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) 1 1 1 LA LENGUA ARIA SUS DIALECTOS Y PAÍSES EN QUE SE HABLAN. :-: EL POLO NORTE, PATRIA DEL PUEBLO ARIO Y DEL GÉNERO HUMANO DISCURSO Real Academia de la Historia BN SR. D. JOSÉ ALEMANY Y BOLUFER el día 25 de enero de 1 925 CONTESTACIÓN DE D. ADOLFO BONILLA Y SAN MARTIN o coco o coco oc o 1 CALPE 1 9 2 5

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LA LENGUA ARIA SUS DIALECTOS Y PAÍSES EN QUE SE HABLAN. :-: EL POLO NORTE, PATRIA DEL PUEBLO ARIO Y DEL GÉNERO HUMANO

DISCURSO

Real Academia de la Historia BN LAUCRPCIÓ~PÓBLICADEL

SR. D. JOSÉ ALEMANY Y BOLUFER

el día 25 de enero de 1 925

CONTESTACIÓN DE

D. ADOLFO BONILLA Y SAN MARTIN

o coco o coco

oc o

1

CALPE 1 9 2 5

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190{5 DISCURSOS

LEÍDOS ANTE I.,A

Real Academia de la Historia

EN I.,l\ RECEPCIÓN PÚBLICo\ DEL

SR. D. JOSÉ ALEMANY Y BOLUFER « el día 25 de enero de 1925

CALPE

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Talleres tCalpe•. Rfos ROSWI, 24.-Madrid.

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E x cELENTÍSIMO SEÑOR:

SEÑORES ACADÉMICOS:

Cuando vuestra benevolencia me abrió las puertas de esta docta casa, crei que el mejor modo de corresponder a tanta generosidad sería el ofreceros cuanto antes el discurso que me había de acompañar al presentarme por primera vez ante vosotros en este solemne acto; pero obligaciones inexcu­sables y trabajos emprendidos que no admitían aplazamiento me hicieron demorar por algunos meses el pago de mi deuda de gratitud. Pensé en seguida en el tema que había de des­arrollar; y considerando que tanto el egregio prócer y nunca bastante bien loado Excmo. Sr. Marqués de Cerralbo , a quien vengo a substituir, como el Ilmo. Sr. D. Wenceslao E. Retana y Gamboa, a quien la muerte arrebató antes de que pudiera sentarse en el sillón que yo vengo a ocupar, se habían dedi­cado a estudios históricos, de época antiquísima el primero y de países lejanos el segundo (r) , creí que mi discurso debía tratar de cosas antiguas y de regiones a parta das, y por eso escogí el siguiente tema: L a lengua aria o i>tdoe,.ropea: sus dialectos y extensión geográfica; gentes con quienes en la anti­güedad eshwo en relación el p .. eblo q"e la hablaba; origm de éste, y nombre más adecuado con que se le debe llamar. Y dicho esto, entro en materia.

(r} Véase al final la lista de las obras de uno y otro.

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LOS DIALECTOS DE LA LENGUA INDOEUROPEA

l. EL INDO. - a) El indo a11tig~<o o védico. Este dialecto indoeuropeo se habló, en los tiempos más antiguos a que al­canza su historia, en la región del noroeste de la India, lla­mada el Penyab, o país de los cinco ríos (r), y desde aUí se fué extendiendo por casi toda la Península. El pueblo que lo hablaba se denominó a sí mismo ario, o sea noble, para dis­tinguirse así de la población indígena. El documento más anti­guo que de este dialecto conocemos es el Rig o Rigveda, co­lección de himnos destinados a ser recitados por uno de los sacerdotes, el hotar, durante la celebración de los sacrificios. Estos himnos se hallan divididos en estrofas compuestas de versos octosílabos, o mejor dímetros yámbicos, como la si­guiente, que es la tercera del himno primero, y dice así:

A gnind Yayim aznavat 1 po:ra·m eva divedive 1 yazasam vtrat'attamam, cuya traducción literal es: Por Agni riqueza obtenga (el hombre)¡ (y) el pan también cotidiano¡ (y) gloria mantenida por una nu­merosa descendencia.

La fecha de la redacción del Rig es desconocida. La han fijado algunos por los años 2500 antes de J. C., mientras otros la ponen, sin precisar, en el segundo milenario anterior a nuestra era. Sea cual fuere ella, la colección de estos him­nos, tal como la poseemos, se formó de otras colecciones an­teriores¡ pues las fórmulas o frases hechas que en ella abun­dan, análogas a las que vemos en la Itíada y la Odisea, su­ponen un desarroUo literario anterior a la fijación del texto

(1) El Indo y los cuatro que, confluyen do unos antes y otro después con el Tehenab, van por el q¡.uce de éste a engrosar el caudal de aquél.

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-s-actual. Las otras colecciones de himnos- el Yajurveda, el Scimaveda y el Atharvaveda- , sin ser menos antiguas por el fondo o contenido de ellas, nos muestran la lengua en un estado menos arcaico.

b) El indo clásico o sánscrito.-Más reciente aún que la forma que nos ofrece la lengua de los vedas es la que vemos en los br3.hmanas o textos en que se expone la teoría de la religión védica; lengua que con leves cambios es la misma en que se escribieron las grandes epopeyas- el Mahabharata y el Ramayana-y la literatura clásica de la India, artificial toda ella, y posterior al siglo tercero antes de ] . C. Por este tiempo la lengua del pueblo había evolucionado ya, dando origen a los prácritos o dialectos vulgares, según vemos en la poesía dramática de Calidasa, en la cual los personajes de inferior condición social hablan una lengua diferente del sánscrito y que, comparada con él, nos ofrece muchos cambios iguales a los que vemos en las lenguas romances comparadas con el latín clásico. Así, la forma del sánscrito bhávati (r) es en prácrito bhodi, donde, como se ve, se ha perdido la a postó­nica de la sílaba va, como en el romance caldo se perdió la i postónica del latín calid,.(m); además, el diptongo a•t· de bha,.ti se ha convertido en o, como en el romance toro del la­tín ta,.m(m) ; y finalmente, la t intervocálica de la silaba ti ha cambiado en d, como en el castellano prado del latín pratu(m) .

El gramático Panini, quizá en el siglo I V de J. C., formó la gramática de esta lengua, que llamó sánscrita 1 o sea perfecta, por oposición al indo antiguo o védico y a las hablas vulgares o prácritos; lengua que viene a ser una especie de transacción entre el védico y los dialectos vulgares hablados en las regio­nes vecinas del Penyab.

e) El indo medio, o sea el prácrito y el pali.-Tenemos en prácrito las inscripciones del soberano budista Azoca, halla­das en las más diversas regiones de la India y hasta en el Decán, todas de fecha conocida y no anterior al año 250 an­tes de]. C. El prácrito debió su rápida propagación a la pre­dicación del budismo; el pali es la lengua canónica del bu­dismo del Sur, en Ceilán, en Birmania y en Siam.

Los distintos prácritos se designan en particular con de­nominaciones locales, o sea con nombres derivados del de la región o lugar en que se hablan. Así, mdhdrdxtrt, lengua de Maharaxtra; za"rasent, lengua del país de Zilrasena. En-

(r) J.o. pers. del sing. del pres. ind . de bhávami de la raíz bhu, gr. cpúw, la t. fu en fui , {uisti, etc.

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tre ellos merece mención especial el paizichi, que localizado por Jos que Jo han estudiado, en la región más extrema del noroeste de la India y extendido luego por gran parte de la península, parece ser el antiguo indo modificado en boca de los primitivos pobladores del país, o sea los indígenas drá­vidas y tamules, pues, según las tradiciones arias, el paizácht­bhaxli no es mas que la lengua de los pizachas o genios ma­léficos de la India, es decir, de los enemigos de Jos arios. Este dialecto tiene además una particularidad fonética co­mún no sólo con la lengua de los drávidas, sino también con otros dialectos indoeuropeos, como el tócaro, el armenio y el germano. Consiste esta particularidad en carecer de oclu­sivas sonoras, y por lo tanto en haber cambiado estos sonidos del antiguo indo en oclusivas sordas. Así, en vez de gt:ris, monte; gharnzas, caliente, y fQ.tas, nacido, pronuncia el paizi­chi kiri, lllzamma y chata. Esta particularidad se ve en ins­cripciones de todas partes de la India, y especialmente en las lenguas modernas del Cafiristán y de la región de Caz­mira. Algunos paizichis la tienen sólo en las dentales; así, en vez de dévaras, cuñado, y drxtas, visto, dicen tévara y tittha, análogamente a lo ocurrido en los dialectos del alto alemán, entre los cuales, los más meridionales han cambiado en fuerte todo sonido explosivo, y los más septentrionales, sólo los dentales o labiales. Otro prácrito o lengua vulgar de la India es el dialecto de los gitanos, el cual, análogamente a lo que hemos dicho del paizachi, cambia en sordas las aspi­radas sonoras; y así, en vez de dhamás, humo; bhr«ta, her­mano, y gharmás, caliente (en prácrito ghamma) , dicen los gitanos thúv, phral y kham (Sol). ·

Casi todas las variedades que entre sí nos ofrecen las dis­tintas lenguas vulgares de la India, se explican por el indo antiguo o védico, análogamente al modo como se explican por el latín las variedades que entre sí nos ofrecen las len­guas romances; pues todos los dialectos indos hablados ac­tualmente desde el Himalaya hasta Ceilán , incluso el de esta isla, parecen proceder de la progresiva expansión a través de la península, de otros dialectos cuyo representante más antiguo es la lengua del Rigveda, o sea la hablada en el Pen­yab por los arios cuando en él se establecieron, o de lenguas muy parecidas a ésta. Pero actualmente se hablan· también en Ja India lenguas no indoeuropeas, sobre todo en las regio­nes más apartadas del Penyab, o sea en la costa oriental y en todo el sur del Decán; regiones a las que, sin duda, no llegó la influencia de los arios.

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II . EL NORDARIO.-Al nordeste de la India, en el Turques­tán Oriental, se habló hasta los primeros tiempos de la Edad Media, antes de la invasión mogola, una lengua indoeuropea, hoy desaparecida, que Leumann, el primero que la estudió, llamó nordario , o ario del Norte, y la clasificó como interme­dia entre el indo y el iranio. Los manuscritos de esta lengua, hallados en los primeros años del pasado siglo , proceden de Khotan, y nos ofrecen la lengua en distintos grados de evo­lución, que pueden reducirse a tres. Así, por lo que respecta al gen . pi. del antiguo indo budhánlim=de los budhas, tenemos en nordario las formas balyslinu (fonéticamente balzlint1) ; luego bayslimnii, bayslin, baysli, y finalmente bahsa (hs= z) .

Es digno de notar, para la lingüística comparativa, el hecho de que en los textos métricos del nordario se halla una clase de estrofas que en su estructura, en el arsis, en la tesis y en la cesura tienen gran semejanza con el exámetro y pentáme­tro griegos y con las estrofas del poema de los Nibelungos .

III. EL TRANIO.- Esta lengua indoeuropea, muy afín al indo y al nordario, comprende el persa antiguo, el avéstico, el pelvi, el sogdiano y otros dialectos vivos todavía entre el Himalaya y el mar Caspio y en las montañas del Cáucaso.

a) El persa antiguo.-Este fué la lengua oficial de la Per­sia duran te el imperio de los aqueménidas, y lo conocemos por las inscripciones de Darío (522 hasta 486 a. de J. C.) , que son los textos más antiguos de relativa extensión y de fecha conocida que tenemos en lengua indoeuropea. Dominada la Persia por los macedonios y después por los romanos, dejó la lengua de emplearse como oficial, hasta que recobró de nuevo tal condición al advenimiento de la dinastía sasánida, en 226 de J. C., o sea después de un espacio de cinco siglos y medio , durante los cuales fué modificándose tal y como la vemos en las inscripciones pelvis, de las cuales es la más antigua la del fundador de la nueva dinastía Artaxatri, o sea Ardachir o Artajerjes. En pelvi tenemos también una literatura mazdeísta que se desarrolló durante el movimiento patriótico que precedió al advenimiento de los sasánidas. El persa literario aparece en el siglo I X de J. C. , cuando, des­pués de la conquista árabe, se establecen en el país dinas tias nacionales musulmanas.

b) El avéstico.- Este dialecto oriental del tronco iranio, llamado impropiamente zendo , lo conocemos por el Avesta, o antiguo texto religioso del mazdeísmo, del cua l nos queda sólo una pequeña parte, compilada en la época de los sasá­nidas, pero sin que se pueda precisar la fecha en que fué

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escrita ni la patria de los autores. El texto comprende dos partes distintas: los gátlu'i, casi todos en estrofas semejantes a las del Rigveda y de lenguaje tan arcaico como el de éste, y el resto del libro , escrito en una lengua que no era la de los autores que lo redactaron, sino una lengua culta, como lo fué, por ejemplo, el latín medieval respecto del romance.

e) El sogdiano.-Este dialecto pelvi se habló más al este del país, en que floreció el nordario. Los anales chinos men­cionan como rama la más oriental de los iranios, establecida al norte de la provincia Kansu, en el siglo nr a. de J. C., a Jos Yüe-tschi, que se dice corresponden a los escitas de la tra­dición clásica, y a los khang, que se consideran como sog­dianos. Las invasiones turcomogolas de los últimos siglos an­tes de J. C. empujaron una gran parte de la población del Turquestán Oriental , que huyó y se estableció en el NO. de la India, donde fundó el reino de los indoescitas, mientras que la otra parte continuó en el país, sometida al yugo de los dominadores. Los sometidos siguieron sirviéndose de su lengua, que fué la que usaron en su proselitismo los budistas y los maniqueos, y también en su evangelización los cdstia­nos del Asia Central. El sogdiano estuvo muy extendido por estas regiones, según se ve por la inscripción de J(ara-Bal­gasstttz., al norte de la Mogolia, en la cual inscripción, que es del siglo IX de J. C. , aparece aquél como una tercera lengua al lado de la china y de la turca. De esta lengua tenemos hoy muchos manuscritos de distinta antigüedad y de distinto origen. Los más antiguos, algunos de los cuales son de los comienzos del primer siglo de J. C., son budistas; los poste­riores a éstos, maniqueos, y los más recientes, cristianos. En ellos aparece la lengua en dos grados distintos de des­arrollo, viéndose el más moderno en los manuscritos cristia­nos. De estos dialectos sogdianos, sólo se habla actualmente el yagnobi, al este de Samarcanda.

Como muestra de esta lengua puede verse el siguiente pa­saje, que es traducción del versiculo 67 y parte del 68 del capítulo I del Evangelio de San Lucas:

'at pflmt qati Zaka.yd vBn8 pitrt zapart . et repletus est Zacarías eius pater sancto

vdt 'at bMnqyd qatli.rat 'at vtlnií vagddrat; Spiritu et profeciam fecit et sic dixit:

par 'ajrívan xaCi x11táv Yisra'él baye in benedictione sit d'bminus Israel Deus.

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d) El osseta.-Afín al sogdiano es el dialecto osseta ha­blado actualmente en las montañas del Cáucaso, y que quizá sea un resto del antiguo grupo escítico. Los nombres escitas que Heródoto nos ha conservado muestran cierta concordan­cia con el vocabulario osseta; así, por ejemplo, -phidas, en osseta /ida, <<padre>>; -phurtas, en osseta furt, <<hijm>; leima·nos, en osseta limiin, <<amigo )> .

e) El afgano, el beluchi, etc.-Otros dialectos iránicos se siguen hablando todavía entre el Himalaya y el mar Caspio, entre los cuales son de notar el afgano, en Afganistán; el beluchi, en Beluchistán; el dialecto de Pamir, el curdo y los dialectos hablados en las costas del mar Caspio y en el Cáu­caso.

Los tres grupos de lenguas hasta aquí mencionados, o sea: el indo, el nordario y el iranio , tienen una particularidad común que los distingue de todas las demás lenguas indo­europeas, y es: el haber reducido las vocales a, e, o al sonido a; el haber cambiado la a indoeuropea en i , así como las Pre­cedida. de i, "· r, en x ; y el tener el genitivo plural. de los te­mas vocales, en -ntl:m.

Estas tres lenguas son también del grupo zatam, al que pertenecen además el armenio, el albanés, el báltico y el eslavo, en contra del grupo kentum. , formado por el griego, el latín, el celta, el germano y el tócaro ( 1).

IV. EL TÓCARO.- Al lado del nordario y del sogdiano se habló también en el Turquestán Oriental otra lengua indo­europea que J. W. Müller denominó 16caro porque en un frag­mento turco de un documen to de Turfan se cita la traduc­ción de una obra escrita en lengua tox~i- (tuxrl), nombre que corresponde al Tóx"'po• de Estrabón (Geogr., cap. SII). y al T1<-ho-lo de los anales chinos. Los fragmentos de los manus­critos tócaros proceden de Turfan, Kutcha, Tuen-hvang y otros sitios del norte y este del Turquestán Oriental. Nin­guno lleva fecha, y se cree que pertenecen al primer mile­nario de J. C., y probablemente más cerca de su fin que de su principio. En ellos se reconocen dos dialectos, denomina­dos tócaro A y tócaro B, los cuales se distinguen entre sí por

(1) Las denominaciones zatam y kentum están tomadas del nom­bre del numeral ciento-zatam en indo, ctmtum (pr. ketJtum) en latín- . Las lenguas del primer grupo cambiaron los sonidos patatales indo­europeos en silbantes o ceceantes y perdieron el sonido labial de las labiovelares. Así el numeral ciento es zalam en indo, satem en zendo, st¿to en antiguo eslavo y Simtas en lituano, mientras en griego es t-xtX>6..,, en latín centum, en irlandés clt y en gótico hund.

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el vocalismo, consonantismo, vocabulario y también por la flexión del nombre; pues mientras ésta, en el tócaro A, ha llegado a fundir las desinencias con la radical, al modo como las vemos fundidas en las demás lenguas indoeuropeas, en el tócaro B persisten sin fundirse ambos elementos, como en las lenguas aglutinantes . Así tenemos:

Singular .. Nomin .. . Genit .. . Ablat Loca t . .

tóc. A .. paltsak .... piil(t)sk-es . piiltsk-iiS ... pal(t}sk-~ ..

tóc. B. palsko econocimien to& palsko-tse palsko-me palsko-ne

El tócaro carece de consonantes aspiradas, y además, lo mismo que el armenio, ha convertido en oclusivas sordas las oclusivas sonoras indoeuropeas. Así, el antiguo indo bhratar , <<hermano», es en tócaro A pracar y en tócaro B procer: el griego 6 Jych·-r¡ p, <chija)) , en tócaro A, ckakar, y en tócaro B, tkácer; el griego y L-yvÓ>crxw = tócaro A, knan. Ha conservado también como el armenio las tres vocales a, e, o~· pero se separa de él en que pertenece al grupo kentum, en lo que conviene con el griego, latín, celta y germano. Así, tócaro A kiitlt = 100, latín centum (pr. ket~tum) , pero antiguo indo zata1n. Y no sólo en este particular, sino . en el vocabulario, presenta más analogía con el armenio y las lenguas de Europa que con las de Asia. Así, tócaro A y B alyek <<otro>>, armen'o ayl, griego ci/./.o;, latín alius, gótico aliis; tócaro A por <<fue­gO)>, armenio hu,r <chacha)>, griego 7tÜp, umbrío pure <<con fuegO)>, antiguo alto alemán fuir <<fuego>>.

V. EL Aiu.1ENIO.- Esta lengua indoeuropea del Asia Me­nor nos es conocida desde el siglo v de J. C. por traducciones de textos cristianos y también por algunos documentos lite­rarios. La lengua antigua ha persistido en boca del pueblo hasta la época moderna sin mudanza substancial, aunque fraccionada en dialectos que difieren poco unos de otros. Ha conservado las vocales fundamentales a, e, o, como el tócaro y las lenguas europeas; pero se aproxima a las asiáti­cas en el tratamiento de las guturales, que ha cambiado en espiran tes. Así, armenio sar, <caltura», antiguo indo ziras , «ca­beza,>, avéstico sarah, griego x&p«., <lcabeza•>. También como el tócaro ha cambiado en sordas las sonoras indoeuropeas; así: armenio am,p <mube»,. antiguo indo ambtt <<agua~>, griego O~Qpcc; <clluvia,>; armenio !t'r, latin dies; armenio knmg, griego yÉpa.vcc;, latín gl'us, ant. alto al. chram,h, <<grulla>> .

VI. Er, TRACIO, EL FRIGIO Y EL MACEDONIO.-Estos pue-

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blos, de lengua indoeuropea, ocupaban el espacio que media entre los armenios y los griegos. La lengua de Jos tracios es conocida por un gran número de glosas y de nombres pro­pios, y la de los frigios, además, por inscripciones anteriores a la era cristiana. El tracia-frigio conservó las tres vocales a. C1 o, y por el tratamiento que dió a las guturales, se coloca entre las lenguas zata. Distingue, como las lenguas europeas, la r y la l, y en cuanto al vocabulario, se aproxima al griego más que a las demás lenguas. Emparentados lingüísticamente con Jos tracios estaban los getas, al nordeste de la península balcánica.

Con los tracias confinaban los macedonios, de cuya len­gua sólo tenemos nombres aislados que no dan luz para de­cidir si era un dialecto griego o una lengua indoeuropea dis­tinta como el latín o el armenio. Sabemos que los reyes de Macedonia se helenizaron muy pronto. Arquelao (413-400) llamó a su corte a Eurípides y a Zeuxis, y organizó juegos a la manera griega. La lengua de la corte de Macedonia fué la griega, y los nobles macedonios, en tiempo de Filipo, lleva­ban nombres griegos.

VII . EL GRIEGO.-AJ sur de los macedonios tenemos al pueblo griego que ya en el siglo vrr a. de J. C.; fecha en que comienza la tradición literaria y epigráfica, no!;) muestra su lengua dividida en varios dialectos, no tan diferentes que impidieran al griego que hablaba uno de ellos entenderse con quien hablara cualquiera de los demás. La repartición geo­gráfica de estos dialectos es la siguiente:

1.0 El f6nico-ático. a) El jónico.- Se habló este dialecto

en la Dodecápolis del Asia Menor, donde Heródoto distin­guía cuatro subdialectos, que son: Jos de Mileto, Éfeso, Sa­mos y Quíos; en parte de las Cicladas: Paros, Tasos, Naxos y Ceas¡ en la isla de Eubea, y en muchas colonias, hasta en Italia. Desde el siglo VII a. de J. C. fué usado por poetas como Calino de Éfeso y Arquíloco de Paros; y desde el VI, por pro­sistas, y especialmente por Heródo to (484-425 a. de J. C.).

b) Al jónico está muy próximo el ático, la lengua clási­ca de Grecia, que conocemos por inscripciones desde el si­glo VII a. de J. C. y por la rica literatura en prosa y verso, cu­yos primeros monumentos atestiguan todavía influencia jónica.

2.0 El arcadio y el chipriota.-Las inscripciones griegas

de Chipre, aunque no son anteriores a los siglos IV y v antes de J. C. , están en un alfabeto silábico que no distingue las sonoras ni las sordas aspiradas, de las sordas simples; es de­cir, que tiene un solo signo para los sonidos 't'o:., Or~., 3o:.; Tto:.,

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epa, Ba, etc. Este alfabeto era, sin duda, de otra lengua ha­blada en la isla, de la cual quedan inscripciones del siglo v o I V a. de J. C., legi bies pero inexplicadas. El dialecto arcadio tiene muchos puntos comunes con el jonio. A este grupo pertenece también el panfilio , del cual tenemos algunas ins­cripciones.

