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luis-bermer
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LLUVIA DE CASTIGO
1
Recuerdo perfectamente el da en el que todo comenz, como si fuese ayer: volva del trabajo a casa, a la hora de comer, conduciendo con la cabeza cargada de pensamientos. Ideas acerca de mi tambaleante relacin con Esther. En las ltimas semanas, la tensin entre nosotros haba ido creciendo hasta llevarnos casi a un punto de ruptura. Y por qu? Por mi negativa a ser padre. Desde siempre, desde el primer momento de la relacin, le dej claro que jams traera un hijo, mi ser ms querido, a este mundo de mierda. Y ella estuvo de acuerdo, pensaba igual que yo. Pero han pasado muchos aos desde entonces, y todos hemos cambiado, madurado en un sentido u otro. Y ahora, activado repentinamente como un resorte, su instinto maternal lo impregna todo. Ser madre es su mayor deseo, y yo no soy quin para arrebatarle ese derecho; de igual forma que ella no puede negarme el mo a no serlo. As estaban las cosas.
Aparqu el coche junto al parque, donde sola hacerlo todos los das, y
sal para dirigirme a casa. Tras la tensin en vivo del trabajo, ahora otra racin de nuestra habitual tensin latente; a veces me sorprende lo mucho que puede llegar a resistir un cuerpo humano sin caer hecho pedazos. Envuelto en mi asumido fatalismo, segu caminando con desgana por la acera, cuando escuch un fuerte golpe a mis espaldas. Sobresaltado, me gir de inmediato. Me haba sonado a chapa, y no tard en descubrir que haba sido el cap de mi coche el que lo haba recibido. Presentaba una abolladura notable en su centro, se haba saltado la pintura. La sorpresa fue cediendo el paso a la rabia; frentico, mir por todos lados buscando culpables. En unos segundos me percat de lo que haba golpeado mi coche:
Era un fmur humano, tirado junto a la puerta del conductor. Pestae varias veces sin poder creerlo. De verdad era un fmur? Me agach para poder verlo ms de cerca y, cuanto ms aproximaba la
cara, ms evidente resultaba que, en efecto, as era. Amarillento, de aspecto rancio y como corrodo slo poda ser lo que pareca. Me incorpor plido, mientras la sorpresa dejaba su lugar al miedo. Quin poda haberme lanzado un hueso humano? Por qu? Mir frentico alrededor, esta vez temiendo por mi propia vida. Qu clase de persona puede hacer algo as? Pero no vi ni escuch a nadie. Tampoco haba ningn edificio, ningn sitio desde el que lanzar el hueso y esconderse con facilidad; el espacio era demasiado abierto en torno a m y eso me asust an ms.
Marqu atropelladamente el nmero de la polica y les cont como pude
lo que acababa de ocurrirme. Tem que no me creyeran, que se rieran o mosqueasen conmigo. Pero no; tras tomarme los datos, el agente al otro lado
me dijo que estaran ah en minutos. Y, en efecto, as fue. Del coche patrulla se bajaron cuatro agentes. Dos de ellos vestan trajes blancos de esterilizacin, y pronto comenzaron a sacar fotografas, tomar muestras de la pintura, de alrededor del hueso mientras los otros dos me tomaban una declaracin rpida. Todo me result extremadamente fugaz, casi irreal, supongo que a causa de mi enorme confusin. Cuando terminaron conmigo volvieron a su coche, deprisa, tanto que apenas si tuve tiempo de preguntarles qu poda significar todo esto. El conductor me dirigi una mirada comprensiva, antes de despedirse con una frase que explicaba en parte su urgencia, pero que me dej an peor de lo que ya me encontraba:
Estn cayendo por todas partes.
Iba subiendo por las escaleras, pensando en lo que iba a decirle a Esther para explicar mi tardanza y hasta a m me costaba creerlo, an sabiendo que era la nica verdad, vivida escasos minutos antes. Mis palabras sonaran como una excusa pueril, estpida, ridcula. Sabes qu, Esther? Me acaba de caer un fmur humano en el coche y me lo ha abollado. He tenido que llamar a la polica y Ya me imaginaba la cara que me iba a poner. Pensara que me estaba burlando de ella y de todo su rbol genealgico, intentando ocultar quin sabe qu cosa imbcil, impropia de un hombre adulto y maduro.
Entr en el piso tragando saliva, dirigindome hacia el saln por el
pasillo como si ste se hubiese transformado en mi corredor de la muerte particular.
Buenas dije. Ella estaba viendo la televisin. Hola susurr, sin mirarme. No te vas a creer lo que me comenc; pero ella me mand callar
con un rpido gesto del ndice sobre los labios. Estaba absorta con lo que decan en las noticias. As que guard silencio y, curioso por saber qu le causaba tanto inters, yo tambin prest atencin a la pantalla.
Y lo que estaban diciendo era que por todos los pases del mundo, por
zonas rurales y urbanas, dispersos pero no escasos, estaban lloviendo huesos humanos. Crneos, hmeros, costillas, fmures, tibias
Lloviendo huesos humanos. Eso fue justo lo que dijeron.
Las imgenes mostraban a personas junto a los huesos cados, explicando lo que haban vivido, de qu haban sido testigos, vdeos de baja calidad tomados con mviles y cmaras siguiendo el descenso desde los cielos de un hueso girando sobre s mismo. Los destrozos causados por algunos en distintos elementos de la ciudad. Escenas de ataques de pnico. Nios llorando al ver a sus madres llorar.
Sin darme cuenta, yo tambin estaba temblando.
2
Me envolvi la sensacin, la absoluta certeza, de estar viviendo un hecho extraordinario, sobrenatural; algo que ocurra por primera vez en la historia del mundo. Y como el rumor de la Tierra que precede y anuncia la llegada de un terremoto devastador, una profunda zozobra comenz a crecer en mi interior, intuyendo que esto era solamente el macabro preludio del terror inimaginable que se cerna sobre nosotros. A mi lado, Esther susurraba frases de incredulidad ante lo que escuchaba y vea en la pantalla. No puede ser esto no puede estar pasando Empec a pensar en voz alta, creo que para evitar que la tensin me reventase por dentro. Dar una explicacin lgica a algo que no aparentaba visos de tenerla en modo alguno. Sabes? Esto tiene toda la pinta de ser un acto terrorista, algo de guerra psicolgica como en la antigedad, cuando se catapultaban cabezas y cadveres por encima de las murallas de los asediados dije. Pero ni yo mismo poda creerlo. Realmente los huesos parecan caer como una lluvia Quin demonios puede conseguir eso? Y por todo el mundo. A la vez Pues yo creo que esto tiene que ser obra de Dios. O del diablo dijo ella, casi en un lamento. Esther siempre ha sido una fiel creyente, circunstancia que motiv durante aos interesantes conversaciones y alguna que otra discusin, al ir pendulando yo entre un humilde agnosticismo y el atesmo ms radical, segn la poca y mi necesidad de apoyo espiritual para poder sobrellevar la vida, supongo. Desde hace tiempo, creo que Dios ya no cuenta conmigo para su lista de elegidos. No. Existen muchas otras razones ms sencillas y verosmiles que habra que descartar antes de que pudiramos hablar de la mano de Dios dije, y ella me mir alzando una ceja. S, podra ser una manipulacin ms, orquestada por los gobiernos y sus medios de comunicacin En este momento record la abolladura de mi coche, pero prosegu, o algn extrao fenmeno dentro de las leyes de la naturaleza. Incluso veo ms factible que esto sea la primera fase de una invasin por civilizacin aliengena, que est usando nuestras estpidas y arcaicas creencias contra nuestra estabilidad mental. Lo de estpidas creencias no lo dirs por las mas, verdad? No lo digo por ti. Lo digo en general. Se estaba enfadando.
