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INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL ARMADA ESPAÑOLA REVISTA DE HISTORIA NAVAL Año XXIV 2006 Núm. 95

REVISTA DE HISTORIA NAVAL - Ministerio Defensa · trabajos: «La oficialidad de Carlos III ante la muerte», en Cuadernos de Historia Moderna (núm. 10), 1989, de la Universidad Complutense

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INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVALARMADA ESPAÑOLA

REVISTADE

HISTORIA NAVAL

Año XXIV 2006 Núm. 95

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REVISTA DE HISTORIA NAVAL

CONSEJO RECTOR:

Presidente: Teodoro de Leste Contreras, contralmirante, director del Instituto deHistoria y Cultura Naval.

Vicepresidentey Director: Hermenegildo Franco Castañón, capitán de navío.

Redactor Jefe: José Antonio Ocampo Aneiros, coronel de Máquinas.

Vocales: José Cervera Pery, general auditor y periodista; Hugo O’Donnell yDuque de Estrada, de la Comisión Española de Historia Marítima;Enrique Martínez Ruiz, catedrático de Historia de la UniversidadComplutense de Madrid; José María Madueño Galán, capitán de navío,secretario técnico; Roberto García Moreno, coronel de Intendencia,Departamento de Cultura Naval; Miguel Aragón Fontenla, coronel deInfantería de Marina, Departamento de Historia Subacuática.

Redacción, Difusión yDistribución: Ana Berenguer Berenguer; Paloma Molins Bedriñana.

Administración: Juan José Hernández Fernández, comandante de Intendencia de laArmada; Rocío Sánchez de Neyra Espuch.

DIRECCIÓN Y ADMINISTRACIÓN:

Instituto de Historia y Cultura Naval.Juan de Mena, 1, 1.a planta.28071 Madrid (España).Teléfono: 91 379 50 50.Fax: 91 379 59 45.C/e: [email protected]

EDICIÓN DEL MINISTERIO DE DEFENSA

IMPRIME:

Servicio de Publicaciones de la Armada.

Publicación trimestral: cuarto trimestre de 2006.Precio del ejemplar suelto: 4 euros.

Suscripción anual:

España y Portugal: 16 euros.Resto del mundo: 25 euros.

Depósito legal: M. 16.854-1983.ISSN: 0212-467-X.NIPO: 076-06-056-9 (edición en papel).NIPO: 076-06-057-4 (edición en línea).Impreso en España. - Printed in Spain.

CUBIERTA ANTERIOR: Logotipo del Instituto de Historia y Cultura Naval.CU B I E R T A P O S T E R I O R: D e l l i b r o Regimiento de Navegación, de Pedro de Medina (Sevilla, 1563).

Las opiniones emitidas en esta publicación son de la exclusiva responsabilidadde los autores de las mismas.

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S U M A R I O

NOTA EDITORIAL.............................................................................

Mapas atribuidos a Cristóbal Colón, por Mario Ruiz Morales .......

Formas de vida y ritos funerarios en Galicia. Los marinos en elsiglo XVIII, por Margarita Gil Muñoz ............................................

Rebeldes de la revolución haitiana en las naves reales de donGabriel de A r i s t i z á b a l , por Jorge Victoria Ojeda .......................

Si en comisión de Marina te vieres... Las dificultades salariales y dep romoción de un técnico comisionado de la Armada Real en els e t e c i e n t o s , por Manuel Díaz Ordóñez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Otra versión del intento de paso por el estrecho de Gibraltar deldestructor José Luis Díez, por Hermenegildo Franco Castañón.

La historia vivida: Saludo a la voz y al «mortero», por Hermenegil-do Franco ......................................................................................

D o c u m e n t o: Última carta de Gravina a Talleyrand (10 de enero de1806) ............................................................................................

La Historia Marítima en el mundo: Una nueva asociación: laAsociación de Descendientes de Marinos de Trafalgar, por JoséAntonio Ocampo ..........................................................................

Noticias Generales ............................................................................

Recensiones .......................................................................................

Págs.

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COLABORAN EN ESTE NÚMERO

Mario Ruiz Morales es perito topógrafo, ingeniero en Geodesia y Cartografía, licencia-do y doctor en Ciencias Matemáticas e ingeniero geógrafo del Estado. Coordina la ense-ñanza de la Topografía, Fotogrametría, Geodesia y Cartografía en la Escuela TécnicaSuperior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad de Granada.Dirigió el Servicio Regional del Instituto Geográfico Nacional en Andalucía Oriental,entre los años 1977 y 2005. Entre sus últimas publicaciones destacan: Manual de Geode -sia y Topografía (Proyecto Sur de Ediciones, 1998 [2.ª ed.]), Forma y dimensión de laTierra: síntesis y evolución histórica (Ediciones del Serbal, 2000), Nociones de Topogra -fía y Fotografía Aérea (Universidad de Granada, 2003), así como Los ingenieros geógra -fos, origen y creación del cuerpo (Centro Nacional de Información Geográfica, 2003). Esmiembro de la Real Sociedad Geográfica. Fue premio extraordinario fin de carrera yposee la Cruz de Alfonso X el Sabio.

Margarita Gil Muñoz es doctora en Historia por la Universidad Complutense de Madrid.Articulista sobre temas militares del siglo X V I I I, colabora en varias revistas, destacando sustrabajos: «La oficialidad de Carlos III ante la muerte», en Cuadernos de Historia Moderna(núm. 10), 1989, de la Universidad Complutense de Madrid; «Religión y Milicia en lasegunda mitad del siglo X V I I I», en Ejército, Ciencia y Sociedad en la España del AntiguoRégimen (Instituto de Cultura Gil-Albert, 1995); Perfil humano de la oficialidad en elcontexto de la Ilustración (Ministerio de Defensa, colección «Adalid», Madrid), y La vidareligiosa de los mareantes. Devociones y prácticas (Ministerio de Defensa, Madrid). Hasido premio Ejército de Investigación 1991 y 1996.

Jorge Victoria Ojeda es licenciado en Arqueología y maestro en Etnohistoria, doctoren Antropología (UNAM) y doctor en Historia (Universitat Jaume I). Investigador delArchivo General del Estado de Yucatán y miembro del Sistema Nacional de Investi-gadores del CONACyT, cuenta con varios libros publicados y numerosos artículos enrevistas especializadas de México y otros países. Sus líneas de investigación son forti-ficaciones, negros e historia colonial del Caribe y de América. Entre sus publicacio-nes destacan: Tendencias monárquicas en la revolución haitiana. El negro JuanFrancisco Petecou bajo las banderas de Francia y España (Siglo XXI, 2005).

Manuel Díaz Ordóñez es licenciado en Historia Moderna por la Universidad deBarcelona. El trabajo que aquí recogemos es fruto de la investigación que está reali-zando para su tesis doctoral. Ha publicado otros trabajos en la misma temática, comoLa fabricación de jarcia en España. El reglamento de Jorge Juan, El Derecho y elmar en la España moderna (1995) y «La burguesía catalana y el conocimiento deAmérica. El asiento de jarcia», en John R. Fisher (dir.): Actas del XI Congreso Inter -nacional de Ahila (Liverpool, 1998). Además de esta labor como publicista, intervie-ne con asiduidad en congresos y participa en foros virtuales a través de Internet.

Hermenegildo Franco Castañón es capitán de navío de la Armada, especialista enArmas Submarinas. Fue profesor de Maniobra y Cultura Naval en el buque escuelaJuan Sebastián de Elcano y en la Escuela Naval Militar, y colabora en el diario La Vozde Galicia, de La Coruña, el Diario de Avisos, de Santa Cruz de Tenerife, la R e v i s t aGeneral de Marina y la RE V I S T A D E HI S T O R I A NA V A L. Es autor de los siguientes libros:La Marina española en Ultramar (Ferrol, 1989); Maniobra del buque escuela C u a t h e-moc (Marín, 1982); Los apostaderos y estaciones navales en Ultramar ( B a r c e l o n a ,1998); Sin perder el norte (tres siglos de historia en la Zona Marítima del Cantábrico)(Valladolid, 2003); Por el camino de la revolución. La Marina española, Alfonso XIIIy la II República (Valladolid, 2004), y La razón de Trafalgar (Valladolid, 2005).

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NOTA EDITORIALFinaliza el año 2006, año colombino por derecho propio, al conmemorarse

el 500.º aniversario de la muerte del Almirante, acaecida en Valladolid el 20de mayo de 1506. Ríos de tinta se han vertido durante estos meses sobre lacontrovertida figura de Cristóbal Cólon, conferencias, exposiciones tempora-les y todo un enorme despliegue de medios para glosar y descubrir un pocomás la enigmática figura del primer Almirante de las Indias.

La Armada, a través del Instituto de Historia y Cultura Naval, no ha sidoajena a este acontecimiento, organizando unas jornadas extraordinarias dehistoria marítima y una exposición temporal titulada «Cristóbal Cólon y elmito colombino», que puede decirse pone el broche final a este evento.

También nuestra REVISTA se une a la efeméride citada y abre sus páginasen este número con un artículo titulado Mapas atribuidos a Cristóbal Colón,de Mario Ruiz Morales, que por lo inédito y singular de su temática ocupalugar en vanguardia. Le siguen: Formas de vida y ritos funerarios en Galicia,de Marg a r i t a Gil Muñoz; Rebeldes de la revolución haitiana en las navesreales de don Gabriel de Aristizábal, de Jorge Victoria Ojeda. Cierran comoartículos los de Manuel Díaz Ordóñez, titulado: Si en Comisión de Marina tevieres..., y el de Hermenegildo Franco Castañón, director de la REVISTA: Otraversión del intento de paso por el estrecho de Gibraltar del destructor JoséLuis Díez.

Por último, las secciones fijas de La historia vivida, «Saludo a la voz y al“mortero”»; Documento: Última carta de Gravina a Talleyrand (10 de enerode 1806); La Historia Marítima en el mundo: «Una nueva asociación: laAsociación de Descendientes de Marinos de Trafalgar», Noticias Generales yRecensiones.

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MAPAS ATRIBUIDOSA CRISTÓBAL COLÓN

A lo largo del presente año, se han venido celebrando diversos actosconmemorativos del quinto centenario de la muerte de Cristóbal Colón (1451-1506), un personaje enigmático que conmocionó al mundo con el relato de suprimer viaje. Aunque sea cierto que es difícil aportar alguna novedad signifi-cativa que aumente el conocimiento que se tiene de su vida y obra, también loes que algunas de sus aportaciones cosmográficas, especialmente las de índolecartográfica, no son conocidas más allá del círculo reducido de los especialis-tas. Una circunstancia que resulta un tanto paradójica, máxime si se tienepresente que sin tales conocimientos no hubiese sido posible su excepcionaltravesía. El que sería después Almirante de Castilla adquirió estos conoci-mientos principalmente con la lectura de clásicos como Tolomeo (90-168) oEstrabón (63 a.C.-21), y de otros más modernos como el cardenal francésD’Ailly (1359-1420). Cólon estaba, pues, convencido plenamente de la esferi-cidad de la Tierra, de su tamaño y de la posibilidad de alcanzar las Indias através del Atlántico, tal como defendieron en su momento autores tan relevan-tes como Aristóteles (384-322 a.C.) yEratóstenes (285-195 a.C.); este últi-mo llegó incluso a defender que, si lainmensidad del océano no lo impedía,se podría navegar de Iberia a lasIndias a lo largo del mismo paralelo.

No obstante, la fiabilidad de susfuentes dejaba mucho que desear enlo que se refería al tamaño de laTierra, pues tales fuentes asegurabanque su diámetro era del orden de20.000 millas, de modo que el desa-rrollo de un grado de meridiano equi-valía a 55 1/2 millas; asimismo, sesospechaba qe el territorio de Eurasiase extendía a lo largo de 280º delongitud. El razonamiento de Colónno ofrecía por tanto la menor duda:las costas del Catay se podrían alcan-zar desde las hispánicas tras navegaraproximadamente 4.500 millas hacia

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Mario RUIZ MORALESDoctor en Historia

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el oeste, es decir, una amplitud angu-lar de 80º, de manera que, si en un díase recorrían 100 millas, se podríaalcanzar la meta en poco más de unmes. Además, Colón insistía en susplanteamientos a la vista de las repre-sentaciones cartográficas de la época,que mantenían tales principios. Elmapamundi de Paolo dal PozzoToscanelli (1397-1482) o el globoterráqueo de Martín Behaim (1459-1507) son dos de los más señalados.Como tanto en el mapa del astrónomoitaliano como en el globo del cartó-grafo alemán aparecía el océanoAtlántico con anchura escasa, Colónno albergaba ninguna duda de que asíse podía alcanzar su meta muchoantes que circunnavegando el conti-nente africano. El globo terráqueo,construido en 1492, reflejaba tan bienel pensamiento del genovés que cabepensar si Behaim estaría al tanto del

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Colón cosmógrafo. Cuadro del francés EmileLasalle realizado en 1839. El rey Luis Felipe de Orléans se lo regaló a la catedral de Sevilla.

Toscanelli y una reproducción de su mapa centrada en el océano Atlántico. Las imágenes inferioresson de Behaim y de su globo terráqueo.

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proyecto colombino, en su condiciónde miembro del consejo de sabios queasesoraba al rey Juan II de Portugal(1455-1495).

Colón fue un prolífico y acredita-do cartógrafo antes y después de lareconquista de Granada, al igual quesu hermano Bartolomé (h. 1461-1514), hasta el punto de que ambosejercicieron este oficio durante suestancia en Lisboa. No es nada aven-turado suponer que Colón ejercierauna poderosa influencia sobre suhermano, similar a la que ejerceríadespués sobre su propio hijo Hernan-do (1488-1539). Este conservaría ensu voluminosa biblioteca gran partede los libros heredados de su padre,con interesantes y reveladoras aposti-llas, como las que figuran en la obra Imago mundi, del ya citado P. d’Ailly.Lamentablemente, no se conservan mapas o planos que se puedan atribuir anuestro personaje sin ningún género de dudas; la excepción a la regla la cons-tituyen dos ejemplos que merecen ser reseñados con cierto detalle.

El primero de ellos es conocido en la literatura cartográfica con el nombrede «mapa de Colón», desde que en 1924 se lo atribuyera el historiador fran-cés Charles Marie de La Roncière en La Carte de Christophe Colomb, obraaparecida el mismo año en París. El pergamino lo descubrió en la BibliotecaNacional, donde se conserva identificado con la referencia B.N. Cartes etPlans, Rés. Ge A A 562. El documento cartográfico lo componen el conjuntode los dos mapas, separados por una línea dorada y dibujados sobre un perg a-mino de 1,1 x 0,7 m. El de la izquierda es en realidad una carta celeste querefleja la concepción geocéntrica del universo imperante en aquel tiempo; elde la derecha, un portulano al uso en el que destacan el Atlántico y el marMediterráneo. En la carta celeste aparecen representadas, por tanto, las nueveesferas clásicas, sobre las que se situaban los planetas, es decir: la Luna,Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno; la octava esfera es la de lasestrellas (también llamada «de las fijas»), y la nona, la mansión de los biena-venturados, aunque el autor la dejase en blanco. Todas ellas rodeaban laTierra, representada mediante un planisferio del Viejo Mundo cuyo centrocorrespondía a Jerusalén, aunque el autor anotase en el dibujo que la repre-sentación plana debía ser considerada esférica. La influencia religiosa sehace aún más evidente cuando se observa la imagen del paraíso terrenal,rodeado de montañas, en las costas del Catay de Marco Polo (1253-1324).

El portulano está limitado por cuatro rosas de los vientos de las que partenlas correspondientes líneas de navegación. Aparecen representadas la cuenca

MAPAS ATRIBUIDOS A CRISTÓBAL COLÓN

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Modelo cosmológico centrado en una imagende la Tierra, tal como aparece en el llamado

«mapa de Colón».

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mediterránea y el litoral atlántico,desde Escandinavia hasta la desembo-cadura del río Congo. Una de suscaracterísticas más destacables en estecontexto es la localización de lasciudades importantes del interior; elhecho de que figuren Granada y SantaFe, con los pendones de Castilla yLeón, permite pensar que ha de serposterior al 2 de enero de 1492. Dadoque no aparecen representados losdescubrimientos posteriores a esafecha, no sería extraño que el dibujose hubiese realizado en los primerosmeses de ese mismo año, después dela toma de Granada y antes de quediese comienzo la travesía de Colón.Asimismo, debe reseñarse que en unoy otro mapa aparecen textos que guar-dan estrecha relación con las aposti-llas recogidas en los libros usados porCristóbal Colón, en una de las cualesse remite al lector a cuatro mapas quecontenían esferas, costumbre pocohabitual en aquella época. Hay, pues,sobradas razones para suponer que el

Almirante fue el cartógrafo responsable, aunque todavía falte confirmacióndefinitiva de tal suposición.

A la vuelta de su primer viaje, el 15 de febrero de 1493, desde las islasCanarias, escribió una extensa carta a los Reyes Católicos en la que dabacuenta de su descubrimiento. Únicamente nos interesa resaltar de tan trascen-dental documento la identificación que se hace de una serie de islas en lossiguientes términos: «A la primera que yo hallé puse nombre San Salvador acomemoración de Su Alta Majestad, el cual maravillosamente todo esto hadado; los Indios lo llaman Guanahaní; a la segunda puse nombre la isla deSanta María de Concepción; a la tercera Fernandina; a la cuarta la Isabela; a laquinta la isla Juana y así a cada una nombre nuevo». La carta fue rápidamenteimpresa y reeditada en numerosas ocasiones. Baste decir que en los cincoaños siguientes se publicaron 10.000 ejemplares de la misma, siendo usualilustrarla con mapas imaginarios de las islas. Es de suponer que Cólon lossupervisaría en alguna medida; en cualquier caso, fueron las primeras imáge-nes renacentistas de sus descubrimientos.

Hay otros documentos cartográficos relevantes que se atribuyen indistinta-mente a Cristóbal y a Bartolomé Colón; se trata en este caso de meros croquisen los que se representan también los territorios recientemente conquistados.

MARIO RUIZ MORALES

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Las islas descubiertas por Colón. Ilustraciónde una edición de su carta (Basilea, Jacobo

Wolff, 1493).

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El primero de ellos, supuestamente dibujado entre 1492 y 1493, se conservaen el archivo de la casa de Alba (palacio de Liria, Madrid) y es la imagencartográfica de una parte del litoral caribeño, concretamente la costa norte dela isla Española (Haití). La importancia de este descubrimiento, en el año1894, para la historia de la cartografía es capital, al tratarse del primer mapaeuropeo del Nuevo Mundo. Su formato es de 56 x 39 cm. En él figuran variostopónimos, entre los que deben subrayarse «Nativida», por referirse a «LaNatividad», esto es, a la primera colonia fundada por Colón al llegar al NuevoMundo, y «Civao», en alusión a Cipango (Japón); no debe olvidarse queColón pensaba que había alcanzado aquellas costas.

El segundo es indudablemente atribuido a nuestro protagonista, ya quefiguraba en las márgenes de la carta que escribió al rey Fernando desde Jamai-ca, el día 7 de julio de 1503, para relatar su cuarto viaje; una copia de lamisma fue llevada a Roma por Bartolomé con la intención de que el papaintercediera ante el rey para que le encargase a su hermano la colonización yevangelización de aquellas costas tropicales. Bartolomé Colón coincidió enItalia con el veneciano Alejandro Zorzi, el cual copió los croquis anteriores enla versión italiana de la carta y en otro manuscrito que escribió en torno al año1522. En la Biblioteca Nacional de Florencia se conserva la copia de Zorzi enforma de tres láminas de 100 x 165 mm, cuyo contenido representa no sólo lafranja ecuatorial de la Tierra, sino también el pensamiento geográfico delmayor de los hermanos Colón. Además del Nuevo Mundo, Zorzi realizó dibu-jos semejantes en los márgenes de su obra Miscellanea di cose geografiche,en los que incluyó, por ejemplo, la imagen de Cuba y de la Española.

MAPAS ATRIBUIDOS A CRISTÓBAL COLÓN

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Croquis de la isla Española (Haití y República Dominicana) y una imagen de satélite de lamisma zona.

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El último mapa a que nos vamos a referir contiene una prueba irrefutablede la actividad cartográfica de Cristóbal Colón y de que su influencia alcanzóa otras culturas bien diferentes. El cartógrafo turco de mayor renombre fue sinduda alguna el almirante Muhyiddin Piri Re’is (h.1470-1554), el cual pasó a

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Croquis de Alessandro Zorzi, copias de los previos realizados por Cristóbal Colón.

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la posteridad gracias a un mapamundi coloreado sobre un pergamino en el año1513; la representación debe ser catalogada como portulano, a pesar de losmotivos decorativos que incluye tierra adentro. El mapa, que se conserva en elmuseo Topkapi Saray de Estambul, es realmente un fragmento del original,cuyas dimensiones son de 63 x 90 cm —se supone que el dibujo primitivodebía de medir alrededor de 140 x 165 cm—. En él figura una imagen carto-gráfica casi íntegra de la península ibérica y del borde más occidental de Áfri-ca, limitado al este por una línea que coincide sensiblemente con el meridianode Almería. También figura una interesante representación del Nuevo Mundoque, comenzando en el cinturon ecuatorial, desciende hasta el extremo másmeridional de Sudamérica.

En el borde occidental del mapa figura un extenso texto harto elocuente,por cuanto el autor confiesa, entre otras cosas, que dibujó la representacióndel Caribe apoyándose en un mapa de Cristóbal Colón que había llegado a supoder y al parecer realizado en 1498. El párrafo en cuestión dice lo siguiente:«Las costas e islas [del Nuevo Mundo] de este mapa son tomadas del mapa de

MAPAS ATRIBUIDOS A CRISTÓBAL COLÓN

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El portulano de Piri Re’is y detalle ampliado del Caribe, copia de un mapa de Cristóbal Colón.

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Colón». La afirmación de Piri Re’is está muy bien documentada, puesto quesu tío Kemal Re’is, el que se lo proporcionó, tras requisársela a un esclavoespañol que había sido tripulante de un barco que capturó la flota turca por élcomandada, en 1501, en las proximidades de Valencia. Presentó el mapa PiriRe’is al sultán en 1517, y al parecer se archivó en el palacio de Solimán elMagnífico; allí permaneció en el anonimato hasta que Gustav Adolf Diess-mann, en 1929, lo descubrió durante las investigaciones que estaban realizan-do para el futuro Museo Topkapi.

Esta reivindicación apresurada de la figura de Cristóbal Colón desde elpunto de vista cartográfico tendrá como epílogo la observación magnética sinparangón que realizó la noche del 13 de septiembre de 1492, cuando se encon-traba 100 leguas al oeste de las islas Azores. Se constató en aquella ocasión unfenómeno de singular importancia en la historia de la ciencia, que se trató deaprovechar después para solucionar el secular problema de la determinaciónde las longitudes. El fenómeno se describió con todo detalle en el diario de a

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Imagen cartográfica de la línea agónica en el mapa del astrónomo Edmound Halley, publicadocomo resultado de la expedición Paramour Pink (1698-1700). Las brújulas superpuestas de la

derecha son del siglo XVI; la que tiene alidada es del XVII.

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bordo: «Aquel día con su noche, yendo a su vía, que era el oeste, anduvieronXXXIII leguas, y contava tres o quatro menos. Las corrientes le eran contra-rias. En ese día, al comienzo de la noche, las agujas noruesteavan y a la maña-na nordesteavan algún tanto, de lo que conoció que la aguja no iba derecha ala estrella que llaman del Norte, o Polar, sino a otro punto fijo e invisible».

Aunque ya por entonces se había que la declinación magnética variaba conla longitud geográfica, fue Colón el primero en comprobarlo fehacientementepues, atendiendo a la descripción, es obvio que cruzaron la línea agónica o dedeclinación nula, con lo que pasaron de un valor oriental a otro occidental.Puede asegurarse sin exageración que ese día comenzó el estudio del magne-tismo terrestre, gracias a las observaciones efectuadas por el Almirante. Elcambio en la orientación de la aguja imantada de la brújula, que por cierto diolugar a un intento de motín, confundió a Colón, puesto que llegó a creer en laexistencia de un meridiano singular con unas propiedades cosmográficasanálogas a las de la línea ecuatorial. La idea tuvo su repercusión en los añosvenideros, concretamente en los trabajos correspondientes llevados a cabo porAlonso de Santa Cruz (1500-1567), el cual trató de establecer una interrela-ción entre los parámetros magnéticos —inclinación y declinación— y lascoordenadas geográficas —latitud y longitud.

Bibliografía

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MAPAS ATRIBUIDOS A CRISTÓBAL COLÓN

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FORMAS DE VIDA Y RITOSFUNERARIOS EN GALICIA.

LOS MARINOS EN EL SIGLO XVIII

En estas últimas décadas, la documentación notarial ha sido utilizada conel fin de conocer diversos aspectos de la vida diaria de ciertos individuos y decolectivos pertenecientes a un determinado ámbito geográfico, y al mismotiempo, para acercarse a los sentimientos y rituales que acompañan a la muer-te. Porque cada grupo social tiene ante la vida y ante la muerte sus principiosde comportamiento, principios que hay que descubrir y analizar.

Este trabajo tiene por objeto situar a un grupo de marinos en el marco urbanode la Galicia del siglo X V I I I, lugar donde desempeñaban sus profesiones; descu-brir el nivel de su pensamiento y de su sensibilidad a través de una doble vertien-te: su estilo de vida, del que nos hablarán sus inventarios, y sus sentimientos yactitudes ante la muerte, expresados en los testamentos. Porque los datos que nossuministran los inventarios nos dan a conocer cómo vivían, cómo eran sus casas,cuál el ajuar doméstico, cuáles sus niveles culturales, aficiones, etc. En cuanto alos testamentos, junto con los certificados de defunciones suministran datos paraconocer cuáles eran sus sentimientos ante la muerte, sus creencias y devociones,y cómo se desenvolvía el ritual de la muerte y de todos los aspectos que la acom-pañan. Porque tanto los inventarios como los testamentos, en conjunto, refle-jan la vida y la muerte, que se dan recíprocamente sentido la una a la otra.Inventarios y testamentos son como una crónica de la vida diaria ligada alacontecimiento de la muerte, ya que su ceremonial se realizaba en tres escena-rios: la casa, la calle y la iglesia, espacios que revelan una serie de comporta-mientos culturales, sociales y religiosos.

Este grupo de marinos residía en Galicia como consecuencia de la políti-ca llevada a cabo por los Borbones. A principios del siglo X V I I I, la Marinacarecía de una organización centralizada, ya que cada reino, cada provinciamarítima sostenía una escuadra particular al servicio del rey. Patiño, a sullegada al gobierno, emprendió la reforma de la Marina, ya que ésta contabacon nueve Armadas distintas y era necesario proceder urgentemente a suunificación. Para tal fin se creó, por real cédula de 21 de febrero de 1714, laReal Armada. Del mismo modo se impulsó la construcción naval, y paraeste fin Galicia fue uno de los lugares escogidos. Además del departamento

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Margarita GIL MUÑOZDoctora en Historia

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de Cádiz, establecido en 1717, se fundan en 1730 los de Galicia y Cartage-na, donde residía el departamento principal de galeras, motivo por el queGalicia reúne gran número de marinos (1). En 1743 muere el rey Felipe V, yel marqués de la Ensenada propone al nuevo rey, Fernando VI, la construc-ción de una gran flota en los cinco astilleros de España. Para este fin sepiensa en Ferrol, cuyo arsenal reunía unas condiciones excepcionales, conuna amplia ría, de bocana estrecha, fácil para ser defendida por ambospuntos de la costa ante un eventual ataque del enemigo, lo que ofrecía segu-ro refugio para una gran flota (2). De este modo, el arsenal que existía desdeprincipios de siglo en La Graña fue trasladado al nuevo emplazamiento deEsteiro, que con la instalación de las gradas atrajo a numerosa mano de obradesde 1749 hasta 1751.

El barrio de Esteiro es el segundo poblamiento que se levanta en Ferrol. Enél se hizo un gran trazado de calles y plazas, y se levantaron una serie deedificios oficiales, presididos todos ellos por la iglesia castrense de SanFernando, construida en el año 1755 y derribada en 1861. De este modo, elnuevo arsenal se convirtió en el centro de la burocracia militar y se acondicio-nó para ser el lugar de residencia de las principales autoridades de la Marina(3). Asimismo, en 1776 se incrementó la población naval con la creación deuna academia de guardiamarinas que junto con la de Cartagena, creada almismo tiempo, y la de Cádiz, creada en 1717, fue cantera de marinos dotadosde gran cualificación profesional.

Primera parte. El entorno vital

Las fuentes que nos suministran los inventarios post mort e m g e n e r a l m e n t eestán orientadas al estudio de los niveles de vida de una persona, de un colectivoo de un núcleo geográfico determinado, en función de los niveles de consumoen un momento dado (4). Por nuestra parte, nos acercaremos a los niveles de

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( 1 ) Sobre la Marina del siglo X V I I I: TO R M O, M.: La Armada en el reinado de losB o r b o n e s. Barcelona, 1995; ME R I N O NA V A R R O, J.P.: La Armada española en el siglo X V I I I.Madrid, 1981; CERVERA PERY, J.: La Marina de la Ilustración. Madrid, San Martín, 1986.

(2) Cuando en 1743 se pensó en la construcción del nuevo arsenal, se recurrió a Inglaterra,por su excelente técnica constructiva. Para este fin se pensó en Jorge Juan, que fue enviado paraconocer los arsenales, sus infraestructuras y logística y aplicarlos a los españoles. Partió JorgeJuan en enero de 1749 acompañado por José Solano, y a su llegada inició los primeros contactoscon varios ingenieros navales, a la vez que intentó captar personal cualificado. Ver al respectoFE R N Á N D E Z AL M A G R O, M . : Política naval de España moderna y contemporánea. Madrid, 1946;O ’ DO G H E R T Y, P . : Jorge Juan y la ciencia naval española en el siglo X V I I I. Madrid, 1973.

(3) MARTÍN GARCÍA, A.: «La política de construcción naval borbónica y el reino de Gali-cia: El Real Astillero de Esteiro (siglo X V I I I)», en Actas de la VIII Reunión Científica de laFundación Española de Historia Moderna, 2 0 0 4. Madrid, Fundación Española de HistoriaModerna, 2005, p. 747.

( 4 ) Véase al respecto TO R R A S, J., y YU N, B. (dirs.): Consumo, condiciones de vida ycomercialización: Cataluña y Castilla, siglos XVIII-XIX. Junta de Castilla y León, 1999.

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vida de este grupo profesional, aunque sea parcialmente, dado que los marinos,por su estilo de vida discontinua, no siempre reflejan la realidad vital. Sine m b a rgo, la riqueza descriptiva de esta documentación nos da una idea muyprecisa de cómo se desarrollaba su vida cotidiana. Nos ofrece, a veces, un reco-rrido por cada uno de los espacios de la casa; nos detalla, habitación por habita-ción, todos los objetos que se encuentran en la vivienda, el material de que estánhechos, los ornamentos que pueden presentar, su estado de conservación y, aveces, su color. Una de las características del conjunto de los inventarios consul-tados es la poca uniformidad de los mismos. En unos se inventariaba un equipa-je; en otros, el contenido de una habitación donde residía el oficial temporal-mente, y en algunas ocasiones, el de una casa. Esta variedad denota lasdiferentes situaciones por la que pasaba cada uno de los marinos; por tanto, lasconclusiones sobre los niveles económicos serán relativas, y sólo el inventariode una vivienda nos proporcionará una base segura al respecto.

Los inventarios

Un inventario post mortem es un instrumento legal que se entiende comola relación completa y detallada de los bienes de una persona, realizada públi-camente ante notario por el tutor, el administrador, la viuda o viudo y los here-deros cumplimentando las correspondientes solemnidades. Relaciona, ensuma, aquellos muebles e inmuebles encontrados a la muerte del finado. Adiferencia de otro tipo de protocolos notariales, se trata de un documentodescriptivo, con un componente de subjetividad que se tendrá que considerar ala hora de matizar su valor como fuente histórica.

Los militares y marinos tenían la obligación de testar y de hacer inventariode sus bienes tanto patrimoniales como personales, esto es, de aquellos bienesque tuvieran en el momento de la muerte, al contrario de la generalidad de lapoblación, en que la realización de los inventarios post mortem, por su propianaturaleza legal, era emprendida mayoritariamente por aquellos individuosque contaban con un patrimonio a heredar, siendo minoritarios los documen-tos de esta clase pertenecientes a sujetos con una economía precaria.

Tanto los militares como los marinos tenían regulada la forma de testar y deejecutar los inventarios. En las ordenanzas militares de Carlos III, de 1768, seindicaba la obligatoriedad de testar y de hacer inventario de los bienes que poseí ael oficial o de las pertenencias que se le encontraran en el momento demorir (5). Pero para los marinos había además otra forma de testar cuando seencontraran a bordo de buque de guerra. Nos referimos al testamento marítimo,que se basa en la necesidad de testar de personas que se encuentran en circuns-tancias extraordinarias. Se trata de un testamento de circunstancias, pensadopara el navegante que no pueda realizarlo según el método habitual. El origen

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( 5 ) VA L L E C I L L O, A.: Ordenanzas de S.M. para el régimen, disciplina, subordinación yservicio, t. III. Madrid, Imp. De Andrés y Cía., 1852.

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del testamento marítimo radica en las Ordenanzas de la Armada de 1748 (títuloVI, tratado VI, artículo 4), aunque tiene su precedente en el Digesto romano, enel que el beneficio del testamento militar se hace extensivo a los pilotos y capi-tanes de buques, a los remeros, a los marineros y a los que vigilan a bordo (6).

En algunos inventarios figura la forma en que se verificaba el recuento debienes. Así, en el del ingeniero Ricardo Rooth, «constructor de navíos de S.M.y Theniente de la Real Armada, morador en el Real Astillero de Esteiro»,consta cómo el mismo día que murió, el 31 de mayo de 1761, el auditor deguerra de Marina mandó que fueran recogidas las llaves de los cofres, cajas ybaúles, para que, «después de dársele sepultura, pasará a hacer formal inventa-rio de lo que en dicha casa se hallare». Efectivamente, en la mañana del 1 dejunio se personó el auditor en el domicilio de Rooth, y en presencia de sumujer y de un albacea se procedió a hacer inventario. Este marino fue uno delos ingenieros que Jorge Juan se trajo de Inglaterra entre el personal cualifica-do escogido para el nuevo proyecto de construcción naval (7). Otro caso es eldel teniente de navío José Stermundi Arnao. Este marino residía en Ferrol, ymurió el 7 de septiembre de 1789 de enfermedad «contagiosa». Inmediata-mente, el auditor mandó al escribano recoger las llaves de los escritorios, detres baúles y de una papelera (escritorio), pues al haber muerto de enfermedadcontagiosa no se podrían usar las ropas y enseres de la casa. Pero el día 9, elprimer cirujano de la Real Armada y de los Batallones de Marina, que asistióa Stermundi en su enfermedad, certificó que no murió de enfermedad conta-giosa y sí de una «postema [acceso o tumor] que le engendró en el pecho y deresultas de no habérsele rompido (sic), por lo que no hay recelo alguno de quepueda hacérselo de sus ropas y alhajas». Después de esa declaración, esemismo día pasó el auditor a la casa del oficial para proceder al inventario, enpresencia de su viuda y de un alguacil de Marina (8). Otro testimonio figuraen el inventario del alférez de fragata Eneas MacDonnell Estuardo. Este mari-no, que debía de ser soltero, vivía en una habitación alquilada en Ferrol ymurió en septiembre de 1780. En este caso, el alguacil no recogió llave algunaantes del entierro, pues el inventario se practicó «luego que se dio sepultura alcadáver», en presencia del auditor con los albaceas del difunto, un coronel deCaballería y un comerciante (9). En otro caso se trata del capitán del puerto deLa Coruña Miguel Garnica, que murió en esta villa en diciembre de 1796. A

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( 6 ) GU T I É R R E Z SO L A R, E.: «Testamentos a bordo de buques de guerra», RE V I S T A D EHISTORIA NAVAL, núm. 8, 1983, p. 45.

(7) El ingeniero irlandés Rooth fue uno de los que Jorge Juan se trajo de Inglaterra. Pareceque desde el primer momento manifestó interés por venir a España, al encontrarse muy disgus-tado con el trato dado a la minoría católica. Rooth era propietario de un arsenal a orillas delTámesis. Lo describen como un hombre extrovertido, poco dado a compartir sus conocimien-tos. Nunca llegó a sentirse cómodo en nuestro país, donde parece que tardó en integrarse. ANCAAL A M I L L O, Alejandro: Jorge Juan y el Arsenal de Ferrol. Alicante, Fundación Jorge Juan,2003; Archivo General Militar de Segovia (en adelante, AGMS), Sección 9, leg. R-210.

(8) AGMS, sec. 9, leg. S-171.(9) AGMS, sec. 9, leg. M-1.

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las pocas horas de morir, el alguacil de Marina se personó en el domicilio deGarnica, donde no se dice que recogiera las llaves, pues su misión consistía enla custodia de la casa para que «no se hiciese ocultación ni extracción debienes, alhajas ni otros géneros que en ella se hallaren existentes». Una vezque el capitán fue enterrado en la parroquia de San Jorge, se presentó en sudomicilio el auditor, que en presencia de su viuda y de «otras personas presen-ciales» procedió al recuento (10). El capitán de fragata Pedro Sainz Sagardiavivía en La Coruña en una «posada». Debió de morir en el hospital, y durantecinco días en su casa estuvieron apostados un sargento y cuatro soldados,«para custodiar los efectos que quedaron del referido difunto» (11).

La vivienda

La relación de bienes del fallecido cuenta con una primera parte, o intro-ducción al cuerpo del documento, donde aparecen los datos relativos a lavivienda, como la calle en que se localiza, el número de puertas o portales, siera de alquiler, y otras cuestiones. En los inventarios militares algunas deestas descripciones no suelen figurar, si bien a veces citan la calle o el cuarteldonde el finado vivía.

Lo que sí figura, siguiendo las mismas pautas que los inventarios civiles,es la descripción de la vivienda. Detallan, habitación por habitación, todos losobjetos que se encuentran en cada una de ellas. De esta manera, con los nume-rosos detalles que describen, dan una idea muy precisa de cómo se desarrolla-ba la vida cotidiana de sus habitantes. Esta parte del inventario nos permiteestablecer, en referencia a la estructura de la casa, el uso que se le daba. Almismo tiempo, la descripción del contenido de la vivienda, la ordenación ydecoración de las estancias, el mobiliario, el vestuario, los colores, son otrostantos indicadores de estilos de vida. A este respecto, son de resaltar los refe-rentes culturales, como la posesión de libros, las actividades profesionales, susutensilios, herramientas, cuadros, etc.

Son pocos los inventarios consultados que hacen descripción de la casa;algunos que hemos encontrado los expondremos como ejemplo de la riquezadescriptiva de este documento.

La casa del ingeniero Rooth constaba de dos salas con sus correspon-dientes alcobas, más un dormitorio de servicio y la cocina. A una de lassalas se la denomina «la principal»; daba a la calle y debía de ser muy espa-ciosa, por la cantidad de objetos que contenía. En las paredes figura «unreloj de sala con su caja acharolada de fábrica de Inglaterra»; dos espejos de«cuarto y media de alto cada uno con sus marcos dorados»; cuatro cornuco-pias con su marco dorado, «solamente el flete». Había también varios retra-tos que consistían en los del difunto y su mujer, «pintado en lienzo y losmarcos negros»; había otro de la madre de la viuda, y otro «que se ignora de

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(10) AGMS, sec. 9, leg. G-198.(11) AGMS, sec. 9, S-14

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quién sea»; «un cuadro con su marco negro de la efigie de un Santísimo,pintado en vidrio de una tercia de alto»; otro cuadro de «dos cuartos de altodel retrato del príncipe de Gales con su marco negro de madera»; «dos espejosde cuarto, digo, negros».

Los muebles de la sala eran numerosos. Había dos mesas de caoba, una deellas con alas, y que «sirve para el servicio de tomar té y café»; la otra mesaera redonda, «para el juego de chaquete, damas y naipes». También había un«hogar para leña de ferro y bronce que se puede quitar y poner», sin duda deorigen inglés, utensilio desconocido en España, donde se usaban como mediode calentar los braseros. También había una alacena, «donde se hallaroncubiertos, algunos de fábrica de Inglaterra, platos de China y otros objetos devajilla». En la sala correspondiente o «gabinete de dicha sala» había una pape-lera de madera de nogal, y dentro, un peso para pesar monedas, «novecientosnoventa y dos pesos y reales de plata en un bolsillo de seda, y dos doblones dea ocho»; una cama de madera de nogal, con su colgadura, cenefa y cielo rasode filipendi pajizo, usado; dos colchones de loneta de plumas. Además, seinventariaron una mesita redonda de caoba, adornos como una cornucopia,tres cuadros, en lienzo con su vidrio, con «asuntos de caza», un cofre viejo,una caja de madera negra con cerradura y, dentro, un poco de chocolate ycafé. En la otra sala había una mesa de caoba, 12 sillas, una chimenea, de seiscuartas de largo y 12 sillas de nogal con asientos de cordobán. En las paredes,cinco mapas grandes con sus marcos, de siete cuartas cada uno —esta costum-bre de enmarcar los mapas se practicaba en los países de actividad marítima.Es frecuente verlos en los cuadros de Vermeer y de otros pintores holandesesy flamencos (12).

