3-Juan Del Diablo_Caridad Bravo Adams

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  • 8/4/2019 3-Juan Del Diablo_Caridad Bravo Adams

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    EPILOGO

    LA NUEVA CASA de Campo Real se alza justamente en el extremoopuesto del valle florido donde se alzara la primera. Queda muy cerca deldesfiladero, en aquella colina soleada adonde llegan de cuando en cuando

    las speras rfagas del aire del mar. Es una casa fresca y clara, limpia yalegre, pequea si se le compara con el viejo palacio cuyas ruinas demrmol cubren las enredaderas silvestres; ancha, porque en ella caben,ntegros y triunfantes, el amor y la paz... Amor y paz en el corazn de lamujer que aguarda en el balcn que arropan las madreselvas; luz en susojos claros, que recorren los rectos caminos a cuyos lados marcan lossurcos sus trincheras de paz... Espera dulcemente, sin inquietudes, sinangustias... Espera, los frescos labios encendidos para el beso que nopuede tardar, las finas manos sensitivas enlazadas, preparndose para lacaricia... Esa mujer sonre, esa mujer ama, y es su amor como los rayos deese sol que fecundan la tierra e iluminan las almas... Y el caballo que siente

    acercarse, al chocar de los duros cascos, alza en su corazn como unrepique de campanas de plata...Un hombre cruza las anchas tierras frtiles... Monta el ms brioso e

    inquieto corcel que pisara la tierra americana, la mano reda sostiene lasriendas, retardando el galope como quien un instante retrasa la dicha paramejor gozarla. Su mirada se extiende a uno y otro lado. Ya no es CampoReal tierra de siervos y seores... Tierra es, fecunda y alegre, dondehombres libres ganan con su sudor el pan. Al paso del que es gua yejemplo de todos, no se descubren las cabezas humildes, no se inclinan lasserviles espaldas... Se alzan las manos en un saludo de respeto y afecto y lsonre al pasar... Sonre, y su mirada inquieta sube por las colinas hasta lacasa blanca, hasta el balcn cubierto de madreselvas, donde le aguarda la

    mujer a quien ama...Tard mucho, Mnica?Para mi impaciencia, siempre tardas. Pero, en realidad, no fue

    mucho... Tengo la avaricia de todas las horas, de todos los minutos de tuvida... S que no es posible... No pretendo tener un guila enjaulada...Pequeos son para ti Valle Chico y Campo Real. Cmo puedo encerrarte enlas cuatro paredes de mi casa?

    Encirrame en un circulo ms estrecho an, mi Mnica;en el cerco de tus brazos... Quiero esta cadena en mi cuello, como quiero tumirada en mis ojos y tu boca en mi boca... Sin tu presencia, me faltara elaire, el sol, la vida misma... Por ti siento el aliento de vida que es lucha,

    triunfo... trabajo,... Por tu inspiracin, estos campos son otra vez fecundos, ydichosos los hombres que los labran. Hoy estuve en el puerto a contratarcien trabajadores ms...

    Es posible? Vuelven los que se fueron, los que dejaron la Martinica?No... .Casi ninguno ha regresado... Pero no importa... Vienen hombres

    nuevos, de tierras ms duras... Hombres de todas las razas: negros ybronceados, amarillos y blancos... metales nuevos para el crisol que esnuestra patria. Si vieras qu alegra me dio ver cmo se levantan ya lascasas en Fort de France... Pronto tendremos una capital limpia y alegre,quizs ms hermosa que Saint-Pierre...

    Saint-Pierre... Te has quedado pensativo... Hay algo ms que quierasdecirme?

    Si... Hoy se fue Renato... Se apart de nosotros diciendo que se iba enseguida, pero no fue verdad... Esper en una quinta de los alrededores...

    Renato... Que Dios le d la felicidad!

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    Un hombre cruza con silencioso paso la cabina de lujo de un barco quese va... Es alto, fino, altivo, viste ropas de caballero, sus cabellos son rubiosy lacios, y hay en sus ojos claros una intensa mirada de nostalgia... Sumano, de largos dedos, busca entre sus bolsillos hasta encontrar unashojas... papeles descoloridos, estrujados, casi borrados por el agua...papeles en los que, sin embargo, an pueden verse los sellos del Gober-nador y la firma del Papa. Con gesto lento y suave, ha hecho brotar la llamade un fsforo, acercndola a las hojas estrujadas. Un momento, su manolas sostiene en el aire, las 'mira arder, y las deja caer sobre las inquietasaguas...

    El barco cruza frente a las ruinas de Saint-Pierre... Ha dejado atrs elpromontorio de rocas sobre el que se alzara el faro, y proa a alta marapresura la marcha. De pie junto a la baranda de cubierta, mira Renatoaquella tierra que se aleja. Su cabeza se alza, sus ojos miran a la altacumbre del volcn, sereno, sombro, muerto o dormido, acaso como unsmbolo o como una amenaza. Piensa en Mnica y en Juan... Un instante senublan sus ojos claros; pero, con recia voluntad, vuelve la espalda y sedirige hacia el saln iluminado, dejando atrs la tierra que lentamenteparece borrarse...

    Martinica... tierra florida y convulsa, surgida al impulso de un borbotnde fuego... Volcn de amores y de odios, de pasiones sin freno, deabnegaciones y crueldades... Tierra nica, donde habran de chocar un daaquellos cuatro corazones apasionados: Mnica, Aime, Renato, Juan...Martinica... isla brotada donde el brillante mar Caribe parece ms inquieto,broche de oro en el collar de esmeraldas de las Antillas... Exuberante yspera, generosa y salvaje, presa de aventureros, refugio de piratas, hijapredilecta del sol ms ardiente del planeta, cuna del gran volcn que escomo el corazn ardiente y contenido latiendo en sus entraas... Tierraferaz y misteriosa, abrupta y enigmtica... Isla bravia; con nombre de mujer:Martinica!

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    JUAN DEL DIABLO

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    "CON LA FORMAL promesa de tomar los hbitos, profesando en elConvento de las Siervas del Verbo Encarnado, tan pronto sea otorgada lanulidad del lazo matrimonial" ha ledo Renato. Y con extraeza, preguntaa su madre: Pero, qu es esto? Quieres explicarme, madre?

    Se explica por s mismo, Renato. Slo he querido darte cuenta paraque te tranquilizaras. Mnica ha encontrado, por este medio, la solucin desus problemas. Esta es la copia de su splica al Santo Padre, y ya dejamos,por peticin suya, el original debidamente firmado, en manos de laautoridad eclesistica que se encargar de remitirlo al Vaticano.

    Desesperado, trmulo, a punto de estallar, estruja Renato en su manocrispada la copia de aquel documento que su madre acaba de darle a leer,como aplicando un remedio heroico a su alma enferma. Estn en la amplia ydestartalada biblioteca donde Renato se ha encerrado a solas durante todoel da. Sobre la mesa ms cercana estn los restos de una botella de coacque bebiera a solas, sorbo a sorbo, luchando por romper el crculo deangustia que le rodea, cerrndose ms y ms a cada instante. Ahora, estegolpe es el ltimo; l mismo se sorprende al comprobar hasta qu punto lehiere, le descorazona, le enferma. Pero su dolor se cambia repentinamenteen violenta clera, al exclamar:

    La idea fue de Aime, verdad?Que yo sepa, la idea fue de la propia Mnica.]No, no puedo creerlo! Ella haba renunciado definitivamente a, la idea

    de ser religiosa. Estoy seguro que no lo hizo por s misma. Alguien seencarg de hacerla,, una vez ms, vctima expiatoria de pecados que no hacometido, y s perfectamente de dnde viene todo esto, s quin lo hahecho y quin puede atajarlo.. .

    Dnde vas Renato?

    Dnde he de ir, sino a hablar con ella?En ese mismo instante, una sombra furtiva cruza el gran patio posterior,

    ocultndose entre los rboles. Llega hasta la disimulada puertecilla, hacegirar la llave y sonre al divisar muy cerca la gallarda figura que vivamentese acerca a ella, hacindole ademn de callar:

    Ni una palabra! Hay gente cerca. No quiero caer en los chismes de loscriados.

    Lo ha tomado de la mano, arrastrndolo por la desierta calle, y cuandoya los muros de la vieja mansin estn lejanos, se levanta el encaje negrode un antifaz y sonren ms prometedores que nunca sus frescos labios:

    "Usted no va a olvidar jams su ltima noche en la Martinica, tenienteBritton. Voy a encargarme de hacerla inolvidable...

    Creo vivir un sueo, poseer un imposible! Usted... Usted ... Pero, quhice yo para lograr... ?A veces no es preciso hacer nada. La suerte viene sola... Digo, en el

    caso de que considere usted una suerte compartir conmigo las ltimashoras que le quedan en tierra martinicana...

    No encuentro palabras con qu expresarle mi gratitud. Mi emocin ymi sorpresa han sido tan grandes, que temo parecerle a usted ridculo. Noacierto ni siquiera a hablarle, pero si pudiera ver mi corazn...

    Tratar de imaginrmelo bromea Aime. No le parece quedebemos de tratar de conseguir un coche, aunque sea de alquiler? Noquisiera quedarme por ms tiempo en este odioso barrio.

    Traje un coche conmigo, que est esperndome en la otra calle. No meatrev a hacerle llegar hasta aqu por temor a ser imprudente, a quealguien...

    Hizo perfectamente. Menos mal que se le ocurri algo con sentidocomn...No se ra de m... Acaso es risible decirle que la amo?

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    Es prematuro... y probablemente inexacto coquetea Aime. Elamor no consiste slo en palabras...

    Le probar el mo con el sacrificio que quiera imponerme. Ninguno meparece demasiado grande con tal de que usted mida y pese lo que me llenael alma... Ya no me pertenezco, Aime. Soy suyo... suyo en cuerpo y alma...La quiero... la quiero...

    La ha estrechado contra -s, ha hallado, sin buscarlos, los labios a la vezfrescos y ardientes, hmedos y sensuales, y ha sentido que, bajo el fuegode aquel beso, todo se borra a su alrededor... '

    Caramba! exclama Aime satisfecha. Besas como .un maestro, nocomo un novato. Menos mal... Empec a temer que fueras de los que hablandemasiado...

    Ana... Ana.-.! Aime! Aime!Con gesto y ademn de ira mal contenida, Renato ha cruzado la

    antecmara que precede a la alcoba de Aime y sacude con rabia la recia

    puerta cerrada con llave. Una oleada de clera empurpura sus plidasmejillas cuando al fin asoma entre los cortinajes, ceniciento de espanto, elrostro de la doncella nativa, que balbucea:

    Mi... amo... .mi amo...Dnde est tu seora?Dnde va a estar, seor? miente Ana muerta de miedo. Ah... ah

    dentro del cuarto...Mientes! se enfurece Renato. Y sacudiendo la' puerta con fuerza,,

    llama: Aime! Aime! Soy yo! breme en el acto!La seora dijo que no quera saber, nada de usted, que no la

    molestaran para nada, que iba a cerrar su puerta con doble llave, y ahest... Y me mand decirle a usted que no iba a abrirle la puerta, pasara loque pasara...

    Con violento esfuerzo, Renato D'Autremont ha reaccionado. Entre lasnieblas de su mente, entre la llamarada de su clera, asoma la razn deaquellas palabras y el recuerdo de su ltima escena con Aime en labiblioteca. Ha bebido durante toda la tarde, pero no est ebrio. Ms fuerteque el alcohol es aquel fermento de pasiones que hierve en sus entraas:odio, rencor, amor, anhelo desesperado por aquella mujer de la que todos leapartan, y una clera violenta hacia la mujer a quien dio su nombre.. cleraque se refrena bajo el impacto de algo parecido a remordimiento...

    La seora estaba muy brava y por eso dijo que no le iba a contestar anadie... Ya sabe usted cmo es...

