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Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua – UNAN León - Facultad de Ciencias de la Educación Universidad de Zaragoza, España Maestría en Educación Rural (Segunda edición 2010 – 2011) 1 NUESTRA EDUCACIÓN RURAL NICARAGÜENSE EN PAÑALES (ensayo) Luis Antonio Masís Velásquez Licenciado en Psicopedagogía en la Bluefields Indian & Caribbean University Correos electrónicos: [email protected], [email protected] Celular: 86235563 “Educar exige la convicción de que el cambio es posible” Paulo Freire Nuestro país, Nicaragua, presenta, entre sus tantas facetas, dos de evidente presencia: la primera, que es un país agropecuario desde antaño y, la segunda, que a la vez es una nación empobrecida (aclaro: no es pobre, en mi parecer). Traigo esta remembranza porque son dos tópicos inherentes al tema educativo rural que disertaré en este medio de exposición escrita. La educación rural de nuestro país está descuidada por una visión anacrónica de nuestra sociedad, y lo evidente, como dice un conocido refrán, no necesita de anteojos. Si concentráramos nuestra atención en muchos de los “descuidos” de algunos de sus actores determinantes –sin olvidar sus aciertos-, los gobiernos y de los ciudadanos de esta patria, que dirigieron y dirigen nuestro país, encontraríamos que el rus o ager (como dirían los antiguos romanos) nicaragüense aún no ha sido ni está atendido debidamente en casi la mayoría de los aspectos. Esto en un país, evidente y eminentemente, agropecuario es grave, porque la falta de atención a este amplio sector cultural y productivo nicaragüense se manifiesta en un alto porcentaje de la pobreza (no sólo económica) en nuestro país. Pero, mejor entremos de lleno a analizar este asunto que nos atañe a todos y todas quienes vivimos en esta tierra de lagos y volcanes, en la Patria de Darío, aunque no lo sepamos, lo creamos o no, o ni siquiera nos importe. Hay una composición muy conocida desde hace un poco más de tres décadas y que ahora nos motiva en este asunto: “Campesino, aprende a leer/ campesino aprende a estudiar/. Campesino, si lees y estudias/ será tuyo el suelo donde has de sembrar”, expresa al ritmo de Son Nica nuestro compositor Jorge Isaac Carballo, que Barzuna (1996) recoge en una de sus obras. ¡Cuánto falta para hacer esa idealidad una realidad! Sigue pareciendo una simple utopía. Pero no nos llamemos a engaños: es un ideal alcanzable, deseable e, imperativamente, una necesidad si queremos que Nicaragua crezca cultural, social, moral y económicamente. Ahora bien, que como sociedad no nos hemos propuesto con todas nuestras fuerzas alcanzarlo es otra cosa. Esta es, no obstante –y vale advertirlo a tiempo- una enorme montaña que hay que mover con fe, con optimismo y determinación. Es inmensa porque es la suma de tantos elementos tales como: nuestra mentalidad –si así se le puede llamar- “analfabeta” rural (de nuestros hermanos/as del campo) de que el campesino no debe estudiar sino “trabajar” para ganarse el pan, mentalidad que perdura ya por siglos; los “olvidos” Palabras claves: Educación, desarrollo, cambio, rural, curriculum

Nuestra educación rural en pañales (ensayo)

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Ensayo sobre la realidad educativa rural de Nicaragua

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Maestría en Educación Rural (Segunda edición 2010 – 2011)

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NUESTRA EDUCACIÓN RURAL NICARAGÜENSE EN PAÑALES (en sayo) Luis Antonio Masís Velásquez Licenciado en Psicopedagogía en la Bluefields Indian & Caribbean University Correos electrónicos: [email protected], [email protected] Celular: 86235563

“Educar exige la convicción de que el cambio es posible”

Paulo Freire Nuestro país, Nicaragua, presenta, entre sus tantas facetas, dos de evidente presencia: la primera, que es un país agropecuario desde antaño y, la segunda, que a la vez es una nación empobrecida (aclaro: no es pobre, en mi parecer). Traigo esta remembranza porque son dos tópicos inherentes al tema educativo rural que disertaré en este medio de exposición escrita. La educación rural de nuestro país está descuidada por una visión anacrónica de nuestra sociedad, y lo evidente, como dice un conocido refrán, no necesita de anteojos. Si concentráramos nuestra atención en muchos de los “descuidos” de algunos de sus actores determinantes –sin olvidar sus aciertos-, los gobiernos y de los ciudadanos de esta patria, que dirigieron y dirigen nuestro país, encontraríamos que el rus o ager (como dirían los antiguos romanos) nicaragüense aún no ha sido ni está atendido debidamente en casi la mayoría de los aspectos. Esto en un país, evidente y eminentemente, agropecuario es grave, porque la falta de atención a este amplio sector cultural y productivo nicaragüense se manifiesta en un alto porcentaje de la pobreza (no sólo económica) en nuestro país.