Asimismo, en una alacena había mucha vajilla de porcelana de China yloza de Talavera. Además de los mapas, había cuatro estampas con escenasde caza con marcos negros y filetes dorados. Dos mesas, una para el juego denaipes, y una docena de sillas acharoladas «con sus asientos de redillas deesparto». Completaba el mobiliario de la sala un catre de caoba con doscolchones pequeños, de retor; una papelera de caoba con varias cintas yropas de la viuda y su hija, y un tocador de caoba con cosas. En la otra alco-ba había cofres con la ropa del finado, un catre con postes de madera decaoba, sillas, un estante «a modo de papelera,» y en las paredes, un cuadro olámina de estampado con la imagen de Cristo crucificado, con sus marcosnegros, otros cuatro cuadros de diferentes efigies, con marcos dorados ynegros, algunos espejos y un arca con ropa dentro. En la cocina había unamesa usada, de madera de roble, y otra de pino, vieja, de servicio; un farolviejo de hojalata, dos gatos de hierro para el servicio de cocina, dos baldes, yutensilios de cocina.

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(12) El holandés Vermeer, de la ciudad de Delft, gran interiorista, pintó un cuadro llamadoEl militar y muchacha sonriente, conocido también como Muchacha sentada frente a un militarde visita, hacia 1657. En este cuadro aparece un mapa enmarcado (Frick Collection, NuevaYork). Del mismo modo, en su cuadro Tañedor de laúd figura un mapa de Europa (Metropoli-tan Museum, Nueva York).

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Por último, en el inventario figura el «fayado» (desván) de dicha casa, endonde se inventarió un «medio catre chico de madera de roble y pino nuevoque sirve para la cama de la niñera», dos sillas viejas con asientos de paja, dosredes para pescar con sus aparejos «más que usados», una maleta de baquetavieja y cinco barriles viejos vacíos, y una «mampara de bayeta vieja a modode estufa» (13).

La casa del capitán del puerto de La Coruña Miguel Garnica era másmodesta. Constaba de dos salas con sus correspondientes dormitorios, undormitorio de servicio y una cocina. El inventario igualmente va describiendocada mueble, cada objeto, el contenido de muebles, armarios y los adornos delas paredes. La casa del teniente de navío Pedro Jiménez no se describe comotal, pero aportamos cómo se tasó por lo novedoso de este documento. Estemarino murió en Ferrol en 1797, a edad avanzada. La casa la tenía en LaGraña, calle de San Antonio, «con su huerta en la trasera, cercada de unamuralla». Había dispuesto que la mitad de su coste fuera para sufragios por sualma, en la capilla de Nuestra Señora de los Dolores de la parroquia de SanJulián. También dispone que la otra parte la hereden sus sobrinos, pues sumujer había muerto y no habían tenido hijos, y que se les entreguen, además,los sueldos que al primer marido de su mujer, maestro que fue de la armeríaen el arsenal de La Graña, le adeudaban desde el reinado de Felipe V, y queascendían a 7.000 reales, «si se han cobrar» (14).

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23Año 2006 REVISTA DE HISTORIA NAVAL

Tasa y reconocimiento que hicimos de la casa nº 9, en La Graña

Por 237 varas cuadradas de terreno covierto a 9 rrs. 2133Por 27 varas quadradas de terreno descovierto en el patio a. 137Por 77 brazas de paredes a 4rrs. 3080Por 319 varas quadradas de armazón encluso la terra a 9 rrs. 2430Por 219 varas quadradas de división de tabla a 6 rrs. 1314Por escalera principal 400Por el balcón de la calle 300Por una alacena 100Por la puerta principal 150Por el balcón 90Por 13 luzes 700Por una escalera que sube a la casa de arriba 200Por tres chimeneas 600Por 34 piezas de canteria a 8 rrs. 272Por 67 varas quadradas de terreno de la huerta a 4 rrs. 964Por 27 varas quadradas de Muralla 108Por la escalera que sube a la huerta 300Total 17.265

(13) AGMS, sec. 9, leg. R-210.(14) AGMS, sec. 9, leg. J-40.

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La decoración de la casa

Es extraño que en ninguno de los inventarios se citen tapices y alfombras,y sólo alguna cortina, elementos a tener en cuenta en el nuevo afán de confortdespertado en la España de la segunda mitad de siglo, y que era corriente en elmarco de vida no sólo entre gentes adineradas, sino también en los nivelesmedios. Tampoco se nombran las esteras, muy corrientes en las casas pues nosólo eran un elemento de adorno, sino también una defensa contra el frío y lahumedad. Suponemos que en Galicia no era costumbre su uso. Las habitacio-nes de las casas españolas del siglo X V I I I tenían las paredes encaladas y secubrían con tapices, cuadros, espejos, cornucopias y frisos. Estos elementosestán presentes con mayor o menor frecuencia en los inventarios que nosocupan. Se pueden encontrar cuadros de todos los tamaños y temas, sobresa-liendo en número los piadosos. Los cuadros se nombran como lienzos conescenas o temas, y en ningún caso se cita al pintor. El capitán de fragata LuisA. Maestre tenía un lienzo con una Máter Dolorosa, «con un marco de ébano,su cristal y dos mecheros de metal», tasado en 200 reales. Además, tenía seismapas y un plano del nuevo arsenal de Ferrol, todos enmarcados, además de27 estampas de diferentes temas.

Dos de las estampas eran de carácter religioso, con una Concepción yuna Vi rgen del Valle; cuatro con escenas de batallas, apaisadas; ocho con eltema de las ciencias; otras dos con retratos del rey de Prusia y de Landonn.Otras estampas tenían los temas de los clásicos de la antigüedad, comoDemócrito y Heráclito; los vicios y las virtudes era otro de sus temas prefe-ridos, con dos estampas. La Historia era tema preferido del por entoncesmaestre, que tenía dos estampas con la historia de Alejandro y otra delmismo Alejandro en una batalla; otras dos con escenas sacras, con la histo-ria de Job y un paraje del paraíso. Se completa la colección con dos estam-pas con figuras de mujer y otras dos con un calendario y un lunario, y es quelas estampas tenían gran predicamento en estos años. Veintidós de «diferen-tes imágenes» tenía el capitán de navío Pedro Sainz, más otras dos con laVi rgen de los Dolores y Nuestra Señora la Coronación. El jefe de escuadraDiego Quiroga y Ulloa tenía un cuadro de una Dolorosa, pintado sobrecobre con el marco de ébano guarnecido de plata, tasado en 40 reales, yotros dos con las imágenes de la Concepción de Nuestra Señora de lasHermanitas, todos con los marcos dorados (15).

La casa del alférez de fragata José Pallés estaba situada «en las casas de losdiques del Arsenal del Esteiro». No tenía muchos muebles ni enseres, pero síuna decoración lujosa, compuesta de cuatro cornucopias doradas, tres espejosde diferentes tamaños, los tres con marco dorado, y un cuadro de la Virgen delos Dolores (16). Otros ejemplos nos dan a conocer los retratos que tenían,como los del capitán Rooth, ya descritos, con los retratos del matrimonio, susuegra y del príncipe de Gales.

MARGARITA GIL MUÑOZ

24 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 95

(15) AGMS, sec. 9, leg. M-12.(16) AGMS, sec. 9, leg. P-24.

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Muebles, ropa, vajilla

En cuanto a los muebles (llamados en los documentos «carpintería»), delos inventarios consultados se deduce que los marinos no tenían muchos, siexceptuamos al ingeniero Rooth, que tenía un número apreciable de ellos.Quizá se deba a que este marino inglés tenía un trabajo estable y no viajabade un lado para otro como la generalidad de los marinos. Seguramente éstesea el motivo de que al estudiar los inventarios nos encontremos con distin-tos niveles en la posesión de bienes. Hay que recordar que muchos oficialesmorían lejos de sus verdaderos hogares. Si eran solteros, aunque tuvieranun hogar, las pertenencias eran limitadas, mientras que otros vivían enpensiones o en habitaciones alquiladas, sin domicilio fijo, con continuostraslados, viajes largos y estancias en ultramar. Muestra de la realidaddescrita es el inventario del teniente de fragata Eugenio Núñez. Este mari-no vivía en Ferrol. Sus pertenencias constaban de un catre de tijera, con sulona, valorada en 12 reales; dos sillas con asiento de paja, «mui usadas», yque fueron valoradas en seis reales cada una; un estante de madera decedro; una cómoda, también de cedro, valorada en 20 reales, y nada más encuanto a muebles se refiere. Además, tenía tres baúles, uno forrado de pielblanca, valorado en 100 reales; los otros debían de ser más ordinarios, puessu valoración fue de 60 y 50 reales, respectivamente. Como adorno sólotenía un espejo pequeño (17).

El caso del capitán de navío Pedro Sainz Sagardia es similar, y testimoniaigualmente la vida discontinua que llevaban los marinos. Murió en La Coruña.Vivía en una «posada» (es como se nombra a la casa), según el inventario, conun criado y una criada. El alquiler de la casa la tenía pagada durante dos años.Sin embargo, parece que su domicilio habitual lo tenía en Ferrol, ya que dejadispuesto que se trasladen sus enseres a esta ciudad después de su muerte. Enefecto, todas sus pertenencias fueron trasladadas en lancha, pertenencias queconsistían en

«un baúl cubierto de baqueta, otros dos más pequeños ídem, una cajaaforrada (sic) de encarnado, con la vajilla de plata, otra caja grande de made-ra, una papelera chica, una fresquera, una escopeta, una caravina, siete tabure-tes de paja, incluso una silla grande de brazos, diecisiete platos de estaño, unaflamenquilla de ídem, una olla de cobre de campaña, unos manteles de mesa,un catre de cama, dos colchones, una piel de color negro, un cubilete de cobre,dos varillas de fierro, una cabeza de pelucas, un farol de vidrio, una caja contres pelucas, y un candelero de aramio».

Se ha hecho esta relación por lo curioso de algunas pertenencias. Estemarino tiene un inventario, hecho en Cartagena en 1741, donde figuran loscuadros y láminas citadas, además de muebles, libros y otros enseres domésti-

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(17) AGMS, sec. 9, leg. N-38.

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cos. Se supone que posteriormente se trasladó a Ferrol, donde estableció suhogar (18).

Los muebles que figuran en los inventarios suelen ser de maderaspreciosas, como caoba, cedro, ébano y nogal. Se citan papeleras de estasmaderas, así como estantes de libros; las sillas son de nogal, con asientosde cordobán o de paja; las hay también «acharoladas» (teñidas de barnizmuy lustroso), con asiento de «redilla» (cuerdas tejidas en malla) de espar-to; los «catres» o camas los había sencillos o con «postes» (columnas) decaoba o de nogal, con colgaduras de «filipendi o Indiana»; se citan baúlescubiertos de «piel de buey rojo, bien usado»; otros, de piel blanca. Lasarcas eran de castaño o de nogal, con varios f e rr a d o s (cerraduras), donde sesolía poner la plata.

La vajilla de casa es otro de los elementos que varían de un inventario aotro. La mayoría tienen objetos de China, traídos sin duda de los viajes de laruta de Acapulco. Algunos, como el ingeniero Rooth, reunían gran cantidadde vajilla de esta porcelana: 18 platos medianos, 7 escudillas, 6 platillos y 1tetera, esto en una alacena; en otra había 40 jícaras «con asa», 36 platosazules, más 40 platitos y dos escudillas medianas, todo de China (19). Laloza de Talavera era otro de los objetos que figuran, así como el peltre, alea-ción de estaño y plomo muy usada en la época, lo mismo para platos quepara candelabros, palanganas y cafeteras, objetos que figuran en el inventa-rio del comisario José Masena (20).

En el recuento de los objetos de la cocina figuran asadores de hierro,calderos de cobre, cacerolas de «cobre viejo», ollas de «oja (s i c) de lata»,soperas de estaño, tapas de «ferro», candeleros y platos de estaño, molinillospara el café, cafeteras de «oja de lata», de cobre, baldes de madera, «gatos defierro para el servicio de cocina», baldes de madera, faroles de «oja de latacon vidrios», «balanza de ferro con su Gancho».

La ropa de casa es otro de los elementos que suelen describir los inven-tarios con gran profusión. A esta partida se la llamaba «ropa blanca» y solíatasarla una costurera. Comprendía toallas, citadas como «paños de manos»,sábanas y fundas de las almohadas; a los manteles se los nombra como«tablas». La cantidad que poseían los oficiales varía muchísimo de unos aotros, seguramente en función del tipo de situación familiar de cada uno. Elalférez de fragata MacDonnell sólo tenía «dos sábanas, una funda de almo-hada y tres paños de manos» (21). Por el contrario, el alférez de fragataJosé Pallés tenía un número apreciable de ropa de casa. Es curioso cómo sedetalla el nombre de algunas telas, hoy en desuso. Las 39 sábanas eran dellienzo «del país»; tenía 12 servilletas de «hamisco», con dos «tablas demanteles», 12 almohadas de lienzo de «Bretaña»; cinco «paños de manos»,o sea, toallas; dos sábanas más, una de ellas lino; un colchón de Terliz (tela

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(18) AGMS, sec. 9, leg. S-14.(19) AGMS, sec. 9, leg. R-210.(20) AGMS, sec. 9, leg. M-145.(21) AGMS, sec. 9, leg. M-1.

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de lino o algodón), con su lana, y una almohada (22). En el del capitánGarnica figuran dos docenas y media de almohadas de lienzo «del país»,seis de ellas guarnecidas de encaje; una tabla de manteles con sus 12 servi-lletas; otras 12 servilletas «entre finas», y otras doce «ordinarias»; se haceasimismo recuento de otras cuatro tablas de manteles de «Busanilo yAlamaris»; las colchas eran de Damasco, de Indiana o de «algodón blancoacotonado». Las mantas suelen ser de «lana de Castilla»; los colchones, depaja o de lana (23).

La ropa interior es otro de los apartados que se describen con minuciosi-dad. El inventario denota la preferencia de prendas de cada cual. El alférezde fragata Eneas MacDonnell tenía 19 camisolas nuevas de «baptista», cuyocoste era de 959 reales; además, tenía otras cinco «de lo mismo muy usadasa veinte rrs. cada una» (24). El capitán de fragata Maestre tenía preferenciapor los pañuelos. En el inventario figuran, por una parte, 17 pañuelos dealgodón usados, otros doce «más usados y otros doce blancos de olanda(s i c)». Los gorros eran sin duda otra de sus preferencias. Tenía en conjuntocincuenta y ocho, de los cuales ocho estaban guarnecidos de «olanda»,cuatro con puntillas de encaje, otros quince de hilo, más dieciocho lisos yotros diez de hilo. Contaba asimismo con 12 corbatines de «olanda» y vein-tiocho más de «mosolina». Las camisas, por otra parte, también eran abun-dantes: contaba con treinta y una «lisas», otras once «más finas» y diez«más viejas» (25).

Figura asimismo la ropa personal, repartida con desigualdad; se citanen todos los casos los uniformes. El teniente de fragata Eugenio Núñeztenía un uniforme «antiguo», compuesto de casaca y chupa, usado, valora-do en 240 reales, y otro «grande», usado, tasado en 480 reales; charreterasde oro; otro de «lila del mismo color», sin charreteras; tres de paño azul,cada uno con sus charreteras de oro; dos chupas encarnadas, la una de lilay la otro encarnada, usadas, sin guarnición alguna. También se citan loscapotes; son de «Barragán (tela de lana, impermeable) con aforro de Baye-ta encarnada» o de paño azul con galón de oro; «una divisa entera»;sombreros con galones de oro; espadines con puño de «Similar» o «espadade ordenanza» (26).

Plata, joyas, dinero

El apartado relativo a la plata y las alhajas expresa con frecuencia lossistemas de inversión y ostentación a los que no debían de ser ajenos losmarinos. Es más, creemos que eran adquisiciones hechas en A m é r i c a ,

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(22) AGMS, sec. 9, leg. P-24.(23) AGMS, sec. 9, leg. G-198.(24) AGMS, sec .9, leg. M-1.(25) AGMS, sec. 9, leg. M-12.(26) AGMS, sec. 9, leg. N-38.

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aunque sin descartar que tales objetos suntuarios tuvieran un origen fami-l i a r.

El inventariado de la plata era valorado, en muchos casos, por un platero. Elcaso del teniente de navío Nicolás de León y Arispe sirve de ejemplo de cómose efectuaba esta parte del inventario. Se dice que «el Director General de laArmada hizo llamar a Félix de Acorta, del contraste del oficio de plateros deesta villa [Ferrol]». Se pesó la plata en «marcos» (peso de ocho onzas para laplata, y de 50 castellanos para el oro), en onzas y en chavos. El peso total delos objetos de plata pertenecientes al marino fue de 18 marcos, 31 onzas y24 ochavas, cuyo coste fue tasado en 30.954 reales. Uno de los objetos demayor peso fue una palangana, «su echura (s i c) de contorno con bocado parti-do, fue de cuatro marcos, cinco onzas y una ochava». Se mencionan tambiéncubiertos, cucharones, dos espadines, «tres cintillos de oro con piedras», dosbotones de oro, otros dos de plata y una cruz (27). El brigadier José PeredaBoulette tenía mucha plata. Sus objetos eran los que se suelen repetir en losinventarios: cubiertos, cucharones, salseras, salvillas, platillos, etc. Su pesofue de 587 onzas y 54 adarmes, y su coste, junto con el valor de las alhajas,18.992 reales (28).

Otro marino que tenía numerosas piezas de plata era el jefe de escuadraQuiroga y Ulloa. Entre sus objetos había piezas muy valiosas, como una escri-banía compuesta de tintero, salvadera, oblea y campanilla, cuyo peso fue de49 onzas y 2 adarmes, tasada en 982 reales; también figura un juego de afeitarcompuesto de jarra, palangana con «golellete» (gola) y jabonera, cuyo peso ycoste fueron de 70 onzas y 1.410 reales, respectivamente. Otra de las partidasde consideración son los cubiertos, cuyo peso y coste fue de 322 onzas y 62adarmes, y 6.376 reales y 64 maravedíes (29).

Otros objetos de plata que figuran en los inventarios son los juegos dehebillas de zapatos —las había también de oro—, pasadores que igualmentepodían ser de oro, cajas para tabaco, relojes y espadines.

Otros objetos

En la relación de los inventarios no es frecuente encontrar objetos relacio-nados con el aseo personal, si exceptuamos las palanganas, jarras y golaspara el afeitado y que figuran al inventariar la plata. Ramón Mauri, en suestudio sobre los inventarios de Santander entre 1750-1850, ha observadoque no hay ninguna referencia a cepillos de dientes o tijeras de uñas hasta1839, cuando en Santander aparecen por primera vez estos objetos en losinventarios de géneros de tienda y almacenes (30). Este apartado lo hemos

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(27) AGMS, sec. 9, leg. L-48.(28) AGMS, sec. 9, leg. P-78.(29) AGMS, sec. 9, leg. Q-15.(30) «Vestir el cuerpo, vestir la casa. El consumo de textiles en la burguesía mercantil de

Santander, 1750-1850», en Consumo, condiciones de vida y comercialización, p. 159.

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citado por lo excepcional de la posesión de utensilios de limpieza personalque figura en algunos marinos. De esta manera, MacDonnell tenía algo origi-nal: un limpiador de orejas de plata, «dentro de un estuche pequeño», y un«escarpidor» (peine de púas largas para desenredar el cabello) (31). Pero esverdaderamente curioso cómo el escribano que redactó el inventario del alfé-rez de fragata José Palles reseña los utensilios de higiene. Figura un cepillo;un peine para rizos; una bolsa de cabritilla encarnada para navajas de afeitar;tres peines, dos de marfil y otro de madera; tres cintas negras para coletas; uncepillo pequeño para zapatos; otras tres cintas negras para calceta; dos pape-les para polvos para pelucas; pinzas limpiadientes; una bacía (palangana) deplata para afeitar; media jabonera de plata con su borla; alfileres negros parael pelo. Son objetos usados, sin duda, por los marinos, pero novedosos en losinventarios (32).

Otros objetos que figuran son los relacionados con la profesión, como eltelescopio que tenía Sainz, «al vidrio de aumento», varios cuarterones denavegación y un cuaderno sobre evoluciones navales (33). También esfrecuente encontrar fresqueras con frascos de «vidrio, vacíos»; anteojos,como los que tenía Pallés; compases de metal con puntas de hierro, como elque tenía Rooth, de «tapa verde», más cuatro mapas de las cuatro partes delm u n d o .

Las deudas, préstamos y dinero puesto a interés

Las deudas, durante el siglo X V I I I, llegaron a constituir algo habitual entodos los sectores sociales, incluidos los oficiales. Con respecto a los oficia-les, las Ordenanzas de 1768 (tratado VIII, artículo 18) preveían que «al tiem-po de hacer testamento se advierta al militar que le otorga, que declare sunombre, filiación, estado, deudores y acreedores...» (34). Porque llegaron aser las deudas algo tan usual y tanta la falta de responsabilidad de muchos,que muy avanzado el siglo se pusieron limitaciones, para terminar con tantosabusos. En consecuencia, se expidió una real cédula, de 16 de septiembre de1784, en la que se manifestaba «ser notorio los perjuicios que las clasespoderosas causaban a los artesanos porque sin atemperarse a sus rentas toma-ban al fiado las obras y artefactos y dilataban la paga valiéndose muchos delfuero militar y otros [fueros privilegiados]...». En vista de lo cual se mandabaque esas deudas devengaran hasta un 6 por 100 de interés anual (35).

En los testamentos de los marinos se acusa la declaración de deudas ydébitos. El alférez de navío Francisco Mateos Álvarez estaba destinado en elastillero de Esteiro. Sus deudas son pocas, pero manda que se pague a un

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(31) AGMS, sec. 9, leg. M-1.(32) AGMS, sec. 9, leg. P-24.(33) AGMS, sec. 9, leg. S-14.(34) VALLECILLO, A.: Ordenanzas de S.M..., ob. cit.(35) Novísima Recopilación, ley III, título XI, libro XX.

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administrador de víveres del navío G a l l a rd o 35 pesos; a un capellán quemurió en el navío Dragón, seis pesos para misas del batallón, que se entrega-rán a otro capellán (36). El teniente de navío José Morales pide se pague a uncriado que tuvo 250 reales, y a un soldado, criado de un capitán, 60 reales«por haberle peinado» (37). En algunos de los casos que se nos presentan, noestá claro si algunas cantidades, que a menudo se expresan como débitos,representan cantidades prestadas aparentemente sin fines lucrativos. Otrascantidades indican dinero puesto «a ganancia»; son cantidades a devolver porno haberse efectuado la operación, o deudas de los intereses percibidos poruna determinada cantidad.

Y es que el comercio era una actividad frecuente entre los marinos comoconsecuencia de una situación heredada desde el siglo X V I I. Porque la situa-ción creada en la Marina de esta centuria, a causa de la Corona y de losapuros de la Real Hacienda, redundó en la falta de profesionalidad de losoficiales, que se vieron obligados a comerciar para recuperar, en muchoscasos, el dinero invertido en los viajes a Indias (38). Esta situación quedóreflejada en las Ordenanzas de 1633, al prohibir llevar mercancías a bordo ycastigar «a los que se excediera[n] en esto» (39). A principios del siglo X V I I Ise seguía comerciando, por lo que José Patiño, en la instrucción que dio en1718, se pronuncia sobre esta cuestión al decir que «no podrán bajo pretextoalguno, recibir mercancías a bordo, ni mezclar en Comercio alguno, puesademás de ser indecente a su grado es contra el Real Servicio» (40). Sine m b a rgo, según Salazar, hasta 1787 el rey concedía a los oficiales licenciaspara comerciar denominadas «anchetas o generalas», que convertían confrecuencia los buques de guerra en navíos mercantes, con gran detrimentode la disciplina (41). Cuando el rey quiso atajar un abuso que había llegadotan lejos, prohibió a los oficiales todo tipo de negocios, bajo pena de confis-car las mercancías y suspenderles de empleo. Las disposiciones no tuvieronla respuesta adecuada pues, una vez adquirida la costumbre, los oficialessiguieron comerciando so capa de la irregularidad en la percepción de lossueldos, ya que muy a menudo éstos tardaban meses y a veces hasta años enpercibirse. Esta situación se ve reflejada en algunos testamentos; como eldel teniente Francisco Mateos, quien dice que le deben «varias pagas y unaPresa de Panzacola», y el del teniente de navío José Morales, quien dispone

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(36) AGMS, sec. 9, leg. M-158.(37) AGMS, sec. 9, leg. M-152.(38) PÉREZ-MALLAINA, P., y TORRES, Bibiano: La Armada del Mar del Sur. Sevilla, 1987,

p. 435.(39) Ordenanzas para el gobierno de la Armada Real del Mar Océano, despachadas por su

Majestad, 1733.(40) Instrucciones que se han de observar en el Cuerpo de la Marina de España, 16 de

junio de 1717, conocidas también como las ordenanzas de Patiño. Estas ordenanzas figuran enla obra de DE LA PUERTA Y DÍEZ, G.: Privilegios y antigüedades de los Cuerpos Militares de laArmada, Madrid, 1927, p. 597.

(41) SALAZAR, E: Juicio crítico de la Marina. Ferrol, 1883, 2 vols., t. I, p. 249.

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que las dos pagas que había cobrado recientemente se las entreguen a unvecino de Cádiz (42).

Es asombroso cómo el dinero se intercambiaba. El jefe de escuadraLasterría debía 11.000 reales a un tesorero de Marina, 12.000 a un cura deFerrol, y a «un individuo de Ferrol», 4.000 reales, más el 7 por 100 «depremio de unas partidas»; pero a él le debían unos vecinos de Montevideo17.000 reales (43). El capitán de fragata Maestre debe 46 doblones a uns a rgento del 1.e r Batallón de Marina destinado en Ferrol, y dice que sepague al matrimonio que «le asiste» los salarios atrasados, cifrados en30.700 reales, y a Luis Valderrán, 9.000 reales que le dio «para ganancias,más otras tres mil»; debe también al capitán de fragata Manuel Barona1.500 pesos que le dio «para negocios entre los dos», y aclara que un capi-tán de Galicia tiene en su poder 1.000 pesos en cacao que también pertene-cen al capitán Barona (44). Sin duda también debían de ser débito decomercio los 9.000 reales que el jefe de escuadra Diego Quiroga manda q u ese paguen al mayordomo del teniente general José Díaz de San Vicente ( 4 5 ) .Pero el que mejor refleja los negocios que se tenían entre manos es el capi-tán de navío Pedro Sainz Sagardía. Dice que «tengo en mi poder por perte-neciendo al difunto don Jorge de Echevarría que falleció en el puerto deTolón, cinco pesos de a ocho, de plata cada uno que produjo el 1/5 de loscien que produjo la venta de la ropa que tenía y que quedó su satisfacción ami cargo en fuerza de orden de don Carlos de Rettamose, ya difunto, minis-tro que era entonces de la Real Escuadra». Además, debía a don FelipeGutiérrez Camino, vecino de Cádiz, o a su apoderado don Manuel Salinas yCompañía, también vecino de ella, la cantidad de 378 pesos, «de que otor-gué escritura en Cádiz en 1730 (...), cuya porción no se satisfizo a causa dehaberse quedado los efectos en Indias[,] donde se debía pagar a Salinas yCompañía con quien estaba convenido pagar». Pide que se devuelvan a unpiloto que a su vez le debía 200 pesos de a 15 reales de los 400 que le debíadado en Buenos Aires, pues el resto se lo había mandado al padre del pilotopor medio del capellán. A su vez a él le debía un vecino de Puerto Real1 . 110 pesos, «de cuyo crédito me tiene hecha escritura a pagarlos al conta-do lo que se remitió para este efecto a D. Antonio de la Torre, oficial mayorde la Contaduría de Cartagena de Indias, cuñado del difunto don A n t o n i oEscuadra...». También le debe 500 pesos Miguel Milabrán y Compañía,«que son los mismos que dejé en casa a premio de Tierra según costumbreen Cádiz, del 7 por 100, cuyo papel pagaré se halla en poder de donDomingo Respaldiza, Piloto de la R. Armada de Cádiz (...). Es mi voluntadse cobre por mis herederos»; asimismo dice que tienen que pagarle «otrascantidades de dinero que se hallan anotadas en los libros que tengo en mi

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(42) AGMS, sec. 9, leg. M-152.(43) AGMS, sec. 9, leg. L-30.(44) AGMS, sec. 9, leg. M-12.(45) AGMS, sec. 9, leg. Q-15.

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papelera», cuyos créditos deben cobrar sus herederos (46). El alférez defragata y piloto de número Froilán Lanza es menos explícito; dice que debea un «reservado acreedor» 5.000 reales, y pide que se paguen (47). Y, parat e r m i n a r, citaremos al capitán de navío Manuel López Bravo, que tenía dine-ro puesto a interés, a cuatro años, en los Cinco Gremios de Madrid, más uncenso que incorporó al vínculo que le había dejado un tío; y en manos de«un sujeto de Cartagena», 33.000 reales, más otros 36.000 que no especificasi los tenía «puesto[s] a ganancia» (48). Y, por último, el capitán de navíoJosé Morales debía al capitán de navío Pedro Winthuysen 2.000 pesos; diceque a un comerciante de Ferrol le den dos onzas de oro y que debe girárselasa otra persona, y que las dos pagas de su sueldo vencidas en septiembrepertenecen a un vecino de Cádiz.

La cultura. Análisis de las bibliotecas

La aproximación a la vida y pensamiento de un grupo social implica introdu-cirse en sus lecturas. Por tanto, con el análisis de las bibliotecas de estos mari-nos vecinos de Galicia podemos aproximarnos a la personalidad de sus dueñosy adentrarnos en el clima cultural de este grupo. Será interesante saber quéleían, qué temas eran de su preferencia, qué número de libros poseían. Son cues-tiones que se plantean al estudiar las bibliotecas de un colectivo, por lo difícilque resulta adquirir libros y formar una biblioteca en toda época, ya que suponeun gran esfuerzo, principalmente si los libros están editados fuera de España, yademás requiere disponibilidad económica. En el caso de los oficiales se añadena estas exigencias otras dificultades, como la vida discontinua y la actividadprofesional, que no favorecían dedicar mucho tiempo para la lectura. Una cues-tión que hay que tener en cuenta es que los temas de algunos de los ejemplaresno siempre reflejan las preferencias por ciertas materias; en ocasiones pertene-cen a algún miembro de la familia o se trata de libros heredados.

Una de las dificultades con que se enfrenta el estudioso de las bibliotecases la falta de precisión al enumerar los tomos. Tanto los notarios como losalbaceas se centran en el valor material de los objetos a inventariar; por estemotivo, cuando se trata de levantar relación de una biblioteca, el encargado dehacerlo no siempre anota el título completo, o no recoge el autor, y menos ellugar y la fecha de impresión. Cuando se trata de obras extranjeras, sólo figurael título, mal transcrito, lo mismo que el nombre del autor, cuando no se pres-cinde de él. Como es natural, hay excepciones y bibliotecas inventariadas demodo impecable. Por este motivo, para identificar muchas obras hemosconsultado catálogos y repertorios bibliográficos (49).

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(46) AGMS, sec. 9, leg. S-14.(47) AGMS, sec. 9, leg. L-104.(48) AGMS, sec. 9, leg. L-80.(49) Muchas de estas obras no figuran con sus autores correctos; en muchos casos están

incompletas, así como los títulos. Para identificarlos se ha hecho necesario consultar algunas

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El número de las bibliotecas estudiadas asciende a diecinueve, quecomprenden un total de 400 títulos y 700 volúmenes. En este recuento hayimprecisiones en cuanto a títulos, ya que a veces se repiten, sin que sepueda precisar si se trata de ejemplares repetidos o tomos de la mismaobra. A veces no se especifica de qué obras se trata, caso de las que teníaMacDonnell, del que se dice que tenía seis tomos de matemáticas deBesiout, un salterio y 18 tomos de «diferentes materias», o el caso de PedroSainz, que sólo tenía 13 tomos. También es importante advertir que, alhacer la clasificación de las obras por materias, y a pesar de la simplifica-ción temática, las fronteras entre ellas no siempre resultan claras. La dife-rencia entre un contenido doctrinal, por ejemplo, y uno devocional dista aveces de ser nítida, y con mayor razón sucede esto con los contenidoshistóricos y políticos.

Con respecto a las obras literarias, los clásicos latinos están representa-dos por Vi rgilio, en un tomo en inglés; por los Discursos políticos de Tr a j a-n o —debe de ser la edición traducida al español por Diego Sousa—, y unejemplar de las Décadas de Tito Livio; de los españoles, Cervantes figura contres ejemplares del Q u i j o t e, edición de 1771 (50), y uno de L a G a l a t e a; deQuevedo, sólo dos oficiales tenían un ejemplar de sus obras. El Teatro críticode Feijoo figura en seis bibliotecas; se trata en todos los casos de la edición de1735, en 14 volúmenes (51). También figuran las obras de Gerardo Lobo, enuna biblioteca, y la de Salignac de la Mothe (Fenelon) las Aventuras de Telé -maco (París, 1740).

Hay varios ejemplares de diccionarios y gramáticas, lo que denota preo-cupación por el perfeccionamiento de la lengua, la escritura y el conoci-miento de varias materias. En este apartado de diccionarios hemos incluidolos que tratan de diferentes materias; como los del ingeniero Rooth, queposeía un Diccionario del jard i n e ro; otro, «muy viejo», de latín e inglés, yun diccionario que figura en el listado como «Echambers» y que debe detratarse del Diccionario de artes y ciencias, pauta y origen del enciclopedis -mo del inglés, cuyo autor es Chambers. Por otra parte, el D i c c i o n a r i o

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obras: AG U I L A R PI Ñ A L, F.: Bibliografía de autores españoles del siglo X V I I I. Madrid, CSIC,1981-1986; La Biblioteca de Jovellanos (1778). Madrid, CSIC, 1984; ALMIRANTE, J.: Biblio -grafía militar de España. Madrid, Imp. M. Tello, 1876; L. ÁLVAREZ SANTALÓ, Carlos: «Librerí-as y Bibliotecas en la Sevilla del siglo XVIII», en Actas de las I Jornadas de Metodología Apli -cada de las Ciencias Históricas. Santiago, 1975; FE R N Á N D E Z NA V A R R E T E, M.: B i b l i o t e c aMarítima Española, 2 t. Barcelona, Palau y Dulce, 1995; GARCÍA DE LA HUERTA, V.: BibliotecaMilitar Española. Madrid, Antonio Pérez de Soto, 1760; LL A V E, J. de la: «La biblioteca delmarqués de Santa Cruz», en Reflexiones militares del vizconde del Puerto. Publicaciones de laRevista Científica Militar, Barcelona, 1885; SOLANO, F. de: «Reformismo y cultura intelectual.La biblioteca privada de José Gálvez, ministro de Indias», Quinto Centenario, núm. 2. Madrid,1981; PALAU Y DULCE, A.: Manual del librero hispanoamericano, 28 t. Barcelona, 1948-1954.

(50) Puede tratarse de la edición CERVANTES Y SAAVEDRA, M. de: Vida y hechos del inge -nioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, 4 tomos. Madrid, 1771.

( 5 1 ) El título completo, Teatro crítico universal para desengaño de errores comunes.Madrid, 1735.

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g e o g r á f i c o está representado en dos bibliotecas. Debe de ser la obra de A .Galmace, cuya traducción hizo Juan de la Serna y que se editó en Madrid en1760, o también puede tratarse del Diccionario geográfico de LaurentLachard, cuya traducción se hizo a partir de la versión francesa de Vasgin, ycuya edición más antigua es de 1750. Un Diccionario militar, que debe deser el de Raimundo Sanz Diccionario militar o recolección alfabética de lostérminos propios del arte de la guerr a. Asimismo hay tres ejemplares delDiccionario histórico, uno de ellos abreviado; y, para terminar con losdiccionarios, hay algunos de la edición de la Academia Española de 1780.En cuanto a las gramáticas, figura un tomo de Los orígenes de la lenguae s p a ñ o l a, una gramática francesa y varios ejemplares de la lengua española,uno del A rte de la lengua bascongada y varios ejemplares para escribircartas, como Formularios de cart a s, alguno en italiano, y P rontuario y clavede la corre s p o n d e n c i a.

Hemos incluido en este apartado Las cartas críticas de José Antonio Cons-tantini, cuyo título completo es C a rtas críticas sobre varias cuestiones eru d i -tas, científicas, phísicas y morales, a la moda y al gusto del presente siglo.Escrito en idioma toscano por el abogado... (trad. por Antonio Sañer Reguart,1775-1778, 12 vols., 2.ª imp., 1781). Las obras jurídicas están poco representa-das, y sobre todo mal repartidas, pues entre las 19 bibliotecas sólo se encuen-tran 27 obras, distribuidas de forma muy desigual, ya que hay oficiales que notienen ninguna, mientras que otros, como el jefe de escuadra Quiroga Ulloa,tenían siete. También el brigadier Pereda Boulette, con una biblioteca discreta,de 42 títulos, poseía seis obras jurídicas. Las de carácter militar se componende O rdenanzas del Ejérc i t o , con varios ejemplares, sobre todo las de 1768 yuno de las de 1728 (52), uno de las de Reales Guardias de Infantería españolay algunos ejemplares de Colección de Ord e n a n z a s de Portugués, en dostomos (53). Hay dos ejemplares de las Instrucciones militares del rey deP rusia, y un ejemplar de las O rdenanzas y señales del marqués de Casa Ti l l y(54). En cuanto a las Ordenanzas de la Armada, hay varias de las de 1748 y1793, y un ejemplar de la I n s t rucción de Marina de 1718, que deben de ser lasordenanzas de Patiño (55). Asimismo figura un ejemplar de las O rdenanzas deA r s e n a l e s, otro de Tratado político de presas de mar y tres ejemplares deJuzgados Militare s , de Colón (56), y otra obra de este autor, Formularios de

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( 5 2 ) Ordenanzas de S.M. para el régimen, disciplina, subordinación y servicio de laInfantería, Caballería y Dragones de su ejércitos en guarnición y campaña, 2 t. M a d r i d ,1 7 2 8 . Ordenanzas de S.M. para el régimen, disciplina, subordinación y servicio de sus ejér -c i t o s, 4 vols. E. Martín, Madrid, 1768.

(53) PORTUGUÉS, J.A.: Colección general de la Ordenanzas Generales, sus innovacionesy aditamentos, dispuesta en diez tomos, con separación de clases, 11 vols. Imp. de AntonioMarín, Madrid, 1765.

(54) TILLY, F.E. (marqués de Casa Tilly): Órdenes, señales y notas dadas a la escuadrade mando. Cádiz, 1776.

(55) PATIÑO, Instrucción...; Los navíos de guerra. Madrid, 1772.( 5 6 ) CO L Ó N D E LA R R A T E G U I: Juzgados militares de España y las Indias, 5 t. Vda. de

Ibarra, Madrid, 1788.

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p rocesos m i l i t a re s. (57). Se completa este apartado con tres ejemplares delTratado de las leyes penales y penas militare s, de Andrés Barranquillas (58),y otros dos de L i b rería de Jueces (59), y un ejemplar de las O rdenanzas delCuerpo de Ingeniero s ( 6 0 ) .

El apartado de la historia está representada por 50 títulos, con ejemplaresde la historia de España, la universal, algunas biografías y tratados de Indias.Hay varios compendios de la Historia de España, una Historia del P. Mariana,los Comentarios de la Guerra de España del marqués de San Felipe, con seisejemplares (61), y un Compendio de la Historia de España del P. Duchesne,traducida del francés por el P. Isla, editada en Madrid, en 1764. En historiaantigua figuran: La monarquía hebrea, Historias romanas y un Compendio dela antigüedad de los romanos, que creemos se trata del Compendio cronológi -co de los Anales de Roma de Philipp Macquer, de 1756. El ingeniero Roothtenía una biografía de la reina Isabel de Inglaterra; el alférez MacDonnell, Lahistoria de Carlos XII, rey de Suecia, «por Mr. V. [Voltaire] Trad. del francés,Dublín, 1732» , y la Vida de Mauricio Saxe.

La historia extranjera cuenta con dos ejemplares de la Historia de Portu -gal, cuyo título completo es Historia del reino de Port u g a l, de Manuel deFaria y Sousa, editada en Amberes en 1730; Historia de las guerras civiles deF r a n c i a, de Dávila Enrico Caterino, de 1648; G u e rras de Flandes desde lam u e rte del emperador Carlos V hasta el fin del gobierno de A l e j a n d ro deFarnesio..., del P. Palomino Estrada, trad. en romance por el P. Melchor deNovoa (Colonia, 1682, 3 vols). Figuran dos ejemplares en cuatro tomos de laHistoria de los sucesos memorables del mundo, y otro de la Historia delmundo de M. Cheureau (Amsterdam).

