47
LA CLINICA DEL AUTISMO Su enseñanza psicoanalítica Fundación Europea para el psicoanálisis París, 1992 La Fundación Europea para el Psicoanálisis debe su existencia a la iniciativa de Claude Dumézil, Charles Melman, Gérard Pommier y Mustapha Safouan. Su finalidad es ofrecer la posibilidad, tanto a analistas como a no analistas influenciados por la obra de Freud y Lacan, de dar a conocer sus trabajos a otros colegas con el objeto de comentarlos y de encarar la manera en que su obra puede ser continuada. El punto de orgue de esta perspectiva encuentra su realización en el congreso anual de tres días. Por otra parte cada uno delos miembros de la fundación organizando en su país trabajos o encuentros correspondientes a los fines de la Fundación puede pedir el parraimage de esta última a su consejo científico. CONTRATAPA Se sabe que la clínica de la histeria abrió a Freud las vías del inconsciente. El estudio de la psicosis paranoica inició los trabajos de Lacan, mientras que otras psicosis han sido objeto de estudio de los kleinianos. La clínica del autismo, ¿podría permitirnos hoy volver a interrogar la metapsicología del infans? Los niños autistas, no aptos para constituir una relación con el semejante, ne serait-ce que d’aliénation, se encuentran en verdad en un tiempo lógico anterior a la constitución del estadio del espejo. El estudio de

La Clinica Del Autismo

Embed Size (px)

DESCRIPTION

autismo

Citation preview

  • LA CLINICA DEL AUTISMO

    Su enseanza psicoanaltica

    Fundacin Europea para el psicoanlisis

    Pars, 1992

    La Fundacin Europea para el Psicoanlisis debe su existencia a la iniciativa

    de Claude Dumzil, Charles Melman, Grard Pommier y Mustapha Safouan.

    Su finalidad es ofrecer la posibilidad, tanto a analistas como a no

    analistas influenciados por la obra de Freud y Lacan, de dar a conocer sus

    trabajos a otros colegas con el objeto de comentarlos y de encarar la manera

    en que su obra puede ser continuada.

    El punto de orgue de esta perspectiva encuentra su realizacin en el

    congreso anual de tres das.

    Por otra parte cada uno delos miembros de la fundacin organizando

    en su pas trabajos o encuentros correspondientes a los fines de la Fundacin

    puede pedir el parraimage de esta ltima a su consejo cientfico.

    CONTRATAPA

    Se sabe que la clnica de la histeria abri a Freud las vas del inconsciente. El

    estudio de la psicosis paranoica inici los trabajos de Lacan, mientras que

    otras psicosis han sido objeto de estudio de los kleinianos. La clnica del

    autismo, podra permitirnos hoy volver a interrogar la metapsicologa del

    infans?

    Los nios autistas, no aptos para constituir una relacin con el

    semejante, ne serait-ce que dalination, se encuentran en verdad en un

    tiempo lgico anterior a la constitucin del estadio del espejo. El estudio de

  • ese tiempo lgico debera hacer posible articular de manera interesante el rol

    sostenido, en la instalacin simblica, de un agente real, que permita la

    constitucin de la imagen especular misma. Los textos que leeremos en esta

    obra han sido una ocasin, principalmente gracias a la lectura lacaniana de la

    obra de Freud, para estudiar los despliegues metapsicolgicos aptos para dar

    cuenta de las primeras instalaciones del aparato psquico.

    DEL FRACASO DE LA INSTALACIN DE LA IMAGEN DEL CUERPO AL FRACASO

    DE LA INSTALACIN DEL CIRCUITO PULSIONAL

    Cuando la alienacin falla

    Por Marie Christine Laznik - discute: Christian Hoffmann

    Primera parte :

    Del rol de la mirada del Otro en la instalacin de la imagen del cuerpo- La

    constitucin del espacio imaginario.

    La no-mirada entre la madre y su hijo y el hecho de que la madre no

    pueda darse cuenta de ello, constituye uno de los signos princeps que

    permite plantear, durante los primeros meses de la vida, la hiptesis de un

  • autismo- estereotipias de automutilacin no aparecen sino en el segundo

    ao. Si ms tarde, esa no-mirada no desemboca necesariamente en un

    sndrome autstico caracterizado, de todas maneras seala una dificultad

    mayor a nivel de la relacin especular al otro. Si no se interviene, son nios

    en los cuales el estadio del espejo no se constituir convenientemente.

    Sabemos, por las investigaciones internacionales1publicadas, y a travs

    de nuestros propios casos clnicos, que hay bebs que, habiendo sido criados

    por su madre y no teniendo ningn disturbio orgnico, presentan un cuadro

    de carencia materna semejante al del hospitalismo. Pero ellos presentan

    algunos rasgos suplementarios caractersticos: no slo no miran a sus

    madres, no sonren ni vocalizan hacia ella ni la llaman en caso de desamparo,

    sino que esos bebs, frente a un estmulo, a veces caen en desamparos

    catastrficos, como si se despedazaran. Parece entonces que a nivel mismo

    de la imagen originaria (UrBild) de su cuerpo como unidad, tuviesen graves

    dificultades para agenciar la excitacin, salvo mediante su evitacin radical.

    Yo propondra hablar de hospitalismo a domicilio para describir una

    situacin en que la madre, estando fsicamente en el mismo espacio que el

    hijo, y ejecutando los gestos convenientes para responder a las necesidades

    de este, no puede mirarlo. Se trata aqu de distinguir bien la cuestin de la

    mirada de la de la visin. Sabemos que los nios ciegos responden a la

    mirada de su madre: ellos sonren tocando su cara, sedan vuelta al escuchar

    su voz.

    Me parece encontrar, en la metapsicologa lacaniana, con qu

    responder a las preguntas planteadas por esta clnica de una no instalacin

    de la relacin especular. Para ello hay que comenzar por referirse al esquema

    ptico, en lo que da cuenta de la fase anterior (lgicamente) al estadio del

    espejo, fase que supone la presencia del Otro real (rol generalmente

    sostenido por la madre).

    Se trata aqu de la mirada en el sentido de la presencia; siendo el ojo

    signo de una investidura libidinal ms que el rgano soporte de la vista. Pero

    esta experiencia de la presencia tambin puede manifestarse por un ruido,

  • una voz. Eso permite definir la ausencia en tanto concretizacin particular de

    la presencia. La ausencia supone una presencia original que remite a ser

    mirado y a ser el que mira, tendiendo entonces a definir el yo (moi) y el

    cuerpo como efectos de mirada.

    Aquellos casos clnicos en los que uno se confronta con una no

    instalacin de la relacin especular permiten, me parece, poner en evidencia

    patologas que traducen de hecho una no instalacin de la relacin simblica

    fundamental-la presencia-ausencia materna- pero no por defecto del tiempo

    de ausencia (como a menudo es el caso en la clnica de otros estados

    psicticos), sino ms bien por un defecto fundamental de la presencia

    original misma del Otro, teniendo como consecuencia la imposibilidad de la

    instalacin del tiempo constitutivo del imaginario, por lo tanto del yo (moi), a

    travs de la relacin especular al Otro2.

    Vamos a retomar entonces el esquema ptico, de manera de abordar

    desde ms cerca ese tiempo lgico anterior al tiempo especular. Me parece

    se trata del emplazamiento del narcisismo primario, por otra parte es en esos

    trminos que Lacan haba de ello en su Seminario I. Pero es en 1962, en su

    seminario La angustia, que l dar a la constitucin de la imagen corporal

    originaria lo que l llama UrBild de la Imagen especular- su pleno desarrollo.

    Recordemos su hallazgo de un modelo que permitira metaforizar la

    instalacin primera de la estructura del aparato psquico, emplazamiento que

    justamente va a permitir que se constituya la imagen del cuerpo: es la

    pequea experiencia ptica de Bouasse (que aqu supongo conocida) que ala

    un objeto real-que representar para nosotros el real del beb, digamos lo

    orgnico, para simplificar- a algo que parece hacer Uno con ese objeto real y

    que es una imagen. Es la imagen real, en este caso el ramo de flores, las que,

    por no estar orgnicamente ah, tampoco aparecen en el cuello mismo del

    florero.

  • Experiencia del ramo invertido

    Alguien, un sujeto cuyo ojo estara situado convenientemente en un

    cono, a cierta distancia del conjunto formado por ese objeto real y esa

    imagen real, va a percibir a ambas como formando un todo, una unidad.

    Sealemos aqu que, en un dispositivo tal, ese sujeto de la mirada no puede

    ser el nio mismo-metaforizado aqu por el florero con las flores- sino

    necesariamente otro. Para que el infans pueda verse a s mismo, Lacan

    propone algunas modificaciones a ese esquema inicial, introducindole

    principalmente un espejo plano, ilustrando as el Estadio del espejo: ese

    momento en el cual el sujeto, an infans, va a reconocerse jubilatoriamente

    en la imagen que le es propuesta. Ese espejo, Lacan lo situar en el lugar del

    Otro3.

    En el espacio virtual, que se encuentra al oro lado del espejo plano, va

    a constituirse la imagen especular, i(a), en la que el sujeto podr

    reconocerse como yo (moi). Se trata por cierto del lugar del narcisismo

    secundario, pero es ms bien en trminos de constitucin del Yo Ideal que

    Lacan lo va a abordar.

    Por otra parte, es del lado izquierdo de este esquema (dibujo nro.2),

    correspondiente al esquema de Bouasse mismo (dibujo nro.1), ah donde se

    encuentra el conjunto constituido por el objeto real haciendo Uno con la

    imagen real ( pequeas a que constituyen la reserva de libido) donde va a

    hacerse presente la constitucin del Ur-Ich en lo que ser el cuerpo propio, el

    Ur-Bild de la imagen especular.

    Todo esto es bastante fcil de ubicar en una lectura atenta de los

    textos citados. No obstante, para intentar asentar una metapsicologa que

    dara cuenta de ciertos fracasos de la estructura primera del aparato

    psquico, propongo intentar un despliegue de algunos pre-supuestos que me

    parece estn implcitos en los avances mismos de Lacan.

  • Todos sabemos la importancia que daba Lacan a ese tiempo particular

    de reconocimiento de la imagen especular hecho por el Otro, ese momento

    en que el nio se da vuelta hacia el adulto que lo sostiene, que lo lleva, y

    donde l le demanda confirmar lo que percibe en el espejo como asuncin de

    una imagen de dominio an no lograda. Sera sostenible pensar entonces

    que habra, no un reconocimiento, sino dos, y que aquel del cual hablamos

    recin, no sera posible sino en funcin de un reconocimiento original?

    Mi hiptesis consiste en plantear la necesidad de un primer

    reconocimiento, este no demandado, pero que fundara la posibilidad misma

    de la imagen del cuerpo, es decir el Ur-Bild de la imagen especular4, y que no

    podra formarse sino en la mirada del Otro. Esto me parece que corresponde

    a una incorporacin, es decir a una aprehensin de las pequeas a en el

    borde del cuerpo real. Esta Ur-Bild de la imagen as constituida abrira la

    posibilidad de emplazamiento de la imagen especular propiamente dicha.

