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Entre 1292 y 1293, Dante Alighieri (1265-1321) escribeunconjuntodepoemasyprosasquedesarrollanunaserie de visiones y alegoras en torno al tema del amor yde la experiencia potica que titula Vita nuova. La figuracentral deestaobra, apartedel propiopoeta, esBicePortinari, la Beatriz real, que culminar en la Beatrice delParadiso. Con un trasfondo de relato autobiogrfico,Dante relata su transformacininterior,a travs de supoesa, capaz de estructurar todo su sentimiento. Comonexo con la Commedia, la Vita muestra ya toda la alturay coherencia que alcanzar en el futuro su grandioso sis-tema potico.Dante AlighieriLa vida nuevaePub r1.0Blok 01.12.14Ttulo original: Vita nuovaDante Alighieri, 1293Traduccin: Julio Martnez MesanzaEditor digital: BlokePub base r1.2La vida nuevaI. En aquella parte del libro de mi memoria, antes de la cual pocopodra leerse, se encuentra un ttulo que dice: Incipit vita nova[1].Bajo ese ttulo estn escritas las palabras que tengo intencin detranscribir en este librito; y si no todas, al menos su significado.II[I].Nueveveces[2]ya,desdeminacimiento,elcielodelaluzhaba vuelto a un mismo punto, en lo que concierne a su propiomovimiento giratorio, cuando ante mi vista apareci por vezprimera la gloriosa duea de mi intelecto, que fue llamada Beat-riz[3]por muchos que no saban cmo se llamaba. Ella haba es-tado en esta vida tanto tiempo como emplea el estrellado cielo enmoverse hacia oriente una de las doce partes de un grado, y as,casi al principio de su noveno ao apareci ante m, y yo la vi casial final de mi noveno. Apareci vestida de un muy noble color, hu-mildeyhonesto, purpreo, ceidayadornadaalamaneraqueconvena a su jovencsima edad. Digo en verdad que, en aquel mo-mento,elespritudelavida[4],quehabitaenlasecretsimac-mara del corazn, comenz a latir tan fuertemente, que se advert-adeformaviolentaenlasmenorespulsaciones; ytemblando,dijo estas palabras: Ecce deus fortior me, qui veniens dominabit-ur michi[5]. En aquel punto, el espritu animal, que habita en la el-evadacmaraalacualtodoslosespritussensitivosenvansuspercepciones, comenzamaravillarseendemasa, yhablandoespecialmente a los espritus de la vista, dijo estas palabras: Ap-pamit iam beatitudo vestra[6]. Entonces, el espritu natural, quehabita en aquella parte donde se regula nuestra nutricin, rompiallorar, yllorando, dijoestas palabras: Heumiser, quiafre-quenter impeditus ero deinceps[7]!. Confieso que desde entoncesAmor fue el dueo de mi alma, que se despos con l muy pronto,ycomenzatomarsobremtantaseguridadydominio, porelpoder que mi imaginacin le daba, que me vea obligado a cump-lir todos sus deseos enteramente. Muchas veces me ordenaba queintentase ver a esta angelical joven; por lo que muchas veces enmi infancia la estuve buscando, y la vea de un porte tan noble ylaudable, que ciertamente se podan decir de ella las palabras delpoeta Homero: No pareca hija de un mortal, sino de un dios[8].Y aunque su imagen, que me acompaaba continuamente, fuesela arrogante confianza de Amor para enseorearse de m, era sinembargo de tan noble virtud, que nunca consinti que Amor megobernase sin el consejo fiel del entendimiento en aquellas cosasen las que tal consejo fuese til de or. Pero como el dominio delaspasionesyactospuerilespudieraparecerleexageradoaal-guien, lodejaraunlado, ysilenciandomuchascosasquesepodran sacar del ejemplo en donde nacen stas, vendr a aquellaspalabras que estn escritas en mi memoria bajo mayores ttulos.III [II]. Luego que pasaron tantos das como para cumplirse justa-mente nueve aos desde la citada aparicin de esta gentilsima, enelltimodeesosdas, sucediqueestadamaadmirablesemeapareci vestida de un color blanqusimo, en medio de dos gen-tiles damas de ms avanzada edad; y al pasar por una calle, volvi6/111sus ojos hacia donde yo estaba, lleno de temor, y por su inefablecortesa, recompensadahoyenel cielo, mesaludmuyvirtu-osamente, demodoquemepareciverentoncestodoslosex-tremos de la beatitud. La hora en que recib su dulce saludo eraexactamente la de nona de aquel da, y comoaqulla fue laprimera vez que sus palabras fueron dichas para mis odos, senttanta dulzura, que como embriagado me apart de la gente, y corral solitario retiro de mi estancia, y me puse a pensar en dama tancorts. [III]. Y pensando en ella, me alcanz un agradable sueoen el que tuve una visin maravillosa: me pareca ver en mi c-mara una nubecilla color de fuego, en cuyo interior descubra lafigura de un varn de aspecto terrible para quien la mirase; y meparecatancongraciadoconsigomismo, queresultabaalgoad-mirable; yhablabademuchascosas, delascualesyoentendaslo unas pocas, y entre esas pocas, stas: Ego dominas tuus[9].En sus brazos me pareca ver una persona que dorma desnuda,apenas arropada ligeramente por un pao color sangre; despusque la mir muy atentamente, supe que era la mujer de mi salud,la que el da anterior se haba dignado saludarme. Y en una de susmanos, me pareca que este varn llevaba una cosa que arda en-teramente, y pareca decirme estas palabras: Vide cor tuum[10]. Ydespus de que l estuviera algn tiempo, me pareca que despert-abaalaquedorma;ytantoseesmerabaensuingenio,quelehaca comer aquello que en la mano le arda, y ella lo coma tmi-damente. Despus de esto, al punto su alegra se transformaba enamargo llanto; y llorando, estrechaba a la mujer entre sus brazos,y me pareca como si se fuera con ella hacia el cielo, por lo que yomeangustiabadetal forma, quenopodamantener mi dbilsueo, sino que se rompi y despert. Al punto comenc a pensar,y me di cuenta de que la hora en la cual me haba aparecido esta7/111visin fue la cuarta de la noche, de modo que resulta manifiestoqueestahorafuelaprimeradelasnueveltimashorasdelanoche. Pensando enaquello que se me haba aparecido, mepropuse que lo supieran muchos de los que eran famosostrovadores por aquel tiempo, y como era el caso que yo ya conocapor m mismo el arte de decir palabras rimadas, me propuse hacerunsonetoenel quesaludaseatodoslosvasallosdeAmor; ypidindoles que juzgasen mi visin, les escrib aquello que habavisto en mi sueo. E hice entonces el soneto que empieza A todaalma cautiva.A toda alma cautiva y noble corazn,ante cuya presencia llegan estas palabras,para que sobre esto su parecer me escriban,salud en nombre de Amor, su dueo.Casi terciadas estaban ya las horasdel tiempo en que ilumina toda estrella,cuando de pronto me apareci Amor,cuyo aspecto me horroriza recordar.Amor me pareca alegre, y tena en su manomi corazn, y en sus brazos llevabaa mi dama, que dorma cubierta con un pao.Despus la despert, y el corazn ardienteella con humildad coma temerosa:luego yo lo vi marchar llorando.Estesonetosedivideendospartes: enlaprimerasaludoypido respuesta, y en la segunda explico a qu se debe responder.La segunda parte comienza: Casi terciadas.8/111Este soneto fue respondido por muchos y con diversas opin-iones. Entre los que respondieron se encontraba aquel que llamoel primerodemisamigos[11], queescribiunsonetoquecomi-enza:Vedeste, almioparereionnevalore[12]. Ystefuecasielprincipio de nuestra amistad, cuando supo que yo le haba envi-ado aqul. El verdadero significado del sueo no fue vistoentonces por ninguno, que ahora est clarsimo aun para los mssimples.IV. Desde esta visin en adelante mi espritu natural comenz aser estorbado en sus acciones, ya que el alma estaba totalmenteocupadaenpensarenestadamatangentil, porloqueenmuypoco tiempo volvme de tan frgil y dbil condicin, que a muchosamigos les desagradaba verme, y muchos, llenos de envidia, pro-curabansaber dem todoaquelloqueyoqueraocultar alosotros. Y yo, advirtiendo el prfido interrogatorio a que mesometan, porlavoluntaddeAmor, quemeordenabasegnelconsejo de la razn, les responda que Amor era quien de tal man-era me haba gobernado. Hablaba de Amor, puesto que yo llevabaenel rostrotantasdesusseales, quenosepodaesconder. Ycuando me preguntaban: Por quin te ha destruido as Amor?,yo los miraba con una sonrisa, y nada les deca.V. Sucedi un da que esta dama tan noble se encontraba en unlugar donde se oan palabras referentes a la Reina de la Gloria[13],y yo estaba en un sitio desde el que contemplaba mi dicha, y entreella y yo, en lnea recta, se sentaba una noble dama de muy agrad-ableaspecto,quememirabamuchasveces,sorprendindosedemi mirar, que pareca terminar en ella. Por lo que muchos9/111advirtieron su mirada; y tanto se fijaron en ello, que, al irme deestelugar, oaquedecandetrsdem: Vedcmoesadamadestruye el alma de ste; y cuando la nombraron, entend que sereferanalaquehabaestadoenmediodelalnearectaquecomenzaba en la gentilsima Beatriz y terminaba en mis ojos. En-tonces me alivi mucho, tranquilizado porque mi secreto no habasido descubierto aquel da a causa de mi mirada. Inmediatamentepens en hacer de esta noble dama celada de la verdad; y tantohice ver en poco tiempo, que la mayora de las personas que hab-laban de m crean conocer mi secreto. Con esta dama me encubralgunos aos y meses; y para que los otros lo creyesen ms, hiceparaellaciertascosillasenrima, quenoesmi intencintran-scribir aqu, sino en cuanto traten de la gentilsima Beatriz; porello las dejar todas a un lado, salvo alguna de ellas que escribirporque va en alabanza suya.VI. Digo que en el tiempo en que esta dama era celada de tantoamor cuanto por mi parte senta, tuve un gran deseo de recordarel nombredeaquellagentilsimaydeacompaarlodemuchosotrosnombresdemujeres,peroenespecialdelnombredeestagentil dama. Y tom los nombres de las sesenta damas ms bellasdelaciudaddondeel Altsimohabadispuestoquenacieramidama, y compuse una epstola en forma de serventesio, que no re-producir aqu y que no habra mencionado si no fuera para deciraquello que, cuando la compona, maravillosamente sucedi, estoes, que en ningn otro nmero consenta estar el nombre de midama, entre los nombres de estas mujeres, sino en el nueve.10/111VII. Ladamaconlaqueyohabaocultadotantotiempomisdeseos, tuvo que partir de la citada ciudad e ir a un pas muy le-jano; por lo que yo, consternado por haber perdido tan buena de-fensa,muchomedesconsol,msandeloquehubieracredoantes. Ypensandoquesi yonohablabadolorosamentedesupartida,lasgentesadvertiranantesmisimulacin,mepropuselamentarme de ello en un soneto, el cual reproduzco aqu, pues midamafuelarazninmediatadeciertaspalabrasquehayenl,como le parecer a quien bien lo comprenda. Y entonces escrib elsoneto que comienza Vos, que por el camino.Vos, que por el camino de Amor pasis,deteneos y miradsi hay dolor alguno tan grave como el mo;os ruego slo que consintis en orme,y considerad luegosi no soy de todo tormento albergue y clave.Amor, no por mi bondad escasa,sino por su nobleza,vida me consinti tan dulce y suave,que a menudo escuchaba tras de m:Dios, por qu privilegiotiene ste su corazn as de alegre?.Ahora he perdido todo el atrevimientoque naca de mi amoroso tesoro;por lo que quedo pobre,de tal modo, que aun de hablar tengo miedo.Por eso, queriendo hacer como aquellosque por vergenza ocultan su miseria,por fuera muestro alegra,11/111y dentro de mi corazn me consumo y lloro.Este soneto tiene dos partes principales; en la primera invocoalosfielesdeAmorconaquellaspalabrasdelprofetaJeremasque dicen: O vos omnes qui transitis per viam, attendite et videtesi est dolor sicut dolor meus[14], y les ruego que consientan en