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REVISTA VEOVEO 33

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-Era una música hermosa, una música diferente a la que María había escuchado antes, ella solo conocía aquella que en casa su madre y su padre le hacían escuchar a través de la radio. Pero esta música era diferente, era como si saliera del cielo, de los árboles, de los ríos y de la tierra. Parecía como si los sonidos que se escondían en la selva se elevaran hasta el cielo formando miles de notas musicales que regresaban como la más hermosa melodía.

-Era la primera visita que María hacía a la Amazonía del Ecuador y con la que tanto había soñado porque sus padres le contaban lo maravillosa que era y de las bellezas naturales que encerraba. Estaba

antes de dormir, su madre le dio la gran noticia:

-¡María, en estas vacaciones nos iremos al Oriente!

-Era como soñar despierta, ahora podría conocer una verdadera selva, pues siempre la había visto en los libros

y ahora tenía la oportunidad de sumergirse en ella como si

fuera el mar que ella sí conocía.

-Además, su padre le había dicho que allí escucharía cantar a la naturaleza y eso era algo que María no entendía hasta que lo vivió aquella tarde, cuando viajaban en canoa para acampar en una aldea en medio de la selva. Era ya el atardecer y el sol dejaba ver los últimos rayos que se iban escondiendo entre los árboles gigantes. Fue entonces cuando la magia fue total.

le parecía estar viendo miles de notas musicales casi transparentes mezclándose entre las ramas. Eran cantos de guacamayos, loros, pavas de monte, tucanes y los trinos de los más extraños y hermosos pájaros que se unían al aullido de los monos, el silbido de

sonido de un tambor en alguna aldea lejana.

-Entonces María entendió lo que su padre le había querido decir y se sintió feliz porque ahora ella lo había vivido, había escuchado el canto mágico de la naturaleza, había escuchado LA MÁS HERMOSA MÚSICA que esta le había regalado.Desde ese momento ya no sería la misma porque estaba invadida de los sonidos, del verdor y de la vida que ella encerraba y estos la acompañarían por siempre.

Autoría: Rosa Elena Pogo Romero

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