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1 Meditaciones para los días de retiro Destinadas a todos aquellos que se dedican a la educación de la juventud, y particularmente a los Hermanos de las Escuelas Cristianas en los días de retiro que tienen durante las vacaciones Por San Juan Bautista de la Salle Doctor en Teología, Fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas

Meditaciones Para Los Días de Retiro

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Meditaciones de San Juan Bautista de La Salle, para el ministerio que Dios le encomienda a todo educador cristiano.

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    Meditaciones para los das de retiro

    Destinadas a todos aquellos que se dedican a la

    educacin de la juventud, y particularmente a los

    Hermanos de las Escuelas Cristianas en los das de

    retiro que tienen durante las vacaciones

    Por San Juan Bautista de la Salle

    Doctor en Teologa, Fundador de los

    Hermanos de las Escuelas Cristianas

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    193. PRIMERA MEDITACIN

    Que Dios, por su Providencia, es quien ha establecido las

    escuelas cristianas

    Es Dios tan bueno que, una vez creados por El los hombres, desea

    que todos lleguen al conocimiento de la verdad (1). Esa verdad es

    Dios mismo y cuanto l ha tenido a bien revelarnos, ya por

    Jesucristo, ya por los santos Apstoles, ya por su Iglesia. De ello

    quiere Dios que se instruya a todos los hombres, para que sus

    mentes sean iluminadas con las luces de la fe.

    Y como nadie puede ser adoctrinado en los misterios de nuestra

    santa religin si no ha tenido la suerte de orlos exponer, y esta

    ventura slo se consigue " por la predicacin de la palabra divina "

    (2);- pues, pregunta el Apstol: " Cmo creern los hombres en

    aquel de quien no han odo hablar, y cmo oirn hablar de l, si no

    hay personas que se lo anuncien?" (3); Luego, Dios que difunde la

    fragancia de su doctrina en todo el mundo (4) por el ministerio de

    los hombres, y que orden: Brille la luz del seno de las tinieblas; es

    el que, por S, ha iluminado los corazones de quienes l eligi para

    anunciar su palabra a los nios, con el fin de que puedan ilustrarlos

    descubrindoles la gloria de Dios (5).

    Ya, pues, que, en su misericordia, os ha encomendado Dios tal

    ministerio, no adulteris su palabra; antes bien, granjeaos en su

    acatamiento la gloria de descubrir la verdad a los que tenis cargo

    de instruir; y poned en ello toda diligencia al dirigirles vuestras

    enseanzas, considerndoos en ese particular como ministros de

    Dios y los dispensadores de sus misterios (6).

    Entre los deberes que a los padres y madres incumben, es uno de

    los ms graves el de educar cristianamente a los hijos y ensearles

    la religin.

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    Pero la mayor parte de ellos no la conocen debida mente y,

    algunos, andan preocupados con sus negocios temporales y el

    cuidado de la familia; mientras otros viven en solicitud constante

    por ganar el indispensable sustento para s y para sus hijos; de

    modo que no pueden dedicarse a instruirlos en lo concerniente a

    sus obligaciones de cristianos.

    Es, por tanto, conforme a la providencia de Dios, y a su desvelo en

    el cuidado de los hombres, colocar en lugar de padres y madres a

    personas debidamente ilustradas y celosas, que pongan en

    transmitir a los nios el conocimiento de Dios y de sus misterios

    toda la diligencia y toda la aplicacin posibles, " segn la gracia de

    Jesucristo que Dios les otorga, para asentar, cual peritos

    arquitectos, las bases " de la religin y de la piedad cristiana en el

    corazn de los nios (7); muchos de los cuales, de otro modo,

    quedaran a ese respecto, desamparados.

    Vosotros, pues, elegidos por Dios para tal ministerio, ejercitad,

    segn la gracia que recibisteis, el don de instruir, enseando, y de

    exhortar, impeliendo a los con fiados a vuestra custodia, y

    guindolos con diligencia y vigilancia. De ese modo cumpliris

    con ellos el principal de los deberes que tienen los padres y madres

    con sus hijos.

    No slo quiere Dios que todos los hombres lleguen al

    conocimiento de la verdad; quiere tambin que todos se salven (8).

    Mas no puede quererlo verdaderamente, si no les da medios para

    conseguirlo y, por tanto, si no proporciona maestros que

    contribuyan a la realizacin de tal propsito respecto de los nios.

    se es, dice san Pablo, " el campo que Dios cultiva y el edificio

    que l construye, y sois vosotros los elegidos por El para ayudarle

    en su tarea " (9), anunciando a los pequeuelos el Evangelio de su

    Hijo y las verdades en l contenidas.

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    Por lo cual honraris vuestro ministerio procurando salvar a

    algunos de ellos (10); y, pues Dios, segn expresin del mismo

    Apstol, os ha constituido ministros suyos para reconciliarlos con

    El, y os ha confiado a este fin la palabra de la reconciliacin para

    con ellos (11); exhortadlos como si Dios los exhortara por medio

    de vosotros (12); ya que os ha destinado para anunciar a esas

    jvenes plantas las verdades del Evangelio, y procurarles medios

    de salvacin proporcionados a su capacidad.

    Ensedselos, no con elocuencia de palabras, para que la cruz de

    Jesucristo, que es la fuente de nuestra santificacin, no se desvirte

    " (13), ni quede cuanto les digis sin producir fruto alguno en su

    mente y corazn; pues, como tales nios son ingenuos y, en su

    mayora, estn faltos de educacin, necesitan que quienes los

    ayudan a salvarse lo hagan de modo tan llano, que todas las

    palabras que les digan resulten claras y de fcil inteligencia.

    Sed fieles, por tanto, a este procedimiento para poder contribuir, en

    la proporcin en que Dios os lo pida, a la salvacin de aquellos que

    os tiene l encomendados.

    194. SEGUNDA MEDITACIN

    Sobre los medios que han de utilizar los encarga dos de instruir a

    los nios, para procurarles santificacin.

    Considerad que es achaque corriente, entre los artesanos y los

    pobres, dejar a sus hijos vivir a su antojo, como vagabundos que

    van de ac para all, hasta que logran colocarlos en alguna

    profesin; Sin cuidarse en modo alguno de enviarlos a la escuela,

    por no consentirles su pobreza pagar a los maestros, o porque,

    vindose en la precisin de procurarse empleo fuera de casa, se

    hallan como forzados a dejarlos desatendidos.

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    Las consecuencias que de ello se siguen son, con todo, desastrosas;

    pues, acostumbrados esos pobres nios a llevar durante varios aos

    vida de holganza, con mucha dificultad se acostumbran luego al

    trabajo. Adems, como se juntan con malas compaas, aprenden a

    cometer muchas faltas, de las que ms tarde les resulta muy difcil

    corregirse, a causa de los viciosos y persistentes hbitos, contrados

    durante tan largo tiempo.

    Dios se ha dignado poner remedio a tan grave mal estableciendo

    las Escuelas Cristianas, donde se ensea gratuitamente, slo por la

    gloria de Dios, y donde, recogidos durante todo el da, aprenden los

    nios a leer, escribir y la religin. Adems, permaneciendo

    ocupados siempre en ellas, se hallarn en condiciones de dedicarse

    al trabajo cuando sus padres lo decidan.

    Dad gracias a Dios, que tiene la bondad de servirse de vosotros

    para procurar a los nios tan grandes provechos; sed fieles y

    exactos en desempear vuestro cometido sin percibir remuneracin

    alguna, para que podis decir con san Pablo: Lo que motiva mi

    consuelo, es anunciar gratuitamente el Evangelio, sin que nada

    cueste a los que me escuchan (1).

    No basta que los nios permanezcan la mayor parte del da en la

    escuela recogidos y ocupados; es necesario, adems, que quienes

    recibieron misin de instruirlos, pongan particularmente su empeo

    en educarlos segn el espritu del cristianismo, que les d la

    sabidura de Dios, la cual ninguno de los prncipes de este mundo

    lleg a conocer (2), y que est en abierta oposicin con el espritu y

    la sabidura del mundo, hacia la cual debe inspirrseles grande

    horror, porque sirve para encubrir el pecado. Nunca se har lo

    bastante para ponerlos a salvo de tan grave mal, nico que puede

    hacerlos desagradables a Dios.

    Sean, por consiguiente, vuestro primer cuidado y primer fruto de

    vuestra diligencia en el empleo, velar de continuo sobre ellos para

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    impedirles realizar accin alguna que sea, no ya slo mala, pero ni

    siquiera indecorosa en mnimo grado; de modo que se abstengan de

    cuanto presente la menor apariencia de culpa.

    Es tambin de mucha importancia que vuestra vigilancia sobre

    ellos contribuya a hacerlos recatados y modestos en la iglesia, y

    durante las oraciones que se rezar en la escuela; pues la piedad es

    til para todo (3), y ayuda extraordinariamente a evitar el pecado y

    a practicar otras acciones virtuosas, por el cmulo de gracias que

    atrae sobre quienes la poseen.

    Obris as con los discpulos? Abrazad esos procedimientos en

    adelante, si no habis sido debidamente fieles a ellos en lo pasado.

    Para mover a los nios que educis a adquirir el espritu del

    cristianismo, debis ensearles las verdades prcticas de la fe de

    Jesucristo, y las mximas de santo Evangelio, con tanta diligencia

    por lo menos con las verdades de mera especulacin.

    Es cierto que, entre stas, hay algunas cuyo conocimiento resulta

    absolutamente necesario para salvarse. Mas de qu servira

    conocerlas, sin preocuparse del bien que es obligatorio practicar,

    puesto que dice Santiago: La fe sin obras est muerta (4); y, segn

    aade san Pablo, aunque yo conociera todos los misterios, y tuviera

    toda la ciencia y toda la fe, de modo que transportara los montes de

    un lugar a otro; si no tengo caridad, esto es, la gracia santificante,

    nada soy? (5).

    Por consiguiente, consideris como primordial cometido vuestro

    instruir a los discpulos sobre las mximas del santo Evangelio y

    los ejercicios de las virtudes cristianas? Nada tomis tan a pechos

    como procurar que se aficionen a ellas? Consideris el bien que

    intentis hacerles como el fundamento de todo lo bueno que

    practicarn en el resto de su vida? Los hbitos virtuosos que se

    cultivan en la juventud echan hondas races en los corazones de

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    quienes fueron educados en ellos, por que hallan menos obstculos

    en la naturaleza corrompida.

    Si queris que resulten provechosas las lecciones que dais a los que

    instrus para atraerlos a la prctica del bien, es necesario que

    empecis por practicarlas vosotros, Y que vivis inflamados por el

    celo; de ese modo, podrn ellos tener parte en las gracias que en

    vosotros abundan para obrar el bien, y el celo atraer sobre

    vuestras personas el espritu de Dios, del que podris animarlos a

    ellos.

    195. TERCERA MEDITACIN

    Que quienes instruyen a la Juventud son cooperadores de

    Jesucristo en la salvacin de las almas.

