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G \ ORIA A PUBLICACIONES MÉDICAS BIOHORM—SECCIÓN: MEDICINA E HISTORIA Director: Dr. Manuel Carreras (Editorial Rocas) N. Q R.: B. 1023-63. D. L.: 27541-63 Consejo de redacción: Dr. Agustín Albarracín — Dr. Leopoldo Cortejoso —Prof. P. Laín Entralgo—Prof. Luis S. Granjel Prof. J. López Ibor —Prof. José M." López Pinero — Dr. Esteban Padrós — Dr. Süverio Palafox —Prof. Pedro Piulachs Prof. J. Roí Carballo—Prof. Ramón Sarro Burbano —Prof. Manuel Usandizaga. — Dirección gráfica: P!a-Narbona n.° 28 Octubre 1973 - Barcelona-(Segunda Época) DaviStar. Ahora con larga vida circulatoria Tratamiento realmente eficaz de la aterosclerosis y de sus manifestaciones clínicas COMPOSICIÓN por cápsula Clomag 300 mg. Pindinolcarbamato . 150 mg. PRESENTACIÓN Envases de 60 cápsulas.

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G \ORIA

APUBLICACIONES MÉDICAS BIOHORM—SECCIÓN: MEDICINA E HISTORIA

Director: Dr. Manuel Carreras (Editorial Rocas) N.Q R.: B. 1023-63. D. L.: 27541-63

Consejo de redacción: Dr. Agustín Albarracín — Dr. Leopoldo Cortejoso — Prof. P. Laín Entralgo—Prof. Luis S. GranjelProf. J. López Ibor — Prof. José M." López Pinero — Dr. Esteban Padrós — Dr. Süverio Palafox — Prof. Pedro Piulachs

Prof. J. Roí Carballo—Prof. Ramón Sarro Burbano — Prof. Manuel Usandizaga. — Dirección gráfica: P!a-Narbona

n.° 28 Octubre 1973 - Barcelona-(Segunda Época)

DaviStar.Ahora con

larga vida circulatoria

Tratamiento realmente eficazde la aterosclerosis y de susmanifestaciones clínicas

COMPOSICIÓNpor cápsulaClomag 300 mg.Pindinolcarbamato . 150 mg.

PRESENTACIÓNEnvases de 60 cápsulas.

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Cuando el síntoma es

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ORIAREVISTA DE ESTUDIOS HISTÓRICO-INFORMATIVOS DE LA MEDICINA

Centro de Documentación de Historia de la Medicina de J. URIACH & Cía. S. A.

Barcelona, octubre de 1973

EDITORIAL

«La Medicina —dijo el doctor Sarro enlas palabras preliminares al I Congre-so Internacional de la Medicina Ca-talana— es una dimensión demasiadoesencial en la vida de un pueblo paraque pueda ser omitida» de su Historiapues, aunque nuestros conocimientosactuales caduquen y «pasen a la Histo-ria», no por ello dejarán de ser útilesen cuanto al ulterior conocimiento denuestra actual circunstancia histórica.Interesarse por el pasado es penetraren el ritmo de la evolución del hom-bre, en las etapas brillantes o grises quela han jalonado. No le es suñciente alhombre tranquilizarse con el dato esta-dístico de que actualmente vive el95 % de todos los hombres de cienciaque informan el caudal de nuestracultura. Sigue existiendo, pese a nues-tro manifiesto desarrollo, el impulsoatávico de conocer esas corrientes depensamiento médico a través de lostiempos y que no solamente enfoca laenfermedad y el médico, sino tambiénal enfermo, personaje esencial y que,sin embargo, a veces es sistemáticamen-te excluido.

Este interés por la Medicina del pa-sado ha cristalizado felizmente entrelos médicos, y hacen prever, con suentusiasmo, que éste no será un he-cho aislado en nuestra cultura, sino elinicio de una etapa de mayor conoci-miento de nosotros mismos, a travésdel conocimiento de nuestro pasado his-tórico, y que permitirá al hombre delfuturo, al médico de tiempos por ve-nir, hacer realidad el aforismo que Hi-pócrates formulara hace veinticincosiglos:«El arte médico se forma poco a pocoy se enriquece cada día con nuevos co-nocimientos, pero no alcanzará su másalto punto de perfección, sino despuésde que numerosas generaciones hayanvenido y hayan pasado».A veces, por exceso individualista, ol-vidamos que somos parte de un conjun-to histórico del que no podemos des-vincularnos. La actividad del médico nose ha circunscrito jamás a un lugar geo-gráfico determinado. Ha transmitidoinfluencias propias y ha asimilado lasajenas. Es el devenir de la propia vida,antes de que se haga historia.

M. CARRERAS ROCA

SUMARIO

Pág. 3Editorial.

El doctor F. Salva y Campilloy la fiebre amarilla.

Pág. I/XVILa última enfermedadde don Juan de Austria

porLeopoldo Cortej oso.

Pág. 29Noticias.

Pequeña Historia.Obras ingresadas

en nuestra biblioteca.

Visitas a nuestro Laboratorio.

Pág. 30Consultorio.

28M3H

EL DOCTOR F. SALVA Y CAMPILLOY LA FIEBRE AMARILLA

El 6 de diciembre de 1805, la Real Aca-demia de Medicina de Barcelona reci-bía una Real Orden, fechada el 26 delmes anterior, estipulando la enseñanzade la liebre amarilla. Aunque el deseodel doctor Salva hubiera sido tratarcon profundidad este tema en el discur-so inaugural de su curso, abierto el 12de diciembre, la premura de tiempo leobligó a dejar para más adelante estediscurso, titulado «Sobre la novedadde la que llaman fiebre amarilla», y queseguidamente comentamos.

En realidad, esta cuestión de la fiebreamarilla había apasionado al doctorSalva mucho antes de recibir la referi-da ordenanza y se había ocupado deella en distintos escritos, amén de ha-ber denunciado a las autoridades, comocausa probable de la misma, y de otrasenfermedades infecciosas, la falta de

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higienización de algunos sectores de lavida española, en especial los puertos,donde, como en el de Barcelona, «conmotivo de ir a parar a él casi todos losalbañales y principios sépticos de suscalles, mayormente cuando se hallaninundados de los grandes chaparrones...en consecuencia, hay de continuo unamezcla de sustancias pútridas con elagua del mar... el fetor que se sentíaen largos trechos de la muralla del mar,y que despiden todavía algunas aguasdel puerto, es una prueba convincentede la corrupción expresada...».Anteriormente a su discurso, en su«Examen de los males que padecieronen el noviembre de 1803 algunos suizosdel regimiento de Ruttiman», alojadosen insalubres cuarteles de la Barcelo-neta (insuficientemente ventilados porhaber sido tapiadas sus ventanas conrazón de una visita de los Reyes a Bar-celona en 1802, y quedando luego cega-das), el doctor Salva disiente de la opi-nión generalizada de que tales soldadosmurieran de la fiebre amarilla o pagua,atribuyendo las muertes al cólera mor-bo, en algunos casos, y a la ingestiónde setas venenosas en otros dos. «Enel tiempo en que murieron los sobre-dichos suizos —dice el doctor Salva—,se comen abundancia de hongos y se-tas en esta ciudad. Entre ellas hay al-gunas venosas.»En efecto, de acuerdo con las conclu-siones establecidas al efectuar las di-secciones anatómicas de los cadáveresde los dos soldados suizos, el doctorSalva no pudo probar que aquelloshubieran muerto de fiebre amarilla, co-mo se pretendía, puesto que no siempreel vómito de sangre y la ictericia sonprivativos de tal enfermedad. Insistien-do de nuevo en las malas condicionesde higiene del puerto, que acumula «labasura de las letrinas, no sólo con lashijuelas que desde las casas particula-res van a los albañales maestros, sinotambién con la poca limpieza de lascalles de la ciudad, en las que se hallana cada paso (desde que falta el burrode la gatera) perros, gatos y ratonesmuertos y corrompidos», demuestra consus disecciones que ambos soldados nopadecieron el «tifo icterodes de Sauva-ges ni la que vulgarmente llaman hoycalentura amarilla» algunos y otros «vó-mito prieto de América».Unos años antes, en 1800, y a raíz dela epidemia de fiebre amarilla apareci-da en Cádiz y supuestamente «traídacon semilla estraña de América», el doc-tor Salva estableció una encuesta parael estudio de la misma, enviando a di-versos médicos gaditanos una serie depreguntas, cuyas respuestas, debida-mente sistematizadas, le permitirían es-tablecer una objetiva panorámica dela epidemia. Estos estudios, publicadosaños más tarde con el título de Análi-sis de la fiebre llamada vulgar e impro-piamente amarilla o vómito negro, levaldrían, al salirse de los tópicos esta-blecidos y comúnmente admitidos enla época, las diatribas del «CiudadanoLlorón», un anónimo gacetillero quepublicaría repetidos ataques contra eldoctor Salva, en forma de pésames ne-crológicos, en el barcelonés diario deBrusi.

