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Toda escritura es la codificación de una cadena hablada con la función primordial de ser descodificada mediante la lectura, aunque ésta haya sido privilegio de minorías en determina- dos casos y momentos.. La escritura árabe, al igual que otras grafí- as semíticas, proviene de la escritura fenicia, designada más propiamente en nuestros días como escritura siro-palestina o cananea (FEVRIER, 1948; SOURDEL, 1966). La primera etapa de la escritura árabe se inició en las llanuras siro-mesopotámicas con el empleo por grupos árabes nómadas, en el siglo VI J.C., de unos signos gráficos tomados, según unos, de los trazos cursivos de la escri- tura nabatea y, según otros, del siríaco tal y como se escribía en la capital lajmí (SOURDEL, 1966; SOURDEL, 1971: p. 257). Al igual que otras grafías semíticas, definidas como "escrituras consonánticas" o "escrituras abs- tractas" (COHEN, 1958; FEVRIER, 1963), el sistema grá- fico árabe era bastante defectivo: sólo poseía grafemas para anotar los fonemas consonánti- cos y las vocales largas, sin que hubiese anota- ción en principio para las vocales breves, y, por otra parte, los grafemas consonánticos tenían un carácter polifónico, es decir, un sólo grafe- ma representaba varios fonemas. Este hecho suponía una gran economía a la hora de la codificación o anotación gráfica, pero un coste muy elevado para la lectura o descodificación. En esa etapa primitiva, y como afirma J. Sourdel, nada diferenciaba a la escritura árabe de las grafías semíticas precedentes y nada per- mitía prever el brillante destino que tenía asig- nado (SOURDEL, 1971: p. 257). Y es que el primer rasgo característico que se percibe en los paises árabo-islámicos, o en los islámicos, es el lugar excepcional que ocupa en ellos el signo gráfico (MESSIK, 1993), siendo más sorprendente aún el uso abundante de la escri- tura árabe como elemento ornamental. Sin duda, la razón hay que buscarla en la excelencia que el pensamiento filosófico del Islam ha otorgado a la escritura que anotaba la lengua de la revelación y que servía de vehí- culo a la religión. Como instrumento de trans- misión de un mensaje identificado con la pa- labra divina, la escritura árabe permitió la conservación de la revelación, facilitando su estudio y memorización y de este hecho reci- bió una especie de "carácter sagrado". La realidad de esta sacralización se encuen- tra afirmada por las fuentes textuales árabes. Son numerosas las aleyas coránicas que insis- ten en el carácter árabe de la revelación, en que el Corán es una revelación en lengua árabe (Q. XIII, 37; XXII, 112-113; XXVI, 195, entre otras); revelación en forma de Libro, "escritu- ra", copia del "Libro de Dios", donde todo está establecido desde que creó los cielos y la tie- rra (Q. III, 2-3; VI, 92 y 154-156; IX, 36; X, 37- Escritura árabe ornamental y epigrafía andalusí Mª Antonia Martínez Núñez * * Departamento de Filología Griega, Estudios Árabes y Traducción e Interpretación. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Málaga.

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  • Toda escritura es la codificacin de unacadena hablada con la funcin primordial de serdescodificada mediante la lectura, aunque stahaya sido privilegio de minoras en determina-dos casos y momentos..

    La escritura rabe, al igual que otras graf-as semticas, proviene de la escritura fenicia,designada ms propiamente en nuestros dascomo escritura siro-palestina o cananea (FEVRIER,1948; SOURDEL, 1966).

    La primera etapa de la escritura rabe seinici en las llanuras siro-mesopotmicas conel empleo por grupos rabes nmadas, en elsiglo VI J.C., de unos signos grficos tomados,segn unos, de los trazos cursivos de la escri-tura nabatea y, segn otros, del siraco tal ycomo se escriba en la capital lajm (SOURDEL,1966; SOURDEL, 1971: p. 257).

    Al igual que otras grafas semticas, definidascomo "escrituras consonnticas" o "escrituras abs-tractas" (COHEN, 1958; FEVRIER, 1963), el sistema gr-fico rabe era bastante defectivo: slo poseagrafemas para anotar los fonemas consonnti-cos y las vocales largas, sin que hubiese anota-cin en principio para las vocales breves, y, porotra parte, los grafemas consonnticos tenanun carcter polifnico, es decir, un slo grafe-ma representaba varios fonemas. Este hechosupona una gran economa a la hora de lacodificacin o anotacin grfica, pero un costemuy elevado para la lectura o descodificacin.

    En esa etapa primitiva, y como afirma J.Sourdel, nada diferenciaba a la escritura rabede las grafas semticas precedentes y nada per-mita prever el brillante destino que tena asig-nado (SOURDEL, 1971: p. 257).

    Y es que el primer rasgo caracterstico quese percibe en los paises rabo-islmicos, o enlos islmicos, es el lugar excepcional que ocupaen ellos el signo grfico (MESSIK, 1993), siendo mssorprendente an el uso abundante de la escri-tura rabe como elemento ornamental.

    Sin duda, la razn hay que buscarla en laexcelencia que el pensamiento filosfico delIslam ha otorgado a la escritura que anotabala lengua de la revelacin y que serva de veh-culo a la religin. Como instrumento de trans-misin de un mensaje identificado con la pa-labra divina, la escritura rabe permiti laconservacin de la revelacin, facilitando suestudio y memorizacin y de este hecho reci-bi una especie de "carcter sagrado".

    La realidad de esta sacralizacin se encuen-tra afirmada por las fuentes textuales rabes.Son numerosas las aleyas cornicas que insis-ten en el carcter rabe de la revelacin, enque el Corn es una revelacin en lengua rabe(Q. XIII, 37; XXII, 112-113; XXVI, 195, entreotras); revelacin en forma de Libro, "escritu-ra", copia del "Libro de Dios", donde todo estestablecido desde que cre los cielos y la tie-rra (Q. III, 2-3; VI, 92 y 154-156; IX, 36; X, 37-

    Escritura rabe ornamental y epigrafa andalusM Antonia Martnez Nez *

    * Departamento de Filologa Griega, Estudios rabes y Traduccin e Interpretacin. Facultad de Filosofa y Letras. Universidad de Mlaga.

  • 38, entre otras). Pero, aparte del Corn mismo,dicho carcter sagrado se recoge tambin enel hadi y en opiniones personales de diversosautores rabes (ROSENTHAL, 1961).

    Por consiguiente, el primer punto a desta-car es el incomparable prestigio, del que no hadejado de gozar en el mundo islmico, unaescritura rabe impulsada por el movimientoexpansivo del Islam al que haba sido asociadadesde el origen (SOURDEL, 1978: p. 1145).

    El prestigio as adquirido por la grafa rabeposibilit el que se convirtiera en la escriturautilizada por igual en las ms diversas y distan-tes regiones del imperio islmico. Los rabesconquistaron una serie de regiones a las quesometieron, constituyendo el imperio rabo-islmico e introduciendo su ideologa: el credoislmico. La conversin al Islam, de la que seobtenan ventajas fiscales y sociales, y el esta-blecimiento del rabe como lengua de la admi-nistracin del imperio con el califa omeya Abdal-Malik (685-705 J. C.), convirtieron al rabeno slo en la lengua de la religin y la admi-nistracin, sino en la lengua escrita por exce-lencia, aunque se hablaran otras lenguas. Laescritura rabe pas, de este modo, a desem-pear un papel social como signo y smbolode que el contenido de los escritos pertene-ca a la civilizacin musulmana (RODINSON, 1971:pp. 273-274; ETTINGHAUSEN,1995: pp. 74-76). En estesentido, la escritura rabe no ha dejado detrascender, en tanto que expresin simblica,las fronteras del mundo arabfono, siendo uti-lizada en las diferentes zonas islamizadas paraanotar diversas lenguas: persa, turco, afgano, dia-lectos berberes norteafricanos, lenguas delAfrica Negra (haoussa, peul), literatura alja-miada de la Espaa medieval, etc. (COHEN, 1958:pp. 184-186).

    El giro decisivo en la primera historia de laescritura rabe estuvo marcado por la apari-cin del primitivo Estado islmico, pues desdeentonces tal grafa estara destinada a preser-var el texto cornico y a asegurar el funciona-miento de una administracin de gobierno enpleno crecimiento. Este cambio propici enadelante su progresiva utilizacin en escritosde todas clases: copias del Corn, inscripcio-

    nes piadosas, textos conmemorativos de diver-sas fundaciones, documentos administrativos,monedas, epgrafes sobre cermica y otrosmateriales y objetos mobiliarios. Textos caligr-ficos y epigrficos que se realizaban con distintosfines: utilitarios, propagandsticos o sacralizados.El ms antiguo documento administrativo, enpergamino, data del ao 22/643 y la estelafuneraria ms antigua es del ao 31/651.

    La segunda etapa de la escritura rabe seinaugura con la organizacin del Estado Omeyaen Oriente, cuando se inicia el proceso de enri-quecimiento del signo grfico. Desde la pocaomeya las inscripciones se multiplican en todaslas regiones del joven imperio islmico. El for-mulario de estas inscripciones era simple ysobrio, como demuestran varias inscripcionesconmemorativas, las ms antiguas, de pocadel califa Abd al-Malik (ORY, 1986: pp. 213-214; BLAIR,1992a: pp. 59-88; SHARON, 1966), y se convertira enel prototipo de los de pocas posteriores, loscuales siguieron fieles a sus grandes lneas, aun-que introdujeran variantes.

    La grafa omeya monumental, de una altaperfeccin esttica, obedeca a una serie de nor-mas: casi siempre en labra incisa, los caracte-res se componan de elementos geomtricossimples y estaban dispuestos sobre una lneade base caracterizada por su horizontalidadrigurosa (ORY, 1986: p. 213), la cual juega un papelesencial en la escritura rabe, al igual que enla siraca. Este papel es tal que en ciertos tiposde escritura rabe primitiva la lnea de base esparte integrante de los caracteres. En torno adicha lnea se desarrollan dos zonas: la inferior,ms densa, donde el efecto esttico surge delsimple juego de los caracteres, y la superioren la cual los vacos dejados entre las trazasaltas constituyen un espacio privilegiado parala pericia tcnica de los artesanos. En pocaomeya esta zona superior qued inutilizada,como se observa en las inscripciones de laQubbat al-ajra de Jerusaln (ORY, 1986: p. 214;BLAIR, 1992a).

    Sin embargo, durante los dos primerossiglos de dominacin abbas se produjo, noslo el enriquecimiento de los formularios yttulos califales, sino tambin una evolucin gr-

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  • fica orientada hacia la ornamentacin de loscaracteres. En la escritura tallada en relieve lostrazos se dotan, ahora, de terminaciones lobu-ladas, palmetas, hojas o florones y tambin seempiezan a utilizar elementos vegetales y flo-rales aislados para rellenar los vacos existen-tes entre los trazos altos; evolucin hacia laornamentacin que se documenta especial-mente en la epigrafa funeraria de Egipto enel siglo III/IX (ORY, 1986: p. 214; SOURDEL, 1981: p. 644,lm. 183).

    Este esfuerzo de ornamentacin se expan-di pronto, desde Egipto, por la Ifriqiya fatimy el Magreb (GOLVIN, 1986: p. 218; ROY y POINSOT,1950; ZBISS, 1977; HABIB, 1975), para afianzarse pre-cisamente a partir de la conquista fatim deEgipto (358/969), y su espordico dominio deSiria, como se detecta en las inscripciones dela mezquita al-Hakim de El Cairo (siglo IV/X)y despus en el cenotafio de Ftima en Damas-co (439/1047).

    El enriquecimiento de la grafa rabe era lamejor manera de magnificar el texto cornicoy coincidi con la progresiva complejidad en laorganizacin del imperio y con el desarrollo cul-tural de la sociedad rabo-islmica. Junto a lasmotivaciones de carcter ideolgico y religio-so, otras causas ms prcticas incidieron en laevolucin de la grafa rabe, causas que se pue-den resumir en las necesidades de los medioscomerciales, del gobierno y de la administra-cin (SOURDEL, 1971: pp. 259-260; SOURDEL, 1978: pp.1144-1145). Junto a ello, y en otro orden de cosas,la generalizacin de la fabricacin del papel apartir del siglo III/IX facilit las manifestacionesde las artes de la escritura. El papel ofreca unsoporte ms conveniente por lo pulido de susuperficie, su ligereza, resistencia y bajo coste(SOURDEL, 1978: 1146).