Figuran asimismo obras de carácter económico, como el Proyecto econó -mico de Bernardo Ward, editado en Madrid en 1782 (62), la obra de Gerónimode Uztáriz Teoría y práctica del comercio y la marina, editada en Madrid en1742, y el Comercio de Olanda. Figura asimismo Memoria de Comines, endos tomos; sin duda se refiere a Las memorias de los hechos y empresas deLuis XI y Carlos VIII, reyes de Francia, de Felipe de Comines, editado enAmberes en 1648. Entre los textos sobre Indias sólo figura un ejemplar de laConquista de México de Antonio Solís (63), otro de la Historia de la conquis -

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(57) COLÓN Y LARRATEGUI, F.: Formularios y procesos militares, dividido en dos partes.Juan Dorge, Barcelona, 1781.

(58) Debe de tratarse de la obra Leyes penales y penas militares, de BARRANQUILLA, A.(59) El título completo, Librería de jueces, utilísima para abogados, alcaldes mayores y

demás individuos de tribunales ordinarios, 4 vols. Vda. Eliseo Sánchez, Madrid, 1768.(60) Ordenanzas para el servico del Cuerpo de Ingenieros de Marina en los Departamen -

tos y a bordo. artículo 16, Madrid, enero 1633.(61) CABALLAR, Vicente (marqués de San Felipe): Comentarios a la guerra de España, e

Historia de su rey Felipe V, el Animoso, 2 vols. Génova, 1725.(62) WARD, Bernardo: Proyecto económico en que se proponen varias providencias diri -

gidas a promover los intereses de España, con los medios y fondos necesarios. Madrid, 1779.(63) SOLÍS, Antonio de: Historia de la conquista de México. Población y progreso de la

América septentrional, conocida por el nombre de Nueva España. Madrid, 1768.

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ta de México de Ignacio Salazar (64), y La historia de la Florida de Garcilasode la Vega. También hay algunas obras sobre numismática, como la que pose-ía el jefe de escuadra Lasterría, Medallas de las glorias de España, del padreFlórez (65) y, como obra curiosa, Masena tenía un ejemplar de las C o s a snotables del reino de China.

Los libros sobre moral, en los que hemos tenido en cuenta los referidos a lafamilia y a la educación, sólo están representados por la obra de fray Francis-co Larraga Prontuario de la teología moral. Muy útil para los que se han deexponer en confesión y para la debida administración de sacramentos(1.ª ed., 1706) y, en lo que atañe a la teología, sólo el capitán Stermundi teníaun ejemplar de Pensamientos teológicos.

En cuanto a los libros religiosos, son los más numerosos, con un total de72 títulos en 114 volúmenes. El tema devocional establece una auténticasupremacía, mientras que los sermonarios y la historia sagrada, incluyendo lasBiblias, están en inferioridad. La vida de los santos, comenzando por loscolectivos, están en dos bibliotecas, y entre las vidas individuales figuran la desan Francisco de Sales, san Francisco de Borja, santa Rosalía y santa Clara. Elgrupo de títulos sobre la oración se refiere a los oficios parvos, a los oficios deSemana Santa, con cuatro ejemplares, El año cristiano y Semanario sobre laP a s i ó n. La obra de san Francisco de Sales Práctica del Amor de Dios figura endos bibliotecas, y en una, la mística Ciudad de Dios, de san Agustín. Las obrasde Bossuet aparecen en dos ocasiones, así como el C a t e c i s m o de Fleury. Lasobras sobre san Ignacio figuran en dos ocasiones. Es extraño que no figureningún libro sobre la preparación a la muerte, tan frecuentes en esos tiempos,pues la gente aprendió a «morir y estar» en el nivel religioso-devocionalmuchas veces a través de diseños leídos.

El apartado de títulos de carácter político lo integran sólo seis ejemplares.El ingeniero Rooth tenía dos títulos: los Tratados de las Coronas de la GranB retaña, Francia y España, en dos tomos, y nueve tomos de las Disputas delParlamento de Inglaterr a. Hay un ejemplar de E m p resas políticas; el autores poco legible —pone algo así como «Saduechs»—; figura el Te s t a m e n t opolítico del cardenal duque de Richelieu, en cuatro tomos, Índice de losdiscursos de gobierno moral, de Polo Aleli (?), y Los intereses de Inglaterr a ,mal entendidos.

El tema de las ciencias es escasísimo, extraño en un grupo cuya formacióncientífica era de las más completa entre las academias militares. Sólo hallamosun ejemplar de los E l e m e n t o s , de Euclides (66), y otro de la G e o m e t r í a d eFernández (67).

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(64) SALAZAR, I.: Historia de la conquista de México, población y progreso de las Améri -cas Septentrional, conocida por el nombre de Nueva España, 2.ª parte. Córdoba, 1743. Estaobra es continuación de la de Antonio Solís.

(65) Se trata de la obra del padre Flores Medallas de las colonias, municipios y pueblosantiguos de España, 2 vols. Madrid, 1727.

(66) EUCLIDES, Elementos geométricos de Euclides, los seis primeros libros de los planosy los onceno y dozeno... Buerels, 1689.

(67) FERNÁNDEZ, Antonio: Compendio sobre la geometría (en español), Sevilla.

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Las obras de carácter profesional también escasean. Sólo figura un ejem-plar de la Táctica naval, de Mazarredo (68), otro de las Maniobras navales,de Zuloaga (69), El tratado de Cosmografía, de Cedillo (70); El tratado den a v e g a c i ó n , de Bourger (71), y El marinero instru i d o , de Francisco Ba-rreo (72).

En las obras de carácter geográfico hemos incluido los libros de viajes, losmás numerosos. Figura El viajero universal, en 25 tomos; la obra de Jorg eJuan y Antonio de Ulloa Relación del viaje a la América meridional, hechopor orden de S.M. para medir algunos grados de meridiano terrestre (Madrid,1748, 4 t.); el Atlas marítimo de España, confeccionado por una comisión deexpertos, en cinco tomos (73). Hay un ejemplar de la Geografía histórica dePedro Morilla, en 10 tomos. La Población general de España está representa-da por dos ejemplares, y por otros dos la obra de Vicente Tofiño Derrotero delas costas de España (74). Este ejemplar, más otros cuatro, obraba en poderdel alférez de fragata Francisco Ramón Méndez, con un plano del «canalviejo»; encontramos también la obra de José Vargas Ponce Descripción de lasislas Pitiusas y Baleares, con la carta marítima (Madrid, 1787); Cuarteronesde la costa de España y Francia, y un ejemplar de la Costa de España yAmérica septentrional.

La obra Teatro del mundo se atribuye a Antonio Capmany Montpalau, peroeste autor sólo agregó varios elementos a Te a t ro del mundo y de la nación,imperios, reinos, repúblicas y otros estados y pro v i n c i a s, obra de LorenzoEchard y que fue traducida por J. de la Serna, editada en Madrid en 1787. Eljefe de escuadra Diego Quiroga tenía un ejemplar del Viaje al estrecho deMagallanes, de J. Vargas Ponce (75), y otro de Viajes de Wanton a las tierrasincógnitas australes y al país de los monos, de 1769 y traducido del inglés.Por último, figuran dos ejemplares de Descripción de la obra de El Escorial,del padre Massuet.

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(68) MAZARREDO, José de: Rudimentos de táctica naval (para instrucción de los oficialessubalternos de Marina). Madrid, 1774.

(69) ZULOAGA, A. de: Tratado instructivo y práctico de maniobras navales para uso delos caballeros guardias marinas, Manuel Espinosa de los Monteros, Cádiz, 1766.

( 7 0 ) Se trata sin duda de la obra de Pedro Manuel Cedillo Tratado de Cosmografía,compuesto po D..., Director, por S.M. de la Real Academia de Guardias Marinas de estaciudad de Cádiz, 1745.

(71) BOURGER, J.: Traité complet de la navigation. Nantes, 1698.(72) BARRERO, Francisco de: El marinero instruido en el arte de navegación especulativo

y práctico según se enseña en el Real Seminario de San Telmo de Sevilla. Sevilla, 1766.( 7 3 ) La comisión estaba compuesta por un plantel de oficiales escogidos e instruidos,

entre ellos, Vargas Ponce y Alcalá Galiano. Se le conoce también como Atlas hidrográfico delas costas de España. Sigue un escrupuloso levantamiento cartográfico, además de un derroteromuy detallado.

( 7 4 ) Su título completo: Derrotero de las costas de España en el Mediterráneo y sucorrespondiente de África. Madrid, 1787.

(75) La obra de Vargas Ponce se titula Relación del último viaje al estrecho de Magalla -nes de la fragata Santa María de la Cabeza en los años 1785-1786, al mando de Antonio deCórdoba... Madrid, 178.

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En el apartado de miscelánea, podemos encontrar un tomo de A rte derepostería, otro que se titula El verdadero entretenimiento, y varios libros demúsica, como los cuatros tomos de ópera que tenía el brigadier Pereda Boulet-te, y el libro de canciones del ingeniero Rooth, más un tomo de óperas.Además figura una obra de medicina muy conocida sobre las enfermedadesvenéreas, obra de Félix Galisteo (76).

Segunda parte. El entorno de la muerte

La realidad de la muerte ha sido y es una constante, universal y omnipre-sente. Esta realidad ha ido evolucionando, y la mentalidad del hombre alrespecto ha cambiado; y así, desde el sentimiento masivo y antiguo de fami-liaridad con la muerte durante la Alta Edad Media se va abriendo paso unsentimiento más personal, sobre todo en las decisiones que se han de tomarante cuestiones como la sepultura, mortaja, etc. Desde finales del siglo XVIII elhombre occidental da un sentido distinto a la muerte. Ésta se le aparecedramática e impresionante, pero al mismo tiempo está menos preocupado porsu propia muerte, muy al contrario de los siglos XV y XVI, cuando la muerte esobjeto de espectáculo y sufrimiento. La concepción del mundo que tiene lasociedad española del siglo X V I I I es una concepción cristiana, pero tambiénpesimista. El mal y su conclusión, la muerte, dominan la visión del «másacá», determinando y haciendo necesaria la esperanza en el otro mundo,dominio del bien, la verdadera vida. De este modo, el discurso religioso sirveal otorgante para reafirmarse en la fe, y al mismo tiempo para encomendar sualma a Dios y confirmar que se muere en el seno de la Iglesia católica (77).Este trabajo se inscribe en la historia de las mentalidades, definida por Bout-houl como «un conjunto de ideas y disposiciones intelectuales integradas en elmismo individuo, unidas entre sí por relaciones lógicas y de creencias« (78).

Así, ateniéndonos a estos principios, tratamos de exponer el comporta-miento del grupo de marinos que residían en Galicia, a través de las costum-bres y ritos tal y como se desarrollaban en el siglo XVIII.

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(76) El título completo, Tratado de enfermedades venéreas, 4 vols. Madrid, 1772.(77) Estas ideas sobre el bien y el mal las expresa Max Weber en su obra Economía y

Sociedad. México, 1977, pp. 413-414.(78) BOUTHOUL, G.: Las mentalidades. Barcelona, 1971, p. 31. La historia de las mentali-

dades surgió de la mano de P. Ariés en la década de los sesenta, e incluiría a la muerte comoobjeto de los estudios históricos. La obra más representativa de este historiador francés esEssais sur l’ Histoire de la Mort en Occident du Moyen Âge à nos jours, traducida al castellanocomo La muerte en Occidente, Barcelona, 1982. En cuanto a la historia de las mentalidades enEspaña, surgió en los años ochenta, con algunos precedentes de iniciación siguiendo una exito-sa proliferación de obras referidas en su mayor parte a las más variadas zonas de nuestrageografía. La relación de estas obras se haría interminable, por lo que remitimos a GA R C Í AFERNÁNDEZ, Máximo: Los castellanos y la muerte. Religiosidad y comportamientos colectivosen el Antiguo Régimen. Valladolid, Junta de Castilla y León, 1996.

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Los testamentos

El testamento constituye un discurso personal sobre la muerte. Permite alhistoriador asomarse a la íntima actitud del hombre ante sus postrimerías,porque la riqueza de estas fuentes radica en su naturaleza, ya que no eran sólo,como sucede hoy, un mero acto de derecho privado que regula la transmisiónde bienes, sino el medio de arreglar las cosas del espíritu ante Dios y la propiaconciencia. Eran como un pasaporte para el cielo, a la vez que un legitimadordel goce y posesión de los bienes terrenales, beneficios a los que el fiel corres-pondía con moneda temporal (como legados piadosos) y espiritual (misas yfundaciones caritativas). De ahí que el testamento comenzara con una protestade fe, una serie de cláusulas piadosas y otras relativas a la distribución de laherencia. Además de los testamentos, es de gran interés la nota sobre el costede la muerte, incluida con frecuencia en los inventarios. Este documento nosofrece una riquísima información sobre el ritual de la muerte, con detallescomo la forma y lugar de enterramiento, composición del cortejo fúnebre,funerales, misas y otros elementos que acompañan dicho ritual.

Las fuentes utilizadas han sido los testamentos, certificados de defunción ynotas del coste funerario. Son 55 documentos procedentes del Archivo Gene-ral Militar de Segovia. Su ubicación en este archivo se debe a la legislacióncastrense, ya que las ordenanzas militares obligaban a todo el Ejército y laMarina a testar. En una serie de artículos se señalaba la forma de hacer testa-mento y se aconsejaba hacerlo estando sano. Los testadores debían señalar suidentidad, herederos, deudas y todo lo que les identificara, con el fin de saberel destino que se debía dar a los bienes personales, sobre todo en aquelloscasos en que por diversas circunstancias se ignoraba el paradero de los here-deros (79). Además, tanto la legislación civil como la Iglesia recomendaban laejecución de una escritura testamentaria como el mejor sistema o medio parasolucionar legítimamente la distribución y participación de los bienes materia-les y de asegurar la salvación.

En conjunto, los testamentos expresan la vida y la muerte, son una crónicade la vida diaria, porque en las costumbres que reflejan se trasluce la relaciónde las diversas clases sociales con las instituciones religiosas de cada tiempo;por este motivo, hay que tener en cuenta la mentalidad de la sociedad.

Los testamentos se inician con unas cláusulas confesionales, declaratorias,genéricas y prácticamente comunes, seguidas de las benéfico-religiosas ysocio-económico-decisorias. Como ejemplo, exponemos el principio del testa-mento del brigadier Diego Quiroga y Ulloa:

«In Dey nomine, Amén. Sepan quantos esta carta de manda, testamento,última y postrimera voluntad vieren como D. Diego de Quiroga y Ulloa,Caballero del Orden Militar de Santiago, Brigadier de la real Armada, con

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(79) VALLECILLO, A.: Ordenanzas de S.M. para el régimen, disciplina, subordinación yservicios de sus Ejércitos, t. III, título II, tratado VIII, capítulo XI. Madrid, 1860, p. 619.

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destino en este Departamento. Hallándome bastante indispuesto, agravado dealgunos males, aunque a ratos en pie (...) recelándome de la muerte que escierta a todo viviente y su hora dudosa, creyendo como firmemente creo en elalto y soberano Misterio de la Santísima Trinidad (...) que tiene, cree y confie-sa nuestra Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, bajo cuya fe ycreencia siempre he vivido, protesto vivir y morir como fiel y católico cristia-no, para que mis cosas queden bien dispuestas y ordenadas» (80).

Después de declarar las verdades principales de la fe católica, se preocupande organizar todo lo referente al entierro, honras fúnebres, misas, limosnas ymandas si las hubiere. A continuación aparecen cláusulas referentes a herede-ros y a la distribución de los bienes y nombramiento de albaceas. Este esque-ma se repite de unos testamentos a otros, pero no resulta extraño que se hagandeclaraciones y disposiciones personales.

Una de las cuestiones que generalmente citan los testamentos es el estadode salud del testador en el momento de redactar las disposiciones. Tanto lasordenanzas militares como la Iglesia exigían buena disposición corporal pararedactar los testamentos, cuestión que no siempre se cumplía y que general-mente se hacía momentos antes de morir. De este modo, de los 48 testadoresque citan el estado de salud, diez lo hacen estando sanos, como el capitán denavío Manuel Emparán, que hizo su testamento el 18 de abril de 1801, a puntode zarpar en el buque San Hermenegildo, del que era comandante y en cuyoincendio murió (81). Cuatro marinos lo hacen con «achaques», seis enfermos,veintiuno graves, de los cuales diez no pudieron firmar, dos repentinamente yuno, el alférez de fragata José Pallarés, de accidente. Es curioso cómo se rela-ta este suceso. Según parece, el oficial cayó en un foso de los diques de care-na, en el arsenal de Esteiro. Lo recogieron y fue reconocido por un médico yun cirujano del hospital del arsenal, para ver si había sido víctima de violen-cia, pero los dos certificaron que se cayó y se ahogó y que en el reconocimien-to no encontraron «malicia», pues no estaba magullado ni tenía golpes. A ltener noticias de este informe, el teniente capitán de la maestranza, con elpermiso del auditor de guerra, dispuso su entierro «según su grado» (82).

La casa

El primer escenario de la muerte era la casa. Cuando la enfermedad seagravaba, la familia o la persona que estuviera a su lado se ponía en movi-miento y hacía venir al sacerdote, al médico y al escribano. El médico seocupaba de su salud física, pero debía recomendar al paciente que velara porsu alma, aconsejándole que se encomendara a Dios; el sacerdote, por su

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(80) AGMS, sec. 9, leg. Q-15.(81) AGMS, leg. 1214. Monte Pío, año 1801.(82) AGMS, sec. 9, leg. P-24.

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parte, le administraba los sacramentos y lo preparaba para bien morir, y elescribano debía recoger sus últimas voluntades y, si había tiempo, hacertestamento. En el caso de los militares, es frecuente que en los últimosmomentos hagan testamento militar, esto es, ante dos o tres compañeros oalgún capellán.

El viático es raro que se cite. Se ignora si esta celebración se realizaba,pero por lo que respecta a los militares estaba previsto por las Ordenanzas, yaque era una de las tareas encomendadas a los capellanes castrenses. En uno delos artículos se decía de la obligación de la «asistencia y consuelo espiritualde los oficiales y soldados cuando están heridos o enfermos en los hospitales(...), lo mismo si están en cuartel u hospital militar o de la Marina, o en lugarpúblico donde se cure la tropa, asista a él un capellán cada día» (83). Por loque parece se llamaba al sacerdote para que hiciera al enfermo la recomenda-ción del alma cuando llegaba el momento de morir, con textos que despuésdel concilio de Trento alcanzaron un auge extraordinario (84).

De la presencia de sacerdotes al lado de los marinos a la hora de la muertetenemos escasos testimonios; son más bien deducciones, como el caso delingeniero Rooth, que manda «al cura o religioso que me asistiere a bien morirla limosna acostumbrada» (85). El teniente de navío José Morales murió enFerrol en 1789. Estando muy grave (no pudo firmar), hace llamar a un capitánde Infantería, a un subinspector del arsenal y a un religioso dominico, primercapellán del Regimiento de Infantería de Bruselas, para hacer testamento mili-tar ante ellos. Consta que, aunque estaba grave, se hallaba en «su sano juicio,habiendo recibido los Santos Sacramentos» (86). Otro caso es el del alférez defragata Froilán Lanza, que hizo su testamento en Ferrol en 1788 estando muygrave, no pudiendo firmar. Debía de tener un sacerdote al lado en ese momen-to, pues fue uno de los testigos que firmó por él (87).

A veces los marinos morían en el hospital, en cuyo caso se solía trasladarlosa sus casas. El capitán de fragata Pedro Sainz Sagardía murió en el hospitalmilitar de La Coruña. Como era preceptivo, el capellán castrense le asistió (88).Otro caso es el del oficial primero del Ministerio de Marina Ignacio GarcíaPardo, que murió en el hospital de caridad de Ferrol e hizo testamento militarestando muy grave, firmando por él tres capellanes de la Armada y uno de losmédicos militares del hospital (89). Pero el testimonio más directo con quecontamos al respecto es el del comisario provincial de Vivero José Maseda, que

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(83) Según el tratado III, título I, artículo 4.º, cuando entraba el Santísimo en casa delenfermo, dos soldados debían «custodiar la entrada o salida de la casa del enfermo de regreso altemplo, rendirán sus armas en la puerta externa y luego se acompañará al Santísimo». VALLECI-LLO: op. cit., t. I, p. 777.

( 8 4 ) MA R T Í N E Z GI L, F.: Muerte y sociedad en la España de los Austrias. Ediciones deCastilla-La Mancha, Cuenca, 2000, pp. 36 y ss.

(85) AGMS, sec. 9, leg. R-210.(86) AGMS, leg.1193, Monte Pío, año 1790.(87) AGMS, sec. 9, leg. L-11.(88) AGMS, sec. 9. S-14.(89) AGMS, 1183, Monte Pío, año 1785.

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pide «le asistan a bien morir dos frailes de San Francisco, con gran cuidado yaunque crean que he muerto prosigan con sus oraciones durante una hora» (90).

Una vez llegado el desenlace, se procedía a amortajar el cadáver. Primero selavaba el cuerpo, antes de envolverlo en un lienzo o sudario que sólo le dejabaentrever la cara, manos y pies, según costumbre en los países mediterráneos.Pero fue a partir de mediados del siglo X V I cuando los hábitos de las distintasórdenes religiosas, que gozaban de mucha popularidad, eran solicitados en lostestamentos (91). De este modo, a partir del siglo X V I I el lienzo blanco, envirtud de la generalización del hábito, acabó siendo atributo de los pobres.

Por lo que respecta a los marinos, de los 40 testimonios consultados entretestamentos e inventarios, diecisiete eligen el hábito de San Francisco, dos lodejan a la voluntad de los albaceas, tres eligen el uniforme y hábito de SanFrancisco y veintiséis no se pronuncian sobre la forma en que desean seramortajados.

Resulta extraño que 26 marinos no se pronuncien al respecto; no se sabe sise debe a la indiferencia de ser enterrados de una forma determinada, o si lohabitual era que los oficiales les amortajaran con el uniforme y que sólo sepronunciaran cuando su voluntad fuera de otra forma. Las Ordenanzas de1768 no se pronuncian explícitamente sobre la cuestión; sólo al señalar cómose debían celebrar las honras fúnebres de capitán general en plaza, se dice: «Elcadáver del Capitán General sea revestido con sus insignias militares» (92).La acepción de «insignias militares» resulta algo confusa; no se sabe si serefiere al uniforme completo o a los atributos de mando.

Algunos testimonios hacen pensar en la obligación o costumbre del unifor-me como mortaja. El jefe de escuadra Diego Quiroga pertenecía a la Orden deSantiago y dice que le amortajen «militarmente y manto Capitular del referidaOrden de Santiago y además se me ponga en el lugar que mejor convenga elÁbito (s i c) de Nuestro Padre San Francisco» (93). El mariscal de campo y jefede escuadra Francisco Lasterría manda que le amortajen con el hábito de SanFrancisco y «las insignias militares» (94). El que resulta más explícito en cuan-to el uniforme como mortaja es el comisario provincial de Vivero, José Mase-da, que manda «sea de sayal, con escapulario y capilla de mi Padre SantoDomingo pues aunque según mi grado sea correspondiente enterrarme con eluniforme de mi uso, es mi voluntad se me amortaje en aquella forma» (95).

La demanda del hábito de San Francisco, que era sin duda la preferida delos que escogían esta forma de mortaja, no se debía a la devoción, sino a lasindulgencias que cada hábito llevaba aparejadas (96). De esta manera, no

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(90) AGMS, sec. 9, leg. M-145.(91) GARCÍA FERNÁNDEZ, M.: op. cit., p. 152.(92) VALLECILLO, A.: op. cit., tratado III, título V, artículo II, p. 418.(93) AGSM, sec. 9, leg. Q-15.(94) AGSM, sec. 9, leg. L-30.(95) AGMS, sec. 9, leg. M-145.(96) El papa León X había concedido indulgencia plenaria a los que se enterraran con él.

años después, Sixto V instituyó en Asís la Archicofradía del Cordón, cuyos cofrades ganaban

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resulta extraño que el capitán de navío Manuel López Bravo pida ser «amorta-jado con el hábito de mi seráfico Padre San Francisco para ganar las Indulgen-cias que están concedidas» (97). González Lopo ha estudiado la evolución deluso del hábito como mortaja y llega a la conclusión de que, a lo largo del sigloXVIII, en Galicia su uso fue en aumento, pero a un ritmo tal que prácticamentela totalidad de los que testan solicitan como mortaja el hábito, entre el que vaa predominar el de San Francisco (98).

El cadáver era amortajado por algún familiar o amigo, y en otros casos sepagaba a una persona. En los gastos de entierro del capitán de fragata PedroSainz figuran los 112 reales que se pagó por el hábito de San Francisco y lacantidad que se le dio al «mozo» por «irlo a buscar y amortajar el cadáver»( 9 9 ) ; en los gastos del brigadier José Pereda se incluyen los 50 reales que se ledio a la mujer que amortajó el cadáver (100); y en 1754 murió el capitán defragata Antonio Pérez Domingo en el hospital de La Graña y se pagaroncuatro reales a la mujer que lo amortajó (101). Después de preparado y amor-tajado el cadáver, se purificaba la habitación y, generalmente, las paredes secubrían con paños negros, al igual que el resto de la casa. Se transformaba ladecoración antes de proceder al velatorio y duelo, se cambiaban de lugar losmuebles y de los cuadros se colgaban bayetas y cortinajes negros, alquilados aveces y que después se devolvían a la parroquia, o se compraban las telascorrespondientes. Es el caso de la viuda del brigadier Pereda, que pagó por 13varas de bayeta negra 188 reales (102).

Una vez amortajado el cadáver se procedía al velatorio. Aquél solía expo-nerse en la misma habitación donde había muerto, o en un salón preparadopara el caso. Entre los nobles y personas adineradas era costumbre poner elcadáver sobre un ataúd, que en la mayoría de los casos era recuperado por laparroquia una vez depositado el cuerpo en la sepultura (103). Lo normal eraponer el ataúd o caja (es como se le nombraba en Galicia) sobre una alfombrao en el mismo lecho, o sobre una tarima, cubierto por un paño, y entoncesempezaba el velatorio. De los gastos de entierro del capitán de fragata Pedro

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indulgencias plenarias el día de su muerte, siempre que estuvieran «confesados y contritos yllevaran ceñido el cordón franciscano». MARTÍNEZ GIL: op. cit., p. 220.

(97) AGMS, sec. 9, leg. L-104.(98) D. González Lopo ha estudiado la evolución del uso del hábito como mortaja y llega

a la conclusión de que a lo largo del siglo XVIII en Galicia su uso fue en aumento, a un ritmo talque prácticamente la totalidad de los que testan solicitan el hábito como mortaja, y de los dife-rentes hábitos el que va a predominar es el de San Francisco. «La actitud ante la muerte en laGalicia occidental de los siglos XVII y XVIII», en Actas del II Coloquio de Metodología de Histo -ria aplicada, Santiago de Compostela, 1983, p. 128.

(99) AGMS, sec. 9, leg. S-14.(100) AGMS, sec. 9, leg. p 78.(101) AGMS, sec. 9, leg. p 98.(102) AGMS, sec. 9, leg. p 78.(103) La palabra «ataúd», al parecer, es de origen árabe, pero según Martínez Gil apenas

se empleaba en el Toledo del siglo XVI. La expresión más frecuente es la de «caja de madera»,pero en el siglo XVIII la denominación de «ataúd» se hizo más frecuente (op. cit., p. 34). Sinembargo, en la Galicia del siglo XVIII se le denomina simplemente «caja».

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Sainz se sabe que por la caja se pagaron 75 reales, y por siete varas de «esta-meña franciscana compradas a once reales para cubrir la caja« (104), y el capi-tán Mestre pagó por la caja 90 reales, y por cuatro varas y media de bayetapara cubrir la caja, otros noventa, más por siete varas de cinta de seda negrapara los lados de la caja, 14 reales (105). Otro caso es el del brigadier J. Pere-da, que pagó por la caja y guarniciones (se debe referir al paño y cintas que seponían en la caja) 180 reales, y además pagó por «Somonte» (paño ordinario),gasa y cinta 256 reales (106).

Ya expuesto el cadáver, se solía poner cuatro blandones y cuatro hachasencendidas, que también se pagaban a la parroquia según consta en los gastosdel capitán Sainz, en los que se dice que «por la conducción de los mecherospara las achas (sic) de velar hasta la posada [casa] y de ella a la iglesia, cator-ce reales» (107). La cera que se consumía en el velatorio y en las «funciones»que se efectuaban antes del entierro, también se pagaba a la parroquia, comolos 583 reales que pagó la viuda del brigadier Pereda, donde están incluidoslos «candeleros, la mesa y demás utensilios que se ponían en la iglesia delantedel ataúd que sirvió para celebrar responsos» (108). También el capitán PérezDomingo pagó «por la cera que tubo (sic) el cuerpo presente en achas (sic) yvelas cincuenta y cuatro reales» (109), y el capitán Pedro Sainz pagó 11 librasen hachas y velas «que se consumieron a velar el cadáver y después de laPosada, hasta darle sepultura, después de la función, ciento ochenta y nuevereales» (110).

El cuerpo era velado por familiares y amigos, que solían rezar sin cesar.Desconocemos el motivo por el que el cadáver del capitán Pedro Sainz fuevelado por «cuatro hombres que con bestidos (sic) de luto, velaron el cadávery lo llevaron a la iglesia», a los que se pagó seis reales por barba.

Estaba regulado que el cadáver estuviera veinticuatro horas en la casaantes de efectuar el enterramiento. Este requisito se recordaba mucho en lostestamentos —se temía ser sepultado aún con vida—. Y, mientras pasabanfamiliares y amigos por la casa, las campanas que habían tañido en la agoníavolvían a hacerlo cuando llegaba la muerte. El toque de clamores o campanasestaba regulado por las sinodiales; en general, se hacía en tres momentos: enla agonía-muerte, durante el cortejo (clamores de paradas, que seguramente serealizaban durante las posas), y la tercera, durante el funeral. En la partida degastos del capitán Sainz, donde están incluidas misas y otras partidas, figura lade las campanas, incluidas las de las otras iglesias. Por lo que parece, cuandomoría alguien en La Coruña, que es donde lo hizo este marino, tocaban todaslas campanas de las iglesias.

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(104) AGMS, sec. 9, leg. S-14.(105) AGMS, sec. 9, leg. M-14.(106) AGMS, sec. 9, leg. p 78.(107) AGMS, sec. 9, leg. S-14.(108) AGMS, sec. 9, leg. p 78.(109) AGMS, sec. 9, leg. p 98.(110) AGMS, sec. 9, leg. S-14.

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La calle

Pasadas las veinticuatro horas, y finalizado el velatorio, el cura de la parro-quia se personaba en casa del difunto y le decía un responso, que consistía enel rezo de oraciones de difuntos, por lo común el salmo De pro f u n d i s, y lalectura de algunos versículos bíblicos, y a continuación se iniciaba el entierro.Los diferentes pasos que debían conformar un entierro estaban rigurosamentedetallados en el ritual romano, y conforme a éste se organizaba el cortejofúnebre, y como ocurría en otros rituales, se efectuaba según las sinodiales decada diócesis.

En el siglo XVIII el cortejo fúnebre era numeroso, se convertía en un verda-dero espectáculo, ya que cuando la situación económica era elevada, la nece-sidad de demostrar el rango mediante el fasto necesario y el boato debido a lasapariencias, era el momento capital para hacer gala del prestigio, la posición ylos caudales patrimoniales. Sin embargo, a lo largo de la centuria las pompasse fueron reduciendo, los principios de sencillez aumentaron, pero no falta laadvertencia por parte de la Iglesia de que los entierros debían celebrarseconforme al «estado y calidad».

El comienzo del entierro se iniciaba con el sacristán llevando la cruz, leseguían los pobres, si se habían solicitado, frailes de distintas órdenes, y si eldifunto pertenecía a alguna cofradía asistían todos los cofrades con el herma-no mayor al frente. El cadáver era llevado sobre unas «andas», si no llevabacaja, por unos familiares, amigos o frailes, le seguía el sacerdote, demás cléri-gos, y familiares. Todos cantando salmos y oraciones que se confundían conel tañer de campanas. Las «andas» eran una caja sin tapa, con cuatro asas parallevarlo como una camilla, y el cuerpo cubierto por un paño, que en el caso deMadrid le llamaban el «paño rico». Entre los acompañantes se repartían achasy velas, que tenían que estar encendidas todo el trayecto. En el camino haciael templo se podían hacer «posas» o paradas, en las cuales se rezaba unresponso y las campanas hacían un toque especial. El número de «posas» esta-ba en función de la distancia que separaba el domicilio del difunto del lugarde enterramiento.

Las Ordenanzas de 1768 añaden al cortejo fúnebre elementos de caráctermilitar. Una serie de artículos señalaban la forma de ordenar la comitiva segúnel rango y grado de los miembros del Ejército y la Marina, así como el núme-ro de salvas y saludos en cada caso (111). Los datos que nos suministran lostestamentos sobre el cortejo son escasos; sin embargo, a través de los gastosde entierro se conocen las peticiones que se hicieron sobre esta cuestión y portanto, se puede reconstruir cómo se hacía en Galicia, sobre todo en Ferrol y LaCoruña.

Algunos marinos dicen que prescinden de ostentación en su entierro, comoel capitán de navío Manuel López Bravo, que pide que su entierro sea «lo más

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(111) El tratado III, título V de las ordenanzas trata de los «Honores fúnebres que han dehacerse a las personas reales, oficiales generales y particulares y demás individuo de mistropas» (VALLECILLO, op. cit., t. I, p. 418).

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humilde posible» (112). Sin embargo, por los datos que nos suministran losdocumentos, los marinos gustaban de los cortejos lucidos. La petición quehacen muchos de ellos es que asistan todos los sacerdotes que pudieran, máslas comunidades de San Francisco, pedidas por 12 testamentarios, y la comu-nidad de franciscanos del convento de Santa Catalina de Montefaro pedidapor otros ocho Por otra parte, se percibe una relación inmejorable con loscuras castrenses —son muchos los que solicitan expresamente la asistencia deellos a los entierros—. Los pobres era otro de los elementos solicitados, convariaciones en cuanto al modo en que debían asistir. El brigadier Pereda fueconducido a la iglesia por seis pobres, a los que se les pagó 24 reales;otros 12 pobres llevaron las hachas acompañando el cadáver, a los que lesdieron otros 24 reales (113); el oficial de Contaduría Pedro Bermúdez pideque asistan pobres, no dice cuántos, pero sí que les paguen dos reales a cadauno (114); el ingeniero Rooth señala pobres para su entierro, y dice se lespague de sus bienes (115); el teniente de navío Francisco Morales pide que sucadáver sea conducido por cuatro pobres vestidos de «Somonte« (paño basto,ordinario); se conoce quería dar sensación de sencillez (116). Después de fina-lizado el entierro y funerales, se les debía dar a los pobres una comida, segúnconsta en los gastos del entierro del capitán de fragata Pérez Domingo, quepagó 90 reales (117).

Por los datos extraídos de los gastos de entierro del capitán de fragataLuis Maestre se puede deducir cómo se efectuaron sus exequias en Ferrol.Después de la asistencia de toda la parroquia, figuraba la comunidad de SanFrancisco, a la que se le pagaron 489 reales. A la comunidad de Santa Cata-lina de Montefaro, a la que se le abonaron 350 reales, la debía seguir laCofradía del Rosario y la de las Ánimas, cuyo gasto de cera fue de 374 y102 reales, respectivamente. Le acompañó tropa, cuyos tambores y pífanosiban recubiertos por bayetas negras y gasa también negra, en las que seemplearon nueve varas para los tambores y dieciocho para los pífanos.Durante el trayecto hacia la iglesia se efectuaron «posas», para lo cual setrajeron del cuartel de Brigadas una mesa para los responsos, que fue traíday llevada por cuatros «mozos» a los que se les pagó seis reales, donde esta-ban incluidos, también, «la conducción de cera y candeleros» (118). Deforma similar fue el entierro del brigadier José Pereda, también celebrado enFerrol. En este caso, se especifica que asistieron 37 sacerdotes de la parro-quia, más otros treinta y seis de otra parroquia, y a continuación la comuni-dad de San Francisco, a la que se le pagaron 224 reales. Como ya hemosindicado, este marino llevó pobres; asimismo, tuvo «posas», y a los que

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(112) AGMS, sec. 9, leg. L-104.(113) AGMS, sec. 9, leg. P-78.(114) AGMS, leg. 1189, Monte Pío, año 1786.(115) AGMS, sec. 9, leg. R-210.(116) AGMS, sec. 9. leg.M-152.(117) AGMS, sec. 9, leg. P-98.(118) AGMS, sec. 9, leg. M-12.

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trajeron la mesa para el responso se les abonaron dos reales a cada uno (11 9 ) .Otro testimonio es el del capitán de fragata Antonio Pérez, que murió en el hospi-tal de La Graña y fue enterrado en la parroquia de San Andrés. El cortejo estabacompuesto por 20 sacerdotes de la parroquia, más 16 frailes de la comunidad deSan Francisco de Ferrol y de la de Santa Catalina de Montefaro; les seguían seisreligiosos de la Tercera Orden. También asistieron pobres, pero no se sabe cuán-tos, pues sólo figura el coste de la comida que se les dio después de los funerales.También asistió la tropa, cuyos tambores y pífanos fueron recubiertos de bayeta y«tafetán de lustre para la bandera», cuyo coste fue de 85 reales. Se sabe que lasdos comunidades fueron traídas de Ferrol por cuatros lanchas por las que sepagaron 80 reales (120). De forma similar fue el entierro del capitán de fragataSainz Sagardia, que murió en el hospital de La Coruña y, conducido a su casa,donde le velaron, a continuación fue llevado a la iglesia. Según consta en losgastos de entierro, debieron de asistir los sacerdotes de la parroquia de SanAndrés, donde parece que fue enterrado; le seguiría la comunidad de San Fran-cisco y la de los dominicos, más la Cofradía del Clero. La música que le acompa-ñó procedía de la colegiata, y también tuvo «posas». Le acompañó la «tropa delDestacamento». Para cubrir las dos cajas de la tropa, las bandas de los tamboresy pífanos hicieron falta ocho varas de «Bayeta de Inglaterra». El toque de campa-nas de la parroquia de San Andrés y «demás Parroquias» se pagó en la mismapartida que las misas que se le dijeron, y cuyo importe fue de 471 reales (121).

El contador de navío José Fernández Mauriño murió en El Grove en 1781.En su testamento pide un entierro similar: «Se me llamen la Comunidad deSan Francisco de Cambados, con el Sr. Cura, con la debida decencia y los srs.Sacerdotes que haia (sic) en esta parroquia» (122). Otros entierros se llevarona cabo de forma similar, como atestigua el testamento del oficial de Contadu-ría de Marina que murió en La Graña y mandó que asistieran el cura, el párro-co castrense, los sacerdotes que puediesen, las comunidades de San Franciscoy de Santa Catalina de Montefaro y pobres, a los que se les darían dos reales acada uno (123). De forma similar se pronuncian el alférez de fragata Lamazay el jefe de escuadra Quiroga. Piden que asistan el cura castrense, capellanes ylos sacerdotes «que pudieran y las comunidades de San Francisco». Algunos,como Lasterría, aunque deja todo lo relativo a su entierro, pide que lo presidael cura castrense. Y es que, por lo que respecta a Ferrol, debía de ser costum-bre, pues son muchos los que se pronuncian en este sentido.

La iglesia

El cortejo funerario entraba en la iglesia mientras doblaban las campanas.El cadáver se colocaba en una tarima, ya que las sinodiales prohibían levantar

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(119) AGMS, sec. 9, leg. P-78.(120) AGMS, sec. 9, leg. P-98.(121) AGMS, sec. 9, leg. S-14.(122) AGMS, leg. 1179, Monte Pío, año 1781.(123) AGMS, leg. 1186, Monte Pío, año 1786.

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túmulos con muchas gradas. En la cabecera de la caja se ponía una cruz y,alrededor, blandones con hachas amarillas; a continuación, el sacerdote incen-saba y rociaba el cuerpo con agua bendita, se rezaba un responso y, según losdiferentes lugares geográficos, se hacía una ofrenda, que generalmente consis-tía en una cantidad de dinero.

Pocos son los testimonios que nos indiquen algunos de estos elementos. Sesabe que al brigadier Maestre lo pusieron sobre un túmulo cubierto por bayetanegra y cintas, cuyo coste fue de 96 reales, más cuatro reales por las tachuelasy alfileres, que debían de servir para fijar telas y cintas. Del mismo modo, enel recibo de gastos del capitán de fragata Pérez figura el túmulo como «parva»y que pertenecía a los religiosos, que debían de ser de los de San Francisco.La cera que gastaron en el tiempo que tenían el cuerpo expuesto figura congran profusión. La que consumieron las hachas y las velas también, que en elcaso del capitán de fragata Pérez importó 126 reales, y en el del brigadierPereda, 583 reales. Sobre el responso no hemos encontrado ningún testimo-nio, y sobre la ofrenda que se hacía después de los funerales, sólo el del conta-dor de navío J. Fernández Mariño, que dice «se le dé al señor cura la ofrendacorrespondiente a mi calidad» (124). La ofrenda era una costumbre muy gene-ralizaba, y consistía en dejar sobre la tumba una cantidad de pan, vino y cera;posteriormente se hará en dinero, en una cantidad fijada por las Constitucio-nes de algunos lugares y que generalmente era proporcional a la fortuna decada difunto (125).