Volviendo a su discurso sobre la fiebreamarilla, el doctor Salva bosqueja enprimer lugar, como le es habitual, unaamplia panorámica histórica sobre laenfermedad, para probar que no erauna novedad en España, como se pre-tendía, lo mismo que no era nueva enEuropa, como también se afirmaba. «Elprimer suceso —dice el doctor Salva—que hizo memorable en 1689 la que lla-man fiebre amarilla, es el de la quese encendió en la Martinica, poco des-pués de la arribada allá de una escua-dra procedente de Siam. El segundo esel que cundió en la misma sobre 1733,después de la flota mercante proceden-te de Marsella. Como los conocimientosgenerales que se tuvieron sobre dichafiebre se acompañaron luego con lasideas de la procedencia de la India; deaquí nació la opinión de ser la tal ca-lentura otra de las que llaman de ungénero propio y peculiar, como las vi-ruelas y el sarampión, hijo de la India,endémico ahora en la América, y nuevopara las demás partes del orbe. A laverdad siempre que se ha extendidomucho alguna fiebre con uno u otrosíntoma, de los que no son muy comu-nes, se han tenido por males nuevos...»Don Francisco Salva resume su diser-tación en cuatro proposiciones. La pri-mera, con el epígrafe de «Las disputassobre la novedad llamada ahora fiebreamarilla se evitarían con dedicarse losmédicos a la lectura de los libros anti-guos, igualmente que a la de los másnuevos», la cual es una cáustica acusa-ción en contra de aquellos que desde-ñan toda suerte de lecturas, confiadosen la costumbre, y que les impide dis-tinguir, por ejemplo, que esa fiebre«que llaman amarilla en América es dis-tinta de la gastro-adninámica o bilio-so-pútrida, que llaman en Francia, osi sólo es una variedad, cuya mayorviolencia nace del influxo del clima ar-duroso de América», como les impidereconocer en ella la que «Hipócratesvio reynar en el clima medio de la Gre-cia, y de la cual nos ha dexado exce-lentes retratos en el libro primero ytercero de las epidemias de los enfer-mos llamados Sileno, Nicomedes y Pi-tón, entre otros».

Después de reseñar detalladamente es-tas historias hipocráticas, el doctor Sal-va cita a don Gaspar Caldera de Here-dia, médico sevillano, que en 1658 pu-blicó su Tribunal médico, en el quedistingue las calenturas al modo de losnosologistas modernos, atendiendo asus síntomas, y así trata de la fiebre«con tericia o calentura ictérica» entrecuyas diversas manifestaciones «cono-ció que había otros calenturientos pa-gizos sin daño del hígado, y en efectoadvierte la malignidad que suele acom-pañar a los enfermos de tales fiebres.Las vio en España y escribió cerca cincopliegos en folio sobre ellas».Con su inagotable erudición, el doctorSalva sigue los vericuetos históricosde la enfermedad, demostrando que«Hipócrates observó esta fiebre con lasdeyecciones sanguinas y negras, y deellas habla en los aforismos 21, 22, 23,24 del libro 4. Pero en el enfermo oncedel libro siete de las epidemias hay unbello exemplo del vómito prieto». Y des-

pués de la extensa cita del maestro dela isla de Cos, para que no nos quededuda de que en España pueden versecasos semejantes, cita a Valles, quienrefiere como «un calenturiento, acome-tido de vómitos y cursos negros, saliódel apuro», y aporta noticias de Charti-tes, Vandermonde, Huxam y Le-Roy enel mismo sentido.En la proposición segunda, el doctorSalva nos habla de «La tericia y el vó-mito negro, que acompañan a las fie-bres» y los cuales «dependen a vecesdel influxo estacional», aportando parasu demostración, testimonios de Hipó-crates, de los médicos Gaspar Casal yJacinto Andreu, relatando las fiebresde París en 1780, las que describe Chau-fesie sobre la funesta epidemia de ca-lentura ictérica habida en el cantón deBerna.En la proposición tercera, el doctor Sal-va demuestra como «La tericia y el vó-mito prieto son síntomas epigenómenoso accidentales de las fiebres, y no esen-ciales, o característicos de ellas», adu-ciendo diversos testimonios de médicosespañoles y extranjeros para apoyar suaserto, concluyendo, por su parte, quela prueba de que «la tericia es un sín-toma accidental la tenemos en el he-cho de que casi todos los autores quetratan de la fiebre pagiza o amarilla,convienen en decir que este nombre esmuy impropio, porque muy a menudodexa de hallarse en ella, esto es, en lacalentura, que por todos respetos se veser la misma, con aquellas, que lasacompaña la tericia», añadiendo quelo mismo debe entenderse del vómitoprieto, «que en algunas partes, como enVeracruz, ha dado el nombre a la ca-lentura, porque allá, como en otros paí-ses, se presenta más veces acompañadade él, que de la amarillez».En la proposición cuarta, el maestroSalva, «estudiando las historias de laque llaman fiebre amarilla, se verá noser enfermedad nueva en Grecia, ni envarios países de Europa». En este ca-pítulo, resumiendo las proposicionesanteriores, insiste el doctor Salva en laviciosa nomenclatura de la enfermedady sugiere acertadas medidas preventi-vas por cuanto la curación no puedeser más problemática. ¿Cómo podríaserlo si los médicos no están de acuer-do en cómo se produce? Unos «celebranlos remedios que detestan aquellos, yal contrario. Ni puede ser de otro modo,cuando la calentura ictérica se presen-ta baxo formas distintas, como se de-duce de todo lo expuesto en este Dis-curso.«Los que en esta Ciudad la tubieronpor nueva, y venida de lexos, se apoya-ron en las disecciones anatómicas delos cadáveres de las víctimas de ella,pero con el examen de la enfermedadde los Soldados Suizos, que se creyóhaber fallecido de ella, yo demostréla equivocación que padecieron los pa-tronos de la supuesta novedad».

M. CARRERAS ROCA

CFR.:

SALVÍ, Francisco: Exposición de la enseñanza deMedicina Clínica en el Real Esludio erigido porS. M. Baxo la Dirección de la Real Academia Médico práctica de Barcelona. Año MDCCCt. Barce-lona, Heredero de Maleo Barceló, 1802.

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ORJAREVISTA DE ESTUDIOS HISTÓRICO INFORMATIVOS DE LA MEDICINA

Secretaría de Redacción

Centro de Documentación de Historia de la Medicina de J. URIACH & Cía. S. A.

Barcelona, octubre de 1973

Leopoldo Cortejoso

LA ULTIMA ENFERMEDADDE DON JUAN DE AUSTRIA

28M&H

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LA ULTIMA ENFERMEDADDE DON JUAN DE AUSTRIA

Tan rico es el caudal de acontecimientos me-morables que nutre la vida cotidiana de nues-tro siglo xvi, que no suele transcurrir largotiempo sin que los clarines de la fama nosconvoquen de nuevo para recordar algún he-cho histórico de singular relieve. Ahora preci-samente, en 1971, cuatrocientos años después,es la batalla de Lepanto lo que reverdece antenuestros ojos asombrados con sus indiscuti-bles, rotundos, perfiles castrenses. Inserto enella, prototipo de héroe caballeresco, víctimapropiciatoria también, el Serenísimo SeñorDon Juan de Austria, que gustaba de llamarsea sí mismo Capitán General de la Mar. Vidacorta la de este español fuera de serie, contan acusados matices biográficos que, canta-do por poetas y rehecho por novelistas, andarozando la leyenda y el mito. Díganlo si no elJeromín del padre Coloma, que aprendió lomejor de cuanto podía aprender junto a lasdoradas mieses de Villagarcía de Campos, oeste otro don Juan de veinticuatro años quevela sus armas en la víspera de la gran batallay al que Tomás Morales, médico y poeta, vioasí en su famosa Oda:

Llegó la noche. Tu alma abarcando futuras[huellas,

glorias soñaba sobre el alcázar donde, arro-[ gante,

vio tu silueta la muchedumbre de las estre-[llas:

¡ tal vez prendadas de la belleza del Almirante !

No es posible, pues, referirse a Lepanto, sintraer a colación la figura heroica de don Juande Austria. Aquella jornada, «la más memora-ble y alta que han visto los siglos pasados niesperan ver los venideros» como escribió Cer-vantes, fue apoteósica para él como genio

militar de la raza. Poco había de durarle la glo-ria, sin embargo. Siete años más tarde, justa-mente a los treinta y uno de vida terrena, mo-ría don Juan en el sitio de Bouges, en tierrasflamencas. De las circunstancias que envolvie-ron su muerte, de la naturaleza del mal quele llevó a la tumba, es de lo que va a tratareste trabajo, basado fundamentalmente en elinforme del doctor Ramírez, médico que leasistió en su última enfermedad.1

Antes de dilucidar en qué momento enfermamortalmente don Juan de Austria y cuálesson los cuidados a que se le somete, vale lapena hacer un poco de historia. Porque enéste como en otros casos similares, la purainvestigación patográfica plantea siempre unaserie de interrogantes. Por ejemplo: ¿sobrevi-no su enfermedad mortal en plena salud apa-rente o se le puede señalar a don Juan algúnantecedente patológico capaz de influir en suaparición o en su evolución funesta? ¿Cuálera el estado de salud del héroe de Lepanto,englobando en él lo que hoy se considera útildentro de la patología psicosomática? ¿Exis-tían, en el medio en que él se encontraba, con-diciones favorables para el desarrollo de unaenfermedad mortal? ¿Qué médicos le asistie-ron y cómo fue esta asistencia? Éstas y otraspreguntas se ve obligado a plantearse todoaquel que quiera acercarse a la verdad histó-rica de la muerte de don Juan de Austria.Nada de esto resulta ocioso por la sencilla ra-zón de que son muchos los investigadores quehan barajado, y siguen barajando, diversas hi-

1 Deseo agradecer públicamentirector det Archivo de SimancaInforme del doctor Ramírez.

a mi buen amigo el doctor A. Represa, di-la ayuda prestada para la consulla de]

