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1 Trotski y su tiempo (1879-1940) Antonio Liz

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Trotski y su tiempo (1879-1940)

Antonio Liz

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Trotski y su tiempo (1879-1940)

Antonio Liz

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A Aleksandra Sokolovskaia

y a Natalia Sedova,

revolucionarias.

In memoriam.

A Pierre Broué, historiador.

In memoriam.

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Presentación a la edición de 2020

A Isaac Deustscher le corresponde el honor historiográfico

de haber desenterrado a Trotski de la montaña de injurias y

calumnias con que el stalinismo le había sepultado. Su trilogía de

Trotski El profeta armado, El profeta desarmado y El profeta

desterrado publicada en español por Ediciones Era en 1966, y

reeditada infinidad de veces, fue un auténtico rescate e influyó en

miles de lectores, entre los que me incluyo.

Después vino la biografía de Pierre Broué, que yo leí en su

versión en italiano, La Rivoluzione perduta. Vita di Trockij 1879-

1940, publicada en 1991 por la editorial Bollati Boringhieri.

Pierre Broué es el gran biógrafo de Trotski gracias al profundo

conocimiento de su obra y de su vida. Fue el primer historiador

que entró en los archivos que Trotski había depositado en la

Houghton Library de Harvard. Para el estudio de este fondo contó

con la ayuda de un secretario del propio Trotski durante años,

Jean van Heijenoort, conocido públicamente por el breve libro en

el que relató sus vivencias con el revolucionario marxista y que la

Editorial Nueva Imagen publicó en español en 1979, Con Trotsky,

de Prinkipo a Coyoacán. Testimonio de siete años de exilio.

Al poco de la publicación en español de mi biografía

panorámica Trotski y su tiempo (1879-1940) se publicaron las de

dos autores conocidos para el gran público, Jean-Jacques Marie y

Robert Service. La de Jean-Jacques Marie, Trotski,

revolucionario sin fronteras, Fondo de Cultura Económica

(México DF, 2009), es una excelente biografía, muy bien

documentada. Este historiador con una obra extensa y sólida es ya

un clásico. Un ejemplo de su rigor y erudición lo tenemos en su

inigualable biografía de Stalin, publicada en español por

Ediciones Palabra en 2003 y en la biografía de Lenin editada en

español en 2008 por el POSI. Marie trabajó en más de una

ocasión con Broué. Para mi, Pierre Broué y Jean-Jacques Marie

son dos grandes historiadores, a los que yo les debo infinidad de

información y horas y horas de estimulantes lecturas.

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La biografía de Robert Service, Trotski, una biografía,

Ediciones B, S.A (Barcelona 2010), es, sencillamente, un insulto al

rigor historiográfico, además de un cínico ataque a la persona de

Trotski. Ya en su día a este autor le puntualicé su verborrea

anticomunista y su metodología de la confusión a base de un

amasijo de medias verdades, mentiras rotundas y cínicos

comentarios en una extensa crítica de su voluminosa obra

Camaradas, breve historia del comunismo. Como hasta el título era

absolutamente engañoso ya que no se historiaba nada titulé mi

paciente crítica Camaradas, un alegato anticomunista.

La vida de Trotski, que resumo de forma panorámica en mi

biografía, es un estímulo para las generaciones jóvenes. La

biografía de Trotski atrapa porque fue un incansable luchador

social. Nada tiene que ver este político revolucionario con los

políticos de hoy en día, más atentos a mantener su status que a

transformar la sociedad. En estos tiempos que vivimos de

coronavirus, donde los privilegios para unos pocos y la

precariedad para la gran mayoría saltan a la vista, conocer la

esencia de la vida de Trotski revitaliza la pasión social porque nos

acercamos a una indomable e incorruptible figura.

Madrid, 30, junio, 2020

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ÍNDICE

Introducción

Prólogo a la edición en español

I. EL AMANECER

1. Los años de formación

2. En la primera revolución:1905

3. Diagnosticando el futuro

4. Rusia en revolución:1917

5. Brest-Litovsk

6. Guerra civil

7. La III Internacional

8. El comunismo de guerra

9. Del X Congreso a Kronstadt

10. Rapallo

11. Arte y revolución

II.LA REVOLUCIÓN TRAICIONADA

12. La naciente burocracia

13. Lenin, la última batalla

14. Alemania, la revolución fracasada

15. La troika, una dirección fraccional

16. La muerte de Lenin

17. Individuo e Historia

18. Un camino diferente

19. Socialismo en un solo país

20. La oposición de izquierdas

21. Stalin, sepulturero de la revolución

22. La revolución china

III. LUCHANDO PARA EL PORVENIR

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23. El programa de la Oposición

24. Eliminación de la izquierda

25. En el destierro: Almá-Atá

26. Prinkipo, comienza el exilio

27. Viaje de ida y vuelta

28. Contra el nazismo

29. En Francia

30. El asesinato de Kírov

31. Noruega

32. La revolución española

33. Trotski, Nin y el POUM

34. El primer proceso de Moscú

IV. EL FINAL DEL CAMINO

35. México

36. Más horror stalinista

37. La IV Internacional

38. Tambores de guerra

39. El Pacto nazi-soviético

40. Comienza la guerra

41. La naturaleza del Estado soviético

42. El método marxista

43. Una biografía inconclusa

44. Testamento político

45. El asesinato de Trotski

Apéndices:

I) Congresos del Partido Bolchevique

II) Congresos de la Internacional Comunista

III) Cronología (1879-1940)

Bibliografía

Tres páginas web

Películas y documentales

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Introducción:

¿Por qué hoy una biografía sobre Trotski?

El historiador no escoge casualmente su objeto de estudio. Entonces, ¿es posible que el historiador sea objetivo? Sí, si lo que pretende es

acercarse a la causalidad de los fenómenos sociales. Sí, si el historiador

pretende descubrir, comprender y no justificar. Su grado de objetividad

dependerá de su nivel de aproximación a la realidad histórica.

¿Por qué hemos tomado a Trotski como objeto de estudio, de

reflexión? Por dos razones completamente interrelacionadas. Una, porque

su quehacer intelectual y político nos da la posibilidad de exponer lo

íntimo de la vida de un hombre cuyo objeto existencial fue emancipar a la

humanidad a través de la lucha política de la clase trabajadora. Otra, porque

le tocó vivir un tiempo histórico donde se dieron las primeras revoluciones

y contrarrevoluciones del siglo XX por lo que su vida transcurre en un

periodo que es sumamente rico en enseñanzas políticas.

¿Hacemos “política” al escoger como objeto de estudio a Trotski?

Por supuesto. El historiador puede ser objetivo pero nunca es imparcial,

algo absolutamente imposible en una sociedad clasista. No podemos ser

imparciales sino que queremos presentar el epicentro de la vida de un

hombre que obró, conjuntamente con muchos otros, para la mayoría de la

especie humana, que reflexionó y militó con el único objetivo de conquistar

un mundo armonioso en lo social y en lo internacional. Como este mundo

aún no está sustentado sobre esas bases, una reflexión sobre su vida y su

obra no es un mero ejercicio académico sino un ejercicio social.

La biografía

Esta biografía comenzó cuando nos pusimos a elaborar un artículo

sobre Trotski en el sesenta aniversario de su muerte. El conjunto de

artículos que vinieron a continuación constituyeron el borrador de esta

biografía. Biografía confeccionada sin prisas para poder acoplar los años

de lectura y relectura de las principales obras conocidas del biografiado y la

reflexión sobre el caminar de la Historia. Así, su elaboración se realizó con

calma, en un tejer sereno en lo narrativo aunque apasionado en lo

intelectual.

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Bibliografía

En la bibliografía están citadas tanto las obras más importantes de

Trotski, pacientemente trabajadas por nosotros, como sobre él. También

hay textos generales tanto de carácter teórico como histórico. Decir aquí

que a nosotros la mayoría de las obras recogidas en la bibliografía nos

parecen aprovechables, algunas sublimes y más de una deleznable. Mas

todo esto le compete descubrirlo al propio lector ya que el objeto de este

libro no es hacer un análisis de dichas obras aunque es obvio que cuando

nuestro discurso histórico diverge del de los autores anotados en la

bibliografía es porque no estamos de acuerdo con su línea interpretativa.

Advertencia

Esta obra no recibió apoyo económico de ninguna institución,

asociación o grupo político. Por lo tanto, es el producto de un quehacer

intelectual absolutamente independiente. Ahora bien, anotar que nadie

puede estar en el limbo de los justos, por encima de las clases sociales;

quien pretenda tal o es un tonto o un demagogo. No se puede ser imparcial

pero sí libre si entendemos que el compromiso intelectual y político

conscientemente adquirido es la esencia de la libertad.

Madrid, 11, septiembre, 2004

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Prólogo a la edición en español

Al pasar esta biografía del gallego al español no hice sólo un

ejercicio de traductor. El pesado privilegio de traducirse a uno mismo

posee la ventaja, eso sí, de no tener que seguir la traducción lo más

posible al pie de la letra para no traicionar el espíritu del autor. Así fue.

Al hilo de la traducción he ido retocando el texto allí donde consideré

que debía hacerlo. Esto no quiere decir que la versión gallega y la

española de la biografía sean textos diferentes. No, su estructura y su

línea argumental son exactamente las mismas. Lo que sí varía son

contadas matizaciones que estimé que mejoraban la comprensión del

discurso histórico, matizaciones que basé en la relectura de la obra y de

todos los textos citados y en el estudio de nueva bibliografía. En este

ejercicio de traducción/concreción tuve también en cuenta comentarios

de compañeros y amigos que leyeron con detenimiento mi obra.

Escuchar a cercanos lectores de mi libro me recordó algo que ya sabía,

que aún el más honesto de los textos, es decir, aquel que se asienta en lo

que el autor considera íntimamente como cierto, es una pálida

aproximación a la realidad histórica. Pero también las diversas opiniones

de estos cariñosos pero críticos lectores me han hecho ver que acerté en

el objetivo narrativo que me había propuesto: describir el hilo conductor

del proceder de Trotski en el proceso histórico. Ahora sólo resta

conseguir lo más importante, que esta obra sirva para ayudar a

comprender el auténtico significado del quehacer de Trotski y de sus

camaradas y que, por añadidura, estimule el interés reflexivo por un

tiempo histórico tan colmado de enseñanzas políticas para aquellos que

no se conforman con el pesimista y alienador discurso del Fin de la

Historia.

Madrid, 7, julio, 2007

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I. EL AMANECER

1. Los años de formación

Lev Davídovich Bronstein nacía, según el calendario Juliano imperante

en la Rusia Zarista, que, ironías de la Historia, será derogado en 1918 por la

revolución de la que el propio Trotski será uno de sus líderes, el 26 de

octubre del año 1879 en una aldea del sur de Ucrania, Ianovka, en la

provincia de Jerson, en el seno de una familia judía de pequeños

agricultores. Cuando el niño vino al mundo el Imperio Ruso estaba regido

por el zar Alexander II, que gobernaba desde el año 1855 y que murió en

un atentado con bomba el 1 de marzo de 1881 en San Petersburgo. Lo

sucedió Alexander III (1881-1894), que va a fenecer en la cama por culpa

de una enfermedad renal a los cuarenta y nueve años. Su hijo, Nicolai II, el

que iba a ser el último monarca de la Dinastía de los Románov, accedió a

la jefatura de la autocracia en 1894, tiempo en el que nuestro biografiado

ya era un adolescente que concluía sus estudios en el instituto y que estaba

a piques de iniciarse en la política revolucionaria. Nicolai II, zar en el

periodo 1894-1917, estaba completamente imbuido de la idea de que tenía

que seguir siendo un autócrata porque se sentia un monarca absoluto

elegido por la gracia de Dios. Así, estimaba que no tenía que ceder ningún

poder ya no a una Duma (Parlamento), lo que él consideraba sencillamente

un ultraje para su regia persona, sino ni tan siquiera a un gobierno

operativo que aun dependiendo de él tuviera autonomía suficiente para

dirigir aquel inmenso y plurinacional imperio. Nicolai II nada quería saber

de la realidad, ni tan siquiera se percataba que la industrialización que

venía posibilitando el propio Estado zarista estaba dinamizando al

campesinado y pariendo un proletariado concentrado. Pero la realidad

caminaba a pesar de la absoluta incomprensión del zar. Efectivamente, en

una sociedad de 130 millones de personas, mayoritariamente campesina, se

estaban dando unas concentraciones industriales y obreras desconocidas en

los propios países capitalistas desarrollados. Unos pocos datos ilustran esto,

en 1890 el 46 por 100 de los obreros fabriles trabajaban en fábricas de al

menos mil obreros; en el mismo año, en Ucrania siete grandes fábricas

empleaban los dos tercios de todos los obreros metalúrgicos de la Rusia

zarista y, por la misma fecha, las minas de carbón del Donetz juntaban los

3/5 de los trabajadores del carbón y generaban el 70% de la producción

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carbonífera. No era difícil colegir que esta dinámica socioeconómica traería

implicaciones políticas.

Retrocedamos un instante a la aldea de Ianovka, allí pasará el futuro

Trotski parte de su infancia. Vivirá al ritmo del campo, marcado por las

cuatro estaciones. Será un tiempo sin lujos pero sin apreturas. A los nueve

años ya va a estudiar a Odesa, ciudad en la que residirá con unos parientes

que estaban empezando a montar una editorial, lo que le posibilitará

corregir pruebas de imprenta convirtiéndose en el pasatiempo favorito del

chaval. Estudiará en el Instituto San Pablo, destacando como buen alumno

en materias tan diversas como matemáticas y lengua y literatura rusas,

entre otras. Aprende los rudimentos del alemán y del francés y también los

de la rebeldía ya que por participar en una protesta escolar tarareando con

la boca cerrada lo van a expulsar temporalmente del colegio.

Concluidos los cursos en el instituto marcha, en 1896, a Nikolaiev.

Allí el contacto premilitante con la realidad política y social lo pondrá en la

primera encrucijada de su vida: ¿universidad o revolución? Un hecho

vendrá a ayudarle en su decisión: en febrero de 1897 una estudiante presa

en la fortaleza petersburguesa de San Pedro y San Pablo se prende fuego.

Bajo el impacto de aquel acto comienza su camino de revolucionario.

Empieza a ejercer de escritor y agitador político. Eran los primeros pasos.

En este círculo conoció a Aleksandra Sokolovskaia, revolucionaria que será

su primera compañera y con la que tendrá dos hijas, Zina y Nina. Los

contactos políticos se van acrecentando. Las relaciones con trabajadores y

estudiantes dan nacimiento a la “Unión de Obreros del Sur de Rusia”, en la

que Lev Davídovich, que tiene 18 años, va a cumplir un papel político

importante. Los miembros de la “Unión” llegan a 200. Editan un modesto

periódico intitulado “Nashe Delo” (Nuestra Causa ).

Por su proceder agitativo es detenido por la policía a comienzos de

1898. Llevado a la prisión de Nikoláiev y luego a la de Jerson. De allí fue

enviado al centro penitenciario de Odesa, donde se enterará del Congreso

Fundacional del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), que

se había celebrado del 13 al 15 de marzo de 1898 en Minsk. En la prisión

acometerá un sinfín de lecturas.

A finales de 1899 Lev y sus camaradas son condenados al destierro

siberiano. De camino a Siberia pasan por Moscú. Conoce allí a

revolucionarios experimentados, oye hablar de Lenin por primera vez y lee

“El desarrollo del capitalismo en Rusia”. Escribe ensayos y panfletos. En la

misma prisión de Moscú se casa con su compañera Sokolovskaia. Marchan

juntos al destierro, ya que las parejas casadas tenían ese derecho.

Llegan a la aldea siberiana de Ust-Kut. Allí empezará a leer “El

Capital”. Lev y Aleksandra tienen una niña, Zina. Se Instalan en

Verjolensk, en el este de Siberia. Aquí la actividad política es frenética:

estudios, debates, artículos. Se va consolidando su formación marxista. Ya

se auto-

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identifica como “socialdemócrata”, que es como se denominaban por

entonces los comunistas. Se convierte en uno de los líderes de la Unión

Socialdemócrata Siberiana. Escribe infinidad de textos y los firma con el

sobrenombre “La Pluma” (Piró, como se dice en ruso), pseudónimo que se

hará muy conocido entre los revolucionarios rusos.

En el verano de 1902 el correo clandestino le trajo el “¿Qué hacer?”

de Lenin y una serie de números de “Iskra” (La Chispa) que Lenin, Mártov,

Plejánov y otros socialdemócratas habían fundado y cuyo primer número

había salido a la luz el 24 de diciembre de 1900.

Lev decide huir de Siberia. Así lo acuerda con su compañera que

quedará al cargo de las dos hijas, ya que había nacido otra niña, Nina. En

este verano del 1902 se da a la fuga, primero en un carro y después en tren.

Llega a Irkutsk. Allí unos camaradas le proporcionan un pasaporte falso al

que había que ponerle un nombre inmediatamente. Lev escoge el nombre

de un ex carcelero suyo: “Trotski”. Con este nombre pasará a la Historia.

En octubre del mismo 1902 llega a Londres y va directamente al

apartamento donde vivían Lenin y Krupskaia, que se trasladaran a la capital

inglesa para poder imprimir Iskra. Cuando Krupskaia abre la puerta Trotski

se presenta con su pseudónimo siberiano: “La Pluma”. Lenin y Trotski se

conocen personalmente. Hablan. Caminan. La Historia acaba de reunir por

vez primera a los futuros líderes de la venidera Revolución de Octubre.

El mismo día de su llegada se instalará en una casa contigua a la de

Lenin, que compartirá con Mártov y Vera Zasúlich, que junto con Lenin,

Plejánov, Áxelrod y Potrésov componían la redacción de Iskra.

Precisamente, al poco de su llegada, Lenin propondrá a Trotski como

nuevo redactor de Iskra. Plejánov se opondrá rotundamente. No obstante,

Trotski se convierte en colaborador del periódico y en conferenciante

político entre la colonia de emigrados rusos. Así viaja a Suiza, Bélgica,

Francia. En un viaje a París conocerá a Natalia Sedova quien será su

definitiva compañera, con la que tendrá dos hijos, Lev y Sergei.

En julio-agosto de 1903 se celebra el II Congreso del POSDR,

primero en Bruselas y después, por razones policiales, en Londres. El

congreso había sido organizado por la redacción de Iskra, que era en la

práctica el órgano teórico del partido. En el congreso los iskristas formaban

la mayoría lo que posibilitó que se rechazara considerar al Bund como la

organización exclusiva de los trabajadores de origen judío, derrotar a los

economicistas, que proponían que los trabajadores pasasen de la política y

se dedicasen exclusivamente a reivindicaciones económicas, y aprobar el

programa teórico y reivindicativo del partido. Las disensiones entre los

iskristas comenzaron con la discusión del artículo primero de los estatutos

del partido. En esencia, los iskristas liderados por Mártov, los “blandos”,

proponían un partido de meros afiliados, donde pudiesen convivir tanto los

militantes revolucionarios como los colaboradores y simpatizantes. Los

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“duros”, liderados por Lenin, proponían un partido formado

exclusivamente por militantes revolucionarios. Se produjo la votación y se

aprobó la propuesta de Mártov por 28 votos a favor y 23 en contra.

Posteriormente se efectuó el debate para elegir el Consejo de Redacción de

Iskra. Como se habían retirado del congreso los bundistas y los

economicistas, que antes habían votado a favor de los “blandos”, ahora

tenían mayoría en el congreso los “duros”. Así, cuando se presentó la

propuesta de Lenin para que la redacción de Iskra estuviera compuesta por

Plejánov, Mártov y el propio Lenin, retirando de ella a dos viejas glorias de

la socialdemocracia rusa, Zasúlich y Axelrod, el congreso la aprobó por 25

votos a favor, 2 en contra y 17 abstenciones. Esta votación es la que da

nacimiento a la famosa división entre “bolcheviques” (mayoría), los

iskristas “duros”, y “mencheviques” (minoría), los iskristas “blandos”. No

obstante las votaciones, Mártov rechazó participar en el Consejo de

Redacción y los mencheviques se retiraron del Congreso lo que llevó a

reuniones por separado de las dos nacientes fracciones del POSDR. Así, los

bolcheviques contaban con la mayoría en el Consejo de Redacción de Iskra

y en el Comité Central del partido. Pero Plejánov, que había defendido en

el congreso las tesis de Lenin, no supo soportar la presión que para él

significó dejar a un lado del camino a sus viejos compañeros de armas, se

reconcilió con ellos y con los mencheviques lo que posibilitó que fuera

Lenin el que tuvo que terminar por dimitir de la redacción de Iskra, aunque

su propuesta sobre la organización del periódico había sido votada

mayoritariamente en el congreso.

La desavenencia sobre el primer artículo de los estatutos, y el clima

de enfrentamiento político que generó, era realmente un choque primerizo

de principios entre las dos emergentes grandes fracciones del POSDR,

bolcheviques y mencheviques. En el fondo era la cuestión de optar por un

partido reformista o por un partido revolucionario. Ahora bien, la inmensa

mayoría de los implicados aún no lo veían así de claro. Como siempre

ocurre, será el proceso histórico el que dé y quite razones. De momento,

Lenin hará una reflexión post-congresual en su extenso e intenso folleto

“Un paso adelante, dos pasos atrás” que le llevará a insistir en la imperiosa

necesidad de crear el partido de la clase trabajadora, la palanca que

permitirá que los trabajadores hagan rodar cuesta abajo, hacia el basurero

de la Historia, a la clase dominante. Trotski, que aún no tenía la conciencia

organizativa de Lenin y, además, impresionado con la rotundidad de éste

para librarse del peso muerto a nivel político-organizativo de las viejas

glorias de la socialdemocracia rusa, votó en contra de las tesis de Lenin.

Eso sí, pasada la fiebre congresual se apartará políticamente de los

mencheviques, como él mismo nos lo explica: “En el año 1904 (...) rompí

con la minoría del segundo congreso (los mencheviques), y durante los

siguientes trece años no pertenecí a ninguna facción” (V.123, p.155). No

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obstante, en el terreno organizativo fue, como muchos otros, un

“conciliador” hasta la revolución del diecisiete ya que intentó casar a

bolcheviques y mencheviques, lo que le valió en ocasiones la dura crítica

de Lenin. Trotski reconocerá que en la construcción del Partido Lenin tenía

toda la razón. La revolución de 1917 solucionará esta divergencia. Desde

entonces, para Trotski la primera exigencia para enfrentar las tareas

políticas tiene “tres condiciones: el partido, el partido y una vez más el

partido” (V.103, p.48).

2. En la primera revolución: 1905

A comienzos de 1904 va a estallar la guerra ruso-japonesa. Los

imperialistas rusos y japoneses competían por Manchuria y Corea. Cuando

tropas y colonos rusos cruzaron, en 1903, el río Yalu, que hace frontera hoy

entre Corea del Norte y la República Popular China, el gobierno japonés

rompió las relaciones diplomáticas y organizó un ataque contra la base

naval de Port Arthur, en la península de Liaodong. Port Arthur era una de

las dos bases navales que tenía la Rusia zarista en el Océano Pacífico, la

otra estaba en Vladivostok. El ataque se llevó a cabo, sin previa declaración

de guerra, el 8 de enero de 1904; con este proceder el ejército japonés hirió

a la flota rusa y le puso cerco a la base naval que capituló el 2 de enero de

1905. Era el comienzo del fin en Asia frente al emergente imperialismo

japonés. Las derrotas se sucedieron una tras otra en el río Yalu (abril,

1904), Mukden (marzo, 1905) para concluir en el desastre naval de la

Batalla de Tsushima (27, mayo, 1905), que llevaría a la Rusia zarista a la

mesa de negociaciones y a reconocer en el Tratado de Portsmouth, firmado

en los EEUU el 23 de agosto de 1905, los intereses japoneses en el

Extremo Oriente. Mas no fue la derrota ante el competidor japonés el único

efecto ya que la pérdida de esta guerra tendrá consecuencias internas, tantas

que, en palabras de Trotski, “la revolución de 1905 surgió directamente de

la guerra ruso-japonesa” (V.111, p.11). Efectivamente, una semana después

de la caída de Port Arthur se daba el “Domingo Sangriento”.

El 9 de enero de 1905 una muchedumbre popular se manifiesta frente

al Palacio de Invierno de San Petersburgo. A su cabeza iba el pope Georgei

Gapón, quien posiblemente fue el redactor de la petición que las miles de

hijas e hijos del pueblo trabajador le hacían al “padre zar” para que los

eximiese de la burda explotación y de las miserables condiciones

materiales de existencia. Mas Nicolai II non sólo no recibió a la delegación

portadora de las reivindicaciones populares sino que hizo que la caballería

cosaca y la infantería zarista masacrasen a los trabajadores. Cientos de

muertos tuvo el pueblo. Esta masacre encendió la mecha de la Primera

Revolución Rusa.

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Motivado por los acontecimientos, Trotski llegaba a Kiev en febrero.

Se puso en contacto con la rama clandestina bolchevique de la

socialdemocracia rusa. Con su ayuda se traslada a San Petersburgo a donde

llega entre el 14 y el 15 de octubre. Inmediatamente se inserta en la

actividad clandestina, pero en el verano al ser detectado por un agente

zarista se traslada a Finlandia, donde comienza a esbozar los rudimentos

teóricos de la “revolución permanente”. En septiembre regresa a San

Petersburgo. Notoria tuvo que ser su actividad política porque el 17 de

octubre, cuando el Sóviet de San Petersburgo elige su Comité Ejecutivo,

Trotski, un revolucionario sin organización concreta, está entre los electos.

Se elige como Presidente del Sóviet a Jrustalev Nosar, pero será Trotski el

verdadero líder político del Sóviet. Él dirigirá “Izvéstia” (Noticias), la voz

escrita del Sóviet, así como redactará la mayor parte de sus manifiestos,

además de ser su principal orador.

Agitación social, motines en el ejército y en la marina – el

celebérrimo Potemkim, por ejemplo- culminan en el mes de octubre en una

huelga general que se extiende por toda la Rusia zarista. El zar Nicolai II,

presionado, publica el Manifiesto del 17 de octubre que, redactado por el

conde Vitte, prometía una constitución, libertades democráticas y el

sufragio universal para eligir la Duma. Ese mismo día aparecía el primer

número de Izvéstia. En San Petersburgo la muchedumbre sale a la calle

exigiendo: ¡amnistía, amnistía! Marcha cara la Universidad en cuyo patio

se concentra. Trotski, desde un balcón de dicha institución, se dirige a

aquella impresionante concentración popular y advierte: “¡Ciudadanos!

Ahora que hemos puesto el pie sobre el pecho de los bandidos que nos

gobiernan, se nos promete la libertad (…) ¡Buen triunfo! Pero no os

apresuréis a cantar victoria: no es completa” (V.111, p.113).

El 19 de octubre el Sóviet llama a la conclusión de la huelga general

y a la convocatoria de una manifestación donde honrar a los héroes caídos

en la lucha. Mas cuando se supo que se preparaba una matanza contra los

obreros y un pogrom contra los judíos se suspende ya que la clase obrera

no estaba armada. El Sóviet centró sus esfuerzos en pedir libertad de prensa

y jornada de ocho horas. También organiza una recepción a “delegados de

la Polonia oprimida” y proclama el derecho de Polonia a la

autodeterminación.

A principios de noviembre, entre el ocho y el diez, cuando Lenin

llega a San Petersburgo, Lunacharski le dice: “el hombre fuerte en el Sóviet

es Trotski”, a lo que Lenin responde: “Trotski se ha ganado eso con su

trabajo excelente e infatigable” (V.23, p.135). Incansable quehacer que

llevaba a Trotski a codirigir tres periódicos: Izvéstia, Rúskaia Gazeta

(Gaceta Rusa) y Nachalo (El Comienzo). En este último escribían Vítor

Adler, Babel, Kautski, Rosa Luxemburg, Franz Mherig, Clara Zetkin..., en

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fin, las plumas consagradas por entonces de la socialdemocracia europea,

lo que indica el prestigio de Trotski también fuera de las fronteras de la

Rusia zarista.

El gobierno ruso, consciente de su fuerza, le echa un pulso al Sóviet

arrestando, el 22 de noviembre, a varios de sus dirigentes. El Sóviet decide

prepararse para la insurrección, pero la clase obrera aún no estaba

organizada lo suficiente para dar este paso trascendente y el gobierno

zarista procede a la detención, el tres de diciembre, del Comité Ejecutivo

del Sóviet con Trotski a la cabeza, que ya era su presidente. La

contestación de la clase trabajadora no se hace esperar. Huelgas en San

Petersburgo, huelga general en Moscú, donde se va a luchar en las

barricadas durante diez días, y enésimas movilizaciones en el conjunto del

territorio de la Rusia zarista.

Trotski en la cárcel se puso a organizar la defensa del proceder

político del Comité Ejecutivo del Sóviet de San Petersburgo. Rechaza una

misiva del menchevique Mártov que llamaba a la moderación. Trotski

entiende que se debe convertir el juicio en una tribuna política contra el

régimen zarista y convence a sus compañeros para que sigan este proceder.

El 19 de septiembre de 1906 Trotski se sentó en el banco de los acusados.

El tribunal civil recibió infinidad de comunicaciones firmadas por miles de

trabajadores que protestaban contra el proceso. El 4 de octubre Trotski

toma la palabra para defender el derecho de la clase obrera a preparar la

insurrección, es decir, a organizar la conquista armada del poder. El 2 de

noviembre se pronuncia el veredicto del Tribunal: Trotski y sus 14

compañeros fueron deportados por vida a Siberia, hacia donde partieron el

5 de enero de 1907.

Su papel en la dirección y en la defensa de la Revolución de 1905

hará de Trotski un auténtico líder revolucionario. Con esta aureola, ganada

en la realidad histórica, parte para Siberia en la compañía de sus

correligionarios. No estará en Siberia mucho tiempo. Al comenzar el viaje

ya tiene en mente la evasión. Esta se producirá en seguida. Llegó a Berezov

el 12 de febrero y el día 18 ya empezaba la fuga en un trineo tirado por

renos que lo lleva hasta Bogoslovsk y desde allí por tren hasta llegar a San

Petersburgo. Desde aquí pasa a Finlandia donde se encontró con Lenin y

Mártov que lo felicitaron por su comportamiento durante el proceso. A

finales de abril se encontraba en Londres para asistir al V Congreso del

POSDR.

3. Diagnosticando el futuro

Los más de 300 delegados que asisten a este Congreso, que se

celebró entre abril y mayo de 1907, fueron designados por unos 77.000

militantes. Allí estaban, Lenin, Rosa Luxemburg, Mártov... y Stalin, quien

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no participa en los debates y por entonces responde al pseudónimo de

Koba. Era la primera vez que Stalin y Trotski coincidían físicamente,

aunque para Trotski el primer recuerdo de Stalin será años después en

Viena, cuando el georgiano esté elaborando, bajo la estricta dirección de

Lenin, el ensayo “El marxismo y la cuestión nacional”. Ante el Congreso,

Trotski expuso por vez primera un esbozo de la “teoría de la revolución

permanente” cuyos rudimentos elaborara en Finlandia y en la prisión y

desarrollará en Viena. El Congreso vuelve a sacar a la luz las diferencias

que Lenin tenía con otros líderes revolucionarios en la concepción del

Partido. Trotski abogaba por la unificación entre la fracción bolchevique y

la menchevique.

Concluido el Congreso, Trotski se fue a vivir a Viena donde residió

hasta el comienzo de la Iª Guerra Mundial. En este espacio de tiempo,

1907-1914, editó “Pravda” (La Verdad), conoció y frecuentó a los líderes

de la socialdemocracia alemana (Kautski, Babel...), a los austro-marxistas

(Otto Bauer, Vítor Adler...) y a la rama revolucionaria de la

socialdemocracia (Rosa Luxemburg, Karl Liebknecht, Franz Mherig...).

En este periodo vienés escribe, entre 1908 y 1909, una de sus obras

clásicas “1905, resultados y perspectivas”. En esta obra reflexiona sobre

la primera revolución rusa, en la que él tan decididamente participara, y

formula más detenidamente la “teoría de la revolución permanente” donde

afirma que en el próximo periodo revolucionario la revolución empezará

siendo democrático-burguesa pero debido a la incapacidad política de la

burguesía rusa para dirigirla el proletariado tomará la dirección y la propia

dinámica del proceso revolucionario lo llevará a sobrepasar el marco

político burgués para enfrentarse a tareas socialistas ya que tendrá que

hacerse cargo del proceso productivo. En este quehacer el proletariado

deberá contar con la alianza de las masas campesinas. Alianza que el

proletariado debe dirigir políticamente por lo que no se puede dar una

“dictadura revolucionaria-democrática del proletariado y del

campesinado” como decía Lenin por entonces, sino que deberá ser una

“dictadura socialista” en la que el proletariado sea el director de la alianza

obrera-campesina. La segunda parte de la “teoría de la revolución

permanente” hace mención a la necesidad de la revolución mundial para

que el socialismo triunfe.

Ya en el destierro, en Almá-Atá, Trotski repasará la argumentación

de la “teoría de la revolución permanente”. A este repaso le pondrá una

introducción en Prinkipo, fechada el 30 de noviembre de 1929. En ella

dice: “La revolución permanente, en el sentido que Marx daba a esta idea,

quiere decir una revolución que no se aviene a ninguna de las formas de

predominio de clase, que no se detiene en la etapa democrática y pasa a

las reivindicaciones de carácter socialista (…), una revolución en la que

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cada etapa se basa en la anterior y que no puede terminar mas que con la

liquidación completa de la sociedad de clases (…). Separemos las tres

series de ideas aglutinadas en dicha teoría. En primer lugar, ésta encierra

el problema del tránsito de la revolución democrática a la socialista (…).

El segundo aspecto de la teoría caracteriza ya a la revolución socialista

como tal. A lo largo de un periodo de duración indefinida y de una lucha

interna constante, van transformándose todas las relaciones sociales. La

sociedad sufre un proceso de metamorfosis. Y en este proceso de

transformación cada nueva etapa es consecuencia directa de la anterior

(…). El carácter internacional de la revolución socialista (…) constituye

el tercer aspecto de la teoría de la revolución permanente (…). El

internacionalismo no es un principio abstracto, sino únicamente un reflejo

teórico y político del carácter mundial de la economía, del desarrollo

mundial de las fuerzas productivas y del alcance mundial de la lucha de

clases. La revolución socialista empieza dentro de las fronteras nacionales

pero no puede contenerse en ellas. La contención de la revolución

proletaria dentro de un territorio nacional no puede ser más que un

régimen transitorio, aunque sea prolongado” (V. 115, pp.51-55).

El concepto “Revolución Permanente” lo utilizaron por vez primera

Marx y Engels en el año 1850 en el “Mensaje del Comité Central a la Liga

de los Comunistas” (V. 67, pp. 104 y 111). Allí se afirma que la clase

obrera debe tener una posición política absolutamente independiente de los

demócratas pequeño-burgueses para organizar su propio partido y, añadirá

Trotski, su propia revolución.

El año 1914 traerá el comienzo de la primera matanza en masa de la

Historia, la Iª Guerra Mundial (1914-1918). Supondrá también la

bancarrota política de la Segunda Internacional ya que su sección más

poderosa, el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), votó a favor del

presupuesto de guerra en el Reichstag el 4 de agosto de 1914. Todos los

diputados socialdemócratas votaron a favor en el Parlamento por una mal

entendida disciplina de partido, cuando en la votación en el seno de la

propia fracción parlamentaria de los 110 diputados 14 habían votado en

contra. Rosa Luxemburg explicaría después que el programa está por

encima de un acuerdo coyuntural. Si este vulnera el programa el acuerdo no

hay que acatarlo. Fue con esta filosofía con la que en diciembre de 1914,

cuando el gobierno alemán volvió a solicitar nuevos créditos para la guerra,

Karl Liebknecht y Otto Rühle votarán en contra. No obstante, la votación

de agosto fue un proceder tan inesperado que Lenin, aún después de leer la

noticia en la prensa socialdemócrata, pensaba que era mentira, que aquel

número de “Vorwärts” (Adelante) era una falsificación del Estado Mayor

Alemán. Normal esta creencia, porque, como dirá Trotski, el SPD para los

revolucionarios de la Rusia zarista “no era uno de los partidos de la

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Internacional, sino el partido” (V.23, p.203). Para Trotski, la votación del

día 4 “fue una de las decepciones más trágicas de mi vida” (V. 101, p.250).

Al estallar la guerra Trotski estaba en Viena, pero el día 3 de agosto

partirá a toda prisa para Zurich porque se estimaba que los rusos residentes

en Viena podían ser detenidos de un momento a otro. En Zurich se

encontrará con Lenin y juntos leerán la noticia de la votación del SPD el

día cuatro. Trotski se pondrá a redactar el folleto “La Guerra y la

Internacional”, que será introducido en la misma Alemania. Sus

introductores fueron procesados, también el propio Trotski que será

acusado del delito de lesa majestad y sentenciado a prisión. Por suerte para

él estaba fuera del alcance de los jueces alemanes. Desde Suiza Trotski

pasará a Francia. El periódico “El pensamiento de Kiev” lo nombrará

corresponsal en París y, posteriormente, corresponsal de guerra en los

Balkanes.

Dada la traición de la IIª Internacional, un pequeño grupo de

revolucionarios marxistas se van a teunir para defender el

internacionalismo y lanzar una proclama contra la matanza imperialista.

La reunión se da desde el 5 al 8 de septiembre de 1915 en Zimmerwald,

un pueblo de la montaña suiza que está a unos diez kilómetros de Berna.

Son sólo 38 delegados: Lenin, Trotski, Zinóviev, Mártov...Condenan la

guerra como un producto del imperialismo capitalista pero no hay

unanimidad para llamar a la transformación de la guerra entre naciones a

una guerra entre clases. Desde entonces los dirigentes de la IIª

Internacional serán calificados por Lenin y Trotski como “social-

chovinistas”, como “traidores” a la causa del socialismo.

Trotski vivirá en París codirigiendo el periódico “Nashe Slovo”

(Nuestra Palabra), el otro codirector era Mártov. Se empezó a publicar el

29 de enero de 1915. Aún teniendo muy pocas hojas contará con una

nómina de escritores notables tales como Lunacharski, Riazánovk,

Rádek, Kolontai, Sokolnikov... Será una publicación claramente

internacionalista, opuesta frontalmente a la matanza imperialista. Por este

insistente quehacer las autoridades francesas suspenderán el periódico el

15 de septiembre de 1916. Trotski será expulsado de Francia y llevado

hasta la frontera española, donde lo dejan. Desde Irún va a Donostia y

desde allí a Madrid. Estaba solo y completamente perdido ya que no tenía

ni amigos en la ciudad ni sabía español. Por una carta recibida desde París

se ve con un socialista español. Se instala en una pensión. Localizado

por la policía española es detenido y conducido a la Cárcel Modelo. De

allí la policía lo lleva a Cádiz y le dicen que lo embarcarán para La

Habana. Protesta. Pues a New York. El 20 de diciembre parte para

Barcelona, donde se reune con su mujer y los dos niños. En Barcelona se

verá obligado a embarcar cara New York. La policía lo instala en el

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trasatlántico Monserrat. Sale de Barcelona el 25 de diciembre y llega a

New York el domingo 13 de enero de 1917. Allí se encuentra con Bujarin,

entra en la redacción de “Novi Mir” (Nuevo Mundo), escribe artículos en

ruso, da conferencias en alemán. Enterado que había estallado la

revolución en Rusia, el 25 de marzo se presenta en el consulado ruso y

recoge la documentación para viajar a Rusia. El 27 de marzo Trotski,

Natalia y los dos niños embarcan hacia Rusia. En Halifax (Canadá) suben

al barco autoridades inglesas. El 3 de abril oficiales ingleses obligan a

Trotski, a los suyos, y a cinco pasajeros más, a que abandonen el barco.

Después de verse obligado a desembarcar por la fuerza es trasladado a un

campo de prisioneros alemanes. Allí, en Amherts, había 800 prisioneros,

unos marineros y otros obreros. Da mitin tras mitin, bien acogidos por la

tropa y no tan bien por la oficialidad. El 25 de abril es liberado de la

cárcel militar merced a la presión que los revolucionarios hicieran en

Petrogrado ( tal era el nombre entonces del antiguo San Petersburgo). Sale

de allí vitoreado por los soldados por su proceder internacionalista. De

Halifax parte para Finlandia y desde allí en tren a Petrogrado, a donde

llega el 4 de mayo. Lo recibe una apasionada muchedumbre

revolucionaria.

4. Rusia en revolución: 1917

Lenin había llegado a Petrogrado el 3 de abril. En aquel momento el

Gobierno Provisional, salido de la última Duma zarista y constituido en

febrero, gobernaba gracias al apoyo que le otorgaba el Sóviet de

Petrogrado. Este doble poder existía porque el gobierno presidido por el

príncipe Georgi Lvov necesitaba imperiosamente del respaldo de las

masas petrogradenses, como reconoce claramente un miembro del

gabinete, el Ministro de la Guerra Alexander Guchkov, en carta al General

en Jefe del Ejército, Mijaíl Alexéiev: “El Gobierno provisional no tiene

poder real de ninguna clase, y sus órdenes se aplican sólo en la medida en

que lo permite el Sóviet de diputados de trabajadores y soldados. Este

último controla las fuerzas más esenciales del poder, pues las tropas, los

ferrocarriles y los servicios postales y telegráficos están en sus manos. Se

puede afirmar con franqueza que el Gobierno provisional existe sólo en la

medida que lo permite el Sóviet” (V.33, p.407). Así pues, aunque al

gobierno le horrorizaba depender del respaldo de las masas populares no

podía desprenderse de su apoyo porque los trabajadores y soldados

conformaban la masa revolucionaria. Por lo tanto, el Gobierno Provisional

no tuvo más remedio que legalizar la jornada de ocho horas, la amnistía,

la libertad de prensa y otras medidas democráticas conquistadas por la

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masa popular de obreros y soldados. No obstante, en lo esencial, que era

ponerle fin a la guerra, siguió exactamente el mismo camino que los

gobiernos zaristas. Tanto era así que por boca de Pável Miliukov, Ministro

de Asuntos Exteriores, el gobierno ruso le dio a los gobiernos de Francia,

Gran Bretaña y EEUU garantías de que iban continuar la guerra. Los

“aliados” ratificaron los tratados secretos que le aseguraban a Rusia la

toma de Constantinopla, el control de los estrechos del Bósforo y de los

Dardanelos y otras ventajas territoriales. Mas el gobierno “democrático”

ruso no sólo estaba interesado en continuar la guerra para incrementar el

espacio vital de su burguesía sino porque una desmovilización del ejército

aceleraría la revolución agraria en el campo y consolidaría las conquistas

democráticas de la clase trabajadora y de los soldados. Una victoria

militar era la única salida posible que tenía el gobierno democrático para

conseguir que la burguesía rusa impusiera su dominio político,

seguramente a través de la restauración de la monarquía. Entonces, ¿por

qué el Sóviet de Petrogrado apoyaba a este gobierno? Porque la inmensa

mayoría de los soldados y obreros seguían a los mencheviques y eseristas.

Los bolcheviques eran una ínfima minoría en el Sóviet de Petrogrado.

Mencheviques y socialistas-revolucionarios (eseristas) estimaban que

aquella era una revolución burguesa y que por lo tanto era la burguesía la

que debería tener el poder político mientras que los obreros, soldados y

campesinos sólo tenían que vigilar que no se anulasen las conquistas

democráticas. Esta también era la visión de muchos “dirigentes”

bolcheviques, tales como Kámenev y Stalin. Sin embargo, la llegada de

Lenin iba a impedir que el PB continuase tras la estela de mencheviques y

eseristas.

Lenin fue recibido el día 3 en la estación Finlandia de Petrogrado por

una multitud. Sus actuales representantes políticos le dieron una recepción

en la sala de espera, lo obsequiaron con un ramo de flores y le echaron

un banal discurso de bienvenida. Mas Lenin, apartándose de la recepción

oficial presidida por Chjeidze, el Presidente del Sóviet de Petrogrado,

saluda a la muchedumbre de obreros y soldados en clave revolucionaria:

“La quiebra del imperialismo europeo puede producirse cualquier día,

incluso hoy o mañana. La revolución rusa, hecha por vosotros, es el

comienzo de esa quiebra y el inicio de una nueva época. ¡Viva la

revolución socialista mundial!” (V.14, p.95). Era el primer indicio de su

línea argumental, novedosa tanto para sus camaradas como para los

ajenos. Línea argumental que inmediatamente va a profundizar y a

defender en público. El núcleo de esta reflexión de Lenin está recogido

en el texto que la Historia conoce como las “Tesis de Abril”, “el

documento más importante de la Revolución” (V.124, p.20), en

apreciación de Trotski. Allí, además de calificar el conflicto bélico de

guerra imperialista de rapiña, de negarle el más mínimo apoyo al

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Gobierno Provisional y de exigir que todo el poder del Estado pase a los

Soviets, afirma que “la peculiaridad del momento actual en Rusia consiste

en el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el Poder a la

burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y

organización, a su segunda etapa, que debe poner el Poder en manos del

proletariado y de las capas pobres del campesinado” (V.56, p.36). El hilo

conductor coincidía con lo que venía defendiendo Trotski en su

“revolución permanente”, cuya redacción no había leído Lenin, según la

opinión del propio Trotski.

Por la noche de ese mismo día, Lenin habló durante dos horas en

una reunión bolchevique celebrada en el palacio que fuera de la bailarina

Ksechskaia. Sujánov, menchevique e historiador de la Revolución Rusa,

que estuvo presente, nos cuenta la impresión que la intervención de Lenin

le causó a él mismo y al auditorio: “Nunca olvidaré este discurso, que

como un trueno sorprendió y sacudió, no ya a un herético como yo, sino

incluso a sus propios fieles. Nadie se lo esperaba” (V.29, p.281). Cuando

Sujánov mismo le pregunta a Kámenev por el discurso de Lenin se

encuentra con una respuesta evasiva, “esperemos, esperemos”, (V.138,

p.273) que explica la incomprensión de la cúpula del Partido.

El día 4 Lenin lee sus tesis en el Palacio de Táuride, que era el lugar

donde se celebraban las reuniones del Sóviet de Petrogrado. Primero en

una junta ampliada de bolcheviques, y acto seguido, en una conjunta de

mencheviques y bolcheviques. Aquí la respuesta al discurso de Lenin por

parte de los mencheviques no se hizo esperar, orador tras orador

descalificaron las tesis de Lenin. El filósofo Bogdánov, uno de los

destinatarios en el pasado de la crítica que Lenin lanzara contra el

misticismo en su única obra filosófica, “Materialismo y

empiriocriticismo”, gritó “¡Delirios! ¡Los delirios de un loco!” (V.14, p.

96). Otro participante en la misma reunión, un ex bolchevique,

Goldenberg, lo calificará de anarquista en su intervención: “Lenin se ha

presentado como candidato para un trono europeo, vacante durante treinta

años: el trono de Bakunin” (V.14, p.96). Stalin dirá inmediatamente en

Pravda que “estas tesis non son más que un esquema que carece de

hechos” (V.66, p.154). Cuando el día 7 Lenin publica sus decires en

Pravda aparece un editorial del consejo de redacción, donde estaban

Kámenev y Stalin, que subraya que las “Tesis” solamente representaban

la opinión personal de Lenin. Kámenev, en un artículo en Pravda,

estimará que “en lo que respecta al esquema general de Lenin, nos parece

inaceptable, ya que parte del supuesto de que la revolución burguesa está

terminada y confía en la inmediata transformación de esa revolución en

una revolución socialista” (V.14, p.97). Pero Lenin se va a apoyar en

los obreros bolcheviques petrogradenses, cuyos representantes, dicho sea

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de paso, habían sido desbancados de la dirección de Pravda por “viejos”

bolcheviques como Kámenev y Stalin al regresar estos de la deportación.

Así, Lenin insiste y el 14 de Abril, en la Conferencia del Partido de Todo

Petrogrado, sus tesis fueron aprobadas por mayoría. Diez días después la

Conferencia del Partido de Toda Rusia las vuelve a ratificar. El Partido

Bolchevique ya tenía clara la línea política a seguir.

Trotski, según arriba a Petrogrado, va al Instituto Smolni, sede del

Sóviet de la capital de la revolución. Cuando él llega el Comité Ejecutivo

está en sesión. Los miembros bolcheviques del organismo rector de las

masas petrogradenses se apresuran a señalar que el líder del Sóviet de

1905 debería de estar en el Ejecutivo del Sóviet actual. Los

mencheviques y social-revolucionarios, que conformaban la mayoría,

consienten en admitir a Trotski como miembro adjunto aunque sin

derecho a voto.

El 5 de mayo, recordemos que Trotski había llegado el 4, los

“ministros socialistas” que iban a participar en el Gobierno Provisional

acuden a él para pedirle que apoye la coalición. Trotski les contestó que la

guerra que se estaba librando no era una pelea de naciones contra

naciones sino una lucha de las clases oprimidas contra las clases opresoras

y que, por lo tanto, el próximo paso debía ser el de poner todo el poder en

las manos de los Soviets. Así, el dirigente del Sóviet de 1905 y el creador

del Partido coincidían plenamente. La Revolución ya tenía a sus líderes

naturales.

Dos días después, el 7, los “meiraiontsi” (una organización inter-

radios a la que se sumó Trotski nada más llegar a Petrogrado, que se

componía de antiguos bolcheviques, mencheviques internacionalistas y

colaboradores de Trotski en las publicaciones: Ioffe, Manuilski, Riazánov,

Lunacharski...) y los bolcheviques hacen un acto conjunto para darle la

bienvenida a Trotski. El día 10 ya se reunen para considerar la integración

de los meiraiontsi en el Partido Bolchevique, integración que se dará en

julio, con Trotski a la cabeza. Lenin y Trotski no se veían desde la

Conferencia de Zimmerwald. Ahora pudieron comprobar sus afinidades

teóricas y políticas.

Trotski se iba convirtiendo en el tribuno de la revolución. Hablaba en

enésimas asambleas. Daba infinidad de mítines. En las fábricas, escuelas,

teatros, circos, calles y plazas se hacían apretadas reuniones populares. La

masa popular quería saber para actuar. Una tribuna habitual de Trotski era

el Circo Moderno. Allí hablaba por las tardes y, a veces, por las noches.

Soldados y obreros, muchas veces acompañados de sus madres y de sus

hijos, abarrotaban el local. Tanta era la multitud allí congregada que en

más de una ocasión el orador tenía que llegar a la tribuna en volandas.

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El 3 de junio se reunía en el edificio de la Academia Militar de

Petrogrado, el Primer Congreso de los Soviets de Toda Rusia. De los 822

delegados con derecho a voto, 285 eran eseristas (social-revolucionários),

245 mencheviques y 105 bolcheviques. Otros 268 delegados tenían voz

pero no voto. Lenin y Trotski acudieron a esta primera junta de los

Consejos Pan-rusos. La esencia del debate era si había que apoyar o no a

la coalición de gobierno con la burguesía. A favor estaban los

mencheviques y eseristas. En contra los bolcheviques. El argumento

básico de mencheviques y eseristas se encontraba en la afirmación de

Irakli Tsereteli, Ministro socialista de Correos y Telégrafos, que

sentenciaba que no había ningún partido obrero dispuesto a tomar el

poder. Lenin contestó: “ese partido existe” (V.14, p.106). Trotski recordó

que no se puede compartir el poder con la burguesía si se quiere gobernar.

El Congreso aprobó por mayoría absoluta, 443 votos, la coalición de

gobierno con la burguesía.

La reunión Pan-soviética también trató la cuestión nacional. En este

punto se volvió a poner en evidencia la formalidad política de eseristas y

mencheviques ya que se bien es cierto que votaron a favor del derecho a

la autodeterminación de las naciones encuadradas bajo la aún no

finiquitada superestructura de la Rusia zarista, también es cierto que este

derecho no se le otorgaba a las propias naciones oprimidas sino a una

futura Asamblea Constituyente rusa.

Mas las votaciones del Congreso Pan-ruso de los Soviets eran ya un

lento reflejo de lo que se estaba gestando socialmente. Las masas de

obreros, campesinos y soldados estaban tomando conciencia política a

pasos agigantados por la propia dinámica del proceso revolucionario, que

todo lo acelera. Tanto es así, que el 3 de julio, tan sólo un mes después de

la apertura de la reunión pan-soviética, se produjo una espontánea

insurrección popular en Petrogrado. Su causa estaba en que nada se

avanzaba en las condiciones de vida de los obreros, campesinos y

soldados ya que el paro aumentaba, los precios de los productos de

consumo básico se acrecentaban, la reforma agraria no se concretaba y la

guerra no sólo no se detenía sino que el Gobierno Provisional lanzaba una

ofensiva militar en Galitzia que ocasionó gran número de muertos entre

los soldados rusos. El primer ministro Lvov dimitió el día 7 y en su lugar

fue nombrado Alexander Kerenski. Pero la masa popular en Petrogrado ya

estaba calentando motores. En las fábricas y en los cuarteles los obreros y

los soldados se agitaban. Deciden ir a la insurrección. Los bolcheviques,

con Lenin a la cabeza, llaman a la calma porque Petrogrado todavía no

cuenta con apoyos suficientes en las provincias y en el mismo frente. En

vano. Los obreros y soldados se insurreccionan. Los bolcheviques se les

unen ya que el partido político que abandone a las masas populares en una

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situación insurreccional está finiquitado políticamente. Los bolcheviques

tratan de canalizar las energías de las masas. Van a procurar que la derrota

política que vendrá, porque la relación de fuerzas en el conjunto de Rusia

aún no es favorable a la conquista del poder, excepto en Petrogrado, no

sea irreparable. Mas el elemento popular petrogradense no hace esta

reflexión política y se moviliza bajo la consigna “todo el poder a los

Soviets”.

Huelgas en las fábricas, agitación en los cuarteles, manifestaciones en

las calles, mítines en todas partes. La masa popular se apodera por

abarrotamiento de la burguesa Avenida Nevski. Miles de obreros y

soldados se dirigen al Palacio de Táuride, sede del Comité Ejecutivo de

los Sóviet, con una sola exigencia: “todo el poder a los Soviets”.

Mencheviques y social-revolucionarios se asustan. Kámenev y Trotski

proponen que el Comité Ejecutivo de los Soviets dirija la movilización

popular para coronar el deseo soberano de la masa. Los debates se

acaloran. Al ver el cariz que toman los acontecimientos, eseristas y

mencheviques rehuyen el debate, se van de la sala. Se procede a votar la

resolución que pide que el Comité Ejecutivo de los Soviets tome en sus

manos todo el poder del Estado: es aprobada por 276 votos a favor. El

Palacio de Táuride se convierte en el punto de encuentro de interminables

columnas de obreros y soldados. Trotski da un mitin en el que afirma que

todavía no llegó el momento de tomar el poder porque la relación de

fuerzas sólo es favorable en Petrogrado. No dice lo que quiere oír la masa,

dice la verdad política. Así hablan los revolucionarios.

Los mencheviques y eseristas, que siguen detentando la mayoría de

delegados en el Comité Ejecutivo, mayoría que ya no representa el sentir

de las masas, esperan que lleguen tropas fieles al Gobierno Provisional

para doblegar la insurrección en Petrogrado. Antes de que lleguen se

producen enfrentamientos armados con destacamentos pro-

gubernamentales. El de más resonancia es el que se produce en la calle

Liteinaia. Dos centurias de cosacos, que traían artillería, son obligados por

la tralla de los fusiles revolucionarios a recular. En la calle sigue la

movilización popular. En el Palacio de Táuride un diálogo de sordos entre

la mayoría del Comité Ejecutivo y los representantes de la masa. Las

tropas leales al Gobierno llegan. A las cuatro de la madrugada del 5 de

julio penetran en el Palacio de Táuride. Los mencheviques y eseristas les

dan la bienvenida.

Viene la represión. Se ataca públicamente a Lenin y a Trotski

acusándolos de ser agentes al servicio del Estado Mayor Alemán. Lenin y

Trotski contestan por escrito. Lenin, el creador del Partido, pasa a la

clandestinidad. Trotski, el tribuno de la Revolución, permanece en la

palestra política. Se presenta en el Sóviet y defiende el quehacer de Lenin

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y el suyo propio. Para que quede bien claro recuerda la evidencia: “Lenin

ha luchado por la revolución durante 30 años. Yo he luchado contra la

opresión de las masas populares durante veinte años. Nosotros no

podemos sino odiar al militarismo alemán (…). No dejéis que nadie en

esta sala diga que somos mercenarios alemanes, pues esa es la voz de la

villanía” (V.23, p.259). La actitud de Trotski era un desafío público al

gobierno. La noche del 23 de julio es detenido en compañía de

Lunacharski y trasladado a la prisión de Kresti, cárcel en la que ya había

estado recluido en 1905 por orden del gobierno zarista.

Esto no era ahora suficiente para las fuerzas reaccionarias. Estas ya

depositaban su esperanza en que un puño militar impusiera el orden

burgués. Este puño era el general Lavr Kornílov. El 28 de agosto se

iniciaba la korniloviada. Pero los elementos revolucionarios ya se

recuperaran. Como buenos tácticos dirigen las energías de la masa a

aniquilar de raíz el Golpe de Estado dirigido por Kornílov –golpe que

supuso una subida inmediata de los valores bursátiles- y no a combatir al

gobierno de Kerenski ni a los mencheviques y eseristas. Por iniciativa de

los revolucionarios se crea, un día antes de la korniloviada, un Comité de

Defensa que será el embrión del futuro Comité Militar Revolucionario,

que al poco presidirá la Revolución de Octubre. Si bien el Golpe de

Estado comenzara el 28 de agosto el 31 ya estaba paralizado, lo que nos

informa de la simbiosis entre la dirección revolucionaria y las masas

populares.

La nueva relación de fuerzas que se estableció tras el fracaso del

Golpe de Estado contrarrevolucionario tiene una fecha simbólica en el 23

de septiembre, cuando el Sóviet de Petrogrado elige a Trotski como su

Presidente. Al acceder a la tribuna una tempestuosa ovación lo recibe. En

su discurso exige la renuncia de Kerenski y que el poder del Estado pase a

los Soviets, y Trotski era para las masas el tribuno bolchevique por

excelencia.

Lenin, el motor y el espíritu rector del Partido, el “jefe de la

revolución” (V.108, p.123), en palabras de Trotski, entendía que la

correlación de fuerzas ya permitía llamar a la insurrección, a la toma, a la

conquista, del poder político. Lenin, refugiado en Finlandia, escribe una

serie de cartas al Comité Central del Partido Bolchevique apremiándolo a

que prepare la insurrección. Pero el CC bolchevique no acredita en las

tesis de Lenin. Por lo tanto, Lenin da comienzo a la batalla política para

convencer al Partido de la imperiosa necesidad de conquistar el poder

político a través de la insurrección.

El 9 de octubre Lenin llega clandestinamente a Petrogrado, y el 10

asiste a una junta del CC del Partido Bolchevique que se va a convertir en

un referente en la Historia porque en ella se decide preparar la

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insurrección por 10 votos (Lenin, Trotski, Sverdlov, Stalin, Uritski,

Dzeryinski, Kollontai, Búbnov, Sokólnikov y Lomov) contra 2 (Kámenev

y Zinóviev). Unos días después el Sóviet de Petrogrado daba nacimiento

al Comité Militar Revolucionario, que estará presidido por Trotski y que

realizará los preparativos de la Insurrección de Octubre, de la conquista

del poder político por las masas populares.

El CC del Partido Bolchevique decide efectuar la insurrección

armada antes de la reunión del IIº Congreso de los Soviets de Toda Rusia,

que estaba previsto que diese comienzo el 25 de octubre. El Comité

Militar Revolucionario emite una serie de órdenes cuya aceptación por los

soldados muestra a las claras la decisiva influencia política de los

bolcheviques también entre los obreros y campesinos de uniforme.

El 23 el Comité Militar Revolucionario ya tiene un plano detallado de

actuación militar que hace ejecutar la noche del 24-25 de octubre (6 –7

de noviembre en el calendario occidental) en la que los puntos claves de la

ciudad de Petrogrado fueron ocupados: Palacio de Táuride, oficinas de

Correos, estaciones de ferrocarril, centrales telefónicas, Banco

Nacional...El 25 se asaltaba el Palacio de Invierno que es tomado en su

totalidad a las dos de la madrugada del día 26. Todo esto se hace sin

derramamiento de sangre lo que indica que la inmensa mayoría de la masa

popular está a favor de la insurrección.

El Segundo Congreso de los Soviets de Toda Rusia comienza. La

mayoría de los delegados son bolcheviques. El Instituto Smolni está

abarrotado. Mártov, en nombre de los mencheviques, protesta por la

insurrección. Trotski le contesta: “El levantamiento de las masas

populares no necesita ninguna justificación. Lo que ha ocurrido es una

insurrección, no una conspiración (…). Hemos templado abiertamente la

voluntad de las masas para un levantamiento, no para una conspiración.

Nuestro levantamiento ha triunfado. Ahora se nos dice: renunciad a

vuestra victoria, ceded, transigid (…). Estáis en quiebra. Habéis agotado

vuestro papel. Id adonde debéis estar: ¡al basurero de la historia!” (V.23,

p.291). El Congreso aprueba el paso de todo el poder a los Soviets y

nombra el nuevo gobierno, el “Consejo de Comisarios del Pueblo”,

presidido por Lenin.

El primer gobierno soviético fue compuesto exclusivamente por

bolcheviques porque ni mencheviques ni eseristas quisieron asumir el

reto de formar parte del Primer Gobierno Socialista de la Historia

Universal. Trotski, fue nombrado “Comisario del Pueblo para Asuntos

Exteriores”.