3. 0 L os dialectos del N E. (Beocia, Tesalia, Lesbos y ciu­dades eolias del Asia Menor) .- Alceo y Salo, que florecieron a fines del siglo VII a. de J. C. y principios del siguiente, em­plearon en sus obras el dialecto de Lesbos, su patria, que es el eolio literario. Corina escribió en beocio, en el siglo v an­tes de J. C. Este dialecto y el tesalio son conocidos sobre todo por las inscripciones que de ellos tenemos, siendo notables las beocias por el cuidado con que distinguen las particulari­dades de la pronunciación local.

4 .0 Gm po occidental o dialecto dorio .- Se habló este dia­lecto en Laconia y sus colonias, Tarento y Heráclea; en Me­senia y en Argos¡ en Corinto y sus colonias, Corcira y Sira­cusa; en Megara y sus colonias; en Creta y en las islas dorias de Egina, Cos, etc. Los textos literarios del dorio , mal con­servados, no dan idea clara de este dialecto. La lengua de la lirica coral es artificial. En Sicilia y en Italia se habló también un dialecto dorio común, del cual nos dan idea los fragmentos de Epicarmo, algunos idilios de Teócrito y la prosa de Ar­qu!medes.

Las hablas del NO., o sea las del Epiro, Etolia, Lócrida y Fócida, muy afines al dorio, sólo son conocidas por inscrip­ciones, lo mismo que el eleo, que pertenece también a este grupo.

Los poemas homéricos Ilíada y Odisea, cuyas partes fun­damentales son más antiguas que el resto de la literatura griega, están escritos en una lengua que a primera vista pa­rece ser el dialecto jonio , pero cuyo fondo es eolio. La poesía homérica no representa el lenguaje de ninguna región ni época determinadas; es la lengua de los rapsodos, semiarti­ficial y llena de fórmulas poéticas y arcaicas, semejantes a las que se ven en el Rigveda. Los distintos dialectos griegos no han subsistido. Desde el siglo I V a. de J. C. se constituyó la lengua común, basada en el dialecto ático , pero con influjo jónico, sobre todo en el vocabulario. Dicha lengua fué poco a poco eliminando las particularidades dialectales, y es la que ha dado origen al griego moderno.

El griego, el indo y el iranio son las tres lenguas indo­europeas que conocemos de época más antigua. El griego

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conservó el vocalismo indoeuropeo ~ejor que las otras dos, pero no la morfología. Tiene además en su vocabulario mu­chísimas palabras de origen desconocido, muchas más que el eslavo, cuyos primeros textos son del siglo IX de J. C. Dichas palabras, que no son indoeuropeas, las tomó el griego de la lengua del pueblo que habitaba en el país cuando lo invadie­ron los helenos; pueblo que se hallaba mucho más adelantado en cultura que ellos, quizá de modo semejante a como lo estaban los romanos respecto de los bárbaros que invadieron el Imperio a fines del siglo IV, pues en el segundo milenario antes de J. C. hubo en los países que baña el Mediterráneo una civilización muy adelantada cuyo centro era la isla de Creta. En ésta, según leemos en la Odisea (XIX, 175 y si­guientesL vivían, junto con los eteocretes y kydones, anti­guos habitantes del país, pelasgos, aqueos y dorios, mezcla­da la lengua de unos con la de los otros. Y lo mismo debió suceder en las demás regiones que ocuparon los griegos.

VIII. EL ILIRIO.- Con los griegos y con los tracios con­finaban los ilirios que habitaban al noroeste de la Península balcánic~, y que hacia el Norte, por la Bosnia y Croacia actua­les, tocaban con ramas celtas. Las glosas y nombres propios que nos quedan del ilirio no determinan si esta lengua era del grupo kentum o del zata. El véneto y el mesapio, que se habló en Calabria, se tienen también por dialectos ilíricos.

IX. EL ALBANÉS.-Se cree que los albaneses descienden de una primitiva población tracia a la cual se sobrepuso una capa de población ilírica. La lengua albanesa, que todavía hablan hoy cerca de un millón de individuos, sólo nos es co­nocida desde el siglo xvrr de ] . C., y no se sabe de modo cierto cuándo ni cómo se ha constituído. Corresponde al gru­po de las lenguas zata, y su vocabulario está plagado de pa­labras tomadas del latín vulgar de la época imperial , del griego medio y moderno, del eslavo, del turco y del italiano.

X. EL ITÁLICO.- El grupo de lenguas itálicas indoeuro­peas debió de haber tenido un período de desarrollo común con el celta, como lo atestiguan el genitivo en t de los temas en o; las íormas pasivas y deponentes del verbo, y los sub­juntivos en a independientes de los demás temas verbales, como venam enfrente de veniO y de vént.

El itálico, como el indo, el iranio y el griego, nos es co­nocido por documentos anteriores a J. C. La inscripción más antigua que de él poseemos es del tiempo del legislador Solón, o sea de hace unos dos mil quinientos años. Además del i tá­lico , se hablaban antiguamente ~n la Península italiana el

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etrusco, que no es indoeuropeo; el ligur, que por lo que de él se conoce no se puede determinar si era o no indoeuropeo, y el véneto y el mesapio, que según algunos fueron dialectos ilíricos. El itálico indoeuropeo se divide en dos grupos dis­tintos : el latino y el osco-umbro.

a) Grupo latino.- Conocemos el latín hablado en Roma y en los alrededores de esta ciudad, desde la mitad del si­glo m a. de J. C., pues los documentos más antiguos que tene­mos no dan idea clara de él. Poco se sabe de los dialectos rurales que, a juzgar por las antiguas inscripciones de Pre­neste, diferían bastante del latín de Roma. La lengua de la nobleza romana, influída por la griega, vino a ser la literaria que vemos fijada ya antes del fin de la época republicana. El carácter del latín es arcaico como el del griego, el iranio y el indo; pero se nos ofrece en un período más avanzado de des-

. arrollo en su fonética y en su morfología, en la cual tiene bas­tantes innovaciones. Las conquistas de Roma propagaron el latín por toda la parte occidental del Imperio y también por parte del oriente, donde, desarrollándose independientemente al cesar la influencia del poder central romano, se originaron las distintas lenguas romances, que, enumeradas de oriente a occidente, son las siguientes: el rumano, hablado en la an­tigua Dacia, o sea en Rumania y parte de Rusia y Hungría; el ladino o retorromano, hablado en la antigua Retia, o sea en parte de Suiza, de Italia y de Austria; el italiano, hablado en Italia; ·el francés y el provenzal, hablados en la antigua Galia, y el catalán, castellano y galaicoportugués, hablados en la Península Ibérica. La tendencia expansiva de esta len­gua se continúa después: el portugués es llevado al Brasil, y el castellano, a todo el resto de América, desde Méjico hasta el Sur exceptuando las Guyanas, y al archipiélago fili­pino. El francés se habla en el Canadá, en Aljeria y en otros puntos de América, Asia y Africa . De todas estas lenguas es la castellana la que más difusión ha tenido, pues la hablan unos 6o millones de individuos, cuando el francés lo hablan sólo unos 50 y el italiano unos 30.

b) El osco-wubro.- De este grupo itálico sólo nos quedan reliquias. Conocemos el umbro, hablado en la antigua Umbría, por las tablas iguvinas, de fecha desconocida, pero anterior sin duda a la era cristiana. Fueron descubiertas en Gubbio (latin l guvium) en 1444, y son el documento más extenso que tenemos de un dialecto itálico no latino. Del oseo que se habló en las regiones de Brutio , Lucania, Campania y al norte del Samnio, sólo tenemos in~Gripciones. Estos dialectos,

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como también el falisco y las hablas de los pelignios, marsos, marrucinos, sabelios y volscos desaparecieron todos ante la preponderancia del latín. En tiempo de Augusto quedaban aún en el centro de Italia restos vi vos del etrusco; en el sudes­te y sur de la península se hablaban el mesapio y el griego, y perduraba también el oseo, según se ve por las inscripciones de Pompeya.

XI. I<:L CELTA.-Con el latín se halla estrechamente re­lacionado el celta, geográfica e históricamente. Sus dialectos, conocidos tardía e imperfectamente, se reducen a tres gru­pos: el galo, el británico y el gaélico o irlandés.

a) El galo, la rama más antigua de esta lengua que se extendía por toda la Galia y gran parte de la Península Ibérica, y que correrías militares llevaron por la Italia Septentrional y hasta el Asia Menor, dejó de hablarse desde los primeros si­glos de la era cristiana, y sólo lo conocemos por los nombres que de él nos han conservado los escritores griegos y latinos y por algunas inscripciones, todas muy obscuras e insuficien­tes para que podamos formar concepto de su morfología y sintaxis. La más importante de ellas es el calendario hallado en Coligny, en el departamento de Ain. Celtas son, entre otros, los nombres de las antiguas poblaciones de nuestra Península terminados en -dt~nu1n, como Caladunum y Ver­dunum; los en -briga, como Augustóbriga, Segóbriga, etcé­tera, y celta es el nombre Galicia y el de sus habitan tes los gallegos.

b) El británico, o celta de la Gran Bretaña, fué arrinco­nado por el germánico. De él quedan sólo restos que pueden reducirse a tres formas relativamente recientes, y que pre­sentan un grado de desarrollo paralelo al de las lenguas roma­nas respecto del latín. Estos tres dialectos son:

El cimbro o galés, que en el país de Gales se habla todavía por una tercera parte de la población, y que conocemos por textos literarios, desde el siglo XI de J. C. El córnico, que se habló en Cornualles y que conocemos por un glosario del siglo XIII y algunos textos que datan del xv en adelante, desapareció completamente desde el siglo XVIII . El bretón, conocido por algunas glosas que datan del siglo VIII, y por textos literarios, desde el XIV, se habla todavía en las regio­nes rurales de la Armórica francesa. El bretón no es un resto del galo, sino lengua de emigrantes procedentes de la Gran Bretaña, especialmente al tiempo de la conquista sajona.

e) El gaélico o irlandés, conocido desde el siglo IV de J. C. por las inscripciones llamadas · ogámicas, por muchas glosas

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desde el vn, y luego por una rica literatura, se habla todavía en parte de Irlanda y de Escocia y en la isla de Man. De todas las lenguas célticas es la única que ha conservado rica y arcaica su flexión.

XII. EL GERMÁNICO.- Cuando el norte de Europa co­menzó a ser más circunstancia clamen te conocido, después de la conquista de las Galias por los romanos, se extendían los pueblos germánicos por el Oeste hasta el Rin, donde confi­naban con los celtas; por el Sur llegaban hasta el Meno , ha­biéndose corrido también hasta el Danubio y hasta la Bo­hemia y la Moravia. Por el Este se extendían mucho más que en tiempo posterior, pues los godos, rama germánica emigrada de Escandinavia, llegaban hasta el Vistula, y los bastarnas y peucinos se extendían por el Sur hasta los Cár­patos y la desembocadura del Danubio . El sur de Alemania, por el contrario , incluso la Suiza, Austria, Estiria y Carintia, estaba ocupado por los celtas, y sólo después de la ruina del Imperio romano llegó a ser región lingüística germánica.

El germánico, en todos sus dialectos, nos ofrece una par­ticularidad que a la vez que lo distingue de las lenguas indo­europeas vecinas suyas, como el celta y el balto-eslavo, lo aproxima en parte al prácrito paizachi y al tócaro. Esta par­ticularidad consiste en la flexión especia l del adjetivo, en la estructura del verbo y en un cambio total de la pronuncia­ción de las oclusivas. Así , las oclusivas sordas k, t, p cambian en h, p (th inglesa) , / , como se ve en el griego ~-x~.,óv, latín centum, comparados con el gótico h~tnd, ciento. Las oclusivas sonoras aspiradas gh, dh, bh pierden la aspiración y que­dan g, d, b, como se ve en el antiguo indo bhárami, griego cpÉ:~ (I) , latín fero, que en gótico es baira . Y las oclusivas so­noras no aspiradas g, d, b cambian en sordas k , t , p; así el griego é<yw, latín ago, es en antiguo islandés aka.

No tenemos documentos del germánico anteriores a la era cristiana; y desde los primeros tiempos en que lo conoce­mos aparece ya dividido en los tres grupos siguientes:

r. 0 El gót-ico, conocido por los restos que nos quedan de la traducción de la Biblia, hecha en el siglo IV de J. C. por el obispo Wulfi!a. Quedan también algunos documentos re­dactados en Italia en el siglo VI , casi en la misma lengua. Por su fonética se aproxima el gótico al germánico septen­trional , mientras que su vocabulario lo allega al grupo occi­dental. Restos del gótico quedaban todavía en el sur de Ru­sia, en el siglo XVI , durante el cual parte de la población de Crimea hablaba una lengua, sin duda gótica, de la cual el

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holandés Rusbeck dió a conocer algunas palabras durante su estancia como embajador en Constantinopla. Hoy ha muerto completamente.

2.0 El germánico septentrional, atestiguado por las bre­ves inscripciones rúnicas halladas en Dinamarca, Suecia y Noruega, de las cuales las más antiguas no son anteriores al siglo III de J. C., se divide en los siguientes dialectos: a) el islandés, cuyos manuscritos más antiguos son de fines del siglo XII. La lengua en que están escritos se llama antiguo islandés y es la que suele citarse en gramática comparada como representante del germánico septentrional o noruego; b) el noruego, muy afín al islandés, que no es mas que un dialecto de él, lo conocemos por documentos de la misma fecha; e) el sueco y el danés, cuya tradición es más moderna.

3.0 El germánico occidental, grupo menos uniforme que el anterior, comprende:

a) El frisón, lengua de los antiguos frisios , y el antiguo inglés, o sea la lengua de los anglos y sajones que invadieron la Gran Bretaña y que ha venido a ser la lengua de la mayor parte de los habitantes de la isla; ésta se halla atestiguada, con formas dialectales bastante diversas desde el siglo I X .

Actualmente se habla también el inglés en los Estados Unidos de la América del Norte, en el Canadá, en la Australia, en la India, donde es la lengua común de toda la península, y en muchas islas y colonias del Pacífico y de Africa.

b) El bajo alemán , cuyo texto más antiguo es el poema de Heliand, compuesto hacia el año 830 y conservado en ma­nuscritos de los siglos IX y x . El neerlandés es hoy la única lengua oficial que representa al bajo alemán, el cual se habla también en los pueblos de la llanura alemana del este del Rin. El neerlandés ha sido llevado al Africa del Sur por los antiguos colonos holandeses, los bóers, donde lucha hoy con el idioma oficial que es el inglés.

e) El alto alemán . De éste tenemos glosas que son del siglo VIII , y obras literarias, desde el I X . El alto alemán, pro­piamente dicho, comprende el bávaro y el alemánico, repre­sentado este último por la Regla de los benedictinos de la abadía de San Gall (siglo I X), y por las obras de Notker (si­glo x ), monje de la dicha abadía. El franconio es, con formas diversas, la lengua de Tréveris, Colonia, Fulda, Wurtzburgo, Bamberg, Maguncia, Francfort, Worms y Spira. El alto ale­mán no es una lengua uniforme¡ los textos en que se halla escrito nos ofrecen cada uno un lenguaje diferente del de los demás, y casi puede. decirse que tiene tantos dialectos como

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textos. Comparado con los demás grupos germánicos tiene, entre otras, la particularidad de haber convertido en tenues las explosivas sonoras del antiguo germánico; así, gótico dags = antiguo alto alemán tac; y en africadas o espiran­tes, las explosivas sordas; así, inglés apple = alto alemán Apjel; inglés sleep = alto alemán schlafen. El alemán lite­rario moderno se funda esencialmente en hablas del tipo franconio.

XIII. EL BÁLTICO.-Digno de notar es el hecho de que mientras las lenguas germánicas son las que más se apartan del primitivo indoeuropeo por los cambios que han sufrido en su fonética y en su flexión, las bálticas y las eslavas, sus vecinas del lado de oriente, son las que mejor han conservado el tipo indoeuropeo. El báltico y el eslavo son lenguas dis­tintas; pero ofrecen tantas analogías entre sí, que algunos las tienen como dialectos de una lengua común anterior, mientras otros creen que las dichas analogías se deben más al hecho de haberse desarrollado paralelamente, que a una tardía se­paración del tronco primitivo. El báltico comprende dos gru­pos: el antiguo prusiano y elleto-lituano .

a) El antigtto prusiano nos es conocido por el pequeño vocabulario de Elbing, compilado en el siglo XIV y que con­tiene 8oo palabras , y por la traducción de tres pequeños ca­tecismos y del enquiridion de Lutero, hecha esta última en 1561. Dominada la región por los alemanes, fué poco a poco desapareciendo este dialecto de gran interés lingüístico, y se extinguió completamente durante el siglo xvrr.

b) El teto-lituano. El leto y el lituano, que pueden pasar como dialectos de una misma lengua, comprenden varios sub­dialectos que aun se hablan hoy. El lituano, cuyo texto más antiguo data de 1547, es notable por ser entre las lenguas indoeuropeas habladas hoy la que conserva carácter más arcaico. En textos del siglo XVI se hallan formas que en nada difieren de las correspondientes que vemos en antiguo indo y en griego, en escritos cuya diferencia de tiempo es de más de veinte siglos. Así, el singular del presente de indicativo del verbo ser, que en védico es asmi, asi, asti, y en griego homéri­co tl!J.(, taat, &cr-r(, es en lituano es1ni., esi, ésti. Así también las mismas personas y del mismo tiempo del verbo ir, que en vé­dico son émi, éxi, éti, y en griego d¡J.t, e!, e:lat, son en lituano cimi, eis~. etti. Palabras lituanas como attsis (= oreja, lat. a<tres), itvas (=vivo, lat. vivos, ant. indo itvás) conservan mejor que sus correspondientes latinas y griegas la primitiva forma indoeuropea. El lituano, sin embargo, ha ido desarro-

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llándose como las demás lenguas de la familia , y nos ofrece actualmente un sistema gramatical distinto del indoeuropeo. Las diferencias por que se distinguen los distintos dialectos li­tuanos hablados hoy empiezan anotarse en los textos desde los siglos XVI y XVII. Actualmente hablan esta lengua unos tres millones de individuos, a una y otra orilla del curso inferior del Niemen, parte en Prusia y parte en Rusia. Kovno está en territorio lituano. Antiguamente se extendía más esta lengua, pues se hablaba en la región de Vilna, cuyo nombre es tam­bién lituano.

El letón lo conocemos casi desde la misma fecha que el lituano, pero en forma más alterada que la de éste. Lo hablan en la actualidad cerca de I.300.ooo personas al norte del terri­torio lituano , en la región del Dvina hasta Dvinsk, y en las costas del golfo de Riga, donde en parte ha reemplazado al livonio, lengua del grupo finés.

XIV. EL ESLAVO.- Las lenguas de este grupo no empe­zaron a diferenciarse en dialectos hasta el siglo IX de J. C. La gramática del eslavo era, antes de esta época, y continúa sien­do aún hoy en sus puntos generales, la más próxima a la del primitivo indoeuropeo. Las distintas lenguas eslavas se pare­cen entre sí más que las del grupo germánico y las del grupo romano. Menos se diferencia, por ejemplo, el servio del polaco que el italiano del francés. Las lenguas eslavas se clasifican en tres grupos: eslavo meridional, eslavo occidental y ruso.

r.o Gmpo meridional, formado por el macedonio y búl­garo, el serviocroata y el esloveno. Se habla actualmente este grupo en los países que se extienden desde el Isonzo hasta Salónica y la costa oriental de la península de los Balcanes sobre el mar Negro; y se halla separada del eslavo occidental y del ruso por el alemán, el magiar y el rumano.

a) Macedonio y búlgaro . Los apóstoles eslavos Cirilo y Metodio, originarios de la región de Salónica, y sus discípulos tradujeron en el siglo rx , en el dialecto de su país, pero para eslavos de Moravia, el Evangelio y otros textos cristianos. La lengua de estas traducciones, conservada en manuscritos de los siglos X y XI, se denomina antiguo eslavo , y es la que re­presenta al eslavo común en gramática comparada. Es, en efecto, el dialecto eslavo más antiguo y más arcaico , y fué durante la Edad Media la lengua religiosa y sabia de todos los eslavos de la Iglesia de Oriente. Las hablas actuales de Ma­cedonia y de Bulgaria se diferencian bastante unas de otras y son los dialectos eslavos más alterados. El búlgaro lo hablan actualmente en Bulgaria unos tres millones de individuos.

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b) Serviocroata. Hablan hoy estos dialectos unos nueve millones de personas repartidos del siguiente modo: Tres mi­llones en Servía; medio millón en Montenegro; tres millones en la Croacia húngara y en Hungría; dos en Bosnia y Herze­govina y unos 700.ooo en Austria, aunque debemos decir que es difícil señalar un límite preciso entre los tres grupos de dialectos del eslavo meridional; pues las hablas locales for­man una serie tan continua desde el macedonio hasta el eslo­veno, que no permite decir dónde acaba un dialecto y empie­za otro.

e) E sloveno. De éste tenemos documentos después del siglo xv. Es el grupo más pequeño de los tres del eslavo meri­dional. Lo hablan poco más de un millón de individuos en Austria, y algunos pocos en Hungría y en Italia. Su vocabu­lario está plagado de voces alemanas .

2 .0 Grupo occide11tal . Comprende el polabo, el sorabo, el checoeslovaco y el polaco.

a) El polabo, que se habló en el curso inferior del Elba, en el reino de Hannóver, se extinguió durante el siglo X VITI, y es conocido por algunos textos poco anteriores a su desaparición.

b) E l sorabo, llamado también servio de Lusacia, lo ha­blan en esta región algunas decenas de millares de individuos.

e) El checo y el eslovaco, muy afines entre sí. El primero lo hablan hoy unos nueve millones de habitantes de Bohemia. Su literatura se continúa desde el siglo XIII . El eslovaco se habla por unos dos millones de almas, al este de Bohemia y noroeste del reino de Hungría.

d) El polaco que tenemos en textos escritos desde el si­glo XIV se habla actualmente en el antiguo reino de Polonia, atribuído a Rusia en r8r5 y en parte de la Galitzia que pasó al dominio de Austria en 1772, exceptuando los puntos donde la población rural no habla ruso . Háblase también en la Pos­nania y en parte de la Silesia prusiana y de Prusia. Sumando con los habitantes de estas regiones los emigrados polacos que siguen hablando su lengua en Westfalia y en la América del Norte, llegan a unos veinte millones los individuos que se sirven hoy de esta lengua.

J .o Gmpo ruso. Los tres dialectos que comprende comen­zaron a distinguirse desde el siglo XII, y se denominan: pequeño ruso, al Sur; ruso blanco, al Noroeste, y gran ruso, al Nordeste.

a) El peqttcliO r11so, llamado también ruteno, se habla en el sur de Rusia desde la costa oriental del mar de Azof hasta Lémberg, o sea en la parte occidental de la Galitzia austriaca, donde sólo los burgueses hablan polaco; al sur de los Cárpatos

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y en las ciudades de Odesa, Kiev y Kharkov. Lo hablan quizá más de 30 millones de individuos, y se distingue bastante del gran ruso por la fonética y por la gramática.

b) El mso blattco, hablado al noroeste del anterior y lin­dando con el lituano y el letón, comprende un grupo de dia­lectos locales usados por unos seis millones de individuos.

e) El gran ruso . Comprende éste varios dialectos muy se­mejantes entre sí, hablados por unos 6o millones de indivi­duos. Su dominio por gran parte de las regiones en que actual­mente se habla es muy reciente. Moscú data del siglo XII, y Nijni-Novgorod, en la confluencia del Volga con el Oca, fué fundada en r220 en medio de gen te de lengua fino húngara. Desde entonces sigue extendiéndose el ruso por los pueblos de habla finesa de la cuenca del Volga, '1 continúa sin cesar hacia el Este, habiendo llegado en Siberia hasta las costas del Pacifico, a la vez que se propaga también por la vertiente meridional del Cáucaso y por el oriente del mar Caspio .

