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  • EGUZKILORENmero 26.

    San Sebastin2012

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    HUMANIZACIN SOCIAL Y LUZ VICTIMOLGICA

    Myriam HERRERA MORENO Profesora de Derecho penal Universidad de Sevilla

    Resumen: La ms paradigmtica revolucin espiritual de la Victimologa ha sido, sin duda, la magna empresa de la Justicia restauradora. Y, una vez ms, es plenamente coherente que Antonio BERISTAIN haya sido uno de sus ms decididos valedores. Para l, se trata de una forma prioritaria de justicia victimal, aquella que, en sus palabras, transforma a la ciudadana en partenariado y al ciudadano en partenario; aquella que traduce la convencional responsabilidad ante el juez en creatividad victimolgica.

    Laburpena: Biktimologiaren iraultza espiritual paradigmatikoena, leheneratze-justiziaren enpresa handia izan da, zalantzarik gabe. Eta, beste behin, erabat koherentea da Antonio BERISTAIN izatea haren babesle ausartenetako bat. Beristainentzat, biktimekiko justiziaren lehentasunezko forma bat da, eta haren hitzetan, justizia mota horretan, herritarrak partaidetza bihurtzen dira eta herritarra partaide, eta, era berean, epailearen aurreko ohiko erantzukizuna sormen biktimologiko bihurtzen da.

    Rsum : La rvolution spirituelle plus paradigmatique de la Victimologie a t, sans aucun doute, la plus importante des initiatives : la Justice restaurative. Et, encore une fois plus, cest entirement cohrente que Antonio BERISTAIN ait t lun des plus dtermins dfenseurs de cette Justice. Pour lui, cest une forme prioritaire de justice victimale, qui, selon ses propres mots, transforme la citoyennet en partenariat, et le citoyen en partenaire ; et qui traduit la responsabilit conventionnelle devant le juge dans une crativit victimologique.

    Summary: The most paradigmatic spiritual revolution in the domain of Victimology has undoubtedly been the Restorative Justice magna-enterprise. And once again, it is perfectly logical that Antonio BERISTAIN should be the true stalwart behind the project. For him, it is a key form of victimal justice, that justice which, as he puts it, makes the entire body of citizens as whole members of a solid partnership, and makes each citizen an individual stakeholder; that justice that turns conventional responsibility before a judge into victimological creativity.

    Palabras clave: Victimologa, Justicia restauradora, protagonismo victimal.

    Gako-hitzak: biktimologia, leheneratze-justizia, biktimen protagonismoa.

    Mots clef : Victimologie, Justice restaurative, protagonisme victimale.

    Key words: Victimology, restorative justice, key role of victims, giving dignity to victims.

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    SUMARIO

    Prembulo: El luminoso aporte de la Victimologa a la sociedad.1. Victimologia, la necesidad de ver, or y hablar sobre las vctimas2. Antonio Beristain o la redefi nicin de la nueva agenda victimolgica.3. El protagonismo victimal: nuevas confrontaciones.4. Legitimacin del Derecho victimal.5. Dignifi cacin social, internacional y restauradora de la vctima.6. La neutralizacin del miedo: historia de una vieja y su candilejo.

    EL LUMINOSO APORTE DE LA VICTIMOLOGA A LA SOCIEDAD

    Nos reunimos en esta mesa para debatir sobre los aportes de la moderna Victimologa al mundo contemporneo. Con toda osada me propongo, as, compri-mir, en seis fugaces destellos, el recorrido de esa luz humanizadora que lleva ya dcadas viajando, desde la Victimologa a la sociedad. Mi mejor justifi cacin, y mi deseo, ser que, en cada uno de ellos, se revele, juvenil, ilusionado y audaz, el carisma de Antonio BERISTAIN, el maestro entusiasta que empu su lmpara, y sabiamente, nos orient hacia el desafo del largo olvido de las vctimas.

    1. VICTIMOLOGA, LA NECESIDAD DE VER, OR Y HABLAR SOBRE LAS VCTIMAS

    A lo largo de los tiempos, la vctima ha suscitado en nuestra sociedad la icnica reaccin de aquellos japoneses monos msticos: no ver, no or, no hablar. La vc-tima no deja siempre de ser encarnacin y recordatorio humano de males sociales per-turbadores, lo que, en buena medida ha condicionado el mantenimiento de esa larga negacin de nuestros sentidos y nuestra comprensin. Lo primero, y ms esencial que la Victimologa entrega ante la mirada, escucha y voz social es, sin gnero de dudas, la propia vctima1.

    Es lo genuino de la Victimologa que, en efecto, sea la vctima quien opere como verdadera correa de transmisin, humansimo cante de ida y vuelta, entre los expertos y la sociedad. El investigador, en Victimologa, como se ha dicho, debe ser un testigo, no est fundido con la vctima, ni es parte del evento victimizador, pero al tiempo, est comprometido con aquella ante la sociedad2. Como toda ciencia, la evolucin de la Victimologa viene sealada por sus especfi cos hitos acadmicos, cientfi cos, legisla-tivos3; puntos de infl exin que van sealando su progreso y dirigiendo su orientacin; pero como ciencia social de la victimidad, resulta inexcusable que nada, sino la vc-tima, en su humanidad y experiencia vital, constituye esa especialsima substancia de la que se nutre la observacin y el estudio cientfi co. Por ello, la literatura victimolgica,

    1. Para cuadrar el smbolo, resulta signifi cativo que, justo en el propio Japn, se haya creado uno de los principales centros mundiales de Victimologa, el Tokiwa Internacional Victimology Institute, dirigido por el Profesor John P.J. Dussich, sede, que fue, del XIII Simposio de la Sociedad Mundial de Victimologa (Victimologa y Seguridad Humana), en 2009.