    Aun cuando Jesucristo haya muerto por todos los hombres, no por

    eso el fruto de su muerte es eficaz en todos, porque no todos tienen

    inters en aplicrselo; para que lo sea, requirese por nuestra parte

    la correspondencia de la voluntad.

    Porque, si bien la muerte de Jesucristo fue ms que bastante para

    borrar los pecados de todos los hombres y satisfacer por ellos

    plenamente, pues Dios nos ha reconciliado consigo por Jesucristo

    (1); con todo, las gracias que El nos mereci son eficaces en orden

    a la salvacin, nicamente en la medida en que nuestro albedro se

    decide a corresponder a ellas. A nosotros incumbe, pues, acabar y

    consumar la obra de nuestra redencin.

    Por eso dice muy bien san Pablo hablando de si: Suplo lo que falta

    a la pasin de Jesucristo (2). falt algo, por ventura, en ella?

    Nada, ciertamente, por parte de Jesucristo; mas, por parte del santo

    Apstol, como de todos los dems hombres, lo que faltaba era la

    aceptacin de su voluntad, la unin de sus padecimientos

  • 8

    personales a los de Jesucristo, en cuanto miembro suyo que padece

    en l y por l

    Como habis contrado la obligacin de ayudar a que se salven

    vuestros discpulos, debis apremiarlos a que unan todas sus

    acciones a las de Jesucristo nuestro Seor; a fin de que puedan ser

    gratas a Dios y trocarse para ellos en medios de salvacin eterna,

    merced a su santificacin por los mritos y la uncin de Jesucristo.

    As habis de ensearles a sacar provecho de la muerte de

    Jesucristo nuestro Seor, para que el fruto y los mritos de sta

    sean eficaces en ellos.

    En el empleo que ejercis, sois los embajadores y ministros de

    Jesucristo (3); por consiguiente, tenis que desempearlo como

    representantes suyos. Jesucristo mismo es quien desea que los

    discpulos os miren como le miraran a El; y que reciban vuestras

    instrucciones como si l en persona se las diera, persuadidos de

    que la verdad de Jesucristo habla por vuestra boca, que slo en su

    nombre los enseis, que es El quien os da autoridad sobre ellos, y

    que ellos mismos son " la carta por l dictada, que escribs

    vosotros todos los das en sus corazones, no con tinta, sino con el

    espritu de Dios, que vive " y obra en vosotros y por vosotros,

    mediante la virtud de Jesucristo (4).

    Esta os hace triunfar de todos los obstculos que se oponen a la

    salvacin de esos nios; pues, en la persona de Jesucristo los

    instrus vosotros, a fin de ayudarlos a evitar cuanto pudiera

    desagradarle.

    Para cumplir ese deber con tanta perfeccin y exactitud como exige

    Dios de vosotros, entregaos a menudo al Espritu de Jesucristo, a

    fin de no obrar sino por l al ejercerlo, renunciando en absoluto a

    vuestro espritu propio; de manera que, difundindose el Espritu

  • 9

    Santo sobre los discpulos, puedan stos poseer en s plenamente el

    espritu del cristianismo.

    Todos vuestros afanes en bien de los nios que os estn confiados

    resultaran estriles, si Jesucristo no les comunicara por S la

    virtud, la fuerza y la eficacia que requieren para ser de provecho:

    Como el sarmiento no puede dar fruto por s, dice el Seor, si no

    permanece unido a la cepa; tampoco vosotros podis producirlo si

    no permanecis en M (5). En esto ser glorificado mi Padre, en

    que deis mucho fruto y seis discpulos mos (6).

    Lo que Jesucristo dice a sus santos Apstoles, a vosotros os lo dice

    tambin, para significaros que todo el fruto que podis producir

    mediante el empleo, en quienes os estn confiados, slo ser

    verdadero y eficaz en la proporcin en que Jesucristo lo bendiga y

    vosotros moris en l: ni ms ni menos que tampoco el sarmiento

    puede dar fruto, sino en cuanto est unido a la cepa y saca de ella

    su savia y vigor; y eso es lo que origina tambin toda la bondad del

    fruto.

    Con su comparacin de la vid, quiere Jesucristo daros a entender

    que, cuanto ms l vivifique lo que hagis en provecho de los

    discpulos, y cuanto en mayor medida saque de l su virtud; tanto

    mayor ser el fruto que producir en ellos.

    Por eso debis pedirle instantemente que todas las instrucciones

    que les dirijis vayan animadas por su Espritu, y de l reciban

    toda su eficacia; de modo que, as como es l quien ilumina a todo

    hombre que viene a este mundo (7); sea l tambin quien

    esclarezca el espritu de vuestros discpulos, y los determine a amar

    y poner en prctica cuanto les enseis.

  • 10

    196. CUARTA MEDITACIN

    Cmo hacerse verdaderos cooperadores de Jesucristo en la

    salvacin de los nios.

    Convenceos bien de aquello que dice san Pablo: " Vosotros

    plantis y regis; pero es Dios por Jesucristo quien da el

    crecimiento y la perfeccin a vuestro quehacer " (1).

    As, cuando tropecis con dificultades en el gobierno de los

    discpulos: que no todos aprovechen vuestras enseanzas, o que

    observis en algunos cierta propensin al mal; acudid a Dios sin

    vacilaciones y pedid con mucha insistencia a Jesucristo que os

    anime de su Espritu, pues os ha escogido para realizar su obra.

    Volved los ojos a Jesucristo como al buen Pastor del Evangelio,

    que busca la oveja perdida, la pone sobre sus hombros y vuelve

    con ella para incorporarla de nuevo al redil (2). Y, puesto que

    hacis sus veces, teneos por obligados a proceder de modo

    anlogo, e impetrad de El las gracias requeridas para conseguir la

    conversin de sus corazones.

    Si queris salir airosos en vuestro ministerio, debis, pues,

    aplicaros mucho a la oracin, presentando de continuo en ella a

    Jesucristo las necesidades de los discpulos; y exponindole las

    dificultades que os salgan al paso en su educacin.

    Al ver Jesucristo que le miris a l, en vuestro empleo, como a

    quien todo lo puede, y a vosotros, como instrumentos que han de

    moverse slo por l, no dejar de concederos cuanto le pidis.

    Deca Jesucristo hablando a sus Apstoles: Ejemplo os he dado

    para que hagis vosotros lo que yo he hecho (3). Y fue voluntad

    suya que sus discpulos le acompaaran en todas las conversiones

    que obr, para que, observando su modo de proceder, pudieran

  • 11

    amoldarse a l, y acomodar su conducta en todo a la de Jesucristo,

    cuando intentaran ganar las almas para Dios.

    Eso mismo habis de hacer vosotros, a quienes l eligi entre

    tantos para ser sus cooperadores en la salvacin de las almas (4).

    Al leer su Evangelio, reparad en el modo y en los medios de que El

    se sirvi para mover a sus discpulos a practicar las verdades

    evanglicas:

    Unas veces, proponindoles como bienaventuranza lo que al

    mundo ms horroriza, por ejemplo, la pobreza, las injurias, las

    afrentas, las calumnias y toda clase de persecuciones por la

    justicia; hasta llegar a decirles que " deban salir de s por el gozo

    cuando tales cosas les acontecieren " (5).

    Otras veces, inspirndoles aversin a los pecados en que ms

    suelen incurrir los hombres, o proponindoles ciertas virtudes que

    practicar, como la mansedumbre, la humildad, etctera.

    Otras, hacindoles ver que si su justicia no era superior a la de los

    escribas y fariseos - quienes slo se preocupaban de lo externo - no

    entraran en el reino de los cielos (6).

    Por fin, quera que considerasen en su interior como desventurados

    a los ricos y a cuantos hallan en este mundo sus delicias.

    Imitando stos y todos los dems procedimientos de Jesucristo es

    como debis vosotros adoctrinar a la juventud cristiana que tenis a

    vuestro cargo.

    Para desempear debidamente el ministerio, no os bastara ejercer

    con los nios vuestras funciones conformndoos nicamente al

    proceder externo de Jesucristo en la conversin de las almas; si, de

    igual modo, no hicierais vuestros sus designios e intenciones.

  • 12

    l mismo dice que no vino a la tierra sino para que los hombres

    tuviesen vida y la tuvieran en abundancia (7). Por eso aade en

    otro lugar que sus palabras son espritu y vida (8); a saber,

    procuran la vida verdadera, que es la del alma, a quienes las

    escuchan y, luego de haberlas escuchado con gusto, las practican

    con amor.

    Tal ha de ser tambin el intento que os propongis vosotros al

    instruir a los discpulos: conseguir que lleven vida cristiana, y que

    vuestras palabras sean espritu y vida para ellos:

    - primeramente, porque las producir el Espritu de Dios que habita

    en vosotros (9);

    - en segundo lugar, porque procurarn a los nios el espritu

    cristiano. Y, poseyendo ese espritu, que es el espritu mismo de

    Jesucristo, vivirn la vida verdadera; tan provechosa para el

    hombre, que ha de conducirle con seguridad a la vida eterna.

    Poneos en guardia contra toda mira humana en vuestro trato con

    los nios, y nunca os gloriis de cuanto hagis; pues ambas cosas

    son capaces de corromper todo lo bueno que hubiere en el ejercicio

    de vuestras funciones. Qu tenis, efectivamente, a ese respecto,

    que no hayis recibido? Y, si lo habis recibido, por qu gloriaros

    como si no lo hubierais recibido? (10).

    Tened, por tanto, intenciones pursimas en vuestro empleo,

    semejantes a las de Jesucristo; y, as, atraeris sobre vosotros y

    sobre vuestros trabajos sus bendiciones y gracias.

    197. QUINTA MEDITACIN

    Que los llamados por la Providencia a educar a los nios, deben

    ejercer con stos las funciones de ngeles Custodios

  • 13

    Puede decirse que, al nacer, son los nios a modo de una masa de

    carne; y que el espritu se va despegando en ellos de la materia slo

    a fuerza de tiempo, y afinndose slo poquito a poco; sguese como

    consecuencia necesaria que, quienes de ordinario se educan en las

    escuelas, no estn an en condiciones de concebir fcilmente por s

    mismos las verdades y mximas cristianas; de suerte que han

    menester guas expertos y ngeles visibles para descubrrselas.

    Los ngeles aventajan a los hombres en que, por hallarse

    desprovistos de cuerpo y de todas las funciones de los sentidos, sin

    las cuales de ordinario el entendimiento humano se acta rara vez;

    tienen luces muy superiores a las del hombre y pueden, por tanto,

    contribuir en gran manera a que las ideas sean en ste mucho ms

    ntidas de cuanto pudieran serlo por la sola capacidad de la mente

    humana; debido a que los ngeles les hacen partcipes de sus luces

    y del conocimiento que poseen del verdadero bien.

