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Pinarde los

franceses5 de marzo de 1811

Guión

rafael marín

dibujos

ÁnGel olivera

Cádiz, 2011

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diputación de Cádiz

Rafael Marín

ángel Olivera

Manuel Barrero

José Joaquín Rodríguez

Melchor Pratsdirección artística y diseño: Fritz

Editan: Diputación de CádizServicio de PublicacionesCalle San José, 7 dpdo.11004 CádizTel.: 956 808 311 - Fax 956 228 249e-mail: [email protected]

imprime: Línea Offset S.L. - ChiclanaiSBN: 978-84-92717-17-0 depósito legal: CA-49/2011Primera edición: Marzo de 2011

RESER VAdOS TOdOS LOS dERECHOS

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El duque de Wellington, que asomará fugazmente en nuestro próximoálbum y que se enfrentaría y derrotaría a Napoleón pocos años más

tarde de esta historia, dijo la frase célebre: “Al margen de una batalla per-dida, no hay nada más deprimente que una batalla ganada”. El inglés, na-turalmente, sabía de lo que hablaba.

La literatura ha idealizado la guerra. A fin de cuentas, la épica esuna de las tres ramas clásicas de la poética, y desde La ilíada hasta nuestrosdías el ser humano ha engrandecido las gestas propias y las gestas ajenas,tiñendo el enfrentamiento entre ejércitos de ese barniz heroico y nobledonde nunca faltan alusiones a la familia, la patria, o el honor. Quizá, entrenosotros, la Guerra de la independencia que se desarrolla como telón defondo de estas historias sea la gran guerra idealizada y romántica: el puebloen armas para defender a su soberano y su soberanía, mientras en Cádizun puñado de idealistas sueñan con un futuro mejor y redactan una Cons-titución que enderece el rumbo del siglo que nace.

En este álbum conocemos a Chano Rodríguez, campesino chicla-nero reconvertido en guerrillero, y a su antiguo amo y compañero de jue-gos infantiles, el burguesito gaditano Evaristo Martínez y Medina. Una vezmás el contraste entre el mundo real y el mundo inventado, la experienciade lo vivido y el idealismo de lo leído, la guerra como lugar de muerte y

carnicería contra los oropeles y las soflamas que la hanrodeado siempre. En los pinares de Chiclana, los dosamigos, por sobrevivir, se convertirán en fieras sal-

vajes, uniendo sus sangres por la supervivencia y re-flejando la guerra como lo que es: el horror puro.

La Batalla de Chiclana fue, asedio aparte, lo más cerca quevieron nuestros antepasados la Guerra de la indepen-

dencia que ardía en toda España. Tropas interna-cionales se enfrentaron en el Cerro del Puerco y, tras

un combate donde se intentó levantar el cerco aCádiz, el resultado quedó en tablas. Para los in-gleses, ganaron ellos. Para los franceses, la vic-toria fue suya. Y el asedio a Cádiz, en cualquiercaso, no se levantó. La guerra continuó.Quizá Wellington se equivocaba y hay algoaún más deprimente que una batalla ganada

o una batalla perdida: una batalla sin resul-tado, una matanza que no sirve para nada.

rafael marín

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DoS hombreS y un DeStino

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En la historieta que vais a leer hay dramay hay historia. Nos hallamos en elecuador de un drama histórico que en

1811, exactamente hace doscientos años en elmomento en que este libro ve la luz, no habíaterminado de resolverse aún, con el asedio deEspaña representado en el bloqueo de Cádiz ycon varias fuerzas aliadas (de británicos, conportugueses y españoles bajo su mando) en-frentados contra los asediantes franceses.

de todo esto nos brinda fiel repaso elhistoriador Rodríguez Moreno en el texto finalde la presente entrega de 12 del Doce. Ahora, loque nos interesa en este prólogo, es reparar enla historia que se cuenta sobre la Historia; esdecir, en el relato que ha urdido Rafael Maríntras haberse empapado de historia de España,concretamente de Cádiz, durante este convulsoperiodo que medió entre la Batalla de Trafalgary la derogación de la Constitución de 1812 porFernando Vii.