Estando el cuerpo presente, empezaban las misas. En ese momento, elrepertorio de exequias fúnebres era variadísimo. Vigilias, misas de cuerpopresente, de salvación, en sufragio por el alma, cantadas y otras. Las misaspor el alma cobraron popularidad después del concilio de Trento, y general-mente se decían en un altar privilegiado, por poseer una mayor eficacia por lacantidad de indulgencias que tenían concedidas. Se cotizaban a un real másque las rezadas. Del mismo modo, las misas cantadas tenían un precio máselevado que las ordinarias, pues al valor de las misas añadían la gloria de lasolemnidad.

Por lo que hemos podido detectar en Galicia, generalmente se celebrabanmisas de cuerpo presente y del alma, ritos y oficios que no finalizaban al darsepultura al cadáver. Le seguían misas de salvación, misas votivas y de otrotipo. Es el caso de Sainz Sagardia, que pidió 200 misas de cuerpo presente elmismo día del entierro (126). Estas misas de cuerpo presente eran celebradasen diferentes altares, en el mismo lugar donde estaba expuesto el cuerpo o enotras parroquias o conventos de la ciudad. Tal es el caso del comisario Floren-tino Pozo, que pidió 50 misas para el día del entierro. Con frecuencia se pedíaa las comunidades que asistían al entierro que dijeran misas a continuación. Elcomisario Maseda pide le digan 300 por el alma y que se celebren en la

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(124) AGMS, leg. 1179, Monte Pío, año 1781.(125) Véase sobre el respecto MARTÍNEZ GIL: op. cit., p. 431.(126) Sobre las misas votivas, ver en ibidem, p. 473.

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parroquia de los Santos, «donde soy feligrés», otra en el convento de SanFrancisco, y una más en el convento de Santo Domingo, «sin perder tiempo».Este comisario de Marina, al pedir que a su entierro asista la Cofradía de laCongregación de Sacerdotes (en otros documentos figura como la Cofradíadel Clero), dice que, además de asistir a su entierro, le digan misas en sucasa, petición poco frecuente. También pide siete misas votivas o de difuntos«al ángel de mi guardia, al Santo de mi nombre, a nuestra Señora de losDolores, Nuestra Señora del Rosario, del Carmen, San Antonio de Padua y aSan Rafael». Encarga asimismo que le digan más tarde 900 misas por él, porsus padres y por su primera mujer, y se pagará por cada una tres reales. En loque respecta a las misas votivas, tuvieron gran éxito antes de Trento, pero apartir de la segunda mitad del siglo X V I fueron desapareciendo, aunque semantuvieron en algunos lugares como Galicia, no tanto por devoción cuantopor práctica elitista. Eran consideradas misas de una excepcional calidad,pues a la variedad de sus devociones añadían un amplio abanico de interce-siones (127).

En lo que respecta a las misas por el alma, también eran muy solicitadas.El jefe de escuadra Quiroga dice que le digan la misa de alma que pudieran enlos altares privilegiados de la parroquia y del convento de San Francisco,además de encargar que tanto los curas como los frailes que digan estas misasle digan las cantadas, vigilias y responso y toques de campanas, por lo que sedará a cada uno cuatro reales y «por quien tenga obligación»; además, pideque se distribuyan entre los conventos de San Francisco, Santo Domingo deBetanzos y el de santa Catalina de Montefaro (128).

Por último, mostraremos los comportamientos relativos a los sufragios quesolicitaban los marinos. Citaremos al alférez de fragata Francisco Morales,que murió en Esteiro y fue enterrado en convento de san Francisco. Este mari-no, aparte de pedir 24 misas votivas a ocho reales cada una, dedicadas a laVirgen de la Soledad, Regla, del Carmen, a san José y a la Purísima Concep-ción, manda se digan 20 misas por su alma, 20 por sus padres, mujer y herma-nos, y 60 por las almas del purgatorio, las cuales se celebrarán la mitad en elconvento de San Francisco y las restantes en la parroquia (129).

En la Galicia del siglo XVIII, según González Lopo, ante el desmesuradoaumento del número de sufragios se produjo tal saturación que la ejecución delos mismos debía de ser muy lenta, por lo que no resulta extraño que los testa-dores pidan a sus albaceas un rápido cumplimiento de lo que han dispuestopor el bien de su alma (130).

Desde el altar donde se habían celebrado los funerales partía una procesiónque abría el turiferario (persona que lleva el incensario) y el acólito con elacetre; seguían el subdiácono y el celebrante con ciriales o hachas, el diácono

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(127) AGMS, leg. 1189, Monte Pío, año 1787.(128) AGMS, sec. 9, leg. M-145.(129) AGMS, sec. 9, leg. M-152.(130) GONZÁLEZ LOPO: op. cit., p. 125.

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y el celebrante con bonete y capa negra. Se incensaba el cuerpo mientras serezaba el Requiem aeternam eis domine, contestaban los presentes; entoncesse procedía al enterramiento.

Una de las cláusulas de los testamentos indicaba la elección del lugar deenterramiento, aunque este requisito a veces se dejaba a la voluntad de losalbaceas. Las decisiones se repartían entre la parroquia o algún convento,siendo minoritarios los enterrados en los cementerios, a los que sólo acudíanlos pobres. Sin embargo, González Lopo opina que a lo largo de la centuria seproduce un aumento en el número de personas que desean inhumación en uncamposanto (131).

Entre los marinos que murieron en Ferrol, diecisiete pidieron ser enterra-dos en el convento de San Francisco, once en la parroquia castrense de SanJulián, uno en la parroquia de Santo Domingo y tres no se pronuncian sobre elcaso. El alférez de fragata Froilán Lanza dice que le entierren en la iglesia que«sea más a propósito, pero que sea en el altar de la capilla del Carmen». Loscuatro marinos que murieron en La Graña fueron enterrados en la parroquiade San Andrés; el resto de los marinos elegían las parroquias correspondientesal lugar donde murieron. Como el capitán del puerto de La Coruña Garnica,que lo fue en la parroquia de San José, y Sainz, en la de San Nicolás de LaCoruña.

Las mandas pías forzosas y los legados piadosos

Basándose en las cuotas p ro anima, obligatorias en la Edad Media y apli-cadas al bien del alma del difunto, se empezó a considerar obligatorio porparte de los legisladores modernos que todo testador tuviera que dejar algunacantidad para determinadas obras de caridad. Se estipulaban como tales,especialmente, las referentes a la limosna por los Santos Lugares y Reden-ción de Cautivos, todo ello como ayuda a la expansión y defensa de la fecatólica, ya que la necesidad del rescate de cautivos frente a la actividad decorsarios y piratas berberiscos, amenaza constante en las zonas costeras,unido a los peligros de la navegación y las continuas escaramuzas en lasposesiones o fortalezas africanas españolas serían motivo más que suficientepara ello (132).

La cantidad asignada varía en importe y moneda. La más corriente son losreales de vellón, algunos sueldos y los pesos. La cantidad en reales oscilaentre uno y seis, siendo el más alto el de diez. Normalmente, la limosna asig-nada se refería a ambas mandas. Pocos son los testimonios encontrados sobreesta cuestión, como si en Galicia faltara sensibilidad al respecto. Diez mari-nos dicen que den «la limosna acostumbrada». Desconocemos qué era lo

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(131) GONZÁLEZ LOPO: op. cit., p. 125.( 1 3 2 ) PE Ñ A F I E L, A.: Testamento y buena muerte (un estudio sobre mentalidades en la

Murcia del siglo XVIII). Caja de Ahorros de Murcia, Murcia, 1987, pp. 151-153.

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acostumbrado, pues sólo el ingeniero Rooth asigna para este fin 35 reales ( 1 3 3 ) ,y el capitán de fragata Sainz Sagardia, ocho reales de plata antigua a cadauna de las mandas, «por una vez» (134). Los marinos Mateos y Maseda, a suvez, dejan a los padres de san Lázaro «la limosna acostumbrada» para enfer-m o s .

Igualmente existe otra clase de mandas pías, de carácter más espontáneo yconcedidas por una sola vez, que a veces resultan curiosas. Es el caso deSainz Sagardía, que manda le den al capellán de la Armada «un vestido depaño negro», y la décima parte del importe que resulte de la venta en almone-da de sus bienes, a la capilla de Nuestra Señora de la Soledad, «por la especialdevoción que le tiene». Resulta menos generoso con sus dos «asistentes», alos que dice «les den y entreguen la ropa más ordinaria y trastos de pocaconsideración... por lo bien que lo han hecho y están haciendo conmigo»(135). Por otra parte, el ingeniero Rooth deja a su sobrina «que vive en casa»1.000 pesos para que tome el hábito de San Benito.

Los hospitales suelen recibir mucha atención. El capitán de navío LópezBravo dona al hospital de la caridad de Cartagena 6.000 reales; al que se estáconstruyendo (1776), otros 6.000 reales, y al de San Antonio Abad, de Carta-gena, 30 pesos (136). Pero el más generoso es el jefe de escuadra Quiroga,que deja 3.000 reales al párroco y al cura castrense para que lo distribuyanentre los pobres, y asimismo 12.000 reales al hospital del Espíritu Santo y dela Caridad, de Ferrol, «para que con sus intereses se compre aceite y se tengaperpetuamente encendida la lámpara del Santísimo y ante la imagen de MaríaSantísima del Buen Viaje, para lo cual se pondrá dicha cantidad en el bancoNacional o en los Cinco Gremios Mayores de Madrid». Asimismo deja a lospadres capuchinos de La Coruña 1.000 reales; a los agustinos de Betanzos,otros 1.000, y al convento de San Francisco de Ferrol también 1.000 reales,para ayudar al coste del retablo (137).

Las cofradías son también motivo de atención. Sainz Sagardía ayuda a la dela penitencia de La Coruña con 80 reales de plata; a la Orden Tercera, con otros80, y a la Archicofradía del Santísimo Sacramento, con dos libras de ceralabrada, para ayuda del culto y veneración del Santísimo Sacramento (138).

Asimismo el alférez de navío Mateos deja para los pobres 800 reales y loque resulte de la venta de sus bienes en pública almoneda; además, deja 50 durospara distribuir entre los conventos de San Francisco y el hospital, «para ayudade las obras que se están haciendo». Los legados a familiares era algo habi-tual. Este mismo oficial deja a una sobrina 1.000 reales, más un colchón, unamanta, dos fundas de almohada y un catre, aparte de otros muebles que suhermana debía conservar hasta que «tome estado». También deja a otra sobri-

FORMAS DE VIDA Y RITOS FUNERARIOS EN GALICIA. LOS MARINOS EN EL...

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(133) AGMS, sec. 9, R-210.(134) AGMS, leg. 1189, Monte Pío, año 1787.(135) AGMS, sec. 9, leg. S-14.(136) AGMS, sec. 50, leg. L-104.(137) AGMS, sec. 9, leg. Q-15.(138) AGMS, sec. 9, leg. S-14.

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na 800 reales, y a los pobres, otros ochocientos (139). Por poner otro ejemplo,el teniente de navío Miguel Cuetos manda den a un soldado del Batallón deMarina que tenía a su servicio una cantidad, «por el afecto que le profesosegún lo merece sus buenos servicios» (140).

Los documentos post mortem de los marinos que residieron en la Galiciadel siglo XVIII nos han dado a conocer el ritual y el marco geográfico donde sedesarrollaba la vida cotidiana. Por otra parte, la vivencia de la religión y elsentimiento familiar-religioso estaban íntimamente arraigados en la mayoríade los marinos. Tanto sus costumbres como sus modos de vida son idénticos alos del resto de la sociedad donde se insertaban.

MARGARITA GIL MUÑOZ

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(139) AGMS, sec. 9, leg. M-15.(140) AGMS, leg. 1212, Monte Pío, año 1800.

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Introducción

La figura de don Gabriel de Aristizábal es conocida para los estudiosos de lahistoria del Caribe de finales del siglo X V I I I; no obstante, existen algunos pasajespoco difundidos de su quehacer en esas aguas, pasajes cuyo conocimientocontribuye a proyectar más luz sobre algunas acciones puntuales de la participa-ción de España en la guerra que libró contra Francia en La Española (1793-1795), así como a esclarecer la relación de las autoridades hispanas con losrebeldes de color iniciadores de la revolución de esclavos en Santo Domingo en1791, y convertidos en súbditos tras una alianza entre españoles y aquéllos.

Las presentes líneas pretenden presentar algunos datos históricos que enri-quezcan aquella historia, y también aportar información a la biografía de Aris-tizábal, con la finalidad de puntualizar algún suceso, sin demérito de su valio-so servicio en Santo Domingo.

Para la exposición de los datos se ha dividido el artículo en cuatro aparta-dos, principiando con la información biográfica de Aristizábal, seguida delinicio de la revolución de los esclavos y su alianza con los españoles, paradespues mencionar la salida de los aliados, denominados «auxiliares», haciaCuba, terminado con el viaje que el principal líder de los rebeldes hizo aCádiz. Por último, se presentan algunas consideraciones pertinentes. Cabedestacar que tanto el traslado de Santo Domingo hacia Cuba como desde estaisla a la Península, el jefe de los auxiliares, acompañado de parte de su tropa,lo hizo en las naves reales comandadas por don Gabriel de Aristizábal.

Notas biográficas de don Gabriel de Aristizábal

La biografía del teniente general de Marina don Gabriel de Aristizábal yEspinosa (Madrid, 26 de marzo de 1743) indica que a los diecisisete añosingresó en la Real Academia establecida en Cádiz. Posteriormente navegódurante cinco años por las islas Azores y Filipinas. En febrero de 1766 fueascendido a alférez de fragata; al año siguiente, a alférez de navío, y en 1769,a teniente de fragata. Estando en Filipinas, en 1770 fue nombrado comandantedel arsenal y ribera del puerto de Cavite, y al año siguiente el gobernador deese archipiélago le nombró comandante general de Marina de las islas. Losservicios prestados le valieron para que en 1774 se le nombrase teniente de

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REBELDES DE LA R E V O L U C I Ó NH A I T I A N A EN LAS NAVES REALES

DE DON GABRIEL DE A R I S T I Z Á B A LJorge VICTORIA OJEDA

Doctor en Historia

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navío. En 1776 de nuevo ascendió, en esta ocasión a capitán de fragata; cuatroaños más tarde ya era capitán de navío, y en 1782 se le nombró brigadier de laArmada. En agosto de 1783 fue designado para realizar un viaje a Constanti-nopla como muestra de amistad del rey de España al sultán otomano. Loslogros obtenidos en ese viaje, realizado en 1784, le valieron para que denuevo fuese ascendido, esta vez a jefe de escuadra, en 1785. Seis años mástarde, en 1791, fue elevado al rango de teniente general, nombrándosele en1793 para el mando de una escuadra destinada a la América septentrional,donde permaneció hasta 1800 (1).

Su primer contacto con el Caribe se dio en 1793, cuando se le envió desdeCádiz rumbo a La Habana con la intención de hostilizar a la colonia francesade Saint-Domingue, cuyos corsarios hacían frecuentes incursiones por aque-llas aguas. Ya en la isla de Santo Domingo (conocida desde antes como LaEspañola), a mediados de enero de 1794 se dispuso a la conquista del puertode Fuerte Delfín (Fort-Dauphine), que habían sometido a su dominio las fuer-zas francesas. El 28 de enero tomó por sorpresa la población, la cual capitulóal día siguiente. Esa victoria le valió a Aristizábal el nombramiento por partedel rey de gentilhombre de cámara con entrada (2).

Por otra parte, se dice que el jefe de la escuadra española solicitó y obtuvoen diciembre de 1795 del gobernador general y del real arzobispo de la isla laexhumación de los restos mortales del descubridor de América, CristóbalColón, para transportarlos a La Habana, ya que el territorio español de la isladebía ser cedido a Francia, de acuerdo con el tratado de paz de Basilea, de1795. El biógrafo destaca que Aristizábal ayudó sobremanera en la salida deespañoles de Santo Domingo, transportando a varios miles de personas aCuba, La Guaira, Puerto Cabello y Puerto Rico, desde noviembre de 1795 ajulio del año siguiente; subrayan también el haber impedido una insurrecciónen la isla de Trinidad, la mencionada conquista de Fuerte Delfín y su posesiónhasta que fue devuelta a Francia, «a pesar de la rebelión de los negros auxilia-res». Sobresalen también, entre otras, las noticias de haber socorrido con susbuques a todos los puertos de la América septentrional situados entre la Flori-da y la Trinidad, así como el haber inutilizado las tentativas y esfuerzos de loscorsarios por invadir las costas del imperio español en el Caribe (3).

En mayo de 1802 se le concedió la Capitanía General de Marina delDepartamento de Cádiz, destino del que tomó posesión en noviembre siguien-te. A este mando renunció por enfermedad a fines de 1804. El 5 de junio de1805, en la Isla de León, falleció a los sesenta y cuatro años de edad (4).

De los datos indicados, uno de los más conocidos es el del transporte delos supuestos restos del descubridor de América de Santo Domingo a Cuba.

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(1) PAVÍA Y PAVÍA, Francisco de Paula: Galería biográfica de los generales de Marina,jefes y personajes notables que figuraron desde 1700 a 1868, 3 vols. Madrid, 1873-1874, t. I,pp. 79-86.

(2) Ibidem, pp. 87-89.(3) Ibidem, pp. 90-91.(4) Ibidem, pp. 91-92.

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Por nuestra parte, queremos hacer el apuntamiento de que cuando se mencio-na el éxito hispano en Fuerte Delfín, en enero de 1794, la historia se olvidamencionar la valiosa ayuda de los aliados de color, así como los posterioresviajes que un líder de la revolución haitiana y aliado de España hiciera conAristizábal. Aunque hay que destacar que sí se les menciona en la biografíacuando se apunta, de manera ligera y sin relación aparente, que el sitio semantuvo en poder de sus conquistadores «a pesar de la rebelión de los negrosauxiliares». ¿Por qué se hace mención de esos «negros»? ¿Quiénes eran estosúltimos sujetos y qué papel jugaron en Fuerte Delfín? ¿Qué relación tuvieroncon el teniente general de Marina? Podemos adelantar que fueron rebeldes dela revolución haitiana que comenzó en 1791, y a los que Aristizábal acabóconociendo bastante bien.

El alzamiento de esclavos y la alianza con España

Al iniciarse el levantamiento de esclavos en agosto de 1791 en la partenorte de la colonia francesa de Saint-Domingue, el cabecilla principal de los«negros» rebeldes era Boukman. A los pocos meses, al ser asesinado, le suce-dieron Jean François y George Biassou, principalmente (5). Después de variaspeticiones de ayuda de los rebeldes a las autoridades hispanas de SantoDomingo, el 22 de febrero de 1793, y en espera de que cuando el mensajellegase a su destino estuviese declarada la guerra, el monarca español envióuna real orden a Joaquín García, su gobernador en la isla y presidente de laaudiencia, en la que le mandaba relacionarse con los líderes «Juan Francisco,Biassou, Jacinto» y demás cabecillas, con el fin de tenerlos como aliados yque se dedicasen a atacar y hostilizar a la tropa y residentes de la colonia veci-na, hasta que la corona española recuperase la totalidad de La Española. Paradichas intenciones se mandó a García proveer a los rebeldes de color de todoslos auxilios posibles, y prometerles «libertad, goces y prerrogativas» y que elrey los recibiría como súbditos suyos (6).

Al darse la alianza entre ambos bandos a mediados de ese año, los escla-vos alzados (y aliados) pasaron a ser conocidos como «tropas auxiliares deCarlos IV», y de manera coloquial, simplemente como «auxiliares», recono-ciendo las autoridades hispanas a Jean François, ya conocido comúnmentecomo Juan Francisco, como su máximo dirigente (7).

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(5) JAMES, Cyril: Los jacobinos negros. Toussaint L’Ouverture y la Revolución de Haití.Madrid, 2003, pp. 91 y 98; FRANCO, José Luciano: Revoluciones y conflictos internacionales enel Caribe, 1789-1854. La Habana, 1965, p. 21.

( 6 ) Archivo General de Simancas, Secretaría de Guerra (en adelante, AGS, SG), leg.7157, exp. 19, 117, «El gobernador de Santo Domingo contesta la Real Orden de 22 de febre-ro». Santo Domingo, 25-IV-1793.

( 7 ) Sobre la historia de los auxiliares y de su líder, ver VI C T O R I A, Jorge: T e n d e n c i a smonárquicas en la revolución haitiana. El negro Juan Francisco Petecou bajo las banderasfrancesa y española. México, 2005.

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Un asunto que los aliados de España tomaron como algo de suma impor-tancia, tanto en aquella isla como en su exilio posterior, fue el de los gradosmilitares que ellos mismos se adjudicaron y que las autoridades hispanasrespetaron mientras los auxiliares les fueron de utilidad para sus fines; poste-riormente les fueron denegados, aunque varios investigadores opinen locontrario (8). Sobre el tema, el gobernador de Bayajá, el marqués de CasaCalvo, dejaba claro su origen y consideración al señalar que los rebeldes«arbitrariamente» se los habían conferido, dejando entrever que el manteni-miento de aquellas designaciones —«gran almirante», «teniente general»,«general en jefe del Ejército», «gran almirante y general de una parte de laisla de Santo Domingo», o «general», por parte de Jean-François, y «mariscalde campo», por Benjamín, entre otros— «había sido parte de las contempla-ciones hacia los negros para atraerlos» (9).

A los aliados de color también les fueron concedidas medallas con el realbusto como elementos de ayuda en su adhesión a la causa española. Esascondecoraciones fueron recibidas por el gobernador de Santo Domingo amediados de febrero de 1794. El envío se componía de tres medallas de oropara los cabecillas de las tropas, Juan Francisco, Biassou y Jacinto, y doce deplata para los segundos más sobresalientes; ante la súbita muerte de Jacinto, lamedalla pasó a manos de Toussaint L’Ouverture (10).

Antes de terminar el año 1793, los hispanos y sus aliados se habían hechocon una parte importante del territorio francés, y se podía pensar en una exce-lente relación entre los dos bandos (11). Sin embargo, la realidad no era tanidílica, ya que las autoridades de Santo Domingo veían recelosas al jefe rebel-de. Al respecto, el gobernador García apuntaba que «esta arrogante exposiciónde Juan Francisco nace del conocimiento que tiene de nuestras débiles fuerzas(...) en toda la larga extensión de la frontera y que sus brazos son precisos paranuestro resguardo» (12). Ante esa situación, García pidió ayuda a GabrielAristizábal y Espinosa, teniente general de la Real Armada, quien le señaló

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(8) Por ejemplo, SCHOELCHER, Víctor: Vie de Toussaint L’ouverture. París, 1982, p. 41,señala que el líder auxiliar tuvo en Cádiz un trato de general. Por su parte, ZAPATERO, Juan: Laguerra del Caribe en el siglo XVIII. Madrid, 1990, p. 289, asevera que la Corona reconoció a losrebeldes los títulos militares.

(9) AGS, SG, leg. 7157, exp. 19, 136, «Carta de Juan Francisco a García», 6 de mayo de1793; Archivo General de Indias (en adelante, AGI), Santo Domingo, leg. 1110, «De JuanFrancisco de 8 de agosto de [17]93, en que promete subordinación a los jefes subalternos delpresidente. Dajabon»; AGI, Estado, 5A, 23 (1.ª), «Carta del marqués de Casa Calvo a Luis delas Casas». Bayajá, 31 de diciembre de 179.

( 1 0 ) AGS, SG, leg. 7157, exp. 20, 247. «El gobernador de Santo Domingo recibe lasmedallas de oro y plata para los negros auxiliares. Santo Domingo a 18 de febrero de 1794»;AGS. S.G. leg. 7157, exp. 19, «El gobernador de Santo Domingo comunica la noticia delfunesto fin que tuvo el negro Jacinto». Santo Domingo a 13 de septiembre de 1793.

( 1 1 ) AGS, SG, leg. 7157, exp. 19, «El gobernador de Santo Domingo instruye sobrehaber sido apresado y represado el puesto de la Tenería». Santo Domingo, a 25 de septiembrede 1793.

( 1 2 ) AGS, SG, leg. 7157, exp. 19, «El gobernador de Santo Domingo da cuenta de laconducta de Juan Francisco». Santo Domingo, 12 de agosto de 1793.

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que por reparación de sus naves en La Habana le era imposible por entoncesprestar el auxilio en Santo Domingo (13).

En enero del año siguiente se dio la mencionada toma de Fuerte Delfín porparte de Aristizábal. Su biografía señala lo siguiente:

«Uno de los hechos más gloriosos de su vida (...) fue la conquista de Fuerte-Delfín y sus fortalezas, que habían sometido a su dominio las armas francesas. A lefecto dispuso el bloqueo de la plaza con solo tres navíos, una fragata y algunasembarcaciones menores, para reducir a los enemigos a la sumisión, si le era posi-ble con el aparato de guerra por una parte, y por otra sus proclamas prudentes yconciliadoras (...) el resultado fue (...) que sin desistir de su plan de triunfar pací-ficamente, tomó noticias tan exactas de la verdadera situación y medios de defen-sa de la ciudad y fuertes, que logró tomar estos por sorpresa en la madrugada del28 de Enero, y la plaza por capitulación al siguiente día 29, no sólo sin dispararun solo tiro, sino antes de que llegase el socorro de 1.800 hombres...» (14).

Pero el asunto, al parecer, no fue tan sencillo y pudo tener otros matices,pues poco antes, y tras su llegada a La Española, Aristizábal envió a las auto-ridades francesas de Fuerte Delfín una nota donde indicaba que ofrecía unacapitulación honrosa, con respeto a las propiedades de los habitantes y susderechos. Agregaba que las fuerzas españolas los rodeaban por mar y tierra yque, por lo tanto, el hambre acabaría por vencerlos, y que

«si no admitís las proposiciones que os hacemos de entregar la Plaza, yaceptar la protección del Rey poderoso, el bloqueo seguirá con el mayor tesóny si vuestra inflexibilidad nos obligase a atacarlos formalmente, entonces nose admitirá ninguna capitulación, sufriréis los rigores de la guerra, y seréisentregados al furor de nuestros negros auxiliares» (15).

A los pocos días el teniente general repitió el mensaje, apostillando: «Yono amenazo con los negros guerreros auxiliares (...) pero si llegan a atacarnosno estará en mi poder entonces contener a nuestros negros si llegan a entrar avuestra Plaza» (16).

En la táctica de combate en La Española, los aliados de color eran utiliza-dos como fuerzas brutas que arrasaban con todo, asunto que mencionó Aristi-zábal para infundir temor a los franceses. Para el caso, hay que destacar quelos auxiliadores no eran algunos cientos, sino varios miles de individuos. Paramediados de ese año, el gobernador García apuntaba que los aliados «eran

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(13) Archivo-Museo Don Álvaro de Bazán (en adelante, AMAB), Expediciones a Indias,leg. 16 (8/71), «Carta del gobernador García a don Gabriel Aristizábal». Santo Domingo, 19 deagosto de 1793; AMAB, Exp. a Indias, leg. 16 (8/74), «Joaquín García da cuenta de la respues-ta de don Gabriel Aristizábal». Santo Domingo, 20 de octubre de 1793.

(14) ANTEQUERA: op. cit., p. 38.(15) AMAB, Exp. a Indias, leg. 17 (24/102), «Propuesta de capitulación de don Gabriel

Aristizábal». Manzanillo, a 8 de enero de 1794. (16) AMAB, Exp. a Indias, leg. 17 (24/102), «Propuesta de capitulación de don Gabriel

Aristizábal». Manzanillo, a 14 de enero de 1794.

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como seis o siete mil hombres que sólo sirven para golpes de mano, sorpresa,saqueos y lo que es la guerra ofensiva devastando todo con incendio» (17).Agregaba que el «armamento» que aquellos utilizaban en sus batallas incluíapalos para los que no contasen con sables o rifles, lo que, según indicaba, «dauna idea de la brutalidad propia de esos malvados» y aliados (18). Tal vez enreferencia a ello Aristizábal hizo la observación del «furor de los negros auxi-liares» cuando quiso amedrentar a las autoridades francesas de Fuerte Delfín.

Con los antecedentes mencionados cabe preguntarse cuánto influyó en eléxito de Aristizábal el miedo de los franceses a las ya conocidas «brutales»acciones de los auxiliares, quienes, dicho sea de paso, fueron los que lograronen verdad con su acoso físico (y psicológico, con la mención de su ferocidadpor parte del teniente general) la capitulación del sitio. No obstante su participa-ción, la historia los omite.

En relación también con la cita del texto biográfico, cabe señalar que lamención de la «rebelión» de los «negros auxiliares» hace referencia a lamatanza de cientos de franceses refugiados en Bayajá (nombre que recibióFuerte Delfín después de su capitulación), realizada por los auxiliares conJuan Francisco a la cabeza (19). Aunque el suceso no tiene relación con Aristi-zábal, se apunta brevemente ya que la biografía consultada hace mención deél, si bien no aporta más explicaciones.

El hecho consistió en el asesinato de los franceses refugiados en Bayajá, enla mañana del 7 de julio de 1794. Se dice que Juan Francisco entró al pobladoacompañado de siete u ocho de sus capitanes y centenares de efectivos de sutropa. Entró en la casa del comandante, donde estaban reunidos los jefes espa-ñoles, y comenzó a recriminar la actuación de éstos por haber admitido en laplaza a varios emigrados, que para Juan Francisco eran antiguos enemigos quebuscaban el cobijo de la corona hispana. Fueron vanos los intentos de hacerlever el desacato que cometía contra la Real Autoridad y la imposibilidad decumplir sus demandas de sacar del pueblo a los refugiados franceses en tanpoco tiempo. Entonces, Juan Francisco dio señal para que sus acompañantescomenzaran a matar, «y tendiéndose por las calles, no dejaban franceses avida de cuantos encontraban por ellas» (20).

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( 1 7 ) AGS, SG, leg. 7160, exp. 80, 58, «Informe reservado del gobernador de SantoDomingo, referente al estado de la guerra de la isla». Santo Domingo, a 20 de marzo de 1795.

( 1 8 ) Instituto de Historia y Cultura Militar (en adelante, IHCM), rollo 65, 5-4-11-1, f.165, «Detalles sobre la matanza que ha sucedido en Bayajá el 7 de julio de 1794».

(19) AGS, SG, leg. 7159, exp. 494, «Informe de García a Campo de Alange». Santiago, a1 de agosto de 1794. El arzobispo de Santo Domingo señaló que 600 franceses murieron en esamasacre, mientras que en otro documento se menciona que fueron 742. Las cifras de los auxi-liares se cifraban entre 500 y 600 individuos, y otros apuntan 700 y 800. IHCM, rollo 65, 5-4-11-1, f. 165v, «Detalles sobre la matanza...», 1794.

(20) AGS, SG, leg. 7157, exp. 21, 331. «El regente de Santo Domingo da cuenta de lahorrorosa conducta del general Juan Francisco entrando con sus tropas en Bayajá, ejerciendohostilidades». Santo Domingo, a 15 de julo de 1794; IHCM, rollo 65, 5-4-11-1, ff.150-150v,«Correspondencia sobre las ocurrencias de la isla de Santo Domingo con motivo de la guerracon los franceses. Año de 1795».

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Los auxiliares forzaron las puertas y almacenes, dedicándose al robo y alpillaje de la ciudad. Del respeto hacia los españoles y del grito «¡viva España!»se pasó a la trifulca, el desorden y el atrevimiento, hasta llegar a saquear losalmacenes del rey, de los particulares súbditos de éste y de la Real Te s o r e r í a(21). Los españoles evacuaron la plaza esa misma noche, abandonando todossus intereses y equipajes (22). La salida de los auxiliares se produjo con laentrega del poblado a fray Pedro de Cavello, alegando Juan Francisco que laplaza no fue tomada por él, sino que los españoles la dejaron desamparada (23).

Con antecedentes como éstos, resulta entendible la petición de Francia deevacuación de los auxiliares una vez terminada la guerra, por el temor a susacciones, y nos sirve también de introducción para justificar, en parte, unamedida tomada por Aristizábal a los pocos años, cuando cruzaba el océano enla misma embarcación en compañía de una parte de las tropas aliadas. Cabeindicar que esa alianza, aunque nunca fue deshecha de manera oficial, seresintió del cambio de actitud por parte de España una vez firmada la paz conFrancia, ya que los auxiliares, antes «amadísimos» colaboradores, se convir-tieron en una pesada e incómoda carga para la Administración.

La salida de Santo Domingo

La derrota española en la guerra quedó sellada por el tratado de paz deBasilea, de julio de 1795, por el que la totalidad de La Española quedó enpoder de Francia (24).

Ante una situación no pensada cuando se entabló la alianza con los rebel-des, García dispuso el traslado a Cuba de las tropas auxiliares —según se hasostenido—, para evitar la masacre que seguramente se hubiera producidoentre ellas de haber caído en manos francesas (25). Sin embargo, en el tratadocon la Francia revolucionaria se estipulaba que España contaba con un año deplazo para abandonar la isla a partir del momento en que se supiera la noticiaen ella, y que Juan Francisco (26), «considerado militar», y todos los oficiales

REBELDES DE LA REVOLUCIÓN HAITIANA...

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( 2 1 ) AGI, Santo Domingo, 1035, «Desfalco de caudales en Bayajá». Santo Domingo,1794.

( 2 2 ) Archivo Nacional de Cuba (en adelante, ANC), Correspondencia de los capitanesgenerales, leg. 47, 1, «Carta del gobernador de Cuba, a 11 de julio de 1794».

( 2 3 ) IHCM, rollo 65, 5-4-11-1, ff.161-168v, «Relación de lo acontecido en Bayajá».Bayajá, 8 y 13 de julio de 1794; IHCM, rollo 65, 5-4-11-1, f. 155, «Certificación que da JuanFrancisco al padre Cavello, entrega de la plaza y conclusión de la escena». Bayajá, 13 de juliode 1794.

(24) AGI, Estado, 5A, 19, «Sobre la publicación y diligencia de cumplimiento del tratadode paz con la Francia y sobre la cesión de la isla». Santo Domingo, 18 de octubre de 1795».

( 2 5 ) FR A N C O, José Luciano: Historia de la revolución de Haití. Santo Domingo, 1971,p. 240.

(26) Cit. en RODRÍGUEZ, Emilio: Cesión de Santo Domingo a Francia. Correspondenciade Godoy, García, Roume, Hédouville, L’Ouverture, Rigard y otros, 1795-1802. Ciudad Truji-llo (Santo Domingo), 1958, p. 10; AGI, Estado, 5B, 150, «Carta del gobernador de SantoDomingo al Príncipe de la Paz». Santo Domingo, a 22 de julio de 1796.

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de color que se hallaban bajo su mando estaban obligados a evacuar tambiénla isla (27).

García señaló que los franceses no querían que los jefes «negros» perma-necieran en el territorio, debido a su belicosidad, infundada en mucho por losgrados militares que ostentaban y por las medallas concedidas en el soberanonombre, lo que pudiese acarrear problemas en el territorio. Basándose en laspromesas hechas a los antiguos rebeldes por real orden de 22 de febrero de1793, el gobernador agregó que en ese éxodo forzado no le tocaba otra cosaque cooperar en plenitud (28).

García apuntó que él no veía dificultad alguna en conservar esas tropas enalguna parte, siempre que estuviesen bajo la inspección del vicario JoséVázquez y del presbítero Manuel Quezada, además de que ninguna otra islaespañola más que Cuba tenía el poder para sujetar, precaver y hacer respetar yaun aniquilar cualquier circunstancia que se suscitase en la isla de Pinos,donde podían ser enviados. García añadía que allí podían ser útiles en laslabores de cultivo, además de que el rey podría «sacar compañías de Morenosdisciplinados útiles en tiempo de guerra»; a ello se agregaba que muchos delos auxiliares sabían oficios mecánicos «de talento, destreza y habilidad» (29).

La noticia del inminente arribo de los negros no fue bien recibida por lasautoridades de Cuba. El Cabildo de La Habana celebró una reunión de urgen-cia el 4 de diciembre de 1795, sacando las siguientes conclusiones:

«Podrá verse en este suelo la triste catástrofe que en los campos y ciudadesdel Guaricó la razón la dicta así, y la experiencia manifiesta, que no son rece-los vanos sábese que este contagio moral se ha comunicado a la isla de Jamai-ca, que ahora tiene allí rebelión, por no haber usado en tiempo todas lasprecauciones convenientes, para que no fuesen transcendentales a sus siervos,aquellas ideas se han comprendido que algunos negros de este vecindariopreparaban función de celeridad para el recibimiento de Juan Francisco y esamuestra de afección hacia él sin conocerle le es también del lugar que hallaraen sus ánimos la imaginación más viva que ha de formarse con su presencia yla de sus oficiales se persuade este Ayuntamiento a que la innata sabiduría deltrono calificará de juiciosas estas reflexiones» (30).

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( 2 7 ) Archivo Histórico Nacional (en adelante, AHN), Estado, 3407, «Esteban Laveauxgeneral y gobernador de Santo Domingo a la Diputación de la República». Fuerte Delfín, a 22de noviembre de 1795; AHN, Estado, 3407, «Correspondencia del gobernador de SantoDomingo, Joaquín García». Santo Domingo, a 26 de noviembre de 1795.

( 2 8 ) AGI, Estado, 5A, 41 (1), «Carta de Joaquín García a Luis de Las Casas». SantoDomingo, a 2 de febrero de 1796. MOYA, Frank: Historia colonial de Santo Domingo. SantoDomingo, 1977, pp. 353-354. Este autor señala de manera errada que los jefes auxiliares solici-taron su salida de Santo Domingo al producirse la cesión a Francia.

(29) Ibidem; AGI, Estado, 5A, 36 (20), «Carta de Joaquín García a Luis de Las Casas».Santo Domingo, 25 de enero de 1796.

( 3 0 ) «Copia de los Libros del Cabildo». La Habana, 4 de diciembre de 1795, cit. enRODRÍGUEZ: op cit., p. 75.

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El gobernador de aquella isla, Luis de Las Casas, presionado por el Ayun-tamiento y sin duda también influido por las posibles repercusiones de laRevolución francesa y, sobre todo, de las suscitadas en la cercana colonia deFrancia, escribió alarmado a Manuel Godoy, secretario de Estado, apenas reci-bió la comunicación de García referente al envío de gente. En su escrito decía:

«Esta noticia ha llenado de terror a los habitantes blancos de la ciudad y dela isla, cada vecino cree ver el momento de la insurrección de sus esclavos, yel de la desolación universal de esta colonia en el momento de la aparición deestos personajes, esclavos miserables ayer, héroes hoy de una revolución,triunfantes, opulentos y condecorados; tales objetos no son para [ser] presen-tados a la vista de un pueblo compuesto en la mayor parte de hombres decolor que viven en la opresión de un número más corto de blancos...» (31).

El temor del gobernador se fundaba en el rumor de que los cabildos«negros» de los barrios extramuros de La Habana, que tuvieron noticias delenvío de los rebeldes a esa isla antes que las autoridades españolas, se organi-zaban para celebrar la llegada del general Juan Francisco. Según se habíaextendido, «algunos negros de este vecindario preparaban funciones de cele-bridad para el recibimiento de Juan Francisco y esa muestra de afección haciaél sin conocerle le es también del lugar que hallará en sus ánimos la imagina-ción más viva que ha de formarse de su presencia y la de sus oficiales» (32).

Ante la imposibilidad de impedir el traslado, Las Casas convino con elcomandante general de Marina preparar algunas embarcaciones para disemi-nar a los auxiliares, mandando algunos a Cádiz; otros a las islas Canarias,donde no ocasionarían problema por la ausencia de negros en ellas; unos mása la Florida, considerando que este envío no presentaba mucho riesgo siemprey cuando el número enviado no fuese elevado, y a la isla de Pinos, donde,señalaba, tampoco habría que remitir a muchos ya que toda era bosque y enella «podría un número crecido de tales hombres hacerse fuertes y formarse enaquella isla un pueblo de piratas, como los berberiscos del Mediterráneo quefatigase la navegación mercantil de estos mares» (33).

La mayor parte de las tropas auxiliares que partieron de Bayajá en variosbuques llegaron al puerto de La Habana el 9 de enero de 1796. Una parte lohizo en la escuadra española que, al mando del teniente general de la RealArmada Gabriel de Aristizábal y Espinosa, trasladaba al puerto cubano lossupuestos restos de Colón (34). Días antes había viajado Biassou y su familiaa bordo del navío de guerra San Lore n z o , que partió del puerto de Ocoa, al

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(31) AGI, Estado, 5B, 176, «Carta del gobernador de La Habana al Príncipe de la Paz».La Habana, 25 de enero de 1796.

(32) AHN, Estado, 3407, «Carta del Cabildo de La Habana al gobernador y capitán gene-ral». La Habana, 4 de diciembre de 1795.

( 3 3 ) AGI, Estado, 5B, 176, «Carta del gobernador...». La Habana, 25 de enero de 1796.( 3 4 ) AGS, SG, leg. 7161, exp. 24. «El capitán general da cuenta de los jefes y negros

auxiliares que han llegado a la plaza de La Habana, 11 de enero de 1796»; AMAB. Exp. aIndias, leg. 21 (18/168). «Avisando de la entrada en La Habana de la balandra Ventura, proce-dente de Bayajá». La Habana, 15 de enero de 1796.