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ni

c¿ Su afi>

pótesis, entre las cuales no podía faltar comoes de rigor la del envenenamiento. Y lo que esaún más grave: hay historiador, como KurtReis, que achaca al propio doctor Ramírez,autor del informe a Felipe II que va a consti-tuir la base científica de nuestro estudio, laejecución material de dicho envenenamiento,al suponer que fue sobornado por Antonio Pé-rez, el tristemente célebre secretario del rey;según este historiador la muerte le habríasido provocada por una infusión de hierbasque el médico hizo tomar al augusto enfermopara la curación de una supuesta disentería.Enfoquemos serenamente la situación. Antesde que el hijo bastardo de Carlos V se vieseobligado a guardar un reposo que habría deser definitivo, ¿hay indicios de enfermedadque puedan relacionarse con la que el doctorRamírez dejó consignada en su informe a Fe-lipe II?Se ha dicho que don Juan padecía trastornoshepáticos, afirmación que peca un tanto de va-guedad, y se ha dicho también que venía arras-trando una «enfermedad secreta», procesoque el secreto radica en este caso en su locali-zación por decirlo así reservada, pues se tra-taba de unas vulgares hemorroides. Y esto estodo o casi todo. Sin embargo, ¿podría asegu-rarse que don Juan de Austria, en su etapaflamenca, es un hombre vigoroso y fuerte, tal

como lo había sido en otro tiempo? Todo in-clina a negar esta fortaleza pues el mozo nrha vivido en vano una larga etapa de popula-ridad, propicia a los excesos. Por lo pronto, heaquí lo que de él se dice después de muerto:«... su constitución estaba muy debilitada porlos excesos. Había vivido mucho en poco tiem-po», escribe el cardenal Granvela a Margari-ta de Parma. Con un buen sentido clínico,juicios de esta naturaleza no pueden echarseen saco roto. Más aún porque vienen a coinci-dir con las referencias que de la etapa napoli-tana de la vida de don Juan se tienen por mu-chos conductos. Mucho dio el hombre quehablar en aquel tiempo, pues al parecer obteníacon las mujeres los mismos éxitos que habíaalcanzado en la guerra, y esto lo afirman hom-bres serios como M. Gachard. En los Fattioccorsi in diversi tentpi nella cittá di Napoli(Biblioteca Nac. de Ñapóles. M.S. del s. xvn)se cuenta a este propósito: «Era don Giovannibellísimo e gratioso; e venuto negl'anni deltaadolescenza, fu moho disordinato nelli piacerivenerei; purché la donna ch'avesse dovuto go-dere fusse di fascia gratiosa, non curándosepunto l'esser nobile o plebea, e di raro godeapiu d'una volta quella donna ch'havea godutouna volta, e che fusse stata vergine; e quellanon voleva veder di giorno ch'havea goduttodi notte...» Impresionan en verdad estas re-

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ferencias, mas no por lo que tienen de antece-dente histórico de ese otro don Juan españoly literario, tan vilipendiado y puesto en entre-dicho, sino por lo que significan para la com-prensión obligada del personaje.Y el caso es que con tales antecedentes, queen modo alguno pueden llamarse o estimarsecomo patológicos, con haber dejado tras desu figura varonil ejemplar una estela amoro-sa en la que resaltan los nombres de doña Ma-ría de Mendoza, de Ana de Toledo, de DianaFalangola o Fangola, que le dio una hija, deZenobia Saratosia y de tantas más, cuando lle-ga a Flandes, investido de la máxima autori-dad, don Juan de Austria es indudablementeun hombre distinto. ¿ Por desgaste físico sim-plemente? No es posible a su edad, pese a lasinformaciones quizá un poco exageradas quenos lo presentan como insaciable conquista-dor de mujeres. Flandes, en definitiva, no eslugar de conquistas amorosas ni éstas se leconocen, excepción hecha de algún devaneosuperficial. Hay que buscar por tanto otras ra-zones de más peso. Y éstas se encuentran, apoco que se ahonde, con solo considerar susituación política y militar.Aparece bastante claro, según la mayor partede los historiadores, que la llegada de donJuan de Austria a Flandes se señala, por las ra-zones que fuere, con un cambio apreciable ensu psicología habitual. Dícese que si el cielogris, pesado y lluvioso de los Países Bajos, tanopuesto al meridional donde había pasado susmejores años; que si la bruma de los canalesverdinegros, o el grave doblar de las campa-nas, la guerra misma, envuelta en traiciones,el idioma... Lo cierto es que el mozo enamo-radizo y aventurero, hecho para la conquista,se convierte al decir de quienes le observande cerca en un hombre taciturno y solitario

que recuerda inevitablemente a su progenitor,el monarca que todo lo dejó para retirarse aYuste. En realidad, ¿no venía preparándoseesta depresión, que muy bien pudo haber sidopasajera, porque su rápida ascensión moles-taba a todos, al rey el primero? Que don Juande Austria se sentía con pocos ánimos cuandoel rey le ordenó partir para Flandes, que esta-ba francamente deprimido, lo prueba el conténido de la carta que había escrito a don Felipey de la cual son estas frases: «... y que a míme ayude con milagros (se refiere a Dios) quesi no fuera haciéndoles, no sé cómo se puedevolver en vida un cuerpo con el último suspiroen la boca». Tamaña exageración, muy propiade espíritus idealistas, románticos, no deja demostrar en todo caso una desilusión tremen-da. Luego, ya en Flandes, sobreviene la reti-rada de sus queridos tercios; la sensación dedesamparo que esto le produce acaba con suescasa alegría. Y es entonces cuando algúnhistoriador escribe de él: «La fiebre va estili-zando su rostro y su figura».¿Estaba enfermo verdaderamente? ¿O sólodolorido, angustiado, hundido moralmente?Recordemos una vez más. El ejército merma-do, el hecho de saberse rodeado de espías,la falta de dinero, su posición ante el rey, lamisma indecisión de Felipe II... «Acaba eljuicio y la paciencia ver tanta flojedad y des-cuido en cosa que no le importa menos que lahonra y la seguridad de todos sus reinos»,escribe el 12 de agosto, en una carta dirigidaa Andrea Doria. Las vacilaciones, la tardanzaen resolver los asuntos, ponen las cosas enFlandes «como el diablo lo puede desear»,afirma don Juan en otra de sus cartas. Granlector del Amadís y de libros similares, apues-to, gentil en extremo, hijo del emperador alfin y al cabo, dotado de un temperamento ar-

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diente, su ambición de poder era lógica. Elrey don Felipe, en cambio, pese a sus virtudes,no dejaba de ser un hombre frío, cauteloso,calculador; ayudado además por Antonio Pé-rez, su secretario, no vacilaba en poner frenoa los ímpetus de don Juan impidiéndole sobre-salir en demasía.Flandes, con la retirada de los tercios, le lle-na pues de amargura. Una nueva victoria desus armas le rehace pasajeramente, pero lle-ga de pronto a sus oídos la noticia del asesi-nato de Escobedo, su fiel servidor, y el másatroz pesimismo invade el ánimo de don Juan.Se siente inseguro, traicionado, y duda mu-cho de la justicia de ese gran insensible quees el rey. Tal vez no se vuelva a hablar nuncade Escobedo, como no se volvió a hablar dedon Carlos. Su fortaleza física se derrumba,dicen los historiadores. Y hablan de nuevo deque la fiebre no le deja en paz. Ni la disente-ría. Ni el insomnio. «Tal vez el presentimientode su próxima muerte, perturbase los ner-vios de don Juan» escribe Marañón y el mar-qués de Lozoya hace suyas estas palabras.Mas, ¿por qué este presentimiento de la muer-te? Se habla por algunos, a estas alturas desu existencia, de un mal misterioso que nadiedefine. Llega así el día 16 de septiembre de1578: la enfermedad es ya un hecho indiscu-tible y grave, gravísimo, aunque los médicosno se apercibieran de ello según testimonioque se cita más adelante. Las sospechas deenvenenamiento se extienden por todas par-tes ; tres nombres aparecen como instigado-res del supuesto crimen: Isabel de Inglate-rra, Guillermo de Orange y Antonio Pérez.Seis días después de la muerte de don Juanun correo especial lleva a Felipe II el extensoinforme del doctor Ramírez; en su parte ex-terior Antonio Pérez, con muy aviesa inten-

ción seguramente, ha escrito estas palabrasdirigidas al rey que no pueden pasar inadver-tidas : «No hay para que V.M. se canse en leer-le». ¿Le interesaría personalmente que no sedeshiciera la impostura del envenenamiento?

La primera noticia acerca de la existencia delinforme del doctor Ramírez, la da el historia-dor conquense Baltasar Porreño, hombre alparecer de obra extensa, sacerdote, poeta, quellegó a vicario de su diócesis, pero que comohistoriador no encierra grandes méritos, se-gún Rodríguez Villa, entre otras cosas porquesu alabanza resulta hiperbólica y sus juiciosextremados ; no dejó de obscurecer la verdadhistórica en alguna ocasión, por poner en sutarea una cierta fantasía. Le cita Lope de Vegaen su Laurel de Apolo.En efecto, hay que admitir en él una evidentefantasía, pues es curioso en extremo que esteinforme del doctor Ramírez —discurso le lla-ma Porreño— dirigido al rey católico, y quefigura entre los legajos de la sección de Esta-do del Archivo General de Simancas, afirmaPorreño no sólo que le haya tenido entre susmanos, sino que le pertenece, pues dice tex-tualmente : «y le tengo y guardo entre mis pa-peles», volviendo a asegurar después de copia-da la relación del doctor Ramírez: «Hastaaquí sus formales y putuales palabras de ladicha relación, que originalmente está en mipoder como tengo dicho». Mas dejemos a unlado esta presunción, hija quizá de inexplica-ble orgullo, y vayamos en derechura al cono-cimiento de este documento de tanto interés,pormenorizada historia clínica que deja, noobstante, algunos puntos sin esclarecer comono podía por menos de ocurrir. Debo advertir