    2. SPENCER, Dale, Event and victimization, Criminal Law and Philosophy, 5, p. 50.

    3. DUSSICH, John P.J. Victimology, Past, Present and Future, 131st. International Senior Seminar Visiting Experts Papers, Resource material Series n 70, UNAFEI, Tokio, 2006, pp. 116-129.

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    a lo largo del tiempo, viene tpicamente transida por esenciales historias de vida y victimizacin, jalones de humanidad, cargados de expresin simblica: narrativas testi-moniales que, en suma, no menos intensamente que los hitos cientfi cos, han tenido la virtud de perturbar la conciencia y provocar cambios de actitudes y perspectivas, as en las ciencias, las leyes y la propia sociedad4.

    Una de estas victimizaciones, por muchos motivos, memorable, sign, precisa-mente, el inicio de la propia Victimologa como disciplina. Fue, sin duda, la viva refl exin cientfi ca suscitada ante el caso, la que enderez a una pujante generacin de victim-logos hacia la moderna vertiente vctimo-promocional. Se trat de un supuesto de tras-cendencia mltiple, por su maysculo impacto comunitario, por el particular momento disciplinar en el que se produjo, marcando el fi n de la Victimologa positivista y vc-timo-culpabilizadora y por el intenso debate que suscit5, abriendo camino a una nueva conciencia general, mucho ms solidaria y activa frente a la situacin de las vctimas.

    Me refi ero, as, al asesinato de la joven Kitty Genovese. Una inhspita madru-gada de 1964, Catherine Genovese fue primero, apualada, ms tarde, violada y fi nalmente, rematada en una calle de Nueva York, dilatados los ataques a lo largo de hora y media, en paralelo a una peticin de auxilio de la vctima, tan sostenida como largamente desatendida. As, en efecto, entre lapso y lapso, el vecindario, abotargado, se asomaba con desgana, voceaba alguna advertencia apenas formularia, y, siempre, al cabo, regresaba a su sopor insolidario. Las luces, ciertamente se encendieron, de modo espordico, pero falt aquella madrugada un candil esencialsimo. Ms tarde, la consternacin social fue honda, como insondable el abismo lgico que, frente al terri-ble episodio, deban ahora medir y salvar con sus explicaciones los cientfi cos de una incipiente etapa victimolgica6.

    En efecto, aqu no haba teora social o psicolgica que airosamente pudiera salvar la omisin de socorro: los abstencionistas no eran seres desfi gurados por la violencia, la marginalidad o la miseria, sino amantes padres y madres de familia, respetados con-ciudadanos, honrados contribuyentes. De las muchas claves suscitadas ante el caso, trascendieron las formuladas de los psiclogos sociales DARLEY y LATAN7: la llamada difusin de la responsabilidad, la tendencia humana a escurrir el bulto ante situaciones que todos conocen, bajo la confortable suposicin de que de ser otro el llamado a ocuparse, ms legitimado, ms diestro o ms obligado.

    4. RODRGUEZ MANZANERA, Luis, Victimologa, Estudio de la vctima, Mxico, 2005, pp. 3-14. HERRERA MORENO, Myriam, Manual de Victimologa, Baca, Echebura, Tamarit (coord.) Valencia 2006, pp. 51-74.

    5. La interpretacin sigue, por cierto, suscitando controversia Vid. MANNING, R., LEVINE, M. y COLLINS, A. (2007), The Kitty Genovese murder and the psychology of helping: The parable of the 38 witnesses American Psychologist, 62(6), pp. 555-562.

    6. WILSON, Janet K, Praeguer Handbook of Victimology, 2009 p. 33. El caso Genovese abri paso, en efecto, a un renovado presupuesto victimolgico, a una nueva era post-genovese BIDERMAN Albert D., Sources of Data for Victimology The Journal of Criminal Law and Criminology Vol. 72, Nm. 2, 1981, pp. 789-817.

    7. DARLEY, John M. y LATANE, Bibb, Bystander Intervention in Emergencies: Diffusion of Respon-sibility, Journal of Personality and Social Psychology 8, Nm 4 1968, pp. 377-83. Asimismo, en The unresponsive bystander: Why doesnt he help? New York, 1970.

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    Trascendiendo de este nivel individual, y llevado al plano de la reivindicacin y promocin victimolgica, simboliza este caso un momento en el que la Victimologa se levanta y parece hacer suyas las consignas que abocetan DARLEY y LATAN para conjurar la abulia, y, en defi nitiva, contribuir a una sociedad que abandone el rol de espectador irresponsable frente a las ignoradas problemticas victimales: consignas, as, que recomiendan, en primer lugar, tomar conciencia de una necesidad humana; comprender, a continuacin, la necesidad de intervencin; asumir la propia responsa-bilidad; decidir la accin que debe emprenderse y, fi nalmente, actuar en consecuencia.

    2. ANTONIO BERISTAIN O LA REDEFINICIN DE LA NUEVA AGENDA VICTIMOLGICA

    Qu mejor repertorio defi ne ms certeramente la hoja de ruta de esta nueva Victimologa que hoy, defi nitivamente, nos concita, sino aquella que moviliz el nervio y los esfuerzos del admirable Antonio BERISTAIN? No es otro el contemporneo pro-grama victimolgico sino el consistente en la adopcin y creacin de estados de concien-cia, la defi nicin de vulnerabilidades y desamparos victimales y el reclamo, en justicia, del ms efi caz y consistente acuerdo sobre la dispensa de un legtimo sostn comunitario8.

    Nadie, como BERISTAIN, en cuanto cientfi co, miembro de la comunidad y ser humano personalmente implicado para hacer de su vida y obra una continua lla-mada que nos convoca rigurosa y apasionadamente hacia esa dimensin victimolgica. Nadie nos convence con un repertorio argumental ms versado, ms conmovedor, mejor aplicado de que hoy esquivar a las vctimas constituye una injustifi cada trasgre-sin contraria a los Derechos Humanos9.

