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VIAJE) Á LA REGIÓN DE LA GOMA ELASTICA (IV. O. T> I <! IJ OItIVIV ) JOSÉ MANUEL PANDO CORONEL DE ARTILLERÍA 1>E LA REI'ÚRLICA 11E ROLIVIA Tbnio 17. 18

LA DE LA GOMA ELASTICA

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VIAJE)

Á LA

REGIÓN DE LA GOMA ELASTICA(IV. O. T> I <! IJ OItIVIV )

JOSÉ MANUEL PANDO

CORONEL DE ARTILLERÍA 1>E LA REI'ÚRLICA 11E ROLIVIA

Tbnio 17. 18

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VIAJE

A LA

Región de la. Goma Elástica(N. O. DE BOLI VI A)

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INTRODUCCIÓN

NOCIONES DE HIDROGRAFÍA BOLIVIANA

SUMARIO:—Sistema de los Andes—Tributarios del Plata—Vertiente andina occidental—Afluentes del Amazonas.

La hidrografía general de Bolivin presenta cuatro diferentes sistemas.

La gran meseta de Jos Andes, que se eleva alrededor de trece mil pies sobre el nivel del mar, ocupando una extensión superficial calculada en 150.01)0 kilómetros cuadrados, recibe las aguas de la cadena que forma la espina dorsal del Continente y dá origen á los lagos Titicaca y Poojw, unidos entre sí por el río Desaguadero.

ICs conocido (pie la gran rama oriental de la cadena de los Andes, desde el paralelo 14° de latitud Sur principia á des­viarse al S. IL, mientras el cuerpo principal de la cordillera continúa hacia el Sur, siguiendo los contornos de la costa del Océano Pacífico, basta los confines do la Pnlagonin. Ln rama oriental, éntrelos 15° y 17° dc latitud S. y los 70” y 71° al Oeste del meridiano de París, dá asiento á los nevados Illampu (1 lllimani, y entre una rama de la cadena, se eleva la gran meseta andina, formando el primer sistema hidrográfico propia­mente boliviano, cuyo carácter principal es el dc carecer sus oguas de una salida al mar.

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Son numerosos los ríos que, desembocan en el Lugo Tilienen; entre ellos, pura no recargar con detalles extraños al objeto de este libro, la parte que dedicamos á la región andina, mencio­naremos solamente, el Rames, el IlaLe, el Escoma y el Colorado. El río Mauri, que tiene su origen en la vertiente oriental del principal cuerpo de los Andes, desemboca en el río Desaguadero, el cual, como ya dijimos, comunica las aguas del Lago Titicaca con las del Poopó. liste último recibe el caudal de pequeños tributarios, que no son dignos de especial mención. Al S. del Lago Poopó, corre el Rio Grande, cuyas aguas se pierden en la vasta llanura de la Provincia de Lipez, del mismo modo que las de otros riachos de la Provincia de Carangas, inun­dando ambas corrientes una gran extensión de terreno que se caracteriza, en tiempo seco, por la presencia do grandes y variados depósitos de sal (cloruro de sodio, nitratos lie soda y de potasa.)

Las aguas que forman el sistema hidrográfico de la alti- planicc de los Andes, provienen del deshielo de los nevados que la circundan y de los manantiales que dan salida hacia la superficie á las corrientes interiores; las lluvias del verano, muy abundantes entre los trópicos, las aumentan considera­blemente durante los primeros meses del año. Mas la superficie de evaporación es tan extensa, que la mayor parte de esas aguas es absorbida por las brisas del Otoño, desapareciendo mucha parte de ellas por infiltración, fenómeno verdaderamente notable, que demuestra la existencia de canales subterráneos y que se presentan evidentemente en las cercanías del pueblo de l'ampa-Aullagas.

Sobre los flancos de los pequeños montes que de lejos circundan el Lago de Poopó, se encuentran formaciones calcá­reas, constituidas por trozos de materia fósil, cuya fractura ofrece á la simple vista la presencia de diminutos caracoles y otras especies de mariscos; estos signos, asi como la formación en sil mayor parte arenosa de la llanura, demuestran que las aguas, en tiempo remoto, ocuparon toda aquella extensión. La presencia de piedras redondas en las parles unís altas de la meseta demuestra asimismo que abierta ésta á todos los vien­tos, cuando eran cubiertas por las aguas, lia debido ser el asiento de grandes tempestades, antes que ellas se recogieran sobre las cuencas que hoy ocupan sus lagos.

La formación geológica de la alti-planicie de los Andes, ofrece todos los caracteres propios á los terrenos de aluvión antiguo, excepción hecha de las montañas que sobre ella se

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asientan, unas vece? aisladas, otras formando grupos ó serra­nías; por regla general, los montos aislados, cuyo tipo es el do La Joya, pertenecen á la tercera formación, y las serranías, (') participan dc una y otra, ó son coetáneas do los Andes.

Futre los fenómenos característicos do esta zona, se cuenta la presencia dc agua cn las capas inferiores del terreno, cons­tante en la llanura y no menos constante en la región monta­ñosa, donde se manifiesta en el laboreo de las minas.

Dadas las condiciones que ligeramente apuntamos, ora do suponer que la región que nos ocupa habría de hallarse cubierta de vegetación; mas la altura que alcanza sobre el nivel del mar, sólo permite el desarrollo dc una llora raquítica, caracterizada por el cactus, las nmlváccas y las gramíneas.

La launa os así mismo poco importante; la alpaca, la llama, el huanaco, la vicuña, la chinchilla, la vizcacha, la zorra, el avestruz y gran numero de aves dc la familia de las acuáticas, son animales propios do aquella zona; todas las demás varie­dades han sido importadas después dc lu conquista.

Bolivia utiliza estos campos en la crianza de ganados y en el cultivo de productos únicamente destinados al consumo. La irrigación aumentaría, seguramente, la importancia de estas industrias, que permanecen en un estado casi embrionario; mas, para conseguirla, seria necesario desviar el curso de sus principales ríos y arrancar al subsuelo los canales de agua que contiene, por los medios económicos y relativamente fáci­les, que son ahora del dominio de la mc^Bica; llegará tiempo en el cual las corrientes del progreso modifiquen las condiciones presentes de la alti-planicie de los Andes, haciendo brotar nuevas fuentes de prosperidad de esos extensos páramos, donde apenas boy se descubre las huellas de la planta civilizada.

Ln principal riqueza de esta región, descripln con tunta lucidez á principios del siglo XVII, en el interesante libro del Padre Barba, es la minería. Difícil os dar una idea aproxima­da acerca lie la variedad ó importancia dc los minerales de Bolivia. Casi no hay variedad conocida en el mundo que no se encuentre en aquella zona, cuyo creciente desarrollo absorbe hoy la atención, los brazos y capitulas del país: el oro, la plata, el estaño, el plomo, el cobre, el bismuto, el cobalto, el hierro, el aluminio, se encuentran con abundancia y formando varia­dísimas eombi^ftiones; la explotación se verifica cn grande escala no abarcando, sin embargo, toda la extensión de que es susceptible, por la deficiencia de brazos y de capitales, y sobre todo por la falla de vías férreas. A posar de esto, puede

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Bolivia gloriarse de poseer una industria colocada al nivel de los adelantos más modernos y de contar para la explotación de sus riquezas con el mejor peón de minas de la América del Sur. .

Correspondo á este sistema el departamento minero de Oruro y nlgtina porción de los dcpnrnienlos de La Paz y Potosí.

Pasemos ahora, aunque no sea sinó brevemente, á ocupar­nos de los tributarios del Rio de la Plata.

Todo el territorio situado ai S. E. de Bolivia, y constituido por algunas provincias del Sur, Potosí y Tarija, corresponde á este sistema hidrográfico, con una extensión superficial calcu­lada en trescientos treinta mil kilómetros cuadrados.

Sucre, capital de la República de Bolivia, ocupa justamente el dirortia aquarum entre las aguas del Plata y las del Amazonas. Situada, según l'entland, á los 19° 3' do Inl. Sur y GG° 44' 24" de longitud occidental del meridiano de París y á la altura de 2.847™ sobre el nivel del mar, la bella ciudad de Sucre, anti­gua ó histórica metrópoli de la Real Audiencia de Charcas, se vé circuida y como acariciada por numerosos raudales que después de ceñirla, caprichosamente en medio déla red de sus cristalinas aguas, llevan su tributo con rumbo divergente á las dos grandes arterias de la América del Sur.

La zona montañosa que ocupa esa región de Bolivia, desa­gua principalmente en los ríos Pilcomayo y - Bermejo, después de fecundar los estrechos pero feraces valles de Cinli y de San Juan, en los cuales se cultiva la vid, y los feracísimos campos de Tarija, destinados á la crianza de animales domés­ticos.

El problema de la navegación del Pilcomayo, aún queda sin resolverse, á pesar de los esfuerzos empleados por la fecunda iniciativa del General Ballivian y la patriótica decisión del Ge­neral Campero, Presidentes ambos de Bolivia—el primero do 1841 á 1847, y el segundo de 1880 á 1884.

Malograda la expedición Crovnux, y poco menos que esté­ril la expedición Thouar, la úlLiina del Teniente Coronel Luis Jorge Fontana, Secretario de la Gobernación del Chaco, reali­zada en 1883, tampoco ha dado satisfactorio resultado.

El rio Paraguay, ántes de su reunión con el Paraná, recibe

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también por su margen derecha algunos tributarios proceden­tes de territorio boliviano, los cuales nos abstenemos de men­cionar por carecer de importancia para la navegación.

Entre los ríos Paraguay y Pilcomayo, se extiende el Gran Chaco, región plana, baja, susceptible dc inundarse, pero vasta y propia pura la cría de ganado vacuno y caballar. Esta región, disputada á Bolivia sin derecho por el Paraguay, no adquirirá importancia sinó con el empleo dc grandes capitales destinados á la canalización y al acertado empleo ele sus manantiales.

El río Paraguay ofrece navegación fácil y segura basta el puerto de Corumbá, desde el cual se arranca el camino, tran­sitado por arrías y por carretas, que alimenta el comercio de la importante ciudad de Santa Cruz de la Sierra^Bn su tra­yecto, atraviesa una purte de la Provincia de Chiquitos, que es á la vez una de las mejor dotadas en riqueza natural y una de las más sanas y pintorescas del Oriente boliviano. Es allí donde ha de iniciarse, antes de mucho tiempo, la corriente colonizadora que al presente embeben los campos argentinos; y sin las pretensiones de hacer una profecía, estamos seguros de que la aurora de una era de civilización y de progreso para Bolivia lia dc alumbrar por el Oriente. Llegará ese día á mérito del creciente desarrollo comercial, regularizando la navegación del río Paraguay, é imponiendo, como necesidad de inaplazable urgencia, la construción, si no de una vía férrea, por Jo m^cvs de una bien establecida carretera entre Santa Cruz y Coruinhfl,

La vertiente occidental do los Andes presenta caracteres muy especiales, comunes á 1a zona litoral del Océano Pacífico,

La gran masa de la cadena desciende Inicia esa parte poco ménos que abruptamente y forma pi ofundas quebradas entre los contrafuertes que la constituyen. Si en ese lado se presen­tase el fenómeno, frecuente en la vertiente oriental, de copiosas lluvias en la estación veraniega, los flancos de aquellas mon­tañas pronto habrían abandonado su leve capa de tierra ú 1» acción erosiva délas aguas; mas, las lluvias son allí rarísimas á pesar de bailarse saturada la atmósfera de vapores acuosos, que muchas veces bastan para llar vida á ¡a ligera vcjetación de las lomas.

Son verdaderos hilos de agua los que corren por esas pro-

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fundos quebradas, en las cuales el cultivo, á pesar de la relati­va feracidad del terreno, está siempre limitado á las exigencius del consumo. .

En el departamento boliviano de Cobija, en la actualidad ocupado bélicamente por Chile, se forma el río Loa, cuyas aguas, después de regar los pintorescos valles de Chíu-chíu y de Enlama, van á confundirse con las salobres ondas del Océano Pacífico.

Con el dominio de osa árida zona, cruzada hoy por el fer­rocarril de Antofagasla, ha perdido Bolivia su único puerto sobre el mar y la posesión del lago de Bórax de Ascolán, de las ricas minas de Caracoles y do los importantes yacimientos salitreros do Antofagasla y Tocopilla, admitiendo todavía la libre importación do los productos naturales y manufacturados do Chile, que hace competencia á su producción agrícola, ale­ja el comercio extranjero, ciega las fuentes de la industria que se principiaba á desarrollar y somete al país poco ménos que á la dura condición que tenían las Colonias de España, antes de la independencia.

Esta digresión no debe considerarse fuera de lugar, si te­nemos presento que el objeto do esto libro es el de dar á co­nocer las corrientes naturales por medio de las cuales procura Bolivia abrirse paso hácia los mares, para recobrar su inde­pendencia comercial, embargada por Chile sobre el Pacífico, por razón de la fuerza, al mismo tiempo que las demás na­ciones hermanas le conceden el libre tránsito y la no ménos li­bre navegación de sus ríos, cediendo á los preceptos y prácti­cas del moderno derecho internacional y guiándose por las nobles inspiraciones de una política esencialmente americana.

Toda la región situada al N. ()., N. y E. de Bolivia corres­ponde al sistema del Amazonas, ocupando una superficie cuya extensión se tiene calculada en ochocientos noventa mil kiló­metros cuadrados.

Las aguas procedentes de las cumbres nevadas de la rama oriental de los Andes, son el principal origen de los afluentes bolivianos del Amazonas. Ellas, después de recorrer una gran zona montañosa, cortada por profundos valles donde confluye un sin número de arroyos y de ríos, desembocan en el pía-

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nalto boniaiio y lo recorren de Sur ú Norte formando los ríos Beni y Mamoré, que costituyen el gran Madera. Por otro lado, alcanzan la latitud qtic cierra . por el Norte los límites de la frontera boliviana los alluentes del Yuruá, Yutnhy y Purús, que aisladamente desembocan en el Amazonas.

Debiendo ser tales ríos el objeto principal del presente Ira- bajo, 'nos limitaremos, abora, ;i hacer un lijero resúinen del conjunto, principiando por la región oriental, vecina del Es­tado de Mattogrosso.

El río Iténez ó Guaporé principia ú los 16° 30' dc lat. Sur, cerca |de las nacieutes del Jaurú, afluente del río Paraguay y está formado por los desagües de la vertiente occidental de la Sierra do los Pareéis y los ríos dc la planicie de Mojos. Uno de los primeros tributarios por la margen izquierda, es el Bío Verde, el cual marca la línea de división entre el Brasil y Boli­via según el Tratado de límites de 1867. que completó la de­marcación practicada diez años más tarde basta el marco del Madera.

El río Iténez desde la latitud Sur de 13° 41' corre bacía el N. O. basta su confluencia con el Maniorc, con cuyas aguas se confunde á los 11° 54".

Los principales tributarios que recibe este río son: por la margen derecha, el San Francisco, Piolho, Garunibiana, Mo- quenes, San Simón y Gantarios, procedentes todos de la Sier­ra Pareéis; y por la izquerda, además del ya citado río Ver­de, el Paragaú, Baurres, rió Blanco é ltomamas, formados al Norte de la pequeña serranía dc San Javier y de Santa Ana, cerca de la cual existen las conocidas y ahora florecientes Mi­siones de Guarayos.

La región comprendida entre los tributarios del Guaporé ó Itcnez, está en su mayor parte poblada. La industria que se sostiene en esos campos es la ganadería, la cual no se desar­rolla cn las proporciones que puede alcanzar, por falla de fá­cil comunicación con los mercados del Amazonas. La provin- c.io de Magdalena, comprendida entre el Iténez y el Mamoré, es rica en productos naturales: tiene en sus sierras do San Javier y de Santa Ana, oro, (ierro, cu relativa abundancia, plomo y otros minerales no reconocidos: son extensos sus terrenos cal­cáreos, en los que abunda el cristal de roca, talco, mica, al­gunos leptinios de que puede extraerse el kaolín, y gran nú­mero de calidades de arcilla plástica; también es rica en vegetales propios para la construcción naval, ebanistería, tintorería, efe.; la región inmediata al Jaurú, es considerada como la prodilec-

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ta de la ypccncuana y el jaborandy; mas, á pesar de estas ri­quezas, la provincia boliviana de Magdalena permanece en un estado de absoluta decadencia, y se está despoblando más y más por la creciente demanda de brazos para la explotación de la goma clástica, la cual, aunque esporádicamente, también, se presenta en los bañados de sus principales ríos.

El Mainoré se l'ortnn por la reunión del Chapúrc con el Río Grande ó Gnnpny. Este último, tomnndo origen en el valle de Cocliabariiha, de las vertientes australes do sus principales neva­dos, corre Inicia el .S. E. por el ameno valle de Mizque, atra­viesa toda la región montañosa y, envolviendo ti la ciudad de Santa Cruz en una grande curva cuya convexidad mira al Na­ciente, vuelve su curso til N. O., y, después de recibir el cau­dal de grandes y pequeños tributarios, llega á reunirse con el río Chapare, donde pierde el nombre de Guapay y toma el de Memoré. con el que se dirijo más pronunciadamente hácia el N. hasta reunirse con las aguas del Beni. Los afluentes que recibe ántes de su continencia con el Chaparé, son, por la iz- querda, el Pirav, el Japacamy, el Memoré y el misino Chapa­re, y por la derecha, el Yvarc: después de la indicada conllncn- cin recibe, por lu izquierda, las aguas del Sécure, el Vanil­ina y el Yuta, y por la derecha, las del Iténez ó Guaporé, punto desde el cual se dirijo al N. hasta los 10“ y 20' de lai. Sur, donde se reune al Beni y constituye el Madera.

Las llanuras de Mojos, descriptas con tanto colorido por el ilustre viajero Aléalos 1YOrbigny, son extensos campos de pastoreo que encierran grandes cantidades de ganado vacuno. La capa que cubre el planalto de Mojos, se compone, en su mayor parte, de arenisca Isquistosa y de arcilla unidn á rocas metainórficas que aparecen en el lecho de sus ríos. Es des­conocida la edad geológica do las estriñas, á pesar de que el citado IY Orbigny atribuye i! la edad carbonífera aquellas que halló cerca de la barra del Iténez, donde asegura quo lia en­contrado fósiles. La época cuaternaria cMá representada por depósitos fluviales ó lacustres y por una capa terrosa proceden­te de las inundaciones. L^Bmaterias que el río Grande lleva en suspensión, bajo la forma de arenas de una tenuidad va­riable, son el producto de la erosión de las rocas v del suelo por donde pasa el río y sus tributarios; su cantidad varía mucho con la rapidéz y la inclinación de las aguas, y la nntnralezn de las materias suspendidas es exclusivamente silicosa y feldes- pálica, aluminóse y calcárea. Estas materias, formando ban­cos, hacen cambiar en algunos puntos el curso del rio y difi-

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■cuitan la navegación á vapor, la cual está recientemente ini- -ciada por los esfuerzos del malogrado industrial boliviano don Antonio Chaves.

El río Iténez ofrece una gran extensión navegable desde su conlluencia con el Maniorc, solamente interrumpida por una rompiente situada cerca de la boca del río Itonama, donde ■exist í la antigua fortaleza del Príncipe de Boira. Los tributarios que recibe do la provincia de Magdalena son susceptibles, así mismo, de navegarse a vapor. El límite de la navegación del Iténez. practicable para canoas, se encuentra á poco ménos de nueve kilómetros dc uno de los tributarlos del río Jaurú, nllucnle del Paraguay. En 1773 se hizo una tentativa para cana­lizar' este pequeño espacio: mas olla fue abandonada por con­siderársela entonces impracticable.

El río Mamoré antes dc las cinco cachuelas ó rápidos que tiene cerca de su conllucnciu con- el Beni, también ofrece una extensa superficie navegable, no sólo sobre sil principal cuer­po, sinó también sobre los tributarios que antes mencionamos, por un lado, hasta las cercanías de la ciudad dc Santa Cruz, y por el otro, basta la base, oriental de las montañas dc Cochabamba, situada próximamente, á 30 leguas N. de esta población.

El río Beni tiene su origen en los nevados inmediatos á la ciudad do La Paz, y se navega por balsas desde la conlluencia del Miguilln, (30 leguas al E.), deudo toma el nombro dc Bopi; después de recibir por sus dos márgenes varios ríos de la provincia dc Yungas, se reúne con el Allamaclií, procodeull dc los nevados inmediatos á Gocliiilinmba, y luego con el Kaká y el Tiliche, saliendo á la planicie de su nombro ó los lín 25' dc lat S. Sigue, desde allí, con dirección general N. 30° E., recibiendo por la izquierda los ríos Sayuba, Enapurera. Taguejc. ilundumo y Madidi, y por la derecha, el río Negro y los arro­yos Biata, Genesuaya é Ivon. Su confluencia con el Madre de Dios se verifica sobre los 10° 51' de latitud S. y 68° 57' 05'' O. de París, desde cuyo punto sigue al N. E., recibiendo las aguas del Orion, su tributario por la izquierda, y reuniéndose al Ma­niere sobro los 10° 21' 13" do. Int.. S. y 67° 15' 13" O. de París, donde se halla situada la población boliviana de Yilkdielki.

El río Madre de Dios se forma cn la alta serranía que separa la hoya del Ucayalv, al E. del valle dc Paucartaiiibo. Es constituido por los ríos Cosñipala, Tono, Piñipiñi y Querus, cuya conlluencia tiene, lugar según Gihbon á los 12° 52' latitud •S. y 72° 40' O. de Paris; desde allí corre hacia el naciente

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hasta su reunión con el Inambary, le que se verifica ó los 12° 42' lat. S. y 72° 3' long. O. de París. El inambary, principal tributario del Madre de Dios, se forma por la reunión de nu­merosos ríos que descienden de los Andes, al N. de las pro­vincias peruanas de Sandia y Carabaya; corre primero al N. O. y, después de alcanzar los 13° 27' de lat. S., se dirije al N. E. para confundirse con el Madre de Dios.

A poca distancia (3(> millas) de las juntas del Inambary se abre la boca del río Heatli, tributario por la margen derecha del Madre do Dios, y éste último sigue rumbo al E. hasta el punto denominado Cachuela Vázquez, desde donde se dirije más ó ménos al N. E. basta reunirse con el Beni.

Otro de los tributarios del Beni es el rio Orton, que desem­boca por la izquierda á los 10" 4í' de lat. Sur y OS" 40' de long. O. de París, después de recorrer una extensión conside­rable que principia, á nuestro juicio, en la misma cadena que ha dado origen al río Madre de Dios.

Al N. de este río se encuentra el Abuuá, formado por pe­queños arroyos que nacen cerca del Orton y el Acre, entre los 70" y 71° de long. occidental del meridiano de París. Este río desemboca en el Madera, entre las cachuelas Pedemera y Ara­ras, después de correr por en medio de tierras altas que sepa­ran la región del Purús de la de los tributarios del Beni y del Madera. Su curso no es muy largo y está, además, cortado por un salto casi infranqueable en las proximidades de su boca; forman sus brazos extensos bañados poblados de la pre­ciosa Siphonia elástica, ||ue solo explotan los salvajes que están inmediatos al rio Acre.