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sur de la parte hispana. Las Casas le propuso su inmediato traslado, junto consus 23 familiares, a la isla de Pinos o a la Florida, siendo el segundo lugar elescogido por el general auxiliar (35).

En el grupo de navíos reales que se embarcaron rumbo a La Habana, ladistribución de gente fue la siguiente: en el Santiago la España viajaron JuanFrancisco, Watable y Lefebre, todos acompañados de familiares (mujeres yniños) y «criados» de ambos sexos, sumando un total de 39 personas; en elSan Gabriel hicieron lo propio Guillarm, Delisle y Basugnar, quienes al igualque los anteriores viajaron con familiares y «criados», hasta componer untotal de 49 personas. En el documento se apunta que Delisle falleció en latravesía, pero se le incluyó en el total del recuento; en el navío San Juan nave-garon 48 personas, encabezadas por Ambrosio Nocsy, Agapito y Pertero. Esteúltimo, sólo con su mujer; los dos restantes, con familia y «criados». El totalde la suma realizada por el teniente Ignacio Acosta era de 136 individuos,divididos en 19 oficiales, 42 mujeres, 17 niños, 30 criados varones, 27 criadasy un niño (36). A pesar de ese recuento de emigrados, la suma debió de serparcial, ya que el número de personas que las autoridades de Cuba señalabancomo tropas de Juan Francisco, y que se encontraban en ese puerto, se cifrabaen 780 individuos, aunque en realidad eran algunos más (37).

Además de en las naves comandadas por Aristizábal, algunos otros auxi-liares fueron embarcados en el navío Santa Magdalena; pero éstos no llega-ron a La Habana ya que, según alegaron posteriormente, después de cuatrodías de viaje perdieron el convoy a causa de un temporal y fueron a parar ala costa norteamericana de Vi rginia. Este grupo de seis auxiliares estabaencabezado por Luis Boef o Beff, antiguo compañero de Juan Francisco enBayajá y beneficiario de una de las medallas de plata enviada por el rey alos aliados (38). E s t o s auxiliares fueron acusados de dar muerte al capitán delbarco y, después de ser juzgados y declarados culpables, se les remitió adiversos sitios de las colonias hispanas.

Ya en La Habana, el problema fue qué hacer con la numerosa gente deJuan Francisco. Las Casas propuso al líder rebelde pasar a España en compa-ñía de su familia, en tanto que el resto de la tropa sería trasladada a la isla deTrinidad a título de colonos. Inicialmente el rebelde rechazó la idea del viaje ala metrópoli, optando por acompañar a los demás auxiliares hacia Tr i n i d a d ,pero solicitando la posibilidad de pasar desde ahí a España (39).

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(35) AGS, SG, leg. 7161, exp. 24, «El capitán general da cuenta...». 11 de enero de 1796;ANC, Floridas, leg.14, 29.

(36) AGI, Estado, 3, 10 (3c), «Estado que manifiesta las familias que de los negros caudi-llos auxiliares se han embarcado en los buques de S.M. Ignacio Acosta». La Habana, 22 deenero de 1796.

(37) De las 780 personas, más del 42 por 100, sin contar a los registrados como niños,eran mujeres. AGI, Estado, 5A, 28 (1d), «Estado que manifiesta los oficiales y tropa auxiliar».La Habana, 13 de enero de 1796.

(38) AGI, Cuba, leg. 169, «Autos criminales contra la muerte de Pedro Aspinal, capitánde la goleta Santa Magdalena». San Agustín de la Florida, 19 de diciembre de 1796.

( 3 9 ) AGS, SG, leg. 7161, exp. 24, «El capitán general da cuenta...», 11 de enero de 1796.

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Las autoridades del puerto cubano consideraron que lo mejor sería dividira la tropa y separar a sus dirigentes, en espera de que el resto procediera consumisión. Juan Francisco fue convencido para viajar a Cádiz en compañía desus jefes militares, algunos oficiales, sus familias y servidumbre; en total, 136personas repartidas en tres navíos de guerra (40). El resto de la gente se distri-buiría en tres partes, para enviarlos a la isla de Trinidad, en la Capitanía Gene-ral de Venezuela, adonde se remitirían 144 individuos; a los nuevos estableci-mientos de Trujillo, en el reino de Guatemala, 310 personas, y 115 auxiliaresal puerto novohispano de Campeche, «donde se presume sean admitidos, ycon más probabilidad yendo así divididos en corto número» (41). Pocodespués Portobelo, en el Virreinato de Nueva Granada, también fue incluidoen los destinos de la diáspora, enviando a 90 auxiliares (42), permaneciendoen Cuba sólo dos individuos varones y una mujer por enfermedad (43). Segúnestos datos, la suma total ascendía a 795 personas.

Los factores tenidos en cuenta para la elección de los lugares de destinofueron su situación marginal, la escasez de esclavos en ellos y su posibleutilización en la economía y la defensa (44). Sobre este último punto, lasideas que se habían esparcido en todo el Caribe y tierras continentales delárea acerca de los «terribles» sucesos ocasionados por los rebeldes deSanto Dominguo, provocaron que su utilización en las armas fuese desesti-mada como primer factor; así que las autoridades buscaron la forma decumplir lo que el soberano había ofrecido a los auxiliares, y qué mejor si enese cumplimiento se lograba también algún beneficio económico para laregión.

Pero no todos los grupos de auxiliares remitidos a los distintos puntossiguieron las mismas pautas. Algunos se dedicaron a la agricultura; otros, conel paso de los años, y sobre todo por las necesidades de los españoles, llegarona tomar las armas en defensa del territorio hispano; unos más siguieron suvida con cierta indiferencia por parte del gobernador de la provincia donde seasentaron. De todas las fracciones en que fueron divididas las tropas auxiliaresde Juan Francisco, los enviados a Trinidad de Barlovento fueron los únicosrechazados por las autoridades, las cuales, desobedeciendo las órdenes delinfluyente gobernador de Cuba, vieron en los recién llegados un problemadifícil de digerir.

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(40) AGI, Estado, 3, 10, «Sobre la estancia en España del caudillo Juan Francisco», 1796.(41) AGS, SG, leg. 6824, exp. 15, 252, «El capitán general de Cuba da cuenta de la salida

para los destinos que expresa de los negros auxiliadores que se hallaban en La Habana». LaHabana, 1 de marzo de 1796; AMAB, Exp. a Indias, leg. 21 (18/168), «Sobre transporte aEspaña desde La Habana del general negro Juan Francisco». Cádiz, 25 de marzo de 1796.

(42) Archivo General de la Nación (Colombia), Colonial, Negros y Esclavos, D. 92,ff. 911-911v. El sitio no había sido barajado junto con los otros, pero la presencia en LaHabana del gobernador designado fue ocasión para proponerle el envío.

(43) AGS, SG, leg. 7152, exp. 34, 110, «Carta del capitán general de Santo Domingo alconde de Aranza». La Habana, 2 de septiembre de 1796.

( 4 4 ) GE G G U S, David: «Slavery, War and Revolution in the Greater Caribbean, 1789-1815», en A Turbulent Time. The French Revolution and the Greater Caribbean. Indiana,1997, p. 27.

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Juan Francisco y Aristizábal en la mar. Una condecoración en el olvido

Juan Francisco y sus segundos fueron conducidos al puerto gaditano denuevo en los navíos reales S a n t i a g o la España, que transportó a Juan Fran-cisco, Watabe y Lefebre; en el San Gabriel, en el que fueron Benjamín,Guillarm, Delisle (fallecido en el trayecto) y Basugnar, y en el San JuanB a u t i s t a, que llevó a Bernardino, Panal, Ambrosio Noasy, Agapito y Pertero.El contingente fue dividido en «familias», encabezadas por 19 hombres y quecomprendían a 42 mujeres y 17 niños; la lista de «criados» apuntaba 30 hom-bres, 27 mujeres y un niño, un total de 136 personas subdivididas en 78 « a m o s »y 58 sirvientes (45). Juan Francisco viajó «acompañado» del dinero en plata,oro, alhajas, añil, grana y tabaco que se mandaba a la metrópoli (46). Loscomandantes de las naves reales que conducía a los auxiliares y familiares aEspaña, viendo que los pasajeros tenían ciertos privilegios, solicitaron 12reales de plata al día «por cada uno de los que debían dar mesa», ya que seles dijo que los tratasen «con la debida consideración», pero el rey autorizóúnicamente ocho reales por cada persona (47). Se acordó socorrer con 100pesos al líder «negro», y con 50 a cada uno de sus subalternos hasta el núme-ro de once, para adquirir algunos utensilios que creyesen indispensables parael viaje. El dinero fue entregado al capitán ayudante de la plaza, IgnacioAcosta (48).

En el trayecto hacia Cádiz ocurrió un suceso hasta ahora desconocido, yfue la concesión a Juan Francisco por parte de Aristizábal del grado de tenien-te general, además del uniforme, divisa y la Cruz de Alcántara. Asimismo, alos auxiliares subalternos les concedió también divisas de la clase que decíantener (49). El hecho quedó registrado por un tal Juan de Herrera, que navega-ba a bordo del navío San Gabriel, quien informó de que don Gabriel de Aristi-zábal y su segundo, don Francisco Xavier Muñoz, obraron a imitación delgobernador de Santo Domingo, quien, «por razones que hallaría convenien-tes», condecoró a los jefes rebeldes, otorgándoles las respectivas insignias( 5 0 ) . Es creíble, sin duda, que García y Aristizábal condecorasen a Juan Fran-

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(45) AGI, Estado 3, 10, «Estado que manifiesta las familias que de los negros caudillos sehan embarcado en los buques de S.M.». La Habana, 22 de enero de 1796.

(46) AMAB, Exp. a Indias, leg. 20 (5/90), «Juan de Araoz a Antonio de Valdés participala salida de los buques de la Armada a Cádiz» La Habana, 24 de enero de 1796.

( 4 7 ) AMAB, Reales Cédulas, leg. 6538, «Carta de Pedro Varela a Juan de Lángara».Aranjuez, 21 de marzo de 1796; AMAB: Exp. a Indias, leg. 21 (18/168), «Sobre transporte aEspaña...». Cádiz, 25 de marzo de 1796. En otro documento se apunta que se otorgó un pesopor cada individuo de color. AMAB. Exp. a Indias, leg. 21 (18/177), «Sobre las tropas auxilia-res de Santo Domingo». La Habana, 23 de enero de 1795.

( 4 8 ) AMAB, Exp. a Indias, leg. 21 (18/177), «Sobre las tropas...». La Habana, 23 deenero de 1795.

(49) AGI, Estado 3, 10, «Carta de don Juan de Álvarez al secretario del despacho de Esta-do». Palacio, 27 de julio de 1798.

( 5 0 ) AMAB, Exp. a Indias, leg. 21 (18/177), «Sobre las tropas auxiliares de Santo Domin-go. A bordo del navío San Gabriel, al ancla en el puerto de La Habana, a 25 de enero de 1796».

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cisco, pero hay que subrayar que fue en el marco de lograr y mantener la«fidelidad» de los auxiliares, tal como se ha señalado, nunca con el objetivode otorgarles un reconocimiento firme. Además, ambas autoridades sabían desobra el «valor» real de esas concesiones. Para Aristizábal debió de ser unamedida precautoria, ya que los rebeldes, además de su conocida belicosidad,llevaban consigo sus armas, y navegar con ellos de Cuba hasta la Penínsularesultaba una situación embarazosa. Sin embargo, por el simbolismo de esosgrados, que se unían a las promesas de «libertad», excepciones, goces yprerrogativas efectuadas a los rebeldes con tal de obtener su adhesión a lacausa hispana, las concesiones no fueron olvidadas por los aliados de color,quienes exigieron en varias ocasiones su cumplimiento y el reconocimiento desu igualdad respecto de los españoles.

Conocida su inminente llegada a Cádiz, las autoridades del puerto españolestuvieron en estado de alerta y desconfianza hacia las auxiliares. Una realorden enviada al gobernador gaditano, el conde de Cumbre Hermosa, en elmes de febrero, mientras ellos navegaban hacia costas europeas, indicaba quese les ubicara a todos en una casa, observándose su conducta, encargando sucuidado y asistencia al comisario de guerra y ministro de la Real Hacienda,don Antonio de Cabrera (51). Otra misiva a la misma autoridad instruía que seaveriguase «el modo de pensar y las ideas que tengan dichos jefes», especial-mente de su principal, así como su conducta. Esas prevenciones se tomarondebido a la idea de que la permanencia en Europa de esos «negros» no eraconveniente, y mucho menos su envío a Madrid (52). La Corona no queríaque se quedasen en la Península, sino remitirlos lo antes posible a tierrasamericanas, por lo que el rey ordenó al juez de arribadas de Cádiz, aun antesde que los emigrados llegasen al puerto, que dispusiese en la ocasión másoportuna su embarque en las naves que salieran para los puertos inmediatos aaquellas costas, fueran mercantes o de guerra (53).

La armada procedente de La Habana llegó a Cádiz en marzo de 1796, einmediatamente Acosta escribió al Rey solicitando pasar a «esa Corte (...)llevando conmigo a dos jefes negros», como prueba del éxito de su comisióny, tal como le había señalado García, recibir una «gratificación» (54). Sinembargo, la solicitud de traslado no fue concedida, a pesar de la insistencia deAcosta por hacer notoria la ayuda prestada (55).

No obstante su llegada al puerto gaditano, las autoridades españolas nuncapensaron en establecer a aquella gente de manera permanentemente en el sitio

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(51) AGI, Estado 3, 10, «Real Orden dada en Badajoz a 12 de febrero de 1796». (52) AGI, Estado 3, 10, «Carta al gobernador de Cádiz proveniente de Manzanares a 20

de marzo de 1796».(53) AGS. SG, leg. 7161, exp. 24, «El capitán general da cuenta...», 11 de enero de 1796.(54) AGI, Estado 3, 10, «Carta de Ignacio Acosta a Manuel Godoy». Cádiz, 25 de marzo

de 1796.(55) AGI, Estado 3, 10, «Copia de la carta de Ignacio Acosta a Juan Manuel Álvarez».

Aranjuez, 27 de junio de 1797.

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sino que, al igual que en los casos de los diversos grupos de auxiliares disemi-nados, su estancia se decía provisional. Esto fue notorio en la pronta disponi-bilidad de las embarcaciones para su regreso a América, en su ausencia de losregistros de entradas de vecindario y transeúntes para el año de 1796, e inclu-so en el censo de población de inicios del siglo siguiente, que no da indiciosde su presencia en Cádiz (56).

Al arribo de las antiguas tropas auxiliares, el conde de Cumbre Hermosa,ante el desconocimiento de la existencia de alguna asignación para su mante-nimiento, dispuso que se les diese una cantidad de dinero en calidad de soco-rro, pero no como sueldos. A pesar de ello, al mes siguiente se señalaba quelos ex aliados recibirían las mismas pagas que en América, con la diferenciade tener entonces pesos sencillos por pesos fuertes, por lo que elevaron susprotestas, ya que lo suministrado no les alcanzaba para mantener a sus fami-lias y sirvientes (57). Así, a Juan Francisco se le asignaron 350 pesos senci-llos, para mantener a 36 personas; a Benjamín, 160 pesos, dependiendo de él20 personas; a Bernardino, 100 pesos, con 25 personas a su cargo; a PabloMercurio, 40 pesos, con cinco familiares, etc. (58).

La autoridad gaditana apoyaba la opinión señalada con anterioridad por elConsejo sobre la imprudencia de mantener en Europa a aquella gente de larevolución haitiana, por lo que aconsejaba su remisión a América, pero aregiones continentales, a Florida u otro lugar, pues en las islas se podría consi-derar arriesgado su envío por el crecido número de individuos de color enellas (59).

Por otra parte, la situación económica de Juan Francisco no era todo lobuena que él esperaba para poder mantener a su numerosa familia. Así se dejaver en la correspondencia cruzada entre Cumbre Hermosa y Godoy. En unacarta se decía que Juan Francisco señalaba que «las mesadas que se lesdeben» no las habían cobrado «por haber dejado los últimos recibos en SantoDomingo», y solicitaba la devolución de los efectos que tenía retenidos en laAduana de La Habana, con cuya venta esperaba socorrer sus necesidadesinmediatas (60). El primero escribió que el jefe de los auxiliares había contraí-do una deuda de 850 pesos con diversas tiendas de Cádiz y solicitaba que elgobierno saldara lo que debía. Juan Francisco alegaba que, debido a lo raquíti-co del sueldo de sus segundos, era imposible que vivieran sin su ayuda. Parapaliar la situación, el general sacó de la Aduana la plata labrada que llevó enel viaje y fue vendiéndola, debiendo satisfacer los derechos de venta, que

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( 5 6 ) Archivo Histórico Municipal de Cádiz (en adelante, AHMC) caja 4047, exp. 27,«Vecinos. Nueva entrada del año de 1796. Abecedario general de todas las naciones»; AHMCcaja 4047, exps. 23, 26 y 27, «Franceses, 1796».

(57) AGI, Estado 3, 10, «Carta del conde de Cumbre Hermosa a Manuel Godoy». Cádiz,6 de abril de 1796.

( 5 8 ) AGI, Estado 3, 10, «Relación de los oficiales negros procedentes de las tropas deSanto Domingo». Cádiz, 4 de abril de 1796.

(59) AGI, Estado 3, 10, «Carta de Cubre Hermosa a Godoy». Cádiz, 14 de mayo de 1796.(60) Ibidem.

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ascendieron a 981 reales de vellón, por lo que pidió que el rey se los perdona-se. El soberano no accedió a esto último, aunque se comprometió a saldar ladeuda del jefe auxiliar. A la vez, mandó recordar a Juan Francisco que teníaasignado un sueldo y no debía excederse del mismo en los gastos (61).

Referente al pago retenido, el monarca resolvió que se abonase a JuanFrancisco el sueldo «de la graduación que [se] le tiene declarada», descontan-do de su asignación la deuda con el comercio de Cádiz (62). El texto de lamisiva parece indicar que había obtenido algún grado reconocido por la mili-cia. Sin embargo, para una aclaración sobre el asunto se mandó preguntar alentonces gobernador de Santo Domingo: «Diga si a (...) Juan Francisco leseñaló de su propia autoridad alguna graduación o tuvo aprobación parahacerlo». La respuesta la dio el ministro de la Guerra, aclarando que «noconsta en este ministerio que a Juan Francisco (...) se le señalase graduaciónmilitar ni sueldo alguno» (63).

Ante la negativa de los informes, Juan Francisco solicitó al rey, en juliode1798, que se le reconociese entonces el título de teniente general, del cuallo había investido Aristizábal durante el derrotero a Cádiz (64). Ante tal peti-ción y datos, el ministro Juan de Álvarez supuso, que si el hecho fue verídico,debió de suceder por orden del soberano, pero como no tenía noticia de ello,ya que el suceso hubiese ocasionado «notable escándalo en el Ejército», espe-raba novedades al respecto. La petición, no obstante los alegatos ad hoc, nodebió de ser exitosa, debido a la ausencia de documentación que avalase unarespuesta del rey. Sin embargo, como hemos apuntado, sobre este particularexiste la información señalada por Juan de Herrera sobre la concesión del títu-lo al rebelde por parte del teniente general de la Armada Real.

En 1798 Aristizábal seguía en las aguas americanas, pero no sabemos si sele preguntó sobre el suceso en que se le involucraba. Del mismo modo, elteniente general regresó a España en 1800, y dos años más tarde se le conce-dió la Capitanía General de Marina de Cádiz, sitio donde se encontraban losauxiliares desde su arribo en 1796. Tampoco hemos encontrado en los archi-vos documentación alguna que indique relación o contacto entre Aristizábal yJuan Francisco.

No obstante las quejas de las autoridades españolas sobre el título queutilizaban algunos auxiliares y la duda de su validez, en la documentaciónelaborada tiempo después de la solicitud de Juan Francisco éste mantenía ensu léxico esos rangos militares, al indicar que los «oficiales» de color y sus

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( 6 1 ) AHN, Estado, leg. 574 (2), «Sobre el jefe de negros auxiliares Juan Francisco».Cádiz, 28 de junio de 1796.

(62) AGS, SG, leg. 7161, exp. 28, «Carta de Godoy a Miguel de Azanza». San Ildefonso,20 de julio de 1796.

(63) AGS. S.G. leg. 7161, exp. 28. «Carta del ministro de guerra al Príncipe de la Paz.San Ildefonso a 28 de julio de 1796»; AGS. S.G. leg. 7161, exp. 28, «Carta de Godoy a Diegode Gardoqui». San Ildefonso, 28 de julio de 1796.

(64) AGI, Estado, exp. 3, 10, «Carta de don Juan de Álvarez...». Palacio, 27 de julio de1798.

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familias que permanecían en Cádiz ascendían a 122 individuos, comenzandola lista con el «teniente general Juan Francisco». Aunque dudamos de algu-na confirmación del título otorgado en la mar, Juan Francisco lo utilizó eneste informe. Otros eran el mariscal de campo Benjamín, el inspectorBernardino y el brigadier Pablo Mercurio; también se hablaba de coroneles,comandantes, capitanes y tenientes, todos indicados con los grados quedecían ostentar (65). Incluso dos años más tarde, el 23 de febrero de 1800,se informaba del fallecimiento del mariscal de campo Benjamín (66). Iróni-camente, en el caso de la petición de la pensión para la viuda de Juan Fran-cisco, en la misiva, fechada en 1806, se le señala únicamente como «Xefeque fue de los Negros auxiliares» (67).

D. Geggus indica el 16 de septiembre de 1805 como la fecha de la desapa-rición física de Juan Francisco (68). La prensa de la época no se ocupó deesta muerte, y tal vez los intentos de separación de los auxiliares de otrosgrupos de «negros» dieron fruto. De tal forma, si en Cádiz moría un temidogeneral de color, de presencia incómoda en la Península y respetado pormuchos africanos y por sus descendientes en el Caribe, en la cercana Sevillalos «negros» de la ciudad estaban de fiesta y comían ganso frente a su capillade San Roque mientras se representaba en el teatro la obra Los esclavos feli -c e s ( 6 9 ) .

Como epílogo de la situación de los antiguos aliados en la Península, enjunio de 1813 la Regencia tomó la decisión que habría de cerrar un larg op e r íodo de inestables relaciones entre la Corona y estos sus súbditos de color,y mandó que se aprovechasen todas las ocasiones oportunas de embarcaraquellas familias para América (70).

Consideraciones

Tal como adelantamos en las líneas iniciales de este artículo, nuestra inten-ción es aportar algunos datos sobre la estancia de don Gabriel de Aristizábalen aguas americanas, estancia durante la que se registró su cercano contactocon el líder máximo de las tropas auxiliares de Carlos IV de Santo Domingo.

JORGE VICTORIA OJEDA

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(65) AGS, SG, leg. 7161, exp. 33, «Relación de los oficiales negros de las tropas auxilia-res de Santo Domingo». Cádiz, 16 de noviembre de 1798.

(66) AGS, SG, leg. 7162, exp. 23, 110, «Carta del consejo al capitán general de Andalu-cía». Aranjuez, 20 de marzo de 1800.

( 6 7 ) AGI, Santo Domingo, leg. 1039, «Oficios del ministerio de guerra concediendopensión a María Asunción, viuda de Juan Francisco Petecu». San Lorenzo, 25 de octubre de1806.

(68) GEGGUS, David: Haitian Revolutionary Studies. Indiana, 2002, p. 294, n. 103.(69) Archivo Municipal de Sevilla, Crónica sevillana de Félix González de León, 1800-

1853, tomo VI, sección XIV, microfilme 129, ff. 52, 61-62 y 82.(70) AGI, Santo Domingo, leg. 1099, «Copia de carta del ministerio de guerra al capitán

general de Cádiz». Cádiz, 6 de junio de 1813.

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Sobresale de la información aportada, hasta ahora desconocida u oculta enel pasado tal vez por connotaciones raciales, la importante participación de losrebeldes de color aliados de España en la capitulación de Fuerte Delfín.Apoyamos la idea de que, conociendo de antemano los antecedentes bélicosde esos miles de auxiliares, los franceses debieron de decantarse por su rendi-ción más por el peligro que representaban los rebeldes que por las armas delos españoles comandados por Aristizábal. El mismo teniente general hizomención de «los negros auxiliares» como si de un «arma» destructora e infali-ble se tratase.

Además de que pudo conocerlos en persona, al menos a los dirigentes prin-cipales o a Juan Francisco, durante el asedio a Fuerte Delfín, Aristizábal tuvotrato con los auxiliares cuando los transportó de Santo Domingo a Cuba en lasnaves de la Armada Real, además de que permanecieron varados en las aguashabaneras por varios días, sin pisar tierra por el temor de las autoridades haciaun posible contacto con los «negros» y cabildos de extramuros. Al decidirseque el máximo líder de los auxiliares fuese enviado a Cádiz, de nuevo lo hizoen la nave Santiago la España, de la cual nunca desembarcó desde su salidade Bayajá hasta la arribada al puerto gaditano.

Esa situación, sin duda, llevó a Juan Francisco a conocer a A r i s t i z á b a l ,asunto que éste aprovechó para infundir confianza en el receloso aliado.Conocedor de las aspiraciones de Juan Francisco, le concedió el título deteniente general, uniformándole y otorgándole la Cruz de Alcántara. DonGabriel seguramente conocía el «reconocimiento» que Joaquín García habíahecho de los títulos autoasignados por los rebeldes con tal de ganar su adhe-sión y fidelidad, y procedió a seguir con esa estrategia para asegurarse el buenderrotero por el océano y navegar tranquilamente con más de un centenar deauxiliares armados.

Si para los españoles aquellos títulos y grados carecían de valor, no fue asípara los grupos de auxiliares, quienes, en las diferentes regiones adondefueron enviados, supieron usarlos para tratar de que se les respetasen las ofer-tas reales de «libertad, excepciones, goces y prerrogativas». Los enviados aCádiz, a diferencia de los otros, no recibieron tierras para su asiento, ya que seles deseaba sacar de la Península; sin embargo, la oposición de Juan Franciscoobligó a mantenerlos en ese puerto.

Tras la muerte el líder en 1805 las cosas debieron de cambiar un tanto,pero entonces los intereses económicos de las plantaciones en el Caribe, sobretodo de Cuba, hicieron oportuno el regreso de esos «negros» a las islas espa-ñolas. De los auxiliares llegaron a hablar los diputados en las discusionessobre trata negrera y esclavitud cuando se gestaba la Constitución de 1812.Una vez terminado el proceso de la Carta Magna, la Regencia decidió en 1813terminar con una relación incómoda y mandó que los auxiliares y sus descen-dientes residentes en Cádiz pudiesen regresar a América, apostillando que«tenían la libertad» para hacerlo. La pregunta entonces es: ¿es que antes noeran libres?

REBELDES DE LA REVOLUCIÓN HAITIANA...

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Aparte de sus glorias y éxitos, don Gabriel de Aristizábal tuvo la oportu-nidad de participar en un evento histórico: la revolución haitiana y en concre-to en el conflicto contra Francia en La Española, y aun sin valorar en eseentonces el suceso de transportar en las naves reales a su mando a uno de losprincipales iniciadores del mayor levantamiento de esclavos que hubo enA m é r i c a .

Grabado de Jean François postrado a los pies del comisario francés Frédérick-Ignace deMirbeck. Colección Alfred Nemours de Historia Haitiana, perteneciente a la Colección Josefinadel Toro F., Saint-Domingue 1791, sign. C.M. HI-2A5. Universidad de Puerto Rico, Recinto deRío Piedras (*).

(*) Esta es la única imagen de época que se tiene de Jean François, aunque no deja de serun retrato idealizado.

El autor dividió en dos la escena; por una parte, a la izquierda dibujó unos comisariossin armas y con un lenguaje corporal de calma y diálogo; por el contrario, la parte derechadel grabado resalta la belicosidad de los «negros» rebeldes, con rostros y actitudes de pelea— i ncluso los caballos se muestran briosos—. Por la fecha asignada al grabado (1791), resultade interés que a los rebeldes se les representara con vestimenta militar, lo que pudiese indicarque desde los más tempranos tiempos de la revolución se adjudicaran grados, o que el autor delgrabado debía representarlos de tal manera ya que no podía hacerlo con las ropas que para eseentonces los esclavos portaban. Nos decantamos por la segunda idea, ya que la representacióndel diálogo de los comisarios debía inmortalizarse teniendo como interlocutores a personas dejerarquía militar, no a «simples» esclavos rebeldes.

JORGE VICTORIA OJEDA

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SI EN COMISIÓN DE MARINATE VIERES... LAS DIFICULTADESSALARIALES Y DE PROMOCIÓNDE UN TÉCNICO COMISIONADO

DE LA ARMADA REALEN EL SETECIENTOS

La Armada Real tuvo que organizar durante el siglo X V I I I un complejosistema de acopio de cáñamo, material necesario para la fabricación de lajarcia y las velas de sus buques de guerra. Desde los tiempos medievales, elsuministro habitual de estos géneros se realizaba en España comprando elcáñamo o los productos manufacturados (cordajes y lonas) en el florecientemercado holandés, abastecido desde el Báltico, utilizando para ello la inter-mediación de mercaderes extranjeros o comerciantes nacionales. La situa-ción, en el siglo X V I I I, iba a cambiar en nuestro país de forma radical. Lanueva dinastía borbónica, apoyada en sus secretarios, implantará las bases dela monarquía absoluta a través del fortalecimiento de sus instrumentos dep o d e r. De esta forma, diplomacia, Hacienda, Ejército y Marina de Guerra seconvirtieron en pilares de lo que, andando el siglo, se conocería como refor-mismo borbónico. En el campo que nos ocupa, el acopio de fibras para laestratégica industria naval militar, los ministerios de la Corona iniciaron unaserie de medidas encaminadas a su fomento. En este sentido, se mantuvo lapolítica de compras en el extranjero antes citada pero, sobre todo, se diseñóun vasto programa de desarrollo del cultivo en el propio territorio nacional yen el ultramarino (1). El objeto de este trabajo es valorar brevemente laimplantación de este sistema en la Península a través de la figura de lasComisiones del Cáñamo y, de forma más particular, situar las dificultades deuno de los miembros de estas comisiones en su trato con la A d m i n i s t r a c i ó ndel Rey para cobrar su salario.

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Manuel DÍAZ ORDÓÑEZDoctor en Historia

(1) DÍAZ ORDÓÑEZ, Manuel: «El cáñamo y la corona española en Ultramar: América y Fili-pinas (siglos XVI-XVIII)», REVISTA DE HISTORIA NAVAL, núm. 90, 2005, pp. 45-60.

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Los orígenes de las comisiones del cáñamo de la Marina. El caso deGranada

Abrimos este apartado anunciando que las fuentes para el período estánmuy descompensadas. Si bien la extensión del cultivo del cáñamo en lasegunda parte del siglo está analizada suficientemente en los trabajos de JoséPatricio Merino Navarro y Ramón María Serrera Contreras (2), las noticiassobre los primeros cincuenta años de la centuria son más bien anecdóticas. Elsiglo XVIII comenzó con un conflicto dinástico que interrumpió en gran medi-da todos los órdenes de la vida cotidiana de la España de la época. Por lotanto, aunque las medidas de fomento de la cosecha de la fibra llevadas a caboen la Península en la segunda mitad del seiscientos hubieran fructificado, laguerra las habría afectado de forma considerable. Restaurado el poder real conla victoria de las armas borbónicas, los primeros ministerios de Felipe Vvolvieron a promover un asunto de tanto interés para el Estado como elfomento del cultivo del cáñamo. Las acciones se irían desarrollando con lenti-tud en los primeros años del siglo hasta que, a partir de la década de loscuarenta, se dio un fuerte impulso al asunto.

En la Península, los campos de Granada fueron pronto objeto de uncompleto estudio por parte de los funcionarios de la Corona. El intendente deCádiz, Julián Arriaga, siguiendo las instrucciones recibidas de la corte, encar-gó, a mediados de 1752, a Vicente de Santamaría, ministro de Marina allídestinado, el acopio de fibra. Siguiendo esta tarea, el funcionario realizó uncompleto estudio sobre la viabilidad del cultivo de cáñamo (3) en la zona.

MANUEL DÍAZ ORDÓÑEZ

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( 2 ) ME R I N O NA V A R R O, J. P.: «Cultivos industriales: el cáñamo en España, 1750-1800»,H i s p a n i a, núm. 1312 (1975), pp. 567-584, y también, La armada española en el siglo X V I I I,Madrid, 1981. Cfr. también SERRERA CONTRERAS, Ramón M.: Cultivo y manufactura de lino ycáñamo en Nueva España (1777-1800). Sevilla, 1974.

(3) Archivo General de Simancas (en adelante, AGS), Marina, leg. 320. Julián Arriaga aEnsenada. Cádiz, 19-XII-1752. La comisión de acopio de cáñamo había quedado a cargo deManuel de Argumosa, caballero de la Orden de Santiago y administrador general de RentasProvinciales y Tabacos, en 1750. En un principio, Ensenada decidió que las compras en Grana-da tuvieran como destino el arsenal de Cádiz, y Argumosa se auxilió, en funciones de subdele-gado, de 1750 a 1752 de Juan Manuel Zambrano. AGS, leg. 329. Juan Manuel Zambrano aArriaga. Granada, 19-VI-1759. J. Quintero González distancia a Zambrano y a Vicente Santa-maría, llegando a la conclusión de que el intendente de Cádiz, Juan Gerbaut, había prescindidodel comisionado del cáñamo hacia finales de la década de los cincuenta. Cfr. QUINTERO GONZÁ-LEZ, J.: Jarcias y lonas. La renovación de la Armada en la bahía de Cádiz, 1717-1777. Jerez dela Frontera, 2003, pp. 67 a 69. Opinamos que es un error de apreciación, porque presupone quela comisión no seguía funcionando, cuando de facto lo seguía haciendo plenamente y estabacoordinando los pedidos de fibra realizados desde el arsenal gaditano. Probablemente, estaconfusión la produce la lectura del memorial presentado por Zambrano a la Secretaría de Mari-na, en el que solicitaba el aumento de la comisión del 2,5 al 4 por 100 incremento que él pedíase le aplicara en todas las compras en que había participado en Granada desde 1750. Esta peti-ción parece apuntar a que estaba trabajando de forma independiente a la Comisión del Cáñamo,primero dirigida por Argumosa y, en aquel momento, por Santamaría, ajustando compras defibra en la provincia. La verdad es que Zambrano había realizado compras fuera de la comisión,pero bastante tiempo atrás, en concreto en los años treinta. Precisamente, los buenos

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Con este fin debía establecer las tierras, las cantidades de fibra a producir, loscostos y las medidas jurisdiccionales necesarias para llevar a cabo la granempresa de suministrar el cáñamo suficiente para abastecer las factorías delos arsenales. El 21 de noviembre de 1752, Santamaría devolvió por correoordinario su informe completo (4). Era un texto profundo en el que el comi-sionado se había esforzado en poner de relieve todas las dificultades y losmedios que se debían adoptar para fomentar el cultivo de cáñamo en Grana-da. Constaba de 15 puntos, y en su introducción detallaba con exactitud quesu intención era cuantificar el número de marjales (5) cultivables, la cosechaprobable de éstos, la calidad de la fibra granadina, los jornaleros que setendrían que ocupar en las siembras y recogidas y, por último, la constituciónde la Comisión de Acopios de Cáñamo de la Marina. En síntesis, el informedefinía que las tierras de Granada más afines al cultivo de la fibra eran lasmás próximas a los cursos fluviales, es decir, las vegas. El sistema de cultivovigente era, en aquella época, el de cosecha bienal de cáñamo en una mismatierra; a su término se la dejaba descansar durante cuatro años, momento enque se aprovechaba para cultivar otros productos. Según Santamaría, el índi-ce de productividad de los marjales granadinos se situaría entre 2,5 y 4 arro-bas por unidad o marjal. Los costos de cultivo a los que se enfrentaba elcosechero de cáñamo eran de unos 200 reales anuales por marjal, incluyendoen este precio las semillas, el estiércol, los riegos y el laboreo habitual deeste vegetal, en suma, los gastos comunes a esta especie vegetal. El comisio-nado establecía que en Granada ciudad y su Hi n t e r l a n d se podrían cultivarcon cáñamo unos 11.000 ó 12.000 marjales anuales, cuando en aquelmomento no se pasaba de los 5.000 marjales y el resto se empleaba en otros

SI EN COMISIÓN DE MARINA TE VIERES... LAS DIFICULTADES SALARIALES Y DE...

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ajustes que había conseguido en precio y calidad en estas operaciones le situaron en muy buenaposición para ser preferido por la comisión a la hora de participar en las compras de ésta cuandose estableció en Granada en 1750. Apoyando nuestro argumento, pensemos que es paradójicoque en el informe del comisionado Vicente Santamaría sobre mejorar y consolidar la comisióndel acopio del cáñamo, y en el que él dibujaba su ideal de organización de ésta, presentara aZambrano como candidato a subdelegado de compras si éste era ajeno a tal comisión. Opinamosque esta actitud del comisionado está evidenciando que realmente este cosechero estaba vincula-do directamente a la comisión desde el principio; no en vano, el mismo Zambrano iniciaba supetición a Arriaga en los siguientes términos: «En el tiempo en que estuve como comisionado...»(AGS, Marina, leg. 332. Juan Manuel Zambrano). Finalmente, para zanjar la cuestión contamoscon un escrito del propio Zambrano fechado en 1759 (AGS, leg. 329. Juan Manuel Zambrano aArriaga. Granada, 19-VI-1759). En dicho texto deja claro que estuvo desempeñando las funcio-nes de subdelegado de la comisión, siguiendo las órdenes del comisionado de Marina para elacopio de cáñamo, Manuel de Argumosa. Sin embargo, y en esto sí que coincidimos con J.Quintero González, la existencia de la comisión del cáñamo en Granada no implicaba que elintendente de Cádiz, Juan Gerbaut, hubiera cerrado acuerdos de compra puntuales con otroscorredores o cosecheros de Granada, habida cuenta las urgencias en el suministro de la basenaval que dirigía. El caso más claro sería el de Horacio María de Yusani, según cuenta el propioGerbaut. AGS, Marina, leg. 332. Juan Gerbaut a Arriaga. Cádiz, 7-V-1762.

(4) AGS, Marina, leg. 320. Vicente Santamaría. Granada, 21-XI-1752.( 5 ) MA R J A L: Medida agraria equivalente a 100 estadales granadinos o cinco áreas y 25

centiáreas. Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993-2004 MicrosoftCorporation.

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vegetales, principalmente habas. Ponía especial énfasis en demostrar que lapuesta en funcionamiento de las factorías de jarcia y lona en Cádiz y Carta-gena había actuado como motor del ramo en Granada pero, al mismo tiempo,producido como efecto no deseado un incremento en los precios del cáñamocosechado. La razón era bien sencilla; el brusco aumento de la demanda enGranada desde finales de 1750 había hecho que muchos cosecheros optasenpor sembrar sus tierras con cáñamo, teniendo en mente la fácil salida de susproductos por el consumo de la Marina. Sin embargo, la adaptación de estastierras a los nuevos cultivos, el proceso de conocimiento del cosechero de laspeculiaridades de la siembra y cría de la fibra y, sobre todo, el desembolsoinicial que el agricultor tenía que hacer para adquirir los abonos que prepara-ban los suelos, habían limitado la cosecha total de fibra en el año 1752. En suanálisis de la cuestión daba importancia al peso de los primeros obstáculos deorden de innovación en las explotaciones agrícolas pero concluía, que el granimpedimento era realmente el último: el del orden económico. Los agriculto-res carecían de recursos para afrontar costoso desembolso que significaríadedicar sus tierras a una producción industrial que no se podía consumircomo alimento. El destino estrictamente comercial del producto de susexplotaciones quedaba sujeto a los vaivenes habituales del mercado de lacompra y venta del cáñamo y, por desgracia, la fibra no servía para garantizarla alimentación de los agricultores. Dejaban, pues, atrás la relativa tranquili-dad de cultivar vegetales dedicados al consumo humano que, si bien podíanno encontrar un precio adecuado en las ventas comerciales, por lo menosgarantizaban una cierta autosuficiencia nutricional del cosechero y su fami-lia. Para solventar esta cuestión, Santamaría proponía que, de cuenta de laReal Hacienda, se les anticiparan a los cosecheros durante la siembra y lacosecha de cáñamo cantidades de dinero proporcionales a los marjalesempleados en el cultivo. Como contrapartida, el beneficiario de esta ayuda ala producción se comprometería a «a vender, a la parte de S.M., en la confor-midad estipulada, y a los precios corrientes, el producto entero de sus cose-chas» (6). La aproximación que hacía el comisionado al importe global deestos anticipos la cifraba en torno a los 400.000 o 450.000 reales de vellónanuales, que serían restados del importe de las compras de las cosechas delos beneficiarios.

Santamaría opinaba que esta medida motivaría un incremento absoluto delas cosechas de cáñamo en Granada y Loja, por la seguridad que representaríapara los cosecheros al asumir los costos iniciales de la explotación y garanti-zar una salida a su producción de los campos. Las cifras que consigna son deverdadero impacto porque, según él, en la primera localización se podría pasarde 20.000 arrobas anuales a 40.000, y en la segunda, de 10.000 a 16.000. Esdecir, creía que la producción en el Reino de Granada podría incrementarse,siguiendo su propuesta de anticipaciones dinerarias a la producción, en un 100por 100 en la propia capital y en un 60 por 100 en Loja. De esta cantidad final

MANUEL DÍAZ ORDÓÑEZ

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(6) AGS, Marina, leg. 320. Vicente Santamaría. Granada, 21-XI-1752.