Ya, pero yo entro en ese general buf. De momento, tus causas tienen tanta validez como las mas. Y Sacudi la cabeza en incrdula negacin Realmente crees que esto est organizado por el hombre? Peores cosas se han visto. Cmo cules? Como las Guerras Mundiales, como los autoatentados para justificar lo injustificable entre otros muchos horrores canbales. Siempre nos hemos organizado estupendamente para acabar los unos con los otros. Esto es diferente. Apoy su pequea cara sobre una mano, mirando de soslayo al televisor. Dios est intentando decirnos algo. Los creyentes no suelen usar la lgica ni el empirismo; niegan de forma natural las evidencias en contra de sus creencias, y te culpan cada vez que entras con una luz en la oscuridad, su amada oscuridad. Un creyente es, en esencia, un adorador del misterio, de lo oculto, y lo necesitan como el adicto necesita la sustancia que lo mantiene flotando. Es tan sencillo como eso. Pues yo creo dije suavemente que referirse a lo sobrenatural es poner de manifiesto que se niega, que no se puede asimilar nuestra naturaleza humana, su faceta perversa, orientada a la maldad. Lo sobrenatural aparece cuando no se acepta la realidad, ni sus condiciones. Si Dios quiere decirnos algo por qu no lo dice claramente y punto? Por qu hay que estar siempre intentando clarificar si el mensaje es X o es Z y, encima, indagar si es l o no quien lo expresa? Esther me clav la mirada, obviamente molesta. Muy bien. Imaginemos que vosotros, los escpticos, los incrdulos, estis en lo cierto. Imaginemos que Dios no existe, que todo es una mierda mecanicista y que el hombre es un gusano hijo de puta capaz de todo con tal de engordar, sobre todo si es a costa de los dems. Supongamos que tenis razn en todo, pero por qu os alegris de que las cosas sean as?, por qu os consideris ms inteligentes, evolucionados que los creyentes?, de dnde os viene ese aire de superioridad, ese regodeo en la crudeza, esos deseos de destruir las equivocadas creencias de los dems? Yo no me considero ms inteligente que t, ni estoy especialmente contento porque las cosas sean as. Pero en la vida pocas cosas hay que causen ms dao que una creencia equivocada. Adems, sois vosotros los que os sents moralmente superiores a nosotros, por no hablar de ese paranoico complejo de persecucin que ostentis a la mnima ocasin. Y luego somos nosotros los malos, los diablicos, pero las religiones han causado ms guerras de las que se pueden contar, y la Inquisicin se hinch a quemar a gente viva. Me pregunto qu pensar Dios de todo eso conclu.
Ella se levant del silln con un bufido de cansancio. Mira, por lo que a m respecta, puedes seguir creyendo lo que quieras.
Est claro que no nos vamos a persuadir mutuamente ni vamos a sacar nada de esto. Slo djame decirte que os veo francamente limitados para aprehender el universo en su grandeza, ciegos a las razones ms all de la Razn, encerrados y orgullosos de estarlo en vuestras trampas lgicas, que poco tienen que ver con lo que ocurre ah fuera.
Muy bien, Esther, pues peor para m entonces. Y me alegro de que os
sintis queridos por Dios y siendo Uno con el universo. Ojal yo pudiera tambin.
Durante unos minutos quedamos en silencio, mirando lo que nos ofreca
el televisor. Qu crees que debemos hacer? dijo al fin, ladeando la cabeza para
referirse al suceso probablemente ms extrao acontecido en la Tierra. Llevaba un rato pensndolo, as que las palabras fluyeron solas: Despus de comer, voy a hacer lo que se suele hacer siempre en caso
de incertidumbre extrema. A qu te refieres? Me miraron con inters sus ojos negros. Voy a comprar y traer tanta comida y agua como sea capaz de cargar.
3 En los das siguientes el mundo estaba en plena ebullicin de noticias.
Yo iba a mi trabajo y volva, por todas partes no se hablaba de otra cosa. Los gobiernos al unsono se apresuraron a emitir comunicados tranquilizadores, intentado evitar que el pnico se extendiese en una deriva hacia el terror. Decan bsicamente que se trataba de un extrasima fenmeno meteorolgico en estudio, similar a esas lluvias de piedras o pequeos animales que han quedado recogidas en la historia. Pero por la red numerosos grupos de investigadores independientes ya lo estaban desmintiendo. Y en diferentes partes del mundo, llegaban a dos conclusiones idnticas: los huesos caan desde una altura de cuatro kilmetros, sin importar el punto geogrfico donde se recogiese el dato. Adems, no caan slo desde las nubes como parecan afirmar los gobiernos sino que aparecan de la nada, a pleno cielo descubierto, como vomitados por bocas invisibles, pero siempre desde esa lnea de los cuatro kilmetros hasta mostraban vdeos donde se apreciaba claramente. La segunda conclusin es que las pruebas revelaban que la antigedad de los huesos en ningn caso era inferior al milln de aos. Eso fue lo que dijeron.
Por todo el globo se estaban produciendo grandes movimientos sociales, de carcter religioso en especial. Las epifanas y mensajes apocalpticos se sucedan. Las comunas beatficas vieron crecer el nmero de sus integrantes de forma espectacular: lo dejaban todo y se iban a los campos a orar, a cantar la Buena Nueva, la segunda llegada del Mesas. Otros grupsculos sectarios se conformaron de la noche a la maana, como setas venenosas tras una lluvia txica; y ya comenzaban a crear disturbios e incluso casos de suicidio ritual colectivo. Adems, la frecuencia de cada de los huesos, lejos de disminuir, estaba aumentando. Era evidente hasta a simple vista; Esther y yo pudimos ver desde la ventana de nuestro saln que daba al parque y, por lo tanto, permita una amplia vista sin edificios caer no menos de tres o cuatro. Nos envolva una terrible, macabra fascinacin Era esto el preludio de nuestra muerte? El fin de la humanidad?
Tengo tengo miedo, Juan tartamude, mientras miraba al exterior.
Toda esta situacin me tiene descolocada. No s qu pensar, no s si el mundo se ha trastornado por completo. No s qu ser de nosotros
Yo tambin estoy asustado, cario Le cog la mano. Todos estamos
igual; nadie sabe por qu est ocurriendo esto ni entendemos qu puede significar o qu lo est causando. Debemos tener paciencia y esperar a que se resuelva, sea lo que sea.
Esther negaba con la cabeza, como resistindose a mis
bienintencionados pero evidentes intentos de transmitirle tranquilidad. Yo la conoca bien: no era una de esas personas que se dejan persuadir con facilidad, que incluso parecen estar desendolo. Y nunca le gust que la tratasen como a una nia pequea.
Creo que Dios nos est castigando. Cuando las cosas pierden sentido, o son duras de asimilar, Dios aparece
por la puerta. Venga ya, Esther! Cmo puedes decir eso? Es que t y yo nos
merecemos que nos bombardee con huesos humanos? Qu hemos hecho tan terrible, que no puedo recordar? Aparte de trabajar como cabrones, pagar impuestos y no saltarnos las leyes Tan malos somos? Y los nios, los enfermos, la gente normal que slo cometen el pecado de querer vivir en paz un da ms tambin se lo merecen? Me cruc de brazos, esperando alguna respuesta racional.
No nos castiga como individuos, sino como especie Tal vez slo
quiera abrirnos los ojos, que despertemos de una vez. Ah, vale entonces es que es indiscriminado; lo sabe todo de todos
pero no diferencia a nadie. Vaya, Esther, pues siento decir que tu Dios no se diferencia entonces demasiado de cualquier terrorista, segn parece.
