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GIMNASIO DE LOS CERROS / SEPTIEMBRE / PUBLICACIÓN # 2
EL GRITO ESTUDIANTIL
Así quedaron las Casas
El Comité Editorial de “El Grito Estudiantil” pide sinceras discul-
pas a los estudiantes Sebastián Márquez y Francisco Torres, de Undécimo grado, por los inconvenientes presentados, causa-dos por un error de contenido en las propuestas de sus candi-daturas, en la edición pasada de este medio.
OPINIÓN
Manual de sordos y ciegos
Pág. 2
La Verdadera Libertad
Pág. 3
¿Dónde están las alas?
(Poesía)
Pág. 5
Entrevista a Eduardo Manci-
pe
Pág. 6
Libertad (Poesía)
Pág. 9
Recomendados
Pág. 9
Resultados elecciones estu-
diantiles
Pág. 10
El pasado lunes 2 de septiembre, en la izada de bande-ra general, el Personero anunció los nuevos capitanes de las Casas para el periodo 2019-2020.
También anunció las puntuaciones actualizadas de ca-da Casa, que dejan, por ahora, a Tierra en el primer lu-gar, seguido de Agua, luego Aire y, por último, Fuego.
Aclaración importante
Grupo Editorial / Comité de Pla-neación Director: Daniel Sandoval Co- director: Juan Pablo Boni-lla Revisión: Álvaro Estupiñán P. Publicación: Nilson López, Ma-rio Gómez
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“ Publíquese, comuníquese y cúmplase”: así ter-
mina el Manual de Convivencia del Gimnasio
de Los Cerros. Qué curioso. A pesar de que
esas últimas palabras parecen estar cargadas de
un aire imperativo, no dejan de parecerme una senten-
cia fantasiosa que, de cumplirse, haría todo más senci-
llo.
¿A qué voy con esto? Es la pregunta que siempre me
hago en el momento de escribir. ¿Cuál es el propósito
de esta columna? ¿Qué quiero transmitir cuando digo
esto o planteo lo otro? Pues esta vez la pregunta es ¿a
qué va el Manual de Convivencia si no se comunica y,
por consiguiente, no se cumple? O, bueno, se comuni-
ca, pero solo unas partes: los capí-
tulos VII y VIII, para ser exacto.
Esos que con tanto esmero tratan
de explicarnos cuándo faltamos a
la normatividad establecida. A eso
parece limitarse el “comuníquese”.
Obviamente, no debería ser así.
Los estudiantes deberíamos tener
un amplio conocimiento de cuáles
son nuestros deberes, nuestros de-
rechos, nuestros organismos de
representación y lo que a ellas les
concierne; además, claro está, del conducto regular en
caso de faltas leves, graves o excesivamente graves que
atentan contra la sana convivencia.
Pero, como dice el dicho: “todos en la cama, o todos en
el piso”. No puede ser posible que el Manual de Convi-
vencia se limite a ser, entre los pequeños, una especie
de mito urbano del que nadie sabe si esperar algo
bueno o algo malo; o, en el caso de los grandes, un
conjunto de castigos, similares a los decretos de ense-
ñanza de Dolores Umbridge (entenderán los Potter-
heads). El Manual tiene que dar a conocer todas sus
bondades y sanciones; lo que se puede y lo que no. En
pocas palabras, se comunica todo o no se comunica
nada.
Otro punto importante relacionado con la “Carta Mag-
na” del colegio son los vacíos que tiene. Algo hay que
hacer para llenar esos pequeños, y casi que invisibles,
huecos que tiene. Para la muestra, un botón: en el do-
cumento, la figura del representante de
los estudiantes queda en el aire, vulne-
rable a las múltiples y ambiguas interpretaciones que
cada alumno podría darle. No se le da un cierre y ni
siquiera un inicio. Otros ejemplos, para demostrar las
dimensiones del problema, son la falta de explicaciones
para dar a entender qué es el tal “Consejo de Honor”,
del que solo se sabe hace parte de los órganos de parti-
cipación educativa; de qué se encarga ese “Comité
Ambiental” y quiénes lo conforman; por qué no se ha
establecido un “Consejo Estudiantil” formal y operati-
vo y cuál es la razón para que el Consejo Directivo no
lo convoque para elegir un representante.