El valle del Purús, ocupa un nivel inferior al de los afluen­tes del río Madera. Sus aguas nacen en una rama de los Andes situada entre la hoya del Ucayali y la del Purús, cuya altura y dirección no son bastante conocidas.

l.os ríos Acre y Alto Purús, cuya confluencia tiene lugar á los <S" 47' 4fi" hit. Sur y (>*.)" 41' long. O. de París, son los principales brazos de este gran rio, (pie desemboca directa­mente en el Amazonas, ofreciendo una vasta extensión nave­gable á vapor.

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El río Acre recibe las aguas de algunos tributarios de im­portancia, entre los que se cuentan, por la margen derecha, sólo el arroyo que llamaremos «Paraíso», y por la izquierda, el arroyo Chapury, el riacho lrary ó Riosiño, el Irrojo de Andirá y el riacho Antomary, todos los ciialcs ofrecen navega­ción para lanchas de regular calado. El Acre se navega en grandes vapores do Diciembre á Junio, época en la cual se suspende la navegación por no encontrarse calado suficiente, aun para embarcaciones menores.

El Alto Purús recibe, igualmente, por su margen derecha, los pequeños ríos Urbano, Yanahá, Arncú y Ilyuacu; por la margen izquierda, el Corunahá. el Tarahuacá y el Canguití. Después de su reunión con el Acre, recibe el lnahuinym, Se- ninynl y Pahuinym, por la orilla izquierda y, por la derecha, el lluxy, uno de cuyos brazos corre paralelo al Acre, con el nombre de Iguiry. Más allá de la boca del ltuxv, donde se ha construido la Villa do Lábren, recibe el Purús otros afluentes do los que no hablaremos por no extender demasiado oslo li.jero resúnien de los ríos bolivianos.

El río Yunta, reconoce, sin duda, el mismo origen que el Purús, esto os, la serranía no explorada que divide las aguas que se dirijen al N. E., de las que van á la hoya del Ucayali.

Son numerosos los brazos que forman el Yuruá, correspon­diendo todos á dos principales arterias, que son, el Tarahuacá y el propio Yuruá. Este río, como el Purús, desemboca directa­mente en el Amazonas, después de recorrer una extensa región navegable á vapor.

El Yutahy, es el último rio que tiene parte de su curso en territorio boliviano. Nace en la misma serranía que los ante­riores y sigue una dirección igual, desembocando también en el Amazonas. Su navegación es fácil y se asegura que su curso es en extremo tortuoso.

Siguiendo la recta de división entre Bolivia y el Brasil, se alcanza el nacimiento del rio Yuvari, triple límite entro el Brasil, Bolivia y el Perú, del que no nos ocuparemos ahora para poner término á esta introducción, que, sin embargo de limitarse ii la enunciación de los principales ríos del norte de Bolivia, de que más adelante trataremos con más extensión, se ha hecho más larga de lo que esperábamos.

Solo nos resta hablar de la extensión navegable á vapor que presentan los afluentes bolivianos del rio Amazonas, la cual, si bien no ofrece calado para embarcaciones majores, puede utilizarse para el tráfico comercial por medio de lanchas

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upropindns que culón do cuatro ú sois píos, sobro los ríos Yutaliy, Yuruá, Alto Purús, Acre, Orion, Madre de Dios, Heath, lnambary, Beni, Madidi, Iténez y Mamoré, con sus res­pectivos afluentes.

La navegación alcanza, abora mismo, en los mencionados ríos, casi todo el desarrollo dc que es susceptible, pudiendo aumentarse considerablemente, si se salva la dificultad que le ofrecen lns cachuelas del río Madera, por medio de una estra­da de fierro, que no es de difícil construcción, según lo ina- niíiestaron los diferentes estudios practicados sobre ese corto trayecto, por cinco distintas comisiones. El esfuerzo combinado dc los Estados del N. de Brasil y la República de Bolivia, daría el resultado apetecido, sin mayor gravamen, como ten­dremos ocasión de demostrarlo cn su oportunidad.

Creemos no anclar equivocados calculando la extensión de los ríos bolivianos, que es navegable en lanchas á vapor, en nueve mil kilómetros, que forman una importante cifra, segura fuente de progreso.

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PRIMERA PARTE

ALTA PLANICIE DEL BJJJUI

SUMARIO:—Nacientes del Rio Beni—Vías de «QPiunicación entre la meseta de los Andes y la planicie del B$ptí.—Curso y navegación de este rio.—Nacientes del Madre de pjp», su curso y navegación.—Con­fluencia. Beni-Madre de Riveralta. — El rio Orion.—Con­fluencia Beni-Mamorc, ^jiliibollii,—Cn.ehnelns del rio Madera.— Proyecto de unn cstri^¡i,Ao hierro.—Comercio boliviano.

Durante muchos Aj^os explicaron los geólogos la forma actual de nuestro ^j$#ela, por los movimientos convulsivos de la costra terrestiie,.^dgün ellos, las montañas debídli 8Q origen á bruscos lcva/uámietttos; las depresiones correspondientes á éstos habían doÍHÍorigen á las cuencas de los lagos y de los mares; los vq$Aá no eran sinó las grietas formadas por la dislo­cación desuelo; por todas partes se pretendía descubrir huellas de la catástrofe, atribuyéndose á la acción atmosférica y al curso de las aguas el único papel dc niveladores del terreno así levantado.

Más tarde, la escuela inglesa rechazó esa antigua doctrina y estableció que los fenómenos físicos que presenta la superfi­cie del planeta, se deben, principalmente, á las fuerzas activas de nucslros días, salvas ciertas variaciones de intensidad que se presentan claras á la vista del observador. A la teoría de los levantamientos repentinos, sucedió la de las lentas oscilaciones cuyos efectos no se dejan sentir más que al cabo do millares de años, tales como la agregación imperceptible que eleva el fondo de los mares, el ni velainiento por erosión que opera paulatinamente la acción de los nevados y de los torrentes sobre los bancos de las montañas, v los deltas ó declives formados por la arena cn el comienzo de las grandes ó pequeñas plani­cies hacia las cuales se abren paso las aguas. Esta teoría que no tiene más punto objetable que el de atribuir al globo una antigüedad prodigioso, está más conforme con el verdadero espíritu de la ciencia, por que reemplaza los cataclismos acci­dentales por el juego regular de las fuerzas constantes dc la naturaleza.

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Nosotros la admitimos sin vacilación, en cuanto se refiere ¡i la época posterior al periodo glacial, cuya acción lia dejado pro­fundas, persistentes y visibles huellas en la rama oriental de los Ancles, que dá origen al sistema hidrográfico del rio Beni. Las investigaciones hechas por geólogos contemporáneos sobre la cadena de los Alpes, demuestran la grande potencia de los nevados que cubrieron la Europa central en los tiempos pre­históricos. La sección operada por los tórrenlos en los Huncos de los montes que se encuentran al Norte de la cadena de los Andes, presenta la agregación disconforme de materiales acu­mulados durante el período glacial, que no deja duda acerca de la acción de las grandes masas de hielo que se deslizaron lentamente desde lo alto de las montañas hasta un nivel favo­rable á su licuación. (

Si se tiene en cuenta las proporciones que en su rama orien­tal alcanza la cadena de los Andes, se establecerá fácilmente la relación que guarda ella con los poderosbs ríos que le deben su origen. En efecto, si además de la■•altWrajde 6.487“* y 6.445™ que dan respectivamente los grandes nev udod Jllgmqm ó Illimani, so aprecia la amplitud de lu región montnñosaiifque de Sur á Norte mide muy cerca de dos grados geográfico'^, se verá que hay extensión bastante para dar nacimiento á uno de los más grandes ríos del continente, cuyo caudal se alimenta por el deshielo y las lluvias copiosas de ocho meses al año.

El aspecto físico de esta región, surcada por valles profun­dos y estrechos, que corresponden al periodo torrencial, es de lo mas interesante: los montes se presentan redondeados en su cima por causas atmosféricas cuya fuerza viva es inagotable porque el sol, actuando como una bomba gigantesca sobre la pla­nicie del Beni.^Riirn el agua que de ella se evapora, la sus­pende y luego deja caer sobre ellos en forma de lluvia ó de nieve, vivificando la vegetación que exhuberante se desarrolla; los valles estrechos y profundos lor donde corren los ríos, arrroyos y tor­rentes, que descienden de los nevados y de los llancos abruptos de las montañas; los cambios de vegetación adaptados á las gradaciones del clima; cascadas en que se precipitan los tor­rentes; enormes masas de pizarra, (pie ofrece á la vista la denudación del terreno arrastrado por las aguas; puentes na­turales de piedra, formados por inmensos derrumbes; ln vista de los novados inmediatos; sendas estrechas, abiertas por el atrevido viajero (pie, á riesgo de la vida, cruza los escarpados flancos de los cerros; no interrumpida selva que I medida que se desciende ú los valles alimenta en lozanía y esplendor; pía-

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vas cada vez más extensas y ríos navegables en balsas; mari­posas multicolores, pájaros de vistoso plumaje, llores descono­cidas ipie nos llevan de sorpresa en sorpresa; tal es el conjunto de impresiones que recibe, el viajero (pie por primera vez penetra en la región montañosa que» separa la meseta de los Andes de In planicie beninim. A medida que so avanza, los cerros se presentan menos elevados, se encuentra la confluencia de los ríos, se descubre llanui^Binterrumpidas por serranías distan­tes, hasta que, después de cruzar por Iros gargantas profundas y pintorescas, se desemboca en le, gran llanura (pie no tiene más límite que la costa del Atlántico, donde recibe el viajero una indefinible sensación de descanso y bienestar.

El río Choquevnpu, (pie pasa por la ciudad de la Paz, es origen del poderoso Beni. Se Corma al Sur de la cordillera, y reunido á los de Carnéalo, Luribav y Arara, atraviesa la gran cadena, al Este del Illimani, en un punto denominado Angos­tura, notable cual pocos, por (pie ofrece desnudas á la vista todas formaciones que constituyen el esqueleto de los Andes.

Gomo tenemos que ocuparnos de las vías de comunicación existentes entre la meseta de los Andes y la planicie del Beni, reservaremos la mención de. los ríos (pie se unen al Choqiic- yapu, basta que tratemos de su navegación.

Tres son, por ahora, las vías de comunicación entre la Paz y el río Beni. Esta ciudad, cuya situación geográfica es, según Pentland, do 16° 29' 57" latitud S. y longitud 70°29' 25" al 0. de París, esta construida á "’3.726 sobre el nivel del mar, en el fondo de una quebrada abierta al pié de la cordillera.

L.a primera vio es terrestre, más larga y penosa que las otras, que son mixtas; pero, que puede transitarse con seguridad en todo tiempo. De la Paz se viaja ocho días I caballo hasta el pueblo de Paleolítico, situado al pié de los Andes; de éste, se hace cinco días á lomo de muía hasta el pueblo de Apolo, ea- pil.nl do hi Provincia de Cnmpolicmi; de aquí, sois dlns á pié hasta el pueblo de San José de 1 lchupitimns; y. filialmente, tres días ti caballo hnstn llnrcimhiiqiie; fofa] 22 días, de los cuales, los primores cuatro y los últimos dos dias, por terreno pimío, todo lo demás, por país montañoso; difícil es formar concepto de las penalidades de semejante viaje.

Tomo VI. 19

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I.a segunda vía es por el valle de Mapiri. De la Paz á So­rula son (res dias á caballo y cuatro más hasta el río Mapiri. Allí se toma balsas tripuladas por los indios Leeos, y se baja en un día y medio hasta el Guanay, confluencia de los ríos Mapiri, Fipuanv, Challona y Boroico, orígenes del Kaka. Del Guanay se desciende cn cuatro días hasta Rnrenabiiqiie, sal­vando los saltos de Betama, Nube y Beu, que ofrecen bastan­te peligro.

I.a tercera vía es la del Dio de la Paz. La distancia <pie se­para esta ciudad de las juntas del rio Miguilla, es de 30 leguas, que se recorren á caballo. Desde la conlluencia del Miguilla, el río toma el nombre de Bopi, hasta su reunión con el Alta- machi, ipie se lo reúne por la margen derecha, cerca de la mi­sión fruiiciscami «Cobendo». El Bopi recibe muchos ^Bs pro­cedentes de las provincias de Yungas é Inquisive, siendo, en­tre ellos, el más importante, el Faniampaya. Desde su reunión con el Adtamachi. toma el río el nombre de Beni y se dirije al N. O., hasta su reunión con el Kaka, donde cambia hacia el N.; después de recibir las aguas del ruiche, que le vienen del O., y salvar las gargantas de Beu, Bala y Zepíta, desem­boca en la planicie del Beni, á la altura de Bureimbaquc. La navegación de este río se hace en balsas tripuladas únicamente por los acólitos de Cobendo y de Santa Ana; á pesar de ser muy peligrosa, el cuidado de los neófitos hace que los desas­tres sean muy raros; la navegación puede hacerse en nueve días desdo Miguilla, que agregados á los tres (pie so emplean desde la Paz, lineen un total de doce días.

La balsa es una especio do embarcación Ibrnmdn dc los troncos de un árbol que se asemeja al boj, que tiene poco más pe­so que el corcho; reunidos siete palos dc balsa por medio de unas espigas flexibles de chonta, forman la balsa, cuya proa se levanta en ángulo de 45"; la carga se coloca sobre una arma­zón de cañas tejidas á un pié de altura sobre el piso de la bal­sa; la reunión de dos ó más balsas, constituye el callapo, que resiste mejor á los accidentes de la navegación y soporta re­lativamente mayor peso; un callapo de (res balsas, requiere cinco tripulantes y puede llevar veinticinco (púntales de peso y seis pasajeros. Se comprende (pie este medio de trasporte es de los más 'primitivos; sin embargo, como los ríos en esa parte no se pueden navegar en botes por el fondo desigual y pedregoso, la balsa es un seguro y único medio de movilidad.

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Principia en Rurenabaque, cuya posición geográfica es de14° 25' de lat. S. y 69° 36' long. O. de París, la vasta planiciedel Beni, que se extiende por el N. hasta la frontera del Bra­sil, por el E. hasta la sierra do los Parecis, y por el O. hastala cadena de los Andes.

En este punto se reunió, en Setiembre de 1892, el personal de la expedición destinada á las exploración de los ríos del N. O., compuesta de los señores .losé M. Pando, jefe, Ladislao lbarrn, sub-jefe, Eélix Miiller, ingeniero; y de. treinta jóvenes de. la sociedad de La Paz.

El programa de la expedición era el siguientes: cruzar por tierra del río Beni, al Inambary, sobre el paralelo de Ixiamas, explorar este río hasta su reunión con el Aladre de Dios y estudiar este curso hasta la confluencia del rio Beni, formando una colonia industrial en el punto más apropiado del Madre de Dios; este programa fué autorizado por Ley de 26 de Octu­bre de 1891, sancionada por el Ejecutivo. Mas, para llevarlo á la práctica, era menester contar con brazos auxiliares, que no fueron oportumente facilitados, y los jefes de la expedición, ante semejante dificultad, resolvieron bajar por el río Beni, pa­ra emprender el estudio del Madre de Dios y la exploración del Inambary, utilizando una lancha á vapor y el personal de tra­bajo de don Augusto Boca, conocido industrial de goma clástica.

Antes de emprender este viaje, el jefe de la expedición, acompañado por el ingeniero y cuatro de los jóvenes, marchó hácia la serranía que se levanta al S. O. de Ixiamas, á fin de determinar su posición geográfica y toma!1 nota de la configu­ración del territorio inmediato. Después de ocho días de viaje á caballo y seis de marcha á pié, quedó establecida la situa­ción de Ixiamas, reconocida la dirección general de la cadena y estimadas, á la vista, las distancias que median entre los diferentes picos de. la serranía, datos que debían servir para la travesía, que, se resolvió emprender por tieira, al E. del Inambary, hasta el pueblo de Ixiamas.

El 8 do Diciembre de 1892, principié) la expedición su via­je de estudio por el rio Beni, en un batelón de suficiente ca­pacidad. tripulado, á falta de brazos auxiliares, por los mismos expedicionarios.

El río Beni es navegable á vapor desde el puerto de Rurena- baque. A las 21 millas de este lugar y á poca distancia sobre el mismo meridiano, se encuentra el Puerto de Salinas, propio de la antigua población de Reyes, que ofrece mayor calado para las embarcaciones á vapor destinadas á la navegación de este rio.

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Sobre la márgen derecha del Beni, se extienden las vastas llanuras de Mojos, propias para la crianza de ganado vacuno y se hallan establecidos los pueblos de Reyes, Exaltación y Santa Ana, cuya principal industria es la ganadería; sóbrela márgen izquierda, se présenla una gran llanura cubierta de tu­pida selva, cuya eonlinuidnd interrumpen solamente ios pajo­nales de Ixiaiiins, pueblo do indios que, como Enmiipnsii, se fundó sobre la planico del Beni al lili del siglo pasado.

Entre Rnrenahaqiie y Puerto de Salinas, deposita el Bío piedra redondeada y arena, que forman bancos donde se enclavan los troncos llevados por la corriente; se considera peligroso este punto, llamado Atamarini, para el pasaje de los batelones; pero puede salvarse este inconveniente <í poco costo y extenderse la navegación á vapor hasta Rurenabaquc, cuya situación es mucho más ventajosa para el comercio (pie que la del aislado y miserable Puerto de Salinas.

El Río Beni, en la primera parte de su curso, se dirije, al N. ()., donde recibe, par la izquierda las aguas del Saynba, l’arene, Eiiapurera, Feqiioje y Cundomo, que corren, ios primeros entre Fumupasa ó Iximnns y el último al E. de la ultima población. A los 13° 10' dc lal. S., desemboca en él, por la márgen derecha, el Río Negro, que se forma en los campos inmediatos á Reyes y no ofrece interés alguno. Poco más adelante principia la región de la goma elástica, cuyo límite austral lo forma el paralelo 13° sobre toda la extensión dc la llanura. Hasta esa altura, la travesía del Beni se carac­teriza por iMusencia de población, debiendo pasar el .viajero las primeras seis noches del viaje en el bosque desierto, en el que, por la misma razón, abunda la caza como en ningún otro lugar. El principal tributario del Beni, es el Rio Madidi, cuya boca se presenta sobre la orilla izquierda á los 12° 33' de lal. Sud ; el Madidi es navegable para pequeñas embarcaciones, v procede como los ríos (pie vienen por esa parte, de los úl­timos contrafuertes de los Andes. Según el geógrafo Baimondi, este río es el que atraviesa la quebrada de San Juan del Oro, con el nombre de Paplobamba, aserción (pie no está aún com­probada por estudios especiales.

Los esl.alilociiiiieiilos dedicados ií ln explotación do la goma clástica en el rio Beni y sus iilluentes, son: sobre la márgen derecha, Irnpann, Gnaiiny, Carnavales, California, Esperanza, San Manuel, Concepción, Nazarel ó Ivon ; por la izquierda, Madidi, Todos Santos, San Antonio, Maco, Fortaleza, Vitum-

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bo, Santo Domingo Etea, San Lorenzo, Blancaílor, Mamorebey, Copaeabana, Exaltación, Bellabrisn, Libertad y Victoria.

La producción de goma elástica, empleando un personal de quinientos trabajadores, es de, treinta mil arrobas, que- representan un valor de cuarenta mil bolivianos. La agri­cultura está muy limitada, á ¡tesar do In l'crncidiid del suelo que es propio pura los más valiosos cultivos. La causa está en las ventajas que reporta el trabajo de la goma y en la cscaséz de brazos para la industria agrícola.

Los arroyos que desembocan en el Beni, al Norte del río Madidi, son: por la izquierda, el Etea y por la derecha el Binla, Genesuaya é Ivon, navegables á remo.

Las tribus do salvajes que se hallan inmediatas al Beni, son: hácia la derecha, los Cbacobos, concentrados en grupos de pocas familias cerca de las cabeceras del arroyo Ivon, y sobre la derecha los feroces Guarapos, de los que más adelante debe­mos ocuparnos con alguna extensión. Los antiguos neófitos de la misión de Gavinas, erigida sobre el rio Madidi, á principios del siglo, se han trasportado á la margen derecha del Beni, para huir de la persecución de los guarapos que les declararon guerra sin cuartel; han vuelto ¡i hi vida primitiva sin dejar de comunicarse con los cristianos, y su número está cada vez más reducido.

Desde 1890 se ha procurado el establecimiento de una segura comunicación entre las estancias de Exaltación y Beyes Y la orilla derecha del río Beni. Hoy día, merced al esfuerzo de los industriales y estai^Bros, esa iniciativa ha obtenido favorable resultado y el Beni cuenta con abundante gana­do vacuno.

Los ocho días que hay que navegar el río Beni, desde la primera alquería, hasta la confluencia del Madre de Dios, son bastantes llevaderos. El medio de trasporte es siempre el batelón; la navegación franca y sin peligro, y la región bas­tante poblada. La hospitalidad se ejerce con una espontaneidad, que linee honor á los habitantes. La conversación, general­mente animada, permite al viajero recoger abundantes detalles acerca del esfuerzo empleado para establecer la nuera indus- Irin gomera.

Entre los asnillos que llamaron la atención do quien oslas páginas escribe, linv uno que merece consignarse en estos apuntes, porque se relaciona con la historia del río Beni.

Desde 1875 principió á descubrirse goma elástica en las proximidades del río Madidi, donde, como ya dijimos, existía

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ln misión do Gavinas. Conocida sil explotación por los bolivia­nos que descendieron hasta el río Madera, donde se la hacía en grande escala, fundáronse pequeños trabajos estimulados por el bajo precio de los salarios. En 1880 habían' tomado ya alguna importancia y ndelantádose hasta las proximidades del arroyo Ivon, cuando se presentó el doctor Edwin R. Healh, animado del propósito de adelantar la exploración del Beni liaste su conlluencia con el Madre de Dios. Debe advertirse que el rio Beni no estaba explorado y que se le suponía im­practicable para la navegación, trasportando el producto de la explotación por el pueblo de Reyes, el río Yacuma y última­mente por el Mamoré y Madera, basta los mercados de venta. Si se pasa la vista por una carta de esa región, se verá cuánto era el rodeo que se hacía y se podrá calcular el poco provecho que reportaban los industriales. El doctor Edwin R. Healh, acompañado por dos naturales que le fueron libe­ralmente ofrecidos por los señores Antenor Vázquez y Antonio Vaca Diez, emprendió la exploración de la parte baja del río Reni, teniendo la buena suerte de encontrar, después del se­gundo día de viaje, la boca del río Madre de Dios; más tarde, la del Orion; luego, la única rompiente que embaraza la na­vegación del rio, lu Cachuela Esperanza, y por último, la con­tinencia del Beni con el Mamoré, que de ántcs la tenia reconocida. Esta meritoria empresa, (pie ha conquistado para el atrevido explorador la gratitud de Bolivia y el aplauso de todas las sociedades geográficas, dió nueva dirección al co­mercio del rio Beni, que después se lia desarrollado por la vía natural y propia, con facilidad y economía.

Después del viaje del doctor Healh, se establecieron traba­jos sobre el arroyo Ivon, por el señor Antenor Vázquez, y sobre el rio Orion, por el doctor Antonio Vaca Diez, en vir­tud de señales colocadas por el explorador en cada uno de estos silios, cn recompensa dc los auxilios que le habían prestado paia su interesante viaje, y de las instancias del Prefecto del Beni, doctor Fermín Merizalde, quien comprendió pronto la necesidad de poblar el Bajo Beni, para asegurar la nueva comunicación.

