Pio II-Asi fui Papa

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Primera y única autobiografia escrita por un Papa. Eneas Silvio Piccolomini.Traducido y adaptado por Antonio Castro Zafra.Barcelona 1980

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  • PIO II

    Traduccin y adaptacinAntonio Castro Zafra

    ED ITO RIA L ARGOS VERGARA, S. A. Barcelona

  • Sobrecubierta Depares & Ortiz

    sobre fragmento Salmer de El Papa Po II en Ancona, por Pinturicchio

    Primera edicin: febrero de 1980

    Copyright de la traduccin y adaptacin, Antonio Castro Zafra, 1980 Editorial Argos Vergara, S. A.Aragn, 390, Barcelona-13 (Espaa)

    ISBN: 84-7017-823-7 Depsito Legal: B. 4.192-1980

    Impreso en Espaa - Printed in SpainImpreso por Chmenos, S. A., Dr. Severo Ochoa, s/n.,Coll de la Manya, Granollers (Barcelona)

  • PRLOGO

    Lector, tienes en tus manos un documento excepcional, la autobiografa de un Papa, Po II (1458-1464).

    Eneas Silvio Piccolomini (1405-1464), doctor en leyes y poeta imperial, humanista y agente secreto del Vaticano, colaborador en el proyecto de secuestro de un Papa y partidario de quienes situaban al Concilio por encima de los Pontfices Romanos, fue secretario sucesivamente de tres personajes tan importantes como diversos y contradictorios: un Antipapa, un Emperador y un Papa.

    Autor de una veintena de libros de historia y geografa, aparte de una comedia ertica y una novela amorosa, al ser elegido Pontfice pudo optar, como sus predecesores inmediatos, entre Reforma de de la Iglesia o Cruzada, los grandes temas de la poca. Su talante de diplomtico y hombre exterior le inclinara hacia la lucha contra los turcos que, precisamente mientras era designado Papa, conquistaron Atenas. Buscaba tambin as nuevos estmulos que galvanizaran a los cristianos, fuertemente desunidos. Ante el umbral mismo de la Edad Moderna forj un adjetivo para definir a quienes vivan en el viejo continente, europeans, europeante o el europeo, con el que trataba de agrupar aquella nueva sociedad que dejaba a sus espaldas la tradicional civitas christiana de la Edad Media.

    Un solo dato puede sugerir la fulgurante biografa de este hombre, Eneas Silvio Piccolomini: en menos de doce aos pas de laico a Papa.

    Hasta donde es autorizado a investigar el historiador de hoy en los Archivos Secretos Vaticanos, es decir, desde los legajos y escritos ms antiguos hasta comienzos de nuestro siglo, no es posible que encuentre otro documento como el que dict en latn, hace ms de quinientos aos, Po II. Y nada indica que alguno de los Pontfices contemporneos haya acometido una empresa semejante. Slo han trascendido cartas familiares de Papas sobre determinados acontecimientos, y notas sueltas: el mismo Diario ntimo de Juan XXIII, como su propio nombre indica, es la resea espiritual de un varn

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    piadoso, y no una crnica sistemtica de los hechos de su Pontificado.

    La autobiografa de Po II es, pues, un material histrico excepcional. Es la nica autobiografa dejada por un Papa, y por lo mismo, una obra maestra para la historiografa.

    El valor testimonial de cuanto aqu se relata cobra su dimensin autntica cuando advertimos que el juicio sobre la organizacin humana de la Iglesia, su proyeccin temporal, est realizado por quien, como el Papa, tiene acceso a todos los espacios de la informacin y del poder eclesistico. Se trata de un Papa que sabe, y que quiere que se sepa, cmo era la Iglesia de su tiempo. Porque, como tendr ocasin de descubrir el propio lector, Po II escribi su autobiografa exclusivamente para que t, que algn da leers estas pginas, conozcas la verdad.

    * * *

    Otra cuestin es que hasta hoy no se haya realizado plenamente el propsito de aquel Papa que, rechazado por sus contemporneos (Accusatur et reprobatur, como reconoce l mismo en la introduccin a sus Comentarios), decidi contar la historia de su Pontificado. Su autobiografa no ser publicada hasta pasado ms de un siglo, con formidables mutilaciones a cargo de la piadosa censura eclesistica.

    Como es de suponer, el propio Po II silenci aspectos nada edificantes de su vida antes de convertirse en clrigo. Y le falt la valenta necesaria para aludir siquiera a sus abundantes asuntos amorosos, o tal vez y esto creemos no juzg necesario ni prudente tratarlo: no estaba dispuesto a suministrar ms municiones a sus adversarios! Consta incluso en la biografa que escribi sobre Po II uno de sus colaboradores, el poeta Giannantonio Campano que, aunque intent suprimir sus escritos amorosos, ya de Papa, no lo consigui. Pero este es otro tema, y por ahora baste saber que, durante su juventud, Eneas Silvio Piccolomini tuvo dos hijos naturales, lo que sabemos por sus propias cartas: el primero, durante el viaje que realiza a Escocia; y el segundo, en Estrasburgo. Y se conserva el texto de una carta de Eneas a su padre, comunicndole que ha tenido un hijo y que quiere que se encargue de su educacin: el nio era el de Estrasburgo, y muri a los ocho aos. No hay noticias del que tuvo en Escocia.

    Sin embargo, y a pesar de esta autocensura, Po II no iba a salvarse de la mutilacin literaria, como va dicho. Cuando sus Comen- tarii, su autobiografa, fue impresa y difundida por primera vez en

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    1584, la pudorosa mano del censor de turno suprimi nada menos que los dos tercios del original... escrito por un Papa para ser publicado! El lector puede comprobar personalmente este extremo si, por ejemplo, en la Biblioteca Nacional de Madrid, pide el volumen de los Pii Secundi P.M. Comentarii, bajo la sigla de referencia 2/37572; y luego, en la Biblioteca dei Lincei de Roma, junto a la crcel de Regina Coeli, solicita el Cdice Corsiniano n. 147, que es el apgrafo escrito por orden expresa de Po II, y revisado por l mismo pocas semanas antes de su muerte.

    A este propsito, importa advertir que, cuando son publicados finalmente los Comentarii, en 1584, el entonces arzobispo de Siena, Francesco Bandini Piccolomini, que presenta la edicin, comete el brutal error de atribuir el texto al amanuense, Giovanni Gobellino, cuando all mismo aparece bien claro que el Gobellino fue copista y no autor.

    Lo que lleva de la mano a un tema inquietante, el escndalo. Las severas censuras ejercidas sobre el texto de la autobiografa de Po II aparecen motivadas por temor al escndalo que pueda producir el panorama de la Iglesia que aqu se ofrece: descarnado, duro y a veces miserable. Pero as era la Iglesia entonces, y as la describi para el pueblo el propio Papa. Llama la atencin el sentido crtico de Po II, su juicio implacable a veces sobre personas y personajes que sobreviviran a la muerte del mismo Pontfice. Un ejemplo, el del cardenal de San Marcos de Venecia, Pietro Barbo: sucesor de Po II al frente de la Iglesia. Pues bien, Pietro Barbo era un individuo orgulloso y vido que confirmara las duras crticas que le hace nuestro protagonista incluso despus que ste haya muerto. El cardenal de San Marcos se mostraba tan satisfecho de su buena estampa fsica, y era tan extremadamente vanidoso de su apariencia externa que, elegido Papa, cuando le preguntaron cmo quera llamarse respondi que Formoso. Slo la insistencia de los cardenales electores, a los que pareci excesivo este narcisismo, disuadira al nuevo Papa a cambiar el nombre de Formoso por el de Pablo, Pablo II.

    En cualquier caso, aplicar este esquema de valoraciones y juicios a la Iglesia de hoy sera por lo menos poco riguroso: ms de cinco siglos han modificado el paisaje eclesistico lo suficiente como para convertir en antihistoria toda aplicacin de nuestra ptica del siglo xx a sucesos del xv, y cualquier semejanza de aquella Iglesia con la actual. Por lo dems, Po II no juzga aqu la Iglesia, institucin o categora divina que tenga, sino las actuaciones de los hombres que la forman, incluido l mismo.

    Tampoco es sta precisamente una pgina negra de la historia de la Iglesia, que las tiene con generosidad, y el pontificado de

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    Po II discurri bien libre y limpio por completo de los pasajes personales nada edificantes, y hasta inmorales, que acumularon sobre ellos mismos durante su mandato varios de los Papas anteriores y posteriores.

    Por lo dems, no han de faltar tampoco quienes opinen que el cuadro de la Iglesia que aqu se ofrece es un nuevo argumento que prueba el origen divino de esta Institucin, que sobrevive a travs de los siglos a pesar de los hombres.

    Como ltimo dato para este prrafo recordemos que, cuando un hecho histrico nos produce asombro o perplejidad, es sencillamente porque no lo hemos entendido bien.

    * * *

    Por encima de todo, abunda en esta autobiografa un factor significativo de lo que debera producir la lectura de cualquier estudio histrico: la formacin del sentido crtico. Porque sta parece ser, y as viene destacada, la finalidad primaria del conocimiento histrico: ensear a juzgar.

    El propio protagonista, Po II, nos ofrece aqu una leccin esplndida de lo que va dicho al ejercer, con rigor y sin regateo, un agudo sentido crtico de cuanto ocurre a su alrededor, como buen historiador que era.

    Les Comentarios de Po II pueden contribuir entonces, de manera notable, al desarrollo de nuestro sentido crtico, que es lo mismo que decir al desarrollo de nuestra personalidad y a la madurez de nuestro juicio, en cuanto ayudan y estimulan posturas concretas ante las opciones y alternativas que todo hombre ha de ejercer sobre hechos contemporneos. No se trata de juzgar el pasado con la mentalidad de hoy, sino de ejercitar nuestra base de criterios reflexionando sobre hechos que sucedieron, para responder luego con reflejos giles a las alternativas cotidianas.

    * * *

    Quiero, lector, exponerte mi sistema de trabajo en esta obra.Intencionada y deliberadamente, he ensayado una forma de pre

    sentar la historia que estimulara el gusto por ella. Este volumen es el resultado de un trabajo exigente sobre un documento original indito en lengua castellana y, por supuesto, desconocido fuera de crculos muy reducidos de investigadores.

    No se trata aqu de ofrecer una historia novelada al estilo de Walter Scott, imaginada de arriba abajo al aire de Mika Waltari, o

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    algo semejante. Los hechos que se relatan en la autobiografa de Po II sucedieron tal y como aparecen recogidos en el documento original y yo he traducido.

    Pero tampoco quise ofrecerte, lector, una traduccin literal con aparato crtico, saturada de citas y notas, que sirva, exclusivamente, de instrumento de trabajo y anlisis para la respetable y exclusiva lite de los historiadores. Cinco siglos lleva aguardando el manuscrito de Po II sobre el que he trabajado, tiempo ms que suficiente tuvieron los historiadores para ofrecernos esa versin! (Lo que no quiere decir que yo renuncie a ofrecer algn da esa versin crtica.)

    Desde el comienzo al final, he traducido los 927 grandes folios de pergamino que constituyen el Cdice Corsiniano n. 147, sintetizando unas veces, ilustrando otras el contexto de una lejana poca para intentar que la narracin fuese siempre comprensible y clara. Sobre todo en la primera parte, El Antipapa, hube de reconstruir hechos y acciones capitales, con la ayuda de textos del autor y de contemporneos suyos. Cuando la reconstruccin se hizo ms laboriosa, y hasta audaz en apariencia, como ocurre en el captulo II, Proyecto para secuestrar a un Papa, una breve nota reproduce el texto original, con referencia luego a las fuentes auxiliares que ayudaron a la redaccin definitiva.