Así debe haber muchos más ejem-
plos, pero me conformo con estos
que, solitos, dan a entender que no
se trata de un asunto nimio. Deben
tomarse cartas en el asunto y creo
que las opciones son claras: llevar
a cabo una depuración exhaustiva
del Manual y dejar solo lo que es
por obligación legal (lo cual no
serviría de mucho, ya que casi to-
do es requisito), o darse a la tedio-
sa, pero necesaria, tarea de expli-
car, con pausa y sin prisa, qué quiere decir cada cosa a
la que le falte una explicación. Solo así se podrá publi-
car, comunicar y cumplir a cabalidad.
Sin embargo, no podemos quedarnos de brazos cruza-
dos, esperando que el colegio haga algo, demandando
una solución, porque para eso sí que somos buenos.
Tenemos que ponernos manos a la obra e informarnos
por nuestra propia iniciativa. Así seremos capaces de
exigir con argumentos cuando lo sepamos necesario.
No podemos seguir metiéndonos los dedos a la boca
nosotros mismo.
P.D. ¿Sabía que usted puede proponer modificaciones al Manual de Convivencia? Una de las muchas
“joyitas” que me encontré escarbando en ese documen-
to.
“El Manual
tiene que dar a
conocer todas
sus bondades y
sanciones”
Por: Daniel Sandoval
MANUAL DE SORDOS Y CIEGOS
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Por: Juan Pablo Bonilla
LA VERDADERA LIBERTAD
H oy en día, cuando se habla de estabilidad
económica, de salarios, de justicia, de dere-
chos, de igualdad, etc., siempre sale a relu-
cir un actor que, según piensa la mayoría,
debería jugar un papel importante en cada una de esta
materias: el Gobierno. Pareciera que el progreso econó-
mico, social e incluso humano, estuviese irremediable-
mente unido al actuar de un agente o institución supe-
rior a todos los demás, capaz de modificar las estructu-
ras existentes a favor del bien de un grupo concreto
(idealmente, de la mayoría). Por tanto, sorprende saber
que la concepción del Gobierno, como entidad omnipo-
tente y necesaria, no siempre ha sido así.
Basta con solo remontarnos a la década de los años 20,
no hace mucho. Para entonces, los grandes imperios eu-
ropeos estaban en sus últimas, lu-
chando por sostenerse en pie tras la
devastadora Primera Guerra Mundial.
Estados Unidos de América ya se
perfilaba como la gran potencia, el
líder del mundo libre. Este tal
“mundo libre” se entendía en térmi-
nos del respeto a la libertad indivi-
dual como máximo valor, y, por en-
de, en términos de un progreso eco-
nómico que se fundamentaba en la
iniciativa individual, en el emprendi-
miento y el libre mercado. De este pensamiento también
deriva la democracia republicana, que una vez más se
presentaba como un modelo a seguir.
Y esta forma de pensar era todo un ‘hit’. Después de
todo, la receta, aplicada desde su independencia hacía
casi 150 años, había funcionado: era tanta su prosperi-
dad que EEUU reconstruiría Europa tras la guerra.
A los ojos de muchos, todo era ‘bonito’ en EEUU, el
sueño americano parecía ser cierto… pero eso acabó en
1929, cuando llegó la Gran Depresión.
Sin extenderme en sus causas, aún no claras en muchos
aspectos, podría decir que las políticas extremadamente
liberales del partido Republicano (que en ese entonces
se hacía con el Gobierno), unidas a una falsa sensación
de riqueza a lo largo y ancho de la población estadouni
dense, condujeron a que ‘reventara
la burbuja’.
Con la Gran Depresión, el mundo
moderno conoció índices altísimos de desempleo, de
bajo consumo y productividad. El ‘líder del mundo li-
bre’ sufría de una miseria generalizada y parecía que el
mercado libre no podía hacer nada por recuperar esa
estabilidad que hasta entonces le había caracterizado (o
simplemente se tardaba demasiado en recuperarla).
Las elecciones de 1933 llegaron y al Gobierno ascendió
Franklin D. Roosevelt, demócrata, por supuesto. Y con
él vino también el New Deal. Sin exagerar, el New Deal
fue algo que, hasta entonces, había sido inconcebible
para EEUU. Este súper-programa político y económico
consistió en reactivar la economía
agrandando el tamaño del Gobierno,
aumentando el gasto estatal: se dieron
subsidios para levantar industrias, se
instauró un sistema revolucionario de
seguridad social y se invirtió muchí-
simo en infraestructura, emplean-
do, de paso, a muchos de los desem-
pleados de aquel entonces.