    S, ya s cmo es. Demasiado s cmo es, pero esto... esto... Esto hapartido de ella, y por esto tiene que darme cuentas en el acto Aime!Aime! breme en seguida!

    Renato, te ruego... empieza a suplicar Sofa acercndose a su hijo.

    Soy yo quien te ruega que me dejes en este momento, madre! Es unasunto privado entre mi esposa y yo!Por desgracia, ya no hay asuntos privados en esta casa. Se ha olvidado

    hasta la sombra del decoro, se grita y se vocifera delante de los criados, ytodas son huellas de fango contra el buen nombre de la casa...

    Sofa ha mirado con ira hacia los cortinajes por donde Ana acaba dedesaparecer aprovechando la ocasin de quitarse de en medio. Luego,dulcificado el gesto, se acerca hasta apoyarse en el brazo de su hijo:

    Renato, deja a Aime. No creo que ella tenga arte ni ni parte en laresolucin de su hermana. Te ruego que me escuches. Hay que detener elescndalo... Catalina estuvo de acuerdo conmigo. Cuando fuimos a decrseloa Mnica, tuvimos la grata sorpresa de que espontneamente tomase ellaesa resolucin. Creo que es lo mejor que puede pasar. Romper ese lazomatrimonial que es una ignonimia, tomar los hbitos, y a nosotros no nos

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    quedar sino tratar de olvidar que existe un bandido llamado Juan delDiablo...

    Yo no voy a olvidarlo ni voy a permitir que, una vez ms, sea Mnica lasacrificada. No es justo que todos la empujen, que todos se empeen enque purgue un delito que no ha cometido. Dices que haba tomado esaresolucin voluntariamente? No lo creo, madre. Veo en todo eso la mano deAime. Ya he empezado a conocerla como a hipcrita e intrigante...

    Es tu esposa y ser la madre de tu hijo. Si no puedes ya amarla,resptala al menos y no insistas en hablarle en el estado en que ests. Teaseguro que Mnica est muy conforme. Si no me crees, habla conCatalina... Acabo de dejarla en mi alcoba. Pregntale y ya vers cmo teconvences de que nadie pretende sacrificarla. Anda con Catalina. .. Yoprocurar que Aime me abra, y no me opondr a que hables con ellacuando ests ms tranquilo. Ve... Te lo ruego, Renato...

    Renato se ha alejado al ruego imperativo de su madre. Sola en laantecmara, frente a la temblorosa doncella a la que ha hecho salir de suescondite tras las cortinas, deja doa Sofa caer su mscara de severadignidad, se crispan de clera sus labios y relampaguean sus ojos al

    asegurar:. "Tu ama no est en la casa, verdad?Cmo no, seora? Est ah dentro...No mientas ms! Delante de mi hijo es preciso disimular muchas

    cosas, pero a m no vas a negrmelo. Sali disfrazada con tu ropa... Lavieron salir y pensaron que eras t... Entiendes? Me haban dicho que thabas salido, pero al verte, me he dado cuenta de la verdad. Era ella...ella.. . y t, cmplice inmunda. ..!

    Aay! se queja la doncella. Yo no tengo la culpa de nada...Pues t eres la que vas a pagarlo! Maana sales para Campo Real, y

    Bautista te arreglar las cuentas!No! No, seora! clama Ana espantada. Yo no hice ' nada... Yo

    no tengo la culpa... A m me manda mi ama, y si no la obedezco, tambin

    dice que me enva para Campo Real...Es a m a quien tienes que obedecerme. Yo soy tu ama... en mi casanaciste esclava, y has comido el pan de los D'Autremont los aos quetienes. A m sola has de servirme!

    Usted me mand que sirviera a la seora Aime, me mand quefuera su doncella... Pero no me mande a Campo ' Real... Yo hago lo queusted quiera...

    Ve a buscarla! Encuntrala cuanto antes... En una hora, en dos...Hazla entrar por donde mismo la sacaste, para que mi hijo la halle en estaalcoba cuando la puerta se abra. Date prisa! Consigelo, Ana. QueRenato no se entere de esto, o te har desear no haber nacido!Entendiste? No pierdas un minuto ms! Corre! Lrgate! Que est en esaalcoba antes de una hora, o sers t la que todo lo pagues!

    Hacia la parte ms baja de la rica y populosa ciudad de Saint-Pierre,all donde es ms profunda la curva de la baha, se extiende un barrio decasas pequeas y calles estrechas, cuyas estribaciones alcanzan, trepando,casi hasta la falda del Mont Pelee. Barrio de tabernas y marineros, degaritos y mujeres perdidas... inquieto barrio de fiestas y pendencias, dondecomo resaca recia y amarga llega el deshecho de la palpitacin de laciudad. Es all donde arde un carnaval de alcohol, de broncas risotadas, debromas salvajes... un carnaval en el que muchas veces corren juntos el rony la sangre. Ahora, los parroquianos de uno de aquellos srdidosestablecimientos han abierto un crculo de rostros congestionados, de ojoslascivos, de manos vidas con dificultad se contienen, y en el centro de

    aquel crculo, al son apagado y ancestral de las tamboras africanas, unamujer baila la ms obscena de las danzas nativas, con retorcimientos desierpe y aullidos de lobo. Baila... baila... mientras corre el sudor, haciendo

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    brillar su carne de bano... Apoyada en el brazo del teniente Britton, Aimede Molnar sonre, extraamente fascinada por el ritmo de aquella danza, yen voz baja y expresiva comenta:

    Te gusta. Charles? Es una danza bruja. La primera vez que se vebailar, pueden formularse tres deseos. Dicen que uno de los tres se lograsiempre. Pero hay que pedirlo mojando dos dedos en sangre. Ahora van adegollar un cordero. Quieres probar? Quieres realizar tu mayor deseo.Charles?

    Si. Quiero pedir que esta noche no se acabe jams! Que sea tan largacomo mi vida, y pasarla a tu lado; pero...

    Aguarda... Espera... Ya degollaron al cordero, ya traen la sangre enesas jicaras. La ofrecen a todo el que la quiera. Pronto! Tienes unamoneda? chala en el fondo y moja los dedos...

    Es absurdo. Como espectculo puede pasar, pero...Pronto! Aime ha extrado de su bolso una moneda de oro,

    arrojndola al fondo de la jicara llena del rojo liquido viscoso. Luego,tomando bruscamente la mano del .teniente, la hunde en l, mientras leapremia:

    Pide... Pide por m... Pide tres veces lo mismo... Que se realice lo que

    yo estoy pidiendo en este momento. Pinsalo conmigo... con toda tufuerza... con toda tu voluntad...Por segunda, por tercera vez, ha obligado al oficial a hundir su mano en

    la sangre del cordero, que en una jicara ofrece un mocetn africano. Luego,mientras l limpia con repugnancia su mano en el pauelo, ella se alejahacia la puertecilla que da a una especie de terraza, y aspira vidamente elaire salobre que llega desde el mar...

    Aime, qu te pasa? Qu tienes?Nada... Respiro... No creo que tenga nada de particular ...Desconcertado, palpando en su mueca las huellas que dejaran las uas

    de Aime al obligarlo a mojar su mano en la sangre, el teniente Britton seacerca a aquella mujer, ms incomprensible para l a cada instante, yqueda largo rato en silencio, hasta que repentinamente sacude la cabeza,-como espantando las quimeras para volver a la realidad...

    Aime, por qu haces esto? Por qu ests aqu conmigo? Esdespecho? Son celos?

    Qu te importa? No es bastante con que lo haga? En qu piensas?No s... Tienes gustos extraos... Este lugar, estas gentes...Un rincn tpico. A dnde queras que te llevara a ver el carnaval de la

    Martinica? Al bail del gobernador? Al saln de mi ilustre suegra?No he pretendido nunca tanto; pero, en realidad, no s lo que me

    pasa. Mientras ms trato de entender, menos entiendo. Hemos entrado, porlo menos, en diez tabernas. Buscabas a alguien en ellas?

    Como piensas? No comprendes que una mujer ahogada entre losmuros de piedra de la casa D'Autremont quiera distraerse un rato?

    No soy yo quien pueda juzgarte, Aime. Intilmente trato decomprenderte. No te inspiran amor ni tu esposo ni Juan. En forma

    espontnea me has otorgado el regalo de tu presencia y de tu compaa. Nopuedo pensar que sea yo quien te inspire ese amor... Por qu lo hacesentonces? Qu pretendes?

    Basta! corta Aime malhumorada. Estoy empezando a creer queeres tonto de remate....

    Si, por aqu... Djame pasar, idiota...La voz que ha pronunciado estas palabras llega hasta ella hacindola

    saltar cual si fuese la picadura de un reptil. -Rpidamente ha vuelto aponerse el antifaz. Tiembla, retrocede, se aterra al brazo del tenienteBritton, y ambos clavan los ojos en el marco de aquella puerta, por donde

    Juan del Diablo aparece seguido del viejo notario... Ha llegado hasta elcentro de aquella especie de terraza natural que forman dos rocas lisasaladas sobre la arena de la playa, muy cerca del lugar en que el mar se

    estrella, y vuelve la cabeza para mirar a Noel. Slo entonces se da cuentade la presencia de aquella pareja inmvil y expectante... Aime envuelve sucuerpo en los percales de colorines del traje tpico que le prestara su

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    doncella. El teniente Britton, un poco plido pero perfectamente sereno, daun paso hacia l, permitiendo que la luna le ilumine de pies a cabeza, alsaludar:

    Buenas noches, Juan...Teniente Britton se sorprende Juan. Es una verdadera sorpresa

    verle a usted por estos arrabales. Cre que ni siquiera estaba ya en la

    Martinica...Me tiene enteramente a su disposicin, por si puedo servirle en algo.Gracias, pero no faltara otra cosa. Tiene usted una ocupacin ms

    grata, a lo que parece. Ya le veo bien acompaado.. . Sin embargo, siquisiera, podran tomar una copa con nosotros ...

    Su mirada de guila ha recorrido de cabeza a pies aquella figurafemenina, de la que, a pesar del disfraz, se desprende algo que creereconocer, algo familiar, inquietante... En vano trata de ver sus manos o suscabellos...

    Voy ah cerca, donde se juega fuerte, pero donde tambin sirvenbebidas: Hay monte, bacarat, ruleta... Le gustara probar su suerte? La maes perfecta. Si me siguen, se rellenarn los bolsillos. Qu dice usted,hermosa? Supongo que lo es cuando el teniente se toma la molestia deacompaarla. ..

    Muchas gracias, Juan, pero ya nos bamos. Es muy tarde para ella...Justamente salamos, y...Es muda su compaera, teniente, o tiene una voz demasiado fcil dereconocer? Se ve mal la cara a travs de ese encaje negro...

    Cuidado, Juan, del Diablo! conmina el oficial en tono ominoso.No se altere, teniente. Sera muy fcil para m arrancarle el antifaz

    aunque usted se opusiera, pero no voy a hacerlo. Para qu? All usted, yall ella... Oh, su pauelo! Juan se ha inclinado rpidamente, atrapando,antes que el teniente, el pauelo de encajes desprendido de las manos deAime, y aspira la bocanada de perfume que de l se desprende, mientrasre con sarcasmo: Aroma de nardos... Un olor muy conocido, demasiadoconocido, aunque slo conozco una mujer que usa este perfume siempre...Maravilloso... Maravilloso, teniente!

    Juan ha dado un paso, acercndose ms a Ame, mirando fieramentesus ojos negros a travs de los achinados agujeros del antifaz que le cubreel rostro, y comenta irnico:

    "Qu fcil y terrible venganza para Juan del Diablo, verdad?Basta... basta! ataja el oficial britnico. Le ruego que siga su

    camino... Usted no tiene derecho...Y qu importa el derecho? Tengo los medios al alcance de mi mano.