    Todo ello repercuti en las mejoras tcni-cas y ortogrficas sucesivamente impuestas: usode puntos diacrticos y de grafemas auxiliarespara representar las vocales breves y otros ras-gos fnicos, que caracterizarn a la grafa utili-taria y a la grafa cursiva ornamental posterior.Se puede afirmar que ya para el siglo VIII J.C.se haba configurado el alfabeto rabe comolo conocemos hoy.

    Sin embargo, en el periodo comprendidoentre los siglos I-IV H. / VII-X J.C. se aprecia launidad de la escritura rabe no utilitaria. Tantolos coranes antiguos, copiados sobre pergami-no, como las inscripciones lapidarias muestranlos mismos caracteres ennoblecidos, con unainterpretacin angulosa y una geometrizacinregular de los signos empleados. Es la variedadgrfica que denominamos "cfico", la cual secaracteriza por la ausencia de todos los signossubsidiarios de anotacin grfica.

    Es interesante destacar que la defectiva,pero prestigiosa, grafa cfica no qued redu-cida, por tanto, a la composicin del Corn,sino que su uso se extendi a la epigrafa fun-dacional y funeraria, ponindose asimismo enboga frmulas que reproducan y parafrasea-ban el Corn, y expresiones de alabanza y ben-dicin, incluso en los ttulos califales. Por elprestigio derivado de ser la grafa de los pri-meros ejemplares cornicos, el cfico se usde manera exclusiva durante cinco siglos y entodo tipo de inscripciones: desde las msintranscendentes, que adornaban el ajuar, hastalas ms fastuosas, que perpetuaban nombresde prncipes y califas en edificios religiosos yprofanos.

    Ahora bien, como expone J. Sourdel, unadesviacin tan neta en los fines asignados a laescritura -con la introduccin de objetivos est-ticos agregados a la funcin esencial de anota-cin de los sonidos de una lengua- no tarda-ra en engendrar una verdadera dualidad de laescritura rabe (SOURDEL, 1971: p. 260).

    A partir del siglo X J. C. se distinguen dossistemas de grafa independientes: 1) Un tipode grafa utilitaria de notable fijeza, que se man-tiene durante siglos sin apenas alteracin. Esla grafa cursiva que se empieza a utilizar desdeentonces en casi todas las copias cornicas, nosin ciertas reticencias. 2) Y otra eminente-mente ornamental, la grafa cfica, en la queaparecen ahora una multiplicidad de estiloscomo consecuencia de la configuracin dediversos poderes en pugna, con sus sistemaspropagandsticos, o de hbitos locales ms omenos pasajeros. Esta ltima variedad se apre-cia tanto en la caligrafa de ttulos y diplomas,

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  • como en las inscripciones lapidarias conme-morativas y funerarias.

    As, pues, estos dos sistemas de grafa evo-lucionaron de forma independiente y tampo-co hay que olvidar la influencia ejercida por lautilizacin de tcnicas diferentes, dependiendodel tipo de soporte. En caligrafa ornamentalsurgieron estilos diversos, siempre atentos a lalegibilidad, que se atribuan a la personalidad decalgrafos clebres, mencionados en relatos tra-dicionalmente respetados (HERBIN, 1803; SADAN,1977). En los textos monumentales se observaa partir de entonces un derroche de compli-caciones formales de los trazos, complemen-tados con profusos motivos decorativos, y todoello en detrimento del fin primordial de la legi-bilidad. Se ampliaba, as, progresivamente elvalor simblico, propiciatorio y propagandsti-co de este sistema grfico, destinado a lo quese puede denominar como "interpretacin colec-tiva", ms que a una lectura individualizada.

    A partir del siglo XII J.C., sin embargo, lasvariedades de la grafa lapidaria y monumentaliban a ser sustituidas por los caracteres nasj-es, los cuales, sin prescindir de diversos moti-vos decorativos, se mantenan ms emparen-tados con la grafa utilitaria y su legibilidad(SOURDEL, 1986). Aunque existen precedentessirios: inscripcin de Busra de 1088 y muestrasde la mezquita de Alepo de 1090 (ORY, 1986: p.215 ; SOURDEL, 1962), desde la primera mitad delsiglo XII se produjo la transformacin msimportante de la escritura rabe lapidaria, al seradoptada la grafa cursiva en las inscripcionesoficiales por Nur al-Din, en la Siria selyuqu. Enel occidente islmico tendra lugar el mismocambio y en el mismo siglo. Desde entoncesel uso de la variante cursiva se generaliz y lagrafa cfica, muy evolucionada, qued relega-da a un papel secundario.

    Si sta es, brevemente y a grandes rasgos,la evolucin de la escritura rabe ornamentalpara todo el mbito islmico, en al-Andalus lagrafa rabe, sujeta a los grandes hitos gene-rales mencionados, presenta, por diversosmotivos, sus propios rasgos especficos, espe-cialmente a par tir de determinadas etapascronolgicas.

    LA EPIGRAFA ANDALUS

    La conquista rabe del ao 92/711 supusoel inicio y la implantacin de la escritura rabeen la pennsula Ibrica. El testimonio andalusms antiguo que se posee es el proporciona-do por los dinares bilinges, en grafa cfica, acu-ados por el gobernador Hurr ibn Abd al-Rah-man al-Taqafi (CODERA, 1879 : pp. 53-56; VIVES, 1893:n 9-13; MEDINA, 1992: pp. 68-70).

    A partir de ese momento est confirmadala continuidad ininterrumpida en el uso de lagrafa cfica con las acuaciones que hicieronlos gobernadores y emires sucesivos (OCAA,1986a: p. 216). Dicha continuidad se ver plena-mente corroborada a partir del emir omeyaAbd al-Rahman II (822-852 J.C.), cuando lagrafa cfica comienza a aparecer ya en textosfundacionales y funerarios. La variedad grficacfica ser usada de manera exclusiva hasta lallegada de los almohades a la Pennsula en elao 542/1147, momento en el que, aunqueexistan ciertos precedentes, se introduce lagrafa cursiva como escritura ornamental oficial.Del siglo XII data tambin el mayor nmero deejemplares de grafa ornamental no lapidaria,especialmente copias del Corn.

    Para el amplio mbito epigrfico se puedenestablecer tres grandes periodos: 1) desde laconquista rabe hasta la fitna (1009-1013) y pos-terior cada del califato de Crdoba, 2) perio-do de los reinos de taifas y almorvides y 3)desde la conquista almohade hasta la liquida-cin del dominio islmico en la Pennsula.

    Primer periodo: hasta la cada del Califato

    El primer periodo se caracteriza por el pre-dominio absoluto del cfico y por una granuniformidad en su diseo, derivada de la tmi-da unidad poltica instaurada por los goberna-dores y acrecentada posteriormente bajo eldominio de los Banu Umaya desde su capitalCrdoba (OCAA, 1986a: p. 216).

    Este primer periodo presenta, no obstante,tres etapas claramente diferenciadas por lo quese refiere al diseo de las trazas cficas (OCAA,1970): una primera en la que se emplea el deno-

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  • minado "cfico arcaico" o primitivo, que abar-ca hasta los ltimos aos del emir MuhammadI (852-886 J. C.); la segunda caracterizada porel llamado "cfico florido", 1 cuyo pleno desa-rrollo se produjo bajo el primer califa de al-Andalus, Abd al-Rahman al-NaSir (912-961J.C.); y la ltima etapa, donde predomina el"cfico simple", modalidad grfica que se inau-gura con el segundo califa de Crdoba, al-Hakam al-MustanSir (961-976 J. C.), y que per-vivir en siglos posteriores.

    Cuando el cfico penetr en al-Andaluscontaba ya con sesenta aos de existencia. Sinembargo, los trazos cficos que aparecen enlas inscripciones rabes ms antiguas de al-Andalus son los mismos que aqullos que seempleaban durante el ltimo decenio del pri-mer siglo de la Hgira en todo el mbito isl-mico, sin que exista ninguna novedad que per-mita ser considerada como caracterstica oexclusiva de al-Andalus (OCAA, 1970: pp. 22-26).

    El primer rasgo destacable del cfico arcai-co andalus, ya mencionado para el primitivocfico oriental, es la existencia de la rgida hori-zontalidad en torno a la lnea de base, resulta-do de la abundancia de ligaduras o nexos deunin entre los diversos grafemas. Este hechose convertir en una verdadera regla que enlo sucesivo va a regir el equilibrio arquitect-nico de las variedades angulosas del rabe y asi-mismo de la grafa cursiva, regla slo rota enetapas tardas de la grafa rabe.

    Junto a ello, el carcter primitivo o arcaicode estas trazas cficas se resume a grandes ras-gos en la ausencia de nexos curvos por deba-jo de la lnea de base, en la ausencia de pro-longacin final en el trazo 14f , que a veces seidentifica con la figura habitual del 5f, y en ladiferenciacin en altura de los trazos 2/14/17i

    y m. y el 12i y m. 2 Todas estas caractersticas,en suma, confieren un aspecto rgido y primi-tivo al diseo de estas inscripciones.

    El ejemplar ms antiguo hallado hasta elmomento es el texto fundacional de la primi-tiva mezquita aljama de Sevilla (TORRES BALBAS,1960; OCAA, 1947), obra realizada por orden delemir Abd al-Rahman II en el ao 214/829 ydirigida por el qadi de la ciudad, Umar ibnAdabbas. Se trata de una inscripcin con cincolneas de labra incisa que, a pesar de su arca-smo, fue diseada y realizada con bastante cui-dado, como corrobora el hecho de que seconsigne el nombre del artesano: Abd al-Barribn Harun (OCAA, 1970: p. 23).

    Realizada tambin por orden del mismoemir, pero algo ms tarda, es la inscripcin fun-dacional de la Alcazaba de Mrida, fechada enel ao 220/835 (LEVI-PROVENAL, 1931: n 39, pl. XIc), el epgrafe de un capitel realizado posible-mente para la primera ampliacin de la Mez-quita de Crdoba (REVILLA, 1932: p. 58; LEVI-PRO-VENAl, 1931: p. 85) y un epgrafe funerario anombre de Marwan ibn Is del 233/848 (OCAA,1970: p. 24). Todas ellas presentan los caracterestallados en resalto.

    Los escasos ejemplares de cfico arcaicoque se conservan presentan una gran unifor-midad en su diseo y demuestran que los emi-res omeyas de al-Andalus se mantuvieron fie-les a esta modalidad grfica cuando ya enOriente el Estado abbasi haba iniciado la trans-formacin antes mencionada.

    Todava en los primeros aos del gobiernodel emir Muhammad I se mantiene el cficoarcaico, con talla en resalto, en la inscripcinde la Puerta de San Esteban de la Mezquita deCrdoba (LEVI-PROVENAL, 1931: n 1, pl. I a), fecha-

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    1 He de advertir que existen diversas formas de designar los diferentes tipos de grafa cfica, llegando a establecer algunos autores(GROHMANN, 1957: p. 183) hasta ocho denominaciones distintas, si bien es cierto que muchas de ellas han sido establecidas no enfuncin del diseo de los propios grafemas sino en base a los elementos decorativos que sirven para rellenar huecos o que constitu-yen el fondo por el que discurre la inscripcin. En el presente artculo se sigue la terminologa establecida por Manuel Ocaa para lasdiferentes etapas de este periodo del cfico hispano (OCAA, 1970), aunque debo advertir que el designado por Ocaa como "cfi-co florido", es denominado por otros autores como "foliated Kufic" (GROHMANN, 1957: pp. 183-184), mientras reservan la desig-nacin "floriated Kufic" al que se acompaa tambin de motivos florales como elementos ornamentales de relleno o de fondo

    2 Se har referencia a los grafemas cficos mediante su equivalencia numrica, especificando las cuatro posiciones (OCAA, 1970:pp. 14-19), pues as se recoge mejor su carcter polifnico, frente al menos defectivo de la grafa utilitaria.