Pero, mejor entremos de lleno a analizar este asunto que nos atañe a todos y todas quienes vivimos en esta tierra de lagos y volcanes, en la Patria de Darío, aunque no lo sepamos, lo creamos o no, o ni siquiera nos importe. Hay una composición muy conocida desde hace un poco más de tres décadas y que ahora nos motiva en este asunto: “Campesino, aprende a leer/ campesino aprende a estudiar/. Campesino, si lees y estudias/ será tuyo el suelo donde has de sembrar”, expresa al ritmo de Son Nica nuestro compositor Jorge Isaac Carballo, que Barzuna (1996) recoge en una de sus obras. ¡Cuánto falta para hacer esa idealidad una realidad! Sigue pareciendo una simple utopía. Pero no nos llamemos a engaños: es un ideal alcanzable, deseable e, imperativamente, una necesidad si queremos que Nicaragua crezca cultural, social, moral y económicamente. Ahora bien, que como sociedad no nos hemos propuesto con todas nuestras fuerzas alcanzarlo es otra cosa. Esta es, no obstante –y vale advertirlo a tiempo- una enorme montaña que hay que mover con fe, con optimismo y determinación. Es inmensa porque es la suma de tantos elementos tales como: nuestra mentalidad –si así se le puede llamar- “analfabeta” rural (de nuestros hermanos/as del campo) de que el campesino no debe estudiar sino “trabajar” para ganarse el pan, mentalidad que perdura ya por siglos; los “olvidos”

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de los gobiernos de turno –de derecha e izquierda- que ya nos tienen cansados de decirnos que van a priorizar la educación, pero nunca dignifican el salario de los/as maestros/as, ni aumentan sustantivamente el presupuesto de la educación, ni atienden integralmente el problema, y se dedican más a sus proyectos partidarios que a responder de forma activa y efectiva a esta realidad; también es fruto de que el docente rural–actor determinante en el proceso educativo- carece aún más, que el docente del área urbana, de los estímulos y formación oportuna y adecuada para responder a la ruralidad; en fin, es –en términos figurados- el gran mar donde desembocan todos los ríos que surgieron en las “montañas” de falta de educación de nuestra sociedad, específicamente la política, que se ha desgastado peleándose el 63% de nuestro período como país independiente por el sillón presidencial, como lo bien lo dijo Álvarez Montalván (2009). ¡63% de tiempo en que la educación, junto a la salud, no ocupó el primer lugar de atención de parte de los políticos, sino un puesto público! ¿A quién culpar de estos desatinos? A la falta de educación. Se cosecha según lo que se siembra. Si cosechamos mangos es porque sembramos la semilla del árbol que lo produce. Si estamos así hoy, no es por casualidad, es porque no hemos empezado a desarrollar nuestro país a partir de la educación en y de calidad, enfocada en nuestro entorno geográfico nacional, ya no se diga desarrollar el campo a partir de una educación rural adecuada. Esto es, en palabras muy iluminadoras de Lucio Gil (2010) lo que nos ocurre: “¿qué educación rural para qué desarrollo rural? Tal pregunta, en estas décadas no se ha formulado ni respondido, lo que explica el profundo

divorcio existente entre los modelos de desarrollo rural y su educación”. Metafóricamente hablando, si la carreta no es jalada por los dos bueyes, en la misma dirección y sentido, simplemente no avanza. Acá el autor señala esos dos bueyes divorciados en su acción frente a una carreta llamada educación. Falta aún una visión de acuerdo o de consenso, palabra más actual en uso, entre ambos. Pero, ¿qué elementos desfavorables encontramos hoy referidos a la educación integral, específicamente en la rural, que destacan –desgraciadamente- en nuestro país? Aún a grosso modo, mi lista es larga y desalentadora:

- La educación no alcanza los niveles de integralidad en todos los rincones del país. Esto es una generalidad que en ámbito rural se ve magnificado por su ubicación geográfica.

- La clase política aún no prioriza la educación como primera necesidad.