Excepto la Comuna de Paris (1871), no había precedente en la

Historia de un gobierno obrero. No obstante, esto no fue ninguna

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dificultad para que el gobierno del pueblo trabajador se pusiese a

gobernar. Con celeridad el gobierno revolucionario propone una serie de

decretos. El “Decreto sobre la Tierra”, que Lenin lee en el II Congreso de

los Soviets, dice que queda abolida la propiedad de los terratenientes y

de la Iglesia sobre sus tierras y que estas pasan a disposición de los

Soviets de Diputados Campesinos. Así mismo, un decreto nacionaliza la

banca declarando el sistema bancario como monopolio del Estado. Otro

viene a abolir todos los rangos y grados en el ejército, desde cabo hasta

general. Un decreto más certifica la abolición de los estamentos, rangos y

títulos civiles proclamando como exclusiva denominación para los

habitantes de la Rusia Soviética el título de “ciudadano de la República de

Rusia” (V. 85, p.387).

El Decreto sobre la Paz, aprobado el 26 de octubre por el IIº

Congreso de los Soviets, “propone a todos los pueblos beligerantes y a

sus gobiernos entablar negociaciones inmediatas para una paz justa y

democrática (…) El Gobierno considera la paz inmediata, sin anexiones

(es decir, sin conquistas de territorios ajenos, sin incorporación de pueblos

extranjeros por la fuerza) ni contribuciones, como una paz justa y

democrática” (V.85, p.145). Este decreto, a pesar de estar formulado en

un lenguaje político meramente democrático, obtuvo la callada por

respuesta por parte de los gobiernos occidentales. Trotski todavía insistirá

en una nota dirigida, a finales de noviembre, a los embajadores aliados.

Estos no contestan.

5. Brest-Litovsk

El gobierno bolchevique insiste en el camino para concluir las

hostilidades y le envía al ejército alemán una petición de armisticio. El

Alto Mando Alemán acepta negociarlo y las conversaciones comienzan el

19 de noviembre de 1917, según el calendario ruso. Se firma el armisticio

el 2 de diciembre. Las negociaciones para establecer un Tratado de Paz

dan comienzo en Brest-Litovsk (Bielorrusia) el 9 de diciembre. La

delegación soviética está encabezada por Ioffe hasta la llegada de Trotski.

La delegación alemana estaba presidida por el general Hoffman quien

presentó un ultimátum: quedaría bajo el poder alemán todo el territorio

polaco, lituano, ruso-blanco, parte de Letonia y discutirían con la Rada

Ucraniana, y no con el gobierno soviético, el destino de Ucrania. Trotski

volvió a Petrogrado. La aceptación o el rechazo de estas condiciones

únicamente se podía decidir en el seno del Partido Bolchevique y de los

Soviets.

Empieza un duro debate en el Partido Bolchevique. Tres van a ser

las posturas sobre las que girará la discusión que comienza en el Comité

Central el 8 de enero de 1918 (a esta primera reunión asistirán los

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delegados bolcheviques al IIIº Congreso de los Soviets) y que se

prolongará hasta la ratificación del tratado en el mes de marzo. Lenin

propone que se acepten las condiciones del Estado Mayor Alemán.

Trotski propone ni guerra ni paz. Bujarin propone la guerra

revolucionaria. Esta última es la que recibe más votos, 32, contra los 16

de la propuesta de Trotski y los 15 que recibe la de Lenin. Mas como a la

reunión acudieran bolcheviques que no eran miembros del Comité Central

esta votación no era vinculante. El Comité Central se tendría que reunir de

nuevo. Mientras tanto el clima en el seno del IIIº Congreso de los Soviets

era a favor de la guerra revolucionaria, aunque se deja al gobierno

soviético la última decisión. Nueva convocatoria del Comité Central el 11

de enero. En esta junta la propuesta de Trotski, ni guerra ni paz, consigue

la mayoría de votos. También se vota una propuesta de Lenin para

autorizar a Trotski a que demore todo lo posible las negociaciones con la

delegación alemana.

¿Por qué el CC del PB se decidió por la propuesta de Trotski “ni

guerra ni paz”? Aunque los bolcheviques estaban obligados a firmar una

paz humillante con el militarismo alemán en función de la relación de

fuerzas, que les era completamente desfavorable, los restos del ejército

zarista se negaban de plano a continuar la guerra (no en vano la “paz” fue

una de las consignas que posibilitó la conquista del poder en Octubre) y el

ejército revolucionario simplemente no existía, firmarla sin más podía ser

una hecatombe política para la revolución porque los “aliados”, Inglaterra

y Francia, estaban divulgando por el mundo entero, a través de su prensa,

que los bolcheviques eran agentes del imperialismo alemán y que las

conversaciones de Brest-Litovsk eran sencillamente una cortina de humo,

una tapadera, para ocultar el proceder bolchevique que al firmar la paz

con la Alemania gullermina le posibilitaba al Segundo Reich trasladar sus

tropas del frente ruso al frente occidental para asestarle el definitivo

mazazo bélico a Francia. Que esta mentira pudiese penetrar en amplios

sectores de la clase trabajadora occidental no se lo podían permitir los

bolcheviques porque hubiese desprestigiado su internacionalismo

revolucionario y hubiese afectado negativamente a la moral de la clase

trabajadora alemana que estaba en plena ebullición revolucionaria, tanto

que se estimaba que la revolución alemana estaba al caer. Así, los

bolcheviques querían dejar claro que si firmaban una paz con la Alemania

guillermina era porque no les quedaba más remedio, que era una

imposición del militarismo germano. Lenin, que veía perfectamente la

lógica de la propuesta, decía “es tentador, pero arriesgado, demasiado

arriesgado” (V.92, p.178).

El 17 de enero se reanuda la Conferencia de Brest-Litovsk. No se llega

a ningún acuerdo. La delegación austroalemana no acepta la propuesta ni

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guerra ni paz, aunque la debatieron y mucho, tanto que fue la intervención

del kaiser a favor de su Estado Mayor lo que inclinó la balanza a favor de

la no aceptación. Trotski regresa a Petrogrado. El 18 de febrero el ejército

alemán reanuda las operaciones militares en territorio ruso y avanza sin

encontrar la más mínima resistencia. El Comité Central del Partido

Bolchevique se reúne. ¿Qué hacer? Lenin aboga por firmar la paz

inmediatamente. Advierte que no hacer nada equivale a entregar la

revolución al imperialismo alemán. Ya nadie está a favor de la guerra

revolucionaria porque no hay ejército revolucionario. No obstante,

entregar al imperialismo alemán tanto territorio es difícil de digerir. Las

discusiones se suceden en el Comité Central. Mientras tanto, el ejército

alemán penetra en Ucrania. El día 18 de febrero el Comité Central vota,

por 7 votos contra 5, la declaración de que está dispuesto a firmar las

condiciones que propuso en su día el Alto Estado Mayor Alemán. Pero el

mando alemán contesta que las condiciones han variado ya que ahora

también exigen que los soviéticos se retiren de Ucrania, Estonia y de toda

Letonia. Se reanuda, una vez más, el 23 de febrero, la discusión en el seno

del Comité Central bolchevique. Lenin amenaza con dimitir del gobierno

si se continúa con la “política de pura fraseología revolucionaria” (V.16,

p.54). Se vota la propuesta de Lenin de aceptar las humillantes

condiciones de paz del Estado Mayor Alemán: 7 votos a favor ( Lenin,

Zinóviev, Sverdlov, Stalin, Sokólnikov, Smilga y Stasova), 4 en contra

(Bujarin, Lomov, Bubnov y Uritski ) y 4 abstenciones ( Trotski, Ioffe,

Krestinski y Dzeryinski ). A las cuatro y media de la mañana del 25 de

febrero, y después de un discurso de Lenin, el Comité Ejecutivo de los

Soviets de Toda Rusia aprobaba por 116 votos contra 84 firmar el

ultimátum del ejército alemán. Nadie quería estampar su firma en un

tratado tan ultrajante. Por fin, una delegación soviética encabezada por

Sokólnikov y Chicherin parten para reunirse con la delegación alemana.

Se firma el Tratado de Brest-Litovsk el 3 de Marzo de 1918. La dirección

del Partido Bolchevique había estado al borde de la escisión. La Rusia

Soviética se veía privada del 27 por 100 de su superficie cultivada, del

26% de sus vías férreas y del 75% de su producción de hierro y acero. La

República Soviética era lo más parecido a un niño pequeño y enfermizo.

6. Guerra civil

La revolución se debía rearmar en lo político y armarse en lo militar.

El Partido Bolchevique celebró en marzo de 1918 un Congreso en el

Palacio de Tauride en el que si bien salió a la luz lo cerca que se estuviera

de la escisión merced a las diferencias tácticas que se dieran entre los

dirigentes, también quedaba plasmada la naturalidad dialéctica de las

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fracciones en el proceso revolucionario. Al elegir al Comité Central,

Lenin y Trotski son los más votados.

Pero si la fortaleza del Partido Bolchevique estaba en su lozana vida

interior el futuro inmediato de la Revolución dependía de su capacidad

de defenderse militarmente. El 4 de marzo de 1918, es decir, al día

siguiente de la firma del Tratado de Brest-Litovsk, Trotski es nombrado

“Presidente del Consejo Supremo de Guerra” y, a principios de Abril,

“Comisario del Pueblo para la Guerra”. Así, recaía sobre Trotski la

responsabilidad de crear el ejército de la revolución. Ejército que hará

falta con urgencia porque el 25 de mayo comenzará formalmente la

Guerra Civil en la Rusia Soviética –que se prolongará hasta noviembre de

1920- con el alzamiento de los 50 mil soldados de la Legión

Checoslovaca.

Trotski, venciendo infinitas resistencias en el seno del propio Partido

Bolchevique, consigue construir el Ejército Rojo en un plazo de tiempo

irrisorio; tanto es así, que la Legión Checoslovaca levantada en armas en

mayo ya será derrotada en septiembre por el Ejército de la Revolución. Si

la Guardia Roja, lo que podemos entender como el precursor del Ejército

Rojo, había nacido en Petrogrado en el verano de 1917, el comienzo de la

organización del Ejército de la Revolución en sentido estricto se

pospondrá hasta las negociaciones de Brest-Litovsk, que ponen al

descubierto la debilidad militar de la Revolución. En pleno proceso

negociador se publicó en Pravda (22 de febrero de 1918) una proclama

del Consejo de Comisarios del Pueblo intitulada “La patria socialista está

en peligro”, que dará formalmente el pistoletazo de salida para la creación

del Ejército Rojo, que se conmemorará a partir de entonces el 23 de

febrero, es decir, el día después de la proclama.

El método de Trotski, grosso modo, fue formar una columna

vertebral de proletarios comunistas, sumándole levas obligatorias e

integrando en la estructura militar a ex oficiales zaristas como

especialistas militares poniéndole al lado a comisarios políticos para

controlarlos. Todo esto, fusionado con una perspectiva revolucionaria

superadora de infinitas dificultades y con una disciplina de hierro

adecuada a una coyuntura donde se decidía la supervivencia o la muerte

del proceso revolucionario, puso en pie, para asombro de propios y

ajenos, un Ejército Revolucionario que semejaba creado de la nada y que

llegará a contar con cinco millones de soldados.

Los éxitos militares de la Legión Checoslovaca en el Volga que

llevaron a la conquista de Kazán, trajeron en junio el desembarco inglés

en Murmansk (en la Península de Kola) y en Arkángel (en el Mar Blanco)

y, en agosto, la coalición imperialista desembarca a 100 mil hombres en la

punta oriental de Vladivostok, que van a sumarse a los de una previa

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expedición japonesa. Trotski había partido de Moscú, en lo que luego

seria su legendario tren, el 7 de agosto. Puso dirección al frente de Kazán.

Se instala en Sviask. La movilización ideológica, motivadora para la clase

trabajadora, y la severidad disciplinaria, para los cobardes y desleales,

junto con la capacidad organizativa y la incorporación de obreros

comunistas venidos de Petrogrado, posibilitó el rearme totalizador del

Ejército Rojo. Con la moral y con los medios restablecidos la reconquista

de Kazán ya se veía como un hecho más que posible, seguro. Pero es en

este renovado clima político-militar cuando Trotski recibe un más que

preocupante telegrama: “Ven inmediatamente. Ilich herido. Ignoráse

grado de gravedad. 31.8.1918. Sverdlov” (V.101, p.426). Sale ipso facto

para Moscú y al comprobar que Lenin está fuera de peligro retorna

inmediatamente al frente. El día 10 de septiembre entraban las tropas del

Ejército Rojo en Kazán. El 12 otra sección del Ejército de la Revolución,

al mando de Tujatchevski , tomaba Simbirsk. Eran las primeras

trascendentales victorias del Ejército de los Soviets. Los soldados de la

Revolución ya sabían que también era posible derrotar a los militares en el

campo de batalla.

El atentado contra Lenin el 30 de agosto de 1918, había estado

precedido del asesinato de dos cuadros bolcheviques, Volodarski y

Uritski, aquel mismo verano. Este proceder era producto del quehacer de

los eseristas (social-revolucionarios) que retomaban el terrorismo como

método de actuación política. En la Revolución de Febrero se opusieran a

entregarle el poder a los Soviets, cuando ellos y los mencheviques

conformaban la mayoría, prefiriendo pactar con la burguesía y así

posibilitar el doble poder (Gobierno Provisional sostenido por el Sóviet

de Petrogrado). Su fracción de izquierdas había terminado por entrar en el

gobierno soviético pero ahora por un desacuerdo coyuntural, estar en

contra del Tratado de Brest-Litovsk, atentaban contra el partido que había

llevado a la clase trabajadora y al campesinado pobre a la conquista del

poder y que quería consolidar la revolución. Se situaban, por lo tanto, en

el campo contrarrevolucionario. El atentado contra Lenin lo llevó a cabo

la militante eserista de izquierdas Fanny Kaplan, cogida y fusilada. Estos

atentados, que recibían el apoyo de los aliados, le hicieron sentir a los

bolcheviques la necesidad política de reforzar la institucionalización del

Terror Rojo. Así, el 2 de septiembre el Comité Ejecutivo de los Soviets

advierte: “Todos los contrarrevolucionarios y los que les instigan serán

considerados responsables de todos los atentados contra los operarios del

Gobierno Soviético y los que sostienen los ideales de la revolución

socialista. Al terror blanco de los enemigos del Gobierno de los Obreros y

los Campesinos, los obreros y los campesinos replicarán con un terror rojo

masivo contra la burguesía y sus agentes” (V.14 ,p.185). En la concreción

del Terror Rojo en el interior el papel vital lo ejercía la Cheka, que había

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sido creada en diciembre de 1917, y a cuyo frente estaba Félix Dzeryinski.

Este había dicho, “la Cheka no es un tribunal; es la defensa de la

Revolución como lo es el Ejército Rojo” (V.14, p.184).

La reconquista de Kazán y Simbirsk le restó peligro militar a la

Revolución pero no lo eliminó. En el sur avanzaba el Ejército Blanco del

general Deninkin. Por el este también avanzaba otro Ejército de la

Contrarrevolución, el del almirante Kolchak. Por si esto no fuese

suficiente, tropas de la democrática Francia desembarcan en Odesa y

ocupan el sur de Ucrania y Crimea, mientras tropas de la democrática

Inglaterra ocupan Bakú y controlan el Cáucaso. A esto aún había que

añadir que el general “blanco” Yudenich, desde el norte, se plantaba a las

puertas de Petrogrado. Parece que la Rusia de los Soviets va a ser

estrangulada. Pero el proceder internacionalista de los trabajadores

occidentales va a influir en el ánimo del Primer Ministro inglés, Lloyd

George, que comienza a preocuparse por los motines que se dan entre los

soldados “aliados” en Odesa y Arkángel, y por el clima movilizador

entre el proletariado de su propio país merced a la simpatía que despierta

la Revolución de Octubre entre la clase trabajadora europea. Así, los

aliados imperialistas terminan por colegir que es más previsor para la

salud interna de sus propios sistemas democráticos ayudar con armas y

bagajes a los “blancos” que intervenir directamente.

El día 19 de octubre de 1919, Yudenich planta su vanguardia a 15

km. de Petrogrado. La conquista de la capital espiritual de la Revolución

sería un terrible varapalo para el militarmente acorralado Estado

Soviético. Ya días antes, conforme el avance de Yudenich se tornaba

imparable, el mismo Lenin considerara que Petrogrado estaba perdido

militarmente por lo que propone abandonarlo tácticamente. Trotski se

opone vehementemente. Argumenta que hay y que se puede defender

Petrogrado. Su ardorosa insistencia hace que Lenin y otros camaradas del

Politburó, entre ellos Stalin, terminen por aceptar su punto de vista

político y militar.

Trotski llega a Petrogrado en su tren. Viene en compañía de

camaradas ya bien bregados en las lides militares revolucionarias. Hace

un llamamiento a los comunistas de base petrogradenses y comunica a

toda la población que si hace falta se peleará en las calles pero que

Petrogrado no caerá en manos de los “blancos”. Los barrios obreros se

levantan. Los cuadros bolcheviques y los asesores militares se ponen

bajo su mando. La motivación y la disciplina instaura una vez más el

deseo de pelear. El día 21 el Ejército Rojo resiste la embestida de los

“blancos”. El 22 el Ejército de la Revolución contraataca. Avanza. La

“locura heroica” de los rojos (V.101, p.450), como se dirá desde el Estado

Mayor de Yudenich, los lleva a la victoria. Los “blancos” retroceden y

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retroceden hasta llegar a la frontera de Estonia. El gobierno de este país

procede a desarmar a las tropas derrotadas. Petrogrado seguía encarnando

a la Revolución. Como colofón, en el sur también se retirarán las tropas

de Deninkin así como del este siberiano lo harán las de Kolchak.

La guerra civil estaba ganada. La ofensiva de Wrangel en la cuenca

del Donetz hay que verla en el contexto de la invasión de Ucrania por las

tropas polacas de Pisudski. El enfrentamiento en Ucrania por un periodo

de ocho meses entre o Ejército Rojo y el Ejército Negro liderado por el

anarquista Néstor Majnó, que concluye con la derrota de los anarquistas,

fue un episodio interior del propio proceso revolucionario.

En Abril las tropas polacas del general Pilsúdski invaden Ucrania y

el 7 de mayo ocupan la capital, Kiev. La reacción del Ejército Rojo no se

hace esperar y en una rápida contraofensiva expulsan a las tropas de los

reaccionarios polacos de Ucrania y Bielorrusia, además de derrotar a

Wrangel, con lo que formalmente concluye la guerra civil. Este ambiente

de victoria coincidía con las sesiones que el IIº Congreso de la

Internacional Comunista estaba celebrando en Moscú. Es en esta

coyuntura cuando Lenin decide transformar la guerra defensiva contra las

tropas de Pilsudski en una ofensiva que lleve a la toma de Varsovia para

que se desencadene la revolución en Polonia. Trotski se opone

frontalmente a este proceder porque estima que el clima político entre la

clase obrera polaca no es el adecuado para que esta se lance a la conquista

del poder y porque también considera que el Ejército Rojo no cuenta

con las reservas militares precisas para alcanzar la victoria. Por lo tanto, lo

que procede es concluir un acuerdo de paz. Queda en minoría. El Ejército

Rojo invade Polonia y es derrotado a las puertas de Varsovia. Es una

derrota política para la Internacional Comunista y una victoria política

para el reaccionario Pilsudski, que pasa de agresor al país de los Soviets a

defensor de la nación polaca.

7. La III Internacional

Lenin en sus “Tesis de Abril” había formulado la necesidad de crear la

IIIª Internacional al producirse la bancarrota política de la Segunda por

haber apoyado el militarismo alemán. Que hiciera hincapié en organizar la

Internacional Comunista justo cuando se estaba dando un proceso

revolucionario en la propia Rusia no era casual. Para Lenin era abecé

marxista que la Revolución Socialista o se daba a nivel mundial o no

habría una auténtica revolución. Trotski mantenía la misma postura

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internacionalista, postura explicitada en su “teoría de la revolución

permanente”, lo que, andando el tiempo, lo llevaría a un radical

enfrentamiento político con Stalin que al parir la “teoría del socialismo en

un solo país” atacaba frontalmente las tesis internacionalistas mantenidas

por Lenin y por la inmensa mayoría de los cuadros bolcheviques.

La Internacional Comunista (Komintern, en abreviatura rusa) fue

fundada en 1919, es decir, en plena guerra civil en Rusia. Celebró su

Primer Congreso en Moscú del 2 al 6 de marzo. Fue en IIº Congreso

(Petrogrado-Moscú, 19 de julio al 7 de agosto de 1920) cuando gracias a

la parcial consolidación de la Rusia Soviética, por tener los bolcheviques

prácticamente ganada la guerra civil, se entró en la tarea de organizarla

como el instrumento político de la clase trabajadora para la consecución

de la Revolución Socialista Mundial. Que la Komintern era entendida de

esta manera se prueba no solo por las nítidas declaraciones de los líderes

bolcheviques sino también por el trabajo militante invertido en ella en el

periodo leninista (1919-1924). No sólo Lenin y Trotski eran sus ponentes

y tribunos principales sino que su presidencia también se le encargó a un

dirigente bolchevique, Zinóviev.

El IIº Congreso de la Tercera Internacional fue el de la concreción

organizativa e ideológica. Se estructura como un Partido Comunista

Internacional y se elaboran las 21 condiciones a aceptar para toda

organización que quiera adherirse. También es una coyuntura donde se

estima que la Revolución se podría extender pasando de la Rusia

Soviética a otros países de Europa, sobre todo a Alemania. Una

oportunidad para esta extensión vendría derrotando al ejército polaco de

Pisudski. Cuando las tropas del Ejército Rojo avanzaban sobre Varsovia la

IIIª Internacional estaba sesionando en Moscú. De su sala congresual

pendía un enorme mapa que ilustraba la marcha de las operaciones

militares. El avance sobre Varsovia se seguía apasionadamente ya que se

consideraba que podía ser el desencadenante de la revolución polaca. La

derrota del Ejército Rojo fue una derrota que resultaría negativamente

trascendente en el quehacer internacionalista pero que no minó la idea

bolchevique de la necesidad de la revolución a escala planetaria ya que la

Revolución Socialista Mundial se entendía como un objetivo estratégico

y no como algo meramente coyuntural.

Ante la imposibilidad de extender de inmediato la revolución a través

de Polonia (agosto,1920), delante del fracaso de la Acción de Marzo en

Alemania (1921) y la necesidad de implantar la NEP en la Rusia Soviética

(marzo,1921), el Tercer Congreso de la IC (Moscú, 22 de junio al 12 de

julio de 1921) va a cambiar de táctica y hacer una llamada “A las masas”

(V.87, p.84), proceder que se concretará en la reunión del Comité Ejecutivo

del 18 de diciembre de 1921 de la que saldrá la consigna “Frente Único

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Proletario” (V.130, p.113). Este viraje táctico a la derecha, defendido como

necesario por Lenin y Trotski, tenía su razón de ser en la comprensión de

que la extensión inmediata de la revolución no era posible por lo que había

que llamar a la unidad de las diversas fracciones del movimiento obrero

para resistir, para conservar lo obtenido. En este clima se dará la

Conferencia de Berlín (25, abril, 1922). Esta junta de representantes de la

Komintern, de la IIª Internacional y de la Internacional Dos y Media va

llevar a la constitución del Comité de los Nueve. A pesar de las buenas

intenciones iniciales la operación terminó en un rotundo fracaso. La

Internacional Comunista se salió del Comité de los Nueve y en mayo se

creaba la Internacional Socialista. La división del movimiento obrero era

un hecho.

8. El comunismo de guerra

Llegados aquí, nos tenemos que preguntar cómo un Estado con una

base económica subdesarrollada y destruido por la guerra fue capaz de

obtener los recursos materiales que posibilitaron el triunfo militar sobre el

Ejército Blanco y sus aliados imperialistas. La respuesta es: a través del

“comunismo de guerra”. ¿Qué fue el “comunismo de guerra”? Grosso

modo, un sistema de requisas impuesto al campesinado, la inmensa

mayoría de la población, para avituallar al Ejército Rojo y a las ciudades

con el objeto de defender por encima de todo a la revolución.

Este sistema de requisas para avituallarse de los productos

alimentarios básicos para darle de comer a los soldados de la revolución y a

los obreros que laboraban para equipar al Ejército Rojo, se dio en un

tiempo histórico de escaseces materiales y de sufrimientos humanos

difícilmente narrables. Tronzó el orden capitalista al eliminar las relaciones

de mercado pero no como producto de un diseño político apriorístico sino

por la imperiosa necesidad de enfrentar y vencer en la impuesta guerra

civil.

Finiquitada la guerra el sistema de requisas se tornó socialmente

inviable porque el campesinado, la mayoría social, ya no veía sentido a la

apropiación de sus excedentes porque sus enemigos, los que restaurarían

las propiedades a los terratenientes, ya estaban vencidos. Reflexionando

ante esta nueva coyuntura, Trotski estima “que había que ir pensando en

abandonar el comunismo de guerra” (V.101, p.484), por lo que presenta al

Comité Central, en febrero de 1920, un proyecto que dice: “La política que

se viene siguiendo en materia de requisiciones niveladoras con arreglo a la

norma de lo necesario para subsistir (…) lleva a la ruina a la agricultura

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y a la descomposición del proletariado industrial, amenazando con arruinar

totalmente la vida económica del país” (V.101, p.484). Ante tal diagnóstico

propone “los siguientes métodos: 1º Sustituir el régimen de requisición del

sobrante por un impuesto porcentual fijo (una especie de impuesto

progresivo sobre los frutos naturales) (…). 2º Implantación de un criterio

proporcional entre el suministro de productos industriales a los campesinos

y la cantidad de frutos entregada por ellos” (V.101, p.485). Esta propuesta

no encontró acogida ni en Lenin ni en la mayoría del CC, que por once

votos contra cuatro la rechazó. No sería hasta el X Congreso del Partido

cuando se tomase una decisión en la línea propuesta por Trotski.

Este rechazo llevó a Trotski a proponer la “militarización de la clase

obrera” (V.15, p.225) en el IX Congreso del Partido (29, marzo/5, abril,

1920). El congreso bolchevique aprobó la utilización de unidades del

Ejército Rojo en el campo económico y también a “llevar cuenta de todos

los obreros especializados para dirigirlos hacia el trabajo productivo con la

misma precisión y rigor con que se hacía, y se hace, con la oficialidad, para

las necesidades del ejército” (V.15, p.226). Este debate continuó en el III

Congreso Pan-soviético de los Sindicatos (abril, 1920). En él fue Trotski el

encargado de presentar la defensa bolchevique de la militarización del

trabajo. Afirmó que reconocía “el derecho del estado de los obreros a

enviar a todos los hombres y mujeres trabajadores al lugar donde sean

necesarios para el cumplimiento de las tareas económicas. Por tanto,

reconocemos el derecho del estado, del estado de los obreros, a castigar al

hombre o mujer trabajador que se niegue a cumplir sus órdenes, que no

subordine su voluntad a la de la clase trabajadora y a sus tareas

económicas” (V.14, p.228). Esta política, presentada con un lenguaje

descarnado por Trotski, fue aceptada por el congreso obrero. Pero los

obreros, como los campesinos habían hecho con el comunismo de guerra,

entendían esta política como coyuntural y, por lo tanto, transitoria. No

obstante, Trotski insistirá en esta política tanto en el seno de los sindicatos

como en el seno del partido, donde se dará un enconado debate. La cuestión

se dilucidará definitivamente en el décimo congreso bolchevique, en él las

tesis de Trotski, que las presentará en alianza con Bujarin, son

rotundamente rechazadas ya que sólo recibieron 50 votos. El cónclave

comunista decidirá, por el contrario, el paso a la NEP, que no estaba nada

alejado de aquella propuesta que Trotski le hiciera al Comité Central en

febrero de 1920.

9. Del X Congreso a Kronstadt

Lo cierto era que la Rusia Soviética estaba al borde del colapso por lo

que los bolcheviques tocaron a congreso para dilucidar la táctica a seguir.

El Xº Congreso del Partido Bolchevique (8-16, marzo, 1921) tuvo una

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importancia capital ya que en el se decidió la introducción de la Nueva

Política Económica (NEP, en las siglas rusas), se prohibió el

fraccionalismo en el seno del Partido y se hizo frente a la insurrección de

Kronstadt.

La Rusia de los Soviets estaba en la más completa ruina económica.

Esta ruina no sólo afectaba a la estructura económica sino a la relación de

la mayoría social, el campesinado, con el Estado Soviético y, además,

estaba disolviendo a la clase trabajadora, sostén último del proceso

revolucionario. El caos económico, social y político era total. La inflación

estaba sencillamente sin control. El hambre y las enfermedades mataban a

millones de personas. La industria estaba bajo mínimos, alrededor de un 20

por 100 de lo que se producía antes de comenzar la Primera Guerra

Mundial. Sólo la industria del petróleo alcanzaba el 41 por 100, mientras la

del carbón andaba por el 27%. El 63 por 100 de las vías férreas estaban

inutilizadas y el 60 por 100 de sus locomotoras fuera de servicio. La

producción agrícola estaba, como mucho, al 43% de la media de

anteguerra. Los intercambios entre la ciudad y el campo estaban reducidos

al mínimo, prácticamente solo contaban el trueque y la requisa. Las

ciudades perdían población a pasos agigantados: sólo un dato, Petrogrado

pasó de 2,4 millones de habitantes en 1917 a 574 mil en 1920. La clase

trabajadora se vio reducida a menos de la mitad por culpa del cierre de las

fábricas, del hambre y de liderar las fuerzas de choque de la revolución. Por

todo el país pululaban cuadrillas de bandidos como productos de la

miserable situación. El caos no podía ser mayor.

El Xº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia

comenzó. Lo abrió Lenin. En primer lugar va a llamar la atención sobre el

hecho de que la Internacional Comunista ya es una organización operativa.

Pasa a referirse a la realidad interior advirtiendo que en la “transición de la

guerra a la paz” esperan “tareas de inverosímil dificultad” tanto en el

“plano económico” como en las “relaciones entre las clases” (V.60, p.185).

El mismo Lenin presentó ante la asamblea comunista, el día 15, la

propuesta de la sustitución del sistema de requisas por el impuesto en

especie. Este giro táctico tenía por objeto no alejar al campesinado de la

revolución, en una realidad donde los pequeños productores agrícolas eran

la inmensa mayoría de la población. Esta circunstancia imponía, según el

criterio de Lenin, la necesidad de ir a la conquista del sistema socialista “a

través de toda una serie de medidas transitorias especiales.” (V.60, p.234).

Además, había que ser sumamente conscientes del hecho de que “el

pequeño agricultor no quiere lo que quiere el obrero” (V.60, p.235). Y

sentencia, “sólo el acuerdo con el campesinado puede salvar la revolución

socialista en Rusia, en tanto que no estalle la revolución en otros países”

(V.60, p.235). Mas el acuerdo en los hechos con el campesinado no va a

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caer del cielo, sólo puede traerlo “la base material, la maquinaria, el empleo

en gran escala de tractores y otras máquinas en la agricultura, la

electrificación en escala masiva” (V.60, p.237). Por lo tanto, para

salvaguardar las relaciones con el pequeño productor agrícola, que era lo

mismo que decir para salvaguardar el proceso revolucionario mientras no

se extienda la revolución por el occidente europeo, se deben atender las

necesidades del campesinado que, en opinión de Lenin, son básicamente

dos: la libertad de intercambio entre el campo y la ciudad, y la necesidad de

que o proletariado produzca bienes de consumo y bienes de producción

para que se pueda dar este comercio. Advierte Lenin que la libertad de

comercio significa un retroceso cara el capitalismo, mas si el proletariado

“hace las cosas con medida” (V.60, p.239), si produce y controla el proceso

de circulación de mercancías añadirá al poder político el poder económico.

Claro que para que el proletariado se ponga a producir mercancías tiene

que tener comida para alimentarse y las fábricas funcionando. Para esto hay

que comerciar con el occidente capitalista pagando en oro y, a ser posible

pedir empréstitos que, a buen seguro, tendrán intereses usureros o serán

pagaderos en materias primas o concesiones. Pero con conciencia política

esto permitirá poner en marcha la industria lo que posibilitará el

intercambio de productos entre el campesinado y el proletariado. Sin perder

el control político, este paso atrás le permitirá un posterior impulso al

proletariado. Lenin le pide al congreso comunista que trace la línea general

de actuación: la sustitución del sistema de requisas por el impuesto en

especie. De esta manera, al campesinado se le dirá que ya no se le requisará

su excedente sino que tendrá que abonar un impuesto en especie sobre él al

Estado y podrá cambiar el resto de su excedente por mercancías

industriales. El congreso de los bolcheviques dio el plácet. Nacía la NEP.

La otra obsesión de Lenin era fortalecer el Partido poniéndole coto a

las fracciones. Dada la catastrófica situación económica, y a las enésimas

complicaciones sociales y políticas que de ella se derivaban, consideraba

imprescindible cohesionar al Partido. Esto no significaba una llamada a

finiquitar los debates, la discusión franca, los diversos análisis. No. El

ataque a las fracciones no era una petición para cercenar la pluralidad en el

interior del Partido sino un toque a rebato para eliminar las fracciones mini-

partidos enquistadas en el Partido. Así, no era una llamada a eliminar las

fracciones dialécticas nacidas en el calor de los debates, era un ataque, en

palabras del propio Lenin, contra “la formación de grupos con una

plataforma especial y con la tendencia a aislarse hasta cierto punto y crear

su propia disciplina de grupo” (V.57, p.598). Este carácter ya lo tenían, por

ejemplo, los grupos denominados “Oposición Obrera” y “Centralismo

Democrático”. Él quiere, “en la lucha práctica contra el fraccionalismo”,

dos cosas, que “la crítica absolutamente necesaria de los defectos del

Partido hay que organizarla de modo que toda proposición práctica sea

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expuesta con la mayor claridad posible y sometida en el acto, sin dilación

oficinesca, a la consideración y decisión de los organismos locales y del

organismo central del Partido (…) [y que] todo análisis de la línea general

del Partido o la apreciación de su experiencia práctica, el control del

cumplimiento de las decisiones del mismo, el estudio de los métodos para

corregir los errores, etc., no deben ser sometidos, en ningún caso, a las

discusión previa de los grupos que se forman a base de cualquier

'plataforma', etc., sino que deben ser sometidos exclusivamente a la

discusión directa de todos los miembros del Partido” (V.57, pp.599-600).

Por lo tanto, Lenin quería que el Partido fuera un todo y no una suma

aritmética de las diversas partes. El congreso comunista declaró disueltas

las fracciones, los mini-partidos dentro del Partido. La vulneración de este

acuerdo acarrearía, después de pasar por los controles orgánicos

establecidos, la expulsión del Partido.

A posteriori el stalinismo utilizará este acuerdo para eliminar por la

vía administrativa a sus opositores políticos. Así, lo que para Lenin non era

más que una medida excepcionalísima (“esperamos que su aplicación no

llegue a hacerse necesaria, se trata de una medida extrema”, V. 60, p.270)

en una coyuntura brutal y que para tomarla había que conseguir muchos

acuerdos en los órganos del Partido, para Stalin será a posteriori la perfecta

justificación formal para librarse de los militantes revolucionarios.

Aún no empezara el Xº Congreso del PB cuando estalló la

insurrección de Kronstadt. Los insurrectos, como dijo Lenin, “no quieren a

los guardias blancos ni quieren nuestro poder” (V.60, p.249). Palabras bien

significativas, que ilustran por si solas que el levantamiento no fue un acto

contrarrevolucionario consciente sino una acción nacida en el descontento

social. Lenin, delante de la asamblea comunista se preguntó: “¿Cuál es su

significado? El paso del poder político de manos de los bolcheviques a un

indefinido conglomerado o bloque de elementos heterogéneos,

aparentemente sólo algo más derechistas y hasta tal vez “más izquierdistas”

que los bolcheviques: así es de impreciso el conjunto de grupos políticos

que ha intentado en Kronstadt tomar el poder (…). Este movimiento se ha

reducido a una contrarrevolución pequeñoburguesa, a un movimiento del

elemento anarquista pequeñoburgués (…). Esta circunstancia, relacionada

con todas las crisis, debe ser tenida muy en cuenta desde el punto de vista

político y examinada con todo detalle. En este caso se ha manifestado el

elemento anarquista, pequeñoburgués, con la consigna de libertad de

comercio y dirigido siempre contra la dictadura del proletariado. Y este

estado de ánimo se ha reflejado con gran amplitud en el proletariado (…).

Esta contrarrevolución pequeñoburguesa es más peligrosa,

indudablemente, que Denikin, Yudénich y Kolchak juntos, porque el

proletariado constituye en nuestro país la minoría y la ruina abarca a la

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propiedad campesina (…). Por pequeño e insignificante que pudiera

parecer al principio este, llamémoslo así, desplazamiento del poder que

reclaman los marinos y los obreros de Kronstadt (…), la realidad es que los

elementos sin partido han servido sólo de estribo, de escalón, de puente por

el que luego aparecieron en escena los guardias blancos” (V.60, pp.203-

204). Trotski, años después, contestando a los detractores de la Revolución

de Octubre que quieren utilizar Kronstadt como un episodio que invalida la

revolución, dice en un artículo del 15 de enero de 1938: “El levantamiento

de Kronstadt fue sólo un episodio en la Historia de las relaciones entre la

ciudad proletaria y la aldea pequeñoburguesa (...). La consigna de

Kronstadt, “Soviets sin comunistas”, de la cual se apoderaron

inmediatamente no sólo los socialrevolucionarios sino también la burguesía

liberal (...). Como representante sagaz del capital, el profesor Miliukov

comprendió inmediatamente que liberar a los Soviets de la dirección

bolchevique significaría, en poco tiempo, la destrucción misma de los

soviets” (V.125).

La insurrección de Kronstadt se dio por culpa de las paupérrimas

condiciones de existencia material en la Rusia soviética. Esta era la base.

Así lo indica Lenin con toda claridad: “el Poder soviético vacila como

consecuencia de la situación económica” (V.60, p.204). Esta ruina era

producto de la primera Guerra Mundial y de la Guerra Civil, ninguna de las

cuales comenzaran los bolcheviques. El objetivo político declarado de los

insurrectos, que no contaban con el apoyo de los trabajadores de

Petrogrado, era formalmente democratizar a los Soviets expulsando a los

bolcheviques, un poder soviético sen bolcheviques. Esto era irreal, a lo

largo de todo el proceso revolucionario sólo los bolcheviques estuvieran a

favor del poder soviético. Mencheviques y eseristas no sólo se retiraran de

los Soviets sino que algunos de ellos se asociaron a los blancos en la

Guerra Civil. Descabalgar a los bolcheviques del poder era posibilitar la

entrada de los enemigos declarados del proyecto de Estado socialista, los

blancos y sus aliados: la burguesía inglesa y francesa. La única salida

política para los intereses de la clase trabajadora era llamar a profundizar la

democracia en el seno de los Soviets, llamar a profundizar en la

construcción del Estado socialista y no a derrumbar sus raquíticas

estructuras existentes. En política revolucionaria las buenas intenciones no

son suficiente. Allí donde sectores de la clase trabajadora no tengan claro

que su futuro político descansa exclusivamente en la construcción del

Estado socialista y se dejen guiar por la pequeña-burguesía verán siempre

traicionadas sus profundas aspiraciones sociales. Las buenas intenciones

abstractas siempre son la puerta por donde entran los

contrarrevolucionarios conscientes.

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El gobierno soviético atacó Kronstadt porque no podía permitir el

descontento pequeñoburgués triunfante ya que debilitaría el su más que

condicionado poder para sacar del marasmo a la Rusia soviética. Así,

ordenó tomar por asalto a la otrora emblemática base naval. El asalto dio

comienzo el 7 de marzo de 1921 y concluyó el día 17. Antes Trotski, como

jefe del Ejército Rojo, exigió la rendición incondicional de los amotinados

en estos términos: sólo los que se rindan “podrán contar con la clemencia

de la República soviética. Simultáneamente con esta advertencia estoy

impartiendo órdenes de hacer todos los preparativos para la supresión del

amotinamiento por medio de la fuerza armada (…). Esta es la última

advertencia” (V.23, p.468). La advertencia cayó en el vacío. La batalla fue

espiritual y físicamente muy cruel. El 3 de abril Trotski afirmó: “esperamos

cuanto nos fue posible a que nuestros enceguecidos camaradas marinos

vieran con sus propios ojos adónde los llevaba el amotinamiento” (V.23,

p.470). “Camaradas”, en Kronstadt también los había, eran los buenos

intencionados, los que querían profundizar la democracia soviética. Las

revoluciones no se dan en estado puro, Kronstadt lo testifica.

10. Rapallo

Finalizada la Guerra Civil, Trotski se trasladó a Moscú. Se instaló en

el Kremlin, junto con su compañera Natalia y los dos hijos varones.

Fueron a vivir en el edificio Kavalerski, que en su día había sido residencia

de los funcionarios de la corte zarista. En un apartamento del mismo

corredor estaban instalados Lenin y Krupskaia, con los que compartían

comedor y cuarto de baño.

Terminara la Guerra Civil pero no la lucha por la supervivencia. Las

condiciones materiales de existencia seguían siendo terribles. La Rusia de

los Soviets se encontraba en el absoluto aislamiento material, producto de

su soledad política. Si en la realidad bélica las heroicidades sin ser

determinantes son valiosas, en la prosaica vida cotidiana sólo la perspectiva

permite la lucha constructiva. El dominio de la perspectiva era una de las

grandes capacidades de Trotski. Ella le permitió ojear con frialdad y

esperanza aquella brutal coyuntura. A analizarla y a combatirla se dedicó

con su característica pasión revolucionaria.

Trotski seguía siendo el Comisario del Pueblo para la Guerra y el

Presidente del Consejo Militar Revolucionario, además de miembro del

Politburó del Partido Bolchevique. Como comisario se ocupaba

directamente del Ejército Rojo, y como miembro del máximo organismo

político del Partido participaba en la elaboración de la alta política.

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Lev Davídovich tuvo que instruir y equipar al Ejército Rojo,

herramienta imprescindible para la defensa de la Rusia de los Soviets. Uno

de sus quehaceres fue dotar al Ejército de la Revolución de un reglamento

acorde con el pensamiento revolucionario. Este reglamento salió

mayoritariamente de la pluma del propio Trotski Así, por ejemplo, el

“Reglamento de la Infantería” instruía al soldado sobre la democracia

revolucionaria en el ejército: “Tú eres un igual entre tus camaradas. Tus

superiores son tus hermanos con mayor experiencia y mejor educados. En

el combate, durante el adiestramiento, en los cuarteles o en el trabajo, debes

obedecerlos. Una vez que hayas salido de los cuarteles, eres absolutamente

libre” (V.24, pp.37-38). También se instruye al soldado en la idea de que es

un combatiente revolucionario por lo que aun en la milicia debe ejercitarse

en el internacionalismo ya que el soldado de la revolución no es una vulgar

máquina de matar sino un luchador por un mundo nuevo: “Lucho con el

rifle, la bayoneta y la ametralladora. Pero también lucho con la palabra de

la verdad. Se la dirijo a los soldados del enemigo, que son también obreros

y campesinos, para que sepan que en realidad yo soy su hermano, no su

enemigo” (V.24, p.38).

Pero no sólo con honradas palabras puede luchar el soldado rojo.

Además, tiene que tener armas bélicas: fusiles, cañones... La Rusia

soviética no las produce en la cuantía necesaria. ¿Dónde conseguirlas si la

República Soviética Federal Socialista Rusa está aislada por el bloqueo

político, militar y económico de las potencias occidentales? Sólo había una

posibilidad, en la Alemania de la República de Weimar.

La Alemania del IIo Reich fuera la principal enemiga de la Rusia

zarista y de la democrática en la Iª Guerra Mundial. Además, en la

República de Weimar se dieran insistentes pronunciamientos

revolucionarios que habían sido aplastados por las fuerzas republicanas.

Pero ahora, a comienzos de la década de los veinte, la Rusia Soviética y la

Alemania de Weimar tenían en común que los Estados capitalistas

europeos triunfantes en la Gran Guerra querían aislarlos. A la Rusia

Soviética para que no propagara la revolución y a la Alemania de Weimar

para que no se volviera a convertir en una potencia capitalista.

Por el Tratado de Versalles (28, junio, 1919) la Alemania capitalista se

quedara sin colonias (sin fuentes de materias primas), sin ejercer su

influencia en gran parte del continente europeo (sin mercados), y con la

prohibición explícita de reconstruir su ejército ya que no le estaba

permitido tener carros de combate, aviones, submarinos y otras

imprescindibles herramientas militares. A todo esto añadir que Alemania

tenía que pagarle a los vencedores grandes sumas de dinero en concepto de

reparaciones de guerra. Era obvio que bajo la férula de este tratado

Alemania no podría volver a convertirse en una potencia capitalista. Su

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burguesía no podría sobrevivir en este corsé, tenía que buscar una solución,

una salida.

La política exterior de la Rusia soviética era analizada con frenesí por

Trotski, a pesares de los enormes problemas internos de la Federación

Rusa. Pero era un proceder lógico que Trotski le prestase una gran atención

a la política exterior porque él acreditaba, como Lenin y la gran mayoría de

los bolcheviques, en la necesidad de extender la revolución por Europa si

se quería construir el socialismo. Esta necesidad política le ayudaba a estar

muy al tanto de la política internacional, sobremanera de lo que acaecía en

Alemania, de la que era además un perfecto conocedor por razones

político-biográficas. Así, sabedor de la situación en la que se encontraba la

alta burguesía alemana por el corsé de Versalles no es de extrañar que ya a

comienzos de 1921 despachase a Vítor Kopp a Alemania con el objeto de

establecer contactos con los magnates de la industria pesada y con los

jerarcas del ejército. El propósito de contactos como este era efectuar un

sondeo sobre la disposición de estos extractos sociales alemanes a saltarse a

la torera el Tratado de Versalles a través de la colaboración en el campo

económico-militar con la Rusia soviética. Contactos que resultaron

positivos aunque en sectores dirigentes de la Alemania de Weimar

vinculados a la industria ligera había la esperanza de llegar a acuerdos con

las potencias occidentales.

Los contactos previos se dieron al margen del gobierno alemán.

Cuando el canciller Joseph Wirth, que era también Ministro de Hacienda,

fue informado las conversaciones ya estaban muy avanzadas. Fue este el

momento para principiar a cubrir con el manto diplomático unos acuerdos

en el terreno militar que posibilitarían el rearme e instrucción de los dos

ejércitos a través de la instalación de fábricas e instructores alemanes en el

territorio soviético.

La cobertura diplomática vino con el Tratado de Rapallo, firmado a

las cinco de la tarde del 16 de abril de 1922. Se firmó justo cuando se

estaba celebrando la Conferencia de Génova entre las potencias

occidentales y la Rusia soviética. Fue precisamente el miedo de la

burguesía alemana a quedarse aislada, cosa que hubiera ocurrido si

Inglaterra y Francia llegaran a un pacto con el gobierno soviético, lo que

aceleró la decisión alemana de rubricar el pragmático Tratado de Rapallo.

11. Arte y revolución

En octubre de 1920 la “Organización de la Cultura Proletaria”

(Proletkult) celebró su primer congreso general en Moscú. Un discurso

congresual de Lunacharski, en calidad de comisario de educación, que no

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se ceñía a lo acordado previamente con Lenin llevó a este a redactar el día

8 un breve “proyecto de resolución” para el propio congreso. Al recordar

que el fin último de la dictadura del proletariado es “el derrocamiento de la

burguesía, la supresión de las clases y la abolición de toda explotación del

hombre por el hombre” (V.57, p.498), ponía en su dinámica política lógica

que la cultura del Estado socialista se fundamenta en la asimilación,

reelaboración y superación de toda la pretérita Historia de la cultura

humana por lo que es “inexacta teóricamente y perjudicial en la práctica,

toda tentativa de inventar una cultura especial propia” (V.57,p.499), es

decir, una “cultura proletaria”, como venían a proponer Lunacharski y

Bujarin, entre otros.

La idea que encerraba el concepto “cultura proletaria” hacía furor

entre algunos intelectuales revolucionarios patrocinados por los propios

Lunacharski, comisario de educación, y Bujarin, director de Pravda. Lenin

con esta intervención congresual salía al paso de este posicionamiento

político. No obstante, fue Trotski quien explicitó por extenso la posición

marxista en este terreno. Lo hizo en una serie de artículos y, sobremanera, a

través de su texto intitulado “Literatura y revolución”, que elaboró en el

periodo 1922-23 y prologó el 29 de julio de 1924.

Trotski, como Lenin, parte de la evidencia argumental de que al ser el

objeto último de la revolución proletaria la abolición de las clases sociales

la cultura no será clasista sino del conjunto de la sociedad. Claro que una

lógica histórica mecanicista llevaría a pensar que como cada clase

dominante en la Historia creó su propia cultura el proletariado también

tendría que crear la suya. Mas, este es un argumento viciado de partida

porque ninguna clase anterior al proletariado tenía un proyecto

emancipador para el conjunto de la humanidad. Como recalcaba Trotski,

“el proletariado ha tomado el poder precisamente para terminar de una vez

por todas con la cultura de clase y para abrir la vía a una cultura humana”

(V.106, p.146). Pero, “¿quiere esto decir que el Partido (…) adopta una

posición ecléctica ante el tema del arte? (…). El marxismo ofrece diversas

posibilidades: evaluar el desarrollo del arte nuevo, seguir todas las

variaciones, alentar las corrientes progresistas por medio de la crítica;

apenas si se le puede pedir más. El arte debe labrarse su propia ruta por sí

mismo. Sus métodos no son los del marxismo. Si el Partido dirige al

proletariado, no dirige los procesos históricos. Sí, hay dominios en que

dirige directa, imperiosamente. Hay otros en que controla y alienta, algunos

en que se limita a alentar, otros incluso en que no hace más que orientar. El

arte no es un dominio en que el Partido esté llamado a dirigir. Protege,

estimula, sólo indirectamente dirige. Concede su confianza a los grupos

que aspiran con sinceridad a acercarse a la revolución y alienta de este

modo su producción artística. No puede situarse en las posiciones de un

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círculo literario. Ni puede ni debe” (V.106, p.173). Por lo tanto, “durante el

periodo de transición, nuestra política artística puede y debe consistir en

ayudar a los diferentes grupos y escuelas artísticas salidos de la revolución

a captar correctamente el sentido histórico de la época y una vez haberles

colocado ante el siguiente criterio categórico, “por la revolución o contra la

revolución”, concederles una total libertad de autodeterminación en el

terreno del arte” (V.106, p.11). Trotski insiste en que “el arte nuevo (…)

sólo podrá ser creado por aquellos que se identifiquen con su época”. Por lo

tanto, “carece de todo fundamento oponer la cultura burguesa y el arte

burgués a la cultura proletaria y al arte proletario. De hecho, estos últimos

no existirán jamás porque el régimen proletario es temporal y transitorio.

La significación histórica y la grandeza moral de la revolución proletaria

residen precisamente en que ésta sienta las bases de una cultura que no será

ya una cultura de clase, sino la primera cultura auténticamente humana”

(V.106, pp.10-11)

La conclusión de Trotski salta a la vista, es nocivo que el Partido

dicte sentencias sobre el arte como pretenden desde Proletkult. A

posteriori, el stalinismo no sólo impondrá las directrices en el arte sino

también en la ciencia, tanto en la histórica como en la experimental.

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II. LA REVOLUCIÓN TRAICIONADA

12. La naciente burocracia

En 1922 se dio una cosecha tan buena que alcanzo las tres cuartas

partes de la producción de antes de la guerra. Mientras sucedía esto en la

agricultura la industria apenas llegó a ¼ de la producción de anteguerra. No

obstante, en la industria hay que hacer una diferencia básica entre la

pesada, que estaba prácticamente en ruínas, y la de consumo, que fue donde

se dio esta modesta recuperación.

Se estaba asistiendo a los primeros compases de la NEP. La buena

cosecha benefició al campesinado. Pero el campesinado no era socialmente

homogéneo ya que la revolución no había podido traer el socialismo al

campo sino sencillamente la revolución democrática, es decir, el reparto de

la tierra de los terratenientes y de la Iglesia ortodoxa entre los campesinos

pero no la igualdad social entre ellos. Así, en la Rusia soviética había

pequeños, medianos y más que medianos propietarios, además de unas

pocas granjas del Estado. Entre los más que medianos y medianos al tener

mayor capacidad productiva por poseer más tierras y más aperos, fueron

naciendo campesinos ricos. No sólo producían más, sino que pudieron ir

contratando a otros labriegos para jornadas a tiempo parcial o total y

adquiriendo tierras. Estos campesinos ricos, los “kulaks”, terminaron por

poseer el 10 por 100 de los más de veinte millones de granjas y pasar a ser

el único sector del campesinado que obtenía excedentes agrícolas que el

Estado necesitaba imperiosamente para alimentar a las ciudades, para la

exportación y para las inversiones en la industria.

Mientras se desarrollaba esta dinámica en el campo, las ciudades

habían recuperado algo de su antiguo peso demográfico y en ellas se le

daba una importancia capital a que la industria trabajase para el “mercado”.

Esta reorientación que introdujo la NEP al finiquitar el “comunismo de

guerra” trajo procederes capitalistas en las empresas. Estas laboraban para

el mercado, tenían un responsable único por unidad de producción y los

“gerentes rojos”, de extracción social pequeño-burguesa, querían imponer,

con osadía neocapitalista, el número de trabajadores y el ritmo de trabajo

en las fábricas. Otra consecuéncia de la NEP fue el nacimiento de una

clase de intermediarios, “nepistas”, que se encargaban de gran parte de la

distribución con lo que encarecían los precios de las mercancías y

empezaban a pesar social y politicamente.

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Todo esto ocurría en una sociedad que tenía una superestructura

teóricamente socialista. Pero para que el Estado sea de verdad socialista la

clase trabajadora tiene que ser la clase dirigente, ser propietaria real de la

economía, de la política y de la cultura. Y lo cierto era que el proletariado

soviético además de estar inmerso en una formación social

mayoritariamente campesina, estaba muy fragmentado porque a su

descenso numérico por culpa del cierre de las fábricas había que añadirle

los incontables cuadros que murieran en la Guerra Civil y muchos otros

que fueran a ocupar puestos políticos y administrativos en el Partido y en el

Estado. Por si todo esto no fuera ya suficiente obstáculo para la cohesión de

la clase trabajadora, la coyuntura nepista trajo también el desempleo en las

filas de los obreros industriales, 381 mil obreros fabriles desempleados

daban las inexactas estadísticas al 1 de julio de 1923. Ni que decir tiene que

por culpa de aquella destructiva coyuntura los conocimientos culturales del

proletariado soviético eran muy bajos. Así, la clase trabajadora por falta de

peso numérico, por carencia de cuadros políticos y por debilidad cultural

no podía ser empiricamente la clase dirigente del Estado soviético.

Quedaba el Partido Bolchevique que, teoricamente, representaba al

proletariado y al campesinado pobre. Mas el PB estaba sufriendo la

penetración no sólo de arribistas sino de miembros de los sectores sociales

que nacieran y crecían al calor de la NEP ya que el Partido Comunista

Ruso (bolchevique) era el único partido de la realidad política soviética.

Estaba la “vieja guardia”, los revolucionários que dedicados en cuerpo y

alma a la revolución, y guiados por Lenin y Trotski, llevaran a la clase

trabajadora a la conquista del poder. Pero la “vieja guardia” tampoco era

politicamente homogénea. Hagamos notar, para que esto salte a la vista,

que de la “troika” dirigente que formarán Zinóviev, Kámenev y Stalin a

raíz de la muerte de Lenin, los dos primeros se opusieron a la Insurrección

de Octubre y el tercero no jugó ningún papel rector en ella. Asi, Lenin y

Trotski lideraban sólo al sector de la “vieja guardia” que realmente eran los

representantes conscientes de los intereses estratégicos del proletariado, los

que tenían la certeza de que la NEP era un paso atrás que si bien fuera

coyunturalmente necesario de manterse indefinidamente llevaría a la

restauración del capitalismo. ¿Qué hacer?

Trotski empezó a insistir en la necesidad de la planificación de la

economía como salida a la coyuntura nepista proponiendo que se dotara de

auténticas competencias a la Comisión Estatal de Planificación, el

Gosplan. Así, el 3 de mayo de 1921 le escribía a Lenin: “Lamentablemente,

nuestro trabajo sigue efectuándose sin planificación y sin ninguna

comprensión de la necesidad de un plan. La Comisión Estatal de

Planificación representa una negación más o menos planificada de la

necesidad de formular un plan económico práctico y realista para el futuro

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inmediato” (V.24, pp.51-52). Su propuesta no tuvo éxito ni ante el

Politburó ni ante el propio Lenin que en aquel momento estimaba que era

suficiente con el plan de electrificar todo el territorio soviético y que

presentó bajo el eslogan “Soviets más electrificación es igual a socialismo”.

Posteriormente, en diciembre de 1922, Lenin empezará a tomar en

consideración la idea de dotar al Gosplán de poder legislador. Así, dirá:

“Esta idea la sugirió el camarada Trotski, me parece, hace ya tiempo. Yo

me manifesté en contra (…). Pero un examen atento del problema me lleva

a la conclusión de que, en el fondo, aquí hay una idea sana” (V. 57, p. 768).

Pero Trotski no solo insistía en la necesidad de la planificación de la

economía sino que empezaba a argumentar que esta en la Rusia soviética se

tenía que hacer a través de la “acumulación primitiva socialista”, es decir,

creando capital para poder invertirlo en la industria a expensas de los

jornales de los obreros y de los excedentes campesinos. En el Congreso de

la Komsomol (Unión de la Juventud Comunista ) celebrado en octubre de

1922 Trotski argumentó la necesidad de la acumulación primitiva socialista

en la ruinosa realidad material soviética: “Nos hemos hecho cargo de un

país arruinado. El proletariado, la clase gobernante en nuestro Estado, está

obligada a emprender una fase que puede describirse como la de

acumulación primitiva socialista. No podemos contentarnos con utilizar

nuestros establecimientos industriales de antes de 1914. Éstos han sido

destruidos y deben reconstruirse paso a paso por medio de un esfuerzo

colosal de nuestra fuerza de trabajo (…) [la clase obrera] puede acercarse al

socialismo sólo mediante los mayores sacrificios, agotando toda su fuerza y

entregando su sangre y sus nervios” (V.24, p.54). Trotski se expresaba con

esta crudeza porque daba por sentado que el proletariado soviético debía

convertirse en “la clase gobernante” del Estado y de aquí que le pareciese

lógico que esta clase no regatease esfuerzos, por muy titánicos que fuesen,

para construir su propio Estado.

Sin industria pesada y sin proletariado no podía haber socialismo. La

industria pesada sería la base económica, el proletariado la base social. Sin

planificar a marchas forzadas para crear la base económica y social

socialista no podía darse el Estado proletario. Pero esto a comienzos de la

coyuntura nepista debía sonar a teoría abstracta porque la NEP trajera un

respiro en las miserables condiciones materiales de existencia. Así, cuando

se reunió el XIIº Congreso del PB (Abril,1923), sin la asistencia del

gravemente enfermo Lenin, no se tomó la decisión de cambiar de rumbo a

pesar de que la exposición de Trotski sobre la “crisis de las tijeras”, es

decir, la diferencia creciente entre los altos precios de los productos

industriales y los bajos precios agrícolas, ponía en solfa la idea de construir

el Estado proletario a través de la NEP, “a paso de tortuga”, como le

gustaba decir a Bujarin. Sólo el poder creciente de los kulaks y de los

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nepistas en la sociedad soviética hará variar a posteriori la nao, mas en una

coyuntura política en el interior del Partido donde el poder de la burocracia

ya será dominante.

El Xº Congreso del PB había intentado disciplinar al conjunto de la

militancia en un tiempo de crisis profunda. Pero lo que militantes como

Lenin y Trotski consideraban como una retirada momentánea, meramente

coyuntural, la burocracia naciente en el Partido lo va a entender como el

pistoletazo de salida para el mando y ordeno. La coyuntura nepista trae el

incremento del aparato del PB. Hay que controlar una realidad

neocapitalista con sólo un partido político. Un partido que se tiene que

ocupar del Estado y que representa en la práctica a todos los sectores

sociales soviéticos. Pero viejos bolcheviques conscientes de la nueva

situación protestan contra el auge del aparato, contra la designación a dedo

de los cargos. Así, los revolucionários bolcheviques son conscientes del

peligro de deformación que corre el PB. Para luchar contra esto van a

efectuar una purga política y a potenciar el “Rabkrin”.

La primera purga política tuvo lugar en el año 1921. El PB creó unos

tribunales internos que examinaron los antecedentes y el comportamiento

de los miembros del PB. Estos tribunales eran abiertos, con luz y

taquígrafos. A través de ellos se decidió que entre 150 ó 200 mil miembros

del Partido, un tercio de su militancia, eran indignos de pertenecer al PB

por corruptos, arribistas o, simplemente, por carencia de conciencia política

revolucionaria. La sanción era la expulsión del Partido, lo que conllevaba,

en la mayoría de los casos, que los expulsados no pudiesen ocupar puestos

relevantes en la superestructura soviética.

El objeto de esta purga era exclusivamente conservar puro el

Partido para manter la perspectiva revolucionaria. No obstante, ocurrió con

esta medida lo mismo, mutatis mutandis, que pasó con la prohibición de

formar fracciones que dictó el Xº Congreso del Partido Bolchevique, que

con el tiempo se convirtió en una herramienta en las manos de la burocracia

para eliminar estatutariamente del PB a los portadores de la línea

bolchevique. La Rusia soviética sufría una y otra vez las deformaciones

propias de una revolución aislada.

Otra herramienta creada para luchar contra la degeneración

burocrática en el seno del Partido y del Estado había sido el Rabkrin

(Comisariado del Pueblo para la Inspección por Obreros y Campesinos ).