Pinar de los franceses es el relato de unaamistad y de varios rescates, de pájaros y dehombres. Al igual que vemos volar al pájaro he-rido al comienzo del cómic rememoraremos enestas viñetas como los españoles, ansiosos porreconquistar Andalucía en esta batalla, obser-

varon la huida de los franceses heridos

sin intervenir, dilatando el asedio francés du-rante más tiempo en consecuencia. Parece lahistoria de una derrota, pero también de unavictoria; o no. Con nosotros juega el guionista,que no nos quiere dejar ver quién gana o quiénpierde, quién vive o quién muere, acaso porqueno interesa. Lo que importa es mostrar el caosde la guerra, la insuficiencia de la sangre, lo ab-surdo de la lucha.

El dibujante ángel Olivera reconstruyecon pericia aquel escenario con todo el detalleexigible. dibuja las inmediaciones de la Barrosay retrata los bosques chiclaneros por los que seinternan oteadores y soldados, define bien a LaPeña, y cuenta la batalla en su fragor y des-maña. Es pulcro en el trazo y medido en la re-ferencia, tomando de Sorolla la luz, y de Goyala atmósfera y el eco de aquel tiempo. Lo justopara construir esta alegoría del ansia de libertada través de la fidelidad entre los hombres, queanteponían su condición de amigos a la declase, casta o cargo. Olivera pone cuerpo y pai-saje a un tiempo en el que todavía había honor,pero también perfidia. Quedan claras en estaspáginas las desavenencias entre los militaresque convirtieron una posible victoria fácil en

una derrota a la larga. Por eso aquélla deChiclana fue una batalla sin vencedores,

como muy bien queda expresado enel dibujo de Olivera, buen tra-

bajo de otro gaditano, comolo han sido casi todos

los vinculados a esteproyecto de re-

membranza sobreaquella aventura hu-

mana avecindada en la Tacitade Plata.

Sí, pues de aventura humanahablamos. El escritor Rafael

Marín bien sabe que lo hu-mano es la medida de

todo relato y sobre labase de la intrahisto-

ria viene reconstru-

vuelta a los oríGenesManuel Barrero

Historiador de la historieta y del humor gráfico

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yendo esta semblanza de gaditanos que que-rían ser independientes para recuperar Es-paña. Llegados al ecuador de esta colecciónde historias sobre el tortuoso camino hacia laindependencia y la Constitución, ya podemosvalorar la calidad de los guiones de 12 del Doce.Ya conviene, pues se trata de un surtido deguiones cortos pero sólidos en los que se hacecomulgar la aventura de la historia con las his-torias íntimas, todo ello aderezado con las re-ferencias ocultas o cruzadas que hacen“nuevas” las historias hoy. Uno de los ejem-plos máximos de esta pericia narradora deMarín la hallamos en el libro Las cuevas de

María Moco, tebeo mudo y perfecto, posible-mente uno de los mejores guiones de 2010que, por no ser “novela gráfica”, se quedarásin las merecidas menciones y galardones. Esel injusto precio de hacer honor a la denomi-nación de este medio, historieta.

Porque historieta, desde su etimologíavaga y antigua, es historia corta o vivencia, re-trato breve de la condición humana. Algunosindican que las primeras historietas afloraronen las aleluyas, aquellos retazos de hechos luc-tuosos o dramas del pueblo llano. Así se lla-maban a finales del siglo XViii, “historietas”.También se les llamaba así a los episodios es-cénicos o cortos cuadros teatrales, sobre todoen las primeras décadas del siglo XiX, preci-samente durante los años en los que transcu-rrieron las desventuras que nos relata Marín.Más tarde, las historietas pasaron del escán-dalo y la tragedia a la vivencia dramática y laocurrencia, para terminar refugiadas en lo có-mico después, y en lo fantástico o lo aventu-rero luego.