El curso que lleva el rio Beni, es en su primera parte al N. O; volviendo hacia el N. E., pasa por el meridiano de Puerto Salinas á la altura de la Barraca Etea, y de allí sigue pronunciadament^Bil N. E. hasta su reunión con el Madre de Dios. En este punto tiene de ancho 300“, que es, más ó ménos, el que presenta desde la boca del río Madidi. La ve-

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locidad media de su corriente, la calculamos en tres millas por hora. Su fondo muy variable, dando de una á tres brazas. El curso muy sinuoso, á causa de las molerías que el agua lleva en suspensión, las cuales, cu general, de naturaleza aluminóse y arenisca, forman conos de deyección sobre, la par­te convexa de las curvas y hacen cambiar á menudo el curso del río. Fácilmente descubre la mirada el lecho abandonado en época anterior, más ó menos lejana, y observa el trabajo de erosión que operan las aguas sobre la concavidad de las curvas, que socaba la corriente derrumbando gigantescos ár­boles y llegando hasta dar comunicación ¡i los puntos más aproximados do las vueltas. El lecho del río Beni no es to­davía definitivo; la acción niveladora de sus corrientes, que sirven ú la vez de azuda y de vehículo, tiene aún que operar muchas trasformaciones; felizmente, la inundación no ame­naza los establecimientos industriales, situados sobre terrenos terciarios de bastante consistencia y suficiente elevación. La velocidad media de la corriente, es de cerca de tres millas en tiempo seco, aumentando con las ('recientes, y la extensión navegable, desde Rurenabaque basta las punta del Madre de Dios, aproximadamente de 415 millas.

El río Madre de Dios tiene su origen en la rama oriental de la cordillera de los Andes, entre los 12° y 14° 30' de latitud Sur.

Los naturales le llamaron Mame, Garcilaso, refiriéndose á la expedición del Inca Yupangui ¡i la conquista de los Mnsits, le llama Amaru-mayo (Rio de las Serpientes); algunos misio­neros le. llamaron Río de Gastóla, y por último, el Padre Ju­lián Bobo de Rebello bautizólo conoide Madre de Dios, que es el (pie ha prevalecido.

Ya dijimos que se levanta una grande serranía entre el valle que ocupan los aílucnles del río Uc.ayali y el que recorren las aguas del Madre de Dios. Esa serranía, dirigiéndose al Norte hasta las nacientes del río Yavary, es seguramente la que dá origen después del Madre de Dios, a! río Purús, al Yuruá y al Yulahy, de que mas tarde nos ocuparemos. Hácia el Sur, la cordillera se levanta á grande altura y toda^Bus vertientes orientales desaguan en el Ynambory, rio que baña el pié do las provincias peruanas de Carabaya y Sandía, antes de reu­nirse con el Madre de Dios.

Para hacer más metódica la descripción de este gran río, objeto principal de nuestra primera expedición, seguiremos la marcha de esta, transcribiendo, cuando luerc necesario, algunos fragmentos del diario de la exploración.

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Después de estudiar las 120 millas que recorre el Beni, des­de su conlluencia con el Madre dc Dios (Riveralta) hasta su unión con el Mamoré (Villabella), el ingeniero de la expedi­ción, lomando por cierlo el meridiano atribuido al mareo del río Madero en el mapa publicado en la Paz por don Eduardo Idiaguez, verificó la posición en ese punto con relación al paralólo do latitud S. y arregló el cronómetro según el ángulo horario obtenido sobre ol indicado meridiano.

El 28 de Enero de 1893, salió la -expedición de Riveralta, para tomar en el establecimiento de Valparaíso la lancha á vapor del Sr. Augusto Roca, destinada á la exploración. Esta lancha puede transportar veinte toneladas de carga y ofrece lu­gar para cuarenta pasageros. Se creía encontrarla en buenas condiciones; mas después de un viaje en el río Beni, donde las arenas que lleva el agua habían gastado los cilindros y émbo­los de la bomba de alimentación del caldero, estaba apenas ulilizable, como lo veremos durante la marcha.

Después de corta demora en Valparaíso, la expedición siguió- viaje el 2 de Febrero remontando el curso del Madre de Dios, que estaba en creciente.

El sistema adoptado por el ingeniero señor Mtiller, con apro­bación de quien estas paginas escribe, l'ué el siguiente: levan­tamiento á la brújztla del curso del río: establecimiento cada veinticuatro horas, cuando lo permitiese el tiempo, de la situa­ción geográfica de algunos sitios, para hacer las correcciones al trabajo de levantamiento; observación de hora en hora de la temperatura y presiones barométricas; sondajes frecuentes y apreciación de la velocidad de la corriente, por medio del escandallo y el Patent log ó corredera.

Del día 2 al 9 de Febrero liemos recorrido 215 kilómetros que separan Valparaíso del Carmen, establecimientos, uno y otro pertenecientes á Roca y hermano. En el trayecto hemos hecho frecuentes sondajes, que dan un fondo que varía de dos á siete metros, á cincuenta metros de las orillas, por donde es necesario navegar para vencer la corriente, que en el centro del río es mucho mayor. En la carta especial que tenemos levantada, la misma que nos debe formar parte de este trabajo, tenemos representados los datos hidrográficos que pueden servir para la navegación del Madre de Dios. Así como el fondo, la corriente del rio es también variable, -dis­minuye en las orillas, donde á veces forma grandes remansos de corriente contraria y aumenta en determinados sitios: unas veces alcanza una velocidad de cinco millas por hora, otras la

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velocidad disminuye sensiblemente hasta cerca de tres millas, alternativas resultantes de los accidentes del lecho del río, cuya naturaleza es arcillosa y arenisca, presentando en algunos puntos rocas metamórlicas y conglomerados Ferruginosos. El ancho del rio varía igualmente, amoldándose á las prolonga­ciones de lu tierra (irme, que lo rechazan ó enciijoimn; mas en la estación en que lo liemos navegado, no baja de sete­cientos metros.

La temperatura máxima observada en los siete primeros días de viaje, ha sido de 31° c. y la mínima de 22° c. á la sombra. El tiempo variable. Las presiones barométricas de 75® á 763

Son tantos los brazos en que se divide el Madre de Dios, que le podemos llamar con toda propiedad río de las Islas. Entre Valparaíso y la Barraca San Pablo hemos locado las islas Candelaria y Barbana. Los arroyos más importantes entre ambos puntos son el de San Pablo viejo y el de San Pablo alto, que desembocan, el primero, por la izquierda, y el se­gundo por el lado opuesto; en las inmediaciones de San Pablo se descubre terreno bajo, cubierto por bañados y por lagunas de poca extensión. El río Forma una gran curva por el norte, cuya cuerda menor corresponde á la dirección de la Isla Can­delaria. '

Los dos establecimientos de San Pablo pertenecen al señor Nicanor G. Salvatierra y cuentan con un personal de GO pica­dores. San Pablo alto está situado sobre una elevación del terreno en la Inárgen derecha del río, recibiendo por el misino lado un arroyo de alguna importancia.

Entre San Pablo y Sena, la Lriinera parle del curso del Madre de Dios presenta algunas islas y la boca de pequeños arroyos; la margen derecha es siempre alta y la izquierda, baja y pantanosa. Recibe por la derecha el arroyo Genechiquía sobre cuya desembocadura está situada una Barraca, que lleva el mismo nombre; al frente de ésta se descubre una isla de alguna extensión, cubierta de árboles de la familia de las aca­cias. Poco más adelante y sobre la orilla derecha, se encuen­tra la Barraca Maravillas, (pie no ofrece más particularidad que ser el punto de partida de unu vía de comunicación entre el Madre de Dios y el río Ortóii. Desde Genechiquía al río Beni, la distancia es relativamente pequeña; exisle un camino que termina en aquel río cerca de la Barraca Copacabana, el cual puede bien utilizarse para la conducción de ganado va­cuno. Poco más adelante el río ensancha notablemente y se

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descubro el eslublocimienta do Canadá; más lójos, y sobro ln misma orilla derecha, el rio Sena y la Barraca del mismo nombre, de propiedad del señor Manuel Cárdenas. El' río Sena desciende desde la serranía de los Andes, como luego tendre­mos ocasión de demostrarlo, y recibe por la derecha un afluente de consideración, el Manuripi, que se forma en las inmedia­ciones del rio Beni, y por la izquierda, el Sepere. Agotada la goma elástica en los antiguos trabajos establecidos sobre el río Beni, gran parle de aquéllos industriales se han extendido Inicia los afilíenles del Sena, donde la preciosa Stpltoiiia elástica se presenta con mayor abundancia y lozanía. El río Sena tiene en su boca, cuarenta metros de ancho y tres á cuatro de fondo; es navegable hasta en sus alliientes, de curso sinuoso, y recibo gran número de arroyos grandes y pequeños El señor Cárdenas tiene establecidos sus trabajos de explotación sobre los bañados de este río, con un personal de ciento veinte picadores. Se considera esta región una de las más ricas del Madre de Dios, el cual es, al mismo tiempo, de mayor im­portancia que el Beni, bajo el punto de vista industrial. Entre el Sena y el Carmen, existen pequeños establecimientos, varias islas y arroyos que no son dignos de mención. Entre los pri­meros, ofrece la Barraca Independencia la circunstancia de tener abierta una vía de comunicación entre el Madre de Dios y la confluencia de los ríos Manuripi y Yauamano, que son el origen del Orion; esta comunicación es la que debe servir de punto de partida al camino catre el Madre de Dios y el rio Acre, por ser el que ofrece mayores ventajas, por la dis­tancia, naturaleza del terreno y condiciones navegables de los ríos que está llamado á poner en comunicación. El estableci­miento de Camaclio, propio del mencionado señor Cárdenas, tiene un personal selecto, compuesto en su mayor parte de salvajes Araonas, los únicos que se prestan á 1a colonización. Entre estas posesiones y la del Cárinen, corro nn arroyo deno­minado «Lindero», que tiene poca importancia. El río Madre de Dios, en el punto (pie ocupa el establecimiento de Camacho, está cruzado por una rompiente de piedra canga, que en tiempo seco impide la navegación á vapor, pero que puede canalizarse fácilmente.

El establecimiento del Ciínnen es, sin disputa, el mas im­portante del río Madre de Dios, y pertenece á la firma industrial A. Boca y C“. Cuenta con nn personal de cuatrocientos pica­dores y posee una grande extensión de terreno, que se lia puesto al amparo de la Ley do 26 de Octubre de 1891. Las

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dependen cías clel Cármen son las siguientes: Palmira, Asunción, San Pedro, América, Libertad, la Colonia Monlcverde, llumaytá y oíros trabajos de reciente instalación. Sobre el río Manurípi posee también algunos centros últimamente formados, que van tomando creciente importancia.

Las posesiones del Carinen so extienden basta el arroyo Gibbon, inmediato á la boca del Inambary, y están constitui­das cu diez lotes alternos, cada uno de los cuales tiene una superficie de. diez leguas cuadradas. Esta empresa está llamada á tomar un grande incremento por el personal de que dispone, el espíritu progresista de los empresarios \ el capital con que Ic es posible contar para el desarrollo de los trabajos de ex­plotación, cuyo resultado es, desde luego, de los más satisfac­torios. La presencia de numerosas tribus de salvajes en la parle alta del Madre de Dios, os el único inconveniente que podría oponerse al desenvolvimiento de esta magna empresa; pero, convencidos del lmcii espíritu que anima al personal de la Delegación Nacional de Bolivia cu el Norte, croemos Ipic ha de establecer, en resguardo de los intereses industriales de aquella zona, una guarnición en el punto que liemos denomi­nado «Palma Real», cuya favorable posición, cuidadosamente estudiada, se. presta admirablemente ¡i la fundación de un fortin y el establecimiento de una colonia militar.

Entre la Colonia Monlcverde y la Barraca llumaytá se en­cuentra la cachuela Vázquez, descubierta por el viaje de explo­ración realizado en J883 por el Rev. Fr. Nicolás Armentia. Ella no ofrece, dificultad en tiempo de aguas, por la creciente •del rio; pero, cu tiempo seco, no dá paso á las embarcaciones de algún calado; está formada por un banco de piedra canga, •que cruza ciingonnlmcntc el curso del río, y se puede abrir fácilmente un canal cerca de la orilla izquierda. Más allá de la enchílela, remontando el curso de lns liguas, se presentan las tierras altas correspondientes á llumaytá, que ocupan una •extensión de la inárgen izquierda de seis ¡i siete millas.

La lancha á vapor está cada vez más descompuesta; nues­tra marcha ha sido interrumpida con frecuencia á causa de la dificultad de inyectar agua en el caldero: en los días 1 í, 15, y 16 de Febrero, liemos avanzado poco más de 76 kilómetros y nos hemos visto seriamente embarazados para continuar la expedición. Las embarcaciones que llovamos á remolque, son: una pequeña montería, destinada al servicio auxiliar del vapor y un pequeño batelón que admite cuando más veinte pasajeros, incluso tripulantes. Por otra parte, los cálculos del tiempo de

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trabajo se habían hecho contando el servicio rápido de la lan­cha y los víveres eran suficientes sólo para un mes; abando­nando aquella y tomando las embarcaciones menores, se du­plicará el tiempo de trabajo y es segura la falta de víveres. A pesar de esto, hemos resuelto prescindir de los servicios nega­tivos de la lancha y emprender la exploración en las embar­caciones á remos, de que es posiblo disponer.

Tenemos por nuevo punto do partida las tres islas alcan­zadas por la expedición de Fr. Nicolás Armenthi y estamos en plena región de salvajes.

Para alterar la monotonía de esta relación copiaremos en seguida una parte del Diario de la exploración, cuya redac­ción filé confiada á uno de los expedicionarios. Por deficien­te que sea, él dá una justa idea dc la magnitud de los tra­bajos emprendidos y relieja, hasta cierto punto, las impre­siones del personal de la expedición, cuyo abnegado esfuerzo merece que demos á conocer los nombres de los modestos obreros del progreso.

Fragmento del Diario de i.a expedición Pando

17 de Febrero de 1893. — Reconocida y comprobada la abso­luta imposibilidad de remontar á vapor los aguas del río Ma­dre de Dios, mas allá de la señal colocada en 1884 por Fr. Nicolás Armentía, por hallarse fuera de servicio la bomba de­inyección de la lancha «Roca», el Coronel Pando resolvió ha­cer la exploración en las dos monterías que se llevaba á re­molque, una de las cuales tenía capacidad para 15 hombres y la otra para seis. Como el personal expedicionario consta­se de 30 hombres, fué necesario colocar siete en la pequeña y 23 en 1a más grande, con ánimo de seguir así hasta un sitio conveniente donde se dejaría algunos hombres al cuida­do de la reserva de provisiones.

La pequeña montería tomó la vanguardia con el Coronel Pando, su hijo Ramón, el piloto Benjamín Falcon y los tri­pulantes Zenon Botello, Saturnino Polo Palacios, Doroteo Ra- cua y Prudencio Aradívi.

Se había combinado ántes una inteligencia de señales por medio de banderas, para los avisos y órdenes que recipro­camente debiera trasmitirse.

La montería «Colla», niandadu por el Sr. Ladislao Ibarra, conducía al Ingeniero Sr. Félix Müller, llevaba por piloto á

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Manuel Estéban Lazo y por tripulantes á Prudencio Beyuma, Julián Bozo, Marcelino Coata, Francisco Taruma, Teodoro Chau Celerino Cámara y los jóvenes José Monje, José B. Benavenlc, Donato B. Miranda, José E. Peñaranda, Pedro Luna y Manuel Crespo. El personal armado constaba de Ilugo Gerdzen, Alberto Ballivian, Delfín de las Muñecas, Moisés Camocho, Edmundo Pando, Manuel Ma. Tovar, Nazario Valli- vian y Manuel Bozo. .

La partida fué ¡i h. 12 30' p. in. con rumbo S. S. O., caminando basta b. 5.40' en que se formó campamento sobre, la márgcn derecha del río.

Tiempo lluvioso, con lemp. media 25" e.18 de Febrero: Salimos del campamento á h. 7.20' a. m.

y caminamos sin más accidente que la dificultad de superar la corriente del río, que en algunos puntos es de. mucha fuerza.

A h. 7.45' encontramos un afilíente por la márgcn dere­cha denominado Arroyo de la Asunta, y á h. 2.35', otro alluenle por la izquierda, el arroyo Chive.

Campamos <i h. 5 p. m.en una isla que tiene un platanal abandonado por los salvajes. Los jóvenes encontraron algu­nos plátanos maduros, con los que han satisfecho el apetito, que crece en proporción al cuadrado de las distancias recorridas.

Temperatura media en lns 24 horas......... 26" c.Tempcrnluru del agua................................ 30" —

19 de Febrero: Salida á h. 6.30' con rumbo Sud.A h. 9 encontramos un arroyo sobre la margen derecha del

rio; á h. 2.15' otro arroyo por el mismo lado; á la h. 4.50' un arroyo por la izquierda, y campamos á la h. 5.50' p. m.

Hemos avanzado con lentitud por que la corriente del río es muy pronunciada y tenemos muy cargadas las embarcacio­nes; en tal estado, un encuentro con los salvajes nos sería fatal.

El dia ha sido lluvioso; pero la noche serena, lo que nos prueba que San Medardo está con los expedicionarios del Ma­dre. de Dios.

Tcmpcrlura media 25° c.20 de Febrero: Salida h. 7.15' a. m., con tiempo nublado.

Después de cuatro horas de marcha penosa y lenta, por la muclin corriente del río en ambas márgenes, encontramos mi arroyo que desemboca por la izquierda, y avistamos la boca de un río, al que llegamos quince minutos después.

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Dicho rio desemboca en el Madre de Dios por la derecha y tiene sesenta metros de ancho por seis de fondo; aguas ama­rillas y turbias, y curso pronunciado de Sur á Norte.

¿Será este río el Inambary? Los datos geográficos é histó­ricos que poseemos nos inducen á suponer que nó; pero los mismos datos, con relación á los orígenes del Inamb’ary, nos inducen á presumir que sí. En breve sabremos á qué atener­nos de un modo seguro, porque está resuello que continua­remos la exploración del Madre de Dios.

A li. 2.45' penetramos en el nuevo río, en cuyas aguas por primera vez ha llameado el pabellón de Bolivia y resonado el éco de los disparos del rille.

Después de 1a demora necesaria para elegir campamento, nos dedicamos á construirlo con propósito de dejar un claro- de monte, propio para tomar la altitud meridiana del Sol. Di­cho campamento está situado sobre la márgen izquierda de la boca del nuevo río. Existen inmediatos varios chacos de bár­baros, que nos permiten renoval- provisiones.

Temperatura media 24° c.21 de Febrero-, Después de discutido el proyecto de explorar

simultáneamente los dos ríos, se resolvió: «pie el Coronel se­guiría con 15 hombres en la «Colla» la exploración clel Ma­dre de Dios; que el Sr. Müller, con 5 hombres, en la montería «Aviso», explorarla el río nuevo, y el Sr. lbarra, con 7 hom­bres, quedaría en el campamento, conservando las provisiones y fabricando balsas para la eventualidad de un naufragio.

En los días anteriores no so lia podido lomar la altitud me­ridiana del Sol á causa del mal tiempo; preparado el terreno y con tiempo favorable, se hizo boy la observación, que ha dado:

12° 34' latitud Sur.71° 27' longitud O. de París.Temperatura media durante el día, 2G° c. Altura sobre el nivel del mar, lí)2m.

El personal de la expedición está animado de la mejor vo­luntad y solo tenemos un enfermo, que quedará en el cam­pamento. Las provisiones se lian partido en tres porciones, guardando algo para el regreso.

Estamos en plena región de salvajes.22 de Febrero-. La montería «Aviso» salió con el Sr. Müller,

José R. Benavente, Benjamín Balcón, Saturnino Polo Palacios, José Monje y Prudencio Boyuna, á h. 1.45' p. m., con el pro-

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pósito de explorar el alinéate hasta donde sea posible la na­vegación. El lele, después de dar sus instrucciones al señor Müller, librando ií su prudencia los medios de evitar el riesgo de un ataque de los salvajes, zarpó ¡i li. 2.55' para explorar el Madre de Dios, cn la montería «Colla», tripulada y defendi­da por 15 hombros. Ambas comisiones llevaban víveres para ocho días, sin contar con los recursos que ofrecen los cliaca- rismos de. los salvajes.

El Sr. Ladislao lbarra, cuya abnegación y buena voluntad son tan recomendables, quedó con 7 hombres y los porros al cuidado del campamento, centro de las operaciones dc la expedición.

Seguiremos el diario del Coronel Pando, por ser el que ofrece más interés, no sin advertir que osle señor abriga la convicción de que el nuevo río no podía ser el Inambary, á pesar del caudal de aguas que lleva al Madre de Dios, porque el Inambary debía ser mayor y estar situado más al Oeste, para recoger las aguas de lu cordillera Carabaya.

El Madre de Dios corro cn esto punto Inicia el E., forman­do uu torno dc siete millas, sobre cuyo primer tercio desem­boca el río nuevo, del lado del Sur.

A h. 3.10' pasó la embarcación cerca de una isla que está situada á la izquierda del río; á h. 3.35' pasó al frente ele un alíñente que desemboca por el mismo lado, al que so dió el nombre de Arroyo Crcvaux. A h. 0 p. m. so hizo alto junto á un arroyuelo situado sobre la margen derecha del gran río.

Temperatura media, 25° c.Tiempo, nublado.

Ancho del río, G00m; profundidad media, 12m; velocidad do la corriente, 3 millas á la hora.

23 de Febrero-. Salida con bnen tiempo á la h. 6.30' a. m. A h. 7.31)' y siguiendo Inicia el ()., so presenta una isla y luego un bruzo que viene del N. O. Penetrando por dicho bra­zo, so encuentra un lago extenso, cuya forma os la de una curva con la convexidad hácia el Sur, un ancho de m IODO y una extcnsiiWque no nos fuá posible determinar en el mo­mento. El Madre de Dios, en el punto en que se reúne aquel brazo, cambia al S. y luego sigue al O.; á unas tres millas de aquél punto desprende un brazo poco menor que la anterior, que se dirije al N. y penetra en el citado lago, al que liemos llamado «Lago Arnicnlía», en homenaje de justicia al abne­gado explorador del río que navegamos; así como llamamos «Isla Figueira», á la que forman dichos brazos.

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A b. 11.55' liemos encontrado alturas sobre la derecha del río y junto á ellas la desembocadura do mi arroyo navegable en pequeñas embarcaciones. A la altura la hemos llamado «Palma Real», por las palmeras que cubren sus bajíos, y la creemos propia para el establecimiento de una barraca ó fortín.

A horas 12.55' encontramos otra isla y seguimos lmen an­dar, superándola correnlezn y descubriendo chacarismos gran­des sobre las dos orillas.

Campamos á h. 5.25' sobro la margen derecha, en un sitio en que se reconocen las sendas frecuentadas por salvajes.

