POEMASVICTOR MENDIOLA

Dibujo:Jesús Sánchez

México, 1980

a Hilda

Con tácita premura en cada ciclola primavera acerca más la muerte.

LUIS CERNUDA

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I

Dibujo tu rugoso vientre de aguadespués de acariciar la línea nube,el surco todavía palpitanteen donde me contemplo como un niño.Te digo “cuerpo de mi boca dura”y tú me miras, me conoces débil;sabes que mi deseo tiene linde,una ventana que se cierra sola.Vuelve suave la noche con su rito,con un círculo intenso de ternuras,con el oleaje oscuro de la carne.Entonces me deshago en tus vestidos,una sombra afiebrada te recorre,conoce la espesura de tu cuerpo.

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II

Inmóvil bajo el peso del espíritu,la memoria prolonga sus dominios.No importa dónde quede inscrito el tiempo:puede ser cualquier rama o una roca,los trazos funerales de una iglesiao la penumbra larva de mi cuartoen el beso cansado de la lunao el tigre que recorre las veredas.No importa que la piel brille en el sol,que sea una textura fulgurante,el paño de una noche sin agujas,el amor muerto de la carne viva,la caricia que sólo toca el aire.No importa, la memoria prolonga sus dominios.

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III

Camino, lentamente, hacia ti,pero tú continúas alejadaen un género extraño de presenciaque va despedazando mi deseo.Me pregunto, entonces, si las horaso cualquier otra imagen o medidapueden cambiar de carne; me preguntopor el tiempo que da lugar y nombre.Pero siempre inasible permanecesen ese sentimiento de no estar,de silencioso flujo hacia los sueños.Vuelan contra mis ojos, como sifueran listones de agua, los recuerdos.Camino, lentamente, hacia ti.

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IV

Es tan distinto el cielo cuando tiemblao se estremece el lomo de la sangre,la superficie donde nadan ciegoslos caimanes de nuestro arroyo frío.La sangre no es una laguna tibia,no es el estero de una playa sola,ni siquiera contiene el soplo mansode una caricia de agua entre los labios.En este líquido brumoso reptan,se arrastran como gatos los deseosy las arterias se hinchan de dolor.Pero una transfusión devuelve el ánimo,el color encendido del semblantey los amigos cantan la salud del paciente.

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V

Cada golpe en la vida debe seruna noche completa con tu carneo el soplo de la muerte sobre el cuerpoo las manos abiertas en el aire.Por eso me detengo y ya no toconi miro el precipicio del crepúsculo,esa imagen que corta los caminos,este cansado viejo que no muerde.De mis poros resurge la guirnaldao la sombra de cedros de la sangre,una rosa sombría bajo el tacto.Y miro temblar esa flor sanguínea,la miro crecer hacia la existencia,me alcanza con sus pétalos peludos.

a Mariano y Antonio

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VI

Busco sobre tu cuerpo mi camino,el labio que me lleva a la llanuracándida de lo nuevo en esa oscuravereda de agua gozne que adivino.

Busco bajo del pliegue cristalinode tu vientre, en la piedra o la fisura,en esta cavidad en que perduraun ansia de recuerdo repentino.

Y doy con lo lejano del deseo,con ese instante mudo de la vida,con el borde calino de mi paso.

Entonces me levanto y merodeola noche y el festón de la caída.Siento que todo el tiempo es un ocaso.

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VII

La gente me rechaza y yo me duelo.Toco la superficie de una roca,la pedregosa línea que dislocala transparencia lúcida del hielo.

Cómo podré arrancarme este recelo,esta espesura amarga de mi boca,este sonido golpe que desbocala aturdida emoción que despapelo.

Me siento una vez más solo y sin puerta.Miro el espejo azul de la ventana,el cielo consumido en el cristal.

De pronto, la delgada luz aciertaabrir en mi deseo otra membrana,más honda, menos dura, más fluvial.

a Maricela y Mario

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VIII

Rompe con la postura de tus manos.Acércate, acaricia los sentidos:se abren los cuerpos cuando están dormidossobre el ansia precisa del verano.

Porque pronto sabrás de otros fluidos,de sustancias espesas, de gusanos(los silencios destrozan tus manzanos)y tú serás la sombra de u tañudo.

