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SUMARIO

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#11/#12 Septiembre / Diciembre2004Septiembre - Diciembre 2004 Ao I I I Nmero 12

Filosofa PsicoanlisisPor Jacques-Alain Miller

Desangustiar?Por Eric Laurent

Los Nombres del Padre y el deseo del analistaPor Javier Aramburu

Imagen, satisfaccin y desubjetivacinPor Ricardo Nepomiachi

Del psicoanlisis y las psicoterapiasPor Mara Hortensia Crdenas

Neurosis de guerra en un nio excomb-atientePor Mario Elkin Ramrez

La era del traumaPor Marcelo Veras

Una decisin, al final los principiosPor Adriana Abeles

Detrs del manto de citas hay un SujetoPor Gabriela Levy Daniel

Pubertad-Cuerpo-SntomaPor gueda Hernndez, Nora Piotte y Norma Villella

LA OPININ ILUSTRADA

tica del compromiso militantePor Ernesto Laclau

COMENTARIOS DE LIBROS

La noche del orculode Paul AusterPor Sergio G. Colautti


#11/#12 Septiembre / Diciembre - 2004

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tica del compromiso militante *Por Ernesto Laclau

Ernesto Laclau, uno de los ms destacados pensadores en el campo de la filosofa poltica actual, ha realizado el aporte de este texto en el que debate con Alain Badiou las nociones , entre otras, de situacin, acontecimiento y simulacro; sealando afinidades y diferencias; un debate que toma las categoras lacanianas para pensar la poltica.

La traduccin en espaol, para Virtualia, ha sido revisada por el autor.

ISiento considerable simpata por la reflexin tica de Alain Badiou. Hay tres aspectos de ella que me parecen particularmente interesantes, muy cercanos a mi propia perspectiva terica. En primer lugar, su intento de articular la tica con un proyecto de emancipacin. A diferencia de la tendencia dominante actual, que presenta la tica como una intervencin puramente defensiva -esto es, como reaccin a la violacin de derechos humanos-, la tica para Badiou est arraigada en un discurso esencialmente afirmativo. En segundo lugar, para Badiou, la universalidad de la apelacin tica no depende de la presunta universalidad de su lugar de enunciacin: por el contrario, la tica se vincula constitutivamente a la fidelidad a un acontecimiento siempre concreto y localizado. Finalmente, Badiou evita escrupulosamente la tentacin de derivar el conjunto de normas morales de lo tico como tal -la moral pertenece, para l, a lo contabilizable de una situacin que es estrictamente heterognea respecto de la tica.

Desde este punto de vista, mi propia perspectiva terica es por lo menos comparable con la de Badiou, un hecho que no ha pasado desapercibido. Escribe Slavoj Zizek, por ejemplo:

A pesar de una serie de diferencias obvias, los edificios tericos de Laclau y Badiou estn unidos por una homologa profunda. Contra la visin hegeliana de lo universal concreto, de la reconciliacin entre lo universal y lo particular (o entre el ser y el acontecimiento), que an es claramente discernible en Marx, ellos comienzan afirmando una brecha constitutiva e irreductible que socava la consistencia encerrada en s misma del edificio ontolgico: para Laclau, esta brecha, que exige una hegemoni-zacin, es la que existe entre lo particular y el universal vaco (la brecha entre la estructura diferencial del orden social positivo -la lgica de las diferencias- y el antagonismo poltico en sentido propio, que involucra la lgica de la equivalencia); para Badiou, es la brecha entre el ser y el acontecimiento (entre el orden del ser -estructura, estado de situacin, saber- y el acontec-imiento de la verdad, la verdad como acontecimiento). En ambos casos, el problema consiste en quebrar el campo ontolgico cerrado en s mismo como una descripcin del universo positivo; en ambos casos, la dimensin que socava el cierre de la ontologa tiene un carcter tico: concierne al carcter contingente de la decisin contra el fondo de la multiplicidad indecidible del ser; en consecuencia, ambos autores intentan conceptuar un modo nuevo de subjetividad, poscartesiano, que corte sus vn-culos con la ontologa y gire en torno a un acto contingente de decisin. [2]

Sin embargo, a pesar de estos puntos de convergencia, existen tambin varios aspectos en los que nuestras respectivas posicio-nes se diferencian en lo fundamental, y a esto voy a referirme en las siguientes pginas. No obstante, el hecho de que nuestras perspectivas puedan compararse tiene sus ventajas: decisiones tericas opuestas pueden presentarse como rutas alternativas que divergen a partir de lo que, hasta ahora, haba sido pensado como un campo terico relativamente comn. Una ltima observa-cin preliminar: en lo que sigue, voy a referirme a la tica de Badiou, sin ninguna discusin comprensiva de su ontologa, una tarea que espero emprender en un futuro cercano.

Recapitulemos primero algunas categoras bsicas de la teora de Badiou. Su reflexin comienza por distinguir situacin y acontecimiento. La situacin es el campo de una multiplicidad que corresponde a lo que puede denominarse, en trminos gene-rales, campo de la objetividad. El Ser no es uno -la unicidad es para Badiou una categora teolgica-, sino mltiple. Una multi-plicidad presentable o consistente corresponde, esencialmente, al campo del conocimiento, de lo enumerable, de lo discernible. El conjunto de distinciones objetivas corresponde a un principio estructurante que Badiou llama estado de la situacin. Lo que comnmente denominamos moralidad -el orden normativo- forma parte de este estado y est organizada por este principio estructural. Hay que distinguir aqu entre la presentacin de una situacin en la que la estructuracin -orden- se muestra como tal, y la representacin, el momento en el que lo que est en primer plano no es la estructura sino lo estructurante. El acontec-imiento se funda en lo que es radicalmente irrepresentable dentro de la situacin, aquello que constituye su vaco (una categora



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a la que volveremos ms tarde). El acontecimiento es la declaracin del vaco, una ruptura radical con la situacin que vuelve visible lo que la situacin slo puede ocultar. Mientras que el conocimiento es la inscripcin de lo que pasa dentro de cat-egoras objetivas previas, la verdad -las series de implicaciones derivadas del surgimiento de un acontecimiento- es singular: su naturaleza de acontecimiento no puede someterse a una regla preexistente. As, el acontecimiento es inconmensurable con la situacin; su ruptura con ella es autnticamente fundacional. Si tratamos de definir su relacin con la situacin, solo podemos decir que el acontecimiento es una sustraccin con respecto a ella.

La tica est ntimamente ligada a la nocin de acontecimiento. Cuando ocurre un acontecimiento, la visibilidad de lo que su advenimiento vuelve posible abre un espacio de indeterminacin en relacin a los modos de tratar con l: o bien podemos fijarnos a esa visibilidad a travs de lo que Badiou denomina fidelidad al acontecimiento -que implica transformar la situacin a travs de una reestructuracin que tome la verdad proclamada como punto de partida-, o bien podemos negar el carcter radi-calmente eventual del acontecimiento. Cuando se trata de la perversin o la corrupcin de una verdad, hablamos de Mal. Segn Badiou, el mal puede tomar tres formas diferentes: la forma de la traicin (el abandono de la fidelidad al acontecimiento), la forma del simulacro (la sustitucin del vaco en la plenitud de la comunidad por el acto de nombrar) y la forma de una total-izacin dogmtica de la verdad.

En este punto, es necesario introducir una serie de preguntas relacionadas entre s. Es suficiente un acontecimiento, que se define exclusivamente por su capacidad de sustraerse de una situacin, para fundamentar una alternativa tica? Es la distincin vaco/ pleno un criterio suficientemente slido para discriminar acontecimiento y simulacro? Es la oposicin situacin/acon-tecimiento suficientemente ntida como para atribuir al campo del acontecimiento todo lo necesario para formular un principio tico? Mi respuesta a estas tres preguntas es negativa.

