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PABLO A. MARZOCCA LA UNIDAD DE LA CAUSA FINAL 1 LA UNIDAD DE LA CAUSA FINAL I. INTRODUCCIÓN En el transcurso del segundo libro de la Física, Aristóteles presenta varios ejemplos de causa final que son, a primera vista, heterogéneos; esta heterogeneidad parece estar dada por el hecho de que el fin no causa el efecto del mismo modo en todos los casos. La diferencia aparece, fundamentalmente, al considerar el caso de las causas finales intencionales, como es ir al mercado para cobrar una deuda, y el de las causas finales naturales, como es que una semilla crezca con vistas a su constitución madura como planta. Esta heterogeneidad de ejemplos ha sido utilizada por algunos intérpretes de Aristóteles (Gotthelf 1987, Bradie y Miller 1984, Matthen 1989, Furley 1996, etc.) para reducir la causa final a otro tipo de causa, consistiendo la estrategia reduccionista clásica en privilegiar uno de los usos de la causa final sobre los otros y mostrar cómo dicho uso puede ser reducido a otro ámbito teórico de los presentados por el Estagirita. Es evidente que las posturas reduccionistas fallan interpretativamente, puesto que van en contra del mismo texto aristotélico: Aristóteles remarca expresamente y en varias ocasiones que hay cuatro causas distintas una de la otra. Sin embargo, los planteos reduccionistas ponen de manifiesto que hay diferencias importantes entre los distintos ejemplos de causa final y preparan el terreno interpretativo para el estudio de un problema no ajeno al texto aristotélico: el de la ‘unidad’ de la causa final. La dificultad exegética surge de que parece difícil aceptar que la causa final sea un modo de causación unívoco a la luz de la heterogeneidad de los ejemplos presentados, y, aunque Aristóteles pretenda dar esta unidad por evidente, no deja por ello de ser una afirmación problemática dentro de su planteo causal. Dentro de esta poco trabajada línea interpretativa, se ha presentado una posibilidad de unificación de los ejemplos de causas finales, tanto del ámbito humano como del natural, a la que se puede llamar ‘unificación por patrón común’. Lo que subyace a este planteo, presentado por Charles y retomado y defendido por Natali, es que, a pesar de sus diferencias, los distintos ejemplos de causa final coinciden en su estructura general. A lo largo del trabajo se estudiarán estos ejemplos disímiles de causalidad final, se presentarán los problemas que surgen de su heterogeneidad y se criticará la idea de un patrón común. Luego se presentará una propuesta interpretativa que, diferenciándose de las posturas reduccionistas, no aceptará la unidad como un hecho evidente. Si se considera que lo distintivo de un tipo de causa radica en que la causa provoque el efecto de determinada manera, el fin, en tanto causa, no opera del mismo modo en los distintos ejemplos de causa final. La causa final es un grupo compuesto por dos tipos heterogéneos de causación, unificados formalmente por referir ambos a un fin, pero diferentes en tanto descriptivos de ámbitos distintos.

La unidad de la Causa Final

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En el presente trabajo se propone hacer un estudio de la causalidad final aristotélica que, no cayendo en las frecuentes posturas reduccionistas (Furley, Matthen, Gotthelf, Bradie y Miller, etc.), considere el problema de la unidad de las explicaciones por referencia a fines. En el trabajo se argumentará que existe una tensión entre una causa final unificada, tal y como es estatuida en la presentación de ‘cuatro tipos de causa’, y una causa final escindida en dos tipos: uno natural, asociado con el desarrollo de las cosas, otro humano, asociado con las intenciones de los agentes. La hipótesis del trabajo es que, a pesar de la aparente unidad, es menester mantener esta diferenciación exegética para producir una mejor interpretación del pensamiento del Estagirita.

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LA UNIDAD DE LA CAUSA FINAL

I. INTRODUCCIÓN

En el transcurso del segundo libro de la Física, Aristóteles presenta varios ejemplos de causa final que son, a primera vista, heterogéneos; esta heterogeneidad parece estar dada por el hecho de que el fin no causa el efecto del mismo modo en todos los casos. La diferencia aparece, fundamentalmente, al considerar el caso de las causas finales intencionales, como es ir al mercado para cobrar una deuda, y el de las causas finales naturales, como es que una semilla crezca con vistas a su constitución madura como planta.

Esta heterogeneidad de ejemplos ha sido utilizada por algunos intérpretes de Aristóteles (Gotthelf 1987, Bradie y Miller 1984, Matthen 1989, Furley 1996, etc.) para reducir la causa final a otro tipo de causa, consistiendo la estrategia reduccionista clásica en privilegiar uno de los usos de la causa final sobre los otros y mostrar cómo dicho uso puede ser reducido a otro ámbito teórico de los presentados por el Estagirita.