    Lo que usted hiciera, no hara ms que empeorar la situacin, darle alas alescndalo. Se da usted cuenta? Me bastara arrancar del rostro de esamujer ese trapo negro para que maana todo Saint-Pierre se riera acarcajadas del caballero D'Autremont... Caro que a usted le costara la vida,mi buen amigo, y pagara muy caro, terriblemente caro el placer que quizscrey gratuito...

    Basta... No tienes derecho...! estalla Aime sin poderse contener.

    Hablaste! Qu pronto se rompi tu consigna! comenta Juan en tonoburln.Eso no puede ser! reta el teniente. Salga usted de aqu, seora.

    Vayase inmediatamente... Yo me encargar de mostrarle a este hombre...Pronto... Vayase...!

    Creo preferible que usted no intervenga aconseja Juan sonriente eimpasible. Saldr muy mal, desde cualquier punto de vista.

    Tendr usted que matarme antes que faltarle al respeto a esta damaen mi presencia!

    No pierda el tiempo en gestos intiles. Esta dama no desea que larespeten...

    Basta ya! Terminemos con todo esto. A usted no le interesa quin esmi compaera... Djenos salir de aqu, en el acto.

    Espera, Charles... tercia Aime.No ve que es ella la que no quiere irse? Le encanta estar aqu

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    comenta irnico Juan. Aunque parezca mentira, ste es su ambiente... Seequivoc al cambiarlo por el oro de los D'Autremont. Ahora le molesta y leasquea todo aquello por lo que vendi su vida: vajillas de plata, pulseras debrillantes y collares de perlas...

    Estando a mi lado, no permito que le hable usted de ese modo protesta el teniente, aunque sin gran fuerza.

    No sea nio, teniente. Su posicin es desventajosa. No lo comprende?Se lo esta jugando todo. .. Por qu? Por quin?Vas a permitir que diga eso. Charles? -SE enfurece Aime.Y cmo har para impedirlo? A poco que razone, el mismo tiene que

    pensarlo. .Est sirviendo de juguete, de pelele, a una mujer sin escrpulos.Supongo que lo sabe, que no se ha ido ya por vergenza de caballero...Qu te propones." Qu vas a hacer con l? Hasta dnde vas a arrastrarlocon tus intrigas? No piensas que has hecho ya bastante dao?

    Tal vez a los otros les hice dao. A ti no te he hecho sino bien, y siahora mismo ests en libertad, a quin sino a m se lo debes? Pero eres elltimo de los hombres; el ms ingrato, el ms perverso!

    Ests exagerando. No hago sino prevenir al teniente Britton, hacerledarse cuenta de lo que est haciendo, y si quiere seguir, que por lo menosno marche ciego... Renato D'Autremont est buscando alguien a quien

    matar, en quien vengar una ofensa que presiente, que siente flotar en tornosuyo, por muy hbilmente que su mujer se maneje... Va usted a seguirhaciendo el juego a esta bella vbora? Le debo la lealtad de su declaracin,teniente, y haberme tendido la mano de amigo a travs de las rejas de unaprisin. Por eso le pregunto: Va a prestarse para que ella le use a su antojoen provecho de sus ms oscuros y tortuosos intereses?

    No sigas diciendo eso! No le oigas. Charles no le oigas! Charles!Charles!

    La esbelta figura del joven teniente Britton se pierde por el extremo dela oscura callejuela, y Aime, que le haba seguido hasta la puerta de lasrdida taberna, se vuelve airada y avanza sobre Juan, como una fiera:

    Ah, canalla... canalla! Mereces la horca, el presidio...! Yo no s ni loque merece,

    De qu lado ests? A quin te inclinas? Eres la seora D'Autremont,y quieres seguirlo siendo, pero sin dejar por eso de arrastrarte en el fangoque te gusta...

    No es cuenta tuya!Ya lo s. Ojal y que jams lo hubiera sido. De ti s estoy curado

    totalmente...Y de quin no? De quin no? indaga Aime con repentina ansia.

    No vas a decirme que la quieres a ella, que te interesa ella!Y si as fuera?Antes de consentirlo, los hara matar a los dos! Prefiero que se junten

    el cielo y la tierra! No le dars a otra la pasin que es ma, que mepertenece!

    Y todo eso lo afirmas cuando acabo de hallarte junto al teniente Brittonsonre Juan, sarcstico y mordaz. Tienes un corazn muy amplio, y muyflexible.

    Qu me importa a m Britton, ni Renato, ni el mundo entero? Meimportas t y me importo yo misma. Con todos los dems, puede hundirseel universo

    Ahora s fuiste sincera... Te importas t misma...Pues bien, s. Me importo yo misma;, pero en mi egosmo hay ms

    grandeza que en la generosidad de otra. Me importo yo misma y, porimportarme yo misma, defiendo lo que eras para m, lo que tendrs que serotra vez... Porque t eres el nico amor de mi vida! Luch con todas misfuerzas... luch contra el propio Renato, porque te vieras libre de suscargos. A Renato le odio, le aborrezco!

    T? Por qu?

    Por todo! Por lo que es, por como es... Ahora, adems, tambinquiere a Mnica, y por ella me humilla y me desprecia. Se ha mordido loslabios para no gritar, apretados los puos, relampagueantes los negros

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    ojos; pero lentamente se contiene, mientras, rotos ya todos los frenos,vierte Aime el torrente de sus pasiones:

    "Tan loco est por ella, que slo se contiene porque piensa que voy adarle un hijo, heredero de su nombre, de sus tierras... Y por ese hijo, doaSofa D'Autremont soporta mis injurias y es la mejor cmplice de todocuanto yo haga contra l...

    T vas a darle un hijo?No, mi Juan, no es cierto. Ese hijo no existe! Y sin embargo, he detenerlo, he de ofrecerle un hijo a Renato, o no podr quedarme una horams bajo el techo de los D'Autremont. Si t hubieras sido capaz de venir am, de responderme... Pero eres ms ingrato y ms canalla que RenatoD'Autre-mont... Y entonces... entonces tuve que escuchar al primero quepas cerca, echar mano del primer mueco que se puso a mi alcance... Eseteniente a quien t has hecho huir espantado, hacindome, un dao slopor el gusto de hacrmelo...

    Conque era eso... eso...! re Juan con gesto sarcstco.Puedes acabar de perderme, vengndote de una vez! Puedes correr

    a decrselo a Renato! Te he dado el arma para que la uses contra m misma.A veces quisiera que todo acabara de una vez, que se abriera la tierravomitando fuego, que nos tragase el mar...

    Si Satans fuera mujer, tendra tu cara, tus palabras y tu voz...Sin embargo, me amaste... Acaso todava me quieres... yeme, Juan...Si en este momento t me repitieras lo que Un da me dijiste en CampoReal, si como entonces tomaras mi brazo para ordenarme que te siguiera, sime dijeras que tu barco aguarda muy cerca, me ira contigo donde quisierasllevarme... Lo dejara todo... todo...

    Porque ests en un callejn sin salida... Porque te has enredado en tuspropias redes... Porque quieres huir del infierno que t misma tefabricaste...

    Slvame, Juan! Llvame contigo muy lejos... Si no lo haces, entoncess podrs llamarme Satans. Si siguen acorralndome, me defender azarpazos y a dentelladas, me vengar de ti, de Renato, de ella... De ella, s...Hasta ahora no quise hacerle ningn dao. El mal que le vino, se lo trajeronlas circunstancias. Pero si por ltima vez me rechazas, ser implacable. Sino me salvas, me hundir; pero hundiendo a todos los que me rodean. Mesalvas, o me abandonas, Juan? Contesta! Contesta!

    Enloquecida, ciega, desesperada, habla Aime aferrada al brazo de Juan,que, inmvil, la contempla con una Sonrisa tan amarga que parece unamueca al rechazar con ira contenida:

    Quieres dejarme en paz? Cuando te casaste con otro, mientras yo mejugaba la vida para volver por ti, debiste pensar que habamos terminadopara siempre.

    Tal vez, pero entonces t no lo pensabas tampoco. No te cruzaste debrazos, no me miraste con ese insultante desdn con que me miras ahora.Quizs te convenga saber que Mnica est gestionando la anulacin de sumatrimonio.

    Mientes! Eso no es cierto...

    No te acus ante los tribunales, porque tena miedo; pero en esosdocumentos secretos, que ya deben estar camino de Roma, no hay unainfamia que no te atribuya. Su alejamiento de Renato en el tribunal era slouna farsa. Estn de acuerdo, aunque aparenten lo contrario. Y si una cosales sale mal, no importa, emprenden otra inmediatamente. T les estorbas,pero ellos sabrn suprimirte. Yo tambin les estorbo, y slo les detiene laconsideracin por ese hijo que tiene que nacer... que acaso hubiera sidoposible que naciera si t, estpidamente, no te hubieses atravesado en micamino. Renato me rechaza, pero Britton...

    Y era de Britton de quien esperabas... ?De Britton slo esperaba que me trajera a un lugar a donde pudiera

    encontrarte a t!En qu quedamos? Por qu no hablas claro de una vez?Eres mi ltima esperanza, Juan. No te falt razn al decir que estoy en

    un callejn sin salida. A veces no s ni lo que digo, tan ciega estoy de celos,de despecho. Mnica, esa santa que pretendes, es mi sombra negra... Pusosus ojos en Renato, envenen primero mi amor por l, luego mi amor por

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    ti... y ahora... ahora... Te juro que es tu peor enemiga! Es cera blanda enmanos de Renato. Slo trabajan para tu dao, pero no a la luz del sol... Yasaldr, ya saldr lo que te preparan...

    No creo una palabra de lo que dices. Nada que salga de tu boca esverdad! No vuelvas a acercarte a m, o te arrepentirs de haberlo hecho!

    T eres el que vas a arrepentirte de... amenaza Aime; pero es

    interrumpida por la mestiza sirvienta que acercndose exclama:Ay, seora... por fin la encuentro! La seora Sofa me mand que labuscara. Dice que usted tiene que estar en el cuarto cuando el seor Renatovuelva...

    Cllate, imbcil! la ataja Aime.Por qu insultas a tan til sirvienta? reprocha Juan con sarcasmo.

    Creo que eres injusta. Se ve que ha corrido para salvarte... As paga eldiablo a quien lo sirve.

    . En efecto, AS paga Juan del Diablo a quien ha sido lo bastante imbcilpara querer sacarlo de la crcel, y lo bastante tonta para buscarlo porsegunda vezadvierte Aime con ira concentrada. Y volvindose hacia Ana,ordena: Vamos ya! En qu viniste? Supongo que no saldras a buscarmea pie.

    Ay, no, qu va! Ya llevamos tres horas dando rueda. Vine en. el cochechiquito, con Esteban de cochero, que se s es mi amigo, seora, y se secalla la boca pase lo que pase... que ni l ni yo le vamos a decir a nadie queusted estaba con el seor Juan, porque entonces s que iba a arder SanPedro...

    Cllate! se enfurece Aime. Y subiendo al coche, ordena: Siguedespacio, Esteban, lo ms despacio que puedas...

    De dnde vienes?

    Para qu quieres saberlo? Te ha dejado doa Sofa la misin devigilarme?Aime ha hecho un esfuerzo tratando de fingir el tono frivolo, el gesto

    despreocupado de encogerse de hombros bajo aquella mirada cargada dereproches, pero tambin de angustia, con que Catalina de Molnar laenvuelve. Ha llegado silenciosa hasta su alcoba del piso alto... Nadie la havisto, no se ha cruzado con nadie en pasillos ni escaleras... Un momento, lapresencia de su madre la turba, contenindola; luego, busca la llave que hallevado consigo y abre tranquilamente aquella puerta que comunica sualcoba con el gabinete...

    Era verdad! Todo era verdad! He tenido que verlo con mis propiosojos para convencerme clama Catalina en triste tono de desolacin.

    No te parece que el momento no es para sermones? se impacientaAime. Ya he odo bastantes cosas desagradables esta noche.