Marín ha recorrido ese camino a la in-versa, pues él es sobre todo un constructorde historias de ficción que tras navegar poruniversos inimaginables o fantásticos ha re-calado en su Cádiz natal para contar un con-flicto complejo mediante historias cortas yllanas, casi domésticas. Con historietas, vaya.Estos guiones de 12 del Doce tienen un común

denominador, aparte de su calidad incuestio-nable, centrado en la naturaleza de sus prota-gonistas. El contexto es el de la Historia,naturalmente, y los que la conducen son losagentes protagónicos que reconocieron loshistoriadores, inequívocamente, pero nos-otros revivimos aquellos hechos en estos có-mics a través de los testigos que más sufrierondurante la lucha por la identidad y la patria, elpueblo llano. Marín nos ha ido introduciendoen el pellejo de gentes de la calle, de los se-cundarios, de los marginados incluso, pues através de sus condiciones (o del vuelo de suspájaros heridos brevemente liberados) es másfácil preguntarse: “¿Qué guerra, o para qué?”O: “¿Qué libertad, o para qué?”

Estos guiones de 12 del doce nos hacenvolver a los orígenes de España como patriaindependiente en los albores del XiX y, conellos, su guionista vuelve a sus orígenes tam-bién. Asimismo, con ellos, aunque esto no loatisbe el lector casual, Marín retorna a sus lec-turas infantiles y a los orígenes del medio. Losreferentes a muchos personajes de cómic, aclásicos del medio, están ahí (es fácil adivinarquién anida detrás del personaje que dice ro-tundo en estas páginas: “Se mata, se come”).de igual modo, los orígenes yacen en esa fór-mula escogida por Marín, la del silencio, tandifícil de “escribir”. En el presente libro nosentrega otra historia parca en palabras, conlos personajes justos, tan nimios ante un pai-saje conflictivo y abigarrado, pero que con-densan en su presencia mínima y en susdiálogos medidos toda la necesidad de apoyo,arrojo y certezas.

“¿Hemos vencido, entonces?”No. Calla. Queda mucha guerra aún.

Mucha sangre por derramar. Muchos espa-cios por llenar de silencios.

…12 del doce. doce de Marín. Estos te-

beos recrean aquellas sangres libres y aquellossilencios rotos en doce guiones… para la His-toria.

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Sin embargo, vencer o perder una ba-talla no solía conllevar vencer o perder unaguerra: los ejércitos eran tremendamente len-tos, por lo que un enemigo derrotado podía re-tirarse sin excesivos problemas y, en caso detener suficientes hombres y recursos materia-les, volver a luchar poco después.

Una gran novedad de los ejércitos fran-ceses fue apelar, durante los complicados añosde la Revolución, a un nuevo sentimiento pa-triótico que convertía la defensa de la naciónen un deber de los ciudadanos. Esto llevaría aun sistema de reclutamiento bastante efectivoen su época, que ofrecía una mayor facilidadpara reponer las pérdidas; además, no se puedemenospreciar la moral de las tropas francesas,que seguras de estar luchando por un ideal na-cional y no solamente por una paga, permitióa los ejércitos revolucionarios primero, y a losnapoleónicos después, aguantar en momentosde extrema dificultad.

Otras dos ventajas francesas fueron lavelocidad de las tropas y la capacidad de im-provisación de los oficiales. de la primera, hayque indicar que su capacidad para vivir a costa

a guerra nunca cambia. Tal vez sí cam-bien los motivos por los que se lucha, ysin duda lo hacen las armas con las que

se mata, pero la destrucción y la muerte sonsiempre las mismas.