Y este ambicioso proyecto, de cerca
de 4 años, parece un éxito rotundo;
¿por qué no habría de serlo, si ya en
la Segunda Guerra Mundial EEUU se imponía de nuevo
como la súper-potencia, como el salvador de los pueblos
libres del mundo occidental?
Sin embargo, muchos expertos ponen en duda el verda-
dero alcance del New Deal, y, si bien aceptan su relativo
éxito, aseguran que lo que realmente generó el progreso
económico de EEUU fue otro megaproyecto: la prepara-
ción para la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de ello, el New Deal transformó la concepción
de ‘Gobierno’. Y tal vez fue este su más grande legado.
Desde entonces, ante cualquier situación de contrarie-
dad o de disgusto social, la pregunta no es “¿El Go-
bierno va a hacer algo al respecto?”, sino “¿Qué va a
hacer el Gobierno al respecto?”.
Desde entonces, esa idea del Gobierno, como fuente de
los derechos de los ciudadanos y como principal velador
“el New Deal
transformó la
concepción de
ʻGobierno’. Y tal
vez fue este su más
grande legado.”
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de los mismos, se hizo cada vez más patente, más fuerte.
Desde entonces, el Gobierno se hizo partícipe directo de
la vida de cada uno de nosotros, como aquel que se en-
carga de suplir las condiciones para que nuestra vida se
pueda desenvolver como nos place.
En otros términos, mucho más trascendentales,
‘Libertad’ pasó de significar autodeterminación, iniciati-
va individual y responsabilidad a entenderse por mayor
seguridad para el hombre: el hombre es más libre cuan-
do no ha de preocuparse por su seguridad en términos de
integridad física, integridad intelectual y estabilidad eco-
nómica. Ahora, esa seguridad está en manos del Go-
bierno y es su deber velar por ella. Y si definimos esta
seguridad como ‘derechos’, entonces es el Gobierno de
quien procede la protección de tales derechos.
No niego que, en concepciones mucho más antiguas del
Estado, se contemplara el Gobierno como agente me-
diante el cual se otorgaran las condiciones básicas para
que cada mujer y cada hombre pudiese llegar a la felici-
dad, entendida como satisfacción de sus necesidades
materiales y espirituales.
Mi punto está en que el principal cambio que trajo con-
sigo el New Deal (y la serie de políticas y proyectos de
un perfil parecido que le siguieron) está en una trasfe-
rencia de responsabilidades, de roles: ahora, del Go-
bierno depende mucho más que yo llegue a ese estado
de satisfacción, plenitud y felicidad. Y no me refiero a la
Sociedad como tal; como Aristóteles y tantos otros, sos-
tengo que las relaciones sociales juegan un factor súper
determinante en mi camino hacia la felicidad. No. Me
refiero al Gobierno, al agente que
toma decisiones, que modifica las
estructuras, que se elige democrá-
ticamente.
A esta trasferencia de roles y de
responsabilidades le sigue que
se insista cada vez menos en el
factor individual, en el emprendi-
miento, en la iniciativa e inventiva
personal: si quiero una vida satis-
factoria, ¿para qué trabajar con
esfuerzo si, igual, el Gobierno de-
be brindarme beneficios en caso de me quede sin traba-
jo? ¿Para qué buscar nuevas y mejores oportunidades, si
el Gobierno puede subir el salario mínimo y yo acabaré
beneficiado? ¿Para qué mejorar la calidad del servicio
que presto si, igual, el Gobierno me auxiliará en caso de
que esté generando terribles pérdidas? ¿Para qué buscar
nuevos productos, nuevas industrias, si los subsidios es-
tán dados a las mismas industrias, altamente ineficien-
tes?
Muchos de los que leen este artículo tal vez no se rela-
cionan para nada con estas preguntas. En efecto, gracias
a Dios, en Colombia no hemos sufrido tanto las conse-
cuencias nefastas de la generalización de este tipo de
pensamiento. Pero sí tenemos un ejemplo muy claro de
qué es lo que nos puede pasar si nos acostumbramos a
esta mentalidad cómoda y conformista: Venezuela. Y
sin miedo a equivocarme, puedo decir que tal pensa-
miento es bastante popular entre las clases populares de
nuestro país, hecho que se refleja en sus preferencias
políticas.