    Torrencialmente y de mil sabias maneras lo ha expresado l en sus escritos. Pero guardo para m el tesoro de su testimonio oral, aquel que de l recib compartiendo mesa acadmica, en unas inolvidables jornadas segovianas10; recuerdo muy vvida-mente cmo aquel apasionado polemista se cerna sobre la parbola del Buen sama-ritano, y postulaba la posicin socialmente acreedora de aquella arquetpica vctima abandonada. En el trasfondo, estaba bien presente el contexto asistencial del Noveno Congreso de la Sociedad Mundial de Victimologa de msterdam, Caring for victims, en 1997, cuyo lema, y el grabado de Rembrandt a l adjunto, invocaban precisamente este pasaje evanglico de tan marcado relieve en el ntimo mapa victimolgico de Don Antonio.

    Los all reunidos, supimos, por propia revelacin del gran victimlogo, que no es labor de la Victimologa la de hacer ruborizar al samaritano ensalzando su bondad o compasin, tanto como la de defi nir el derecho de la vctima e identifi car el abuso y la

    8. Como plasm fi rme y pioneramente: BERISTAIN IPIA, Antonio, Proyecto de Declaracin sobre justicia y asistencia a las vctimas, Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, N Extra 11, 1986, pp. 117-128.

    9. BERISTAIN IPIA, Antonio, Victimologa: Nueve palabras clave, Valencia, 2000, pp. 39-82.

    10. La Victimologa, mesa redonda; participantes: Prof Dr. Antonio Beristain Ipia, Prof Dr Myriam Herrera Moreno, Jornadas de Ciencias penales. Colegio Universitario de Segovia, adscrito a la Universidad Complutense de Madrid, Dirigido por la ProfDr Pilar Gmez Pavn, y organizado por la Asociacin de Estudiantes Segovianos, Segovia, abril de 1999.

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    doble victimizacin de quienes la desamparan; el samaritano aporta, en todo caso, lo debido en justicia. Pues el rescate victimal del olvido y la soledad es un cometido que en tal momento, asume, en nombre de la sociedad, no el buen, sino el cabal y justo samaritano.

    Re-victimizan, as, quienes, yendo a sus asuntos, pasan de largo ante las vctimas, como aquellos que a ellas se arriman para adornar su sombrero social con la pluma de la falsa munifi cencia, o quienes les dispensan trato de mendigos, cuya quejumbre fatigosa cupiera acallar arrojndoles migajas de justicia y compensacin. El nuevo ciudadano, conforme a la nueva tica victimolgica, es, como tantas veces lo advirti BERISTAIN, un sujeto participante, un partenario cvico11.

    Su compromiso con la asistencia y centralidad vctimolgica no haba perdido ni un pice de fuerza ni de sentido cuando, con la misma pasin, Don Antonio vino a renovarlo, aos despus, a Granada: el Foro de la Sociedad Andaluza de Victimologa, en 2008, fue ocasin, por tantos motivos entraable, en que le rendimos homenaje, y celebramos con l una dcada de asistencia victimolgica andaluza12. Sin embargo, estando todava vivo el eco de sus palabras (las vctimas no merecen simplemente asistencia, sino la mejor asistencia) debemos advertir la gran distancia que nos separa todava del nivel establecido por el exigente maestro13.

    3. EL PROTAGONISMO VICTIMAL: NUEVAS CONFRONTACIONES

    Antes de que pudiramos felicitarnos por el alcance de una nueva conciencia victimolgica, irrumpe secamente un contra-discurso criminolgico o, podra tambin decirse, una vertiente crtica generada en los adentros de la propia Victimologa que, desde su nacimiento, a fi nes del siglo XX, se orienta a deconstruir fervorosamente el concepto de objetivo de vctima14. No cabe ignorar, as, el despunte de un paralelo cuestionamiento cientfi co en torno al sentido de la Victimologa como ciencia de la victimidad. Concienzudas exigencias auto-revisionistas parecen haber abierto en los ltimos aos un indiscutible frente de desconfi anza, reproche o an, descrdito concep-tual de la victimidad, y su ascendiente contemporneo.

    Este, ms cuestionable, protagonismo de las vctimas deja de celebrarse como realidad tica, tal como gozosamente la aquilatara el maestro BERISTAIN15. Como

    11. BERISTAIN IPIA, Antonio, Victimologa: Nueve palabras clave, Valencia, 2000, pp. 405 y ss.

    12. Hostigamiento y Hbitat social. Una perspectiva victimolgica, Foro de la Sociedad Andaluza de Victimologa, dirigido por Ins Garca Zafra y Mara Daza, 5 y 6 de junio, Granada 2008.

    13. VILLACAMPA ESTIARTE, Carolina, Los modelos de asistencia a las vctimas del delito. Situacin en Espaa y perspectiva comparada en Revista General de Derecho penal, 13, 2010, pp. 1-47. DAZA BONACHELA, Fallas en el modelo andaluz de gestin de la asistencia a las vctimas. El caso granadino, en RECPC, 11-r4, 2009, pp. 1-12.

    14. WALKLATE, Sandra Researching victims of crime: Critical Victimology en Social Justice, vol 17, 3, (41) 1990, pp. 25-42. MAWBI, Rob I, WALKLATE, Sandra, Critical Victimolog. International perspec-tives, London, 1994. pp. 17-21.

    15. BERISTAIN IPIA, Antonio, Protagonismo de las Vctimas de Hoy y Maana (Evolucin en el campo jurdico-penal, prisional y tico), Tirant lo Blanc, Valencia 2005, pp. 301 y ss.