Temp. media, 25° c. •Rúen tiempo.Profundidad 15 ”,Velocidad, millas 3 por hora.La margen derecha presenta alturas, mientras que la iz­

quierda sigue siempre baja.24 de Febrero: Salida á b. 7. 5’ con tiempo lluvioso.A h. <8. 4-5’ se avista una isla y sorprendemos lina canon

de salvajes, los cuales huyen dcjnndo la canon en la orilla; apercibidos de la presencia de los salvajes y sospechando que ellos están en la isla que tenemos al frente, apresuramos la marcha para sorprenderlos; tenemos el vivo deseo de coger algún mueliacho para conocer el idioma y facilitar nuestra co­municación con ellos. Los salvajes que huyeron, han corrido por tierra y dado gritos para prevenir á sus compañeros déla isla, los cuales pasan á nuestra vista el rio á nado y se reú­nen á los demás; vemos que es peligroso penetrar en el bos­que, con el vano empeño de tomarlos en terreno que les está conocido y seguimos á la isla, donde encontramos tres ensu­ciáis, varios pájaros, una perra jóvon, algunos víveres y úti­les de su uso. que consisten en ruecas, linchas de piedra, He­días, hilos y cestos llenos de plumas.

Después de algún descanso, continuamos la marcha, para sorprender á los que creemos situados mas arriba. Este pe­queño incidente ha sobreexcitado el interés y el entusiasmo de los expedicionarios, en quienes se reconoce todo el brío que se requiere para una lucha semejante. Hemos dado á ésta el nombre de «Isla del Aguila». A li. 1. 25’ encontramos una isla grande y en clin un chaco ton bien trabajado y extenso (pie liemos tenido á bien llamarla «Isla del Gran Cínico». A h. 4. ¡ti’ y en medio de un torno largo eolocado de E. á O.,

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encontramos una cachuda formada por una rompiente que avan­za de la márgen izquierda hasta los dos tercios del río, dejando un estrecho canal ú la derecha: no pudimos sal­varla y nos fue forzoso pasar la embarcación por sobre las rocas de la izquierda; sorprendidos por la noche, campamos á h. 6 p. in. La noche lia sido muy lluviosa y el río ha creci­do bastante.

Teinp. media: 21° c.Velocidad del río, 1 millas por hora.Altura barométrica: 197 m.25 de Febrero-. Salida con lluvia á li. 7.25' a. m. Hemos

dado á la cachuda el nombre de «Palacios» en memoria á D. Agustín Palacios enviudo por el General Bidlivian ií la explo­ración del Lago Bojo-Agundo y su comunicación con el río Mamoré.

A medio kilómetro mas arriba de la cachuela desemboca un hermoso arroyo de 20m de ancho y 5 de, fondo que mereció llevar el nombre del ilustre, viajero Lardcncr Gibbon, oficial de la marina Americana.

A h. 9.15' después de pasar por cn medio de dos islas que liemos llamado «Gemelas», hicimos alto para secar ropa y cama.

Continuando á h. 4 p. m., con buen tiempo, caminamos hasta li. G. 10', hora en que, campamos.

Tcuip. media: 26° c.26 de Febrero: Salida con tiempo nublado á h. 6.45' a. m.A h. 8.25' encontramos una isla y un arroyo que desem­

boca por la derecha cn el Madre dc Dios. A h. 9.45', una isla llamada de los «Cuervos» por la abundancia que encon­tramos de estas avescarniceras. Lluvia fuerte á h. 12.30' que nos obligó á parar unos veinte minutos. Siguiendo con lluvia des­cubrimos á h. 1.37 ' un arroyo sobre la orilla derecha. A li. 2.45 ' p. m. tocamos con bajo fondo rocalloso y un arroyo por la derecha, viéndonos obligados á parar por la lluvia.

El río sigue marcadamente al Oeste y ensancha de un mo­do notable; en tiempo seco, las playas deben ser muy exten­sas. Descubrimos con frecuencia chacos y campamentos de salvajes.

Teinp. media: 23° c.Velocidad del río: 4 millas por hora.27 de Febrero; Lluvia fuerte en la mañana. Salimos á h. 11

a. m. A h. 12 m. se avista la boca de, un río caudaloso; te­memos de ser engañados por los accidentes del terreno, que

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dejan presumir la continencia de un río y de lomar por tal alguno ele los brazos del Madre de Dios; avanzamos con rapi­dez, basta que á b. 1.15' penetramos en las aguas del lnaiu- bary, que esta vez estamos seguros de haber alcanzado.

Es indescriptible el entusiasmo de los expedicionarios; el pabellón boliviano es saludado con bastantes disparos de rifle y flamea por primera vez en las aguas del deseado rio.

El Inambary ofrece en su desembocadura una extensión de 4001" entre sus dos orillas, las aguas son amarillentos y el fondo de 9™ .

El Madre de Dios sigue en un ancho igual, su margen derecha muy elevada y la profundidad de sus aguas cristalinas no baja de 15™ .

Resolvimos seguir las aguas del Inambary, y, sin detener­nos más del tiempo necesario para hacer los sondajes, conti­nuamos la marcha.

A li. 2.30' descubrimos la boca de un arroyo sobre la inár­gen derecha y poco más adelante algunas alturas sobre el mismo lado. Un nuevo arroyo y algunas rocas á flor de agua se presentaron á la izquierda, permitiéndonos el tiempo cam­par sobre una playa á li. 5 p. ni.

No lia sido posible lomar la altitud del Sol á causa del mal tiempo; dejando esta observación para el regreso, resolvimos continuar la exploración del rio basta donde fuese posible.

Ea temperatura media de 2í” c.Altura barométrica: 190™ .Velocidad de la corriente: 3 millas «i la hora en el Inam­

bary y 3 millas y inedia en el Madre de Dios.28 (le. Febrero: Salida con tiempo nublado á h. 6.35. A h.

6.50' encontramos un arroyo navegable sobre la márgcn dere­cha del rio y algunas rocas sobre la izquierda. El río lio tiene ya más que 200™ entre ambas orillas y fondo de 8'“ . A li. 8.50' encontramos un arroyo sobre la orilla izquierda, y más adelante otros tres arroyos sobre el mismo lado.

A h. 3.3' descubrimos un arroxo navegable sobre la iz­quierda, y se presentaron muchas rocas. Aumentó la corriente. Ab. 4.5' descubrimos una cachuela, á la que llamamos «Guarda», en memoria del señor Manuel de la Guarda, Prefecto del Cuzco en 1851; esta caidiueh^Be encuentra al lado del Perú y ofrece un Imeii canal á la derecha; no podiendo superar la corrcnteza de este canal en la embarcación, la pasamos sobre las rocas de la orilla izquierda. A 500'“ se encuentra la cabeza de la cachuela, formada de pcdruzcos entre los cuales pasa

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el río con suma violencia. A h. 5.21' vemos por la márgen derecha un nuevo arroyo y media hora después formamos campamento.

El tiempo nos lia favorecido y la marcha lia sido rápida y feliz.

Tcmp. media: 25" c.Velocidad inedia do la corriente: muy variable.Io de Marzo; Salida con tiempo nublado á b. 7 a. m.A h. 8.25' descubrimos un arroyo á la márgen izquierda,

15' después, otro arroy^Biavegablc del mismo lado; 15' más adelante, otro arroyo navegable á la derecha y á li. 9.40' un nuevo arroyo del mismo lado. La observación del Sol lúe in­terrumpida por nubarrones densos que vienen del E. con gran velocidad. Se encuentra ya elevado el terreno de las márgenes y mucha piedra en las orillas del rio. La rapidez de la cor­riente, siempre variable. Campamos á b. 5.30' p. m.

Temp. media: 25" c.2 de Marzo; Salida á h. 2.15' a. ni.A li. 2.35' encontramos una enchílela que nos esforzamos

en pasar, pero renunciamos | ello, por la obscuridad, después de peligrar muchas veces contra las rocas y ser arrebatados por la insuperable corren toza.

A h. 6.5' continuamos la marcha, pasando la embarcación por medio de cordeles por entre las rocas. La cachuela á la (pie liemos llamado «Rebollo », en memoria del Padre Julián Bobo de Rebello, tiene canal Inicia á la izquierda en dirección oblicua al curso del río: pero puede superarse con facilidad la corrcnleza que cruza un desnivel de cerca de un metro.

Conviene advertir que estas cachuelas son propiamente rá­pidos, habiendo dádolcs el nombre de cachuelas sólo por ceder á la costumbre de llamar tales á todos los obstáculos que se oponen á la navegación. A li. 9.10' descubrimos á la orilla derecha la boca de un arroyo, y se presentó al frente algo como la conlluencia dc dos ríos. Treinta minutos más tarde llegamos al punió de esa conlluencia; es un alíñenle por la márgen derecha, basta ahora desconocido, que tiene en su boca 3l),n de micho y una profundidad media de l.5l)"‘ .

Al penetrar en el nuevo curso, chocamos con un banco de piedra canga y estuvimos ií punto de naufragar, salvándonos la presencia de ánimo de la tripulación; el nuevo rio, al (pie por razones fáciles dc comprender liemos dado el nombre de D'ürbigny, no permite ingreso á las embarcaciones, por los bancos que obstruyen su desembocadura; más salvados éstos,

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se presenta más ancho, de curso regular, perfectamente nave­gable y con dirección pronunciada N. N. O. Por las señales que se descubren cerca de su boca, se vé que los salvajes lo navegan, pasando las canóas, en las rompientes de la boca, por medio de cordeles. A h. 12.45' continuamos la navegación del río principal, encontrando muy cerca una nueva cachuela, que nos ha sido difícil atravesar por la impetuosa corriente del rio; para la navegación I vapor no seria ella dificultad insupe­rable. Hicimos alto con fuerte lluvia á h. 6.15' p. m.

Tcmp. media: 26° c.3 de Marzo: En la noche anterior, la creciente del río, de

poco más de dos metros, amenazó arrebatarnos las embarca­ciones; este cuidado y el de los salvajes, por la mala situación del campamento, (pie nos vimos obligados á tomar demasiado Larde, nos ha tenido en constante alarma. Amaneció lloviendo y sólo pudimos emprender marcha á h. 10.30' a in. La gente se manifiesta desanimada por la excesiva fatiga y las dificul­tades que á cada paso presenta la navegación.

La firmeza del Jefe consiguió dominar la mala disposición de los tripulantes y avanzamos algunos kilómetros, tocando por la derecha la boca de dos arroyos de alguna importancia. A li. 5 p. m., hicimos un buen campamento, en terreno natu­ralmente defendido, qua forma una especie de huerto de ficus, rodeado de caña brava y aislado por terrenos bajos; en el im­provisado salón hemos consumido el resto de las provisiones y descansado bien.

La temperatura media en las 24 horas, fué de 24° c.; la temperatura del agua, en la mnñnna, de 28" c.; la velocidad de la corriente ha aumentado mucho con la creciente del río.

4 de Marxo: Salimos con tiempo nublado á h. 7 a. m. A h. 9 hicimos alto para cazar, porque carecemos en lo absoluto de provisiones, y no se encuentran chacarisinos de salvajes en esa parte. Siguiendo ó lí. 10.10' encontramos un arroyo que desemboca por la izquierda, después de una tierra alta en que choca el río y se desvía en ángulo recto; hicimos alto I h. 11.30' para hacer observaciones de la altura del Sol, (pie ha dado esta situación:

13» 9' lat. S.72° 18' long. O. de París.A h. 12.10' seguimos la marcha: el rio se presenta ménos

correntoso y se advierto (pie no hay más cachuelas. Su rumbo ha cambiado notablemente y se pronuncia de S. á N.; estamos en la curva del Inambary.

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A Ii. 1 p. ni., el .lele, teniendo en cuenta la falta dc provi­siones, la dificultad que ofrece la corriente para remontar el curso del rio, el estado del personal y la inquietud que le ins­pira la suerte de la comisión confiada al señor Müller, ordenó el regreso.

Ayudados por la corriente, navegamos con una velocidad de ocho millas por hora ; el rio ha crecido cinco luciros, como se pue.de ver por la inunda^» dc los campamentos abandonados. El ILOrbigny, llegó á cubrir las rocas en su desembocadura y se dejaba ver muy turbio y espumoso. Des­pués de cinco horas dc marcha, formamos campamento sobre una altura.

5 de Marxo; Salida á li. 5.30' a. m. con buen tiempo. El 'Jefe se apresura para tomar la situación do. la boca del luain- bary. A pesar dc la velocidad de la marcha, que no lia cesado un instante, sólo llegamos á este punto á 12.17' .

Después do un ligero descanso y quedando cinco hombres en la boca del río, para poner señales y abrir c.l monte, el Jefe siguió hacia el río Madre de Dios al (pie navegó cn una exten­sión de 18 kilómetros, arriba de las puntas del Inambary. Este río sigue ancho, formando siempre islas y con rumbo pronun­ciado al naciente. Las orillas se levantan mucho sobre la márgen izquierda, formando barrancas de color rojizo; el fondo ha disminuido y no da más de ni. 4 á m. 6. No es posible apreciar sus condiciones navegables, porque la creciente es muy grande; sin embargo, se cree (pie ellas disminuyen en tiempo seco y que el río corre por su cauce natural, dejando extensas playas á uno y otro lado.

El curso del Madre de Dios es más antiguo que el del río Beni, el cual, como ya dijimos antes, divaga todavía. Donde se manifiesta mejor la edad que puedo atribuirse ií este impor­tante río, es en la primera parle de su largo curso, donde se presenta más cerrado por las tierras firmes. La vegetación pre­senta los mismos caractéres. El bosque es el principal rasgo de la fisonomía especial dc la región alia del Madre de Dios; — lo que falta en grandeza en el reino animal, lo suple en el reino vegetal. AI contrario de las zonas templadas, en las que dos ó tres especies cubren vastas regiones, aquí, á lo enorme de las proporciones, se reúne la variedad de los individuos. La selva produce todo lo que es necesario á la vida del hombre; madera y leña, resinas y gomas, frutos y aceites; puede ves­tirlos y alimentarlos, dándoles hilo para sus redes, arcos para la caza, canoas y remos para cruzar los ríos; do los brazos

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torcidos de los grandes árboles cuelgan las orquídeas; las lianas enlrelanzándose sobre los troncos forman un tapiz vivo en cuyo centro se aloja el animal ; los contornos de las hojas son de gran variedad, singulares y hasta extravagantes ios parásitos vegel^fe, los musgos y los liqúenes, deslumhrantes lns llores que se descubren por en medio del ramaje de un verde cambiante y siempre vivo, cuyos tonos se combinan ó matizan á la luz de una atmósfera siempre saturada de leves ■vapores. El horizonte observado desde una .altura cortada por el río, se prolonga hasta lo infinito perdiéndose en el azul ce­niciento del cielo, y en el corazón del bosque reina una mezcla singular de silencio y de rumores, que tiene algo de misteriosa solemnidad. Los monos apareciendo por entre las hojas de los corpulentos árboles parece (pie alcanzan las nubes, los pájaros cantan y aman, los loros lanzan gritos estridules, las serpientes se retuercen con su habitual indolencia rastreando la caza, que le disputan la onza,‘el jaguar y la ¡mina ó león americano; los inermes roedores huyen ligeros; los venados y las aulas acuden á las orillas; el caimán, recostado sobre las arenas do las playas, .semeja un seco leño; las tortugas cubren los troncos de los árboles (pie el rio deposita en los remansos; los ¡leseados saltan sobre la superficie del agua haciendo graciosas volteretas en las que brilla su plateada escama. En antigua y fiel com­pañía con esos habitantes de la selva, vive el indio Guarayo, cuya cara bronceada, con el cráneo poco más agudo que el de los individuos de raza europea y los ojos lijeramente oblicuos, aparece por entre los trom^Bde los árboles, con el oido atento para descubrir, en medio de ese silencio genesiaco en que pa­recen Cundirse lodos los sonidos amortiguados por la vegetación, el leve paso del animal que persigue y disputa á sus rivales cazadores, los carnívoros, ó el ruido cadencioso que hacen ios remos de la canoa que so aproxima.

Es admirable como las facultades humanas, sobreexitadas por la necesidad, se desenvuelven en el bosque. Los compa­ñeros de trabajo y fatiga han adquirido todos cierto grado de desen volvimiento de los sentidos, que presta ó la expedición servicios muy preciosos. Tan prudentes y astutos como los salvajes, su presencia no los atemoriza ; cada encuentro con ellos será mm diversión.

(i de Marzo; El Coronel regresó á h. 11.15' de su excursión al Madre de Dios, para tomar la altitud meridiana del Sol en la boca del Inambary, donde los compañeros lian edificado una pequeña aldea, á la cual, á iniciativa de Edmundo, le han dado

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el nombre, de « Pando. » Sobro la copa dc nao de los más elevados árboles llamea el pabellón boliviano y so disparan salvas cn señal do posesión, do la que se lia redactado una acia en toda forma. •

La observación astronómica dió este resultado:12»42' Lal. S.72° 03' Long. O. de París.A h. 12.15' nos embarcamos, apremiados por el deseo de

saber cuál había sido la suerte do. los compañeros.Á la hora y media de marcha, cuya velocidad ora de 7 millas

lila hora, nos apercibimos de dos canoas do salvajes amarradas i sobro la orilla izquierda: atracamos ú tierra para reconocerlas,

y se internaron c.n el bosque el Coronel, su hijo llamón y tres de los tripulantes; cuando éstos reconocían las canoas, fuimos sorprendidos por la gritería de un grao número do. salvajes que habían ocupado la Isla de los Cuervos, uno ó dos días antes, formando cn ella un caserío provisional. Fuimos retados á combate ó insultados por ellos con palabras que conocen del español y del tacana; el Coronel ordenó cruzar á la isla lo pie

. ejecutamos en seguida, siendo recibidos por una lluvia de. (le­chas; felizmente, la distancia cn (pie fondeamos era la conve­niente, porque las (lechas no llegaban sino á tros ó cuatro metros dc la embarcación; rompimos fuego de riñe y los sal­vajes huyeron al bosque inmediato; el Coronel ordenó lomar el campamento, dolido hallamos muchos tejidos, plumas, adornos, Hecha y utensilios de cocina, con varios animales domésticos. Los salvajes no abandonaron la orilla del bosque, desde el cual seguían arrojando Hechas; el Coronel se. aproximó por ese lado para rccojer algunas (lechas que se clavaban en el terreno .apenas cubierto por el agua, y filé, blanco durante algunos minutos de las (lechas enemigas, una do las cuales se clavó entre, los pies, cuando tenía vuelta la espalda para dar algunas órdenes. Hicimos un lijero ataque, precedido do un Banqueo, y desalojamos á los salvajes; penetrar cn e.l bosque habría sido el colmo de la imprudencia, además de carecer de objeto. Por el número dc las canoas, que no eran menos do doscientas, se vé (pie la tribu debía contar con igual número de familias. Ha­biendo tomado todas las provisiones do los salvajes y soltado sus canoas, seguimos la marcha; el Jefe estaba muy inquieto por la suerte de los señores lbarra y Müller, á quien había dejado con pocos hombres, en región poblada de salvajes, y ordenó acelerar la marcha; llevábamos provisiones barí ocho •días tomadas al enemigo. Al descender, encontramos oirás

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canoas y campamentos reducidos de salvajes, á los que no hici­mos el menor daño. A h. 10.25' de la noche llegamos al campa­mento de «La Colmena», donde tuvimos la satisfacción de encontrar todo en órden. El señor Miiller había regresado de su exploración del rio Heatli, con el personal muy estropeado por la fatiga.

Vamos á presentar, en seguida, un extracto del diario de este atrevido viajero, para que se forme una lijera idea de las condiciones del rio Heatli :

22 de Febrero de 1893; El punto de partida fué el campa­mento de la Colmena, situado sobre la boca del rio Heatli á los 12° 34' lat. 8. y 71° 27' al O. del meridiano de París. Hora de salida 1.45' p.m. Seguimos rumbo S. con pequeñas inclina­ciones al E. y O., originadas por la sinuosidad del curso del rio.

La montería « Aviso» vú tripulada por cinco hombres: Piloto,. Benjamín Falcón; vogas, José R. Benavente, Prudencio Beyuma, Saturnino Polo Palacios y José Monje Riva. Víveres para diez días. Armas: cinco rifles Winchesler, con la correspondiente dotación. No ha habido más accidente en el día que un baño del señor Miiller, que cayó al agua vestido. Tiempo nublado. Varios- arroyos. Distancia recorrida, I millas.

23 de Febrero; Salida á h. 7.15' a.in.Varios «arroyos por ambos lados. Al medio dia se pasó una

cachuela formada por bancos de piedra canga. Distancia, 15 millas. La flecha del trayecto signe siempre rumbo S.

24 de Febrero; Salida á h. 7 u. m.Varios arroyos y algunos bancos de piedra; el río ensancha

en algunos puntos hasta metros 150 entre las dos orillas. No hay accidente.

Distancia recorrida, 16 millas.25 de Febrero; Salida con lluvia á h. 7 a. m. A h. 2 des­

canso para secar la ropa.Distancia recorrida, 6 millas.2G de Febrero: Salida con nublado.Al medio dia fuerte aguacero, que duró hasta la tarde. A

pesar de él, se ha trabajado sin descanso y avanzado 16 millas.27 de Febrero; Siguió la lluvia durante la noche. El río

inundó el campamento.Salida á h. 5.15' u. ni. Alloúh. 10.,30' pura abrigar la genio

y secar la ropa.Distancia ganada: 4 millas.28 de Febrero; Salida con buen tiempo ó h. 7 a. ni.El río, antes correntoso, se presenta con ménos velocidad.

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Distancia ganada: 18 millas.T de Marzo; Salida con bticn tiempo á h. 7.30' a. m.A las dos lloras de marcha se presentó sobre la izquierda

la boca de un riacho, al (pie el Sr. Müller lia dado el nombre de «Bravo» en recuerdo del Sr. Carlos Bravo, que con leu lau­dable constancia dedica sus estudios á la provincia de Cau- policán.

Distancia recorrida: 11 millas.2 de Marzo: Salida con lluvia á h. G a. ni.A las dos horas so descubre un afluente por la márgen iz­

quierda, que se lia llamado «Arroyo Cárdenas». Almadio día se. descubre, por el mismo lado, otro afluente, que el Sr. Müller lia llamado «Wíener», cn memoria del distinguido viajero, actual ministro de Francia en Bolivia. Se encuentran chacarismos y huellas do salvajes. .

Distancia recorrida cn el día: 17 millas.3 de Marzo-, Salida á h. 7 a. m. con Imen tiempo.Averias en el timón de la íiionloría. Se descubren huellas

rocíenles de salvajes, sobro la orilla fangosa del río; mas lejos, tres canoas sobre un arroyo y una ancha senda que se dirije al E., por donde se han alejado los salvajes.

Distancia recorrida: 10 millas.4 de Marzo; La lluvia constante impide la continuación del

viaje. No se descubre tierras altas, ni so avista serranía por el S. Está determinado el regreso, para el cual se había dejado el levantamiento do la carta hidrográfica, pol las ventajas que ofrece el trabajo siguiendo el curso de las aguas.

Salida á h. 8.30' Se encuentra nuevo campamento de sal­vajes, fuegos encendidos y plátanos recicn cortados; pero no se descubre seres humanos.