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ll

GENTES CON QUIENES EN LA ANTIGUEDAD ESTUVIE­RON EN RELACION LOS PUEBLOS DE LENGUA INDO­

EUROPEA

Expuestas las distintas lenguas indoeuropeas de que tene­mos noticia por la historia, y los países o regiones en que se hablaron y se hablan, procede, para la mejor ilustración de nuestro asunto, indicar los pueblos con que han estado en relaciones de vecindad los que hablaron aquellas lenguas. Y así como en Ja exposición de éstas hemos venido de oriente a occidente, procederemos ahora al revés, comenzando por el sudoeste de Europa para terminar en Asia.

L os IBEROS v LOS VASCOS. - Cuando los celtas invadieron la Península Ibérica se encontraron en ella con los iberos, con quienes se fundieron en parte en la región que del nombre de ambos pueblos se llamó Celtiberia, la cual llegaba por el orien­te hasta la moderna Segorbe. De las lenguas que en ton ces se hablaran en la Península sólo queda el vasco, vivo actualmen­te al norte y oeste de los Pirineos occidentales en Francia, y en mayor parte en España. Una de las costumbres de los ibe­ros, Ja denominada por los franceses cozwade y que nosotros debemos llamar incubación, la tenían también los habitantes de Córcega, según Diodoro Sículo; la practicaban los chinos en el siglo XIV, según Marco Polo; la usaban asimismo los in­d.ígenas de la América del Sur, y la tienen actualmente los drávidas o primitivos habitantes de la India.

La lengua vasca no es indoeuropea. Es aglutinante, y, por la índole de su sintaxis, de construcción ascendente, como las lenguas uralo-altaicas, aunque no la conserve tan pura como éstas (1). El vascuence no distingue el género gramatical, y

(x) En la construcción ascendente, al revés de lo que ocurre en

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conserva restos de una primitiva numeración vigesimal. Así, los números 40, 6o y So los expresa diciendo: berrog1tei = 2.20; hiru.roguei = 3.20; lauroguei = 4.20 (r). La conjugación del verbo vasco es complicadísima y rica en tiempos; y tal vez a influjo de ella o de la lengua de la población primitiva, de la cual sea ella un dialecto, se deba la riqueza de tiempos del verbo castellano, del italiano y del francés.

El vascuence ha sido relacionado con el berberisco, con las lenguas americanas y con las lenguas uralo-altaicas. Recien­temente H. Winkler, en una Memoria que leyó en 1913 en Bayona, en el Círculo de Estudios Vascos (2) , niega que perte­nezca al grupo de las lenguas uralo-altaicas, sin desconocer las muchas semejanzas que con e~las tiene, y afirma su paren­tesco con las caucásicas. Las relaciones evidentes e innegables que tiene el vasco con las uralo-altaicas, especialmente con las fin esas y turcas, las explica por influencia de antigua ve­cindad y por préstamos recíprocos entre ellas.

L os LIGUREs.- El país de éstos fué , como el de los iberos, invadido primero por los celtas y dominado después por los romanos. Según Estrabón (cap. 128) los ligures eran de raza distinta de la de los celtas, pero de costumbres semejantes. Habitaban la antigua Liguria, o sea desde las costas del golfo de Génova hasta la parte occidental y central de los Alpes, habiéndose extendido por el este hasta el Mincio, y por el sur hasta Regio. Por el oeste llegaban hasta el Ródano , donde , mez­clados con los celtas (Estrabón, cap. 203) , dieron nombre al pueblo celtoligio.

El pueblo ligur ha sido considerado por algunos como indo­europeo , al paso que otros, como Schulten (N t<ma11cia, 1914, páginas 6o y sigui en tes) , lo tienen por uno de los pueblos pri­mitivos de Europa, llegando a afirmar éste que los vascos son

la descendente , o llamada vulgarmente sintaxis regular, las palabras se enuncian en la frase en orden diametralmente contrario al de ésta. Así, la frase vascuence J aungoicoaren legueco mandamentuac dira atnar, traducida literalmente y según el orden en que en ella se ex­presan las ideas, dice: Diosde leyde nzandamientoslos son diez. Así también la frase sinistea aita dana, dice creer padre es que.

(1) Son muchas las lenguas indoeuropeas en que se hallan res­tos de este sistema. Así el albanés, al lado de las fo rmas del sistema decimal, tiene: ne-zet = 20; dü-zet = 40; tre-zet = 6o; katre-zet = So. En irlandés fiche = 20; da {ichit = 40; tri fichit = 6o. En danés sesenta se dice tresinds-tyve = 3.20, y ochenta firsinds-tyve = 4.20, como también dicen los fran ceses quatre-vingts. También los osetas y los fineses conocen este sistema de numeración.

(2) La lang-ue basque et les langues ouralo-alta fques , Halle, 1917.

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ligures. De los pocos restos que quedan de su lengua no pue­de decidirse nada con certeza.

L os ETRuscos.-Al sur de la antigua Liguria y al norte del Lacio, lindando con el mar Tirreno, habitaban los etrus­cos, quienes, según Heródoto {1 , 94), eran lidios que habían venido a Italia desde el Asia Menor. Dionisio de Halicarna­so {1, 30) los tiene por autóctonos, y dice que la lengua de ellos no se parece a la de ningún otro pueblo. Para Tito Li­vio (V, 33) y otros historiadores romanos eran los etruscos de la misma nación o casta que los retos, habitantes de los Alpes, y su poder o supremacía (V, 83) se extendía mucho por tierra y por mar antes del imperio de los romanos. La lengua de los etruscos no es indoeuropea. l'or lo poco que de ella se ha con­servado, se asemeja a la de una inscripción sepulcral encon­trada en la isla de Lesbos. Además, en el sur de Lidia se halla un nombre de lugar, T yrrha, del que podría derivar el de Tyrrheno (Tupml<vd , T up?·r¡vol) ; y de la misma raíz con el sufi­jo umbro co procede el latino Tursci o Tttsci , los tirrenos o etruscos. También en los monumentos egipcios del tiempo del faraón Mernephta (quizá de 1270 a. de J. C.) se halla mencio­nado, con el nombre de Turs o Tiersa, un pueblo de piratas que con sus incursiones inquietaba a los egipcios; pueblo que todos admiten que no puede ser otro que el de los tirrenos o etruscos.

Los YÁPIGES Y MESAPIOS, Y LOS VÉNETOS.-Al sudeste de la península Itálica, en la Apulia, en la Basilicata y quizá hasta Calabria, habi.taban los yápiges y los mesapios, de los cuales tenemos escritos y glosas en una lengua que no se ha podido entender; y en el oriente de la Italia superior estaban los anti­guos vénetos, de lengua también desconocida. Algunos lin­güistas creen que la lengua de estos pueblos es una rama ilí­rica del indoeuropeo, mientras otros lo niegan. El nombre de los vénetos se encuentra en otras partes de Europa. Estra­bón (cap. 194) menciona a los vénetos como rama de los bel­gas; en P. Mela {11, 2, 24) el lago de Constanza es llamado lacus v"nel<ts, y Polibio (11, 17, 5) dice de los vénetos que habi­tan junto al Adriático, que son un pueblo antiguo que se dife­rencia poco de los celtas en sus costumbres y aseo, pero que hablan lengua dis tinta.

LOS PELASGOS, CARlOS, MISIOS, LIDIOS Y LICIOS.- La tra­dición griega nos dice que los pelasgos son los más antiguos habitantes conocidos de Grecia¡ pero nos deja sin saber si eran un pueblo preindoeuropeo o la primera capa de la invasión helénica, cosa que parece afirmar el Zeus pelásgico de Dodo-

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na. Heródoto (1, 171) nos dice que los carios, pueblo no grie­go, en el tiempo en que eran súbditos del rey Minos, se llama­ban léleges y vivían en las islas del Egeo, de las cuales, arroja­dos por los dorios y los jonios, pasaron a la Caria. Tucídides (1, 4, 8) confirma el relato de Heródoto, si bien dice que fué Minos quien los expulsó de las islas, y añade que cuando en la guerra del Peloponeso purificaron los atenienses la isla de DeJos, más de la mitad de las sepulturas que había en ella eran de carios. Ya hemos dicho que Homero en la Odisea (XIX, 175 y siguientes) nos cuenta que en Creta vivían ky­dones y eteocretes mezclados con pelasgos, aqueos y dorios; en la misma Cre~a y en Lemnos se han hallado inscripciones no griegas, todo lo cual nos demuestra que la primitiva pobla­ción de las islas no era indoeuropea, como tampoco lo era la de los misios y lidios de la costa del Asia Menor, ni la de los licios. De estos pueblos, los dos primeros eran, según Heró­doto (1 , 171), consanguíneos de los carios, y los licios (1 , 173) procedían de Creta. Lo poco que se conserva de las lenguas de estos pueblos confirma lo que nos dicen los antiguos. La más conocida de ellas, que es la de los licios, es lengua de flexión como las indoeuropeas; distingue el nombre y el verbo y tiene desinencias verbales que en cierto modo admiten compara­ción con las del verbo indoeuropeo, pero no en grado que per­mitan reconocer que sea del mismo tronco lingüístico. Ade­más, entre los licios estaba en uso el matriarcado, como entre los vascos, y los hijos tomaban su nombre de la madre y no del padre.

No obstante lo dicho, se cree que en tiempos prehelénicos hubo extendida por la Grecia, las islas del Egeo y el Asia Me­nor una lengua de la cual quedan vestigios en muchos nom­bres de lugares, rios y montes de países dominados luego por los griegos: son éstos aquellos en que se hallan los sufijos a,acr (s, ss) y v8, vO (nd, nt) . Así, los nombres de ciudades del Asia M~nor, como Ephesus, Halicarnassus, Termessus, etc. , seco­rresponden con los de semejante terminación Mykalesstts, Hymettus (ático n = griego común acr), Parnasus, etc., de países griegos. Así también los nombres de Asia Menor, como Alinda y Calinda, tienen en las islas sus correspondientes Lebinthus, Lindus; y en Grecia, Corinthus, Sa111inthm, Tiryns, Amarynthus, etc. Tampoco faltan concordancias en el elemen­to radical; así, al Olimpo de Tesalia corresponde una montaña de Misia que lleva la misma denominación, y al nombre de la ciudad Mycalesstts de Caria, el de la ciudad y monte del mis­mo nombre en Beocia,

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L os SILUROS, LOS PIC'fOS Y LOS ESCO'fOS.-También en la~ Islas Británicas, cuando a ellas llegaron los celtas, se encontra­ron con gentes que no eran indoeuropeas. Los monumentos megalíticos, menhires, dólmenes, cromlecs, etc., que desde Portugal y siguiendo por el oeste de Francia, en la Bretaña y hasta en Irlanda y en el sur de Inglaterra se encuentran, ates­tiguan que una raza distinta, la llamada mediterránea, se extendía por la costa desde el noroeste de Europa hasta Es­paña. Tácito, además, hablando de la Gran Bretaña ( Agrico­la, XI}, dice que los cabellos rubios y miembros robustos de los caledonios confirman su origen germánico; al paso que los cabellos ensortijados de los siluros y la situación de España enfrente de aquella isla demuestran que los antiguos iberos pasaron a ocupar aquella isla. También César (B. G. 5,r2} afirma que los habitantes del interior de la Gran Bretaña eran indígenas, según la tradición, al paso que los de las costas eran celtas (belgas} . De los pictos y de los escotos, que por primera vez aparecen mencionados por Ammiano Marcelino (Historia Rom., XX), no sé qué decir; pues mientras unos los conside­ran como celtas (r}, otros los tienen por gente distinta de los indoeuropeos (2}.

Los LAPONES.- Al noroeste de Rusia y confinando con No­ruega, sobre el Océano Glacial, están los lapones, en número de unos treinta mil. Este pueblo no ha tenido relaciones direc­tas con los indoeuropeos, y su lengua pertenece al grupo fino­húngaro de que vamos a tratar.

LOS FINESES Y PUEBLOS DE LENGUA DEL GRUPO FINOHÚN­GARO.- Al sur y hacia el oriente de los lapones se hallan los fineses y otros pueblos de habla semejante, pero distinta de la de los indoeuropeos. Los fineses aparecen mencionados por primera vez en Tácito (Germ., 46}, quien al terminar la des­cripción de la antigua Suevia dice, en el capítulo siguiente, que no sabe entre qué pueblos ha de colocar a los peucinos , venedos y jennos, si entre los germanos o entre los sármatas, aunque se inclina a colocar a los dos primeros entre los ger­manos, excluyendo por lo tanto a los últimos. El finés se habla todavía hoy en Finlandia por unos dos millones y medio de individuos, así como el estonio, lengua de la misma familia, se habla al sur del golfo de Finlandia por cerca de un millón;

(1) G. Dottin: 1\famtel pour servir a l'itude de l'Atlti-quiU celtiqtte, Parfs, 1915, pág. 19.

(2) S. Feis t: Kttltur, Ausbreitung und Herkunft der I ndogerma­tJen. Berlfn, 1913, pág. 390 .

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y el livonio, que se habló al norte del país de los letones, ha sido substituído por la lengua de éstos. Del mismo tronco lin­güístico es el húngaro o magiar, hablado por unos diez millo­nes de habitantes en Hungría, donde, como sabemos, se esta­bleció aquel pueblo en el siglo rx de J. C.

Además de las lenguas citadas-el finés, estonio, livonio, lapón y húngaro-pertenecen a esta misma familia un gran número de dialectos hablados al este de Rusia y que van des­apareciendo poco a poco, absorbidos por el ruso. Estos dia­lectos pertenecen unos al grupo finés y otros al húngaro.

Son del grupo finés, además del estonio, del livonio y del lapón ya mencionados, el ingrio y el voto hablados en Ingria, en la región de San Petersburgo, próximos a desaparecer; el llamado dialecto de Olonetz, junto al lago de Ladoga; el vepso, junto al de Onega, y el carelio, en el gobierno de Olonetz y regiones vecinas de los gobiernos de Tver, Novgorod y Arcán­gel. Al grupo húngaro pertenecen: el vogul, hablado en ambas vertientes de los Urales, en los gobiernos de Perm y Tobolsk; el cheremiso, al oeste del anterior, en el curso medio del Val­ga, al noroeste de Kazán, y el ostiaco, al este, hasta el río Obi, en Siberia. Al norte del Vogul, hasta el río Pétcora y el mar glacial, se extiende el zirianés, y en los gobiernos de Viat­ka y Ola se habla el votiaco. Por último, en la ribera derecha del Volga, al oeste de Simbirsk, por Samara, Pensa y Saratov, se habla eJ morduino, dialecto que puede subdividirse en otros, por las distintas variedades que ofrece.

Las lenguas finohúngaras, que como acabamos de ver se hablan en Europa al norte y este de las indoeuropeas, pare­cen ser el lazo de unión entre éstas y las altaicas, turcotár­taro, mogol, manchú, etc., que se hablan más al oriente, en Asia. Están también relacionados con el samoyado, que se extiende por el norte de Siberia, desde el mar de Kara hasta la península de Taimir. El finés , lo mismo que las lenguas altaicas y el vasco, no distingue el género gramatical, y tiene además la llamada armonía vocálica como las altaicas; pero es lengua de flexión, como las indoeuropeas.

La declinación del finohúngaro tiene singular, dual y plu­ral, y todos los casos de la indoeuropea. La desinencia de acusativo u¡, y la de ablativo ta parecen ser las mismas en ambos grupos de lenguas, como lo son los sonidos iniciales de los pronombres personales tn, s, t, y los sonidos t y k para la formación de los demostrativos y relativos respectivamen­te. También las desinencias del verbo se relacionan, como en las indoeuropeas, con los pronombres personales.

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Entre estos dos grupos de lenguas hay además relaciones léxicas que no parece puedan proceder de préstamos de un grupo a otro. Así, el finés vcsi (de •veti •vedi), morduino v'ed', vogul vit', vut' , húngaro viz =((agua», es en antiguo búlgaro voda y en gótico wato, en griego C3cu? y en avéstico ttdra. El finés nim.i, lapón natwma, húngaro ne'v (y samoyedo nitn) «nombre» es en antiguo indo nc2m.an, en griego Ov!)~\1., en latín nomen, y en gótico nantó. Hay otras coincidencias que los lin­güistas explican como préstamos. Así, el finés ~mhi, estonio tt.he, se relaciona con la raíz indoeuropea ovi, que dió en anti­guo indo avis, en griego btc;, latín ovis, antiguo irlandés ói, antiguo alto alemán ouwi, lituano avis ((Oveja,>. Pero el nombre del numeral 100, que en finés es sala, en morduino zada, zado, en os tiaca sót, sát, en vogul sat y en húngaro szás, si es présta­mo, debe ser muy antiguo, pues se diferencia del latín cen­l!tm (pr. kentt<m) y del griego EY-<nÓv a la vez que se aproxima al sánscrito zata y al iranio sata.

Los PUEBLOS DEL CÁUCASO.-Muy poco se sabe de las re­laciones que con los pueblos de lengua indoeuropea pudieron tener los antiguos habitantes del Cáucaso, cuyas lenguas, que quizá lleguen a una docena, no han sido aún bien estudiadas. Entre ellos están, como más importantes, los antiguos iberos, al sur del Cáucaso, en la llanura del río Cur; los moscos, 1JtUS­

kaya en asirio, y M osoch en Génesis ro, como uno de los hijos de Jafet; los tibarenos, taba/ay en asirio, y Timbal en Géne­sis ro, también como hijo de J afet, los cuales, hacia la caída del reino hetita, dominaban en Capadocia; los táocos (Jenofonte, Anáb., IV, 6), llamados también taos, y los calcos. Los peque­ños pueblos de los montes de Armenia que mencionan los con­quistadores asirios son prueba de que al principio del primer milenario a. de J. C. no había aún en la dicha región pueblos de lengua indoeuropea. Caucásicos deben de ser también los alarodios, que conquistaron la Armenia hacia fines del segun­do milenario a . de J. C., y que Heródoto (VII, 79) dice que iban a la guerra armados lo mismo que los calcos. Sólo se cree que los griegos tomaron el nombre del hierro cr(S·',po~ de una de las lenguas de estos pueblos, en la cual se llama zido.

Los CINMERios.-De este pueblo, que la tradición griega coloca al norte del mar Negro, hablaremos después.

Los ICETITAS.-(Chatti en los documentos asirios; Clzta, en los egipcios, y Chet o Het ( nn) en la Biblia, como hijo de Canaán). Este pueblo aparece por primera vez en la historia a principios del segundo milenario a. de J. C., y en la parte oriental del Asia Menor, desde donde se corrió hacia el Eufra-

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tes y Babilonia, cuyos reyes lo subyugaron por los años 1760 antes de Jesucristo. El reino de los mitanos, en los siglos xvr y XV antes de nuestra era, fué fundado por un pueblo empa­rentado con el de los he titas, según se deduce de la población, lengua, religión y nombres que de él se nos han conservado; reino que luego cayó bajo la dependencia de reyes o caudillos iranios.

Tenemos muchas inscripciones hetitas halladas en Asia Menor y en el norte de Siria, las cuales se continúan desde el siglo XV hasta mediados del VIII a. de J. C. Están escritas en jeroglíficos y en una especie de letra cursiva, pero en lengua ininteligible hasta hoy, de la cual sólo se sabe que no es indo­ell:ropea ni semita, sino que está emparentada con la lengua de los mi tanos de los textos cuneiformes.

Los SEMITAS. - Este es el pueblo con quien más en rela­ción han estado los indoeuropeos y del que han recibido más influencias. Se cree que los semitas proceden de la península arábiga, desde donde se extendieron y propagaron su lengua hacia el Norte, Nordeste y Oeste (Etiopía), llegando a ocupar en el Asia Oriental las regiones situadas desde el sur del Tauro y oeste del Zagro hasta el Mediterráneo. Las lenguas semíti­cas se reúnen en dos grupos: el del Sur, al que pertenecen los dialectos arábigos y etiópicos, y el del Norte, que comprende el babilonio-asirio, el cananeo, el fenicio, el hebreo y el arameo. De estos últimos, el babilonio es conocido por documentos cuneiformes que ascienden al cuarto milenario a. de J. C., o sea mucho tiempo antes de que tengamos noticia de las len­guas indoeuropeas; pues, como ya hemos dicho, de éstas, el indo con dificultad se puede llevar al segundo milenario; los textos homáricos son de los siglos IX u vm; las inscripciones persas del VI, y la más antigua latina, del vm. Las demás len­guas indoeuropeas se conocen desde tiempos posteriores a la era cristiana.

Actualmente se admite ya por algunos el parentesco de las lenguas indoeuropeas con las semíticas, aunque la mayoría de los lingüistas no lo aceptan . Científicamente es imposible negarlo, aunque las pruebas aducidas no satisfagan a todos. Las relaciones entre ambos grupos no sólo son de vocabulario, sino también gramaticales. Las dos lenguas son de flexión; pero las semitas, en el tiempo en que por primera vez las co­nocemos, se hallan ya en un grado de desarrollo mucho más avanzado que las indoeuropeas; grado que supone un adelan­to mayor en cultura y civilización; así como más atrasadas que las indoeuropeas, en desarrollo y cultura, están las uralo-

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altaicas y demás aglutinan tes. Con el procedimiento riguroso que exigen ciertos lingüistas para poder probar el parentesco entre las lenguas, sería hoy muy difícil, si no imposible-en el caso en que se hubieran perdido los enlaces lingüísticos-, afir­mar el parentesco del castellano con el indo védico o con el tócaro, lenguas que nadie niega sean de la misma familia; o mejor, una misma en distinta época y grado de desarrollo. Las semejanzas que se notan entre las lenguas semitas y las indo­europeas ya hemos dicho que no sólo son de vocabulario, sino gramaticales. El verbo indoeuropeo primitivo debió ser más semejante al semita que lo es al verbo inglés o al alemán actuales . Los temas de aoristo, de presente y de perfecto y los de las formas desiderativa, causativa, etc., del indoeuropeo tienen sus correspondientes en las distintas formas del verbo semita, pues la riqueza de tiempos que vemos en aquél com­parada con la pobreza de éste, no es de la lengua primitiva, sino desarrollo posterior. Pero dejando esta cuestión cuya demostración exigiría muchas páginas, pasemos a exponer algunas de las concordancias léxicas notadas en ambos grupos de lenguas y lo que acerca de ellas opinan la mayo ría de los lingüistas. Citaremos sólo los nombres dados al toro, al vino, al león, al perro y al altar.

Al griego -:-CI.ü;:oo.; , latín ta·wros, gótico stittr, lituano tauras, avéstico staoro (ganado mayor) y gitano sturno, corresponde el asirio Suru., el arameo torá y el hebreo xor (,11t1): correspon­dencia que explican la mayoría de los lingüistas diciendo que el aprovechamiento del toro, como animal doméstico, se ha­llaba ya muy extendido, en tiempos prehistóricos, por toda la costa oriental del Mediterráneo. El vino, denominado en griego roL\loc; , latín vinum. y armenio gini, es en asirio tnu., en hebreo yayin (1n) y en árabe uain, relación que dicen se halla justificada por la gran importancia que tuvo el vino en las ceremonias religiosas de los pueblos primitivos. El león, llamado en griego )../;wv con el femenino AÉ~.voc (de leva­nia) , es en hebreo lebi (•>1) y en asirio labbu: el latín leo se tiene como préstamo del griego, y también el antiguo alto alemán lewo, louwo y el lituano l'tvas, l'dvas; éste, por media­ción de lenguas il!ricas o célticas. La difusión de esta palabra la explican por in!lujo cultural de unos pueblos en otros. También al antiguo islandés hvelpr, antiguo inglés hwvelp , antiguo alto alemán hwelj, nombre del perro, corresponde .en hebreo keleb (>1>) , en asirio kalb1t y en etiópico kaleb; pala­bra que no se sabe si es del primitivo indoeuropeo o un prés­tamo posterior. Finalmente, otras como griego 1ta)).CI.x.(c;, latín

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paelex, hebreo pilleges (~ll•o), concubina, y griego XU7tiXp Lcrcro~, ciprés, he breo gópher o cópher (1o>) se tienen como palabras tomadas por ambas lenguas, de una anterior, quizá de la len­gua de los pueblos prehistóricos de la cultura egea.