es-cucharme; en la segunda refiero adnde me haba llevado Amor,con otra intencin que las ltimas partes del soneto no muestran,ydigoqueloheperdido.LasegundapartecomienzaAmor,nopor mi bondad.VIII. Despusdequeestanobledamapartiera, elSeordelosngeles quiso llamar a su gloria a una dama joven y de muy gentilaspecto, la cual haba sido bastante alabada enla antedichaciudad. Vi cmo yaca su cuerpo inanimado en medio de muchasmujeresquellorabanmuypiadosamente. Entonces, recordandoque la haba visto antes acompaando a mi gentilsima dama, nopude evitar algunas lgrimas; y mientras lloraba, me propuse es-cribiralgunaspalabrassobresumuerte, comorecompensaporhaberla visto alguna vez con mi dama. Y de esto refer algo en laltimapartedeloqueescrib,comomanifiestamenteapareceaquien lo entiende. Y escrib entonces estos dos sonetos, el primerodeloscualescomienzaLlorad, amantes; yel segundo, Muertevillana.Llorad, amantes, pues llora Amor,oyendo qu razn llorar le hace.Amor oye llamar a unas mujeres a la Piedad,mostrando amargo duelo en sus ojos,porque villana Muerte en noble pecho12/111su cruel sabidura ha ensayado, destruyendolo que en una noble dama hay de loablepor encima del honor.Escuchad cunto honor Amor le hizo,que lo vi realmente lamentarsesobre la bella imagen muerta,y mirar a menudo hacia el cielo,donde ya se encontraba el alma noble,que dama fue de tan gentil semblante.Esteprimer sonetosedivideentrespartes: enlaprimerallamo y exhorto a llorar a los vasallos de Amor y digo que su seorllora, y digo oyendo la razn que le hace llorar, para que estnms preparados a escucharme; en la segunda hablo de la razn;en la tercera hablo de alguno de los honores que Amor le hizo aestadama. Lasegunda parte comienza Amor oye; latercera,Escuchad.Muerte villana, enemiga de la piedad,madre antigua del dolor,penoso juicio incontestable,ya que has dado motivo a mi afligido corazn,por lo que voy desolado,de censurarte mi lengua no se cansa.Y si quiero hacerte mendiga de gracia,es preciso que yo hablede tu mal obrar culpable de toda injusticia,no porque a la gente se le esconda,sino para que le sea odioso en adelantea quien se alimente de amor.Del siglo ha partido la cortesa13/111y lo que es virtud de apreciar en una dama:has destruido el amoroso encantoen la alegre juventud.No quiero desvelar qu dama sea,sino por sus bien conocidas virtudes.Quien no merezca salvacin,no espere jams conseguir su compaa.Estesonetosedivideencuatropartes: enlaprimerapartellamoalaMuerteporvariosdesusnombrespropios;enlase-gunda, hablndola, digo la razn que me mueve a insultarla; en latercera la vitupero; en la cuarta me dirijo a una persona indeterm-inada, aunqueparami entendimientoseadeterminada. Lase-gunda comienza ya que has dado; la tercera, Y si quiero hacerte;la cuarta, Quien no merezca salvacin.IX. Algunos das despus de la muerte de esta dama sucedi algoporloquetuvequepartirdelacitadaciudadymarcharhaciadonde estaba la noble dama que haba sido mi defensa, si bien noseencontrabatanlejanoel trminodemi viajecomoel sitiodonde ella estaba. Y pese a ir acompaado de muchos, como sevea, lamarchamedesagradabatanto, quelossuspiroscasinopodan desahogar toda la angustia que senta mi corazn, puestoque yo me alejaba de mi felicidad. Y sin embargo, mi dulcsimoseor, que me dominaba por virtud de la gentilsima dama, apare-ci en mi imaginacin como peregrino ligeramente vestido y conpobres ropas. Pareca que l estaba consternado y miraba al suelo,salvo a veces que me pareca que sus ojos se volvan hacia un her-mosoro, corrienteymuyclaro, quediscurrajuntoal caminodondemeencontraba. MepareciqueAmormellamaba, ymedeca estas palabras: Vengo de donde aquella dama que ha sido14/111tu dilatada defensa y s que no regresar en mucho tiempo; sinembargo, el corazn que yo te haca tener en ella, lo tengo con-migo y lo llevo a la dama que ser tu defensa, como sta lo era. Yla nombr por su nombre, de modo que la reconoc bien. Pero noobstante, deestaspalabrasquetehedicho, si algunasdijeras,hazlo de forma que por ellas no se descubra el simulado amor quehas mostrado por sta y que te convendr mostrar por otra. Y di-chas estas palabras, desapareci toda esta visin ma sbitamentepor la grandsima parte que me pareci que Amor me daba de smismo;y, casiconmudadosemblante, cabalguaquel damuypesaroso y acompaado de muchos suspiros. Al terminar el da,escrib sobre esto el soneto que comienza: Cabalgando,Cabalgando anteayer por un camino,triste porque el marchar no me placa,salime Amor al paso,con hbito humilde de peregrino.Su semblante mezquino me pareca,como si hubiese perdido su poder;y vena suspirando pesaroso,y cabizbajo para no ver a la gente.Cuando me vio, llamme por mi nombre,y dijo: Vengo de un lugar lejano dondepor mi voluntad tu corazn estaba;y lo llevo para servir a un nuevo placer.Entonces tom de l tan gran parte,que desapareci, y no supe cmo.15/111Este soneto tiene tres partes: en la primera digo cmo encon-traAmor,yqumepareca.Enlasegundadigoloquelmedijo, si bien de manera incompleta por el temor que tena a des-cubrir mi secreto. En la tercera hablo de cmo desapareci. La se-gunda comienza Cuando me vio; la tercera, Entonces tom.X. Despus de mi regreso me puse a buscar a esta dama que miseormehabanombradoenelcaminodelossuspiros;yparaque mi hablar sea ms breve, dir que al poco tiempo la converten mi defensa, de modo tal, que demasiada gente hablaba de ellofueradeloslmitesdelacortesa, porloquemuchasvecesmejuzgaba duramente.Y por esta razn, esto es, por esta injuriosavoz que pareca infamarme grandemente, aquella gentilsima, quedestruy todos los vicios y fue reina de todas las virtudes, al pasarpor cierto lugar, me neg su dulcsimo saludo, en el cual se cifrabatodami felicidad. Yapartndomealgodel propsitopresente,quiero dar a entender lo que su saludo virtuosamente operaba enm.XI. Digo que cuando ella apareca en cualquier parte, por la esper-anza del maravilloso saludo ningn enemigo me quedaba; por elcontrario, vena a m una llama de caridad, que me haca perdon-ar a todo aquel que me hubiese ofendido; y si alguien entonces mehubiese preguntado cualquier cosa, mi respuesta habra sido sola-mente: Amor, con el rostro vestido de humildad. Y cuando ellaestaba cerca ya de saludarme, un espritu de amor, destruyendotodos los otros espritus sensitivos, lanzaba fuera a los dbiles es-pritus de la vista y les deca: Marchada honrar a vuestraseora, mientrasl permanecaensulugar. Yquienhubiesequerido conocer a Amor, lo podra haber hecho mirando el16/111temblor de mis ojos. Y cuando esta gentilsima salud saludaba, noporque Amor fuera tal obstculo que pudiese ocultarme la desme-dida felicidad, sino que casi por exceso de dulzura, Amor se hacatal,quemicuerpo,queentoncesestabacompletamentebajosumandato, muchas veces se mova como algo grave e inanimado.Por todo ello, aparece manifiesto que en su saludo resida mi feli-cidad, la cual muchas veces sobrepasaba y venca mis facultades.XII. Volviendo ahora a mi propsito, digo que luego que mi feli-cidad me fue negada, me sobrevino tanto dolor, que, apartado dela gente, a un solitario lugar fui a humedecer la tierra con amar-gusimaslgrimas. Yluegoquesesosegaraalgoestellanto, meaisl en mis aposentos, donde poda lamentarme sin ser odo; yall, pidiendomisericordiaaladamadelacortesa, ydiciendoAmor, ayuda a tu vasallo, me adormec llorando como nio aquien hubiesen azotado. Sucedi entonces que casi a la mitad demi sueo me pareci ver en mi habitacin, sentado junto a m, aun joven que vesta una blanqusima vestimenta, y que muy pens-ativo miraba hacia donde yo estaba acostado; y despus de haber-me mirado un tiempo, me pareca que me llamaba suspirando, ymedecaestaspalabras:Filimi,tempusestutpretermictantursimulacra nostra[15]. Entonces me pareca conocerlo, puesto queme llamaba como ya muchas otras veces me haba llamado en missueos: ymirndolo, mepareciquellorabapiadosamente, yparecacomo si aguardasede m alguna palabra;por lo que yo,tranquilizndome, de esta manera comenc a hablarle: Seor dela nobleza,por qu lloras?. Y l me deca estas palabras:Egotanquam centrum circuli, cui simili modo se habent circumferen-tie partes; tu autemnon sic[16]. Entonces, pensando en sus17/111palabras, parecime que me haba hablado muy oscuramente; porlo que yo me esforzaba en hablar, y le deca: Seor, por qu mehablas con tanta oscuridad?. Y l me deca en lengua vulgar[17]:No preguntes sino lo que te sea til. Por ello, comenc entoncesa conversar con l sobre el saludo que me haba sido negado, y lepregunt el motivo, respondindome l de esta manera: NuestraBeatrizoydeciertaspersonasquehablabandetiqueladamaque yo te nombr en el camino de los suspiros reciba de ti algunamolestia; por lo que esta gentilsima, que es contraria a todas lasmolestias, no se dign saludarte, temiendo parecer molesta. Mas,porqueciertamenteyaesconocidoporellaalgodetusecreto,debido a la larga costumbre, quiero que t escribas algunas palab-ras en rima, en las que hables de la fuerza que yo tengo sobre tipor ella, y de cmo t fuiste inmediatamente suyo desde tu infan-cia. Y de ello pon por testigo a aquel que lo sabe, y cmo t le rue-gas que se lo diga; y yo, que soy se, de buen grado se lo dir; yas, oir ella tu voluntad, y oyndola, comprender las palabras delos engaados. Haz que estas palabras sean un medio, dado queno puedes hablarle directamente, pues no sera digno; y no las en-ves sin m a parte alguna donde pudieran ser escuchadas por ella,peroadrnalasdesuavearmona,enlacualyoestartodaslasvecesqueseapreciso.Dichasestaspalabras,desapareci, ysequebr mi sueo. Recordndolo despus, me di cuenta de que lavisin se me haba aparecido en la novena hora del da; y antes desalir de mi dormitorio, me propuse escribir una balada, a la quetrasladase todo aquello que mi seor me haba impuesto; y escribla balada que comienza Balada, quiero.Balada, quiero que t busques a Amor,18/111y con l te presentes a mi dama,para que mi disculpa t le cantes,y luego la defienda ante ella mi seor.T vas, balada, tan cortsmenteque sin compaadeberas tener valor en todas partes;pero si quieres marchar con seguridad,encuentra a Amor primero,que tal vez no sea bueno andar sin l,pues aquella que debe escucharte,segn creo, est enojada conmigo:si no fueses acompaada de l,fcilmente te hara deshonor.Con dulce sonido, una vez ests con l,pronuncia estas palabras,luego que obtengas esa clemencia:Mi dama, quien ante ti me envaquiere que, cuando deseis,si tiene disculpa, la escuchis de m.Est conmigo Amor, que por vuestra belleza,le hace a voluntad cambiar de aspecto:por lo tanto, si le hizo mirar a otra,pensad vos que no le cambi el corazn.Dile: Mi dama, su coraznha vivido en tan firme fe,que tiene todo su pensamiento puesto en serviros:al punto fue vuestro, y nunca se ha entibiado.S ella no te cree,di que le pregunte a Amor,pues l conoce la verdad; y al final,hazle un humilde ruego:si el perdonar le disgustara,19/111que por medio de un mensaje me ordene morir,y vera obedecer a un buen siervo.Y antes de retirarte,dile a aquel que es de toda piedad la llave,y que le sabr decir mi buen motivo:En consideracin de mi suave armona,qudate aqu con ella, y habla de tu siervolo que quieras; y si ella por tu ruego le perdona,haz que un bello semblante le anuncie paz.Gentil balada ma, cuando quieras,puedes ir a donde honor alcanzars.Esta balada se divide en tres