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UNIVERSIDAD AUT~NOMA METROPOLITANA UNIDAD IZ’TAI’ALAPA DIVISIóN DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES Departamento de Filosofía Casa abierta al tiempo ESTÍO DE SEÑALES ENRAlZADAS Una lectura simbólica de dos cuentos de Inés Arredondo T E S I S que para obtener el título de Licenciada en Letras Hispánicas presenta SANDRA RAQUEL MARTINELL1 HERRERA .-& , ASESORA: Dra. Luz Elena Zamudio Rodriguez c L.b 2 z (S bTiQ 2.3 L’cvi Q &!S ,) ,:> LECTORA: Mtra. Laura Cázares Hernández LECTORA: Mtra. Marina Martinez Andrade México, D.F., abril del 2000

UNIVERSIDAD AUT~NOMA METROPOLITANA148.206.53.84/tesiuami/UAM0801.pdf · ÍNDICE Prefacio. Introducción. l. Señales en la vida y en la obra de Inés Arredondo 11 l. 1 Breve recorrido

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UNIVERSIDAD A U T ~ N O M A METROPOLITANA

UNIDAD IZ’TAI’ALAPA

DIVISIóN DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES

Departamento de Filosofía

Casa abierta al tiempo

ESTÍO DE SEÑALES ENRAlZADAS Una lectura simbólica de dos cuentos de Inés Arredondo

T E S I S

que para obtener el título de Licenciada en Letras Hispánicas

presenta

SANDRA RAQUEL MARTINELL1 HERRERA

.-& , ASESORA: Dra. Luz Elena Zamudio Rodriguez c

L . b 2 z (S bTiQ 2.3 L’cvi Q

&!S ,) ,:>

LECTORA: Mtra. Laura Cázares Hernández LECTORA: Mtra. Marina Martinez Andrade

México, D.F., abril del 2000

Para José, espejo en mi vida y sombra

constante de todas mis batallas

... Sentir que es un soplo la vida,

que veinte años no es nada,

que febril l a mirada

errante en la sombra

te busca y te nombra.. .

Alfred0 Le Pera

ÍNDICE

Prefacio.

Introducción.

l. Señales en la vida y en la obra de Inés Arredondo 1 1

l . 1 Breve recorrido cronológico por su vida 11

1.2 Inés Arredondo ¿inscrita en la Generación de Medio

Siglo? 28

1.3 Publicación y repercusión de su obra 38

2. Lo simbólico como elemento estructurante en la obra

de Inés Arredondo 57

2.1 Diversos acercamientos al tratamiento

de los símbolos 57

2.2 La señal como unidad simbólica 69

3. El “Estío” de “El árbol” ... árbol de un estío 81

3. l . Los símbolos del erotismo y

de la naturaleza: “Estío” 81

2

3.2. Los símbolos del amor y de la muerte: “El árbol” 1 1 O

3.3. Nada es casual: ¿por qué el orden de estos dos cuentos?

Relación entre ambos 125

4. Conclusión 134

5. Bibliografía 140

6. Hemerografía 144

3

PREFACIO

Estas palabras quieren ser un agradecido testimonio hacia todas

las presencias que acompañaron mi transitar por el largo y

siempre reconfortante camino de la literatura. Algunos ya no

están a mi lado, en su ausencia he comprendido que la vida es

un continuo aprendizaje para alcanzar el amor y la paz con

nosotros mismos.

En primer lugar agradezco a mi familia de Argentina y

de México. Me reconozco en mis seres amados y sé que mi

existencia siempre estará signada por su cercanía.

El recuerdo y la memoria de mi Mamá me han dado

fuerza durante todos los días de mi existencia.

Agradezco y valoro el apoyo constante y el probado

amor de mi Papá. É1 me enseñó el insustituible valor de la

cultura y también que los libros son nuestros mejores

compañeros.

A mis hermanos Marcela, Alejandra, José y Fernando

los quiero entrañablemente. Ellos ocupan un lugar muy

importante en mi corazón y en mi vida. Gran parte de lo que

soy lo he aprendido de ellos. A su lado, las alegrías han sido

plenas y las tristezas soportables.

4

A mi sobrina, Emilia, le debo un renovado amor por la

vida y una certeza de que la felicidad sí es posible.

Para Marco, que acompañó y apoyó parte de mi carrera

universitaria y compartió un espacio de mi vida va mi gratitud y

aprecio.

He tenido la dicha de contar con excelentes amigas. Va

para ellas mi reconocimiento y cariño: Carolina Serapio, Cecilia

Ovalle, Marta Sánchez e Ivette Silva.

Con mis alumnos del taller literario “Alas de Luz”

coincidimos en el gusto por la escritura. En su compañía he

disfrutado la noble tarea de la docencia. En especial valoro la

dedicación de Rosa María Alvarado y Rossy Howe.

De manera especial agradezco la solidaridad, la ayuda y

el profesionalismo de la Doctora Antonieta Torres. Ella me

brindó un lugar de crecimiento y reflexión.

A Marta de Lope siempre le estaré reconocida por

enseñarme que después de atravesar el túnel de la noche oscura,

siempre sobreviene la luz.

La Maestra Luz Elena Zamudio disipó las angustias y

dudas que me invadieron en la elaboración de esta tesis.

Siempre me trasmitió confianza en mi trabajo, le agradezco su

cariño, apoyo y asesoría.

La Maestra Laura Cázares me presentó por vez primera

con la obra de Inés Arredondo. Valoro sus continuas palabras

5

de aliento, su minuciosa lectura y sus siempre atinados

comentarios.

A la Maestra Marina Martinez le agradezco su generoso

auxilio en la lectura de esta tesis.

Mi hermana Marcela realizó con amorosa dedicación la

edición de la siguiente investigación. Valoro y reconozco su

trabajo.

Por último no puedo, ni quiero, dejar de agradecer a

Tarumba y Tucu. Quererlas y cuidarlas han hecho de mí mejor

persona.

México, Distrito Federal, abril del 2000.

6

Las siguientes páginas son el resultado de un intenso encuentro

y siempre gratificante diálogo con la obra de Inés Arredondo.

Como todo encuentro, tuvo tintes de azar y casualidad. No

debemos perder de vista las sabias palabras de Jorge Luis

Borges: “Todo encuentro casual es una cita.”. Quiero pensar que

entre Inés Arredondo y yo, esta cita llevaba ya muchos años

fijada ... solamente faltaba llevarla a cabo. El presente trabajo

lleva por título Estío de señales enraizadas. Una lectura

simbólica de dos cuentos de Inés Arredondo. Como s u nombre

lo indica, pretendo acercarme a los cuentos “Estío” y ”El árbol”

(ambos pertenecientes al libro La seHal) desde una perspectiva

de reflexión en relación con los símbolos que los conforman.

Considero que la autora presenta y maneja una serie de

símbolos; en el complejo entramado de los hilos con los que

juega y construye Arredondo estos relatos, se va configurando

una poética, poética de lo simbólico.

Los símbolos del amor, de la muerte, del erotismo y de la

naturaleza se entretejen en “Estío” y “El árbol”, y dan como

resultado una reelaboración de las conflictivas relaciones a que

están sometidos los personajes arredondianos. Relaciones que

siempre están cruzadas por la sombra de la imposibilidad y por

7

el trágico destino de la prohibición y la soledad. La muerte (en

“El árbol”) o el incesto (en “Estío”) orillará a la protagonista a

cruzar esa débil barrera entre la infelicidad y la dicha, entre el

amor y el olvido, en una palabra, entre la vida y la muerte.

Cruzar el umbral de los símbolos que, como si fueran

señsles en vuelo, lanza Inés Arredondo, es el objetivo de mi

investigación. Para lo anterior he contemplado la siguiente

organización. Un primer capítulo en el cual abordaré las señales

que fueron marcando a Inés Arredondo como mujer y como

escritora. Me refiero a señales como los acontecimientos claves

que alimentaron la existencia de la mujer, pero que también de

alguna manera influyeron en esa otra vida, paralela, que

constituye la creación literaria. En este mismo capítulo situaré a

Inés Arredondo en las letras de nuestro siglo y haré una

reflexión sobre la pertinencia de llamar a su grupo de origen

generación. Por último haré un breve recorrido por sus

publicaciones y la repercusión y acogida de su obra.

En el segundo capítulo abordaré los diversos

acercamientos al tratamiento de los símbolos, para abordar el

libro La señal al que considero como una unidad simbólica.

El tercer capítulo pretende ser una lectura novedosa

(simbólica) de los dos cuentos que he elegido para trabajar, así

como también un análisis de la manifiesta relación e

intratextualidad que se observa entre ambos.

La conclusión recoge el resultado de la personal y

exhaustiva lectura de “Estío” y El árbol”. He intentado

proporcionar mi opinión en relación con el sentido y el por qué

del empleo de los símbolos que realiza la escritora.

Los símbolos que utiliza Inés Arredondo van del ámbito

de la naturaleza al terreno del erotismo; del espacio del amor al

territorio de la muerte y la soledad. Son símbolos que conforman

la verdadera esencia del ser humano. Arredondo reactualiza

estos símbolos y los lanza como seiiales que el lector y el

estudioso tendrán que descifrar para poder entender(se) y

entenderla ... aprehenderla como escritora de nuestro tiempo. Al

dialogar con sus cuentos -textos de nuestros días- encontramos

claves y respuestas certeras para asomarnos con una mirada

crítica y de renovado asombro a la realidad que nos tocó vivir.

Este trabajo quiere dejar constancia de ese renovado

asombro por el siempre cambiante, simbólico y maravilloso

mundo de la literatura.

9

CAPÍTULO PRIMERO

1. SEÑALES EN LA VIDA Y EN LA OBRA DE

INÉS ARREDONDO

Siempre que se inicia un trabajo de análisis es conveniente

situar, tanto en el tiempo como en el espacio, a nuestro sujeto de

investigación. Lo anterior es el objetivo de este primer capítulo.

El ámbito en el que se desarrolló Inés Arredondo, su entorno

familiar, los escritores con los que convivió y las influencias

culturales, filosóficas y religiosas que la marcaron de manera

decisiva tanto en el terreno personal como en el de la creación

literaria.

1.1 Breve recorrido cronológico por su vida.

Inés Arredondo se nos revela como una escritora excepcional y

profunda. Su producción literaria tiene, en mi opinión, un

denominador común: la búsqueda de un sentido a su propia

existencia o, mejor dicho, la posibilidad de llevar a cabo día a

día esa existencia: “La literatura no le ha dado un orden a mi

11

vida sino que la ha hecho posible, sin literatura yo no puedo

vivir”.

En estas líneas intentaré dar una breve semblanza de su

vida. Haré hincapié en las propias declaraciones de la autora y

en sucesos que, considero, la estructuraron de forma

determinante. Como en toda biografía, los hechos reales dan pie

a las creaciones artísticas (en este caso literarias) y como en un

espejo la mujer se mira en la escritora y la escritora se crea (y

recrea) en la mujer. Así lo hizo Inés Arredondo.

Vida y obra se entrelazan y recorren caminos paralelos,

incluso a pesar de la propia Arredondo que procuró fundar un

ambiente de ambigüedad y misterio alrededor de su vida ...,

misterio y ambigüedad que han permeado también en sus

cuentos y que la crítica literaria en los últimos años ha intentado

dilucidar.

Para abordar a la mujer/escritora primero hay que

adentrarse en la mujerlniña. Ese ser que, como en una invención

más, decidió crear su propia historia, adjudicarse su propio

nombre y elegir a la infancia como un espacio de verdad y

felicidad. Así lo expresa la propia Arredondo en esa

autobiografía que ya desde el título es sugerente: La verdad o el

presentimiento de la verdad

‘ Miguel Ángel Quemain, “Entrevista con Inés Arredondo”,Casa del

12

Elegir la infancia es, en nuestra época, una

manera de buscar la verdad, por lo menos una

verdad parcial. Ya no orientamos nuestras vidas

hacia el merecimiento de un paraíso trascendente,

sino que damos trascendencia a nuestro pasado

personal y buscamos en é1 los signos de nuestro

destino. Es evidente la pobreza relativa de esta

aventura enmarcada sin remedio dentro de las

limitaciones de cada uno y de la infancia misma;

salta también a los ojos la nueva limitación que le

impone la moda del análisis psicológico, pero a

pesar de todo, al interpretar, inventar y mitificar

nuestra infancia hacemos un esfuerzo, entre los

posibles, para comprender el mundo en que

habitamos y buscar un orden dentro del cual

acomodar nuestra historia y nuestras vivencias. 2

Esa infancia transcurrió en la hacienda llamada

Eldorado, espacio que también eligió entre muchos otros

posibles. No es casual que sea precisamente ese maravilloso

lugar de la tradición mítica en el cual las riquezas abundaban y

“todo era posible”. Es importante que ella decida la instalación

Tiempo (México, D.F.), vol. IX, no. 86, junio de 1989, p. 3.

Completas, Siglo XXI Editores, México, 1988, p. 3. Inés Arredondo, “La verdad o el presentimiento de la verdad” en Obras

13

de este territorio en su vida 3 , un territorio en el cual el mundo

creado sea más pleno que los inviables paraísos a los que se

enfrentó en la edad adulta. Con relación a lo anterior resulta

pertinente lo que dice Mircea Eliade: “ ... la instalación de un

territorio equivale a la fundación del mundo.”4 Inés Arredondo

funda en Eldorado, junto a su abuelo materno, Francisco

Arredondo, un mundo de verdades e ilusiones instalado en el

territorio de la

infancia. Crear e instaurar este mundo tiene como fin último (y

origen primordial) ofrecer una realidad más rica y vasta que la

existente; una realidad que en los años sucesivos Inés Arredondo

irá conformando con palabras y textos; palabras y textos que

dieron vida al universo literario en el cual ella vivió y se

desarrolló como mujer y como escritora. ¿De qué tema se

escribe, y se ha escrito a lo largo de la humanidad, de manera

insistente y copiosa? Pues de esos paraísos infantiles lejanos en

el tiempo pero presentes en la memoria, que nos alimentan y se

eslabonan con esos otros paraísos (a veces con apariencia

desértica) de la creación literaria.

3 TambiCn Eldorado es el espacio que enmarca varios de sus cuentos. Tal es el caso de “Estío” y “El árbol”, que son los cuentos que se analizarán en el presente trabajo.

Mircea Eliade, Lo sugrudoy lo profano, Editorial Labor, Barcelona, 1985, p. 47.

14

Precisamente a partir de sus recuerdos infantiles intentó

comprenderse y entender su verdad, o lo que más adelante

llamaría el presentimiento de la verdad

[...I para mi infancia escogí el mundo artístico de

mi abuelo y con ello creo que también mi manera

de ver y de vivir [...I Sería muy fácil decir que

este hecho de escoger la infancia es una manera

de escapar a la realidad. No. Primero, porque lo

escogido es tan real o más que lo otro, y luego,

porque no me negué a vivir la otra realidad, sino

que la asumí tanto que llegué a ser primer lugar

en clase en el colegio donde estudiaba, e hija

abrumada por los problemas paternos. Pero seguí

con los ojos verdaderos en Eldorado, donde el

estilo de vivir se iba inventando día a día [...I Eldorado fue creado, construido, árbol por árbol y

sombra tras sombra. Dos hombres locos, padre e

hijo, en dos generaciones, inventaron un paisaje,

un pueblo y una manera de vivir [...I la cosa

fundamental que en Eldorado se quería: el lujo de

hacer, no el lujo de tener, de hacer una manera

de vivir. 5

5 “La verdad o el presentimiento de la verdad”, op. cit. , pp. 3,4,5.

Esa manera de vivir la descubrió en la escritura, ese era

su espacio de realización y de obsesión que iniciaba y terminaba

en cada uno de sus treinta y cuatro cuentos. Fue “El

membrillo” su primer cuento, publicado en 1957 en la Revista

de la Universidad; pero, como ella misma lo admite, el cuento

“La señal” es el que le da la certeza de que su camino (sin

retorno) es el de la escritura:

A mí me hizo escritora “La señal”. Cuando

escribí ese cuento

supe que había nacido para eso: para escribir [...I “La señal” me brindó toda mi intencionalidad en

cuanto a forma y tema. Me enseñó que yo tenía

que escribir palabra por palabra para ser

responsable de lo que escribía.’

Y en ese camino sin retorno es precisamente “la señal”

(entiéndase inspiración), simbolizada por la propia escritora

como la saliva del Espíritu Santo (que está simbolizado en la

6 Cabe señalar que también escribió dos cuentos infantiles (que no están incluidos en las Obras Completas editadas por Siglo XXI Editores). Ellos son: “Historia verdadera de una princesa”, publicado por la Secretaría de Educaci6n Pública en su colecci6n Reloj de cuentos, Mexico, 1984 y “El destino” publicado por la misma Secretaría en la colección Colibrí, Enciclopedia Infantil, México, s/f. ’ Mauricio Carrera, “Entrevista a Inés Arredondo. Me apasiona la inteligencia”, Revista de la Universidad Nacional Aulbnoma de Mixico, no. 467, diciembre de 1989, pp. 68-69.

16

religión católica como una paloma), lo que le permitía encontrar

el sentido, la forma y el fondo de sus historias: “...a mí me

escupe el espíritu santo, pero como el espíritu santo es una

paloma y las palomas no tienen saliva, me escupe muy de vez en

cuando, entonces yo tengo que esperar la señal.” * Y sobre el

acto de creación, sostiene: “Me interesa contar una historia,

hacerla que trascienda, que se trascienda a sí misma [...I las

historias no se dan seguidas, se dan a saltos, entonces hay que

atrapar el salto que es esencial, para con é1 hacer una nueva

historia, aunque sea infiel a la historia verdadera.” Sobre el

mismo punto abunda en su autobiografía (escrita a manera de

prólogo para sus Obras Completas: “ [...I llevar el hacer de la

literatura a un punto en el que aquello de lo que hablo no fuera

historia sino existencia, que tuviera la inexplicable ambigüedad

de la existencia.” l o

El concepto de “inspiración” fue una preocupación

recurrente en la escritora sinaloense; así lo demuestran sus

declaraciones al respecto:

Yo recibo la señal. Interrogo lo que sea después

de haber recibido la señal del Espíritu Santo;

entonces puedo interrogar y decir lo que quiero

* Miguel Angel Quemain, art. cit. , p. 5 5 . Ibidem, p. 52.

IO “La verdad o el presentimiento de la verdad”, op. cit., p. 4.

17

decir. Hay quienes piensan que no existe la

inspiración, pero sé que sin ella no se puede hacer

nada. Lo del Espíritu Santo es una fórmula

irreverente, y en su momento fue un chiste. Pero

la verdad es que si no recibo el tono no puedo

escribir. Como lo dijo Valéry: el primer verso lo

dan las musas, y lo dificil es hacer versos a la

altura de ese primero. 1 1

Otra de sus preocupaciones centrales fue la cuestión de la

fe religiosa, que le produjo una angustia moral ante la

problemática de la presencia de Dios en un mundo por demás

complejo y contradictorio. Si bien estudió la preparatoria en un

colegio de monjas, a su llegada a México, y en particular a la

Facultad de Filosofía y Letras, se tuvo que enfrentar a

cuestionamientos importantes sobre la religión, los que serían

vitales en algunos de sus cuentos: “Tenía problemas teológicos.

Los resolví cuando terminé con mi idea de Dios [...I un día salí

de la Facultad de Filosofia sabiendo que Dios había muerto para 12

Aunque para la mujer ese Dios justiciero y omnipotente

había muerto; para la escritora era una constante a la cual

I I Juan José Reyes, “Inés Arredondo ante La señal. Entrevista.”, El

Loc. cit. semanario cultural de Novedades, (México, D.F.), octubre de 1988, p. 2. 12

18

regresaba, reelaborando temas bíblico^'^ . Inés Arredondo está

inscrita, por edad y formación familiar y académica a un ámbito

religioso: no puede vivir sin dioses porque pertenece a una

cultura en la cual los dioses existen y le dan sustento y apoyo al

hombre. Pero en su incursión en la vida universitaria (primero

en la carrera de Filosofía y luego en la de Letras) se acerca a una

ideología que los niega. No se debe olvidar que la profecía de

Nietzsche sobre la muerte de Dios, tan vigente en los años de

Arredondo como estudiante universitaria, la marcó de un modo

decisivo. Al discutir y negar la existencia de Dios, de alguna

manera está confirmando su existencia. Sabemos que podemos

confirmar algo de dos formas: como aceptación de su existencia

o, también, como aceptación pero de su ausencia. Al respecto lo

dicho por María Zambrano sirve de sustento teórico: “La más

clara expresión de la tragedia humana, de la tragedia de lo

humano es no poder vivir sin dioses.” l4 En otras palabras, la

tragedia que enmarca a Inés Arredondo es esa ausencia de Dios

y la imposibilidad de vivir sin Él.

Páginas más adelante, en El hombre y lo divino, advierte

la escritora española:

13 Tal es el caso de los cuentos: “La señal”, “La sunamita” y “La extranjera” del libro La señal. Sólo haré mención a los cuentos comprendidos en este libro, debido a que es precisamente el primer libro de cuentos de Inés Arredondo el que más he estudiado.