    Te vio Renato? se alarma Catalina.No... Claro que no... Ni me vio ni creo que se entere que he salido, amenos que t se lo cuentes. De otro modo, no hay riesgo. Doa Sofa nosoltar prenda, y Yanina no creo que se atreva a desobedecerla... Despusde todo, no hice nada malo. Sal a respirar, a ver el carnaval, a distraerme...Nunca pens que casarme con Renato D'Autremont fuera algo tan aburridoy tan estpido... Primero sus celos, ahora su abandono, su desdn...

    Toda la culpa es tuya, Aime, aunque yo tambin acepto mi parte enel hecho de que seas como eres... Fui una madre dbil, complaciente,demasiado amorosa para una hija rebelde... T necesitabas otra cosa... Sque ahora seran intiles mis reproches, mis consejos... No voy a hablartepor m, sino en nombre de Sofa...

    Mucho tardabas en nombrarla! Te has convertido en la sombra deella.

    En efecto, no soy ya ms que una sombra... Este es el pecado queahora estoy purgando: el de no ser nada para nadie, el de no existir

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    realmente ni siquiera en el corazn de mis hijas... Ambas estis muy lejosde m, ambas me sois extraas ... Una, por generosa, por sublime; otra, poregosta, por perversa... Me sangran los labios al tener que decrtelo, pero escierto: vives para el mal y para el engao...

    Quieres dejarme en paz? rechaza Aime con fastidio.Ya te dejo... Eso es lo que vine a decirte... Me voy, la pobre sombra

    que soy va a desvanecerse, pero si eres todava capaz de escuchar la ltimasplica de tu madre, te ruego que salgas hoy mismo para Campo Real. Es eldeseo de Sofa. Ella quiere volver y que t la acompaes...

    Yo? No le sobran criados para ello?Est desesperada, y yo le promet convencerte. Quiere llevarte a

    Campo Real y cuidar en t a ese heredero que es su ltima esperanza, sultima ilusin...

    Vaya! Ya apareci aquello!Tambin es el deseo de Renato. Con ello salvas lo nico que puedes ya

    salvar: tu posicin en esta casa, y el porvenir de ese hijo que va a nacer...Y si no naciera? se revuelve Aime hecha una furia.Qu dices, hija? se alarma Catalina, francamente asustada. No

    quiero pensar que has mentido, que has sido capaz... Aime, hija... Qu

    es lo que ests tratando de decirme?Nada, mam, tranquilzate re Aime amargamente, Te estabagastando una broma para responder a tu monserga moralista que, a lascuatro de la maana, no le sienta a nadie bien...

    S que no tienes corazn, pero no creo que llegues a eso. Sinembargo, t lo has dicho por algo... Aime... Aime, s una vez sincera!

    Aime ha apretado los labios sensuales, ha entornado los prpados, haquedado largo rato inmvil, como si meditara profundamente, como siurdiera un nuevo plan en su mente diablica. .. Luego, sonre casi burlona:

    Lo que voy a hacer, por una vez, es complacerte...De veras? se esperanza Catalina.Porque t me lo pides, mam. Ya veo que mi suegra me ha tomado

    miedo... Menos mal.., Esperaba encontrarla aqu en lugar tuyo,aguardndome con la caja de los truenos en la mano, la voz solemne y elaspecto siniestro. Si hubiera venido de ese modo. la habra mandado apaseo. Pero te enva a t como embajadora, t llegas con lgrimas en losojos, y aunque yo sea la hija malvada, la hija perversa, la hija sin corazn, tevoy a complacer.' No quiero ser menos que la hija sublime que, segn tengoentendido, va a tomar los hbitos. No?

    S, as es, en efecto. Mnica dijo que lo aceptaba todo y firm lasolicitud que le llevamos. Cuando su lazo matrimonial est anulado, tomarlos hbitos. Es triste, pero al menos quedar a salvo del escndalo, a salvode la maldad del mundo y de ese hombre...

    Puedes garantizarme que nada de eso va a volverse atrs?Desde luego. Claro que puedo garantizarlo. Mnica no miente.Pues fiemos en la palabra de Santa Mnica... Juan y Renato han

    muerto para ella, verdad?

    Puesto que no va a salir del convento, como si hubiera muerto.Tambin puedes garantizarme que doa Sofa no va a meterse encuanto yo haga all, en Campo Real? Que va a dejarme en paz, salir, entrary hacer exactamente lo que yo quiera?

    Mientras no perjudiques tu salud...Sin restricciones. Ya sabr yo cmo me cuido. Si promete dejarme en

    paz, dile que esta misma tarde salgo para Campo Real con ella... Y ahora,djame dormir, mam, tengo mucho sueo...

    Le ha vuelto la espalda, ha entrado en la alcoba, hay una sonrisa deburla infinita en sus labios sensuales, y tambin un relmpago satnico ensu negros ojos...

    2

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    NO RETIRO LA apuesta... la dejo... Treinta onzas a la reina dediamantes!

    Sobre el verde tapete, las cartas estn en cuatro mazos, y el montn demonedas, que Juan del Diablo acaba de ganar, vierte su brillante destellosobre la carta nueve veces triunfante... Poco a poco sus contrincantes sehan ido retirando, y, ahora, los dos ltimos se alejan en silencio. Casi nadie

    juega ya en el tugurio; los que no se han ido, se agrupan alrededor deaquella mesa mirando con ojos asombrados al hombretn que sonre congesto tan amargo a su buena suerte...

    Creo que has desbancado la mesa, Juan observa Noel. Por qu norecoges tus onzas y nos vamos ya?

    Un hombre se ha detenido en la puerta del tugurio y ha penetradolentamente. Las cabezas se vuelven observando sus ropas de caballero, superfil aquilino, la expresin tensa que endurece su rostro, el brillo metlicode sus ojos claros, fijos en el rostro de Juan. Poco a poco va acercndose ala mesa, y es Pedro Noel el primero en descubrirlo, ponindose de pie,agarrndose alarmado del brazo del patrn del Luzbel, sin lograr moverle,mientras implora apremiante:

    Vmonos de aqu, Juan, vamonos inmediatamente. Ya es muy tarde,las -cinco por lo menos... Recoge tu dinero y vamonos! No ves que se van

    todos?No hay quien haga juego? inquiere Juan alzando la voz. No haynadie que responda a la apuesta? Nadie quiere medir su suerte con Juandel Diablo?

    Yo! acepta Renato acercndose, Y doblo la apuesta!De veras?No estabas pidiendo un contrincante? Aqu est! Qu te pasa? No

    tienes bastante dinero?Dije treinta onzas a la dama de diamantes!Sesenta al rey de espadas! Echa cartas, croupier! No oste? Echa

    cartas!A Bruno le sorprende la presencia de un caballero en su casa. Por eso

    te mira de esa manera observa Juan, apagndose en sus pupilas la clera

    que por un momento las encendiera. Y no responde, sencillamente porquees mudo. Pero eso s, oye muy bien. Echa las cartas. Bruno, no tengasmiedo... acepto al contrincante. Tu nuevo cliente tiene mucho dinero, y noimporta que no saque las onzas del bolsillo. Pagar, pagar hasta el ltimocentavo de todo lo que pierda, que ser mucho. Aunque naci para ganar,ahora le ha llegado el momento de perder...

    Por favor, basta de tonteras! tercia Noel, asustadsimo ytartamudeando. Juan y yo nos bamos en este momento, Renato. El lugarse cierra precisamente al amanecer, y est ya amaneciendo. Yo creo quedespus de lo que ha pasado...

    Despus de lo que ha pasado, no debera usted atreverse a dirigirmela palabra. Noel reprueba Renato con altanera. Hace un momento, estehombre desafi a todos los presentes a luchar contra su suerte. Nadie harespondido ms que yo. Dije sesenta onzas y aqu las tiene. Qu esperabas

    para tallar, imbcil?El llamado Bruno baraja rpidamente las cartas entre sus giles dedos.Los ltimos jugadores de otras mesas desaparecen. Slo dos o tresrezagados se mantienen alrededor de aquella mesa, espiando concuriosidad la extraa pugna. Juan parece sereno, mientras Renato tiemblade clera, y Noel, resignado, baja la cabeza. Caen los naipes uno a uno en elsilencio espeso de las respiraciones contenidas, hasta que...

    Rey de espadas! proclama Renato. Y satisfecho, pero sin poderocultar la amargura, observa: No es imposible torcer la suerte de Juan delDiablo! Perdiste a un solo golpe!

    No! A un solo golpe va ahora todo lo que tengo. Todo lo que tengocontra esas noventa onzas! Rabiosamente, Juan ha hundido las manos ensus bolsillos, sacando puados de monedas, arrugados billetes... Hay dinerode todos los pases: las pequeas y gruesas libras esterlinas y el plido oro

    de Venezuela junto a arrugados billetes de cien francos y florinesholandeses. Aqu hay noventa onzas, poco ms o menos. Va contra todolo tuyo, si es que no me niegas el desquite!

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    No te lo niego. Y si quieres seguir jugando, te admito como buenohasta la mugre de tu barco. Cartas, croupier!

    Una a una han vuelto a caer las cartas en silencio, crispando a lospresentes, mientras con voz tensa de emocin Noel va enumerando:

    Dos de diamantes... tres de espadas... cinco de trbol... cuatro decorazn... Dama de diamantes!

    Gan! seala Juan con una mezcla de orgullo y de alegra.No lo toques. Van doscientas onzas contra eso! propone Renato. Ydestilando irona, observa: A menos que me niegues el desquite...

    Nunca lo niego! se encrespa Juan con altivez, Cartas, croupier!

    Ay, mi ama... mi ama! Pero, de veras nos vamos para Campo Real?Con los gruesos labios temblorosos y las mejillas del verde color

    ceniciento que presta el miedo a su morena piel. Ana parece incapaz demoverse. Est parada frente a Aime, que, frunciendo el ceo, obliga a sucerebro a urdir rpidamente aquel plan cuya primera idea le dieran laspalabras de su madre:

    Soy una malvada... vivo para el engao, no oste? Mi propia madre lopiensa as... Sus dos hijas estn muy lejos de su corazn, una por sublime...la sublime es Mnica... la malvada... la malvada soy yo, naturalmente. Nohay infamia de la que no roe considere capaz, porque no tengo corazn...Los D'Autremont me compraron... me compraron con su ilustre apellido. Soypropiedad de ellos, no te das cuenta? No entiendes?

    Yo no entiendo sino que nos vamos a donde no debemos ir. Usted nosabe cmo son las cosas por all, cmo eran cuando el seor Renato estabafuera. La seora dejaba que Bautista hiciera todo lo que le daba la gana...Cuando la seora Sofa era quien mandaba en Campo Real...

    Ya s... pero muy pronto no mandar ella, sino yo, entendiste? Es lo'nico que puedo salvar de todo esto, y voy a salvarlo.

    Pero a m el Bautista me tiene apuntada en la lista negra! se

    lamenta la asustada Ana.Estars a mi lado. Mientras me sirvas bien, no tengas miedo... Oye,Ana, antes que la seora D'Autremont te tomara a su servicio, t vivas enla parte alta de la hacienda, verdad?

    S, mi ama, trabajaba en las plantaciones de caf. Qu malo es eso!Hay que cargar unas canastas de este tamao, aqu en la cabeza, y arrancarlos granitos uno por uno. Y cuando llega una deshecha, entonces ponerse ahacer la comida... Y en las barracas dormimos todos juntos, como perros.

    No todos viven as... Hay bailes, hay fiestas algunas veces... Y un pocoms arriba de los cafetales, en lo alto del desfiladero, vive una mujer aquien todos respetan.Ah, s! Vive Chola, la bruja. Unos le llaman Carabosse. La llaman siemprecuando alguno se muere, para que le haga la mortaja, y tambin cuando unnio va a nacer. Y vende ungentos para los dolores, amuletos para losamores que no se dan, y muecos de seda que, con otras cosas, sirven paravengarse de las gentes... porque lo que se le hace al mueco le pasa a lagente que el mueco representa...