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    especial ariete de la campaa crtica, destaca el infl uyente discurso criminolgico de GARLAND sobre la cultura del control16 cuyo principal fuelle sera, para este autor, la vctima y su peligrosa capacidad de inoculacin de miedos; las denuncias de populismo punitivo y victimagoga retribucionista, las nuevas oleadas socio-construccionistas que relativizan la condicin victimal, atribuyndole notas oportunistas, mercenarias, o pedigeas, o en fi n, la huida feminista de la nocin de victimidad, por su implcita pasividad e impenitente patetismo en pro de nociones reforzadoras, como las de supervivientes17: todo ello viene, en suma a apuntarse a la cuenta de una perturbadora y nuevamente cuestionable victimidad.

    Semejante mordacidad cientfi ca, asumible en tanto producto ecunime de una sana y constructiva autocrtica18, determina, sin embargo, efectos indeseables cuando por el contrario, se erige en extensivo instrumento de relativizacin y recelo, en aras de un apenas encubierto antagonismo anti-victimal. Estos fenmenos de nueva censura a las vctimas operan, por lo dems, a travs del abatimiento selectivo de aquellas vctimas que estorban el objetivo del crtico en ciernes: como sagazmente advierte la ensayista Alison M. COLE, el nuevo discurso anti-victimal convierte el trmino vc-tima en un epteto risible, ridiculizado, relativizado y condenado; antes que permitirse caer en el denostado victimismo, no faltan vctimas que incurren en gimnasias lin-gsticas para negar o minimizar, avergonzadas, su propia victimizacin19.

    En tan sensible tesitura, de nuevo parece quedar la fi gura victimal extra-muros del discurso, consensuado y hospitalario, de la justicia, de la tica de la restitucin, para ser hecha objeto de un cierto regao fro, no poco desdeoso, que parece reprochar en ella algo as como su condicin de recalcitrante frenazo al progreso y la tolerancia. Vuelven a ser las vctimas, de nuevo, un engorro?20.

    Sin ser este el lugar de analizar uno a uno el sesgo de los nuevos aires o desaires crticos, no olvidemos que las vctimas no lo son precisamente por eleccin, predilec-cin o merecimento; y que, siendo titulares de un derecho a la reinsercin social, su desvictimizacin termina siendo esgrimida muchas veces sobre ellas como acuciante exigencia de superacin, ms que como un positivo proceso auto-orientado. Sin ir ms lejos, la nocin victimolgica de resiliencia, segn se ha observado, es compa-tible con un problemtico uso culpabilizador, cuando se asocia a reprochable dfi cit

    16. Identifi cado por el advenimiento del, en sus palabras, regreso de la vctima Vid. GARLAND David, The culture of control. Crime and social order in contemporary society, Oxford, 2001, pp. 11-12.

    17. CONVERY, Alison, No victims no oppression: Feminist Theory and the Denial of Victimhood, Actas de la Conferencia APSA, Universidad de Newcastle 2006, asimismo, KHOLER RIESSMAN, Catherine, From Victim to survivor: A womans narrative reconstruction of marital sexual abuse, Smith College Studies in Social work, 59 (3) 1989, pp. 232-251.

    18. CEREZO DOMNGUEZ Ana Isabel El protagonismo de las vctimas en la elaboracin de las leyes penales, Valencia, 2010.

    19. COLE, Alison M, The cult of true victimhood; from the war on welfare to the war on terror, Standford, California 2007, pp. 2-5.

    20. Acerca de este debate, Vid. HERRERA MORENO, Myriam, Sobre vctimas y victimidad. Aspectos de controversia cientfi ca en torno a la condicin de vctima, en Vctima, prevencin del delito y tratamiento del delincuente, Antonio GARCA-PABLOS DE MOLINA, Ed.. Granada 2009 pp. 75-109.

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    personal y se esgrime contra aquellas vctimas que ofrecen difi cultades para superar la adversidad o a adaptarse a sus nuevas condiciones21.

    Ciertamente, la garanta de una poltica victimal respetuosa no puede proyectarse puramente en vctimo-servilismo; menos valdr como bula plenipotenciaria para salvar bonitamente el punitivismo irresponsable de quienes estn comprometidos a desarro-llar polticas criminales sensatas, no a recaudar una extensiva cosecha electoralista. La humanizacin de las respuestas sociales frente a la victimizacin, como bien advierte BERISTAIN, no es una tarea exclusivamente victimolgica, sino que constituye una armonizacin integradora, donde la Justicia debe atender a los requerimientos de vc-tima, infractor y sociedad de modo eutonolgico, concorde y bien timbrado22. Pero precisamente, en aras de esa misma ecuanimidad, es imprescindible que las ciencias criminales descubran otros potenciales en las voces de las vctimas, ms all de tan consabidas notas estereotpicas con las que son convencionalmente representadas.

    La voz de la vctima es un potente activo social, si se sabe aquilatar y respetar en lo que vale. En visin de van DIJK, cuando la mejor Victimologa presenta a una vctima llena de energa, que requiere, no ya curar o lamer mansamente sus heridas, sino ver reintegrada su dignidad, es la propia sociedad la que, con ella, se reintegra y empodera. Sin embargo, cuando las narrativas testimoniales se aplican a la generacin de un improductivo miedo comunitario, la sociedad, y con ella, la propia vctima, se empobrece23. Por otra parte, como signifi cativamente se ha puesto en evidencia, en comunidades plurales, donde las soluciones a los confl ictos sociales se personalizan y diversifi can, las vindicaciones victimales son fl exibles y heterogneas; sin embargo, en mbitos institucionales altamente polarizados, cuando las vctimas se perciben a s mis-mas enfrentadas a la cruda tesitura del todo o nada, sus reclamaciones suelen ser con frecuencia monolticas y retribucionistas24.