  • da en el 241/855, en el epitafio de un omeya(239/854) procedente de Pechina (ACIEN y MAR-TINEZ, 1982: n1, lm. I) y en el epitafio de una liber-ta de al-Hakam I (LEVI-PROVENAL, 1931: n 2, pl. I b;OCAA, 1970: p. 25), con fecha del 241/855.

    A partir de entonces, el cfico arcaico per-vivir en al-Andalus en etapas posteriores, si biende manera espordica y en provincias y zonasrurales, como demuestran los epgrafes arcai-zantes, casi todos fechados en el siglo X, deAlicante, Jan o Valencia (LEVI-PROVENAL, 1931: n95, pl. XXII b; n 91, 9, 147, 149, 151, pl. XX a y b, XXXI d y

    e, XXXII, XXXIII a; LABARTA, 1990: pp. 127, 128 y n 8, 12 y

    13) cuando ya en la Crdoba omeya se habaproducido una evidente evolucin y mejora enel diseo de los epgrafes oficiales. De hecho,las zonas rurales seguirn aportando este tipode grafa arcaica y tosca, generalmente en labraincisa, en siglos posteriores (GOULART, 1993: pp. 215-217; LEVI-PROVENAL, 1931: n 153, 154, 156, pl. XXXIII b y

    c; LABARTA, 1990: n 20).

    Y es que, en efecto, desde los ltimos aosdel emir Muhammad I comienza a efectuarseun cambio en el diseo de las trazas cficas,cambio que se afianza con Abd al-Rahman III.

    El nuevo diseo se caracteriza fundamen-talmente por las formas vegetales estilizadasque adquieren las terminaciones de ciertos gra-femas. Es el denominado "cfico florido" (OCAA,1970: pp. 26-35) cuya aparicin en al-Andalus debeser puesta en relacin, sin duda, con la conso-lidacin del poder omeya en la Pennsula, laimplantacin definitiva del Estado y del mode-lo social islmicos.

    La proclamacin en el ao 316 H. del omeyaAbd al-Rahman III como califa, rplica andalu-s del califato abbas y fatim, tuvo una ampliarepercusin en todos los mbitos (ACIEN, 1987;VALLEJO, 1992). En el terreno que nos ocupa, seobserva en las inscripciones oficiales cordobe-sas, y especialmente en las de Madinat al-Zahra,una actitud mimtica con respecto al califatoabbas. As, por lo que se refiere a los ttuloscalifales, junto al apelativo propiciatorio AbdAllah (= siervo de Dios), de tradicin omeyaoriental, precediendo al ism del califa, y al ttu-lo mximo de Amir al-muminin (= prncipe de

    los creyentes), se adopta ahora un laqab hono-rfico (al-NaSir li-din Allah en el caso de Abd al-Rahman III) que ostentarn en adelante sussucesores, y el ttulo de Imam (=jefe de lacomunidad), tal y como haban hecho ante-riormente los califas abbases, y frente al aus-tero ttulo de amir de los omeyas andalusesprecedentes (MARTINEZ, 1995b: pp. 144-146).

    Por otra parte, en los epgrafes que ador-naban la nueva vajilla califal de lujo -"cermicaen verde y manganeso" (CANO, 1996), que se dis-tribua desde Crdoba a las diferentes provin-cias- se empieza a utilizar de forma casi exclu-siva el trmino al-mulk (=el poder), como"expresin estricta" de la nueva legitimidadomeya (BARCELO, 1993); expresin muy usual, casinica tambin, en las cermicas de fondo ama-rillo y blanco de la Ifriqiya aglab y fatim (DAOU-LATLI, 1995: pp. 73-74).

    En este contexto se desarroll una varian-te del cfico florido, siguiendo en este casotambin las tendencias iniciadas en Oriente,aunque esta modalidad grfica no alcanzaranunca en al-Andalus el nivel de complicacinornamental que lleg a alcanzar por las mismasfechas en otros territorios islmicos.

    Al principio, esta innovacin empieza apli-cndose a muy pocos grafemas, siendo el msrepresentativo de ellos la traza 14f y a., paraextenderse a continuacin a todas las figurasque lo admitan. As, entre los aos 333/944-45 y 342/953-54 la grafa cfica en al-Andalusabandon el carcter rgido y arcaizante de laetapa precedente. Junto a las estilizaciones vege-tales de los trazos altos y finales, ya mencio-nadas, en este periodo se realiza por primeravez el trazo 14f en forma de "cuello de cisne",forma que se afianzar en pocas posteriores,si bien todava se detecta la inconstancia en sudiseo, pues aparece a veces con el austeroaspecto anterior. Se constata, asimismo, la rea-lizacin por debajo de la caja del rengln delnexo curvo 12m 15f en el trmino Allah, hechoque se mantuvo posteriormente, extendin-dose su uso a otros nexos de carcter seme-jante. Y se produce la equivalencia en altura deltrazo 2i con el 12i en la basmala, lo que tam-bin tendra una amplia repercusin posterior.

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  • Sin duda, y a pesar de la existencia de ten-dencias arcaizantes o, por el contrario, clara-mente innovadoras de algunos centros pro-ductores, las nuevas directrices para el diseodel cfico se imponan y ejecutaban, no sinciertos altibajos, en las inscripciones oficialesrealizadas en Crdoba y en las provincias, sien-do pronto imitadas, con ms o menos fortu-na, en la epigrafa no oficial, realizada a expen-sas de particulares, en los distintos territoriosandaluses.

    Las primeras muestras de cfico florido quese conservan son las inscripciones funerarias cor-dobesas de los mausoleos de los Banu Mar-wan. La ms antigua de ellas es el epitafio deUqar, yariya del emir Muhammad I, del ao268/881 (OCAA, 1970: p. 26, lm. V), bastante arcai-zante y con un tmido desarrollo floral en lasterminaciones de algunos grafemas. De Alme-ra procede un lote de cuatro inscripcionesfunerarias, muestra de la epigrafa particular,con una cronologa algo posterior a las cor-dobesas (principios del siglo IV/X), y que pre-sentan la peculiaridad de estar grabadas porambas caras y de haber extendido los rema-tes florales a todos los trazos altos (OCAA,1964: pp. 1-4, lm. I y II).

    La epigrafa oficial est representada por lasinscripciones fundacionales mandadas labrarpor el califa Abd al-Rahman al-NaSir, de lasque se conservan bastantes ejemplares pro-cedentes de Crdoba y de diversas provincias.Por lo que se refiere a las provincias, la demayor perfeccin tcnica es la que conme-mora la construccin del arsenal de Tortosa(LEVI-PROVENAL, 1931: n 86, pl. XIX) en el ao333/944-45. Pero tambin cabra citar la ins-cripcin del arquito del claustro de la catedralde Tarragona del 349/960-61 (OCAA, 1970: p. 34,lm. XVII) o la que conmemora una construccinde carcter martimo en Almera (OCAA, 1964:n 5, lm. III a), entre otras.

    Frente a la inscripcin de la Puerta de lasPalmas de la Mezquita aljama de Crdoba, obrarealizada en el 346/954 y que muestra erro-res, rasgos arcaizantes y una escasa habilidadpor parte del artesano que la labr, Said ibnAyyub, (OCAA, 1986b: p. 18, n 2), es, sin embargo,Madinat al-Zahra - por su carcter emblem-tico de ciudad de fundacin califal como nuevasede de toda la actividad oficial - la que ha pro-porcionado las mejores muestras de la epigra-fa oficial de esta etapa.

    A los restos hallados de la inscripcin fun-dacional de la mezquita de Madinat al-Zahradel ao 333/944 (PAVON MALDONADO, 1966: pp. 126-127, lm. LXXXI, LXXXIII; OCAA, 1970: pp. 30-31, lm. XII),hay que aadir los epgrafes proporcionados porel maylis de recepciones oficiales, que hoy seconoce como "Saln Rico", y sus dependenciasanejas: el llamado "pabelln sur" y los baos.El reciente estudio llevado a cabo sobre dichosepgrafes (MARTINEZ, 1995b) ha aportado resulta-dos interesantes acerca del uso, siguiendo elmodelo abbas, de formularios estereotipadosque tendrn una notable fijeza posterior, osobre la adopcin del ttulo califal y la implan-tacin y variantes simultneas del cfico flori-do, junto a la alta direccin de las obras y lacompleja actividad de los artesanos citados enlos rtulos y cuya labor, frente a la opinin msextendida (JIMENEZ, 1996a: pp. 19-20) 3, no parececeirse a la mera ejecucin de los epgrafes(MARTINEZ, 1995b: pp. 142-144). Este conjunto arqui-tectnico fue construido entre los aos342/953-54, fecha que proporciona una basade columna, y 345/956-57, como consta en elepgrafe fundacional de la arcada de acceso alsaln (OCAA, 1945a). En este ltimo aparece porprimera vez, junto a la titulatura califal completa,la traza 14f en forma de cuello de cisne, exten-sin de los remates florales a varios grafemasy elementos florales exentos para rellenar loshuecos dejados entre las trazas altas, todo elloen consonancia con el resto de complicados

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    3 Opinin emitida por Manuel Ocaa Jimnez en base a algunos epgrafes -como el de la mezquita de Ibn cAdabbas o el del arsenalde Tortosa (OCAA, 1970: n 1 y 11)- en que se consigna la voz kataba precediendo al nombre del artesano que labr el rtulo yque hizo extensiva a otros ejemplares, salvo cuando se especificaba una funcin distinta ( OCAA, 1981). Recientemente AlfonsoJimnez ha vuelto a plantear el tema afirmando que el tercer nombre citado en los epgrafes corresponde al artesano de la inscrip-cin. Sin embargo, los ltimos datos aportados por los epgrafes del saln de cAbd al-Rahman III -en los que se emplea sistemtica-mente, como en la mayor parte de las inscripciones conocidas, el ambiguo trmino camal (= obra de)- no permiten en modo algu-no generalizar dicha hiptesis.

  • motivos ornamentales vegetales y florales delsaln (MARTINEZ, 1995b: pp. 111-134).

    Todos los elementos decorativos del saln,incluyendo las inscripciones, muestran un grandominio de las tcnicas de talla por parte delos diversos artesanos que los realizaron, cuyosnombres figuran en los epgrafes, estando, sinduda, adscritos a la Dar al-Sinaca califal de Madi-nat al-Zahra. De estos mismos talleres -y curio-samente de manos de los mismos "artesanos"del saln, segn consta en muchos de los ep-grafes (MARTINEZ, 1995b: pp. 143-144)- salieron lasnumerosas muestras de cermica en verde ymanganeso, como el famoso plato (OCAA, 1970:pp. 34-35, lm. XVIII) con la leyenda baraka (= ben-dicin) en cfico florido 4, y las exquisitas pie-zas de eboraria y metalistera que el califa orde-naba hacer para personas de su mbito familiar.En las arquetas y botes de marfil o metal losartesanos seguiran rememorando, a veces, elcfico florido, cuando ya haba cado en desu-so en la epigrafa monumental.

    En efecto, con la llegada al poder del segun-do califa de Crdoba, al-Hakam al-MustanSir bi-llah, en el ao 961, se produjo un cambio drs-tico que afect de forma especial a la epigrafaoficial, pronto remedada en las provincias. Estecambio fren la tendencia hacia la excesivaornamentacin vegetal y floral del cfico ante-rior. Se inaugur, as, la etapa del denominado"cfico simple", que estuvo en vigor hasta lacada del califato y pervivi con posterioridaden algunas zonas de al-Andalus.