Es evidente que las posturas reduccionistas fallan interpretativamente, puesto que van en contra del mismo texto aristotélico: Aristóteles remarca expresamente y en varias ocasiones que hay cuatro causas distintas una de la otra. Sin embargo, los planteos reduccionistas ponen de manifiesto que hay diferencias importantes entre los distintos ejemplos de causa final y preparan el terreno interpretativo para el estudio de un problema no ajeno al texto aristotélico: el de la ‘unidad’ de la causa final. La dificultad exegética surge de que parece difícil aceptar que la causa final sea un modo de causación unívoco a la luz de la heterogeneidad de los ejemplos presentados, y, aunque Aristóteles pretenda dar esta unidad por evidente, no deja por ello de ser una afirmación problemática dentro de su planteo causal. Dentro de esta poco trabajada línea interpretativa, se ha presentado una posibilidad de unificación de los ejemplos de causas finales, tanto del ámbito humano como del natural, a la que se puede llamar ‘unificación por patrón común’. Lo que subyace a este planteo, presentado por Charles y retomado y defendido por Natali, es que, a pesar de sus diferencias, los distintos ejemplos de causa final coinciden en su estructura general.

A lo largo del trabajo se estudiarán estos ejemplos disímiles de causalidad final, se presentarán los problemas que surgen de su heterogeneidad y se criticará la idea de un patrón común. Luego se presentará una propuesta interpretativa que, diferenciándose de las posturas reduccionistas, no aceptará la unidad como un hecho evidente. Si se considera que lo distintivo de un tipo de causa radica en que la causa provoque el efecto de determinada manera, el fin, en tanto causa, no opera del mismo modo en los distintos ejemplos de causa final. La causa final es un grupo compuesto por dos tipos heterogéneos de causación, unificados formalmente por referir ambos a un fin, pero diferentes en tanto descriptivos de ámbitos distintos.

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II. LA UNIDAD DE LA CAUSA FINAL

a. Los ejemplos de causa final de Física II

Si es que existe entonces algún tipo de problema interpretativo respecto de la unidad de la causa final, será menester comenzar por el estudio de los ejemplos de la misma que aparecen en la obra aristotélica. El trabajo se limitará a los ejemplos presentados en Física II, considerando que con la heterogeneidad de ‘causas finales’ presentadas en dicho libro bastará para exhibir el problema de unidad que se desea formular1

Se pueden clasificar los ejemplos de causa final presentados por Aristóteles a lo largo de Física II en cuatro grupos

.

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(1) Acciones que se hacen ‘con vistas a algo’, que puede ser un estado u otra acción. Dentro de esta categoría podemos presentar a la salud y el estar sano como causas finales de pasear, adelgazar y purgarse (194b32 ss.), recuperar lo que se debe como causa final de la visita al mercado (197a1) y la lluvia de Zeus que podría caer para que crezca el trigo (195a1 ss.). Un grupo de aplicaciones de la causa final es entonces el de acciones que son realizadas intencionalmente, esto es, con determinado fin como motivación o causa de lo que un agente hace.

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(2) Objetos o características de objetos que existen ‘con vistas a’ acciones realizadas ‘con vistas a’ algo, que puede ser un estado u otra acción. Dentro de esta categoría podemos ubicar el hecho de que la sierra está hecha con determinadas características con vistas a determinadas cosas (200a10-24), que los fármacos y los instrumentos quirúrgicos tengan como fin a la salud (195a1ss.) y que las cosas producidas por un arte estén hechas con vistas a un fin (199a16-17). Este segundo grupo, entonces, engloba a objetos cuyas características se entienden en referencia a fines de agentes intencionales.

(3) Procesos de formación de organismos que ocurren ‘con vistas a’ la forma madura del organismo. La naturaleza es para Aristóteles fin y ‘aquello con vistas a lo cual’ (194a28): que lo que está creciendo crezca hacia algo, aquello hacia lo que se dirige su crecimiento (193b16-18), que en las cosas que llegan a ser y son por naturaleza hay una causa final (199a5-6). Este grupo engloba los casos en los que Aristóteles habla de ‘causa final’ haciendo referencia a la finalidad del proceso de crecimiento de un organismo; la causa de que crezca la planta tal y como crece radica en el fin (télos) de dicho crecimiento.