Me lanz una mirada de hierro antes de responderme.
Juan, haz el favor de no blasfemar con tanta facilidad. T sabes
perfectamente lo que quiero decir; no tergiverses para atacar gratuitamente. No ataco por atacar, Esther; slo intento desmontar una idea sin base
de ninguna clase, bastante ridcula en mi opinin. Ser ridcula para ti replic, como un disparo. Adems, he notado un cierto respeto en tu voz cuando decas
blasfemar No temas su ira; pongamos que tienes razn y que l existe Ya nos est castigando! Qu ms has de temer? Mira, no me gustan las ideas que sirven para meter miedo, para controlar a las personas valindose de sus debilidades y penas. Es inmoral.
Dios es Amor, ante todo. Ya veo, ya. Y cualquier teora que no se adecua al principio de
falsacin, como toda la parafernalia de Dios, tiene muchas papeletas para ser una pura invencin. Qu se puede decir de cualquier cosa de la que no se puede asegurar ni su existencia ni su no existencia?
Esther me mir como a un nio travieso pillado in fraganti. Reconcelo, Juan: t no creeras en Dios ni aunque lo vieses aparecer
entre las nubes. Te gusta demasiado sentirte intelectualmente superior, blandiendo tu lgica como una espada de palabras. l est por encima de eso. l lo cre todo, incluyendo tu obcecado cerebro. Y sus designios son inescrutables, por definicin.
De acuerdo, yo soy un chulo y un pedante, lo acepto; pero yo no me
dedicara a aterrorizar a mis hijos, si los tuviera. Por qu nos trata tan mal? Y por qu no intenta, al menos, explicar sus designios no s, con palabras? A lo mejor hasta se sorprende al ver que no somos tan tontos como cree.
Esther esboz una pequea sonrisa. Porque sera como intentar explicarles a unas hormigas los motivos
para la construccin de la autova que destruir su hormiguero. Un imposible. Y tal vez esta manera de actuar sea el nico mtodo vlido para llevarnos adonde quiere.
De acuerdo, cario. T ganas: Dios existe y los humanos merecemos lo
peor. La mayor dificultad para conversar con alguien de creencias muy arraigadas, como t, es la poca receptividad a escuchar otras teoras alternativas. Por eso, me gustara que al menos tomases en consideracin esas otras ideas. Seguro que te enriquecen, incluso aunque no fueran ciertas.
Yo no soy ninguna fantica, slo te digo lo que sinceramente creo Se
recogi parte de su melena negra tras la oreja. Muy bien, imaginmoslo al
contrario: t tienes razn y la mano de Dios no est tras lo que est ocurriendo dime, qu explicacin le encuentras a que lluevan huesos del cielo?
Me gust que quisiera escucharme. Pues vers comenc, pienso que debemos partir de dos hiptesis
para explicar las causas: la primera, Interna: esto est siendo obra del hombre, de los gobiernos. Una manipulacin ms para aterrorizarnos, para dirigirnos como el inmenso rebao que somos hacia donde les convenga, como con los ataques de falsa bandera y el fenmeno O.V.N.I en el pasado. Seguro que pronto nos meten a todos en campos de concentracin blindados, dirn que para nuestra proteccin, por seguridad eliminando tantos derechos adquiridos En el fondo, lo que quieren es sacrificar gran parte de sus cabezas de ganado, pues el rebao se ha vuelto demasiado grande, e incontrolable.
Eso suena muy conspiranoico no? Se sonri, un tanto burlona Muy
Nuevo Orden Mundial, Illuminatis pensaba que t no creas en esas cosas. Me gui un ojo, devolvindome la pelota de la puerilidad de las creencias.
Y realmente no creo en ello a pies juntillas, pero es una probabilidad
que est ah. Por qu habramos de descartarla? Muchas pruebas son incontestables, y eso no tiene nada que ver con lo que uno cree.
Habra que ver tambin quin presenta esas pruebas, cmo y si no es
otra manipulacin ms, a su vez aadi Esther. No te dir que no le reconoc; pero que los gobiernos nos engaan y
manipulan desde que existen es una obviedad fuera de toda discusin. La segunda hiptesis es Externa, menos probable para m que la primera, pero tampoco descartable. La lluvia de huesos puede estar causada por entidades no humanas, de fuera de la Tierra o incluso de otras dimensiones
Esa s que es buena! Esther se carcaje con ganas, como no lo
haba hecho desde que empez la pesadilla. De otras dimensiones dices? Un poco alucinante, no te parece?
S, claro, pero es otra opcin no desdeable. Los huesos aparecen de
la nada, a cuatro kilmetros de altura, recuerdas? Eso te parece normal, natural, explicable? Es de lo que estn informando todos los investigadores.
Suponiendo que eso sea cierto, no lo olvides. De acuerdo, suponiendo que sea as. Fjate, Esther Te das cuenta de
tu resistencia a aceptar esa mera posibilidad? Ves cmo te parece una infantilada propia de las pelis para cros? Tal vez es justo lo que pretenden que creamos, y llevan trabajando en ello muchos aos, con buenos resultados, es evidente. Tu reaccin es un claro ejemplo, y seguro que es mayoritaria en la sociedad.
Esther buf, mordindose el labio inferior y negando con los ojos
mirando hacia los cielos, como pidiendo fuerzas a su Dios para soportar tantas tonteras.
Vaya, no saba que estabas tan paranoide. Casi hasta me asustas un
poco y todo. A m me asusta ms todo lo que est ocurriendo ah afuera, cario. Bien, sigamos con tu hiptesis Pareca divertida. Y por qu esos
seres del espacio exterior no llegan y directamente nos destruyen, nos esclavizan, nos devoran o lo que diablos se suponga que quieren hacer con nosotros? Para qu tantos rodeos? Parece que no es slo mi Dios el que acta con claves Me mir con sorna, ladeando la cabeza, sabedora de su gancho a la barbilla dialctico.
Tendra que ser uno de ellos para saberlo me defend y me da que
eso es ya mucho pedirme. Ni tan siquiera te estoy diciendo que yo piense que esa sea la causa; slo te pido que valores la hiptesis, la idea cuantas ms aportemos, ms cerca estaremos de poder descubrir la verdad.
Ahora me estaba mirando con cario. Sabes? Al final va a resultar que ambos creemos en fantasas de muy
difcil corroboracin. Quin sabe a lo mejor es justo por eso por lo que estamos juntos.
Esas palabras me hicieron sonrer. Pulsaron las teclas de mi afecto. Es posible Me pregunto qu carencias compartimos para necesitar
caer en Esther grit de repente. Mira, mira! Ven rpido! Con los ojos como platos, estaba sealando
a travs de la ventana. Qu pasa? Me alarm, mientras corr hacia ella. Se escuch un fuerte impacto seco de algo rompindose en la calle. El
sonido lleg perfectamente hasta nuestro segundo piso. Lo he visto! Lo he visto caer! Estaba acelerada Era como un
costillar, Juan! Mira! No lo ves all, junto a la seal de prohibido? Aquello blanco?
En efecto, haba unos fragmentos blanquecinos junto a la seal, como
un arpa de hueso rota. Los huesos de un costillar, desperdigados.
Qu horror, Juan! gimi, girndose para abrazarse a m. La estrech contra mi cuerpo, apoyando la mejilla sobre su cabeza. Mientras observaba cmo algunos curiosos se acercaban hasta aquellas
costillas rotas, sent que la inmensa boca del Infierno se abra ante nosotros.