    Merced a esas luces comunicadas por los ngeles custodios a los

    hombres, pueden stos adquirir conocimiento ms vvido de Dios y

    sus perfecciones, de todo cuanto a Dios se refiere y de los medios

    para llegarse a l.

    Si es verdadero cuanto precede hablando de los hombres en

    general, lo es incomparablemente con mayor razn tratndose de

    los nios; quienes, por tener el entendimiento ms torpe, como

    menos desligado de los sentidos y la materia, necesitan que se les

    expliquen las verdades cristianas - ocultas de por s al espritu

    humano - de modo ms sensible, y proporcionado a la cortedad de

    su mente.

    Y, a falta de ello, permanecen en muchos casos durante toda su

    vida, rudos e insensibles a las cosas de Dios, e incapaces de

    percibirlas y gustarlas.

  • 14

    La bondad divina se ha dignado suplir ese inconveniente dando a

    los nios maestros que los instruyan en todos esos puntos.

    Admirad cmo la misericordia de Dios pone remedio a todas las

    necesidades de sus criaturas, y da modo a los hombres de llegar al

    conocimiento del verdadero bien, que es el ordenado a la salvacin

    de sus almas; y ofreceos a l para ayudar en esto a los nios que

    tenis a vuestro cargo, segn lo exija Dios de vosotros.

    No basta, para ser salvo, conocer las verdades cristianas puramente

    especulativas; pues, como ya hemos dicho, la fe sin obras est

    muerta (1), esto es, se asemeja a un cuerpo sin alma y, por tanto, no

    es suficiente por s sola para ayudarnos a conseguir la salvacin.

    No basta, pues, procurar a los nios el espritu del cristianismo y

    ensearles los misterios y las verdades especulativas de nuestra

    religin. Se requiere, adems, que les deis a conocer las mximas

    de vida prctica contenidas en el santo Evangelio.

    Mas, como su inteligencia no tiene an de por si vigor suficiente

    para poder comprenderlas y llevarlas a la prctica; debis servirles

    vosotros de ngeles visibles en ambas cosas:

    1.- dndoles a conocer dichas mximas, como se con tienen en el

    santo Evangelio;

    2.- dirigiendo sus pasos por la senda que los conduzca a ponerlas

    en prctica.

    sa es la razn de que requieran los nios ngeles visibles, los

    cuales, tanto con sus instrucciones como con sus buenos ejemplos,

    los animen a gustarlas y ponerlas por obra, a fin de que, utilizando

    esos dos medios, tan santas mximas les produzcan impresin

    profunda, que las grabe en sus mentes y corazones.

  • 15

    Tal es la funcin que habis de cumplir con los discpulos. Es

    obligacin vuestra proceder de tal modo con ellos que, a semejanza

    de lo realizado con vosotros por los ngeles custodios, los

    determinis a conformar su vida con las normas del santo

    Evangelio, y les propongis, para conseguirlo, medios fciles y

    convenientes a sus aos; de modo que, acostumbrados

    insensiblemente a ello en la infancia, puedan en edad ms

    avanzada seguir practicndolas sin excesivo esfuerzo y como en

    virtud de cierto hbito.

    Se tropieza en esta vida con tantos estorbos a la salvacin, que es

    imposible evitarlos, fiando nica mente en las propias fuerzas y

    guindose cada uno a s mismo.

    De ah que os haya dado Dios ngeles custodios los cuales, por

    una parte, cuiden de vosotros e impidan, como dice el Profeta, que

    " caigis por haber dado contra alguna piedra " (2); es a saber,

    contra los obstculos que se oponen a vuestra salvacin; y, por

    otra, que os lo inspiren primero, y os ayuden despus, a alejaros del

    camino donde pudierais hallar tales tropiezos.

    Como es mucho ms fcil que caigan los nios en algn precipicio,

    por ser tan dbiles de espritu como de cuerpo, y por contar con tan

    escasas luces para obrar el bien; necesitan para recorrer seguros la

    senda de su salvacin, las luces de guas expertos, dotados de

    inteligencia suficiente en todo lo relacionado con la piedad, y

    conocedores de las faltas ms ordinarias en los muchachos; de

    modo que puedan drselas a conocer y preservarlos de ellas.

    Dios ha provisto a esa necesidad dando a los nios maestros, a

    quienes confa ese cometido y a quienes ha dotado de la suficiente

    diligencia y solicitud, no slo para no tolerar que se aduee del

    corazn de sus educados cosa alguna que pueda ser nociva a su

    salvacin, sino tambin para conducirlos con seguridad por entre

    todos los peligros que presenta el mundo; de suerte que, dirigidos

  • 16

    por guas tan expertos, y amparados por Dios, tema el demonio

    acercarse a ellos.

    Pedid hoy a Dios la gracia de velar en tal forma por los nios que

    os estn confiados, que tomis todas las precauciones posibles para

    preservarlos de cadas importantes, y seis tan excelentes

    conductores suyos que, merced a las luces obtenidas de Dios, y a la

    fidelidad en cumplir esmeradamente el empleo; descubris con

    tanta claridad cuanto pudiera ser impedimento al bien de sus almas,

    que apartis del camino de su salvacin todo lo que fuere capaz de

    daarlos.

    Eso es lo que principalmente os debe preocupar respecto de ellos;

    sa la razn primordial de que os encomiende Dios tan santo

    ministerio, y aquello de que en el da del juicio habris de darle

    exactsima cuenta.

    198. SEXTA MEDITACIN

    Cmo ejercer la funcin de ngel custodio al educar la juventud.

    Por ser los ngeles custodios inteligencias clarsimas y conocer el

    bien como es en s; se sirve Dios de ellos para manifestarlo - junto

    con los secretos de su santa voluntad - a quienes predestin para

    ser hijos suyos adoptivos en Jesucristo, y que, por l, llam a ser

    sus herederos (1): los ngeles les ensean cuanto deben hacer para

    conseguirlo (2), merced a las luces que les comunican,

    relacionadas con el bien que deben practicar.

    As estaba figurado en la escalera que vio Jacob en sueos cuando

    iba a Mesopotamia, por la que los ngeles suban y bajaban (3).

    Suban los ngeles a Dios para darle a conocer las necesidades de

    los que l haba puesto a su cuidado, y recibir las rdenes divinas

    tocante a ellos. Luego, volvan a bajar para descubrir a sus

  • 17

    protegidos cul era la voluntad de Dios, en lo conducente a su

    salvacin.

    De igual modo habis de proceder vosotros con los nios que os

    estn confiados: es obligacin vuestra elevaros todos los das hasta

    Dios por la oracin, para aprender de l cuanto debis ensear a

    los discpulos; y descender, luego, a ellos, acomodndoos a su

    capacidad, para hacerlos partcipes de lo que os haya Dios

    comunicado respecto a ellos, tanto en la oracin como en los libros

    santos, donde se contienen las verdades de la religin y las

    mximas evanglicas.

    No os es lcito, por tanto, ignorar cosa alguna de cuanto se refiere a

    esas verdades y mximas; antes resulta de mucha importancia para

    vosotros saberlas todas, no slo en general, sino con la suficiente

    extensin para poder exponerlas con claridad y por menudo a los

    discpulos.

    Habis estudiado debidamente hasta ahora todas esas verdades, y

    os habis esmerado en grabarlas profundamente en el alma de los

    nios? Habis considerado esa solicitud como la ms apremiante

    de vuestro empleo?

    Tomad desde ahora las providencias necesarias para considerar

    como vuestra preocupacin ms imperiosa la de instruir

    perfectamente en las verdades de la fe y en las mximas del santo

    Evangelio a los que tenis a vuestro cargo.

    No se limitan los santos ngeles de la guarda a ilustrar las mentes

    de los hombres confiados a su gobierno, con las luces que

    necesitan para conocer la voluntad de Dios sobre ellos y salvarse.

    Adems, les inspiran y suministran medios adecuados para obrar el

    bien que les corresponde practicar.

  • 18

    Ni slo se sirve Dios de ellos para librar del poder de las tinieblas a

    quienes les confa, y ayudarlos a progresar en el divino

    conocimiento; sino tambin para facilitarles el que vivan de

    manera digna de Dios, de suerte que en todo le sean agradables y

    fructifiquen por toda especie de obras buenas (4).

    En virtud del encargo que han recibido de Dios, " padre de las

    luces y de toda buena ddiva ", los ngeles se muestran celosos en

    procurar el bien de los hombres, y contribuyen cuanto pueden a

    hacerlos dignos de participar en la suerte de los santos.

    En cuanto asociados al ministerio de los ngeles custodios, y

    como escogidos por Dios para anuncirselas, dais vosotros a

    conocer a los nios las verdades del Evangelio. Por consiguiente,

    debis ensearles a poner las por obra, y procurar con ardentsimo

    celo ofrecerles oportunidad para que se ejerciten en ellas.

    A imitacin del Apstol por excelencia, tenis que conjurarlos a

    vivir de manera digna de Dios (5), puesto que los llam a su reino

    y gloria (6). Y tanto habis de extremar el celo en este particular

    que, para contribuir a conseguirlo, estis dispuestos a dar la propia

    vida. hasta tal punto os han de llegar al alma los nios puestos a

    vuestro cuidado!

    Es deber vuestro, por tanto, reprender a los que llevan vida menos

    arreglada, y procurar que renuncien a ella; animar a los que

    desfallecen; soportar a los dbiles, y ser sufridos con todos (7); de

    manera que podis con tener y moderar hasta tal punto sus

    inclinaciones perversas, y afianzarlos de tal modo en el bien, que

    no den entrada al diablo en sus corazones (8).

    Ha sido se el proceder que habis observado hasta ahora con los

    discpulos? Los habis determinado a practicar el bien de manera

    proporcionada a sus aos? Habis hecho hincapi en inspirarles la

  • 19

    piedad, sobre todo durante las oraciones y en la iglesia, y en que

    frecuenten los sacramentos?

    Debis velar mucho sobre ellos para inspirarles la prctica del bien

    y el horror al pecado, medios ambos utilsimos para ayudarlos a

    salvarse.

    Si queris cumplir vuestro ministerio en cuanto ngeles custodios

    de los nios que instrus, para edificar por ellos el cuerpo de

    Jesucristo (9), y hacerlos santos y perfectos; debis proceder en tal

    forma que, por un lado, les inspiris los mismos sentimientos y, por

    otro, los pongis en idnticas disposiciones a las que san Pablo

    intentaba suscitar en los efesios por la epstola que les dirigi,

    donde les ruega:

    1.- que no contristen al Espritu Santo de Dios, por el cual fueron

    sellados - como con un sello en el Bautismo y la Confirmacin -

    para el da de la Redencin (10);

    2.- que renuncien a su vida pasada: serais dignos de reprensin si

    no los apremiaseis con el mismo celo del Apstol, a que se

    abstengan de la mentira y traten siempre verdad al hablar con su

    prjimo (11);

    3.- que sean mansos y bondadosos los unos con los otros; que se

    perdonen mutuamente, como Dios los ha perdonado por Jesucristo

    (12), y se amen entre s, a ejemplo del amor con que Jesucristo los

    am (13).

