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GUÍA GÉNERO NARRATIVO LITERATURA DE TERROR I SÉPTIMO AÑO BÁSICO Nombr e Curso EL NARRADOR El narrador es la voz que relata los sucesos de una historia. Al narrar, destaca algunos hechos y oculta otros, describe a los personajes, cuenta lo que dicen o piensan o los cede la palabra para que ellos hablen por sí mismos. El narrador es un ente inventado para contar la historia, lo que puede hacer desde dentro del mundo narrado, adoptando el punto de vista de algún personaje o desde fuera del mundo narrado.

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GUÍA GÉNERO NARRATIVOLITERATURA DE TERROR ISÉPTIMO AÑO BÁSICO

Nombre

Curso

EL NARRADOREl narrador es la voz que relata los sucesos de una historia.Al narrar, destaca algunos hechos y oculta otros, describe a los personajes, cuenta lo que dicen o piensan o los cede la palabra para que ellos hablen por sí mismos.El narrador es un ente inventado para contar la historia, lo que puede hacer desde dentro del mundo narrado, adoptando el punto de vista de algún personaje o desde fuera del mundo narrado.

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VOZ DEL NARRADOR Y VOZ DE LOS PERSONAJES En un relato, además de la voz del narrador,

es posible identificar las voces de los personajes.

Sus intervenciones posibilitan que podamos conocer sus personalidades y motivaciones.

I. ESTILO DIRECTOEl narrador cede su voz a los personajes, lo que permite que el lector conozca lo que dicen y cómo se expresan. Se emplea una raya para indicar la intervención del personaje y se puede anteponer el “dijo”, “preguntó”, “respondió”, entre otros.La ventaja más importante que presenta este modo narrativo es que permite la reproducción literal, objetiva de las palabras de los personajes, lo que contribuye a hacer más vivo y natural el relato.

- Quiero que me acompañes hoy a la Alameda, entre la una y las dos de la tarde.- ¿Para qué? Hoy no es domingo.- Después te diré; prométeme primero que me acompañarás.- Te lo prometo, no tengo dificultad ninguna.- Dime, Agustín, ¿tú estás verdaderamente enamorado de esa niña de que acabas de

hablarme? Fragmento Martín Rivas.

- Voy a contarte lo que ha pasado- le había dicho después de cerrar, con aire de misterio, las dos puertas de la habitación.

- A ver- dijo Rivas, sentándose.- Amador y el amoroso de Edelmira viene de salir de casa.- ¿Sí?- preguntó Martín, cambiando ligeramente de color.- Han venido a quejarse a papá de que tú les has robado la niña- ¡Miserables”- exclamó Rivas, entre dientes.

Ejemplo 1

Ejemplo 2

Ejemplo 3

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Fragmento Martín Rivas.

II. ESTILO INDIRECTOEl narrador reproduce con sus palabras lo expresado por el personaje e incorpora el contenido del diálogo a su propio discurso. Domina la presencia del narrador como el encargado de reproducir palabras o los pensamientos de sus personajes. Los acontecimientos dejan de ser palabras que el lector percibe directamente y están integrados en un relato.El estilo indirecto se caracteriza por un empleo de la conjunción “que”

Leonor había anunciado a su padre que deseaba ir a la Pampilla a caballo con su prima y aquel deseo había sido una orden para don Dámaso, que a las doce del domingo tenía ya preparados los caballos. Fragmento Martín Rivas.

III. ESTILO INDIRECTO LIBREEs un procedimiento expresivo más complejo, pues supone una combinación entre los modos anteriores.En este estilo el narrador se mantiene presente, pero habla desde el interior del personaje, lo que produce una identificación del narrador con la interioridad del personaje.

- Christum, dominum nostrum- oyó que decían sus labios.¿Qué era esto? ¿Qué era? Ah, sí; terminaba la Epístola. Fragmento de Misa de Réquiem de Guillermo Blanco

“Les dijo que pagaba impuestos, que se llamaba Pritchard y que tenía derecho de ir a Marte ¿No había nacido ahí mismo en Ohio? ¿no era un buen ciudadano? Entonces, ¿por qué no podía ir a Marte?”

