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7/29/2019 István Mészáros - Más Allá Del Capital http://slidepdf.com/reader/full/istvan-meszaros-mas-alla-del-capital 1/759

István Mészáros - Más Allá Del Capital

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    Istvn MszrosP E, U S

    MS ALL DEL CAPITALHacia una teora de la transicin

    Tomo I

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    La presente edicin fue realizada por:

    Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia

    Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional

    c. Ayacucho esq. Mercado N. 308Tel. (591-2) 214 2000La Paz, Bolivia

    Pasado y Presente XXI

    Se toma como base la traduccinrealizada por Editorial VadellCaracas, 2001

    Diseo de tapa: Nicols Laguna

    Diseo de interiores: Moiss Pacheco

    ISBN 978-99954-735-5-6DL. 4-125-10

    Impreso en Bolivia

    Publicado por primera vez en 1995Por The Merlin Press10 Malden RoadLondon NW5 3HR

    Copyright Istvn Mszros 1995UK ISBN 085036 432 9

    UK ISBN 085345 881 2

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    A Donatella

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    CONTENIDOCarta de Mszros para esta publicacin iiPresentacin a la presente edicin xvNota del Traductor xiiiIntroduccin a la edicin latinoamericana xvPrefacio para la primera edicin lxv

    PARTE UNO

    LA SOMBRA DE LA INCONTROLABILIDADCAPTULO UNO

    ROMPIENDO EL CONJURO DELCAPITAL PERMANENTE UNIVERSAL1.1 Ms all del legado hegeliano 3

    1.2 La primera concepcin global sobre la premisade el Fin de la Historia 111.3 El Capital Permanente Universal de Hegel: falsa mediacin

    de la individualidad personalista y la universalidad abstracta 161.4 La revolucin circunscrita al eslabn ms dbil de la cadena y su

    teorizacin representativa enHistoria y conciencia de clase 271.5 La perspectiva alternativa de Marx no explorada: del pequeo rincn

    del mundo a la consumacin de la ascensin global del capital 43

    CAPTULO DOSEL ORDEN DE LA REPRODUCCIN METABLICASOCIAL DEL CAPITAL2.1 Defectos estructurales de control en el sistema del capital 552.2 Los imperativos remediales del capital y el estado 702.3 Desacoplamiento entre las estructuras reproductivas materiales del capital

    y sus formaciones de estado 95

    CAPTULO TRESSOLUCIONES A LA INCONTROLABILIDAD DEL CAPITAL DESDE

    LA PERSPECTIVA DEL CAPITAL3.1 Las respuestas de la economa poltica clsica 1053.2 Utilidad marginal y economa neoclsica 1153 3 De la revolucin gerencial a la postulacin de la convergencia de

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    CAPTULO CUATRO

    CAUSALIDAD, TIEMPO Y FORMAS DE MEDIACIN4.1 Causalidad y tiempo bajo la causa suidel capital 1574.2 El crculo vicioso de las mediaciones de segundo orden del capital 1624.3 Eternizacin de lo histricamente contingente: la Funesta Presuncin

    de la apologtica del capital de Hayek 1774.4 Los lmites productivos de la relacin del capital 1894.5 La articulacin alienada de la mediacin reproductiva social primaria

    y la alternativa positiva 197

    CAPTULO CINCO

    LA ACTIVACIN DE LOS LMITES ABSOLUTOS DEL CAPITAL5.1 Capital transnacional y estados nacionales 2255.2 Destruccin de las condiciones de la reproduccin metablica social 2535.3 La liberacin de la mujer: el reto de la igualdad sustantiva 2795.4 Desempleo crnico: el signicado real de la explosin demogrca 333

    PARTE DOS

    EL LEGADO HISTRICO DE LA CRTICA SOCIALISTA1: EL DESAFO DE LAS MEDIACIONES MATERIALESE INSTITUCIONALES EN LA RBITADE LA REVOLUCIN RUSA

    CAPTULO SEIS

    LA TRAGEDIA DE LUKCS Y LA CUESTIN DE LAS ALTERNATIVAS6.1 La aceleracin del tiempo y la profeca atrasada 3796.2 La bsqueda de la individualidad autnoma 3856.3 De los dilemas deEl alma y la forma a la visin activista deHistoria y

    conciencia de clase 3946.4 La continuada rearmacin de las alternativas 403

    CAPTULO SIETE

    DEL HORIZONTE CERRADO DEL ESPRITU MUNDIAL DE HEGELA LA PRDICA DEL IMPERATIVO DE LA EMANCIPACIN SOCIALISTA

    7.1 Concepciones individualistas del conocimiento y la interaccin social 4117.2 El problema de la totalizacin enHistoria y conciencia de clase 4197.3 La crisis ideolgica y su solucin voluntarista 4247.4 La funcin del postulado metodolgico de Lukcs 4377.5 La hipostatizacin de la conciencia de clase imputada 443

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    CAPTULO OCHO

    LOS LMITES DE SER MS HEGELIANO QUE HEGEL8.1 Crtica de la racionalidad weberiana 4528.2 El paraso perdido del marxismo occidental 4688.3 La identidad sujeto-objeto de Lukcs 477

    CAPTULO NUEVELA TEORA Y SU ESCENARIO INSTITUCIONAL9.1 La promesa de concretizacin histrica 5019.2 La cambiante valoracin de los consejos de los trabajadores 5119.3 La categora de mediacin en Lukcs 523

    CAPTULO DIEZPOLTICA Y MORALIDAD: DE HISTORIA Y CONCIENCIA DE

    CLASE A PRESENTE Y FUTURO DE LA DEMOCRATIZACIN YVUELTA A LA ETICA NO ESCRITA10.1 Llamamiento a la intervencin directa de la conciencia emancipadora 53110.2 La guerra de guerrillas del arte y la ciencia y la idea del liderazgo

    intelectual desde arriba 540

    10.3 En elogio de la opinin pblica subterrnea 55010.4 Las mediaciones de segundo orden del capital y la propugnacin de latica como mediacin 553

    10.5 La frontera poltica de las concepciones ticas 56310.6 Los lmites del testamento nal de Lukcs 571

    EL LEGADO HISTRICO DE LA CRTICA SOCIALISTA2: RUPTURA RADICAL Y TRANSICIN EN LAHERENCIA MARXIANA

    CAPTULO ONCE

    EL PROYECTO INCONCLUSO DE MARX11.1 Del mundo de las mercancas a la forma histrica nueva 59011.2 El escenario histrico de la teora de Marx 593

    11.3 La crtica marxiana de la teora liberal 59711.4 La dependencia del sujeto negado 59911.5 La insercin social de la tecnologa y la dialctica de lo histrico/transhistrico 60211.6 Teora socialista y prctica poltica partidista 60511.7 Los nuevos desarrollos del capital y sus formaciones de estado 60811.8 Una crisis en perspectiva? 611

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    CAPTULO DOCE

    LA ASTUCIA DE LA HISTORIA EN MARCHA ATRS

    12.1 La List der Vernunft y la astucia de la historia 61912.2 La reconstitucin de las perspectivas socialistas 62412.3 El surgimiento de la nueva racionalidad del capital 63012.4 Contradicciones de una poca de transicin 638

    CAPTULO TRECE

    CMO PODRA DEBILITARSE GRADUALMENTE EL ESTADO?13.1 Los lmites de la accin poltica 642

    13.2 Principios centrales de la teora poltica de Marx 65113.3 Revolucin social y voluntarismo poltico 65713.4 Crtica de la losofa poltica de Hegel 66513.5 El desplazamiento de las contradicciones del capital 67313.6 Las ambigedades temporales y las mediaciones faltantes 684

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    I. Mszros2. Roebuck Road

    ROCHESTERKent ME1 1UD

    Junio 5 de 2008

    Sra. Isabel RauberDirectoraRevistaPasado y Presente XXI

    Autorizacin

    Querida Isabel Rauber,

    Esta carta es para conrmar mi decisin de autorizar a tu revista Pasado yPresente XXI a publicar mi libro Beyond Capital (Traducido al castellano con elttulo de Ms all del Capital) en una edicin sin nes de lucro para su distribucinen Argentina, Bolivia y Colombia.Estoy contento de darte esa autorizacin porque encuentro totalmente justo que lagente que tiene recursos nancieros muy limitados est en capacidad de tener accesoa este libro, que puede ser relevante para su vida.No escrib este libro teniendo en mente ganancias comerciales, sino para ayudar a las

    personas a comprender la naturaleza de la sociedad en la que vive.Te deseo una distribucin exitosa y todo lo mejor en tu trabajo como editorade la revista Pasado y Presente XXI.

    Tuyo sinceramente,

    Istvn Mezsros

    Profesor Emrito de FilosofaU S, B, S, I

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    Isabel Rauber1

    Estamos viviendo una poca de crisis histrica sin precedentes, que afecta a todaslas formas del sistema del capital, no nada ms al capitalismo. Es fcil com-

    prender, entonces, que lo nico que podra producir una solucin viable a lascontradicciones que tenemos que encarar sera una alternativa socialista radicalal modo de control metablico social del capital. Una alternativa hegemnica que

    no se vea atrapada por las restricciones del orden existente al mantenerse en de-pendencia del objeto de su negacin, como ocurri en el pasado. Aunque debemosestar alertas a los inmensos peligros que aparecen en el horizonte y enfrentarloscon todos los medios a nuestra disposicin, las negaciones no son sucientes por s

    solas. Es necesario por igual formular con claridad la alternativa positiva quepodra tomar cuerpo en un movimiento socialista radicalmente reconstituido.Porque la factibilidad del xito guarda una relacin de dependencia vital con elobjetivo elegido de la accin transformadora, si lo denimos como ir positivamen-

    te ms all del capital, y no simplemente como el derrocamiento del capitalismo.Por lo menos, de las dolorosas lecciones del derrumbe del llamado socialismorealmente existente nos debera quedar bien claro esto: fue prisionero, a travsde su historia, de determinaciones negativas.2

    Este prrafo concentra el ideario y el empeo de Mszros, suobsesin comprometida con la bsqueda de alternativas que permitanconstruir una nueva civilizacin humana superadora de los males pro-ducidos por el capitalismo simultneamente con los procesos sociales que

    lo confrontan cotidianamente. No habr posibilidad alguna de superar latrampa cultural del modo de vida generado por el capital si no se rompede raz con la lgica de su funcionamiento, es decir, de su produccin

    y reproduccin en todos los mbitos de la vida social. Para ello es vital

    1 Dra. En Filosofa. Directora de la Revista Pasado y Presente XXI. Estudiosa de los movimien-i l l i i

    PRESENTACIN A LA PRESENTE EDICIN

    TIEMPO DE REVOLUCIONESDESDE ABAJO

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    construir otra lgica, no contraria a la del capital sino radicalmente dife-rente y superadora, capaz de poner n a su cadena creciente de exclusin,enajenacin, jerarquas, opresin y explotacin humanas.

