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Arto Paasilinna - La Dulce Envenenadora

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LA DULCE ENVENADORAArto Paasilinna

Ttulo original: Suloinen myrkynkeittj

Traduccin: Dulce Fernndez Anguita Helsinki, 1998 ISBN: 978-84-339-7496-9

RESEAEn el jardn de una casita roja, en la quieta campia de los alrededores de Helsinki, una viejecita grcil esta regando su arriate de violetas. Las golondrinas vuelan gorjeando, los moscardones zumban, un gato dormita en el prado. Pero el idilio slo es aparente: la vida tranquila de Linnea Ravaska, octogenaria viuda de un coronel, es emponzoada por una banda de malhechores que llega regularmente cada mes de la capital para arrebatarle su escasa pensin. El desnaturalizado nieto Kauko y sus dignos aclitos, Jari y Pera, no se contentan con despojarla sino que destrozan todo lo que encuentran a su paso, torturan al gato, golpean por puro placer, roban, ensucian, destruyen, sin que Linnea ose rebelarse, hasta el fatdico da en que decide no soportarlo mas. Kauko la obliga a firmar un testamento en su favor, y la coronela, aterrorizada por haber sellado su condena, llama a la polica y huye a Helsinki, a casa de un viejo amigo mdico de familia. La guerra y la venganza del tro infernal podran convertirse en una pesadilla digna de La naranja mecnica, la novela de Burgess que Kubrick llev al cine, si Paasilinna, verdadero virtuoso de la comicidad, no prefiriese la va de la farsa, el divertimento y la paradoja para expresar sus crticas a una sociedad cuyos males, hipocresas y problemas observa con toda lucidez. Vejez olvidada, juventud marginada, choque generacional, desmoronamiento de las instituciones, droga, alcoholismo, sida: todo se divisa en filigrana en las rocambolescas peripecias de la simptica viejecita, que pasea armada con una Parabellum y una jeringuilla de venenos letales, siempre preparada para elegir la va del suicidio para huir de las garras de sus esbirros. En la confrontacin, sus verdaderas armas acabaran siendo el candor, una ingenua crueldad y su incansable defensa de la propia dignidad; la brutalidad de La naranja mecnica se convertir en un alegre Arsnico por compasin con unos pellizcos de Kaurismki: con sus mgicas dosis de humorismo y de invectiva genial, las pociones de Paasilinna son tan irresistibles como felizmente intoxicantes. Paasilinna es el placer en estado puro, con sus equvocos desopilantes, su herona falsamente ingenua y autnticamente cruel y sus granujas peor tratados que las vctimas mas castigadas de las historias de Tex Avery. S, Paasilinna es todo esto a la vez: una mezcla loca de Chaplin, Capra, Tex Avery y Agatha Christie. En resumen, humor anglosajn en el pas del hielo. Comedia on the rocks para degustar lentamente (Olivier Le Naire, Le Vif / LExpress). Dueo de una imaginacin desbordante, el novelista finlands no ha perdido ni un pice de su custica inspiracin ni de su hambre de destruccin: burlesco e hilarante, vuelve a sacar provecho de las anrquicas costumbres de sus personajes para golpear al sistema por medio de la caricatura. El resultado, quintaesencia del glido humor escandinavo, es irresistible. Una nueva pequea obra de arte (Bernard Quiriny, Chronicart).

Arto Paasilinna, nacido en Kittila en 1942, ex guardabosque, ex periodista, ex poeta, es un autor de extraordinario xito en Finlandia y tambin en sus numerosas traducciones por su humor original y su capacidad de contar de la manera ms cmica las historias ms desconcertantes. Sin duda, un autor que crea adiccin.

La razn primordial de tanto xito (de Paasilinna) es que son novelas indudablemente divertidas, pero no por ello insustanciales; su sentido de lo cmico recuerda, de alguna manera, el cine mudo, en concreto la actitud impasible de Buster Keaton frente a la tontera: un humor muy serio, que se sirve de la parodia para revelar la chifladura tanto de los estrafalarios como de los que se avienen a la mas cruda normalidad... Delicioso suicidio en grupo tal vez sea una de sus narraciones mas corrosivas (Francisco Solano, El Pas).

1Una ancianita de aspecto agradable en un sereno paisaje campestre, lo que se dice una estampa encantadora. En el jardn de la casita de color rojo, una abuelita delgaducha con una regadera amarilla en sus manos regaba su arriate de violetas. Gorjeantes golondrinas revoloteaban por encima de su cabeza en el claro cielo, los abejorros zumbaban, un gato perezoso dormitaba en la hierba. Ms lejos, junto al lindero del bosque, se ergua una pequea sauna de madera gris; era por la tarde y la chimenea arrojaba bocanadas de humo azulado. A un lado del sendero que llevaba a la sauna haba un pozo sobre el cual descansaban dos cubos de plstico rojo. La propiedad era vieja, hermosa, y estaba bien cuidada. Al sur, a unos doscientos metros, se vea el resto de la aldea: alguna que otra casa grande, un invernadero de plstico, un granero y establos, y en los jardines traseros, armazones de coche oxidados, medio ocultos por las ortigas. Del pueblo llegaba el irritante zumbido de las motos y desde algn lugar lejano, el traqueteo rtmico de un tren. Situada a cincuenta kilmetros de Helsinki, al norte del distrito de Siuntio, la aldea de Harmisto contaba con una tienda, una oficina de correos, una caja de ahorros, una nave industrial en proceso de oxidacin y una treintena de granjas. La anciana llen en el pozo unos cuantos cubos de agua para llevar a la sauna, parndose de vez en cuando por el camino para descansar. En la sauna, atiz el fuego de la estufa y bajo el caldero del agua y cerr ligeramente el tiro. A primera vista, podra pensarse que la mujer haba nacido en aquel pueblo, que haba pasado toda su larga vida en aquella casita donde ahora dejaba transcurrir sus ltimos y serenos aos cuidando de sus violetas y de su gato. Para nada. Las manos de la anciana eran finas y no se apreciaba en ellas callosidad alguna. Aquellas manos nunca haban trabajado a destajo en los campos de cereal ni ordeado las ubres de decenas de vacas en los establos de alguna mansin. Estaba peinada al estilo de la ciudad, sus blancos bucles le caan suavemente sobre los delicados hombros. Llevaba puesta una fresca tnica de algodn de rayas blancas y azules que le daba un toque elegante. Ms pareca una rica propietaria disfrutando de sus vacaciones, que la viuda de un agricultor, casposa y martirizada por las varices. Esa misma maana la anciana haba cobrado su pensin en la caja de ahorros de Harmisto. En un da de cobro, veraniego como aqul, la buena seora hubiera tenido que sentirse feliz, pero no era ese el caso. En realidad haba aprendido a odiar los das de paga: cada vez que le ingresaban su pensin, se vea obligada a recibir en su casa a un grupo de indeseables huspedes de Helsinki. Y eso vena sucediendo desde haca muchos aos, regularmente, una vez al mes. La anciana se deprima slo de pensarlo. Impotente, se sent en el columpio de madera del jardn, tom al gato en su regazo y dijo con voz cansada: Que el Seor me proteja de los das de cobro! Dirigi una mirada de preocupacin hacia el camino de la aldea, el mismo por el que solan llegar sus huspedes, y ganas le entraron de soltar palabrotas como un camionero o un legionario, pero no lo hizo porque ella era una viuda respetable y educada. Sin embargo, su mirada se endureci, sus ojos relampaguearon de ira con intensidad. Al gato se le eriz la cola; tambin l miraba hacia el camino.