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previamente que la versión que da Porreño noes exactamente literal; ni lo recoge todo, nirespeta el léxico en alguna ocasión, ni dejade interpretar los términos médicos a su ma-nera. Todavía más: sin ser médico, por su-puesto, y pese a lo que copia del doctor Ra-mírez, se permite opinar por su cuenta quede la relación «parece colegirse que su muer-te más fue de veneno que de tabardillo», afir-mación que no tendría mayor importancia deno haberse recogido por otros historiadores.El informe, compuesto por cinco folios másla carpeta de dirección, está fechado el 6 deoctubre de 1578 y dice textualmente comosigue:

«Porque fue fuerca que scriviese la relacióndel processo y sucesso de la enfermedad delserenissimo Señor Don Juan de Austria, miSr. a dos horas después que falecio, no pudedezir algunas cosas mas en particular y otrasque después se bieron. Y para que mejor seentienda referiré en summa desdel principiode su mal lo que a passado. Es pues assi que

un martes diez y seis de setiembre, a las ochode la noche sintió Su Alteza una calentura pe-queña con cierto desabrimiento de toda lapersona, y un poco dolor de cabeca, la cualtuvo toda la noche con algunos desassosiegos.Y el miércoles siguiente, aunque la calenturaquedo en el mesmo tenor, y como no le dabamucha pena y cessaron algo los accidentes, noquiso hazer cama, antes tuvo consejo y salióa visitar los quarteles. Y este dia ala noche, ala mesma hora que le abia comencado el mar-tes, subió la calentura notablemente, y los ac-cidentes que antes, de suerte que se sintiómuy fatigado; y asi lo estubo toda la noche,y con muchas angustias. El jueves a la maña-na la tenia en el mesmo tenor, y quasi en esepersevero hasta el domingo que fue el quintoen el qual a las tres de la tarde le vino unpoco de horro, y luego subió un poco mas lacalentura, y de alli a hora y media sudo portoda la persona un sudor caliente, aunqueacongoxado, y duro el sudor quasi una hora,y no era muy copioso. Acabado de sudar quedosin ningún alivio notable, y la calentura en el

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ser que antes. De alli adelante tuvo crecimien-tos cada noche muy cognocidos; y estos desdelas nueve de la noche hasta otro dia quasi ala mesma hora quele bolvia a crecer, en elqual tiempo el pulso se retirava y enfriavanun poco los extremos, y un dia mas que otro,a manera de terciana notha. Y esta formaguardo hasta el onzeno. Desdel onzeno, no p-regieron los crecimientos tam manifiestos,sino la calentura siempre en el tenor que an-tes, y esto hasta el fin del quatorzeno, enelqual creció mucho hasta seis horas antes que-se cumpliesse el quinzeno dia. Esta fue la for-ma que tuvo la fiebre, y el calor era tan mor-daz de dentro y de fuera que no se podíasuffrir al toque de la mano.«Los accidentes que le acompañaron desdelsegundo dia, que fue miércoles en la noche,fueron: un dolor tan grande de toda la cbeca, principalmente de la media izquierda,y mas en el ojo, y oido izquierdo, que le sa-caba de juicio, y le tomaban desmayos, y de-zia que le parecía que le abrasaban todo aquellado, principalmente el ojo y oydo, y que depoco empoco le daban unas pun?adas quelehazian quedar sin sentido.«Tenia junto con esto unos saltos del coracon,de quarto de hora a quarto de hora, y menos,que le hazian levantar el cuerpo de la cama,y dezia que le daban grande pena, y angustiaen el coracon ; y que se sentia muy appretado,y fatigado de aquello. Tenía assimesmo tantasventosidades, y regüeldos por la boca, (cosaque no solia) que le venian a ahogar; las qua-les le daban grandissima pena y sentia esco-zimiento a la garganta quando las echaba.Tuvo assimesmo desde este dia temblores demanos, bracos, lengua y pies, y tanta flaquezaque quasi no se podia mover en la cama: yassi quando se le levantaba a hazer cámara,

era menester levantarle en bracos dos o trespersonas; y en el tiempo que se detenia en elservicio se desmayaba tres o quatro vezes,de suerte que perdia el sentido, y los pulsos,y quando volvia al lecho quedaba tan cansa-do que no se meneaba por una hora.»La respiración era tan cansada que dezia nopoder levantar (y bien se echaba de ver) elpecho. Tuvo tras esto desde este dia unos mo-vimientos convulsivos de manos, bracos, pies,lengua y ojos, y de la parte baxa de la boca,algunos menores que otros, que le daban mu-cha pena; y estos perseveraron hasta el fin.»No era posible dormir de noche, ni de dia,sino era muy poco, y con sueños turbados, yde cosas de enemigos, y que le venian a matary que le armaban trayciones.«Sintió luego tanta sed que no la podia suffrir,aunque la lengua los dos dias primeros no sesecaba sino muy poco.

«Sintió assimesmo luego tanta pena y esco-zimiento en la garganta que no la podiasuffrir.«Y fue de grande admiración que desde estedia no fue posible comer, ni meter en la bocacosa alguna que no fuesse liquida como eracaldo delgado o cumo de capón, y si en otraforma le forcabamos que tomase alguna cosa,davanle unas ansias y unos ascos y abria laboca dando tantas bozes que parecía que ra-biaba y perdia los pulsos, y algunas vezes vo-mitaba lo que acababa de tragar, con ser estodel vomito cosa en el no acostumbrada porquejamas podia vomitar. Finalmente no fue po-sible comer cosa que no fuesse (como digolíquida) y esta con grandissima dificultad;porque dezia que en entrando en el estomagole tomavan angustias de muerte, y esto hastael fin.«Olia toda la persona y el huelgo tan mal que

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LA ULTIMA ENFERMEDADDE DON JUAN DE AUSTRIA

no se podia estar junto a la cama y esto hastael fin desdel segundo dia.»La orina tuvo hasta el quarto dia delgada,y el color tiraba a negro como ahumada, sinningún contento en ella. Pero desdel quintohasta el onzeno fue rubra y crassa, con el cer-co alto verde y oleoso, y algunas vezes haziael assiento rubro y dibulso. Desdel onzenohasta el fin pareció delgada, y perppicua, (sic)y el cerco verde.»La cámara que hazia era poca y liquida, y decolor de ceniza, aunque no era tan liquidacomo agua, sino de consistencia de miel. Estofue hasta el fin del septeno; y desde alli hastael nono tuvo unas cámaras de manera quehizo en este tiempo doze o treze, aunque nograndes, pero eran todas de color de ceniza,y algunas con alguna mésela de amarillo, ydelgadas como las de antes. Y era de notarque con cada cámara eran tantas las ansiasy dolores que sentia, que hazia gestos y cosasque parecía que rabiaba y le tomaban paro-xismos semejantes a los que se veen en losque tienen mal de coracon; y se desmayabaaunque hiziese la cámara estándose echadoen la cama. Desdel nono hasta el fin haziacomo antes las cámaras, que eran pocas, conlos mesmos accidentes. Y quando avia dehazer alguna ventosidad quasi sentia los mes-como antes las cámaras, que eran pocas,«Sobreviniéronle al septeno unas manchas detavardillo coloradas y pocas ; al nono muchas,y al onzeno aparecieron tantas que no avia entoda la persona donde poner la cabeca deldedo sin topar con manchas. Y al dozeno yquatorzeno tantas, que parecía estar todo he-cho una plasta. Y entre ellas avia algunas azu-les y otras coloradas anchuelas, y en mediodellas unas pintas negras y ásperas. Al fin del

quatorzeno avia algunas tan grandes como lamano.«Assimesmo comenco a sudar al fin del qua-torzeno un sudor lento, pegajoso, aunque ca-liente, por toda la persona, el qual le durohasta el fin, aunque lo tenia arratos mas co-pioso.»A la salida del onzeno le vino un sueño algograve, con un poco de delirio. El dozeno cesoeste sueño y quedóse con el delirio, y granturbación de lengua. Al quatorzeno volvió elsueño con el qual acabo: aunque desdel onze-no que comenco a delirar y estar somnolentearratos volvía en si y estava en su juicio.«Fatigáronle las almorrhanas en el processode la enfermedad, mas (según dezia) que ja-mas le avian molestado, y era el negocio detal suerte que daba bozes diziendo que le hin-cabam una daga. Las occasiones que prece-dieron a tanta gravedad y malignidad de en-fermedad fueron retención de la ebacuacionque solia tener, que no era poca, de las almo-rrhanas y esta de mas de un año. Assimesmoaverie cesado otra que se le solia hazer en eltiempo que le venia su dolor cólico, y ronchas,porque no le avia acudido un año avia, o pocomenos. Y tras estos muchos trabajos y desa-ssosiegos assi de cuerpo como de animo.«Puesto esto assi como en realidad de verdadpasso, y vistos los accidentes que pintado yque dicho aver apparecido el segundo dia desu mal, y entendidas las occasiones que avianprecedido, no era difficultoso entender la ma-lignidad y gravedad con que venia la enferme-dad y sospechar la difficultad que avia en elnegocio.