19

En lo más hondo de la relación del hombre con

los dioses anida la persecución: se está

perseguido sin tregua por ellos y quien no sienta

esta persecución implacable sobre y alrededor de

sí C...] ha dejado de verdad de creer en ellos. 15

En la producción literaria de Arredondo se comprueba

que no ha dejado de sentir esa “persecución”; como tampoco se

ha resignado a ese vacío y silencio que implica el alejamiento de

Dios: ese hueco hecho a partir de l a ausencia divina que la

propia escritora ha llenado erigiendo como personaje en varios

de sus cuentos a ese Diodausente, al que vuelve una y otra vez

con los ojos de la mujer adulta y el corazón de la niña que era

feliz en Eldorado: patria y ámbito de la infancia.

Los tres relatos del libro La s e k d que abordan el

tema religioso son notablemente diferentes tanto en propuesta

como en contenido. No profundizaré en este punto, sólo anotaré

algunas ideas que me sirven de marco para más adelante poder

hablar de los símbolos religiosos del cuento “El árbol”.

En “La sunamita” (que según la autora es el Único cuento

con tema bíblico que ha escrito) nos plantea que todo cambia

pero el hombre es siempre semejante y lo aquejan (antes y

l 4 María Zambrano, El hombre y lo divino, Editorial Siruela, Madrid, 1992, p.17. 15 Ibidem, p.29.

20

ahora) las mismas pasiones. A partir del texto bíblico sabemos

de los últimos días del Rey David y de su encuentro con Abisag

Sunamita. Luisa y Apolonio en el texto de Arredondo

reactualizan a los dos personajes bíblicos y le dan tintes nuevos

e insospechados tales como el incesto, la perversión y el

intrincado laberinto de la pureza y la humildad (de Luisa) frente

a la impureza y la perdición (de Apolonio).

El Dios del cuento “La señal” está presente aunque el

personaje principal dice estar al margen de la fe, pero ingresa a

la Iglesia. Como la autora, su personaje tendrá que afrontar una

“señal”, un “guiño”, una “marca”: permitir que le besen los pies.

Este simple hecho adquiere dimensiones de sacralidad. Con gran

claridad explica lo anterior Mircea Eliade:

Un objeto se hace sagrado en cuanto incorpora (es

decir revela) otra cosa que no es éI mismo C.. .] La

separación del objeto hierofánico se hace, en todo

caso, cuando menos respecto de sí mismo, pues

sólo se convierte en hierofanía en el momento en

que ha dejado de ser un simple objeto profano, en

que ha alcanzado una nueva dimensión: la de la

sacralidad. l6

21

A pesar de que el personaje nunca sabría lo que significó

el beso en los pies, sabemos que estamos ante una verdad divina.

El que esa verdad no se deje develar no la exime de su tono

sagrado.

El último de los relatos que se inscribe dentro de la

temática religiosa es “La extranjera”. En él, la manera de

abordar la religiosidad es completamente diferente a como

ocurre en los dos textos anteriores; ahora estamos frente a un

personaje occidental y cristiano: Minou, al cual la autora lo

orienta a incursionar en el primitivism0 pagano representado por

la religión azteca. Esta opción es una puerta falsa y en el

personaje (como en la autora misma) anida la certeza de que allí

tampoco encontrará satisfacción espiritual para su vacío.

Finalmente la desdicha y la muerte orillan a Minou a emprender

el viaje final, el de la muerte.

En algunos de los cuentos que conforman los dos

siguientes libros de Arredondo, también encontramos una

reflexión en cuanto a los temas religiosos. Lo anterior

comprueba que fue una constante que la marcó a lo largo de su

vida.

Volviendo a la vida de Inés Arredondo, lo que nos ocupa

en estas líneas, surgen preguntas casi obligadas ¿por qué

escribe?, ¿de qué escribe? y ¿para qué o para quiénes escribe?

16 Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones, Editorial ERA,

22

Todas estas interrogantes las fue contestando la propia autora en

ese largo camino que transitó a la par de sus entrevistadores. A

veces sus respuestas al pasar de los años se contradecían, en

otras ocasiones lo que había defendido en un tiempo lo negaba

en otro momento ... pero en general a la mujer y a la escritora la

podemos conocer por lo que ella pensaba, sentía y decía de sí

misma. He aquí algunos ejemplos, ejemplos que desnudan a ese

ser atravesado por el dolor físico y las separaciones y pérdidas.

Lo anterior lejos de debilitarla le dio la fuerza y el temple

necesarios para encontrarse con la siempre inoportuna y cruel

visita de la muerte con la dignidad y valentía que la

caracterizaron.

Empecé a escribir motivada por la pérdida de un

hijo. Nadie ni nada me podían consolar de ese

dolor. Me puse a traducir un cuento del francés

para tratar de fijar la atención en otra cosa; de

pronto, sin embargo, me encontré escribiendo

algo que no era la traducción, y proseguí. Así

salió mi primer cuento. 17

En la misma entrevista dice más adelante: “Sentir que lo

han comprendido a uno, que el mensaje ha llegado es uno de los

México, 1992, p. 37.

23

placeres más grandes que puede haber. Además, hacer crítica, o

una investigación, una monografía sobre alguien a quien se ama,

es otro placer que sólo el que lo ha

hecho puede decir cuánto disfrute produce. Yo investigué sobre

Gilbert0 Owen y puedo decirlo. También tengo un libro sobre

Jorge Cuesta que fue mi tesis para titularme de Licenciada en

Letras Españolas. Este texto me dio la infinita satisfacción de

tratar de penetrar una mente tan rigurosa y un espíritu tan alto

como el de mi autor. Escribí sobre Cuesta porque me apasiona la

inteligencia. Era el cerebro de los Contemporáneos.” (p.59)

¿Por qué escribía Inés Arredondo? “Del deseo, de la

necesidad de morir me libré gracias al amor y la escritura.

Escribo para librarme del dolor (físico y de las separaciones) y

para encontrar amor, el verdadero amor. Escribir es doloroso,

por lo menos al principio. Hay algo doloroso en arrancarse uno

sus propias historias y luego poner la distancia crítica para que

no quede todo en una anécdota. Parto de experiencias, nunca de

lecturas. Toda mi inspiración la he recibido de mi vida.”

Con relación a su obra nunca quiso ser evaluada como

escritora femenina; dijo frecuentemente que quería ser tomada

en cuenta junto a los escritores, como uno de los mejores

narradores de México; si así correspondiera. “Soy una mujer del

17

18 Mauricio Carrera, art. cit., p. 58. Juan José Reyes, art. cit., p. 2.

23

Norte y en el Norte las mujeres valemos tanto como los

hombres.” l 9

Con el paso del tiempo modificó tal aseveración, así lo

deja ver la siguiente nota:

[...I cuando escribes, ahí sí, tienes que empezar

por vencer tu procedencia: por ser mujer naces en

una subliteratura de la que es difícil salir, porque

cuesta mucho que te consideren escritor y no

escritora, es decir que te tomen en serio.20

Sabemos por las entrevistas que concedió la propia Inés,

e incluso por las crónicas de sus seres queridos más cercanos 2 1

(Ana Segovia, Carlos Ruiz, Juan Garcia Ponce, Hubert0 Batis,

Elva Carlota Podesta, entre otros), que la escritora sinaloense

fue una mujer atormentada. No sólo por padecimientos fisicos

(tuvo que operarse cinco veces de una dolencia en la columna,

por ejemplo), sino también por intensos dolores emocionales: la

pérdida de un hijo recién nacido, la muerte de su abuelo materno

y de su hermano predilecto, las constantes separaciones a las que

19

20 Loc. cit. Margarita Garcia Flores, “Inés Arredondo y La señal”, El Día (México,

D.F.), 29 de enero de 1966, p.13. 2 ’ Si se desea conocer dichas entrevistas se puede consultar la tesis de doctorado de Claudia AlbarrAn, Inés Arredondo: los dos rostros de la escritura, tesis inédita para el grado de doctora, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México, 1998.

25

se enfrentó: “El dolor de las separaciones es tremendo. Es el

dolor de la muerte y rompe muchas fibras intimas dentro de uno.

Nos hace más duros, insensible^."^^ Debió alejarse de familiares

y amigos, lo que la sumía en profunda pena y la hacía

experimentar sentimientos de soledad, vacío y culpa. Todo este

cuadro, aunado a intensos dolores fisicos (malestares

estomacales, gastritis, colitis, dolor de espalda) y a insomnios

muy frecuentes, la llevó a abusar de analgésicos, somníferos,

antidepresivos e infinidad de medicinas.

A pesar de ese entorno de sufrimiento y dolor, Inis

Arredondo vivió plenamente y en todo momento tuvo

conciencia de sus actos; incluso fue dueña (como pocos) de la

certeza terrible e inequívoca de saber que la muerte se acercaba.

En una de las últimas entrevistas que concedió, hay un claro

indicio de esto:

Sí, pienso en la muerte; la espero, y a veces la

espero desesperadamente [...I caminar no camino,

hacer no hago, y pens ar... pienso en la muerte.

Prefiero llevar mi dolor con dignidad, con

entereza, como he tratado de hacerlo hasta ahora.

Sé que me queda poco tiempo, que la muerte se

22 Mauricio Carrera, art. cit., p. 58.

26

acerca y también sé que me embarga una gran

tristeza. 23

La muerte para la escritora debía ser (así se lo confió ella

a su hijo Francisco Segovia, meses antes de fallecer) “un acto

estético, rápido y tranquilo. Qué mejor día para morir que el día

de muertos.” Finalmente murió el dos de noviembre de 1989.

A lo largo de su vida, Inés Arredondo tuvo

muchos motivos para morir, pero también muchas

otras razones que, a veces y muy a su pesar, la

mantuvieron viva desde el 20 de marzo de 1928,

día de su nacimiento, hasta las nueve de la noche

del dos de noviembre de 1989. 24

Las líneas anteriores, como lo indica el subtítulo,

intentan ser un breve recorrido por los caminos que transitó Inés

Arredondo. En toda biografia el que escribe prioriza los

acontecimientos que considera relevantes; en este caso tal

decisión corrió a cargo de la propia autora. Fue ella quien se

ocupó y preocupó de enfatizar lo que de su vida le interesaba

23 Ema Pfeifer, “Huellas y señales. Entrevista con Inés Arredondo”, La jornada semanal, suplemento cultural de La Jornada (México, D.F.), Nueva época, no. 42, L o de abril de 1990, p. 17.

27

llegara a sus futuros lectores. A veces como guiaos, otras como

un juego de sombras y en ocasiones como un manso y/o rebelde

río se han ido entretejiendo las señales de la vida (que tarde o

temprano se plasmaron en su obra) de una mujer determinante

en las letras mexicanas del siglo XX.

1.2 Inés Arredondo ¿inscrita en la Generación del Medio

Siglo?

AI acercarnos a Inés Arredondo como escritora, inmediatamente

surge la necesidad de asignarle una filiación literaria; al menos

es lo que ha sucedido con los críticos y estudiosos que se han

ocupado de su obra. Los textos consultados al respecto no dudan

en afirmar categóricamente que pertenece a la Generación del

Medio Siglo:

Inés Arredondo pertenece a la llamada

Generación del Medio Siglo, específicamente a

lo que se ha denominado el Grupo de la Revista

Mexicana de Literatura, integrado por escritores

como Tomás Segovia, Hubert0 Batis, Juan Garcia

Ponce, Juan Vicente Melo, Salvador Elizondo y

24 Claudia Albarrán, op. cit., p. 12.

28

José de la Colina, entre otros, que no sólo

desarrollaron una obra creativa propia, sino una

labor crítica sobre distintos campos artísticos

(teatro, cine, pintura, música, poesía, cuento,

ensayo).” 25

El que los bautizó con el término de Generación del

Medio Siglo fue el historiador Enrique Krauze, 26 y lo hizo para

designar a las personas nacidas entre 1921 y 1935 que se fueron

dando a conocer en el terreno de la creación artística desde

mediados de los años cincuenta.

Corresponde analizar, precisamente, cuáles son los

aspectos en cuanto a intereses culturales y similitudes creativas

que le dan un perfil particular a

los miembros del citado grupo, que permitieran (a algunos

críticos) asociarlos y aglutinarlos bajo ese denominador común

de generación; en este caso del medio siglo.

En su artículo, Claudia Albarrán enuncia los aspectos

que definieron a la Generación que nos ocupa: la adopción de

una postura contraria a las tendencias nacionalistas de los años

cuarenta, sustentada en el cuestionamiento de los presupuestos

de la Revolución Mexicana y en la denuncia de las promesas

25 Claudia Albarrán, “La Generación de Inés Arredondo”, Casa del Tiempo (México, D.F.), Época 11, vol. XIV, no. 79, septiembre de 1998, p. 9.

29

revolucionarias incumplidas por parte del gobierno; el

cosmopolitismo que trajo como resultado un enriquecimiento de

la labor cultural; el pluralismo que significó la apertura de sus

miembros a las expresiones culturales y literarias de otros

países; el apoyo de los integrantes de la Generación a escritores

jóvenes (tanto nacionales como extranjeros); la participación en

diversas instituciones culturales (las más importantes fueron el

Centro Mexicano de Escritores y distintas dependencias de la

Universidad Nacional Autónoma de México); una marcada

actitud crítica frente a la cultura en general; una constante

participación (con cuentos, poemas, ensayos, críticas artísticas,

etc.) en publicaciones tales como: Revista de la Universidad de

México, Revista Mexicana de Literatura, Cuadernos del Viento,

S.Nob, La palabra y el hombre, México en la Cultura, La

cultura en México.

Los aspectos anteriores, aunados a que los miembros de la

Generación se conocían entre sí (hubo lazos de amistad que se

mantuvieron por décadas, como la de Inés Arredondo con

Hubert0 Batis y Juan Garcia Ponce, por ejemplo), propició que

en su momento se los acusara de pertenecer a una “élite” a la

que era muy dificil de ingresar para otros escritores. Incluso se

los llegó a considerar una especie de mafia que se dedicaba a

una suerte de red propagandística y de autopromoción.

26Enrique Krauze, Caras de la historia, Joaquín Mortiz, México, 1983, p.

30

En este trabajo no pretendo polemizar respecto a si

realmente existe o no una Generación del Medio Siglo como tal

2 7 , pero sí quiero dejar constancia de la reflexión a la que me ha

llevado esta manera de clasificar (que en última instancia es una

forma de etiquetar y segmentar) a una serie de hombres y

mujeres que, si bien comparten fechas cercanas de nacimiento y

empezaron a darse a conocer a mediados de los cincuenta,

también poseen diferencias marcadas en cuanto al resultado de

su producción literaria.

Me parece pertinente, en primer término, definir lo que

se considera “generación”. AI respecto Ortega y Gasset nos dice

que “cada generación es un repertorio orgánico que participa de

una cierta sensibilidad colectiva, de una manera semejante de

percibir y reproducir el mundo, de ideas y actitudes comunes, de

anhelos e intereses compartidos. Que tiene su vocación propia,

su histórica misión de una tarea que le ha sido prefijada.” 28 Para

completar esta definición el estudioso español señala que las

146. 2’ En todo caso, sí es que se abre dicha inquietud, ese tema puede ser objeto de futuros estudios. Lo que me interesa señalar es el porqué de una Generación del Medio Siglo, si a lo largo del estudio de la literatura en México no encontramos la división en generaciones. Existe, por ejemplo, la Novela de la Revolución Mexicana o la literatura de la Onda; los Contemporhneos o los escritores aglutinados bajo el nombre de Poesía en Voz Alta. Esto es y podemos apreciar, en ningún caso se habla de “generación”.

Ortega y Gasset, Las generaciones y su estudio, cit. por Eduardo Mateo Gambarte, El concepto de generación literaria, Editorial Síntesis, Madrid, 1996, p. 258.

28

31

sucesiones generacionales están marcadas por un período de

quince años de distancia. Hasta aquí, aparentemente, quedaría

claro lo que es una generación.

Pero hay otros estudiosos que, desde otras ópticas -

mucho más críticas y analíticas-, también se han ocupado del

tema y lo han cuestionado; tal es el caso de Eduardo Mateo

Gambarte quien dedica el libro El concepto de generación

literaria a reflexionar y proporcionarnos elementos del por qué

no es aconsejable hablar de “generaciones literarias”. En dicho

libro el autor sostiene:

Dejaremos claro que el término generación, hoy

en día, está cargado de un contenido de lo más

variopinto: primero, la pretendida utilidad

pedagógica encubre una visión nacionalista de la

historia literaria; segundo (las voces y los ecos),

el concepto designa realidades diversas, según sea

quien lo usa; tercero (los gatos y las liebres)

cualquier periodización es externa a la historia

misma, y subjetiva. Se está asumiendo una actitud

inmovilista de concepción de la realidad y del

mundo hasta un mecanismo de poder cultural y

de fuerte contenido publicitario y economicista,

32

pasando por otras consideraciones de corte

personal de escritores y críticos. 29

Tomando como punto de partida lo expresado por

Gambarte, no se puede negar que aplicar el concepto

“generación” obedece a intereses económicos y a una ideología

reaccionaria y, en última instancia, conservadora. ¿Por qué?

Porque son precisamente los que dirigen los designios culturales

de un país quienes deciden dividir l a historia literaria en

generaciones; que no es otra cosa que segmentar y encasillar en

estancos cerrados. Por otra parte, sabemos que no todos los

escritores (y por lo tanto sus creaciones) que surgen en

determinado periodo son considerados e incluidos en una

generación. Tal es el caso de la Generación del Medio Siglo:

hubo otros escritoredas que por las edades y el momento

histórico que compartieron podrían haberse sumado, pero a

nuestros días sólo llegan los nombres de algunos: los más

conocidos o los más difundidos. Y quienes no gozan de la

misma suerte no necesariamente es por falta de méritos ni de

calidad artística, es por no haber sido elegidos por tal o cual

crítico ... Es por demás sabido que en la elección (como dice

Gambarte) hay un fuerte componente de subjetividad y gusto

personal.

29 Eduardo Mateo Gambarte, op. cit., pp. 252- 253.

33

Hablar de generaciones y no partiendo del

individuo lo que supone finalmente es primar lo

genérico, lo común, la simplificación, lo

elemental, lo uniforme, lo tópico, lo reconocible,

lo trivial, lo vago, lo fácil, lo acomodable, etc., es

procustear la vida y, lo que es más importante, la

obra de cada uno de los individuos para mutilar lo

diferente, lo vivo, lo personal, lo generoso, lo

diverso, lo distinto, lo arriesgado etc., es

potenciar el brochazo emborronador frente al

matiz clarificador. Subyace en la base del

concepto generacional la primacía de lo temático,

sobre lo estético. Y es que un autor no pasa a la

historia por pertenecer a una determinada

generación, sino por su propio ta~ento.~’

Me parecen acertados los planteamientos de Gambarte y

en este punto es necesario ligarlos con declaraciones,

observaciones y afirmaciones de los estudiosos que defienden el

concepto de Generación del Medio Siglo para hacer notar que

las “generaciones literarias” no pueden ser consideradas

espacios cerrados y que hay una continuidad entre los escritores

30 Ibidem, p. 285.

34

de un mismo país. Lo anterior revela que no es empleado con

total acierto dicho término.

Ese afán cosmopolita que los reunió como grupo

31, si bien los escinde de un cierto sector de la

literatura mexicana, al mismo tiempo los liga con

generaciones anteriores que participaban

también de la misma actitud abierta y plural

frente a la cultura, concretamente: el Ateneo de la

Juventud, el grupo de Contemporáneos y, más

tarde, la generación de Taller y Tierra Nueva,

creando así lo que podríamos llamar una

“continuidad en la diferencia” que ha sido

también una constante en nuestras letras. 32

Entonces, si hablamos de una continuidad, ¿por qué

encasillar a un grupo de escritores con el concepto cerrado de

generación? Uno de sus miembros dice al respecto: “ ... cada uno

de los miembros de esta supuesta generación ha alcanzado

responsabilidad y compromiso con el arte.” 33

3 1 El subrayado es mío y demuestra que se usa indistintamente “generación” y “grupo”. El concepto “grupo” es menos rígido y da entrada a mayor cantidad de gente. Aunque el Único elemento agrupador sea, aparte de lo temático, el tiempo histórico en que a los escritores les tocó nacer y formarse. 32 Armando Pereira, La Generación de Medio Siglo, IIFL, UNAM, México,

33 Juan Vicente Melo, Juan Vicente Melo, Empresas Editoriales, México, 1966, pp. 42-43. El subrayado es mío.

1997, PP. 39-40.

35

A Inés Arredondo no se le puede homogeneizar con el

resto de sus compañeros, así lo demuestra la siguiente

afirmación: “...la separaba del resto de sus coetáneos: la

recurrencia en el análisis de las relaciones familiares.” 34

Incluso la propia Inés Arredondo opina, en una

entrevista, de su generación:

Mi generación se reducía a las cuatro personas

que hacíamos la Revista Mexicana de Literatura:

Garcia Ponce, Melo, De la Colina y yo.

