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TRATADO SOBRE LAS ENCOMIENDAS BARTOLOMÉ DE LAS CASAS PRESENTACIÓN La obra que ahora colocamos en los estantes de nuestra Biblioteca Virtual Antorcha, debida a la pluma del que fuera obispo de Chiapas, fray Bartolomé de las Casas, Tratado sobre las encomiendas, fue escrita en 1542 y piublicada en 1552 bajo el título de Octavio remedio, con el objetivo el informar a Carlos V sobre los errores, limites e inconvenientes de la institución de la encomienda, buscando, obviamente, influir en el monarca para amoldar la dicha institución de forma tal que causase el menor daño posible a los habitantes autóctonos de América. Ciertamente Bartolomé de las Casas, no obstante por muchos ser considerado como padre y doctor de la americaneidad, tuvo muchos enemigos, siendo a tal grado la enemistad que su solo nombre causaba en ciertos nucleos cercanos a la monarquía, que sus ideas eran, de ipso facro descalificadas, tildándoseles de antiespañolas. Así, si en la actualidad a la inmensa mayoría de las personas que habitamos en algún país de América, el ideario de fray Bartolomé nos parece muy buena onda, no

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TRATADO SOBRE LAS ENCOMIENDAS

BARTOLOMÉ DE LAS CASAS

PRESENTACIÓN

La obra que ahora colocamos en los estantes de nuestra Biblioteca Virtual Antorcha, debida a la pluma del que fuera obispo de Chiapas, fray Bartolomé de las Casas, Tratado sobre las encomiendas, fue escrita en 1542 y piublicada en 1552 bajo el título de Octavio remedio, con el objetivo el informar a Carlos V sobre los errores, limites e inconvenientes de la institución de la encomienda, buscando, obviamente, influir en el monarca para amoldar la dicha institución de forma tal que causase el menor daño posible a los habitantes autóctonos de América.

Ciertamente Bartolomé de las Casas, no obstante por muchos ser considerado como padre y doctor de la americaneidad, tuvo muchos enemigos, siendo a tal grado la enemistad que su solo nombre causaba en ciertos nucleos cercanos a la monarquía, que sus ideas eran, de ipso facro descalificadas, tildándoseles de antiespañolas. Así, si en la actualidad a la inmensa mayoría de las personas que habitamos en algún país de América, el ideario de fray Bartolomé nos parece muy buena onda, no sucedia lo mismo en su época, cuando sus enemistades, que por cierto eran muchas, le aborrecían hasta lo indecible.

Curiosamente, fray Bartolomé de las Casas, que a la postre terminaría siendo la encarnación misma de la oposición a la institución de la encomienda, tuvo, en su misma juventud, la experiencia de haber sido servido por un aborigen americano que su padre, Francisco de las Casas, llevó a España después de haber acompañado al mismísimo Cristobal Colón en su segunda expedición al Nuevo Mundo, realizada en

1493. Incluso, cuando Bartolomé se traslada al Nuevo Mundo, en 1502, tuvo, durante su estancia en laIsla española, algunos aborígenes en encomienda.

En sí, su oposición a la institución de la encomienda devendrá posteriormente, al puntualizar sobre sus aspectos negativos, obscuros, y en su opinión, absolutamente anticristianos.

Para la captura y diseño de esta edición cibernética, basámonos en la edición impresa de la selección realizada por Agustín Yañez de la obra de fray Bartolomé de las Casas, publicada por la editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México, advirtiendo que la misma no es una edición completa, sino que tan sólo contiene una selección de estractos. Además, consideramos prudente el incluir un anexo con la película 1492: la conquista del paraiso, por considerarla ad hoc con el tema tratado.

Omar Cortés 

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A MANERA DE INTRODUCCIÓN

Vuestra majestad ordene, y mande, y constitUya con la susodicha majestad, y solemnidad, en solemnes Cortes, por sus premáticas sanciones y leyes reales, que todos los indios que hay en todas las Indias, así los ya sujetos como los que de aquí adelante se sujetaren, se pongan, y reduzcan, e incorporen en la corona real de Castilla y León, en cabeza de vuestra majestad, como súbditos y vasallos libres que son; y ningunos estén encomendados a cristianos españoles, antes sea inviolable constitUción, determinación y ley real, que ni agora, ni ningún tiempo jamás perpetuamente, puedan ser sacados, ni enajenados de la dicha corona real, ni dados a nadie por vasallos, ni encomendados, ni dados en feudo, ni en encomienda, ni en depósito, ni por otro ningún título, ni modo o manera de enajenamiento, o sacar de la dicha corona real por servicios que nadie haga, ni merecimientos que tenga, ni necesidad que ocurra, ni causa o color alguna otra que se ofrezca o se pretenda.

Para firmeza de lo cual, vuestra majestad jure formalmente por su fe, y palabra, y corona real, y por las otras cosas sagradas que los príncipes cristianos tienen de costumbre jurar, que en ningún tiempo por su persona real, ni por sus sucesores en estos reinos y en aquellos, en cuanto en sí fuere, lo revocaran, antes les mandará expresamente en su real testamento, que siempre lo guarden, y sustenten, y defiendan; y en cuanto en sí fuere, lo confirmen y perpetúen.

Y esto es así necesario por veinte causas o razones siguientes: 

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Razón primera

Porque como aquellos reinos y gentes de ellos, solamente porque son infieles y han menester ser convertidos a nuestra santa fe, se hayan cometido y encomendado por Dios y por la santa sede apostólica en su nombre a los reyes de Castilla y León ... los dichos señores reyes de Castilla no pueden abrir mano de la dicha real industria, y cuidado, y providencia, cometiendo y transpasando a ningún particular jurisdicción alguna ... porque cosa tan grande y de tan gran importancia ... no es justo ni posible que se fíe de otro que no sea rey ... Y porque vuestra majestad vea cuánto sentía esta obligación y en qué tanto tenía la serenísima y bienaventurada reina doña Isabel abrir mano de vuestros vasallos, sepa vuestra majestad que el año 1499, el primer almirante don Cristóbal Colón, que descubrió aquellas Indias, por servicios señalados que algunos habían hecho en la isla Española a los reyes católicos y a vuestra majestad, al tiempo que se quisieron venir a estos reinos, por satisfacerles en algo, dióles a cada uno un indio y licencia para traerlo consigo acá; y yo que esto refiero, tuve uno de ellos; los cuales venidos acá y sabido por su alteza, hubo tan grande enojo, que no la podían aplacar, diciendo: ¿qué poder tiene el Almirante, mío, para dar a nadie mis vasallos? y luego mandó pregonar en Granada, donde la corte estaba a la sazón, que todos los que habían traído indios de las Indias, en el primer viaje los tornasen, o enviasen allá, so pena de muerte ... Y esto es así verdad como lo a vuestra majestad afirmamos. 

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Razón segunda

Porque como el fin del señorío de vuestra majestad sobre aquellas gentes sea y no otro, la predicación y fundación de la fe en ellas, y su conversión y conocimiento de Cristo ... es obligado vuestra majestad a quitar todos los impedimentos que pueden estorbar que este fin no se alcance ... Uno de los mayores estorbos ... ha sido tenerlos los cristianos encomendados ... por la grande avaricia y codicia, por la cual no dejan ni quieren que los religiosos entren en los pueblos de los indios que tienen encomendados, porque dicen

que principalmente reciben dos daños: el uno, que los religiosos los ocupan en allegados y juntados para les predicar, y cuañdo les predican pierden ellos de sus haciendas, por estar los indios ociosos, no yendo a trabajar en sus haciendas; y ha acaecido estar los indios en la iglesia oyendo la predicación, y los religiosos predicándoles, y entrar el español delante de todos y tomar cincuenta o ciento de ellos que había menester para llevar con cargas de su hacienda: y porque no querían ir, darles de palos y coces, y, a su pesar y de los religiosos, albototándolos, y escandalizando toda la gente que allí estaba, e impidiendo la salud de los unos y de los otros. El otro daño que dicen que reciben es que dizque después que los indios son doctrinados y cristianos hechos, se hacen bachilleres y que saben más de lo que sabían, y que no se pueden por esto, dende en adelante, tan bien como hasta allí servirse de ellos ... Pero otro daño tercero es el mayor que ellos temen, sino que no lo osan decir, y es que no quieren que los frailes entren a predicar y doctrinar los indios en los dichos pueblos porque, con verdad hablamos a vueStra majestad, son tantas las tiranías y vejaciones, fuerzas, violencias y opresiones que cada día a los indios hacen, que como los indios se quejan de ellas a los frailes, y los mismos frailes las sienten y las ven, que huyen y aborrecen que de ellas los religiosos sean testigos, porque a la verdad, en sabiéndolas, luego trabajan, como son obligados a Dios y a vuestra majestad, para que las remedien, aunque las más de las veces es en balde ...; por esta causa tienen por verdaderos enemigos a los religiosos, como estorbadores de sus intereses temporales; por esta causa no pueden verlos ni oírlos; por ésta los blasfeman y murmuran de ellos; y como los indios ven que ningún remedio les viene de sus trabajos si no buscado y procurado por los religiosos, aman y reveréncianlos sobre todas las cosas que ven, y salen a recibirlos con procesiones, y viendo esto los españoles, levántanles que no buscan sino mandar y ser adorados de los indios como señores; y Dios es testigo con cuántos trabajos, y angustias, y sudores, y hambres, y sedes viven, andando por las sierras y caminos largos y trabajosos, y padeciendo toda manera de vida áspera ... Teniendo los cristianos señorío y administración sobre los indios, aunque sea sin alguna jurisdicción, porque no la han menester teniendo los indios en su poder, porque ellos se la toman, aunque vuestra majestad no se las dé; señaladamente que son los indios tímidos y pusilánimes, o por mejor decir, por las crueldades que han en ellos cometido les han entrañado el miedo en los corazones, que los ha convertido casi en natura de liebres, y hecho degenerar de ser hombres: afirmamos que es imposible que se alcance el dicho fin, ni que los indios oigan la evangélica doctrina, ni jamás sean cristianos, porque directamente y de propósito la estOrban y contradicen los españoles, y mueren porque no la haya...

(El segundo raciocinio que se contiene en esta razón, es que la encomienda impide la vida de sociedad: los indios son llevados de aquí para allá; los maridos separados de sus mujeres como cochinos; los padres de los hijos, etcétera. La tercera prueba aducida es el tremendo número de indios muertos como bestias). 

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Razón tercera

¿Qué curas de aquellas ánimas serán todos los españoles seglares que allá van por muy estirados y ahidalgos que sean, que apenas saben muchos el credo y los diez mandamientos, y los más no los saben, ni las cosas de su salvación, y que no van allá sino con ansia y suspiro de la codicia, y que por la mayor parte son hombres viciosos y que por su corrupta, y deshonesta, y desordenada vida, son los indios, en su comparación, muy virtuosos y santos ... 

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Razón cuarta

Es manifiesto no poder tener paz, ni tranquilidad para vacar a las cosas divinas, y guardar los mandamientos y ley de Dios: antes mil turbaciones, angustias, enojos, tristezas, aflicciones, amarguras, odios y despechos de vuestra majestad, y aborrecimiento de la ley de Dios, hallándola tan pesada, tan amarga y tan imposible de sufrir; y el yugo y gobernación de vuestra majestad insoportable, tiránico y digno de todo aborrecimiento; y del mismo Dios cobrar detestación y desesperación, atribuyéndole todos los dichos males, pues con título o color de su fe, tantas calamidades les suceden ... 

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Razón quinta

Según razón y derecho, el privilegio concedido en favor de alguno no deba de ser retorcido, o convertido en disfavor, odio o detrimento de él: por tanto, toda la gobernación, regimiento, orden y modo de tratar aquellas comunidades y reinos vecinos, y moradores naturales de ellas, debe ser puesta por vuestra majestad, tal cual convenga para que todos ellos reciban provecho, y utilidad espiritual y temporal, pues a ambas utilidades vuestra

majestad es obligado por la superioridad y jurisdicción universal que tiene sobre ellos ... 