«Allegóse a sospechar esto el ver que en estostiempos, en estos payses andan unas calentu-ras continentes, y continuas, a las quales seles siguen unos tumores en la tabla del muslo

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junto a las ingles, y sub alis; y a otros car-búnculos, de los quales pocos scapan. Y esto alo mas largo al quinto o sexto, y otros en vein-te y quatro horas : y gente moca, y niños, etc.Y los que paran en tavardillo duran mas peromueren assimesmo muchos. Y desdel prime-ro dia, a lo menos desdel segundo, se vieronen el las señales que en los demás se veen, <mas en el pulso y en especial que mostró enel ir por momentos perdiendo las fuerzas.Y las demás señales venian mas descubiertasque en otros enfermos, a lo menos a los prin-cipios.«Vista como digo la difficultad del negocio, yla presteza que pedia el remedio (porque losque en esta peste, como dicho tengo, no se pre-vienen con sangrías y purgas leves, todos mue-ren) tratóse luego, proveído primero a cosasque estorban las sangrías, de sangrarle y pur-garle con manna y xarabe de hojas de nuebeinfusiones, porque ni las fuercas, ni el stadode la enfermedad suffria purga más fuerte.Y aunque en todo le sucedió bien perdió luegolas fuenjas, y de tal suerte que no se pudousar mas de remedios fuertes; pero usóse deotros muchos, y de algunos (con alguna sos-pecha) contra veneno, en estas fiebres de ta-vardillo : como es piedra bezoar, confection dejacinthos, y otras bebidas de proposito. Y ade-lante se le scarificaron las almorrhanas, con-que se remitieron algo algunos de los sobre-dichos accidentes. Hizieronse sangría denarizes, y posturas de cosas que se suelen usara la cabega (no se usaron sanguijuelas porqueno se hallaron), y usamos muchas ventosas atiempo que las pedían los accidentes y pin-tas, y esto sin perder un punto en lo que erade nuestra parte, sin ningún genero de reme-dio ; porque como dixe se previno la difficul-tad que tray el negocio. Y todo fue previsto,

y luego ordenado por parecer, y en concordiade todos los médicos que le visitaron, que fue-ron el doctor del Excmo. Príncipe de Parma,y otro doctor del campo, y el Ldo. Antonio Pé-rez, y al cabo le visito otro del pais, y le pare-ció lo mesmo. Y no le vieron mas médicos por-que Su Alteza no lo quiso.»Hay otra cosa que advertir que a la hora desu muerte apparecio en el ayre una cometa,la qual vimos todos quantos se hallaron en elcampo. Ella era tan grande como una rodela,aunque no redonda sino quasi cuadrada, y sucolor era verde y azul y colorado, con unos ra-yos blancos a todas partes y mayores al orien-te, como estrella. Fue cosa que puso a todosgrande admiración ; y de alli a una hora ques-ta apparecio expiro.»Del llanto que ovo y extremos que se hizieronno trato porqués indezible y es nunca acabar.«Después de todo esto por falta de materialesno se pudo abrir el cuerpo hasta veinte y qua-tro horas después de muerto. Y quando en-tramos a verlo de hazer no se podia suffrirel mal olor del aposento. Y el cuerpo por defuera desde los hombros hasta los muslos enlongitud y desde la spina hasta junto a las te-tillas y meytad de las costillas y ombligo esta-ba negro, y a los cabos de lo negro verde yazul. Y desde los hombros a los codos estabanlos bracos negros y verdes, y detras de lasorejas y en el cuello, y lo demás de los bracosy en los pies lleno de manchas azules. Y dadasnavajadas, estaba la carne del mesmo color,y sin ninguna consistencia, antes parecía en-grudo negro, y no salia humedad ninguna de-lla, lo cual suele salir en otros cuerpos.«Después de abierto vimos todo lo interior,como son tripas, pulmón, higado y las demáspartes, negras y verdes y manchado de azuly rojo. Y llegado a tirar de una parte assi se

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Retrato de don Juan de Austria,por A. Sánchez Coello,Museo del Prado. Madrid.

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desasía de otra como si fuera borra, sin tenerninguna continuación, ni liga. Y el coraconquasi no tenia sangre, ni otra humedad, antesestaba muy pequeño nacido y arrugado, comoun trapo mojado.»E1 celebro y telas en que se enbuelve estavatan seco todo que parecía haverlo limpiado aposta de toda humedad y sangre, y de colorazul. Y esto es de advertir, que los que mue-ren de tavardillo, spacial con passiones decabera, como es delyrio y sueño profundo,(como se a visto en anatomías) suelen tenerenel coracon y celebro mucha mas sangre quelos otros, y en toda la capacidad de la cabezay entre las telas mucha humedad que parecesuero; y en este bendito cuerpo no se halloninguna.«Esta es la hystoria de lo que se vio en el pro-ceso de la enfermedad y en la disection delcuerpo en suma. Y assi me dexo algunas co-sas de dezir por las prolixidades y porque noson de tanta importancia como las dichas. Alabrir y embalsamar el cuerpo se hallaron to-dos los médicos que dixe averse hallado a lacura y otros muchos mas, y otros cirujanos,los quales se admiraron mucho de ver la co-rruption tan inusitada y de ellos nunca assivista: aunque algunos dixeron que en otros seavia visto que avian muerto de veneno. Yocomo mas obligado estuve presente a todo des-del segundo dia de su mal, hasta poner elcuerpo en el sepulchro, y pluviera (sic) a laMajestad Divina que antes yo mil muertesmuriera que tal sucesso viera.»De todo lo sobredicho podra V. M."1 enten-der el amor y cuidado con que se trataba esteparticular, pues los dias, horas y momentos yvariedades de accidentes en diversos tiempos,que le sucedieron, se notaron. Y por las fal-tas, que no pudieron dexar de ser muchas, su-

plico a V. M."1, como tan humilde deseoso yfiel criado me perdone, y reciba mi deseo.Nuestro Sr. g la S. C. R. persona de V. M.""con aumento de mayores estados por tantosannos como los criados y vasallos de V. M."d

emos menester, y toda la Christiandad desea.Amen. Deste campo de V. M.'d, y de octu-bre 6.

S. C. R. Mag."".Humilde y fiel criado de V. Majestad.

El doctor Ramírez.»

¿Qué datos de valor incuestionable pueden ex-traerse de esta relación, a fin de poder llegara un diagnóstico de probabilidad? Pensando ysintiendo como médicos de hoy, valorandocuanto quedó expuesto respecto a la situaciónpsicofísica de don Juan de Austria inmediata-mente antes de contraer su última enferme-dad, algunas afirmaciones se escapan por lospuntos de la pluma.Por ejemplo, ésta: sin unos antecedentes pa-tológicos que tengan verdadero peso especí-fico, es indudable que la enfermedad mortalno le sobreviene al joven Austria en plena sa-lud. Por el contrario, la invasión del mal lesorprende debilitado, decaído, con un estadode ánimo que podemos calificar de depresión.Es así como entra en la enfermedad que ha-bría de llevarle a la tumba y como escribe a suhermano el rey en una carta en la que puedeleerse: «Aseguro a V.M. que el trabajo de aquíes suficiente para destruir cualquier natura-leza y cualquier vida». Que el rey, por otraparte, no debe ignorar la cuantía del sacrifi-cio que pide a sus hombres, y sobre todo a él;que conoce igualmente los peligros que le ace-

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chan y el estado de salud de sus tercios, sedesprende de estas palabras suyas, pertene-cientes a una carta que don Juan ya no habríade leer: «...la falta de salud que hay en eseejército he sentido mucho, y en particular dela gente española, por lo que ahí me ha servi-do y por la falta que á vos os puede hacer», (lacarta está fechada el 10 de octubre de 1578).Un hombre prematuramente gastado, depri-mido, responsable de la suerte de sus solda-dos a los que visita asiduamente cuando estánenfermos, se va a enfrentar, pues, con su úl-tima batalla. De lo que fue el sacrificio in-menso de don Juan en esos instantes, da cum-plida fe su confesor, quien habría de escribirmás adelante a Felipe II, diciéndole entreotras muchas cosas: «...supliquéle yo, con lalicencia que S. A. me daba, casi reprendiéndo-le de que ansí sin estimar el peligro de su per-sona, y tan necesaria en la Iglesia y al servi-cio de su hermano y Señor, se ponía en partestan peligrosas, y tomaba trabajos tan desigua-les a sus fuerzas, aunque no a su ánimo y va-lor...». Héroe hasta el final, las súplicas desu confesor no hacen mella alguna en un hom-bre como él, dispuesto a darse por entero. Y esasí como la enfermedad le toma.Lo demás, narrado puntualmente nos lo dejael doctor Ramírez. Un martes, 16 de septiem-bre, a las ocho de la noche, «sintió Su Altezauna calentura pequeña con cierto desabri-miento de la persona, y un poco de dolor decabeza»; al dia siguiente, «aunque la calen-tura quedo en el mesmo tenor», no quiso ha-cer cama. Un día más tarde la situación no havariado. El domingo, quinto día de enferme-dad, le sube más la temperatura, suda duran-te casi una hora y, sin embargo, «quedo sinningún alivio notable». De allí en adelante «tu-vo crecimientos cada noche muy cognocidos».

¿Quién no advierte en esta curva febril unperíodo de invasión con temperatura ascen-dente, hasta llegar a un período de estado quese acompaña, —la relación del doctor Ramí-rez no deja cabos sueltos— de estupor, cefa-lea, delirio, saltos de tendones, diarrea y ma-nifestaciones nerviosas?Al séptimo día, «unas manchas de tavardillocoloradas y pocas; al nono muchas, y al on-zeno aparecieron tantas que no avia en todala persona donde poner la cabeza del dedo sintopar en manchas, y al dozeno y quatorzenotantas que parezia estar todo echo una plas-ta». Los datos siguen siendo tan precisos, tanelocuentes, que un médico de nuestros díasno puede hacerse más que una pregunta sen-sata: ¿tifoidea, es decir, tabardillo, fiebrepetequial, punticular, etc., o tifus exantemá-tico?