partes: en la primera le digo a labalada dnde va a ir, y la aliento para que as vaya ms segura, ydigo en qu compaa debe ir si quiere marchar con seguridad ysin peligro alguno. En la segunda digo lo que debe hacer entender.En la tercera la autorizo a marchar cuando le plazca, poniendo sumovimiento en brazos de la fortuna. La segunda parte comienzaCon dulce sonido; y la tercera, Gentil balada.Podra interpelarme cualquiera y decir que no sabe a quin medirijo con mi hablar en segunda persona, puesto que la balada noes otra cosa que mis palabras: y por ello digo que pretendo expo-ner y aclarar esta duda en este mismo librito y en parte an msdudosa; entindalo entonces quien aqu duda, o quien aqu quis-iese objetarme de este modo.XIII. Despus de la visin que he descrito, habiendo dicho ya laspalabras que Amor me ordenara decir, comenzaron a combatirmey tentarme muchos y diversos pensamientos, de forma que me eraimposible defenderme ante ninguno de ellos; y entre estospensamientos cuatro parecan estorbar ms el reposo de la vida.20/111Uno de ellos era ste: es bueno el seoro de Amor, ya que apartaal entendimiento de su vasallo de todas las cosas viles. Otro eraste: no es bueno el seoro de Amor, ya que cuanta ms fe tieneen l su vasallo, ms graves y dolorosas circunstancias ha de pas-ar. Otro era ste: el nombre de Amor es tan dulce de or, que meparece imposible que su propia accin no sea dulce en la mayorade los casos, puesto que los nombres participan de las cosas nom-bradas, as comoest escrito: Nominasunt consequentiare-rum[18]. El cuarto era ste: la dama por la cual Amor te oprime deestamanera,noescomolasotrasdamas,cuyocoraznsecon-muevefcilmente. Ycadaunodeestospensamientosmecom-bata tanto, que me haca estar como aquel que no sabe por qudireccinhadeencaminarse, yquequiereandarynosabepordnde debe ir; y si yo quera buscar un camino comn para ellos,enel quetodosseconcertasen, estecaminoeragranenemigomo, a saber, llamar a la Piedad y ponerme en sus manos. Y per-maneciendo en este estado, me vino el deseo de escribir palabrasrimadas; yentonces escrib sobreestoel sonetoqueempiezaTodos mis pensamientos.Todos mis pensamientos hablan de Amor;y tienen entre s tan gran variedad,que uno me hace desear su dominio,otro discute locamente su valor,otro, confiado, es causa de dulzura,otro me hace llorar muchas veces;y slo se conciertan en pedir piedad,temblando por el miedo que hay en mi corazn.Por lo que yo no s de cul tomar materia;21/111y querra hablar, y no s qu decirme:me encuentro as en amorosa incertidumbre.Y si quiero que todos concierten,habr de llamar a mi enemiga,mi seora la Piedad, para que me defienda.Estesonetosepuededividirencuatropartes:enlaprimeradigo y supongo que todos mis pensamientos son de Amor; en lasegunda digo que son diversos, y refiero su variedad; en la terceradigo en lo que parece que todos concuerden; en la cuarta digo quequeriendo hablar de Amor, no s de qu parte deba tomar argu-mento, y si lo quiero tomar de todos, es preciso que llame a mi en-emiga, mi seoralaPiedad; ydigomi seorahablandocasidesdeosamente. La segunda parte empieza y tienen entre s; latercera, y slo se conciertan; la cuarta, Por lo que yo no s.XIV. Despus de la batalla de los diversos pensamientos sucedique estagentilsimafue aunlugar donde se habanreunidomuchas nobles damas; a ese lugar fui conducido por una personaamiga, quepensabaagradarmedeesamanera, llevndomealldonde tantas damas mostraban su belleza. Por lo que yo, apenassabiendo a qu se me llevaba, y confiando en la persona que habaconducido a un amigo suyo al extremo de la vida, le dije: Porquhemosvenidoaestasdamas?.Entonceslmedijo:Paraque as sean dignamente servidas. Y lo cierto es que estaban allreunidas en compaa de una noble dama que se haba desposadoaquel da; por ello, segn la costumbre de la mencionada ciudad,deban acompaarla la primera vez que se sentaba a la mesa encasa de su reciente esposo. Entonces yo, creyendo complacer as aesteamigo, propusepermaneceral serviciodelasdamasensucompaa. Y al final de mi propuesta me pareci sentir cmo se22/111iniciabaunsorprendentetemblor enlaparteizquierdademipecho y se extenda rpidamente a todas las dems partes de micuerpo. Y digo que entonces apoy mi cuerpo con disimulo en unapintura que circundaba esta mansin; y temiendo que alguno hu-biera advertido mi temblor, alc la vista, y mirando a las damas, vientre ellas a la gentilsima Beatriz. Entonces fueron de tal maneradestruidas mis facultades por la fuerza que Amor tom vindosetan cerca de la gentilsima dama, que slo quedaron con vida losespritusdelavista, einclusostosquedaronfueradesusr-ganos, puesto que Amor quera ocupar su elevadsimo lugar paraver a la admirable dama. Y aunque yo fuese distinto del que eraantes, muchomedolaporestosespritus, queselamentabanfuertemente y decan: Si ste no nos expulsara as de nuestro si-tio, podramoscontemplarlamaravilladeestadama, comolohacen nuestros iguales. Digo que muchas de esas damas, advir-tiendomi transfiguracin, comenzaronasorprenderse, yhab-lando con esta gentilsima se burlaban de m, por lo que mi en-gaadoamigodebuenafemecogidelamano, yllevndomefuera de la vista de estas damas, me pregunt qu me pasaba. En-tonces yo, algo ms calmado, y resucitados mis muertos espritus,y con los expulsados ya en sus dominios, le dije a mi amigo estaspalabras: Yo tena mis pies en esa parte de la vida ms all de lacual ya no se puede ir con intencin de volver. Y separndome del, regresalahabitacindelaslgrimas; enlacual, mientraslloraba y me avergonzaba, deca esto para m: Si esta dama cono-ciese mi condicin, no creo que se burlase as de mi persona, alcontrario, creo que se apiadara mucho de ella. Y estando en estellanto, me propuse escribir unos versos, en los cuales, hablndoleaella, lehicierasaberelmotivodemitransfiguracin, ydijeseque s bien que no es conocido, pues si lo fuera, creo que los otros23/111tendran piedad; y me propuse escribirlos deseando que por azarllegara a conocerlos. Y entonces compuse el soneto que empiezaCon otras damas.Con otras damas os burlis de mi aspecto,y no pensis, seora, de dnde vieneque yo os parezca tan extraocuando miro vuestra belleza.Si lo supieseis, ya no podra la Piedadmantener contra m la acostumbrada prueba,pues Amor, cuando tan cerca de vos me encuentra,adquiere osada y tanta seguridad,que se lanza entre mis temerosos espritus,ya unos los mata, y expulsa a otros,de modo que l queda slo para veros:por eso me transfiguro, pero no tantoque no pueda escuchar bien los afligidoslamentos de los que fueron expulsados.No divido este soneto en partes, puesto que la divisin se haceparaesclarecerel sentidodeloquesedivide;as, dadoquesurazonado motivo queda bastante manifiesto, no precisa divisin.Verdadesqueentrelaspalabrasquedeclaranlacausadeestesoneto, seencuentranalgunasinciertas, comocuandodigoqueAmor mata a todos mis espritus, y que los de la vista quedan convida, aunque fuera de sus rganos. Y esta duda es imposible que laresuelvan quienes no fuesen en grado tal vasallos de Amor; mien-trasqueparaaquellosquelosonresultamanifiestoloquees-clareceralaspalabrasinciertas; porellonomecompeteam24/111explicar tales dudas, ya que mi aclaracin sera intil o, sin duda,excesiva.XV. Despus de la nueva transfiguracin me sobrevino un fuertepensamiento, quenomedejabani uninstante, antesbien, measaltaba continuamente, y conversaba as conmigo: Despus quecobrastanmiserableaspectocuandoestscercadeestadama,porqu, todava, intentas verla? He aqu que ella te preguntase,quhabrasderesponder, suponiendoquetuvieseslibrecadauna de tus facultades en todo lo que le respondieses?. Y a ste leresponda otro humilde pensamiento, que deca: Si yo noperdiera mis facultades, y tan libre fuese que le pudiera respon-der, le dira que cuando pienso en su admirable belleza, al puntomeasaltael deseodeverla, deseotanpoderoso, quemataydestruye en mi memoria todo lo que contra l se pudiera levantar;por ello mis pasados sufrimientos no me impiden el quererverla. Entonces, inducidoportalespensamientos, mepropuseescribir ciertas palabras, en las que, disculpndome ante ella detal censura, dijese tambin parte de lo que me sucede a su lado; yescrib el soneto que empieza Lo que se me opone.Lo que se me opone muere en la mente,hermosa alegra, cuando voy a veros;y cuando estoy cerca de vos, oigo que Amordice: Escapa, si te asusta morir.El semblante muestra el color del corazn,que, desfallecido, se apoya donde puede;y por la ebriedad del gran temblor pareceque las piedra gritaran: Muere, muere.Peca quien entonces me vey no consuela mi alma afligida,25/111demostrando solamente que de m se duele,por la piedad, que vuestra burla mata,la cual se crea en la vista muertade los ojos, que desean su propia muerte.Este soneto se divide en dos partes: en la primera digo la raznpor la que no me resisto a ir junto a esta dama; en la segunda digolo que me sucede por ir a su lado; y esta parte comienza y cuandoestoycercadevos. Yasuvezestasegundapartesedivideencinco, conforme a cinco diversas narraciones: en la primera digolo que Amor, aconsejado por la razn, me dice cuando estoy cercade ella; en la segunda manifiesto el estado de mi corazn tomandocomo ejemplo el rostro; en la tercera digo cmo toda mi seguridadse desvanece; en la cuarta digo que peca quien no muestra piedadhacia m, para que yo tenga algn alivio; en la ltima digo por qulos otros deberan tener piedad, y esto sera por el piadoso aspectoque adquieren mis ojos; este aspecto piadoso es destruido, esto es,no se muestra ante los dems, por la burla de esta dama, que em-puja a un acto semejante a quienes tal vez veran esta piedad. Lasegunda parte comienza El semblante muestra; la tercera, y porla ebriedad; la cuarta, Peca quien; la quinta, por la piedad.XVI. Despus de escribir este soneto, tuve el deseo de decir otraspalabras, con las cuales explicase todava cuatro cosas acerca demi estado, las cuales no me pareca que hubiesen sido manifesta-das an por m. La primera de ellas es que muchas veces sentadolor cuando mi memoria incitaba a la fantasa a imaginar lo queme haca Amor. La segunda es que Amor muchas veces measaltaba de pronto tan violentamente, que en m no quedaba nadade vida salvo un pensamiento que hablaba de esta dama. La ter-cera es que cuando esta batalla de Amor as me combata, yo me26/111encaminaba casi totalmente plido a ver a mi dama, creyendo quesuvistamedefenderadeesteasalto, yolvidandoloqueporaproximarmeatantagentilezamesuceda.Lacuartaesquetalvistanosolamentenomedefenda, sinoquefinalmentedes-barataba mi poca vida. Sobre todo esto escrib el soneto que comi-enza Muchas veces.Muchas veces me vienen a la mente las oscurascualidades que Amor me da, y me apiadode m mismo, de tal modo que a menudo digo:Ay de m! Les ocurre esto a los dems?.Pues Amor me asalta tan repentinamente,que la vida casi me abandona:slo un espritu me queda vivo,y ste sobrevive todava porque habla de vos.Luego me esfuerzo, pues deseo salvarme;y as, desfallecido y falto de todo valor,vengo a veros, creyendo que sanar:y si alzo los ojos para miraros,se inicia en mi corazn un estremecimientoque hace que el alma se separe de los pulsos.Este soneto se divide en cuatro partes, segn las cuatro cosasque refiere, y puesto que estn sobradamente explicadas, no medetengosinoasealarlasdiferentespartesporsuscomienzos:as, la