Dr. Riggi).

Por ello, propicio al acuerdo, el rechazo del recurso de casación del Sr. Fiscal Gene-ral, sin costas.

La señora Juez Dra. Ángela Ester Ledesma dijo:

Que adhiero a la solución propuesta por el colega que lidera este acuerdo, por las razones que a continuación se detallan.

Si bien entiendo que el mero transcurso del tiempo no trae aparejado el cumplimiento de las reglas de conducta impuestas al concederse el be-neficio de suspensión del juicio a prueba, no me-nos cierto es que toda persona sometida a un pro-ceso penal tiene derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable y sin dilaciones indebidas (art. 75 inc. 22, 8.1 de la CADH, 14.3 c del PIDCyP).

En el presente caso se advierte que estas actuaciones se iniciaron hace siete años y sie-te meses y, han transcurrido siete años desde la concesión del beneficio en cuestión 23 de septiembre de 1998, por lo cual en atención al tema en estudio deviene como imperativo, el análisis de la cuestión teniendo en mira los derechos fundamentales comprometidos; toda vez que el titular de este derecho ha de serlo

única y exclusivamente el ciudadano justiciable (Gimeno Sendra Vicente, Constitución y Proce-so, ed. Tecnos, Madrid, pág. 140).

Por otra parte, conviene recordar que el princi-pio constitucional de la “defensa en juicio”, con-forme la jurisprudencia de la C.S.J.N., “incluye el derecho de todo imputado a obtener un pro-nunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga término del modo más breve, a la situación de incertidumbre y de restricción de la libertad que comporta el enjui-ciamiento penal” (Fallos: 272 :188; 300: 1113).

De ahí que el Estado ha de comprometerse a prestar una justicia ágil y rápida, a pesar de que no es posible dictar una regla universal que cla-sifique el concepto del plazo razonable. Debe apreciarse la infracción en cada caso según las siguientes características: complejidad del asunto; comportamiento de las partes, cuestio-nes individuales recursos abusivos, provocando suspensiones injustificadas del procedimiento, que su conducta adolezca de la falta de diligen-cia necesaria; estándares de actuación y rendi-mientos normales en el servicio de justicia.

En el caso en análisis de la compulsa del le-gajo de ejecución que corre por cuerda, surge que desde que desde 4 de noviembre de 1999 (v. fs. 26/7), fecha en la que el juzgado de ejecución libró oficio al Hospital General de Agudos Parmenio Piñeiro, comunicando que la imputada debía cumplir en dicha entidad las tareas comunitarias impuestas al momento de concedérsele la suspensión del juicio a prueba, no se ha desarrollado actividad alguna. Como corolario de lo expuesto, se advierte la inacción tanto del órgano jurisdiccional como del pro-pio representante del Ministerio Público Fiscal en la supervisión del beneficio.

En este orden de ideas, cabe recordar lo ex-puesto por Daniel Pastor al señalar que “el dere-

39Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

cho del imputado a ser juzgado dentro de en un plazo razonable deberá ser reconocido por los tribunales, con la finalidad de que el derecho fundamental en cuestión no quede sin efecto” (El Plazo Razonable en el Proceso del Estado de Derecho, ed. Ah-Hoc, Bs. As. 2002).

En éste sentido, se expidió la CSJN señalando “la necesidad de lograr una administración de justicia rápida dentro de lo razonable evitando así que los procesos se prolonguen indefini-damente”; pero además que, esto es esencial atento a los valores que entran en juego en el juicio penal, que obedecen al imperativo de satisfacer una exigencia constitucional con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el reconocimiento del derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito, mediante una sentencia que establezca, de una vez para siempre, su situación frente a la ley penal (Fallos 272:188). A su vez, el Alto Tribunal, en el caso Mozzatti volvió sobre estos conceptos y señaló que los hechos acontecidos constituían “... una tergiversación de todo lo ins-tituido por la Constitución Nacional, en punto a los derechos a la personalidad, vinculados a las declaraciones y garantías concernientes a la administración de justicia”. Agregando que ta-les derechos “... resultaron agraviados hasta su práctica aniquilación, el enfático propósito de afianzar la justicia expuesto en el Preámbulo, y los mandatos explícitos e implícitos, que asegu-ran a todos los habitantes de la Nación la pre-sunción de inocencia y la inviolabilidad de su defensa en juicio y el debido proceso legal (art. 5, 18 y 33). Ello así, toda vez que dichas garan-tías constitucionales se integran por una rápida y eficaz decisión judicial” (Fallos 300:1102; 297:486; 298:312). En otras palabras, un pro-ceso de duración irrazonable, “tiene efectos deletéreos no sólo respecto de los derechos del acusado sino también en el de la sociedad para protegerse eficazmente” (Fallos 327:327).

Conforme lo expuesto y acreditado, nos en-contramos ante una infracción al principio de Estado de Derecho, por “la afectación de la pro-hibición de que el Estado persiga penalmente sin sujeción a reglas, en fin, la imposibilidad de cumplir con los fines del proceso, toda vez que la tarea de respetar los derechos individuales, gracias a la lesión de la que se trate, ya no puede ser cumplida.” (Pastor, op.cit., pág.608).

En definitiva, la ausencia de una norma ex-presa, que regule cuál es ese plazo “razonable”, requiere del “reconocimiento de una conse-cuencia enérgica frente a su violación que per-mita reaccionar adecuadamente y lograr, de in-mediato, el fin perseguido por dicha regla, esto es, evitar la existencia de procesos de duración excesiva”(Pastor, op. cit., pág. 609).

Finalmente, conviene memorar que los plazos procesales constituyen una verdadera garantía de juzgamiento y su respeto opera como límite al poder del Estado en el ejercicio de la persecu-ción penal, razón por la cual entiendo que nos encontramos ante un verdadero impedimento procesal. En atención a la jerarquía constitu-cional del derecho a ser juzgado sin dilaciones indebidas, es posible sostener que el Estado ha perdido posibilidad de perseguir y, como con-secuencia de ello, de punir cuando no ha rea-lizado el juicio en tiempo oportuno, situación esta que ha acontecido en estos actuados.

En similar sentido me expedí al votar en la causa nro. 5045, “Pérez Segovia, Leonardo Gas-tón s/rec. de casación”, rta. 22/08/04.

Así es mi voto.

El señor Juez Dr. Eduardo Rafael Riggi dijo:

Por compartir los argumentos expresados por el doctor Guillermo José Tragant en su voto, emitimos el nuestro en idéntico sentido.

40 Plazo razonable del proceso penal

Por ello, en mérito al resultado habido en la vo-tación que antecede, el Tribunal, RESUELVE:

RECHAZAR el recuso de casación inter-puesto por la Sra. Fiscal General, SIN COSTAS (arts. 456, 470 y 471 contrario sensu, 530 y con-cordantes del C.P.P.N.).

Regístrese, hágase saber y remítanse las actua-ciones al tribunal de origen, sirviendo la pre-sente de atenta nota de envío.

FDO: Guillermo J. Tragant - Eduardo R. Ri-ggi - Angela E. Ledesma. Ante mí: María de las Mercedes López Alduncin.

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“Conversano, Cinthia”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala II, 21/10/2010

Voto del Dr. Guillermo J. Yacobucci: “…no hay una determinación en abstracto de lo que implica -en términos de extensión- un plazo razonable en los procesos. Sin embargo, ese criterio se vincula con la complejidad de la causa y el modo en que se ejercitan los distintos institutos procesales por las partes.”

///la ciudad de Buenos Aires, a los 21 días del mes de octubre del año 2010, se reúne la Sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal inte-grada por el doctor W. Gustavo Mitchell como Presidente y los doctores Luis M. García y Gui-llermo J. Yacobucci como Vocales, asistidos por el Secretario Letrado de la C.S.J.N., doctor Gustavo J. Alterini, a los efectos de resolver el recurso de casación interpuesto contra la resolución de cuya copia obra a fs. 252/259 , en la causa n° 12.105 del registro de esta Sala caratulada: “Conversa-no, Cinthia Lorena- Badaraco, Roxana Marta s/ recurso de casación”, representado el Ministerio Público por el señor Fiscal General, doctor Juan Martín Romero Victorica y la Defensa Pública Oficial por la doctora Eleonora Devoto.

Efectuado el sorteo para que los señores jue-ces emitan su voto resultó el siguiente orden sucesivo: W. Gustavo Mitchell, Luis M. García y Guillermo J. Yacobucci.

El señor juez W. Gustavo Mitchell dijo:

I. Que el Tribunal Oral en lo Criminal Federal

n° 2 de La Plata, en el Expte. n° 1103/01 de su Registro, con fecha 30 de octubre de 2009 re-solvió no hacer lugar al pedido de prescripción de la acción penal en la presente causa seguida a Cinthia Lorena Conversano y Roxana Marta Badaraco, a quienes se les imputa el haber par-ticipado necesariamente en la falsificación del documento nacional de identidad a nombre de Silvia Cristina Romero y Elizabeth Karina Mar-gueritte, respectivamente.

II. Que contra dicha resolución, la defen-sa oficial, dedujo recurso de casación (cfr. fs. 260/4 vta.). El 22 de diciembre de 2009 se resolvió no hacer lugar al remedio interpuesto, lo que motivó la presentación ante esta sede de un recurso de queja por casación denegada (fs. 270/7vta.), el que finalmente fue acogido de modo favorable por esta Sala II a fs. 283 y vta.

III. La parte recurrente, por las razones de he-cho y derecho que expresa en la presentación cuya copia obra a fs. 260/4 vta. , solicita se de-clare prescripta la acción penal y, en consecuen-cia se ordene el dictado del sobreseimiento de

42 Plazo razonable del proceso penal

Cinthia Lorena Conversano y Roxana Marta Badaraco de acuerdo con lo establecido en el art. 361 en función del art. 336 inc. 1° del C.P.P.N.

Formula reserva del caso federal.

IV. Llegadas las actuaciones a este tribunal, considero que el recurso de casación deducido por la defensa, es formalmente admisible toda vez que del estudio de la cuestión sometida a inspección jurisdiccional surge que la recurren-te invocó fundadamente el art. 456, incs. 1° y 2° del C.P.P.N., siendo además que el pronuncia-miento mencionado es recurrible en virtud de lo dispuesto en el art. 457 ibídem, por ser reso-lución equiparable a definitiva.

La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha sostenido: “Si bien las resoluciones cuya conse-cuencia sea la obligación de seguir sometido a proceso criminal no reúnen, por regla, la cali-dad de sentencia definitiva a los efectos del art. 14 de la ley 48, corresponde hacer excepción a dicha regla en los casos en los cuales su aplica-ción podría provocar un gravamen de insufi-ciente, imposible o tardía reparación posterior” (Fallos 320:2451).

V. Que a Cinthia Lorena Conversano y Roxa-na Marta Badaraco se les reprocha el haber participado necesariamente de la falsificación del documento nacional de identidad de Silvia Cristina Romero y Elizabeth Karina Marguerit-te, respectivamente, previsto en el artículo 292, segundo párrafo, del Código Penal de la Nación que esta conminado con la pena máxima de ocho años de prisión.

Asimismo que si bien los hechos investigados en el sublite habrían sido cometidos el 12 de octubre de 2000, conforme el art. 67 del C.P. han ocurrido distintos actos interruptores de la prescripción, a saber: a) el llamado a prestar de-claración indagatoria de ambas imputadas (13

de octubre de 2000) -fs. 39-, b) la presentación del requerimiento de elevación a juicio (28 de septiembre de 2001) - fs 219/220 vta.- y c) la citación a juicio (6 de marzo de 2003) -fs. 224-.

No obstante ello, y tal como lo planteo la de-fensa, la cuestión debe examinarse a la luz de la garantía de raigambre constitucional de ser juzgado dentro de un plazo razonable y ello así toda vez que a simple vista surge que la causa ha insumido hasta el presente más de 10 años.

Como bien advierte la señora juez de la Sala III de esta Cámara, doctora Ángela E. Ledesma en su voto in re “Rodríguez de Novarro, Ampa-ro s/rec. de casación”, rta. 9/6/04, reg. 295 de la Sala III, “los plazos establecidos por el Código Penal, no constituyen un permiso máximo, sino que encuentran su límite en el derecho funda-mental a ser juzgado sin dilaciones indebidas y dentro de un plazo razonable”.

El principio de celeridad procesal -o “the right to a speedy trial” según el Derecho Anglosajón proveniente de la Enmienda 6° de la Constitu-ción de los Estados Unidos de Norteamérica (“En toda persecución penal, el acusado gozará del derecho a un juicio rápido y público”...)- ha sido consagrado por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos en su art. 14.3.c en el que se menciona que “toda persona acusa-da de un delito tendrá derecho... a ser juzgada sin dilaciones indebidas”. Del mismo modo, por el art. 8.1 de la Convención Americana de Derechos Humanos, en cuanto prescribe que “toda persona tiene derecho a ser oída...dentro de plazo razonable”, ambos tratados de rango constitucional en virtud de lo establecido por el art. 75, inc. 22 de la Constitución Nacional.

Cabe destacar que esta garantía se refiere no sólo al momento en que debe comenzar un proceso sino también a aquél en que debe concluir y pronunciarse la sentencia; todas las

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fases del proceso deben celebrarse “sin dilación indebida” tanto en primera instancia como en apelación. Así lo ha interpretado el Comité de Derechos Humanos, en la Observación Gene-ral N° 13, punto 10, al art. 14 del P.I.D.C y P.

Por su parte, la Corte Interamericana de De-rechos Humanos –cuya jurisprudencia con-figura una guía para la interpretación de los preceptos convencionales en la medida que el Estado argentino reconoció su competencia para conocer en todos los casos relativos a la interpretación y aplicación de la C.A.D.H. (cfr. C.S.J.N., Fallos, 318:514, considerando 11)- re-mitiéndose al criterio formulado por la Corte Europea de Derechos Humanos, ha estableci-do que a fin de determinar la razonabilidad del plazo en que se desarrolla el proceso es preciso tomar en cuenta tres elementos, a saber: a) la complejidad del asunto; b) la actividad pro-cesal del interesado del interesado y c) la con-ducta de las autoridades judiciales (cfr. casos “Genie Lacayo” del 29/1/97, “Suárez Rosero” del 12/11/97, “Tibi vs. Ecuador”, del 7/9/04, Serie C n 114 en http://WWW.corteidh.ar.cr, entre otros). En este caso la Corte sostuvo que la razonabilidad del plazo de debe apreciar en relación con la duración total del proceso, des-de el primer acto procesal hasta que se dicte sentencia definitiva.

Con respecto al último parámetro a tener en cuenta a fin de determinar si han existido dila-ciones indebidas el Tribunal de Estrasburgo ha señalado en reiteradas oportunidades que única-mente las lentitudes imputables al Estado pue-den conducir al Tribunal a concluir en la inob-servancia del plazo razonable (cfr. caso “Vernillo vs. France”, n° 26/1990/217/279, sentencia del 20 de febrero de 1991, párr. 36-38 entre otras).

Más recientemente, en el caso “Metzger”, contra la República Federal de Alemania, del 31/5/01, el T.E.D.H. señaló, con más precisión

que la habitual, que los retrasos en la tramita-ción del proceso no eran imputables al acusado y sí lo eran, en gran medida, a las autoridades encargadas de la persecución penal, cuya rémo-ra tasó en un total de cuatro años y ocho meses. El T.E.D.H. condenó a Alemania por violación al art. 6.1 del CEDH, pues consideró que la excesiva duración del proceso estaba injustifi-cada, debido a que ponderados los parámetros de siempre, la mayor responsabilidad por el re-traso correspondía a los funcionarios judiciales (cfr. Daniel R. Pastor, “El plazo razonable en el proceso del Estado de Derecho. Una investiga-ción acerca de la excesiva duración del proceso penal y sus posibles soluciones” 1° ed. Ed. Ad Hoc, Bs. As., 2002, pág. 167).

La Comisión Interamericana de Derechos Hu-manos al expedirse en el caso “Giménez, Jorge Alberto” c. Nación Argentina (Informe 12/96, caso 11.245 rta. El 1/3/96) afirmó que “...la pro-longación del proceso por más de cinco años, sin que se haya dictado sentencia de término, constituye una violación del derecho a ser oído con las debidas garantías y dentro del plazo razo-nable que establece el art. 8.1 de la Convención Americana de Derechos Humanos... El principio de legalidad que establece la necesidad de que el Estado proceda al enjuiciamiento penal de todos los delitos no justifica que se dedique un período de tiempo ilimitado a la resolución de un asunto de índole criminal. De otro modo se asumiría de manera implícita que el Estado siempre enjuicia a culpables y que, por lo tanto, es irrelevante el tiempo que se utilice para probar la culpabilidad, cuando, conforme con las normas internaciona-les, el acusado debe ser considerado inocente hasta que se pruebe su culpabilidad”.

Nuestro Máximo Tribunal ha sostenido a partir del leading case “Mattei” CSJN- Fallos, 272:188 que “... tanto el principio de progresividad como el de preclusión reconocen su fundamento...en la necesidad de lograr una administración de justicia

44 Plazo razonable del proceso penal

rápida dentro de lo razonable; pero además, y esto es esencial atento a los valores que entran en juego en el juicio penal, obedecen al imperativo de satis-facer una exigencia consubstancial con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el reco-nocimiento del derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito median-te una sentencia que establezca, de una vez para siempre, su situación frente a la ley penal.

...Que, en suma, debe reputarse incluido en la garantía de la defensa en juicio consagrada por el art. 18 de la Constitución Nacional, el dere-cho de todo imputado a obtener...un pronun-ciamiento que ...ponga término del modo más rápido posible a la situación de incertidumbre y de innegable restricción de la libertad que com-parta el enjuiciamiento penal”.

Como es dable apreciar, la Corte Suprema se refiere a la celeridad como una garantía más, siendo tal criterio jurisprudencia constante (C.S. - Fallos, 305:913; 323:982; 327:327 y re-cientemente en la causa “Egea”).

Autorizada doctrina señala que “...así como el proceso debe cesar cuando la acción ha pres-cripto o cuando el hecho ya ha sido juzgado, debido a que estas circunstancias obstaculizan la constitución o continuación válida de la rela-ción procesal, también la excesiva duración del proceso penal, en tanto violación de una garan-tía básica del acusado, conduce a la ilegitimidad del proceso, es decir a su inadmisibilidad y, por tanto, a su terminación anticipada e inmediata, único modo aceptable desde el punto de vista jurídico -pero también del lógico e incluso des-de la perspectiva del sentido común- de reco-nocer validez y efectividad del derecho tratado (Daniel Pastor en ob. y loc. cit., pág. 612)”.

Por su parte, enseña Enrique Bacigalupo que “la vulneración del principio de celeridad

tiene lugar cuando el proceso sufre dilaciones indebidas, es decir, cuando dentro del mismo se constata la existencia de tiempos muertos...que hacen de justificación”, pero que, aun sin ellos, la violación ocurre “cuando la medidas adoptadas son innecesarias para la verificación de elementos relevantes para la comprobación fáctica de la acusación” (“El debido proceso penal”, pág. 88, citado por Guillermo R. Na-varro y Roberto R. Daray en Código Procesal Penal de la Nación, 1- ED. Hammurabi, 2 ed. Bs. As. 2006, pág. 71).

Ahora bien, a la luz de los lineamientos antes expuestos y teniendo en cuenta que la noción de retardo indebido es un concepto laxo e in-determinado, a fin de dotarlo de contenido preciso es menester considerar las circunstan-cias concretas en las que se enmarca el caso bajo examen.

De la compulsa de estas actuaciones y como dije ab initio éstas llevan a la fecha más de diez años por la supuesta participación de la falsificación del documento nacional de identidad de Silvia Cris-tina Romero y Elizabeth Karina Margueritte que habría ocurrido el 12 de octubre de 2000.

Que el 13 de octubre de 2000 se fijó audiencia para recibir declaración indagatoria de Cinthia Lorena Conversano y Roxana Marta Badaraco.

Que con fecha 21 de septiembre de 2001, el representante de la vindicta pública formuló re-querimiento de elevación a juicio.

En fecha 6 de marzo de 2003 (fs. 224) las im-putadas fueron citadas en los términos del art. 354 del Código Procesal Penal de la Nación.

El 3 de abril de 2003 el Ministerio Público Fiscal solicitó como instrucción suplementaria se actualicen los antecedentes penales de las procesadas en autos.

45Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

El 17 de julio de 2003, la Defensa Oficial, en virtud de los dispuesto en el art. 355 del C.P.P.N. prestó su conformidad con la prueba prestada en la etapa instructoria (fs. 230).

En fecha 22 de julio de 2008, luego de cinco años, el Dr. Nelson Javier Jarazo, juez del Tribu-nal Oral en lo Criminal Federal n° 2 de La Plata mandó actualizar los antecedentes penales que podrían registrar Conversano y Badaraco.

Es dable colegir que estas actuaciones han te-nido una excesiva prolongación que no resulta proporcional a la complejidad del asunto obje-to de la acusación -entendida ésta como la que podría derivarse de los hechos acaecidos como del derecho aplicable- y supera el máximo de la pena prevista para los tipos penales en juego según la calificación que cabría atribuirles a los hechos imputados.

Debe considerarse como segundo parámetro que las imputadas no han coadyuvado con su conducta procesal a prolongar indebidamen-te la duración del proceso, no evidenciándose en las presentes una actitud obstruccionista ni dilatoria de su parte, como podría ser la no presentación a la audiencia señalada cuando estaban debidamente citadas.

De adverso lo que sí se aprecia es una conduc-ta morosa imputable al Estado en el desarrollo de este proceso que no encuentra justificación alguna a la luz de los estándares antes citados pues no se vislumbra que el tribunal haya teni-do algún problema particularmente complejo que resolver en el marco de la causa, situación ésta que, va de suyo, no puede redundar en per-juicio de quien sufre la persecución estatal.

En conclusión, la duración de más de diez años de este proceso es en sí misma irracional-mente extensa, trasuntándose tal retardo en mengua a las garantías de defensa en juicio y

del debido proceso legal. En otros términos y habida cuenta que en el sub examine se verifi-ca una violación al mandato de celeridad que resulta contrario al estado de Derecho (en pa-labras de Imme Roxin en “La excesiva duración del proceso penal en la jurisprudencia alemana reciente”, conferencia dictada en la Facultad de derecho de la U.B.A., el 14/4/08), soy de la opinión que, a fin de preservar el derecho constitucional a ser juzgado sin dilaciones in-debidas, se impone definir de una vez la cues-tión poniendo término a la presente causa, de-terminando por tanto la cesación de la potestad punitiva estatal.

En igual sentido mi voto en la causa “Torres, Ramón Oscar s/recurso de casación” n° 7503 Re-gistro n° 11.875 de esta Sala II del 22/5/2008.

Como corolario, propongo al Acuerdo hacer lugar al recurso de casación incoado por la de-fensa de Cinthia Lorena Conversano y Roxana Marta Badaraco, casar la resolución cuya copia obra a fs. 252/259 y, en consecuencia, declarar la extinción de la acción penal por haberse violado el derecho constitucional a obtener una decisión judicial en un plazo razonable, sin costas.

El señor juez doctor Luis M. García dijo:

I. Entiendo que el recurso de casación es admi-sible, y por las razones que expondré, entiendo que la acción penal promovida en esta causa con-tra Cinthia Lorena Conversano y Roxama Marta Badaraco se ha extinguido por prescripción.

II. La defensa plantea que, en defecto de pres-cripción, la extinción de la acción penal argumen-tando que ese es el efecto de que no se ha respeta-do el derecho de las imputadas a ser juzgadas en un plazo razonable. Sin perjuicio de ese planteo, corresponde examinar, en primer lugar, si se ha operado la prescripción de la acción según la ley vigente al momento de la comisión del hecho.

46 Plazo razonable del proceso penal

No está discutido que los hechos atribuidos a Cinthia Lorena Conversano y Roxama Marta Badaraco, y prima facie calificados como par-ticipación necesaria en la falsificación de un documento destinado a acreditar la identidad (arts. 45 y 292, segundo párrafo, C.P.) habrían sido cometidos a más tardar el 12 de octubre de 2000. En ese tiempo regía el texto del art. 67 del C.P. -texto según ley 13.569- cuyo cuarto párrafo disponía que “(l)a prescripción se in-terrumpe por la comisión de otro delito o por secuela del juicio”; mientras que al momento de la resolución recurrida había entrado en vi-gencia el nuevo texto legal introducido por ley 25.990. Así, ante la sucesión de leyes en el tiem-po corresponde determinar cuál es la ley aplica-ble a tenor del art. 2 C.P., porque sólo fijado el alcance de las leyes sucesivas podría decidirse si debe aplicarse la vigente al momento del hecho, o si es más favorable a la situación del imputado la ley que la sucedió.

En efecto, por imperio de su deber de su-jeción a la ley, el Tribunal debe establecer la recta interpretación y alcance de cada ley su-cesiva con independencia de las alegaciones de las partes, según lo sintetiza el principio iura curia novit.

En esa dirección, remito a la interpretación del alcance del concepto “secuela de juicio” que expuse por primera vez en esta Cámara en la causa n° 9166 de esta Sala, “Berazategui, José María y otro s/recurso de casación” (reg. n° 13.063, rta. el 12/8/08) en cuanto a que el cur-so de la prescripción admite “una única oportu-nidad de interrupción”, la que según entendí, a más tardar tiene lugar en “el momento en que un órgano del Estado formula oficialmente cargos contra el imputado, notificándolo de los hechos de la imputación”.

En el caso, ha operado ese único efecto inte-rruptor el decreto por el que se dispuso citar a

Cinthia Lorena Conversano y a Roxana Marta Badaraco para comunicarles los hechos imputa-dos y darles oportunidad de prestar declaración indagatoria, de fecha 13 de octubre de 2000 (fs. 39). De allí que, aplicando la ley vigente al mo-mento de alegada comisión de los hechos impu-tados, concluyo que ha transcurrido el plazo de prescripción de la acción penal, que en el caso es de ocho años y surge de confrontar el art. 62, inc. 2, C.P. con la pena del art. 292, segundo párrafo, del Código Penal, según la calificación del hecho establecida en el requerimiento fiscal de remisión a juicio de fs.219/220.

A ello se suma que no se invoca que las imputa-das hubiesen cometido algún delito que hubiese interrumpido el curso del plazo de la prescrip-ción antes de que éste se hubiese agotado.

Sentado ello, debe tenerse por extinguida la acción penal respecto de las recurrentes, según la interpretación que asigno al art. 67 del Có-digo Penal vigente al momento de los hechos, por lo cual considero insustancial examinar las demás cuestiones traídas por la defensa.

Por estas razones, concluyo en que corres-ponde hacer lugar al recurso de casación inter-puesto, revocar la decisión recurrida, declarar extinguida por prescripción la acción penal promovida en esta causa y en consecuencia sobreseer a Cinthia Lorena Conversano y a Roxana Marta Badaraco de la imputación de participación en la falsificación de documentos públicos destinados a acreditar la identidad, por las que se había solicitado su remisión a jui-cio, sin costas (arts. 470, 336, inc. 1, 530 y 531 C.P.P.N., y arts. 62, inc. 2 y 67, C.P.).

Tal es mi voto.

El señor juez doctor Guillermo J. Yacobucci dijo:

I. Que coincido con la admisibilidad formal

47Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

del recurso presentado por la defensa por las ra-zones volcadas en el voto que lidera el acuerdo.

También he de concurrir a la solución pro-puesta por el juez Gustavo Mitchell y, en lo sus-tancial, en los motivos que son su fundamento.

En efecto, tengo dicho que la noción de “pla-zo razonable” aparece, sin confundirse, íntima-mente vinculada con el instituto de la prescrip-ción, ya que este último pone una restricción a la pretensión punitiva del estado que autolimi-ta así su potestad penal por el paso del tiempo (Fallos: 301:197, 306:1688 y 316:1328). Esto es así, en tanto el principio de “plazo razonable” al que hacen referencia los artículos 7.5 y 8.1 de la Convención Americana tiene como finalidad “impedir que los acusados permanezcan largo tiempo bajo acusación y asegurar que ésta se decida prontamente ...” (Sentencia de la Corte IDH en el caso “Baldeón García vs. Perú”, del 6 abril de 2006, entre otras).

Desde esa perspectiva entonces, el examen global de la duración del proceso debe integrar el tiempo insumido por las diversas instancias que, en este caso, incluye un inusitada demora en la última etapa del procedimiento, justamen-te relacionada con la realización de la audiencia de juicio. Observo que los hechos imputados datan del 12 de octubre de 2000 y que la cita-ción a juicio se ha producido el 6 de marzo de 2003. Desde entonces no se advierte un efecti-vo impulso del proceso, estando ya cercana la fecha de prescripción de la acción.

Conforme lo expuesto en su voto por el juez Mitchell, entiendo que en ese contexto de in-actividad persecutoria de los órganos estatales, resulta de aplicación la doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación expuesta in re: “Mattei” (Fallos: 272:188), en la medida en que la situación se vincula con la declaración de la extinción de la acción penal más allá de

las disposiciones concretas del Código Penal en materia de prescripción, como una forma de consagrar efectivamente el derecho de los impu-tados Conversano y Badaraco a obtener un pro-nunciamiento judicial en un plazo razonable.

La Corte Suprema de Justicia de la Nación, con anterioridad a la expresa incorporación a la Constitución Nacional, ya había reconocido en el fallo citado el derecho señalado al interpre-tar los principios de progresividad y preclusión como instrumentos procesales aptos para evitar la duración indeterminada de los juicios. Así, la Corte dijo en “Mattei” que ellos “obedecen al imperativo de satisfacer una exigencia consus-tancial con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el reconocimiento del derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber co-metido un delito, mediante una sentencia que establezca, de una vez y para siempre, su situa-ción frente a la ley penal” (Considerando 10).

El Alto Tribunal agregó en esa oportunidad que: “Debe reputarse incluido en la garantía de la defensa en juicio consagrada por el artículo 18 de la Constitución Nacional el derecho de todo imputado a obtener -luego de un juicio tramitado en legal forma- un pronunciamiento que, definiendo su situación frente a la ley y a la sociedad, ponga término, del modo más rápido posible, a la situación de incertidumbre y de in-negable restricción de la libertad que comporta el enjuiciamiento penal” (Considerando 14).

Ese criterio jurídico fue mantenido por la Corte en el precedente “Mozzatti, Camilo y otro” (Fallos 300:1102), al afirmar “el principio conforme al cual la defensa en juicio y el debi-do proceso se integran por una rápida y eficaz decisión judicial”. En similar sentido, se expidió en “Baliarda, José y otros” (Fallos 301:197).

Está claro que no hay una determinación en

48 Plazo razonable del proceso penal

abstracto de lo que implica -en términos de ex-tensión- un plazo razonable en los procesos. Sin embargo, ese criterio se vincula con la comple-jidad de la causa y el modo en que se ejercitan los distintos institutos procesales por las partes. Aparece en ese orden como un criterio a consi-derar la propia actuación de los imputados. Ya que la cuestión remite a una garantía que atien-de a los derechos e intereses de los acusados y toma en cuenta además el compromiso estatal de respetarlos en el desarrollo de las investiga-ciones, la evaluación del progreso del expedien-te permite una adecuada ponderación del tema. Por eso la referencia a que aún no se han ven-cido los plazos legales de la prescripción no al-canza para justificar una extensión que de suyo es consecuencia de una inactividad procesal de más de siete años.

Estas cuestiones aparecen señaladas en el voto en disidencia de los doctores Pectracchi y Boggiano de la causa “Kipperband, Benjamín” (Fallos 322:360), en donde se afirmó que: “Sos-tener que un concepto no puede ser fijado con precisión matemática es ya una verdad aceptada a esta altura del conocimiento; pero, en modo alguno, equivale a eximir al juzgador de formular argumentos racionalmente controlables. Antes bien, el carácter valorativo de un concepto -tal como ‘razonabilidad’- obliga a profundizar y ex-tender los argumentos, a fin de que la valoración pueda ser examinada críticamente y de evitar que se convierta en la expresión de una pura subjetividad inmune a la misma razón a la que el concepto ‘razonabilidad’ alude”.

Coincido con el voto que lidera el acuerdo en punto a que los hechos investigados carecen de complejidad, tanto en relación a su ejecución cuanto a la prueba de los mismos y la cantidad de los imputados. Observo además que de par-te de los acusados no ha existido ningún com-portamiento procesal que haya implicado un retardo en el avance de la causa.

Estos puntos que sirven de regla para evaluar la razonabilidad en la extensión del proceso han sido reconocidos por el voto de la mayoría en el precedente 898. XXXVI. “Barra, Roberto Eugenio Tomás s/defraudación por adminis-tración fraudulenta -causa n° 2053-W-31- rta. el 09/03/04 y luego en el caso E. 387. XXXVIII “Egea, Miguel Angel s/prescripción de la ac-ción –causa nº 18.316” rta. el 09/11/04.

En buena medida esas consideraciones se ins-criben en la doctrina emanada de la Corte IDH.

En el caso “Suárez Rosero” (Sentencia del 12.9.97), la Corte afirmó que: “...comparte el criterio de la Corte Europea de Derechos Hu-manos, la cual ha analizado en varios fallos el concepto de plazo razonable y ha dicho que se debe tomar en cuenta tres elementos para de-terminar la razonabilidad del plazo en el cual se desarrolla el proceso: a) la complejidad del asunto, b) la actividad procesal del interesado y c) la conducta de las autoridades judiciales (cf. caso Genie Lacayo, Sentencia de 29 de enero de 1997. Serie C No. 30, párr 77; y Eur. Court H.R., Motta judgment of 19 February 1991, Series A No. 195-A, párr. 30; Eur. Court H.R., Ruiz Mateos v. Spain Judgment of 23 June 1993, Series A No. 262, párr. 30)”.

La imputación a Conversano y Badaraco so-bre la base de una participación en la falsifica-ción del documento de identidad de dos perso-nas no ofrece según las constancias disponibles, una complejidad que haya determinado la pro-longación del proceso. Esto se hace evidente en tanto se considere que el expediente está en su última etapa, a la espera del juicio desde hace más de siete años. El TEDH ha dicho respecto de la “complejidad del asunto”, que puede pro-venir tanto de los hechos como del derecho apli-cable al caso (caso “Katte Klitsche de la Grange v. Italy”, ya citado, párr. 52 y 55); y que pueden existir complicaciones que hagan más lento el

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proceso en los casos en que se requiere la opi-nión de expertos y existan varios demandados (conf. caso “Billi v. Italy”, n° 13/1992/358/432, sentencia del 26 de febrero de 1993, párr. 19); o que la complejidad del caso puede surgir de la cantidad de acusados (caso “Angelucci v. Italy”, n° 13/1990/204/264, sentencia del 19 de fe-brero de 1991, párr. 15); o de la multiplicidad de incidentes planteados por las partes pue-den convertir un caso simple en uno complejo (“Monnet v. France”, n° 35/1992/380/454, del 27 de octubre de 1993, párr. 28). Nada de esto se advierte aquí.

En este sentido cabe poner en cabeza del estado la responsabilidad de la demora ya que ninguna actividad de quienes resultaron impu-tados –Conversano y Badaraco- ha determina-do la neutralización del proceso por el tiempo ya reiteradamente señalado. En esa línea se ha expresado la Corte IDH al indica que “si la conducta procesal del propio interesado en ob-tener justicia ha contribuido en algún grado a prolongar indebidamente la duración del pro-ceso, difícilmente se configura en cabeza del Estado una violación de la norma sobre plazo razonable” (caso “Cantos”, sentencia del 28 de noviembre de 2002, párr. 57).

Como esto no se ha producido en el expe-diente bajo estudio, la única fuente de demora ha sido la de los organismos estatales.

Al respecto el TEDH ha señalado en rela-ción al “comportamiento de las autoridades competentes”, que únicamente las lentitudes imputables al Estado pueden conducir al Tri-bunal a concluir en la inobservancia del pla-zo razonable (vid en este sentido los casos: “Vernillo v. France”, n° 26/1990/217/279, sentencia del 20 de febrero de 1991, párr. 36-38; “Monnet v. France”, n° 35/1992/380/454, sentencia del 27 de octubre de 1993, párr. 32-33; y “Kemmache v. France”, ya citado, párr.

65; entre muchos otros). Por lo tanto no queda más que concluir que existe aquí una demora injustificada de tal magnitud en la resolución de la acusación que la única forma de atender al respeto por la garantía de los imputados puesta bajo análisis es declarar extinguida la acción penal.

II. Por lo expuesto, propicio hacer lugar al recurso interpuesto por la Defensa Pública Oficial, sin costas, y en consecuencia declarar extinguida, por violación al derecho a ser juzga-do en un plazo razonable, la acción penal pro-movida en esta causa y en consecuencia sobre-seer a Cinthia Lorena Conversano y a Roxana Marta Badaraco de la imputación que pesara sobre ellas (art. 470, 471, 530 y concordantes del C.P.P.N.). Tal es mi voto.

Por ello, en mérito al resultado habido en la votación que antecede, la Sala II de la Cáma-ra Nacional de Casación Penal, por mayoría, RESUELVE:

Hacer lugar al recurso interpuesto por la De-fensa Pública Oficial, sin costas, y en consecuen-cia declarar extinguida, por violación al derecho a ser juzgado en un plazo razonable, la acción penal promovida en esta causa y en consecuen-cia sobreseer a Cinthia Lorena Conversano y a Roxana Marta Badaraco de la imputación que pesara sobre ellas (art. 470, 471, 530 y concor-dantes del Código Procesal Penal de la Nación).

Regístrese, notifíquese en la audiencia desig-nada a los fines del artículo 455 último párrafo, del Código Procesal Penal de la Nación y re-mítase al tribunal de procedencia sirviendo la presente de atenta nota de estilo.

Firmado: señores jueces doctores W. Gustavo Mitchell, Luis M. García y Guillermo J. Yaco-bucci. Ante mí: doctor Gustavo J. Alterini, Pro-secretario Letrado.

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“Goicochea, Pablo”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala II, 14/12/2010

Voto del Dr. W. Gustavo Mitchell: “… debo recordar que adherí al cri-terio según el cual: “La duración de un proceso cualquiera es un concepto imposible de mensurar con parámetros objetivos y que su duración razo-nable depende en gran medida de diversas circunstancias propias de cada caso, razón por la cual, el derecho a obtener un juicio sin dilaciones inde-bidas no puede traducirse en número de días, meses o años” in re: “López, Guillermo E. s/recurso de casación e inconstitucionalidad”, Sala II, Registro n° 7834 rta. el 12/08/2005.”

//n la ciudad de Buenos Aires, a los 14 días del mes de diciembre del año dos mil diez, re-unidos los integrantes de la Sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal integrada por el doctor W. Gustavo Mitchell como presiden-te, y los doctores Guillermo Yacobucci y Luis García como vocales, asistidos por el Prosecre-tario Letrado de la C.S.J.N., doctor Gustavo J. Alterini, con el objeto de resolver los recursos de casación deducidos a fs. 1028/1052 vta., y 1054/1065 vta., contra la resolución de fs. 1014/1021, en esta causa nº 10.716 del registro de esta Sala, caratulada: “Goicochea, Pablo y otros s/recurso de casación”, estando represen-tado el Ministerio Público por el Fiscal Gene-ral doctor Ricardo Raúl Omar Pleé, la querella -AFIP-DGI, por el doctor Ricardo Javier Abe-lendo, la defensa técnica de Norma Graciela Pu-ppo y Enrique Ernesto Duarte por la Defensora Pública Oficial, doctora Brenda L. Palmucci.

Habiéndose efectuado el sorteo para que los

jueces emitan su voto, resultó designado para hacerlo en primer término el doctor W. Gustavo Mitchell, en segundo lugar el doctor Luis García y, por último el doctor Guillermo J. Yacobucci.

El señor juez doctor W. Gustavo Mitchell dijo:

I.

1°) El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Formosa, a fs. 1014/1021, resolvió: no hacer lugar a los recursos de apelación deducidos por el representante del Ministerio Público Fiscal y por la parte querellante, Administración Fede-ral de Ingresos Públicos, contra el Auto inter-locutorio nº 94/08 dictado por el Juez Federal nº 2, que decretó el sobreseimiento parcial y definitivo de Norma Graciela Puppo y Enri-que Ernesto Duarte, en orden a los delitos de malversación de caudales públicos -peculado-, violación a los deberes de funcionario público y fraude en perjuicio de la administración pú-

52 Plazo razonable del proceso penal

blica, en concurso ideal (arts. 54, 261, 248, 249 y 174 inc. 5º del Código Penal).

2°) Contra esa decisión, a fs. 1028/1052vta., el Fiscal General doctor Luis Roberto Benitez, y a fs. 1054/1065vta., el doctor Ricardo Javier Abelendo por la querella, dedujeron sendos recursos de casación, los que concedidos a fs. 1067/1069, fueron mantenidos en esta instan-cia a fs. 1088/1091, respectivamente.

3.1º) Recurso del Fiscal General doctor Luis Roberto Benitez.

El impugnante recurrió en los términos del in-ciso 2º del art. 456 del Código de Procedimientos en Materia Penal. Señaló que la sentencia carece de la fundamentación exigidas por el art. 123 del código de forma, por lo que resulta arbitraria.

A su entender el a quo omitió realizar toda consideración respecto a la trascendencia y complejidad de las actuaciones, y a la falta de interés del Estado en la persecución penal.

Tampoco se expresaron los fundamentos que demuestren de qué modo el a quo llegó al grado de convicción. Además el desarrollo argumen-tativo fue realizado de modo general y abstrac-to, circunstancia que impide ejercer su control satisfactoriamente.

Asimismo se agravió de que no se diera res-puesta a los agravios expresados al deducir el Ministerio Público y la querella los recursos de apelación contra los sobreseimientos dis-puestos por el juez instructor. Ello determinó que estos argumentos fueran reeditados en el escrito recursivo a los fines de demostrar la existencia del delito y la responsabilidad de los imputados Puppo y Duarte.

Por último, sostuvo que el tribunal omitió con-siderar la complejidad del asunto, la actividad

procesal de los imputados, las diligencias realiza-das, y la calidad de funcionarios públicos.

Añadió que en el caso no es de aplicación la doctrina de la C.S.J.N. en materia de duración razonable de los procesos, habida cuenta que el tiempo de duración en la tramitación de este legajo, y la actividad procesal diligente e inte-rrumpida ejercida por el Ministerio Público y por el querellante.

Hizo reserva del caso federal.

3.2º) Recurso de la querella

El impugnante explicó que las pruebas resul-tan suficientes para tener por acreditada la con-ducta ilícita y el encuadre legal en los arts. 261, 248 y 249 del Código Penal.

Indicó que en la resolución recurrida los jue-ces se apartaron de las reglas de la sana crítica racional, y que se sustentó en simples convic-ciones personales. Expresó también que resulta arbitraria por fundamentación errónea y arbi-traria, y por tanto presenta vicios de motiva-ción que la descalifican.

Hizo reserva del caso federal.

4º) En la etapa procesal prevista en los arts. 465 del C.P.P.N. y en la oportunidad del art. 466 ibídem, el doctor Juan José Cappannari por la querella, señaló que no se dan los extremos de la insubsistencia de la acción penal. Añadió que los “actos procesales debidamente cumpli-dos durante su trámite otorgan plena vigencia a la acción penal mediante su impulso en el curso del proceso, conforme las pautas estrictamente previstas en el art. 67 del CP”.

Indicó que tanto el Ministerio Público Fis-cal como esa parte han demostrado interés en proseguir el trámite, no advirtiéndose en las

53Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

actuaciones ni falta de solución de continuidad de los actos procesales, ni transcursos de plazos excesivos entre unos y otros que permitan infe-rir un abandono en el ánimo persecutorio que habilite la aplicación de la doctrina de la insub-sistencia de la acción penal”.

Asimismo, expresó que para computar la ra-zonabilidad del plazo es necesario verificar la complejidad del asunto, la actividad procesal del interesado y las conductas de las activida-des judiciales. En consecuencia, solicitó que se haga lugar al recurso deducido.

Por su parte la Defensora Pública Oficial, doctora Brenda Palmucci manifestó que “ni el acusador público ni el particular logran en su presentación rebatir las razones invocadas por el Tribunal quienes en base al derecho del imputado a obtener un pronunciamiento sin dilaciones indebidas decretaron la insubsisten-cia de la acción penal y confirmaron, en conse-cuencia, el sobreseimiento de Puppo y Duarte”.

En razón de lo expuesto solicitó que se recha-cen los recursos de casación deducidos.

5º) A fs. 1115 se dejó constancia de haberse superado la etapa prevista en el artículo 468 del C.P.P.N., y que el doctor Gabriel Rabosto Mo-león, letrado apoderado de la parte querellante presentó breves notas.

II.

Llegadas las actuaciones a este Tribunal, en-cuentro que el recurso de casación en el que se invocó concretamente el motivo prescripto en el inciso 2º del art. 456 del C.P.P.N., es admisible toda vez que de la verificación sobre las cuestio-nes sometidas a inspección jurisdiccional surge que el impugnante fundó los agravios; además la sentencia es recurrible en virtud de lo dispuesto por el art. 457 ibídem.

III.

Tiene dicho la Corte Suprema de Justicia de la Nación que la prescripción de la acción penal es la vía jurídica idónea para salvaguardar el derecho del imputado a un pronunciamiento sin dilacio-nes indebidas (Fallos: 323:292 entre muchos).

Así para verificar si en el sub examine se en-cuentra cumplido el plazo para que opere la prescripción de la acción penal debe estarse a lo establecido por el art. 67 del C.P.

A los imputados Norma Graciela Puppo y En-rique Ernesto Duarte se les acriminan las con-ductas previstas y reprimidas por los arts. 261, 248, 249 y 174 inc. 4º del Código Penal, todos en concurso ideal.

Ahora bien, los nombrados fueron citados a prestar declaración indagatoria el día 31 de agosto de 2004 (cfr. fs. 244), por tanto, de te-nerse en cuenta la sanción máxima prevista por el delito mayormente penado -art. 261 del C.P.- al día de la fecha la acción penal no se encuen-tra prescripta de acuerdo a lo ordenado por el inciso b) del art. 67 del C.P., según ley 25.188.

Descartada la prescripción, corresponde abo-carme a establecer si la duración de este pro-ceso ha sido o no razonable, adelantando que comparto con los recurrentes que aparece pa-tente que la continuación del proceso no apa-rece irrazonable, ni conculca el derecho de los imputados a ser juzgados sin dilaciones.

Y para ello, en primer lugar debo recordar que adherí al criterio según el cual: “La duración de un proceso cualquiera es un concepto im-posible de mensurar con parámetros objetivos y que su duración razonable depende en gran medida de diversas circunstancias propias de cada caso, razón por la cual, el derecho a obte-ner un juicio sin dilaciones indebidas no puede

54 Plazo razonable del proceso penal

traducirse en número de días, meses o años” in re: “López, Guillermo E. s/recurso de casa-ción e inconstitucionalidad”, Sala II, Registro n° 7834 rta. el 12/08/2005.

Ya que no se establece un criterio concre-to, a lo apuntado precedentemente deben añadirse otros aspectos que se verifican en la especie, específicamente, la complejidad de los hechos denunciados, lo que provocó dificultades en la investigación.

También tengo en cuenta que las actuaciones tuvieron inicio por una denuncia anónima, y que de acuerdo a lo señalado por los recurren-tes los imputados se habrían valido de su condi-ción de funcionarios para obstaculizar y ocultar la supuesta comisión de los presuntos delitos en los que habrían tomado intervención.

Asimismo considero la calificación legal se-leccionada por el juez instructor a los hechos acriminados a los imputados, las pruebas que ya fueron ingresadas al legajo, la calidad de fun-cionarios públicos, el perjuicio supuestamente sufrido por la administración pública, y princi-palmente, que ni Duarte ni Puppo permanecie-ron detenidos con prisión preventiva durante la tramitación de la pesquisa.

Cabe añadir a lo expuesto, que tampoco se ha declarado la nulidad de ningún acto procesal o se hayan retrotraído las actuaciones a instancias que ya habían sido superadas.

Por consiguiente, teniendo en cuenta que no está prescripta la acción penal, y que por las particularidades que se presentan en el sub examine, y que han sido anteriormente apun-tadas, corresponde proseguir con el desarro-llo de la pesquisa, debiéndose ser tramitadas con celeridad de forma tal que permita en el menor tiempo posible arribar a un pronuncia-miento definitivo.

En definitiva, no se verifica la vulneración a la garantía constitucional de ser juzgado en un plazo razonable -art.8, inc. 1°, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos-, por lo que corresponde se remitan las actuaciones al juez instructor para que prosiga con la pesquisa.

En orden a lo expuesto propicio al Acuerdo: 1) hacer lugar a los recursos de casación dedu-cidos por el fiscal general y por la querella, sin costas (arts. 471 “a contrario sensu”, 530 y 531 del C.P.P.N.).

Tal es mi voto.

El señor juez doctor Luis M. García dijo:

I.

La decisión que se recurre confirmó el auto de sobreseimiento dictado por el juez de gra-do, mediante el cual extinguió la acción penal iniciada en autos por haberse excedido el plazo previsto en el art. 207 del C.P.P.N. Observo, en primer término, que los recurrentes pretenden introducir en las presentaciones casatorias inter-puestas contra aquella decisión cuestiones que en realidad se dirigen a discutir los fundamentos del auto de falta de mérito que había sido dicta-do con anterioridad, y respecto de la cual ya han sido desestimado los recursos de casación inten-tados (fs. 842/845). Por ello, esas cuestiones no pueden ser objeto de examen en esta instancia.

II.

Sentado ello, tomo nota de que los imputados Norma Graciela Puppo y Enrique Ernesto Duar-te fueron citados a prestar declaración indagato-ria el 31 de agosto de 2004 (fs. 244), de que se dictó falta de mérito a su respecto el 24 de mayo de 2005 (fs. 585/606), decisión que fue recu-rrida por la Fiscalía y la querella; y de que una vez que habían sido desestimados los recursos

55Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

interpuestos contra el auto de falta de mérito, cuando las actuaciones volvieron al juzgado, en fecha 1 de abril de 2008 (fs. 877), Enrique Er-nesto Duarte, por derecho propio promovió su sobreseimiento, con invocación del art. 336, inc. 4°, del C.P.P.N. (fs. 897/906 vta.).

Ahora bien, el tribunal a quo sostuvo la de-cisión que ahora se recurre en casación en dos argumentos. En primer lugar, que la dilación del proceso se debió a la actividad recursiva del Fiscal y de la querella y que “la causa no experimentó variaciones en su objeto proce-sal durante los últimos tres años y tres meses como consecuencia de la decisión recursiva de los acusadores - público y particular-” (fs. 1016 vta.); y el otro, que se ha superado el plazo pre-visto en el art. 207 del C.P.P.N. para la duración de la etapa de instrucción (fs.1019/1020).

El primero de los argumentos reseñados es arbitrario porque ese mismo tribunal -aunque con distinta integración- había concedido los recursos de casación interpuestos por la fiscalía y la querella, que luego fueron declarados mal concedidos por esta Sala (fs. 752/752 vta.). Mal puede sostener ahora el a quo que “la cau-sa permaneciera sin progresos [...] durante más de dos años, como consecuencia de recursos que eran objetivamente improponibles” (fs. 1016), pues si así era, incumbía al a quo evitar la dilación del proceso y denegar las impugna-ciones intentadas. En relación a ello, observo además, que, de manera oficiosa, el tribunal apelado había decidido remitir las actuaciones principales a esta Cámara en vez de proceder por vía incidental, paralizando de ese modo la instrucción (fs. 775 vta.).

En cuanto al restante argumento, referido a la superación del plazo del art. 207 del C.P.P.N., observo que ello no acarrea la consecuencia decidida por el a quo, esto es, la extinción de la acción penal.

En la decisión recurrida el a quo reconoció esta circunstancia. Señaló que “no existe en el derecho positivo argentino alguna disposición expresa que establezca una reparación cuando la duración del proceso penal se ha tornado irrazonable”, y agregó que la transgresión del art. 207 C.P.P.N. “no se encuentra conminada con alguna sanción” (sic, fs. 1019). Sin embar-go, a continuación afirmó que el juez tiene “la obligación de resguardar las garantías conven-cionalmente reconocidas a los imputados” y que por ello, correspondía adoptar “el modo re-paratorio de la garantía de duración razonable del proceso penal denominado insubsistencia de la acción penal” (fs. 1019).

Sin embargo, las disposiciones de los instru-mentos internacionales a las que alude el a quo también guardan silencio sobre el remedio ade-cuado a la alegada violación del plazo razonable. En efecto, los arts. 8.1 CADH, y 14.3.c PIDCP, enuncian, respectivamente, el derecho de toda persona “de ser oída en un plazo razonable [...] en la sustanciación de cualquier acusación pe-nal formulada contra ella” y el derecho “de toda persona acusada de un delito [...] a ser juzgada sin dilaciones indebidas”, pero no imponen la extinción del proceso como remedio obligado de las eventuales infracciones a aquel derecho.

La Corte IDH ha señalado que el plazo razo-nable al que se refiere el art. 8 (1) CADH “no es un concepto de sencilla definición”, y que “se pueden invocar para precisarlo los elementos que ha señalado la Corte Europea de Derechos Humanos en varios fallos en los cuales se analizó este concepto, pues este artículo de la Conven-ción Americana es equivalente en lo esencial, al 6 del Convenio Europeo para la Protección de De-rechos Humanos y de las Libertades Fundamen-tales. De acuerdo con la Corte Europea, se deben tomar en cuenta tres elementos para determinar la razonabilidad del plazo en el cual se desarrolla el proceso: a) la complejidad del asunto; b) la ac-

56 Plazo razonable del proceso penal

tividad procesal del interesado; y c) la conducta de las autoridades judiciales” (confr. Corte IDH, “Genie Lacayo”, sent. 29 de enero de 1997, Serie C, n° 30, ha dicho: “§ 77).

La Corte IDH ha recogido el criterio del Tri-bunal Europeo de Derechos Humanos según el cual, adicionalmente al estudio de las eventuales demoras en las diversas etapas del proceso, para determinar la razonabilidad del plazo en el con-junto de su trámite debe realizarse un análisis global del procedimiento, que tome en cuenta el tiempo global consumido desde el momento de la apertura del proceso hasta el dictado de la sen-tencia firme (Corte IDH, caso citado, § 81).

Y en el caso “Suárez Rosero” reiteró esos crite-rios al sostener que: “El principio de “plazo razo-nable” al que hacen referencia los artículos 7.5 y 8.1 de la Convención Americana tiene como finalidad impedir que los acusados permanezcan largo tiempo bajo acusación y asegurar que ésta se decida prontamente. En el presente caso, el pri-mer acto del procedimiento lo constituye la apre-hensión del señor Suárez Rosero el 23 de junio de 1992 y, por lo tanto, a partir de ese momento debe comenzar a apreciarse el plazo. [...] Consi-dera la Corte que el proceso termina cuando se dicta sentencia definitiva y firme en el asunto, con lo cual se agota la jurisdicción (cf. Cour eur. D.H., arrêt Guincho du juillet 1984, série A n° 81, párr. 29) y que, particularmente en materia penal, dicho plazo debe comprender todo el procedi-miento, incluyendo los recursos de instancia que pudieran eventualmente presentarse [...]”, (confr. Corte IDH, “Suárez Rosero”, sentencia de 12 de noviembre de 1997, Serie C, vol. 35, §§70,71).

De lo expuesto se deriva que a fin de deter-minar si el Estado ha observado el deber de diligencia de decidir dentro de un plazo razo-nable la imputación penal, se debe emprender un examen global de las vicisitudes procesales, tomando como punto de partida el momento

en que se formularon oficialmente los cargos contra el imputado, notificándolo de los he-chos de la imputación (confr. mi voto en causa n° 9166, “Berazategui, José María s/recurso de casación”, rta. 12/08/2008, Reg. N° 13.063).

En la decisión recurrida no se ha emprendido un examen de ese tipo.

El a quo sólo se ha referido a la actividad re-cursiva del Fiscal y la querella, alegando que “la causa no experimentó variaciones en su obje-to procesal durante los últimos tres años y tres meses como consecuencia de la decisión recur-siva de los acusadores -público y particular-” (fs. 1016 vta.). Pero además de que esa sola referen-cia no satisface el requerido “examen global del proceso”, soslaya por completo la circunstancia de que ese mismo tribunal -aunque con distin-ta integración- había concedido los recursos de casación a los que se refiere ahora como “obje-tivamente improponibles” (fs. 1016). Si así era, incumbía al a quo evitar la dilación del proceso y denegar las impugnaciones intentadas.

En la tarea de emprender el examen global al que me refiero, observo que los imputados Nor-ma Graciela Puppo y Enrique Ernesto Duarte fueron citados a prestar declaración indagatoria el 31 de agosto de 2004 (fs. 244); que se dictó falta de mérito a su respecto el 24 de mayo de 2005 (fs. 585/606); que contra esa decisión interpusieron recursos de apelación la Fiscalía y la querella, que fueron concedidos y desestimados luego por el a quo el 13 de febrero de 2006 (fs. 707/714); que contra esa resolución las partes mencionadas interpusieron recurso de casación, que fueron concedidos por el a quo (fs. 752/752 vta.), y de-clarados mal concedidos por esta Sala el 11 de oc-tubre de 2007 (fs. 842/845); que el 18 de febrero de 2008 se declararon inadmisibles los recursos extraordinarios interpuestos (fs. 868/869 vta.), y que las actuaciones volvieron al juzgado el 1 de abril de 2008 (fs. 877). No se advierte en esas eta-

57Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

pas una duración desproporcionada del trámite a la luz de la naturaleza de la causa y las articu-laciones propuestas y resueltas. Resulta necesario determinar, además, si se observa dilación en el trámite de la causa desde aquel momento.