    Habis instruido as hasta el presente a vuestros discpulos? Son

    sas las mximas que les habis inculcado? Y habis ejercido

    sobre ellos la debida vigilancia, y manifestado celo suficientemente

    ardoroso para hacrselas practicar?

    Realizad todos los esfuerzos que se requieran para ser fieles a ello

    en lo sucesivo.

  • 20

    199. SPTIMA MEDITACIN

    Que el cuidado de instruir a la juventud constituye uno de los

    empleos ms necesarios en la Iglesia

    Dios, que escogi y destin a san Pablo para predicar el Evangelio

    a las naciones - como l mismo lo dice - le otorg, en

    consecuencia, tal conocimiento de los misterios de Jesucristo, que

    le puso en condiciones de echar, cual perito arquitecto, los

    cimientos (1) del edificio de la fe y de la religin, levantado por

    Dios en las ciudades donde l iba anunciando el Evangelio; segn

    la gracia que Dios le haba concedido de predicarlo el primero en

    aquellos lugares. Por lo cual pudo decir con toda exactitud que los

    evangelizados por l eran obra suya, y que l los haba engendrado

    en Jesucristo (2).

    Vosotros, sin pretender parangonaros con l, podis decir -

    guardada la proporcin existente entre vuestro empleo y el de este

    gran Santo - que hacis lo mismo y ejercis idntico ministerio en

    vuestra profesin.

    Por tanto, habis de considerar vuestro empleo como una de las

    funciones ms importantes y necesarias en la Iglesia, de la que

    estis encargados por decisin de los pastores y de los padres y

    madres de vuestros discpulos.

    Se llama echar los cimientos del edificio de la Iglesia (3): ensear a

    los nios el misterio de la Santsima Trinidad y los que Jesucristo

    obr durante su vida terrena; ya que, segn san Pablo, sin fe es

    imposible agradar a Dios (4) y, por consiguiente, salvarse y llegar a

    la patria del cielo, pues la fe es el fundamento de nuestra

    esperanza.

    De donde se sigue que, siendo necesario a todos el conocimiento

    de la fe; la tarea de comunicar cuanto a ella concierne a quienes lo

  • 21

    ignoran, es una de las cosas de mayor trascendencia en nuestra

    religin.

    Eso supuesto, por cun honrados de la Iglesia os debis

    considerar, ya que os destina a empleo tan santo y excelente, y os

    elige para transmitir a los nios el conocimiento de nuestra religin

    y el espritu del cristianismo!

    Pedid a Dios que os haga merecedores de ejercer tal ministerio de

    manera digna de l.

    Prueba de la importancia que tiene esta funcin, es que los santos

    obispos de la Iglesia primitiva la consideraban como su deber

    principal, y aun tuvieron a honra instruir a los catecmenos y fieles

    recin bautizados, y explicarles la doctrina.

    San Cirilo, patriarca de Jerusaln, y san Agustn, han dejado por

    escrito los catecismos que enseaban por s y por los sacerdotes

    que los asistan en sus funciones pastorales. San Jernimo, cuya

    ciencia era tan profunda, manifiesta en su epstola a Leta, que

    consideraba ms honroso catequizar a un prvulo que ser preceptor

    de algn emperador ilustre. Gersn, gran canciller de la

    Universidad de Pars, estim tanto este ministerio, que lo ejerci

    por s mismo.

    La razn de que procedieran as santos tan eminentes, es que no

    fue otra la primordial funcin encomendada por Jesucristo a sus

    Apstoles, de quienes cuenta san Lucas que, inmediatamente

    despus de elegidos, los envi a predicar el reino de Dios (5). sa

    es tambin la misin que les encarga, de modo muy explcito, al

    decirles inmediatamente antes de separarse de ellos: Id, ensead a

    todas las naciones, y bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo

    y del Espritu Santo (6).

  • 22

    Despus de la venida del divino Espritu, eso es lo primero que

    hizo san Pedro en el Templo de Jerusaln, y lo que origin la

    conversin de tres mil personas, que se decidieron a abrazar en el

    acto la fe de Jesucristo.

    sa fue la peculiar funcin que se reserv san Pablo, como se

    desprende de sus discursos en el Arepago, y por los que dirigi a

    Flix y Festo, relatados en los Hechos de los Apstoles. Atestigua,

    incluso, a los corintios lo mucho que sentira ir a ellos y no serles

    til instruyndolos y catequizndolos.

    Y Jesucristo no se limit a encomendar a los Apstoles el empleo

    de ensear el catecismo; l mismo lo ejerci tambin, y ense las

    principales verdades de nuestra religin, como consta por muchos

    lugares de su Evangelio, donde dice a sus Apstoles: es preciso que

    Yo anuncie la Buena Nueva del Reino de Dios, pues para ello fui

    enviado (7).

    Decid asimismo vosotros que " para eso os ha enviado Jesucristo "

    y os emplea la Iglesia, de la que sois ministros. Por consiguiente,

    esmeraos con toda la aplicacin necesaria en desempear esa

    funcin con tanto celo y fruto como la han ejercido los Santos.

    No debe causar sorpresa que los primeros obispos de la Iglesia

    naciente, y los mismos santos Apstoles estimaran tanto la funcin

    de adoctrinar a los catecmenos y nefitos; ni que, en particular,

    san Pablo se glore de haber sido enviado a predicar el Evangelio,

    no con palabras estudiadas, por miedo a que se desvirte la cruz de

    Jesucristo (8): es que Dios ha trocado la sabidura del mundo en

    locura; pues, como aade el Apstol, ya que el mundo, iluminado

    por la sabidura y las luces divinas, no conoci a Dios por la

    ciencia; plugo a Dios salvar a los que recibieron la fe, por la locura

    de la predicacin del Evangelio (9).

  • 23

    La razn de ello, aducida por san Pablo, es que le haba sido

    revelado el misterio de Dios, y que se le haba concedido la gracia

    de descubrir a las naciones las riquezas inescrutables de Jesucristo

    (10); de modo que quienes no tenan antes parte alguna con

    Jesucristo, y eran extranjeros por lo tocante a las alianzas de Dios y

    sin esperanza de sus promesas; por ser ahora de Jesucristo, ya no

    eran extranjeros ni huspedes, sino conciudadanos de los santos,

    domsticos de Dios y edificio construido sobre el fundamento de

    los Apstoles, y levantado por Jesucristo (11); con lo que han

    llegado a ser santuarios donde Dios habita por el Espritu Santo.

    (12)

    se es el fruto que, a imitacin de los Apstoles, han producido por

    sus enseanzas los ilustres obispos y pastores de la Iglesia que se

    aplicaron a instruir a cuantos deseaban abrazar el cristianismo; y

    sa es la causa de que tuvieran dicho empleo en tanta estimacin y

    se dedicaran a l con tal diligencia.

    Eso ha de ser tambin lo que os determine a vosotros a profesar

    particularsima estima por la instruccin y educacin cristiana de

    los nios: gracias a ella, llegarn stos a ser hijos verdaderos de

    Dios y ciudadanos del cielo; ella es, propiamente, el fundamento y

    sostn de su piedad y de todos los otros bienes que se operan en la

    Iglesia.

    Sed agradecidos a Dios por la merced que os ha dispensado al

    asociaros, por vuestro empleo, al ministerio de los santos

    Apstoles y de los principales obispos y pastores de la Iglesia. Y

    honrad el ministerio hacindoos, como dice san Pablo, ministros

    idneos del Nuevo Testamento (13).

    200. OCTAVA MEDITACIN

    De lo que ha de hacerse para que vuestro ministerio sea til a la

    Iglesia.

  • 24

    Tened en cuenta que, pues debis trabajar mediante el empleo en

    edificar la Iglesia sobre los cimientos echados por los santos

    Apstoles (1), instruyendo a los nios que Dios ha encomendado a

    vuestros desvelos, los cuales forman parte de la estructura del

    edificio; es necesario que lo ejerzis como desempearon los

    Apstoles su ministerio.

    Ahora bien, de ellos se dice en los Hechos de los Apstoles que no

    cesaban de ensear todos los das, y de anunciar a Jesucristo en el

    Templo y en las casas (2); de modo que el Seor iba aumentando

    cada da el nmero de los fieles y la unin de los que haban de

    salvarse (3).

    Mas, el celo que apremiaba a los santos Apstoles para que

    anunciasen la doctrina de Jesucristo, fue causa de que, aumentando

    el nmero de los discpulos, eligieran siete diconos que

    distribuyesen a los fieles las limosnas y cuanto necesitaran. Tanto

    teman los santos Apstoles tropezar con obstculos que pudiesen

    distraerlos de predicar la divina palabra! (4).

    Los santos Apstoles procedan as porque con su ejemplo se lo

    haba enseado antes Jesucristo; de l se dice, efectivamente, que

    enseaba cada da en el Templo (5), donde todo el pueblo le

    escuchaba con atencin; y que, al llegar la noche, sala para ir a

    orar en el monte de los Olivos (6).

    Si vosotros, que habis sucedido a los Apstoles en su empleo de

    catequizar e instruir a los pobres, pretendis que vuestro ministerio

    sea de tanta utilidad a la Iglesia como realmente puede serlo;

    debis explicarles todos los das el catecismo, ensendoles los

    artculo fundamentales de nuestra fe; as seguiris su ejemplo, que

    es el de Jesucristo, el cual se aplicaba todos lo das a esa funcin.

    Despus, como tambin hacan ellos, debis recogeros para

    entregaros a la lectura y a la oracin; con el fin de instruiros a

  • 25

    fondo en las verdades y santas mximas que queris inculcar, y de

    atraer sobre vosotros por la plegaria las gracias de Dios, que os son

    indispensables para ejercer, segn el espritu y el propsito de la

    Iglesia, el empleo que ella os ha encomendado.

    De poco habra servido que los santos Apstoles ensearan a los

    primeros fieles las verdades esenciales de nuestra religin; si no les

    hubieran acostumbrado a llevar vida cristiana y conforme a la que

    ellos haban seguido con Jesucristo.

    Por eso, no se contentaban con darles a conocer las verdades

    especulativas, sino que cuidaban con maravillosa diligencia de que

    las redujeran a la prctica. Y bendeca de tal modo Dios sus

    desvelos que, de los primeros en abrazar la fe, se afirma:

    Perseveraban en la doctrina de los Apstoles, en la comunin de la

    fraccin del Pan y en las oraciones; y que acudan diariamente al

    Templo en la unin del mismo espritu (7). Es a saber, que despus

    de bautizados, vivan en conformidad con la doctrina de los

    Apstoles.