    Podramos entonces deducir de ello que la imposibilidad de un

    emplazamiento conveniente del estadio del espejo en un nio, que consiste

    en la no asuncin jubilatoria ante su propia imagen, o en la no-demanda de

    reconocimiento (por ejemplo en nios que evitan dar vuelta la cabeza hacia

    el adulto que los carga), Podra ser el efecto de un defecto de ese

    reconocimiento primero? Un defecto tal podra desde entonces dar cuenta

    de esa evitacin que seala una forclusin, una supresin de los signos

    perceptivos, de lo que podra constituir mirada de la madre, en el sentido de

    la presencia de esta, de su investidura libidinal?

    Llegados a este punto, nos hace falta plantear otra pregunta De

    dnde se origina la imagen real? Para responder a ello, me parece que

    podemos partir del esquema ptico retomado y modificado por Lacan en su

    seminario la Angustia, principalmente la leccin del 28 de noviembre de

    1962.

    Ver esquema

  • Enseguida sealamos una diferencia fundamental en relacin al

    esquema de Bouasse: la imagen real que aparece arriba del florero (objeto

    real) ya no es la copia de un objeto oculto, como era el caso del ramo de

    flores, sino el efecto de una falta que Lacan escribir menos fi.

    A partir de lo que puedo or, a travs de mi prctica clnica, he aqu la

    lectura de este grafo que yo propondra : el que sostiene el lugar de Otro

    primordial va a dar su falta (menos fi). Decir esto, decir que ese Otro da su

    falta, permite escribirlo como A tachada. Dejaremos de lado por el momento

    la cuestin de saber si el lugar de ese Otro primordial es sostenido por la

    madre o por el padre. De cualquier modo, he aqu que este Otro, marcado

    con la barra de la falta, va a dar- tal como el enamorado- lo que no tiene. Es

    esta operacin de don la que permite ver surgir al nio aureolado de los

    objetos pequeas a, lo que podra describirse como siendo la falicizacin del

    nio, y que me parece que corresponde en Freud a la nocin misma de

    investidura libidinal5.

    Detrs del espejo plano, en el campo imaginario, ya no vemos surgir la

    imagen virtual del conjunto de lo que haba podido constituirse (sobre la

    izquierda). Las pequeas a no son especularizables- lo que Lacan llama la no-

    especularizacin del falo, lo que retorna en la imagen virtual como una falta

    (menos fi). Sealamos pues que esta falicizacin del nio no tiene lugar sino

    en la mirada del Otro, y aqu la A mayscula se impone clnicamente ya que

    en relacin a su imagen, al otro, su semejante, el sujeto no puede verse sino

    marcado de la falta. Lo que Freud dice en su captulo sobre el estado

    amoroso, en Psicologa de las masas y anlisis del Yo, es ms bien que el

    hecho de instalar al amado en lugar de Ideal no deja al amante menos

    faltante, sino cada vez ms modesto. Resulta que para poder ser puesto en

    ese lugar de Ideal a la mirada de su madre, el nio ya deber situarse para

    ella como objeto perdido.

    La mirada, justamente por cuanto se opone a la visin, apunta no a lo

    que est ah, sino a un devenir, un advenir- lo que nos lleva a la cuestin de

  • La ilusin anticipatoria. La imagen real formada por el conjunto de esas

    pequeas a, que corresponden a la falicizacin del nio, sera comparable

    entonces a lo que Freud propone en su texto Para introducir el narcisismo,

    cuando habla de la necesidad de que el nio llegue a ocupar el lugar de His

    Majesty the baby.

    Esto no parece posible a menos que, para la madre, el nio llegue a

    situarse en lugar de Ideal. Pero ello lleva a decir que ese don que una madre

    hace a su hijo de lo que a ella le falta tiene una relacin directa con lo que

    para ella constituye lo padre. En consecuencia podemos preguntarnos: esa

    imagen del cuerpo, as constituida por incorporacin de algo del padre,

    corresponde a la identificacin primera con el padre, por incorporacin, de la

    cual habla Freud al inicio de su captulo sobre la Identificacin, en Psicologa

    de las masas y anlisis del Yo? l recalca que esa identificacin primera por

    incorporacin es anterior a cualquier identificacin en el modo del rasgo

    unario. Ella hace posible que las palabras proferidas, designando al nio en

    el lugar de Ideal y permitiendo su identificacin al rasgo unario, se le hagan

    audibles6.

    En su seminario La angustia, Lacan habl del fracaso de la instalacin

    de la relacin especular. Se trata de madres para quienes el hijo en su

    vientre no es sino un cuerpo ya sea cmodo o incmodo; lo que l llama la

    subjetivacin del a pequea como puro real7.

    Yo dira que algunos padres no son incautos de ninguna imagen real,

    por lo tanto de ninguna ilusin anticipatoria: ello ven al beb real, tal cual, en

    su desposesin, y su imposibilidad de anticipar hace imposible que algo

    advenga. La ausencia de esa imagen real deja al nio sin imagen del cuerpo,

    haciendo problemtica la experiencia de unidad corporal.

    Esta ausencia de imagen del cuerpo tendr a lo menos otra

    consecuencia lamentable: ella bloquear la reversibilidad posible de la libido

    del cuerpo propio a la del objeto. Dicho de otro modo, los objetos a no se

    encontrarn reunidos en ese borde del florero que, para nosotros, simboliza

    el continente narcisista de la libido. Esto al mismo tiempo hace imposible el

  • paso entre i(a) y i(a), no dejando a futuro, a la libido del nio, ms que el

    encierro en el cuerpo propio de las automutilaciones.

    Segunda parte:

    EL FRACASO DE LA INSTALACIN DEL CIRCUITO PULSIONAL- Cuando la

    alienacin falla.

    Podemos diferenciar autismo y psicosis?

    Partiremos de la distincin hecha por Lacan en su seminario XI, Los

    cuatro conceptos fundamentales del psicoanlisis, de las dos operaciones de

    causacin del sujeto: la alienacin y la separacin. Nosotros abordaremos un

    punto totalmente capital para diferenciar por un lado algunas psicosis, tales

    como la paranoia, y del otro, el autismo. Intentaremos mostrar, siguiendo a

    Colette Soler8, que lo que fracasa en la constitucin del sujeto en el autista,

    es el tiempo de la alienacin, mientras que en el paranoico, sera la

    separacin.

    Si cada uno sabe en efecto reconocer la dimensin imaginaria de la

    alienacin en la captura en la imagen del semejante, en el estadio del espejo,

    qu decir cuando el nio no accede a ella, permanece indiferente a esa

    imagen?

    Sabemos tambin que no hay ningn medio de que el sujeto advenga

    al campo del Otro sin pasar por los significantes que, al mismo tiempo, lo

    alienan a ese Otro. Pero, qu decir cuando un nio, ya sea rehsa a ello, no

    oye literalmente nada, caso comn en esa sordera aparente del autista, que

    de hecho es una des aferentacin del polo perceptivo?

    En la primera parte de este texto, yo abord la cuestin de la mirada

    del Otro en la constitucin del Yo(Moi), fundando la alienacin en su

    consistencia imaginaria. Quisiera encarar ahora el fracaso de la instalacin

  • del tiempo de la alienacin desde el punto de vista del fracaso del circuito

    pulsional cuyo rizado (bucleado) da consistencia real a la alienacin.

    Un caso clnico

    Anaelle tiene 3 aos cuando la recibo por primera vez. Voy a traer aqu

    un fragmento clnico de una sesin, cinco meses despus del inicio del

    tratamiento en el cual, hasta ahora, no haba pasado mucho de inscripcin en

    la relacin.

    En un momento de esa sesin, oigo a Anaelle decir: Bu!. Como ella

    raramente enuncia fonemas articulados, le doy el objeto que parece

    corresponder a la direccin de su gesto. Se trata de una batuta en forma de

    S, de un tambor tibetano con el cual yo haba intentado entrar en contacto

    con ella durante las sesiones anteriores. De hecho, ese tambor pertenece a

    mi marido, y no dispongo de l ms que en calidad de prstamo.

    Estamos aqu frente a lo que los anglosajones llaman objeto

    autstico. Este objeto que no es tal, en el sentido del objeto de la pulsin, ha

    sido extrado del mundo exterior, pero sufri una incorporacin en un Lust

    Ich, lo cual lo ha destruido en tanto objeto. Que el proceso sufrido por este

    objeto sea del todo una incorporacin se ubica por el hecho de que si uno

    lo tira, el nio grita como si se quisiera arrancarle un pedazo del propio

    cuerpo.

    Miro a Anaelle, le hablo, pero no slo no me responde, sino que es

    perceptible que en ese momento todo est paralizado en ella, a un nivel

    bastante cercano a la homeostasis. Ah, frente a Anaelle, me doy cuenta de

    repente lo que Lacan indica en su Seminario XI cuando, a propsito del rol del

    sistema homeosttico y del Lust Ich, dice: A este nivel, no hay huellas de

    funciones pulsionales, el nivel del Ich es no pulsional9.

    Pero volvamos a lo que sucede en el curso de la sesin. Estoy harta de

    verla encerrarse y entonces hago varios intentos por entrar en contacto con

    ella, en vano. Termino entonces por pedirle que me de el b. Ella se le

    agarra, grita y termina diciendo b a. Mis hallazgos de juego sobre la

  • polisemia del beber (boire-buar) son rechazados con rabia, as como todos

    los objetos que puedo proponerle. Es completamente patente que el b es

    Lust, placentero, mientras que todo el resto es displacentero y es rechazado

    como extranjero. Anaelle termina yndose cerca de la puerta con el b,

    luego ella vuelve hacia m para esforzarse, bajo mis narices, en romperlo.

    Tengo entonces una reaccin ms bien inhabitual: no slo, por primera

    vez en este tratamiento, prohbo algo, sino que le retiro la batuta de las

    manos, explicndole que lo siento pero que no la puedo dejar hacer. Incluso

    me oigo hablar de mis lmites. Desde luego que el objeto sustituto propuesto,

    la llave de mi escritorio, es lanzado lejos como Fremde, Unlust, extranjero,

    displacentero. Durante este final de sesin, la experiencia dolorosa es

    extrema: experiencia de despojo, de mutilacin-una parte incorporada en su

    Ich le haba sido retirada. Su pena es visible, las lgrimas corren de sus ojos.

    El lugar que yo ocupo ah es extremadamente penoso y eso me decide a re-

    trabajar la teora delas pulsiones, tal como Lacan la expone en ese mismo

    Seminario XI.

    l efecta ah una larga revisin del texto de Freud Pulsin y destinos

    de las pulsiones. Se trata de una relectura de la primera teora de las

    pulsiones a la luz de la segunda. Sabemos que, en un primer tiempo, Lacan

    comienza por separar la pulsin de la necesidad: No se trata en absoluto en

    el Trieb de la presin de una necesidad tal como el hambre o la sed (op.cit.

    p.149 y siguientes) Respecto al Trieb, no se trata del organismo en su

    totalidad. Es el viviente el interesado? No. Precisin esencial, ya que se nos

    propone que, puesto que el nio autista se mantiene con vida, es porque hay

    pulsin en juego.