En él depositara Lenin mucha confianza. Fuera creado en el 1920, y desde

entonces a mayo de 1922 había estado presidido por Stalin. Ya en el mismo

año de 1920 Trotski atacara al Rabkrin argumentando que lejos de motivar

el funcionamento de los aparatos del Estado lo que hacía era entorpecerlos

por sus ineficaces métodos de inspección. En un primer momento Lenin

defendió al Rabkrin. Pero en febrero de 1923 escribe un artículo, que verá

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la luz en la Pravda del día 4 de marzo, intitulado “Más vale poco y bueno”.

En este texto ataca frontalmente el funcionamiento del Rabkrin y, por lo

tanto, a sus responsables pretéritos y presentes.

Lenin en este artículo afirma que “nuestro aparato se encuentra en

un estado tan lamentable, por no decir detestable” (V.57, p.801), que

requiere una reflexión profunda para crear un instrumento que luche contra

la deformación burocrática en el Estado y en el Partido ya que “en nuestro

país suele haber burocracia no sólo en las instituciones de los Soviets, sino

también en las del Partido” (V.57, p.808). El instrumento para combatir la

burocracia no puede ser el Rabkrin porque, dice Lenin, hablando “con

franqueza, el Comisariado del Pueblo de la Inspección Obrera y Campesina

no goza actualmente ni de la más ligera sombra de prestigio” (V.57, p.804).

Tenía que ser un nuevo Rabkrin que liderado por obreros conscientes y

funcionarios cultos pueda combatir el burocratismo ya que “sólo depurando

al máximo nuestro aparato, reduciendo al máximo todo lo que no sea

absolutamente indispensable en él, nos mantendremos con seguridad

[política]”. (V.57, p.814). Y remata diciendo que si se consigue la

depuración, “estaremos en condiciones de mantenernos no al nivel de un

país de pequeños campesinos, no al nivel de esta estrechez generalizada,

sino a un nivel que se eleva y avanza continua e ininterrumpidamente hacia

la gran industria mecanizada. He aquí las elevadas tareas con que yo sueño

para nuestra Inspección Obrera y Campesina” (V.57, p.814).

Como siempre, Lenin proponía transitar nuevos caminos y esto no lo

asimilaban algunos “dirigentes” soviéticos, además de no encajar nada bien

las críticas. Es muy importante señalar, para comprender el auge que se

estaba dando de estructura y mentalidad burocráticas, que antes de

publicarse el artículo en Pravda este fue debatido en el Politburó. El

Politburó estaba compuesto de aquellas por el propio Lenin, que no acudía

ya a las juntas por estar enfermo, Trotski, Stalin, Zinóviev, Kámenev,

Bujarin y Tómski. Excepto Trotski, todos estaban en contra de la

publicación del artículo de Lenin. Mas como Lenin insistía por su

publicación a través de Krúspkaia, un miembro de la Secretaría General del

PB, Kuibishev, propuso imprimir ¡un número falso de Pravda para

mostrárselo a Lenin! No obstante, esto por entonces todavía resultaba

escandaloso, mas la sola idea de censurar maquiavelicamente al propio

Lenin ya indica el nivel burocrático que se estaba gestando en la cúspide

del PB. Kámenev se puso de parte de Trotski y el Politburó tuvo que

publicar el artículo de Lenin, eso sí, poniéndole fecha del 2 de marzo para

no tener que dar explicaciones de las causas que llevaran a demorar su

publicación.

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13. Lenin, la última batalla

Los años 1922-23 van a ser cruciales para el futuro de la Rusia

soviética por la merma de la capacidad política de Lenin, como producto de

su incurable enfermedad, y al fracaso de la revolución en la Alemania de

Weimar. Ambas cosas posibilitarán el proceso de derechización y

burocratización del Partido Bolchevique, al que se opondrán Trotski y una

nueva Oposición nacida alrededor del “Programa de los 46”.

A mediados del año 1922 Lenin estaba irremediablemente enfermo.

Si ya en el año 1921 se había visto forzado a reducir su larga jornada de

trabajo y a tomar un descanso en Gorki, el 25 de mayo de 1922 sufría un

ataque de apoplejía que le paralizaba toda la parte derecha de su cuerpo.

Consciente del poco tiempo que le restaba, se apresuró a dar sus últimas

batallas políticas, en las que Trotski será su aliado natural.

Lenin comenzó a dictarle a sus secretarias una serie de notas el 23 de

diciembre de 1922, que la posterioridad las reconocerá como el

“Testamento”. Su retirada forzosa del timón del PB y del Gobierno

Soviético trajo el nacimiento de la troika formada por Zinóviev, Kámenev

y Stalin. Los tres, miembros del Politburó, hacían juntas fraccionales donde

decidían su postura común antes de las reuniones del Politburó, órgano

político máximo del PB.

La natural alianza política entre Lenin y Trotski ya se pusiera de

manifiesto en la cuestión del monopolio del comercio exterior. En una

ocasión el Comité Central decidió, en ausencia de Lenin y Trotski, debilitar

el control sobre las transacciones comerciales con el exterior. Lenin

enseguida reaccionó y en una carta a Trotski, fechada el 13 de diciembre

de 1922, le pidió ayuda política en estos términos: “Le suplico

encarecidamente que se encargue de defender en la próxima sesión plenaria

[del CC] nuestra opinión común sobre la imperiosa necesidad de mantener

y reforzar el monopolio del comercio exterior” (V.24, p.73). Trotski

defendió esta posición común con total éxito ante el Comité Central lo que

le supuso la entusiástica felicitación política de Lenin: “Camarada Trotski:

Por lo visto, hemos conseguido tomar la posición sin disparar un solo tiro,

por medio de una simple maniobra. Mi parecer es que no debemos

detenernos aquí, sino seguir atacando” (V.101, p.504).

En la cuestión nacional también coincidían plenamente Lenin y

Trotski, tanto es así que Trotski en su “Historia de la Revolución Rusa”

sentenciará: “la política nacional de Lenin entrará para siempre en el

patrimonio de la humanidad” (V.108, p.285). Pues bien, en diciembre de

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1922 el Congreso de los Soviets aprobó la creación de la “Unión de las

Repúblicas Socialistas Soviéticas”. Sin embargo, Lenin no las tenía todas

consigo. Le habían llegado noticias del proceder chauvinista ruso de Stalin

–a pesar de ser el georgiano- y de su aliado político Ordyonikidze con los

camaradas gergianos. Estos, ante las actuaciones chauvinistas que venían

de Moscú con el objetivo de someter a Georgia a la Federación Rusa a

través de la Unión, acusaron a Ordyonikidze de “emisário imperial”. La

tensión entre los dirigentes comunistas georgianos y los enviados de Stalin

fue tal que Ordyonikidze le dio una bofetada a un comunista georgiano.

Ecos de este enfrentamiento le llegaron al enfermo Lenin. Una comisión

investigadora, presidida por Dzeryinski, partió para Tiflis. A la vuelta a

Moscú Dzeryinski tuvo una conversación con Lenin. El 30 de diciembre de

1922 Lenin le dictaba a la secretaria María Volódicheva el texto “Acerca

del Problema de las Nacionalidades o sobre la <Autonomización>” que

dice, entre otras importantes cosas: “Me parece que he incurrido en una

grave culpa ante los obreros de Rusia por no haber intervenido con la

suficiente energía y dureza en el decantado problema de la autonomización

(…). He podido conversar con el camarada Dzeryinski (...). Lo que me ha

dicho el camarada Dzeryinski, que presidía la comisión enviada por el CC

para “investigar” lo relativo al incidente de Georgia, no ha podido dejarme

más que con los temores más grandes (...). Se dice que era necesaria la

unidad del aparato ¿De dónde han partido estas afirmaciones? ¿No será de

ese mismo aparato ruso que (…) hemos tomado del zarismo, habiéndonos

limitado a ungirlo ligeramente con el óleo soviético? (…). Nosotros

llamamos nuestro a un aparato que en realidad nos es aún ajeno por

completo y constituye una mezcla burguesa y zarista (…). En estas

condiciones es muy natural que la “libertad de separarse de la unión”, con

la que nosotros nos justificamos, sea un papel mojado incapaz de defender

a los no rusos de la invasión del ruso genuino, chovinista, en el fondo un

hombre miserable y dado a la violencia como es el típico burócrata ruso

(...). Yo creo que en este asunto han ejercido una influencia fatal las prisas

y los afanes administrativos de Stalin (...). Se plantea ya un importante

problema de principio: cómo comprender el internacionalismo” (V.57,

pp.773-775). Lenin volvió a la carga al día seguinte, 31 de diciembre,

insistiendo: “Es necesario distinguir entre el nacionalismo de la nación

opresora y el nacionalismo de la nación oprimida, entre el nacionalismo de

la nación grande y el nacionalismo de la nación pequeña (...). El

internacionalismo de la nación opresora (...) no debe reducirse a observar la

igualdad formal de las naciones, sino también a observar una desigualdad

que de parte de la nación opresora, de la nación grande, compense la

desigualdad que prácticamente se produce en la vida. Quien no haya

comprendido esto no ha comprendido la posición verdaderamente

proletaria frente al problema nacional” (V.57, pp.775-776). Ante la

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imposibilidad física de poder defender su propia postura en los órganos del

Partido, Lenin le envía una nota a Trotski, con fecha 5 de marzo de 1923,

en la que, después de advertir que es rigurosamente secreta, dice:

“Estimado camarada Trotski: Querría rogarle a usted muy encarecidamente

que se encargase de defender en el Comité Central del partido la causa de

Georgia. El asunto está encomendado de momento a los cuidados de Stalin

y Dzeryinski, de cuya imparcialidad no puedo fiarme. Antes al contrario.

Si usted quisiera hacerse cargo de la defensa, me quedaría tranquilo”

(V.101, p.506).

Pero el pensar de Lenin iba al epicentro del problema político: a la

dirección del PB. Tal es así que su “Testamento” comenzado el 23 de

diciembre de 1922 empieza precisamente por el CC, proponiendo su

ampliación, y sigue el día 24 caracterizando a los más significativos

dirigentes del CC y, en lo tocante a Stalin y Trotski, los “dos destacados

jefes del CC actual”, dice: “ El camarada Stalin, llegado a Secretario

General, ha concentrado en sus manos un poder inmenso, y no estoy seguro

que siempre sepa utilizarlo con la suficiente prudencia (…). Por otra parte,

el camarada Trotski (…) no se distingue únicamente por su gran capacidad.

Personalmente, quizá sea el hombre más capaz del actual CC, pero está

demasiado ensoberbecido y demasiado atraído por el aspecto puramente

administrativo de los asuntos” (V.57, p.764). Mas Lenin le sigue a dar

vueltas al asunto y unos días después, el 4 de enero de 1923, insiste,

centrándose en la figura de Stalin, de la siguiente manera: “Stalin es

demasiado brusco, y este defecto (…) se hace intolerable en el cargo de

Secretario General. Por eso propongo a los camaradas que piensen la forma

de pasar a Stalin a otro puesto y de nombrar para este cargo a otro hombre

que se diferencie del camarada Stalin en todos los demás aspectos sólo por

una ventaja, a saber: que sea más tolerante, más leal, más correcto y más

atento con los camaradas” (V.57, p.765). Esta era una bomba política

contra Stalin, y así la tomó el georgiano que al conocer las notas a través de

las dos secretarias de Lenin, Lidia Fótieva y María Volódicheva, a su vez

pasmadas de espanto político, quedó petrificado. Sin embargo, la diosa

Fortuna vino a sonreír al georgiano ya que Lenin empeoraba por momentos

por lo que estaba claro que no iba a poder acudir al XIIº Congreso del PB y

Trotski, desoyendo pretéritas recomendaciones de Lenin, no atacará ni a

Stalin ni a su política. Que el “Testamento” lo redactó Lenin en un estado

de plena lucidez lo demuestra la anticipación que hace de la lucha que se

dará en el PB entre Stalin y Trotski, por lo que había que “prevenir la

escisión” (V.57, p.765). En este momento no se le pasaba a nadie por la

cabeza que Stalin pudiera sustituir a Lenin, sólo Lenin previó esa

posibilidad: “lo que he escrito antes acerca de las relaciones entre Stalin y

Trotski, no es una pequeñez, o se trata de una pequeñez que puede adquirir

importancia decisiva” (V.57, p.765). Así fue. Podemos considerar que a

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estas alturas Lenin ya se había decantado claramente por Trotski. Los

datos son obvios: mientras que pidiera en varias ocasiones que Trotski

fuese nombrado vicepresidente del gobierno soviético, que defendiera en

nombre de los dos en el CC el monopólio del comercio exterior asi como la

cuestión georgiana, ahora pide la destitución de Stalin. Su proceder

evolutivo está claro. Stalin estaba políticamente acabado para Lenin, y este

seguía siendo el líder indiscutible del Partido. De haber vivido más Lenin la

muerte política de Stalin estaba cantada.

El XIIº congreso del PB dio comienzo a mediados de abril de 1923.

Previamente Trotski le hiciera saber a Stalin, a través de Kámenev, que él

no quería que rodasen cabezas y que sólo deseaba una colaboración

honrada entre camaradas. De esta forma, Trotski no hizo uso de la

información que tenía durante el Congreso. Al revés, se mostró distante

ante las críticas que se lanzaron contra la troika, que aquí se hizo oficial, y

se limitó a hablar sobre la planificación económica. Y aún por encima, no

sólo no atacó la burocratización galopante sino que se mostró solidario con

las llamadas que la troika hizo para extremar la disciplina. Trotski no supo

prever la futura lucha en el seno del PB. En lo tocante al partido seguía

siendo un “conciliador”, como en los tiempos en que el POSDR estaba

dividido entre bolcheviques y mencheviques y él se situaba por encima de

las dos fracciones. Su indecisión le impidió presentar su candidatura a líder

del Partido, que en rigor histórico le pertenecía. ¿No se percató que aquí la

lucha entre personas era una lucha entre programas? Es difícil pensar esto.

Seguramente tenía la esperanza de que Lenin se recuperara y tuvo pudor a

presentarse como lo que era, el continuador de la obra de Lenin. Este error

táctico lo pagará caro Trotski y lo que él representa, la revolución. El

Congreso volvió a elegir a Stalin como Secretario General. La nueva

Comisión Central de Control estaría presidida por Kuibishev, aquel que

muy poco tiempo atrás propusiera mostrarle a Lenin un ejemplar de Pravda

falso para acallar sus críticas.

14. Alemania, la revolución fracasada

Si la irreversible enfermedad de Lenin había posibilitado la subida

política pública al poder de la troika, la coyuntura política europea la

consolidará. Al batacazo que sufrieron los comunistas búlgaros en su

propio país se vino a sumar el fracaso de la revolución en Alemania, país

que por su desarrollo científico-técnico y por su enorme masa proletaria su

proceder era determinante para el triunfo de la revolución o de la

contrarrevolución en Europa.

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La Alemania de Weimar está convulsionada por la crisis económica.

La megainflación nos informa vivamente, si una libra esterlina se cotizaba

a 50 mil marcos en el mes de enero del año 1923, en agosto se cotizará a

más de 5 millones. El Estado no tiene fondos, la pequeña-burguesía se

hunde, el nivel de subsistencia de la clase trabajadora baja cada día y el

campesinado almacena vituallas. Debido a la catastrófica realidad

económica la agitación social es continua. La enorme convulsión social

pone a la revolución en el orden del día. Manifestaciones constantes,

huelgas continuas. En el seno de la clase operaria se organizan grupos

armados, las “centurias proletarias”. En los laenders de Sajonia y Turingia

socialdemócratas de izquierda y comunistas forman gobierno. ¿Puede

triunfar la revolución? Puede, en este momento en Alemania hay un

poderoso Partido Comunista (KPD), con más de 200 mil militantes y muy

influyente en la vida social. Además, está asistido por la Internacional

Comunista. Pero los dirigentes del KPD no se sienten politicamente

autosuficientes. Así, su secretario general, Heinrich Brandler, viaja a

Moscú para pedir intrucciones y solicitar que Trotski se traslade a

Alemania para dirigir la insurrección. La troika no lo permite, sólo faltaba

que Trotski volviese como líder victorioso de la revolución alemana. Se

Comisiona a Rádek y Piatakov. Se formula un plan de actuación para

efectuar la insurrección, pero ni los comisionados por la troika ni el mismo

Brandler acreditan en el triunfo. A última hora, el 21 de octubre,

suspenden la insurrección, pero esta se da aisladamente en Hamburgo lo

que posibilita que el gobierno berlinés envie tropas y la aplaste después de

varios días de combate. El desánimo cunde. Otra oportunidad perdida. La

Rusia soviética sigue aislada. En la Alemania de 1923 se vio, en palabras

de Trotski, “una demostración clásica de la manera cómo puede

desaprovecharse una situación revolucionaria excepcional y de importancia

histórica mundial” (V.109, p.16).

15. La troika, una dirección fraccional

La enfermedad sin retorno de Lenin dio impulso a la troika formada

por Stalin, Zinóviev y Kámenev, que junto con Trotski, Bujarin, Tomski y

el ausente Lenin formaban el Politburó del Partido Bolchevique.

Como el triunvirato hacía juntas fraccionales, es decir, se reunía para

decidir a priori, era sencillo que obtuviera la mayoría ya que los otros no

formaban un bloque. De esta manera el proceder de la troika viciaba los

debates. Y todo esto acaecía en una durísima realidad económica que

generaba movilizaciones de la clase obrera y dialéctico malestar en la

militancia histórica del PB.

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Para combatir las fisuras políticas en el PB nacidas de la prosaica

realidad, la troika propuso la directa represión de los militantes díscolos,

algunos de los cuales calificaban a la NEP como la “Nueva Explotación

del Proletariado”, entre ellos la fracción “Grupo Obrero” encabezada por

los trabajadores Miasnikov, Kuznetsov y Moiseiev, todos ellos miembros

del Partido desde 1905. Otra fracción semejante era “Verdad Obrera”. A su

represión se dedicó Dzeryinski, que era el jefe de la Cheka (GPU) desde su

fundación. En sus indagaciones se encontró con que muchos militantes los

consideraban buenos camaradas por lo que no se prestaban a declarar en

contra de ellos. Ante esta hecho Dzeryinski recurrió al Politburó exigiendo

que todo militante del PB tenía la obligación de denunciar a la GPU a los

díscolos.

Trotski reaccionó de inmediato. Una cosa era utilizar a la policía

política contra los enemigos de la revolución y otra muy diferente era

utilizarla para acallar las críticas en el seno del PB, algo que no tenía

precedentes en la historia del Partido. Así las cosas, Trotski escribió una

carta al CC el 8 de octubre de 1923, que, entre otros decires, aseveraba: “El

régimen actual (…) dista mucho más de cualquier democracia obrera que el

régimen del período más riguroso del comunismo de guerra” (V.24, p.111).

Es más, se diera “un extraordinario deterioro de la situación en el seno del

partido después del XII Congreso” ya que “la burocratización del aparato

del partido se ha desarrollado en unas proporciones inauditas merced a la

utilización del método de selección que lleva a cabo el secretariado” (V.8,

p.242).

Como si esta carta fuese un toque a rebato, al cabo de una semana,

concretamente el día 15, cuarenta y seis membros eminentes del PB le

envían una carta al Politburó. Esta carta, conocida en la historiografía como

“El programa de los 46”, comenzaba así: “ La extrema gravedad de la

situación nos obliga (en interés de nuestro partido, en interés de la clase

trabajadora) a manifestar con entera claridad que continuar con la política

que sigue la mayoría del Politburó amenaza con acarrear a todo el partido

lamentables reveses” (V.17, p.364). Se hablaba sin tapujos de “la

incapacidad de la jefatura del partido, tanto en el dominio económico como

en el de las relaciones internas del partido” (V.17, p.364). Y advertía, “si en

el futuro inmediato no se cambiara radicalmente esta situación, la crisis

económica de la Rusia soviética y la crisis de la dictadura fraccional dentro

del partido asestará rudos golpes a la dictadura de los trabajadores de Rusia

y al Partido Comunista Ruso” (V.17, p.366).

Los 46 pidieron que el CC pusiera este documento en conocimiento

de toda la militancia tal y como establecía la práctica común en el PB. La

troika rehusó ese pretérito procedimento político. Ahora bien, no se podía

dar un simple carpetazo a la Carta de los 46 porque todos ellos eran

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significados cuadros del PB: Preobrayenski, por ejemplo, era junto con

Bujarin el economista más prestigioso del partido; Antonov-Ovseenko era

el principal comisario político del Ejército Rojo; Iván Smirnov fuera el

vencedor de Kolchak; etcétera.

Los triunviros acusaron a Trotski de ser el instigador de la Carta de

los 46 y de ambicionar el poder. Calificaron las internas y claras

manifestaciones de Trotski y de los 46 como un ejercicio fraccional,

contrario a los acuerdos del Xº Congreso (1921). No obstante, la troika se

vio obligada a manifestarse y el 7 de noviembre, por boca de Zinóviev,

prometió restaurar la democracia en el interior del PB. La discusión se

extendió a Pravda, a células del partido, al CC de la Juventud Comunista y

a células del Ejército Rojo.

El 7 de noviembre Zinóviev abre el debate en Pravda reconociendo

formalmente que “desgraciadamente, la mayoría de las cuestiones

esenciales se arreglan de antemano desde arriba” (V.8, p.244). El día 28

interviene Preobrayenski: “Resulta característico que, en la época en que

estábamos rodeados de frentes, la vida del partido revelase mucha más

vitalidad y la independencia de las organizaciones fuera mucho mayor (…).

[Hoy] resulta que no sólo no hemos avanzado ni un paso respecto al

período del comunismo de guerra sino que, por el contrario, hemos

intensificado el burocratismo, la petrificación y el número de cuestiones

que se deciden a priori desde arriba” (V.8, p.246). El 2 de noviembre Stalin

no tiene mejor argumento que decir: “Es necesario poner límites a la

discusión, impedir que el partido, que constituye una unidad combatiente

del proletariado, se convierta en un club de discusiones” (V.8, p.246). El

día 5 el Politburó, para intentar controlar los ánimos, emite una resolución

en la que cínicamente se asume la necesidad de que “el partido debe

emprender una seria modificación de su política en el sentido de una

aplicación metódica y estricta de la democracia obrera” (V.8, p.247).

El 11 de diciembre Pradva publica el artículo de Trotski “El nuevo

curso. (Carta a una asamblea del partido)”. En él hace una reflexión sobre

la necesidad de la osmosis generacional en el seno del partido, sobre el

imperioso requisito de un régimen sano en el interior del partido y un

alegato sobre la base en que debe asentarse el apasionado y consciente

proceder de los jóvenes comunistas: “La inmensa autoridad del grupo de

veteranos del partido es universalmente reconocida. Pero sería un gran

error el considerarla como absoluta. Sólo por medio de una colaboración

activa y constante con la nueva generación, en el marco de la democracia,

la vieja guardia conservará su carácter de factor revolucionario (…). Es

necesario que el partido propicie nuevamente la iniciativa colectiva, el

derecho de crítica fraternal, que tenga la facultad de organizarse a sí

mismo. Es necesario regenerar y renovar el aparato del partido y hacerle

entender que sólo es el ejecutor de la voluntad colectiva (…). La

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renovación del aparato del partido –en el marco preciso del estatuto- debe

tener como objetivo el remplazo de los burócratas momificados por

elementos vigorosos estrechamente vinculados a la vida de la colectividad.

Y, ante todo, es preciso alejar de los puestos dirigentes a aquellos que, ante

la primera palabra de protesta u objeción, levantan contra los críticos las

amenazas de sanciones (…). Nuestra juventud no debe limitarse a repetir

nuestras fórmulas. Debe conquistarlas, asimilarlas, formarse una opinión,

una fisonomía propias y ser capaz de luchar por sus objetivos con el coraje

que dan una convicción profunda y una total independencia de carácter.

¡Fuera del partido la obediencia pasiva que hace seguir mecánicamente las

huellas de los jefes! ¡Fuera del partido la impersonalidad, el servilismo, el

carrerismo! El bolchevique no es solamente un hombre disciplinado; es un

hombre que, en cada caso y para cada problema, se forja una opinión firme

y la defiende valerosamente no sólo contra sus enemigos sino en el seno de

su propio partido” (V.126, pp.89-91).

Se hacen asambleas del partido en Moscú (11, diciembre) y

Petrogrado (día 15) donde los argumentos de Trotski y de los 46 toman

impulso. Todavía salen artículos en Pravda, pero ya su director es

despedido por escribir el 16 de diciembre que “la calumnia y las

acusaciones infundadas se han convertido en las armas de discusión de

numerosos camaradas” (V.8, p.252). Efectivamente, el día anterior Stalin

había acudado a Trotski de “menchevique infiltrado” (V.8, p.251) en el

partido. Se estaba empezando a utilizar por parte de la troika y sus corifeos

la mentira y el insulto como método político. Lógico ejercicio burocrático

porque los argumentos políticos de los que se oponían al proceder de la

troika ya impactaban en el seno del partido. Una muestra, el 11 de

diciembre se celebró una junta de la organización del partido en Moscú en

la Casa de los Sindicatos. Pues bien, allí sólo Iaroslavski, secretario de la

comisión central de control, habló directamente en contra de Trotski y fue

abucheado por la asemblea comunista. El propio triunviro Kámenev

reconoció que “suena bien decir: <Yo estoy de acuerdo con Trotski>”

(V.17, p.314). Efectivamente, la base del Partido veía a Trotski como el

compañero de Lenin.

El 28 y el 29 de diciembre Pravda publica dos artículos de Trotski

que enfatizaban la línea argumental del “Nuevo Curso”. Advierte que “el

partido vive, de alguna manera, en dos niveles: el nivel superior, donde se

decide, y el nivel inferior, que se limita a tomar conocimiento de las

decisiones” (V.126, p.27). Insiste en la denuncia de que “el burocratismo

del período de guerra no era nada en comparación con el burocratismo

actual, que se desarrolló en tiempo de paz” (V.119, p.29).También

reflexiona sobre las fracciones en el seno del partido. Este no es un

problema mecánico sino nacido de la necesidad de la dictadura del partido

para mantener el Estado soviético. Pero al ser el PB el único partido en él

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se expresan los intereses coyunturalmente contrapuestos de las dos clases

sobre las que se asienta el partido, el campesinado y los obreros. Así,

surgen las contradicciones y, por lo tanto, las fracciones. De esta manera, lo

que se impone es “elaborar la línea que corresponda a la situación real del

momento (…), no basta declarar que los grupos y las fracciones son

perjudiciales para impedir su aparición. Sólo se los prevendrá con una

política justa, adaptada a la situación real” (V.126, p.40). Hay que eliminar

el régimen burocrártico del partido, causa de que las fracciones

coyunturales se enquisten. Pero, advierte, “es indigno de un marxista el

considerar que el burocratismo es sólo el conjunto de los malos hábitos de

los empleados de oficina. El burocratismo es un fenómeno social (…). Sus

causas más profundas son la heterogeneidad de la sociedad, la diferencia de

los intereses cotidianos y fundamentales de los diferentes grupos de la

población. El burocratismo se complica debido a la carencia de cultura de

las masas. Entre nosostros, la causa esencial del burocratismo reside en la

necesidad de crear y sostener un aparato de Estado que una los intereses del

proletariado con los del campesinado en una armonía económica perfecta

de la que estamos aún muy lejos. La necesidad de mantener

permanentemente un ejército es también otra causa importante del

burocratismo (…). El burocratismo en el aparato de Estado y en el partido

es la expresión de las peores tendencias inherentes a nuestra situación, de

los defectos y de las desviaciones de nuestro trabajo que, en ciertas

condiciones sociales, pueden socavar las bases de la revolución” (V.126,

p.53). Señala que “el instrumento histórico más importante para la

realización de todas estas tareas [combatir la contradictoria realidad] es el

partido” (V. 126, p.54), por lo que es absolutamente imprescindible

mantenerlo sano.

El éxito de las tesis de Trotski y de los 46 es tan importante que la

troika echará mano del aparato para decapitar a esta naciente oposición, que

no está organizada como fracción. Se corta el debate en Pravda, se nombra

a eminentes oposicionistas (Ioffe, Rakovski, etc.) como diplomáticos para

alejarlos de la lucha política, se destituye a Antonov-Ovseenko como

comisario político del Ejército Rojo porque las células del ejército votan a

favor de las tesis de la oposición. Asimismo, es destituido en su totalidad el

CC de las juventudes del partido porque estaba a favor de los argumentos

de Trotski y de los 46. Y como colofón, se escoge a dedo a los delegados a

la XIIIª Conferencia del PB para darle la puntilla a la naciente oposición.

La XIIIª Conferencia da comienzo el 16 de enero de 1924. En ella el

triunvirato prepara y hace aprobar una resolución en la que denuncian a

Trotski y a los 46 como una “desviación pequeñoburguesa del leninismo”

(V.24, p.130). Ante este brutal ataque de la troika refrendado por el

aparato del partido algunos oposicionistas, que vieran como en los debates

previos muchos militantes se posicionaban con ellos, se desmoralizan. Es

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más, habrá militantes que incluso lleguen al suicidio, como Lutovinov,

Evguenia Bosch y Glazman, entre otros. Esto nos informa que la

degeneración que se estaba a dar en el partido era literalmente insoportable

para algunos militantes.

16. La muerte de Lenin

Así estaban las cosas en el PB mientras Lenin agonizaba. El 18 de

enero Trotski, que por enfermedad ya no había podido asistir a la

Conferencia, parte por prescripción médica para el Mar Negro en un

intento de reponerse de unas extrañas fiebres que no lo dejan. Al llegar a

Tbilisi el día 21 recibe una contundente noticia: ¡murió Lenin!

Efectivamente, Lenin muriera ese mismo día 21 a las 18,50 en Gorki.

Inmediatamente Trotski se pone al habla con Stalin y le comunica su

intención de regresar ipso facto a Moscú. Stalin le dice que el entierro se

efectuará al día seguinte, el 22, y que por lo tanto no le daría tiempo a

volver. Era una mentira calculada ya que el entierro de Lenin se celebrará

el día 27. La ausencia de Trotski le pareció anormal a propios y ajenos.

En Tbilisi le piden a Trotski que diga unas palabras sobre la muerte

de Lenin. Se pone a escribir aunque se siente incapaz y necesita estar solo.

No obstante, redacta unas líneas en las que su orfandad política queda

diáfanamente reflejada: “Ya no existe Lenin. No tenemos ya a Lenin

(…).Ya no existe Vladímir Ilich. El partido ha quedado huérfano (…)

¿Cómo seguiremos adelante? (…) Camaradas, hermanos, Lenin no está ya

con nosotros ¡Adiós, Ilich! ¡Adiós, jefe nuestro!” (V.78, pp.544-545). Al

poco continuaba viaje a la ciudad de Suchum, en la costa del Mar Negro.

Su sentir, su estado de ánimo, nos lo trasmite a la perfección el propio

Trotski: “En Suchum hube de pasar días y días tendido en el balcón, con la

cara vuelta al mar (…). La constante sensación de la fiebre se mezclaba con

el pensamiento de la muerte de Lenin, que no dejaba de atenazarme ni un

instante” (V. 101, p.535). Estando allí recibe una carta de la camarada y

ahora ya viuda de Lenin, Krupskaia, que dice:

“Querido Lev Davídovich: Le escribo a usted para comunicarle que Vladímir Ilich se puso a leer

su libro apróximadamente un mes antes de morir, y lo dejó en el pasaje en

que traza usted la fisonomía de Marx y de Lenin. Me pidió que volviese a

leerle estas páginas, y, después de escuchar la lectura atentamente, él

mismo quiso tomar en la mano el libro y volverlas a repasar.

Otra cosa quería decirle, y es que las relaciones que unieron a

Vladímir Ilich con usted desde el día en que se presentó en Londres,

viniendo de Siberia, no cambiaron un punto hasta la hora de su muerte.

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Le deseo a usted, Lev Davídovich, fuerzas y salud. Un fuerte abrazo

de N. Krupskaia” (V.101, p.536).

Nos explica el mismo Trotski que el libro al que hace mención

Krupskaia era un pequeño texto donde él trazaba una semblanza de Lenin,

y, en el pasaje citado, una semejanza entre Marx y Lenin. Recordando su

propia comparación, Trotski reafirma su pensar: “Marx y Lenin, dos

figuras tan íntimamente unidas por la historia, y a la par tan diferentes, son

para mí las dos cumbres más altas a que puede llegar el poder espiritual del

hombre” (V.101, p.537).

Mientras, en Moscú se hacían los preparativos para enterrar -nunca

mejor dicho- al indiscutible líder de la revolución. En la víspera del entierro

el Congreso de los Soviets celebró una sesión en memoria de Lenin en la

que hablaron, por este orden, Kalinin, Krupskaia, Zinóviev y Stalin. El

georgiano introdujo una letanía en vez de hacer una reflexión sobre el

camarada fallecido. Así, haciéndose el apocado alumno que aspira a sumo

sacerdote, dijo, al menos por seis veces, “Te juramos, camarada Lenin, que

cumpliremos con honor este mandamiento” (V.17, pp.345-346). Los

“mandamientos” eran, entre otros, “cuidar la unidad de nuestro partido”,

“conservar y fortalecer la dictadura del proletariado” y “robusteceremos y

ampliaremos la unión de los trabajadores de todo el mundo: la

Internacional Comunista” (V.17, pp.345-346). La Historia lo convirtió en

un perjuro.

También se decidió en esta junta cambiar el nombre de Petrogrado

por el de Leningrado, propuesta con la que todo el mundo estuvo de

acuerdo; y conservar el cadáver de Lenin en un mausoleo al lado de las

murrallas del Kremlin, a lo que se opuso tajantemente Krupskaia, oposición

en la que insistió públicamente en una carta en Pravda de 30 de enero, que

reproducimos:

“Tengo que pedirles un gran favor: no permitan que su duelo por

Ilich tome la forma de una reverencia externa por su persona. No le

levanten monumentos conmemorativos, no pongan su nombre a los

palacios, no celebren actos solemnes en su honor, etc; cuando él vivió, todo

esto le tenía sin cuidado y le fastidiaba. Recuerden que en nuestro país hay

todavía mucha pobreza y mucho abandono. Si ustedes desean honrar la

memoria de Vladímir Ilich, construyan jardines de infancia, casas, escuelas,

librerías, centros médicos, hospitales, hogares para los impedidos, etc., y,

sobre todo, pongamos en vigor sus preceptos” (V.17, p.347).

También Trotski, al enterarse de esta decisión, se opondrá

frontalmente: “La actitud respecto a Lenin, que era la que cumplía frente a

un caudillo revolucionario, fue suplantada por el culto rendido al pontífice

máximo de una jerarquía sacerdotal. A pesar de mi protesta, se hubo de

erigir en la Plaza Roja aquel mausoleo indigno y humillante para un

revolucionario” (V.101, p.541).

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El entierro se celebró el domingo 27 de enero de 1924. El ataúd se

trasladó desde la Casa de los Sindicatos, donde fuera visitado por miles de

personas, a la Plaza Roja, depositándolo en un improvisado monumento

que será sustituido por un mausoleo.

17. Individuo e Historia

Si la sola enfermedad de Lenin había posibilitado el funcionamento

de una troika fraccional y el incremento del burocratismo y del centralismo,

su muerte va a ser catastrófica para el desarrollo de la revolución. ¿Por

qué?, Lenin sólo era un hombre. Para contestar adecuadamente se impone

una reflexión sobre el papel del individuo en la Historia. La persona juega

un papel en el proceso histórico, este papel está condicionado por la

realidad histórica pero no determinado. Un líder político es un producto de

la Historia pero también lo es de su propia individualidad. Historia y

Naturaleza se interrelacionan. La coyuntura es el marco histórico concreto

donde el individuo vierte su propia experiencia y actitudes. Si en una

coyuntura dada la victoria o la derrota de una clase social aún no está

decidida por la relación de fuerzas la personalidad juega un papel vital,

trascendente. Así, de haber vivido Lenin unos años más en buenas

condiciones físicas y psíquicas el rumbo de la Historia podría haber

cambiado. ¿Es esto una exageración? Veamos. Por el pasado proceder de

Lenin es lógico colegir que si hubiese estado en plenas facultades en 1924

tendría aconsejado y apoyado en 1923 adecuadamente a la dirección del

KPD para que esta intentase llevar a la victoria a la clase trabajadora

alemana, aún así la conquista del poder no estaba asegurada. Lo que sí

estaba asegurado es que por el liderazgo que Lenin tenía en el Partido,

ganado en el proceso histórico, Stalin habría sido destituido como

secretario general del PB; que los órganos de dirección del PB bajo la

batuta y la experiencia acrecentada de Lenin habrían sido un dique contra el

arribismo, preservando la pureza política del Partido, y contra los

privilegios, ya que mantendría la escala de salários de los funcionarios sin

despegarse de la de los obreros. El PB hubiera dinamizado su propia

dirección, con lo cual Lenin habría tenido sucesores políticos naturales. El

PB se hubiera dedicado a potenciar el proceder revolucionario de la

Internacional Comunista, lo que hubiese llevado a los Pecés a tener más

influencia en la clase trabajadora de sus respectivos países. El PB hubiese

apoyado todo proceso revolucionário externo (piénsese en la revolución

española, lo que tendría acontecido si la Unión Soviética hubiera mandado

apoyo militar masivo y cuadros revolucionarios), que de triunfar supondría

el fin del aislamiento de la URSS, nuevo impulso político para la clase

trabajadora soviética y, de darse en un país occidental, apoyo técnico para

ayudar y proseguir con una mejor base tecnológica la industrialización y la

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colectivización, que aún sin apoyo exterior se habrían hecho pero contando

con la participación política de la clase trabajadora y sin violencias

extremas en el campo. Todo esto hubiera supuesto el debilitamiento, la

muerte política, de la casta burocrática porque su consolidación se

asentaba en el aislamiento político y en la miseria material que trajeran la

Primera Guerra Mundíal, la Guerra Civil y el cordón sanitario de los

gobiernos “democráticos”. En aquella coyuntura, en la que se decidía el

avance o la distorsión de la revolución, la muerte de Lenin fue una

casualidad causal. Esto no es hacer ucronía, es hacer una reflexión sobre la

capital importancia de una personalidad dada en un momento concreto del

proceso histórico. El caminar de la Historia procede del hilo causal, y la

personalidad forma parte de él. Trotski hizo, en su autobiografía, la

siguiente reflexión: “¿Le hubiera sido dado a Lenin llevar a cabo la

renovación de personas que se proponía dentro del partido? En aquellos

momentos, indudablemente” (V.101, p.504). Bien, prosigamos con el relato

histórico.

18. Un camino diferente

Ríkov sustituyó a Lenin como Presidente del Consejo de Comisarios

del Pueblo, pero no era aquí desde donde se iba a decidir la marcha de la

Rusia de los Soviets. A los pocos días de enterrar a Lenin el Comité Central

del Partido Comunista (bolchevique) Ruso decide ejecutar una campaña de

reclutamiento político, acordada en la XIIIª Conferencia, denominada

cínicamente “Alistamiento Lenin”. Esta “promoción leninista” llevará al

PC(b)R unos 250 mil afiliados, más del 50 por 100 de la militancia del

partido. ¿Por qué calificamos de cínica esta leva? Porque el alistamiento no

se hacía bajo el baremo político de Lenin, que exigía que cada miembro del

Partido fuese un cuadro revolucionário. Y aquí se hacía justo al revés, ya

que estos miles de trabajadores son reclutados por el aparato del partido, no

seleccionados entre los miembros más conscientes de la clase trabajadora,

con el objetivo predeterminado de utilizarlos políticamente por ser una

masa fácilmente manipulable por su bisoñez ideológica y porque le deberán

su ingreso, y las seguridades que esto supone en una realidad material

miserable, al aparato del partido. La degeneración del Partido Bolchevique

se va a acelerar por esta mera aportación cuantitativa. Los cuadros

revolucionarios, bolcheviques, no sólo se verán atacados por el aparato sino

también anegados en una masa amorfa políticamente, lo que acentuará su

sensación de aislamiento. Este proceder reclutador fue hecho con toda la

conciéncia política por el aparato como lo demuestra el decir del aparatchik

Molotov: “En el futuro, el progreso del partido descansará sobre la base de

esta <campaña leninista de enrolamiento>” (V.17, p.353). Trotski, años

después, en su libro “La revolución traicionada”, dirá: “Aprovechando la

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muerte de Lenin, la burocracia comenzó la campaña de reclutamiento

llamada de la <promoción de Lenin>. Las puertas del partido, hasta

entonces bien vigiladas, se abrieron de par en par a todo el mundo (…).

Políticamente, se trataba de absorber la vanguardia revolucionaria en un

material humano desprovisto de experiencia y personalidad pero

acostumbrado, en cambio, a obedecer a los jefes (…). Al liberar a la

burocracia del control de la vanguardia proletaria, la <promoción de

Lenin> dio un golpe mortal al partido de Lenin (…). El centralismo

democrático cedió su lugar al centralismo burocrático” (V.122, pp.115-

116).

Se empieza a preparar el XIIIº Congreso del PC(b)R. En una junta

previa se decide que se lea el “Testamento” de Lenin, no en el Congreso

del Partido, como quería Krupskaia, sino en una reunión ampliada del CC a

celebrar el 22 de mayo. El “Testamento” cae como una bomba política

entre la mayoría de los congregados, que desconocían la propia existencia

del texto. Stalin está en apuros ya que a estas alturas su poder, ejercido a

través del aparato, no es todavía absoluto, totalitario. El “Testamento”

demuestra sin paliativos que Stalin no gozaba de la confianza política de

Lenin. ¿Se impone, entonces, seguir la recomendación de Lenin y relevar a

Stalin de la Secretaría General? No, dice Zinóviev, “los temores de Ilich no

se han confirmado” (V.8, p.267). Acto seguido, con el apoyo de Kámenev,

pide, y obtiene, que Stalin conserve la Secretaría General. Trotski, que ya

había regresado a Moscú y estaba presente en la reunión, no dice nada, no

interviene. ¿Por qué? ¿Considera que aún se puede dar a estas alturas,

donde arrecian los insultos, las presiones y las purgas contra los

oposicionistas, una lucha política productiva en el seno del partido? Con la

protesta de Krupskaia, el CC vota por mayoría que el “Testamento” no se

dé a conocer públicamente.

El XIIIº Congreso del PC(b)R se inaugura el 23 de mayo. Si en la 13ª

Conferencia ya se atacara a Trotski y a la desorganizada Oposición

acusándoles de tener “desviaciones pequeñoburguesas” (V.17, p.361),

ahora se ratifica el veredicto y se acrecienta el ataque ya que se pide a

Trotski, por boca de Zinóviev, que se retracte de sus críticas y que confiese

sus errores ante el Congreso. Esta petición era un hecho completamente

insólito en el PB, que no tenía ningún precedente. Krupskaia, en su

intervención, afirma que la petición de Zinóviev es una “exigencia

psicológicamente imposible” (V.24, p.136). Trotski hará una réplica breve

y serena, que le valdrá los insultos de algunos burócratas. En una parte de

su intervención comunica que “ya he dicho que nada sería más fácil que

decir ante el Partido que todas estas críticas y todas estas declaraciones,

advertencias y protestas eran totalmente erróneas. Sin embargo, camaradas,

yo no puedo decir tal cosa porque no la creo” (V.24, p.136).

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Se cierra el Congreso ratificando lo decidido en la 13ª Conferencia y

el proceder del CC. Trotski es elegido por el Congreso para el CC.

Zinóviev y Kámenev le exigen a Stalin que se excluya a Trotski del

Politburó pero este no acepta. Este comportamiento no era ninguna honesta

mano tendida, como iban a demostrar los inmediatos acontecimentos, sino

un taimado quehacer de un supino maquinador.

Pasaran ya casi dos años de la ultima convocatoria de la

Internacional Comunista, por fin se convoca el V Congreso a celebrar en

Moscú del 17 de junio al 8 de julio de 1924.

El acontecimiento político más importante que se diera a nivel

internacional antes de esta junta congresual fue, sin duda alguna, la

revolución alemana de 1923. Pues bien, nada se hizo desde la dirección de

la IIIª Internacional para sacar lecciones políticas de aquella derrota tan

trascendente para el futuro caminar de la Rusia soviética y de Europa

entera. No se reconoció que la mayor parte de la culpa de la impresentable

dirección en la fracasada revolución fuera del Comité Ejecutivo de la

propia Komintern. Al revés, se le echa toda la culpa al CC del Partido

Comunista Alemán (KPD). No obstante, militantes como Rádek y el

italiano Bordiga critican a la dirección de la IC. En vano, para la troika,

liderada formalmente a nivel internacional por Zinóviev, que seguía siendo

el presidente de la IC, lo importante era “bolchevizar” la Komintern.

Como ya sucediera en el caso del “Alistamiento Lenin”, se imponía

el cinismo conceptual ya que la denominada “bolchevización” de la IC no

era otra cosa que el sometimiento de la IIIª Internacional a los dictados de

Moscú. De ahora en adelante, la IC ya no sería el Estado Mayor de la

Revolución, como siempre quisieron Lenin y Trotski, sino un instrumento

para la defensa de los intereses de la naciente casta burocrática soviética.

Así, cuando verdaderamente finiquitaba el período bolchevique de la IIIª

Internacional la troika decía que la “bolchevizaba”, ironías de la Historia.

Para esta “bolchevización” era imprescindible eliminar a los críticos

y descalificar a Trotski, hasta entonces su teórico por excelencia y uno de

sus máximos líderes. La descalificación vino a través del insulto político.

Para este menester Zinóviev utilizó a la joven militante alemana Ruth

Fischer que calificó a Trotski, Rádek y Brandler de “liquidadores

mencheviques” (V.8, p.271). A la vez, Trotski fue desposeído de su puesto

en el Comité Ejecutivo de la IC, que pasó a ocupar Stalin. La IC estaba

muerta como instrumento revolucionario de la clase trabajadora.

La casualidad quiso que la Editorial del Estado tuviera prevista para

octubre de 1924 la publicación del tercer volumen de las obras de Trotski,

dedicado a 1917. Trotski va a prologar este texto con su folleto titulado

“Lecciones de Octubre”. En este escrito descalifica indirectamente el

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quehacer pseudobolchevizador que la troika efectuara en el V Congreso de

la IC. Dice Trotski: “En estos tiempos se ha hablado y escrito con

frecuencia respecto a la necesidad de bolchevizar la Internacional

Comunista. Se trata, en efecto, de una tarea urgente, indispensable, cuya

proclamada necesidad hácese sentir de modo más imperioso aún después

de las terribles lecciones que el año pasado nos diera en Bulgaria y

Alemania. El bolchevismo no es una doctrina, o no es sólo una doctrina,

sino un sistema de educación revolucionaria para llevar a cabo la

revolución proletaria. ¿Qué significa bolchevizar los partidos comunistas?

Significa educarlos y seleccionar en su seno un personal directivo, de modo

que no flaqueen al venir el momento de su Revolución de Octubre” (V.109,

p.84). Sin embargo, lo más importante de este texto era que por vez

primera se acometía un análisis de las etapas de la Revolución Rusa de

1917 y de los procederes que se dieran en la dirección del PB. Todo esto se

decía con el objetivo de que el Octubre Bolchevique pudiera servir de guía

para la acción a futuras generaciones revolucionarias.

Al analizar el comportamiento de la dirección bolchevique se ve que

una parte de ella no había estado a la altura de los acontecimientos

revolucionarios, ni antes de la insurrección, a la que llegan a denunciar

públicamente, ni después de la conquista del poder, cuando querían pactar

con los enemigos de la propia toma del poder. Partiendo del análisis de un

hecho histórico concreto, Trotski explica como se debe comportar una

auténtica dirección revolucionária. Con la lectura del texto se hace obvio

que Zinóviev y Kámenev, dos de los componentes de la troika que gobierna

el Estado Soviético en ese momento, no estuvieran a la altura de las

obligaciones que imponía el proceso revolucionario ya que no habían

tenido voluntad política para conquistar el poder ni para conservarlo. Y

ambas cosas las documenta Trotski citando por extenso textos coetáneos a

los hechos de la autoría de Zinóviev y Kámenev. De esta manera, los dos

triunviros no aparecen como unos avezados revolucionarios dignos

alumnos de Lenin sino como unos timoratos políticos opuestos a Lenin.

Stalin no era mencionado por la sencilla razón de que en Octubre estuviera

en segunda línea, lo que le ponía a salvo de la crítica.

La crítica implícita al presente en el texto continúa, si la revolución

alemana de 1923 fracasó fue porque el Partido Comunista Alemán (KPD)

no tuvo la dirección adecuada. Ahora bien, el CC del KPD había sido

asesorado por el Comité Ejecutivo de la IC, del que Zinóvieve era

presidente, sin olvidar que la troika no tomara en consideración la petición

de los comunistas alemanes de que Trotski fuese a Alemania a dirigir la

insurrección.

El texto de Trotski se publica en octubre. Al principio reina el

silencio, pero apartir del 12 de noviembre el aparato desencadena una

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campaña de tal magnitud que poco menos que lo sepulta. Cientos de notas,

artículos y protestas se publican con cadencia diaria contra Trotski. Los

triunviros entran públicamente en liza en noviembre con unos artículos

cuyos títulos por si mismos ya son suficientemente clarificadores de lo

planificado del ataque y de la línea divisoria que se quiere trazar entre

Lenin y Trotski: “Leninismo o Trotskismo”, de Kámenev; “Trotskismo o

Leninismo”, de Stalin; y “Bolchevismo o Trotskismo”, de Zinóviev. En

ellos se acusa a Trotski de revisionista, de liquidador del leninismo,

etcétera.

Pero el ataque a Trotski no se detiene aquí. Se le saca el polvo y el

contexto a los fuertes debates políticos que hubo en determinados

momentos entre Lenin y Trotski. Se desentierran textos de antes de la

revolución donde Lenin y Trotski polemizaron con ardor verbal. De esta

manera, Trotski queda convertido en un antileninista visceral que osara

insultar a Lenin. Pero hay más, se comienza a reescribir la Historia: el

papel de Trotski en la Revolución de Octubre no fuera tan importante... Era

el inicio de la falsificación de la Historia, que andando el tiempo eliminaría

a Trotski de los textos escolares, de las películas sobre Octubre e inclusive

de las fotografías históricas.

La tralla fue terrible, Trotski había recibido el ataque combinado del

aparato; pero por si esto fuera poco, el CC advierte el 17 de enero de 1925

que hay que “continuar con la empresa de desvelar el carácter

antibolchevique del trotskismo (…) e introducir en los programas de

enseñanza política la explicación de sus características pequeño-burguesas”

(V.8, p.277). La lucha contra el “Trotskismo” ya era oficial.

Como colofón, Trotski es destituido del cargo de Comisario de la

Guerra a comienzos de 1925, no sin cierto temor por parte de algunos de

los gobernantes soviéticos, que habían manifestado en conversaciones

internas el temor de que Trotski pudiera utilizar el Ejército Rojo para dar

un Golpe de Estado. Lo que no podían entender aquellos que se estaban

alejando de las tradiciones revolucionarias de Octubre, fue lo mismo que,

años después de estos hechos, no comprendían las personas que

insistentemente le preguntaban a Trotski por qué se dejara descabalgar del

poder, cuando la respuesta es muy sencilla: porque el objetivo estratégico

para un marxista es construir el socialismo, y esto sólo se puede hacer

apoyándose en la clase trabajadora y no en el ejército, por muchas

tradiciones revolucionarias que este tenga. Así, Trotski no estaba interesado

en ser el Napoleón soviético, sino en esperar por la clase trabajadora, en

que esta recuperase el ánimo, el entusiasmo y el impulso perdido por culpa

de las derrotas de la revolución fuera de la Rusia Soviética y de los fracasos

materiales y políticos que traían estas derrotas a la propia Rusia de los

Soviets. Trotski lo explicará a la perfección en un artículo fechado el 12 de

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noviembre de 1935: “Es indudable que hubiera sido posible dar un golpe de

estado militar contra la fracción de Zinóviev, Kámenev, Stalin y compañía

sin la menor dificultad, sin siquiera derramar sangre; pero eso sólo hubiera

servido para acelerar el ritmo de la burocratización y el bonapartismo

contra los cuales luchaba la Oposición de Izquierda” (V. 125).

Con la intención de neutralizar políticamente a Trotski, la troika va a

nombrarlo, en mayo de 1925, presidente de tres comités técnicos: Comité

de Concesiones, de Explotaciones Electrotécnicas y de la Dirección

Científico-Técnica de la Industria. Trotski se pone a estudiar sobre

química, hidráulica, visitar laboratorios, ojear experimentos, elaborar

estudios comparativos entre la economía soviética y la mundial, lo que le

permite demostrar estadísticamente el atraso soviético; cotejar el proyecto

de la construcción de la central hidráulica sobre el Dnieper , que le lleva a

perdirle estudios a especialistas soviéticos, alemanes y estadounidenses;

echarle una mirada al imperialismo norteamericano y afirmar lo que será

una obviedad años después, los EEUU “pondrían a Europa a vivir de

raciones norteamericanas y luego le dictarían su voluntad. Después de

ocupar el lugar de Gran Bretaña como el taller y el banco del mundo, los

Estados Unidos también estaban ocupando el lugar de Gran Bretaña como

la primera potencia naval e imperial del mundo (…). Estamos entrando en

una época de desenvolvimiento agresivo del militarismo norteamericano”

(V.24, p.203). Así, Trotski no se para, estudia, da charlas y...espera.

La continuación de la NEP está consolidando el capitalismo en el

campo, impidiendo el despegue industrial y agudizando las contradicciones

sociales, realidad que se verá reflejada en los órganos de dirección del

PC(b)R. La agricultura sigue estando muy atrasada, pero con el agravante

de que los kulaks (campesinos ricos en la realidad soviética) generan el 60

por 100 de los productos agrícolas puestos en el mercado, poseen el 50 por

100 de las tierras de labranza, tienen el 60 por 100 de la maquinaria

agrícola y son los patrones de los más de 5 millones de agricultores pobres

que están obligados a alquilar su fuerza de trabajo para sobrevivir,

recibiendo salarios inferiores a los que había antes de la guerra. Por lo

tanto, los kulaks controlan el campo económicamente y necesitan el control

político. La industria está obsoleta y esto impide que la clase trabajadora

crezca a nivel numérico y político. En la ciudad se impone el intermediário

y el funcionario. En la Rusia de los Soviets está germinando la restauración

del capitalismo.

Dos fornidos economistas, Evgueni Preobrayenski y Nikolai Bujarin,

que en el pasado trabajaran teóricamente en común produciendo el manual

marxista “ABC del Comunismo”, y que hoy representan la izquierda y la

derecha del partido en el campo económico, se van a enfrentar

radicalmente. Preobrayenski clama por la necesidad de la industrialización

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para salir del atraso económico. Dado que la Rusia Soviética es un país

atrasado, la industrialización se tendría que efectuar a través de la “ley de

acumulación primitiva socialista” que subordina el campo a la ciudad y el

consumo a la producción. Para esto es imperioso planificar y centralizar la

economía. En este período la escasez de artículos de consumo y la

burocratización son dos peligros continuados y será función del partido su

control. Es imprescindible atravesar esta etapa de transición lo más aprisa

posible para pasar a disfrutar de las ventajas de una economía socialista,

base de la solidaridad y de la democracia.

Bujarin califica este programa de “monstruoso”. Se opone

vehementemente a él. Considera que motivando y controlando la

acumulación privada se pondrá al kulak y a la pequeña-burguesía al

servicio del socialismo. Por lo tanto, lo que es imprescindible es quitarle

trabas al kulak para que produzca y acumule. Hay que darle prioridad al

consumo sobre precios de mercado. Estas tesis se harán públicas en su

sonado discurso en el Teatro Bolsoi en abril de 1925: “Debemos decir a los

campesinos, a todos los campesinos: Enriqueceos, ampliad y desarrollad

vuestras granjas y no temais que se ejerza limitación alguna sobre vuestra

actividad” (V.8, p.286).

El PC(b)R va a avalar en la práctica las tesis de Bujarin, aunque lo

llame a la moderación verbal, con una serie de medidas como la

autorización para contratar fuerza de trabajo, créditos para maquinaria

agrícola, disminución de los impuestos, precios de mercado para los

productos agrícolas... Pero esta política pone en pie de guerra a los obreros

de Leningrado, la ciudad donde hay más concentración proletaria, que

sienten como se encarece su cesta de la compra, y como la falta de materias

primas para los astilleros y para muchas fábricas acrecienta el paro obrero,

ya elevado. En 1925 de los 90 mil afiliados con los que cuenta allí el

PC(b)R, en cifras redondas, el 72 por 100 son obreros. Leningrado es el

feudo de Zinóviev, aquí él controla el aparato y no Stalin. Zinóviev

trasladará a los organos de dirección del partido la presión de la base

obrera. En palabras de Trotski: “en su lucha por sobrevivir, los líderes de la

oposición se vieron obligados a adaptarse a la conciencia de clase del

proletariado de Leningrado” (V.19, p.69). Es el comienzo de nuevas

alineaciones políticas.

El ataque de Zinóviev a las tesis de Bujarin se hacen cada vez más

contundentes hasta desembocar en la denuncia pública a través, sobre todo,

de dos opúsculos imprentados en septiembre de 1925, “El leninismo” y “La

Filosofía de la Época”. En estos textos ataca a la NEP, porque, dice, supone

el retraso de la revolución y el peligro de su degeneración, además de

condenar la “teoría del socialismo en un solo país” ya que “la empresa de

los comunistas consiste en consolidar la victoria en su propio país

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abriendo, al mismo tiempo, camino a los obreros de los restantes países”

(V.8, p.291).

Precisamente, la primera divergencia en el seno del CC del PC(b)R

que Zinóviev y Kámenev tuvieran con Stalin fuera a respecto de una

propuesta para proclamar la “teoría del socialismo en un solo país” que el

Secretario General trajera, en abril de 1925, para incluir en la próxima

Conferencia del Partido. Zinóviev y Kámenev se opusieran, y a pesar de

que se aprobó un texto de compromiso el enfrentamiento ya era un hecho.

A estas alturas el Politburó estaba formado por Ríkov, Bujarin,

Tomski, Stalin, Zinóviev, Kámenev y Trotski. Stalin se apoya ahora en los

tres primeros, que son la derecha del partido, para preparar el XIVº

Congreso del PC(b)R y poder enfrentar a la organización del partido en

Leningrado, la fortaleza de Zinóviev. Kámenev ya había sido neutralizado

en Moscú.

En la elección de delegados para el Congreso los stalinistas-

bujarinistas y los zinovietistas emplearán el mismo método: cada fracción

elige en sus feudos exclusivamente a sus propios delegados. Pero como la

fracción gobernante tiene el control del aparato en todo el Estado, excepto

en Leningrado, y las votaciones se hacen con un criterio apriorístico,

independientemente de los “argumentos”, el resultado del Congreso ya

está decidido.

El XIVº Congreso del PC(b)R se inaugura el 18 de diciembre de

1925. El enfrentamiento entre las das fracciones va a ser contundente y

tendrá a Trotski como espectador atónito.

Zinóviev, Kámenev, Krupskaia y Sokólnikov van a pedir la

restauranción de la democracia en el seno del partido. Se denuncia que el

aparato, y no los argumentos, es lo que cuenta. Se critica abiertamente a

Stalin. Kámenev dice con rotundidad: “Nos oponemos a crear la teoría de

un <líder> (…) nos oponemos a la formación de un líder. Nos oponemos a

que la secretaría combine en la práctica tanto la política como la

organización, y a que se coloque por encima de los organismos políticos

(...). Lo que tengo que decir, he de decirlo hasta el final. Porque se lo he

dicho más de una vez a un grupo de delegados del partido, es por lo que lo

repito ahora en el congreso: He llegado a la conclusión de que el camarada

Stalin no puede realizar la función de unir al órgano supremo

bolchevique” (V. 19, p. 146).

Krupskaia, citando el pasaje de “El Estado y la Revolución” en el

que Lenin advierte que a veces en la Historia los revolucionários después

de muertos son adulterados y convertidos en iconos, está diciendo con

franqueza que se está manipulando la obra de Lenin. Además, delante de la

mayoría mecánica del Congreso advierte: “En la historia de nuestro partido

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ha habido Congresos en los que la mayoría estaba equivocada. Recordemos

por ejemplo el Congreso de Estocolmo” (V.8, p.297). Zinóviev va a atacar

la NEP y la “teoría del socialismo en un solo país”. Apoyándose en citas de

Lenin afirmará: “La victoria final del socialismo es imposible en un solo

país (…). Habrá de decidirse a escala internacional” (V.8, p.298).

Trotski, que sin saberlo asiste por última vez a un congreso de lo que

fuera el PB, está un tanto perplejo. Zinóviev y Kámenev, los que han

pedido una y mil veces su expulsión del Politburó y del propio partido, los

que inventaran el “Trotskismo” como una doctrina anti-leninista, en fin,

estos ahora se están enfrentando directamente a Stalin, reclamando la

democracia obrera y denunciando la NEP y el “socialismo en un solo país”.

Trotski no sube a la tribuna, no obstante las bases políticas para un

acercamiento con los zinovietistas están dadas. Será cuestión de tiempo.

La mayoría stalinista-bujarinista de este Congreso queda

perfectamente reflejada en la votación del informe final que presentan

Stalin y Molotov: 559 votos a favor y 65 en contra. Se comprende que en el

nuevo CC los zinovietistas pierdan poder.

En este Congreso se acuerda retocar el nombre del partido para

adecuarlo a la realidad constitucional del Estado Soviético: Partido

Comunista (bolchevique) de la URSS. Una formalidad.

.

19. Socialismo en un solo país

Hagamos un receso narrativo para echarle una breve ojeada a esa

“teoría del socialismo en un solo país” sobre la que se comienza a debatir.