Hay también bastantes concordancias que se atribuyen a casuales coincidencias, como son entre otras: griego x.o: ).Éw, latín calo, antiguo alto alemán haW¡¡, llamar; letón kaliU, char­lar; asirio qtil", etíope qal' e, llamar; árabe qala, decir; hebreo qól, arameo qala, etiope qal, voz; asirio q"l", grito. - El griego ~pG<( -~<), antiguo alto alemán ero, erda, antiguo irlandés ert, tierra, es en arameo 'ara, en hebreo érets (11:,M}, en árabe 'erts C.f;l) y en asirio erxita. Fundándose en estas semejanzas y comparando las raíces de estos dos grupos lingüísticos, el danés Herm. Miiller (1) pretende llegar al conocimiento de la lengua de la que, según él, son dialectos el semita y el indo­europeo.

Determinados ya los límites de las regiones por las que se propagó la lengua indoeuropea y los pueblos antiguos con quienes las gen tes que la hablaban estuvieron en relación, debemos hacer notar el hecho sorprendente que nos ofrece aquélla en su progre~iva difusión. La penetración del indo a través de la península del Indostán es en gran parte hecho histórico que se prosigue actualmente. Ya hemos dicho que en el siglo V a. de J. C. había todavía en Creta y en otras partes del actual territorio griego gentes que hablaban una lengua no helénica, la cual ha desaparecido absorbida por ésta. En la Península Ibérica el latín anuló o arrinconó a las lenguas indí­genas, de las cuales sólo. ha quedado el vascuence. Después el español, el portugués, el francés, el inglés y el ruso han segui­do propagándose, y de tal modo, que actualmente no hay nin­gún tronco lingüístico que se haya extendido sobre la superfi­cie de la tierra más que el indoeuropeo.

Sólo las lenguas semitas y las altaicas le han hecho com­petencia en parte, eliminando aquéllas al latín de las regiones en que se habló en el norte de Africa; y éstas, al nordario y al tócaro, que durante la Edad Media se hablaban todavía en el Turquestán Oriental; pero en otras partes no han logrado anu­lar completamente a los pueblos de lengua indoeuropea. Así, en el Asia Menor, el turco no ha eliminado al curdo, dialecto

(x) En su obra Semitisch und I11.dogeYmanich 1 , Ronsonanten, 1906, e lndoeuropmisk-semitisk sammenligne.nde Grossarium, r gog, y en alemán Vergleichendes indogerm.-semitisches IJ!Orterlmch. GOttin­gen, 19II .

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iránico, ni al griego ni al armenio, y en cambio la inmigración judía ha introducido allí el español.

No tenemos testimonios históricos, dice Meillet ( r), que nos digan cómo se ha extendido el indoeuropeo por casi toda Europa y gran parte de Asia, donde lo encontramos desde los primeros tiempos de la época histórica. Los pueblos de lengua indoeuropea aprendieron la escritura de los de lengua semita, y en época en que éstos la conocían ya desde mucho tiempo antes. Aquéllos aparecen por primera vez en la historia en el siglo XIV a . de J. C. Un texto hallado en Capadocia, corres­pondiente a dicha época, atestigua la existencia, en una re­gión vecina, de un pueblo que adoraba a dioses iranios, como l ndra y Mitra. Adjetivos numerales de forma claramente inda se leen en otros textos de Capadocia que ascienden a la misma fecha¡ y se tienen además muchos nombres propios que confirman este dato . Los persas se hallan mencionados entre los pueblos que en 935 a. de J. C. combatieron contra Salmanasar IIJ. Pero si no tenemos datos que nos digan la manera como los pueblos que hablaban el indoeuropeo se extendierpn y propagaron su lengua por Europa y Asia, debe­mos suponer que esta extensión y propagación se verificó como las que nos atestigua la historia, o sea: por conquista, por colonización y por infiltración lenta que hiciera desapare­cer la lengua de los vencidos ante la de los vencedores y colo­nos; pero aun así no podemos precisar el influjo que la lengua de aquéllos ejerciera en la de éstos; es decir, determinar el material lingüístico, la parte de vocabulario que la lengua dominante tomara de la dominada y hasta la influencia que ésta haya podido ejercer en la sintaxis de aquélJa. Además, un pueblo que haya adoptado la lengua de otro, una vez fun­dido con éste, puede ser de nuevo conquistador y colonizador, como, por ejemplo, el pueblo inglés, que siendo primitiva­mente de lengua céltica, adoptó luego la germánica de Jos conquistadores anglosajones; y también el español que, ha­blando primeramente ibero o celta, recibió el latín de los ro­manos y Jo extendió después por América. Esto nos dice tam­bién que no pueden identificarse en absoluto Jos conceptos de lengua y de raza. La lengua, cuyo aprendizaje y propaga­ción depende de acontecimientos históricos, es independiente de la raza que se funde en caracteres físicos. De modo que la definición que se da de las lenguas indoeuropeas es exacta,

(t) bliroduction a l'étttde comparative des Langues Indo-euro­péennes, pág. 53·

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pero histórica; denota solamente que durante un tiempo más o menos largo hubo un pueblo que hablaba una lengua única, de la cual son continuación todas las que como tales hemos enumerado y quizá otras que han desaparecido. La definición de raza indoeuropea podría obtenerse en el caso en que se probara que alguno o algunos de los pueblos que hablan estas lenguas proceden de padres que tuvieran los mismos caracte­res anatómicos, o en el caso en que se probara que los pueblos que las hablaron en su origen poseían caracteres anatómicos comunes y peculiares, cosa que no parece se pueda demostrar; es decir, que los límites del espacio por el que se extienden o se han extendido las lenguas indoeuropeas en una época dada coincidan con los de una raza que presente aquellos caracte­res, porque de hecho resulta que los pueblos que hablan estas lenguas tienen desde largo tiempo ha caracteres diferentes y no poseen ningún rasgo físico común y peculiar que los dis­tinga de los pueblos que hablan lenguas de otro tronco lin­güístico. Ni hay tampoco medio de averiguar si todos los pue­blos de lengua indoeuropea proceden de antepasados comunes.

No debe, pues, hablarse de pueblos indoeuropeos, sino de pueblos de lenguas indoeuropeas. Muchos, sin duda la mayor parte de los que hoy hablan estas lenguas, descienden de ante­pasados que en la época en que se hablaba el indoeuropeo común tenían otra lengua; y entre los que desciendan de antepasados indoeuropeos se ignora también la proporción en que éstos hayan podido mezclarse con pueblos de otras lenguas, o si se han mantenido puros y sin mezcla ninguna. lgualmen te carecen de sen ti do las denominaciones de pueblos semíticos, finohúngaros, etc.

Tampoco podemos precisar, por falta de documentos es­critos, la fecha de la separación de los distintos dialectos indo­europeos; pero se admite que dicha fecha no debe ser anterior a la de los más antiguos documentos escritos de Babilonia y de Egipto, y se fija durante el transcurso de tiempo del tercer milenario a. de J. C. Finalmente, el indoeuropeo es la lengua antiquísima de la que proceden las llamadas lenguas indo­europeas; pero esto no induce a afirmar que sea una lengua primitiva; es decir, que así como las lenguas neo la tinas son dialectos del latín, las indoeuropeas son dialectos del indo­europeo común, el cual a su vez puede ser dialecto de otra lengua hablada en tiempo anterior. Para demostrar esto sería preciso encontrar otro grupo de lenguas que tengan con el indoeuropeo común la misma relación que el latín, griego y sánscrito, por ejemplo, tienen entre sí; y no faltan lingüistas

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que crean ya en esto, o sea: que el indoeuropeo, el semítico y el caucásico del Sur, con las lenguas mediterráneas desde el licio al vasco y el finohúngaro, son dialectos de un mismo idioma. En este caso podría fundarse una nueva gramática comparada de estas lenguas en un período anterior, para lo cual se han notado ya, como hemos dicho, curiosas concor­dancias entre el indoeuropeo, el semita y el finohúngaro. Pero la prueba rigurosa no se ha dado todavía.

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III

LUGAR DE ORIGEN DEL PUEBLO INDOEUROPEO Y DE . LA HUMANIDAD EN GENERAL

Expuesto ya que las lenguas indoeuropeas proceden todas de una anterior a ellas, pasemos a exponer las opiniones que se han dado acerca de la región en que ésta debió hablarse, o sea el punto de la Tierra desde el cual irradió el pueblo que, refiriéndonos a remotísirna época, puede llamarse indoeu­ropeo.

Adolfo Pictet, en su obra Origines indo-e~<topéennes, 1859, situó la patria originaria de aquel pueblo en la antigua Bac­triana, entre el Paropamiso o Indukus, el río Oxo y la cordi­llería del Belur o Bolar, opinión que, con otros, siguió Augus­to Schleicher. En el Asia Central también, pero en la meseta de Pamir, fijaron la cuna de este pueblo otros investigadores (F. Justi, Monier Williams, F. Lenormant). Hermann Brun­nhofer creyó que debía colocarse en Armenia. Algo más al Norte la situó Augusto Fick, quien primeramente la localizó en las extensas estepas del Turán, y luego en las regiones del norte y sur del Cáucaso. Por el origen asiático se decidió también Fritz Hommel, fundándose en un grupo de relaciones que halló entre palabras indoeuropeas y semitas, y lo mismo MaxMüller, en sus Threelectttres of the science of lang<~age , 1889, por creer que el desarrollo literario de los indos sólo podía explicarse por el hecho de haber estado ellos menos tiempo que los otros pueblos alejados del lugar de origen. Con ambos coincide Johannes Schmidt, en su Memoria El origm primi­tivo de los indogermanos y el sistema de numeración europea, 1890; porque, según él, sólo por la próxima relación con la cultura de los súmeros puede explicarse la existencia en indo­europeo de palabras como antiguo indo parazúz = griego

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7tÉA&x.ur;, a las cuales añade Feist el tócaro porat , que tienen su origen en el súmero balag, asirio pilakktt, hacha. También la palabra para designar el cobre o bronce, que en antiguo indo es lóhás, en beluchi ród , en persa moderno roi, <<cobre>; en latín rattdtts , ródus , rudus , (<metal en bruto>> ; en antiguo búlgaro ruda, <<metal, cobre>, y en antiguo irlandés raude, quijo de hierro, se relaciona con el súmero ttrudtt, cobre. Además, el sistema decimal de numeración de las lenguas indoeuropeas muestra un visible influjo del sistema duodecimal babilónico, pero originariamente súmero; influjo que perdura en las len­guas europeas más que en ]a~ asiáticas, y especialmente en las germánicas. Por esto, añade Schmidt, todos los pueblos indo­europeos deben haber habitado primitivamente en Asia, quizá en la meseta de Pamir; pero los germanos, por notarse más en ellos la influencia del sistema de numeración de los babilonios, deben haber estado más cerca de éstos que las demás ramas del mismo tronco. También Otto Bremer, en su etnografía de la rama germánica hace provenir a los indoeuropeos de las estepas sitas entre el Ara! y el Mar Caspio .

En contra de la opinión que acabamos de exponer está la de los que sostienen que el origen del pueblo de que tratamos hay que buscarlo en Europa y no en Asia. El primer defensor de esta hipótesis fué el inglés R. G. Latham, quien en rSsr manifes tó su opinión en el prólogo de una edición de la Ger­ma!lia de T ácito, y la fundamentó luego en r862 en su obra Elementos de Fitología comparada . La razón principal en que apoya su tesis es que la rama del pueblo indoeuropeo que habita en Europa ocupa mayor extensión de territorio que la que vive en Asia, y su lengua presenta también más varieda­des que la de ésta. Si esta razón fuese válida, podría análoga­mente en tiempos venideros buscarse el origen del castellano en América.

La opinión de Latham obtuvo gran aceptación entre los lingüistas e historiadores. Sabios como Th. Benfey, William D. Whitney, F. Spiegel, J . G. Cuno , Ludwig Geiger y otros aprobaron la nueva teoría. El último de los mencionados, en su obra Historia del desarrollo de la Humanidad, r87r, colocó la patria originaria de los indoeuropeos en las regiones del centro y occidente de Alemania, en lo cual no le secundaron los lingüistas, pero sí los investigadores de la prehistoria y los antropólogos que se ocupaban en estas cuestiones-L. Lin­denschmidt, Th. Posche, K. Penka, RendaU, L. Wilser y otros- , quienes van un poco más hacia el Norte y ponen en la Escandinavia la cuna del pueblo de que tratamos. Posche y

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Penka sostienen además la identidad de la raza indoeuropea con el tipo nórdico y germánico, cosa que contradicen los antropólogos, que afirman que en ningún lugar de Europa s·e encuentran razas puras, porque en los esqueletos de los más antiguos tiempos neolíticos y paleolíticos se ve por todas par­tes mezcla de cráneos diferentes. Según los investigadores ita­lianos, el pueblo indoeuropeo no constituye una raza única, no es una unidad étnica, porque ya en los tiempos prehistóri­cos era un tipo mixto, como lo es, por ejemplo, actualmente el pueblo español, que procede de iberos, celtas, griegos, latinos, etcétera; es decir, de todos los pueblos que durante el trans­curso del tiempo se han mezclado en el suelo de la Península. Aceptando esta opinión, el geógrafo y filólogo Tomaschek, en x888, pone el punto de origen del pueblo de que tratamos en la región del Danubio, y coincidiendo con él dice E. de Michelis: Examinado todo, la concllfsi6n más probable es qtte la evoluci6n del lenguaje protoario se verificase en cualquier punto de la zona media del contine11te europeo ; y más expresa­mente en otro lugar: L a cu11a de la antigua lengua indoeuropea debe limitarse entre el medio Danubio y el Valga , es decir, en la región oriental de la zona media del continente europeo. Con él casi coincide Otto Shrader, quien fija la cuna de este pueblo al norte y oeste del mar Negro, extendiéndola por parte del valle del Danubio. Contra éstos dice Gustavo Kos­sina que ni en los tiempos paleolíticos ni en los neolíticos pudo el hombre habitar permanentemente en las estepas.

Hermann Hirt (r) coloca al primi tivo pueblo indoeuropeo en el país de las se! vas del norte de Europa, y la cuna u origen del mismo en la llanura del norte de Alemania. Matthaeus Much lo pone al occidente del Báltico, desde el mar del Norte hasta los montes del interior de Alemania y los Cárpatos; el límite oriental lo fija en el Oder y quizá en el Vístula. En la edad de la piedra, añade, atravesaron los indoeuropeos los montes del centro de Alemania y llegaban por una parte has­ta los Alpes; por otra, hasta el Danubio Medio y hasta los Balcanes, y pasado el Dniéster y las estepas del sur de Rusia, hasta el mar Egeo y el mar Negro . Con él coincide casi G. Kos­sina, quien primeramente, en 1902, había colocado la cuna de este pueblo en tre el Bajo y Medio Danubio; mas luego la situó decididamente en el sur de Escandinavia, en Dinamar­ca y en el noroeste de Alemania. El geógrafo F. Ratzel le da

(1) Die Indogermanen, litre Verbreittmg, ihre UYheimat tmd ihYe ](t,ltur. Strassburg, 1905-1907.

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más extensión, pues señala como lugar de origen de este pue­blo el espacio comprendido entre el paralelo 35 de latitud norte y el circulo polar ártico, extendiéndolo de Sudeste hacia Noroeste, desde el golfo Pérsico hasta el mar Báltico. Así que comprende la parte septentrional de la Mesopotamia, la Ar­menia y el Cáucaso; el norte de la península balcánica, la cuen­ca del Danubio y el Dniéster con el interior de Europa, y al otro lado del Báltico, la península escandinava.

Contra las opiniones de todos éstos sale de nuevo Sigmun­do Feist, que en su obra C«ltura, extensi6n y origen de los indo­germanos (1) sostiene que este pueblo procede de Asia, y fun­da su afirmación en razones históricas y lingüísticas. Entre aquéllas aduce: a J la familiaridad de los indoeuropeos con el caballo, y el gran papel que este solípedo ha desempeñado en la cultura de aquéllos; b J la consideración de que los otros pue­blos que más se han servido de este animal, los pueblos jine­tes, como él los llama- hunos, mogoles, turcos-, han irrum­pido siempre en Europa, desde las estepas asiáticas, y la de que todavía en los tiempos históricos son famosas por su equi­tación las ramas indoeuropeas que persistieron en la incultu­ra, como las que habitaban las regiones septentrionales del reino de Persia- bactrianos, sogdianos, caspianos, etc.-; e) la consideración de que en aquellos antiquísimos tiempos ningún otro pueblo podía empujar al indoeuropeo desde el noroeste de Europa, cuando, por el contrario, sabemos, dice, por la histo­ria que las invasiones a esta parte del mundo han venido siem­pre de Asia. Entre las razones lingüísticas aduce la admira­ble correspondencia del tócaro, en su fonética y vocabulario, con las lenguas kentum de la Europa occidental, a la vez que no tiene contacto ninguno, excepto las palabras prestadas, con las lenguas del grupo ario. Esta correspondencia, añade, supone vecindad, que induce a afirmar o que los tócaros pa­saron de Europa a Asia, caso no pro bable, o que los germanos vinieron de Asia a Europa. Cita además el texto de Estrabón (capítulo 5II), según el cual, Jos tócaros, con otras ramas nó­madas, proceden del país de los escitas, de la región del otro lado del Yaxartes, y deduce de él que dicho pueblo es una rama que se quedó retrasada en As! a cuando la primitiva dis­persión de los indoeuropeos, añadiendo además que el punto desde el cual comenzó la emigración podría situarse en las regiones del Oxo y del Yaxartes, y colocar detrás de este pun-

(1) J(·ultur Ausbreitung un Herktmft dcr Jndogermamn~. Berlín, 1913.

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toa la rama aria, que es la que debe haber vivido en vecindad con los turcomogoles, la cual vecindad explicaría algunas con­cordancias que se notan en las costumbres de ambos pueblos, como la exposición del cadáver, la domesticación del caballo, el severo patriarcado, etc. Por estas y otras consideraciones, que pueden verse en el capítulo XX de su citada obra, deduce que el punto de origen del pueblo indoeuropeo ha y que bus­carlo en el Asia Central, en la dilatada región que se extiende por la parte del oriente hasta Tienschan y la meseta de Pamir, y por el sur hasta los montes del Irán y el Jndukus.

Hemos expuesto las dos opiniones más discutidas y acep­tadas acerca de la región del planeta en que hay que colo­car la cuna del pueblo indoeuropeo. También hemos dicho que científicamente no es posible negar la existencia anti­quísima de este pueblo, o sea de un grupo mayor o menor de hombres que hablase la lengua de la cual son dialectos, en distinto grado de evolución, todas las distintas hablas que hemos enumerado en la primera parte de nuestro dis­curso (r). Asimismo hemos visto que en la mayor parte de las regiones en que se establecieron los indoeuropeos después de su dispersión existían gentes que las habían poblado antes, y que en ellas entraron éstos como invasores y conquistadores. Donde no sabemos si existía población primitiva cuando los indoeuropeos llegaron, es en las regio­nes de la Europa Media, en parte de Alemania y en Dinamarca, Países Bajos y Suecia y Noruega. También hemos dicho que el pueblo que habló la lengua de que tratamos pudo ser rama de otro pueblo que en tiempos más antiguos viviese en comu­nidad con él, y del cual éste se hubiera separado emigrando a otras tierras y quedado aquél en el 1 ugar de origen; y finalmente, que de la unidad lingüística indoeuropea no debe sacarse la conclusión de que el pueblo indoeuropeo constituya un tipo somático o antropológico único y distinto de los demás, pues dicho pueblo se mezcló con gentes que hablaban otras lenguas, y resultaron de la mezcla tipos mixtos.

Pero no hemos visto aceptada ni siquiera discutida otra opinión que se ha expuesto acerca de la cuna primitiva del pueblo indoeuropeo y de la humanidad en general, sin duda

( 1) Aun los lingüistas más escépticos, dice Stolz- en su obra Hi$lOYia de la lengua latina, pág. 43 de la traducción de Américo Castro, Madrid, 1922- , reconocen que no puede desecharse la idea de un pueblo primitivo, no dividido y poco extendido, si es que que­remos hacer comprensible esa íntima e innegable conexión lingüística que sólo se explica admitiendo un común origen.

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por creerla desatinada y absurda. S. Feist ni siquiera la menciona. En la citada traducción de la obra de Stolz se lee en la nota inserta en la página 45: <<A título de cosa por­tentosa citaré la opinión de G. Biedenkapp-en un libro pu­blicado en Jena en r8g6-de que el Polo Norte, recientemente descubierto por Peary, es la cuna de los pueblos. El título del libro (traducido del alemán dice así): <<El Polo Norte como patria de los pueblos. Estudio hecho según los resulta­dos de la prehistoria, la etimología y las ciencias naturales, y particularmente según las investigaciones de Tilak sobre los Vedas y el Avesta.>> También James George Frazer, al pretender explicar la significación del mito de Adonis dice en la página 178 de su obra (r): <<En las regiones árticas, donde el Sol desparece cada año durante un período que se extiende desde veinticuatro horas hasta seis meses, según la latitud, sería natural creer en su muerte y en su resurrec­ción; pero nadie, excepto el infortunado astrónomo Bailly (2), ha sostenido jamás que el culto de Adonis venga de las re­giones árticas.» No he podido examinar ninguna de las obras en que se sostiene esta opinión, y desconozco, por lo tanto, los argumentos en que sus a u tares la fundan; pero sean cuales fueren, como coincido con ellos en la solución de este punto, voy a dar las razones en que me apoyo en vista de los datos que he recogido de los escritores griegos y de las obras de mitología.

Mas acerca de este particular, o sea al querer utilizar los relatos antiguos y semifabulosos como argumentos en fa­vor de mi tesis, se me ofrece la cuestión del valor que haya de darse a los dichos relatos que, como sabemos, se llaman mitos, vocablo que entre los griegos significa en su primi­tiva acepción <<palabra hablada>> y luego palabra en gene­ral, discurso, conversación; y en los poemas homéricos fá­bula, leyenda, relato no histórico, mito, por oposición a lagos , que designa relato confirmado por testimonios. Esta cuestión es más bien psicológica; pues plan tea el problema de saber si el hombre crea en la acepción rigurosa de la pala­bra; es decir, si la inteligencia humana es capaz de crear, de sacar de la nada, de dar forma a un relato desprovisto

(1) Adonis: Etude des R eligi01lS orientales comparées. A nuales d tt l\1usle Guimet.-Bibliotheque d'Etudes. Tome vingt-neuvieme. Tra­duction fran~ise par Lady Frazer.

(2) V. Bailly: Lettres sur l' Origine des Sciences . (Londres et Pa­ris, I777L pág. 255 y siguientes.- Idem: Le/t res sttr l'Atlantide de Pla­to" (Londres et Paris, 1779) , págs. II4-125.

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de significación real, a lo menos en la parte fundamental del mismo, en la que constituye la esencia del relato. Más claro: si el entendimiento puede fingir una montaña de oro, sin saber antes que existen montañas y que existe oro, o su­poner un monstruo con cabeza humana y cola de pescado, antes de saber que los hombres tienen cabeza, y los pescados, cola. Yo entiendo que no; y creo, por lo tanto , que en todas las leyendas de esta especie que nos ofrece la antigüedad hemos de buscar el fundamento o razón de ser de ellas; razón que ha de estribar siempre en un hecho real que es el que hay que inquirir; y con este criterio paso a tratar de los siguientes puntos.