La anciana se fue hecha una furia hacia la sauna, seguida de su gato. Despus de echar el ritual cacillo de agua sobre las piedras incandescentes, cerr con tanta brusquedad la vlvula del tiro que cayeron pedazos del enlucido del conducto del humo sobre la tapa del caldero. Aquella frgil dama era la coronela Linnea Ravaska, de soltera Lindholm. Nacida en Helsinki en el ao 1910, haba perdido a su marido, el coronel Rainer Ravaska, en 1952, el mismo ao de los Juegos Olmpicos en la capital finlandesa. En aquel momento viva ya retirada en la aldea de Harmisto, en el distrito rural de Siuntio, en una casita roja donde la nica comodidad moderna era la electricidad. Sera lgico que, viviendo sola, no tuviera a su cargo a nadie ms que a su gato. Pero no era se el caso. Haca tiempo que la vida de la vieja coronela haba tomado un feo cariz.

2Tres robustos golfos circulaban a tumba abierta por la autopista de Turku, en direccin oeste, en un coche robado de color rojo. Acababan de dejar atrs Veikkola. Era poco despus del medioda y en el coche haca un calor sofocante. Al volante iba el ms joven de ellos, Jari Fagerstrm, de veinte aos, a su lado, Kauko Nyyssnen, alias Kake, diez aos mayor, y, en el asiento trasero, el tercer hombre, Pertti Lahtela, alias Pera, que tendra unos veinticinco aos. Los tres iban vestidos con pantalones vaqueros y camisetas de colores, con manchas de sudor en las axilas y nombres de universidades norteamericanas estampados en el pecho, y calzados con deportivas. En el coche apestaba a sudor y a cerveza rancia. El tro de valientes se diriga a casa de la abuelita de Kake para tomar una sauna. Al salir de Helsinki hubo un tira y afloja a propsito del coche robado. Kauko Nyyssnen se lo haba reprochado a sus compaeros. Bien podan haberse ido al campo en autobs, o es que cada vez que hacan un viaje tenan que robar un coche? Esas chapuzas conducan por lo general a la crcel, y un da u otro pagaran por ello. A Kake le pareca que no vala la pena pudrirse en la crcel por el simple placer de conducir. El chfer y el pasajero de atrs haban replicado a coro que, con el calor que haca, no tena ninguna gracia cocerse en un autobs de lnea. Sin duda era mejor ir en coche cuando se presentaba la ocasin. A la altura de Veikkola, la conversacin se haba desviado hacia los cuervos que se contoneaban al borde de la autopista, a unos cientos de metros los unos de los otros, con aire expectante. Empez una discusin sobre lo que hacan los cuervos en la carretera, y surgieron dos teoras: segn Nyyssnen, los cuervos iban all para comer piedrecillas. Acaso no tenan que llenarse la molleja de piedras para facilitar la digestin? Los otros se mofaron de el, porque no se crean que existiera ese rgano, y an menos en los cuervos. Sostenan que los carroeros se haban repartido la carretera dividindola en tramos y montaban guardia con la esperanza de darse un festn a base de los animalillos que los coches despachurraban al pasar. Derrotado en su discusin sobre ornitologa, Kake decidi cambiar de tema. Les hizo jurar a sus camaradas que se comportaran de forma civilizada cuando llegasen a su destino. Estaba harto de los follones que se montaban en aquellas excursiones. Les record que despus de todo iban a casa de su querida abuela. La mujer se estaba haciendo vieja, y ellos deban tenerlo presente. Los otros sospechaban que lo que Kake tema realmente era que a la vieja le diese un soponcio y se les muriese en los brazos. Le recordaron que era el quien iba una vez al mes a Harmisto a ver a su querida abuela y montar jarana. Por la ciudad corran no pocos rumores sobre sus marranadas. Pero ellos no hacan esa clase de barbaridades. Nyyssnen les respondi que en realidad la vieja no era su abuela, sino la mujer del hermano de su madre, o sea, la mujer de su to... Vamos, una ta suya, o algo por el estilo. Vaya ..., que no era su abuela, aunque fuese viejsima. Aadi con orgullo que su to haba sido un autntico coronel, un tipo duro en sus tiempos, que las haba visto de todos los colores en el frente; llevaba muerto un siglo, pero los rusos seguan bajando la voz cuando hablaban de el. Jari Fagerstrm y Pera Lahtela, que iba en el asiento de atrs, le contestaron que a ellos les importaba un rbano el coronel, por muy muerto que estuviera. A tomar por el culo todos los militronchos, sa era su opinin inamovible.

En general, el vocabulario del tro respetaba las reglas de oro de la peor vulgaridad. Las palabras malsonantes se repetan tan a menudo, que ya no tenan en s ningn significado, sino que ms bien eran muletillas que salpicaban el discurso, como los o sea de los cmicos. Al salir de la autopista, Kake Nyyssnen quiso saber dnde haban encontrado el coche y dnde pensaban abandonarlo. Recalc que bajo ningn concepto quera que lo relacionaran con el robo de otro coche. Ese tipo de delitos menores no le interesaba en lo ms mnimo. Jari dijo que proceda de la calle Uusimaa. Pensaba utilizarlo un par de das y luego dejarlo en algn sitio. Era mejor no tener el mismo coche demasiado tiempo. Sera divertido si pasado maana lo convertan en chatarra en una cantera de arena, o lo estrellaban contra un pino. A Jari le entusiasmaba destrozar coches. En cualquier caso, Nyyssnen poda estar agradecido de que le estuviese paseando gratis. En la tiendecita de ultramarinos de Harmisto compraron una docena de cervezas y repostaron diez litros de gasolina. Mientras el dependiente les llenaba el depsito, Pera birl cinco paquetes de tabaco de detrs del mostrador, con la ayuda solidaria de Jari, que, pidiendo fiambres a voces, oblig a la cajera a abandonar un momento su puesto para atender la charcutera. Una vez en el coche, Pera se lament de que con las prisas se haba equivocado de marca de cigarrillos. Kauko Nyyssnen cay en la cuenta de que no se haba acordado de comprarle flores a su abuela. A menudo le llevaba un ramo, o al menos una tableta de chocolate. A Kake le gustaba considerarse, en cierto modo, un caballero. Y, en cualquier caso, nunca estaba de ms regalarle flores a una mujer. Fagerstrm aparc el coche junto a las vas del tren, donde un rosal silvestre creca en una esquina de la vieja estacin abandonada. Se sac del bolsillo su navaja y cort las mejores ramas del arbusto para hacer un ramillete con ellas. Esto s que es un ramo, cojones! se felicit Jari. Y enfilaron a todo gas, haciendo saltar la grava en todas direcciones, por el camino serpenteante de tierra que llevaba hasta la casita de la coronela Linnea Ravaska, donde poco falt para que atropellaran al gato. Kauko Nyyssnen le entreg el frondoso ramo de rosas a la asustada anciana y le present a sus acompaantes, Jari Fagerstrm y Pertti Lahtela, los cuales se mantenan algo apartados y con las manos en los bolsillos. Slo cuando Nyyssnen les hizo un gesto, se acercaron a estrecharle la mano a la vieja coronela. Dnde esta la nevera? pregunt Pera, mostrando la bolsa de cervezas. Entraron en la casita, en la que slo haba una sala adems de la cocina. Las paredes estaban tapizadas con un anticuado papel de flores grandes, al fondo de la sala haba una vieja cama de matrimonio, vestigio de una casa ms espaciosa; el resto del reducido espacio lo ocupaban un sof de cuero y dos butacones de aspecto imponente. En las ventanas colgaban unos visillos festoneados de encaje, procedentes tambin del espacioso piso de Tl, un bonito barrio de Helsinki en el que Linnea Ravaska haba residido en otros tiempos con su marido. Pera meti las cervezas en la nevera. Volvi a la sala quejndose de no haber encontrado nada que llevarse a la boca. En la nevera slo haba arenques y comida para gatos. Y es que senta algo de debilidad..., haba en la casa un stano donde la seora guardaba las cosas buenas de comer? Linnea Ravaska declar que su pensin no daba para comprar embutidos, pero s poda prepararles un caf.