Sera apropiado comenzar considerando las tres formas del mal que menciona Badiou. La cuestin principal es en qu medida Badiou, subrepticiamente, introduce en su argumento algo que desde el principio haba quedado formalmente excluido. Como ya hemos dicho, la oposicin ontolgica bsica establecida por Badiou es la oposicin entre situacin y acontecimiento, cuyo nico fundamento est dado por la categora de sustraccin. Esto tambin establece los parmetros dentro de los que la distincin puede ser pensada. Es necesario olvidarse de los contenidos materiales, nticos, de la situacin, y reducirla a un prin-cipio definitorio puramente formal (la organizacin de lo contable, lo diferencial como tal). Sin embargo, en tal caso, el nico contenido posible del acontecimiento como pura sustraccin es la presentacin o la declaracin de lo irrepresentable. En otras palabras, tambin el acontecimiento slo puede tener un contenido puramente formal. De all que la fidelidad al acontecimiento (el contenido exclusivo del acto tico) tambin tenga que ser una inyuncin tica completamente formal. En tal caso, cmo diferenciar la tica del simulacro? Como el propio Badiou deja claro, el simulacro -como una de las figuras del Mal- solo puede surgir en el terreno de la verdad. As, si Badiou va a ser fiel a sus premisas tericas, la distincin entre acontecimiento y simula-cro debe ser una distincin formal -por ejemplo, tiene que surgir de la forma del acontecimiento como tal, independientemente de su contenido concreto.

En este punto, se ajusta Badiou a sus propias premisas tericas? No me parece. Su respuesta al problema de establecer un criterio para distinguir un acontecimiento de un simulacro es que el acontecimiento est orientado al vaco de una situacin. Lo que hace que un acontecimiento verdadero pueda constituirse en origen de una verdad, nica cosa que es para todos y que es eterna -escribe Badiou- reside en que justamente est ligado a la particularidad de una situacin slo por el sesgo de su vaco. El vaco, el mltiple-de-nada no excluye ni obliga a nadie. Es la neutralidad absoluta del ser -de modo que la fidelidad de la que un acontecimiento es el origen, aunque sea una ruptura inmanente en una situacin singular, no por eso deja de apuntar a la universalidad [3]. El simulacro -por ejemplo, el nazismo- se vincula con una situacin concebida como plenitud o sustan-cia. Segn la lgica del simulacro, el pseudo-acontecimiento se supone que () hace advenir al ser, nombra, no el vaco de la situacin anterior, sino su completud. No la universalidad de lo que no se sostiene, justamente, en ningn trazo (en ningn mltiple) particular, sino la particularidad absoluta de una comunidad, ella misma enraizada en los rasgos de la tierra, la sangre, la raza [4]. Qu es lo que no funciona en esta solucin? Varias cosas -a las que nos referiremos ms adelante-, pero especial-mente una que, en cierta medida, anticipa a las otras: en ltima instancia, la distincin verdad/simulacro no puede formularse porque no encuentra ningn lugar de enunciacin viable dentro del edificio terico de Badiou (al menos, en esta etapa de su elaboracin [5]). En el sistema de Badiou, slo hay dos lugares de enunciacin: la situacin y el acontecimiento. Ahora bien, la situacin no puede ser el lugar para un discurso que discrimina entre acontecimientos verdaderos y falsos, entre vaco y lleno, porque el vaco es precisamente lo que la situacin no puede pensar. Pero el lugar de enunciacin tampoco puede constituirse alrededor del acontecimiento. La verdad que, a lo largo del tiempo, despliega las secuelas del acontecimiento, no puede apor-tar un poder de discriminacin entre acontecimientos verdaderos y falsos que el acontecimiento mismo no es capaz de proveer. Todo lo que pueden hacer los sujetos comprometidos con una verdad, una vez que aceptan el acontecimiento como verdadero,



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es tener en claro en qu consistira la traicin de un acontecimiento -pero esto no basta para establecer un criterio de distincin entre verdad y simulacro. La distincin verdad/simulacro slo puede mantenerse recurriendo a un tercer discurso que no est fcilmente integrado en el sistema terico de Badiou. No sorprende: si el acontecimiento se constituye a travs de una pura y simple sustraccin de la situacin, concebida como la corporizacin contingente del principio formal de contabilizar (de tal manera que su carcter concreto debe ser estrictamente ignorado), no hay modo de que el sujeto que afirma el acontecimiento pueda distinguir entre diferentes tipos de interrupcin de la situacin -sujeto que se encuentra slo en la atribucin de un valor tico diferencial para esos tipos.

Est claro que, sobre la base de las premisas afirmadas, no es posible seguir avanzando en la determinacin de los componentes formales de una tica militante, ni podemos legislar nada que se refiera a su contenido -a menos que introduzcamos un tercer discurso (an sin teorizar) en el argumento. Este recurso a un tercer discurso como a una especie de deux ex machina no es ex-clusivo de Badiou. El anlisis de Zizek del nazismo sigue esa misma direccin. Comienza por suscribir la distincin de Badiou: En contraste con este acto autntico que interviene en el vaco constitutivo, punto de fracaso -o lo que Alain Badiou denomin torsin sintomal de una constelacin dada-, el acto inautntico se legitima a travs de la referencia al punto de totalidad sustancial de una constelacin dada (en el terreno poltico: la Raza, la Religin Verdadera, la Nacin): aspira precisamente a destruir los ltimos remanentes de la torsin sintomal que altera el equilibrio de esa constelacin [6]. El anlisis del nazismo que se desprende de estas premisas ofrece pocas sorpresas:

La llamada revolucin nazi, con su repudio/desplazamiento del antagonismo social fundamental (lucha de clases que divide al edificio social desde adentro) -con su proyeccin/externalizacin de la causa de antagonismo social en la figura del judo, y la consiguiente reafirmacin de la nocin corporativista de sociedad como un Todo orgnico-, anula claramente la confron-tacin con el antagonismo social: la revolucin nazi es el caso ejemplar de un pseudo cambio, de una actividad frentica en el transcurso de la cual cambiaron muchas cosas -pasaba algo todo el tiempo- para que, precisamente, algo -lo que realmente importa- no cambie; para que las cosas fundamentalmente siguieran igual [7].

La ventaja de las formulaciones de Zizek por sobre las de Badiou es que en ellas se vuelve explcito este tercer discurso silen-cioso, presente en los textos de Badiou slo a travs de sus efectos tericos. Zizek no disimula la naturaleza de su ejercicio: afirma con vigor una cruda teora de la falsa conciencia que hace posible detectar los antagonismo sociales fundamentales, lo que realmente importa en una sociedad y el modo en el que las cosas podran cambiar sin que nada significativo cambie [8]. Qu es lo que no cierra de todo esto? Obviamente, no se trata del contenido concreto de sus afirmaciones -estoy de acuerdo con la mayora de ellas-, sino del rol que esas afirmaciones tienen en su teora y, de manera mas sutil, en la teora de Badiou tambin. Pues ellas constituyen un conjunto de afirmaciones nticas cuya ambicin es establecer distinciones entre categoras ontolgicas. En el discurso de Badiou, situacin, acontecimiento, verdad, proceso genrico, tienen status ontolgico [9]. Lo mismo que el vaco y su opuesto, esto es, una particularidad plena concebida como la sustancia de una situacin. As, en ese caso, cmo vamos a determinar cul es el verdadero vaco de una situacin concreta? Solo hay dos posibilidades: o bien reabsorber, al estilo hegeliano, lo ntico en lo ontolgico -una solucin con la que Zizek coquetea pero que Badiou trata escrupulosamente de evitar-; o bien nombrar el vaco a travs de una postulacin axiomtica inherente a un proceso de verdad -en cuyo caso parecera no haber medios disponibles de discriminar entre acontecimientos verdaderos o falsos, con lo que el principio de distincin entre acontecimiento y simulacro se derrumbara.

Puede concebirse una tercera solucin: que las marcas de un acontecimiento verdadero ya estn ontolgicamente determinadas (o, si se quiere, trascendentalmente constituidas). Para Badiou, estas marcas existen y estn inscritas en la alternativa excluyente de o bien relacionarse a una situacin particular desde el borde de su vaco, o bien nombrar la presunta plenitud de determi-nada situacin. Si pudiramos demostrar que tal alternativa es verdaderamente excluyente y que es constitutivamente inherente a cualquier situacin concreta, el problema estara resuelto.