La primera formulación que hizo Stalin de esta “teoría” data de octubre de

1924. Nació para oponerla a la “revolución permanente” de Trotski, que

este formulara en su obra “1905” y que el triunfo de la propia Revolución

de Octubre confirmara, pero que en su contexto histórico trajera alguna que

otra pendencia con Lenin, al que posteriormente acusarán de hacerse

“trotskista” a través de sus “Tesis de Abril”. Por lo tanto, la “teoría del

socialismo en un solo país” era al comienzo un apoyo táctico más en la

lucha de la troika contra el “trotskismo”, en la campaña por convertir a

Trotski en un anti-leninista. Pero lo que había nacido por motivos de

estricta utilidad coyuntural se iba a convertir andando el tiempo en una

pauta de conducta del Estado Totalitario construido por el stalinismo. Así,

esta “teoría” estaba aquí en sus comienzos y se desarrollará en el contexto

de la lucha contra la Oposición hasta conseguir el sello oficial del proceder

stalinista en política internacional en la relación clase trabajadora

planetaria/ estado soviético. La susodicha “teoría” afirmará que sí se podía

construir el socialismo en un país rodeado por el capitalismo, por lo que la

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revolución mundíal ya no era necesaria para la Rusia soviética. Por lógica

deducción vendrá la defensa de la “patria socialista” como el único

proceder útil de la clase trabajadora a nivel mundial para la casta

burocrática soviética.

La “teoría del socialismo en un solo país” le venía de perlas a la

naciente casta burocrática soviética que basaba su poder usufructuario en

la consolidación del Estado Soviético y no en la extensión de la revolución.

Además hacía de Trotski un aventurero y un pesimista. Aventurero porque

lo único que deseaba era continuar la guerra por el mundo adelante.

Pesimista porque negaba que el socialismo se pudiese construir en una

URSS aislada. De esta manera, el “socialismo en un solo país” se

transformó en la teoría de paz y orden, del statu quo, de la “optimista”

burocracia soviética. Stalin le daba a la burocracia lo que necesitaba,

incluso la justificación teórica de su contrarrevolucionario proceder.

20. La Oposición de Izquierda

Retomemos el hilo narrativo. Concluido el Congreso, la fracción

dirigente ataca rápida y decididamente a la organización leningradense. A

comienzos de enero de 1926 una delegación del aparato del partido llega a

Leningrado y con la excusa de que los zinovietistas amañaran las

elecciones de delegados al Congreso, lo cual era cierto, pero era lo mismo

que había hecho el aparato central, sólo que a mayor escala, destituye a la

redacción del periódico Leningradskaia Pravda, y con amenazas como

perder el puesto de trabajo o finiquitar la carrera burocrática, según la base

social a la que se dirigen, son eliminados los zinovietistas del aparato del

partido en Leningrado, y hasta el propio Zinóviev pierde su puesto de

secretario del partido en Leningrado y también el de presidente del Soviet

de Leningrado, la Comuna del Norte. El aparatchik Sergei Kírov toma su

lugar. Zinóviev quedaba desposeído de su poder organizativo.

Será en abril de 1926, después de una sesión del CC, cuando

Zinóviev y Kámenev tendrán una reunión con Trotski. Van a reconocerle

que fueron ellos los que orquestaron la campaña política para eliminarlo

del poder, los que inventaron el “Trotskismo”, y que así lo reconocerán

públicamente. También le dicen que Stalin sólo desea el poder y que

utilizará para defenderlo cualquier método excepto el debate alrededor de

las ideas. Le manifiestan la creencia de que la Nueva Oposición va a tener

un éxito político inmediato, a lo que Trotski responde que la batalla será

larga y dura. La Nueva Oposición tendrá renombrados cuadros políticos,

entre ellos la mayor parte de la vieja guardia bolchevique: 10 de los 18

supervivientes del CC bolchevique de Marzo do 1919, de los que forma

parte la propia Krupskaia. Pero la fracción stalinista-bujarinista cuenta con

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el dominio del aparato, con una amplia mayoría en el CC y en el Politburó,

que desde el XIV Congreso tiene nueve miembros, de los cuales siete son

de ellos: Stalin, Bujarin, Ríkov, Tomski, Kálinin, Molotov, Voroshílov,

Zinóviev y Trotski. En números, la Nueva Oposición contará con un

máximo de 8.000 militantes, de los 750 mil afiliados que tiene el partido.

La creación de la Nueva Oposición no se organiza sin dificultades ya

que hay muchas heridas personales que cerrar, no obstante los acuerdos

políticos de base posibilitan el entendimiento. Esta naciente oposición

pasará a autodenominarse “Oposición de Izquierda”. Será la izquierda del

PC(b) de la URSS. Después de un viaje de Trotski de seis semanas a Berlin

para intentar curarse de esa fiebre que no lo deja, la “Oposición de

Izquierda” va a dar la última batalla por cambiar el rumbo político del

partido y de la Rusia soviética.

La “Oposición de Izquierda” hace su presentación oficial en julio de

1926, en la junta que el CC celebró entre los días 14 y 23. Trotski da

lectura a la “Declaración de los 13”, que es una reiteración de los

principales argumentos de la vieja oposición y un esbozo del programa de

la nueva oposición. Esta declaración política se hace en “defensa del

proletariado” y, por lo tanto, es contraria a los intereses del kulak, del

nepista y de la burocracia. Afirma que hay que tomar medidas inmediatas

como la subida de los salarios del proletariado industrial, exención de

impuestos al campesino pobre, reducción de impuestos al campesino medio

y subida de los mismos para los kulaks y para la burguesía intermediaria

(nepistas). Si esto es necesario ya, también es imprescindible acometer

rápidamente la colectivización de la agricultura y la industrialización. La

colectivización se tiene que llevar a cabo de manera gradual, apoyándose

en una política crediticia y en el desarrollo de la industria. La

industrialización será la base en la que se sustente el Estado Soviético a

nivel económico y social, ya que la riqueza industrial posibilitará el

despegue material y acrecentará el papel social y político de la clase

trabajadora. También aborda la descalificación de la “teoría del socialismo

en un solo país” porque no es posíble construir aislados el verdadero

socialismo, ni es de recibo pensar que no se van a dar otros procesos

revolucionarios en el mundo. Después de criticar la creación del Consejo

Sindical Anglo-Soviético (1925), por ser una alianza con la reformista

dirección de las Trade-Uniones que sólo traicionará a la clase trabajadora

inglesa como ya puso en evidencia el boicot que esta dirección le hizo a la

huelga general en Inglaterra en mayo de 1926, declara que la Oposición

quiere llevar esta lucha programática en el seno del partido y en

colaboración con todos sus sectores.

Las discusiones fueron tensísimas, Dzeryinski murió de un ataque al

corazón al poco de intervenir contra la Oposición. La fracción gobernante

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rechazó totalmente las propuestas de los oposicionistas y acusó a la

Oposición de formar una fracción. Expulsó al oposicionista Ossovski por

defender públicamente la necesidad de crear otro partido, el Partido, y

expulsó a Zinóviev del Politburó. A la Oposición no le quedaba otra

solución que recurrir a la base del partido y a la clase obrera. En septiembre

de 1926 Trotski, Piatakov, Rádek, Smilgá, todos ellos líderes de la

Oposición, acuden a la célula de los ferroviarios de Riazán-Ural. Esta

célula obrera votó a favor del programa oposicionista: democracia en el

partido, aumento de los salarios industriales, reforma fiscal que grave al

kulak y exima al campesino pobre... Prende la esperanza en la Oposición y

la alarma en el aparato. Cuando unos días después comparecen líderes

oposicionistas en la célula de la fábrica de aviones Aviopribor el aparato

todavía no consigue impedir que Trotski hable ante los obreros. Sin

embargo, el aparato contraataca con expulsiones por la base para

amedrentar a los trabajadores, organiza grupos para romper los actos de la

Oposición a través de abucheos y agresiones y se apropia

demagógicamente de algunas consignas de la propia Oposición. De ahora

en adelante este será el método. Así, en la mítica fábrica Putilov Zinóviev

apenas consigue hablar y la Oposición sólo obtiene para sus tesis 25 votos

contra los 1.375 que recaudan las tesis oficiales.

Si por el momento el gansterismo del aparato no puede romper todos

los actos oposicionistas, sí lleva la división a su seno. La izquierda de la

oposición considera que el PC (b) de la URSS ya no es el Partido, es el

caso, por ejemplo, de los grupos “Centralismo Democrático” y

“Oposición Obrera”, en los que figuran militantes bolcheviques tales como

Shliápnikov y Medvédiev. La derecha, con Zinóviev y Kámenev a la

cabeza, estima que hay que recular en todo ante el aparato para evitar la

expulsión. El centro, que lidera Trotski, adopta la posición de no ceder

programaticamente en nada delante del aparato pero se niega a crear otro

partido ya que de momento considera que hay que resistir en el seno de la

organización. La división política de la recién nacida Oposición es un

hecho.

Trotski al ver que Zinóviev y Kámenev están a punto de derrumbarse

políticamente decide inclinarse por negociar una tregua con el aparato. Así,

el 4 de octubre de 1926 da comienzo la negociación con la fracción

dirigente. Si bien es cierto que los seguidores de Trotski y Zinóviev no

ceden en nada a nivel programático, también es cierto que para no ser

expulsados aceptan la imposición de Stalin de desmarcarse de la izquierda

oposicionista y de no actuar como fracción. La Oposición sufría una

derrota política contundente: se quedaba sin una parte de sus partidarios y

maniatada en su proceder militante. En palabras de Trotski: “La oposición

no tuvo más remedio que emprender la retirada. El día 16 de octubre

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firmamos una declaración en la cual, después de decir que teníamos por

ciertas nuestras opiniones, y que nos reservábamos el derecho a luchar para

imponerlas dentro de los cuadros del partido, nos comprometíamos a

abstenernos de todos cuantos actos pudieran entrañar el peligro de una

escisión” (V.101, p.557-558).

21. Stalin, sepulturero de la revolución

Mas el intento de la Oposición por obtener un respiro no dio

resultado. Stalin, tomando como excusa la publicación del “Testamento” de

Lenin por el New York Times el 18 de octubre, va a atacar frontalmente a

la Oposición en la decimoquinta conferencia del Partido.

La XVª Conferencia del PC (b) de la URSS se celebró desde el 26 de

octubre hasta el 3 de noviembre. Previamente, el día 25, se dió una

tormentosa reunión del Politburó, en la que participaban también bastantes

miembros del CC, en la que al presentar Stalin las tesis que defendería en la

Conferencia contra la Oposición, a la que calificaba de “socialdemócrata” y

a la que le exigía que se retractara de sus decires y haceres, Trotski contestó

acusando a Stalin de desleal y de ser el candidato a ejercer de “sepulturero

de la revolución” (V.24, p.276-277). Al día siguiente el CC expulsaba a

Trotski del Politburó y a Zinóviev de la presidencia de la IC.

Empezaba pues la Conferencia con un enfrentamiento absoluto entre

las partes. El 1 de noviembre Stalin presenta su informe. Su intervención

duró tres horas y en ella acusó a la Oposición de cometer fraccionalismo y

de ser unos superindustrializadores. Concluyó exigiendo la capitulación

política de los oposicionistas.

Kámenev, frío ante los abucheos con los que es obsequiado por la

mayoría de los conferenciantes, después de defender su alianza política

con Trotski para caminar en la defensa y construcción del socialismo, no

está nada profético cuando asegura que “¡No vivimos en la Edad Media!

(…). No podéis quemarnos en la hoguera” “(V.24, p.278-279).

Acto seguido Trotski sube a la tribuna. Los conferenciantes,

expectantes, guardan silencio, callan. El tribuno de la Revolución de

Octubre habla sereno. El hilo argumental es nítido. Decir como está

verdaderamente la realidad no es derrotismo, exigir impuestos al kulak no

es ser socialdemócrata, querer construir el socialismo en la URSS aislados

del mundo es un imposible, pensar que la clase trabajadora europea no va a

luchar por derrocar al capitalismo es inimaginable. Una y otra vez la

presidencia de la Conferencia le concede la prolongación de su turno de

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palabra. Sigue a decir: “Si no opinásemos que nuestro Estado es un Estado

proletario, si bien con determinadas deformaciones burocráticas, es decir

un Estado que es preciso aproximar más a la clase obrera a pesar de ciertas

falsas opiniones burocráticas; si no creyésemos que estamos emprendiendo

una edificación socialista; si no opinásemos que existen en nuestro país

recursos suficientes para desarrollar en él una economía socialista; si no

estuviésemos convencidos de nuestra victoria completa y definitiva, es

evidente que nuestro lugar no estaría ya entre las filas de un partido

comunista. Mas aquel que crea que nuestro Estado es un Estado proletario

con un cierto número de deformaciones burocráticas, que provienen de la

presión del sector pequeño-burgués y del cerco capitalista, aquel que esté

convencido de que nuestra política no garantiza suficientemente una nueva

repartición de los recursos nacionales, debe luchar con los medios que le

ofrece el partido”(V.8, p.328). Pero ojo, advierte que la deslealtad política

en el seno del partido lleva a la creación de fracciones y a la escisión.

Cuando Zinóviev sube a la tribuna es recibido con un rugido

desaprobador que no cesará durante toda su intervención, absolutamente

lacrimógena.

Fue un Bujarin atípico, dada su agresividad y cinismo, el que ejerció

de martillo de herejes. Él, que no tardaría en ser masacrado por la fracción

stalinista, fue el encargado de vilipendiar a la Oposición. Elogió a Stalin

como el líder comedido y se burló de la serenidad con que Trotski se

dirigiera a la Conferencia. De Zinóviev y de Kámenev simplemente se rió

groseramente, acusándolos de estar totalmente sometidos a Trotski.

La fracción dirigente anuncia la defección de Krupskaia de la

Oposición, conseguida por Stalin, posiblemente bajo chantaje, para restarle

credibilidad política a los oposicionistas. La conferencia ratificó la

expulsión del Politburó de Trotski y Zinóviev, que eran miembros de pleno

derecho, y de Kámenev, que era suplente. La Oposición quedaba sin

representación en el máximo órgano político del partido. La derrota

política de la Oposición en el seno del PC (b) de la URSS era un hecho

incontestable y fue trasladada mecánicamente a la IC por estar ésta ya

sometida por entero al aparato moscovita. El aislamiento organizativo de la

Oposición era absoluto.

22. La revolución china

En palabras de Trotski, “el invierno de 1926 a 1927 fue un alto en la

campaña” (V.101, p.558) en la lucha de la Oposición. En la primavera se

reanudará la batalla política alrededor de la revolución china.

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El Partido Comunista Chino se había fundado en julio del año 1921

en Shanghai. Entre sus fundadores se encontraba Mao Tse-tung, que no

será el líder del partido hasta la Larga Marcha (1934-1935). Era por

entonces una organización diminuta que pasó a formar parte del

Kuomintang, un frente patriótico interclasista liderado por Sun Yat-sen

(1866-1925) que tenía por objetivo político liberar a China de la

depredación de las potencias imperialistas e instaurar un régimen

democrático-burgués.

El nacionalista Sun Yat-sen y el bolchevique Adolf Ioffe firman un

acuerdo en enero de 1923 por el que la Rusia de los Soviets se compromete

a apoyar la revolución nacional-democrática china. Así, el Politburó

manda a Borodin a China como consejero permanente del Kuomintang y

con él marchan cuadros militares bolcheviques y, al mismo tiempo,

oficiales chinos van a Moscú a recibir entrenamiento militar, entre ellos

estará Chang Kai-chek, el futuro sucesor de Sun Yat-sen al frente del

Kuomintang. Por aquel tiempo el PCCh debía tener tan sólo unos

trescientos militantes. Pero a raíz del Movimiento del 30 de mayo de 1925,

que comenzó en protesta por el asesinato de un obrero chino a manos de un

capataz japonés y que continuó y se extendió por China adelante en forma

de manifestaciones y huelgas por culpa de la matanza que en la primera

manifestación de protesta hizo la policía de Shanghai, va a crecer mucho en

militancia y en influencia social. En esta nueva coyuntura, en la que el

PCCh moviliza por si mismo a masas sociales y crea organizaciones

obreras, es cuando la dirección del partido le propone a la IIIª Internacional,

por boca de su líder Chen Tu-hsiu, salirse del Kuomintang. El Comité

Ejecutivo de la IC se opone. Stalin y Bujarin, que le ocultaban a la

Oposición información sobre las peticiones de los comunistas chinos y

sobre las noticias provenientes de China, afirman que como la revolución

china es democrático-burguesa y la burguesía china es “objetivamente

revolucionaria” (V.8, p.339) el PCCh no puede salirse del Kuomintang.

Pero no sólo la IC, siguiendo las directrices de la fracción dirigente del

partido comunista ruso, le impide al PCCh que abandone las filas del frente

popular chino sino que, aún por encima, asocia el Kuomintang a la IIIª

Internacional y hace de Chang Kai-chek, el futuro matador de obreros y

comunistas, miembro asociado del Comité Ejecutivo de la IC. A todo esto

Trotski contestará afirmando que es una aberración.

En marzo de 1927 estalla en Shanghai una huelga general que por el

impulso y el entusiasmo de la clase trabajadora se transforma en

insurrección. Si el día 21 se proclama la huelga general el 22 ya está la

ciudad en manos de la clase trabajadora. Por directrices de Moscú el PCCh

entrega la ciudad, el más importante enclave colonial en China, al ejército

de Chang Kai-chek que el 12 de abril desata una brutal represión sobre la

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clase trabajadora y sobre el PCCh ilegalizando las organizaciones obreras y

asesinando a miles de proletarios y comunistas chinos. Como escribirá más

adelante el delegado de la IC en Shanghai, Voitinski, “hemos dejado pasar

un momento histórico extraordinariamente favorable. El poder estaba ya en

la calle y el partido [comunista ruso] no ha sabido hacerse con él, o lo que

es peor, no quiso hacerlo, tuvo miedo de hacerlo” (V.8, p.340).

Efectivamente, el partido de Stalin tenía pánico a la revolución, lo que será

una constante histórica.

Trotski había remitido una carta al CC del PC (b) de la URSS ya el

31 de marzo en la que preguntaba por qué no se lanzaba la consigna de

formaciones de soviets y por qué no se impulsaba la reforma agraria dado

el poderoso movimiento de masas que se estaba experimentando en China.

El 3 de abril escribe un artículo, que el Politburó se niega a publicar, en el

que afirma que someter al PCCh, que tenía por entonces una base militante

y social fundamentalmente obrera, en rehén del Kuomintang supone

traicionarlo. El día 5 escribe que Chang Kai-chek prepara un Golpe de

Estado y que sólo la formación de soviets puede pararlo. El día 12, cuando

se está dando la matanza de obreros y comunistas en Shanghai, de la que él

todavía no tiene noticias, replica a un artículo aparecido en Pravda del ex

menchevique Martínov, convertido ahora en fervoroso stalinista, que

alababa al Kuomintang y defendía la “teoría de las dos etapas”, es decir,

que primero se daría la revolución democrático-burguesa y después, en un

tiempo histórico indefinido, la socialista. Trotski rechaza de plano tal

planteamiento político, el Kuomintang no llevará a la revolución china a la

victoria porque, como escribirá posteriormente en Almá-Atá, “el desarrollo

ulterior de la revolución china no puede efectuarse más que por medio de la

lucha del proletariado chino, arrastrando a cientos de millones de

campesinos pobres a la conquista del poder. La solución de los problemas

fundamentales, burgueses y democráticos, conduce necesariamente en

China a la dictadura del proletariado” (V.102, p.300). Por lo tanto, “la tarea

vital que consiste en realizar la alianza entre los obreros y los campesinos

pobres incumbe directa y exclusivamente, en China, al Partido Comunista.

Su cumplimiento es una de las condiciones del triunfo de la tercera

revolución china” (V.102, p.309).

Empiezan a llegar informaciones de lo sucedido en China. Stalin y

Bujarin le restan importancia. Ante las insistentes críticas de la Oposición,

y aprovechando la mala relación entre el gobierno británico y el soviético

por culpa del allanamiento por la policía inglesa de las oficinas de la misión

comercial soviética en Londres, Stalin lanza la calumniosa consigna del

“frente único que va desde Chamberlain hasta Trotski” (V.24, p.311) a lo

que Trotski contesta afirmando que “nada ha facilitado tanto la labor de

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Chamberlain como la falsa política de Stalin, especialmente en China”

(V.24, p.311).

Para intentar salir del paso, la dirigente fracción stalinista-bujarinista

le pide a los comunistas chinos que se adhieran a la “izquierda” del

Kuomintang, a lo que Trotski responde que eso sería un nuevo error.

Cuando la “izquierda” del Kuomintang también reprime a los comunistas

chinos y a sus bases sociales, el propio representante soviético, Borodin,

tiene que huir de Wuhan, donde estaba instalada la sede de la “izquierda”

del Kuomintang, Stalin propone, para salvar políticamente la cara, un giro

ultraizquierdista: la insurrección de Cantón, justo cuando la correlación de

fuerzas estaba a favor de la burguesía y no de la clase trabajadora. Como no

podía ser de otra manera, a pesar del heroísmo desplegado por la clase

trabajadora la insurrección de octubre en Cantón, ejecutada por los

enviados rusos Lominadze y Neumann, fue un estrepitoso y cruento

fracaso.

Stalin y Bujarin se ven en la necesidad de censurar las noticias

provenientes de China ante el completo fracaso de sus tesis políticas. En

sectores de la Oposición renace el optimismo, infinidad de camaradas,

entre ellos muchos jóvenes, van a ver a Trotski pensando que las acertadas

tesis de la Oposición en la cuestión china iban a llevar a la Oposición al

triunfo político dentro del partido. Trotski se ve en la obligación de rebajar

esas quiméricas expectativas. Él mismo relata en su autobiografía: “Había

muchos camaradas jóvenes que creían que aquel descalabro tan evidente de

la política de Stalin no tenía más remedio que llevar al triunfo a la

oposición. En los días que siguieron al golpe de Estado de Chang-Kai-chek

hube de echar muchos jarros de agua fría por las febriles cabezas de mis

amigos jóvenes y de algunos que ya no lo eran. Hice todo género de

esfuerzos por demostrarles que la oposición no podía incorporarse sobre la

derrota de la revolución china, que la confirmación de nuestros pronósticos

nos valdría, acaso, mil, cinco mil, diez mil afiliados nuevos, pero que para

millones de gentes lo importante y lo decisivo no eran los pronósticos, sino

el hecho de que el proletariado chino hubiese salido derrotado. Que

después del descalabro de la revolución alemana en el año 23, después de

la derrota con que se había liquidado la huelga general inglesa del 26, este

nuevo revés experimentado en China no haría más que confirmar a las

masas en su desengaño respecto a la revolución internacional. Y que

precisamente este desengaño era la fuente psicológica de donde manaba la

política estalinista del reformismo nacional” (V.101, p.559).

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III. LUCHANDO PARA EL PORVENIR

23. El programa de la Oposición

Si el fracaso de la revolución china consolidaba objetivamente a la

burocracia el debate sobre la misma allegó a la Oposición nuevos

militantes por la validez de sus tesis. Por lo tanto, se imponía un

enfrentamiento decisivo.

La fracción dirigente, liderada por Stalin y Bujarin, echó mano del

aparato para reprimir a una renovada Oposición. Por la base expulsó y

despidió a la militancia obrera. Por la cúspide trasladó a los cuadros de la

Oposición a lugares distantes para quebrar su dirección. Si Rakovski ya

estaba de embajador en Paris se van a reunir con él, para una supuesta

misión, Piatakov y Preobrayenski. A Antónov-Ovseienko se le envía a

Praga, y se manda de embajador a la Italia fascista a Kámenev. Otros

cuadros son esparcidos por Asia y Siberia. Un caso de estos fue el de

Smilgá, líder de la flota del Báltico durante la Revolución de Octubre. A

Smilgá lo traladaba el aparato a Jabarovsk, en la frontera con Manchuria.

A estas alturas la Oposición ya estaba encrespada por la represión

que se ejercía sobre su base y por la separación de sus cuadros dirigentes.

En este clima psicológico la despedida que los oposicionistas le hacen a

Smilgá en la misma estación del tren se convierte en un acto multitudinario

de protesta de la Oposición. Así, en esta Manifestación de la Estación de

Iaroslav de junio de 1927, se van a reunir miles de personas. Tanta es la

muchedumbre y tanta la furia acumulada que se impone que los dirigentes

de la Oposición hagan uso de la palabra. En aquel mitin improvisado

intervienen Trotski y Zinóviev. A pesar del tono moderado de sus discursos

el aparato va a acusar a la Oposición de comportamiento anti-partido.

Stalin solicita la expulsión de Trotski y Zinóviev del Comité Central.

En junio, en la sesión de la Comisión de Control del CC, Trotski interviene

en respuesta a esta petición. Hace un canto al optimismo revolucionario,

ataca con contundencia teórica la falacia política que supone el “socialismo

en un solo país”, critica el régimen stalinista imperante en el partido por ser

nefasto para la revolución, y se ve obligado a reivindicar su propia Historia

de revolucionario marxista por culpa de las calumnias que sobre él está

vertiendo el aparato. Recogiendo la analogía que hizo un miembro de la

fracción dirigente entre la revolución francesa y la rusa, pregunta en base a

qué etapa del proceso revolucionario se va a fusilar a los oposicionistas,

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con lo que se desata un barullo notable en la sala. Camino de concluir su

intervención hace hincapié en la imperiosa necesidad de la Revolución

Mundial para que el verdadero socialismo triunfe: “No podemos vencer

más que como parte integrante de la Revolución internacional. Es menester

durar hasta la revolución internacional, incluso si esta tarda varios años. A

este respecto, la orientación de nuestra política es de una importancia

decisiva. Si nuestro curso revolucionario es justo, nos consolidaremos para

varios años, consolidaremos la Internacional Comunista, avanzaremos por

el camino del socialismo y llegaremos a este resultado si la revolución

mundial nos lleva a remolque de la Historia” (V.113, p.124).

Para finalizar lanza una advertencia sobre el camino catastrófico que

la fracción dirigente está tomando y sobre cuyas implicaciones la casta

burocrática jamás se puso a cavilar y que el proceso histórico convirtió en

cruenta y trágica realidad: “Planteáis, además, la cuestión de nuestra

exclusión del Comité Central. Todos nosotros seguiremos trabajando donde

podamos y como simples miembros del Partido. Pero esto no puede

resolver la cuestión. Deberéis avanzar aún más en vuestras deducciones. La

vida os obligará a ello. Sería preferible que os detuviérais antes y que

modificáseis el curso político” (V.113, p.125).

Por ahora el CC no expulsa a Trotski y a Zinóviev de su seno. La

fracción dirigente todavía alberga dudas del paso a dar. Pero Stalin tiene

esta vez prisa porque se acerca el XVº Congreso del partido y no puede

permitir que la Oposición exponga allí sus tesis ya que airearía la

hecatombe táctica e ideológica de la fracción dirigente. Fracción que ya

tiene fisuras en su interior por culpa de la NEP ya que su derecha la quiere

profundizar, pero la denuncia de la Oposición es una clara advertencia de

que por ese camino se va directo a la restauración del capitalismo. Para

darse tiempo en la lucha contra la Oposición de Izquierda, Stalin hará

retrasar la convocatória del Congreso un mes, de noviembre a diciembre.

La Oposición se prepara para el Congreso. Elabora su programa y le

pide al CC que lo dé a conocer al conjunto del partido como era

estatutariamente preceptivo. El programa de la Oposición se denomina “La

Plataforma de la Oposición”, su elaboración estaba concluida en el mes de

agosto. El programa consta de doce capítulos. En él se hace una defensa

tajante de la clase trabajadora y del Estado proletario, cuestiones que están

indisolublemente relacionadas. Así, se aboga por el mejoramiento de las

condiciones materiales de existencia del proletariado urbano, de los

jornaleros agrícolas y del campesinado pobre, que constantemente están

disminuyendo mientras que se acrecientan las de los nepistas, burócratas y

kulaks. Además, se hace hincapié en la defensa de los derechos laborales

de la mujer trabajadora y de la juventud obrera. Al mismo tiempo se exige

que sea la clase trabajadora la que se ponga al frente del Estado, que se

respete en la práctica la independencia de los sindicatos y que se restaure la

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democracia en el seno del partido y de los Soviets. Que se elabore un plan

económico siguiendo las directrices que Lenin dio cuando afirmó: “Sólo

podremos considerar garantizada la victoria del socialismo sobre el

capitalismo y su perdurabilidad cuando el poder del Estado proletario (…)

reorganice toda la industria sobre la base de la producción colectiva en gran

escala y la técnica más moderna” (V.127, p.33). En esta base teórica se

apoyan los oposicionistas porque entienden que “toda la política de nuestro

partido debe basarse en este principio, presupuesto, impuesto, industria,

agricultura, comercio interior y exterior, todo en fin. Esta es la base

fundamental de la Oposición. Este es el camino del socialismo” (V.127,

p.33). Efectivamente, esto es imprescindible tanto para convertir a la clase

trabajadora en clase dirigente del Estado soviético, como para incrementar

el nivel material de las masas populares, como para crear la base

industrializadora que permita la defensa militar de la Unión Soviética. El

programa también reclama la finalización de la política chauvinista en el

interior del propio Estado Soviético. Critica tanto la torpeza política de la

fracción dirigente, que lleva a la derrota política a la clase trabajadora una y

otra vez, el caso de China es paradigmático; como su deslealtad política,

que en vez de debatir utiliza la calumnia y la represalia contra los

oposicionistas. Pide la unidad del partido, oponiéndose a la escisión y

exige la renuncia de la política oportunista y de zigzag de la dirección del

partido.

El CC no sólo se negó a publicar y a distribuir entre la militancia del

partido el programa de la Oposición sino que además prohibió su impresión

y difusión. Entonces la Oposición decidió publicarlo y distribuirlo

clandestinamente. Consigue imprimir unos 12 mil ejemplares de su

programa en una imprenta del Estado; celebra mítines y reuniones

clandestinas con obreros en Moscú, Leningrado y otras ciudades y consigue

cinco o seis mil firmas para su programa. El aparato responde montando

una provocación. La noche del 12-13 de septiembre la GPU asaltó la

imprenta donde se estaba confeccionando el programa de la Oposición

deteniendo a varios oposicionistas y a un agente de la propia policía

política, Stroilov, ex oficial del general blanco Wrangel. La “detención” de

este agente de la GPU sirvió para acusar a la Oposición de conspiradores

contrarrevolucionários en la prensa, donde se anuncia que se desarticuló un

complot anti-soviético. El viejo bolchevique Mrachkovski, que dirigía la

impresión clandestina es detenido y expulsado del partido. Preobrayenski y

Serebriakov, que asumen públicamente la responsabilidad política de la

impresión del programa oposicionista, son expulsados del partido. Siguen

otras expulsiones de oposicionistas. La Oposición consigue que el director

de la misma GPU, Menyinski, reconozca que toda la operación fue una

provocación. Aún más, el propio Stalin la reconoce al mismo tiempo que la

justifica.

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Mas a pesar de las calumnias vertidas en la prensa y de que la

fracción dirigente hace aprobar demagógicamente la jornada de siete horas

y la semana de cinco días en el Comité Ejecutivo de los Soviets para

restarle apoyos a la Oposición, el 17 de octubre en Leningrado el CC

organiza una manifestación en la que la muchedumbre en vez de saludar a

la dirección oficial del partido va a saludar a los líderes de la Oposición que

estaban encaramados en un camión, fuera de la tribuna oficial. Mientras en

la Oposición renace la esperanza, Stalin decide presionar para conseguir la

expulsión del CC de los líderes oposicionistas.

24. La eliminación de la izquierda

El Comité Central del PC (b) de la URSS está de junta desde el 21 al

23 de octubre. Stalin pide la expulsión de Trotski y de Zinóviev del CC. La

sesión del CC del día 23 estuvo marcada por el comportamiento soez de los

stalinistas y bujarinistas y por el discurso político de Trotski, que tuvo que

ser protegido por los suyos ya que durante su intervención desde las filas de

la fracción dirigente le tiraron a la cabeza libros, vasos y hasta un tintero.

Trotski, además de contestar con ironía el zafio comportamiento de la

dirección (“Vuestros libros no pueden leerse, pero aún pueden servir para

ser arrojados a la cabeza de la gente”, (V.8, 354)), va a levantar una

contundente denuncia contra la dirección del partido donde “la brutalidad y

la deslealtad han crecido a tal punto que se han convertido en perfidia

criminal (...). Queréis excluirnos del Comité Central (...). La fracción

directora que excluye del Partido a centenares y centenares de los mejores

militantes, de obreros bolcheviques inquebrantables; la pandilla del aparato

que se atreve a excluir a bolcheviques como Mratchkovski, Serebriakov,

Preobrayenski, es decir, a camaradas que podrían constituir por sí solos un

Secretariado del Partido con una autoridad y una mayor preparación, más

leninista, que el actual Secretariado; la fracción Stalin-Bujarin, que

encarcela en la Prisión Interior de la GPU a admirables militantes como

Nechaev, Stykhold, Vassiliev, Schmidt y tantos otros; la fracción del

aparato que se mantiene violentando al Partido, ahogando su pensamiento,

desorganizando a la vanguardia del proletariado, no sólo en la URSS, sino

en el mundo entero; esta fracción, completamente penetrada de

oportunismo, que ha arrastrado tras de sí y sigue arrastrando todavía a los

Chang Kai-chek, Feng Yu Siang, Wan Tin Wei, Purcell, Hichs, Ben-Tillet,

Kussinen, Smeral, Peper, Heinz-Neumann, Rafés, Martinov, Kudratiev y

Ustrialov no puede tolerarnos a nosotros en el Comité Central ni siquiera

un mes antes del Congreso (…). El objetivo inmediato de Stalin es: dividir

al Partido; dividir a la oposición; acostumbrar al Partido a los métodos de

agotamiento físico; constituir equipos de reventadores fascistas, de

hombres que trabajan a puñetazos, a pedradas; meter a la gente en la carcel.

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En estos métodos se ha detenido momentáneamente, el curso staliniano

antes de ir más lejos. Pero su camino está trazado (...). Es la voz de

Termidor. Los peores burócratas, corrompidos por el Poder, cegados por el

odio, preparan esta política termidoriana con todas sus fuerzas (...).

Nosotros le decimos abiertamente al Partido: la dictadura del proletariado

está en peligro (...). El oposicionista excluido sigue y seguirá sintiéndose

miembro del Partido. Puede arrancársele por la violencia el carnet del

Partido al verdadero bolchevique-leninista; pueden serle retirados,

momentáneamente, sus derechos de miembro del Partido; pero no por eso

dejará nunca de cumplir sus obligaciones de miembro del Partido (…).

Tenemos en mano la clave del bolchevismo, y no seréis vosotros quienes

nos la quitéis (…). Le disputaremos la Revolución de Octubre a la política

de Stalin, cuya esencia puede ser expresada en algunas palabras:

Amordazamiento del núcleo proletario; fraternización con los

conciliadores de todos los países; capitulación ante la burguesía mundial.

Excluidnos, pues, del Comité Central” (V.113, pp.149-157). Y termina su

último discurso ante el CC con una afirmación superadora del estricto

marco coyuntural: “La oposición es invencible (…). Excluidnos. No por

eso impediréis las victorias de la oposición. Estas victorias serán las de la

unidad revolucionaria de nuestro Partido y de la Internacional Comunista”

(V.113, p.158).

Trotski y Zinóviev son expulsados del CC. El 4 de noviembre la

dirección de la Oposición decide participar en los actos conmemorativos

que se van a celebrar el 7, día del X aniversario de la Revolución de

Octubre. La Oposición participa en las manifestaciones con sus propias

consignas: “Que se cumpla el Testamento de Lenin”, “Abajo el kulak, el

nepista y el burócrata”, “No a la escisión, viva la unidad del partido

leninista”. Pero el aparato está muy alerta para que no se repitan adhesiones

como las que se produjeran en la manifestación leningradense del 17 de

octubre. Así, en Leningrado se retiene a Zinóviev y a Rádek con la excusa

de que pueden sufrir un atentado mientras se controla la marcha de los

oposicionistas. En Moscú, cuando Trotski llega en coche a la manifestación

un soldado de las milicias dispara contra su automóvil y un bombero

borracho sube a su estribo y después de escupir insultos rompe el cristal de

una de las ventanillas de un puñetazo, mientras a los manifestantes

oposicionistas se les arrancan a golpes las pancartas. La presión gángsteril

del aparato se mostraba claramente.

El fracaso movilizador oposicionista y la expulsión de Trotski y

Zinóviev del PC (b) de la URSS el día 14 de noviembre, así como la

expulsión del CC de Rakovski, Evdokímov, Smilgá y Kámenev va a

escindir definitivamente a la Oposición. Es en este clima cuando se da el

suicidio del viejo revolucionario marxista Adolf Abramovich Ioffe, el día

16. Trotski recibe la noticia por teléfono a través de una voz anónima que

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le comunica que el fallecido le dejó una carta. Inmediatamente se traslada a

la casa de Ioffe. Ya había llegado la GPU. La carta no aparece por ningún

sitio, se apropiara de ella la policía política. Tuvo que esperar a recibir una

copia de la misma. Era una carta de camarada a camarada:

“Querido Lev Davídovich:

(…) ha llegado el momento en que es necesario poner témino a esta

vida. Bien sé que la opinión predominante del partido es contraria al

suicidio (…). Si me encontrara en buen estado de salud tendría fuerzas y

energía para luchar contra la situación creada en el partido; pero en el

estado en que me encuentro no puedo tolerar una situación en que el

partido presta su mudo consentimiento a la exclusión de usted de sus filas

(…). En este sentido, mi muerte es una protesta contra los que han

conducido al partido a tal situación (…).

Querido Lev Davídovich, estamos unidos por diez años de trabajo en

común, y creo también que de amistad personal, y esto me da derecho a

decirle en este momento de despedida lo que juzgo en usted una debilidad.

Jamás he dudado del acierto de su opinión, y bien sabe que desde hace más

de veinte años, incluso desde la cuestión de la “revolución permanente”, he

estado siempre a su lado. Pero siempre me ha parecido que le faltaba a

usted la inflexibilidad, la intransigencia de Lenin, su resolución de

continuar la tarea solo a ser preciso por el camino que él indicaba, seguro

de una mayoría futura, seguro del futuro reconocimiento unánime de la

justeza de ese camino. Siempre ha tenido usted razón políticamente,

empezando desde 1905, y frecuentemente le he dicho que yo mismo le he

oído reconocer a Lenin que en 1905 no era él quien estaba en lo cierto, sino

usted (…). Pero frecuentemente usted ha renunciado a su certera posición a

favor de un acuerdo, de un compromiso cuyo valor ha sobreestimado. Eso

era un error. Vuelvo a repetirle que políticamente ha estado siempre en lo

cierto, y que ahora lo está más que nunca. Algún día lo comprenderá el

partido y la historia se verá obligada a reconocerlo (…). Usted está en lo

cierto; pero la seguridad del triunfo de su opinión estriba precisamente en

una intransigencia estricta, en la más severa rigidez, en la denegación de

todo compromiso, cosas que constituían siempre el secreto de los triunfos

de Ilich (…).

P.D. Le he escrito esta carta durante la noche del 15 al 16 (…) Adiós, querido Lev Davídovich. Sea fuerte. Necesita serlo y ser

enérgico también. Y no me guarde rencor”. (V.127, pp.175-180).

A buen seguro que esta carta influyó positivamente en Trotski, que lo

ayudó a continuar una lucha que se volvería titánica.

El entierro de Ioffe se celebró el día 19, que a pesar de ser laborable

por decisión de la fracción dirigente, fue un acto multitudinario que

atravesó calles y plazas de Moscú hasta llegar al cementerio de

Novodevichi donde la muchedumbre comunista barrió el muro policial que

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quería impedir el paso al camposanto. Trotski, despidiendo al camarada

dijo: “La lucha continúa. ¡Que todos permanezcan en su puesto! ¡Que nadie

lo abandone!” (V.24, p.353). Mas Zinóviev y Kámenev enseguida

comenzaron una retirada que se iba a convertir en derrota total. Así, el 27

de enero de 1928 Pravda publicará una carta con su firma donde atacan al

“trotskismo”, para ellos era el comienzo del fin.

En diciembre de 1927 se celebra el XVº Congreso del PC (b) de la

URSS. Este congreso del aparato expulsó del partido al conjunto de la

Oposición. El 12 de enero de 1928 la GPU le comunica a Trotski que iba a

ser deportado a Almá-Atá por contrarrevolucionário.

25. En el destierro: Almá-Atá

La GPU le informa a Trotski que la partida para el destierro será el

día 16 de enero de 1928 a las 22,00 horas. No obstante, como en esa fecha

se concentraran miles de personas en la estación para despedir a Trotski,

inclusive había mucha gente tumbada en la vía para impedir la salida del

tren, la policía política decide cambiar el día de partida y darle a Trotski

una fecha falsa. Así, se anula el viaje y se le comunica al viejo

revolucionario que la nueva salida será para el día 18, pero la GPU se

presenta de improviso en el domicílio de Trotski, que se encontraba en la

casa de su camarada Beloborodov, el día 17. Sacan a Trotski en brazos, ya

que él se niega a ir por su propio pie, lo meten en un coche y lo llevan a la

desierta y acordonada estación de Kazán.

El día 25 Trotski, su mujer Natalia y Liova, el hijo mayor de ambos,

llegan a Almá-Atá, en kazajo Almati. Almá-Atá, hoy en día capital de

Kazajstán con el nombre ruso de Astana y Akmola en kazajo, era entonces

una pequeña población donde a la falta de las infraestructuras más

elementales como la electricidad y el auga corriente en las casas se le

sumaba la peste y la lepra. Sin embargo, en sus alrededores había

abundante pesca y caza y ya que Trotski gustaba mucho de practicarlas

aquello al menos era un motivo de alegría.

Trotski se volcó en el trabajo político inmediatamente. Como Stalin

también lo privara de la ayuda de sus dos secretarios, Posnanski y Sermux,

este último viajara de incognito hasta la propia Almá-Atá pero enseguida

sería detenido por la GPU, fue su hijo Liova quien hizo de secretario. Los

Trotski vivieron tres semanas en una fonda, después pudieron trasladarse a

una casa porque Trotski se lo pidió a Moscú insistentemente a través de

telegramas.

En Almá-Atá Trotski no sólo hubo de dedicarse al trabajo político,

también tuvo que ejercer de traductor. Fue así porque la pensión que le

pasaba el Estado no daba ni para cubrir los gastos mínimos de su espartana

vida material. Gracias a que el camarada Riazánov era el director del

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Instituto Marx-Engels de Moscú, Trotski se puso a traducir para dicha

institución el “Herr Vogt” de Marx y a cotejar la traducción de otros textos

de los padres del marxismo. De esta manera, él y los suyos pudieron

soportar los gastos básicos y los derivados de la extensa correspondencia

con los camaradas de ideas y destierro, correspondencia que alcanzaba un

volumen notabilísimo ya que se carteaba con los principales dirigentes

políticos, Rakovski, Rádek, Preobrayenski, Smilgá, Beloborodov, Smirnov

y otros, y cada vez era mayor el número de oposicionistas desterrados.

El pan no sólo estaba escaso y caro en Almá-Atá, en toda la Unión

Soviética ocurría lo mismo. Esto no era el producto de una mala cosecha

sino del acaparamiento de los kulaks. Estos no querían vender los

excedentes agrícolas al precio fijo que estipulaba el Estado, que además no

les ofrecía las mercancias industriales deseadas. El acaparamiento creó una

situación de emergencia ya que las ciudades podían quedar desabastecidas.

El fantasma del hambre podía materializarse. Esta realidad generó

enfrentamientos en el interior del CC del PC (b) de la URSS. Eliminados

del partido los oposicionistas de izquierda, la lucha se daba ahora entre dos

fracciones: la bujarinista y la stalinista, la “derecha” y el “centro”. Los

primeiros eran claros defensores de dejar hacer a los kulaks. Estos eran los

que más producían y, por lo tanto, los que más poder e influencia tenían

entre el campesinado. Realmente, estaba en juego la propia existencia del

Estado soviético. La restauración capitalista de continuar por este camino

era mucho más que una hipótesis teórica, una certeza.

En esta coyuntura Stalin giró a la izquierda, aunque al comienzo

tímidamente. Ya en el mes de febrero Pravda incluía titulares como “El

kulak levantó la cabeza” y el aviso de que los kulaks cada vez tenían más

fuerza económica, más poder en el mercado soviético. Este giro supuso el

principio del fin para la fracción bujarinista, que irá perdiendo poder en el

aparato del Partido y del Estado al ir siendo destituidos muchos de sus

cuadros, y una cuña en el seno de los oposicionistas desterrados ya que

algunos empezaron a pensar que Stalin iba a llevar a la práctica el

programa industrializador de la izquierda.

La oposición de derechas, la única oposición que quedaba en el

interior del Politburó y del CC, tenía en Bujarin a su teórico. En la Pravda

del 10 de septiembre sacó un artículo intitulado “Notas de un economista”

donde argumentaba que “el ritmo máximo de desarrollo industrial no se

conseguirá arrancando todos los años la mayor cantidad posible de recursos

al campesinado para invertirlos en la industria. El ritmo permanente óptimo

se obtendrá a partir de una combinación en la que la industria crezca

apoyándose en una economía en rápido crecimiento” (V.8, p.369). Pero

estos argumentos no tranquilizaban a la naciente casta burocrática que se

daba cuenta de que su caída sería un hecho si se profundizaba por un

camino que llevaba a la restauración del capitalismo. Eso sí, Bujarin lanza

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una advertencia completamente acertada cuando afirma que “los

funcionarios están dispuestos a elaborar cualquier tipo de plan” (V.8,

p.371) para conservar el poder. Efectivamente, Stalin iba a demostrar

enseguida la validez de esta reflexión. Por lo pronto, su primera medida

administrativa fue hacer aprobar que el partido requisase productos al

campesinado pero afirmando que “la NEP es la base de nuestra política

económica y seguirá siéndolo durante un largo período histórico” (V.8,

p.367) para al poco tiempo llevar a cabo una brutal colectivización,

concretamente a partir de diciembre cuando anuncia en la Pravda del día

27 “Al diablo con la NEP” (V.8, p.390). Por el momento, el giro a la izquierda de Stalin no fue la

colectivización en masa por decreto sino una serie de medidas para frenar a

los kulaks. Entre esas medidas estaba requisar los excedentes de grano con

la contundencia que fuese necesaria e imponer un precio fijo al pan. Los

miembros del aparato que no acatasen las órdenes con celeridad serían

destituídos sin miramientos. Este empírico giro a la izquierda fue suficiente

para que algunos oposicionistas desterrados flaquearan, para que estimasen

que se podía renunciar a la lucha política contra la fracción stalinista, que

ya era a todas luces la dominante, con tal de participar desde el aparato en

la lucha contra el poder del kulak, poder que como oposicionistas

denunciaran en su día.

Cuando Trotski se enteró por la correspondencia con sus camaradas

de este estado de ánimo entre bastantes oposicionistas llamó al apoyo

crítico al viraje de Stalin pero insistiendo en que un verdadero giro a la

izquierda sólo se podía sustentar en la libertad de discusión, en la existencia

de democracia en el seno del partido. No fue precisamente así como

planteó Stalin la cosa. Al revés. Stalin tocó a nivel individual a miembros

de la oposición de izquierdas. Este proceder le dio rápidos resultados ya

que eminentes oposicionistas como Piatákov, Antonov-Ovseienko, Safárov

y, posteriormente, Rádek, Preobrayenski, Smirnov y Smilgá, tiraron la

toalla y se entregaron con armas y bagajes a Stalin. Más adelante, a finales

de julio de 1929, Trotski hará la siguiente reflexión sobre la defección de

estos cuadros revolucionarios: “La capitulación de Rádek, Preobrayenski y

Smilgá constituye en cierto modo un hecho político relevante. Demuestra

hasta qué punto se ha desgastado la gran generación heroica de

revolucionarios a la que correspondió pasar por la guerra y por la

revolución de Octubre. Tres viejos revolucionarios pertenecientes a la élite

se tachan así, por su propia voluntad, del mundo de los vivo” (V.8, p.377).

La deserción de estos antiguos líderes del proletariado del campo de

la revolución no deja a la oposición restante en un estado de

homogeneidad política. Los radicales estiman que el Estado y el partido ya

están irremediablemente perdidos. Trotski se opone decididamente a esta

estimación y a sus consecuencias prácticas: fundar un nuevo partido y

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renegar del Estado soviético. La oposición de izquierdas apenas llegada al

destierro ya estaba dividida y parte derrotada.

El día 9 de junio muere en Moscú Nina, la hija menor de Trotski y

Aleksandra. Su salud se había deteriorado hasta el extremo cuando llevaran

a la cárcel a su marido, un militante comunista. A posteriori Trotski recibió

una carta que su hija pequeña le había enviado, este retraso era producto de

la censura. Era hija y camarada, y así la lloró su padre. Su muerte sucede

justo cuando Trotski está preparando dos documentos políticos para enviar

al VIº Congreso de la IIIª Internacional, que se iba celebrar en Moscú

desde el 17 de julio al 1 de septiembre. Estos dos documentos, datados en

el mes de julio, son “Carta al VI Congreso de la Internacional Comunista”

y “Crítica del programa de la Internacional Comunista”. Posteriormente

añadirá otros dos documentos más, “La cuestión china después del VI

Congreso”, fechado también en Almá-Atá el 4 de octubre del mismo 1928,

y “¿Quién dirige hoy la Internacional Comunista?”, sin fecha. Todos estos

textos se conocen en la actualidad por el título genérico de “La

Internacional Comunista después de Lenin”.

Pasaran cuatro años desde la celebración del Vº Congreso de la IC,

retraso que nunca se diera en tiempos de Lenin. Esto ya indicaba el nuevo

papel político que para Stalin cumplía el Komintern. Trotski lo percibió

con meridiana claridad. La nueva etapa de la IC se asentaba en la “teoría

del socialismo en un solo país”. De la nueva doctrina “puede y debe

deducirse, a pesar de todas las declaraciones solemnes del proyecto de

programa, una política de colaboración con la burguesía del exterior”

(V.102, p.142), por lo que “la tarea de los partidos de la Internacional

Comunista toma entonces un carácter secundario: proteger a la URSS de

las intervenciones, y no luchar por la conquista del poder”, de esta manera

“su papel fundamental de herramienta de la revolución mundial pasa

inevitablemente al último plano” (V.102, pp.142-143). Trotski advierte

insistentemente que sin la victoria de la revolución proletaria mundial no

se construirá el socialismo en la URSS por lo que es imperiosa la extensión

de la revolución por otros países para que el socialismo triunfe. Señala

claramente la causa profunda de los grandes problemas económicos,

políticos y culturales de la Unión Soviética: “La causa fundamental de la

crisis de la Revolución de Octubre reside en el retraso de la revolución

mundial, tras una serie de graves derrotas del proletariado” (V.102, p.48).

Si el texto de Trotski es un ataque diáfano a la aberración política y

económica que es para un marxista la “teoría del socialismo en un solo

país” no por eso deja en el olvido la tesis de Bujarin del “socialismo a paso

de tortuga”: “La dialéctica revolucionaria e histórica ha sido sustituida por

una utopía reaccionaria, la de un socialismo de migajas que se edificaría

sobre una base técnica inferior, que se desarrollaría <a paso de tortuga>

dentro de los límites nacionales, y que no tendría otra relación con el

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mundo exterior que el miedo a la intervención” militar. (V.102, pp.127-

128). Y formula una pregunta cuya respuesta hizo veraz la Historia,

cuarenta años después de su muerte: “¿Puede ocurrir –y en que caso

preciso- que la productividad de nuestro sistema social se retrase cada vez

más con respecto a la del capitalismo? Porque, a fin de cuentas, eso llevaría

ineluctablemente al derrumbamiento de la República socialista” (V.102,

p.131). Y continúa Trotski utilizando el método díaléctico: “Pero intentar

responder al problema de la competencia entre dos sistemas nos lleva ya a

la arena de la economía y la política mundiales, es decir, a la arena en la

que actúa y decide la Internacional revolucionaria (y no una República

soviética que viva para sí misma y reclame de vez en cuando la ayuda de la

Internacional)”. (V.102, p.131).

Con lógica díaléctica Trotski demostró que ni la fracción bujarinista

ni la stalinista son marxistas. Pero no es sólo Trotski quien llega a esta hoy

en día obvia deducción sino que también saca esta conclusión por entonces

la burguesía internacional al identificar a Trotski como el auténtico

enemigo de clase: “importante –escribe Trotski- es el juicio formulado por

la burguesía sobre las tendencias de la lucha en el seno del Partido

Comunista de la URSS y la Internacional Comunista: la burguesía no tiene

ninguna razón para tergiversar o disimular nada en esta cuestión. Y sobre

este punto hay que decir que todos los órganos de cierta seriedad, autoridad

e importancia del imperialismo mundial, a ambos lados del océano,

consideran a la Oposición como su enemigo mortal: en el curso del período

transcurrido, o bien han manifestado una simpatía interesada y prudente

ante toda una serie de pasos de la dirección oficial, o bien han expresado el

consejo de la liquidación completa de la Oposición, su destrucción total

(Austen Chamberlain –un secretario británico de Asuntos Exteriores-

exigía incluso fusilamientos) era la condición indispensable para la

<evolución normal> del poder soviético hacia el régimen burgués. Incluso

de memoria (…) se pueden citar numerosas declaraciones de este tipo:

boletín de información de la industria pesada francesa (enero de 1927),

memoria del informador de los ministros y millonarios americanos,

apreciaciones del Times, del New York Times y de Austen Chamberlain

reproducidas en numerosas publicaciones y en particular en el diario

americano The Nation, etc.” (V.102, pp.40-41). Como el mismo Trotski

señala, “estos juicios revelaban de manera demasiado clara la naturaleza

revolucionaria de la Oposición” (V.102, p.41).

Las tesis de Trotski parece que tuvieron más divulgación entre los

515 delegados al VIº Congreso que lo que deseaba el aparato. No obstante,

los delegados estaban ya muy filtrados. Pero que ese filtro no funcionó a la

perfección lo demuestra la asistencia de delegados como James P. Cannon,

que de vuelta a los EEUU fundará allí la Oposición de Izquierdas, sacará el

18 de noviembre de aquel mismo año 1928 el primer número del periódico

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“The Militant” y se convertirá en uno de los líderes del Partido Socialista

Obrero (Socialist Workers Party) de los Estados Unidos. Trotski no estaba

solo.

La lucha política de Trotski, a pesar de estar aislado a tres mil

setecientos kilómetros de Moscú, continuaba con insistencia por lo que a

buen seguro era el punto de referencia para los miles de oposicionistas que

estaban siendo represaliados por el sistema. A finales de 1928 entre 6.000 y

8.000 oposicionistas de izquierda fueron deportados o encarcelados.

Trotski, que duda cabe, tenía masa militante, y cada vez más. Por eso Stalin

decidió actuar sin miramientos. Cortó el correo entre los oposicionistas

deportados, de tal forma que en el mes de octubre Trotski dejó de recibir

prácticamente correspondencia. Trotski protestó con una carta a Moscú por

el “bloqueo postal” al que lo tenían sometido. Ante este proceder, el 16 de

diciembre el agente de la GPU Wolinski, enviado directamente desde

Moscú, le entrega a Trotski en mano un ultimátum político en el que se le

exige que ponga fin a su actividad política y que de no hacerlo se deberá

atener a las consecuencias. Trotski contesta al ultimátum a través de una

carta al CC del Partido y a la presidencia de la Internacional Comunista,

donde se niega en redondo a hacer tal cosa ya que “renunciar a toda

actuación política equivaldría a deponer las armas” (V.101, p.590), algo a

lo que no está nada dispuesto. Además, señala que “sólo una burocracia

corrompida hasta el tuétano podía exigir de un revolucionario semejante

renuncia (a seguir actuando políticamente al servicio del partido y de la

revolución internacional), y sólo unos renegados despreciables podrían

aceptarla” (V.101, pp.593-594). Se reune el Politburó y Stalin plantea que

Trotski tiene que ser expulsado de la URSS. Los dirigentes de la fracción

bujarinista: Ríkov, Tómski y el propio Bujarin, se opusieron. Otro miembro

más se opuso, posiblemente fue Kuibishez. Los demás miembros del

Politburó en ese momento eran Stalin, Molotov, Kalinin, Rudzutak y

Voroshilov. Esta mayoría del Politburó, galvanizada por Stalin, vota a

favor de la expulsión. Sólamente quedaba comunicárselo a Trotski. El día

20 de enero del año 1929 el policía político Wolinski, que se había

quedado en Almá-Atá para recibir instrucciones del centro, le comunica a

Trotski que el día 18 la GPU había decretado que sea expulsado de la

URSS.

26. Prinkipo, comienza el exilio

El 22 de enero de 1929 Trotski, acompañado de su mujer y de su hijo

mayor, es metido por la GPU en un autobús hasta Pichpek (Frunze) donde

cogerán el tren con rumbo desconocido. Durante el viaje, los agentes de la

GPU le informan que su destino es Turquía, concretamente Constantinopla

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(Estambul). Trotski se opone y los policías piden instrucciones a Moscú,

que después de doce días, que pasan en una estación perdida, ratifica la

orden.

Trostki había pedido poder ver a su hijo menor, Sergei, le fuera

concedido, y se incorporara al grupo. El tren los lleva a través de

Kazajstán, sur de Rusia y Ucrania hasta Odesa, a orillas del Mar Negro, a

donde llegan el 10 de febrero por la noche. En el puerto, que estaba

rodeado de policías, lo esperaba el desierto barco “Ilich” que de

madrugada partiría para el exilio. Antes de partir se despide de su hijo

pequeño, ya no lo volvería a ver, Stalin lo hará asesinar. Pero no sólo de su

chaval más joven se despidió, también de la Rusia soviética en la que no

volvería a poner el pie. El 12 el barco atraca en Constantinopla. Una vez

que los guardas fronterizos turcos suben a bordo, Trotski les entrega una

nota de protesta dirigida al presidente turco Kemal Pachá en la que

comunica que viene aquí por la fuerza y no por propia voluntad. Algunos

días después, el presidente turco, a través del gobernador de

Constantinopla, le hace saber a Trotski que no será recluido en Turquía y

que podrá permanecer en el país el tiempo que estime y que se podrá ir

cuando lo desee.

Padre, madre e hijo fueron trasladados por la GPU al consulado

soviético en Constantinopla. Trotski inmediatamente se sumerge en la

lucha. Había que combatir políticamente y, además, ganarse la vida.

Escribe a camaradas de Europa. Algunos le contestan enseguida como fue

el caso del matrimonio francés Alfred y Marguerite Rosmer, de cuya

amistad gozará hasta el final. Contaba con 1.500 dólares que le entregara la

GPU en el barco. Establece contactos con periódicos occidentales con el

doble objetivo político/económico. Publica artículos explicando las luchas

políticas en el seno del partido en periódicos tales como el New York

Times y el Daily Express. Era el pretexto que estaba esperando Stalin. Al

momento hizo que publicaciones soviéticas y afines afirmaran que Trotski

se había vendido a la burguesía imperialista. El clima en el consulado

soviético se enrareció y los Trotski abandonaron el 5 de Marzo el

consulado para traslardarse al Hotel Tokatliyan y después a un apartamento

y, ya por fin, a finales de abril se van a vivir a una casa alquilada en la Isla

de Prinkipo (Isla de Príncipes), la mayor de un pequeño archipiélago del

Mar de Mármara, por entonces a hora y media de Constantinopla en barco

de vapor.

Desde su arribada a Constantinopla, Trotski batalló por conseguir un

visado en un país de Europa, o en los Estados Unidos, porque Turquía

estaba alejada del teatro político de operaciones y porque, además, en

Constantinopla había muchos rusos “blancos” emigrados que podían ser

una perfecta tapadera para un atentado de la GPU, si no lo realizaban ellos

mismos.

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Cuando la GPU le dijo a Trotski que en Alemania no le daban

visado, no lo creyó. Él mismo había leído en un periódico de Berlín que el

presidente socialdemócrata del Reichstag, Paul Lobe, había manifestado en

un discurso público que “nada tendría de particular que llegásemos incluso

a brindar al señor Trotski un asilo de libertad en nuestro país” (V.101,

p.600). Pero como iba a comprobar enseguida, este era un decir exento de

de honradez, vulgar retórica. Así fue, ipso facto Trotski le telegrafió a Lobe

para comunicarle que por sus palabras había pedido el visado en el

consulado alemán. Un abogado socialdemócrata tomó la iniciativa de

gestionar en la propia Alemania el visado. Al comienzo se trataba de que

Trotski aceptase ciertas restricciones de movimiento en Alemania para

conseguirlo. Sólo era una manera de dar largas. No hubo visado.

Tampoco le otorgaron visa los gobiernos del Ducado de

Luxemburgo, el estadounidense, el austriaco, el holandés, el noruego, el

checo, el inglés, el francés y el español. El español ni respondió. El

gobierno francés simplemente dijo que estaba en vigor la orden de

expulsión dictada en 1916. El caso inglés fue un ejercicio de puro cinismo.

Trotski recibió en Prinkipo (Buyuk Ada, en turco) en mayo la visita del

laborista Sidney Webb que le dijo que haría todo lo posible pero que los

conservadores eran un gran obstáculo. El Partido Laborista gana las

elecciones en mayo y Ramsay MacDonald forma un gobierno en el que

Sidney obtiene plaza de ministro. Trotski envía un telegrama. El gobierno

laborista le niega el visado, por cierto, con gran alegría para Winston

Churchill que calificaba a Trotski de “Ogro de Europa” y “odre de

maldad” (V.25, p.31), claro que previamente Trotski ya le dijera al futuro

premier en un artículo periodístico que no entendía nada de nada de Lenin

ya que “Lenin pensaba en términos de épocas y de continentes, Churchill

piensa en términos de fuegos artificiales parlamentarios” (V.25, p.31).