Pero también es cierto que muchos aplicamos una mane-
ra de pensar semejante en nuestra realidad académica y
social: ¿para qué estudiar con juicio, si igual el profesor
me debe dar la oportunidad de recuperar el examen?
¿Para qué hacer la tarea a tiempo, si algún otro alumno
convencerá al profesor para que cambie la fecha de en-
trega? ¿Para qué buscar al profesor en un descanso para
que me solucione una duda particular, si en clase puedo
hacer la pregunta, retrasando, con ello, el desarrollo ge-
neral de la materia? ¿Para qué llegar a clase cuando des-
pués le puedo exigir al profesor que me explique o me
dé la oportunidad de presentar el examen al que falté?...
Y, ¿por qué deberían el profesor, el colegio y los demás
atender a tales caprichos míos? Porque tengo el derecho.
Y, ¿por qué? Porque para eso pago (aunque realmente
paguen mis papás).
Este es el mismo pensamiento que
acabo de exponer, y sus conse-
cuencias no son nada buenas.
Caemos en un estilo de comodi-
dad egoísta y olvidamos nues-
tros deberes. En efecto, ya que el
ciudadano no tiene la necesidad
de cumplir con sus deberes para
exigir, de igual forma, sus dere-
chos, ya que estos dependen de un
agente externo y no del desempe-
ño individual dentro de la sociedad, se olvida de sus de-
beres y se dedica a exigir sus derechos, muchas veces
con manifestaciones violentas, muestra de esta falta de
la tensión deber-derecho.
Dicho lo anterior, la invitación es a cambiar esta forma
“Caemos en un
estilo de
comodidad egoísta
y olvidamos
nuestros deberes.”
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de pensar, a reflexionar también sobre nuestros deberes,
sobre qué le debo yo a mis papás, a mis hermanos, a mis
amigos, a mi colegio, a mi ciudad y a mi país. A mane-
jar las situaciones que a nosotros competen con nuestro
propio desempeño, a que seamos nosotros mismos los
que aseguremos nuestros derechos, sin perjudicar, claro
está, los derechos de los demás. A tomar responsabili-
dad por nuestra felicidad y plenitud, dentro de nuestras
posibilidades.
A manejar nuestras relaciones con otras personas como
corresponde, no siempre esperando que el otro se ponga
en nuestros zapatos, sino siempre poniéndonos en los
suyos. Y, una vez hagamos parte de la fuerza productiva
del país, emprender, crear, innovar, crecer, ofrecer em-
pleo y prosperidad, pues, de nosotros y solo de nosotros
depende nuestra estabilidad económica. De nosotros
depende que se cumplan nuestros sueños, nuestras aspi-
raciones. Más importante: no han de ser los demás los
que me hagan feliz; he de ser yo quien, haciendo felices
a los demás y a mí mismo, alcance mi propia felicidad.
Y lo más bello de este pensamiento es que es verdadera-
mente generoso, verdaderamente altruista, por más iró-
nico que parezca.
Entonces, para concluir, hagámonos responsables de
nosotros mismos y seamos Verdaderamente Libres.
Por: Juan Pablo Gallego
¿DÓNDE ESTÁN LAS ALAS?
Vida larga, vida corta:
No me importa.
Importa lo que soporta y cómo se comporta.
Visión, puñalada,
Lágrimas se vierten sobre cofre con alas.
Vértigo impaciente se asoma y no siente;
Dulce morada donde las hadas mueren;
Mujer aislada, muerta en su cama.
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P : Eduardo, ¿de dónde vienes? Cuéntanos
de tu infancia.
R: Mi padre era un operario de maquina-
ria pesada; y mi madre, una modista. Para
ambos era muy importante que fuésemos aplicados en los estudios, razón por la cual nos inculca-
ron mucha disciplina.
La primaria la cursé en una escuela pública que se llama
aún “Nuestra Señora del Rosario”: ahí tuve una muy buena maestra los tres primeros años; ella me marcó, en
términos de aprender a analizar mi modo de pensar y de
memorizar las cosas y cómo podía aprender mejor.
Luego entré a un colegio público, nacional (en esa épo-ca todavía había colegios naciona-
les), era el Instituto Técnico Indus-
trial Piloto. Veíamos, durante los seis años, Dibujo Técnico: esa
asignatura me fue moldeando para
ser muy minucioso, hacer las co-sas bien y, sobre todo, adquirir
paciencia, puesto que, si uno falla-
ba en algo en las planchas, debía corregirlo hasta que quedara per-
fecto. En Octavo grado, elegí el
taller de Sistemas y Computación en el que finalmente me gradué
como bachiller técnico.