Sin embargo, esta demostracin es imposible. Consideremos la cuestin desde los dos lados de esta potencial polaridad. Comencemos por el vaco. Para Badiou, lo que aparece como vaco es siempre el vaco de una situacin. Cualquier cosa que cuente como vaco, o como nada, est esparcida a lo largo de una situacin y necesariamente incluida en cada subconjunto de una situacin; desde el momento en que no hay nada en el vaco que pueda servir para identificarlo o localizarlo, cualquier operacin es imposible. Sin embargo, cada situacin contiene un elemento mnimamente identificable, un grupo o un individuo ubicado en el borde de lo que cuenta como nada para la situacin -un elemento que solo cuenta como un algo indiscern-ible, sin ninguna otra caracterstica identificatoria. Para Badiou, este elemento no comparte ningn rasgo con la situacin -esto es, elementos que la misma situacin pueda reconocer o discernir. Los habitantes de este espacio liminal se presentan bajo dos formas diferentes, cuya articulacin es crucial para el problema que discutimos. En primer lugar, pueden nombrarse de



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manera referencial: los sans-papiers de la Francia de hoy, la clase trabajadora en la sociedad capitalista, la muerte de Cristo en el discurso de San Pablo en oposicin a la Ley Juda y a la sabidura griega, etc. En segundo lugar, sin embargo, este nombre permanece vaco porque lo que designa y proclama a travs del acontecimiento no corresponde a nada que sea representable dentro de lo discernible de una situacin -sera, de acuerdo a otra terminologa, un significante sin significado.

El problema que inmediatamente surge concierne al modo en el que estas dos dimensiones se relacionan. Si la designacin referencial y la no-representabilidad dentro de la situacin se superpusieran, no habra ningn problema: el lmite del vaco es-tara precisamente localizado en un lugar definido por los parmetros de la situacin. Pero no hay razones lgicas ni histricas para esta presuncin reduccionista. Supongamos que una sociedad experimenta lo que Gramsci llam crisis orgnica: lo que enfrentamos en un caso as no son lugares particulares que definen (delimitan) lo que es irrepresentable dentro de un campo general de representacin, sino ms bien el hecho de que la misma lgica de la representacin ha perdido su capacidad estruc-tural. El rol del acontecimiento se transforma: no slo tiene que reclamar la centralidad de una excepcin frente a una situacin altamente estructurada, sino que debe reconstruir el principio de la situacin como tal alrededor de un nuevo centro.

Desde mi punto de vista, esto altera radicalmente la relacin vaco/situacin. Es precisamente en este punto que mi perspec-tiva comienza a diferenciarse de la de Badiou. Dentro del sistema de Badiou, no hay modo que el vaco pueda recibir algn contenido, en tanto se encuentra vaco por definicin. Por otro lado, el sitio de acontecimiento siempre tiene cierto contenido: es lo que denominamos designacin referencial. Esta distincin tiene sentido dentro de la teora de conjuntos en la que se mueve Badiou. Sin embargo, la posibilidad que hemos sealado -que la lgica de la representacin pueda perder su capacidad estructurante- plantea preguntas que difcilmente pueden ser contestadas dentro del sistema de Badiou. Pues en tal caso lo que se vuelve incalculable en la situacin es el principio de calculabilidad como tal. As, el proceso de verdad con el que los sujetos se comprometen consiste, en una de sus dimensiones ms bsicas, en reconstruir la situacin alrededor de un nuevo centro. La consecuencia es que ya no hay un desarrollo lineal de los efectos del acontecimiento -acontecimiento que tiene que exhibir su capacidad articulatoria yendo ms all de s mismo, de modo tal que la separacin drstica entre sitio del acontecimiento y vaco queda necesariamente puesta en cuestin. En consecuencia, se necesita alguna forma de llenar el vaco -un llenar particular, que exige una descripcin terica. (No es necesario decir que la misma idea de este llenar es para Badiou anatema: cualquier forma de llenar el vaco es para l manifestacin del mal).

En qu consiste este llenar? Badiou piensa que el vaco, al carecer de elementos propios (en trminos de la teora de con-juntos, aparece como conjunto vaco), no pertenece a ninguna situacin particular, pero, en la medida en que nos referimos a situaciones humanas, los sujetos de la verdad que afirma el acontecimiento apuntan a una universalidad pura y simple. Esto es, humanidad indiferenciada -en el sentido en el que Marx afirmaba, por ejemplo, que el proletariado slo tiene sus cadenas. Slo puedo aceptar este argumento a medias. Existen dos dificultades insuperables. La primera es que la categora de vaco -de conjunto vaco - slo es realmente vaca en la matemtica. Cuando se la transpone al anlisis social, adquiere ciertos conteni-dos -pensamiento, libertad/conciencia, slo cadenas, etc.- que estn lejos de estar vacos. Lo que tenemos aqu es un arbitrario ejercicio metafrico por el cual el vaco es identificado con la universalidad. Pero no lleva mas que un instante darse cuenta que un contenido universal no est vaco. Nos enfrentamos simplemente con un intento de defensa tica de la universalidad que se sostiene en una referencia ilegtima a la teora de conjuntos. En segundo lugar, Badiou presenta tambin el argumento de que los sujetos de una verdad tienen medios para diferenciar entre verdad y simulacro -criterios tales como estricta igualdad, univer-salidad, indiferencia respecto a toda cualidad y valor, etc. Pero est claro que la validez de estos criterios depende enteramente de aceptar como punto de partida la ecuacin entre vaco y universalidad. As, el argumento es perfectamente circular.

Para ser claro: mi objecin no es a la universalidad como tal, sino al modo en el que Badiou construye tericamente este con-cepto. En un sentido, es cierto que la interrupcin radical de una situacin dada interpela a los hombres a travs y ms all de cualquier particularismo y diferencia. A este respecto, cada ruptura revolucionaria tiene efectos universalizantes. Los hombres viven por un momento la ilusin de que, a causa de que un rgimen opresivo ha sido derrocado, ha sido derrocada la opresin como tal. Es en este sentido que el vaco, en el sentido de Badiou, al carecer de cualquier contenido distintivo, apunta a algo que est ms all de toda particularidad en tanto particularidad. Pero el otro lado del cuadro, el momento de designacin ref-erencial, est siempre all en accin. Pues -y en este punto discrepo definitivamente con Badiou- no creo que el particularismo inherente a esa referencia local pueda ser simplemente eliminado del cuadro como un lugar que slo tiene relaciones de exte-rioridad con el vaco. Los sans-papiers, como un elemento indiscernible dentro de la situacin, pueden llegar a articular una posicin que sostiene la verdad para todos los miembros de una situacin (ejemplo, Todo el que vive aqu es de aqu). Pero tambin podran constituirse como sujetos polticos a travs de una serie de demandas particulares que podran garantizarse por una hegemona expansiva de la situacin existente y, en este sentido, los sans-papiers en su individualidad podran pasar a ser parte de lo contable y as, volverse miembros normales de la situacin.



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La conclusin es obvia: la frontera entre lo calculable y lo incalculable es esencialmente inestable. Pero esto significa que no hay ningn lugar, ningn sitio dentro de la situacin que lleve inscripto en s, a priori, la garanta de universalidad: que no hay un nombre natural para el vaco. Por el contrario, ningn nombre puede excluirse a priori de este proceso de nominacin. Tomemos un ejemplo. El movimiento Solidaridad comenz como un conjunto de demandas particulares de un grupo de tra-bajadores en Gdansk. No obstante, como esas demandas se formularon en un contexto particularmente represivo, se volvieron los smbolos y la superficie de inscripcin de una pluralidad de otras demandas que eran incalculables dentro de la situacin definida por el rgimen burocrtico. Esto es, a travs de su articulacin mutua, estas demandas construyeron un cierto univer-salismo que trascendi cualquier particularidad. Esto se aplica especialmente a los smbolos centrales de Solidaridad: cierto residuo de particularismo no puede ser eliminado de ellas; pero a causa de que esos smbolos sirvieron para representar un gran conjunto de demandas democrticas equivalentes, pasaron a ser la encarnacin de la universalidad como tal. Es a travs de esta equivalencia/ trascendencia entre particularismos que algo como el nombre del vaco puede construirse. Esto es lo que en mi obra llamo hegemona: el proceso por el que una particularidad asume la representacin de una universalidad que es inconmen-surable con ella.