Querámoslo o no, los cuatro recibimos -¿se puede

decir influencia?- por lo menos de la crítica y la

enseñanza de rigor de Tomás (Segovia), é1 nos

enseñó a leer de otra manera [...I Y no es justo

que ahora se lo regateemos.” 35

Debido a rencores, envidias y malos entendidos, los

miembros de este grupo, que se aglutinaban en publicaciones y

cargos administrativos (sobre todo de la Universidad), alrededor

del año de 1967 debieron renunciar a dichos empleos. Este fue

el fin de esta supuesta generación (no olvidkmos que al año

34 Graciela Martinez Zalce, Una poética de lo subterráneo: la narrativa de Inés Arredondo, CNCA, México, 1996, p. 12.

Ambra Polidori, “Inés Arredondo: ‘La sensualidad abre el misterio y el deslumbramiento”’, Sábado, suplemento cultural de Unomásuno (México, D.F.), no. 38, 5 de agosto de 1978, p. 8.

35

36

siguiente sucedió el trágico 68, que significó una revolución en

el terreno político, cultural e ideológico del país). Lo que

vendría después,

Garcia Ponce lo definió claramente: “Todos fuimos aplastados

por las crisis personales.” 36

La intención de estas líneas es reflexionar acerca de la

pertinencia de hablar de una Generación del Medio Siglo y de si,

a Inés Arredondo, se le puede realmente inscribir dentro de ella.

Es innegable que hay preferencias literarias y estéticas comunes

a este grupo de escritores, como la preocupación constante en

sus textos sobre la transgresión, las perversiones, la soledad, la

deshumanización, el erotismo, la sexualidad, la pasión y, en

general, la ruptura con lo establecido. También es innegable que

se unieron en torno a varias publicaciones, en especial a la

Revista Mexicana de Literatura, y desde allí dieron a conocer

parte de su obra y de sus preferencias y postulados estéticos.

No podemos negar que transformaron la manera de concebir

y hacer literatura y que legaron un trabajo no sólo en lo literario,

sino en el terreno de la cultura en general. Lo que también es

cierto, es que a la hora de hacer un recuento y pasar lista de

quiénes están y quiénes no, los críticos no se ponen de acuerdo y

a medida que pasa el tiempo incluyen a algunos escritores (tal es

el caso de Sergio Pitol) y olvidan a otros. Lo anterior refuerza, a

37

mi juicio, que mejor que hablar de generación es hablar de

determinados escritores y no negarles su carga de individualidad

irrepetible y particular. O dicho de otra forma: siempre será

mejor hablar de la escritora Inés Arredondo con relación a lo

que ella vivió, produjo y escribió.

1.3 Publicación y repercusión de su obra.

La producción literaria de Inés Arredondo consta de treinta

y cuatro cuentos, repartidos en tres libros que fueron publicados

en el periodo comprendido entre 1965 y 1988.

A lo largo de esos veintitrés años su labor creativa se

extendió también al campo de la crítica literaria; tradujo algunos

de sus relatos; colaboró en revistas, suplementos literarios,

periódicos; participó en la adaptación de “Mariana” y “La

sunamita” para guiones cinematográficos; concedió un

sinnúmero de entrevistas; fue coordinadora de talleres de lectura

y redacción; impartió conferencias en universidades de México

y del extranjero; grabó algunos de sus escritos para la colección

de discos Voz Viva de la UNAM; dio clases en varias

universidades; publicó ensayos e investigaciones acerca de

escritores que le revestían particular interés a su paso por la

36 Sergio González Levet, Letras y opiniones, Ediciones Punto y aparte,

38

Coordinación de Humanidades de la UNAM; fue becaria de

instituciones culturales; trabajó activamente como miembro de

la mesa de redacción de la Revista Mexicana de Literatura;

escribió guiones para la radio y la televisión comercial; fue

redactora de varios diccionarios; escribió dos cuentos infantiles;

confeccionó su verdadera historia (autobiografia).

Entre ese ir y venir de la vida a la literatura y de la literatura

a la soledad supo darse el tiempo y el espacio suficiente (y

necesario) para encarar esas otras actividades -que no por

privadas dejan de ser menos importantes y trascedentes-: f ie

madre, abuela, esposa, mujer enamorada, amiga, compañera de

la vida y sus avatares y, sobre todo, fue un ser humano pleno

que supo vivir y morir con dignidad ..., comprometida con sus

convicciones, entre otras la de escritora de cuentos (género al

que siempre fue fiel).

El primer libro de cuentos de Inés Arredondo se publicó en

1965 en la Editorial Era. Consta de catorce relatos reunidos bajo

el nombre de La señal, título por demás sugerente y que nos

habla precisamente de esa “señal” que la autora tuvo que esperar

treinta y siete años para poder así lanzar a la luz sus primeros

escritos.

La señal está dedicado a su abuelo, Francisco Arredondo,

que como ya dijimos fue una figura muy importante en la vida

Xalapa, 1976, p. 85.

39

de la escritora. Diez de los cuentos que conforman este libro

habían aparecido anteriormente en la Revista de la Universidad,

en la Revista Mexicana de Literatura, en el suplemento de

Ovaciones y en el Anuario del Cuento Mexicano. 37

En La señal ya se encuentran prefigurados los temas que

serán una constante en el resto de la producción arredondiana: el

valor de la mirada como punto de encuentro, partida y

desencuentro; la dificultad de los vínculos familiares, la

necesidad e imposibilidad (en la mayoría de los casos) del amor;

la complejidad de las relaciones humanas que en ocasiones están

cruzadas por celos, deseos incestuosos, perversiones y locuras;

la búsqueda desesperada -y por momentos infructuosa- del otro;

la pasión y la muerte. 38

La acogida que tuvo en su momento este primer libro de la

escritora sinaloense fue de beneplácito por parte de la crítica.

Bien podrían resumir lo anterior las palabras de su amigo de

toda la vida, Huberto Batis: “Un libro que hay que atesorar.” 39

37 Es importante seaalar que “Estío” - uno de los cuentos que analizaré en esta tesis- se publicó por primera vez en 1962 en el Anuario del Cuento Mexicano. El otro cuento que trabajaré es “El árbol” y, junto a los tres relatos restantes, apareció por primera vez precisamente en el libro La señal, en 1965.

a profundizar en el libro La señal, por tal motivo en estas líneas sólo dejar6 esbozados algunos puntos para abordarlos más adelante.

Siempre (México, D.F.), no. 649, 1’ de diciembre de 1965, p. XVI.

38 En el siguiente capítulo del presente trabajo hay un apartado que se dedica

39 Huberto Batis, “Los libros al día”, en La cultura en México, suplemento de

40

Otro de sus amigos, a los pocos meses de la publicación

de La señul, escribió:

En La señal nos encontramos ante un realismo

estricto y voluntario, pero que de acuerdo con las

auténticas exigencias del estilo, es capaz de

elevarse hasta ser un realismo de las esencias

capaz de llevarnos hasta ellas mediante el puro

tratamiento en profundidad, hacia adentro,

buscando su verdadero sentido, de una historia.

Mediante él, Inés Arredondo se nos muestra

como una espléndida escritora que tiene algo que

decir y sabe cómo decirlo. 40

Pero las reacciones ante la aparición del primer libro de

Inés Arredondo, no sólo provinieron del ámbito literario. En el

terreno familiar e incluso en la ciudad que vio nacer a Inés

también causó revuelo.

Y es que, cuando La señaZ llegó finalmente a su

ciudad natal, produjo en la mayoría de la gente

que la conocía una reacción descabellada. Como

40 Juan Garcia Ponce, “Inés Arredondo: ‘La sefial’ la revela como una espléndida escritora ”, La cultura en México, suplemento de Siempre (México, D.F.), no. 207, 2 de febrero de 1966, p. 4.

41

la propia Inés explica, algunas de las historias que

ella narra en el volumen las había escuchado de

niña y tenían que ver con la vida intima de

reconocidas parejas y familias sinaloenses

(muchas de ellas, amigas de sus padres), quienes,

al leerlo, inmediatamente se sintieron

identificadas con los personajes. La lectura

provocó que las preguntas volaran de boca en

boca en busca de las personas “de carne y hueso”

que habían dado pie a las historias; que las

mujeres que habían servido de “modelo” para

crear algunos personajes como Olga, la Sunamita

o Mariana se encerraran en sus casas a piedra y

lodo, y que la mitad de la sociedad de Culiacán se

viera envuelta en una madeja de rumores,

sospechas y dudas. 41

Con relación a la reacción que produjo en la familia,

sostiene Claudia Albarrán:

Así La señal se volvió, en pocas semanas, uno de

los libros más comentados del momento [... J por

lo que en é1 se narraba: infidelidades, muertes,

41 Claudia Albarrhn, op. cit., pp. 147-148.

42

relaciones tormentosas, incestos. Si el libro

motivó este revuelo en Culiacán, fue mucho más

herte el impacto que produjo en la puritana

madre de Inés, quien nunca logró entender cómo

su hija -recatada y pulcra estrella de los recitales

escolares- se convertía de pronto, y debido a ese

librito de “nota roja”, en la figura más nombrada

del momento [...I éste fue sólo el inicio de lo que

más tarde se convertiría en una dificil relación

entre madre e hija. 42

Con respecto a su primer libro, en una entrevista de 1986

(a ventiún años de su publicación) las palabras de Inés

Arredondo suenan diáfanas y vigentes. Quién mejor que ella

para decimos qué significó La señal:

Espero que se cierre un ciclo que empezó con un

gesto inocente de una muchacha provinciana a

quien le van a quitar el novio. Esto empezaba en

mi primer cuento, porque yo siempre quise saber

qué era la pureza y qué era la prostitución. Saber

del amor [...I Creo que el amor salva todo. .. un gran amor salva siempre los avatares si se toma

42 LOC. cit.

43

de una manera pues casi diría mística [...I Espero

que el binomio pureza-prostitución me deje en

paz para poder intentar otros caminos. Pero ellos

me han enseñado caminos nuevos en mis viejos

caminos. Por eso no aseguro que no siga

escribiendo cuentos nuevos por los mismos

caminos, porque me han dado ideas nuevas y eso

es sumamente peligroso.43

Me parece importante señalar que el binomio pureza-

prostitución, nunca abandonó a la autora sinaloense. En Río

subterrúineo y Los espejos podemos encontrar cuentos con esta

temática, tal es el caso de “Las mariposas nocturnas” y “Sombra

entre sombras”, respectivamente.

Tuvieron que pasar más de diez años (catorce, para ser

exactos) entre la publicación del primer y el segundo libro de la

narradora sinaloense. Río subterráneo fue publicado por primera

vez en 1979 por la editorial Joaquín Mortíz y está dedicado al

doctor Carlos Ruiz.

Los años de aparente silencio, en realidad fueron

fructíferos en cuanto a la gestación, elaboración y madurez de

los doce relatos que comprenden este segundo volumen.

43 Javier Moiina, “Un gran amor salva todos los avatares: Inés Arredondo”, La Jornada (México, D.F.), 18 de septiembre 1986, p.7.

44

Respecto a Río subterráneo - el mismo año de su aparición-

sostuvo InésArredondo:

Entre La señal y Río subterráneo no podría

hablar de continuidad sino de postura. Están

escritos desde la misma postura que es cazar la

señal, y a través de una historia encontrar el

sentido trascendente de la misma [...I En resumen

quizá mi temática ha variado por lo menos un

poco -un bastante diría yo-. Los relatos de La

señal son todos historias de amor, y en Río

subterráneo sólo dos, pero yo sigo en la misma

línea. He buscado, eso sí, diferentes estilos. Tú

verás que Río subterráneo no tiene la unidad en

cuanto al estilo que La

Con relación a la opinión vertida por Arredondo, es

necesario apuntar nuestro punto de vista al respecto. En primer

lugar, al afirmar que los relatos de La señal todos son historias

de amor hay que aclarar que la autora maneja

Elena Unutia, “Premio Villaurmtia en prosa. Entrevista a Inés Arredondo”, Unomásuno, 29 de diciembre de 1979, p. 19.

45

en un sentido muy amplio el término amor. Normalmente se

entiende como una unión lograda y feliz, nada más alejado de lo

que ocurre en cuentos tales como “Mariana”, flamingo^^^ y

“Estar vivo”, por ejemplo. En segundo lugar, y teniendo en

cuenta lo anterior, considero que Río subterráneo es un libro que

sí posee una unidad en cuanto al estilo tan definido y

característico de Arredondo. Los cuentos comprendidos en ese

volumen continúan con los temas que han preocupado a ’la

escritora a lo largo de su producción literaria: la soledad del ser

humano y la imposibilidad de lograr el amor y llegar a la

felicidad, las perversiones, el binomio pureza-prostitución, la

locura, etc.

Con Río subterráneo obtuvo el Premio Xavier

Villaurrutia, en 1979. Inés Arredondo poseía una postura clara y

contundente respecto a los reconocimientos:

Recibir el premio fue muy grato. También he

tenido otros reconocimientos. Pero en el fondo es

algo que no me llega. No soy vanidosa. Los

premios no me ayudan a vivir. Escribir, sí. Los

premios los agradezco, me encantan, pero

preferiría cambiar un premio, cualquier premio,

por la posibilidad de escribir otro cuento. 45

45 Mauricio Carrera, art. cit. p. 70.

46

De los doce relatos que comprenden Río subterrúneo,

siete se abocan a tratar la relación con el otro/los otros y cinco se

preocupan por el tema de la pareja y la comunicación que entre

los integrantes de la misma se puede entablar a partir de las

miradas que se cruzan, se encuentran o se pierden. No hay que

perder de vista que la mirada, en la narrativa de Arredondo, es

una constante que adquiere un papel relevante. Todos sus

personajes tienen una acción única, primordial y constitutiva al

mirar y ser mirados. Así sucede con los cuentos “Año Nuevo” y

“2 de la tarde”.

A través de los cuentos “Las muertes” y “Los inocentes”,

la escritora reflexiona sobre el tema político y sobre la injusticia

y la paradoja de los diferentes tipos de muertes. Está es una

diferencia con relación a sus otros dos libros: sólo aborda el

tema político en Río subterráneo.

En la cuentística arredondiana, el tema de la locura se

encuentra magistralmente tratado a partir de la historia de una

familia, de su vida y de sus muertes en el cuento que da nombre

a todo el libro “Río subterráneo”. No debemos dejar de lado el

carácter simbólico de los tres títulos de los libros de Arredondo. 46

A este segundo libro la crítica también le ofreció una

cálida acogida: “Inés Arredondo, autora de amplio y justo

46 En el siguiente capítulo del presente trabajo, haré hincapié en este aspecto.

47

prestigio, ratifica plenamente sus virtudes narrativas en su

reciente libro titulado Río subterrcineo. ” 47

A los cuentos de Río subterrcineo, fue también Hubert0

Batis quien les dedicó una reflexión crítica y profunda. Sus

palabras demuestran que es un conocedor acucioso de la obra de

Arredondo:

[.. .] en Río subterrcineo profundiza en el problema

metafisico del mal como no-ser, en esa dialéctica

amorosa en que el romanticismo centró la cuestión: la

lucha del Espíritu con la naturaleza, y del iracundo deseo

de plenitud con el amor de iguales que renuncian a su ser

para olvidarse en el otro y reencontrarse en la posesión

perfecta C.. .] Quizá sólo los seres enamorados, o

inteligentes hasta la locura, del mundo que aquí se crea

alcancen la pureza para enfrentar esa misma cosa que son

el cielo y el infierno para quienes buscan lo que está del

otro lado del límite [...I Literatura de compromiso moral

y estético, sabe que la belleza y el bien nos vienen de

otro [...I 48

47 Miguel Donoso Pareja, “Río subterráneo”, El Día (MCxico, D.F.), 3 1 de enero de 1980, p. 12.

subterráneo, Joaquín Mortiz, México, 1979.

48 Texto que se encuentra en la solapa de la primera edición de Río

48

Los temas que transitan en los cuentos de Río

subterrúneo son: la muerte, la venganza, el suicidio, la

enfermedad, la mutilación, la locura, la muerte, el abandono -

propio y el de los demás para con sus semejantes-, las

perversiones. Lejos queda ese edén que sirvió de marco para

algunos cuentos de La señal; ahora la degradación, la corrupción

y el desamor en todas sus formas son los que enmarcan estos

doce relatos.

Naturalmente, además, siempre es bueno regresar a lo

que la propia Inés opinaba de sus libros:

Hay temas que vuelven una y otra vez en los

relatos de Río subterrbneo: la locura, el

desencuentro amoroso, la necesidad de ser en la

mirada del otro que yo creo no es otra cosa que la

necesidad de ser simplemente, de existir, porque

no se puede ser a solas, se necesita un

reconocimiento. El conocimiento ya lo tienes,

pero necesitas que alguien te reconozca [.. .] La

felicidad no es descriptible y una pasión amorosa

realizada no puede escribirse, ni siquiera desde la

locura desde la que yo he escrito estos cuentos

[. . .] Es el libro de una loca, para locos [. . .] 49

49 Elena Urrutia, art. cit., p. 19.

49

El tercer -y último- libro de cuentos de Inés Arredondo,

titulado Los espejos (dedicado a sus amigos Batis, Garcia Ponce

y Vicente Melo), fue publicado también por la editorial Joaquín

Mortiz y apareció en 1988. Nueve años lo separan de Río

subterráneo y veintitrés de La seuial. Como dije en páginas

anteriores, esos años estuvieron cruzados por innumerables

trabajos, separaciones, rupturas, encuentros y desencuentros. un

terrible dolor fisico y un profundo dolor emocional. Tal vez este

último aspecto fue lo que realmente marcó a Inés Anedondo:

sufría y le dolía la vida. De ese dolor se agarró y sacó fuerzas

para sobreponerse a las constantes depresiones y asirse de la

escritura que fue lo que realmente la salvó y le dio sentido a esa

existencia atormentada y herida. A muchos la escritura no sólo

los salva sino también los redime y hace perdurar.

No es el afán -ni cometido- de este trabajo incursionar

en la vida de Inés Arredondo como ser humano, es decir,

juzgarla en la esfera de lo privado; si me remito a ella es por

considerar que está intimamente relacionada con esa otra vida de

Inés Arredondo como escritora, es decir, la esfera de lo público;

de lo que ya es propiedad de sus lectores y los estudiosos de su

obra. Aunque todos sabemos, en última instancia, que lo que

permanecerá y por lo cual Inés será recordada, juzgada y

estudiada es por sus escritos, a pesar de que sus batallas

50

personales la hayan influido. Éstas, con el paso del tiempo, serán

sólo el recuerdo de los seres que amó y aún la sobreviven.

También en el año de 1988, Siglo XXI Editores decidió

reunir los relatos de la autora 50 y publicar sus Obras completas

. Y en noviembre del mismo año se le ofreció un homenaje en 5 1

el Festival Cultural de Sinaloa.

El tercer volumen de relatos de la narradora está

integrado por ocho cuentos. Al igual que en los dos libros

anteriores, la dimensión de los cuentos es variable: oscila entre

las dos y las veinticinco cuartillas; también al igual que en los

otros libros, algunos de los textos que lo integran se habían

publicado antes en revistas y suplementos culturales.

La crítica, como ya estaba acostumbrada, recibió un libro

marcado por la calidad literaria característica de Arredondo y

marcado también por sus obsesiones y constantes: el erotismo,

la perversión, la sexualidad, las relaciones familiares. Con

relación a lo anterior y para mostrar una clara diferencia

respecto a los dos libros previos, en su tesis Albarrán sostiene:

[...I esta voz madura de la escritora se refleja en

dos aspectos estrechamente relacionados entre sí:

50 Es pertinente resaltar que no se recopiló todo lo escrito por Inés Arredondo (faltan sus dos cuentos infantiles y su estudio sobre Gilbert0 Owen, por ejemplo) , ademhs no es una edición crítica ni analítica de su obra. '' Inés Arredondo, Obras Completas, Siglo XXI Editores, México 1998. Esta edición es la que voy a utilizar para el trabajo.

51

en el desenlace de los cuentos de Los espejos se

observa la completa anulación del castigo, de la

culpa, del sentido trágico que antes estaba

presente en varias narraciones de La señal y Río

subterrúneo. En Los espejos los protagonistas han

asumido su vulnerabilidad, la maldad, la muerte,

la sexualidad como algo natural y buscan allí un

resquicio para realizarse, de aquí que los finales

de la mayoría de los cuentos hayan abandonado el

maniqueísmo que caracterizaba a algunos cuentos

de La sefial. En segundo lugar la pérdida de

dramatismo en los finales conlleva a la anulación

de la polaridad, de las paradojas y de las

ambivalencias de aquellas nociones (bien-mal,

cordura-locura, inocencia pureza, sol-sombra,

día-noche) que a Arredondo le habían servido de

piedra angular para la construcción de sus

primeros cuentos. 52

El maniqueísmo al que se refiere Albarrán es, en mi

opinión, más complejo que una simple oposición bueno-malo.

Trasciende al terreno de la conciencia de los personajes y se

instala en los deseos y motivaciones más profundas. Así sucede

52 Claudia Albarrán, op. cit., pp. 252-253.

52

con “Estío”, por ejemplo. El verdadero problema de la

protagonista no es decidir si su deseo incestuoso está bien o mal,

de antemano sabe que no es correcto. La lucha la entabla con su

conciencia al tratar de alejar esa pasión incontenible que

experimenta hacia su hijo.