Al respecto, observo que el 4 de abril de 2008 el magistrado instructor dispuso practicar las no-tificaciones correspondientes (fs. 878), y que el 5 de junio de ese año, el imputado Enrique Ernesto Duarte, por derecho propio, promovió su sobre-seimiento (fs. 897/906 vta.). Esa presentación derivó en el dictado del auto de sobreseimiento de fecha 27 agosto de ese año (fs. 909/911), que fue apelado por la fiscalía y la querella. Los re-cursos fueron concedidos (fs. 940/940 vta.), y rechazados por el a quo por decisión dictada el 28 de octubre de 2008 (fs. 1014/1021). Ahora recurren en casación el Ministerio Público y la querella, y, finalmente, los autos se han radicado en la Sala el 18 de marzo de 2009 (fs. 1086 vta.).

Tampoco encuentro que hasta ese momento se hubiese inobservado el deber de diligencia de decidir dentro de un plazo razonable la imputa-ción penal consagrado en los arts. 8.1 CADH y 14.3.c PIDCP, tal como ha sido afirmado en la decisión recurrida.

Por ello, entiendo que la decisión de fs. 1014/1021 debe ser revocada, así como la de fs. 909/911 que la primera confirmó, y que, corresponde que los autos sean remitidos al magistrado instructor a fin de que en el caso de que hubiese medidas de prueba pertinentes y útiles, se produzcan o, de lo contrario, se adopte una decisión sobre el mérito de la imputación dirigida contra Norma Graciela Puppo y Enri-que Ernesto Duarte.

III.

En virtud de lo expuesto, aunque por ra-zones parcialmente distintas, concuerdo en

que corresponde hacer lugar a los recursos de casación interpuestos a fs. 1028/1052 vta. y 1054/1065 vta. por la fiscalía y la querella, respectivamente, y, en consecuencia, revocar el auto de sobreseimiento de fs. 1014/1021, así como el de fs. 909/911 que aquél confir-mó, y remitir las actuaciones al magistrado instructor a fin de que en el caso de que hu-biese medidas de prueba pertinentes y útiles, se produzcan o, de lo contrario, se adopte una decisión sobre el mérito de la imputación diri-gida contra Norma Graciela Puppo y Enrique Ernesto Duarte. Sin costas (arts. 456, inc. 1° y 2°, 470, 530 y ss. del CPPN).

Tal es mi voto.

El señor juez doctor Guillermo J. Yacobucci dijo: Que adhiere al voto del doctor García.

En mérito al resultado habido en la votación que antecede la Sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal, RESUELVE: 1) HACER LUGAR a los recursos de casación deducidos a fs. 1028/1052 vta. y 1054/1065 vta., por la fiscalía y la querella, respectivamente; 2) REVOCAR el auto de sobreseimiento de fs. 1014/1021, y el de fs. 909/911 que lo confir-mó; 3) REMITIR las actuaciones al magistra-do instructor a fin de que en el caso de que hu-biese medidas de prueba pertinentes y útiles, se produzcan o, de lo contrario, se adopte una decisión sobre el mérito de la imputación diri-gida contra Norma Graciela Puppo y Enrique Ernesto Duarte, sin costas (arts. 456, inc. 1° y 2°, 470, 530 y ss. del CPPN).

Regístrese, notifíquese y remítase el expe-diente al tribunal de origen, sirviendo la pre-sente de atenta nota de estilo.

Fdo: doctores W. Gustavo Mitchell, Luis M. García y Guillermo J. Yacobucci. Ante mí: doc-tor Gustavo J. Alterini.

59Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

IV

La garantía del plazo razonable de duración del proceso penal de cara a la actitud de la defensa,

la complejidad de la causa y la morosidad judicial

“Villada de García”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 294:131, 26/02/1976

Voto mayoritario: “…como bien señala el Señor Procurador General, si la investigación de los delitos presuntamente cometidos se ha desarrollado en forma morosa, no parece solución acorde con un correcto y eficiente servicio de justicia, dictar un sobreseimiento definitivo en la causa, sino por el contrario, es menester tomar las medidas conducentes para acelerar los trámites y llegar así a determinar con certeza la verdad” (considerando 4°)

Dictamen del Procurador General

Suprema Corte:

El auto apelado se apoya en la afirmación dogmática de que “no se advierten indicios racionales del delito de usurpación atribui-do al imputado Gabriel Rodríguez” ni de su participación en el delito de estafa y que, en tales condiciones, por encontrarse agotada la investigación y haber transcurrido un lapso excesivo con el proceso en la etapa de suma-rio, corresponde cerrarlo por medio de sobre-seimiento definitivo.

A mi juicio, el primero de esos asertos, para servir de fundamento adecuado a la decisión recurrida, debió hacerse cargo de los indicios que, con detalle, enumeraba el juez de primera instancia en el auto de fs. 315.

En cuanto al grado de agotamiento que haya alcanzado la tarea instructoria, considero que una lectura atenta del expediente contradice lo afirmado por el a quo ya que, por vía de ejemplo, me parece probable que a través del número de prontuario de identificación personal que posee Lagarde (ver fs. 14 del expediente de desalojo agregado en fotocopia) pueda determinarse su

60 Plazo razonable del proceso penal

domicilio y así efectivizar su comparecencia, de fundamental importancia para investigar la usur-pación denunciada o, respecto de la estafa, pudo recibirse declaración a las personas que aparecen como acreedores hipotecarios sobre el bien es-criturado a nombre de Gutiérrez en condiciones y circunstancias que revelan manifiestas anoma-lías en la supuesta compraventa.

Por último, si la investigación ha sido hasta ahora morosa, como expresara el a quo fs. 295 y reitera en el auto apelado, no parece que para corregir tal defecto sea solución compatible con el buen servicio de justicia cerrar definiti-vamente la posibilidad de llevar a buen término la tarea de averiguación de la verdad.

Tales deficiencias, si bien señaladas en forma harto escueta en el recurso en examen, no son, según mi criterio, compatibles con la doctrina de la Corte sobre sentencias arbitrarias, ya que, por lo antes dicho, ellas demuestran que lo re-suelto carece de suficiente motivación y no apa-rece ajustado a las constancias de autos.

Por tanto, considero debe dejarse sin efecto el auto apelado y mandar se dicte uno nuevo por quien corresponda. Buenos Aires, 24 de marzo de 1975. Enrique C. Petracchi.

Fallo de la Corte Suprema

Buenos Aires, 26 de febrero de 1976.

Vistos los autos: “Villada de García, Ana Ne-lly; García Azzolini, Manuela Esther; Rodríguez, Gabriel s/estafa”.

Considerando:

1º) Que contra la sentencia de fs. 333 de la Cá-mara de Apelación en lo Penal de Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires, se interpuso recurso extraordinario de nulidad (fs. 339) y extraordi-

nario ante esta Corte (fs. 341), que fueran dene-gado y concedido, respectivamente, a fs. 344.

2º) Que la sentencia recurrida sosteniendo “que no se advierten indicios racionales del de-lito de usurpación atribuido al imputado Gabriel Rodríguez”, ni de su presunta participación en la estafa denunciada, decide cerrar el proceso dic-tando sobreseimiento definitivo, al considerar agotada la investigación y haber transcurrido un largo tiempo con el proceso en etapa sumarial.

3ª) Que no puede llegarse válidamente a tal conclusión si en autos existen diversos indi-cios enumerados por el Juez de primera ins-tancia (fs. 315) que no fueron suficientemente investigados, no se han tomado las medidas necesarias y oportunas para que un testigo de vital importancia –Lagarde- sea hallado y traído a juicio y, por último, no se ha citado a quienes figuran como acreedores hipotecarios cuando las condiciones y circunstancias en que se realizó la compraventa aparecen como manifiestamente anómalas.

4º) Que, como bien señala el Señor Procu-rador General, si la investigación de los delitos presuntamente cometidos se ha desarrollado en forma morosa, no parece solución acorde con un correcto y eficiente servicio de justicia, dictar un sobreseimiento definitivo en la causa, sino por el contrario, es menester tomar las me-didas conducentes para acelerar los trámites y llegar así a determinar con certeza la verdad.

5º) Que es requisito de validez de sentencias judiciales que ellas sean fundadas y constituyan, en consecuencia, derivación razonada del dere-cho vigente, con aplicación a las circunstancias probadas de la causa (Fallos: 272:172; 274:135 y 215; 279:355; 284:119, entre otros).

6º) Que aunque la doctrina de la arbitrarie-dad revista, por principio, carácter excepcional,

61Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

la sentencia recurrida al basarse en afirmacio-nes dogmáticas, carentes de fundamentación y no ajustada a las constancias de autos se aviene a aquélla y, en consecuencia, debe ser descalifi-cada como acto judicial válido.

Por ello, y de conformidad con el dictamen

del Señor Procurador General, se deja sin efec-to la sentencia de fs. 333 y vuelvan al tribunal de su procedencia para que por quien corresponda se dicte nuevo pronunciamiento.

Miguel Ángel Bercaitz- Héctor Masnatta- Ri-cardo Levene (h)- Pablo A. Ramella.

63Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Todres, Berel”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 302:1333, 11/11/1980

Voto mayoritario: “…la mera prolongación de un proceso no torna aplicable a él los precedentes que el recurrente cita (Fallos: 272:188 y sentencia del 17 de octubre de 1978 en la causa “Mozzatti, Camilo y otra s/defraudación”) porque (…) la exigencia de celeridad en los procedi-mientos criminales que deriva de las garantías de la defensa en juicio y del debido proceso es sólo aquélla que sea “posible” y “razonable” y, contra tal aspiración de raigambre constitucional conspira tanto la morosidad judicial como la deducción por las partes de recursos manifiestamente inoficiosos…” (considerando 4°)

Buenos Aires, 11 de noviembre de 1980.

Vistos los autos: “Recurso de hecho deduci-do por el abogado defensor en la causa Todres, Berel s/incidente de prescripción de la acción penal”, para decidir sobre su procedencia.

Considerando:

1º) Que la sentencia de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal Correccional Fe-deral –Sala I- que se impugna en el recurso ex-traordinario cuya denegación motiva esta queja rechazó la defensa de prescripción de la acción penal, deducida por la defensa de Berel Todres.

2º) Que ese pronunciamiento no constituye la sentencia definitiva a que se refiere el art. 14 de la ley 48, toda vez que no pone fin al pleito ni impide su continuación (Fallos: 298:113), requisito que no se suple por la invocación de

cláusulas constitucionales (Fallos: 276:366 sus citas y otros).

3º) Que, por lo demás, la cuestión relativa al pla-zo aplicable para que se opere dicho instituto, el momento en que ha de comenzar su cómputo o estimárselo cumplido, remite al estudio de temas de hecho y prueba y de derecho común y procesal propios de los jueces de la causa (Fallos: 296:424, 505 y otros), respecto de los cuales la sentencia apelada, más allá de su criterio o error, no justifica la tacha de arbitrariedad que se formula.

4º) Que, por último, corresponde hacer no-tar que la mera prolongación de un proceso no torna aplicable a él los precedentes que el recu-rrente cita (Fallos: 272:188 y sentencia del 17 de octubre de 1978 en la causa “Mozzatti, Ca-milo y otra s/defraudación”) porque como se-ñalara el Tribunal en los considerandos 14 y 15 del primero de ellos, la exigencia de celeridad

64 Plazo razonable del proceso penal

en los procedimientos criminales que deriva de las garantías de la defensa en juicio y del debi-do proceso es sólo aquélla que sea “posible” y “razonable” y , contra tal aspiración de raigam-bre constitucional conspira tanto la morosidad judicial como la deducción por las partes de recursos manifiestamente inoficiosos (conf. sentencia del 29 de julio del corriente año in re

“Márquez, Alfonso Carlos s/sobreseimiento”).

Por ello, se desestima la queja. Declárase per-dido el depósito de fs. 1.

ADOLFO R. GABRIELLI – ABELARDO F. ROSSI – PEDROS J. FRÍAS – ELÍAS P. GUASTAVINO.

65Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Santander, Moira”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 331:2319, 28/10/2008

Voto mayoritario: “…la duración indebidamente prolongada de esta causa por casi quince años (que no puede ser atribuida al imputado ni a la complejidad del caso, toda vez que se trata de un hecho sencillo de robo con un arma ocurrido 15 de noviembre de 1993) viola ostensiblemente el derecho a ser juzgado en un plazo razonable (art. 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos)”.

Buenos Aires, 28 de octubre de 2008

Vistos los autos: “Santander, Moira y otro s/robo calificado”.

Considerando:

Que esta Corte comparte lo expuesto por el señor Procurador Fiscal en el punto IV de su dictamen, a cuyos términos se remite en ra-zón de brevedad. Por ende, una vez devueltas las actuaciones, deberá examinarse previa-mente la cuestión relativa a la posible extin-ción de la acción penal por prescripción que hubiera podido operarse, habida cuenta de que la sentencia condenatoria fue dictada el 16 de noviembre de 1994 (arts. 62, inciso 2°; 67, inciso d; y 166, inciso 2°, último párrafo, según ley 25.882).

Que, por lo demás, la duración indebida-mente prolongada de esta causa por casi quin-ce años (que no puede ser atribuida al impu-

tado ni a la complejidad del caso, toda vez que se trata de un hecho sencillo de robo con un arma ocurrido el 15 de noviembre de 1993) viola ostensiblemente el derecho a ser juzgado en un plazo razonable (art. 8.1 de la Conven-ción Americana sobre Derechos Humanos).

Por ello y de conformidad con lo dic-taminado -en lo pertinente- por el señor Procurador Fiscal, se declara procedente el recurso extraordinario y se deja sin efecto la sentencia apelada. Hágase saber y vuel-van los autos al tribunal de origen a fin de que se dicte un nuevo pronunciamiento con arreglo a lo expuesto.

RICARDO LUIS LORENZETTI - ELE-NA I. HIGHTON de NOLASCO - CAR-LOS S. FAYT - ENRIQUE SANTIAGO PE-TRACCHI - JUAN CARLOS MAQUEDA - E. RAUL ZAFFARONI - CARMEN M. ARGIBAY (en disidencia).

ES COPIA

66 Plazo razonable del proceso penal

DISIDENCIA DE LA SEÑORA MINISTRA DOCTORA DOÑA CARMEN M. ARGIBAY

Considerando:

Que el recurso extraordinario concedido es inadmisible (art. 280 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).

Por ello, se declara improcedente el recurso extraordinario.

Con costas. Notifíquese y devuélvase.

CARMEN M. ARGIBAY.ES COPIA

67Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Richards, Juan Miguel”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, R. 1008. XLIII, 31/08/2010

Voto mayoritario: “Que la descripción de todas las contingencias men-cionadas no logran explicar la desmesura temporal a que ha dado lugar la tramitación de este proceso, que tampoco hace pie en la complejidad del asunto jurídico interesado en el caso. Por el contrario, a la hora de consi-derar dicho exceso adquiere una alta significación el comportamiento de las autoridades judiciales, en tanto se revocaron tres procesamientos, se apartó de la causa al juez instructor por considerarse que no estaba lle-vando debidamente el caso, y finalmente se terminó apartando también a una sala de la cámara de apelaciones interviniente por razones semejantes. Si a todo ello se aduna que la actitud del imputado asumida en la especie demuestra su total disposición a cooperar con la investigación (concu-rriendo a las citaciones, careos, no oponiéndose a los allanamientos, etc.), y que la acusación particular no se habría conducido del mismo modo, la dilación se evidencia como injustificada, o, al menos, no le es imputable a la actitud procesal del interesado”. (considerando 13°)

Buenos Aires, 31 de agosto de 2010

Vistos los autos: “Recurso de hecho deducido por Juan Miguel Richards en la causa Richards, Juan Miguel y otros s/defraudación “causa nº 46.022/97”, para decidir sobre su procedencia.

Considerando:

1°) Que la Sala VII de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional confirmó la resolución del Juzgado Nacional en lo Criminal de Instrucción n° 39, en cuanto

había resuelto no hacer lugar a la excepción de prescripción de la acción penal deducida por la defensa de Juan Miguel Richards, quien se encontraba imputado por el delito de defrauda-ción reiterada mediante suscripción engañosa de documentos (9 hechos), en concurso real con administración fraudulenta (art. 173, inci-sos 3° y 7° del Código Penal).

Contra aquel pronunciamiento, la vencida in-terpuso recurso de casación que fue rechazado por la Sala IV de la Cámara Nacional de Casa-ción Penal, decisión que dio lugar a la presen-

68 Plazo razonable del proceso penal

tación del recurso extraordinario cuya denega-ción originó esta queja.

2°) Que el tribunal a quo decidió revisar la calificación legal y sostuvo la existencia de una unidad de conducta compuesta por distintas acciones de infidelidad o abuso, todo lo cual, según su criterio, constituiría un hecho único y global de administración fraudulenta.

Sin embargo, pese a lo afirmado, sostuvo des-pués que aun cuando “el suceso investigado constituya una unidad jurídica indivisible a la luz del análisis típico, cada divisibilidad ma-terial integrante de la gestión global, aparece como un nuevo hecho “en lo que hace a su ma-terialidad temporo espacial” y, en consecuencia, la citación a prestar declaración por ese tramo, importa una ampliación de la hipótesis fáctica imputativa, no abarcada por la intimación con-tenida en la primera declaración indagatoria...” (ver específicamente fs. 260 del expediente ca-ratulado “Richards, Juan Miguel s/recurso de casación” “incidente de prescripción”).

3°) Que en la apelación extraordinaria el recu-rrente alegó el carácter arbitrario de la sentencia dictada por la Sala IV de la Cámara Nacional de Casación Penal, e invocó la violación al derecho que tiene el imputado de obtener un pronuncia-miento judicial que resuelva su situación frente a la ley dentro de un plazo razonable, enfatizando también que el tiempo de duración del proceso se apartaba groseramente de los plazos estable-cidos en el art. 207 del Código Procesal Penal de la Nación, sin que tal circunstancia pueda ser atribuida a la actividad desplegada por la defen-sa. En apoyo de esa postura citó los precedentes “Mattei” (Fallos: 272:188), “Mozzatti” (Fallos: 300:1102) y “Barra” (Fallos: 327:327) de esta Corte, entre otros también mencionados.

4°) Que aunque este Tribunal tiene dicho que, como regla, las decisiones que rechazan

la defensa de prescripción no constituyen sen-tencia definitiva en los términos del art. 14 de la ley 48, en tanto no ponen término al pleito ni impiden su continuación (Fallos: 236:392; 238:487; 279:16, entre otros), también ha sen-tado un criterio que permite hacer excepción a dicho enunciado y, por ende, reconocer que dichas resoluciones pueden ser equiparadas a definitivas en cuanto a sus efectos, en la medida en que “cabe presumir que hasta la sentencia fi-nal puede transcurrir un lapso tan prolongado que, por sí solo, irrogue al procesado un perjui-cio que no podrá ser ulteriormente reparado” (Fallos: 301:197).

5°) Que una compulsa circunstanciada del expediente principal permite advertir “a di-ferencia de lo afirmado por cámara” que la “razonabilidad” en la duración del trámite de este proceso no puede sostenerse bajo ningún punto de vista que, naturalmente, supere el um-bral de constitucionalidad que debe llenar todo pronunciamiento judicial válido en un estado constitucional de derecho.

En este sentido, debe comenzarse por señalar que la causa tuvo inicio mediante la denuncia formulada en junio de 1995 (fs. 1/4), en que se imputó a Juan Miguel Richards la realización de una serie de maniobras delictivas acaecidas durante el año 1991, que fueron subsumidas dentro de la hipótesis prevista en el art. 173, inciso 3°, del Código Penal.

Tal denuncia, impulsada por el requerimiento correspondiente, originó la etapa instructoria por cuyo desarrollo se llegó a la colección de ciertas pruebas que, a criterio del magistrado instructor, justificaron la citación del imputa-do a prestar declaración indagatoria mediante decisión tomada con fecha 18 de julio de 1995, ordenándose que el acto se materializara el día 23 de agosto de ese mismo año (ver fs. 53). Fue entonces que, en la fecha indicada, Juan Miguel

69Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

Richards concurrió por primera vez a la sede judicial en calidad de imputado, presentando un escrito de descargo que fue glosado a fs. 161/173, para inmediatamente disponerse a prestar declaración no sólo en la fecha indicada sino también al día siguiente, a fin de proseguir con el aludido acto de defensa material (conf. actas de fs. 174/178 vta./181).

A fs. 195, el juez de instrucción decidió citarlo nuevamente para que ampliara su indagatoria, hecho que también se produjo en la fecha pre-vista (5/09/95; fs. 222/225).

Tras escuchar reiteradamente al imputado, el magistrado instructor ordenó a fs. 275/292 el procesamiento de Richards por considerarlo autor del delito de defraudación (dos oportuni-dades) tipificado en el art. 172 del Código Pe-nal, en concurso real con el delito de tentativa de extorsión (arts. 42, 55 y 168 del citado diges-to). En el mismo pronunciamiento de fecha 22 de septiembre de 1995, también se decretó un embargo por la suma de $ 17.000.000.

Tal extremo determinó que la defensa del pro-cesado dedujera un recurso de apelación que fue acogido favorablemente a fs. 387/389 bis por la Sala Primera de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, al revocar el procesamiento de Richards, decretar la falta de mérito y ordenarle al juez de instrucción que cumpliera con ciertas diligencias probatorias que había sugerido la de-fensa en su presentación de fs. 214/220.

La querella decidió con posterioridad ampliar la denuncia e incorporó al objeto del proceso un hecho que habría consistido en la retención de acciones por parte de Richards, que debían estar en poder de Ernesto Bernardo Green dada su calidad de acreedor prendario (fs. 663/665). Se trataría de la venta de acciones de las sociedades “Belgrano Day School”, “Eber”, “Incla” y “John

Ernst Green”, efectuada mediante un contrato de compraventa que Richards había firmado en comisión por la fundación aludida en último término, celebrado en la ciudad de Montevideo (R.O.U.) en el mes de agosto de 1991.

En consecuencia, el magistrado decidió citar nuevamente al imputado mediante auto de fecha 11 de diciembre de 1996, a fin de que ampliara su declaración indagatoria, fijándose al efecto la audiencia del día viernes 20 de diciembre de ese mismo año (ver fs. 673, tercer párrafo). Una vez más, el acto pudo cumplirse debido a la com-parecencia del nombrado en tiempo oportuno (conf. acta de fs. 685/686).

Poco antes de ocurrido ello, la defensa de Ri-chards había solicitado a fs. 674 la finalización de la etapa instructoria, en razón de hallarse ex-cedido el plazo máximo que, para su desarrollo, prevé la norma contenida en el art. 207 del Có-digo Procesal Penal de la Nación. Sin embargo, el juez proveyó una nueva citación dirigida al imputado para que ampliara, otra vez, su decla-ración indagatoria, extremo que se concretó a fs. 721/728; repitiéndose a fs. 770 con motivo de otro auto judicial dispuesto a los mismos fi-nes con fecha 7 de marzo de 1997 (ver fs. 744).

A su vez, se advierte también que la perseve-rancia del enjuiciado en cumplir con cada uno de los repetidos llamamientos judiciales no ha guardado plena correspondencia con la actitud del querellante Ernesto Bernardo Green, quien, por ejemplo, impidió la realización del careo que entre él y Richards había dispuesto el juez, al no concurrir a la sede del juzgado en la fecha indi-cada para la realización de la medida (conf. acta de fs. 998). Del mismo modo, cabe relevar que a fs. 1453 se materializó un nuevo incumplimiento de la querella ante una solicitud del tribunal.

De todos modos, el juez resolvió nuevamen-te procesar a Richards por considerarlo esta

70 Plazo razonable del proceso penal

vez coautor del delito de defraudación previsto en el art. 173, incisos 2° y 7° del Código Penal, en concurso real, bien que sin individualizar la cantidad de hechos en la parte dispositiva (ver fs. 1156/1178).

Pero ante una nueva apelación de la defensa, la cámara declaró la nulidad del procesamiento y apartó al juez de instrucción de la causa, por observarse que los motivos que habían llevado al magistrado instructor a disponer el procesa-miento de Richards eran copia casi textual de las argumentaciones sostenidas por la quere-lla en sus escritos de fs. 738/739, 1141, 1143 y 1170/1171, proceder que evidenciaba un supuesto de clara falta de motivación del acto jurisdiccional en definitiva anulado (resolución de fs. 1318/1319).

A partir de entonces, la causa pasó a tramitar ante otro juez de instrucción quien, con fecha 17 de noviembre de 1998 (fs. 1511/1563), resolvió procesar a Juan Miguel Richards por reputarlo autor del delito de defraudación rei-terada mediante suscripción engañosa de docu-mentos (nueve hechos), en concurso material con el delito de administración fraudulenta (art. 173, incisos 3° y 7°, del Código Penal).

No obstante, debe resaltarse que en el mismo pronunciamiento también se resolvió sobreseer al imputado con relación al delito de tentativa de extorsión y con respecto al delito de defrau-dación por retención indebida, por los cuales había sido formalmente indagado. En lo concer-niente a dicha solución, importa señalar que su fundamento se encuentra expresado a fs. 1556, en que se sostiene “entre otras consideraciones” que “(e)n cuanto a la compraventa de acciones (25), al haberse considerado simulado el contra-to respectivo, ningún valor puede asignarse a la cláusula de garantía que hubiese eventualmente generado la obligación de entregar o devolver, motivo por el cual, deviene atípica la imputación

que se efectuó a la luz de lo normado en el art. 173, inciso 2°, del Código Penal”.

Ahora bien, dicho pronunciamiento interlo-cutorio fue únicamente apelado por los impu-tados Richards y Valverde (ver fs. 1569 y 1567, respectivamente), concediéndose ambos re-cursos en virtud del proveído de fs. 1575. Las argumentaciones desplegadas por los recurren-tes volvieron a prosperar, pues la cámara revocó de nuevo los procesamientos aunque, en esta ocasión, dispuso el sobreseimiento de los en-juiciados (ver auto de fs. 1647/1649, dictado con fecha 23 de abril de 1999).

6°) Que hasta aquí puede sintéticamente de-cirse que la causa tuvo inicio en junio de 1995; que Richards fue citado por primera vez a pres-tar declaración indagatoria el día 18 de julio de ese mismo año; que el nombrado concurrió incansablemente al juzgado ante las reiteradas e insistentes citaciones judiciales y que no puede predicarse igual ponderación de la actitud de la querella ante ciertos incumplimientos en que hubo incurrido.

En consecuencia, habiendo transcurrido casi cuatro años desde el momento de la primera ci-tación cursada a Richards en los términos del art. 294 del ordenamiento procesal penal nacional, la instrucción no había logrado resolver, regular-mente, la situación procesal del nombrado.

7°) Que el derrotero posterior del trámite procesal examinado asume mayor complejidad, nuevamente como resultado de actuaciones que, a criterio de los órganos jurisdiccionales revisores, constituye un error en el ejercicio de la función propia de las autoridades judiciales.

En efecto, el pronunciamiento remisorio que había dictado la cámara interviniente -Sala primera- fue impugnado esta vez por los acu-sadores particulares, quienes dedujeron sendos

71Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

recursos de casación, cuyo rechazo originó la presentación directa formalmente habilitada por la Sala IV de la Cámara Nacional de Casa-ción Penal. Este órgano jurisdiccional resolvió finalmente, con fecha 12 de marzo de 2001, ha-cer lugar a los recursos de casación impetrados por los querellantes -sin la adhesión del señor Fiscal General- y, en consecuencia, anuló la decisión de fs. 1647/1649 en cuanto había so-breseído a los imputados, ordenando además el apartamiento, ahora, del tribunal de apelación que venía entendiendo en la causa (cfr. pronun-ciamiento de fs. 1931/1955).

Como secuela de ello, una nueva sala de la cámara -la séptima- tomó intervención para co-nocer de los últimos recursos de apelación inter-puestos por los imputados contra sus respectivos procesamientos, pronunciándose el día 15 de octubre de 2001 (fs. 1991/1992) en sentido con-firmatorio de -en lo que aquí interesa- los puntos dispositivos I y III del auto de fs. 1511/1563, por medio de los cuales ambos imputados habían sido procesados en los términos ya indicados.

8°) Que para concluir con esta relación de antecedentes, basta con relevar que el 31 de octubre de 2001 (fs. 2227) se corrió la vis-ta prevista en el art. 346 del ordenamiento procesal penal; que, no obstante las contin-gencias, incidencias y vicisitudes señaladas, el querellante Miguel Green decidió opo-nerse a la clausura del sumario para solicitar el diligenciamiento de otras medidas (ver fs. 2259/2262); que ante el rechazo de esa peti-ción dicha parte planteó reposición y apela-ción en subsidio (ver fs. 2274/2275); que con ulterioridad ambas querellas solicitaron una prórroga para contestar la vista (ver fs. 2263 y 2281), y que, por fin, se formuló el primer requerimiento de elevación a juicio con fecha 19 de noviembre de 2001 -según surge del car-go inserto a fs. 2273 vta.-; aunque la efectiva remisión de la causa a la instancia oral sólo

fue dispuesta en noviembre de 2007, tal como surge a fs. 3371/3380.

9°) Que, en el caso Suárez Rosero (senten-cia del 12 de noviembre de 1997), la Corte Interamericana de Derechos Humanos -al compartir lo decidido por la Corte Europea de Derechos Humanos- sostuvo que para de-terminar la razonabilidad del plazo en el cual se desarrolla el proceso se deben tomar en cuenta tres elementos: a) la complejidad del asunto, b) la actividad procesal del interesado, y c) la conducta de las autoridades judiciales (conf. caso Genie Lacayo, sentencia de 29 de enero de 1997. Serie C No. 30, párr 77; y Eur. Court H.R., Motta judgment of 19 February 1991, Series A No. 195-A, párr. 30; Eur. Court H.R., Ruiz Mateos v. Spain Judgment of 23 june 1993, Series A No. 262, párr. 30).

10) Que si bien esta clase de casos -en que se halla comprometida la tipicidad específica aquí involucrada- suelen presentar un cierto umbral de complejidad, ello no implica que configuren per se un supuesto de suma grave-dad o de difícil investigación de la naturaleza de los referidos en el art. 207 del Código Pro-cesal Penal de la Nación; y toda vez que dicha norma prevé que el plazo máximo para agotar la instrucción del sumario es de seis (6) meses contados a partir de la efectiva declaración in-dagatoria (en el caso, de fecha 23/08/95), se advierte sin ninguna dificultad que, desde en-tonces, dicho término habría operado en más de 24 oportunidades hasta el momento en que efectivamente se dispuso la remisión del expe-diente al tribunal de juicio.

Más allá de que los tribunales interpreten que el aludido plazo es meramente “ordenatorio”, resulta difícil aceptar que él pueda multiplicarse con semejante extensión sin que existan razo-nes extraordinarias y, sobremanera, sin que ello cause al menos alguna reacción superadora por

72 Plazo razonable del proceso penal

parte del magistrado a quien la Constitución y la ley le han confiado el ejercicio de control so-bre la tramitación del proceso.

11) Que de los autos principales también surge que el trámite de la causa se encuen-tra actualmente en plena etapa de “citación a juicio” (art. 354 y sgtes. del ordenamiento procesal penal nacional), habiéndose presen-tado en la sede del tribunal oral algunos ofre-cimientos de prueba.

A su vez, y en tren de efectuar una prognosis consistente, todavía habría que considerar que además de aguardar la realización del juicio propiamente dicho según estándares tempora-les habituales para esta clase de asuntos, en el supuesto de que éste concluyera mediante el dictado de una sentencia condenatoria restaría por desarrollar la tramitación del procedimien-to recursivo, que se instaría con la presentación de un recurso de casación habilitador de una competencia revisora que deberá satisfacer las amplias exigencias fijadas por esta Corte en el precedente “Casal” (Fallos:328:3399).

12) Que, en consecuencia, el proceso se ha iniciado hace quince años por hechos perpe-trados hace diecinueve años sin que hasta la fe-cha se haya llegado a un pronunciamiento que defina la situación del procesado Juan Miguel Richards frente a la ley penal.

13) Que la descripción de todas las contingen-cias mencionadas no logran explicar la desmesu-ra temporal a que ha dado lugar la tramitación de este proceso, que tampoco hace pie en la com-plejidad del asunto jurídico interesado en el caso. Por el contrario, a la hora de considerar dicho ex-ceso adquiere una alta significación el compor-tamiento de las autoridades judiciales, en tanto se revocaron tres procesamientos, se apartó de la causa al juez instructor por considerarse que no estaba llevando debidamente el caso, y finalmen-

te se terminó apartando también a una sala de la cámara de apelaciones interviniente por razones semejantes. Si a todo ello se aduna que la actitud del imputado asumida en la especie demuestra su total disposición a cooperar con la investiga-ción (concurriendo a las citaciones, careos, no oponiéndose a los allanamientos, etc.), y que la acusación particular no se habría conducido del mismo modo, la dilación se evidencia como in-justificada, o, al menos, no le es imputable a la actitud procesal del interesado.

14) Que, por lo tanto, la situación planteada en autos es sustancialmente idéntica, mutatis mutandi, a la resuelta en la causa “Barra” (Fa-llos: 327:327) y en el expediente S.2491.XLI “Santángelo, José María y otros s/ defraudación por administración fraudulenta”, del 8 de mayo de 2007; a cuyas consideraciones corresponde remitir en razón de brevedad.

Por ello, oído el señor Procurador Fiscal, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se revoca la sentencia apelada en cuanto ha sido materia de apelación. Vuelvan los autos al tribunal de origen a fin de que, por intermedio de quien corresponda, se dicte un nuevo pronunciamiento conforme a de-recho. Hágase saber y, oportunamente, remítase. RICARDO LUIS LORENZETTI - CARLOS S. FAYT - ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI (según su voto)- JUAN CARLOS MAQUEDA (según su voto)- E. RAUL ZAFFARONI - CAR-MEN M. ARGIBAY (en disidencia).

ES COPIA

VOTO DE LOS SEÑORES MINISTROS DOCTORES DON ENRIQUE SANTIA-GO PETRACCHI Y DON JUAN CARLOS MAQUEDA

Considerando:

Que la situación planteada en autos es sus-

73Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

tancialmente idéntica, mutatis mutandi, a la resuelta en la causa “Kipperband” (Fallos: 322:360), disidencia de los jueces Petracchi y Boggiano, causa “Barra” (Fallos: 327:327) y a la resuelta en el expediente S.2491.XLI “San-tángelo, José María y otros s/defraudación por administración fraudulenta”, del 8 de mayo de 2007, a cuyas consideraciones corresponde re-mitir en razón de brevedad.

Por ello, oído el señor Procurador Fiscal, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se revoca la sentencia apelada en cuanto ha sido materia de apelación. Vuelvan los autos al tribunal de origen, a fin de que por quien corresponda se dicte nuevo pronunciamiento conforme a derecho. Hágase saber y, oportunamente, remítase.

ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI - JUAN CARLOS MAQUEDA.

ES COPIA

DISIDENCIA DE LA SEÑORA MINISTRA DOCTORA DOÑA CARMEN M. ARGIBAY

Considerando:

Que el recurso extraordinario, cuya denegación originó esta queja, es inadmisible (art. 280 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).

Por ello, oído el señor Procurador Fiscal, se desestima la queja. Intímese a la parte recurrente a que, dentro del quinto día, acompañe copia de la resolución que concede el beneficio de litigar sin gastos o efectúe el depósito que dispone el art. 286 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, en el Banco de la Ciudad de Bue-nos Aires, a la orden de esta Corte y bajo aperci-bimiento de ejecución. Hágase saber y archívese, previa devolución de los autos principales.

CARMEN M. ARGIBAY.ES COPIA

75Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Mata Ramayo, Antonio”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala III, 16/03/2010

Voto del Dr. Eduardo Rafael Riggi, al que adhirió la Dra. Liliana E. Catucci: “…si bien el tiempo transcurrido entre la iniciación de las pesquisas y el presente no resulte ser exiguo, lo cierto es que esa única circunstancia no puede servir de baremo para establecer sin más que se ha afectado el derecho a ser juzgado sin dilación indebidas, pues para concluir de esa precisa manera es necesario demostrar que las demoras no han obedecido -entre otros factores cuyo análisis a esta altura resulta inoficioso- que la complejidad del objeto procesal no explique (tal como ocurre en autos) las demoras evidenciadas.”

Disidencia de la Dra. Ángela Ester Ledesma: “…asiste razón a los sen-tenciantes en cuanto a que se ha vulnerado el derecho a ser juzgado en un plazo razonable, desde que los retrasos incurridos obedecen primordial-mente a los órganos del Estado.”

///n la Ciudad de Buenos Aires, a los dieci-séis días del mes de marzo de dos mil diez, se reúnen los miembros de la Sala Tercera de la Cámara Nacional de Casación Penal, doctores Angela Ester Ledesma, Liliana Elena Catucci y Eduardo Rafael Riggi, bajo la presidencia de la primera de los nombrados, asistidos por la Se-cretaria de Cámara, doctora María de las Mer-cedes López Alduncín, con el objeto de dictar sentencia en la causa 11.515 caratulada “Mata Ramayo, Antonio s/recurso de casación”, con la intervención del representante del Ministe-rio Público Fiscal, doctor Juan Martín Romero Victorica y los doctores Carlos Fontán Balestra y José María Figueredo por la defensa de Anto-nio Mata Ramayo.

Efectuado el sorteo para que los señores jue-ces emitan su voto, resultó que debía observarse el siguiente orden: Ledesma, Riggi y Catucci.

VISTOS Y CONSIDERANDO:

La señora juez Ángela Ester Ledesma dijo:

PRIMERO:

Llega la causa a conocimiento de esta alzada en virtud del recurso de casación interpuesto a fs. 53/58 por el fiscal general doctor Fabián R.E. Céliz, contra la decisión de fecha 31 de julio de 2009 (ver fs. 45/48) dictada por la Sala VI de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal

76 Plazo razonable del proceso penal

y Correccional de esta ciudad, que dispuso “RE-VOCAR el auto de fs. 25/27 de este incidente y DECLARAR EXTINGUIDA LA ACCIÓN PENAL POR PRESCRIPCIÓN respecto de Antonio Mata Ramayo. II.- DISPONER el SO-BRESEIMIENTO de Antonio Mata Ramayo por haberse extinguido la acción penal...”

El recurso de casación interpuesto fue decla-rado admisible a fs. 59 y mantenido a fs. 75.

Durante el término de oficina, se presentó el fiscal general a fs. 87/88 y la defensa lo hizo previamente a fs. 79/84

Finalmente, celebrada el día 10 de febrero del corriente año la audiencia prevista por el art. 468 del ordenamiento ritual, según cons-tancia actuarial de fs. 103, la defensa presentó breves notas, quedando la causa en condicio-nes de ser resuelta.

SEGUNDO:

a. Invocando la causal contemplada en el in-ciso 1 del artículo 456 del CPPN, el recurrente señaló que la decisión impugnada debe ser des-calificada pues se ha interpretado erróneamen-te la ley sustantiva al no aplicarse el artículo 67 del Código Penal de acuerdo a la modificación introducida por la ley 25.990.

Adujo que la nueva norma quitó de nuestro ordenamiento aquel párrafo que tanta contro-versia había causado en cuanto a cómo debía interpretarse la expresión “secuela de juicio”.

Alegó que “parece que el debate sobre los alcances del término secuela de juicio debe continuar a efectos de comparar la benignidad de la ley 25.990 en orden a su aplicación en an-teriores casos, vale recordar que el criterio que la mayoría esbozó respecto de los alcances del término secuela de juicio no es el dominante -el

auto de rebeldía como única secuela de juicio en la instrucción-. Y por el contrario, es indis-cutible la casi unanimidad del criterio que sí le da tal carácter al llamado a prestar declaración indagatoria del imputado”.

Citó los precedentes “Patat”, “Percunte” y “Andrada” de esta Cámara en cuanto fijan una interpretación amplia sobre los alcances de dicha expresión que permite incluir aquellos actos que representan una voluntad inequívo-ca tendiente a concretar la pretensión punitiva del Estado.

En cuanto a la violación del derecho a ser juz-gado en un plazo razonable, aseguró que los im-putados no se encuentran privados de su libertad y que la prolongación del proceso está justificada en atención a que los hechos datan del 18 de oc-tubre de 2002; que la causa se inició durante ese mismo año y que se investiga a varias personas en relación a maniobras complejas.

Citó precedentes de la Sala II de esta Cámara y compartió los argumentos del voto de la mi-noría del fallo cuestionado.

b. En la presentación de fs. 79/84, el defensor solicitó que se declare mal concedido el recurso deducido en los términos del artículo 444 del CPPN. Sustentó su pedido en las limitaciones a las facultades impugnativas del fiscal previstas en el artículo 458 del ordenamiento adjetivo, advirtiendo que no se ha invocado ninguna cir-cunstancia de las tenidas en cuenta por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el prece-dente “Di Nunzio” (Fallos, 328:1108) para ha-bilitar la instancia casatoria.

También alegó la inexistencia de un interés estatal jurídico del fiscal para recurrir la deci-sión, circunstancia que infirió de su falta de concurrencia a la audiencia que prevé el artícu-lo 454 del CPPN.

77Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

c. A fs. 87/88 se presentó el doctor Juan Mar-tín Romero Victorica solicitando que se haga lugar a la vía intentada en el entendimiento de que la doctrina constante y reiterada de esta Cámara determina que debe aplicarse la tesis amplia a la hora de interpretar los actos que constituyen “secuela de juicio”.

Citó diversos precedentes y expuso que no ha transcurrido el plazo máximo de seis años pues éste fue interrumpido el 27 de marzo de 2008 con el llamado a prestar declaración indagatoria.

Por lo demás, reprodujo en lo sustancial los argumentos del recurrente.

TERCERO:

a. En primer término, interesa puntualizar que en el marco de la causa 70.245/02 caratu-lada “Mata Ramayo, Antonio s/defraudación por administración fraudulenta” del registro del Juzgado Nacional en lo Criminal de Ins-trucción 27, se investiga la inclusión de una afirmación falsa en el balance de Aerolíneas Argentinas 2001, consistente en la capitali-zación de 1.238 millones de pesos, supuesta-mente aportados en el año 2001 por la Socie-dad Estatal de Participaciones Industriales del Gobierno de España (SEPI) que, en realidad, se trataba de meros asientos contables entre SEPI y la Sociedad “Air Comet”, responsable del gerenciamiento de Aerolíneas.

Con su aprobación, el Estado Nacional, al no poder responder a tal capitalización tendría me-nos del 2% del capital accionario exigido por la ley para pedir información y efectuar denuncias ante la Sindicatura, transformándose así en un simple accionista pasivo a merced de los tene-dores de acciones españoles. La aprobación del balance se concretó el 18 de octubre de 2002, despojando al Estado Nacional de su participa-ción activa en la aerolínea de bandera.

Otra de las maniobras denunciadas, se refiere a la entrega de dinero por la suma de u$s 758 millones que habría realizado SEPI a “Air Co-met” -empresa controlante de “Interinvest SA”, que a su vez resulta ser controlante de “Aero-líneas Argentinas SA”- cuando esa suma debía destinarse a cancelar pasivos de Aerolíneas Ar-gentinas, hecho que no ocurrió.

Por el contrario, Antonio Mata Ramayo, como presidente de “Air Comet” con el dinero adelanta-do por la SEPI habría abonado u$s 195.000.000 en España a distintos bancos acreedores de Ae-rolíneas y se subrogó en el crédito, siendo que en el concurso de “Air Comet” verificó el capital de los préstamos como propio no respetando el trato igualitario entre los acreedores.

Se ha denunciado también que el nombrado Mata Ramayo además de ser Presidente de “Air Comet”, se desempeñaba como Presiden-te Ejecutivo de Aerolíneas Argentinas y como Presidente de “Interinvest SA”, dueña del 93% de Aerolíneas, cargos que resultaban incom-patibles, perjudicándose así los intereses de la línea aérea argentina.

Se agregó con posterioridad, una nueva denun-cia según la cual “Air Comet” adquirió créditos que las firmas “YPF SA” y “Repsol Comercial de Productos Petrolíferos SA” poseían con “Ae-rolíneas Argentinas SA” con la salvedad de que en este caso volvió a transferir esos créditos a la empresa “Royal Romana Playa SA”, presentán-dose ésta en el concurso de la aerolínea, donde votó de forma favorable al acuerdo concursal. Se destacó que el presidente de esa empresa es Juan Espejo Ruiz, persona del entorno de Mata Ra-mayo. Sin embargo, en el balance de Aerolíneas Argentinas continuaban surgiendo como acree-dores aquellos bancos cuyas deudas habían sido canceladas por “Air Comet”.

b. Las actuaciones se iniciaron con fecha 4 de

78 Plazo razonable del proceso penal

octubre de 2002 en virtud de la denuncia radi-cada por Edgardo Luis Carranza (fs. 1/31).

Si bien la causa fue remitida a la justicia fe-deral, se declaró la incompetencia en favor del fuero ordinario (fs. 144/146), habiendo que-dado radicada ante el Juzgado de Instrucción 27, cuyo titular delegó la investigación a favor del Ministerio Público Fiscal en los términos del artículo 196 bis del CPPN el 18 de octubre de 2002 (fs. 149).

Obra a fs. 225 el requerimiento de instrucción formulado por el fiscal (fs. 225/226) de fecha 13 de febrero de 2003, habiendo ordenado el juez instructor una serie de medidas de prueba el 3 de marzo de ese año (fs. 320).

Se incorporó a fs. 521/533 la querella pro-movida con fecha 29 de octubre de 2002 por Luis Alejandro Rizzi contra Antonio Mata Ramayo, Guillermo Díaz Ferrán y Gonzalo Pascual Arias en orden a los delitos previstos y reprimidos en los artículos 173 inciso 7º y 301 del Código Penal.

En relación a esos sucesos, se requirió la ins-trucción del sumario con fecha 16 de noviem-bre de ese año (fs. 538) y nuevamente el juez ordenó el 5 de diciembre de 2002 la realización de diversas diligencias (fs. 581/582).

Con fecha 11 de diciembre de 2002, el magis-trado decretó el secreto de sumario de las ac-tuaciones (fs. 599/600), que fue prorrogado a fs. 682 y, ante un expreso pedido de la defensa, se denegó la posibilidad de compulsar las actua-ciones (fs. 716). Así, el 11 de febrero de 2003 el doctor Alberto Baños reimplantó el secreto su-marial aludiendo a la naturaleza de las diligen-cias dispuestas y por encontrarse en plena etapa de recolección de elementos de convicción (fs. 774), nuevamente procedió en igual sentido el 11 de marzo de ese año (fs. 816), el 8 de abril de

2003 (fs. 821), el 8 de mayo de 2003 (fs. 831) y el 20 de mayo de 2003 (fs. 886/888).

En esa fecha, el juez convocó a prestar decla-ración indagatoria a Horacio Pedro Fargosi, Antonio Mata Ramayo, Luis Conrado Lupori, Gonzalo Pascual Arias, Gerardo Díaz Ferrán, Diego Pablo Fargosi, Carlos Mateu, Héctor Alonso, Gustavo Miguel Uturbey, Nilo Eduar-do Díaz, María Cristina Tapia Sasot y Armando Nicolás Bergalli, ordenando también su inhibi-ción general de bienes y la prohibición de salida del país, supeditando la fijación de la audiencia a la concreción de las diligencias. También dis-puso la prohibición de innovar en relación a diversos bienes (fs. 886/888).

Obra a fs. 1792/1793 la resolución dictada con fecha 3 de julio de 2003 por la Sala VI de la Cámara del Crimen a partir de la cual se hizo lugar al planteo de nulidad deducido por la defensa en relación a la reimplementación del secreto sumarial dispuesto a fs. 773/774, auto que, a través de un recurso de aclaratoria, se hizo extensivo a las medidas dictadas durante su vigencia (ver fs. 1924)

Así, el 17 de julio de 2003, el magistrado fijó las audiencias a fin de dar cumplimiento a las decla-raciones indagatorias oportunamente dispuestas (fs. 1830/1831) y continuó la tramitación de la causa según su estado. El día 28 de agosto de 2007 se dictó auto de sobreseimiento respecto de Dina Iris Bonsignore de Lúpori (fs. 4189/4190).

Según surge de fs. 4230, el magistrado dis-puso con fecha 17 de marzo de 2008 convocar nuevamente a los imputados a tenor de lo nor-mado por el artículo 294 del CPPN.

Las defensas promovieron la redargución de falsedad y la nulidad de dicho auto por consi-derar que se había antedatado a los solos fines de evitar la prescripción (ver presentación de

79Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

fs. 4232/4245 y 4246/4248), planteos que fue-ron rechazados in limine el 3 de abril de 2008. Además, se dejó constancia de que en relación al decreto de fs. 4230, debía leerse 27 de marzo de 2008 en lugar de 17 de marzo de 2008.

Contra dicha decisión se dedujeron sendos recursos de apelación y la Cámara del Crimen resolvió con fecha 19 de mayo de 2008 confir-mar lo dispuesto (fs. 4484).

A fs. 4357 el juez ordenó suspender las au-diencias fijadas hasta tanto se resolvieran de-finitivamente las nulidades deducidas (24 de abril de 2008), las cuales no fueron llevadas a cabo hasta la fecha.

Interesa señalar que, más allá de los actos principales reseñados precedentemente, de la lectura del expediente de XXIV cuerpos sur-ge que se sustanciaron diversas incidencias, se recibieron sendas declaraciones testimoniales, se acumularon otros sumarios por conexidad y se ordenó la realización de varias medidas de prueba, entre ellas un exhorto diplomático al Reino de España.

c. Como cuestión preliminar, corresponde señalar que al Ministerio Público Fiscal no le asiste constitucionalmente el derecho al recurso, establecido en los arts. 8.2 h) C.A.D.H. y 14.5 P.I.D.C.y P (art. 75 inc. 22 C.N.), conforme ex-presamente lo señalara la Corte Suprema de Justi-cia de la Nación en el precedente “Arce”. En dicha oportunidad, se sostuvo que “(...) la garantía del derecho de recurrir ha sido consagrada sólo en beneficio del inculpado. Cabe concluir, entonces, que en tanto el Ministerio Público es un órgano del Estado y no es el sujeto destinatario del bene-ficio, no se encuentra amparado por la norma con rango constitucional...” (Fallos 320:2145).

Dicha línea interpretativa se corresponde con la postura esbozada en el caso “Giroldi” (Fallos

318:514), al habilitar la intervención de esta Cá-mara como tribunal que tiene la función de tute-lar la referida garantía sólo a favor del imputado.

Pero demás, en el particular, el acusador públi-co ha tenido ocasión de intervenir y contradecir tanto ante el juez de instrucción como ante la Cámara de Apelaciones acerca de la procedencia del instituto de la prescripción. De tal modo, el contradictorio se encuentra resguardado en am-bas instancias, pues el fiscal tuvo oportunidad de ser oído. Por ello, entiendo que carece de legiti-mación para recurrir la decisión impugnada.

En efecto, no se ha acreditado en el caso, la exis-tencia de una cuestión federal que permita habi-litar la competencia de esta Cámara Nacional de Casación Penal como tribunal intermedio, con-forme la doctrina sentada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación in re “Di Nunzio, Beatriz Hermida s/excarcelación s/recurso de hecho” (D.199 XXXI.X, rta. el 3 de mayo de 2005).

En la especie, los agravios introducidos por el acusador no suscitan controversia sobre la in-terpretación o alcance de normas constitucio-nales que configuren el sostenimiento de una cuestión federal.

Muy por el contrario, sólo ha manifestado su disconformidad con los fundamentos dados en la resolución en crisis. Sobre el particular, inte-resa recordar que la doctrina de la arbitrariedad no tiene por objeto corregir sentencias equivo-cadas o que el recurrente estime tales según su criterio divergente, sino que atiende sólo a su-puestos en los que se verifica un apartamiento palmario de la solución prevista por la ley o una absoluta carencia de fundamentación (Fallos 293:344, 274:462; 308:914; 313:62; 315:575), todo lo cual no se advierte en el caso.

Es que, el disenso argüido resulta un enfoque disímil respecto del esbozado por los jueces

80 Plazo razonable del proceso penal

que, en razón de su naturaleza, resulta ajeno a las materias revisables por esta Cámara de Casación, máxime cuando la sentencia exhibe fundamentos suficientes con base a las normas que rigen el caso.

d. Sin perjuicio de ello, y a pesar de que los planteos introducidos son de derecho común, habiéndose admitido la vía intentada, advierto que la acción penal se encuentra prescripta y, por tanto, corresponde rechazar la impugna-ción deducida, en virtud de los fundamentos expuestos en la causa 6349 “Mattera, Miguel Ángel s/ recurso de casación”, resuelta el 3 de mayo de 2005, registro 386.

En efecto, al momento de la ocurrencia de los hechos investigados (18 de octubre de 2002, según la imputación más gravosa), aún no ha-bía entrado en vigor la ley 25.990 que modificó el artículo 67 del CP, circunstancia que impone determinar si se trata o no de una ley mas benig-na que, por imperio constitucional (art. 75 inci-so 22, 11.2 DUDH, art. 9 CADH) y legal (art. 2 CP) debe ser aplicada retroactivamente.

En esta inteligencia, y en estricta aplicación del principio pro homine según el cual debe acudirse siempre a la norma mas amplia o a la interpretación mas extensiva cuando se trate de reconocer derechos protegidos, entiendo que la antigua redacción del artículo 67 del CP en orden a que no puede interrumpirse el curso de la prescripción por actos del procedimiento resulta -sin hesitación alguna- mas beneficiosa, todo lo cual torna imperiosa la aplicación de la ley penal vigente al momento del hecho.

Así, teniendo en cuenta que no se puede hablar de “juicio” durante la etapa instructoria, con-forme el criterio sentado en la causa nro. 4949 “Spieguel, Irma Beatriz s/recurso de casación”, reg. 227/04, resuelta el 3 de mayo de 2004, en-tiendo que, ha transcurrido el plazo máximo de

seis años previsto para el delito imputado (artí-culo 173 inciso 7 del CP), sin que durante dicho período se realizara el juicio oral y público esta-blecido por la Constitución Nacional contra el encausado, ni se dictara la sentencia que de aquél se deriva (art. 18 y 75 inciso 22 de la CN), toda vez que los hechos datan del año 2002.

Además, interesa subrayar que “(a)sí como el proceso debe cesar cuando la acción penal ha prescripto o cuando el hecho ya ha sido juzga-do, debido a que estas circunstancias obstaculi-zan la constitución o continuación válida de la relación procesal, también la excesiva duración del proceso penal, en tanto violación de una ga-rantía básica del acusado, conduce a la ilegiti-midad del proceso, es decir, su inadmisibilidad, y por tanto, a su terminación anticipada e in-mediata, único modo aceptable desde el punto de vista jurídico -pero también lógico e incluso desde la perspectiva del sentido común- de re-conocer validez y efectividad al derecho trata-do...” (Pastor, Daniel, “El plazo razonable en el proceso del estado de derecho”, Ad Hoc, Bue-nos Aires, 2002, pág. 612).

En efecto, el cumplimiento de los plazos pro-cesales constituye una garantía de juzgamiento, y por tanto, su violación opera como límite al poder penal del Estado en el ejercicio de la per-secución e imposición de la pena.

El instituto de la prescripción de la acción se encuentra íntimamente relacionado con la ga-rantía de ser juzgado sin dilaciones indebidas. Esta relación fue concebida desde antiguo por la doctrina; Carrara enseña que la prescripción de la acción es tolerable puesto que, cuando no hay sentencia judicial, la culpabilidad es incier-ta. Los ciudadanos dudan si ese hombre es un culpable afortunado o una víctima infeliz de injustas sospechas y subraya que conviene ex-tinguir aquellas acciones que -por tanto tiem-po- han permanecido inactivas (cfr. “Programa

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de Derecho Criminal”, Parte General, Temis, Bogotá, Vol. II, pág. 175).

De esta manera, habrá que observar en cada caso si se ha respetado o no la garantía impli-cada (arts. 18 y 75 inc. 22 de la C.N, 8.1 de la CADH y 9.3 del PIDCyP).

Así, interesa señalar que la Corte Interamerica-na de Derechos Humanos -en aplicación de los lineamientos sentados por la Corte Europea de Derechos Humanos en el caso “Motta vs. Italy”, sentencia del 19 de febrero de 1991, párrafo 30-, señala que a los fines de precisar el alcance del concepto de plazo razonable, deben tomarse en consideración tres parámetros: a) la complejidad del asunto; b) la actividad procesal del interesado y; c) la conducta de las autoridades judiciales (ver “Hilaire, Constantine y Benjamín vs. Trinidad y Tobago”, del 21 de junio de 2002, párrafo 143).

En función de dichos elementos, es que la Corte Suprema de Justicia de la Nación abor-dó el examen sobre la garantía en estudio, aña-diendo que “...la duración del plazo razonable de un proceso depende en gran medida de di-versas circunstancias propias de cada caso, por lo que no puede traducirse en un número de días, meses o años...” (“Barra, Roberto Euge-nio Tomás s/defraudación por administración fraudulenta”, causa nro. 2053, B. 898. XXXVI del 9 de marzo de 2004).

Pues bien, en cuanto al primero de los requisi-tos exigidos, esto es, la complejidad de la causa, entiendo que la reseña de los hechos que luce en el acápite precedente, permite concluir que, si bien la causa cuenta con XXIV cuerpos de 4693 fojas, el objeto procesal no puede considerarse intrincado, pues la imputación recae sobre cua-tro únicos sucesos históricos (ver punto “a”).

Sobre el particular, interesa señalar que el im-pugnante se limitó a asegurar que la prolonga-

ción de la causa se encontraba justificada en la complejidad de los sucesos investigados. Sin em-bargo, no brindó mayores precisiones sobre ese punto ni efectuó un señalamiento concreto de las particularidades del caso ni de las constancias de la causa para sustentar dicha afirmación, extremo que sella la suerte de las críticas formuladas.

En lo referente a la actividad procesal del en-causado, la Corte Interamericana, entiende que “si la conducta procesal del propio interesado en obtener justicia ha contribuido en algún gra-do a prolongar indebidamente la duración del proceso, difícilmente se configura en cabeza del Estado una violación de la norma sobre plazo razonable” (caso “Cantos”, sentencia del 28 de noviembre de 2002, párrafo 57).

De la lectura de la causa, surge que la defensa no efectuó presentaciones que objetivamente puedan considerarse dilatorias, a lo que cabe aditar que los planteos de prescripción y nulidad deducidos durante el proceso, fueron tramitados vía incidental, tal como surge de la presente.