P: ¿Cómo fue el proceso para ingresar a la universi-
dad? ¿Cómo te decidiste por la Filosofía? ¿Fue siem-
pre esa tu primera opción?
R: No, cuando yo estaba en Undécimo, eligiendo ca-
rrera, pesaron más las limitaciones económicas y preferí optar por una que en ese sentido no fuese demandante.
Descarté Ingeniería de sistemas y Arquitectura y, como
en el colegio me había ido bien en Matemáticas y en Física, resolví presentarme en la Universidad Nacional y
pasé a Física. Pero al cursarla, me di cuenta de que la
concepción que tenía de esta como ciencia exacta y pre-cisa no era tan así a la hora de la verdad. Confluyeron
en ese momento, la muerte de mi padre, el desencanto
por la carrera que había escogido y suspendí los estu-dios.
Luego de algunos años, me presenté a la Universidad
Sergio Arboleda para cursar Lenguas Clásicas y, en la
entrevista con la Vicedecana, ella me recomendó que estudiara mejor Filosofía, cuyo pénsum incluía Lenguas
Clásicas. Entonces, terminé casi como en paracaídas,
estudiando Filosofía y solo hasta que conocí a dos gran-
des maestros, la Dra. Liliana Irizar y el Dr. Mario Acos-ta, tuve una epifanía definitiva, que me llevó a decir:
“Esto es lo mío” … quedé como encantado por el modo
en que ellos abordaban la Filosofía y, a partir de ahí, no tuve ninguna duda, aunque hasta cuarto semestre vacila-
ba si efectivamente era lo mío o no.
P: Eduardo, hoy en día muchos piensan que, en los
últimos años, ha habido un creciente desencanto por
la Filosofía y, tal vez, un mayor énfasis en lo que son
las Ciencias Naturales o, las así llamadas, Ciencias
Exactas. ¿Tú piensas que eso sí sucede? ¿Por qué?
R: La Dra. Liliana Irizar, en sus clases solía repetir
que: “El que estudia Filosofía, lo
hace por mero gusto”. Y es ver-
dad. Es comprensible que los pa-
dres de familia o aun los mismos
estudiantes piensen en una profe-
sión que sea útil económicamente,
o que socialmente dé cierto estatus
o prestigio.
Si bien no es que la Filosofía no
sea bien vista, hay -al menos- dos
perspectivas: una, que piensa que
va a morirse de hambre [risas]. Recuerdo a un sacerdote
amigo, quien, cada vez que nos cruzábamos, me decía:
“Me parece increíble, Eduardo, que usted viva de la Fi-
losofía” [risas], y yo me reía muchísimo. Pero sí es cada
vez más competido. Algunas universidades han optado
por ofrecer la Filosofía con otra titulación, por ejemplo,
con Economía, Derecho, Ciencia Política, e incluso con
Matemáticas. Y creo que no está mal porque, también,
en Colombia, las escuelas de Filosofía tienen una ten-
dencia a no darle la capacidad del diálogo interdiscipli-
nario al filósofo. Y creo que eso es primordial: que él
también entienda su rol, no solamente respecto a las
otras ciencias, sino su rol en la sociedad.
La segunda visión no la mira ya desde la mera utilidad,
sino desde un estatus muy elevado, al que se le aduce un
lenguaje demasiado abstracto e incomprensible, que ha
hecho, también, que la gente piense que es muy compli-
cado hacer Filosofía. Entonces, si le preguntan a uno:
“¡Ay! ¡¿Usted es filósofo?!”, piensan que es algo de la
“Es comprensible
que (…) piensen
en una profesión
que sea útil
económicamente”
Por: Juan Pablo Bonilla
ENTREVISTA A EDUARDO MANCIPE
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estratosfera… ¡y no! creo que simplemente es un len-
guaje y un modo de ver la realidad, que hace preguntas
más universales, mientras que la ciencia se dedica a in-
dagar cosas con un objeto de estudio delimitado y con
unas cuestiones que son, siempre, relativas a un contex-
to concreto.
P: ¿Cuál sería, entonces, la belleza de la Filosofía?
R: Entonces, finalmente, el mismo nombre lo dice:
“Amor a la sabiduría” [filos: amor; sofía: sabiduría),
aunque, para muchos filósofos, eso ya está desgastado.