Al momento de su recepción, las reseñas, comentarios y

análisis no se hicieron esperar. Me parece lúcido y esclarecedor

el comentario de Rose Corral:

[...I múltiples afinidades, hondas y secretas

correspondencias que confieren a su mundo

unidad, coherencia [...I Pero en este último libro

se abre paso también, en buena parte de los

cuentos, una voz distinta, más sosegada y

equilibrada, que tal vez tentativamente podríamos

definir -en espera de un término más apropiado-

como una voz de sabiduría. Sabiduría, en algunos

casos casi ancestral, como en el cuento “Sahara”,

voz que sobrevive al dolor, a las desgracias, al

fracaso, a la locura. En los tres cuentos más

extensos del libro: “Los espejos”, “Opus 123” y

53

“Sombra entre sombras”, es posible oír esta voz

otra. 53

Esta sabiduría ancestral a la que alude Rose Corral,

tiene que ver con la experiencia que van adquiriendo los

personajes. Experiencia que en ocasiones se mezcla con

resignación: no poder --o no querer- enfrentar a un mundo lleno

de contradicciones e injusticias; injusticias que no se pueden

explicar. Así sucede con el cuento “Lo que no se comprende”,

por ejemplo.

No podía faltar el comentario de uno de los compañeros

de Inés Arredondo en las letras, en el gusto por la escritura y en

algunos sinsabores de la vida, el escritor Juan Vicente Melo:

El tercer libro de “cuentos” de Inés Arredondo

confirma el sitio primerísimo que ocupa esta

inventora de la realidad en el panorama viviente

de la literatura de habla española del siglo X X . .. 54

53 Rose Corral, %obre los espejos”, Casu del Tiempo (México, D.F.), vol. IX, no. 86, junio de 1989, p. 48.

Juan Vicente Melo, “Inés Arredondo: firmeza de espejo”, La jornada de los libros, suplemento de La Jornada (México, D.F.), 26 de noviembre de 1988, p. 4.

54

54

Qué mejor para terminar este recorrido por los libros de

Arredondo que las palabras de Melo: “Inés Arredondo: firmeza

de espejo.” 55

LOC. cit.

55

CAP~TULO SEGUNDO

2 . ~ 0 SIMB~LICO COMO ELEMENTO

ESTRUCTURANTE EN LA OBRA DE INÉS

ARREDONDO

Los símbolos han permeado la historia cultural, filosófica,

religiosa, social y política de la humanidad. Desde sus origenes,

el hombre ha simbolizado los fenómenos que lo circundan.

Tratar de definir el concepto de símbolo, para posteriormente

aplicar la hipótesis que el libro La señal, de Inés Arredondo

funciona como una unidad simbólica, es el cometido de este

capítulo.

2.1 Diversos acercamientos al tratamiento de lo simbólico.

Para poder incursionar de lleno en el tema que nos ocupa, que es

tratar de realizar un acercamiento al libro La señal como una

unidad simbólica, es necesario intentar definir lo que se entiende

por símbolo.

En todo sistema humano, ya sea éste linguo-semiótico o

los que se dan a través de la historia de la cultura, se impone una

definición --o aproximación- a la idea que cada cual posee de

símbolo.

Filósofos, lingüistas, escritores, psicoanalistas,

estudiosos del arte, críticos literarios, etc., a lo largo de la

57

historia de la humanidad se han dado a la tarea -nada fácil- de

explicar el mundo que los rodea; desde siempre en ese mundo el

hombre ha simbolizado el entorno que le sirve de morada.

La historia de los símbolos muestra que todo puede

asumir significación simbólica: hombres, animales, fenómenos

naturales, piedras, plantas; las creaciones humanas (edificios,

trenes, casas, ropas); las formas abstractas (números, figuras

geométricas); los atributos del hombre (fe, caridad, compasión,

amistad); las creaciones artísticas (pinturas, sinfonías, esculturas

poemas, cuentos). En realidad, todo en el universo es un símbolo

posible, susceptible de ser analizado, interpretado y tratado de

explicar por el ser humano.

La palabra símbolo es uno de los conceptos más

polisémicos en el lenguaje humano. Tiene tantos significados

como disciplinas se abocan a su estudio y, como dijimos líneas

antes, cada disciplina humana necesita de los símbolos y sabe

cuál es su símbolo y cómo aventurar una definición de él.

La aplicación que se le da a la palabra símbolo es muy

amplia. En primer lugar se relaciona con la idea de varios

objetos, como amuletos, ardides, talismanes, señales, marcas,

distintivos, trofeos, hechizos, etc.

La palabra símbolo se confunde demasiado con figuras

retóricas, tales como: la comparación, la metáfora, el apólogo, la

sinécdoque, la alegoría, la parábola, la analogía, el atributo, el

síntoma; los cuales son, por supuesto, diferenciados por los

filólogos.

Los campos de pensamiento de la mitología, el arte, la

magia, la religión y la mística, así como la metafísica y la

ciencia primitiva, son frecuentemente llamados simbólicos.

La palabra se usa, además, para denotar varios signos,

contraseñas y costumbres. Se dice que la reverencia, por

ejemplo, simboliza la antigua costumbre de postrarse y por lo

tanto significa respeto con ausencia de intención hostil.

En medio de esta masa de sentidos, ¿qué atributos en

común pueden encontrarse entre las varias ideas y actos

denotados por la palabra símbolo o simbólico? He aquí algunas,

que si bien no son esenciales, por lo menos son destacables:

1.- Un símbolo es una representación o sustitución de alguna

otra idea, de la cual el símbolo deriva una significación

secundaria que no le es inherente en sí mismo. El flujo de

significación va desde la idea primaria a la idea secundaria. En

el discurso simbólico una idea esencial es simbolizada por una

menos esencial.

2.- Representa al elemento primario, por medio de tener algo en

común con él. Por tanto, puede ser una extensión del lenguaje,

llamar al nudo recordatorio de un pañuelo, símbolo de la idea

que debe ser recordada. La asociación puede ser interna o

59

externa. Una asociación que es superficial para la razón, puede,

sin embargo, ser a menudo significativa para la percepción.

3.- Un símbolo es, de modo característico, sensorial y concreto,

mientras que la idea representada puede ser relativamente

abstracta y compleja. El símbolo tiende así a ser más corto y

condensado que la idea representada.

4.- Los modos de pensamiento simbólico son los más primitivos,

y representan una reversión a alguna etapa más temprana y

simple del desarrollo mental.

5.- En la mayoría de los usos de la palabra, un símbolo es

expresión manifiesta de una idea más o menos oculta, secreta o

guardada en reserva. Lo más típico de todo es que la persona

que emplea el símbolo, no es ni siquiera consciente de lo que

realmente representa.

Estas características amplían y aclaran el horizonte desde

el cual los símbolos, polifacéticos y polisémicos, se presentan

como un objeto dificil de explicar y aprehender.

Desde los estudios lingiiísticos, Saussure plantea la

cuestión del símbolo con relación a su aportación respecto al

signo. El símbolo se distingue esencialmente del signo en que

éste es una convención arbitraria que deja el significante y el

significado (objeto u sujeto) ajenos uno a otro, es decir, que el

símbolo presupone homogeneidad del significante y del

significado en el sentido que el símbolo de manera dinámica

60

integra y organiza, por decirlo de alguna manera, ambos

elementos (significado y significante).

Saussure contrapuso los símbolos a los signos

convencionales, subrayando en los primeros el elemento

icónico. Así, por ejemplo, una balanza puede ser un símbolo de

la justicia, puesto que contiene icónicamente la idea del

equilibrio. La definición de símbolo sería, siguiendo el

planteamiento de Saussure, un signo cuyo significado es cierto

signo de otra serie o de otro lenguaje. Por lo tanto, el significado

simbólico adquiere un acentuado carácter racional y es

interpretado como un medio de traducción adecuada del plano

de la expresión al plano del contenido. Frente al carácter

inagotable del símbolo, se contrapone el carácter unívoco del

signo.

Símbolo, pues, se puede enunciar de la siguiente manera:

cierto contenido que, a su vez, sirve de plano de expresión para

otro contenido, por lo general más valioso culturalmente. El

símbolo, tanto en el plano de la expresión como en el del

contenido, siempre es cierto texto. Esto quiere decir que posee

un significado úrico, cerrado en sí mismo y una frontera

nítidamente manifiesta que permite separarlo claramente del

contexto semiótico circundante. Está característica, aparte de

revestir un interés esencial para la capacidad que tienen ciertas

creaciones literarias de erigirse en simbólicas, es fundamental

61

para describir la posibilidad de ser un simbolo o no de ciertas

palabras o conjunto de palabras.

Otro de los rasgos esenciales del símbolo es que nunca

pertenece a un solo corte sincrónico de la cultura: é1 siempre

atraviesa ese corte verticalmente, viniendo del pasado y yéndose

al futuro. La memoria del símbolo siempre es más antigua que la

memoria de su entorno textual no simbólico. Por lo tanto,

podemos inferir que los símbolos representan uno de los

elementos más estables de la continuidad cultural.56

La naturaleza del símbolo, considerado desde este punto

de vista, es doble. Por una parte, al atravesar las culturas, el

símbolo se realiza en su esencia invariante. En este aspecto se

puede observar su repetición. El símbolo actuará como algo que

no guarda homogeneidad con el espacio textual que lo rodea,

como un mensajero de otras épocas de la cultura (la civilización

griega, por ejemplo) y como un recordatorio de los fundamentos

antiguos y eternos de la cultura (La Biblia, por citar un caso).

Por otra parte, el símbolo se correlaciona activamente con el

contexto cultural, se transforma bajo su influencia y, a su vez, lo

transforma. Podríamos decir que su esencia invariante se realiza

en las variantes. Precisamente en esos cambios a que es

sometido el sentido eterno del símbolo en un contexto cultural

56 Para la elaboraci6n de estas líneas me fue de gran utilidad el siguiente libro: Iuri M. Lotman, Semiótica de la cultura del texto, ed. Desiderio Navarro, Frhesis Catedra Universitat de Valencia, Valencia, 1996.

6 2

determinado, es en lo que ese contexto pone de manifiesto de

forma muy clara la mutabilidad del símbolo.

Con relación a esta última capacidad, se liga el hecho de

que los símbolos históricamente más activos se caracterizan por

cierto carácter indefinido en la interacción entre el texto-

expresión y el texto-contenido.

Otro rasgo inherente a los símbolos que resulta digno de

mencionar, es que en la medida en que son más elementales por

su expresión son capaces de contener un mayor volumen de

sentido cultural. Y, por el contrario, los más complejos en su

expresión poseen un menor volumen de sentido cultural. El

ejemplo que proporciona Lotman a este respecto es el de la cruz

de los cristianos o la estrella de David, los cuales son más

complejos que la obra Apolo desollando a Marte. Precisamente

los símbolos simples son los que forman el núcleo simbólico de

la cultura.

Siguiendo el orden de ideas de Lotman y ampliándolo

con la aportación de T o ~ o ~ o v ~ ~ , es oportuno señalar que el

símbolo existe antes que el texto y sin dependencia de él,

situación que se observa claramente en el cuento

“La señal”, por ejemplo. El motivo bíblico existe antes e

independiente del cuento. La siguiente cita ayuda a entender

mejor esta idea:

63

Procedente de las profundidades de la memoria de la cultura, aparece en la memoria del escritor y revive en el nuevo texto, como un grano que ha caído en un nuevo suelo. La reminiscencia, la referencia, la cita son partes orgánicas del nuevo texto, funcionales solamente en la sincronía de éste. Van del texto a la profundidad de la memoria; y el símbolo, de la profundidad de la memoria al texto. 58

Frente a estas reflexiones resulta obligado preguntar ¿qué

es lo que hace simbólico a un texto? : “Un texto, o un discurso,

se hace simbólico desde el momento en que, mediante un trabajo

de interpretación, le descubrimos un sentido indirecto. El

receptor comprende los discursos, pero interpreta los símbolos.”

59 Precisamente esos sentidos indirectos, ocultos, son los que

pretendo descifrar, interpretar, en “Estío” y “El árbol” de Inés

Arredondo. Para lograr lo anterior siempre es bueno no perder

de vista que: “Las palabras nunca captan la esencia de las cosas,

sólo las evocan.” 6o

La percepción del símbolo excluye la actitud de simple

espectador y exige una participación del sujeto-actuante. El

símbolo sólo existe en el plano del sujeto, pero sobre la base del

57 Tzvetan Todorov, Simbolismo e interpretacidn, Monte Ávila Editores, Caracas, 198 1.

Iuri Lotman, op. cit., p. 148. 59 Tzvetan Todorov, op. cit., p. 19.

Ibidem, p. 14.

58

60

64

plano del objeto. Actitudes y percepciones subjetivas recurren a

una experiencia sensible y no a una conceptualización. Por lo

tanto, lo propio del símbolo es permanecer indefinidamente

sugestivo. El símbolo es también una de las categorías de lo

invisible, pues él une a la imagen visible la parte de lo invisible

percibida ocultamente. Al respecto afirma Mircea Eliade en el

Tratado de historia de las religiones:

El símbolo como categoría de lo supraterrenal, de lo infinito, se revela al hombre entero, a su inteligencia como a su alma. El simbolismo es un dato de la conciencia total, es decir, del hombre que se descubre como tal, del hombre que cobra conciencia de su posición en el universo; estos descubrimientos primordiales están atados de manera tan orgánica a su drama que el mismo simbolismo determina tanto la actividad de su subconsciente como las más nobles expresiones de la vida espiritual. 61

En ese mismo libro Eliade analiza y divide los símbolos

en: símbolos uránicos (seres celestes, dios de la tormenta, cultos

solares, mística lunar, epifanías acuáticas, etc.) y símbolos

etónicos (piedras, tierra, mujer, fecundidad, etc.). A éstos

últimos se agregan los símbolos del espacio y del tiempo, con la

dinámica del eterno retorno.

61 Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones, p. 47.

65

Otro autor preocupado en el tema de la división de los

símbolos es Gaston Bachelard. É1 propone una distribución de

éstos alrededor de los cuatro elementos tradicionales, la tierra, el

fuego, el agua, el aire, que considera como “las hormonas de la

imaginación”; cada uno de estos elenlentos se toma con toda su

polivalencia y carga poética.

En el terreno de la fe (entiéndase religioso) hay una serie

de dogmas que son llamados y considerados símbolos de la f e .

Son las declaraciones oficiales, culturales, gracias a las cuales

los iniciados en una fe, un rito, una sociedad

religiosa, se reconocen entre ellos: los adoradores de Mitra, en la

antigüedad, tenían sus símbolos; lo mismo los cristianos, a partir

del símbolo de la Cruz. También los diferentes credos: judíos,

budistas, mahometanos, poseen sus propias creencias,

estructuradas como símbolos. No poseen de hecho el valor

propio del símbolo, son solamente signos de reconocimiento

entre creyentes y la expresión de las verdades y dogmas de su fe.

Estas verdades son, sin duda, de orden trascendental, las

palabras se emplean la mayoría de las veces en sentido

analógico, pero no se pueden considerar símbolos, a menos de

vaciar los enunciados dogmáticos de toda significación propia o

de reducirlos a mitos. Pero si se considera a estas religiones

como los centros de una adhesión de fe subjetiva y

transformadora para miles de personas, llegan a ser símbolos de

66

la unidad de los creyentes e indican el sentido de su orientación

interior y espiritual.

AI incursionar en el tema de los símbolos nos

encontramos frente a otro concepto que requiere de un análisis

específico y que se deriva del mismo: los mitos, a los que

hicimos alusión líneas antes. Mircea Eliade ve en el mito:

[.. .] el modelo arquetípico para todas las creaciones en cualquier plano en que se desenvuelvan: biológico, psicológico, espiritual. La función principal del mito es fijar los modelos ejemplares de todas las acciones humanas significativas. El mito aparecerá como un teatro simbólico de luchas interiores y exteriores que libra el hombre en la vía de su evolución, en la conquista de su personalidad ... El mito condensa en una sola historia una multitud de situaciones análogas, permite descubrir tipos de relaciones constantes, es decir, estructuras[ . . .I Estas estructuras, animadas de símbolos, no permanecen estáticas: pueden identificarse con los dioses y héroes imaginarios o integrarse a los valores simbólicos, expresados por las estructuras de lo imaginario[ ...I 62

Los mitos se presentan como transposiciones

dramatúrgicas de arquetipos 63, esquemas y símbolos o

62 Ibidem, p.354. 63 Considero que es importante dar una definición de arquetipo. Se entiende por arquetipos: modelos preformados, ordenados y ordenadores, es decir, conjuntos representativos y emotivos estructurados, dotados de un dinamismo formador. Los arquetipos se manifiestan como estructuras

67

composiciones literarias, tales como: epopeyas, relatos, génesis,

cosmogonías, teogonías, gigantomaquias, etc., que revelan ya un

proceso de racionalización. El símbolo arquetípico religa lo

universal y lo individual.

Otro autor que se ha preocupado por la naturaleza de los

símbolos, y su posible clasificación, es Gilbert Durand. El autor

francés distingue dos regímenes dentro del simbolismo, el

régimen diurno, que comprende a los soberanos, los magos, los

guerreros, los rituales de elevación y de purificación, los valores

alimentarios y digestivos y la sociología matriarcal y de la

crianza, etc. Y el régimen nocturno, que comprende las técnicas

cíclicas como las del calendario agrícola, los símbolos naturales

o artificiales del retorno, los mitos y los dramas astro-biológicos.

Independientemente de esta división, cada símbolo posee un

doble aspecto, diurno y nocturno. Durand 64 hace resaltar esa

bipolaridad de los símbolos. “El monstruo, por ejemplo, es un

símbolo nocturno en cuanto traga y devora; llega a ser diurno,

en cuanto transforma y vuelve a escupir un ser nuevo; guardián

de templos y jardines sagrados, es a la vez obstáculo y valor,

tiniebla y luz, nocturno y diurno.” 65

psíquicas cuasi universales, innatas o heredadas. Los arquetipos se expresan a través de símbolos particulares.

Gilbert Durand, De la mitocrítica al mitoanálisis. Figuras míticas y aspectos de la obra, Anthropos-Universidad Autónoma Metropolitana, Barcelona, 1993, p. 38.

64

Ibidem, p. 242.

68

Esta aproximación será el marco que me permita abordar

el tratamiento del libro La señal como una unidad simbólica.

Inés Arredondo reelabora y reactualiza todo un universo

simbólico que le ha sido proporcionado por el hombre en su

largo transitar por la historia. Símbolos que, atendiendo su

clasificación, están vivos y tangibles en la obra cuentística de

Arredondo.

La percepción de un símbolo, la epifania simbdlica, nos sitúa en un cierto universo espiritual. Por eso jamás conviene separar los símbolos de su acompañamiento espiritual; ni jamás suprimir el aura luminosa en cuyo seno nos han sido revelados, por ejemplo, en el gran silencio sagrado de las noches, cara al firmamento inmenso, majestuoso, arrobador. 66

2.2 La señal como unidad simbólica.

En los cuentos del primer libro de Inés Arredondo se vislumbran

una serie de símbolos que conforman un entramado simbólico

interconectado y armónico. A la vez, cada cuento se puede

abordar como un universo independiente y autónomo. He aquí la

maestría de la escritora frente a la cual nos encontramos.

66 Sterckx de Champeaux, Introducción al mundo de los símbolos, Editorial Juventud, Barcelona, 1970, p. 45.

69

En este punto intentaré sustentar la hipótesis antes

señalada. Así, como punto de partida me parece necesario

analizar el título del libro: La señal: ¿qué es una señal?, ¿qué se

entiende por señal?, ¿para qué sirve una señal? Las respuestas a

todas estas interrogantes, sin duda, permiten aclarar el fondo del

tema. Según el Diccionario de la Real Academia Española,

señal proviene “del latín signalis, designum, seña. f. Marca o

nota que se pone o hay en las cosas para darlas a conocer y

distinguirlas de otras. Signo o medio que se emplea para luego

acordarse de algo. Cosa que por su naturaleza evoca en el

entendimiento idea de otra. Indicio o muestra inmaterial de una

cosa. Vestigio o impresión que queda de una cosa. Placa

rotulada de símbolos que se pone en diferentes vías. Hito, mojón

para marcar un lindero.” 67

Todas las aplicaciones anteriores del término señal, se

pueden ajustar al volumen que lleva por nombre esta palabra

cargada de una gran riqueza de significados. La señal se

distingue como un libro cargado de símbolos, que nos evoca los

grandes temas que han preocupado a la humanidad: el amor, la

muerte, la locura, la soledad.. .

67 Real Academia, Diccionario de la Real Academia Española, 19“ edición,vol.VI, Madrid, 1981, p. 1203.

70

En los dos Diccionarios de símbolos consultados 68 no se

encuentra una definición de la palabra “señal”. La definición de

“signo” es la más cercana a “señal”, pero no la voy a transcribir

por considerar que a medida que vayamos avanzando en el tema

de este apartado, irá surgiendo una propia definición del término

y del por qué es simbólico el primer libro de Inés Arredondo.

No podemos dejar de recordar que para la escritora la

inspiración era equiparable con la señal y ésta a su vez era

lanzada por el Espíritu Santo, simbolizado con una paloma. La

saliva de esta paloma era la señal que recibía Inés Arredondo

para poder escribir. Ya desde esta explicación, por demás

sugerente, estamos frente a un símbolo del cual se apropia la

escritora para explicar cómo se manifestaba en ella el proceso de

creación literaria.