Sin perjuicio de ello, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en el caso “König” (sen-tencia del 26 de junio de 1978), sostuvo que aún cuando se tratara de un caso complejo y se hubiese retrasado por la conducta del impu-tado, lo cierto es que si el trámite del proceso no fue lo suficientemente ágil, el Estado debe responder por ello.

Este criterio fue constante en la jurispruden-cia de dicho tribunal. De tal manera, se conside-ró al Estado como responsable de la violación del artículo 6.1 de la Convención Europea de Derechos Humanos, cuya regulación es similar al 8.1 del Pacto San José de Costa Rica.

Así, de la reseña efectuada en el acápite que antecede, surge que la actividad procesal a car-go del Estado lejos de ser diligente, ha llevado

82 Plazo razonable del proceso penal

a que su duración excediera lo razonable, todo lo cual “no autoriza a hacer caer sobre la cabeza del imputado los inexorables costos de lo suce-dido...” (del precedente “Barra” citado).

Tales extremos impiden emitir un juicio posi-tivo en cuanto a la existencia de una conducta obstructiva de la defensa que hubiera contribui-do de manera sustancial a la tardanza del proceso de conformidad con la doctrina sentada, eviden-ciándose que las autoridades judiciales y del Mi-nisterio Público Fiscal no fueron lo suficiente-mente diligentes en la sustanciación del caso.

Precisamente, asiste razón a los sentenciantes en cuanto a que se ha vulnerado el derecho a ser juzgado en un plazo razonable, desde que los retrasos incurridos obedecen primordialmente a los órganos del Estado.

En este punto, corresponde mencionar que los imputados han estado sometidos a proceso por más de siete años (las presentes actuacio-nes se iniciaron con fecha 4 de octubre de 2002 -ver denuncia de fs.1/31-), verificándose serias limitaciones a la posibilidad de compulsar el expediente y conocer las pruebas incorporadas en razón de que la causa permaneció bajo el se-creto de sumario por un período prolongado.

Esta circunstancia determinó que el órga-no de alzada anulara esa decisión así como también todos los actos realizados durante su vigencia, los cuales fueron nuevamente orde-nados por el juzgador, con las consiguientes demoras que ello significó.

Además, durante la dilatada sustanciación del caso, los encausados han sido objeto de diversas medidas cautelares (prohibiciones de innovar, inhibiciones generales de bienes y pro-hibiciones de salir del país -ver fs. 886/888-), aún cuando nunca se dictó un auto de mérito a su respecto que acordara a las diligencias or-

denadas la verosimilitud del derecho requerida para esos supuestos.

A mayor abundamiento, si bien los imputa-dos fueron convocados a prestar declaración indagatoria con fecha 20 de mayo de 2003 (fs. 886/888), lo cierto es que aún no se ha cum-plido con ninguna de las audiencias dispues-tas, motivo por el cual no es posible avizorar la realización del juicio oral y público en un tiempo próximo.

En este contexto, considero que la gravedad de los hechos denunciados requería el máximo celo por parte de los órganos jurisdiccionales y de la acusación, quienes debieron actuar con especial esmero para promover actos regulares válidos en tiempo oportuno.

Es por todo ello que, aún cuando se aceptara la hipótesis de que nos encontramos frente a un hecho de defraudación por administración fraudulenta que cesa de cometerse cuando el agente abandona su cargo (al respecto, nótese que el fiscal de grado dictaminó en función de esa subsunción legal remitiéndose a lo solicitado por la defensa, sin efectuar ningún tipo de análi-sis sobre este aspecto –ver fs. 22-, mientras que el recurrente tampoco ha alegado en este sentido), lo cierto es que al verificarse una lesión al dere-cho fundamental del imputado a ser juzgado sin dilaciones indebidas y a la definición de los procesos en un plazo razonable (regla expresa de la CADH, art. 8.1), resulta adecuado poner fin al ejercicio de la persecución penal del Estado y convalidar la decisión en crisis.

Dichos lineamientos han sido sentados por este Tribunal a partir de la causa 7789 cara-tulada “Veltri, Christian Ariel s/recurso de casación”, registro 1615/07, resuelta el 22 de noviembre de 2007, y son coincidentes con la doctrina de los precedentes “Kipperband” (Fallos 322:360), “Barra” (Fallos 327:327),

83Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Egea” (Fallos 327:4815) y, mas recientemente, “Cuatrín, Gladys María y otros s/contrabando -C146/91 B” del 8 de abril de 2008, “Ibañez, Ángel Clemente s/robo con armas, I. 159.XLIV” del 11 de agosto de 2009, “Arisnaba-rreta, Rubén J. c/ Estado Nacional s/juicios de conocimiento, A. 989. XXXVI” del 6 de octu-bre de 2009 y “Bobadilla, Jorge Raúl y otros s/homicidio en agresión -3 hechos en concurso real- causa 20.246/05- B.2277.XLI” del 24 de noviembre de 2009 de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

En virtud de lo expuesto, propongo al acuerdo rechazar el recurso de casación deducido por el representante del Ministerio Público Fiscal, sin costas (artículos 18, 75 inc. 22 de la CN, XXVI de la DADDH, 10 y 11.1.de la DUDH, 8.1 de la CADH y 14.1 del PIDCyP, 456 inc. 1º, 470 a contrario sensu y 532 del C.P.P.N.).

Así es mi voto.

El señor juez doctor Eduardo Rafael Riggi dijo:

1. No concordamos con la solución que pro-pone la distinguida colega que nos precede en el orden de votación. Sobre el particular, y en lo que al planteo de prescripción de la acción pe-nal se refiere, debemos recordar que más allá de los particulares actos procesales que en diversas oportunidades hemos considerado con poten-cialidad suficiente como para interrumpir el curso de la prescripción, el Congreso Nacional ha resuelto la controversia relativa a qué actos del proceso deben ser considerados con aptitud interruptiva del curso de la prescripción (tor-nando estéril por tanto esta discusión), al mo-dificar los párrafos cuarto y quinto del artículo 67 del Código Penal, con el fin de darle una interpretación definitiva y estable a la cuestión; y en tal sentido concreta que “La prescripción se interrumpe solamente por: a) la comisión de otro delito; b) el primer llamado efectua-

do a una persona, en el marco de un proceso judicial, con el objeto de recibirle declaración indagatoria por el delito investigado; c) el re-querimiento acusatorio de apertura o elevación a juicio, efectuado en la forma que lo establezca la legislación procesal correspondiente; d) el auto de citación a juicio o acto procesal equiva-lente; y e) el dictado de sentencia condenatoria, aunque la misma no se encuentre firme.” (Ley 25.990, sancionada el 16/12/2004, Boletín Oficial del 11/01/2005).

En el caso, el delito que se le reprocha al acu-sado -defraudación contra la administración pública, conminado con pena máxima de seis años de prisión, término que en el caso rige también el instituto de la prescripción (artícu-los 62 inciso 2º y 174 inciso 2º del Código Pe-nal)- data del 18 de octubre de 2002 (fecha del último acto comisivo, consistente en la aproba-ción del balance que según la imputación, con-cretó el despojo de la participación del Estado Nacional en la empresa Aerolíneas Argentinas), habiéndose convocado a Antonio Mata Rama-yo a prestar declaración indagatoria el día 27 de marzo de 2008 (conf. fs. 4230 y 4250/4254).

Como se aprecia del cotejo de las fechas rese-ñadas precedentemente, no ha transcurrido el término máximo de la prescripción, por lo que desde este ángulo corresponde descartar que la acción penal pudiese encontrarse extinguida.

2. Tampoco conceptuamos que en tiempo transcurrido desde el momento de los hechos y el de tramitación que registra este expediente pudiesen ocasionar una indebida lesión a la ga-rantía judicial de la acusada a ser juzgada en un plazo razonable.

Téngase presente, sobre el particular, que si bien los hechos datan del año 2002, lo cierto es que el objeto de investigación de la presente causa pue-de ser calificado como complejo. Recuérdese que

84 Plazo razonable del proceso penal

las pesquisas giran en torno a una supuesta ma-niobra consistente en la capitalización de la suma de un mil doscientos treinta y ocho millones de pesos ($ 1.238.000.000), que supuestamente habrían sido aportados en el año 2001 por la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales del Gobierno de España; pero que en realidad se trataría de meros asientos contables entre la refe-rida entidad y la sociedad “Air Comet” (empresa que controlaba a “Interinvest S.A.”, la que a su vez controlaba a “Aerolíneas Argentinas S.A.”, por lo que en definitiva se encontraba a cargo del geren-ciamiento de Aerolíneas Argentinas). Mediante esa supuesta e inexistente operación, el Estado Nacional -al no poder hacer frente a la capitaliza-ción- perdería un porcentual de su participación accionaria, quedando así ubicado por debajo del 2 % exigido por la ley para tener prerrogativas ta-les como pedir información y efectuar denuncias ante la Sindicatura, y transformándose en conse-cuencia en un accionista pasivo.

Por otro lado, también se analiza en autos la entrega de setecientos cincuenta y ocho millones de dólares estadounidenses (U$S 758.000.000) que la Sociedad Estatal de Parti-cipaciones Industriales del Gobierno de España le habría entregado a “Air Comet”. Dicha suma debía ser destinada a cancelar pasivos de “Aero-líneas Argentinas S.A.”, no obstante lo cual, “Air Comet” utilizó la suma de ciento noventa y cin-co millones de dólares (U$S 195.000.000) para obtener en el Reino de España la subrogación del crédito que distintos bancos tenían contra la citada aerolínea, verificando luego el capital de los préstamos como propio.

Asimismo, se imputa a Antonio Mata Rama-yo por su calidad de Presidente Ejecutivo de “Aerolíneas Argentinas S.A.”, Presidente de “Air Comet” y Presidente de “Interinvest S.A.”, car-gos que resultaban incompatibles entre sí, de manera tal de haber perjudicado los intereses de la aerolínea de bandera.

Por último, se amplió el objeto de investiga-ción, abarcándose las circunstancias relativas a la operación consistente en que “Air Comet” ha-bría adquirido créditos que las firmas “YPF S.A.” y “Repsol Comercial de Productos Petrolíferos S.A.” tenían contra “Aerolíneas Argentinas S.A.”, habiendo luego transferido dichos créditos a la empresa “Royal Romana Playa S.A.” -cuyo presi-dente resulta ser Juan Espejo Ruiz, persona vin-culada a Mata Ramayo-, habiéndose esta última sociedad presentado en el concurso preventivo de la aerolínea, emitiendo su voto en forma favo-rable al acuerdo concursal.

Ciertamente, el objeto de investigación des-cripto abarca un intrincado entramado de operaciones comerciales, cuyo análisis sobre su legitimidad resulta de una considerable complejidad, tanto por las características pro-pias del giro comercial reseñado, así como por la intervención de diversas personas físicas y jurídicas que participaron en los hechos que se examinan. A ello se añaden las dificultades propias de la probable existencia de elementos de prueba que se encuentren fuera de la juris-dicción nacional, extremo que en el caso con-creto generó la necesidad de tramitar exhortos diplomáticos al Reino de España. También surge del sumario, que se ordenaron y produ-jeron numerosas diligencias, tales como de-claraciones testimoniales, prueba informativa, transcripciones de discos compactos con audio de reuniones, obtención de estados contables de diversas empresas, se agregó información relativa al proceso concursal de “Aerolíneas Ar-gentinas S.A.”, del estado de su flota de aerona-ves, entre otras. También se tramitaron diversas instancias de nulidad, excepciones de falta de acción y otras articulaciones interpuestas por la defensa, y se acumularon distintos expedientes por conexidad.

De allí que si bien el tiempo transcurrido en-tre la iniciación de las pesquisas y el presente

85Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

no resulte ser exiguo, lo cierto es que esa única circunstancia no puede servir de baremo para establecer sin más que se ha afectado el dere-cho a ser juzgado sin dilación indebidas, pues para concluir de esa precisa manera es necesario demostrar que las demoras no han obedecido -entre otros factores cuyo análisis a esta altura resulta inoficioso- que la complejidad del objeto procesal no explique (tal como ocurre en autos) las demoras evidenciadas.

Por tal motivo, entendemos que esa única cir-cunstancia -el cómputo cronológico del lapso trascurrido- en el caso no autoriza a considerar afectado el derecho a ser juzgado en un plazo razonable, conforme las precisiones que sobre el particular brindáramos al expedir nuestro voto en el marco de las causas nº 9525 caratulada “Ca-ñete, José Roberto s/recurso de casación” (reg. 325, del 31/3/09), nº 9405 caratulada “Peón Hoyuela, Jesús y otro s/recurso de casación” (reg. 496, del 24/4/09), nº 10.455 caratulada “Romero Pucciarello, Juan y otros s/recurso de casación” (reg. 808, del 18/6/09), nº 10.020 ca-ratulada “González Barrios, Celso s/rec. de casa-ción” (reg. 541, del 30/4/09), y nº 10.270 “Mora Sanabria, Hugo César s/recurso de casación” (reg. 1601, del 10/11/09), entre otras.

En mérito de todo lo expuesto, propiciamos al acuerdo hacer lugar al recurso de casación interpuesto, sin costas; casar la resolución re-currida dejándola sin efecto en todo cuanto dispone, y devolver la causa a su origen, para que en el menor tiempo posible se reciban las declaraciones indagatorias ordenadas a fs. 4230 y que se defina la situación procesal de los acusados.

Tal es nuestro voto.

La señora juez doctora Liliana E. Catucci dijo:

Cualquiera sea la complejidad de estas actua-

ciones, el criterio del Dr. Riggi coincide con la postura sostenida - mutatis mutandi- por la Sala I de esta Cámara en las causas nº 5911 “Barone, Eduardo s/recurso de casación” reg. nº7589 del 15 de abril de 2005 y nº 8100 “Morand, Elba Ruth y Solano Jones, Francisco s/rec. de casa-ción” reg. nº 10220 del 19 de marzo de 2007.

En ese marco, de acuerdo a las constancias del expediente reseñadas en el voto que ante-cede y a que los hechos han sido calificados como constitutivos del delito de defraudación contra la administración pública previsto en el artículo 174 inc. 5º del Código Penal cuya pena máxima alcanza los seis años de prisión, se concluye en que la acción penal aún se en-cuentra vigente (arts. 62 inc. 2º, 63 y 67 inc. b), texto según la ley 25.990).

En relación a la violación a la garantía de plazo razonable, se observa que el caso no se ajusta a los que la Corte Suprema de Justicia de la Nación consideró susceptibles de haberlo exce-dido (Fallos: 322:360, disidencia de los jueces Petracchi y Boggiano, y 327:327).

Por ello, me adhiero a la propuesta del Dr. Ri-ggi en cuanto a que se debe casar la resolución impugnada y a que debe imprimirse a la presen-te la celeridad propia de los procesos penales.

Es mi voto.

En mérito al acuerdo que antecede, el Tribu-nal RESUELVE:

HACER LUGAR al recurso de casación in-terpuesto, sin costas; CASAR la resolución re-currida dejándola sin efecto en todo cuanto dis-pone, y DEVOLVER la causa a su origen, para que en el menor tiempo posible se reciban las declaraciones indagatorias ordenadas a fs. 4230 y se defina la situación procesal de los acusados (Artículos 456, 470, 530 y cc. del CPPN).

86 Plazo razonable del proceso penal

Regístrese, hágase saber y cúmplase con la re-misión dispuesta, sirviendo lo proveído de muy atenta nota de envío.

Fdo: Ángela E. Ledesma - Liliana E. Catucci - Eduardo R. Riggi. Ante mi: María de las Mer-cedes López Alduncin. Secretaria de Cámara.

87Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Conversano, Cinthia”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala II, 21/10/2010

Voto del Dr. W. Gustavo Mitchell: “…estas actuaciones han tenido una excesiva prolongación que no resulta proporcional a la complejidad del asunto objeto de la acusación -entendida ésta como la que podría derivar-se de los hechos acaecidos como del derecho aplicable- y supera el máxi-mo de la pena prevista para los tipos penales en juego según la calificación que cabría atribuirles a los hechos imputados.”

“Debe considerarse como segundo parámetro que las imputadas no han coadyuvado con su conducta procesal a prolongar indebidamente la duración del proceso, no evidenciándose en las presentes una actitud obs-truccionista ni dilatoria de su parte, como podría ser la no presentación a la audiencia señalada cuando estaban debidamente citadas.”

“De adverso lo que sí se aprecia es una conducta morosa imputable al Estado en el desarrollo de este proceso que no encuentra justificación alguna a la luz de los estándares antes citados pues no se vislumbra que el tribunal haya tenido algún problema particularmente complejo que re-solver en el marco de la causa, situación ésta que, va de suyo, no puede redundar en perjuicio de quien sufre la persecución estatal.”

Voto del Dr. Guillermo J. Yacobucci: “…cabe poner en cabeza del estado la responsabilidad de la demora ya que ninguna actividad de quienes resultaron imputados –Conversano y Badaraco- ha determinado la neutralización del pro-ceso por el tiempo ya reiteradamente señalado. En esa línea se ha expresado la Corte IDH al indica que “si la conducta procesal del propio interesado en obtener justicia ha contribuido en algún grado a prolongar indebidamente la duración del proceso, difícilmente se configura en cabeza del Estado una viola-ción de la norma sobre plazo razonable” (caso “Cantos”, sentencia del 28 de noviembre de 2002, párr. 57). Como esto no se ha producido en el expediente bajo estudio, la única fuente de demora ha sido la de los organismo estatales.”

Véase fallo completo en la página 41.

89Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Goicochea, Pablo”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala II, 14/12/2010

Voto del Dr. Luis M. García, al que adhirió el Dr. Guillermo J. Yacobucci:“…a fin de determinar si el Estado ha observado el deber de diligen-

cia de decidir dentro de un plazo razonable la imputación penal, se debe emprender un examen global de las vicisitudes procesales, tomando como punto de partida el momento en que se formularon oficialmente los cargos contra el imputado, notificándolo de los hechos de la imputación (confr. mi voto en causa n° 9166, “Berazategui, José María s/ recurso de casación”, rta. 12/08/2008, Reg. N° 13.063). En la decisión recurrida no se ha emprendido un examen de ese tipo. El a quo sólo se ha referido a la actividad recursiva del Fiscal y la querella, alegando que “la causa no experimentó variaciones en su objeto procesal durante los últimos tres años y tres meses como consecuencia de la decisión recursiva de los acusadores -público y parti-cular-” (fs. 1016 vta.). Pero además de que esa sola referencia no satisface el requerido “examen global del proceso”, soslaya por completo la circuns-tancia de que ese mismo tribunal -aunque con distinta integración- había concedido los recursos de casación a los que se refiere ahora como “ob-jetivamente improponibles” (fs. 1016). Si así era, incumbía al a quo evitar la dilación del proceso y denegar las impugnaciones intentadas.

“Tampoco encuentro que hasta ese momento se hubiese inobservado el deber de diligencia de decidir dentro de un plazo razonable la imputa-ción penal consagrado en los arts. 8.1 CADH y 14.3.c PIDCP, tal como ha sido afirmado en la decisión recurrida.”

Véase fallo completo en la página 51.

91Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Menem, Carlos Saúl”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala III, 02/06/2011

Voto del Dr. Eduardo Rafael Riggi: “…se debe prestar atención a la complejidad del caso, elemento que será relevante en tanto y en cuanto las dificultades probatorias o de otra índole que se presentan en un deter-minado supuesto, son generadores de demoras en la tramitación del pro-ceso. Es decir, no basta la simple constatación que un determinado caso reviste una inusual complejidad, si no es precisamente por dicho factor que la resolución del caso se ha dilatado más de lo razonable.”

“El derecho a ser juzgado en un plazo razonable no debe ser interpre-tado como una negación a otros derechos y garantías igual o más impor-tantes que también son resguardados por nuestra Constitución Nacional y por el ordenamiento internacional sobre derechos humanos, entre ellos el derecho de defensa en juicio y la garantía al debido proceso legal. Enton-ces, cuando los tratados internacionales de derechos humanos consagran el mencionado derecho a ser juzgado sin dilaciones indebidas, da por sen-tado que ese juzgamiento -además- ha de ser respetuoso del derecho del imputado a ejercer plena y libremente su defensa.”

“…de nada valdría asegurar el consabido derecho al plazo razonable condicionando su vigencia y operatividad a que el acusado no realice en el proceso penal presentaciones o defensas que irroguen un determinado tiempo en ser tramitadas, evaluadas y resueltas”

“…la ponderación de la incidencia de la actitud del procesado en cuan-to a la violación del derecho a ser juzgado sin dilaciones indebidas, deberá siempre encontrarse presidida por la alta consideración que amerita tam-bién el derecho de defensa en juicio y la garantía al debido proceso legal, y de esta forma prescindirse de toda consideración negativa que pudiera pretenderse hacer de aquellos actos que sólo constituyen la materializa-ción del citado derecho a la defensa en juicio.”

92 Plazo razonable del proceso penal

//n la Ciudad de Buenos Aires, a los dos días del mes de junio del año dos mil once, se reúnen los miembros de la Sala Tercera de la Cámara Nacional de Casación Penal, doctores Angela Ester Ledesma, y Liliana Elena Catucci, Eduar-do Rafael Riggi, bajo la presidencia de la primera de los nombrados, asistidos por la Secretaria de Cámara, doctora María de las Mercedes López Alduncin, con el objeto de dictar sentencia en la causa nº 12469 caratulada “Menem, Carlos Saúl s/rec. de casación”. Representa al Ministerio Públi-co el señor Fiscal General doctor Ricardo Gusta-vo Wechsler, y ejerce la defensa del imputado el doctor Pedro Ricardo Baldi.

Efectuado el sorteo para que los señores Jueces emitan su voto, resultó que debe observarse el orden siguiente: doctores Eduardo Rafael Riggi, Liliana Elena Catucci, y Angela Ester Ledesma.

VISTOS Y CONSIDERANDO:

El señor juez doctor Eduardo Rafael Riggi dijo:

PRIMERO:

I. Llega la causa a conocimiento de esta Alza-da a raíz del recurso de casación interpuesto a fs. 148/157vta. por la defensa del imputado, contra el auto de fs. 143/144 mediante el cual la Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de esta Ciudad resolvió “Confirmar el auto en crisis....” mediante el cual el magistrado a cargo de la instrucción decidió “No hacer lugar al planteo de prescripción de la acción penal que fuera promovido en favor de Carlos Saúl Menem....” (fs. 100/103).

II. Que el a quo rechazó el remedio intenta-do, extremo que motivó la presentación directa obrante a fs. 183/213.

Con fecha 17 de junio pasado, esta Sala resol-

vió hacer lugar a la queja y, por lo tanto, con-ceder el recurso de casación deducido por la defensa (ver fs. 220, Reg. nº 890/10).

Cumplido el correspondiente emplazamien-to, el recurso fue oportunamente mantenido en esta instancia a fs. 222.

III. El impugnante interpone recurso de ca-sación con sustento en el motivo previsto en el inciso 2º del artículo 456 del Código Procesal Penal de la Nación.

Considera que el pronunciamiento recurrido contiene vicios de fundamentación y en conse-cuencia deviene arbitrario.

En tal sentido señala que “...se han transgredi-do distintas pautas de evaluación que vulneran la garantía de la defensa en juicio y del debido proce-so...el principio de logicidad y razón suficiente, y el derecho de toda persona a obtener una resolución definitiva en un plazo razonable....”, particular-mente “....si tenemos en consideración...que se trata de un hecho acaecido hace casi diecinueve...años y de un proceso que lleva otros tantos años de duración...”

Señala que al denegar la extinción de la ac-ción penal por prescripción el a quo “...pretende aplicar en forma retroactiva una norma penal en contra del Dr. Menem, atento que el hecho presun-tamente irregular que se le achaca...es haber sus-cripto un Decreto en el año 1991...”.

A su criterio, una norma que -como la que re-gula el instituto de la prescripción de la acción penal-, prevea “....la suspensión de la prescripción sine die y mientras alguno de los funcionarios se mantenga en el cargo” resulta inconstitucional.

Reitera que “...dentro de los derechos constitu-cionales...no sólo se encuentra el de tener un proce-so justo y rodeado de todas las garantías que le son

93Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

inherentes, sino también breve, o mejor decir, que pueda resolverse en el menor tiempo posible”.

Finalmente, hace reserva del caso federal.

IV. Durante el término de oficina previsto por los artículos 465 cuarto párrafo y 466 del Códi-go Procesal Penal de la Nación, a fs. 226/227 se presentó el señor fiscal ante esta instancia, soli-citando se rechace el recurso interpuesto.

V. Cumplidas las previsiones del artículo 468 del ritual,-conforme constancias actuariales de fs. 243 y 257-, la causa quedó en condiciones de ser resuelta.

SEGUNDO:

Ingresando al análisis del recurso deducido, debemos recordar que las presentes actua-ciones se iniciaron a raíz de la extracción de testimonios ordenada en la causa 21.666/96 “Conte, Jorge Alberto y otros s/usurpación” del registro del Juzgado Nacional en lo Criminal de Instrucción nº 14 de esta ciudad.

Conforme surge de fs. 97/vta. se investiga “...la génesis, desarrollo y efectos de la venta del Predio Ferial de Palermo, propiedad del Estado Nacional,...a favor de la Sociedad Rural Argenti-na.”. Dicha venta “...habría sido aprobada por el entonces presidente de la República Argentina, Dr. Carlos Saúl Menem, por medio del decreto nº 2699 de fecha 20 de diciembre de 1991, e instrumentada mediante el boleto de compraventa suscripto en la misma fecha por el entonces Ministro de Economía Dr. Domingo Felipe Cavallo en representación del Estado Nacional, y Eduardo A. C. De Zavalía y el Secretario Juan A. Ravagnan por la sociedad Ru-ral”. La operación “...se perfeccionó mediante...’la escritura de venta e hipoteca’ nº 84 de la Escribanía General del Gobierno de la Nación, la cual fue ru-bricada el 27 de mayo de 1992...por los nombrados Cavallo, Zavalía y Ravagnan, siendo tal documento

el que expresaba que el Estado Argentino vendía a la Sociedad Rural Argentina el predio ubicado en el barrio de Palermo....”.

Corresponde examinar si a la luz del hecho que se imputa en la presente causa, el que fuera calificado conforme a las previsiones del artí-culo 261 del Código Penal, que prevé una pena máxima de 10 años de prisión, se han produci-do actos con virtualidad interruptiva del curso de la prescripción, y en consecuencia si la ac-ción penal se encuentra o no prescripta.

En ese orden de ideas, debemos recordar que, en cuanto a la interpretación del artículo 67 de la ley de fondo, en su redacción anterior a la san-ción de la ley 25.990, ha sido doctrina constante de esta Sala que “...existe ‘secuela de juicio’ cada vez que en cualquier etapa del juicio penal (comprendi-do en su totalidad), se produce o realiza un acto con entidad suficiente para dar real dinámica e inequí-voco impulso persecutorio al proceso, manteniendo en efectivo movimiento la acción penal...” (cfr. nues-tros votos en las causas Nº 241 “Patat, Juan s/rec. de casación” -Reg. Nº 3/95 del 13/2/95-; Nº 1151 “Empresas Exportadoras / Importadoras KRUBIA S.A. y otras s/rec. de casación” -Reg. Nº 421/97 del 7/10/97-; Nº 1840 “Alemany, Luis Elías s/rec. de casación” -Reg. Nº 243/99 del 27/5/99-; Nº 2536 “Ludueña, Carlos Mar-tín s/recurso de casación”-Reg. Nº 314/00 del 14/6/2000-; Nº 2545 “Ríos, Mariano s/rec. de casación” -Reg. Nº 321/2000 del 22/6/2000-; Nº 3045 “Beribey, Aníbal s/rec. de casación” -Reg. Nº 168/01 del 3/4/2001-; Nº 3754 “Abde-lnabe, Julio s/rec. de casación” -Reg. Nº 247/02 del 16/5/2002-; Nº 3952 “Ita-Cor SA s/rec. de casación” -Reg. Nº 562/02 del 2/10/2002-; y causa Nº 4712 “Amreim, Max y otro s/rec. de casación” -Reg. Nº 394/04 del 5/8/04-; entre muchas otras, a cuyos fundamentos corresponde remitirse por razones de brevedad).

Por otro lado, y más allá de los particulares

94 Plazo razonable del proceso penal

actos procesales que en diversas oportunidades hemos considerado con potencialidad suficiente como para interrumpir el curso de la prescrip-ción, corresponde tener presente que el Congre-so Nacional ha resuelto la controversia relativa a qué actos del proceso deben ser considerados “secuela de juicio”, al modificar los párrafos cuar-to y quinto del artículo 67 del Código Penal, con el fin de darle una interpretación definitiva y estable a la cuestión; y en tal sentido concreta que “La prescripción se interrumpe solamente por: a) la comisión de otro delito; b) el primer llamado efectuado a una persona, en el marco de un proceso judicial, con el objeto de recibirle declaración inda-gatoria por el delito investigado; c) el requerimiento acusatorio de apertura o elevación a juicio, efectua-do en la forma que lo establezca la legislación proce-sal correspondiente; d) el auto de citación a juicio o acto procesal equivalente; y e) el dictado de senten-cia condenatoria, aunque la misma no se encuentre firme.” (Ley 25.990, sancionada el 16/12/2004, Boletín Oficial del 11/01/2005).

Conforme con lo expuesto y observando la nueva redacción de la citada norma de fondo, que constituye, nada menos, que la propia in-terpretación auténtica de la ley efectuada por el legislador -con la explícita finalidad de terminar con las discordantes interpretaciones doctrina-rias y académicas que otrora ocurrieran sobre el particular-; entendemos que posee aptitud interruptiva de la prescripción de la acción pe-nal, el llamado a prestar declaración indagato-ria del 12 de noviembre de 2008(fs. 1053 de los autos principales).

Ahora bien, el artículo 67 de la ley de fondo, sea en su anterior o su actual redacción, estable-ce que para el delito objeto de investigación, el curso de la prescripción se suspende mientras el imputado se encuentre desempeñando la función pública.

Atento a ello, no se ha producido la extinción

de la acción penal por prescripción en los térmi-nos de los artículos 62 inciso 2º y 67 del Código Penal. Ello así, pues el hecho que se le reprocha habría ocurrido el 20 de diciembre de 1991, du-rante el ejercicio de la Presidencia de la Nación por parte del imputado, por lo que al menos has-ta el 10 de diciembre de 1999, fecha en que cul-minó su mandato, el curso de la prescripción se encontraba suspendido, y entre esta última fecha y la citación a indagatoria -12 de noviembre de 2008-, no ha transcurrido el plazo de prescrip-ción (10 años) de la acción penal.

TERCERO:

1. Sin perjuicio de ello, debemos ingresar al análisis de la alegada violación a la garantía de ser juzgado en un plazo razonable.

Sobre el particular, cabe recordar el criterio que sostuviéramos en ocasión de emitir nues-tro voto en la causa nº 6374 caratulada “Par-do, Mario s/rec. de casación” (reg. 827/06 del 19/07/06), en la causa nº “Cañete, José Roberto s/rec. de casación” (reg. 325/09 del 31/3/09) y más recientemente en la causa nº 10455 “Rome-ro Pucciarello, Juan s/recurso de casación” (reg. 808/09 del 18/6/ 09), en las que siguiendo los lineamientos sentados en la causa nº 6023 “De Candia, Mauro s/rec. de casación e inconstitucio-nalidad” (voto del doctor Tragant) se sostuvo que “...la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en el precedente ‘Mattei, Angel’, -Fallos 272:188- al interpretar los principios de progresividad y pre-clusión, ha reconocido que ellos se fundamentan en motivos de seguridad jurídica y en la necesidad de lograr una administración de justicia rápida den-tro de lo razonable, evitando así que los procesos se prolonguen indefinidamente; y que obedecen al imperativo de satisfacer una exigencia consubstan-cial con el respeto debido a la dignidad del hom-bre, cual es el reconocimiento del derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito,

95Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

mediante una sentencia que establezca de una vez y para siempre, su situación frente a la ley penal.”

“Concluyó señalando que debe reputarse inclui-do en la garantía de la defensa en juicio consa-grada por el art. 18 de la Constitución Nacional el derecho de todo imputado de obtener -luego de un juicio tramitado en legal forma- un pronuncia-miento que, definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga término, del modo más rápido posible, a la situación de incertidumbre y de inne-gable restricción de libertad que comporta el enjui-ciamiento penal (C.S.J.N. Fallos 272:188).”

“Dicho criterio fue mantenido en ‘Mozzati, Cami-lo’, señalando que el principio de inocencia e invio-labilidad de la defensa en juicio y debido proceso, se integran con una rápida y eficaz decisión judicial.”

“Que por otra parte, en el Fallo B. 898.XXXVI ‘Barra, Roberto Eugenio Tomás s/defraudación por administración fraudulenta’ -causa nº 2053- W-31, por remisión a los fundamentos dados en ‘Kipperband, Benjamín’, (Fallos 322:360), ha precisado que la duración razonable de un proceso depende en gran medida de diversas circunstancias propias de cada caso, y que el derecho a ser juzga-do sin dilaciones indebidas, no puede traducirse en un número de días, meses o años.”

“En ese contexto, señaló que son factores insosla-yables para saber si se ha conculcado esa garantía: la duración del retraso, las razones de la demora, y el perjuicio concreto que al imputado le ha irroga-do dicha prolongación.

Tales factores, si bien son de imprescindible conside-ración, no pueden ser valorados aisladamente como una condición suficiente, sino que deben ser pondera-dos y sopesados uno frente al otro, atendiendo a las circunstancias concretas de la causa (cfr. disidencia de los Dres. Fayt y Bossert en Fallos 322:360).”

“Recientemente, en el caso E. 387 XXXVIII

‘Egea, Miguel Ángel s/prescripción de la acción’ -causa nº 18.316- el alto Tribunal, siguiendo el criterio propiciado por el Sr. Procurador General, ha señalado que ‘esta circunstancia de la duración excesiva del proceso, que sitúa el caso en el ámbito de la materia federal, no bastaría para provocar, por sí misma, la extinción de la acción penal, sino que debe compatibilizarse con supuestos ciertos de prescripción, a la luz de la ley penal y procesal pe-nal, pues, tal como lo entiende la doctrina de V. E, son cuestiones íntimamente unidas’...”.

Entonces, teniendo en cuenta que no será un único y exclusivo parámetro el que habrá de re-gir el análisis de la cuestión; no lo será la sola consideración del tiempo transcurrido desde la supuesta comisión del delito, o desde el inicio de las actuaciones. Muy por el contrario, ese elemento de juicio deberá ser evaluado en con-junción con aquéllos otros que expliquen -si es que ello es posible- las razones de las demoras.

a) En esa labor, y en primer lugar, se debe prestar atención a la complejidad del caso, ele-mento que será relevante en tanto y en cuanto las dificultades probatorias o de otra índole que se presentan en un determinado supuesto, son generadores de demoras en la tramitación del proceso. Es decir, no basta la simple cons-tatación que un determinado caso reviste una inusual complejidad, si no es precisamente por dicho factor que la resolución del caso se ha di-latado más de lo razonable.

Puede pensarse, por ejemplo, en una investi-gación sobre un delito que entrañe complejas maniobras de lavado de dinero, en las que se de-ben obtener precisiones -y luego analizar- sobre un sinnúmero de operaciones bancarias y de transferencias de activos realizadas en diversos países, y para lo cual necesariamente se debe contar con el auxilio de peritos que coadyuven a desentrañar la maraña de transacciones, pero que pese a esas dificultades, la pruebas necesa-

96 Plazo razonable del proceso penal

rias para avanzar sean obtenidas en las primeras etapas de la investigación, y luego sobrevenga un largo período de virtual parálisis procesal.

En un supuesto semejante, el análisis sobre la complejidad del caso seguramente indicará que -efectivamente- el mismo resulta de difícil tra-mitación, mas en la medida en que no es en tal circunstancia en donde se asientan las demoras, no podrá ser tenida en cuenta para justificar la violación al derecho a ser juzgado en un plazo razonable. En sentido inverso, un sencillo su-ceso relativo a un accidente de tránsito, puede presentar dificultades si, por ejemplo, los tes-tigos del hecho eran un grupo de turistas de diversas naciones, cuyas declaraciones deben obtenerse mediante exhortos internacionales cursados en diferentes idiomas.

Otros factores que pueden conducir a la consi-deración de un caso como complejo, se refieren al elevado número de partes que en él intervie-nen, a la necesidad de contar con opiniones de expertos en temas científicos cuando las peri-cias deben asentarse en complejas operaciones técnicas, a la cantidad de incidentes planteados por las partes y a la complejidad resultante del derecho aplicable al caso.

b) En segundo lugar, y en lo tocante a la con-ducta del procesado, es en principio necesario advertir que la articulación de defensas, excep-ciones, recursos y otros planteos procesales que pudiera hacer el acusado no es necesariamente un parámetro para concluir sin más que las de-moras en la tramitación de un proceso se deben a su actividad.

El derecho a ser juzgado en un plazo razona-ble no debe ser interpretado como una nega-ción a otros derechos y garantías igual o más importantes que también son resguardados por nuestra Constitución Nacional y por el ordenamiento internacional sobre derechos

humanos, entre ellos el derecho de defensa en juicio y la garantía al debido proceso legal. En-tonces, cuando los tratados internacionales de derechos humanos consagran el mencionado derecho a ser juzgado sin dilaciones indebidas, da por sentado que ese juzgamiento -además- ha de ser respetuoso del derecho del imputado a ejercer plena y libremente su defensa.

Lógicamente, de nada valdría asegurar el con-sabido derecho al plazo razonable condicionan-do su vigencia y operatividad a que el acusado no realice en el proceso penal presentaciones o de-fensas que irroguen un determinado tiempo en ser tramitadas, evaluadas y resueltas. Es claro, en este sentido, el artículo 29.c) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos en cuanto establece que “Ninguna disposición de la presente Convención puede ser interpretada en el sentido de (...) excluir otros derechos y garantías que son inhe-rentes al ser humano o que se derivan de la forma democrática representativa de gobierno”.

Entonces, la ponderación de la incidencia de la actitud del procesado en cuanto a la violación del derecho a ser juzgado sin dilaciones inde-bidas, deberá siempre encontrarse presidida por la alta consideración que amerita también el derecho de defensa en juicio y la garantía al debido proceso legal, y de esta forma prescin-dirse de toda consideración negativa que pu-diera pretenderse hacer de aquellos actos que sólo constituyen la materialización del citado derecho a la defensa en juicio.

De adverso, deberá prestarse especial atención a aquellos planteos que a primera vista y con toda evidencia se presenten como manifiesta-mente inconducentes, improcedentes o carentes de apoyatura jurídica suficiente, y que en méri-to de ello pueda sostenerse fundadamente que la intención al ser deducidos no era otra que la de oponer una resistencia ilegítima al avance del proceso. De la misma manera, encuadran dentro

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de la categoría de actos que obstarán a la consi-deración que se ha violado el derecho a un juicio rápido, aquellos planteos que sean reiteración de otros ya resueltos, los que pretendan o supongan el aplazamiento injustificado de audiencias o la no presentación del acusado cuando es requeri-do para la realización de actos en los que su pre-sencia es ineludible.

Tales supuestos citados a título meramente ilustrativo así como todos aquellos otros que evidencien que ha sido la conducta del acusado a lo largo del proceso la que explique la dilación del mismo, impedirán -con las limitaciones que seguidamente veremos- concluir que se ha vio-lentado el derecho que venimos estudiando, pues en todo caso la demora que lo agravia habrá sido generada por su propia conducta, de forma tal que no podrá en las condiciones apuntadas concluirse que el Estado hubiera vulnerado el derecho a ser juzgado sin dilaciones indebidas.

c) Por último, y en cuanto a la conducta de las autoridades, cabe inicialmente destacar que este parámetro guarda una estrecha vinculación con los dos anteriores. Esto es así, pues es justamente el Estado sobre quien pesa la carga de llevar ade-lante el juicio dentro de plazos razonables.

Recuérdese que según lo establece la Conven-ción Americana sobre Derechos Humanos, las obligaciones de los Estados signatarios no se ago-tan con no ser ellos mismos quienes vulneren los derechos individuales (obligaciones de respeto), sino conforme lo establece el artículo 2, las partes también se comprometen a adoptar las medidas legislativas o de otro carácter que fueran necesa-rias para hacer efectivos los derechos y libertades reconocidos (obligaciones de garantía).

Sobre el particular, ha señalado la Corte Inte-ramericana de Derechos Humanos en el caso “Velázquez Rodríguez” (sentencia del 28 de julio de 1988), que “165. La primera obligación

asumida por los Estados Partes, en los términos del citado artículo, es la de ‘respetar los derechos y libertades’ reconocidos en la Convención. El ejer-cicio de la función pública tiene unos límites que derivan de que los derechos humanos son atributos inherentes a la dignidad humana y, en consecuen-cia, superiores al poder del Estado. Como ya lo ha dicho la Corte en otra ocasión, (...) la protección a los derechos humanos, en especial a los dere-chos civiles y políticos recogidos en la Convención, parte de la afirmación de la existencia de ciertos atributos inviolables de la persona humana que no pueden ser legítimamente menoscabados por el ejercicio del poder público. Se trata de esferas indi-viduales que el Estado no puede vulnerar o en los que sólo puede penetrar limitadamente. (...) 166. La segunda obligación de los Estados Partes es la de ‘garantizar’ el libre y pleno ejercicio de los dere-chos reconocidos en la Convención a toda persona sujeta a su jurisdicción. Esta obligación implica el deber de los Estados Partes de organizar todo el aparato gubernamental y, en general, todas las estructuras a través de las cuales se manifiesta el ejercicio del poder público, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los derechos humanos (...) 167. La obligación de garantizar el libre y pleno ejercicio de los derechos humanos no se agota con la exis-tencia de un orden normativo dirigido a hacer po-sible el cumplimiento de esta obligación, sino que comporta la necesidad de una conducta guberna-mental que asegure la existencia, en la realidad, de una eficaz garantía del libre y pleno ejercicio de los derechos humanos.”.

De ello se sigue que no sólo será exigible a sus representantes que realicen sus mejores esfuer-zos para llevar adelante el proceso en forma ágil, sino que también lo hagan para remover todos los obstáculos que pudieran impedir alcanzar ese objetivo. De allí que no alcance la simple consta-tación –en los términos antes señalados- de que una causa reviste una inusual complejidad o que el acusado ha realizado evidentes articulaciones

98 Plazo razonable del proceso penal

dilatorias, si ante esas circunstancias las autori-dades a cargo de llevar adelante el proceso no han utilizado las herramientas legales correspon-dientes para procurar en la medida de lo posible superar esas alternativas.

Tiene dicho al respecto la Corte Suprema de Justicia de la Nación que “tal como ya se señaló en este mismo expediente (conf. Fallos: 324:4135, voto de los jueces Petracchi y Bossert), son los órga-nos estatales quienes tienen a su cargo el deber de asegurar que el proceso se desarrolle normalmen-te, y sin dilaciones indebidas. Hacer caer sobre el propio imputado los efectos de la infracción a ese deber, sea que ella se haya producido por la desidia judicial o por la actividad imprudente del letrado que asume a su cargo la defensa técnica, produce una restricción al derecho de defensa difícil de legi-timar a la luz del derecho a la inviolabilidad de di-cho derecho conforme el art. 18 de la Constitución Nacional. La circunstancia de que sea el defensor del imputado quien haya generado tales dilaciones en nada modifica la situación, pues la defensa sólo es inviolable cuando puede ser ejercida en forma amplia. En todo caso, cuando el defensor la ejerza indebidamente, es al Estado a quien le correspon-derá encauzar el procedimiento en debida forma, pero en cualquier caso, no es el imputado quien debe velar por la celeridad del proceso ni sufrir las consecuencias de incumplimientos ajenos (conf. en este sentido Fallos:322:360, disidencia de los jueces Petracchi y Boggiano, considerando 19, in fine).” (conf E.224.XXXIX “Espósito, Miguel Ángel s/incidente de prescripción de la acción penal promovido por la defensa”, rta. 23/12/04).

Se agregó en esa misma oportunidad, en re-ferencia a la conducta del acusado, que “este Tribunal ha afirmado (Fallos:323:982, consi-derando 10 del voto de la mayoría) que ella es irrelevante para interrumpir la prescripción, y que no obsta a la extinción de la acción penal y al re-conocimiento de su derecho a un pronunciamiento sin dilaciones indebidas, ‘la negligencia que podría

haber tenido la encausada en comparecer en la causa provocando su consecuente dilación, pues, como es obvio, no está en aquélla instar la pro-secución del proceso instruido en su contra, ni su conducta -sujeta a las normas de procedimiento- puede incidir en la objetiva aplicación del instituto de la prescripción’.”

Por lo demás, no puede obviarse que en el precedente del Alto Tribunal recaído in re “Ba-rra” se sostuvo (al remitirse al voto de los doc-tores Petracchi y Boggiano en la causa “Kipper-band”) que “es inaceptable el criterio que se infiere de tal afirmación, en cuanto considera en contra del imputado sus ‘peticiones’, pues ello provoca una restricción de la libertad de defensa contraria a la comprensión que de este derecho debe hacerse a la luz del art. 18 de la Constitución Nacional. En este sentido, el Tribunal Europeo de Derechos Hu-manos utiliza ciertamente como criterio de valora-ción de la demora cuál haya sido la conducta del recurrente (op. cit., p. 268); pero, a diferencia de lo que ocurre en los procesos civiles, el imputado no está obligado a colaborar activamente con lo que se refiere a la celeridad del proceso en su contra (conf. doctrina sentada en el caso ‘Eckle’ supra cit.). Y aun en aquéllos, en los cuales, en principio, es deber de las partes asegurar la rapidez del proceso, esta máxima no libera a los Estados parte de la obliga-ción de que el juicio finalice en un plazo razonable (op. cit., p. 267, con cita de los casos ‘Neves e Silva’; ‘Capuano’ y ‘Buchholz’).”.

Entonces, la evaluación de cuál ha sido el pro-ceder de los órganos encargados de hacer cum-plir la ley debe ser realizada tanto en lo que hace a la diligencia con la que se llevó adelante las pes-quisas, así como también la referente al empeño puesto en aras de remover los obstáculos no im-putables al Estado que se fueran presentando.

2. En base a dichas consideraciones, habien-do realizado una compulsa de las presentes ac-tuaciones, advertimos que no existen razones

99Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

suficientes para justificar el tiempo que irrogó la tramitación de la causa.

Ello es así, toda vez que la presente investiga-ción se inició hace más de diez años, y desde entonces ha transcurrido un tiempo superior al máximo de la pena prevista para el delito que aquí se reprocha, sin que se haya superado si-quiera la etapa instructoria.

En este orden de ideas, advertimos que con-forme surge de los autos principales, el 2 mayo de 2000, el señor fiscal José María Campagnoli solicita se cite a prestar declaración indagatoria, entre otros, a Carlos Saúl Menem en el expe-diente 21666/97 en trámite ante el Juzgado Na-cional de Instrucción nº 14 (fs. 1/261).

El 19 de abril 2001, la Sala VII de la Cáma-ra Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional resolvió declarar la competencia de la Justicia Federal para intervenir en estas actuaciones en donde se investiga la venta del predio ferial de Palermo (fs. 302).

El 14 de mayo de ese año, el Juzgado Fede-ral nº 12 corre vista al agente fiscal, de confor-midad con lo dispuesto por el art. 180 del rito (fs. 305). En su dictamen de fecha 21 de mayo de 2001, el referido señor agente fiscal, doctor Stornelli, manifiesta que “...ante la Justicia en lo Criminal de Instrucción la acción penal fue pro-movida...” por lo que considera que “...un nuevo requerimiento de instrucción en los términos del artículo 188 del ordenamiento ritual deviene in-necesario”. A su vez, solicita se dispongan una serie de medidas de investigación (fs. 306/07).

A fs. 308, el 8 de junio de 2001, se dispone so-licitar al Juzgado de Instrucción nº 14 fotocopias certificadas de todas las constancias obrantes en la causa 21666/97 de su registro, relativas a los hechos cuya competencia fuera declinada en fa-vor de ese fuero de excepción (venta del predio

ferial de Palermo), como así también para que haga llegar la totalidad de la documentación ori-ginal correspondiente al hecho materia de autos.

A fs. 311, el 6 de julio de 2001, se dispone rei-terar el oficio al Juzgado nº 14.

A fs. 341, atento al tiempo transcurrido sin haber recibido las actuaciones requeridas, con fecha 18 de octubre se ordena que la actuaria se comunique con el Juzgado nº 14, y con el mis-mo fin, el 21 noviembre de 2001, se libra nuevo oficio (fs. 342) consignando que “...la urgencia e imperiosa necesidad de contar con dichos ele-mentos, obedece a que las presentes actuaciones se encuentran paralizadas desde la fecha en que llegaron por incompetencia a este Tribunal, precisamente a la espera de dichos elementos de prueba” (el resaltado nos pertenece).

A fs. 345, el 26 noviembre de 2001, el juez a cargo del citado Juzgado nº 14 hace saber la im-posibilidad de cumplir con lo peticionado por cuanto la causa “...permanece en la Sala VII de la Excma. Cámara del Fuero”.

A fs. 364, el 21 de marzo de 2002, nuevamen-te en atención al tiempo trascurrido sin haberse recibido las fotocopias solicitadas, se reitera el oficio dirigido al magistrado a cargo del Juzga-do de Instrucción nº 14, quien el 2 de abril hace saber que el expediente se encuentra todavía ante la Cámara de Apelaciones, por lo que re-sulta imposible cumplir con lo requerido.

A fs. 372, el 25 de junio de 2002, luego de un año del original pedido, finalmente, se remi-ten las actuaciones solicitadas.

A fs. 374, el 5 de septiembre se ordena, entre otras medidas, librar oficio al Presidente de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Conten-cioso Administrativo Federal a fin de solicitarle informe si ante alguno de los juzgados de ese

100 Plazo razonable del proceso penal

fuero tramitó algún expediente donde se cues-tionara la validez de la enajenación del predio Ferial de Palermo que fuera efectuada por par-te del Estado Nacional en favor de la Sociedad Rural Argentina.

A fs. 421, el 22 de octubre de 2002, ante la res-puesta recibida del Presidente de la citada Cáma-ra, se ordena solicitar el informe a los doce juzga-dos del Fuero Contencioso Administrativo.

A fs. 436/440 los Juzgados Nacionales de Primera Instancia en lo Contencioso Admi-nistrativo nº 3, 4, y 8 responden que con los datos recibidos les era imposible aportar la información requerida.

A fs. 471, el 5 de marzo de 2003 se tiene pre-sente lo informado por los Juzgados 2, 3, 4, 8 y 9 del citado fuero y atento al tiempo transcurrido sin recibir la información requerida de los res-tantes juzgados se dispone reiterar el pedido.

A fs. 507, el 12 de junio 2003 se ordena a la Ac-tuaria se comunique con los juzgados que no res-pondieron el pedido realizado 8 meses antes.

A fs. 509, el Juzgado nº 6 de aquel fuero, hace sa-ber que los datos que ilustran la solicitud no son suficientes para dar cumplimiento a lo pedido.

A fs. 521, el 17 de junio de 2003, sin perjuicio de esperar las respuestas del fuero contencioso administrativo faltantes, se ordena solicitar la misma información a los once juzgado del fue-ro Civil y Comercial Federal.

A fs. 579, el 17 julio de 2003 el señor Agente Fiscal solicita 1) “...se inste a la designación por parte de la Academia Nacional del (N)otariado...de un escribano...con el fin de que con base en la do-cumentación relativa al predio enajenado...informe sobre la característica jurídica del dominio ....de-biendo indicar...si ese predio correspondió al domi-

nio público o privado del Estado Nacional...” (Sic) y 2) Se “...solicite al Cuerpo de Peritos Tasadores de la Corte Suprema de Justicia de la Nación la realización de una tasación histórica del predio cuestionado al momento de su enajenación....”.

A fs. 583, el 25 de septiembre de 2003 el juez, advirtiendo que “...podría verse afectada la impar-cialidad de los escribanos pertenecientes a la Aca-demia Nacional del Notariado...”, dispone librar oficio al Presidente del Colegio de Escribanos de la Capital Federal con el objeto de realizar el estudio solicitado por el Agente fiscal sobre la naturaleza del dominio del referido predio, y se encomienda al Cuerpo de Peritos de la CSJN la realización en un plazo máximo de 20 días de la tasación histórica. De lo dispuesto se ordena notificar al Fiscal y a los imputados. La defensa de Enrique Crotto Cámara Nacional de Casa-ción Penal propone un perito de parte a fs. 587.

A fs. 594, en octubre de 2003 el Colegio de Escribanos informa que se ve imposibilitado de acceder a lo solicitado.

Así a fs. 595 el juez de instrucción, el 5 de di-ciembre de 2003, ordena librar oficio a la Cá-mara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de esta Ciudad, con el objeto de solicitarle la remisión del listado de escribanos públicos que se encuentren registrados para ac-tuar como peritos.

A fs. 600, con fecha 10 de febrero de 2004, se designa a las escribanas públicas Haydee Gover y Renata Lipschitz de Heilborn.

A fs. 630 las referidas escribanas solicitan una prórroga de 60 días hábiles, y el 11 de mayo de 2004 el juez la otorga por 40 días. El 1 de julio solicitan nueva prórroga, la que el 8 de julio de 2004 se concede por 30 días ( fs 649).

A fs. 652/669vta., el 19 agosto 2004, a casi

101Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

un año de dispuesta la medida, se presenta el informe de las escribanas y a fs. 670/752 los peritajes de parte.

A fs. 753, el 19 de octubre se ordena oficiar al Registro de la Propiedad Inmueble a fin que remita los antecedentes registrales relacionados con el predio.

A fs. 810, el 27 diciembre 2004, se dispone re-querir al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires la remisión de copia del expediente mediante el que se tramitó el pedido de autorización para la construcción del Centro Internacional de Exposi-ciones y Congresos del Predio Ferial de Palermo.

A fs. 819, el 18 de febrero de 2005, a fin de producir la medida ordenada a fs. 584 -el 25 de septiembre de 2003- se ordena remitir la causa con la documentación al Cuerpo de Peritos Ta-sadores de la CSJN.

A fs. 821, el 19 septiembre de 2005, se dispo-ne librar oficio al cuerpo de peritos tasadores solicitando informe sobre el desarrollo del pe-ritaje encomendado.

A fs. 823, el 11 de octubre de 2005, esto es, transcurridos más de dos años de dispuesta la medida, el Decano del Cuerpo de Peritos Tasadores informa que necesitan contar con documentación no agregada a los 5 cuerpos de la causa, referida a los antecedentes técnicos y al boleto y escritura in extenso, por lo que en la misma fecha el juez ordena la remisión del expediente nº 25587.

A fs. 834, el 27 de diciembre de 2005, por or-den del juez el actuario se comunica con el re-ferido Cuerpo de Peritos quien informa que el peritaje “se encuentra en etapa de producción”.

A fs. 857/864, el 1 de febrero de 2006 obra el informe presentado por Arquitecto Juan Bialet

Salas del Cuerpo de Peritos Tasadores, esto es, transcurridos casi dos años y cinco meses des-de que se dispusiera la realización del peritaje.

A fs. 867, el 28 de febrero de 2006, el juez te-niendo en cuenta lo informado en orden a que un valor más certero del predio podría obtenerse realizando una nueva tasación por el método de la rentabilidad, dispone requerir al Cuerpo de Peritos Contadores Ofi-ciales procedan a calcular la rentabilidad anual del predio. El 29 de marzo, el citado cuerpo de Peritos Contadores recibe las actuaciones (fs. 872/vta.) (El resaltado nos pertenece).

A fs. 930, el 11 de mayo de 2007, se requiere la causa al Cuerpo de Peritos a fin de remitirla a la Cámara del fuero conforme ésta lo solicitara.

A fs. 970/983, el 18 julio de 2007 se recibe el informe técnico.

A fs. 984, el 6 de agosto de 2007 se ordena re-querir a los peritos contadores que en el plazo de 10 días informen, entre otros aspectos, sobre la composición del directorio de las sociedades comerciales creadas por la Sociedad Rural Ar-gentina al efecto de la explotación comercial del predio. El 4 de septiembre se recibe dicho informe (fs. 1007/1010).

A fs. 1013, el 7 noviembre de 2007, el magis-trado dispone que se realice por los peritos mediante el método de la rentabilidad la ta-sación del Predio Ferial de Palermo a la fe-cha en que se acordara la venta del inmueble a favor de la Sociedad Rural Argentina (nueva-mente el resaltado nos pertenece).

A fs. 1023, el 27 de diciembre de ese año, se habilita la feria judicial a fin que se produzca ese informe y se dispone hacer saber a los peritos in-tervinientes que deben cumplir con lo ordenado en el plazo improrrogable de 5 días hábiles.

102 Plazo razonable del proceso penal

Sin embargo, el 14 de enero de 2008, en vir-tud que uno de los peritos de parte informa su imposibilidad de concurrir a la realización de la medida dispuesta, se dispone que la tarea peri-cial deberá darse inicio el 16 de enero, “fecha en la cual se reintegra el Sr. Decano, Arq. Juan José Bialet Salas...” (fs. 1045).

A fs. 1053, el 19 de febrero de 2008, el juez instructor “...atento lo solicitado por el Sr. Perito Tasador Oficial...y lo manifestado en cuanto al complicado discernimiento de la obtención de la rentabilidad.....” dispone “...la realización de un peritaje conjunto con carácter urgente y en el plazo de cinco días...”.

A fs. 1159, con fecha 12 de noviembre de 2008, se cita a indagatoria a 13 imputados.

Así entre el 10 de diciembre de 2008 y el 7 de abril de 2009, se reciben las declaraciones indagatorias de Eduardo Agustín Carlos de Zavalía, (fs. 1253/57vta.), Juan Alberto Ra-vagnan (fs. 125862), Domingo Felipe Cava-llo (fs. 1322/26vta.); Juan Carlos Raco (fs. 1339/1343vta.); Gastón Ramón Figueroa Alcorta (fs. 1358/1364); Matías Lucas Or-doñez (fs. 1384/1390); Raúl Orestes Ange-lini (fs. 1395/1400vta.); Carlos Saúl Menem (fs. 1412/1416), Carlos Alberto Rato (fs. 1472/1477vta.); Jorge Frost (fs. 1487/1491 vta.), Daniel Iván Ivakhoff (fs. 1539/1543vta.); Ricardo Isidoro Schapiro (fs. 1549/1553vta.); y de Juan Manuel Insúa (fs. 1575/1579vta.).