    El relato, escrito en un latn de estilo sobrio, incisivo y llano, se refiere al protagonista siempre en tercera persona. Po II imitaba as, de alguna manera, los clebres Comentarios de Csar. Y como buen admirador de Virgilio, traz su biografa sobre el esquema estructural de La Eneida: doce libros subdivididos en captulos, para contar en tercera persona las aventuras de su personaje favorito que se llamaba como l mismo, Eneas. Yo opt por la traduccin en primera persona.

    Diversos documentos de la poca me facilitaron la redaccin del Eplogo, Muerte en Ancona, con que se cierra esta historia.

    Una resea de las fuentes consultadas, que aparecen al final del volumen, puede ayudar a quienes deseen proseguir el estudio de este singular personaje. Y tal vez a quienes quieran comprobar por s mismos la veracidad de cuantas afirmaciones se hacen a lo largo del texto!

    La divisin de la obra en treinta captulos es tambin convencional, pero intencionada. Al trazarla intentaba facilitar la lectura.

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    Finalmente, citar ahora dos poderossimas razones que justifican, a mi juicio, la forma en que presento la autobiografa de Po II, tal y como llevo relatado.

    El autor era consciente de que en su obra faltaba un orden cronolgico, que yo le he dado. Y del mismo modo, no se le ocultaba que escaseaba la luz en algunos pasajes de su narracin. Mereca la pena abordar una aproximacin que respondiese a las dos peticiones de ayuda que hace Po II, apechando con los riesgos que una tarea semejante trae consigo en un trabajo como ste que quiere ser, por encima de todo, fiel a la historia.

    He aqu ahora, lector, los antiguos deseos expresados por Po II en sendos pasajes de su autobiografa, de sus Comentarios.

    El primero de ellos aparece en el captulo XXI del Libro VI, y dice as: Yo no cuento los hechos segn un plan previo y cronolgico, sino segn la verdad: sin preocuparme en qu ao o en qu mes sucedieron, a no ser que tenga anotada la fecha. Quizs alguien se tome algn da la molestia de restituir a los hechos su sucesin en el tiempo.

    El otro prrafo corresponde al captulo XXIII del Libro XI, en el que comenta la muerte de un historiador famoso y amigo suyo, Biondo Flavio. All escribe: Si algn literato culto e inteligente, experto en el arte de escribir, se toma el trabajo de corregir y adornar el estilo de las obras del Biondo, aportar una contribucin no pequea al conocimiento de la historia para las generaciones futuras, y har ilustre su propio nombre por haber dado una luz ms viva a las empresas realizadas en otras pocas, y que hasta ahora estaban casi sepultadas en las tinieblas. Y contina: Lo mismo podr decir alguien de m, y con toda razn: porque escribo de muchas cosas, y soy incapaz de una elegancia latina ms refinada. Estoy escribiendo ahora una historia poco ordenada, informe y sin gracia en el estilo. Otra persona, quizs, en el futuro, dar luz nueva a cuanto llevo dicho y escrito, tal y como deseo que ocurra con la obra del Biondo: as, esa persona recoger el fruto de mi fatiga.

    Lector, yo he intentado honestamente cumplir ese deseo.

    A n t o n io Castro

  • PO II, PONTIFICE MAXIMO

    INTRODUCCIN A MIS COMENTARIOS

    Si con la muerte se acaba todo, como pens Epicuro, en nada podr ayudarme entonces la fama del mundo, y estas pginas servirn de muy poco.

    Pero si, a pesar de todo, despus de abandonar el peso del cuerpo seguimos viviendo, recibiremos un destino desgraciado o feliz; en la desgracia suprema no habr placer alguno, ni siquiera el de la fama; en la felicidad del cielo tampoco: nadie crece all por las alabanzas que lleguen de los hombres, ni reduce su estatura por las maldiciones de los vivos.

    Por qu entonces me empeo tanto en buscar la gloria y la fama de un buen recuerdo?

    La fama y la gloria estimulan al hombre y recrean su alma. Sobre todo recrean el alma del Romano Pontfice, vituperado por casi todos mientras vive, alabado cuando muere. Conoc personalmente a los ltimos cuatro Papas, Martn V, Eugenio IV, Nicols V y Calixto III: todos sin excepcin alguna fueron condenados por el pueblo cuando vivan, y ahora que estn muertos, aclamados.

    Los Vicarios siguen la suerte de su Seor.La lengua insidiosa que no descans con tantos Vicarios de Cristo

    y aun con el mismo Cristo, tampoco reposa conmigo: me siento acusado y maldecido. Probablemente cuando haya muerto, y no pueda regresar entre ellos, ser alabado.

    Mientras tanto, escribir la historia de mi Pontificado, precedida de lo que hice antes de llegar aqu. Quisiera poder terminar el trabajo que ahora comienzo con una frase que escrib hace aos: Scripsi, non finxL Res acta est. (Escrib, no imagin: las cosas que he contado sucedieron as en realidad.)

    En Maguncia, un artesano ha comenzado a estampar las pginas de los libros con un sistema semejante al que se emplea para reproducir los naipes. El caso es que se pueden hacer al mismo tiempo muchos volmenes de un mismo original.

    Cuando yo muera, espero que sea reproducida esta autobiografa que empiezo a escribir ahora.

  • 14 AS FUI PAPA

    Entonces t, que algn da leers mis pginas, recbelas con buen talante, y conoce la verdad de Eneas Silvio Piccolomini primero, y del Pontfice Mximo Po II, despus.

    Escrito junto a San Pedro, en el ao cuarto de nuestro pontificado (1462)

  • PRIMERA PARTE

    ANTIPAPA

  • Captulo Primero

    ENEAS ES MI NOMBRE

    Hasta los dieciocho aos trabaj como bracero en los campos de Corsiano.

    Desciendo de los Piccolomini de Roma, que se trasladaron ms tarde a Siena, y eran all una de las familias ms antiguas y poderosa. Famosos en las letras y en las armas, dueos de grandes propiedades y de numerosas fortalezas, vinculados a la historia de Siena y comprometidos en la vida pblica.

    El escudo de los Piccolomini muestra una cruz y cinco medias lunas, tal y como fue escogido por mis antepasados cuando, en 1217, marcharon a la Quinta Cruzada al frente de 900 ciudadanos de Siena en respuesta a la llamada del Papa Honorio III.

    Cuando el poder que estaba en manos de los nobles, pas a la plebe, los Piccolomini perdieron mucha fuerza, como el resto de las familias aristocrticas. Mi abuelo, Eneas Silvio, consigui reservar un modesto patrimonio con el que vivir decorosamente. Pero muri antes de tiempo, todava joven, dejando embarazada a su mujer, Montanina. De ella nacera el hijo postumo, Silvio, mi padre: durante su infancia, aquel pequeo patrimonio rescatado fatigosamente por mi abuelo desapareci en las manos de tutores y administradores.

    Silvio, mi padre, recibi pese a todo una educacin seorial y pudo cursar las artes liberales. Pero careca de medios y se vio obligado a probar fortuna en la corte de los Visconti de Miln. Despus de muchas vicisitudes advirti que ni la corte ni las armas le iban a dar el poder que esperaba. Adems, las relaciones entre Miln y Siena empeoraban a ojos vista, por lo que desengaado y fracasado regres a su patria. Contrajo all matrimonio con una joven, tambin noble y tambin pobre, Vittoria, de la familia de los Forteguerri, patronos de la Iglesia de Siena.

    Cuando en el ao 1404 Siena se rebela contra el yugo de Miln, el pueblo acus a la aristocracia de alianza con los Visconti. Ninguno de los nobles fue llamado a participar en el Gobierno de los Nueve;

  • 18 AS FUI PAPA

    al contrario, no pocos fueron perseguidos, y muchos huyeron de Siena. Entre ellos, mis padres.

    El clima de incertidumbre que encontr mi padre en Siena, a su regreso de Miln, ya le haba decidido a instalarse fuera de aquel ambiente. Consigui rescatar una pequea finca de los Piccolomini situada en Corsiano, una aldea del Val dOrcia, y estaba preparando el traslado cuando estallaron aquellas persecuciones contra los nobles que no haran sino precipitar el viaje. Adems, en Siena no podan vivir sin ingresos.

    Los nuevos campesinos cosecharon muchos hijos, y el primero fui yo. Mi madre, Vittoria, era una mujer heroica y generosa, tan prol- fica que varias veces tuvo gemelos. Pari hasta dieciocho hijos, aunque vivos nunca pasamos de diez; una enfermedad implacable los fue matando a todos, y slo sobrevivimos tres, mis dos hermanas Lau- domia y Catalina, y yo mismo.

    Adems de Eneas por mi abuelo, recib el nombre de Silvio por mi padre, y el de Bartolom, por devocin hacia el apstol que fue asesinado por las brbaras poblaciones de los indios. Recib pues tres nombres y vine a la luz precisamente al amanecer del da de San Lucas Evangelista, el 18 de octubre del ao 1405.

    Tres siglos de historia familiar no desaparecen de la noche a la maana, y pronto pude advertir el empeo titnico de mi padre por reconquistar la antigua gloria de los Piccolomini. Una secreta energa le empujaba a restablecer el prestigio familiar y, puesto que l haba fracasado, yo, su primognito y el nico varn cue sobreviva, era toda su esperanza.

    Adems, yo era un nio despierto y con buena memoria, tal vez por accidente. Resulta que cuando tena tres aos y mientras jugaba con otros nios de mi edad, me ca de un muro muy alto sobre unas rocas. La enorme herida que me hice en la cabeza fue curada hbilmente por mi padrino, Niccol da Monticoli, un mdico sin estudios, un emprico como se dice hoy. Quienes conocen este hecho sostienen que aquel tremendo golpe espabil mi memoria. Lo cierto es que tena facilidad para la gramtica, y poda aprenderme sin gran esfuerzo, al pie de la letra, los versos y prrafos que me entregaba mi padre, y su colaborador en mi educacin, el prroco de la aldea, Pietro. Hablando de golpes, bueno es contar aqu otro que recuerdo todava: a los ocho aos, uno de los bueyes, furioso no s por qu, arremeti contra m con tal violencia que me lanz por los aires bien alto, y me pate cuando ca. Estoy convencido de haber escapado entonces a la muerte ms por la ayuda divina que por las hierbas que me hizo beber mi padrino Niccol.

  • ANTIPAPA 19

    T NO SERS LABRADOR

    Desde que tuve edad para ayudar a mi padre, trabaj en los campos. Primero cuidaba las ovejas y los bueyes, y cuando crec labraba la tierra. Las necesidades de nuestra familia eran muchas, y mi padre no poda prescindir, aunque lo quera, de mi trabajo.

    Pero por la noche me enseaba cuanto saba de las letras. Recuerdo las lecciones delante del hogar, en invierno. Los domingos era el turno del buen prroco. Comprendo que los recursos de mi padre y del mismo Pietro eran escasos, y que su cultura tena un lmite al que yo me acercaba deprisa, en mi afn por saber.

    Pero careca de lmites el estmulo que me comunicaba mi padre. Hijo mo acostumbraba a decirme, t tienes que salir de

    aqu. T no sers labrador, aunque ahora trabajes en el campo. Estudiars, sers un hombre culto, y no descansars hasta que el nombre de los Piccolomni brille de nuevo. Las letras, slo las letras harn posible este cambio. Estudiars leyes en Siena. Porque el hombre de letras alcanza un tesoro que nadie puede arrebatarle, ni las guerras ni la avaricia de los malos administradores. Sobre todo, el jurista. Las leyes son siempre necesarias y quienes las conocen triunfan, porque a ellas acudirn prncipes y plebeyos.