El libro La señal daría la visión inicial de un mundo

donde el deseo, la conciencia del pecado y el acto de amor

devienen en un temor metafísico que trasciende o justifica la

vida de los personajes. En ese universo ficticio, se da una unidad

a partir de los valores que rigen a los personajes, las pasiones o

los miedos que los determinan y las fuerzas que los impulsan o

los paralizan.

A los seres que viven en sus cuentos, Inés Arredondo los

enfrenta a diferentes maneras de soledad, desencuentro y

l3 Me refiero al de Chevalier y al de h a n Eduardo Cirlot, Diccionario de

71

abandono. Todos los personajes del primer volumen de cuentos

de Arredondo transitan los caminos de: encuentros,

desencuentros, búsquedas inagotables, errancia y, en ocasiones,

la llegada al paraíso añorado.

Cabe destacar que, a gran parte de los cuentos de La

señal, los sitúa en un lugar tanto idílico como mítico ”que no

está localizado geográficamente- y que adquiere matices

paradisíacos. Así sucede con “Estío”, por ejemplo, al cual nos

referiremos en el siguiente capítulo. Esta caracteristica es un

elemento unificador que estructura al primer libro de Arredondo.

El espacio físico de los cuentos de La señul prefigura un

modo de estar en el mundo y augura un devenir de las acciones

de los personajes. Este espacio fisico no solamente cubre una

función al exterior de los personajes, sino también hacia el

interior de ellos, puesto que los lleva a evocar tiempos de

felicidad y realización plena que se encuentran en lo profundo

de su mente o de su corazón.

En el instante en que los personajes comienzan a perder

ese idílico paraíso (que podía situarse en una huerta, en la

infancia, en el amor, en la familia, en la pasión amorosa), nos

encontramos frente a la imposibilidad de esos seres para

encontrar el amor, la pasión, la felicidad, la realización personal.

Entran en el escenario discursivo las fuerzas destructivas que

simbolos, Editorial Siruela, España, 1997.

72

corrompen las relaciones de pareja; los deseos se triangulan, las

relaciones humanas se deterioran, la culpa y la renuncia se

adueñan de la voluntad de los personajes y, finalmente, éstos

son enfrentados a su propia soledad y a un terrible desamor.

El binomio inocencia-culpa y maldad-bondad están

presentes con gran fuerza en algunos de los relatos de La señal.

Arredondo generalmente lo resuelve mediante el castigo y la

condena ”o autocondena, que para los efectos perseguidos es lo

mismo-, los que irán en aumento hasta llegar a la perversión, la

locura y la muerte.

Respecto a los personajes del primer libro de Arredondo,

sostiene Brianda Domecq:

Sus personajes se mueven en un campo emocional que muchas veces “no comprenden”, no pueden explicar racionalmente. Describen sus sentimientos en vez de sus pensamientos; dejan salir sus emociones y es el camino de las emociones el que señala la dirección aunque ellos no entienden por qué escogen una cosa o la otra. El “sentido” arredondiano no está en el lenguaje racional, sino en el silencio que subyace en el texto, y el significado se acerca más al término místico de “revelación”, una manifestación de lo secreto, lo oculto, lo misterioso que sólo se percibe a veces en la mirada y que da ese “presentimiento de una

73

verdad” que escapa a la función racionalizadora. Sin embargo, en los textos hay señales constantes que apuntan a ese sentido. 69

La cita anterior da pie para abordar el tema de la mirada,

que es una de las constantes en la obra de Inés Arredondo y, por

supuesto, está tratado desde su primer libro. Los personajes

arredondianos tienen como acción primordial y esencial el

mirar. Al mirar, o ser mirados, se reconocen, son descubiertos,

se encuentran, se entienden, se aman, se perdonan y, en última

instancia, se redimen. Se redimen y salvan del desamor, del

olvido, de la locura, de la soledad y de la muerte.

Arredondo mira a en sus personajes y, a través de ellos,

también se mira. Al hacerlo los descubre y ellos, al mirar a su

autora, le dan la certeza de que la señal ha llegado.

En este primer libro de Arredondo hay en los personajes

un marcado intento, la mayoría de las veces infructuoso, por

acercarse a los otros seres que los rodean. Esta soledad esencial

se percibe sobre todo en el caso de las mujeres y los

adolescentes. Arredondo no niega una especial predilección por

los personajes cuyas vidas oscilan entre la infancia y la

juventud. Ella misma sostiene: “No me atrevía mucho con los

hombres hechos y derechos, me quedo en los adolescentes, y de

69 Brianda Domecq, “La callada subversión” en Aralia López, (ed.). Sin imágenes falsas, sin falsos espejos. Narradoras mexicanas del siglo Xu, El Colegio de México, México, 1995, p. 244.

74

los mayores doy sólo unas pinceladas que los caractericen y

nada más.” ’ O

De los catorce relatos que conforman La señal, más de la

mitad están narrados por mujeres y los otros, si bien corren a

cargo de un narrador omnisciente o de una voz masculina,

adolescentes muchas veces, tratan de algún tema relacionado

con las mujeres.

En este aspecto me parece necesario destacar lo

siguiente: muchos de los cuentos del libro tocan aspectos de una

condición muy especial y particular, la femenina. La voz o la

mirada de quienes cuentan las historias son las encargadas de

trasmitir la problemática en la que se ven envueltas las mujeres

que conforman parte importante del universo literario

arredondiano. El vínculo entre madres e hijos, el embarazo, la

maternidad, la sexualidad, la educación tradicional que reciben

las mujeres desde su infancia, el papel que desempeñan en las

relaciones amorosas con sus parejas, los deseos insatisfechos,

las ilusiones postergadas, el olvido y desamor de los novios-

amantes-maridos, etc., son algunos de los temas que Arredondo

aborda y a los que somete a sus protagonistas (ya sean solteras,

ya sean madres, ya sean viudas, ya sean divorciadas).

La elección de Arredondo por incursionar en los

conflictos de las mujeres (sin olvidar que también aparecen

70 Ema Pfeifer, art cit., p. 17.

75

hombres; aunque en la mayoría de los casos estén condenados e

ironizados) le confiere a su primer libro una unidad simbólica.

Las mujeres se convierten en símbolos de esos temas que a

Arredondo la obsesionaron a lo largo de su producción literaria,

la que inaugura con La señal. Temas tales como: la infelicidad

(podemos apreciarlo en “Olga” y “Estar vivo”), la perversión

(claro ejemplo son los cuentos “La sunamita” y “El amigo”), las

relaciones tortuosas (que se abordan en “Flamingos” y “La casa

de los espejos”), el despertar a la sexualidad (“El membrillo” es

un claro exponente de dicho tema), el binomio pureza-impureza

(llega a su máxima expresión con “Mariana”), la soledad y el

desamor (queda magníficamente tratado en “Para siempre”), la

locura (se puede observar en “Canción de cuna” y “La

extranjera”) y la reelaboración de los motivos bíblicos (presente

en “La señal”).

La recurrencia de Arredondo al escribir sobre temas

femeninos no quiere decir que la autora comulgara con las ideas

feministas. Ella creía en la igualdad entre los seres humanos y su

lucha no estaba en ganarle espacios al hombre, sino más bien en

reconocer la importancia que tanto en la familia como en la

sociedad tiene cada género sexual. Así lo expresan las siguientes

palabras de la autora, fruto de una entrevista que concedió a

finales de los años setenta:

76

Considero que soy una mujer que ha vivido inmensamente la vida y la literatura. No soy feminista, porque creo que el papel de la mujer no tiene por qué pelear frontalmente el suyo al hombre [sic]. Porque tengo mucha fe en nuestra fundamental importancia, creo que fundamos no sólo la familia, sino el mundo.7’

AI poner al descubierto sus historias secretas, los

personajes arredondianos logran transformar su mundo interior

insertándose, a partir de ese momento, de un modo diferente en

el de afuera, lo que supone una confrontación que acarrea una

serie de contradicciones y ambivalencias que los hacen seres

desubicados, confundidos y sumamente complejos, pero a la vez

intensamente vivos.

El amor, en todas sus manifestaciones, y los seres que lo

padecen (en el sentido de gozarlo y sufrirlo), hombres o

mujeres, jóvenes o adultos, en pareja o solos, son el motor que

pone en marcha la narrativa de Inés Arxdondo.

Respecto a la revelación, tan presente en la obra de

Arredondo (tema ya apuntado por Brianda Domecq), cabe

señalar que es la estrategia discursiva que emplea la autora

sinaloense para captar la atención de sus lectores. El suspenso es

un aspecto que también le da unidad al libro La señal y permite

abordarlo como un todo en cuanto a la sorpresa que maneja la

Carmen Aída, “Mujeres sinaloenses. Inés Arredondo”, Presugio (Sinaloa), no. 3, septiembre de 1977, p. 3 l.

77

escritora en cada una de sus páginas. Los lectores estamos

esperando ese momento sorprendente en el cual se descorren

los velos, se desacralizan los cánones preestablecidos, se echan

por tierra los tabúes y se subvierte el orden aparentemente

“normal”, que debe signar a un individuo, una pareja o una

familia. Como en un caleidoscopio, en los textos de La señal se

van integrando los elementos que le dan vida a cada relato. Y

como en un caleidoscopio, es imposible entender el todo sin

tener en cuenta cada una de sus partes y viceversa.

La sefial es un gran relato que nos habla de seres

atormentados que luchan por dilucidar los misterios y acercarse

a la verdad o, aunque más no sea, a su verdad. Es precisamente

esto lo que le confiere al texto el atributo de unidad que le

asigno al principio de este capítulo.

Unidad simbólica, puesto que todos los elementos

discursivos se concatenan, engranan y echan a andar a partir de

esas señales (de la naturaleza, del erotismo, del amor y de la

muerte) que Inés Anedondo recrea. Y es desde tal recreación

(reelaboración) que llegan a nosotros con toda su carga y

contenido simbólico.

Los personajes de Arredondo hacen suyos los símbolos

que alimentan el mundo que les toca vivir, y con sus

experiencias y vivencias nos dan una lección que no dejamos de

agradecerles. Porque a partir de lo vivido por ellos aprendemos

7 8

lo difícil, cambiante y dialéctico que es el camino de la vida.

79

CAPÍTULO TERCERO

3. EL “ESTÍO” DE “EL ÁRBOL ”... ÁRBOL DE

UN ESTÍO

“Estío” y “El árbol” son cuentos que se estructuran a partir de

un apretado entretejido simbólico. Los vínculos de

intratextualidad que se establecen entre ellos y los nexos con

relación a la historia de los personajes tienen un estrecho

parentesco con los símbolos que conforman el eje unificador de

ambos cuentos.

Indagar, reinterpretar esos símbolos y la función que

cumplen en los dos relatos será el objetivo del presente capítulo.

3.1 Los símbolos del erotismo y de la naturaleza: “Estío”.

“Estío” es el cuento que no solamente abre el libro de La señal,

sino que también inaugura -por decirlo de alguna manera- esta

edición de la obra narrativa de Inés Arredondo.

Doble responsabilidad le toca a este texto: en primer

lugar satisfacer las expectativas que en torno a éI se generan en

cuanto a unidad. A este respecto no olvidemos las palabras de

Julio Córtazar: “Los cuentos son criaturas vivientes, organismos

81

completos, ciclos cerrados y autónomos.” 7 2 Como una criatura

autónoma, “Estío” confirma el poder narrativo de la escritora

que nos ocupa. En segundo lugar, por ser precisamente el primer

cuento, le corresponde augurar la calidad literaria de su autora y,

también, fundar su universo literario. Esta encomienda queda

cumplida con creces. En “Estío” ya se perfilan las

preocupaciones y constantes que acompañaron a Arredondo a lo

largo de su carrera como escritora: l a s relaciones incestuosas, la

soledad de las mujeres en su intento por encontrar el amor, los

tortuosos vínculos familiares, las perversiones a las que son

sometidos sus personajes, la soledad, etc.

“Estío”, en mi opinión, es uno de los cuentos más

logrados de Arredondo. Demostrar esta afirmación es lo que

intentaré en las siguientes líneas. Con relación a este punto me

parecen esclarecedoras, una vez más, las palabras del escritor

argentino: “De todo cuento logrado se sale como de un acto de

amor, agotado y fuera del mundo circundante, al que se vuelve

poco a poco con una mirada de sorpresa, de lento

reconocimiento, muchas veces de alivio y tantas otras de

resignación.” 73 Aún no es tiempo de volver al mundo

circundante. Disfrutemos, pues, la compleja y asombrosa

82

experiencia que representa adentrarse en los cuentos de Inés

Arredondo.

De “Estío” sabemos que h e publicado por vez primera

en 1962, en el Anuario del cuento mexicano y luego se incluyó

en el libro La señal. El otro cuento que analizaré en este trabajo

es “El árbol”, debido a que entre ambos textos hay una clara

intratextualidad, reconocible no sólo por la coincidencia de los

nombres de los personajes, sino además por la situación que

atraviesan los mismos.

L a lectura de “El árbol” permite reconstruir la historia

de los protagonistas de “Estío”, una viuda joven y su hijo. Con

“Estío” se cierra el ciclo de los dos textos que tratan de esta

viuda. Ambas narraciones contienen lo esencial en cuanto a la

imposibilidad de la dicha debido a dos pérdidas y, por

consiguiente, dos soledades que en el plano de lo simbólico son

la misma. Pero vayamos por partes.

Si bien en cuanto a la cronología lógica “El árbol”

antecede a “Estío”, en este trabajo he preferido respetar el orden

en el cual Arredondo decidió presentarlos a los lectores. Al

respecto dijo la autora:

[...I hay dos cuentos incluidos en La señal,

“Estío”, con el que abro el libro, y “El árbol”, que

guardan un parentesco del que llegué a pensar en

83

libro no los acomodé cronológicamente para que

no resultara obvia la continuidad temporal que los

une. En “El árbol” la mujer, recientemente viuda

de Lucano Annenta, ha quedado suspendida en su

dolor con su hijo de cuatro años, fecha

significativa que será retomada al inicio del

cuento titulado “Estío”, cuando su hijo Román ya

entrada la adolescencia comparte su amistad con

Julio, un amigo con el que se establece una

tensión erótica en la que se mira el abismo del

incesto, y Julio, que en verdad la desea, no es más

que el reflejo de ese hijo que ella quiere

demasiado cerca. 74

En el tercer apartado de este capítulo analizaré las

relaciones entre ambos cuentos y por qué son susceptibles de

que se les aplique una lectura que los vea, como un todo. Debo

aclarar que a “Estío” y a “El árbol” los analizaré como unidades

armónicas y enteras, con toda la complejidad intrínseca que cada

uno conlleva. Sólo cuando sea necesario anotaré la relación

existente entre ambos, para proceder a profundizar sobre ello

más adelante.

74 Miguel Ángel Quemain, “Reverso de la palabra”, editado por El Nacional, Mtxico, 1996, p. 2 l .

84

Aparte de la manifiesta interrelación entre estos cuentos,

surgida del compartir la misma anécdota, existe, en mi opinión,

una relación mucho más fuerte y profunda. Los dos cuentos

están construidos con base en una serie de símbolos que se

entretejen y forman el entramado discursivo que construye

Arredondo. El análisis e interpretación de esos símbolos y la

razón de la reelaboración a la cual los somete la escritora

sinaloense es lo que pretendo hacer en este trabajo.

“Estío” trata el tema del incesto en nuestros días, desde

el punto de vista de la madre. Los personajes cumplen su destino

ancestral en pleno siglo XX, envueltos en una atmósfera

exuberante e inquietante. La voz que narra en retrospectiva

reproduce el clímax de la narración, el momento de la toma de

conciencia, ese descubrir lo que está pasando. Lo valioso es que

para hacerlo se vale de un lenguaje subrepticio y cargado de

símbolos que tiene el poder de traducir lo insospechado.

Los símbolos que prevalecen en “Estío” los he agrupado

en dos apartados: del erotismo y de la naturaleza. Considero que

la mayor cantidad de símbolos presentes en este cuento se

pueden incluir en alguno de estos grupos; lo que no impide decir

que también haya símbolos que se transformen y salgan de esta

categoría. Pero, en general, todos responden a tal división.

División que, por cierto, tiene límites muy tenues, puesto que he

encontrado símbolos de la naturaleza que se convierten, al entrar

85

en contacto con alguno de los personajes, en símbolos del

erotismo. Tal es el caso del mar, el río, la huerta y los mangos,

por ejemplo. Más adelante volveré sobre este punto.

“Estío” se divide en ocho secuencias narrativas,

perfectamente identificables por la grafia (hay un espacio entre

cada una de las secuencias). Regresando al asunto de la voz

narrativa, es ésta una voz femenina, perteneciente a una mujer

aparentemente joven y madre de un muchacho en sus primeras

etapas universitarias. Esta voz participa de dos formas distintas a

lo largo de la narración. En un principio cuenta la sucesión de

hechos, desde un presente sin precisar el tiempo en que se dio.

Aunque los lectores adivinamos que ese tiempo ya pasó. Esta

descripción de los acontecimientos -aparentemente banales- que

se dan en los días veraniegos en que se sitúa el cuento,

corresponde con las seis primeras secuencias. Al final de la

sexta secuencia se presenta el clímax, mismo que se explícita en

la séptima secuencia. Es en esta secuencia donde se observa un

marcado corte. La voz cambia y rompe el ritmo que el relato

poseía hasta ese momento. Ahora nos encontramos fiente a un

lapso temporal impreciso, y tal vez largo, en el cual la voz de la

narradora ya no se dedica a trasmitir (mediante descripciones) lo

que sucede. Su papel ahora es reflexionar sobre lo que pasa, la

causa del conflicto y cómo evitarlo. La octava secuencia (que es

de una línea) no está situada en el tiempo del estío. La última

86

secuencia empieza con el adverbio “después”, un después que

no se sitúa temporalmente, pero que sabemos envuelve el resto

de la vida de la protagonista: “Después mandé a Román a

estudiar a México y me quedé sola.” ’* La soledad, frente a la

transgresión y al pecado del incesto, es la salida que Arredondo

le depara a su protagonista.

En “Estío” nos encontramos frente a una Yocasta

moderna 76. La protagonista (a diferencia de Yocasta, que se

casa con Edipo sin saber que era su hijo y al descubrir la verdad,

se ahorca) no es consciente del amor incestuoso que

experimenta por su hijo Román, pero si tiene conciencia de

haber rebasado los límites de lo permitido, hay un

presentimiento de la verdad, como plantea Arredondo en su

autobiografía. La protagonista intuye que los sentimientos que

alberga por Román son pecaminosos, sabe y presiente que ha

franquedo la barrera de lo prohibido: “[ ...I le dije que yo

ignoraba absolutamente que me sucediera aquello, pero que no

creía que mi ignorancia me hiciera inocente.” (p. 18). Al no ser

inocente debe pagar un costo, hacerse acreedora a un castigo. La

75 “Estío” en Inés Arredondo, op. cit., p. 18. Todas las citas referentes a los cuentos se harán empleando esta edición, por lo tanto en lo sucesivo sólo colocaré el número de página de la cual se toma la cita.

interesante ver como se estructura el cuento a partir del fluir de la conciencia de Yocasta. A Yocasta la autora le da voz y ella es consciente de lo que le espera al consumar el incesto con Edipo. Los dos personajes trágicos serán castigados con la muerte. En “Estío” la única que &es la madre, el hijo (Román) está al margen de los deseos de su progenitora.

76 En el esplCndido relato “Yocasta confiesa” de Angelina Muñiz, es

87

transgresión exige un precio; al igual que Yocasta deberá pagar

por su falta. El personaje mitológico se quita la vida; nuestra

Yocasta moderna se queda sola: el precio es la soledad de mujer

(se queda sin amor) y de madre (aleja a su hijo de ella).

Cabe preguntarse ¿qué es tabú? y ¿por qué se considera

al incesto un tabú y de dónde viene su prohibición? Las

respuestas a estas interrogantes se encuentran en la propia

historia de la humanidad. Dilucidar estas cuestiones es

fundamental para entender la situación profunda y trágica de los

personajes de “Estío”.

Tabú, explica Freud 7 7 , es una palabra polinesia que tiene

dos significados opuestos: por un lado se refiere a lo sagrado y

por otro significa lo inquietante, lo peligroso, lo prohibido, lo

impuro, de donde puede deducirse que tabú remite a un terror

por lo sagrado. Las restricciones con carácter de tabú

(generalmente morales o religiosas) como el incesto, extraen de

sí mismas su autoridad y fuerza. Explica el autor vienés que el

tabú es una prohibición muy antigua, impuesta desde el exterior

(por una autoridad) y dirigida contra los deseos más intensos del

hombre. La tendencia a transgredirla persiste en lo inconsciente;

el psicoanálisis ha demostrado que el primer objeto sobre el cual

recae la elección sexual del individuo “es de naturaleza

77 Sigmund Freud, “Tótem y tabú” en Obras completas, Tomo XIII, Amorrortu, Buenos Aires, 1980.

88

incestuosa condenable, puesto que tal objeto está representado

por la madre o por la hermana.” 78

Rastreando el origen de la prohibición del incesto, Freud

estudió tribus primitivas australianas; constató cómo la

exogamia es (también para ellos) una obligación, y descubrió

nexos entre e1 tótem de la tribu y el incesto. Estas tribus tienen

un antepasado o espíritu protector y benefactor, su tótem (un

animal o una planta). Los individuos de la tribu están sometidos

a una obligación sagrada con respecto a éI: deben respetar su

vida y no pueden ni comer su carne ni obtener provecho de éI;

violar esta ley implica un castigo automático. El tótem se

trasmite hereditariamente, por las líneas materna y paterna. Y es

de este sistema de donde se deriva una ley: “Los miembros de

un ímico y mismo tótem no deben entrar en relaciones sexuales

y, por lo tanto, no deben casarse entre sí.” 79 Un interdicto

sagrado prohibe el incesto.