    El mismo procedimiento sigui san Pablo luego de convertido;

    pues se dice de l que, despus de haber adoctrinado durante tres

    meses al pueblo de feso, en la sinagoga de los judos, platicaba

    todos los das en la escuela de un tal Tirano, y que prolong

    durante dos aos este ejercicio (8); de manera que los discpulos de

    aquella ciudad recibieron el bautismo en el nombre del Seor y,

    luego, el divino Espritu, una vez que les fueron impuestas las

    manos.

    La principal diligencia de los Apstoles, tras de instruir a los

    primeros creyentes, era, pues, administrarles los sacramentos,

    reunirlos para la oracin en comn, y ayudarlos a vivir segn el

    espritu del cristianismo.

  • 26

    A eso os obligis vosotros sobre cualquiera otro cuidado en el

    empleo: es menester que, a imitacin de los Apstoles, pongis

    atencin especialsima en que lo discpulos se acerquen a los

    sacramentos, y que los preparis a recibir con las debidas

    disposiciones el de la Confirmacin, de modo que sean llenos del

    divino Espritu y de las gracias propias de este sacramento. Debis

    velar por que se confiesen a menudo, despus de haberles enseado

    la manera de hacerlo bien y, en fin disponerlos a recibir santamente

    la primera comunin y a comulgar luego con frecuencia, a fin de

    que pueda conservar las gracias con que fueron favorecidos la

    primera vez que realizaron obra tan santa.

    Oh!, si comprendierais los inestimables bienes que les procuris

    facilitndoles, por la frecuencia de los sacramentos, la

    conservacin y el aumento de la gracia nunca os cansarais de

    adoctrinarlos sobre esta materia

    Si alguno dijere que tiene fe, pero que no tiene obras, de qu le

    servira la fe?; podr salvarle? dice Santiago (9). De qu os

    servira, pues, a vosotros ensear a los discpulos las verdades de la

    fe, si no les ejercitaseis en la prctica de las buenas obras, puesto

    que la fe sin las obras est muerta? (10).

    No os bastara, por tanto, instruirlos sobre los misterios y verdades

    de nuestra santa religin, si no les dierais a conocer, al mismo

    tiempo, cules son las principales virtudes cristianas, o si no

    pusierais particular empeo en hacrselas practicar; y de igual

    modo, todas la obras buenas de que son capaces a sus aos. Pues,

    por mucha fe que tengan, y por viva que sea; si no abrazan la

    prctica de las buenas obras, de nada les servir la fe.

    En esa mxima debis insistir particularmente, si queris poner a

    aquellos que educis en camino de salvacin, y con el fin de

    poderles decir ms tarde: Habis procedido de manera

    irreprensible, y con ello nos hemos consolado (11).

  • 27

    Inspiradles tambin la piedad y la modestia en el templo, y durante

    los ejercicios devotos que se practican en la escuela.

    Insinuadles, adems, la sencillez y la humildad, tan recomendadas

    por el Seor en su Evangelio.

    No os olvidis de acostumbrarlos a practicar la mansedumbre y la

    paciencia, el amor y respeto a sus padres, y todo aquello, en fin,

    que sea conveniente a nios cristianos, y cuanto exige de ellos

    nuestra religin.

    201. NOVENA MEDITACIN

    Es la obligacin que tienen los que instruyen a la juventud de

    vivir animados de celo ardiente, para el desempeo fiel de tan

    santo empleo

    Ponderad aquello que dice san Pablo: Es Dios quien ha establecido

    en la Iglesia apstoles, profetas, doctores (1); y os convenceris de

    que es Dios tambin el que os ha constituido a vosotros en vuestro

    empleo.

    Una de las seales que de ello os da el mismo Santo es que hay

    diversidad de ministerios y diversidad de operaciones; pero que el

    Espritu Santo se manifiesta en cada uno de esos dones para la

    utilidad comn (2); quiere decir, para utilidad de la Iglesia. Que a

    uno le es dado por el Espritu Santo el don de hablar con sabidura,

    a otro el don de la fe por el mismo Espritu (3).

    No debis poner en duda vosotros que sea don excelente de Dios la

    gracia que os concede al encomendaros por una parte, la

    instruccin y el anuncio del Evangelio a los nios y, por otra, su

    educacin en conformidad con el espritu de religin.

  • 28

    Pero al elegiros para tan santo ministerio, os exige Dios que lo

    desempeis con celo ardiente por la salvacin de los nios; pues

    sa es obra de Dios (4), Dios maldice al que ejecuta su obra con

    negligencia (5)

    Poned, pues, de manifiesto en todo vuestro proceder con los nios

    confiados a vuestra custodia, que os consideris como ministros de

    Dios, desempeando el oficio con caridad y celo sincero y

    verdadero, sobrellevando con mucha paciencia las molestias que en

    l hayis de padecer, felices con ser despreciados por los hombres,

    y perseguidos hasta dar la vida por Jess, en el ejercicio del

    ministerio.

    El celo que ha de animaros debe poneros en tales disposiciones,

    supuesto que es Dios quien os ha elegido os destina a ejercerlo y os

    manda a trabajar en su via (6). Desempeadlo, pues, con todo el

    afecto del corazn y como quien trabaja slo por l.

    Otro motivo debe impeleros a proceder en vuestro estado con celo

    ardiente: que, no slo sois ministros de Dios, sino tambin de

    Jesucristo y de su Iglesia.

    As lo dice san Pablo, el cual desea que todos consideren como

    ministros de Jesucristo (7) a quienes anuncian el Evangelio; los

    cuales " escriben la carta que l - Jesucristo - les ha dictado, no con

    tinta, sino con el espritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino

    en tablas de carne, que son los corazones de los nios " (8).

    En calidad de tales, debis, por tanto, proponeros como nico fin,

    al instruirlos, el amor y la gloria de Dios; pues " la caridad de Dios

    debe apremiaros, ya que Jesucristo muri por todos, a fin de que,

    los que viven, no vivan ya para s, sino para Aquel que muri por

    ellos " (9). Eso es lo que el celo os debe mover a inspirar a los

    discpulos, como si Dios en persona los exhortase por vosotros,

    puesto que sois los embajadores de Jesucristo (10).

  • 29

    Es necesario tambin que hagis patente a la Iglesia la calidad del

    amor que le profesis, y que le deis pruebas fehacientes de vuestro

    celo; pues slo por ella - que es el Cuerpo de Jesucristo trabajis, y

    de ella os han constituido ministros, segn la orden que Dios os ha

    dado de dispensar su palabra.

    Mas, como la Iglesia vive animada de celo fervoroso por la

    santificacin de sus hijos; es deber vuestro compartirlo con ella

    hasta poder afirmar lo que el santo Rey David deca a Dios: El celo

    de tu casa me ha devorado (11). Esa casa no es otra que la Iglesia,

    puesto que son los fieles quienes constituyen el edificio levantado

    sobre el fundamento de los Apstoles, por Jesucristo, que es la

    principal piedra del ngulo (12).

    Proceded de tal modo, que vuestro celo d muestras sensibles de

    que amis a quienes Dios os tiene encomendados como Jesucristo

    am a su Iglesia (13): hacedlos entrar verdaderamente en la

    estructura de ese edificio, en forma que puedan presentarse un da

    ante Jesucristo llenos de gloria, sin tacha, sin mancha ni arruga

    (14), y manifiesten as a los siglos venideros las abundantes

    riquezas de la gracia, que les dispens a ellos al proporcionarles el

    beneficio de la educacin cristiana y, a vosotros, el de instruirlos y

    educarlos para ser algn da los herederos del reino de Dios y de

    Jesucristo nuestro Seor (15).

    El fin de vuestro empleo es procurar la salvacin de las almas; la

    primera de vuestras preocupaciones, por tanto, ha de ser alcanzar

    ese fin en toda la medida de vuestras fuerzas.

    Debis en esto imitar, de algn modo, a Dios: Dios se encari

    tanto con las almas por El creadas que, vindolas sumidas en el

    pecado, e incapaces de redimirse por s mismas, se vio como

    constreido, por el celo y el ansia de su salvacin, a enviar a su

    propio Hijo, para rescatarlas de estado tan lamentable. Esto movi

    a decir a Jesucristo: Am tanto Dios al mundo que le dio su Hijo

  • 30

    unignito, para que quien crea en El no perezca, sino que alcance la

    vida eterna (16).

    Ved ah lo que Dios y Jesucristo hicieron para devolver a las almas

    la gracia que haban perdido. Qu no deberis realizar vosotros

    por ellas en vuestro ministerio, si tenis celo de su salvacin y os

    hallis, respecto de ellas, en las disposiciones de san Pablo con

    aquellos a quienes predicaba el Evangelio, cuando les escriba: No

    son vuestros bienes lo que busco, sino vuestras al mas! (17).

    El celo que estis obligados a desplegar en el empleo, ha de ser tan

    activo y animoso, que podis decir a los padres de los nios

    confiados a vuestro cuidado aquello que trae la Escritura: Dadnos

    las almas, y quedaos con lo dems (18); esto es, " de lo que nos

    encargamos nosotros es de trabajar por la salvacin de sus almas "

    Slo con ese fin os habis comprometido a cuidaros de su

    educacin e instruccin.

    Decidles asimismo lo que Jesucristo a las ovejas de las que es

    pastor, y que por El han de salvarse: Yo he venido para que tengan

    vida y la tengan con ms abundancia (19). Pues el celo ardiente de

    salvar las almas de los que tenis que instruir, es lo que ha debido

    moveros a sacrificaros, y a consumir toda vuestra vida para dar les

    educacin cristiana, y procurarles la vida de la gracia en este

    mundo, y la vida eterna en el otro.

    202. DCIMA MEDITACIN

    En qu cosas debe mostrar su celo el Hermano de las Escuelas

    Cristianas al ejercer su empleo.

    Considerad que el fin de la venida al mundo del Hijo de Dios fue

    acabar con el pecado; por con siguiente, se debe ser tambin el fin

  • 31

    primordial de la fundacin de las Escuelas Cristianas, y el primer

    blanco de vuestro celo.

    ste ha de moveros a no tolerar en los nios que os estn

    encomendados, nada que pueda desagradar a Dios. Si notis en

    ellos algo capaz de ofenderle, debis poner por obra cuanto est en

    vuestra mano para corregirlo al punto. En eso habis de manifestar

    - a imitacin del profeta Elas - el celo que os impulsa a promover

    la gloria de Dios y la salvacin de los discpulos. Abrsome, deca

    este santo Profeta, de celo por el Seor Dios de los ejrcitos,

    porque los hijos de Israel han roto la Alianza que haban sellado

    con Dios (1).

    Si os anima el celo por el bien de los nios que instrus y, como es

    deber vuestro, intentis alejarlos de la culpa; cuando cometan

    alguna, menester ser que os pongis en la disposicin del profeta

    Elas y que, excitando en vosotros el santo ardor de que se vea

    animado el profeta, les digis: " Soy tan celoso de la gloria de mi

    Dios, que no os puedo ver renunciar a la alianza que contrajisteis

    con El en el Bautismo, ni a la cualidad de hijos de Dios que

    asumisteis entonces ".