Aun contando con las modificaciones que eltiempo ha podido imprimir en la sintomatolo-gía de muchas enfermedades infecciosas, ysabido es que los cuadros clínicos han varia-do, efectivamente, todos sabemos que el tifusexantemático es enfermedad de comienzo muybrusco, que se acompaña de signos generalesgraves desde el primer día, y que suele presen-tar una erupción precoz de color rojo vivo,generalmente entre el segundo y el sexto díade enfermedad; justamente este exantemaprecoz es lo que distingue, según algunos au-tores como Granz, la tifoidea del tifus exante-mático, y tiene por eso un inmenso valor diag-nóstico. También la mortalidad aterradoradel tifus le distingue de la tifoidea.Hay, además, una forma indirecta de aproxi-mación a un diagnóstico certero, y es el repa-so histórico de las epidemias dominantes enaquel tiempo. Dando por descontada la posi-ble confusión, por la similitud del cuadro clí-

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nico, resulta que epidemias de tabardillo sedescriben muchas en todo el siglo xvi, mien-tras que las de tifus exantemático o escaseano hacen pensar en otros procesos, como ocu-rre con los casos descritos por Trevisius, queparecen fiebres recurrentes; o dejan la sos-pecha en el aire como en la gran epidemia des-crita por Fracastoro y que afectó a toda Ita-lia. En cambio, epidemias específicamente detabardillo parecen las descritas por Scken-chio en 1564, que afectó a Friburgo, las deValeriola en 1568, 1574 y 1575, localizadas enParís, la de Ingrarias en 1575, en Palermo,la de Venecia de 1576, de la que da noticiaCornelio Gemma. También Coytarus describepor esta época epidemias de fiebre petequialen diversos puntos de Italia y Francia, y re-salta que la fiebre continua, las petequias y elestado de profunda debilidad son signos demal pronóstico. Con posterioridad a la muer-te de don Juan de Austria describen tambiénepidemias de tabardillo Trevisius en Lombar-día y Octaviano Roberto en Trento, y este úl-timo asegura que la erupción petequial se de-claraba al sexto día, después de una fuertecalentura acompañada de cefalalgia, insom-nio y accidentes nerviosos.Por lo que se refiere a España, ya en 1557 sehabían publicado observaciones sobre lo queen principio se llamó fiebre punticular, apa-reciendo en 1564 las descripciones de Luisdel Toro, en 1570 las de Francisco Bravo, en1574 las de Alfonso López de Corella, y elmismo año el estudio magistral de don Luisde Mercado, y desde entonces quedó la en-fermedad con su nombre clásico de tabardi-llo. Poco después, en 1582, el doctor Juan Car-mona practicaría varias disecciones anató-micas encaminadas a descubrir las causasorgánicas de tal proceso.

No he hallado en mi búsqueda relato algunode epidemias de tabardillo en tierras flamen-cas, pero existiendo la enfermedad en Espa-ña, en Italia y en Francia, no hay razón lógicapara no admitirlas; en todo caso, al regresarde Italia los tercios españoles con motivo dela sublevación de Guillermo de Orange, ¿có-mo no creer en la posibilidad de que el pro-pio ejército llevase consigo el mal? Don Juande Austria, pues, viviendo en un medio fuer-temente contaminado, no recatándose de visi-tar a sus soldados enfermos, agotado, hundidomoralmente, tenía que resultar fácil víc-tima. Y lo fue. El propio doctor Ramírez nose olvida de decir en su relación que en «es-tos países andan unas calenturas continentesy continuas» y también que «los que paran entavardillo duran más, pero mueren assimesmomuchos». Uno de estos enfermos, por desgra-cia, habría de ser don Juan.Lo que a la vista de los datos facilitados en elinforme del doctor Ramírez, incluidos los dela disección anatómica, no resulta ya tan cla-ro, es la causa determinante de la muerte.¿Por miocarditis? ¿Por ulceración específica—seguida tal vez de perforación— como seinclina a creer el doctor McLaurin? ¿Simple-mente por la misma intensidad del proceso?Recurramos de nuevo al informe de Ramírez.A los catorce días de enfermedad, con man-chas de tabardillo «tan grandes como la ma-no», le invade a don Juan de Austria «un su-dor lento, pegajoso, aunque caliente, por todala persona, el qual le duro hasta el fin». Endicho día «le volvió el sueño con el qual aca-bo». Ya antes de llegar a esta situación,«quando se le levantaba a hazer cámara, eramenester levantarle en bracos dos o tres per-sonas, y en el tiempo que se detenia en el ser-vicio se desmayaba tres o quatro vezes de

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suerte que perdía el sentido y los pulsos yquando volvia al lecho quedaba tan cansadoque no se meneaba por una hora». Al lado deesto, tan orientador hacia un fallo cardiocir-culatorio, ¿qué importancia tienen otros da-tos y singularmente las molestias propias deunas hemorroides, valoradas excesivamente ami juicio? Nada en la descripción que permi-ta sospechar la existencia de hemorragia operforación intestinal; nada tampoco en ladisección anatómica que se preste a tales con-jeturas, y sí fenómenos intensos y precoces deputrefacción. Sólo esta rápida pérdida de fuer-zas que acaba con la vida del enfermo ante laimpotencia y la alarma de los cuatro o cincomédicos que le han visto. Eso sí, algo que aho-ra se nos antoja pintoresco no deja de consig-narse en el relato médico: la aparición en elcielo, coincidiendo con la muerte de don Juan,de una cometa «tan grande como una rodela,aunque no redonda sino quasi cuadrada, y sucolor era verde y azul y colorado...». La in-fluencia astrológica en la Medicina del si-glo xvi queda con esto claramente demos-trada.

Párrafo aparte merece el juicio acerbo de Da-za Chacón, quien en su Práctica y Teórica deCirugía culpa abiertamente de la muerte dedon Juan a los médicos que le trataron, «por-que consultaron (y muy mal) darle una lan-cetada en la almorrana y proponiéndole elcaso respondió: aquí estoy, haced lo que qui-siéredes. Diéronle la lancetada y sucedióleluego un flujo de sangre tan bravo, que conhacerle todos los remedios posibles dentro decuatro horas dio el alma a su creador...». Con-forme con la opinión de Marañón, quien resal-ta la malevolencia con que Daza Chacón, yaviejo y posiblemente un tanto cascarrabias,juzgaba a los demás. Pero en contra de lo

que dice Marañón al preguntarse: «¿CómoRamírez no habla de esto en su informe?»,debemos aclarar que el doctor Ramírez, efec-tivamente, sí habla de ello cuando en el fo-lio IV, línea 17, escribe textualmente: «y ade-lante se le escarificaron las almorrhanas».En todo caso, ¿pudo una hemorragia intem-pestiva, aunque no fuera «tan brava» comoDaza Chacón la pinta, precipitar el desenla-ce? Naturalmente que sí.

Después de lo que el informe del doctor Ra-mírez permite suponer en cuanto a la índolede la enfermedad y causa probable del falle-cimiento, ¿qué importancia tienen las conje-turas acerca de la existencia de una manocriminal y la efectividad de un envenena-miento? Resulta francamente ridicula la hi-pótesis de Brantóme, tan dado a la maledi-cencia, que atribuye la muerte de don Juana contagio venéreo, por amores con la mar-quesa de Havrch, y no menos la de los céle-bres «botines aderezados», enviados por donFelipe a su hermano previo contubernio nadamenos que con la Éboli. Lo que ocurre es quelas muertes por envenenamiento encuentranen tales calendas un clima muy favorable, envirtud de las intrigas cortesanas. El historia-dor Porreño, como queda dicho, cree en elenvenenamiento a pie juntillas, y el mismodoctor Ramírez no deja de tener alguna sos-pecha cuando escribe en su informe, al refe-rirse a los remedios que se aplicaron al en-fermo: «pero usóse de otros muchos, y dealguno (con alguna sospecha) contra veneno,agora fuese de fuera, agora por corruptionde humores».¿Y quién es este doctor Ramírez, que en su

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Sepulcro de don Juan de Austria, modelado por P. Ponzoño.Sala V del Panteón de Infantes del Monasterio de El Escorial.

i^rta a Felipe II nos ha dejado tan detalladacomo útilísima descripción de la última en-fermedad de don Juan de Austria? Varios sonlos Ramírez que se encuentran escudriñandoen la documentación histórico-médica rela-tiva al siglo xvi, y entre los mismos médicosde cámara que tuvo el rey católico figura undoctor Bautista Ramírez, nombrado con fe-cha 13 de septiembre de 1562 y fallecido diezaños más tarde. Pero el Ramírez que asistióal héroe de Lepanto no es otro que Alonso Ra-mírez, natural de Villarrobledo, de la diócesisde Toledo, que entró en el vallisoletano Cole-gio de Santa Cruz —fundado por el cardenalMendoza— a los veintinueve años, con la pre-benda de Medicina del licenciado Mazarie-gos, ingreso que tuvo lugar el 28 de septiem-bre de 1562, siendo rector el señor Baíllo.Alcocer, de quien tomo estos datos, dice que enValladolid siguió los estudios de Medicinahasta recibir el grado de tlicenciado el 3 deenero de 1566, y de doctor el 30 de junio delmismo año. En 1576 salió del Colegio con car-go de médico de Guadalupe, y existe un docu-mento claustral fechado el 14 de diciembrede 1566, según el cual se acuerda proveer laCátedra de Vísperas de Medicina porque el li-cenciado Ramírez, que la tenía como sustitu-to, se ausenta de la ciudad. De Guadalupe de-bió pasar como médico al Hospital que elcardenal Tavera fundó en Toledo, y poco tiem-po después S.M. le nombró médico del Serení-simo Señor Don Juan de Austria. En la rela-ción de criados que éste tenía a su servicioy en el apartado «Furriera» figura el doctorRamírez, médico de cámara, con 400 ducadosde sueldo y comida para él, un paje y un guar-dajoyas. Muerto don Juan y de regreso aEspaña, quedó como médico de corte. Es pro-bable que sea este Ramírez el mismo que ope-

ró más tarde, en 1594, el famoso licenciadoIzquierdo, habilísimo en la operación de latalla, y al cual le intervino, según cuenta Sán-chez de Oropesa, «empezando al principiaruna misa rezada, habiéndole sacado dos pie-dras y echándole en la cama al sanctus».Menos conocimiento se tiene de los otros mé-dicos que asistieron a don Juan que, como sesabe, fueron Antonio Pérez —curiosa coinci-dencia, como hace notar Marañón— el médi-co del excelentísimo principe de Parma, otromilitar probablemente, y uno del país, que niel rastro de su nombre han dejado. Tan sólose sabe que este Antonio Pérez, homónimodel perverso secretario, figura igualmente enla relación de criados ya citada, como médicoy cirujano, con 77,520 mrs. de sueldo, habién-dose esclarecido además que era portuguésde nacimiento; aparte de figurar en la corte deFelipe II se sabe de él que escribió una Sumay Examen de Cirugía para cirujanos roman-cistas, y un Tratado de Peste, impreso en Ma-drid, en 8.", en 1598.