LaS téCniCaS y LaS herramientaS

De La guerra

durante las guerras napoleónicas, algu-nos países, entre ellos España, aún conserva-ban unas tácticas de lucha bastante ineficaces:En primer lugar, la artillería castigaba a las lí-neas enemigas y la caballería castigaba sus flan-cos. A continuación, la infantería avanzaba enrígidas formaciones al encuentro de su adver-sario, hasta que se situaban a no más de veintemetros y abrían fuego. Tras una humaredanegra y el intenso olor de la pólvora y la sangreentremezcladas, la infantería recargaba susarmas y, llegado el caso, cargaba bayonetas ycombatía cuerpo a cuerpo con el enemigo.Cuando la moral se derrumbaba o los oficialesconsideraban las bajas demasiado altas, la ba-talla tocaba a su fin.

LA BATALLA QUE PUdOCAMBiAR UNA GUERRA

José Joaquín RodríguezAsesor histórico

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L

Este grabado inglés

recoge el momento en el

que los ingleses cargaron

contra los franceses

y evitaron el desastre.

A pesar de su simpleza,

la confusión y la

violencia de la batalla

quedan perfectamente

reflejados.

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de cerca, embistiendo a un enemigo cuyoaliento podían sentir y cuya sangre les podíasalpicar. En ocasiones, la destrucción y lamuerte llegaban desde la distancia.

Para los gaditanos, la guerra se hacíapresente en el mismo momento que escucha-ban el repicar de las campanas, tanto de nochecomo de día. Éstas no llamaban a misa ni se-ñalaban la hora, sino que advertían de los bom-bardeos franceses sobre la ciudad. Conresignación, los residentes maldecían al ene-migo y se retiraban a las partes de la ciudaddonde las bombas casi nunca llegaban, acos-tumbrados a una rutina agotadora que consu-mía sus nervios.

A comienzos de 1811, aunque los ga-ditanos resistían con un ánimo y un valor me-ritorios, nada parecía indicar que la guerra seacercase a su fin, y mucho menos a un final de-seable. de hecho, en aquel momento el pode-río de Napoleón llegaba a su cenit: Sus ejércitosno habían sufrido ninguna derrota desde Bai-lén, casi tres años atrás, y las únicas potenciasque se le oponían eran inglaterra, España (queapenas contaba con unos cuantos miles de sol-dados apiñados en Cádiz y una activa resisten-cia guerrillera en el norte) y Portugal (que habíaperdido todas sus plazas en la península y cuyacapital se había trasladado a Brasil).

En febrero de aquel año, los oficialesingleses, portugueses y españoles decidieronplantar cara a Napoleón. Una victoria no sólodaría esperanzas a los combatientes, sino querecordaría a toda Europa que las fuerzas de

de los territorios conquistados hacía muchamás fácil su desplazamiento, pudiendo perse-guir y exterminar a los enemigos derrotados.de la segunda, no podemos olvidar que mu-chos oficiales, entre ellos el propio Napoleón,eran jóvenes que ascendieron hasta el genera-lato por méritos propios, frente a los ejércitosde las monarquías absolutas, con generalesmenos imaginativos, en ocasiones ancianos,con nula capacidad de improvisación.

El único país que tal vez podía hacerfrente a las fuerzas de Napoleón era inglaterra.Con un ejército mucho menos numeroso, elpaís tenía una economía fuerte que podía so-portar una guerra prolongada, una flota pode-rosa que podía prestar ayuda en puntos clave(por ejemplo, en Cádiz) y transportar las uni-dades militares a puertos propios o amigosmucho más rápido que por tierra. Además, lainfantería inglesa poseía una disciplina enorme,y era capaz de acercarse mucho a las líneas delenemigo antes de hacer un par de disparos rá-pidos, para a continuación cargar bayonetas.Esta forma de ataque era tremendamente efec-tiva a la hora de causar bajas en el enemigo: nosólo se hacía blanco con mucha más facilidad,sino que al disparar al mismo tiempo, el sol-dado enemigo recibía un fuerte golpe psicoló-gico al ver caer a un gran número de suscamaradas de una sola vez.