segunda parte empieza Pues Amor; la tercera, Luego me es-fuerzo; la cuarta, y si alzo.27/111XVII. Despus de escribir estos tres sonetos, en los que me dirigaa esta dama, y que haban referido casi completamente mi estado,considerando callar y no decir ms, pues me pareca haber dichodem losuficiente, aunqueluegocallasesiempreanteella, meconvena tomar nueva materia, ms noble que la anterior. Ypuesto que la causa de la nueva materia es agradable de or, hab-lar de ella lo ms brevemente que pueda.XVIII. Puestoquepor mi semblantemuchas personas habancomprendidoel secretode mi corazn, ciertas damas que sehallaban reunidas, y que se deleitaban unas en compaa de otras,conocan tambin mi corazn, puesto que cada una de ellas habaestado presente en muchas de mis derrotas; y, pasando cerca deellas, como guiado por la fortuna, me llam una de estas gentilesdamas. La que me haba llamado era dama de muy hermoso hab-lar; as, que cuando llegu delante de ellas, y vi bien que mi gen-tilsima dama no las acompaaba, tranquilizndome, las salud yles pregunt qu queran. Haba otras que me miraban, esperandoa que hablase. Otras haba que conversaban. Una de stas,volviendo sus ojos hacia m y llamndome por mi nombre, dijo es-tas palabras: Con qu fin amas a esta dama, que no puedes resi-stir su presencia? Dnoslo, porque el fin de tal amor debe ser cier-tamente muy singular. Y luego que me hubo dicho estas palab-ras, no slo ella, sino todas las dems, esperaron atentamente mirespuesta. Entonceslesdije:Damas, elfindemiamorfueenotro tiempo el saludo de esta dama, lo que tal vez vosotras sepis,y en l resida mi felicidad, pues era el fin de todos mis deseos.Pero despus que quiso negrmelo, mi seor, Amor, ha puesto mifelicidadenloquenomepuedefaltar. Entoncesestasdamas28/111comenzaron a hablar entre ellas; y as como a veces vemos caer elagua mezclada con nieve, as me pareca que sus palabras salanmezcladas consuspiros. Yluegoque hubieronhabladoalgntiempoentreellas, ladamaquesehabadirigidoamprimeroanmedijoestaspalabras: Queremosquenosdigasenquresidetufelicidad. Yyo, respondindole, habldeestemodo:En las palabras que alaban a mi dama. Entonces contestme laque me hablaba: Si dijeses la verdad, las palabras que has dichodescribiendo tu estado, las habras utilizado con otra intencin.Por lo que yo, pensando en lo ltimo que me haba dicho, me sep-ar de ellas casi avergonzado, y me fui diciendo para m: Ya quehaytantafelicidadenlaspalabrasquealabanamidama, porqu ha sido otro lenguaje el mo?. Por lo que me propuse tomarsiempre como materia de lo que escribiese aquello que fuera enalabanzademi gentilsima; ymeditndolomucho, meparecahaber emprendidountrabajodemasiadoelevadoparam, desuerte que no me atreva a comenzar; y as pas varios das condeseo de escribir y con miedo a comenzar.XIX. Sucedi despus, que yendo por un camino a lo largo del cu-al flua un ro muy claro, me vino un deseo tan grande de escribir,que me puse a pensar el modo en que lo hara; y pens que no eraconvenientehablardeella, salvoquelohiciesedirigindomeaotras damas en segunda persona, y no a todas, sino slo a aquellasque son gentiles, y no hembras simplemente. Entonces mi lenguahabl como movida por s misma, y dijo: Damas que tenis en-tendimientodeamor. Guardestaspalabrasenmimentecongran alegra, pensando tomarlas como principio de una composi-cin;porloquedespus, unavezderegresoenlamencionada29/111ciudad, pensandoalgunosdas, comencunacancinconesteprincipio, ordenada del modo que se ver ms adelante en su di-visin. La cancin empieza Damas que tenis.Damas que tenis entendimiento de amor,quiero hablar con vosotras de mi dama,no porque crea agotar su alabanza,sino para desahogar la mente conversando.Digo que cuando pienso en su valor,tan dulce Amor se me hace sentir,que si entonces no perdiera el atrevimiento,con mi hablar hara que se enamorase la gente;Y no quiero hablar tan altoque por temor me vuelva vil;sino que tratar de su noble condicin,por respeto a ella, ligeramente con vosotras,damas y doncellas enamoradas,pues no es cosa que deba hablarse con ningn otro.Un ngel invoca al divino intelectoy dice: Seor, en el mundo se vecomo maravilla el acto que procedede un alma cuyo resplandor alcanza hasta aqu.El cielo, que no tiene otro defectoque el de no tenerla, la reclama a su Seor,y todos los santos suplican esa merced.Slo la Piedad nuestra parte defiende,y habla Dios, que conoce bien a mi dama:Amados mos, sufrid con resignacin quevuestra esperanza est ahora, y cuanto yo desee,all donde hay uno que espera perderla,30/111y que dir en el infierno: Oh mal nacidos!Yo vi la esperanza de los bienaventurados.Mi dama es deseada en lo ms alto del cielo:ahora quiero haceros saber de su virtud.Digo que la que quiera parecer noble dama,vaya con ella, pues cuando pasa por la calle,Amor arroja hielo en los corazones villanos,y as congela y mata todos sus pensamientos;y quien pudiera soportar el mirarla,se ennoblecera, o morira.Y cuando encuentra a alguien que es dignode contemplarla, se prueba su virtud,pues se le vuelve salud lo que ella le da,y tanta humildad le entrega, que toda ofensa olvida.Y todava Dios le ha concedido,como excelente gracia, que no puedaterminar mal quien le ha hablado.Dice de ella Amor: Algo mortal,cmo puede ser tan hermoso y puro?.Luego la mira, y jura para sque Dios pretenda hacer algo nuevo.Tiene casi el color de las perlas, tal comole conviene a una dama, no sin mesura:ella es cuanto de bien puede hacer la naturaleza;y la hermosura se prueba con su ejemplo.De sus ojos, segn ella los mueva,brotan espritus inflamados de amor,que hieren los ojos de quien la mira,y de tal manera lo atraviesan, que cada uno alcanzael corazn: vosotras veis Amor pintadoen su rostro, all donde nadie puede mirarlafijamente. Cancin, yo s que irs hablando31/111a muchas damas, luego que te enve.Te aconsejo ahora, porque te he educadocomo hija de Amor, joven y sencilla,que all donde vayas, suplicando digas:Mostradme el camino, pues me envana aquella de cuya alabanza estoy adornada.Y si no quieres andar en vano, no permanezcasdonde haya gente villana: procura, si puedes,mostrarte slo a damas y hombres corteses:ellos te guiarn por el camino ms rpido.Junto a ella encontrars a Amor;encomindame a l, como debes hacer.Esta cancin, para que sea mejor comprendida, la dividir msartificiosamente que las anteriores composiciones. Por ello, hagoprimero tres partes: la primera es el proemio de las palabras quesiguen; la segunda es el propsito tratado; la tercera depende delas palabras que anteceden. La segunda empieza Un ngel invoca;la tercera, Cancin, yo s que. La primera parte se divide a su vezen cuatro: en la primera digo a quin quiero hablar de mi dama, ypor qu quiero hablar; en la segunda digo qu pasa en m cuandopienso en su valor, y cmo hablara si no perdiese el atrevimiento;en la tercera digo cmo quiero hablar de ella, para no verme im-pedido por la vileza; en la cuarta, repitiendo a quines deseo hab-lar, explicolacausaporlaqueleshablo. LasegundaempiezaDigo; la tercera, Y no quiero hablar; la cuarta, damas y doncellas.Despus, cuando digo: Un ngel invoca, comienzo a tratar de estadama. Y esta parte se divide en dos: en la primera digo lo que deella se concibe en el cielo; en la segunda digo lo que de ella se con-cibe en la tierra, a partir de Mi dama es deseada. Esta segundaparte se divide en dos: en la primera hablo de ella en cuanto a lanobleza de su alma, refiriendo algo de las virtudes efectivas que32/111proceden de su alma; en la segunda hablo de ella en cuanto a lanobleza de su cuerpo, refiriendo algo de su hermosura, a partir deDicedeellaAmor. Estasegundapartesedivideendos: enlaprimera hablo de algunos de sus encantos considerando toda supersona; en la segunda hablo de algunos de sus encantos consid-erando determinada parte de su persona; y sta empieza De susojos. Esta segunda parte se divide en dos: en la primera hablo desusojos,quesonprincipiodeamor;enlasegundahablodesuboca, queesfindeamor. Yparaquedesaparezcatodoviciosopensamiento, recuerde quien esto lee, cmo anteriormente se haescrito que el saludo de esta dama, el cual consista en un gesto desu boca, fue el fin de mis deseos mientras lo pude recibir.Despus, cuandodigo: Cancin, yosque, aadounaestanciaque hace de servidora de las otras, y en la que digo lo que esperode mi cancin; ya que esta ltima parte es fcil de entender, nome entretengo en hacer ms divisiones. S bien que para esclare-cer el objeto de esta cancin, sera conveniente servirse de divi-siones ms minuciosas; pero no obstante, no me disgustara si ladiese de lado quien no tiene tanto ingenio como para compren-derla por estas que hemos hecho, pues con todo, estoy seguro decomunicarabastantessusentido, sisucedequesonmuchosalcabo los que la oyen.XX. Luegoqueestacancincomenzaraadivulgarseentrelasgentes, como la oyese un amigo mo, el deseo le hizo rogarme queledijeraquesAmor, demostrandoporlaspalabrasquehabaodo una confianza en m mayor de la que mereca. Por lo que yo,creyendoquedespusdelanteriordiscursomeconvenahablaralgo de Amor, y pensando que mi amigo era digno de ser servido,me propuse escribir algunas palabras en las que tratase de Amor;y entonces hice el soneto que empieza Amor y noble corazn.33/111Amor y noble corazn son la misma cosa,tal como dice el sabio en su cancin[19],y as no puede ser uno sin otrocomo el alma racional sin la razn.Naturaleza los hace cuando est enamorada;Amor es su seor y el corazn su casa,dentro de la cual durmiendo reposa,a veces una corta, y otras, una larga estacin.La belleza aparece despus en una discretadama, que agrada tanto a los ojos, que dentrodel corazn nace un deseo del objeto que agrada;y a veces dura tanto en ste, que haceque despierte el espritu de Amor.E igual hace en la dama el hombre de vala.Estesonetosedivideendospartes:enlaprimerahablodeAmorencuantoestenpotencia;enlasegundahablodelencuanto de potencia se transforma en acto. La segunda empieza Labelleza aparece. La primera se divide en dos: en la primera digoen qu sujeto se encuentra esta potencia; en la segunda digo cmoeste sujeto y esta potencia se han transformado en ser, y cmo esuno respecto a otro como lo es la forma a la materia. La segundacomienzaNaturalezaloshace. Luegocuandodigo: Labellezaaparece, hablo de cmo esta potencia se convierte en acto;primero cmo se transforma en el hombre, y luego cmo se trans-forma en la mujer: E igual hace en la dama.XXI. Luego que trat de Amor en el anterior soneto, tuve el deseode decir tambin, en alabanza de esta gentilsima, palabras en lasque mostrase cmo por ella despierta este Amor, y cmo no slo34/111despierta all donde duerme, sino cmo ella, obrando admirable-mente, lo hace nacer tambin donde no est en potencia. Y escribentonces el soneto que empieza En los ojos mi dama.En los ojos mi dama lleva Amor, y se hace nobletodo lo que ella mira; por donde pasa,todos los hombres hacia ella se vuelven,y a quien saluda le hace temblar el corazn, por eso,bajando la mirada, ste palidece enteramente,y por todos sus defectos entonces suspira;huyen delante de ella la soberbia y el orgullo.Damas, ayudadme a honrarla.Toda dulzura y todo humilde pensamientonacen en el corazn de quien la oye hablar,por lo que es alabado quien antes la ha visto.Lo que ella parece cuando un poco sonre,no se puede decir ni guardar en la