Unos años después, en 1937, Churchill hizo una semblanza de Trotski

donde cada palabra respira un profundo y continuo odio de clase, aunque

no puede evitar mostrar un explícito reconocimiento al invencible militante

comunista. Advertir que como representante bien consciente de la

burguesía señala que Lenin veía a Trotski “como su heredero político”

(V.12, p.142). Recordar que a Churchill le dieron el premio Nobel de

literatura también por esta joya anti-comunista.

Con Trotski en el exilio, Stalin atacó a fondo a la fracción

bujarinista. El rompimiento con la Oposición de Derechas da comienzo en

febrero de 1929 cuando Stalin pide a la Comisión de Control una

investigación de la conversación sostenida entre Bujarin y Kámenev.

Efectivamente, en el verano de 1928, con Trotski en Almá-Atá, Bujarin se

acerca a la casa de Kámenev para tratar de llegar a un acuerdo con la

Oposición de Izquierdas por su intermedio. Bujarin llegara a la conclusión

de que Stalin “es un intrigante sin principios que todo lo supedita a sus

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ansias de poder” (V.8, p.374). Para él está claro a estas alturas que con

Stalin no hay debate posible ya que “altera sus teorías según la necesidad

que experimente en determinado momento de eliminar a uno u otro” (V.8,

p.375). También le dice a Kámenev que Stalin tiene adversarios como

Ordyonikidze, Tómski: que cuando está bebido le dice en el oído a Stalin

que “nuestros obreros pronto pronto empezarán a dispararle a usted, ya lo

verá” (V.24, p.404), y el mismo jefe de la GPU, Iagoda. Llegadas las

noticias a Trotski contesta que él consideraría la posibilidad de colaborar

con el único objetivo de restaurar la democracia en el partido.

De esta conversación, y posteriores contactos, revelada en panfletos

por oposicionistas de izquierda en Moscú, Stalin le pedía ahora cuentas a

Bujarin. Este la reconoce como cierta y ataca la burocratización de un

aparato donde ningún secretario regional fue electo por la base, y demanda

la reducción del ritmo previsto para la industrialización.

En abril, en una sesión del Comité Central y de la Comisión de

Control, Stalin ataca directamente a Bujarin. Los hechos se desencadenan.

En junio Tomski es destituido de la dirección de los sindicatos. El 3 de

julio Bujarin es expulsado de la Presidéncia de la III Internacional y de su

Comité Ejecutivo, para ser expulsado del politburó del partido al poco

tiempo. El 26 de noviembre la Oposición de Derechas capitula ante Stalin

haciendo “autocrítica”: a partir de aquí ya son cadáveres políticos. Stalin

gira ya definitivamente a la “izquierda”: iba a poner en marcha la

colectivización forzosa y la industrialización acelerada.

¿Por qué da Stalin este giro a la izquierda si a él poco o nada le

interesa la teoría y el debate? Trotski, ya en México, lo explicará a la

perfección en la biografía inacabada de Stalin: “El crecimiento de las

relaciones burguesas amenazaban no sólo la base socialista de la propiedad,

sino los cimientos sociales de la misma burocracia. Puede haberse sentido

inclinada a repudiar la perspectiva socialista de desarrollo a favor de la

pequeña burguesía; pero a ningún precio consentiría en repudiar sus

propios derechos y privilegios para beneficiarla. Esta contradicción es la

que condujo al durísimo conflicto entre la burocracia y el kulak (…).

Defender la nacionalización de los medios de producción y de la tierra es

ley de vida o muerte para la burocracia, pues tal es el origen social de su

posición dominante” (V.124, pp.286-288).

Ante esta nueva coyuntura la mayor parte de los dirigentes de la

Oposición de Izquierdas en el destierro van a capitular definitivamente. En

abril de 1929 Preobrayenski escribe una epístola intitulada “A Todos los

Camaradas de la Oposición”. En ella afirma que los oposicionistas de

izquierda se deben reintegrar en el partido para defender el giro a la

izquierda de Stalin. Este será el hilo conductor para justificar la

capitulación de todos los oposicionistas política y moralmente derrotados.

No obstante, Preobrayenski no se hace ilusiones de las condiciones que van

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a encontrar al reingresar en el partido ya que aceptar la militancia en esta

ocasión será como llevar “una pesada cruz” (V.25, p.76). En mayo viaja a

Moscú. Teoricamente va a negociar el reingreso en el partido, en la

práctica va a firmar su capitulación política. En junio, siguiendo la estela de

Preobrayenski viajan a Moscú Rádek y Smilgá. Al mes siguinte catorce

oposicionistas deportados más anuncian su rendición. Otros comienzan a

“negociar”. Empiezan haciendo lo que se convierte en práctica habitual:

piden la vuelta de la democrácia en el partido y el retorno de Trotski a la

URSS para al final aceptar la rendición incondicional.

Los que se arrodillaban ante el aparato de Stalin no eran personas

menores. Al revés, habían sido grandes luchadores sociales y altos cuadros

revolucionarios. Si Stalin estaba interesado en reintregrarlos formalmente

al partido era precisamente por estas cualidades pretéritas ya que así

desarmaba políticamente a la base oposicionista, que pasados los años

serían millones, y, aun por encima, utilizaba sus conocimientos técnicos y

organizativos para el proceso industrializador. La excusa que ponían todos

estos desertores del campo revolucionário era que debían participar en la

ejecución del Plan quinquenal, que al fin y al cabo era de ellos porque la

Oposición de Izquierdas fue la que había señalado su imperiosa necesidad

si no se quería ver la restauración del capitalismo en la Unión Soviética.

Tomaban una parte por el todo para autoexcusarse. Cuando Trotski en

Prinkipo conoció esta ondonada de deserciones calificó a los oposicionistas

de “capituladores de la tercera hornada” (V.25, p.79), y dijo “ellos afirman

que las diferencias entre Stalin y la Oposición casi se han esfumado.

¿Cómo explican entonces el furioso carácter de las represalias?” (V.25,

p.79). Hizo hincapié en el axioma de que “el régimen interno del Partido es

para el marxismo un elemento irremplazable de control sobre la línea

política” (V.25, p.80).

Entre los desterrados todavía había líderes históricos que mantenían

erguida la bandera. Los lideraba Kristian Rakovski, que afirmaba que

“nosotros luchamos por todo el programa de la oposición” (V.25, p.82). Sin

embargo, el desasosiego estaba instalado en sus filas. Una manifestación

pública de este desasosiego fue la “Carta Abierta al Comité Central” que

firmaron quinientos de ellos. Cuando Trotski recibió este documento en

diciembre se solidarizó públicamente con el pero en una comunicación

privada a Rakovski le dijo que “ni un paso más allá” (V.25, p.85).

Rakovski aguantó a pie firme hasta 1934. Delante de su capitulación

Trotski escribirá el 10 de marzo de 1934: “Tomamos nota de la declaración

puramente formal del viejo guerrero” (V.125).

Trotski se pone a trabajar para organizar la Oposición de Izquierdas.

Su criterio político y táctico es muy claro, lo explicita en un artículo de

marzo de 1929: “El programa es, mejor dicho, debe ser, el criterio más

importante. Este criterio será más preciso en la medida que cada grupo,

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independientemente de las fuerzas con que cuenta en la actualidad, sea

capaz de sacar conclusiones políticas justas de las luchas actuales. Me

refiero en primer término al programa nacional. Porque si la Oposición no

interviene constantemente en la vida del proletariado y en la vida del país,

se convertirá inexorablemente en una secta esteril (…). Sin embargo, es

necesario elaborar al mismo tiempo un programa internacional de la

Oposición, que sirva de puente hacia un futuro programa de la

Internacional Comunista (…). El instrumento para elaborar el programa

internacional debe ser una publicación internacional de la Oposición, que al

principio aparezca mensual o bimensualmente. Esta es hoy la tarea más

impostergable y apremiante” (V.125). Contacta con militantes de diferentes

países europeos. No son personas y grupos ideologicamente coherentes

pero tienen en común que no están subordinados a la burocrácia moscovita.

Francia es donde cuenta Trotski con más partidarios potenciales: Alfred

Rosmer, Raymond Molinier, Pierre Navije, Gerad Rosethal, Pierre Monatte

y Boris Souvarine son una muestra de militantes con influencia en el

movimento obrero francés. También contacta con Leninbund en Alemania,

con Maring Sneevliet en Holanda, con Van Overstraeten en Bélgica,

etcétera. Del Estado español, Andreu Nin era por entonces un seguidor. Los

camaradas franceses Alfred y Marguerite Rosmer llegan en mayo a

Prinkipo. Al poco llegan otros camaradas franceses. Comienzan a debatir

sobre la posibilidad de fusionar a los díscolos del stalinismo en Francia. A

pesar de las dificultades, en julio de 1929 saldrá el “Biuleten Opozitsii”

(Boletin de la Oposición), editado en su primera etapa en Paris, que será el

portavoz oficial de Trotski. En agosto ve la luz el jornal “La Verité” (La

Verdad) y en 1930 se creará la Liga Comunista francesa.

Dentro de los esfuerzos organizativos de Trotski estaba el no perder

el vínculo con los oposicionistas que resistían en la Unión Soviética. Para

contactar con ellos y obtener información de lo que ocurría en la URSS,

Trotski se valía de simpatizantes entre el cuerpo diplomático y comercial

soviéticos, y en la misma GPU. Un caso sonado entre la policía política

soviética fue el de Iakob Blumkin. Este seguía trabajando en la GPU a

pesar de manifestarle a la dirección sus simpatías por la Oposición de

Izquierdas. Estas simpatías tenían causa en el pretérito, cuando Blumkin,

siendo agente de la Cheka, pero como miembro convencido de los

eseristas de izquierda, asesinó al embajador alemán en Moscú, conde

Mirbach, por no estar de acuerdo con la Paz de Brest-Litovsk. Detenido fue

llevado ante Trotski y este le hizo comprender el error político que suponía

aquel acto terrorista. A pesar de que el gobierno soviético llegó a notificar

su fusilamiento a las autoridades alemanas, Blumkin siguió trabajando para

el Estado soviético. Blumkin, que ahora trabajaba en la sección de

contraespionaje, visitó a Trotski en Prinkipo en el verano de 1929, con el

que conversó durante varias horas. Quedaron en que él llevaría un mensaje

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para los oposicionistas desterrados y que se encargaría de hacer entrar

clandestinamente el “Biuleten” en la URSS. A su regreso a la Unión

Soviética fue arrestado y fusilado. Fue el primer caso de un miembro del

partido pasado por las armas por oposicionista, todo un precedente: Stalin

quería dejar bien claro lo que le iba a suponer a un funcionario soviético

colaborar con Tróstki. Cuando lo llevaron al paredón alzó la voz para

gritar: “Viva Trotski” (V.25, 91), grito reivindicador que pronto se iba a

hacer muy familiar en la Rusia de Stalin

27. Viaje de ida y vuelta

El giro a la izquierda que impone Stalin a través del aparato a finales

de 1929 lleva a la Unión Soviética a una realidad social completamente

nueva. La colectivización forzosa va a eliminar al kulak como clase pero a

costa de sumir al campo soviético en un caos indescriptible. No disponer de

tiempo, de maquinaria agrícola y de productos químicos para el campo

imposibilitaba que la colectivización se hiciera gradual, sólidamente. Al no

poder el Estado soviético favorecer a un sinfín de granjas colectivas con

maquinaria, productos, creditos, exenciones e inversiones el conjunto del

campesinado no podía ver enseguida las mejoras en la productividad y en

las condiciones de existencia que traería la colectivización del agro. Como

la colectivización se hará de prisa y corriendo y por la fuerza no sólo se

opondrá a ella el kulak sino también muchos sectores del campesinado

medio. Si es cierto que en 1931 el 51 por 100 de las famílias campesinas se

encontraban agrupadas en koljoses, y un año después será el 61%, también

es cierto que, según las propias estadísticas oficiales, entre 1929 y 1934 se

perdió el 55% de los caballos, el 40% de los bovinos, el 55% de los cerdos

y el 66% de las ovejas. Es decir, millones y millones de cabezas de ganado.

A esto añadirle la quema de campos y el desplazamiento de más de 10

millones de personas. El resultado: hambre brutal en el campo y

racionamiento espartano en las ciudades.

La industralización a marchas forzadas era la otra cara de la misma

moneda. Se crean infinidad de infraestructuras, fábricas, presas. Se

incrementa la producción de carbón, de hierro, de electricidad. En fin, la

URSS aumenta un 250 por 100 su producción industrial. Esto se hace

sometiendo a la clase trabajadora a unas condiciones de vida durísimas:

bajos salarios, inflación galopante, alimentación mínima, alargamiento de

la jornada, introducción del trabajo a destajo. En 1933 el 75% de los

obreros van a destajo, el 20% de los trabajadores reciben el 40% del total

de los salarios. Por si esto no fuese suficiente, desde el otoño de 1930 se

van a ir emitiendo por el gobierno soviético una serie de decretos que

culminarán en la Carta Obligatoria de Trabajo de septiembre de 1932. Si a

esto le añadimos que protestar puede acarrear la perdida del trabajo y de la

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vivienda y que cambiar de tajo es casi un imposible, podemos decir que el

obrero soviético se asemeja a un siervo de la fábrica. La cosa llegará a tales

extremos que los sindicatos no podrán ni discutir las normas de trabajo

fijadas por la dirección de la empresa.

De esta nueva realidad económico-política Trotski tendrá un

conocimiento directo a través de un memorándum que Iván Smirnov le

hará llegar en el otoño de 1931. En febrero el hijo mayor de Trotski, Liova,

se traslada a Berlin para cursar estudios y para ocuparse allí del trabajo de

la Oposición. En el mes de julio se va a encontrar en una calle berlinesa

con Smirnov, oposicionista derrotado por Stalin pero no fiel a él. Acuerda

con Liova mandarle a Trotski un análisis pormenorizado de la situación

económica y política que atraviesa la URSS. Así lo hará, por un

intermediario llega en el otoño a Prinkipo el memorando, que será la base

de un número del Boletín de la Oposición.

Para Trotski la colectivización y la industrialización eran necesarias

desde tiempo atrás, pero no por decreto. Trotski resumió de forma

magistral la manera de medir la vida de las masas en el socialismo: “la

situación económica del país es el nivel de vida de los trabajadores y el

papel que ellos desempeñan en el Estado” (V.25, p.103). Por eso era

imprescindible la centralización de la economía por arriba por técnicos y el

control de la misma por abajo por la clase trabajadora. Instó a que la

colectivización por la fuerza se detuviese para que se hiciera gradualmente,

organizando granjas colectivas que con la ayuda técnica y financiera del

Estado se convirtieran en modelos de productividad y sirviesen así de

ejemplo real para el conjunto del campesinado. Trotski no negaba la

necesidad de la colectivización y de la industrialización, sino que como

pionero teórico de las mismas exigía que se hicieran con luz y taquígrafos

para corregir errores y evitar de esta manera esfuerzos innecesarios de la

clase trabajadora y del campesinado. Esto sólo se podía efectivizar con una

vida democrática plena en el seno del partido y no a través de la infabilidad

del Secretario General.

Estos decires de Trotski no eran meras reflexiones teóricas de un

exiliado ya que el Boletin entraba clandestinamente en la Unión Soviética y

tenía curso entre gobernantes (el propio Stalin era asiduo lector) y

administradores del Estado y más de uno consideraba correcto lo que se

decía al final del propio memorando: “dada la incapacidad de la dirección

actual para salir del callejón sin salida económico y político, aumenta

nuestra convicción de la necesidad de reemplazar la dirección del partido”

(V.8, p.443).

Stalin respondió al batallar político de Trotski retirándole la

ciudadanía soviética el 20 de febrero de 1932. Era un intento más de aislar

al viejo revolucionário de la URSS. Esto le era más que necesario a Stalin

que se veía obligado a reprimir hasta a su propia fracción para poder

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convertirse en el amo indiscutible y gobernar exclusivamente a través del

aparato, sin crítica ninguna. Pero para convertirse en dictador también

necesitaba reescribir la Historia de la Revolución de Octubre y del Partido

Bolchevique. Someter a los historiadores a los deseos del aparato suponía

que la historiografía se tendría que acomodar a las necesidades

coyunturales del propio aparato y de su máximo representante, Stalin. Así,

primero había sido necesario afirmar que Trotski no había cumplido un

papel político relevante en la Revolución de Octubre y en la Guerra Civil,

después simplemente se le borró de la Historia y ahora había que afirmar

que Stalin fuera el líder nato de todo el proceso revolucionario para poder

convertirlo en jefe infalible en el presente. La lógica del proceso le imponía

a Stalin que para ser el dueño y señor del aparato tenía que ir borrando de

la Historia y de la realidad a todos sus oponentes. De esta forma, la

mecánica del proceso era la eliminación física constante de todo adversario

real o potencial.

Trotski se exasperaba por no poder salir de Turquía, anhelaba

acercarse al corazón de Europa ya que consideraba que allí se iba a

dilucidar el futuro político del viejo continente. Vio una oportunidad en la

invitación que le cursaron estudiantes daneses para que diera una

conferencia en Copenhague sobre la Revolución Rusa. El gobierno

socialdemócrata de Dinamarca consintió un visado de ida y vuelta, aunque

Trotski no perdía la esperanza de poder alargar su estancia.

El 14 de noviembre de 1932 Trotski, en compañía de su mujer y de

tres secretarios, sale de Constantinopla rumbo a las costas danesas, donde

llegó el día 23. La espectación que despertó su visita fue grande. En el

puerto lo esperaba una muchedumbre, en parte potencialmente contraria

porque provenía de la movilización de los estalinistas. No obstante, a la

arribada de Trotski el instinto de clase debió serenar a más de un

trabajador. Al poco de llegar, un miembro de la familia real danesa, el

príncipe Aage, lo acusó de ser el asesino del zar y de su familia, y la

embajada soviética protestó por su visita. El 25 dio la conferencia en

alemán, delante de unas dos mil personas. Fue desgranando la Revolución

Rusa cuyo estudio acababa de concluir en Prinkipo. Esta intervención está

filmada, se ve a un Trotski apasionado, vehemente.

Trotski aprovechó su estancia para verse con camaradas de diversos

países, y así celebrar una informal reunión internacional. Como era de

esperar, solicitó la ampliación de su visa. Le fue denegada, como también

se le denegó el visado para Suecia. Por lo tanto, no le quedaba más remedio

que iniciar el viaje de vuelta. El 2 de diciembre sale en barco de

Copenhague. Cuando llega al puerto de Amberes, repleto de policías, no le

dejan desembarcar ni por un momento. Sigue viaje a Dunkerque, de allí a

Paris adonde llega el 6. De la capital francesa a Marsella, aquí la

gendarmería lo quiere meter por la fuerza en un barcucho de carga. Solicita

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la visa de transito por Italia y el gobierno de Mussolini se la concede.

Fueron hasta Venecia y desde allí por tren a Brindisi, donde cogieron el

barco que los llevó de vuelta a Turquía. El día 12 desembarcaban en

Prinkipo.

La conferencia que diera en Copenhague le había permitido a Trotski

exponer en público las reflexiones que sobre la revolución rusa de 1917

vertiera en su “Historia de la Revolución Rusa”. Esta es la obra histórica

de Trotski por excelencia, un clásico de la historiografía marxista. Si en su

autobiografía, “Mi vida”, que también concluyó en Prinkipo, Trotski se ve

obligado a reivindicarse a sí mismo y aporta una serie de datos vitales para

el historiador, en la Historia de la Revolución Rusa hace un analisis

pormenorizado del proceso revolucionario, de las clases sociales en lucha,

de las diversas etapas y del método político marxista que posibilitó llevar a

la clase trabajadora a conquistar el poder por primera vez en la Historia

Universal. No se puede entender adecuadamente la Revolución Rusa sin

leer esta obra.

En enero de 1931 Zina, la hija mayor de Trotski y de Aleksandra

Sokolovskaia, llegara a Prinkipo con su niño Vsevolod Volkov, al que

llamaban Seva, que era fruto de su matrimonio con Platón Volkov,

deportado en Siberia por orden de Stalin. Era una mujer sensible, debilitada

y desestabilizada por la muerte de su hermana y por la represión que caía

sobre su madre y su marido. Después de pasar un tiempo con su padre en

Prinkipo, fue a Berlin en octubre con el objeto de recibir tratamiento

psiquiátrico, aunque ella no estaba muy de acuerdo. Su salud mental la

derrotó de manera definitiva. Posiblemente la noticia de que jamás podría

volver a la Unión Soviética, ya que la privación de la ciudadanía a Trotski

también alcanzaba a sus familiares, fue el golpe final. Saber que no podría

ver más a su madre, al hijo que allí dejara y a su marido fue definitivo.

Desesperada, se suicidó el 5 de enero de 1933. Se encerró en su

apartamento berlinés y abrió el gas. El día 6 llega a Prinkipo el telegrama

con la trágica noticia. Trotski y Natalia se encerraron durante varios días en

su habitación cuya puerta sólo se abría para pedir una taza de té. A los días,

Trotski salió encanecido.

28. Contra el nazismo

La República de Weimar (1919-1933) está en el año 1930

brutalmente sacudida por la crisis económica. Para muestra un botón, el

paro real estaba en unos cinco millones de personas. Esta coyuntura

económica tenía un marco político que nada ayudaba: el Tratado de

Versalles, que no era más que el pálido reflejo de la necesidad que tenían

las burguesías de Inglaterra y Francia de frenar la expansión de la

burguesía alemana. En realidad, sólo en la revolución o en la

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contrarrevolución estaba la salida. O una revolución que pusiera la

economía al servicio de la clase trabajadora, que en alianza con la Unión

Soviética consolidaría el socialismo en la URSS y en la propia Alemania,

lo que supondría un toque a rebato para otras revoluciones, por ejemplo en

el Estado español; o por contra, una contrarrevolución que sometiera a la

clase trabajadora a los designios expansionistas de la burguesía alemana, lo

que conllevaba el aplastamiento sindical y político de la clase trabajadora.

Ante esta coyuntura, la dirección de la Internacional Comunista va a

señalar, con una torpeza táctica absoluta, a la socialdemocracia como el

principal enemigo de la clase trabajadora. Así, por boca del nuevo

presidente, Manuilski, dirá en julio de 1929: “La socialdemocracia irá

quitándole progresivamente a la burguesía la iniciativa de la represión

contra la clase obrera (…). Se hará fascista. Este proceso de conversión de

la socialdemocracia en socialfascismo ha empezado ya” (V.8, p.450). No

contento con esta estúpida declaración política, afirmará que “en muchos

países capitalistas intensamente desarrollados el fascismo será la última

fase del capitalismo, previa a la revolución social” (V.8, p.450). En un

alarde de idiotez suprema para alguien que se dice marxista, venía a afirmar

que el triunfo de la contrarrevolución precedería al triunfo de la revolución.

Increible. Es abecé que en un proceso revolucionario triunfa la revolución o

la contrarrevolución, por lo que es imposible que la derrota de la revolución

sea el prólogo de su victoria. Esta línea política, que suponía el suicidio

colectivo para la clase obrera alemana, la mantendrá la dirección de la IIIª

Internacional hasta el final.

El 14 de septiembre de 1930 se celebran elecciones al Reichstag

(Parlamento) que con una participación del 82% del electorado, le dan 6,4

millones de votos al Partido Nazi (DNSAP, Partido Obrero

Nacionalsocialista Alemán). Era un incremento brutal de los votos nazis en

comparación con los que obtuvieran en las elecciones de 1928. Así,

pasaban del 2,6% al 18,3%. El avance era espectacular. Aún así, el SPD

(Partido Socialdemócrata Alemán) obtenía más de 8,5 millones de votos y

el KPD (Partido Comunista Alemán) 4,6 millones. Es decir, los partidos de

la clase obrera alemana tenían el doble de votos. El pero, no sólo estaban

divididos sino que estaban enfrentados.

Trotski desde Prinkipo dará la voz de alarma. A partir del 26 de

septiembre, y hasta el final, hilvanará una serie de artículos donde someterá

a una crítica severa el desnorte político de las direcciones de la IC y del

KPD. Así, en el artículo “El giro de la Internacional Comunista y la

situación en Alemania” señala como principio que “la primera cualidad de

un partido revolucionario es saber mirar cara a cara la realidad” (V.117,

p.14). Informa que “la gran burguesía alemana, hoy, vacila; esta dividida”

entre buscar la salida a través de “la terapéutica socialdemócrata”, lo que

supone pactos sobre la legislación social y los salarios, es decir, disminuir

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la tasa de explotación de la fuerza de trabajo; o a través de “la intervención

quirúrgica fascista”, que supone someter al látigo a la clase trabajadora.

Indica Trotski que “las vacilaciones de la gran burguesía entre la

socialdemocracia y el fascismo son el síntoma más evidente de una

situación prerrevolucionaria” (V.117, p.14). Y advierte, “para que la crisis

social pueda desembocar en la revolución proletaria es indispensable,

aparte de otras condiciones, que las clases pequeñoburguesas se inclinen de

forma decisiva del lado del proletariado. Esto permite al proletariado tomar

la cabeza de la nación y dirigirla. Las últimas elecciones revelan una

tendencia en sentido inverso (…). Bajo los golpes de la crisis, la pequeña

burguesía ha basculado, no del lado del proletariado, sino del lado de la

reacción imperialista más extremista, arrastrando a capas importantes del

proletariado (…). El crecimiento gigantesco del nacionalsocialismo refleja

dos hechos esenciales: una crisis social profunda (…) y la ausencia de un

partido revolucionario” (V.117, pp.14-15). Y alerta: “la revolución

proletaria ha sufrido globalmente en estas elecciones una grave derrota, que

evidentemente no es decisiva (…). Puede convertirse en decisiva, e

inevitablemente lo hará, si el partido comunista no es capaz de valorar su

victoria parlamentaria parcial en relación con esta derrota <preliminar> de

la revolución, y de sacar todas las conclusiones necesarias (…). La

subestimación del fascismo por la dirección actual del partido comunista,

puede llevar a la revolución a una derrota todavía mucho más grave para

muchos años (…). El curso de los acontecimientos puede, en un futuro muy

próximo, hacer resurgir en Alemania, a un nivel histórico nuevo, la

contradicción trágica entre la madurez de la situación revolucionaria, por

una parte, y la debilidad e insuficiencias estratégicas del partido

revolucionario por la otra” (V.117, p.16).

Para Trotski es vital que el KPD esté “cotidianamente a la escucha en

profundidad del proletariado y de los trabajadores en general” porque “sólo

un partido que tenga por todas partes decenas de millares de antenas, que

recoja sus testimonios” podrá orientarse adecuadamente. Pero si esto es

imprescindible no es suficiente. El Partido tiene que tener una vida interior

sana para poder hacer análisis verdaderos por lo que para el KPD es

indispensable “el cambio del régimen del partido (...). El partido debe

escapar de esa atmósfera hipócrita, convencional, en la que se silencian los

males reales y se glorifican los valores ficticios, en una palabra, la

atmósfera perniciosa del stalinismo”. Una vez hecho esto el partido tiene

que ejecutar una política de “frente único”. Pero advierte, esta política

“ofrece al partido comunista enormes posibilidades. Pero la condición del

éxito estriba en el abandono de la práctica y la teoría del

<socialfascismo>”. Por lo tanto, “deberemos, inevitablemente, concluir

acuerdos contra el fascismo con las diferentes organizaciones y fracciones

socialdemócratas, planteando a sus dirigentes condiciones precisas ante las

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masas”. Señala que hay que “volver a la política de frente único tal como

fue formulada por Lenin y aplicada siempre por los bolcheviques, y muy

particularmente en 1917”. Insiste, hay que llevar “una política de

acercamiento con la mayoría de la clase obrera alemana y el frente único

con los obreros socialdemócratas y sin partido contra el peligro fascista

(…). El partido comunista debe llamar a la defensa de las posiciones

materiales e intelectuales que la clase obrera ha conquistado ya en el estado

alemán. Lo que está en juego es la suerte de las organizaciones políticas y

sindicales, de su prensa, de sus imprentas, de sus clubs y sus bibliotecas. El

obrero comunista debe decirle al obrero socialdemócrata: <La política de

nuestros partidos es inconciliable; pero si los fascistas vienen esta noche a

destruir el local de tu organización, yo vendré en tu ayuda con las armas en

la mano. ¿Prometes tú acudir en mi ayuda en el caso de que ese mismo

peligro amenaze a mi organización?>. Ésa es la quintaesencia de la política

del período actual. Toda la agitación debe ser desarrollada en este espíritu”

(V.117, pp.24 –26).

La dirección de la IC y del KPD no tomaron en consideración el

mensaje de Trotski. Al contrario, en agosto de 1931 los nazis quieren

derrocar al gobierno socialdemócrata del Lánder de Prusia a través de un

plebiscito. El KPD en vez de llamar a la clase obrera a votar a favor del

gobierno socialdemócrata, una vez formuladas las necesarias críticas a su

proceder, pide el voto en contra lo que en la práctica suponía una alianza

con los nazis. Para ocultar esta alianza en los hechos el KPD le da al

referendo el nombre de Plebiscito Rojo. El referéndum fue favorable a los

socialdemócratas. La dirección del KPD se cubría de oprobio a los ojos de

la mayor parte de la clase trabajadora.

Trotski va a criticar este necio proceder político. El 25 de agosto

escribe: “Los errores del partido comunista alemán sobre la cuestión del

plebiscito figuran entre los que se volverán más claros a medida que el

tiempo pase y terminarán por entrar en los libros de texto de la estrategia

revolucionaria como ejemplo de lo que no se debe hacer. En la conducta

del comité central del partido comunista alemán está todo equivocado (…),

la burocracia stalinista embarcó a los trabajadores revolucionarios en un

frente único con los nacionalsocialistas contra la socialdemocracia”

(V.117, pp.39-40).

Un ejemplo más de que la dirección del KPD iba totalmente a la

deriva está en que en vez de lanzar sus proprias consignas frente a los nazis

utilizan lemas tomados de los propios nacionalsocialistas. Una muestra, y

no menor, es la consigna de “revolución popular” que empleaban los nazis.

En vez de enfrentarla con la consigna marxista de “revolución socialista”

utilizan la nazi: “Es difícil para uno imaginarse una capitulación más

vergonzosa en los principios que el hecho de que la burocracia stalinista

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haya sustituido la consigna de la revolución proletaria por la de revolución

popular” (V.117, p.45).

La bancarrota táctica e ideológica de la dirección del KPD es

absoluta. Trotski dice: “la burocracia stalinista se esfuerza cada vez más

por actuar contra el fascismo con sus propias armas, borrando los colores

de su paleta política e intentando gritar más fuerte que él en la subasta del

patriotismo. Estos no son los métodos de una política de clase con

principios, sino los de la competencia pequeñoburguesa” (V.117, p.45).

Trotski explica que “esta infame competencia con el fascismo” tiene la

causa en la <teoría del socialismo en un solo país>: “Hay varios años, la

Oposición de Izquierda advirtió que la teoría <auténticamente rusa> del

socialismo en un solo país llevaría al desarrollo de tendencias

socialpatriotas en otras secciones de la Comintern (...). El partido

comunista alemán, en un breve período, ha sido introducido en la esfera del

socialpatriotismo (...). El referéndum rojo no cayó del cielo: surgió de una

degeneración ideológica avanzada del partido” (V.117, pp.47-51).

La crisis económica y política proseguía en Alemania. En marzo y

abril de 1932 se celebran Elecciones Presidenciales. Los socialdemócratas

en un alarde de ceguera política pedirán el voto para el viejo reaccionario

Hindenburg. Los comunistas presentan candidato propio, Thaelmann. El

resultado de que los partidos obreros no votaran a un candidato común fue

la victoria de Hindenburg, y que Hitler obtuviera más de 11 millones de

votos en la primera vuelta y más de 13 en la segunda. El candidato

comunista no llega a los 5 millones en la primera ronda y baja a 3,7 en la

segunda. Hinderbung fue electo con algo más de 19 millones de votos.

El 30 de julio se celebran Elecciones al Reichstag. Por vez primera el

Partido Nazi consigue ser el partido más votado: 13.745.000 votos. Pero no

sólo eso, consigue más votos que el SPD (7.959.700) y el KPD (5.282.600)

juntos. Era el resultado del pánico de los líderes socialdemócratas a la

revolución socialista y de la imbecilidad política de la dirección estalinista

que convirtiera al SPD en el principal enemigo de la clase trabajadora en

vez de insistir en los hechos en un frente único con los obreros

socialdemócratas.

La estulticia política de Stalin sólo iba a la par de su ceguera.

Impedía la política de frente único con la socialdemocracia imposibilitando

el triunfo de la revolución socialista y no veía que su derrota llevaría a la

guerra con la Alemania nazi, lo que no era un secreto ya que el líder

nacionalsocialista se encargaba de decirlo a diario.

Trotski explicaba y explicaba. Ya en abril dijo que “Hitler en el

poder significaría la guerra (...) contra la Unión Soviética” (V.117, p.190).

Era esta una deducción díaléctica: “Para que sea posible una intervención

[contra la URSS], se precisa un gran país, altamente industrializado y

además continental, que pueda y quiera asumir la carga principal de una

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cruzada contra la Unión Soviética (…). Un vistazo sobre el mapa político

de Europa muestra que sólo una Alemania fascista podría encargarse de

esta tarea. Más aún, una Alemania fascista no tendría otra elección (…).

Una guerra entre el Estado hitleriano y la Unión Soviética sería inevitable;

y eso a corto plazo. Las consecuencias de esa guerra serían incalculables”

(V.117, pp.191-192).

En una entrevista que Trotski concedió en mayo sintetiza su

posición. Veamos:

“Pregunta. ¿Cree usted inminente la toma del poder político por los

nacionalsocialistas?

Respuesta. Sí, creo que si las organizaciones más importantes de la

clase obrera alemana prosiguen su política actual, la victoria del fascismo

estará asegurada casi automáticamente, y en un espacio de tiempo

relativamente breve (…).

P. ¿No considera usted como el deber urgente del momento que

socialdemócratas y comunistas, dejando de lado sus diferencias de

principio, creen una organización común de lucha?

R. Sí, creo que el partido comunista debe proponer un acuerdo de

lucha al partido socialdemócrata y a la dirección de los Sindicatos Libres,

de la base a la cumbre (…), el frente único de la clase obrera contra el

fascismo debe tener un carácter completamente concreto, práctico y

combativo (…).

P. ¿Estaría usted dispuesto a trabajar por semejante organización en

su persona y con su nombre?

R. Por supuesto (...). La cuestión del destino de Alemania es la

cuestión del destino de Europa, de la Unión Soviética y, en gran medida,

del de toda la humanidad durante un largo período histórico (…).” (V.117,

pp.193-194).

Hindenburg, que había sido electo presidente con el apoyo de los

socialdemócratas, le va a dar la puntilla a la República de Weimar. Obliga

al canciller Bruning, que hiciera un tímido intento para ilegalizar a las

tropas de choque nazis, a que dimita el 30 de mayo para al día siguiente

nombrar canciller a Franz von Papen que destituirá por decreto al gobierno

socialdemócrata de Prusia, un gobierno que resistiera un referendo nazi-

estalinista era ahora derribado sin lucha.

Un cierto cansancio de las masas, de uno y otro signo, se adivina en

las Elecciones al Reichstag de noviembre de 1932. Los nazis pierden dos

millones de votos, el SPD y el KPD pierden entre los dos 1,7 millones. No

obstante, la contrarrevolución iba en línea recta a la conquista del poder por

la vía legal por falta de obstáculos. Así, el 30 de enero de 1933 Hitler es

nombrado canciller. Trotski explica por qué la burguesía le da el apoyo

definitivo a Hitler: “La época de Bismarck ha pasado a mejor vida. La

Alemania actual no surge de las victorias, sino de la derrota (…). El

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capitalismo decadente no produce ningún beneficio, no abre ninguna

perspectiva. El único cemento que une a las clases poseedoras es su miedo

a los obreros (…). La investidura de Hitler con el poder servía un doble

objetivo: primero, embellecer a la camarilla de propietarios con los

dirigentes de un <movimiento nacional>; segundo, poner a las fuerzas de

combate del fascismo a la disposición directa de los propietarios. No fue

con el corazón ligero que la poderosa camarilla superior pactó con los

hediondos fascistas. Detrás de los advenedizos desenfrenados hay

demasiados, demasiados puños; y en eso reside el aspecto peligroso de los

aliados camisas pardas; pero en eso mismo está su ventaja fundamental, o

más exactamente, su única ventaja. Y ésta es la ventaja decisiva, puesto que

ésta es una época tal que no hay otra forma de garantizar la propiedad que

mediante los puños. No hay manera de prescindir de los nazis” (V.117,

pp.258-259).

Pero todavía ahora Trotski dice que hay tiempo para enfrentar a la

bestia nazi: “La toma del poder por Hitler es indudablemente un golpe

terrible para la clase obrera. Pero esto no es todavía una derrota decisiva o

irremediable. El enemigo, que podía haber sido aplastado mientras sólo se

esforzaba por llegar al poder, ha ocupado en la actualidad toda una serie de

puestos de mando (…), queda un trecho no pequeño entre el ministerio

encabezado por el canciller fascista y la victoria completa del fascismo.

Esto significa que el campo revolucionario todavía dispone de tiempo.

¿Cuánto? Es imposible de calcular de antemano. Sólo las batallas pueden

medir su duración” (V.117, p.260).

Trotski repasa lo que es el proceder miedoso de la socialdemocracia

en la sociedad burguesa y el quehacer ruin estalinista en el proceso

revolucionario: “Cuando la burguesía la llama al poder, la

socialdemocracia vota a favor del régimen capitalista. La socialdemocracia

tolera (soporta) a cualquier gobierno burgués que tolere a la

socialdemocracia. Pero incluso cuando es completamente excluida del

poder, la socialdemocracia sigue sosteniendo la sociedad burguesa,

recomendando a los obreros que reserven sus fuerzas para batallas a las que

jamás está dispuesta a llamar. Al paralizar la energía revolucionaria del

proletariado, la socialdemocracia proporciona a la sociedad burguesa una

oportunidad de sobrevivir bajo condiciones en que no puede vivir mucho

tiempo, convirtiendo así el fascismo en una necesidad política” (V.117,

p.260).

Sobre la línea política estalinista dice: “Durante los pasados dos o

tres años de avance fascista, la política de la burocracia stalinista no ha sido

más que una cadena de crímenes [políticos] que salvaron literalmente al

reformismo, y con ello prepararon los éxitos subsiguientes del fascismo”

(V.117, p.261).

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A pesar de los miedos y errores de las direcciones socialdemócratas

y estalinistas, se pregunta: “¿Es posible el viraje? A eso se reduce la tarea

en el momento actual (…). Sólo el desarrollo y la agudización del

antagonismo entre nacionalsocialistas y socialdemócratas puede sacar a los

comunistas de su aislamiento, tras todos los errores cometidos, y abrir el

camino hacia la revolución (…). El camino para ello es a través de la

política audaz de frente único (…). La política audaz de frente único es, en

este momento, la única base correcta incluso para la campaña electoral”

(V.117, pp.262-263).

Los nazis se van consolidando en el poder gracias a la apatía de la

dirección socialdemócrata y a los errores de la estalinista. Así, los

nacionalsocialistas pueden jugar al ataque. El asalto a la casa de Karl

Liebknech y el incendio del Reichstag son dos episodios que ilustran que el

terror nazi se va imponiendo socialmente. En esta coyuntura política se

dan, el 5 de marzo, las últimas Elecciones al Reichstag. Los 17 millones de

votos a los nazis indican, sin lugar a dudas, su fuerza creciente, pero los 12

millones de votos a las dos organizaciones obreras también señalan que la

clase trabajadora alemana no habría sido derrotada con facilidad, ni en esta

coyuntura, si las direcciones del SPD y del KPD la hubiesen llevado a la

lucha.

La dirección del SPD no reacciona. La del KPD está aislada. Unos y

otros continúan su viaje sin retorno al pricipicio. Todavía el 1 de abril la

dirección de la IC tiene la desvergüenza de declarar que “la política que

lleva a cabo la dirección del partido comunista alemán, encabezado por el

camarada Thaelmann, era absolutamente correcta antes y durante la toma

del poder por el fascismo” (V.8, p.457). No hay peor ciego que el que no

quiere ver. Fuera del reino de la metafísica, los nazis aplastan los partidos,

los sindicatos, los periódicos y las asociaciones de la clase obrera alemana.

La contrarrevolución había triunfado. La próxima batalla revolucionaria se

dará en el Estado español.

29. En Francia

Después de la derrota de la clase trabajadora alemana, Trotski va a

matinar en las implicaciones políticas de este trascendente hecho. La

primera conclusión que tira en el artículo de 14 de marzo de 1933,

intitulado “La tragedia del proletariado alemán”, explícita ya en escritos

anteriores, es culpar de la derrota a la dirección estalinista de la

Internacional Comunista. Trotski afirma que si “el proletariado más

poderoso de Europa, por su lugar en la producción, su peso social y la

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fuerza de sus organizaciones, no ha ofrecido ninguna resistencia desde la

llegada de Hitler al poder y sus violentos ataques contra las organizaciones

obreras (…), si el proletariado se encontraba impotente, desarmado y

paralizado en el momento de su mayor prueba histórica, la culpa directa e

inmediata recae en la dirección de la Comintern posleninista. Esa es la

primera conclusión que hay que extraer de inmediato” (V.117, pp.285-

286).

Mientras Trotski perfila la contestación política global que el

proceder de la burocracia estalinista merece, a primeros de julio llega a

Prinkipo la noticia de que las autoridades francesas dejaron sin efecto su

decreto de expulsión vigente desde 1916. Efectivamente, gracias a las

diligencias de Maurice Parijanine, traductor de obras de Trotski al francés,

el gobierno galo de Daladier no pone ningún problema a que Trotski resida

en Francia. Inmediatamente comienzan los preparativos para el viaje. El 12

de julio uno de los secretarios de Trotski, Jean van Heijenoort, va al

consulado francés de Estambul para obtener los visados de Trotski y

Natalia, lo que consigue sin dificultades.

Precisamente a estas alturas Trotski perfilará el nuevo proceder

táctico que va a tomar contra la política estalinista: la creación de una

nueva Internacional. Este renovado quehacer es argumentado en su artículo

del día 15, cuyo título ya es bien ilustrativo: “Es necesario construir nuevos

partidos comunistas y una nueva Internacional”. Comienza explicando que

hasta ahora la Oposición de Izquierdas se había fijado la tarea de reformar

la IC. Pero desde el triunfo de la contrarrevolución en Alemania y su

justificación por la casta stalinista el proceder reformista de la Oposición

era inviable, imposible. No era suficiente con la catrástofe sino que aún por

encima “la dirección de Moscú no sólo ha proclamado como infalible la

política que garantizó la victoria a Hitler, sino que también ha prohibido

toda discusión sobre lo ocurrido” (V.117, p.328). Ante el nuevo giro táctico

que va a adoptar aclara: “Lo más peligroso en política es quedar atado por

la propia fórmula que ayer era adecuada, pero que hoy está despojada de

todo contenido” (V.117, p.328). Así, de ahora en adelante “en toda nuestra

labor subsiguiente, es necesario tomar como punto de partida el

hundimiento histórico de la Internacional Comunista oficial” (V.117,

p.329). Efectivamente, esta será la demarcación, la inflexión, del quehacer

táctico de Trotski. Pero ya en este mismo momento aclara lo que será en él

una constante hasta su muerte: “La existencia de la Unión Soviética, a

pesar de la avanzada degeneración del Estado obrero, sigue siendo aun

ahora un hecho de inconmensurable significación revolucionaria” (V.117,

p.331). Así, Trotski defenderá apasionadamente el carácter histórico

progresista del Estado soviético a pesar de su brutal deformación. La

Historia se encargó de darle la razón, hoy es sabida la catástrofe política y

social que trajo el derrumbe de la URSS y de todos los demás regímenes de

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“socialismo real”. Él siempre procedió con una gran perspectiva histórica,

pero entendía la resistencia que iba causar su inmediato quehacer:

“Indudablemente, en las filas de las organizaciones stalinistas se

encuentran comunistas sinceros, que recibirán con recelo e incluso con

indignación nuestra nueva orientación. Algunos tal vez sustituirán

temporalmente un sentimiento de simpatía por el de hostilidad. Pero es

necesario no guiarse por consideraciones personales y sentimentales, sino

por criterios de masas” (V.117, p.330). Era hora, pues, de ir preparando el

camino para crear nuevos partidos comunistas y una nueva internacional. A

esto le dedicará un pertinaz esfuerzo.

El 17 de julio Trotski, en la compañía de Natalia, de tres secretarios,

van Heijenoort, Rudolf Klement, Sara Jacobs y el camarada Max

Shachtman, parte desde Constantinopla con destino a Francia. Veía así

cumplido un apasionado deseo: acercarse al corazón de Europa para poder

luchar en el epicentro de la batalla. No lo iban a dejar los gobiernos

“democráticos”, como comprobará enseguida. El “Bulgaria”, el barco en el

que viajaban, hace escala en el Pireo, en Catania, en Nápoles. No obstante,

Trotski permanece en su camarote. Una semana después de su partida, el

día 24, el barco se detiene en alta mar frente a Marsella. Una lancha, en la

que viene su hijo mayor, Lev Sedov, en compañía de gendarmes, los recoge

y los desembarca en una villa de pescadores, Cassis, cerca de Marsella.

Estaban en Francia. Comenzaba el periplo europeo. Lejos estaba de prever

que México sería su destino final. No hubo tiempo para alegrías, la prensa

de derechas y la stalinista protestan por su estadía. Desde Cassis van a ir en

coche hasta Burdeos y desde allí hasta Saint-Palais, en la costa atlántica,

donde un camarada francés Raymond Molinier alquilara una casa aislada, a

orillas del Atlántico, rodeada de un amplio jardín. “Les Embruns” (Las

Brumas), donde se instalan el día de su llegada, el 25, es como se llama

este primer domicilio en territorio galo. Comienzan esta nueva etapa con

mal pie, se declara un incendio en la casa. Fue casual, no intencionado

como pensaron en un primer momento. Trotski se va a refugiar en un coche

y no es reconocido por nadie. Anonimato obligado. Aquí residirán hasta

octubre. En este intervalo Trotski va a recibir muchas visitas de

camaradas, simpatizantes y amigos. No menos de 50 personas pasaron por

la casa de Las Brumas. Entre ellos representantes de las organizaciones

alemanas KPD y SAP (Sozialistische Arbeitpartei), del británico

Independent Labour Party, del holandés Partido Socialista Independiente,

entre otros. Muchas de las visitas tenían relación con la conferencia que a

finales de agosto se iba a celebrar en París con el objeto de debatir la idea

de una nueva Internacional, la Cuarta. También en Las Brumas recibió a

André Malraux, que en un paseo por la orilla del mar se puso metafísico y

le dijo a Trotski: “Hay algo que el comunismo nunca podrá vencer: la

muerte” (V.128, p.62), a lo que contestó Trotski: “Cuando un hombre ha

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cumplido la tarea que se le ha dado, cuando ha hecho lo que quería hacer,

la muerte es sencilla”. (V.128, p.62). Malraux, que se vinculará enseguida

con el stalinismo y a posteriori con el gaullismo, escribirá la novela “La

condición humana” que Trotski ensalzará en carta a un editor

estadounidense en un decir que nos amplía lo que le contestó a la orilla del

mar al propio Malraux: “Sólo un gran propósito sobrehumano, por el que el

hombre esté dispuesto a pagar con su vida, le da sentido a la existencia

personal. Tal es la significación final de la novela, que está exenta de

didacticismo filosófico y es de principio a fin una verdadera obra de arte”

(V.25, p.250).

A pesar de las numerosas visitas recibidas, se pudo mantener la

incógnita sobre su paradero por lo que las autoridades francesas no

pusieron pegas para que Trotski se trasladara más cerca de París. Después

de unas variadas excursiones, Trotski se mudó a Barbizon en noviembre, a

unos pocos kilómetros al sudeste de París. Tenía la esperanza de trabajar

con cierta tranquilidad. Había pensado en elaborar una “Historia del

Ejército Rojo” pero ante la petición de un editor se pone a redactar una

biografía sobre Lenin, de la que apenas pudo concluir el comienzo.

Trotski quería que sus partidarios estuvieran ligados a la clase

trabajadora. Así, cuando el 6 de febrero de 1934 se dio un levantamiento de

las organizaciones de la extrema derecha contra el gobierno Dalaier, que

llegaron a asaltar la Cámara de los Diputados, socialistas y comunistas se

unieron por la base y así, juntos, fueron a la huelga general que salvó al

gobierno francés. Este hecho de frente único por la base que tanto

recomendara Trotski en Alemania seguro que lo hizo meditar. Será en junio

cuando Trotski le propondrá a sus camaradas franceses que entren en la

SFIO (Section Française de l´Internationale Ouvrière), el Partido Socialista

francés dirigido por León Blum. Era el “giro francés”, el comienzo de la

táctica del “entrismo”. Táctica que hay que entenderla en su contexto

exacto, en una coyuntura donde los pecés enarbolaban la bandera de la

Revolución de Octubre porque el Estado soviético era para la inmensa

mayoría de los comunistas de base la patria de los trabajadores. La

consigna ya suscitó muchos debates y escisiones entre los marxistas

franceses en aquellos momentos. Cuando se extendió esta consigna al

Estado español, que los trotskistas entraran en el PSOE, no fue tenida en

cuenta por buena parte de los seguidores de Trotski, que andando el tiempo

participarán en la fundación del POUM.

En febrero le llegó la noticia de la capitulación de Rakovski, el líder

moral de la Oposición de Izquierda en la URSS. Esto tuvo que causarle un

profundo dolor, aunque no podía saber los pormenores de la resistencia de

este viejo y sólido revolucionario. Escribió, “Rakovski era virtualmente mi

último contacto con la vieja generación revolucionaria. Después de su

capitulación, no queda nadie” (V.25, p.258). Trotski sólo se refería a los

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integrantes de la vieja guardia ya que en los campos de concentración de la

Rusia de Stalin Trotski tenía, posiblemente sin saberlo, miles de

seguidores. Muchos lanzarán el “¡Viva Trotski!” cuando los manden al

paredón. El “Viejo” no estaba tan aislado como podía parecer. Esto lo sabía

bien Stalin, por eso masacrará a sus seguidores para terminar ordenando la

muerte del propio Trotski. El asesinato de Kírov será el pistoletazo de

salida.

Una casualidad hizo que la polícia local se enterase de la estancia de

Trotski en Barbizon. El 12 de abril por la noche un secretario de Trotski,

Rudolf Klement, venía de Paris con correspondencia. Viajaba en moto, las

luces no estaban bien y dos gendarmes lo pararon y como la

documentación de la motocicleta no estaba a su nombre lo llevaron a la

comisaría donde descubrieron una correspondéncia en varios idiomas, el

ruso entre ellos. Estaba claro, Trotski residía en Barbizon. La gendarmería

local se puso al habla con el procurador de la República, Melun. A éste un

funcionario le dice que Trotski poseía una visa que le permitía residir sólo

en Córcega. Esto era falso, Trotski tenía un visado que le posibilitaba

afincarse prácticamente en cualquier parte de Francia. Mas el procurador

acepta la información del funcionario. Se decide realizar una pesquisa en la

residencia de Trotski, la villa “Ker Monique”. Enterados los periódicos, se

desencadenó una campaña de prensa en la que se pedía que Trotski

regresara a Córcega, donde nunca estuvo. En esta campaña también

participó el Ministerio de Propaganda nazi dirigido por Goebbels que

difundió la “noticia” de que Trotski estaba preparando una insurrección.

Para el nuevo gobierno francés estos hechos son una excusa perfecta para

cancelarle la visa a Trotski. Este gobierno estaba presidido por Gaston

Doumergue. Su Ministro de Estado era el mariscal Petain. El Ministro del

Interior era Albert Sarraut que tenía por consigna: “El comunismo, he aquí

el enemigo” (V.7, p.748). El 16 de abril este gobierno democrático decide

anular el permiso de residencia de Trotski. Deciden expulsarlo, aunque de

momento no tienen donde echarlo. Gran cantidad de gente empieza a

concentrarse alrededor de la casa que habita Trotski por lo que éste se ve

obligado a comenzar un peregrinar semiclandestino por la geografía

francesa: Lagny, Chamonix, La Trouche, Saint-Pierre-de-Chartreuse,

Grenoble, Lyon hasta ir a parar a Domène, donde residió un tiempo antes

de pasar por Paris camino de Noruega.

En la primera quincena de julio de 1934 ya estaba Trotski en

Domène. Fue a vivir en la casa de Laurent Beau, maestro en el propio

Domène. Como se sintió aquí Trotski lo sabemos a la perfección por su

propio decir: “Nuestra vida aquí difiere muy poco del encarcelamiento”

(V.25, p.255).

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30. El asesinato de Kírov

Estaba Trotski en Domène cuando le llegó la notícia de que Sergei

Kírov, el jefe del PC(b) de la URSS en Leningrado y cuadro de gran estima

entre la casta burocratica, había sido asesinado. Efectivamente, a las cuatro

y media del 1 de diciembre de 1934 Kírov se dirigía a su despacho del

Instituto Smolni cuando un joven comunista, Nicoláiev, le da un tiro en la

nuca. Kírov muere en el momento. ¿Cuál fue la causa del asesinato?

Nicoláiev había sido expulsado del partido, su mujer era secretaria de

Kírov, Kírov era amado por la burocracia del partido. Así, ¿fue asesinado

por venganza, por celos o por qué pesaba mucho en el aparato? No está

claro, lo que sí está claro es que su muerte desencadenó unas purgas de

una virulencia inimaginable. Tanto fue así que en el plazo de unos pocos

años toda la vieja guardia bolchevique y miles de autenticos comunistas

serán aniquilados. A ellos les seguirán supuestos saboteadores, espías al

servicio del nazismo, y traidores a la revolución.

Stalin va a acusar a Trotski, Zinóviev y Kámenev como instigadores

del crimen. Hay quien tiene la certeza que la muerte de Kírov le será de

gran utilidad a Stalin. Bujarin le dice a Ilya Ehrenburg. “¿Comprendes lo

que eso significa? Él ahora podrá hacer con nosotros todo lo que quiera”

(V.66, p.470). Ríkov le dice a su hija: “Han matado a Kírov en Meter. Es la

señal del desencadenamiento del terror” (V.66, p.470). Más por extenso se

explica Trotski en un artículo del día 28: se prepara “un intento

conscientemente falso de implicar en el asesinato de Kírov a individuos y

grupos que no tienen ni pueden tener nada en común con el acto terrorista

(…). [Es] un hecho que el grupo burocrático dirigente no se inclina en lo

más mínimo a considerar el crimen de Nicolaev como un fenómeno

accidental y aislado, un episodio trágico. Por el contrario, este acto reviste

para ellos una importancia política tan excepcional que no vacilan en

construir una amalgama que los compromete, ni en poner un signo igual

entre los actos terroristas y cualquier tipo de oposición, descontento o

crítica. El objetivo de la maniobra es bastante evidente: aterrorizar

completamente a todos los críticos y opositores, esta vez no con la

expulsión del partido, no privándolos de su pan cotidiano, ni siquiera con la

prisión y el exilio, sino con el pelotón de fusilamiento. Stalin reacciona

ante el acto terrorista de Nicolaev redoblando el terror contra el partido”

(V.125).

¿Por qué la fracción dirigente de la casta burocrática tiene que ejercer

constantemente la represión? Por su papel contradictorio de explotadora de

la clase trabajadora, usufructuando la riqueza que esta genera, y de dique a

la restauración del capitalismo, al tener que mantener la estatalización de la

economía para poder perpetuar su status. Trotski, en el mismo artículo del

28 de diciembre, lo explica a la perfección: “la burocracia soviética explota

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despiadadamente, en función de su propia dominación y prosperidad, su rol

de control y regulador de las contradicciones sociales y su lucha preventiva

contra la reconstitución de las clases. Concentra en sus manos todo el poder

y, a las buenas o a las malas, consume una enorme parte de la renta

nacional. De este modo logró alejarse tanto de la masa de la población que

ya resulta imposible controlar sus actos o sus ingresos (…). Una clase

económica dominante presupone un sistema de producción y propiedad que

le es peculiar y propio. La burocracia soviética no es más que el reflejo de

la etapa transicional entre dos sistemas de producción y propiedad, el

capitalista y el socialista. Este régimen transicional no puede tener un

desarrollo independiente. El rol de la burocracia soviética sigue siendo

dual. Sus propios intereses la obligan a resguardar el nuevo régimen

económico creado por la Revolución de Octubre contra los enemigos de

dentro y de fuera. Esta tarea es históricamente necesaria y progresiva (…).

[No obstante] los instintos posesivos y el espíritu de casta privilegiada de la

burocracia soviética (…) paralizan cada vez en mayor medida su tarea

progresiva. El avance de la industria y la incorporación de la agricultura a

la esfera de la planificación estatal complican extraordinariamente las

funciones de la dirección de la economía. Sólo se puede lograr un

equilibrio entre las distintas ramas de la producción, y sobre todo una

proporción correcta entre la acumulación y el consumo nacional, con la

participación activa del conjunto de la población trabajadora en la

elaboración de los planes, que debe tener libertad para criticarlos y la

posibilidad de remover de sus cargos a toda la burocracia (…). La

burocracia se saca de encima las dificultades provocadas por sus errores

descargando sus consecuencias sobre los hombros de los trabajadores. Las

crisis parciales convergen hacia la crisis general, que avanza y se expresa

en que la economía sigue rezagada y la inmensa mayoría de la población

continúa viviendo en la pobreza, pese a la titánica energía desplegada por

las masas y a los grandes éxitos tecnológicos. Así, la situación peculiar de

la burocracia soviética, producto de causas sociales muy definidas,

conduce a una contradicción cada vez más profunda e irreconciliable con

las necesidades fundamentales de la economía y la cultura soviéticas. En

estas condiciones la dictadura de la burocracia (…) se traduce en una

permanente crisis política. La fracción stalinista se ve de continuo obligada

a destruir totalmente los <restos> de viejas y nuevas oposiciones, a recurrir

a métodos cada vez más violentos y poner en circulación amalgamas cada

vez más emponzoñadas. Al mismo tiempo, esta fracción se eleva por

encima del partido e incluso de la propia burocracia. Proclama

abiertamente el principio puramente bonapartista de la infabilidad de un

líder eterno. De aquí en adelante, la única virtud que se le reconocerá al

revolucionario será la fidelidad al dirigente. Los agentes de la Comintern

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trasladan a sus secciones extranjeras esta desmoralizante y servil filosofía

de la burocracia” (V.125).

Así, a través del análisis de Trotski, el proceder de la burocracia

soviética queda explicado como un quehacer que viene dado por su

necesidad de perpetuarse y no por la característica criminal de un solo

hombre. De esta forma, la personalidad de Stalin sólamente explica porqué

él representó tan bien las necesidades de la burocrácia soviética, pero no

explica el proceso histórico. El desarrollo del proceso histórico nunca lo

captó el empirista Stalin, mientras que Trotski, aplicando el método

dialéctico, se adelanta a los propios hechos históricos previendo de

antemano la necesidad de las matanzas que la fracción stalinista y su líder

iban a efectuar en el inmediato futuro, sin poder imaginar su espantosa

brutalidad ya que la perspectiva permite prever las líneas generales de un

fenómeno pero no su realización concreta.

Trotski no podía seguir en Francia, donde estaba imposibilitado para

ejercer su trabajo político. Además, pende sobre él la espada del gobierno

francés, a ver si lo va a deportar a una de sus colonias. Por todo esto el

entorno de Trotski va a intentar conseguir el visado en otro país europeo.

En Noruega venía de ganar las elecciones el Partido Laborista, que forma

gobierno. Se le pide la visa. El 8 de junio de 1935 Jean van Heijenoort, un

secretario de Trotski, llega a Domène con la noticia de que el gobierno

noruego había concedido el visado. Después de alguna que otra vacilación

del propio gobierno noruego, el día 13 la visa noruega para Trotski era una

realidad; tenía una validez de seis meses. Desde París, a donde se

trasladaran ya el día 10, van a tomar el tren de las 00,15 del día 14 para

Amberes. Viajan Trotski, Natalia, Jean Rous y Heijenoort.

31. Noruega

El 14 por la mañana llegan a Amberes y el 15 por la tarde parten en

el barco “París” para Oslo, adonde arriban el día 18. Al principio van a

residir en un hotel pero tan pronto como el día 23 pasan a compartir la casa

del matrimonio Knudsen, en Wexhall, una aldea a unos setenta kilómetros

al norte de Oslo. Konrad Knudsen era diputado socialista en el parlamento

noruego. En aquella casa van a gozar de paz hasta que se desencadenen los

acontecimientos. Al comienzo todo va sobre ruedas, miembros del

gobierno y del Partido Laborista lo agasajan. Inclusive sale una entrevista

en el periódico del partido avalada por el propio Ministro de Justicia.

Trotski principia una de sus obras más importantes “La revolución

traicionada”, que la concluirá el 4 de agosto de 1936, aunque no se editará

hasta un año después, ya en México.

“La revolución traicionada” es una obra imprescindible a nivel

teórico. En ella defiende los logros de la revolución a la par que explica y

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critica el nacimiento de la casta burocrática. Ya vimos antes que para

Trotski la burocracia soviética no es una nueva clase social sino una casta

parasitaria que usufructúa una parte importante de la riqueza nacional que

genera la clase trabajadora. En este texto lo va a dejar muy claro. Explica:

“Las tentativas de presentar a la burocracia soviética como una clase

<capitalista de Estado>, no resiste la crítica. La burocracia no tiene títulos

ni acciones. Se recluta, se completa y se renueva gracias a una jerarquía

administrativa, sin tener derechos particulares en materia de propiedad. El

funcionario no puede transmitir a sus herederos su derecho de explotación

del Estado. Los privilegios de la burocracia son abusos. Oculta sus

privilegios y finge no existir como grupo social. Su apropiación de una

inmensa parte de la renta nacional es un hecho de parasitismo social”

(V.122, p.219). Claro, con esta dirección el régimen soviético no puede

perdurar eternamente. Así, Trotski plantea tres hipótesis: primera, que haya

una revolución política en la URSS conducida “por un partido

revolucionario que tenga todas las cualidades del viejo partido

bolchevique” (V.122, p.221), lo que supondría la restauración de la

democracia en los soviets y los sindicatos y el reparto de la renta nacional,

es decir, el resurgimiento de la revolución socialista. Segunda hipótesis,

que un partido burgués derrumbe a la casta soviética dirigente, lo que

equivaldría a que se restaurase la propiedad privada de los medios de

producción. Tercera hipótesis (ojo, ahora es cuando sus pensares nos

parecen hoy proféticos ya que conocemos la caída de la URSS.