¿Qué añadir a este desventurado final del hé-roe de Lepanto, que privó a España de un hom-bre capaz de cambiar el rumbo de su historia?«Se le educó para cristiano y se le formó parapríncipe en Villagarcía», se ha dicho de él eneste año conmemorativo. Soldados y caballe-ros diéronle escolta de rezos y de lágrimaspor los campos de Flandes, que no hubo lutomayor, según dicen las crónicas, y quedaronlos suyos —asegura su confesor en la exten-sa carta enviada a S.M.— «que no les paresceque haya muerto como hombre, sino que comoángel del cielo haya volado para Dios». ¿Quépensaría el rey burócrata al leer estas pala-

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LA ULTIMA ENFERMEDADDE DON JUAN DE AUSTRIA

bras, sabiendo que don Juan, ávido lector delibros de caballerías, soñaba siempre con gi-gantescas empresas? También las cartas dedon Gabriel Niño de Zúñiga, su fiel servidor,rezuman sorpresa y amargura. «... desdel do-mingo de mañana que había recibido el San-tísimo Sacramento, —le escribe a don Diegode Córdoba, el mismo día de la muerte dedon Juan,— empezó a desvariar y desde esedía en la noche no hablaba palabra concertadauna con otra, habiendo llegado a este términosin apercebirse los médicos que la enfermedadfuera tan peligrosa... Ha sido grandísima lás-tima para sus criados, pues no nos pudimosdespedir del ni el decirnos a Dios antes deacabar...». Y al propio rey, un día más tarde:«De la calidad de la enfermedad que le acabóterna V.M. ya relación que excusara la que yodebia dar como el más antiguo criado que aquise halla cerca del Sr. Don Juan. Déjanos alos tales muy lastimados su muerte...»Pero ya no queda, desde ese momento, sinolamentarse y alzar los ojos al cielo. El empe-rador le había querido religioso y su herma-no, el rey, le destinó para la guerra. Las pala-bras de su confesor a Felipe II conciertan yresumen lo que fue esta vida ejemplar, di-ciéndole del héroe que muere en plena juven-

tud, como los elegidos: «El como obedientehijo muere desapropiado mucho antes de susbienes como un fraile y en una barraca, pobrecomo un soldado, que prometo a V.M. que nohabia sino un sobradillo encima de un corral,para que en esto imitase la pobreza de Cris-to...».

BIBLIOGRAFÍA

ALCACER Y MARTÍNEZ, Mariano: Historia de la Universidad de Valladolid.Biobiblioerafia de Médicos Notables. Valladolid, Tip. Cuesta, 1931.CRAME Tomás: Don Juan de Austria. Madrid, Ed. Atlas, 1943.CHINCHILLA Y PIOJERAS, A: Anales históricos de la Medicina en general yBiográficos-bibliográíicos de la española en particular. Valencia, 1841-1846.«De una cana que envió a S.M. el Confesor del Señor D. Juan de Austria.»Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, recogidas

S)r SALVA Y SAINZ DE BARANDA. Madrid, 1845. Tomo VII, pp. 247-257.ERNÍNDEZ MOREJON, A.: Historia bibliográfica de la Medicina Española.

Madrid, 1842-1852.Informe del doctor Ramírez al rey Felipe II sobre tí proceso de la enfer-medad y muerte de su hermano Don Juan de Austria. Archivo General deSimancas, sección Estado. Leg. 587-32. (Original autógrafo, cinco folios máscarpeta de dirección.)MCLAURIN: Cit por el P. Conrado P. Picón. Diario Regional, Valladolid,4-VI-1971.MARAÑON, Gregorio: Antonio Pérez. El hombre, el dama, la época. Madrid,Espasa Calpe. S. A.. 1958.MAROLTÉS DE LOZOYA: Historia de España. Barcelona, Salvat Editores, 1967,Tomo IV.OLIVEROS DE CASTRO. M." T. y SUBIZA MARTÍN, E.: Felipe II. Estudio médico-histórico. Madrid, Ed. Aguilar, 1956.PoRREÑO Baltasar: Historia del Serenísimo Señor Don Juan de Austria. Ma-drid, Ed. Bibliófilos Españoles, de Rodríguez Villa, 1899.• Relación de la enfermedad y muerte del Señor Don Juan le Austria.» Co-lección de Documentos Inéditos para la Historia de España. Recogidos porSALVA Y SAINZ DE BARANDA. Madrid, 1845. Tomo VII.SOLDEVILA, Ferrán: Historia de España. Barcelona, Ed. Ariel, 1955. Tomo IV.TELLO Y VALDIVIESO, F.: «Observaciones clínicas y anatómicas de la historiadel tifus exantemático y de la liebre tifoidea en la época prebacteriológica.»Trabajos de la Cátedra de Historia Crítica de la Medicina. Madrid, 1935.Tomo V.

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Novedad en farmacología

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FenicolEspecialmente indicada en las infecciones uri-narias con participación renal: pielitis y pielo-nefritis y en aquellos casos en que se preciseasociara! quimioterápico especifico. Furantol-na. el amplio espectro y la elevada concentra-ción en el parénqulma renal del Cloranfenicol.

POSOLOGIAComo en las otras formas de Furantoina. ladosis usual es de 1 cápsula cada 8 horas.

PRESENTACIÓN Y COMPOSICIÓNSe presenta en frascos de 25 y 50 cápsulas._ Ptas. 9340 y IM1»Cada capsula contiene:Nitrofurantoína. . . . . 50 mg.Cloranfenicol 200 mg.

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NOTICIAS

XXIV CONGRESO INTERNACIONALDE HISTORIA DE LA MEDICINA

Organizado por la Sociedad Húngara deHistoria de la Medicina se celebraráen Budapest, del 26 al 31 de agosto de1974, el XXIV Congreso Internacional,i-os temas oficiales anunciados en elprograma preliminar se dividen en cua-tro secciones: «El desarrollo de los co-nocimientos médicos desde el sigloXVII hasta comienzos del xx»; «Re-laciones histórico-médicas entre la Eu-ropa oriental y otros países». Un simpo-sio sobre «Relaciones entre la Medicinay las otras ciencias entre el siglo XVIIIy comienzos del siglo xx» y una últimasección sobre comunicaciones libres.Los derechos de inscripción se hanfijado en 70 $ USA para los congresis-tas no miembros de la Sociedad Inter-nacional y 50 % USA para los acompa-ñantes. La correspondencia se dirigiráal Office for Conference Organisation,Federation of Hungarian Medical So-cietes (MOTESZ), H-1361 Budapest,P.O.B. 32 Hungría, en cualquiera de losidiomas oficiales de este Congreso, ale-mán, francés, inglés y ruso.Los interesados en presentar comuni-caciones deberán remitir un resumende las mismas, con un máximo de diezlíneas, antes del próximo 31 de diciem-bre.

Estos Laboratorios, a través de su Cen-tro de Documentación, tienen proyec-tado presentar una serie de comunica-ciones que oportunamente daremos aconocer a nuestros lectores.

PEQUEÑA HISTORIA

Pese a las continuas y molestas expe-riencias quizá no sea nuestra época lamás sobrecargada por la burocraciaadministrativa. El origen de instanciasduplicadas o triplicadas, de la legali-zación de los certificados de nacimiento,del reconocimiento de firmas, de los ex-pedientes, etc., hay que buscarlo mu-chos años atrás.

Quiero hoy, desde estas páginas y comouna pequeña nota dentro de la llamadapequeña historia de la Medicina, mos-trar los trámites necesarios a un médi-co de comienzos del siglo xix cuando,no bastándole su bien ganado gradouniversitario para ejercer, le era ne-cesario revalidarlo ante cualquiera delas Subdelegaciones de Medicina delpaís.