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Razón sexta

Los españoles son insidiadores, y enemigos, destruidores manifiestos de las vidas de los indios, y enemigos capitales, que en latín se dicen hostes, de toda su generación ... Pues si según todas las leyes comunes, y las de este reino, y que tienen su fundamento en la ley divina y natUral, ningún menor, o pupilo se debe dar a ninguno para que sea tutor o curador de él, si es sospechoso de ser enemigo suyo, o de sus parientes y deudos, o hubiese mal procurado, o gastado sus bienes, o le hubiese enseñado mala crianza y malas costumbres; y si se lo hubiesen ya dado, se lo debe luego el juez, aun de su oficio, quitar, aunque fuese persona rica, y quisiese dar seguridad y fianzas de buena administración; y los españoles se dan a los indios con color de tutores y curadores, la cual color es fraudulenta, fingida, falsa, y engañosa, y no suficiente: porque los indios no tienen necesidad de tutores para vivir temporalmente, ni los españoles son capaces, como está dicho, para oficio de predicar a infieles que nuevamente han de ser traídos a la fe; aunque no hubiese los otros inconvenientes. Y la necesidad que los indios tienen no es otra sino de predicadores, y buen regimiento, y gobernación cual debe ser para pueblos y gentes libres ... 

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Razón séptima

Según las leyes razonables y justas, y según los sabios filósofos que doctrinas morales escribieron, nunca se debe dar regimiento a hombres pobres, ni a codiciosos que desean y tienen por su fin salir de pobreza, y mucho menos a los que anhelan, suspiran y tienen por fin de ser ricos: porque la natUraleza nunca en balde trabaja, ni obra ... 

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Razón octava

Dando los indios a los españoles encomendados como los tienen, o depositados, o en feudo, o por vasallos como los quieren, son gravados y fatigados con muchas cargas, servicios e intOlerables vejaciones, y pesadumbres: la una, es el servicio, y obediencia, y tributo, que deben a sus natUrales señores, y éste es muy privilegiado porque es primario y natUral; el otro es la obediencia y servicio que deben a vuestra majestad como a universal superior y señor, y éste también es muy privilegiado secundariamente, y no sólo es natUral habido el consentimiento de ellos: pero es de derecho divino porque se funda en la predicación y plantación de la santa fe; y ambos a dos se computan y deben ser habidos por uno; el otro y tercero es el que les toman y fuerzan a dar los españoles que en ser insoportable y durísimo a todos los tiránicos del mundo sobrepuja, e iguala al de los demonios: éste es violento, e innatUral, tiránico, y contra tOda razón y natura; y no hay ley en el mundo que lo pueda justificar, pues por una misma causa ser impuestos a los hombres, y a tan flacos y delicados y desnudos hombres, muchos señoríos, imposiciones y cargas, es contra toda justicia, y caridad, y toda razón de hombres. Póneseles a los indios, allende de lo que padecen por servir y contentar al español que los tiene encomendados en cada pueblo, un carnicero o verdugo cruel, que llamanestanciero o calpisque, para que los tenga debajo de la mano, y haga trabajar y hacer todo lo que quiera el amo, o comendero, o ladrón principal, que aunque otro tormento no tUviese en el infierno, éste sería incomparable; éste los azota, y apalea, y empringa con rocino caliente; éste los aflige y atormenta con los continuos trabajos que les da; éste les viola y fuerza las hijas y mujeres, y las deshonra usando mal de ellas; éste les come las gallinas que es el tesoro mayor que ellos poseen, no para comerlas ellos mismos, sino para dar de servicio a su amo y tirano mayor; y éste les hace otras increíbles vejaciones, y porque de tantos males no se vayan a quejar, atemorízalos este hombre infernal con decirles que dirá que los vio idolatrar; y finalmente cumplir con éste tienen en más que cumplir con veinte desordenados hombres.

Por manera que tienen cuatro señores: a vuestra majestad, y a sus caciques, y al que están encomendados, y al estanciero que agora se acabó de decir, que pesa más que cien torres; y podemos añadir con verdad, a cuantos mozos y negros tiene el amo, porque todos no saben sino desollarlos, oprimirlos y robarlos. Pues como sola una causa, que es la predicación de la fe y conversión de aquellas gentes, y no otra sea la que ocurre para que aquellos pueblos hayan de tener más del señor inmediato y natUral que la Providencia divina les dio, y de su antigüedad solían tener: y éste no deba ni haya de ser sino vuestra majestad ... síguese que la carga de servir a los españoles les sea superflua, y demasiada, 'Y por consiguiente insoportable,

y onerosa, e innatural, y no de sufrir: aunque fuese igual a la de vuestra majestad o a la de sus natUrales señores; cuánto más siendo tan excesiva, y destruitiva, y asoladora de toda generación ... 

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Razón nona

Aquellas gentes todas y aquellos pueblos de todo aquel orbe son libres, la cual libertad no pierden por admitir y tener a vuestra majestad por universal señor, antes suplidos si algunos defectos en sus repúblicas padecían, el señorío de vuestra majestad se los limpiase, y apurase, y así gozasen de mejorada libertad ... A nadie del mundo debían nada antes que se hallasen, ni cuando se hallaron, ni hoy deben después de hallados, sino a vuestra majestad servicio y obediencia: no cualquiera, sino como la que deben los pueblos y ciudades libres a su universal rey y señor, y supuesta también cierta especialidad y favor suyo que los hace más libres que otros pueblos, conviene a saber: que los Reyes de Castilla no tenían nada en ellos ni les pertenecían por herencia, ni por compra, ni por trueque, ni porque los hubiese vencido en alguna justa guerra movida por alguna justa causa de ofensa que hubiesen hecho a España o a la universal Iglesia, o algún miembro de ella y requeridos no hubiesen querido hacer de ella satisfacción o enmienda, o fuesen male fide poseedores de algunas tierras, bienes que hubiesen usurpado, no queriéndolas restituir, y similia; sino que de su propia voluntad recibirán a vuestra majestad por señor supremo; y si no le han recibido, ni a los reyes pasados, ha sido porque hasta agora no se les ha pedido ni se les ha dado ese lugar, ni se ha hecho más cuenta de ellos que se suele hacer por los cazadores de los animales, que van a mantear; y tampoco los indios han visto cosa razonable ni justa porque le reciban ...

Manifiesto es que ningún poder hay sobre la tierra que sea bastante a hacer deterior y menos libre el estado de los libres, sin culpa suya, no errante la clave de la justicia: como la libertad sea la cosa más preciosa y suprema en todos los bienes de este mundo temporales, y tan amada y amiga de todas las criaturas sensibles e insensibles, y mucho más de las racionales: y por esto es tan favorecida de los derechos, como aun las leyes de estos reinos ló dicen: que por ella y no contra ella en las dudas se debe sentenciar, como parece también en las leyes de la Iglesia. Y si no sale de su espontánea, y libre, y no forzada voluntad de los mismos hombres libres aceptar y consentir cualquiera perjuicio a la dicha su libertad, todo es fuerza, y violento, injusto y perverso; y según derecho natUral, de ningún valor y entidad: porque es mutación de estado de libertad a servidumbre, que después de la muerte no hay otro mayor perjuicio, porque si a las personas

libres no se les puede tomar su hacienda justamente sin culpa suya contra su voluntad, mucho menos deteriorar y abatir su estado, y usurpar su libertad, que a todo precio y estima es incomparable. Y si el padre, sin voluntad del hijo, no le puede dar para que otro lo prohíje, siendo el prohijamiento en tanto favor del mismo hijo pues tiene o todos, o la cuarta parte de los bienes de prohijador, o padre adoptivo, mucho menos se puede donar ni transpasar los vasallos a ningún señor particular, sacándolos de realengos ...; y si la moneda del reino no se puede mudar sin consentimiento de los pueblos ... mucho menos sin su consentimiento pueden ser enajenados y puestos debajo de ajeno señorío y sujeción donde tanto se deroga y perjudica su libertad ...; si los siervos, inquilinos y tributarios, según las leyes de vuestra majestad, no se pueden transpasar a otros señores, porque su estado no se le haga peor y no padezcan vida más dura, mucho menos se debe consentir transpasar los hombres del todo libres a otras personas fuera del rey de quien les pueda venir poco ni mucho perjuicio a su libertad, y alguna aspereza o terrible tratamiento a su vida ...

Pues en el propósito nuestro, como dar los indios a los españoles en encomienda, o por vasallos, o de otra manera, sea servidumbre tan perjudicial, tan excesiva, y tan extraña, y horrible, que no solamente los deteriore, y apoque, y abata, o derrueque de estado de libres hombres y pueblos llenos, a pueblos destruidos y hombres siervos, abyectísimos: pero a estado de puras bestias, y no paren aquí sino hasta ser deshechos como sal en agua, y totalmente acabados y muertos, como arriba ha aparecido, síguese que esto no pudo ni puede hacerse sin consentimiento suyo y que todos de su espontánea voluntad a tal servidumbre se sometiesen.

Y más decimos: que la tal sujeción y enajenamiento no solamente es contra razón, y ley natural, y justicia, y contra caridad, por ser onerosa, injusta, tiránica y horrible, como parece en las cosas arriba dichas; pero es también contra Dios y su ley, y en oprobio, e infamia, y apretamiento, y opresión de su santa fe, que se estorba, e impide que no crezca como en aquellas gentes crecería; y que la promulgación de la evangélica ley no se cumpla ...

Por rodas estas razones y males detestables que de la sujeción de los indios a los españoles suceden, aunque los mismos indios de su propia voluntad quisiesen someterse a ella y deteriorar tan abatidamente su estado y perder su total libertad, como en ella pierden, seria nula y de ningún valor la tal voluntad, y no lo podrian hacer: antes sería vuestra majestad obligado de precepto divino a prohibir la dicha encomienda ... Infinitos indios, hombres y mujeres, por no sufrirla, se han desesperado y muerto a sí mismos, muchos ahorcándose, muchos tomando ciertas yerbas y bebidas ponzoñosas con que morían luego, otros a los montes huyendo donde los comen tigres y leones; Otros que de pura tristeza, viendo que jamás su vida tan calamitosa y amarga no tiene consuelo ni remedio alguno, se secan y enflaquecen hasta que se caen muertos, como nosotros por nuestros ojos hemos visto ... 

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Razón décima

La décima razón es porque justa cosa es y la ley y razón natural lo dicta, y las justas leyes también lo mandan, que aquellos que tan mal han usado del privilegio que se les dio, aunque dárseles pudiera, se les quite...

Item: según las leyes de estos reinos, establecido y ordenado está que el privilegio que diere el rey, si es contra nuestra santa fe católica, en ninguna manera debe ser recibido, ni obedecido, ni cumplido; y lo mismo si es contra el servicio y provecho del reino, y contra el bien común: aunque lleven cláusulas en general o particular derogatorias de los derechos, no han de ser cumplidas; lo mismo si son contra el derecho de alguna persona señaladamente. Item: si es contra la ley natural, así como si el rey mandase que diese la hacienda de uno a otro. Todo esto disponen las leyes de Castilla.

Pues ¿qué cosa puede ser más contra nuestra fe católica que encomendar los indios a los españoles, como quiera, que la tal encomienda sea destruidora de los hombres, y de tantos hombres, cuyas ánimas soñ sujeto donde la fe católica se ha de aposentar, y el conocimiento de un solo Dios, y por ellos ha de ser venerado y servido; y haya sido causa que la santa fe y el culto divino no crezca infinitamente como creciera por aquellas tierras? ... 

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Razón oncena

La dicha encomienda de dar los indios a los españoles, siempre careció de autoridad de los reyes; y el que primero la inventó repartiendo los indios, generalmente entre los españoles, como si fueran hatajos de ganados, en la isla Española, y por repartirlos así tOda la isla despobló y asoló, nunca tuvo poder para hacerla, y excedió los fines y términos del mandado, y por consiguiente, siempre fue en sí ninguna y de ningún valor. Este fue el comendador mayor de A1cántara, al cual el año de 1502, los serenísirnos reyes católicos don Fernando y doña Isabel, desde la ciudad de Granada enviaron siendo comendador de Lares a la gobernar, cuando solos estaban trescientos cristianos en aquella isla, y no otros en todas las Indias. Este

gobernador llevó en su instrucción mandado por sus altezas y muy encargado, que rigiese y gobernase los indios como libres, y con mucho amor y dulzura, caridad y justicia, no les poniendo servidumbre alguna, ni consintiendo que nadie les hiciese agravio alguno, porque no fuesen impedidos en el recibir nuestra santa fe y porque por sus obras no aborreciesen a los cristianos.