Pero si uno entiende la sabiduría como proceso gradual,
que va desde las cosas más básicas, más cercanas, más
pequeñas, hasta las más abstractas, y, aun, hasta el pre-
guntarse por la existencia de Dios, ha logrado captar que
finalmente la Filosofía sirve para encontrar el sentido de
las cosas y de lo absoluto; no solamente “sentido” en la
perspectiva racional, sino “sentido” en el modo de ubi-
carnos en nuestra historicidad, en nuestra cotidianidad.
Y también ofrece visiones y alternativas para otras dis-
ciplinas y para aquellos para quienes la filosofía no les
es cercana, en términos del por qué existimos y qué sen-
tido puede encontrar para poder seguir o persistir en
nuestra existencia.
P: Bueno, ya pasando a otro tema, nos gustaría saber
cómo llegaste al Gimnasio de Los Cerros.
R: La primera vez que escuché del colegio fue a tra-vés del Dr. Mario Acosta. Su hijo mayor estudió en Ce-
rros y me dio muy buenos comenta-rios de su experiencia en el colegio.
Así que decidí que mi hijo Juan José
estudiase también aquí y tuve un conocimiento más cercano de la ins-
titución. Con el tiempo, el profesor
de Filosofía había renunciado y me llamaron para preguntarme si
quería colaborar con este espacio
académico en el IB
P: ¿Y en qué año llegaste al cole-
gio? Perdón.
R: Abril de 2016
P: Eduardo, cuéntanos, ¿cómo fue esa primera im-
presión cuando empezaste a dictar clase y, bueno, si
esa impresión ha cambiado?
R: Creo que, más que dictar clases, lo que hago en
Cerros es entablar diálogos filosóficos, replantear las cuestiones e ir continuamente perfilando mejor las res-
puestas. Y en general, la mayoría de estudiantes que
cursan filosofía en el IB son muy inquietos y aún cuen-
tan con esa capacidad de asombro que suscita preguntas fascinantes. El tratar de abordar colectivamente las
cuestiones va configurando lazos fraternos que se van
afincando. Cada nuevo grupo es una nueva experiencia que demarca un compromiso, una responsabilidad, la de
pensar en el aula y eso se ha mantenido hasta ahora.
P: Cuéntanos, también, de tu accidente, de cuando
estuviste enfermo. Pero, más a qué obstáculos tuviste
que sobreponerte después, y qué lección aprendiste
de la experiencia.
R: Tuve, en el 2017, un ECV (evento cerebelo-
vascular) que me dejó incapacitado y en proceso de
rehabilitación. Este episodio dejó, como secuelas, alte-raciones cognoscitivas que afectaron la memoria recien-
te e inmediata, a mediano y largo plazo; además, proble-mas atencionales y de concentración. En pocas palabras,
implicó no sólo rehabilitación física (para el caso del
brazo o el manejo del vértigo) sino, sobre todo, el reaprender cómo funcionan mis procesos cognitivos y
adaptarme a ese nuevo esquema para las clases.
P: Ahora, saliendo un poco de lo relacionado con el
colegio, ¿cómo es Eduardo Mancipe cuando no es
profesor, cuando no está en el colegio? ¿Qué pasa-
tiempos tienes? ¿Practicas algún deporte, o te gusta
alguno en especial?
R: Disfruto leer sobre variados temas, ponerme al
día en temas sociales, políticos y económicos. Me gus-
tan las caminatas, los ambientes campestres, conversar y participar en tertulias, el cine-arte.
Compartir con los que me son más
cercanos, en especial mi hijo. A am-bos nos gusta la música clásica y
disfruto acompañándolo a sus clases
particulares.
P: Eduardo, te vamos a sugerir
unas cuantas categorías y tú nos
dirás qué es lo favorito para ti
dentro de cada una de ellas:
Película: “El padrino” (la tri-
logía).
Director de cine: Mel Gibson, porque me im-
presionó cómo hizo la película de “La Pasión de Cris-
to”.
Autor de literatura: Marcel Proust y su impre-
sionante “En busca del tiempo perdido”.
Libro: “Discurso de los métodos de la filosofía y
la fenomenología realista”, al que considero un docu-
“la Filosofía sirve
para encontrar el
sentido de las
cosas y de lo
absoluto”
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mento magistral que muestra con contundencia la multi-
plicidad de formas para hacer filosofía.