A fs. 1600 obra constancia de fecha 5 de agos-to de 2009, de la que surge que se encuentran en trámite varios incidentes de prescripción.

A partir de allí se suceden actuaciones fun-damentalmente vinculadas con los planteos de prescripción, hasta el 14 de junio de 2010 fecha en la que el juez instructor dicta el pronuncia-miento obrante a fs. 2012/2058 disponiendo el

procesamiento de todos los imputados, excepto de Carlos Saúl Menem. Respecto quien se dicta falta de mérito.

El citado auto es apelado tanto por el Fiscal como por los defensores, los que fueron concedi-dos a fs. 2113, el 28 de junio de 2010, y formados los respectivos expedientes se elevaron a la Cáma-ra Federal el 14 de julio de 2010 (fs. 2122vta.).

De la reseña efectuada surge que desde que se iniciaran estas actuaciones hasta que se reci-bieran las citadas fotocopias de las constancias obrantes en la causa 21666/97 del Juzgado de Instrucción nº 14, transcurrió más de un año en que la causa se encontró paralizada; desde que se dispusiera solicitar informe sobre las caracte-rísticas jurídicas del dominio del predio Ferial de Palermo hasta que se efectivizara, transcu-rrió casi un año.

En cuanto a los peritajes vinculados al valor del inmueble, primero se dispuso la realización de una tasación histórica -23 de septiembre de 2003-, y hasta la presentación de dicho estudio -1 de febrero de 2006- transcurrieron aproximada-mente 2 años y 5 meses. Luego de este estudio, se ordenó una nueva tasación, ahora por el método de la rentabilidad -28 de febrero de 2006-, y pre-sentada ésta el 18 de julio de 2007, con fecha 7 de noviembre de 2007 se ordena un nuevo estudio de tasación, esta vez por el método de la rentabi-lidad a la fecha en que se acordara la venta.

Todo ello ocurrió en relación a un hecho que habría sucedido en diciembre de 1991, denun-ciado en el año 2000, y respecto del cual se cita a indagatoria en noviembre del año 2008.

Apreciamos entonces que existen, sin razón alguna que los justifiquen, dilatados espacios temporales en el trámite que resultan conse-cuencia de la inexplicable conducta de las auto-ridades a cargo de llevar adelante el proceso.

103Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

Es que, si bien se trata de la investigación de hechos de cierta complejidad, las medidas pro-batorias dispuestas desde el inicio de la causa no han sido numerosas, ni constituyen justifi-cativo suficiente para excusar razonablemente la dilación denunciada.

Asimismo, es del caso señalar que no adverti-mos la existencia de una conducta dilatoria por parte de la asistencia técnica del imputado ni de éste, a quien se le reprocha, insistimos, un he-cho que habría ocurrido en el año 1991 y por el que fue citado a prestar declaración indagatoria en el año 2008.

Como se aprecia de lo dicho, en el sub exa-mine no mediaron razones suficientes que jus-tifiquen la demora que registra su tramitación y, consecuentemente, asiste razón al recurrente en cuanto sostiene que en el caso, se ha vulne-rado la prerrogativa en juego.

Ello así, toda vez que en síntesis y conforme lo que señalamos ut supra, no ha sido la compleji-dad del asunto lo que provocó la demora, sino el modo en que se han conducido las autorida-des sobre las que pesa la carga de adoptar las medidas necesarias para llevar adelante el juicio en forma ágil.

Por ello, siendo que el excesivo tiempo trans-currido sin que hubiera existido obstáculo para una tramitación normal, ni una explicación válida, sólo resulta atribuible al órgano jurisdic-cional, no puede pesar sobre el justiciable.

En definitiva, situaciones como las descriptas, sin duda alguna, atentan contra la buena mar-cha del proceso, el principio de celeridad, y la garantía de obtener un pronunciamiento judi-cial en un plazo razonable.

Por todo ello, entendemos que corresponde hacer lugar al recurso de casación, sin costas,

anular el decisorio de fs. 143/144vta. y el de fs. 100/103 por ser su antecedente necesario, de-clarar extinguida la acción penal por violación a la garantía del plazo razonable de juzgamiento respecto de Carlos Saúl Menem y, en conse-cuencia, sobreseer al nombrado en orden al hecho imputado en la presente causa (artículos 18, 75 inc. 22 de la CN, XXVI de la DADDH, 10 y 11.1.de la DUDH, 8.1 22 de la CADH y 14.1 del PIDCyP, 456 inc. 1º y 2º, 123, 336 inc. 1º, 470, 471, 530 y cc. del C.P.P.N.)

La señora Juez, doctora Liliana Elena Catucci dijo:

Atento a que no he intervenido en la resolu-ción de fs. 220, por la que se abrió la queja in-terpuesta por la defensa particular, señalo, más allá de que la confirmación del rechazo de una prescripción de la acción penal no es sentencia definitiva, la inconveniencia de aplicar un insti-tuto paralelo a ella, no operada en razón de lo prescripto en el art. 67 del Código Penal.

Por lo tanto, propicio el rechazo del recurso de fs. 148/57, con costas.

La señora juez Ángela Ester Ledesma dijo:

a. Corresponde hacer lugar a la impugnación deducida, en virtud de los fundamentos ex-puestos en la causa 6349 “Mattera, Miguel Ángel s/recurso de casación”, resuelta el 3 de mayo de 2005, registro 386.

Al momento de la ocurrencia de los hechos investigados (20 de diciembre de 1991, según dictamen fiscal de fs. 97/99), aún no había en-trado en vigor la ley 25.990 que modificó el ar-tículo 67 del CP, circunstancia que impone de-terminar si se trata o no de una ley más benigna que, por imperio constitucional (art. 75 inciso 22, 11.2 DUDH, art. 9 CADH) y legal (art. 2 CP) debe ser aplicada retroactivamente.

104 Plazo razonable del proceso penal

En esta inteligencia, y en estricta aplicación del principio pro homine según el cual debe acudirse siempre a la norma más amplia o a la interpretación más extensiva cuando se trate de reconocer derechos protegidos, entiendo que la antigua redacción del artículo 67 del CP en orden a que no puede interrumpirse el curso de la prescripción por actos del procedimiento resulta -sin hesitación alguna- más beneficiosa, todo lo cual torna imperiosa la aplicación de la ley penal vigente al momento del hecho.

Así, teniendo en cuenta que no se puede hablar de “juicio” durante la etapa instructoria, con-forme el criterio sentado en la causa nro. 4949 “Spieguel, Irma Beatriz s/recurso de casación”, reg. 227/04, resuelta el 3 de mayo de 2004, entien-do que, ha transcurrido el plazo máximo de diez años previsto para el delito imputado (artículo 261 del CP), sin que durante dicho período se realizara el juicio oral y público establecido por la Constitución Nacional contra el encausado, ni se dictara la sentencia que de aquél se deriva (art. 18 y 75 inciso 22 de la CN).

En cuanto a la causal de suspensión que es-tablece el artículo 67 segundo párrafo del CP, lo cierto es que el imputado cesó en la función en cuyo marco se habría cometido el hecho re-prochado en el mes de diciembre del año 1999, al renovarse las autoridades del Poder Ejecutivo Nacional. Por ello, en aplicación de los linea-mientos antes sentados, considero que también ha transcurrido desde esa fecha hasta la actuali-dad, el período máximo de diez años que prevé la figura endilgada.

En cuanto a la asunción del nombrado como Senador Nacional por la Provincia de la Rioja el 10 de diciembre de 2005, interesa precisar que, tratándose de un cargo funcional distinto del que diera origen a la imputación y de una designación efectuada catorce años después del hecho, considero que el Tribunal incurrió -en

relación a ese tópico- en un supuesto de arbi-trariedad pues no justificó ni mínimamente de qué manera el imputado podría haber obsta-culizado las investigaciones en el ejercicio de tal función (al respecto, ver De la Rúa, Código Penal Argentino, Parte General, Segunda Edición, Depalma, Buenos Aires, 1997, pág. 1084 y Zaffa-roni, Alagia y Slokar, Derecho Penal, Parte Gene-ral, Ediar, Segunda Edición, Buenos Aires, 2003, pág. 904). Similares consideraciones merece el argumento del fiscal vinculado con la perma-nencia de Juan Carlos Raco como funcionario del Banco Ciudad hasta el año 2005, pues tam-poco se dio cuenta de tal extremo.

Pero además, no puede soslayarse que entre la finalización del mandato presidencial hasta la asunción como miembro de la Cámara de Se-nadores transcurrieron seis años, período que resultaba más que suficiente para que se lograse avanzar en la investigación, todo lo cual, no sólo no ocurrió, sino que se incurrió en inexplicables demoras en la tramitación del caso, conforme se verá en el acápite que sigue.

b. Interesa subrayar que “(a)sí como el proceso debe cesar cuando la acción penal ha prescripto o cuando el hecho ya ha sido juzgado, debido a que estas circunstancias obstaculizan la constitución o continuación válida de la relación procesal, tam-bién la excesiva duración del proceso penal, en tanto violación de una garantía básica del acusa-do, conduce a la ilegitimidad del proceso, es decir, su inadmisibilidad, y por tanto, a su terminación anticipada e inmediata, único modo aceptable desde el punto de vista jurídico -pero también ló-gico e incluso desde la perspectiva del sentido co-mún- de reconocer validez y efectividad al derecho tratado...” (Pastor, Daniel, “El plazo razonable en el proceso del estado de derecho”, Ad Hoc, Buenos Aires, 2002, pág. 612).

En efecto, el cumplimiento de los plazos pro-cesales constituye una garantía de juzgamiento,

105Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

y por tanto, su violación opera como límite al poder penal del Estado en el ejercicio de la per-secución e imposición de la pena.

El instituto de la prescripción de la acción se encuentra íntimamente relacionado con la ga-rantía de ser juzgado sin dilaciones indebidas. Esta relación fue concebida desde antiguo por la doctrina; Carrara enseña que la prescripción de la acción es tolerable puesto que, cuando no hay sentencia judicial, la culpabilidad es incier-ta. Los ciudadanos dudan si ese hombre es un culpable afortunado o una víctima infeliz de injustas sospechas y subraya que conviene ex-tinguir aquellas acciones que -por tanto tiem-po- han permanecido inactivas (cfr. “Programa de Derecho Criminal”, Parte General, Temis, Bo-gotá, Vol. II, pág. 175).

De esta manera, habrá que observar en cada caso si se ha respetado o no la garantía impli-cada (arts. 18 y 75 inc. 22º de la C.N, 8.1 de la CADH y 9.3 del PIDCyP).

Así, interesa señalar que la Corte Interameri-cana de Derechos Humanos -en aplicación de los lineamientos sentados por la Corte Euro-pea de Derechos Humanos en el caso “Motta vs. Italy”, sentencia del 19 de febrero de 1991, párrafo 30-, señala que a los fines de precisar el alcance del concepto de plazo razonable, deben tomarse en consideración tres parámetros: a) la complejidad del asunto; b) la actividad pro-cesal del interesado y; c) la conducta de las au-toridades judiciales (ver “Hilaire, Constantine y Benjamín vs. Trinidad y Tobago”, del 21 de junio de 2002, párrafo 143).

En función de dichos elementos, es que la Corte Suprema de Justicia de la Nación abordó el examen sobre la garantía en estudio, añadien-do que “...la duración del plazo razonable de un proceso depende en gran medida de diversas cir-cunstancias propias de cada caso, por lo que no

puede traducirse en un número de días, meses o años...” (“Barra”, Fallos 327:327)

Pues bien, en cuanto al primero de los requisi-tos exigidos, esto es, la complejidad de la causa, de la lectura de las actuaciones surge que los he-chos efectivamente revisten cierta complejidad pues se refieren a supuestas maniobras vincu-ladas con el proceso de venta del Predio Ferial de Palermo por parte del Estado Nacional a la “Sociedad Rural Argentina”.

Al respecto, interesa señalar que la causa cuenta con once cuerpos de 2200 fojas y que las medi-das realizadas durante la instrucción fueron pre-dominantemente informativas y periciales (ver fs. 374, 421, 521, 583, 669, 857/864, 970/984, 1027/1030), cuya magnitud y cantidad no lo-gran justificar el excesivo tiempo transcurrido.

En lo referente a la actividad procesal del encausado, considero que la defensa no efec-tuó presentaciones que objetivamente puedan considerarse dilatorias, máxime teniendo en cuenta que el imputado fue legitimado pasiva-mente (artículos 294 del CPPN) recién en el año 2008 (ver fs. 1159), es decir, luego de ocho años de haberse iniciado la investigación y, des-de entonces, se ha presentado a estar a derecho cumpliendo con las citaciones cursadas por la jurisdicción (fs. 1412/1416).

Sin perjuicio de ello, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en el caso “König” (sen-tencia del 26 de junio de 1978), sostuvo que aún cuando se tratara de un caso complejo y se hubiese retrasado por la conducta del impu-tado, lo cierto es que si el trámite del proceso no fue lo suficientemente ágil, el Estado debe responder por ello.

Este criterio fue constante en la jurispruden-cia de dicho tribunal. De tal manera, se conside-ró al Estado como responsable de la violación

106 Plazo razonable del proceso penal

del artículo 6.1 de la Convención Europea de Derechos Humanos, cuya regulación es similar al 8.1 del Pacto San José de Costa Rica.

Así, de la causa surge que la actividad proce-sal a cargo del Estado lejos de ser diligente, ha llevado a que su duración excediera lo razona-ble, todo lo cual “no autoriza a hacer caer sobre la cabeza del imputado los inexorables costos de lo sucedido...” (del precedente “Barra” citado).

Tales extremos impiden emitir un juicio posi-tivo en cuanto a la existencia de una conducta obstructiva de la defensa que hubiera contri-buido de manera sustancial a la tardanza del proceso de conformidad con la doctrina senta-da, evidenciándose que las autoridades judicia-les y del Ministerio Público Fiscal no fueron lo suficientemente diligentes en la sustanciación del caso.

Precisamente, se ha vulnerado el derecho a ser juzgado en un plazo razonable, desde que los retrasos incurridos obedecen primordial-mente a los órganos del Estado.

En este punto, corresponde mencionar que han transcurrido diecinueve años desde la fe-cha de los hechos (20 de diciembre de 1991) y el imputado ha estado sometido a proceso por once años (las presentes actuaciones se inicia-ron a partir del dictamen fiscal del 2 de mayo de 2000 -ver fs. 1/261-), verificándose períodos prolongados de inactividad (vgr., el Juzgado de Instrucción nro. 14 demoró aproximadamente un año en remitir todos los antecedentes de la causa 21.666/97 -desde el 8/6/01 hasta el 25/6/02-, ver fs. 308 y 372; que, si bien fueron reclamados por el juez federal, fue la única ac-tividad realizada durante dicho período). Tam-bién transcurrieron más de dos años entre que se dispuso la realización de la tasación histórica del inmueble (25/9/03, fs. 583), hasta que se presentó dicho estudio (1/2/06, fs. 857/864).

Por su parte, si bien el encausado fue convo-cado a prestar declaración indagatoria el 12 de noviembre de 2008 (fs. 1159), hasta la fecha no se ha dictado ningún auto vinculante (al respec-to, nótese que el 14 de junio de 2010 se resolvió la falta de mérito -fs. 2012/2058); ni el fiscal ha postulado la elevación a juicio de las actuacio-nes, motivo por el cual no es posible avizorar la realización del debate oral y público en un tiempo próximo.

En este contexto, considero que la gravedad de los hechos denunciados requería el máximo celo por parte de los órganos jurisdiccionales y de la acusación, quienes debieron actuar con especial esmero para promover actos regulares válidos en tiempo oportuno, máxime cuando la Ley 25.320 (Ley de Fueros) permite la con-tinuación de las causas penales “hasta su total conclusión” -art. 1º- en los casos de los funcio-narios sujetos a juicio político, motivo por el cual, no existían impedimentos de esta índole que justificaran las demoras incurridas.

Es por todo ello que, al verificarse una lesión al derecho fundamental del imputado a ser juzgado sin dilaciones indebidas y a la definición de los procesos en un plazo razonable (regla expresa de la CADH, art. 8.1), resulta adecuado poner fin al ejercicio de la persecución penal del Estado.

Dichos lineamientos han sido sentados por este Tribunal a partir de la causa 7789 cara-tulada “Veltri, Christian Ariel s/recurso de ca-sación”, registro 1615/07, resuelta el 22 de noviembre de 2007, y son coincidentes con la doctrina de los precedentes “Kipperband” (Fa-llos 322:360), “Barra” (Fallos 327:327), “Egea” (Fallos 327:4815), “Cuatrín” (Fallos 331:600), “Ibañez, Angel Clemente s/robo con armas, I. 159.XLIV” del 11 de agosto de 2009, “Arisna-barreta”, (Fallos 332:2159) y “Bobadilla”, (Fa-llos 332:2604), y, más recientemente en “Oliva Gerli”(Fallos 333:1987).

107Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

Por todo ello, adhiero a la solución que pro-pone el doctor Riggi.

Así es mi voto.

En mérito a la votación que antecede, el Tri-bunal, por mayoría RESUELVE:

HACER LUGAR al recurso de casación, SIN COSTAS, ANULAR el decisorio de fs. 143/144vta. y el de fs. 100/103 por ser su ante-cedente necesario, DECLARAR extinguida la acción penal por violación a la garantía del pla-zo razonable de juzgamiento respecto de Carlos

Saúl Menem y, en consecuencia, SOBRESEER al nombrado en orden al hecho imputado en la presente causa (artículos 18, 75 inc. 22 de la CN, XXVI de la DADDH, 10 y 11.1.de la DUDH, 8.1 de la CADH y 14.1 del PIDCyP, 456 inc. 1º y 2º, 123, 336 inc. 1º, 470, 471, 530 y cc. del C.P.P.N.)

Regístrese, hágase saber y devuélvanse las actuaciones al tribunal de origen, sirviendo la presente de muy atenta nota envío.

Fdo: Liliana Elena Catucci, Eduardo R. Riggi y Ángela E. Ledesma. Ante mi: María de las Mer-cedes López Alduncin, Secretaria de Cámara.

109Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

V

Insustancialidad de la nulidad decretada frente al derecho a un proceso penal rápido o nulidad de las

actuaciones judiciales por inobservancia de las formas substanciales del juicio como obstáculo

para la operatividad de la garantía

“Mattei, Ángel”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 272:188, 29/11/1968

Voto mayoritario: “…el principio de la progresividad impide que el jui-cio se retrotraiga a etapas ya superadas, porque también debe considerar-se axiomático que los actos procesales se precluyen cuando han sido cum-plidos observando las formas que la ley establece, es decir, salvo supuesto de nulidad.” (considerando 9°)

“…tanto el principio de progresividad como el de preclusión reconocen su fundamento en motivos de seguridad jurídica y en la necesidad de lograr una administración de justicia rápida dentro de lo razonable, evitando así que los procesos se prolonguen indefinidamente; pero, además, y esto es esen-cial atento los valores que entran en juego en el juicio penal, obedecen al imperativo de satisfacer una exigencia consubstancial con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el reconocimiento del derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito, mediante una sentencia que establezca, de una vez para siempre, su situación frente a la ley penal.” (considerando 10°)

Véase fallo completo en la página 11.

111Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Aguilar”, Corte Suprema de Justicia de la Nación; Fallos 298:50, 09/06/1977

Voto mayoritario: “…la garantía del debido proceso legal ha sido arbitra-da fundamentalmente a favor del acusado por lo que no cabe admitir que la omisión parcial en que incurrió el juzgador constituya causal de nulidad total del pronunciamiento que deba ser declarado de oficio.” (considerando 8°)

Dictamen del Procurador General

Suprema Corte:

Los agravios referidos a que el tribunal de la causa incurrió en exceso de rigorismo for-mal al anular la sentencia del juez de prime-ra instancia por considerar que en la misma no existía pronunciamiento sobre costas, suscitan a mí parecer cuestión federal bas-tante para ser tratada en la instancia del art. 14 de la ley 48.

Por ello, estimo que debe hacerse lugar a esta presentación directa.

Buenos Aires, 3 de febrero de 1977. Elías P. Guastavino.

Fallo de la Corte Suprema

Buenos Aires, 9 de junio de 1977.

Vistos los autos: “Recurso de hecho deducido por el abogado defensor en la causa Aguilar Ar-gentina de Ediciones S.A. y otros s/monopo-lio”, para decidir sobre su procedencia.

Considerando:

1º) Que la sentencia de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal Económico de la Capital Federal (fs. 1020/1021) declaró la nu-lidad de la primera instancia (fs. 943/953) por cuanto el juzgador omitió el expreso pronuncia-miento sobre las costas procesales a que estaba obligado conforme lo previsto por los artículos 143 y 496 del Código de Procedimientos en Materia Penal. Contra ese pronunciamiento la defensa interpuso el recurso extraordinario de fs. 1027/33, que fue denegado a fs. 1042.

2º) Que la presente queja se funda en la arbi-trariedad del fallo que se configura –a juicio de la recurrente- por la interpretación literal de las normas procesales efectuada por el a quo, que comporta un ritualismo formal excesivo que vulnera la garantía del debido proceso (art. 18 de la Constitución Nacional).

3º) Que, conforme jurisprudencia sentada por esta Corte, el recurso extraordinario es im-procedente contra las resoluciones que decre-ten nulidades de carácter procesal que no cons-tituyen, en principio, sentencia definitiva. Pero

112 Plazo razonable del proceso penal

asimismo se ha admitido que son equiparables a éstas, a los fines de la apelación del art. 14 de la ley 48, los pronunciamientos que por su ín-dole y consecuencias puedan llegar a frustrar el derecho federal invocado acarreando perjuicios de imposible o tardía reparación ulterior, espe-cialmente en las causas de naturaleza criminal en que está en juego el derecho del imputado a obtener una decisión que ponga término del modo más breve a la situación de incertidum-bre y restricción de la libertad, consecuencia del enjuiciamiento penal (Fallos: 272:188).

Por ello y de conformidad con lo dictamina-do por el Procurador General, se hace lugar a la queja. Y, no siendo necesaria mayor sustancia-ción, cabe considerar el fondo del asunto.

4º) Que se plantea en esta causa el problema de saber si el tribunal a quo ha podido invalidar la sentencia dictada por el inferior fundándose en que éste sólo se pronunció sobre uno de los elementos integrantes del concepto de costas procesales –sellado- omitiendo hacerlo respec-to a los demás con violación de lo prescripto en el art. 146 del Código de forma.

5º) Que los rubros que integran el concepto costas conforme el art. 146 del Código de Pro-cedimiento Penal son: el reintegro del sellado empleado en la causa (inc. 1) y el pago de todos los gastos originados en el juicio a la parte ven-cedora (inc. 2).

En el sub examine el juez se pronunció sobre el primer ítem y omitió establecer a quién le corresponde abonar los honorarios de los de-fensores de los procesados absueltos.

6º) Que de la decisión del punto omitido no dependen necesariamente las otras del fallo y en consecuencia no hay razón que justifique su anulación total.

Además, se advierte que ninguna de las partes interpuso recurso de nulidad, que no existe que-rellante a quien deba imponerse las costas como vencido (art. 144 Código de Procedimiento Pe-nal) y, finalmente, es conocido que los procesados absueltos deberán responder ante sus letrados (art. 34 del decreto-ley 30.439/44 sobre arancel de honorarios de abogados y procuradores).

7º) Que si bien es cierto que la omisión de formas esenciales del procedimiento habilita el recurso de nulidad (art. 509 del Código de Procedimiento Penal) en el sub examine, habi-da cuenta de las circunstancias señaladas en el considerando precedente, la invalidez total de la sentencia del inferior importa una decisión de injustificado rigor que afecta el principio de la defensa en juicio consagrado por el art. 18 de la Constitución Nacional (G-91, “Godina, Vicente y otros c/Verrocchio M. B. s/cobro de pesos”, sentencia del 17 de junio de 1976).

8º) Que, en definitiva, la garantía del debido proceso legal ha sido arbitrada fundamental-mente a favor del acusado por lo que no cabe admitir que la omisión parcial en que incurrió el juzgador constituya causal de nulidad total del pronunciamiento que deba ser declarado de oficio. Ello es así pues la idea de justicia impone que el derecho de la sociedad a defenderse con-tra el delito sea conjugado con el del individuo sometido a proceso, en forma que ninguno de ellos sea sacrificado en aras del otro (Fallos: 272:188). Más aun cuando, como en el caso, no está afectado el interés público.

Por ello, se deja sin efecto la sentencia en re-curso. Vuelvan los autos al tribunal de origen a fin de que, por quien corresponda, se dice nue-vo pronunciamiento.

ADOLFO R. GABRIELLI- ABELARDO F. ROSSI- PEDRO J. FRÍAS.

113Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Bartra Rojas”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 305:913, 14/07/1983

Dictamen del Procurador General, al cual adhirió el voto mayorita-rio: “…las circunstancias reseñadas determinan la descalificación del fallo apelado, pues sobre la base de consideraciones rituales insuficientes, y, apartándose de las constancias de la causa, el a quo ha dejado sin efecto alguno el resultado de cuatro años de tramitación de un juicio criminal con motivo del cual el imputado sufrió ocho meses de prisión preventiva, sometiéndolo a los rigores de un nuevo proceso…”

Dictamen del Procurador General

Suprema Corte:

I.

El superior Tribunal de Justicia de la provin-cia del Chaco hizo lugar al recurso de inapli-cabilidad de ley interpuesto por el Fiscal de Cámara contra la sentencia que absolvía al imputado del delito de violación y declaró la nulidad de ese fallo.

Por el voto del vocal preopinante, estimó que en la parte inicial de la sentencia no se habría enunciado debidamente el hecho imputado, juzgando que si bien esto no es obligatorio es conveniente el método estructural del fallo. Ese magistrado afirmó que el Juez de Cámara del primer voto no enunció el hecho imputado y el de segundo se limitó a efectuar una referencia relativa a que se habría producido el día 11 de

abril de 1979 y que resultaría damnificada la menor allí nombrada, datos que consideró no-toriamente insuficientes.

Estimó que la falta de una relación circunstan-ciada de la acción atribuida al procesado obsta a la posibilidad de realizar el control jurídico de la casacion, ya en el sub lite el impugnante se encontró en la imposibilidad de establecer en concreto en qué figura encuadró el juez de primer voto el hecho imputado, pues ese ma-gistrado realizó una mención sobre la edad de la supuesta damnificada, que lleva a dudar sobre cuál es el tipo penal al cual se subsumía la conducta. Toda vez que esa circunstancia dificulta el control casatorio, concluyó el a quo que existía un interés concreto del Ministerio Público local.

El juez del Superior Tribunal que votó en se-gundo término estimó que la importancia del requisito de la descripción del hecho reside en

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que funciona como elemento determinante del non bis in idem, pues fija la identidad del objeto de la causa.

II.

Contra esta decisión, interpuso el procesado recurso extraordinario, que fue concedido, en el que afirma que el fallo peca de un excesivo rigor formal. Sostiene que la ley no exige una determinación circunstanciada del hecho en los casos en que los jueces llegaran a una abso-lución. Por lo demás, invocando jurisprudencia de esta Corte, según la cual la sentencia es una pieza jurídica única, un todo indivisible, en cuanto se refiere a la recíproca integración de su decisorio con los fundamentos que la sus-tentan, arguye que de los términos del fallo no puede concluirse que se ignore por cuál hecho o suceso fue enjuiciado y absuelto el imputado. Finalmente afirma que resultaría violatorio del principio non bis in idem realizar una nueva au-diencia de prueba, para que se dicte una nueva sentencia con el objeto de remediar un defecto que no resulta imputable al procesado y que, por lo demás, ningún beneficio acarrea para el fiscal impugnante.

III.

Si bien la decisión del Superior Tribunal de la Provincia, se limita a decretar una nulidad pro-cesal, que por vía de principio no es revisable en la instancia extraordinaria, pues no constituye la sentencia definitiva a que alude el art. 14 de la ley 48, entiendo que debe equipararse a ella. Así lo ha considerado esta Corte en casos seme-jantes en los que, sobre la base de consideracio-nes rituales insuficientes, se dejaban sin efecto actuaciones realizadas en juicios criminales (Fallos: 272:188; sentencia del 23 de octubre de 1972 en la causa P. 304 “Pizzuto, Ángel s/contrabando”; 295:961; 297:48; 298:50, 302; 300:226, 417; 301:197; 302:843). A análoga

conclusión sobre la definitividad del agravio, se arribó en aquellos supuestos en los que se invocaba la garantía de no ser sometido nue-vamente a proceso penal por el mismo hecho (Fallos 248:232; 250:724; 292:202; 299:221; 300:1273; 301:1069). Y ello es así pues tanto en los precedentes reseñados como en el sub lite, se pretende evitar la realización de ciertos actos procesales que afectarían garantías cons-titucionales vinculadas a las formas del enjui-ciamiento penal, por lo que resultaría tardío atender el agravio en ocasión del fallo final de la causa, pues en ese caso aunque la sentencia fuera absolutoria, el perjuicio que el apelante hubiera querido evitar ya se habría producido.

IV.

La procedencia del remedio federal inten-tado queda supeditada a que se compruebe la arbitrariedad de la declaración de nulidad de la sentencia absolutoria dictada oportunamente, pues en caso negativo el pronunciamiento a emitir no sería la reiteración de uno anterior, toda vez que éste sería inválido, por lo que no se afectaría la garantía constitucional aludida, ni correspondería la intervención del Tribunal en temas procesales de exclusiva competencia de los magistrados provinciales.

Sobre el particular, cabe tener presente que esta Corte, interpretando el alcance del art. 18 de la Constitución Nacional, ha establecido que debe reputarse incluido en la garantía de defensa en juicio el derecho de todo imputado a obtener un pronunciamiento que definien-do su posición frente a la ley y a la sociedad ponga término del modo más rápido posible a la situación de incertidumbre y de innegable restricción de la libertad que comporta el en-juiciamiento penal (Fallos 272:188; 297:486; 298:312; 300:1102).

En lo que al caso interesa, esta garantía implica

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que no puede, sobre la base de consideraciones rituales insuficientes, anularse un juicio en el que se han cumplido las formas esenciales del procedimiento (Fallos: 272:188; 298:50). Ha-cerlo sería equivalente a transformar la actividad jurisdiccional en un conjunto de solemnidades desprovistas de su sentido rector, cual es la reali-zación de la justicia (Fallos: 295:961; 298:312). Tanto el principio de progresividad como el de preclusión reconocen su fundamento en mo-tivos de seguridad jurídica y en la necesidad de lograr una administración de justicia rápida den-tro de lo razonable, evitando así que los procesos se prolonguen indefinidamente; pero, además, y esto es esencial, atento los valores que entren en juego en el juicio penal, obedecen al imperativo de satisfacer una exigencia consustancial con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el reconocimiento del derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un de-lito, mediante una sentencia que establezca, de una vez para siempre, su situación frente a la ley penal (Fallos: 272:188).

V.

Establecido así el marco de referencia, entien-do que los fundamentos expuestos en el reme-dio federal alcanzan a demostrar que el pronun-ciamiento apelado no resulta una derivación razonada del derecho vigente con relación a las circunstancias comprobadas de la causa.

El vocal preopinante del Superior Tribunal en-tendió que la descripción del hecho en la parte inicial de la sentencia no es obligatoria sino sólo conveniente. Aunque se obviara ese comenta-rio, y se concluyera que de las expresiones que utilizó a posteriori ese magistrado, así como de los términos del segundo voto, se debe deducir que las normas procesales prescriben el impe-rativo de describir la acción imputada, no ad-vierto, como señala el recurrente, por qué razón

se reputa insuficiente la reseña efectuado por el juez de grado que vota en segundo término, ni la causa por la que se considera que la realizada por el tercer magistrado y el relato del hecho en los considerandos del fallo no pueden suplir en el caso esa supuesta omisión. A mi criterio, la simple lectura del veredicto dictado por la Cá-mara a fs. 259/286, permite establecer cuál era la conducta que fue objeto de proceso, pues por el voto de cada uno de los vocales, y a través de las declaraciones de los diferentes testigos, así como del imputado y de la víctima, la Cámara expuso detalladamente cuál era el hecho incri-minado y sus circunstancias.

Sobre el particular, la Corte ha dicho que una sentencia judicial constituye un todo indivisible en cuanto se refiere a la recíproca integración de su decisorio con los fundamentos que lo susten-tan (conf. Fallos: 169:330; 298:737, voto del Dr. Rossi; sentencia del 9 de marzo de 1978 in re “García, Isabelino s/homicidio calificado).

Entiendo que las circunstancias reseñadas determinan la descalificación del fallo apelado, pues sobre la base de consideraciones rituales insuficientes, y, apartándose de las constancias de la causa, el a quo ha dejado sin efecto algu-no el resultado de cuatro años de tramitación de un juicio criminal con motivo del cual el imputado sufrió 8 meses de prisión preventiva, sometiéndolo a los rigores de un nuevo proceso (conf. Fallos: 298:312).

Por lo demás, no se advierte cuál es el interés del Ministerio Público local que el Superior Tribunal se propuso amparar –interés que consideró necesario que concurriera para la procedencia de la nulidad-, pues ni esos magis-trados ni el fiscal de Cámara ni el Procurador General Subrogante indicaron de qué modo, en el sub lite, la supuesta vaguedad de encua-dramiento impedía el control casatorio. Aun aceptando por vía de hipótesis que la mención

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a la edad de la presunta víctima, despierta du-das sobre la adecuación legal realizada por el camarista preopinante, y que este vicio no se remedia por lo expuesto en los restantes votos, ni por el contenido de la parte resolutoria del veredicto en la cual se absuelve del “delito de violación (art. 119 inc. 2º del Código Penal)”, no advierto el gravamen que ello le produce al Ministerio Público local, que si bien invoca la ambigüedad de la calificación jurídica afirma que no puede adecuarse el caso al inc. 1º del art. 119 del Código Penal, pues la damnifica-da era mayor de 12 años. A ello cabe agregar, que no encuentro relación entre la dificultad de realizar el control casatorio y la alegada ambigüedad, pues la absolución no se basó en la inteligencia que se le atribuyó a las normas mencionadas, sino por considerar los jueces de grado que no se había probado que el imputa-do fuera el autor del hecho.

Cabe señalar asimismo que si, como lo señalan los jueces locales, la norma adjetiva que exige la descripción de la acción tiene como finalidad la de fijar el objeto de la causa a los efectos de la ga-rantía del non bis in idem y la de obtener la debida correlación entre acusación y sentencia, en fun-ción de la garantía de la defensa en juicio, anular por pedido del fiscal una sentencia absolutoria de la cual surge el hecho imputado, para que un nuevo fallo subsane la supuesta omisión, resul-ta contradictorio y un manifiesto ocultamiento ritual de la verdad jurídica objetiva, actitud esta última vedada por reiterada doctrina del Tribu-nal (Fallos: 247:136; 254:311; 262:459; 268:71; 276:368; 284:75; 295:961). Sobre el particular, la Corte ha dicho que los preceptos adjetivos se presumen sancionados en salvaguardia de los derechos fundamentales de los justiciables inser-tados en los mandatos de la Constitución Nacio-nal (Fallos: 300:97), por lo que resulta inadmi-sible que invirtiendo el sentido de las garantías constitucionales que invocan, los magistrados

locales hayan anulado un fallo absolutorio caren-te de vicios esenciales, obligando el recurrente a soportar nuevamente las penosas contingencias de un juicio criminal.

El necesario respeto a las atribuciones de las provincias de darse sus propias instituciones y de regirse por ellas conduce de ordinario a que no puedan reverse en la instancia federal las fa-cultades de los tribunales locales, el alcance de su jurisdicción y la forma en que ejercen su mi-nisterio, pero esa autonomía reconoce límite en los derechos y garantías constitucionales (doc-trina de fallos: 250:811 y 300:496 y sus citas).

Por todo lo expuesto entiendo que correspon-de revocar el pronunciamiento apelado. Buenos Aires, 16 de junio de 1983. Mario Justo López.

Fallo de la Corte Suprema

Buenos Aires, 14 de julio de 1983.

Visto los autos: “Bartra Rojas, Héctor Ricardo s/violación”.

Considerando:

Que esta Corte comparte y da por reprodu-cidos los argumentos y conclusiones expuestos por el Señor Procurador General en su dicta-men, los que cabe dar aquí por reproducidos en mérito a la brevedad.

Por ello, de conformidad con lo dictaminado por el Señor Procurador General, se deja sin efecto la sentencia apelada. Notifíquese y de-vuélvase a fin de que, por quien corresponda, se dicte nuevo pronunciamiento con arreglo a los principios allí expuestos.

Adolfo R. Gabrielli- Abelardo F. Rossi- Elías P. Guastavino- César Black.

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“Casiraghi”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 306:1705, 22/11/1984

Voto mayoritario: “…la nulidad decretada por la Cámara no respondió a la inobservancia de las formas substanciales del proceso (…), sino, más bien, al incompleto interrogatorio que, a juicio del a quo, no abarcó todas las circunstancias vinculadas al hecho incriminado.” (considerando 7°)

“…la decisión en recurso, por incurrir en un excesivo rigor formal y retrogradar el proceso –a cuatro años de su inicio- a la etapa sumarial, cuando se encontraba ya en condiciones de ser definitivamente fallado, debe ser descalificada, al resultar frustratoria de la garantía constitucional de la defensa en juicio invocada por el recurrente.” (considerando 8°)

Dictamen del Procurador General

Suprema Corte:

I.

Se interpuso recurso extraordinario contra la decisión de la Sala I de la Cámara en lo Crimi-nal y Correccional Federal que, fundándose en una presunta omisión del Juez de primer grado de indagar al acusado en relación a los hechos que luego juzga como constitutivos de una ne-gociación incompatible con la función pública, declara la nulidad del auto de clausura del su-mario, de todo el plenario, del fallo de primera instancia y ordena ampliar la declaración inda-gatoria del procesado.

Sostiene la defensa en su presentación que la resolución que retrotrae el trámite a su etapa inicial luego de más de tres años de instrucción

implica un menosprecio a la garantía del debi-do proceso, y cita en abono de su tesis los ante-cedentes de Fallos: 272:188 y 300:1102.

Afirma que la sentencia es autocontradictoria pues, mientras dice que la somera referencia a los hechos investigados que se hace en la in-dagatoria prestada pudo ser tenida como sufi-ciente a los fines del dictado de la prisión pre-ventiva, agrega luego que se llegó a la clausura del sumario y se sustanció el plenario sin que el acusado hubiera sido expresamente indagado.

II.

En las sentencias en que apoya el recurrente su postura, especialmente la que se publica en Fallos: 272:188, sus citas y varias otras, esta Corte ha dicho que, en principio el recurso ex-traordinario es improcedente contra resolucio-nes de carácter procesal, dado que por su índole

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ellas no constituyen sentencia definitiva, pero que excepcionalmente ha admitido sin embar-go, que a los fines del art. 14 de la ley 48 son equiparables a sentencia definitiva los pronun-ciamientos anteriores a aquélla, que por su ín-dole y consecuencias puedan llegar a frustrar el derecho federal invocado acarreando perjuicios de imposible o tardía reparación ulterior.

La cuestión aquí planteada se adapta a estos precedentes dado que el fallo ha retrogradado el juicio a su etapa inicial cuando se hallaba en condiciones de ser definitivamente resuelto luego de más de tres años de proceso, dado que Casiraghi fue llamado a prestar declaración in-dagatoria el 15 de octubre de 1980 (fs. 326).

No es óbice atendible para la procedencia formal del recurso que el defendido del aquí recurrente haya sido condenado en primera instancia, a diferencia de lo ocurrido en los precedentes citados, pues más allá de una eventual condena o absolución lo que se recla-ma es el derecho de todo acusado a obtener un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley, ponga término, en un lapso ra-zonable, a la situación de incertidumbre y de restricción de la libertad que comporta el en-juiciamiento penal.

Cierto es también que no por ello puede obviarse en el juicio la observancia de las for-mas sustanciales a las que alude la Cámara a fs. 833. Sin embargo, en autos se respetaron los actos relativos a acusación, defensa, prueba y sentencia, y el defecto a que alude el tribunal, como surge de la misma contradicción que se-ñala el recurrente no es, como pretende, una falta de indagatoria, dado que aquí se investi-ga un “hecho” único sobre el cual el acusado fue sin duda preguntado, sino una presunta omisión del interrogatorio sobre aspectos par-ciales que conformaban la conducta o hecho atribuido a Casiraghi.

En tales condiciones, el fallo de la Cámara, que retrotrae todo lo actuado hasta casi su ini-cio, sin que las partes lo solicitaran, invocando una deficiencia en la recepción de la indagatoria que, de existir, sólo afectaría a la prueba pero no a la validez del proceso, lesiona, a mí entender, la garantía de defensa en juicio del acusado (art. 18 de la Constitución Nacional) y por ello debe ser descalificado.

Opino, por lo dicho, que corresponde decla-rar procedente el recurso y revocar la sentencia apelada en cuanto declara la nulidad de lo ac-tuado a partir del auto que clausura el sumario, inclusive. Buenos Aires, 21 de junio de 1984. Juan Octavio Gauna.

Fallo de la Corte Suprema

Buenos Aires, 22 de noviembre de 1984.

Vistos los autos: “Casiraghi, Pedro Antonio y Pozzolo, Víctor s/presunta infr. Arts. 248 y 265 del Código Penal”.

Considerando:

1º) Que la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal, Sala II (fs. 831/834), declaró la nulidad de la sentencia de primera instancia y de todo lo actuado en el proceso hasta el auto de clausura del sumario inclusive, por canto estimó que el sentenciante había omitido indagar expresamente a Pedro Antonio Casiraghi respecto de hechos que juzgó como constitutivos del delito de negocia-ción incompatible con el ejercicio de la función pública, cuya comisión se le reprochó. Contra ese pronunciamiento, la defensa interpuso el recurso extraordinario de fs. 839/859, que fue concedido a fs. 855.

2º) Que las resoluciones que declaran nuli-dades procesales no son revisables, como re-

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gla, en la instancia extraordinaria, en tanto no constituyen la sentencia definitiva a que alude el art. 14 de la ley 48. No obstante, esta Cor-te ha admitido por vía de excepción que son equiparables a tal clase de sentencias los pro-nunciamientos anteriores a ellas, que por su índole y consecuencias puedan llegar a frustrar el derecho federal invocado, acarreando perjui-cios de imposible o tardía reparación ulterior (Fallos: 272:188; 292:202; 296:691; 297:486; 301:197; 305:913; y causa “Bogado, Oscar” y sus citas, resuelta el 7 de octubre de 1976).

3º) Que, en la especie, las actuaciones se iniciaron hace cuatro años a fin de investi-gar la presunta intervención de Pedro An-tonio Casiraghi en una gestión de solicitud de tierras que la empresa “Silos y Elevadores S.A.” –a la cual el nombrado se encontraba vinculado profesionalmente- promovió ante Ferrocarriles Argentinos, donde, a la vez, se desempeñaba como vocal director y encarga-do de la gerencia general.

4º) Que se plantea en autos el problema de saber si, como lo entendió el a quo, el imputado no fue expresamente interrogado respecto del hecho que se enuncia en el considerando prece-dente, o si, por el contrario, la falencia en que el pronunciamiento se apoya versa sobre aspectos o circunstancias que, si bien relacionadas con el suceso en cuestión, en modo alguno autoriza-ban la descalificación del fallo y el consecuente retroceso de la causa a la etapa sumarial.

5º) Que el proceso penal se integra con una serie de etapas a través de las cuales y en forma progresiva se tiende a poner al juez en condicio-nes de pronunciar un veredicto de absolución o condena; y por ello cada una de esas etapas constituye el presupuesto necesario de la que le sigue, en forma tal que no es posible eliminar una de ellas sin afectar la validez de las que le suceden. En tal sentido, señaló reiteradamente

esta Corte que el respeto de la garantía de la defensa en juicio consiste en la observancia de las formas sustanciales relativas a la acusación, defensa, prueba y sentencia (Fallos: 272:188, considerandos 7º y 8º, y sus citas). Ello sentan-do, el principio de progresividad impide que el juicio se retrotraiga a etapas ya superadas, por-que también debe considerarse axiomático que los actos procesales se precluyen cuando han sido cumplidos observando las formas que la ley establece, es decir, salvo supuestos de nuli-dad (fallo citado, considerando 9º).

6º) Que, por lo demás, este Tribunal tiene dicho que la garantía constitucional de la de-fensa en juicio del imputado incluye el derecho a obtener un pronunciamiento que, definien-do su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga término, del modo más breve posible, a la situación de incertidumbre y de restricción de la libertad que comporta el enjuiciamiento penal (Fallos: 272:188; 298:50 y 300:1102, entre otros).

7º) Que, como se desprende de la declara-ción realizada a fs. 330/332 vta., Pedro Anto-nio Casiraghi fue expresamente indagado por el magistrado instructor respecto del hecho que se le incriminó. Al ser ello así, se advier-te que la nulidad decretada por la Cámara no respondió a la inobservancia de las formas sustanciales del proceso (confr. doctrina de la causa “García, Antonio y otros s/causa Nº 15.247”, del 18 de octubre de 1983), sino, más bien, al incompleto interrogatorio que, a jui-cio del a quo, no abarcó todas las circunstan-cias vinculadas al hecho incriminado.

8º) Que, de tal modo, la decisión en recurso, por incurrir en un excesivo rigor formal y retro-gradar el proceso –a cuatro años de su inicio– a la etapa sumarial, cuando se encontraba ya en condiciones de ser definitivamente fallado, debe ser descalificada, al resultar frustratoria

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de la garantía constitucional de la defensa en juicio invocada por el recurrente.

Por ello, de conformidad con lo dictaminado por el señor Procurador General, se deja sin efecto la sentencia de fs. 831/834. Hágase sa-

ber y devuélvanse los autos a su origen, para que, por quien corresponda, se dicte nuevo pronunciamiento.

Carlos S. Fayt- Augusto César Belluscio- En-rique Santiago Petracchi.

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“Frades, Emilio Segundo”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 312:2434, 14/12/1989

Voto mayoritario: “…la aptitud de los precedentes citados (…) estaba circunscripta a aquellas hipótesis en que, habiendo sido observadas las for-mas substanciales del juicio, se decretó la invalidación de las actuaciones sobre la base de consideraciones rituales insuficientes, lo que equivaldría a transformar la actividad jurisdiccional en un conjunto de solemnidades desprovistas de su sentido director cual es la realización de la justicia. En cambio, esos mismos precedentes no podían regir los supuestos en que las nulidades dispuestas respondieran a la inobservancia de las formas substanciales del juicio, como ocurría en ese caso, por la inexistencia de correlación entre la sentencia y la acusación, y entre esta y el hecho por el cual se indagó al procesado.” (considerando 4°)

Corte Suprema de Justicia de la Nación

Buenos Aires, diciembre 14 de 1989.

Considerando: 1) Que la sala VII de la Cá-mara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional entendió que la acusación fiscal con la que se produjo la apertura del plenario era nula y, por aplicación de la doctrina sentada por esta Corte en Fallos: t. 272, p. 188, confir-mó la sentencia absolutoria dictada en favor de quienes habían sido sometidos a juicio por el delito de robo en grado de tentativa. Contra esa decisión interpuso el fiscal de Cámara recurso extraordinario, que fue concedido.

2) Que en dicho recurso fueron expresados dos agravios: a) en su anterior intervención en

la causa la Corte Suprema dejó sin efecto, con sustento en la doctrina sobre arbitrariedad y por haber omitido el tratamiento de cuestiones referentes a la prueba, el pronunciamiento dic-tado por la sala VI del a quo. En consecuencia, al no haberse limitado el tribunal de reenvío a resolver esa cuestión, y avanzando respecto de otras precluidas -como la nulidad de la acusa-ción-, habría incurrido en exceso de jurisdic-ción que afectaría el derecho de defensa de la parte acusadora; y, b) sería arbitraria la decisión de absolver, en vez de retrotraer el proceso a la etapa sumarial, porque el precedente de Fallos: t. 272, p. 188 y otros que siguieron su doctrina atienden a circunstancias excepcionales que no se dan en el “sub lite”. Por el contrario, al caso sería aplicable otro criterio, sentado en senten-cias del tribunal que el recurrente citó, según el

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cual no corresponde el pronunciamiento libe-ratorio cuando las restricciones que se derivan del enjuiciamiento no han excedido de las que importan un regular trámite legal.

3) Que, después del precedente dictamen del Procurador General, cabe entender que sólo se mantiene el agravio indicado sub b) en el con-siderando anterior. En efecto, si bien el desisti-miento del otro no fue manifestado expresamen-te, cabe inferirlo razonablemente de los términos de esa vista, desde que allí se dice: “comparto los argumentos que se vierten en el fallo recurrido y que consagran la referida nulidad de la requisito-ria fiscal, aunque me inclino por la solución que propugna la minoría, debiéndose dejar en con-secuencia sin efecto todo lo actuado en la etapa plenaria a partir del acto inválido”.

4) Que el agravio remanente suscita cuestión federal bastante para ser examinada en la instancia del art. 14 de la ley 48, por las razones siguientes.

Esta Corte ha dicho reiteradamente que la garantía constitucional de la defensa en juicio incluye el derecho de todo imputado a obtener un pronunciamiento que, definiendo su posi-ción frente a la ley y a la sociedad, ponga tér-mino del modo más breve a la situación de in-certidumbre y de restricción de la libertad que comporta el enjuiciamiento penal. Así, el prin-cipio de progresividad impide que el juicio cri-minal se retrotraiga a etapas ya superadas, pues los actos procesales se precluyen cuando han sido cumplidos observando las formas legales. Tanto dicho principio, como el de preclusión, reconocen su fundamento en motivos de segu-ridad jurídica y en la necesidad de lograr una administración de justicia rápida dentro de lo razonable, evitando así que los procesos se pro-longuen indefinidamente; pero además -y esto es esencial- atento a que los valores que entran en juego en el juicio penal, obedecen al impe-rativo de satisfacer una exigencia consustancial

con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el reconocimiento del derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito, mediante una sentencia que establezca de una vez para siempre, su situación frente a la ley penal (Fallos: t. 272, p. 188; t. 297, p. 486; t. 298, ps. 50 y 312; t. 300, ps. 226 y 1102; t. 305, p. 913; t. 306, p. 1705, entre otros).

Sin embargo, como puede apreciarse de la lectura de los precedentes citados, el tribunal ha aplicado su doctrina en casos excepcionales, apartándose de ella en aquéllos en que la res-tricción de la libertad personal que el procedi-miento importa no exceda de la que deriva de un regular trámite legal (Fallos: t. 307, p. 1030). Además, en el antecedente de Fallos: t. 305, p. 1701, la Corte sostuvo que la aptitud de los precedentes citados en el párrafo segundo de este considerando estaba circunscripta a aque-llas hipótesis en que, habiendo sido observadas las formas sustanciales del juicio, se decretó la invalidación de las actuaciones sobre la base de consideraciones rituales insuficientes, lo que equivaldría a transformar la actividad ju-risdiccional en un conjunto de solemnidades desprovistas de su sentido director cual es la realización de la justicia. En cambio, esos mis-mos precedentes no podían regir los supuestos en que las nulidades dispuestas respondieran a la inobservancia de las formas sustanciales del juicio, como ocurría en ese caso, por la inexis-tencia de correlación entre la sentencia y la acusación, y entre ésta y el hecho por el cual se indagó al procesado.

5) Que este proceso se inició el 21 de abril de 1986 y los procesados fueron excarcelados al día siguiente, condición en la que permanecen. El sumario fue clausurado el 25 de agosto del mis-mo año y el 24 de febrero de 1987 se dictó el fallo de primera instancia. El tiempo restante fue con-sumido por las apelaciones ordinarias y extraor-

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dinarias deducidas posteriormente. En tales con-diciones, se advierte que las restricciones a los derechos de los imputados no han excedido de los que regularmente importa el enjuiciamiento penal. Por otra parte, la nulidad de la acusación fiscal respondió, según el criterio de los jueces, a la inobservancia de una forma sustancial del procedimiento, cuál sería la ausencia de un relato claro y preciso de un hecho “prima facie” típico,

omisión que habría dificultado el ejercicio de la defensa, razón por la cual resulta aplicable el re-cordado criterio de Fallos: t. 305, p. 1701.

Por ello, se revoca la sentencia de fs. 191/194. Hágase saber y devuélvase a fin de que, por quien corresponda, se tramite nuevamente el plenario. --Augusto C. Belluscio.--Carlos S. Fayt.--Jorge A. Bacqué.

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“Polak, Federico Gabriel”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 321:2826, 15/10/1998

Voto mayoritario: “…el principio de progresividad como el de preclu-sión reconocen su fundamento en motivos de seguridad jurídica y en la necesidad de lograr una administración de justicia rápida dentro de lo ra-zonable, evitándose de ese modo que los procesos se prolonguen indefini-damente; pero, además, y esto es esencial atento los valores que entran en juego en el juicio penal, obedecen al imperativo de satisfacer una exigencia consustancial con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el reconocimiento del derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito, me-diante una sentencia que establezca de una vez para siempre, su situación ante la ley penal (Fallos: 272:188; 305:913).” (considerando 12°)

“…tales principios, que, como ya se señaló, obstan a la posibilidad de retro-gradación del proceso, son aplicables en la medida en que, además de haberse observado las formas esenciales del juicio, la nulidad declarada no sea conse-cuencia de una conducta atribuible al procesado…”. (considerando 13°)

Buenos Aires, 15 de octubre de 1998.

Vistos los autos: “Recurso de hecho dedu-cido por la defensa de Federico Gabriel Polak en la causa Polak, Federico Gabriel s/viola-ción de los deberes de funcionario público s/casación -causa N° 174 - 4/95-”, para decidir sobre su procedencia.

Considerando:

1°) Que contra el pronunciamiento del Su-perior Tribunal de Justicia de la Provincia de

Río Negro que anuló la sentencia absolutoria y el debate precedente, realizado en el juicio co-rreccional seguido a Federico Gabriel Polak por violación de los deberes de funcionario público (art. 249 del Código Penal), la defensa interpu-so recurso extraordinario cuya denegación dio origen a la presente queja.

2°) Que el Fiscal de Investigaciones Adminis-trativas de la provincia denunció al nombrado el 26 de julio de 1993, y el representante del Minis-terio Público requirió la instrucción de la causa criminal por el delito de administración fraudu-

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lenta en perjuicio de una administración pública (arts. 173, inc. 7, y 174, inc. 5, del Código Penal), a raíz de que cuando Polak era interventor en el Banco de la Provincia de Río Negro, había dis-puesto una negociación de títulos en el Mercado Abierto Electrónico de la Ciudad de Buenos Ai-res por diez millones de dólares estadouniden-ses, la cual, se expresó en dicho requerimiento, habría generado un perjuicio económico al banco. El 21 de septiembre de 1994 el juez de instrucción decretó el procesamiento de Polak pero encuadró los hechos en el delito de viola-ción de los deberes de funcionario público (art. 249 del Código Penal). Para así decidir conside-ró que de las probanzas surgía que el imputado había realizado la operación cuestionada sin dar intervención a otros funcionarios del banco y sin testear debidamente el mercado financiero, pero señaló que había quedado acreditado que la ope-ración no perjudicó económicamente al banco, sino que, por el contrario, había incrementado su patrimonio en una suma aproximada a los dos millones de dólares.

3°) Que el 7 de diciembre de ese año, el fiscal de la causa requirió la elevación a juicio por el delito de violación de deberes de funcionario público descartando la calificación más grave por falta de perjuicio final en la operación de ar-bitraje investigada. La defensa dedujo incidente de falta de acción por considerar que ese delito era inexistente, el cual fue desestimado, y se dis-puso la remisión de la causa al juez correccional para que comenzara la etapa de juicio.

4°) Que el 22 de junio de 1995, el juez de instrucción decretó la clausura de esa etapa y envió las actuaciones al juez correccional, competente para juzgar aquel delito. La defensa planteó la nulidad de ese auto que fue rechaza-da en primera y segunda instancia. Entonces la juez correccional recibió el expediente, ordenó la citación a juicio, se ofrecieron las pruebas y dio comienzo el desarrollo del debate.

5°) Que en el segundo día de audiencia oral, el fiscal planteó la incompetencia del tribunal en razón de la materia, por considerar que el mismo hecho debía calificarse como adminis-tración fraudulenta. La magistrada rechazó el planteo por entender que el fiscal, para cambiar la calificación del hecho, debía haber ampliado la acusación, lo cual juzgó necesario ya que an-teriormente aquél había descartado la presen-cia de perjuicio. Concluida esa etapa, la juez dictó sentencia absolutoria en la que consideró que no se habían acreditado los elementos tí-picos de la administración fraudulenta por falta de perjuicio real o potencial, ni de la violación de los deberes de funcionario público, pese a lo cual limitó la absolución a este último delito en virtud del principio de congruencia.

El fiscal interpuso recurso de casación por in-observancia de las normas procesales y errónea aplicación de la ley sustantiva, invocando que no se trataba de nuevos hechos, sino de los mis-mos que contaban con nuevos elementos pro-batorios adquiridos durante el debate, que jus-tificaban el cambio de calificación, y solicitó la nulidad del fallo y la incompetencia del juzgado correccional en favor de la cámara criminal.