Los indios se estaban en sus pueblos y casas trabajando en sus labores y en su paz, corno solían vivir y en su infidelidad como de antes; y reverenciaban y servían de su propia voluntad a algunos de los trescientos cristianos que estaban casados con sus señoras, o con las hijas de sus naturales señores, aunque este casamiento no era a ley y a bendición entonces, puesto que después hubo de ir a parar allá.

Llegados con el comendador de Lares tres mil españoles a la dicha isla, teniéndolos en la ciudad de Santo Domingo donde desembarcaron consigo, no se supo dar maña a repartirlos por la tierra, entre los indios, para que tuvieran de comer, por manera que comenzaron a hambrear.

Pensó luego lo que le parecía remedio, y no lo pudiendo hacer por la instrucción que llevaba de gobernar en libertad a los indios, escribió a la dicha serenísima reina muchas cosas en disfavor y contra los indios falsamente, porque los que estábamos presentes sabemos el contrario ser verdad, para inclinar a su alteza a que le diese licencia para repartir los indios como había imaginado; y entre orras cosas escribió que no podían haber los indios para predicarles la fe y doctrinarlos en ella, y que a causa de la mucha libertad huían y se apartaban de la conversación de los cristianos, por manera que aun queriéndoles pagar sus jornales no querían trabajar, sino andar vagabundos; y que por estO convenía que tuviesen comunicación con los cristianos, no teniendo más cuidado ni entonces ni después de hacer ni proveer más sobre lo que a la salvación de los indios pertenecía, que si fueran perros o gatos; como si fueran obligados a adivinar los indios que había ley de Cristo que predicarles, o a venir gente paupérrima y desnuda y dejar sus tierras y casas, mujeres e hijos desamparados, y a morirse por los caminos ... La serenísima y cristianísima señora reina doña Isabel, que haya santa gloria, supuesta la falsa relación que el dicho comendador de Lares le hizo, y testimonios que a los indios levantó, y la poca noticia que entonces de las Indias tenía por ser tan recientemente halladas, y dando el verdadero entendimiento que se debe de ser a sus reales palabras en la dicha carta contenidas, proveyó muy bien en lo que mandó al dicho gobernador; pero no cumplió él ni su real mandado, ni cosa hizo conforme a su santa intención, sino todo al contrario, y contra toda ley natUral y justicia, y recta razón; por donde aun antes que la destrucción de los indios sucediese, había de ver que de necesidad había de seguirse, porque la dicha encomienda de sí era injusta, y mala, y condenada por toda ley razonable. Y así parece claro que excedió los fines y términos del mandado y poder que se le dio; y por consiguiente careció de poder y

facultad para hacer lo que hizo, y fue en ello privada y no pública, y así la dicha encomienda de los indios a los españoles fue en sí ninguna y de ningún ser ni valor jurídico ...

Allégase también a las dichas causas que anulan y aniquilan la dicha encomienda, la falta de consentimiento de todas aquellas gentes por no haber sido llamadas, ni oídas, ni defendidas, ni hecho caso de ellas en negocio del cual tan irrecuperables daños se les recrecían ...: como de derecho natural, divino, y canónico, e imperial se requería; antes contra tOdos los dichos derechos fueron enormísimamente agraviadas, sentenciadas y condenadas a perder su libertatad, sus ánimas y sus vidas en ausencia, sin que las citasen, ni pareciesen, ni nadie las defendiese, ni hiciese por ellas ... 

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Razón duodécima

Si vuestra majestad no quitase los indios a los españoles, sin ninguna duda todos los indios perecerán en breves días; y aquellas tierras y pueblos quedarán cuan grandes como ellas son, vacías y yermas de sus pobladores naturales, y no podrán de los mismos españoles quedar sino muy pocos y brevísimos pueblos, ni habrá casi población de ellos, porque los que tuvieran algo, viendo que ya no pueden haber más (muertos los indios) luego se vendrán a Castilla: porque no está hombre allá con voluntad de poblar la tierra, sino de disfrutarla mientras duran los indios y venirse luego a gozarlo y triunfarlo acá en Castilla; y los que han quedado en la isla Española y en las otras, después que las destruyeron, fue por no poder más, porque no se hallaron con la medida de dineros que deseaban, o porque se hallaron con ganados y otras cosas que no pudieron venderlas ni hacerlas dineros: y esto es verdad ... 

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Razón trece

Dando los indios a los españoles de cualquiera manera que quedasen, perjudícase inestimablemente a la corona real de Castilla y a todos los reinos de nuestra España ... pierde vuestra majestad y su real corona,

infinito número de vasallos que le matan, los cuales nadie puede bastar a contar ...; pierde tesoros y riquezas grandes que justamente podría haber, así de los mismos naturales vasallos indios, como de la población de los españoles, la cual si los indios dejan vivir, muy grande y muy poderosa se hará; lo que no podrá hacerse si los indios perecen como arriba está dicho ...; ha perdido la Iglesia muy mayor suma de ánimas de indios y de españoles, a los cuales todos ha llevado el diablo de pura justicia y verdad: los indios por ignorancia de la ley de Dios, y a los cristianos por malicia y menosprecio de ella ... Como esta destrucción, y agravios, y violencias, e injusticias, y crueldades, y muertes hechas y cometidas en aquellas gentes sean tan grandes, y tan enormes, y tan públicas, y notorias, con actos y obras aún permanentes: que lleguen las lágrimas y clamores, y sangre de tantos inocentes hasta los cielos, y suban encima, y no paren hasta dar en los oídos de Dios; y después desciendan abajo y se extiendan ya por todo el mundo, y en los oídos de todas las naciones extrañas suenen tan horribles, tan inhumanas y espantosas como son, por consiguiente se seguirá en el ánimo de todos los oyentes, escándalo grande, y horror, y abominación, y odio, e infamia de la gente española y de los reyes de Castilla: de donde podrían suceder muchos daños ... 

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Razón décimacuarta

No conviene a la seguridad del estado de vuestra majestad que en la tierra firme de las Indias haya ningún gran señor, ni tenga jurisdicción alguna ninguno sobre los indios, sino vuestra majestad, después de la de sus naturales señores ... Ha de ser pues vuestra majestad de dar un quilate de jurisdicción, ni señorío, ni un vasallo en las Indias a nadie, muy demasiadamente escaso; y encerrada y guardada en su real corona como la niñilla con el párpado de los ojos: para cometerla a sus audiencias y visorreyes, como allá es necesario, para que esté segura. 

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Razón décimaquinta

Si vuestra majestad dejase los indios en encomienda y mucho más si los diese por vasallos a los españoles agora o en otro tiempo, los del Consejo

de vuestra majestad de las Indias pedirían para sí, o para sus deudos, o amigos, o criados, vasallos o encomiendas. Y para que vuestra majestad, mientras viva ... no se los diese; pero después de los días de vuestra majestad fácilmente de sus sucesores en el reino, un día que otro los alcanzarían, habiendo ya abierto la puerta de darlos a los españoles por vasallos o encomienda. Y seguirse han, de aquí, grandes e intolerables inconvenientes: porque teniendo indios los del Consejo o personas que les tocasen, nunca jamás las Indias serían bien y justamente gobernadas, ni jamás sabría el rey verdad, y habría millares de mentiras e infinitos fraudes y falsedades, y primero serían todas aquellas tierras acabadas de destruir, aunque agora su perdición comenzara, que llegara a oídos ni noticia del rey para que las remediara; y cuando ya algo supiera, no fuera bastante todo su poder a remediarlas, como agora no basta el de vuestra majestad para remediar una legua de más de tres mil que están destruídas ... Así que no dando vuestra majestad los indios por vasallos ni en encomienda a nadie, ningún privado, ni del Consejo de los reyes que sucedieren, osarían intentar que les den indios a ellos; y dejando vuestra majestad el estado de los indios así asentados a sus sucesores, probable cosa es que así lo proseguirán; y en su imperial testamento les debe dejar vuestra majestad expreso mandarlo que otra cosa no hagan, como los justos reyes suelen proveer y mandar; y si no lo cumplieren, al menos vuestra majestad no lo pagará: antes irá descargado y osará con confianza parecer delante del juicio de Dios. Cerrarse ha, por aquí, con lo susodicho, una puerta por sola la cual, aunque no hubiera mal alguno en las Indias, podría en ellas entrar, sin que otra hubiese, toda la polilla, toda la pestilencia, toda la tiranía y maldad. 

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Razón décimasexta

La décimasexta razón es: porque vuestra majestad está ausente y lejos siempre de aquellas tierras, y lo han de estar los reyes que sucedieren en Castilla; y si los indios se quedasen en poder de los españoles, o se los diesen de nuevo por vasallos, o de otra cualquiera manera, como sea imposible ponerles remedio, ni estorbo, ni leyes para que no mueran como arriba está asaz probado por todas las razones dichas y especialmente en la séptima, siempre vuestra majestad y los reyes venideros carecerán de información cumplida y verdadera; y por consiguiente los indios morirán como mueren, sin que los reyes lo sientan, ni remediarlos puedan, porque las cosas de las Indias son en gran manera diferentes de las de acá, cuanto en distancia difieren estas tierras de aquellas y hace tanto daño haber de ir de acá el remedio por coladero y a remiendos, si no se pone orden general y

que de ella misma salga imposibilidad de poderse hacer e! contrario de ello: que o se pierde la cédula, o se esconde la provisión, o se dilata el ejecutarse, o no se acierta a proveer, o ya que se acierte muchas veces acaece cuando allá llega el refrigerio ir tan fiambre y tan tardío que sería menester de! todo punto ser contrario de aquello lo que se proveyese. Y esta es una de las causas principales por la cual aquellas gentes y tierras en tan presto se han destruido, como se dijo en e! décimosexto de los universales remedios.

Y mande vuestra majestad examinar y desenvolver muy mucho esta palabra que por regla para poner orden en las Indias decimos: conviene a saber, que de la orden y remedio que en ellas se pusiere, conviene que salga imposibilidad de poder hacerse el contrario. Y si esta regla no se guarda, jamás por jamás se podrá poner orden que orden sea, ni remedio en las Indias que remedio sea. 

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Razón décimasiete

Si vuestra majestad quita a los españoles los indios y los incorpora todos en su corona real, será tan grande el gozo, alegría y consuelo que todos los indios recibirán sabiendo que son inmediatamente sujetos a vuestra majestad, que ninguna cosa de esta vida tanto los pueda alegrar, porque verán que ya no han de perecer y que les viene la vida y toda temporal felicidad ... 

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Razón décimoctava

Sabiendo los indios que son de vuestra majestad, y que han de estar seguros en sus casas, y no se les ha de hacer agravio ninguno en sus personas y bienes, salirse han de los montes a los llanos y rasos a hacer sus poblaciones juntas, donde parecerá infinita gente que está escondida por miedo de las vejaciones y malos tratamientos de los españoles; y no se les hará de mal salir de los montes donde están esparcidos y aventados, como agora se les hace, y quieren antes ser comidos de tigres que salirse donde puedan ser vistos y tratados de los cristianos ... 

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Razón décimanona

La décimanona razón: porque ésta fue determinación muy acordada, considerada y disputada, y como cristianismo príncipe concluida y mandada ejecutar por vuestra majestad, con acuerdo y parecer de su Consejo real y de muchos teólogos y siervos de Dios, el año de 1523; y la mandó enviar a Hernando Cortés que la practicase y ejecutase, la cual dice así: otro sí por cuanto por larga experiencia, etcétera; donde vuestra majestad confiesa que mandó juntar muchas personas doctas y temerosas de Dios para que platicasen lo que en esto podía y debía ser, y que todas le respondieron después de muy platicado y disputado y considerado, que con buena conciencia no los podía dar ni encomendar a los españoles, y por tanto que le mandaba que no los diese, ni encomendase, ni depositase; y si lo había hecho, lo revocase todo; y el pecador por su propio interés no lo quiso hacer, y vuestra majestad pensó siempre que lo había hecho, encubriendo todos a vuestra majestad la verdad ... 