    4. LEGITIMACIN DEL DERECHO VICTIMAL

    El programa victimolgico comprende los aspectos mutuamente reforzados de prevencin y reintegracin social. En cuanto a la prevencin, puede advertirse que la premisa, criminolgicamente consabida, de la normalidad sociolgica del delito, al tiempo que conjura los vislumbres utpicos y represores de los objetivos de delicti-vidad-0, no admite sin embargo, ser interpretada en un sentido necesariamente fata-lista. Si, en efecto siempre habr infracciones de gravedad relativa, (y vctimas), como evidenciaba memorablemente DURKHEIM en sus reglas del mtodo sociolgico, (1895) al menos s cabe aspirar a degradar la gravedad objetiva de la victimizacin,

    21. MASTEN Ann S y OBRADOVIC, Jelena, Competente and Resilience in Development, en Annals of New York Academy of Sciences, 2006, pp. 21-22.

    22. BERISTAIN IPIA, Antonio, La nueva tica indispensable en los creadores de la nueva paz (Aportaciones del devenir en la Justicia, la Criminologa, la Victimologa y la Eutonologa) en Cuadernos de Poltica criminal, n 79, 2003, pp. 29-46.

    23. DIJK van, Jan, Free the Victim: A Critique of the Western Concept of Victimhood, International Review of Victimology, 2009, 16, pp. 1-33.

    24. BARKER, Vanessa, The Politics of Pain: a Political Institutionalist Analysis of Crime Victims Moral Protest, Law and Society Review, vol 41 nm 3, 2007, pp. 627 y ss.

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    (posibilidad que el mismo autor admita) y, por lo tanto a erradicar las manifestaciones de violencia, o de explotacin y abuso de fi guras de especial vulnerabilidad. Junto a tales aspiraciones preventivas, la Victimologa alinea otras de ndole promocional. El resultado programtico precisa, para su solidifi cacin, ser incorporado a la esfera de los derechos victimales.

    As, el llamado Derecho victimal concepto ste escrupulosamente trabajado por LIMA MALVIDO25, consiste en un haz de derechos no graciables, que se dispensan, no para alivio y recreo de una vctimidad resentida, sino para la reinsercin social de la vctima y el benefi cio colectivo de una necesaria recuperacin de la confi anza social. Pues la accin victimolgica, que a nivel individual obra la imprescindible reintegra-cin victimal, a nivel comunitario nos devuelve la civilidad, la fe en la cooperacin, los deseos de abatir las mamparas de las aprensiones recprocas. El Derecho victimal, es, pues, un producto de ese memorable proceso de civilizacin al que la humanidad viene incorporndose gradualmente en su evolucin cultural26.

    La visin de unas vctimas poderosas, que vuelven por sus emotivos fueros y reto-man sus revanchistas privilegios resulta tan dramtica como desajustada. Antes bien, la legitimidad del Derecho victimal frente a la comunidad empasta admirablemente con las tesis criminolgico-crticas. Aludo, en concreto, a la conocida nocin zaffaroniana de la co-culpabilidad social27. Conforme a ella, el delincuente no es el nico responsa-ble frente a su delito, ya que el mismo es tantas veces producto de una sociedad social-mente injusta que le excluye. Siendo ello inobjetable, la premisa de la co-culpabilidad social sirve igualmente a una adecuada comprensin de la victimizacin, transferida la idea al meta-lenguaje victimolgico: tampoco la vctima debe pechar unilateralmente con los costes de victimizacin, a la que una sociedad injusta, tantas veces, la habr expuesto. As, esta sociedad, cuyas propias dinmicas generan, como observamos, amplios excesivos mrgenes de abuso y explotacin, debe hacerse, por ello co-responsable frente a sus vctimas.

    Aludamos, as, a un mundo socialmente descapitalizado, a una familia, en tantas ocasiones, confusa y claudicante, una escuela embarrascada en burocracias, una comu-nidad infantilizada, a nuestra pasmosa tolerancia frente a los desequilibrios sociales; nos enervan las duras incidencias del mercado en nuestra autonoma o adquisitividad personal, pero adoptamos un manso fatalismo frente a las hampas de explotacin macro-victimizadora, donde la misma carne de la vctima slo computa como resorte o engranaje. Tan extrema factorialidad opera, sin duda, como una prctica carta de recomendacin, socialmente expedida para la preferente victimizacin de los ms indefensos. Vctimas de racismo, vctimas de delitos corporativos, vctimas de trata y explotacin: No est de ms recordar que ningn instrumento de desigualdad tan

    25. LIMA MALVIDO, M de la Luz, El Derecho victimal, en Victimologa: La vctima desde una perspectiva criminolgica,. Asistencia Victimolgica Coord. Hilda Marchiori, Crdoba, Argentina 2009 pp. 123-142. RODRGUEZ MANZANERA, Luis, Victimologa, Estudio de la vctima, Mxico 2005, 354-369.

    26. ELIAS, Norbert, The civilizing process, revised ed. Oxford 2000.

    27. ZAFFARONI, E. Ral, Tratado de Derecho penal, Parte General, Vol IV, Edial, Buenos Aires, 1982, pp. 65 y ss.

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    marginalizador como la victimizacin, como se ha dicho, un impuesto o gravamen que soportan a menudo los ms vulnerables28. Se identifi can, pues, nuevas categoras de vctimas amparables que tienen como frente no ya exclusivamente al victimario, sino asimismo al propio estado, a la sociedad y a la frecuente perversin de sus estructuras29.

    La Victimologa, por lo dems, pone en juego las categoras de la concentracin vicitimizadora. De nuevo, la luz victimolgica viene en los ltimos tiempos a clarifi car nociones como las de poli-victimizacin30, o de carrera victimal, donde el abuso se asegura una sede estable por la cumulacin vital de adversidades.