Los tres hombres rechazaron la oferta diciendo que ya haban tomado; sin embargo aceptaran de buen grado un trozo de pastel. Al cabo de un rato, cuando las cervezas estuvieron ya fras, Kake y sus amigos se dispusieron a almorzar y se zamparon un pedazo tras otro, regados con la cerveza. Le preguntaron a la abuela si lo haba hecho ella misma, porque no estaba nada mal. Linnea contest que lo haba comprado en la tienda, porque lo de andar metiendo las manos en la masa no era su pasatiempo favorito. Tampoco el nuestro respondieron sus huspedes entre risotadas y con la boca llena. Nyyssnen les pidi a sus camaradas que salieran un momento, pues tena un asunto que discutir a solas con Linnea. En cuanto Lahtela y Fagerstrm desaparecieron, Linnea le pregunt a Kauko de dnde los haba sacado. Tenan el aspecto de ser unos holgazanes, por no decir delincuentes. Kauko, no deberas relacionarte con semejante chusma le reconvino la anciana. Vamos, ta, son buena gente. Y, adems, son amigos mos, no tuyos. Bueno, a lo nuestro: has cobrado ya la pensin? Con un suspiro, la coronela sac un sobre de su bolso y se lo ofreci al hijo de la hermana de su difunto marido. Nyyssnen lo rasg y extrajo un fajo de billetes que cont cuidadosamente antes de meterlo en su cartera. Con el ceo fruncido, se quej de lo miserable de la suma. Linnea se defendi intentando explicarle que en Finlandia las pensiones eran muy bajas y que los jubilados no tenan aumentos de sueldo, al contrario que los asalariados. Kauko Nyyssnen estaba completamente de acuerdo con ella, las pensiones eran escandalosamente insuficientes. Un ejemplo de injusticia social que clamaba venganza. Y pensar que la viuda de un coronel tena que conformarse con una pensin tan msera! Era indignante. El coronel Ravaska haba luchado en Dios sabe cuntas guerras, arriesgando cientos de veces su pellejo por la patria, y as se lo pagaban. El sistema social de aquel pas de imbciles era una puetera mierda. Linnea Ravaska reconvino a su sobrino por su forma de hablar. Kake no le hizo ni caso y pregunt si la sauna estaba lista. Un buen bao le sentara bien. Ech un vistazo por la ventana de la casita y vio que Lahtela y Fagerstrm haban obligado al gato a trepar al manzano, y ahora trataban de hacerlo bajar a golpes de estaca. Nyyssnen sali, le dio a Jari unos cientos de marcos y le orden que fuese a comprar bebidas. Despus iran a la sauna. Compra algn licor para Linnea le susurr rpidamente. No gracias, nada para m se apresur a decir la anciana. El muchacho acept encantado el encargo y desapareci por el camino de tierra haciendo rugir el motor del coche y levantando tras de s una polvareda. Lahtela le arroj piedras al gato para que bajase del rbol, pero renunci cuando Linnea le pidi que no lo lapidase. Bueno..., vale..., por m como si se queda en el rbol hasta Navidad murmur Lahtela tirndole una ltima piedra al animal, a lo que este respondi con un bufido. Ms tarde, mientras empinaban el codo en la sauna, Nyyssnen se lanz a un panegrico sobre su ta. Acaso sus camaradas saban de alguna otra anciana dispuesta a ayudar a un pariente necesitado? No, incluso sus madres les haban dado la espalda. Lo suyo era distinto, porque, despus de todo, proceda de una familia ms fina. No en todas las familias haba un coronel, por poner un ejemplo. Jari y Pera le recordaron a su amigo que, por lo que ellos saban, su padre era un payaso acordeonista nacido en algn pueblo perdido de la provincia de Savo, que haba ido a parar a Helsinki despus de la guerra, para morir alcoholizado en un tugurio de la periferia. Kake se pic y les explic que su padre haba nacido en una mansin del este