4
Durante la semana, los hechos se precipitaron da a da, con creciente velocidad, como una bola de nieve echada a rodar ladera abajo. El mundo se convulsionaba con noticias extraordinarias que se haban vuelto cotidianas. Ahora lo normal era asomarse a la ventana y ver caer, cada pocos minutos, algunos huesos aqu y all; su frecuencia segua aumentando progresivamente, sin diferencias significativas en ningn lugar del mundo. Aunque s se haba detectado un incremento considerable en las grandes zonas urbanas respecto a las ms despobladas. Los grupos sectarios pensaban como Esther, que esto era un castigo divino hacia la civilizacin y sus crmenes contra la naturaleza, contra la obra de Dios. Los gobiernos ya no hablaban de un fenmeno meteorolgico y no desmintieron esa farsa inicial, sino de una amenaza, un atacante desconocido que estaban intentando encontrar. Se unieron a la corriente de los investigadores de la red, a su lnea de informacin como si nunca antes la hubiesen desprestigiado con mil artimaas. Afirmaron que los huesos eran humanos, y que el ms reciente de los estudiados databa de unos cien mil aos atrs. Se haban creado unidades especiales del ejrcito dedicadas a la recogida de estos restos. En los primeros momentos pudimos verlos clasificndolos en bolsas, escribiendo datos en ellas; pero ante la magnitud de la tarea y la creciente intensidad de la lluvia, pronto se limitaron a limpiar las calles con la mayor celeridad posible, vertiendo las osamentas en sus enormes vehculos, como si de un cuerpo de barrenderos forenses se tratara. Ya se contaban por centenares los muertos debido a impactos de hueso a lo largo y ancho del planeta. Desde los medios se recomendaban medidas de proteccin para salir a la calle, y pronto los cascos y paraguas reforzados fueron una prenda de vestir ms, como una macabra e inmensa broma de carnaval. El mundo vibraba, aguantaba la respiracin, sobrecogido en un estupefacto estado de shock.
Esther lo llevaba cada vez peor, no poda asimilar la deriva que los
acontecimientos estaban tomando. Se estaba desquiciando, y sera injusto culpabilizarla por ello. Desde mi opresin, yo intentaba mantener un mnimo de equilibrio y cordura, una pequea luz de esperanza en que la lluvia cesase de una vez y que el mundo volviese a ser el horror que ya conocamos, no esta aberrante, nueva pesadilla. Aunque lo cierto es que mis ideas no podan ser ms negras y depresivas.
Tras la cena, que apenas toc, Esther volvi a su verborrea neurtica.
Se estaba volviendo loca en la bsqueda de un sentido, en descifrar el mensaje que Dios nos enviaba desde el cielo. Yo empezaba a pensar que, tal vez, no
hubiese ningn sentido tras el fenmeno. Si los gobiernos en efecto no estaban detrs de todo qu importaba entonces que la causa estuviese en seres dimensionales, extraterrestres o en hechos sobrenaturales? Estbamos postrados ante un enemigo invisible e inatacable, ms all de la capacidad de comprensin. Y nuestro destino era decisin suya.
Te das cuenta? comenz Esther, mientras recolocaba la mesa. Nos
est arrojando huesos desde el pasado ms remoto para acercarse poco a poco a nuestro tiempo Qu quiere decir eso? Nos est reprochando el que hayamos olvidado a nuestros muertos, a todos los que sufrieron para que hoy estemos aqu? O ser un castigo por enterrar tantos crmenes en el olvido, y seguir cometindolos de la misma manera, como si no aprendiramos nada de ellos?
Y qu importa, Esther? le contest Qu importa que sea por una u
otra razn por la que nos castiga as? Ya ha matado a cientos, y no parece que le sean suficientes, ni que vaya a parar.
Tal vez si descubrimos justo lo que quiere de nosotros y comenzamos
a actuar as, detenga esta lluvia de muerte. Cuando le demostremos que hemos aprendido la leccin al fin.
Y si no qu, Esther? Qu ocurrir? Si no descubrimos la respuesta a
su retorcida adivinanza cmo actuar l? Pretende convertir el mundo en un cementerio silencioso, cubierto de huesos? Vaya un Dios vengativo que tienes, no s ni cmo puedes creer en l.
Esther obvi mi envenenado reproche. Yo no lo veo as, Juan. l es nuestro Padre, y acta como tal, siendo
incluso duro cuando es preciso serlo. Nos dio la libertad y mira lo que hemos hecho con ella Tal vez haya llegado el momento de recibir nuestro correctivo, sin el cual es seguro que acabaramos cayendo en el abismo de nuestra autodestruccin.
No existe locura que no encuentre su justificacin casi suspir. Me ests llamando loca? pregunt, con los brazos en jarras. Me pas la mano por la cara, como si me la quisiera borrar, antes de
contestar. No, cario. Slo digo que hasta la ms disparatada creencia tiende a
revestirse de una justificacin pseudolgica que la permita presentarse en pblico con aspecto racional, aunque en esencia sea un completo sin sentido.
Puedes pensar lo que quieras Desvi la mirada hacia la lluvia
intermitente del exterior.
O sea que t veras normal, por ejemplo, que yo castigase a mi hijo golpendole hasta matarlo, aunque supiese desde sus primeras lgrimas que l no entenda por qu lo castigaba, no? As piensas?
Una vez ms, tergiversas, atacas, sin querer comprender. Sabes?
Creo que tu negativismo, ese escepticismo feroz que no encuentra causas, sentidos ni rumbo a casi nada en la vida es tambin una arraigada creencia, tan estpida o incluso ms que la ma. Porque al menos yo intento descubrir motivos, aquello que hay ms all de nuestras limitadas mentes. Y si me equivoco, al menos habr sido creativa. Qu aporta tu orgullosa cerrazn?
Aquellos que piensan como yo Me rasqu la frente intentan eliminar
la supersticin y el pensamiento mgico de la sociedad, que maduremos, y que partamos del conocimiento objetivo de la realidad para poder llegar algn da a responder todas esas preguntas que se nos escapan. Es peligroso seguir pensando como nios cuando ya somos adultos. Y difcil reconocer nuestras propias carencias internas, esas que nos llevan a creer
Est bien, Juan suspir, alisndose la blusa. Yo y mis desconocidas
carencias nos vamos a la cama. Ha sido un da duro. Buenas noches dijo, sin mirarme, cruzando la puerta.
Buenas noches, pronto ir yo tambin solt, casi como una frase
hecha. S lo que a ella le hubiese gustado, lo que esperaba de m; como casi
todas las mujeres: que me anticipase a sus deseos y actuase conforme a ellos, sin una sola palabra, sin preguntas, como prueba definitiva del conocimiento de su alma y mi amor por ella. Y cada vez que no acertase, frialdad, ostracismo, desapego en respuesta, como acicate para seguir intentndolo, para descifrar sus sueos y devenir en el perfecto caballero. Cmo no conocer este viejo juego teatral y sus reglas? Ella esperaba mi comprensin, un mayor acercamiento a su credo, que rezsemos juntos incluso por el fin de la pesadilla. Dios sera una mujer si existiese, estoy seguro. Lo siento, Esther, nunca tuve vocacin de actor, de interpretar un papel en las antpodas de mis ideas y sentimientos. Siento haberte defraudado. A m tambin me hubiese gustado que comprendieras la absoluta desolacin de quien no tiene donde agarrarse, refugio ni lugar adonde huir.
Me qued a oscuras en el saln observando por la ventana el caer de
los huesos, recortndose contra las estrellas.