De este argumento pueden extraerse dos conclusiones principales: 1) la universalidad no tiene sitios de emergencia a priori, sino que es el resultado del desplazamiento de la frontera entre lo calculable y lo incalculable -por ejemplo, en la construccin de una hegemona expansiva; 2) si la articulacin recibe un rol central, nombrar el vaco se vincula constitutivamente con el proceso de colmarlo, pero este colmar slo puede darse a travs de un difcil equilibrio entre universalidad y particularidad -un equilibrio que, por definicin, nunca puede romperse a travs de la dominacin exclusiva de ninguno de sus dos polos. Llenar el vaco no es simplemente asignarle un contenido particular, sino hacer de ese contenido el punto nodal de una universalidad equivalencial que lo trascienda. Ahora bien, desde el punto de vista de nuestro problema original, que era la determinacin de un acontecimiento verdadero (cuya condicin era la definicin de un vaco puro -por ejemplo, una universalidad no con-taminada por ninguna particularidad), esto significa que tal universalidad es imposible. Su lugar siempre va a estar ocupado/ encarnado por algo que es menos que ella misma.

Vamos ahora al otro lado de la polaridad: el intento particularista de colmar el vaco, que Badiou y Zizek discuten en relacin con el nazismo. Mantengmonos en el ejemplo que, como caso extremo, presenta para Badiou el mejor terreno para su po-sible argumentacin. No es posible acusar a Badiou de querer simplificar su tarea: por el contrario, subraya sin concesiones el paralelo estructural entre acontecimiento y simulacro. Simulacro debe ser tomado en un sentido fuerte, admite: todos los rasgos formales de una verdad son puestos en obra en el simulacro. No solamente una nominacin universal del acontecimien-to, induciendo la fuerza de una ruptura radical, sino tambin la obligacin de una fidelidad y la promocin de un simulacro de sujeto, erigido -sin que ningn Inmortal sin embargo advenga- por encima de la animalidad humana de los otros, de aquellos que son arbitrariamente declarados como no perteneciendo a la sustancia comunitaria, de la cual el simulacro de acontecimiento asegura la promocin y dominacin [10]. Sobre la base de estas premisas, cmo establece Badiou la distincin entre acon-tecimiento y simulacro? Previsiblemente, a travs de una drstica oposicin entre el vaco y lo que se afirma como la sustancia de la comunidad -precisamente, la oposicin que estamos tratando de cuestionar. La fidelidad a un simulacro, a diferencia de la fidelidad a un acontecimiento, regla su ruptura no sobre la universalidad del vaco, sino sobre la particularidad cerrada de un conjunto abstracto (los alemanes, o los arios) [11]. Para sopesar la viabilidad de la solucin de Badiou tenemos que plantearnos preguntas opuestas a las que se planteaban en el caso del vaco: en qu medida el particularismo del discurso nazi es incompatible con cualquier apelacin a lo universal (al vaco)? Y en qu medida el conjunto abstracto que regula la ruptura con la situacin (los Alemanes, los Arios) funciona en el discurso nazi como una instancia particular?

Consideremos estas dos cuestiones. Respecto de la primera, no puede haber ninguna duda: el vaco funciona tanto en el dis-curso nazi como en el socialista. Recordemos que en nuestra perspectiva, el vaco no es lo universal en el sentido estricto del trmino, sino lo que es incalculable dentro de una situacin dada. Tal como hemos argumentado, y creo que Badiou estara de acuerdo, cuando los mismos principios de calculabilidad estn amenazados y la reconstruccin de la comunidad como un todo alrededor de un nuevo centro pasa a primer plano como necesidad social fundamental, el vaco, en tal situacin crtica, no tiene lugar preciso y determinable. Esta era exactamente la situacin que prevaleci en la crisis de la Repblica de Weimar. No hay entonces oposicin entre una presencia incalculable y una situacin bien estructurada (entre un acontecimiento manifestado y el estado de la situacin), sino una desestructuracin fundamental de la comunidad que requiere que el acontecimiento nombrado se vuelva, desde su irrupcin, un principio de reestructuracin. No se trata de sustituir una situacin completamente constituida por otra diferente derivada de un nuevo principio subversivo del statu quo, sino de una lucha hegemnica entre principios rivales, entre diferentes modos de nombrar lo incalculable, para ver cul de los dos era ms apto para articular una situacin



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frente a la alternativa de anomia y caos. En este sentido, no hay duda que el vaco como tal estaba totalmente presente en el discurso nazi.

Qu ocurre, no obstante, con el conjunto particular invocado por el nazismo (sangre, raza, etc.) como el acontecimiento que interrumpe la situacin? No es esta sustancia comunitaria particular incompatible con la universalidad del vaco (del conjunto vaco)? Tenemos que considerar la cuestin cuidadosamente. En nuestra discusin sobre la nominacin del vaco distinguimos entre la designacin referencial del borde del vaco y la universalidad del contenido que este lugar encarna. Tambin argu-mentamos que esa universalidad depender de la extensin de la cadena de equivalencias expresada por el nombre. Esto sig-nifica que ningn nombre que tenga una cierta centralidad poltica tendr una referencia particular unvoca. A travs de cadenas de equivalencias, trminos que formalmente nombran una particularidad pueden adquirir una referencia mucho ms universal; en tanto que, por el contrario, otros trminos cuya denotacin es aparentemente universal pueden volverse, en ciertas articula-ciones discursivas, el nombre de significados extremadamente particulares. Esto significa que: 1) no existe el nombre de una pura universalidad no contaminada (de un puro vaco); 2) tampoco es posible un nombre puramente particular. [12] Lo que anteriormente llamamos hegemona consiste, precisamente, en este juego indecidible entre universal y particular. No obstante, en este caso, la distincin entre acontecimiento verdadero y simulacro se derrumba: es simplemente imposible concebir al mal como resultado de una invocacin particular contra la universalidad de la verdad. Por la misma razn, en tanto se trata de lo social, la distincin tajante entre conjunto genrico y conjunto constructible no puede mantenerse.

Significa esto que la nocin de mal debe ser abandonada, que cualquier posicin es igualmente vlida y que no es posible emitir un juicio acerca de fenmenos tales como el nazismo? Obviamente que no. Lo nico que se deduce de nuestro argu-mento previo es que es imposible fundar una opcin tica al nivel abstracto de una teora dominada por la dualidad situacin/ acontecimiento, y que estas categoras -cualquiera sea su validez en otras esferas- no proveen criterios para una eleccin moral. Esto tambin significa que el terreno en el que estos criterios pueden surgir va a ser mucho ms concreto. El propio Badiou lo aceptara: la verdad para l es siempre la verdad de la situacin. No obstante, en este caso, lo que llam el tercer discurso si-lencioso implcito en su perspectiva -el nico que realmente le otorgara una posicin de enunciacin legtima para su discurso sobre el mal- necesita entrar en escena. Pero esto no es posible sin introducir ciertos cambios en el aparato terico de Badiou. Esta es la cuestin que a continuacin voy a abordar.

IIResumamos nuestro argumento. Badiou rechaza acertadamente la idea de fundar la tica en ninguna normatividad a priori -nor-matividad que pertenece, por definicin, a la situacin como lo contable dado. El origen del compromiso tico debe buscarse en la implicacin o en las consecuencias que se derivan del acontecimiento concebido como sustraccin de la situacin. Sin embargo, en tal caso, cualquier distincin entre acontecimientos verdaderos o falsos no puede basarse en lo que los acontec-imientos realmente afirman -en primer lugar, porque eso introducira de contrabando en el argumento la normatividad que haba quedado axiomticamente excluida y, en segundo lugar, porque requerira una instancia de juicio externa tanto a la situacin como al acontecimiento (lo que hemos denominado un tercer discurso). Esto es lo que vuelve el argumento de Zizek irre-mediablemente eclctico -algo que Badiou trata de evitar. En tal situacin, el nico camino que le queda por seguir es intentar fundamentar la distincin acontecimiento/ simulacro en la propia diferenciacin estructural que establece su ontologa dualista. Badiou encuentra este fundamento en la dualidad vaco/ pleno. El problema del tercer discurso no queda ntegramente elimi-nado, pues Badiou tiene todava que explicar por qu est bien darle expresin al vaco mientras que est mal darle expresin a lo pleno, pero al menos se ha dado un paso en la direccin correcta. La base del argumento se apoya as en la clara distincin vaco/pleno, pero, como vimos, la distincin de Badiou resulta insostenible. Primero, porque tal como hemos argumentado, el vaco -en tanto categora que se aplica a la situacin humana- no est realmente vaco sino que para Badiou ya tiene un cierto contenido -lo universal. Y, en segundo lugar, porque la disposicin de elementos de la situacin determinada por el sujeto a partir de una inconsistencia genrica revelada por el acontecimiento requiere, si la nocin de disposicin tiene algn sentido, alguna consistencia entre la universalidad manifestada por al acontecimiento y la nueva disposicin que resulta de la inter-vencin de los sujetos. En qu consiste esta consistencia? Una posibilidad es que sea una consistencia lgica. Pero Badiou -tanto como yo- rechazara esta posibilidad, porque en tal caso la brecha entre acontecimiento y situacin quedara cancelada y la nocin de una ontologa basada en la multiplicidad ya no tendra ningn sentido. La nica alternativa es que la consistencia entre acontecimiento y nueva disposicin resulte de una construccin contingente -y necesariamente as tiene que ser, dado que comienza en el terreno de una inconsistencia primordial. Esto significa simplemente que la consistencia de una nueva disposicin va a ser una construccin. Por lo tanto, proceso de verdad y construccin contingente son trminos intercam-



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biables. Ahora bien, qu otra cosa es esto sino colmar el vaco? Si mi argumento es correcto, la distincin vaco/pleno cae -o al menos se establece entre sus dos polos un sistema de mutuos desplazamientos ms complejo que el que permite la tajante dicotoma de Badiou.