5 de Marzo; Después ¡le 10 horas de marcha, llegamos al campamento de «La Colmena», donde el Sr. lbarra nos sumi­nistra los víveres que nos han faltado desde el día 1°. El Co­ronel aún no ha vuelto del Madre de Dios. El Sr. Müller no ha sufrido en su salud, pero, los jóvenes con excepción del Piloto, están enfermos y muy estropeados. El viaje lia sido de los más líenosos, por las lluvias, la fatiga y la corriente del rio.

La extensión explorada por el Sr. Müller sobre el río llealb. ha sido de 122 millas de subida, que adelantó en 10 días: la misma distancia la hizo dc bajada en dos días. El río no pre­senta cosa digna de llamar la atención; muchos arroyos, sien­do los principales afluentes por la margen ^Buierda ; tierras poco elevadas, curso sinuoso que síguela línea S. N.; algunas

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piedras en lu parle baja, que [Hieden impedir hi navegación en tiempo seco. Según el Sr. Miiller, el río Heatli, no es navega­ble á vapor sino en la época de las mayores crecientes, opinión que liemos confirmado nosotros en el viaje que posteriormente hicimos por él. No se descubre una sola planta de siphonia elástica sobre las márgenes, ni en el bosque inmediato; este río no desborda ni forma bañados, como los otros que poseen el árbol de la goma. El terreno por donde cruza es arcilloso, y de color pardo; las aguas tienen un lijero tinte amarillento, y son lúrbias, procedentes de la cordillera, por la temperatura y la calidad, l.a selva es ménos vigorosa (pie en el Madre de Dios v tiene palmeras especiales que no so presentan en los demás ríos: las orillas están pobladas de caña brava. Los chacarismos de los salvajes son pequeños y dan á conocer que los que ocupan ese río forman tribu poco numerosa.

Destinamos Jos días 7 y 8 de Marzo á la construcción de los planos y á nuevas observaciones astrnómicas, para resolver la dirección de lu marcha hácia el río Beni. El 9, construido mi callapo, despachamos en él á los enfermos al Establecimiento del Cárinen.

En vista de las cartas que se levantaron, resolvimos ascen­der por el río Heatli hasta el paralelo de Ixiamas, justamente sobre el punto en que el Sr. Miiller descubrió las tres canoas de los salvajes, para desde allí devolver las embarcaciones y emprender la travesía por tierra.

Carecíanlos de víveres; pero contábamos con la caza y los chacarismos de los salvajes para la nutrición del personal, re- cnrso.'^Bnbos igualmente inseguros, poro que son aceptables cuando hay el propósito do no abandonar el [dan adoptado y se puede contar con la abnegación de los expedicionarios.

Desde el dia 1(1 hasta el 21 de Marzo, liemos navegado so­lamente cien millas, á causa de lu velocidad de la corriente y las necesidades do ia subsistencia, por medio do hi caza. He­mos tenido muchos dias de ayuno; los preceptos de la cuares­ma han sido mejor observados que por los reverendos francis­canos. Para colmar la desdicha, naufragamos en la boca del arroyo, término del viaje, perdiendo lo poco que nos quedaba y disolviéndose la provisión de sal en las aguas del Rio lleath, que así quedó .solemnemente bautizado aquel día. Fue necesa­rio sacar las armas y los instrumentos sumergiéndose en el agua, razón por la cual, los expedicionarios (pie no lililí per­dido el buen humor, pusieron el nombre de «Arroyo de los Buzos», á aquel que fué testigo de nuestras desventuras. Con-

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seguimos poner el batelón ú Hoto y despedimos al Sr. lbarra con un banquete digno de Brillat Savarin, cuyo menú no re­producimos para no despertar el apetito do los que lian de ser nuestros lectores.

La caza en ol monte, cercano, es on extremo escasa, porque la frecuentan los salvajes, que como nosotros, viven única- camenlc de ella. En cambio, tenemos algunos plátanos verdes y uno que otro pescado sin cantada, que viene ti picar el an­zuelo tendido con la l'ó do los Israelitas cn ol desierto.

Está resuelto que ol Sr. lbarra volverá con las embarcacio­nes. Esta es la ocasión de hacer el retrato moral del ■ ib-Jefc de la expedición, cuyo abnegado euriicler lo lia hecho soportar las mas duras, ti Ja vez que ménos gloriosas comisiones.

El Sr. Ladislao lbarra, nacido cu la Paz, de familia notable., el año 1852. es de mediana estatura, de pelo rubio, nariz agui­leña y ojos azules. Educado con esmero cn los colegios de Chi­le, á la posesión de varios idiomas vivos, agrega una instruc­ción nada común. A una inteligencia clara y despejada, reúne una vivacidad y penetración que lo hacen singularmente sim­pático. Por el carácter es todavía un ejemplar deesa buena raza de ingénitos próxima, á desaparecer con el siglo. El Sr. lbarra es un verdadero tipo de nobleza y de caballerosidad; la con­versación, salpicada de chistes do mente agradable; su mo­destia ¡guala á su mérito personal, razón por la cual no ha obtenido los favores do. la forlumi. y sí, la sincera afección do los que lo conocen de cerca, l’no dc los rasgos mas salientes del carácter del Sr. lbarra es el estoicismo ante los peligros, unido á un sentido claro y práctico, que lo hacen muy propio para soportar las fatigas y privaciones do una exploración. Desde los primeros días cn que se formó el programa de este viaje, el Sr. lbarra manifestó su deseo de lomar parle en él, algo por amistad, mucho por patriotismo y no poco por el mis­terioso atrae,livo que tiene, para espíritus superiores como el suyo, una empresa de semejante magnitud. La hora di’ la re­compensa, justa, merecida é ineludible, todavía no ha llegado para él mas por fortuna, no ignora que ella consisto en algo que no está cn manos dc los hombres que gobiernan ti los otros.

El señor lbarra acopló la comisión de bajar las embarca­ciones y, ayudado por pimUúvcncs que han sido designados con el misino objeto, descendió por el rio Healh, llegando con felicidad á la parto habitada del Madre dc Dios. Mal tripuladas las embarcaciones, poblado el país de salvajes, sin recursos

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y mal armada, la comisión lia afrontado serias dificultades, de las que, felizmente, supo sacarla bien la serenidad y prudencia del señor Ibarra.

El envio de las embarcaciones efectuado el medio día del 25 de Marzo, ora un paso atrevido dadas lns condiciones del mo­mento de la expedición. Sin víveres y lmstn sin sal, era preciso lanzarse en la desconocida selva sin confiar más que en las indicaciones de la brújula y lu precisión de las carabinas; confió ella, además, en el buen ánimo de los expedicionarios, los cuales en ningún tiempo dieron señales de desaliento y de temor. El señor Miiller, á quien el gefe le bahía dicho mas de una vez que la marcha en el monte requiere práctica y que su salud no era bastante sólida, contestó que de ningún modo volvería atrás y que solo exigía que. las jornadas fuesen de cuatro hguas, distancia que se hallaba capáz de recorrer á pié, hasta acostumbrarse. El gefe le replicó que, devueltos los instrumentos con las embarciones y hallándose determinada la situación geográfico de los puntos extremos del trayecto, no quedaba sinó el trabajo material de la travesía, que había do orientarse |>or la brújula, y que no era indispensable su inte­ligente cooperación, [ludiendo volver al Madre de Dios para adelantar el trabajo de construcción de la carta hidrográfica; el señor Miiller concluyó por declarar que, como francés v expedicionario, no quería renunciar á la gloria de la travesía, ni abandonar á los compañeros; pero que en caso de no poder absolutamente caminar bajaría por el rio Madidi, agre­gando este estudio á los que teníamos verificados. Dejamos al criterio del lector la apreciación del fondo que caracteriza la noble contestación del señor Miiller.

La tarde del 25 de Marzo la pasamos lodos preparando la maleta, (pie era preciso cargar sobre los hombros. Cada uno se recogió en su toldeta y hacía sus preparativos en un completo silencio. En momentos como aquellos, que preceden á la ejecución de una empresa en que se juega la vida, el espíritu se reconcentra y la meditación es necesaria. A las reflexiones naturales para todos en aquella situación, agre­gaba el gefe las que fluyen de su propia responsabilidad; era forzoso dominar los funestos presentimientos para inspirar confianza á los expedicionarios, esa confianza que nace de la l'é y que es eminentemente sugestiva. ¿Sucumbiría la expedición por falta de recursos? ¿Sería anonadada por un ataque de los salvajes? ¿Seria victima de las fiebres que predominan, con el paludismo, en los bosques inundados? ¿No siendo humano

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abandonar á los enfermos, se vería obligado el personal á de­tener la marcha y ó pasar muchos días, amenazado por todo género de peligros, en el corazón de la selva? ¿Hallaríamos obstáculos insuperables en nuestro camino, cuya extensión calculamos en cincuenta leguas, hasta el rio Hundumo? ¿Ten­dremos hombres ostraviados, picaduras de víbora, de raya, ó de otros animales ponzoñosos, lluvias torrenciales, desplome de corpulentos árboles, tempestad ú otros accidentes igualmente peligrosos? Era necesario rechazar esas ideas y prevenir las dificultades principiando por inspirar energía y confianza á los expedicionarios, por medio de la adopción de medidas pru­dentes. No era posible retroceder. Estaba comprometida la honra, á la vez <pie el éxito déla exploración. Retroceder, habría sido perder el fruto hasta entonces alcanzado y renunciar á la ter­minación del estudio, por falta de recursos pecuniarios.

El proyecto de expedición se había basado sobre dos puntos de apoyo dignos de confianza: la cooperación oficial y los servicios de la lancha á vapor. Fallando el primero, que com­prendía los elementos materiales y el enganche de ■•sonal, fué necesario confiar en el segundo, que faltó igualmente. Mas los expedicionarios, desde el día en que se vieron libra­dos á su solo esfuerzo, decidieron llevar á la práctica el pro­grama primitivo, cumpliendo, do su parte, las obligaciones contraídas. Un deber para con nuestros compañeros, que no han recibido ni estímulo, ni recompensa, nos obliga á correr el velo que oculta los antecedentes de la expedición dirigida al. N. 0. de Bolivia, para que llegue hasta ellos la sanción justiciera do la opinión pública.

Siguiendo el método que tenemos adoptado, daremos un extracto del Diario de viaje de exploración, el cual, si bien deficiente en datos y observaciones científicas, reproduce por lo menos, las impresiones del personal y dá una idea del Lcri’itc'rio que se ha recorrido.

26 de Marzo de 1893: Salida á pié, con rumbo E. S. E., á h. 7 a. m. Al cabo de una media hora de marcha, salimos del bosque á un inmenso pajonal, que se extiende de N. á S.

El tiempo es favorable; la marcha lenta.Hallamos sobre el extremo del pajonal una armazón de

palos, que lia servido de. vivienda á los salvajes, probablemente á fines de Diciembre; la distribución de los cuadros manifiesta el número de familias de que consta la tribu, (pie no llega á noventa; por el corle de algunos de ellos, se vé que los salvajes tienen cuchillos de monte, probablemente adquiridos por me-

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dios viólenlos. I,n parle del monle ipto separa ol pajonal de las orillas del rio Healh, está cubierto de lagunas y de curi­ches, razón, á nuestro juicio, por la cual los salvajes frecuentan ese lugar en el que abunda la pesca.

Hemos avanzado solo, en el día, tres leguas, por pajonal, desde el que so descubre un panorama hermosísimo: al S. un gran nevado, (pie se asienta solo on medio de ln cadena de los Andes, cuyos últimos contrafuertes los tenemos á cuatro leguas; al S. E. la serranía que termina en el rio Madidi; al N. E. un occéano de verdura, cubierto de vapores.

El señor Müller se ha fatigado desde la primera legua; el Coronel le ha propuesto que regrese, para bajar en una canoa y dar alcance al señor lbarra; habiéndose negado el señor Müller, so lia echado á hi espalda ln mochila del compañero y ordenado la continuación del viaje.

Campamos á h. 3.30' p. m. sobre una isla de bosques, donde encontramos agua, toda la caza se ha reducido á una paloma, que fuá cedida a) señor Müller. El Jefe y los cazado­res se han fatigado en vano buscando caza, (pie ordinariamente abunda en los pajonales; lodo lo que hallaron, sin poder ha­cerle puntería, fue un leopardo, que se ocultó entre la tupida yerba.

27 de Mcirxo; Seguimos todavía dos leguas por pajonal. Por el ángulo que liemos tomado sobre el nevado, creemos que se halla á 20' O. de) meridiano de Pelechuco. En la ma­drugada, presentaba una vista magnífica, iluminado por los rayos del Sol naciente. Este nevado se halla destacado de la cordillera de Pololo, y probablemente corresponde id contra­fuerte de los Andes que se prolonga liácia el N. entre las quebradas de Saqui y Sina, de la provincia de Sandía. Debe tener un nombre indígena, que no es bien conocido; nosotros, para distinguirlo desde la ¡illa planicie del Beni, le liemos denominado «Monto Frías», cn memoria del ilustre mandatario de Bolivia, que ha sabido hacer práctica la libertad electoral.

Después del pujona) hemos penetrado en nn monte bajo, espinoso y lleno de agua, que nos llega al muslo; fatigados por ese accidente del terreno campamos á li. 3 sobre una pequeña isla, con objeto de cazar durante la tarde, porque no liemos comido hace dos días sino nn plátano por persona. A. h. 5, tenemos un venado, una pava y algunos monos que lmn restaurado las fuerzas perdidas.

Don Félix Müller ha delirado toda la noche y se ha decla­rado liebre cn dos de los mozos.

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Durante la noche, nos invadieron las hormigas, obligándo­nos á variar dc campamento, con el agua á la cintura. Tene­mos esperanza de tocar mañana cn tierras altas, que nos per­mitan caminar, pues en el día de. hoy no liemos avanzado ni tres leguas.

28 de Marzo; liemos almorzado bien y cazado lina pava para la comida. Mtíller sigue como ayer. El terreno es el mis­mo : chaparral anegado.

Sólo habremos ganado dos leguas sobre el rumbo. El terreno mejoró un poco en la larde y cazamos aves y monos, que nos lian dado excelente comida. .

29 de Marzo; Después de hacer un Imen almuerzo, nos pusimos en marcha, siempre por terreno inundado y sartenejal. Al cabo de una hora, locamos tierra lirme. A h. 3, encontra­mos un arroyo, que hemos pasado por medio de un puente construido en el acto: poco más adelante cruzamos el mismo arroyo y formamos campamento.

Hemos tenido abundante caza de monos negros; ganaríamos en el día, cerca de. tres leguas. Volvió la liebre á los enfermos. Müller ha caminado bien.

30 de. Marzo: A h. 1 a. m. nos ha cogido una lluvia tor­rencial, que lia durado cinco horas; felizmente estábamos prevenidos y poco nos liemos mojado.

Salimos ti h. II después de hacer un frugal almuerzo y llevando algunas provisiones para el camino. Al medio día encontramos un arroyo navegable, lúe juzgamos que es el oríjen del río Sena. Mide 20"’de ancho por 2.30"’ de fondo y se dirije al N. N. E.; lo liemos cruzado fabricando un puente.

El señor Müller pretendía bajar por este arroyo á lo que se opuso el Jefe, porque habría sido autorizar una locura.

Avanzamos dos leguas y formamos el campamento, que nos demora cerca de dos horas, porque es l'orzozo recoger hojas de palma y construir cabañas.

Los utensilios de. cocina han estado desocupados, porque no hemos tenido suerte, en la caza.

31 de- Marzo: Salimos á h. 8 a. m. con Imen tiempo. No hay almuerzo y la razón os obvia J oslamos cn el día Santo.

liemos cruzado un curiche y después un arroyo; el terreno muy anegado.

Al medio día cazamos cuatro marimoños, un silvador y varios nionilos amarillos, l’oco después se ha presentado á tiro una manada de puercos, de los que cazamos un par, dejando

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en libertad á los demás. Siguiendo la marcha, cazamos otro mariinono, todos vamos cargados hasta lo insoportable.

En tres horas y cuarto de marcha, hemos avanzado dos leguas y media; felizmente tocamos algunos trechos de buen terreno y de monte real.

Miiller sigue mejor y se va habituando con la marcha.1° de Abril; liemos consumido bien las provisiones en el

almuerzo y piiéslonos en camino á h. 9 a. in. El camino sigue por chaparral inundado, desesperante.

Miiller no puede hoy caminar. Será forzozo que baje por e] Madidi, como lo desea; de lo contrario, demoraremos el viaje indefinidamente.

Encontramos á cada paso huellas de salvajes; es seguro que espían nuestra marcha y procuran reunirse para atacarnos. Las precauciones y vigilancia son redobladas.

Hemos cruzado por dos veces un arroyo que se dirije al N. E. y abrigamos la esperanza de encontrar pronto el río Madidi, donde seguramente hallaremos chacarismos de salvajes.

Lazamos en la larde dos marimoños cerca del campamento y jinsnmos la noche sin haber caminado, en el din, sino legua y media.

2 de Abril; Hemos tenido una lluvia torrencial de las 3 á las 11 de la mañana. Miiller se encuentra muy postrado y resolvió el Jefe demorar este dia.

El joven Edmundo Pando, subió á un árbol jigantesco y nos aseguró que teníamos la serranía al E. S. E., próximamente á cuatro jornadas. El rio Madidi debe estar, por consiguiente, cuando más á cinco leguas del campamento.

liemos tenido poquísima caza y no hay un grano de sal. Las enfermos se han medicinado y esperamos todos llegar al Madidi en dos jornadas regulares.

3 de Abril: Hoy liemos caminado bien. El señor Miiller está animado con la esperanza de llegar luego ni Madidi.

Caza abundante.Hemos ganado tres leguas y cuarto, con tiempo favorable.4 de Abril; Permanecimos por la enfermedad del Coronel,

que ha tenido cólicos nerviosos, causados por las mojazo- nes.

El terreno que nos rodea, es seco y de monte real, donde los cazadores han dado una provechosa batida.

Los hombres (pie lian subido á las copas de los árboles elevados confirman los datos referentes I lu proximidad de la serranía.

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El señor Miiller se encuentra mejor y no ve la hora de llegar al Madidi.

5 de Abril: Salida á h. 7.30' a. m.A una milla del punto de partida encontramos un arroyo

que se dirije al N. E. Es cvivculo la proximidad del río Madidi.Después de siete horas de penosa marcha, alternada con

descansos de 15' , hemos llegado á la orilla de un arroyo que desemboca en un eurlehe, donde pasamos la noche. Los caza­dores han sido enviados en dirección al Madidi y aseguran <pie se halla próximo, á juzgar por los accidentes del terreno (¡uc reconocieron.

Se adquiere, con la práctica, una gran facilidad para reco­nocer la transición de uno á otro rio, por medio de los arroyos y de las tierras firmes, así como apreciar, por la confluencia de aquellos, la distancia á que se encuentran del curso principal.

Creemos haber avanzado hoy 3 1/2 leguas sobre rumbo S. E.6 de Abril: La salud del señor Miiller ha decaído nueva­

mente, apenas puede caminar, á esto se agrega que no liemos tenido caza y que la comida sin sa.1 se ha hecho para todos intolerable. Principia á hacerse grave la situación.

La marcha ha sido lenta, hemos caminado tres horas y avanzado una legua, el Coronel acompaña incesantemente desde el primer día al señor Miiller, así como su hijo Ramón, uno de los más sufridos, fuertes ó intrépidos exploradores.

Los hombres que han subido á los árboles anuncian la proximidad de la serranía del Madidi ; debemos estar muy cerca del río que cruza al O. de aquélla.

7 de Abril: Después de media hora de marcha, llegamos por fin al Madidi. El río corre en este Bunio hácia el N. E. y tiene la playa un ancho de cerca de 100 mas el río no ocupa por ahora más que G0 metros, con una profundidad de 2 metros. Las aguas amarillentas y algo tibias. El cauce, obstruido por palizadas. Sobre las dos orillas se encuentran chacarismos de los salvajes, cuidadosamente cultivados. Al S. se distingue ¡a serranía de los Andes y el Monte Frías. Claramente se vé la angostura por la que se abren paso las aguas al través de los últimos cerros.

Hemos lomado cañas y plátanos, que nos dieron una grata variante cu el sistema de nuestro último régimen alimenticio.

El día lo hemos empleado en construir una buena balsa para el viaje del señor Miiller y de sus compañeros. Está de­cidido que hará el levantamiento de la carta del Madidi, hasta su desembocadura en el Beni.

Tomo VI. 21

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El tiempo sigue bueno; las mañanas frías y despejadas; las nubes formando grupos sobre los picos de la cadena de los- Andes; parece que entramos decididamente en el Otoño.

Acompañará al señor Müller, por compromiso voluntario, el intrépido y noble joven José R. Benavente, quien fué, durante la marcha, el más fiel compañero de Müller. El Coronel ha nombrado, con el mismo objeto, á su propio sobrino Edmundo- Pando, sugeto valiente, activo, perspicaz y propio, bajo todos conceptos, para esa comisión.

8 de Abril: En la madrugada se ha avistado nuevamente- el «. Monte Frías », al S. 10° O.

Se concluyó la balsa que reune buenas condiciones para la navegación de tros personas.

No se nos oculta el peligro que tiene el viaje del señor Müller, pues es seguro que el río Madidi tiene salvajes; lero, en primer lugar el Ingeniero no puede avanzar un paso más por tierra; su salud se encuentra quebrantada por la última travesía y él está persuadido de que su sola salvación está en la navegación del Madidi. ■

No siendo posible abandonar después de tantos sacrificios el plan primordial de cruzar la selva hasta Ixiamas, es for­zoso consentir en el viaje del señor Müller, dando cabida á la esperanza de que se hará con felicidad. I.as últimas crecientes han llenado de lodo las playas del rio, donde los salvajes esta­blecen de ordinario sus campamentos para dormir sobre ln nrena; en tiempo di aguas viven alejados del rio, sobre las tierras altas que bañan los arroyos: esta circunstancia puede favorecer á los viajeros permitiéndoles pasar desapercibidos, basta llegar á los establecimientos que tiene formados el señor Mouton, sobre la parte baja del citado Madidi.

A h. 2 p. m. descendió la balsa, con los tres intrépidos via­jeros, que llevan carabinas Winchester y los instrumentos pre­cisos para el estudio del rio. Que Dios los lleve con bien.

El resto del día lo pasamos preparando algunas provisiones y curando á los enfermos. Ahora son cuatro los que padecen de fiebres, quedando aptos para el trabajo solamente once, entre los (pie se cuenta el Coronel.

La distancia que so lm recorrido del rio IIcníli, n) Madidi, es de 21 leguas; se presume que pasan de 35 las que faltan para llegar á Ixiamas, por los estudios previos practicados en Noviembre anterior.

A pesar de los enfermos, que son todos naturales del país,

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será posible apresurar la marcha y vencer cn ocho días esa distancia.

.9 de Abril: Solida á h. 7 a.m.; el grupo consta de 15 hombres; de estos, cuatro enfermo; las armas son 12 rifles y 3 escopetas.

A una hora do comino Inicia el E. S. E. encontramos una laguna formada por un antiguo cauce del río, en la cual hallamos abundante pesca.

El terreno más allá es seco y accidentado; lo cortan pequeñas quebradas ó zanjas sin agua, correspondientes á la base de la cadena de montañas que tenemos inmediata.

Formamos campamento á h. 5 p. m., después de recorrer en el día próximamente cuatro leguas.