Aparte del título original de bachiller,licenciado o doctor por cualquier uni-versidad española y la certificación dehaber realizado dos años de prácticasjunto a un médico «de población im-portante», que a veces era el padre delinteresado, o según los casos en una de

las Escuelas de Medicina Práctica esta-blecidas en Madrid, Barcelona y Valen-cia, constituía pieza fundamental delexpediente la llamada «prueba de lalimpieza de sangre». En ella tres testi-gos debían jurar ante la autoridad com-petente que ni el peticionario ni suspadres o abuelos descendían «de mo-ros, judíos, luteranos o de otra mala yreprobada secta, ni son ni han sido pe-nitenciados por el Santo Tribunal dela Inquisición, castigados por otra Jus-ticia, ni tampoco son o han sido res-pectivamente tenidos o reputados porcristianos viejos, limpios de sangre,sin mancha, tizne ni borrón en lo desu cristiandad y observantes de nues-tra Santa Religión», todo ello acompa-ñado de las siete respectivas fes debautismo.Concluido el expediente, el subdelega-do de Medicina citaba a los examinado-res y convocando al interesado en sudomicilio para someterle a una serie depruebas teóricas y prácticas que porlo general duraban cerca de dos horas,antes de serle concedida la reválida deltítulo, certificación extendida en Ma-drid.Como resumen, y muestra de la organi-zación administrativa, veamos la notade gastos de un expediente, cogida alazar:

Depósito de reválida . 1.800 rs.Sello del Título . . . 326 hojas del expediente . 18Presentación de papeles 55 oficios que obran enel expediente . . . . 3017 Autos de Fe y dili-gencias 51Por la aprobación depapeles 4Por 7 Instrumentos pro-ducidos 14Por Certificación que sele dio 5Por aprobación de exá-menes y Certificados re-mitidos a la Junta Su-perior Gubernativa . . 28Portes correo . . . . 5Registro del título deMédico 3«Exemplar Vacuna» yportes correo . . . . 3 rs. 8 ms.Al portero por sus de-rechos al tiempo deexámenes que no los sa-tisfizo el interesado yque aquél reclama . . 8

2.006 rs. 8 ms.

DANÓN

OBRAS INGRESADASEN NUESTRA BIBLIOTECA

BURCKHARD, G.: Joseph Servatius vond'Outrepont. Jena, Gustav Fischer, 1913.

CONGRESO ESPAÑOL DE HIGIENE ESCOLAR,Primer. Bajo el Patronato de S. M. elRey D. Alfonso XIII.. . Barcelona, 8-12abril de 1912. Barcelona, Imprenta Vda.de Francisco Badía Cantenys, 1913.

CORBELLA, J.: «La psiquiatría en la obrade Orfila.» Boletín Informativo del Ins-tituto de Medicina Psicológica. 110 ene-ro 1969: 11-17.

GÜÉRRIMO, A. A.: La Historia MédicaArgentina. (Reseña bibliográfica). Bue-nos Aires, J. Héctor Matera, 1967. Do-nativo del autor.

GUILERA, L. G.: «La lluita anticancerosaa Catalunya.» Butlletí del Sindical deMetges de Catalunya, 157, setembre,1933: 4-6 i 165, maig, 1934: 3-10.

GONZÁLEZ PRENDES, M. A.: Historia de

la lepra en Cuba. La Habana, Publica-ciones del Museo Histórico de las Cien-cias Médicas «Carlos J. Finlay», 1963.Donativo.

GRANJEL, Luis S.: Francisco Suárez deRivera, médico salmantino del sigloXVIII. Salamanca, Cuadernos de His-toria de la Medicina Española. Mono-grafías, IV. 1967. Donativo del autor.

ISHAQ IS'RAELI: Tratado de las fiebres.

Edición de la versión castellana y es-tudio por el P. José Llamas. Madrid,C.S.I.C., «Instituto Arias Montano»1945.

NOVOA MONTERO, D.: Historia de la So-

ciedad Médico-Quirúrgica del DistritoColón del Estado Zulia. Semblanzas au-tobiográficas de algunos de sus médi-cos. Mérida (Venezuela), Ed. «El Vigi-lante», 1972. Donativo del autor.

Riu, M.: «Notas documentales sobre laFamilia Baronal de Ancíes (Linajes Pi-quer, Ginebrosa y Rovira) con especialreferencia a los Doctores Juan Roviray Bosch y Juan Rovira y Vilasalo,Canónigos Prelados de la Iglesia de Ur-gel en los siglos XVII y XVIII», en: Do-

cumentos y Estudios, volumen X. Bar-celona, Instituto Municipal de Historia,1962. pág. 109-136. (Con noticias sobrela organización de los Hospitales Mili-tares de Seo de Urgel y la Cerdaña, afinales del s. xvm.)

RODRÍGUEZ TEJERINA, J. M.\ «Don Fran-

cisco Puig: Maestro jubilado.» Conse-jo General de Colegios Médicos de Es-paña. Boletín Cultural e Informativo,XXVII, 180, mayo 1964.

STIEVE, H.: Nomina Anatómica. Jena,Gustav Fischer, 1939.

VISITAS A NUESTRO LABORATORIO

Han visitado nuestro Laboratorio lasalumnas de la Escuela de Enfermerasde la Residencia Generalísimo Fran-co, de Barcelona.

29

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ManEditada por J. URIACH & Cía. S. A. (Centro de Documentación deHistoria de la Medicina — Decano Bahf, 59-67. Barcelona), y distribuida

a todo el cuerpo médico español

Secretario de Redacción: Dr. José Danón Bretos

i los artículos que se publiquen.La revista no es responsable de los conceptos vertidossiéndolo exclusivamente de su

CONSULTORIO

56. — Dr. J. B. F.: La bibliografía queusted me solicita sobre historia de laviruela puede ser muy amplia si a ellaañadimos la historia de la vacunaciónantivariólica y hasta la de las antiguasvariolizaciones. Prueba de ello es quesolamente en la Bibliography of theHistory of Medicine, 1964-1969 publi-cada por la National Library of Medici-ne de Bethesda, Maryland, hay más desesenta referencias. Como trabajos rela-cionados con aquel tema, y que haganreferencia a nuestro país, conviene re-cordar, entre otros, los siguientes: Gi-MENO Y CABANAS, A.: «Homenaje a Jen-ner. La expedición de Balmis.» El SigloMédico, LXXI, 1923: 453-57. COOK, S. F.:«Francisco Javier Balmis and the intro-duction of vaccination to Latín Ame-rica.» Bull. of the Hist. of Med., XI,1942: 543-60 y XII: 70-101. MIRÓ Y BO-RRAS, O.: Biografía del Dr. D. Francis-co Piguitlem y Verdaguer, introductory apóstol de la vacuna en España yBibliografía española de las inoculacio-nes profilácticas de la viruela. Gerona,Tip. Massó, 1917. DÍAZ DE YRAOLA, G.:La vuelta al Mundo de la expedición dela vacuna. Sevilla, 1948. CASTILLO Y DOM-PER, J.: Real expedición filantrópica pa-ra propagar la vacuna en América yAsia (1803) y progresos de la vacuna-ción en nuestra península en tos pri-meros años que siguieron al descubri-miento de Jenner. Madrid, R. F. deRojas, 1912. SAMSÓ DE VILALTA, J.: «Espa-ña y la vacuna Jenneriana. Balmis ysu expedición.» Trabajos de la Cátedrade H.- Crítica de la Med., II, 1934: 51-61.PIGUILLEM, F.: «La vacuna en Españao cartas familiares sobre esta nuevainoculación, con un prólogo del Dr. L.Comenge.» Boletín R. Acad. de BuenasLetras de Barcelona, XIV, 53-54; 1914.HERRERO, M.' P.: «La vacunación anti-variólica en España, siglo xix.» Bolet.Sdad. Esp. H.' Farmacia, 84, 1970: 147-52. SALARICH, M.: «La vacunació anti-verolosa a Vich a principis del seglepassat.» Ausa, 32, 1960: 387-91.

57. — Dr. J. L. R. P.: Creo que una bi-bliografía sobre el tema «historia dela evolución del concepto y enfrenta-mtento a las meningitis en general» esmás bien fruto de una investigación es-pecial o de una tesis doctoral sobre di-cho tema. En el reciente IV CongresoEspañol de Historia de la Medicina de

Granada, no se presentó ninguna co-municación sobre la meningitis pese aexistir una ponencia acerca de la «His-toria de los saberes y técnicas sobre elsistema nervioso». Sin embargo, he aquíuna breve selección bibliográfica sobrela historia de la meningitis además deunas notas que sobre el tema aparecie-ron en la Gaceta Médica Catalana entre1882 y 1897 recomendándole, principal-mente, una lectura de las obras de tex-to de finales del siglo pasado así comode las de Charcot y de Pierre Marie:FORNARA, P.: «Ricordi storici sulle me-ningiti purulente.» Giornale di MalattieInfettive e Parasitarie, 20, 1968: 403-406.Tormo. GRADY, F. J.: «Some early Ame-rican reports on meningitis with spe-cial reference to the inaugural disser-tation of Nathan Strong.» Journ. of theHist. of Med., 20, 1965: 27-32. MÜLLENER,E. R.: «Six Geneva physicians on me-ningitis.» / . Hist. of Med., 20, 1965: 1-26.

GIRONA i CUYAS, J.; «Contribució a Tes-tudi de la meningitis ventricular.» ActesII Congrés de Metges de Llengua ca-talana, 1918, II: 277-82. Barcelona.De Gaceta Médica Catalana: ADENOT, E.:«Meningitis microbiana (de la Gazettedes Hdpitaux, 28 jun. 1890).» Gac. Méd.Caí. XV, 349, 1892: 15-21 y XV, 350,1892: 49-58. «Influenza de forma menin-gítica y meningitis tuberculosa: diag-nóstico diferencial (Journ. de Méd. etde Chir. prat)», traducción de RafaelRODRÍGUEZ MÉNDEZ. Gac. Méd. Cat.,XVIII, 421, 1895, 1: 29-30. «Meningitistuberculosa: diagnóstico diferencial(Gaz. des Hóp.)», traducido por RafaelRODRÍGUEZ MÉNDEZ. Gac. Méd. Cat.: XI,1888, 22: 701-703. CHARCOT: «Paquime-ningitis cervical hipertrófica.» Traduc-ción del doctor VILATÓ. Gac. Méd. Caí.,XI, 1888, 22: 693-696.

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3 - 4 Jlaldia