memoria,tan inusitado y noble es el prodigio.Estesonetotienetres partes: enlaprimeradigocmomidama convierte esa potencia en acto conforme a la nobilsima in-tervencin de sus ojos; en la tercera digo lo mismo conforme a lanobilsima intervencin de su boca; y entre estas dos partes hayuna ms pequea, que hace de peticin de ayuda a la parte que leantecede y a la siguiente, y que comienza Damas, ayudadme. Latercera comienza Toda dulzura. La primera se divide en tres: enla primera digo cmo por su virtud hace noble todo lo que mira, yesto es tanto como decir que incita a Amor en potencia all dondeno est; en la segunda digo cmo convierte a Amor en acto en los35/111corazones de quienes mira; en la tercera digo lo que virtu-osamenteobradespusenesoscorazones. Lasegundaempiezapordondepasa;latercera, yaquiensaluda. Despus, cuandodigo: Damas, ayudadme, doy a entender a quin tengo intencinde hablar, llamando a las damas para que me ayuden a honrarla.Despus, cuando digo: Toda dulzura, repito lo mismo que est di-cho en la primera parte, segn dos gestos de su boca; uno de elloses su dulcsimo hablar, y el otro, su admirable sonrisa; aunque nodigo qu produce esta ltima en los corazones, puesto que la me-moria no puede retener esa sonrisa ni sus efectos.XXII. Pocosdasdespusdeesto, luegoquequisoel gloriosoSeor que no rehus la muerte para s, aquel que fuera elpadre[20]de tanta maravilla como mostraba ser la nobilsima Be-atriz, dejando esta vida, march a la gloria eterna. Y as, puestoque tal separacin es dolorosa para los que se quedan y han sidoamigos del que se va, y no hay amistad ms ntima que la del buenpadre con el buen hijo y la del buen hijo con el buen padre, y estadamatenaunaltsimogradodebondad, ysupadre, as comocreen muchos y es cierto, era bueno en grado sumo, resulta evid-ente que esta dama sufri con amargura un inmenso dolor. Y yaque, segnlacostumbredelacitadaciudad, las damas yloshombres se renen por separado en tales duelos, muchas damasse reunieron all donde Beatriz lloraba piadosamente: y al ver quealgunas volvan de estar con ella, o que stas hablaban de la gen-tilsima y de cmo ella se lamentaba; entre lo que decan escuchesto: Ella llora de tal modo, que quien la mirase debera en ver-dad morir de pena. Despus de pasar estas damas, yo qued tanapenado, que a veces alguna lgrima baaba mi rostro, por lo quea menudo yo cubra mis ojos con las manos; y si no fuese porqueesperabaor ms deella, pues estabaenunlugar por donde36/111pasaba la mayor parte de las damas que venan de estar a su lado,mehabraescondidonadamsasaltarmelaslgrimas. Yper-maneciendotodavaenel mismolugar, anpasaronami ladootras damas, las cuales hablaban entre s de esta manera: Quinde nosotras volver nunca a estar alegre, cuando hemos odo hab-lar con tanta tristeza a esta dama?. Tras stas pasaron otras da-mas que iban diciendo: Ese que est ah llora ni ms ni menoscomo si la hubiese visto igual que nosotras. Otras decan luegode m: Ved a ese que no parece l mismo de demudado que es-t!. Y as, mientras pasaban estas damas, oa hablar de ella y dem del modo que se ha dicho. Por lo que yo, pensando en ello, mepropuseescribirunaspalabras, yaquetenadignomotivoparahacerlo, en las que incluyese todo lo que haba odo a estas damas;y aunque les hubiera preguntado con gusto, si ello no me hubiesesupuesto censura, tena tanta materia para hablar como si les hu-biera preguntado y ellas me hubiesen respondido. E hice estos dossonetos: enel primeropreguntodel mismomodoenquetuvedeseos de preguntar; en el otro digo su respuesta, tomando lo queles o como si me lo hubieran dicho respondiendo. Y el primerocomienza Vosotras que trais humilde semblante, y el otro, Erest aquel que ha hablado a menudo?Vosotras que trais humilde semblante,con los ojos bajos, mostrando dolor,de dnde vens que vuestro colorse ha hecho semejante al de la piedad?Visteis a nuestra gentil damabaar a Amor de llanto en su rostro?Decdmelo, damas, que el corazn me lo estdiciendo, pues os veo pasar sin gesto vil.37/111Y si vens de tanta piedad,complaceos en quedar aqu conmigo un poco,y no me ocultis nada que se refiera a ella.Veo que han llorado vuestros ojos,y os veo volver tan apesadumbradas,que slo de ver esto el corazn me tiembla.Este soneto se divide en dos partes: en la primera llamo a estasdamasylespreguntosi vienendeverla, dicindolesqueas locreo, pues se muestran ennoblecidas; en la segunda les ruego queme hablen de ella. La segunda comienza Y si vens.Tal como antes hemos dicho, a este soneto le acompaa otro.Eres t aquel que ha hablado a menudode nuestra dama, conversando con nosotras?En la voz te asemejas bastante a l,pero tu aspecto parece distinto.Y por qu lloras tan de corazn,haciendo que los dems se compadezcan de ti?La has visto llorar y por eso no puedesocultar tu doloroso sufrimiento?Djanos marchar llorando y entristecidas(acaso peca quien nos consuela),pues la omos hablar mientras lloraba.Ella tiene la piedad en su rostro tan a la vista,que quien la hubiese querido mirar mientraslloraba, habra muerto delante de ella.Estesonetotienecuatropartes, segnloscuatromodosdehablar que tuvieron las damas por quienes respondo; y puesto quehan sido suficientemente explicados ms arriba, no me38/111entretengoenreferirelsentidodelaspartes,yporellolasdis-tingosolamente. LasegundacomienzaYporqulloras?; latercera, Djanos marchar; la cuarta, Ella tiene.XXIII. Pocos das despus de esto sucedi que en una parte de micuerpomesobrevinounadolorosaenfermedad, porloqueso-port durante nueve das continuamente un amargo sufrimiento,el cual me produjo tanta debilidad, que hube de permanecer comoaquellos que no pueden moverse. Y digo que en el noveno da, sin-tiendoundolorcasiintolerable, measaltunpensamientoqueera sobre mi dama. Y cuando hube pensado algo en ella, y volv apensar en mi debilitada vida, viendo qu ligero era su durar, auncuando estuviese sana, empec a llorar para m por tanta miseria.Por lo que, suspirando fuertemente, me deca a m mismo: Ne-cesariamente ha de ocurrir que la gentilsima Beatriz se muera al-gn da. Por ello fui presa de una turbacin tan fuerte, que cerrlos ojos y comenc a angustiarme como una persona frentica y aimaginar deestemodo: enel principiodeerrar quehizomifantasa, aparecieron ante m unos rostros de mujeres desgrea-das,lascualesmedecan:Ttambinmorirs.Ydespusdeestasmujeres, semeaparecierondiversosrostroshorriblesdever, que me decan: T ests muerto. Comenzando a errar deesta forma mi fantasa, llegu incluso a no saber ni dnde me en-contraba; y me pareca ver a unas mujeres desgreadas que ibanllorando por un camino, maravillosamente triste; y me pareca verque el sol se oscureca, de modo que las estrellas mostraban uncolor por el que me hacan pensar que lloraban; y me pareca quelos pjaros que volaban por el are caan muertos, y que se pro-ducangrandsimos temblores de tierra. Ymaravilladode talfantasa, y muy asustado, me imagin qu un amigo vena a de-cirme: Todava no lo sabes? Tu admirable dama ha dejado este39/111mundo. Entonces comenc a llorar muy piadosamente; y no slolloraba en la imaginacin, sino que lloraba con los ojos, bando-los de verdaderas lgrimas. Imaginaba que mirando hacia el cielo,me pareca ver una multitud de ngeles, los cuales volvan haciaarribaytenandelantedeellosunanubecillablanqusima. Mepareca que estos ngeles cantaban gloriosamente, y las palabrasde su canto me pareca que eran stas: Hosanna in excelsis. En-toncesmeparecacomosielcorazn,dondetantoamorhaba,me dijese: Es cierto que yace muerta nuestra dama. Y entoncesme pareca ir a ver el cuerpo en que haba estado aquella santa ynobilsimaalma;yfuetanfuertelaerradafantasa, quellegamostrarme a esta dama muerta: y me pareca que unas mujeres lecubranlacabezaconunblancovelo;ymeparecaquesucaratenatal aspectodehumildad, queparecadecir:Voyaverelprincipio de la paz. En esta imaginacin, me invadi tanta hu-mildad por haberla visto, que yo llamaba a la Muerte y le deca:Dulcsima Muerte, ven a m, y no seas descorts, pues debes sergentil viniendo de tal parte. Ven a m ahora, que mucho te deseo,como lo ves, pues llevo ya tu color. Y cuando haba visto cumplirtodos los dolorosos oficios que se acostumbra a hacer a los cuer-pos delos muertos, meparecavolver ami alcoba, yall mepareca mirar hacia el cielo; y tan fuerte era mi imaginacin, quellorandocomencadecir converdaderavoz: Oh, almaher-mossima,qubienaventuradoesquienteve!.Ycuandodecaestas palabras entre tristes sollozos, e invocaba a la Muerte paraque viniese a m, una dama, noble y joven, que estaba junto a milecho, creyendo que mi llanto y mis palabras se deban solamenteal dolor de mi enfermedad, empez a llorar muy asustada. Por locual, otras damas que estaban en la habitacin advirtieron que yolloraba por el llanto que vean en la otra; y apartando de mi lado a40/111sta, que estaba unida a m por un parentesco muy prximo, seacercaron ellas para despertarme, pensando que yo soaba, y medijeron:Dejadedormir;noteaflijas. Yhablndomedeestamanera, ces en m aquella triste fantasa cuando yo quera decir:Oh, Beatriz, bendita seas!; y haba dicho ya: Oh, Beatriz!,cuando despertando abr los ojos y me di cuenta de que estaba en-gaado. Y pese a llegar a decir ese nombre, mi voz sala tan rotaporel sollozodel llanto, queestasdamasnomepudieronen-tender, segn creo; y aunque yo me avergonzaba mucho, sin em-bargo, por admonicin de Amor me volv hacia ellas. Y cuando mevieron, empezaron a decir: Parece un muerto, y decan entre el-las: Procuremos consolarlo; por lo que me dirigan muchas pa-labras para consolarme, y a veces me preguntaban de qu habatenido miedo. Al cabo, habindome recuperado un poco, y siendoconsciente de la falaz imaginacin, les respond: Os dir lo queme ha pasado. Entonces les dije de principio a fin lo que habavisto, callando el nombre de mi gentilsima dama. As que luego,libredeestaenfermedad, mepropuseescribirsobreloquemehaba sucedido, pues pareca que era cosa grata de or; y escribsobre ello la cancin que empieza Una dama piadosa y joven, yque est ordenada como refiere la infrascrita divisin.Una dama piadosa y joven,vestida de toda gentileza humana, que estaba all,donde yo invocaba muchas veces a la Muerte,viendo mis ojos llenos de piedady oyendo mis vanas palabras,se puso asustada a llorar fuertemente.Y otras damas, que repararonen m por la que conmigo lloraba,41/111la hicieron apartarse,y se acercaron para reanimarme.Una deca: No duermas,y otra: Por qu te afliges tanto?.Entonces dej mi nueva fantasa,cuando invocaba el nombre de mi dama.Mi voz era tan dolientey sala tan rota por la angustia del llanto,que yo slo entend el nombre en mi corazn;y con el aspecto de vergenzaque haba sometido a mi rostro,me hizo Amor volverme hacia ellas.Tal color se mostraba en m,que haca a los otros pensar en la muerte:Oh, consolmosle!,rogaban unas a otras;y decan a menudo:Qu has visto, que has perdido el valor?.Y cuando me sent ms recuperadodije: Damas, os lo dir.Mientras pensaba en mi frgil vida,y vea cmo de breve es su durar,llor Amor en mi corazn, donde habita,pues mi alma se hallaba tan perdida,que suspirando deca en el pensamiento:Un da ha de morir mi dama.Tuve tal turbacin entonces, que cerrmis ojos miserablemente oprimidos,y se desalentaron tantomis espritus, que iban errantes;y luego, imaginandofuera de verdad y conocimiento,42/111irritados rostros de mujer se me