de Finlandia, y que su apellido, Nyyssnen, proceda de Dionisos, el dios griego del vino, y que, en cualquier caso, su madre descenda de una larga estirpe de militares y que era mejor que cerrasen el pico si no queran recibir un puetazo en toda la jeta. Aun as, Lahtela y Fagerstrm insistieron en que la vieja Ravaska no le daba su dinero por el gran amor que le inspiraba, sino porque el la obligaba a aflojarle su pensin cada mes; en la ciudad lo saba todo el mundo. Pero no era asunto suyo si ciertas personas disfrutaban desplumando a una vieja rica que ya chocheaba. Estaban a punto de llegar a las manos cuando Nyyssnen se acord del gato, que segua en lo alto del manzano. La mascota de su generosa ta no mereca pasar toda la noche all subido. As que, ni cortos ni perezosos, salieron de la sauna como su madre los ech al mundo para ayudar al gato a bajar del rbol. Entre los tres arrastraron el balancn de madera hasta el manzano y se subieron a el rindose a carcajadas. Las ramas se partan con su peso, el rbol se balanceaba, el gato bufaba, uno tras otro los hombres acabaron de cabeza en el csped o cayendo sobre el columpio, que termin por despanzurrarse. Al final Lahtela logr encaramarse a la copa del manzano. Se puso a hacer de Tarzn, dando unos alaridos que deban de orse desde el pueblo y sacudiendo el rbol, hasta que el aterrorizado gato fue a caerle en los brazos desnudos. Lahtela lo agarr por el rabo, dispuesto a lanzarlo al otro lado del jardn, pero el pobre minino se aferr con todas sus fuerzas a los brazos y el pecho, araando con sus zarpas el cuerpo desnudo del borracho. Lahtela aull del dolor y cay, gato incluido, sobre los despojos del columpio. El animal puso pies en polvorosa y se refugi debajo del establo. Lahtela se levant del suelo lleno de araazos. Estaba furioso. Esto me lo vas a pagar, vieja cotorra, y bien caro! le rugi a Linnea, que paralizada por el terror haba contemplado la escena desde el porche de su casita. Lahtela se lanz en pos de la anciana, que se meti atemorizada en casa y se encerr por dentro. Lahtela arranc el pomo de la puerta antes de que Nyyssnen y Fagerstrm consiguieran calmarlo. Pero os dais cuenta de lo que me ha hecho esa fiera? aull Lahtela. Yo me cargo a la vieja! A m nadie me trata as! Est claro? Nadie! Nyyssnen y Fagerstrm, a base de fuerza y persuasin, llevaron a Lahtela de vuelta a la sauna. Con el aguardiente que les quedaba le proporcionaron all los primeros auxilios. Nyyssnen regres a la casita, dio unos golpecitos en el cristal de la ventana y le pidi un poco de esparadrapo a Linnea. La anciana le abri, le dio las vendas y luego fue a echarse en su cama, con las manos apretadas contra el pecho. Kake le pregunt que le pasaba. No mereca la pena que se preocupara por Lahtela, era un blandengue que se cabreaba con demasiada facilidad. Acaso pensaba echarse a dormir en pleno da? Me he asustado tanto, Kauko, que tengo palpitaciones. No iris a pasar aqu la noche, verdad? Me gustara que volvierais a Helsinki, no te he dado ya el dinero? Nyyssnen le contest que tena que pensrselo, aunque era mejor que no contara con eso, pues estaban todos tan colocados que ninguno de ellos era capaz de conducir. Al marcharse Kauko con la caja de las vendas, Linnea se levant, le ech el cerrojo a la puerta, sac un pastillero de su bolso, fue a servirse un poco de agua del cubo de la cocina y se tom dos pldoras. Desde all se oa el escndalo que hacan los hombres en la sauna. Entre suspiros, la anciana ech las cortinas, se desnud para ponerse el camisn y fue dando tumbos hasta su cama. Cerr los ojos, pero no se atreva a quedarse dormida. Si al menos hubiese tenido un telfono... Pero Kauko se lo haba quitado el invierno anterior para malvenderlo. Linnea se puso a rezar para que aquella visita no terminara como las otras.

3La velada en la sauna se prolong hasta la madrugada. Los tres amigachos se pasaron toda la noche haciendo un escndalo insoportable dentro de la sauna, en el vestuario y en los alrededores de esta, bebiendo aguardiente, gritando, luchando entre ellos, correteando desnudos por los jardines colindantes y celebrando a risotadas sus sandeces y gamberradas. La vieja Linnea intent dormirse en medio de aquel desbarajuste, pero la taquicardia no se lo permiti. Normalmente se las apaaba bien con su corazn, que no sola causarle molestias, pero las visitas mensuales de Kauko convertan su vida en un infierno. Linnea Ravaska ya no era joven, haba nacido en el ao 1910, lo que significaba que ese verano cumplira setenta y ocho aos, el 21 de agosto, da en que, por cierto, tambin haban nacido personalidades como la actriz Siiri Angerkoski, la princesa Margarita y Count Basie. Margarita era aun joven, pero Siiri era ocho aos mayor que ella y Count seis, y ambos haban muerto ya... Cuando viva en Helsinki, en su casa del barrio de Tl, Linnea haba asistido al funeral de Siiri llevada por la curiosidad y la ceremonia le haba parecido preciosa. Cmo haba volado el tiempo, la vida se le haba pasado en un santiamn. De jovencita, pensaba que las personas de ms de treinta eran viejas y de pronto ella misma ya los haba cumplido. Poco despus fueron cuarenta, y eso la puso un poco nerviosa; pero entonces Rainer muri, lo que de alguna manera fue liberador... Y, de repente, Linnea se encontr con que tena ya cincuenta aos y al poco sesenta..., setenta..., y ahora iba ya camino de los ochenta, edad en la que los aos se hacan tan cortos como los meses, cuando uno era joven. Aquel ltimo se le haba ido en dos semanas, una para el verano y otra para el invierno. Visto as, Linnea calculaba que con suerte podra vivir an diez semanas, o tal vez menos. Tena que viajar a Helsinki para visitar a su viejo mdico de cabecera, Jaako Kivist, y preguntarle cuntos aos de vida le quedaban an. Ese viejo camarada del coronel Ravaska haba sido el mdico de su familia desde la guerra. Al enviudar, Linnea mantuvo con Jaakko un par de aos de relaciones, decentes y apaadas, eso s. Lo bueno de acostarse con un mdico era que ste no confunda el culo con el pulso y que despus lo dejaba todo muy limpito. Otra ventaja de la relacin era que Linnea, dcadas despus, segua usando gratis los servicios profesionales de Jaakko. Por supuesto, el pobre hombre tambin se haca viejo, slo tena ocho aos menos que ella, pero la coronela Ravaska senta plena confianza en los mdicos a la antigua, que siempre se tomaban su tiempo para escuchar atentamente a los pacientes cuando stos les exponan sus males. Adems, el doctor Kivist era todo un caballero, cosa que no poda decirse de Kauko Nyyssnen y sus compinches. Hacia medianoche, Linnea fue de puntillas a la cocina, se tom un vaso de agua templada y ech un vistazo a la sauna por una rendija de las cortinas. La fiesta pareca estar en su punto lgido. Los berridos de los borrachos deban de orse desde el pueblo. A Linnea le pareca vergonzoso que aquellos muchachos no supieran festejar con ms decoro. En otros tiempos y por lo general, la gente saba divertirse con discrecin en las ocasiones festivas, sobre todo antes de la guerra. Despus, durante unos aos, la situacin haba sido excepcional y no se poda negar que las maneras se haban deteriorado un tanto, pero la causa fue la prdida de la guerra y no el que los hombres de la poca fuesen fundamentalmente unos gaanes carentes de educacin.