    Un acontecimiento rompi la monotona de la vida rural de Cor- siano. La peste que se abati sobre Siena durante los aos 1420 y 1421 oblig a muchas gentes a escapar de la ciudad, y el Studio Generale, con sus profesores y alumnos, se instal en nuestra aldea desde setiembre de 1420 hasta marzo del ao siguiente.

    Fue medio ao de conversaciones con estudiantes, y aun con algunos profesores t los que me presentaba orgullosamente mi padre.

    ENEAS ES TU NOMBRE? COMO EL HROE DE VIRGILIO!

    Comenc entonces a tomar afecto a aquel legendario hroe de una de las narraciones ms clebres de nuestra literatura, Eneas, Pius Eneas (piadoso Eneas) que muchos aos ms tarde me sugerira el nuevo nombre que deba elegir de ser aclamado Papa, Pius. Le a mis padres trozos de las georgias de Virgilio, que hablaban del campo: Ceres fue quien primero ense a los mortales a romper la tierra, cuando ya la bellota y los madroos escaseaban en la sagrada selva... O aquellos otros que recordaban las tareas agrcolas que mi padre y yo practicbamos a diario por entonces en nuestro trabajo: Si t no persigues la hierba con rastrillo tenaz y no espantas las aves con ruido, y con la podadera no reprimes el vicioso ramaje que

  • 20 AS FUI PAPA

    da sombra al campo, y no imploras la lluvia con tus preces, en vano, ay, mirars el gran montn ajeno, y all en los bosques tendrs que consolar tu hambre en la encina sacudida...

    Aprend tambin los breves versos que describen las lluvias torrenciales: Baja del cielo el ejrcito de las innumerables aguas, y las nubes en cmulo amontonan tormentas de sombras lluvias; cae el cielo en ruinas...

    Cumplidos los dieciocho aos, mi padre me acompa entre temores y esperanzas a Siena, para ingresar en el Studio Generale.

    LAS DUDAS DE SIENA

    Durante los prximos cuatro aos (1424-1428) me alojara en casa de mis tos, Niccolo Lolli, casado con la hermanastra de mi padre, Bartolomea Tolomei. Haba abandonado una familia para ingresar en otra. Bartolomea fue para m una madre piadosa y dulcsima, y sus hijos me trataban como a un hermano. Aquel era un ambiente de afecto y trabajo. Yo lea da y noche, estudiaba con ahnco, peda cdices que anotaba y aprenda de memoria Cicern y Virgilio, en primer lugar; luego, Terencio, Ovidio, Propercio, Plauto.

    El Studio Generale estaba apoyado tradicionalmente por la Iglesia. Un solo Papa, Gregorio XII, haba dictado nada menos que ocho bulas de privilegios para esta universidad, que desde principios de siglo dispona de la Casa de la Misericordia para acoger no slo a los muy pobres, sino a todos quienes quisieran ser buenos y virtuosos, y desearan continuar sus estudios.

    Pero las autoridades del Studio Generale se oponan a los estudios literarios por rdenes severas del gobierno de Siena. Gobernaban los demcratas la ciudad, y consideraban despectivamente que slo la aristocracia apoya la poesa y la oratoria. Mi mundo que era la cultura latina, humanae litterae, no encajaba pues all. Pero mi padre me haba llevado a estudiar leyes, y por complacerle hube de continar, ya que l no ceda en su empeo.

    Padre le dije durante mis vacaciones en Corsiano, las leyes slo tienen eficacia sobre los dbiles. Con los poderosos se quedan flacas y mudas. Cuando estudio leyes en Siena, y recuerdo estos campos, pienso que los que pleitean son como los pajarillas, el tribunal es la tierra, el juez la red y los abogados los cazadores.

    Con gran sorpresa, un da escuch palabras nuevas en la iglesia. Predicaba all Bernardino de Siena, un franciscano santo, con extraordinaria formacin literaria. Sostena que la relacin entre la cultura latina y la religin era mucho ms estrecha de lo que poda pensarse. Y as lo enseaba en sus sermones.

  • ANTIPAPA 21

    Los jvenes que estudian a Cicern deca hacen bien por saber hablar. Pero yo no veo que sean muchos, y me parece una gran vergenza que en esta ciudad no haya un grupo de jvenes valientes que sepan decir cuatro palabras si hay necesidad.

    La piedad que me haba enseado mi madre, y que me recordaban los Lolli con su ejemplo, encontr entonces un nuevo apoyo con aquel santo franciscano, al que comenc a visitar regularmente. Asista a sus clebres quemas de las vanidades, en las que ardan naipes, tableros de ajedrea, dados, libros obscenos y adornos femeninos. No enviis a vuestras hijas a la iglesia como a un mercado, tan enjoyadas y adornadas nicamente para llamar la atencin de los hombres, le escuch decir un da. En otra ocasin denunciaba las rivalidades y odios que convertan a Siena en una lucha fratricida, y se quejaba de aquella ciudad siempre dispuesta a la alegra y a los placeres, sin que se volviese a Dios ms que en las pestes y calamidades.

    Mi admiracin por Bernardino de Siena era tan grande que pens en seguirle, y consagrarme tambin a la vida religiosa. Pero l no hizo gran caso de mis palabras cuando se lo dije: conoca bien mis virtudes y defectos, no le ocult la atraccin que senta por las jvenes, y a su tiempo supo mi primer amor por una joven que no me corresponda, a pesar de mis fogosos versos latinos!

    Ms adelante, cuando otro religioso visit la ciudad pronunciando clidos sermones, Gabriele di Spoleto, y le expuse las dudas que tena sobre mi futuro, e incluso mi preocupacin porque crea que me haba obligada con un voto a seguir la llamada de Cristo, obtuve una respuesta tajante:

    Si eres generoso y quieres dar lo mejor que tienes a Dios, sigue a Cristo en la vid religiosa. Si eres un cobarde, y un tacao, permanece en el mundo como otro ms de ellos.

    A no ser por mis amigos, me habra marchado entonces inmediatamente a un convento franciscano. Las palabras de Gabriele di Spoleto no dejaban lugar a dudas, pero quienes me conocan mejor insistieron en oponerse. Esto me haca dudar de nuevo, y la situacin era angustiosa. Por lo dems, no saba en qu parte de Italia se encontraba predicando bernardino de Siena, la nica persona que en aquellas circunstancias poda ayudarme a tomar una decisin acertada. Tena yo entonces veintids aos y una vitalidad extraordinaria; la duda se convirti en una cuestin de vida o muerte para m. Hasta el extremo que durante varias semanas me dediqu a preguntar a unos y otros dnde estaba Bernardino de Siena.

    Unos viajeros llegados de Viterbo me trajeron buena y mala noticia del franciscano que yo buscaba. Buena, porque el santo acababa de estar en aquella ciudad. Mala, porque haba sido denunciado por

  • 22 AS FUI PAPA

    otros frailes envidiosos ante el Papa Martn V como hereje, y debera acudir a Roma por aquellas fechas para ser juzgado.

    Decid entonces viajar a Roma, y Bernardo, uno de mis amigos, se mostr dispuesto a acompaarme en el viaje, finalizados los exmenes en el verano de 1427. Apenas hecho este propsito recuper la antigua alegra, no del todo completa por la suerte que aguardaba a Bernardino. Aunque era mucha la confianza que yo tena puesta en l, y en un resultado favorable de aquella insidiosa denuncia.

    PRIMER VIAJE A ROMA

    Llegado el verano y cuando supe que unos mercaderes preparaban viaje a Roma para llevar all lienzos y telas, con escolta de soldados, avis a mi amigo Bernardo Benvogliente. Acordamos con los mercaderes que, a cuenta de viajar con ellos, por cuidar sus mulos nos daran la comida. Tarea de Bernardo y ma fue cargar y descargar los bultos en cada parada, adems de echar pienso y abrevar a los mulos. Comoquiera que abundaban los bandidos y salteadores en los Estados de la Iglesia, el temor de todos no fue poco en las zonas montaosas y desiertas. Pero para Bernardo y para m era ms fuerte la emocin que sentamos pensando que bamos a pisar las calles de Roma, cuna del Imperio de la Latinidad, sepulcro de los Apstoles Pedro y Pablo.

    Roma nos conmovi, y aunque las ruinas abundaban ms que los edificios, nuestra imaginacin reconstrua lo que faltaba. No llegaban a 20.000 los habitantes de la ciudad, y supimos que, por falta de agua y de seguridad, la mayora abandonaba la parte alta, para alojarse en la zona ms protegida, a los pies del Campidoglio hasta el T- ber. Las casas eran en su mayora de tierra, con breves columnatas. Pero lo que ms llamaba la atencin eran los enormes maderos y cadenas colocadas junto a las puertas, y con las que los romanos se protegan durante la noche de ladrones y salteadores.

    El mismo da de nuestra llegada fuimos a la Baslica Constanti- niana, y ante la tumba de San Pedro camos de rodillas. Y fue milagroso que all mismo, y a poco de estar nosotros, se acercara Bernardino de Siena, tambin a rezar. Cuando supo el motivo de nuestro viaje, con la generosidad que le caracterizaba nos llev a su convento donde permanecimos alojados durante nuestra estancia en Roma.

    Antes de exponerle mis dudas, quise saber qu suerte llevaban las acusaciones que padeca

    Desde hace una semana, predico cada da en San Pedro, y los festivos tengo que decir dos sermones respondi sonriente.

  • ANTIPAPA 23

    Tena costumbre Bernardino de Siena de propagar la devocin al nombre de Jess, como pude ver yo mismo durante sus sermones en nuestra patria comin. Llevaba delante un estandarte con las tres letras del nombre de] Salvador, IHS, y doce rayos de sol rodeaban este monograma, que estaba coronado a su vez por una cruz. Hasta en el municipio de Siena haba visto yo un cuadro con esta ensea!

    Unos frailes creyeron que esto era una supersticin, y pusieron denuncia contra mi ante el Santo Padre Martn V . Predicaba en Vi- terbo, cuando recib una comunicacin del propio Papa por la que me prohiba decir ms sermones y repartir tablillas con el monograma, hasta que se resolviera el asunto, y me ordenaba que deba venir a Roma la pasada Cuaresma. As lo hice, y desde entonces no me he movido de aqu. Una comisin de telogos celebr reuniones durante varias semanas, y cuando hubieron preparado sus conclusiones me convocaron en San Pedro donde acud para defenderme. All estaba el Papa, Nuestro Seor Martn V. Argumentaban los telogos, y me defend con energa, ayudado por un hermano de mi orden, Juan de Ca- pistrano, que vino a Roma al tener noticia de semejante denuncia. Las sesiones se prolongaron hasta que el Papa declar mi predicacin justa y verdadera, dentro de la ms pura ortodoxia. Y, segn me dijo, para reparar el dao que pudo hacerse con tal falsa denuncia, quiso que predicara durmte 80 das en San Pedro, los mismos que haba durado la suspensin que se me impuso de pronunciar sermones!

    Expuse entonces el motivo de mi visita. El fraile Gabriele di Spo- leto me haba dicho que todo hombre estaba obligado a realizar el bien que un da hubiese tenido intencin de hacer. Esto me afectaba directamente porque, como saba Bernardino de Siena, y se lo volv a recordar, hubo un tiempo en el que yo dese entrar en una orden religiosa.

    Entonces resumi Bernardino t no ests seguro de tener vocacin. Lo que m realidad te preocupa es saber si, hace unos aos y cuando escuchabas mis sermones en Siena, llegaste a contraer una obligacin moral, un voto de entrar en un convento franciscano.