    Constatamos que Lacan slo entiende como pulsin a las pulsiones

    sexuales (parciales) y vuelca en un registro diferente de lo pulsional todo lo

    que concierne a la conservacin del individuo lo que Freud llama las

    IchTriebe, las pulsiones del yo (moi).

    Desde entonces en Lacan, la pulsin ya no es tanto un concepto

    bisagra entre lo biolgico y lo psquico, sino que ms bien articula significante

  • y cuerpo. Ese cuerpo no es el biolgico; es como lo vimos en la primera parte,

    una construccin que implica una imagen totalizadora i(a), en la composicin

    de la cual el Otro como mirada tiene una parte fundamental.

    Lacan subraya que lo que caracteriza el empuje (Drang) de la pulsin

    es la constancia mantenida (p. 156), y que entonces esa constancia del

    empuje prohbe toda asimilacin de la pulsin a una funcin biolgica, la cual

    siempre tiene un ritmo (p.150). l distingue satisfaccin de una necesidad y

    satisfaccin pulsional: La pulsin asiendo su objeto aprende que no es por

    ah que ella se satisface, porque ningn objeto de la necesidad puede

    satisfacer a la pulsin. La boca que se abre en el registro de la pulsin, no es

    el alimento el que la va a satisfacer

    En cuanto a las zonas ergenas, ellas no son cualquiera parte del

    cuerpo, sino esos puntos que se diferencian por su estructura de borde. La

    boca y no el estmago (p.153). Esto reviste toda su importancia clnica

    cuando recordamos hasta qu punto, en los nios autistas, estas zonas no

    hacen borde- los labios que dejan caer la saliva, esfnteres que no son

    talesNo son zonas de investidura ergena. Yo dira que es porque ellas no

    son tomadas en un circuito pulsional.

    La satisfaccin de la pulsin no es otra cosa que el logro de un trayecto

    en forma de circuito que viene a hacer bucle sobre su punto de partida. lo

    que Freud nos presenta como adquirido, es el carcter circular de la pulsin

    (p.162).

    Hasta aqu, lo que Lacan subraya ya se encuentra, para un lector

    atento, de manera ms o menos implcita en Freud. Pero l va a ir ms lejos,

    forzando el texto freudiano en cierto sentido que me parece

    extremadamente aportador para pensar la clnica de los estados autsticos.

    La nocin de surgimiento de un nuevo sujeto viene a revolucionar la

    cuestin del sujeto- en todo caso el primer tiempo de su constitucin, es

    decir el tiempo llamado de la alienacin. Para esta nocin, en efecto, Lacan

    opera un anudamiento entre surgimiento del sujeto y buclaje del circuito

  • pulsional. Planteo- y un examen puntual de todo el texto es la prueba de la

    verdad de lo que yo avanzo- que es por ah (el buclaje del circuito pulsional)

    que el sujeto alcanzar lo que es, hablando con propiedad, la dimensin del

    gran Otro (p.177).

    Tenemos aqu un desarrollo que concierne un trmino especfico de la

    obra de Lacan: el sujeto en tanto sujeto del inconsciente. Dicho sujeto va a

    alcanzar la dimensin del Otro por intermedio del buclaje de la pulsin. Y

    sabemos, por otra parte, que el sujeto del inconsciente se constituye en el

    campo del Otro. Lacan articula pues, me parece que por primera vez en su

    obra, el sujeto del inconsciente al sujeto proveniente del buclaje pulsional.

    Entonces, de qu sujeto se trata ah?

    Cuando Freud habla de esas dos pulsiones (Schaulust y

    sadomasoquismo), l tender a marcar que no hay dos tiempos en esas

    pulsiones sino tres: hay que distinguir bien el retorno en circuito de la

    pulsinde lo que aparece (pero tb. puede no aparecer)en un tercer tiempo, a

    saber: ein neues Subjekt (un nuevo sujeto). Que hay que entender as - noque

    ya hubiera uno, a saber, el sujeto de la pulsin, sino que es nuevo ver

    aparecer un sujeto. Este sujeto, que propiamente es el otro, aparece en tanto

    la pulsin haya podido cerrar su curso circular. Es slo con su aparicin a

    nivel del otro que puede ser realizado lo que hay de funcin de la pulsin

    (p.177).

    Lacan comenta aqu de cerca el texto de Freud, el cual ubica tres

    tiempos de la pulsin (sadomasoquista): un primer tiempo activo yendo hacia

    el objeto externo, un segundo tiempo reflexivo que toma como objeto una

    parte del cuerpo propio, y un tercer tiempo, llamado pasivo, en el que la

    persona concernida se hace ella misma objeto de otro, ese famoso nuevo

    sujeto.

    Esto amerita comentario, puesto que ese nuevo sujeto, surgiendo en el

    buclaje pulsional, me parece que permanece inaudible y al mismo tiempo,

    por cierto, una buena parte de la teora lacaniana de la pulsin. Mi

  • sentimiento es que nosotros deberamos poder verlo surgir en la clnica del

    de caso Anaelle.

    La puesta en juego extremadamente penosa, descrita en el

    fragmento de sesin reportado, parece sin embargo haber inscrito algo, pues

    en las sesiones siguientes va a aparecer el montaje pulsional propiamente

    dicho, en su forma completa10.

    Hubo quince das de interrupcin debido a vacaciones, durante los

    cuales trabaj mucho las cuestiones concernientes a la pulsin. A su regreso,

    Anaelle llega y enuncia b bo (lindo?). Habiendo nombrado el b, ella se

    recuesta de espaldas y se pone a mirarlo fijamente. En el momento en que

    me interrogo sobre el lazo autstico que ella establece de nuevo con ese

    objeto, Anaelle me mira e intenta de nuevo romper el b, pero riendo como

    un nio que hace una farsa. Ella termina la sesin con lo que yo llamara un

    gran circuito pulsional. Para Anaelle se tratar de ir a hacerse prohibir, a

    hacerse atrapar, por su analista a la cual ella trata de birlar objetos preciosos

    apoyados en el escritorio, mientras que se la oye enunciar claramente no,

    no.

    El mismo montaje (la palabra se presta bien a ello) se repetir en las

    sesiones siguientes. Un poco ms tarde, ella declara al entrar: Eso b, pa pa

    pa, y pone en escena el enunciado proferido viniendo, bajo mis ojos,

    sonriente, a intentar romper el b con el fin de hacerse ver, y hacerse or

    decir de no romper el b (romper el b, no no no); por ltimo, de hacrselo

    quitar- pudiendo seguirse la serie de los hacerse- todo esto con una risa

    compartida con su madre, frente a las provocaciones de esta pequea pilla.

    Pareciera que estamos aqu frente a una evidente satisfaccin pulsional.

    Pero, quin es el sujeto de la pulsin? Para intentar responder a ello,

    recordemos que Lacan soport su nocin de surgimiento del sujeto de la

    pulsin sobre lo que Freud denomina el nuevo sujeto, que surge en el

    tercer tiempo del buclaje pulsional.

    Intentemos encontrar en nuestro material clnico los tres

    tiempos del circuito pulsional, tal como Freud los enunci. En un primer

  • tiempo, vemos a Anaelle (de la cual uno se pregunta si ella es un sujeto ya

    logrado, en el sentido lacaniano del trmino) ir hacia un objeto del mundo

    exterior y apoderarse de l. Es lo que ella hace en particular con el b. Pero

    muy pronto vemos cmo ese objeto deviene ms que auto-ertico, cmo

    deviene autstico. Esto porque bajo el imperio del sistema Lust Ich, l va a ser

    incorporado de tal manera que va a volverse una parte de su propio

    cuerpo11.

    Por este sistema de incorporacin, vamos a confrontarnos a una

    situacin que corresponde al tiempo segundo del circuito descrito por Freud,

    el de la vuelta hacia la propia persona, cuando es una parte del cuerpo

    propio la que es tomada como objeto. Pero tambin vemos en este segundo

    tiempo que, cuando las cosas se bloquean, uno se encuentra en un sistema

    que, propiamente hablando, no es pulsional, sino que ms bien corresponde

    al sistema Lust Ich Real Ich.

    No obstante, vamos a ver completarse en Anaelle el bucle pulsional: un

    nuevo sujeto va a surgir para quien Anaelle va a hacerse objeto, al cual ella

    va a sujetarse. Yo planteara aqu la siguiente hiptesis: es en esta sujecin

    el hacerse objeto que un nio dado va a poder acceder al campo del Otro,

    donde entonces l podr advenir, estando sujeto a sus significantes.

    Pero qu es este nuevo sujeto?

    Lacan le atribuye ante todo el carcter de primero a advenir, ya que l

    insiste en varias oportunidades en el hecho de que no hay, antes de ese

    tercer tiempo, un sujeto de la pulsin. Antes de su buclaje, la pulsin se

    manifiesta, dice, bajo el modo de un sujeto acfalo (op.cit. p.165).

    Pero, de qu Otro habla Lacan ah? Y bien, del Otro real, dice. Qu es

    lo que nos revela esta breve pasada? La pulsin, invaginndose a travs de

    la zona ergena, est encargada de ir a buscar alguna cosa que cada vez

    responde en el Otro (p.178).

    He aqu el sujeto, constituyndose en el campo del significante, re-

    articulado con la cuestin de la pulsin.

  • l enseguida dir que este nuevo sujeto, es propiamente el otro.

    Hemos visto sin embargo (op.cit. p.177) que el mismo Lacan articula a ese

    otro junto al cual Ich va a venir a sujetarse, a hacerse objeto, y ese Otro, lugar

    del tesoro de los significantes, en el campo del cual va a constituirse el sujeto

    del inconsciente12. A ese Otro que al mismo tiempo se presenta como

    soportado por otro pequeo, un semejante, Lacan le da el nombre de Otro

    real. l ya haba trado eso en su seminario del ao precedente, La angustia:

    el Otro real, el Otro primordial, aquel que a menudo es encarnado por uno de

    los padres, vase la madre, quien debe sostener ese doble rol de ser al

    mismo tiempo el Otro, lugar del tesoro de los significantes y el otro, el otro

    pequeo de la relacin intersubjetiva.

    Vemos que a travs de su teora de las pulsiones, Lacan propone

    redoblar la cuestin del surgimiento del sujeto (del inconsciente)- en el

    campo del Otro en su vnculo con el significante-con el de una sujecin al

    Otro real, es decir Otro y otro pequeo a la vez, desdoblamiento necesario

    para que se pueda hablar de su deseo o de su goce. Habiendo tenido que

    sostener ese lugar, puedo decir que l comporta algo de ese orden.

    Me parece que puedo afirmar que el emplazamiento del tercer tiempo

    del buclaje pulsional instala la alienacin en su dimensin real. Es en ese

    tercer tiempo cuando Ich se hace objeto para un nuevo sujeto, y es en esta

    sujecin misma del Ich que se ve surgir este sujeto, que no es Ich sino el otro.