Respecto a las armas, simplementedecir que eran bastante rudimentarias. Un mos-quete grande y pesado era el arma principal detodos los ejércitos, un arma de metro y mediode altura y casi siete kilos de peso, que apenaspodía disparar dos o tres veces por minuto enel mejor de los casos, con una precisión tan ne-fasta que en ocasiones sólo se acertaba uno decada cinco disparos. El rifle era mucho máspreciso a la hora de disparar, puesto que eramás pequeño también resultaba bastante ma-niobrable, pero su cadencia de disparo no su-peraba en el mejor de los casos los dos disparospor minuto, por lo que los ingleses solían em-plearlos para hostigar el flanco del enemigo.

naPoLeón, invenCibLe

Pero la guerra no siempre se presen-taba bajo la forma de soldados disparándose

La obra del magistral pintor Robert Alexander Hillingford (1825-1904)

nos relata la dureza , el armamento y el caos que acompañaban a una batalla.

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Napoleón no eran ni mucho menos invenci-bles. de hecho, el talón de Aquiles de Napo-león se encontraba en Cádiz: convencidos desu poder, los ejércitos que asediaban la ciudadno esperaban una contraofensiva, y habíanmandado una parte importante de sus efectivosa luchar en Badajoz. Si las fuerzas coaligadasde ingleses, portugueses y españoles pudieranderrotar a los franceses, tomarían rápidamentetoda Andalucía desde las bases de Cádiz y Gi-braltar.

La bataLLa De ChiCLana

El plan de las fuerzas aliadas era bas-tante ingenioso: unas 12.000 tropas anglohis-panas saldrían de Cádiz por mar ydesembarcarían por sorpresa en la zona de Ta-rifa, donde serían apoyadas por un millar deirregulares, guerrilleros y voluntarios mayor-mente. Rápidamente lanzarían un ataque porla retaguardia del ejército francés, y desdeCádiz se iniciaría una ofensiva con unos 4.000hombres, rodeando de esa manera a las fuerzasnapoleónicas, lo que conduciría a su aniquila-ción o rendición total. Sobre el papel, el planera perfecto.

Sin embargo, las fuerzas aliadas tuvie-ron problemas con el mal tiempo, demorán-dose más de lo previsto en el desembarco. Laconcentración de tropas irregulares, que espe-raban a un gran ejército que no llegaba, termi-naron por ser descubiertas. El mariscal Víctor,al mando de las fuerzas francesas, rápidamenteimaginó lo que estaba ocurriendo y mandó re-fuerzos a la retaguardia: si actuaba deprisa

podía volver las tornas a su favor, y aniquilarde un plumazo a la mayoría de las tropas quedefendían Cádiz y Gibraltar. El mariscal Víctorsólo necesitaba tiempo para reorganizar a sustropas, y el comandante de las fuerzas aliadas,el general Manuel la Peña, se lo dio de sobra.

General de escasa capacidad pero largacarrera, La Peña (doña Manuela, como llegóa ser conocido por su cobardía) estaba aterradocon la idea de ser sorprendido por el enemigo,por lo que decidió avanzar solamente por lanoche, con los consiguientes retrasos que esosignificaba. Eso bastó para que Víctor actuase:tuvo tiempo suficiente para hacer retroceder alas fuerzas gaditanas que esperaban, inútil-mente, el ataque de La Peña. Asegurado elfrente, Víctor concentró sus tropas en la reta-guardia, ocultando a parte de las mismas en unpinar cercano a la localidad de Chiclana.

La Peña se dirigía sin saberlo hacia unatrampa, confiando en que aún no había sidodetectado. Sin embargo, el comandante inglésThomas Graham era consciente de la torpezadel general español, y tomó medidas para quesus hombres pudiesen reaccionar en caso deser emboscados. Así, cuando las fuerzas fran-cesas golpearon por sorpresa y las fuerzas es-pañolas comenzaron una caótica retirada, losingleses y portugueses bajo el mando del gene-ral Graham permanecieron firmes en la Lomadel Puerco, encarando a los franceses.