Lo paradjico es que este callejn sin salida que hemos analizado no deja de tener relacin con lo que tal vez sea el rasgo ms valioso de la tica de Badiou: su rechazo a postular cualquier clase de normatividad a priori. No obstante, este rechazo apa-rece acompaado por la afirmacin de ciertos presupuestos ontolgicos que estn en el origen de las dificultades que hemos detectado. Una ltima observacin antes de embarcarnos en esta discusin. De las tres figuras del mal a las que Badiou se refiere, slo la primera -la distincin entre verdad y simulacro- intenta discriminar entre acontecimiento verdadero y falso. La segunda, como reconoce el propio Badiou, se considerara como mal no slo desde la perspectiva del verdadero acontecimiento sino tambin del simulacro (tanto un fascista como un revolucionario adscribiran al mal cualquier tipo de debilitamiento de la voluntad revolucionaria). En cuanto a la tercer figura, presenta problemas especficos que discutiremos ms adelante.

Como dije al comienzo, no intento discutir en detalle la compleja -y en muchos aspectos fascinante- ontologa desarrollada por Badiou. Pero es necesaria alguna referencia a ella, dado que su tica depende de sus distinciones ontolgicas. Las categoras ms importantes que la estructuran son la que siguen a continuacin. Ya hemos explicado situacin y acontecimiento, vaco y pleno. Hay que agregar que, siendo la situacin esencialmente mltiple, una nueva categora -el estado de la situacin- debe introducirse para crear un principio de estabilizacin interna -esto es, la posibilidad que los recursos estructurantes de la situacin puedan contarse como uno. Los lmites entre la situacin y su vaco son concebidos en trmino de bordes, esto es sitios del acontecimiento. Aunque pertenezcan a la situacin, estos proveern un cierto grado de infraestructura para que un acontecimiento pueda ocurrir -me refiero a infraestructura en un sentido puramente topogrfico, sin obviamente ninguna con-notacin causal.

Ya he formulado la posibilidad de un desplazamiento dentro de las categoras de Badiou que podra llevarnos a resolver algunas de las dificultades que presenta su teora tica. Me referir ahora, paso por paso: 1) a la naturaleza exacta de esos desplazamien-tos; 2) a la medida en que ubican al argumento tico en un terreno ms favorable; 3) a las consecuencias que tendran -si fueran aceptadas- para la perspectiva ontolgica de Badiou.

Intent inicialmente una deconstruccin de la rgida oposicin vaco/pleno, sugiriendo que el borde del vaco no es un lugar preciso dentro de la situacin (contable) completamente organizada, sino algo cuya presencia hace imposible que una situacin se encuentre enteramente estructurada como tal. (Como lo real lacaniano, que no es algo que tenga una existencia paralela a lo simblico, sino que est en lo simblico, previniendo su plena constitucin). Sin embargo, en este caso, hay que introducir una distincin entre la situacin y lo que podramos denominar por medio de un neologismo como la situacionalidad. Aqulla nom-bra el orden ntico realmente existente; sta, el principio ontolgico de ordenamiento como tal. Estas dos dimensiones nunca se superponen completamente. Siendo este el caso, el acontecimiento -cuya impredictibilidad dentro de la situacin, sostenida por Badiou, acepto totalmente- tiene desde su inicio los dos roles que mencionamos anteriormente: por un lado, subvertir el estado actual de la situacin nombrando lo innombrable; por el otro, agregarla, reestructurar un nuevo estado en torno a un nuevo ncleo. La larga marcha de Mao triunf porque no solo signific la destruccin del viejo orden, sino tambin la reconstruc-cin de la nacin alrededor de un nuevo ncleo. Y la nocin de Gramsci de un devenir Estado de la clase obrera -en contra de cualquier nocin reduccionista de toma del poder- se orienta en la misma direccin. Sin embargo, en tal caso, situacin y acontecimiento se contaminan mutuamente: no son lugares separados dentro de una topografa social, sino dimensiones consti-tutivas de cualquier identidad social. (Una consecuencia central de esta afirmacin es que, tal como vimos, el acontecimiento pierde, en ciertos aspectos, el carcter excepcional que Badiou le atribuye.)

Lo mismo vale para la dualidad acontecimiento/ sitio del acontecimiento. (El sitio sera, por ejemplo, en el discurso cristiano, la mortalidad de Cristo, mientras que el acontecimiento sera su resurreccin.) Para Badiou existe una exterioridad esencial entre los dos. Slo a ese precio el acontecimiento puede ser verdaderamente universal -esto es, puede revelar el vaco que no pertenece a ninguna localizacin interna a la situacin, aunque est necesariamente presente en todas ellas. As, en la nocin cristiana de encarnacin, ninguna cualidad fsica del cuerpo particular de Mara anticip que ella iba a ser la madre de Dios. No puedo aceptar esta lgica. Como en el caso anterior, la relacin entre acontecimiento y sitio del acontecimiento debe concebirse como de contaminacin mutua. Claramente, las demandas de los sans-papiers son, en primera instancia, demandas particula-res, no universales. Cmo es entonces que cierta universalidad pueda surgir de ellas? Solo en tanto otras personas excluidas de otros sitios de la situacin (que son innombrables dentro de ella) perciban su naturaleza comn de excluidos y vivan sus luchas -en su particularidad- como parte de una lucha emancipatorio ms amplia. Pero esto significa que cualquier acontecimiento de significado universal se construye a partir de sitios cuya particularidad se encuentra articulada en forma equivalencial, pero no



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eliminada completamente. Como tratamos de demostrar anteriormente con el ejemplo de Solidaridad, un sitio particular puede adquirir una relevancia especial como locus de un equivalente universal, pero incluso en este sitio, la tensin entre universali-dad y particularidad es constitutiva de una lucha emancipatoria.

La consecuencia es clara: la universalidad hegemnica es la nica que una sociedad puede alcanzar. La infinitud de la tarea emancipatoria sigue completamente en pie -no es cuestin de negarla en nombre de un puro particularismo-, pues la lucha con-tra un rgimen opresivo puede construirse, por medio de cadenas de equivalencias, como una lucha contra la opresin en gen-eral, pero el particularismo de la fuerza hegemnica (tan diluida su particularidad como se quiera) est todava all produciendo efectos de limitacin. Es como el oro, cuya funcin como equivalente universal (como moneda) no cancela las oscilaciones inherentes a su carcter de mercanca particular. Hay un momento en el anlisis de Badiou en el que se aproxima a la lgica hegemnico-equivalencial que estamos describiendo: el momento en el que se refiere a bsquedas (enqutes) como intentos militantes de ganar elementos de la situacin para el acontecimiento [13]. Pero su intento es limitado: no lo concibe como la construccin de un sitio de acontecimiento ms amplio por medio de la expansin de cadenas de equivalencias, sino como un proceso de total conversin en el que hay conexin o desconexin, sin posibilidad de ningn punto intermedio. Aunque el resultado de esta construccin pieza por pieza sea tanto para Badiou como para m una ampliacin del sitio del acontecimiento, no hay en su anlisis ninguna profundizacin del mecanismo que sostiene la operacin de conexin o desconexin. Al final, el proceso de conversin, visto en su mxima pureza en el caso de la religin, permanece para Badiou como el modelo paradigmtico de cualquier descripcin del proceso de persuasin.