    Alienacin real ya que he aqu que el sujeto de mi circuito pulsional no es yo

    (je) sino el otro. Esta alienacin real viene a anudarse a la alienacin

    simblica que se sostiene en el hecho que, cuando yo hablo, es a travs de

    los significantes del Otro y por lo tanto en una inevitable alienacin. En fin, la

    sujecin a ese otro de la pulsin tiende a dar un cuerpo a Ich, por medio del

    posible anudamiento con la dimensin, esta vez imaginaria, de la alienacin

    de la que hablamos en la primera parte de este texto: la que se efecta en el

    reconocimiento de su yo (moi) a travs de la imagen especular de su

    semejante.

  • Me parece posible ahora plantear la hiptesis de un fracaso, en los

    autistas, del tiempo de la alienacin de la constitucin del sujeto; y eso, entre

    otros, por la imposibilidad o el rechazo del buclaje del tercer tiempo del

    recorrido pulsional- tiempo en el que el Ich se hace objeto de un nuevo

    sujeto. Esta hiptesis podra dar cuenta principalmente del hecho que, en

    ellos, se constata a veces un lenguaje que no se encarna, y que parece

    sealar una aprensin en Otro real que podra encarnarlo; sin que al mismo

    tiempo haya tampoco acceso al estadio del espejo y a la constitucin de un

    Yo(moi) y a la alienacin imaginaria que esta instancia comporta.

    NOTAS

    1. En particular, hacemos referencia aqu a los trabajos norteamericanos como los de

    Selma Freiberg, de los cuales hablamos ms largamente en el artculo: No hay

    ausencia si ya no hay presencia del rol fundador de la mirada del Otro en La

    psychanalyse de lenfant, revista de la Asociacin freudiana, nro.10, 1991.

    2. Sabemos que la nocin de presencia en Lacan se deriva directamente de la de J.P.

    Sartre, del Ser y la nada. Dejaremos de lado las crticas que Lacan pudo hacer

    enseguida a la relacin puramente intersubjetiva entre mirando y mirado, relacin

    de carcter simtrico, para introducir ah el carcter radicalmente disimtrico, odd,

    de esa situacin en la que el nio no est confrontado nicamente al padre en

    tanto otro, semejante, sino tambin a su dimensin de gran Otro.

    3. Lacan emplea ese espejo para tratar dos cuestiones que no se recubren

    totalmente. En algunos casos, ese espejo plano no representar simplemente el

    espejo del Estadio del Espejo, sino un espejo sin azogue, es decir la representacin

    de la mirada del gran Otro. Esto es muy claro en el seminario La Transferencia, con

    la revisin que se hace ah del Esquema ptico (p. 402 y sigtes. Y princip. P. 412 de

    la edicin Seuil).

    4. El conjunto i(a)+a representa el objeto real (cuerpo real)+ la imagen real.

    5. Eso se encuentra tambin en Lacan quien, en la introduccin a la edicin inglesa

    del Seminario XI, dice textualmente que no hay objeto sino del lado del a pequeo,

    objeto de la investidura libidinal.

    6. Esa presencia lgica de la mirada, que permite recibir la voz, fue sugerida desde

    nuestro trabajo comn con J. Bergs, G. Balbo y H. Guilyardi; una hiptesis as

    tiene el inters de dar cuenta de la sordera subjetiva de los nios autistas en los

    que tambin constatamos una no instalacin de la relacin especular.

  • 7. Seminario La angustia, leccin del 21 de Enero de 1963.

    8. Colette Soler, Fuera discurso: autismo y paranoia, en les Feuillets psychanalytiques

    du Courtil, nro.2, Mayo de 1990, Bruselas.

    9. Lacan J., Sminaire XI, Les Quatre Concepts fondamentaux de la psychanalyse,

    Seuil, p.174.

    10. Aqu, conviene plantearse una pregunta: qu pudo permitir que, contrariamente

    a lo habitual cuando a un nio autista se le retira un objeto de este orden, no

    hayamos quedado a nivel de un puro sufrimiento? Sufrimiento que, por regla

    general, no inscribe nada. Ahora bien, aqu, la frustracin infligida parece haber

    introducido el registro de la privacin; y no nos sorprender ver que, de golpe, el

    objeto va a volverse simblico, es decir intercambiable. En efecto, a la sesin

    siguiente, es ella quien va a pedir la llave que rabiosamente haba rechazado, en la

    sesin traumtica.

    Acaso, en tanto agente, enunci la prohibicin desde el lugar mismo de mi lmite,

    de mi tachadura? Incluso llegu a decirle que ese objeto no me perteneca, que era

    del seor que me lo haba prestado, y que no tena los medios para remplazarlo.

    Me parece importante decir que, ante el desamparo atroz de esta nia, me era

    muy penoso sostener ese lugar de agente; incluso en un momento imagin, en un

    rapto de omnipotencia, buscar un anticuario en Pars donde volver a comprar la

    batuta, para poder remplazar la que ella rompera, tal como yo ya haba

    remplazado los lentes que ella me haba roto anteriormente.

    11. Hay que cuidarse de traducir aqu de manera demasiado intempestiva Ich por Yo

    (moi), puesto que no se trata del yo(moi) en su constitucin imaginaria, producto

    del estadio del espejo en el que el nio se reconoce en su imagen especular, en ese

    otro, su semejante, y va a constituir entonces su yo(moi). Hablamos de eso en

    nuestra primera parte.

    12. Lacan J., SminaireXI, Les Quatre Concepts fondamentaux de la psychanalyse, Seuil,

    p. 172 : El sujeto no es sujeto sino por estar sujeto al campo del Otro Todos ya

    sabamos esto previamente, lo que es nuevo es emparejar esto con lo que l

    avanza un poco ms all (p.178), a propsito del rol del gran Otro en la pulsin:

    La pulsin, invaginndose a travs de la zona ergena, est encargada de ir a

    buscar algo que, cada vez responde en el Otro. En la misma pgina, l precisa que

    se trata del Otro real.

  • LA MUECA SIN ROSTRO

    Autismo y mirada

    por Graciela Cabassu

    I - INTRODUCCION

    Amlie tiene 14 meses cuando nos es trada por sus padres.

    Ella se presenta como un beb mudo, horizontalmente en el suelo, no

    se da vuelta sobre s misma y sostiene su cabeza con dificultad.

    Sus ojos estn dirigidos hacia arriba con una ausencia de fijacin dela

    mirada, mientras que un cabeceo casi permanente de izquierda a derecha

    hace muy difcil cualquier intento de acercamiento a su campo visual.

    El contacto es difcil de establecer, ella parece indiferente ala presencia

    o ausencia de las personas, conocidas o desconocidas, incluyendo la de los

    padres.

    Llora poco y no emite vocalizacin alguna.

    Segn el relato de los padres, el desarrollo de Amlie, pobre en

    adquisiciones, habra sido lento y difcil desde el nacimiento, si bien no hubo

    mayor incidente somtico. Los movimientos estereotipados de la cabeza

    habran aparecido hacia la edad de 5 meses.

    Segn la madre, algunos esbozos de desarrollo, en particular la

    aparicin de vocalizaciones articuladas hacia los 7-8 meses, habran

    desaparecido poco tiempo despus sin dejar huellas.

    En el cuadro propuesto por F. Tustin1 para diferenciar el autismo

    infantil precoz de la esquizofrenia del nio, nos parece que la sintomatologa

    presentada por Amlie nos permite situarla en la vertiente del autismo, sobre

    todo teniendo en cuenta la dificultad de contacto, la ausencia de mirada y la

    no existencia de un perodo de normalidad precediendo la aparicin de los

    disturbios.

  • Para intentar acercarnos a la historia de Amlie, nos dejaremos guiar

    por el hilo conductor de la mirada, en el sentido, tan rico y ambiguo a la vez,

    que Lacan pudo conferirle, siguiendo a Sartre en El ser y la Nada, cuando este

    la distingue de la visin, para darle la dimensin de la presencia. Presencia

    que puede ser significada por otra cosa que por el ojo, y que implica una

    investidura libidinal2.

    Es en este sentido de presencia que interrogaremos la mirada, o ms

    bien su ausencia en el nio autista, y el rol que parece jugar sucesivamente

    en la capacidad de anticipacin materna y en la posibilidad de constitucin

    de un espacio en el que el nio pueda advenir en tanto sujeto.

    UN POCO DE TEORA

    Antes de construir el esquema ptico, Lacan se interes en un pequeo

    dispositivo imaginado por Bouasse, llamado La ilusin del ramo invertido3.

    En ese pequeo aparato, gracias a la mediacin de un espejo cncavo y con

    la condicin que el ojo del observador se encuentre en un cono preciso

    dibujado por la difraccin de los rayos luminosos, se produce una ilusin que

    permite el aparejamiento de la percepcin de un objeto real- el florero y de

    una imagen real (producida por el espejo)- el ramo de flores-, de otra

    manera escondido a la percepcin directa del observador.

    Lacan se sirve de este fenmeno ptico de aparejamiento de un objeto

    real (en el sentido comn del trmino) y de un objeto imaginario (en el

    sentido de imagen), para establecer una analoga con lo que nosotros

    podemos deducir clnicamente como una condicin previa necesaria para

    que pueda producirse un primer emplazamiento de la estructura psquica.

    Si, as como Lacan nos permite suponerlo, en ese tiempo previo al

    esquema ptico, tal como l lo elaborar enseguida, el ojo que mira la escena

    es el del Otro materno, podemos deducir que el florero representa el real del

    cuerpo del nio, y las flores, los objetos causa del deseo de la madre.

    Si esta se encuentra en la posicin correcta- el cono de difraccin

    luminosa-, lo que clnicamente podra traducirse por: en posicin de poder

  • investir libidinalmente a su hijo, el montaje se produce, las flores aparecen

    en el cuello del florero, dando lugar a una mirada materna capaz de

    anticipar, en el sentido de ilusionar incluso antes de que se produzcan

    las emergencias de sentido en el nio.

    Este primer tiempo del dispositivo de Bouasse es considerado

    implcitamente por Lacan como un a-priori necesario para la instalacin del

    segundo tiempo, el del esquema ptico propiamente dicho, luego l nos dir

    que: Las ligazones que van a aparecer ah bajo el modo analgico se

    relacionan claramente, vamos a verlo, con estructuras (intra)subjetivas como

    tales, representando ah la relacin con el otro4 ().

    Puesto que aqu, gracias a la inclusin de un espejo plano al primer

    modelo, que Lacan sita en A (lugar del Otro), esta vez es el ojo del sujeto el

    que mira, para ver constituirse ah su propia imagen en la imagen virtual e

    invertida que le es reenviada desde el lugar del Otro:

    Esquema de dos espejos

    Algn tiempo despus de la publicacin del estadio del espejo, y bajo

    la influencia de su propia confesin, Winnicott publica un breve artculo

    llamado: El rol de la madre y de la familia en el desarrollo del nio, y donde

    nos dice: El precursor del espejo, es el rostro de la madre5.