E L CENTRO O EL OMBLIGO DEL MUNDO EN LA ANTIGÜE­DAD. - Según la mitología escandinava, los ases o doce dioses, para resguardarse de los ataques de los gigantes, quisieron edi­ficarse una fortaleza en el Asgard, o sea la ciudad celeste en que vivían y que ocupaba el centro del Universo. Para los griegos el centro u ombligo del mundo era Delfos, situada en la punta sudoeste del Parnaso. El nombre Delfos signWca matriz, o sea el origen de donde proceden los vivientes (r). Las leyen­das más antiguas de la India indican como lugar de origen de la humanidad el monte Meru, que en parte corresponde al Olimpo de los griegos, y que colocan también en el centro del mundo.

El budismo y el brahmanismo sitúan este monte en el Himalaya, y dicen que ocupa el centro del J ambudvtpa, o sea del continente indo o la India , añadiendo que en derredor del dicho monte giran todos los planetas. Lo comparan además con el cáliz de un gigantesco loto, cuyas hojas están formadas por "tos diferentes dvipas o continentes, que-ya sean cuatro, ya siete, según los distintos relatos- se hallan todos alre­dedor del Meru y separados entre sí por distintos océanos concéntricos. De estos continen tes, el J ambudvfpa o la India es el continente central. De modo que, según la mitología de este pueblo , la India ocupa el centro del mundo, y el Meru, en torno del cual giran los planetas, ocupa el centro de la India. Ya debe suponerse que al afirmar esto los indos en sus relatos no podían referirse a la India actual, sino a la India de origen, al punto de donde ellos procedían, punto que colocan en el centro del universo y en situación tal , que los astros giran en derredor del mismo. Pero sigamos: sobre

(1) El griego .ó.eA<poE es en su origen el mismo que el indo garbltas, útero, y ellatín6uolva, vulva.

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el monte Meru se halla el svarga o cielo de Indra, en el que están, como en el Olimpo, las ciudades de los dioses y las moradas de los gandharvas y otros espíritus celestes. Encima del cielo de Indra, hay otros más. Los cuerpos celestes, repite el relato, vuelan en torno de la sagrada cúspide. Del cielo surge el Ga11gavastha, o río celeste, el Ganges, que se precipita sobre las cumbres del monte Meru, y fluye alrededor del mundo dividido en cuatro corrientes; este monte simula desde la base a la cúspide una pirámide de cuatro caras, la primera de las cuales es de oro, la contigua de plata, la siguiente de cristal y la otra de zafiro. Entre otras de­nominaciones de este monte, se hallan también las de He­mádri <<Monte de oro>> , y Devaparvata «Monte de los dioseS>>. Al leer esta descripción del Meru no puede uno menos que recordar los versículos 8 y siguientes del capítulo JI del Gé-1tesis, o sea: el río que salía del Paraíso y se dividía en cuatro, el primero de los cuales regaba la tierra del oro.

Entre los persas tenemos también el Bereza t, monte que según el Avesta se levantaba en la región llamada Aryaneri> 11aéyl! , punto de donde partieron los hombres, situado en una región septentrional, fría y alpestre, desde la cual la raza de los persas descendió hacia el Sur. El Berezat es, igualmente que el Meru y Delfos, el ombligo del mundo, el monte santo, el Alborj de los persas modernos, del lado del cual desciende el río sagrado Arvand. Eugenio Burnouf ha demostrado, dice Lenormant, de quien tomamos este dato, que el Berezat es el Bolar, y que el Arvand es el Yaxartes, así como el B. M. de Ekstien demostró también que el Meru existe y se halla si­tuado hacia la Sérica de los antiguos, o sea en la parte sudoes­te del Tibet. Verdad es, añade Lenormant refiriéndose al Be­rezat y al Yaxartes, que estos nombres designaron luego otros montes y otros ríos situados en otras partes, pues se han apli­cado sucesivamente a montes y a ríos de Persia, de Media, de Mesopotamia, de Siria y del Asia Menor. Pero esto es por haber sido trasladados los nombres del monte y r!o primitivos a otros montes y a otros ríos. Los pueblos en sus emigraciones llevan consigo los nombres de los objetos a que se refieren sus recuerdos, y los aplican a objetos semejantes de los nuevos países en que fijan su residencia. Esto es verdad, como tam­bién lo es, en mi concepto, que el Berezat, el Olimpo y el Meru son en su origen un mismo monte, aunque lleven dis­tintos nombres, y que el nombre primitivo a que se refieren debe colocarse, según los antiguos indos nos dicen del Meru, en un punto alrededor del cual se hallen l(>s cqn tjnen tes y

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en torno del cual giren las estrellas y los planetas. Pero con­tinuemos nuestro discurso antes de pretender aclarar la región en que deba colocarse un punto que reúna las dos dichas condiciones.

PUEBLOS ANTIQUÍSIMOS. - Los griegos de la edad heroica no desconocían los países septen trienales de Europa, ya tu­viesen noticia de ellos por tradición, ya por relato de los na­vegan tes. No de otra manera me explico yo los dos siguientes pasajes de la Odisea que voy a exponer; el primero se refiere a los Lestrigones, y el segundo a los Cimmer·ios .

Los lestrigones.-El canto X de la Od·isea comienza di­ciendo que llegó Ulises a la isla Eolia, donde residía Eolo, quien habiendo tenido doce hijos, seis varones y seis hembras, casó a aquéllos con éstas, y juntos vivían allí todos en la más cordial armonía. Hospedó Eolo a Ulises durante un mes; y, al despedirlo, le hizo el regalo de un odre en el que había encerrado a todos los vientos, excepto al céfiro, o sea el que sopla de la parte de poniente. Navegando Ulises con este viento durante nueve días y nueve noches, cuando al décimo día llegó a divisar los campos de su patria, se durmió profunda­mente rendido por el cansancio. La codicia tentó entonces a los compañeros del héroe, quienes creyendo que llevaba éste gran cantidad de oro y plata en el odre, lo abrieron; y des­encadenados en seguida los vientos empujaron de nuevo a la nave hasta la isla de Eolo . No quiso ya éste atender a Ulises, considerándolo como a hombre que tenía enojados a los dioses¡ y abandonado el héroe a su suerte, continuó su odisea, llegando, después de seis días y seis noches de navegación, a la ciudad de los lestrigones, en la cual, según dice el texto: ((Un pastor, al recoger en ella su manada, llama a otro pastor, y éste, obedeciendo al llamamiento, sale de la ciudad con la suya. Allí, un hombre que no durmiese podría ganar dos jornales al día: uno apacentando vacas y otro llevando a pacer blancas ovejas, porque los cautinos de la 11oclte y del día están mtty cerca» ( r). Este pasaje no significa otra cosa sino que la noche dura muy poco en dicho país, porque en seguida está el camino o venida del día; y por eso dice antes, que un pastor al recoger su ganado avisa a otro pastor para que salga con el suyo, y que un hombre que no durmiese podría ganar dos jornales en un día. Ahora bien: 1 dónde ha de colocarse una región en la que suceda lo que nos cuenta la Odisea? A esta pregunta parece responder Tá-

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cito , quien, hablando de la Bretaña (Agrícola, XII), nos dice: ((Los días allí duran más que en nuestro país; la noche es clara y en la parte extrema de la Bretaña, corta; y tanto, que entre el fin y el comienzo del día no hay mas que un pequeño intervalo•> (r).

Además, los lestrigones, según la Odisea, no se parecían a los demás hombres, sino a los gigantes, y eran antropófagos. Su rey agarró a uno de los tres exploradores que Ulises había enviado a reconocer la región, y preparó con el cuerpo de él la comida de aquel dia. Este dato conviene también con lo que los autores antiguos nos dicen de las gentes que poblaban las Islas Británicas en aquellos tiempos . Estrabón (Geografía, capítulo 201) dice que los habitantes de Irlanda eran antro­pófagos; y por San Jerónimo sabemos también que lo eran los de la Gran Bretaña.

Por lo que acabamos de decir creemos que debe desechar­se la opinión de Berard, que en su obra L es Plteniciens el l' Odyssée, II, página 250, coloca en Cerdeña el país de los lestrigones, y más aún, si seguimos el relato de la Odisea, según el cual, huyendo Ulises de esos antropófagos, arribó a la región en que tenía su morada la hechicera Circe, desde la cual , después de contarnos todo lo que allí le sucedió a él y a sus compañeros, embarcó otra vez y llegó a los términos del Océano de profunda corriente, o sea al país donde habi­taban los cimmerios, que nos describe en los siguientes tér­minos. {Odisea, XI, 13 y siguientes.)

Los ci·mmerios .- Allí, o sea <<en los términos del Océano, estaba la ciudad y el pueblo de los cimmerios, envueltos en bruma y en nubes. N un ca a ellos el brillan te Sol los alumbra con sus rayos, ni cuando se eleva hacia el cielo, mansión de las estrellas (2), ni cuando se vuelve bajando hacia la Tierra desde el cielo; sino que una perniciosa noche se tiende sobre estos desgraciados mortaleS>>. Desde allí pasó Ulises, siguiendo la corriente del Océano, al sitio donde tuvo la entrevista con los muertos.

Ahora bien; un país donde el Sol no alumbra a sus habitan­tes , ni cuando asciende hacia el cielo, ni cuando desde lo alto

( 1) N ox clara et ~xtrema BYitaniae parte brevis, ut jinem atque initi11m lucis exiguo d'scrimine internoscas . Esta última frase parece traducción de la griega citada en la nota anterior.

(2) No es exac ta la traducción que Feist, (o p. cit., pág. 404) da de es te pasaje diciendo que los cimmerios no veían el sol ni las estre­llas ... nie Sonne und S terne erblicke. Homero no dice tal cosa, sino lo que hemos traducido en el texto.

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de éste desciende hacia la Tierra, debe hallarse en una región en torno de la cual giren las estrellas en su aparente movi­miento diurno, o sea donde los indos colocan el monte Meru, pues a ningún otro lugar de la Tierra convienen ambos requi­sitos; es decir, que debe hallarse en las regiones polares, donde, como se sabe, las noches van prolongándose según la latitud, hasta llegar la mayor a tener seis meses de duración; y acep­tado el relato homérico, la llegada de Ulises debió ocurrir en la época del año en que el Sol alumbra día y noche las regiones antárticas. Y nótese la sucesión de la narración ho­mérica, según la cual, del país en que están muy próximos los caminos del día y de la noche sigue la odisea hacia el Norte, o sea hacia el país en que duran te una parte del año no alum­bra el Sol a los mortales.

Pero se me dirá: ¿quiénes son los cimmerios? ¿dónde aparecen en los tiempos históricos? Los cimmerios, según admiten todos los autores, son los descendientes de Gomer, mencionado como uno de los hijos de Jafet en el Génesis, X, 2; los mismos que los textos asirios designan con el nombre de Gimirrai. En la época histórica aparecen situados en el norte de Ponto Euxino y en la península que de su nombre se llama aún hoy Crimea; pero procedían de los países del Norte, o sea que desde el si tío en que los pone la Odisea en el tiempo a que se refiere su relato , descendieron luego a la región del Ponto Euxino , como puede deducirse del siguiente pasaje de Estrabón, y también de Heródoto.

Hablando Estrabón de los cimbros y de lo que acerca de ellos contaban algunos autores según los cuales aqué.Jlos habían salido de la península que primitivamente habitaban lanzados por una inundación del mar, dice (Geografía, pá­gina 244 , edición Didot): <<Esto censura con razón Posidl'nio en los escritores, y conjetura cuerdamente; porque siendo ladrones y vagabundos los cim bros, y habiendo llegado en sus correrías hasta la laguna Meotis, de ellos tomó nombre el Bósporo cimmerio, que es como si dijésemos (Bósporo) cím­brico, porque los griegos llama•• cimmerios a los cimbros .>>

Tenemos, pues, que, según Posidonio y Estrabón, los cimmerios y los cimbros son una misma gente. Pero Es trabón no nos dice dónde estaba situada la península de la que tuvieron que salir aquéllos, ya fuera por la inundación del mar, ya por otra causa; pues la dicha península no puede ser la Jutlandia, según Estra bón; porque pocas lineas después del pasaje citado, en la misma página, coloca a los sugambros y a los cim bros en la costa del Océano entre las dese m boca-

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duras del Rin y del Elba, añadiendo que la región situada al otro lado de este río, hacia el mar, es enteramente desco­nocida. Pero el relato de los autores que censura Posidonio es anterior a Estrabón; y bien pudieron los cimbros, en el tiempo a que el tal relato se refiere, haber ocupado la dicha península de Jutlandia u otra región costera más hacia el Norte, a la cual hubiesen descendido en época anterior, y desde la cual continuaron bajando, corriéndose parte de ellos hasta el Bósporo cimmerio y quedándose la otra parte en la costa limitada por el Elba y el Rin, donde se hallaban en tiempo de Estrabón, pues los cimmerios no procedían de Asia. Heródoto , que habla de ellos en varios capítulos de su His­toria, no dice en ninguno de éstos que hubiesen venido de esa parte del mundo, sino que expresamente afirma (I, 6, 15, 103; IV, 1, 11, 13) que de Europa pasaron a Asia, empujados por los escitas. Además, la descripción que el mismo Heródoto (IV, 28) nos da del país de los cimmerios conviene más a la región en que los coloca la Odisea que a la del Ponto Euxino , como diremos después que hablemos de otros pueblos anti­guos que con éste se hallan relacionados.

Los hiperb6reos.- Tenemos noticia de esta gente por Aristeas, poeta épico de los tiempos homéricos ( r), de quien Heródoto (IV, 13) nos dice: <<Aristeas, hijo de Caistrobio, y natural de Proconeso , decía en su poema épico que iluminado por Febo llegó hasta el país de los issedones, y que encima de los issedones habitan los arirnaspos, hombres que sólo tienen un ojo; que encima de los arimaspos viven los grypas, guar­dianes del oro, y encima de los grypas, los hiperbóreos, que lindan con el mar; pues todos estos pueblos, según él, excepto los hiperbóreos, comenzando por los arimaspos, han atacado siempre a sus vecinos; así que LOS ISSEDONES FUERON ECHADOS DE SU TIERRA POR LOS ARIMASPOS, LOS ESCITAS LO FUERON POR LOS ISSEDOJ\'ES, Y LOS CIMMERIOS QUE HABITABAN SOBRE EL MAR AUSTRAL, EMPUJADOS POR LOS ESCITAS, DEJARON su TIERRA.$ De modo que, según el relato de Aristeas, en tiempos antiquísimos habitaron en Europa desde la costa septentrional del Ponto Euxino, al que llama mar austral, hasta las regiones árticas, y colocados sucesivamente unos al norte de otros, los cimmerios, escitas, issedones, arimaspos, grypas e hiperbóreos; y el empuje de Jos pueblos del Norte, comenzando por los arimaspos, fué el que hizo que deseen-

(1) Según lo que nos dice de él Heródoto (IV, 15), hay que colo­carlo en el siglo x o IX a. de J. C.

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dieran hacia el Sur los issedones y los escitas, y que pasaran al Asia los cimmerios.

El mismo Heródoto, en IV, 32, nos cuenta que los escitas no sabían nada de los hiperbóreos, y que quizá tampoco los issedones; pero que Hesíodo habló de ellos y también Homero en los Epigonos, si es que Homero, dice, hizo este poema. Los que le dieron noticia de tal pueblo, añade, fueron los habitan­tes de Deles, que hablándole de la ofrenda sagrada que los hiperbóreos les enviaban le dijeron (IV, 33): Que la ofrenda sagrada enviada por los hiperbóreos envuelta en paja de trigo llegó al país de los escitas, y que desde allí, pasando por cada uno de los pueblos que residían hacia el Occidente, llegó hasta el seno del Adriático, desde donde fué enviada hacia el medio­día, y los primeros griegos que la recibieron fueron los de Do­dona; de éstos pasó al seno meliense, y de allí a Eubea, desde donde de ciudad en ciudad fué enviada a Caristo, cuyos habi­tantes la llevaron a Tenas, y los de Tenos a Delos. Dice a con­tinuación que la primera ofrenda la habían enviado con dos doncellas y cinco hombres; mas como éstos no regresaran lue­go a su país, tomaron la determinación de llevarla en adelante hasta los límites del pueblo vecino, encargando a éste que la hiciera pasar a su respectivo vecino, y que así de pueblo en pueblo llegaba a Delos. Si este relato es cierto, parece que alguna relación de vecindad o de comunidad de origen habría habido entre los hiperbóreos y los griegos, en virtud de la cual se creyesen aquéllos obligados a enviar ofrendas a la isla sa­grada de éstos. Sigue contando Heródoto las honras que se celebraban en Deles en honor de las vírgenes hiperbóreas que habían muerto en la isla, y a continuación (IV, 36) dice: <<Y basta con esto de lo que se puede decir de los hiperbóreos; pues no quiero contar la fábula de Abaris, que decía ser hiper­bóreo y afirmaba que él, sin comer nada, llevaba la flecha en torno de toda la Tierra (r). porque si hay hiperbóreos, tam­bién debe haber hipernotios (hipermeridionales). Yo me río al ver que muchos han descrito circuitos o viajes en torno de la Tierra, sin explicar nada razonablemente; porque describen el océano corriendo alrededor de la Tierra, que dicen es circu­lar como si hubiera sido hecha a torno, y hacen al Asia igual a Europa.> A la risa de Heródoto contesta con otra Eratóste­nes en Estrabón, diciéndonos (Geogr., I, 6r) que los hiperbó­reos son los que viven más al septentrión que todos los demás, y que Heródoto, como acabamos de ver, dudaba de la existen-

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cia de tal gente porque creía que las regiones septentrionales de la Tierra estaban despobladas en su tiempo. Tampoco creía Heródoto en la redondez de la Tierra, ni en la fábula de Aba­ris, quien, sin embargo, pudo haber habitado en un punto cuya latitud fuese tal que le permitiera recorrer un paralelo terrestre, cargado con su arco y flecha, sin necesidad de tomar alimento. Negaba también el padre de la Historia que en las regiones polares dejara el Sol todos los años de alumbrar a la Tierra durante seis meses seguidos, y por esto no llegó a inter­pretar bien los relatos que con tanta solicitud buscaba y reco­gía acerca de las dichas regiones. Mas para que se vea mejor la idea que tenía Heródoto de la parte de Europa que se ex­tiende desde el mar Negro hasta el polo ártico, vamos a expo­ner lo que nos dice de los pueblos que la habitaban.

L os escitas y otros pueblos antiguos.-En el libro IV, capí­tulos V, VI y VII de sus Historias, hablando del origen de los escitas, nos dice Heródoto: a) que la nación que ellos forma­ban era la más reciente de todas; b) que el primer hombre que habitó la región, hasta entonces despoblada, fué Targitas, hijo de Zeus y de una hija del río Borysthenes {hoy Dniéper); e) que este Targitas tuvo tres hijos, llamados Lipóxai:s, Arpó­xais y Coláxai:s; d) que de Lipóxai:s descienden los escitas llamados auchates; de Arpóxais, los llamados catiaros y los traspios, y de Coláxais, los escitas reales; pero que los griegos no hacían tales distinciones y daban a todos el nombre común de escitas; e) que desde Targitas hasta la expedición de Darío contra ellos habían pasado mil años justos; !) que Coláxai:s, o sea el antecesor de los escitas reales, dividió sus Estados en tres reinos, que dió a sus tres hijos; g) y que la región situada al Norte, más allá de los países habitados, ni es visible ni acce­sible por causa de las plumas esparcidas por el aire y por el suelo, cuya abundancia es tal que impide ver a través de ellas.

Nos dice también Heródoto que los griegos que vivían en las orillas del Ponto E uxino le dieron otro relato acerca del origen de esta gente, contándole (IV, 8, 9 y 10): a) que Hércu­les, arreando los bueyes de Gerión, llegó a la tierra que ac­tualmente ocupaban los escitas, desierta entonces; b) que Gerión vivía en la isla Erythía, junto a Cádiz, en el Océano, más allá de las columnas; Océano que dicen corre en torno de la Tierra; e) que de alll llegó Hércules a la Escitia, donde, sor­prendido por el invierno y el frío, se envolvió en su piel de león y se durmió; d) que duran te el sueño le desaparecieron por causa divina las yeguas que tiraban de su carro, y que

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buscándolas se encontró con Echidna ( r), que le prometió devolvérselas si se casaba con ella, a lo cual accedió el héroe; e) que de tal unión nacieron tres hijos, Agathyrse, Gelón y Escita, del cual procede el pueblo de este nombre.

Más probable que estos dos relatos creía Heródoto (IV, u) otro que le contaron, sin decirnos quién, y según el cual los escitas, pueblo nómada de Asia, oprimido por los massagetas, atravesaron el Araxes y llegaron a la tierra de los cimmerios, quienes salieron entonces de su país y pasaron al Asia. En el capítulo XII nos refiere los monumentos y restos que de la dominación de los cimmerios quedaban en la Escitia, y des­pués de hablarnos en los siguientes XIII, XIV y XV de Aris­teas, de quien ya hemos expuesto lo pertinente a nuestro tema, dice en el XVI: «Nadie sabe con certeza lo que hay más arriba de la región de que estoy tratando ... , pues Aristeas no llegó mas que hasta los issedones ... , pero yo diré todo lo que he podido averiguar según mis informaciones.)> Y así nos dice (capítulo XVII):

<<Comenzado desde el emporio de los borystenitas, que es el punto central de la costa de la Escitia, están los callípidas, que son helenoescitas; encima de éstos, los alazanes, nación distinta, que en lo demás tienen las mismas costumbres que los escitas ... ; encima de los alazanes están los escitas agricul­tores ... , y encima de éstos, los neuros. Al norte de los neuros ya no hay hombres, según lo que yo sé. Tales son las gentes que habitan a lo largo del Hypanis, al oeste del Borystenes.

>>Al otro lado del Borystenes (cap. XVIII), comenzando desde el mar, está Hylea; luego, más lejos, hacia arriba, los escitas agricultores ... que habitan el país, por el lado de levan­te, hasta el río Panticapa, y por el Norte, hasta once días de navegación curso arriba del Borystenes; luego, encima de éstos, hay un gran desierto, después del cual habitan los an­drófagos, gente especial que no es escita. Encima de éstos ya no hay hombres según lo que yo sé.

>>Al este de los escitas agricultores(cap. XIX), al otro lado del Panticapa, se hallan los escitas nómadas ... , que se extien­den hacia el oriente hasta el río Gerro, por un espacio de ca­torce días de marcha. Al otro lado del Gerro (cap. XX) están los escitas reales ... , que por el mediodía tocan en la Táurica ... y llegan hasta el Tana.ls (hoy Don). Encima de éstos, hacia el Norte, habitan los melanchlaenos, que no son escitas, y encima de éstos hay lagos y tierra inhabitada, según mis noticias.

(r) De ésta habla ya Hesíodo en Theog., v. 295 y siguientes.

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-so-•>Si atravesamos el Tanals (cap. XXI) nos hallamos ya

fuera de la Escitia. Viven allí los saurómatas, quienes desde el ángulo de la laguna Maeotis se extienden hacia el Norte por un espacio de quince días de marcha ... ; encima de éstos se hallan los budinos ... ; encima de los budinos (cap. XXII), hacia el Norte, hay un desierto de siete jornadas; luego del desierto, hacia el oriente, habitan los thyssagetas ... ; vecinos de éstos son los iurcas ... , y encima de éstos, hacia el oriente, viven otros escitas que se separaron de los escitas reales y se vinie­ron a esta región ... Después de éstos (cap. XXIII) hay una región áspera y pedregosa ... y luego altas montañas, donde habita una gente que son todos calvos de nacimiento, lo mis­mo los hombres que las mujeres ... Hasta el país de estos cal­vos (cap. XXIV) la región es conocida, pues llegan allí algu­nos escitas, de quienes no es difícil enterarse, y también algu­nos griegos ... Los escitas que van a estos pueblos se entienden por medio de siete intérpretes y siete lenguas ... ; pero encima de los calvos (cap. XXV) nadie sabe lo que hay ... ; montes altos e intransitables impiden el camino ... ; pero aquéllos di­cen que los habitan hombres que tienen pies de cabra ... y que al otro lado de éstos viven otros hombres que duermen du­ran te seis meses seguidos, cosa qu,e yo de ninguna manera creo.))