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Razón vigésima

La xx y última razón que damos es: porque vuestra majestad hará a todos los españoles que están en las Indias y a toda España, increíbles e inestimables mercedes; y estas son: librarlos de grandísimos pecados de tiranía, y robos, y violencias, y homicidios, que cometen cada día oprimiendo, y robando y matando a aquellas gentes; y asimismo de impagables restituciones a que por ellos son obligados y, por consiguiente, no se ensuciará e inficionará toda España más de lo inficionado, comunicando y participando por muchas y diversas maneras en las ganancias y riquezas robadas. De donde manifiesto es a los letrados cuánto daño, y confusión, y cargos de conciencias, escrúpulos de gran peligro, por esta causa España incurre, porque como ya todo el mtmdo sienta, y conozca, y diga por esas calles, que los dineros y oro Y riquezas que se traen de las Indias sean robadas, y usurpadas, y tiradas por violencia, e injustamente a sus dueños propios y naturales poseedores, lo cual basta para poner en mala fe a todos los que de ellos participan, llevando y vendiendo mercaderías a los robadores y usurpadores, o heredándolos, o

recibiendo limosnas de ellos, o por otra cualquiera manera participando, síguese que toda España se inficiona y pone en gran confusión y en peligroso estado, y todos los estados de allá nunca carecerán de escrúpulos muy peligrosos e infinitos.

Luego, quitando vuestra majestad los indios a los españoles e incorporándolos en su corona real, como de derecho divino y natural es obligado, a los mismos españoles tiranos y a toda España hará temporales, y espirituales, e inestimables mercedes, dignas de grandes y muchos servicios y sobre todo merecedoras de los reinos y galardones eternos.

Suelen los españoles que tienen los indios encomendados y desean tenerlos por vasallos, y los que en esta tiranía, y violenta, e injusta dominación contra los indios, los favorecen decir y alegar por objeción y principal inconveniente, que si los indios les quitan, los españoles no podrán vivir en la tierra; y quedándose los indios solos padecería peligro y riesgo el señorío de vuestra majestad y, por consiguiente, la fe católica; porque no pudiendo estar españoles, vuestra majestad no sería señor, y no siendo señor ni habiendo españoles cristianos, no podría haber religiosos; y no habiendo religiosos, los que no han recibido la fe nunca la recibirían, y los que la han recibido la perderían poco a poco; y así habría en ellos mismos grandes daños, y tornaríanse a sus idolatrías y pecados, y por consiguiente se irían a los infiernos como antes que los cristianos entrasen entre ellos solían, etcétera.

A esto, muy alto Señor, respondemos que esta voz más tiene ojo y cuidado de robar y oprimir los prójimos, y perder las ánimas suyas y ajenas, que a tener duelo y compasión de ellas; y este temor es propio de tiranos y de hombres que solamente tienen por fin y objeto su propio y particular interés, pospuesto el bien de vuestra majestad, con el de todas aquellas infinitas gentes: que ambos juntos son bien público y divino. Y aún hablan como quien siente poco bien de la ley de Dios, que tiene puesta regla y mandado que no se hagan males, por chicos que sean, para sacar de ellos cualesquiera bienes, por grandes que puedan ser; y deberían todos, para ser buenos cristianos, de sentir que aunque fuese posible a vuestra majestad perder todo el dicho su real señorío y nunca ser cristianos los indios, si el contrario de esto no podía ser sin muerte y total destrucción de ellos como hasta agora han sido, que no era inconveniente que vuestra majestad dejara de ser señor de ellos y ellos nunca jamás fuesen cristianos. La razón es la dicha: conviene a saber, porque la ley de los cristianos tiene prohibido que no se hagan males para que vengan bienes y no tiene nadie licencia de Dios para ofrecerIe sacrifico alguno, por grande que sea, con mezcla de cualquiera por chico que sea pecado, porque mi sacrificio no lo aprueba sino repruébalo y aborrécelo Dios.

Grandes males son e inexpiables pecados, y dignos de damnación eterna, querer matar los infieles con título de salvarlos o matar a unos por salvar a otros.

No quiere Dios tal ganancia con tanta pérdida y tampoco quiere que seamos los hombres tan cuidadosos ni celosos de salvar las ánimas, que le excedamos a Él en el celo y en el cuidadO, ni que seamos tan diligentes que nos demos más prisa a procurar la salud ajena que la que Él quiere darse. Suficit nobis discipulis ut simus sicut noster magister.

Lo que Él quiere es que no excedamos la orden de su ley y mandamientos, y que nuestras obras sean ordenadas, porque quae a Deo sunt ordinata sunt.

Desorden y gran pecado mortal es echar a un niño en el pozo por bautizarlo y salvarle el ánima, supuesto que por echarlo ha de morir y que no hay agua fuera ni con qué sacarle, por la dicha regla: Quia non sunt facienda mala, ut eveniant bona. Cuánto menos lícito, y mayor, y más grave y horrible pecado será, y más odioso y aborrecido delante los ojos de la eterna Majestad, matar, y destruir, y escandalizar a tantos millares y cientos de millares de hombres, con titulo de salvarlos o de dar salud a pocos, y aunque fuesen muchos.

Hagamos nosotros lo que pudiéramos buenamente y por orden, no excediendo los límites de la ley de Dios, y Dios hará lo suyo; pues más le costaron aquellas y todas las ánimas que a nosotros ni a ningunos hombres. Y esto decimos ya que fuese verdadero este título que los tiranos alegan de convertirlas o salvarlas; pero no es verdad que este fin pretendan, sino toman el apellido de él por achaque para robar, y despojar, y oprimir, y cautivar los prójimos, y no salvarlos ni predicar la fe ni otro bien ninguno, como por todas las cosas susodichas asaz claro parece y está probado.

Pero no obstante todo lo dicho decimos y afirmamos a vuestra majestad respondiendo al punto e inconveniente opuesto, que vuestra majestad será señor universal muy mejor y más firme que agora lo es en todas y sobre todas aquellas naciones, y ellas recibirán nuestra santa fe, y serán buenos cristianos, y podrán vivir, y estarán y vivirán en aquellas partes, entre los indios, muchos más españoles sin comparación que agora los hay ni nunca los hubo, y cesarán estos y todos los otros inconvenientes y males, a mucha gloria de Dios, y salvación de aquellas gentes, y gran crecimiento y aumentación del real estado de vuestra majestad, y a utilidad incomparable y bien de toda España. 

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Bartolomé de las CasasPara Padre Las Casas, véase Padre Las Casas (desambiguación).

Fray Bartolomé de las Casas

Procurador o protector universal de todos los indios de las Indias

[mostrar]Otros títulos

Ordenación 1506

Consagración episcopal 30 de marzo de 1544 por

Jerónimo de Loayza O.P.

Nacimiento 1474 o 1484, Sevilla

Fallecimiento Julio de 1566, Madrid (81 ó 91 años)

Firma

Bartolomé de las Casas O.P. (Sevilla, 1474 o 1484 1  – Madrid, julio de 1566) fue

un encomendero español y luego fraile dominico, cronista,filósofo, teólogo, jurista, «Procurador o

protector universal de todos los indios de las Indias», obispo de Chiapas en el Virreinato de Nueva

España,escritor y principal apologista de los indígenas.

Orígenes familiares[editar]

Cuando Fernando III reconquista Sevilla en 1248 recibirá apoyo internacional para su Cruzada. En

sus tropas se encuentra un caballero francés de la estirpe del Conde de los Limonges, cuyo

nombre es Don Bartolomé de Casaux. Tras la reconquista de la ciudad se establecerá en ella y

cambiará su apellido Casaux por Las Casas.2 Según uno de sus biógrafos, esta familia era de

origen judeoconverso,3 aunque otros afirman que eran cristianos viejos.4

En el futuro, el rey Alfonso XI nombrará a un miembro de la familia Las Casas como "fiel regidor de

las ordenanzas reales y como regidor número 24 del reino". Este número quedó unido a la familia

hasta el siglo XVII, sucediéndose esa línea famililar en el ejercicio del cargo. Además, en varias

ocasiones miembros de la familia Las Casas fueron nombrados para el cargo de tesorero mayor

de Andalucía.2

En rey Juan II entregó a Don Guillén Las Casas, "caballero más poderoso de Sevilla", la Villa de

Montilla y, por orden del rey Enrique II será enviado a Francia para la obtención de refuerzos

militares. Sin embargo, Don Guillén murió en la batalla de la Ajarquía de Málaga. A un Don Alonso

de Las Casas le fue entregado el Castillo de Priego y, por su comportamiento en la batalla de las

Lomas, fue nombrado Caballero del Rey. A otro Las Casas se le concedió, por cédula real, la

conquista de Tenerife y La Palma y de todas las tierras que conquistare.2

También existieron importas Las Casas en el clero, entre ellos un Dean de la Catedral de Sevilla y

un maestro de la Orden de Predicadores: Fray Alberto de las Casas.2

Infancia y juventud[editar]

En 1474, aunque algunos sostienen que en 1484, nace Bartolomé de las Casas. De acuerdo

a Antonio de Remesal, su primer biógrafo, las Casas nació en Sevilla en 1474. Sin embargo, las

investigaciones de Helen Rand Parish y Harold E. Weidman de 1976 determinaron que la fecha

más probable de su nacimiento fue en el 11 de noviembre de 1484 en Triana, Sevilla.5

Pudo haber nacido en alguna de estas tres parroquias: la de San Lorenzo, la de San Vicente o la

de la Magdalena, todas situadas en el barrio de Triana, en Sevilla. Fue bautizado en la Catedral.

Debió vivir su infancia oyendo hablar mucho de las batallas de la Reconquista en las que había

participado sus familiares y, cuando los Reyes Católicos se instalan en Sevilla, su tío Don Alfonso

de Las Casas era uno de los ocho caballeros que portaban las varas del palio bajo el que entraron.

Cursó sus estudios primarios, probablemente, en el Colegio de San Miguel y sus primeros

contactos con la vida de los religiosos debieron ser cuándo visitaba a su tía Doña Juana, que era

monja en el Monasterio de Santa María de las Dueñas. Posiblemente en 1490 va a estudiar

"ambos derechos" (canónico y estatal) a la Universidad de Salamanca. Un familiar suyo era

sacerdote en el Convento de San Esteban, donde en aquel entonces residía Cristóbal Colón, por lo

que pudo encontrárselo allí por primera vez. Colón también era una persona que había pasado

largas temporadas en Sevilla, ciudad natal de Bartolomé.

En 1492 su tío paterno, Juan de la Peña, sería elegido contino real, esto es el que recluta a la

tripulación, para el primer viaje de Colón, que partió del Puerto de Palos el 3 de agosto de 1492. La

expedición regresó en 1493 habiendo descubierto la nueva ruta a "las Indias", lo que generó gran

expectación. En su ruta a Badalona para presentar su logro a los Reyes, Colón pasa en marzo de

1493 Sevilla con sus pájaros y siete indios y se sitúa en el entorno de la Iglesia de San Nicolás

para exhibirlos. Esto fue presenciado por Bartolomé de las Casas.

El padre de Bartolomé, el comerciante Pedro de las Casas,4 decidió, junto con su hermano

Francisco Peñaloza, embarcar con Colón rumbo a las Indias para su segundo viaje, que partirá

deCádiz el 25 de septiembre de 1493. Más adelante irían a acompañar al padre sus hermanos

Diego y Gabriel Peñaloza. Cuando la expedición regresa en enero de 1498 la expedición trae 600

indios y el padre le regalará uno a su hijo Bartolomé para que le sirviera.6 Sin embargo, Bartolomé

utilizará al indio como objeto de estudio humanístico, y le pregunta por su religión para investigar si

se parecía al cristianismo, como estudió latín en Salamanca y Sevilla.7 aprovecha sus

conocimientos en filología y latín para estudiar posibles semejanzas con su lengua.

Al saber la reina Isabel que Colón estaba haciendo esclavos a los indios ordenó que no se tratara

así a sus súbditos, sino como otros siervos de la corona, y ordenó que se castigara con la pena de

muerte a todo aquel que tuviera indios como esclavos. Esto privó a Bartolomé de Las Casas del

servicio de su indio. Colón argumentó que los indios esclavos sólamente eran los que se habían

hecho prisioneros en "guerra justa" y que las costumbres de estos eran paganas y a veces

caníbales y que bien estaba traerlos a Castilla para así quitarlos de esas costumbres. La reina

respondió que se afanara por convertirlos al cristianismo en sus tierras. Isabel fallecería en 1504 y

en su testamento pediría que se tratara bien y justamente a los indios, sin hacerles ofensas.