    Dejando de lado la elaboracin que har Lacan sobre el estatuto

    imaginario del yo(moi), Winnicott se interesa selectivamente en ese punto

    que hemos llamado la condicin previa necesaria, y que nosotros

    intentamos articular con el fracaso que observamos en el caso de autismo en

    la instalacin de las relaciones especulares.

    Lo que Winnicott subraya es que, cuando el beb lleva su mirada

    hacia el rostro de la madre, lo que generalmente ve es a s mismo y que, si el

    rostro de la madre no responde, el beb organiza su retirada o no mira nada

  • y entonces el espejo deviene una cosa que se mira, pero en la cual no hay

    para mirarse6.

    Partiendo de las observaciones clnicas de recin nacidos, informadas

    en el libro Nacer humano, de J.Mehler y E. Dupoux, G. Balbo retiene en

    particular las que dan cuenta del hecho que el recin nacido, hasta el mes,

    busca localizar el sonido en el espacio, se orienta a partir de esa bsqueda y

    se pone ansioso si ve a su madre en un lugar, cuando su voz proviene de otro

    lugar. el recin nacido, nos dice G. Balbo, cuida pues que lo escuchado y lo

    visto se localicen en el mismo lugar en su espacio. A este primer conjunto

    muy interesante de hallazgos clnicos, se agrega otro que no es separable de

    estos: el aparato auditivo del recin nacido est en perfecto estado y

    predomina hasta los 10 meses sobre el aparato visual, slo entonces

    susceptible de funcionar perfectamente: el medio ambiente sonoro- a causa

    de esta importancia-adquiere mucha importancia7.

    En esa tela tejida de lo visto y de lo escuchado, lo que muestra la

    trama en el origen es, por consiguiente, lo escuchado tal como lo estructuran

    el odo y el fonema, si bien la oreja y el ojo colaboran tan estrechamente que

    sera casi divertido sostener que el recin nacido posee un solo rgano para

    los dos sentidos del odo y de la visin: el orejo8 (). Hay aqu como un

    literal escuchar-ver, nos dice G. Balbo, y nos vemos tentados a asemejar

    estas palabras a esa enigmtica afirmacin de Winnicott, en el caso del beb

    confrontado a la madre cuyo rostro no reflejaba sino su propio estado

    anmico o la rigidez de sus defensas: La amenaza del caos se precisa, y el

    beb organiza su retirada o no mira nada, sino para percibir, y esa

    percepcin deviene una defensa9.

    No se podra comprender ah que la percepcin visual queda como un

    puro real si no est estructurada por los significantes de otro, que tiene lugar

    de gran Otro para el nio? G Balbo prosigue, distinguiendo dos tiempos en

    el escuchar-ver que ya implican el sujeto infans y su otro familiar: El

    tiempo de su anticipacin visual y el tiempo en el que, del discurso de un otro

    es articulada alguna significacin dando consistencia a lo escuchado en el

  • gran Otro, articulacin que hace escansin, corte, inscripcin temporal, por

    lo tanto diacrnica, haciendo sentido en lo escuchado10.

    Lo pre-especular pues, nos dice G. Balbo, no puede conducir a un

    sujeto a lo especular sino a partir de la anticipacin de la que este habr

    hecho el objeto.

    Lo que el nio autista nos muestra, en su dificultad fundamental tanto

    para mirar como para mirarse, se relaciona sin duda con el tropiezo de la

    instalacin de eso previo necesario para el acceso al espejo.

    II - ALGUNOS ELEMENTOS DE ANAMNESIS

    1. El perodo prenatal

    El padre, de origen suizo alemn, deseaba un solo hijo. La madre, de

    origen peruano, anhelaba una familia numerosa, a la manera de la de

    su propia infancia. Nace una primera hija, con buena salud.

    La madre obtiene a contrapelo el consentimiento de su marido para un

    segundo hijo: Amlie pues, de entrada nace marcada por el no-deseo

    del padre. Veremos cmo este no-deseo del padre marc a la madre

    en su propia historia.

    Durante los ltimos meses de su embarazo, la madre confecciona con

    sus propias manos una mueca de chiffon destinada a ser puesta en la

    cuna del beb, con la intencin implcita de proporcionarle un objeto

    transicional. La mueca estaba hecha de una bola de chiffon rosada-

    representando el rostro- y de una bufanda suave colgante-

    representando el cuerpo.

    Una vez terminada la mueca, la madre se vio, asombrada y sin

    que ella misma se lo explicara, en la imposibilidad de dibujar los rasgos

    de la cara. Esta mueca sin rostro, como se puede ver en la imagen,

    que inspir el ttulo de nuestro trabajo, nos parece ser una

    representacin, no del hijo imaginario, sino una suerte de

    materializacin del estado de los lugares en el fantasma inconsciente

  • materno durante el embarazo. De esta representacin, nos parece

    poder decir que, de cierta manera, la madre no la ve, y ella aparece

    tambin como un beb que no la ve.

    2. El perodo neonatal

    Luego de un parto normal, la madre recuerda, los primeros das

    de la vida de Amlie, que ella decidi no responder a sus llantos,

    dicindose que terminara por calmarse sola, y tambin que se

    dorma a menudo cuando la tena al pecho. No podemos dejar

    de notar aqu la dificultad que experimenta esta madre para

    recibir lo que proviene de la boca y de los ojos del beb real, su

    llamado y su mirada, y para a su vez responder a ello.

    De regreso a casa, y cuando Amlie tiene alrededor de tres semanas, la

    madre presenta unos sntomas que ella describe as: Yo ya no tena voz, no

    emita sino sonidos ininteligibles; tena la cara paralizada, como tambin una

    parte del hombro y de la espalda. El mdico consultado diagnosticar una

    miastenia, pero los exmenes de sangre practicados no permitieron

    confirmar esto. Los disturbios disminuir, y desaparecern

    espontneamente algunos meses ms tarde a pesar del cese de

    medicamentos prescritos de por vida.

    En un primer tiempo, la madre rechazar el tratamiento sintomtico

    propuesto, ya que era incompatible con la continuidad de la lactancia: es as

    que ella amamantar a Amlie con el rostro paralizado y en silencio hasta el

    quinto mes.

    Recordemos que el quinto mes fue designado por los padres como el

    del inicio del movimiento estereotipado de la cabeza. Ese episodio somtico,

    cualquiera sea su origen, sin duda pes en la instalacin del retraimiento

    autstico: recordemos a Winnicott que nos dice: Si el rostro de la madre no

    responde, el beb organiza su retraimiento o no mira nada.

    Evocando esos primeros meses, la madre los describe como un

    verdadero calvario, durante el cual ella no lograba reposar durante los

    perodos de sueo de Amlie, siendo llevada a hacerlo durante la vigilia del

  • beb. Ella describe entonces cmo Amlie era un beb particularmente

    bueno, llorando poco, capaz de quedar despierta horas en la oscuridad, al

    lado de la cama donde dorman sus padres.

    Por su parte, durante el mismo perodo neonatal, el padre contrae una

    hepatitis B que lo clava a la cama durante 4 meses. As, por el hecho de su

    propio abatimiento, l no estar capacitado para paliar la insuficiencia

    materna.

    Es sorprendente sealar la dinmica de alternancia a la cual es

    confrontado este beb con su Otro real:

    -llantos ausencia de respuesta;

    -vigilia sueo materno;

    -llamado silencio, sonidos ininteligibles;

    - mirada cara petrificada, parlisis.

    Y esto, en el sitio y lugar mismo del encuentro que debe conducir a un sujeto

    a lo especular, es decir al montaje que debe operarse entre el real del cuerpo

    del nio y lo que la madre pone ah de su deseo.

    3. La historia de la madre

    Nos parece indispensable sealar algunos elementos de la historia de

    la madre por cuanto parecen determinantes en lo que se jugar entre

    ella y su beb.

    Los abuelos maternos se separan cuando la futura madre de

    Amlie es muy joven- quizs incluso antes de su nacimiento, ella no

    sabe precisarlo. Ella no tiene ningn recuerdo de sus padres juntos. El

    abuelo materno paga una especie de pensin alimenticia a su mujer

    para los tres hijos mayores, pero no para la ltima, futura madre de

    Amlie. No parece haber habido ninguna explicacin acerca de este

    gesto ni de su sentido.

  • En el discurso de la futura madre de Amlie, el rol que se le

    reconoce al abuelo materno es despreciativo: paseos y distracciones,

    mientras que la pesada mochila de criar sola sus 4 hijos es tarea de la

    abuela materna.

    Cuando deben tomarse decisiones importantes para los

    mayores, la abuela materna consulta al abuelo materno, pero decide

    sola cuando se trata de la futura madre de Amlie. Es as como esta

    queda particularmente marcada por la ausencia paterna.

    Nos ha parecido posible pensar que la posicin de la hija mayor, sana,

    corresponde al lugar de los mayores de la fratria materna, en la que,

    de cierta manera, hay padre, mientras que la posicin de Amlie

    reproduce la de su madre, marcada por la ausencia y el no-deseo del

    padre, as como por la omnipotencia materna. Parecen haber faltado

    ah algunas cosas del orden del corte, propio de la funcin paterna.

    La madre de Amlie, por otra parte se queja continuamente de algo

    que ella describe como una delicuescencia en el tiempo que corre, y

    donde nada llega a detener: Me falta algo para estructurarme, dir, y

    ante la pregunta de saber qu podra ser ese algo que estructura,

    ella responder: Trabajo, hace falta que yo trabaje para que en el

    tiempo que me quede pueda hacer lo que no logro hacer cuando

    tengo el da frente a m.

    Qu otra cosa se puede or en estas palabras que no sea de lo

    que esta madre se queja, que falte falta? que haya demasiado,

    demasiado de todo, demasiado tiempo, demasiada presencia,

    invasora, a la que no es posible oponer una detencin.

    Por otra parte, eso funciona tambin con la hija: la madre de

    Amlie, cuando est con ella, es incapaz de hacer otra cosa ms que

    estar con ella: ninguna posibilidad de descanso, ninguna posibilidad de

    estar con el otro sin ser invadida por el otro. Al punto que, para

    introducir un corte, deber dormir cuando su hija estar en vigilia, y

  • ms tarde, no podr dedicarse a sus ocupaciones cotidianas ms que

    cuando Amlie est realmente, fsicamente ausente, en la guardera

    infantil.

    Esta problemtica particular de la presencia-ausencia, o ms

    bien de la no instalacin de una representacin de la ausencia sobre el

    fondo de presencia, nos pone en la va de una falla fundamental en la

    presencia primordial, aquella sobre la cual va a poder jugarse la

    representacin de la ausencia.