    Diversas causas, entre las cuales se insisteen el puritanismo religioso y la severa austeri-dad del nuevo califa (OCAA, 1986a: p. 216), se hanesgrimido para explicar dicha orientacin de

    la epigrafa oficial, detectable tambin en lasimplificacin y geometrizacin de otros ele-mentos ornamentales. Pero es todava un retopara la investigacin futura explicar convin-centemente las causas de dicho cambio, y noslo para el mbito epigrfico. S se puede afir-mar, por los ltimos datos que poseemos hastael momento, que, en Madinat al-Zahra los ep-grafes de la remodelacin del bao anejo alsaln de al-NaSir (VALLEJO, 1987: p. 145; MARTINEZ,1995b: pp.126-129, notas 40 y 41) -llevada a cabo poral-Hakam en aos inmediatamente posterioresa la muerte de su padre en el 350/961- man-tienen an un cfico semejante al de la varian-te ms sobria de la etapa de al-NaSir, mientrasque ya desde el ao 353/964-65 (OCAA, 1970:pp. 35-41, lm. XIX-XXV; OCAA, 1935) y, sobre todo,tras las obras de remodelacin de la Mezqui-ta de Crdoba en 354/965, se generaliza el cfi-co simple, como se detecta, por ejemplo, enel epgrafe de un capitel de Madinat al-Zahra,del ao 362H. (OCAA, 1941; MARTINEZ, 1995b: p.123, nota 31).

    La nueva tendencia del cfico andalus - quelo diferenciaba del realizado por las mismasfechas en otras regiones del mundo islmico -consisti en la supresin de todos los rematesvegetales y florales que adornaban las diversastrazas, consiguindose de este modo un nuevocfico de trazos desnudos, elegante y despo-jado de todo ornato. Si la tendencia a la orna-mentacin se vio frenada, no ocurri lo mismocon la evolucin del diseo de las propias tra-zas, el cual sigui experimentando una pro-gresiva mejora, especialmente con el desarro-llo en ver tical de las figuras y el perfectoequilibrio alcanzado mediante la diferencia enaltura de las diversas trazas.

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    4 Aunque, como ya se ha mencionado, el tema ms habitual sea al-mulk, el trmino baraka aparece en este caso como nico moti-vo epigrfico central, con remates vegetales en todas las trazas y con identificacin del trazo 5f con el 14f en la forma de cuello decisne de este ltimo. As, pues, tanto este epgrafe, como los que reproducen el termino ms usual de la cermica califal, al-mulk, estnrealizados en cfico florido, en consonancia con el diseo caracterstico y oficial de los epgrafes del califato de cAbd al-Rahman al-NaSir, frente a la opinin que sorprendentemente sostiene Guillermo Rosell Bordoy sobre el diseo de las trazas cficas de pocade al-NaSir y de al-MustanSir: "...et se manifeste travers le coufique linaire, archaque, plein de rudesse, caractristique de la priode dugouvernement du premier calife de Cordoue. Il se maintient jusqu'au coufique fleuri, vgtal, avec sa lgre grce baroque propre au momentde splendeur sous Al-Hakam II " (ROSELLO, 1995: p. 106); aparte de ofrecer tambin unas fechas errneas para el periodo califal:" 960-1039". Independientemente de que el cfico florido se pudiera mantener en algunos de los epgrafes sobre cermica, al igual que suce-de tambin en ciertas piezas de eboraria y metalistera de poca de al-Hakam II, es incuestionable que el cfico arcaico se abandonadefinitivamente en la epigrafa oficial de la etapa de cAbd al-Rahman III, afianzndose el desarrollo del cfico florido que se haba ini-ciado tmidamente ya desde el mandato del emir Muhammad I, y que con el segundo califa se impuso un nuevo diseo: el cfico sim-ple, que se aplicar, con ms o menos rigor, a todo tipo de soportes y especialmente en la epigrafa lapidaria y monumental.

  • De esta etapa se han conservado numero-sas inscripciones conmemorativas de funda-ciones de distinto carcter, mandadas realizarpor al-Hakam II en todo el territorio andalus,junto a los excelentes trabajos de eboraria pro-ducidos en la Dar al-Sinaca califal (GOMEZ MORE-NO, 1927; FERRANDIS, 1928).

    Las muestras ms antiguas, naturalmente ep-grafes oficiales, son cuatro inscripciones con-memorativas, todas del ao 353/964-65. Tres deellas exornan dos capiteles labrados para losaposentos reales del Alczar de Crdoba pororden de al-Hakam, bajo la direccin de su cle-bre liberto, hayib, y Sayf al-dawla Yafar ibn Abdal-Rahman (OCAA, 1940; OCAA, 1936-39). La cuar-ta es la del conocido bote de marfil de la cate-dral de Zamora (LEVI-PROVENAL, 1931: n 196; OCAA,1970: pp. 35-36, lm. XX), realizado para la umm walad,madre del primognito de al Hakam, Abd al-Rahman, que muri siendo nio.

    Los epgrafes de los capiteles presentan algu-nos errores y la identificacin de la traza 14fcon la 5f, pero se detecta ya la extensin delos nexos curvos a la unin de mltiples gra-femas y la diferencia en altura de trazos 2/14/17iy m. consecutivos, hecho este ltimo preme-ditado, con el que se intentaba dar mayor armo-na y equilibrio al conjunto, y que tendr tras-cendencia posterior. La inscripcin del bote deZamora es de diseo elegante y correcta eje-cucin, pues no presenta ninguna igualdad an-mala entre los trazos. A travs de ella se per-cibe claramente la nueva elegancia adquiridapor el cfico mediante la idnea proporcinentre la altura y el grosor de los grafemas.

    Del ao 355/965-66 datan las inscripcionesde las arquetas de marfil del Monasterio deFitero (LEVI-PROVENAL, 1931: n 197) y la del Insti-tuto Valencia de Don Juan (LEVI-PROVENAL, 1931:n 198), realizadas en los talleres de Madinat al-Zahra, segn consta en los epgrafes, paraWallada, hermana de al-Hakam (OCAA, 1970: p.37, lm. XXII), mientras que Lvi-Provenal, por unerror de lectura, dio a entender que se reali-zaron para ubh, madre del futuro Hisam II. Enambas se da la igualdad de los trazos 5f y 14fen la forma de cuello de cisne de este ltimoy algunos grafemas presentan remates florales,

    caractersticas que se repetirn en otras mues-tras de la eboraria califal posterior.

    Sin embargo, la consolidacin del cfico sim-ple encuentra su mejor reflejo en las inscrip-ciones que conmemoran los trabajos de amplia-cin de la Mezquita de Crdoba, realizadospor orden de al-Hakam. La inscripcin del inte-rior del mihrab y las que conmemoran la colo-cacin de dos pares de columnas de apoyo alarco de entrada al nicho (LEVI-PROVENAL, 1931:n 10 y 11, pl. III; OCAA, 1970: pp. 36-37, lm. XXI), ambasdel 354/965, presentan los rasgos ms carac-tersticos del cfico simple de poca de al-Hakam: multiplicacin de nexos curvos pordebajo de la caja del rengln para conseguir nue-vos efectos decorativos, arbitrariedad en la altu-ra de trazos 2/14/17i y m. consecutivos, incons-tancia en el diseo de la figura 14f, absolutasobriedad de los signos, carencia casi total deerrores de segmentacin como consecuenciadel planteamiento previo del texto y, en suma,preocupacin por el efecto esttico de todoel conjunto, a costa de sacrificar su legibilidad.

    Un buen compendio de dichas caractersti-cas lo constituye una inscripcin conmemora-tiva cordobesa, en la que no se consigna elobjeto de la fundacin, fechada en el ao358/968-69 (LEVI-PROVENAL, 1931: n 14, pl. V; OCAA,1986b: n 7). Y, sin duda, las conocidas inscripcio-nes en mosaico bizantino que dan acceso al mih-rab de la Mezquita de Crdoba, datadas en el354/965 aunque no se consigna la fecha (LEVI-PROVENAL, 1931: n 12 y 13, pl. IV; STERN, 1976; OCAA,

    1986b: n 5 y 6), y las de las puertas laterales delmismo, concluidas a partir del 360/970, tras lamuerte de Yafar (OCAA, 1970: pp. 40-41), sonmuestras emblemticas del cfico simple que,en este caso, presenta motivos vegetales y geo-mtricos para rellenar los grandes vacos pro-ducidos entre los trazos altos, igual que apa-recen en algunos rtulos de Madinat al-Zahra.

    Los restos epigrficos conservados de pocadel camiri Almanzor demuestran el estanca-miento del cfico simple, pues no se produjoninguna innovacin digna de mencionar. Ms biense detecta un escaso empleo de nexos curvos,exceso de grosor en los cuerpos de los grafe-mas y bastantes errores de segmentacin. As

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  • se observa en la clebre pila de mrmol deMadinat al-Zahira del ao 377/987-88 (AMADORDE LOS RIOS, 1883: p. 149; LEVI-PROVENAL, 1931: n 216;

    OCAA, 1970: p. 42, lm. XXVII) y, en la epigrafa defundaciones particulares, en la inscripcin deladrillo de la mezquita de Bib Mardun de Tole-do del 390/999-1000, hoy ermita del Cristo dela Luz (LEVI-PROVENAL, 1931: n 50; OCAA, 1949;OCAA, 1970: pp. 42-43, lm. XXVIII).

    Sin embargo, la etapa de los dictadores cami-res, que cierra este amplio primer periodo,proporcion tambin una autntica joya de laeboraria cordobesa. Se trata de la famosa arque-ta de marfil de la catedral de Pamplona, pro-cedente del monasterio de Leyre, realizada pororden del hayib y Sayf al-dawla Abd al-Malikibn al-ManSur, el segundo de los dictadorescamires, en el ao 395/1004-5 (LEVI-PROVENAL,1931: n 204; NAVASCUES, 1964; OCAA, 1970: pp. 43-44,

    lm. XXIX). El cfico empleado en ella es de dise-o simple, pero algunas trazas presentan rema-te floral y la figura 14f se identifica a veces conla 5f. Los huecos entre los trazos altos se relle-nan por completo con estilizaciones vegetales,precedente del fondo de ataurique sobre elque discurrir el cfico de etapas posteriores,y los cuerpos de los grafemas aparecen por pri-mera vez bordeados de un listel y macizadosde pequeos discos, distinguiendo el cuerpomismo del grafema de su borde exterior. Setrataba de una sensible mejora tras el estan-camiento de poca de Almanzor.

    Como afirma M. Ocaa, el final del primerperiodo no coincide exactamente con la fechaoficial de la cada del califato (422/1031), puesunos veinte aos antes, en poca de Sulaymanal-Mustacin, la fitna desol Crdoba (OCAA,1970: p. 44). La destruccin de Crdoba duranteel periodo comprendido entre febrero de 1009y mayo de 1013, por efectos de la revueltageneral de la fitna, marc el final de la hege-mona cordobesa sobre el resto de las provin-cias y no slo en el terreno poltico.

    Por lo que se refiere a la epigrafa, Crdo-ba dej de marcar en adelante los patrones aseguir, perdiendo su supremaca sobre el restode las provincias, cada una de las cuales desa-rrollar a partir de entonces un tipo de dise-

    o grfico distinto del de las restantes, por cau-sas e influencias de diverso carcter.

    Segundo periodo: taifas y almorvides

    Empieza as lo que ya se ha denominado 2periodo de la epigrafa andalus, que abarca laetapa de los diversos reinos de taifas y la delos almorvides, ya que la llegada de estos lti-mos a la Pennsula no supuso en el terreno epi-grfico ningn cambio sustancial (OCAA, 1983),aunque s se detecta la evolucin y mejora enel diseo del cfico durante la etapa almorvi-de en algunos centros productores, como Alme-ra y Crdoba.

    Entre los diversos reinos de taifas que seconfiguraron tras la fitna, unos se mantuvierondentro del ms puro estilo califal, como la pro-pia Crdoba, Almera y Sevilla, mientras queotros se distanciaron expresamente de Crdobay de todo lo que la misma haba supuesto. Laexplicacin hay que buscarla, sin duda, en laforma en que los distintos rgulos legitimaronsu autoridad: bien porque su legitimidad pro-viniese de su vinculacin con los califas ome-yas, bien por ser ellos mismos aspirantes al ttu-lo califal o bien por situarse al margen y encompetencia con el poder andalus anterior.