10 de Abril: Salimos con buen tiempo ó li. 8 a. m.A medio día se observó el horizonte, subiendo algunos

hombres á los árboles más elevados; la cadena de los Andes se distingue al S., distante poco más ó ménos cinco leguas; al S. E. so vó ln serranía quo pasa el frenlo do Ixiamas; los mozos creen que llegaremos al río Iluudoino en cuatro días; el Jefe cree, refiriéndose á observaciones previas que hizo por el lado opuesto, que tardaremos de seis á siete días.

La caza lia sido espléndida; tenemos una anta, que lia co­gido la perra «Leona» y varios marimoños. Campamos tem­prano, para saciar el apetito y preparar provisiones para el dia de mañana, á fin de avanzar con ellas más que el día de hoy, que no hemos ganado sinó tres y media leguas.

11 de Abril: A una hora de marcha encontramos un bonito río, primer afluente de consideración del río Madidi, al cual, por voto unánime, se le lia dado el nombre de «Río Müller». En este río, así como en el Inambary y cabeceras del Sena, hemos encontrado lobos anfibios. El cauce del nuevo curso es profundo y ancho de cerca de diez metros, so reconoce en las márgenes que tiene grandes crecientes en tiempo de lluvias.

Más allá de este río, el camino se ha hecho casi impracti­cable; es un sartenejal perverso, cubierto de fango consistente que nos impide la marcha. El calor durante el día fué sofo­cante.

liemos ganado media legua hasta el río Müller y tres más en dirección á la serranía.

Inquieta á todos el viaje de Müller y de sus compañeros; á todos domina ese pensamiento, olvidando las propias penali­dades y los peligros de la travesía.

12 de Abril: Al cuarto dc hora dc viaje, saliendo á h. 8 a. m., encontramos un nuevo río, poco menor que el que llama-

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mos Mñller, cuyo lecho cubre piedra menuda, indicio evidente de que tocamos ya la base de la serranía. Principia más allá de este riacho á elevarse el terreno y caso muy digno de atención, los arroyos corren en sentido contrario, eslo es, liácia el S. O.

L.a caza fué muy abundante. «Leona» cazó un tejón, pero ha sido gravemente herida por éste en el pescuezo. El perro «Tigre», á titulo de gefe de la familia canina, es el que recoge los aplausos prodigados á la valiente «Leona»; ¡es un famoso perro!

Hemos ganado en el día, abrumados por el calor y la fati­ga, solo cuatro leguas.

13 de Abril: Salimos bien temprano.Es innumerable la cantidad de arroyos y de riachos que

cruzamos á cada paso; el terreno, siempre elevado, deja ver en el cauce de los arroyos piedra redondeada.' Caminamos sin descanso y nos apercibimos, por los accidentes del terreno, que nos dirigimos al cuerpo de la serranía, la cual forma una bifurcación hácia el N. O. en ángulo de 45°. El jefe resolvió evitar la serranía por el N. y variamos el rumbo al N. E., sin apartarnos de la liase y resuellos á seguirla hasta tocar el río Hundomo.

Hoy liemos hecho bien 5 leguas, sin detenernos sino lo preciso para lomar algún alimento; los monos han tenido un día de tregua y se ha economizado las municiones. Hemos

' cortado muchas sendas de bárbaros, recientemente transitadas.14 de Abril: Cruzando siempre ríos y arroyosú cada ¡lisiante,

liemos tocado al medio dia en un rio pedregoso.- ya conocido por los antiguos habitantes de Ixiamas con el nombre de Emcro. Antes del despueble de aquel lugar, los ixiamcños re­corrían á menudo la selva hasta las proximidades del río Ma­didi; desde el descubrimiento de los gomales, lu parte más vigorosa de la población ha sido enganchada para el rio Beni, y los bárbaros han avanzado hasta las cercanías del pueblo de Ixiamas. En el punto que ahora recorremos, se ha hecho anualmente una verdadera campaña por los ixiamcños contra los salvajes llamados Guarayos, en la que ha habido estrata­gemas, sorpresas, combates, heridos y muertos, prisioneros y victorias; el Odio secular (pie profesan los salvajes al ixiame- ño está explicado por la tradición.

1 lomos hallado sobre las márgenes del Emero, chacarismos abandonados y algunos lilátanos producidos sin cultivo, que nos han parecido esquisitos.

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Habremos avanzado 4 leguas y campado sobre un riacho con playa pedregosa, que so dirige al N. Estamos, pues, Ban­queando ya 1a serranía; con oíros dos días de buena marcha, podemos llegar al río liándome.

15 dc Abril: Igual marcha que la de ayer. La serranía nos rechaza siempre háciu el N. E. hasta el medio día, hora en que hemos cambiado el rumbo al E. S. E., siguiendo la base de la serranía. Creo el Coronel que cerrado el semi-círculo que forma la desviación de los rumbos magnéticos, tocaremos en el río Hundomo. al pie del Monte Atalaya; cada día se hacen las correcciones exigidas por la desviación de los rumbos y las distancias calculadas; sólo ií los naturales lia sido necesario imponérseles oslo procedimiento, porque ellos, muy prácticos cn la selva virgen, en los dias de sol, tienen su manera espe­cial de orientación, que falla siempre los dias nublados.

Desde el medio día ios arroyos, do los que ya no nos ocu­pábamos para no repetirlo á cada línea, se han hecho más escasos; seguramente locamos la tierra alta (pie separa las quebradas del Madidi y del Hundomo.

Tarde hicimos alto para formal1 el campamento: cuando cor­tábamos la palma necesaria para los techos, oímos lina gran gritería de salvajes, que debían estar muy inmediatos; el Co­ronel armó la gente y quiso desalojarlos; mas cerraba la no­che y no habríamos avanzado 200 metros sin quedar á oscuras, expuestos a sor victimados por los salvajes, conocedores del terreno y dc las sendas que conducen al caserío que ocupaban. Pasamos la noche vigilantes y no buho novedad; los gritos han cesado muy pronto; se vé que. los sorprendió nuestra lle­gada y que se preparan para huir.

16 de Abril: Muy temprano salió el Coronel con cinco hom­bres armados á reconocer el campo de los salvajes; no ha hallado sinó vestigios de su permanencia en el lugar; huyeron en la noche.

Emprendida la marcha, hallamos un riacho á una legua del campamento; es por éste (pie han huido los salvajes.

El terreno sigue accidentado; en lugares muy altos, pero con declive constante hacia el N. Los dos otros arroyos que hemos cortado, siguen este rumbo; parece que son alluentes del Madidi; el cual describo un gran arco hacia el N. E., re­cibiendo, como otros tantos radios, los ríos y arroyos (pie so forman en esta serranía.

Lazo y otros enfermos han tenido mucha fiebre, razón por la que hemos caminado poco para no dejarlos expuestos á

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una sorpresa de los salvajes, que deben hallarse inmediatos.La distancia ganada en el dia ha sido de tres leguas; el

Coronel dice que habiendo cambiado el rumbo de nuestra marcha que sigue la base de la serranía hácia el S. S. E., estamos próximos al pico Atalaya.

17 de Abril: El terreno sigue elevándose á nuestro Frente y forma como un grueso rehorde; después de hora v media de marcha, descubrimos una gran claridad á través del monte, que nos ha parecido formada por una laguna; pronto nos con­vencimos de que no era otra cosa que el horizonte, pues nos encontrábamos á una altura no inferior de veinte metros sobre el nivel del río Hundomo y del bosque de su margen derecha. Estábamos próximos al término del viaje y ya todo nos era conocido; descendimos al rio y nos dedicamos á la pesca con dinamita, que dió brillante resultado; el Coronel salvó del nau­fragio de 22 de Marzo algunos cartuchos de dinamita y un poco de guía mojada; nosotros creíamos que ella no serviría, pero el Coronel aprovechaba los descansos secando la guía á la lumbre ó al sol y contestaba á nuestra observaciones con la convicción de que sacaríamos partido de ese poderoso ele­mento; en efecto, el almuerzo del día más grato de nuestro largo viaje, fué asegurado por dos tiros del explosivo mencio­nado, que nos permitieron cosechar 72 sábalos de regular tamaño, sabrosos, gordos y sin más defecto que tardar más de un minuto en el improvisado asador.

Á pesar de haber'carninado muy poco en el día, el Coronel acordó que descansásemos para curar á los enfermos, entre los que contamos á la fiel y valiente «Leona», cuyas heridas se lian puesto de mal carácter.

Ha llovido en la serranía inmediata y aumentado el curso del río Hundomo, el cual no es navegable en este punto. Reconocimos la garganta de la serranía y secamos la ropa.

Los mozos en su mayor parte naturales de Ixjamas, vuel­ven al país natal después de doce años; su alegría es inmen­sa; recién comprenden y se explican la utilidad de la brújula y la precisión de los cálculos que en ella se basan. La única sombra que empaña la general satisfacción, es el recuerdo de Miiller y de sus compañeros, acaso victimas de la ferocidad de los salvajes.

18 de Abril: Ha llovido durante la noche y sigue lloviendo en la mañana. Cruzamos el rio y buscamos la antigua senda que debe, conducirnos á Ixiamas. Abandonada ella muchos años, nos lia sido difícil reconocerla; después de tres horas de

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marcha llegamos al rio Tacasu (pie corre por en medio dc una ancha playa pedregosa; después de este río, liemos en- ■contrado una extensión de monte tronchado por el huracán; se conoce que la dirección del viento era dc Sur á Norte; he­mos empleado cerca dc, medio día cn pasar, como serpientes, por debajo dc los troncos hacinados en desorden; qué impo­nente debo ser un fenómeno de semejantes proporciones. Al atravesar esta región se nos ha quedado «Leona», apercibién­donos del liec.lio solo al terminar la jornada.

No nos lia fallado caza y campamos sobre un arroyo do, aguas fresi^By cristalinas.

19 de Abril.: Emprendimos la marcha muy temprano; hasta los enfermos se sienten animados; lodos los jóvenes licúen heridos los pies. Sólo d Coronel se manifiesta fuerte; sin em­bargo, su extrema palidez anuncia una extenuación á (¡uc so sobrepone para dirigir la marcha. El orden de ésta, se ha guardado inalterablemente desde d arroyo de los Buzos; Pru­dencio Aradivi y Doroteo Bacua abren la senda, el Coronel señala el rumbo, consultando lá brújula de diez en diez mi­nutos, va luego su hijo Ramón, en seguida Muñecas, Miran­da, Balcón, Peñaranda, Lazo y al último los sois mozos, para cuidar do l^ttaguardia.

Pasado el mediodía, tocamos en el arroyo Yuvc y encontra­mos un campamento dc ixiameños reden abandonado; segui­mos la marcha después dc un corto descanso y campamos sobre, un iirroyuclo inmediato al arroyo tSataryapu, sorprendi­dos por la noche. Mañana estaremos temprano en el término de nuestro viaje.

20 de Abril: Emprendimos la marcha temprano: después de una hora pasamos el arroyo Salaryapn y poco más tarde sali­mos al pajonal que eslá al 8. O. de Ixiamas, desde el que vimos distintamente el ruido do las cajas y de las campanas con que se llama á los trabajadores que edifican la iglesia. Nuestra alegría es proporcionada á las penalidades que hemos

^Hfrido.Cortamos un palo para izar la bandera dc la expedición y

saludamos al pueblo con una salva. Poco tiempo después, apa­recieron I nuestra vista cinco hombres armados, que llegaban en son de, combate á la garganta de dos pequeños promonto­rios por donde cruza el camino; sorprendidos por nuestra pre­sencia, avanzó un hombre á reconocernos y mandó aviso á la población. Poco más lejos encontramos al reverendo Sanjincs y á todos los habitantes que acudían con armas; la causa dc

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esta alarma es fácil de explicar: en los días anteriores se habían presentado salvajes en los alrededores del pueblo; ese . día habían salido tres cazadores en esa dirección y al oir los tiros de salva, creyóse en Ixiamas que los tres cazadores ha­bían sido alacados por los salvajes y que se defendían de ellos. Al vernos, la alarma se convirtió en regocijo y todos los habi­tantes vinieron en nuestro alcance, con música y llores; los expedicionarios guardaremos un eterno recuerdo de la cariñosa acogida que recibimos en Ixiamas, donde se ha apreciado con exactitud la importancia de nuestra tarea y las penalidades que liemos sufrido.

Ixiamas está sobre el límite de la región poblada; amena­zada constantemente por los salvajes, se ha dado^Krta orga­nización militar para acudir, en cualquier hora, á la defensa del pueblo; hay un capitán y ocho oficiales, nombrados anual­mente y que pueden ser reelectos á voluntad del Padre, (pie reconocen la obligación de no apartarse del lugar y de acudir armados al punto amenazado; para completar el sistema de defensa, hacen dos ó tres batidas al año sobre el río Ilnndu- mo á fin de alejar I los salvajes los cuales, como ya dijimos, se han acercado mucho á la población y construido campa­mentos sobre el misino río llundumo. Á pesar de esas pro­diciones, los salvajes se aproximan con frecuencia y asesi­nan sin piedad á los habitantes que encuentran indefensos; la rivalidad que existe entre los Guaravos y los Ixiamcños viene de tiempo inmemorial; parece que nace del antagonismo entre la raza Tacana y la raza que por el momento llamaremos Gua- raya; reducidos los Tacanas á la civilización cristiana, el odio que se profesan aquellas razas no ha hecho más que aumentar.

La defensa de la bonita población de Ixiamas, que se eleva sobre una pintoresca meseta, bañada por el río Itaca y rodea­da de bosques y de pajonales, reclama la atención del gobier­no boliviano. Ella puede hacerse fácilmente por medio de batidas pruclencialmente combinadas sobre las regiones del Hundumo y del Madidi, asi como sobre la que está situada al pié de los Andes, para ahuyentar á los salvajes cuando no fuese posible destruirlos en sus caseríos. Se tiene comprobado por la experiencia, que el salvaje Guarayo es pérfido, á la vez <pie valiente; rebelde á la civilización, so deja matar ó se deja morir antes que entregarse al vencedor.

El pequeño grupo expedicionario, después de nueve días de descanso en Ixiamas, donde recibió las cariñosas atenciones del virtuoso misionero padre Sanjines, continuó su inarcha

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hasta el río Beni, pasando por Tiimupnsn y llegó al puerto de Rurenabaquc I principios de Mayo.

La distancia recorrida entre los ríos Heatli y Beni, más ó menos sobre el paralelo do Ixiamas, teniendo en cuenta el sinuoso trayecto de la senda, que se adaptó á las condicionesdel terreno, es la siguiente:

Del « Arroyo de los Buzos» sobre el río Heatli, al Madidi.............................. leguas 2í

Del Madidi al Hundumo......................... » 32Del Hundumo á Ixiamas....................... » JO

Distancia recorrida á pié. . . » 66Do Ixiamas al Beni, distancia recorrida

ú caballo........................................... » 36Total....... leguas 102

La dirección constante que lleva la rama oriental de la ca­dena de las Andes, desde el punto en que principia á inclinarse hácia el naciente, es S. E. 5° E. Desde la cima de los picos nevados que forman el dorso de la cadena, hasta la planicie del Beni, hay una distancia que varía entre treinta y cua­renta leguas. Las montañas, ¡i medida que so avanza Inicia el N., presentan menos elevación, y las últimas (pie dominan la región plana, son paralelas á la dirección de la cadena y forman serranías en la apariencia aisladas. /X este tipo corresponde la que pasa por Rurcnabaque y termina por bifurcación cerca del río Madidi; la rama derecha de esta bifurcación llega hasta las cercanías de la boca del Inambary, y la rama izquierda termina por una alta montaña, que seguramente dá origen al río D'Or- bigny y á los afluentes del Heatli. Esta serranía parece (pie debe su formación á la acción poderosa del periodo glacial, porque la carateriza bien un hacinamiento «lávico de terrenos de diversa naturaleza, entre los que predominan las arenas, los esquistos, el cuarlzo, el aluminio, la arcilla y los óxidos propios de los terrenos de agregación.

Entre la última serranía, que llamaremos de Tumupasa, y el cuerpo de la cadena, que solo hemos visto ¡i la distancia, se han formado valles extensos, de terreno ondulado, por donde el agua corre hácia los ríos que se abren paso á la gran llanura, después de formar pequeños lagos en que abunda la pesca. Estos sitios son ahora ocupados por tribus de salvajes, que salen sobre el rio Tequcje, se aproximan al pueblo de San

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José y se comunican con los que habitan las orillas del Madidi y del H und unió.

Nada difícil sería el establecimiento de una vía de comuni­cación entre Ixiamas y el río Healh para alimentar el comercio de la parle alta del Madre de Dios. El trayecto que hemos re­corrido en la penosa travesía de (pie hablamos, no puede apro­vecharse sinó como dato para el estudio de una vía más corta y más practicable ; osla opinión so aíirma cn las informaciones que recogimos de los antiguos vecinos de Ixiamas, quienes refieren que hay un camino corlo hasta el Madidi, que sigue la línea media de la bifurcación de la serranía. De cualquier manera, un camino de herradura entre Ixiamas y el río Healh, no será de más de ocho días, para ganado, con la ventaja de hallarse pajonales extensos al término del viaje; del arroyo de los Buzos al Establecimiento del Carmen, hay solo cuatro días de navegación; de manera que no tendremos de viaje, entre Ixiamas y la parle bien poblada del río Madre de Dios, no más de doce días de bajada y veinte días de subida. Realizada esta obra, el pueblo de Ixiamas asegura su existencia, apro­vecha sus campos dc pastoreo y puedo abrir una comunicación más directa con alguno de los pueblos (pie están situados entre Pelechuco y Apolo.

En los bosques desarrollados sobre las faldas de la cadena de los Andes, crece una innumerable variedad de plantas titiles entre las cuales mencionaremos solamente la cascarilla y el chamairo.

Los salvajes que habitan las cabeceras del río Madre de Dios, pertenecen á diferentes tribus. Sobre la parte superior de este río, se encuentran los Sirincyris (pie dieron muerte al Co­ronel Peruano 1). Baltasar de La Torre; entre aquél y el Inam­bary, están los Macháis, que amenazan algunas veces, estimulados por el deseo de adquirir herramientas, las poblaciones bajas de la provincia Sandia ; un poco más ni E. están los Guarayos, que se extienden luiste los ríos del Madidi y Hunduino, y sobre un arroyo atinente del Madre ele Dios, que les debe su nombre, los Torotnonas v algunas tribus aisladas de Pacaguaras. Por la extensión de los chacarismos, se deduce que la mayor cantidad lie salvajes existe sobre el Madre de Dios. Parece quede común acuerdo lian hecho una amigable distribución de todo ese terri­torio, que ocupan sin contradicción, y que se reúnen una vez al año, en la primavera, sobre las playas del Madre de Dios, para rúcojer los apetecidos huevos de tortuga, acordar alianzas, casamientos, expediciones, etc., entregándose á las diversiones

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y danzas que les son peculiares; entonces lucen los vistosos adornos que les liemos conocido, y ostentan los trofeos que conquistaron en los asaltos á los establecimientos de explota­ción de goma clástica, o á las haciendas de los valles del Perú.

La estatura de esto indios es mediana, su complexión vigo­rosa. Se vé por la extensión de los terrenos cultivados, que son laboriosos y que están bien organizados. En la guerra, son valientes, poseyendo una cierta educación militar, que les permite aprovechar los accidentes del terreno y sacar partido de los arroyos que les defienden.

No es empresa fácil la de atacarlos en sus caseríos y per­seguirlos en el bosque, y solo con el auxilio de buenos perros, la pericia de hombres habituados ni monte y la con veniente disposición de las marcha, se puede sorprenderlos y dominarlos. Mas, ¿cuánto tiempo, cuántas campañas serían suficientes? Mejor es defender los territorios aprovechados por la industria, edifi­cando fortines, organizando guarniciones militares y haciendo frecuentes batidas; las pestes y el agotamiento de la caza van á dar fin, antes de mucho tiempo, con los salvajes que no se prestan á la reelución, dejando libre el campo para el desarrollo de las industrias que con ventaja pueden establecerse en aquellos lugares. Es difícil calcular el número de tribus que habitan la hoya del Madre de Dios; procediendo con un poco de arbi­trariedad, pero basados en el conocimiento del territorio que recorrimos, creemos que hay veinte mil almas, distribuidas en cuatro mil familias, que han de foiuiar aproximadamente de treinta d cuarenta tribus.

El sistema de. vida los obliga a! aislamiento pues no halla­rían en el bosque caza bastante para sostener grandes agru­paciones. Vagan por los bosques y por los ríos, formando campamentos, ya sobre un lago, ya sobre el linde de un pajonal, ya sobre un arroyo navegable ó sobre un río ó una isla, sin apartarse mucho de las vías navegables, ni internarse demasiado en el monte real; sus caminos siguen casi siempre los arroyos y los ríos, ó cruzan de uno á .otro en línea recta. Cultivan algunas variedades del plátano, cinco clases de maíz, dos de la caña de azúcar, la yuca, la gualusa, la coca y algunas frutas; hilan el algodón silvestre, tejen una especie de camisetas, á las que dan color con el achiote; fabrican redes, hamacas y utensilios de terracota; labran canoas y remos, arcos y flechas, adornos de plumas y dientes de animales ó fragmentos de maderas aromáticas; conocen, en fin, los usos y la importancia de las herramientas, lo cual indica que los antecesores han estado,

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siquiera sea precariamente, en contacto con la rudimentaria civilización de los pueblos catequizados.

Nada sería más ventajoso que asimilar esas tribus á nuestra civilización ; pero la tarea es impracticable por el momento, pues exigiría una suma de esfuerzos de que no es posible disponer con la persistencia que demanda para ser eficaz. El indio es naturalmente suspicaz y receloso, pérfido y vengativo, profesa una inclinación invencible hacia el vagabundaje y ama su libertad.

Hablemos, para concluir esta digresión, del nombre que se dan los Guarayos. Por investigaciones prolijas y valiéndonos del conocimiento de algunos dialectos de las tribus de Araonas, de los que hablaremos después, creemos que la palabra guarayo significa guerrero. Eas Ipuriuas que encontramos en posterior expedición sobre el río Acre, al oir el título de Coronel que daban al Jefe los expedicionarios, preguntaron lo que significaba aquél á un muchacho que sabía bastante portugués, y se había educado en una Barraca brasileña, cuando contestó en su dia­lecto, le oímos repetir las palabras Coronel y Guarayo con ade­manes que nos dieron á conocer el sentido de sus palabras: Coronel, era según este singular intérprete, el Jefe de los Gua­rayos, esto es, de los guerreros. I.os Araonas dicen que la frase hacer guarayo, es equivalente al verbo inatar. De cualquiera manera, el nombre de Guarayos no es el propio de aquellas tribus, cuyo dialecto parece que se asemeja al de los Ipurinas, Pacaguarus y Cliacobos. No es difícil hoy investigar el origen y la semejanza de los dialectos de quo nos referimos, asi como las tradiciones de esas tribus, por medio dol conocimiento quo muchos Ipurinas han adquirido del portugués y de las relaciones que éstos mantienen con los brasileros del río Acre; levantado el velo que cubre las tradiciones de esa raza, puede llegarse á <ledliciones más precisas acerca de las condiciones pasadas y presentes del hombre americano.