Las fuerzas de Graham se batieron conun valor sorprendente, consiguiendo retrasar

Las inmediaciones de la Loma del Puerco vistas desde la playa.

El mismo recorrido que hoy hacen los turistas paseando lo realizaron,

doscientos años atrás, las tropas anglo-hispanas en plena retirada.

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el avance francés y facilitando la retirada espa-ñola. Algunas unidades inglesas llegaron acombatir con una proporción tan desventajosacomo diez contra uno, y a pesar de ello con-servaron sus posiciones. Según avanzó la bata-lla, las técnicas de lucha inglesas queexplicábamos antes, sumadas a la confusión dela batalla, hicieron pensar a los franceses quese enfrentaban a un enemigo muy superior ennúmero, por lo que la moral se hundió en lasfilas napoleónicas y comenzó una retirada caó-tica.

El mariscal Víctor intentó reorganizarsus fuerzas, pero el general Graham supo sacarpartido a la situación y colocó a los francesesen una posición extremadamente peligrosa. ¡Sise lanzaba un ataque con suficientes fuerzas,podía aniquilarse al ejército francés! Sin em-bargo, el general La Peña se negó rotunda-mente a dar apoyo a las fuerzas inglesas, a pesarde que algunos oficiales españoles le animarona ello.

Finalmente, ingleses, portugueses y es-pañoles se retiraron por mar, y los franceses sereorganizaron y continuaron con el asedio aCádiz.

ConSeCuenCiaS

Franceses e ingleses no se ponen deacuerdo sobre el resultado de la batalla. Los in-gleses la consideran una victoria táctica, entanto que con pocos hombres lograron salvara las fuerzas españolas y provocar la retiradafrancesa. Por su parte, los franceses consideranque la victoria estratégica fue de ellos, puestoque al final su ejército se reorganizó y continuócon el asedio de Cádiz. Las bajas fueron algomayores entre los franceses que entre los alia-dos (un 20% de bajas francesas frente a un10% de los aliados), pero puesto que Franciapodía reponer sus bajas más rápido que ingla-terra, Portugal y España, eso no supuso ningúnproblema. En el plano moral, los franceses su-frieron un duro golpe (llegaron a hacerse pla-nes para levantar el sitio y retirarse a Sevilla),mientras que en Cádiz la heroica actuación in-glesa levantó la moral de los sitiados.

Una vez en Cádiz, La Peña tuvo el des-caro de acusar a Graham del fallo de la opera-ción. Su enfrentamiento llegó a tal punto quelas autoridades tuvieron que intervenir: el ge-neral español fue sometido a una corte marcialy, aunque fue absuelto, no volvió a dirigir tro-pas en combate; el general inglés fue enviadoa otro destino.

Nada había cambiado. destrucción ymuerte. La guerra continuaría tres largos añosmás.

En la propia Loma del Puerco se levantó recientemente un

monumento a los caídos en la batalla. Su alentador mensaje

reza así: "El 5 de marzo de 1811 se libró en esta colina la

'batalla de Chiclana o de la Barrosa' contra las tropas

napoleónicas. Miles de soldados británicos, franceses,

españoles, portugueses, polacos y alemanes, regaron con

su sangre esta loma. Hoy, ya en un nuevo milenio,

los descendientes de aquellos soldados conviven en una

Europa unida y en paz (...)".

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ella, Clara martínez y medina,

es sensible, delicada, culta y liberal,

hija de una familia acomodada

de la burguesía gaditana.

él, ernesto bocuñano, es un pobre

gacetillero que cubre para su periódico

el robespierre español las sesiones

de las Cortes y no tiene dónde

caerse muerto.

Dos mundos distintos unidos

en un amor imposible.

entre cartas de amor que se cruzan,

el gacetillero y la burguesita deciden

fugarse juntos un Domingo

de Piñata…

PróXimo nÚmero

dominGode Piñata

febrero de 1812

Guión

rafael marín

dibujos

fritz