    Dices que la llaman cuando un nio va a nacer?S, mi ama, casi todas las mujeres del cafetal la llaman para eso.

    Cuando quieren que un nio nazca, y tambin cuando no lo quieren. Ella hacurado a muchas gentes de cosas malas, pero a m me da miedo...

    Iremos a verla. No tienes que decirlo a nadie. Lo haremos sin quenadie se entere, pero esa mujer va a ayudarme. Le dar ms dinero del que

    ha visto junto jams, y har lo que yo le ordene...

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    Renato, al fin llegas! He estado mundome de angustia, hijo!No haba por qu, madre.La luz del sol baa con su lumbre cegante el patio central de la vieja

    morada de los D'Autremont cuando Renato, tratando de esquivar a sumadre, ya a cruzarlo camino de la biblioteca. Pero la mano adelgazada ytrmula de Sofa se apoya en su brazo, detenindolo con un veladoreproche:

    No pasaste la noche en casa, Renato...Efectivamente confirma Renato con cierto malhumor. Estuve fuera,

    pero...No puedes concederme unos minutos, hijo? -Regreso a Campo Real y

    me llevo a Aime. No era eso lo que deseabas? No me pediste que lohiciera?

    Te lo ped hace das...Ahora no quieres ya que nos vayamos? No te importa? Te da igual?

    Ests muy disgustado, ya lo veo... Y yo me siento enferma... Si entraras ami alcoba...

    Renato se ha dejado llevar mansamente, y los ojos ansiosos de la madreleen en su rostro las huellas de aquella horrenda tormenta interior quedevasta su alma. Le ha llevado hasta el fondo de la gran alcoba cuyosventanales, velados por cortinas de seda, apenas dejan penetrar la luz delda, -aquella luz que hiere las claras pupilas de Renato. Y en el aire fresco,perfumado con lavanda, en la grata penumbra de aquella habitacinfamiliar, siente que se aflojan sus nervios tensos. Es como si otra vezvolviese a ser nio y buscase en la' ternura maternal el escudo contra todoslos males...

    Sintate, hijo, por Dios. Se ve que t tambin ests enfermo. Quieresque pida- para ti una bebida refrescante, un poco de t?

    No, madre, no quiero nada... Orte, ya que lo deseas, y despus...Despus, dejarte en paz, ya lo s. Dejarte est en mi mano y voy ahacerlo. Si Dios quisiera que de verdad fuese en paz... Si la paz de tu almapudiera conseguirse a cualquier precio... Si volviramos a entendernos, hijomo, a estar de acuerdo... si me permitieras velar un poco por tu dicha...

    Mi dicha? Nadie es dichoso, madre.Ya lo s... Pero hay mil formas de vivir sin sentirse desdichado... Si

    hicieras un esfuerzo, si aceptaras los hechos, si volvieras a tomar el viejocamino olvidado y a rehacer tu vida...

    No puedo irme, abandonando a la mujer a quien amo... No puedo irme,mientras el rival que me desafa est de pie, insultante, insolente... Ahora,yo mismo le he dado un arma ms: el dinero. He jugado y he perdido...Mucho,.. mucho dinero... Ya s que no importa, ya s que somos ricos...Podemos tirar el oro a manos llenas. Tir un puado, y lo recogi l... Si

    vieras cmo se rea hundiendo las manos entre esas monedas!De quin hablas? Ests trastornado, Renato!Juan del Diablo no es ya un pobretn! Ha cobrado su herencia!Sofa D'Autremont ha enrojecido como si fuese a estallar su cabeza.

    Luego, cae trastornada, anonadada por el golpe de lo que acaba deescuchar...

    T has hecho eso? T has ido a buscar...?'No fui a buscarlo. Sal como un loco... No quera chocar con Aime, no

    quera hacer saltar en pedazos su puerta... La odiaba demasiado en aquelmomento... Cuando vi aquellos papeles, cuando comprend que era ella lade la idea, cuando un todo aquello a unas palabras que me dijo al salir deltribunal, la odi furiosamente... Es ella la que tiene el empeo de verprofesar a Mnica... Est celosa de mi estimacin, de mis sentimientos... '

    Tendra toda la razn del mundo para estarlo afirma Sofa con gestolleno de severidad.No me importa que tenga o no razn... Por no dejarme llevar de esa

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    locura, sal de esta casa, vagu por las calles hasta cerca del amanecer,escuch las campanas del convento y me acerqu a la iglesia... Quera ver aMnica, aunque fuese de lejos... No la vi, no asom... Yo segu mi camino y,como sonmbulo, llegu hasta los muelles... El aire cargado de salitre meazot el rostro como si me abofeteara... Y otra vez me cegaron el odio y loscelos... All estaba el Luzbel, "nica propiedad de Juan sin apellido"... Mepareci or otra vez las palabras del juez, me pareci ver su maldito rostroinsolente y la mirada de Mnica fija en l... Acaso le ama? Es a l a quienama ahora?

    Hijo, por Dios... clama Sofa con triste desolacin.Tuve un ansia feroz de encontrarme con l a solas, frente a frente, y

    corr hacia el barrio inmundo donde ya le haba encontrado una vez...Atraves la taberna, llegu hasta el ltimo cubil, y all estaba l,estpidamente satisfecho... Jugaba y ganaba... Tena la racha buena...Nueve veces se le dio la misma carta: la dama de diamantes... Y por unahorrible asociacin de ideas, cada vez que l gritaba: "La dama de dia-mantes" ... era para m como si escupiera el nombre de ella. .

    "Con jactancia estpida, desafi a todo el mundo: "Quin quiere medirsu suerte con Juan del Diablo?" Era para m su reto... Fingi no habermevisto, pero estoy bien seguro que me llevaba a pelear all, a su mundo

    abyecto... Me haba vencido en el mo, el tribunal le haba declaradoabsuelto, y yo quise vencerle a l en el suyo... Entonces, tir una bolsa dedinero sobre la mesa...

    "La primera mano fue ma, pero l me pidi la revancha, arrojando sobrela mesa cuanto llevaba en sus bolsillos. Enloqueci de cojera al perder, y yoquera ganrselo todo... todo... hasta ese barquichuelo inmundo en el queun da se atrevi a llevarla a ella, con todos los derechos que le dio milocura. Quera jugarlo todo... hasta la vida... a una ltima carta... y jugucomo un loco, perdiendo... perdiendo... Perd cuanto llevaba encima.Despus, firm papeles... Luego, quise arrojarme sobre l, pero medetuvieron, me sujetaron, me sacaron de all... Perros inmundos seatrevieron a hacerlo, mientras l se rea hundiendo las manos en aqueldinero! Si vieras qu horriblemente parecido a mi padre estaba en esemomento!

    Hijo! Qu dices? exclama Sofa, con el espanto reflejado en suplido rostro.Por eso me dej arrastrar... No hubiera podido alzar mi mano contra

    l... Y ya en la puerta, me grit como un loco: "Gracias, Renato. Es parte demi herencia".

    Oh! Oh...! barbotea Sofa ahogndose, al tiempo que se desplomainconsciente sobre el suelo.

    Mam! Mam! Qu te pasa? se alarma Renato.Seor Renato...! exclama Yanina llegando presurosa, como brotada

    por encanto de la tierra-. Es el accidente... Hay que llevarla a la cama...Yo la llevo... Prepara pronto el cordial... el ter... Mam! Mam!Renato ha llevado el frgil cuerpo de su madre hasta el ancho lecho

    antiguo, de labrada caoba, depositndolo blandamente en l, mientras

    Yanina, diligente, pone a su alcance el frasco de sales, el ter, y corre apreparar el cordial...Mam, mam de mi alma...! Soy un estpido... No deb hablarte de

    eso... Hice mal, muy mal...Renato, hijo... murmura Sofa con esfuerzo, abriendo apenas los ojos.Aqu est el cordial ofrece Yanina, acercndose obsequiosa.

    Hgaselo beber...S... si... Toma esto, mam, te sentirs mejor inmediatamente . .. Por

    favor, bbelo todo... Cierra los ojos y qudate un momento... Quieta, lo msquieta que puedas... Yo estar cerca...

    Sofa cierra los ojos y queda inmvil. Renato se aleja unos pasos,tambalendose como ebrio, mientras la ardiente mirada de Yanina le siguepor la alcoba, y, cuando traspone la puerta, va tras l...

    Seor Renato. .. Voy a mandar por el mdico... El doctor dijo que laseora poda quedarse en uno de estos accidentes, que darle un disgustoera lo mismo que clavarle un pual, y acaso sera conveniente que usted

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    supiera que ltimamente tiene disgustos a todas horas...Lamento en el alma haberme dejado llevar. ..Perdn, seor, no lo deca por usted. Hay alguien que parece preparar

    disgustos para la seora, drselos deliberadamente... No quisiera que elseor me obligara a nombrar a nadie, ni creo que sea necesario. A poco quelo piense, sabr dnde est la fuente del veneno en esta casa... Con su

    permiso, seor,..Se ha ido como si se desvaneciera. Profundamente preocupado, Renatoda unos pasos como sin rumbo. Ha llegado hasta aquella habitacinabrumada por los grandes estantes, repleta de libros polvorientos, y se dejacaer en una butaca, hundiendo entre las manos la frente, mientrasmurmura:

    Tu herencia, Juan... S... Tendrs toda tu herencia!

    No es una cantidad fantstica de dinero Noel?,Si, hijo, es como un sueo. Qu racha de suerte, qu locura de suerte!

    Nunca pens que pudieran hacerse as las cosas. Aqu hay, por lo menos,cien mil francos. una pequea fortuna, te das cuenta? Con esto puedes

    emprender cualquier negocio, lo que se te antoje... hacer aquella casa deque me hablaste, en el Cabo del Diablo... Si yo estuviera en tu pellejo, medaba un bao inmediatamente, me afeitaba esas barbas de filibustero, mevesta como las personas decentes .y tomaba el camino del Convento de lasSiervas del Verbo Encarnado...

    Por qu? Para qu?No me lo preguntes en ese tono. Para qu va a ser? Para decirle- a

    esa a la que no quisiste invitar a seguirte a un hospedaje de taberna, quepuedes ofrecerle ya un hogar decente y digno, que la vida comienza, opuede comenzar, en cualquier momento, y que vas a empezarla de nuevo alos veintisis aos, por ella, para ella... porque es tu esposa y porque laquieres...

    Juan del Diablo se ha puesto de pie, apartando la pequea mesa deaquel cuarto destartalado, en la que se amontonan billetes y monedas. Esun tugurio ms entre tantos de los que abundan 'en las callejuelas de aquelbarrio, un cuartucho con honores de habitacin de fonda...

    Por qu pretende usted convertirme en lo que no soy ni jams ser?Si yo pensara que este inmundo puado de billetes, ganados por un golpede azar, era capaz de cambiar los sentimientos de Mnica, pensara, almismo tiempo, que no vale la pena...

    Hijo, no es por el dinero. Comprndelo... Es que con esto puedescambiar totalmente de actitud y de vida... Quin te asegura que Mnica note quiere?

    Noel, mi buen Noel, no se esfuerce aconsejar Juan con amargura.S perfectamente a qu atenerme con respecto a ese punto... Pase lo quepase, lo quiere a l... Estoy bien seguro...

    Pues si ests tan seguro rebate Noel con cierta ira, por qu no la

    dejas en libertad y te vas bien lejos?No soy yo quien la ata ni quien la esclaviza. Sin una palabra la dej enel convento, y ella, desde all, solicita la anulacin de nuestro matrimonio...