Adnde nos lleva entonces, en lo que se refiere a la cuestin tica, el aceptar este conjunto de desplazamientos de las cat-egoras de Badiou -que Badiou seguramente no aceptara? En primer lugar, est claro que ha desaparecido todo fundamento para la distincin entre verdad y simulacro. Dicho fundamento -en el discurso de Badiou- estaba dado por la posibilidad de una diferenciacin radical entre vaco y pleno. Pero es precisamente esta distincin la que deja de sostenerse, una vez que el colmar el vaco y el acto de nombrarlo se vuelven indistinguibles. Sin embargo, este derrumbe de la distincin abre la va a otras posibilidades que la dicotoma tajante de Badiou haba clausurado. Pues el borde del vaco no slo no tiene una local-izacin precisa (si la tuviera tendra un nombre propio, sin ambigedad), sino que nombra la plenitud ausente de la situacin -si se quiere, la presencia de una ausencia, algo que puede nombrarse pero no contarse (esto es, que no puede representarse como una diferencia objetiva). Si, adems de esto, aceptamos que el vaco se encuentra incluido constitutivamente en toda situacin -algo con lo que estoy completamente de acuerdo, desde otra perspectiva terica-, la posibilidad de nombrarlo, que Badiou ve con razn como su nica posibilidad de inscripcin discursiva, sera atribuirle a una diferencia particular el rol de nombrar algo completamente inconmensurable consigo misma -esto es, la plenitud ausente de la situacin [14]. En tal caso, nombrar lo vaco se vuelve indistinguible de nombrar lo pleno. La otra posibilidad, que el sitio del acontecimiento qua sitio determine lo que el acontecimiento puede nombrar, es excluida de jure por el argumento de Badiou -y, de todos modos, hara surgir otra vez la ilusin de un tercer discurso. No obstante, en este caso, sangre, raza, nacin, revolucin proletaria o comunismo, son modos indiferentes de nombrar el vaco/pleno. Para ser claros: por supuesto que desde una perspectiva poltica, el significante que nombra el vaco marca toda la diferencia. Sin embargo, el problema es cmo construir discursivamente tal diferenciacin poltica. La respuesta implcita de Badiou sera que -malgr lui- el vaco tiene potencialmente cierto contenido: lo universal. Para m -dada la subversin que he intentado a un nivel ontolgico de la distincin verdad/ simulacro-, esta solucin no es vi-able. A continuacin, voy a presentar un esquema de lo que para m constituye el modo correcto de tratar el problema.

Cmo salir de este impasse? Desde mi perspectiva, la respuesta requiere dos pasos. El primero es el reconocimiento de que, bajo la etiqueta de tica, se colocan dos cosas diferentes que no necesariamente coinciden -de hecho, casi nunca lo hacen. La primera, es la bsqueda de lo incondicionado, esto es, aquello que llenara la brecha entre lo que la sociedad es y lo que debera ser. La segunda es la evaluacin moral de las varias formas de llevar a cabo este colmar-en tanto que dicha operacin sea aceptada como legtima (que no es el caso de Badiou). Cmo interactan estas dos tareas? Una primera posibilidad es negar la distincin entre las dos. La bsqueda de Platn de la buena sociedad es idntica a la descripcin de una sociedad sin fisuras ni agujeros y moralmente buena. La Etica Nicomaquea de Aristteles persigue una coincidencia similar de esferas. El problema surge cuando se percibe que la funcin de colmar puede operar por medio de diferentes agentes y que no hay forma de determi-nar a estos agentes a travs del mero anlisis lgico de aquella funcin. Volviendo a nuestra terminologa anterior: el vaco ero-siona el principio de contabilidad en la sociedad (lo que denominamos la situacionalidad de la situacin) pero no anticipa cmo elegir entre diferentes estados de la situacin. En una sociedad que experimenta una crisis orgnica la necesidad de algn tipo de orden, sea conservador o revolucionario, se vuelve ms importante que el orden concreto que colma esta necesidad. En otras palabras: la bsqueda de lo incondicionado prevalece sobre la evaluacin de las formas de alcanzarlo. El soberano de Hobbes adquiere su legitimidad del hecho de que aporta un orden, independientemente de su contenido, en oposicin al caos del estado



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de naturaleza. En otras palabras: lo que en estos casos es el objeto de un investimiento tico no es el contenido ntico de cierto orden sino el principio de ordenamiento como tal.

No es difcil darse cuenta que una tica militante del acontecimiento, opuesta al orden normativo de una situacin determinada, tiene que privilegiar este momento de ruptura por sobre el de orden, correspondiente a la dimensin situacional. Pero con una lgica implacable, esto nos lleva a una absoluta falta de certeza sobre el contenido normativo del acto tico. Podramos termi-nar fcilmente en la exaltacin de Zizek de lo implacable del poder y del espritu de sacrificio como valores en s [15]. Badiou trata de evitar esta trampa a travs de una estricta distincin entre vaco y pleno. Pero, como hemos mostrado, se trata de una distincin insostenible. Para evitar este callejn sin salida, hay que intentar a una primera operacin asctica, y separar estric-tamente los dos sentidos que el rtulo de tica rene en una simbiosis poco feliz: ordenamiento como un valor positivo ms all de cualquier determinacin y el sistema concreto de normas sociales al que le damos nuestra aprobacin moral. Sugiero restringir el trmino tica a la primera dimensin. Esto significa que, desde un punto de vista tico, fascismo y comunismo son indistinguibles -pero, por supuesto, la tica ya no tiene ninguna relacin con una evaluacin moral. Cmo podemos pasar entonces de un nivel al otro?

Aqu es que debemos dar nuestro segundo paso. Lo tico como tal, segn hemos visto, no puede tener ningn contenido ntico diferencial como rasgo definitorio. Su sentido se agota en la pura declaracin/llenado de un vaco/pleno. Sin embargo, este es el punto en el que podemos percibir los efectos tericos de la deconstruccin de los dualismos de Badiou. Ya hemos explicado el patrn bsico de esta deconstruccin: la contaminacin de cada polo de las dicotomas por el otro. Vayamos a la distincin ntico/ontolgica que hemos establecido entre situacin y situacionalidad. No hay acontecimiento que se agote, en lo que con-cierne a su sentido, en el puro corte con la situacin -esto es, no hay acontecimiento que, en el momento de esta ruptura, no se presente a s mismo como potencial vehculo de un nuevo orden, de la situacionalidad como tal. Esto implica que el sentido del acontecimiento per se est suspendido entre su contenido ntico y su rol ontolgico o, para decirlo de otro modo, que no hay nada que pueda concebirse como una pura substraccin. El momento de corte implicado en el acontecimiento -en una decisin radical- est todava presente, pero el sitio del acontecimiento no es completamente pasivo: volviendo a San Pablo, no hubiera habido resurreccin sin muerte.

Adnde nos lleva todo esto, desde el punto de vista de una teora tica? A esta conclusin: lo tico como tal -tal como lo hemos definido- no tiene contenido normativo, pero el sujeto que se constituye por medio de un acto tico no es un sujeto puro, sino un sujeto cuyo sitio de constitucin (y la falta que le es inherente) no quedan abolidos por dicho acto tico (el acontec-imiento). Esto es, el momento tico incluye un investimiento radical, y en esta frmula hay que darle el mismo peso a los dos trminos. Su radicalismo implica que el acto de investimiento no se explica por su objeto (en lo que concierne a su objeto, el acto ocurre ex nihilo). Pero el objeto del investimiento no es un medio puramente transparente: posee una opacidad situacional que el acontecimiento puede torcer pero no eliminar. Para usar una formulacin heideggeriana, estamos arrojados en un orden normativo (como parte de nuestro estar arrojados en el mundo) de tal manera que el sujeto que se constituye por medio de un investimiento tico forma parte ya de una situacin y de la falta que le es constitutiva. Cada situacin despliega un marco simblico sin el que el acontecimiento no tendra sentido: la falta implica que, desde el momento en el que el orden simblico nunca puede saturarse, el acontecimiento no puede explicarse a partir de los elementos de aqul. Acontecimientos en el sentido de Badiou son momentos en los que el estado de la situacin se pone radicalmente en cuestin, pero es errneo pensar que existen periodos puramente situacionales interrumpidos por intervenciones puramente eventuales: la contaminacin entre lo eventual y lo situacional es el tejido de la vida social.