aparecieron,que tambin me decan: Morirs, morirs.Despus vi muchas cosas terriblesen el vano imaginar en que me perd;y me pareca estar no s en qu sitio,y ver mujeres que por la calle iban desceidas,unas llorando, lamentndose otras,y que lanzaban ardientes rayos de tristeza.Luego me pareci ver cmo lentamentese oscureca el sol y apareca la estrella,y cmo ambos lloraban;caer a los pjaros que iban por el aire,y temblar la tierra;y apareca un hombre dbil y plido,que me dijo: Qu haces? No sabes la nueva?Ha muerto tu dama, que era tan hermosa.Alzaba mis ojos baados en lgrimas,y vea los ngeles que regresaban hacia lo altodel cielo, semejantes a una lluvia de man,y delante tenan una nubecilla,detrs de la cual todos gritaban: Hosanna;y si hubiesen dicho algo ms, os lo dira.Entonces dijo Amor: No te lo oculto ms;ven a ver a nuestra dama que yace.La falaz imaginacinme condujo a ver a mi dama muerta;y cuando la vi,unas damas la cubran con un velo;y ella tena en s humildad tan verdadera,que pareca decir: Estoy en paz.Tan humilde me volva aquel dolor,y vea en ella humildad tan perfecta,43/111que dije: Muerte, muy dulce te considero;debes ahora ser noble,ya que has estado en mi dama,y debes tener piedad y no desdn.Mira que vengo con un deseo tan grandede ser de los tuyos, que me asemejo a ti por mi fe.Ven, que el corazn te llama.Luego me iba, consumado todo duelo;y cuando qued solo,dije mirando hacia el alto Reino:Bienaventurado quien te ve, alma bella!Y entonces vos me despertasteis, vuestra merced.Esta cancin tiene dos partes: en la primera digo, hablando aunapersonaindeterminada,cmociertasdamasmesacarondeuna vana fantasa, y cmo les promet contrsela; en la segundadigo cmo les habl. La segunda empieza Mientras pensaba. Laprimera parte se divide en dos: en la primera digo cuanto variasdamas, y una sola, dijeron e hicieron debido a mi fantasa antes deque yo retornase a mi verdadero estado; en la segunda digo lo queestas damas me dijeron luego que dej aquel desvaro; y esta partecomienzaMi vozera. Despus, apartirde: Mientraspensaba,digo cmo les cont mi visin. Y acerca de esto hago dos partes:en la primera enuncio por orden esta fantasa; en la segunda, di-ciendo en qu momento me despertaron, les doy las gracias vela-damente; y esta parte comienza Y entonces vos.XXIV. Un da, despus de este vano ensueo, sucedi que mien-tras me hallaba pensativo, sentado en cierto lugar, sent cmo seiniciaba un temblor en mi corazn, como si me hubiese hallado enpresencia de esta dama. Declaro que entonces me sobrevino una44/111visin de Amor; y me pareci verlo venir de donde mi dama es-taba, y que deca alegremente en mi corazn: Piensa en bendecirel da en que yo te tom, puesto que debes hacerlo. Y en verdadmeparecatenerel corazntanalegre, quenoparecasermicorazn, a causa de su nuevo estado. Y poco despus de estas pa-labras, que el corazn me dijo con el lenguaje de Amor, vi venirhacia m a una noble dama, cuya belleza era muy conocida, y quehabasidoladamamuyamadademi primer amigo[21]. YelnombredeestadamaeraJuana, aunqueporsubelleza, segnpiensan todos, se le haba impuesto el nombre de Primavera; y aserallamada.Ydetrsdeella,viquevenalaadmirableBeatriz.Estas damas pasaron junto a m una tras otra, y me pareci queAmor me hablaba en el corazn, y deca: La primera es llamadaPrimavera slo por la venida de hoy, pues yo mov a quien le pusoese nombre a llamarla as, Primavera, esto es, primero vendr[22]el da que Beatriz se muestre despus de la visin de su vasallo. Ysi quieres considerar tambin su primer nombre, es tanto comodecir primero vendr, ya que su nombre de Juana es por el deJuan, aquel que precedia la luz verdadera y dijo: Egovoxclamantisindeserto: parateviamDomini[23]. Ydespusmepareci orle decir tambin estas palabras: Y quien quisiese con-siderarlosutilmente, llamaraAmoraBeatriz, porlamuchase-mejanza que tiene conmigo. Por lo que yo, volviendo a pensar enesto, me propuse escribir en rima a mi primer amigo (callndomeciertas palabras que me pareca conveniente callar), creyendo quesu corazn contemplaba todava la belleza de esta gentilPrimavera; e hice el soneto que empieza Yo senta quedespertaba.45/111Yo senta que despertaba dentro demi corazn un espritu amoroso que dorma:y luego vi venir desde lejos a Amor:estaba tan alegre, que apenas lo conoc,y me dijo: Piensa ahora en honrarme;y a cada palabra suya se rea.A poco de estar conmigo mi seor,mirando por donde l haba venido,vi a mi dama Vanna y a mi dama Bice[24]venir hacia el lugar donde me encontraba:y eran una maravilla tras de otra;y as como la mente me lo repeta,Amor me lo dijo: Aqulla es Primavera,y aquella otra se llama Amor, tanto se me parece.Este soneto tiene muchas partes: la primera de ellas dice cmosentquedespertabaen micoraznel tembloracostumbrado,ycmo me pareci que Amor de lejos se me apareca alegre en micorazn; la segunda dice cmo me pareca que Amor me hablabaenmicorazn,yqumepareca;laterceradicecmo,despusque as estuviera l un poco conmigo, vi y o ciertas cosas. La se-gunda parte comienza y me dijo: Piensa ahora; la tercera, Apocodeestar. Latercerapartesedivideendos:enlaprimeradigo lo que vi; en la segunda digo lo que o. La segunda comienzaAmor me lo dijo.XXV. Podra dudar aqu alguien merecedor de que toda duda se leexplicara, ypodradudardeesto, asaber, quehablodeAmorcomo si fuese algo por s mismo, y no slo sustancia inteligente,sino como si fuera sustancia corporal: cosa que, a decir verdad, es46/111falsa; pues Amor no es por s sustancia, sino que es un accidenteen la sustancia. Y que yo hable de l como si fuese un cuerpo, in-cluso como si fuese hombre, parece por tres cosas que digo de l.Digo que lo vi venir, por lo cual, ya que venir expresa cambio delugar, y solamente los cuerpos, segn el Filsofo[25], pueden cam-biardesitio, parecequeyoconsideroqueAmoresuncuerpo.Tambin digo de l que rea, e incluso que hablaba; cosas ambasque parecen ser propias del hombre, y especialmente tener la ca-pacidad de rer; y por eso parece que lo considero hombre. Paraexplicar tal cosa, segn lo que al presente conviene, debe saberseprimeroqueantiguamentenohabapoetasdeamorenlenguavulgar[26]; ms bien, hubo ciertos poetas de amor en lengua lat-ina; entre nosotros, digo, aunque quiz entre otras gentes ocurra,o todava ocurre, como en Grecia, que no poetas en lengua vulgar,sinoinstruidos, tratabanestostemas. Ynohanpasadomuchosaos desde que por primera vez aparecieran estos poetas en len-gua vulgar; pues escribir rimado en vulgar es tanto como hacerlocon versos en latn, conforme a una proporcin. E indicio de quehace poco tiempo, es que si queremos buscar en la lengua de oc yen la de s, no encontramos cosas que hayan sido dichas antes deciento cincuenta aos atrs. Y la causa por la que algunoshombres toscos tuvieron fama de saber decir con rima es que casifueron los primeros en hacerlo en lengua de si. Y el primero quecomenz a decir como poeta vulgar lo hizo porque quera hacerseentender por una dama, a la cual le era difcil comprender los ver-sos latinos. Y esto es contrario a los que riman sobre otra materiaque la amorosa, ya que tal manera de hablar fue ideada desde unprincipio para tratar de amor. Por lo cual, puesto que a los poetasles es concedida mayor licencia en el decir que a los que escribenen prosa, y estos que dicen con rimas no son otra cosa que poetas47/111enlenguavulgar, esrazonableyconvenientequeaellosselesotorgue mayor licencia en el decir que a los dems que escribenen lengua vulgar: de donde, si alguna figura o expresin retricase concede a los poetas, sta les es concedida a los rimadores. Porlo tanto, si vemos que los poetas han hablado a las cosas inanima-das, como si stas tuviesen sentidos y razn, y las han hecho hab-lar en general; y no solamente a las cosas reales, sino tambin alas irreales, esto es, que han dicho que hablan cosas que no ex-isten, y que muchos accidentes hablan, como si fueran sustanciasy hombres; justo es que pueda el rimador hacer lo mismo, pero nosin plan alguno, sino con razonamiento que luego sea susceptibledeserexplicadoenprosa. Quelospoetashayanhabladodelaforma en que se ha dicho, se ve en Virgilio cuando, en el primerlibro de la Eneida, dice que Juno, esto es, una diosa enemiga delos troyanos, habl a Eolo, seor de los vientos: Eole, nanque tibi,y que este seor le respondi: Tuus, o regina, quid optes explor-arelabor;michi iussacapesserefasest. Enestemismopoetahabla la cosa que no es animada a las cosas animadas, as en eltercerlibrodelaEneida:Dardanideduri. EnLucanohablalacosa animada a la cosa inanimada: Multum, Roma, tamen debescivilibus armis. En Horacio habla el hombre a la ciencia mismacomosi setratasedeunapersona; ynoslosonpalabrasdeHoracio,sinoquellasdice,ensuPotica,recordandoelgranHomero: Dic michi, Musa, virum. En Ovidio habla Amor, como sifuesehumano, enel comienzodel libroquetienepornombreLibro del Remedio de Amor. Bella michi, video, bella parantur,ait[27]. Esta explicacin puede ayudar a quien duda sobre algunaparte de este librito mo. Y para que por esto no se arme de auda-ciacualquierignorante, dirqueni lospoetashablabanas sinrazn, ni los rimadores debenhablar sintener razonamiento48/111algunoens delascosasquedicen; puesgranvergenzaserapara quien rimase bajo adorno de figura o de color retrico, si in-terpelado despus, no supiera despojar a sus palabras de tal ropa-je, de modoque fuesenverdaderamente comprendidas. Ymiprimer amigo[28]y yo sabemos que esto les sucede a muchos queriman alocadamente.XXVI. Esta gentilsima dama, de quien se ha tratado con anterior-idad, lleg a ser tan admirada por las gentes, que cuando pasabapor la calle, las personas corran para verla; por lo que yo sentaun maravilloso regocijo. Y cuando ella estaba cerca de cualquiera,tanta honestidad cubra el corazn de ste, que no se atreva a le-vantarlosojosni aresponderasusaludo; ydeello, muchos,comolohanprobado, podrandar testimonio a quiennolocreyese. Caminaba coronada y vestida de humildad, sin mostrarvanidad alguna por lo que ella vea y escuchaba. Muchos decandespus que hubiese pasado: sta no es mujer, sino que es unode los ms bellos ngeles del cielo. Y otros decan: sta es unamaravilla. Benditoseael Seor, quetanadmirablementesabehacer!. Digo que ella se mostraba tan gentil y tan llena de todoslosdones, quequieneslamirabanconcebanensunadulzurahonesta y delicada, de tal naturaleza, que no la saban referir; yninguno haba que pudiese mirarla y que al instante no le fueranecesariosuspirar. Estasyotrascosasadmirablesprocedandeella virtuosamente; por lo que yo, pensando en esto y queriendoproseguir el librito de su alabanza, me propuse escribir unas pa-labrasenlasquedieseaentendersusadmirablesyexcelentesefectos, paraquenosloquieneslapodanver, sinotodoslos49/111dems, supiesendeellaloquelaspalabraspuedendar aen-tender. Entonces escrib el soneto que empieza Tan noble.Tan noble y tan honesta parecemi dama cuando a alguien saluda,que toda lengua temblando, enmudece,y los ojos no se atreven a mirarla.Ella se va, oyndose alabada,benignamente de humildad vestida;y parece ser algo que ha venidodel cielo a la tierra a manifestar un milagro.Se muestra tan agradable a quien la mira,que lleva por los ojos una dulzura al corazn,que no puede entender quien no la prueba;y de sus labios parece salirun suave espritu lleno de amor,que va dicindole al alma: Suspira.Este