    No lo creo!Por qu no lo cree? Quien me lo dijo est segura...Segura... Luego, fue una mujer... Fue la otra, verdad? Y sin poderse

    contener, el viejo Noel estalla: El diablo cargue con ella! Y luego noquieres que te diga que algunas veces eres un nio, o que te comportascomo tal? Cmo es posible que creas nada que salga de esa boca?

    No me crea tan nio. Noel. Esa boca engaa, intriga, miente, fabricamundos diablicos para su capricho, pero en eso no minti. S muy biencmo siente Mnica... Un momento pude engaarme, pero nada ms que unmomento. Mientras sea mi esposa, su deber la ata a m, y ser leal, aun

    contra todos sus sentimientos. Su escrupulosa conciencia de novicia laestremece, la hace pensar que peca hasta con acariciar un sueo... Nosiendo mi esposa, podr soar sin que se lo reproche su conciencia, sin que

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    la atormenten sus escrpulos...Para el caso sera igual, tratndose de quien t crees que se trata.

    Casada o no, eres un imposible para ella.Y qu? Puede soar a sus anchas... Soando con l pas su vida

    entera... Soando con l querr esperar la muerte! Y l... Se hainterrumpido un instante, y en seguida rechaza con rencor: No... En l son

    ms que sueos.-.. El est ya en el despeadero de todas las pasiones y nose detendr ante nada. El es un D'Autremont de pies a cabeza...Y acaso no lo eres t tambin?Yo... ? Tal vez... Pero no quisiera serlo... Quisiera ser, de verdad, un

    hijo de nadie, ignorar qu sangre corre por mis venas. Le juro que podrarespirar ms a mis anchas si lo ignorase todo... Pero junto con ese nombre,vuelve a m todo el horror de mi infancia: la cabaa de Bertolozi, la crueldadde aquel hombre que vengaba en mi carne inocente todo el dolor de susofensas... Y ni siquiera puedo traer a mi memoria lo nico que podradulcificarlo todo: la imagen de mi madre, la conciencia de haberla vistoalguna vez. La vio usted. Noel? Puede decirme cmo era?

    La vi, s... Pero, para qu vamos a hablar de eso? murmura el viejo,conmovido, luchando por serenarse. Es intil hacer horrible el presente afuerza de verter el pasado sobre l. Tu madre era desdichada y hermosa.

    Tambin puedo decirte otra cosa: no hubo inters ni codicia en ella... Pecpor amor, y pag su pecado con lgrimas y sangre... Yo la vi algunas veces,y no podra decirte cmo era su sonrisa, pero s que sus lgrimas corrieron araudales...

    Entonces he de odiarlo an ms a l... a ese Francisco D'Autremontque me dio el ser de esa manera!

    El la quiso tambin, hijo. La quiso honda y sinceramente. Aunque t nolo creas, lata un corazn debajo de su orgullo, de su orgullo enorme,inmenso... Por eso quiero refrenar el tuyo. El primer pecado del mundo fuela soberbia. No caigas t en l.,.

    Mi pobre Noel, no diga tonteras. Si un hombre como yo no tuvieseorgullo, sera un gusano, y yo prefiero ser una sierpe llena de veneno paraque no sigan pisotendome...

    Gusano naciste, pero ya no lo eres. Porque s que puedes volar, temuestro el camino del cielo. Por que no levantarte, haciendo dignidadfecunda de lo que slo es orgullo estril? Quieres que sea yo quien vaya alconvento, quien le diga a tu esposa... ?

    No, Noel... Mi esposa! A sarcasmo me suena esa palabra. No le diganada. Yo ser quien vaya a verla, quien le hable, aunque creo que nada va acambiar con eso... Hablar yo, pero no le dir lo que usted pretende... Auntengo algo que preguntarle a Mnica de Molnar, y mi vida ser lo queresulte de esa respuesta...

    Muy despacio, con un paso tan leve que apenas rozan sus pies losgastados escalones de piedra, baja Mnica de su celda rumbo a aquel granpatio interior que es jardn y huerta en el Convento de las Siervas del VerboEncarnado... Otra vez las campanas llaman a los fieles, ahora con el blando

    taido sooliento que invita a la oracin de la tarde... Otra vez, religiosas ynovicias van a la iglesia en apretadas filas, mas Mnica marcha en direccincontraria. Ha salido de su celda, sintiendo que se ahoga entre aquellasparedes, pero, como por instinto, huye de todas las presencias... Lo nicoque su alma anhela es silencio, soledad... Aun en el claustro le parece estardemasiado cerca del mundo. Ha dejado los arcos que limitan el claustro,queriendo llegar hasta un rincn donde slo pueda ver los rboles y el cielo,pero algo se agita entre las ramas de los arbustos al verla aparecer... Unaredonda cabeza oscura asoma, dos grandes ojos negros brillan sobre la pielcolor de bano, un cuerpecillo menudo y gil salta acercndose a ella...

    Ay, mi ama! Menos mal que se asom usted. Yo no s ni el tiempoque llevo agachado esperndola, y me iba a trepar otra vez por la tapia parairme, pero la verdad es que no quera marcharme sin verla...

    Te dije que no volvieras, Colibr. Es una verdadera imprudencia. Est

    prohibido. No entiendes?Yo no vengo para nada malo, mi ama. Usted sabe que yo no vengoms que a verla.,. No quiere ya nada conmigo, mi ama? Ya no me quiere!

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    S te quiero. Pero cuando se traspasan estas rejas, hay que renunciar acuanto se amaba en el mundo... T no puedes entenderme, pobrecito, perono sufras por eso, no te pongas triste. Acaso no eras feliz antes deconocerme?

    Feliz? Qu cosa es ser feliz, mi ama? Estar contento?

    Bueno... en cierta forma... No estabas t contento? No estabatambin contento tu patrn?El, no s... El se rea, y cuando llegbamos al puerto,, se iba de fiesta.

    Cuando l no bajaba, las mujeres iban a buscarlo al muelle. El patrnsiempre les traa regalos, y ellas lo besaban y decan que era ms rumbosoque un rey, y ms guapo que nadie... Porque el patrn...

    Calla! le ataja Mnica, apretando los labios.Se enoj, mi ama? se extraa ingenuamente el pequeo Colibr.No. Qu puede importarme lo que has dicho? Vuelve con tu amo!

    Vuelve al barco de Juan, a participar de sus fiestas! Seguramente, ahoraestar all, divirtindose...

    No, mi ama, l no ha vuelto al barco. Anda con el seor Noel... Perodice Segundo que anoche gan mucho, dinero, y que ahora todas las cosasvan a ser diferentes. Que el amo va a volverse un caballero, todo un

    caballero, con casa propia y barcos que vayan a pescar... Y tambin me dijootra cosa: que el amo iba a venir a buscarla, y que usted vendra otra vezcon nosotros; no al barco, sino a la casa que va a hacer el amo. Es verdadeso?

    No, no es verdad. No saldr jams del convento, ni tampoco l deseaque salga. Estoy segura de ello. Le basta con esas mujeres que iban aesperarlo a los muelles. Ahora le querrn ms, porque podr hacerlesmejores regalos...

    Chist! Viene una monja advierte Colibr en voz baja y asustada. Yome escondo...

    Mnica... Mnica, hija ma... llama la madre abadesa, llegando junta la novicia, y le explica: Vengo de tu celda. Te han buscado intilmentepor todo el convento. Hay un visitante que te espera en el locutorio...

    Juan! se alboroza Mnica sin poder ocultar su turbacin. -No. Es el seor Renato D'Autremont, hija ma, que te ruega, que te

    suplica no te niegues a hablar con l.... Mnica ha sentido como si algo se helara en sus venas. Renato

    D'Autremont... Cada una de sus letras la ha traspasado como una fina flechade angustia, mientras una amarga desilusin la va invadiendo, porque es ly no el otro. Las palabras de Colibr hicieron aletear en su alma unaesperanza que, a pesar suyo, la-encendi de locas ilusiones. Ahora, es comosi se cerrara de repente la puerta que viera entreabierta, como si de ungolpe se apagara la ltima estrella de su oscuro cielo...

    Yo tambin me atrevo a rogarte que no le rechaces prosigue laabadesa. Hace mucho rato que te espera. Parece tan angustiado, taninquieto, que su empeo me hace pensar que tiene algo importante que

    decirte, acaso algo relacionado con la solicitud de esa anulacin dematrimonio que firmaste para enviar al Santo Padre. Al fin y al cabo, creoque con orlo nada pierdes...

    Mnica ha mirado a todas partes... A la aparicin de la abadesa, hadesaparecido Colibr. Sin duda, est escondido muy' cerca, o acaso haaprovechado el momento para huir, llevndose con l aquella bocanada deaire salobre, aquel desesperado anhelo que el solo nombre de Juanenciende en ella. La voz de la abadesa le llega como desde muy lejos,obligndola a volver a la realidad:

    Los D'Autremont son tus iguales, tus parientes... No pueden desearteningn mal. Vamos, hija... Ven..,

    3

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    ENTRE USTED CONMIGO, Noel. Quiero decir, si lo desea ..Naturalmente que lo deseo, y que entro contigo. Pero no' tengas

    cuidado, porque s ser discreto. Cuando los matrimonios mal habidos seencuentran delante de un tercero, se vuelven demasiado quisquillosos, ydignos. La mujer gusta del apoyo y del dominio del hombre...

    No las mujeres como ella, que es dura como el diamante. Puede

    parecer frgil como el cristal, pero no lo es. Frente a ella, no soy yo el msfuerte... Pero no me quiere. Noel, no me quiere!Tal vez no te quiere, pero puede quererte. Te considero hombre capaz

    de robarle el corazn si no lo has hecho ya. No te llaman pirata? No tienesfama de domar las olas y los vientos? Acaso te das por vencido antes decomenzar la batalla?

    Por mi desgracia, s. Pero no importa... Entremos... Si se negara arecibirme. .. \

    Clmate... Djame a mi hablar con la hermana tornera...

    Mnica... AI fin apareces. .. Por fin accediste...No me lo agradezcas, Renato. Mi intencin, mi deseo, era no ver a

    nadie en mucho tiempo. Vine aqu para buscar la paz...Bueno, ustedes necesitan hablar, ponerse de acuerdo, limar todas

    esas pequeas asperezas que surgen de las circunstancias, pero que nodeben existir entre parientes aconseja la abadesa interviniendo en formaconciliadora. Como es su deseo, seor D'Autremont, voy a dejarles asolas. Y como le rogu a ella que accediera a esta entrevista, le ruego austed que perturbe lo menos posible su alma con los cuidados de fuera delconvento. Estos claustros deben ser un dique contra el mundo, y el reman-so de paz que necesitan las almas atormentadas como la de Mnica enestos momentos. Y ahora, con permiso de ustedes...

    La madre abadesa se ha excusado y con pasos suaves y silenciosos sealeja dejando solos a Mnica y a Renato, que guardan silencio durante unbreve instante, hasta que de pronto la voz fra de Mnica, indaga:

    Dime... Queras hablarme...

    Quera, es cierto. Y si vieras a solas, entre las cuatro paredes de mibiblioteca, cmo y cunto te hablo, Mnica... Son razonamientos a los queno hay nada que replicar, donde toda palabra es intil, porque es apenas unplido reflejo del sentimiento. Renato se ha acercado a ella tembloroso,pero Mnica retrocede y aparta la mirada de su rostro demudado, donde losojos arden con destellos de fiebre. Si yo pudiera hablarte libremente demis sentimientos...

    Hay sentimientos que no tienen derecho a existir, Renato.Se que una equivocacin, como la que yo comet, se paga con la

    felicidad, y no aspiro a ser feliz. Renuncio a la dicha;pero si he de seguir viviendo, si he de seguir respirando, necesito algo porqu hacerlo.