Al finalizar la contienda, el coronel Ravaska se enter de que lo iban a procesar por un asunto relacionado con depsitos secretos de armamento; con el dinero que le quedaba se march a Brasil, donde consigui un trabajo bastante respetable en el mundo de los negocios. El general Paavo Talvela, buen amigo del coronel, y que haba huido a Brasil aos atrs, le consigui un puesto en la delegacin comercial de una compaa finlandesa de celulosa. En Finlandia, mientras tanto, se tema que los rusos acabaran apoderndose del pas, y poco falt; Linnea recordaba todava cmo la diputada comunista Hertta Kuusinen haba amenazado pblicamente con ello. Atemorizada por las predicciones de Hertta, Linnea tambin se subi a un barco y, cruzando el mar, se reuni con su marido en Ro de Janeiro. Qu fiestas aqullas, Dios Santo! Aunque por circunstancias obvias no fuese mucha la abundancia material, todos intentaban, en la medida de lo posible, hacer ms llevadero el peso de aquellos tiempos tristes, organizando de vez en cuando encantadoras veladas en las que se reunan antiguos oficiales de los ejrcitos europeos. En aquella poca, en Sudamrica haba algn que otro patriota finlands, altos oficiales militares como Talvela y, por supuesto, toda una tropa de alemanes, as como algunos hngaros que haban luchado del lado del Tercer Reich y otros que se haban visto obligados a huir de Europa al acabar la guerra. Pero fascistas, lo que se dice fascistas, Linnea nunca se los haba encontrado, por muchos rumores que corriesen sobre ello. Acaso no haban sido ahorcados los peores criminales de guerra tras el cese de hostilidades, y el resto despus del juicio de Nremberg? A Linnea siempre le haba horrorizado la poltica. Le pareca intil que se siguiera machacando, dcadas ms tarde, sobre la hermandad de armas entre finlandeses y alemanes. Pero qu alegra la de aquellas fiestas, eso s que lo recordaba. A veces se divertan disparando contra los farolillos de papel que colgaban del techo del cenador, se vaciaban decenas de botellas de vino... La diversin poda durar varios das sin descanso y luego se pasaban otros tantos tumbados a la bartola, sin hacer nada, hasta que no quedaba ms remedio que volver al trabajo. Y sin embargo, nadie berreaba como aquellos golfos lo estaban haciendo en su sauna, o bueno, s..., tambin en aquellos tiempos los oficiales se caracterizaban por sus fuertes voces, pero nunca se les hubiera podido acusar de dar semejantes aullidos. Desde luego era natural que cualquier sargento chusquero se pusiera a hacer ordinarieces tras haberse tomado un par de copas, pero un oficial, aun en el caso de haberse pasado varios das bebiendo sin parar, como mucho slo ruga un poco. Mientras, en la sauna, Kauko y sus amigos continuaban cocindose y bebiendo como cosacos. Haca rato que se haba apagado el fuego de la estufa, pero los muy tontos seguan echando agua sin parar sobre las piedras, que ya estaban fras. Tan borrachos estaban, que ni siquiera se daban cuenta, y, con el cigarrillo entre los labios y una botella de aguardiente en el banco, a ras del suelo, se azotaban las espaldas unos a otros con unas ramas de abedul que ya haca rato que haban perdido sus hojas, todo ello sin cesar de alabar la calidad de los vapores de la sauna de Linnea. De vez en cuando, salan al jardn a refrescarse. En el crepsculo de la medianoche, los tres golfantes se pusieron sentimentales. Kauko empez a ensalzar a su ta Linnea, que abuelita tan excepcional Reconoci que nunca en la vida hubiese tenido la oportunidad de salir adelante, ni siquiera de llegar hasta donde estaba, de no haber sido por la vieja. Les confes que esa admirable mujer le haba consentido desde su niez, porque su propia madre era..., bueno..., era como era. Linnea le haba cuidado como si se tratase de su propio hijo, al fin y al cabo ella no haba tenido hijos con el coronel, es decir, con su to, con Ravaska, vamos. Ms tarde, al

morir su madre, tambin pudo contar con Linnea. Cada verano sacaba a Kake del orfanato y se lo llevaba de vacaciones a su casa, le daba bien de comer y le compraba ropa y lo que hiciera falta. Cuando pienso que incluso vena a verme al reformatorio y me traa siempre toda clase de golosinas les cont Kake, conmovido. Y luego, la primera vez que me metieron en la crcel, me mandaba paquetes y dinero. Creedme, colegas, ni en sueos os podrais tropezar con una ta como ella. Y a continuacin se puso a contarles una batallita de haca diez aos. Por equivocacin se haba visto envuelto en un asuntillo que haba terminado muy mal, nada haba salido como era de esperara., y la cosa fue as... Sus colegas le interrumpieron al unsono, dicindole: Valeee, valeee, que ya nos lo sabemos, porque estaban hartos de orle contar a Kake el mismo cuento siempre que iba cocido. La chapuza en cuestin haba comenzado siendo una malversacin de fondos, pero a medio camino se haba convertido en un atraco a mano armada, un fiasco a todos los niveles. Al parecer, una tarde, despus de la hora de cierre, Kake haba perdido los nervios en la oficina de cierta empresa, y, tras dar una paliza de muerte a dos personas, se haba largado con un botn de unos cuantos miles de marcos. Nyyssnen rectific: se haba llevado ms de veinte mil marcos y tampoco era que les hubiese hecho tanta pupa a la secretaria y al jefecillo que se haban quedado a hacer horas extras... Los muy guarrillos se haban quedado a adelantar trabajo echando un polvete y ah fue cuando a l lo pillaron en plena movida, y l a ellos, as que ms les hubiese valido quedarse calladitos, al menos en principio, pero no fue as... Y es que la gente es mezquina, sobre todo cuando se creen que son alguien. Con aquel dinero, Kake se haba pegado la gran vida en Estocolmo y Copenhague, sin guardar ningn recuerdo a posteriori; slo gracias a unos billetes de barco y las cuentas de varias tabernas que encontr en sus bolsillos pudo deducir por dnde haba andado. De alguna manera, consigui arrastrarse de vuelta a Helsinki, tembloroso y azulado por la resaca. El nico lugar seguro con el que poda contar era el piso de Linnea de la calle Calonius, en Tl, bastante majo, por cierto, lleno de toda clase de cachivaches antiguos, cuadros y enormes butacones de orejas, cortinas de encaje, e incluso en un rincn del recibidor, una estatua de cuerpo entero en yeso del mariscal Mannerheim, de la poca de la Rebelin, en Tampere, seguramente, con unos prismticos colgndole sobre la panza y su gorro blanco de piel cubrindole la cabeza. Entretanto, las vctimas del caso ya haban identificado a Nyyssnen y se haban puesto en contacto con Linnea. Las indemnizaciones que pedan eran de escndalo y, encima, haban amenazado a la vieja con acudir a la polica...; semejante bulla por unos cuantos cardenales... Para no crerselo, vamos... Los dos amigos conocan muy bien el final de la historia: Linnea Ravaska acudi una vez ms a sacarle las castaas del fuego a su sobrino, que se arriesgaba a ser condenado a varios aos de prisin, y para ello haba llegado a un acuerdo para pagar una buena suma de dinero a los demandantes. Kake le prometi que le devolvera el dinero y hasta le firm un pagar, de modo que a Linnea no le qued ms remedio que vender su piso de la calle Calonius dos habitaciones, saln y cocina que con las prisas tuvo que malbaratar y el asunto qued as arreglado, no se habl ms. Linnea se compr la humilde casita de Harmisto, en Siuntio, a la que se mud en espera de que Kauko le devolviese el prstamo. Linnea haba desembolsado ms de cien mil marcos, una suma tan enorme en aquellos tiempos, que a Nyyssnen ni siquiera se le haba pasado por la cabeza la posibilidad de devolvrsela. La coronela haba intentado, en varias ocasiones, recuperar su dinero. Se acogi a la palabra dada por el muchacho y al pagar que ste le haba firmado, exigi y se quej,