    Instadlos a menudo a que se alejen del pecado con la misma

    prontitud con que huiran la presencia de una serpiente. Sobre todo,

    poned especial diligencia en inspirarles horror a la impureza y a las

    inmodestias en el templo y durante las oraciones; al hurto y a la

    mentira; a las desobediencias y faltas de respeto con sus padres; as

    como a otras incorrecciones en el trato con sus compaeros Dadles

    a entender que quienes incurren en pecados de esa clase no

    poseern el Reino de los cielos.

    Ni habis de daros por satisfechos con impedir que cometan el mal

    los nios confiados a vuestra solicitud. Es menester, asimismo, que

    los instis a obrar el bien y a ejecutar las acciones virtuosas de que

    son capaces.

  • 32

    Velad, pues, por el cumplimiento de todos esos puntos, y por que

    hablen siempre verdad y se contenten con decir, s s, no no (2)

    cuando pretendan afirmar o negar alguna cosa; persuadidlos de que

    empleando esas breves palabras sern ms fcilmente credos que

    si acudieran a solemnes juramentos; pues todos caern en la cuenta

    de que, por espritu de religin, dejan de propasarse a ms.

    Procurad que se conformen con las enseanzas del Seor cuando

    nos ordena amar a los enemigos y hacer bien a quienes nos

    perjudican, persiguen y calumnian (3); muy lejos de volver mal por

    mal e injurias por injurias, y de vengarse.

    Conforme ensea Jesucristo, animadlos a no darse por satisfechos

    con slo hacer obras buenas; sino, adems, a no hacerlas en

    presencia de los hombres con el fin de ser vistos y honrados; pues,

    quienes as proceden, ya recibieron su recompensa (4).

    Es importante que les enseis a hablar con Dios en la oracin,

    como Jesucristo se lo enseaba a quienes le seguan, y a que le

    recen con mucha piedad y en secreto; quiere decir, con mucho

    recogimiento, dando de mano a toda imaginacin que pudiera en

    ese tiempo distraer sus mentes; a fin de que, ocupndose slo en

    Dios, obtengan con facilidad lo que le piden.

    Y, como la mayor parte de ellos nacieron pobres, hay que

    inculcarles el desprecio de las riquezas y el amor de la pobreza;

    puesto que el Seor naci pobre, am a los pobres, se complaci en

    su compaa y lleg a decir que son bienaventurados los pobres,

    porque de ellos es el Reino de los cielos (5).

    Esas y otras mximas y prcticas debis inspirarles de continuo, si

    es que tenis algn celo de su salvacin. Y eso descubrir

    particularmente, si os mostris celosos de la gloria de Dios; pues

    slo de Dios pueden proceder dichas mximas, ya que son

    contrarias a las inclinaciones del hombre: animar a los nios a

  • 33

    ponerlas en prctica es mostrarse celoso por el honor y la gloria de

    Dios.

    El celo con los nios que instrus perdera mucho en extensin,

    fruto y resultados, si se limitara en vosotros a palabras. Es preciso,

    para hacerlo eficaz, que corrobore el ejemplo lo que ensean las

    instrucciones. Y sa es una de las principales garantas del celo.

    Despus de haber enseado a los filipenses diversas mximas, san

    Pablo agrega: " Proceded en consonancia con ellas "; pero aade

    luego: Imitadme a m y poned los ojos en aquellos que viven segn

    el ejemplo que yo les he dado (6). Lo que habis aprendido y odo

    y ledo en mis cartas y de lo que yo os he dado ejemplo, eso es lo

    que debis hacer (7).

    De modo que el celo ardiente de la salvacin de las almas que tena

    este gran Santo, consisti en exigir la observancia de lo practicado

    por l. se fue tambin el procedimiento seguido por el Seor, de

    quien se dice que primero obr y, luego, ense (8). Y que,

    hablando de S a los Apstoles, luego de haberles lavado los pies,

    agreg: Ejemplo os he dado para que hagis vosotros lo que Yo

    acabo de hacer (9).

    De tales modelos, fcil es deducir que el celo de la salvacin de

    los nios cuya educacin os est encomendada sera muy

    imperfecto, si slo lo ejercierais al instruirlos. En cambio, resultar

    perfecto si practicis cuanto los enseis.

    Porque el ejemplo produce mucha mayor impresin que las

    palabras en las mentes y en los corazones. Y esto es ms de notar

    en los nios, quienes, por carecer an su espritu de suficiente

    capacidad de reflexin, toman ordinariamente por dechado de su

    vida el ejemplo de sus maestros, y se inclinan ms a imitar lo que

    les ven hacer, que a practicar lo que les oyen decir, especial mente

    cuando sus palabras no concuerdan con sus obras.

  • 34

    203. UNDCIMA MEDITACIN

    Sobre la obligacin que tienen los Hermanos de las Escuelas

    Cristianas de reprender y corregir las faltas que cometen

    aquellos de cuya instruccin estn encargados

    El reprender y corregir - cuando incurren en falta - a aquellos de

    quienes uno est encargado, es seal y fruto del celo que se tiene

    por el bien y la salvacin de las almas. As manifest muchas veces

    Jesucristo su celo con los judos: Entrando un da en el Templo de

    Jerusaln, arroj de l a los que vendan y compraban las cosas

    necesarias para los sacrificios: form de cuerdas un azote, y de l

    se sirvi para echarlos fuera (1).

    Reprendi tambin a los fariseos, cuya hipocresa y falsa devocin

    le eran insoportables; no menos que su soberbia, la cual les mova

    a estimar y ponderar sus propias acciones, y a criticar y aun

    reprobar las ajenas. Conden, en fin, toda su conducta, porque se

    contentaban con instruir a los dems, sin preocuparse de poner en

    prctica lo mismo que enseaban. En todas las oportunidades que

    se le ofrecieron, los reprenda Jesucristo pblicamente y les

    reprochaba su conducta. De ese modo procedi Jesucristo, no slo

    con los fariseos, sino tambin con otros en varias ocasiones.

    San Pablo amonest igualmente con libertad a los corintios porque

    toleraban entre ellos a un incestuoso, y les dice que debieran

    haberlo " entregado a Satans para que fuese atormentado en su

    cuerpo, a trueque de que su alma fuera salva " (2).

    Tambin vosotros debis reprender y corregir a los discpulos

    cuando cometen faltas; y con tanta mayor razn, cuanto los nios

    ofrecen la particularidad de caer muchas veces en ellas por obrar

    sin reflexin. Y, como las correcciones y reprensiones que reciben

    les dan ocasin de recapacitar sobre lo que deben hacer, vienen

  • 35

    stas a ser causa de que velen sobre s, para no incurrir en las

    mismas transgresiones.

    Sed, pues, exactos en no tolerar faltas de importancia, sin aplicarles

    ese remedio.

    Es tan inclinado el hombre por naturaleza a la culpa, que semeja no

    encontrar gusto sino en cometerla. Y en los nios resulta

    particularmente manifiesto; ya que, por no tener an formado el

    juicio, ni siendo capaces todava de largas y profundas reflexiones,

    aparentan no tener otra inclinacin que la de dar contento a sus

    pasiones y sentidos, o complacer a la naturaleza. Por eso dijo el

    Espritu Santo que la necedad est como colgada al cuello de los

    muchachos, y que slo mediante el castigo se los cura de ella (3).

    El modo, pues, para librar del infierno las almas de los nios es

    utilizar ese remedio, que les infundir cordura; mientras que,

    dejados a su albedro, corrern peligro de perderse y ocasionarn

    muchos disgustos a sus padres.

    La razn de ello est en que las faltas que cometan se irn

    convirtiendo en costumbre, de la que les costar mucho corregirse;

    pues los hbitos buenos o malos contrados en la infancia y

    alimentados durante mucho tiempo, se mudan, de ordinario, en

    naturaleza. Por lo cual es preciso que, quienes tienen misin de

    educar a los muchachos, los reprendan, como dice el Apstol, con

    todos los recursos de su autoridad, para que se arrepientan de sus

    extravos y se desenreden de los lazos del diablo, que los tena

    presos a su arbitrio (4).

    Efectivamente, puede decirse con razn que, si el nio se

    acostumbra al pecado, pierde hasta cierto punto la libertad, y se

    hace a s mismo cautivo e infeliz, segn aquello que ensea

    Jesucristo: Quien comete el pecado es esclavo del pecado (5).

  • 36

    A vosotros corresponde, como maestros de los nios que educis,

    poner toda la diligencia posible en ayudar los a conseguir la

    libertad de los hijos de Dios (6), que Jesucristo nos conquist

    muriendo por nosotros.

    Para ello necesitas hacer uso de dos medios: primero, de

    mansedumbre y paciencia; segundo, de prudencia en las

    reprensiones y castigos.

    Lo que ms debe alentaros a reprender y castigar las faltas de los

    discpulos es que, de no hacer lo as, serais reprensibles delante de

    Dios, quien os castigara por vuestra flojedad y negligencia con

    ellos.

    Porque colocados en lugar de padres, madres y pastores, estis en

    la obligacin de velar sobre esos nios como teniendo que dar

    cuenta de sus almas (7).

    As, pues, si no vigilis su conducta, tenis que persuadiros de que,

    no siendo ellos capaces de conducirse por s, daris cuenta a Dios

    de las faltas que ellos cometan, como si vosotros las hubierais

    cometido.

    El sumo sacerdote Hel es ejemplo, a un tiempo tan patente como

    terrible, de esa verdad. Por haber tolerado la mala conducta de sus

    hijos, le anunci Dios por Samuel que juzgara su casa en la

    eternidad, a causa de sus iniquidades; pues sabiendo que sus hijos

    se portaban de manera indigna, no los correga; por lo cual jur

    Dios que esa falta no podra expiarse con vctimas ni con ofrendas

    al Seor (8). Tan enorme se juzg ese pecado en el acatamiento

    divino!

    Vosotros que ocupis el puesto de padres y pastores de almas,

    temed no proceda Dios de igual modo, si os mostris negligentes

    en reprender y corregir a los discpulos cuando sea necesario.

  • 37

    Porque, en tal caso, abusarais de la funcin con que l os honr al

    encomendaros la educacin de esos nios y, particularmente, el

    cuidado de sus almas; es sa la cosa que El tena ms a pechos al

    constituiros guas y custodios de los jovencitos.

    Temed que, por vuestra negligencia, no quedis ante Dios mejor

    librados que lo fue el sumo sacerdote Hel, si no os mostris ms

    fieles que l a Dios en vuestro empleo, procurando que conserven

    la gracia divina, esas almas confiadas a vuestra custodia.

    204. DUODCIMA MEDITACIN

    De cmo han de reprenderse y corregirse las faltas de los

    educandos.

    Las advertencias y correcciones resultarn de escaso provecho, si

    quienes han de aplicarlas no toman las oportunas precauciones para

    hacerlo bien.