As, la respuesta a la cuestin de cmo podemos pasar de lo tico a lo normativo, del nivel de la afirmacin incondicional in-trnseca a un acontecimiento al nivel de la eleccin y la evaluacin morales, es que tanto la eleccin como la evaluacin ya han sido hechas mucho antes del acontecimiento con el material simblico de la situacin. El sujeto es solo parcialmente el sujeto inspirado por el acontecimiento; el acto de nombrar lo irrepresentable que constituye el acontecimiento involucra una referencia a lo irrepresentado dentro de una situacin y solo puede ocurrir a travs del desplazamiento de elementos que ya estaban pre-sentes en ella. Esto es lo que hemos llamado la mutua contaminacin entre situacin y acontecimiento. Sin ella, sera imposible cualquier incorporacin de elementos de la situacin al acontecimiento, excepto a travs de un acto de conversin totalmente irracional.

Creo que esto nos proporciona las herramientas intelectuales para resolver lo que en el anlisis de Badiou sera de otro modo una apora. Me refiero a la cuestin relacionada a lo que constituye para Badiou la tercera forma del Mal -el intento de totalizar una verdad, de erradicar cualquier elemento de la situacin extrao a sus implicaciones. Que este intento totalitario implique el mal, es algo que estoy completamente preparado a aceptar. La dificultad reside en que, en el sistema de Badiou, no hay



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recursos tericos adecuados para tratar con esta forma del mal y, especialmente, con un ordenamiento social alternativo en el que situacin y acontecimiento no estn en una relacin de exclusin mutua. Qu significa exactamente para una verdad el intento de ser total? La respuesta parcial de Badiou en trminos de un reconocimiento necesario de la animalidad humana no es en absoluto convincente. Pues a lo que se confronta una verdad que es menos que total es a otras opiniones, perspectivas, ideas, etc., y si la verdad es permanentemente no total, tendr que incorporar a su forma este elemento de pluralidad-lo que supone una deliberacin colectiva. Peter Hallward lo ha sealado con acierto en su introduccin a la edicin inglesa de la tica de Badiou: dada la nocin de acontecimiento de Badiou, es difcil ver cmo este elemento de deliberacin puede incorporarse dentro de su marco terico. Y yo agregara: no es difcil, es imposible. Pues si la verdad proclamada est fundada en s misma, y si su relacin con la situacin es de pura substraccin, no es posible ninguna deliberacin. La nica alternativa real en lo que concierne a los elementos de la situacin es el rechazo total de la verdad (desconexin) o lo que hemos denominado conversin (conexin) cuyo mecanismo no est especificado. En estas circunstancias, que la verdad no trate de ser total slo puede signifi-car que la deliberacin es un dilogo de sordos en el que la verdad slo se repite a s misma con la esperanza de que, a causa de algn tipo de milagro, tenga lugar una conversin radical.

Si nos movemos ahora a nuestra propia perspectiva, que supone la contaminacin entre situacin y acontecimiento, la dificultad desaparece. En primer lugar, al nivel de la situacin, los agentes sociales comparten valores, ideas, creencias, etc. que la verdad, al no ser total, no pone totalmente en cuestin. As, puede darse un proceso de argumentacin que justifique los reordenamien-tos situacionales en trminos de aquellos aspectos situacionales no subvertidos por el procedimiento de verdad. En segundo lugar, en nuestra perspectiva, el vaco requiere ser colmado, pero la forma que asume este colmar no es necesariamente una sola -por eso el acontecimiento es irreductible a la situacin. En tal caso, el proceso de conexin deja de ser irracional en tanto pre-supone una identificacin que se produce a partir de una falta constitutiva. Esto ya supone una deliberacin. Pero, en tercer lugar, tal como lo hemos visto, los bordes del vaco son mltiples, y el acontecimiento slo se construye a travs de cadenas de equivalencias que relacionan una pluralidad de sitios. Esto supone necesariamente una deliberacin, concebida en un sentido amplio (incluyendo conversiones parciales, dilogos, negociaciones, luchas, etc.). Si el acontecimiento slo ocurre por medio de este proceso de construccin colectiva, la deliberacin, tal como hemos visto, no es algo que se agrega externamente a l sino algo que pertenece a su naturaleza intrnseca. La aspiracin a hacer de la verdad una totalidad representa el mal en tanto interrumpe este proceso de construccin de equivalencias y torna a un nico sitio en lugar absoluto de enunciacin de la verdad.

Hay que analizar un ltimo punto. Sugerimos una serie de desplazamientos de las categoras que constituyen el anlisis de Ba-diou. Dichos desplazamientos, pueden ocurrir dentro del marco general de la ontologa de Badiou -esto es, dentro de su atribu-cin a la teora de conjuntos de un rol fundacional del discurso referido al ser en tanto ser? La respuesta es claramente negativa. Planteemos nuestra pregunta a travs de una formulacin trascendental: cmo debe ser un objeto para que el tipo de relacin que hemos concebido bajo la categora general de contaminacin sea posible? Lo que equivale a decir: cules son las condi-ciones de posibilidad de tal relacin? Quiero aclarar que no estamos hablando de ninguna ontologa regional; si algo como una articulacin, o una relacin equivalencial, o la construccin de lo universal a travs de su representacin hegemnica por parte de alguna particularidad va a tener lugar, la posibilidad tiene que estar dada al nivel de una ontologa que trate al ser en tanto ser -especialmente si, como creemos, estas operaciones no son expresiones superestructurales de una realidad oculta ms profunda sino el terreno principal de constitucin de los objetos.

Ahora bien, debera estar claro que la teora de conjuntos encuentra serias dificultades para tratar algo as como una relacin de articulacin, especialmente si se funda en el postulado de extensionalidad. No es necesario decir que no estoy sugiriendo el retorno a ninguna clase de fundamentacin intensional, que presentara todas las dificultades que desde la paradoja de Rusell conocemos tan bien. En tanto sea concebida extensionalmente, la teora de conjuntos es correcta. Lo que discuto es que dicha teora pueda jugar el rol de ontologa fundamental que Badiou le atribuye. Pienso que la teora de conjuntos es solo una forma de constituir entidades dentro de un campo ms amplio de posibilidades ontolgicas. Si, por ejemplo, tomamos la relacin de equivalencia, sta supone una articulacin entre universalidad y particularidad slo concebible en trminos de analoga. Pero tal relacin no puede ser propiamente pensada dentro del marco de la ontologa matemtica de Badiou. Lo mismo ocurre con el conjunto de fenmenos conocidos en psicoanlisis como sobredeterminacin. E insisto en que no es posible evitar esta incompatibilidad atribuyndosela al nivel de abstraccin en el que nos estamos moviendo [16] (una teora de conjuntos funcionando a un nivel tal que todas las distinciones sobre las que se apoya nuestra perspectiva terica no seran pertinentes o representables). La verdadera cuestin es que el surgimiento de cualquier nuevo campo de objetividad presupone posibilidades ontolgicas cuyo descubrimiento es la tarea de la filosofa.

Existe un campo ms bsico que el descubierto por la teora de conjuntos -un campo que nos permita un examen propiamente ontolgico del tipo de relaciones que estamos explorando? Creo que existe uno: la lingstica. Las relaciones de analoga por



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medio de las cuales se establece la agregacin de elementos que construye el sitio del acontecimiento son relaciones de susti-tucin; las relaciones diferenciales que constituyen el rea de distinciones objetivas (que define la situacin, en los trminos de Badiou) componen el campo de combinaciones. Sustituciones y combinaciones son las nicas formas posibles de objetivi-dad en un universo saussureano, y si las extraemos de su anclaje en el lenguaje hablado y escrito -esto es, si la separacin de forma y sustancia se realiza de un modo ms consecuente y radical que en Saussure-, dejamos de estar en un campo regional para situarnos en el campo de una ontologa general o fundamental.