5
La lluvia no ceda. Ms al contrario, pareca que cada da llova con ms fuerza que el anterior. Los huesos se iban amontonando a los lados de las calles, sin que el tiempo diese abasto para su retirada. Siempre estaban cayendo ms. Algunos grupos de voluntarios los limpiamuertes, se les dio en
llamar intentaban facilitar la labor del ejrcito acumulando las osamentas en determinados puntos, como impos altares levantados en honor a algn dios del averno. Se decret el estado de alarma y se tomaron de urgencia infinidad de medidas, que procuraban amortiguar el impacto de esta aberracin y que todo siguiese funcionando, de un modo u otro. Pero el trauma se extenda como una fiebre. Imposible de parar. Estbamos perdiendo lentamente la cabeza, los referentes, los nervios sometidos a esta incertidumbre sobrenatural de visos apocalpticos. Cmo se supone que debamos asumir algo as? Los estallidos sociales, los actos irracionales cometidos por individuos y grupos se multiplicaban, con tintes satnicos, mesinicos, religiosos era lo de menos. El colapso, buscado o no por quien estuviese detrs de todo esto, se vea venir. No se puede nadar indefinidamente bajo el fuego. Para colmo, estaban diciendo que los ltimos huesos recogidos y estudiados databan de hace unos dos mil aos. Y muchos presentaban huellas de violencia, signos de tortura esos detalles morbosos vomitaban las pantallas, como si no tuvisemos suficiente mierda encima con todo lo que nos caa sobre las cabezas.
Lo ves? dijo Esther, con sus ojeras cada vez ms oscuras,
profundas. La tensin nos estaba destrozando Qu te dije? Dios nos castiga con los restos de nuestros crmenes, para que no olvidemos tanto mal causado. Te das cuenta, Juan? Cuntos millones de inocentes muertos por nuestra propia mano, por nuestra locura?
La escuchaba a ella, una vez ms su beatfica perorata, a la que se
agarraba su mente como si all fuera a encontrar la salvacin. Y escuchaba el golpear de los huesos en la calle, ahora constante, sobre los coches, los tejados, sobre cada objeto a la intemperie, como mazas orgnicas de lo que una vez fueron personas Dese estar muerto, como ellos. Lo confieso.
Esther eso no puede ser dije, realmente cansado. Aunque nos
arroje a todas las vctimas inocentes de la historia encima, simplemente, no puede ser
Tal vez volvi a la carga no sean slo los asesinados de forma
premeditada y violenta, sino todas las personas que han muerto en el mundo desde que el hombre existe. Tal vez est vaciando los cementerios, las fosas comunes, sacando fuera todo lo que est bajo tierra mostrando lo que somos en realidad una vez despojados del regalo de la vida; y no parar hasta que nosotros cambiemos. Hasta que creamos en l.
Ni siquiera as, Esther Cuntos miles de millones han muerto desde
el origen? Yo no lo s pero, sean los que sean, es imposible que sean tantas como para cubrir no slo las ciudades del mundo, sino la inmensidad de la Tierra, como parece estar ocurriendo. No, Esther aqu hay algo ms extrao, diablico. Algo que se escapa a nuestra imaginacin.
Dio unos pasos por el saln, nerviosa, como buscando los asideros para
que su teora no se hundiese por completo, junto a ella.
A lo mejor los est multiplicando, como los panes y los peces, con tal de que comprendamos, al fin
Guard silencio, agotado de pensar en vano. Me pulsaban las sienes.
Notaba cmo el estrs recorra tambin mi cuerpo. La sensacin de impotencia, de no poder hacer nada significativo por cambiar nuestra suerte era total. Qu pueden hacer dos personas para detener el Apocalipsis?
Esther miraba a travs de los cristales, llorosa. Puede que nos est castigando a ti y a m, por no haber tenido un hijo.
Creced y multiplicaos dijo, casi para s misma. Otra vez, la misma vieja historia. No me vengas otra vez con eso, Esther rogu, hastiado. Hemos
discutido ya ese tema un milln de veces. Pensar que lo que sucede en el planeta depende de lo que t y yo hagamos es de un egocentrismo solipsista extremo
Me observ con aquella macerada mirada de rencor. S, pero es otra posibilidad no? Adela a tu lista analtica de
explicaciones para lo inexplicable Se cruz de brazos, la cara teida de tristeza.
El reproche, siempre ah clavado, como un oxidado cuchillo ritual de los
Incas. Creo que tenemos ahora prioridades ms graves y acuciantes que
nuestra paternidad, no crees? Ella callaba. Te imaginas lo que hubiese sido tener un hijo? prosegu. Te
gustara que nuestro hijo estuviese por aqu ahora, siendo vctima junto a nosotros de esta locura? A veces pienso que, no trayndole a este mundo de mierda, lo he querido y respetado mucho ms que t.
Esther se gir hacia m, con ojos sorprendidos, furibundos Qu coo ests diciendo? explot Cmo me puedes decir eso?
Yo le hubiese dado una vida llena de afecto, digna de ser vivida, como han hecho tantas y tantas madres Y si esto es el final, al menos habra tenido la ocasin de estar vivo, de poder respirar y conocer qu significa esta experiencia. Ahora, ahora ya Se le crisparon los labios nunca podr ver su cara.
Se acerc a m, con lgrimas resbalando por sus mejillas.
Eres un cobarde Un egosta de mierda! Y en lugar de golpearme a m, dio un manotazo al plato de cristal sobre
la mesa, que vol hasta hacerse aicos contra el suelo, justo antes de salir corriendo hacia nuestro cuarto. Escuch el portazo al final del pasillo, a galaxias de distancia.
Vaya asco Me levant al rato con pesadumbre, a por la escoba y el recogedor para
barrer los pedazos de cristal por todo el saln. Lament todas y cada una de mis palabras, la forma de expresarlas. Lament mi estpida soberbia, mi falta de sensibilidad hacia su estado emocional. Lament estar junto a ella, no haberla dejado libre, que encontrase a cualquier otro que le transmitiese la felicidad que yo jams sera capaz de brindarle. Mientras arrastraba con la escoba los brillantes fragmentos hacia el recogedor, sent unas inmensas ganas de llorar, como ya ni recordaba. Ella tena razn. Soy un cobarde, por no querer un hijo y cuidarlo junto a ella, por no alejarme, por no atreverme a vivir sin verla cada da. Y soy un egosta de mierda, porque he unido su destino al mo.
Porque es la nica persona en el mundo a la que he amado con toda mi
alma.
6
Ya apenas poda salirse a la calle, era poco menos que un suicidio. El
ejrcito haba intentado mantener las vas abiertas con sus vehculos blindados, dotados de palas similares a los quitanieves, pero era imposible. La lluvia segua cayendo con fuerza, inagotable. Poco a poco se fueron replegando hacia los pabellones de proteccin, donde ramos instados a acudir por nuestra seguridad. All se estaban concentrando las fuerzas, los recursos a la espera de que el infierno cesase. Muchos acudieron, aterrados. Otros muchos aguantbamos semiatrincherados en nuestras casas, igual de aterrados. Los huesos eran cada vez ms abundantes, ms recientes en el tiempo. En algunos lugares haban empezado a caer cuerpos enteros, momificados, tambin con signos de violencia. Eso dijeron por la radio oficial, aunque nosotros an no habamos visto caer ninguno. Las emisiones de televisin haban cesado su actividad. No podamos sino imaginar qu estaba ocurriendo en el exterior, pero sin ninguna certeza.
Qu vamos a hacer ahora? pregunt Esther, demacrada. Creo que lo mejor es que resistamos aqu, hasta que todo pase. Algn
da tiene que terminar, por fuerza. Aqu tenemos comida y agua para meses. Y ah fuera ya no sabemos ni lo que est en verdad pasando, Esther.
Se acarici la barbilla, inquieta.