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de 56.000 arrobas anuales de cáñamo, el comisionado opinaba que con 16.000se cubriría suficientemente la demanda del sector civil de los gremios decordoneros de Granada y Málaga, las necesidades de cordajes y cestos paralos ingenios azucareros y los puertos de la costa granadina y malagueña. Elresto, unas 40.000 arrobas, se destinaría por entero a las factorías de los arse-nales de Marina.

En opinión de Santamaría, para fiscalizar todo este sistema de anticiposy control sobre la producción de cáñamos en Granada, la Marina debíaestablecer un organismo de control del sector del cáñamo en la ciudad.Éste, en forma de comisión, estaría formado por un ministro, encargado dela coordinación y que se responsabilizaría de su funcionamiento (7). Sutarea estaría apoyada por un ministro subdelegado, que se encargaría de lostratos directos con los labradores y entendería técnicamente de las calida-des de las cosechas compradas para la Armada Real. Además, tendría queexistir un corredor, cuya función principal sería supervisar todas las opera-tivas y las transacciones que se hicieran de cuenta del rey con los coseche-ros granadinos (8). La gestión administrativa y contable de la comisióncorrería a cargo de un oficial, gratificado anualmente con 200 ducados (9).Finalmente, una persona especializada —Santamaría solicitaba mantenerlas dos que habían trabajado en la comisión en los últimos tiempos— asisti-ría a las compras reconociendo la calidad de los cáñamos y sirviendo comoasesor técnico de la comisión. Proponía también que tal comisión fueradotada de autoridad suficiente para practicar exenciones fiscales sobre losc a rgamentos de cáñamo comprados bajo su tutela. Es decir, los carros quetransportarían a Granada las partidas adquiridas estarían exentos de portaz-gos, pontazgos y otros derechos municipales o señoriales que pudieranafectarles.

Julián Arriaga remitió a la letra a Ensenada el informe del comisionado delcáñamo en Granada, pero mostrando su desaprobación en torno al últimopunto, el referente a las exenciones fiscales propuestas. Ensenada coincidíacon la opinión del intendente de Cádiz en anular las franquicias sobre losderechos establecidos en Granada. A pesar de ello, autorizó de facto el esta-blecimiento de la Comisión del Acopio de Cáñamos de Granada, salvo, comoya hemos anticipado, en lo que refería a las prerrogativas fiscales. En pocosmeses, desde su puesta en funcionamiento, entre agosto de 1752 y julio de1753, Vicente Santamaría certificaba que había acopiado 18.988 arrobas de

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(7) AGS, Marina, leg. 320. Vicente Santamaría. Granada, 21-XI-1752. Santamaría propo-nía a Juan Manuel Zambrano, fiel administrador de la Real Aduana de Cáñamos y Linos deGranada.

(8) AGS, Marina, leg. 320. Vicente Santamaría. Granada, 21-XI-1752. Como corredor, seproponía a uno de la Aduana de Granada llamado José Jimenez. Santamaría creía que la comi-sión de seis maravedíes por cada arroba de cáñamo adquirida por las gestiones del corredorserían suficientes.

(9) AGS, Marina, leg. 320. Vicente Santamaría. Granada, 21-XI-1752. El candidato paraeste cargo era Antonio de Ribera, que ya estaba recibiendo esta gratificación.

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cáñamo en Granada y sus inmediaciones, y 6.479 en Loja. Un total de 25.469arrobas de cáñamo que, por lo demás, eran muy necesarias en las factorías dejarcia y lona del arsenal de Cádiz (10).

El esplendor de las comisiones de acopio de cáñamo de la A r m a d aReal (1770-1790)

Según hemos dejado sentado unas líneas atrás, durante la segunda mitaddel siglo la Marina volvió a impulsar con decisión su política de acopios decáñamo en el país mediante la implantación de las comisiones. El sistemase consolidó pasados los años con ciertas variaciones, pero ciertamente secentró en un esquema formado por la figura de un comisionado y unosdependientes que supervisaban las cosechas, imponían los métodos decultivo que garantizaban un mejor resultado para que la fibra fuera trans-formada en jarcia de buena calidad, acopiaban los cáñamos y los pagabancon los fondos que se destinaban al efecto en cada departamento naval. Elcaso más significativo lo representó, ya lo hemos anunciado, la Co m i s i ó nde Granada, cuyo intervencionismo, autorizado por la Secretaría de Marina,fue especialmente intenso a partir de los años setenta. En nuestro caso, sine m b a rgo, nos interesa más el desarrollo de la Comisión del Cáñamo de laMarina en Aragón, donde el protagonista de nuestro trabajo, el capataz dejarcia Joan Martinell, desarrolló su trabajo.

La Comisión de Aragón y Navarra en el siglo XVIII

Desde los primeros años de la década de los ochenta, la Marina dispuso deuna comisión destinada en Navarra y Aragón de forma permanente. El interésde la Corona se había manifestado ya en 1778, cuando se encargó al capitánde fragata Plácido Correa Losada que realizara una inspección de los camposy cultivos de la región, con el objeto de adquirir información para calcular lasposibilidades reales de explotación cañamera en la zona (11). En ambos terri-torios y en los años anteriores, las compras se habían realizado de forma espo-rádica, encargando la transacción a algún comerciante, funcionario o oficial

MANUEL DÍAZ ORDÓÑEZ

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(10) AGS, Marina, leg. 322. Vicente Santamaría. Granada, 13-XI-1753. Las compras lasseguía realizando Juan Manuel Zambrano, personaje que tan buenos resultados había ido dandoen los sucesivos encargos de cáñamo para la Marina desde mediados de los años treinta.Zambrano había participado en las compras de los años 1750 a 1752 y 1756 a 1758. AGS,Marina, leg. 332. Juan Gerbaut a Arriaga. Cádiz, 7-V-1762.

(11) En Patrimonio Bibliográfico Español, Plácido Correa Losada y Rivadeneira, «Examenque por orden de su Magestad con fecha diez y seis de enero de mil setecientos setenta yocho hizo el capitán de fragata don Plácido Correa Losada y Ribadeneyra en los distintosparages del reyno de Aragón que siembran cáñamos, de la anual cosecha de este fruto, suscalidades, méthodo y costo de cultivo, Zaragoza, Imprenta del Rey nuestro señor y de suReal Acuerdo, 1778».

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de la Armada Real desplazado al efecto. Pero, a partir de 1780, las crecientesnecesidades de suministro de cáñamo para las factorías reales de los arsenalesimpusieron a la Comisión de Navarra un carácter estable. En aquel momento, latitularidad de este organismo recaía en la persona del comerciante Gaudioso deSesma, a la sazón administrador de las rentas generales de la ciudad de Corella.El primer encargo firme se le comunicó a Sesma en noviembre de 1783, en elque se le pedía que comprara y remitiera a Ferrol 4.000 arrobas de fibra paraque se probaran sus calidades. El buen hacer de Sesma al frente de la comi-sión en Navarra hizo que Antonio Valdés, al frente de la Secretaría de Marinadesde el mismo 1783, le cediera también el control de las compras de cáñamopara la Marina de Guerra en Aragón, función que asumió a partir del 8 demayo de 1786 (12). El comisionado ubicó su centro de decisiones y de alma-cenaje en Calatayud (13), zona que había sido tradicionalmente productora decáñamos y donde dispuso de un escribiente que supervisaba el almacenaje delos cáñamos comprados. Valdés fijó a Gaudioso de Sesma una asignación de12.000 reales anuales en concepto de gratificación, y 25 escudos mensualespara pagar los servicios del escribiente.

Los problemas a los que se enfrentó Sesma, casi desde el inicio de sudesempeño en la comisión, se centraron en la mala calidad de los cáñamosque iba entregando en el arsenal del Ferrol. Los malos informes fueroncontinuos desde la primera entrega de fibra acopiada por Sesma. Se denun-ciaba de forma constante la debilidad de los hilos, la suciedad del cáñamo yel hecho de que los fardos iban cargados de piedras para pesar más. El comi-sionado se defendió arguyendo que la renta de correos adquiría el mismocáñamo que él estaba acopiando y no tenían problemas en la manufactura;sin embargo, agobiado por el rapapolvo del arsenal de Ferrol, solicitó que sele permitiera enviar a Cádiz y Cartagena algunas muestras para que fuerananalizadas (14). El resultado de éstas no hizo sino confirmar que los cáña-mos comprados por Sesma eran de inferior calidad que los acopiados enotras zonas del país. De estos dictámenes, el de los expertos del arsenal deCartagena fue mucho más duro que el efectuado por sus homólogos deCádiz, los cuales sólo hicieron hincapié en que el comisionado tendría queesforzarse en mejorar la limpieza de las partidas de fibra que fuera adqui-riendo.

El aumento de las compras de fibra en Aragón y Navarra obligó a queSesma tuviera que ampliar los almacenes en Calatayud, empeño que fructifi-có en 1798, cuando se le concedió acaparar el resto de las estancias del anti-guo colegio de los jesuitas de la localidad (15). Por la misma época, Sesmase hizo cargo también de un edificio en Tudela, para emplearlo en el mismo

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(12) Archivo-Museo Don Álvaro de Bazán de El Viso del Marqués (en adelante, AMAB),Arsenales, cáñamos, leg. 3759, 8-V-1786.

(13) GOODMAN, David: El poderío naval español. Barcelona, 2001, pp. 207 y ss.(14) AMAB, Arsenales, cáñamos, leg. 3809, 7.X.1791.(15) AMAB, Arsenales, leg. 3760, expediente entre el 17 de abril y el 16 de octubre de

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fin (16). El resto de la comisión de Gaudioso Sesma transcurrió con altibajos,pero caracterizándose siempre por las quejas sobre los cáñamos que iba remi-tiendo a Ferrol y la escasez de dinero líquido para las compras. Finalmente,fue relevado del cargo, el 11 de mayo de 1803, en favor del comisario deMarina José de Aranguren (17).

Joan Martinell y su trabajo en la Comisión de Cáñamo de la Marina enN a v a r r a

Joan Martinell comenzó a trabajar desde niño en Barcelona inscrito en elgremio de c o rd e r s («sogueros» en catalán). La Ciudad Condal había sidoobjeto de un gran interés por la Corona desde las primeras décadas del sigloX V I I I, debido en gran parte a la tradicional experiencia de sus maestranzas,formadas por m e s t res de aixa (carpinteros de ribera) y calafates. Estatendencia se reforzaría mucho a partir de las expediciones militares españo-las a Italia y al norte de África durante los años treinta del siglo, además depor la existencia de la plantilla técnica en la construcción naval antes citada,porque Barcelona se encontraba en una posición estratégica de primerorden. Nos interesa, pues, destacar la presencia de estos operarios relaciona-dos con la construcción de barcos y, por ende, la actividad de la industriaauxiliar del sector, entre la que habría que destacar la de fabricación dejarcia. La necesidad de abastecimiento de estos materiales propició que laArmada Real firmara diversos contratos con artesanos de la ciudad, lo quesignificaría el inicio de una estrecha relación que desembocaría, más tarde,en la contratación de asientos, es decir, contratas de suministro de larg aduración (18). En otros trabajos hemos valorado estos asientos; ahora nosinteresa el último de ellos (19). Nos referimos al firmado en 1740 entre laSecretaría de Marina y la Compañía del Asiento de Jarcia, empresa de Cata-luña dirigida por dos miembros de la burguesía comercial catalana más rele-vante de la época: Josep Puiguriguer y Agustí Gibert. Dicha firma mantuvosu compromiso con la Armada Real hasta finales de 1750, tiempo en el quesirvió, al principio, la jarcia de cabos y cables ya elaborados en su factoríabarcelonesa para, más adelante, servir la filástica en carreteles a los arsena-les, cuyos hiladores la transformaban en el cordaje definitivo. Esta última nofue una medida adoptada por la compañía de buen grado, pero se trataba deuna imposición directa de Ensenada, con el fin de garantizar la calidad finalde los productos contratados. Por este motivo, Puiguriguer y Gibert no

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(16) AMAB, Arsenales, leg. 3760, 24-IX-1798.(17) AMAB, Arsenales, leg. 3760, 21-V-1803.(18) DÍAZ ORDÓÑEZ, Manuel: «Lo legal y lo ilegal en la contratación del asiento de jarcia

para la Armada española», Tiempos Modernos. Revista de Historia Moderna [en línea]. núm. 2.enero 2001, (http://clio.rediris.es/tiemposmodernos/) [Consulta, 27 enero 2001].

(19) DÍAZ ORDÓÑEZ, Manuel: «El reformismo borbónico y el suministro de jarcia para laArmada española, 1720-1740», en Actas del XII Congreso Internacional de AHILA. Oporto,2001, pp. 277-288.

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tuvieron más remedio que trasladar operarios por cuenta de la empresa a losarsenales (20). En este contexto encontramos a un joven, Joan Martinell,que se sumó a otros hiladores reclutados por la compañía para enviarlos aCádiz y Cartagena.

Nuestro protagonista llegó al arsenal de Cartagena en abril de 1750.Pronto destacó en las tareas propias de su oficio bajo la dirección del maes-tro del asiento Joan Buxò, y quizá tuvo ocasión de participar en primerapersona en los experimentos de jarcia que Jorge Juan llevó a cabo en lainstalación de la Armada a finales de aquel mismo año (21). Las pistas sobreél acaban aquí, aunque es fácil suponerlo trabajando en la fabrica real dejarcia del arsenal, que comenzó a funcionar a principios de 1751 y quecontinuaría su actividad industrial, con altibajos, hasta las primeras décadasdel siglo X I X. También es razonable imaginarlo como un operario con unafacilidad exquisita en la manipulación de las filásticas, cordones y maquina-ria que se utilizaba. Así, poco a poco consiguió ascender de categoría profe-sional hasta llegar a capataz de jarcia en Cartagena. Por esta época, a finalesde 1783, como ya hemos anticipado Gaudioso de Sesma recibió el encarg ode iniciar las compras de cáñamo en Navarra y Aragón y, para abordarlo,solicitó a la Armada un técnico que le ayudara en la elección de las mejoresfibras. Joan Martinell fue el elegido y, sin más dilación, se trasladó a Calata-yud para encontrarse con el comisionado navarro, momento a partir del cuallos dos colaboraron estrechamente. En este destino, el capataz catalán parti-cipó, según el propio Sesma, con bastante eficacia en la supervisión y reco-nocimiento de los cáñamos que se compraban en Aragón. Dejémosle, pues,en Calatayud y viajando por tierras aragonesas durante cinco años negocian-do con los cosecheros.

El 14 de mayo de 1788, Martinell se puso de nuevo en marcha, esta vezcon destino a Ferrol, para participar en las pruebas de los cáñamos queGaudioso de Sesma (22) estaba remitiendo. Las razones eran de mucho peso.Los factores de la fábrica real del arsenal gallego habían emitido numerososinformes negativos acerca de la calidad de la fibra que estaba llegando delReino de Navarra. De nuevo los cáñamos sucios levantaron ampollas en laMarina de guerra, como habían hecho casi desde el principio de las laboresdel comisionado en 1783, según hemos comentado unas líneas atrás. La cues-tión subió de tono y, dado que Sesma se empecinaba en defenderse arg u m e n-tando en que aquellos mismos cáñamos se estaban utilizando, sin problemas,para el aparejo de los barcos de la renta de correos, Antonio Valdés, secreta-rio de Marina, se decidió por plantear la cuestión desde el punto de vista más

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(20) DÍAZ ORDÓÑEZ, Manuel: Amarrados al negocio. Reformismo borbónico y suministrode jarcia para la Armada Real (1675-1751) (tesis doctoral inédita). Universidad de Barcelona,2005.

(21) DÍAZ ORDÓÑEZ, Manuel: «La fabricación de jarcia en España. El Reglamento de JorgeJuan, 1750», en MARTÍNEZ SHAW, C. (dir.): El derecho y el mar en la España moderna. Grana-da, 1995, pp. 395-426.

(22) AMAB, Arsenales, leg. 3783. Joan Martinell a Valdés. Ferrol, 13-VII-1788.

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técnico posible. Por eso se envió a un capataz de jarcia como Martinell,avezado en el trabajo con el cáñamo y que podría determinar, con bastanteexactitud quién tenía razón en aquel tira y afloja entre los funcionarios delarsenal ferrolano y el comisionado. Pero ¿por qué enviar un capataz desdeCartagena habiéndolos con la suficiente experiencia en Ferrol? Desde luego,no es verosímil suponer que Valdés sospechara que los técnicos de las facto-rías gallegas fueran malos sino que, con buen criterio, encargar la inspeccióna un técnico foráneo permitiría que la cuestión se abordara con una pondera-ción, en principio, bastante más objetiva. Sin embargo, sabemos bien queMartinell llevaba un lustro colaborando con Sesma, incluso es posible quelos cáñamos motivo de queja hubieran sido escogidos por él mismo. Enconsecuencia, todo lo anterior da pie a pensar que las buenas intenciones delministro no eran tan objetivas, sino que, probablemente, encerraba ciertasdudas sobre el personal del arsenal gallego. La presencia del capataz deCartagena allí parece, más bien, un careo directo entre dos puntos de vistaencontrados, que serviría para que Antonio Valdés tuviera una opinión másfiable. Después de bastantes días de pruebas concienzudas, Martinell deter-minó que los cáñamos navarros eran parecidos en resistencia a los que proce-dían de Granada y bastante superiores a los que se recogían en Aragón (23).Parecía zanjarse la cuestión de las fibras de Navarra achacando su mala cali-dad al hecho de proceder de una cosecha, la de 1787, muy mala en Navarra;,sin embargo, todo parecía indicar que la de aquel año de 1788 sería buena. Ala vista de esto es posible concluir que Valdés tuvo una buena idea al ordenarque los técnicos de Ferrol y el capataz catalán tuvieran que analizar juntosaquellos cáñamos.

Cuando el trabajo en Ferrol acabó, Martinell regresó a Calatayud, restitu-yéndose a la comisión de Sesma, sólo para iniciar la ardua carrera de conse-guir cobrar las gratificaciones que, de una forma nada clara, ni mucho menosdefinida, se concedían a los operarios en sus servicios especiales a la ArmadaReal. Y decimos esto último porque, en la época, los llamados «facultativos»,técnicos y especialistas que realizaban tareas fuera de su actividad rutinaria,no disponían de una tabla de emolumentos establecida sobre la que regirse. Loque, en consecuencia, motivaba que los afectados por este tipo de trabajostuvieran que solicitar auxilio a diferentes instancias de la Corona para conse-guir algo. ¿Cómo actuaba en estos casos la organización de la Armada Real?Ante este tipo de solicitudes se solía recabar información sobre lo que ya sehabía hecho al respecto. En este sentido, Martinell aprovechó la ocasión parapedir que se le doblara el sueldo, es decir, aumentarlo en ocho reales diariospero, sobre todo, pretendió que se le ascendiera a segundo maestro. ¿En quése sustentaba su petición? Como hemos dicho, en aquel momento existíanotras comisiones de cáñamo de la Marina funcionando en el país. Una deellas, la de Granada, era la que más interesaba al capataz catalán. Al frente de

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( 2 3 ) A MVM, Arsenales, leg. 3783. Gaudioso de Sesma a Antonio Valdés. Calatayud,1 7 - I X - 1 7 8 8 .

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la parte técnica de la comisión andaluza estaba Leandro Ortiz, segundo maes-tro de la fábrica de jarcia de Cartagena y que estaba cobrando, efectivamente,el doble de su sueldo mientras estaba en comisión. Es posible que Martinellpensara que, cuando los funcionarios de la Corona iniciaran el estudio de suinstancia, encontrarían el caso de Ortiz y, por tanto, les haría más propensos aconceder el aumento del sueldo y su ascenso. Entendiendo que esto últimoparecería de lo más lógico, ya que, al ser dos técnicos especialistas que reali-zaban la misma función, debían tener los mismos beneficios económicos eidénticos reconocimientos laborales. La instancia del capataz tenía, además,una buena carta de presentación de la mano del comisionado Gaudioso Sesma.Éste ensalzaba al técnico catalán de jarcia en estos términos: «puedo decir quele he [h]allado el más celoso y pronto al cumplimiento de su obligazión, porlo qual siempre me ha merecido poner a su cargo los asuntos de la mayorconfianza» (24).

Con lo anterior claro, Martinell, ayudado por Sesma, dirigió sendas instan-cias, a finales de agosto de 1788, a la junta del arsenal de Ferrol y al inspectorgeneral de Marina, pidiendo que se le concedieran los consabidos ocho realesde aumento salarial y el nombramiento de segundo maestro. La Junta respon-dió rápido y lo hizo en el sentido de que no podía determinar nada, porque notenía constancia de lo que pasaba en la comisión granadina. Otro tanto hizo elinspector general de Marina, Félix Ignacio de Tejada y Suárez de Lara, el cualhabía recibido la instancia de Sesma el 28 de agosto de 1788. Después de suestudio, el marino se abstuvo de tomar cartas en el asunto, sugiriendo al comi-sionado que tratara el asunto del capataz de jarcia a través de la vía reservadade Marina o, lo que es lo mismo, que expusiera el caso directamente al secre-tario del Despacho de Marina, Antonio Valdés (25). Sin amilanarse, el comer-ciante, siguiendo el procedimiento propuesto por Tejada, envió la instancia aValdés (26), incluyendo su propia nota, en la que recomendaba que se conce-diera el aumento de salario y el ascenso de categoría laboral de Martinell (27).En la Secretaría de Marina los papeles estuvieron detenidos poco tiempo, lasdos últimas semanas de septiembre con toda probabilidad, casi se puedeconcluir que Valdés despachó con prontitud la cuestión encargando, el 3 deoctubre, que fuera Manuel Travieso, en el arsenal de Cartagena, el que emitie-ra un dictamen más autorizado ya que, al fin y al cabo, era en aquella instala-ción de la Armada donde el capataz había trabajado durante más de treintaaños (28).

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( 2 4 ) AMAB, Arsenales, leg. 3783. Gaudioso de Sesma a Antonio Valdés. Calatayud,1 7 - I X - 1 7 8 8 .

( 2 5 ) AMAB, Arsenales, leg. 3783. Félix Tejada a Gaudioso de Sesma. Madrid, 3-IX-1 7 8 8 .

( 2 6 ) AMAB, Arsenales, leg. 3783. Gaudioso de Sesma a Antonio Valdés. Calatayud,1 7 - I X - 1 7 8 8 .

( 2 7 ) AMAB, Arsenales, leg. 3783. Joan Martinell a Antonio Valdés. Calatayud, 17-IX-1 7 8 8 .

( 2 8 ) AMAB, Arsenales, leg. 3783. Antonio Valdés a Manuel Travieso. San Ildefonso,3 - X - 1 7 8 8 .

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Si Valdés había sido rápido en delegar el asunto de Martinell en ManuelTravieso, éste lo remató con una prontitud verdaderamente admirable. Eldía 7 de octubre (29) contestaba al secretario de Marina, lo que significaba,descontando el tiempo que hubiera tardado en llegar el mensaje de éstedesde San Ildefonso a Cartagena que, además, desconocemos (pongamos,por ejemplo, dos días), que en sólo tres días lo había resuelto. Pasemos aanalizar los argumentos de Travieso. Conviene en que Martinell tenía razónal solicitar el aumento de los ocho reales diarios, como gratificación por eltiempo en que estuvo destinado en Ferrol. Así, dice a Valdés que se debíacalcular el monto total de días entre la salida de éste de Aragón y su regre-so desde el arsenal gallego. Respecto a la segunda petición de Martinell, elascenso a segundo maestro, la negativa es rotunda. Con firmeza aducía que«no me parece regular, porque es mui distinto el reconocimiento de caña-mos, a fabricar jarcia» (30). Proseguía afirmando que con sólo seis mesesde aprendizaje cualquier rastrillador, independientemente de su puesto en lafactoría —aprendiz, oficial o maestro—, podría realizar más que adecuadaclasificación de la fibra: «Se hará capaz de la resistencia de los cáñamosaunque le benden (s i c) los ojos, con sólo el tacto» (31). Respecto, por elcontrario, a la fabricación de jarcia concluía que era una especializaciónmuy seria y que requería no sólo de muchos años de experiencia, sinotambién de conocimientos matemáticos y físicos. Por esto, Manuel Tr a v i e-so terminó su informe exigiendo que, si Martinell era ascendido a segundomaestro, debía serlo tras superar un examen práctico de su habilidad enpresencia de un equipo de expertos: «Precisa preceda examen no de pala-bra, sino de obra como ha sucedido al que hoy está en el reconocimiento decáñamos, Pedro Ortiz» (32).

El expediente con la petición de Martinell y las recomendaciones de lossucesivos funcionarios de la Armada regresó a la Secretaría de Marina enoctubre de 1788. Allí se mantendría hasta el 25 de octubre, fecha en la queAntonio Valdés redactó una orden a Gaudioso de Sesma donde se autorizabael pago de ocho reales diarios al capataz durante toda la estancia en las prue-bas de cáñamo de Ferrol (33). La cantidad resultante debía aplicarse a lacontabilidad general de la comisión como un gasto más de aquel organismo.Por fin, Martinell lograba algo tangible de su trabajo en Ferrol. No habíaconseguido el ascenso, lo que habría significado un verdadero éxito, pero porlo menos cobraría el doble del sueldo de capataz.

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(29) AMAB, Arsenales, leg. 3783. Manuel Travieso a Valdés. Ferrol, Cartagena, 7.X.1788.(30) Ibidem.(31) Ibidem.(32) Ibidem.( 3 3 ) AMAB, Arsenales, leg. 3783. Antonio Valdés a Gaudioso de Sesma. San Lorenzo,

25-X-1788. Justo después, copia parecida en los mismos términos a la junta del arsenal deFerrol notificándoles la decisión de la secretaría. AMAB, Arsenales, leg. 3783. Antonio Valdésa junta. San Lorenzo, 25-X-1788. Esta última se da por enterada a principios de noviembre.AMAB Arsenales, leg. 3783. Antonio de Arce a Antonio Valdés. Ferrol, 1-XI-1788.

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El papel de las comisiones de Marina del cáñamo en la España del si-glo X V I I I

Al abordar la cuantificación exacta del programa reformista de fomento delcáñamo en la España del siglo X V I I I, nos topamos con la escasa fiabilidad de lainformación existente. La documentación que hemos manejado para los prime-ros ochenta años del siglo es exclusivamente producida por la propia org a n i z a-ción de la Marina de Guerra, y en ella se desconocen las fuentes de recopilaciónde información sobre explotaciones, siembras, etc., (34). Es decir, estas medidasdebieron de ofrecer unos resultados a los que, desgraciadamente, no tenemosacceso directo por análisis económicos o censales coetáneos hasta contar conlos datos recopilados por R. Serrera Contreras (35). Sin embargo, no queremosdejar pasar la ocasión de realizar una reflexión sobre el desarrollo de estas déca-das vibrantes en las que el reformismo puso en práctica un sinfín de medidaspara garantizar un suministro adecuado a los obrajes de jarcia y lona de laArmada Real. Nos referimos, en primer lugar, a la opinión de autores clásicoscomo Canga A rgüelles, que criticaba el programa de fomento aduciendo que seformó con «escandalosas las trabas con que nuestra Marina Real ha impedido lapropagación de los cáñamos en Granada. No contenta con precisar al labrador aque se los vendiera exclusivamente, y por precio fijo, le prescribía el método decultivo y de las elaboraciones consiguientes» (36). Ramón M. Serrera Contrerasse hace eco de la crítica de Canga A rgüelles y sugiere que el «anacrónico inter-vencionismo del Estado» (37) había obstaculizado el óptimo desarrollo delcultivo del cáñamo. Al hilo de las afirmaciones de Canga, apoyadas por SerreraContreras, debemos precisar que, aunque fue cierto que en ocasiones la Marinautilizó métodos «extremos» en sus acopios, es decir, embargos de cosecha yfijación de precios, no es menos cierto que fueron sólo «momentos esporádi-cos» que de ninguna forma pueden definir todo el período. Además, su empleoestuvo precedido por un minucioso estudio de los pros y de los contras que,decisiones como éstas, podían producir en la vida económica del país. Por ejem-plo, justo al comienzo de la actividad de las factorías reales, recién establecidas

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(34) MERINO NAVARRO, J.P.: La Armada..., p. 272.(35) SERRERA CONTRERAS, Ramón M.: Lino y cáñamo..., pp. 8-30. Las fuentes de Serrera

Contreras fueron las Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas yminas de España de Eugenio Larruga de 1787 a 1800; el Itineraire descriptif de l’Espagne ettableau élementaire des differentes branches de l’administration et de l’industrie de ce Royau -me, de Alejandro Luis Laborde, de 1809, y el Censo de la riqueza territorial e industrial deEspaña en el año de 1799, de Juan Polo y Catalina, de 1803.

(36) CANGA ARGÜELLES, J.: Diccionario de Hacienda, vol. I. Madrid, 1968, p. 43. La rigi-dez de la Armada en cuestiones de cultivo se manifestó en muchas zonas distintas de las tradi-cionales productoras del cáñamo para la Marina de Guerra. Un ejemplo de ello sería el texto,conservado en el Patrimonio Bibliográfico Español, «Instruccion de los que el intendente de laprovincia de Toledo deberá informar á esta Real Junta General de Comercio, sobre la cultura, ycosecha del lino, y del cañamo, y sobre las fabricas de lienzos Publicación», texto fechado enMadrid, 28 de enero de 1773.

(37) SERRERA CONTRERAS, Ramón M.: Lino y cáñamo..., p. 39.

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en los arsenales, los intendentes de éstos solicitaron autoridad para embargar lascosechas en los respectivos focos productores que la Secretaría de Marina leshabía asignado. Es lógico, porque estos funcionarios se encontraban, de pronto,ante la difícil tesitura de instrumentalizar una vía de abastecimiento de cáñamoa estas industrias, con el condicionante añadido de que, hasta aquel momento,siempre se había ocupado el asentista de jarcia o de lona. Como seguridad, losintendentes solicitaron a la Corona el embargo porque de forma cómoda segarantizaban el acceso a las materias primas tan necesarias pero, contrariamentea lo expuesto por Canga A rgüelles o R.M. Serrera Contreras (38), la org a n i z a-ción de la Marina meditó intensamente su aplicación y sus consecuencias.Como muestra podemos referir una solicitud en este sentido que realizó el inten-dente del Departamento de Cádiz a Ensenada en noviembre de 1750 (39).Curiosamente, este último, en vez de concederlo, se limitó a asegurar al celosofuncionario otras vías de abastecimiento de cáñamo. Sólo tres años después, en1753, se volvió a la carga pidiendo una medida excepcional; esta vez se tratabadel comisionado del acopio de cáñamo en Granada, Vicente Santamaría, quienpedía a Julián Arriaga en la Intendencia General de Marina que se le permitieraacopiar hasta 35.000 arrobas en las vegas colindantes a la ciudad (40). A r r i a g ano rechazó por entero la petición del comisionado, pero la redujo considerable-mente, autorizándole a tomar sólo 8.500 arrobas de la cosecha de aquel año(41). Otro tanto debemos decir sobre la flexibilidad que se empleó durante añosen la aplicación de las medidas excepcionales cuando hacemos referencia a losconflictos entre la Marina y el sector civil del cáñamo. El caso más claro puedeser el representado por el gremio de sogueros de Castellón de la Plana, que entre1759 y 1760 (42) planteó una sólida petición a la Corona para que se anularanlas prácticas intervencionistas de los comisionados de la Armada (43). Despuésde su estudio el Ministerio de Marina se avino a la petición y expidió una ordenclara para que los comisionados participaran en las subastas públicas o en lastransacciones privadas sin ningún tipo de privilegio o preferencia (44).

Por otra parte, la exclusividad que la Armada Real imponía al agricultor a laque hacía referencia Canga A rgüelles y Ramón M. Serrera Contreras tenía su

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( 3 8 ) CA N G A AR G Ü E L L E S, J.: op. cit., p. 43, y SE R R E R A CO N T R E R A S, Ramón M.: Lino yCáñamo..., p. 39.

( 3 9 ) AGS, Marina, leg. 318. Varas a Ensenada. Cádiz, 16-XI-1750. También citado enQUINTERO GONZÁLEZ, J.: Jarcias y lonas..., p. 58.

(40) QUINTERO GONZÁLEZ, J.: Jarcias y lonas..., p. 61.(41) AGS, Marina, leg. 323. Vicente Santamaría a Arriaga. Granada, 18-XII-1753. (42) MERINO NAVARRO, J.P.: La Armada..., p. 270.(43) Los gremios del cáñamo de Castellón y sus conflictos con la Armada han sido tratados

suficientemente por GI L VI C E N T, V.: «El artesanado del siglo X V I I I: Los tejedores de cáñamoBurriana en su Historia», en ME S A D O OL I V E R, N, y otros: Burriana en su Historia, Burriana, 1987,pp. 301-314; «La Real Fábrica de lonas y jarcia de Cartagena y la crisis gremial de Castellón de laPlana en el s. X V I I I», comunicación al congreso «Ciudad y Mar en la Edad Moderna» (inédito).Murcia, 1984; y, por último, Los tejedores de cáñamo: actividad artesanal en el s. X V I I I. Cadafal,1983. Las copias de estos textos que he podido consultar me las facilitó muy amablemente elpropio Vicent Gil, archivero en el Arxiu Municipal de Vila-Real (Castellón de la Plana).

(44) MERINO NAVARRO, J.P.: La Armada..., p. 271.

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origen en un sistema, como hemos analizado, de financiación previa a la explo-tación, que vinculaba inexcusablemente a ambas partes implicadas. Por lotanto, nos parece erróneo entenderlo precisamente como un obstáculo, cuandoen realidad este régimen de ayudas permitió que los cosecheros pudieran afron-tar con bastante comodidad la siembra y la recolección de sus campos y, no loolvidemos, con un añadido de seguridad, al saber que su producción teníaseguro comprador. Los precios sólo se fijaron en momentos de urgencia en elacopio de la fibra, mientras que en el resto de los años los cáñamos eran subas-tados libremente y sólo la Marina podía ejercer el derecho de preferencia. Ennuestra opinión, el perjuicio de este intervencionismo, ejercido con la preferen-cia del comisionado en las transacciones, era un mal menor y la más benignade las incertidumbres a las que el cosechero se enfrentaba normalmente enaquellos años. Finalmente, Canga asegura categóricamente que la acción de laMarina, con la puesta en práctica de las anteriores medidas, había impedido laextensión del cultivo en Granada (45). Es, pues, hora de abordar la evoluciónde los cultivos de cáñamo en España para solventar la cuestión (46).

Para finalizar este balance debemos integrar toda nuestra información deforma descriptiva, para responder a la cuestión que iniciaba el apartado y quese fundamentaba en la idea de si la acción de la Marina había obstaculizado elfomento del cultivo de cáñamo en España. Para ello hemos confeccionado unatabla y un gráfico en los que se puede observar los diferentes pulsos que sedesarrollaron en la segunda mitad del siglo XVIII.

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(45) AGS, Marina, leg. 323. Vicente Santamaría a Arriaga. Granada, 18-XII-1753.(46) MERINO NAVARRO, J. P.: La Armada..., p. 271. Los datos de José Patricio Merino le

permitieron despachar la cuestión con rotundidad: «Las “escandalosas trabas” condujeron amultiplicar por más de dos la cosecha anual en un plazo de veinte años».

( 4 7 ) Datos obtenidos de los documentos: para 1752, Catálogo de la Real Biblioteca.Manuscritos, tomo XI, vol. I ( Patrimonio Nacional, Madrid, 1994) MS. II/622, consignado lite-ralmente por QUINTERO GONZÁLEZ, J.: Jarcias y lonas.. p. 57; para 1784, AMVM, Arsenales,acopios, leg. 3777. Informe sobre fomento de las fábricas de cáñamo nacionales y prohibiciónde entrada al cáñamo extranjero. 26.V.1784 y, finalmente, para 1799, SE R R E R A CO N T R E R A S,Ramón M.: Lino y cáñamo..., pp. 19-50.

Tabla 1. Evolución de las cosechas de cáñamo en España, 1752-1799 (47)

1752 % de 1784 % de 1799aumento aumento

Aragón 35.000 44,29 50.500 —17,94 41.442Valencia 20.000 237,50 67.500 —37,39 42.261Murcia 12.000 —60,42 4.750 89.07 8.980Cataluña 41.000 16,47 47.500 —15,90 39.949Granada 13.000 157,70 33.500 —37,61 20.901Galicia 300 —41,50 175 — —Navarra 3.000 291,68 11.750 —49,59 5924Total 124.300 215.675 159.456

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Como podemos comprobar en el gráfico, el cultivo del cáñamo tuvo unvigoroso empuje como consecuencia de las medidas reformistas puestas enpráctica entre 1750 y 1785. Los dos focos productivos especialmente alcistasy que conocieron un desarrollo muy por encima de la media serían Navarra,con un 291,68 por 100, y Valencia, con un 237,50 por 100, seguidos, a su vez,por Granada, que incrementó su producción en un 157,70 por 100 (49). Curio-samente, estas tres localizaciones tenían en común la circunstancia de quehabían sido dotadas de comisiones permanentes de acopio del cáñamo a cuen-ta de la Real Armada. A la vista de estos datos, estamos en disposición deconcluir que la institución de las comisiones del cáñamo de la Marina, lejos deproducir las «escandalosas trabas» que criticaba Canga Argüelles, significó unpotente motor de las economías productivas agrícolas de estas áreas geográfi-cas. Es decir, y en este argumento no estamos solos, porque J.P. Merino Nava-rro y J. Quintero González (50) coinciden con nuestra opinión, la acción refor-mista permitió un despegue de las economías locales de los centrosproductores (51) aunque, eso sí, polarizando en exceso su dependencia de unsolo producto, el cáñamo, y de su cliente, la Armada Real.

Cerrando este argumento, debemos añadir que la crisis finisecular en laque España se sumió afectó también a la Marina y, evidentemente, a su estruc-

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Ilustración 1: Vista gráfica de la evolución en la cosecha española de cáñamo (1752-1799) porfoco productivo (en arrobas) (48).

(48) Gráfico elaborado con datos propios según la documentación citada en el texto.(49) QUINTERO GONZÁLEZ, J.: Jarcias y lonas..., p. 51. El autor coincide en los esfuerzos de

las cosechas granadinas para acercarse a las de otros focos productivos.(50) QUINTERO GONZÁLEZ, J.: Jarcias y lonas..., p. 56, y MERINO NAVARRO, J.P.: La Arma -

da..., pp. 270 y ss. ( 5 1 ) ME R I N O NA V A R R O, J.P.: La Armada..., p. 271. «Pudo comprobarse un importante

aumento en las cosechas en todo el país y, paralelamente, en la actividad industrial relacionadacon este género.»

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tura y organización. El fomento del cáñamo se vio igualmente entorpecido.De forma que la disminución progresiva de los pedidos de fibra a las comisio-nes de los diferentes centros productivos determinó la crisis del ramo delcáñamo. En los datos anteriores lo constatamos, viendo cómo los mayoresíndices de disminución en las cosechas se produjeron igualmente en Navarra,Valencia y Granada, donde la falta de pedidos de las factorías de los arsenaleshizo naufragar lentamente las antes dinámicas transacciones de cáñamo.

Conclusiones

Las vicisitudes del bueno del maestro Joan Martinell para conseguir cobrarlas indemnizaciones de la Marina, en su cargo de experto en la comisión deNavarra y en el arsenal de Ferrol, nos ha servido de marco para abordar, deforma general, el papel de las comisiones del cáñamo en la España del sete-cientos. Como hemos dejado dicho, estas comisiones supusieron un importan-te empuje en las zonas productivas del cáñamo que, lejos de ser un estorbo,como propusieron algunos autores, significó un auge considerable para lasrespectivas economías locales.

Más en concreto, pasamos a valorar los resultados de la relación de Marti-nell con la Armada Real. ¿Qué le impulsó a aceptar la tarea de técnico en lascomisiones del cáñamo? Lo más fácil es pensar que, como súbdito fiel, obede-ció las órdenes de la superioridad. Sin embargo, tampoco es desechablepensar que al maestro le interesaba personalmente aquella aventura, y susmotivos ya los hemos anticipado. El móvil económico, con un aumento sala-rial importante, parece lo suficientemente sólido para justificar su decisión,pero también es importante considerar su petición de ascenso por el puestodesempeñado. Es aquí precisamente donde nuestro protagonista parece decir-nos cuál era su mayor interés en su colaboración con el comisionado Sesmaen Navarra y, más tarde, con su asistencia a las pruebas realizadas en Ferrol.El artesano pretendía saltarse la rigidez de la estructura corporativa de losgremios, consiguiendo de la Administración el ascenso a maestro de jarcia sinsometerse a los exámenes previstos en los gremios. Si sus intenciones eranéstas, no hay duda de que se llevó un buen chasco. No en vano siempre seconsidera al reformismo borbónico como un cambio hacia la monarquía abso-luta, sin romper con la tradición anterior y, por tanto, respetando las estructu-ras. Es consecuente, pues, que la respuesta de Antonio Valdés en la Secretaríade Marina fuera negativa ante sus pretensiones. No era caso levantar un nuevoconflicto de competencias entre los dictámenes de la Corona y la rigidez delos estatutos medievales de los gremios, guardados celosamente por las cofra-días. Martinell regresó a la comisión del cáñamo junto a Gaudioso de Sesmapero, al menos, cobró sus indemnizaciones de la Corona, algo que, para laépoca, era de por sí un verdadero milagro.