    Lo cierto es que empezaron a surgir dife-rentes "escuelas" en el diseo de los signoscficos, siendo especialmente destacables las deToledo, Sevilla, Zaragoza y Almera. Cuandoirrumpen los almorvides en la Pennsula, enel ao 1086, todas estas escuelas tenan yaunas caractersticas muy acusadas que, en gene-ral, no fueron alteradas por los mulaamun deorigen sahariano, aunque en otros terrenos sintrodujeron innovaciones, como la mqabriyya,estela funeraria prismtica de seccin triangu-lar (TORRES BALBAS, 1957a: pp. 148 y ss.; MARTINEZ, 1995a:pp. 421-422, 432-433) y las denominadas "estelas dearco de herradura" (MARTINEZ, 1995a: pp. 421, 433-434).

    Toledo:

    Los artesanos toledanos emplearon tantoel cfico florido como el simple de los ome-yas, pero la variante florida aparece ahora recar-

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  • gada con un exceso de motivos vegetales. Decada una de estas variantes hay dos versionesdistintas: una de tradicin cordobesa y otrams propiamente toledana consistente en aa-dir a los trazos labrados en relieve una acana-ladura central (OCAA, 1983: pp. 198-199).

    Como ejemplos tpicos se pueden citar dosinscripciones. La primera de ellas, en caracte-res cficos con profusos remates florales, laostenta un brocal de mrmol labrado para lamezquita mayor de Toledo por orden de AbuMuhammad ibn Ismail ibn Di l-Nun en el ao423/1032 (LEVI-PROVENAL, 1931: n 57, pl. XV a y b).Los Banu Di l-Nun, berberes descendientesde Ibn Zannun que arabizaron su nasab, fue-ron seores de Toledo donde adoptaron elprotocolo tpico del poder islmico. As, enesta inscripcin aparece no slo la voz amara(= orden), que utilizarn tambin otros reyesde taifas, sino el laqab honorfico de al-Zafir (=elTriunfador) y el de u l-riasatayn (=el queostenta las dos jefaturas), como rplica del quele haba otorgado el califa de Crdoba de ul-wizaratayn (=el que ostenta los dos visira-tos) 5. La segunda es un epgrafe funerario -uno de los tpicos y numerosos cipos toleda-nos (DELGADO, 1987; MARTINEZ, 1995a: pp. 422, 429-432)-que contiene en caracteres simples el epitafiodel wazir Abu Umar ibn Mus, fallecido en el465/1073 (LEVI-PROVENAL, 1931: n 68, pl, XVII e),presentando simultneamente las dos versio-nes del cfico simple: con acanaladura centraly sin ella.

    En ambos epgrafes se observa una granhabilidad tcnica por parte de los artesanos,los cuales utilizaron en su diseo, junto a losrasgos especficos toledanos, las caractersticasdel cfico evolucionado cordobs: abundanciade pronunciados nexos curvos, figura 14f en

    forma de cuello de cisne y altura arbitraria enlos trazos 2/14/17i y m. consecutivos.

    Sevilla:

    En la Sevilla de los Banu Abbad los artesa-nos se decantaron por el cfico simple, pero,frente al patrn cordobs clsico, desarrollaronlos signos en altura hasta conseguir dotarlos deuna extraordinaria esbeltez (OCAA, 1983: p. 199).

    Una de las mejores muestras del cfico sevi-llano se encuentra en una lpida de mrmol enla que se conmemora la reedificacin del cuer-po alto del alminar de la primitiva mezquitamayor de Sevilla (LEVI-PROVENAL, 1931: n 31, pl. Xa), hoy Colegiata de El Salvador, en uno decuyos muros se conserva. La obra fue realiza-da en el ao 472/1079 por orden del monar-ca Abu l-Qasim ibn Muhammad ibn Abbad 6,quien aparece en el epgrafe con el sobre-nombre honorfico por el que era ms cono-cido, al-Muctamid al Allah, y con el otro laqabde al-Muayyad bi-naSr Allah (MARTINEZ, 1987). Estrealizada en cfico simple, labrado en relieve,pero la ltima lnea, de excelente ejecucin, esde labra incisa y en ella aparecen los nombresdel artesano y del director de las obras. Pre-senta algunas figuras muy evolucionadas, comola 15m y el nexo lam-alif, mientras que el trazo14f aparece con un diseo austero, sin pro-longacin ascendente final.

    Estos rasgos se mantienen, con alguna varian-te, en otras inscripciones sevillanas oficiales,como la que conmemora la ereccin de otrominarete por orden de Itimad, la denominadaal-sayyidat al-kubr , umm walad, madre de al-Rasid Abu l-Husayn, en el ao 478/1085 (LEVI-PROVENAL, 1931: n 32, pl. X c, MARTINEZ, 1987). Mien-tras que la epigrafa funeraria semioficial y

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    5 La dignidad de du l-wizaratayn est documentada por primera vez en al-Andalus - desde el 269/ 882 exista ya en la administracincabbas - en el ao 327/939, cuando el funcionario cordobs cAbd al-Malik ibn uhayd fue elevado a dicho rango por al-NaSir, lo quele confera un prestigio especial entre el resto de los wuzara. A partir de ese momento el doble visirato, con un carcter eminente-mente honorfico, se otorgaba al funcionario ms distinguido del Estado que vea, as, sus poderes reforzados, pero hasta la pocanazar no se convirti en un oficio real de la administracin (MEOUAK, 1993: p. 187).

    6 Esta inscripcin, que conmemora la reconstruccin del alminar de la antigua mezquita de Sevilla por orden de monarca cabbad al-Muctamid, ha sido confundida por Ftima Roldn con la primitiva inscripcin fundacional de dicha mezquita a nombre de cAbd al-Rah-man II y, por tanto, la fecha en el ao 214 H. (ROLDAN, 1992: pp. 143-144, n 62). La posibilidad de una confusin en la fotografaque acompaa a la ficha del catlogo hay que rechazarla en este caso, pues la reproduccin fotogrfica corresponde a la inscripcinde poca taifa, as como el enunciado de la ficha:"Inscripcin conmemorativa alminar", mientras que la fecha, el comentario y la biblio-grafa se refieren a la inscripcin fundacional en cfico arcaico.

  • particular presenta una mayor rigidez en eldiseo y la forma de cuello de cisne se extien-de a otros grafemas finales, segn se despren-de del epitafio del ao 412/1022 (LEVI-PROVENAL,1931: n 30 bis, pl. XI b) y del fechado en el 505/1111,ya en poca almorvide (LEVI-PROVENAL, 1931: n33, pl. X b).

    Zaragoza:

    Fue, sin embargo, en Zaragoza donde se pro-dujo un cfico ms especfico y evolucionado.Como afirma M. Ocaa, este cfico deberaser denominado yafari, puesto que es cono-cido principalmente por las inscripciones delpalacio de la Aljafera, al-yafariyya (EXPOSITO etalii, 1986: pp. 29-58; MARTIN-BUENO et alii, 1987), quemand construir el rey de taifa Abu Yafar al-Muqtadir bi-llah (1046-1082), de los Banu Hud,a mediados del siglo V H./XI J.C. (OCAA, 1983:pp. 199-200). En este edificio los artesanos lleva-ron a cabo mltiples innovaciones arquitect-nicas y decorativas, en consonancia con losmodelos orientales (ROBINSON, 1992: pp. 57-62;PAVON, 1994: p. 682).

    Con respecto a la decoracin epigrfica, seestilizaron los trazos hasta lo inverosmil, dis-tancindose expresamente de los modelos cor-dobeses mediante una enorme prolongacin envertical de los trazos altos y unas complicadasprolongaciones finales en otros. Unas veces loscaracteres discurren sobre un fondo floral, queahora tiene por primera vez entidad propia yno es un simple elemento de relleno, como seaprecia en la inscripcin del mihrab (OCAA,1983: fg.. 4) y en otros restos de frisos epigrficos(EXPOSITO et alii, 1986: p. 58; MARTIN-BUENO et alii, 1987:

    p. 99). En otras ocasiones se entrelazan las cabe-zas de los grafemas con elementos geomtri-cos (OCAA, 1983: fg. 5A) o son las propias trazascficas las que aparecen entrelazadas con losmotivos geomtricos (OCAA, 1983: fg.. 5B). En con-sonancia tambin con los modelos del cficooriental (BLAIR, 1992b: pp. 238, 239 y 244, n 31 y 38, fg.48, 50, 51, 61 y 62), estas caractersticas - detecta-das asimismo en los frisos epigrficos del cas-tillo de Balaguer, ciudad que estuvo tambin bajodominio de los Banu Hud (KIRCHER, 1979: p. 286) -suponan un adelanto con respecto a lo quesera despus la profusin decorativa del cfi-

    co almohade y nazar. Otra innovacin fue elmaterial empleado, estuco, lo que liber a losartesanos de las limitaciones tcnicas que impo-ne la dureza y fragilidad del mrmol.

    Almera:

    En cuanto a Almera, ciudad fundada porAbd al-Rahman al-NaSir y principal base de laflota omeya en el Mediterrneo, estuvo nti-mamente vinculada a Crdoba durante el cali-fato. Ello explica que se mantuviera fiel al cfi-co simple de tradicin cordobesa desde quese constituy como taifa, con el eslavo Jayran.Tal vez por esta circunstancia, el cfico alme-riense evolucion muy lentamente y "no alcan-z su diseo ms meritorio hasta la poca delos almorvides" (OCAA, 1983: pp. 200-201), la demayor importancia de esta plaza martima.

    Durante este periodo Almera destaca porla cantidad y calidad de los epgrafes que haproporcionado. Se trata, frente a la escasez deinscripciones fundacionales (OCAA, 1988: p. 179),de un abundante lote de estelas funerarias depoca almorvide, el mayor de la Pennsula, deuna calidad de materiales -el mrmol blanco deMacael- y una tcnica de talla sin parangn enel resto de al-Andalus. Y es que bajo los almo-rvides, y en contraste con la decadencia pos-terior originada a raz de la conquista de la ciu-dad por Alfonso VII, Almera conoci un grandesarrollo comercial y artesanal. Este auge expli-ca el que personajes de todo tipo -artesanos,comerciantes, alfaques, etc.- hicieran labrar parasus tumbas suntuosas laudas, bien las denomi-nadas estelas de arco de herradura o "arcosimblico" (LEVI-PROVENAL, 1931: pp. XXIV-XXV) obien las mqabriyyas, ambas formas tpicas de laAlmera almorvide (TORRES BALBAS, 1957b ; OCAA,1988: p. 179, MARTINEZ, 1995a: pp. 432-433).

    Todos los ejemplares procedentes de Alme-ra , conservados en distintos museos de Espa-a y del extranjero, han sido catalogados einventariados por M. Ocaa en su Repertorio(OCAA, 1964), al cual remito. Se pueden citar, amodo de ejemplo, la mqabriyya almeriense msantigua (OCAA, 1964: n 19, lm. IX a; ACIEN y MARTI-NEZ, 1982: n 13, lm. XIII), fechada en el 452/1060,que se conserva en el Museo de Mlaga, y, por

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  • su calidad, la estela de arco de herradura quecontiene el epitafio de un sayj fallecido en el527/1133 (OCAA, 1964: n 63, lm. XVII) y que estdepositada en el Instituto Valencia de Don Juan.Ambas presentan el tpico cfico simple de tra-dicin cordobesa, desnudo, evolucionado y degran perfeccin tcnica, aunque en algunosejemplares aparecen estilizaciones vegetales quesirven de fondo.

    La perfeccin epigrfica y decorativa de lasestelas almerienses explicara el hecho consta-tado de que esta ciudad se convirtiera en cen-tro exportador de sus producciones, las cua-les eran adquiridas en lugares tan lejanos comoGao, en el Sudn Occidental. En efecto, en elcementerio de Gao-San han aparecido este-las labradas en Almera en las primeras dca-das del siglo XII, pertenecientes a las tumbasde los primeros reyes Songhoys, que se con-virtieron al Islam a principios de dicho siglo ymantuvieron intensas relaciones con el Magreby al-Andalus gracias a la unificacin almorvide(SAUVAGET, 1948, SAUVAGET, 1949; MORAES FARIAS, 1990).