    As era, y maravillado por su agudeza en escrutar espritus se lo dije, aunque si Dios haba querido que yo hiciera ese voto era porque estaba dispuesto a darme la vocacin que an no senta.

    Despacio, y con palabras que eran ms solemnes por su tono y fuerza que por su propio contenido, me dijo:

    T no tienes vocacin, y esto no es una desgracia. Regresa a las cosas del mundo para las que has nacido.

    Con sus palabras recuper definitivamente la paz, y una inmensa alegra propia de quien sabe lo que tiene que hacer en la vida.

    Quiso saber luego de mis estudios, y tuvo duras frases para el

  • 24 AS FUI PAPA

    gobierno demcrata de Siena, empeado en cerrar las puertas del Studio Generale a las letras, por su obsesin de que las humanae litterae eran patrimonio de sus adversarios los nobles.

    Ama la ciencia de las letras y de las escrituras, que son regalo de Dios. Cuanto ms trabajes en ellas, tanto ms estars en gracia de Dios. Porque quien estudia se deleita siempre en la virtud y hace que sta aparezca con ms fuerza en el mundo.

    Como yo le repitiera la dificultad que encontraba en Siena para avanzar en estos estudios, volvi a reiterarme que mi puesto estaba en las letras. Por lo dems, cuando terminase leyes en Siena debera irme, por ejemplo, a Florencia, donde se reunan los mejores humanistas del momento. Luego me entreg una de sus famosas tablillas con el monograma de IHS y detrs de ella escribi estas palabras: Diventerai uomo, ove saresti un zero senza lo studio.

    Durante los das que an estuvimos en Roma, volvimos a hablar de los estudios de las letras. Bernardino de Siena se refera al honor, a la gloria e incluso a las riquezas como a valores que se derivan del saber. El estudio es una gloria, y el mayor amigo que tiene el demonio es el hombre ignorante y ocioso.

    Estas palabras me hacan recordar a mi padre, all en Corsiano, y su clavo fijo sobre la reconquista de la gloria y la fama para los Piccolomini. En Roma aprend que la ciencia es la primera por encima de todos los dems valores naturales como fuente de honor, de gloria y de virtud.

    El Papa Martn V haba emprendido grandes obras en San Pedro, y la principal era reconstruir la techumbre de la Baslica. Por dos veces se haba incendiado durante el ltimo siglo. Una, en el pontificado de Clemente V, y otra, en el de Inocencio VI. La primera, por descuido de los artesanos mientras reparaban el techo con lminas de plomo; se volc el caldero de resina ardiendo y salt el fuego del techo al templo, sobre los cannigos que cantaban en el coro, porque era la hora de vsperas. La segunda, por imprudencia de algn clrigo que dej encendido un fuego en la sacrista, y de all pas a la Baslica. An se vean rastros del fuego.

    Martn V haba puesto fin al Gran Cisma y por lo que veamos se propona ahora cambiar la faz de Roma. Gobernaba la Iglesia con sabidura, y prueba de ello fue su actitud imparcial y justa en el caso de Bernardino de Siena. Aunque dispensaba especial favor al franciscano, y haba asistido incluso a una quema de las vanidades tres aos antes, en el Campidoglio, autoriz a que los tribunales eclesisticos procedieran como si se tratara de una persona que no conoca, con lo que la autoridad de Bernardino de Siena, y del propio Pontfice, sali robustecida.

  • Captulo II

    PROYECTO PARA SECUESTRAR A UN PAPA *

    Cortadas las ataduras, me ech a volar.Esto sucedi a partir del ao 1428. En primer lugar, finalizaba

    por entonces los enojosos estudios de leyes, saldando as la deuda adquirida con mi padre. Luego, al cerrarme las puertas del convento, Bernardino de Siena confirmaba sin vacilaciones mi verdadera vocacin, las humanae litterae, a las que podra dedicarme sin problemas en adelante. Por ltimo, en lo que iba a ser mi primer vuelo libre hacia la cultura latina, me propona recorrer los grandes centros humanistas del norte de Italia, comenzando por Florencia, para resta-

    * La sospecha de que algo se esconda detrs de los enigmticos prrafos que Po II dedica a este pasaje en su autobiografa es inevitable, como podr comprobar ms abajo el lector. Cules eran esas non parvis de causis, esas fuertes razones que conducen a Eneas a entrevistarse con el jefe de un ejrcito de mercenarios que es un declarado enemigo del Papa, al que intent capturar? Por qu es acusado el obispo Bartolomeo de gravsimas culpas y corre peligro de muerte a manos del Papa? Qu ha sucedido? Qu obliga a Eneas a buscar refugio en un cardenal, que ser quien libere a Bartolomeo? Estas y otras interrogantes nos llevaron a indagar sobre el tema, hasta establecer los hechos que van a ser relatados en el captulo, con la valiosa ayuda de G. Woit, en su monumental biografa Eneas Silvius Piccolomini, Papt Pius und sein Zeitalter, precisamente en las pginas 79 a 83 del primer volumen, de la edicin estampada en Berln, el ao 1856.

    He aqu ahora la traduccin literal del prrafo que Po II dedica al asunto, y que corresponde al captulo IV, libro I de sus Comentarii:

    Pasado un tiempo lleg a Florencia con Bartolomeo, pues all estaba entonces Eugenio IV. Desde all y empujado por fuertes razones fue a visitar a Nic- col Piccino, famoso condottiero y uno de los primeros de su poca, que tomaba los baos cerca de Siena; entonces vio por primera vez a sus parientes y a los viejos amigos, permaneciendo con ellos cinco das. Pero cuando regres a Florencia supo que Bartolomeo, acusado de gravsimas culpas ante Eugenio, corra peligro de muerte. Por esta razn busc refugio en Niccol, cardenal de la Santa Cruz, un padre de vida pursima y venerable, que tom a Eneas como secretario y liber a Bartolomeo de las manos de Eugenio, gracias a la intervencin y a los buenos oficios de Tommaso de Sarzana, su maestro de casa (que luego subi a a Ctedra de San Pedro con el nombre de Nicols V), y de Piero de Noceto, al que ya nos hemos referido antes.

  • 26 AS FUI PAPA

    blecer relaciones con ellos y estudiar. Estaba dispuesto a quedarme en el que ms me complaciera!

    Slo as se entiende que no me asfixiara durante mi ltimo ao en Siena, donde el conservadurismo impuesto frreamente por el gobierno de los demcratas, converta en conspiracin los cenculos literarios, y en traidores a los humanistas.

    Pero tuve tambin por la poca otras compensaciones que llenaban de satisfaccin y orgullo a un joven que acababa de cumplir los veintitrs aos. La persona ms admirada y querida por m en el Studio Generale, el profesor de leyes Mario Sozzini, me encargaba impartir clases a sus alumnos; la vida social de Siena me abra sus puertas con sus costumbres ms bien alegres que reprimidas, y sobre todo, pude disponer para mi propio uso de un cdice con La Eneida, de Virgilio, que en adelante sera mi amuleto y mi biblia.

    El viaje por Florencia, Pavia, Padua y Ferrara reafirm mi vocacin literaria. A veces tena la sensacin de reconer casas de familia y hablar con gentes que conoca desde siempre. En Florencia me detuve ms tiempo, para estudiar con el gran maestro Filelfo. All conoc al mejor pintor de la poca, Fra Anglico, mientras realizaba la tabla de la Madonna para el Arte di Linaioli como un milagro de suavidad de tonos y de trazos. Ms tarde regres a Florencia, y tal vez me habra establecido all, si no fuera porque la tensin entre esta ciudad y Siena amenazaba una nueva guerra.

    Italia fijaba su repblicas y monarquas sobre un panorama poltico equilibrado, en el que por desgracia no faltaban peridicas tensiones. Florencia y Venecia haban construido sus repblicas orientadas hacia el comercio. El ducado de Miln, presidido por los Vis- conti, recortaba sus afanes expansionistas que llenaron de zozobra a las ciudades cercanas hasta bien entrado el siglo. Luego, como un parntesis que amortigua posibles agresividades, los Estados de la Iglesia separaban al Norte del Sur, donde el reino de Npoles encontraba lmites e identidades cada vez ms concretas. Contemplado as, desde la mesa de un estudioso, el mosaico sugera una familia de estados conducidos por la idea del equilibrio. Pero a corto plazo y sentido desde la calle, sin abstracciones, la visin era diferente, como lo fue para m al advertir que la guerra entre sieneses y florentinos era inevitable.

    Escapa Eneas, han comenzado a detener a los ciudadanos de Siena que se encuentran en la Repblica. La guerra est a las puertas me grit un da de 1431 el gran maestro Filelfo.

    Mientras abandonaba Florencia para dirigirme apresuradamente a Siena la congoja se abata sobre m, entre el dolor y el cansancio,

  • ANTIPAPA 27

    como un pjaro con las alas cortadas para el que ya no haba espacio en los cielos.

    CON UN CARDENAL REBELDE A UN CONCILIO CONTESTATARIO

    Dej atrs Florencia, sombra y acerada, para encontrarme Siena, alegre y flameante de gallardetes.

    Gloria a Eugenio IV! gritaban las gentes por las calles.El Papa Martn V haba muerto el 20 de febrero de 1431, y diez

    das ms tarde los cardenales designaron para sucederle al obispo de Siena, cardenal Gabriel Condulmer. El nuevo Pontfice Romano eligi por nombre el de Eugenio, Eugenio IV.

    El Gobierno de Siena haba decretado una semana de festejos en honor del Papa. Esperaban que ste no jugase una mala pasada a la ciudad, como sucedi con el anterior, cuando en 1424 haba convocado un Concilio Universal en Siena, para suspenderlo ms tarde sin que llegara a celebrarse siquiera. Antes de morir, y en cumplimiento de los acuerdos del Concilio de Constanza que puso fin al Cisma de Occidente, Martn V haba convocado un Concilio en la ciudad alemana de Basilea.

    Una embajada de Siena se dispona a viajar a Roma, para que el austero Eugenio IV sealara nuestra ciudad como sede del Concilio. Porque cuando un papa muere queda suspendido el Concilio que convoc, y la fecha de apertura en Basilea ni siquiera haba llegado a anunciarse.

    Desde Siena fui a Corsiano, donde mi padre me recibi con miradas inquietas.

    Bebamos a la salud de los Piccolomini! le dije para tranquilizarle . No rengo a instalarme aqu contigo, ni he fracasado: sencillamente es que ni siquiera he tenido ocasin de empezar todava. Celebremos esta tregua mientras llega mi hora.

    En Corsiano escriba versos, estudiaba los clsicos, y hasta all lleg la noticia del fracaso de la embajada de Siena a Roma. Por temor al emperador, el Papa se propona mantener la convocatoria del concilio prximo en Basilea.

    Cuando regres a Siena, Mario Sozzini me pidi que diese clases en el Studio Generale. Gustaba el profesor de leer historias de corte boccaciano, y estaba convencido de que aquel estilo ira muy bien a mis cualidades de escritor, pero pens que me sobrevaloraba. Porque hice varios ensayos sin conseguir una historia de amor completa.

  • 28 AS FUI PAPA

    La repentina llegada a Siena del obispo de Fermo, Domnico Ca- prnica, acab con mis tranquilos y tediosos das. Viajaba hacia el Concilio de Basilea aquel hombre de corte majestuoso y asctico, y buscaba un latinista que aadir a su squito, por lo que me llam.