6°) Que el superior tribunal, a pesar de re-conocer las contradicciones de la requisitoria fiscal y el desorden en la exposición de los he-chos, hizo lugar a la pretensión del fiscal. Por ello anuló el debate y la sentencia, y remitió la causa a la cámara criminal a los efectos de la ce-lebración de un nuevo juicio oral cuyo objeto sea la investigación del delito de administración fraudulenta. Para resolver de ese modo, tuvo en cuenta que las cuestiones de competencia eran de orden público y declarables de oficio; que el ordenamiento procesal preveía expresamente esas situaciones, lo cual descartaba violación alguna a los principios de preclusión y progre-sividad; que el fiscal tenía la facultad de plan-tear la incompetencia en cualquier momento,

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inclusive en la audiencia de debate; que no co-rrespondía ampliar la acusación por cuanto no se trataba de hechos nuevos, ajenos al requeri-miento de elevación a juicio sino de una distinta calificación de los mismos hechos y porque de todos modos sólo la cámara de juicio oral tenía competencia para juzgar un delito más grave y no a la inversa; que no había violación al non bis in idem porque se trataba de una sentencia anulada que carecía de efectos, de modo que no podía sostenerse que la causa fuera juzgada dos veces o que se hubiera producido una retrogra-dación del juicio.

7°) Que en el recurso extraordinario la de-fensa alegó que la sentencia era equiparable a definitiva porque al conducir a la celebración de un nuevo juicio importaba una violación del principio constitucional del non bis in idem, de acuerdo con la jurisprudencia de esta Corte que cita. A lo cual agregó que también era violatoria de las garantías constitucionales de defensa en juicio y debido proceso adjetivo, integradas por el derecho a una oportuna, rá-pida y eficaz decisión judicial, pues ya habían transcurrido cuatro años desde la iniciación del proceso.

Asimismo, sostuvo que la sentencia era arbi-traria por carecer de fundamentos idóneos que la sustentasen, ya que no se había pronunciado sobre cuestiones esenciales; tenía incoheren-cias lógicas; contradicción con los principios básicos del ordenamiento penal; confundía los roles de la judicatura y el Ministerio Público; omitía aplicar el derecho vigente y consagraba una solución disvaliosa, todo lo cual era viola-torio de los derechos federales invocados.

Añadió que la nulidad estaba motivada en el intento de sortear el examen de la falta de los requisitos de la administración fraudulenta, de modo que la única posibilidad lógica era la de-cisión en una cuestión de competencia.

8°) Que además agregó que se había violado el principio de preclusión procesal, ya que el fiscal había consentido la calificación del auto de procesamiento y requerido la elevación a juicio por el mismo delito, sin cuestionar la in-tervención del juez correccional ante quien pi-dió y sustanció pruebas, participó en el inicio y desarrollo del primer día de la audiencia de de-bate y, recién al segundo día, sin que se hubiera producido ningún cambio fáctico, planteó la incompetencia como un intento de retrotraer las actuaciones hasta el auto de procesamiento. Sostuvo que no se podían usar las calificaciones legales para lograr la perduración del estado de sospecha indefinidamente, ni podía consentirse volver sobre una valoración legal ya descartada en resoluciones firmes.

9°) Que si bien los pronunciamientos que de-cretan nulidades procesales no son, como prin-cipio, sentencia definitiva en los términos del art. 14 de la ley 48, cabe hacer excepción a esa regla general en la medida en que, sobre la base de consideraciones rituales insuficientes, se ha-yan dejado sin efecto actuaciones regularmente realizadas en un juicio criminal (Fallos: 272:188; 295:961; 297:486; 298:50; 300:226; 301:197; 302:843) y el apelante haya invocado la garantía de no ser sometido nuevamente a proceso penal por el mismo hecho (Fallos: 248:232; 250:724; 292:202; 299:221; 300: 1273; 301:1069). Y ello es así porque, mediante el recurso en examen, lo que se pretende es evitar la realización de ciertos actos procesales que afectarían garantías consti-tucionales vinculadas a las formas del enjuicia-miento penal, por lo que resultaría tardío atender esos agravios en ocasión del fallo final de la cau-sa, pues en ese caso, aunque la sentencia fuese absolutoria, el perjuicio que el apelante hubiera querido evitar ya se habría soportado. Criterio éste que, por lo demás, en cuanto a la oportuni-dad del agravio, fue sostenido por la mayoría del Tribunal en el precedente “Weissbrod” (Fallos: 312:597, considerando 4°).

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10) Que, por ello, el recurso es formalmente admisible en la medida en que, además, se ha puesto en tela de juicio el alcance que corres-ponde asignar a las cláusulas constitucionales de la defensa en juicio, del debido proceso adje-tivo y de no ser juzgado dos veces por el mismo hecho, y la interpretación efectuada por el a quo ha sido contraria a las pretensiones que el recu-rrente fundó en ellas.

11) Que el problema que se plantea en la pre-sente causa es saber si, al haberse sustanciado un juicio en la forma que indica la ley, el tribu-nal de la instancia anterior ha podido invalidar todo lo actuado, pese a haberse cumplido las formas esenciales del juicio, esto es acusación, defensa, prueba y sentencia -adecuadas a las ca-racterísticas propias del juicio oral del que trata el sub lite-, o bien corresponde aplicar al caso la regla general establecida por esta Corte a partir del caso “Mattei” (Fallos: 272: 188) y reiterada en numerosos precedentes (Fallos: 297:486; 305: 913; 306:1705; entre muchos otros), se-gún la cual no cabe retrotraer un proceso penal a etapas ya superadas cuando dichas formas han sido cumplidas.

12) Que el principio de progresividad como el de preclusión reconocen su fundamento en motivos de seguridad jurídica y en la necesidad de lograr una administración de justicia rápi-da dentro de lo razonable, evitándose de ese modo que los procesos se prolonguen indefini-damente; pero, además, y esto es esencial aten-to los valores que entran en juego en el juicio penal, obedecen al imperativo de satisfacer una exigencia consustancial con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el reconoci-miento del derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito, me-diante una sentencia que establezca de una vez para siempre, su situación ante la ley penal (Fa-llos: 272:188; 305:913).

13) Que tales principios, que, como ya se se-ñaló, obstan a la posibilidad de retrogradación del proceso, son aplicables en la medida en que, además de haberse observado las formas esenciales del juicio, la nulidad declarada no sea consecuencia de una conducta atribuible al procesado, por lo que corresponde valorar si en el sub lite, la decisión adoptada por el a quo ha ocurrido sin falta de aquél.

14) Que, con arreglo a la narración de los he-chos que dieron origen a la nulidad decretada, contenida en los considerandos 1° al 6° de la presente, cabe concluir en que tal sanción no ha tenido por causa un obrar del procesado, sino que ella se debe a la contradictoria conducta asumida por el agente fiscal durante el pleito y a la concepción restrictiva de las garantías cons-titucionales expuesta por el a quo para anular todo lo actuado.

En efecto, como ya se dijo, el representante del Ministerio Público consintió el procesa-miento de Polak por incumplimiento de los deberes de funcionario público; con posteriori-dad requirió la elevación a juicio por ese delito, al descartar la existencia de uno más grave por ausencia de perjuicio real o potencial; ofreció pruebas para fundar su acusación y participó del debate durante el primer día, sin cuestio-nar en momento alguno la competencia de la juez correccional. Sin embargo, al reabrirse la audiencia, el segundo día, planteó la incompe-tencia material de esa magistrado, por entender que se había comprobado la existencia del per-juicio que hasta ese momento había juzgado inexistente, sin que se advierta en qué elemen-tos nuevos incorporados al juicio pudo apoyar esa conclusión, máxime si se atiende que has-ta ese momento, el debate consistió en tomar testimonios a los funcionarios del banco sobre cuyos dichos tanto el juez de instrucción como el fiscal sustentaron la inexistencia de perjuicio. En otras palabras, sin siquiera esgrimir alguna

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retractación de los mencionados testimonios que implicara una circunstancia agravante o al-gún hecho nuevo para sustentar el cambio de calificación, encuadró la conducta del procesa-do en un hecho más grave, y de este modo in-tentó que el imputado sea juzgado nuevamente ante la justicia criminal. La juez rechazó el plan-teo de incompetencia y dictó sentencia.

15) Que tal proceder ha sido acertado en vir-tud del principio general que establece que los preceptos adjetivos se presumen sancionados en salvaguardia de los derechos fundamentales de los justiciables contenidos en los mandatos de la Constitución Nacional (Fallos: 305:913); y sobre esto cabe señalar que la garantía del debido proceso, en la que se integra la del juez natural determinado por las normas sobre com-petencia, ha sido consagrada fundamentalmen-te en favor del acusado, por lo que no es válido recurrir al argumento de la incompetencia para adoptar una decisión que importe someterlo nuevamente a juicio (confr. doctrina de Fallos: 234:786 y 240:456), temperamento éste que lesiona el fundamento garantizador -como tal de raigambre constitucional- que ha inspirado la consagración legislativa de ciertos pilares bá-sicos del ordenamiento penal, entre los cuales se encuentra el principio del non bis in idem, ad-mitido ya en el caso de Fallos: 272:188.

16) Que con posterioridad a ese precedente, esta Corte reconoció, a partir del registrado en Fallos: 299:221, por remisión al dictamen del Procurador General en ese entonces, que dicha garantía no sólo vedaba la aplicación de una segunda pena por un mismo hecho ya penado, “...sino también la exposición al riesgo de que ello ocurra mediante un nuevo sometimiento a juicio de quien ya lo ha sufrido por el mismo hecho...” (confr. también entre otros, Fallos: 315:2680, considerando 4°).

17) Que una interpretación amplia de la ga-

rantía contra el múltiple juzgamiento conduce no sólo a la inadmisibilidad de imponer una nueva pena por el mismo delito, sino que lleva a la prohibición de un segundo proceso por el mismo delito, sea que el acusado haya sufrido pena o no la haya sufrido, y sea que en el primer proceso haya sido absuelto o condenado. Y ello es así porque a partir del fundamento material de la citada garantía no es posible permitir que el Estado, con todos sus recursos y poder, lleve a cabo esfuerzos repetidos para condenar a un individuo por un supuesto delito, sometiéndolo así a molestias, gastos y sufrimientos, y obligán-dolo a vivir en un continuo estado de ansiedad e inseguridad, y a aumentar, también, la posibi-lidad de que, aun siendo inocente, sea hallado culpable (confr. citas en Fallos: 310:2845, disi-dencia de los jueces Petracchi y Bacqué).

18) Que ese mismo alcance ha asignado a la cláusula en examen la Corte Suprema de los Es-tados Unidos de América en distintos preceden-tes, en los que sostuvo que si bien el imputado no tiene un derecho a la absolución cuando el reenvío del juicio se funda en errores ordinarios del procedimiento (“Lockhart v. Nelson”, 488 U.S. 33.38, 1988; “Oregon v. Kennedy”, 456 U.S., at. 685; “Tibbs v. Florida”, 457 U.S. 31,40, 1982), ello no debe hacer perder de vista que el gobierno -en nuestro caso el fiscal- no puede manipular el primer juicio para evitar una posi-ble absolución y mantener abierta la chance de un nuevo juicio al imputado (“Jorn”, 400 U.S. at. 484), de modo que también se ha incluido en el fundamento de la cláusula que el Estado no tiene derecho a un nuevo juicio cuando es él quien origina esos errores, porque la situación se equipara al supuesto en que ha fallado al pre-sentar el caso (“Oregon v. Kennedy”, 456 U.S. 667, 1982).

19) Que por todo lo expuesto cabe concluir en que lo resuelto por el a quo ha lesionado el derecho de Polak a no ser juzgado dos veces

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por el mismo hecho, ya que dicha garantía tiene vigencia para el imputado a partir de que éste adquirió el derecho a que se lo declarase culpa-ble o inocente del hecho por el que se lo acusó, siempre, claro está, que -como en el sub exami-ne- se hayan observado las formas esenciales del juicio y la causa que determine uno nuevo no le sea imputable.

Por ello, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se revo-ca la sentencia apelada.

Acumúlese la queja al principal. Devuélvase al Superior Tribunal de Justicia de la Provincia de Río Negro con el fin de que, por interme-dio de quien corresponda, se dicte nuevo pro-nunciamiento de acuerdo a derecho. Hágase saber y devuélvase.

CARLOS S. FAYT - ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI (por su voto)- ANTONIO BO-GGIANO (por su voto)- GUILLERMO A. F. LOPEZ - GUSTAVO A. BOSSERT - ADOL-FO ROBERTO VAZQUEZ (por su voto).

ES COPIA

VOTO DEL SEÑOR MINISTRO DOCTOR DON ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI

Considerando:

1°) Que contra la decisión del Superior Tri-bunal de Justicia de la Provincia de Río Negro, que anuló la sentencia absolutoria y el debate precedente realizado en el juicio correccional seguido contra Federico Gabriel Polak por vio-lación de los deberes de funcionario público, la defensa interpuso recurso extraordinario, cuya denegación dio origen a la presente queja.

2°) Que según se desprende de la denuncia del Fiscal de Investigaciones Administrativas (fs. 46) y del requerimiento del fiscal de ins-

trucción (fs. 49), el hecho que se le imputaba a Polak, en su calidad de interventor del Banco de la Provincia de Río Negro, se relacionaba con una operación de arbitraje de bonos BIC V por BONEX 89 efectuada a través de la firma Argemofin S.A., y fue calificado como consti-tutivo del delito de administración infiel (art. 173, inc. 7°, Código Penal), y de acuerdo con ello fue intimado en la declaración indagatoria (fs. 197/199). Posteriormente, sobre la base de que la operación en cuestión no habría perju-dicado a la entidad bancaria, aun cuando el im-putado, en contra de las normas previstas para el caso, la habría puesto en peligro, el juez de instrucción dictó auto de procesamiento por violación de los deberes de funcionario público (art. 249, Código Penal).

El fiscal solicitó la elevación a juicio con idén-ticos argumentos y por el mismo delito. De este modo, quedó establecida la competencia de la justicia correccional.

Sin embargo, una vez abierto el debate, el alu-dido fiscal planteó la incompetencia del tribu-nal, por cuanto se habría acreditado la existen-cia de perjuicio, y por lo tanto, la conducta de Polak encuadraría en el art. 173, inc. 7°, Código Penal. Dicha excepción fue rechazada por la jueza correccional ante la ausencia de amplia-ción de la acusación, y por no existir elemento alguno que justificara declinar la competencia. Finalmente, se dictó la absolución de Polak por el delito de violación de los deberes de funcio-nario público, con la expresa consideración en la sentencia de que tampoco se había acredita-do el elemento “perjuicio” a partir del cual el mencionado representante del Ministerio Pú-blico fundara su petición.

3°) Que el a quo hizo lugar al recurso de ca-sación del fiscal contra la absolución de Polak, pues consideró que la jueza debió haberse de-clarado incompetente sin necesidad de que el

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Ministerio Público ampliara la acusación, en tanto el elemento “perjuicio” surgía de la des-cripción fáctica realizada en el requerimiento de elevación a juicio, aun cuando éste fuera confuso en el punto relativo a la calificación legal del hecho.

4°) Que en el recurso extraordinario la defen-sa sostuvo que el sometimiento de Polak a un nuevo juicio representaba una grosera viola-ción de la prohibición constitucional de múlti-ple persecución penal y lesionaba, asimismo, el debido proceso y la defensa en juicio, en tanto no se respetaba el principio de preclusión ni el derecho del imputado a obtener un pronuncia-miento oportuno que ponga fin a la situación de incertidumbre que deriva del sometimiento al proceso penal.

5°) Que con arreglo a una conocida jurispru-dencia de esta Corte, corresponde hacer excep-ción a la doctrina según la cual no constituyen sentencia definitiva a los efectos del art. 14 de la ley 48, aquellas resoluciones cuya consecuencia sea el continuar sometido a proceso penal, en los casos en que el recurso se dirige a asegurar la vigencia del non bis in idem (Fallos: 314:377, cons. 3° y 4°; 315:2680, cons. 3° y 4°; P.1289.XXXII, “Pazos, Luis y otros s/art. 110 C.P. -causa N° 2885-”, de fecha 29 de abril de 1997 -voto del juez Petracchi, cons. 4°-, entre otros), pues, de otro modo, el agravio a la garantía se habría consumado sin posibilidad de repara-ción ulterior.

Tal sucede en el sub lite, y en tanto lo que se pretende es evitar la reapertura de un juicio que ha finalizado con una absolución dictada en favor de la apelante, su recurso resulta formal-mente procedente.

6°) Que no corresponde a esta Corte resolver si el fiscal debió haber ampliado la acusación o si la jueza debió haber declarado su incompetencia

frente a la sola petición en este sentido, tal como lo plantea el a quo de modo irrelevante. En cam-bio, es decisiva la circunstancia de que la opción procesal escogida por el fiscal, más allá de su acierto o error, hacía depender la declaración de incompetencia de una cuestión fáctica: estable-cer la existencia de perjuicio para la entidad ban-caria. En este sentido, una vez abierto el debate, la determinación de dicho elemento del tipo quedaba en manos del juez del hecho, ya fuera para considerar que efectivamente se había con-figurado, lo que lo llevaba a declararse incompe-tente, o bien, como ocurrió, para establecer que no existió, y fallar en consecuencia.

7°) Que si se tiene en cuenta cómo se había planteado originariamente la instrucción y cuál era el objeto procesal, no había duda de que el posible “perjuicio” iba a constituir materia del debate, pues resultaba decisivo para la valora-ción del ilícito atribuido al imputado. Tan ob-vio resultaba esto, que el propio fiscal solicitó que el punto fuera materia de instrucción com-plementaria ya ante la jueza de juicio (confr. fs. 500/501 y la respuesta de fs. 555/556).

En tales condiciones, y ante la improrrogabi-lidad de la competencia, razones de economía procesal tornaban aconsejable que el represen-tante del Ministerio Público se hubiera inclina-do por subsumir el hecho en el tipo penal cuyo conocimiento recaía en el juez con la compe-tencia material más amplia. Pero que no lo haya hecho en nada conculca la validez del debate. Tampoco ocasiona una nulidad absoluta por quebrantamiento de las reglas de competencia -y por ende, de la garantía del juez natural-, que el tribunal con competencia menor haya sido el que estableciera que la configuración fáctica del hecho determinaba que quedara sometido a su conocimiento. Por lo tanto, el debate fue llevado adelante válidamente, y no corresponde su reiteración, pues ello violaría la prohibición de múltiple persecución penal.

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8°) Que como ya lo destacara en mi disiden-cia en la causa “Weissbrod”, entre otras (Fallos: 312:597, especialmente considerandos 4° y 5°), “el proceso penal se integra con una serie de etapas a través de las cuales y en forma pro-gresiva se tiende a poner al juez en condiciones de pronunciar un veredicto de absolución o de condena; y por ello cada una de esas etapas constituye el presupuesto necesario de la que le sigue, en forma tal que no es posible eliminar una de ellas sin afectar la validez de las que le suceden”. Sobre el particular, el respeto de la defensa en juicio supone la observancia de las formas sustanciales relativas a la acusación, de-fensa, prueba y sentencia (confr. especialmente Fallos: 272:188, cons. 7° y 8°), y el principio de progresividad impide que el juicio se retro-traiga a etapas ya superadas, pues la preclusión protege aquellos actos que han sido cumplidos respetando las formas que la ley establece.

9°) Que la decisión del a quo anuló el debate por considerar que la jueza debió declararse in-competente frente a la posibilidad de que el he-cho descripto en la requisitoria admitiera una calificación legal más grave, como la propuesta por el Ministerio Público, y cuyo conocimien-to no correspondía a la justicia correccional. De ello se desprende que la nulidad decretada no respondió a la inobservancia de las formas sustanciales del proceso (confr. doctrina de Fallos: 305:1701), sino más bien, frente a la ostensible alternatividad de la subsunción ex ante, al intento del representante del Ministerio Público de corregir un error funcional propio a expensas del derecho del imputado a procurar y obtener un pronunciamiento que defina su situación (Fallos: 272:188; 298:50; 300:1102; 306:1705, entre otros).

El menoscabo que sufriría el debido proceso si se autorizara una “corrección” como la alu-dida resulta manifiesto en este caso; pero, aun cuando la posibilidad del “perjuicio” hubiera

surgido sorpresivamente durante el debate, es indudable que el tribunal con competencia me-nor estaba facultado para decidir acerca de su falta de configuración.

10) Que, en suma, la resolución en recurso habrá de ser revocada, pues importa reabrir el debate sobre una cuestión que ya quedó válida-mente resuelta por el tribunal.

Obligar al imputado a enfrentar nuevamente un juicio, a pesar de que ya se había decidido que el hecho que se le atribuía no había producido el perjuicio propio de la administración fraudu-lenta, ni configuraba el delito de violación de los deberes de funcionario, frustraría la vigencia de la garantía constitucional de defensa en juicio.

Por ello, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se revo-ca la sentencia apelada.

Acumúlese la queja al principal. Hágase saber y devuélvase, a fin de que por quien corresponda, se dicte nuevo pronunciamiento de conformi-dad con lo aquí resuelto (art. 16 de la ley 48).

ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI.ES COPIA

VOTO DEL SEÑOR MINISTRO DOC-TOR DON ANTONIO BOGGIANO

Considerando:

1°) Que el Superior Tribunal de Justicia de la Provincia de Río Negro anuló la sentencia absolutoria y el debate precedente realizado en el juicio correccional seguido contra Federico Gabriel Polak por violación de los deberes de funcionario público. Contra dicho pronuncia-miento la defensa de este último interpuso el recurso extraordinario cuya denegación moti-vó la queja en examen.

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2°) Que de las constancias del proceso surge que el fiscal requirió la elevación a juicio por el delito mencionado en el considerando pre-cedente por estimar que ante la falta de perjui-cio no cabía encuadrar el hecho en el art. 173, inc. 7°, del Código Penal. En el segundo día del debate el representante del Ministerio Público articuló la incompetencia de la juez en lo co-rreccional con fundamento en que se habría demostrado el perjuicio tipificante del delito de administración fraudulenta. La magistrada rechazó el planteo con sustento en que no se había ampliado la acusación y no se advertían motivos que justificasen declinar la competen-cia. Posteriormente, dictó sentencia absoluto-ria por el delito de violación de los deberes de funcionario público e hizo expresa mención de que no estaba probado el perjuicio.

3°) Que el a quo declaró procedente el re-curso de casación interpuesto por el fiscal con apoyo en que las cuestiones de competencia son de orden público, deben declararse de ofi-cio y susceptibles de articulación en cualquier etapa del proceso. Sostuvo que no cabía am-pliar la acusación porque no se trataba de he-chos nuevos sino de una distinta calificación y que sólo la cámara tenía aptitud para juzgar un delito más grave.

4°) Que una reiterada jurisprudencia de esta Corte ha establecido que la alegación de que una decisión judicial ha violado la garantía constitucional contra la doble persecución penal habilita la instancia extraordinaria. La razón de ello reside en que ese derecho federal sólo es susceptible de tutela inmediata (Fallos: 314:377, considerandos 3° y 4°; 315:2680, con-siderandos 3° y 4°; causas P.25.XXVII “Peluffo, Diego Pedro s/promueve querella por desacato –procesados Cosme Rana y Mauricio Eiman”, pronunciamiento del 6 de febrero de 1996; R.162.XXXII “Rendimax S.A. s/ley 23.771 - causa N° 9237” -disidencia de los jueces Fayt,

Petracchi, Boggiano y Bossert - sentencia de 25 de noviembre de 1997; arts. 8, inc. 4°, de la Convención Americana sobre Derechos Hu-manos y 14, inc. 7°, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos). Es por ello, que el a quo debió habilitar formalmente la vía del art. 14 de la ley 48.

5°) Que la garantía constitucional examinada protege a los individuos contra la doble perse-cución por un mismo hecho sin importar los diversos encuadramientos que se pueden efec-tuar respecto de aquél (Fallos: 311:67 y sus ci-tas, entre otros).

6°) Que el a quo efectuó una irrazonable in-terpretación del sistema de nulidades y de las reglas que rigen la competencia. En efecto, el fiscal fundó el planteo de incompetencia en que estaba demostrado el abuso de facultades y el perjuicio patrimonial. La señora juez rechazó la propuesta con sustento en que lo primero no excluía la figura típica por la cual estaba sien-do juzgado el encausado y en que lo segundo dificultosamente hubiera podido surgir de las subjetivas apreciaciones de los testigos. Tal decisión no resulta descalificable en el marco del recurso extraordinario local. Ello es así, en primer lugar, porque lo afirmado por la juez no excede la letra de los preceptos del Código Penal que se encuentran en juego en la especie. En segundo término, porque el examen de la causa pone en evidencia que el otro argumen-to en que basó la propuesta de declinatoria en realidad no consistió en la invocación de nue-vos hechos o circunstancias, sino en el distinto alcance que se asignó a elementos ya colectados en el proceso, es decir, en los mismos que fue-ron tenidos en cuenta por el juez de instrucción y por el representante del Ministerio Público para concluir en la inexistencia de perjuicio.

7°) Que, en definitiva, la concurrencia del extremo susceptible de alterar la calificación

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-esto es el perjuicio- dependía de una cuestión fáctica, objeto de prueba. Es obvio que la juez al resolver la declinatoria no estaba en condi-ciones de evaluar el material probatorio que aún no había sido incorporado al debate. En consecuencia, sólo cuando estuvieran produ-cidas la totalidad de las probanzas, la juez po-día declararse incompetente, o decidir, como finalmente lo hizo, que no existió perjuicio real o potencial excluyendo, de ese modo, una cali-ficación más gravosa.

8°) Que, en las condiciones señaladas, se advierte con claridad que no medió violación alguna de las formas sustanciales del procedi-miento que justificase la declaración de nuli-dad. En ese contexto, cabe afirmar que el pro-nunciamiento impugnado no atendió a que la garantía del debido proceso, que comprende la del juez natural determinado por las normas de competencia, ha sido consagrada fundamen-talmente a favor del acusado, por lo que no es válido recurrir al argumento de la incompe-tencia para adoptar una decisión que importe someterlo nuevamente a juicio (doctrina de Fallos: 234:786 y 240:456), con menoscabo de la prohibición de la doble persecución penal, cuyo rango constitucional ha sido reconoci-do por esta Corte (Fallos: 248:232; 258:220; 272:188; 292:202).

9°) Que, sobre la base de lo expuesto, co-rresponde también concluir que la sentencia apelada se ha apartado de la doctrina según la cual debe reputarse incluido en la garantía de defensa en juicio consagrada por el art. 18 de la Constitución Nacional el derecho de todo imputado a obtener - luego de un juicio trami-tado en legal forma- un pronunciamiento que definiendo su situación frente a la ley y a la so-ciedad, ponga término, del modo más rápido posible, a la situación de incertidumbre y de in-negable restricción de la libertad que comporta el enjuiciamiento penal (Fallos: 272:188).

Por ello, se declara procedente la queja y el recurso extraordinario y se deja sin efecto la sentencia apelada.

Vuelvan los autos al tribunal de origen a fin de que, por quien corresponda, se dicte un nuevo fallo con arreglo al presente. Acumúlese la que-ja al principal. Notifíquese y remítase.

ANTONIO BOGGIANO.ES COPIA

VOTO DEL SEÑOR MINISTRO DOCTOR DON ADOLFO ROBERTO VAZQUEZ

Considerando:

Que el suscripto coincide con el voto de la mayoría, con exclusión de los considerandos 16 y 17, los cuales sustituye por el siguiente:

Que esta Corte reconoció el rango consti-tucional de ese principio, por el cual se veda la aplicación de una segunda pena por un hecho ya penado y el riesgo de un nuevo so-metimiento a proceso de quien ya lo ha sido por el mismo hecho (Fallos: 315:2680; entre otros); si bien no toda nulidad declarada por vicios esenciales en el procedimiento implica violar dicho principio, ya que de ser así, la sanción procesal carecería de todo sentido en tanto jamás se podría condenar al impu-tado sin lesión de aquél (doctrina de Fallos: 312:597), cuando el proceso ha sido llevado regularmente cumpliéndose las formas esen-ciales del juicio y las razones que dan motivo a la nulidad no son imputables al enjuiciado, retrogradar el juicio a etapas ya superadas, importa la lesión del derecho de defensa (Fa-llos: 297:486) y excede el interés de las par-tes en el proceso, para proyectarse sobre la buena marcha de las instituciones (doctrina de Fallos: 256:491; 257:132; 297:486, entre otros), pues la idea de justicia impone que el

135Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

derecho de la sociedad a defenderse contra el delito sea conjugado con el del individuo sometido a proceso, en forma que ninguno de ellos sea sacrificado en aras del otro (Fallos: 272:188, considerando 16).

Por ello, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se revo-ca la sentencia apelada.

Acumúlese la queja al principal. Devuélvase al Superior Tribunal de Justicia de la Provincia de Río Negro con el fin de que por intermedio de quien corresponda, se dicte nuevo pronun-ciamiento de acuerdo a derecho. Hágase saber y devuélvase.

ADOLFO ROBERTO VAZQUEZ.ES COPIA

137Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

VI

La prescripción y el derecho a ser juzgado en un plazo razonable

“Baliarde”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 301:197, 15/03/1979

“La resolución que rechaza la defensa de prescripción, si bien no es la sentencia definitiva de la causa en cuanto no pone término al pleito ni impide su continuación, puede equiparársela en sus efectos pues, dadas las particulares circunstancias del juicio, cuyo trámite lleva ya dieciocho años, cabe presumir que hasta la sentencia final puede transcurrir un lapso tan prolongado que, por sí solo, irrogue al procesado un perjuicio que no podrá ser ulteriormente reparado.”

Buenos Aires, 15 de marzo de 1979.

Autos y Vistos:

Por los fundamentos del precedente dictamen del señor Procurador General interino, que se ajustan a las constancias acumuladas hasta ahora al proceso, se de-clara que su conocimiento corresponde al señor Juez Nacional en lo Penal Económi-co. Remítansele los autos por intermedio de la Sala Primera de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal Económico y hágase saber al señor Juez Nacional en lo Criminal y Correccional Federal.

Adolfo R: Gabrielli- Abelardo F. Rossi- Pedro J. Frías- Emilio M. Daireaux- Elías P. Guastavino.

JOSÉ BALIARDE y Otros

RECURSO EXTRAORDINARIO: Requisi-tos propios. Sentencia definitiva. Resoluciones anteriores a la sentencia. Varias.

La resolución que rechaza la defensa en pres-cripción, si bien no es la sentencia definitiva de la causa en cuanto no pone término al pleito ni impide su continuación, puede equiparársela en sus efectos pues, dadas las particulares circuns-tancias del juicio, cuyo trámite lleva ya dieciocho

138 Plazo razonable del proceso penal

años, cabe presumir que hasta la sentencia final puede transcurrir un lapso tan prolongado que, por sí solo, irrogue al procesado un perjuicio que no podrá ser ulteriormente reparado. Además, el recurrente plantea en el caso la inteligencia que debe asignarse al artículo 19 de la ley 12.906,

disposición ésta de inequívoco carácter federal y la decisión del a quo ha sido contraria al derecho que invocara el apelante (1).

(1) 15 de marzo. Fallos: 236:392; 238:487; 244:459; 264:295; 272:188; 279:16.

139Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Kipperband”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 322:360, 16/03/1999

Disidencia de los Dres. Enrique Santiago Petracchi y Antonio Boggia-no: “…este Tribunal ha reconocido varias veces la relación existente en-tre “duración razonable del proceso” y “prescripción de la acción penal” (confr. causa “Baliarde, José”, supra cit.; Fallos: 306:1688 y 316:1328 -en los que se consideró que constituía un apego ritual injustificado la posterga-ción del planteo de prescripción al momento de la sentencia-; 312:2075 -caso en el que se admitió por analogía la aptitud de la prescripción, a pesar de no encontrarse expresamente prevista en la norma entonces en discusión, para producir los efectos de otras formas de finalización del proceso favorables al imputado-). De estos precedentes se desprende que el derecho del imputado a que se ponga fin a la situación de indefi-nición que supone el enjuiciamiento penal puede encontrar tutela en la prescripción de la acción. Como se destacó en Fallos: 312:2075: el “pro-nunciamiento garantizador del artículo 18 de la Constitución Nacional (...) puede consistir naturalmente en la declaración de prescripción de la acción penal”. En consecuencia, aun cuando la inteligencia del concepto de “secuela de juicio” sea un artículo que excede la jurisdicción extraor-dinaria, si la duración indefinida del procedimiento provoca una lesión a un derecho de rango constitucional, la decisión que rechaza la extinción de la acción penal por haber existido actos procesales interruptivos de la prescripción puede y debe ser revisada en esta instancia, a fin de evitar que so color de que se trata de interpretaciones de derecho común se esquive la intervención de esta Corte en asuntos que, como se ha dicho, afectan derechos federales.” (considerando 9°)

Disidencia recogida por el voto mayoritario en Fallos 327:327, 331:600, en los precedentes “Santángelo, José María” , Expte. CSJN S. 2491, XLI. del 08/05/2007, “Bobadilla, Jorge Saúl” -Fallos 332:2604- y recientemente en el expediente CSJN letra “C”, nro. 172, XLV, caratulado “Cooeduper Ltda. y otros s/denuncia”

140 Plazo razonable del proceso penal

Buenos Aires, 16 de marzo de 1999.

Vistos los autos: “Kipperband, Benjamín s/ estafas reiteradas por falsificación de documen-tos -incidente de excepción previa de prescrip-ción de la acción penal-”.

Considerando:

Que el recurso extraordinario no se dirige contra una sentencia definitiva o equiparable a tal (art. 14 de la ley 48).

Por ello, se lo declara improcedente. Hágase saber y devuélvase.

JULIO S. NAZARENO - EDUARDO MO-LINE O’CONNOR - CARLOS S. FAYT (en disidencia)- AUGUSTO CESAR BELLUSCIO - ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI (en disidencia)- ANTONIO BOGGIANO (en di-sidencia)- GUILLERMO A. F. LOPEZ – GUS-TAVO A. BOSSERT (en disidencia)- ADOL-FO ROBERTO VAZQUEZ (por su voto).

ES COPIA

VOTO DEL SEÑOR MINISTRO DOCTOR DON ADOLFO ROBERTO VAZQUEZ

Considerando:

1°) Que contra la resolución de la Sala IV de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Fede-ral, que rechazó la excepción de extinción de la acción penal, la defensa del imputado Benjamín Kipperband interpuso el recurso extraordinario que fue concedido a fs. 101 del “incidente de excepción previa de prescrip-ción de la acción penal”.

2°) Que esta Corte tiene reiteradamente re-suelto que las decisiones cuya consecuencia sea

la obligación de continuar sometido a proce-so criminal no reúnen, por regla, la calidad de sentencia definitiva a los efectos del art. 14 de la ley 48 (Fallos: 249:530; 274:440; 288:159; 298:408; 307:1030; 312:552 y 573; 315:2049, entre muchos otros). Tal es lo que ocurre con las resoluciones que rechazan la prescripción de la acción penal (Fallos: 295:704; 303:740; 304: 152; 314:545, entre otros).

3°) Que si bien a este principio cabe hacer una excepción en los casos en los que se verifi-que una prolongación injustificada del proceso (Fallos: 306:1688 y 1705), dicha circunstancia no se advierte en autos. Por lo antes expuesto, teniendo en cuenta los valores en juego en el juicio penal, si bien es imperativo satisfacer el derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito, mediante una senten-cia que establezca, de una vez para siempre, su situación frente la ley penal (doctrina de Fallos: 318:665), también lo es el de los integrantes de la sociedad de ver protegidos sus derechos individuales consagrados de igual manera en la Constitución Nacional.

4°) Que esa armonización de derechos no es obstáculo para que esta Corte recomiende a los magistrados encargados de conocer en el expediente, que adopten los recaudos nece-sarios para el cumplimiento de la función de administrar justicia que les ha sido encomen-dada, en un lapso breve, de modo tal que no se frustren los derechos consagrados en nuestra Carta Magna.

Por ello, se declara improcedente el recurso extraordinario.

Notifíquese y devuélvase.

ADOLFO ROBERTO VAZQUEZ.ES COPIA

141Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

DISIDENCIA DE LOS SEÑORES MINIS-TROS DOCTORES DON CARLOS S. FAYT Y DON GUSTAVO A. BOSSERT

Considerando:

1°) Que la Sala IV de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, rechazó la excepción de extinción de la acción penal esgrimida por la defensa de Benjamín Kipperband con sustento en distintas normas constitucionales y tratados internacionales, que establecen la garantía al derecho de ser juzgado sin dilaciones indebi-das. Para así decidir el a quo señaló que si bien el trámite del legajo principal había tenido una duración indebidamente prolongada, no se podía soslayar la naturaleza y complejidad de los acontecimientos analizados, el número de personas involucradas y que en varias oportu-nidades la causa mereció pronunciamiento por parte del tribunal de alzada, consideró además que la garantía a obtener un pronunciamiento sin demoras indebidas no podía traducirse en un número fijo de días, meses o años, conforme lo había decidido la Corte en el caso “Firme-nich” -Fallos: 310:1476- (fs. 82).

2°) Que contra este pronunciamiento la defen-sa de Benjamín Kipperband interpuso recurso extraordinario que fue concedido a fs. 101. Es-grime que Benjamín Kipperband ha sido des-pojado del derecho constitucional a obtener un pronunciamiento razonable, reconocido por esta Corte en innumerables precedentes y previsto en el art. 14, inc. 3, c, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y el art. 7, inc. 5, del Pacto de San José de Costa Rica.

Relata que el sub lite es un proceso criminal que lleva más de doce años de tramitación, en el que aún faltan realizar innumerables actos procesales antes de arribar a la sentencia y, lue-go de ello, resta tramitar toda la segunda instan-

cia, y que todo indicaría que el proceso insumi-rá unos tres años más, lo que elevaría el tiempo de tramitación a más de quince años. Mientras Kipperband, además de haberse encontrado cierto tiempo privado de su libertad, ha visto restringida su libertad personal por las condi-ciones impuestas por la excarcelación, así como la de su patrimonio con motivo de cautela real dictada para garantizar su libertad provisional.

Alega que la demora es atribuible especial-mente al instructor, quien no puso el empeño que exige el art. 442 del Código de Procedi-mientos en Materia Penal, y que frente a la de-mora del sub lite, la disposición del art. 701 del mismo cuerpo legal aparece claramente violada. Finalmente señala que su parte no efectuó nin-gún tipo de articulación dilatoria que socave su derecho a una pronta culminación del juicio.

3°) Que esta Corte tiene dicho que son equi-parables a sentencia definitiva, a los fines de la apelación del art. 14 de la ley 48, los pronun-ciamientos que por su índole y consecuencias pueden llegar a frustrar el derecho federal in-vocado, acarreando perjuicios de imposible o tardía reparación ulterior, consideraciones que resultan aplicables a circunstancias como las expuestas en el presente caso (Fallos:298:50).

4°) Que en el sub lite existe cuestión federal pues está en juego el alcance de la garantía a obtener un juicio sin dilaciones indebidas, que surge no sólo implícitamente de la Constitu-ción sino expresamente de tratados internacio-nales suscriptos por la República Argentina.

5°) Que la Corte en el caso “Mattei” ha estable-cido que la garantía constitucional de la defensa en juicio incluye el derecho de todo imputado a obtener un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga tér-mino del modo más breve, a la situación de incer-tidumbre y de restricción de la libertad que com-

142 Plazo razonable del proceso penal

porta el enjuiciamiento penal, y que esto obedece además al imperativo de satisfacer una exigencia consustancial que es el respeto debido a la digni-dad del hombre, el cual es el reconocimiento del derecho que tiene toda persona de liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito (Fallos: 272:188).

6°) Que en el precedente “Mozzatti” (Fallos: 300:1102) el Tribunal, ante un caso paradig-mático de morosidad judicial -se trataba de un proceso criminal que llevaba veinticinco años sin culminar-, resolvió declarar la insubsistencia de todo lo actuado y la prescripción de la acción penal, sin perjuicio de los derechos de las partes, de naturaleza patrimonial. Para así decidir señaló que habían sido “...agraviados hasta su práctica aniquilación, el enfático propósito de afianzar la justicia, expuesto en el preámbulo, y los manda-tos explícitos e implícitos, que aseguran a todos los habitantes de la Nación la presunción de su inocencia y la de su defensa en juicio y debido proceso legal... Ello así, toda vez que dichas ga-rantías constitucionales se integran por una rápi-da y eficaz decisión judicial” (considerando 3°). Sostuvo que las personas sometidas a proceso “...además de haber estado detenidas por distintos lapsos, durante todo el resto de la substanciación vieron indiscutiblemente restringida su libertad con las condiciones impuestas por la excarcela-ción. Y eso durante un término de prolongación insólita y desmesurada”, y que semejante situa-ción era “equiparable, sin duda, a una verdadera pena que no dimana de una sentencia conde-natoria firme, y se sustenta sólo en una prueba semiplena de autoría y culpabilidad. Con ella se hace padecer física y moralmente al individuo, no porque haya delinquido, sino para saber si ha delinquido o no...” (considerando 4°).

7°) Que, por su parte, el Pacto Internacional de Derechos Políticos y Civiles, además de su preocupación por los plazos de detención irra-zonables -art. 9, inc 3°-, también consagró en el

art. 14, inc. 3, el derecho de “toda persona acu-sada de un delito... c) a ser juzgada sin dilacio-nes indebidas...”.

Además, la Comisión Interamericana de De-rechos Humanos ha expresado “...que el Estado proceda al enjuiciamiento penal de todos los delitos, no justifica que se dedique un período de tiempo ilimitado a la resolución de un asun-to de índole criminal. De otro modo, se asumi-ría de manera implícita que el Estado siempre enjuicia a culpables y que, por lo tanto, es irre-levante el tiempo que se utilice para probar la culpabilidad” (Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el caso n° 11.245 Infor-me 12/96 del 1° de marzo de 1996).

8°) Que ratificada una vez más la inserción constitucional del derecho a obtener un juicio sin dilaciones indebidas, corresponde señalar que la propia naturaleza de dicha garantía impide que esta Corte pueda determinar con precisión a partir de qué momento o bajo qué circunstan-cias comenzaría a lesionarse, pues el lapso que puede ser razonable para el trámite judicial por un hurto puede no serlo para una asociación ilí-cita compleja. En otras palabras, la duración ra-zonable de un proceso depende en gran medida de diversas circunstancias propias de cada caso, y en este punto, esta Corte comparte la conclusión del a quo en cuanto a que el derecho a ser juzga-do sin dilaciones indebidas, no puede traducirse en un número de días, meses o años (fs. 82).

9°) Que, sin perjuicio de los inconvenientes fácticos y jurídicos señalados, este Tribunal pue-de identificar al menos algunos factores insosla-yables para saber si se ha conculcado la garantía a obtener un juicio sin dilaciones indebidas: la duración del retraso, las razones de la demora, y el perjuicio concreto que al imputado le ha irro-gado dicha prolongación. Tales factores si bien son de imprescindible consideración, no pueden ser valorados aisladamente como una condición

143Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

suficiente, sino que deben ser ponderados y so-pesados uno frente al otro, atendiendo a las cir-cunstancias concretas de la causa.

10) Que, en sentido coincidente, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos señaló que la duración razonable de un proceso penal, a la luz del artículo 6.1 del Convenio Europeo, había que apreciarlo según las circunstancias de cada caso en particular, y que para ello debía consi-derarse: la complejidad del caso, la conducta del imputado y la manera en que el asunto fue llevado por las autoridades administrativas y ju-diciales (caso König). También dijo al resolver el caso “Neumeister” que “...siete años largos transcurridos desde la inculpación sin que se haya resuelto sobre el fundamento de la acusa-ción, condenando o absolviendo, suponen cier-tamente, una duración excepcional que en la mayoría de los casos, deberá considerarse que supera el plazo razonable previsto en el art. 6.1” (sentencias en el caso “König” del 28 de junio de 1978 y del caso “Neumeister” del 27 de ju-nio de 1968, publicadas en “Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Jurisprudencia 1959-1983”, B.J.C, Madrid, págs. 450/466, párrafo 99, y 68/87, párrafo 20, respectivamente).

11) Que la mencionada doctrina ha sido re-ceptada por el Tribunal Constitucional Español al definir el alcance del art. 24.2 de la Constitu-ción que establece el derecho “...a un proceso público sin dilaciones indebidas” al señalar que dicha norma debe ser entendida “a la luz de los criterios generales enunciados por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos al interpretar el concepto de plazo razonable contenido en el art. 6.1 del C.E.D.H.” (auto n° 219/1993 del 1° de Ju-lio de 1993 en “Jurisprudencia Constitucional” t. XXXVI BOE, pág. 1446, Madrid, 1994).

También expresó que la violación al derecho a tener un proceso sin dilaciones indebidas “...no consiste en el mero incumplimiento de los pla-

zos procesales, sino que se trata de un concepto indeterminado, que debe ser concretado en cada caso, atendiendo, entre otros extremos, a las cir-cunstancias del proceso, su complejidad objetiva, la duración normal de procesos similares, la ac-tuación procesal del órgano judicial en el supues-to concreto y la conducta del recurrente, al que le es exigible una actitud diligente...” (sentencia 313/1993 del 25 de octubre de 1993, en “Juris-prudencia Constitucional”, t. XXXVII, BOE, pág. 471/478; ver también sentencia 24/1981, del 14 de julio de 1981, en op. cit. t. II pág. 113/121).

12) Que en sentido similar se ha pronuncia-do la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos de Norteamérica al definir el alcance del derecho a obtener un juicio rápido -denominado allí speedy trial- previsto expresamente en la Sex-ta Enmienda de la Constitución. Luego de recor-dar que “es uno de los derechos más básicos con-servados por la Constitución” (Klopfer v. North Carolina 386 U.S. 213 -1963-) y de señalar el carácter “resbaladizo” y “amorfo” de ese derecho por la imposibilidad de identificar un punto pre-ciso a partir del cual se lo puede tener por con-culcado, estableció un estándar de circunstan-cias relevantes a tener en cuenta, al expresar que “aunque algunos podrán expresarlo de manera diferente, nosotros identificamos cuatro facto-res: la duración del retraso, las razones de la de-mora, la aserción del imputado de su derecho y el perjuicio ocasionado al acusado”. Allí también dijo que “cuando el derecho a un juicio rápido ha sido privado, ello lleva al remedio severo de rechazar la acusación...Esta es una consecuen-cia seria porque significa que un imputado que puede ser culpable de un crimen quedará libre. Semejante remedio es aún más grave que la regla de exclusión o una orden para realizar un nuevo juicio, pero es el único remedio posible” (Barker v. Wingo 407 U.S. 514 -1972-).

13) Que de todo lo expuesto podemos con-cluir que para saber si en el presente caso se

144 Plazo razonable del proceso penal

ha lesionado la garantía invocada, resulta in-dispensable realizar un relato de la actividad llevada a cabo por los magistrados y las partes en el transcurso del proceso, examen que el a quo soslayó injustificadamente al rechazar los agravios constitucionales invocados.

14) Que del sub lite surge que a los procesa-dos se les imputó haber falsificado pagarés, que no correspondían a quien eran consignados como libradores, y que luego los entregaban como garantía de operaciones de créditos. En los primeros actos investigativos se llevaron a cabo allanamientos, se secuestraron pagarés, libros contables de la empresa perteneciente a Kipperband y la máquina de escribir con la cual supuestamente se habrían confeccionado tales documentos; también se tomaron decla-raciones testimoniales a empleados de los im-putados, a personas perjudicadas, indagatorias, e informativas a entidades bancarias. Se realiza-ron además peritajes scopométricos, caligráfi-cos y contables. El 5 de noviembre de 1985 el juez expresó que estimaba que en 45 días más culminaría la investigación (fs. 508), hasta ese momento la actividad impulsora del juez in-terviniente no parece objetable; por su parte, la actuación del fiscal fue mínima (fs. 481). De ahí en adelante se produjo un desorden de actos procesales, se reiteraron indagatorias, se perdieron libros contables de la empresa de los imputados que impidieron reeditar peritacio-nes; en dependencias del juzgado o policiales también se extravió la máquina de escribir que impidió efectuar otros estudios; se extraviaron además algunos pagarés que estaban en poder de los peritos calígrafos oficiales.

Estos hechos motivaron libramientos de ofi-cios a la policía, a otros tribunales de la Provincia del Chubut, quienes demoraron en contestar-los. Por su parte el representante del Ministerio Público recién comenzó a impulsar la causa a fs. 897/898 y 1026, solicitando nuevas pruebas y

requiriendo la ampliación de otras, sin que ha-yan existido, en algunos casos, razones plausibles para no haberlas requerido en los primeros años de la instrucción (fs. 1044).

Finalmente el juez declaró clausurado el suma-rio (fs. 1259) y la acusación fiscal se presentó el 23 de noviembre de 1993, pero con motivo de que el fiscal incorporó a ésta hechos prescrip-tos, se hizo lugar al planteo de excepción de la defensa (13.12.94), esto motivó la declaración de nulidad del dictamen fiscal (19.5.95) y final-mente a pedido del Ministerio Público, se dejó sin efecto dicha nulidad en febrero de 1996.

15) Que, en otras palabras, transcurrieron más de once años desde el inicio de la causa hasta la acusación fiscal, y todavía restaría una parte sus-tancial para su culminación pues falta concluir los traslados a la defensa, la apertura y realización de medidas de pruebas que puedan requerir las partes, llevar a cabo los informes sobre el mérito de la prueba realizada, cumplir con la audiencia de conocimiento e informes de los arts. 40 y 41 del Código Penal, llamar a autos para sentencia, dictar sentencia y, finalmente, cualquiera que sea el resultado de ésta, resta tramitar la segunda ins-tancia por las posibles impugnaciones que harán las partes acusadoras y los defensores.

16) Que de lo expuesto surge que asiste razón al a quo en cuanto a que el “legajo principal ha tenido una duración indebidamente prolon-gada” (fs. 82), pero no en cuanto a la razón es-grimida para justificarla, la “complejidad de los acontecimientos analizados”, porque esta razón no se compadece con las constancias del legajo, ya que el retardo fue producto de la ineficiencia -en distintos tramos del proceso- en la dirección de la instrucción y del fiscal, más que de la na-turaleza de los hechos investigados. Además, la supuesta complejidad de la causa por el número de hechos y de personas parecería desvirtuarse también por los mismos dichos del fiscal al pre-

145Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

sentar la acusación: “...si bien nos hallamos ante seis maniobras distintas entre sí y la existencia de tres procesados, la consideración de la prueba he de realizarla en forma conjunta. Tal metodo-logía se impone en virtud de la íntima comuni-dad probatoria existente, de la circunstancia de que se trata de los mismos sujetos activos y del idéntico modus operandi” (fs.1271). Por otra par-te, no puede soslayarse que el fiscal al fundar la acusación se basó casi íntegramente en la prueba colectada en los primeros años de la instrucción, y no en aquellas -pocas- que surgieron en el tra-mo del proceso que insumió más tiempo y que se caracterizó por su dispersión.

En cuanto a la actividad procesal del recurren-te en el transcurso del proceso, no surgen del expediente maniobras dilatorias o una estrate-gia defensista que implique presumir la renun-cia a obtener un juicio rápido; pero sí surge que durante los años que lleva este pleito, ha sufrido las restricciones por las condiciones impuestas por la excarcelación, tanto de carácter patrimo-nial como laborales (fs. 534, 554, 593, 622, 936, 958, 978, 1036, 1153, 1265 y 1300).

17) Que la garantía a obtener un pronuncia-miento judicial que defina de una vez y para siempre la situación ante la ley y la sociedad, se basa en que el Estado con todos sus recursos y poder no tiene derecho a llevar a cabo esfuer-zos repetidos para condenar a un individuo por un supuesto delito, sometiéndolo así a las mo-lestias, gastos y sufrimientos, y obligándolo a vivir en un continuo estado de ansiedad e inse-guridad, y a aumentar también la posibilidad de que, aun siendo inocente, sea hallado culpable (doctrina de Fallos: 272:188).

Amén de tales perjuicios que le ocasiona al im-putado un proceso que dura tantos años, el Esta-do también se ve perjudicado con dicha práctica, no sólo por el dispendio jurisdiccional que ello significa, sino porque se distorsionan todos los

fines de la pena, que para su eficacia requiere la menor distancia temporal entre el hecho y la con-dena. Además, mientras más tiempo transcurre, las pruebas que apoyan a la prosecución también se debilitan, pues “en la investigación criminal el tiempo que pasa es la verdad que huye” (Locard, E. “La Criminalistique”, pág. 62, Lyon, 1987).

En otras palabras, un proceso de duración irrazonable “tiene efectos deletéreos no sólo respecto de los derechos del acusado sino tam-bién en el de la sociedad para protegerse eficaz-mente” (407 U.S. 514 -1972-).

18) Que de lo expuesto surge -y conforme a las constancias de la causa- que el tiempo em-pleado por el Estado para dilucidar los hechos investigados en el sub lite, resulta incompatible con el derecho a un juicio sin demoras indebidas amparado por el art. 18 de la Ley Fundamental y por tratados internacionales de jerarquía cons-titucional. Esta transgresión constitucional con-lleva como único remedio posible, a declarar la insubsistencia de la acción penal.

Por ello, se hace lugar al recurso extraordina-rio, y se declara la insubsistencia de la acción penal, sin perjuicio de los derechos de las par-tes de naturaleza patrimonial (segunda parte del art. 16 de la ley 48). Con costas.

Notifíquese y devuélvase. CARLOS S. FAYT - GUSTAVO A. BOSSERT.

ES COPIA

DISIDENCIA DE LOS SEÑORES MINIS-TROS DOCTORES DON ENRIQUE SAN-TIAGO PETRACCHI Y DON ANTONIO BOGGIANO

Considerando:

1°) Que la Sala IV de la Cámara de Apelacio-nes en lo Criminal y Correccional de Capital

146 Plazo razonable del proceso penal

Federal rechazó la excepción de extinción de la acción penal interpuesta por la defensa de Benjamín Kipperband. Contra este pronuncia-miento se interpuso el recurso extraordinario concedido a fs. 101 del presente incidente.

2°) Que el a quo sostuvo que diversos actos procesales interruptivos de la prescripción impe-dían hacer lugar a la pretensión de Kipperband, pues no había transcurrido el plazo del art. 62, inc. 2°, del Código Penal para la extinción de la acción. Asimismo, negó que se hubiera produci-do una violación al derecho del imputado a ob-tener un pronunciamiento judicial en un plazo razonable, y citó como fundamento la doctrina de esta Corte en los casos “Firmenich” (Fallos: 310:1476) y “Bramajo” (Fallos: 319:1840), en cuanto a que es imposible “traducir el concepto ‘plazo razonable’ en un número fijo de días, se-manas, de meses o de años”, y que su duración puede variar según la gravedad de la infracción.

Con remisión a esa pauta la cámara estimó que, si bien el trámite de la causa había tenido una duración “indebidamente prolongada”, el lapso se encontraba justificado por las caracte-rísticas del hecho investigado.

3°) Que en contra de tal parecer la defensa de Benjamín Kipperband expresó en su recur-so extraordinario, con cita de Fallos: 272:188 y 300:1102, que el sometimiento indefinido a enjuiciamiento penal provocó al nombrado una restricción injustificada a su libertad per-sonal, en tanto ésta, al igual que su patrimonio, se encuentran limitados por las condiciones impuestas al serle concedida la excarcelación bajo caución real. Alegó que el proceso se ha ex-tendido por más de doce años, y que aún no se han llevado a cabo las defensas, por lo cual no es presumible un rápido dictado de la sentencia definitiva. Aseveró que ello configura una vio-lación al derecho de rango constitucional con-sagrado por el art. 7°, inc. 5°, de la Convención

Americana sobre Derechos Humanos y por el art. 14, inc. 3°, letra c, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

4°) Que aunque esta Corte tiene dicho que las decisiones que rechazan la defensa de pres-cripción no constituyen sentencias definitivas, en tanto no ponen término al pleito ni impiden su continuación (Fallos: 236:392; 238:487; 279:16, entre otros), también ha sentado el criterio de que dichas resoluciones pueden ser equiparadas a definitivas en sus efectos, en la medida en que “cabe presumir que hasta la sentencia final puede transcurrir un lapso tan prolongado que, por sí solo, irrogue al procesa-do un perjuicio que no podrá ser ulteriormente reparado” (sentencia del 15 de marzo de 1979 in re “Baliarde, José y otros s/ ley 12.906” –su-mario en Fallos: 301:197- y dictamen del Pro-curador General, al que se remite en este fallo).

5°) Que el recurso extraordinario es formal-mente procedente pues, en el sub lite, existe cuestión federal bastante al encontrarse en discusión el alcance que cabe asignar a la ga-rantía a obtener un pronunciamiento judicial sin dilaciones indebidas derivada del art. 18 de la Constitución Nacional y de tratados interna-cionales referidos en ella (arts. 7, inc. 5°, y 8, inc. 1°, C.A.D.H.), y la sentencia ha sido contraria a la pretensión que el apelante ha apoyado en tal derecho.

6°) Que mucho antes de su expresa incor-poración a la Constitución Nacional, el dere-cho invocado ya había sido reconocido por este Tribunal al interpretar los principios de progresividad y preclusión como instrumen-tos procesales concretos destinados a evitar la duración indeterminada de los juicios. Así, en “Mattei” (Fallos: 272:188), se dijo que ellos “obedecen al imperativo de satisfacer una exi-gencia consustancial con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el reconocimiento

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del derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusa-ción de haber cometido un delito, mediante una sentencia que establezca, de una vez y para siempre, su situación frente a la ley penal” (con-siderando 10). “Debe reputarse incluido en la garantía de defensa en juicio consagrada por el art. 18 de la Constitución Nacional el derecho de todo imputado a obtener -luego de un juicio tramitado en legal forma- un pronunciamiento que, definiendo su situación frente a la ley y a la sociedad, ponga término, del modo más rá-pido posible, a la situación de incertidumbre y de innegable restricción de la libertad que com-porta el enjuiciamiento penal (considerando 14, sin destacar en el original).

Idéntico criterio se siguió en “Mozzatti” (Fa-llos: 300:1102), frente a un proceso que se ha-bía prolongado durante veinticinco años. Allí se reafirmó el principio conforme al cual la defen-sa en juicio y el debido proceso “se integran por una rápida y eficaz decisión judicial”.

7°) Que los precedentes recordados se origi-naron ante planteos enderezados a evitar que declaraciones de nulidad provocaran, al retro-traer el juicio a etapas superadas, un agrava-miento de la situación en causas que ya habían tenido una duración considerable.