    Lo primero en que deben reparar es en no echar mano de ellas sino

    guiados por el espritu de Dios. Antes, pues, de decidirse a hacerlo,

    conviene recogerse interior mente para entregarse al espritu de

    Dios, y disponerse a administrar la reprensin o el castigo con la

    mayor cordura posible, y del modo ms adecuado para que sean de

    utilidad a quienes han de recibirlos.

    Pues los hombres y aun los nios estn dotados de razn, y no

    deben ser corregidos como las bestias, sino como personas

    razonables. Se les debe reprender y corregir con justicia,

    hacindoles caer en la cuenta del error en que incurrieron y del

  • 38

    castigo que merece la falta cometida, procurando, adems, que la

    reciban de buena gana.

    Como son, asimismo, cristianos, hay que ponerse en condiciones

    de aplicar en tal forma la correccin o reprensin, que resulten del

    agrado de Dios; y proceder de tal modo, que los nios las acepten

    como medicina de su falta y medio de conseguir la sabidura (1);

    por que se es el fruto que, segn el Espritu Santo, debe producir

    la correccin en los nios.

    Conviene examinar luego, delante de Dios, qu correctivo merece

    la falta, y si el culpable est bien resuelto a recibirlo con sumisin;

    en caso contrario, hay que procurar disponerle a ello.

    Obrando con prudencia, no hay motivo para temer que produzca

    mal efecto; al contrario, los maestros que reprenden y corrigen a

    quienes faltan, atraen sobre s las alabanzas de los hombres, las

    bendiciones de Dios y el agradecimiento de quienes fueron

    corregidos (2). Porque con ello les habrn ocasionado mayor bien

    que lisonjendolos con hermosas palabras, las cuales slo serviran

    para mentirles y afianzarlos en sus culpas y desrdenes.

    Habis velado vosotros hasta el presente, para no corregir a los

    discpulos sino con la mira puesta en Dios? No lo habis hecho

    con celo inmoderado y, quiz, con impaciencia e ira? Ha sido para

    ayudarlos a cambiar de conducta, y no para resarciros de algn

    disgusto que os hayan ocasionado? Habis procedido siempre

    guiados por la caridad, o ms bien para descargar en ellos vuestro

    mal humor?

    Vigilaos mucho en adelante para no proceder, en asunto de tanta

    importancia, sino con el propsito de agradar a Dios.

    Aun cuando aconseje san Pablo a Tito que reprenda severamente a

    los insumisos, para que mantengan sana la fe (3), y diga a Timoteo

  • 39

    que proceda de igual modo, para que teman los dems (4);

    amonstale, al mismo tiempo a ste, que debe ser sufrido y

    moderado, y que ha de reprender con mansedumbre a los que

    contradicen la verdad, por si acaso los atrae Dios a penitencia (5).

    ste es, efectivamente, uno de los mejores medios para ganar y

    conmover el corazn de los que han cado en falta, y para

    disponerlos a convertirse. As procedi el profeta Natn para

    obligar a que entrase David en s y reconociese el doble pecado, de

    adulterio y homicidio, que acababa de cometer.

    Enviado a l por Dios, empez el Profeta proponindole la

    parbola de un hombre rico que, teniendo muchsimas ovejas,

    arrebat a un pobre hombre la nica que tena. El sencillo relato de

    tan horrible injusticia hecho por Natn, provoc en David la

    indignacin, y le oblig a exclamar que el culpable era merecedor

    de la muerte, y que l no le perdonara. A esto repuso Natn, Ese

    hombre eres t (6); y, al momento, aplic el aplogo a los dos

    crmenes que David haba cometido, y le puso ante los ojos, de

    parte de Dios, las gracias de que haba sido colmado y cmo haba

    abusado de ellas.

    Poco ms o menos, de la misma suerte tenis que proceder

    vosotros con aquellos a quienes instrus, cuando caen en falta y os

    veis en la necesidad de castigarlos.

    Y, si ocurriere que os sintierais agitados por alguna pasin,

    guardaos bien de aplicarles ninguna pena mientras la emocin

    persista; pues, en tal caso, el correctivo resultara muy perjudicial,

    tanto a los escolares como vosotros.

    Recogeos, por el contrario, en vuestro interior durante aquellos

    instantes, y dad tiempo a que pase la ira, sin que nada se

    transparente al exterior. Cuando os sintis enteramente libres de

    pasin, y despus de entregaros al espritu de Dios, podis imponer

  • 40

    la correccin que de antemano hayis previsto, con toda la

    moderacin que os fuere posible.

    Habis procedido as en lo pasado? Pedid a Dios no permita jams

    que os dejis arrebatar por ninguna destemplanza, al corregir a

    vuestros discpulos.

    El fruto que produjo en David la prudente reprensin de Natn,

    debe convenceros de cun provechosas resultarn a los discpulos

    las sanciones que vosotros les impongis, si procedis con caridad

    y mansedumbre.

    Indignado David contra el hombre de cuyo crimen le haba hablado

    Natn en su parbola, y reconociendo que era l la persona a quien

    iba dirigida, no tuvo otra cosa que replicar, sino esta sola palabra:

    Pequ (7). Hizo enseguida ruda penitencia y, al morir el nio fruto

    de su adulterio, ador a Dios y le confes que se someta a su santa

    voluntad.

    Ved cmo enterneci el corazn de este prncipe la conducta

    prudente y mesurada del Profeta para con el David pecador; el cual

    reconoci sus dos pecados, pidi perdn de ellos a Dios, y los

    expi eficazmente.

    El fruto, pues, de la sensata correccin es disponer a quienes la

    reciben para enmendar sus faltas. En cambio, si se aplica con

    pasin y sin tener puestos en Dios los ojos, sirve nicamente para

    indisponer al discpulo contra el maestro, y excitar en l

    sentimientos de venganza y animadversin, los cuales perduran, a

    veces. durante mucho tiempo.

    Porque lo normal es que los efectos sean proporcionados y

    conformes con la causa que los produce. Si queris, por tanto, que

    los correctivos obtengan el efecto que de ellos debe esperarse,

  • 41

    administradlos de modo que puedan resultar gratos, tanto a Dios

    como a quien los recibe.

    Cuidad, sobre todo, de que nicamente os muevan a imponerlos la

    caridad y el celo por la salvacin del alma de vuestros discpulos.

    Aun cuando al castigarlos les ocasionis disgusto, mostradles, al

    hacerlo, tanta benevolencia que, muy al contrario de despecharse

    contra vosotros, slo os manifiesten despus, gratitud por el bien

    que les hicisteis y sincero pesar de sus faltas, junto con la decisin

    de no volverlas a cometer.

    Poneos desde ahora en la disposicin de utilizar los medios

    conducentes para llevar a la prctica ese propsito.

    205. DECIMOTERCIA MEDITACIN

    Que el maestro dar cuenta a Dios del modo como haya

    desempeado su empleo

    " Sois cooperadores de Dios en su arada, os dice san Pablo; y las

    almas de los nios que instrus, son el campo que El cultiva por

    medio de vosotros " (1); puesto que es El quien os encomend el

    ministerio que ejercis.

    Por consiguiente, cuando comparezcis ante el tribunal de

    Jesucristo, cada uno de vosotros dar cuenta por s a Dios de lo que

    haya hecho, en cuanto ministro de Dios y dispensador de sus

    misterios con los nios (2).

    Erigido en ese instante Jesucristo juez vuestro de parte de Dios, os

    dir lo que aquel seor a su mayordomo: Dame cuenta de tu

    administracin (3). Entonces escudriar el fondo de vuestros

    corazones, para examinar si fuisteis fieles administradores de los

    bienes que os tena encomendados, y de los talentos que os haba

    concedido para que los empleaseis en su servicio. All se ver el

  • 42

    uso bueno o malo que de ellos hubiereis hecho, porque el Seor

    que ha de juzgaros " descubrir lo ms secreto y oculto de los

    corazones " (4).

    Si queris evitar que se vaya agravando por momentos la cuenta

    que han de exigiros, pedosla todos los das a vosotros mismos, y

    examinad delante de Dios qu proceder observis en el empleo, y

    si no faltis en l a nada que sea de vuestra obligacin.

    Franqueaos a vosotros mismos con claridad las con ciencias,

    condenaos con rigor y sin disculpa; a fin de que, cuando venga

    Jesucristo a juzgaros, podis soportar su juicio sin pavor, porque no

    halle cosa que condenar, ya que habris anticipado vosotros su

    sentencia.

    Y eso, no slo en lo que atae a vuestra persona, sino tambin en

    relacin con los talentos y gracias que habis recibido de Dios,

    para desempear debidamente las funciones que l os ha

    encomendado, al constituiros depositarios y guas de los nios que

    a l pertenecen, y sobre los cuales ha conquistado el derecho de

    padre, no slo por la creacin sino, adems, mediante el santo

    Bautismo, en cuya virtud le estn todos ellos consagrados.

    Ponderad que no ser de poca monta la cuenta que daris a Dios,

    pues atae a la salvacin de las almas de aquellos nios que Dios

    ha confiado a vuestra custodia. Porque el da del juicio

    responderis de ellas tanto como de la propia vuestra. Y aun debis

    convenceros de que, antes que de la vuestra, comenzar Dios por

    pediros razn de esas almas. Desde el punto en que las tomasteis a

    vuestro cargo, os obligasteis a mirar por su salvacin con tanto

    inters como por vuestra alma; pues os comprometisteis a ocuparos

    por entero en salvarlas.

    As os lo advierte san Pablo cuando dice que, " quienes se encargan

    de otros habrn de dar cuenta de stos a Dios ". No dice que darn

  • 43

    cuenta de sus propias almas, sino de aquellas que les fueron

    encomendadas, y sobre las que deben velar como quien ha de dar

    cuenta a Dios de ellas (5).

    Y la razn verdadera de esto es que, con tal de cumplir bien la

    funcin de guas y conductores de las almas que tienen a su cargo,

    satisfarn debidamente tambin sus propias obligaciones con Dios,

    y Dios los colmar de tantas gracias, que se santificarn a s

    mismos al contribuir en toda la medida de sus fuerzas a la

    salvacin de los dems.

    Habis mirado hasta el presente la salvacin de los alumnos como

    negocio personal vuestro, durante todo el tiempo que han estado

    sometidos a vuestra direccin?

    Porque tenis ejercicios que se ordenan a vuestra santificacin

    personal; mas, si vivs animados de celo ardiente por la salvacin

    de aquellos a quienes tenis en cargo de instruir, no omitiris tales

    ejercicios, sino que los encaminaris a esa intencin.

    Y procediendo as, atraeris sobre los nios las gracias necesarias

    para contribuir a su salvacin, seguros de que, si obris de esa

    forma, Dios mismo responder de la vuestra. Poneos, pues, en tales

    disposiciones para lo sucesivo.