    La vida de Istvn Mzsros ha estado llena de grandes desafos,no slo por las preguntas trascendentales que como pensador y revo-lucionario se propuso y trabaj por encontrarles respuesta, sino por las

    vicisitudes, incomprensiones e injusta persecucin a las que se vio some-tido en su propio pas de origen. Pero Mzsros es de aquellos hombresimprescindibles, de los que luchan toda la vida. Su trabajo preado deinnumerables enfoques e ideas valiosas, es digno de ser ledo no slopor su contenido, sino tambin por ser la obra abnegada de un genuinoluchador por la emancipacin humana.

    Lo conoc personalmente en el Primer Foro Social Mundial,en Porto Alegre. Aunque me haba relacionado poco con sus escritos,lo conocido despert una profunda admiracin por su trabajo. Cuandome dijeron: ah est, sin pensarlo dos veces me lanc hacia su mesa,presentndome sin prembulos. Estaba sentado tomando un caf conDonatella, su esposa y compaera de vida. Me invit a compartir la mesa

    y comenzamos a hablar sin parar, de todo; tenamos que saber uno delotro rpidamente. Yo tena su libro Socialismo o Barbarie, publicadoen Brasil, y le ped su autorizacin para traducirlo al espaol y publicarloa travs de Pasado y PresenteXXI. Prontamente accedi y al poco tiem-po lo publicamos. Desde entonces entablamos una relacin estrecha deintercambio de reexiones, emprendiendo pequeas tareas conjuntas ycompartiendo sueos. Estos conectaron nuestros pensamientos y, conellos, las diferentes prcticas y experiencias. Y de entonces hasta ahora.

    Los anlisis de Mszros referidos al capitalismo actual y losplanteamientos acerca de la posibilidad de su superacin positiva, es de-cir, poniendo n a los mecanismos de produccin y reproduccin de laenajenacin creciente de la humanidad, engarzan (y actualizan) los plan-teamientos y las propuestas de Carlos Marx con la problemtica y lasdemandas de nuestra poca. Su obra constituye un puente analtico clavepara pensar quines, cmo y desde dnde plantearse la transformacin dela sociedad que supere al capitalismo y al capital. En tal sentido, sus re-

    exiones y su prctica de vida acerca de las experiencias socialistas este-europeas del socialismo del siglo XX, resultan esclarecedoras para com-prender que pueden ocurrir revoluciones sociales que derroquen a loscapitalistas sin que ello signique poner n al predominio y la hegemonadel capital. Teniendo esto muy presente, Mszros se aplica precisamentea identicar y exponer los elementos centrales que contribuyen a que los

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    vez, procesos de supresin/superacin de la lgica de funcionamientodel capital (del metabolismo y el orden social impuesto por el capital).

    Se trata, explica reiteradamente el autor, de una superacin radi-cal y no de una sustitucin, de un cambio de lugar (de la produccin a lagerencia, por ejemplo). Para construir una nueva sociedad, socialista, nobasta con que los obreros expulsen a los capitalistas y tomen el control dela produccin, no basta con que un grupo de revolucionarios se apoderedel aparato estatal y socialice (estatice) la propiedad de los medios deproduccin y la produccin misma, no basta con que la burocracia geren-cial y los tecncratas del capitalismo sean reemplazados por cuadros delpartido en tal circunstancia devenidos en burcratas revolucionarios.

    Todo esto puede hacerse, como se hizo y lo demuestra la historia, sinponer n a las cadenas de sujecin a los dictados del capital y su lgicade funcionamiento. Dar vuelta a la tortilla, es mantenerse dentro de lasartn controlada por el capital, y esto lleva a la distorsin de los objetivosestratgicos, y la derrota ahora lo sabemos resulta inevitable, pese a losgrandes ideales que sustenten la epopeya revolucionaria. Por ello, coinci-do profundamente con Mszros cuando seala la imprescindible ligaznque existe entre la necesidad de superar el capitalismo e ir mas all delcapital, construir lo nuevo fuera de su dominio, es decir, desde otro lugar,con otras lgicas. Y estas slo pueden ser tales si son pensadas, diseadas

    y construidas desde abajo por los pueblos.En s mismo, el proceso de transformacin es, a la vez, un proce-

    so de construccin de nuevas lgicas, articulaciones, institucionalidades,metabolismos sociales, etc. Son nuevas en tanto nuevo ser su predo-mino como estructurantes del (nuevo tipo de orden del) metabolismo

    social, pero muchas de ellas estn presentes ya entre nosotros comoavances, en las comunidades de los excluidos, explotados y empobre-cidos por el capital, profundamente articuladas a los mecanismos de so-brevivencia: redes de economa solidaria, trueque, comedores y huertascomunitarias, trabajo cooperativo comunitario, redes solidarias de con-

    vivencia, institucionalidad y formas de organizacin y funcionamientocomunitario autnomos de la institucionalidad dominante, como es, porejemplo, la realidad de los pueblos indgenas en estas tierras.

    Y todo esto se relaciona tanto con la propuesta la alternativapositiva que seala Mszros, como con los mtodos y medios empea-dos en su construccin concreta, en hacerla socialmente hegemnica. Esdecir, tiene que ver con el proyecto, con lo programtico, con la organi-zacin y, por tanto, con lo central determinante de todo proceso social:los actores sociales y polticos (sujetos del cambio), y de conjunto con

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    tores se d para llevar a cabo las tareas estratgicas slo puede denirseconjugando en una misma sintona ideolgica/liberadora y de liberacintodos estos elementos.

    No hay lugar para concebir/realizar tareas que contradigan losresultados; no hay lugar para concebir/emplear medios que contradigannes; no hay posibilidad de que una vanguardia iluminada pueda reem-plazar al actor colectivo. Poner n a la locura criminal del capitalismo yconstruir una nueva civilizacin humana en funcin de la humanidad, esdecir, conquistar la liberacin de la humanidad, no es responsabilidad delites sino de la humanidad toda, ante todo, de los pueblos, protagonistasde los cambios.

    Se trata de un protagonismo colectivo, que se vive en cada re-vuelta, en cada lucha de calles reivindicativa-poltica. Reclama portanto, para encauzarse hacia un proceso de transformacin social, cons-truir la convergencia orgnico-poltica de los actores, sus problemticas

    y propuestas, condensndola en lo que ser en cada realidad, el proyectopoltico superador del capitalismo y del orden social del capital. Es esteel factor clave (constitutivoautoconstitutivo) que marca el nacimiento(por maduracin autoconsciente de los protagonistas) del actor colectivo(agente histrico del cambio) vitalmente interesado en ir ms all delcapital y con capacidad para ir haciendo realidad su utopa liberadora,cotidianamente, en todos los mbitos de su quehacer. Es este punto neu-rlgico de apuesta a la vida el que hace de este un texto profundamentecontemporneo con la revolucin democrtico cultural que llevan ade-lante los pueblos de Bolivia.

    Esta ha comenzado a desandar los caminos culturales que fueron

    impuestos, marcados y a

    anzados por la hegemona de los conquistado-res/colonizadores, predominante hasta ahora en los mbitos del podersobre la vida humana en Bolivia (como en Latinoamrica). Como es unproceso verdadero es un desandar que emerge de la raz y hacia ella vuel-

    ve los cambios, es decir, se trata de una superacin radical, desde abajo,de la penetracin/dominacin cultural, econmica, poltica y social delos colonizadores y usufructuarios del capital.

    No es terico el debate sino prctico. Se trata de un modo de vida

    que debe ser desplazado por otro; son prcticas y conductas diferentesque deben abrirse paso entre las hasta ahora hegemnicas. Porque paraser superada una dominacin (conducta) cultural tiene que ser desplaza-da/reemplazada por otra distinta, diferente y, en este caso, superadora. Yesto reclama un querer (primer espacio indispensable) y un aprender, unaprender que se funda en la combinacin de la apropiacin de los saberes

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    de los pueblos. Es por ello tambin, un estar abiertos a todo aquello que vasiendo creado por todos y todas en la misma medida que lo van constru-

    yendo/aprendiendo, de conjunto, en las prcticas actuales y venideras. Espor ello un aprenderhaciendo, un transformarsetransformando, es decir,parte de la transformacin misma. Es la epopeya de justicia mayor que

    vibra y se fortalece en cada hombre y mujer que ha gestado y es sostn dela revolucin democrtica cultural que late hoy en Bolivia, y desde Boliviaen los pueblos de Latinoamrica y el mundo. Es el intento ms radical yprofundo de ir ms all del capital, comenzando por poner n al dominio

    y la exclusin que este impuso a sangre y fuego a los habitantes de estastierras para llenar las arcas de los poderosos y satisfacer sus enfermizas an-sias de poder y de lujos extravagantes; es por ello, el acto de justicia y ticaprimero y clave de la revolucin.

    Si la guerra es la continuacin de la poltica por otros medios,y la poltica es la expresin concentrada de la economa (quien podradudarlo), queda claro que la guerra es, como ha sido, el brazo armado dela economa (del capital) cuando los capitalistas la necesitan para acre-centar sus arcas. As ha sido en tiempos de la acumulacin originaria delcapital y de su primera gran expansin mundial (globalizacin tempra-na), que se aceler y acrecent con la conquista y apropiacin de terri-torios lejanos a Occidente, como ocurri, por ejemplo, con la invasin,matanza, saqueos y ocupacin de las tierras de Amrica, con la piratera,con la apropiacin de los bienes y las riquezas de los pueblos originarios

    y la masacre de sus poblaciones, con la eliminacin, el sometimiento o elexterminio de sus culturas, modos de vida, lenguas, etctera. As tambines hoy. Por eso resulta tan peligrosa la crisis mundial del capitalismo,

    porque proporcionalmente a su debilidad es su capacidad de desplieguede irracionalidad y peligrosidad cual era enjaulada y hambrienta, capazcomo ya lo ha demostrado una y otra vez de apelar a todo tipo y mag-nitud de guerras para saciar sed de dinero y riquezas.