En el fenómeno de Edipo (así se ha llamado en los

estudios psicológicos al incesto; el motivo es la relación que

establecieron los psicoanalistas entre la situación que vivieron

los personajes de la tragedia griega de Sófocles y el fenómeno

como tal), el niño pasa de una relación inmediata y sin distancia

con su madre a una relación mediata, debido a su inserción en el

orden simbólico de la familia.

Ibidem, p. 27. O, también, por el padre o el hermano.

89

En el nivel social, el nuevo orden simbólico que instaura

el tabú del incesto supone, pues, la prohibición:

Lo prohibido es hacer coincidir la relación de

parentesco (lazos de sangre) y la relación de

alianza (lazos de matrimonio) so pena de abolir la

familia. Esta última aparece como una estructura

simbólica irreductible a cualquier estructura

natural: la promiscuidad animal, *O

Y esta prohibición supone el sacrificio de la relación

sexual con la madre. Dicho sacrificio es también condición para

ingresar al orden simbólico y constituirse como individuo en la

sociedad. De allí la importancia de este tabú para la humanidad.

Y es justamente el tabú del incesto -tan importante para

nuestra civilización- la piedra angular que sustenta la trama de

“Estío”. El deseo mítico y ancestral de poseer al hijo, se conecta

con la naturaleza sagrada de la maternidad. Los hijos, como los

mitos, comparten un carácter sagrado. De lo anterior se explica

la afirmación, tan reveladora, de la protagonista en el momento

de tener el encuentro amoroso con Julio (amigo de su hijo): “Y

pronuncié el nombre sagrado.” (p. 18). Ese nombre sagrado,

79 Ibidem, p. 10. Ibidem, p. 126.

90

impronunciable, es precisamente el de Román el hijo deseado

e intocable.

La protagonista de “Estío” cumple un destino trágico;

ella misma es un personaje al estilo de los personajes de la

tragedia griega. En ella se tiene que cumplir el designio del

oráculo, ella debe vivir su propio destino. Aunque éste la hunda

en una atmósfera de soledad y desamor. Respecto a este punto,

escribió Arredondo:

La tragedia en nuestros días ha perdido su

carácter relevante y ejemplar. Ya no sucede entre

reyes ni la anuncia el oráculo; no hay tampoco un

dios que absuelva o condene al personaje trágico.

Hoy la tragedia sucede oscuramente, a personajes

oscuros. Es más cotidiana y más misteriosa. La

rastreamos y la reconocemos también por

caminos misteriosos. Y cuando la encontramos

81 R o m b : variante de romano. De las dos colinillas mamilares que los pastores latinos encontraron en la cumbre del Palatino; y mama o teta, en latín, era precisamente ruma (con sus formas accesorias de rumen y rumis), se puede aplicar a Romin. Es interesante observar que el nombre sagrado: Romin, en una de sus acepciones etimológicas, se relaciona con uno de los aspectos centrales de la maternidad: el amamantar (mama). Este es otro aspecto simbólico, es decir, el nombre que escogió Arredondo para el hijo y que, en mi opinión, no resulta nada casual. Julio significa: dios del cielo. Y puede aludir que el amigo de Romin (Julio) es una presencia divina, susceptible de ser poseído por la protagonista. Los datos acerca de los nombres, fueron tomados de: Gutierre Tibón, Diccionario de nombres propios, FCE, Mkxico, 1986, p. 207.

91

inesperadamente, agazapada y semioculta, algo

muy antiguo de nuestro propio ser, algo muy

entrañable, se reconoce al reconocerla y sentimos

que se devela por un instante otro rostro del

misterio que más deslumbra: el destino. 82

Ese destino del que hablaba Arredondo es el que alcanzó

a la protagonista de “Estío”. Un destino de soledad y pérdida,

que ya se prefiguraba en “El árbol”, con la muerte de Lucano

Armenta, pero que tuvieron que pasar años para que, finalmente,

se cumpliera con el alejamiento de Román.

La tragedia persigue a los personajes de Inés Arredondo;

en sus relatos la escritora recrea, reescribe y reinterpreta esos

destinos marcados por el sino de lo inefable. Al reinterpretar el

tabú del incesto, la protagonista transforma su esencia. Ella se

ha acercado a los linderos del mal, para ello ha tenido que

sacrificar a un inocente -Julio- que ha ocupado de manera

vicaria e ineludible el lugar reservado para Román.

El dolor y la humillación de Julio al ser usado en el lugar

de su amigo, quedan patentes en las palabras que abren la

séptima secuencia de “Estío”:

82 Inés Arredondo, “El bordo”, Revista Mexicana de Literatura, nos. 12-1 5 , junio-septiembre de 1960, p. 79.

92

Julio se fue de nuestra casa muy pronto,

seguramente odiándome, al menos eso espero. La

humillación de haber sido aceptado en el lugar de

otro, y el horror de saber quién era ese otro dentro

de mí, lo hicieron rechazarme con violencia en el

momento de oír el nombre, y golpearme con los

puños cerrados en la oscuridad en tanto yo oía sus

sollozos. (p. 18)

En “Estío”, la sensualidad deriva en sexualidad y

erotismo. Todo el cuento se encuentra plagado de símbolos que

nos remiten al erotismo. En este punto, considero pertinente -y

necesario- definir erotismo.

Platón fue quien introdujo la definición de Eros en la

cultura occidental. E2 Banquete contiene la sustancia sexual de

las relaciones espirituales:

Eros conduce al deseo de un cuerpo hermoso a

otro y finalmente a todos los cuerpos hermosos,

porque la hermosura de un cuerpo está

emparentada con la hermosura de otro, y sería

93

tonto no reconocer que la hermosura de cada

cuerpo es una y la misma. 83

Esta cita nos da pie para explicar los deseos eróticos que

experimenta la protagonista en relación con su hijo:

Lo vi contraerse y lanzarse al aire vibrante, con

las manos extendidas y la cara oculta entre los

brazos. Su cuerpo se estiró infinitamente y quedó

suspendido en el salto que era un vuelo. Dorado

en el sol, tersa su sombra sobre la arena. El

cuerpo como un río fluía junto a mí, pero yo no

podía tocarlo. (p. 15)

El cuerpo de Román se muestra en su belleza infinita y

deseable. Es un cuerpo que inexorablemente se aleja. El juego

discursivo es rico en posibilidades simbólicas: salto del tigre,

veloz movimiento inesperado que atrapa a su presa, magnética

belleza de lo salvaje, río que fluye y es inasible (al igual que el

cuerpo deseado).

El cuerpo equiparado con el río se carga de significado.

Río, según el Diccionario de símbolos 84, es un símbolo

83 Herbert Marcuse, Eros y civilización, Editorial Origen Planeta, México, 1986, p. 218. 84 Juan Eduardo Cirlot, op. cit., p. 39 l .

94

ambivalente por corresponder a la fuerza creadora de la

naturaleza y del tiempo. Por una parte simboliza la fertilidad y el

progresivo riego de la tierra y, por otra parte, representa el

transcurso irreversible del tiempo. Este transcurso conduce

inexorablemente al abandono y al olvido. Ambos significados

son aplicables al cuerpo de Román: es un cuerpo joven que

conlleva la promesa de la fertilidad y, a la vez, un cuerpo que se

aleja en lo fisico y en lo temporal. Un cuerpo que está prohibido

para la protagonista-madre. Su atributo de progenitora se erige

por encima del atributo de la mujer deseante.

El cuerpo inalcanzable de Román será suplantado por el

cuerpo de Julio. Ambos (la mujer y Julio) saben que fue un acto

(sexual) triangular:

-Lo nuestro era mentira porque aunque se hubiera

realizado estaríamos separados. Y sin embargo,

en medio de la angustia y del vacío, siento una

gran alegría: me alegro de que sea yo la culpable

y de que lo seas tú. Me alegra que tú pagues la

inocencia de mi hijo. (p. 18)

En buena parte de la cuentística de Arredondo el agua se

asocia directamente con la transformación de los protagonistas,

con su cambio de actitud: el ingreso al agua o la simple

95

contemplación o proximidad del río marca el comienzo de un

nuevo camino en la vida interior de los personajes, el cual

podríamos definir como la aniquilación (muerte, que puede ser

fisica o espiritual) de una forma de ser y el surgimiento (vida) de

una nueva manera de actuar y de sentir. El agua tiene un poder

ritual y constituye una especie de llave que cambia el rumbo de

los acontecimientos narrativos y presagia las mutaciones

internas de los personajes.

En “Estío”, la inmersión de la madre de Román en el mar

(posterior a la escena del río), el abandono de su cuerpo a esas

aguas, anuncia el proceso de ruptura que continúa con la escena

de los mangos y culmina cuando ella pronuncia el nombre

sagrado que le revela (y nos revela también) su deseo

incestuoso hacia el hijo. Pronunciar esas palabras prohibidas es

la señal de la que hablaba Inés Arredondo: el nombre sagrado

corre el velo del misterio, de la prohibición, de lo que se oculta

por ser pecaminoso y transgresor. Al decirlas, la señal se hace

presente y queda al descubierto la ruptura (y sus posteriores

consecuencias) de un orden establecido; sea éste simbólico o no.

C...] me encaminé hacia el mar, f u i entrando en é1

paso a paso, segura contra la resaca.

El agua estaba tan fría que de momento me hizo

tiritar; pasé el reventadero y me tiré a mi vez de

96

bruces, con fuerza. Luego comencé a nadar. El

mar copiaba la redondez de mi brazo, respondía

al ritmo de mis movimientos, respiraba. Me

abandoné de espaldas y el sol quemó mi cara

mientras el mar helado me sostenía entre la tierra

y el cielo. Las auras planeaban lentas en el

mediodía; una gran dignidad aplastaba cualquier

pensamiento; lejos, algún grito de pájaro y el

retumbar de las olas. (p. 15)

En esta cita, rica en elementos simbólicos, se observa

claramente cómo los elementos (símbolos) de la naturaleza al

entrar en contacto con la protagonista se convierten (la

transición es sutil y armónica) en elementos cargados de

erotismo y sensualidad (símbolos eróticos). Entrar al mar,

penetrarlo, es como lanzarse a la experiencia amorosa; el mar se

personaliza: “respondía al ritmo de mis movimientos,

respiraba”, y se convierte en el amante perdido (Lucano

Armenta) y añorado (el hijo prohibido). El mar se hace uno con

su amante: “El mar copiaba la redondez de mi brazo”. Aunque

en un principio el agua helada la hace tiritar, es más herte el

deseo de placer y sensualidad y la mujer emprende la

experiencia fisico-amorosa: “me tiré a mi vez de bruces, con

fuerza”.

97

La autora emplea un juego de oposiciones: sol/quemante-

marhelado. Una de las acepciones de sol es: “el destructor, el

principio de la sequía, a la cual se opone la lluvia fecundante.”

Ese sol destructor, símbolo, según mi interpretación, de la

muerte abrasadora y quemante, se opone al mar (amante),

símbolo de la vida. “Mar: símbolo de la dinámica de la vida.

Todo sale del mar y todo vuelve a é1: lugar de los nacimientos,

de las transformaciones y de los renacimientos.” 86 La

destrucción y la muerte se pueden vencer con el encuentro del

amor y la aventura de la vida. Aunque para nuestra protagonista

esta salida será momentánea y fallida.

La pareja sol/quemante, también admite otra

interpretación simbólica: el calor quemante y abrasador se

relaciona con la destrucción, por un lado y, por otro, con la

pasión que quema y abraza a los amantes. De lo anterior se

puede

inferir que la pasión de la protagonista hacia Román era

destructora, avasalladora en todo su poder erótico y sensual. Lo

mismo sucede con esa pasión vicaria que experimenta hacia

Julio. 81 es destruido en ese amor pasional.

Otra de las oposiciones es: tierrdcielo. “El mar helado

me sostenía entre la tierra y el cielo.” La tierra “se opone

simbólicamente al cielo como el principio pasivo al principio

Jean Chevalier, op. cit., p. 949.

98

activo; el aspecto femenino al aspecto masculino de la

manifestación; la oscuridad a la luz; el ying y el yang.” 87 La

protagonista supera esta dicotomía al “ser sostenida” por su

amante (el mar). Se hace una con él.

La pareja de opuestos frío/calor, se relaciona con las

fases de encuentro y desencuentro que recorre en su camino la

pareja de amantes (el mar y la protagonista).

Para entrar de lleno a los símbolos del erotismo (que en

su mayoría son elementos de la naturaleza que se transforman),

es necesario proporcionar una definición del término. Georges

Bataille propone:

El erotismo, en su conjunto, es infracción de la

regla de los interdictos: es una actividad humana.

Pero aunque empiece allí donde acaba la

animalidad no deja por ello de ser su fundamento. 88

Continúa proponiendo este autor que existen tres tipos

diferentes de erotismo. Un erotismo de los cuerpos, uno de los

corazones y otro que es el sagrado. En estos diferentes tipos de

erotismo está siempre en cuestión el sustituir el aislamiento del

86

87 Ibidem, p. 689. Ibidem, p. 992. Georges Bataille, El erotismo, Tusquets Editores, Barcelona, 1985, p. 13 l .

99

ser, su discontinuidad, por un sentimiento de continuidad

profunda. Todo erotismo es sagrado, por tal razón la cuestión

resulta ambigua, pues el erotismo de los cuerpos y de los

corazones se da sin estar propiamente en la esfera sagrada. La

búsqueda de una continuidad del ser más allá de lo inmediato, es

una forma religiosa de proceder.

El erotismo de los cuerpos, dice Bataille, se da como una

violación del ser en los participantes, que termina con la muerte,

con el asesinato. Lo más violento para los seres humanos es la

muerte que nos arranca de la discontinuidad. Existe, en el

erotismo de los cuerpos, una búsqueda de continuidad. Lo Único

que los seres discontinuos no podemos vencer, es precisamente

a la muerte. Incluso se ha llegado a definir el asesinato (muerte) .

como la cumbre de la excitación erótica, en su presencia se llega

al extremo de la experiencia erótica.

El erotismo de los corazones es más libre, la pasión de

los amantes se prolonga en la fusión de sus cuerpos:

La sustitución de una continuidad maravillosa

entre dos seres de su discontinuidad persistente

[...I Una felicidad calmada en la que vence un

sentimiento de seguridad no tiene otro sentido

que el apaciguamiento del largo sufrimiento que

la precedió. Pues hay para los amantes, más

probabilidades de no poder estar juntos

largamente que de disfrutar de una contemplación

extraviada que la continuidad intima que los une. 89

En “Estío” presenciamos el erotismo de la protagonista

con la naturaleza, llevado a su máxima expresión. La naturaleza

después será cambiada por el cuerpo joven y bello de Julio.

Aunque como dice Bataille, los amantes no podrán estar juntos

largamente porque al emprender la experiencia erótica están

cometiendo una infracción, una violación debido a que el

erotismo se encuentra dentro de la esfera de la transgresión, de

lo impuro.

Desde el título que elige Arredondo para su primer

cuento -“Estío”- percibimos que la naturaleza cobra un carácter

simbólico muy intenso (e incluso la naturaleza se erige como un

personaje en sus distintas manifestaciones: río, árbol, fi-uta-

mango, mar, sol, huerta, etc.). “Estío” es una sola palabra con un

gran contenido semántico. Por una parte nos sitúa en un

momento temporal específico: época que inicia con el solsticio

de verano (22 de junio) y termina en el equinoccio de otoño (21

de septiembre), la etapa más calurosa del año. Vemos cómo

89 Ibidem, p. 33.

10 1

desde el principio la atmósfera pesada y exuberante gravitará en

el comportamiento de los personajes.

Por otra parte el estío (verano) se relaciona con el tiempo

en que la luz del día se prolonga hasta las horas nocturnas. El

incesto deseado y reprimido tendrá como escenario el pleno día,

opuesto por naturaleza a la idea de que el ambiente que debería

envolverlo sean las sombras y la oscuridad de la noche. Sin

embargo, el encuentro con Julio sí tiene como escenario la

oscuridad de la noche, precisamente porque es un encuentro

vicario.

Los mangos simbolizan dos aspectos. Por un lado

representan la carne, al morderlos implica una unión de los

cuerpos. La unión que la mujer desea consumar con el cuerpo-

carne-hta-mango del hijo. Por otro lado el mango es también

una hta del paraíso. Comerlo (con la sensualidad y voracidad

que lo hace la protagonista) es reeditar la caída de Eva en el

paraíso, el pecado de la mujer que transgrede las reglas

establecidas. Eva viola las reglas divinas y nuestra protagonista

las leyes humanas. Ambas son expulsadas del paraíso.

[...I saqué tres mangos gordos, duros. Me senté a

comerlos en las gradas que están al fondo de la

casa, de cara a la huerta. Cogí uno y lo pelé con

los dientes, luego lo mordí con toda la boca, hasta

102

el hueso; arranqué un trozo grande, que apenas

me cabía en la boca y sentí la pulpa aplastarse y

al jugo correr por mi garganta, por las comisuras

de la boca, por mi barbilla, después por entre los

dedos y a lo largo de los antebrazos. Con

impaciencia pelé el segundo. Y más calmada, casi

satisfecha ya, empecé a comer el tercero. (p. 13-

14)

Es sumamente sugerente que sean tres los mangos que

devora la protagonista. Adquiere una estrecha relación con los

tres vértices del triángulo que forman Román, Julio y ella.

Es una escena sumamente lograda en la cual el erotismo

de la protagonista se desborda con toda su fuerza. No cabe duda

que nos encontramos frente a una escena erótica entre la mujer y

el mango (sexo oral). Situación en que la mujer desplaza, de

forma inconsciente, su deseo. Todo esto en el marco caluroso y

húmedo de la naturaleza.

El ambiente que elige Arredondo para ubicar a “Estío” es

cálido y relajado; de plenas vacaciones. Todo se centra en el

momento de descubrir el deseo, en un despertar hiriente del

erotismo. Eros, que debería implicar un impulso hacia la vida,

por no poder consumarse, actúa como un imán que atrae hacia la

muerte (Tanathos).

103

Árboles inmensos llenos de frutos, ranas que con su

croar ensordecen a los personajes, un río con un caudal ancho y

crecido, frutas olorosas y apetecibles, calor agotador y

sofocante, canto intermitente de los grillos, relámpagos que

auguran futuras desgracias ... Este es el entorno paradisíaco en

que se sitúa “Estío”, un entorno que bien pudiera ser Eldorado,

el lugar mítico y añorado por la autora. Este espacio es el mismo

que nos presenta Arredondo al principio de “El árbol”: ambos

textos comparten una huerta frondosa y, también, en los dos

cuentos, al suscitarse los acontecimientos, la huerta pasará a ser

sombría y solitaria.

El árbol (amate) que da sombra a la protagonista de

“Estío”, seguramente es el mismo que años atrás plantó Lucano

Armenta en el cuento “El árbol”. Ella misma indicará el valor

del árbol cuando intente comprender parte de su realidad. En dos

ocasiones el árbol se une al cuerpo del amado: hombre (Lucano

Armenta) y amado (hijo) son uno y el mismo:

Me apoyé en un árbol mirando abajo el cauce que

era como el día. Sin que lo pensara, mis manos

recorrieron la línea esbelta, voluptuosa y fina, y el

áspero ardor de la corteza. (p. 16)

Mas adelante sentencia:

104

En medio de aquel beso Único en mi soledad, de

aquel vértigo blando, mis dedos tocaron el torso

como árbol ... (p. 16)

En el momento climático del cuento, el del encuentro

amoroso con Julio, nuevamente se hace presente el árbol que

simboliza el cuerpo del joven:

E...] mis dedos tantearon el torso como árbol, y

aquel cuerpo joven me pareció un río fluyendo

igualmente secreto bajo el sol dorado y en la

ceguera de la noche [...I (p. 18)

En esta cita podemos apreciar que el río también

simboliza el cuerpo del amado, inasible e inalcanzable, en

constante movimiento. En mi opinión, la autora en este punto en

particular se refiere al otro cuerpo, al que realmente desea la

mujer: el de Román.

En este momento me parece importante señalar la

elección que hace Inés Arredondo para que el incesto no se

consume en la práctica: el hijo no desea de la misma manera a

105

su madre. 90 El que sí se enamora de ella es Julio, pero é1 sólo

entrará al triángulo amoroso que se establece entre la

protagonista, Román (su hijo) y Julio (el amigo) ocupando el

lugar de Román. Las palabras mágicas (simbólicas) “Y

pronuncié el nombre sagrado” (p. 18), cambian e¡ panorama. Al

nombrar a Román, la madre lo evoca y hace presente y, por lo

tanto, viola el tabú del incesto. Aspecto que explica claramente

Martinez Zalce:

Yocasta no puede ir más allá porque su deseo no

es correspondido y por eso envía lejos a su hijo.