Alrededor del año 1500 Bartolomé termina sus estudios en Salamanca y consigue una plaza como

doctrinero en una expedición a las Indias que partió del puerto de Sanlúcar de Barrameda el 13 de

febrero de 1502. Para algunos historiadores esto lo hizo para hacer méritos para ser fraile y para

otros lo hizo para atender los negocios de terrateniente que su padre había dejado en elCaribe.

Esa expedición estaba comandada por Antonio Torres y llevaba consigo a Nicolás de Ovando, que

iba a relevar en su puesto de Gobernador de La Española a Francisco de Bobadilla. Francisco de

Bobadilla había sido enviado antes como juez pesquisador para investigar a Colón y que había

arrestado a Cristóbal Colón y se había proclamado gobernador, llevando a cabo una serie de

políticas de privatización de las tierras descubiertas y repartimento de encomiendas. La llegada de

Bartolomé de Las Casas a la isla se produce el 15 de abril de 1502.7

Dentro de las actividades económicas que realizaban los encomenderos las de caza y trabajo en el

campo para sus amos eran más llevaderas, sin embargo, la actividad que más justificaba la

presencia española en la isla era la búsqueda de oro y esta era la actividad más dura.

Cuando la expedición llegó a la isla algunos barcos se dispusieron a regresar a España, llevando

consigo a Francisco de Bobadilla y, al mismo tiempo, Colón llegaba a La Española en su cuarto

viaje aunque el nuevo gobernador, Nicolás de Ovando, no le permitió desembarcar. Justo en ese

momento se desató un huracán, que arrasó Santo Domingo y hundió los barcos que llevaban a

Francisco de Bobadilla a España, logrando salvarse Colón por recalar en una cala que consideró

propicia para resistir el temporal. El huracán generó muchos muertos y, posteriormente, esta

situación de insalubridad generó una epidemia. Hay diferentes versiones del papel de Bartolomé en

este momento. Unos dicen que estaba en Santo Domingo y ayudó a sanar a los enfermos durante

la epidemia y otros dicen que se encontraba tierra adentro, gestionando sus tierras. Esta epidemia

generó muchísimos muertos.

La guerra en La Española[editar]

Cacicazgo de Higüey en La Española.

Un grupo de españoles decidió irse de caza llevando consigo un conjunto de perros de presa.

Estos perros se toparon con los indios por la selva deSaona y atacaron a un jefe indio del lugar

causándole la muerte. Los nativos atacan al conjunto de españoles que, ante la ira de los nativos,

decide embarcar de regreso a España. Tiempo después un conjunto de españoles decide montar

un campamento en esa zona siendo atacados con flechas por los indios, muriendo ocho. Nicolás

de Ovando decide crear una partida de 300 hombres para vengarse dirigidos por Juan de Esquivel.

Bartolomé de Las Casas era uno de esos hombres. Los españoles ganan la guerra y el cacique

Cotubano decide pactar la paz. Entonces los españoles montan en la zona una fortaleza y dejan en

ella 9 personas al mando del capitán Villamán. Sin embargo, los indios los matan a todos y

sólamente sobrevive uno, que va a Santo Domingo a decirle lo sucedido a Juan de Esquivel.

Cotubano convenció a los indios de la provincia de Higüey para que se rebelaran. Rota la tregua,

se iniciaría una verdadera guerra que duraría 8 o 9 meses. Pero como los indios se escondían muy

bien la selva con sus arcos y flechas envenenadas, tuvieron que hacerla con pequeños

contingentes de personas. Las Casas combatirá en el Cacicazgo de Higüey bajo las órdenes del

capitán Diego Velázquez de Cuéllar, por tal motivo recibió una encomienda en la Villa de la

Concepción de la Vega, la cual administró hasta 1506.8 Finalmente, tras una gran cantidad de

muertos en ambos bandos, los españoles logran encontrar el escondite de Cotubano en la isla de

Saona y lo arrestan y Nicolás de Ovando lo condenará a muerte.

Regreso a Sevilla y viaje a Roma[editar]

En 1506, Bartolomé regresó a Sevilla, en donde recibió las órdenes

menores al sacerdocio.7 En 1507 viajó a Roma y se ordenó como presbítero.

Regreso a La Española[editar]

Regresó a La Española en 1508. En septiembre de 1509 Nicolás de Ovando será sustituído en el

gobierno de la isla por Diego Colón, hijo de Cristóbal Colón. En Concepción Las Casas comenzará

su trabajo como doctrinero, que compaginará con su oficio de encomendero.

En 1510 llega a la isla la Orden de los Dominicos, que a la postre será la que más aposte por los

derechos de los indios. Los primeros dominicos que llegaron a la isla fueron cuatro, de los cuales

sólo se conserva el nombre de tres: Fray Pedro de Córdoba, Fray Antonio de Montesinos y Fray

Bernardo de Santo Domingo. Posteriormente llegaron más, aumentando el número a ocho. Pronto

empezaron a preocuparse por los derechos de los aborígenes.

La víspera de un domingo de 1511 los ocho miembros de la congregación elaboran un discurso

que Fray Antonio fue encargado de transmitir y que defendía enormemente a los indios. Se

llamóSermón de adviento, y que decía:

Para dároslo a conocer me he subido yo aquí, que yo soy la voz de Cristo en el desierto de esta isla, y por

tanto me conviene que con atención, no cualquiera, sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros

sentidos, la oigáis; la cual voz será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y

peligrosa que jamás pensasteis oír [...] Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y

tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y

horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas

gentes, que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos

nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan oprimidos y fatigados, sin darles de comer y curarlos en

sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los

matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y

criador, y sean bautizados, oigan misa y guarden las fiestas y los domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No

tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis, esto

no sentís? ¿Cómo estáis en esta profundidad, de sueño tan letárgico, dormidos? Tened por cierto que, en el

estado en que estáis, no os podéis más salvar, que los moros y turcos que carecen y no quieren la fe de

Jesucristo

Esto generó grandes protestas en la isla y Diego Colón se dirigió a hablar con Pedro de Córdoba al

convento de los dominicos para que expulsara de la isla a Fray Antonio o que, al menos, diera a la

semana siguiente un discurso más suave, que apaciguara los ánimos. Gran sorpresa fue que, al

domingo siguiente, el discurso fue mucho más beligerante por los indios y dio cinco principios: que

las leyes de la religión están por encima de las leyes de los particulares y del Estado, que no

existen diferencias raciales ante los ojos de Dios, que la esclavitud y la servidumbre son ilícitas,

que se debía restituir a los indios su libertad y bienes y que se debían convertir a los indios al

cristianismo con el ejemplo.

Varios encomenderos y religiosos se quejaron a Fernando el Católico y le solicitaron la expulsión

de los dominicos. El provincial de los dominicos de Castilla, Alfonso de Loaysa, llegó a pedir a Fray

Pedro de Córdoba que dejasen esa actitud, porque corrían el riesgo de que la orden fuera

expulsada del Nuevo Mundo. Desde La Española fue enviado a España a un representante de los

encomenderos, el franciscano Fray Alonso de Espinar, y los dominicos mandaron a Antonio de

Montesinos. El Rey Fernando los escuchó a los dos y ordenó que se hiciera una junta para estudiar

la situación de los indios. De esta junta, reunida en Burgos en 1512, y de la posterior en 1513,

surgieron las primeras normas para defender a los nativos,9 y con todas las normas posteriores

pasaron a constituir las Leyes de Indias, la primera legislación de derechos humanos de la historia.

Aunque su aplicación en el Nuevo Mundo era muchas veces pasada por alto.

Tras aquel Sermón de adviento a Las Casas se le negó la absolución debido a que en esa época

aún mantenía su repartimiento indígena.10

Las Casas permaneció sin meterse en este duelo entre frailes y encomenderos atendiendo a su

labor de doctrinero y a la gestión de sus encomiendas en La Concepción.9

Viaje a Cuba[editar]

En 1511, Diego Colón decide que es momento de explorar el interior de la cercana isla de Cuba. El

capitán Diego Velázquez Cuéllar prepara una expedición de 300 hombres en cuatro naves, que

partieron del Puerto de Salvatierra de Sabana rumbo a Maici, provincia al Este de Cuba, y

desembarcarán en el llamado Puerto de la Palma. Sin embargo, el cacique Hatuey había huído de

La Española en la guerra contra Cotubano y había organizado la resistencia en Cuba. Los indios

iniciarían una guerra descarnada contra los españoles en Cuba que duraría tres meses, y que

finalizaría con el exterminio de los indios rebeldes.11 Era preciso cristianizar al resto, por lo que, a

solicitud de Diego Velázquez, en la primavera de 1512, Bartolomé de las Casas se trasladó a la isla

de Cuba como capellán en compañía de Pánfilo de Narváez. Los españoles avanzaban por la isla

por la espesa selva, conquistando pueblos, cristianizándolos y extendiendo el dominio de España.

La labor de Las Casas fue muy importante para abrirse paso entre las tribus hostiles, ya que

siempre enviaba a un indio amigo a parlamentar con los indios, y por esto era conocido como el

"behique" bueno.12

Bartolomé de Las Casas habla con los indios y les explica la doctrina cristiana. Los indios se

muestran participativos y explican que en su religión había habido un diluvio universal. Un anciano

nativo explica que un hombre salvó a la humanidad metiendo en un arca a personas y animales.

Una vez ese hombre se quedó dormido bebiendo un vino que los cubanos hacían con las parras y

un hijo malo se rió del viejo pero el otro hijo, que era bueno, le cubrió con unas mantas. El anciano

indio explicó que ellos descendían del hijo malo, y por eso iban desnudos, y que los españoles

descendían del hijo bueno y que por eso iban vestidos e iban a caballo.12 Luego los indios

explicaron que todo lo que existía lo habían creado personas que venían de todo el mundo, y

Bartolomé les explico que esas personas eran realmente la Santísima Trinidad. La fama de Las

Casas se extiende por la isla y comienza a desaparecer tanto temor hacia los españoles, que había

venido de los indios que se habían sublevado en La Española. Bartolomé, siempre comprensivo,

comenzará a bautizar a los niños y promete el amor eterno de Dios a todos aquellos indios que

decidan bautizarse.13

El teniente Narváez, con 25 soldados, se adentra en la provincia de Bayamo, donde son atacados

por una gran cantidad indios, que logran repeler a lagresión. Todos esos indios se refugiarán

enCamagüey, hasta que pactan con los españoles y solicitan al "behique" su perdón y protección.

Se les perdona y, en agradecimiento, los indios les regalan a Las Casas y a Narváez unos sartales

de rústicas cuentas muy valorados por ellos.13

La matanza de Caonao[editar]

En 1513 los españoles llegan a la localidad de Caonao, donde son recibidos con un banquete de

pan de yuca y de pescado. Sin embargo, se desconoce la razón, los españoles se exaltan

creyéndose que van a ser atacados y comienzan a matar indios con sus espadas. Bartolomé de

Las Casas intenta detener la matanza pero los soldados no le obedecen. Finalmente, se acerca a

un joven que está dentro de una choza y le dice que no hay peligro y cuando sale es apuñalado por

un soldado. Entonces se agarra a Bartolomé y a este sólamente le da tiempo a bautizarlo y luego

muere.14

Después de la matanza de Caonao,15 Narváez le cuestionó: "¿Qué parece a vuestra merced destos

nuestros españoles qué han hecho?", formulando la pregunta como si el capitán no tuviese que ver

con esas acciones. Las Casas le respondió: "Que os ofrezco a vos y a ellos al diablo".16

Los indios comienzan a abandonar sus pueblos y los soldados se encuentran pueblos vacíos y sin

alimento. Posteriormente, se encarga a Las Casas volver a dialogar con los nativos, cosa que

consigue gracias a un intermediario y finalmente estos llegan a un arreglo con los españoles. Sin

embargo, Las Casas está molesto porque se le pide ayuda para la conciliación pero no se le

consultan las decisiones militares que generan los muertos y los nativos podrían pensar que, en

realidad, él era un behique malo.17

Los españoles se enteran que, cerca de La Habana hay prisioneros tres españoles y mandan a un

indio, que había aprendido a leer, con una carta para que la leyera. Los indios consideran que la

carta es mágica porque no entienden que un papel pueda contar cosas y algunos incluso acercan

las orejas al papel para ver si a ellos les dice algo.18 Las Casas se aloja en un pueblo de casas

construidas sobre estacas en el mar, llamado Carahact, cuando se acerca una canoa con dos

mujeres, que eran las que estaban cautivas, y explican que iban acompañadas pero que fueron

atacados y que sólo las perdonaron a ellas dos por ser mujeres. Sin embargo, aún queda un

español cautivo y Las Casas envía cartas para que vengan los caciques, que no se les hará nada

malo. Los caciques llegan y traen comida para honrar a los blancos, sin embargo, Narváez apresa

a los 20 caciques y ordena quemarlos vivos. Las Casas le dice que se lo piensa contar todo al Rey

y, por miedo, Narváez recula en su decisión y decide liberarlos a todos menos a uno, posiblemente

el más importante. Sin embargo, llegará el capitán Diego Velázquez y ordenará que a él también se

le pongan en libertad.19 Finalmente, los nativos liberaron en una aldea al español, Pablo Miranda.