    La vida est una vez ms amenazada por el capital y, por ello,lejos de apostar a las guerras totalmente funcionales al capital y al im-perialismo, quienes sostenemos y defendemos la vida debemos apelara la propia vida, es decir, a los hombres y las mujeres de los pueblos que

    han demostrado tener las reservas morales su

    cientes para defender lasperspectivas de sobrevivencia humanas.La vida se sostiene y deende con ms vida. Por eso, la batalla

    primera con el capital es cultural: se trata de vivir de un modo diferenteal del capitalismo, de construir un modo de vida que pueda poner n alas aberraciones y la multiplicacin de la muerte producidas por el capi-

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    del individualismo, en la cooperacin y complementariedad en vez de lacompetencia y el antagonismo, un modo de vida que abra las puertas alos saberes plurales, a la democracia participativa de la diversidad y noa la tirana suplantadora/manipuladora de las mayoras, al orecimientode las identidades y culturas de los pueblos, profundamente enraizadasen la promocin y defensa de la vida.

    Se trata, en denitiva, de crear/construir una nueva civilizacinhumana en funcin de la humanidad. Vivir para nosotros/as y no en fun-cin de los requerimientos y designios del capital y su malsana y des-tructiva sed insaciable de ganancias. Esto es: liberarnos de su yugo yponer punto nal a la enajenacin que nos hizo y hace vivir nuestra vidacomo si fuera ajena (del capital), y convertirnos en dueos de nuestrosdestinos.

    Esta es la posibilidad/realidad que late hoy en Bolivia en la apues-ta al rescate de la dignidad de los pueblos secularmente mancillados, enla recuperacin de las identidades y en la determinacin de construir/crear un estado plurinacional e intercultural sobre bases de justicia yequidad para todos y todas, un Estado que ponga n a la sociedad desupuestos derechos universales aparentemente existentes y vigentes paratodos, que tras el velo de lo abstracto oculta una realidad de exclusin,discriminacin, racismo, sometimiento y muerte para los pueblos. Estoes lo que resume y condensa, estimula y proyecta la propuesta y apuestaprcticas de la revolucin democrtica cultural (descolonizadora/libera-dora) que est ocurriendo en Bolivia con la fuerza y energa propias detodo proceso radical autntico de los pueblos.

    Ms all del capital es una fuente extraordinaria de conceptos

    y anlisis y puede considerarse una obra resumen del pensamiento deIstvn Mzsros. Para esta edicin tomamos como base el texto en es-paol publicado por la Editorial Vadell, de Caracas, a cuyo director Sr.

    Manuel Vadell, expresamos tambin nuestro reconocimiento por su so-lidaria colaboracin. De la traduccin de dicha publicacin hemos mo-dicado algunos conceptos (particularmente aquel identicado por eltraductor como agencia histrica), con la nalidad de facilitar la com-prensin de las reexiones centrales del texto. La otra modicacin es

    de formato, puesto que debido a su extensin hemos decidido de co-mn acuerdo con Istvan Mszros, publicarMs all del Capitalen dostomos, de los cuales presentamos el primero. En poca de revolucin,cuando el tiempo siempre escasea, la lectura se lleva con uno.

    No hay dudas de que en Bolivia se viven tiempos pioneros de lasrevoluciones desde abajo, pertinentes en el sigloXXI. Por ello, la publi-

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    procesos de resistencia y cambios, creados, sostenidos y protagonizadospor los pueblos, es un profundo orgullo y compromiso militante porla vida que comparto con Istvn Mszros, con la Vicepresidencia delEstado Plurinacional de Bolivia, editora sui generis y promotora deeste libro, y con el pueblo todo. Sirva este espacio tambin como recono-cimiento a su apoyo, consecuencia y construccin estratgica, sostenidasen medio de las arduas, tensas e impostergables tareas cotidianas que lesexige la apuesta revolucionaria hoy.

    Isabel RauberFebrero de 2010

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    NOTA DEL TRADUCTOR

    Har algo ms de un par de aos, por uno de esos azares de la necesidadcay en manos de lectores venezolanos un texto fundamental en inglsdeunlsofo y humanista de gran talla hngaro, de nombre Istvn Mszros(1930). Profesor universitario (Universidad de Sussex, Inglaterra) parael momento de la publicacin de Beyond Capital(1995), Mszros viene

    de haberse formado en la tradicin humanista y socialista de esa gran-de y trgica gura del pensamiento revolucionario contemporneo quefue Gyrgy Lukcs, con quien trabaj en el Instituto de Esttica de laUniversidad de Budapest.

    Debi abandonar su pas a raz de la invasin militar-policial so-vitica que, en aras de la defensa de un comunismo inexistente, coloc laprimera lpida sobre la sepultura de las ideas socialistas que el estalinis-mo haba venido cavando largo tiempo atrs. Tras una pasanta de algu-

    nos aos en Italia, Mszros pas, con su bagaje de socialista consecuenteintacto, a Inglaterra, donde reside desde entonces.En Hungra recibi, en 1951, el premio Attila Jszef ese otro

    hngaro poeta y humanista del socialismo que es su modelo y en 1970,ya en el extranjero, el Isaac Deutscher Memorial en honor al polacodesfacedor de entuertos estalinistas. Escritor incansable e indoblegable,el listado de sus ensayos y artculos en publicaciones europeas, norte-americanas y brasileas es legin, como numeroso es el de sus libros:

    Stira y realidad;La revuelta de los intelectuales en Hungra;Attila Jszef yel arte moderno;Marx: la teora de la alienacin;El concepto de la dialctica deLukcs;La obra de Sartre: la bsqueda de la libertad;Aspectos de HISTORIAY CONCIENCIA DE CLASE;Filosofa, ideologa y ciencia social;El poder de laideologa;La necesidad del control socialy otros ttulos, principalmente eningls, pero con frecuentes traducciones, sobre todo al portugus y al

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    ms all del capital (la institucin) y ms all deEl capital (de Marx):una dualidad muy rica en sentidos que no es posible reproducir con igualefectividad una sola frase en espaol.

    Lo anterior nos pone de vuelta en el inicio: el libro en ingls quenos cay, no tan casualmente, en algunas manos venezolanas. Un libroclave del presente y el futuro de la humanidad, una de esas obras que hayque calicar de fundamentales sin miramientos ni remilgos. Un texto, enn, que debamos difundirlase traducir para que sea pensado, debatidoy sopesado como la propuesta fundamental, valga la repeticin, que es.

    Hubo, as, un proyecto inicial de traduccin en equipo laSociedad de los Planicadores Muertos en accin que se fue enrique-ciendo con valiosas contribuciones personales (Jorge Giordani, Duilio

    Mederos, Tom Curry, entre otros) a los aciertos que se puedan advertiren la versin nal. Por diversas circunstancias cuyo recuento no viene alcaso, el proyecto termin en tarea con responsable individual, cuyo nom-bre aparece como traductor solitario y nico responsable por las fallas ydesmanes de diversa ndole y variado calibre que se presentan en el textoen espaol.

    Ir ms all del capital/El capital de la mano de Mszros signi-ca constatar que las dos sentencias con las que el supuesto posmodernis-mo ha pretendido marcar el presente y el futuro de la humanidad estnerradas. Se nos ha dicho que NO HAY NINGUNA ALTERNATIVA para elcapital y su capitalismo y que hemos llegado al FIN DE LA HISTORIA.Pero resulta que s existe una alternativa slida y tangible: el socialismogenuino, y su historia est por comenzar. Nos va la vida, nos va el futurode la humanidad en ello. A la inexorable destructividad del capital, que no

    puede conducir sino al desastre

    nal, hay que oponerle la constructividaddel socialismo. Si bien es cierto que vivimos en un mundo cada vez msglobalizado, no lo es menos que por dentro del globo camina, socavndo-lo, la crisis estructural general del capital. La globalizacin presagia nue-

    vos antagonismos y la realizacin del estallido potencial. La alternativa,entonces, ha de ser igualmente global. Ir ms all del capital (yEl capital)es repensar el legado de Marx y, reconociendo sus grandes vacos y sus

    varios gazapos, mantenerse dentro del marco de su teora como horizonte

    general de la actividad para el cambio. Revisar las condiciones histri-cas que en el pasado condujeron a la construccin de un socialismo queno fue, con las dolorosas consecuencias que hoy seguimos padeciendo.Idear una ofensiva socialista denitiva, en sustitucin de la postura defen-siva tan largamente arrastrada. Sealar los puntos paradigmticos de unatransicin al socialismo. Disearlo como el mejor de los mundos posibles.

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    Estamos viviendo una poca de crisis histrica sin precedentes, queafecta a todas las formas del sistema del capital, no nada ms al capita-lismo. Es fcil comprender, entonces, que lo nico que podra produciruna solucin viable a las contradicciones que tenemos que encarar serauna alternativa socialista radical al modo de control metablico social

    del capital. Una alternativa hegemnica que no se vea atrapada por lasrestricciones del orden existente al mantenerse en dependencia del ob-jeto de su negacin, como ocurri en el pasado. Aunque debemos estaralertas a los inmensos peligros que aparecen en el horizonte y enfren-tarlos con todos los medios a nuestra disposicin, las negaciones no sonsucientes por s solas. Es necesario por igual formular con claridad laalternativa positiva que podra tomar cuerpo en un movimiento socia-lista radicalmente reconstituido. Porque la factibilidad del xito guarda

    una relacin de dependencia vital con el objetivo elegido de la accintransformadora, si lo denimos como ir positivamente ms all del ca-pital, y no simplemente como el derrocamiento del capitalismo. Por lomenos, de las dolorosas lecciones del derrumbe del llamado socialismorealmente existente nos debera quedar bien claro esto: fue prisionero,a travs de su historia, de determinaciones negativas.

    1.