Recordemos que lo que viene fue escrito en el año 1936), la burocracia

continúa a la cabeza del Estado: “La evolución de las relaciones sociales

no cesa. Es evidente que no puede pensarse que la burocracia abdicará a

favor de la igualdad socialista. Ya desde ahora se ha visto obligada, a pesar

de los inconvenientes que esto representa, a restablecer los grados y las

condecoraciones; en el futuro, será inevitable que busque apoyo en las

relaciones de propiedad (…). Los privilegios que no se pueden legar a los

hijos pierden la mitad de su valor; y el derecho de testar es inseparable del

derecho de la propiedad. No basta ser director de trust, hay que ser

accionista. La victoria de la burocracia en ese sector decisivo crearía una

nueva clase poseedora” (V.122, p.222). ¿Qué pasaría si cayese la Unión

Soviética? Trotski afirma: “La caída del régimen soviético provocaría

infaliblemente la de la economía planificada y, por tanto, la liquidación de

la propiedad estatalizada (…). La caída de la dictadura burocrática actual,

sin que fuera reemplazada por un nuevo poder socialista, anunciaría,

también, el regreso al sistema capitalista con una baja catastrófica de la

economía y de la cultura” (V.122, p.220). Hoy sabemos que fue esto

exactamente lo que acaeció. Trotski volvía a predecir el futuro gracias a su

extraordinario dominio del método dialéctico.

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Tan sosegado se sentía Trotski en Wexhall que hasta pensó en

continuar con la biografía de Lenin. Mas, el Hombre propone y la Historia

dispone. Dos acontecimientos de gran magnitud histórica se iban a dar casi

al unísono: el comienzo de la Revolución española y el primer juicio de

Moscú. Él iba a estar maniatado, no podrá participar verdaderamente en

estos procesos. Aunque Trotski pensó en ir a Barcelona, inclusive de

manera clandestina, en la revolución no podrá intervenir. Escribirá

artículos y comunicados a los que no se le sacó verdadero provecho por

culpa de las desavenencias que tenían él y Andreu Nin, al que la casualidad

histórica acababa de poner en solitario al frente del POUM ya que el otro

líder de la organización, Joaquín Maurín, había sido detenido por los

fascistas y pasaría toda la revolución y la guerra en la cárcel. Tampoco iba

a poder actuar con libertad de acción contra las viles acusaciones que se le

lanzaban desde Moscú porque el gobierno noruego lo va a maniatar. Será

su hijo mayor, Liova, que está en Francia, quien dé respuesta a las

calumnias stalinistas a través del “Libro Rojo”.

32. La revolución española

El Golpe de Estado del 17-19 de julio de 1936 dado por los militares

reaccionarios y fascistas trajo lo que quería evitar: la Revolución.

El 17 de julio comienza el pronunciamiento de los militares

desafectos a la IIª República en Melilla, Ceuta, Tetuán y Larache. Cuentan

los sublevados con la parte más profesional y salvaje del ejército,

compuesto por la Legión (lumpens de cualquier parte) y por los Regulares

(cuyos tabores están formados por marroquís alienados por los

colonizadores) acostumbrados a obedecer y a matar. De inmediato, la clase

trabajadora de estas colonias españolas se opone a la sublevación, pero

dado su corto número y la falta de apoyo peninsular es derrotada

militarmente a pesar de resistencias aguerridas como la de Larache, donde

los trabajadores resisten más de un día la embestida del fiero ejército

colonial. La obsesión del líder del ejército colonial, general Francisco

Franco, va a ser pasar este ejército a la península porque sin él el Golpe de

Estado estaba abocado al fracaso. La ineptitud del gobierno republicano, la

falta de un liderazgo revolucionario centralizado y las ayudas de nazis y

fascistas le posibilitarán el paso del Estrecho.

Mientras el Golpe de Estado se desarrollaba el gobierno republicano,

presidido por el incapaz Santiago Casares Quiroga, no sólo no hacía nada

real, material, para enfrentarlo, sino que aún por encima impedía la

distribución de armas a la clase obrera en el conjunto del Estado bajo la

reaccionaria amenaza de que quien tal cosa hiciera sería fusilado. Pero los

acontecimientos se aceleran y Casares Quiroga dimite absolutamente

desbordado por los sucesos. No obstante Azaña, presidente de la República

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y tan indeciso con los insurrectos como Casares, intenta la conciliación con

los militares sublevados y para este fin le pide a Martínez Barrio que forme

gobierno. ¿Por qué este proceder tan vacilante en una situación tan

extrema? Porque los políticos republicanos le temen más a la clase

trabajadora que a los militares, a la revolución que a la contrarrevolución.

Cuando este proceder llega a la calle, la clase trabajadora en Madrid se

dirige por miles hacia la Puerta del Sol gritando “traidores, traidores” y

“armas, armas”. Ante la imposibilidad gubernamental de pactar con los

militares alzados – porque estos se niegan – es nombrado José Giral jefe

del gobierno. Este republicano comprende la imprescindible necesidad de

armar a la clase trabajadora, como se está pidiendo desde las

organizaciones obreras, si se quiere enfrentar el Golpe de Estado, por lo

que decreta la entrega de armas a los trabajadores – que ya se estaban

organizando en milicias a través de sus sindicatos y partidos.

La indecisión del gobierno republicano y la carencia de un plan

insurreccional en las organizaciones de la clase obrera, que siempre fueron

a remolque de los acontecimentos, impidieron que la clase trabajadora

enfrentara política y militarmente a los fascistas allí donde estos no

demoraron el Golpe de Estado. La conjunción de estos tres factores

posibilitó que el pronunciamento triunfase en Galicia, Extremadura,

Castilla-León, Teruel, Huesca, Zaragoza y una parte de Andalucia, a pesar

de la decidida resistencia de la clase trabajadora como testimonian casos

bien conocidos como los de Sevilla y Vigo. Sólo en casos como en Álava y

Navarra se puede entender el éxito de la sublevación de los fascistas por el

apoyo social, y a la credulidad obrera hay que anotar que Oviedo y

Zaragoza se perdiesen para la causa republicana. Pero no todo estaba

perdido. Básicamente armada y un poco coordinada, la clase trabajadora

derrota en toda la línea a los fascistas en el resto del territorio.

El 19 de julio, la clase obrera en Barcelona, donde se decide el

destino de toda Catalunya, le asesta una derrota total a los militares

sublevados. Tampoco aquí Companys, el presidente de la Generalitat,

quería entregar armas a la clase trabajadora, pero el proletariado las había

requisado donde había podido: buques del puerto, cuarteles, armerías. La

orden que tenían los militares sublevados en Barcelona era la de converger

sobre la Plaza de Catalunya. La clase obrera no permitió tal encuentro

porque le fue dando la batalla a los militares y fascistas allí donde los

encontraba. No obstante, las columnas de sublevados que consiguieron

llegar a la Plaza de Catalunya ocupando el Hotel Colón y el edifício de

Telefónica fueron inmediatamente rodeados por un mar de trabajadores que

tomaron los enclaves al asalto, con la ayuda de militares, guardias de asalto

y guardias civiles leales a la República. En la mañana del lunes 20 el

general Goded, que había venido desde Mallorca para dirigir la sublevación

y, al parecer, uno de los mejores estrategas militares de los alzados, viendo

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que la insurrección obrera había abortado el alzamiento militar y que la

capitanía general, donde se encontraba, estaba sitiada y bombardeada, se

rinde. La mayoría de los oficiales insurrectos fueron fusilados en el lugar

mientras Goded fue conducido a la Generalitat desde donde radió su

derrota. No obstante, aún otras instalaciones militares debieron ser tomadas

al asalto perdiéndose más vidas de trabajadores, entre ellas la del militante

anarquista Francisco Ascaso. Catalunya estaba en poder de la clase obrera.

En Madrid, la clase trabajadora estaba en huelga general desde el día 18. En las calles se levantan barricadas. Patrullas de obreros armados

comienzan a recorrer la ciudad. A pesar de las fuerzas militares que había

en la capital del Estado, los militares sublevados comandados por el

general Fanjul, no sólo no pudieron conquistar la capital sino que

sólamente pudieron convertir en parcial bastión el Cuartel de la Montaña,

ya que también alojaba la disensión. La clase trabajadora, apoyada por

algunos militares, guardias de asalto y aviadores leales a la República,

lanzó un ataque en masa y tomó el cuartel, pagando un elevado precio en

vidas. Casi la totalidad de los sitiados fueron pasados por las armas allí

mismo, a excepción de Fanjul y algunos oficiales que fueron apresados.

Los obreros se repartieron las armas de los vencidos. Madrid quedaba en

las manos de la clase trabajadora.

En el País Vasco, excepto Álava, fue la decisión da clase obrera y la

lealtad del PNV a la República lo que permitió que no triunfase la

sublevación militar. En Valencia, los militares no salieron ni de los

cuarteles porque se vieron rodeados por la clase obrera cuyas

organizaciones levantaron un comité revolucionário denominado “Comité

Ejecutivo Popular”. Santander y Asturies, con la excepción de Oviedo,

también quedaron en poder de la clase trabajadora.

A día 21, el Golpe de Estado como tal había fracasado ya que sólo

una parte del território peninsular estaba en manos de los golpistas.

Comenzaba la Revolución y la Guerra.

El Estado republicano se había derrumbado, tanto en la zona fascista

como en la zona revolucionaria. Allí porque las fuerzas reaccionarias lo

desmantelaron, aquí porque la clase trabajadora lo sustituyó. En el territorio

en manos de la clase obrera, ésta construyó una estructura propia de poder

a través de comités de base para enfrentar todo tipo de necesidades:

militares, de transporte, de producción, de educación, de subsistencias. El

poder republicano, el Estado de la IIª República, sólo existía formalmente.

Así, el gobierno de José Giral estaba en Madrid pero su dependencia de la

clase obrera era absoluta. Aquí, en la nominal capital de la República, la

clase trabajadora se expresaba mayoritariamente por medio del PSOE, de la

UGT y de la CNT; el PCE sólo adquirirá fuerza real a posteriori, gracias a

la medida ayuda stalinista y a plegarse a los dictados de Moscú.

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Barcelona era el Petrogrado de la Revolución española. En ella los

grandes edificios, oficiales o privados, y los hoteles estaban ocupados por

los partidos y sindicatos de la clase trabajadora. Sus comités habían

organizado la producción, la enseñanza, las patrullas, las milicias. Casi

todas las iglesias fueran incendiadas, la catedral era una excepción y

permanecía cerrada al culto. Aquí las organizaciones dominantes de la

clase obrera eran las anarquistas CNT y FAI, los comunistas del POUM y

los estalinistas del PSUC. De estas organizaciones salían los representantes

de los comités y los líderes de la clase trabajadora.

En la zona “republicana” el poder real, de base, estaba en los

comités. El poder productivo (fábricas, cooperativas, colectivizaciones),

educativo (enseñanza), policial (patrullas, detenciones, fusilamientos),

jurídico (juicios sumarísimos), militar (milicias), de infraestructuras

(telefonía y transportes). En fin, todo el poder. Estos comités estaban

formados y dirigidos por la clase trabajadora. Las diversas organizaciones

obreras estaban representadas en función de su influencia social real,

aunque también se le permitió en algunos comités una representación a los

partidos republicanos, a pesar de que su presencia social era

comparativamente escasa. Pero si el poder práctico, real, de base, le

pertenecía exclusivamente a estos comités; si estos comités eran la

manifestación del poder en todas las esferas de la vida real, este poder era

fragmentario porque ninguna de las organizaciones obreras mayoritarias,

la CNT en Catalunya y el PSOE en Madrid, tenía un plan revolucionario,

un programa que soldase los comités para convertirlos en el embrión del

Estado obrero. Las organizaciones proletarias fueron siempre a remolque

de los acontecimientos. Fue al calor de los sucesos cuando la clase

trabajadora creó los comités necesarios tanto para la continuación de la

vida cotidiana como para enfrentar a los fascistas. Pero las direcciones de

las organizaciones obreras no estuvieron a la altura de la coyuntura

revolucionaria porque no fueron capaces de llevar a la clase trabajadora a la

conquista del Estado socialista, y eso que los obreros ya lo estaban creando

empíricamente por la base. Las direcciones y líderes del PSOE, UGT, FAI

y CNT, no supieron que hacer con la revolución. El POUM no supo que

hacer en la revolución. Esto llevó a la paulatina restauración de la

estructura del Estado republicano, que resurgió de las cenizas por la

incapacidad política de las direcciones de las organizaciones proletarias.

Cuando el 21 de julio una representación de las organizaciones

obreras se presenta en el Palacio de la Generalitat en Barcelona, es recibida

por un Companys que reconoce su absoluta insignificancia política al no

tener el poder social de la calle. En esta tesitura, le pregunta a los

representantes de la clase trabajadora que ya que han vencido y como todo

está en su poder qué hace él, si les es útil. Los representantes de los

obreros en vez de mandarlo para casa, a él y a la sombra de gobierno que

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representa, le permiten seguir siendo el presidente de la Generalitat. Craso

error permitir la existencia nominal de un gobierno de la pequeña-

burguesía en vez de afianzar el de la clase obrera, como se verá en el

inmediato futuro. El liderazgo político de la clase obrera en Barcelona, y

por extensión, en Catalunya y en buena parte de Aragón, era detentado

fundamentalmente por la CNT y la FAI. Así, uno de sus líderes, el faísta

Diego Abad de Santillán dirá que pudieron tomar mil veces el poder pero

que no lo quisieron hacer. Aquí está implacablemente demostrada la

profunda torpeza política que presidía la dirección del anarcosindicalismo

en Catalunya. La carencia de la más mínima perspectiva revolucionaria, de

no tener ni idea de qué hacer con el poder, de ser incapaces de construir un

Estado obrero, posibilitó la supervivencia de unas estructuras políticas

republicanas que fueran en todo impotentes para parar el Golpe de Estado

de las reaccionarias clases dominantes españolas pero que podrán emerger

de las cenizas por la increible estulticia de los “líderes” obreros. Líderes

que crearon un Comité Central de las Milicias Antifascistas de Catalunya

donde dejan entrar a sectores políticos de la pequeña-burguesía, además de

dejar en pie a la moribunda Generalitat. La derrota política estaba servida

por este camino, aunque tardaría casi un año en venir gracias a la energía

revolucionaria de la clase trabajadora. El POUM no tenía una influencia

social en Catalunya equiparable a la CNT, pero cometió un error táctico

gravísimo al entrar en el Gobierno de la Generalitat porque con ello dejó

escapar la oportunidad de ser un punto de referencia político para las

propias masas de la CNT que una y otra vez verán traicionados sus

profundos deseos revolucionarios por la dirección de la CNT sin tener

ninguna referencia política de masas hacia donde girar. Dejar de ser esta

referencia fue el gran error político del POUM.

Pero el PSOE no le andaba a la zaga a la CNT-FAI en la carencia de

una estrategia revolucionaria. Esto no era producto de falta de energía

revolucionaria por parte de la clase obrera. Al revés. Ella consolida los

poderes locales, zonales, es decir, el poder de base, el poder real. Así, en

Valencia forma un Comité Ejecutivo Popular que derrota a los regimientos

facciosos, que aquí habían retrasado su sublevación, y se impone

políticamente a una Junta Delegada republicana que quería detentar el

poder. En Asturies, un sinfín de comités controla el poder de base, mientras

que el Comité de Guerra, producto del acuerdo entre anarquistas y

socialistas, se instala en Gijón. En Santander también manda un Comité de

Guerra. Mientras en Málaga el organismo político rector es el Comité de

Salud Pública. En Aragón el Consejo de Defensa, mayoritariamente

anarquista, detenta todo el poder. Caso aparte fue el País Vasco, donde el

PNV fue capaz de mantener el Estado republicano. Excepto este caso, toda

la zona “republicana”estaba en las manos de la clase trabajadora. Pero la

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perspectiva revolucionaria de las “direcciones” de las organizaciones

obreras seguía siendo nula.

El PSOE tenía un líder obrero socialmente notable, Largo Caballero.

Era querido y respetado por una gran parte de la clase trabajadora. Hombre

honrado, carecía de la preparación política necesaria para elaborar una

estrategia revolucionaria, aunque intuyó la necesidad de consolidar el

proceso revolucionário. La falta de preparación en la política revolucionaria

lo convirtió en jefe de un gobierno burgués y no proletario. El 4 de

septiembre de 1936 dimitía el gobierno de José Giral y se constituía el

gobierno presidido por Largo Caballero. La importancia social de Largo

Caballero se ve claramente en el hecho de que fue elevado a la presidencia

del gobierno republicano por todos los que no lo soportaban, pero que sí lo

necesitaban. Así, Indalecio Prieto, que encarnaba la derecha del PSOE, y el

embajador de la URSS, Marcel Rosenberg, que representaba los intereses

de la burocrocia stalinista, tuvieron que apoyar su designación a la jefatura

del gobierno. ¿Por qué? Por la influéncia que Largo Caballero tenía sobre

una buena parte de la clase trabajadora. Influencia que provenía del apoyo

que la clase obrera le otorgaba porque lo consideraba, con razón, como uno

de los suyos. Esta, y no otra, fue la razón por la que elementos

antisocialistas no se oposuieron a elevar a la presidencia del gobierno

republicano al socialista Largo Caballero. Esto demuestra que el poder real

estaba en las manos de la clase obrera. Pero que un líder obrero se

convirtiese en presidente de un gobierno democrático-burgués sólo podía

consolidar el Estado burgués. Efectivamente, el gobierno republicano se

legitimaba ante la clase obrera al tener al frente del ejecutivo a un líder

obrero. Consolidación que se reforzará con la entrada de la CNT en el

gobierno republicano el 4 de noviembre. García Oliver, Federica

Montseny, Juan López y Juan Peiró fueron los ministros anarquistas. Así

quedaba ratificada la absoluta bancarrota política del anarquismo ibérico

que no había querido tomar el poder para la clase obrera pero que sí

colaborará en un gobierno de la pequeña-burguesía democrática. El

programa de este gobierno era “ganar la guerra”, después vendría la

revolución.

Si el 4 de septiembre se formó un gobierno republicano

frentepopulista en Madrid presidido por Largo Caballero, el 26 del mismo

mes los revolucionários en Catalunya le permitían al nominal presidente

catalán, Companys, la formación de un gobierno de la Generalitat,

presidido por Josep Tarradellas, en el que figuraban representantes de todos

los partidos y sindicatos proletarios. Era el comienzo del fin de la

revolución. El 1 de octubre el Comité Central de las Milicias Antifascistas

se integra en el Gobierno de la Generalitat, el 9 del mismo mes un decreto

de la Generalitat disuelve todos los comités locales y el 12 de diciembre el

POUM es expulsado del gobierno de la Generalitat por presiones del

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PSUC. Así, las organizaciones obreras en vez de consolidar el poder

revolucionario creando a través de los comités de base una sólida estructura

estatal socialista y poner en marcha un programa de gobierno que

consolidase la socialización del poder que se daba por la base, legitima el

renacer del Estado republicano, es decir, del Estado democrático-burgués.

Estado que ni servía para construir el socialismo ni para enfrentar a los

militares sublevados ya que las “democráticas” Francia e Inglaterra no

podían ser sus valedores porque un triunfo político-militar del Estado

republicano sobre los fascistas volvería a poner en el orden del día la

revolución. Por eso, Francia e Inglaterra en vez de apoyar al renacido

Estado republicano crearon el cínicamente denominado “Comité de No

Intervención” que lo único que hizo fue posibilitar la descarada ayuda nazi-

fascista a los militares insurrectos, mientras que cortaba la ayuda de las

“democracias” al gobierno republicano. ¿Y la URSS? ¿No mandó

material bélico al gobierno republicano? Sí, mandó material bélico, pero

con cuentagotas y previo pago. Como sabemos a estas alturas del relato, en

el año 1936 la burocracia stalinista estaba sólidamente instalada en la

URSS. Ella le tenía tanto miedo a la revolución como las democracias

occidentales porque de triunfar el proceso revolucionario en el Estado

español habría puesto en el orden del día la revolución socialista en Europa,

lo que de producirse vendría a descabalgar del poder a la casta burocrática

stalinista. Por eso, la URSS condicionó su ayuda militar a que se

constituyese un gobierno frentepopulista que sólamente luchase en pro de

la legalidad republicana (burguesa) y no por la revolución socialista. Para

garantizar el éxito de su política envió cuadros que guiaron políticamente al

PCE e instaló a su policía política para eliminar a los auténticos

comunistas, como era el caso de los militantes del POUM y sus juventudes

comunistas (JCI), y a la izquierda del movimento libertario.

El gobierno del Frente Popular se dedicó a consolidar los aparatos de

poder del Estado republicano. Así, se reconstituyó la policía, por medio de

un Consejo Superior de Seguridad, separándola de la clase obrera ya que se

les prohibió a los carabineros y a los guardias civiles pertenecer a un

partido o a un sindicato. Se transforman las milicias revolucionarias en un

ejército clasista: ahora se reclutan los soldados a través de ortodoxos

llamamientos a quintas para cumplir un vulgar servicio militar y no por

intermedio de los partidos y sindicatos de la clase obrera; se restablecen los

grados militares y el saludo militar (aún fuera de los cuarteles); se pone de

nuevo en vigor el antiguo código de justicia militar; se le quitan los

nombres políticos a las columnas.

La clase obrera no pudo contestar adecuadamente este quehacer

restaurador del poder republicano porque dicha restauración venía avalada

por la participación de sus organizacioness políticas en el gobierno

frentepopulista. Aún así, en la base de la CNT y en el POUM se dio una

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franca oposición a todas estas medidas ya que se entendió, acertadamente,

que sólo se podría ganar la guerra consolidando la revolución. Esta

oposición de las bases cenetistas y de los poumistas se manifestó

abiertamente en las Jornadas de Mayo en Barcelona, capital de la

revolución. La tensión acumulada entre el gobierno y las bases militantes

de la CNT y del POUM estalló el lunes 3 de mayo de 1937 con el incidente

de la Central Telefónica. Los estalinistas del PSUC, con el aval de

Companys, quisieron tomar por las armas la Central Telefónica, que estaba

desde el comienzo de la revolución en poder de un comité CNT-UGT. No

sólo fue imposible la toma del edificio sino que además la clase obrera en

Catalunya se puso espontáneamente en huelga. Barcelona se cubrió de

barricadas. Las calles de la capital de la revolución volvían a estar

directamente en poder de la clase obrera. Sólamente el jueves 6 de mayo se

volvió al aparente statu quo anterior ya que una vez más la CNT llamó a la

retirada de la lucha a sus militantes y el POUM se plegó a la consigna. Fue

el canto del cisne de la revolución. Las Jornadas de Mayo trajeron la

consolidación definitiva del Estado republicano. La revolución estaba

definitivamente perdida. Quedaba la puntilla. El estalinista PCE, con los

ánimos renovados, pide en el seno del gobierno republicano, del que forma

parte, la disolución del POUM y la detención de sus dirigentes. Largo

Caballero se niega y los ministros de la CNT lo apoyan. Pero tal es la

presión sobre el viejo socialista y tal es el cambio en la relación de poder

(la clase obrera ya estaba sometida políticamente al Estado republicano)

que Largo Caballero tiene que dimitir. El 17 de mayo de 1937 se anuncia la

formación del gobierno Negrín. En él no participarán ni la UGT ni la CNT.

El asesinato de Andreu Nin y el proceso contra los dirigentes del POUM

fue la guinda contrarrevolucionaria. La revolución era cosa del pasado, en

el futuro esperaba la derrota.

33. Trotski, Nin y el POUM

El POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), se creara en

Barcelona el 29 de septiembre de 1935 en una reunión entre representantes

del Bloc Obrer i Camperol y de la Izquierda Comunista. Sus líderes más

conocidos eran Joaquín Maurín (del BOC) y Andreu Nin (de la IC).

Maurín nunca había gozado de la confianza de Trotski, que llegó a

calificarlo de “charlatán provinciano” (V.103, p.207). Nin, en cambio, fue

su camarada, traductor y miembro de la Oposición de Izquierdas.

En abril de 1921 un Pleno Nacional de la CNT envía una delegación

a la Rusia de los Soviets, al IIIº Congreso de la Internacional Comunista.

En ella va Andreu Nin. Allí, ante la imposibilidad del retorno a Catalunya,

por correr peligro su vida, va a ser nombrado miembro del secretariado de

la Internacional Sindical Roja (Profintern), cuyo secretario era Losovski.

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Como agente de la Profintern estuvo en varios países europeos, entre ellos

Alemania e Italia. Estaba precisamente en este último país cuando le llegó

la noticia de la muerte de Lenin. Nin fue durante su estancia en la URSS el

guía de los catalanes y españoles que acudían a la Unión Soviética por

razones políticas. Así, cuando Francesc Macià fue a Moscú en octubre de

1925 en petición de ayuda para llevar a cabo un levantamiento armado en

Catalunya, Nin le hizo de traductor. Nin contempló la lucha de fracciones

que se estaba dirimiendo en el Partido Bolchevique. Nunca simpatizó con

Stalin y terminó por incorporarse a la Oposición de Izquierdas, lo que le

acarreó la expulsión del secretariado de la Profintern y del Sóviet de

Moscú, para el que fuera electo en 1922. Cuando desterraron a Trotski a

Almá-Atá, Nin mantuvo correspondencia con él, incluso le envió un libro

de arte con murales de Diego Rivera, que, casualidad de la Historia,

terminará siendo el anfitrión de Trotski en México. Imposibilitado para

ejercer un trabajo político en la Unión Soviética, quería regresar a

Catalunya pero las autoridades moscovitas no se lo permiten hasta que Nin

escribió una rotunda carta al CC del partido por la que fue expulsado de la

URSS. De esta manera, en septiembre de 1930 Nin, con su mujer, Olga

Tareeva, y sus dos hijas, Ira y Nora, salen de la URSS. Ese mismo mes

llegaba a Barcelona y se ponía a trabajar de traductor para ganarse la vida.

Desde Barcelona Nin mantuvo una extensa correspondencia epistolar

con Trotski, hasta el año 1933, en el que rompieron políticamente. Trotski

le pedía información de la realidad en el Estado español y le hacía

sugerencias políticas. Nin era por entonces miembro de la Oposición de

Izquierdas, sección española, que en 1932 se va a transformar en la

“Izquierda Comunista”. La IC y el Bloc van a impulsar la creación de la

Alianza Obrera, cuyo éxito mayor se dará en Asturies en 1934 ya que

pasarán a formar parte de ella el PSOE, la UGT, la CNT y el PCE. Será

precisamente a raíz del Octubre asturiano cuando Nin, entre otros, estime

que es necesario crear un “partido revolucionario” (V. 98, p.41).

A partir de junio de 1934 Trotski a través del “giro francés” va a

proponer seguir la táctica del “entrismo” en los partidos socialistas. Esto

conectó con las propuestas de algunos miembros de la propia Izquierda

Comunista, que se terminaron yendo al PSOE. Pero la mayoría de los

integrantes de la Izquierda Comunista, que serían alrededor de unos 50 en

toda Catalunya y unos 800 en el conjunto del Estado, permanecieron en la

propia IC. En septiembre de 1934 su órgano, la revista “Comunismo”,

publicó un editorial en el que se decía que había que manter “la

independencia de la vanguardia del proletariado”, posición que se afirmaba

haber “aprendido de nuestro dirigente [Trotski], aún a riesgo de tener que

hacer una parte del camino separados de él” (V.1, pp.372-373). El fracaso

de la revolución asturiana va a reafirmar el sentir de la mayoría de la

Izquierda Comunista de construir el embrión del partido marxista en el

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Estado español. Nin y Maurín hablarán ya de esta necesidad a finales de

1934.

A comienzos de 1935 se convoca una reunión donde participan,

además de la IC y el Bloc, Unió Socialista de Catalunya, Partit Catalá

Proletari, Partit Comunista de Catalunya y Agrupación Catalana del PSOE.

Al final sólo el Bloc de Maurín y la IC de Nin llegan a un acuerdo. Nace el

POUM porque, como se dice en el documento de su Comité Ejecutivo de

febrero de 1936, que podemos considerar como el Manifiesto Fundacional

del POUM: “sin partido revolucionario de la clase trabajadora, no es

posible la victoria de la revolución socialista. El fracaso de la insurrección

de Octubre, en nuestro país, fue debido, en primer lugar, a la falta de ese

partido” (V.76, p.2). Afirma que el POUM nace con el “objetivo capital”

de conseguir “la unidad revolucionaria de la clase trabajadora, premisa

indispensable para el triunfo de la revolución democrático-socialista en

nuestro país” (V.76, p.2). Que la creación del POUM fue un acierto nos lo

dice su rápido crecimiento: si en julio de 1936 contaba con unos 6.000

afiliados (la mayoría del Bloc), en diciembre de ese año ya tenía entre 30 y

45.000 mil. Asimismo, contaba con seis periódicos diarios, varios

semanarios, la Editorial Marxista, y se estaba extendiendo por el conjunto

del Estado: Galicia, Madrid, Asturies, Extremadura, País Vasco, Santander.

También contará con unas dinámicas juventudes, la Juventud Comunista

Ibérica (JCI).

Que el nacimento de el POUM fue un acierto táctico nos lo ratifican

los datos que acabamos de dar. Ahora bien, ¿la dirección del POUM estuvo

a la altura de las circunstancias revolucionarias? Es aquí donde se deben

encuadrar las críticas políticas de Trotski. Cierto es que Trotski empleó a

veces un lenguaje innecesariamente descarnado, que hirió muchas honradas

sensibilidades y que no ayudó a sumar adeptos. Una crítica que le formula

Trotski al POUM es su participación en la coalición del Frente Popular, que

en Catalunya se denominaba “Frente de Izquierdas”. Aquí Trotski no contó

con información suficiente sobre el exacto proceder del POUM porque si

bien su crítica general al significado del Frente Popular es impoluta desde

la óptica de la defensa de los intereses de la clase trabajadora, no supo que

el POUM lo había subscrito críticamente. De no haberlo firmado corría el

riesgo de quedarse aislado de la clase trabajadora que veía el frentismo

como la manera de sacar a los miles de sus presos a la calle gracias a la

amnistía. De tal manera fue así que la misma “apolítica” CNT no sólo no se

opuso a que su base votase al Frente Popular sino que conocidos militantes

suyos pidieron el voto. El deseo de unidad de la clase obrera era claro.

Había que participar en las elecciones a través de la coalición

frentepopulista pero criticando el programa político del Frente Popular, ya

que no era el programa que defendía los intereses de la clase trabajadora. Y

así lo hizo el POUM.

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Cuando en julio de 1936 se dio el Golpe de Estado que trajo el

comienzo de la Revolución, el POUM cometió un error político de enorme

trascendencia para el inmediato futuro: entrar en el Gobierno de la

Generalitat. El POUM no supo tener la paciencia revolucionaria necesaria

para criticar y criticar públicamente la entrada de las organizaciones

obreras en el gobierno pequeño-burgués de la Generalitat. Aquí no podía

haber concesiones ya que la entrada de una organización obrera en un

gobierno pequeño-burgués sólo fortalace a la pequeña-burguesía, como

sucedió. Las críticas de Trotski fueron severísimas, como no podían ser de

otra manera desde la óptica marxista. En el propio POUM la decisión no

fue unánime, mucho menos en sus juventudes, la JCI. Esta decisión

impidió que el POUM se convirtiese en un punto de referencia para la base

militante de la CNT, mayoritaria en Catalunya. Así, cuando se dieron las

Jornadas de Mayo de 1937, en las que el proletariado barcelonés se echó

espontáneamente a la calle para parar la contrarrevolución orquestada

desde el Gobierno de la Generalitat, el POUM no pudo jugar un papel

dirigente y su proceder se puede calificar de timorato o de querer y no

poder. El POUM pagó con el asesinato de Nin y de otros camaradas, con su

ilegalización y con el proceso a su dirección, sus propios errores políticos.

En la revolución sólo existe la victoria o la derrota. Ahora bien, el POUM,

a pesar de todos sus errores políticos tácticos, fue, en palabras de Trotski

“la organización política más honesta de España” (V.104, p.148). Erró

pero no traicionó.

Estaba Trotski en México cuando le llegó la noticia de que los

stalinistas habían asesinado en junio a Nin. El 8 de agosto de 1937 hizo la

siguiente declaración: “Nin es un viejo revolucionario incorruptible.

Defendía los intereses del pueblo español y combatía a la burocracia

soviética (…). A pesar de mis divergencias con el POUM, debo reconocer

que, en la lucha de Nin contra la burocracia soviética, la justicia estaba

enteramente de su lado. Se esforzaba por defender la independencia del

proletariado español contra las maquinaciones diplomáticas de la camarilla

que ocupa el poder en Moscú. Se negó a colaborar con la GPU para

arruinar los intereses del pueblo español. Ese fue su único crimen. Ese es el

crimen que ha pagado con su vida” (V.104, p.69-70). Y Trotski no se

dedicaba a hacer obituarios formales. Nin era un camarada suyo porque

deseaba apasionadamente el triunfo de la revolución socialista. Trotski lo

criticó rudamente cuando consideró que sus errores tácticos le

imposibilitaban a la clase trabajadora avanzar. La discrepancia no estaba en

el objetivo a conquistar sino en como conquistarlo. No entender esto es no

entender la relación Trotski-Nin.

34. El Primer Proceso de Moscú

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Era el 15 de agosto de 1936, Trotski y Knudsen estaban de excursión

en una isla desierta de un fiordo del sur de Noruega. En un transmisor

escucharon la noticia de que en Moscú se acababa de anunciar que

Zinóviev, Kámenev y otros catorce miembros del partido iban a ser

procesados por terrorismo y traición. Además se decía que Trotski era el

director de los acusados y que estaba mandando desde Noruega terroristas

a la URSS. Regresaron a toda prisa a Vexhall. Trotski se puso

inmediatamente a rechazar aquellas viles acusaciones. Dio la explicación

íntima del proceso: “Stalin está montando este proceso con el fin de

reprimir el descontento y la oposición. La burocracia gobernante considera

toda crítica y toda forma de oposición como una conspiración” (V.25,

p.303). El 19 y el 20 de agosto siguió por radio la información sobre el

proceso, los decires surrealistas del fiscal y de los acusados. La razón, la

lógica, eran prostituidas. Los diálogos entre el fiscal Andrei Vishinski y

Grigori Zinóviev se asemejaban a una conversación de tarados. Zinóviev

reconocía ser un pérfido, un traidor, un-cualquier-cosa menos una persona.

Era el comienzo del Primer Proceso de Moscú, que se celebró del 19 al 24

de aquel mes de agosto. Zinóviev era el encausado de más renombre, pero

estaban también otros ex bolcheviques bien conocidos: Kámenev, él y

Zinóviev fueron íntimos colaboradores de Lenin en el exilio. Iván Smirnov,

que había dirigido la derrota del general blanco Kolchak y que perteneciera

al Consejo Militar Revolucionario que presidiera Trotski, el creador del

Ejército Rojo y el primerísimo tribuno de la Revolución de Octubre y al

que ahora denunciaban como “el organizador de este bloque terrorista

contrarrevolucionário” (V.25, p.306), por boca de Bakáiev, un jefe de la

Checa durante los años heroicos de la guerra civil. En total eran dieciséis

encausados, que fueron fusilados una hora después de pronunciarse la

sentencia, el 24 de agosto. El acusador de todos estos ex militantes

revolucionarios era el ex menchevique Andrei Vishinski cuyo papel en la

revolución fue de ausente. Él era el látigo de Stalin, su fiscal general desde

1935.

Trotski se pone a responder todo aquel infamante andamiaje,

concede una extensa entrevista al periódico de los socialdemócratas suecos,

Arbeiderbladet, que se publica el día 21 y que presenta con el titular

“Trotski afirma que las acusaciones de Moscú son falsas” (V.25, p.307).

Prepara declaraciones para la prensa de diferentes países, quiere explicar el

por qué de los procesos y defender el honor de los revolucionarios. Pero en

esta lucha también va a entrar en liza el gobierno socialdemócrata noruego,

maniatando, aislando a Trotski, impidiéndole que se defienda. Primero le

exige que firme una declaración en la que se le pide que se abstenga de

intervenir directa o indirectamente, de manera oral o por escrito, en las

cuestiones políticas de otros países. Venía a ser una petición calcada de la

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que hiciera presentar Stalin en Almá-Atá. Trotski rechaza una de la misma

forma como había rechazado la otra, con desprecio. La policía noruega le

puso entonces bajo arresto domiciliario. De esta manera, Trotski quedaba

imposibilitado para hacer frente al torrente de calumnias que provenían de

Moscú. Ahora Moscú no sólo contaba con el inmenso poder de su Estado y

de sus amigos y plumíferos del orbe para divulgar a los cuatro vientos la

calumnia sino que además el democrático gobierno de Noruega

amordazaba a Trotski. Stalin no quería ni tan siquiera un combate desigual,

por lo que presionó sobre el gobierno noruego para que hiciera callar a

Trotski. Si Trotski seguía en el uso de la palabra peligraba el comercio con

la URSS. Los negocios son los negocios, y el gobierno noruego maniató a

Trotski, lo recluyó en la casa impidiéndole toda actividad pública.

El día 28 Trotski comparece en los juzgados de Oslo para testimoniar

sobre un asalto que unos seguidores del pro nazi noruego Quisling, que

pasará a la Historia como prototipo de lacayo nacional vendido a Hitler,

hicieran a la casa donde estaba alojado. El interrogatorio se tornó en un

ataque contra el agredido y no en un intento de descubrir el por qué del

proceder de los asaltantes. Resultó que quien violara las leyes fuera Trotski

y no los asaltantes pro nazis que le robaran algunos papeles. A

continuación, la policía noruega condujo a Trotski al Ministerio de Justicia

donde el propio ministro le presentó a Trotski un documento para que este

lo firmara en el cual se volvía a recoger la esencia de la petición que ya le

formularan el día 26 dos policías mandados para tal fin. La petición era

similar: que se abstuviera de toda actividad política y que sometiera toda

su correspondencia a la censura. Trotski le respondió al ministro Trygve

Lie con desprecio, cómo se atrevía a hacerle tal petición a un

revolucionario. Por qué entonces el propio ministro hizo de periodista en la

primera entrevista que Trotski concediera en Noruega si esto contravenía lo

acordado. Le preguntó al ministro si el gobierno de Noruega, delante de las

peticiones de la prensa pro nazi, iba a permitir que unos esbirros de Hitler

le dijeran lo que tenía que hacer. Y sentenció: “Este es vuestro primer acto

de capitulación frente al nazismo en vuestro propio país. Pagaréis por ello.

Os sentís seguros y en libertad de tratar a un exiliado político como os

venga en gana. Pero el día está cerca -¡recordadlo!- el día está cerca en que

los nazis os expulsarán de vuestro país, a todos vosotros junto con vuestro

Pantoffel-Minister President” (V.25, p.312). Efectivamente, esto ocurrió

cuando Hitler invadió Noruega. El método le permitía ejercer de profeta.

La contestación del ministro fue incrementar los rigores de la reclusión de

Trotski deportando a sus dos secretarios y colocando guardias en el interior

de la casa del matrimonio noruego que acogiera a Trotski para que éste no

pudiera ni comunicarse con ellos. Como todo este proceder no era ni tan

siquiera legal, el ministro consiguió que el rey noruego firmara el 29 de

octubre un decreto único para aplicárselo en exclusiva a Trotski. Así, el 2

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de septiembre ordenó el traslado de Trotski y Natalia a Sundby, una aldea

a 36 kilómetros al sudoeste de Oslo. Allí lo encerró en una casa con veinte

policías. Nadie tenía permiso para entrar, excepto sus abogados, el noruego

y el francés. Tenía que someter su correspondencia a la censura y solicitar

un permiso para obtener un periódico. Se le prohibió hasta pasear fuera de

la casa. Inclusive se le llegó a prohibir escuchar la radio. Trotski intentó

eludir aquella reclusión demandando ante los tribunales noruegos por

difamación a un nazi y a un stalinista que en la prensa noruega repitieran

las acusaciones que le hacía el fiscal Vishinski en Moscú. El abogado

noruego formuló la demanda y cuando ya el juzgado iba citar a Trotski

intervino el Ministro de Justicia y suspendió los trámites. Pero esto todavía

no era suficiente para el democrático gobierno noruego, también le impidió

demandar a alguien en el extranjero.

Trotski le escribe a su hijo Liova: “el ministro de Justicia ha

confiscado todas mis cartas importantes relativas a mi defensa personal.

Ahora me enfrento a calumniadores, ladrones, bribones… y estoy

completamente indefenso. Debes obrar por tu propia iniciativa y enterar de

esto a todos los amigos” (V.25, p.315). Liova se puso manos a la obra. El

fruto más importante de su quehacer fue el “Libro Rojo de los Juicios de

Moscú”, donde rebatía por extenso las falsificaciones del primer proceso de

Moscú. En un artículo de 20 de febrero de 1938 Trotski contará lo que

sintió cuando recibió el primer ejemplar: “¡Qué don tan valioso fue para

nosotros (…) el libro de León, la primera respuesta aplastante a los

falsificadores del Kremlin! Las primeras pocas páginas, me acuerdo, me

parecieron deslucidas. Se debía a que en ellas sólo se trataba de reafirmar

una apreciación política ya hecha con anterioridad, sobre la situación

general de la URSS. Pero a partir del momento en que el autor se hizo

cargo de un análisis propio del juicio quedé completamente absorto. Cada

capítulo que leía me parecía mejor que el anterior” (V.125).

Mientras tanto, en Francia se había formado una comisión

investigadora sobre este primer juicio en Moscú, presidida por el abogado

francés de Trotski, Gérard Rosenthal. Pero fue en el Estado español donde

las denuncias contra el proceder del Kremlin le dolieron más a este. Se

estaba en pleno proceso revolucionario y el Comité Ejecutivo del POUM,

por iniciativa de Andreu Nin, rechazaba públicamente, en su periódico “La

Batalla” del 28 de agosto, los fusilamientos de los viejos bolcheviques y las

calumnias a Trotski: “Somos socialistas revolucionarios, marxistas. En

nombre del socialismo y de la clase obrera revolucionaria protestamos

contra el crimen monstruoso que acaba de perpetrarse en Moscú (…).

Trotski es, para nosotros, al lado de Lenin, una de las grandes figuras de la

Revolución de Octubre y un gran escritor socialista revolucionario.

Injuriado, perseguido, le expresamos nuestra solidaridad revolucionaria, sin

ocultar por esto nuestras discrepancias con algunas de sus apreciaciones”

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(V.1, pp.401-402). Justo lo contrario de lo que decían las publicaciones del

PSUC y del PCE, que justificaban el cínico y criminal proceder de Stalin e

injuriaban a los verdaderos comunistas, los militantes del POUM.

Para Trotski Noruega era una prisión. Tenía que escapar de ella.

Aunque Trotski no quería dejar Europa, porque era el teatro de

operaciones, la realidad se imponía y partidarios y amigos estaban

intentando conseguir un visado para México. En estas peticiones a Lázaro

Cárdenas, el Presidente de México, también participó un emisario de

Andreu Nin cuando este ejercía de Consejero de Justicia en el Gobierno de

la Generalitat. El Presidente de México le concedió asilo a Trotski. El Viejo

no pudo evitar cierta aprensión debido a que el Ministro de Justicia

noruego le dijo que tenía que embarcar ipso facto para México. Y aunque

Trotski le pidió que primero lo pusiera en libertad, que le permitiera

arreglar sus asuntos y comunicarse con sus amigos y con el gobierno

mexicano obtuvo un no rotundo por respuesta. Por fin, el 19 de diciembre

de 1936, Trotski y Natalia son embarcados en el petrolero “Ruth” en

compañía de una escolta policial, que cuenta entre sus filas con el nazi

Jonas Lie, que se encargó de manter aislado a Trotski aún en mitad del

Atlántico, no le permitían ni escuchar la radio. Era el último proceder

democrático que el gobierno noruego ejercía sobre el viejo bolchevique.

México era el destino, el final del camino.

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IV. EL FINAL DEL CAMINO

35. México

Era el 9 de enero de 1937 cuando Trotski y Natalia entraban en el

Golfo de México a bordo del petrolero Ruth y atracaban en Tampico,

ciudad mexicana en la desembocadura del río Pánuco. Una barcaza se

acercó para recogerlos y desembarcarlos en el puerto. Allí estaban para

recibirlos Frida Kahlo, la compañera de Diego Rivera, George Novack, que

en una cena con el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt le

había pedido el visado para Trotski y ante la sorpresiva petición dijo que

tenía que consultar con el Departamento de Estado, que nunca lo otorgó.

También estaban el camarada Max Shachtman y el general mexicano

Beltrán, en representación del presidente Lázaro Cardenas. Este puso a

disposición de Trotski su tren privado “Hidalgo”, nombre con claras

connotaciones revolucionarias porque es el de aquel cura que el 16 de

septiembre de 1810 hizo repicar la campana de la iglesia de Dolores, el

“grito” que comenzó la lucha para liberar a la nación mexicana de la

imperialista España. Entraron todos emocionados en el tren y se pusieron a

cantar corridos de la revolución mexicana y otras canciones

revolucionarias. Trotski y Natalia debieron pensar que estaban en otro

mundo. Efectivamente, así nos lo dice el mismo Trotski: “Saliendo de una

atmósfera desalentadora y de cansadas incertidumbres, encontramos en

todos lados atención y hospitalidad” (V.11, p.22).

Diego Rivera, el más grande de los muralistas mexicanos, puso a

disposición de Trotski y Natalia su “Casa Azul” del barrio federal de

Coyoacán, en la Avenida Londres. Una residencia que Natalia describió

como “una casa azul de un solo piso, un patio lleno de plantas, unos

salones frescos, colecciones de arte precolombino, cuadros en profusión”

(V.11, p.23). Aquí iban a vivir hasta mayo de 1939.

A este ambiente general vino a sumarse Frida Kahlo, mujer

hermosa, culta y apasionada. Para ella Trotski no debió ser sólo ese eslavo

maduro de ojos azules de mirada profunda y porte viril, sino también el

mítico tribuno de la Revolución de Octubre y el férreo creador del Ejército

Rojo. Para él Frida debió suponer las renovadas ganas de vivir, de sentirse

aún joven y deseado. Se cruzaron notas y cartas en presencia de Natalia y

Diego Rivera en un proceder que nos indica una ondonada de pasión

frenética, primeriza. ¿Consumaron sexualmente su pasión? No lo sabemos,

pero ojalá por ellos ya que el amor apasionado es la forma suprema de

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goce. Lo que sí sabemos es que la aventura amorosa de Trotski trajo una

pequeña crisis a su matrimonio. Natalia resultó herida aunque Trotski se

reafirmó en el amor y la pasión que sentía por ella. Además, el deber

político que él se había impuesto no permitía continuar la aventura. Las

augas volvieron al cauce consumido este desborde.

No todo era color de rosa, el Partido Comunista de México (PCM) y

la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM) eran bastiones

stalinistas y gracias a su importancia social tenían un importante peso

político en el país. Desde el principio estuvieron en desacuerdo con la

decisión de Cárdenas, por lo que recibieron a Trotski como “el jefe de la

vanguardia de la contrarrevolución” (V.25, p.326). Además, a México, por

su carácter de país hospitalario con los luchadores anti-fascistas, arribaron

con todo tipo de facilidades colaboradores y agentes de la GPU. Había,

pues, que proteger a Trotski, esa fue la primera preocupación de sus amigos

y camaradas.

Al poco de estar instalado Trotski se daba en Moscú el segundo

proceso, durará una semana, entre el 23 y el 30 de enero. Son acusados

diecisiete miembros del fenecido Partido Bolchevique. Las acusaciones son

tan delirantes, surrealistas, como en el primer juicio. Entre los acusados

están Piatákov, Rádek, Sokólnikov... que son presentados como unos

peleles de Trotski y que tenían como objetivo derrocar por la violencia el

poder soviético para restaurar el capitalismo. Eran el “centro trostkista

paralelo”. (V.10, p.24). Su jefe, Trotski, era un agente de Hitler. Trece de

los encausados son condenados a muerte y otros cuatro a prisión. Allí serán

enviados Rádek y Sokolnikov por diez años, pero en mayo de 1939 unos

reclusos les machacarán la cabeza ante la indeferencia de los guardias. Pero

la inquina de Stalin no termina aquí, de hecho los procesos no son más que

la punta del iceberg de la gigantesca y brutal matanza de opositores. Esta

alcanza hasta a los propios stalinistas, tanto es así que un íntimo seguidor

de Stalin, Ordyonikidze, se suicida el 18 de febrero después de que le

fusilen a su hermano.

Sabemos por Natalia como les impactó a ella y a Trotski esta espiral

de calumnias y violencia: “escuchábamos la radio, abríamos la

correspondencia y los periódicos de Moscú y sentíamos que la locura, el

absurdo, el ultraje, el fraude y la sangre nos inundaban por todas partes”

(V.25, p.329). Trotski se aprestó a la lucha, aquí no estaba maniatado como

en Noruega. Así, la víspera de finalizar el segundo proceso, el día 29, retó

públicamente a Stalin. Qué pidiera la extradición. Él se entregaría

voluntariamente si una sola de las acusaciones que se le hacían fuera

verdad: “Estoy dispuesto a comparecer ante una Comisión de Investigación

pública e imparcial con documentos, datos y testimonios (…). Declaro que:

si esa Comisión decide que soy culpable en el mínimo grado de los

crímenes que Stalin me imputa, me comprometo de antemano a colocarme

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voluntariamente en manos de los verdugos de la GPU (…). Pero si la

Comisión certifica -¿me escucháis?, ¿me escucháis?- que los procesos de

Moscú son un fraude consciente y premeditado, no pediré a mis acusadores

que se coloquen voluntariamente frente a un pelotón de fusilamiento. ¡No!

¡La eterna deshonra en el recuerdo de las generaciones humanas será

suficiente para ellos! ¿Me escuchan los acusadores en el Kremlin? ¡Les

arrojo mi desafío al rostro y espero su respuesta!” (V.25, p.330). No la

hubo porque de darse, de haber pedido Stalin la extradición, se tendría que

celebrar un juicio fuera de la URSS y Stalin sabía que Trotski lo convertiría

en una tribuna pública desde donde denunciaría sus crímenes. Mas el Viejo

no se conformó con la callada por respuesta y se puso a trabajar para

organizar un tribunal que lo juzgase. Quería dejar limpio para la Historia su

honor de revolucionario. Su hijo, camaradas y amigos no estaban muy de

acuerdo porque aquello supondría un enorme esfuerzo y consideraban que

no era necesario, pero Trotski insistió y el proyecto se llevó a cabo. De esta

manera, en marzo se formó una comisión de investigación que se

encargaría del proceso. Estaba formada por Alfred Rosmer, Otto Ruhle,

Wendelin Thomas, Carlos Tresca, Suzanne La Follette, Benjamin Stolberg,

John R. Chamberlain, Edwar Ross, Carleton Beals y Francisco Zamora. La

presidía el filósofo estadounidense John Dewey, de aquí el nombre con que

se conoce a la comisión.

La “Comisión Dewey” sesionó del 10 al 17 de abril, en la “Casa

Azul”, protegida para la ocasión por la policía mexicana. John Dewey

afirmó, antes de inaugurarse las sesiones, que “nuestra función consiste en

escuchar cualquier testimonio que el señor Trotski tenga a bien

presentarnos, interrogarlo y presentar los resultados de nuestra

investigación al pleno de la Comisión de la cual formamos parte” (V.25,

p.340). Dewey invitó a la embajada soviética y a los Partidos Comunistas

de México y los EEUU a participar en el interrogatorio a Trotski. No

obtuvo respuesta.

Las sesiones se dieron en general en un buen clima pero esto no evitó

los enfrentamientos ideológicos por la diferente concepción del mundo

habida entre algunos de los interrogadores y Trotski. Así, John Dewey

entendía que el stalinismo era una prolongación, no una deformación, del

bolchevismo. Trotski, por el contrario, afirmó que el stalinismo existía

porque la revolución no se había extendido fuera de la Rusia soviética.

Dewey le preguntó a Trotski: “Quisiera saber qué razones nos permiten

pensar que la dictadura del proletariado, o lo que sea, no degenerará en

dictadura del secretariado” (V.11, p.33). La respuesta fue: “La fórmula es

excelente, pero debo contestar que aunque hoy la dictadura del secretariado

domina Rusia, es un progreso importante si la comparamos con la dictadura

del zar. Además, la dictadura del secretariado es provocada por el atraso del

país y su aislamiento. Los países más civilizados, menos aislados,

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conocerán entonces una dictadura más sana, más democrática y mucho más

corta” (V.11, p.33).

Para los colaboradores de Trotski este proceso significó una ardua

tarea. Cientos de documentos fueron desembalados, traducidos y

explicados a la Comisión. Asimismo, Trotski se impuso hablar en inglés

para tener un contacto directo con la comisión. De esta forma, Trotski se

privó del poder de su oratoria ya que el inglés lo hablaba muy mal pero era

el idioma que entendían todos los integrantes de la comisión. No obstante,

errores de vocabulario y de sintaxis no fueron obstáculos para que él

explicara su actividad política de revolucionario a lo largo de los años

porque la verdad florece incluso entre las equivocaciones formales. Trotski

resumió sus argumentos el día 17, en la última audiencia pública de la

comisión. Después de exponer el método obligatoriamente contradictorio

de los procesos de Moscú por estar construidos en la mentira, concluye su

exposición con una apasionada declaración: “La experiencia de mi vida, en

la que no han escaseado ni los triunfos ni los fracasos, no sólo no ha

destruido mi fe en el claro y luminoso futuro de la humanidad, sino que,

por el contrario, me ha dado un temple indestructible. Esta fe en la razón,

en la verdad, en la solidaridad humana, que a la edad de dieciocho años

llevé conmigo a las barriadas obreras de la ciudad provinciana rusa de

Nikoláiev, la he conservado plena y completamente. Se ha hecho más

madura, pero no menos ardiente” (V.25, p.346).

La comisión emitió su veredicto pasados unos meses, el 12 de

diciembre. Sentencia que Trotski y su hijo Liova son inocentes de los

cargos que les imputan desde Moscú. Trotski había conseguido su objetivo,

restaurar su honor de revolucionario ante un tribunal. No obstante, los ecos

del proceso fueron pequeños en la Europa convulsionada por la Guerra

Civil española y por el ascenso del fascismo, pero allí quedaba ante la

Historia. No es casual esta insistencia de Trotski, es un proceder propio de

un revolucionário que trabaja no sólo para el presente sino también para el

porvenir. Así se comprende la semejante insistencia de los comunistas del

POUM por reivindicar su esencia de revolucionarios en el juicio que los

stalinistas forzaron en Barcelona en octubre de 1938. Para los

revolucionarios el don más preciado es la verdad.

36. Más horror stalinista

El mariscal Mijail Tujachesvski era detenido el 22 de mayo de aquel

1937. Al poco se procede a la detención de otros altos mandos militares.

Todos ellos formarían parte de un supuesto “complot militar-fascista-

trotskista” (V.66, p.545). Además, se les dice que son unos espías al

servicio de la Alemania nazi y del Japón imperialista. Son procesados y

fusilados. Esto era un brutal ataque directo a la seguridad del Estado

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soviético. Todos ellos tenían experiencia bélica ganada en la Guerra Civil y

un gran nivel teórico. Bajo la dirección de Tujachesvski el alto mando del

Ejército Rojo es teóricamente el más avanzado de Europa: diseña, antes

que nadie, batallas de carros de combate y la utilización de los tanques

como punta de lanza de los ejércitos en lo que denominaron “batallas

profundas” (V.75, p.35). Los militares soviéticos crearan su primer cuerpo

mecanizado en el otoño de 1932, tres años antes que las primeras divisiones

blindadas alemanas. Los paracaidistas del Ejército Rojo habián hecho ya su

primer lanzamiento en masa en el año 1936, mucho antes que los alemanes.

Trabajaran por tener una infraestructura que posibilitase una poderosa

fuerza aérea, y se iba por el camino correcto. Stalin no contento con atacar

a la élite del Ejército Rojo, continúa con la purga en los cuadros

intermedios, en la oficialidad. La salvaje purga de Stalin se puede resumir

en números: asesinó a 3 de los 5 mariscales, a 14 de los 16 comandantes de

ejército, a 60 de los 67 comandantes de cuerpo, a 136 de los 199

comandantes de división, a todos los comisarios adjuntos de defensa y a

todos los comandantes de distrito militar, a 35.000 oficiales, la mitad de

los que tenía el ejército. Stalin debilitó de tal manera al Ejército Rojo que

este no sabrá oponerse al ataque nazi lo que le supondrá a la URSS la

perdida de millones de vidas, el derrumbe de una grandísima parte de sus

infraestructuras e industrias y la perdida temporal de buena parte de su

territorio europeo. Toda una catástrofe social y económica producida por la

parasitaria casta burocrática encabezada por Stalin. La aniquilación del

cerebro y de la columna vertebral del propio Ejército Rojo era una

demostración empírica más de que la casta gobernante ya era un cuerpo

parasitario en la sociedad soviética. En la Segunda Guerra Mundial el

pueblo soviético derrotará al ejército nazi a pesar de esta casta burocrática.

El 4 de septiembre se descubre el cuerpo sin vida de Ignace Reiss

cerca de Lausana, Suiza. Había sido asesinado. Reiss era jefe de una

sección del servicio secreto soviético de espionaje en Europa. Delante de

tanta purga, de tanta violencia sin sentido, se acercó a las tesis de Trotski y

se puso en contacto con este a través de Liova. Informó que Stalin

pretendía aniquilar físicamente a los trotskistas también fuera de la URSS y

de que la GPU tenía espías en su seno. No sólo narró la brutalidad con la

que la GPU conseguía las confesiones sino que también contó que los

jóvenes comunistas no se sometían al régimen de la burocracia. El 18 de

julio mandó desde París una carta a Moscú en la que comunicaba que

rompía con el stalinismo y se adhería a la Cuarta Internacional.

El aviso de Reiss, que Stalin quería exterminar a los trotskistas, no

cayó en saco roto. Militantes trotskistas comenzaron a sentirse seriamente

preocupados por la seguridad del hijo mayor de Trotski, Lev Sedov, Liova

para los camaradas y “El Niño” para la GPU. Tanto fue así que llegaron

cartas a México pidiendo que Liova fuera sacado de París. Liova dirigía la

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edición del “Boletín de la Oposición” en ruso, era punto de referencia para

los que huían del stalinismo y hacía mil encargos de Trotski. No obstante,

no se relacionaba demasiado con los trotskistas en Francia, que muchas

veces andaban a la greña. Confiaba decididamente en Étienne Zboroswski,

que era un agente de la GPU. Liova llevaba una vida de mucha tensión y de

privaciones materiales por lo que no es de extrañar que enfermara. Lo que

es difícil de comprender es cómo fue a parar a una clínica privada

regentada por exiliados rusos cuando los trotskistas franceses contaban con

simpatizantes entre eminentes médicos. La cuestión es que fue a esa clínica

en la compañía de su compañera Jeanne y de Étienne. Así, el 8 de febrero

de 1938 ingresaba en la clínica para que lo operasen de apendicitis. Lo

operan aquel mismo día sin complicaciones. Sin embargo, cuatro días

después Liova deambula desnudo y semi-inconsciente por la clínica. El

médico francés que lo operara no se explicaba lo que le ocurría al

muchacho. Lo vuelven a operar. Ahora en vano. Muere el 16 de febrero,

tenía 32 años.

Cuando llega la noticia a Coyoacán Trotski está en Chapultepec, en

la casa de un simpatizante por temor a un atentado. La noticia la recibe Jan

van Heijenoort, que se la oculta a Natalia y va en busca de Diego Rivera

para recoger a Trotski. Diego le da la noticia a Trotski, que pregunta si la

sabe Natalia. Inmediatamente parten los tres en coche a Coyoacán. Allí

Trotski y Natalia se cierran en su habitación durante días. Lo que sintió

Trotski por la muerte de su hijo mayor se puede entrever en sus escritos. En

el artículo del 20 de febrero queda expuesta con argumentada claridad que

Liova no era sólo su hijo sino que también era su camarada. Un camarada

íntimo por decisión propia y no por ser el hijo de Trotski. Un camarada que

estando en la URSS se fue a vivir fuera del Kremlin y que se negaba a

utilizar los coches oficiales de los gobernantes soviéticos. Un camarada

imprescindible en el destierro y en el exilio gracias a su variadísimo

trabajo, incluso político-literario cuando Trotski estaba impedido como fue

el caso del “Libro Rojo de los Juicios de Moscú”. Tal era el nivel de

camarada que tenía Liova para Trotski que este afirma que “nuestra

solidaridad ideológica se había hecho carne en nosotros” (V.125). Liova

era un camarada porque “era fiel a sí mismo, sirvió a la causa de los

oprimidos sin vacilaciones. De las manos de la naturaleza y de la historia

salió como un hombre de temple heroico” (V.125). La GPU sabía bien a

quien hacía morir. Liova no era sólo un hijo de Trotski, era un comunista

con una experiencia tan directa de la Revolución de Octubre y de la

burocracia soviética que lo hacían un militante marxista formidable. Un

militante así que, aún por encima, fuera el hijo de Trotski y, por lo tanto, su

heredero ideológico era demasiado. Había que acabar con él. Claro, Trotski

también sintió dolor de padre: “Junto con nuestro muchacho ha muerto lo

que quedaba de joven en nosotros. Adiós, León, adiós querido e

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incomparable amigo. Tu madre y yo nunca pensamos, nunca esperamos

que el destino nos fuera a imponer esta terrible tarea de escribir tu

obituario” (V.125).