    Por lo que respecta a otros centros pro-ductores, Crdoba, la antigua capital del califa-to, ha aportado escasos y fragmentarios ejem-plares de este periodo. A travs de ellos sedetecta , como es lgico, el mantenimiento dela tradicin anterior, aunque con un cierto retro-ceso tcnico en los aos inmediatamente pos-teriores a la cada del califato (OCAA, 1983: pp.201-202). Los ejemplares ms destacables de esteperiodo son dos estelas de arco simblico, lasms antiguas halladas hasta ahora en al-Anda-lus : la primera, en mrmol blanco, se conser-va en el Museo de Mlaga y contiene en cfi-co simple el epitafio de una princesa almorvide,fallecida en el 496/1103 (ACIEN y MARTINEZ, 1982:n 14, lm. XIV). La otra, tambin en mrmol, estepigrafiada por las dos caras y presenta el epi-tafio de un Sir almorvide muer to en el517/1123 (LEVI-PROVENAL, 1931: n 27, pl. IX a y b).Hay que sealar la semejanza entre el cficocordobs de poca almorvide y el de la taifa

    sevillana; semejanza que, frente al estancamientoobservado durante la poca de taifas, fue sea-lada por Manuel Ocaa (OCAA, 1983: p. 201) a pro-psito de la estela de arco de herradura, ya cita-da, del ao 496 H., y en base tambin a unasyeseras de poca almorvide del bao viejo delAlczar califal (OCAA, 1983: pp. 201-202, fg.. 7, 8 y 10).Recientemente Ana Labarta ha incidido en laruptura que dicha similitud produjo con respectoal "patrn cordobs clsico", encuadrndolacronolgicamente entre los aos 1044 y 1123(LABARTA, 1994). Los ltimos hallazgos arqueol-gicos, en concreto tres estelas de poca almo-rvide, corroboran plenamente esta tendenciaque supuso una mejora y evolucin del cficoalmorvide cordobs (MARTINEZ, 1996).

    Esta notable mejora del cfico almorvidese detecta en otros centros productores, comoMlaga. As se observa en los zcalos de laAlcazaba malaguea, tanto los pintados en alma-gra del barrio de casas (OCAA, 1945b; TORRESBALBAS, 1945) como los de mrmol (ACIEN y MAR-TINEZ, 1982: pp. 8 y 10, n 19, lm. XXI,4), realizados encufico simple con austera decoracin vegetalde relleno, frente a la profusin ornamental delos escasos restos de la etapa de taifas (ACIEN;MARTINEZ, 1982: n 11,12, lm. XI, XII, pp. 9-10) que se hanconservado. Por sus rasgos epigrficos han sidodatados en la primera mitad del siglo XII, portanto en poca almorvide 7, cronologa quecorrobora su asombroso parecido con los ep-grafes de las bandas inferiores de la qubba almo-rvide de Marrakech, acerca de los cuales seha sealado tambin su relacin con el cficosevillano (DEVERDUN, 1957: p. 52, fg.. 77-84).

    Un cfico muy particular se produca, sinembargo, en Badajoz con un diseo grficomuy avanzado, distribucin del epgrafe en car-telas y decoracin de crculos y florones derelleno, como se aprecia en un epitafio del ao539/1145 (LEVI-PROVENAL, 1931: n 45, pl. XII a), anombre de Ubayd Allah al-Maridi y que con-signa la fecha del levantamiento general frentea los almorvides, y en otro de las mismas

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    7 A pesar de que en una reciente publicacin ( CALERO y MARTINEZ ENAMORADO, 1995a: p. 159) han sido adjudicados a lapoca almohade, sin aducir motivos convincentes (MARTINEZ, 1996); cronologa que los autores extienden tambin (CALERO yMARTINEZ ENAMORADO, 1995b: pp. 183-184) a los arrocabes almorvides (ACIEN y MARTINEZ, 1982: 15, n 30, lm. XXXIV yXXXV) de la mezquita mayor de Mlaga.

  • caractersticas, pero de grafa ms evoluciona-da, fechado ya en poca almohade, 556/1161,cuando la primera toma de la ciudad por loscristianos (LEVI-PROVENAL, 1931: n 48, pl. XII c).

    Para cerrar este periodo, deben ser men-cionados los restos epigrficos de Murcia duran-te la poca de Ibn Mardanis. A la cada de losalmorvides, el qaid Muhammad Ibn Mardanis,el Rey Lobo de las crnicas cristianas, resistien Murcia el empuje almohade hasta 1172. Lasinscripciones conservadas de la etapa marda-nis, o de la hud posterior, a la que me referi-r ms adelante, presentan una doble vertien-te: un cfico simple semejante al almeriense,como se aprecia en algunos epitafios (LEVI-PRO-VENAL, 1931: n 100, 102 y 103, pl. XXIII b, XXIV a y b), yotro de influencia y diseo almohade, muy avan-zado, con un gran desarrollo en vertical de lostrazos, adelantndose en este sentido al naza-r, detectable en las muestras de inscripcionesdecorativas y conmemorativas (NAVARRO, 1993;NAVARRO, 1995) y en algunas estelas funerarias,como la fechada en el 577/1181 (LABARTA y BAR-CELO, 1992).

    Tercer periodo: almohades y nazares

    Con la llegada de los almohades a la Penn-sula en el ao 1147 se inicia el tercer y ltimoperiodo de la epigrafa andalus, caracterizadapor la evolucin y fosilizacin del cfico y la uti-lizacin del nasj como grafa oficial.

    Y es que el dominio almohade supuso elcambio ms sustancial en el terreno epigrfico.En cuanto al uso de la variante cursiva, y porlos datos que poseemos hasta el momento, laetapa almohade marc la implantacin oficialde ese tipo de grafa, ms prxima a la utilita-ria y su legibilidad, as como su generalizacin,aunque ello no implique negar la existencia deescasos y puntuales precedentes. Se sabe quela grafa cursiva, como escritura ornamental,hizo su aparicin en Oriente -una de las mues-tras ms antiguas, los epgrafes del mihrab delMasjid-i Pa Manar en Zavara (Irn), data del ao1068-1069 (BLAIR, 1992b: n 51, fg.. 92) , a la quesiguen las ya citadas de Siria de los aos 1088y 1090- donde se consolid como epigrafaoficial desde la primera mitad del siglo XII. De

    Ifriquiya procede el epgrafe en cursiva msantiguo del Occidente musulmn: una estelafuneraria datada en 1096 (GOLVIN, 1986: p. 218), ypor esta va oriental se difundi por el restodel Magreb.

    Muestras puntuales de grafa cursiva en elMagreb de poca almorvide se encuentran enla qubbat al-Barudiyyin de Marrakech (DEVER-DUN, 1957: pp. 50-52), en la mezquita de Tlemceny probablemente en la Qarawiyyin de Fez(OCAA, 1986a: pp. 216-217; FERNANDEZ PUERTAS, 1994:

    p. 651), datables todas ellas en las primeras dca-das del siglo XII. Por lo que se refiere a al-Andalus, la banda caligrfica del monte Mauroren Granada (GOMEZ MORENO, 1951: p. 264, fg.. 317;FERNANDEZ PUERTAS, 1994: p. 653) ha sido datada enpoca almorvide y la inscripcin cornica queostenta un doble arco de herradura del pala-cio de Pinohermoso, en Jtiva, ha sido consi-derado de tradicin almorvide, si bien conuna cronologa de principios de siglo XIII (TORRESBALBAS, 1958). De hecho, partiendo de este lti-mo epgrafe - pero adelantando su fecha a laetapa mardanisi - y de los aparecidos en ElCastillejo de Monteagudo, en la vega de Mur-cia (TORRES BALBAS, 1934a; TORRES BALBAS, 1934b), seha realizado una propuesta de designacin(RUBIERA, 1987: p. 295): "estilo mardanisi", definidocomo "nacional" frente al almohade y "dondese mezclan los elementos andaluses con losalmorvides". Murcia proporcion y ha segui-do proporcionando numerosos restos de ep-grafes, tanto en cursiva como en cfico, de lasetapas mardanisi y sobre todo almohade y hudi,como los del Castillejo de Monteagudo (NAVA-RRO y JIMENEZ,1995a: fg.. 38, 44-46), Cieza (NAVARRO yJIMENEZ,1995b: fg.. 78-80), Larache (TORRES BALBAS,1934a: p. 366; MANZANO y BERNAL, 1992: p. 160), y al-QaSr al-agir, actualmente Convento de SantaClara (NAVARRO, 1995: fg.. 119, 124). No obstante, yantes de lanzar hiptesis, en mi opinin, aven-turadas sobre un "estilo nacional" mardanisipropio del arq al-Andalus -considerado de tra-dicin almorvide, pero curiosa y simultnea-mente como muestra de la resistencia andalu-s frente a los africanos (NAVARRO, 1993), yprecursor de muchas de las innovaciones pos-teriores-, habra que considerar las causas deesas nuevas orientaciones: si se deben a la ini-ciativa de los artesanos "sarques", creadores

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  • de ese "estilo", como se ha pretendido (RUBIE-RA,1987: p. 295), o si responden a una de tantasiniciativas propagandsticas oficiales que supon-dran, entre otras cosas, la adopcin de ciertastendencias orientales, como se ha interpreta-do en relacin a la cermica (GHICHARD,1990: p.141; NAVARRO, 1986: p. 69; ACIEN, 1996: p. 184). Perocabra asimismo la posibilidad -teniendo encuenta su cronologa contempornea o inclu-so posterior a los almohades- de una actitudcompetitiva, pero tambin mimtica con res-pecto a los potentes sistemas de propagandade estos ltimos.

    Lo cierto es que la grafa cursiva se gene-raliz e impuso en al-Andalus como escrituraornamental oficial a partir de la reunificacinalmohade (OCAA, 1986a: pp. 216-217); reunificacinque marc asimismo una mayor unidad en eldiseo del cfico, por ejemplo, con los llama-dos "motivos-tipo" (OCAA, 1984; OCAA, 1990), degran fijeza, que incidiran por igual en la grafacfica que ms tarde desarrollaran los nazaresy los merines a ambos lados del Estrecho.

    Ya Torres Balbs haba sealado que losalmohades, en cuanto a la decoracin arqui-tectnica, rompieron deliberadamente con losmoldes de las etapas precedentes, establecie-ron una relacin -ms estrecha que bajo suspredecesores almorvides -entre al-Andalus yel Norte de Africa, incluyendo ahora la Ifriqi-ya impregnada de influencias orientales y egip-cias, y desarrollaron en la arquitectura occidentaly su decoracin ciertas formas originarias deOriente (TORRES BALBAS, 1949: p. 10). Y es que laopinin defendida tradicionalmente (TERRASSE,1932) de que a partir del siglo XI el Occiden-te islmico constituy una entidad muy dife-rente del mundo oriental y que ambos se die-ron la espalda, debe ser matizada, ya que loslazos entre ambas partes del mundo musulmnnunca se llegaron a romper tan netamentecomo se ha afirmado. Por el contrario, y como

    exponen Dominique y Janine Sourdel, "en elperiodo que se extiende del siglo XI al XIII apa-recieron grandes analogas" (SOURDEL, 1981: p. 124):desde los movimientos de restauracin sunnde Ifriqiya a principios del siglo XI y los pos-teriores de almorvides y almohades -con-temporneos de otros orientales e inspiradosen ciertos aspectos de los movimientos depensamiento islmico oriental- y la introduc-cin desde principios del siglo XIII de las madra-zas, instituciones bien conocidas en Orientedesde el siglo XI, hasta la construccin de lasgrandes puertas monumentales almohades deRabat y Marrakech -sin resonancia en la Penn-sula, al menos durante la etapa almohade, peroa imitacin de las que levantaron los fatimiesen El Cairo a fines del siglo XI (TORRES BALBAS,1949: p. 11)- o el uso de las muqarnas y las nue-vas orientaciones de la epigrafa oficial (GROH-MANN, 1957: pp. 212-213), y no se trata slo de lautilizacin de la cursiva, sino que la variante cfi-ca adquiere en ese periodo unas caractersti-cas semejantes 8.