    La madre de Amlie inaugura su primera sesin con el relato de

    un recuerdo del que ella dir que no lo cuenta de memoria, puesto

    que lo ha elaborado desde hace tiempo, elaborado entendindose

    aqu como clasificado, en el sentido en que se dice que un asunto

    est archivado. Ese recuerdo la haba atormentado durante aos, y

    es probable que haya sido la llegada de Amlie la que lo haya llevado al

    olvido, remplazndolo as por el real de esta nia. He aqu el relato que

    ella hace de esto:

    Yo era chica, 4 o 6 aos quizs. Viva sola con mi madre en su

    escuela de campo (la abuela materna era institutriz). Mi madre me

    dice: Voy a buscar unos huevos, prtate bien y cudate de los Indios,

    ya que ellos pueden ser peligrosos si quieren robar corderos. Mi madre

    se fue, durante un tiempo que yo se que es corto, pero que a m me

    pareci interminable, una eternidad. Al cabo de un rato, tuve tanto

    miedo que me sub a la ventana para vigilar el camino por donde mi

    madre se haba ido, esperando verla regresar. Pero no vea a nadie.

    Entonces me suspend a las rejas de la ventana, estando el apoyo

    inclinado, perd pi y entonces me qued suspendida durante un

    tiempo que me pareci una eternidad.

    El estatuto de recuerdo encubridor de esta construccin no

    nos parece dudoso: podemos suponer entonces, tal como Freud nos lo

    ensea, que l representa en la memoria impresiones y pensamientos

    de pocas ulteriores cuyo contenido es vinculado a su contenido

  • propio por relaciones simblicas11 (). Cules son, segn los

    elementos obtenidos en las sesiones con la madre, esos reprimidos

    cuyo contenido se encontrara simbolizado en ese recuerdo-

    encubridor?

    Esencialmente, la ausencia materna. Pero no en el sentido de

    una representacin de esa ausencia, sino en el sentido de lo que

    literalmente el recuerdo encubridor ha retenido en su formulacin

    misma: Me qued suspendida, lo cual es una expresin literal de una

    expresin familiar en espaol me qued colgado, y que significa No

    comprend nada, no agarr el sentido, me qued fuera de lo que se ha

    dicho; y esto, durante una eternidad, es decir fuera del tiempo, sin

    que esto pueda ser retomado en el despliegue temporal, en una lgica

    de los eventos.

    Hemos planteado la hiptesis que esta ausencia

    correspondera en realidad a una ausencia psquica, a una retirada

    de la abuela materna de la relacin con la pequea nia de entonces,

    lo cual podra muy bien corresponder a algo del orden de una

    depresin, vivida con ocasin de la separacin de los abuelos, lo que se

    remonta a los primeros aos de la vida de la madre de Amlie. La

    ausencia de sentido que el enunciado del recuerdo especifica quizs

    reenva tambin a ese gesto del abuelo de no pagar por la ltima hija,

    dejndola as suspendida a una deuda jams reglada ni menos

    reconocida. Los indios ladrones son quizs una metfora del deseo

    masculino, vivido como codicia fuera de la ley, tachando as el camino

    a una posible tercerizacin.

    III EL MATERIAL CLNICO

    Hemos escogido, para concluir, tres breves fragmentos de la cura

    de Amlie con su madre, en los que nos parece que nuestra posicin

    de terapeuta se sostuvo de la funcin del Otro el espejo plano-,

  • proporcionando as a la madre un soporte identificatorio con otra

    mirada dirigida al nio.

    1. Gui gui gui que no es Guy- o cmo no hay palabra sino la que es

    oda por el otro.

    Aproximadamente un ao despus del inicio dela cura, y cuando

    Amlie ha recorrido lo esencial de las etapas del desarrollo motor en 6

    meses ella ha adquirido la marcha autnoma a los 21 meses-, se

    pone a usar una abundante jerga.

    Llegando a su sesin, Amlie de encara- no puedo decir ella

    me mira, puesto que no me mira, pero me interpela dirigindome su

    cara- y me lanza: gui-gui-gui.

    Estupefacta, le digo: pero, tu pap se llama Guy! T llamas a

    tu pap! Y la madre me rebate, incrdula: usted cree? Pero ella no

    dice Guy, ella dice gui-gui-gui

    Es totalmente sorprendente sealar aqu la sordera

    significante de la que la madre da prueba, no llegando ah a ocupar la

    funcin de la Dritte Person , tal como Freud nos ense a ubicarla en

    El chiste. Escuchemos a Freud: Dos personajes, el yo(moi) y la

    persona objeto bastan para el proceso cmico () En el caso del

    chiste, esta segunda persona no corresponde a la persona-objeto, sino

    al tercero, al aclito del cmico. Parece que, en lo chistoso, el aclito

    tuviese calidad para decidir si la elaboracin del espritu ha alcanzado

    su meta, como si el yo(moi) no estuviese seguro de su propio juicio12.

    Freud nos precisa que el chiste puede chocar con condiciones

    subjetivas capaces de hacerlo abortar, y l cita a Shakespeare: la

    suerte de lo chistoso depende de la oreja de aquel que lo escucha y

    jams de la lengua de aquel que lo dice (Loves Labours lost. V, 2),

    agregando: Aquel que es absorbido en pensamientos serios est fuera

    de condicin de atestiguar (), de jugar el rol de tercero13.

  • Lacan, retomando estas observaciones de Freud, nos dice: Ah,

    l (el Otro) interviene como sujeto, introduciendo un mensaje en el

    cdigo, () es decir que l ya est a nivel de aquel que constituye la ley

    como tal, puesto que es capaz de agregarle ese rasgo, ese mensaje

    como suplementario14.

    Cules son pues esos pensamientos serios, para retomarla

    expresin de Freud, que hacen que la madre, en ese momento, se

    encuentre fuera de condicin de atestiguar que lo que su hija enva es

    un mensaje? Qu le impide anticipar, ilusionar la palabra ms all de

    su vocalizacin, obturando as, en lugar de abrir para el nio el acceso

    al lenguaje?

    De cualquier modo, el gui-gui-gui, el enunciado no reconocido,

    forcludo, podramos decir incluso- en el lugar del Otro, es reenviado

    fuera del cdigo y contina vagando en el Real, sin poder venir a

    engancharse a la cadena y constituir un mensaje.

    El lugar del terapeuta parece designado ah como el que M.C .

    Laznik nos describe siendo el del tercero, el de aquel que se dejar

    desbordar, asombrar por el enunciado indito, suspendiendo incluso

    temporalmente su significacin, indicando con ello que puede ser

    escuchado ms all de lo dicho y asignndole as un valor de

    mensaje15.

    2. Esbozo del auto-erotismo o cmo l puede volver a ser autismo.

    Ya Bleuler haba forjado el trmino de autismo al recortarle al auto-

    erotismo la dimensin del eros.

    La siguiente observacin de una sesin de Amlie nos parece

    que puede ilustrar la justeza de estas palabras.

    Durante mucho tiempo, cuestionada respecto a la capacidad de

    Amlie de vincularse a determinados objetos, la madre dir que ella no

    se apega a nada preciso.

  • Hacia la edad de 25 meses, Amlie comienza a chupar su pulgar.

    Eso pronto inquieta a la madre, ya que eso le permite volver a partir.

    volver a partir significa el retraimiento autstico.

    A partir de ese momento, el trabajo contemplar un intento de

    disponer un espacio para que la nia pueda investir su cuerpo propio

    sin que ello se vuelva amenazador para la madre.

    Hacia el final de una sesin particularmente intensa, Amlie

    marca un tiempo de detencin y viene a sentarse apoyndose a lo

    largo del cuerpo de su madre, estando esta sentada en el suelo. Ella

    toma su pulgar, y con su otra mano empieza a acariciar, con el pulgar y

    el ndice, un sitio preciso entre dos botones de su blusa.

    Le hago notar este gesto a la madre, dicindole que Amlie est

    bien, que ha encontrado un objeto suave, que le gusta sobarlo

    mientras se chupa el pulgar. Amlie parece tranquila y satisfecha, y

    para nada ausente. Ella no bambolea su cabeza.

    Algunos minutos ms tarde, al final de la sesin, la madre, al

    vestirla, esconde con el babero del pantaln el sitio de la blusa que

    Amlie acariciaba. Enseguida reaparece la estereotipia del bamboleo

    de la cabeza, y Amlie parece cortarse de nuevo del mundo exterior.

    El vnculo entre la prdida del objeto y la reaparicin de la

    estereotipia que nosotros intentamos subrayar se encuentra con la

    incredulidad de la madre; sin embargo, ella acepta anudar el pantaln

    a la cintura y Amlie, habiendo reencontrado su tuto, vuelve a

    chupar su pulgar y la estereotipia cesa.

    3. El manejo del espejo

    M.C. Laznik-Penot nos dice que en estos casos, en los que parece ser a

    nivel de la anticipacin materna- o emplazamiento del espejo plano-

    donde se sita la dificultad, se trata de modificar el emplazamiento

    del espejo plano (lugar sostenido ahora por el analista) de modo que

  • pueda llegar a formarse esa imagen real en el borde mismo del cuerpo

    real del nio; y que la madre pueda acceder a esta nueva imagen, por

    identificacin especular con la mirada del analista; lo que finalmente le

    permitir mirarlo a ella misma, es decir, ocupar ese lugar de gran Otro

    para el nio16.

    El siguiente fragmento clnico nos va a permitir ilustrar estas

    palabras.

    Amlie tiene ahora 3 aos. Desde hace algn tiempo, ella ha

    aprendido a moverse escuchando msica sobre todo melodas

    sudamericanas poniendo sus manos en la cintura al mismo tiempo

    que se mira al espejo. Ella se ha vuelto oposicionista y se muestra

    particularmente difcil respecto a la eleccin de su ropa, lo que para

    nosotros es signo de una investidura libidinal de su imagen corporal,

    una emergencia de su identidad sexual.

    Desde hace algunas semanas, al llegar a sesin, Amlie ha

    tomado la costumbre de despojarme de mi collar y de mi reloj-

    colgante- mi adorno en cierto modo-, y de ponrselos en su cuello.

    Luego de lo cual, la sesin puede empezar. Ella me los entrega,

    igualmente en forma ritual, en el momento de irse.

    Un da, en que ostensiblemente se adorna con mis joyas y corre

    hacia el espejo para mirarse, extasiada le digo: Qu coqueta eres,

    qu bonita te has puesto!

    En ese momento la madre dice, como de pronto dndose

    cuenta: Ah, pero su pantaln est demasiado corto! En efecto, su

    buzo-as como la mayora de sus vestimentas-son alrededor de dos

    tallas por debajo de lo necesario, pero esto era lo habitual y la madre

    jams pareca haberlo notado.

    Respondiendo a la madre, me dirijo a la nia: Te fijas, Amlie,

    lo orgullosa que est mam al verte crecer!

  • EL AUTISMO. ENSAYO DE LGICA ESTRUCTURAL

    Por Houchang GUILYARDI1

    Este trabajo se inscribe en una perspectiva ms amplia de una

    metapsicologa que permite conducir a la necesaria revisin

    psicoanaltica de la nosografa.