    Y, ciertamente, si hay una zona transfronteriza es, como se ha dicho, la relativa al solapamiento entre vctima y ofensor, frecuentemente ignorada tanto en la ciencia, en el proceso o en el discurso vctimo-promocional31. As, la investigacin victimolgica cada vez parece rendirse a la evidencia de las rutas de desviacin criminal por la victi-mizacin32. Ello, por ejemplo, se constata inequvocamente en las investigaciones sobre mujeres infractoras, cuyas trayectorias arrancan recurrentemente de tempranas expe-riencias de abuso sexual y abandono33. Una Victimologa evolutiva y longitudinal tiene mucho ms que contar a propsito de lo que asoma en la foto fi ja del Derecho penal34.

    5. DIGNIFICACIN SOCIAL, INTERNACIONAL Y RESTAURADORA DE LA VCTIMA

    Reajustamos de nuevo la idea de la dignidad vctimal lesionada como fuente de deber social, subrayando el carcter no premial del Derecho de las vctimas. Recordemos que lo debido es una reintegracin social, no un premio a la buena con-

    28. NILSSON, Anders, ESTRADA, Felipe, The inequality of victimization. Trend on Exposure to Crime among Rich and Poor, European Journal of Criminology, 2006, Vol. 3 n 4, pp. 387-412.

    29. BERISTAIN IPIA, Antonio, Protagonismo de las Vctimas de Hoy y Maana (Evolucin en el campo jurdico-penal, prisional y tico), Valencia 2005, pp. 120 y ss. KEARON, Tony, GODFREY, Barry S. Setting the scene: A question of History, en Handbook of Victims and Victimology, Ed. Sandra Walklate, Devon, 2007, p. 34.

    30. FINKELHOR, David, ORMROD Richard K y TURNER, Heather A, Poly-victimization: a neglected componnet in child victimization, en Child abuse & Neglect, vol. 31 (1) 2007, pp. 7-26.

    31. KEARON, Tony, GODFREY, Barry S. Setting the scene: A question of History, en Handbook of Victims and Victimology, Ed. Sandra Walklate, Devon 2007 p. 29.

    32. Crticamente, se ha argumentado en contra de aquellos programas victimolgicos que asumen que vctima es nicamente quien, ante el impacto de la vctimizacin, desarrolla un rol netamente inactivo, de modo que se niegan a ver la realidad del perfi l vctima-victimario que se identifi ca frecuentemente en la pobla-cin reclusa. Vid. MAPELLI CAFFARENA, Borja, Nuevas tendencias penolgicas: Hacia la Penologa del control, en Infancia, juventud y ley, Ministerio de Trabajo y Asuntos sociales, n 3, 20011, p. 7.

    33. SIEGEL Jane A, WILLIAMS Linda M. The relationship between child sexual abuse and female delinquency and crime: A prospective study en Journal of Research in Crime and Delinquency 40, 2003 pp. 71-94.

    34. Como advirtiera Beristain, al identifi car a la mujer encarcelada como vctima. BERISTAIN IPIA, Antonio, Victimologa: Nueve palabras clave, Valencia, 2000, pp. 339 y ss. La de vctima es, pues, una categora crecientemente compleja, hbrida, desafi ante frente a lo acomodaticio de las monolticas tipologas convencionales. KEARON, Tony, GODFREY, Barry S. o.u.c p. 34.

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    ducta, a la inocencia inmarcesible, a una imposible probidad sin fi sura alguna, ya sea en la fase de iter victimae, ya en la post-victimizacin.

    La Victimologa enfrenta a la sociedad a la realidad social de una larvada cul-pabilizacin de vctimas, donde intervienen, a menudo, procesos inconscientes de asimilacin social del infortunio. Esta reaccin social secundariamente victimizante, aprovecha la tesitura de la demanda de apoyo y justicia del ofendido para esgrimir el rasero selectivo de la mstica de la victimidad, y amparar slo a las llamadas vctimas ideales35, a las ms convencionales, las que con ms impolutos argumentos justifi quen socialmente su perturbadora exposicin al dao. La Victimologa, hoy, se esfuerza por superar el injusto prurito positivista, que tantas veces rastreaba etiologas recorriendo la piel y la vida de las vctimas.

    La lucha victimolgica contra la selectividad culpabilizadora y el cicatero reproche a la vctima, sigue hoy siendo necesaria. En las nuevas sociedades, las condiciones de idealidad y convencionalidad victimal vienen mutando, y se hace preciso seguir ponindolas de manifi esto. En tal sentido, la informacin victimolgica nos libera de algo ms all de nuestra propia ignorancia. Tomarse en serio a la vctima es un buen camino para desembarazarse del prejuicio: por va de ejemplo, en un reciente estudio, los estudiantes de Victimologa evidenciaban menos actitudes victimo-inculpadoras que sus compaeros de otras especialidades36.

    Las formas censoras de victimizacin secundaria tienen hoy sede preferente en los estrados mediticos. Los medios de comunicacin, muy en especial en casos de violen-cia, elaboran unas pragmticas de consumo, destinadas a transferir la experiencia del crimen al ciudadano, victimizado vicariamente de un modo, eso s, efmero y compati-ble con una rauda recuperacin, a diferencia lo que ocurre con las vctimas genuinas37. stas, tantas veces, entran en los medios en el peor momento de una crisis personal, desconociendo las claves y consignas comunicativas, y sin saber que se enfrentan a una evaluacin informal que puede ser feroz e inclemente; unos subterrneos protocolos emocionales rigen la actitud, la intensidad, la interaccin simblica de las vctimas, sin que a ellas se les alcance, apenas, que su desacato pueda costarles muy caro en tr-minos de rechazo social38. Y, ciertamente, no son ya, por desgracia, incidentales, los casos en que antiguas vctimas mediticas devienen puros juguetes rotos.