1 Se puede plantear como propuesta adicional de trabajo el estudio de los ejemplos de causa final que aparecen en el resto del corpus. Probablemente dichos ejemplos tendrían lugar dentro de las mismas categorías que clasifican a los ejemplos tratados aquí. 2 Para realizar la clasificación de los ejemplos sigo en gran parte la presentada por David Charles (1991: 102-4), aunque no considero todos los ejemplos que dicho intérprete presenta: me limito a las apariciones ‘explícitas’ o textuales de la causalidad final en el texto aristotélico.

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(4) Partes de organismos o características de dichas partes, que están presentes ‘con

vistas a’ la preservación del organismo. En esta categoría se puede ubicar el hecho de que los dientes surjan para un fin (198b25), que las hojas de las plantas se generen para proteger el fruto, que las arañas hagan sus telas y que las golondrinas hagan sus nidos, y que las plantas dirijan sus raíces hacia abajo para nutrirse y no hacia arriba (199a24-30). Este último grupo abarca entonces las partes y funciones de los organismos, cuya actividad o presencia se explica con referencia a la preservación del organismo, que opera como causa final.

De la clasificación surgen al menos tres problemas u observaciones pertinentes para el estudio de la causa final, a saber:

(a) Los grupos (1) y (2) tienen como característica exclusiva la presencia de un agente intencional, que actúa siguiendo un propósito, mientras que (3) y (4) caracterizan organismos naturales y no acciones intencionales. Los grupos parecen ser heterogéneos, y surge la pregunta por la unidad de la causa final: ¿Habría que diferenciar entre dos tipos, una intencional y una no intencional, de causas finales? ¿Es la causa final una sola? ¿Qué la haría ser una sola, qué la unificaría?

(b) Los cuatro grupos pueden ser, en contra de la hipótesis de la falta de unidad, caracterizados por presentar el nexo causal ‘con vistas a’, pero subyace la cuestión de si dicho nexo puede ser ulteriormente explicado o si se trata de un nexo ‘primitivo’ en el planteo aristotélico. Si se trata de un nexo primitivo su carácter unificador se limitaría a lo lingüístico, y sería un supuesto del sistema que las situaciones de los grupos (1) y (2) se formulen con el mismo nexo que las situaciones de los grupos (3) y (4). De no ser un primitivo, el nexo ‘con vistas a’ debería responder a una causación particular presente en los cuatro grupos.

(c) Resta ver que tipo de relación une a la causa con el efecto en la causalidad final, característica que dista mucho de ser clara. Si la causa final es una sola, parece intuitivo pensar que se tratará del mismo tipo de causalidad en los ejemplos correspondientes a (1) y (2) y a (3) y (4)

Aristóteles presenta los distintos ejemplos como casos de lo mismo, y en todos repite ‘con vistas a’3

3 En griego, héneka es una proposición generalmente pospuesta que indica la causa de algo: toud’ héneka, ‘a causa de esto’. Aristóteles sustantiva esta relación (to hou héneka) para poder hablar del ‘to hou héneka’ de un determinado elemento. La pregunta formulada es si esta relación causal es primitiva o si puede ser ulteriormente explicada en el planteo aristotélico.

, sin embargo, no parece alcanzar con señalar un aspecto lingüístico para decir que dos cosas pertenecen al mismo ámbito o conjunto: hay que estudiar el modo de causación característico (o los modos de causación característicos) de la causalidad final. Se está en condiciones, entonces, de plantear una estrategia de trabajo: explicar (y no tomar como primitivo) el nexo ‘con vistas a’, característico de la causalidad final (b) en términos de la relación (o las relaciones) que establece la causalidad final entre causa y efecto (c) para poder dirimir el posible problema de la unidad de la causa final ya planteado (a).

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b. Posible unificación de los ejemplos presentados

A pesar de que los ejemplos pertenecientes al ámbito natural y al ámbito humano son prima facie distintos, ya Aristóteles quería mostrarlos como pertenecientes a un mismo grupo. No sólo los coloca a todos bajo el rótulo ‘causa final’ sino que presenta una suerte de criterio: a todos los ejemplos es posible aplicarles un ‘patrón común’ que sería el patrón que caracterizaría a las causas finales y no a los otros tipos de causa. El patrón presentado por Aristóteles consiste en señalar que:

“En todo lo que hay un fin, cuanto se hace en las etapas sucesivamente anteriores se cumple en función de tal fin.” (Fís. 199a 9-10)

En las explicaciones causales finales, todo lo que sucede causalmente hasta lograr la consecución del fin es también ‘con vistas a’ dicho fin. Entonces, Aristóteles puede sacar su conclusión unificadora:

“Por lo tanto, si las cosas producidas por el arte están hechas con vistas a un fin, es evidente que también lo estarán las producidas por la naturaleza; pues lo anterior se encuentra referido a lo que es posterior tanto en las cosas artificiales como en las cosas naturales.” (Fís. 199a 18-20)

Entonces, la idea que subyace al planteo aristotélico es que, cuando se dice que algo ocurre ‘con vistas a’ otra cosa, a un fin (F), una cantidad de instancias anteriores a ese fin conectadas causalmente con él (a1, a2,…, an) ocurren ‘con vistas a’ dicho fin. Por consiguiente, lo que define a la causalidad final es este patrón que marca la ‘tendencia’ de cada eslabón de la cadena causal a un fin único para todo el proceso. Si hay causación final o teleológica, lo distintivo radicará en que lo que en última instancia da sentido a la concatenación de <a1, a2,…, an>, y lo que explica ulteriormente su lugar en la cadena causal es la referencia de cada uno de los elementos a un fin. La idea aristotélica es que esto es así tanto en el ámbito humano como en el ámbito natural, y por ello, como ya he citado, puede unificar los dos ámbitos teleológicos.

c. Problemas de unificación

La idea de tomar este patrón como criterio unificador de los ejemplos de causa final ha sido utilizada por Natali (1999: 51) que la ha adoptado directamente del trabajo de Charles (1991: 114-115), y tiene la ventaja de estar apoyada directamente en el texto aristotélico. Sin embargo, no deja de tener por ello problemas, evidenciando que no se trataba de un tópico simple dentro del planteo teórico del Estagirita.

El mismo Charles señala que la estrategia de pensar un patrón común, aunque da cierta idea de unidad a los dos tipos de causación teleológica, no supone una razón última para aceptar la unidad de la causalidad final (1991: 124). Natali, sin embargo, adopta la idea de que el patrón unifica por completo, y juzga las preocupaciones de Charles ‘excesivas’

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(1999: 49). Las preocupaciones de Charles recaen en la duda respecto de si un patrón puramente formal como el presentado basta para unificar ejemplos causales heterogéneos.

Los recaudos de Charles son justificados. Si se considera, tal y como se hace en la presentación del patrón común, a una cadena causal final como una sucesión de instancias, estados o momentos <a1, a2,…, an> tal que todas ellas justifican su posición en la sucesión por referencia a un fin, resta todavía observar si dicho fin ‘opera’ sobre ellas del mismo modo en los distintos ejemplos presentados. Planteado de este modo, como señala Furley (1996: 64), los ejemplos presentan una heterogeneidad insalvable. En los casos del mundo humano, marcados por la intencionalidad, un agente realiza una acción o una cadena de acciones teniendo en consideración el fin como un objetivo o algo hacia lo que, de algún modo ‘dirige su pensamiento’. En el mundo natural, en cambio, la consideración del fin no pasa por un ‘tenerlo presente’ a la hora de actuar sino por una presencia que, siguiendo a Aristóteles, parece ubicarse con propiedad en la configuración del ente, i.e., en su forma. La diferencia que surge desde este punto de vista entre los ejemplos es ya casi un abismo: el hombre que va al mercado teniendo en cuenta como finalidad el cobrar una deuda, suponiendo que quien debe pagarle va a encontrarse allí coincide ya en muy poco con el caso de la semilla que crece hasta convertirse en planta madura porque así está especificado en su forma. Parece estar esto aún más fundamentado en la distinción que el mismo Aristóteles presenta en la Ética Nicomáquea (EN II 119b5 – 1112a18) entre lo que es ‘por elección’ (proaíresis) y lo que es ‘por naturaleza’ (physei): aunque ambas tienen un fin, en uno de los casos el fin es especificado de forma natural y en el otro surge de la deliberación y de la elección4

Es observando esta diferencia insalvable que, aunque sin explicitarlo, los intérpretes reduccionistas se vieron posibilitados para interpretar el difuso tópico de la ‘causa final’ de diversas maneras que estuvieran en relación con sus posturas reductivas. Para no convertir la causa final en una pluralidad de causas, señalaron algunos que ciertos usos de la causalidad final eran los fundamentales y que los otros podrían ser considerados como derivados. Como ya se ha señalado en la introducción, esto les permitía una estrategia argumentativa altamente efectiva: si lograban reducir el grupo fundamental podrían automáticamente reducir toda la causa final. Los intérpretes escogieron mayoritariamente a los usos biológicos de la causa final como los fundamentales, siendo Furley el único defensor con una postura fuerte de la primacía de los usos intencionales. Con este panorama, la situación se encuentra en un punto que puede ser caracterizado fácilmente como un ‘dilema de interpretación’: si se desea mantener los ámbitos de lo natural y de lo humano separados, como parece querer Aristóteles, se obtienen dos tipos de causa final que

. La idea de presentar un patrón común, de decir que en ambos casos hay referencia en cada elemento de la secuencia a un fin compartido parece sólo un detalle que justifica la homonimia de dos lugares teóricos muy heterogéneos en el planteo aristotélico.