Renuncia a sus encomiendas[editar]

Como recompensa por sus acciones durante la conquista de Cuba, en 1514 recibió un nuevo

repartimiento de indios en Canarreo, junto al río Arimao, cerca de Cienfuegos. Y, junto con su socio

Pedro de Rentería, mandó extraer oro de los yacimientos auríferos del río. Se centró

completamente en los negocios y empezó a tener fama de codicioso. Y, aunque trataba a los indios

de manera suave y les enseñaba la doctrina de Cristo, les ordenaba a sus indios encomendados

extraer oro en las minas y hacer cementeras y todo lo que él quería. En 1514 los socios deciden

ampliar sus negocios y Pedro de Rentería se traslada a Jamaica en búsca de más víveres, que en

Cuba ya escaseaban. entonces llegaron a La Española tres dominicos: Gutiérrez de la Ampudia,

Pedro de San Martín y Bernardo de Santo Domingo. Estos le dijeron a Las Casas que sabían de él

y de los esfuerzos que había hecho por procurar el bienestar de los aborígenes. Esto le marcó

profundamente y empezó a plantearse el objetivo de su misión en el Nuevo Mundo. Tomó

conciencia paulatinamente de lo injusto que era el sistema y se convenció de que debía «procurar

el remedio de esta gente divinamente ordenado».

En una misa de Pascua, encontrándose en Sancti Spíritus, dio un discurso en el cual condenaba

los malos tratos a los indios y explicaba vivencias sobre ellos. Esto despertó críticas entre la gente,

sin embargo, estas críticas no fueron tanto contra su discurso sino contra su persona, puesto que

Las Casas era un encomendero y no era justo que insultara a un grupo al que él mismo pertenecía.

Entonces se dirigió a Diego Velázquez y le dijo que no deseaba seguir teniendo encomiendas.

Velázquez intentó persuadirle, le dijo que se estaba forjando un futuro merecido como hombre

rico,20 pero Las Casas insistió y le dijo que la decisión sería secreta hasta que no regresara su

socio de Jamaica. Escribió a Rentería para pedirle que regresara porque quería regresar a Castilla.

El 15 de agosto de 1514, día de la Asunción, a la edad de treinta años, pronunció un sermón

en Sancti Spíritus 21  donde, en presencia de todos y del propio Velázquez, dijo que reiteraba sus

críticas y que cedía todas sus encomiendas, ante el asombro de todos.22 Cuando regresó Rentrería

y Las Casas le comunicó su decisión, lejos de enfadarse, su antiguo socio le dijo que le apoyaba

en sus demandas y que pondría a su disposición todo el dinero que necesitara. En 1515 se dirigió

a Santo Domingo, en La Española, a hablar con el dominico Pedro de Córdoba, que le escuchó

con agrado y le dijo que eran conocidos los poderosos intereses que defendían el Obispo de

Burgos Juan Rodríguez de Fonseca, con 800 indios encomendados, y el secretario Lope de

Conchillos, gran terrateniente en las tierras descubiertas y con muchas encomiendas.23 Estas dos

personalidades, al lado del Rey, eran las que manejaban los asuntos de Estado.

Protector Universal de Todos los Indios[editar]

En septiembre de 1515 Las Casas embarca rumbo a Sevilla junto con Fray Antonio de Montesinos.

Los frailes llegaron a Sevilla el 6 de octubre. En Sevilla visita el Convento dominico de San Pablo y

Montesinos le presenta a sus superiores, que se muestran encantados de ayudarle y le

recomiendan al arzobispo de Sevilla, Fray Diego de Deza, hombre que había ayudado a Colón a

descubrir Las Indias. Diego de Deza era un hombre cercano al monarca y recibe la visita de Las

Casas, que le cuenta la situación de los indios, y Deza se encuentra dispuesto a ayudarlo. Le

aconseja que se entreviste con Fernando el Católico y le entrega una carta de recomendación. Las

Casas se encamina a Plasencia, donde en ese momento se encontraba la Corte. Gracias a las

gestiones del dominico y confesor del monarca, Tomás Matienzo, logrará entrevistarse con el rey.

Sin embargo el rey estaba muy enfermo, tumbado en la cama, y le dice que deberá aplazar la

decisión para más adelante.

Posteriormente se entrevistará con Juan Rodríguez de Fonseca, que, cuando escucha su alegato,

le viene a decir que a él no le importa en absoluto y que él es un necio por preocuparse por eso.

Fernando tenía previsto viajar a Sevilla y Deza arregla otro encuentro entre el monarca y Las

Casas, sin embargo, el monarca fallece por el camino en el pueblo andaluz de Madrigalejo. Antes

de morir entrega la regencia al Cardenal Fray Francisco Jiménez Cisneros, Arzobispo de Toledo.

Las Casas prepara un texto para Cisneros y otro para Adriano de Utrecht, que era el tutor del

príncipe Carlos, futuro Carlos V.

Cisneros le prestó toda su atención a Las Casas, escuchándole varias veces. Y Adriano también

dió buena cuenta de sus escritos remitiéndoselos al regente. En presencia de Cisneros, los

partidarios de Conchillos se ponen en evidencia porque, durante la lectura en voz alta de las leyes

proclamadas tras la junta de Burgos, omiten decir que todos los indios que trabajan en las granjas

merecen una libra de carne cada ocho días y en las fiestas.24

En 1516 Las Casas escribirá su Memorial de los Agravios, de los Remedios y de las Denuncias,

que provocará la sustitución de Fonseca por el Obispo de Ávila, Francisco Ruiz, y de Conchillos

por el secretario Jorge de Baracaldo.

En abril, Cisneros determinó enviar a tres frailes jerónimos para ejercer la gobernación de La

Española. Las Casas fue comisionado consejero de los frailes y se le nombró Procurador o

protector universal de todos los indios de las Indias.7 25 Cargo similar al

de Ombudsman de Suecia que fue instituido a principios del siglo XIX.

Bartolomé de Las Casas será ahora protector de los indios en las islas Española, Cuba, San

Juan y Jamaica, así como en tierra firme, en referencia al continente americano. Su misión era

informar a los Padres Jerónimos o al resto de personas que entendiesen de ello de la salud e

integridad de los indios. El Almirante y jueces de apelación mandados debían guardar ese Poder

de Bartolomé, y las desobediencias a él se castigarían con el pago de 10.000 maravedís.26

Intentos de encomiendas pacíficas[editar]

El 11 de noviembre de 1516 Bartolomé de Las Casas embarca junto con los tres Padres Jerónimos

rumbo a La Española. Sin embargo, lo hicieron en naves distintas. Al llegar a San Juan de Puerto

Rico el barco de Las Casas sufrió una avería, debiendo prolongar su estancia allí dos semanas. Al

llegar a La Española Las Casas se dio cuenta de que los encomenderos se habían ganado el favor

de los Padres Jerónimos. Estos los recibieron con festejos y les habían dicho que las encomiendas

eran necesarias, porque de lo contrario los indios se rebelarían y que además tenían costumbres

primitivas, y los Padres Jerónimos se limitaron a suprimir las encomiendas de los que no vivían la

isla. Las Casas sólamente logró que se respetaran de las Ordenanzas lo que se refería a la libertad

de los aborígenes encomendados a jueces y oficiales del rey.27

En junio de 1517 decide regresar a España para indicar a Cisneros que las cosas no van según lo

previsto y cuando llega a Sevilla se entera de que el Cardenal está moribundo en Aranda de

Duero y va a hablar con él, pero, enfermo, decide aplazar la decisión para más adelante y muere

en septiembre. El príncipe Carlos desembarca en Asturias y llega con un importante séquito a

Valladolid. Pronto surgieron bandos para hacerse con el poder. Por un lado estaban los

"castellanos", encabezados por el obispo Fonseca y Lope Conchillos, y por otro lado están los

"flamencos", donde están el Gran Canciller de Castilla; Juan Sauvage, el camarero mayor;

Monsieur de Xevres, y el camarero privado; Monsieur Laxao. El presidente de todos los Consejos

era el Gran Canciller, y era al que se dirigía Las Casas y será considerado uno de sus hombres de

confianza. En 1519 el Canciller le pide a Las Casas que redacte memoriales para reformar la

legislación de Indias, sin embargo Sauvage muere poco después de una enfermedad.

En 1518 las Casas planeó un proyecto para colonizar tierras de indios con labradores reclutados

en España. Esto era un intento de crear una experiencia colonizadora pacífica en un territorio no

hallado por conquistadores y encomenderos. Sin embargo, ha de tener un arduo debate contra el

fraile franciscano Juan de Quevedo, quien había sido nombrado obispo de Santa María la Antigua

del Darién, y se pronunciaba a favor de la esclavitud de los indígenas.28 Juan de Quevedo se

apoya en Aristóteles para argumentar que las gentes rudas y bárbaras son esclavos por

naturaleza. Las Casas argumenta que los indios pueden ser civilizados en paz y respetándose su

libertad, porque Dios les había dado los mismos talentos que al hombre blanco.29

Al igual que Pedro Mártir de Anglería, en abril de 1520, las Casas conoció a los

indígenas totonacas que fueron llevados ante la presencia del nuevo monarca por Alonso

Hernández Portocarrero yFrancisco de Montejo, ambos emisarios de Hernán Cortés, conquistador

de México.

Un par de meses más tarde, en Santiago de Compostela, el Consejo de Castilla hizo para sí las

ideas de Las Casas quien estaba convencido que la labor de conquista y colonización

de Américadebía ser ejercida pacíficamente a través del anuncio y difusión de la fe católica. Así, el

Consejo de Castilla lo autorizó a llevar a cabo el proyecto para crear una colonia pacífica en el

territorio deCumaná (Venezuela), para que él aplicase sus teorías consistentes en poblar la tierra

firme, sin derramar sangre y anunciar el evangelio, sin estrépito de armas.30

Sin embargo, son momentos convulsos en

España. Toledo, Segovia, Ávila, Zamora, Salamanca y Valladolid se sublevan contra Carlos V y

esto ralentiza que se emitan las Cédulas Reales que Bartolomé necesita para su proyecto. En

Sevilla, Don Juan de Figueroa organiza un motín que es aplastado al día siguiente por sus rivales,

los Guzmanes. Bartolomé llega después de estos sucesos y no le es posible encontrar socios y

capitales para su proyecto y hubo de contentarse con llevar como tripulación a un grupo de 70

amotinados, condenados y proscritos, que embarcaban para fugarse a América. El 14 de diciembre

de 1520 parten rumbo a Puerto Rico.