Sin embargo, el tabú ya ha sido violado; ella ha

sacralizado a Román al nombrarlo, al tocarlo,

aunque sea en un cuerpo vicario; al renunciar a él

como expiación, lo ha convertido, para siempre,

en tabú. 91

AI pronunciar las palabras que echan luz sobre la

revelación, la narradora siente que es necesario dar una

explicación, una confesión a manera de expiación. Pero antes,

en el momento de la revelación reina el silencio, un silencio que

90 Sin embargo, en el cuento “Yocasta confiesa’’ de Angelina Muñiz el incesto sí se consuma. Madre e hijo cohabitan y, al final, están destinados a la perdición.

” Graciela Martinez Zalce, op. cit., p. 79.

106

encierra el secreto y que simboliza lo insospechado, lo

transgresor, lo inenarrable. Un silencio que se equipara a la

oscuridad de la noche. En el momento de la toma de conciencia

de la protagonista de lo que está (y le está) pasando hay un peso

lapidario y terrible. Es el peso de la ausencia de la palabra,

palabras no dichas que, no obstante, ponen al desnudo una

realidad interna e individual: “Un roce y como un temblor, l a

vibración que deja en el aire una palabra, sin que nadie hubiera

pronunciado una sílaba, y me puse de pie de un salto [...I Ahora

sabía quién estaba del otro lado de la puerta. En la oscuridad era

imposible mirarlo, pero tampoco hacia falta, sentía su piel muy

cerca de la mía. Nos quedamos frente a frente, como dos ciegos

que pretenden mirarse a los ojos.” (p. 17) Es importante señalar

que al estar frente a frente (Julio y la protagonista) da la

impresión que ella se encuentra frente a un espejo, su propio

espejo. No debemos olvidar que el espejo actúa como un umbral

que marca los límites entre lo imaginario y lo simbólico. 92 Al

mirar a Julio, en realidad, se mira a sí misma: “[ . . . I la imagen

especular es nombre propio absoluto, tal como es icono

absoluto.” 93 Y se hace consciente de lo terrible, fallido e

inalcanzable que es su deseo incestuoso. Julio (que funciona

92 Para el tema de los espejos me result6 de mucha utilidad: Umberto Eco, De

Umberto Eco, op. cit., p. 23. los espejos y otros ensayos, Editora1 Lumen, España, 1988. 93

107

Cabe subrayar la contradicción (aparente) que enuncia la

protagonista: se quedan frente a frente como dos ciegos que

intentan mirarse a los ojos. Digo que es una contradicción

aparente porque desde un principio los lectores apreciamos,

vemos ese juego de sombras que entablan los personajes. Román

nunca ve, ni se entera de los deseos incestuosos que anidan en el

corazón y el cuerpo de su madre. Julio desea y se enamora de la

mujer, pero recién hasta el final se da cuenta que es usado por la

mujer: é1 ve sus deseos, pero no advierte que no es mirado por la

protagonista, sólo es utilizado. La mujer sabe y ve que el amor

que siente por Román es insano, y también ve en Julio una salida

falsa para dejar libre de culpa a Román: “ [...I Me alegra que tú

pagues la inocencia de mi hijo t...]” (p. 1 S) El tema de la mirada,

tan constante en la obra narrativa de Inés Arredondo, se hace

presente en “Estío”. Mirada como tal o ausencia de ella, pero

todos los personajes de este cuento ven, son mirados o entablan

relaciones especulares.

La ignorancia, la ceguera, las palabras no dichas pero

llenas de sentido, se conjuntan ..., de la misma manera que estos

tres elementos se conjuntan en la tragedia griega, en el mito de

Yocasta.

Muchas son las rutas que se pueden tomar para analizar

“Estío”; yo he decidido transitar el sendero de la interpretación

93 Umberto Eco, op. cit., p. 23.

108

de los símbolos. Inés Arredondo lanza una serie de ellos,

cifrados a modo de señales y espejos. Estas páginas son el

testimonio de esa experiencia.

En el camino he encontrado innumerables r i m y

corrientes que en más de una ocasión han intentado apartarme

de mi objetivo. Una y otra vez he vuelto a la búsqueda de esos

símbolos de la naturaleza y del erotismo. Ellos, en mi opinión,

conforman el andamiaje sobre el cual la escritora ha ido

construyendo su texto.

Elementos de la naturaleza que se transforman en

símbolos eróticos y, a su vez, elementos eróticos que trasmutan

en símbolos de la naturaleza. Ríos que fluyen y simbolizan la

unión amorosa; torso del ser deseado que a su vez son torsos

(corteza y tronco) de árboles milenarios que atestiguan el

devenir de los personajes de “Estío” y de “El árbol”; frutas del

pecado son los mangos que simbolizan el deseo de lo prohibido,

de lo inalcanzable.

Viene adelante ese otro encuentro con el relato “El

árbol”. La relación entre ambos cuentos es evidente y habrá

muchos elementos simbólicos que se repitan y/o continúen en

cada uno de los textos. De todas formas, es importante no perder

de vista que cada texto es una unidad entera y autónoma.

109

3.2 Los símbolos del amor y de la muerte: “El árbol”.

“El &bol” ocupa el quinto lugar entre los catorce textos que

integran La sefiial. Se ubica, casi, en el centro del volumen. Es el

cuento más breve del primer libro de Arredondo, sólo consta de

dos cuartillas. En lo absoluto va ligada la cantidad (de cuartillas)

con la calidad literaria; a mi juicio es uno de los cuentos más

logrados.

Una de las características que destacan en una buena

narración es la concisión: decir (o sugerir) mucho en poca.

palabras. Tal es lo que sucede con el cuento que ahora nos

ocupa. En pocas líneas Inés Arredondo logra crear un relato

riquísimo en posibilidades significativas.

Las interpretaciones de este texto se abren como en

abanico; cada estudioso se acercará a éI según la óptica que más

le atraiga. En mi caso he decidido abordarlo desde la perspectiva

de los símbolos que propone la autora.

Si en “Estío” los símbolos predominantes eran los del

erotismo y la naturaleza, en “El árbol” los símbolos que

destacan y estructuran al cuento son los del amor y de la muerte.

Esa es la hipótesis de trabajo que aventuro.

En su obra cuentística, Arredondo se plantea el lugar del

ser humano en el universo y se cuestiona sobre la posibilidad de

llegar a la dicha. Su punto de partida es, casi siempre, la relación

110

con el otro. De todas las relaciones posibles que pueden existir

con éste, elige la de la pareja. De los cuentos de La señal, en “El

árbol” el amor se encarna con visos de autenticidad y

permanencia, pero la muerte clausura, sin embargo, el futuro de

esa pareja. Lo cual nos lleva, inevitablemente, a traer a colación

el mito de que la felicidad de las parejas nunca es duradera. La

separación de los amantes -cualquiera sea la explicación- será el

precio y castigo que deberán pagar. Como dijo Denis de

Rougemont: “El amor feliz no tiene historia en la literatura

occidental.” 94 El caso de la pareja de “El árbol”, no es la

excepción.

A los personajes de “El árbol”, por uno u otro motivo, les

es difícil vivir o, mejor dicho, les es imposible perpetuar la

felicidad una vez que la han encontrado. En el caso específico

de este cuento será la experiencia más cruel y dolorosa la que se

interponga en su dicha: la siempre inoportuna experiencia de la

muerte.

Los personajes que habitan la obra de esta autora

están siempre marcados por la desdicha,

involucrados en situaciones límite, caóticas; son

seres desvalidos y vulnerables por todos los

costados, susceptibles de sufrir los mayores

94 Denis de Rougemont, Amor y Occidente, Editorial Leyenda, México, 1965,

1 1 1

sacudirnientos vitales, están destinados al fracaso

y no parece haber para ellos ningún horizonte

promisorio C.. .] la infelicidad es su destino C...] 95

En “El árbol” el lector desearía que la unión de la pareja

fuera posible y duradera. Pero esta idea sólo se mantiene en las

líneas iniciales del relato. La narradora, abruptamente, introduce

el tema de la muerte como motivo de separación y soledad entre

los personajes: “En ese portal, hace muchos años, cuando

Román tenía cuatro, velamos el cuerpo de Lucano Armenta.” (p.

43).

Otra de las características de “El árbol” es que, a

diferencia de los otros cuentos de La señal, en un principio los

personajes parece que van a compartir la vida. Lo mismo sucede

con la pareja de “El membrillo”, al terminar el cuento los

protagonistas quedan juntos. Esto quiere decir que MO están

solos, cuando en realidad lo que ocurre líneas más adelante es

que padecerán la soledad como el resto de los personajes

arredondianos. En “El árbol” la soledad se presenta con la

muerte de Lucano Armenta.

Lo que sucede en “El árbol” es que la pareja tiene una

vida breve (como tal), no hay tiempo para que madure y fracase.

p.53. 95 Ignacio trejo Fuentes, Inés Arredondo para jóvenes, CONACULTA, México, 1990, p. 8.

112

Lo mismo pasa con la pareja de “El membrillo”: al terminar el

cuento están juntos, pero el lector no sabe si esa felicidad ser&

duradera o sólo efimera, como con el resto de las parejas de La

señal. Respecto a este punto, Arredondo declaró en una

entrevista que ella no creía en el amor absoluto. La cita es con

relación al cuento “En Londres”, pero se puede aplicar

perfectamente a la historia de “El árbol”:

[...I si los dos muchachitos se hubieran casado y

tenido hijitos y se hubieran aburrido juntos, y

todo eso que es la vida, el amor absoluto no se

hubiera producido. En el amor pasión [...I que yo

trato de captar, a veces vivido por uno solo de los

dos personajes, hay siempre esa búsqueda de

absoluto. Eso siempre termina en locura,

exterminio o muerte, aunque la locura consista

únicamente en seguir viviendo, para sí mismo,

esa pasión. 96

Ciertamente, la muerte prematura de Lucano Armenta

interrumpe el amor de la pareja. Pero también sabemos que de

una u otra forma están destinados a la soledad. Para sustentar su

teoría, la narradora resuelve el relato separando a los esposos

96 Ambra Polidori, art. cit., p. 1 1. Las cursivas son mías.

113

por algo tan irreversible y lapidario como la muerte de uno de

ellos.

“El árbol” también destaca en el contexto del libro,

porque junto con “El membrillo” son los únicos cuentos que

plantean una concreción posible de felicidad, que tiene la

peculiaridad de que pertenece al ámbito de lo más deseable: el

amor. Por tal razón, la desdicha que viven los personajes golpea

con fuerza inusitada a los lectores, que no esperamos irrumpa la

muerte y la desdicha.

“El árbol” está estructurado en cuatro secuencias,

perfectamente identifícables por la separación (gráfica) que

existe entre cada una de ellas, además, en cada parte la narradora

nos sitúa en un tiempo diferente. Cabe hacer notar que el cuento

transcurre en un tiempo que no es cronológico. Hay marcas a lo

largo del texto que nos transportan de un pasado remoto (en la

primera secuencia) a un pasado más cercano con destellos de

presente debido a que el espacio de la huerta lo ocupa todo: el

antes y el después (segunda secuencia). En la tercera secuencia

volvemos a retroceder en el tiempo y nos situamos en el día del

accidente. En el cierre del cuento (cuarta secuencia) nos

encontramos en un pasado más cercano en el cual la

protagonista reflexiona sobre sus miedos y sobre lo que le

depara el futuro; futuro en el cual la felicidad le será imposible.

114

Paralelo al tiempo de la narración hay un tiempo interno

de los dos personajes centrales: Lucano Armenta y su esposa.

Este tiempo transcurre en la larga noche del velorio (final de la

tercera secuencia) en la cual se entabla una intima y profunda

comunicación entre estos dos personajes. Pareciera que el

tiempo se detiene y sólo están estos dos seres -hombre y mujer-

como en la primera noche de la humanidad, noche de todos los

tiempos.

En la primera parte de “El árbol”, escrita en cursivas, un

narrador observador, aparentemente, no identificado retrata el

momento en que un hombre, Lucano Armenta, planta un árbol

para su hijo recién nacido. Su joven mujer lo mira con amor:

“La mujer que llevaba en brazos al recién nacido tendría

dieciocho años cuando mucho y no dejaba de mirar a Lucano

mientras é1 paleaba y sudaba.” (p. 43) Estamos, pues, frente a un

acto de amor. Los protagonistas se abrazan y se besan y, como

una extensión de ese amor, en medio de ellos está el niño. El

árbol es para él.

El acto de amor (que es también un rito de vida) al que

me refiero está simbolizado por la acción de plantar un árbol

que no es otra cosa que plantar y perpetuar la vida y el amor

entre la pareja. El primer símbolo del amor es, precisamente, el

árbol. Ya desde el título Arredondo irradia de sentido al cuento.

115

Árbol es uno de los símbolos esenciales en todas las culturas.

Representa, en el sentido más amplio:

La vida del cosmos, su densidad crecimiento,

proliferación, generación y regeneración. Como

vida inagotable equivale a inmortalidad.

Tratándose de una imagen verticalizante, el árbol

conduce a una vida subterránea hasta el cielo; el

cristianismo le reconoce esta significación

esencial de eje entre los mundos.

Coincide el árbol con la cruz de la

Redención; y en la iconografia cristiana la cruz

está representada muchas veces como árbol de la

vida y &bol de la muerte. 91

La relación que se establece en los cuentos “Estío” y “El

árbol” con el &bol es diáfana. Estamos ante el mismo árbol y

frente a él, los personajes interactúan y diseñan una estrategia de

interacción. AI respecto sostiene Graciela Martinez Zalce:

Román y su madre, pues, tienen un tótem: el

árbol que Lucano sembrara. El narrador

observador quiere atentar contra él. En el inicio

97 Juan Eduardo Cirlot, op. cit., pp. 89-90.

116

del cuento lo dice: “Hay un gran árbol, pero no

puedo mirarlo, y he dicho que mañana lo vengan

a cortar” (p. 43). Atentará, entonces, contra la

memoria del padre. Y la madre sólo tendrá al hijo

para aferrarse a él. En “Estío”, Román ha dejado

de ser un niño. Y su madre aún es una mujer

joven. De é1 sólo sabemos cómo lo ve ella (igual

que miraba a Lucano, fuerte y vigoroso, plantar el

árbol). De ella, en cambio, conocemos la

sensualidad que se agita en su interior. 98

La cita anterior no solamente explica la función del árbol

en ambos cuentos, sino también, de forma muy esclarecedora, el

por qué del incesto en “Estío” (aunque más no sea en la cabeza

de la protagonista). La mujer ha perdido a su marido (su

hombre) años atrás y ahora sólo tiene a Román, el hijo que ya es

un hombre y se presenta como la fruta prohibida y codiciada.

Ese árbol que da título al cuento y que Lucano planta en

la primera secuencia, es dual. Es un árbol que puede simbolizar

la vida (culminación del amor de la pareja que se cristaliza con

el niño en brazos), pero también es un árbol que lleva en su

simiente el símbolo de la muerte, de la destrucción, del olvido.

Al homologar al árbol con la cruz de la Redención de Jesús,

98Graciela Martinez Zalce, op. cit., p. 76.

117

implícitamente (en nuestro inconsciente) lo relacionamos con la

idea de muerte, de finitud, de sacrificio.

He aquí los dos ejes sobre los cuales se asienta, a mi

modo de ver, toda la estructura de “El árbol”: la tensión

existente entre los símbolos del amor y de la muerte; símbolos

que -en Última instancia- son uno y el mismo. Tal es lo que

acontece con el árbol: Lucano no lo sabe, pero al plantarlo

simultáneamente entierra semillas de vida (representadas por su

hijo pequeño) y simientes de la propia muerte, que deberá

experimentar. No deja de ser paradójico, y hasta irónico, que un

símbolo que por antonomasia se ha relacionado con la plenitud

de la vida, conlleve a la vez en su interior la idea de muerte.

En la primera secuencia hay una serie de datos que, en

ese ambiente de vida, amor y realización, no pensaríamos que

también pueden ser interpretados como símbolos de la muerte.

Por ejemplo: “éI paleaba y sudaba.” El sudor es sinónimo de

actividad, de vida. Pero el palear por una parte es para plantar el

árbol, pero en un significado más profundo Lucano está cavando

su propia tumba. Tumba que se verá coronada por ese gran

árbol que el narrador desconocido quiere cortar (en la primera

secuencia). Ese narrador desconocido, en mi interpretación, no

es otro que la propia conciencia de la mujer (protagonista). Sus

palabras fluyen de los deseos y recuerdos más profindos y dejan

al desnudo el dolor de su interior. La narradora quiere arrancar

118

el recuerdo de Lucano, mirar el árbol es, de alguna manera,

mirarlo a él. Los lectores hasta este momento recién nos

explicamos por qué lo quiere cortar. En realidad no quiere dejar

rastro de lo que fue la vida de Lucano con ella porque

automáticamente se relaciona con el fruto de su amor (Román):

“Hay un gran árbol, pero no puedo mirarlo, y he dicho que

mañana lo vengan a cortar.” (p. 43)

Otro de los elementos que funciona de manera dual

(viddamor vs. muerte) y nos anticipa la futura desgracia es el

llanto del niño: “El chiquitin lloró porque lo apretaban, y ellos

se rieron a carcajadas del llanto, del olvido, del niño.” (p. 43). El

llanto prefigura la idea de la muerte y además el olvido adquiere

una polivalencia semántica: por una parte los padres al abrazarse

se han olvidado de la criatura y lo han apretado y por otra parte

¿qué es la muerte sino el más cruel de los olvidos? Olvido

divino y, a veces, olvido humano.

La última frase también admite una doble lectura: “Se

miraron como si la sola mirada pudiera fundirlos. Luego Lucano

la dejó y plantó el árbol.” (p. 43). La palabra fundir remite al

sol: astro que da vida. Pero a su vez fundir se inscribe también

en el universo mortuorio: al cremar a los muertos fundimos su

cuerpo.

Lo Único que nos salva de la muerte es (aparte del

recuerdo) la mirada: en la medida en que miremos a nuestros

119

seres queridos, gozamos de su presencia. Entre otros atributos,

la muerte es ausencia de mirada. La muerte impide la fusión

entre los seres. En ese momento último, lo Único que le queda a

la mujer y a Lucano es fundirse en esa postrer mirada.

Esta primera secuencia, rica en símbolos del amor y de la

muerte, termina con una aseveración tajante (que también es

dual): “Luego Lucano la dejó y plantó el árbol.” (p. 43) Dejó a

su mujer y también va dejando la vida; planta vida y también va

plantando, de manera simbólica, la muerte que lo está

esperando. También esta primera secuencia admite un segundo

nivel de análisis: Lucano ha sembrado en la mujer la semilla del

hijo que tienen, le ha plantado un hijo (Román) y asimismo

siembra el árbol. Podemos inferir que el árbol representa al hijo,

y es precisamente a ese hijo al que la mujer (narradora) no

quiere ver y desea que simbólicamente lo corten, lo aparten de

su cercanía.

La segunda secuencia describe la huerta que semeja al

paraiso perdido. La naturaleza, al igual que en “Estío”, es

voluptuosa. AI principio de la descripción el ambiente es

radiante, vital. Las palabras que refuerzan tal sensación son:

jardín, amate, huerta, río, enredaderas, sol. Pero la palabra

umbrosa (huerta umbrosa) nos transporta a un escenario

sombrío: la huerta que por naturaleza es radiante, se transforma

en un espacio lúgubre que servirá para velar a Lucano: “En ese

120

portal, hace muchos años, cuando Román tenía cuatro, velamos

el cuerpo de Lucano Armenta.” (p. 43)

En la tercera secuencia la oposición

posibilidadimposibilidad refuerza la tesis que sostengo: “El

árbol” se estructura en la interacción de los símbolos del amor

(de la vida) y los símbolos de la muerte. “Aquel día nada parecía

posible. Imposible era que el sol estuviera alto, que existieran

una hora marcada por un reloj, un pasado, un futuro, que Lucano

estuviera ahí, sin moverse.” (p. 43)

La idea de posibilidad está relacionada con los símbolos

de la vida: el sol como dador de vida, el reloj que marca el paso

de l a s horas y, por ende, nuestro transitar por el tiempo vivible,

disfrutable, la sonrisa en la boca de Lucano -que al descubrir

que está muerto se convertirá en mueca-, el amor de la

protagonista al percibir respuesta a su dolor en el cuerpo del ser

amado.

La imposibilidad se liga ineluctablemente con los

símbolos de la muerte; es imposible siquiera imaginar nuestra

propia muerte por eso Lucano sonríe: “esperaba paciente a que

aquel segundo en que tropezó y su dedo rozó el gatillo fuera

revocado; estaba seguro, él también, de que aquello no era

posible, por eso sonreía.” (p. 43-44). La muerte entra en la

esfera del misterio, de lo inimaginable, de lo indeseado: de lo

121

imposible. Por eso la humanidad se ha rebelado contra ella y ha

ideado mecanismos para tratar de explicarla.