Como acabamos de ver, Heródoto nos lleva de gente en gen te, desde la orilla del mar Negro hasta la región polar; y así como antes ha dudado de la existencia de los hiperbóreos o habitantes del Polo, niega ahora que haya hombres que duerman un sueño de seis meses; y lo niega porque le faltó la sagacidad y penetración de que da hartas pruebas en otras partes de su obra, para entender lo que metafóricamente le decían con ello, o sea: no que los hombres durmieran tan pro­longado sueño, sino que allí, en donde ellos moraban, la no­che duraba seis meses. Tenemos, pues, que en tiempo de He­ródoto se ignoraba, y se continuó ignorando después por mu­chos eruditos, la existencia de habitantes en las regiones árti­cas, cosa que se sabía desde los tiempos llamados fabulosos y que por tradición se propagaba de unas en otras generaciones. Así vendrá después Eustacio, en el siglo III o IV de J. C., quien , comentando el pasaje en que Dionisio el Periegeta nos habla de Thule(r), dice: «Después de las Islas Británicas, hacia el septentrión, está la isla de Thule, muy separada, pues es la más septentrional de todas las islas que tienen nombre, en la cual dice Dionisio que día y noche se difunde allí un fuego

(r) V. Didot: Geogr. gr. min., t. II, pág. 329, núm. 581.

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esplendente cuando el Sol, en su movimiento hacia el polo ártico, llega a Cáncer. Pero es increíble e hiperbólico que el día sea allí perpetuo; y aun es más hiperbólico lo que algunos dicen, o sea: que el Sol está allí sobre la Tierra duran te todo el verano, y debajo de la Tierra en el invierno; de modo que el año, en aquel clima, se divide en un día y una noche, como dice Heródoto cuando habla de los cimmerios (1) que no puede nunca s·uceder que haya hornbres que duerman <<na noche de seis meses.»

Pero continuemos el relato de Heródoto. En el cap. XXVI del mismo libro IV nos expone las costumbres de los issedones, y en el XXVII dice que lo que ha dicho de los arimaspos y de los grypas, guardianes del oro, lo sabe de los escitas, quienes a su vez lo sabían de los issedones; y que el nombre arimaspo en lengua escita equivale a u116culo, porque en ella arima sig­nifica uno, y spou , ojo. Y seguidamente en el cap . XXVIII añade: <<En toda la región de que acabo de hablar el invierno es muy riguroso; en ella, durante ocho meses del año, el frío es intolerable, y tanto, que si en ese tie·mpo echas agua no harás barro, pero si enciendes fuego sí que lta·rás barro. El mar se hiela y también todo el B6sporo cimmerio y por encima del hielo salen a campaña los escitas, y llevan sus carros al otro lado, hasta los sindos. Así, pues, durante ocho meses del año per­siste el invierno y durante los otros cuatro hace frío. Allí el invier~o se distingue del invierno de todas las demás regiones, pues durante él casi no llueve, mientras en verano no cesa de llover; cuando truena en otras partes, allí no truena¡ pero en verano los truenos son allí muy fuertes.» Estas condiciones que Heródoto atri buye a la región del Ponto Euxino o mar Negro, o sea al Bósporo cimmerio , parece que convienen mejor a la región de los cimmerios de la Odisea; y más si se advierte que Heródoto las expone describiendo regiones septentriona­les, o sea las de los arimaspos y grypas, vecinos de los hiper­bóreos. Y creo que en apoyo de esta deducción viene Estra­bón (Geogr., cap. XXI), cuando dice: <•Los hombres de enton­ces (habla de los tiempos homéricos) tenían al Ponto como otro Oc~ano , y creían que los que por él navegaban se alejaban lo mismo que los que navegando por fuera de las columnas (las de Hércules o actual estrecho de Jibraltar) se iban muy adelante. Lo creían mayor que el Mediterráneo; y por eso le

(x) Heródoto, en el texto actual no dice esto hablando de los cimmerios, aunque sf habla de ellos a continuación de lo que llevamos expuesto, como diremo$ ~n $eguida.

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llamaron por excelencia el Ponto, como llamamos a Homero el poeta. Por esto, pues, Homero trasladó o lle vó al mar Océano todo lo que había acaecido en el Ponto, para que así fuesen mejor creídas estas cosas, porque tal era la opinión que en­tonces se tenía de ellas.» As! discurría Estrabón queriendo explicarse el relato homérico; pero interpretaba las cosas al revés, o sea: que eran él y los que como él pensaban quienes trasladaban al Ponto y a países del Sur lo que había ocurrido en el Océano y en regiones septentrionales. El mismo Heró­doto nos da otra prueba de ello en la acertada explicación que en el cap. XXXI .del citado libro IV expone de las plumas de que le hablaron los escitas, pues dice así: <<Acerca de las plu­mas de que los escitas dicen que se halla lleno el aire de tal modo que no es posible ver más allá del continente ni avanzar por él, tengo yo esta opinión; por encima (en tiéndase al Norte) de esta región siempre está nevando; menos duran te el vera­no que en el invierno, como es natural. Así que, cualquiera que haya visto caer la nieve en copos ya sabe lo que quiero decir; pues la nieve cayendo se parece a plumitas¡ y por ser tal allí el invierno son inhabitables las partes septentrionales de este continente. Yo creo, pues, que los escitas y sus vecinos, asemejando los copos de nieve a las plumas, me hablaron asÍ.}) A esta interpretación de Heródoto podemos añadir otra, y es que esta noticia, referida a los escitas, sería cierta en la época en que habitaran regiones más septentrionales, desde las cua­les descendieron empujados, como hemos dicho, por los issedo­nes, y empujando ellos a su vez a los cimmerios. Estos pasa­ron al Asia y aquéllos se quedaron en las costas del mar Negro. Y así hay que interpretar también la opinión de los mismos escitas que se creían ser la nación más reciente de todas, o sea que anteriormente o delante de ellos habían descendido de las regiones del Norte no sólo los cimmerios, sino los griegos y demás pueblos con quienes los escitas se comparaban para tenerse por más recientes, a pesar de que por los términos en que nos hablan de su origen y por otros datos deben ser anti­quísimos. Los tres hijos de Targitas , los tres de Coláxais o los tres de Hércules-siempre tres-, a quienes tienen por sus antecesores, me recuerdan los tres hijos de Noé.

MrTOS.-Además de los relatos de los antiguos escritores tenemos algunos mitos que concuerdan con ellos en lo que se refiere a la existencia de la humanidad, en las regiones árticas, durante los primeros tiempos de su existencia, y son los si­guientes:

Surya. - Según la mitologí¡~, jp(i¡¡1 S11rya, o sea el Sol, tuvo

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dos mujeres llamadas Sañjña la una y Chhaya la otra. La pri­mera, que era la legítima, no pudiendo soportar el fulgor de los rayos de su marido, huyó de él y le dejó en su lugar a Chhéiyci, o sea a su sombra. Descubrió Sllrya el engaño y re­clamó su verdadera mujer a su suegro Vizvakarman, quien propuso al Sol que se dejara recortar los rayos, cuyo fulgor ofendía tanto los ojos de su esposa. Consintió en ello Síirya, y el fuego de que fué despojado con esa poda lo empleó en sus talleres Vizvakarman, pues era el di vino artífice de los dioses, como si dijéramos el Vulcano y algo más de la mitología grie­ga. Pero, a pesar de ello, SUrya no continuó viviendo constan­temen te con su verdadera esposa, sino que pasaba una parte del año con ella y otra parte con su sombra (r). Este mito qui­zá tenga explicación distinta de los que exponemos a conti­nuación; pero lo citamos porque, según él, pasa el Sol una par­te del año con su mujer legítima y otra parte con la fingida, o sea con Chhiy3., nombre que en indo significa sombra.

Deméter o Ceres y Proserpina.- El rapto de Proserpina por Plutón no es mas que una variante del mito de Adonis, que des­pués expondremos, cambiados los nombres de los personajes. Ceres, en griego Deméter, que quiere decir <da madre Tierra)), era hija de Crono y de Rea y madre de Proserpina. Un día en que ésta, en compañía de las oceánidas, se solazaba en un verde pra­do, en ocasión en que se separó de su madre para ir a coger un hermoso narciso, se abrió la Tierra ante ella y apareció Plutón, el dios del infierno, que la raptó y se la llevó a su morada. Deméter, su madre, la anduvo buscando durante nueve días y nueve noches, sin probar comida y sin poder encontrarla, hasta que el Sol la enteró de lo sucedido. Enojada entonces ella contra Júpiter, que había consentido tal rapto, se apartó del Olimpo y se retiró a vivir en un lugar solitario abismada en su dolor. La retirada de Deméter ocasionó en seguida la esterilidad de la Tierra; cesó ésta de producir, y la falta de alimento amenazaba acabar con la raza humana. En vano Júpiter le envió un mensajero que la persuadiese a volver al Olimpo; Deméter juró que no devolvería la fertilidad a la Tie­rra mientras no le fuera devuelta la hija. Júpiter entonces envió a Mercurio al infierno para que intimara a Plutón la devolución de Proserpina; mas como ésta había comido un grano de la dulce granada que cautelosamente le había dado aquél, y la granada era símbolo del amor y no podía ella por esto volver definitivamente al lado de su madre, se convino en

(1} Laure Bernard: Les mitologies de tous les peuples, pág. 234-5.

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que de allí en adelante pasara Proserpina en la Tierra dos ter­ceras partes del año y viviese la otra parte en el infierno con su raptor y marido Plutón.

La significación del mito es clara: Deméter o Gemeter -ó.·~!J.1¡n¡p o r1J!L1¡:w-es la Madre Tierra, y Proserpina, su hija, es la vegetación. Ésta queda como amortiguada duran­te los meses de invierno, o sea durante los meses que Proser­pina pasa en el infierno con su marido. Pero la causa de este amortiguamiento es ocasionada por la falta de calor, o sea por el Sol, que es quien realmente desaparece de la Tierra durante una parte mayor o menor del año, en la región en que tuvo origen el mito de Adonis, como veremos a conti­nuación .

El mito de Ado1tis.-Este mito se nos ofrece con algunas variantes según las regiones; pero en el fondo es el mismo, o sea: el amor de la Madre Tierra o de su hija la vegetación con el Ser que le da calor a aquélla para que pueda producir a ésta. En Frigia es Cibeles la enamorada de Adonis; en Gre­cia lo son Venus y Proserpina, y en Asiria y Babilonia es la diosa Istar la que baja al infierno para que vuelva a la Tierra su amante Dumuzi.

a) Cibeles y Atin.-Cibeles es la diosa adorada en Frigia y en Lidia con el nombre de Gran Madre, y el origen de su culto se cree que fué la ciudad de Pesinunte, junto al río Sangario (hoy Sakaria), en cuyas cercanías le estaba dedicado el monte Dindimo. Se la llamaba también <<diosa creadora de la vida>>-~(})oy6\l o t.; Be:OC, así como a Atin se le denominaba (¡el productor de todo lo que nace y muere> --r&\1 ye:\IO¡.t ÉVW\1 xoct q.6e: t?OfLÉvwv 31)u. toupy6~- . El mito, según nos lo cuenta Ovidio, se reduce a lo siguiente: Atin era un pastor de Frigia al cual confió Cibeles el cuidado de su templo con la condi­ción de que se consagrara en ter amen te a ella. Pero él que­brantó este. juramento enamorándose de la ninfa Sangarida; y Cibeles, para vengarse, le inspiró tan violento furor que Atin huyó a los montes y se mut'ló. Según Arnobio, Atin, hijo de la ninfa Nana, fué amado a la vez por Cibeles y por Agdistis; y los dioses, para poner fin a la rivalidad de las dos diosas, decidieron que Atin quedara privado de los órganos de su sexo. Según otra versión del mito (r), en el momento en que Atin se iba a casar con la hija del rey de Pesinunte se presentó su enamorada Agdistis, y la vista de ésta produje

(1) Puede verse ésta y otras que omito en W. H. Roscher: Atts­führlJ.ches Lexicou dcr griechischeu tmd'YOmischcn ll11.1hologie, art. Attis.

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tal furor en el mancebo y en el rey, que ambos se mutilaron; pero según otros relatos, Atin huyó a los montes y se suicidó. Desolada entonces Agdistis, pidió a Júpiter y obtuvo de él que todas las partes del cuerpo de su aman te quedaran in­corruptibles. De modo que los hechos fundamentales de este mito son: Atines amado por Cibeles o por Agdistis - que son la misma diosa con distinto nombre - , y en el momento en que aquél iba a celebrar su matrimonio con la hija del rey, se venga la diosa de él infundiéndole un acceso de furor, durante el cual se suicida. Afligida entonces la diosa por la muerte de su amado, funda en honor de él una fiesta que debía verificarse todos los años en el equinoccio de prima­vera, y en la cual se celebraba la muerte y la resurrección de Atin, porque éste no había muerto para siempre. La diosa le había procurado la inmortalidad, y así volvía él todos los años a la vida con las violetas y flores de la primavera .

El nombre Atin (r), que en griego se nos ofrece con las formas Attis y Attes, y en latín con las de Atys, Attys y Attin, es el semita Adón, del cual procede, lo mismo que el de Adonis , cuyo mito, como veremos a continuación, conviene en todo con el de aquél, exceptuando el hecho de la mutila­ción. La identidad de Atin con Adonis fué ya reconocida por los antiguos, como puede verse en los dos pasajes que trae Roscher en la citada obra, que traducidos del griego dicen así: <<Ü h Ati, los Asirios te lla man muy deseado Adonis>> ; y <cAplacad a Atin , dios grande, casto Adonis, a quien se invoca con el grito evoe, el que nos da la felicidad, el de her­mosa cabellera Diónism>.

A donis, Venus y Proserpina.- Del mito de Adonis nos da una relación completa A polo doro ( 2), quien probable­men te la tomó de Paniasis de HaJicarnaso, que se cree fué tío o sobrino de Heródoto. El relato de Apolodoro dice así: <<De Herse y de Hermes nació Céfalo, de quien se enamoró la Aurora, que lo raptó y se lo llevó a Siria, donde, unida con él, dió a luz a Ti tono, de quien fué hijo Fa e ton te , como de éste lo fué Astínoo y de éste Sándaco, quien , habiéndose trasla­dado de Siria a Cilicia, fundó la ciudad de Kelénderi, y casado con Farnace, hija de Megessaro , engendró a Kinira, rey de los sirios. Este Kinira emigró con su pueblo a Chipre, donde

(I) Elijo esta variante entre las demás porque conserva la n de su origen, el semita Adón.

(2) B·ibliotileca, lib. m, c. XIV, 3 y 4· Didot: Histor. graecor . f ra.gm., t. l.

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fundó a Pafos; y casado con Metharma, hija de Pigmaleón, rey de la isla, tuvo con ella a Oxíporo y a Adonis, más tres hijas, que por venganza de Afrodita tuvieron que casarse con extranjeros y acabaron sus días en Egipto. Adonis, siendo niño aún, murió de la herida que le causó en una cacería un jabalí por culpa de la encolerizada Artemis. Hesíodo dice que Adonis fué hijo de Fenix y Alfesibea; pero según Paniasis lo fué de Tiante, rey de los asirios, y de su hija Smirna, y el nacimiento ocurrió del siguiente modo:

Enojada Afrodita con Smirna porque ésta no le rendía honores, la llenó de incestuoso amor hacia su propio padre, a quien ella logró engañar con ayuda de su nodriza. Irritado éste al darse cuenta del engaño, tomó la espada para matar a su hija; huyó ella; mas cuando iba a ser alcanzada por aquél, rogó a los dioses que la hicieran desaparecer; y, com­padecidos éstos, la convirtieron en el árbol de la mirra. A los doce meses se abrió el árbol por sí mismo, naciendo Ado­nis, a quien Afrodita, al verlo tan hermoso, ocultó en una

. arquita, y a escondidas de los dioses se lo llevó a Proserpina. Enamorada ésta del niño en cuanto lo contempló, no quiso ya devolvérselo a aquélla; y llevado el pleito ante Júpiter, decidió éste que Adonis pasara una tercera parte del año con Proserpina, otra con Afrodita y otra donde él prefiriese. Pero Adonis concedió esta parte a Afrodita, viviendo con ella ocho meses del año y cuatro con Proserpina en los infiernos . A este relato de Apolodoro añade Ovidio que Afrodita fundó una fiesta de luto en honor de su hermoso amante; y otros escri­tores posteriores refieren que hallándose aquélla inconsolable por la muerte de su amante - a quien mató un jabalí en una cacería- bajó al infierno y alcanzó la vuelta de Adonis al mundo, por lo cual en adelante pasaba éste dos terceras par­tes del año con ella y una con Proserpina, o bien medio año con cada una (1). Ya hemos dicho que el nombre Adonis pro­cede del semita Adán, señor. Su culto se hallaba muy exten­dido por el Oriente, donde tenía varios santuarios. La fiesta en honor de él se celebraba o en la primavera o a la caída del verano, y constaba de dos partes: un día de luto , en que se llevaba a enterrar el cadáver de Adonis, y otro de regocijo y alegria, en que se festejaba su resurrección. En Biblo,

(1) Los textos de los autores mencionados que no citamos y otros pormenores que omitimos pueden verse en el citado Lexiccm de Roscher, art. Adonis. También el hecho de nacer Adonis del árbol se relaciona con una variante del mito de Atin que no hemos citado y. puede verse en el mismo Roscher.

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donde se verificaba en la primavera, se celebraba el primer día el en tierra de Adonis, acompañado de los lamen tos, lloros y gritos de dolor de las mujeres que seguían el cortejo gol­peándose los pechos a la vez que prorrumpían en aquellas exclamaciones. Al día siguiente se repetía la fiesta, pero alegre, y al grito de ((resucita, resucita>>. También en Atenas parece que se celebraba la fiesta en la primavera. Luciano (De syria dea, 6 y 7) nos dice: «Vi también en Biblo un gran templo de Afrodita biblia, en el cual celebran los misterios de Adonis ... ; los habitantes de Biblo afirman que el hecho de la muerte de Adonis por el jabalí ocurrió allí, en el país de ellos; y por eso, en memoria de su padecimiento, se dan gol­pes de pecho todos los años y lloran y celebran los misterios y tienen grán luto por toda la región ... Pero hay algunos habitantes de Biblo que afirman que allí en el país de ellos fué sepultado Osiris el egipcio, y que los misterios y pasión que ellos celebran no son en honor de Adonis, sino en el de Osiris.)>

En Antioquía y en Alejandría se celebraban estas fiestas al fin del verano. De las de Alejandría nos da Teócrito (Id. XV) una circunstanciada descripción. En un colchón de púrpura se colocaba el cadáver de Adonis que figuraba ser el de un joven de diez y ocho años, y acostada, junto a él, Afrodita . En derredor ponían frutos de todas clases y floreros o jar­dincillos de Adonis, y otras cosas. Una cantora entonaba un himno en honor del dios, en el cual, entre otras frases, decía: <t¡Oh querido Adonis! Tú eres, según dicen, el único de los semidioses que vas al Aquerón, y de allí vuelves aquí. Ni Agamenón, ni Ayas ... consiguieron tal honor ... Aplácate, querido Adonis, y senos propicio en adelante. Ahora te vas, Adonis, y cuando vuelvas, vendrás como bienhechor.» De modo que estas fiestas tenían el doble carácter de ser símbolo del luto y de la alegría, según que representaran la muerte del dios o su resurrección. Mas yo creo que en un principio debieron ser dos fiestas distintas y celebradas en distinta época del año, las cuales después se reunieron en una sola, cuando había desaparecido de la memoria de los que las cele­braban el hecho real que las había motivado. Es decir, una fiesta de luto en la época en que el dios bienhechor, o sea el Sol, desaparecía del horizonte; y otra de alegría, en los días en que volvía a manifestarse nuevamente. Emigrados los pueblos de las regiones en que tal hecho ocurría, y sigue ocurriendo actualmente, celebraron las dos fiestas a la vez; unos en la primavera, o sea cuando Adonis empieza a ilumi-

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nar las regiones árticas, y otros al fin del verano, que es cuando aquél desaparece de ellas para no volver a lucir sobre el ho­rizonte hasta pasados algunos meses, o hasta la primavera siguiente.

Osiris e Isis.-El mito es el mismo, cambiados los nombres de los personajes (t). En Egipto era Osiris, el Sol del hemis­ferio inferior, el buscado y hallado todos los años por Isis, su hermana y mujer, que simbolizaba la Tierra. Como ya hemos dicho, algunos habitantes de Biblo, según Luciano, decían que los misterios que en su ciudad se celebraban no eran en honor de Adonis, sino en el de Osiris, quien, al igual que aquél, también había sido muerto trágicamente. La le­yenda de su muerte por los golpes de Set, su resurrección y la venganza que de sus enemigos tomó su hijo Horus se creía por todos que se habían verificado en la Tierra; y todas las ciudades del valle del Nilo pretendían haber sido teatro de uno de los episodios de ese gran drama (2) , como lo pre­tendían también los habitantes de Biblo.

Ta1n11t.uz o Dumttzi e I star.-EI nombre babilonio-asirio Tammuz procede del presemita o súmero-acadio Dumuzi, que dicen significa <<prole divinru>. Según la opinión corriente entre los mitólogos (3), Dumuzi fué originariamente un dios de la vegetación primaveral a la vez que del mundo de los muertos¡ es decir, una divinidad infernal que, como otras divinidades análogas del panteón mesopotámico, vino a ser luego un dios solar, y al igual que Marduc, de quien era her­mano, el Sol antes del estío. En mi opinión Dumuzi es el mismo Osiris con distinta denominación , y el mismo Adonis, con quien quizá convenga hasta en el nombre, si, como creo, es una misma la raíz -don, dtnn.- de ambas voces. Y en este caso fué primitivamente el dios de la vegetación primaveral, o sea el Sol, concebido después como divinidad infernal du­rante los s.:!is meses en que, desapareciendo de las regiones árticas, ilumina el hemisferio inferior. Dumuzi apacentaba su rebaño junto al árbol de Eridu, la ciudad sagrada de Ea, divinidad que en las fórmulas mágicas de conjuro era invo­cada como «espíritu de la Tierra». El misterioso árbol se ele­vaba en el centro de la Tierra, lo mismo que hemos dicho del gigantesco loto del Meru, y lo mismo que la ciudad de

(1) V. Comuto: Theologiae Graecae Cont/>endium, 28, pág. 54 y siguientes, ed. C. Lang. Leipzig, t88I.

g~ ~: ~~n~~~t"~:f:t~éi~"~a~l~~!~~~A;~i~a:ífit~~g: 1899, pá-gina 135 y siguientes.

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Delfos. Era una palmera bruna que tenía sus raíces en el lecho de reposo de Bau , la madre de Ea, y cubría con su am­plia y espesa sombra todo el suelo a su alrededor. Y allí, junto al árbol , cayó muerto el joven Dumuzi , herido por un jabalí, lo mismo que Adonis; y al igual que éste, fué rescatado del infierno por la diosa que de él estaba enamorada, por Istar, como diremos después.