sin obtener resultado alguno. Kake se negaba a buscar un empleo, eso no iba con l, y cmo iba a apaarselas para sacar cientos de miles de marcos haciendo cualquier trabajo de mierda? Acaso la vieja haba perdido todo sentido de la realidad? Finalmente Linnea le amenaz, agitando el documento ante sus narices, con dejar el pagar en manos de las autoridades para que stas se hiciesen cargo de su cobro, pero ni eso result. Kake le explic que no tena nada que le pudiesen embargar y que, adems, ella misma estaba involucrada en aquella historia, dado que haba sobornado a las vctimas del crimen para que guardasen silencio. Y, a fin de cuentas, por qu meter tanta bulla por semejante papelucho, si en un momento dado lo poda romper en mil pedazos y metrselo a ella por el culo? Kake le arrebat el documento de las manos y lo rompi, pero al menos no cumpli la ltima parte de sus amenazas. Entre lgrimas, Linnea barri los pedacitos del pagar que haban ido a parar al suelo, los junt en el recogedor y los quem en el hornillo de la cocina. Haba llovido mucho desde entonces. Despus de todo aquello, la anciana haba perdido toda confianza en el sobrino de su difunto marido y su amor por l. Las relaciones entre ellos eran tensas, pero eso no molestaba a Kake Nyyssnen. En realidad, le resultaba ms prctico que la vieja se hubiese mudado de Tl a Siuntio, porque, llegado el momento y en caso de necesidad, le poda venir mejor ocultarse de la polica en el campo que en Tl, donde su cara era bien conocida. Dichas circunstancias se daban de vez en cuando y entonces las autoridades lo buscaban para interrogarlo y llevarlo ante la justicia. Pero en el granero del viejo establo de Harmisto, sobre todo en poca veraniega, uno poda pasarse varias semanas a la bartola sin peligro de ser detenido. Y, adems, era de lo ms agradable venir de excursin al campo para refrescarse con sus camaradas, aunque fuera por el simple gusto de hacerlo, como era ahora el caso. O qu pensaban ellos, acaso no era maravilloso poder aprovechar el verano finlands, con una buena sauna y un poco de aguardiente? Linnea Ravaska miraba por la ventana con una expresin de odio en sus ojos. Aquellos monstruos Se estaban revolcando en su sauna y por el jardn en pelotas, uno de ellos haba vomitado en el sendero, otro estaba meando en un rincn. La silueta rota y blanquecina de Kauko Nyyssnen, con aquel barrign, se tambaleaba por el jardn con un aspecto asqueroso que le repugnaba y atemorizaba. Cmo era posible que aquel fuese el mismo cuerpo que ella haba envuelto en una mantita y mecido en sus brazos siendo un bebe, el mismo al que le haba cambiado los pantaloncitos y limpiado la caca amarillenta de los paales? Kauko era tan distinto de nio..., tan hermoso, cuando la miraba a los ojos y la llamaba abuela..., aunque eso an lo segua haciendo. Le daban arcadas slo de pensarlo. Linnea pens que, de vivir an su marido, el reinado del terror de ese borrachuzo desgraciado de su sobrino se hubiese acabado antes de comenzar. El coronel Ravaska haba sido un hombre con mucho genio, sobre todo cuando beba. Linnea estaba segura de que hubiese sacado su pistola de reglamento y arrastrado a Kauko hasta detrs de la sauna, para acabar con aquel sinvergenza all mismo, como si fuera un perro.

4Por regla general, antes se acaba el discernimiento que el aguardiente. En virtud de esta ley de la naturaleza, los huspedes de la coronela Ravaska se dieron cuenta, bien entrada la madrugada, de que ya haban festejado de sobra entre hombres sin la compaa y la solicitud del otro sexo; Linnea, vista su edad, no contaba. En el entusiasmo general decidieron por unanimidad partir en busca de la indispensable compaa femenina y ms indispensable an de alcohol. Se pusieron a buscar la ropa que se haban quitado por la tarde y, despus de encontrar una parte, se vistieron como Dios les dio a entender. Luego el tro avanz tambaleante por el sendero del pozo hasta el jardn, apoyndose los unos contra los otros. Por fin llegaron al coche robado y se dejaron caer en l, cerrando las puertas de golpe y berreando amenazadoramente. El rugido del motor despert a Linnea Ravaska, que dio un respingo y se levant a mirar por la ventana, justo a tiempo de ver cmo el coche rojo enfilaba velozmente el estrecho camino de grava que llevaba al pueblo. Los lamos que crecan a la orilla del camino siguieron temblando y susurrando mucho despus de que el ruido del coche dejara de orse. La anciana esperaba de todo corazn que el tro hubiese decidido regresar a Helsinki. Sali y llam al gato, que slo entonces se decidi a salir de debajo del establo; lo cogi en brazos y caminando por la hierba impregnada de roco, se acerc despacito a la sauna para comprobar si sus huspedes se haban marchado de una vez por todas. All le esperaba una triste decepcin. El desorden era inmundo: la sala de vapor estaba cubierta de arriba abajo de hojas y ramas de abedul, el caldero de la sauna no tena la tapadera, haba paquetes de tabaco vacos y botellas de aguardiente rotas por todo el suelo y los bancos, as como una vela derretida sobre las piedras de la estufa y vmito en el desage. En el vestidor quedaban algunas prendas masculinas, lo cual indicaba que su marcha brusca y precipitada era slo provisional y que Kauko y sus compinches tenan intencin de volver para continuar la juerga. La expedicin matinal de aprovisionamiento de aguardiente y mujeres lleg hasta las vastas regiones del oeste de Uusimaa: la primera etapa fue Nummela, en el distrito de Vihti, pero no se atrevieron a quedarse, porque llevaban tal borrachera, que no hubiesen sido capaces de bajar del coche sin acabar de bruces en la acera. As que, intentando evitar los lugares concurridos, pasaron de largo la ciudad de Lohja y se dirigieron hacia Hanko. Al llegar a Virkkala, dieron una vuelta de reconocimiento por la isla de Lohja en busca de aguardiente y compaa femenina. Pero al no obtener la respuesta deseada de los habitantes dormidos, derribaron unos cuantos metros de vallas y mearon en algn que otro buzn. La gasolina empezaba a escasear, pero no podan repostar en ninguna gasolinera de servicio nocturno, ya que el encargado habra sido capaz de alertar a la polica al ver lo cocidos que iban. Por suerte al oeste de Uusimaa an quedaban gasolineras que cerraban por la noche y en las cercanas de Karkkila apareci una de ellas, justo en el ltimo momento. Atravesaron con valenta la puerta de cristal, destrozaron la caja registradora, echaron en una bolsa de plstico todas las cervezas y los bocadillos que haba en el frigorfico del bar. Luego llenaron el depsito de gasolina en la bomba de mano, cuyo ridculo