    Igual se podra decir de la otra afirmacin,tradicionalmente mantenida en relacin con laanterior, y es la de que en estos siglos el Nortede Africa, una vez cortadas las relaciones conOriente, recibe ahora el impulso civilizador deal-Andalus; es decir, que la influencia slo se pro-duce en una direccin: desde al-Andalus haciael Magreb; y ms concretamente, que son los"refinados artesanos andaluses" los que dise-an y crean todas las orientaciones e innova-ciones decorativas que se producen en ambasorillas del Mediterrneo occidental. En reali-dad, esta argumentacin, que ha contado conmuchos adeptos desde siempre 9, requeriraalgo ms que una simple matizacin, lo queexcede los objetivos y los lmites del presenteestudio, por lo que remito a algunas de las opi-niones que, sobre el particular, ya se han emi-tido (CRESSIER, 1995: pp. 87, 94; MARTINEZ, 1995a: p. 444;ACIEN y MARTINEZ, 1995). Aunque s estimo opor-

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    8 As, por ejemplo, las bandas epigrficas del mihrab de al-Afdal, en la mezquita de Ibn Tulun en El Cairo, erigido en el ao 1094, conmotivos estereotipados y decoracin geomtrica y floral, muy parecidas a las sirias contemporneas (SOURDEL, 1981: p. 186, n 60),o los frisos de la Madraza Haydariya de Kazwin, de los siglos XI-XII, (SOURDEL, 1981: p. 240, n 65), contienen elementos anlogosa los del posterior cfico almohade.

    9 Entre ellos, Torres Balbs (1949), Gmez Moreno (1951), Ocaa Jimnez (1990) y, por citar los ms recientes, un estudio sobre losmodos de expresin artstica del Magreb (GOLVIN, 1991), el artculo ya citado de Fernndez Puertas (1994) sobre la caligrafa enal-Andalus, o los que ha publicado C. Ewert sobre arquitectura islmica (EWERT, 1992 y 1995).

  • tuno sealar, frente a la insistencia acerca deque toda innovacin y desarrollo "artstico",incluyendo el de la ornamentacin epigrfica,se deba al impulso de los artesanos andalus-es, el papel que cumple la epigrafa oficial comoun medio propagandstico de primer orden,diseado y controlado directamente, al igualque ocurre con otros elementos de la deco-racin arquitectnica (ACIEN, 1995: pp. 185-186), porel poder constituido y no dejado al arbitrio delos artesanos.

    El dominio almohade represent algo msque un cambio de dinasta, llevando a cabo unaprofunda reforma en varias fases, pero entodos los mbitos, desde el religioso al insti-tucional (LAROUI, 1975: pp. 159-183; GHICHARD, 1991:pp. 186-195). Ibn Tumart se present como Mahdiy ostent el ttulo de Imam , luego los sobe-ranos almohades mu'minies, tal y como seobserva en las monedas (PRIETO, 1915), adopta-ron todos los ttulos protocolarios califales: elmximo de Amir al-mu'minin, el apelativo pro-piciatorio Abd Allah y el laqab honorfico, asAbd al Mu'min recibi el de al-Qa'im bi-amrAllah, de fuerte raigambre ismail y fatimi (MAR-TINEZ, 1995b: p. 146), y tambin era nombradocomo Jalifa. En funcin de todo lo anterior seexplica la necesidad de un potente sistemapropagandstico, sin duda tambin con diver-sas fases en su desarrollo, que abarcara ml-tiples facetas; propaganda dirigida en gran medi-da a contrarrestar la almorvide anterior(BARBOUR,1966), incluyendo en dicho objetivo ladestruccin, a veces parcial, de epgrafes almo-rvides en Tlemcen (MARAIS, 1903: pp. 141-142), Fezy Marrakech (DEVERDUN, 1957: p. 49, nota 3) . Esecontrol ejercido por el poder es el que dasentido a la introduccin oficial de la variantegrfica cursiva y a la complicacin ornamentalexperimentada por el cfico, como identifica-tivos del poder almohade, y no el impulso delos artesanos andaluses, aunque el intercam-bio de mano de obra a ambos lados del Estre-cho hubo de ser intenso, como acertadamentese ha sealado (OCAA, 1990: p. 91).

    A los cambios introducidos en el terrenoepigrfico hay que aadir tambin la diversifi-cacin de los materiales empleados: junto a lapiedra abundan ahora el yeso y la madera

    (TORRES BALBAS, 1949: pp. 50-55) y empieza a utili-zarse la cermica como soporte de las ins-cripciones funerarias. Ambas novedades se afian-zarn en la etapa nazar posterior.

    Aunque en general sean escasos los restosde la etapa almohade que han llegado hastanosotros (TORRES BALBAS, 1949: p. 9), s se cuentacon algunos ejemplares dignos de ser mencio-nados y que tipifican las nuevas orientaciones.De Crdoba, por ejemplo, procede una este-la funeraria de mrmol con doble arco apun-tado (LEVI-PROVENAL, 1931: n 28, pl. IX c), fechadaen el 587/1191. Contiene el epitafio de un sayjalmohade en caracteres cficos avanzados y laorla en grafa cursiva, ambas con decoracinfloral de relleno. Tanto su grafa como sus ele-mentos decorativos son buena muestra de lasinnovaciones introducidas en el periodo almo-hade. En Palma de Mallorca se conserva un belloejemplar de mqabriyya con alto plinto, realiza-do en piedra arenisca de grano fino (LEVI-PRO-VENAL, 1931: n 90, pl. XXI b). Contiene el epitafiode una mujer en grafa cfica florida evolucio-nada en los lados ataludados y grafa cursivasin puntos diacrticos en los rectos. Carece defecha, aunque G. Rosell la situ cronolgica-mente en el periodo intermedio entre la dinas-ta almorvide de los Banu Ganiya y la domi-nacin almohade de Mallorca o, en todo caso,en una fecha anterior a la conquista cristianade 1229 (ROSELLO, 1969: p. 27, n 15, lm. III y IV).

    Aunque el cfico dej de gozar del usoexclusivo precedente como grafa ornamental,se sigui utilizando y fue entonces cuando expe-riment su evolucin ms espectacular. El cfi-co almohade se caracteriza por un desarrollodesmesurado en vertical de las trazas altas,complementado en la parte inferior del ren-gln por pronunciados y abundantes nexos cur-vos, y por las complicaciones ornamentales -vegetales o geomtricas- de los remates dealgunos grafemas finales y trazas altas, as comopor la utilizacin, a veces, de estilizaciones vege-tales y florales de relleno o de fondo. Es carac-terstico tambin que el cuerpo de cada unode los grafemas adquiera un diseo tpico yespecfico, que lo diferencia del resto de lasfiguras y que se mantendr prcticamente inal-terable en la epigrafa posterior.

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  • Mlaga ha aportado el ejemplar de facturams perfecta de la etapa almohade. Se trata deuna mqabriyya de mrmol blanco (OCAA, 1946ay 1946b) que contiene el epitafio de Maryam,hija de Abu Yafar ibn Abd al-Gani, fallecida enel 618/1221 (ACIEN y MARTINEZ, 1982: n 22, lm. XXVII).Est realizado en caracteres cficos tpicamen-te almohades por el desarrollo en vertical delos grafemas, la abundancia de pronunciadosnexos curvos, los remates de los trazos altosy el fondo decorativo vegetal. Tambin en Mla-ga, en unas excavaciones llevadas a cabo recien-temente (FERNANDEZ GUIRADO, 1990), apareci unamqabriyya nica hasta el momento en al-Anda-lus: realizada en cermica vidriada en verde,enmarcada en trazos de lacera, presenta en loslados triangulares decoracin vegetal y en loslados trapezoidales epgrafes en cfico, con loscaractersticos remates de los grafemas altos,que se reducen a las expresiones al-baraka li-llah (= la bendicin es de Dios) y al-gibta al-muttaSila li-llah (= la prosperidad continua esde Dios) (MARTINEZ, 1995a: pp. 437-438, lm. III, fg. 3 y 4),hecho que, por otra parte, demuestra que enpoca almohade tuvo su origen una disociacinen los textos funerarios: largos epitafios conampliacin de los formularios, por un lado, ysimples eulogias o breves textos cornicos, porotro. Algo anterior parece ser la mqabriyya deJtiva, pues aunque carece de data, ha sidofechada a finales del siglo XII (FERNANDEZ PUER-TAS, 1978). Sus trazas cficas -que reproducen fr-mulas religiosas y aleyas cornicas- representan,por su diseo, una etapa intermedia en la evo-lucin del cfico de este ltimo periodo.

    Se puede afirmar que el cfico almohadecontaba ya con gran parte de los rasgos queluego definiran al cfico nazar en al-Andalus yal merin en el Magreb. En este sentido, es dedestacar que en la etapa almohade se inici tam-bin el desarrollo geomtrico -a base de cin-tas y complicados entrelazos -que tendrn lostrazos altos de los grafemas en poca poste-rior. Una buena muestra de ello se aprecia enla lpida de la cerca de Jerez (FERNANDEZ PUER-TAS, 1978: pp. 228-231), realizada en cfico sobrefondo liso, pero con algunos grafemas auxilia-res, como el sadda, o en la inscripcin del cas-tillo de Loja, en Granada, que reproduce, tam-bin en cfico sobre fondo desnudo, la sura

    cornica CXII, sobre la unidad de Allah, y cuyosrasgos epigrficos, en los que destaca la pro-fusin de complicaciones ornamentales vege-tales y geomtricas de los trazos altos, podr-an situarla cronolgicamente en los ltimosaos del dominio almohade, aunque tambinpodra otorgrsele una fecha posterior, comose ha hecho en un "avance informativo" dereciente publicacin (SANCHEZ et alii , 1995: p. 47) ,donde se ofrece una traduccin incompleta delepgrafe.

    Otro hecho de gran trascendencia en laevolucin del cfico almohade, como sealM. Ocaa, fue la creacin de "motivos tipo",como demuestran los epgrafes ornamentalesde la mezquita de Tinmal en Marruecos (OCAA,1984). Dicha mezquita, la primera fundada porAbd al-Mumin en el 549/1154, presenta laausteridad que tantas veces se ha sealadocon respecto a las construcciones religiosasalmohades (TORRES BALBAS, 1949: p. 10; OCAA, 1990:pp. 91-92). Sin embargo, hay que destacar doselementos: el entrelazado geomtrico queenmarca el mihrab, reproduccin (HOAG, 1976:p. 108) del empleado en el portal del caravan-serai Ribat-i Malik, en Uzbekistan, construidoen el ao 471/1078-79 (BLAIR, 1992b: p. 259, n 58,fg.102), y las celosas de las cpulas que cubrenla nave de antesala al mihrab, cuyos epgrafesreproducen frases dedicadas a Allah, escritas encfico y caracterizadas por una exuberanteornamentacin vegetal de fondo y por un dise-o muy consolidado donde se entrelazan endos niveles las palabras que las componen. Sonlos "motivos tipo" -como los design M. Ocaa(1984)- de gran fuerza decorativa y una enor-me fijeza posterior, pues fueron reproducidospor los artesanos mudjares en los territoriosandaluses tras la conquista cristiana (TORRESBALBAS, 1949: pp. 237 y ss.), degenerndose osten-siblemente con posterioridad. Pero tambinse incorporaron ms tarde a la ornamenta-cin de los palacios nazares (TORRES BALBAS,1949: pp. 73-190) y de las construcciones merin-es, desarrollndose, a partir de ellos, el tpicocfico geomtrico posterior.

    Si la profusin ornamental est limitada enlas mezquitas, sobre todo en el propio mihrab,no ocurre lo mismo en construcciones de otro

    143

  • carcter, en los que se inicia la tendencia - quetriunfar plenamente en la arquitectura civil delos nazares y merines- a enmascarar la estruc-tura interna de los edificios con enchapados yrevestidos decorativos. Como afirma TorresBalbs, los tres grandes temas del arte musul-mn de Occidente: la flora (ataurique), los tra-zados geomtricos (entrelazo), todava pobres,pero de creciente importancia, y la epigrafa,aparecen casi siempre independientes en los edi-ficios almohades de la segunda mitad del sigloXII y principios del XIII, para pasar despus acombinarse la decoracin vegetal con la geo-mtrica o esta ltima con la epigrfica (TORRESBALBAS, 1949: pp. 12-14).