    Como bien se ha evidenciado, la vctima idnea, ante los medios, debe expre-sar gratitud ante las muestras de solidaridad, u otro comportamiento compensatorio, no pueden presentarse exhibiendo frialdad pero tampoco exagerando el dolor que las afl ige, ni, por el contrario insinuar que haya algo positivo o aleccionador en su

    35. CHRISTIE Nils, The Ideal Victim en From Crime Policy to Victim Policy: Reorienting the Jus-tice System, Ed. E, A Fattah, Nueva York 1986, p. 18 y ss.

    36. FOX, Kathleen A, COOK, Carrie L, Is Knowledge power? The effect of a Victimology course in Victim Blaming, Journal of Interpersonal violence, 26 (7), pp. 3407-3427.

    37. PEELO, Moira, Framing homicide narratives in newspapers: Mediated witnesds and the construc-tion of victimhood, en Crime, media and culture, 2 (2) 2006, pp. 159-173.

    38. ROSE, Mary, NADLER, Janice y CLARK, Jim, Appropiately Upset? Emotion Norms and Perception of Crime Victims, en Law and Human Behaviour, Vol 30, 2006, p. 203-219. KENNEY, J. Scott, Victims of Crime and Labelling Theory: a Parallel Process?, en Deviant Behaviour, vol 23, nm. 3, 2002, pp. 241 y ss.

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    experiencia, deber expresar rabia, y, probablemente, nimo vindicativo neto contra aquellos que la daaron39. Y, por supuesto, mejor quieta que en accin: el activismo de vctimas es mirado siempre con recelo, bajo la premisa de que, sea en un sentido simblico o literal, se est rentabilizando la experiencia. Llegados a este punto, cabe sealar que la construccin meditica de vctimas, reducidas, sumisas, dciles, con-vencionales, homogneas genera la irrupcin de una nueva Victimologa cultural, descodifi cadora40.

    La dignifi cacin de las vctimas cobra, desde una perspectiva universalista, un especial signifi cado. Despus del nuevo ethos poltico surgido tras la inhumanidad de Auschwitz, nos recuerda BERISTAIN, la Victimologa de mximos orienta al Derecho hacia una cosmovisin victimolgica transnacional, comopolita e integradora41. En efecto, la globalizacin de los atentados contra los Derechos Humanos ha globalizado la accin victimolgica. No hay mejor ejemplo de ello que el memorable tratamiento victimolgico que se incorpora en el Estatuto de Roma, creador de la Corte Penal Internacional42; es ingente el desafo jurdico de proveer de derechos de participacin, proteccin y reparacin a masivos grupos de vctimas, que, sin embargo, han sido lesionadas, de modo individual, en sus seas de identidad social, lo que conlleva con-secuencias personales de miedo, ira y trauma de impacto especial43. Junto al nuevo discurso de justicia internacional, la poderosa difusin virtual de las narrativas de tales vctimas rompe su anonimato, y con ello, se alteran, como se ha dicho, las relaciones de poder, a favor de un nuevo centro: el llamado suave podero de las vctimas44. Como advierte De la CUESTA ARZAMENDI, el Principio de Humanidad que orienta a un Sistema penal respetuoso con el valor de dignidad de la persona, comporta una inequvoca proyeccin victimolgica, especialmente relevante en supuestos de macrovictimizacin45.

    Una muestra de incipiente (aunque malogrado) reequilibrio, en el sentido expuesto, inspir, en nuestro pas, la ejemplar STC 26 de septiembre de 2005, acerca del con-

    39. MIERS D, Positivist Criminology: A Critique Intenational Review of Victimology, (Part. 2), 1990 pp. 226-227. Asimismo en HERRERA MORENO, Myriam, Sobre vctimas y victimidad. Aspectos de con-troversia cientfi ca en torno a la condicin de vctima, en Vctima, prevencin del delito y tratamiento del delincuente, Antonio GARCA-PABLOS DE MOLINA, Ed.. Granada 2009. pp. 78-85.

    40. MYTHEN, Gabe, Cultural Victimology, Are we all victims now?, en Handbook of Victims and Victimology, Ed. Sandra Walkllate, Devon 2007, pp. 464 y ss.

    41. BERISTAIN IPIA, Antonio, Hoy creamos una nueva ciencia cosmopolita e integradora: la Victi-mologa de mximos, despus de Auschwitz, en Estudios de Victimologa, Tamarit Sumalla (Coordinador), Valencia 2005, pp. 269 y ss.

    42. POLAINO NAVARRETE, Miguel, Derecho penal, Parte General, Tomo I Fundamentos cientfi -cos del Derecho penal, Barcelona 2008, pp. 300-304.

    43. WEMMERS Jo-Anne y De BROUWER Anne-Marie, Globalization and Victims Rights at the Inter-national Criminal Court en The new faces of victimimhood, Studies in Global Justice, Letschert y van Dijk (eds.) Tilburg 2011 pp. 290 y ss.

    44. SAHALHOUB-KEVORKIAN, Nadera, BRAITHWAITE, John, Victimology: between the local and the global, International Review of Victimology, vol 17. 2010, pp. 1-8.

    45. De la CUESTA ARZAMENDI, Jos Luis, El Principio de Humanidad en Derecho penal, en Eguz-kilore N 23, 2009, pp. 224-225.