El horror stalinista continúa. Del 2 al 13 de marzo se da el tercer

proceso de Moscú. Es el último. Ahora bien, los denominados procesos de

Moscú no son más que una pálida muestra de esa represión brutal que se

conoce como la “Iejovchina”, por ser Iejov, el sustituto de Iagoda al frente

de la NKVD, el máximo organizador, y que liquidó a toda la vieja guardia

bolchevique. Este último proceso es el de los 21: Bujarin, Rakósvski,

Ríkov, Krestinski...e Iagoda, el antiguo jefe de la NKVD. Las acusaciones

que se vierten sobre los acusados son las típicas (espionaje, terrorismo,

sabotaje) más otras novedosas como querer provocar la guerra contra la

URSS y su partición. Añadir, que a Bujarin lo acusan de intentar asesinar a

Lenin en 1918. En fin, como nuevo absurdo es mayor que el anterior. De

los 21 acusados 18 son condenados a muerte, entre ellos Bujarin.

El 7 de abril de 1930 el Politburó creara en el seno de la GPU una

dirección de los campos de concentración rebautizados como “campos de

trabajos correctivos”, el GULAG. El sistema de campos de trabajo adquiere

una gran dimensión, contará casi con 2 millones de internados a finales de

1940. Pero en ellos los bolcheviques-leninistas (trotskistas) se organizan y

exigen condiciones de trabajo, de alojamiento y de comida. Entonces

Stalin, en 1936, agrupa a los opositores de izquierdas en los gulags de

Kolima y Vorkuta para controlarlos. En uno de ellos, en el de Vorkuta, en

la República de los Komi, en los Urales polares, que tendría unos 100 mil

reclusos, los trotskistas habían protagonizado en el pasado huelgas

victoriosas pero a finales de marzo y a comienzos de mayo de 1938 el

régimen stalinista los va a masacrar. Serán fusilados sistematicamente hasta

exterminarlos, a un ritmo de 30 o más por día. Cuando los verdugos los

llevan a la tundra por grupos para fusilarlos marchan cantando la

Internacional y muchos de ellos mueren al grito de “¡Viva Trotski!”

37. La IV Internacional

Como ya sabemos por las páginas precedentes, Trotski en julio de

1936 tenía completamente asumido la necesidad de crear una nueva

internacional por la bancarrota ideológica que sufre la IIIª al propiciar que

la pequeña-burguesía y el lumpem-proletariado dirigidos por los nazis

derrotaran sin lucha a la clase trabajadora alemana, la más poderosa de

Europa. No obstante, Trotski desde que saliera de Prinkipo apenas había

tenido un momento de respiro. Ya en México pudo retomar la idea gracias,

también, al apoyo de los trotskistas estadounidenses cuyo Socialist

Workers Party (SWP) iba a ser la sección más importante de la IV

internacional. Para concretar su organización se desplazaron a México

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dirigentes del SWP, tales como Cannon y Shaschtman. En Coyoacán

discutieron con Trotski el programa. Además, Cannon era un firme

partidario de fundar ya la nueva Internacional, en lo que coincidía

plenamente con Trotski. Este iba a escribir un artículo, fechado a 29 de

agosto de 1937, donde daba las claves ideológico-políticas de la perentoria

necesidad de la nueva Internacional: “Las épocas reaccionarias como las

que estamos viviendo no sólo desintegran y debilitan a la clase obrera y su

vanguardia, sino que también rebajan el nivel ideológico general del

movimiento y retrotraen el pensamiento político a etapas ya ampliamente

superadas. En estas circunstancias, la tarea más importante de la

vanguardia es no dejarse arrastrar por el flujo regresivo, sino nadar contra

la corriente (…) aferrarse a sus posiciones ideológicas (…), la única

manera de preparar un nuevo y enorme avance cuando se produzca el

siguiente ascenso de la marea histórica” (V.125). El 31 de mayo de 1938

ante las dudas de un camarada, que eran las dudas de bastantes otros,

Trotski argumenta: “nuestra Internacional es aún joven y débil. Pero esta

no es razón para renunciar a nuestro nombre. En las sociedades civilizadas

una persona lleva el mismo nombre en su niñez, madurez y vejez, este

nombre se funde con su individualidad (…), <pro> parece ser una

expresión de <modestia> política. A mi me parece expresión de indecisión

y de falta de confianza en sí mismo. Un partido revolucionario que no está

seguro de su propia significación no puede ganarse la confianza de las

masas” (V.125). Trotski hará una concisa reflexión al método doctrinario

por el que se debe guiar la nueva internacional el 11 de octubre, y volverá a

hacer hincapié en la firmeza programática siete días después, el 18. El día

11: “La nueva Internacional no se puede crear por medio de encíclicas.

Cada paso adelante debe ser el resultado de la investigación científica, de la

crítica abierta y de la discusión colectiva” (V.125). Explicitado la esencia

del método, insiste el día 18 en la fortaleza ideológica: “Ahora es necesario

permanecer fieles a nosotros mismos y a nuestro programa. No es fácil. Las

tareas son tremendas, los enemigos innumerables” (V.125).

El Congreso Constituyente de la IV Internacional se celebró el 3 de

septiembre de 1938 en la localidad francesa de Périgny, cerca de París.

Estuvieron presentes veintiún delegados que representaban núcleos

organizativos en once países del orbe. Los delegados polacos consideraron

que las fuerzas y la coyuntura no eran las adecuadas para fundar

formalmente la nueva Internacional. Se votó, y 19 delegados decidieron

proclamar en este mismo momento la Cuarta Internacional contra el

parecer de 3 delegados que votaron en contra. Nacía la IV Internacional. El

desarrollo de esta Internacional va a estar absolutamente mediatizado por la

novedosa realidad post-bélica, que Trotski no podrá analizar porque lo

asesinaran. El Estado soviético, a pesar de su brutal represión interna, de su

ceguera política con la Alemania nazi y de haber desarmado a su propio

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ejército en vísperas de la guerra, terminará reforzado políticamente por el

triunfo militar sobre el IIIº Reich y por la creación de las “democracias

populares”. Esto posibilitó que la URSS mantuviese formalmente la

bandera de la Revolución de Octubre, que nutriera económica y

políticamente a los pecés y que fuese, así, para millones y millones de

trabajadores la “patria socialista”. A esto añadir, que la reconstrucción de

Europa traerá toda una época de desarrollo del capitalismo occidental

donde el reformismo jugará un papel político muy importante ya que las

plusvalías eran grandes y los empresarios podían atender las

reivindicaciones económicas y sociales de la clase trabajadora. Esta

realidad postbélica tan novedosa va a obstaculizar el trabajo político de los

trotskistas que sin la dirección del Viejo se van a escindir en varias

ocasiones. No obstante, la IV Internacional dará importantes

organizaciones de masas y conocidos líderes, aunque esto ya corresponde

al estudio de la Historia de la IV Internacional.

38. Tambores de guerra

El 29 de septiembre de 1938 se reunían en Munich los primeros

ministros de Inglaterra, Neville Chamberlain, y Francia, Edouard Daladier,

con Adolf Hitler y Benito Mussolini. Los presidentes de las democracias

liberales iban a ceder en todo a las peticiones de Hitler, presentadas por

Mussolini: incorporar los Sudetes checoslovacos al IIIº Reich y atender las

reivindicaciones polacas y húngaras sobre otros territorios checoslovacos.

El Pacto de Munich se firmó el día 30, y se le comunicó a los

checoslovacos, a los que se les impidiera participar en la conferencia. A

partir de aquí el reparto de los demás territorios en poder del Estado

checoslovaco será cuestión de días. Polónia ocupó Teschen, y Hungría la

parte meridional de Eslovaquia. Además, eslovacos y rutenos pidieron la

independencia. ¿Por qué los gobiernos “democraticos” de Francia e

Inglaterra cedían tanto ante Hitler? Francia porque seguía la estela de

Inglaterra, ya que era incapaz de enfrentarse sola a la Alemania nazi.

Inglaterra quería pactar con Hitler, aún a costa de hacerle muchas

concesiones en el este de Europa, donde no estaba su espacio vital ya que

este radicaba en las colonias. Además, los gobernantes británicos le tenían

pavor a la revolución mundial, y de aquí su miedo al futuro papel de la

Unión Soviética. No podían comprender que la burocrácia soviética sólo

aspiraba a mantener el statu quo porque tenía pánico a perder sus

privilegios. Sobre estos miedos se asentó la expansión primeriza del III

Reich.

¿Qué dijo Trotski públicamente sobre el Pacto de Munich? ¿Y qué

decían en la intimidad los representantes políticos del capital británico y

francés? Trotski escribe en un artículo del 10 de octubre: “Inglaterra y

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Francia arrojaron a Checoslovaquia en las fauces de Hitler para darle algo

que digerir durante un tiempo y postergar así el problema de las colonias”

(V.125). Lo mismo que escribiera el conocido historiador de la burguesía

británica Arnold J. Toynbee ya en 1936: “No cabe duda de que un sector

considerable de la opinión británica, que incluía a varios partidarios del

gobierno en la Cámara de los Comunes, veía favorable a los intereses del

Imperio Británico abandonar Europa oriental a su suerte, si así podía

archivarse la cuestión de una redistribución de territorio colonial” (V.13,

p.312). Continúa Trotski: “el acuerdo entre las Cuatro potencias, si alguna

vez se concreta, llevará a nuevas crisis que no se harán esperar mucho

tiempo. El imperialismo se encamina inevitable e irresistiblemente a una

nueva división del mundo, más adecuada al cambio en la relación de

fuerzas (…). Sólo un idiota irrecuperable puede creer que los antagonismos

imperialistas mundiales están determinados por la irreconciliabilidad entre

democracia y fascismo. De hecho, las camarillas gobernantes de todos los

países consideran la democracia, la dictadura militar, el fascismo, etcétera,

como distintos medios para someter a sus pueblos a los objetivos del

imperialismo” (V.125). Trotski, al criticar el proceder de la burocracia

soviética, dice y concluye: “En 1933 Stalin intentó, antes que nada, hacerse

aliado de Hitler. Pero Hitler rechazó su mano tendida, ya que, para hacerse

amigo de Inglaterra, se presentaba como el hombre que salvaría a Alemania

y Europa del bolchevismo. En consecuencia, Stalin se dio a la tarea de

demostrarle a la Europa capitalista que Hitler no le hacía falta, que el

bolchevismo no entrañaba ningún peligro (…). Con estas maniobras

baratas Stalin no se ganó la amistad ni la confianza de nadie. Los

imperialistas se acostumbraron a no caracterizar una sociedad por las

declaraciones de sus <dirigentes>, ni siquiera por su superestructura

política, sino por sus bases sociales. En tanto en la Unión Soviética se

mantenga la propiedad estatal de los medios de producción protegida por el

monopolio del comercio exterior, los imperialistas, incluso los

“democráticos”, continuarán considerando a Stalin con tanta desconfianza

y con tan poco respeto como la Europa monárquico-feudal consideraba al

primer Bonaparte (…). El único obstáculo en el camino de la guerra es el

temor a la revolución que sienten las clases propietarias” (V.125).

Efectivamente, este miedo está perfectamente reflejado en el diario de

Oliver Harvey, secretario de Anthony Eden, ministro de Asuntos Exteriores

británico: “Una guerra traería consigo cambios sociales profundos y

desconocidos –tanto si vencemos como si somos derrotados [ya que lo que

importa en último extremo es la propiedad de los medios de producción]- y

ninguna guerra es la solución –véase 1914 [trajo la Revolución de

Octubre]. Por lo tanto, ganemos tiempo y evitemos la lucha a cualquier

precio excepto si se trata de un interés británico vital (…). [Las] clases

acomodadas del Partido [Conservador] (…) creen que los nazis en general

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son más conservadores que los comunistas y los socialistas: cualquier

guerra, independientemente de su resultado, destruiría a las clases ociosas

acomodadas y por eso desean la paz a cualquier precio” (V.13, p.303).

Escuchemos ahora lo que le dijo, en mayo de 1938, el ministro francés de

Asuntos Exteriores, George Bonnet, al embajador nazi en París, conde von

Welczeck: “cualquier arreglo”, entre la Alemania nazi y la Francia

democrática, es preferible a la guerra “pues en ese caso toda Europa

perecería y tanto los vencedores como los vencidos serían víctimas del

comunismo mundial [de la revolución]” (V.13, p.300).

A pesar de los miedos la realidad se impone: la guerra entre los

países capitalistas es inevitable porque sólo a través de la fuerza pueden

llegar a un nuevo reparto del espacio vital, de las materias primas y de los

mercados. En un artículo del 4 de noviembre, Trotski lo explica con tanta

apriorística lucidez que nos obliga a citarlo por extenso: “Chamberlain

proclamó que el Acuerdo de Munich inauguró <la paz en nuestra época>

(…). La explicación [de este decir] está en que los que guían el destino del

mundo, especialmente en Europa temen enfrentarse con el futuro (…).

¿<Paz en nuestra época>? [Imposible. ¿Por qué?]. Recapitulemos el abecé.

La esencia de la crisis del mundo actual está condicionada por dos

circunstancias fundamentales. Primero, el capitalismo clásico del libre

cambio se transformó en capitalismo monopolista y superó hace tiempo las

fronteras del estado nacional (…). El segundo factor histórico es la

desigualdad del desarrollo económico, político y militar de los distintos

países. Se ha detenido el avance de los primeros países capitalistas como

Inglaterra y Francia. Los de desarrollo capitalista más reciente, como

Alemania, Estados Unidos y Japón avanzaron un largo trecho. Como

consecuencia de esta radical y febril alteración de la relación de fuerzas

cada vez hay que modificar con más frecuencia el mapa del mundo. El

Acuerdo de Munich no cambió nada estas condiciones básicas (…). Los

fundamentos económicos actuales de [Inglaterra y Francia] no se

corresponden en absoluto con el tamaño y la riqueza de sus imperios

coloniales. Por otra parte, la economía alemana logró restablecer su

dinámica, temporalmente paralizada por el Tratado de Versalles, y

nuevamente comienza a romper sus fronteras. No nos referimos

específicamente a Italia porque la guerra y la paz no está en sus manos.

Hasta que Hitler llegó al poder, Mussolini se quedó quieto como un ratón.

En la lucha por la supremacía mundial, está destinado a cumplir en lo

sucesivo el rol de satélite. Inglaterra y Francia temen cualquier catástrofe,

ya que no tienen nada que ganar y todo que perder. Por eso el pánico las

lleva a hacer tantas concesiones. Pero las concesiones parciales sólo les

garantizan breves respiros, sin eliminar ni debilitar la fuente fundamental

de los conflictos. Como resultado del Acuerdo de Munich, las bases

alemanas en Europa se ensancharon mientras que las de sus opositores se

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estrecharon (…). Se podría hablar con alguna justificación de <la paz de

nuestra época> si las exigencias de materias primas y mercados del

capitalismo alemán quedaran satisfechas con la incorporación de los

<hermanos de sangre> de Alemania o con su influencia creciente en el

centro y sur de Europa. Pero de hecho, la incorporación de la región del

Saar, Austria y los Sudetes estimula las tendencias agresivas de la

economía alemana. El imperialismo alemán busca en el plano mundial la

solución de sus contradicciones internas. No es casual entonces que el

general von Epp, el futuro ministro de las futuras colonias, siguiendo las

instrucciones de Hitler plantee, inmediatamente después de abierta la <era

de paz>, la exigencia de que se le devuelvan a Alemania sus antiguas

colonias (…). Todo esto suena demasiado infantil, sí no a burla. Antes de la

guerra mundial las colonias de Alemania eran insignificantes (…). Por lo

tanto, recuperar sus viejas posesiones ultramarinas no resolverá ninguno de

los problemas del capitalismo alemán. Los viejos trozos de terreno colonial

de los Hohenzollern no le sirven a Hitler más que de puntos de apoyo para

su lucha por las <verdaderas> colonias, es decir, por la redivisión del

mundo. Pero ésta exige la liquidación de los imperios británico y francés

(…). ¿Y entonces? De ningún modo se puede decir que Alemania presente

sus exigencias a un ritmo lento y paciente. Aun si Inglaterra y Francia

decidieran liquidarse a plazos, la ofensiva alemana cobraría nuevas fuerzas.

Más aún, Estados Unidos no podría permanecer pasivo ante una ruptura tan

evidente del <equilibrio de fuerzas> en el mundo. Al coloso

norteamericano no le hace ninguna gracia la idea de encontrarse enfrentado

a una Alemania dueña de las colonias y de las principales rutas marítimas.

Por eso utilizará todo su poder para empujar a Alemania y Francia a la

resistencia, no a la conciliación. Y mientras tanto Konoye, el príncipe de

Tokio, proclamó la necesidad de <revisar todos los tratados en pro de la

justicia>, es decir, en pro de Japón. Es muy difícil que el Océano Pacífico

sea durante los próximos diez años una fuente de paz. En los buenos viejos

tiempos, solamente Inglaterra pensaba en términos continentales. Y

pensaba lentamente, con una perspectiva de siglos. Actualmente todos los

estados imperialistas aprendieron a pensar en esos términos. Y los plazos

ya no son de siglos, sino de décadas o de años. Este es el verdadero carácter

de nuestra época, que después de la reunión de Munich sigue siendo la de

un desenfrenado y violento imperialismo (…). El estado de la economía

alemana exige a Hitler poner en juego lo más pronto posible su fuerza

militar. Por otro lado, el ejército necesita una postergación; es un ejército

nuevo, y no todo en él está coordinado y ajustado a las proporciones

adecuadas. Pero la contradicción entre estas dos exigencias no se puede

medir en décadas sino en uno o dos años, tal vez en meses (…). No caben

dudas de que pronto la frase de Chamberlain <paz en nuestra época>

adquirirá [una] amarga connotación irónica. Por nuestra parte, analizamos

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el futuro con los ojos bien abiertos. Europa, y con ella toda la humanidad,

marcha hacia la guerra” (V.125).

39. El Pacto nazi-soviético

Las relaciones entre Trotski y Diego Rivera se deterioraran. La causa

habría que buscarla en el diletantismo político de Rivera y en la ortodoxia

marxista de Trotski. Diego era un genio como artista pero sin la disciplina

y el rigor necesarios para el trabajo político, como se pondrá en evidencia

en el futuro inmediato con su acercamiento al PCM después del asesinato

de Trotski. Por el contrario, Trotski en cuestión de principios era

intransigente. El incidente formal que puso la relación entre ambos en el

disparadero fue una carta que Diego escribió para André Breton en la que

acusaba a Trotski de dar un golpe de estado en la redacción de una revista

mexicana nombrando el secretario. Lo paradójico es que en la reunión en la

que se decidió este nombramiento asistió Rivera, y no dijo nada. Además,

un artículo de Rivera fue presentado como una carta a la redacción y este

hecho el pintor lo achacó a Trotski, que no tenía nada que ver. Enterado de

la carta, Trotski le pide a Rivera que le escribiera otra a Breton aclarándole

aquellos dos puntos. Diego se negó y las relaciones se tornaron tensas. Se

rompieron cuando Diego se puso a hacer política por sua propia cuenta, sin

contar con la organización a la que formalmente pertenecía. Trotski estaba

viviendo en una casa de Diego por lo que se imponía encontrar una nueva

morada. En marzo uno de los secretarios de Trotski, van Heijenoort,

localiza una casa de bajo alquiler, que no está en muy buen estado pero es

espaciosa. La alquilan y la arreglan. El 5 de mayo de 1939 Trotski se

traslada a la nueva vivienda, conocida como la Casa de la Avenida Viena,

también en Coyoacán. Como había rumores de que la GPU la pudiera

comprar a través de sus emisarios fue Trotski quien la compró, después de

pedir dinero prestado. También se hicieron algunas obras para reforzar la

seguridad de la casa ante una potencial agresión stalinista.

En el mes de agosto Trotski tuvo una alegría personal por partida

doble. Sus amigos Alfred y Marguerite Rosmer venían a visitarlo y traían a

su nieto, Seva (Esteban Volkov). No obstante, la dinámica política

prebélica no daba para muchas alegrías. Desde el pasado mes de marzo se

venía especulando en la prensa con la posibilidad de un pacto entre Stalin y

Hitler. El día 6 de aquel mes Trotski escribió un artículo donde explicaba el

método político en el que se tenía que basar un Estado obrero para pactar

con un Estado capitalista: “Un acuerdo con una nación imperialista –al

margen de si es fascista o democrática- es un acuerdo con esclavistas y

explotadores (…). Es imposible decir categóricamente que los acuerdos

con los imperialistas no se pueden permitir en ningún caso; sería lo mismo

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que decir que en ninguna circunstancia un sindicato tiene derecho a llegar a

un arreglo con el patrón (…). Mientras el estado obrero permanezca

aislado, son inevitables los acuerdos episódicos de uno u otro tipo con el

imperialismo. Pero debemos entender claramente que la cuestión se reduce

a aprovechar los antagonismos entre los dos bandos de potencias

imperialistas, y nada más. No cabe discusión alguna sobre la posibilidad de

disfrazar tales acuerdos con consignas que reclamen ideales comunes,

como por ejemplo la <defensa de la democracia>, consignas que sólo

significan el más infame engaño a los trabajadores. Es esencial que los

obreros de los países capitalistas no se vean atados en la lucha de clases

contra su propia burguesía por los acuerdos empíricos firmados por el

estado obrero” (V.125).

De esta forma tan pedagógica, Trotski explica que el problema no es

que un Estado obrero se vea obligado a pactar coyunturalmente con un

Estado capitalista, el problema reside en que el Estado soviético es “un

estado obrero degenerado y putrefacto (…) [por lo que] cualquier acuerdo

de la camarilla del Kremlin con una burguesía extranjera se dirige

inmediatamente contra el proletariado del país con el cual concluye el

acuerdo (…). El rasgo fundamental de la política internacional de Stalin en

los últimos años ha sido este: negocia con el movimiento obrero lo mismo

que con petróleo, manganeso y otros bienes (…). Stalin considera las

secciones de la Comintern de los distintos países y la lucha de liberación

nacional de las naciones oprimidas como cambio menudo en sus tratos con

las potencias imperialistas (…). El acuerdo entre Stalin y Hitler no alteraría

esencialmente en nada el rol contrarrevolucionario de la oligarquía del

Kremlin. Sólo serviría para poner al descubierto este rol, hacerlo resaltar

más nítidamente y acelerar el colapso de las ilusiones y las falsificaciones”

(V.125).

En un artículo posterior, del 11 de marzo, Trotski insiste en la

manera de proceder de la casta soviética: “La camarilla bonapartista quiere

vivir y gobernar. Cualquier otra cosa es para ella una cuestión de

<técnica>. En realidad, los métodos políticos de Stalin no se distinguen de

ninguna manera de los de Hitler” (V.125). ¿Está a decir Trotski que no hay

diferencia entre la Alemania nazi y la Rusia soviética? No. Trotski aclara la

cuestión con meridiana claridad: “Está de moda actualmente en los

superficiales círculos radicales meter en la misma bolsa a los regímenes de

Alemania y la URSS. Esto no tiene sentido. En Alemania, a despecho de

todas las <regulaciones> estatales, existe un régimen de propiedad privada

de los medios de producción. En la Unión Soviética la industria está

nacionalizada y la agricultura colectivizada. Conocemos todas las

deformaciones sociales que produjo la burocracia en la tierra de la

Revolución de Octubre. Pero sigue en vigencia la economía planificada

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sobre la base de la propiedad estatal y la colectivización de los medios de

producción” (V.125).

Trotski da así las claves políticas para poder situarse a favor del

Estado soviético y contra la casta burocrática, relación díaléctica que no

van entender algunos “trotskistas”, por lo que Trotski insistirá más adelante

profundizando en el argumento. Stalin y Hitler son dos bestias

infrahumanas pero sus Estados no juegan el mismo papel para la clase

trabajadora, que en último extremo es lo trascendente para Trotski.

No deja de recordar el viejo revolucionario el cinismo político de

Stalin, que tantas veces denunciara: “Durante los últimos tres años Stalin

llamó agentes de Hitler a todos los compañeros de Lenin. Exterminó a la

flor y nata del Estado Mayor. Fusiló, dio de baja y deportó a treinta mil

oficiales, todos bajo el mismo cargo de ser agentes de Hitler o de sus

aliados. Después de haber desmembrado el partido y decapitado al ejército,

Stalin ahora postula abiertamente su propia candidatura para el papel

de…principal agente de Hitler” (V.125).

Efectivamente, el 23 de agosto Molotov y Ribbentrop firmaban en

Moscú el Pacto de No Agresión nazi-soviético, en presencia de Stalin. Éste,

en la recepción que se organizó por la noche para celebrar el pacto, dijo en

un brindis: “Conozco el cariño que la nación alemana siente por su Führer.

Me gustaría, pues, beber a su salud” (V.66, p.616). En otro brindis dice:

“Por Heinrich Himmler, el hombre que ha traído orden a Alemania” (V.75,

p.134). Por si esto no fuera suficiente también le dirá en un aparte a

Ribbentrop que “el gobierno soviético se toma este pacto muy en serio.

Puedo dar mi palabra de honor de que la Unión Soviética no engañará a su

colega” (V.66, p.616), y no era un decir táctico sino la ratificación de que

se disponía a cumplir lo pactado al dedillo, como lo demostrarán las

continuas remesas de materias primas que facilitarán el quehacer bélico

nazi. La parte pública del tratado era de no agresión, los apartados secretos

señalaban un reparto del espacio situado entre las fronteras de los dos

Estados. Para Hitler era un aplazamiento, para Stalin un acuerdo en firme.

40. Comienza la guerra

El 1 de septiembre de 1939 las tropas del IIIº Reich invaden Polonia.

Era el pistoletazo de salida de la Segunda Guerra Mundial. La conquista del

espacio vital para el desarrollo del capitalismo alemán era el objeto de la

agresión bélica nazi, la única opción para lidiar con los otros Estados

imperialistas. El mantenimento del statu quo era el objetivo de la política

de la casta burocrática stalinista, una utopía ridícula en una coyuntura

convulsa al extremo. Los líderes nazis acreditaban en su propia fuerza para

trastocar las relaciones intraimperialistas. La casta soviética no podía

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confiar en sus obreros y campesinos, a los que pisoteaba, por lo cual el

miedo a la guerra era el producto del pánico stalinista a la revolución.

Trotski sigue a insistir en las claves del proceder de la casta

burocrática y de sus implicaciones políticas. Así, ya el 2 de septiembre

afirma: “Lo que determina la política interna del Kremlin es el interés de la

nueva aristocracia en mantenerse, su odio al pueblo, su incapacidad de

conducir una guerra. Cualquier combinación internacional reviste algún

valor para la burocracia soviética en tanto la libera de la necesidad de

recurrir a la fuerza de los campesinos y los obreros armados (…). El pacto

germano-soviético es una alianza militar en todo el sentido de la palabra,

pues sirve a los objetivos de la guerra agresora imperialista. En la guerra

anterior la derrota de Alemania se produjo fundamentalmente porque no

recibía materias primas de la [Rusia zarista] (…). Las ventajas inmediatas

que obtiene el Kremlin de la alianza con Hitler son bastantes concretas. La

URSS queda fuera de la guerra. Hitler elimina de su programa inmediato su

campaña por una <Gran Ucrania>. Japón queda aislado. Como

consecuencia de la postergación del peligro de guerra en la frontera

oriental, tal vez hasta llegar a un acuerdo con Japón [efectivamente, el día 5

de septiembre la URSS y el Japón firman un acuerdo en Moscú que

interrumpe el enfrentamiento que sostenían en la frontera manchú; el 13 de

abril de 1941 la URSS y el Japón firman un pacto de no agresión]. Más

aún, es bastante probable que, a cambio de Polonia, Hitler le deje a Moscú

las manos libres respecto a los estados del Báltico fronterizos con la URSS

[así fue, esto estaba previsto en los apartados secretos del pacto]. Sin

embargo, aunque las <ventajas> sean grandes, son, en el mejor de los

casos, pasajeras; la única garantía es la firma de Ribbentrop en un <pedazo

de papel>” (V.125). Garantía que caducó el 22 de junio de 1941, cuando la

Wehrmacht invadió la Unión Soviética.

En base a los acuerdos secretos del pacto nazi-soviético, el 17 de

septiembre la URSS cruza la frontera oriental de Polonia y el 30 de

noviembre invade Finlandia. A pesar de que el Ejército Rojo dispone de

una superioridad militar abrumadora no es capaz de doblegar al ejército

finlandés hasta marzo de 1940. Esta campaña demuestra que el ejército

soviético carece de mandos competentes, no sólo tardó meses en vencer a

un adversario muy inferior sino que además sus bajas fueron infinitamente

superiores a las del ejército finlandés. La bancarrota operativa del Ejército

Rojo salta a la vista, lo que dará impulso al plan nazi de invadir la Unión

Soviética. El 12 de marzo el gobierno finlandés firma la rectificación de

fronteras a favor de la URSS.

La invasión de Finlandía produce estupor en general e indignación

entre los sectores de la izquierda. En un artículo fechado el 13 de marzo

Trotski enjuicia el proceder soviético: “[Stalin] comenzó una guerra

vergonzosa, sin perspectivas claras, sin preparación moral ni material (…).

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Durante dos meses y medio el Ejército Rojo no conoció más que la derrota,

el sufrimiento y la humillación. No se había previsto nada, ni siquiera el

clima (…). El hecho de no haber obtenido el brillante triunfo prometido

sobre un adversario más débil constituyó en sí mismo una derrota (…).

Stalin se asustó ante el peligro de una intervención de Inglaterra y Francia

(…), y se retiró. La trágica aventura acabó en una paz bastarda (…). Es

cierto que Rusia consiguió algunas ventajas estratégicas, ¡pero a qué

precio! Se ha socavado el prestigio del Ejército Rojo, se perdió la confianza

de las masas trabajadoras y los pueblos oprimidos de todo el mundo. En

consecuencia, se debilitó la situación internacional de la URSS en lugar de

fortalecerse” (V.125).

Con la agresión a Finlandía la URSS corrió el peligro de verse

atacada por los futuros aliados, Inglaterra y Francia. Los Estados Mayores

de esos países hicieron planes no para contener a Hitler sino para ayudar a

Finlandia y para apoderarse de los pozos petrolíferos del Cáucaso. El

ataque de Hitler en la Europa Occidental, que comenzó el 10 de mayo de

1940, y que tenía como objetivo la conquista de Francia, que capituló el 22

de junio, paralizó este potencial proceder, pero también le metió miedo a

Stalin porque la fulgurante victoria de los ejércitos de Hitler en el Oeste

dejaban a la máquina bélica nazi en disposición de atacar a la URSS. Al

amparo de la marcha triunfante de la Wehrmacht en el Oeste, la Unión

Soviética va ocupando Letonia, Lituania y Estonia, a las que al poco

tiempo convertirá en repúblicas de la URSS: el 21de julio a Letonia, el 3 de

agosto a Lituania y el 6 de agosto a Estonia. Pero estos incrementos

territoriales no se podían convertir en triunfos estratégicos militares porque

el Ejército Rojo estaba acéfalo. Ahora que el triunfo nazi estaba

consolidado y que la invasión de la URSS es cuestión de poco tiempo, es

imprescindible librarse ya de Trotski. Stalin teme que la guerra traiga

consigo la revolución, cuyo portaestandarte es Trotski. Éste ya señalara

perfectamente su proceder político en multiples ocasiones, atacar a Stalin y

defender la URSS. Proceder que el viejo revolucionario volverá a ratificar

públicamente en el artículo del 13 de Marzo: “Considero que el principal

peligro para la URSS en la actual situación internacional lo representan

Stalin y la oligarquía que él encabeza. La lucha abierta contra ellos, a la

vista de toda la opinión pública mundial, es para mí inseparable de la

defensa de la URSS” (V.125). Trotski ahora estaba aislado pero la guerra y

la revolución podrían acabar con este aislamiento. Había que matarlo ya.

41. La naturaleza del Estado soviético

Para un sector de los seguidores de Trotski el proceder del gobierno

soviético hace de la URSS un Estado indefendible desde la óptica de los

intereses políticos de la clase trabajadora. Su degeneración es máxima. Ya

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no tiene nada de progresista, dicen. Sin embargo, Trotski insistirá en sus

escritos, una y otra vez, sobre el carácter históricamente progresista del

Estado soviético, a pesar de su aberrante superestructura política.

La tentación de ver la Historia en blanco y negro y no en todos los

colores del arco iris impulsa a más de uno. Este proceder también se instaló

entre algunos seguidores de Trotski. Así, el Viejo tuvo que insistir en el

argumento de que la defensa de la URSS no era la defensa de su casta

burocrática. Concretamente, en una parte del estadounidense Socialist

Workers Party, la sección más importante por entonces de la IV

Internacional, no se entendía el dialéctico proceder de Trotski: defender la

URSS y atacar a su gobierno. Por eso el sólido revolucionario tuvo que

reiterarse en sus argumentos. El 12 de septiembre de 1939 le remitía una

carta a James Cannon en la que le comunicaba: “Querido Jim: Estoy

escribiendo un estudio sobre el carácter social de la URSS en relación con

el problema de la guerra” (V.105, p.7). Efectivamente, en aquel primer

artículo, intitulado “La URSS en guerra” empezaba preguntando “¿Es

posible, una vez concluido el acuerdo germano-soviético, seguir

considerando a la URSS como un estado obrero?” (V.105, p.9). Y pasaba a

la explicación: “El tratado con Hitler no es sino un dato más del grado de

degeneración de la burocracia soviética, y de su desprecio por la clase

trabajadora internacional, incluido el Comintern, pero no la base para una

revaluación de nuestra concepción sociológica de la URSS (…). Si

consideramos a la burocracia soviética como una <clase>, debemos

reconocer inmediatamente que no se parece a ninguna de las clases basadas

en la propiedad que hemos conocido en el pasado. Frecuentemente

llamamos <casta> a la burocracia soviética, tratando de simbolizar así su

carácter cerrado, su gestión arbitraria y la altanería de su estrato dirigente

(…). Un órgano social (y esto son las clases, incluidas las clases

dominantes) sólo puede comprenderse como el resultado necesario del

desarrollo de las necesidades de la producción (…). La justificación

histórica de toda clase dominante consiste en afirmar que el sistema de

explotación que capitanea lleva al desarrollo de las fuerzas productivas a un

nuevo nivel. Fuera de toda duda, el régimen soviético ha dado un gran

impulso a la economía. Pero la fuente de este impulso fue la

nacionalización de los medios de producción y la planificación económica,

y no el hecho de que la burocracia usurpara el mando de la economía. Por

el contrario, el burocratismo, como sistema, ha sido el peor enemigo del

desarrollo técnico y cultural del país (…). Durante algún tiempo, esto

estuvo oculto por el hecho de que la economía soviética tuvo que dedicar

dos décadas a asimilar la tecnología y la organización de la producción de

los países capitalistas avanzados (…). Pero cuanto más se desarrolla la

economía y experimente demandas más complejas, más insoportable es el

obstáculo del régimen burocrático. La aguda y constante contradicción

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entre ambos elementos conduce a constantes convulsiones políticas y a la

eliminación sistemática de los elementos más creativos en todas las esferas

de actividad. De este modo, antes que la burocracia haya conseguido

producir una <clase dominante>, ha entrado en contradicción

irreconciliable con las exigencias del desarrollo. La explicación de esto

debe basarse precisamente en el hecho de que la burocracia no es el

portador de un nuevo sistema económico peculiar e imposible sin ella, sino

un parásito que crece en un estado obrero. La oligarquía soviética posee

todos los vicios de las antiguas clases dominantes, pero carece de su misión

histórica (…). Las dos condiciones de la omnipotencia de la burocracia –el

atraso del país y el entorno imperialista- tienen, sin embargo, un carácter

temporal y transitorio y deben desaparecer con el triunfo de la revolución

mundial (…). La revolución mundial suprimiría la amenaza exterior, que es

otra de las causas de la burocratización. La eliminación de la necesidad de

gastar una parte enorme del producto nacional en armamento elevaría aún

más el nivel cultural y de vida de las masas” (V.105, pp.10-12).

Es muy común que ante un fracaso político coyuntural la pesimista

fracción pequeño-burguesa de una organización de izquierdas se instale en

la angustia existencial. Así, la deformación de la dirección del Estado

soviético sumió a más de uno de los “seguidores” de Trotski en el

pesimismo y fue para algunos la excusa perfecta para alejarse de la lucha

política en pro del socialismo. Trotski explica: “La crisis de la sociedad

capitalista, que tomó un carácter manifiesto en julio de 1914, produjo,

desde el primer día de guerra, una profunda crisis en la dirección del

proletariado (…). El proletariado de los países avanzados todavía no ha

sido capaz de producir una dirección a la altura de las tareas históricas de

nuestro tiempo. El ejemplo de Rusia nos revela, sin embargo, que es

posible (…). Los desilusionados y aterrorizados pseudo-marxistas de todo

tipo responden (…) que la bancarrota de la dirección <refleja>

simplemente la incapacidad del proletariado para cumplir su misión

histórica (…). Todos ellos –ultraizquierdistas, centristas, anarquistas, por

no hablar de los stalinistas y los socialdemócratas- cargan el peso de sus

propios errores sobre las espaldas del proletariado” (V.105, p.17).

La Historia es la gran maestra. Ni un científico-social tan genial

como Marx pudo pensar que el primer intento de conquistar el socialismo

se daría en un país con una base capitalista atrasada. Ni la impresionante

profundidad análitica de los dos más grandes líderes revolucionarios de la

clase trabajadora, Lenin y Trotski, pudieron prever que el primer Estado

Obrero de la Historia Universal iba a ser derrotado por su degeneración y

no por las armas bélicas del capitalismo. Trotski, porfiado reflexionador del

caminar histórico, dice: “La Revolución de Octubre no fue un accidente.

Fue un anticipo del futuro (…). Esperábamos la caída del Estado soviético,

no su degeneración (…). La degeneración ha de acabar necesariamente en

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caída al llegar a un determinado punto [recordemos que esto lo escribió en

el ¡año 1939!]. Un régimen totalitario, sea del tipo stalinista o fascista,

puede ser, esencialmente, un régimen temporal y transitorio (…). Un

régimen totalitario es capaz de suprimir las contradicciones sociales

durante un tiempo, pero es incapaz de autoperpetuarse” (V.105, p.18). Qué

“profético” suena este decir a los ciudadanos que sobrevivieron a la

Segunda Guerra Mundíal. Qué “proféticos” le parecerán a las generaciones

del siglo XXI que se vayan asomando a la ventana de la Historia. Pero

estos decires no tenían nada de profecías, eran, sencillamente, producto del

genio dialéctico.

Ver, comprender, la realidad inmediata es el mejor anticipo de

futuro. Trotski insiste: “¿Qué defendemos de la URSS? No precisamente

aquello en lo que se parece a los países capitalistas, sino en lo que se

diferencia (…). La propiedad estatal. Sólo en este sentido defendemos a la

URSS (…). Los trabajadores soviéticos deben defender la propiedad estatal

no sólo contra el parasitismo de la burocracia, sino también de todo tipo de

tendencia hacia la propiedad privada (…). La política exterior es la

continuación de la política interna. Si en política interna consideramos que

la defensa de las conquistas de la Revolución de Octubre implica una lucha

a muerte con la burocracia, debemos hacer lo mismo en política exterior

(…). Si Hitler gana la guerra, empezará por devolver a los capitalistas

alemanes todo lo expropiado (…). Hoy Hitler es amigo y aliado de Stalin;

pero en cuanto consiga una victoria en el Frente Occidental con la ayuda de

Stalin, volverá sus armas contra la URSS” (V.105, pp.20-21). Por lo tanto,

en el caso de guerra entre dos sistemas totalitarios como la Alemania nazi y

la Rusia soviética no se puede ser imparcial. Trotski lo expresa claramente:

“Supongamos que Hitler dirige sus armas hacia el Este y ocupa los

territorios en que se encuentra ahora el Ejército Rojo. En esas condiciones,

los partidarios de la IV [Internacional], sin cambiar para nada su actitud

hacía la oligarquía del Kremlin, serán los primeros en el frente porque

considerarán que la tarea más urgente del momento es la resistencia frente a

Hitler (…). Esta clase de <defensa de la URSS> es diferente, tan diferente

como el cielo de la tierra, de la defensa oficial que se está haciendo bajo el

slogan <¡Por la Patria! ¡Por Stalin!>. Nuestra defensa de la URSS se lleva

a cabo bajo el slogan <¡Por el socialismo! ¡Por la Revolución Mundial!

¡Contra Stalin!>” (V.105, p.25).

Dado que el objeto del marxismo es diagnosticar para actuar

socialmente, Trotski concluye este artículo dando una recomendación

táctica a sus camaradas: “Debemos formular nuestros slogans de forma que

los trabajadores vean claramente lo que estamos defendiendo de la URSS

(propiedad estatal y economía planificada) y contra quien dirigimos nuestra

lucha sin cuartel (la burocracia parasitaria y la Comintern). No debemos

perder de vista ni por un momento el hecho de que para nosotros la

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destrucción de la burocracia soviética está subordinada a la preservación de

la propiedad estatal de los medios de producción en la URSS” (V.105,

p.26).

Max Schatman era el camarada más relevante de la minoría disidente

del SWP. Trotski, al final de una breve carta, le dice: “Los camaradas están

indignados por el pacto Hitler-Stalin. Es natural. Quieren tomarse la

revancha con Stalin. Muy bien. Pero hoy no estamos preparados para

destruir el Kremlin inmediatamente. Algunos camaradas se conforman con

una satisfacción puramente voluntarista: le quitan a la URSS el título de

Estado Obrero, como le quita Stalin a un funcionario caído en desgracia la

Orden de Lenin. A mí esto me parece, querido amigo, un poco infantil. La

sociología marxista y la histeria son absolutamente irreconciliables”

(V.105, p.28). En otra carta, Trotski le insiste: “La defensa incondicional

de la URSS significa, simplemente, que nuestra política no está

determinada por la hazañas, maniobras o crímenes de la burocracia del

Kremlin, sino solamente por nuestra concepción de los intereses del estado

soviético y de la revolución mundial” (V.105, p.47). Posteriormente, ya en

un extenso artículo, dedicado al conjunto de la organización, Trotski hace

una síntesis pedagógica: “¿Qué significa <estado obrero degenerado> en

nuestro programa? (…). 1) los rasgos que, en 1920, eran <deformaciones

burocráticas> del sistema soviético, se han convertido en un régimen

burocrático independiente que ha devorado los soviets; 2) la dictadura

burocrática, incompatible con las tareas internas e internacionales del

socialismo, ha introducido, y sigue introduciendo, profundas

deformaciones en la vida económica del país; 3) sin embargo, el sistema de

economía planificada, sobre la base de la propiedad estatal de los medios

de producción, se ha conservado básicamente, y sigue siendo una conquista

colosal de la humanidad. La derrota de la URSS por el imperialismo

significaría no sólo la liquidación de la dictadura burocrática, sino de la

economía planificada; el desmembramiento del país bajo esferas de

influencia diferentes; una nueva estabilización del imperialismo, y un

nuevo debilitamiento del proletariado mundial” (V. 105, p.146). En fin, no

nos queda más remedio que volver a llamar la atención sobre la capacidad

“profética” del método dialéctico en manos competentes. Esta cita tiene

fecha del 24 de enero de 1940.

La mayoría del SWP, liderada por James Cannon, se posicionaba con

las tesis de Trotski. El partido estaba preparando su congreso y Trotski

pone énfasis en la necesidad de la libertad de discusión y nada de

expulsiones. También hace otra recomendación más de dialéctica táctica:

“cada delegado elegido por su sección debe tener derecho a sopesar todos

los argumentos expuestos en el congreso y a votar según le dicte su juicio

político, y si, después del congreso, no es capaz de convencer a su

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organización de lo correcto de sus apreciaciones, ésta debe privarle

consecuentemente de su confianza política” (V.105, p.39).

No todos sus seguidores entendieron este sencillo análisis,

entendiendo por sencillo la síntesis de lo complejo y no el simple, vulgar,

ramplonismo. En el SWP se terminó por dar una escisión de aquellos que

consideraban que la URSS era del todo indefendible. Crearon un nuevo

partido que al poco también se escindió. Pero no fueron los únicos que se

desnortaron por culpa de la stalinofobia. A la muerte de Trotski, su propia

inseparable compañera, cuyo apoyo emocinal fuera tan trascendente para

Trotski, la camarada Natalia, perdió la orientación política al negarle a la

URSS el carácter que tenía de progresista y que tanto defendiera su

hombre. En la misma onda se situó un espíritu revolucionario como

Manuel Fernández Grandizo (Munis), miembro que fuera de los

Bolcheviques-Leninistas del Estado español. Más allá del paraguas político

protector de Trotski, Julián Gorkin, valeroso militante del POUM en la

revolución española y estudioso clarificador del entramado que llevó al

asesinato de Trotski, terminó haciendo el objeto de su existencia luchar

contra la superestructura de la URSS sin defender sus conquistas históricas,

lo que le llevó a buscar aliados en el Aparato Ideológico de los EEUU. No

es fácil ser “profeta”.

42. El método marxista

Ante el despiste ideológico y político que generó el proceder del

gobierno soviético entre las filas de los propios seguidores de Trotski, éste

se vió en la necesidad de defender la utilidad social del materialismo

dialéctico. De su aplicación a la política lo hizo en una serie de artículos,

algunos de los cuales acabamos de citar, que están recogidos bajo el

genérico título de “En defensa del marxismo”. De su aplicación a las

ciencias sociales ya se dedicara antes, en un breve texto que lleva por título

“¿Qué es el marxismo?”. Hacer hincapié en que estos decires los elaboró al

final de su vida, en los años 1939-1940, cuando su intelecto estaba en la

cúspide creativa.

La necesidad política de reverdecer entre sus seguidores los

argumentos que lleven a comprender que la dialéctica es el estudio del

movimiento de la naturaleza, de la sociedad y del pensar, práctica de

imprescindible dominio para una correcto quehacer partidario

revolucionario, hizo que elaborara una “Carta abierta al camarada

Burham”, datada el 7 de enero de 1940. Éste camarada era miembro de la

minoría del SWP, minoría que terminará escindiéndose por propia

voluntad. En ella va a reflexionar sobre la dialéctica aunque el camarada

citado sólo quería discutir “cuestiones concretas”, como si para hacer esto

fuese suficiente el vulgar empirismo. Dice Trotski: “La dialéctica,

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permítame recalcarlo una vez más, es la lógica de la evolución (…).

Conozco sólo dos sistemas lógicos dignos de atención: la lógica de

Aristóteles (lógica formal) y la lógica de Hegel (dialéctica) (…). Las

formas del pensamiento lógico se desarrollan en nuestro proceso de

adaptación a la naturaleza (…). Una doctrina filosófica correcta, esto es, un

método de pensamiento adecuado, es de importancia tan significativa para

un partido revolucionario como un buen almacén es importante para la

producción (…). El materialismo dialéctico no es, por supuesto, una

doctrina eterna e inmutable. Pensar lo contrario es, precisamente, traicionar

el espíritu de la dialéctica. El desarrollo futuro del pensamiento científico

creará una doctrina más profunda en la que el materialismo dialéctico no

será más que un elemento estructural. Sin embargo, carecemos de base para

suponer que esta revolución filosófica se produzca antes que la decadencia

del régimen burgués, sin mencionar el hecho de que no nace un Marx todos

los días, ni todas las décadas. La misión, a vida o muerte, del proletariado

de hoy consiste en rehacer el mundo de arriba abajo, no en reinterpretarlo

de nuevo. En un futuro próximo, podemos esperar grandes revolucionarios

de acción, pero no un nuevo Marx. La humanidad sólo sentirá la necesidad

de revisar la herencia cultural del pasado cuando haya sentado las bases de

una cultura socialista, y entonces la sobrepasará ampliamente, no sólo en el

campo de la economía, sino también en el de la creación intelectual (...).

[Que el manejo de la dialéctica es trascendente para el correcto desarrollo

de un partido revolucionario radica en que] la experiencia histórica

demostró que la mayor revolución conocida en la historia no la dirigió el

partido que empezó poniendo bombas [el narodni] sino el partido que

empezó con el materialismo dialéctico [el bolchevique] (…). Lenin siempre

explicaba a los enamorados de las <tareas políticas concretas> que nuestra

política es de principios, y no coyuntural; que la táctica está subordinada a

la estrategia; que, para nosotros, el contenido principal de cada campaña

política es guiar a los trabajadores de los problemas concretos a los

generales, para enseñarles el verdadero carácter de la sociedad moderna y

de sus fuerzas fundamentales (…). Sólo es posible una discusión fructífera

sobre <cuestiones concretas> si establecemos previamente, con toda

claridad, las premisas de clase de las que partimos (…). Toda discusión

seria lleva de lo particular, incluso accidental, a lo general y fundamental

(…). El carácter dialéctico de la discusión procede del hecho de que su

curso objetivo se determina por el conflicto vivo entre tendencias opuestas,

y no obedece a ningún plan lógico predeterminado. El carácter materialista

de la discusión se debe a que refleja las presiones de las distintas clases

(…). La política del partido tiene carácter de clase. Es imposible llegar a

establecer una orientación política correcta sin un análisis de clase del

estado, los partidos y las tendencias ideológicas. El partido debe condenar,

como vulgar oportunismo, el intento de establecer políticas en relación a la

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URSS de incidente en incidente e independientemente de la naturaleza de

clase del Estado soviético” (V.105, pp.87-110).

El trabajo intitulado “¿Qué es el marxismo?” fue la introducción que

elaboró para el libro-resumen que el economista marxista Otto Rühle hizo

de “El Capital” de Marx. En este texto hace una síntesis tan clara del

materialismo dialéctico aplicado a las ciencias sociales (materialismo

histórico) que convierte la exposición en una joya pedagógica. Trotski va

explicando la importancia del método de Marx para comprender la

causalidad de los fenómenos sociales: “Mientras las realidades del proceso

económico son el trabajo humano, las materias primas, las herramientas, las

máquinas, la división del trabajo, la necesidad de distribuir los productos

terminados entre los participantes en el proceso de trabajo, etc., las

categorías como <mercancía>, <dinero>, <jornales>, <capital>,

<beneficio>, <impuestos>, etc., son únicamente reflejos semimísticos en

las cabezas de los hombres de los diversos aspectos de un proceso

económico que no comprenden y que no pueden dominar. Para descifrarlos

es indispensable un análisis científico completo (…). Quienquiera que no

haya razonado, siguiendo los pasos de Marx, la naturaleza esencial de la

mercancía como célula básica del organismo capitalista, estará incapacitado

para comprender científicamente las manifestaciones más importantes de

nuestra época (…). [Marx considera al hombre] como un eslabón natural en

el proceso evolutivo de la naturaleza material; a la sociedad como la

organización para la producción y la distribución; al capitalismo como una

etapa en el desarrollo de la sociedad humana. La finalidad de Marx no era

descubrir las <leyes eternas> de la economía. Negó la existencia de

semejantes leyes. La historia del desarrollo de la sociedad humana es la

historia de la sucesión de diversos sistemas económicos, cada uno de los

cuales actúa de acuerdo con sus propias leyes (…). Marx no estudia en “EL

Capital” la economía en general, sino la economía capitalista, que tiene sus

leyes específicas propias (…). Los fenómenos objetivos del capitalismo

fueron formulados antes de que la ciencia comenzara a pensar seriamente

sobre ellos. Hasta hoy en día la mayoría preponderante de los hombres

nada saben acerca de las leyes que rigen la economía capitalista. Toda la

fuerza del método de Marx reside en su acercamiento a los fenómenos

económicos, no desde el punto de vista subjetivo de ciertas personas, sino

desde el punto de vista objetivo del desarrollo de la sociedad en su conjunto

(…). Para la ciencia económica lo que tiene un significado decisivo es lo

que hacen los hombres y cómo lo hacen, no lo que ellos piensan con

respecto a sus actos. En la base de la sociedad no se hallan la religión y la

moral, sino la naturaleza y el trabajo. El método de Marx es materialista,

pues va de la existencia a la conciencia y no en el orden inverso. El método

de Marx es dialéctico, pues observa como evolucionan la naturaleza y la

sociedad, y cómo la misma evolución es la lucha constante de las fuerzas

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en conflicto (…). Las leyes que rigen las diversas esferas de la economía

capitalista –jornales, precios, arrendamiento, beneficio, interés, crédito,

bolsa- son numerosas y complejas. Pero en último término todas proceden

de una única ley descubierta por Marx y examinada por él hasta el final: es

la ley del valor del trabajo, que es ciertamente la que regula básicamente la

economía capitalista” (V.120, pp.24-26).

Trotski alerta que no todas las clases sociales están interesadas en

una comprensión científica del desarrollo de la sociedad: “La lucha de los

trabajadores contra los capitalistas obligó a los teóricos de la burguesía a

volver la espalda al análisis científico del sistema de explotación y a

ocuparse en una descripción vacía de los hechos económicos, el estudio del

pasado económico y, lo que es inmensamente peor, una falsificación

absoluta de las cosas tales como son, con el propósito de justificar el

régimen capitalista (…). [¿Por qué? Porque] la lucha de clases no es otra

cosa que la lucha por la plusvalía. Quien posee la plusvalía es el dueño de

la situación, posee la riqueza, posee el poder del Estado, tiene la llave de la

Iglesia, de los tribunales, de las ciencias y de las artes” (V.120, pp.25-26).

Vivimos en la etapa del imperialismo capitalista y, por lo tanto, nos

dice Trotski, “la vida del capitalismo monopolista de nuestra época es una

cadena de crisis. Cada una de las crisis es una catástrofe (…). La lucha por

conseguir mercados, materias primas y colonias hace inevitables las

catástrofes militares. Y todo ello prepara catástrofes revolucionarias (…).

La libertad del comercio internacional es inconcebible sin la libertad de

comercio interno, es decir sin la competencia. Y la libertad de la

competencia es inconcebible bajo el dominio del monopolio (…). La

libertad de comercio, como la libertad de competencia (…) pertenecen al

pasado irrevocable. Traer de vuelta el pasado es ahora la única prescripción

de los reformadores democráticos del capitalismo” (V.120, pp.31-34).

El socialismo será la única manera de racionalizar la vida económica

y social: “Si el propio equipo de trabajo fuese reequipado en base a un plan

socialista unificado, los cálculos sobre la producción podrían ser superados

considerablemente y se podría asegurar a todo el pueblo un nivel de vida

alto y cómodo en base a una jornada de trabajo extremadamente corta (…).

Lo que es indispensable y urgente es separar los medios de producción de

sus actuales propietarios parásitos y organizar la sociedad de acuerdo con

un plan racional (…). Todos los que sean capaces de trabajar deben

encontrar un empleo. La jornada de trabajo debe disminuir gradualmente

(…). Las palabras <pobreza>, <crisis>, <explotación> podrán ser arrojadas

de la circulación. La humanidad podrá cruzar finalmente el umbral de la

verdadera humanidad (…). La abolición de la propiedad privada de los

medios de producción es el primer prerrequisito para la economía

planificada, es decir, para la introducción de la razón en la esfera de las

relaciones humanas, primero en una escala nacional y, finalmente, en una

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escala mundial (…). Con el ejemplo y la ayuda de las naciones adelantadas,

las naciones atrasadas serán también arrastradas por la corriente del

socialismo (…). Las contradicciones que despedazan a Europa y al mundo

entero encontrarán su solución natural y pacífica dentro del marco de los

Estados Unidos Socialistas de Europa, así como de otras partes del mundo.

La humanidad liberada llegará a su cima más alta” (V.120, pp.34-39). Aquí

están reflejadas las líneas maestras del programa socialista, el objeto de la

lucha política por el socialismo, derrumbar para siempre las bases de la

explotación y de la alienación, el leit motiv del quehacer del propio Trotski.

43. Una biografía inconclusa

Trotski se había puesto a escribir la biografía de Iosiv Visarionóvicht

Djugachvili, bien conocido por el seudónimo de Stalin. Aún inconclusa, se

puede asegurar que es una biografía que quiere explicar al personaje a

través de la relación dialéctica individualidad/proceso histórico. En

coherencia, Trotski hace un repaso de la historia del camino de la

revolución, desde su gestación hasta su deformación. Es en el recorrido

histórico donde busca las claves que expliquen la importancia de Stalin,

que no se puede entender de otra manera. Importancia que no proviene

precisamente de sus dotes intelectuales. Así se explica que una ocasión

Riazanov le dijera: “Déjalo, Koba, no te pongas en ridículo. Todo el mundo

sabe muy bien que la teoría no es tu fuerte” (V.66, p.247) Otro miembro

del partido, Smirnov, apostillará: “es un hombre completamente oscuro e

insignificante” (V.66, p.247). Kámenev, que lo conocía a la perfección

dirá: “es exactamente un político provinciano” (V.66, p.247). Trotski

afirmará, en una valoración más totalizadora, “tiene sentido práctico,

perseverancia y tenacidad para conseguir lo que se propone. Pero su

mentalidad política no puede ser más limitada, ni más bajo y primitivo su

nivel teórico (…), es la más destacada mediocridad que hay en el partido”

(V.101, pp.532 y 539). Entonces, es imposible pensar que el hombre con

menos dotes para la política revolucionaria de toda la vieja guardia del

Partido Bolchevique pueda conquistar el poder si no es por causas

históricas que favorezcan el encumbramiento de un político tan ramplón.

Trotski explica el objeto de su ejercicio analizador a la perfección en la,

también inconclusa, introducción: “La finalidad de esta biografía política es

mostrar cómo se formó una personalidad de este género y cómo subió al

Poder usurpando el derecho a un papel tan excepcional” (V.123, p.5). Pero

él en la introducción va dando algunas claves que ya las sabe, por el

conocimiento directo que tiene del personaje, aunque quiere precisarlas en

el análisis del proceso histórico: “Stalin tomó posesión del Poder, no

valiéndose de sus cualidades personales [positivas], sino con ayuda de una

máquina impersonal. Y no fue él quien creó la máquina, sino la máquina

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quien lo creó (…). Stalin no creó la máquina, sino que tomó posesión de

ella. Para esto se necesitaban cualidades [negativas] especiales y de

excepción” (V.123, pp.11-12). Efectivamente, claro que Stalin tenía unas

cualidades negativas excepcionales, tanto que le posibilitaron representar y

controlar al primer gran Estado Totalitario del mundo contemporáneo.

Stalin, fue, como todos somos, un producto de la Naturaleza y de la

Historia. El proceso histórico que trajo el triunfo de la contrarrevolución

explica que destacase en él su naturaleza ruin, mezquina, en dosis

mayúsculas, excepcionales. Así, su carácter envidioso y cínico, pero férreo,

le permitió ejercer el liderato político que necesitaba la casta burocratica

para poder absorber buena parte de las riquezas de la nación. Stalin lideró

el Estado burocrático porque su personalidad era la que tenía los caracteres

negativos más desarrollados para poder hacerlo. Así, el proceso histórico

explica el desarrollo de la concreta personalidad. Cada época histórica

requiere la personalidad adecuada. Asi como la revolución necesita

hombres y mujeres que representen los deseos emancipadores de las masas

trabajadoras, la contrarrevolución necesita individuos que encarnen el

retroceso histórico. Leer la biografía de Trotski sobre Stalin es volver a

repasar el proceso histórico que les tocó vivir juntos a los dos antagonistas;

proceso, que al ser analizado, le ratifica a Trotski lo que personalmente

siente como cierto.

44. Testamento político

Sabedor de que le quedaba poco tiempo de vida y de que era muy

posible que Stalin se adelantara a la factura de la naturaleza, Trotski

redactó su testamento político en febrero de 1940. En él está reflejado el

amor y el reconocimiento al papel de su compañera en su vida personal.

Natalia no fue por casualidad la compañera de Trotski. Hay que tener dosis

mayúsculas de amor a la lucha por un mundo mejor para mantener las

fuerzas incólumes ante el vendaval reaccionario y ayudar al Viejo a

combatirlo. Por eso Trotski dice: “Además de la felicidad de ser un

luchador por la causa del socialismo, el destino me dio la felicidad de ser su

marido” (V.25, p.430).

Su vida estuvo presidida por la lucha política en pro del socialismo.

Por eso él mismo nos dice: “En mi vida personal no hay nada que merezca

de por sí la publicidad. Todo lo que en mi pasado pueda haber de más o

menos extraordinario, hállase asociado íntimamente a las luchas

revolucionarias y recibe de éstas su relieve y valor” (V.101, p.13). Él

estuvo siempre al timón de su proceder, por lo que no tiene nada de lo que

arrepentirse y si un quehacer que legar: “Durante cuarenta y tres años de mi

vida consciente he sido un revolucionario, y durante cuarenta y dos años he

luchado bajo la bandera del marxismo. Si hubiera de comenzar otra vez,

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trataría de evitar tal o cual error, pero el curso general de mi vida

permanecería inalterado. Moriré siendo un revolucionario proletario, un

marxista, un materialista dialéctico y, por consiguiente, un ateo

irreconciliable. Mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es menos

ardiente, sino más firme hoy, de lo que era en los días de mi juventud (…).

La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la limpien de todo mal,

opresión y violencia, y la disfruten a plenitud” (V.25, pp.430-431).