    La constitucin, urgentemente necesitada, de la alternativa radical al modode reproduccin metablica social del capital no puede tener lugar sinuna revaloracin crtica del pasado. Es necesario examinar el fracaso de laizquierda histrica en el cumplimiento de las expectaciones que Marx for-mulara de manera optimista cuando postul all por 1847 la asociacin

    INTRODUCCIN A LA EDICINLATINOAMERICANA:

    LOS RETOS HISTRICOSQUE ENCARA ELMOVIMIENTO SOCIALISTA

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    paralelo con el desarrollo industrial de los varios pases capitalistas. Comol lo plante: el grado de desarrollo a que ha llegado la asociacin encualquier pas marca claramente el rango que ste ocupa en la jerarquadel mercado mundial. Inglaterra, cuya industria ha alcanzado el grado msalto de desarrollo, tiene las asociaciones de mayor tamao y mejor organi-zadas. En Inglaterra no se han quedado en las asociaciones parcialescontinuaron simultneamente con las luchas polticas de los obreros, queahora constituyen un gran partido poltico, bajo el nombre de chartistas.1

    Y Marx esperaba que el proceso continuase de manera queLa clase obrera sustituir, en el curso de su desarrollo, la antigua sociedadcivil por una sociedad que excluir las clases y su antagonismo, y ya no existir

    poder poltico propiamente dicho, puesto que l es precisamente la expresinocial del antagonismo en la sociedad civil.2

    Sin embargo, en el desarrollo histrico de la clase trabajadora, laparcialidad y la sectorialidad no estuvieron connadas a las asociacionesparciales y los varios sindicatos que surgieron de ellas. Inevitablemente,al comienzo la parcialidad afect a cada aspecto del movimiento socialis-ta, incluida su dimensin poltica. Tan es as, de hecho, que siglo y medioms tarde todava representa un inmenso problema que habr que resol-

    ver alguna vez en un futuro ojala no muy lejano.El movimiento laboral no poda evitar ser sectorial y parcial en

    sus inicios. No se trataba simplemente de una cuestin de adoptar sub-jetivamente la estrategia equivocada, como se pretende a menudo, sinode un asunto de determinaciones objetivas. Porque la pluralidad de loscapitales ni poda ni puede ser superada dentro del marco del orden me-tablico social del capital, a pesar de la avasallante tendencia a la concen-tracin y centralizacin monoplica as como al desarrollo transnacio-nal, pero precisamente en su carcter transnacional (y no genuinamentemultinacional) parcial por necesidad del capital globalizador. Al mismotiempo, la pluralidad del trabajo tampoco puede ser suprimida sobrela base de la reproduccin metablica social del capital, independiente-mente del esfuerzo que se ponga en convertir al trabajo de antagonistaestructuralmente inconciliable del capital en su sirviente uniformementesumiso; intentos que van desde la propaganda misticadora y absurdadel capitalismo del pueblo con carcter de accionista a la omniabar-cante extraccin poltica directa de plustrabajo ejercida por las personi-caciones poscapitalistas del capital que trataron de legitimarse a travsde su espuria pretensin de constituir la encarnacin de los verdaderosintereses de la clase trabajadora.

    1 M Th P f Phil h M E l C ll d W k l 6 210

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    El carcter sectorial y parcial del movimiento laboral estabacombinado con su articulacin defensiva. El sindicalismo primitivo delque ms tarde emergieron los partidos polticos representaba la cen-tralizacin de la sectorialidad de tendencia autoritaria, y con ello eltransferimiento del poder de tomar decisiones de las asociaciones lo-cales a los centros sindicales, y subsecuentemente a los partidos polticos.

    As que el movimiento sindical primitivo en su conjunto ya era inevita-blemente sectorial y defensivo. Ciertamente, debido a la lgica internadel desarrollo de ese movimiento, la centralizacin de la sectorialidadtrajo consigo el aanzamiento de la defensividad, si tomamos en cuen-ta los espordicos ataques con los que las asociaciones locales podaninigirles heridas graves a las fuerzas del capital antagnicas locales. (Losludistas, sus parientes lejanos, trataron de hacer lo mismo en una formadestructiva, y por consiguiente bien pronto nada viable, ms generali-zada). El aanzamiento de la defensividad represent as un paradjicoavance histrico. Porque mediante sus sindicatos primitivos el trabajo seconvirti tambin en el interlocutordel capital, sin dejar de constituirobjetivamente su antagonista estructural. A partir de esta nueva posi-cin de defensividad generalizada del trabajo se podan derivar ciertas

    ventajas, bajo condiciones favorables, para algunos sectores del tra-bajo. Ello era posible en la medida en que los constituyentes del capitalcorrespondientes pudiesen acceder, en una escala nacional en sintonacon la dinmica de la potencial expansin y acumulacin del capital alas demandas que les haca el movimiento laboral articulado defensiva-mente. Un movimiento que operaba dentro de las premisas estructuralesdel sistema del capital, como un interlocutor legalmente constituido y

    reglamentado por el estado. El desarrollo del Estado Benefactor cons-tituy la manifestacin culminante de esa lgica, viable en un nmeromuy limitado de pases. Resultaba limitado tanto en lo tocante a las con-diciones favorables de la expansin del capital libre de problemas enlos pases implicados, como la precondicin de la aparicin del EstadoBenefactor, como en relacin con su escala temporal, que se ve marcadaal nal por la presin de la derecha radical para una liquidacin totaldel Estado Benefactor durante las ltimas tres dcadas, como resultado

    de la crisis estructural del sistema del capital en su conjunto.Con la constitucin de los partidos polticos del trabajo bajo laforma de la separacin del brazo industrial del trabajo (los sindicatos)de su brazo poltico (los partidos socialdemcratas y vanguardistas) seaanz an ms la defensividad del movimiento. Porque ambos tipos departidos se apropiaron del derecho exclusivo a cualquier toma de deci-

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    movimientos sindicales mismos. Esa defensividad se vio ms empeoradaan gracias al modo de operacin adoptado por los partidos polticos, queobtenan ciertos xitos a costa de desencarrilar y desviar al movimientosocialista de sus objetivos originales. Porque en el marco parlamentariocapitalista, a cambio de la aceptacin por parte del capital de la legiti-midad de los partidos polticos del trabajo, se volvi prcticamente ilegalemplear el brazo industrial para propsitos polticos. Eso representa-ba una condicin gravemente constreidora que los partidos del trabajoaceptaron, condenando as al inmenso potencial combativo del trabajo,con raigambre material y en potencia tambin muy efectivo polticamen-te, a la impotencia total. Actuar de tal modo resultaba algo sumamenteproblemtico ya que el capital, gracias a su supremaca estructuralmenteasegurada, segua siendo la fuerza extraparlamentaria por excelenciaque poda dominar el parlamento a su placer desde afuera. Ni tampocoera posible considerar que la situacin fuese en algo mejor para el trabajoen las sociedades poscapitalistas. Porque Stalin degrad a los sindicatos ala situacin de constituir lo que l llamaba las correas de transmisin dela propaganda ocial, eximiendo simultneamente a la forma poltica pos-capitalista de toma de decisiones autoritarias de cualquier posibilidad decontrol por parte de la base de la clase trabajadora. Comprensiblemente,entonces, en vista de nuestra infeliz experiencia histrica con ambos tiposprincipales de partidos polticos, no puede haber esperanza alguna de unarearticulacin radical del movimiento socialista si no se da una combina-cin total del brazo industrial del trabajo con su brazo poltico:conrindoles el poder de toma de decisiones signicativas a los sindicatos(animndolos as a ser directamente polticos), por una parte, y haciendo

    que los partidos polticos mismos sean desa

    antemente activos en los con-ictos industriales como los intransigentes antagonistas del capital, asu-miendo la responsabilidad por su lucha dentro y fuera del parlamento.

    A travs de su larga historia el movimiento laboral continu sien-do sectorial y defensivo. En verdad, estas dos caractersticas denitoriasconstituyeron un autntico crculo vicioso. El trabajo, en su pluralidaddividida y a menudo hecha pedazos internamente, no poda salir de susparalizantes constricciones sectoriales, en dependencia de la pluralidad

    de capitales, porque como movimiento general estaba articulado defen-sivamente. Y viceversa, no poda vencer las graves limitaciones de su ne-cesaria defensividad de cara al capital, porque hasta el presente ha conti-nuado siendo sectorial en su articulacin industrial y poltica organizada.

    Al mismo tiempo, para hacer ms cerrado an el crculo vicioso, el papeldefensivo asumido por el trabajo le conri una extraa forma de legi-

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    omisin, la postura defensiva del trabajo permiti explcita o tcitamenteque el orden socioeconmico y poltico establecido fuese tratado comoel marco necesario de, y el continuo prerrequisito para, lo que se pudieseconsiderar como realistamente factible en cuanto a las demandas que sehiciesen, demarcando al mismo tiempo la nica va legtima de resolverlos conictos que hayan de surgir de las pretensiones encontradas de losinterlocutores. Eso equivala a un tipo de autocensura, para beneplcitode las vidas personicaciones del capital. Represent una autocensuraentumecedora, que result en una inactividad estratgica que continaparalizando hoy da incluso a los remanentes ms radicales de la izquierdahistrica organizada, por no mencionar a sus constituyentes alguna vezgenuinamente reformistas pero ahora totalmente domados e integrados.

    En la medida en que la postura defensiva del interlocutor racio-nal del capital cuya racionalidad quedaba denida a priori como aque-llo que pudiese encajar dentro de las premisas y restricciones prcticasdel orden dominante pudiese producirle ganancias relativas al traba-

    jo, la autoproclamada legitimidad del marco regulador poltico gene-ral permaneca fundamentalmente incuestionada. Sin embargo, una vezque, bajo la presin de su crisis estructural, el capital ya no pudo con-cederle nada signicativo a su interlocutor racional sino, por el con-trario, tuvo que retirarle tambin sus concesiones del pasado, y atacarde manera implacable las bases mismas del Estado Benefactor as comolas salvaguardas legales protectoras/defensoras del trabajo a travs de unconjunto de leyes antisindicales autoritarias promulgadas democrtica-mente, el orden poltico establecido hubo de perder su legitimidad y almismo tiempo tambin puso al descubierto la total insostenibilidad de la

    postura defensiva del trabajo.La crisis de la poltica, que no puede ser negada hoy da nisiquiera por los peores apologistas del sistema aunque, por supuesto,ellos tratan de connarla a la esfera de la manipulacin poltica y su con-senso aberrante, en el espritu de la tercera va del Nuevo Laborismorepresenta una profunda crisis de legitimidad del modo de reproduc-cin metablica social establecido y su marco general de control poltico.Es esto lo que ha trado consigo la actualidad histrica de la ofensiva

    socialista,3

    aunque la procura de su propia lnea de menor resistenciapor parte del trabajo contina favoreciendo por los momentos al man-tenimiento del orden existente, a pesar de la incapacidad cada vez ms

    3 Ver el Captulo 18, pp. 528 ms adelante. El estudio titulado: Il rinnovamento del marxismoelattualit storica della offensiva socialista, publicada en Problemi del socialismo (una pu-bli i f d d L li B ) A XXIII b il d 1982 5 141 i

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    obvia de ese orden para distribuir los bienes incluso en los pases ca-pitalistamente ms avanzados como la fundamentacin de su legitimi-dad una vez abrumadoramente aceptada. Hoy el Nuevo Laborismo,en todas sus variantes europeas, es el facilitador de la distribucin delos bienes tan slo para los aanzados intereses del capital, trtese delcampo del capital nanciero defendido cnicamente por el gobiernode Blair en conicto incluso con algunos de sus colegas europeos o dealgunos de sus sectores industriales y comerciales cuasimonoplicos. Almismo tiempo, a n de defender el sistema bajo las condiciones de losmrgenes cada vez ms estrechos de viabilidad reproductiva del capi-tal, los intereses de la clase trabajadora resultan totalmente ignorados,facilitando tambin en este respecto los intereses vitales del capital alretener toda la legislacin antilaboral autoritaria del pasado reciente,4 yapoyar con todo el poder del estado la embestida del capital hacia la ca-sualizacin masiva de la mano de obra, como una solucin cnicamenteengaosa al problema del desempleo. Por eso no se puede eliminar de laagenda histrica la necesidad de una ofensiva socialista mediante ningu-na variante dada o concebible de amoldamiento defensivo del trabajo.