candado haban hecho saltar con una barra de hierro que encontraron en el taller de reparaciones. Todo en cuestin de un instante. La mezcla de gasolina hace un poco de humo, pero al menos el motor no se gripa cuando se le mete un peln ms de caa, se felicitaron los invitados de la coronela Linnea Ravaska. Una vez lleno el depsito, metieron las bolsas en el coche y retomaron la carretera. Mejor no perder el tiempo. Se haban cargado al pastor alemn que el dueo de la gasolinera haba dejado de guardia en el lugar. Pera le haba espachurrado la cabeza con un gato y Jari le haba cortado de un tajo la cola con su navaja. Tras recorrer unos cinco kilmetros, pararon en una cantera de arena a echarse unos tragos de cerveza fra y comerse los bocadillos. En algn lugar cantaba un chotacabras, la atmsfera pareca mgica. Al pie de la cantera, Pera se encontr un rollo de alambre oxidado y con el at la cola del perro a la antena del coche. Era una visin magnfica, la del rabo del animal. Se agitaba al viento cual peludo estandarte de la fuerza y la libertad. En el viaje de regreso, por pura diversin y en nombre de la ecologa, la emprendieron con un destripaterrones madrugador que estaba fumigando sus sembrados con un pesticida venenoso. Sacaron a rastras al viejo de la cabina del tractor y le zurraron hasta que qued inconsciente en el suelo. En un arranque de piedad, le metieron dos latas de cerveza en el mono de trabajo para endulzar su despertar. Tambin se ocuparon de llevar el tractor hasta el bosque, lo bastante lejos de la granja para que nadie los oyera, y all lo dejaron, despus de destrozar los faros, con el motor en marcha. Segn sus clculos, el tipo se pasara al menos media jornada cargando bidones de gasoil, suponiendo que encontrase su precioso Zetor entre osos y alces. Pero ah no se acab la expedicin. Al llegar al pueblo vecino no se les ocurri otra cosa que colarse en una granja porcina, donde se extasiaron contemplando a los encantadores cerditos. Al marcharse se echaron al hombro un gurriato de dos o tres meses, que no dejaba de patalear y al que metieron en el portaequipajes del coche. Con el aterrorizad o lechoncillo gritando en la oscuridad del maletero, el coche enfil a todo gas la carretera rumbo a Harmisto. Jari Fagerstrm se puso en plan as del volante y Pera le haca de copiloto. En plena noche estival, improvisaron un rally por los serpenteantes caminos de grava y, como era de esperar, el embriagado conductor acab perdiendo el control del coche. El vehculo se sumergi en el bosque a toda velocidad, llevndose por delante una decena de abedules jvenes, para acabar volcado y ruedas arriba. Por un momento slo se oy el tintineo de los cristales rotos y los chillidos del gurriato; luego los tres hombres salieron a gatas del coche llenos de magulladuras. Ninguno estaba gravemente herido; decididamente deba de existir un dios de los borrachos. En un periquete le dieron la vuelta al coche, pero no consiguieron llevarlo hasta el camino porque la zanja era demasiado profunda, el terreno estaba lleno de baches y a ellos no les quedaban fuerzas para empujar la chatarra aquella y sacarla de los arbustos. De manera que Jari decidi dedicarse a su deporte favorito, destrozar coches. Lo estrell una y otra vez contra los gruesos pinos hasta dejarlo chafado, dando marcha atrs y acelerando, hasta que la carrocera encogi por lo menos un metro. A fuerza de choques, el maletero tambin acab como un acorden, y el lechn, aplastado, exhal el ltimo suspiro. A los hombres les cost lo suyo sacarlo de entre aquel amasijo, le cortaron la cabeza con la navaja y se pusieron en marcha, a travs de los bosques, rumbo a la casita de Linnea. Las cervezas, los bocadillos y el lechoncillo muerto hicieron ms lenta la peregrinacin, as que la tropa de golfos no alcanz la meta hasta por la maana.

La anciana saba que los muchachos apareceran de un momento a otro y, como se ola que no estaran de muy buen humor, haba preparado un caf bien fuerte y arrastrado como pudo hasta el jardn la vieja mesa redonda del comedor. En ella haba dispuesto un desayuno para tres, con la esperanza de calmar a los sinvergenzas y que stos no le pusieran la casa patas arriba. Andrajosa, llena de magulladuras y sangre de cerdo, la santa compaa surgi del bosque como los despojos de un ejrcito derrotado, una cuadrilla pattica de borrachos en lo peor de la resaca. Enfurruados, se sentaron a la mesa del desayuno y anunciaron a Linnea que tenan un cerdo para destripar. Haban cumplido con su deber, como autnticos hombres, as que por fin haba carne en la casa. Linnea arrastr el cerdo hasta el establo, fue por un cuchillo, un hacha y agua caliente y se puso a escaldar el lechn. Se ech a llorar. La sauna de la noche anterior, tan dura y prolongada, y la expedicin de saqueo por el oeste de Uusimaa, con todos sus contratiempos, haban acabado con las fuerzas de los tres sinvergenzas, los cuales, tras hartarse a desayunar, se echaron cual gorrinos a dormir en la hierba. Durante un par de horas todo qued en calma. Pero en cuanto el sol matinal empez a calentar, los hombres se despertaron y de nuevo exigieron que se les sirviese. Linnea tuvo que poner a calentar agua en el caldero de la sauna para que los muy seoritos se asearan. Constatando acto seguido que se acercaba la hora de comer, hicieron trizas lo que haba quedado del balancn y con ellas encendieron una hermosa hoguera en medio del jardn. El plan era organizar una barbacoa digna de reyes, ya que contaban con un lechn escaldado y unos comensales hambrientos. En un rincn del establo encontraron una vieja piedra de afilar y la hicieron pedazos con ayuda de una barra de hierro, hasta conseguir arrancarle la manivela oxidada. Acto seguido, arrastraron la canal del lechn por la hierba hasta el fuego, lo atravesaron con la barra de hierro, a modo de espetn, y por el agujero de esta introdujeron la manivela. Todo esto lo calzaron con ayuda de unas cuantas piedras grandes, que haban cogido del borde de uno de los parterres de flores, y se pusieron manos a la obra. Ordenaron a Linnea que fuera a la tienda de comestibles y les trajese especias de barbacoa, mostaza y, como mnimo, veinte latas de cerveza. Cuando la anciana empez a quejarse, diciendo que su pensin no daba para tales gastos, los gritos de protesta fueron descomunales. Kake estaba seguro de que la vieja no era tan pobre como pretenda. En que haba malgastado, por ejemplo, el dinero resultante de la venta de su piso de Helsinki? Acaso se atreva a insinuar que se le haba ido en la compra de aquella casucha insignificante y en el prstamo que le haba hecho a l, aos atrs? Estaba seguro de que Linnea tena escondidos por lo menos cien mil marcos. Quien iba a creerse que se haba gastado semejante suma en aquella aldea perdida, en la que ni siquiera haba una taberna? La coronela prefiri evitar la confrontacin y prometi pedir en la tienda que le fiaran las especias y la cerveza. Tal vez el dueo accediese, dado que era una clienta habitual que llevaba aos viviendo en el pueblo. Y, en efecto, Linnea consigui hacer sus compras a crdito. El tendero le pregunt cmo se las haba apaado con sus visitantes del da anterior. Haban pasado por la tienda a comprar gasolina y cerveza, y por la noche todo el pueblo haba odo sus berridos descomunales y el rugido del motor de su coche. La anciana no estaba de humor para extenderse sobre la cuestin, y se limit a decir que estaba harta del sobrino de su difunto marido y de sus amiguetes. Siempre haba confiado en la juventud, pero ltimamente se empezaba a preguntar si haba motivo para ello.