    Al encargaros Jesucristo de instruir a los nios y de educarlos en la

    piedad, os encomend el cuidado de edificar su cuerpo, que es la

    Iglesia (6); y, al mismo tiempo, os oblig a contribuir, en cuanto os

    fuere posible a santificarla y purificarla con la palabra de vida; a

    fin de que pueda comparecer en su presencia llena de gloria, sin

    mancha ni arruga ni defecto alguno, sino del todo santa e

    inmaculada " (7).

  • 44

    De todo eso quiere Dios que le deis cuenta exacta cuando os la

    exija, por tratarse de diligencia que l toma sumamente a pechos;

    pues, tanto am a su Iglesia que por ella se entreg a S mismo (8).

    Y como los nios son la porcin ms inocente de la Iglesia y, de

    ordinario, la mejor preparada para recibir las influencias de la

    gracia; es tambin deseo del Seor que os comprometis de tal

    modo a hacerlos santos, que alcancen todos el estado de varn

    perfecto y la plenitud en Jesucristo; que no sean ya nios

    fluctuantes, ni se dejen ya llevar de todo viento de doctrina por el

    fraude y el artificio, sea de los compaeros que frecuentan, sea de

    los hombres que engaan con sugestiones malignas, para inducirlos

    al error.

    Antes al contrario, que vayan creciendo en todo segn Jesucristo,

    el cual es su cabeza, por quien todo el cuerpo de la Iglesia tiene su

    estructura y conexin; a fin de que estn siempre de tal modo

    unidos con ella y en ella que, mediante la virtud misteriosa,

    comunicada por Jesucristo a todos sus miembros ", tengan parte en

    las promesas de Dios por Jesucristo (9). Poneos, pues, en

    condiciones de poderle responder cuando os lo pregunte, que

    cumplisteis bien todos esos deberes.

    Y tened por seguro que la mejor manera de lograrlo y de hallar

    propicio a Jesucristo cuando os venga a juzgar; ser presentarle a

    todos los nios que hayis instruido, como formando parte del

    edificio de la Iglesia, en cuya estructura penetraron gracias a

    vuestros desvelos, hasta convertirse en santuarios donde Dios

    habita por el Espritu Santo (10).

    As demostraris a Jesucristo que cumplisteis verdaderamente

    vuestro ministerio, y que trabajasteis denodadamente en edificar y

    sostener la Iglesia, como a ello Jesucristo os haba empeado.

  • 45

    206. DECIMOCUARTA MEDITACIN

    Sobre las cosas de que dar cuenta a Dios el Hermano de las

    Escuelas Cristianas en lo tocante a su empleo.

    Os ha llamado Dios a vuestro ministerio con el fin de que procuris

    su gloria e infundis en los nios el espritu de sabidura y de luz,

    de modo que le conozcan a El y sean iluminados los ojos de sus

    corazones.

    Por tanto, le daris razn de si instruisteis bien a los que os fueron

    confiados; ya que sa es para vosotros obligacin ineludible, y que

    seris castigados con tanto rigor por la ignorancia de ellos en esos

    puntos - si se debe a culpa vuestra - como si vosotros mismos los

    hubierais ignorado.

    Segn eso, daris cuenta a Dios de si fuisteis exactos en explicar el

    catecismo y explicarlo todos los das, durante todo el tiempo

    prescrito; si enseasteis a los alumnos lo que deben saber segn sus

    aos y capacidad; si desatendisteis a algunos por ser precisamente

    los menos despiertos y, acaso, tambin los ms pobres; si tuvisteis

    preferencias con otros, ya por ser ricos o agraciados, ya por tener

    algn atractivo que los haca naturalmente ms amables que los

    otros.

    Daris cuenta de si les enseasteis debidamente el modo de asistir

    a la santa misa y de confesarse bien; si disteis la preferencia a la

    enseanza de materias profanas, como lectura, escritura y

    aritmtica, sobre aquellas que son de mucha mayor importancia,

    por contribuir de por si a consolidar la religin; aunque no podis

    desatender las primeras, que son asimismo de estricta obligacin

    para vosotros.

  • 46

    Adems, daris cuenta de si, al desempear vuestras funciones,

    habis perdido el tiempo en cosas intiles o, aunque tiles, ajenas a

    vuestro deber.

    Por fin, de la diligencia que habis puesto en instruiros vosotros -

    durante el tiempo que para ello tenis asignado - sobre aquellas

    materias que debis ensear a los escolares.

    Estn claras vuestras cuentas en relacin con todos esos cargos?

    Os hallis en disposicin de presentarlas?

    Si no fuere as, preparadlas con prontitud, y examinad

    cuidadosamente cul ha sido vuestro proceder a ese respecto.

    Si ha habido negligencia por vuestra parte, formad propsito firme

    de enmendaros, y resolved en serio, delante de Dios, obrar mejor

    en lo sucesivo, a fin de que la muerte no os sorprenda en tan

    lastimosa situacin.

    Cuando comparezcis delante de Dios, no os bastar, para resultar

    irreprensibles, haber instruido bien a los nios que os estaban

    confiados; tenis tambin obligacin de velar por su conducta, y

    cuidar solcita mente de ellos, como quien ha de dar cuenta de sus

    almas (1).

    Habis ponderado bien lo que es dar cuenta a Dios de la salvacin

    de un alma que se condene por no haberos preocupado vosotros de

    dirigirla hacia el bien y ayudrselo a practicar?

    Os habis persuadido de que estis tan obligados a velar sobre

    ellos durante todo el tiempo que pasan en la iglesia, como cuando

    permanecen en la escuela, para impedirles hacer cosa alguna

    desagradable a Dios, por insignificante que sea? No es tambin

    deber vuestro cuidar de ellos, cuando rezan, en la escuela las

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    oraciones con vosotros, para que lo hagan con mucha piedad,

    ponderacin y modestia, como quien habla con Dios?

    No creis, por ventura, que slo estis encargados de ellos durante

    el tiempo de escuela? Y que vuestra vigilancia no ha de alcanzar

    tambin, en lo posible, a las acciones que ejecuten fuera de ella;

    con el fin de procurar que en todas partes vivan cristianamente, y

    no frecuenten ninguna mala compaa, mientras se ven confiados a

    vuestros desvelos?

    Porque, quien dice dar cuenta de sus almas, dice responder de

    cuanto mira a su salvacin; y quien dice velar solcitamente, dice

    que la vigilancia ha de extenderse a todo, sin omitir ni descuidar

    diligencia alguna.

    Si no os ha inquietado ninguna de estas cosas, teneos por muy

    culpables a los ojos de Dios, y temed mucho el comparecer ante su

    acatamiento a la hora de la muerte, despus de haber vivido en

    tanta negligencia por cuanto atae a su servicio.

    Lo que ms ha de preocuparos, en lo relativo a la cuenta que daris

    a Dios, no es tanto aquello que hayis dicho o que hayis hecho -

    pues las faltas que cometis, de palabra u obra, las lamentis

    bastante, de ordinario, y acuden con facilidad a vuestra mente -;

    sino la intencin y el modo como procedisteis en lo uno y en lo

    otro.

    Respecto de la intencin, dice san Pablo: Todo cuanto hacis, sea

    de palabra o de obra, hacedlo en nombre de nuestro Seor

    Jesucristo, y no pata complacer a los hombres, sino para contentar

    a Dios (2 y 3). A esto ltimo debis prestar atencin solamente, y

    ste es el solo fin que quiere Dios pretendis en vuestro empleo.

    No es verdad que, muchas veces, apenas si habis pensado en

    ello, y que lo ms corriente ha sido no tener intencin alguna o, si

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    la habis tenido, no ha pasado de natural y humana? En tal caso,

    ese solo defecto habr viciado cuanto hayis hecho, por bueno que

    hubiere podido ser en si mismo, y habr puesto obstculo a las

    bendiciones de Dios.

    No daris al Seor cuenta menos estricta de lo tocante al

    ministerio: si lo ejercisteis con prudencia y gravedad, sin

    familiarizaros de manera poco conveniente con aquellos cuyos

    maestros erais. Esta mesura recomienda instantemente san Pablo a

    su discpulo Tito, en cuanto ministro del Evangelio (4), y es la que

    juzg ms necesaria para si, con preferencia a cualquiera otra

    buena cualidad. Despus del celo por la instruccin y la pureza de

    las costumbres, esta ponderada modestia descuella entre las

    virtudes ms provechosas a quienes tienen cargo de instruir a la

    juventud.

    Pero no desatendis tampoco la cuenta que daris sobre la

    paciencia y el dominio de vuestras pasiones; y ste es otro punto de

    la mayor importancia, al que habis de prestar mucha atencin,

    sobre todo cuando los nios de quienes estis encargados hacen

    algo fuera de propsito, por lo que os veis en la necesidad de

    reprenderlos y castigarlos.

    Nada es menester vigilar tanto entonces como cuidar de que las

    pasiones no se os desmanden. Y se ha de constituir uno de los

    principales captulos del examen que os debis imponer, en

    relacin con la cuenta que ha de pediros Dios por lo tocante al

    empleo. Pensadlo muy seriamente.

    207. DECIMOQUINTA MEDITACIN

    De la recompensa que deben esperar, ya en esta vida, quienes

    instruyen a los nios y se esmeran en el cumplimiento de tal

    deber

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    Es Dios tan bueno, que no deja sin galardn el bien que por l se

    hace, y el servicio que se le presta, sobre todo procurando la

    salvacin de las almas.

    Si es verdad que Dios recompensa tan generosamente, ya en este

    mundo a quienes todo lo dejan por l, que reciben el cntuplo en

    esta vida (1); con cunta ms razn premiar, aun en el tiempo

    presente, a los que con celo se afanan por extender su Reino!

    Como premio de tan excelente bien y de servicio que l tanto

    estima, Dios da a los que se consagran infatigablemente a salvar las

    almas dos clases de recompensas ya en este mundo:

    1, para ellos, la abundancia de sus dones;

    2, en su ministerio, ms ancho campo, y mayor facilidad para

    convertir las almas.

    La primera recompensa se significa en la parbola de aquel hombre

    que distribuye sus bienes entre sus criados, a uno de los cuales

    entreg cinco talentos para que negociara con ellos, y sabiendo

    luego, por declaracin del interesado, que haba ganado otros

    cinco; con el designio expreso de recompensarle, orden que a

    quien haba dado uno solo, se le quitara el talento por haberlo

    dejado improductivo, para entregarlo al que tena ya diez; porque,

    dice el Salvador, a quien tiene, drsele ha, y estar colmado de

    bienes (2).

    Lo relativo a la segunda clase de recompensa, que es abrir ms

    ancho campo al ministerio, viene muy bien expresado en san

    Lucas, all donde nos habla de cierto seor que, tomando cuentas

    del dinero que haba prestado a sus servidores, recompens al

    primero, cuyo marco, segn dijo, haba producido otros diez,

    dndole el mando sobre diez ciudades (3).

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