Ejemplo 1

Ejemplo 2

Ejemplo 1

Ejemplo 2

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LA ATMÓSFERA DEL MIEDO Y EL RELATO DE TERROR

Uno de los elementos que constituyen una obra literaria es la atmósfera, que se construye a partir de los diálogos y de las acciones de los personajes, las descripciones del espacio físico o lugar en que ocurren los acontecimientos y las emociones y sentimientos que experimentan los personajes.

La atmósfera de una obra produce cierto efecto en el lector, intencionado por el autor y que se relaciona con el mensaje que se quiere transmitir.

En el caso de los relatos de terror, los autores emplean recursos estilísticos y temáticos que ayudan a generar una atmósfera siniestra para producir un efecto de extrañeza, miedo o terror en el lector. Algunos de estos recursos son:

Desarrollar la acción en lugares inquietantes, como edificios abandonados, sitios embrujados o desconocidos para los personajes y el lector. Enfrentar a sus protagonistas a situaciones atemorizantes, que hacen evidente su fragilidad y vulnerabilidad ante el peligro.Incluir seres extraordinarios, que rompen las reglas del mundo cotidiano dado su carácter sobrenatural, como monstruos o fantasmas o que resultan amenazantes, como animales, insectos o personas mentalmente desequilibradas o crueles.

En los relatos de terror, los elementos de la atmósfera recién detallados pueden dar lugar a dos tipos de efectos en el lector:

Terror físico: Es causado por un factor externo del ambiente o de las circunstancias en que se enmarca la acción.

Terror sicológico: Surge en la mente de un personaje, producto de pesadillas, traumas, alucinaciones u otro elemento que altera su percepción de la realidad y la vuelve amenazante.

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LA OBRA DE EDGAR ALLAN POEEdgar Allan Poe (1809-1849), escritor estadounidense, es considerado por la crítica un maestro del cuento y el relato breve. Su obra, que incluye narrativa, ensayo, poesía y crítica, ha influido en escritores de varios continentes desde la publicación de sus primeros relatos hasta la actualidad. La técnica, la atmósfera y los temas que desarrolló Poe han repercutido en la literatura policial (de la cual se le considera su fundador), la de misterio y terror, y la de ciencia ficción, por mencionar solo algunos géneros.

LA LITERATURA GÓTICALa obra de Poe rescata las características de la llamada literatura gótica, que se originó en Inglaterra a fines del siglo XVIII. En esa época se vivía en Europa el período conocido como Ilustración, que se caracterizaba por la confianza en la razón del ser humano para comprender y darle sentido a su entorno, y en la fe en el progreso que aseguraría un futuro satisfactorio para la humanidad. En dicho contexto, algunos escritores, descontentos con esta visión de mundo, quisieron plasmar en sus obras temas que se alejaban del optimismo de la Ilustración, como el miedo, las apariciones sobrenaturales, la locura y la muerte. La literatura gótica dio origen al género de terror, cuyos personajes y ambientes están presentes hasta nuestros días, por ejemplo en el cine. Las películas de terror que muestran cementerios, paisajes oscuros y tormentosos, villanos satánicos, hombres locos y monstruos son deudoras de la literatura gótica.

LOS CUENTOS DE EDGAR ALLAN POEEdgar Allan Poe escribió solo una novela, La narración de Arthur Gordon Pym. Su obra narrativa se desarrolla en una gran cantidad de cuentos, que tienen como característica común producir un efecto de extrañeza e inquietud en el lector, mediante historias en las que este debe inferir una explicación para los extraños fenómenos que se le presentan. En su ensayo “La filosofía de la composición”, en el que explica el proceso que sigue para crear una obra, Poe señala que lo primero que hace antes de escribir es decidir qué efecto pretende producir en el lector, y luego:

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EL CORAZÓN DELATOR¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, terriblemente nervioso. ¿Por qué dicen ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia. Me es imposible decir cómo la idea entró en mi cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba furioso. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre. Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna1 cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver qué astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino su ojo maligno. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándole por su nombre, cordialmente, y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarle mientras dormía. Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de

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costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba negro, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente. Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando: —¿Quién está ahí? Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me perturbaban. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Su miedo fue aumentando desde ese momento. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: “No es más que el viento en la chimenea… es solo un ratón cruzando la

habitación” o “Fue un grillo que chirrió una sola vez”. Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. La fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir, aunque no podía verla ni oírla, la presencia de mi cabeza dentro de la habitación. Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna. Así lo hice, ni

pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó completamente sobre el ojo de buitre. Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito. •3 ¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es solo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento me llegó un sonido apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latido del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado. Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas respiraba. Sostenía la linterna para que no se moviera, tratando de mantener firme el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte. El espanto del viejo debía ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y entonces, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un sonido tan extraño como aquel me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón estallaría. Y una nueva

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ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había llegado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarle al suelo y tirarle encima la pesada cama. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté la cama y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme. Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo, descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, los brazos y las piernas. Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano —ni siquiera el suyo— hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo había sido demasiado precavido para eso. Un balde había recogido todo... ¡ja, ja! Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, todavía estaba tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas del reloj, golpearon a la puerta de la calle. Fui a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía yo temer? Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un grito, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún ataque. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían enviado a los tres agentes para que registraran el lugar. Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado al campo. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus bienes intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima. Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, yo me hallaba perfectamente cómodo. Se sentaron y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Pero, después de un rato, empecé a sentir que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero el zumbido continuaba y se iba haciendo cada vez más claro... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos. Sin duda me puse muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Aun así, el sonido aumentaba... ¿pero qué podía hacer? Era un sonido apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones, pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido lo superaba todo y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando tranquilamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que

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sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquella tortura! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte! —¡Basta ya de fingir, malvados! —aullé—. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí! ¡Es el latido de su horrible corazón!

Poe, E. A. (2011). El corazón delator. En Hop Frog y otros relatos. Santiago: Pehuén.

Profundizo la lectura Desarrolla las siguientes actividades en tu cuaderno.

1. ¿Por qué el narrador cuenta la historia de su crimen? Explica con tus palabras.

2. Caracteriza sicológicamente al narrador. Menciona al menos tres características y justifica cada una con una cita textual.

3. Infiere qué relación tiene el protagonista con el viejo. Para ello, cita un fragmento del cuento y desarrolla tu respuesta en función de él.

4. ¿Qué detalles del cuento permiten anticipar lo que ocurrirá en el desenlace de la historia? Analiza los dos primeros párrafos del relato

5. Interpreta el cuento leído: ¿crees que el protagonista está loco? Para contestar, identifica los siguientes aspectos de la historia e incorpóralos en tu respuesta.

a. La razón que presenta el narrador para asesinar al viejo.

b. La manera en que el narrador se defiende de quienes lo acusan de estar loco.

c. El motivo por el cual el narrador confiesa su crimen a los investigadores.

6. ¿Qué características de su contexto de producción se pueden identificar en el cuento leído? Menciona dos características, justificadas mediante citas del relato.

7. ¿Qué tipo de terror se reconoce en el cuento leído: físico o sicológico? Completa la siguiente tabla:

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TIPO DE TERROR ELEMENTOS DE LA ATMÓSFERA QUE LO ORIGINAN

LA ORGANIZACIÓN TEMPORAL EN LA NARRACIÓN

Los acontecimientos de la narración se estructuran en una SECUENCIA NARRATIVA en la que se identifican tres momentos principales:

Situación inicial Conflicto Desenlace

EL TIEMPO DE LA HISTORIA Y EL TIEMPO DEL RELATO

Dependiendo del efecto que se quiere provocar en el lector, el autor de un relato puede decidir cómo organizar la secuencia narrativa. Por ejemplo, hay obras que comienzan revelando su desenlace, para luego relatar los acontecimientos que lo produjeron.En los relatos de misterio o terror, el autor suele modificar el orden cronológico de los acontecimientos para causar un efecto de sorpresa o extrañeza en el lector, ordenando la secuencia narrativa de manera especial. Observa el análisis de “El corazón delator”

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Como pudiste notar, el desenlace de la secuencia narrativa permite inferir por qué en la situación inicial, el narrador se defiende de quienes lo acusan de estar loco. Esta organización de los acontecimientos produce un efecto de extrañeza y duda en el lector, quien podría preguntarse durante la lectura: ¿por qué hay quienes piensan que el narrador está loco, ¿por qué el narrador odia el ojo del viejo?, ¿podría alguien cuerdo cometer un asesinato así?, ¿los latidos son reales o una alucinación? Estas interrogantes son aclaradas cuando el lector vincula el desenlace con la situación inicial del relato: el narrador ha sido declarado loco.Lo anterior es posible debido a que en una obra narrativa, según el teórico literario francés Gérard Genette, se reconocen dos nociones distintas de tiempo.

TIEMPO DE LA HISTORIA: Corresponde al orden cronológico en que ocurren los hechos, es decir, el orden lineal de principio a fin. Las acciones de los personajes se organizan con una estructura de causas y consecuencias.TIEMPO DEL RELATO: Es la reorganización del tiempo de la historia con el fin de lograr un determinado efecto en el lector. Así, el autor puede alterar el orden lineal de la historia para destacar un hecho, acentuar ciertas características de un personaje, crear un misterio o producir suspenso.

En “El corazón delator” el orden del relato no sigue el tiempo de la historia, pues en la situación inicial se describe un estado de cosas que es consecuencia del desenlace de la historia.

¿CÓMO IDENTIFICAR LA ORGANIZACIÓN DE LOS HECHOS?

Para reconocer el tiempo de la historia y del relato, además del orden de las acciones y sus consecuencias, es necesario analizar la conjugación de las formas verbales y los marcadores temporales que se utilizan en la narración.

LOS TIEMPOS VERBALES EN LA NARRACIÓNLos escritores habitualmente optan por una de las siguientes formas: narrar en presente o en pasado, lo que produce efectos diferentes en el lector.

Tiempo de las formas verbales en la narración

Ejemplo Descripción

Presente: El narrador utiliza este tiempo verbal para relatar aquello que sucede en el aquí y en el ahora

“Sin ganas silba un tango mientras se aparta de la ventana abierta”

El tiempo de la historia y del relato coinciden. El narrador organiza la secuencia sin alterar el orden

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cronológico de los hechos, lo que genera en el lector el efecto de estar presenciando las acciones de los personajes en el momento en que ocurren.

Pasado: El narrador cuenta hechos que sucedieron en el pasado, usando el pretérito perfecto o imperfecto

“Así lo hice, hasta que el pequeño rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó completamente sobre el ojo del buitre”

El tiempo de la historia y del relato no coinciden. Hay una distancia entre el momento de la narración y el de los hechos, lo que permite al narrador entregar más o menos información sobre la historia, dependiendo del efecto que quiere lograr en el lector.

En los relatos que emplean formas verbales en pretérito, el narrador puede además realizar saltos temporales, es decir, detener la narración para contar hechos ocurridos en el pasado o en el futuro y así alterar el orden lineal de los hechos.

Marcadores temporalesCorresponden a cualquier palabra, frase o enunciado mediante los cuales se indica la duración de los hechos o el orden en que ocurren (antes, al mismo tiempo, en determinado lugar). Reconocer adecuadamente la secuencia de acciones de los personajes facilita la comprensión de sus motivaciones para actuar y en última instancia, inferir rasgos de su personalidad e interpretar el mensaje que quiere comunicar el autor. Observa los ejemplos:

Ambos marcadores temporales permiten inferir algunos rasgos de la personalidad del personaje: es muy precavido y paciente.

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