    El autismo es encarado aqu en prolongacin de un trabajo

    precedente que lo presentaba segn la no fundacin de la etapa flica

    primitiva, y del narcisismo primario por falla de gran Otro. 2

    Esta conceptualizacin que lleva a la separacin neta del autismo

    y de la psicosis, de manera ms radical an que la distincin entre

    psicosis y neurosis.

    La clnica de Amlie, autista confirmada (y filmada en caso que el

    diagnstico, conforme al uso, fuese rehusado a continuacin) y de su

    familia, parece ejemplar3, y permitir el apuntalamiento de partida de

    esta teorizacin, libre de evadirse rpidamente.

    Qu designa esa mueca de rostro liso sin boca, ni ojos, ni orejas, ni

    nariz? Naturalmente que primero pensamos a Amlie, para quien fue

    fabricada, durante su gestacin, mientras que su hermana mayor se

    haba beneficiado con una mueca de rostro terminado.

    Pero acaso no se trata tambin- sobre todo- de su madre?

    Ofreciendo esta su imagen, la representacin inconsciente de ella

    misma en su relacin con Amlie, y que podemos traducir por: Soy

    una mueca: no puedo mirarte.

    Ms an todava, no evoca ella la figuracin de su abuela

    materna, la que precisamente no incub a la madre con su mirada

    protectora ante el riesgo, el peligro indio?

  • Planteemos la hiptesis de que la mueca de rostro liso

    corresponde por una parte a la proyeccin de las generaciones

    femeninas, aprehendidas aqu como tres, y de la cuestin de la

    estructura, tal como es transmitida: en estado, en estado de esbozo,

    en curso de elaboracin, tal como la madre de Amlie retomndolo a

    su cuenta y de la cual no es propuesto a cada uno de nosotros,

    llamados as, de cierto modo, ocuparnos o preocuparnos de ella,

    incluso comprendido el pblico, el lector, en una cadena terico-

    clnica, metafrica, a retomar igualmente esos impasses por inters

    nuestro, responsabilidad incluso.

    Notemos desde ahora que la que va a ser madre de Amlie-lisa,

    cambia sin cesar de pas, cada vez en relacin con una historia ficele

    con un hombre. Por esa razn ella pasa las fronteras, luego efecta

    un gran salto: ella pasa por sobre la mar, con el fin de ir a encontrar

    un hombreen Francia, patria, para ella, de lo simblico y de la cultura.

    Cmo ocurre la procreacin con este hombre? Ella dice haberle

    arrancado el consentimiento para obtener el segundo hijo.

    Imperativos de la exigencia? Est claro que l se ubica en un rechazo,

    una renuncia ante esa aceptacin que le fue arrancada. l rechaza:

    tiene sus razones, que quizs ignore.

    Ella precisa con una extrema ambigedad: Yo quera un padre,

    l quera una mujer. No acta la sexualidad, sino un hijo. Para tenerlo,

    ella hizo, dice, el amor con los dientes apretados. Imagen de un

    cierre estnico. Que nada pase de l, o bien poco: el mnimo

    necesario, del real espermtico, as como lo denigra Lacan?4

    Tambin a esta concepcin la preside el rechazo. Rechazo

    marital, paterno, y del esposo. No parece exagerado calificar esta

    empresa de procreacin asistida.

    Hagamos un abreviado: por una parte ella rehsa a su esposo un

    lugar de poseedor del falo y, por otra parte, este, tenindolo o no,

  • rechaza o no puede drselo, ya sea por carencia, ya sea porque l no la

    considera digna o an en situacin de recibirlo.

    Lacan presenta el funcionamiento habitual de la madre

    imaginaria en relacin a ese ms all que es su padre, quien interviene

    en ese momento en tanto funcin simblica, es decir en tanto aquel

    que puede dar el falo5.

    madre imaginaria---------------------hijo

    pene imaginario---------------------padre simblico

    Aqu no hay (y cada uno de los padres tiene su parte, lo

    considera as) padre, en lugar, en potencia de ofrecerle el falo. Estamos

    en situacin de carencia flica del padre6.

    Se trate del padre de la madre o del nio, o tambin al

    redoblamiento de la carencia flica de cada uno de los cnyuges acerca

    de la carencia paterna, estamos aqu frente a la radicalidad de la

    carencia flica, y la madre no puede entrar en la genealoga simblica

    patrocntrica7.

    Ellas no entran por un intercambio que es el de ese falo que

    ellas reciben simblicamente y a cambio del cual donan ese hijo, que ,

    para ellas, tiene funcin de sustituto, de equivalente del falo, y por el

    cual, precisamente, introducen en esa genealoga simblica

    patrocntrica, estril en s misma, la fecundidad natural. Sino en tanto

    ella se apega a ese objeto nico, central, caracterizado por el hecho

    que justamente no es un objeto sino un objeto experimentado de

    manera ms radical, la valorizacin simblica, el falo; es por

    intermedio de esa relacin con el falo que ellas entran en la cadena del

    intercambio simblico, que se instalan ah, que de ah toman su lugar y

    su valor ()8

  • Aqu no est desplegado ese falo paterno que, al retirarse,

    habra podido dejar una vacuidad, es decir un lugar posible para un

    objeto pequeo a a advenir, y que, al adherir su contorno habra

    ofrecido un trayecto para la circulacin de la pulsin. Desprovista de

    esa concesin flica, la madre no se encuentra en situacin de

    presentarlo a su vez.

    No obstante necesitamos considerar aqu un elemento clnico

    mayor: la repeticin de una viva necesidad, intensa por la madre, por

    esas madres de conducir a ese hijo muy particular, el cuarto en la

    generacin precedente, el segundo aqu, de cualquier modo un hijo

    suplementario, supernumerario respecto al anhelo, a la eleccin

    paterna.

    Este hijo que llega no slo a actualizar, afirmar una descendencia

    femenina, sino a confirmar y verificar el propio nacimiento de cada

    madre, volviendo a jugar a travs de este hijo suplementario su

    propio nacimiento y la cuestin flica alrededor de la procreacin. Ella

    la pasa en acto y se reencuentra frente a qu? a los debates

    agudos, tambin reactualizados, y todo lo que ella ignora en ellos, de

    los deseos y de las carencias mayores subyacentes.

    La madre de Amlie intenta confirmar la validez de su

    nacimiento en lo que podemos suponer que representa una

    omnipotencia, un falicismo materno con el cual ella tropieza

    manifiestamente. Eso no se sostiene. En cascada, las incapacidades, las

    fallas, las debilidades aparecen masivas en su propio cuerpo y en el de

    su esposo (los ojos, los msculos, el velo)

    No se tratara aqu de una tentativa extrema, abortada,

    mientras ella se ve obligada a volver a parirse ella misma desde una

    mira en que la partenognesis vendra a ocupar todo el campo, y

    encontrndose finalmente incapaz, ella (y ellos) estn, cada uno,

    aplanados y detumescentes.

  • Ante lo que se vuelve a jugar en esta concepcin, los padres y el

    nio son apresados en fenmenos mayores y principalmente fsicos.

    Cada uno (abuela materna, abuelo materno. Madre, padre) va a

    abandonarse a otros soportes, otras errancias, y tambin a abandonar

    al nio, los hijos, dejados de plano, agarrados a algunos tribunales,

    soportes sociales y otros terapeutas.

    La debilidad flica de cada uno de los protagonistas se observa

    de manera ejemplar a propsito de la visin y de la mirada. El ojo

    realmente cerrado, el extrao sueo alternado entre la madre y la

    hija, impiden que jams se cruce una posible mirada.

    Mientras que la mirada de las madres es habitualmente

    magnificada, principalmente, durante un tiempo del moins, el de las

    madres de los psicticos, y que para permitir que un nio ex-sista, hace

    falta una mirada, luego, su eclipse: que la vacuidad del falo permita al

    sujeto encontrar ah un lugar, y en fin, ser desalojado de ah (tres

    tiempos), aqu el cono de la mirada no se encuentra ah9. No hay que,

    o ella no puede mirar en ese lugar. Evitacin, rechazo, represin

    totalmente lograda, todo sucede como si hubiese, en los hechos,

    ausencia radical de la posibilidad de objeto, en ese lugar que designa

    precisamente el lugar ciego de la represin. El fantasma no se da. S

    barrado rombo ase borra y el sujeto se eclipsa.

    Ella intenta, pero no lo logra. La imagen virtual prcticamente no

    se forma en ese sector preciso del cono donde la mirada del Otro se

    sita en relacin con el objeto flico en lugar de objeto causa del

    deseo. As, propiamente hablando, no hay relacin de objeto

    instituida, sino prdida real.

    Esta incapacidad o imposibilidad es momentnea y electiva,

    incluso si los efectos desembocan en una incapacidad general y

    compartida, en la movilizacin que ella difunde y la inmovilizacin que

    ella induce. Como prueba aqu, los otros hijos dela fratria y su destino

    tan diferente.

  • Qu concierne esta tuch, este fracaso? Ser el investir segn

    un anhelo idealizado y repetitivo a un nio fetiche, y que en la mitad

    del vado el suelo se escurre con su corolario: la evacuacin de un

    soporte imaginario suficiente? En este caso, esta superficie

    comportara lo real pero se encontrara esencialmente desprovista de

    imaginario. El objeto de la castracin, nos dice Lacan, es imaginario y,

    aqu, no sera admitido a la representacin, y la madre no estara en

    situacin de constituirse como madre imaginaria con esa sustitucin

    imaginaria flica10.

    Acaso no se tratar, en estas ocurrencias, de un intento flico

    fuera del intercambio pero que se encuentra desbordado, detenido

    por un rechazo, un interdicto, una imposibilidad referida a una

    exigencia de sexualidad, una irrupcin de muerte, una alteracin

    cualquiera de un imaginario infinito por un real o simblico que viene a

    realizar un corte irreversible e inevitable? O sera esto la incapacidad

    de los hombres de las descendencias en presencia, de poder exhibirlo,

    volverlo representable, ofrecer una presentacin de l que pueda

    volverse representacin? Ante esta disolucin electiva y masiva de

    imaginario, lo real es lo que sumerge la escena infantil.

    Yo propondra as, de manera adyacente y diacrnicamente

    previa al enunciado lacaniano referido a la psicosis, es decir la

    forclusin del nombre- del- padre en tanto no admisin en el orden

    simblico, al autismo en relacin con la no admisin del nio al orden

    imaginario del Otro o su exclusin masiva en el momento de la

    concepcin, antes del anudamiento de su inscripcin simblica: la pre-

    esfera o el fracaso precoz de la esfera, el crculo abortado.

    En consecuencia a la no admisin en el orden imaginario, no

    puede operarse pasaje de simblico. Mientras que la no admisin

    simblica preside la gnesis de la psicosis, en la formacin del autismo

    sera, de manera inversa, precisamente, una irrupcin categrica del

    simblico o del real a nivel parental, que llega a evacuar lo imaginario

  • de ese sujeto ubicado, (tanto aqu como en la psicosis) en el origen, en

    posicin de Otro, y que por una operacin de privacin, l destituye de

    ese lugar, sin dejarle anclaje.