Ello difiere, al menos parcialmente, de la si-tuación planteada en estos autos en los que el recurrente reclama que se declare la extinción de la acción penal por prescripción, más allá de las disposiciones concretas del Código Pe-nal, como forma de consagrar efectivamente el derecho del imputado a obtener un pronuncia-miento judicial en un plazo razonable.

8°) Que la interpretación de las reglas que rigen la prescripción y, en particular, la del con-cepto de “secuela de juicio” como causal inte-rruptiva, remiten al análisis de cuestiones de

derecho común y procesal ajenas, en principio, a la jurisdicción de esta Corte (Fallos: 304:596; 307:2504; 308:627, 2447; 311:1960); no obs-tante, se ha abierto excepcionalmente dicha jurisdicción extraordinaria cuando la sentencia contiene afirmaciones dogmáticas o carece de fundamentos mínimos (Fallos 312:1221; cau-sa S.1489.XXXII “Soares, Eduardo Néstor s/solicita prescripción de la acción penal en favor de Enrique Haroldo Gorriarán Merlo -causa n° 1466-”, del 23 de diciembre de 1997).

9°) Que, además, este Tribunal ha reconoci-do varias veces la relación existente entre “dura-ción razonable del proceso” y “prescripción de la acción penal” (confr. causa “Baliarde, José”, supra citada.; Fallos: 306:1688 y 316:1328 -en los que se consideró que constituía un apego ritual injustificado la postergación del planteo de prescripción al momento de la sentencia-; 312:2075 -caso en el que se admitió por ana-logía la aptitud de la prescripción, a pesar de no encontrarse expresamente prevista en la norma entonces en discusión, para producir los efec-tos de otras formas de finalización del proceso favorables al imputado-).

De estos precedentes se desprende que el derecho del imputado a que se ponga fin a la situación de indefinición que supone el enjui-ciamiento penal puede encontrar tutela en la prescripción de la acción. Como se destacó en Fallos: 312:2075: el “pronunciamiento garan-tizador del artículo 18 de la Constitución Na-cional (...) puede consistir naturalmente en la declaración de prescripción de la acción penal”. En consecuencia, aun cuando la inteligencia del concepto de “secuela de juicio” sea un artículo que excede la jurisdicción extraordinaria, si la duración indefinida del procedimiento provoca una lesión a un derecho de rango constitucio-nal, la decisión que rechaza la extinción de la acción penal por haber existido actos procesales interruptivos de la prescripción puede y debe

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ser revisada en esta instancia, a fin de evitar que so color de que se trata de interpretaciones de derecho común se esquive la intervención de esta Corte en asuntos que, como se ha dicho, afectan derechos federales.

10) Que luego de rechazar la excepción de prescripción por haber existido en autos di-versos actos con carácter de secuela de juicio, el a quo, como ya se dijo, negó también que el proceso hubiera tenido una duración excesiva. A este respecto, el fallo fue fundamentado en la potestad judicial para determinar qué significa “plazo razonable”, y en la afirmación de que “si bien el trámite del legajo principal ha tenido una duración indebidamente prolongada, tam-poco se soslaya la naturaleza y complejidad de los acontecimientos analizados, el número de personas involucradas y que en varias opor-tunidades el legajo mereció pronunciamiento por parte del tribunal de alzada”. La indicación concreta de las circunstancias enumeradas fue omitida por completo; por lo cual, cabe poner de relieve, en una causa con sólo tres imputados y por hechos de prueba relativamente sencilla (estafas mediante el uso de pagarés falsifica-dos), no parece que las afirmaciones del a quo puedan entenderse por sí mismas.

11) Que, al respecto, y tal como lo alega la recurrente, resulta contradictorio sostener que es “razonable” un lapso que poco antes se ha-bía calificado como “indebidamente prolon-gado”. La expresión aparece como dogmática, incapaz de constituir un fundamento serio, y que descalifica el fallo como pronunciamien-to válido en los términos de la doctrina de la arbitrariedad. Se trata, en verdad, de una lo-cuacidad insolvente, de una fórmula vacía de contenido que, sin alteración alguna, podría haber sido utilizada cinco años antes, o bien, dentro de diez años más: nada más lejano de una fundamentación en el sentido más obvio del entendimiento común.

12) Que no impone una solución contraria el hecho de que el a quo se haya apoyado en la aseveración de que son los jueces quienes de-ben juzgar si la duración de un proceso es o no razonable. Pues a partir de esta manifestación no se puede extraer una facultad discrecional que autorice a los magistrados a omitir explici-tar las razones que los llevan a emitir el juicio de razonabilidad, configurando, así, una petición de principio. Sostener que un concepto no puede ser fijado con precisión matemática es ya una verdad aceptada a esta altura del conocimiento; pero, en modo alguno, equivale a eximir al juzga-dor de formular argumentos racionalmente con-trolables. Antes bien, el carácter valorativo de un concepto -tal como “razonabilidad”- obliga a pro-fundizar y extender los argumentos, a fin de que la valoración pueda ser examinada críticamente y de evitar que se convierta en la expresión de una pura subjetividad inmune a la misma razón a la que el concepto “razonabilidad” alude.

13) Que ello es así también desde la perspecti-va de la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que genéricamente invoca la cámara para sustentar su conclusión. Este tri-bunal internacional mantiene, en efecto, que no existen plazos automáticos o absolutos, y que, además, la inobservancia de los plazos de dere-cho interno no configura, por sí, una violación al art. 6, inc. 1°, de la Convención Europea de Derechos Humanos (C.E.D.H.), sino sólo un indicio de morosidad. Sin embargo, a diferencia de lo que parece haber entendido el a quo, se fijan claras pautas acerca de cómo debe ser ponderada esta cuestión (conf. Frowein/Peukert, “Euro-päische Menschenrechtskonvention, EMRK Kommentar”, 2a. edición, Engel Verlag, Kehl, Es-trasburgo, Arlington, 1996, págs. 268 y sgtes., y casos allí citados). Una somera revisión de algu-nos de los numerosos casos en los que el tribunal europeo debió pronunciarse sobre el asunto de-muestra que dichas pautas no quedan satisfechas con su mera mención (pues sería admitir que las

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palabras constituyen lo que nombran, o que hay que atender más al ruido que a la nuez). Antes bien, se requiere una referencia extremadamente detallada de los pasos de tramitación concretos que pudieron haber motivado el retraso del trá-mite judicial (confr., por ejemplo, casos “König”, “Buchholz”, “Foti”, “Eckle”, “Zimmermann” y “Steiner”, todos ellos, en el Boletín de Jurispru-dencia Constitucional, 1959-1983, publicado en Madrid por las Cortes Generales). Como diría Unamuno, no en abstracto y muerto, sino en concreto y vivo.

La interpretación es similar en la jurispruden-cia de la Corte Suprema de los Estados Unidos de Norteamérica. El derecho al speedy trial, consagrado por la Sexta Enmienda de la Cons-titución norteamericana (“En toda persecución penal, el acusado gozará del derecho a un juicio rápido y público, por un jurado imparcial del Estado y del distrito en que el delito haya sido cometido...”), es considerado “una importante salvaguarda para prevenir el encarcelamiento in-debido y opresivo con anterioridad al juicio, para reducir al mínimo la ansiedad y preocupación que acompaña a una acusación pública y para li-mitar la posibilidad de que el retraso perjudique las posibilidades de defensa del acusado” [“Uni-ted States v. Ewell”, 383 U.S. 116, 120 (1966)], con la particularidad de que, a diferencia de otras garantías, compromete un interés social que puede llegar a operar con independencia de los intereses del acusado, o incluso, en contra de ellos (conf. “The Constitution of the United States of America. Analysis and Interpretation”, publicación del Congressional Research Service, Washington, 1987, pág. 1333).

En la visión de la Corte norteamericana, y aná-logamente a lo señalado respecto del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ningún lapso puede ser considerado per se como violatorio de la garantía [“Pollard v. United States”, 352 U.S. 354 (1957)], y como contrapartida, no se requie-

re que el imputado demuestre el perjuicio con-creto que la demora le ha ocasionado [“United States v. Marion”, 404 U.S. 307, 320 (1971)].

Los problemas en juego son tratados con nota-ble claridad en el precedente “Barker v. Wingo” [407 U.S. 514, 530 (1972)]. Allí, luego de un amplio examen de los conflictos que ocasiona la demora en la realización de los juicios, el juez Powell indica que los factores que determinan si un imputado se ha visto privado de su derecho a un juicio rápido son: la duración de la demora, sus razones, la invocación del derecho que hace el acusado y el perjuicio que le haya ocasionado.

“No podemos decir en forma definitiva cuán-to tiempo es demasiado tiempo en un sistema en que la justicia se supone que ha de ser ágil pero reflexiva”. Sin embargo, también en ese contexto la referencia a las particularidades del caso aparece como ineludible.

14) Que, en contra de lo afirmado en la sen-tencia recurrida, a partir de la compulsa del ex-pediente principal se advierte sin esfuerzo que la “razonabilidad” en la duración de su trámite no puede predicarse bajo ningún punto de vis-ta, ni siquiera con base en una concepción ex-tremadamente generosa en cuanto a las faculta-des de los jueces para calificarla de tal.

En este sentido, basta con señalar algunas de las más significativas incidencias que se suce-dieron en estos autos desde su inicio, el 29 de enero de 1985. Como ya se expuso, Benjamín Kipperband resultó imputado junto a su herma-no Jacobo, y Antonio Yanani por varias estafas cometidas en el curso de su actividad comer-cial, por medio de la entrega, como garantía, de pagarés falsificados que después no eran paga-dos. En octubre de 1985 se dictó el auto de pri-sión preventiva (fs. 500), y a partir de ese mo-mento, la actividad instructoria parece haber perdido el rumbo. La causa se convirtió en una

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sucesión de actos formales, reiteración de ofi-cios y de citaciones sin que conste el resultado de la diligencia anterior, búsqueda infructuosa de efectos y de documentación aparentemente reservada en secretaría, agregación de oficios de otros tribunales -que en algún caso debieron reiterar sus solicitudes siete veces, fs. 1009-, etc. (confr., por ejemplo, fs. 931, 939 y sgtes., 944 y sgte.). El 4 de julio de 1989 se ordena la amplia-ción de la indagatoria del imputado (fs. 997), acto que se concreta casi 10 meses después, el 30 de mayo de 1990, sin que surja razón alguna que justifique tamaña postergación.

Algo similar ocurre con la declaración testi-monial ordenada a fs. 1033, fijada para el 24 de octubre de 1990, que sólo se lleva a cabo el 14 de febrero del año siguiente, y sin que se haya reali-zado ninguna actividad relevante en el ínterin.

Finalmente, a fs. 1254 se concreta el cierre del sumario, el 2 de junio de 1993. Sin embargo, diversos desacuerdos con el juzgado de senten-cia acerca de las condiciones en que se debía remitir el expediente (con o sin certificado de antecedentes) dilatan la recepción hasta el 20 de agosto (conf. informe actuarial de fs. 1255), y así sobreviene la acusación fiscal, el 19 de noviembre de 1993, con un pedido de pena de prisión de cinco años por el delito de estafa en concurso ideal con uso de documento privado falso reiterado en seis oportunidades.

En cuanto a la actuación de la alzada en su función de control de la duración del proceso a través de los informes que impone el art. 206 del Código de Procedimientos en Materia Penal, cabe señalar que dichos informes se concreta-ron con atrasos desmesurados y consistieron en la sola elevación de formularios que nada indi-caban acerca de cuál era la situación real de la causa. El segundo de tales pedidos de prórroga se realizó a casi tres años del primero, el 27 de octubre de 1988, y el a quo ordenó que el suma-

rio debía estar concluido dentro de los siguien-tes noventa días. Transcurridos nuevamente casi tres años, el 2 de octubre de 1991, la cáma-ra concede una prórroga de cuatro meses más. Ello, a pesar de que el informe del instructor se había limitado a consignar en el rubro “medidas pendientes” la nuda expresión “declaraciones testimoniales y espera contestación de oficio”, y de que la etapa sumarial ya llevaba seis años, en contra del plazo de seis meses que señala el art. 206, Código Procesal en Materia Penal. Más allá de que los tribunales interpreten que dicho plazo es meramente “ordenatorio”, parece difícil aceptar que él pueda multiplicarse de semejante forma sin que existan razones extraordinarias y sin que ello cause al menos alguna reacción por parte de quien tiene a su cargo el contralor de la duración de la tramitación.

Ello no sólo no ocurrió, sino que en similares condiciones de imprecisión del informe se con-cede una nueva prórroga por otros tres meses el 26 de agosto de 1992 (fs. 1214).

Seguramente, estos años de morosidad per-miten entender más cabalmente a qué se refiere el a quo al hablar de una tramitación “indebida-mente prolongada”; empero, el intento de justi-ficarla por medio de la cita del caso “Firmenich” (Fallos: 310:1476) -en que se encontraba en juego un pedido de pena de treinta años- y de supuestas facultades judiciales para interpretar la “razonabilidad”, resulta inadecuado.

15) Que ya sabía Gracián que no todo lo que prosigue se adelanta. Pero, aun cuando se ten-ga manga ancha para juzgar la razonabilidad del tiempo durante el cual una persona puede encontrarse legítimamente sometida a proceso, ello no significa que el legislador, en el marco de las facultades que le son propias, no pueda establecer un plazo absoluto, superado el cual no sea posible relativizar o justificar ninguna dilación ulterior. Del mismo modo que el juez

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puede valorar la gravedad de un delito de acuer-do con la situación de hecho concreta, pero no puede fijar una pena que supere el máximo previsto -pues ella sería “irrazonable” desde el punto de vista del legislador-, nada obsta a que la ley establezca plazos de duración perentorios para los procesos. Es cierto que aun en ese caso el juzgamiento de la “razonabilidad” continua-ría estando en manos de los jueces; pero con la advertencia de que el concepto sólo puede jugar en favor del imputado: en la medida en que la ley estaría fijando un plazo adecuado a causas con un grado de dificultad intermedio, su transcurso completo podría ser considerado, de todos modos, “irrazonable” frente a casos ex-tremadamente sencillos.

Como se señalara en “Barker v. Wingo”, si bien “no hay base constitucional para sostener que un juicio rápido puede ser cuantificado en un número específico de días o meses, los Es-tados, por supuesto, son libres de prescribir un período razonable, compatible con el estándar constitucional” (fallo cit., pag. 523). “La dura-ción que puede ser tolerada en un crimen ca-llejero ordinario es considerablemente menor que para una imputación seria y compleja de conspiración (fallo cit., pág 531. Cabe destacar que los factores de “Barker” fueron reemplaza-dos en lo federal por el Congreso, a través de la “Speedy Trial Act” de 1974, que fijó estrictos parámetros temporales, op. cit., pág 1335).

16) Que los plazos de los arts. 701 y 206 Có-digo Procesal en Materia Penal, de dos años y de seis meses para la totalidad del procedimien-to y para el sumario respectivamente, no sean interpretados por los jueces como absolutos no significa que aquéllos puedan quedar tan fuera de consideración como para que se produzca, de facto, una verdadera derogación.

No hay duda de que dichos plazos deben cons-tituir, por lo menos, un canon de razonabilidad

sobre la duración del trámite que no puede ser soslayado sin más ni más por el juzgador.

En otras palabras, el punto relativo a la ra-zonabilidad de la duración de un proceso no es de aquellos que pertenecen a la exclusiva jurisdicción de la conciencia individual de los jueces, sino a las responsabilidades institucio-nales que han asumido frente al pueblo al jurar obediencia a la Constitución.

17) Que en la presente causa no se ha concre-tado aún la defensa de fondo, por lo cual, como señala la recurrente, no es de esperar que recaiga sentencia definitiva a corto plazo y así se ponga fin a la situación de indudable restricción de la libertad que viene sufriendo el encausado como consecuencia del régimen de excarcelación a que se halla sometido [acerca del derecho del impu-tado a una definición de su situación y las restric-ciones que implica el mero sometimiento a juicio penal, conf. “Klopfer v. North Carolina”, 386 U.S. 213]. Sin embargo, aun cuando dicha sentencia estuviere próxima, el tiempo transcurrido ya ha resultado excesivo. En efecto, el objeto procesal y la cantidad de imputados no parecen superar el “promedio” que pudo haber tenido en mira el legislador al fijar los plazos citados, por lo cual, y cualquiera sea la perspectiva que se utilice, la comparación con los plazos “ideales” deriva, inexorablemente, en una injustificable lesión al derecho de defensa y al debido proceso.

18) Que con relación a aquellos tiempos que ya no admiten relativización alguna, por ser ellos, por sí mismos, excesivos, es ilustrativo comparar con los que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con su concepto flexible de “duración razonable”, consideró violatorios del art. 6, inc. 1°, C.E.D.H. (conf. EMRK-Kommentar, supra cit., págs. 274 y sgtes., con lista de casos, sus ca-racterísticas particulares y su duración).

En este sentido, las consideraciones realiza-

152 Plazo razonable del proceso penal

das por ese tribunal en el caso “Eckle” resultan especialmente aplicables al de autos, a pesar de que el supuesto de hecho era evidentemente más complejo (sólo en 1965 fue necesario re-cibir trescientos sesenta y cinco testimonios, ciento seis de ellos, fuera del país). Se le atri-buían al imputado Eckle numerosos delitos cometidos en ejercicio de su actividad econó-mica, y la quiebra a la que había llegado parecía ser fraudulenta. Ello dio origen a tres procesos diferentes en tres jurisdicciones distintas. Dos de ellos duraron algo más de diecisiete y diez años respectivamente (la totalidad del trámite, incluso recursos constitucionales). El Tribunal consideró que habían sobrepasado el plazo ra-zonable, y que el país demandado (la Repúbli-ca Federal de Alemania) había lesionado el art. 6, inc. 1°, C.E.D.H.. La decisión concluyó que “las dificultades de la instrucción y el compor-tamiento de los demandantes no explican por sí solos la duración del procedimiento, uno de cuyos principales motivos reside en la manera en que las autoridades condujeron el asunto”.

19) Que tal situación guarda estrecha simi-litud con la que se planteara en estas actuacio-nes, en tanto la dilación indebida fue exclusiva responsabilidad de los diferentes funcionarios intervinientes.

Por ello, no reviste carácter justificatorio lo afir-mado por el juez de primera instancia en su reso-lución (fs. 14/15 y “ratificación” de fs. 58 vta.) confirmada por el a quo, en el sentido de que la demora en el trámite se debió a las “distintas y variadas peticiones formuladas por las partes” y al hecho de que se hubiera continuado con el trámite de la causa bajo el régimen de la ley 2372, “siendo que el nuevo sistema judicial implemen-tado a partir de la ley 23.984, permitía optar por un juzgamiento considerado más ágil y mejor dotado que el empleado por el procedimiento escrito”. Esta última aseveración resulta especial-mente impropia si se toma en cuenta que -a pe-

sar de que ya se había concretado la notificación respectiva mediante cédula de la posibilidad de optar tácitamente-, el mismo magistrado había considerado necesario efectuar una nueva noti-ficación personal (fs. 1261), como consecuencia de la cual la opción en favor del juicio escrito quedó inexorablemente definida por otro de los procesados y no por el incidentista, de acuerdo con lo establecido por el art. 12 de la ley 24.121, segundo párrafo (confr. fs. 1262).

Pero, además, es inaceptable el criterio que se infiere de tal afirmación, en cuanto considera en contra del imputado sus “peticiones”, pues ello provoca una restricción de la libertad de defensa contraria a la comprensión que de este derecho debe hacerse a la luz del art. 18 de la Constitu-ción Nacional. En este sentido, el Tribunal Euro-peo de Derechos Humanos utiliza ciertamente como criterio de valoración de la demora cuál haya sido la conducta del recurrente (op. cit., pág. 268); pero, a diferencia de lo que ocurre en los procesos civiles, el imputado no está obliga-do a colaborar activamente con lo que se refiere a la celeridad del proceso en su contra (conf. doc-trina sentada en el caso “Eckle” supra cit.). Y aun en aquéllos, en los cuales, en principio, es deber de las partes asegurar la rapidez del proceso, esta máxima no libera a los estados parte de la obliga-ción de que el juicio finalice en un plazo razona-ble (op. cit., pág 267, con cita de los casos “Neves e Silva”; “Capuano” y “Buchholz”).

20) Que no resulta clara la referencia del auto convalidado por la cámara en cuanto a que ha existido en la causa “actividad permanente”. Ello no sólo es inexacto, como lo demuestra el cotejo de lo actuado en el expediente, sino que, en todo caso, la actividad jurisdiccional ininterrumpida “da razón de la conducta del tribunal” pero no sa-nea “la injusticia de una indefinición que atenta contra la garantía constitucional de la defensa en juicio” (conf. Fallos: 303:917, disidencia del juez Pedro J. Frías, con remisión al caso “Mattei”).

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No son ajenas al conocimiento de esta Corte las ingentes dificultades que agobian a los jueces por el exceso de tareas y ciertas carencias estruc-turales, las cuales seguramente se agravaron, en el caso, con motivo de las vicisitudes ocasionadas por la modificación del sistema procesal y por los innumerables cambios producidos en las desig-naciones de los funcionarios intervinientes. Sin embargo tal situación, aun cuando permitiere explicar las demoras en que se ha incurrido y jus-tificar a los jueces por esa misma demora, no au-toriza a hacer caer sobre la cabeza del imputado los inexorables costos de lo sucedido (en idéntico sentido, “Barker v. Wingo” cit., pág 531).

21) Que, en tales condiciones, la duración del presente proceso desde comienzos de 1985 hasta hoy resulta, en sí, violatoria del derecho del imputado a ser oído judicialmente en un plazo razonable (art. 8, inc. 1°, C.A.D.H.). A ello se agrega que se vislumbra que tal situa-ción habrá de prolongarse, con la consiguien-te continuación de la restricción de la libertad que produce el sometimiento a juicio y a las condiciones de la excarcelación, lo cual lesiona, asimismo, la garantía establecida por el art. 7, inc. 5°, C.A.D.H. Dicha norma no puede inter-pretarse limitada al encarcelamiento preventivo en sentido estricto, sino que obliga, también, al control de la legitimidad de la duración de toda medida de coerción aplicada durante el proce-so penal, en términos de su proporcionalidad. Desde esta perspectiva, y frente a un pedido de pena del fiscal de cinco años de prisión, el

sometimiento a restricciones de la libertad por un lapso que al momento de definirse el proce-so posiblemente lo triplique resulta, sin lugar a dudas, inadmisible.

22) Que no obstante los vicios de fundamen-tación señalados en la sentencia apelada, no corresponde que la causa sea devuelta para que aquélla sea nuevamente dictada (art. 16, primera alternativa, ley 48), pues ello implicaría conti-nuar dilatando una situación de indefinición in-compatible con el derecho de defensa y el debido proceso. Dada la magnitud del tiempo transcurri-do, y conforme con la doctrina que se deriva de los precedentes citados, corresponde poner fin a la presente causa por medio de la declaración de la extinción de la acción penal por prescripción, en la medida en que ella constituye la vía jurídica idónea para determinar la cesación de la potes-tad punitiva estatal por el transcurso del tiempo y salvaguardar de este modo el derecho consti-tucional a obtener una pronunciamiento judicial sin dilaciones indebidas (art. 18, Constitución Nacional, y art. 8, inc. 1°, C.A.D.H.).

Por ello, se hace lugar al recurso extraordina-rio, se revoca la sentencia apelada y se declara extinguida por prescripción la acción penal, sin perjuicio de los derechos de las partes de naturaleza patrimonial (art. 16, segunda alter-nativa, de la ley 48). Notifíquese y remítase. ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI - AN-TONIO BOGGIANO.

ES COPIA

155Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Cortegozo, Basilio Orlando” , Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 316:1328, 16/06/1993

Voto mayoritario: “…si bien es cierto que esta Corte ha declarado que las resoluciones que rechazan a prescripción de la acción penal no reúnen, por regla, la calidad de sentencia definitiva a los efectos del art. 14 de la ley 48; ello es así solo en la medida en que, en el caso concreto, no existan circunstancias que determinen hacer excepción a ese principio…” (considerando 3°)

“…esta última es la hipótesis que se verifica en autos, toda vez que los 15 años que lleva ya el trámite de la causa , en la que los recurrentes fueron procesados en abril de 1978 y en mayo de 1979, y en el caso de Longoni se le dictó la prisión preventiva en la primera de las oportunidades indicadas, sin que aun se haya fijado fecha para la audiencia de debate –ya que las ante-riores providencias que así lo decidían quedaron sin efecto por razones no imputables a los recurrentes- demuestran la irrazonabilidad del tiempo en que aquellos han quedado sometidos al proceso.” (considerando 4°)

Corte Suprema de Justicia de la Nación

Buenos Aires, junio 16 de 1993.

Considerando:

1°) Que el Superior Tribunal de Justicia de la Provincia del Chaco declaró mal concedidos los recursos de inconstitucionalidad e inaplica-bilidad de ley interpuestos por dos de los pro-cesados y consecuentemente extinguida, de tal modo, la pretensión impugnativa adherente de otro de ellos. Contra esa decisión los primeros dedujeron recurso extraordinario que les fue concedido en tanto el restante se adhirió a di-cha apelación solicitando que se le extendieran sus efectos, con arreglo a lo dispuesto en el art.

419 del Código Procesal Penal del Chaco. Fren-te a esta petición, el a quo resolvió declarar que lo relativo a esa adhesión era materia a conside-rar por esta Corte.

2°) Que para decidir como lo hizo, el tribunal de la instancia anterior estimó que el pronun-ciamiento de la Cámara que rechazó el pedido de sobreseimiento definitivo por prescripción de la acción penal no constituía sentencia defi-nitiva que legitimara a los apelantes para inter-poner los recursos extraordinarios locales.

3°) Que si bien es cierto que esta Corte ha declarado que las resoluciones que rechazan la prescripción de la acción penal no reúnen,

156 Plazo razonable del proceso penal

por regla, la calidad de sentencia definitiva a los efectos del art. 14 de la ley 48; ello es así sólo en la medida en que, en el caso concreto, no exis-tan circunstancias que determinen hacer excep-ción a ese principio (confr. sent. del 4/6/91 “in re”: N. 539. XXIII. “Manuele, Carlos Alberto. s/ prescripción - causa N° 52-M-87” y sus citas).

4°) Que esta última es la hipótesis que se ve-rifica en autos, toda vez que los 15 años que lleva ya el trámite de la causa, en la que los re-currentes fueron procesados en abril de 1978 y en mayo de 1979, y en el caso de Longoni se le dictó la prisión preventiva en la primera de las oportunidades indicadas, sin que aún se haya fijado fecha para la audiencia de debate -ya que las anteriores providencias que así lo decidían quedaron sin efecto por razones no imputables a los recurrentes- demuestran la irrazonabilidad del tiempo en que aquéllos han quedado some-tidos al proceso.

5°) Que lo expuesto precedentemente hace aplicable al “sub lite” el criterio del tribunal referente a que el respeto de la garantía de de-fensa en juicio incluye el derecho del procesado a obtener un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, pon-ga término, del modo más breve posible, a la situación de incertidumbre y de restricción de la libertad que soporta el enjuiciamiento penal (Fallos: 306:1705 y sus citas).

6°) Que en esas condiciones la decisión del Su-perior Tribunal de negarse a conocer el tema de fondo planteado sobre la base de la existencia de óbices procesales importa, en el caso, un exceso de rigor formal que resulta descalificable con arreglo a la doctrina de esta Corte sobre arbitrariedad.

7°) Que en lo atinente a la adhesión impug-nativa del tercer procesado cabe señalar, en pri-

mer término que a la apelación federal prevista en el art. 14 de la ley 48 no le son aplicables las normas del Código Procesal Penal de la Pro-vincia, sino que se rige por las disposiciones de dicha ley y del Código Procesal Civil y Comer-cial de la Nación.

No obstante ello, y aun careciendo el citado escrito de los requisitos mínimos exigidos por las normas “supra” citadas, corresponde aplicar al caso la doctrina de esta Corte según la cual deben extenderse los efectos de la decisión res-pecto del recurso a este apelante por un elemen-tal principio de equidad. Ello es así porque el rechazo sobre la base del incumplimiento de la carga formal de fundamentación autónoma del recurso extraordinario llevaría a la consecuencia inadmisible de que, existiendo respecto de todos los recurrentes idéntica afectación de la defensa en juicio, la queja de sólo algunos de aquéllos sea atendible, lo cual no sólo lesiona ese princi-pio sino, además, la conciencia de la comunidad (Fallos: 300:1102, consid. 5°; 307:2236, consid. 7°). Así como esta Corte, por aplicación de este sentimiento de justicia, extendió los efectos de la sentencia aun respecto de quienes no inter-pusieron recurso extraordinario, la misma solu-ción cabe adoptar en el presente caso en que ha mediado una expresa e inequívoca voluntad de hacerlo (confr. sent. del 19/12/91 “in re”: C 318.XXIII. “Consoli, Próspero Victor s/administra-ción fraudulenta - causa N° 37.141”).

Por ello, se resuelve declarar la procedencia de los recursos de fs. 3930 y 3943 y dejar sin efecto la sentencia de fs. 3924 debiendo volver los autos al tribunal de origen para que, por quien corres-ponda, dicte nuevo pronunciamiento (art. 16, parte 1°, ley 48). -- Antonio Boggiano. -- Rodolfo C. Barra. -- Carlos S. Fayt. -- Mariano A. Cavagna Martínez. -- Ricardo Levene (h.). -- Enrique S. Petracchi. -- Eduardo Moliné O’Connor.

157Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Amadeo de Roth”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 323:982, 04/05/2000

Voto mayoritario: “…atento la naturaleza de los vicios de fundamenta-ción de la sentencia impugnada, no corresponde que la causa sea devuelta para que aquélla sea nuevamente dictada, pues ello implicaría continuar dilatando una situación de indefinición incompatible con el derecho de defensa y el debido proceso. Dada la magnitud del tiempo transcurrido desde la comisión del delito de lesiones culposas -más de veinte años- y el lapso pasado con ulterioridad al auto del 12 de marzo de 1987 obrante a fs. 496/496 vta. del principal, conforme con la doctrina que deriva de los precedentes citados, corresponde poner fin a la presente causa por me-dio de la declaración de la extinción de la acción penal por prescripción, en la medida en que ella constituye la vía jurídica idónea para determinar la cesación de la potestad punitiva estatal por el transcurso del tiempo y salvaguardar de este modo el derecho constitucional a obtener un pro-nunciamiento judicial sin dilaciones indebidas.” (considerando 11°)

Dictamen del Procurador General de la Nación.

La Corte Suprema de Justicia de Salta no hizo lugar al recurso de casación interpuesto por la defensa de Angélica L. Amadeo de Roth con-tra la resolución del juez en lo correccional y de menores del Distrito Judicial del Sur (Metán) de esa provincia, que rechazó el pedido de sobresei-miento por prescripción de la acción penal plan-teado en su favor. Contra esa decisión, su asisten-cia técnica dedujo recurso extraordinario cuya denegatoria dio lugar a esta presentación directa.

La impugnación se funda en las garantías de defensa en juicio y del debido proceso y en la doctrina de la arbitrariedad por no constituir el

fallo, a juicio de la apelante, una consecuencia lógica de las constancias de la causa, por formu-larse una interpretación de los arts. 62 inc. 2, y 67 Código Penal, que importa su derogación, por la falta de consideración de extremos con-ducentes para la solución del pleito y de prece-dentes expresamente invocados, y por afectarse la presunción de inocencia del art. 18 de la Ley Fundamental. También se aduce la causal de gravedad institucional.

1. Para una más clara exposición del caso, creo oportuno recordar que Amadeo de Roth se encuentra imputada del delito de lesiones culposas a raíz de un accidente automovilístico ocurrido el 26/2/79 en la Provincia de Salta y

158 Plazo razonable del proceso penal

que el magistrado interviniente, al resolver el 27/9/1996 el rechazo de la solicitud de pres-cripción, reiteró el pedido de detención de la nombrada con la salvedad de que, una vez con-cretado, permanecerá detenida hasta la realiza-ción de la audiencia en debate público.

Estos breves antecedentes permiten apreciar que corresponde hacer la excepción posible al principio de que, por ausencia de sentencia definitiva, veda el recurso extraordinario res-pecto de resoluciones que rechazan la excep-ción de prescripción de la acción penal (Fallos: 302:587; 312:662 y 315:2049, entre otros).

Así lo pienso pues, a la natural incertidumbre y restricción de la libertad personal que significa hallarse en situación de procesado en una causa penal, extremo que la Corte ha considerado por sí solo insuficiente para hacer excepción a aque-lla regla general (Fallos: 311:1781), en el caso se agrega que ese estado ya lleva diecinueve años de duración en un proceso cuya pena máxima no podría superar los dos años de prisión y, además, que de concretarse la orden de captura reiterada por el juez de la causa, la privación de libertad sería efectiva, lo cual importa un perjuicio de im-posible o tardía reparación ulterior.

En este sentido V.E., ha sostenido en un caso análogo al presente, que “la resolución que re-chaza la defensa de prescripción, si bien no es la sentencia definitiva de la causa en cuanto no pone término al pleito ni impide su continua-ción, puede equiparársela en sus efectos pues, dadas las particulares circunstancias del juicio, cuyo trámite lleva ya dieciocho años, cabe pre-sumir que hasta la sentencia final puede trans-currir un lapso tan prolongado que, por sí solo, irrogue al procesado un perjuicio que no podrá ser ulteriormente reparado” (Fallos: 301:197 y doctrina de Fallos: 306:1688 y 316:1328).

Tales circunstancias fueron invocadas por la

parte recurrente ante el superior tribunal local y han sido respondidas negativamente en el auto cuya copia luce a fs. 42/44 con fundamentos dogmáticos que desconocen esas constancias del “sub lite”. En tales condiciones, corresponde equi-parar a sentencia definitiva la resolución recurri-da y declarar la procedencia formal del recurso, pues es evidente que, además del orden público, las particulares circunstancias del caso compro-meten las garantías constitucionales señaladas por la defensa y suscitan cuestión federal.

2. Con respecto al fondo del asunto, sin des-conocer que lo resuelto en materia de prescrip-ción de la acción penal remite a la consideración de extremos que son de hecho, prueba y de de-recho procesal y común ajenos a la jurisdicción extraordinaria de la Corte (Fallos 300:712) advierto, en primer lugar, que la sentencia ape-lada ha omitido la consideración de extremos conducentes planteados, circunstancia que la descalifica como acto jurisdiccional válido y lesiona la garantía de defensa en juicio (Fallos 305:1236; 314:733; 315:1195, entre otros).

En efecto, frente a lo alegado por la asisten-cia técnica al expresar agravios en el trámite de recurso de casación, en cuanto a que con poste-rioridad a la orden de detención y solicitud de captura y extradición de la imputada, transcu-rrió con creces el tiempo requerido por la ley de fondo para la extinción de la acción, sin que hayan existido actos típicamente impulsorios capaces de interrumpir la prescripción de la acción penal (fs. 22/23, donde descartó que pudiera asignarse esa virtualidad a la reitera-ción de aquel pedido de captura), la Corte local respondió que las constancias de la causa no permitían apreciar que hubiera transcurrido un período de dos años sin registrarse actos indi-cativos de la voluntad del órgano judicial o del Ministerio Público tendientes a la continuación del proceso. Para arribar a tal conclusión, hizo mérito de las reiteradas órdenes de detención,

159Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

pedidos de captura y comparendos por la fuer-za pública librados respecto de la encausada para hacerla comparecer al proceso.

Esta afirmación no se compadece con las puntuales referencias introducidas en el escri-to de recurso extraordinario sobre los distintos períodos en que, a criterio de la defensa, habría operado la prescripción, en especial el indicado entre el 6/4/1990 y el 16/6/1992 que no regis-traría ninguna actividad jurisdiccional, extre-mos que tampoco fueron valorados por el a quo al declarar inadmisible la apelación federal.

Cabe destacar que en el precedente de Fallos 316:1752, análogo al “sub examine”, V.E. ha decidido que es arbitraria la sentencia que des-estimó la defensa de prescripción de la acción, con el argumento de que cada vez que se dis-puso un nuevo comprando para llevar a cabo la declaración ordenada, se interrumpió el corres-pondiente plazo, cuando lo que debió tenerse en cuenta fue la fecha en la que originariamente se había ordenado dicha declaración.

A mi manera de ver, en la sentencia apelada no sólo se ha omitido así la debida consideración de argumentos oportunamente propuestos por la parte sino que, además, se ha desconocido la so-lución normativa prevista, al asignarse una inde-bida amplitud al concepto “secuela de juicio” del art. 67 párr. 4º del Código Penal, dentro del cual el a quo ha considerado comprendidas, por ejem-plo, las reiteraciones de las órdenes de captura.

Entiendo que ello es así porque, al no for-mularse mayor distinción sobre qué clase de actos presentan esa calidad, esa interpretación del art. 67 del Código Penal vuelve inoperante el Instituto de la extinción de la acción que el legislador ha reglado en el Título X del Libro Primero de ese cuerpo legal, pues con tal cri-terio cualquier acto podría tener aptitud para interrumpirla, volviendo de ese modo prácti-

camente imprescriptible la acción con el solo requisito de que el proceso respectivo se man-tenga en trámite.

Ha sostenido V.E. en el precedente publica-do en Fallos 316:365, que “el Instituto de la prescripción cumple un relevante papel en la preservación de la defensa en juicio, al impedir que los individuos tengan que defenderse res-pecto de acusaciones en las cuales los hechos básicos han quedado oscurecidos por el paso del tiempo y al minimizar el peligro del castigo es-tatal por hechos ocurridos en un pasado lejano. Esta limitación temporal puede asimismo tener el saludable efecto de incitar a los funcionarios encargados de aplicar la ley para que investiguen prontamente las supuestas actividades delictivas (404 U.S. 307, 323, ‘United States v. Marion’)”.

Ya Carrara había enseñado que los motivos para que la acción prescriba son dos: que haya cesado el interés social por el castigo; y que exista el peligro de que el inocente no pueda defender-se a causa de que el ejercicio de la acción se ha re-tardado (“Programa de Derecho Criminal Parte General, vol. II, p. 182, Ed. Temis, Bogotá, 1972.

La cuestión también se vincula con la doctrina que V.E. estableció a partir del precedente “Mat-tei”, donde interpretó que debe reputarse inclui-do en la garantía de defensa en juicio consagrada por el art. 18 de la Constitución Nacional, el derecho de todo imputado a obtener un pronun-ciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga término del modo más rápido posible a la situación de incertidumbre y de innegable restricción de la libertad que com-porta el enjuiciamiento penal (Fallos 272:188; 297:486; 298:312; 300:1102; 305:913; 310:57; 316:2063; 318:665, entre otros).

Por lo demás, esa garantía ha sido luego reco-nocida expresamente al ratificarse el Pacto In-ternacional de Derechos Civiles y Políticos (ley

160 Plazo razonable del proceso penal

23.313), que tiene jerarquía constitucional des-de la reforma constitucional de 1994 (art. 75, inc. 22, ley fundamental), cuyo art. 14 apart. 3º inc. c) establece que toda persona acusada tiene derecho a ser juzgada sin dilaciones indebidas.

En estas condiciones, el fallo impugnado propo-ne una exégesis inadecuada de la norma aplicable, que la desvirtúa y conduce a un apartamiento in-equívoco de la finalidad perseguida mediante su sanción. Tales defectos, han sido reiteradamente considerados por la Corte como causales de arbi-trariedad (Fallos 308:1796; 310:799; 311:1656; 312:1036; 314:787, entre otros).

3. Previo a concluir y en cuanto al agravio vinculado con la afectación de la presunción de inocencia, considero que asiste razón a la par-te recurrente en lo referido a la afirmación del tribunal local en el sentido de que la imputada debió haber acreditado la inexistencia de la res-tante causal de interrupción de la prescripción, pues además de introducir una cuestión no debatida hasta ese momento, importa exigirle demostrar -con menoscabo de aquella garantía constitucional- que no ha cometido nuevo deli-to, máxime cuando, por tratarse de una materia de orden público (Fallos: 297:215; 304:1395; 312:1351; 313:1224), correspondía al órgano jurisdiccional requerir a los registros oficiales la información respectiva. De esta manera, se presenta otra causal que también concurre a descalificar el pronunciamiento.

Por ello, opino que V.E. debe hacer lugar a la queja de fs. 45/61 y dejar sin efecto la senten-cia apelada para que, por intermedio de quien corresponda, se dicte una nueva conforme a derecho.- Nicolás Becerra.

Buenos Aires, mayo 4 de 2000.

Considerando: 1. Que el recurso extraordina-rio, cuya denegación motiva la presente queja,

se interpuso contra la sentencia de la sala 2ª de la Corte Suprema de Salta, que no hizo lugar al recurso de casación deducido contra la decisión del Juzgado en lo Correccional y de Menores de Metán, que había rechazado la solicitud de so-breseimiento por prescripción de la acción pe-nal efectuada a favor de Angélica L. Amadeo de Roth respecto del delito de lesiones culposas.

2. Que al interponer el remedio federal, la parte recurrente manifestó que a raíz de un ac-cidente automovilístico se le incriminó el delito de lesiones culposas en un proceso que se pro-longó por un lapso de dieciocho años sin arri-bar a la sentencia definitiva y sin que se acep-tara, arbitrariamente, el pedido de prescripción de la acción penal realizado oportunamente, al otorgarse a la expresión “secuela de juicio” un alcance que determinaría la imprescriptibilidad de los delitos de acción pública. Además, plan-teó el tema constitucional referente al derecho a ser juzgado en un plazo razonable para obte-ner un pronunciamiento judicial que definiese del modo más rápido su situación de procesada ante la ley y la sociedad.

3. Que para desechar el recurso de casación, el tribunal a quo en cuenta que las constancias de la causa referentes a la actividad procesal desarrollada tras la revocación de la excarcela-ción de la encartada -12/3/1987- no permitían apreciar que hubiese transcurrido un período de dos años sin registrarse actos indicativos de la voluntad del órgano judicial o del Ministe-rio Público tendientes a la continuación del proceso. En tal sentido, sostuvo que el interés del Estado se había manifestado por vía de los respectivos actos jurisdiccionales, los cuales tendieron a poner fin a la actitud renuente de la encausada a comparecer en el proceso. Las reiteradas órdenes de detención, agregó, pe-didos de captura y comparendos por la fuerza pública no podían en modo alguno conside-rarse simples reflejos de la instancia formulada

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por la parte actora, pues representaban expre-siones acabadas del “imperium” del Estado en impulsar el proceso.

4. Que para resolver el remedio federal deduci-do es relevante recordar en primer lugar que en la doctrina de Fallos 272:188 esta Corte, al inter-pretar los principios de progresividad y preclu-sión como instrumentos procesales concretos destinados a evitar la duración indeterminada de los juicios, expresó que ellos obedecían al impe-rativo de satisfacer una exigencia consustancial con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el reconocimiento del derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito, mediante una sentencia que establezca, de una vez y para siempre, su situación frente a la ley penal. Debe reputarse incluido -se agregó- en la garantía de defensa en juicio consagrada por el art. 18 de la Constitución Nacional, el dere-cho de todo imputado a obtener, después de un juicio tramitado en legal forma, un pronuncia-miento que, definiendo su situación frente a la ley y a la sociedad, ponga término, del modo más rápido posible, a la situación de incertidumbre y de innegable restricción de la libertad que com-porta el enjuiciamiento penal. Idéntico criterio se siguió en Fallos 300:1102, frente a un proce-so que se había prolongado durante veinticinco años. Allí se reafirmó el principio conforme al cual la defensa en juicio y el debido proceso “se integran por una rápida y eficaz decisión judi-cial”. Además, dicha garantía fue reconocida en el art. 14, apart. 3 inc. c) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que tiene jerarquía constitucional a partir de la reforma de 1994.

5. Que, por otra parte, debe destacarse que aunque esta Corte tiene dicho que las decisiones que rechazan la defensa de prescripción no cons-tituyen sentencias definitivas, en tanto no ponen término al pleito ni impiden su continuación (Fallos: 236:392 y 279:16), también ha sentado

el criterio de que dichas resoluciones pueden ser equiparadas a definitivas en sus efectos, en la me-dida en que cabe presumir que hasta la sentencia final puede transcurrir un lapso tan prolongado que por sí solo irrogue al procesado un perjui-cio que no podrá ser ulteriormente reparado. Es decir, que se ha reconocido la relación existente entre “duración razonable del proceso” y “pres-cripción de la acción penal” (Fallos: 301:197; 306:1688 y 316:1328), de los que se desprende que el derecho del imputado a que se ponga fin a la situación de indefinición que supone el en-juiciamiento penal puede encontrar tutela en la prescripción de la acción. Así, como se destacó en Fallos 312:2075, el pronunciamiento garan-tizador del art. 18 de la Constitución Nacional puede consistir naturalmente en la declaración de la existencia de esa excepción.

6. Que, no obstante que el tribunal ha esta-blecido también que la interpretación de las reglas que rigen la prescripción y, en particular, la del concepto de “secuela de juicio” como causal interruptiva, remiten al análisis de cues-tiones de derecho común y procesal ajenas, en principio, a la jurisdicción extraordinaria de esta Corte (Fallos: 304:596 y 311:1960, entre otros), se ha abierto excepcionalmente dicha jurisdicción extraordinaria cuando la sentencia contiene afirmaciones dogmáticas o carece de fundamentos mínimos (Fallos 312:1221). En consecuencia, si la duración indefinida del pro-cedimiento provoca una lesión a un derecho de rango constitucional, la decisión que rechaza la extinción de la acción penal por haber existido actos procesales interruptivos de la prescrip-ción puede y debe ser revisada en esta instancia, con el fin de evitar que so color de que se trata de interpretaciones de derecho común, se omi-ta la intervención de esta Corte en asuntos que, como se ha dicho, afectan derechos federales.

7. Que teniendo en cuenta los principios ex-puestos, cabe concluir en que en el “sub lite” es

162 Plazo razonable del proceso penal

formalmente procedente el recurso extraordi-nario, pues existe cuestión federal bastante al haberse planteado el apartamiento y violación expresa de la ley sustantiva y el alcance que cabe asignar a la garantía de obtener un pro-nunciamiento judicial sin dilaciones indebidas, derivada del art. 18 de la Constitución Nacio-nal, y la sentencia dictada ha sido contraria a la pretensión del apelante.

8. Que en efecto, a partir de la compulsa del expediente principal iniciado en febrero de 1979 y en contra de lo afirmado por el a quo, en modo alguno puede afirmarse que hayan exis-tido en la causa actos procesales que hasta la fecha de su pronunciamiento interrumpiesen la prescripción de la acción penal de dos años establecida para el delito de lesiones culposas, conforme a lo dispuesto en los arts. 94 y 62 del Código Penal. Ello es así toda vez que, sin abrir juicio del o acaecido en etapas anteriores, el simple cotejo de las actuaciones llevadas a cabo a partir del 12/3/1987, en que se revo-ca la excarcelación de la encartada y se ordena su captura a fin de realizar el debate público, sólo muestra disposiciones judiciales que rei-teran dicha medida, que no son distintas de las que les dieron origen que demuestran de una forma harto elocuente que en el “sub lite” ha transcurrido en exceso el plazo necesario para que se opere la excepción opuesta por el recu-rrente (Fallos 316:1752).

En consecuencia, el a quo ha desconocido la normativa prevista en el art. 67 párr. 4º del có-digo de fondo, al asignarle a la expresión “secue-la de juicio” en ella contenida una amplitud que distorsiona su concepto y vuelve inoperante el instituto que el legislador estableció en dicho precepto, pues con su criterio se tornaría, en la práctica, imprescriptible la acción penal con la sola exigencia de que se mantuviese en trámite el proceso, sin importar la naturaleza de los ac-tos que en él se dicten.

9. Que en estas condiciones, la inadecuada in-teligencia del derecho común que se ha manifes-tado en lo resuelto, capaz de dejar en letra muer-ta las disposiciones penales vigentes, constituye una causal de arbitrariedad que, reconocida por esta Corte, determina la invalidación de la sen-tencia impugnada (Fallos 314:787 y sus citas).

10. Que no obsta a las conclusiones expuestas, la negligencia que podría haber tenido la encau-sada en comparecer en la causa provocando su consecuente dilación, pues, como es obvio, no está en aquélla instar la prosecución del proceso instruido en su contra ni su conducta -sujeta a las normas del procedimiento- puede incidir en la objetiva aplicación del instituto de la prescrip-ción. Por otra parte, también resulta inadmisible que la sentencia manifieste que no obran en la causa constancias de que la encartada no hu-biese cometido otro delito, como un aparente obstáculo para pronunciarse sobre la excepción solicitada, pues al tratarse dicho planteo de una materia de orden público (Fallos: 312:1351 y 313:1224, entre otros), correspondía al órgano jurisdiccional actuar de oficio y requerir a los re-gistros oficiales los antecedentes respectivos.

11. Que atento la naturaleza de los vicios de fundamentación de la sentencia impugnada, no corresponde que la causa sea devuelta para que aquélla sea nuevamente dictada, pues ello implicaría continuar dilatando una situación de indefinición incompatible con el derecho de defensa y el debido proceso. Dada la magnitud del tiempo transcurrido desde la comisión del delito de lesiones culposas -más de veinte años- y el lapso pasado con ulterioridad al auto del 12/3/1987 obrante a fs. 496/496 vta. del prin-cipal, conforme con la doctrina que deriva de los precedentes citados, corresponde poner fin a la presente causa por medio de la declaración de la extinción de la acción penal por prescrip-ción, en la medida en que ella constituye la vía jurídica idónea para determinar la cesación de

163Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

la potestad punitiva estatal por el transcurso del tiempo y salvaguardar de este modo el derecho constitucional a obtener un pronunciamiento judicial sin dilaciones indebidas.

Por ello, y lo concordemente dictaminado por el procurador general, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se revoca la sentencia apelada, declarándose extinguida por prescripción la acción penal en la causa y disponiéndose su sobreseimien-to. Déjase sin efecto la orden de captura de la encartada, a cuyo fin el tribunal interviniente deberá librar urgentemente las respectivas co-municaciones que correspondan (art. 16 parte 2ª, ley 48). Este pronunciamiento se dicta sin perjuicio de los derechos de las partes de natu-raleza patrimonial. - Julio S. Nazareno. - Eduar-do Moliné O Connor. - Guillermo A. F. López. - Carlos S. Fayt. - Adolfo R. Vázquez. (con su voto) - Enrique S. Petracchi. - Antonio Boggia-no. - Gustavo A. Bossert.

Voto de los doctores Petracchi y Boggiano.

Considerando: 1. Que el recurso extraordina-rio, cuya denegación motiva la presente queja, se interpuso contra la sentencia de la sala 2ª de la Corte Suprema de Salta, que no hizo lugar al recurso de casación deducido contra la decisión del Juzgado en lo Correccional y de Menores de Metán, que había rechazado la solicitud de sobreseimiento por prescripción de la acción pe-nal formulado a favor de Angélica L. Amadeo de Roth respecto del delito de lesiones culposas.

2. Que el hecho que dio origen a estas actua-ciones fue el choque producido entre el auto-móvil Citroen 3 CV y el Peugeot 404 condu-cido por Amadeo de Roth, en la ruta nacional 34, a la altura de la localidad de Lumbreras, Provincia de Salta, el 26/2/1979. Como conse-cuencia de la colisión sufrieron lesiones Pedro L. Clemente y Rosa M. Billorno de Clemente

-quienes viajaban en el primer vehículo-, así como la propia recurrente, a quien le fue atri-buida “prima facie”, la comisión del delito pre-visto por el art. 94 del Código Penal (conf. auto de fs. 97/100, del 25/7/1979).

3. Que la causa ha continuado su trámite du-rante más de veinte años sin que hasta el mo-mento se haya logrado concretar la audiencia de debate. Sin embargo, y a pesar de que la du-ración que ha tenido este proceso excede toda razonabilidad, el a quo rechazó la excepción de prescripción de la acción penal con argumentos que significan no sólo apartarse de las constan-cias de la causa, sino, especialmente, descono-cer el significado de la garantía a obtener un pronunciamiento judicial sin dilaciones indebi-das derivadas del art. 18 de la Constitución Na-cional y del art. 8 inc. 1º, Convención Ameri-cana sobre Derechos Humanos. Esta situación resulta, en lo sustancial, idéntica a la planteada en Fallos: 322:360, cuyas consideraciones son plenamente aplicables al “sub lite” (conf. voto de los jueces Petracchi y Boggiano).

Por ello, y de acuerdo con lo dictaminado por el procurador general, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se revoca la sentencia apelada, declarándose extinguida por prescripción la acción penal en la causa y disponiéndose su sobreseimien-to. Déjase sin efecto la orden de captura de la imputada, a cuyo fin el tribunal interviniente deberá librar las comunicaciones que corres-pondan (art. 16 parte 2ª, ley 48). Este pronun-ciamiento se dicta sin perjuicio de los derechos de las partes de naturaleza patrimonial. - Enri-que S. Petracchi. - Antonio Boggiano.

Voto del doctor Bossert.

Considerando: 1. Que la sala 2ª de la Corte Suprema de Justicia de Salta no hizo lugar al re-curso de casación deducido contra la sentencia

164 Plazo razonable del proceso penal

del Juzgado en lo Correccional y de Menores de Metán que había rechazado la solicitud de sobre-seimiento por prescripción de la acción penal esgrimida por la defensa de Angélica L. Amadeo de Roth respecto del delito de lesiones culposas.

2. Que para así decidir el a quo señaló que “las constancias de la causa referidas a la actividad procesal desarrollada tras la revocación de la excarcelación, no permiten apreciar que, hasta el día de la fecha, haya transcurrido un perío-do de dos años sin registrarse actos indicativos de la voluntad del órgano judicial o del Minis-terio Público tendientes a la continuación del proceso”; y agregó que carecía de relevancia a los fines de negar la entidad interruptiva de los aludidos actos, la circunstancia de que algunos de ellos hayan sido decretados luego de una solicitud del actor civil, puesto que esta cir-cunstancia no hacía sino indicar la coincidencia del interés público y el privado para instar la prosecución de la causa. Sostuvo, además, que no obran en la causa constancias de la inconcu-rrencia de la otra causal interruptiva prevista en el código de fondo: la falta de comisión de otro delito (art. 67, Código Penal). Finalmente, con-cluyó en que no se encontraban acreditados los extremos indicados por la ley para declarar ex-tinguida la acción penal por prescripción (art. 62 y concordantes, Código Penal). Contra este pronunciamiento la defensa interpuso recurso extraordinario, cuya denegación dio origen a la presente queja.

3. Que al interponer el remedio federal, el re-currente manifestó que a raíz de un accidente automovilístico se le incriminó el delito de le-siones culposas en un proceso que se prolongó por un lapso de dieciocho años sin arribar a una sentencia definitiva y sin que se aceptara el pe-dido de prescripción de la acción penal realiza-do oportunamente, al otorgarse a la expresión “secuela de juicio” un alcance que determinaría la imprescriptibilidad de los delitos de acción

pública. Además, planteó el tema constitucio-nal referente al derecho a ser juzgado en un pla-zo razonable para obtener un pronunciamiento judicial que definiese del modo más rápido la situación del procesado ante la sociedad.

4. Que esta Corte tiene dicho que son equi-parables a sentencia definitiva, a los fines de la apelación del art. 14 de la ley 48, los pronun-ciamientos que por su índole y consecuencias pueden llegar a frustrar el derecho federal in-vocado, acarreando perjuicios de imposible o tardía reparación ulterior, consideraciones que resultan aplicables a circunstancias como las expuestas en el presente caso (Fallos: 298:50).

5. Que la interpretación de las reglas que rigen la prescripción, en particular la del concepto de “secuela de juicio” como causal interruptiva, remiten al análisis de cuestiones de derecho común y procesal ajenas a la jurisdicción ex-traordinaria de esta Corte (Fallos: 304:596 y 311:1960, entre otros).

6. Que, por el contrario, existe cuestión fe-deral en el “sub lite” en lo referente al alcance de la garantía a obtener un juicio sin dilaciones indebidas, receptada por la Constitución Na-cional y tratados internacionales suscriptos por la república.

7. Que esta Corte en los casos “Mattei” y “Mozzatti” ha señalado que “...la garantía cons-titucional de la defensa en juicio incluye el de-recho de todo imputado a obtener un pronun-ciamiento que... ponga término del modo más breve posible, a la situación de incertidum-bre… que comporta el enjuiciamiento penal” (Fallos: 272:188 y 300:1102). Por su parte, el art. 14 apart. 3 inc. c) del Pacto Internacional de Derechos Políticos y Civiles -que conforme al art. 75 inc. 22 tiene jerarquía constitucional- consagra expresamente el derecho a obtener un juicio sin dilaciones indebidas, derecho que

165Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

también ha sido motivo de consideración por parte de la Comisión Interamericana de Dere-chos Humanos (caso 11245 informe 12/1996 del 1/3/1996).

8. Que, en principio, cabe poner de relieve que el derecho a obtener un juicio sin dilacio-nes indebidas, por su propia naturaleza impide que se puede determinar con precisión a par-tir de qué momento o bajo qué circunstancia comenzaría a lesionarse. En otras palabras, la duración razonable de un proceso depende en gran medida de diversas circunstancias propias de cada caso, razón por la cual este derecho no puede traducirse en un número de días, meses o años. Pero sin perjuicio de ello, este tribunal puede identificar al menos algunos factores insoslayables para saber si se ha conculcado la garantía a obtener un juicio sin dilaciones in-debidas: la duración del retraso, las razones de la demora, y el perjuicio concreto que al impu-tado le ha irrogado dicha prolongación. Tales factores, si bien son de imprescindible conside-ración, no pueden ser valorados aisladamente como una condición suficiente, sino que deben ser ponderados y sopesados uno frente al otro, atendiendo a las circunstancias concretas de la causa (conf. disidencia de los jueces Bossert y Fayt en Fallos: 322:360).