Y si nos fusemos de la ciudad, Juan? A lo mejor lejos de ellas no
caen tantos, como era al principio, recuerdas? Unirnos a alguna comuna, o meternos en alguna caverna bien alta. O ir a los pabellones
Sonre con tristeza. Aunque odiase ser tratada como una nia, a veces
era justo eso lo que pareca. Una nia fantasiosa, imaginativa casi poda ver la nia que fue con diez aos justo delante de m, ahora. Imaginando cmo es el mundo desde su creatividad, sin los lmites de la razn.
Nuestro coche debe estar ya destrozado, cario, bajo un montculo de
huesos malolientes. Y aunque as no fuera, piensa en el peligro si all estn cayendo igual que aqu, si nos quedamos tirados en medio de la nada Para qu arriesgarnos? Y de los pabellones recuerdas lo que te dije de los campos de concentracin? Recuerdas que lo intua? Mralo, ah los tienes.
Por qu has de pensar siempre mal? A m me parecen lgicos, un
servicio para la poblacin. Si nos quisieran muertos para qu tomarse tantas molestias? Con dejar eso a la lluvia tendran bastante.
No s, no s llmalo intuicin, pero siento algo muy oscuro en torno a
eso. Apenas se ha dicho nada de ellos, cmo viven los que han ido all, ni una imagen de cmo son por dentro, slo por fuera
Las televisiones han cado, no habrn podido dar ms informacin.
Todo se precipita rpido, demasiado rpido bastante se est haciendo por intentar salvarnos.
Vi un cuerpo entero caer, creo que desnudo, amarillento. Esther estaba
de espaldas a la ventana, as que no pudo verlo, por fortuna. No dije nada, pero el sobresalto me produjo un profundo escalofro. Creo que ella no lo not. Cerr los ojos y me apoy sobre una mano, intentando serenarme. Ella pensara que estaba reflexionando en sus palabras. Haba captado algo de su expresin. Con la boca descolgada. Horrible
Respir hondo. Y segu hablando. Tal vez sea justo eso lo que quieren. Que vayamos, no s para qu,
prefiero ni pensarlo, pero que vayamos. Desde el principio. Puede que ese sea el objetivo final, por lo que todo esto est ocurriendo
An piensas que esto puede ser un teatro artificial? Me mir,
escptica. Demasiado grande, para cualquiera, me temo. Francamente, Esther, no s qu pensar. Ya no s qu pensar Ella suspir, mirndose las manos. Dios proveer dijo, con la voz cargada de duda.
Ojal tengas razn, cario. Pero de momento, nos quedamos aqu sentenci, antes de levantarme y salir del saln.
Aquella boca abierta
7
Siempre me llen de horror la idea de una muerte lenta. Y da tras da, semana tras semana, es justo lo que nos estaba ocurriendo. Se dice que la esperanza es lo ltimo que se pierde, pero no es cierto: nosotros ya haca mucho tiempo que la habamos perdido. La lluvia de restos humanos no se iba a detener; ya lo sabamos. bamos a morir enterrados vivos, bajo toneladas de carroa formada por nuestros ancestros, familiares, amigos S, la cuenta regresiva del demonio que cre este infierno haba alcanzado el presente. Ya estaban cayendo los cuerpos de personas fallecidas pocos aos atrs. Es difcil describir con palabras el profundo horror que satura la mente, que dispara los nervios en una corriente elctrica continua, que destruye la capacidad de pensar con claridad, de comer, de dormir Como muecos rotos, destensados Ver los cuerpos caer desde el cielo lenta, desmayadamente, como en una grotesca burla sin fin de la mnima dignidad inherente al ser humano. Ah el espantoso estampido al reventar contra los tejados, cornisas, barandillas de balcones las amputaciones, las manchas de sangre y vsceras el hedor insoportable que sustituy al aire, aliviado slo y ligeramente por corrientes de aire nocturnas las imgenes clavndose como cuchillos al rojo en las retinas, la mente ya torturada, y el corazn. La calle se haba convertido en un mar de cadveres sobre un lecho de huesos; un cementerio abierto, sin tierra, revuelto varias veces sobre s mismo. Los cuerpos amontonndose los unos sobre los otros, entremezclados en posturas imposibles. Y cuando otro caa, fracturndose de horrendas maneras contra los yacentes, pareca transmitir a estos una onda de movimiento, una momentnea vida innatural hasta que se recolocaban en nuevas posiciones inertes.
So con estar muerto. La radio hablaba y hablaba, sin parar. Deca que los cados eran fallecidos de los ltimos treinta aos. Se haba investigado, reconocido y localizado a personas concretas. Haban ido a sus tumbas, a exhumar sus cadveres y all no haba nada. Tambin decan que el ochenta por ciento de los investigados haban encontrado su muerte oficial de forma violenta: asesinados, en combate, violaciones, peleas, atracos mientras que el resto haban fallecido por enfermedades o muerte natural. Todo eso deca la radio, y muchas otras cosas ms. Pero yo ya no me crea nada. Ni una sola palabra. De algn modo, ellos estaban detrs de todo esto. O tal vez no, y Esther haba tenido siempre razn. Tal vez deb hacerla caso desde el principio: tener un hijo, rezar a Dios, alejarnos de la ciudad
Ahora ya nada de eso era posible.
Mi querida Esther, quebrada, hundida por completo. Ya no se levantaba de la cama. No poda, no quera cmo saberlo. Lo haba intentado todo. Todo, por insuflarle vida, una minscula luz de porvenir todo en vano. Slo deca que la despertara cuando el mal hubiera pasado. No poda soportar verla as ni saber cuntas fuerzas me restaban, ni cunto tiempo resistira en pie, antes de perder la cabeza sin remedio. Siempre fui una persona capaz de ponerse en lo peor, de calcular los ms nefastos escenarios que el futuro pudiera traer consigo. Durante los primeros das pens en esta posibilidad que se ha cumplido. Y prepar tambin una solucin: me inform a conciencia, compr los medicamentos, las jeringuillas, apunt las mezclas, las dosis deseando, rezando al Dios de Esther por no tener que emplearla jams, pero guardndola en un lugar seguro. Temblaba de slo pensar que ese momento pudiera alcanzarnos ese momento que ya casi estaba aqu. Dentro del piso, la atmsfera era un puro miasma, pero abrir una ventana era an mucho peor. Esther ya no coma nada, y lo poco que consegua meterle en la boca, a la fuerza, lo echaba al poco rato. Intentaba hidratarla, pero la mayor parte del lquido se le derramaba por las comisuras de los labios. Su rendicin era absoluta. Quera morir. Y yo, furioso, gritaba, rompa cosas de su alrededor, buscando una mnima reaccin que nunca lleg. La cog en brazos, agarrada a mis hombros, medio arrastrando por el pasillo nada, nada de nada funcionaba. Y al final volva a depositarla en nuestra cama, y la arropaba, besndola mientras lloraba apoyado en su mejilla, roto de dolor y desesperacin, sin saber qu ms hacer Ella me diriga a veces una mirada perdida, pero s que no me vea ya. Imagin cules debieron ser sus pensamientos justo antes de caer en este pozo. Imagin su frustracin ante la indiferencia, el desprecio que Dios haca de sus oraciones, sus sentimientos, su fe Imagin cmo ste desapareca de su mundo interior, persuadida de que siempre haba estado equivocada, engaada, quedando en su lugar la devastacin del vaco, de la existencia materialista, absurda, sin sentido o tal vez fuese justo lo contrario: su fe era tan fuerte que su cerrazn significaba la entrega absoluta a Dios, el deseo imparable de unirse a l. Jams podra saberlo porque Esther ya no estaba conmigo. Mi nica informacin era su gemido quedo, constante, como el de un gatito abandonado en mitad de la noche; y slo s que sufra, sufra, sufra sin pausa y yo ya no poda soportarlo ms. El momento haba llegado. Habamos chocado contra el lmite incompatible con la vida, y la lluvia segua cayendo. Me levant de su lado y me dirig a preparar las dosis, las de ambos, que detendran nuestros corazones, nuestro sufrimiento, para siempre. Y mientras mezclaba aquellas sustancias en la cocina, rec con todas mis fuerzas a Dios, como jams lo haba hecho antes, al Amor, para que no me permitiese fallar esta vez, para que dirigiese mi mano con firmeza. Para que nos liberase a los dos del Infierno en la Tierra.