4 Esta postura de Aristóteles puede encontrarse también en el primer libro de la Política, donde es utilizada para caracterizar el vivir en familia como una finalidad natural y alejarlo de una decisión deliberada (Cf. Pol. I 1252a25 – 29).

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no tienen demasiado que ver entre sí, y que parecen transformar el nombre ‘causa final’ en un lugar sin demasiado sentido. Si se unifica la causa final, tomando como prioritario uno de los dos ámbitos y convirtiendo al otro en subsidiario del privilegiado, se tergiversa la fuerte diferencia que hizo el Estagirita entre los dos ámbitos.

II. CONCLUSIÓN

Los ejemplos de Física II son heterogéneos, algunos corresponden al mundo humano, y son intencionales, otros pertenecen al mundo natural, donde no hay ningún agente intencional que los origine. Aristóteles los agrupa bajo el nombre ‘causa final’ porque, en ambos, lo relevante a la hora de preguntar por el ‘por qué’ es el fin, pero, en rigor, el fin provoca el efecto en los distintos grupos de distinto modo. Es cierto que en ambos casos el fin es la causa, pero es complicado aseverar que esos ‘fines’ se parecen en algo más que en su nombre. Lo mismo sucede con el patrón común: coinciden los distintos ejemplos en la forma, pero el modo de causación difiere en unos y en otros. Por otra parte, las hipótesis de lectura reduccionistas no tienen fundamento textual: Aristóteles no privilegió ningún uso de causalidad final sobre los otros, y tampoco negó su independencia a la categoría de ‘causa final’.

La situación coloca al intérprete en un dilema: si se defiende una unidad en sentido fuerte, parecen minimizarse las diferencias que existen entre los ejemplos de causa final, si se consideran estas diferencias parece comprometerse la unidad de dicho tipo de causa. La clave para comprender esto no parece estar en reducciones o en la defensa de patrones unificadores sino en algo mucho más manifiesto: ¿Dónde utiliza Aristóteles con más asiduidad las explicaciones finales? Cuando se refiere al ámbito humano, ámbito en el que coexisten condicionamientos naturales y decisiones intencionales. El hombre es caracterizado entonces en el planteo aristotélico como afectado tanto por finalidades que le son propias en tanto hombre, en tanto animal racional, como por finalidades que él mismo se impone, y es en dicha tensión en la que se inserta la explicación tanto de su politicidad como de su eticidad. El hombre tiene determinadas tendencias o inclinaciones teleológicas por naturaleza, pero dispone de la deliberación para efectuar en última instancia su elección, el hombre tiene la vida en la pólis como un fin inscripto en su forma, pero tiene también la decisión deliberativa de fundar la ciudad.

A la luz del uso argumentativo que le da Aristóteles a la causa final, se puede señalar que ésta abarca dos tipos distintos de causa, una que se asocia con lo natural y otra con lo propiamente humano, que coinciden solamente en la presencia de fines en las dos, fines que operan de forma diferente. Uno opera de un modo más metafísico, mediante su íntima relación con la forma de los entes, el otro opera como un objetivo que el agente tiene en consideración crucialmente a la hora de actuar. Si en el intento de hacer una buena interpretación de la causalidad final se privilegia evitar ciertas inconsistencias teóricas, y para ello se unifican los ejemplos presentados por el autor, se corre el riesgo de caer en una inconsistencia aún más riesgosa: perder la distinción entre fines naturales y fines humanos que Aristóteles defendió y utilizó para presentar sus posturas. Y es un riesgo demasiado grande.

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BIBLIOGRAFÍA

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II. BIBLIOGRAFÍA SECUNDARIA CITADA BRADIE, M. y MILLER, F. (1984), “Teleology and Natural Necessity in

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153-79 CHARLES, D. (1991), “Teleological Causation in the Physics”, en Aristotle’s

Physics: A collection of essays, Oxford, Clarendon Press, 101-28 FURLEY, D. (1996), “What kind of cause is Aristotle’s Final Cause?”, en

Rationality in Greek Thought, Oxford, Clarendon Press, 59-80 GOTTHELF, A. (1987), “Aristotle’s conception of final causality: with Postscript

1986”, en Philosophical Issues in Aristotle’s Biology, New York, Cambridge University Press, 204-42

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