Pero ahora desnúdate sin miedoy abandona tu cuerpo a las corrientesdonde comienza el sueño de este instante.

Cuando inclines tu rostro y tu dedodibuje en la memoria esas crecientescomprenderás que el tiempo no es constante.

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IX

Hoy, por primera vez, me siento firme;el cerbero de mi alma yace muerto.Ya no vacilaré en el ojo tuerto;en una sensación que nada afirme.

Hoy, tiro mi cojera a la basura,quito de cuajo esta fealdad de mi ansia;extirpo la nariz, la lengua rancia.Despedazo la sórdida armadura.

Y salgo al soplo aljibe de la tarde,al sol manso del verde que ennegrece,a la sombra murmullo, al sueño tibio.

Y toco la primera estrella que arde:un puño de luciérnagas florecey me hundo en el retorno del alivio.

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X

Este cielo confuso que asesinaestrangula en mi puerta otra ranura,la sensación cansada que perduraen los miembros porosos de mi ruina.

Quiero hacer de mi rabia una gallinacon el pico afilado en la basura,en aquellos solares de amarguraque la noche amontona en cada esquina.

Pero yo no domino mi materia;yo no puedo cambiar carne por sueño.Soy, nada más; transcurro solamente.

¿Cuándo podré romper esta miseria?Quizá la vida sólo sea empeño,una ambición que avanza balbuciente.

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XI

Los hombres suaves tienen la voz fluyendo en agua.Puede ser que no digan lugares de cariciao que hablen poco como una niña cansadao que sean el quieto bullicio de las hierbas.Pero cuando están junto, muy cerca de las cosas,muy cerca de uno mismo, en la línea del tacto,algo ininteligible, una bondad ocultaparece iluminar los cuartos de la casa.De pronto, las estancias vacías tienen luzy cortinas bordadas y cruces protectorasy cuadros que recuerdan la historia de familia.Entonces, una nube o el temblor de una sombra,el fantasma amoroso de nuestra última fiesta,nos canta en el oído las voces de esos hombres.

a Guillermo Fernández

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XII

¿Cuántas paredes sucias me rodean sin puerta?¿Dónde se encuentra el cielo, dónde está la salida,las ventanas del aire, los canales del viento,las corrientes que arrojan luz tranquila en el rostro?Paredes, nada más muros sordos y fríos:impulsos verticales que derrumban el alma,el más suave reflejo, el más fino fulgor,los golpes de la luna sobre el dorso del agua.Pero las horas tienen agujeros ocultos,instantes o terrenos de fisura a los valles,olas de sal que rompen la marea creciente.Por ese hueco tengo que salir de estos muros,esas olas destruyen los candados que me atan,estas paredes sucias que me quitan el aire.

a Irene y Alberto

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XIII

Cuando llega la duda muerde el nervio del almay el corazón resbala por la orilla del vientrey los ojos remueven angustiados el airey las manos caen como muros cansados.La duda tiene el rostro de una bestia intranquila:acecha las fisuras, las rendijas del miedo,nuestro rostro quebrado bajo gestos vencidos,ese tartamudear que nos hunde en silencio.Pero a la bestia hay que enfrentarla de golpe,vigilar sin descanso sus carcajadas rojas,enterrar en su lomo nuestras uñas sin filo.Después, en la penumbra, podemos descansary mirar la cadencia intangible del cieloy el movimiento manso de la sombra estrellada.

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XIV

Me digo: mira el agua, leve sopor del sueño,escala imperceptible, latitud de la noche;mira sus líneas que abren tus ojos sorprendidosen esos peces blancos donde se alza la espuma.Descansa bajo el golpe de ese instante sin miedo.Deja correr tu vista. No detengas tu cuerpo:junco nítido sobre las esquirlas del airede una tarde de estío que rompe sus aceros.Olvida para nunca las piedras que te duelen,incluso olvida el polvo que mancha en ciertas horasel cielo más preciso, la altura más intensay respira tu cuerpo, ahora la materiade una humedad profunda cubriendo tus estanciasy todos los rincones de tus ojos abiertos.

a Luis Roberto

XV

Veo a los hombres viejos hablar con formas breves,es como si los labios hubieran susurrado,dicho leve y despacio la voz de un misterio:una muchacha virgen que espera la hora tibia.Sobre sus rostros llenos de ramas suena el polvo,un sauce de silencio creciente en las colinas,un flujo de sustancias remotas en la noche,vapores o residuos del fuego de una alquimia.La atmósfera venció la línea de su carne,esa humedad que sólo disfrutan los primeros,los imposibles años del beso en chorros de ansia.Alguna noche, en ese lugar, tendré mis sueños.Quizá en las manos tenga un recuerdo perdidoo el incendio del labio deseando otra memoria.