9. Que las pautas señaladas anteriormente re-sultan similares a las expresadas por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos al definir el al-cance del art. 6.1. del C.E.D.H. (caso König), y que han sido receptadas por el Tribunal Cons-titucional Español (auto 219 del 1/7/1993, entre otros). Por su parte, la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos de Nortea-mérica, al definir el alcance del derecho a ob-tener un juicio rápido -speedy trial- previsto expresamente en la Sexta Enmienda, también ponderó pautas casi idénticas (conf. consids. 10, 11 y 12 de la disidencia de los jueces Fayt y Bossert en Fallos: 322:360).

10. Que, obviamente, para saber si en el pre-sente caso se ha lesionado la garantía invocada, resulta indispensable realizar un relato de la ac-tividad llevada a cabo por los magistrados y las partes en el transcurso del proceso, examen que el a quo soslayó al centrar su análisis en si los ac-tos procesales cumplidos en el “sub lite” determi-naban o no secuela de juicio, para finalmente re-chazar los agravios constitucionales invocados.

11. Que en primer término corresponde seña-lar que la duración del proceso en el “sub lite”, que ya lleva casi veinte años -sin que se haya arribado a una sentencia condenatoria o absolu-toria- resulta tan repugnante al sentido de justi-cia, que sólo ese dato hace “prima facie” legítimo el reclamo de la apelante, máxime teniendo en cuenta que el delito de lesiones culposas, por su propia naturaleza, no puede considerárselo de aquéllos de extrema complejidad, ni mucho menos de los más graves si se pondera que el Código Penal prevé una pena de un mes o dos años de prisión (art. 94). En tal sentido, la Cor-te Suprema de los Estados Unidos ha señalado que “la duración que puede ser tolerada en un crimen callejero ordinario es considerablemente menor que para una imputación seria y compleja de conspiración” (407 U.S. 514, 530).

12. Que sin perjuicio de lo expuesto corres-ponde ahora determinar cuáles han sido las causas de la demora. Del “sub lite” surge que la presente tuvo su origen en un accidente auto-movilístico sucedido el 26/2/1979 del que par-ticipó la procesada, librándose requerimiento fiscal en su contra el 27/4/1979 y tomándosele declaración indagatoria el 7/6/1979.

El 24/7/1979 el juez de instrucción dictó el auto de procesamiento por el delito de lesiones culposas, concedió el beneficio de la excarcela-ción bajo caución juratoria y trabó embargo so-bre sus bienes. El 11/12/1980 el fiscal solicitó la elevación de la causa a juicio, pues entendió

166 Plazo razonable del proceso penal

que la conducta de la imputada encuadraba “prima facie” dentro de la figura delictiva atri-buida, la que fue dispuesta el 2/3/1981.

El 2/11/1981, los damnificados por el acciden-te automovilístico -”actores civiles”- presentaron demanda por daños y perjuicios y solicitaron fecha para la audiencia de debate público, que finalmente fue fijada para el 5/12/1984. Ese día fue suspendida en razón de no haber sido reali-zada su notificación por la autoridad policial por “haberse traspapelado los pedidos originales” y carecer de la cantidad de personal necesario. El 18/12/1984 fue fijada nueva audiencia para el 21/2/1985, que también fue suspendida por in-comparecencia de la imputada.

El 14/8/1985 los actores civiles solicitaron una nueva audiencia. El 16/2/1986 el juez fijó la nueva audiencia para el 19/2/1987. El 13/2/1987 el juez la suspendió con motivo de un error en la notificación cursada al codeman-dado civil -Roberto Roth- a f. 460.

A partir de aquí, y pese a las reiteradas solici-tudes del agente fiscal y de los actores civiles, la audiencia de debate público no ha sido fija-da, al considerar el juez que previamente debía hacerse efectiva la detención de la imputada ordenada con motivo de la revocación de la excarcelación, para lo cual se libraron numero-sos exhortos sin resultado positivo, que incluso motivó la intervención de la Suprema Corte lo-cal ante la negativa del juez exhortado de hacer efectiva la medida, al considerar que ya había prescripto la acción penal.

El 17/11/1994 la defensa solicitó el sobresei-miento por prescripción de la acción penal, que fue rechazado en febrero de 1995.

El 12/7/1996 la defensa solicitó nuevamente el sobreseimiento por prescripción de la acción penal, que fue denegado, apelado y denegado.

Interpuso recurso de casación local que, con-cedido formalmente, fue rechazado en cuanto al fondo, dando lugar al recurso extraordinario federal que, también denegado, llevó a la vía procesal en curso ante esta Corte.

13. Que, según surge de las constancias del expediente brevemente reseñadas, los seis años transcurridos desde la elevación de la causa a jui-cio hasta la audiencia de debate público resultan atribuibles al aparato estadual sin que existan motivos apreciables que lo justifiquen, lo que no varía de achacársele a la imputada la frustración de la audiencia del 21/2/1985, puesto que el lap-so entre ésta y su anterior fijación sólo asciende a dos meses -18/12/1984 al 21/2/1985- del total señalado. A la misma conclusión cabe arribar en lo referente a los cuantiosos exhortos improduc-tivos tendientes a lograr la detención de la impu-tada cuya tramitación duró más de nueve años. Por otra parte, si bien dicho período también se incrementó con los distintos recursos interpues-tos por la imputada, obviamente ello no puede ser interpretado como maniobras dilatorias, sino como el legítimo ejercicio del derecho de defen-sa en juicio amparado por la Constitución.

14. Que, en consecuencia, la razón de las de-moras antes expuestas fue la ineficiencia de la dirección del proceso -incluido el actuar de los auxiliares de justicia- y no un entorpecimiento producido por la imputada, ni una estrategia defensista que implique presumir la renuncia a obtener un juicio en tiempo razonable. Por el contrario, la apelante en el transcurso de estos casi veinte años, tuvo que soportar, además de las restricciones a la libertad y a la propiedad, el estado de incertidumbre propio de quien carga con un proceso penal abierto.

15. Que cabe recordar que la garantía a obte-ner un pronunciamiento judicial que defina de una vez y para siempre la situación ante la ley y la sociedad, se basa en que el Estado con todos

167Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

sus recursos y poder no tiene derecho a llevar a cabo esfuerzos repetidos para condenar a un in-dividuo por un supuesto delito, sometiéndolo así a las molestias gastos y sufrimientos, y obli-gándolo a vivir en un continuo estado de an-siedad e inseguridad, y a aumentar también la posibilidad de que, aun siendo inocente, sea ha-llado culpable (doctrina de Fallos: 272:188).

Además de los perjuicios que le ocasiona al im-putado un proceso que dura tantos años, el Esta-do también se ve perjudicado con dicha práctica, no sólo por el dispendio jurisdiccional que ello significa, sino porque se distorsionan todos los fines de la pena, que para su eficacia requiere la menor distancia temporal entre el hecho y la condena. Mientras más tiempo transcurre, las pruebas que apoyan a la persecución también se debilitan, pues “en la investigación criminal el tiempo que pasa es la verdad que huye” (Locard, E., “La Criminalistique”, p. 62, 1987, Lyon).

En síntesis, un proceso de duración irrazona-ble “tiene efectos deletéreos no sólo respecto de los derechos del acusado, sino también en el de la sociedad para protegerse eficazmente” (407 U.S. 5114-1972-).

16. Que de lo expuesto surge que el tiempo empleado por el Estado para dilucidar los he-chos investigados en el “sub lite” resulta incom-patible con el derecho a un juicio sin demoras indebidas, amparado por el art. 18 de la Ley Fundamental y por tratados internacionales de jerarquía constitucional. Esta trasgresión cons-titucional exige, como único remedio posible, declarar la insubsistencia de la acción penal.

Por ello, se hace lugar al recurso de hecho, se declara procedente el recurso extraordinario y la insubsistencia de la acción penal, sin perjui-cio de los derechos de las partes de naturaleza patrimonial. - Gustavo A. Bossert.

169Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Podestá, Arturo Jorge”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 329:445, 07/03/2006

Voto mayoritario: “…en diversas oportunidades el Tribunal ha señalado que el instituto de la prescripción de la acción tiene una estrecha vincu-lación con el derecho del imputado a un pronunciamiento sin dilaciones indebidas (Fallos: 322:360, esp. disidencia de los jueces Petracchi y Boggia-no, y 323:982), y que dicha excepción constituye el instrumento jurídico adecuado para salvaguardar el derecho en cuestión.” (considerando 4°)

“…en el caso, un procedimiento recursivo que se ha prolongado duran-te más de once años excede todo parámetro de razonabilidad de duración del proceso penal, y en tales condiciones, la tramitación de un incidente de prescripción de la acción no haría más que continuar dilatando el estado de indefinición en que se ha mantenido a los procesados, en violación de su derecho constitucional a obtener un pronunciamiento judicial sin dila-ciones indebidas (arts. 18, Constitución Nacional, y 8, inc. 1, Convención Americana sobre Derechos Humanos). Por lo tanto, y de conformidad con el criterio que se deriva de los precedentes citados, corresponde que sea esta Corte la que ponga fin a la presente causa declarando la extinción de la acción penal por prescripción.” (considerando 5°)

Podestá, Arturo Jorge y López de Belva, Car-los A. y otros s/defraudación en grado de tenta-tiva y prevaricato. P. 762. XXXVII.

Procuración General de la Nación

Suprema Corte:

I.

Contra la sentencia de la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires confirmatoria de

las condenas de Antonio Argentino por fraude en perjuicio de la Administración Pública en grado de tentativa en concurso ideal con los delitos de incumplimiento de los deberes de funcionario público y prevaricato, y Francisco Mario Cupelli por el delito de encubrimiento, las respectivas defensas técnicas y el Subprocu-rador General interpusieron sendos recursos extraordinarios, que fueron concedidos.

Por otra parte, se concedió el recurso extraor-dinario interpuesto por Carlos López de Belva

170 Plazo razonable del proceso penal

y Arturo Podestá contra la resolución del mis-mo tribunal que declaró abstracta la nulidad que impetraran y los sancionó, junto a su defen-sor, por expresiones irrespetuosas al tribunal en escritos presentados.

II.

En síntesis, los recurrentes se agravian de que la sentencia es arbitraria por cuanto se habría fundado en afirmaciones dogmáticas y razona-mientos que traslucirían un apartamiento de las constancias probatorias obrantes en la causa.

La arbitrariedad se centraría en la confirmación de la sentencia de condena que, se dice, habría violado la garantía de defensa en juicio por cuanto la acusación fiscal en la que se sustenta sería nula, por incumplir los requisitos básicos de inteligibi-lidad en la descripción de los hechos, impidiendo un adecuado ejercicio del derecho de defensa.

Por su parte, Cupelli se agravia de que la sen-tencia de primera instancia lo habría condena-do por hechos distintos a los contenidos en la acusación fiscal.

Por otro lado, en el recurso extraordinario interpuesto por López de Belva y Podestá se in-voca la intervención del Tribunal con base en la doctrina de la gravedad institucional.

En lo que a la sanción procesal se refiere, se agravian de su arbitrariedad alegando que no les resulta imputable una inconducta procesal, a pe-sar de que son abogados, porque en este proceso comparecen en carácter de imputados, contando con una asistencia técnica que los patrocina.

III.

V. E. ha remitido a esta Procuración General, con fecha 28 de octubre del cte., copia de la sen-tencia dictada por la Sala IIda. de la Cámara de

Apelaciones en lo Civil y Comercial del depar-tamento judicial de San Martín.

Esta pieza debe ser tenida en consideración en atención a la inveterada doctrina del Tri-bunal según la cual las sentencias de la Corte Suprema deben ceñirse a las circunstancias existentes al momento de la decisión, aunque sean sobrevinientes a la interposición del recur-so extraordinario (Fallos 310:2246; 313:584; 314:568; 315:1553; 316:479; 318:625; 319:79; 323:600; 324:448; 325:1345, entre otros).

La sentencia en cuestión confirma la de pri-mera instancia que rechazó la acción de nulidad por cosa juzgada formal e írrita promovida por los actuales representantes de la Municipalidad de La Matanza.

IV.

Sabido es que el recurso extraordinario, por su naturaleza, no es un instrumento válido para corregir sentencias que se reputan equivocadas aunque admite, mediante la doctrina de la ar-bitrariedad, la revisión de cuestiones de hecho y derecho común puesto que, de esta manera, se procura asegurar las garantías constituciona-les de la defensa en juicio y el debido proceso, exigiéndose que las sentencias sean fundadas y constituyan una derivación razonada del dere-cho vigente con aplicación a las constancias de la causa (doctrina de Fallos 322:702).

Y a esta exigencia, le corresponde un énfasis mayor en el caso de los procesos de índole pe-nal donde “los jueces no pueden prescindir del uso de los medios a su alcance para determinar la verdad jurídica objetiva y evitar que el proce-so se convierta en una sucesión de ritos capri-chosos (Fallos: 320:2343, considerando 8vo., in fine, y sus citas).

En concordancia con estos principios, en in-

171Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

numerables precedentes el Tribunal ha tachado de arbitrarias sentencias en las que la interpre-tación de la prueba se limitó al análisis parcial y aislado de los elementos de juicio obrantes en la causa, y no se los integró ni armonizó de-bidamente en su conjunto, defecto que lleva a desvirtuar la eficacia que, según las reglas de la sana crítica, corresponde a los distintos medios probatorios (Fallos 311:948; 319:301, 3022; 321:1909, 3423, 323:1989, entre otros), im-pidiéndose así el descubrimiento de la verdad jurídica objetiva (Fallos 321:3663).

En este sentido, téngase en cuenta que la sen-tencia civil referida rechaza la acción por cosa juzgada formal e írrita; y si bien es cierto que los argumentos en los que se basa para llegar a esta solución se circunscriben a la consideración de que la nulidad impetrada quedó saneada “por cuanto las sumas percibidas no sólo no supe-raron sino que fueron menores a las realmen-te debidas” (cfr. punto VIII del voto del vocal preopinante), adviértase que la corte provincial omitió en su oportunidad toda consideración al respecto a pesar de que, a la fecha de su sen-tencia, ya existía pronunciamiento en primera instancia -confirmado por la sentencia que ahora se trae a colación- rechazando la acción autónoma de nulidad.

Ahora bien, si -como afirma el recurrente- el cobro de la condena civil continuará su curso, resultaría en una grave contradicción y en un escándalo jurídico que se condene a los letra-dos por un proceso de ejecución de sentencia fraudulento y, coetáneamente, la actora que estos representaban continúe percibiendo las sumas de la condena actualizadas en base a li-quidaciones que se dicen fraguadas.

Por lo cual, en mi opinión, al haberse prescin-dido del análisis de estos elementos, se estaría excluyendo la valoración de pruebas que, por ser esenciales, debían haberse puesto en considera-

ción, por lo que la sentencia sería arbitraria con-forme la doctrina del Tribunal sobre la materia.

En concordancia con esta tesitura, el Tribu-nal ha dicho que si bien la doctrina de la ar-bitrariedad no le autoriza a sustituir a los jue-ces en la decisión de cuestiones que, como el examen e interpretación de la prueba, les son privativas, tal regla reconoce excepción cuan-do existe omisión de tratamiento de aspectos conducentes para la resolución de la causa que privan a lo resuelto de adecuada fundamenta-ción (Fallos 311:1438).

V.

Sentado ello, y dada la solución que propugno no habré de tratar los restantes agravios de las partes, relativos a la condena recurrida. Sin em-bargo, sí merece atención el recurso interpuesto por López de Belva, Podestá y su letrado, pues-to que se dirige contra una decisión distinta a aquella cuya arbitrariedad propugno.

En efecto, se agregó en el recurso extraordina-rio federal las impugnaciones contra las sancio-nes procesales a las que hice referencia supra, impuestas por la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires.

En mi opinión, estos agravios no deben tener acogida.

Advierto que se omitió en el caso agotar los recursos previos imprescindibles para, even-tualmente, poder ocurrir ante V.E..

Ante la decisión de la Suprema Corte provin-cial de sancionar a los letrados, éstos apelaron directamente por la vía del extraordinario fede-ral, omitiendo interponer el recurso de reposi-ción correspondiente, previsto en la legislación local (artículo 446 in fine del código procesal provincial -ley 3589 y sus modificatorias-).

172 Plazo razonable del proceso penal

Así, no se ha dado cumplimiento al requisito de sentencia definitiva para dejar expedita esta vía, por lo que corresponde declarar mal conce-dido el recurso a este respecto.

VI.

Por todo lo expuesto, a mi juicio, corresponde hacer lugar el recurso extraordinario contra la sentencia confirmatoria de la condena de los recurrentes y declarar mal concedido el recurso contra la sanción procesal al que se hace refe-rencia en el punto V del presente dictamen.

Buenos Aires, 20 de noviembre de 2003.

ES COPIA LUIS SANTIAGO GONZÁLEZ WARCALDE

Corte Suprema de Justicia de la Nación

Buenos Aires, 7 de marzo de 2006.

Vistos los autos: “Podestá, Arturo Jorge y Ló-pez de Belva, Carlos A. y otros s/defraudación en grado de tentativa y prevaricato”.

Considerando:

1°) Que a fs. 3509 se presenta el defensor de Arturo J. Podestá y Carlos A. López de Belva y solicita que se declare la prescripción de la pena en la presente causa. Según se expresa en el es-crito mencionado, la tramitación de este proce-so se ha extendido durante catorce años, y en ese “largo ínterin [sus defendidos] han cumpli-do varias veces con la pena, con el agravante de la incertidumbre sobre el resultado final, que es más gravoso que las propias penas”.

2°) Que aun cuando la condena no se encuen-tra firme “lo cual torna inaplicable el art. 66, Código Penal”, con prescindencia del nomen juris invocado en la presentación, no es posible

soslayar la circunstancia de que desde la senten-cia condenatoria de primera instancia (fechada el 1° de marzo de 1993) el tiempo transcurrido excede con holgura el plazo de prescripción de la acción penal previsto para los delitos impu-tados (conf. art. 62, inc. 2°, Código Penal), sin que haya mediado en autos más actividad pro-cesal que la provocada por los recursos de los propios imputados.

3°) Que con respecto al carácter subsidiario del planteo, corresponde señalar que el examen de la subsistencia de la acción penal resulta pre-via a cualquier otra, por cuanto la prescripción constituye una cuestión de orden público, que opera de pleno derecho y que debe ser declara-da de oficio (conf. Fallos: 305:652 y 321:2375 -disidencia del juez Petracchi- y sus citas).

4°) Que en diversas oportunidades el Tribunal ha señalado que el instituto de la prescripción de la acción tiene una estrecha vinculación con el derecho del imputado a un pronunciamiento sin dilaciones indebidas (Fallos: 322:360, esp. disidencia de los jueces Petracchi y Boggiano, y 323:982), y que dicha excepción constituye el instrumento jurídico adecuado para salvaguar-dar el derecho en cuestión.

5°) Que, en el caso, un procedimiento re-cursivo que se ha prolongado durante más de once años excede todo parámetro de razonabi-lidad de duración del proceso penal, y en tales condiciones, la tramitación de un incidente de prescripción de la acción no haría más que continuar dilatando el estado de indefinición en que se ha mantenido a los procesados, en violación de su derecho constitucional a obte-ner un pronunciamiento judicial sin dilaciones indebidas (arts. 18, Constitución Nacional, y 8, inc. 1, Convención Americana sobre Derechos Humanos). Por lo tanto, y de conformidad con el criterio que se deriva de los precedentes ci-tados, corresponde que sea esta Corte la que

173Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

ponga fin a la presente causa declarando la ex-tinción de la acción penal por prescripción.

6°) Que en la medida en que la decisión del a quo de imponer sanciones disciplinarias a los imputados -por su carácter de letrados- y a su defensor (fs. 3237/3239) se encuentra inescin-diblemente unida a la apelación de la sentencia de condena, debe entenderse que aquélla que-da alcanzada por la presente resolución.

Por ello, habiendo dictaminado el señor Pro-curador General, se hace lugar a los recursos extraordinarios interpuestos, se revoca la sen-tencia apelada y se declara extinguida por pres-cripción la acción penal, sin perjuicio de los de-rechos de las partes de naturaleza patrimonial (art. 16, segunda alternativa, de la ley 48). Há-gase saber y, oportunamente, devuélvase.

ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI - ELENA I. HIGHTON de NOLASCO - CAR-LOS S. FAYT (según su voto)- JUAN CAR-LOS MAQUEDA (en disidencia)- RICARDO LUIS LORENZETTI (según su voto)- CAR-MEN M. ARGIBAY (en disidencia) - MIRTA D. TYDEN de SKANATA - JUAN CARLOS POCLAVA LAFUENTE (según su voto).

ES COPIA

VOTO DEL SEÑOR MINISTRO DOC-TOR DON RICARDO LUIS LORENZETTI Y DEL SEÑOR CONJUEZ DOCTOR DON JUAN CARLOS POCLAVA LAFUENTE

Considerando:

1°) Que la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires confirmó las condenas impues-tas al abogado Antonio Argentino en orden al delito de fraude en perjuicio de la Administra-ción Pública -en grado de tentativa- en con-curso ideal con los delitos de incumplimiento de los deberes de funcionario público y preva-

ricato, y al abogado Francisco Mario Cupelli por el delito de encubrimiento. Contra esa sentencia, las respectivas defensas técnicas y el señor Subprocurador General interpusieron sendos recursos extraordinarios, que fueron concedidos. A su vez, se concedió el recurso extraordinario interpuesto por los imputados Carlos Alberto López de Belva y Arturo Po-destá contra la resolución del mismo tribunal que declaró abstracta la nulidad por aquellos solicitada y los sancionó -junto a su defensor- con motivo de las expresiones irrespetuosas que habrían dirigido al tribunal en distintos escritos presentados.

2°) Que los recurrentes entienden que la sen-tencia impugnada es arbitraria, toda vez que se habría fundado en afirmaciones dogmáticas, apartándose de las constancias probatorias que obraban en la causa. Cuestionan, en lo sustan-cial, el pronunciamiento recurrido en cuanto consideró cumplidas las exigencias con respec-to a la determinación de los hechos imputados en el escrito de acusación fiscal, situación que -según los recurrentes- no se había configura-do, impidiéndose-de esa manera un efectivo ejercicio del derecho de defensa.

A su vez, las defensas de López de Belva y Po-destá se agraviaron por la sanción procesal ya re-ferida, en tanto su imposición había importado un claro desconocimiento del tribunal respecto de su condición de imputados en el proceso.

Específicamente alegaron que no les era re-prochable una inconducta procesal, pues a pe-sar de ser abogados, contaban con la correspon-diente asistencia técnica.

De tal modo, los recurrentes acuden por la vía concedida del recurso extraordinario frente a la decisión de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Buenos Aires que confirmó las condenas impuestas a Antonio

174 Plazo razonable del proceso penal

Argentino en orden al delito de tentativa de fraude en perjuicio de la Administración Pú-blica en concurso ideal con el de incumpli-miento de funcionario público y prevaricato, y a Francisco Mario Cupelli por el delito de encubrimiento. También frente a la decisión de la misma sentencia que declaró abstracta la nulidad solicitada por López de Belva y Podestá, y además les aplicó la mencionada sanción disciplinaria.

3°) Que esta Corte tiene dicho reiteradamen-te que la obligación que le incumbe a los jueces de fundar sus decisiones va entrañablemente unida a su condición de órganos de aplicación del derecho vigente no solamente porque los ciudadanos puedan sentirse mejor juzgados, ni porque se contribuya así al mantenimiento del prestigio de la magistratura, sino porque la mencionada exigencia ha sido prescripto por ley (Fallos: 320:2737 y sus citas).

Esa exigencia ineludible no parece observa-da en autos, toda vez que el a quo omitió efec-tuar una visión de conjunto de todos los ele-mentos de juicio que tenía a su alcance, entre ellos, las constancias de la causa civil aludida en los capítulos III y IV del dictamen del señor Procurador General.

Que la sentencia civil mencionada rechaza la acción por cosa juzgada formal y considera, en directa relación con la presente causa penal, que “las sumas percibidas no sólo no superaron sino que fueron menores a las realmente debi-das”. De esta forma, ordena que el cobro de la condena civil siga su curso. Ello fue señalado por los abogados luego recurrentes a la Corte Suprema bonaerense, en una acción de nulidad en la cual destacaban que resultaría una grave contradicción que se condene a unos abogados por un fraude dentro del proceso de ejecución de sentencia y que, a la vez, se abone a la actora que estos representaban las sumas de la conde-

na actualizadas en base a esas mismas liquida-ciones declaradas como fraguadas.

A pesar de tal señalamiento, la sentencia im-pugnada prescinde del análisis en cuestión y da de esa forma suficiente fundamento para inter-pretarla como arbitraria.

4°) Que no es ésta la primera oportunidad en que esta Corte Suprema de Justicia de la Nación señala como arbitrarias, y por lo tanto anula, sentencias en las que la interpretación de la prueba se limita a un análisis parcial o sesga-do de los elementos de prueba existentes (Fa-llos:311:948; 319:301; 321:1909; 323:1989, entre otros). Cuando la razón de la falta de adecuada motivación es una omisión de trata-miento de elementos probatorios, la vulnera-ción de las funciones jurisdiccionales de límite a la potestad punitiva estatal es, tal vez, más sangrante. Ello en tanto se pone en peligro así la adecuación de la sentencia con la verdad real, límite que el sistema de averiguación y sanción regulado en los estados constitucionales de de-recho se autoimpone para lograr legitimidad. El poder judicial tiene “una legitimación de tipo racional y legal, precisamente por el carácter cognoscitivo de los hechos y recognoscitivo de su calificación jurídica exigido a las motiva-ciones de los actos jurisdiccionales” (Ferrajoli, Luigi, Derecho y Razón, Trotta, Madrid, 1995, pág. 544). Por lo tanto, basta para negarle vali-dez y legitimidad a una sentencia el que arbitra-riamente prescinda del análisis de un elemento trascendente para conocer y valorar el hecho que se imputa.

Que lo dicho llevaría a hacer lugar a los re-cursos extraordinarios interpuestos contra la sentencia confirmatoria de las condenas y revo-carla en base a la arbitrariedad.

6°) Que a fs. 3509 se presenta el defensor de Arturo J. Podestá y de Carlos A. López de Bel-

175Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

va, y solicita que se declare la prescripción de la pena en la presente causa.

No es posible soslayar que desde la sentencia condenatoria de primera instancia fechada el 1° de marzo de 1993, el tiempo transcurrido excede con holgura el plazo de prescripción de la acción penal previsto para los delitos imputados (art. 62, inc. 2 Código Penal) sin que haya mediado en autos más actividad procesal que la provocada por los recursos de los propios imputados.

Que en este caso en particular, cabe poner el acento que este proceso se ha extendido durante catorce años, durante los cuales los letrados han sido expuestos a una situación de incertidumbre.

Que en diversas oportunidades este Tribunal señaló la estrecha vinculación entre el instituto de prescripción de la acción y el derecho del imputado a un proceso sin dilaciones indebi-das. Así, se ha dicho que la excepción de pres-cripción “constituiría un medio conducente para salvaguardar las garantías constitucionales invocadas y poner fin al estado de incertidum-bre” (Fallos: 306:1688). Desde que en el caso “Mattei” (Fallos: 272:188) se señaló que ese derecho daba lugar al dictado de un pronun-ciamiento que “ponga término del modo más rápido posible a la situación de incertidumbre y de innegable restricción de la libertad que com-porta el enjuiciamiento penal”, existe suficiente jurisprudencia que indica la necesidad de que sea esta misma Corte Suprema de Justicia la que ponga fin, en esta oportunidad, a la pre-sente causa declarando la extinción de la acción penal por prescripción.

Por ello, habiendo dictaminado el señor Pro-curador General, se hace lugar a los recursos extraordinarios interpuestos y se revoca la sen-tencia apelada. Por esa razón y en virtud del pla-zo de tiempo transcurrido desde la originaria sentencia condenatoria, se declara extinguida

por prescripción la acción penal, sin perjuicio de los derechos de las partes de naturaleza pa-trimonial. Hágase saber y devuélvase.

RICARDO LUIS LORENZETTI JUAN CARLOS POCLAVA LAFUENTE.

ES COPIA

VOTO DEL SEÑOR MINISTRO DOC-TOR DON CARLOS S. FAYT

Considerando:

1°) Que a fs. 3509 se presenta el defensor de Arturo J. Podestá y Carlos A. López de Belva y solicita que se declare la prescripción de la pena en la presente causa. Según se expresa en el es-crito mencionado, la tramitación de este proce-so se ha extendido durante catorce años, y en ese “largo ínterin [sus defendidos] han cumpli-do varias veces con la pena, con el agravante de la incertidumbre sobre el resultado final, que es más gravoso que las propias penas”.

2°) Que aun cuando la condena no se encuen-tra firme -lo cual torna inaplicable el art. 66, Código Penal-, con prescindencia del nomen juris invocado en la presentación, no es posible soslayar la circunstancia de que desde la senten-cia condenatoria de primera instancia (fechada el 1° de marzo de 1993) el tiempo transcurrido excede con holgura el plazo de prescripción de la acción penal previsto para los delitos impu-tados (conf. art. 62, inc. 2°, Código Penal), sin que haya mediado en autos más actividad pro-cesal que la provocada por los recursos de los propios imputados.

3°) Que con respecto al carácter subsidiario del planteo, corresponde señalar que el examen de la subsistencia de la acción penal resulta previo a cualquier otro, por cuanto a partir de lo resuelto en el leading case de Fallos: 186:289 esta Corte ha elaborado la doctrina según la cual la prescripción

176 Plazo razonable del proceso penal

en materia penal es de orden público y debe ser declarada de oficio. Agregándose luego que se pro-duce de pleno derecho (Fallos: 207:86; 275:241; 297:215; 301:339; 310:2246; 311:1029, 2205; 312:1351; 313:1224; 323:1785, entre otros) y que debe ser resuelta en forma previa a cualquier decisión sobre el fondo (Fallos: 322:300).

4°) Que en diversas oportunidades el Tri-bunal ha señalado que el instituto de la pres-cripción de la acción penal tiene una estrecha vinculación con el derecho del imputado a un pronunciamiento sin dilaciones indebidas (Fallos: 322:360, esp. disidencia de los jue-ces Fayt, Bossert y Petracchi y Boggiano, y 323:982), y que dicha excepción constituye el instrumento jurídico adecuado para salva-guardar el derecho en cuestión.

5°) Que, en el caso, un procedimiento re-cursivo que se ha prolongado durante más de once años excede todo parámetro de razonabi-lidad de duración del proceso penal, y en tales condiciones, la tramitación de un incidente de prescripción de la acción no haría más que continuar dilatando el estado de indefinición en que se ha mantenido a los procesados, en violación de su derecho constitucional a obte-ner un pronunciamiento judicial sin dilaciones indebidas (arts. 18, Constitución Nacional, y 8, inc. 1, Convención Americana sobre Derechos Humanos). Por lo tanto, y de conformidad con el criterio que se deriva de los precedentes ci-tados, corresponde que sea esta Corte la que ponga fin a la presente causa declarando la ex-tinción de la acción penal por prescripción.

6°) Que en la medida en que la decisión del a quo de imponer sanciones disciplinarias a los imputados -por su carácter de letrados- y a su defensor (fs. 3237/3239) se encuentra inescin-diblemente unida a la apelación de la sentencia de condena, debe entenderse que aquélla que-da alcanzada por la presente resolución.

Por ello, habiendo dictaminado el señor Procurador General, se hace lugar a los recur-sos extraordinarios interpuestos, se revoca la sentencia apelada y se declara extinguida por prescripción la acción penal (art. 16, segunda alternativa, de la ley 48). Hágase saber y, opor-tunamente, devuélvase.

CARLOS S. FAYT.ES COPIA

DISIDENCIA DEL SEÑOR MINISTRO DOCTOR DON JUAN CARLOS MAQUEDA

Considerando:

Que los recursos extraordinarios deducidos a fs. 3244/3246 vta., 3249/3274, 3305/3315, 3316/3326 vta., son inadmisibles (art. 280 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).

Por ello, y lo dictaminado por el señor Pro-curador General, se los declara improcedentes. Hágase saber y devuélvase.

JUAN CARLOS MAQUEDA.ES COPIA

DISIDENCIA DE LA SEÑORA MINISTRA DOCTORA DOÑA CARMEN M. ARGIBAY

Autos y Vistos:

1°) El 1° de marzo de 1993, por ante el ex Juzgado de Primera Instancia en lo Criminal N° 5 del Departamento Judicial de San Mar-tín, provincia de Buenos Aires, se dictaron las condenas de: Arturo Jorge Podestá y Car-los Alberto López de Belva, como coautores del delito de fraude en perjuicio de la admi-nistración pública, en grado de tentativa, im-poniéndose a cada uno la pena de dos años y nueve meses de prisión, de ejecución condi-cional, con más la accesoria de ocho años de

177Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

inhabilitación especial para ejercer la profe-sión de abogado.

Antonio Argentino, como partícipe prima-rio del delito de fraude en perjuicio de la ad-ministración pública, en grado de tentativa, en concurso formal con el de incumplimiento de los deberes de funcionario público y pre-varicato, a la pena de tres años de prisión, de ejecución condicional, con más la accesoria de inhabilitación especial perpetua para el ejercicio de cargos y empleos públicos, y la accesoria de inhabilitación especial para el ejercicio de la profesión de abogado por el término de nueve años.

Francisco Mario Cupelli, como autor del de-lito de encubrimiento a la pena de un año y seis meses de prisión, de ejecución condicional, con más la accesoria de cinco años de inhabi-litación especial para el ejercicio de empleos o cargos públicos.

El fallo de primera instancia, en lo que aquí interesa, también rechazó la nulidad articulada de la acusación fiscal.

a) Con fecha 26 de diciembre de 1995, la Sala I de la ex Cámara de Apelación en lo Criminal y Correccional de San Martín no hizo lugar a las nulidades planteadas y confirmó las cuatro con-denas dictadas, reduciendo la pena impuesta a Cupelli a un año y cuatro meses de prisión, de ejecución condicional, y cuatro años de inhabi-litación especial para el ejercicio de empleos o cargos públicos (cfr. fs. 2368/2431).

b) Ante las impugnaciones planteadas por los imputados y sus defensas, la Cámara re-ferida sólo concedió el recurso de inaplicabi-lidad de ley interpuesto por Antonio Argen-tino y el recurso extraordinario de nulidad deducido por la defensa de Francisco Cupelli (fs. 2528/2531).

2°) a) Interpuesta la queja por denegación de los recursos, por parte de la defensa de Podestá y López de Belva, la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires desestimó los recursos de hecho. Por otro lado, respecto de los recursos que sí fueron concedidos por la cámara de apelaciones (respecto de Argentino y Cupelli) dispuso la continuación del trámite (cfr. fs. 2823/2826).

b) La Suprema Corte provincial, con fecha 14 de julio de 1998, denegó el recurso extraor-dinario federal que había sido interpuesto por Podestá y López de Belva (fs. 2984/2984 vta.) contra la desestimación señalada en el punto anterior. Dicha resolución fue notificada el 6 de agosto de 1998 (cfr. fs. 2985/2985 vta.).

c) Continuado el trámite en relación a los re-cursos subsistentes, el señor Procurador Fiscal provincial postuló la nulidad de la acusación fiscal oportunamente realizada y de todo lo ac-tuado en su consecuencia (fs. 2988/2990).

d) Solicitados los autos principales -fs. 2994-, esta Corte Suprema de Justicia de la Nación, con fecha 31 de marzo de 1999, des-estimó la queja interpuesta por Arturo Podes-tá y Carlos López de Belva, por considerar inadmisible el recurso extraordinario que oportunamente dedujeran -art. 280 Código Procesal Civil y Comercial de la Nación- (ver punto b de este mismo acápite), conforme surge de fs. 2999/3000.

e) Ante distintas presentaciones de Podestá y López de Belva, la Suprema Corte provincial consideró que la sentencia recaída respecto de ambos había adquirido firmeza, por lo que or-denó la remisión de los autos a la instancia de origen a sus efectos (cfr. fs. 3097/3099 vta.).

f) Contra la resolución señalada en el punto anterior, los nombrados plantearon la nulidad de

178 Plazo razonable del proceso penal

lo proveído y dedujeron recurso de apelación ex-traordinaria (cfr. fs. 3101/3106 y 3113/3134).

3°) a) Con fecha 28 de febrero de 2001, la Suprema Corte provincial rechazó la nulidad de la sentencia dictada así como de los recursos extraordinarios de inaplicabilidad de ley y de nulidad interpuestos (ver puntos 1° b y 2° c), conforme surge de fs. 3231/3236.

En la misma fecha y por resolución separada -fs. 3237/3239 vta.-, aquel tribunal declaró abs-tractas las diversas peticiones efectuadas por los doctores Carlos Alberto López de Belva y Arturo Jorge Podestá, debiendo estarse a lo resuelto a fs. 3097/3099 vta. (ver punto e del acápite anterior).

Asimismo, dispuso aplicar a los letrados men-cionados una multa en concepto de corrección disciplinaria.

b) A fs. 3244/3246 vta. el señor Subprocura-dor General ante la Corte provincial interpuso recurso extraordinario federal contra la senten-cia definitiva de fs. 3231/3236 en cuanto había declarado que no correspondía anular de oficio la sentencia dictada por la Sala I de la ex Cáma-ra de Apelación en lo Criminal y Correccional del departamento judicial de San Martín.

A fs. 3249/3274 Arturo Podestá y Carlos Ló-pez de Belva interpusieron recurso extraordina-rio federal contra sendas resoluciones de la Cor-te provincial de fecha 28 de febrero de 2001.

A fs. 3305/3315 y 3316/3326 vta., hacen lo propio -contra la sentencia definitiva de fs. 3231/3236- Francisco Mario Cupelli y el letrado defensor de Antonio Argentino, respectivamente.

Finalmente, todos los recursos referidos fue-ron concedidos por la Corte de provincia (cfr. fs. 3447/3447 vta.).

4°) A efectos de resolver en la presente causa, resulta ineludible escindir la situación de Artu-ro Jorge Podestá y Carlos Alberto López de Bel-va, por un lado, y la de Francisco Mario Cupelli y Antonio Argentino por el otro.

Conforme se ha señalado en el punto 2) b), la Suprema Corte provincial, con fecha 14 de julio de 1998, denegó el recurso extraordinario federal que había sido interpuesto por Arturo Jorge Podestá y Carlos Alberto López de Belva contra la resolución de aquel tribunal que des-estimó la queja deducida contra la resolución de la Cámara de Apelaciones de San Martín por la cual no se hizo lugar a los recursos de inconstitucionalidad y de inaplicabilidad de ley oportunamente planteados.

Ya la causa ante esta Corte, el Dr. Eduardo Barcesat, letrado defensor de Podestá y López de Belva, ha solicitado se declare la prescrip-ción de la acción penal.

No obstante la doctrina de esta Corte en el sentido de que la prescripción reviste el carác-ter de orden público y debe ser declarada de oficio en cualquier estado del proceso, ello no significa que corresponda a este Tribunal resol-ver acerca de un planteo concreto de prescrip-ción mientras la causa se halle tramitando en su sede, pues se trata de una materia que los artí-culos 75.12 y 116 de la Constitución Nacional reservan a los tribunales provinciales.

Además, la declaración de extinción de la ac-ción penal por prescripción conlleva, previo a su dictado, una serie de diligencias, actos proce-sales y resolución de cuestiones fácticas y jurí-dicas, que escapan a la tarea de esta Corte.

En efecto, el juzgado o tribunal donde tra-mite la causa deberá previamente precisar la calificación legal aplicable al caso en orden a establecer el plazo de prescripción en juego;

179Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

certificar los antecedentes del imputado para constatar si existió algún hecho delictivo que opere como factor interruptivo del plazo de prescripción (lo cual requiere librar oficios a la Policía Federal y/o provincial, al Registro Nacional de Reincidencia y, en su caso, al juz-gado o tribunales donde se registre alguna cau-sa); contabilizar los lapsos que puedan haber transcurrido entre los diversos actos procesales previstos como interruptivos; considerar si hay algún factor de suspensión de la prescripción y eventualmente correr vista a las partes. Como puede apreciarse, el cumplimiento de esta tarea implica avocarse a cuestiones de hecho y de derecho común, lo que se halla fuera de la juris-dicción extraordinaria de este Tribunal (Fallos: 305:652 y 323:1785, entre otros).

Por todo ello, y teniendo en cuenta que la prescripción aducida por el Dr. Barcesat podría haber operado con anterioridad a que la sen-tencia condenatoria de sus defendidos quedara firme, considero que debe suspenderse todo pronunciamiento a resultas de la decisión que en relación a la prescripción de la acción penal dicten los jueces de la causa.

5°) Respecto a las multas impuestas a Podes-tá y a López de Belva por la Suprema Corte provincial en concepto de corrección disci-plinaria con fecha 28 de febrero de 2001, de

conformidad con lo dictaminado por el ex señor Procurador General de la Nación, co-rresponde declarar mal concedido el recurso extraordinario.

6°) Respecto de Francisco Mario Cupelli y An-tonio Argentino, los recursos extraordinarios que interpusieron son inadmisibles (art. 280 del Có-digo Procesal Civil y Comercial de la Nación).

Por ello, oído el señor Procurador General, corresponde remitir la causa en devolución a su juzgado de origen a efectos de que se tramite el planteo de prescripción formulado por la de-fensa de Arturo Jorge Podestá y Carlos Alberto López de Belva.

Declarar mal concedido el recurso extraordina-rio interpuesto por Podestá y López de Belva res-pecto de las multas que les impusiera la Suprema Corte provincial en concepto de corrección dis-ciplinaria con fecha 28 de febrero de 2001.

Declarar improcedentes los recursos extraor-dinarios deducidos por Antonio Argentino y Francisco Mario Cupelli (art. 280 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación). Noti-fíquese y remítase.

CARMEN M. ARGIBAY.ES COPIA

181Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Barroso, Enrique Gabriel”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 333:1639, 31/08/2010

Voto mayoritario: “Que en diversas oportunidades el Tribunal ha se-ñalado que el instituto de la prescripción de la acción tiene una estrecha vinculación con el derecho del imputado a un pronunciamiento sin dila-ciones indebidas, y que dicha excepción constituye el instrumento jurídico adecuado para salvaguardar el derecho en cuestión (Fallos: 331:600, con-siderando 7° y sus citas)”. (considerando 4°)

Buenos Aires, 31 de agosto de 2010

Vistos los autos: “Barroso, Enrique Gabriel s/robo calificado s/uso de arma”.

Considerando:

1°) Que, en julio de 1998, el Juzgado en lo Criminal y Correccional n° 11 del Departamen-to Judicial de San Isidro condenó a Enrique Ezequiel Barroso a la pena de seis años y seis meses de prisión por considerarlo penalmente responsable de los delitos de robo calificado por el uso de arma y tenencia ilegítima de arma de guerra -en concurso real-, previstos en los arts. 166 “inc. 2” y 189 bis -tercer párrafo- del Código Penal (fs. 165/171).

2°) Que, en octubre de 1998, esa sentencia con-denatoria fue confirmada por la Sala Segunda de la Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal (fs. 190/195), lo que motivó la interposición de un recurso de inaplicabilidad de ley que recién fue rechazado en junio de 2007 por la Suprema

Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires (fs. 279/285). Contra esta decisión se dedujo un recurso extraordinario federal (fs. 306/309) que fue concedido en abril de 2008 (fs. 320/321).

3º) Que, ante todo, cabe señalar que el exa-men de la subsistencia de la acción penal resul-ta previo a cualquier otro planteo, toda vez que su extinción constituye una cuestión de orden público, que opera de pleno derecho y debe ser declarada de oficio (Fallos: 305:652; 327:4633, entre otros).

4°) Que en diversas oportunidades el Tribunal ha señalado que el instituto de la prescripción de la acción tiene una estrecha vinculación con el derecho del imputado a un pronunciamiento sin dilaciones indebidas, y que dicha excepción constituye el instrumento jurídico adecuado para salvaguardar el derecho en cuestión (Fa-llos: 331:600, considerando 7° y sus citas).

5°) Que en virtud de lo expuesto y de acuer-do con lo decidido en un caso sustancialmente

182 Plazo razonable del proceso penal

análogo (Fallos: 329:445), cabe concluir que un procedimiento recursivo que -como en el caso- se ha prolongado durante diez años ex-cede todo parámetro de razonabilidad de dura-ción del proceso penal, y en tales condiciones, la suspensión del trámite para que se sustancie un incidente de prescripción -como propone el señor Procurador Fiscal en su dictamen- no haría más que continuar dilatando indebida-mente esta causa cuya prolongada duración por casi trece años (que no puede ser atribuida al imputado ni a la complejidad del caso, toda vez que se trata de un hecho sencillo de robo con un arma ocurrido en octubre de 1997) viola ostensiblemente el derecho a ser juzgado en un plazo razonable consagrado en el art. 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Hu-manos (conf. S.1205.XLII, “Santander, Moira y otro s/robo calificado”, del 28 de octubre de 2008). Por lo tanto, corresponde que sea esta Corte la que ponga fin a la presente causa decla-rando la extinción de la acción penal.

Por ello, habiendo dictaminado el señor Procurador Fiscal, se declara procedente el recurso extraordinario, se revoca la sentencia apelada y se declara extinguida la acción penal (art. 16, segunda parte, de la ley 48). Notifí-quese y remítanse.

RICARDO LUIS LORENZETTI (en disi-dencia)- ELENA I. HIGHTON de NOLAS-CO (en disidencia)- CARLOS S. FAYT – EN-RIQUE SANTIAGO PETRACCHI - JUAN CARLOS MAQUEDA - E. RAUL ZAFFARO-NI - CARMEN M. ARGIBAY (en disidencia).

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DISIDENCIA DEL SEÑOR PRESIDENTE DOCTOR DON RICARDO LUIS LOREN-ZETTI, DE LA SEÑORA VICEPRESIDENTA DOCTORA DOÑA ELENA I. HIGHTON de NOLASCO Y DE LA SEÑORA MINISTRA DOCTORA DOÑA CARMEN M. ARGIBAY

Considerando:

Que el recurso extraordinario concedido a fs. 320/321 es inadmisible (art. 280 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).

Por ello, oído el señor Procurador Fiscal, se lo declara mal concedido. Notifíquese y devuélvan-se los autos al tribunal de origen, a sus efectos.

RICARDO LUIS LORENZETTI - ELENA I. HIGHTON de NOLASCO - CARMEN M. ARGIBAY.

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183Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Oliva Gerli”, Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos 333:1987, 19/10/2010

Voto mayoritario: “…en diversas oportunidades el Tribunal ha señalado que para salvaguardar el derecho del imputado a un pronunciamiento sin dilaciones indebidas, el instituto de la prescripción de la acción penal cons-tituye el instrumento jurídico adecuado (Fallos: 323:982, entre muchos otros). A su vez, en materia penal esta Corte ha elaborado la doctrina se-gún la cual la prescripción es de orden público y debe ser declarada de ofi-cio. Agregándose luego que se produce de pleno derecho (Fallos: 207:86; 275:241; 297:215; 301:339; 310:2246; 311:1029, 2205; 312:1351; 313:1224; 323:1785, entre otros) y que -también por examinarse la subsistencia mis-ma de la acción penal- ésta debe ser resuelta en forma previa a cualquier decisión sobre el fondo (Fallos: 322:300)” (considerando 6°)

“Fue en la causa ‘Egea’ donde se afirmó que cualquiera sea el criterio que se adopte respecto de la suspensión del curso de la prescripción ‘la duración del proceso penal por casi dos décadas, viola ostensiblemente las garantías de plazo razonable del proceso y del derecho de defensa’.” (considerando 8°)

Buenos Aires, 19 de octubre de 2010

Vistos los autos: “Recurso de hecho deducido por Carlos A. Oliva Gerli y Carlos J. Barbará en la causa Oliva Gerli, Carlos Atilio y otro s/in-fracción Ley 22.415 y art. 174 inc. 5 CP -causa nº 1227-”, para decidir sobre su procedencia.

Considerando:

1°) Que el Tribunal Oral en lo Criminal Fe-deral n° 1 de la provincia de Mendoza resolvió condenar a Carlos Atilio Oliva Gerli a la pena

de dos años de prisión en suspenso, inhabilita-ción especial por seis meses para el ejercicio del comercio e inhabilitación absoluta por doble tiempo que el de la condena para desempeñar-se como funcionario o empleado público, por considerarlo autor del delito de contrabando calificado previsto en los arts. 864, incisos b) y c), y 865, inciso f), de la ley 22.415 (tres he-chos) y a Carlos Javier

Barbará a la pena de dos años y tres meses de prisión en suspenso, inhabilitación especial por seis meses para el ejercicio del comercio e inha-

184 Plazo razonable del proceso penal

bilitación absoluta por doble tiempo que el de la condena para desempeñarse como funciona-rio o empleado público por los mismos hechos y en función de la misma tipificación.

Contra esta decisión, la defensa de ambos condenados interpuso un recurso de casación que rechazado por la Sala III de la Cámara Na-cional de Casación Penal, dio lugar a la presen-tación del recurso extraordinario cuyo rechazo motivó esta queja.

2°) Que el hecho que se tuvo por probado consistió en que en el año 1985 la firma “Liger S.A.” -de la cual los imputados son accionistas y miembros del directorio- importó dos má-quinas retorcedoras de hilados y un sistema de computación, valiéndose de los beneficios pre-vistos en el régimen de promoción industrial instituido por ley 22.021 (en los términos de su art. 9°), mediante Decreto n° 1468/85 del Gobierno de la Provincia de San Luis. El ins-trumento legal provincial establecía que dicha firma debía iniciar los trabajos de ingeniería de obra para la construcción de un edificio en un terreno previamente asignado dentro de los 90 días y que la puesta en marcha de la fábri-ca debía concretarse dentro de los 18 meses a contar -en ambos casos- desde la notificación personal del decreto.

Sin embargo, también se tuvo por acreditado que los beneficios promocionales en cuestión se habían obtenido mediante la presentación de documentación falsa y que se dieron por decaídos el 22 de noviembre de 1990, luego de constatarse que en el terreno asignado no se habían llevado a cabo los trabajos compro-metidos y que las maquinarias importadas se encontraban en un domicilio de Capital Fe-deral, en poder de la firma “Cayetano Gerli S.A.” (principal accionista de “Liger S.A.”), las que finalmente fueron rematadas en la quiebra de la firma.

A partir de tales circunstancias, el tribunal de juicio concluyó que se había importado merca-dería al amparo del régimen promocional refe-rido sin cumplirse con la finalidad y el destino para el cual se había autorizado su ingreso al país, frustrándose así el adecuado ejercicio de control que compete al servicio aduanero.

3°) Que en su apelación extraordinaria, la parte recurrente alegó que el tribunal a quo ha-bía interpretado erróneamente el delito de con-trabando y el régimen de promoción industrial, así como la circunstancia agravante prevista en el art. 865, inciso f, del Código Aduanero.

También invocó la afectación a la garantía del plazo razonable de duración del proceso (art. 7º, inciso 5°, y art. 8°, inciso 1, de la Con-vención Americana sobre Derechos Huma-nos) con base en el tiempo transcurrido desde el inicio del proceso (enero de 1992); agregó que se trató de una investigación extremada-mente sencilla y en la que se produjo una es-casa cantidad de medidas de prueba. Sostuvo asimismo que fue el propio Tribunal Oral el que admitió la dilación indebida de este pro-ceso aunque, en consecuencia, simplemente atenuó la pena.

Por último, consideró que fue arbitraria la atribución de participación delictiva efectuada respecto de Carlos Atilio Oliva Gerli.

4°) Que corresponde que este Tribunal se ex-pida en primer lugar sobre la cuestión federal que involucra la afectación de la garantía a ser juzgado en un plazo razonable.

Ello toda vez que dicho agravio comprende directamente la cuestión acerca de la subsis-tencia de la acción penal, cuyo examen resul-ta previo a cualquier otro (conf. lo resuelto a partir del leading case “Grenillón, Plácido”, Fallos: 186:289).

185Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

5°) Que, en efecto, toda vez que la prose-cución de un pleito inusualmente prolonga-do -máxime de naturaleza penal conculcaría el derecho de defensa de los acusados (conf. causa “Mattei”, Fallos: 272:188) en tanto “debe reputarse incluido en la garantía de la defensa en juicio consagrada por el art. 18 de la Constitución Nacional el derecho de todo imputado a obtener -luego de un juicio trami-tado en legal forma- un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la so-ciedad, ponga término, del modo más rápido posible, a la situación de incertidumbre (y) que comporta el enjuiciamiento penal”, debe-ría resolverse esta cuestión en forma previa a todas las demás.

6°) Que en diversas oportunidades el Tribunal ha señalado que para salvaguardar el derecho del imputado a un pronunciamiento sin dilacio-nes indebidas, el instituto de la prescripción de la acción penal constituye el instrumento jurí-dico adecuado (Fallos: 323:982, entre muchos otros). A su vez, en materia penal esta Corte ha elaborado la doctrina según la cual la prescrip-ción es de orden público y debe ser declarada de oficio. Agregándose luego que se produce de pleno derecho (Fallos: 207:86; 275:241; 297:215; 301:339; 310:2246; 311:1029, 2205; 312:1351; 313:1224; 323:1785, entre otros) y que -también por examinarse la subsistencia misma de la acción penal- ésta debe ser resuelta en forma previa a cualquier decisión sobre el fondo (Fallos: 322:300).

7°) Que en este cometido no debe soslayarse que sobre los imputados ha pesado durante casi 18 años el estado de incertidumbre que impor-ta seguir sometido a un enjuiciamiento penal. En efecto, un proceso que se desarrolló durante casi dos décadas constituye una tergiversación de todo lo instituido por la Constitución Na-cional en punto a los derechos de la persona-lidad vinculados a las declaraciones y garantías

concernientes a la administración de justicia (conf. “Mozzatti”, Fallos: 300:1102).

8º) Que cabe recordar que este principio no sólo es un corolario del derecho de defensa en juicio (art. 18 de la Constitución Nacional -derivado del “speedy trial” de la enmienda VI de la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica-), sino que se encuentra también previsto expresamente en los Trata-dos Internacionales incorporados a la Cons-titución Nacional (art. 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y art. 14.3 del Pacto Internacional de Derechos Ci-viles y Políticos, en función del art. 75 inc. 22 de la Constitución Nacional).

Esta constelación normativa guió, entre otros, la fundamentación de los casos de esta Corte in re “Amadeo de Roth” (Fallos: 323:982), “Barra” (Fallos: 327:327) y “Egea” (Fallos: 327:4815) y más recientemente sus tributarios: las causas C.2625.XL “Cabaña Blanca S.A. s/infracción a la ley 23.771 -causa 7621-” del 7 de agosto de 2007; “Acerbo” (Fallos: 330:3640) y “Cuatrín” (Fallos: 331:600), entre otros.

Fue en la causa “Egea” donde se afirmó que cualquiera sea el criterio que se adopte respecto de la suspensión del curso de la prescripción “la duración del proceso penal por casi dos décadas, viola ostensiblemente las garantías de plazo ra-zonable del proceso y del derecho de defensa”.

9°) Que, tal como se adelantó, a partir del caso “Mozzatti” (Fallos: 300:1102) esta Corte en su calidad de “poder supremo en resguardo de la Constitución” consideró que debía examinar la posible violación de esta garantía y comen-zó a insinuar que el “medio conducente” para salvaguardarla debía ser la declaración de la “extinción de la acción penal por prescripción”, conf. casos “Casiraghi” (Fallos 306:1705), “Bar-tra Rojas” (Fallos: 305:913), “YPF” (Fallos:

186 Plazo razonable del proceso penal

306:1688); temperamento luego reafirmado en el caso “Amadeo de Roth” (Fallos: 323:982 -esp. voto de los jueces Petracchi y Boggiano-) y man-tenido en la actualidad en el caso I. 159.XLIV in re “Ibáñez” -del 11 de agosto de 2009-, en el que la propia Corte declaró la extinción de la acción penal como vía jurídica idónea para determinar la cesación de la potestad punitiva estatal.

Por ello y toda vez que la prolongada dura-ción de esta causa resulta incompatible con el derecho de defensa y el debido proceso, corres-ponde adoptar el criterio sentado en los fallos citados en el párrafo anterior y declarar la extin-ción de la acción penal por prescripción.

10) Que, por último, el sentido de la decisión alcanzada torna inoficioso el tratamiento de los restantes agravios de los recurrentes.

Por ello, oído el señor Procurador Fiscal, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se revoca la senten-cia apelada, declarándose extinguida la acción penal en la causa y disponiéndose su sobresei-miento (art. 16, segunda parte, de la ley 48). Hágase saber, y oportunamente, devuélvase.

RICARDO LUIS LORENZETTI - ELENA I. HIGHTON de NOLASCO (en disidencia)- CARLOS S. FAYT – ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI (según su voto)- JUAN CARLOS MAQUEDA - E. RAUL ZAFFARONI (según su voto)- CARMEN M. ARGIBAY (en disidencia).

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VOTO DE LOS SEÑORES MINISTROS DOCTORES DON ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI y DON E. RAÚL ZAFFARONI

Considerando:

1°) Que los jueces de la Sala III que integra-ron la mayoría en la decisión puesta a conoci-

miento de esta Corte, y por la cual se confirma la condena de los recurrentes, ya habían toma-do intervención en esta causa con anterioridad. En efecto, con fecha 8 de marzo de 1999 (cf. fs. 91/101 del incidente acollarado), dichos jueces resolvieron declarar la nulidad del auto por el cual el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de San Luis había anulado el procesamiento y pri-sión preventiva de Carlos Atilio Oliva Gerli y Carlos Javier Barbará.

La nulidad decidida por la cámara fue de-cretada de oficio y tuvo como fundamento la violación al principio de imparcialidad de los jueces, por haber intervenido en el pronuncia-miento el mismo juez que, como instructor, había dictado la resolución contraria. Señaló la Sala, asimismo, que al recobrar vigencia el auto de procesamiento y prisión preventiva queda-ba marcado “el estamento procesal a partir del cual, en definitiva, deberá ahora continuar la instrucción del sumario”.