En Burenabaque esperamos parte del mes de Mayo la in­corporación del señor Félix Müller, para construir los planos y cartas y redactar el informe de la exploración. Mas que im­pacientes, ansiosos por conocer cuál había sido el resultado de la navegación del río Madidi, enviamos al animoso joven Don Benjamín Falcón, para que tomase y nos trasmitiese noticias1; poco después, acordamos la marcha del jóven Ramón Pando, quien bajó por el rio Beni con órden de alcanzar á Falcón y encaminarse los dos al rio Madidi para tomar noticias ciertas acerca de la suerte de los tres compañeros Müller, Pando y

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Benavente; el joven llamón naufragó cerca de la boca del Río Negro, salvándose fortuitamente sobre un palo flexible que se babfa clavado en el lecho del río, donde basó la noche sumer­gido en el agua hasta las rodillas; los tripulantes Julián Bozo y Prudencio Beyitma también salvaron del naufragio, el primero flotando con lu canoa volcada, que logró conducir ú la playa, y el otro, á nado; el naufragio tuvo lugar á h. G p. m., al cruzar por medio río para hacer campamento, chocando en un palo que estaba ú un pié bajo del agua; Prudencio cu la ma­ñana siguiente, armó una balsa y penetró en el río para sacar á Ramón y juntos siguieron hasta encontrar á Julián Bozo; vanos fueron los esfuerzos de los tres hombres pnru poner á floto la canoa volcada; entonces, casi desnudos y sin alimentos, resol­vieron continuar el viaje; dos días más abajo hallaron una embarcación que remontaba el curso del rio Beni, y el señor Guibert que la comandaba, prestó algunos auxilios á los náu­fragos dándoles pasaje hasta el sitio en que quedó la canoa y ayudándoles á ponerla ¡i floto. Cuando los tres comisionados pudieron proseguir el viaje, sin provisiones, ya Raleón bahía pasado la boca del río Aladid^B' no se pudo llenar el objeto de la comisión.

Entre tanto el señor Alberto AJoutón, jefe del los establecimien­tos situados cerca la boca del Madidi, invitaba al que estas líneas escribe, ú expedicionar contra los salvajes Guarayos, para in­quirir por el señor Miiller, ó vengarlo. Aceptamos esta invita­ción y resolvimos realizarla tan pronto como llegase la Rele­gación Nacional, á cuyas labores deseábamos concurrir con el conocimiento que teníamos adquirido de la región que estaba llamada á organiza!'. Cuando llegamos al río Aladidi, guiando al primer grupo de la Delegación, el señor Alberto Moutón había partido ya, motivada la precipitación de la marcha por un nuevo ataque de los Guarayos á una do las dependencias del establecimiento, distante apenas una legua del principal, donde victimaron á ocho de los picadores ó hirieron gravemente á los últimos dos. El señor Aloutón. cuya intrepidez se ha puesto otras veces ú prueba en idénticas circunstancias, logró alcanzar y sorprender á los salvajes, cuya tribu exterminó casi totalmente, pues fueron solo dos los niños que consiguieron huir. Entre los trofeos que encontraron, se pudo reconocer varios de los objetos, vestidos y monedas correspondientes á Miiller y sus dos compañeros, quedando confirmados los fu­nestos presentimientos que justamente nos inspiraba su tar­danza.

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El señor Félix Müller era natural del Departamento de Al- sacia y francés de origen, gloriándose de serlo. Su educación la hizo en la Escuela Naval y más tarde en la Escuela Cen­tral de Ingenieros. Ocho años trabajó como Jefe de Sección en el Canal de Panamá, de donde, á tiempo de la suspensión de los trabajos, se dirijió á Bolivia, tomando un puesto cn la empresa minera Blondel y (?., de la Ciudad de Oruro. Ha­biendo pasado estos intereses á otra empresa, el señor Müller se retiró á La Paz, donde fué encargado de varios estudios mineros en la quebrada Tipuani. En Julio de 1892 nos pusimos de acuerdo para la exploración de los ríos del N. O. de Bolivia, bajo condiciones para ambos satisfactorias. Obligado el Jefe de la expedición á salir de la Ciudad de Lu Paz por causas extrañas á su voluntad y no justificadas por el Gobierno boli­viana, el señor Müller, con una decisión digna de . reconoci­miento, completó los preparativos y se dirijió á Rurenabaque, punto de reunión determinado por el Jefe. Ya hemos dicho cuáles fueron los trabajos de la expedición, en las pájinas anteriores, y cuál el importante rol -que -en ella desempeñó el señor Müller.

La principal víctima del sangriento drama del rio Madidi, no conocido en sus siniestros detalles, contaba 31 años y era de salud muy delicada. Valeroso hasta la temeridad, inteiijente como pocos, preparado para los estudios geográficos que había de emprender y dotado de todas las condiciones morales exi- jidas para esa clase de empresas, el señor Müller estaba lla­mado á prestar importantes servicios á Bolivia al lado de sus compañeros de fatigas, cuya estimación profunda y sincera había sabido granjearse por la abnegación constante en el trabajo, la competencia comprobada y el interés más vivo por el biien éxito dc las comunes labores. Quien estas pájinas traza con el propósito de dar á conocer aquella zona, en que hn empleado su esfuerzo y finalmente sucumbido el Ingeniero de la expedición, no puede prescindir del cumplimiento de un deber ineludible, tributando la justicia que merece quien, como el señor Müller, se ha sacrificado por dar práctica solución á uno de los últimos problemas geográficos de la América del Sur. Muy pronto se levantará sobre la boca del río Madidi una columna destinada á perpetuar los nombres de las tres interesantes victimas de los Guarayos, entre las que sobresale la simpática figura del señor Félix Müller, con la aureola del martirio, que ha inmortalizado al valiente explorador Julio Crevaux.

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Edmundo Pondo, sobrino carnal del Jefe de la expedición, contaba igualmente 31 años. Perspicaz, atrevido é infatigable durante la expedición, se había hecho acreedor al afecto de sus camaradas, á quienes comunicaba su humor siempre jovial ó distraía con su armoniosa voz. Deja padre v hermanos des­provistos de fortuna y la madre ha sucumbido al dolor de la catástrofe.

José R. Benavente, contaba apenas 24 años y era hijo de padres muy conocidos y bien relacionados en la sociedad de l.a Paz. Sirvió pocos años en el ejército de línea y se enganchó para la expedición, llevando el conl.igcntedc.su buena voluntad. En más de una ocasión manifestó la nobleza de sus senti­mientos, siendo muy especial su decisión por el señor Miiller, á quien atendía como á un hermano y por quien so ha sacri­ficado voluntaria y deliberadamente.

Ya que las anteriores líneas han sido dictadas por un sen­timiento justiciero, no debemos olvidar el mérito contraido por el señor Alberto Moutón, á quien so debe la certidumbre del siniestro y el castigo inílinjido á esos bárbaros, cuya creciente osadía se había hecho cada vez más amenazadora. Si la ven­ganza tomada pudiera aliviar el dolor, ninguna más completa que el exterminio de los guarayos por Jas atinadas y enérjicas combinaciones del señor Moutón.

La] Delegación Nacional envió también una expedición al río Madidi, confiando su dirección ni Jefe do lu Mesa Topo-, gráfica, Coronel Juan L. Muñoz; ella, ayudada por el señor Moutón, algunos propietarios del río Beni y los indios envinas, llegó hasta el punto en que habían sido exterminados los gua­rayos. No pasó de ese lugar, por la fuga de algunos tripulan­tes y la indisciplina en la fuerza armada. Si continúa la mar­cha liabrta sorprendido otras Irtbus y, tal vez, limpia ese río de salvajes delinitivamente. Para una expedición de esa natu­raleza se requieren especiales dotes de mando y práctica bien adquirida; sin esas condiciones el personal se desanima, cunde la desmoralización y, sobre un fiasco seguro, se corre el peli­gro de llevará los hombres ¡i un sacrificio estéril. El personal debe estar absolutamente dominado por el Jefe, identificado con sus aspiraciones y dispuesto á toda hora para llenar las más duras y peligrosas comisiones.

El primer cuerpo de la Delegación Nacional siguió su mar­cha hasta Rivcralta, ocupando la lancha «Roca» y cuatro ba­telones, llevando un viaje cómodo y feliz.

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Riveralta es una pequeña población fundada en 1882 por la casa comercial Braillard y Claussen, sobre la confluencia de los ríos Beni y Madre de Dios. El terreno sobre el cual está situada, es elevado y absolutamente propio, bajo lodos conceptos. La confluencia Beni-Madre de Dios, tiene lugar, según las observaciones del señor Müller á los 10° 59' 02" de lat. S. y 09° 27' de long. O. de París. Con estos datos cons­truimos la carta que acompaña á este trabajo; pero, más tarde liemos lomado, de fuente oficial, la posición verdadera del marco del río Madera, que los datos que sirvieron para los cálculos del señor Müller colocaban más al O. y debemos ad­vertir que, ajustándonos á los primeros, el meridiano del mareo eslá situado á <>7“ 45' 13" al (). do París, y on la conlluencia Beni-Madre de Dios á los 68° 57' 5" long. occidental del rnisnio meridiano. Siendo tarde para hacer estas correcciones, en la carta que publicamos, pedimos al lector que lome nota de la advertencia, para su oportunidad.

Riveralta tiene ahora unas veinte casas, de las cuales son cuatro de comercio, que designaremos por su limitado número: Braillard y Claussen, Suarez y Mansilla, Ilenicke y Velasco, Snarcz y Ca. Además hay comerciantes menores, tales como lingo \Vim kelmann, .luán Aponte, Benjamín Ortega y otros que ocasionalmente concurren al lugar. El porvenir de Bive­ralta depende del desarrollo de la industria gomera y creemos que no lo adquirirá muy marcado.

El clima dc Biveralta es sano; su altura sobre el nivel del mar de 159,u. La temperatura media mimil es de 24° C. El clima ardiente y húmedo. Con el desmonte y la edificación, Biveralta, ganará mucho y será uno de los puntos mas salu­bres del distrito del Beni, de que es ahora el centro principal.

En el punto de su conlluencia, el Beni y el Madre de Dios, forman una isla, cuya vista es pintoresca desde Riveralta. 1:11 ancho del Madre de Dios, antes de la citada isla, alcanza en las crecientes del río, á setecientos metros; tiene, más ó ménos la mitad del río Beni; en cuanto á profundidad, varía mucho, según los sitios, bastándonos decir que en el Beni no baja de ocho metros y en el Madre de Dios no baja de seis, llegando el primero á 2()nl y el segundo á 18“ en determinados lugares, i.a velocidad de la corriente, en la conlluencia de estos ríos, es de dos y media millas por hora, en el Beni y tres inillas á la hora en el Madre Dios. La temperatura de las aguas, mayor de 1/2 grado en el Madre de Dios.

Riveralta será una bonita población si se edifica sobre toda

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la ribera dejando una ancha calle por delante, que satisfaga todas las necesidades de una población comercial como aquella. El mercado y el espacio que necesitan las tripulaciones que llegan todos los días, se puede disponer ¡i la mitad del camino entre la parle alta y la orilla del río, donde hay una espionada apro­vechable y un manantial do agua dulce. Pensar en plazas y grandes cuarteles, sería desconocer las condiciones del lugar y las corrientes que sostienen la vida de Riveralta para crearse servidumbres y perjudicará sus habitantes. El espíritu progresista do éstos, combinado y dirijido por las autoridades, bastará para dar un risueño aspecto á la población.

El río Ortón corre al Norte del Madre Dios, y se forma por la reunión do los ríos Tauamano y Manuripi, cuya con­fluencia tiene lugar á los 11° 10' 57" lat. S. y 70° 51' 22" de long. al O. de París.

El (lía primero de Noviembre emprendimos el viaje de es­tudio de este río, penetrando en él con dos embarcaciones bien tripuladas y provislus, después do dos días de permanencia en el Barrnncón Ortón, del doctor Antonio Vaca-Diez, dueño de casi todos los trabajos instalados sobre uquél río, como luego veremos.

El día 2 de Noviembre encontramos los primeros centros de explotación, situados, el primero sobre la inárgen izquierda del río, recientemente organizado por Abel Taborga y el se­gundo, sobre la inárgen izquierda que explotan los picadores de Luís Leos; este último centro es conocido con el nombre de «La Laguna». Cerca de la Boca del río Ortón se presenta una rompiente de piedra canga, que cruza de una á otra orilla, dificultando la navegación en tiempo seco; ella se cubre de agua con las primeras crecientes y desaparece; la corriente es en aquella parle del río bastante pronunciada.

El 3 de Noviembre, llegamos á la Barraca «Angostura», que licué ú su cargo don Ramón Roca, por contrato con Vaca- Diez. Angostura está un poco al O. del meridiano de Riveralta; mas la diferencia es de pocos minutos. Permanecimos en este lugar hasta el 6 de Noviembre con objeto de esperar al doctor Vaca-Diez, que nos había ofrecido su compañía.

El día 6 seguimos la marcha y avanzamos hasta el punto de «Pascana Blanca», cerca del cual existen seis estradas abiertas.

El 7 continuamos sin encontrar trabajos establecidos, y campamos en una llava.

El 8 encontramos los antiguos trabajos de San Pedro yTomo TI. 22

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una nueva rompiente de piedra canga. A h. 2.45' y caminando con rumbo N. 90 O. naufragó la montería «Colla», chocando en un tronco cubierto apenas por el agua turbia del río; feliz­mente se salvó el personal y se pudo recoger, con el auxilio do la otra embarcación que caminaba detrás, gran parte del equi- page; el daño estuvo en que se mojaron las provisiones, per­diéndose la mayor parle de ellas. .

El 9 permanecimos cn la playa secando las ropas y provi-' siones; la embarcación la pusimos á Bote poco después del naufragio y la encontramos sin averías. Se nos incorporó el doelor Vaca-Diez.

El 10 seguimos el viage, encontrando la boca del arroyo Cármen, que se abre sobre la márgen derecha, y descubriendo el principio de un lago que se extiende hasta las cercanías de la Barraca Ilumaytá, á la que llegamos en la noche. Ilumaytá está situada sobre una tierra alta de la margen izquierda del Ortón, (pie se adelanta hasta el río. Toda la extensión antes recorrida no presenta sino alturas ménos pronunciadas; pol­lo general, los terrenos inmediatos al río son bajos y se inun­dan en la época de las crecientes, que principia en Febrero. A cierta distancia del curso del Ortón, (pie varía entre una y tres leguas, el terreno se eleva, separando la región que cor­responde á este río, de la que pertenece al Abuná, por el Norte y por el Sur de la que forma la vacía del Madre de Dios, los arroyos tributarios del Ortón, son, por consiguiente, de poca consideración y proporcionados á la extensión que media entre la tierra firme y el curso del río, los bañados en que se cria la siphonia elástica. Está averiguado (pie al N. del río Ortón existe un curichóii que lleva un curso paralelo al de éste y que desagua en alguno de los atinentes del Abuná.

El 11 de Noviembre tocamos cn la Barraca «Playón» de­pendencia de Ilumaytá, que cuenta con un Imen número de picadores de ambos sexos.

El 12 á primera hora tocamos en la boca del arroyo San Francisco, que se presenta sobre la orilla izquierda.

El 13 almorzamos en la ■queña barraca «Liverpool» y campamos en el Remanso, habiendo navegado nueve horas sin encontrar cosa notable sino la boca de miserables arroyos.

El 14 encontramos la Isla Monte-Cristo, que (¡ene poco mas de una legua de extensión y llegamos á la Barraca del mismo nombre, situada sobre la márgen derecha del rio antes de llegar á este punto, el río corre al S. E. formando el extenso torno de «Saira» que atravesamos con rapidez á mérito del

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entusiasmo de la tripulación y las aptitudes del bizarro piloto que gobernaba la embarcación.

El 15 demoramos para dar nueva organización al personal expedicionario, reforzado con cinco hombres qno nos dió el doctor Vaca-Diez, y para tomar la posición del lugar por la observación del pasage de Sol por el meridiano.

El 16 tocamos en la barraquita « Alón Lebel lo» y un arroyo que llega por la derecha, arribamos á la Barraca «Estacones», que ha sido el primer límite de las posesiones ocupadas por el doctor Vaca-Diez. Cuando este señor exploraba personal­mente el rio Ortón, encontró ú los señores Cárdenas y Alariaca, que habiendo penetrado en el Madre de Dios, navegaban el río en sentido contrario; se refiere que en el momento del encuen­tro de las embarcaciones, exclamó el doctor Vaca-Diez: ¿quién navega mi río?—y le contestó Cárdenas: no navego su río sino el Acre. Este error, en que al principio bahía también incurrido el Rev. Padre Er. Nicolás Arinentía, explorador del Madre de Dios y Manuripi, nacían de la ignorancia en que estaban todos acerca de la hidrografía del territorio que está al Norte del Madre de Dios. Más tarde, el doctor Vaca-Diez mandó explorar algunos otros puntos, que ha ocupado sin contradicción alguna.

El 17 navegamos sin novedad sin encontrar trabajos que indicasen la existencia de gomales en las márgenes del río.

El 18 pasamos por las dependencias de la Barraca «Vic­toria», propia de don 'Timoteo Alariaca, y llegamos á la de «San Roque», do lu cual es propietario don Teodoro Ramírez.

El 21 avanzamos á la Barraca «Palestina», de don Claudio Terrazas, de la que parte un camino al Aladre de Dios, que puede recorrerse en pocas horas.

El 22 avanzamos por las posesiones de Terrazas, basta la boca del antiguo sacado, que lia canalizado el río.

El 23 almorzamos en lu Barraca «Alodio Río», establecida por el doctor Vaca-Diez y seguimos basta la pequeña casa denominada A'ictoria.

El 24 llegamos á la barraquita «San José», propia de don Bernardino Vida ur re.

El 25 pasamos á medio día por la boca del arroyo Nascc- ve, que es el más importante tributario del Ortón por la izquierda y llegamos á un pequeño centro de picadores.

El 26 á primera hora locamos en las dependencias de «Puerto Rico», á h. 12, en el antiguo puerto de las Pacagua- ras ( donde salimos de regreso del Acre tres meses mas larde) cerca del cual hicimos alio para almorzar. Caminando tres

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horas más, llegamos al Barracón, que osló conslruido sobre lu márgen derecha de la conlluencia de los ríos Manuripi y Taua- mano, y cuenta un personal de trabajo proporcionado á la impor­tancia de los gomales. Es de tener presente que las antiguas tribus de los Araonas que encontrai^B los exploradores del río Ortón, por expresa orden del doctor Vaca-Diez han sido res­petados en sus primitivas posesiones y actualmente viven en ellos, ocupados cn la cxplolación de goma clástica.

«Duerlo Rico» tiene una magnifica situación para un esta­blecimiento comercial pues ocupa el centro de una zona extensa de cxplolación dc goma, y posee además la ventaja de ser el punto más favorable para servir de estación inter­media en cierto modo obligada, para la vía de comunicación que ha de establecerse cutre el Acre y el Madre de Dios.

Los ríos Manuripi y Tauamanu forman contraste: el pri­mero es de poca corriente, de aguas claras, cauce sinuoso pero profundo; el segundo, es torrentoso, de aguas turbias, de corriente rápida y de poco fondo; el primero nace en los lagos que se encuentran no muy distantes de su confluencia con el Tauamanu; el segundo nace en tierras altas y su curso es muy largo; el primero ^Bsiempi’C navegable y se aproxima por el Sur del río Madre dc Dios; el segundo hay épocas on que no puede navegar.se por el poco fondo y las palizadas y por la corla duración de sus crecientes, acercándose por el N. al rio Acre.

Sobre el rio Manuripi se hallan situados pequeños trabajos dc explotación de goma, pertenecientes á D. llené ('.lauro, más arriba á D. Manuel Cárdenas y por último, á la sociedad A. Roca y Ca. Recibe pocos arroyos tributarios y no se levanta sinó á poca altura la tierra firme le sus orillas.

El Tauanianii cuenta con más importantes establecimientos y una mayor superficie do terreno poblado de árboles de siphonia. La primera barraca (pie encontramos situada sobro la márgen izquierda, es la de D. Fidel Endura; más adelante las de «Lisboa» y «Costil llic.i» de I). Teodoro Ramírez v, por último, « Filudellia » de I) Suatos Ddriozolu. liemos nave­gado 13 días el Tauinanu, entre Puerto Bico y Filadcllia, y todavía puede navegarse doce días sin alcanzar sus nacientes, como lo afirman las personas que han explorado el rio bus­cando cn el bosque manchas de goma explotable.

La distancia recorrida por la expedición, desde la boca del río Ortón hasta el punto de Filadellia, sobre el Tauamanu, es dc 310 millas inglesas, poco más ó ménos, que ganadas nave-

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gando contra la corriente,. <juc es de tres á cuatro millas por hora, no exigen ménos di? veinticinco á treinta días.

Filadeltia está situada á II" 58' de. lat.. S. y Long. 71" 47' al O. de París. El camino abierto bacía el río Acre por el emprendedor Odriozola, sigue rumbo N. 20" O. y sale á la Barraquita del súbditij brasilero I). Francisco Paciuba. Be­biendo ocuparnos de él en la segunda parte de estos trabajos, volveremos sobro el Ortón, del cual liemos anticipado una lijera descripción.

La navegación de este río no es practicable á vapor sino en el verano, cuando las crecientes lian elevado el caudal de bis aguas. En tiempo seco, no es posible la navegación aún para los batelones, por el poco fondo del río y los palos que quedan enclavados en el locho arenoso del instable cauce. Los naulragios allí son frecuentes y el deterioro ó pérdida de las embarcaciones mayor que en los otros ríos. Difícil sería lim­piar el cauce do los troncos que los obstruyen y no encon­tramos compensación para un trabajo que, considerado practi­cable, ocasionaría un enorme desembolso. Hasta Puerto Bico, la navegación del Ortón es más regular, sin ser por eso ménos ocasionada á siniestros; las palizadas existen en toda la extensión del río; solo que el fonde es mayor entre Puerto Bico y el Beni, por el aumento do las aguas que lleva el Manuripi.

En la época do las grandes crecientes, principia á elevarse el nivel de la parte superior del río; el agua de los turbiones penetra en los lagos y en los cauces abandonados, formando brazos; la parte baja sólo se inunda en Febrero y, así como es la última en anegarse, también es la última que seca, prin­cipiando el desagüe en Abril, por la región superior.

Los establecimientos mejor organizados del río Ortón, son los del Dr. Antonio Vaca Diez. Sometidos á una disciplina severa ó inflexible, los trabajadores llenan su obligación, resultado que no podría obtenerse con la laxitud ó la tole­rancia de los abusos. Aunque so haya censurado esa tirantez, juzgándola por ciertos casos particulares, creemos que ella es necesaria en pequeños centros do trabajo donde todo se libra ¡i la espontaneidad leí picador, y donde, además de esta razón, existe la imperiosa necesidad de establecerse una orga­nización basta cierto punto militar, para contener á los snlva- jes que viven en las cercanías.