    Quiero que sepas a lo que te arriesgas, Eneas, si vienes conmigo a Basilea. El llorado Martn V me nombr cardenal in pectore, pero no pudo entregarme el capelo cardenalicio: muri antes de que yo llegase a Roma. Hasta cinco Breves tengo en las que me llama cardenal de la Santa Iglesia con el ttulo de Santa Mara in via lata ! Pero los cardenales reunidos para el cnclave no me permitieron que entrara a elegir al nuevo Papa. Tenan sobrados motivos para sospechar que no iba a prestarme a sus torpes compromisos previos a la eleccin. Juraron que el que resultara elegido debera repartir entre los cardenales la mitad de las rentas de toda la Iglesia, y que no habra proceso contra alguno de los cardenales sin el beneplcito de los otros: han creado un crculo de poder que atenaza al Pontfice Romano, mientras se enriquecen. Ante esto, mi postura es clara. Primero, reivindico mi nombramiento de cardenal. Segundo, apelo al Concilio contra Eugenio IV. Y tercero, considero que su eleccin es invlida. ste es mi equipaje para Basilea, una lejana ciudad que exige un viaje peligroso, porque los partidarios de ese fraile infame que es Eugenio IV intentarn que yo no llegue vivo al Concilio.

    Quiso luego que le preparase un estudio sobre concilios y papas, a lo que pens, para probar mis conocimientos.

    Durante los das que an permanecimos en Siena, estudi los casos de apelaciones a concilios contra papas. Desde Gelasio, y a lo largo de la historia, apareca claro que las decisiones de la Santa Sede eran inapelables, con una significativa limitacin, la del Decreto de Graciano, recogido en las colecciones cannicas: Nisi deprehendatur a fide de- vius, a no ser que el Papa incurra en hereja. Un Papa, Honorio I, haba sido condenado nada menos que por tres Concilios, y sistemticamente se haba reconocido por unos y otros que el Papa puede equivocarse.

    En tiempos recientes, el primer caso de un papa juzgado por un Concilio haba surgido a raz de los enfrentamientos entre Bonifacio VIII y Felipe el Hermoso de Francia el pasado siglo. Luego, una serie de escritos haban recogido la corriente de opinin que deseaba mayor participacin de la jerarqua, y del pueblo, en el gobierno de la Iglesia. Hasta que el Concilio de Constanza, en nuestra poca, afirm el principio de la superioridad del concilio sobre los papas, que ejercan el ministerio y dirigan la administracin (mmisterialiter exercentes et administrative dispensantes). Con esta doctrina, el Con

  • ANTIPAPA 29

    cilio de Constanza haba sido capaz de resolver los gravsimos problemas que tena entonces la Iglesia: tres dinastas de papas que se excomulgaban entre s, y anatematizaban a los seguidores de sus adversarios.

    Escrib por extenso esta doctrina y Caprnica se mostr muy satisfecho. Definitivamente, me dijo, viajara a Basilea con l.

    Todava estbamos en Siena, cuando nos llegaron noticias de que Eugenio IV haba disuelto el Concilio de Basilea. Aquello nos afect profundamente: a Domnico Caprnica, que vea desaparecer su ltima esperanza, y a m, que deca adis a la primera.

    El sistema que haba empleado el Papa para suprimir el Concilio de Basilea confirmaba los negros presagios de Domnico Caprnica sobre la calidad de aquel hombre. Despus de escuchar un informe parcial, Eugenio IV haba enviado al nuncio Daniel Rampi con dos bulas a Basilea: la primera debera entregarla al cardenal-legado que presida el Concilio, Giulio Cesarini, y en ella le autorizaba a suspender la asamblea y a convocar otra en Bolonia, si lo juzgaba oportuno.

    La segunda bula debera mantenerse en secreto, y el Nuncio nada dijo sobre ella. Slo si el cardenal Cesarini no se decida a suspender el Concilio de Basilea para trasladarlo a Bolonia, el Nuncio debera sacar la segunda bula, la secreta, y leerla entonces en la asamblea decretando la suspensin.

    Como era previsible, el cardenal-legado Cesarini decidi no disolver el Concilio de Basilea. Entonces, y en medio de la sorpresa general de todos los padres conciliares, y de su indignacin, el Nuncio (que lleg a Basilea en vsperas de Navidades y haba aguardado con la bula secreta hasta enero) mostr el documento y ley a los reunidos la suspensin del Concilio. El escndalo fue muy grande, y Giulio Cesarini se- sinti traicionado por un Papa, que haba reconocido su autoridad como cardenal-legado, y al mismo tiempo firm aquella bula tomando una decisin semejante.

    Un mes ms tarde, el 15 de febrero de 1432, los padres conciliares celebraban la segunda sesin solemne en la que, abiertamente, se declararon contra el Papa. El mensaje de aquel da no dejaba lugar a dudas: segn los decretos de Constanza, un concilio general recibe su poder inmediatamente de Cristo, y todos, hasta el Papa, deben obedecerlo. Por lo que el Concilio abierto en Basilea no poda ser disuelto ni trasladado por voluntad personal del Papa, sin el consentimiento de los padres conciliares. stos proclamaban que el Concilio seguira sus trabajos en Basilea.

    La noticia lleg a Siena el ltimo da de febrero, y a la maana

  • 30 AS FUI PAPA

    siguiente, primer da de marzo de 1432, el obispo de Fermo, cardenal Caprnica, emprenda viaje hacia Basilea.

    Yo iba en su squito, como secretario.

    UN ACCIDENTADO VIAJE, HASTA BASILEA

    Desde Siena nos dirigimos en lnea recta hacia la costa occidental, hasta que llegamos a Piombino, ciudad reconstruida sobre las ruinas de Populonia. Aqu haba decidido el cardenal Caprnica embarcarnos hasta Gnova a travs del Mar Ligrico, ya que los caminos por tierra nos estaban cerrados por los partidarios de Eugenio IV.

    Estaba a la vista la nave sobre la que bamos a hacer la travesa, cuando el tirano del lugar, Jacopo Appiano, que se haba presentado como amigo y nos salud con zalemas, orden a las naves que no embarcaran a Domnico Caprnica.

    Pero al darnos cuenta de la trampa, el cardenal sali de Piombino disfrazado, con un solo acompaante, y escap hasta la playa. All alquil una barquita de remos para trasladarse hasta la nave que le aguardaba en alta mar.

    Cuando Jacopo Appiano supo que el cardenal se le haba escapado de las manos reaccion razonablemente y, en lugar de descargar su ira sobre nosotros, que estbamos aterrados, levant la orden y autoriz que quienes quisieran se uniesen al cardenal fugitivo. Perdida la carne, juzg intil perseguir las plumas!

    Al da siguiente, el otro secretario del cardenal Caprnica, un tal Piero da Noceto, y yo, acompaados de media docena de criados, que habamos pasado toda la noche al aire libre (y fue aquella una noche muy fra), conseguimos embarcar en la nave donde se encontraba nuestro seor.

    Mientras navegbamos rumbo a Gnova, fuimos arrastrados por olas enormes y transportados a la altura de las costas de frica, con gran terror de los marineros que teman acabar en cualquiera de los puertos de aquellas gentes brbaras. Lo que voy a decir ahora parece cosa fuera de lo comn y hasta increble, pero garantizo que es absolutamente verdad: en un solo da y una noche, zarpando de Italia a la altura de las islas de Elba y Crcega, fuimos empujados hasta frica, y luego de nuevo, al cambiar los vientos, seramos transportados ahora hacia atrs hasta el canal que separa las islas de Crcega y Cerdea. A merced por completo de las olas, ms que navegando, regresamos a Italia y pudimos largar anclas en Porto Venere.

    Despus de reponernos de aquella pesadilla subimos a una nave

  • ANTIPAPA 31

    trirreme que nos llev felizmente a Gnova. Desde all, por tierra, viajamos a Miln, donde pudimos saludar al duque Filippo Maria Visconti, hombre fuerte y famoso, que nos invit a permanecer en su corte cuanto tiempo quisiramos. Pero el cardenal Caprnica tena prisa por llegar a Basilea, de modo que sin detenernos ms all de lo preciso, cruzamos los Alpes por la zona de San Gottardo, cubierta de nieve y de hielo, y a travs de un camino abrupto con profundos abismos y montaas altas casi hasta tocar el cielo, llegamos a Basilea.

    CON PRPURA Y SIN DINERO

    Basilea iba a ser mi primera oportunidad y no estaba yo dispuesto a desaprovecharla.

    Durante el viaje, Caprnica nos dijo que yo defendera su causa ante el Concilio. Ya no viv para otra cosa que para idear un discurso de palabras racionalmente precisas y emotivamente fascinantes, que devolvieran a Domnico Caprnica su prpura, al mismo tiempo que sealaran la ascensin de Eneas Silvio Piccolomini.

    Como pudimos comprobar a nuestra llegada, la ocasin era nica. Cardenales, prelados y doctores aplaudan por las calles el paso de aquel indefenso eclesistico, venerable y docto, al que un Papa caprichoso e injusto negaba el cardenalato que le perteneca. El protagonista de tan popular historia se converta en hroe que encontraba profundas solidaridades en aquella Asamblea, tambin injustamente perseguida, y negada, por el Papa.

    El cardenal legado del Papa, Giulio Cesarini, vino a saludarnos apenas tuvo noticias de nuestra llegada. Caprnica y Cesarini fueron condiscpulos, y el legado papal mostraba una visible admiracin por mi seor, al que se senta ms unido ahora por las comunes quejas contra Eugenio IV.

    Como ya debes saber, Domnico, los nuncios del Papa sacan bulas de debajo de las piedras, para rechazar cuanto propongo. Estoy aqu como representante exclusivo del Sumo Pontfice, pero nada menos que cuatro nuncios vigilan cuanto hago y envan secretos mensajes a Roma desde donde reciben poderes especiales y consignas para hacer ms imposible mi trabajo. Y por si fuera poco, ahora llegarn otros cuatro nuncios ms para la misma odiosa tarea. Signum est quod de me non confiditur (seal de que no se fan de m), escrib al Papa, sin que me respondiera. Ms doloroso es todava, y as lo he denunciado a Roma, que con semejante actitud se est abriendo la puerta a un grave escndalo en la Iglesia. Los nimos

  • 32 AS FUI PAPA

    estn extraordinariamente excitados, y aqu se respira veneno. Yo estoy entre la espada de los nuncios y la pared del Concilio. Si el Papa no aprueba el Concilio, toda esta rabia y frustracin contenida caer como una avalancha sobre Roma.

    Al da siguiente, 25 de mayo de 1432, Domnico Caprnica asisti al Concilio, y el cardenal legado Cesarini lo sent a su derecha en la presidencia, anunciando que someta a juicio de la Asamblea el derecho al cardenalato del obispo de Fermo.

    Habl con palabras graves. La causa era clara. Domnico Caprnica, cuya ciencia y virtud trascendan las fronteras de Italia, haba sido designado cardenal por Martn V, pero no pudo recibir el capelo porque en aquellas fechas realizaba importantes tareas pastorales. Cuando lleg a Roma, el Papa haba muerto repentinamente, de apopleja. Los cardenales, que proyectaban pactos simonacos previos a la eleccin, se negaron a recibir entre ellos a un santo que denunciara sus ambiciones, y el hombre que sali elegido en aquella conjura no haca sino actuar con toda lgica al negarse a confirmar un cardenalato que era una acusacin viva contra los turbios manejos que le llevaron a la Silla de Pedro. Le varias bulas de Martn V a Caprnica en las que se diriga a l como cardenal de la Santa Iglesia Romana con el ttulo de Santa Maria in via lata. En la segunda parte justificaba nuestra apelacin al Concilio, porque segn la doctrina comn ste era superior al Papa.