    Tienes tu esposa, tendrs un hijo, y hay muchos ms, Renato...Cientos, miles de seres que dependen de ti. Tu posicin y tu riqueza, que te

    dan derecho de rey, pero tambin deberes. Hay muchas cosas con las quepuedes llenar tu vida y olvidarte de que, en la celda de un convento, hayuna mujer a quien quisiste amar demasiado tarde...

    Mnica, veo tus razones, las mido, las peso; pero djame un rayo deluz, un rayo de esperanza... No te encierres en el convento! No levantesotra muralla ms! Es lo nico que te pido. Cuando se haya roto el lazo quete une a Juan del Diablo...Mnica se ha estremecido como si el nombre le doliera, como si slo al-aludir a l se tocase una llaga en carne viva; pero junta las manos y aprietalos labios .. Slo su mirada azul se alza para clavarse en la de Renato, conun gris destello de acero:

    Por qu no dejarlo a l fuera de esto?Por desgracia, no es posible. Djame terminar... Cuando hayas roto el

    lazo aciago que te une a Juan, sers libre y duea de tus actos. Podrs viviren el mundo, a la luz del sol... Tambin hay mil cosas con las que puedesllenar tu vida mientras esperas...

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    El qu he de esperar?No s... Un milagro, que la piedad de Dios nos favorezca, que un da

    caiga tambin mis cadenas, cadenas que no merezco soportar... S que nodirs una palabra, que no lanzars una sola acusacin contra ella. T erestan noble, como ella, mezquina. T sabes que traicion a mi corazn cornomujer, que me enga, que mat mis ilusiones, que fue contigo egosta y

    cruel, que no piensa sino en si misma. No puedo decir que me traicionecomo esposa; pero, sin embargo, estoy atado a ella y por ella me niegashasta la luz de tu mirada...

    Largo rato ha permanecido inmvil Renato D'Autremont, baja la frente,apartado de ella, mientras Mnica, en medio de la estancia, pregunta conespanto a su corazn por qu aquellas palabras de amor le suenan fras,huecas; por que mientras el hombre a quien un da amara, dice cerca de suodo las frases que soara orle decir tantas veces, no-hay una sola fibra enella que se conmueva... Por qu hasta su dolor parece apagarse y, comouna respuesta, otra imagen, otro nombre, otra .forma se va alzando almaadentro, y es entonces una oleada de compasin la que se desborda para elhombre que sufre por ella. ..

    Sufro hasta morirme, Mnica! Por qu no me dices que t tambin

    sufriste por m intilmente? Por qu no te recreas en mi dolor, que es tudesquite?Sera tonto y cruel...Serias cruel, pero no dejara la esperanza de que cuando estuviese

    saciado tu rencor...No te guardo rencor...Ni eso! se queja Renato con infinita amargura. ,Tan muerto est

    lo que fue tu amor por m?S, Renato, tan muerto... tan irremisiblemente muerto... Pero, por qu

    has de desear que sea de otro modo?Porque no soy un santo, Mnica! Porque soy un hombre que ama y

    sufre, y sera una especie "de consuelo desesperado pensar que sufrimos ala vez, que te hiere mi misma herida, que te amarga mi misma pena, quemientras yo devoro las horas en silencio, pronunciando tu nombre, es el moel que sube a tus labios cuando parece que meditas o rezas... Porque por elciego egosmo del amor, sera un consuelo saber que agonizamos juntos.Comprendes? No voy a pedirte nada, no voy a exigirte nada... Slo eso,'silo tienes en el alma. Dime que sufres por m, que lloras por m, y te juroalejarme sin querer enjugar tus lgrimas con mis besos. Dame eseconsuelo, Mnica!

    No puedo, Renato, no puedo!Perdn si me atrevo a interrumpirles se disculpa la madre abadesa

    irrumpiendo sorpresivamente. Han sido intiles mis esfuerzos porconvencer a un nuevo visitante. Es un seor que alega sus derechos legales,y...

    Juan! exclama Mnica en un grito semiahogado.Juan! repite Renato con ira y sorpresa a la vez.

    -En efecto, Juan ha aparecido tras las blancas tocas de la priora. Jamas fuems dura, ms 'desdeosa, ms cargada de sarcasmo la mirada de sus ojososcuros. .. Jams fue ms amargo el soberbio pliegue de su boca. Renato hadado un paso hacia l, plido de ira, y Mnica tiembla, sintiendo que lefaltan las fuerzas, que va a desplomarse, mientras, comprensiva y piadosa,la monja acude a sostenerla... Toda la fuerza que le queda est en lamirada, clavada en Juan como si bebiera su imagen. Cunto ha deseado,durante las pasadas horas, verle otra vez, tenerle cerca! Qu amargoconsuelo es contemplarlo, aunque slo salgan de sus labios palabras dehil!

    Creo que llego a tiempo... al menos para mi mismo. A ustedes,supongo que mi visita les resultar altamente desagradable, pero, qu

    vamos a hacer? Terminaste tu conferencia con el caballero D'Autremont,Mnica? Puedes concederle un minuto de audiencia al hombre a quienjuraste seguir y respetar, al pie de los altares? Vas a escucharme? No es

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    demasiado sacrificio? No es demasiado esfuerzo?Pens que todo estaba dicho ya entre nosotros replica Mnica en un

    dbil hilo de voz.En cierta forma, no te falta razn. Vena por una pregunta que casi

    responde por s sola la presencia de Renato. Pero, de cualquier modo,quiero hacrtela...

    La presencia de Renato no significa nada rebate Mnica vivamente, y haras muy mal interpretando...Caramba, qu duro est eso para l! comenta Juan con manifiesta

    irona. Por lo dems, yo no interpreto... Demasiado s a qu atenerme... Yno te esfuerces, reconozco tu rectitud, tu entereza. T no sucumbes...Puede o no puede ser que se nos deje solos un instante?

    No me mover de junto a Mnica! rechaza Renato con gestodecidido. Si quieres hablar, hazlo en mi presencia!

    Podra hacerlo, pero quisiera saber qu cdigo religioso o civil te daderecho a interponerte entre los que Dios ha unido, segn ustedes... Dios ylos hombres, podra yo aadir... Recuerdo haber firmado tambin ppelesdelante de un notario, y que tu firma, como testigo del acontecimiento, fuepuesta al pie de esos documentos legales, de los que por cierto he mandadosacar una copia. .. No es cosa de que se me acuse d salteador deconventos cuando .quiero hablar con mi esposa...Eres un canalla! se enfurece Renato. Maldito...!

    Por Dios! clama Mnica, asustada.No te asustes, Mnica aconseja Juan en tono burln. No pasar nadaabsolutamente... al menos, aqu. Este es uno de los lugares que ustedesrespetan; los decentes, los bien nacidos, los de nombre ilustre, sabenperfectamente que el locutorio de un convento no se presta a discusionesde cierto genero. .. 'Tampoco pens yo que se prestaba a toda clase devisitas... No estoy culpndote, Mnica, pero confieso que pens encontrarteen un poco ms en retiro.Renato se ha mordido los labios, contenindosecon esfuerzo; ha vuelto nerviosamente la cabeza hacia el lugar en queespera hallar a la abadesa, pero sta ha desaparecido tras las cortinas deuna puerta lateral, y l deja escapar a medias la bocanada de clera que leahoga:

    No vas a seguir abusando de ese matrimonio absurdo. No vas a seguirimponindole a Mnica tu presencia. Ella no quiere verte ni orte. Ya hizobastante defendindote. Por ella, y slo por ella, ests en libertad, en vez dehaber pagado tus culpas. No fue bastante para que la dejaras en paz?Djala ya! Est enferma, ha llegado al lmite de sus fuerzas!

    Sin.embargo, no le han faltado para firmar cierta solicitud de anulacinde matrimonio... No es cierto?

    Quin te dijo... ? quiere Saber Renato.No te preocupes por mis fuentes de informacin. Ya veo que son

    exactas.Sal de aqu, deja tranquila a Mnica! Y no soy yo quien te lo ordena,

    sino ella quien lo implora con la actitud, con la mirada, ya que las palabrasno pueden salir de sus labios!

    No, Renato refuta Mnica haciendo un titnico esfuerzo. Eso no...Por Dios.... Djame a solas con Juan. Te lo ruego...

    Muchas gracias agradece Juan con glacial indiferencia. Noesperaba menos de tu nunca desmentida gentileza...

    Juan ha seguido con la mirada irnica a la furiosa figura que se aleja.Luego, contempla a la plida mujer: como desplomada en la ancha butacade cuero... Es como si, en efecto, Mnica hubiera llegado al lmite de susfuerzas. Ahora llora, llora, el pauelo sobre el rostro, en ahogados sollozosque llegan al corazn de Juan como flechas mojadas de veneno... Largo ratocalla, contemplndola, contenida un momento su amargura, transformadoel gesto altanero por el de una piedad que es abandono y desaliento...

    Est bien, Mnica... No es mi deseo atormentarte. Supongo que llorastodas esas lgrimas por tu amor imposible... Imposible para tu modo depensar... Pero, al menos, te queda un consuelo: la dedicacin y la fidelidad

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    de Renato...Basta! chilla Mnica reaccionando con ira.Si todo lo que queras

    decirme era eso... -.Oh, no! En absoluto... Cualquier cosa pens, menos tropezarme con el

    caballero D'Autremont aqu, en el convento... Al fin y al cabo, a vecesresulto ingenuo, creo que son sinceros los que hablan de su respeto y de su

    religin, con la mano en el pecho: los caballeros, los bien nacidos... La con-ciencia de ustedes es tan complicada, que no la entiendo. Soy como el sapoque croa al borde de su charca... ,

    A qu viene todo eso, Juan?A nada... Son cosas que trato de explicarme a m mismo ... Es extrao

    cmo me gira la cabeza... Ahora no recuerdo lo que venia a decirte...Te burlas de m?Quisiera poder burlarme, Mnica asegura Juan con sinceridad.

    Quisiera poder rerme a carcajadas, como me re siempre de todas lasmujeres... Quisiera poder apartarte de un manotazo, como apart siemprede mi vida aventurera cuanto significaba un estorbo... Pero, qu te importaa t nada de eso? Qu puede importarle a nadie lo que haya en el coraznde Juan del Diablo?

    - Mnica ha secado sus lgrimas, ha alzado la cabeza... Apoyadas lasmanos en los brazos de la butaca, lo mira frente a frente... Otra vez lascosas tienen para ella un sentido extrao, otra vez todo parece borrarse,menos las pupilas de aquel hombre, menos el inconfesado encanto de supresencia... Quisiera retenerle all hora tras hora, con ese deseo ardiente,nica luz en el torbellino de sus sentimientos desbordados, de su menteenloquecida de sufrir y pensar... pero ya de nuevo florece la irona amargaen los labios de Juan:

    Supongo que ser la influencia de las bendiciones nupciales, pero nopuedo desentenderme totalmente de ti, al menos mientras no tengas larespuesta satisfactoria a esa solicitud de anulacin que pretendes... Laenviaste ayer? Esas cosas tardan, sabes?

    Quin te habl de eso? Aime! Aime! afirma Mnica conangustia, adivinando de pronto. Hablas con ella? La ves?

    La vi anoche, y me trajo buena suerte...Cmo? Qu ests diciendo?Tu caballero D'Autremont perdi ms de cien mil francos, y fui yo

    quien se los gan. Por supuesto, se trata de dinero, y eso no le afectamucho. Tiene demasiado...

    Jugaste t con Renato, y estaba Aime con ustedes? inquiereMnica en el colmo del asombr.

    Oh, no! Qu ocurrencia! Ellos no van juntos al lugar en el que nosencontramos. Ambos frecuentan garitos y taberna?, pero no juntos, claroest. Eso es lo que se llama correccin, decencia... Yo, desde luego, nosabia cmo eran esas cosas, pero ya voy aprendiendo...

    No, no es posible, no ha ocurrido nada de eso! Lo dices para burlartede m, para poner en ridculo a Renato, para...