- Población empobrecida dependiente de políticas gubernamentales más asistencialistas, cortoplacistas y poco enfocadas en el mediano y largo plazo.

- Magisterio poco formado (empirismo) y mal estimulado salarialmente.

- El triángulo estudiante-padre/madre-docente (Triángulo Interactivo de Ausubel), aún no funciona en muchas de las escuelas como debería.

- El curriculum nacional no contextualizado al medio y a las necesidades reales del área rural.

- Está fallando la formación en valores y la integración familiar.

- Etc., etc., etc…

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También Durston (¿?) nos da su versión sobre esta pista fundamental del problema de “que la escuela tradicional supone (y sobre ese supuesto opera) una base cultural presente en el niño que es distinta de la que el niño del medio rural y su familia y comunidad manejan. En consecuencia, sus experiencias, capacidades personales y destrezas no son aprovechadas en el proceso educativo”. He ahí el gran problema, la montaña que será preciso remover. Visto lo anterior, ¿qué podemos hacer gobernados y gobernantes para superar este problema y así responder a la pregunta que nos desvelara hace instantes Lucio Gil, en cuanto a la educación rural? Mucho, sin duda, pero especifiquemos: Lo primero nos toca a los educadores: autoexigirnos a mejorar la labor educativa, estar conscientes de que para cambiar al mundo, debo primero cambiar yo. “Yo soy yo mis circunstancias. Pero si cambio yo, cambian mis circunstancias” nos indica Ortega y Gasset, citado por Halperin (2006). Pero también tenemos que insistir y exigir a las autoridades correspondientes, las del Estado, que cumplan su papel sin demora. Sobre sus hombros pesa la enorme responsabilidad de superar este escollo que nos tiene empantanados –en el sentido amplio y particular del término- como país en cuanto a su desarrollo humano, económico, cultural, moral y social. Todos los atrasos que vivimos son frutos de una educación no holística y sistémica en todo el sentido de la palabra. No se inculcan valores en muchos hogares y, lo que no se aprende en el hogar difícilmente se aprehenderá en el aula. Segundo, si vemos la historia: por la educación se han desarrollado –o se están

desarrollando- los países que hoy son potencias económicas como Estados Unidos, Japón, Alemania, Taiwán, y más cerca de nosotros siguen esa senda Chile y Costa Rica… que antes, en algunos casos hace apenas cincuenta, treinta o veinte años también eran naciones subdesarrolladas, o en ruinas tras la Segunda Guerra Mundial, excepto Estados Unidos, como lo demuestra la ciencia de las cosas y casos pasados como es la historia. Todos, sin excepción, han basado su desarrollo partir de la educación integral. Al respecto es reveladora la pregunta que se hacen Hanushek y Wößmann (2007): “¿Qué se puede hacer para mejorar las escuelas en los países en desarrollo?”. Contextualizando la interrogante diríamos: ¿Qué debemos hacer para que nuestras escuelas rurales mejoren? Sin duda, mucho, a corto, mediano y largo plazo, dado que la educación es un proceso continuo y permanente. La respuesta de estos autores, aunque aplicada a la generalidad educativa, no deja ayudarnos a reflexionar que “esta interrogante –dicen ellos- ha abrumado a las autoridades responsables de las políticas en los países en desarrollo de todo el mundo, así como también a las organizaciones de desarrollo internacionales. Durante las últimas décadas, gran parte de las políticas se ha formulado partiendo del supuesto de que el principal obstáculo para el mejoramiento de las escuelas es la falta de recursos, un enfoque aparentemente obvio dada la falta de instalaciones y la escasez de personal capacitado que enfrentan estos países”. En nuestro país es claro que faltan instalaciones y personal suficientemente capacitado para superar el problema en nuestras campiñas. Pero acá se puede y