    La asamblea puesta en pie aplaudi largamente mis palabras. Y ni una voz se alz en contra cuando el cardenal legado propuso que fuese restituida a Domnico Caprnica, obispo de Fermo, su dignidad primera de cardenal. Lo que fue muy comentado por propios y extraos.

    Pronto advert que la asamblea estaba dividida en dos facciones, los eugenistas, que apoyaban el poder pontificio, y los conciliaristas, que sostenan la supremaca de las asambleas ecumnicas. Los primeros eran ms numerosos y los segundos ms doctos.

    Yo trat con empeo de ser imparcial y abierto, pero eran muy graves las razones que me inclinaban hacia los conciliaristas. Y la primera, el carcter democrtico del Concilio, cuyos miembros actuaban como una repblica en la que a todos se les reconocen iguales derechos de opinin y de voto. En las cuatro comisiones del Concilio estaban representados por igual los obispos, el bajo clero y los laicos, teniendo el mismo valor el voto de uno que de otros. Adems era evidente la autoridad y el prestigio de quienes ofrecan argumentos para un Concilio sobre el Papa, como por ejemplo, el cardenal arzobispo de Arls, Luigi dAleman, un eclesistico culto, buen orador y santo. Los partidarios del Papa carecan de caudillos de esta talla.

  • ANTIPAPA 33

    Por ltimo, y si no bastaran las razones que he citado, quedaba la conducta huidiza y maniobrera de Eugenio IV en todo este asunto, y en el del cardenal Caprnica. El Papa se ha propuesto sembrar la discordia en Basilea, escrib en un informe a las autoridades de Siena.

    Pero, al contrario de lo que suceda con sus dems compaeros del Colegio Cardenalicio, Domnico Caprnica no se haba enriquecido al recibir la prpura, y vino a menos en dinero. Eugenio IV no slo se negaba a reconocer el ttulo cardenalicio de mi seor, sino que prohibi bajo seversimas penas que alguien enviase dinero a Domnico Caprnica, ni siquiera sus parientes fueron autorizados a mandarle las rentas familiares que le correspondan. Esto no era un problema que preocupase especialmente al austero Caprnica, pero dio en la calle con quienes formbamos su squito.

    VERDADERA HISTORIA DE LA HUIDA DEL PAPA

    Haba gastado mis ltimas monedas. Basilea comenzaba a pare- cerme una ciudad incmoda, y mi patria cada vez ms lejana, cuando encontr a Bartolomeo Visconti, obispo de Novara, a quien conoc a nuestro paso por Miln. Al momento me ofreci trabajar para su servicio, con lo que desaparecieron mis problemas inmediatos. Porque, ay, yo no poda advertir entonces que comenzaban para m otros problemas mucho ms graves.

    Bartolomeo Visconti era un obispo dedicado a ayudar a su hermano el duque de Miln, Filippo Mara Visconti. Su tarea, como supe despus, era tener bien informado al duque de cuanto suceda en la Iglesia.

    Soy los ojos y los odos de mi hermano el duque, en la Iglesia me dira ms adelante.

    De carcter reservado, Bartolomeo produca una impresin equivocada al principio. Pero cuando comenc a trabajar para l, y se estableci una sincera amistad entre nosotros, pude comprobar que era un hombre profundamente generoso y amable. No me ocult la fuerte aversin que senta por el Papa Eugenio IV, extremo por lo dems compartido conmigo: las precipitadas e imprudentes decisiones de Eugenio IV, a propsito del Concilio, haban situado frente a l a los varones ms doctos y venerables de la Iglesia.

    Aunque en la actitud de Bartolomeo Visconti influa adems el juicio poltico. Su hermano, el duque de Miln, no perdonaba al Papa que hubiese apoyado recientemente a los venecianos contra su ducado, y buscaba el modo de cobrarle esta deuda.

  • 34 AS FUI PAPA

    Redact varios informes sobre los sucesos del Concilio de Basi- lea, que Bartolomeo envi al duque y le agradaron mucho, a juzgar por las calurosas respuestas que recibamos.

    Desde Basilea, viaj con mi amigo Bartolomeo Visconti a la Dieta de Frankfurt. Luego, a principios de 1435, regresamos a Miln, donde tuve diversas ocasiones de conversar con el duque Filippo Maria Visconti, que me felicit repetidas veces por los escritos que haba preparado para l.

    Por estas conversaciones, y por las que haba sostenido con Bartolomeo Visconti a lo largo de los meses que trabajamos juntos, me fue posible reconstruir la verdadera historia de la rebelin que, en el verano de 1434, haba obligado a escapar a Eugenio IV de Roma.

    Filippo Maria Visconti haba proyectado minuciosamente aquella revuelta, aunque su propsito final, que era secuestrar a Eugenio IV y someterle al Concilio de Basilea para que fuera juzgado por los padres conciliares, no pudiera realizarse.

    La primavera del ao anterior envi varios agentes secretos a Roma, bien provistos de oro, para buscar a los futuros cabecillas de la rebelin. El obispo Bartolomeo Visconti persuadi al condottiero ms famoso de que dispona entonces el Papa, Niccol Fortebraccio, para que abandonara el servicio pontificio y trabajase a sueldo del duque.

    Niccol Fortebraccio, que acept el nombramiento de general de los ejrcitos del Concilio de Basilea a cambio de una alta suma de dinero, como quiera que conoca perfectamente los dispositivos militares de los Estados Pontificios, sus puntos dbiles y fuertes, dio varios golpes espectaculares en las proximidades de Roma que conmovieron a la ciudad y, sobre todo, al Papa y a la Curia. Luego se instal en la zona de Tvoli, fortificndose all, con lo que cortaba la posible llegada de refuerzos que pudiera enviar el rey de Npoles al Papa.

    Mientras, desde el norte, bajaron ms tropas movilizadas por el duque de Miln, y cuando la inquietud de Eugenio IV era mayor, el silencioso trabajo de los agentes milaneses sobre el pueblo romano produjo su fruto. La tarde del 29 de mayo de 1434, los romanos se lanzaron a las calles gritando: Viva el pueblo! Viva la libertad! Abajo el Papa! Aquella misma noche asaltaron el Campidoglio.

    Un sobrino del Papa, el cardenal Francisco Condulmer, fue arrestado por los rebeldes, que proclamaron la Repblica de Roma en el Capitolio.

    Eugenio IV se traslad a Santa Mara en Trastvere, y ajust con el pirata Vitelio que le aguardase en el puerto de Ostia con una nave.

  • ANTIPAPA 35

    Al medioda del 4 de junio, mientras unos obispos simulaban aguardar audiencia del Papa, ste sali disfrazado de benedictino a lomos de un caballo, trotando hasta la orilla del Tber, donde mont en una barca ya dispuesta por Vitelio.

    Cuando los romanos se dieron cuenta de que se les escapaba el Papa comenzaron a perseguirlo arrojndole piedras, flechas y lanzas desde ambas orillas. Una vieja canoa que sali en persecucin de los fugitivos les dio alcance a la altura de la Baslica de San Pablo, pero Vitelio y sus hombres remaron con fuerza. Les iba en ello la vida tan enfurecido se mostraba el pueblo y consiguieron escapar! Eugenio IV, tendido sobre el suelo de la barca y tapado con un escudo, evit los proyectiles que les arrojaban. En Ostia subieron a la trirreme de Vitelio, que se dirigi a Civitavecchia. Desde all viajaron a Pisa, y el 22 de junio entraban en Florencia, donde el Papa fue recibido con grandes honores. Lo primero que hizo Eugenio IV fue enviar una carta llena de amabilidades y respeto al Concilio de Basilea. Ta antes, a raz de los ataques del condottiero de Miln, haba promulgado una bula revocando el decreto de disolucin del Concilio.

    De modo que al duque de Miln, Filippo Mara Visconti, y no a los denodados esfuerzos del cardenal legado Cesarini y de la Asamblea, se deba que el Papa hubiera renunciado a su decisin de suprimir el Concilio. El buen empleo del oro de Visconti pudo ms que el razonamiento de tantos ilustres eclesisticos, aunque el resultado final haba sido el mismo y esto era lo que en realidad importaba: que el Concilio de Basilea continuara adelante.

    OBJETIVO: SECUESTRAR A EUGENIO IV

    Sin embargo Filippo Mara Visconti no se daba por satisfecho, y alguna vez le o jurar que no descansara hasta poner la mano encima de Eugenio IV, al que acostumbraba a referirse con palabras irrepetibles.

    No dej pues de extraarme que, en la primavera de 1435, y de manera repentina, el duque de Miln dijese a su hermano el obispo Bartolomeo que viajara a Florencia en calidad de embajador ante el Papa: all se encontraba todava Eugenio IV aguardando a que sus tropas apaciguaran Roma. En apariencia, la embajada de mi amigo Bartolomeo no tena ms propsito que presentar los saludos de Filippo Mara al Pontfice, y permanecer unas semanas en Florencia para informar sobre la vida y avatares de la Corte Pontificia.

  • 36 AS FUI PAPA

    Nos pusimos pues en camino hacia Florencia. Manifest a Barto- lomeo mi sorpresa al descubrir que viajaba con nosotros un singular personaje con trazas poco tranquilizadoras. El obispo me dijo que aquel hombre se llamaba Riccio, y aunque tena en su haber un pasado ms bien turbulento, de un tiempo atrs prestaba servicio al duque de Miln como soldado de guardia y proteccin. Riccio vena con nosotros para protegemos de cualquier asalto durante el camino y en Florencia.

    A las dos semanas de estar en Florencia, Bartolomeo Visconti me encarg una embajada particular tan misteriosamente, que hube de preguntarle qu haba detrs de todo aquello. Quera que yo viajara hasta los baos de Siena para entrevistarme con el ms temido y famoso de todos los condottieros de la poca, Niccol Piccinino, al que deba explicar, a solas, el funcionamiento de un raro disco de letras.

    Amigo Eneas, cuanto menos sepas de este asunto, mejor ser para tu bien. Pero si todava insistes, y me das tu palabra de caballero de que mantendrs secreto, en honor a nuestra sincera amistad estoy dispuesto a explicarte lo que me preguntas, contraviniendo las rdenes expresas que tengo de mi hermano, el Duque de Miln.

    Promet secreto, aguijoneada mi curiosidad por cuanto all se ocultaba, y para lo que se peda mi colaboracin.

    T lo quieres, pues sbelo. El duque, con la ayuda de Riccio, ha conseguido que el condottiero Niccol Piccinino colabore con l en una operacin de consecuencias extraordinarias. Se trata de llevar a Eugenio IV al Concilio de Basilea, para que all sea juzgado.

    /Pero el Papa nada quiere saber de Basileal Cierto, pero le obligaremos a que vaya. Todo est planeado y es

    cuestin de aguardar el momento oportuno.Mir con asombro y temor a Bartolomeo. Con la habilidad y des

    treza de que estaba dotado, acababa de ofrecerme una serie de premisas sobre un proyecto, cuya conclusin final yo tena ahora delante sin que l hubiera tenido que decrmela siquiera.

    Secuestrar al Papa!Mi amigo Bartolomeo me miraba sonriente y en silencio, como si

    quisiera saborear anticipadamente con mi sorpresa la reaccin generalizada que iba a producirse cuando llevara a cabo la conjura.