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OTRA VERSIÓNDEL INTENTO DE PASO

POR EL ESTRECHO DE GIBRALTARDEL DESTRUCTOR JOSÉ LUIS DÍEZ

(1938)

En el último número de la RE V I S TA D E HI S TO R I A NAVA L el capitán de navíoFernando de la Guardia Salvetti narra, basándose en la hoja de servicios de supadre, oficial del Vu l c a n o, el enfrentamiento entre este buque nacional y eldestructor republicano José Luis Díez, que tuvo lugar en la madrugada del día30 de diciembre de 1938. Ello me ha llevado a profundizar en este episodio ycomplementar su trabajo con las versiones de ambos bandos desde el inicio deltraslado del D í e z , desde el puerto francés de El Havre, hasta su primer enfren-tamiento en el estrecho de Gibraltar con las fuerzas nacionales de bloqueo y elposterior que provocó la varada en la playa de los Catalanes y definitivo inter-namiento en Gibraltar. De este modo el lector podrá tener más elementos dejuicio y hacerse una idea más completa de todo lo acaecido.

El destructor José Luis Díez se encontraba en Gijón cuando sobrevino elderrumbamiento del frente norte. Escapando inicialmente a Inglaterra y poste-riormente al puerto francés de El Havre, después de una larga permanencia yde una serie de reparaciones el gobierno de la República decidió reintegrarlo aCartagena.

Pero el estrecho de Gibraltar estaba fuertemente vigilado por las fuerzasnavales nacionales, que desde el hundimiento del Ferrándiz, en septiembre de1936, dominaban sus accesos.

En estas condiciones, la operación de forzar el Estrecho sin recibir el auxi-lio y la cooperación del resto de la Flota republicana era una empresa delicadaque exigía concurriesen una serie de circunstancias: buena y abundante infor-mación, condiciones de mar y luna adecuadas para pasar del modo más rápidoy desapercibido posible, seguridad absoluta en las comunicaciones radiotele-gráficas, entrenamiento completo y disciplina férrea de la dotación, mandoconsciente y decidido, eficiencia absoluta del material, etc.

Nosotros, ahora, procuraremos resumir en pocas líneas lo ocurrido, yempezaremos por transcribir una interesante carta del jefe del Estado Mayorde Marina (Barcelona), Pedro Prado, al jefe de Flota republicana (Cartagena),

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Hermenegildo FRANCO CASTAÑÓNCapitán de navío

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Luis González de Ubieta, en la que le da cuenta de la instrucción de operacio-nes para el Díez.

«8 de agosto de 1938.

Querido Ubieta:

Te envío con un propio de confianza la Instrucción de Operaciones para elviaje del D í e z y los anexos correspondientes. El paso, si no hay entorpeci-miento, espera Castro hacerlo el 25, pero como pudiera ser algún día antes odespués[,] para eso el petrolero te dará la señal como marca el anexo 2, paraque dispongas la operación de que la Flota se encuentre al amanecer de esamisma noche (o sea madrugada de la fecha siguiente) en el punto fijado. Todolo llevamos con el mayor secreto y tengo fe que saldrá bien. También tengograndes esperanzas de disponer de Katiuskas a tus órdenes esos días. Activa lodel Libertad. Las órdenes visibles que tiene Castro son de ir a Rusia con elbarco, si algo trasciende que sea esto. En cambio para esas fechas se preparaun convoy importantísimo que viene de Odessa y para eso es para que la Flotase va a preparar. Tampoco importa que eso trascienda muy en secreto.

»Nada más[,] creo que todo está claro. Pudiera ocurrir que tuviera Castroque entrar en Casablanca para hacer petroleo, esto complicaría pero a pesar detodo tiene que pasar el barco. Ya en el meridiano de Sacratif es cuestión de laFlota. Un abrazo de tu buen amigo Prado (1).

De El Havre a Gibraltar

La forma en que se cumplimentó la orden de operaciones la manifiesta uninforme del SIM del modo siguiente: «Induce a creer no fueron previstos todos loselementos con que tenía que enfrentarse el José Luis Díez, sino que éste una vezabandonado El Havre quedó sin información alguna, y llegado al Estrecho, seencontró que la costa de la Península se hallaba cerrada por buques de todas clasesy que habían de comunicar su paso desde Cabo Espartel a Punta Carnero» (2).

Salió el barco de El Havre el 20 de agosto a las 18.15. En el momento de lasalida, y en la única esclusa que tenía que franquear, se dio lectura por dosveces a través de los altavoces de la orden de operaciones, en la que se orde-naba se dirigiera a Murmansk (URSS), lo cual no era cierto, navegándose porel contrario a un punto P, situado al norte de cabo Cantín, en donde esperaba

HERMENEGILDO FRANCO CASTAÑÓN

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(1) Juan Antonio Castro Izaguirre era su comandante desde el mes de junio de 1938, en quereveló al capitán de corbeta Horacio Pérez, que lo mandaba interinamente por haber desertado enFalmouth (Inglaterra) el alférez de navío José M.ª García-Presno, que lo mandaba junto con otrosmiembros de su dotación. Castro, en julio de 1936, era guardiamarina, y al tomar el mando delD í e z , en 1938, tenía el empleo de teniente de navío efectivo y el de capitán de fragata habilitado.Fue también comandante del C í s c a r cuando fue hundido por la Aviación nacional en El Musel.

(2) Informe sobre el destructor José Luis Díez del SIM. Barcelona, 10 de octubre de 1938.AHAB.

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el vapor S a t u r n o, con 390 toneladas de combustible. A mediodía del 25 seavistaron ambos buques, comenzando la operación de petrolear a las 13.30,suspendiéndose por haberse avistado un pequeño buque. En aquel momentose habían hecho 250 toneladas, soltando amarras y dirigiéndose el Díez haciael buque avistado, que resultó ser el de pesca C o n, con bandera nacional,matrícula de Vigo. Se ordenó el abandono del buque a la tripulación, la cual,compuesta de 12 hombres, subió a bordo, tras lo que se ordenó la apertura dekingstons y válvulas de inundación. Durante la operación se avistó otro buquede similares características que resultó ser el San Fausto, con el que se proce-dió de forma análoga al anterior, ordenando al Saturno lo abordase para apre-surar su hundimiento, continuando ya anochecido rumbo al Estrecho.

De las declaraciones obtenidas de los tripulantes de los pesqueros seconfirmó la aportada por el SIM y entregadas al comandante el día antes a lasalida, en lo que respecta a baterías, proyectores y navegación en el Estrecho,y ampliándolas en el sentido de que, el día 24, vieron cruzar al Canarias y alN a v a rr a, ambos con independencia, por la costa del Marruecos francés, yposteriormente el Navarra entraba a gran velocidad en el Estrecho.

Alrededor de las 22.00 del día 26 se ordenó zafarrancho de combate. Elbarco iba completamente apagado, cerradas puertas estancas y realizado elmunicionamiento y con alta velocidad.

La primera observación a la entrada del Estrecho que recoge el informe fue:

«Que desde el centro del Estrecho a la costa de Marruecos y a la altura deTánger, el paso estaba libre, mientras que por la amura y través de babor sedistinguían apagados y encendidos indistintamente dispuestos en línea de filanatural; dos destructores apagados, aguantándose sobre las máquinas en senti-do opuesto a la dirección del José Luis Díez que viraron 180º babor simultá-neo y quedaron por ambas aletas; un torpedero apagado que hizo la mismaevolución siguiendo nuestras aguas por la aleta de estribor; se apreció la exis-tencia de un buque, al parecer Cervera o Navarra, ambos con dos chimeneas,completamente apagados, a los que tampoco se hizo fuego por considerar nohabía sido aún descubierto nuestro buque. Rebasada ya Tarifa se distinguió lasilueta del Canarias y simultáneamente el torpedero que había quedado por lapopa, comunicó por scot; la conversión de los dos proyectores correspondien-tes a Punta Carnero y El Hacho y el disparo de granadas iluminantes desde losdestructores que quedaron por ambas aletas, coincidió con disparos de ametra-lladora del torpedero, los cuales salían cada vez más desviados por la aleta deestribor; se oyeron los primeros disparos de las baterías de costa de España yÁfrica, viéndose asimismo la primera salva disparada por el crucero Canarias(...) Nuestra batería de proa se dispuso a repeler la agresión, mientras que lade popa vigilaba atentamente cualquier posible torpedo. De la batería de proa,solamente pudo disparar el cañón 2, por haber hecho explosión de cascotes deuno de los proyectiles de la salva del Canarias, en la jarra de las cargas depólvora del municionamiento del cañón 1, matando en su puesto al apuntadorde dicho cañón. Los dos primeros disparos no fueron respondidos por la bate-

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ría de popa por salto del automático[,] que originó el fallo momentáneo en elcircuito con el director, cambiado el cual comenzó el fuego local ordenadopor el jefe de la batería por cuyo procedimiento funcionó el cañón 5, hastarebasar la proa la farola del puerto de Gibraltar, sin que el cañón logrará efec-tuar disparo alguno debido al nerviosismo del Jefe de Pieza (...) Durante lanavegación y en el combate el buque llevaba la bandera inglesa y las inicia-les D-19. Cuando el barco estaba ya en las cercanías de Gibraltar los faccio-sos seguían luchando entre sí» (3).

El juicio general del combate que recoge el informe citado expone lo siguien-te: «El barco pudo, desde luego, hacer más de lo que hizo, una de las causas fuela desmoralización del personal —no se disparó ni un solo torpedo y ello nopuede achacarse a la inclinación del buque por la avería, sino que éstos se halla-ban en la posición de trinca y no a banda como es lógico al entrar en combate—.No se hicieron nada más que nueve disparos de cañón, cuando con fuego autóno-mo[,] aunque no funcionara la dirección de tiro [,] pudieron hacerse muchos más,lo cual demuestra la desmoralización en algunos Jefes de pieza».

Manifiesta que las bajas habidas en la dotación fueron dos muertos, seisdesaparecidos y 10 heridos. De los desaparecidos dice que «uno era el caboDiego Soriano Rodríguez, que en un momento de pánico se tiró al agua, sien-do recogido por un buque italiano que lo trasladó al Canarias, que lo condujoa Ceuta, en donde ingresó en El Hacho. Este muchacho era evadido de la zonafacciosa —en los prisioneros hubo 23 desaparecidos y un muerto».

Los cadáveres de dos miembros de la dotación y de un prisionero de lospesqueros nacionales fueron embarcados en el destructor inglés Va n o c, yenvueltos en la bandera de España y lanzados al mar en el mismo lugar delcombate, hallándose presentes el comandante, el cónsul y una pequeña repre-sentación de la dotación.

Respecto al comportamiento de la dotación se expone entre otras:«En general la dotación no cumplió su cometido, demostrando muchos

individuos verdadero pánico, hay que tener en cuenta que muchos de losembarcados no habían estado en la Flota ni un solo día y que además porhaber llegado a última hora, ni siquiera pudieron entrenarse un poco —ladotación de máquinas no abandonó su puesto en ningún instante.

»En las repetidas veces que se solicitó personal, se insistió marcadamente1º.—Que el personal se hallara a bordo el 25 de abril ppdo. 2º.—Que el perso-nal se había de reclutar entre los que tuviesen ya los conocimientos necesarios(...) Causas que se ignoran, hicieron que este personal no reuniera las condi-ciones de selección que se citan anteriormente.—Destacando, que las dosexpediciones compuestas de 70 hombres, solamente 7, conocían la disciplinapor haber estado embarcados en buques de la Flota, y de estos, 2 desertaron.No obstante el personal respondió a pesar de su poco entrenamiento, más porsu entusiasmo que por su pericia».

HERMENEGILDO FRANCO CASTAÑÓN

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(3) Ibidem.

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Sobre el comandante Juan Antonio Castro dice:

«Mucho personal atribuía a éste el que el buque no hubiera hecho muchomás durante el combate. Desde luego este muchacho es valiente y leal, lo queha demostrado repetidas veces durante el transcurso de la guerra, pero no hayque negar tampoco que su técnica no está a la altura de sus otras condiciones.Se le achaca también el que cuando el buque tomó una inclinación de proaque parecía que iba a hundirse, preguntó qué distancia había hasta tierra, orde-nó que subieran chalecos salvavidas, e inmediatamente empezó a aligerarse deropa. Esto lo consideran como un acto de cobardía, pero no hay que creerloasí puesto que continuó en su puesto y ordenó que todo el mundo buscara loschalecos salvavidas. Parece ser que muchos para disimular sus pifias y algu-nos hasta su pánico, intentan achacar el mayor número de faltas al Mando, yteniendo éste mucha responsabilidad, las faltas de los demás se diluyen ydesaparecen. Llevando las cosas a un extremo, pudiera que hasta admitirseque perdiera un momento la serenidad al ver que el buque se hundía, pues éstafue su creencia, pero se repuso inmediatamente al darse cuenta que el buqueseguía navegando y por lo tanto que había posibilidades de salvarlo. Habrácometido errores pero todos ellos no pueden ser motivo para dudar de su leal-tad y valor, que tiene mucho más mérito por no ser todavía un oficial hecho, ydadas las presiones que sobre él se han efectuado».

Finaliza el informe con el siguiente juicio de los ingleses: «Éstos creen queel buque en el ataque ha estado muy mal, pues estiman que el buque, dadas lascondiciones del combate, pudo hundir alguno de los buques facciosos, pero enla defensa y con la avería que tenían virar y entrar en Gibraltar de la formaque lo hizo, casi rozando algunos bajos, demuestra gran pericia y serenidad».

Por otra parte, el parte de campaña que rinde el comandante del Díez desdeGibraltar aporta entre otras cosas, y en referencia al combate sostenido con losbuques nacionales, lo siguiente:

«A 0025 se arrumbó al 080 para evitar el proyector de Tarifa (...) A 0045 al060, pasa un destructor tipo Falco de vuelta encontrada por la banda de babor,con las luces apagadas, al que no se disparó (...) El destructor viró por nuestrapopa, poniéndose a nuestro rumbo y disparó 6 veces con granada trazadora,no contestándole al fuego y poniendo toda máquina (...) a 0116 al 090, avis-tando otro destructor del mismo tipo por la amura de babor y al mismo rumbo,que comenzó a disparar a unos 2.000 metros de distancia, y al ir a contestar elfuego con la batería de proa un cascote incendió una jarra de de pólvoras con15 cargas en el cañón 1, matando al apuntador, hiriendo al otro y despidiendopor encima de la borda tres sirvientes.= Se hizo fuego con el cañón 2 porfuego dirigido y al intentar volver a disparar se vio no disparaba por habercaído el machete de circuitos de fuego (...) Se ordenó puntería local y fuegoautónomo, disparando el cañón 2 otros dos disparos, aunque habían abandona-do la pieza algunos sirvientes al ocurrir incendio de la jarra de pólvora.

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» A todo esto, otro buque[,] el C a n a r i a s, comenzó a disparar por la mismabanda y en el momento de intentar el abordaje del destructor (...) un proyectil de20,3 hizo explosión en el sollado de fogoneros, desgarrando el tanque de petróleon.º 1, de donde se estaba picando las bombas de combustible, bajando la presiónrápidamente y hundiéndose el barco de proa, quedando casi parado (...) He dehacer constar el magnífico comportamiento del personal de máquinas[,] que noabandonó su puesto un instante, siendo a mi juicio debido al [el] abandono de suspuestos de algunos individuos de cubierta al hecho de no estar fogueados y nohaber nunca embarcado bastantes en un destructor hasta hacerlo en éste. Refuer-za mi criterio el hecho de que los apuntadores se mantenían en sus puestos y quelos que lo abandonaban eran los sirvientes de pólvoras y municiones...».

Castro achaca a la explosión de la jarra de pólvora el que parte de lossirvientes de otras piezas del buque abandonaran sus puestos presos del páni-co o de la desmoralización, como él la define. En la primera de las muchascartas que el comandante del D í e z escribió con carácter personal al jefe deEstado Mayor de Marina, Pedro Prado, le explica:

«El incendio de la jarra de pólvora me dejó ciego durante bastante tiempo,pues me pescó asomando la cabeza por encima del puente para animar a losdel cañón 2. Desde luego que tuvimos mala suerte pero si la gente no se achi-ca como muchos lo hicieron, nos comemos a alguien pues estábamos a muycorta distancia (...) y como el impacto que tiene el barco es del 20,3 (...) queatravesó hasta el mamparo 48 y se fue a parar a la camareta de tercerosmaquinistas. Hay otro culote de 20,3 entre la caja de cadenas de estribor y elcasco, que entró por babor y rompió el mamparo de colisión; este culote lollegué a tocar pero se me resbaló...» (4).

Castro, en la misma carta, transmite su preocupación por su modo deactuar: «He enviado un parte escrito al Subsecretario por la cuestión del entre-namiento de la gente; haz el favor de defenderme, pues creo que se organizaráun buen lío y llevo toda la razón».

Un interesante radiograma del jefe de la Flota al jefe del Estado Mayor deMarina, fechado el 27 de agosto en Cartagena, muestra su disconformidad conel plan llevado a cabo para conseguir el regreso a Cartagena del destructor, yentre otras cosas manifiesta:

«Sin conocer detalles ocurridos José Luis Díez, creo prematuro efectuardemostraciones que no le servirían para nada, ya que el enemigo[,] perfecta-mente informado de los movimientos de este destructor, no abandonará susproyectos sobre él (...) Mi opinión y la de todos los de la Flota, que salieron ala mar, respecto al José Luis Díez, fundados en meras deducciones y sin másdetalle de lo ocurrido que la noticia conocida, es que de no haber tenido las

HERMENEGILDO FRANCO CASTAÑÓN

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(4) Carta de Juan A. Castro a Pedro Prado, fechada en Gibraltar el 30 de agosto de 1938.AHAB, Servicio Histórico, 8920.

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averías en sitio de fácil retirada a Gibraltar, hubiera sido destruido por elenemigo (...) Independientemente de todo he de manifestarle que siempreestuvo en mi ánimo exponerle, una vez efectuada operación desarrollada díade hoy, mi disconformidad con plan, principalmente en lo que se refiere a sitioy hora contacto con José Luis Díez, opinión compartida por todos los elemen-tos técnicos de la Flota entre los que incluyo al camarada Nicolás, que me loexpuso repetidas veces, durante la navegación. Sin embargo por una serie derazones que V.E. comprenderá no opuse el menor reparo, limitándome a diri-girlas personalmente. Todo esto es debido, principalmente, a lo dificultoso queresulta en las actuales circunstancias, tener personalmente un cambio deimpresiones, para poder en cada caso, ajustarse a la realidad (...) tenía pensadoexplicarle en extenso escrito. Lo hago por esta vía, no poner trabas a sus inspi-raciones, sino por el contrario para que vea V.E. medio romper aislamientoimpuesto circunstancias, en el que mucho influye su poco contacto personalhasta ahora, con la Flota. Un abrazo = Luis González de Ubieta» (5).

Operaciones nacionales contra el destructor José Luis Díez

A mediados de agosto de 1938, el Estado Mayor de la Marina nacionaltuvo conocimiento de la inminente salida del destructor republicano José LuisDíez del puerto francés de El Havre.

Dice el almirante de la Flota nacional don Francisco Moreno: «Que elinterés del Mando Nacional en evitar la incorporación del D í e z al grueso dela escuadra roja en Cartagena, era más de índole moral que material» (6).El refuerzo que suponía carecía de importancia al lado del éxito que impli-caba el forzar el paso del Estrecho. El grueso de la Flota republicana,recluida en Cartagena desde el hundimiento del B a l e a re s, necesitaba unainyección de confianza; el D í e z iba a intentar proporcionársela. Nada mássaber la salida del destructor, comenzaron los movimientos de las unidadesn a c i o n a l e s .

El día 19 de agosto, el crucero Almirante Cervera (capitán de navío Cristó-bal González-Aller) salía de Palma de Mallorca para Cádiz.

El día 21 se recibe en la Base de Operaciones de la Flota en Palma elsiguiente radiograma: «Del Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada alVicealmirante Jefe de las Fuerzas de Bloqueo del Mediterráneo. José LuisDíez, salió a 2030 horas sábado 20. Almirante Cervera listo en Cádiz esperan-do órdenes V.E. Velasco-Ceuta y Velasco-Melilla salieron de Ferrol paraCádiz a las 10,20 horas del domingo 21, pudiendo V.E. darles órdenes.Destructor Huesca quedará listo en Cádiz a mediodía del lunes 22».

El almirante jefe de bloqueo, Francisco Moreno, embarca en el C a n a r i a s(capitán de navío Ramón Agacino) para dirigir personalmente las operacio-

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(5) Radio del jefe de la Flota al jefe del Estado Mayor de Marina de 27 de agosto de 1938.AHAB, Servicio Histórico, leg. 2511/B.

(6) MORENO, Francisco: La guerra en el mar, p. 267.

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nes. A las 15.30 del 21 de agosto, el C a n a r i a s y el N a v a rr a (capitán denavío Rafael de Heras) abandonan el fondeadero de Palma rumbo al Estre-c h o .

A mediodía del 22, el almirante Moreno comunica la situación al jefe delEstado Mayor de la Armada: «Canarias y Navarra entre Alborán y el Estre-cho. Cervera saldrá a 2100 horas de Cádiz. Los tres cruceros formaran unabarrera en el paralelo de Cabo Roca. Huesca petroleando en Cádiz. V. Ceuta yV. Melilla irán a Ceuta a petrolear».

Tras cambiar la situación al recibir nuevas informaciones, el Estado Mayorde la Armada comunica que el destino del Díez es probablemente Casablanca,por lo que se traslada la vigilancia a Cabo San Vicente y proximidades deCasablanca con los cruceros.

Al mismo tiempo se ordena salir a la mar, desde Ceuta, a los destructoresVe l a s c o C e u t a y Ve l a s c o M e l i l l a, y cruzar entre Tarifa y Punta Cires. Lamisión, dirá el radiograma, «capturar o hundir José Luis Díez».

El día 26 de agosto, el almirante Moreno comunica al almirante jefe delEstado Mayor de la Armada la situación del momento: «A las 8,30 amarrécon C a n a r i a s en Ceuta para petrolear; saldré a 19 horas. Destructoresentrando en puerto. N a v a rr a se dirige a Casablanca. C e rv e r a entrará Ceutaa las 18 horas».

Al fin llegará el desenlace. A las 19.00 el C a n a r i a s salía de Ceuta paracruzar a levante del Estrecho, en una línea orientada al sureste de Punta Euro-pa. El Cervera saldría a las 23.00, para cruzar al norte de Cabo Espartel, y elNavarra, frente a Casablanca. Los destructores Velasco Ceuta, Velasco Melillay Huesca salieron a cruzar entre Punta Cires y Tarifa. A medianoche, todos losbuques están en sus puestos.

A las 2.25 el destructor Velasco Ceuta (capitán de corbeta Pedro Fernán-dez), al estar navegando al 252º, paralelamente a los otros dos destructores, ensu línea de vigilancia avistó la sombra de un destructor apagado que navegabaa toda velocidad rumbo a levante. Inmediatamente aumentó el régimen demáquinas a toda fuerza, metiendo todo el timón a babor. Cuatro minutosdespués del avistamiento, el Velasco Ceuta rompió fuego sobre el Díez, conalza de 2.000 metros. Ambos buques navegaban al este. A las 2.35 se recibióen el Canarias PPPP, transmitida por el Velasco Ceuta. Casi al mismo tiempo,se percibió el ruido de los disparos de este destructor (7).

El C a n a r i a s navegaba en ese momento a rumbo sureste, con la popa enPunta Europa, a régimen de 20 nudos. Abre fuego, después de efectuar variasmaniobras para interceptarlo, a las 2.57, apreciándose impactos en el D í e z,que disminuye velocidad. Al verse imposibilitado, el destructor republicanomete hacia Gibraltar, desapareciendo detrás de Punta Europa.

El almirante comunica la acción a los buques a sus órdenes, a los quemanda regresar a puerto. El resumen por radio que transmite al almirante jefe

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(7) Ibidem, p. 270. El serviola que avistó al Díez fue el marinero Cosme Tomás, natural dePalma de Mallorca (testimonio del marinero voluntario de la dotación del Velasco CeutaSantiago Ulla a Hermenegildo Franco).

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del Estado Mayor de la Armada es el siguiente: «J.L. Díez no fue apercibidopor Almirante Cervera. Cruzó de vuelta encontrada con la Flotilla de destruc-tores; V-Ceuta le disparó diez salvas sin alcanzarlo y lo perdió de vista antesde llegar al meridiano de Punta Europa. Fue avistado por C a n a r i a s, que locañoneó con 203 y 120 mm, alcanzándolo por dos veces, impidiéndole pasoEstrecho; Canarias lo vio a 8 horas, asegurándose de los impactos por baborproa. Elevadas velocidades destructor y C a n a r i a s y obscuridad noche impi-dieron captura» (8)

El impacto que provocó la explosión de la jarra de pólvora en el cañón 1del Díez fue atribuida al Canarias, ya que el mensaje del almirante no se loatribuye al Velasco Ceuta, que fue el primero que disparó. Sin embargo, en elpensamiento general «el éxito» fue del Velasco Ceuta, y así lo manifiesta elcomandante del destructor Teruel, que desde el arsenal de La Carraca escribea su compañero del Ceuta el día 28 de agosto en los términos siguientes:

«Querido Perico: Sólo dos letras para daros a todos y especialmente a ti yal Jefe mi enhorabuena y un fuerte abrazo por vuestro éxito; estoy mosca coneso de que no os hayan citado para nada siendo verdaderamente los principa-les autores del éxito. Mi dotación recibió la noticia [con] la alegría que puedesfigurarte y especialmente yo, pues nunca se me olvidará la hora y el día de los300 cañonazos que me zumbó en el Galerna frente a Santander el 11 de agos-to del pasado; ¡ahora me habéis vengado bien! ¡Muchas gracias! (...) Repitomi enhorabuena y con mis recuerdos al Jefe y esa dotación recibe un fuerteabrazo de tu buen amigo y comp.º Javier Mendizábal» (9).

En el mes de septiembre recibe el capitán de corbeta Fernández Martín enPalma de Mallorca, donde el Ceuta se encontraba, otra carta de su compañeroJosé M.ª González-Llanos Caruncho, director de la Factoría de la SEDCNaval de Ferrol, que le manifiesta: «Ante todo, te envío mi más cordial enho-rabuena por vuestra eficaz participación en la persecución del Díez...» (10).

El reconocimiento a la eficaz actuación del C e u t a llega del capitán defragata Francisco Regalado Rodríguez, que en la fecha de los hechos era eljefe de la Flotilla de destructores, y que por carta fechada el 6 de diciembre de1938 en Roma, donde desempeñaba el cargo de agregado naval, entre otrascosas expone:

«Tengo una explicación que darle y es la siguiente: parece confirmado quele zumbó Vd al Díez y sin embargo, yo puse el famoso radio al Almirante que

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( 8 ) Radio N.º 3.709 del almirante jefe de bloqueo al almirante jefe del EMA, de 27 deagosto de 1938. AHB, Servicio Histórico, Crónica Radiotelegráfica.

(9) Carta del capitán de corbeta Javier Mendizábal, Cortazar, comandante del Teruel, de 28de agosto de 1938 al comandante del V e l a s c o - C e u t a, capitán de corbeta Pedro FernándezMartín (archivo de la familia Fernández Martín, Ferrol).

(10) Carta del capitán de corbeta José M.ª González-Llanos Caruncho, director de la Facto-ría de la Sociedad Española de Construcción Naval, al comandante del Ceuta, Pedro FernándezMartín, fechada en Ferrol el 15 de septiembre de 1938 (archivo de la familia Fernández Martín,Ferrol).

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no creía fuese alcanzado llevado por el espíritu austero norma de la Falange(...) Como no es, en cambio lo más frecuente, siento haberle deslucido lapapeleta y aunque nos conocemos todos y yo sé que gracias a Dios Vd es delos que van al grano y no a la bambolla, quiero expresarle mi enhorabuenamás sincera por el acierto y la suerte, ya que ésta la merecía Vd de siempre yla mereció entonces y como lo demás, par Vd como para mí, no cuenta o essecundario ¡¡¡ Arriba España!!!...» (11).

Parece que la explosión de la jarra de pólvora, que tanto perjudicó —comoreconoce el comandante del Díez—, fue debida a los cascotes de un proyectildel Ceuta y no del Canarias como ha pasado hasta el momento a la posteri-dad.

El D í e z recibió del C a n a r i a s, según la versión de su comandante, dosimpactos de 203 mm. Uno le causó numerosas bajas y lo puso en peligro dezozobrar a causa de la vía de agua provocada por el impacto, haciendo que sucomandante, ante el peligro de hundimiento, lo varase en Punta Europa. Elotro, como reconoce Castro Yzaguirre en carta a Prado, rompió el mamparode colisión. Posteriormente el buque fue remolcado a Gibraltar por las autori-dades inglesas. Las averías sufridas motivaron la inutilización del barco hastadiciembre de 1938.

Nuevo intento del Díez

Terminada la reparación, adrizado el barco y pintado, llegó la hora de queel gobierno británico exigiera la salida del Peñón, dando de plazo hasta el 6 deenero de 1939 para hacerlo, so pena de quedar internado. Las obras las llevó acabo la casa Picornell, de Orán. El día 15 de diciembre el barco las había fina-lizado y estaba listo y en disposición de intentar su incorporación a la Flotarepublicana en Cartagena. Una de las cuestiones del Mando de la Flota consis-tía en asegurar la comunicación por TSH con el destructor. En este sentido seoptó por radiar en avurnave, repitiéndolo varias veces.

El jefe de la Flota, Luis González de Ubieta, quedó encargado de planear ydirigir la operación, de acuerdo con lo expresado por el siguiente despacho deljefe de Estado Mayor de Marina, Pedro Prado: «De Jefe de E.M. de Marinapara Jefe de la Flota. 26 dic de 1938.= Es completamente natural que enemigosuponga que Flota ha de ayudar al José Luis Díez en su salida. Queda a sucompleta responsabilidad combinar movimientos de la Flota y del José LuisDíez para lo cual [recibe] V.E. instrucciones completas, de orden del Ministrode Defensa» (12).

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(11) Carta del capitán de fragata Francisco Regalado Rodríguez, agregado naval de laEmbajada de España en Roma, fechada el 6 de diciembre del III Año Triunfal al capitán decorbeta Pedro Fernández Martín (archivo de la familia Fernández Martín, Ferrol).

(12) Radio del jefe de Estado Mayor de Marina a jefe de la Flota de 26 de diciembre de1938. AHAB, Servicio Histórico, leg. 2511/C.

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Destructor José Luis Díez, varado en la playa de los Catalanes (Gibraltar) el 30 de diciembre de1938. En segundo plano, el Vulcano.

Destructor José Luis Díez, atracado al muelle del arsenal de Gibraltar, reparando las averías causadas en el enfrentamiento con los fuegos de bloqueo nacionales (agosto, 1938).

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La respuesta de Ubieta fue contundente: «De Jefe de la Flota a Jefe deE.M. de Marina —Reservado—. Para entregar personalmente Al destinata-rio.= Daré al Díez órdenes convenientes aceptando la responsabilidad que contan poca gallardía Vd elude».

Como puede verse, «la cordialidad» no era ni mucho menos patrimonio dela Marina republicana. A continuación, el jefe de la Flota, desde Cartagena, leda al comandante del Díez la siguiente orden: «A 23 h 30 m Greenwich día 27saldrá a todo riesgo para Cartagena siempre que la mar no le impida andarmenos de 25 nudos. En a v u r n a v e s consecutivos se le darán instrucciones.=Acuse recibo diciendo: recibí comunicación n.º 1».

Los siguientes radiogramas se refieren a la composición y despliegue de laFlota republicana para cooperar en la operación. La Flota esperaría al Díez alsureste del cabo de Gata, y cuatro destructores se adelantarían hasta las proxi-midades de Estepona y Punta Almina, por el este de ambos puntos. La ordende ejecución se dio el día 27. Pero una cosa eran los avurnaves del jefe de laFlota, y otra, mucho más seria, las unidades de la Marina nacional, queacechaban la posible salida del destructor enemigo. Los elocuentes despachosque siguen son la prueba: «De comandante del Díez a jefe Flota. 28-12-38.=Oído Consejo de Oficiales suspendo salida. Espero instrucciones.

»En la mar a 28 de diciembre de 1938. De Jefe Flota a Jefe Flotillas deDestructores. Al José Luis Díez, le dio miedo salir.

Aplazada la operación, el jefe de la Flota informa al ministro de Defensa:

«Cartagena 28 de diciembre de 1938. Muy Reservado.= Comandantedestructor José Luis Díez no cumplimentó orden salida que en forma termi-nante se le dio por lo que la Flota, que previamente había destacado una Floti-lla de destructores al Estrecho de Gibraltar, regresa sin él. Todo ha ocurridosegún lo por mí previsto: que la salida de la Flota haría redoblar la vigilanciadel enemigo y que no es el actual comandante del José Luis Díez el másadecuado para esta misión como reiteradamente se lo he manifestado al Jefede E.M. de Marina el que no comprendo con los informes que sobre su actua-ción anterior indudablemente tiene se ha empeñado en mantenerlo en eseMando. Propongo a V.E. el inmediato relevo de este Comandante y la forma-ción de causa ya que además ha impedido posiblemente una eficaz actuaciónde la Flotilla de Destructores destacada sobre el crucero Canarias. La Flota,como de costumbre, ha cumplido con su deber con el mayor espíritu. Salúdolerespetuosamente» (13).

El ministro ordena a continuación que se intente la operación el día 29 porla noche, y el jefe de la Flota, con ciertas salvedades referentes al estado delos buques, contestó diciendo que lo haría. Se da nueva orden de zarpar alDíez, que por fin se decide a salir.

HERMENEGILDO FRANCO CASTAÑÓN

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(13) Radio del jefe de la Flota al ministro de Defensa de 28 de diciembre de 1938. AHAB,Servicio Histórico, leg. 2511/C.

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Bloqueo nacional sobre el Díez

Neutralizado el Díez, la Flota nacional se dedicó a las misiones de bloqueoy a sus cruceros por el Mediterráneo, protegiendo el tráfico como misión prin-cipal. Cuando el destructor republicano comenzó a dar señales de vida y acti-vidad, se destacaron al Estrecho los minadores de la clase Júpiter, que una vezfinalizada la campaña del norte habían pasado desde Ferrol a engrosar lasunidades del Departamento de Cádiz.

Llegados ya a finales del mes de diciembre, la vigilancia nacional fueredoblada, y el día 29, a las 23.00, el comandante general del Departamentode Cádiz comunica por radio al comandante del Marte: «Ante casi seguridadde que José Luis Díez saldrá esta noche he ordenado al Vu l c a n o salga deCeuta antes de 22 horas. Vigilará Norte-Sur Punta Europa, navegando Norte-Sur también, a cuya línea no deben llegar ni Marte ni Júpiter durante la vigi-lancia. Si no hay novedad se retirará Vulcano a las 4 horas, haciendo relevomañana 30, a las 12 horas» (14).

Al mismo tiempo, el almirante jefe del bloqueo, desde Palma, transmite alcontralmirante jefe de la División de Cruceros, que se encontraba con los trescruceros y tres destructores en la mar, el siguiente radio: «Ante eventualidadsalida José Luis Díez esta noche conviene que la Escuadra navegue haciaAlborán, para estar en condiciones de intervenir» (15).

El dispositivo adoptado en el Estrecho forma una línea quebrada en tornoal Peñón. El segmento occidental está a cargo del Calvo Sotelo (capitán decorbeta Alejandro Molins), el cual vigila la salida del puerto; a continuación,el Júpiter (capitán de fragata Fernández de Henestrosa) y el Marte (capitán defragata Luis de Vierna), que cierra el anillo hacia el noreste, desde el norte-surde Punta Europa. El dispositivo se refuerza con el Vulcano (capitán de fragataFernando Abárzuza), que cruza en la bisectriz de las derrotas del Júpiter y elMarte.

Segundo intento del Díez y enfrentamiento con el Vulcano

El 29 de noviembre, Juan Antonio Castro, comandante del D í e z, seencuentra en Barcelona, sede del gobierno de la Republica y también del Esta-do Mayor de Marina y Subsecretaría. Allí redacta un informe donde exponecon optimismo la situación en que el barco se va a encontrar al regreso deCartagena, después de la reparación que se está efectuando en Gibraltar.Manifiesta que va a poder salir sin grandes problemas y que se requeriránunas seis semanas de trabajo para dejar el barco listo (16).

Vuelto Castro a Gibraltar en los primeros días de diciembre, el barco fina-liza sus obras el día 15, y el 27, por las órdenes recibidas del jefe de la Flota,

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(14) MORENO, Francisco: La guerra en el mar, p. 273.(15) Ibidem.(16) Informe del comandante del José Luis Díez al jefe de Estado Mayor de Marina, fecha-

do en Barcelona el 29 de noviembre de 1938. AHAB, leg. 8920.

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se dispone a salir, para romper el bloqueo; pero, al no tener el apoyo de losdestructores que suponía le ayudarían en su ataque a los buques nacionalesbloqueadores, desiste y anula la salida. Finalmente lo hace el día 30, despuésde recibir orden del gobierno de la República, a través del ministro de Defen-sa. La salida y el posterior enfrentamiento con los buques nacionales sonnarrados brevemente por Castro en el primero de los dos partes de campañaque remite desde la prisión de Gibraltar, donde fue internada la dotación deldestructor, el mismo día 30 de diciembre. El parte dice así:

«A 1 h. se maniobró dentro del puerto, saliendo a toda máquina y arrum-bando al 155. Al estar de través con el arsenal de Gibraltar [,] el Calvo Sotelodisparó una bengala de aviso. El barco, desde su salida, iba en zafarrancho decombate y los tubos de lanzar orientados por estribor. =Al estar al W de PuntaEuropa, se metió a babor rascando las peñas; iluminados por el proyector dePunta Carnero y por proyectiles luminosos que nos lanzaba un barco quedemoraba al 225, y avistado por la proa un minador tipo Júpiter, que empezó adisparar, siendo la distancia en este momento a Punta Europa de 300 m.= Seabrió fuego sobre el enemigo de proa con los cañones 1 y 2 y con la caída ababor abrió fuego toda la artillería de 120 mm, cañón a. y ametralladoras a/a.= El minador se cruzó completamente abordándole con nuestra amura deestribor por su través; momentos antes se habían lanzado tres torpedos y elabordaje los otros tres, mientras la artillería y ametralladoras barrían al enemi-go, logrando varios impactos. Momentos después a 1h. 12 m, subió al puenteel teniente maquinista D. José Mulero, avisando que la tubería principal esta-ba cortada y que no se podía continuar, en vista de lo cual dirigí el barco avarar a La Caleta, haciéndolo a 1 h. 18 m, siendo aún iluminados por ilumi-nantes enemigos y cuyos proyectiles daban en tierra. El barco sufre un desga-rrón en la amura de estribor, habiendo quedado una balsa salvavidas y unpescante de bote enganchados. Un proyectil arrancó la ametralladora a/a delcentro matando a sus sirvientes, y otro entró en máquinas por cubierta por laparte de popa del grupo de torpedos de proa. Hay además, algún desgarrónentre los tanques 4 y 5 y la sentina de máquinas que permite el paso del petró-leo. He de hacer resaltar a V.E. la conducta heroica de la dotación que en todomomento se portó con valor sin igual, y en especial la del auxiliar alumno deartillería don Florentino Totorica, que ametralló el barco a bocajarro. Paratodos ellos pido una recompensa que no dudo será concedida. Todo lo cualtengo el honor de poner en conocimiento de V.E.= En prisión en Gibraltar, a30 de diciembre de 1938. El Comandante (fdo., Juan Antonio Castro)».

Acompaña una relación nominal de muertos, heridos de distinta considera-ción y desaparecidos (17).

HERMENEGILDO FRANCO CASTAÑÓN

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(17) Partes de campaña del comandante del destructor José Luis Díez, fechados en Gibral-tar el 30 de diciembre de 1938 y 1 de enero de 1939. Relación de bajas, 4 muertos, 12 heridos y2 desaparecidos. AHAB, leg. 8920.

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La otra versión de lo sucedido es la ya relatada por el entonces teniente denavío de la dotación del Vulcano José Luis de la Guardia Pascual de Povil.

Finalmente, como manifiesta el capitán de navío Fernando de la Guardia,la misma tarde del día 30 S.E. el generalísimo Franco concede la MedallaMilitar Individual al comandante del Vu l c a n o, capitán de fragata FernandoAbárzuza Oliva, y la Medalla Militar Colectiva a la dotación.

Por otra parte, el gobierno de la República concede por igual motivo a ladotación del José Luis Díez la Medalla al Valor. El barco quedó internado enGibraltar, y posteriormente fue entregado en Algeciras al gobierno de Burgos.El 13 de enero su dotación embarcó en dos destructores ingleses que la trasla-daron a Almería, siendo recibidos en Cartagena entusiastamente.