En . Babilonia, donde Dumuzi tenía consagrado un tem­plo, se celebraba todos los años, en el mes de d~tz·u, llamado así de su nombre, una fiesta destinada a conmemorar la muerte y la resurrección del dios. Duraba aquélla seis días: el primero de éstos se dedicaba al dios Sol; los dos siguien tes, a llorar y lamentar la pérdida del mismo; en el cuarto se ofrecían sacrificios (?) de leones y de serpientes; otros sacri­ficios en el quinto, y finalmente, en el sexto se celebraba la resurrección del dios y su nueva unión con su enamorada Istar. Entre las ceremonias con que se celebraba la resurrec­ción del dios figuraba la bajada de Istar al infierno, la cual, según el mito, se verificó del modo siguiente:

Istar, que según los mitólogos fué en el panteón babilo­nio-asirio símbolo de la Tierra que se cubre de vegetación después del ardiente calor de la canícula y del riguroso frí o invernal , estaba perdidamente enamorada de Dumuzi, y cada año se encendía de nueva pasión por él. Muerto éste por las heridas del jabalí , no se resignó a vivir sin él, y emprendió un viaje al infierno para volverlo a la vida. Llegada la diosa a la puerta de la mansión de los muertos, llamó pa ra que se la abriesen ; amenazando, si no se la complacía, con romperla y resucitar a los que allí dormían. El guardián le ruega que espere mientras él va a anunciar la visita a Allat. Duda ésta al principio; pero concede luego el permiso para que aquélla entre, mas con la condición de que permita que se la trate conforme a la ley antigua, es decir, que comparezca desnuda. El guardián le abre la primera puerta, y en cuanto ella la pasa, le dice: «El palacio del país sin retorno se ll ena de gozo ante tu presencia•>, y mientras tanto le quita la corona de la cabeza. Pregunta ella por qué la despoja de tal prenda, y le contesta que tal es la ley de Allat. De puerta en puerta le va quitando sucesivamente los pendientes, el collar adornado de amuletos, las joyas del pecho, el cinturón, las ajorcas de las muñecas y de la garganta de los pies, y, por último, en la séptima puerta la despoja del velo del pudor. Al presen­tarse Istar ante Allat, se llena de furor ésta y ordena a su siervo que la atormente con la enfermedad de los ojos, del

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costado, de los pies, del corazón y de la cabeza. Mi en tras la diosa sufre estos tormentos, la vida en el mundo se resiente de su ausencia; el amor cesa de actuar en los hombres y en los brutos; por poco que tarde la diosa en volver a la Tierra, comenzará ésta a despoblarse. Samas (el Sol), aconsejado por Papsucal (el siervo de los grandes dioses), que se le presenta vestido de luto y lleno de dolor, se apresura a presentarse a Sin y a Ea , y les cuenta llorando la tristeza de la vid.a en la Tierra por la tardanza de Istar. Ea envía entonces a Uddu­sunamir, el siervo de los dioses, con el encargo de que diga a Allat que deje salir a Istar. Se encoleriza aquélla al recibir la orden, pero obedece y ordena a su criado que resucite a ésta, a la cual, al salir, le va devolviendo en cada puerta las prendas y ornamentos de que la había despojado al entrar. Al salir Istar a la luz del día, le anuncia el genio que de allí en adelante le pertenece Dumuzi, y le enseña las ceremonias que debe hacer periódicamente cada año para volverlo a la vida.

Este mito, dice Bassi (o p. cit., pág. r66), cuyo fondo es evidentemente naturalista, puede tener un significado astro­nómico: los fenómenos relativos al planeta Venus, o sea su aparición a la caída de la tarde y su reaparición por la ma­ñana, al amanecer. Explicación que no me satisface, porque, según ya se ha dicho, Dumuzi moría todos los años y todos los años volvía de nuevo a la vida. Y el dios que desaparece todos los años de ciertas regiones de la Tierra por un espacio mayor o menor de tiempo-seis meses o cuatro meses, según el mito en que nos ocupamos-no puede ser otro sino el dios Sol: Surya entre los indos, Osiris en Egipto, Dumuzi entre los súmeros y los acadios, Tammuz en Babilonia, Adonis entre los griegos. Y este relato no puede proceder mas que de un pueblo que haya vivido en la región del planeta en que se cumple este fenómeno, o sea en la región ártica, donde, como sabemos, el Sol desaparece del horizonte, llegando a fal tar en el Polo seis meses seguidos cada año.

Samas .- Y todavía confirma más esta deducción nuestra el mito de Samas, nombre semítico del Sol, a quien la pobla­ción presemita de la Caldea- los súmeros y acadios- Uama­ba Babbar y Utu. Samas tenía el oficio de llevar durante el día la luz <<del amplio espacio del cielo>> a los dioses y a los hombres; y, para cumplir su cometido, salía todas las maña­nas del interior del cielo, por la puerta oriental, todo encendi­do en llamas y en un coche guiado por dos escuderos y tirado por robustas mulas. Una vez salido, CORRÍA RÁPIDAMENTE

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POR ENCIMA DE LA CADENA DE MONTAÑAS OUE CIÑE AL MUNDO; es decir, A LO ! ,ARGO DE LA LÍNEA QÜE DIVIDE EL CIELO DE LA TIERRA. El disco encendido que se ve desde aquí bajo no es mas que una de las ruedas del coche.

Fijemos la atención en este relato que traduzco de Bas­si (op. cit., págs. 62 y 63), y veamos la región de la superficie de la Tierra desde la cual se ha de mirar al Sol duran te su aparente viaje diurno, para que sean verdad las circunstan­cias en que lo verifica. Corre el Sol, como hemos dicho, por la cadena de montañas que rodea al mundo, siguiendo la línea que divide el cielo de la tierra; es decir, que recorría el Sol la curva que limitaba el horizonte sensible del pueblo que todos los días le veía dar tal carrera. Esto no es verdad en nuestras latitudes, y sólo puede ocurrir y ocurre hoy en la región de los periscios, o sea la de los habitan tes de la Tierra que proyectan su sombra en derredor de sí; es decir, en las zonas polares, pues como el Sol se mueve en derredor y no por encima de ellos, pueden decir con verdad que corre por la línea que divide el cielo de la Tierra.

Este pueblo debía hallarse por lo menos a la latitud del archipiélago de Spitzberg (r), donde durante cuatro meses en teros del año el Sol, girando in cesan temen te por la parte meridional del cielo, ilumina con sus rayos oblicuos los heleros y las rocas. Pero allí el invierno dura también cuatro meses de continuada noche, duran te los cuales no tienen más luz que la de las auroras boreales (2). De modo que en los países situados en esa latitud el Sol se halla cuatro meses seguidos acariciando continuamente y sin interrupción a su enamorada Afrodita, o sea a la Tierra, que no cesa de producir. Vienen, después de un intervalo de dos meses, otros cuatro durante los cuales desaparece completamente el disco del Sol; es decir, los cuatro meses en que éste se halla con Proserpina en los

(1) En el Océano Glacial Artico, desde el 5° a los 29°, long. or. y 74o a 8o0 1/ 2 long. sept. Este archipiélago pertenece a Rusia, pero a veces se ha considerado como una agregación de la América del ~ Norte, por hallarse a igual distancia de ésta que de Europa. En todo lugar cuya latitud boreal sea la media de este archipiélago, el Sol está sin salir desde el 27 de octubre hasta el 17 de febrero inclusive, y sin ponerse, desde el 19 de abril hasta el 25 de agosto. En los dos períodos comprendidos entre esas dos épocas el Sol sale y se pone diariamente. Los días que preceden a la larga noche invernal son de cortísima duración¡ el Sol nace y se oculta por el Sur, y a veces no llega a salir todo su disco. En cambio, en las vísperas del 19 de abril el Sol permanece oculto poco rato, y hacia la parte del Norte.

(2) Reclus: Geogr. Univ. , t. V, pág. 262,

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profundos, allá abajo, en las latitudes inferiores, o sea en el infierno. Sigue otro intervalo de dos meses, que con el anterior forma los cuatro durante los cuales el Sol, según Júpiter, podía estar donde quisiese, y que él prefirió pasar con su enamorada Afrodita, con la Tierra, a la que alumbra, pero ya no seguidamente, sino con intervalos mayores o menores de día y noche (1). Todavía hoy, en Laponia y pueblos de Suecia y Noruega, se celebra la fiesta de la vuelta del Sol con fuegos que encienden en .las alturas de los montes. Y ¿en qué parte de la Tierra, dice Reclus, podría el Sol ser más venerado que en esas latitudes, donde en el espacio de pocas semanas derrite el blanco manto de nieve que cubre la tierra y la adorna de nuevo completamente con el follaje de la vegetación y con las flores?

El mito, pues, de Adonis no es engendro de la imaginación;

(1) No creo que deba detenerme en refutar la explicación que da Frazer (o p. cit.) del mito de Adonis, cuando él mismo proporciona argumentos en favor de la mía. Así, en la página 33 de la traducción francesa se lee: •Nous avons vu comment chez les Oraons tribu pri­mitive du Bengale montagneux, un pretre et une pretresse célébraient annuellement le mariage du Dieu-Soleil et de la Déesse-Terre et per­sonifiaient respectivement ces deux divinites. Cette cérémonie .. . a été décrite ... par un missionaire jésuite ... Le rite est célébré durant le mois de mai quand fleurit l'arbre Sal... C'est la principale fete de l 'année. Le but de cette fete est de célébrer le mariage mystique du Roi-Soleil ( Bhagawan) avec la Déesse ( Dhart.i -l\1ai) pour les induire A étre feconds et A foumir des recoltes abondantes.• Pero en la pá­gina 177 y siguientes dice: • ... la ceremonie de la mort et de la résur­rection d'Adonis doit avoir été aussi une représentation drama tique de la mort et de la renaissance des plantes ... la légende qu'Adonis passait la moitié, ou selon d 'autres le tiers de l'année dans les regions inférieures et le reste sur la terre, s 'explique d 'une fa~on tres simple et naturelle par la supposition qu ' il representait la végétation, et en particulier le blé, qui 'est enterré sous le sol pendant la moitié de l 'année et devient visible pendant l 'autre moitié. 11 est certain que, parmi les phénoménes annuels de la nature, il n 'en est aucun qui suggere si evidemment l 'idée de mort et de resurrection que la disparition et la reapparition de la vegetation en automne et a prin­temps. On a pris Adonis pour le Soleil; mais il n ' y a ríen dans les revolutions annuelles que le soleil accomplit dans les zones tempérée et tropicale qui 'suggere qu ' il est mort pendant la moitié ou le tiers de l 'année, et vivant le reste du temps. On pourrait dire qu'ii est affaibli pendant l 'hiver, mais non pas mort: sa réapparition quoti­dienne contredirait la supposition. Dans les regions arctiques, oil le soleil disparait chaque année pour une période qui s'etend de ving~quatre heures a six mois, selon la latitude il serait naturel de croire a sa mort et a sa résurrection; mais personne, si se n'est l'in­fortuné astronome Bailly n 'a jamais soutenu que le culte d'Adonis venait des régions arctiques.t

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es un hecho real que todavía se verifica anualmente. El pueblo que en remotísima época habitara en esas latitudes celebraría todos los años una fiesta de alegría por la reaparición del dios, y otra de luto por la desparición del mismo. Trasladado después ese pueblo en sus emigraciones a otras latitudes donde ya no se da el hecho real de la aparición y desaparición anual de Adonis, continúa celebrando la fiesta¡ mas como el hecho que la motiva no tíene allí realidad que pueda expli­cárselo satisfactoriamente, surge entonces el mito, y cada pueblo lo reviste y adorna de una u otra manera según su carácter y fantasía. Pero lo que es mito para los que consi­deran la fiesta en estos pueblos emigrados , no lo es para los que todavía continúan celebrándola a su sazón; es decir, en la época en que el Sol reaparece en su horizonte.

Pero se me dirá. En aquella época, es decir, hace cinco, seis, diez mil años, cuando el hombre no tenía los recursos con que hoy cuenta para defenderse de las inclemencias del tíempo, ¿podía habítar en esas latitudes? Los geólogos con­testan afirmativamente a esta pregunta. Calculan ellos que la duración de la actual época geológica es de 40.000 años; y llegan a la conclusión de que se puede tener por muy pro­bable que los mismos años hace que la humanidad comenzó a extenderse sobre la superficie de la Tíerra (r). La tempera­tura media de las regiones árticas al fin del período terciario era todavía de unos doce grados, según Oswald Heer. En el archipiélago de Spitzberg, aliado del osmondo o helecho real , de la cola de caballo y de plantas del género taxodittm, crecían los chopos, los plátanos, el nogal, el olmo, el avellano , el aliso, la magnolia, el tilo, el viburno, etc. , etc.; y en Groen­landia, además de los dichos vegetales, crecían también el sauce, el abedul, el haya, el arce, el acebo , el fresno, el espino, el ciruelo, la aladierna, el ruibarbo , la hiedra, el cornejo y hasta la vid (2). La Groenlandia y el archipiélago de Spitzberg conservaron , durante el período numulítico que señala el principio de la época terciaria y durante el período neógeno que le sigue, una rica flora que demuestra que las regiones polares no habían llegado aún a tan baja temperatura. Su temperatura era la que hoy tenemos en la región del Medi­terráneo. El país de Grinnel, a los 8zO de latitud , tenía el

(1} V. La Terre avant l'Histoire. Les origines de la vie et de l'hom ­me, por Edmont Perier. París, sin año, pág. 37, del vol. 1 de la Biblio­tl~bjue de synthCse historique.

(2) Perier: op. cit., pág. 337·

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clima que hoy se tiene en los Vosgos (1). En esas condiciones climatológicas creo yo que bien pudo vivir el hombre.

Y creo además que en esas regiones hay que buscar la cuna del género humano, y que desde ellas, mejor que desde otra cualquiera, se explica la difusión de aquél por América, Asia y Europa, procediendo siempre, en general, de Norte a Sur y nunca de Sur a Norte. En este supuesto, las primeras gentes que se separaron del lugar de origen son las que más lejos se hallan de él, o sea las que han ido más hacia el Sur, ya empujadas por otras que de allí descendían, ya espontá­neamente, moviéndose por sí mismas en busca de nuevas tierras. El estudio comparativo de las lenguas, por diferentes que éstas parezcan a primera vista, no se opone a la existencia de una época en que la humanidad, viviendo como una gran familia, hablara una lengua única y primitiva, o sea a lo que leemos en el Génesis (XI, 1): <<Erat autem terra labii unius et sermonum corundem.>> Científicamente ya no puede hoy afirmarse que todas las lenguas habladas actualmente en la Tierra no procedan de una. Quien lo sostenga, demostrará con ello su ignorancia en este orden de conocimientos. Si yo afirmo que cuantos estamos aquí somos hoy los mismos que éramos hace 30, 40, 60 ó 70 años, es decir, que somos los mismos que el dia en que nacimos, no extrañaréis la afirmación y hasta quizá digáis que lo que digo es una perogrullada. Pero tampoco me negaréis que a los que hayamos pasado de cierta edad, si la madre que nos dió a luz o la nodriza que nos crió hubieran dejado de vernos desde el día en que cesaron de alimentarnos con su propia substancia, no creo que ahora, pasados tan tos años, nos reconocieran al volvernos a ver; es decir, no creo que reconocieran que las canas de ahora, la cara arrugada, las manos descarnadas, etc., etc., son los cabe­llos, carita, manitas, etc., que entonces acariciaban; y sin embargo lo son. Pues cosa análoga ha sucedido en el desarrollo del lenguaje. Si. pudiera darse el caso de que un español, un francés y un italiano, por ejemplo, emprendiesen hoy, juntos los tres, un viaje de retroceso hacia atrás, y, remontándose año por año hacia el pasado, llegaran al siglo IV o al m de ]. C. , se hallarían agradablemente sorprendidos al ver que los tres, sin apenas darse cuenta, hablaban una misma lengua, o sea el latín; y lo mismo sucedería a todos los individuos de los pueblos de lengua neolatina. Y téngase en cuenta además que en este viaje de retroceso no sabrían decir cuándo em-

(1) Perier: op. cit., pág. 59·

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piezan cada una de estas lenguas a dejar de ser latín . El mismo razonamiento puede hacerse con los distintos pueblos de habla germánica o eslava; llegarían unos y otros a la época del germánico común o del eslavo común. Si entonces un germano, un eslavo, un latino y un indo pudieran continuar su viaje hacia atrás, llegarían también a una época, todo lo

· remota que se quiera, en que el latín no se distinguía del germano, ni del eslavo, ni del indo; es decir, que llegarían al día en que la lengua indoeuropea no se había diferenciado en dialectos: era una sola lengua . Y sin embargo, ¿quién no se extrañará al o ir afirmar que el indo que dice hoy He asmG.ka'm,, svargasthapitas, tvannáma pu¡yam bhavatu, etc.; el alemán que reza Valer unser der du bist in dem Himmel geheiliget werde dein 1tanze, etc.; el sacerdote que entona Pater noster q~ti es itz. caelis sancti ficetttr nomen tuum., etc., y el valenciano que ora P are nostre qu' estás en el cel santificat siga el teu nom, et­cétera, quién no se extrañará, repito, si oye decir que todos rezan en una misma lengua? Y sin embargo así es.

Aun se podría ir más hacia atrás, y yo creo que sucedería lo mismo que llevamos dicho al semita y al indoeuropeo que realizaran semejante viaje, y asi indefinidamente hasta llegar a la época en que era verdad la citada frase del Génesis; es decir, que llegaríamos también a la época de la unidad de las lenguas flexivas con las aglutinantes, y luego a la de la uni­dad de éstas con las monosilábicas; pues estos distintos esta­dos en que se nos ofrecen hoy las lenguas no son mas que fa­ses o aspectos distintos del desarrollo de la primitiva: monosi­labismo, aglutinación y flexión . Y aunque resulte pesado en la exposición de este punto, no quiero dejar de traducir un párrafo de J. Vendryes, quien en su I ntroduction ling<tistiq«e a l'Histoire (1) dice en las páginas 355-6, hablando de este particular: «¿Podemos ascender más hacia atrás? Nada impide el creerlo, y algunos lingüistas modernos están persuadidos de ello. Del mismo modo que se ha creado la gramática com­parada de las indoeuropeas, debemos pensar que continuando el estudio de los demás troncos lingüísticos y sacando los prin­cipios generales de la estructura de ellos se llegará a recons­tituir lenguas comunes que serán respecto del indoeuropeo lo que el latín , dentro de éste, es respecto del griego. Ya se han hecho notar desde hace tiempo relaciones entre el indoeuropeo y el finohúngaro. En el campo semítico se han puesto en evi­dencia muchos trazos característicos que ofrecen semejanzas

(1) Tomo III de la citada Biblioteca de síntesis histórica .

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sorprendentes con el indoeuropeo. De aquí deducen algunos lingüistas la posibilidad de una comunidad lingüística que comprendería las lenguas semiticas y las indoeuropeas. Las dos representarían entonces un solo grupo lingüístico, y en este caso el francés sería la misma lengua que el árabe o el etíope, como demostrado está que es la misma lengua que el ruso, el persa y el irlandés. No nos detengamos ante las dife­rencias que nos presentan estas lenguas: si la hipótesis de la comunidad indoeuropea-semita es temeraria, no es la gran variedad de las lenguas comprendidas en ella la que ocasiona la temeridad. El hecho es que el sem;ta parece desde luego más afín al indoeuropeo que los otros grupos lingülstícos reco­nocidos hasta hoy. ¿Podrán estos grupos a su vez reducirse más y más y fundirse en unidades más extensas superpuestas históricamente? Este es el secreto del porvenir. Hay todavía muchas lenguas a las cuales no se ha aplicado el método his­tórico comparativo y acerca de las cuales no se ha dicho aún la última palabra.>>

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IV

Y vamos a terminar nuestro discurso dedicando los últi­mos párrafos al nombre que creemos de be llevar el pueblo que en los tiempos prehistóricos propagó su lengua por todos los países que hemos enumerado y continuó propagándola en )os tiempos históricos y continúa aún en nuestros días. Prime­ramente se le denominó ario, y aria a su lengua; luego indo­europeo, y por algunos indogermánico.

F. Stolz, en su ya citada obra (r), dice que le parece más acertada la denominación de indogermánico que la de indo­europeo, por no pertenecer a este tronco lingüístico algunas de las lenguas que todavía se hablan en Europa, como son: el vascuence, el húngaro, con su afín el finés o finlandés, y el turco. Pero yo no veo la razón de este argumento; porque la denominación de indogermánico que Stolz prefiere deja fuera de su significación al <!elta, al eslavo, al latín y al griego; y lo mismo que indogermánico se le podría llamar indoeslavo, indolatino, etc. Yo creo que el nombre ARIO para el pueblo y ARIA para la lengua es el más adecuado, por ser más antiguo y por designar a la vez la calidad que más que ninguna otre. caracteriza no sólo al pueblo primitivo que propagó la dicha lengua, sino a los pueblos que continúan hoy hablándola. Es además el más extendido y el que figura en mayor número de dialectos. El grupo de individuos de ese pueblo que se esta­bleció en el norte de la India se llamó a sí mismo ario, palabra que significa noble, para distinguirse de los antiguos habitan­tes del país, a quienes designó con el vocablo zt<dra. El nom­bre Irán que llevó la antigua Persia procede etimológicamen­te de arytintim, gen. pi. del tema arya, modificado en erdn en el medio persa, y pronunciado luego irán; significa, pues, de

( r) Historia de la lengua latina, pág. 40 de la traducción de A. Castro.

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los arios, o sea (país) de los arios. Los medos, según Heródo­to (VII, 62), se llamaban antiguamente arios, antes de tener aquel nombre. La raíz ar de esta palabra ven algunos en el nombre Armenia, y en el gótico era , <moble>>. El nombre actual de Irlanda, antiguo Ireland, tiene también la misma raíz, y significa, por lo tanto, <•país de los arios>> . Tácito (Germ., 43), hablando de la península escandinava, nos dice: <<La Suevia está dividida y cortada por una cadena continua de montañas, al otro lado de la cual habitan muchas gentes. De éstas, la que ocupa mayor extensión es la de los lygios, la cual se halla dividida en muchos pueblos, entre los que citaré como más valientes a los arios, helveconas, manimos, elysios y nahar­valos ... L os arios, que aventaian en valor a todos los pueblos que he meacionado, son feroces, y secundan su natural fiereza con el arte y la ocasión, pues llevan escudos negros y el cuerpo teñido, y eligen para atacar las noches obscuras. El lúgubre aspecto y apariencia horrible de tal ejército infunde terror ... Vemos, pues, que el vocablo ario lo tenemos en indo, en persa, en el nombre Armenia, en celta, en gótico y en el pueblo más feroz de la antigua Suevia . A la raíz del mismo vocablo hay que reducir también el nombre del dios de la guerra entre los griegos, o sea "A~"')c;, y el comparativo &.tdwv y el superlativo cXpta-ro~ que tenemos en las voces compuestas aristocrático y aristocracia. La raiz y significación de estas voces griegas con­vienen con el indo ario. A res es el dios de la guerra, y áristos significa el meior, el más bravo, el más valiente, el más 11oble. ¿Y a qué pueblo del planeta convienen mejor estos calificati­vos sino al pueblo que ha propagado su lengua por las cinco partes del mundo y ha dominado en todas ellas imponiéndoles su supremacía? Termino, pues, afirmando que el nombre ario es el que más le conviene y el que debe darse a este pueblo, como el de aria a su lengua.

HE DICHO.