soneto es tan sencillo de entender, por todo lo que se hareferido antes, que no precisa de divisin alguna; por esto, dejn-dolo de lado, [XXVII] digo que mi dama lleg a tal estado de gra-cia, que no solamente ella era honrada y alabada, sino que inclusomuchas otras damas eran alabadas y honradas por su causa. Porlo que, vindolo yo y querindolo manifestar a quien no lo vea,me propuse igualmente escribir unas palabras en las que esto sehiciese saber; entonces escrib este otro soneto, que comienza Veperfectamente toda salud, y que refiere de ella cmo su virtud in-flua en las otras, como aparece en la divisin.50/111Ve perfectamente toda saludquien ve entre las damas a mi dama;las que van con ella debenagradecer a Dios favor tan alto.Y su belleza tiene tanta virtud,que no provoca envidia alguna en las otras,sino que les hace marchar junto a ellavestidas de gentileza, de amor y de fe.Su vista vuelve humilde toda cosa;y no hace que parezca slo ella agradable,sino que todas reciben honor por ella.Y es tan gentil en sus actos,que nadie puede recordarlasin suspirar dulcemente de amor.Este soneto tiene tres partes: en la primera digo entre qu per-sonas pareca ms admirable mi dama; en la segunda digo cmoerandehermosassusacompaantes;enlatercerahablodelosefectos que obraba virtuosamente en las dems. La segunda partecomienza las que van; la tercera, Y su belleza. Esta ltima parte sedivide en tres: en la primera digo cules eran sus efectos en lasdamas en lo que se refiere a ellas mismas; en la segunda, culeseran sus efectos en las damas en lo que se refiere a los otros; en latercera digo cmo no slo en las damas, sino en las dems perso-nas, ynosolamenteestandoensupresencia, sinoinclusore-cordndola, admirablemente influa. La segunda empieza Suvista; la tercera, Y es tan gentil en sus actos.XXVII[XXVIII]. Despusdeesto, ciertodamepuseapensarsobre lo que haba dicho de mi dama en los dos sonetos preced-entes; y viendo en mi pensamiento que yo no haba hablado de lo51/111que al presente influa en m, me pareca haber hablado de modoimperfecto. Por eso, me propuse escribir unas palabras en las quedijesecmomeparecaestardispuestoasuinflujo,ycmoac-tuaba en m su virtud; y no creyendo que pudiese referirlo con labrevedaddeunsoneto, comencunacancin, cuyoinicioes:Tanto tiempo.Tanto tiempo me ha posedo Amory me ha acostumbrado tanto a su seoro,que si antes era duro para m,habita ahora dulcemente en mi corazn.Sin embargo, cuando me quita de tal modo el valor,que las facultades parecen abandonarme,siente mi frgil alma tantadulzura, que el rostro palidece;despus cobra Amor tanto poder sobre m,que hace moverse a mis espritus,y salir afuera invocando el nombrede mi dama, para que me d ms salud.Esto me sucede doquiera ella me ve,y es tan humilde cosa, que no se cree.XXVIII [XXIX]. Quomodo sedet sola civitas plena populo! factaest quasi vidua domina gentium[29]. Me encontraba todava en elpropsito de esta cancin, y haba completado la anterior estan-cia, cuando el Seor de la justicia llam a la gentilsima a estar enla gloria bajo la ensea de la bendita Virgen Mara, cuyo nombre52/111fuesiempremuyreverenciadoenlaspalabrasdelabienaven-turada Beatriz. Y aunque tal vez agradara tratar al presente algodesupartida, noesmi intencinhacerloportresrazones: laprimeraesqueellonosecorrespondeal propsitopresente, sitenemos en cuenta el proemio que abre este librito; la segunda esque, aunque correspondiera al presente propsito, mi lengua noalcanzara a tratar esto como se merece; la tercera es que, aunquelounoylootronofuesesuficiente, nomeconvienetratarlo,porque al hacerlo tendra por fuerza que alabarme a m mismo, yesto ltimo debe ser censurado en quien lo hace; por eso dejo taldisertacin a otro glosador. No obstante, ya que muchas veces elnmero nueve ha tenido un sitio entre lo que se ha dicho anterior-mente, y no sin causa, segn parece, y en su partida tal nmeroaparenta tener un lugar de importancia, conviene, por con-siguiente, decir de ello alguna cosa, dado que eso s pareceajustarse al propsito. Por lo que primero dir qu lugar ocup ensupartida, y despus sealar alguna raznpor la que estenmero fue tan amigo de ella.XXIX [XXX]. Digo que, segn la usanza de Arabia, su nobilsimaalma parti en la primera hora del noveno da del mes; y segn lausanza de Siria, parti el noveno mes del ao, pues el primer mesesall Tischri primero, queparanosotrosesOctubre; ysegnnuestra usanza, parti[30]en el ao de nuestra indiccin, esto es,de los aos del Seor, en que el perfecto nmero se haba cump-lidonuevevecesenlacentenaenqueellafuepuestaenestemundo, habiendo sido ella de los cristianosen la decimoterceracentena. Depor questenmeroeratanamigodeella, stapodra ser una razn:ya que, segn Tolomeo y segn la verdad53/111cristiana, son nueve los cielos mviles, y, segn la opinin comnde los astrlogos, los citados cielos influyen aqu abajo segn suposicin conjunta, este nmero fue amigo de ella para dar a en-tender que en su nacimiento los nueve cielos mviles se hallabanconcertados. sta es una razn; pero pensando ms sutilmente, ysegn la infalible verdad, este nmero fue ella misma; por similit-ud digo, y lo entiendo as: el nmero tres es la raz del nueve, yaque, sinningnotronmero, pors mismohaceal nueve. Porconsiguiente, si el tres es por s mismo factor del nueve, y el factorpor s mismode los milagros es tres, asaber, Padre, HijoyEsprituSanto, loscualessontresyuno, estadamafueacom-paadadel nmeronueveparadaraentenderqueellaeraunnueve, esto es, un milagro, cuya raz, la del milagro, es solamentela admirable Trinidad. Acaso una persona ms sutil vera en estouna razn ms sutil an; pero sta es la que yo veo, y la que msme place.XXX[XXXI]. Luegoqueellapartideestemundo, laciudadmencionada qued como viuda, despojada de toda dignidad; porlo que yo, llorando an en esta desolada villa, escrib a los prn-cipesdelatierraalgoacercadesucondicin, tomandoaquelcomienzo del profeta Jeremas que dice: Quomodo sedet sola civ-itas. Y digo esto para que nadie se sorprenda de que yo lo hayacitadomsarriba, casi comopreludiodelanuevamateriaqueviene despus. Y si alguno quisiera censurarme, porque no escriboaqu las palabras que siguen a la citadas, me excuso de ello, ya quemi intencin no fue otra desde un principio que escribir en lenguavulgar; y as, como las palabras que siguen a las citadas son todaslatinas, mesaldrademi propsitosi lasescribiese. Eidntica54/111intencin s que tuvo mi primer amigo, para quien esto escribo,es decir, que yo le escribiese solamente en lengua vulgar.XXXI[XXXII]. Luegoquemisojoshubieronlloradoporalgntiempo, y tanfatigados estabanque nopodandesahogar mitristeza, quise desahogarla con algunas palabras dolorosas, y paraello me propuse hacer una cancin, en la que, llorando, hablase deaqulla por quien tanto dolor destrua mi alma; e inici una can-cin que empieza Los afligidos ojos por piedad. Y para que estacancin parezca quedar ms viuda despus de que concluya, la di-vidir antes de escribirla; e igual har de aqu en adelante.Digo que esta afligida cancin tiene tres partes: la primera esproemio; en la segunda hablo de ella; en la tercera hablo a la can-cin piadosamente. La segunda parte empieza Beatriz se ha ido;latercera, Piadosacancinma. Laprimerapartesedivideentres:enlaprimeradigoqumemueveahablar;enlasegundadigo a quin quiero hablar; en la tercera digo de quin quiero hab-lar. La segunda empieza Y porque recuerdo; la tercera, y hablar.Despus, cuando digo: Beatriz se ha idot hablo de ella; y acerca deesto hago dos partes: primero digo la razn por la que nos fue ar-rebatada; despus digo cmo los dems lloran su marcha, y estaparte comienza, El alma gentil se separ. Esta parte se divide entres: en la primera digo quin no la llora; en la segunda digo quinla llora; en la tercera hablo de mi condicin. La segunda empieza,pero le asaltan la tristeza y el deseo; la tercera, Fuerte angustia.Despus, cuando digo: Piadosa cancin ma, hablo a esta cancin,indicndole a qu damas debe ir, y que se est con ellas.Los afligidos ojos por piedad del corazn55/111tanto han padecido la pena de llorar,que han quedado al fin vencidos.Ahora, si quiero desahogar el dolor,que poco a poco me lleva hacia la muerte,tendr que hablar suspirando.Y porque recuerdo que hablde mi dama, cuando ella viva,gustosamente con vosotras, nobles damas,no quiero hablar a los dems,sino al noble corazn que vive en una dama;y hablar llorando de ella,que al cielo se ha ido sbitamente,dejando a Amor doliente a mi lado.Beatriz se ha ido al alto cielo,al reino donde los ngeles tienen paz,y est con ellos, y a vosotras, damas, os ha dejado:no nos la arrebat la cualidad del froni la del calor, como les sucede a otras,sino su gran benignidad solamente;pues la luz de su humildadcruz los cielos con tanta fuerza,que hizo maravillarse al Seor eterno,de modo que tuvo el deseode llamar a su lado a tanta salud;y la hizo ir a l desde aqu abajo,porque vea que esta oscura vidano era digna de un ser tan noble.El alma gentil se separde su hermosa persona llena de gracia,y habita gloriosa en un digno lugar.Quien no la llora cuando habla de ellatiene un corazn de piedra, tan vil y malvado,56/111que en l no puede entrar espritu benigno.No hay alto ingenio de corazn tan villano,que pueda imaginarse algo de ellay no llorar de dolor:pero le asaltan la tristeza y el deseode suspirar y de morir de llanto,despojando de todo consuelo al almaa quien ve en el pensamiento cmo era ella,y cmo nos fue arrebatada.Fuerte angustia me dan los suspiros,cuando un grave pensamientome trae a la mente a la que me ha partido el corazn:y muchas veces, cuando pienso en la muerte,noto un deseo tan dulce,que el color del rostro me cambia.Y cuando imagino fijamente,me asalta por todas partes tanta pena,que me sobresalto por el dolor que siento;y tal me vuelvo, que la vergenza meaparta de las gentes.Despus, llorando, solo en mi lamentollamo a Beatriz, y digo: Ya ests muerta?;y mientras la invoco, me consuela.Llorar de dolor y suspirar de angustiadestroza mi corazn cuando me encuentro solo,de suerte me tendra lstima quien me oyera:y qu ha sido mi vida, luego deque mi dama marchara a la vida eterna,no hay lengua que lo sepa decir:por ello, mis damas, aunque yo quisiera,no os sabra decir bien lo que soy,tanto me hace sufrir la acerba vida,57/111que se ha envilecido de tal manera,que todos parecen decirme:Te abandono, viendo mi rostro mortecino.Pero lo que soy lo ve mi dama,y espero an merced de ella.Piadosa cancin ma, ve ahora llorando,y busca a las damas y doncellasa quienes tus hermanassolan llevar regocijo;y t, que eres hija de la tristeza,ve desolada a estar con ellas.XXXII[XXXIII], Luegoquefueescritaestacancin, vinoamquien, segn los grados de la amistad, es mi amigo[31]inmediata-mente despus del primero; y ste era pariente tan cercano de migloriosa dama, que ningn otro lo era ms prximo. Y luego quellegparaconversarconmigo, rogmequeleescribiesealgunacosa sobre una dama que haba muerto; y simulaba con sus palab-ras, para parecer que hablaba de otra, la cual ciertamente habamuerto: porloqueyo, advirtiendoquestehablabaslodelabendita, le dije que hara lo que me haba pedido. Y as, pensandoen ello despus, me propuse hacer un soneto en el que me lam-entase un poco, y drselo a mi amigo, para que pareciese que lohaba hecho por l; y escrib entonces el soneto que