    No debera resultar ninguna sorpresa que bajo las presentes con-diciones de crisis se vuelva a escuchar el canto de sirena del keynesia-nismo como un remedio lleno de buenos deseos, que apela al espritudel antiguo consenso expansionista al servicio del desarrollo. Sinembargo, hoy ese canto slo puede sonar como algo muy apagado, queemerge por un largo canuto desde el fondo de una tumba keyneisanamuy honda. Porque el tipo de consenso cultivado por las variedades exis-tentes del trabajo acomodaticio en realidad tiene que hacer digerible el

    fracaso estructural de la expansin y acumulacin del capital, en ntidocontraste con las condiciones que una vez les permitieron a las polticaskeyneisanas prevalecer durante un perodo histrico muy limitado. Luigi

    Vinci, un prominente terico del movimiento italiano Rifondazione,destacaba acertadamente que hoy da la autodenicin apropiada y la

    viabilidad organizacional autnoma de las fuerzas socialistas radicalesse ve a menudo fuertemente obstaculizada por un vago y optimista ke-

    ynesianismo de izquierda en el que la posicin central la ocupa la pala-

    bra mgica desarrollo.5

    Una nocin de desarrollo que incluso en el4 En todo caso, no deberamos olvidar que la legislacin antilaboral en Inglaterra arranc bajo

    el gobierno laborista de Harold Wilson con el exabrupto legislativo llamado xxix En vez delconicto, en la fase inicial de la crisis estructural del capital. Continu bajo el gobierno decorta vida de Edward Heath, y de nuevo bajo los gobiernos laboristas de Wilson y Callaghan,diez aos antes de recibir el visto bueno abiertamente neoliberal bajo Margaret Thatcher.

    5 L i i Vi i L i ld i l i i i i E Edi i i P R

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    punto culminante de la expansin kenesiana no pudo poner ni siquieraun centmetro ms cerca la alternativa socialista, porque siempre dio pordescontadas las premisas prcticas necesarias del capital como el mar-co orientador de su propia estrategia, rmemente bajo las restriccionesconscientes de la lnea de menor resistencia.

    Cabe destacar tambin que el keynesianismo es por naturaleza pro-pia coyuntural. Como opera dentro de los parmetros estructurales delcapital, no puede evitar ser coyuntural, sin importar si las circunstanciasprevalecientes favorecen o no una coyuntura de mucha o poca extensin. Elkeynesianismo, incluso en su variedad keynesiana de izquierda, est situa-do necesariamente dentro de, y constreido por, la lgica de pare-sigadel capital. Hasta en el mejor de los casos el keynesianismo no puede repre-sentar ms que la fase de siga de un ciclo expansionista, a la que tarde otemprano le dar el alto la fase de pare. En sus orgenes el keynesianismotrat de ofrecer una alternativa a la lgica de pare-siga manejando ambasfases de manera balanceada. Sin embargo no lo logr, y en cambio sequed atado a la fase siga unilateral, debido a la naturaleza misma de sumarco regulador de orientacin estatal capitalista. La longitud por demsinusual de la expansin keynesiana de la posguerra pero incluso sta con-nada, signicativamente, a un puado de pases capitalistamente avanza-dos se debi en gran medida a las condiciones favorables de la reconstruc-cin posblica y a la posicin dominante que asumi en ella el complejomilitar/industrial abrumadoramente nanciado por el estado. Por otra par-te, el hecho de que la fase de pare correctiva/contrarrestante hubo de ad-quirir la forma excepcionalmente severa e insensible del neoliberalismo(y el monetarismo como su racionalizacin ideolgica seudo-objetiva)

    ya bajo el gobierno laborista de Harold Wilson, al que

    nancieramente/monetariamente lo presida Denis Healy, como Ministro de Hacienda sedebi la puesta en marcha de la crisis estructural del capital, que abarcuna poca histrica completa. Es eso lo que explica la duracin excepcionalde la fase de pare neoliberal, hasta el momento mucho ms prolongadaque la fase de siga keynesiana posblica, sin que todava se vislumbre sunal, perpetuada bajo la mirada vigilante de los gobiernos conservadores ylaboristas por igual. En otras palabras, tanto la severidad antilaboral como

    la atemorizante duracin de la fase de pare neoliberal, junto con el hechode que el neoliberalismo sea practicado por gobiernos que se supona esta-ban situados en bandos opuestos de la divisoria poltica parlamentaria sloson entendibles en realidad como las manifestaciones de la crisis estructuraldel capital. La circunstancia de que la brutal longevidad de la fase neoliberalsea racionalizada ideolgicamente por algunos tericos laboristas como el

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    do con toda certeza por otro largo ciclo expansionista, tan slo subrayala total incapacidad del pensamiento estratgico reformista de captar lanaturaleza de las tendencias del desarrollo en marcha. Ms an porque elsalvajismo del neoliberalismo contina su camino, sin que la fuerza laboralacomodaticia lo desafe, y ya estn transcurriendo incluso los aos para losque se predijo el advenimiento de la fantasiosa nocin del largo ciclo posi-tivo, como lo teorizaron los apologistas laboristas del capital.

    As, dada la crisis estructural del sistema del capital, incluso si unviraje coyuntural pudiese traer de regreso por un momento un intentode instituir alguna forma de manejo nanciero estatal keynesiano, ellopodra darse slo por una duracin extremadamente limitada, debido ala ausencia de las condiciones materiales que favoreciesen su extensinpor un tiempo ms prolongado aun en los pases capitalistas dominan-tes. Ms importantemente todava, ese limitado renacimiento coyunturalnada podra ofrecerle a la realizacin de una alternativa socialista radical.Porque resultara absolutamente imposible construir una alternativa es-tratgica viable al modo de control metablico social capitalista en unaforma coyuntural interna de manejar el sistema; una forma que necesitade la expansin y acumulacin saludable del capital como la precondi-cin necesaria de su propio modo de operacin.

    2.

    Como sabemos, las limitaciones sectoriales y la defensividad del trabajono pudieron ser superadas mediante la centralizacin sindical y polticade movimiento. Este fracaso histrico se ve fuertemente subrayado hoy

    por la globalizacin transnacional del capital para la cual el trabajo noparece tener respuesta alguna.Hay que recordar aqu que en el transcurso del ltimo siglo y me-

    dio han sido fundadas nada menos que cuatro Internacionales en un in-tento de crear la requerida unidad internacional del trabajo. Sin embargoninguna de las cuatro logr aproximarse siquiera a sus objetivos jados, ymucho menos a su cumplimiento. No es posible hacer comprensible estoen trminos simplemente de traiciones personales que, si bien correctos

    en trminos personales, continan soslayando el asunto, y pasan por altolas determinaciones objetivas de peso que debemos tener en mente si que-remos remediar la situacin en el futuro. Porque sigue sin ser explicadopor qu las circunstancias favorecieron realmente esos desencarrilamien-tos y traiciones a lo largo de un prolongado perodo histrico.

    El problema fundamental es que la pluralidad sectorial del tra-

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    tales estructurada jerrquicamente, tanto dentro de cada pas en parti-cular como en una escala global. Si no fuese por esto, resultara muchoms fcil concebir la exitosa constitucin de la unidad internacional deltrabajo en contra del capital unicado o unicable. Sin embargo, dadala articulacin necesariamente jerrquica/conictiva del sistema del ca-pital, con su ordenamiento interno e internacional incorregiblementeinicuo, la unidad global del capital a la cual en principio podra con-traponrsele sin problemas la correspondiente unidad internacional deltrabajo no es factible. El tan deplorado hecho histrico de que en losgrandes conictos internacionales las clases trabajadoras de los variospases se alinearan con los explotadores del mundo, en lugar de volversus armas en contra de sus propias clases dominantes, como invitabana hacerlo los socialistas, halla el fundamento material de su explicacinen la relacin de poder contradictoria a la que hacemos referencia aqu,

    y no se puede reducir a la cuestin de la claridad ideolgica. Por lamisma razn, quienes esperan un cambio radical a este respecto sobrela base de la unicacin del capital globalizadory su gobierno glo-bal que sera enfrentado combativamente por el trabajo unido en elplano internacional y con plena conciencia de clase estn condenadosa sufrir una decepcin. El capital no va a condescender y hacerle esefavor al trabajo, por la sencilla razn de que no puede hacerlo.

    La articulacin jerrquica/conictiva del capital continasiendo el principio estructurador general del sistema, sin importar lograndes, en verdad lo gigantescas, que puedan ser sus unidades cons-titutivas. Esto se debe a la naturaleza intrnseca de los procesos detoma de decisiones del sistema. Dado el antagonismo estructural in-

    conciliable entre el capital y el trabajo, ste ltimo puede ser excluidocategricamente de toda toma de decisiones signicativa. Tal puedeser el caso no slo en el nivel ms englobador, sino hasta en los mi-crocosmos constitutivos, en las unidades productivas particulares.Porque no es posible que el capital, como el poder de toma de decisio-nes alienado, funcione sin hacer que sus decisiones sean absolutamen-te incuestionables (por la fuerza laboral en los talleres particulares,o por los complejos de produccin rivales en el nivel intermedio, en

    un pas dado, o incluso en la escala ms englobadora, por el personalde mando a cargo de las otras unidades en competencia internacio-nal). Por eso el modo de toma de decisiones del capital en todas las

    variedades conocidas y factibles del sistema del capital debe ser unaforma autoritaria de pies a cabeza de manejar las varias empresas.Comprensiblemente, entonces, todo cuanto se diga acerca del trabajo

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    decisiones del capital pertenece al campo de la ccin pura, si no aldeliberado camuaje cnico del estado de cosas real.