45. El asesinato de Trotski

El asesinato de Trotski se gestó directamente en el Kremlin. A

finales de marzo de 1939 Lavrenti Beria, que desde el 8 de diciembre de

1938 está al frente del Comisariado de Interior (NKVD), lleva a la

presencia de Stalin a un joven agente de la NKVD, Pavel Sudoplátov. Beria

le propone a Stalin que Sudoplátov se ocupe de eliminar a Trotski. Stalin

asiente y dice: “En el movimiento trotskista no hay figuras políticas

importantes aparte del propio Trotski. Eliminado Trotski, la amenaza

desaparece. Trotski debe ser eliminado antes de que acabe el año y la

guerra estalle irremediablemente. Como prueba la experiencia de España,

sin la eliminación de Trotski no podemos confiar en nuestros aliados de la

Internacional Comunista” (V.99, p.103).

La operación de asesinar a Trotski recibe el nombre en clave de

“Utka” (Patraña). Sudoplátov pide 300 mil dólares para financiarla, Stalin

se los concede. En comunión con Sudoplátov, coordinará la Operación

Utka el también agente de la NKVD Naum Eitingon, llamado Leonid. De

esta manera, Sudoplátov y Eitingon serán los organizadores en la cúspide

del asesinato de Trotski. Los seguirán en la jerarquía de este trabajo Grigori

Rabinóvitch (el “judio francés”) y Vittorio Vidali (el Carlos Contreras de la

guerra civil española, o el Eneas Sormenti, sicario y organizador de

sicarios). Para ello contarán con los servicios del PC de los EUU y del

PCM, asi como de agentes llegados a México al amparo de la acogida que

el gobierno mexicano le otorga a los refugiados de la guerra civil española.

El primer intento de liquidar físicamente a Trotski se le va a encargar

al pintor mexicano David Alfaro Siqueiros, miembro del PCM y que

participara en la guerra civil española mandando la Brigada 82, donde se le

conocía por el sobrenombre de El Coronelazo. El atentado vino precedido

de una campaña de prensa brutal en los periódicos controlados por los

stalinistas, tales como el rotativo “El Popular” y la revista “Futuro”. El 19

de mayo de 1940 el propio órgano del PCM, “La Voz de México”, pide la

expulsión de Trotski del país “por su actividad antiproletaria y

antimexicana” (V.7, p.898). Delante de este ataque de prensa Trotski

afirmará con pleno convencimento que “la gente escribe así sólo cuando

está dispuesta a cambiar la pluma por la ametralladora” (V.25, p. 437).

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A las cuatro de la madrugada del 24 de mayo un comando de unas

veinte personas, disfrazadas de policías unos y de soldados otros, liderado

por Siqueiros, se va a introducir en la Casa de la Avenida Viena de

Coyoacán después de maniatar a los policías que guardan la entrada y de

que un miembro de la guardia personal de Trotski, Bob Sheldon Harte, les

abra la puerta. Penetran en el recinto y se dirigen a los aposentos de Trotski

y Natalia. Hacen más de cien disparos, a pesar de lo cual Trotski y Natalia

salen ilesos por el básico método de tumbarse en el suelo. Sólo el nieto de

Trotski, Seva, resultó ligeramente herido. Que un atentado tan bien

preparado no tuviera éxito hizo sospechar al propio jefe de la policia

secreta mexicana, el coronel Sánchez Salazar, de que aquel acto fuera un

autoatentado, tanto fue así que hasta detuvo a colaboradores de Trotski. La

prensa pro stalinista también escribe en esa dirección. El PCM emite un

comunicado donde afirma que el atentado es en realidad una provocación

del propio Trotski. Sin embargo, el ágil trabajo de la policía mexicana va a

llevar a la detención de varios asaltantes y del propio Siqueiros, que se

había ido a refugiar en el campo.

El clamoroso fracaso lleva a Sudoplátov a la presencia de Stalin.

Éste insiste en que hay que atentar una vez más contra Trotski, por lo que

se aprueba un plan de repuesto. Esta insistencia en matar a un viejo que

está en otro continente, a miles de quilómetros de la URSS, es producto de

la certeza de Stalin del papel que Trotski jugaría como revolucionario en la

revolución que puede desencadenarse por culpa de la guerra. No era el

único que hacía esta valoración. El 25 de agosto de 1939 el embajador

francés Coulondre ya le había dicho a Hitler: “Me temo que al final de la

guerra no haya más que un vencedor: el señor Trotski” (V.66, p.632). Así,

no es ilógico pensar que si Stalin tenía miedo en marzo de 1939 del papel

que Trotski jugaría en una revolución traída por la guerra, este miedo se

acrecentaría el 22 de junio de 1940 con la claudicación de Francia ante el

IIIº Reich, lo que posibilitaba el ataque nazi a la URSS. Este temor a buen

seguro que incrementó las presiones para que se acabase ya de una vez con

Trotski.

¿Cuál era el plan de repuesto? Ramón Mercader del Río. Éste nació

en Barcelona el 7 de febrero de 1913. Era hijo de Pablo Mercader y

Caridad del Río. Su madre, conocida como Caridad Mercader, era militante

del PSUC y agente de la NKVD. El propio Eitingon era su amante. Ramón

siguió los pasos de su madre. Como agente de la NKVD va a conocer en

París, por intermedio de la stalinista Ruby Weil, a Sylvia Agelov. Ramón,

buen mozo, conquista enseguida el corazón de la no muy agraciada Sylvia.

Ésta era una decidida militante trotskista que tenía acceso al propio Trotski,

motivo por el cual se le ordenará a Ramón acercarse a ella. Lo hizo bajo la

falsa identidad belga de Jacson Mornard. Sylvia partió para New York y

hasta allí la siguió Jacson al cabo de unos meses. Le explica a la moza que

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tuvo que huir de Europa para no combatir y que por eso traía un pasaporte

falso a nombre de Frank Jacson. Al poco, el agente Ramón le dice a la

enamorada Sylvia que le salió un trabajo en México y le propone que ella

vaya a vivir con él, lo que ella acepta gustosa.

La introducción de Ramón en el círculo de la Casa de la Avenida

Viena se hace con parsimonia. Él se limita a acompañar a Sylvia y la espera

fuera de la casa, con el coche. El cauteloso agente se va dando a conocer.

Entra en la casa por vez primera en el mes de marzo, acompaña a Sylvia

que se viene a despedir de Trotski ya que parte para New York. Pero tras el

fracasado atentado de Siqueiros hay prisa en la NKVD. El 28 de mayo de

1940 Ramón franquea una vez más la puerta de la casa de Trotski,

convertida después del atentado en una pequeña fortaleza. La excusa no

podía ser más natural, el matrimonio Rosmer, amigos íntimos de Trotski,

finalizan su visita al viejo revolucionario y parten para Francia. Van a

coger el barco en Veracruz y Ramón se ofrece a llevarlos. Entra para

recogerlos. Casualmente conoce a Trotski. En junio Ramón parte para

New York. Allí Eitingon y Rabinóvitch le darían la orden de matar a

Trotski. Retorna haciéndose pasar por un neófito trotskista, la excusa

perfecta para presentarle al propio Trotski el borrador de un artículo

político. Trotski, para ojearlo, lo pasa a su despacho. Sin saberlo le

propiciaba al agente stalinista ensayar su acto criminal.

La tarde del martes 20 de agosto, Ramón Mercader se presenta en la

Casa de la Avenida Viena. Le trae a Trotski el artículo corregido. Trotski lo

pasa a su estudio. Se inclina para leerlo, lo que aprovecha Ramón Mercader

para sacar de su abrigo un piolet con el que le asesta un golpe brutal a

Trotski en la frente. Éste, en vez de caer derrumbado en silencio por el

impacto, lo que le hubiera permitido a Mercader salir tranquilamente y

huir, da un grito tremendo que alerta a los guardias que entran, apresan y

golpean al terrorista. Trotski sangra a mares por la mortal herida. Natalia lo

acuna en el suelo. Trotski le dice: “Te amo, Natalia”. Ella pone una

almohada debajo de la cabeza y le aplica hielo en la herida. Al poco llega la

ambulancia. Lo trasladan al hospital. Natalia lo desviste para la operación y

lo despide con un tierno beso que él siente porque lo contesta. Entra en

coma. Los cirujanos lo operan. Trotski todavía aguanta horas con vida.

Pero a las 19.25 horas del 21 de agosto de 1940 moría. El viejo León dejara

de rugir.

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Apéndices

I) Congresos del Partido Bolchevique

A) Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia,

POSDR

1º Congreso (1898): nueve socialdemócratas que

representaban a organizaciones locales de San Petersburgo, Moscú,

Kiev, Ekaterinoslav y a los trabajadores judíos del Bund se juntaron

en Minsk (Bielorrusia), en el piso del ferroviario Rumiántsev, del 1

al 3 de marzo para fundar el “Partido Obrero Socialdemócrata de

Rusia” (explicitando que no se referían a la Rusia étnica y sí al

territorio de la Rusia zarista). Se aprobó un “Manifiesto” del partido

cuyo autor fue el intelectual Peter Struve, un “marxista legal”. En él

se decía que “cuanto más hacia el este se camina en Europa, más

débil, ruin y cobarde es políticamente la burguesía y mayores las

tareas culturales y políticas que debe asumir el proletariado. La clase

obrera rusa deberá llevar sobre su fuerte espalda la carga de

conquistar la libertad política”. Al poco, los congresistas eran

detenidos. Ninguno de los fundadores desempeñó un papel dirigente

en las revoluciones rusas, pero el ejemplo tuvo continuadores.

2º Congreso (1903): se celebró de manera intermitente, por

culpa de la policía, desde el 17 de julio al 10 de agosto, primero en

Bruselas y después en Londres. Este congreso fue posible por el

trabajo preparatorio del grupo Iskra. Estuvo presidido por Plejánov,

el primer introductor y defensor del marxismo en la Rusia zarista.

Asistieron en total 57 delegados, que representaban a cientos de

trabajadores. 43 de ellos disponían de 51 votos y los otros 14

delegados tenían voz pero no voto. Este fue el verdadero congreso

fundacional. Ya representaba a una masa proletaria, sumaba a los

viejos del grupo Emancipación del Trabajo y a los nuevos militantes

que se estaban fogueando en la convulsa realidad rusa. Muchos de

sus delegados participarán en las revoluciones de 1905 y 1917. Se

aprobó por amplísima mayoría el programa, sólo tuvo un voto en

contra. Se pedían reformas democráticas tales como sufragio

universal, libertad de asociación y prensa, jornada de ocho horas,

prohibición del trabajo infantil, seguros de vejez e invalidadez,

prohibición de las multas a los obreros en las fábricas y algunas

reivindicaciones para los campesinos. No se hacía alusión a la

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conquista del socialismo por razones tácticas. El debate sobre el

artículo primero de los Estatutos enfrentó a Lenin y Mártov. El

primero quería militantes y al segundo le era suficiente con afiliados.

Lenin perdió la votación, 28 votos en contra. Mas los delegados del

Bund se retiraron del congreso porque la mayoría no reconocía al

Bund el derecho exclusivo para representar al proletariado de origen

judío. Como los delegados del Bund votaran en contra de la

redacción de Lenin este se encontró con la mayoría. Lenin propuso,

por razones de operatividad política, reducir a tres los miembros de

la redacción de Iskra (Mártov, Plejánov y Lenin), retirando de ella a

viejas glorias. La propuesta tuvo 25 votos a favor, 2 en contra y 17

abstenciones. No obstante, Martov rechazó participar en la redacción

de Iskra. Aún más, la minoría (mencheviques) se retiró del congreso.

La mayoría (bolcheviques) nombró el Comité Central, pero la

posterior defección de Plejánov y la salida de Lenin de la redacción

de Iskra terminó dejando al CC y a Iskra bajo la batuta de los

mencheviques. El POSDR estaba temporalmente escindido. Por

entonces esto no se veía como definitivo. Trotski, que participó en

este congreso, estará durante años a favor de la unificación. De

hecho, los congresos de 1906 y 1907 fueron unitarios.

3º Congreso (1905): Se efectuó en Londres desde el 12 hasta

el 27 de abril. Asistieron 38 delegados, 14 de ellos con voz pero sin

voto. Este fue un congreso exclusivamente de los bolcheviques; en

rigor, el primer congreso bolchevique. Los mencheviques

organizaron una conferencia en Ginebra. Este congreso se dio al

calor de la revolución, por lo que la cuestión de la insurrección tuvo

mucha importancia. Esta se tenía que hacer con el apoyo de las

masas y organizadamente ya que nada tenía que ver con un golpe de

mano, putsch, dado por unos pocos iluminados tal y como en el siglo

XIX hacían los blanquistas y sus seguidores en el XX. También se le

prestó mucha atención a la cuestión agraria, cuestión esta de vital

importancia porque la inmensa mayoría de la población era

campesina y los eseristas sus representantes políticos. Se produjo un

choque de Lenin con los “hombres del comité” (komitechiki), que

haciendo un trabajo organizativo clandestino imprescindible para el

partido estaban acostumbrados al ordeno y mando y no le daban

entrada a los obreros en los comités del partido. El congreso eligió

un nuevo comité central y decidió sacar un nuevo periódico semanal,

“Proletari”.

4º Congreso (1906): este congreso fue convocado por un

comité central unificado, compuesto de bolcheviques y mencheviques. Fue pues, el congreso de la unidad de las dos

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fracciones de la socialdemocracia rusa. Se celebró en Estocolmo

durante el mes de abril. Se decidió la participación en la primera

Duma. Lenin, en un informe sobre el congreso que escribió para los

obreros de San Petersburgo, recomendaba este proceder muy

encarecidamente: “Durante las elecciones a la Duma es obligatoria la

unidad completa de acción. El congreso decidió la participación en

todos aquellos sitios en los que haya elecciones. Durante estas,

ninguna crítica de la participación en las elecciones. La acción del

proletariado debe ser una”.

5º Congreso (1907): Se celebró en Londres del 30 de abril al

19 de mayo. También fue un congreso unitario, el último. Asistieron

a él los grandes cuadros de la socialdemocracia de la Rusia zarista,

entre ellos: Plejánov, Mártov, Axelrod, Dan (mencheviques). Lenin,

Zinóviev, Kámenev, Tomski (bolcheviques). Trotski, que no

pertenecía a ninguna de las dos fracciones. Rosa Luxemburg, el

cuadro más importante de la socialdemocracia polaca. El escritor

Máximo Gorki y, también, un georgiano desconocido que respondía

al seudónimo de Ivanov y que pasará a la Historia como Stalin.

Asistieron 336 delegados que representaban a unos 77 mil militantes.

El congreso debatió sobre la Duma, los sindicatos, la lucha

guerrillera, el quehacer en el ejército, la crisis económica y la

organización, entre otros apartados. Un punto de muchísima

importancia fue la actitud ante los partidos burgueses. Aquí estaba el

epicentro del proceder político a ejercer en la futura revolución, que

la Historia traerá en 1917: ¿la revolución la lideraría la burguesía o el

proletariado? Para los mencheviques la clase trabajadora sería la

fracción izquierda de la revolución liderada por la burguesía, por lo

que el objetivo a conquistar sería el Estado democrático-burgués

donde la clase trabajadora vigilaría para mantener sus derechos

políticos. Para Lenin serían los obreros la clase que lideraría el

proceso revolucionario si sabían atraerse al campesinado, la inmensa

mayoría social. Para Trotski, dado el retraso histórico con el que la

burguesía rusa llegaba al periodo revolucionario, sería la clase

trabajadora la que encabezaría la revolución y una vez conquistado el

poder la propia dinámica del proceso revolucionario le impediría

detenerse en la fase democrático-burguesa viéndose obligado a pasar

a la lucha por el socialismo. Las divergencias teóricas llevaron a que

en la práctica mencheviques y bolcheviques caminaran por separado

aunque este congreso unitario no podía, por su propia composición,

dilucidar la cuestión de una vez por todas. Esto le correspondería a la

propia Revolución, el irrefutable juez.

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6º Congreso (1917): se inauguró el 26 de julio. Hacía años ya

que las dos fracciones de la socialdemocracia rusa, bolcheviques y

mencheviques, iban por separado. Separación que el propio proceso

revolucionario estaba ensanchando ya que los mencheviques, en

coherencia con su visión de que aquella era una revolución burguesa,

se negaban a darle el poder a los Soviets, donde eran mayoría, y

apoyaban al Gobierno Provisional. Como la rama bolchevique se

había visto incrementada por el grupo de los “meiraiontsi”, con

cuadros políticos tales como Trotski, Lunatcharski y Ioffe, esta

reunión congresual se denominó “Congreso de la Unificación”. Fue

presidido por Mijáilovich Sverdlov. Como a raíz de las Jornadas de

Julio Lenin y Zinóviev tuvieran que huir a Finlandía y Trotski,

Kámenev y otros líderes bolcheviques estaban presos, el congreso no

tomó verdaderamente ninguna decisión. Stalin, que se encargó de la

ponencia política, simplemente cubrió el expediente y no se entró a

debatir la propuesta de Lenin que consistía en retirar la vieja

consigna de “todo el poder a los Soviets”, visto que ese Sóviet de

mayoría menchevique y eserista se apoyaba en el Gobierno

Provisional y en el Ejército para represaliar a los trabajadores y

soldados petrogradenses y perseguir a los bolcheviques, por la nueva

consigna de “todo el poder a los comités de fábrica”. Si la coyuntura

era confusa para el propio Lenin, que pensaba que los Soviets

estaban perdidos para la revolución, cuanto más para un congreso sin

dirección política. Así, este congreso, celebrado en pleno proceso

revolucionario, no tomó ninguna decisión política trascendente. Los

134 delegados que votan al nuevo Comité Central le otorgan 133

votos a Lenin, 132 a Zinóviev, 131 a Trotski y a Kámenev. Stalin

sale electo en séptimo lugar por número de votos. De los 21

integrantes del CC Lenin es el más viejo con 47 años, 11 miembros

están en el abanico de los 30-40, tres tienen menos de 30 y el más

jovén es Iván Smilgá con 25 años. A partir de ahora este partido será

conocido popularmente como “el partido de Lenin y Trotski”.

B) Partido Comunista (bolchevique) de Rusia,

PC(b)R

7º Congreso (1918): se reunió en Petrogrado del 6 al 8 de

marzo. Asistieron 104 delegados. Lenin presentó el informe político,

que él mismo denominó “un bosquejo de nuestra revolución en

conjunto”, el informe do CC, la discusión del programa, y las

resoluciones sobre la Paz de Brest-Litovsk y el cambio de nombre

del partido. Así el congreso ratificó el Tratado de Brest, que había

estado a punto de producir una escisión en el partido, considerado

durísimo, muy humillante pero necesario. En coherencia con lo que

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propusiera en sus Tesis de Abril, Lenin defendió la necesidad

política de que se cambiase el nombre al partido. El congreso votó a

favor y a partir de aquí la organización se denominará “Partido

Comunista de Rusia y, entre paréntesis, bolchevique”.

8º Congreso (1919): se celebró en Moscú del 18 al 23 de

marzo. Lenin abrió la asamblea comunista afirmando que “las

primeras palabras en nuestro congreso deben ser dedicadas al

camarada Yákov Mijáilovich Sverdlov” y proponiendo “que

honremos su memoria puestos en pie”. No era un homenaje nada

baladí, formal. Sverdlov, que acababa de morir por una epidemia de

fiebre, era el gran organizador natural del partido, “poseedor de una

memoria extraordinaria, inverosímil”. Tanto era así que Lenin

volverá a recordar su memoria aún un año después, en el noveno

congreso, diciendo: “Nuestro partido acaba de vivir el primer año sin

Y.M. Sverdlov (…). Nadie como el camarada Sverdlov sabía

coordinar el trabajo político con el de organización, y nosotros

hemos tenido que hacer el intento de remplazar su trabajo personal

por el de un organismo colectivo”. No hay que ser adivino para

percatarse de lo mucho que Lenin lo echaba de menos. Su muerte va

a ser una casualidad causal para Stalin, aunque esto no lo sabía ni él.

Esta defunción hará que en el Pleno del CC se cree el Buró Político

(Politburó), al que pertenecerán Lenin, Trotski, Kámenev, Stalin y

Krestinski, más el Buró de Organización y el Secretariado, que

estaría encargado de coordinar el trabajo político con el organizativo.

Krestinski asumirá el papel de coordinador, por lo que será miembro

de los tres organismos. Esta función la asumirá Stalin en el año 1922.

La cuestión de los especialistas militares en el Ejército Rojo

soliviantaba los ánimos de muchos, tanto es asi que algunos

congresistas llegaron a las manos. Lenin se posicionó a favor de

ellos, que era reafirmar la política de Trotski, que estaba en el frente,

y el congreso los ratificó. Sobre la cuestión nacional, Lenin fue tan

explícito como siempre, afirmó que “todas las naciones tienen

derecho a la autodeterminación” y que querer “sustituirla por la

autodeterminación de los trabajadores es totalmente erróneo, porque

semejante manera de plantear las cosas no tiene en cuenta las

dificultades, la vía tortuosa que sigue la diferenciación en el seno de

las naciones”. Lenin hizo muchísimo hincapié en la cuestión agrária.

Insistió en la relación que el partido tenía que llevar con el

campesino medio con el que había que “llegar a establecer una

alianza sólida” que la política del partido tenía que ser “incorporarlos

de una manera paulatina y metódica a la labor de la construcción

socialista. El partido se plantea la tarea de apartarlos de los kulaks,

de atraerlos al lado de la clase obrera, mediante una solícita

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preocupación por sus necesidades (...) y nunca con medidas

represivas”. Se ratificó la creación de la Internacional Comunista,

cuyo informe presentó Zinóviev, su presidente. La “revolución

proletaria en Hungría” fue un estimulante para el congreso, mas

Lenin ya advertía que “las dificultades de la revolución húngara son

inmensas, camaradas. Este país, pequeño en comparación con Rusia,

puede ser estrangulado por los imperialistas con mucha mayor

facilidad”. Lenin clausuró el congreso comunista con un decir

optimista e internacionalista: “por duras que sean las pruebas que

tengamos que afrontar aún, por grandes que sean las calamidades que

pueda causarnos todavía la fiera agonizante del imperialismo

internacional, esa fiera morirá y el socialismo vencerá en el mundo

entero”

9º Congreso (1920): también se celebró en Moscú. Su

desarrollo se dio entre el 29 de marzo al 5 de abril. En el discurso de

apertura de Lenin ya se señala lo esencial que van a debatir los

congresistas: la edificación económica. Esta tarea es mil veces más

compleja que la guerra. Se da una discusión sobre la pertinencia de la

dirección colectiva o de la dirección unipersonal de las industrias.

Lenin hace hincapié que en esta coyuntura se impone la personal.

Recuerda a todos que eso ya había sido aprobado por el Comité

Ejecutivo Central de los Soviets de Toda Rusia en 1918 y cita

pasajes de un folleto suyo para refrescar la pretérita argumentación:

“Hay que aprender a conjugar la democracia de las discusiones

públicas de las masas trabajadoras, que fluye briosa con el ímpetu de

las aguas primaverales desbordadas, con la disciplina férrea durante

el trabajo, con la subordinación incondicional a la voluntad de una

sola persona, del dirigente soviético, en las horas de trabajo”. Esta

línea de conducta es la que aprueba el congreso. Se crean ocho

ejércitos de trabajo, uno de ellos rehará kilómetros y kilómetros de

vía férrea. No obstante, el “comunismo de guerra” una vez que acabó

la guerra civil no es de recibo. El próximo congreso tendrá que hacer

frente a esta realidad. Lenin se muestra preocupado por la salud

política del partido, en el que entraran miles de militantes a través de

la Semana del Partido, que se organizara por mandato del congreso

anterior: “debemos decir que el inmenso número de militantes de

nuestro partido alcanzado y realizado –inmenso en comparación con

los congresos precedentes- infunde algunos temores. Existe el

peligro, completamente real, de que el rápido crecimiento de nuestro

partido no haya marchado siempre al nivel de nuestra labor educativa

de esta masa para cumplir las tareas actuales. Debemos tener en

cuenta en todo momento que este ejército de 600.000 hombres debe

ser la vanguardia de la clase obrera (…). Nuestra tarea durante el año

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próximo, después de los brillantes éxitos en la guerra, consiste no

tanto en ampliar el partido, sino en la labor interna, en el sentido de

desarrollar su composición (…). Hay que conseguir a toda costa que

esta vanguardia proletaria, este ejército de 600.000 mil miembros,

esté a la altura de las tareas que recaen sobre ella”

10º Congreso (1921): se celebró en Moscú, del 8 al 16 de

marzo. Lenin en su informe al congreso va a hacer hincapié en que la

guerra civil había obligado a dedicar todo el esfuerzo de la arruinada

economía a vencer a los blancos y a sus aliados. Esto trajo enormes

distorsiones que ahora había que corregir. La insurrección de

Kronstadt, “contrarrevolución pequeñoburguesa que presenta la

consigna de la libertad de comercio”, era un producto de la

catastrófica situación económica que el poder soviético no podía

enfrentar por culpa de la guerra. Lenin va a proponer tres medidas

concretas para enfrentar la inmediata realidad: sustituir el “sistema

de requisa” por el “impuesto en especie” para posibilitar el

incremento de la arruinada pequeña propiedad campesina, otorgarle

“concesiones” a grandes empresas capitalistas para que exploten las

materias primas soviéticas con el objeto de tener capital para poder

comprar bienes de equipo para industrializar el país y, por último,

exige la rotunda “unidad” del partido para efectuar todo este trabajo.

La sustitución de la requisa por el impuesto en especie, tema al que

por su importancia Lenin le dedica una intervención monográfica, es

imprescindible porque en la Rusia soviética la inmensa mayoría de la

población está compuesta de campesinos medios. Era el final del

“comunismo de guerra” y el comienzo de la NEP. Las

“concesiones” no van a tener aplicación porque el gran capital

internacional no aceptó la jugada soviética. La llamada a la unidad va

precedida de un ataque político a la denominada “oposición obrera” a

la que Lenin califica de pequeño-burguesa. Afirma que existe

relación ideológica entre la “oposición obrera” y la contrarrevolución

pequeño-burguesa, mas insiste en integrar en el trabajo político del

partido a los elementos “sanos” de dicha oposición. El congreso

prohibe las fracciones, “se trata –en palabras de Lenin- de una

medida extrema. Espero que no tengamos que emplearla”

11º Congreso (1922): se reunió en Moscú desde el 27 de

marzo al 2 de abril. Fue el último congreso del PB al que asistió

Lenin. Era el primer año de la NEP y Lenin en su informe político va

a insistir en la incapacidad de la mayoría de los miembros del

partido como gestores. Afirma: “En el transcurso de este año hemos

demostrado con entera claridad que no sabemos administrar. Esta es

la lección principal. O el año próximo demostramos lo contrario, o el

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Poder soviético no podra existir”. Llama a aprender el “abc” de la

gestión. Es una crítica feroz al burocratismo y una llamada a poner a

administrar a los que saben, bajo la dirección política del partido.

Este análisis descarnado debió llevar el pánico a los cuadros de la

burocracia. Era el primer año de paz y Lenin los sacudía. Temblaron,

en una realidad económica completamente arruinada la perdida del

trabajo en la administración suponía la perdida de los privilegios que

iban relacionados con el cargo. En una sesión se discutió la

“Declaración de los 22”, carta firmada por veintidós militantes de la

antigua “Oposición Obrera” que enviaran al Comité Ejecutivo de la

IC el 26 de febrero. En ella denuncian atentados a la democracia en

el seno del PB. De los delegados, 227 votaron en contra de las

alegaciones de los oposicionistas y 215 votaron a favor de una

moción que exigía “un cambio de actitud respecto a los disidentes”.

La votación nos indica que los delegados eran soberanos y que

votaban en conciencia. El PB estaba vivo políticamente. El 4 de

abril, el CC electo en el Congreso elige a Stalin como Secretario

General del Comité Central.

12º Congreso (1923): se dio en el mes de abril. Este congreso

inaugura un hecho que se revelará catastrófico para la vida

revolucionaria del partido: el Secretariado, controlado por Stalin,

designa al 83% de los delegados. Así, el aparato por vez primera

controla al partido, y no a la inversa. No obstante, los saludos

remitidos al congreso, y leídos desde la presidéncia del mismo,

agasajaban mayoritariamente a Lenin y Trotski, en ellos apenas se

mencionaba a Stalin. De esta manera quedaba claro el sentir de la

base, mas por la cúspide la “troika” (Zinóviev, Kámenev y Stalin)

controlaba el desarrollo del congreso, tanto que si bien Lenin,

irreversiblemente enfermo, ya dictara el “Testamento”, donde se

pedía que se retirara a Stalin de la Secretaría General, el congreso

nada sabrá de él. El informe político en nombre del CC, que siempre

hiciera Lenin, va a correr a cargo de Zinóviev. Trotski había

rechazado hacerlo. Trotski se mantenía en segundo plano por pudor

ante la falta por enfermedad del líder natural del partido mientras el

triunvirato ejercía entre bastidores. Ante la ausencia de Lenin, a

Zinóviev no se le ocurrió otra cosa que señalar que cualquier crítica a

la línea del partido “es ahora, objetivamente, una crítica

menchevique”. Las críticas al triunvirato, que reconoció su existencia

sin pudor, vinieron por parte de integrantes de la “Oposición

Obrera”. Trotski se mantuvo imperturbable, no sólo no participó en

los ataques a la troika sino que se mantuvo distante con los que los

efectuaron, es decir, con su propia base política. Se limitó a hacer un

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discurso sobre la necesidad de la planificación económica. El PB sin

Lenin al timón hacía aguas.

13º Congreso (1924): se inauguró el 23 de mayo, en Moscú.

Vino precedido por dos hechos. El primero el “Alistamiento Lenin”,

que subordinaba todavía más el partido al aparato ya que entraron

miles de nuevos miembros sin cultura política partidaria. El segundo,

una junta restringida de miembros del partido celebrada la víspera

del congreso. En ella se dio lectura al “Testamento” de Lenin.

Reinaba la consternación. Krupskaia quería que se leyese en el

congreso. Kámenev y Zinóviev salieron en defensa de Stalin. Trotski

permaneció callado. Por 30 votos contra 10 se decidió que el

“Testamento” no se iba a leer en el congreso. Desde antes del

congreso el triunvirato venía atacando a Trotski, tanto es así que

Zinóviev pidió su expulsión del partido, a lo que Stalin hábilmente

se opuso, dando imagen de moderado. No obstante, en el propio

congreso Zinóviev vuelve a atacar a Trotski. Le pide que se retracte

de sus opiniones delante de todo el congreso. Esta era una petición

insólita, ajena por completo a la tradición del partido. Krupskaia

calificó esta petición de “exigencia psicológicamente imposible”,

dicho que el congreso coreó con una ovación. Trotski hará una

réplica moderada a la petición inadmisible de Zinóviev: “Ya he dicho

que nada sería más fácil que decir ante el Partido que todas estas

críticas y todas estas declaraciones, advertencias y protestas eran

totalmente erróneas. Sin embargo, camaradas, yo no puedo decir tal

cosa porque no la creo”. Mientras el desarrollo de la NEP agudizaba

la conflictividad social, en el moribundo PB la casta burocrática iba

consolidando su poder a través de su ínclito representante, Stalin.

Será este el último congreso donde brille la figura de Zinóviev.

Apartado Trotski de la sucesión de Lenin, la troika ya no le será útil

a Stalin.

C) Partido Comunista (bolchevique) de la URSS,

PC(b) URSS

14º Congreso (1925): se juntó en Moscú del 18 al 31 de

diciembre. Fue el congreso que escenificó el divorcio de la troika y

la nueva alianza de Stalin con Bujarin. El enfrentamiento Zinóviev-

Kámenev, éstos apoyados en el aparato del partido en Leningrado, y

Stalin-Bujarin, con el apoyo del conjunto del aparato, fue tan directo,

tan visceral, insultos y abucheos incluidos, que Trotski,

completamente perplejo delante de un enfrentamento que le pilla por

sorpresa, permanece callado. No interviene en el congreso. Quien sí

interviene es Krupskaia, que afirma que al no darse discusión

precongresual en la Pravda el partido no estaba preparado para el

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congreso y, además, que eran inaceptables los ataques a los

camaradas por exponer sus opiniones. Harta de que se intente

convertir a su hombre en una reliquia cita el pasaje que el propio

Lenin escribiera en su obra “El Estado y la Revolución” donde

afirma que muchas veces en vez de seguir las enseñanzas de los

revolucionarios muertos se les convierte en iconos para castrar su

quehacer revolucionario. La cita era tan procedente que no sentó

nada bien. Se dieron unos debates primerizos alrededor de la NEP y

de la teoría del “socialismo en un solo país”, pero en ellos no estaba

el deseo de percibir la realidad para transformarla, era la excusa para

detentar el poder por si mismo. Lo que encrespó a Stalin y a sus

seguidores fue el contundente decir de Kámenev rechazando el

“líder” mesiánico para el partido: “Nos oponemos a crear la teoría de

un <líder>”. Pero dice más: “He llegado a la conclusión de que el

camarada Stalin no puede realizar la función de unir al órgano

supremo bolchevique”. Los corifeos de Stalin salieron a escena; por

primera vez en la historia del partido había lacayos que alababan al

jefe delante de todo el congreso. Escuchemos a Kuíbishev: “En

nombre de toda la comisión central de control declaro que el

camarada Stalin, como secretario general de nuestro partido, es

precisamente la persona que, junto con la mayoría del comité central

y con su apoyo, ha sabido rodearse de las mejores fuerzas del partido

y ponerlas a trabajar (…). Con base en la experiencia y en el

conocimiento real y efectivo de nuestra jefatura, declaro en nombre

de la comisión central de control que esta jefatura y este secretario

general son los que necesita el partido para ir de victoria en victoria”.

Pero la fracción dominante no se conformaba con elogiar al jefe,

quería eliminar toda disidencia. Así, Iaroslavski predice el futuro de

la oposición: “Estoy convencido de que en el decimoquinto congreso

no sufriremos un espectáculo tan vergonzoso como el que hemos

tenido aquí”. No obstante, aún no llegara ese momento por lo que el

CC también elige para el Politburó a los líderes de la disidencia. Era

una ficción porque para que estuvieran más aislados el Politburó

pasaba de siete a nueve miembros: Stalin, Bujarin, Ríkov, Tómski,

Mólotov, Kalinin, Voroshílov, más Zinóviev y Trotski. Kámenev fue

relegado a “aspirante”. La derrota política de Zinóviev y Kámenev

en el congreso, cosa que se sabía a priori porque los delegados del

conjunto del aparato eran mayoría, privará a Zinóviev del apoyo del

aparato del partido en Leningrado. De ahora en adelante la fracción

gobernante dominará todo el aparato. Sergei Kírov fue nombrado

jefe del partido en Leningrado. Este congreso decidió cambiar el

nombre del partido. Pasaría a ser “Partido Comunista (bolchevique)

de la URSS”, para adecuarse a la nueva denominación del Estado

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soviético. Este fue el último congreso al que asistieron Trotski y

Zinóviev.

15º Congreso (1927): aunque comenzó el 2 de diciembre, este

congreso estaba previsto para antes. Pero Stalin lo aplazó. Antes

tenía que conseguir la expulsión de Trotski y de Zinóviev del partido

para que no pusieran desde la tribuna del congreso en evidencia su

política exterior (fracaso de la Revolución china) e interior (fracaso

de la política prokulaks). Conseguido esto se celebró el congreso.

Ningún oposicionista tenía derecho a voto. Por la oposición hablaron

Kámenev y Rakovski. E primero ya está psicólogicamente derrotado,

tanto es así que según termina el congreso él y Zinóviev capitularán

ante Stalin. Rakovski defiende las ideas de la oposición como

correctas. El congreso ratifica las expulsiones de Trotski, Zinóviev y

de todos los demás oposicionistas. Se habían acabado los debates en

el partido. Stalin está tan seguro de su control del aparato que hace

distribuir entre los 1.669 delegados el “Testamento” de Lenin. Stalin

es reelegido por unanimidad. El PB dejaba de existir.

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II) Congresos de la Internacional Comunista

A) Periodo leninista (1919-1924), se caracteriza por

estar al servicio de la revolución mundial

1º Congreso (1919): se celebró del 2 al 6 de marzo en Moscú, en el

Kremlin. Tomaron parte 52 delegados que representaban a 35 partidos de

30 países. Los bolcheviques estaban representados por Lenin, Trotski,

Zinóviev, Bujarin y Chicherín. Se eligió como presidente a Zinóviev. El

Comité Ejecutivo quedó formado por Zinóviev, Lenin, Trotski, Rakovski y

Fritz Platten. Se decide publicar la revista “La Internacional Comunista”.

Al comezar la sesión Lenin le pedió a todos los delegados que se pusieran

en pie para honrar la memoria de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, “los

mejores representantes de la IIIª Internacional”, que fueron asesinados el 15

de enero en Berlín. Lenin presentó una resolución que hacía hincapié en la

necesidad de la estrutura de los soviets, tanto para la revolución rusa como

para la revolución en occidente.

2º Congreso (1920): se dio del 19 de julio al 7 de agosto, primero en

Petrogrado y después en Moscú. Asistieron más de 200 delegados en

representación de partidos de 37 países. En una coyuntura revolucionaria

(contra-ofensiva del Ejército Rojo al ataque del ejército reaccionario

polaco, revolución en Hungria y continuación del fermento revolucionario

en la Republica de Weimar) se aprueban los estatutos y las 21 condiciones

de ingreso. En estas se hace una llamada a romper con los reformistas y se

caracterizaba, en el punto 12, de esta manera a los partidos adherentes:

“Los partidos que pertenezcan a la IC tienen que estar organizados sobre la

base del centralismo democrático. En el actual periodo de guerras civiles

encarnizadas, un PC está sólo en condiciones de cumplir su deber si se

organiza de la manera más centralizada posible y reina en él una disciplina

férrea, casi militar; si el núcleo central del partido constituye un órgano

fuerte y autoritario dotado de amplios poderes y gozando de la confianza

general de la militancia del partido”.

3º Congreso (1921): se juntó en Moscú desde el 22 de junio al 12 de

julio. Asistieron 600 delegados en representación de partidos de 52 países.

Lenin y Trotski lideran un giro táctico a la derecha, giro que se refleja en el

slogan “¡A las masas!” y que se concretará en la consigna de “frente único”

elaborada por el Comité Ejecutivo, no sin resistencias ya que Trotski y

Zinóviev tuvieron que dar una dura batalla política en el Pleno del Comité

Ejecutivo celebrado del 21 de febrero al 4 de Marzo de 1922, a lo largo de

ocho sesiones y delante de 105 delegados.

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4º Congreso (1922): se celebró del 5 de noviembre al 5 de

diciembre. Las sesiones, a las que asistieron 408 delegados, comezaron en

Petrogrado y continuaron en Moscú. Fue el último congreso de Lenin. Se

consolida la táctica de “frente único”, cuyo objetivo era apelar a la unidad

de acción de los trabajadores sin tener en cuenta el partido al que

pertenecieran. Se reforman los estatutos en la línea de darle más poder a los

congresos internacionales y a su dirección.

5º Congreso (1924): 406 delegados sesionaron en Moscú del 17 de

junio al 8 de julio. Es el congreso del interregno. La lucha de los triunviros

contra Trotski se comienza a reflejar en el seno de la IIIª Internacional. En

el debate sobre el fracaso de la revolución en Alemania Zinóviev va a

protagonizar un nocivo precedente: culpar de la derrota a la dirección del

KPD y librar de toda responsabilidad a la dirección de la propia

Internacional. No obstante, la táctica de echarle la culpa a los demás fue

contestada por notorios militantes: Rádek, Clara Zetkin, Bordiga. El

Congreso llamó a la lucha contra el fascismo, aunque la dirección de la

Internacional adelantó otro gravísimo precedente: identificar a la

socialdemocracia con el fascismo. Se reafirma la línea centralista en los

estatutos.

B) Periodo stalinista (1928-1935), se caracteriza por

estar al servicio de los intereses de la casta

burocrática soviética.

6º Congreso (1928): se dio en Moscú entre el 17 de julio y el 1 de

septiembre. Un primer dato clarificador: este congreso tardó cuatro años en

convocarse. Este no sólo era un hecho totalmente insólito sino también

antiestatutario ya que los estatutos de la IC obligaban a una junta

congresual cada año. Este lapso de tiempo le permitirá a Stalin eliminar a la

Oposición de Izquierda dentro y fuera de la URSS. Trotski estaba

desterrado en Almá-Atá, desde aquí criticará el programa detenidamente.

Los dirigentes de la IC ya no eran revolucionarios, eran funcionarios:

Togliatti, Thalmann... Bujarin fue formalmente el orador más importante

del congreso pero su peso político estaba ya en claro declive. Posiblemente

fue un mensaje subliminal del propio Bujarin la lectura de una carta que en

su día le remitiera Lenin en la que advertía que si se cambiaban los críticos

y capaces por acríticos e inútiles la IC estaba perdida. La IC se propone

como tarea la salvaguarda de la Unión Soviética y no la extensión de la

revolución, esto era el proceder coherente con la “teoría del socialismo en

un solo país”. Mientras, Trotski insistía en la necesidad del proceder

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internacionalista: “sin la victoria de la revolución proletaria mundial no

construiremos el socialismo”.

7º Congreso (1935): se celebró en Moscú del 25 de julio al 20 de

agosto. Contó con 510 delegados en representación de 65 partidos

comunistas. Trotski se encontraba en Noruega. Entre los asistentes estaban

José Díaz, miembro del CE de la IC, y la Pasionaria, suplente del CE. La

figura central fue el búlgaro Georgi Dimitrov, que traía la aureola de vencer

políticamente a los nazis en el Proceso de Leipzig. Fue electo Secretario

General. La táctica de “frente único” de la clase trabajadora se va a cambiar

por la de “frente único contra el fascismo”, que llevara a los interclasistas

frentes populares, una coalición con las organizaciones de la pequeña-

burguesía radical para defender la democracia burguesa, lo que no le

impedirá a Stalin firmar posteriormente el Pacto názi-soviético (23-agosto-

1939). La desaparición en el papel de la IIIª Internacional se dio en 1943,

Stalin procedió a disolverla.

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III) Cronología (1879-1940)

1879

I. El comienzo

26, Octubre: nace Lev Davídovich Bronstein en la aldea de Ianovka

(Ucrania).

1898

Comienzos de año: Lev es detenido y posteriormente condenado al

destierro siberiano. Allí se le conoce por el seudónimo “La Pluma”.

13-15, Marzo: congreso constituyente del POSDR en Minsk

(Bielorrusia).

1902

Verano: Lev huye de Siberia. En el falso pasaporte pone el nombre de

“Trotski”

Octubre: Trotski (La Pluma) llega a Londres y conoce a Lenin.

1903

Julio: se celebra el IIº Congreso del POSDR. Trotski participa en él.

II. La primera revolución

1905

9, Enero: Domingo Sangriento.

Febrero: Trotski llega a Kiev.

Abril: se celebra, en Londres, el IIIº Congreso del POSDR. Octubre: Trotski llega a San Petersburgo. Se convierte en el líder del

Sóviet.

3, Diciembre: es detenido el Comité del Sóviet con Trotski a la cabeza.

1906

Septiembre-Octubre: juicio al Comité del Sóviet. Trotski defiende la

revolución.

2, Noviembre: el tribunal condena a la deportación a los miembros del

Sóviet.

1907

5, Enero: camino de Siberia. Febrero: Trotski se fuga.

Abril-Mayo: se celebra el V Congreso del POSDR. Asiste Trotski.

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1914

28, Junio: el archiduque Francisco Fernando es asesinado en Sarajevo.

1, Agosto: comienza la Primera Guerra Mundial. 4, Agosto: El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) vota a favor del

presupuesto de guerra.

1915

5-8, Septiembre: Conferencia de Zimmerwald.

III. La revolución 1917

13, Enero: Trotski arriba a New York.

Febrero: estalla la Revolución en Rusia.

27, Marzo: Trotski sale de New York hacia Rusia. 3, Abril: Lenin llega a Petrogrado

4, Mayo: Trotski arriba a Petrogrado.

3, Junio: Primer Congreso de los Soviets de Toda Rusia. Julio: Día 3, insurrección en Petrogrado. Comienzo de la Jornadas de

Julio. Lenin pasa a la clandestinidad. 23, Trotski es detenido.

28-31 Agosto: Golpe de Estado del general Kornílov 23-Septiembre: Trotski es electo presidente del Sóviet de Petrogrado.

Octubre: 10, bajo la batuta de Lenin, el CC del PB decide preparar la

insurrección. Días después el Sóviet de Petrogrado crea el Comité

Militar Revolucionario, presidido por Trotski. 24-25, Insurrección de

Octubre. 25, Segundo Congreso de los Soviets de Toda Rusia. Primer

Gobierno Obrero y Campesino de la Historia Universal, Lenin lo

preside. Decretos de la Paz y de la Tierra.

7-Diciembre: se crea la Cheka

1918

Marzo: 3, se firma el Tratado de Brest-Litovsk. Día 4, Trotski es

nombrado Presidente del Consejo de Guerra. 6-8, 7º Congreso del PB

que ratifica la Paz de Brest.

Abril: Trotski es nombrado Comisario del Pueblo para la Guerra.

Mayo: comienza la Guerra Civil. 30-Agosto: atentado contra Lenin. Se refuerza el Terror Rojo .

1919

15-Enero: asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg

2-6, Marzo: se funda la IIIª Internacional, la Internacional Comunista.

Abril: las tropas del general Pilsúdski invaden Ucrania. 28-Junio: Tratado de Versalles.

1920

Noviembre: fin de la Guerra Civil.

1921

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Marzo: Insurrección de Kronstadt. 8-16, Xº Congreso del PB en el que

se decide introducir la NEP.

1922

16, Abril: Tratado de Rapallo. 25, Mayo: Lenin sufre un ataque de apoplejía.

Diciembre: Día 13, Lenin le pide a Trotski que defienda en el CC el

monopolio del comercio exterior. 23, Lenin principia la redacción de su

“Testamento”. 30, nace la URSS.

1923

4, Enero: En un añadido al Testamento, Lenin propone la destitución de

Stalin como Secretario General.

Octubre: 8, Trotski le envía una carta al CC donde critica la

degradación de la democracia en el seno del partido. 15, Programa de los

46. Finales, fracaso del Octubre Alemán. Diciembre: Pravda publica “Nuevo Rumbo” (Nuevo Curso), de Trotski.

1924

IV. Después de Lenin

21, Enero: Muere Lenin.

Octubre: Lecciones de Octubre, de Trotski. Noviembre: el triunvirato (Stalin, Zinóviev y Kámenev) desencadena

una furiosa campaña contra Trotski.

1925

Enero: el CC destituye a Trotski del Comisariado de la Guerra. Mayo: para intentar neutralizarlo, el CC nombra a Trotski presidente de

tres comités técnicos.

18-31, Diciembre: XIV congreso del PB. Ruptura pública de la troika.

Stalinistas-bujarinistas, es la nueva fracción gobernante.

1926

5, Enero: el CC nombra a Kírov reponsable del partido en Leningrado.

Julio: en una junta del CC Trotski, Zinóviev y Kámenev proclaman la

existencia de la Oposición Conjunta. Tensos debates. Dzeryinski muere

de un infarto en plena reunión.

Octubre: 25, en una junta ampliada del Politburó, Trotski califica a

Stalin de “sepulturero de la revolución”. 26, Trotski es expulsado del

Politburó y Zinóviev de la presidéncia de la IC.

1927

Marzo: estalla la revolución china en Shanghai. Por orden de Moscú, el

PCCh le entrega la revolución a Chang Kai-chek que desata una

sanguinaria represión sobre los trabajadores y comunistas. A la

Oposición no se le informa.

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27-Septiembre: se expulsa a Trotski del Comité Ejecutivo de la

Internacional Comunista.

Octubre: para ocultar su fracaso, la fracción dirigente da un giro

ultraizquierdista y ordena la insurrección de Cantón que es aplastada.

Stalin/ Bujarin censuran las noticias provenientes de China.

Noviembre: 14, Trotski y Zinóviev son expulsados del partido. 16, se

suicida Ioffe.

Diciembre: XV congreso del PC(b) de la URSS. Expulsión en masa de

la Oposición. El PB deja de existir.

V. El destierro: Almá-Atá

1928

Enero: 12, la GPU le comunica a Trotski que el 16 será deportado a

Alma-Atá. 16, concentración de miles de personas en la estación del tren

para despedir a Trotski; la GPU pospone su marcha. 18, la GPU deporta

en secreto a Trotski. 25, Trotski llega a Almá-Atá en la compañía de su

hijo mayor, Liova, y de su mujer, Natalia. 27, Zinóviev y Kámenev

reniegan de Trotski y piden el reingreso en el partido.

9, junio: muere en Moscú la hija menor de Trotski, Nina.

17, Julio: comienza el VI Congreso de la IC. Trotski previamente hace

un análisis del programa al que califica de “colaboración con la

burguesía exterior”.

10, Septiembre: Pravda publica el último artículo de Bujarin, “Notas de

un economista”.

26, Noviembre: el Politburó condena a Trotski por

“contrarrevolucionario”.

27, Diciembre: Stalin anuncia en Pravda: “Al diablo con la NEP”.

1929

Enero: 7, el Politburó vota la expulsión de Trotski de la URSS. 22, la

GPU saca a Trotski de Almá-Atá rumbo a Turquía.

10, Febrero: el tren con Trotski a bordo llega a Odesa. Se despide de su

hijo pequeño, Sergei, al que no volverá a ver. Embarca con dirección a

Constantinopla.

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VI. Exilio

A) Turquía (1929-33)

12, Febrero: el barco que trae a Trotski atraca en Constantinopla.

5, Marzo: los Trotski abandonan el consulado soviético y se tralada

un hotel.

Abril: en una junta del CC, Stalin ataca a Bujarin. Finales de mes, los

Trotski se van a vivir a la Isla de Prinkipo, en el Mar de Mármara

Junio: Tomski es destituido de la dirección de los sindicatos.

3, Julio: Bujarin es expulsado de la presidencia y del CE de la IC.

Noviembre: el CC destituye a Bujarin del Politburó. 7, se publica el

artículo de Stalin donde este anuncia la colectivización forzosa. 26, la

“Oposición de Derechas” capitula ante Stalin.

1930

14, Septiembre: Elecciones al Reichstag. Con una participación del

82%, el Partido Nazi (DNSAP) tiene un incremento enorme de votos

alcanzando los 6,4 millones. No obstante, el SPD obtiene 8,5 millones y

el KPD 4,6.

1931

Enero: la hija mayor de Trotski, Zina, llega a Prinkipo con su hijo Seva.

14, Abril: se proclama la IIª República española. 28, Junio: Elecciones a Cortes Constituyentes en el Estado español,

triunfan los republicanos y socialistas. Gobierno republicano-socialista.

Agosto: los comunistas se alían en la práctica a los nazis en el referendo

contra los socialdemócratas en Prusia. El plebiscito es favorable a los

socialdemócratas.

1932

20, Febrero: Stalin hace que se le retire la ciudadanía soviética a

Trotski.

Marzo/Abril: Elecciones presidenciales en Alemania. Socialdemócratas

y comunistas van desunidos; los socialdemócratas votan por

Hindenburg; los comunistas por su propio candidato, Thaelmann. El

Partido Nazi consigue 13 millones de votos. Hindenburg presidente con

19 millones de votos

Noviembre: 14, Trotski sale de Constantinopla para ir a dar una

conferencia sobre la Revolución Rusa en Copenhague. Sólo lleva visado

de ida y vuelta. 23, llega a Dinamarca. 25, da la conferencia, en alemán.

Elecciones al Reichtag, los nazis ganan con 13,7 millones de votos, más

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que la suma de los votos conseguidos por los dos partidos obreros, SPD

y KPD.

Diciembre: 2, Trotski sale de Copenhague con dirección a Prinkipo:

Amberes-Dunkerque-París-Marsella-Veneza y Brindisi, donde toma el

barco para Turquía. 11, en Turquía.

1933

Enero: 5, la hija mayor de Trotski, Zina, se suicida en Berlín. 30,

Hitler es nombrado canciller.

27, Febrero: incendio del Reichstag. 5, Marzo: últimas Elecciones al Reichstag, los nazis completan la fase

legal de la contrarrevolución: 17,2 millones de votos.Aún así, los votos

del SPD y del KPD suman 12 millones.

17, Julio: Trotski sale de Turquía camino de Francia.

B) Francia (1933-35)

Julio: 24, Trotski llega a Cassis, cerca de Marsella. 25, se instalan en

Saint-Palais, en “Las Brumas”.

Noviembre: 1, Trotski se instala en Barbizon. 19, Elecciones

Legislativas a las Cortes españolas: triunfan las derechas, gobierno

Lerroux.

1934

16 Abril: el gobierno de Gaston Doumerge anula el permiso de

residencia de Trotski.

Junio: Trotski propone el “giro francés”, la táctica del “entrismo”.

Julio: Trotski va a residir en Domène. Diciembre: 1, Asesinato de Kírov. 6, Stalin inventa un “centro

trotskista-zinovietista” en Leningrado y Moscú. 16, Detención de

Zinóviev.

1935

Enero: 9, La GPU condena a prisión y exílio a 77 miembros de un

supuesto “grupo contrarrevolucionário” de Leningrado. 16, Condena de

5 a 10 años de 19 miembros de un mítico “centro” de Moscú. 17,

Circular de Stalin que ordena el censo de los miembros del partido que

tengan discrepado en alguna ocasión con la dirección.

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14, Junio: Trotski toma el tren en París hasta Amberes, camino de

Noruega.

C) Noruega (1935-36)

Junio: 18, Trotski llega a Oslo. 23, se instala en la aldea de Wexhall.

25, Julio: Comienza el séptimo y último Congreso de la IIIª

Internacional. En él se decidirá la política de los “Frentes Populares”.

1936

16, Febrero: Elecciones legislativas a las Cortes españolas. Triunfo

del Frente Popular.

17-19 Julio: Golpe de Estado. Comienza la Revolución y la Guerra

Civil española.

19-24, Agosto: Primer Proceso de Moscú, el juicio de los 16:

Zinóviev, Kámenev...Los encausados son fusilados (día 24).

Septiembre: 4, Primer Gobierno de Largo Caballero. 26, Primer

Gobierno de la Generalitat.

19, Diciembre: Trotski y Natalia son embarcados en el petrolero Ruth

rumbo a México.

D) México (1937-40)

1937

Enero: 9, Trotski y Natalia desembarcan en Tampico (México). 23-

30, Segundo Proceso de Moscú. Juicio de los 17: Piatákov, Karl

Rádek...

10-17, Abril: período de trabajo de la Comisión Dewey.

Mayo: 3-6, Jornadas de Mayo en Barcelona: último acto de la

Revolución vencida por la pequeña-burguesía y el stalinismo. 22, El

mariscal soviético Tujachesvski es detenido por “espía”.

Junio: 11, Izvestia anuncia la apertura del proceso a los generales por

“alta traición”. 16, Andreu Nin es detenido, torturado y asesinado por

la GPU.

4, Septiembre: se descubre el cadáver de Ignace Reiss.

12, Diciembre: la Comisión Dewey emite su veredicto: Trotski y

Liova son exculpados de las acusaciones stalinistas.

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1938

16, Febrero: muere en una clínica parisina Liova, el hijo mayor de

Trotski.

2-13, Marzo: Tercer Proceso de Moscú. El juicio de los 21: Bujarin,

Rakosvski, Krestinski...

Finales Marzo/Comienzos Mayo: ejecutan a los bolcheviques-

leninistas del Campo de Concentración de Vorkuta.

Septiembre: 3, se funda la IV Internacional. 29-30, Conferencia de

Munich.

1939

Marzo: por divergencias con Diego Rivera Trotski abandona la “Casa

Azul”.

1, Abril: termina la Guerra Civil española con el triunfo de los

fascistas.

4, Mayo: Litvinov, judío de origen, es destituido como Comisario de

Exteriores, le sustituye Molotov.

23, Agosto: Pacto nazi-soviético.

Septiembre: 1, La Alemania nazi invade Polonia. 3, Inglaterra y

Francia le declaran la guerra a Alemania.

24, Octubre: La URSS y la Alemania nazi firman un acuerdo

comercial.

30, Noviembre: el Ejército Rojo ataca Finlandia.

1940

27, Enero: Trotski redacta su “Testamento”. 11, Febrero: la Unión Soviética y el III Reich firman otro acuerdo

comercial.

Marzo: Finlandia capitula ante la URSS. 24, Mayo: atentado fallido contra Trotski dirigido por el stalinista

David Alfaro Siqueiros.

3-6, Agosto: la URSS se anexiona las Repúblicas bálticas.

20, Agosto: atentado mortal contra Trotski: el stalinista y agente de

la GPU Ramón Mercader golpea la cabeza de Trotski con un piolet.

21, Agosto: muere Trotski, a las 19.25

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Ibérico, 1971

112. ----1905, Resultados y perspectivas. Tomo 2. Editions Ruedo

Ibérico, 1971

113. ----La revolución desfigurada. Ediciones Jucar. Barcelona,1978

Page 190: antonioliz.files.wordpress.com · 4 Presentación a la edición de 2020 A Isaac Deustscher le corresponde el honor historiográfico de haber desenterrado a Trotski de la montaña

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114. ----Acerca de los sindicatos. Fundación Federico Engels. Madrid, 2000

115.----La revolución permanente. Editorial Fontamara. Barcelona, 1979

116.----A moral deles e a nossa. Ediçoes Antídoto. Lisboa, 1979

117.----La lucha contra el fascismo. El proletariado y la revolución. Editorial Fontamara. Barcelona, 1980

118.----Tres concepciones de la revolución rusa. Marxismo Hoy,

nº 8, diciembre 2000. Fundación Federico Engels. Madrid.

119.----La curva de desarrollo capitalista. Marxismo Hoy, nº 8,

diciembre 2000. Fundación Federico Engels. Madrid

120.----¿Qué es el marxismo? Marxismo Hoy nº 8, diciembre 2000. Fundación Federico Engels. Madrid

121.----Estado obrero, Thermidor y bonapartismo. Marxismo

Hoy nº 8, diciembre 2000. Fundación Federico Engels. Madrid

122.----La revolución traicionada. Fundación Federico Engels. Madrid,

1991

123.----Stalin. Tomo 1. El Yunque Editora. Buenos Aires, 1975

124.----Stalin. Tomo 2. El Yunque Editora. Buenos Aires, 1975

125.----Escritos, 1929-1940. CD-R. Edita CEIP León Trotsky.

126.----El nuevo curso. Problemas de la vida cotidiana. Ediciones

Pasado y Presente. Siglo XXI Argentina Editores S.A. Buenos Aires, 1974

127.Trotsky, Zinoviev et. al. La Oposición de Izquierda en la URSS.

Editorial Fontamara. Barcelona, 1977

128.Van Heijenoort, Jean. Con Trotsky, de Prinkipo a Coyoacán.

Testimonio de siete años de exilio. Ed. Nueva Imagen, México, D.F. 1979

129.Volin. La Revolución desconocida. Volumen I-II. Campo Abierto

Ediciones, S.A. Madrid, 1977

130.VVAA. Historia General del Socialismo. De 1918 a 1945. Tomo 1.

Ediciones Destino. Barcelona, 1985

131.VVAA. Historia General del Socialismo. De 1918 a 1945. Tomo 2.

Ediciones Destino. Barcelona, 1985

132.VVAA. Historia del Marxismo. La época de la IIIª Internacional (I).

Tomo 7. Bruguera. Barcelona, 1983

133. VVAA. Historia del Marxismo. La época de la IIIª Internacional

(II). Tomo 8. Bruguera. Barcelona, 1983

134.VVAA. Historia del comunismo. Tomo1. El Mundo. España, 1990

135.VVAA. Historia del comunismo. Tomo 2. El Mundo. España, 1990

136.VVAA. V.I. Lenin. Esbozo biográfico. Editorial Progreso. Moscú,

1980

137.VVAA. Rusia. Siglo XXI de España Editores S.A. Buenos Aires,

2002

138. Walter, Gerad. Lenin. Ediciones Grijalbo. Barcelona, 1983

139.Wiskemann, Elizabeth. La Europa de los dictadores, 1919-1945.

Siglo XXI de España Editores, S.A. Madrid, 1994

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191

140. Wolfgang J. Mommsen. La época de imperialismo. Europa 1885-

1918. Siglo XXI de España Editores, S.A. Madrid, 1987

141. Woods, Alan. En memoria de León Trotsky. Ed. El Militante.

Madrid, 2000.

142.---- Stalin, 50 años después de la muerte del tirano. Fundación

Federico Engels. Madrid, 2003

143.---- Bolchevismo, el camino a la revolución. Fundación Federico

Engels. Madrid, 2003

144. Zavala, José María. En busca de Andreu Nin. Random House

Mondadori, S.A. Plaza & Janés. Barcelona, 2005

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TRES PÁGINAS WEB

www.ceip.org.ar

www.marxist.com

www.marxists.org

PELÍCULAS Y DOCUMENTALES

A) Película: --El asesinato de Trotsky. Director: Joseph Losey. Guión:

Nicholas Mosley. Actores principales: Richard Burton (en el papel

de Trotski), Valentina Cortese (Natalia), Romy Schneider (Silvia

Agelov), Alain Delon (Mercader). Año de producción: 1972.

NOTA: Hay que decir aquí, que el largometraje de Sergei M.

Eisenstein “Octubre”, filmado en 1927, contenía en el original 3.800 m.

Como Stalin hizo eliminar toda referencia a Trotski, la película se quedó

reducida a 1.600 m.

.

B) Documentales:

Trotsky (I). Revoluciones. Director-realizador: Patrick Le Gall.

Francia, 1988. Emitido por TVE el 22 de enero de 1999

Trotsky (II). Exilios. Director: Patrick Le Gall. Francia, 1988.

Emitido por TVE el 22 de enero de 1999

Asaltar los cielos. Dirección: Javier Rioyo y José L. López

Linares. España 1996. Emitido porTVE el 22 de enero de 1999

Trotsky y México. Dos revoluciones del siglo xx. Guión y

dirección de Adolfo García-Videla. Coproducido por TV UNAM y

Museo Casa de León Trotsky. México, 2005