empieza Ven-id a escuchar mis suspiros, y que tiene dos partes: en la primerallamo a los vasallos de Amor para que me escuchen; en la segundahablo de mi msera condicin. La segunda empieza salendesconsolados.58/111Venid a escuchar mis suspiros,nobles corazones, pues la piedad lo desea:salen desconsolados,y si no salieran, morira de dolor,ya que los ojos me seran culpables,muchas ms veces de lo que quisiera,ay de m!, de llorar a mi dama,pues desahogaran el corazn llorndola.Los oiris llamar a menudoa mi noble dama, que se ha idoal mundo que es digno de sus virtudes;y despreciar a veces esta vidaen nombre del alma dolienteabandonada de su salud.XXXIII [XXXIV]. Luego que hube escrito este soneto, pensandoen quin era al que deba drselo como hecho por l, vi que el fa-vor me pareca pobre y desnudo para un pariente tan cercano demi gloriosa dama. Por lo cual, antes de darle este soneto, hice dosestancias de una cancin, una realmente para l, y otra para m,aunque una y otra, para quien no las mira sutilmente, parecen di-rigidasalamismapersona;peroquiensutilmentelasmiraad-vierte con facilidad que hablan personas distintas, ya que una nollama a aqulla su dama, y la otra s, como claramente aparece. Ledi estacancinyel sonetoanterior, dicindolequelos habahecho slo por l.La cancin empieza Cuantas veces, y tiene dos partes: en una,estoes, enlaprimeraestancia, selamentamiqueridoamigoypariente cercano de ella; en la segunda me lamento yo, esto es, enla otra estancia, que empieza Se recoge en mis. Y as resulta que59/111en esta cancin se lamentan dos personas: una se lamenta comohermano, y otra como siervo.Cuantas veces recuerdo, ay de m!,que no ver nunca msa la dama por la que voy as de afligido,tanto dolor junta en mi coraznla dolorosa mente,que digo: Alma ma, por qu no marchas?Pues los tormentos que sufrirsen este mundo, ya tan odioso para ti,me hacen meditar con gran temor.Por lo que llamo a la Muerte,como mi suave y dulce reposo,y digo Ven a m, tan amorosamente,que siento envidia de los que mueren.Se recoge en mis suspirosuna voz de piedad,que siempre invoca a la Muerte:hacia ella se vuelven todos mis deseos,desde que mi damafue alcanzada por su crueldad;porque el placer de su belleza,alejndose de nuestra vista,se ha hecho alta belleza espiritual,que difunde por el cielouna luz de amor que a los ngeles saluda,y sutilmente hace que se asombre,tan gentil es, su elevado intelecto.60/111XXXIV [XXXV]. El da en que se cumpla el ao desde que estadama pasase a formar parte de los ciudadanos de la vida eterna,yoestabasentadoenciertolugar, donde, acordndomedeella,dibujaba un ngel sobre una tablillas; y mientras yo lo dibujaba,volv los ojos, y vi a mi lado a unos hombres a quienes se debahonrar. stos miraban lo que yo haca; y segn lo que luego se medijo, estuvieronallalgntiempoantesdequeyoloadvirtiese.Cuando los vi, me levant, y saludndolos, dije: Otro estaba hacepoco conmigo, por eso pensaba. Y una vez que stos se marchar-on, volv a mi tarea, esto es, a dibujar figuras de ngeles; y mien-tras lo haca tuve el deseo de decir unas palabras, como deaniversario, y dirigirme a quienes se haban acercado a m; y es-crib entonces el soneto que empieza Haba venido, el cual tienedos comienzos, y por eso lo dividir segn uno y segn otro.Digo que segn el primero este soneto tiene tres partes: en laprimera digo que esta dama estaba en ese momento en mi me-moria; en la segunda digo lo que Amor por eso me haca; en la ter-cera hablo de los efectos de Amor. La segunda comienza Amor;que; la tercera, Llorando salan. Esta parte se divide en dos: en laprimeradigoquetodosmissuspirossalanhablando;enlase-gundadigoquealgunossuspirosdecandistintaspalabrasqueotros. La segunda comienza Pero los que. Del mismo modo se di-vide segn el otro comienzo, salvo que en la primera parte digocundoestadamahabavenidoasamimemoria, yestonolodigo en el otro.PRIMER COMIENZOHaba venido a mi memoria61/111la noble dama que a causa de su valorfue puesta por el Seor altsimoen el cielo de la humildad, donde est Mara.SEGUNDO COMIENZOHaba venido a mi memoriala noble dama por quien llora Amor,en aquel punto en que su valoros trajo a mirar lo que yo haca.Amor, que la senta en la mente,haba despertado en el destrozado corazn,diciendo a los suspiros: Marchaos fuera;por lo que cada uno base doliente.Llorando salan de mi pechocon una voz que a menudo llevadolorosas lgrimas a los ojos tristes.Pero los que salan con mayor penaiban diciendo: Oh, noble intelecto,hoy hace un ao que subiste al cielo.XXXV [XXXVI]. Algn tiempo despus, como quiera que me hal-lase en un lugar donde recordaba el tiempo pasado, muy abatidoestaba, ycontandolorosospensamientos, queporfueraapar-entaba un aspecto de terrible turbacin. Por lo que yo, dndomecuenta de mi pensar, alc los ojos para ver si alguien me vea. Vientonces una noble dama, joven y muy hermosa, que me mirabadesde una ventana tan compasivamente, que pareca que toda la62/111piedad se haba juntado en ella. Y ya que los desdichados, cuandoven que los dems se compadecen de ellos, antes empiezan a llor-ar, comosi des mismosseapiadasen, sent entoncesquemisojosqueranecharseallorar;porloque, temiendomostrarmidesolada vida, me apart de la mirada de esta noble dama, y luegodije para m: No puede ser que con esa piadosa dama no est elnobilsimo amor. Y por esto me propuse hacer un soneto, en elquelehablase, yresumiesetodoloquesehareferidoenestarazn. Y puesto que por esta razn resulta bastante claro, no lo di-vidir. El soneto empieza Vieron mis ojos.Vieron mis ojos cunta piedadhaba aparecido en vuestro semblante,cuanto mirasteis mi aspecto y los gestosque a menudo hago a causa del dolor.Entonces me di cuenta de que vos pensabaisen el estado de mi oscura vida,y en el corazn tem mostrarmi vileza con los ojos.Me apart de vuestra mirada, sintiendoque las lgrimas brotaban de mi corazn,que se haba conmovido al veros.Luego deca yo en mi triste alma:Bien puede estar con esa dama aquel Amorque me hace andar as llorando.63/111XXXVI [XXXVII]. Suceda despus que, all donde esta dama meviese, mostraba un semblante piadoso y de un color plido comodeamor, porloqueamenudomerecordabaami nobilsimadama, que siempre se mostraba con un color semejante. Ymuchas veces no pudiendo llorar ni desahogar mi tristeza, yo ibaa ver a esta piadosa dama, que pareca con su sola vista arrancarlas lgrimas de mis ojos. Y por esto tuve deseos de decir unas pa-labras, hablndole a ella, y escrib el soneto que comienza Colorde amor, el cual, por la razn precedente, se puede comprendersin ser dividido.Color de amor y de piedad semblanteno tomaron jams tan admirablementerostro de dama, por ver a menudogentiles ojos o dolorosos llantos,como el vuestro, cuando veis frente a vosmi semblante afligido; de modoque por vos me vienen tales cosas a la mente,que mucho temo que mi corazn se rompa.No puedo tener los ojos destruidos,y que no os miren muchas veces,por el deseo de llorar que tienen:y aumentis tanto ese deseo,que enteramente en l se consumen;pero llorar no saben delante de vos.64/111XXXVII [XXXVIII]. A tanto llegu por la sola vista de esta dama,que mis ojos comenzaron a deleitarse mucho al verla; por lo que,a menudo, senta remordimientos en mi corazn y me considera-ba harto vil. De aqu que muchas veces vituperase la vanidad demis ojos, y les dijese en mi pensamiento: Antes solais hacer llor-araquienveavuestradolorosacondicin, yahoraparecequequeris olvidarlo por esta dama que os mira, y que slo os mira encuanto se duele de la gloriosa dama por quien solis llorar; mashagis lo que hagis, yo os la recordar con todo muchas veces,malditos ojos, pues nunca, si no es despus de la muerte, deberancesar vuestras lgrimas. Y cuando as deca para m mismo a misojos, grandes y angustiosos suspiros me asaltaban. Y a fin de queesta batalla que libraba conmigo no fuese tan slo conocida por elmseroquelasufra, mepropusehacerunsoneto,enelquesemostrase esta horrible condicin. Y escrib el soneto que empiezaEl amargo llanto. ste tiene dos partes: en la primera les hablo amis ojos como hablaba mi corazn en m mismo; en la segundaquitoalgunasdudas, indicandoquinesel queas habla; estaparte comienza As dice. Bien podra admitir an ms divisiones,pero seran intiles, pues resulta claro por la razn precedente.El amargo llanto que derramasteis,ojos mos, durante mucho tiempo,haca llorar a los demspor compasin, como visteis.Creo que ahora lo olvidaraissi yo fuese por mi parte tan traidor,que no os desbaratara todo motivo,recordndoos a la que llorasteis.Vuestra vanidad me da que pensar,65/111y me asusta tanto, que temo muchoel rostro de una dama que os contempla.Jams debisteis, sino con la muerte,olvidar a vuestra dama, que ha muerto.As dice mi corazn, y despus suspira.XXXVIII [XXXIX]. Acog la vista de aquella dama con nimo tannuevo,quemuchasvecespensabaenellacomoenpersonaqueme agradaba bastante; y as pensaba de ella: sta es una damagentil, bella, joven y prudente, que acaso haya aparecido por vol-untad de Amor, para que mi vida encuentrereposo. Y muchasveces pensaba an ms amorosamente, tanto que el corazn con-senta en ese pensamiento. Y cuando yo haba consentido en esto,y volva a pensar movido por la razn, deca para m: Dios, qupensamiento es ste, que de tan vil modo quiere consolarme y nome permite pensar nada ms?. Luego se levantaba otro pensami-ento que me deca: Si has estado en tanta tribulacin, por qunoquieresalejartedelaamargura?Vesquestaesunainspir-acin de Amor, que los deseos de amor presenta, y es movida porparte tan gentil como son los ojos de la dama que tan compasivasehamostrado. Porloqueyo, habiendocombatidoconmigomismo muchas veces de esta manera, an quise decir algunas pa-labras sobreello; yyaqueenlabatalladelos pensamientosvencanlosquehablabanensufavor, mepareciconvenientehablarle a ella; y escrib el soneto que comienza Un noblepensamiento, ydigonobleporcuantohablabadeunagentildama, pues por lo dems era un pensamiento bastante vil.Enestesonetohagodospartesdem,segnsehallabandi-vididos mis pensamientos. A una parte la llamo corazn, esto es,al apetito; a la otra la llamo alma, esto es, a la razn; y digo cmo66/111hablan entre s. Y que sea justo llamar al apetito corazn, y a larazn alma, resulta bastante evidente para quienes deseo que estoquede claro. Es cierto que en el soneto precedente enfrento a laparte del corazn con la de los ojos, y esto parece contrario a loqueyodigoenelpresente;poresoaclaroquealltambinen-tiendo corazn por apetito, ya que el deseo de acordarme de midama era an mayor que el de ver a esta otra, pues aunque tuvieseyaalgnapetito, todavasteeraligero:porloqueresultaqueuna idea no es contraria a la otra.Este soneto tiene tres partes: en la primera comienzo a decirleaestadamacmotodomideseosevuelvehaciaella;enlase-gunda digo cmo el alma, esto es, la razn, le habla al corazn, es-to es, al apetito; en la tercera digo cmo ste le responde. La se-gunda parte comienza El alma dice; la tercera, ste le responde.Un noble pensamiento que hablade vos a menudo se acerca a estar conmigo,y habla de amor tan dulcemente,que hace que el corazn consienta en l.El alma dice al corazn: Quin es steque viene a consolar nuestra mente,y que tiene fuerza tan poderosa, que no dejaa ningn otro pensamiento estar con nosotros?.ste le responde: Oh, alma pensativa,ste es un nuevo espritu de a