    Buena prueba de esta tendencia, son laspuertas monumentales de Rabat y Marrakech,que aparecen ricamente decoradas, a pesar dela dificultad del soporte (piedra), y constituyen,rompiendo con el carcter utilitario de las obrasmilitares del Islam occidental, "verdaderos arcostriunfales" levantados en honor de la dinasta(TORRES BALBAS, 1949: p. 11). Dos son las puertasalmohades de Rabat destacables desde el puntode vista epigrfico: la gran puerta de la Qas-bah de los Udaa (CAILLE, 1949: pp. 96-110), cons-truida en 1194 por el tercer soberano almo-hade Abu Yusuf Yacqub al-ManSur, que presentaen el friso superior (CAILLE, 1949: fg. 23, 24) unasucesin de motivos tipo repetidos -semejan-tes a los de Tinmal, pero con acentuacin ahorade los entrelazados geomtricos de los grafe-mas altos, y separados por unas columnillascuyas prolongaciones se entremezclan en com-plicadas figuras geomtricas- y una banda epi-grfica bordeando el arco (CAILLE, 1949: fg.25), enel tpico cfico almohade sobre fondo desnu-do, salvo por algunas estilizaciones vegetalesentre los trazos altos; la otra es la Bab al-Rouah(CAILLE, 1949: pp. 139-144), la mayor de la cercaalmohade, fue construida en el siglo XII y con-serva casi ntegra la banda epigrfica en cficoque enmarca el panel central (CAILLE, 1949: fg.45),de las mismas caractersticas que la banda dela puerta de los Udaa, y breves inscripcionesen cursiva (CAILLE, 1949: fg. 49), entre otros moti-vos decorativos, diseminadas por los sillares. El

    mismo tipo de cfico 10 presenta la banda queenmarca la Bab Agnaou (ALLAIN y DEVERDUN, 1957:pp. 117-120; DEVERDUN, 1956: pp. 49-50, n 59) de Marra-kech, construida tambin por Yacqub al-Man-Sur (1184-1199). Las puertas de los siglossiguientes son una reproduccin de estas almo-hades, como la de la Chellah (BASSET y LEVI-PRO-VENAL, 1922) de Rabat, o estn inspiradas en ellas(ACIEN y MARTINEZ, 1995).

    La decoracin arquitectnica de los siglossiguientes perpetuar, ampliar y desarrollar lastendencias iniciadas durante la etapa almoha-de, imponiendo una mayor profusin orna-mental con la combinacin del lazo, el atauri-que y la decoracin epigrfica, como se observaen los restos post-almohades que se nos hanconservado en al-Andalus y el Norte de Afri-ca. En este sentido se puede citar el mihrab dela mezquita de Sidi Ben Hassan (GUICHARD, 1991:p. 177, fg. 122), de Tlemcen, construida en la segun-da mitad del siglo XIII, y en la que se aprecianbandas en grafa cfica sobre un fondo pocoprofuso de ataurique y otros epgrafes en cur-siva sin puntos diacrticos; o en la Murcia hudi,los restos de al-QaSr al-agir que presentan,junto a la mencionada profusin decorativa, lautilizacin de motivos-tipo en cfico, como eltrmino al-yumn repetido en sentido inverso yla expresin al-gibta al-muttaSila (NAVARRO, 1995:fg. 126-128), y textos cornicos en grafa cursiva(NAVARRO, 1995: fg. 131, 134), o los de la casa deOnda (NAVARRO y JIMENEZ, 1995c: fg. 154-157), cuyadecoracin ha sido designada tambin como"protonazar". La misma cronologa post-almo-hade se le ha adjudicado a una muestra de teji-do, la almohada de Sancho IV el Bravo (PARTE-ARROYO, 1992: p. 112, fg. 8), en la que se observanmotivos-tipo, al-yumn y al-baraka, enfrentadossimtricamente.

    Ms problemtica parece, al menos desdeel punto de vista de la decoracin epigrficay su combinacin con otros elementos orna-mentales, la cronologa almohade que se le haotorgado al Cuarto Real de Santo Domingo(PAVON, 1991), en Granada -si bien en este casounas veces se adjudica a la etapa almohade

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    10 En todas ellas se reproducen diversas citas cornicas, precedidas de la frmula del tacawwu.

  • (PAVON, 1991: pp. 15, 23, 25) y otras a la prenazaro a los inicios de la nazar (PAVON. 1991: pp. 14,20, 94), cronologa esta ltima de finales del sigloXIII que coincide con la de Gmez Morenopara el Cuarto Real, la Alcazaba de la Alham-bra y otros edificios nazares (GOMEZ-MORENO,1966: pp. 26-33)-, y a la mezquita de Fiana (BAR-CELO y GIL, 1994), especialmente en funcin dela decoracin de su mihrab. Si en el caso delCuarto Real la profusin decorativa se justifi-ca por tratarse de una construccin de ca-rcter no religioso (PAVON, 1991: p. 15), en el deFiana es ms difcil conjugar la austeridad,habitualmente admitida, de las mezquitas al-mohades con la riqueza decorativa del propiomihrab (BARCELO y GIL, 1994: pp. 53- 62); decoracinque, en mi opinin, estara ms en consonan-cia con la de la etapa post-almohade o con laplenamente nazar, a la que corresponderatambin el escaso margen de error observa-do en la orientacin de la qibla 11. As parecedesprenderse no tanto del propio diseo delas trazas cficas y de los motivos tipo, ya fija-dos probablemente desde poca almohade,como del profuso fondo de ataurique sobreel que discurren los epgrafes en cfico y encursiva y tambin de la forma en que se pre-senta el trmino baraka, partido y con las dosprimeras slabas enmarcadas en el interior delarco formado por la prolongacin de las dosltimas, como slo se ha documentado hastael momento en la epigrafa nazar.

    La ltima etapa del dominio islmico en laPennsula -cuando al-Andalus se vio reducidoa los territorios del llamado Reino de Grana-da , bajo el poder de los monarcas nazares,Banu NaSr, desde 1239- supuso el predomi-nio definitivo de la grafa cursiva en los epgrafesoficiales y el repliegue del cfico, el cual quedrelegado a la mera reproduccin de citas cor-nicas, eulogias y frmulas de bendicin, conuna funcin primordialmente decorativa ysecundaria.

    A modo de inciso, creo conveniente adver-tir, sin embargo, que en este ltimo periodo se

    suelen distinguir, por parte de los historiado-res del arte y de la arquitectura (GOMEZ-MORE-NO, 1966; CABANELAS, 1992), dos etapas estilsticas:una primera ms sobria y apartada de lo pos-talmohade -que marca la excepcionalidad delreino nazar, supeditado al feudalismo castella-no, frente a la pervivencia de la arquitectura ydecoracin postalmohade, no slo en el Marrue-cos merin, sino tambin en el propio al-Anda-lus, en la Murcia de los hudes (ACIEN y MARTI-NEZ, 1995)- y una segunda, desde mediados delsiglo XIV, totalmente distinta, caracterizada fun-damentalmente por los famosos palacios deYusuf I y Muhammad V en la Alhambra. Dichocambio, que abarc mltiples aspectos, entreellos el de la decoracin arquitectnica, ha sidodefinido como una "reislamizacin" del reinonazar (ACIEN, 1984: p. 52), debida en buena partea la influencia merin; influencia especialmentedestacable, aparte de los mencionados palaciosde la Alhambra, en el caso de Ronda (ACIEN yMARTINEZ, 1995), como demuestran los restosque se nos han conservado de la decoracinen yeso del mihrab de su mezquita, los cualespermitieron a Torres Balbs datarlo en la etapadel dominio merin de dicha ciudad (TORRES BAL-BAS, 1944: p. 468), as como otros fragmentos deco-rativos de la misma procedencia y cronologa(ACIEN y MARTINEZ, 1982: n 39, 41, 42, 44-47, lm. XLIII,

    XLV, XLVI, XLVIII-LIV).

    Por lo que se refiere ya a la epigrafa oficialnazar, magistralmente representada en las ins-cripciones de la Alhambra y el Generalife deGranada (LAFUENTE, 1860; ALMAGRO, 1879; NYKL, 1936-39; RUBIERA, 1995), muestra la evolucin y la granperfeccin alcanzadas en el diseo tanto de lastrazas cursivas como de las cficas, debido engran parte a la utilizacin del estuco y la esca-yola como soportes, junto a la madera y lacermica . En ambas variantes grficas se obser-va ahora la generalizacin de un hecho insli-to que contrasta con la tradicin anterior : laruptura de la lnea de base, de la rgida linea-lidad del rengln, por la que discurran los carac-teres. En la grafa cursiva se encabalgan a vecesunas palabras sobre las restantes, apareciendo

    145

    11 En el siglo XIV mantiene tambin Alfonso Jimnez la fecha de esta mezquita de barrio en una reciente publicacin (JIMENEZ, 1996b:p. 167), basndose en la "correcta orientacin" de su qibla, lo que la situara en la etapa nazar antes que en la almohade (JIMENEZ,1991: pp. 194, 196), y "en la relativa amplitud de la nueva propuesta de datacin".

  • en distintos niveles. En la grafa cfica se frag-mentan los vocablos, encabalgndose tambinla parte inicial de una palabra sobre el restode la misma, muy usual en el trmino baraka.Se consegua, as, un importante efecto estti-co, ampliado con otros recursos, como enfren-tar simtricamente y en sentido opuesto elmismo motivo epigrfico tipo.

    Los paneles epigrficos en cursiva se com-plementaban generalmente con frisos y carte-las en caracteres cficos. En grafa cursiva se rea-lizaron las ms impor tantes inscripcionesconmemorativas de la Alhambra (LEVI-PROVENAL,1931: n 171,pl. XXXVI), as como los numerososfragmentos poticos que adornaban sus muros(RUBIERA, 1970; CABANELAS y FERNANDEZ PUERTAS, 1974-

    75; GARCIA GOMEZ, 1985) y los del Generalife (CABA-NELAS y FERNANDEZ PUERTAS, 1978). Las mismascaractersticas presentan las inscripciones encursiva halladas en otras edificaciones nazaresde Granada, como la madrasa (LEVI-PROVENAL,1931: n 172, pl. XXXVII-XXXVIII; CABANELAS, 1988), y deotras zonas, por ejemplo, la que se conservaen el Museo de Mlaga y que conmemora laconstruccin de una fuente (ACIEN y MARTINEZ,1982: n 23, lm. XXVIII).

    Ya para terminar y en relacin a la epigra-fa funeraria nazar, el predominio de la grafacursiva es casi absoluto. Por otra parte, ya enestas fechas se haba afianzado una disociacin,iniciada bajo los almohades, en los textos fune-rarios. Por un lado aparecen largos epitafios,labrados en piedra, con una gran profusin detextos literarios y ttulos del difunto, propios delos sultanes nazares, como se aprecia en las este-las de la rawda de la Alhambra (TORRES BALBAS,1926; LAFUENTE, 1860; LEVI-PROVENAL, 1931: pp. 145-

    146, n 161, pl. XL a), y de los personajes ms rele-vantes del momento, como en la de un prn-cipe de los Banu Asqilula procedente de Jan(LEVI-PROVENAL, 1931: n 158, pl. XXXIV, XXXV). Porotro lado, abundan las estelas cermicas dis-coidales -sobre todo en los cementerios pbli-cos de la Mlaga nazar (TEMBOURY, 1933; FERRAN-DIS, 1935; ACIEN, 1978), aunque tambin hayejemplares de otras procedencias (FERRANDIS,1935; TORRES BALBAS, 1957a: pp. 156 y ss.)- cuyos ep-grafes, en grafa cursiva muy evolucionada, sereducen por lo general a una simple sucesin

    de eulogias y frases piadosas. Y asimismo lasestelas tabulares y discoidales de arenisca (PAVON,1980; MARTINEZ, 1995a: pp. 424, 442-444), muy usualesen Ronda y generalmente anepgrafas.

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