    Eneas, tu papel aqu es absolutamente secundario. Muy poco arriesgas con la misin que deseo aceptes. Y te juro que nadie sabr jams que te he revelado nuestros planes, ni nuestras intenciones. Oficialmente, t viajas a Siena para visitar a tu familia, a la que no ves desde hace tres aos. Qu tiene de extrao que, camino de Sie-

  • ANTIPAPA 37

    na, te detengas en los baos y all hables casualmente con Piccinino? Le explicas el funcionamiento de esta clave de mensajes, y luego te marchas con los tuyos todo el tiempo que quieras, a descansar. Aun en el caso extremo de que se descubra mi proyecto, nadie podr relacionarte con esta trama. Si me apuras, te dir que es ms peligroso para ti quedarte en Florencia a partir de ahora, donde inevitablemente seras acusado de colaborador, ya que todos saben la amistad que nos une. Pero no te obligar a que tomes una decisin forzada.

    Cuanto ms pensaba en aquel proyecto, ms terror senta. Resultase con xito o fracaso, provocara un tumulto extraordinario, de consecuencias imprevisibles para los autores.

    Nada puede deteneros todava? Has pensado que puede eos- tarte la vida esta locura?

    Vine a Florencia slo para eso, y la decisin la tom hace varias semanas en Miln. Todo est ya tan avanzado que es imposible volverse atrs, aunque quisiera.

    Decid aceptar mi pequeo papel ms por amistad con Bartolomeo que por aversin t Eugenio IV. El proyecto era arriesgado y audaz, y dese suerte a mi amigo.

    Niccol Piccinino, desde que haba llegado dos semanas atrs a los baos de Siena, no cesaba de pregonar que estaba cansado de guerras, e incluso hizo algunas sugerencias a prelados de la Corte Pontificia que frecuentaban las aguas termales, en el sentido de que no rechazara una oferta para trabajar al servicio de Eugenio IV, si le llegaba. Procuraba por encima de todo mostrarse pacifista y nada belicoso. Ahora que yo conoca lo que tramaba no pude menos de sentir admiracin por aquel hombre, al que nada era capaz de detener.

    Mi viaje transcurri con absoluta normalidad, y entre mis amigos de Florencia pareci cosa lgica que el hijo fuera a visitar a sus padres, tras tanto tiempo lejos. Ya en los baos, durante mi entrevista con Piccinino, tuve buen cuidado en no decir cosa alguna que pudiese sugerir, remotamente siquiera, que estaba al comente de la conjura.

    El objeto que le entregu al condottiero era una especie de tablilla, en cuyo centro estaba sujeto un disco giratorio. Sobre el disco estaban dibujadas las letras del alfabeto, en un orden deliberadamente alterado. En cambio, en la tablilla que fijaba el disco y formando crculo a su alrededor, apareca el alfabeto en orden correcto, desde la a a la z. El resto era sencillo: Bartolomeo dispona de un disco idntico al que yo entregaba a Piccinino, y ambos saban que para comunicarse la letra acordada era la E, de Eugenio. Bastaba

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    pues hacer girar el disco hasta que la E de la tablilla y la del disco coincidieran. A partir de ah comenzaba la tarea de cifrar el mensaje que se quera enviar, o de descifrar el recibido, sustituyendo las letras.

    Niccol Piccinino alab aquel ingenioso sistema que, segn me dijo Bartolomeo, haba sido inventado poco atrs por un joven florentino, Len Batista Alberti.

    Llegado a Siena, y cuando hubieron pasado los saludos y comentarios iniciales, los nervios me negaron la tranquilidad. Me asombraba la locura que haba cometido al aceptar aquel servicio, y me espantaba el inesperado final que poda suponer para mi futuro. Suspend el viaje a Corsiano, ms que por miedo a enfrentarme con mi padre por el desasosiego que me produca el solo pensamiento de que acababa de tirar por la borda sus ilusiones con aquella insensata aventura.

    No poda detenerme a pensar en otra cosa sino en imaginar lo que suceda en Florencia. Al no recibir noticias lo presenta siempre en tonos negros.

    Segn me haba dicho mi amigo Bartolomeo, Liccio y otros agentes del duque de Miln vigilaban las salidas habituales de Eugenio IV, sobre todo la que, a causa del calor, acostumbraba a hacer a la cada de la tarde por las murallas de la ciudad para refrescarse. Si el Papa suspenda estos paseos, proyectaban intervenir el mircoles de Pascua, durante una procesin tradicional a la que asistira Eugenio IV, y cuyo itinerario discurra un trecho junto a las murallas. El plan era que Piccinino aguardara la hora justa con sus tropas camufladas cerca de las murallas, y cuando el Papa estuviera en ellas, o cerca, entrar en la ciudad por sorpresa, secuestrarlo y huir antes de que la guardia pudiera cerrar las puertas y bLoquear a los asaltantes. Un mensaje cifrado avisara a Piccinino el da y la hora en que debera producirse el secuestro.

    FRACASO Y HUIDA

    Era Lunes de Pascua, y aunque slo llevaba cinco das en Siena, decid regresar apresuradamente a Florencia para detener aquella locura. Por mi bien, y por la suerte de mi amigo Bartolomeo, mereca la pena arriesgarse con tal de impedir la conspiracin.

    Me alarm profundamente, a mi entrada en Florencia, ver numerosos grupos que hablaban excitadamente- en las calles. Antes de llegar a nuestra residencia supe que la conjura haba sido descubierta y

  • ANTIPAPA 39

    los responsables detenidos: Riccio en la tortura, y Bartolomeo en los calabozos. Los dos, condenados tambin a muerte.

    Un asustado criado, mirndome como a un fantasma, me dijo que por lo menos cuatro veces haba sido registrada la casa de arriba abajo, y que los soldados tenan orden escrita de detenerme.

    Sal confuso, 3 despus de caminar algn tiempo, me refugi en la iglesia de Santa Maria delle Grazie. De rodillas, or con fuerza y fervor como haca tiempo que no rezaba. Ms sereno, envi recado a Piero de Noceto, que fue conmigo secretario de Domnico Caprnica, y estaba ahora al servicio del obispo de Bolonia, el cardenal Niccol Albergad, otro de los cardenales nombrados por Martn V. Viva en Florencia desde que se traslad a esta ciudad la Curia, siguiendo al Papa.

    Piero de Noceto acudi con diligencia a la iglesia. Estaba al corriente de la conjura, y crey desde el primer momento en mi inocencia. Me acompa a hablar con el maestro de la casa, Tommaso, y juntos fuimos ante su seor, el cardenal Albergad, un austero cartujo que observaba escrupulosamente las reglas de su orden, aun viviendo fuera del convento; no coma carne, dorma sobre el suelo y se levantaba a media noche para rezar.

    Despus de escucharnos, Niccol Albergati, movido por las palabras de Piero y Tommaso me tranquiliz, y se fue a ver a Eugenio IV, mientras que yo permaneca en la casa. A su regreso nos dijo que el asunto poda darse por resuelto. Nadie haba presentado cargos concretos contra m. El obispo Bartolomeo Visconti se haba arrojado a los pies de Eugenio IV negando y prometiendo cuanto imaginarse pueda, y el Papa le haba absuelto. En cuanto a Riccio, el problema era diferente. Sometido a tortura se haba declarado culpable. Al parecer trabajaba a sueldo no slo del duque de Miln, como yo saba, sino del propio CSsimo de Mdicis, de Florencia, que as poda estar informado puntualmente de lo que tramaba Filippo Maria Visconti contra la Repblica florentina.

    La conjura haba sido pues fcilmente descubierta, al ordenar C- simo de Mdicis que fuera interceptado un mensaje del obispo Bartolomeo a Piccinino. Aunque estaba escrito en clave, el escribano del obispo lo descifro al ser sometido a tortura.

    Riccio fue ahorcado. Nunca supimos cunto ni qu lleg a declarar. Bartolomeo Visconti volvi a ofrecerme el puesto de secretario, antes de regresar a Miln, pero rechac su proposicin. Nos despedimos convencidos de que nuestra amistad haba salido fortalecida de aquella prueba.

    Yo haba decidido aceptar la oferta del cardenal Albergati, y me

  • 40 AS FUI PAPA

    convert en secretario suyo. De nuevo volvamos a trabajar juntos Piero di Noceto y yo, ayudados de Tommaso de Parentucelli.

    La vida alegre y despreocupada, liberal y mundana que haba disfrutado junto a Bartolomeo Visconti, fue reemplazada, de muy buen grado, por el rigor que impona el cardenal Aibergati, sobre l mismo con fuerza, y sobre quienes vivan con l, ms mitigadamente. Pero austeridad al fin.

    De este modo, confiaba en expiar aquella ligereza que pudo truncar mis aspiraciones para siempre. Los remordimientos me hicieron ms piadoso, siquiera por una temporada.

  • Ca p t u l o III

    AGENTE SECRETO EN ESCOCIA

    Entr al servicio de Niccol dAlbergati, cardenal de la Santa Cruz, en marzo de 1435, gracias al apoyo que comenc a recibir de un nuevo padrino, el maestro de la casa cardenalicia Tommaso de Pa- rentucelli, que doce aos ms tarde sera Papa con el nombre de Nicols V, a la muerte de Eugenio IV.

    Piero di Noceto, al recomendarme calurosamente a Tommaso, encenda definitivamente mi estrella.

    Por aquella poca, el cardenal de la Santa Cruz fue nombrado legado apostlico en Francia, con el encargo de procurar la paz entre el rey Carlos VII (1422-1461) y el de Inglaterra, Enrique VI (1422-1471). Viajamos pues a Miln, donde fuimos agasajados por el duque, Filippo Mara Visconti, y su hermano Bartolomeo, que estuvieron particularmente afectuosos conmigo. Bien conocan el gravsimo riesgo que yo acababa de correr por culpa de sus audaces proyectos! El duque quiso ofrecerme un importante cargo en la ciudad, pero creo que comprendi mi negativa: a unos y otros nos convena tiempo y distancia para olvidar las recientes jornadas.

    Desde Miln cruzamos el monte Jpiter, al que los modernos llaman San Bernardo, para descender luego a Saboya. All nos detuvimos para saludar al duque Amadeo VIII de Saboya (1383-1451), que, despreciando el siglo, se haba retirado a una finca junto al lago Ginebra. Disfrutaba de una vida ms agradable que penitencial, acompaado de seis caballeros, vestidos todos con telas gruesas de eremitas.

    El encuentro del cardenal de la Santa Cruz con el duque Amadeo fue un espectculo digno de ser visto: un prncipe poderossimo, temido por italianos y franceses, y acostumbrado a presentarse en pblico con ropajes de oro y rodeado de una corona de purpurados, de soldados y nobles, apareca ahora recibiendo al legado apostlico cubierto con un sayal de escaso valor y precedido nicamente de los seis ermitaos y unios pocos sacerdotes. De este modo, la pequea y venerable comunidad se present ante los ojos de quienes all estbamos: una cruz de oro sobre el pecho era el nico signo de nobleza

  • 42 AS FUI PAPA

    que se haban reservado. Todo lo dems sugera desprecio a los bienes de la tierra.

    El cardenal y Amadeo se abrazaron en caridad varias veces, y se besaron. El cardenal no se cansaba de admirar y alabar la conversacin del prncipe.

    Pese a todo, aquel cambio era considerado con algn recelo, y el mismo cardenal sospechaba fuese verdad lo que se deca: que Amadeo aspiraba al Papado y se haba hecho ermitao con ese propsito. Buscaba as lo que iba a encontrar ocho aos ms tarde: ser llamado a ocupar la Ctedra de Pedro por los prelados reunidos en el Concilio de Basilea. De hecho, circulaba la voz insistente de que estos rumores eran difundidos por mujeres de espritu proftico que vivan en gran nmero por los montes de Saboya.