    Nada de eso. Puedo ensearte los billetes, si no crees en mi palabra.Ahora tengo lo bastante para empezar a ser lo que ustedes llaman unhombre de bien. El notario Noel me ha convencido que eso es cuestin detener un poco de dinero y de emplearlo productivamente. No importa que eldinero venga de la mesa de juego. Si tengo casa propia, si hallo una formade que los dems trabajen para m, en vez de hacerlo yo personalmente,empezar a resultar menos indigno para esposo de una Molnar...

    A dnde vas a llegar, Juan?. A la nica pregunta que en realidad tengo que hacerte. Tambin ha

    solicitado anulacin de su matrimonio el caballero D'Autremont? Tambinl va a romper sus cadenas? Respndeme a eso, Mnica. Me importademasiado tu respuesta!

    Mnica se ha puesto de pi temblando, mientras Juan va hacia ella,tomndola por las muecas en un impulso irresistible. Ahora s, decidido yfiero, quiere sondear un alma a travs de la azul mirada de Mnica. Su vidaentera est pendiente de aquella palabra, pero Mnica est demasiado

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    ciega, su corazn est sordo a fuerza de sufrir, y no llega hasta ella, nopercibe el grito desesperado de otro corazn asomado al fondo de las falsa-mente irnicas palabras de Juan. Tambin ella se revuelve envenenada,tambin ella siente en los labios la amarga bocanada de los celos, cuandopregunta a su vez:

    Quieres saber, si Aime queda libre? Ella es la que te interesa, no escierto?

    Aime... ? desprecia Juan con sarcstica risa.Por qu te res? Por qu pretendes hipcritamente aparentar que no

    te importa? Anoche fue a buscarte.,. todava anoche estuviste con ella, y porella espas y hurgas en mi vida. La quieres, la quisiste siempre... Pero nome importa, puedes estar seguro! De eso s lo estoy, Mnica; ya s que teimporta l. .

    No me importa nadie... ya no me importa nadie!No te esfuerces. Conmigo puedes ser sincera. Ya lo fuiste una vez, en

    otro ambiente, en un lugar en el que poda hablarse claro, en el quehubieras podido llorar a gritos y proclamar tus penas. All fuiste sincera, allme hablaste de tu amor, all confesaste lo que ahora pretendes negarme...

    Tambin t una vez fuiste sincero; tambin una vez desnudaste tualma. Ya no lo recuerdas? No hablabas de amor, no... t nunca hablas de

    amor. Hablabas de venganza, y tu mirada hera como hubiese podido herirun pual. La amabas, la amabas desesperadamente, aunque slo injuriassalan de tus labios, para ella, y hablabas de matarla cuando soabas consus besos, y maldecas su nombre mientras pretendas llevrtela por lafuerza, saltando por todo con tal de conseguirla... No lo niegues, no loniegues ahora! Piensas que no s que tu barco esperaba en la costa parallevarla a ella? Te atrevers a negar;..

    No niego nunca nada de lo que hago! S, as fue." Quise llevrmela deCampo Real. Era mi venganza... yo ya no senta amor por ella! Querallevrmela porque estaba loco, porque pensaba que slo con sangre sesaciara mi sed. Quera matarla con mis propias manos!

    Eso... eso... queras matarla con tus manos, pero cuando su vidaestuvo en peligro, cuando otro y no t era el que iba a matarla, preferistebajar la cabeza frente a Renato y aceptarlo todo... todo!

    Tambin t lo aceptaste todo, y fue por amor a l! Vas a negarlo?Vas a atreverte a negarlo?No lo niego! Ahora mis sentimientos no te interesan. Ni ahora ni

    nunca te interesaron. Si Renato va a romper sus cadenas, no lo s, ni meimporta. No tiene ella otra forma de enterarse ms que preguntndomelo am? Pues, entonces, busca t a Renato y pregntaselo cara a cara.

    Es justamente lo que voy a hacer!Juan! lo detiene Mnica con un grito. No... no vayas a l de esa

    manera..; No choques con l...Otra vez tienes miedo. Otra vez lo aceptas todo, como entonces...Como entonces, no. Entonces lo acept todo, ahora lo rechazo todo,

    pero no quiero que mis palabras te empujen a buscarlo, no quieroenloquecerte. Habl como si yo tambin estuviese demente. Soy la ltima

    carroa, el ltimo gusano a quien las pasiones arrastran y ciegan. Por esoDios no tiene piedad de mi!Se ha desplomado sollozante otra vez, y Juan la mira apagndose

    lentamente en sus pupilas la llama que la clera encendiera, sintiendo quesu ira se transforma en hondo dolor, que sutilmente le penetra mientras seabren sus brazos en la triste actitud del que nada puede.

    Clmate, Mnica, te lo ruego. No har nada. Un momento me dejllevar por la clera, pero no lo buscar si l no me busca; no lo buscar,porque hay algo que s no podra prometerte: respetar su vida. Cien vecesme contuve frente a l, cien veces, al ir a extender las manos, al ir a alzarlos puos, pense que, al fin y al cabo, renegado y proscrito, es tambinsangre suya la que me corre por las venas.. Tampoco yo quiero derramarla,Mnica. Hay algo que me paraliza, que me detiene: no quiero verter lasangre de mi hermano. Pero que no siga por ese camino, que no sea el

    quien cada instante me salga al encuentro, porque no mirare nada, puedescreer que no mirar nada la prxima vez. .. Si quieres que viva, dile que seaparte de mi sendero, que se olvide de m, como yo voy a olvidarme de el!

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    Juan... Juan. ..! Mnica ha alzado la cabeza, se ha puesto de pietambaleante, pero esta vez Juan no se detiene. Ha salido del locutorio, hacruzado los claustros 'como si un vendaval le arrastrase, y va como un rayohacia las altas rejas que cierran la entrada principal, mientras intilmenteMnica le llama: Juan. .. Juan...

    Mnica, qu te pasa? Qu tienes? indaga Renato acercndose aella. Qu te ha hecho? Qu ha osado contra ti...?

    Detnlo, Renato, haz que vuelva!Ya sali. Le vi cruzar como un relmpago. Es un canalla, no debiste

    recibirle a solas, pero voy a buscarle donde quiera que se encuentre. Tedej porque me lo pediste, porque no tengo ningn derecho, porque miamor se estrella contra tu rencor; pero, aunque no me quieras, aunque nome perdones nunca, siempre estar a tu lado... Y l tendr que aprender arespetarte ....

    Nada hizo contra m. Es que no entiendes? Nada me ha hecho. Ningnmal quiere hacer a nadie... Es noble, es generoso, es bueno...

    Por qu llega hasta aqu a atormentarte? No es necesario que me lodigas... el verdadero culpable no es l, soy yo. Por eso a l le perdonas y am me desprecias.

    No, no, Renato no te desprecio. Te comprendo ms de lo que crees. Ya

    s lo que es sentirse enloquecer y cegar de celos. Pero, auncomprendindote, aun perdonndote de todo corazn, el mal que hicisteest hecho.

    Ya lo s. Pero hay algo que no puedes negarme, un derecho que anadie se le niega: luchar para reparar mi locura, remediar ese mal, aunquepara hacerlo derrame la ltima gota de sangre que me quede en las venas...

    Ni con sangre, ni con dinero, ni con nada puede volverse el tiempoatrs, Renato. Olvdate de m, olvdate de l... vuelve a tu Campo Real,sigue tu vida. Si algo puedo pedirte, si algo puede darme tu amor, que seaeso...

    Me pides lo nico que no puedo darte, lo nico que no podr hacer. Mivida no me pertenece, es tuya, aunque tu no la quieras.

    Mnica ha ido a replicar, pero las cercanas cortinas se han entreabierto

    y por ellas asoman las blancas tocas de la abadesa. Muy despacio se acercaa Mnica, mientras en la alta torre de la iglesia, las campanas llaman para laoracin de la tarde. Silenciosamente fija la Madre una mirada elocuente enel plido rostro d Renato, que parece volver al mundo, refrenando susdesbordados sentimientos:

    Perdneme, Madre; mi visita ha sido larga e inconveniente. Deboretirarme en el acto, y lo har. Slo me resta rogarte, Mnica, que no mecondenes definitivamente sin oirme otra vez. En mi casa, en casa de tumadre, donde t lo desees...

    Te dije mi ltima palabra, Renato: olvdate de todo esto, vuelve a tuCampo Real. Si el Santo Padre accede a mis deseos, no saldr jams de esteconvento. Vamos, Madre, seguramente que en la iglesia la esperan.Perdneme, y sostngame...

    4

    JUAN cruza a largas zancadas la plazuela en declive... Ha seguido calleabajo como si cruzara un mundo nuevo, y apenas refrena un poco el pasocuando la voz fatigada S su nico amigo, suplica doliente:

    Quieres matarme? No puedo correr de esta manera! Eres undesconsiderado... Piensas que tengo tus aos y tus piernas? No puedocorrer as!-

    Con no venir detras de m, se ahorra la carrera... Quiere dejarme enpaz. Noel?

    Despus de todo, creo que es lo que tengo que hacer. No te interesa

    mi amistad, te molesta tenerme al lado tuyo... Eres como el mendigo ciego,lo bastante loco para echar a palos al perro que le sirve de lazarillo.No soy ningn mendigo!

  • 8/4/2019 3-Juan Del Diablo_Caridad Bravo Adams

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    Ni yo ningn perro! se indigna el viejo notario. Diablo demuchacho! Estoy hablando en sentido figurado... Pero no te preocupes, siquieres de verdad que te deje en paz, definitivamente de dejo.

    Estse quieto suplica Juan con afectuosa autoridad. No meatormente ms. Es que no se da cuenta?

    Saliste como un rayo, me pasaste por delante como si no me vieras...

    Supongo que olvidaste que habas ido conmigo al convento. Por qu no meinvitas a un jarro de cerveza? Mira qu buen lugar hay en aquella esquinapara que refresquemos.

    Juan ha bajado la cabeza para mirar el rostro del anciano, la redondacabeza ya casi calva, los pequeos ojuelos claros, a la vez maliciosos eingenuos, aquel conjunto humilde de inteligencia y de bondad querepentinamente le conmueve al extremo de hacerle echar el brazo sobre loshombros del notario y disculparse:

    S, Noel... Usted no tiene la culpa de riada. Su consejo fue bueno, perosu buena voluntad y mi impulso sincero chocaron contra la eterna murallaen la que -todo lo mo se estrella. No soy nadie para su corazn, no significonada para ella...

    Le hablaste de verdad, sinceramente?Empec a hacerlo, pero apenas me dio tiempo. Es muy avara de sus

    minutos, los necesita todos para sufrir por l, para llorar por l. Tienevoluntad para rechazarle, mientras legalmente sea un imposible para ella;pero l la ronda con terquedad, lucha con todas sus fuerzas para. separarlade m y quiz para ser libre l tambin... No es que yo lo sepa, pero, quotro camino les queda?

    Bueno, t y yo sabemos la verdad con respecto a la que es su esposa.Sabemos cosas qu de saberlas l...

    Le haran matarla, no por amor, que ya no la quiere, sino porque estodo un caballero, un'D'Autremont-Valois... Y me buscara a m tambin... Siviera cmo lo deseo, qu placer sera!

    Ests loco?No tenga miedo. No ser si l no me desafa, si l no me ofende. Lo he

    prometido a Mnica. Se lo promet, y me alej, hu, no pude soportar ver ensus ojos lgrimas de gratitud. Me alej por no enloquecer, por no verasomada a sus pupilas la imagen de otro nombre y sentir el deseo deapretar tambin su cuello... Se acab todo, ahora si que termin todo. Estamisma noche zarpar el Luzbel, y en l me alejar para siempre ... Pero nohablemos ms de eso. Quiere todava su jarro de cerveza? Entremos!

    Dime antes una sola cosa. Me dijiste que tenas que hacerle un