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debe fortalecer lo que ya se está haciendo para avanzar en lo que hasta ahora se ha logrado. A propósito de esto, nos viene como anillo al dedo lo siguiente de Bart van de Bijl y que él lo enfoca a la ruralidad de Costa Rica: “…que la calidad del maestro en el aula es uno de los atributos más importantes de las escuelas. Los buenos maestros, definidos en términos del aprendizaje de los estudiantes, son capaces de aumentar el rendimiento de sus estudiantes (…), (pero) la identificación de los buenos maestros se ha visto complicada por el hecho de que las medidas simples utilizadas comúnmente –como la experiencia docente, la formación docente o incluso el cumplimiento de los estándares de acreditación requeridos– no están estrechamente correlacionados con la capacidad real en el aula…”. Lucio Gil (2010), un educador de nuestro país, con mejor visión de propiedad sobre nuestro país, enfoca muy claramente la respuesta a esta problemática, indicándonos que “el curriculum nacional (…) requiere, con urgencia, un curriculum local que exprese las particularidades culturales, ambientales, antropológicas y económicas específicas (…) que impregne el sentido y significado de los aprendizajes (…) una pedagogía que, además de fortalecer las capacidades cognitivas, equilibre éstas con la floración de capacidades sicoafectivas…” referidas a situar en centro de atención a la persona, el medio ambiente, el trato directo con la tierra, los animales y demás seres vivos, todos estos ausentes de la vida “civilizada” de las urbes y megaurbes. Simple y llanamente, “para alcanzar el desarrollo (en) el sector rural —el más pobre de Nicaragua— requiere un (…) impulso en

la educación”, (Canales Ewest, 2010). ¡Tremenda tarea! Recapitulemos y concluyamos de la manera siguiente: 1. Como ciudadanos formados,

gobernados y gobernantes, pienso yo, todos somos responsables, de que esto cambie o siga tal como está. Por tanto, creo que tenemos que apuntar a una meta en este sentido: fortalecer la educación rural de nuestro país. No se trata, de sólo ver la necesidad planteada, hay que ir más allá, y ser propositivos desde nosotros mismos, cambiando nosotros para cambiar nuestro medio.

2. El desarrollo de un país es el fruto de

la suma de factores y elementos que actúan simultánea y convergiendo en un solo objetivo: la educación integral y ejercida por padres/madres de familia, docentes, estudiantes y comunidad local y nacional. En este país, o nos unimos o nos hundimos todos.

3. Los políticos deben educarse y

aprender a trabajar unidos por la nación, dejando de una vez sus intereses partidarios, peor aún, confundiendo esos intereses y los personales con los de la patria. De ellos también depende que este país salga adelante o se hunda.

4. Las autoridades de turno y los

educadores somos responsables de “encarnar” el curriculum nacional en el ámbito rural de tal modo que responda coherentemente a las realidades y necesidades de este medio geográfico-humano valioso para el desarrollo humano de nuestro país.

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5. Es necesario dar pasos determinantes y certeros: formar mejor al maestro rural, aumentarle el salario, dotarlo de infraestructura digna, aumentar el presupuesto a la educación en general y trabajar en consenso, no con la

miope visión de un solo partido político, por una visión de futuro afincada en el presente.

¡Manos a la obra, para luego es tarde!

Bibliografía Álvarez Montalván, Emilio , Palabras con motivo de Condecoración por parte de la Cancillería de la República, 8 de julio 2009. Bart van der Bijl, LA ESCUELA Y LA COMUNIDAD RURAL, Universidad Nacional de Costa Rica (UNA) y Universidad de Ultrech, Holanda, Segunda edición, Setiembre de 2003 Barzuna, Guillermo, Cantores que reflexionan, Editorial de la Universidad de Costa Rica, primera edición, San José, Costa Rica, 1996. Canales Ewest, Gisella, Tierras y educación son necesidad rural, www.laprensa.com.ni/2010/03/22/economia/19787 Durston, John, La participación comunitaria en la gestión de la Escuela Rural, División de Desarrollo Social, CEPAL, Santiago, Chile, www.cinterfor.org.uy/jovenes/doc/not/libro45/libro45.pdf Halperin, Ricardo A., La única constante es el cambio, Letralia, Nº 154, Cagua, Venezuela, 4 de diciembre de 2006, http://www.letralia.com/154/articulo05.htm Hanushek, Eric A. y Wößmann, Ludger, Calidad de la educación y crecimiento económico, PREAL y al Inter-American Dialogue, www.preal.org/publicacion.asp Noviembre 2007 Lucio Gil, Rafael, Educación y desarrollo rural en la encrucijada, IDEUCA, http://impreso.elnuevodiario.com.ni/2005/10/16/opinion/3469 Lucio Gil, Rafael, Educación y una nueva ruralidad, IDEUCA, END - 01/07/2010. www.elnuevodiario.com.ni/opinion/77906 Pinell Medina, Edgardo J., En la familia está la garantía de una sociedad mejor, END 20/06/2010, www.elnuevodiario.com.ni/opinion/77142 Sitios web: Educar: Pedagogía de la autonomía, www.edebparresia.org/freire.htm