    Desde Saboya llegamos a Basilea, donde continuaban las discusiones sobre el poder del Concilio y el poder pontificio. El ambiente era mucho ms exaltado que cuando estuve la vez anterior, y la violencia contra la tozudez del Papa comenzaba a advertirse. Navegamos por el Rin hasta Colonia, y a caballo de nuevo, cruzamos por Aquisgrn, Lieja, Lovaina, Tournai y Douai hasta llegar a Arrs, donde el cardenal era esperado por las embajadas de Francia, Inglaterra y Borgoa.

    Felipe III el Bueno, duque de Borgoa (1419-1467), que dominaba el norte y este de Francia, apoyaba a Inglaterra desde que, en setiembre de 1419, su padre el duque se reuni con el delfn sobre el puente de Montereau para negociar, y all mismo fue asesinado por uno de los hombres del delfn. Entre Francia e Inglaterra se ventilaban antiguos odios que ya, en tiempos de Petrarca, movieron a ste a definir a la Galia como un montn de ruinas a causa de tan dura guerra: un siglo ms tarde de ser escritas estas palabras, lo nico que yo poda aadir era que ya hasta las ruinas escaseaban en Francia.

    PERSONA NON GRATA PARA LOS INGLESES

    Los das de sospechas y conjuras no haban terminado para m. En menos de seis meses yo sera enviado en dos ocasiones con misiones secretas que me fueron encomendadas por eclesisticos que juraban defender el bien de la Iglesia. Con la diferencia de que, cuando cabalgu a los baos de Siena, me limit a llevar una clave de mensajes a Piccinino. Ahora, como dir ms adelante, se esperaba de m que tejiese una intriga palaciega para provocar una guerra.

    En Arrs, los esfuerzos del cardenal Albergati para lograr la paz

  • ANTIPAPA 43

    resultaron intiles. Ninguna de las tres delegaciones estaba dispuesta a ceder. Cuando el cardenal se convenci de que la paz entre Francia e Inglaterra no se producira en aquellas circunstancias, la busc por otros caminos ms retorcidos.

    Niccol Albergad decidi entonces que la arrogancia de Enrique VI al rechazar la paz con Francia, insistiendo en sus derechos sobre el trono galo, desaparecera en cuanto sus aliados le abandonaran. El principal de stos era Felipe, duque de Borgoa, y Albergad comenz por l. Desde tiempo atrs el duque de Borgoa vacilaba sobre continuar prestando su apoyo a unos invasores del suelo francs, los ingleses. Sus escrpulos desaparecieron cuando el cardenal le dijo que estaba dispuesto a absolverlo con toda solemnidad del juramento de fidelidad que haba prestado a Enrique VI.

    La otra maniobra que preparaba el cardenal Albergad era ms problemtica, pero estaba dispuesto a intentarla: convencer a Jaime I, rey de Escocia, para que hostigase la frontera con Inglaterra, resucitando el espectro de la guerra. De modo que Enrique VI, abandonado en su vanguardia por Felipe de Borgoa y amenazado en la retaguardia por Jaime I mirara por fuerza hacia la paz con Francia.

    Los ingleses sostenan con dificultad sus posiciones en Francia y continuaban all gracias a la ayuda que desde 1429 les prestaba Felipe de Borgoa. Si el duque se retiraba de esta alianza, la ruina de la causa inglesa en Francia era inevitablemente cuestin de tiempo.

    El problema del cardenal Albergad era buscar alguien que soplara sobre las calientes cenizas del odio escocs a Inglaterra.

    Yo no puedo realizar personalmente un tipo de trabajo as, no slo por mis aos y por el cargo que ostento, sino tambin porque soy conocido y odiado en aquellas tierras. Creo que la persona idnea, inteligente y hbil, para acometer con xito esta empresa eres t, Eneas, si aceptas.

    El cardenal, que me haba sacado de las manos de Eugenio IV, estaba muy orgulloso de su proyecto para doblegar al rey ingls, y a m no dejaba de seducirme la idea de conocer las tierras de Escocia.

    Ojicialmente viajars como enviado personal mo para que el prelado escocs de Tedburg, en desgracia ahora ante Jaime I, recupere el favor real.

    En este sentido recib varias cartas y documentos que acreditaban mi persona como representante del cardenal de la Santa Cruz, que era a su vez delegado del Papa en Francia.

    Cuando llegu a Calais, territorio britnico, comenzaba a circular la noticia de que el duque de Borgoa haba sido absuelto de su juramento de fidelidad a Enrique VI por el cardenal Albergati, pasn

  • 44 AS FUI PAPA

    dose al bando de Francia. Una tierra acogedora como la inglesa se acababa de convertir para m en territorio enemigo. Sobre todo porque mi nombre ya figuraba en la lista de personas sospechosas que deberan ser detenidas si llegaban a esta ciudad. Al parecer una patrulla inglesa haba interceptado el correo que se diriga al duque de Borgoa, y entre las cartas figuraba una ma, con el poema que le dediqu sobre los grandes beneficios de la paz. Fui declarado sospechoso en Calais, y entregado por las autoridades al posadero, con la doble prohibicin de pasar a Inglaterra o de volver a territorio francs.

    Pero he aqu que que, providencialmente, lleg a la ciudad el cardenal Henry Beaufourt, de Winchester, que regresaba del Congreso de Arrs, e inmediatamente intercedi por m. El cardenal Beaufourt perteneca al Consejo Real y era partidario de un acuerdo pacfico con Francia, aunque no se atreva a formular en pblico estas ideas, muy impopulares an en Inglaterra. Regresaba muy contristado por el aspecto que tomaban las cosas en el continente.

    Roma acaba de salir de un cisma, y navega a velas desplegadas hacia otro, en Basilea. Y mi patria ya no tiene sangre que poder derramar en suelo francs. Dos tremendas calamidades nos acechan!

    Viajamos juntos hasta Londres, y all se despedira de m con un aviso que me dej helado el corazn.

    Ten cuidado, Eneas, con las tareas que te encomienden. S que en Florencia tuviste suerte, aunque temo que ahora, probablemente, vuelves a las andadas. Slo te avisar una cosa: los ingleses tenemos olfato muy fino y somos mucho ms expeditivos que los florentinos. Y aqu no vas a encontrar un cardenal que te salve. Yo ya he cumplido advirtindote.

    Cuando me present en la corte del rey de Inglaterra, y ped un salvoconducto para poder acercarme a Escocia sin peligro, recib orden inmediata de regresar a Francia. Al manifestarles mi sorpresa, los funcionarios reales respondieron que sospechaban que yo iba a Escocia para organizar alguna conjura contra su seor Enrique VI. Estaban bien informados sobre mi cargo de secretario del cardenal de la Santa Cruz, Albergati, al que odiaban con todas sus fuerzas porque haba obligado a Felipe de Borgoa a traicionar a Inglaterra. Respond que desconoca estos hechos producidos despus de mi partida de Arrs. No creyeron mis palabras y fui enviado a la costa, donde me embarcaron hacia el continente.

    Aquel regreso forzoso me molest mucho por haber afrontado intilmente el peligro del mar y el de un pas hostil. Quedbame, sin embargo, el recuerdo de haber visitado Londres, una populosa y riqusima ciudad, el clebre templo de San Pablo, los maravillosos se

  • ANTIPAPA 45

    pulcros de los reyes, aquel puente que pareca una ciudadela sobre el ro Tmesis, la cercana aldea donde se dice que nacen hombres con cola lo que no pude comprobar y, por encima de todo, el mausoleo de oro de Santo Toms de Canterbury, cubierto de diamantes, esmeraldas y perlas, al que est prohibido ofrecer obsequios que no sean por lo menos de plata.

    EN LA CORTE DEL REY JAIME I

    Cruc de nuevo el mar y viaj a Brujas, luego a Slys, donde est el puerto ms frecuentado de Occidente, y embarqu para Edimburgo.

    En lugar de ir a Escocia fuimos a parar a Noruega, empujados por dos aterradoras tempestades. Una de ellas dur catorce horas, durante las que estuve ms muerto que vivo, de miedo. Y la otra sacudira violentamente a la nave a lo largo de dos noches y un da: destroz su timn, desarbolndola, de modo que navegamos sin control y fuera de nuestra ruta. Hasta los propios marineros perdieron toda esperanza de salvacin!

    Pero la Piedad Divina vino en nuestra ayuda, porque desaparecieron los nubarrones, el viento de tramontana nos empuj hacia tierra, y despus de aquella pesadilla mortal de un viaje que dur once das, llegamos a Escocia.

    Lo primero que hice al desembarcar fue cumplir el voto que haba prometido durante el viaje sobre los mares, y camin descalzo diez mil pies hasta el santuario de la Virgen Mara, que llaman de la Virgen Blanca. Rec y permanec descansando durante dos horas. Pero cuando quise levantarme no me poda mover: tena los pies helados y rgidos del fro invernal.

    Y fue mi salvacin no haber encontrado posada all cerca y verme obligado a buscar otro lugar. De este modo, mientras era transportado por dos siervos, ms que acompaado, los pies recuperaron el calor a fuerza de golpear la tierra, paso a paso. Hasta que, curado inesperadamente, comenc a caminar.

    Cuando fui recibido por el rey Jaime I (1406-1437) hice la defensa del obispo de Tedburg, capital de la regin de Boxburgh, que limita con Inglaterra. Mis palabras no despertaron recelos, porque suele ser cosa comn que los prncipes prefieran siempre obispos muy leales a su persona para las sedes fronterizas, y que encuentren motivos de queja en pequeas cosas cuando esos obispos de frontera no son de su agrado. Cosa que suceda con el de Tedburg.

    Entregu tambin al rey una carta del cardenal de la San

  • 46 AS FUI PAPA

    ta Cruz en la que ste aluda a otras cuestiones que su enviado Eneas tratara con el soberano. Jaime I, que haba pasado dieciocho aos prisionero de los ingleses, ya que cuando era prncipe fue capturada su nave al dirigirse a Francia, era hombre hbil para entender medias palabras, y me mand llamar a los pocos das.

    Entiendo, Eneas, que traes un mensaje que an no me has comunicado. No se explica de otra forma tan largo viaje y tu empeo en llegar a estas tierras. Habla pues ahora, que el intrprete es de mi confianza.

    Expuse al rey el plan del cardenal Albergad, aprobado por el Papa Eugenio IV, cosa que demostr con una carta del propio cardenal.

    No se trata, seor, de que luchis abiertamente contra los ingleses, sino de que les obliguis a defender con ms hombres su frontera. La separacin de Felipe, duque de Borgoa, obligar al rey de Inglaterra a llevar ms tropas a Francia para mantener all sus conquistas y sus pretensiones sobre el trono galo. Una serie de problemas fronterizos con Escocia, acompaados de la inestabilidad permanente en los otros lmites con Gales, obligar al ambicioso y brutal Enrique IV a buscar la paz con Francia.

    El rey Jaime I comprendi pronto el alcance de la estrategia ideada por el cardenal de la Santa Cruz, y prometi solemnemente que cumplira la parte que le estaba asignada. Quiso conocer luego los problemas que circulaban a propsito del Concilio de Basilea, ya que era hombre cristiano, y escuch ms tarde el relato de mis tribulaciones por tierra y mar, celebrando con afectuosas palabras mi audacia al superarlas. Para compensarme de los das pasados, dispuso diversos festejos en mi honor, y no faltaron all hermosas y complacientes mujeres que me haran olvidar las calamidades pasadas y por venir.

    ASI SON LOS ESCOCESES

    Las mujeres escocesas son blancas, hermosas y fciles para el placer: besar all una mujer es algo tan indiferente como estrechar la mano en Italia.

    Las gentes son pobres e ignorantes, comen carne y peces y usan el pan como un manjar. Los hombres son pequeos de estatura y audaces. No tienen vino si no es importado; los caballos son todos de trote, pe