8
Ya no sufre. Ella ya no sufre.
El martillo golpeaba sobre la cabeza del clavo.
Esther ya descansa en paz, libre del dolor. Libre de toda esta mierda, para siempre.
Con el dorso de la mano me secaba las lgrimas. Y segua golpeando.
Es lo que ella hubiera querido. Para ti tambin.
Ahora est con su Dios.
Otro clavo ms. La segunda balda qued clavada al marco de la puerta de nuestro dormitorio.
Que ya nunca ms lo sera. Que ahora era el mausoleo para el cuerpo de Esther.
Segu clavando la tercera balda arrancada al armario de los libros
intiles.
Hasta la dosis, estars solo. Rodeado de cadveres putrefactos, que no dejan de caer.
Tan solo como jams lo estuviste antes en tu vida.
Descargu con fuerza, rabioso; que la intensidad de los golpes igualase a la de los que llegaban de fuera.
Pronto estaremos juntos de nuevo, Esther. Como siempre, para siempre.
Las cuatro baldas quedaron firmemente sujetas, bloqueando la puerta. Ya no podra abrirla por ms que quisiera, por ms que la tentacin me volviese loco por completo. Y ahora mi templo estaba terminado. Todas las noches, hasta que me alcanzase el final, hasta mi ltima reserva de energa, vendra aqu, a arrodillarme frente a las baldas para rezar al Dios de Esther. A suplicar con todo mi ser para que su voluntad protegiera su alma del infierno que nos engulla. Para que su cuerpo no formara parte de la lluvia de castigo. No recuerdo qu ocurri desde que cubr su cuerpo con las mantas. No recuerdo nada en absoluto. Pero supongo que perd la cabeza, psictico,
porque al despertar estaba sobre lo que quedaba de la habitacin contigua la que hubiese correspondido a los hijos que nunca tuvimos, completamente arrasada. Me despertaron los golpes de fuera, cada vez ms cercanos, ntidos, esos crujidos de fracturas espeluznantes y el olor. Ya no poda comer nada sin vomitar. Imposible. Mi estmago se haba cerrado. A duras penas poda beber y respirar el aire infecto, e intentaba moverme lo menos posible para no agotarme an ms. Estaba entrando en agona, lo notaba en la propia sangre, cmo el fin corra hacia m, un animal salvaje e impo. Me quedaba observando las crecientes montaas de cadveres y me dio por pensar que el cuerpo de Esther poda ser uno de ellos, que tal vez lo viese caer delante de m y reconociese su rostro, descolgado, sin vida, como haba credo reconocer el de otros sin poder confirmar mi acierto o error.
Oh Dios mo, en eso no haba pensado antes de preparar las dosis. Poda entrar en la habitacin y comprobar en un segundo si su cuerpo
segua all, con las manos sobre el pecho, cubierto hasta la cara. Pero Y si haba desaparecido? Y si encontraba la silueta de sus formas entre las mantas huecas y arrugadas? Sera confirmar un inmenso dolor, que ya no podra soportar
En la mesa del saln, la jeringuilla vaca de Esther descansaba junto a la
ma, llena del lquido incoloro hasta arriba. Estaba apurando mis ltimas horas de vida, lo saba con rotundidad, resistindome con vano sufrimiento al abrazo de la muerte, como queriendo ser el orgulloso ltimo testigo del Apocalipsis contra la humanidad. La radio segua hablando y hablando sin parar; cambiaban los locutores, voces humanas inslitas, pero no la aberracin, la locura inherente en sus mensajes. Era tan increble, dislocador e inhumano lo que decan, que mi mente no lo poda asimilar de ninguna manera, como si se tratase de un idioma extranjero. No poda creer que seres humanos estuvieran diciendo todo aquello sin desmayarse o vomitar. As que la rabia me dio las fuerzas que me faltaban para agarrar la pequea radio y dirigirme con ella hacia la puerta del balcn. A travs del cristal vi la llanura sinuosa de cuerpos, que pronto alcanzara nuestra altura; los negros hilachos de moscas que los sobrevolaban sin poder parar, como un humo furioso y vivo. Respir profundamente dos veces antes de contener la respiracin y abrir de golpe la puerta. A pesar de ello not el hedor insufrible, intentando penetrar en mis fosas nasales al tiempo que en mis odos estallaba el colosal zumbido de las moscas, como una gigantesca radial orgnica, y el chocar hmedo de los crneos, las quebraduras, los impactos secos Lanc con todas mis fuerzas el aparato de radio, que fue engullido por la lluvia en un instante. Rpidamente, me apresur a cerrar la puerta, pero por el rabillo del ojo algo en el balcn me llam la atencin. Mir y vi el cuerpo de un chico, de unos siete aos, como sentado en una postura rota, apoyada la cabeza contra uno de los muretes del balcn, manchado de rojo. No s por qu, las cuencas aparecan como horadadas en la carne. S que no poda verme, pero me miraba, eso lo saba, como en una iluminacin de certeza. Del crneo abierto colgaba masa
enceflica como un parche carnoso de pirata, al que se le hubiera cortado la goma. Me sonrea. El nio, con sus labios muertos, destensados, me sonrea
*
Aquellos cuerpos maltratados, a los que se haba negado el descanso
de la tumba; aquellas caras lvidas, torturadas tras la muerte, empezaban a amontonarse tras la ventana del saln. Yo me senta ya como ellos, desfallecido, con el organismo a punto de colapsar. Saba que, en cuanto me tumbase, no podra volver a levantarme jams. Pero estaba contento. Contento, s. Porque de entre mis delirios y alucinaciones consegu arrancar una solucin para Esther y para m. La forma de que nuestros cuerpos no fueran dos gotas ms en la lluvia de castigo. Rec para que mis ltimas fuerzas resultasen suficientes para culminar mi labor.
Tom una pila, un pequeo montn de los cientos de libros
desperdigados por el suelo, acumulados durante dcadas por todas las estanteras de la casa, y me dirig hacia la puerta de nuestra habitacin, donde el fuego deba arder ms voraz.
Ojal todava sigas ah, Esther.
Perdname por ser incapaz de comprobarlo. Perdname por haber tardado tanto en encontrar una solucin.
Espero que an no sea demasiado tarde. Empec a arrancar las pginas a puados y a meterlas bajo la puerta,
acumulndolas contra ella cuando ya no pude meter ms. Cuando termin con los libros fui a por ms. Y ms, y ms miles de pginas ledas, compartidas y comentadas con Esther, ahora nos brindaban un ltimo servicio, un acto de amor, como el abrazo de un viejo amigo antes de despedirse para siempre. Y cuando amonton un buen cmulo de ellas frente a la puerta, que estim suficiente, comenc a retroceder por el pasillo, agotado, dejndolo alfombrado de pginas y ms pginas, portadas y recuerdos, el poso de miles de horas arropado por las palabras de hombres muertos y olvidados. Y as segu, cada vez ms despacio, pero segu, durante horas, esparciendo el alma de los rboles vestida con las ideas de los hombres, por toda la casa. Y mientras lo haca tena que enjugarme las lgrimas, que en otro tiempo hubieran sido de dolor, pero que ahora eran de puro agradecimiento. Despus fui a por el bote de alcohol del cuarto de bao. Estaba por la mitad, pero servira. Comenc a mojar el montn de hojas frente a la puerta de Esther. Se termin pronto, as que me dirig a la cocina a por una de las garrafas de aceite que nos quedaban, y prosegu empapndolo todo, en zigzag por los pasillos y habitaciones. El piso deba convertirse en un inmenso horno y, tal como lo haba dejado, no dud en que as sera. Al final, reserv algo de aceite para embadurnarme la ropa con ella. Calcul que me dara tiempo, que cuando el fuego alcanzase el saln, la dosis ya me habra matado. Eso esperaba.