El destructor José Luis Díez fue entregado por el gobierno británico a laMarina nacional el 24 de marzo de 1939 en el puerto de Algeciras, haciéndosecargo del buque el capitán de corbeta don Alejandro Molins Soto.

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· Museo NavalJuan de Mena, 1, 28071 MADRID. Fax: 91 379 50 56. Venta directa.

INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL

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Saludo a la voz y al «mortero»

El día 25 de noviembre de 1984, al destructor Almirante Ferr á n d i z, conbase en el arsenal de Las Palmas y dependiente del comandante general de laZona Marítima de Canarias, le cupo el honor de protagonizar un suceso, quepor lo intrascendente no fue motivo ni de polémica ni de ninguna otra conse-cuencia más que la puramente anecdótica.

Mandaba el barco el capitán de fragata Manuel Acedo Manteola (q.e.p.d.),quien por disponerlo así el comandante general, vicealmirante FernandoNárdiz Vial (q.e.p.d.), se encargó de organizar los actos de cambio de banderapara la zona marítima. En aquellos días recalaron varias unidades de la Flotaen el Puerto de la Luz, y para dar mayor realce a los actos, se decidió quetanto el Ferrándiz como el Churruca atracasen al muelle de Santa Catalina,próximo al arsenal, pero lo suficientemente alejado de él.

Para efectuar el «saludo a la voz y al cañón» surgió una pega, pues la bate-ría de salvas de saludo del arsenal quedaba bastante alejada y, por tanto, losactos previstos iban a resultar a priori un tanto deslucidos. Con esta contrarie-dad, en principio sin posible solución, el jefe de armas, que lo era también de

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LA HISTORIA VIVIDAHermenegildo FRANCO

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armas submarinas, sugirió que el remedio estaba en que en lugar de dispararcañonazos se disparasen «morterazos».

Se aceptó por el comandante la «propuesta», y de este modo se preparó la«batería» de morteros lanzacargas de profundidad, formada por dos de loscuatro morteros de la banda de babor, retirando las cargas de profundidad y lateja metálica.

El día 25, a la hora prevista, se efectuó el saludo «al cañón» con 21«morterazos», forma poco ortodoxa de saludo, con el mortero oficiando decañón, pero efectiva, como marcan los reglamentos.

Fue indudablemente un éxito por lo novedoso del procedimiento y por laeficacia de los resultados. Para la posteridad, y para la Historia Vivida, quedael documento gráfico del intenso humo y fuego con los rescoldos de lossaquetes de las cargas de proyección dentro del ánima de los morteros lanza-c a rgas del viejo destructor Almirante Ferr á n d i z, barco de imperecederorecuerdo, sobre todo para los que pertenecimos a su dotación y fuimos prota-gonistas y testigos de aquellos momentos.

HERMENEGILDO FRANCO

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Última carta de Gravina a Talleyrand (10 de enero de 1806)

Entre un lote de papeles adquirido por el Museo Naval en 1995, figura undocumento curioso y raro que lamentablemente no incluí entre los publicadosen mi Corpus documental de Tr a f a l g a r, de 2004. De modo incidental loencontré ahora archivado en el AMN con la signatura 2518-50, y no me resistía proponer a la dirección de la REVISTA su publicación por considerarlo intere-sante desde todos los puntos de vista.

En efecto, se trata de una carta original con la firma autógrafa de FedericoGravina, fechada casi exactamente dos meses antes de su fallecimiento enCádiz el 9 de marzo de 2006, dirigida a Charles-Maurice Talleyrand-Périgord,a la sazón ministro francés de Negocios Extranjeros, en contestación a otraque éste le dirigió desde Múnich el 16 de brumario (7 de noviembre de 1805),cuyo contenido desconocemos, pero escrita sin duda para interesarse por elestado de la herida recibida por el general español en el combate de Trafalgarel 21 de octubre anterior.

Gravina se disculpa por la tardanza en la contestación, demora plenamentejustificada por la evolución de su estado de salud, de pronóstico francamentepesimista sobre todo a partir del 6 de diciembre de 1805, a juicio del equipode médicos que lo atendía, dirigido por Fermín Nadal, cirujano mayor de laArmada. De tal forma empeoró Gravina, que el día 15 le fue administrada laextremaunción. Dos días más tarde, Nadal apreciaba una leve mejoría, que seprolongó hasta el 31 de diciembre, cuando aparecieron síntomas de un nuevoempeoramiento. Tras una mejoría pasajera a principios de enero de 1806, elgeneral falleció el 9 de marzo. Precisamente este alivio temporal de sus dolen-cias fue aprovechado por Gravina para escribir a su amigo Talleyrand el 10 deenero.

Por otra parte, el ministro había acompañado al Emperador en la fulguran-te campaña que culminaría con las victorias de Ulm (20 de octubre de 1805),la ocupación de Viena (15 de noviembre) y Austerlitz (2 de diciembre), lo quejustifica su presencia en Múnich el 7 de noviembre, donde se enteró del resul-tado del combate de Trafalgar y de la herida de Gravina. Encargado por Napo-león de las negociaciones de paz con Austria, circunstancia por la que le feli-cita el general español.

La amistad entre estos dos célebres personajes se cimentó durante la épocaen la que Gravina permaneció en París como embajador de España (mayo de1804-enero de 1805), coincidiendo con Talleyrand, a cargo de la cartera deExteriores del gobierno napoleónico. Ambos, junto con el ministro de Marinafrancés, Denis Decrès, llevaron el peso de la difícil negociación, que fijó lostérminos de la colaboración española en la proyectada invasión de Inglaterra,plasmada en el convenio del 9 de enero de 1805. Todo ello propició numero-sas audiencias y encuentros en actos oficiales y sociales, en los que la refinada

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educación, trato amable e inteligencia que adornaban a ambos contribuyeron aprofundizar en su amistad recíproca y permitieron la entrada de Gravina en elmuy restringido círculo de personalidades que rodeaban a Talleyrand.

Este documento, en el que se puede apreciar la temblorosa firma de undebilitado Gravina, es posiblemente el único que conserva la Armada firmadode su puño tras la herida de Trafalgar, y es una emocionada despedida dirigidaa su buen amigo Talleyrand. Por último, quisiera expresar mis serias dudas deque la carta realmente se cursase al ministro francés, pues es extraña su apari-ción en poder de un librero anticuario español. Sabemos que, cuando fallecióGravina, su hermano don Pedro, arzobispo de Nicea y nuncio de Su Santidadel papa Pío VI en España, fue el árbitro absoluto de sus papeles. El capitán defragata graduado Tomás de Barreda se encargó de traerlos a Madrid para quelos viese el ingeniero naval José Mor de Fuentes, quien a su vista escribió elelogio del general. Luego, de acuerdo con disposición testamentaria de donFederico, fueron entregados a Manuel Godoy, Príncipe de la Paz. Ahí se pier-de el rastro de los documentos, y entre ellos bien podía encontrarse esta cartaque, como aventuro, probablemente nunca fue cursada.

1806 enero-10, Cádiz CARTA: Federico Gravina a Charles-Maurice Talleyrand-Périgord, ministro de Negocios

Extranjeros de Francia. Contestación a la carta de 7 de noviembre de 1805. Disculpas por elretraso en la respuesta a causa de su precario estado de salud. Felicitación por la misión que leha encomendado el Emperador, a quien ruega salude de su parte

SIGNATURA: AMN,Col. González-Aller, ms. 2518-50.OBSERVACIONES: Original, firma autógrafa. Se ignora el archivo de donde procedía. El

documento fue adquirido entre otros papeles inconexos por el Museo Naval en 1995.

«Cádiz, 10 de enero de 1806.

Excelencia:

Es en el peor momento de mis sufrimientos después de mis desafortunadasheridas, y cuando me hallaba en una situación verdaderamente angustiosa ycon una extrema debilidad, que he tenido el placer, Sr. Tayllerand (s i c), derecibir vuestra carta fechada en Munich el 16 Brumario [7 de noviembre de1805], en la que me testimonia el sentimiento de esta antigua amistad que hatenido siempre por mí y a la que me debo, bien hubiese querido responderleyo mismo, pero mi estado tanto antes como ahora no me lo permiten, y es conpesar que estoy obligado a valerme de una mano ajena; no obstante haberpasado 82 días. He sufrido tanto que ha sido necesario administrar y regularmis últimas disposiciones. Tengo la satisfacción de poder anunciarle hoy quedespués de algunos días me encuentro un poco mejor, y los cirujanos, en tantoque mis fuerzas dan lugar a creer que no perderé ni la vida ni el brazo. Esporque no quisiera pues retardar más darle cuenta de mi estado, por lo que medispongo a escribirle para felicitarle al mismo tiempo, por la importantemisión que Su Majestad el Emperador y Rey después de tantas victorias y

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éxitos clamorosos, acaban de confiar a su talento; que es halagador para mí ypara todos sus amigos, ver que le ha sido dado el destino de conciliar yproporcionar a la humanidad el alivio que se merece, después de haberselamentado tanto tiempo, reciba mi enhorabuena.

Le ruego que cuando se presente la ocasión salude a Sus Majestades Impe-riales y Reales con mis humildes respetos, deseándoles el logro de su gloria,pues estos son los deseos en mis relaciones con sus Personas, sin olvidarme dela Sra. Talleyrand y todos los amigos de nuestro círculo.

Reciba Vd., Sr. Talleyrand, el reconocimiento de mi más alta considera-ción, así como la sincera devoción y cariño por la vida con la que tengo elhonor de existir. Gravina (rubricado).»

José Ignacio GONZÁLEZ-ALLER HIERROContralmirante (R)

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LA HISTORIA MARÍTIMAEN EL MUNDO

José Antonio OCAMPO

Una nueva asociación: la Asociación de Descendientes de Marinos deTrafalgar. Madrid, España

El día 18 del mes de octubre de 2006, en la sala del Patronato del MuseoNaval de Madrid, tuvo lugar el acto fundacional de la Asociación de Descen-dientes de Marinos de Tr a f a l g a r, al amparo de la vigente Ley Org á n i c a1/2002, de 22 de marzo. Presidió el acto el Excmo. Sr. Leopoldo Stampa,director general de Relaciones Institucionales del Ministerio de Defensa, yasistió el contralmirante director del Órgano de Historia y Cultura Naval,Excmo. Sr. Teodoro de Leste Contreras.

Fueron expuestos y aprobados por los presentes, que actuaron como sociosfundadores, los fines de la Asociación que, al decir de don Juan ManuelHidalgo de Cisneros Alonso en la apertura de acto, son: «Recordar y honrar lamemoria de todos los miembros de la Armada y del Ejército, sin distinción degraduaciones, que embarcados en los buques españoles que participaron en elcombate de Trafaltar el día 21 de octubre de 1805, lucharon y murieronmuchos de ellos, en cumplimiento del deber». Como desarrollo de estos fines,Hidalgo de Cisneros presentó como objetivo prioritario «organizar, fomentar,impulsar y desarrollar todas las actividades que, en este sentido, puedan desa-rrollarse para difundir y perpetuar su memoria, y promover y mantener rela-ciones con asociaciones similares ya existentes o que pudieran establecerse enFrancia y el Reino Unido». Señaló asimismo la intención de la Asociación decolaborar con otras asociaciones e instituciones en el desarrollo de una mayorconcienciación de la sociedad de la condición marítima de España. En estesentido, se acordó hacer una convocatoria anual para premiar la obra másdestacada que se haya publicado durante el ejercicio anterior sobre alguno delos marinos que combatieron en Trafalgar o, en general, sobre la Marina espa-ñola de la Ilustración.

Los socios fundadores presentes nombraron como Órgano Provisional deGobierno a

— don Juan Manuel Hidalgo de Cisneros;— don Enrique de Areilza Churruca (conde de Motrico);— don Ramón Bustamante de la Mora (marqués de Villatorre).

El resto de los socios fundadores presentes que aprobaron los estatutos dela Asociación son los que siguen: doña Paz Alcalá-Galiano Iturrondobeitia,don Juan Antonio Becerril Bustamante, doña Micaela Valdés Ozores, don

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Juan Bautista Castillejo Oriol (marqués de San Miguel), don Ramón Dome-nech Muñoz-Español, don Javier Pedrosa Pérez del Busto, don Javier Gardo-qui Lletge y don Ignacio Hidalgo de Cisneros Alonso.

Para más información dirigirse a:

Asociación de Descendientes de Marinos de Trafalgar.Instituto de Historia y Cultura Naval.C/ Juan de Mena, 1-1.º 28071 Madrid.Teléfono: 913 79 50 50.Corr. electr.: [email protected]

JOSÉ ANTONIO OCAMPO

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XIII Jornadas Nacionales de Historia Militar. Sevilla, España

Organizadas por la Cátedra General Castaños (Cuartel General de la Fuer-za Terrestre, Sevilla), de la que es presidente el general Pedro Pitarch Bartolo-mé, durante los días del 13 al 17 de noviembre de 2006 se celebraron en Sevi-lla las XIII Jornadas Nacionales de Historia Militar, con el tema general «Laera isabelina y la Revolución (1843-1875)».

A la hora de redactar este noticiario, no disponemos ni de las ponencias nide sus autores, así que trasladaremos a nuestros lectores las ideas generalespor las que discurrieron las jornadas. La comisión organizadora dividió laépoca en tres etapas, para situar mejor las colaboraciones recibidas:

— 1843-1854: reinado de Isabel II en su década moderada, con los temas«Fundación de la Guardia Civil», «Anexos y Texas y California porparte de Estados Unidos», «Narváez», «El Concordato de 1851»;

— 1854-1868: aparecen hombres e ideas progresistas, con los temas«Colaboración en expediciones militares a Cochinchina, Méjico...»,«Guerra de Marruecos», «Caída de Narváez», «Desamortización deMadoz»;

— 1868-1875: «Las revoluciones», «Pronunciamientos», «Regencia deSerrano», «Gobierno de Prim».

En lo que se refiere a América, se desarrolló el tema de la soberanía de Cubay Puerto Rico, teniendo en cuenta los aspectos siguientes: «Reincorporación dela República Dominicana a la Corona española (1861)», «Creación del Ministe-rio de Ultramar (1863)», «Guerra del Pacífico (1862-1863)», «Repercusión delperíodo revolucionario en los dominios americanos», «La revolución cubana de1868 —o guerra grande—», «Los reconocimientos de independencia», «Lasrelaciones con las nuevas repúblicas», «Los tratados de paz y amistad».

En lo que se refiere a Filipinas, carecemos de información.El director de la Comisión Organizadora fue el señor don Paulino Castañe-

da Delgado, catedrático emérito de Historia de América de la Universidad deSevilla. La Secretaría Técnica estuvo en manos de la señora doña Lucía Segu-ra Aista, licenciada en Geografía e Historia.

Para más información, dirigirse a:

Secretaría de la Cátedra General Castaños.XIII Jornadas Nacionales de Historia Militar.Acuartelamiento de La Borbolla.Avda. de la Borbolla, 27-29. 41013 Sevilla (España).Teléfonos: 954 93 82 85 / 954 24 84 99. Fax: 954 93 81 78.Corr. electr.: [email protected].

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Ciclo de conferencias de Historia Militar. Madrid, España

Organizado por el Instituto de Historia y Cultura Militar, durante los días23, 24, 25 y 26 de octubre de 2006 se celebró en Madrid, en la sede del Insti-tuto de Historia y Cultura Militar (Mártires de Alcalá, 9), un ciclo de confe-rencias con el tema central «La guerra y su financiación. (Baja Edad Media yEdad Moderna)».

El programa se desarrolló con los siguientes contenidos:

— «La financiación de la guerra por la monarquía castellana (1252-1515)», por Miguel Ángel Ladero Quesada, catedrático de HistoriaMedieval de la Universidad Complutense de Madrid;

— «La organización económica del Ejército en el siglo XVI», por FranciscoJosé Corpas Rojo, coronel de Intendencia, doctor en Historia;

— «La compleja financiación del Ejército Interior en la España de losAustrias», por Enrique Martínez Ruiz, catedrático de Historia Modernade la Universidad Complutense de Madrid;

— «La financiación de la guerra en el siglo XVIII», por Juan Teijeiro de laRosa, general de división interventor (R), doctor en Historia.

Para más información, dirigirse a:

Instituto de Historia y Cultura Militar.C/ Mártires de Alcalá, 9. Madrid.Teléfonos: 91 559 03 00/08/09. Fax: 91 559 43 71.Corr. electr.: [email protected]: www.ejercito.mde.es/ihycm

II Jornadas de Historia. Madrid, España

O rganizadas por el Instituto Español Almirante Brown y coordinadas por ela rgentino Colegio Mayor Nuestra Señora de Luján y el Colegio Mayor Jorg eJuan, durante los días 22, 23 y 24 de noviembre de 2002 tuvieron lugar en Madridlas II Jornadas de Historia, las cuales giraron alrededor del tema central «DeTrafalgar a Buenos Aires, 1806-2006: bicentenario de la reconquista de BuenosAires». Colaboraron con el Instituto la Embajada de la República A rgentina, elBanco de la Nación A rgentina y la editorial de ciencia y cultura Ciudad A rg e n t i n a .

La organización presentó las jornadas con la siguiente introducción:

«Luego de la victoria de Trafalgar (1805), Inglaterra gozará de la suprema-cía naval sin ningún tipo de oposición ni sombra por parte del resto de laspotencias.

»A partir de esta situación, será que vuelvan a intentar suerte por medio dediferentes ataques anfibios hacia distintos puntos estratégicos importantespara la corona británica.

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»La Ciudad del Cabo, en manos holandesas, sufrirá su ataque y conquista,pero la invasión del Río de la Plata en 1806, y la posterior ocupación de laciudad de Buenos Aires, se convertirá en su apuesta y amenaza más importan-te contra el Imperio español.

»La caída definitiva de la capital del virreinato podía suponer en un futurola total pérdida de las posesiones sudamericanas para la monarquía católica.

»Sin embargo, luego del éxito inicial y pese a la veteranía inglesa, la plazafue reconquistada por las fuerzas hispano-criollas al mando del capitán denavío Santiago de Liniers.

»Este hecho histórico es de vital importancia para la historia argentina yaque marca la génesis de un nuevo tiempo, de una época distinta para unpueblo que supo conocer la magnitud de sus propias fuerzas y su futurodestino. Para la historia de España representó un singular triunfo sobre lasarmas inglesas luego del revés que le propiciaran en la batalla naval deTr a f a l g a r.

» A través del presente simposio se busca rendir el justo homenaje a losprotagonistas de aquellas jornadas gloriosas, a doscientos años de haber acon-tecido».

Las sesiones tuvieron lugar los días 22 y 23 en el Colegio Mayor Argenti-no, y el día 24, en el Colegio Mayor Jorge Juan. Comenzaron con unas pala-bras de bienvenida pronunciadas por la directora, doña Eleonora FernándezArias, con la intervención del presidente del IEAB, el coronel de la Armadaespañola Jorge Juan Guillén Salvetti. El día de la clausura intervino, asimis-mo, con unas palabras de salutación el capitán de navío de la Armada españo-la Antonio Ugarte, director del colegio.

El programa se desarrolló con los siguientes contenidos:

«La situación política de la America española durante el último terciodel siglo X V I I I», por la doctora Concepción Navarro Azcué, de la Universi-dad Complutense de Madrid; «El conflicto anglo-español: de Trafalgar aBuenos Aires», por el doctor Agustín Rodríguez González, de la Universi-dad San Pablo CEU; «La invasión inglesa de 1806 a Buenos Aires y lagloriosa reconquista hispanocriolla», por el general auditor de la A r m a d aespañola José Cervera Pery, del Instituto de Historia y Cultura Naval( E s p a ñ a ) .

Fue coordinador general de estas jornadas el licenciado Carlos PesadoRicardi, del Instituto Nacional Browniano de Argentina.

Para más información, dirigirse a:

Instituto Español Almirante Brown. Teléfono: 630 45 62 58.Colegio Mayor Jorge Juan. Teléfono: 91 181 20 50.Internet: www.cmanslujan.com

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CONVOCATORIA

XXXIII Jornadas de Historia Marítima. Madrid, España

Organizadas por el Instituto de Historia y Cultura Naval, durante los díasdel 28 al 30 (ambos incluidos) de noviembre de 2006 se celebraron enMadrid, en el Salón de Actos del Cuartel General de la Armada, las XXXIIIJornadas de Historia Marítima, cuyo tema central fue «El comercio marítimoultramarino».

El descubrimiento de América, en sus diferentes etapas colonizadoras,proporcionó a España abundantes riquezas, principalmente en oro, plata ypiedras preciosas, las cuales requirieron un sistema de transporte marítimocoordinado que permitiera igualmente el ejercicio del comercio ultramarinocon aquellos vastos territorios. La índole de la carga transportada provocóbien pronto la codicia de otros países navegantes, que no tardaron en organi-zar el corso y la piratería causando graves pérdidas a los españoles, los cualestuvieron que establecer un sistema operativo de autodefensa y protección: lasflotas de galeones y la navegación en convoyes, cuya carga estaba controladapor la Casa de Contratación.

El tema del comercio ultramarino se expuso, bajo diferentes puntos devista, en estas jornadas.

Las sesiones se desarrollaron con los siguientes contenidos:

— Martes, 28 de noviembre

La apertura corrió a cargo del contralmirante Teodoro de Leste Contreras,director del Instituto de Historia y Cultura Naval. «La organización de laCarrera de Indias o la obsesión del monopolio», por María Luisa LavianaCuetos, doctora en Geografía e Historia, sección de Historia de América de laUniversidad de Sevilla.

— Miércoles, 29 de noviembre

«Riesgos y seguros de la Carrera de Indias», por Manuel Maestro López,presidente de la Fundación Letras del Mar. «El asiento de esclavos con Ingla-terra (1713-1750): especial referencia a la importancia adquirida por la conta-bilidad en su desarrollo», por Rafael Donoso Anés, catedrático de EconomíaFinanciera y Contabilidad, Universidad de Sevilla.

— Jueves, 30 de noviembre

«El comercio con Filipinas. Los últimos años el galeón de Manila», porAlicia Castellanos Escudier, doctora en Historia de América. «Los Borbones yel comercio ultramarino español con América», por Antonio Gutiérrez Escu-dero, doctor en Historia de América.

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Las ponencias serán recogidas en un cuaderno monográfico del Instituto.Para más información, dirigirse a:

Instituto de Historia y Cultura Naval.Juan de Mena, 1. 28014 Madrid (España).Teléfono: 91 379 50 50. Fax: 91 379 59 45.Corr. electr.: [email protected]

V Congreso Internacional de Historia Marítima. Greenwich, Reino Unido

Organizado por el Instituto Marítimo de Greenwich y con el patrocinio dela Asociación de Historia Económica Marítima Internacional (en inglés,IMEHA), durante los días del 23 al 27 de junio de 2008 se celebrará enGreenwich, Reino Unido, el V Congreso Internacional de Historia Marítima.

El citado Instituto invita a todos aquellos a quienes pudiera interesar apresentar ponencias sobre este congreso, teniendo en cuenta que son bienveni-das las que entren en una amplia gama de investigaciones, siempre que refle-jen el papel de la superficie marítima, del dominio subacuático, de la zonacostera y del mar como un recurso cultural. Serán tenidas en mayor considera-ción aquellas propuestas que destaquen el carácter internacional y transnacio-nal de la historia marítima.

Se invita a los futuros ponentes a remitir un resumen en inglés, indicandola extensión de la ponencia, así como otro con un breve curriculum vitae antesdel 1 de septiembre de 2006. Las propuestas admitidas serán notificadasdurante el año 2007.

Para más información, dirigirse a:

Professor Sarah Palmer, Chief Organiser.Greenwich Maritime Institute, University of Greenwich.Old Naval Collage, Park Row.Greenwich SE10 9LS, England.E-mail: [email protected]

(Nota traducida del Newsletter of the Society For Nautical Research, núm.63, agosto de 2006.)

J.A.O.

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CUADERNOS MONOGRÁFICOS DEL INSTITUTODE HISTORIA Y CULTURA NAVAL

1 . —I JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA ( A g o t a d o )ESPAÑA Y EL ULTRAMAR HISPÁNICO HASTALA ILUSTRACIÓN

2.—II JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agotado)LA MARINA DE LA ILUSTRACIÓN

3.—SIMPOSIO HISPANO-BRITÁNICO (Agotado)LA GRAN ARMADA

4.—III JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agotado)LA ESPAÑA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX (I)

5.—IV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agotado)LA ESPAÑA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX (II)

6.—FERNÁNDEZ DURO (Agotado)7.—ANTEQUERA Y BOBADILLA (Agotado)8.—V JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA

LA MARINA ANTE EL 98.–ANTECEDENTES DEUN CONFLICTO

9.—I JORNADAS DE POLÍTICA MARÍTIMA LA POLÍTICA MARÍTIMA ESPAÑOLA Y SUSPROBLEMAS ACTUALES

1 0 . —LA REVISTA GENERAL DE MARINA Y SUPROYECCIÓN HISTÓRICA

11.—VI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA LA MARINA ANTE EL 98.–GÉNESIS Y DESARRO -LLO DEL CONFLICTO

12.—MAQUINISTAS DE LA ARMADA (1850-1990)13.—I JORNADAS DE HISTORIOGRAFÍA

CASTILLA Y AMÉRICA EN LAS PUBLICACIONESDE LA ARMADA (I)

14.—II JORNADAS DE HISTORIOGRAFÍACASTILLA Y AMÉRICA EN LAS PUBLICACIONESDE LA ARMADA (II)

15.—VII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA POLÍTICA ESPAÑOLA Y POLÍTICA NAVAL TRASEL DESASTRE (1900-1914)

16.—EL BRIGADIER GONZÁLEZ HONTORIA17.—VIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA

EL ALMIRANTE LOBO. DIMENSIÓN HUMANA Y PROYECCIÓN HISTÓRICA

18.—EL MUSEO NAVAL EN SU BICENTENARIO, 1992(Agotado)

1 9 . —EL CASTILLO DE SAN LORENZO DELPUNTAL.–LA MARINA EN LA HISTORIA DECÁDIZ

20.—IX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA DESPUÉS DE LA GRAN ARMADA.–LA HISTORIADESCONOCIDA (1588-16...)

21.—CICLO DE CONFERENCIAS (Agotado)LA ESCUELA NAVAL MILITAR EN EL CINCUEN-TENARIO DE SU TRASLADO

22.—CICLO DE CONFERENCIAS (Agotado)MÉNDEZ NÚÑEZ Y SU PROYECCIÓN HISTÓRICA

23.—CICLO DE CONFERENCIASLA ORDEN DE MALTA, LA MAR Y LA ARMADAESPAÑOLA

24.—XI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMAMARTÍN FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, ELMARINO HISTORIADOR (1765-1844)

25.—XII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA DON ANTONIO DE ULLOA, MARINO Y CIEN-TÍFICO

26.—XIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA ÁLVA -RO DE MENDAÑA: EL PACÍFICO Y SU DIMEN -SIÓN HISTÓRICA

2 7 . —CURSOS DE VERANO DE LA UNIVERSIDADCOMPLUTENSE DE MADRID(Agotado)

MEDIDAS DE LOS NAVÍOS DE LA JORNADA DEINGLATERRA

28.—XIV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA D. JUAN JOSÉ NAVARRO, MARQUÉS DE LA VICTO -RIA, EN LA ESPAÑA DE SU TIEMPO

29.—XV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA FERROL EN LA ESTRATEGIA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX

30.—XVI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA ASPECTOS NAVALES EN RELACIÓN CON LACRISIS DE CUBA (1895-1898)

31.—CICLO DE CONFERENCIAS.–MAYO 1998LA CRISIS ESPAÑOLA DEL 98: ASPECTOS NAVA -LES Y SOCIOLÓGICOS

32.—CICLO DE CONFERENCIAS.–OCTUBRE 1998VISIONES DE ULTRAMAR: EL FRACASO DEL 98

3 3 . —LA CARPINTERÍA Y LA INDUSTRIA NAVAL ENEL SIGLO XVIII

34.—XIX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agota-do)HOMBRES Y ARMADAS EN EL REINADO DECARLOS I

35.—XX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA (Agotado)JUAN DE LA COSA

3 6 . —LA ESCUADRA RUSA VENDIDA POR ALEJAN -DRO I A FERNANDO VII EN 1817

37.— LA ORDEN DE MALTA, LA MAR Y LA AR-MADA38.—TRAFALGAR 3 9 . —LA CASA DE CONTRATACIÓN DE SEVILLA.

APROXIMACIÓN A UN CENTENARIO(1503–2003)

4 0 . —LOS VIRREYES MARINOS DE LA AMÉRICAHISPANA

4 1 . —ARSENALES Y CONSTRUCCIÓN NAVAL EN ELSIGLO DE LAS ILUSTRACIONES

42.—XXVII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMALA INSTITUCIÓN DEL ALMIRANTAZGO ENESPAÑA

43.—XXVIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMALA ÚLTIMA PROGRESIÓN DE LAS FRONTERASHISPANAS EN ULTRAMAR Y SU DEFENSA

4 4 . —LA GUERRA DE LA OREJA DE JENKINS (1739-1748)

4 5 .—HISTORIA DE LA ARMADA ESPAÑOLA EN ELPRIMER TERCIO DEL S. XIX: IMPORTACIÓNVERSUS FOMENTO (1814-1835)

46.—XXIX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMAPIRATERÍA Y CORSO EN LA EDAD MEDIA

47.—XXX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMAANTECEDENTES BÉLICOS NAVALES DETRAFALGAR

48.—XXXI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMAEL COMBATE DE TRAFALGAR

49.—CRUCEROS DE COMBATE EN ACCIÓN50.—V CENTENARIO DEL FALLECIMIENTO DE CRIS -

TÓBAL COLÓN51.—XXXII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA.

DESPUÉS DE TRAFALGAR

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Para petición de la tarjeta de suscripción:INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVALJuan de Mena, 1, 1.º - 28071 MADRIDTeléf.: 91 379 50 50Fax: 91 379 59 45

NÚMEROS SUELTOS:Para petición de números sueltos:La misma dirección que para las suscripciones.Además, Servicio de Publicaciones de la Armada( S P A )Juan de Mena, 1 28071 MADRID

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RECENSIONESVA L D É S, Aurelio (coordinador): A p roximación a la historia militar de España

(tres volúmenes). Ministerio de Defensa, Madrid, 2006, 1251 páginas.

Aunque existen numerosas y excelentes aportaciones para el estudio de lahistoria militar española, no cabe duda de que la obra que reseñamos, A p ro x i -mación a la historia militar de España, responde a un proyecto ambicioso y deamplia estructura con aspectos novedosos de planteamiento y enfoque, hastaahora poco manejados o ausentes en obras clásicas del tratamiento militar.

La reconocida solvencia de los autores integrantes de los distintos temasque conforman el estudio, valoran el empeño, evidenciando una capacidad desíntesis que acredita su buen oficio en el campo de la investigación, perotambién el logro de un necesario equilibrio entre la investigación y lo expues-to en relatos ágiles y concretos y en los que la amenidad no está reñida con eltrasfondo histórico.

Los tres volúmenes, con sus más de 1.200 páginas, se conciben como unhomenaje al proyecto museológico del nuevo Museo del Ejército, materializan-do la historia castrense española como parte sustancial trascendente de la histo-ria general de España; y así, mientras que el volumen I contempla en líneasgenerales aspectos concretos de nuestra historia militar (desde sus orígeneshasta la guerra de la Independencia de 1808), el segundo es un completo recorri-do de la actividad bélica durante los siglos X I X y X X, con episodios de nuevocuño, como la figura del comisario político en la guerra civil española, los espa-ñoles en la segunda guerra mundial, y las actuales operaciones para el manteni-miento de la paz en países de permanente conflictividad. Por último, el volu-men III se centra en determinados aspectos técnicos de la milicia, con estudiosdirectos relacionados con las colecciones del Museo del Ejército.

Sin embargo, la Marina no podrá sentirse satisfecha de esta obra, porque nohay la menor alusión a ella. Podrá decirse que se circunscribe a la historia militarterrestre, pero la aviación también juega su papel, al referirse uno de los capita-nes al apoyo aéreo prestado en la guerra civil española a cada uno de los bandoscontendientes. ¿Es que la Marina no jugó ningún papel en ella? Es lástima queobra de tanta dimensión y alcance como la presente se vea cercenada de la activi-dad naval, que fue de vital importancia para los postulados de la guerra en tierra.

De todos modos, el resultado de la obra, en su conjunto, responde plena-mente a su objetivo y constituye la más importante contribución, hasta elmomento, al estudio de la historia militar de España.

VÁZQUEZ DE ACUÑA Y GARCÍA DEL POSTIGO, Isidoro: Historia naval del Reinode Chile (1520-1826) (síntesis de Ana María Durruty Corral). CompañíaSudamericana de Vapores, Santiago, 2005, 547 páginas.

La extraordinaria capacidad creativa y especiales dotes para la investiga-ción del doctor García del Postigo quedan reflejadas en esta monumental obra

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de ocho tomos, más propicia al ensayo que a la reseña. Afortunadamente, lasíntesis que de ellos hace la doctora Durruty Corral nos facilita esencialmentela tarea.

Diez años de paciente y minuciosa investigación han supuesto la plas-mación de este estudio, que comprende nada menos que 51 capítulos y dosapéndices, desarrollados en más de 2.400 páginas de texto. A lo largo detodos ellas se recorren y transcriben una serie de acontecimientos maríti-mos que tuvieron Chile por escenario. La primera parte de la obra abarca ell a rgo período colonial, con directa referencia a cada una de las expedicio-nes que exploraron la parte austral del Pacífico, desde Magallanes hastaMalaspina, así como los intentos, generalmente por parte inglesa, de sustra-er esos territorios del dominio español, como aquellos que simplementebuscaron el botín en las naves que lo surcaban o en los puertos que lop o b l a b a n .

La segunda parte corresponde al período de la independencia chilena, queconcluye con la reincorporación de Chiloé, dependiente hasta 1826 de Lima.Si bien esta etapa es bastante menor que la anterior, su complejidad ha reque-rido un denodado esfuerzo y buen juicio por parte del autor, para presentarlaen una forma clara y objetiva. Aparecen aquí los intentos por constituir unaincipiente fuerza naval durante la Patria Vieja y la forma en que éstos fraca-san ante la reacción del virrey peruano. O’Higgins aprenderá la lección, yjunto a los líderes de la Patria Nueva harán un gran esfuerzo por disputar elcontrol del mar a las naves de la Real Armada. Y se resalta la figura deThomas Cochrane, verdadero artífice de la lucha en el mar.

El capítulo final está dedicado a la marina mercante y al comercio maríti-mo en los primeros años del Chile republicano, lo que supondría un soporteesencial para el surgimiento de Valparaíso como uno de los puertos másimportantes de la costa oeste sudamericana.

Con una buena profusión de ilustraciones y excelentes dibujos, a más deuna completa bibliografía, la obra de Vázquez de Acuña, en toda su dimen-sión y alcance, merece ser considerada como un trabajo de excepcionalr e l i e v e .

Itsas. Memoria, «La guerra marítima. Corso y piratería», número monográfico dela Revista de Estudios Marítimos del País Va s c o. Museo Naval de San Sebas-tián, 2005, 80 páginas.

El número 5 de la Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, dedicadomonográficamente al estudio de la guerra marítima, el corso y la piratería, yque incluye 41 trabajos de investigación sobre el tema, supone un indudableesfuerzo en la trayectoria de esta publicación, referente básico para el conoci-miento de la historia marítima vasca.

Es sabido la excelente reputación de los marinos vascos en todo tiempo yen muy diversos mares. Ya en el siglo XVI se consideraba que una de las acti-

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vidades características de los guipuzcoanos y vizcaínos era la organización delas Armadas, y su participación en numerosas contiendas navales supuso unelevado coste en vidas humanas y buques.

La trayectoria histórica de destacados marinos vascos como Miguel y A n t o-nio de Oquendo, Recalde, Pedro de Zubiaur, Blas de Lezo, Ignacio María deÁlava o José de Mazarredo ocupa la atención de estas páginas, que estudia igual-mente la fenomenología del corso vasco en la Edad Moderna, que fue el másimportante de la península ibérica tanto en número como en calidad de barcos.

Los marinos vascos en Trafalgar y la segunda guerra mundial en el golfode Vizcaya son aportaciones muy interesantes y bien estructuradas, quemantienen el interés del lector por la claridad de su tratamiento y su concre-ción. Igualmente cabe destacar el papel de los marinos vascos en la guerranaval de Andalucía durante el siglo XV, y el estudio de los grandes generales yalmirantes vascos en la Carrera de Indias.

Una obra, en resumen, muy cuidada, de alto rigor intelectual y sensibilidadhistórica, que evidencia el buen hacer del Museo Naval de San Sebastián y suingente preocupación por la temática marítima.

VV.AA.—Treinta y seis relatos de la guerra del 36. AF Editores (Legendi).Valladolid, 2006, 382 páginas, ilustraciones.

El cumplimiento en el presente año de 2006 de los setenta años delcomienzo de la última guerra civil española habrá de producir, a buen seguro,un amplio despliegue editorial sobre un tema que, a pesar del tiempo transcu-rrido, todavía tiene actualidad. La animosa firma AF Editores, dentro de sucolección «Legendi», se convierte en la adelantada de esta memoria histórica,en la que no hay rencores ni ánimos revanchistas, sino deseo de enriquecer elconocimiento de la historia del conflicto desde la anécdota, en una serie derelatos, contados con sencillez y buen talante, sobre hechos y situacionescircunscritos al devenir de la contienda.

Los 36 relatos corresponden a una selección escogida de artículos a cargode colaboradores habituales de la editorial, y abarcan un amplio panorama,diversificado en acciones de tierra, mar y aire, escrito con soltura y amenidad.Concretamente, varios de ellos afectan a la perspectiva naval, «27 de julio de1936 ¿Cervera o Libertad?»; «El Admiral Scheer en Ferrol»; «Negrillos, en elCantábrico»; «La Marina de Guerra portuguesa y la guerra civil española»;«El mar Cantábrico en la guerra española»; todos ellos bien ensamblados ydescubriendo aspectos en algunos casos inéditos o poco conocidos que realzanel valor de la obra en su conjunto.

El libro, como todos los de la serie «Legendi», está magníficamente edita-do e ilustrado con numerosas fotografías de alto valor histórico. Estos 36 rela-tos auspician un nuevo éxito editorial por su oportunidad y acierto.

J.C.P.

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Con objeto de facilitar la labor de la Redacción, se ruega a nuestros colaboradores que se ajusten a lassiguientes líneas de orientación en la presentación de sus artículos:

El envío de los trabajos se hará a la Redacción de la REVISTA DE HISTORIA NAVAL, Juan de Mena, 1,1.° 28071 Madrid, España.

Los autores entregarán el original y una copia de sus trabajos para facilitar la revisión. Con objeto deevitar demoras en la devolución, no se enviarán pruebas de corrección de erratas. Estas correcciones seránefectuadas por el Consejo de Redacción o por correctores profesionales. El Consejo de Redacción introdu-cirá las modificaciones que sean necesarias para mantener los criterios de uniformidad y calidad querequiere la REVISTA, informando de ello a los autores. No se mantendrá correspondencia acerca de lascolaboraciones no solicitadas.

A la entrega de los originales se adjuntará una hoja en la que debe figurar el título del trabajo, un breveresumen del mismo, el nombre del autor o autores, la dirección postal y un teléfono de contacto; así comola titulación académica y el nombre de la institución o empresa a que pertenece. Podrá hacer constar mástitulaciones, las publicaciones editadas, los premios y otros méritos en un resumen curricular que noexceda de diez líneas.

Los originales habrán de ser i n é d i t o s y referidos a los contenidos propios de esta RE V I S T A. Su extensiónno deberá sobrepasar las 25 hojas escritas por una sola cara, con el mismo número de líneas y conveniente-mente paginadas. Se presentarán mecanografiados a dos espacios en hojas DIN-A4, dejando margen sufi-ciente para las correcciones. Deben entregarse con los errores mecanográficos corregidos y si es posiblegrabados en d i s k e t t e, preferentemente con tratamiento de texto Microsoft Word Windows, u otros afines.

Las ilustraciones que se incluyan deberán ser de la mejor calidad posible. Si se remiten en disquette oCD-ROM, deberán tener una resolución de 300 p.p.p., como mínimo. Los mapas, gráficos, etc., se presen-tarán preferentemente en papel vegetal, convenientemente rotulados. Todas irán numeradas y llevarán sucorrespondiente pie, así como su procedencia. Será responsabilidad del autor obtener los permisos de lospropietarios, cuando sea necesario. Se indicará asimismo el lugar aproximado de colocación de cada una.Todas las ilustraciones pasarán a formar parte del archivo de la REVISTA.

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• APELLIDOS, nombre: «Título del artículo» el Nombre de la revista, número de serie, sede y año ennúmeros romanos. Número del volumen de la revista, en números arábigos, número de la revista,números de las páginas a que se refiere la nota.

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• Las citas documentales se harán en el orden siguiente:Archivo, biblioteca o Institución.Sección o fondo.Signatura.Tipología documental.Lugar y fecha.

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