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    trovertido Caso Guatemala, que confera mximos vuelos al Principio de Justicia Universal. El espritu que alentaba dicha sentencia, naci, directamente, de esta voca-cin victimolgica universalista. Destacaba tal resolucin lo cicatero e inane de cribar victimas amparables o no amparables en funcin de intereses nacionales, localismos y banderas; criterios reducidos a ancdota o menudencia, al tratarse de victimizaciones que sacrifi can toda posible diferencia en el ara de un maysculo atentado a la Cultura Universal de los Derechos Humanos. En virtud de esta interpretacin, el amparo de las vctimas sujetas a acciones mximamente deshumanizadoras se instala, en trminos de POLAINO NAVARRETE, como inters prioritario dentro de un foro cosmopolita46. Fueron recortados, en buena medida estos avances por el pragmatismo de la reforma operada por la LO 1/2009 de 3 de noviembre que, conforme a la mejor opinin, reconcilia lo irreconciliable: un rutilante principio universalista con el localista requisito de la conexin nacional; sin embargo, el debate no se ha cerrado, ni los esfuerzos por lograr una mxima compenetracin, en aras de la Justicia Universal, entre un derecho nacional victimolgico y la Corte Penal Internacional47.

    Por ltimo, es en el plano de la restauracin de la paz social, donde la dignifi ca-cin de la vctima se colma ms intensamente de sentido48. La ms paradigmtica revo-lucin espiritual de la Victimologa ha sido, sin duda, la magna empresa de la Justicia restauradora. Y, una vez ms, es plenamente coherente que Antonio BERISTAIN haya sido uno de sus ms decididos valedores. Para l, se trata de una forma priori-taria de justicia victimal, aquella que, en sus palabras, transforma a la ciudadana en partenariado y al ciudadano en partenario; aquella que traduce la convencional responsabilidad ante el juez en creatividad victimolgica, obligacin de re-crear a las vctimas del delito49.

    Abrumador es el acopio de literatura victimolgica que sigue esta estela apasio-nada, y ubica la ms genuina centralidad de la vctima en el terreno del encuentro restaurador, ya sea en sus aspectos prcticos, narrativos o culturales. La restauracin es una meta y un proceso artstico. En la seera tesis doctoral de Gema VARONA50, el profesor BERISTAIN apelaba inolvidablemente a la imagen mtica del peine del viento, que deshace serenamente el rudo encrespado de los oleajes y el viento y lo devuelve como nueva espuma. Para BERISTAIN, nada como el arte de Chillida plasma de manera exacta la transformacin de la vctima, desde el vaco al espacio restaurado51.

    46. POLAINO NAVARRETE, Miguel, o.u.c p. 299.

    47. Vid. este debate en GMEZ-BENTEZ, Jos Manuel, Complementariedad de la Corte penal Internacional y Jurisdiccin Universal de los Tribunales Nacionales, Revista del Instituto de Ciencias Penales y Criminolgicas, vol. 27 nm. 82, 2006 pp. 35-62.

    48. Vid. destacadamente, DIGNAN, James, Understanding Victims and Restorative Justice, Berk-shire, England, 2005.

    49. Cit. BERISTAIN IPIA, Antonio, Victimologa: Nueve palabras clave, Valencia, 2000, p. 414.

    50. VARONA MARTNEZ, Gema, La mediacin reparadora como estrategia de control social. Una perspectiva criminolgica, Granada 1998.

    51. BERISTAIN IPIA, Antonio, Cmo Chillida, Beuys y Tpies viven el arte y la religin (dilogos con F. Mennekes S.J.), n 22, Eguzkilore, 2008, pp. 58 y ss.

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    6. LA NEUTRALIZACIN DEL MIEDO: HISTORIA DE UNA VIEJA Y SU CANDILEJO

    El miedo es el ms caracterstico sello emotivo del abandono victimal y del impune engreimiento victimario. Muchas seales hoy nos amedrentan. Las encuestas de vic-timizacin as lo desvelan, desde esa intrahistoria ciudadana que esquiva los registros ofi ciales. El miedo nos sume en lo ms hondo e insolidario de nuestras trincheras cvi-cas. La tesis criminolgica de las ventanas rotas, describe, en efecto, estos estragos del miedo comunitario inspirado desde la ruina ambiental52. Y sin embargo, una socie-dad victimolgicamente iluminada confi ada, solidaria, cvica puede sobreponerse frente a la amenaza y el rumor de los aicos.

    Una entraable leyenda sevillana, la de la vieja del candilejo as lo ejemplifi ca, extremo en todo opuesto al srdido caso Genovese, con el que queremos abogar por dicha sociedad iluminada. Se cuenta que cierta viejuca, all por los tiempos de Don Pedro el Cruel, viva en una oscura calleja de la sevillana Judera de Santa Cruz. Y que, de madrugada, oy ruido de espadas cruzadas, y se asom a escudriar. Acerc el candilejo a la ventana, para asistir con espanto a un homicidio seguido de fuga. Nada menos que un homicidio real, pues en efecto, la sagaz anciana, al punto identifi c el caracterstico crujido de rtula que singularizaba los andares del Rey Cruel. Y cuentan que, de maana, una vieja menuda y arrugada, sin arredrarse, anduvo a clamar justicia dando testimonio acusatorio en contra del mismsimo monarca53.

    No fue aquella audaz anciana lo sufi cientemente vieja o insignifi cante como para no sentirse parte activa de la Justicia victimal. BERISTAIN, el vasco recio y modern-simo, tiene algo en comn con aquella indmita abuela del Medievo, que desafi al mis-msimo poder establecido: a travs del tiempo y la cultura, el candilejo victimolgico.

    Gracias, Antonio BERISTAIN, por tanta luz, por tantos paisajes esclarecidos por tu solidario inters por las vctimas y la Victimologa.

    52. Germinalmente en KELLY George L y WISON, James Q, Broken windows the police and neigh-borhood safety Atlantic magazine, march 1982.

    53. GROSSO GALVN, Manuel, Sevilla, Ciudad de Leyenda, Sevilla, 2009, pp. 145-147.