Y me dirig hacia all, pisando el lecho de hojas ungidas con el aceite,
siendo consciente de que era la ltima vez que caminaba por mi casa, mi hogar durante tantos aos. Ahora, mi momento haba llegado. Siempre imagin que
no podra dar ese paso en el instante de la verdad, que la emocin se impondra a la sangre fra, que mi mano flaqueara al ir a empujar el mbolo, rindindose. Pero no fue as cuando inyect a Esther; nada de eso ocurri. Porque lo que no poda imaginar entonces es que la vida pudiera quedar reducida a un sufrimiento tan atroz, tanto como para convertir a la muerte en la solucin ms deseable, la nica salida posible. Sonre al pensar que, en unos minutos, terminara todo Me agach a coger una pgina aceitosa y saqu mi mechero del bolsillo. Hice una bola con ella y le prend fuego, lanzndola lejos de m. La llamarada brot como un surtidor del suelo, y se expandi en una sbana de gas anaranjado. Entr en el saln y cerr la puerta. Dara tiempo a la dosis.
Al girarme, me sobresalt ante la visin, la mano se me aferr al pecho,
como si el corazn hubiese querido devorarse a s mismo. Porque la masa de cuerpos que se comprima fuera contra los cristales se mova. Los ojos muertos miraban, las manos, las caras se arrastraban por la superficie transparente con sus muecas grotescas. Se estaban riendo algunas, sufriendo bajo el peso otras? Vi abdmenes, piernas, brazos retorcindose, cambiando de posicin dentro de la aplastada ola de carroa. Haban cobrado vida, o algo colosal estaba buceando por el mar de carne, generando estas ondas que transmitan la apariencia de vida a los muertos. Era esa cara que acaba de desaparecer la de Esther?
El olor a humo me sac del trance. Concentr mi pensamiento en los pequeos pasos a seguir, tal y como
los haba memorizado y ensayado mentalmente docenas de veces. Tal como los practiqu con Esther. Me sent en el sof y me arremangu el brazo izquierdo. Intent no escuchar el rumor amortiguado que llegaba de fuera; era el de siempre, pero traa algo ms. Palabras sueltas, frases cortas estaban hablando. Estaban tratando de decirme algo. Pero no los mir. No me importaba lo que fuera. Pasos, los pasos. Cog la jeringuilla, estaba vaca. Me haba equivocado, cogiendo la de Esther. Entend. Una de las palabras, haba sido una palabra? o interpret un ruido? Da igual, fuera de mi mente. Los pasos, los pasos. Con mano temblorosa agarr mi jeringuilla, le quit el capuchn. Alguien ha gritado en el pasillo? Compruebo el lquido cristalino. Dejo la jeringuilla sobre la mesa y me busco la vena con los dedos. Otra palabra. Esa s lo era, verdad? Ahora no puedo fallar. Recojo la jeringuilla y acerco la aguja a la vena. La punta tiembla. Respiro hondo. Huele a humo, a putrefaccin. Clavo la aguja. Aprieto el mbolo con el pulgar. Siento el fino, agudsimo dolor del lquido entrando. Ya est Esther, cario, ya est. Escucho un extrao sonido. Aprieto fuerte los prpados. El mbolo sigue bajando, hasta el final. Cesa el dolor agudo y retiro la aguja. Esprame Esther, ya llego contigo. El brazo me arde por dentro. Me reclino en el sof, replegando mi brazo izquierdo contra el pecho. Quiero mantener los ojos cerrados, pero algo me obliga a abrirlos. Veo las caras y en ellas las desdentadas bocas como pozos. Hablan. Todo se nubla, lentamente. Escucho ruido como de agua dentro de los odos, pero a travs del ruido, entrando como una lanza llega esa larga frase que sale de sus bocas. Y comprendo sin quererlo comprender. No puede ser que hayan dicho eso Qu dbil me siento. Por qu no puedo moverme?
Esto es morir, entonces no es agradable, no es como dormir, no. Ardo por dentro. Me hundo en m mismo. El mundo se aleja, se disuelve en negro; pero sus voces se acercan, como en una lenta avalancha, ms y ms prximas sus palabras, cucarachas que entran en mi cabeza con su mensaje incontestable
Revelador. Ntido. Cercano
*
Todo es oscuridad. Mi cerebro debe estar muriendo, o estoy muerto ya? Siento mi mente fragmentada, confusa, ilgica. Sus ideas y las mas se entremezclan, no puedo distinguir entre ellas. Hablo con sus voces, y ellos hablan con la ma. No puedo describir las imgenes que me golpean, no entiendo ni reconozco lo que veo, en retazos de fugaz e inaprensible conciencia. Eres t, Esther? Ests aqu? Esther, Esther ese nombre que tanto me suena. Quin es Esther? Me han mostrado cmo se siente el mundo sin ser dirigido por un ego encerrado en una persona. La carne es una prisin pero la mente procede de la actividad de la carne. Qu odiosas, indescriptibles sensaciones. Me gustara pensar que vuelo en el torbellino de una inmensa pesadilla; pero no, s que esto es algo bien distinto, crudo Estoy muriendo, verdad? Atisbo entre la confusin lo que la realidad es sin m, la verdad objetiva que tanto busqu. Por qu hacen eso? Estuvieron siempre aqu, ocultos? Tal vez pienso as, tal vez me impactan estas visiones incomprensibles porque mi organismo se est desconectando. O tal vez no? Es que me llevan a algn sitio? Siento que morir es mucho ms angustioso de lo que jams imagin. Fro. Absurdo. Tanta soledad Me estoy disolviendo y no hay nada ni nadie humano conmigo en este ltimo segundo tan importante; tan, tan importante suplico porque Dios est tambin ah y me est escuchando. Por qu les sacan eso del cuerpo? O se lo estn introduciendo? Qu qu es todo aquello, Dios santo? Dejadlo en paz! Dejadlos en paz ahora! Oh Dios, si ests ah por favor apidate de m. No les permitas eso eso no es posible en tu Reino. Dios, les escucho a ellos pero a ti no. Acoge mi alma, por lo que ms quieras, no les permitas acercarse Dios mo por favor, tienes que ayudarme Estn aqu. Estn aqu dentro Dios no lo permitas... Aydame! Aydame!
* Las olas de cuerpos rompan contra los edificios silenciosos y despus retrocedan, en una infinita resaca de corrupcin orgnica. La brisa que acompaaba era una nube de moscas negras. Millones de brazos, de manos sin fuerza, millones de pechos sin aire, millones de abdmenes blancuzcos, amarillentos, millones de piernas que ya nunca andaran, millones de caras
privadas del sueo eterno, con los ojos abiertos, con los ojos cerrados, entremezclndose en las mareas de un mar creciente que desbord los lmites de los suburbios, expandindose en una lenta avalancha de cadveres que fue tomando los campos, buscando la unin con otros mares para conformar el ocano que cubrira el mundo y sus viejos pecados; mientras, la lluvia segua cayendo Cayendo sobre el ocano de carne de la humanidad.
Relatos de terror de Luis Bermer