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NOTAS BIOGRAFICAS Y OBRAS DEL EXCMO. SR. D. ENRIQUE DE AGUILERA Y GAMBOA, XVII MARQUES DE CERRALBO

MADRID, 8 JUJ.IO DE 1845- t 27 AGOSTO DE 1922

Setenta y siete años, un mes y diez y nueve días duró su vida mor­tal, dedicada toda a confirmar su noble prosapia; en él, la nobleza en el obrar correspondió a la del nacer: fué noble de derecho y de hecho. Niño aún, cambia por ochavos escogidos en el cajón de un tendero de aquellos tiempos, la primera peseta en plata de que fué dueño, Y comienza con ellos su monetario, en el que llega a reunir hasta 22.ooo ejemplares. Cursa la segunda enseñanza en las Escuelas Pías de San Fernando, y empieza a seguida a colaborar asiduamente en el F omento Literario y en la Ilustración Católica. Político desde 1869, milita por convicción en el partido tradicionalista¡ propaga con ardor sus ideales y funda las juventudes católicas. Diputado a Cortes por Ledesma en 1872, y senador por derecho propio desde 1875 cuando sucedió a su a huelo en el marquesado, viaja por España ba talJando por su ideal en fogosos discursos y conferencias; y en los claros que le deja ese batallar, refugiado en la intimidad de sus lares, cultiva el placer estético en el jardín de las musas. Viaja también por el ex­tranjero visitando museos y exposiciones de arte, y adquiere cuadros, tallas, esculturas, etc., de inestimable valor. Proyecta su palacio de la calle de Ventura Rodríguez a semejanza de los museos que había visto en Italia; dibuja y firma sus planos en r885, y terminado, ins­tala en él la riquísima colección de objetos artísticos, y luego la de los arqueológicos, no superada ésta, ni de lejos igualada por otras análo­gas de los museos de Europa, por ser abundante en ejemplares únicos. Se le presentan entonces tentadores ofrecimientos de compra que le hacen desde el extranjero, y los desdeña, porque en el alcázar de su nobleza no tenía altares el dios Mercurio.

Jefe de su partido desde 1890 hasta 1898, viaja de nuevo por Es­paña; y al ardor de su palabra y efec tividad de su ejemplo se crean 4.000 juntas y 300 círculos. Mientras tanto, en 1895 hace que se pro­sigan por su cuenta las excavaciones de Ciempozuelos; y elegido por esta Academia en 1898, prosigue con ahinco las excavaciones empeza­das en Santa María de Huerta, en Soria y en Guadalajara. Descubre en ellas monumentos para escribir las primeras páginas de la historia

' de España, y demues tra que el yacimiento paleolítico de Torra lba (Soria), a I.II2 metros de altitud, fué morada del hombre prehistó­rico y, según algunos, la más antigua de cuantas se conocen en Europa. A la vez que a las excavaciones, dedicase al fomento de la cría caba-

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llar, y median te cruzamientos en su yeguada de Santa María de Huerta, logra un tipo especial que gana los primeros premios en los concursos de 1902. Obtiene el premio Martorell en I9II por su obra, aún inédita, en cinco tomos. Asiste en 1912 al Congreso Internacional de Antropología y Arqueología prehistórica de Ginebra; acuerda éste en su honor que el futuro Congreso se celebre en Madrid, y los delega­dos del Gobierno D. M. Antón y D. L. de Hoyos piden y alcanzan que el español sea reconocido como lengua oficial en los futuros Con­gresos. Al regresar, da una conferencia en París, en el Instituto de Francia, y le nombran individuo de su seno las Sociedades e Institutos de Europa dedicados a estos estudios. Aquí se le nombra también director de la Comisión de investigaciones paleontológicas y prehis­tóricas, y vicepresidente de la Junta Superior de Excavaciones artís­ticas y arqueológicas.

Jefe otra vez de su partido desde 1913 hasta 1919, no desatiende por eso las excavaciones. En el mismo año 13 es elegido académico de la Española, y en 1917 de la de Bellas Artes de San Fernando. En 1918 esta Academia dedica una sesión a escuchar el relato del hallazgo--el más importante en su género hasta el día- de las pin­turas rupestres de la región del Duratón, entre Sepúlveda y Segovia.

Desdeñados los ofrecimientos de compra de sus tesoros artísticos, los lega al Estado junto con el palacio en que están instalados y con renta perpetua para su administración, a la vez que instituye un legado en metálico a favor de cada una de las tres Academias a que perte­necía, para que periódicamente se concedan tres premios a obras cuyos temas apunta, añadiendo textualmente: t.Si yo me referí a a lgunas, fué por influencia de mis aficiones, estudios y trabajos, y por mi afán de que se demuestre el altísimo valor científico, artís­ticoliterario y originalidad del pueblo español en todas sus admira­bles etapas históricas.• Palabras que, sin comento, dicen más en honor del difunto marqués que cuanto en elogio suyo pudiera decirse en un tomo. El amor de Dios y el de la Patria le inspiraron toda su vida; y no se puede ya decir más en alabanza de un hombre {1).

X l gn~!t~!:foci;;i~: te::t~:;z ~~JXt~c~e~:s ~~ffa1:.ñ~~~idcÍ,i~,8~~~~ Viaje del Excmo. Sr. Marqués de Cerralbo por Guipúzcoa y Navarra. Madrid, 1891.-El Virreinato de Méjico. Madrid, 1892.- Doña María

~;;¡:'Jau:z/sp~~~~o·a;mp:;u::fo,C::S~nr ~~1~~:~ j;~:inf ~oz¡J_ínR~~ji~ go Ximétzez de Rada y el ft1cmasterio de Santa Marfa de Huerta. Madrid, 1908.-El alto ]al6n. Madrid, 1909.-Del hogar castellano. Tomo CIII de la Biblioteca cPatriat .-Las primitivas pitztu'Yas 'Tupes­tres. Madrid, 1909.-To'Y1'alba, la plus ancienne station humai11e de

(1) Véanse más noticias en El Excelentísimo Se1lor }.fa.yqués de Ce­'Yralbo, discurso necrológico pronunciado por el Excmo. Sr. Marqués de Laurencín en 6 de octubre de 1922. Ti p. de la Revista de A rchivos , 1922.-El Marqués de Ce'Yralbo . Necrología, por Juan Cabré. Madrid" Paseo de Atocha, 13.-El Marqués de Cerralbo, por ídem íd., publica­do en el Boletln de la Sociedad Espa1iola de Exc,ursiones, t . XXX, y en tirada aparte .-Elllfarqués de Cerralbo, por ídem íd. Tirada aparte de Coleccionismo. Septiembre de 1922.

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la Europe? Congres Intr. d 'Anthr. et d 'Arch. preh. Geneve, 1912.­Necropoles ibériques. Congreso citado de Ginebra, 1912.-Les fouilles d'Aguilar d'Angu.ita. (Revtte des E tudes anciennes, t. IV).-Tor,.alba. La estación humana más antigua de Europa entre las hoy conocidas. (Conferencia). Madrid, 1913.-Singularidades del arte paleolítico es ­pa1iol en pintuYas y gYabados rupestres . Madrid, 1915.- Las necrópolis ibéricas . (Conferencia.) Madrid, 1916.-El arte rupestre en la regi6?J del Duratón. Madrid, 1918.

Ü BRAS INÉDITAS.-La leyenda del Amo• {XVI cantos j.-El Conde F ernán G01Jzále.r.- El castillo de Mos.-All\t!onasterio de Sahagún.­A Alcalá de Henares.- El veto.- A fray Félix de Azcoitia.--El ciego. Al arco romano de Medinaceli. (Publicada ésta por D. Juan Valera en su Antología de poetas castellanos J.-La obra premiada en el Concurso Martorell {cinco volúmenes) y Los objetos arqueológicos halla dos en sus excavaciones desde I9II, que formarán otros cinco.

OBRAS DEL EXCMO. SR. D. WENCESLAO RETANA

E l indio Batangueño. Manila, 1888.-La política de España en Filipinas. (Revista quincenal.) Madrid, 189I- 1898.-Cuestiones fili­pinas. Avisos y profecías. Madrid, 1892.-Catálogo de la Biblioteca filipi?Ja de IV. E . Reta11a. Madrid, 1893.-Estadismo de las I slas Fi­lipinas, o mis viajes par este país, por Fr. Joaquín Martínez de Zú­ñiga. Madrid, 1893.-Bibliografía de Mindanao. Madrid, 1894.-El precursor de la política Yedentorista. Madrid, 1894.- Un libro de anite­rías. Madrid, 1894.-Archivo del bibliófilo filipino. Madrid, I89S-190S.-E/ periodismo filipino. Madrid, 1895.-Los antiguos alfabetos de Filipinas. Madrid, 1895.- Fiestas de toros en Filipinas. Madrid, 1896.

~f:f:~~l y c;::;,a~o": e~l";, ~~ C~~t~~~u~~d~~icf:~~·~~~1~~!~9~~ L os frailes fdipinos. Madrid, 1898.-La Imprenta en Filipinas. Ma­drid , 1899.-Aparato bibliográfico de la Historia general de Filipinas. Madrid, 1906.-Vida y escritos del Dr . f osé Rizal. Ma drid, 1907.-L a censura de I mprenta en Filipinas. Madrid, 1908.-La primera cmjura­ción separatista. Madrid, 1908.-Tablas, cronológica y alfabética, de im­prentas e impresores de Filipinas. Madrid, 1908.-De la evoluci6n de la liteyatura castellana en Filipinas. Los poetas. Madrid, 1909.-Noti­cias históricobibliográficas del Teatro en Filipinas desde sus orígenes hasta I 898. Madrid, 1910.- 0rígenes de la I mprenta filipina . Ma­drid, 19II.

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CONTESTACIÓN

D. ADOLFO BONILLA Y SAN MARTÍN

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SEÑORES ACADÉli!ICOS:

El 14 de marzo de 1909, al ingresar nuestro nuevo com­pañero o·. José Alemany y Bolufer en la Real Academia Es­pañola (donde leyó una preciosa disertación acerca «Del orden de las palabras en la lengua indoeuropea»), el académico en­cargado de contestarle, D. Francisco A. Commelerán, hizo en elocuentes párrafos una exacta y minuciosa biografía del primero. Allí dió cuenta (y a sus palabras me remito) del hu­milde origen de su apadrinado; de cómo a los diez años (en r876) entró éste de escribiente meritorio en el despacho de uno de los notarios de su pueblo natal (Cullera), y, desde los doce hasta los diez y siete, ayudaba a sus padres traba­jando en las labores del campo durante el día y enseñando a leer y escribir durante la noche a algunos niños del barrio en que habitaba; de sus heroicos esfuerzos para cursar el Ba­chillerato, donde obtuvo todo género de distinciones y re­compensas; de su llamamiento a filas, y de qué suerte cursó, siendo soldado, la Licenciatura de Filosofía y Letras, mere­ciendo la pública felicitación del Director general de Instruc­ción Pública al inaugurar éste las tareas universitarias en Barcelona; y, finalmente, de cómo se revalidó de doctor en Madrid, en junio de r889, después de haber estudiado priva­damente en Barcelona, con nuestro malogrado amigo el ar­chivero D. Pedro Roca, la lengua y la literatura sánscritas, en las cuales había de dar más adelante tan repetidas prue­bas de competencia.

Estudió lengua griega en la Ciudad Condal con el eminente helenista Dr. D. José Balari, y a tal materia consagró espe­cialmente sus estudios, obteniendo por oposición, en 1891, la cátedra de aquella lengua en la Universidad de Granada, y después, en virtud de nueva oposición, la misma cátedra en la de Madrid. Ha sido Consejero de Instrucción Pública, y en 1919 desempeñó la Delegación Regia de Primera Ense­ñanza de Madrid.

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El Sr. Alemany no pudo menos de observar, a poco de dar principio a sus trabajos, que hay pocos pueblos cultos donde las versiones de autores clásicos sean tan relativamente es­casas como en España (a pesar de las importantes listas con­tenidas en el Ensayo de Pellicer y en la Bibliografía de Menéndez y Pela yo). Parece como si nuestros humanistas hubiesen desdeñado, por demasiado modesta, la tarea del traductor, prefiriendo la del comentarista o crítico, y olvi­dando los grandes beneficios que a la cultura general y a la filosofía en particular puede reportar una buena versión. To­davía no tenemos, por ejemplo, una fiel y completa traduc­ción de Séneca el Trágico, a pesar de ser español, y Esquilo y Eurípides no han sido puestos en castellano hasta tiempos muy recientes.

Comprendiéndolo así el Sr. Alemany, dedicó su singular competencia en la lengua griega a una excelente versión de las siete tragedias de Sófocles, que ha visto la luz reciente­mente (1921) en la Biblioteca Clásica, y donde la corrección y elegancia de la frase castellana corren parejas con el brío, la nobleza y la poesía incomparables del autor del Filoctetes.

Pero no es sólo de esta manera como el Sr. Alemany ha contribuido al progreso de los estudios helénicos en España. Todavía ha hecho más con el método severo y el espíritu prác­tico de su enseñanza universitaria. En ella ha tenido que luchar con la deficiente organización oficial de este género de estudios en nuestra patria, porque es imposible esperar gran cosa de un sistema en el cual sólo se dedican dos años incompletos al estudio de una lengua cuya estructura y ele­men tos requieren por lo menos el doble de tiempo para ser regularmente conocidos. Así y todo, el Sr. Alemany, siguien­do las huellas de su maestro Balari, sabe hacer sacar prove­cho a sus discípulos de la breve temporada que con él traba­jan, y son muchos los que le deben una sólida iniciación en aquellos difíciles estudios.

Como es lógico, escasean más aún en España los traduc­tores de lenguas orientales, y a ellas ha aplicado también su labor, con singular provecho para nuestra cultura, el Sr. Ale­many.

Comenzó publicando en Granada, el año 1895, una tra­ducción, directa del sánscrito, del Hitopadeza o provechosa mse1ianza (con un notable prólogo de D. Pedro Roca y Ló­pez), colección de fábulas, cuentos y apólogos que el sabio Vixnuzarma refiere a los hijos de Sudarzana, rey de Pata­liputra. A esa versión siguieron otras dos harto importantes:

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la del Pa.nchatantra, o cinco series de cuentos, publicada en la Biblioteca Clásica (Madrid, 1908), y la del C6d•go de Mmm, en la misma Biblioteca (Madrid, 1912) . El P anchatantra es la más antigua de las colecciones de cuentos sánscritos que po-

~:e;~~r\~:~f~n ~=n~~=nh:u ~~=:=~~ió: !~~~::~:},' ;~ ~~ c~:!t:~ procede de eUa el Hitopadeza. En cuanto al M anava.-Dharma­Z astra o Libro de la Ley de Mam•, el más famoso y completo de los códigos de la India, había sido ya puesto en casteUano por el benemérito Salvador Costanzo, en el tomo II de su Historia Universal , pero su versión es de segunda mano , y no directa del sánscrito, como la del Sr. Alemany.

En Madrid, el año 1896, había publicado nuestro nuevo colega otra versión del sánscrito, más interesante si cabe que las anteriormente citadas: el Bhagavad-Gitá o Poema sagrado, episodio del Mahabhárata, que contiene las sublimes doc tri­nas de la escuela Sankhya-yoga , expues tas bajo la forma de un coloquio entre Arjuna, el tercero de los cinco hijos de Pandu, y el semidiós K rixtta, encarnación de Vixnu, cuando el ejército de aquéUos se dispone a entrar en batana con el de los Kauravas. Con este trabajo, que va acompañado de muy discretas notas y de un instructivo índice-glosario, prestó el Sr. Alemany un positivo servicio a los cultivadores de la filosofía oriental en España, y su versión sigue siendo la única directa que del Bhagavad-Gitá existe en casteUano.

Y no se limitó a lo enunciado la labor del Sr. Alemany como sanscritista, puesto que en la Revista Coutemporánea de Madrid (octubre de 1896) puede leerse su traducción del Ritusámhara, o Ciclo de las estaciones, y en el periódico El Popular, de Granada (1897), la de Vizvamitra, encantador episodio del Ra.máyana.

Docto también el Sr. Alemany en la lengua árabe, ha pu­blicado varios estudios de importancia, que con aquélla se relacionan . Citaré, entre otros, el que Ueva por título : Milicias cristianas al servicio de los sultanes moros del M ogreb, publi­cado en el Homenaje a nuestro maestro D . Francisco Codera, y el interesantísimo volumen: La antigua versi611 castellana del CaliZa y Dinma, coteiada con el original árabe de la misma (en la Biblioteca selecta de clásicos españoles, publicada por la Real Academia Española; Madrid, 1915} , donde reproduce con fidelidad e ilustra con copiosas no tas el texto de aquella vieja versión del árabe (de AbdaUa ben Almocafa}, mandada hacer en 1251 por el infante Don Alfonso.

A la historia de la Geografía peninsular ha dedicado asi-

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mismo el Sr. Alemany buena parte de sus tareas, y fruto de ellas son los tres valiosos estudios que llevan por titulo, res­pectivamente: La Geografía de la Península Ibérica en los textos de los escritores griegos y latinos (en la R evista de A rchi­vos, Bibliotecas y Museos); la Geografía de la P enínsula Ibé­rica en los escritores árabes (en la Revista del C en!ro de estudios hist6ricos de Granada y SI< reino; Granada, 1921), y la Geogra­fía de la P enínsula I bérica en los escritores cristianos, desde San I sidoro hasta el siglo XIX (en la misma Revista; Gra­nada, 1923).

No hay duda, sin embargo, de que la más constante labor de este insigne helenista, a quien se debe la primera versión completa de Sófocles en lengua castellana; de este benemé­rito orientalista, uno de los primeros cultivadores del sanscri­tismo en España, se ha referido a la Filología castellana, y sería obcecación vituperable, a más de injusticia irritante, desconocer el mérito de su excelente Estttdio elemental de Gramática hist6rica de la lengua castellana (Madrid , cinco edi­ciones, desde 1902 hasta 1919), que trata, con claro y sencillo método, la Fonología y la Morfología, conteniendo además una bien formada colección de trozos de autores castellanos anteriores al siglo xv.

Al mismo grupo pertenecen: su disertación académica, ya citada, acerca «Del orden de las palabras en la lengua indo­europea>> (1909), donde afirma, entre otros fundamentales principios de alto valor, que la sintaxis es la parte principal, y casi puede decirse la única, de toda gramática; que la cons­trucción de la lengua indoeuropea fué la aseen den te, o sea la que construye la palabra determinante delante de la de­terminada, y que «en rigor; no puede hablarse de sintaxis regular y figurada , orden lógico y no lógico, construcción directa e inversa, porque todos estos términos son de signi­ficación relativa, y resultarán aplicables a unas u otras len­guas, según sea la que se tome como norma de la clasifica­ción» .

UtiHsimo (y nuevo en su mayor parte) es también el libro del Sr. Alemany: Tratado de la formación de palabras en la le11gua castellana: la derivación y la composicwn. Estudio de los sufijos y prefijos empleados en 1ma y otra (Madrid , 1920), donde examina, además de la derivación nominal, verbal e inversa, los casos de composición y de parasíntesis. Y no son

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para olvidados sus artículos sobre voces maragatas y extre­meñas, publicados en el B oletin de la Real Academia Española, y su valiosa colaboración en la Gramática, en el D iccionar,io y en todos Jos demás trabajos de aquella Corporación, de la que es sin duda uno de los miembros más activos.

Por modo singular, el Sr. Alemany ha juntado, en el pre­cioso discurso que acabáis de escuchar, su competencia de filólogo con su pericia de historiador y de geógrafo, soste­niendo que no debe hablarse de pueblos indoeuropeos, sino de pueblos de lenguas indoeuropeas; que la primitiva lengua indoeuropea debió de hablarse en las regiones árticas (Jo in­fiere de un sutilísimo análisis del mito de Adonis}, y que el nombre más adecuado para esa lengua es el de ario. Otro tanto opina el autor de uno de Jos mejores libros de filosofía del lenguaje, recientemente publicados, Otto Jespersen, pro­fesor en la Universidad de Copenhague (L ang«age; its 11at1t­re, development a11d origin; New York, 1923; pág. 64}, para el cual los nombres compues tos (indoeuropeo, indogermánico, etcétera) deben rechazarse, siendo mucho mejor emplear el breve y útil término de «lenguas arias}), porque ario fué tam­bién el más antiguo nombre con el cual Jos miembros de la familia se designaron a sí mismos (en la India y en Persia).

Confieso que la opinión según la cual la cuna del pueblo que hablaba la primitiva lengua indoeuropea debe buscarse en las regiones árticas, no es la más generalmente seguida. Así, M. S. Zaborowskí, en su clásico libro L es peuples aryens d'A sie et d'E urope (París, 1908), aun admitiendo que el vo­cabulario proto-ario debía de ser el de pueblos que disfruta­ban de una de las civilizaciones prehistóricas de Europa, la del fin de la edad de la piedra pulimentada, sostiene que el centro común de los pueblos arios de Asia y de Europa <<no puede evidentemente ser buscado fuera de la zona media de la Europa central y orientah>. «Su muy incompleto conoci­miento de los metales- escribe el citado antropólogo- , sus hábitos pastoriles, su mediocre agricultura, las plantas que cultivaban, los animales domésticos que criaban y comfan, sus instrumentos, su bebida, sus alimentos, sus vestidos, su casa, todo esto concuerda en absoluto con lo que nos enseña la arqueología acerca de Jos pueblos de la zona media de la Europa central y oriental, a fines de la edad de piedra, cuan­do se extiende por ella el cobre, pronto seguido de objetos de bronce.» (Pág. 425 .) Otros, como A. L. Kroeber, en su An­thropology (New York, 1923), dejan sin resolver la cuestión entendiendo que tales problemas son demasiado intrincados;

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y no pueden solucionarse careciendo de base documental: «No tenemos clara memoria - escribe-de ningún indubitable pue­blo indoeuropeo, dentro o fuera de Europa, antes del segundo milenario anterior a Cristo. Cuando aparecen en la historia están ya diferenciados en sus principales divisiones familia­res.» (Pág. 460.) Pero he de reconocer que la tesis del señor Alemany me parece muy verosímil y bien razonada, y que no hallo motivo fundado para rechazarla de plano y sin muy detenida meditación.

En el admirable Bhagavad-Gitá, que el Sr. Alemany ha traducido, hay algunos párrafos gue vienen como anillo al dedo para caracterizar la psicología de nuestro nuevo com­pañero. Son aquellos en que Krixna dice: «Quien se domina, despierta en lo que es noche para todos los demás seres; lo que es día para éstos, es noche para el?nz-tn.i que contempla. Aquel en quien entran todos los deseos, como los ríos en el mar, y que lleno de ellos permanece inmóvil y firme, obtiene la paz .... . Quien, privado de toda clase de ansiedades, obra desinteresadamente, con modestia y sin egoísmo, consigue la paz ..... Como la luz de una lámpara resguardada del viento no oscila, tal es la imagen que se recuerda del devoto que, habiendo dominado su pensamiento, se entrega a la devoción del espíritu.»

Pues bien; ¿no os parece que todo esto trae a la memoria la ejemplar vida de nuestro compañero, vida de intenso tra­bajo, de absoluta devoción científica, de modestia peregrina, exenta de recelos y de ruidos mundanos? ¿No es caso para ser loado extraordinariamente el de un soldado-labrador que sabe, por la tenacidad de su propio esfuerzo, convertirse en uno de los más eximios helenistas y de los más notables filólogos de nuestra patria? ¿No es gloria suya el contarse, con el venerable Eguílaz y con el doctísimo García Ayuso, entre los primeros traductores de lengua sánscrita que ha habido en España?

Y todo ello desinteresadamente, sin otro motivo que la vocación literaria, sin más deseo que el de con tribuir al a de­Jan to de sus con terráneos y al progreso de la cultura, con el anhelo de despertar «en lo que era noche para los demás».

Varones como éste honran siempre a la patria en que han nacido; y es también para mí singular honor darle la bienve­nida en nombre de nuestra Corporación, que ha de sentirse orgullosa de contarle desde ahora, entre sus miembros .

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