    Esa incapacidad estructuralmente determinada de compartir elpoder explica por qu los desarrollos monoplicos de gran cobertura enel siglo veinte tuvieron que asumir la forma de take-overshostiles ono hostiles (hoy omnipresentes en una escala pavorosa), pero invaria-blemente take-overs, en los que uno de los participantes involucradostermina victorioso, aunque la racionalizacin ideolgica del proceso que-de disfrazada como feliz matrimonio de iguales. La misma incapacidadexplica, ms signicativamente an para nuestro tiempo, el importantehecho de que la globalizacin del capital en marcha produjo y sigue pro-duciendo corporaciones transnacionales gigantes, pero no genuinas mul-tinacionales, a pesar de la conveniencia muy necesitada ideolgicamentede estas ltimas. Sin duda en el futuro habr muchos intentos de recticaresta situacin mediante la creacin y operacin de compaas multina-cionales apropiadas. Sin embargo, el problema subyacente est conde-nado a permanecer entre nosotros incluso en esa circunstancia. Porquelas futuras directrices compartidas de las multinacionales genuinas slo

    pueden funcionar en ausencia de con

    ictos de intereses signi

    cativosentre los constituyentes nacionales particulares de las multinacionales encuestin. Una vez que surjan esos conictos, las anteriores directricesarmoniosamente en colaboracin se vuelven insostenibles, y el procesode toma decisiones general tiene que ser revertido a la acostumbrada va-riante autoritaria de pies a cabeza, bajo el peso abrumador del miembrode mayor fuerza. Porque este problema es inseparable de la relacin delos capitales nacionales particulares con su propia fuerza laboral, que

    sigue siendo siempre estructuralmente antagnica/con

    ictiva. En con-formidad, en una situacin de conicto de envergadura ningn capitalnacional particular puede permitirse ni permitir quedar en desventajapor decisiones que favoreceran a una fuerza laboral rival, y por impli-cacin a su propio antagonista del capital nacional rival. El ilusamenteproyectado gobierno mundial bajo el dominio del capital se tornarafactible slo si se le pudiese hallar una solucin viable a ese problema.Pero ningn gobierno, y menos an un gobierno mundial es factible sin

    una base material bien establecida y en funcionamiento e

    ciente. La ideade un gobierno mundial viable implicara como su obligada base materialla eliminacin de todos los antagonismos materiales de la constitucinglobal del sistema signicativos, y por consiguiente el manejo armoniosode la reproduccin metablica social por un monopolio global indesaa-do, que abarque todas las facetas de la reproduccin societal con la feliz

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    el dominio totalmente autoritario y, cada vez que resulte necesario, vio-lento al extremo, del mundo en su totalidad por parte de un pas impe-rialista hegemnico sobre una base permanente: una manera de dirigirel orden mundial igualmente absurda e insostenible. Tan slo un modode reproduccin metablica social socialista genuino puede ofrecer unaalternativa genuina a esas soluciones de pesadilla.

    Otra determinacin vital que tenemos que afrontar, por inquie-tante que pueda resultar, concierne a la naturaleza de la esfera poltica ylos partidos en su interior. Porque la centralizacin de la sectorialidad deltrabajo una sectorialidad que se esperaba fuese remediada por sus parti-dos polticos era debida en gran medida al obligado modo de operacinde los partidos polticos mismos, en su inevitable oposicin a su adversa-rio poltico dentro del estado capitalista, representante de la estructurageneral de mando poltico del capital. As, todos los partidos polticos deltrabajo, incluido el leninista, tuvieron que hacer suya la dimensin polti-ca englobadora, a n de poder reejar en su propio modo de articulacinla estructura poltica subyacente (el estado capitalista burocratizado) alque estaban sometidos. Lo que resultaba problemtico en todo esto eraque el reejo exitoso y polticamente obligado del principio estructura-dor poltico del adversario no poda traer consigo la visin practicablede una manera alternativa de controlar el sistema. Los partidos polticosdel trabajo no pudieron elaborar una alternativa viable porque en su fun-cin negadora se centraban exclusivamente en la dimensin poltica deladversario, y con ello continuaban siendo totalmente dependientes delobjeto de su negacin.

    La dimensin vital faltante, que los partidos polticos como tales

    no pueden aportar, era el capital no como el mando poltico (ese aspec-to indudablemente fue abordado) sino como el regulador metablicosocial del proceso de reproduccin material, que en denitiva deter-mina tambin la dimensin poltica, pero muchas otras cosas adems deeso. Esta correlacin nica en el sistema del capital entre la dimensinpoltica y la reproductiva material es lo que explica por qu asistimos acambios peridicos, en pocas de grandes crisis socioeconmicas y po-lticas, de la articulacin democrtica parlamentaria de la poltica a sus

    variantes de autoritarismo extremo, cuando los procesos metablico so-ciales en turbulencia requieren y permiten tales virajes, y, en su debidaoportunidad, de vuelta al marco poltico normado por las reglas demo-crticas formales de la adversariedad, sobre el basamento metablicosocial del capital recin reconstituido y consolidado.

    Como el capital est realmente en control de todos los aspectos

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    gitimacin poltica constituida por separado como una materia estricta-mente formal, y con ello excluir a priori la posibilidad de verse desaadolegtimamente en su esfera sustantiva de funcionamiento reproductivosocioeconmico. Al amoldarse a esas determinaciones, el trabajo comoantagonista del capital realmente existente no puede sino condenarse ala impotencia permanente. La experiencia histrica poscapitalista noscuenta un cuento de advertencia al respecto muy triste, que tiene que

    ver con su errada manera de diagnosticar y abordar los problemas fun-damentales del orden social negado.

    El sistema del capital est construido con constituyentes incorre-giblemente centrfugos, complementados como su dimensin cohesivabajo el capitalismo no slo por el poder subyugador sin contemplacionesde la mano invisible, sino adems por las funciones legales y polticas delestado moderno. El fracaso de las sociedades poscapitalistas estuvo en quetrataron de abordar el problema de cmo remediarmediante la reestruc-turacin interna y la institucin del control democrtico sustantivo elcarcter adversarial y el concomitante modo centrfugo de funcionamientode las unidades reproductivas y distributivas particulares. La eliminacinde las personicaciones capitalistas privadas del capital no poda por con-siguiente cumplir su papel, ni siquiera como el primer paso en el caminode la transformacin socialista prometida. Porque la naturaleza adversarial

    y centrfuga del sistema negado quedaba preservada de hecho mediantela imposicin de un control poltico centralizado a expensas del traba-

    jo. Ciertamente, el sistema metablico social se torn ms incontrolableque nunca como resultado del fracaso en reemplazar productivamente lamano invisible del viejo orden reproductivo con el autoritarismo volun-

    tarista de las nuevas personi

    caciones visibles del capital poscapitalista.En contraste con el desarrollo del socialismo realmente existen-te, lo que se requiere como condicin vital del xito es la readquisicinprogresiva de los alienados poderes polticos y no slo polticos parala toma de decisiones por parte de los individuos en su transicin haciauna sociedad socialista genuina. Sin la readquisicin de esos poderes nose puede concebir ni el nuevo modo de control poltico de la sociedaden su totalidad por parte de los individuos, ni ciertamente tampoco la

    operacin cotidiana no adversarial y por lo tanto cohesiva/plani

    cablede las unidades productivas y distributivas particulares por parte de susproductores asociados autnomos.

    La reconstitucin de la unidad de la esfera material repro-ductiva y poltica es la caracterstica denitoria esencial del modo decontrol metablico social socialista. Crear las mediaciones necesarias

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    remoto futuro. Es aqu donde la articulacin defensiva y la centraliza-cin sectorial del movimiento socialista en el siglo veinte demuestran suautntico anacronismo e insostenibilidad histrica. Limitar la dimensinenglobadora de la alternativa hegemnica radical al modo de control me-tablico social del capital a la esfera poltica jams podr producir unresultado exitoso. Sin embargo, tal y como estn las cosas hoy da, la inca-pacidad de abordar la vital dimensin metablica social contina siendocaracterstica de las representaciones polticas organizadas del trabajo. Esesto lo que representa el mayor desafo histrico para el futuro.

    3.La capacidad de darle respuesta a este desafo mediante un movimientosocialista rearticulado radicalmente est indicada por cuatro considera-ciones de importancia. La primera es negativa. Surge de las contradic-ciones constantemente agravadas del orden existente que subrayan la

    vacuidad de las proyecciones apologticas de su permanencia absoluta.Porque la destructividad puede ser llevada hasta muy lejos, como lo sa-bemos perfectamente por nuestras condiciones de existencia cada vezpeores, pero no para siempre. Los defensores del sistema aclaman la glo-balizacin en marcha como la solucin de sus problemas. En realidad, sinembargo, ella moviliza fuerzas que ponen en relieve no slo la incontro-labilidad del sistema mediante designio racional sino tambin su propiaincapacidad de desempear sus funciones de control como la condicinde su existencia y su legitimidad.

    La segunda consideracin indica la posibilidad pero solamente

    la posibilidad de un cambio de la situacin positivo. Con todo, esa po-sibilidad es bien real porque la relacin capital/trabajo no es simtrica.Eso signica en el aspecto ms importante que mientras la dependenciadel trabajo por parte del capital es absoluta puesto que el capital no esabsolutamente nada sin el trabajo al que explota de modo permanen-te la dependencia del capital por parte del trabajo es relativa, creadahistricamente e histricamente superable. En otras palabras: el tra-bajo no est condenado a permanecer permanentemente encerrado en el

    crculo vicioso del capital.La tercera consideracin es igualmente importante. Concierne aun cambio histrico importante en la confrontacin entre el capital y eltrabajo, que trae consigo la necesidad de buscar una manera muy dife-rente de hacer valer los intereses vitales de los productores asociados.Esto est en contraste total con el pasado reformista que ha conducido

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    las concesiones ms limitadas que se le extrajeron al capital en el pasado.As, por primera vez en la historia, se ha vuelto prcticamente insosteniblemantener la brecha misticadora entre las metas inmediatas y los obje-tivos estratgicos generales, que volvi tan dominante en el movimientolaboral la prosecucin del callejn sin salida reformista. Como resultado,la cuestin del control real de un orden metablico social alternativoha aparecido en la agenda histrica, independientemente de lo desfavora-bles que puedan ser las condiciones de su realizacin por los momentos.