Quisiera todava agregar algo ms. Dicha ontologa no podra permanecer sujeta al marco estrecho del estructuralismo clsico, que privilegiaba lo sintagmtico frente al polo paradigmtico del lenguaje. Por el contrario, una vez que reconocemos que las relaciones de equivalencia son constitutivas de la objetividad como tal -esto es, una vez que el polo paradigmtico de susti-tuciones reciba su propio peso en la descripcin ontolgica-, no solo estamos en el terreno de una ontologa lingstica sino tambin en el de la retrica. En nuestro ejemplo anterior de Solidaridad, el acontecimiento tuvo lugar a travs de la suma de sitios sobre la base de su analoga en la oposicin comn a un rgimen opresivo. Y qu es esta sustitucin por analoga sino una agregacin metafrica? Metfora, metonimia, sincdoque (y especialmente catacresis como comn denominador) no son categoras que describen ornamentos del lenguaje, tal como lo sostena la filosofa clsica, sino categoras ontolgicas que describen la constitucin de la objetividad como tal. Y no se trata de nihilismo terico o de anti-filosofa [17], porque es el resultado de una crtica completamente interna al medio conceptual y, en este sentido, constituye una empresa estrictamente filosfica. Numerosas consecuencias se siguen de seguir esta va , incluyendo la capacidad de describir en trminos conceptu-ales precisos lo que llamamos la contaminacin (tal vez una mejor denominacin sera sobredeterminacin) entre lo eventual y lo situacional [18].

La cuestin que subsiste es la siguiente: el conjunto de relaciones que he descrito como retricas, puede ser absorbido y de-scrito como un caso especial dentro de las categoras ms abarcadoras de la teora de conjuntos, de tal manera que sta retenga su prioridad ontolgica? O la teora de conjuntos misma podra describirse ms bien como una posibilidad interna -como caso lmite- dentro del campo de una retrica generalizada? Estoy convencido que la respuesta correcta debe moverse hacia esta segunda alternativa, pero esta demostracin tiene que quedar para otra ocasin.

Notas* Virtualia agradece a Ernesto Laclau, su amable autorizacin para la publicacin y porla revisin de la traduccin.1- Quisiera agradecerle a Peter Hallward por su cuidadosa lectura del manuscrito de este artculo y por sus comentarios, que me ayudaron a plantear mi argu-mento de manera ms clara y precisa.2- Slavoj Zizek, El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontologa poltica. Trad. de Jorge Piatigorsky (Buenos Aires, Paids, 2001), 185.3- Alain Badiou, La tica. Ensayo sobre la conciencia del Mal. En Toms Abraham, Alain Badiou y Richard Rorty, Batallas ticas (Buenos Aires: Nueva Visin, 1995), 1464- Op cit, 146.5- Me han dicho que en sus cursos de fines de los 90, Badiou haca esta objecin refirindose a posiciones subjetivas reaccionarias y oscuras. Solo puedo referirme a su material publicado.6- Slavoj Zizek, Lucha de clases o posmodernismo? S, por favor!, en Judith Butler, Ernesto Laclau and Slavoj Zizek, Contingencia, hegemona, univer-salidad. Dilogos contemporneos en la izquierda. Trad. de Cristina Sardoy y Graciela Homs (Buenos Aires: Fondo de Cultura Econmica, 2003), 1377- Op cit, p. 137.8- El hecho de que Zizek explicite ms que Badiou lo que he llamado tercer discurso no significa que su postura terica sea ms consistente. Zizek oscila constantemente entre fundamentar sus opciones tico-polticas en una perspectiva terica marxista (incluso un marxismo ad usum Delphini, como en el pasaje que acabo de citar) y la exaltacin de las virtudes puramente formales de vivere pericolosamente. Y cuando se trata de optar por este ltimo -ser anti-sistema por el solo hecho de serlo-, Zizek no se preocupa demasiado por lo que se refiere a restricciones ideolgicas. Sugiere, por ejemplo, que la nica perspectiva realista es fundar una nueva universalidad poltica optando por lo imposible, asumiendo plenamente el lugar de la excepcin, sin tabes, sin normas a priori (derechos humanos, democracia), cuyo respeto nos impedira tambin resignificar el terror, el ejercicio implacable del poder, el espritu de sacrificio si algunos liberales de gran corazn desaprueban esta eleccin radical por considerarla Linkfaschismus, qu as sea! (Mantener el lugar, en J. Butler, E. Laclau y S. Zizek, op cit, p 328). Un poco truculento, no?9- En la perspectiva de Badiou, la nocin de ontologa tiene un sentido particular, diferente en algunos aspectos del uso filosfico corriente. Estoy emplen-dolo en este ltimo sentido. La oposicin ntico/ ontolgico proviene, por supuesto, de Heidegger.10- Alain Badiou, op cit, p. 14711- Alan Badiou, op cit, p. 14712- Mi premisa bsica es que los trminos centrales de una formacin discursiva se universalizan al funcionar como puntos nodales (como significantes amos en el sentido lacaniano) de una cadena de equivalencias. Ya he mencionado el ejemplo de Solidaridad, pero esta universalizacin por medio de una equivalen-cia siempre est presente. Pensemos en la demanda de paz, pan y tierra en la Revolucin Rusa, que condensaba una pluralidad de otras demandas, o en el rol del mercado en el discurso de Europa Occidental despus de 1989. Mi argumento es que la construccin de la hegemona nazi oper exactamente de la misma manera y que, como resultado, los smbolos centrales de su discurso -los que nombraban el vaco- no pueden concebirse como teniendo una referencia puramente particular. Por supuesto, la funcin universal de esos nombres debilitan pero no eliminan su contenido particular, pero esto ocurre con todo discurso



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hegemnico. Lo universal no puede hablar de manera directa, sin la mediacin de algn particular.13- Alain Badiou, Ltre et lvnement (Paris: ditions du Seuil, 1988), p 334.14- La nocin de plenitud ausente es ma, no de Badiou (Ver mi ensayo Why do empty signifiers matter to politics?, Emancipation(s) [London: Verso, 1996]). Carece de un equivalente exacto en el sistema de Badiou porque se basa en diferentes formas de concebir el proceso de nombrar.15- Por supuesto, esto no significa que est reduciendo la perspectiva de Zizek sobre estas cuestiones a afirmaciones de ese tipo. Zizek tiene la virtud del eclec-ticismo, de tal manera que es capaz de desarrollar anlisis polticos mucho ms interesantes. Su perspectiva global del campo poltico-ideolgico es compleja y, en varios aspectos, potencialmente fructfera. Esas afirmaciones estn sin embargo all, no sin producir efectos tericos y polticos esterilizantes.16- Y tampoco sera posible restringir el anlisis en trminos de teora de conjuntos a la situacin, dado que la contaminacin entre situacin y acontecimiento es ms fundamental que su distincin.17- La diferencia entre filosofa y anti-filosofa me parece un falso seuelo. No niego que haya casos en los que la nocin de anti-filosofa sea pertinente -como en Nietzsche-, pero considero que la generalizacin de la distincin, hasta el punto de transformarse en una ligne de partage que cruza el conjunto de la tradicin occidental, es estril y nave. Sealar como momento fundacional el gesto platnico de separar el pensamiento conceptual de su otro es simple-mente ignorar que el dualismo platnico se funda en un ejrcito de metforas que vuelve la teora de las formas profundamente ambigua. Y, ms cerca de nuestro tiempo, afirmar que las Investigaciones filosficas o La voz y el fenmeno son obras anti-filosficas no tiene para m ningn sentido. Una cosa es negar la validez del pensamiento conceptual; otra es mostrar, a travs de una crtica conceptual, que el medio conceptual es incapaz de fundarse a s mismo sin recur-rir a algo diferente de s. Reducir este gesto al anterior no significa una defensa del concepto, sino tan slo etnocentrismo conceptual.18- Tal como hemos afirmado repetidamente a lo largo de este ensayo, la sobredeterminacin entre lo situacional y lo eventual supone que el acontecimiento no puede ser el tipo nico de ruptura que Badiou tiene en mente. No hay duda de que dichas rupturas tienen lugar, y es en ellas que la dualidad entre el estado de situacin y lo que denominamos situacionalidad se vuelve plenamente visible. Pero lo decisivo es que si el acontecimiento es la decisin que escapa a la determinacin de lo que es contabilizable dentro de una situacin, cualquier tipo de accin social queda dominada por la distincin situacin/acontecimiento. Es simplemente un error pensar que, con excepcin de las rupturas revolucionarias, la vida social est dominada por la lgica puramente programada de lo que es contabilizable dentro de una situacin. (La crtica de Wittgenstein a la nocin de aplicacin de una regla es pertinente en esta discusin.)

Traduccin de Fermn RodrguezRevisin de Ernesto Laclau

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