    En esta opcin partenognesis de una concepcin fuera del

    circuito suficiente del intercambio, nos enfrentamos ms precisamente

    con la cuestin de la Omnipotencia y de las capacidades locas.

    En nuestra propuesta, la madre del autista no alcanza el Todo

    Amor, por s sola. Ella lo quisiera, lo intenta, pero no puede sostenerlo.

    Luego de un alumbramiento en intercambio con otro y su

    descendencia, ella quisiera lograrlo por s sola. Mais totalitaire

    asthnique, honte, humour ou drision aidant, le signifiant faisant

    entaille. Si faisant un croche-pied, ella achoppe sur le chemin. Eso no

    se sostiene ; ella no ocupa ese lugar de dominio ideal, el padre o la

    metfora paterna, ella no logra situarse en posicin loca, en una ilusin

    suficiente que le permita constituir al Otro no tachado por l, por ella

    misma y ese hijo.

    Que ella no sea capaz de eso, o ms capaz (cf. por ejemplo aqu,

    las bsquedas repetidas de la madre de Amlie del lado del simblico)

    o, que el padre, el hombre o el significante, no se haya dejado

    encerrar en la nada o en la impotencia, sea hablando en general

    porque un determinado elemento del real o del simblico ha venido a

    interponerse y a hacer caer el paso al acto, ella se sita en un estado

    en el cual no puede triunfar de la represin que aparece, o reaparece,

    de manera hegemnica.

    Algo de represin logra pasar en ella: neurosis de la cual ella no

    logra extraerse. Observemos que la abuela materna no tuvo xito

    primero en esa opcin, alcanzando solamente la omnipotencia

    demandante.

    De modo que podramos decir que cuanto ms el hombre puede

  • prestar a la mujer a confusin con Dios, es decir aquello de lo que ella

    goza, menos l odia(es)- las dos ortografas dice Lacan y en este

    asunto tambin, menos l ama11.

    En esta observacin, es posible que el hombre rehse esta

    confusin, esta asimilacin. De cualquier modo la pretensin

    materna en su intencin de constituir al Otro est abortada. Su

    veleidad de acceder al Goce Todo es llevada a qu? No a cualquier

    realidad sino al desmoronamiento brutal, referido a, por as decirlo, la

    Impotencia Toda. Pretendindolo en el dominio que entrevea ah un

    Goce Todo, ya no siente ah ningn goce. Estando el goce flico

    demasiado asimilado y superpuesto al goce Todo, es imposible. Dicho

    de otro modo, qu produce la frustracin del goce? Ella produce a lo

    ms el relanzamiento del deseo, pero ninguna especie de constitucin

    de objeto, sea cual fuese este()12. Ella no est a la altura del

    obstculo y no pudiendo devenir plena y pourtoute, no se

    encontrara en falta sino mortificada.

    Ante la pretensin del sujeto de ser Todo, en su ideal de

    plenitud, en miras a una extraordinaria exaltacin, una expansin, un

    mayor engrandecimiento, pero frente a la evidencia de los hechos

    (Aristteles), se encuentra encogido al mnimo, apretado, rechazado,

    desecho.

    El autismo, encarado de esta manera, resultara de un

    cortocircuito del Otro, colapso que pasa de la Omnipotencia esperada

    e inaugurada, a la im-omni-potencia o la omni-impotencia hecha

    realidad, en relacin a un objeto flico proyectado, llenador,

    susceptible de llegar a provocar lo infinito y lo atemporal, objeto ya

    desviado en su concepcin pero desechado incluso antes de cualquier

    inscripcin tpica suficiente, y el autista, efecto de una modalidad

    neurtica masiva sobre un fondo, una gestin de la desmentida y de la

    forclusin del nombre- del- padre.

  • Escapndosele radicalmente este goce Otro, la madre se ve

    situada, con el hijo, o incluso ambos (ya que la cada concierne en

    cierta medida al ideal compartido de un contnuum yoico)13 en un

    estado melanclico: jugndose aqu en pleno la represin, como

    resultado de la accin extremista de un S1 situado en la paradoja de

    un lugar ideal, mientras que S2 an no se encuentra instalado,

    establecido para el nio. S1 viene a golpear a la tpica con toda su

    fuerza, en el einziger zug santificado. La inhibicin y la neurotizacin

    son demasiado precoces y demasiado continuas, ellas llevan a la

    parlisis, y el gran Otro se encuentra como desecho frente al ideal de

    s mismo como Otro infinito.

    Melancola, a menos que este estado sea retomado (enseguida o

    ms tardamente) hacia otros destinos: enmarcado y compensado

    masiva y estnicamente hacia un delirio, un estado psictico, adosado

    a un gran Otro renovado en un estado religioso que comporta el

    permiso del levantamiento del interdicto y la obligacin de multiplicar

    los nios o, si el goce le adosa fenmenos fsicos intensos, en lugares

    somticos complacientes.

    Es el tiempo del Traumatismo, la inscripcin del tiempo. Ellos

    por mucho tiempo quedarn ah aturdidos, asesinados, en el goce

    encerrado sobre s mismo y recuperado, como cualquier situacin

    melanclica, en una fijacin no menos infinita. Las consecuencias de

    ello son an ms desastrosas para el nio, esencialmente evacuado de

    ese circuito de goce narcisista primario contrariado, puesto que aislado

    socialmente.

    Habindose quebrado el imaginario del Uno en una fase de

    latencia generalizada, sin el tiempo y el trabajo del duelo, el Otro es

    errtico, desestructurado en un dficit de dominio, sus apariciones son

    breves y ausente su mirada hacia el nio. El tiempo en que este pueda

    percibir su imagen, ya desapareci, se eclips. Se trata de una

    prematuridad real, de un hurfano arquetpico, y posiblemente de un

  • aborto de lo que hubiese podido desarrollarse hacia una psicosis o una

    forma mayor de neurosis obsesiva.

    En la forma acabada, si se puede decir, de esta descripcin

    terica, no habra concepcin o bien esta vehicula un riesgo letal.

    Estado cercano al espermio de la masturbacin y del vulo

    desconocido, muerte ms all de la desaparicin de la memoria. Parte

    no excepcional sino banal, cotidiana.

    El autista puro abordado segn esta hiptesis, no es un

    alienado. No hay Uno, no hay lugar para l. Cuando Lacan le lanza a su

    auditorio Todos ustedes son abortos naturales del deseo que los ha

    engendrado, est claro que el autista representa la realizacin

    paradigmtica de ello, en el real: Pour le coup, un verdadero aborto

    natural.

    Cuando no hay autismo puro con su corolario de muerte,

    (sobre todo no habra que olvidar la muy importante frecuencia de

    muerte de los autistas), estn los autistas que vemos: los autistas

    clnicos. Podemos considerar entonces que para ellos hubo

    alternancia de las posiciones de omnipotencia y de imp-omnipotencia,

    Todo o nada, que en el curso de este baile, hubo posiciones ms

    comunes de ponderacin neurtica.

    El autista clnico habra mezclado en esta hiptesis lo

    infundado y el falicismo; lo cual en una configuracin tal, familiar y

    estructural, se resuelve bajo formas que anudan aspectos psicticos y

    neurticos. Los autistas superdotados acaso no funcionan con

    comportamientos extraordinarios furiosamente obsesivos?

    Las madres testimonian mediante sus dimisiones, sus ausencias

    alternando con cuidados totalmente llenadores, higinicos y sabios,

    la necesidad de llenado y a menudo no siempre han renunciado al

    objetivo ltimo de la omnipotencia y lo ejercen cuando las condiciones

    locales lo hacen posible. Sin embargo, cuando un autista entra en un

  • circuito social, psiquitrico o familiar diferente, cuando l es

    reencontrado, su estatuto y lugar comienzan a modificarse: el Otro,

    en cuanto se le autoriza a abandonar las posiciones mecnicas y

    aspticas, interviene infaltablemente prodigndole cimientos.

    Pr. Michel Basquin

    Mi primera observacin volver hacia la ausencia supuesta de la

    mirada en el nio autista. Esa mirada ausente es definida en

    consecuencia de una ausencia de visin? O bien se define estando

    presente la visin, por una ausencia de integracin de la percepcin? O

    tambin por el hecho de que no pueda ubicarse una interaccin, una

    suerte de relacin dialctica entre el ojo y el objeto, mediante el cual el

    otro puede ser reconocido en tanto tal por la mirada.

    Evidentemente, el nio autista ve. Y l integra lo que ve, pero

    probablemente no con los mismos criterios que nosotros. l puede al

    mismo tiempo evitar un objeto o un mueble, y un momento despus

    golpearse fuertemente con ellos, incluso herirse, y no mostrar el dolor

    que nos imaginamos que haya podido sentir por el hecho de nuestra

    proyeccin.

    En cuanto a la relacin dialctica entre el ojo y el objeto, ella

    tambin existe. Nos lo muestran esos jvenes autistas que, cuando

    prcticamente no hemos percibido nada de su mirada, pudieron notar

    con una ojeada imperceptible cuando entran a una habitacin, un

    cambio nfimo de su marco habitual. Su reaccin, usualmente violenta

    a partir de esta constatacin, es interpretada fcilmente por nosotros

    como ndice de una crisis de angustia. Pero este trmino, fruto de

    nuestra proyeccin, es quizs completamente abusivo.

    Lo importante en esta situacin, es notar que hay una relacin

    dialctica entre el nio y el objeto, pero falta saber si la mirada,

  • autentificada as como tal, es susceptible de reconocer y de instituir el

    otro en lugar de sujeto.

    Mi segunda observacin concierne a una palabra usada recin

    por Graciela Cabassu de manera aparentemente inadecuada, la

    palabra difraccin. La difraccin designa un fenmeno luminoso

    constituido por franjas o por diversos fenmenos, que se produce

    cuando un haz luminoso pasa al contacto de un cuerpo opaco o por

    una abertura. Es un caso de interferencia, definida en s misma por la

    existencia del refuerzo o del debilitamiento originados por la

    superposicin o el encuentro de varios movimientos vibratorios. El

    trmino de refraccin le habra sido preferido? Esta inflexin de un

    rayo luminoso que se quiebra en la superficie de separacin de dos

    medios tampoco es adecuado, pero, origen del arco iris y del

    espejismo, introduce al mundo algo de ilusin. El trmino adecuado

    era el de reflexin, que conviene del todo, ya sea por su ambigedad, y

    su polisemia, al fenmeno del florero invertido.

    Lacan mismo logr no utilizar ninguno de esos trminos y

    subraya mucho que a travs de esa experiencia ptica, nosotros

    abordamos el campo de la ilusin, y que esta nos es provista por una

    imagen real.

    Quizs podramos proponer que en el primer esquema ptico, el

    florero representa el real del cuerpo del nio. Nos podemos plantear la

    pregunta de saber cul es el trozo de imperfeccin necesaria (es decir

    de difraccin) de la constitucin de la imagen del nio por la madre. O

    tambin plantear la capacidad del nio para saber desviarse de la

    mirada de la madre. O cul es la capacidad del retraso materno para

    an