    Ynalmente, como corolario obligado del ltimo punto, la cues-tin de la igualdad sustantiva ha aorado tambin a la supercie, encontraste con la igualdad formal y la tan pronunciada desigualdad je-rrquica sustantiva de los procesos de toma de decisiones del capital ascomo la manera en que se vieron reejadas y reproducidas en la fallidaexperiencia histrica poscapitalista. Porque el modo alternativo socialistade controlar un orden metablico social no adversarial y genuinamenteplanicable algo absolutamente esencial para el futuro resulta pordems inconcebible sin la igualdad sustantiva como su principio estruc-turador y regulador.

    4.

    En una entrevista concedida a Radical Philosophy en abril de 1992, ex-presaba mi conviccin de que:

    El futuro del socialismo se decidir en los Estados Unidos, por pesimista queesto pueda sonar. Trato de insinuarlo en la ltima seccin de El poder de laideologa, donde analizo la cuestin de la universalidad.6 O el socialismo pue-de hacerse valer universalmente y de manera tal que englobe todas las reas,incluidas las reas capitalistas ms desarrolladas del mundo, o fracasar.7

    En la misma entrevista destacaba tambin que el fermento sociale intelectual en Latinoamrica promete para el futuro ms de lo que porlos momentos podemos hallar en los pases capitalistamente avanzados.Ello resulta comprensiblemente as, porque la necesidad de un cambioradical est ejerciendo mucha mayor presin en Latinoamrica que enEuropa y los Estados Unidos, y las soluciones de modernizacin y de-sarrollo una vez prometidas demostraron ser nada ms una luz siempre

    en retroceso en un tnel que se hace cada vez ms largo. As, si biensigue siendo verdad que el socialismo debe calicar como un enfoque

    6 The Power of Ideology, Harvester Wheatsheaf, Londres y New York University Press, 1989,pp. 462-470. Edicin brasilea: O poder da ideologia, Editora Ensaio, Sao Paulo, 1996, pp.606-616.

    7 M i T d bli d R di l Phil h N 62 O 1992 i l

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    universalmente viable, abarcando tambin las reas capitalistas ms desa-rrolladas del mundo, no podemos considerar este problema en trminosde una secuencia temporal en la cual una futura revolucin social enlos Estados Unidos debe tener precedencia por sobre todo lo dems.Nada de eso. Porque dada la inercia masiva generada por los interesescreados del capital en los pases capitalistamente avanzados, junto con lacomplicidad consensual del laborismo reformista en ellos, resulta muchoms probable que se d una revuelta social que encienda la mecha enLatinoamrica que en los Estados Unidos, con implicaciones de largoalcance para el resto del mundo.

    La tragedia de Cuba un pas que inici una transformacin po-tencialmente de suma importancia en el continente fue que su revo-lucin permaneci aislada. Esto se debi en gran medida a la interven-cin masiva de los Estados Unidos a lo largo de Latinoamrica, desdeCentroamrica y Bolivia hasta Per y Argentina, elaborando tambin elderrocamiento del gobierno electo del Brasil por una dictadura militar einstalando un dictador genocida en la persona de Augusto Pinochet enel Chile de Allende. Naturalmente, esto no pudo resolver ninguno delos graves problemas subyacentes sino tan slo posponer el momento enque se har inevitable darles cara. Hoy son visibles presiones potencial-mente explosivas en toda Latinoamrica, desde Mxico hasta Argentina

    y desde Brasil hasta Venezuela.Brasil, como el pas con mayor peso poltico y econmico, ocupa

    un lugar prominente en este respecto. Pudimos ser testigos del impactode la crisis econmica brasilea de 1998-1999 en los Estados Unidos yEuropa, acompaada de titulares aterradores en importantes peridicos

    capitalistas. Titulares que iban desde esfumados 2.100 billones de librasen acciones8 hasta la crisis brasilea le mete un susto a una Europafrentica.9 Hasta Henry Kissinger, que, como estratega de relaciones conel extranjero del presidente Nixon, jug un papel central en la imposicinde Augusto Pinochet al pueblo chileno, hizo sonar la alarma, diciendo queSi Brasil es arrastrado a una recesin profunda, pases como Argentina y

    Mxico, comprometidos con instituciones del libre mercado, pueden ver-se aplastados, aadiendo a estas palabras para completar, con suma hipo-

    cresa, que El desafo inmediato es superar la crisis en Brasil ypreservarla economa de mercado y la democracia en Amrica Latina. Resultaesencial un compromiso sin ambigedades por parte de las democraciasindustriales, encabezadas por los Estados Unidos, para apuntalar el ne-

    8 Reporte de John Waples, David Smith y Dominic Rushe,The Sunday Times, 4 de octubre de1998 S i 3 (N i ) 7

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    cesario programa de reformas brasileo.10 Naturalmente, las preocupa-ciones de Kissinger nada tenan que ver con el destino de la democraciaen Latinoamrica, por la cual en sus aos de poder l demostr con granabundancia su agresivo menosprecio, sino con las potenciales repercusio-nes de la crisis brasilea en la potencia imperialista hegemnica global;un peligro que surge de un rea arrogantemente denida como el patiotrasero geopoltico de los Estados Unidos.

    En Brasil el ala radical del movimiento de la clase trabajado-ra, tanto en los sindicatos como en los partidos polticos, jug un papelmuy importante en el nal puesto a la dictadura militar patrocinada porEstados Unidos. De ese modo inspir tambin a algunos movimientosradicales en muchos lugares de Latinoamrica, aunque los militantescontinan argumentando que todava queda un largo trecho por reco-rrer para que se pueda considerar que las limitaciones heredadas de la iz-quierda histrica organizada han quedado atrs. Lo que tambin resultaimportante de resaltar es que a pesar de los xitos desconcertantes del ca-pital durante la ltima dcada en diferentes partes del mundo, especial-mente en las antiguas sociedades de socialismo realmente existente, lasfuerzas que trabajan por la institucin de un orden social diferente hanencontrado manifestaciones alentadoras en varias partes del patio tra-sero geopoltico de los Estados Unidos, desde los zapatistas en Mxicohasta los militantes que desafan las condiciones sumamente desventajo-sas que hoy favorecen al orden establecido en Colombia y en otros pasesde Latinoamrica.

    Ms an, resulta tambin altamente signicativo que los movi-mientos sociales radicales en cuestin quieran sacudirse de las limitaciones

    organizacionales de la izquierda histrica a

    n de articular en la accin noslo la necesaria negacin del orden existente sino tambin la dimensinpositiva de una alternativa hegemnica. Por supuesto, estamos todavaen una etapa muy temprana de esos desarrollos. Sin embargo, para tomarsolamente dos ejemplos, es posible sealar ya algunos xitos nada delez-nables. El primer ejemplo es el del movimiento brasileo de los semterra que contina haciendo valer sus objetivos con gran rigurosidad ycoraje, generando amplia resonancia en diferentes partes del mundo. El

    10 Henry Kissinger, Global capitalism is stoking ames of nancial disaster, The DailyTelegraph, 7 de octubre de 1998, p. 20. Por supuesto, los apologistas del sistema tratan siem-pre de ganar como sea, y tratan de extraer una victoria propagandstica incluso de la crisis msobvia. As, caractersticamente,The Daily Telegraphel mismo da que public el artculo deKissinger contena un editorial titulado Cmo funciona el capitalismo en el que ofreca unatransparente racionalizacin ideolgica de la crisis al declarar que El capitalismo funciona

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    segundo ejemplo, aunque se remonta once aos en el tiempo,11 se ha vis-to realzado muy recientemente por la abrumadora victoria electoral delpresidente Chvez en Venezuela, y por el xito ms abrumador an delReferndum Constitucional al ao siguiente. El pueblo involucrado enambos ejemplos trata de emprender la inmensamente difcil tarea de uni-car la esfera reproductiva material y la esfera poltica, y lo hace demaneras diferentes pero complementarias. La primera es abriendo vas depenetracin en el campo de la produccin material, desaando al modode control metablico social del capital con la empresa cooperativa de lossin tierra, y comenzando a afectar de esa forma, indirectamente, tambinal proceso poltico en Brasil. El segundo, en Venezuela, se encamina haciael mismo n desde la direccin opuesta: utilizando la palanca poltica dela Presidencia y la Asamblea Constituyente, trata de introducir cambiosmuy necesitados en el terreno de la reproduccin material, como partenecesaria de la alternativa concebida.

    El antagonismo y resistencia del orden establecido a los cambiosintentados por esos movimientos y sus aliados tambin en otras partes deLatinoamrica ser inevitablemente feroz, y respaldado por las fuerzas msreaccionarias del imperialismo hegemnico global. Al mismo tiempo, nopuede caber duda de que el xito de esos movimientos alternativos radicalesdepender en alto grado de la solidaridad socialista internacional y de supropia capacidad para inspirar tambin a la izquierda organizada tradicionalen sus pases a unrsele en la lucha. Porque solamente un movimiento demasas socialista reconstituido radicalmente puede afrontar el gran desafohistrico que tenemos que encarar en el siglo decisivo que nos aguarda.

    Rochester, Inglaterra, enero del 2000.

    11 Cuatro aos antes de las elecciones presidenciales en Venezuela,Ms all del capital antici-paba claramente la gran potencialidad positiva del movimiento radical bolivariano de HugoChvez Fras incluso en el terreno electoral, en abierto contraste con la nocin de moda de

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    Mediante un avance dialctico, la bsqueda del ser subje-

    tiva se torna en mediacin de lo particular a travs de lo

    universal, con el resultado de que cada hombre al devengar,

    producir y disfrutar por cuenta propia est eo ipso produ-

    ciendo y devengando para el disfrute de alguien ms.

    La compulsin que esto causa est enraizada en la compleja

    interdependencia de cada uno con el todo, que ahora se le

    presenta a cada quien como el capital permanente universal.

    Hegel

    La tarea histrica de la sociedad burguesa es la de establecer

    el mercado Mundial, al menos en sus perfiles bsicos. Y un

    modo de produccin que descanse sobre esa base. Ya que el

    mundo es redondo, parecera que esto ha sido logrado con

    la colonizacin de California y Australia, y con la anexin

    de China y Japn. Para nosotros la pregunta difcil es sta:

    la revolucin en el continente europeo es inminente y su

    carcter ser de una vez socialista, no ser necesariamenteaplastada en este pequeo rincn del mundo, puesto que en

    un terreno mucho ms extenso el desarrollo de la sociedad

    burguesa est todava en ascensin?