Canción u obra (musical): El Adagio, de Al-
binoni,
Obra de arte plástica: “Pietà” (La Piedad, Mi-
guel Ángel).
Artista: en escultura, Miguel Ángel; en pintu-
ra, Bartolomé Esteban Murillo.
Comida: Comida típica boyacense
(mazamorra, cordero asado) y también me gusta la co-
mida italiana (spaguetti, canelones, lasagna)
Deporte: Para ejercitar lo, no; pero me gusta el
buen fútbol y, ahora, por mi hijo, también le he cogido cariño al tenis.
P: ¿Si pudieses visitar un lugar que
te guste mucho o te gustaría
conocer, a cuál irías?
R: Al convento de los Ja-cobinos en Toulouse
(Francia). Allí está la
tumba de Santo Tomás de
Aquino, quien es
patrono de los filósofos y teólo-
gos católicos.
P: Entrando en un tema tal vez más candente, ¿cuál
es tu posición u opinión respecto a la actual situación
política, económica y/o social de Colombia? ¿Qué
crees que es lo principal que haya que cambiar para
mejorarla?
R: Lo primero que habría que preguntarse es ¿Qué
es lo que realmente está ocurriendo en Colombia? Creo
que la tecnocracia (Estado, medios de comunicación y
mercado) ha llevado a que muchos ciudadanos sobredi-
mensionen lo que se ha acuñado como acuerdo de paz.
Sin embargo, al parecer las partes involucradas no han
sido sinceras, y han generado un optimismo que se ha
ido resquebrajando gradualmente. Los indicadores no
son para nada alentadores, los cultivos ilícitos se han
quintuplicado en los últimos nueve años, la cultura de lo
ilícito y de la corrupción es elevada, el escepticismo an-
te lo político avanza y solo da señales de vida en perío-
do de elecciones, para luego caer en el desencanto. Los
índices de desarrollo muestran estancamiento en calidad
educativa, de salud y de bienestar.
Sin embargo, considero que el género humano, en los
momentos de mayor crisis, es empujado a repensar las cosas, a evaluar aquellas creencias que no corresponden
a la realidad y a enderezar el camino. Creo que es posi-
ble consolidar comunidades emergentes que sean expre-sión de una visión de lo sociopolítico diferente; que nos
ayuden a salir de la crisis, por terrible que sea, y creo
que las instituciones educativas tienen un papel de gran relevancia.
P: Ya para ir acabando, ¿cómo describirías al cole-
gio en tres palabras o tres aspectos que hagan espe-
cial a nuestro colegio?
R: Confianza en las capacidades de los seres huma-
nos, fraternidad y ámbito de reflexión
P: Y, por último, un consejo que les darías a los estu-
diantes, un consejo que, de verdad, les sea útil.
R: Yo digo que la etapa del colegio es una de las eta-
pas que más marca nuestra existencia y que es impor-
tante aprovecharla al máximo. No aplazar cosas, sino, muy por el contrario, aprovechar todos los espacios po-
sibles que ofrezca el colegio, para desarrollar nuestras
capacidades. Muchas de las cosas que no se hacen en el colegio, ya después, difícilmente logran con un fuerte
enraizamiento. Entonces, yo creo que, tanto docentes,
administrativos, como estudiantes, debiésemos de velar por desarrollar nuestro mayor potencial en todos los ám-
bitos de Cerros.
P: Eso sería todo, a menos que quieras decir algo
más…
R: No, solamente agradecer, agradecer la entrevista.
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Por: Daniel Palacios
LIBERTAD
Libertad. ¡Dame más libertad!
Quiero sentir ese aroma,
Quiero sentir ese palpitar,
Y volar cada vez más.
Pero no, no quiero.
No quiero esa libertad
Que, por miedo al actuar,
Me lleva a no soñar.
Sácame del polvo,
Hazme despertar cada día
Con nuevos sueños y desafíos,
Con renovada energía.
RECOMENDADOS Estos son los tres libros que Eduardo Mancipe, profesor de filosofía, recomienda a los estudiantes:
Ética a Nicómaco, de Aristóteles
Las confesiones, de San Agustín
¿Qué es la hermenéutica?, de
Jean Grondin
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Resultados electorales A continuación, se muestran los resultados de las elecciones escolares, llevadas a cabo el martes 26
de agosto del año en curso.
1. Resultados de las elecciones para Personero (2019-2020):
2. Resultados de las elecciones para Representante de los estudiantes (2019-2020):