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XVI

Dejas caer tus manossobre la superficiede la mesa desnuday cada vez más sola.Percibes todavíalos rostros de esas tardesalrededor del pany de tu madre joven.Afuera el aire soplacontra los vidrios rotosy los árboles secos.Te acercas al biselde la ventana y mirascómo se van las nubes.

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XVII

Una mujer se acerca:su rostro tiene aúnese murmullo de aguadel amor entrevisto.Camina suavementemeciendo las caderasen finísimos círculosque remueven las ramas.Acaso no comprendela ceremonia ocultaen esos firmes giros.Pero no ignora el ansiadescubierta en los otrosque levanta su paso.

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XVIII

Absorto el viejo mirasu cuerpo ahora inerteque reposa cansadopor los pliegues del traje.Algo le lleva vocesque trasponen su cuerpoarrullando sin fuerzasus manos en el vientre.Noches de compañíaque prolongan la carnesólo con ella misma.Y sin embargo el tiempode otras horas regresaa cada golpe de aire.

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Comienza por la tarde a contar las llanuras de la[luna recién abiertas en el cielo

y toca las primeras avenidas de luz que desborda[el fulgor de Sirio sobre el alma.

No digas las estrellas, ni los meandros del río, ni la[tierra en el fondo del agua, ni los peces.

Espera, aguarda, deja que las sombras te cubran en[murmullo de paños y vuelva la memoria.

(Ahí, contra la hiedra, en el borde del muro[asediado de juegos, repites esa historia,

repites sus lugares: una calle cansada que termina[sin fuerza en cada losa sucia

y un hombre cabecea bajo el peso del sol apoyado[en la parte más alta del camino

y el aire torpe mueve su postura de anciano que[señala sus venas vacías de deseo).

Pero ese instante acaba sin reposo en ningún[anaquel de tu armario ahora carcomido

por bestias diminutas que desatan la fiesta de la[muerte en tu espacio de nubes sobre el vidrio

y tocas, poco a poco, cada objeto del cuarto para[oír los manglares que la noche descubre.

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XIX

Entonces, te aproximas al destello del vidrio donde[todo sucede fugaz y casualmente.

Prolongas tu mirada hacia afuera del cuarto y los[árboles crecen más bellos todavía

bajo el influjo tórrido o de estepa del viento lunar[que te adormece más y más cada día.

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Te acercas a mi lado para ceñir el dócil animal que te[aguarda entre las alamedas

de mi sangre residuo de esa sombra sin límites donde[los tigres bajan a beber del arroyo

y remuevo las hojas quebradas sobre el aire lunar de[un estallido de espuma en el escollo

de estrellas que señala un principio de amor en las[alcobas de higos con labores de sedas.

Pero quiénes te dieron este instante por donde vas[con los labios húmedos hacia las fibras de oro

disueltas por los ácidos de una nube rebaba en las[emanaciones de un río que se entierra

inexorablemente bajo la superficie como un gusano[púrpura que adormece la tierra,

astilla subterránea que roza los costados del cuerpo[y tú me cubres con las sales que adoro.

Y así nos desnudamos sin ninguna señal de temor en[las manos llenas con nuestro espacio

de pálida presencia y lugares de oscura rugosidad y[donde la noche se desborda

infinita en el golpe de mi pulso que mancha las[cortinas abiertas de mi piel con la tuya.

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XX

Más tarde, cuando todo permanece en silencio y[somos nada más la herrumbre de un palacio,

acaricio tu mano inmóvil en la balsa de humo de[esa caída que de manera sorda

se escapa del dominio pedregoso de nuestra[eventual residencia y donde el viento aúlla.

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