A fuerza de la costumbre, nunca por una convicción, los

seres humanos nos acostumbramos al imposible, que no es otra

cosa que la ausencia de nuestros seres queridos. Es por eso que

la protagonista sentencia, casi al finalizar el relato: “Yo les decía

que eso era imposible, pero ellos ya se habían acostumbrado

también al imposible. Ni su padre, ni un amigo que

comprendiera que é1 no podía morir así.” (p. 44)

La vida, el amor, la posibilidad de ser la ubica Inés

Arredondo en el día. La luminosidad ayuda a que los personajes

se realicen en compañía de los otros.

En cambio, durante la noche reinan los símbolos de la

ausencia y de la muerte. En la tercera secuencia la autora plantea

una gradación temporal con relación a este punto: el accidente

ocurre cuando el sol está alto, luego la protagonista espera que

la muerte de Lucano no sea cierta durante la tarde, la noche y

hubiera esperado toda la eternidad.

Reforzando la tesis de que la muerte (y sus símbolos)

acontece durante la oscuridad, es que Inés Arredondo sitúa la

larga (y lograda) escena del velorio en medio de la oscuridad. Al

salir el sol, la protagonista regresará al mundo de los vivos y la

oportunidad de comunicación espiritual con el ser amado, que

ha partido, se tornará lejana e imposible.

122

Esta necesidad de comunicación es tanta que la

protagonista lucha contra los datos manifiestos de que Lucano

ha muerto. Ella quiere imprimirle, mediante su amorosa mirada,

vida a ese cuerpo inmóvil: “Sus pestañas se agitaron vivamente,

como un parpadeo de velas, y volvió a quedarse quieto. [...I Bajo su piel algo como unas luces cambiantes se movían, un

temblor levísimo corrió por sus labios hasta las comisuras.” (p.

44) Una vez más la mirada, como símbolo de amor y

compenetración, lucha por alejar la presencia avasalladora de los

símbolos del dolor y de la muerte. La quietud, el parpadeo de las

velas (históricamente ligadas a los ritos mortuorios), el temblor

levísimo son palabras que apuntan a la esfera de la muerte;

mejor dicho son símbolos que nos hacen saber (y reconocer) que

estamos frente al misterio de la ausencia, de la perdida, y del

dolor.

En la cuarta secuencia Arredondo incluye nuevamente al

niño, que no estuvo presente en la secuencia anterior. Esta

decisión de la autora no es

casual: nuevamente la oposición de los símbolos de la vida

frente a los de la muerte. El niño (toda criatura) en esencia

simboliza lo que está empezando a vivir, es ejemplo de lo que

renace. Su incursión se opone a la imagen de Lucano que, por

decirlo metafóricamente, está empezando a morir. El niño le

insufla vida a la madre, en su compaiíía ella puede llorar

123

tranquila porque sabe que su presencia le impedirá perderse en

el llanto y las lágrimas. Al no perderse ella misma es capaz de

recuperar el recuerdo (la memoria) de Lucano Armenta y no

sucumbe a la tentación de abandonar a su hijo.

En estas líneas he tratado de esbozar de qué manera están

relacionados los símbolos del amor y los símbolos de la muerte

en “El árbol”. En realidad, a lo largo del cuento, se presentan

como símbolos duales, la interpretación dependerá del momento

y la mirada con que los analicemos.

Siempre es reconfortante pensar que son los símbolos del

amor y de la vida los que prevalecen por encima de los de la

muerte. En la experiencia cotidiana sabemos que no es así: amor

y muerte van ligados ineluctablemente. La fuerza del amor y la

finitud de la vida es lo que le da sentido a nuestra existencia.

Queda el consuelo de saber que en la creación literaria -

esa otra vida- es posible que el amor venza para siempre a la

muerte. En “El árbol” el amor de la mujer no pudo salvar a

Lucano Armenta, pero sí la pudo salvar a ella el amor que siente

por su pequeño hijo.

Lo que sucede en “Estío”, como vimos en el capítulo

anterior, es otra historia.

124

3.3 Nada es casual: ¿por qué el orden de estos dos cuentos?

Relación entre ambos.

“Estío” y “El árbol” tienen una evidente continuidad temática.

Estamos frente a los mismos personajes principales (la marca

inconfundible es la coincidencia del nombre: Román), el mismo

espacio físico (la huerta) y la misma situación. “El árbol” narra

la muerte accidental de Lucano Armenta y la consecuente

soledad de su joven esposa que se queda con un niño de cuatro

años. En “Estío” leemos cómo ha continuado la vida de estos

personajes: el niño ya es un joven y la madre entra en conflicto

con el deseo (prohibido) que experimenta hacia su hijo. Julio (el

amigo de Román) será el tercer vértice de este particular

triángulo amoroso y en é1 se canalizarán las inquietudes eróticas

de la mujer.

La lectura de “El árbol” permite reconstruir la historia de

los protagonistas de “Estío”. El orden lógico de estos cuentos -

tomando en cuenta la cronología de los acontecimientos- es

primero “El árbol” y después “Estío”. ¿Por qué entonces Inés

Arredondo los presenta en el orden inverso? La respuesta que da

la escritora cuando se la cuestionó sobre tal elección es tajante:

“[ ...I no los acomodé cronológicamente para que no resultara

obvia la continuidad temporal que los une [...I Ambos cuentos

guardan un parentesco del que llegué a pensar en términos de

125

novela.” 99 Queda la interrogante en el lector ¿cuál fue escrito

primero? Esa pregunta queda sin respuesta, saber la verdad al

respecto no ayuda ni modifica la interpretación que se realice de

los cuentos. Tampoco gravita en cuanto a la calidad inherente a

dichos relatos.

En mi opinión Arredondo les da un orden inverso a los

cuentos no solamente para que no resulte obvia la continuidad

temporal, hay una segunda intención que se inscribe en el

terreno de lo Iúdico. Es un guiño, una trampa, una señal que da a

los lectores. Afirmo lo anterior por lo siguiente: en primer lugar

no es lo mismo leer una historia y saber de antemano el final. Es

lo que sucede al leer primero “Estío” y luego “El árbol”. Al leer

“El árbol” ya sabemos lo que les sucede a esos personajes. Por

otra parte al adentrarnos en el universo que crea cada cuento,

nosotros (los lectores) imaginamos y construimos el pasado y/o

futuro de los personajes. Al leer “Estío” se elaboran un sinfín de

conjeturas del por qué se da esa situación, de sí la relación de la

madre y Román niño influyó, de sí la ausencia del padre fue

determinante ... No sabemos qué paso, sin embargo les creamos

una historia a los protagonistas, la que consideramos vivieron. Y

¿qué es lo que pasa? Al cabo de unas páginas (y llegar a “El

árbol) descubrimos que esa historia ya existe, que fue concebida

por Arredondo y que nos tendió una trampa al dejarnos imaginar

99 Miguel Angel Quemain, Reverso de la palabra, op. cit., p. 15.

I26

(como nos sucede en todos los cuentos) un pasado posible para

esos personajes.

Es un juego agradecible el que nos propone la autora:

desandar un camino que ya había sido andado; para transitar

otro previamente existente, pero que desconocíamos. Este juego

también se puede leer como una señal de que la creación

(quienquiera que la lleve a la práctica) es inagotable y

transferible. Al escribir sus relatos Inés Arredondo va leyendo la

vida de esos personajes; los lectores al leer sus cuentos -

simultáneamente- le vamos creando un pasado y/o futuro a

dichos seres. Escritora y lectores estamos en ambos lados de esa

débil frontera entre creación y recreación (que es el acto de leer).

La relación entre “Estío” y “El árbol” se manifiesta

desde las primeras líneas del primero. Cuando la narración

acaba de empezar en “Estío”, la protagonista afirma en forma

intencionada para que el lector sepa de la edad exacta que tenía

su hijo cuando se da un corte en su vida: “Mientras jugaban

estaba pensando en qué había empleado mi tiempo desde que

Román tenía cuatro años ... No le he sentido pasar, ¿no es raro?”

(p. 1 1. Las cursivas son mías).

Las reflexiones de la mujer inmediatamente nos remiten

a “El árbol” y la marca que la autora nos da en este cuento de la

edad de Román: “En ese portal, hace muchos años, cuando

Román tenía cuatro, velamos el cuerpo de Lucano Armenta.”

127

(p. 43. Las cursivas son mías) El corte que en “Estío” no

sabemos por qué se da, queda claro en “El árbol”: la razón es la

muerte de su marido. Después de este hecho la vida de la

protagonista da un giro tal que ni ella misma sabe en qué ha

empleado su tiempo.

La segunda marca de unión entre ambos textos se

produce más adelante, justamente antes de la escena de los

mangos, cuando los jóvenes intentan convencer a la mujer para

ir al cine: “Déjala, Julio, cuando se pone así no hay quien la

soporte. Ya me extrañaba que hubiera pasado tanto tiempo sin

que le diera uno de esos arrechuchos. Pero ahora no es nada,

dicen que recién muerto mi padre ...” (p. 13. Las cursivas son

mías) Volvemos a apreciar la necesidad de dejar constancia que

ha pasado el tiempo (Román ha crecido y ya es un hombre). Por

otra parte sabemos por el hijo de la profunda tristeza que

embargó a la protagonista al morir Lucano Annenta. El nexo de

esta situación con “El árbol”, la podemos notar en el siguiente

fragmento: “Tiempo después volví en mí, en lo que quedaba de

mí, y no pude hacer otra cosa que aferrarme a Román y llorar

asida a él.” (p. 44. Las cursivas son mías) Lo que plantea

Román en “Estío” que le sucedía a su madre recién muerto su

padre queda explicado en “El árbol”: lo ímico que podía hacer la

protagonista era sumirse en el llanto y la tristeza.

128

Las marcas que encontramos en “El árbol” respecto a la

relación que guarda con “Estío”, en primer lugar se aprecian en

cuanto a que ambos cuentos comparten el mismo espacio

geográfico y también los elementos de la naturaleza que en ese

espacio se encuentran: la huerta fi-ondosdumbrosa y el río. En

“El árbol”, plantea la narradora-protagonista: “El corredor da

hacia el norte; detrás está el jardín con el m a t e joven y luego se

entra en la huerta umbrosa que llega en declive hasta el río.” (p.

43. Las cursivas son mías) En “Estío”, dice la protagonista:

“Nunca se me hubiera ocurrido bajar a bañarme al río, aunque

mi propia huerta era un pedazo de margen.” (p. 12. Las cursivas

son mías)

Es importante que ambos cuentos compartan el espacio

físico, porque éste es un elemento que le da un sentido de

continuidad a los dos relatos. Respecto al lugar (fisico) donde

sitúa sus cuentos, Arredondo ha sostenido:

El sol, el calor, el polvo, el mar, quedaron en mí y

en mi literatura. A mis cuentos he trasladado el

paisaje de las huertas llenas de pájaros, con

frutales traídos de la India, del Japón, del Pení, de

Andalucía, que circunscribían el ingenio

azucarero donde trabajaba y vivía mi abuelo y en

el que yo pasaba largas temporadas [.. .] Ese

129

ingenio se llama Eldorado y su paisaje, sus reglas

para vivir, fueron creación, invención de hombres

locos que impusieron una realidad aislada,

distinta, a una naturaleza diferente y en apariencia

enemiga [. . .I Por ello elegí esa realidad para situar

mis cuentos y contar mi historia personal, porque

es una realidad artística, y en ella se cumplen la

elaboración y el contacto, el momento perfecto de

la fantasía y la inteligencia, del querer y el hacer:

es la tierra del hombre, el suelo perfecto para el

mito, es mito ya, y sólo espera la palabra que lo

nombre. Mi esperanza es poder decirla. 1 O0

Estas bellas palabras de Inés Arredondo encierran el

motivo de la elección espacial que llevó a cabo y podemos

apreciar en algunos de sus cuentos (concretamente, en los dos

que estamos analizando). También encierran el testimonio de

una mujer que quiso vivir para poder crear las palabras que

nombren al hombre y su realidad. Considero que este cometido

fue alcanzado con creces, muestra de ello son los treinta y cuatro

relatos que nos dejó y son prueba palpable que encontró esas

palabras para decir y nombrar, para escribir y crear.

100 Inés Arredondo, “Autobiografia”, Sábado, suplemento cultural de Unomásuno (México, D.F.), 17 de agosto de 1985, p. 4.

130

Otros símbolos presentes en “Estío” (que no se han

trabajado en el presente trabajo, porque no se pueden acomodar

en la clasificación que propuse, pero que dejo anotados y que

aparecen desde la primera secuencia son los objetos del

dormitorio de Román: “De sobre la repisa quité el payaso de

trapo al que Román durmiera abrazado durante tantos años, y lo

guardé [...I Puse en la repisa el despertador, donde estaba antes

el payaso, y me senté en el alféizar de la ventana.” (p. 12) El

payaso simboliza la infancia de Román, y la madre, al guardarlo,

en realidad está guardando la infancia del hijo. Román ha

crecido, ya es un hombre, y es necesario verlo como tal. Nada de

lo que lo rodea debe dar la idea de un tiempo infantil. El reloj se

carga de significación. Su simbología tradicional está ligada “a

la idea de movimiento perpetuo, de paso del tiempo.”’” La

protagonista quiere hacer patente que el tiempo ha pasado (y

seguirá pasando) y ese niño de cuatro años que la acompañaba al

final de “El árbol”, ahora es un hombre al que ella puede desear

e intentar acceder a él.

Por último, la relación evidente que en mi opinión

subyace entre estos dos cuentos es la que se refiere precisamente

al empleo de símbolos como elementos esenciales y

estructurales en la elaboración de ambos relatos. Los símbolos,

que he llamado del erotismo, de la naturaleza, del amor y de la

101 Juan Eduardo. op. cit., p. 387.

13 1

muerte, conforman y dan vida al universo narrativo de “Estío” y

“El árbol”. Como se ha podido apreciar, a veces estamos frente a

símbolos duales, en otras ocasiones funcionan como parejas de

opuestos y a veces un mismo símbolo se transforma y se

convierte en otro. Estos mecanismos literarios son los que he

tratado de analizar a lo largo de estas páginas.

132

Para Inés Arredondo escribir es un intento de reconstruir y darle

trascendencia a toda vivencia; un intento de descifrar la realidad.

Toda vivencia es simultáneamente trasladada, traducida al

espacio interior de la escritura. La experiencia más palpable es

al mismo tiempo reconstrucción simbólica, abstracción,

reinterpretación.

En Arredondo, las vivencias -sustancia de sus cuentos-

son por definición símbolos potenciales. Y precisamente el

empleo de los símbolos es el andamiaje que sostiene la

construcción de los dos cuentos que se han analizado a lo largo

de estas líneas.

“Estío” y “El árbol” son relatos que admiten múltiples

lecturas. Su estructura es compleja en cuanto a la temática y rica

en lo referente a la elaboración de sus personajes. La

ambigüedad es el tono sugestivo que se apropia de ambos

cuentos y de los múltiples acercamientos que esa ambigüedad

propicia, he optado por una lectura simbólica.

El camino del descifiamiento de los símbolos que

propone la escritora me ha permitido acercarme y vislumbrar las

diferentes señales y los variados espejos que componen el fondo

y la forma de ambos cuentos. La historia (compartida por los

134

vasos comunicantes entre los dos relatos) se asienta en ese río

subterráneo de aguas turbulentas y encontradas que representan

las vidas, o mejor dicho, los fragmentos de las vidas de los

personajes arredondianos.

“Estío” y “El árbol” tienen en común, además de

compartir la intratextualidad manifiesta en relación con la

anécdota, que se valen de una serie de símbolos que van

conformando el universo literario que los enmarca. En estos

cuentos Inés Anedondo coloca al símbolo, ya sea éste de la

naturaleza, ya sea del erotismo, ya sea del amor, ya sea de la

muerte, en el centro de su imaginario, y a partir de é1 reelabora

los grandes temas que han (pre)ocupado a los hombres en su

transitar por el mundo. El amor, el deseo prohibido, la soledad,

la pérdida del ser amado (física o afectiva) y la muerte campean

en ambos relatos y son el eje alrededor del cual se erigen las

vidas de los personajes que protagonizan la historia de su propia

existencia.

La mujer-esposa-madre de “El árbol”, será en “Estío” la

mujer-amante-madre. En los dos relatos su papel protagónico

(femenino) es complementado por dos figuras masculinas

(Lucano y Román en “El árbol” y Julio y Román en “Estío”)

que le dan sentido a su existencia y simbolizan,

paradójicamente, la realización y negación del amor.

135

En “El árbol”, Lucano Armenta es el esposo amado que

acompaña a la mujer (madre) en los senderos de la pasión y el

encuentro amoroso. En “Estío”, Román es el hijo (fruto del

amor de los padres protagonistas de “El árbol”) que le niega (sin

saberlo) a la madre (mujer) la oportunidad de reencontrar en éI

al amor. Un amor prohibido, innombrable, una unión erótico-

incestuosa que no tiene posibilidad de ser.

Las relaciones que establecen los personajes de ambos

cuentos se engranan en la inclusión de diferentes simbolos.

Precisamente porque ambos cuentos quieren trasmitir caminos

posibles y esenciales, nada mejor que los simbolos para

presentar la historia y la temática. El símbolo ofrece el

conocimiento profundo y sustancial de una historia particular y

contingente y le imprime su real trascendencia, pues da a la idea

su sentido primero.

El símbolo comunica la visión directa del mundo y de

sus manifestaciones sin condicionamientos ni mediaciones

culturales; pertenece, como señala Eliade, a “las modalidades

más secretas del ser” ‘ O 2 . De allí el uso de los símbolos que hace

Inés Arredondo en los cuentos analizados.

Esas secretas modalidades del ser en los personajes de

los cuentos estudiados se torna compleja e inasible. Todos

‘O2 Mircea Eliade. Imágenes y símbolos, Editorial Taurus, Madrid, 1992, p. 12.

136

simbolizan algo en relación con los otros personajes que 10s

acompañan.

Así, por ejemplo, Román es el símbolo de lo prohibido,

de lo que se debe callar, de lo imposible de poseer. También

simboliza a la figura paterna: éI es la continuidad de Lucano

Armenta; al amarlo (de manera incestuosa), la mujer está

perpetuando el amor que experimentó por su esposo.

Lucano Armenta simboliza el amor y la pasión. El árbol

y Lucano funcionan como un símbolo dual: en ellos se

manifiesta la virilidad, la fortaleza, la fuerza. Por eso en cada

momento que la protagonista añora un cuerpo amado -ya sea

éste el de su marido, ya sea el de Román-, lo relaciona con el

árbol.

Julio es un claro símbolo del sacrificio. Al ocupar un

lugar vicario está sacrijkando la verdadera atracción que siente

por la madre de su amigo. En realidad jamás fue considerado

por la protagonista como un posible amante, su función

consistió en reemplazar a ese otro cuerpo y ese otro hombre:

Román.

La mujer también funciona como un símbolo dual. Por

una parte es el objeto amado (y correspondido) de Lucano;

simboliza al igual que é1 al amor y la pasión que experimentan

los esposos. Por otra parte, ella es símbolo de la perdición y el

pecado. Al igual que Eva, será expulsada del paraíso y llevará la

137

responsabilidad de haber incitado a pecar al hombre. El paraíso

de la mujer correspondía a la sensualidad desbordante que vivía

en los cálidos días del verano en compañía de su hijo. Al

atreverse a comer la fruta prohibida, que se traduce en desear lo

indeseable, deberá ser acreedora al castigo eterno: vivir sola y

lejos del hijohombre amado. Se queda en la huerta ”su paraíso

terrenal- pero sin el ser amado, por lo tanto resignifica el sentido

de ese espacio idílico. Lo mismo sucede con la mujer en “El

árbol”. Al morir Lucano Armenta la deja sola en la casa-huerta,

su espacio de realización amorosa se convierte en un paraíso de

tristeza y soledad.

Los personajes de ambos cuentos conviven con los

símbolos de la naturaleza, que en ocasiones se transforman en

símbolos del erotismo (como sucede en “Estío”) y en otras, en

símbolos del amor y de la muerte (tal es el caso de “El árbol).

Este trabajo se propuso descifrar e indagar el apretado

tejido de símbolos que fue construyendo en ambos relatos Inés

Arredondo. La escritora echó al mundo (los lectores) su red

tejida con nudos inextricables como el amor incestuoso, la

transgresión, la búsqueda de lo que se encuentra más allá de los

límites, los triángulos amorosos, la pasión desbordada, la

soledad y la muerte, y en esa red atrapa una y otra vez a los

lectores que nos acercamos a su obra.

138

Arredondo hiló tramas impregnadas de perversa belleza.

Narradora de lo secreto, guardiana de lo prohibido, sabedora de

que la escritura, más allá de la palabra y del discurso, es

existencia.

Inés Arredondo siempre fue fiel al destino de los que

escriben con el corazón y la inteligencia: trasmutar la realidad

en palabra y otorgarle una (re)significación al mundo. Un

mundo recreado y resignificado donde sea posible la

convivencia de la razón, el amor y la belleza.

Para terminar estas líneas, qué mejor que la reflexión de

Jorge Luis Borges sobre el sentido simbólico de las palabras. He

aquí los últimos versos de su bellísimo poema “La luna”:

Es uno de los símbolos que al hombre

Da el hado o el azar para que un día

De exaltación gloriosa o de agonía

Pueda escribir su verdadero nombre.

139

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