Aquellas tribus que por su índole se prestan á la reduc­ción, han sido tenazmente perseguidas por los pequeños in-

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dustrinlcs, que cazaban hombres y niños, para venderlos en el Beni. Llegó á establecer ese infame comercio, con todos los horrores (pie le son peculiares, hasta el día cn que la Delegación Nacional, apercibida del hecho, ordenó que fuera suspendido, acordando disposiciones restrictivas (le cuya efi­cacia nos dará la prueba el porvenir. El antiguo aforismo (pie dice: «es propio dc la esclavitud hacer dei hombre un objeto henal», encontró amplia justificación en el nuevo distrito industrial del río Beni; los niños se compran y se venden por cien y doscientos bolivianos, y, aunque relativamente mejoren cn condición, no por eso es ménos odioso el sistema. Para corregir en alguna manera, este arraigado abuso, seria nece­sario que las autoridades obliguen ó los patrones que tienen barbaritos de cualquier modo adquiridos, á extender una escri­tura de adopción, reconociendo, por lo ménos, la obligación dc educarlos y volverles la libertad á los veintinn años cum­plidos. Tolerar más tiempo el secuestro de la libertad de esos infelices, seria fallar ¡i las Leyes del país, y autorizar un comercio (pie sería nuestro oprobio.

Las tribus do Araonas, cuyo dialecto se asemeja ni tacana, que hablan los naturales de Ixiamas y Tumnpasa, han sido las principales víctimas del comercio de bárbaros. Con algún fundamento dijimos, en nuestro primer viaje al N. de Bolivia, que si por salvajes se distingue á los hombres (pie desconocen la civilización y por bárbaros, á los que se manifiestan á ella refractarios, los araonas eran salvajes, y bárbaros los que prac­tican la esclavitud condenada por lu civilización; nos refería­mos al calificativo de bárbaros que se da por costumbre á los naturales de aquella zona, que vivieron, hasta ahora, la vida errante de las selvas.

Ya dijimos que el Dr. Vaca Diez había logrado asimilar á la ínnsa de sus trabajadores algunas tribus de araonas, cerca de Puerto Pico; hemos visto, positivamente, las tribus de Chumo y de Curiipi, establecidas bajo condiciones que satisfa­cen. Igual cosa han hecho, Fidel Endura, Teodoro Ramírez, Claudio Farfan y José Santos Odriozolu, quienes merecen una autorización, debidamente reglamentada, para proseguir los trabajos de esta especie de colonización.

Por referencia de los citados Araonas, sabemos qnc existen hácia ol O. do Filadellia cinco tribus de salvajes, igualmente mansos, que se denominan (.'bajes; no seria difícil someterlos, empleando un sistema benigno y humano, y haciéndoles cono­cer las ventajas del trabajo libre. Como esas tribus, hay otras

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muchas hácia la serranía, donde lian hallado un asilo en que todavía disfrutan de la tranquilidad de los tiempos primitivos.

Mas así como estos salvajes so prestan al trabajo y á la esclavitud, hay oíros, más viriles é independientes, que luchan contra el blanco y prefieren la muerte á la condición de escla­vos. Estos son los Paragüeras, Ipurinas y Caripunas, qua viven entre el Acre y el Ortón, sobre las tierras altas del Abu­lia. l)e ellos nos ocuparemos más tarde, debiendo en este mo­mento refcrj^Bólo un hecho que se relaciona con los trabajos del río Ortón.

Cerca de la Barraca Ilumaita vivía hace tres años un industrial nombrado Viador Buzeln, cuyo personal trabajaba en estradas abiertas sobro la inárgen derecha del río Ortón. No tenía en la casa más que á las mujeres y los niños, cuan­do fué asaltada ella por los caripunas, asesinadas once perso­nas y reducidas á cautiverio dos muchachas de Santa Cruz, de las que so sube que viven con el capitán, cuyo nombre es Nico. Otra vez pretendieron litarse otras dos mujeres de la márgcn izquierda del río, salvándose por el auxilio oportuno de los parientes. El célebre Nico y loi^Hdvajcs que lo acom­pañan, se lian presentado más de una vez en Puerto Bico, donde han ofrecido trabajar y dar á conocer abundantes go­males, recibiendo anticipos de algún valor, consistentes en gé­neros y herramientas; pero no lian cumplido, ni cumplirán sus compromisos, resistiendo con las armas á toda tentativa de cohibición. En la numerosa Iribú do Nico existen Pacagua- ras y Caripunas confundidos, pues parece que éstos, así como Ipurinas, hablan el mismo idioma. Los Caripunas salen con frecuencia á las cachuelas del Aladera, por el río Abuná, don­de prestan auxilios á los viajeros, cuando los encuentran en mayor número, ó los roban y nlncnn, si ven que son inferio­res. El Cnripuim es pérfido y no hay medio de reducirlo id trabajo; para asegurar ese territorio y tormentar la industria gomera, la primera medida que se debe tomar, es la de ale­jarlos ó destruirlos por medio de frecuentes batidas; dura y repugnante tarca, pero que es impuesta por las necesidades de la industria y la seguridad de los trabajadores, cuya vida está siempre en peligro, en medio del aislamiento en que se ven obligados á vivir, para explotar la goma en las estradas.

Por otra parte, desde que es conocida la adaptación de la raza blanca al suelo americano, está planteado el procedimien­to por el cual, la naturaleza, obligando al hombre á la selec­ción, condena á las razas inferiores á desaparecer del campo

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que fecunda el trabajo. Los indios desprecian y reniegan dc nuestra civilización, para elios antipática y vuelven con placer al estado primitivo, si momentáneamente se vieron privados de la libertad. El problema de esta raza de salvajes, bajo ol punto de vista dc su aptitud para el desarrollo moral ó inte­lectual, parece negativamente resuelto; el cerebro cxígíio del indio no puedo, ni aun por el cultivo intelectual, desarrollar como un músculo, llnwkshaw observa que la capacidad cra­neana es próximamente igual entre los hombres prehistóricos y los actuales indios del Amazonas. Contra las filantrópicas opi­niones de Las Casas, manifiestan los hechos la incapacidad del indio para el mota propio, que por el camino de una escla­vización necesaria, lo lleva á una extinción fatal. Contra la perspicacia que se atribuye al indio, como prueba do la agu­deza de sus facultades, se puede aducir testimonios arrancados do la propia fuente: la perspicacia dc la vista, el alcance del oído, etc., son cualidades desarrolladas por la vida de cazado­res y comunes á todas las especies do los carnívoros. La insu­ficiencia de saber no os la sóla causa do inleí ¡orillad del indio americano; entro éste y el hombro regularmente dolado, hay una diferencia grande. En las luchas dc la vida no combaten sólo las béslias con los hombres; también luchan- los hombres entre sí, y la naturaleza y la civilización condenan fatalmente á la extinción á los seres que están próximos á las béslias, cuando con la ferocidad de bestias pretende oponerse al pro­greso humano.

En cuanto á los indios del Norte de Bolivia, esa sentencia condenatoria dc las razas inferiores, reviste varias formas: desde la guerra y las consecuencias dc la ocupación del terri­torio conquistado por la industria, que son la disminución de la caza y Jas penurias de la vida errante, la mayor mortalidad dc los pequeños, la creciente esterilidad do las mujeres, y finalmente, las epidemias, en que el hombro no interviene directamente. Los distritos del Beni, Madre de Dios, Ortón, Manuripi y Tauamanu, eran el asiento de grandes y poderosas tribus, que á la fecha no existen; la industria cn cambio ha conquistado algunos centenares dc leguas y dcsarrolládose en ámplia escala, desde 1881. Para librar do todo peligro la región comprendida entre el Acre y el Bajo Beni, que encontramos susceptible de un desarrollo industrial de primer orden, no hay otro medio (pie el de limpiarlo do salvajes, alojando á listos sobre la márgen izquierda del primero de dichos ríos, donde pasan una parto del año. Allí las causas constantes que actúan

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JOSÉ MANUEL PANDO

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en la naturaleza, como auxiliares de la civilización, los redu­cirán á la impotencia para el mal. si no los mueven á some­terse al trabajo, para participar de los beneficios de la industria.

Sin participar del lodo de la opinión de aquel Genera! ame­ricano, gobernador de las fronteras de! Oeste de los Estados Unidos, que interpelado en plcm^Hámara por actos de cruel­dad ejercidos contra los pioles rojas, terminó su discurso de defensa con oslas palabras: «El fínico indio bueno os el indio muerto», pensamos que en los tiempos que corren y rolas como están las hostilidades entre ambas razas, es ilusorio pensar en la reducción.

Sobre la confluencia do los ríos Beni y Mamoré so ha fundado la población de Villabella, asiento único de las Adua­nas bolivianas sobre la frontera del Brasil.

Esta confluencia tiene lugar á S. O. del marco del río Ma­dera, próximamente á dos millas, midiendo el río Beni, en aquel punto, mil metros entro sus dos orillas y el Mamorc novecientos metros; el volumen del primero, es 13.120 pies cúbicos y el del segundo de 13.10!) pies cúbicos por minuto, en las mayores crecientes: las velocidades de la corriente, de 1:32.000 y 1:30.000, respectivamente. Las superficies tributarias do aquellos ríos guardan la siguiente proporción: Guaporc, 9.715 leguas cuadradas; Memoré, 9.982; Beni, 7.9G8 ; Madre de Dios, G.554 ; Orion, 1.031.

Villabella ocupa un terreno bajo algo pantanoso, qoe podría desocarse con facilidad, levantando calzadas sobre las orillas do ambos ríos y terraplenando algunas calles de la población. A poca distancia se encuentra piedra, que facilitaría osa im­portante obra, y hay una allura propia para el establecimiento do un Lazareto. Las tripulaciones que hacen el trófico do lns cachuelas traen casi siempre enfermos, por el exceso de fatiga y las privaciones. El indio Mojo, es siempre indolente y poco previsor; consumo las provisiones que tiene á mano y no se cuida de! día siguiente, lo que ocasiona frecuentemente la falta de subsistencias al termino del viajo.

El edificio de la Aduana, aunque reedificado hace pocos meses, deja mucho que desear, por la naturaleza de la cons­trucción, que, para ofrecer seguridad y consistencia debe ser de ladrillo y no, como es, do I,roncos de palmera.

Villabella tiene una población de cuatrocientas almas y con­curren al punto numerosas tripulaciones de los pueblos de .Mojos.

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El gran iiicoiivciiicnle dc Villiihclln consiste cn estar cerrado por las cachuelas de Mamoré y del Beni. Sobre el Mamoré existen los siguientes: Guayará-merim, Guayará-guazú, Bana­nera, Palo Grande y Layo, de las cuales la más imponente es la de «Bananera». Sobre el Beni sólo se cuenta la cachuela «Esperanza», en cuyo punto se ha fundado la importante casa comercial de don Nicolás Suarez, recomendable por el liberal empleo de sus capitales.

Al N. E. de Villabella principia la región de las cachuelasi Madera, las s siguientes:

Madera.........

cuales si seguimos el curso

Caída

................. 2.05* “

de las

Extensión

900’“Misericordia. .•.............. 1.15 600Biberón ....... .................. 4.10 400Araras......... .................. 1.40 700Pedernera . . . ................ 1.10 250Paredón....... .................. 1.70 550Girado.......... .................. 8.— 700Calderón dd lnlierno.. . ................ 2.20 400Te ulomo....... .................. 8.— 200San Antonio. .................. 1.20 300

Hemos omitido algunas de las que tienen importancia se­cundaria. La diferencia de nivel existente entre San Antonio y la confluencia Beni-Mamoré es de sesenta y un metros en una extensión de cuarenta y nueve leguas geográficas.

El rio Madera, forma en la región comprendida por las cachuelas, una cueva que se pronuncia por el Norte, corres­pondiendo ú la cuerda de ese arco, la línea que cruza entre Villabella y San Antonio, donde se lia pretendido establecer un ferro-carril, salvar el inconveniente de las cachuelas y fa­cilitar las coiniinicncionos.

El viaje á San Antonio se lince desdo Villabella, en tiempo de aguas, en ocho días, doblándolo cuando baja el rio y deja descubiertas las rompientes que forman el obstáculo. De subida el viaje es de treinta á cuarenta días. La navegación de las cachuelas es sumamente peligrosa, sobre todo en el mes de Diciembre, cuando aún no son bien conocidos los canales, que anualmente cambian de sitio y profundidad. En los ineses de Diciembre y Enero pasudos, se han perdido treinta hombres, con una ó dos embarcaciones, y cada año los siniestros arre­batan nuevas victimar'. Sin embargo, la corriente comercial, sigue esa única vía, para dar fomento á la industria gomera,

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que en progresión creciente se desarrolla en el Distrito de la Delegación Nacional.

En los alrededores de Villabella se lian formado bonitas granjas, que abastecen el pueblo de productos agrícolas, siendo las principales las de don Luís P. Velasen, don Ignacio Becerra y Añez é hijos.

Las tripulaciones que hacen ordinariamente el tráfico del río Madera, son las de don Nicolás Suarez, Suarez y Mansilla, Suarez y C\. Lucio P. Velasco, Añez é hijos, Ignacio Becerra, Benja­mín Ortega, Juan Aponte y otros que por el momento no re­cordamos, ocupando el número de trescientos hombres, poco más ó menos. Sólo la periein y el arrojo de esas tripulaciones puede vencer las enormes dificultados do esa travesía, cu la «pie hay peligro á cada instante y en la que un falso golpe de timón basta para perder una canoa; todo el secreto de esa navegación consiste en que sólo el Piloto y el Puntero miden y dominan el peligro, mientras reman los tripulantes encor­vados sobre el costado de la embarcación, sin ver la dirección impresa á la marcha, ni darse cuenta del riesgo, aunque el agua invade la parte cóncava del botalón. Algo, que es verda­deramente imponente, y que sacude los nervios y hace estancar la sangre que circula en las venas, es el pasage de las ca­chuelas á canal por las tripulaciones del Beni. Pero llegará el día de que suprima ese tráfico inhumano la construcción de un ferro-carril, el cual, cutre otras ventajas de incalculable valor, tendrá la de ahorrar vidas, acelerar la comunicación y disminuir el enorme costo de los trasportes.

Villabella cuenta con agencias y casas comerciales, que se encargan del despacho de las mercaderías que llegan en trán­sito libre, por la vía del Madera. Entre las casas que encontra­mos establecidas, se cuentan las de don Leoncio P. Velasco, Añez é hijos, Ignacio .Becerra y otras de menor importancia. Los fletes que se abonan por el transporte de carga, entre Villabella y San Antonio, alcanzan á estas sumas: de bajada dos bolivianos por arroba y el duplo de subida, lo (pie hace que la mercadería llegue recargada al Beni con un líete de treinta y seis libras esterlinas por tonelada de peso. Sin em­bargo, el comercio se sostiene y el tráfico aumenta día por día, lo que no hace presumir que la construcción del ferro­carril proyectado reportaría seguras utilidades, fomentando el desarrollo de nuevas industrias y la exportación de otros pro­ductos, tan valiosos como la goma elástica.

Esta industria, sometida en un principio ii condiciones poco

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favorables, al aislamiento, á la escasez, á las enfermedades propias de todos país incubo y resultantes de las privaciones, ha conseguido desarrollarse, á mérito de la indiscutible energía de los industriales (¡ue la fundaron.

Es cierto que la energía, lia degenerado algunas veces en barbárie y crueldad, que acusan al mismo tiempo que la ne­cesidad de la organización y la defensa, la rudeza dc los lom- pcramcnlos. Ello no nos exlmíía, porque el carácter propio de las colonias industriales nacientes, es el de agrupaciones sin unidad, minorías de industriales poderosos explotando el trabajo de una población exótica é inferior, para alcanzar una producida exclusiva, por cuyo cambio se obtienen las comodi­dades necesarias ú la existencia. Condenar esos hechos cuando la marcha de la industria modifica las condiciones del trabajo, sería desconocer que ellos fueron propios de una época (pie pasó para no renacer.

Iloy día, el resultado de esa organización de personal que paulatinamente se reglamenta y armoniza con el derecho, está dando frutos preciosos. Las cifras que arrojan los cuadros de exportación de goma elástica, suministran una incontestable prueba. Alcanza la produción que pasa por la Aduana dc Villa- bella á la considerable suma de seiscientos mil kilogramos de goma y senamby, que representa en Europa un valor de dos vientas mil libras esterlinas, calculado un precio medio, en el mercado de Londres.

El comercio de importación es proporcionado al consumo del Distrito del Beni y se extiende hacia los pueblos de aquel departamento.

También se importa mercaderías al Estado de Matogrosso, por la vía de las Cachuelas, siendo la casa de los recomendables hermanos Macicl, la principal importadora. Ese concurso, re­ducido ahora á condiciones limitadas, es seguro que ha de incrementarse con el establecimiento de una vía forrea cutre el Madera y Mamoré, ofreciendo ti aquél extensísimo Estado del Brasil salida fácil y ventajosa para los valiosos productos na­turales que encierra.

No hay proyecto de ferro-carril cn Sud-América que sea más conocido que el de la linea Madcrn-Mamorc. Los cinco estudias (pie sucesivainenle se han practicado sobre el terreno, mani­fiestan la praclicabilidad de la obra y están casi conformes en cuanto á su presupuesto de construcción, calculado alrededor de un millón de libras. Se reconoce las ventajas que reportaría á los Distritos del Norte de Bolivia, asi como á los Estados de

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Malogrosso, Para y Amazonas: por el comercio de importación que beneficia los plintos por donde pasa á su destino: por la exportación de ganado vacuno, hoy día sin salida y sin valor en las vastas praderas de Malogrosso y el Peni, á la vez (pie puede proporcionar á la región (pie bañan los afluentes del Amazonas, ulimcnfacióii abundante y de buena calidad: por el fomento, en Un, quedaría ó las nacientes industria del planalto beniano la facilidad y economía en el trasporte de máquinas, instrumentos, sal y otros artículos que son de primera im­portancia.

lomando por base las cifras que arroja el comercio que en el día se sostiene, el Ierro-carril Madera-Beni-Mamoré puede producir desde su instalación un interés de 4 % sobre el capital invertido. Si los Estados Unidos del Brasil garantizasen un interés de G %, Bolivia ofreciese una garantía subvenciona! de 2 1/2 y los Estados del Paré y Amazonas otorgasen, de su parte, algunas concesiones, creemos que se podría obtener el capital necesario para la ejecución de la obra, sobre todo, si para el servicio del interés se comprometiese los rendimientos aduaneros de aquella importante zona. Desde el primer año ese servicio quedaría reducido por las entradas del Ierro-carril y compensado el anual desembolso fiscal, por el incremento de las entradas aduaneras. No se debe perder de vista la con­sideración de que la mayor renta del ferro-carril lia de darla el comercio do ganado vacuno. Existen condiciones muy favo­rables en la margen izquierda del rio Madera, que abunda en pastos de buena calidad, para establecer ganado en inverné, antes de trasportarlo á los otros ríos.

Nada sería más oportuno, dadas las condiciones présenles del comercio que se sostiene poli la vía de las Cachuelas, que un arreglo diplomático entre el Brasil y Bolivia, encaminado al Un de estimular la ejecución de esa obra, por medio de ga­rantías y de concesiones que sirvan do aliciente á los empre­sarios.

Bolivia empleará muy bien una pequeña parte de su renta aduanera del Norte en el servicio de esa garantía subvenciona! de interés otorgada en favor del Ierro-carril Madera - Beni- Memoré, y la Legislatura del présenle año, inspirada en el patriótico entusiasmo de los Legisladores de 1871, que fueron tan lejos en malcría de concesiones, creemos que la autorizará animada del convencimiento de que esa pequeña garantía pue­de ser suficiente para la ejecución de ese proyecto, que si fué prematuro en 1871, es hoy á (oda luz oportuno y necesario.

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Abrigamos la seguridad de (pie no pesará mucho tiempo la carga dc ese servicio sobre la renta nacional, y de que pasados los primeros diez años, el sacrificio será reproductivo

Es tiempo de que se aúnen los esfuerzos de Bolivia y del Brasil, para promover el adelanto de los negocios que llevan «Madera», y el medio único, el resorte más eficaz para esti­mularlo, es, sin duda, la construcción del ferro-carril que nos ocupa.

Todo nos induce á creer que la administración del Excmo. Sr. Prudente de Moracs, será fecunda para el Brasil; la Lega­ción de Bolivia próxima á constituirse en la Capital del anti­guo imperio, procederá con acierto cooperando de su parte á la realización de esa obra, (pie tiene las simpatías del país y se considera fácihncnlo practicable.

Sólo nos falta hablar, para terminar esta primera parte de nuestro libro, de la forma en que se hacen las transacciones en el Distrito del Beni.

No teniendo aceptación los billetes de Banco, la circulación de la moneda boliviana de plata y la de oro inglés satisfacen la necesidad. Generalmente, las mercaderías se obtienen por cambio contra la goma elástica y las transacciones mayores, por giros de letras comerciales, sobre Londres, el Para, La Paz \ Santa Cruz de la Sierra.

El establecimiento de un Banco de emisión, se impone como una necesidad urgente. El contaría con la ventaja dc los giros y facilitaría cn sumo grado las transacciones con el interior de Bolivia. El numerario boliviano de pinta llega 11 Beni con un recargo do Ib %, debido al precio de los fletes y á los riesgos de la navegación. De aquí nace la diferencia de cambio sobre la Europa, cutre el Beni y las capitales de Bolivia, donde funcionan Bancos. IJn boliviano de plata, en el primer punto, vale 2í peniques, mientras que en el interior sólo se cotiza por 2(1 peniques. Otro fenómeno digno dc notar­se, es (pie el numerario de plata no sale de Bolivia; entra por el departamento de La Paz y vuelve por Santa Cruz y el Beni, siguiendo las corrientes del comercio do consumo,—que alimentan los pueblos inmediatos.

La admini^Bición de la aduana de Villabella, es ordinaria­mente buena. La fiscalización que ejercen sobre el comercio de tránsito las Aduanas del Brasil, asegura la total percepción de los derechos fiscales.

Hasta ahora ha sido un error de los Administradores de la Hacienda pública de Bolivia, la gratuita suposición dc que se

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hacía contrabando, cn grande escala por la Aduana dc Villa- bella. Basta una lijara explicación, para desvanecer lodo rece­lo: la mercadería viene del l’ará y de Manaes, despachada en tránsito libre, con una guía que manifiesta el contenido de los bultos, los cuales fueron prolijamente examidos cn una ó otra do aquellas capitales; llegando á San Antonio custodiada por empleados de la correspondiente Alfandiga de Manaes ó» el l’ará, los Agentes de despacho en estas plazas, prestan garan­tía por e.l importe de los derechos, la que sólo se levanta con la manifestación dc las tornaguías debidamente extendidas cn Villabella y legalizadas por el Vico-Cónsul de Bolivia en el Madera; cn cttanll al comercio de exportación, basta enunciar la diferencia de. derechos para destruir lodo perjuicio: la goma paga cn Bolivia un derecho tres voces inferior ni que paga cn el Brasil y tendría ventaja el comerciante que prefiera pagar el mayor impuesto, fiscalizada como se halla la expor­tación de los productos brasileros.

Las condiciones en que hacemos el presente trabajo, pri­vados casualmente de los documentos y apuntes que tenemos en el Norte de Bolivia, nos obliga á restringirlo á las propor­ciones que, le hemos dado, para suministrar un conocimiento general del territorio en que, por el momento, se halla con­centrada la atención de nuestros hombres públicos. Las defi­ciencias <p.ie han de ser justamente notadas, las salvaremos, si os posible, cuando Irnlcmos con especialidad do la goma elástica, que constituye la principal riqueza de la extensa hoya del Amazonas.