Llegan a Puerto Rico el 10 de enero de 1521. Allí les llega la noticia de Alonso de Ojeda había

iniciado en tierra firme una cacería de esclavos que había enfurecido a los aborígenes, y que por

ello los indios chiribichi y macarapana habían asesinado a todos los frailes dominicos que se

habían asentado en tierra firme. El Virrey de La Española Diego Colón ordenó a Gonzalo de

Ocampo que les diera una lección a los aborígenes. La expedición de Ocampo llegó con 300

soldados a San Juan de Puerto Rico, donde pudo conocer los planes del Virrey. Sin embargo, Las

Casas habla con Ocampo y le dice que no puede llevar a cabo una expedición militar a esas tierras

porque le han sido concedidas a él por Cédula Real. Ocampo comprobó la validez de los

documentos de Las Casas, pero decidió no hacerle caso. Las Casas fue a Santo Domingo a hablar

con Diego Colón para que diera validez a sus títulos en el Nuevo Mundo, y dejo en Puerto Rico a

su tripulación de labradores. Sin embargo, los 70 socios de Las Casas, al ver el cariz de los

acontecimientos, deciden alistarse con Ponce de León a explorar la Florida.31

Las Casas es recibido fríamente en La Española. Allí se acuerda darle un par de carabelas para ir

a Cumaná, en la costa de Venezuela, donde debía de asentarse. Además, Pedro de

Córdobafallece. Tras participar en su funeral se dirige a Puerto Rico. El 30 de julio de 1521 sale

hacia Puerto Rico con sus dos carabelas, la Concepción y la Sancti Spíritu. Junto con Las Casas

viajan su segundo, Francisco de Soto, su capellán Blas Hernández y su auxiliar Juan de Zamora.

Días antes, la expedición de Ponce de León había finalizado porque los indios habían atacado a

los españoles en Florida, matando a Ponce de León de un flechazo. Sin embargo, una vez en

Puerto Rico los labriegos rechazan acompañarles. Allí les habían dicho que Bartolomé era un

embaucador que lo que quería era matarlos a trabajar y que si se quedaban en la isla tendrían

acceso a tierras y a indios que trabajaran para ellos. Sin embargo, decide ir a Cumaná de todas

formas. Allí es bien recibido por los franciscanos. Los soldados de Ocampo, que se encontraban en

un campamento cercano al que llamaron Nueva Toledo, no se tomaron bien, porque con Las

Casas allí su caza de esclavos había terminado. Entonces los soldados se trasladaron a La

Española, desde donde siguieron haciendo incursiones para buscar esclavos en las tierras de Las

Casas. Esto hizo que los guayqueríes se rebelaran y Bartolomé, consciente del peligro que corría

el asentamiento cristiano, fue a pedir ayuda a Santo Domingo en diciembre de 1521. Sin embargo

una tormenta se desata y va a parar con su nave a Yaiquimo, en el lado opuesto de La Española.

Su segundo, Francisco de Soto, aprovecha la ausencia de Las Casas para organizar una cacería

de esclavos. Los indios aprovechan la ausencia de Francisco de Soto y atacan e incendian la

misión el 10 de enero de 1522 y mataron a su regreso a Francisco de Soto, al franciscano Fray

Dionisio y al artillero Artieda, pudiendo el resto de los cristianos escapar a la península de Araya, y

de allí a Cubagua y de allí a Santo Domingo. Las Casas camina de Yaiquimo a Santo Domingo y, a

su llegada, se entera del fracaso de su misión y entra en depresión. Acepta el consejo de Fray

Domingo de Betanzos para entrar en el convento dominico de Santo Domingo.32

En el convento sigue compartiendo y mejorando el trabajo de muchos religiosos que venían

elaborando estudios de derecho en la Escuela de Salamanca, sobre los justos títulos que tenía

laCorona de Castilla en el Nuevo Mundo y sobre el estatus civil que debía dispensarse a los indios,

como hombres libres -y no esclavos- de la corona castellana. Al mismo tiempo criticó muchos

aspectos de la colonización de América y, entre ellos, el sistema de encomiendas. Se retiró para

dedicarse al estudio de la teología, la filosofía y el derecho canónico y medieval, y comenzó a

escribir su Historia de las Indias.

En 1523, tras pasar un año de novicio, profesa en la Hermandad de Santo Domingo. En 1526

escribe al presidente de la Audiencia, Alonso de Fuenmayor, pidiendo por los indios. Para

satisfacer al arzobispo, los superiores del Convento lo envían a otro convento, al de Puerto de la

Plata, al Norte de la isla. Allí llega en 1527 y dedicará tres años al estudio y a la meditación.

El Obispo de México, Fray Juan de Zumárraga, y el de Tlascala, Fray Julián Garcés, lo designan

como reformador de la Orden de los Dominicos en el Nuevo Mundo. En noviembre de 1531

desembarca en Veracruz, junto con Fray Tomás de Berlanga y con el presidente de la Audiencia

de La Española, Don Sebastían Ramírez de Fuenreal. Sin embargo, los dominicos de México

consiguen el apoyo del Cabildo de la ciudad y lo encarcelan, mandándolo luego de vuelta a La

Española.

En 1524 se había creado el Consejo Real y Supremo de las Indias, para hacerse cargo de todas

las cosas relacionadas con la política colonial. Su presidente era Fray García de Loaysa. Tras su

expulsión de Veracruz Las Casas escribe a este organismo una extensa carta. Esa carta sería el

germen de otra obra, De Único Vocationis Modo.33

En 1533 un encomendero arrepentido en su lecho de muerte le pide a Fray Bartolomé de Las

Casas que libere a sus indios encomendados. Él lo hace, sin embargo se granjea la enemistad de

su heredero, Pedro de Vadillo, y logra que lo encarcelen. Los dominicos impiden que se cumpla la

condena pero se le pedirá que se recluya en un monasterio de la orden.34

La rebelión de Bahuruco[editar]

Sin embargo, en 1534 las autoridades precisaron de Fray Bartolomé. El cacique Bahuruco, que fue

bautizado como Enrique y educado por los franciscanos, pasó a la encomienda de un hidalgo

español apellidado Valenzuela, que tenía haciendas en San Juan de la Managua. Cansado de las

humillaciones de su amo, que le quitó a su yegua y a su esposa, sale al bosque, donde se une a un

grupo de indios sublevados. Logra defenderse de los ataques que se mandan contra ellos y monta

una especie de "república independiente" en una extensión de treinta leguas. Los jefes nativos

Ciguayo y Tamayo siguen el ejemplo de Enrique y deciden organizar partidas contra los españoles,

atacándolos a todos, estuvieran armados o no. Los métodos de atacar a gente sin armas no gustan

a Enrique, pero el odio contenido hacia los españoles es tan grande que es difícil controlarlo. Su

rebelión se prolongó durante diez años. Un tal Fray Remigio fue mandado a parlamentar a su villa

pero fue arrestado por los indios y Enrique le explicó la razón de su rebeldía. Carlos V fue

informado de que había un cacique rebelde en La Española y ordenó que fuera reducido, ante lo

cual, el presidente de la Audiencia de la Española, Sebastián Ramírez de Fuenleal, le pide a Las

Casas que intervenga en el asunto. Enrique reconoce a Las Casas como un amigo. Las Casas le

explica de los inconvenientes de vivir fuera de la ley de los blancos, de lo poderosos que estos

eran y de que no iban a permitir que esa rebelión continuara. Enrique pide "seguro de vida y

perdón general, conservación de su señorío y hacienda y libertad para sus hombres, que

continuarían viviendo en la tierra de sus antepasados sin recibir ninguna molestia". Los españoles

aceptan.35

Nicaragua[editar]

Por los servicios prestados, la Audiencia levanta a Bartolomé su reclusión, permitiendo que

aceptase la invitación de Fray Tomás de Berlanga, al que acababan de hacer obispo del Perú.

Ambos embarcan hacia Panamá, para luego seguir por tierra hasta Lima, pero en el transcurso del

viaje hay una tormenta que lleva el barco a Nicaragua, donde decide instalarse en el Convento de

Granada. Esta será la tierra de las Indias que más le guste y en 1535 propone al Rey y al Consejo

de Indias iniciar una colonización pacífica en zonas del interior inexploradas. Sin embargo, a pesar

del interés mostrado por los consejeros de Indias Bernal Díaz de Luco y Mercado de Peñaloza,

esto no podrá hacerlo por culpa de que todavía se encontraba en la corte el clan Fonseca, enemigo

del Protector.

En 1536 el gobernador de Nicaragua, Rodrigo de Contreras, organiza una expedición militar, pero

Las Casas logra aplazarla un par de años informando a la reina Isabel de Portugal, esposa de

Carlos V. Ante la hostilidad de las autoridades, Las Casas decide abandonar Nicaragua y se dirige

a Guatemala.36

Guatemala[editar]

En noviembre de 1536 se instala en Santiago de Guatemala. Meses después el obispo Juan

Garcés, que era amigo suyo, le invita a trasladarse a Tlascala. Posteriormente, vuelve a

trasladarse a Guatemala. El 2 de mayo de 1537 consigue del gobernador licenciado Don Alfonso

de Maldonado un compromiso escrito ratificado el 6 de julio de 1539 por el Virrey de México

Don Antonio de Mendoza, que los nativos de Tuzulutlán, cuando sean conquistados, no serían

dados en encomienda sino que serían vasallos de la Corona.37 Las Casas, junto con otros frailes

como Pedro de Angulo y Rodrigo de Ladrada, busca a cuatro indios cristianos y les enseña

cánticos cristianos donde se explican cosas básicas del Evangelio. Posteriormente encabeza una

comitiva que trae pequeños regalos a los indios (tijeras, cascabeles, peines, espejos, collares de

cuentas de vidrio...) e impresiona al cacique, que decide convertirse al cristianismo y ser predicador

de sus vasallos. El cacique se bautiza con el nombre de Juan. Los nativos consienten que se

construya una iglesia pero otro cacique llamado Cobán quema la iglesia. Juan, con 60 hombres,

acompañado de Las Casas y Pedro de Angulo, van a hablar con los indios de Cobán y les

convencen de sus buenas intenciones.38

Entrevista con Carlos I de España[editar]

Otro viaje transatlántico volvió a fray Bartolomé de las Casas de nuevo a España en 1540.

En Valladolid, visitó al rey Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico.

El emperadorCarlos I quien, entre sus numerosos títulos era "Rey Católico" desde 1517,

preocupado por la situación de los indios en América y prestando oídos a las demandas de De las

Casas y a las nuevas ideas del derecho de gentes difundidas por Francisco de Vitoria, convocó

al Consejo de Indias a través de Comisión de Valladolid o Junta de Valladolid. Entre los

comisionados se encontraban los más importantes teólogos y juristas europeos de su época.

Leyes Nuevas[editar]

Bartolomé de Las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Edición de 1552.

Como consecuencia de lo que se discutió, el rey Carlos I promulgó el 20 de noviembre

de 1542 las Leyes Nuevas. Ellas prohibieron la esclavitud de los indios y ordenaron que todos

quedaran libres de los encomenderos y fueran puestos bajo la protección directa de la Corona.

Disponían además que, en lo concerniente a la penetración en tierras hasta entonces no

exploradas, debían participar siempre dos religiosos, que vigilarían que los contactos con los indios

se llevaran a cabo en forma pacífica dando lugar al diálogo que propiciara su conversión. Las

Leyes Nuevas fueron uno de los más importantes aportes al derecho de gentes que efectuara el

rey Carlos I como consecuencia de sus conversaciones con fray Bartolomé de las Casas.

A finales de ese mismo año las Casas terminó de redactar en Valencia su obra más

conocida, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, dirigida al príncipe Felipe, futuro

rey Felipe II, entonces encargado de los asuntos de Indias.39

Obispo de Chiapas[editar]

Se le ofreció el obispado de Cuzco, importantísimo en aquel momento, pero las Casas no aceptó,

aunque sí se hizo cargo del obispado de Chiapas en1543, porque lindaba con Tuzulutlán.40

Fue consagrado obispo de Chiapas en el antiguo convento dominico de San Pablo, en Sevilla,

actual Parroquia de la Magdalena, el 30 de marzo, Domingo de Pasión, de 1544. Pando Miranda

dice que "hubo flores y múltiples luces de cirios en la iglesia conventual, nubes de incienso, oro y

sedas en los ornamentos sagrados de los obispos consagrantes, que fueron el de Córdoba y el

de Trujillo, y un sobrino del Cardenal Loaisa". Como obispo se dedica a reclutar a una buena

cantidad de misioneros, la mayoría dominicos del convento de San Esteban de Salamanca, para

acompañarle en su viaje a Chiapas.