    Marx

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    El pequeo rincn del mundo del que Marx hablaba en 1858 ya no siguesiendo un rincn pequeo: los graves problemas de la creciente satura-cin del sistema del capital hacen sombra por doquiera. Porque en estosdas la ascensin histrica del capital se ha consumado tambin en eseterritorio mucho ms extenso cuya desconcertante existencia tuvo quereconocer Marx en su carta a Engels (8 de octubre de 1858). Vivimoshoy en un mundo bajo el rme dominio del el capital, en una poca depromesas incumplidas y de expectativas amargamente frustradas, por elmomento con la nica oposicin de la esperanza tenaz.

    Para muchas personas el estado de cosas presente parece ser fun-damentalmente inalterable, en correspondencia con la caracterizacin deHegel de que el pensamiento y la accin son correctos y apropiados oracionales a su juicio slo bajo sometimiento a las exigencias del capi-tal permanente universal. Ms an, esta impresin de fatal inalterabilidadparece verse reforzada por el hecho de que uno de los eslganes polti-cos repetidos con ms frecuencia, presentado por nuestros tomadores dedecisiones como la justicacin de sus acciones es: no hay alternativa.Esta conseja contina siendo formulada sin ninguna preocupacin por losombra que sera la perspectiva si tal proposicin fuese en verdad cierta.Resulta mucho ms fcil resignarse a la irreversibilidad de la prdica quesostiene este eslogan poltico de nuestro tiempo, ciegamente deterministasin siquiera intentar evaluar, y mucho menos cuestionar, sus deplorablesimplicaciones que idear la necesaria objecin que lo desafe.

    Curiosamente, sin embargo, los polticos que nunca se cansande repetir que no hay alternativa para el estado de cosas existente no

    vacilan en describir al mismo tiempo su propio ocio como el arte delo posible. Se niegan a notar la agrante contradiccin entre la auto-

    justicacin tradicional de la poltica, como el arte de lo posible so-

    PREFACIO

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    dominio del capital para el que, segn su punto de vista que se pretendeel nico punto de vista racionalmente sostenible en el mundo real nopuede haber ninguna alternativa. Por qu cmo puede ser que se digaque el signicado de la poltica sea la procura de loposible socialmenterecomendable, cuando la viabilidad de cualquier alternativa a las impo-siciones del orden dominante es excluida a priori como peor que deses-peranzada, puesto que es imposible?

    Sin duda, el hecho de que tal cantidad de mandatarios tantoen el Este como en Occidente abracen la idea de que no puede haberninguna alternativa para las determinaciones prevalecientes no se puedeconsiderar una aberracin personal corregible de quienes abogan porella. Por el contrario, esta idea sombra emana de la presente etapa deldesarrollo del sistema del capital global en s, con todas sus interdepen-dencias paralizantes y sus mrgenes de accin objetivamente estrechan-tes. Porque en la fase ascendente del desarrollo de la sociedad mercantilse podra contemplar (e implementar exitosamente) toda una gama dealternativas signicativas en el inters de una provechosa acumulacin

    y expansin del capital por los pases capitalistas dominantes (por reglageneral tambin constructores de imperios).

    Las cosas han cambiado drsticamente en este respecto. Porquela poca del capital monopolista globalmente saturado no puede tolerar, porcuanto estn en juego los ajustes esenciales y no los ajustes marginales, laprctica del pluralismo poltico parlamentario que alguna que vez pudoaportar la autojusticacin de las estrategias socialdemcratas reformistas.

    No resulta sorprendente, entonces, que la reciente reduccin delos partidos de izquierda no est restringida a la ignominiosa desintegra-

    cin de los antiguos partidos comunistas (estalinistas), tanto en el Estecomo en Occidente. En este respecto resulta mucho ms signicativo (y,paradjicamente, tambin ms esperanzador) que la centenaria promesasocialdemcrata de instituir el socialismo poco a poco haya demostradode manera conclusiva su carcter ilusorio con el abandono ahora bastan-te descaradamente explcito de las aspiraciones sociales y polticas delmovimiento. Resulta signicativo y esperanzador, a pesar de todo, porquela precaria condicin de la poltica democrtica hoy da tan obvia en el

    intolerable consenso respecto a la conseja de que no hay alternativa,y sus consecuencias prcticas directas, como lo ejemplican las medidaslegislativas autoritarias ya sufridas por los sindicatos slo puede ser re-mediada por un movimiento de masas extraparlamentario radical. Unmovimiento que no puede surgir si la clase trabajadora no es arrancadade la vieja ilusin de establecer el socialismo poco a poco dentro de los

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    Al eslogan interesado no hay alternativa se le asocia a menudocon una clusula de autojusticacin igualmente tendenciosa que pro-clama que en el mundo real no puede haber alternativa para el curso deaccin (o inaccin) que se propugna. Se supone que esta proposicin seauna verdad patente, que automticamente exime de la prueba de la cargaa todos los que continan proclamndola.

    No obstante, en el momento mismo en que formulamos la pre-gunta, de qu clase de mundo real estn hablando?, se hace claro quese trata de un mundo por dems cticio. Porque los defectos estructu-rales y los antagonismosexplosivos del mundo en que realmente nos toca

    vivir son negados apologticamente o ciegamente ignorados por quienesesperan que creamos que en el mundo real no hay alternativa para laaceptacin sumisa de las condiciones necesarias para el funcionamientolibre de problemas del sistema del capital global.

    En nombre de la razn, del sentido comn y la poltica realse nos invita a resignarnos al estado de cosas existente sin que impor-te lo destructivos que puedan ser sus antagonismos. Porque dentro delos parmetros del orden establecido eternizados como el marco racio-nal del mundo real fundamentalmente inalterable, con la naturalezahumana y su correspondiente instrumentalidad reproductiva ideal: elmecanismo del marcado, etc. no se pueden concebir soluciones paralas ubicuas contradicciones.

    As, se espera que aparentemos para nosotros mismos que lasclases y las contradicciones de clase ya no existen o ya no importan. Porconsiguiente, se supone que el nico curso de accin viable en el as pos-tulado mundo real es pasar por alto, o disculpar, la evidencia de la

    necesidad estructural que nos aportan nuestros propios ojos, barriendoafanosamente bajo una alfombra imaginaria los problemas crnicos ylos sntomas de la crisis de creciente gravedad con la que nuestro ordensocial nos confronta cada da.

    Tal y como estn las cosas hoy, los idelogos del orden esta-blecido ya no creen ni siquiera en la nocin, tan popularizada antes, decambiar el orden poco a poco. Con la nalizacin de la fase ascendentedel capitalismo no se puede considerar legtimo ningn cambio real: ni

    por intervencin estructural en extenso ni poco a poco en verdad.Si, como dicen ellos, es cierto que no hay alternativa para lasdeterminaciones estructurales del sistema del capital en el mundo realen ese caso la idea misma de intervenciones causales no importa cunpequeas o grandes debe ser condenada como un disparate. El nicocambio admisible dentro de tal visin del mundo pertenece al tipo que

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    que deja sufundamentacin causalel sistema de control metablico esta-blecido completamente intacto.

    Pero si existe un enfoque que merezca ser llamado un disparatetotal en el terreno de la reforma social, no es el alegato de un cambio es-tructural en extenso, sino precisamente el tipo de pensamiento iluso apo-logtico que divorcia los efectos de sus causas. Por eso la guerra a la pobreza,tantas veces anunciada con fervor reformista, especialmente en este siglo,siempre est perdida, dado el marco causal los imperativos estructuralesde explotacin, productores de pobreza del sistema del capital.

    El intento de divorciar los efectos de sus causas va de la manocon la prctica igualmente falaz de pretender darle categora de regla a laexcepcin. Es as como se puede pretender que la miseria y el subdesarro-llo crnico que necesariamente surgen de la dominacin y explotacinneocoloniales de la inmensa mayora de la sociedad por un mero pua-do de pases capitalistamente desarrollados escasamente mayor que elGrupo de los Siete no importan para nada. Porque, como reza la le-

    yenda interesada, gracias a la (nunca realizada) modernizacin del restodel mundo, la poblacin de cada pas disfrutar algn da de los grandesbenecios del sistema de libre empresa.

    El hecho de que la explotacin rapaz de los recursos humanos ynaturales de nuestro planeta para benecio de unos pocos pases capitalistasresulte una condicin no generalizable es pasado por alto sin ningn pudor.En cambio, se predica la viabilidad universal de la emulacin del desarrollode los pases capitalistas avanzados, sin tomar en cuenta que ni las ven-tajas del pasado imperialista, ni las inmensas ganancias provenientes, sobrebase perdurable, de mantener al Tercer Mundo en dependencia estructu-

    ral pueden ser difundidas universalmente, a

    n de producir los resultadosfelices esperados mediante la modernizacin y la libre mercadicacin.Por no mencionar el hecho de que aun si se pudiese reescribir la historia delimperialismo en un sentido diametralmente opuesto a la manera como en

    verdad se desarroll, aunado a la inversin cticia de las relaciones de do-minacin y dependencia a favor de los pases subdesarrollados, la adopcingeneral de la utilizacin rapaz de los limitados recursos de nuestro planetaya enormemente daina aunque al presente slo practicada por la nma

    minora privilegiada hara colapsar instantneamente al sistema entero.En este respecto basta pensar en la brutal discrepancia entre el tamao de lapoblacin de los Estados Unidos menos del 5% de la poblacin mundial

    y su consumo del 25% del total de los recursos energtcos disponibles. Nose necesita de una gran imaginacin para calcular lo que ocurrira si el 95%restante adoptara el mismo patrn de consumo, tratando de exprimirle die-

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    Convertir las condiciones estrictamente excepcionalesde los po-cos privilegiados en la reglauniversalcumple una conveniente funcinideolgica: esconder la vaciedad de las soluciones correctivas prometi-das. Slo en un mundo enteramente cticio en el que los efectos puedanser divorciados de, y hasta diametralmente opuestos a, sus causas, se pue-de considerar posible y solvente un enfoque como ese. Es por ello queestas dos falacias la primera la que estipula la posibilidad de manipularlos efectos en y por s mismos divorciados de sus causas, y la segundala universalizacin de las excepciones no generalizables estn muy es-trechamente vinculadas en la ideologa pragmtica dominante. Unaideologa que encuentra su autojusticacin y satisfaccin ltimas en supretensin de retratar al orden del mundo real para el que no puedehaber ninguna alternativa.

    Margaret Thatcher se gan el apodo de TINA acrnimo deThere Is No Alternative (no hay alternativa) por negar con mo-ntona regularidad la posibilidad de las alternativas. Siguindole los pa-sos, Mikhail Gorbachov tambin sigui repitiendo la misma conseja