2°) Que, en consonancia con esa directiva, el tribunal oral tuvo por probada una situación de hecho que coincide casi literalmente con los hechos que la Sala III había tenido por acredi-tados en su anterior intervención (cf. conside-randos 4° y 5° de la decisión de 8/03/1999 y fs. 1228 vta./1230 de la sentencia condenatoria). En este sentido, los sentenciantes indicaron ex-plícitamente que la acusación ya se veía com-probada “en oportunidad de resolver la Cámara Nacional de Casación Penal”.

3°) Que el recurso de casación interpuesto por la defensa fue rechazado por esa misma Sala, cuya mayoría fue integrada por dos de los jueces que ya habían contribuido a producir la anterior decisión, y que ahora quedaban en situación de examinar la debida fundamentación de una con-dena formulada en términos muy similares a los que ellos mismos habían utilizado para caracteri-zar la conducta de los entonces procesados.

187Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

4°) Que, en tales condiciones, en los presen-tes autos se configura una situación análoga a la planteada en el precedente “Pranzetti” (Fallos: 331:1605), a cuyas consideraciones correspon-de remitir en lo pertinente (cf. en particular párr. III, pto. 1, del dictamen del Procurador Fiscal, al que remitió el Tribunal).

5°) Que no obstante la naturaleza del vicio de la sentencia impugnada no corresponde que la causa sea devuelta para que ella sea nueva-mente resuelta, pues ello implicaría continuar dilatando un proceso penal iniciado en el año 1992 por hechos que datan de 1985 y 1987, y cuya prolongada duración resulta incompatible con el derecho de defensa y el debido proceso. Corresponde, en consecuencia, adoptar el cri-terio sentado en “Santander, Moira y otro s/robo calificado (Fallos: 331:2319) y causa I. 159.XLIV “Ibáñez” del 11 de agosto de 2009, entre muchos otros, y declarar la extinción de la acción penal por prescripción.

Por ello, oído el señor Procurador Fiscal, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se revoca la sentencia apelada, declarándose extinguida por pres-cripción la acción penal en la causa y dispo-niéndose su sobreseimiento (art. 16, segunda parte, de la ley 48). Hágase saber, y oportuna-mente, devuélvase.

ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI - E. RAUL ZAFFARONI.

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DISIDENCIA DE LA SEÑORA VICEPRE-SIDENTA DOCTORA DOÑA ELENA I. HIGHTON DE NOLASCO Y DE LA SEÑO-RA MINISTRA DOCTORA DOÑA CAR-MEN M. ARGIBAY

Considerando:

Que el recurso extraordinario, cuya denega-ción dio origen a esta queja, es inadmisible (art. 280 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).

Por ello, habiendo dictaminado el señor Procurador Fiscal, se desestima la queja. In-tímese a la parte recurrente a que, dentro del quinto día, efectúe el depósito que dispone el art. 286 del Código Procesal Civil y Comer-cial de la Nación, en el Banco de la Ciudad de Buenos Aires, a la orden de esta Corte y bajo apercibimiento de ejecución. Hágase saber y archívese, previa devolución de los autos principales.

ELENA I. HIGHTON de NOLASCO - CARMEN M. ARGIBAY.

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“Rodríguez de Novaro, Amparo”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala III, 09/06/2004

Disidencia de la Dra. Ángela Ester Ledesma: “Los plazos establecidos por el Código Penal, para que opere la prescripción de la acción penal, no constituyen un permiso máximo, sino que encuentran su límite en el derecho fundamental a ser juzgado sin dilaciones indebidas y dentro de un plazo razonable. “

“…sabido es que la prescripción de la acción limita la posibilidad del Estado de iniciar o proseguir un proceso una vez transcurrido el plazo es-tablecido expresamente para cada caso por el Código Penal y en este caso se han insumido siete años desde la denuncia del hecho (…) para investi-gar un único delito, cuya investigación no reviste el carácter de “compleja”. En consecuencia la tardía reacción estatal no puede recaer en perjuicio del imputado, violando principios fundamentales que precisamente fueron instituidos en forma armónica para evitar las arbitrariedades.”

///n la Ciudad de Buenos Aires, a los 9 días del mes de junio del año dos mil cuatro, reunidos los integrantes de la Sala Tercera de la Cámara Nacional de Casación Penal, Dres. Eduardo Rafael Riggi, Ángela Ester Ledesma y Guillermo José Tragant, bajo la presidencia del primero de los nombrados, asistidos por la Secretaria de Cámara, Dra. María de las Mercedes López Alduncin, con el objeto de dictar sentencia en la causa nº 4967 caratulada “Rodríguez de Novaro, Amparo s/recurso de casación”, con la intervención del represen-tante del Ministerio Público ante esta Cámara, Dr. Raúl Omar Plée; del querellante Francisco Aloy, con el patrocinio letrado del Dr. Santo Roberto Peluso y del Dr. Guillermo A. Bula-cios, por la defensa de la imputada.

Efectuado el sorteo para que los señores jue-ces emitan su voto, resultó que debía observarse el orden siguiente: Tragant, Riggi y Ledesma.

Y VISTOS Y CONSIDERANDO:

El señor juez Dr. Guillermo José Tragant dijo:

PRIMERO:

Que llega esta incidencia a conocimiento de la Sala en virtud del recurso de casación interpues-to a fs.61/65vta. por el querellante, contra el pronunciamiento dictado a fs. 52/vta. por la Sala VI de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de esta ciudad, que de-cidió confirmar el auto obrante a fs. 22 que de-

190 Plazo razonable del proceso penal

clara extinguida por prescripción la acción penal respecto de Amparo Rodríguez de Novaro y en consecuencia sobresee a la nombrada.

Que concedido por el a quo el remedio inten-tado mediante decisorio de fs. 71/vta., y radi-cadas las actuaciones en esta instancia extraor-dinaria, la querella, mantuvo la impugnación deducida por escrito glosado a fs. 83.

Puestos los autos en Secretaría por diez días, a los fines dispuestos en los artículos 465, pri-mera parte y 466 del Código Procesal Penal de la Nación, la querellante no hizo uso de su dere-cho de ampliar los fundamentos de su recurso.-

Finalmente, habiéndose celebrado la audiencia prevista por el artículo 468 del código de forma según constancia actuarial de fs. 91, el expedien-te quedó en condiciones de ser resuelto.

SEGUNDO:

El impugnante encarriló su recurso en ambos motivos contenidos en el artículo 456 del Có-digo Procesal Penal de la Nación. Aduce por una parte la inobservancia o errónea aplicación de la ley sustantiva y por otro la inobservancia de las normas procesales.

Primeramente, la querella cuestiona los al-cances dados por el a quo al vocablo “secuela de juicio”, contenido en el artículo 67, cuarto párrafo, del Código Penal, al otorgarle sola-mente tal carácter al primigenio llamado a prestar declaración indagatoria de Amparo Rodríguez de Novaro.

Destaca que han mediado en autos actos con entidad de secuela de juicio e interruptivos de la prescripción, que evidencian que la acción penal por el delito de homicidio culposo atri-buido a la imputada no se ha extinguido. Indica como actos impulsores del procedimiento el lla-

mado a prestar declaración indagatoria; las re-soluciones de fecha 9/3/00; 18/4/00; 2/5/00; 19/4/01; 10/9/01; el recurso de apelación del 20/9/01 y en particular la decisión dictada el 3/9/02 por la que se ordena el procesamien-to de la nombrada (art. 306 del C.P.P.N.); fi-nalmente el pronunciamiento de esta Sala del 15/3/01 que revoca el sobreseimiento dictado en la causa principal y ordena profundizar la investigación. En apoyo a su postura cita el pre-cedente de esta Sala “Abdelnabe”.

En segundo lugar, y sin perjuicio de lo expuesto en el acápite anterior, el recurrente basa su impug-nación en la presencia de un vicio in procedendo señala que en autos se presenta también un claro caso de falta de fundamentación de la sentencia. Afirma que lo manifestado por el a quo en el re-solutorio atacado resulta una mera enunciación y por tanto insuficiente a la luz de las leyes de la sana critica racional, la lógica y la experiencia.

De la lectura del decisorio no surgen los fun-damentos de hecho y los motivos de derecho por los cuales se dispone confirmar el auto de primera instancia, sin expresar las razones por las cuales considera que no existen actos inte-rruptivos de secuela de juicio luego del llamado a declaración indagatoria.

Afirma que todo lo cual torna nulo el pronun-ciamiento recurrido en los términos de los artí-culos 399 y 404 inc. 2º del ordenamiento ritual, apartándose en consecuencia de las garantías consagradas en los artículos 14, 18, 33 y 75 inc. 22 de la Constitución Nacional.

Por último, a todo evento, efectúa la reserva del caso federal en los términos dispuestos por los artículos 14 y 15 de la Ley 48.

En conclusión, en base a las argumentaciones vertidas, solicita se haga lugar al recurso y se anule la resolución recurrida.

191Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

TERCERO:

La cuestión materia de recurso es sustancial-mente análoga a la que fuera objeto de decisión en la causa nº 4677 “Rivas, Miriam Leticia s/rec. de casación” (Reg. 9/04 del 9/2/04), a cuyos funda-mentos me remito por razones de brevedad.

A la luz de lo allí establecido, confrontadas las constancias del legajo, sólo habré de otorgarle calidad interruptiva al llamado prestar declara-ción indagatoria del 19/11/98, a los recursos de apelación y casación interpuestos por la querella contra el primer sobreseimiento (del 10/6/99 y 4/4/00 respectivamente), a la resolución de esta Sala III que hizo lugar al recurso de queja por ca-sación denegada (15/9/00), al fallo dictado por este Tribunal el 15/3/01, a la apelación deduci-da contra el segundo sobreseimiento (20/9/01) y la resolución de la Cámara en lo Criminal y Co-rreccional del 9/9/02 que revoca dicho pronun-ciamiento. Ello así pues, cabe reiterar que debe tratarse de actos de procedimientos con efecto interruptor, en el sentido de actos de persecu-ción, y en principio no de simples requerimien-tos de la acusadora, aún enderezados a lograr tales actos (“Cavallo, Domingo Felipe” ya citada, causa nº 3785 “Álvarez, Carlos A. s/rec. de casa-ción” reg. 344/02 del 27/6/02 y causa nº 4286 “Ceballos, Miguel Darío, s/rec. de casación” reg. 183/03 del 16/4/03 ).

Por tanto se advierte que desde el último acto procesal constitutivo de secuela de juicio a la fecha en que el a quo sobreseyó a Amparo Ro-dríguez de Novaro por haberse extinguido la acción penal, esto es el 19 de febrero de 2003 (fs. 22 de esta incidencia) no habían transcurrido el máximo a que hace referencia la escala penal del delito bajo análisis (arts. 59 inc. 3º, 62 inc. 2º, 67 párrafo cuarto, 84 del C.P. redacción Ley 21.338 ratificada por Ley 23.077).

En definitiva, habré de propiciar hacer lugar

al recurso deducido por la querella, sin costas, casar la resolución de fs. 52/vta. de la Sala VI de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de esta ciudad y la de fs. 22 por la cual se declara extinguida por pres-cripción la acción penal respecto de Rodríguez de Novaro y se la sobresee por ser su antece-dente necesario. Debiéndose en consecuencia remitir las presentes actuaciones a los fines que, con sujeción a la doctrina aquí establecida, se continúe con la sustanciación de la causa res-pecto de la imputada.

Por lo demás de acompañarse la propuesta que formulo, se torna abstracto el tratamiento del segundo planteo de la querella referente a la presencia de un vicio in procedendo.

Es mi voto.

El señor Juez Dr. Eduardo Rafael Riggi, dijo:

Toda vez que el criterio expuesto en el voto del doctor Guillermo J. Tragant es concordante con nuestra opinión vertida en la causa nº 3309 caratulada “Saksida, Walter Raúl s/recurso de casación” (reg. 305/01, del 21/5/01) en pun-to al efecto interruptivo del curso de la acción penal que se atribuye a los recursos de la parte acusadora contra el sobreseimiento de la impu-tada y al pronunciamiento de este Tribunal que dispusiera revocar dicha resolución, adherimos a su propuesta.

La señora Juez Dra. Ángela E. Ledesma, dijo:

I. Llegan las presentes actuaciones a conoci-miento del Tribunal en virtud del recurso de ca-sación interpuesto por la querella (fs. 61/65 vta.) contra la resolución dictada por la Sala VI de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional (fs. 52/vta.) que resolvió confir-mar la decisión del a quo que declaró extinguida la acción penal por prescripción y en consecuen-

192 Plazo razonable del proceso penal

cia sobreseyó a Amparo Rodríguez de Novaro en orden al delito de homicidio culposo (fs. 22).

Dicho Tribunal concedió el recurso por las dos vías que habilita el artículo 456 del CPPN, en tanto el impugnante planteó la errónea in-terpretación del concepto de secuela de juicio, expresión contenida en el artículo 67, párrafo cuarto del CP; así como también arguyó la falta de fundamentación del pronunciamien-to en crisis. El querellante mantuvo el recurso (fs. 83) y celebrada la audiencia que prescribe el artículo 468 del C.P.P.N. la causa quedó en condiciones de ser resuelta (fs. 91).

II. El recurrente sostuvo que ha sido errónea-mente aplicada la ley sustantiva, en cuanto con-cierne al alcance del concepto secuela de juicio, en violación al artículo 67, cuarto párrafo del Código Penal.

Señaló que el tribunal revisor negó el carácter de secuela de juicio a la declaración indagato-ria, las resoluciones de mérito producidas en el proceso y los recursos de apelación interpues-tos por la parte querellante contra esas resolu-ciones; destacando el recurso de casación que tuviera favorable acogida con fecha 15 de sep-tiembre de 2000, mediante el cual se ordenó la prosecución de la investigación. A su entender, los actos mencionados revisten esa calidad por dar impulso a la acción penal.

Además, agregó que la resolución impugnada carece de fundamentos de hecho y de derecho, por cuanto entiende que el pronunciamiento es arbitrario y en consecuencia, inválido.

Con cita de diversos precedentes de esta y otras Salas de la Cámara, solicitó se revoque la resolución apelada.

III. Examinado el planteo traído a estudio, adelanto que conforme el criterio que sostuve

anteriormente en la causa nro. 4949 de esta Sala IIIa. “Spiguel, Irma Beatriz s/recurso de casa-ción”, resuelta el 3 de mayo del corriente año, registro nro. 227/04-, habré de disentir con la solución propuesta por los colegas preopinan-tes, de hacer lugar al recurso de casación.

A) En primer término, considero que no se puede hablar de “juicio” durante la etapa ins-tructoria, ello en razón de sus fines y de los prin-cipios que rigen durante su realización. Toda vez que solo se puede afirmar que hay juicio, si hay contradicción, de lo contrario nos encon-traremos ante una mera etapa procedimental. El contradictorio hace a la propia esencia de la expresión “juicio”. En éste sentido la doctrina nacional y extranjera es conteste, “la expresión juicio supone la existencia de una controversia” (Palacio Lino E., Tratado de Derecho Procesal Civil Tomo I, Editorial Abeledo Perrot, Año 1967, pág. 232).

La contradicción como presupuesto de la existencia de “un juicio”, surge de manera níti-da en las garantías que tradicionalmente fueron reconocidas para la realización válida del juicio previo, Nullum crimen sine lege, nulla culpa sine iudicio, nullum iudicium sine accusatione, nulla accusatio sine probatione, nulla probatio sine den-fesione (Ver Ferrajoli Luigi, “Derecho y razón”, Editorial Trotta, Madrid, 1989, pág. 93 y sg-tes.), es decir que la declaración de culpabilidad tenía que estar precedida por un juicio, que no se limite a un mero debate dialéctico de afirma-ciones y contracciones, sino que la acusación debe ser sustentada en pruebas y esas pruebas contradichas por la defensa.

Por otra parte, “el poder punitivo del Estado está condicionado por la actividad jurisdiccional desenvuelta en un proceso regular y legal que contiene el “juicio constitucional”: acusación, defensa, prueba y sentencia firme. En efecto; esta sentencia exige de una acusación que sea

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base del plenario, y en este la defensa y la prueba deben estar regularmente aseguradas. La acusa-ción es la tesis; la posibilidad de contestarla es la antítesis; y ambas son presupuesto del “juicio ju-risdiccional”, que es la síntesis. Este es el esquema mínimo de realización jurídica impuesto por el dogma constitucional para que pueda punirse” (Clariá Olmedo, Jorge; Derecho Procesal Penal, Tomo I, Editorial Lerner, 1984, pág. 59).

También se ha dicho que, “La contradicción no atiende a un aspecto concreto del proceso, sino que es presupuesto de la existencia del mismo. Sin contradicción no hay proceso, sino algo distinto y, por tanto, este principio es pre-vio a cómo se conforme después el proceso” (Montero Aroca Juan, “Ultimas reformas pro-cesales en la legislación nacional y extranjera en el proceso penal principio acusatorio”, Libro de ponencias VII Encuentro Panamericano de De-recho Procesal, Córdoba l992, pág. 188).

Sin embargo, como es sabido “la contradic-ción” se encuentra limitada durante la investiga-ción preparatoria del “juicio”. Y precisamente el llamado a prestar declaración indagatoria de fe-cha 19 de noviembre de 1998 no constituye un acto presidido por este principio. Por otra parte y conforme el criterio sostenido según interpre-tamos los alcances de la denominada secuela de juicio, tampoco revisten tal carácter los recursos de apelación y casación interpuestos contra el sobreseimiento, ni las resoluciones -aún aquellas revocatorias del sobreseimiento- que de su trá-mite resulte, toda vez que dichas impugnaciones no fueron contra la sentencia definitiva.

B) La prescripción de la persecución penal, como toda causa de extinción, es para nuestro derecho una causa que excluye la punibilidad del delito. No elimina el delito, y sólo está fun-dada en consideraciones de política criminal que tornan innecesaria la imposición de pena. La extinción de la acción penal (art. 59 C.P.)

es una causal de sobreseimiento conforme la previsión del artículo 336, inciso 1º del CPPN. Ello implica que es imposible concretar la per-secución penal, computando el tiempo que es-tipula el artículo 62 del Código Penal, conforme la previsión de los artículos 63 y 67 del mismo Código, que describen el tiempo durante cuyo transcurso no debe computarse el plazo.

La primitiva redacción de nuestro Código Pe-nal no contenía una regulación como la que hoy estatuye el artículo 67, mediante la cual el legis-lador introdujo la cuestionada e incomprensi-ble fórmula de la “secuela de juicio”, consagrada mediante la ley 13.569 del año 1949.

Esta expresión ha dado lugar a interpreta-ciones muy diversas, que centran la atención algunas veces en la expresión “juicio” y otras en el costumbrismo tribunalicio que habría dado origen a la denominada “secuela”. Habilitando criterios disímiles que van desde admitir que cualquier acto del procedimiento constituye se-cuela de juicio (requerimiento fiscal de instruc-ción, citación a prestar declaración indagatoria, auto de procesamiento), hasta las más restricti-vas que sólo admiten su configuración cuando se ha dictado sentencia definitiva y ésta no se encuentra firme. La oscilación de criterios doc-trinarios se ha proyectado en la jurisprudencia de nuestros tribunales.

Lo que entra inmediatamente en juego para fundamentar la ilegitimidad de la interrupción procesal de la persecución penal, es la existen-cia de un derecho fundamental a la definición de los procesos en un plazo razonable, regla ex-presa de la CADH, art. 8.1, que ante la ausencia de la regulación de un instrumento procesal propio para ese fin, debe hallarse aunque no en todos, en la mayoría de los casos, en el plazo de prescripción de la acción penal. El cumpli-miento de los plazos procesales es una garantía de juzgamiento, por lo tanto, su violación opera

194 Plazo razonable del proceso penal

como límite al poder penal del Estado en el ejer-cicio de la persecución e imposición de pena.

Ya el maestro Francisco Carrara se mostró contrario al sistema de interrumpir la prescrip-ción de la acción, por considerar que se deja al arbitrio de un hombre, el acusador o fun-cionario investigador, el que una acción penal prescriba o no, “lo cual es un abuso”. También afirmó que la interrupción de la prescripción constituye un “método irracional y bárbaro de concederle al acusador el arbitrio de prolongar indefinidamente la acción penal y hacerla du-rar a su capricho hasta sesenta años, interrum-piendo su curso con actos sucesivos de proce-dimiento”. (Programa de Derecho Criminal, Parte General, Temis, Bogotá, vol. II, pág. 183, lo resaltado me pertenece).

Por otra parte, el instituto de la prescripción de la acción se encuentra íntimamente relacio-nado con la garantía del juzgamiento sin dila-ciones indebidas. Esta relación fue concebida desde antiguo por la doctrina; Carrara recorda-ba que la prescripción de la acción es tolerable ya que, cuando no hay sentencia judicial, la cul-pabilidad es incierta. Los ciudadanos dudan de si ese hombre es un culpable afortunado o una víctima infeliz de injustas sospechas, y conviene extinguir una acción que se ha tenido por tanto tiempo inactiva y que se pretende restablecer cuando el tiempo ha hecho más difícil el cono-cimiento de la verdad (op. cit. pág. 175).

En tal sentido, señala Daniel Pastor que “Así como el proceso debe cesar cuando la acción ha prescripto o cuando el hecho ya ha sido juzgado, debido a que estas circunstancias obstaculizan la constitución o continuación válida de la rela-ción procesal, también la excesiva duración del proceso penal, en tanto violación de una garan-tía básica del acusado, conduce a la ilegitimidad del proceso, es decir, su inadmisibilidad, y por tanto, a su terminación anticipada e inmediata,

único modo aceptable desde el punto de vista jurídico -pero también lógico e incluso desde la perspectiva del sentido común- de reconocer validez y efectividad al derecho tratado” (El pla-zo razonable en el proceso del estado de dere-cho, Buenos Aires, Ad-Hoc, 2002, p. 612).

Los plazos establecidos por el Código Penal, para que opere la prescripción de la acción pe-nal, no constituyen un permiso máximo, sino que encuentran su límite en el derecho funda-mental a ser juzgado sin dilaciones indebidas y dentro de un plazo razonable.

Julio Maier ha reconocido que esta garantía impacta en el derecho sustantivo, al afirmar que los plazos del procedimiento están destinados a influir alguna vez a la institución de la prescrip-ción en el Código Penal. Agrega que muy por el contrario de lo que hoy es regla en nuestro de-recho positivo, donde la tramitación del proce-dimiento prolonga indebidamente el plazo de prescripción, este derecho del imputado a ser juzgado en un plazo razonable debe provocar una considerable abreviación de los plazos de prescripción para quien es formalmente perse-guido en un procedimiento judicial (“Derecho Procesal Penal”, Tomo 1, Fundamentos, Editores del Puerto, Bs. As. pág. 160).

Entonces, conforme la interpretación soste-nida, en punto a que es indispensable compa-tibilizar el alcance de la secuela de juicio con los principios constitucionales, advierto que el he-cho investigado se originó en el mes de diciem-bre de 1996, hace más de siete años.

Por otra parte, sabido es que la prescripción de la acción limita la posibilidad del Estado de iniciar o proseguir un proceso una vez transcu-rrido el plazo establecido expresamente para cada caso por el Código Penal y en este caso se han insumido siete años desde la denuncia del hecho (4/4/97) para investigar un único

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delito, cuya investigación no reviste el carácter de “compleja”. En consecuencia la tardía reac-ción estatal no puede recaer en perjuicio del imputado, violando principios fundamentales que precisamente fueron instituidos en forma armónica para evitar las arbitrariedades.

C) Definido el marco en análisis, conforme los límites instituidos para la realización del juicio, constitucionales y sustantivos del instituto en trato, y el alcance de la expresión secuela de juicio, concluyo en afirmar que ninguno de los actos enumerados por el recurrente -pertenecientes a la etapa instructoria- constituyen actos procesales de aquéllos interruptivos de la prescripción de la ac-ción penal, puesto que no se corresponden con los alcances de la expresión juicio. Por ello, si el hecho se cometió el 12/12/96, ha transcurri-do holgadamente el plazo máximo de tres años -pena máxima para el delito previsto en el artícu-lo 84 del CP en su anterior redacción, Ley 21.338 ratificada por Ley 23.077 art. 2, (art. 62 inc. 2º CP)- desde la fecha de comisión del hecho (art. 63 CP) sin que se haya realizado un juicio. Por ello, la acción penal se encuentra prescripta.

En virtud de las razones expuestas, propon-go al acuerdo rechazar el recurso de casación en trato, confirmar la resolución apelada en cuanto declara extinguida la acción penal en los presentes actuados, y sobreseer a Amparo Ro-

dríguez de Novaro, con costas (arts. 62 inc. 2º y 63 del C.P., 336 inc. 1º, 471 contrario sensu, 530 y 532 del C.P.P.N.).

Así es mi voto.

Por ello, en mérito al resultado habido en la vo-tación que antecede, el Tribunal, RESUELVE:

HACER LUGAR al recurso deducido por la querella, SIN COSTAS, CASAR la resolución de fs. 52/vta. de la Sala VI de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de esta ciudad y la de fs. 22 por la cual se declara extinguida por prescripción la acción penal res-pecto de Amparo Rodríguez de Novaro y se la sobresee por ser su antecedente necesario; y en consecuencia REMITIR las presentes actuacio-nes al tribunal de origen para que, con sujeción a la doctrina aquí establecida, continúe con la sustanciación de la causa a su respecto (arts. 59 inc. 3º, 62 inc. 2º, 67 párrafo 4º y 84 del Código Penal; 456 inc. 1º, 470, 530 y concordantes del Código Procesal Penal de la Nación).

Regístrese, hágase saber y cúmplase con la re-misión ordenada.

Fdo: Dres Eduardo Rafael Riggi, Angela Ester Ledesma, Guillermo José Tragant Ante mi: Ma-ría de las Mercedes López Alduncin, Secretaria.

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“Bicher, Domingo Emilio”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala III, 12/04/2007

Voto mayoritario: “…la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha re-conocido varias veces la relación existente entre “duración razonable del proceso” y “prescripción de la acción penal” (cfr. causa “Baliarde, José”, supra cit.; Fallos: 306:1688 y 316:1328 -en los que se consideró que cons-tituía un apego ritual injustificado la postergación del planteo de prescrip-ción al momento de la sentencia-; 312:2075 -caso en el que se admitió por analogía la aptitud de la prescripción, a pesar de no encontrarse expresa-mente prevista en la norma entonces en discusión, para producir los efec-tos de otras formas de finalización del proceso favorables al imputado-).-”

“De estos precedentes se desprende que el derecho del imputado a que se ponga fin a la situación de indefinición que supone el enjuiciamien-to penal puede encontrar tutela en la prescripción de la acción. Como se destacó en Fallos: 312:2075: el “pronunciamiento garantizador del art. 18 de la Constitución Nacional (...) puede consistir naturalmente en la decla-ración de prescripción de la acción penal”. En consecuencia, aun cuando la inteligencia del concepto de “secuela de juicio” sea un artículo que excede la jurisdicción extraordinaria, si la duración indefinida del procedimiento provoca una lesión a un derecho de rango constitucional, la decisión que rechaza la extinción de la acción penal por haber existido actos proce-sales interruptivos de la prescripción puede y debe ser revisada en esta instancia, a fin de evitar que so color de que se trata de interpretaciones de derecho común se esquive la intervención de esta Corte en asuntos que, como se ha dicho, afectan derechos federales (cfr. Fallos 322:360 voto en disidencia de los doctores Petracchi y Boggiano).-”

///n la Ciudad de Buenos Aires, a los 12 días del mes de abril del año dos mil siete, reunidos los integrantes de la Sala Tercera de la Cámara Nacional de Casación Penal, Dres. Eduardo Ra-

fael Riggi, Ángela Ester Ledesma y Guillermo José Tragant, bajo la presidencia del primero de los nombrados, asistidos por la Secretaria de Cámara, Dra. María de las Mercedes López

198 Plazo razonable del proceso penal

Alduncin, con el objeto de dictar sentencia en la causa nº 6258 caratulada “Bicher Domingo Emi-lio s/recurso de casación”, con la intervención del representante del Ministerio Público ante esta Cámara, Dr. Juan Martín Romero Victorica, del Dr. Zenklusen como letrado apoderado de la querella -Bernabé Luís Mautino, Jorge Pedro Romano, César Fabián Galiani y los Dres. Juan José Cappannari e Ignacio Gabriel Rabosto Mo-león por la defensa particular de Domingo Emi-lio Bircher y Américo Di Tomasso y efectuado el sorteo para que los señores jueces emitan su voto, resultó que debía observarse el orden si-guiente: Tragant, Riggi, Ledesma.

Y VISTOS Y CONSIDERANDO:

El señor juez Dr. Guillermo José Tragant dijo:

PRIMERO:

Que llegan las presentes actuaciones a cono-cimiento de esta Sala en virtud del recurso de casación interpuesto a fs. 429/448 por la defen-sa particular de los encartados Domingo Emi-lio Bircher y Américo Di Tomasso, contra la resolución de fecha 24/6/2005 (fs. 425/426) dictada por la Sala A de la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario, en cuanto resolvió REVOCAR la resolución del Juez Federal de fs. 372/376, que sobreseyó a los imputados por aplicación del art. 336 inciso 3º del CPPN.

Que habiendo sido rechazado por el a quo el remedio intentado mediante resolución de fs. 450/vta., la defensa articuló la pertinente vía de hecho (ver fs. 571/583), la que fue favorable-mente acogida por esta Sala (cfr. Reg. 693/2006 del 28/6/06) -fs. 655/vta.-; arribadas nueva-mente las actuaciones a esta instancia, el recu-rrente mantuvo su impugnación a fs. 664.

Puestos los autos en Secretaría a los fines de los artículos 465, primera parte y 466 del Código

Procesal Penal de la Nación y vencido el plazo allí establecido, finalmente, se celebró la audiencia prevista por el artículo 468 del código de forma, según constancia actuarial de fs. 677, quedando el expediente en condiciones de ser resuelto.

SEGUNDO:

Los agravios esgrimidos por el recurrente fue-ron encausados por la vía que autoriza el artículo 456 del Código Procesal Penal de la Nación.

En lo que respecta a la presencia de un vicio in procedendo, expresó que la resolución atacada resultaba ser arbitraria toda vez que no se habían cumplido con los requisitos establecidos en los arts. 123 y 404 del C.P.P.N., y que no resultaba ser una derivación razonada del derecho vigente.

Refirió que había sido dictada en inobservancia de preceptos legales, constituyendo un quebran-tamiento de las formas esenciales del proceso y lesionando derechos de su defendido.

Argumentó que en las actuaciones se encon-traban en juego las garantías constitucionales del debido proceso y defensa en juicio y que no se habían considerado ni valorado los argumen-tos expuestos en el memorial presentado ante el tribunal a quo.

Además indicó que no resultaba una derivación de los elementos de juicio obrantes en la causa.

En segundo término, expresó el recurrente que la decisión judicial efectúa una errónea aplica-ción de la ley sustantiva, pues considera que los hechos por los que fueron denunciados sus de-fendidos, no constituyen hechos delictivos, y que no se encuentran tipificados en el código penal.

En prieta síntesis sindicó que se habría denun-ciado a sus ahijados procesales por los delitos de estafa procesal y el de supresión de documento,

199Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

y al respecto argumentó que no se analizaron las cuestiones ventiladas en la causa, las que de nin-gún modo encuadrarían en hechos delictivos.

En cuanto al primero de los ilícitos, hizo men-ción a que en la causa penal donde se investi-gan las irregularidades que habrían desplegado -quienes actúan en autos como querellantes-, se resolvió un planteo de nulidad con fundamento precisamente en el supuesto engaño que se pre-tende investigar en estas actuaciones, circuns-tancia que se resolvió no haciendo lugar al mis-mo y se mantuvo la validez de la presentación del Fisco Nacional. Que el juzgador no se vio engañado ya que lo que se encontraba probado era que el contribuyente generaba obligaciones tributarias que no exteriorizaba en las declara-ciones juradas que presentaba.

En relación al segundo de los delitos, la supre-sión del nombre del remito resulta totalmente aje-no a la tipicidad del delito y al resultado buscado por la presentación de la denuncia en representa-ción de la AFIP DGI, ya que la existencia del re-mito en cuestión nunca fue puesta en dudas y que por el contrario fue afirmada por el contribuyente al señalar que se encontraba facturado.

Por otro lado, expresó que pese a la férrea oposición de la querella ante el archivo de las ac-tuaciones, nunca se ha indicado concretamente cual sería la conducta típica, ni quien la habría realizado, ni se han aportado elementos proba-torios al respecto, ni siquiera señalado cual sería el elemento que permita desentrañar la posible responsabilidad de los sujetos involucrados.

Por todo ello, solicitó que se haga lugar al recur-so deducido, y se anule la resolución recurrida.

TERCERO:

Ingresando al planteo articulado por la defen-sa de los encartados vinculado al supuesto vicio

de arbitrariedad que exhibiría la decisión puesta en crisis y con ajuste a lo resuelto por la Corte Suprema de Justicia de la Nación in re “Casal, Matías Eugenio y otro s/robo simple en grado de tentativa” -causa nº 1681- rta. el 20/9/05, en el sentido de que el tribunal de casación “...debe agotar el esfuerzo por revisar todo lo que pueda revisar, o sea, por agotar la revisión de lo revisa-ble...el art. 456 del Código Procesal Penal de la Nación debe entenderse en el sentido de que ha-bilita a una revisión amplia de la sentencia, todo lo extensa que sea posible, al máximo esfuerzo de revisión de los jueces de casación, conforme a las posibilidades y constancias de cada caso par-ticular...; y que “...lo único no revisable es lo que surja directa y únicamente de la inmediación”, en mi opinión en el pronunciamiento se ha efectua-do una valoración fragmentaria y/o aislada de los elementos de juicio indicios y presunciones, así como se ha incurrido en omisiones y falen-cias respecto de la verificación de hechos condu-centes para la decisión del litigio, no habiéndose desarrollado sus fundamentos conforme a los principios de la lógica y la experiencia, motivo por el cual considero que el mismo debe ser des-calificado como acto jurisdiccional válido.

Es que a la luz de las pautas aludidas, surgen des-de mi óptica dos objeciones centrales: una vincu-lada a la carencia concreta de motivación y la otra referida a la exigencia de un estado de certeza so-bre la existencia del hecho y sus consecuencias.

En efecto, en mi parecer la sentencia aquí im-pugnada carece de la debida motivación, no en-contrándose ajustada a las prescripciones con-tenidas en los artículos 123 y 404 inciso 2º del ordenamiento ritual (cfr. doctrina causa 1693 “Waisburg, Héctor y otros s/rec. de casación” Reg. 548/98 del 21/12/98).

Al respecto, cabe memorar que al comenzar a transitar los primeros recursos que invocaban, con razón o sin ella, esta causal de casación, es

200 Plazo razonable del proceso penal

decir la fundamentación, he sostenido en nu-merosas oportunidades que “entre las formali-dades que se exigen a las sentencias y autos, y en casos expresos algunos decretos, se encuentra la motivación, requisito exigido bajo expresa san-ción de nulidad (confr. art. 123 C.P.P.N.)”(cfr. mi voto en causas nº 18 “Vitale, Rubén D. s/rec. de casación” Reg. 41 del 18/10/93; nº 25 “Ze-likson, Silvia E. s/rec. de casación” Reg. 67 del 15/12/93; nº 171 “Edelap s/rec. de casación” Reg. 92bis/94 del 11/8/94; nº 135 “Risso de Osnajansky, Nelly s/rec. de casación” Reg. 142/94 del 18/10/94; nº 190 “Ruisanchez Laures, Ángel s/rec. de casación” Reg. 152/94 del 21/10/94; nº 219 “Silva Leyes, Mario s/rec. de casación” Reg. 189/94 del 6/12/94, entre muchas otras).

Asimismo debe recordarse que “La moti-vación es una operación lógica basada en la certeza, en la cual el juez debe cumplir con las “leyes supremas del pensamiento” que gobier-nan la elaboración de juicios y dan base cierta para determinar cuáles son verdaderos o falsos. Esas normas se nos presentan “a priori” como necesarias y evidentes, y están constituidas por las leyes fundamentales de coherencia y derivación, y por los principios lógicos de identidad, contradicción, tercero excluido y razón suficiente. “Se entiende por coherencia de los pensamientos la concordancia o conve-niencia entre sus elementos, y por derivación el que cada pensamiento provenga de otro con el cual está relacionado, salvo que se trate de un principio, es decir, de un juicio que no es derivado sino el punto de partida para otros. De la ley fundamental de coherencia se dedu-cen los principios formales del pensamiento, a saber: a) de identidad: cuando en un juicio el concepto-sujeto es idéntico -total o parcial-mente- al concepto-predicado, el juicio es nece-sariamente verdadero; b) de contradicción: dos juicios opuestos entre sí contradictoriamente, no pueden ser ambos verdaderos; c) del tercero

excluido: dos juicios opuestos entre sí contra-dictoriamente no pueden ser ambos falsos, es decir, uno de ellos es verdadero y ninguno otro es posible. A su vez, de la ley de derivación se extrae el principio lógico de razón suficiente, por el cual todo juicio, para ser realmente ver-dadero, necesita de una razón suficiente, que justifique lo que en el juicio se afirma o niega con pretensión de verdad” (De La Rúa, Fernan-do, “La Casación Penal”, ed. Depalma, Buenos Aires, 1994, p. 155). Esta última norma o idea fundamental -la razón suficiente- es el más im-portante de los principios lógicos, y su inobser-vancia acarrea la nulidad de la resolución por motivos casatorios formales. En virtud de este principio, para que una conclusión sea válida, es necesario que la misma esté suficientemente probada en base a otros elementos reconocidos como verdaderos. Es decir, si aceptamos como verdadera una conclusión, tenemos que dar antes las razones por las cuales aceptamos tal conclusión; razones que no son otra cosa -en el proceso- que pruebas suficientes para llevar a la certeza de dicha conclusión. Pruebas que des-carten que las cosas hayan podido ser de otra manera (conf. Pérez, Jorge Santiago “Lógica, sentencia y casación”, primera edición, 1989, págs. 25 y 26). Y refiere también este autor, que “... un juicio es verdadero cuando es consecuen-cia de otro juicio verdadero que viene a servir a aquél como antecedente; y así ambos (antece-dente y consecuente) quedan ligados por una correcta inferencia para formar un todo indi-soluble con pretensión de verdad” (Pérez, obra cit., pág. 29). Para que la motivación sea verda-dera o auténtica, debe existir la concordancia descripta. Se viola esta regla cuando el juicio o razonamiento se basa en elementos probatorios inexistentes o falseados en su contenido o signi-ficado, o en antecedentes inexactos o alterados. “Una interpretación o utilización arbitraria de la fuente de convencimiento conduce a la falsa motivación de la sentencia...” (De La Rúa, obra cit., pág. 160). (cfr. voto del Dr. Riggi al que ad-

201Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

herí, causa nº 3506 “González Mélida, Leonar-do y Núñez, Hipólito A. s/recurso de casación” Reg. 317/02 del 11/06/02).

La ausencia de fundamentos de la resolución impugnada, configura uno de los supuestos de la doctrina de la arbitrariedad; la cual según ju-risprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, tiende a garantizar que las sentencias sean fundadas y constituyan derivación razona-da del derecho vigente con relación a circuns-tancias comprobadas de la causa, y descalifica como actos jurisdiccionales válidos las decisio-nes que lo hacen mediante afirmaciones genéri-cas sin tratar planteos de las partes conducentes para la decisión del juicio (Fallos: 270:148; 274:346; 278:168; 279:275; 295:120).

En tal sentido esta Sala ha interpretado que “el fallo impugnado encierra un fundamento sólo aparente, defecto que constituye una cau-sal definida de arbitrariedad en la jurispruden-cia de la Corte Suprema de Justicia de la Na-ción que resiente la motivación lógica del fallo y desatiende el mandato del artículo 123 del ordenamiento instrumental que regla la garan-tía constitucional de la defensa en juicio y del debido proceso (art. 18 de la C.N.) en cuanto exige que las decisiones judiciales sean funda-das y constituyan una derivación razonada del derecho vigente en relación con las circunstan-cias comprobadas de la causa (C.S.J.N. Fallos 294:131; 308:914, entre otros)” (causa nº 961 “Morales Agüero, Alberto s/rec. de casación” Reg. 317/99 del 30/6/99).

Que estos defectos, impiden determinar cuá-les son los motivos y cuál es el verdadero fun-damento del razonamiento seguido por el tri-bunal de origen, incumpliendo así un principio que hace al sistema republicano, que se trasunta en la posibilidad que los justiciables, al ser ab-sueltos o condenados puedan comprender cla-ramente por que lo han sido. (confr.”Vitale” ya

citada “Waisburg, Héctor y otros s/rec. de ca-sación”, Reg. 548/98 del 21/12/98 y “Gilberg, Gladys Mabel s/recurso de casación”, Reg. 577/99 del 28/10/99, entre muchas otras).

Si bien es cierto que los jueces y los tribuna-les de mérito tienen poderes discrecionales en cuanto a la selección y valoración de la prueba para formar convicción, y que los argumentos que ellos desarrollan para afirmar su certeza no pueden, en principio, ser censurados en ca-sación, aunque pueda discreparse con los mis-mos, no lo es menos que esa libertad no debe ser arbitrariamente utilizada, como ocurrió en el caso al omitirse precisar de forma expresa las razones que llevaron al juzgador a arribar a su conclusión (“Gilberg, Gladys Mabel s/recurso de casación” ya citada).

Las actuaciones fueron elevadas a la cámara del circuito en reiteradas oportunidades, en las que se resolvió revocar las resoluciones de desestimación, archivo y sobreseimiento que fueran dictadas por el magistrado instructor, sin hacer mención claramente a la resolución procesal viable en cada ocasión. En esas inter-venciones, la cámara de apelaciones, de modo escueto revocó en cuatro oportunidades el de-cisorio del juez instructor, adoleciendo de la correspondiente fundamentación, en las que no se han efectuado exámenes críticos de la cuestión sometida a estudio, ni de los elemen-tos valorativos que constaban en la causa, ni de los fundamentos por los que se recurría; mien-tras que en el último resolutorio sólo se indicó la posibilidad de que la acción persecutoria del estado se encuentre prescripta por el mero transcurso del tiempo.

Se aprecia en términos generales un insufi-ciente análisis reflexivo por parte del tribunal, a mi juicio no se han explicitado debidamente las razones por las cuales se revocaron las deci-siones adoptadas, ni se vislumbra de las mismas

202 Plazo razonable del proceso penal

cuál habría de ser el norte procesal de la causa sin habérseles recepcionado declaración inda-gatoria a los sindicados.

Otro extremo que también me inclina a adoptar la solución que propondré se vincula con la orfandad probatoria que en términos generales exhibe la encuesta debido a la pre-caria e insuficiente recolección de elementos, para la individuación y determinación de las conductas denunciadas y enrostradas a Bircher y Di Tomasso.

CUARTO:

Cabe agregar sin perjuicio de la indicación efectuada que del estudio del proceso es evi-dente que ha existido una poderosa indiferencia por el derecho conculcado, así se evidencia que los protagonistas del litigio, tanto los órganos intervinientes como las partes han contribui-do, por acción u omisión, en la prolongación de la actuación judicial (cfr. causa nº 18 “Vi-tale, Rubén D. s/rec. de casación” Reg. 41 del 18/10/93; nº 1322 “Angeloz de Murillo, Nor-ma Nancy s/rec. de casación” Reg.560/97 del 16/12/97; nº 1377 “Solís, Eduardo Ramón s/rec. de casación” Reg. 194/98 del 15/5/98; nº 2531 “Telleldín, Carlos A. s/rec. de casación” Reg. 316/00 del 20/6/00; nº 4472 “Tchomle-kdjoglou, Jorge y otros s/rec. de casación” Reg. 580/03 del 3/10/03; nº 4712 “Amrein, Max y otro s/recurso de casación” Reg. 394/04 del 5/08/04; y sus citas entre otras).

Así, sólo a modo de ejemplo puedo mencio-nar que la denuncia ha sido presentada en el mes de julio de 1999 y que el hecho que mo-tivara ello habría ocurrido en el mes de junio de ese año.

En el mes de diciembre de ese mismo año, el titular del Ministerio Público Fiscal, solicitó la desestimación de la denuncia por considerar

que el hecho no constituía ilícito, por lo cual un juez subrogante resolvió desestimarla y archivar las actuaciones de conformidad con lo dispuesto en el tercer párrafo del artículo 180 del CPPN. La querella apeló (vid fs. 51/53vta.) y la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario el 4/7/2000 -ver fs. 93/95-, resolvió declarar la nulidad del dictamen fiscal y de la resolución del magis-trado de primera instancia, por considerar que habiéndose producido pruebas no resulta proce-salmente oportuno el dictado de esa resolución, sino que debía concluirse con un sobreseimiento o bien elevando la causa a juicio.

A fs. 111/112 el juez instructor resolvió de conformidad con lo indicado por su superior, el sobreseimiento de los nombrados Bircher y Di Tomasso de acuerdo a las pautas normadas en el art. 336 inciso 2 del ordenamiento de for-ma (dictada el 19/12/00), nuevamente la parte querellante (fs. 117/121) recurrió el resoluto-rio. La Sala “A” de la Cámara de Apelaciones con fecha 17 de abril de 2001, resolvió revocar por prematuro el sobreseimiento dictado.

En una nueva vista conferida a la Fiscalía, en su dictamen de fs. 279 de fecha 12 de junio de 2002, solicitó el archivo de las actuaciones, por considerar que no existía materia penal a inves-tigar. El titular del Juzgado Federal de Santa Fe, Dr. Reinaldo Rubén Rodríguez, en la resolu-ción dictada el 11 de febrero de 2004 (vid fs. 303/311), dispuso el archivo de la causa, de acuerdo a las pautas del art. 195 del CPPN.

El tribunal de apelación se expidió con fecha 2 de julio de 2004, con motivo del recurso pre-sentado por la querella, disponiendo la nulidad del interlocutorio de fecha 11/2/04.

De acuerdo con lo ordenado, el titular del juz-gado federal, con fecha 28/10/04 resolvió so-breseer a los denunciados (ver fs. 372/376vta.). Ante esto, la querella particular nuevamente in-

203Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

terponer recurso de apelación; mientras que la cámara del circuito dispuso, con fecha 24/6/05, revocar esa resolución.

Contra esta resolución la defensa de Bircher y de Di Tomasso se encontraron habilitados para recurrir a este Tribunal.

Más allá de las particularidades de la inves-tigación, como así también del hecho denun-ciado y que con anterioridad se había formado contra los denunciantes una investigación por evasión impositiva, no puede pasarse por alto que la investigación lleva más de siete años de trámite, que no se tomaron declaraciones inda-gatorias, ni menos aún se avanzó en la posible delimitación de la existencia material del hecho criminógeno denunciado, lo cual aparece en principio como un lapso irrazonablemente ex-tenso para arribar a tan magros resultados.

Por lo demás, si se tiene en cuenta que en rea-lidad esto recién se encuentra en sus albores, re-sulta también demasiado costoso para el Estado.

Muchas veces la inversión en tiempo y dinero no parece justificar el gasto, lo cual refleja una incontrastable realidad, una administración bien que ineficiente de recursos escasos inefi-ciente (cfr. Garay, Alberto F. “La duración in-constitucional de los procesos penales y el re-curso extraordinario” La Ley 2004 D, 137).

Finalmente, y a fin de aventar cualquier po-sible planteo de las partes, cabe agregar que la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha re-conocido varias veces la relación existente entre “duración razonable del proceso” y “prescrip-ción de la acción penal” (cfr. causa “Baliarde, José”, supra cit.; Fallos: 306:1688 y 316:1328 en los que se consideró que constituía un apego ritual injustificado la postergación del planteo de prescripción al momento de la sentencia; 312:2075 caso en el que se admitió por analo-

gía la aptitud de la prescripción, a pesar de no encontrarse expresamente prevista en la norma entonces en discusión, para producir los efec-tos de otras formas de finalización del proceso favorables al imputado).

De estos precedentes se desprende que el derecho del imputado a que se ponga fin a la situación de indefinición que supone el enjuicia-miento penal puede encontrar tutela en la pres-cripción de la acción. Como se destacó en Fallos: 312:2075: el “pronunciamiento garantizador del art. 18 de la Constitución Nacional (...) pue-de consistir naturalmente en la declaración de prescripción de la acción penal”. En consecuen-cia, aun cuando la inteligencia del concepto de “secuela de juicio” sea un artículo que excede la jurisdicción extraordinaria, si la duración inde-finida del procedimiento provoca una lesión a un derecho de rango constitucional, la decisión que rechaza la extinción de la acción penal por haber existido actos procesales interruptivos de la prescripción puede y debe ser revisada en esta instancia, a fin de evitar que so color de que se trata de interpretaciones de derecho común se esquive la intervención de esta Corte en asuntos que, como se ha dicho, afectan derechos federa-les (cfr. Fallos 322:360 voto en disidencia de los doctores Petracchi y Boggiano).

El imputado tiene derecho a obtener después de un proceso tramitado en legal forma un pro-nunciamiento que ponga término del modo más rápido posible a la situación de incertidumbre y restricción a la libertad que comporta el enjui-ciamiento penal, tal derecho no comprende el gravamen que no exceda del que se deriva de regular trámite legal (Fallos 312:977) y la dura-ción razonable (Fallos 315:2173 y 322:663).

En definitiva, la suma de todos los elementos enunciados constituyen suficientes razones para descalificar como acto jurisdiccional válido la resolución impugnada al no constituir ello una

204 Plazo razonable del proceso penal

derivación razonada del derecho vigente aplica-ble con particular referencia a las circunstancias comprobadas por lo cual, propicio al acuerdo, hacer lugar al recurso de casación interpuesto, sin costas, anular la resolución de fs. 542/543 y remitir las presentes actuaciones al Juzgado Fe-deral para que efectúe las comunicaciones perti-nentes, remitiendo copia de lo aquí resuelto a la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario.

Tal es mi voto.

El señor juez doctor Eduardo Rafael Riggi dijo:

Que adherimos a la solución propuesta por el doctor Guillermo J. Tragant en su voto, y en conse-cuencia, emitimos el nuestro en idéntico sentido.

La señora Juez Ángela Ester Ledesma dijo:

Sellada que se encuentra la cuestión, he de adherir a la solución propuesta por el colega que lidera el acuerdo.

Sin perjuicio de ello, entiendo que correspon-de brindar ciertas precisiones en punto al agravio introducido por el impugnante en lo atingente a la posible inexistencia de delito de los hechos imputados a Domingo Emilio Bicher, a saber:

En primer término, interesa recordar que el reproche formulado se vincula a la posible co-misión del delito de estafa procesal.

A modo de aproximación, cabe puntualizar que, en este delito “...la víctima del engaño es el juez, y el ofendido por la estafa la persona a quien afecta la sentencia o resolución judicial dispositi-va de la propiedad...” (Donna, Edgardo Alberto, “Derecho Penal, Parte Especial” T.II-, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2001, pág. 322).

Desde análoga perspectiva, se ha dicho que “(d)e estafa procesal en sentido estricto cabe ha-

blar sólo cuando una parte, con su conducta en-gañosa, realizada con ánimo de lucro, induce a error al juez y éste, como consecuencia del error, dicta una sentencia injusta que causa un perjuicio patrimonial a la parte contraria o a un tercero...” (Cerezo Mir, José, “La estafa procesal” en Revista de Derecho Penal, 2000-1 “Estafas y otras defrau-daciones”, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2000, pág. 112)(El resaltado me pertenece).

A partir de la doctrina especializada, se advierte sin hesitación alguna que los hechos materia de imputación, mal podrán ser calificados en los tér-minos del artículo 172 del CP en tanto no se acre-dita uno de sus elementos constitutivos, esto es, el desplazamiento patrimonial perjudicial. Ello así, desde que la conducta desplegada por Bicher (denunciar a los aquí querellantes por posible evasión impositiva mediante la presentación de un remito) no tuvo por fin, a la vez que tampoco resultaba idónea, para la concreción de un perjui-cio patrimonial del que pudiera resultar directa y personalmente beneficiado el imputado.

A mayor abundamiento, el delito en estudio requiere que el engaño sea susceptible de supe-rar el contralor de la contraparte en el litigio para lograr así inducir a error al juzgador sobre la base de pruebas falsas, extremos éstos que en modo alguno se verifican en la especie desde que, lo burdo de la adulteración y la notoria posibilidad de determinar la información suprimida en el re-mito a partir de la numeración del documento, tornan inidóneo el pretendido engaño urdido.

En cuanto al segundo segmento de la impu-tación vinculado a la falsedad del documento acompañado por el incuso al momento de for-malizar la denuncia en contra de la firma “Rafae-la Construcciones SA”, entiendo que también a este respecto la conducta resulta atípica. Ello así, desde que no se acredita uno de los elementos esenciales del tipo penal en estudio, esto es, la posibilidad de que se derive un perjuicio.

205Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

En efecto, nótese que la existencia del docu-mento nunca fue controvertida, reconociendo los propios querellantes que el remito había sido facturado -ver. fs. 2-, extremos éstos que permi-ten descartar que la mera supresión del nombre del destinatario del remito pudiera determinar un perjuicio, máxime cuando dicha información pudo ser luego fácilmente corroborada (mediante la exhibición del original a la que se alude a fs. 2).

En esta dirección, se ha dicho: “Además de la trascendencia objetiva de la acción en el cambio de tenor o de su atribución, el tipo del art. 292 exige taxativamente que ella origine la posibilidad de perjuicio...Su sola falsificación no alcanza jerar-quía penal si no logró, por lo menos, poner en peli-gro la relación de disponibilidad representada por el documento, pero que reside en la relación jurídi-ca que opera en distintas esferas de lo jurídico. No es admisible que la posibilidad de perjuicio se de-termine como entidad abstracta que venga a surgir de la simple pérdida de autenticidad y veracidad del documento...Tampoco se puede sostener que se de la posibilidad de perjuicio irrogada por el mis-mo documento falsificado cuando éste no represen-ta hechos con consecuencias jurídicas, sino meras constancias o datos requeridos con efectos proce-dimentales que no obligan a un sujeto pasivo...” (Creus, Carlos, Derecho Penal, parte especial, T. II, Astrea, Buenos Aires, 1995, págs. 428/432).

A la luz de lo expuesto, teniendo en cuenta que los hechos imputados no pueden ser en-cuadrados en figura penal alguna, corresponde entonces hacer lugar al recurso de casación in-terpuesto por la defensa.

Así es mi voto.

Por ello, en mérito al resultado habido en la vo-tación que antecede, el Tribunal RESUELVE:

HACER LUGAR al recurso de casación inter-puesto a fs. 429/448 por la defensa particular de los encartados Domingo Emilio Bircher y Amé-rico Di Tomasso, SIN COSTAS; ANULAR la resolución de fs. 425/426 dictada por la Sala A de la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario y REMITIR las presentes actuaciones al Juzgado Federal para que efectúe las comunicaciones per-tinentes, previo envío de copia de lo aquí resuelto a la Cámara a quo (arts. 123, 404 inc. 2º, 456 inc. 2º, 471, 530 y concordantes del C.P.P.N.).

Regístrese, hágase saber y cúmplase con las remisiones ordenadas, sirviendo la presente de atenta nota de envío.

FDO: Eduardo R. Riggi - Angela E. Ledesma - Guillermo J. Tragant.

Ante mí: María de las Mercedes López Alduncin.

207Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Mata Ramayo, Antonio”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala III, 16/03/2010

Disidencia de la Dra. Ángela Ester Ledesma: “El instituto de la prescrip-ción de la acción se encuentra íntimamente relacionado con la garantía de ser juzgado sin dilaciones indebidas.”

“…aún cuando se aceptara la hipótesis de que nos encontramos frente a un hecho de defraudación por administración fraudulenta que cesa de cometerse cuando el agente abandona su cargo (…), lo cierto es que al verificarse una lesión al derecho fundamental del imputado a ser juzgado sin dilaciones indebidas y a la definición de los procesos en un plazo razonable (regla expresa de la CADH, art. 8.1), resulta adecuado poner fin al ejercicio de la persecución penal del Estado y convalidar la decisión en crisis.”

Véase fallo completo en la página 75.

209Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

“Conversano, Cinthia”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala II, 21/10/2010

Voto del Dr. Guillermo J. Yacobucci: “…tengo dicho que la noción de plazo razonable aparece, sin confundirse, íntimamente vinculada con el instituto de la prescripción, ya que este último pone una restricción a la pretensión punitiva del estado que autolimita así su potestad penal por el paso del tiempo (Fallos: 301:197, 306:1688 y 316:1328). Esto es así, en tanto el principio de “plazo razonable” al que hacen referencia los artícu-los 7.5 y 8.1 de la Convención Americana tiene como finalidad “impedir que los acusados permanezcan largo tiempo bajo acusación y asegurar que ésta se decida prontamente ...” (Sentencia de la Corte IDH en el caso “Baldeón García vs. Perú”, del 6 abril de 2006, entre otras).”

“Conforme lo expuesto en su voto por el juez Mitchell, entiendo que en ese contexto de inactividad persecutoria de los órganos estatales, resulta de aplicación la doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación expuesta in re: “Mattei” (Fallos: 272:188), en la medida en que la situación se vincula con la declaración de la extinción de la acción penal más allá de las dispo-siciones concretas del Código Penal en materia de prescripción, como una forma de consagrar efectivamente el derecho de los imputados Conversano y Badaraco a obtener un pronunciamiento judicial en un plazo razonable.”

Véase fallo completo en la página 41.

211Boletín de jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 4

Véase fallo completo en la página 51.

“Goicochea, Pablo”, Cámara Nacional de Casación Penal, Sala II, 14/12/2010

Voto del Dr. Luis M. García, al que adhirió el Dr. Guillermo J. Yacobucci: “…las disposiciones de los instrumentos internacionales a las que alude el a quo también guardan silencio sobre el remedio adecuado a la alegada violación del plazo razonable. En efecto, los arts. 8.1 CADH, y 14.3.c PIDCP, enuncian, respectivamente, el derecho de toda persona “de ser oída en un plazo razo-nable [...] en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella” y el derecho “de toda persona acusada de un delito [...] a ser juzgada sin dilaciones indebidas”, pero no imponen la extinción del proceso como remedio obligado de las eventuales infracciones a aquel derecho.”