Sin embargo, en Sevilla hubo asuntos que precisaron su atención. Muchos vecinos de la ciudad

poseían indios reducidos a servidumbre forzada. Unos habían sido traídos por sus encomenderos

de América y otros habían sido adquiridos a escondidas a mercaderes de esclavos. Los indios, al

saber que Las Casas está allí, van al convento a quejarse. Las Casas se dirige a Carlos V por carta

para decirle que ordenara poner en libertad a todos los indios del reino, "porque en verdad que son

tan libres como yo".41

Partirá de Sevilla y llegará a Santo Domingo el 8 de septiembre de 1544 con treinta misioneros.

Serán recibidos con hostilidad por los españoles en las Américas, por haberse decretado las

nuevas leyes de Indias. El 14 de diciembre de 1544 parte de Santo Domingo rumbo a Chiapas. El

19 de enero de 1545 desembarca en San Lorenzo de Campeche, donde también soportará la

hostilidad de los pobladores y del gobernador, Francisco de Montejo. Desde esta ciudad, y tras

pasar unos días en Tabasco, se encamina a Ciudad Real de los Llanos de Chiapas.

Tras la conquista de México por Hernán Cortés, la ciudad había caído en el gobierno del capitán

Diego de Mazariegos, que gobernaba con cierta diligencia, con normas como mantener una

adecuada salubridad pública y no permitir que circularan sueltos animales de carga. Mazariegos

también se preocupaba por los indios: les entregó tierras en propiedad y les dijo que si algún

español se interesase por ellas podría pagarles, se aseguró de que se respetaran sus descansos

semanales, creó una escuela donde podían ir los hijos de los jefes y caciques, etcétera. Se creó

una iglesia en la ciudad, la Iglesia de la Anunciación, que quedaba bajo la potestad del obispo de

Tlascala, pero con el crecimiento de la ciudad pasó a ser esta una diócesis, siendo su primer

obispo Don Juan de Arteaga, y su sucesor el propio Bartolomé de las Casas.

Sin embargo, cuando Las Casas llegó, la ciudad ya no la gobernaba Mazariegos, los terrenos de

los indios habían pasado a nuevas manos y estos eran sojuzgados sin que nadie tuviera en cuenta

sus intereses. A finales de febrero de 1545 fue cuando Bartolomé tomó el cargo, y el 20 de marzo

publicó una carta en la que decía que se negaba la absolución a todos los españoles que no se

liberas a sus indios que no devolvieran lo obtenido por las encomiendas a los indios. Todos los

españoles se opusieron, pero Las Casas encontró el apoyo de los misioneros dominicos y del

clérigo Juan de Parera.

Las Casas decide hacer una pequeña visita a Tuzulutlán, para comprobar el éxito de su misión

pacificadora,42 y luego regresará a Chiapas. Las Casas permanece en la ciudad hasta octubre de

1545, cuando decide ir a Gracias a Dios, para pedir ayuda a la Audiencia, presidida por Alonso

Maldonado. Maldonado no hace caso a Las Casas y este regresa a Chiapas.

Para asegurar el cumplimiento de las Leyes Nuevas es enviado a Indias el licenciado Francisco

Tello de Sandoval. Desembarcó en San Juan de Ulúa y luego se dirigió hacia Ciudad de México,

donde se hospedó en un convento dominico. Había muchos españoles contrarios a la normativa,

como el virrey Antonio de Mendoza, y se mandó a una comitiva a hablar con el monarca para que

aboliera las Leyes Nuevas. Las Leyes Nuevas encontraron dificultades en su aplicación definitiva,

sobre todo en lo que respecta a la herencia del derecho de encomienda.

Bartolomé de las Casas fue llamado por Francisco Tello a Ciudad de México y tuvo que partir,

dejando en sustitución al canónigo Juan de Pareda. En mayo de 1546 llegó a Ciudad de México en

compañía de su amigo Rodrigo de Ladrada. En la ciudad se incorpora a una Junta Episcopal

donde estaban los obispos de México, Tlascala, Guatemala, Mexoacán y Oaxaca. En esta Junta

debatieron sobre los indios, ganando la tesis de Las Casas en referencia a la capacidad de los

indios y los deberes que tenían con la Corona.

Regreso a España[editar]

Francisco Tello decidió dejar en suspenso la aplicación de las Leyes Nuevas hasta que no se

resolviera el asunto de la comitiva que había ido a hablar con el monarca y llegaría la noticia de

que el Rey suspendía lo que hacía referencia a la herencia, permitiendo que las encomiendas ya

dadas se transmitieran.

Las Casas decide regresar a España en 1547 para luchar por el bienestar de los indios desde la

metrópolis. Embarcará en Veracruz, hará escala en las Azores, luego desembarcará en Lisboa e

irá luego hasta Salamanca. En agosto de 1550 presenta su renuncia indeclinable como obispo de

Chiapas y consigue que se nombre para reemplazarle a uno de sus discípulos, Fray Tomás

Casillas.43

El 10 de marzo de 1551 Bartolomé es nombrado beneficiario de la herencia de Don Juan de Écija,

y utilizará este dinero para asegurarse la manutención de él y de su amigo el confesor Rodrigo de

Ladrada para el resto de sus días en el Colegio dominicano de San Gregorio en Valladolid.

En Valladolid, entre 1550 y 1551, mantuvo una polémica con Juan Ginés de Sepúlveda llamada

«La controversia de Valladolid» que versó sobre la legitimidad de la conquista. Se discutió quién

ganó esta controversia, ya que ambos se consideraron ganadores, sin embargo los trabajos de

Ginés de Sepúlveda no obtuvieron autorización para ser publicados.

En 1552 llega a Sevilla, donde publica varias de sus obras. Va acompañado de 20 misioneros que

ha podido reclutar y que parten en la expedición de la Armada, que parte para el Puerto de

Caballos. Estos misioneros portan los Siete Tratados de Las Casas.

Fallecimiento[editar]

Los últimos años de Las Casas transcurrieron en Madrid. Estuvo en el Convento de San Pedro

Mártir y luego en el de Atocha, acompañado de su amigo Fray Labrada. Fray Bartolomé de las

Casas, conocido como el Apóstol de los Indios, murió en Madrid en 1566. Fue enterrado en Atocha

aunque, posteriormente y por su disposición testamentaria, sus restos serán trasladados a

Valladolid.

Veneración[editar]

En 2000 la Iglesia Católica dio inicio a su proceso de beatificación.

Pensamiento[editar]

Monumento a Fray Bartolomé de las Casas junto al Puente de Triana de Sevilla, en España

Junto con Francisco de Vitoria, Bartolomé de las Casas es considerado uno de los fundadores

del derecho internacional moderno44 y un gran protector de los indios y precursor de los derechos

humanos junto al jesuita portugués António Vieira. Aunque desde perspectivas opuestas, tanto él

como Vitoria se ocuparon del problema alrededor del cual emergió el derecho de gentes en la

época moderna: la definición de las relaciones entre los imperios europeos y los pueblos del Nuevo

Mundo. Esta tarea requería de la creación de un marco jurídico suficientemente amplio como para

ser válido al mismo tiempo para europeos y aborígenes.45 La tradición legal que fue usada para tal

fin fue precisamente la del derecho natural, la cual fue tomada del derecho medieval y la

filosofía estoica. Las Casas consideró que los indios tenían uso de razón, tanto como los

antiguos griegos y romanos, y que como criaturas racionales eran seres humanos. Como tales, los

indígenas estaban cobijados por el derecho natural y eran titulares de los derechos a lalibertad y a

nombrar sus autoridades.46

Su contribución a la teoría y práctica de los derechos humanos puede apreciarse en su

obra "Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias", el cual, por ser escrito a mediados del

siglo XVI, constituye el primer informe moderno de derechos humanos. En él describe las

atrocidades a las que fueron sometidos los indígenas de las Américas por los conquistadores

españoles. Un párrafo puede dar una idea de los hechos que narra este libro: "Otra vez, este

mesmo tirano fue a cierto pueblo que se llamaba Cota, y tomó muchos indios he hizo despedazar a

los perros quince o veinte señores y principales, y cortó mucha cantidad de manos de mujeres y

hombres, y las ató en unas cuerdas, y las puso colgadas de un palo a la luenga, porque viesen los

otros indios lo que habían hecho a aquellos, en que habría setenta pares de manos; y cortó

muchas narices a mujeres y a niños".

Aunque abogó por la defensa de los indios y se ha cuestionado su defensa de los negros se

conoce que escribió un opúsculo titulado Brevísima relación de la destrucción de África como

preludio a Brevísima relación de la destrucción de las Indias, contra el maltrato de la población

africana contra abusos de Castilla y Portugal.

Bartolomé de Las Casas propuso, sin éxito, que al continente americano se le llamase Columba.47

Obras[editar]

Memorial de remedios para las indias (1518), también conocida como Los dieciséis remedios

para la reformación de las Indias.

Historia de Indias (1517)

Apologética historia sumaria (1536)

De único vocationis modo, conocida en español como Del único modo de atraer a todos los

pueblos a la verdadera religión (1537)

Memorial de los remedios (1542)

Representación del Emperador Carlos V (1547)

Treinta proposiciones muy jurídicas (c. 1548)

En 1552 regresa a Sevilla, donde publica libros que había ido escribiendo anteriormente:48

Principia Quaedam (1552)

Brevísima relación de la destrucción de las Indias, colegida por el obispo don Fray Bartolomé

de las Casas o Casaus, de la Orden de Santo Domingo (1552)

Tratado sobre los indios que se han hecho esclavos (1552)

Octavo remedio (1552)

Avisos y reglas para confesores (1552)

Aquí hay una disputa o controversia entre Fray Bartolomé de las Casas [...] y Doctor Ginés de

Sepúlveda (1552)

Tratado comprobatorio del imperio soberano y el principado universal (impresa en 1553)

Sobre el título del dominio del Rey de España sobre las personas y tierras de los indios (h.

1554)

Memorial-Sumario a Felipe II (1556)

Tratado de las Doce Dudas (1564)

Petición de Bartolomé de las Casas a su Santidad Pío V sobre los negocios de las indias

(1566)

De regia potestate

De thesauris

Protestación del dicho obispo don fray Bartolome de las Casas

Estas veinte razones que aquí hemos asignado para que cese aquella tan cruel tiranía vastativa de la mayor parte del linaje humano, la cual como ha devastado y extirpado las Indias, hubiera asolado todo el resto del mundo, si en las otras partes, del que cuarenta y cinco años que allí comenzó y dura, hubiera durado, afirmamos en Dios y en nuestras conciencias que creemos, por la longísima experiencia ocular que desde que comenzó y medió hasta hoy, tenemos ser suficientísimas no sólo todas juntas, pero cada una por sí para que su majestad ni quiera, ni deba, ni pueda conceder el repartimiento de los indios, que los hombres codiciosos, ambiciosos y tiranos con tanta instancia piden y procuran, queriendo por ser ellos señores destruir la honra

y gloria de Dios en cuanto en ellos: infamar y hacer odiosa su santa fe; y vaciar aquel universo orbe de tan infinitas naciones, infernándoles las ánimas, habiendo muerto sobre quince cuentos de ellos sin fe y sin ningún sacramento.

El daño y jacturas que a la corona real de Cascilla y León por esta causa ha venido y a toda España vendrá, despoblando y matando, como por ella misma se matará y despoblará todo el resto que de ellas queda, los ciegos lo verán, los sordos lo oirán, los mudos lo clamarán y los muy prudentes lo juzgarán. Y porque nuestra vida no puede ser ya larga, invoco por testigos a tOdas las jerarquías y coros de los ángeles, a todos los santos de la corte del cielo y a todos los hombres del mundo, en especial los que fueren vivos no de aquí a muchos años, de este testimonio que doy y descargo de mi conciencia que hago: que si el repartimiento infernal y tiránico susodicho, y que se pide dando los indios de cualquier manera a los españoles que tengan entrada o salida con ellos, con cuantas leyes, y estatutos, y penas que se les pongan, su majestad les concede y hace que todas las Indias en breves días serán yermadas y despobladas, como lo están la grande y felicísima isla Española, y las otras islas y tierras, sobre tres mil leguas de tierra, sin ella, distantes de ella y comarcanas; y que por aquellos pecados, por lo que leo en la Sagrada Escritura, Dios ha de castigar con horribles castigos y quizá totalmente destruirá toda España.

Año de mil, y quinientos, y cuarenta y dos años.