El hombre estaba convencido de que, al menos en el campo, quedaban muchachos honrados, pero la coronela se permiti dudarlo. El tendero era servicial por naturaleza, as que se ofreci a llevarla a casa en su coche, con su pesada carga de cerveza. Como no Se atreva a ir hasta la puerta, la dej a unos cien metros de la casita, con la excusa de que no deseaba meter las narices donde no le llamaban. Linnea carg con sus compras el resto del trayecto, parndose a descansar cada cierto trecho. Para que negarlo, la edad empezaba a pesarle; el miedo la haba tenido en vela toda la noche, luego, aquella misma maana, haba sacado la mesa al jardn ella sola y preparado un desayuno con lo poco que tena, a continuacin haba escaldado y destripado un cerdo, haba calentado el agua en la sauna y, ahora, tena que cargar ella solita cerveza suficiente para una tropa. Senta que muy pronto volvera a tener palpitaciones, si no descansaba pronto. Aquella jornada fue an peor que la anterior. Kake le dijo que tena que redactar su testamento, acaso no se haca mayor? Ya haban hablado de eso, no? La cuestin era que Kake no poda heredar de su ta sin un testamento, pues su parentesco era demasiado lejano... Mientras la coronela iba a la tienda, los hombres no se haban quedado de brazos cruzados. Buscaron en la casita papel y bolgrafo y redactaron un documento excelente en el que ya slo faltaba la firma de Linnea para ser perfecto. Pera Lahtela y Jari Fagerstrm estaban dispuestos a firmar en calidad de testigos, y Kauko Nyyssnen prometi que en cuanto volviese a Helsinki se encargara de registrar el testamento en la notara del juzgado, o donde hiciese falta, que de eso ya se enterara el... Lo que me faltaba, pens Linnea con amargura. Pidi algo de tiempo para reflexionar: despus de todo, se hallaba en pleno uso de sus facultades fsicas y mentales, y quera decidir por s misma quienes seran sus herederos. Las vacilaciones de Linnea fueron acogidas con risotadas sarcsticas. Pera y Jari, sobre todo, proclamaron a coro que estaban de acuerdo, la vieja estaba sin duda en plena posesin de sus facultades mentales. La sabidura de las mujeres aumenta con la edad, eso es bien sabido. Los tres hombres pasaron a ocuparse del cerdo que se asaba en el espetn, lo untaron de especias y mostaza y lo salaron. Cuando ardieron los ltimos restos del columpio, Jari hizo astillas la tapa del pozo. Al intentar impedrselo Linnea, el muchacho, enfurecido, le dio a la anciana un empujn que la dej tumbada sobre la hierba, y se meti en la casita a buscar la silla del tocador, la despedaz con mala leche contra las escaleras y luego la ech al fuego. Linnea se levant temblando de ira y de humillacin y se meti en su casa renqueando. Meti en una bolsa sus mejores prendas para la ciudad, un neceser y los papeles ms importantes, y la llev detrs del establo. Cuando los hombres le preguntaron que haca, ella respondi que iba a hacer la colada. A Kake se le ocurri que, ya que estaba, poda lavar tambin la de ellos, que estaba llena de barro y sangre de cerdo y, por que no, de paso poda incluso remendarla un poco. La coronela no dijo nada. Pero antes de ponerse a lavar, la obligaron a firmar su testamento. Una lgrima de puro odio cay sobre el papel, por suerte sin que Kake se diera cuenta, porque de lo contrario todava habra encontrado motivos para tomarla con ella. Un delicioso aroma de carne asada flotaba en el ambiente. Los hombres cortaron gruesas tajadas de las costillas del cerdo con sus navajas, y era tal su gula, que por un momento se olvidaron de la vieja coronela. Linnea cerr la puerta de su cabaa con llave y luego se puso a buscar a su gato, al que finalmente encontr en lo alto del

granero. El animal estaba aterrorizado, lo habran martirizado mientras ella haba ido a por la cerveza? La coronela cogi a su minino en brazos y se escabull tras el establo. Como pudo, agarr su bolsa de ropa y se intern de puntillas en el bosque. En el jardn, los hombres vociferaban descuartizando y zampndose con apetito el cerdo, que se columpiaba en su espetn, y remojndose el gaznate con grandes tragos de cerveza. Al llegar a la orilla del bosque, Linnea se volvi a mirar por ltima vez su casita roja. Su mirada denotaba agotamiento, pero estaba llena de un odio implacable.

5La anciana coronela Linnea Ravaska se adentr en el bosque por un largo y sombro sendero, con el gato trotando pegadito a sus talones. Desde la casita le llegaba, amortiguado ya, el vocero de los borrachos, hasta que poco a poco la msica rica y misericordiosa de los pjaros acab por ahogarlo. Linnea arrastraba la pesada bolsa de ropa y se paraba a descansar de vez en cuando al pie de algn rbol. Se quit las sandalias para que no se le mojasen con la humedad del sendero, acarici al gato distradamente y sigui adentrndose en el bosque. Haba emprendido la huida presa del pnico, pero ahora ya tena claro lo que deba hacer. Lo primero era asearse y vestirse ms decentemente. Despus de una noche de insomnio y, sobre todo, del trasiego con el cerdo, llevaba la ropa hecha un asco y no quera que nadie la viera as. Su rostro deba de tener un aspecto terrible, por el miedo y la falta de sueo. Busc un lugar apropiado a la orilla del camino, abri su bolsa y sac sus tiles de maquillaje. Para su decepcin, result que con las prisas se haba olvidado de coger un espejo. Linnea tena, naturalmente, varios espejos, uno en la pared de la sala, uno en la sauna y otro de viaje, pequeo, en un cajn de la cmoda. Y este era precisamente el que ahora necesitaba. La coronela volvi a meter sus cosas en la bolsa y prosigui su camino. Conoca bien aquel hermoso bosque y cuando el sendero de dividi en dos, la anciana enfil con su gato por el que pareca menos transitado. Pronto lleg a un pequeo claro en el que crecan altos carrizos. En el centro borboteaba un manantial que alimentaba un estanque de aguas claras y cristalinas, dulcemente frescas. En el margen del bosque se ergua una cabaa hecha de troncos ya grisceos, que pareca a punto de derrumbarse. Alto en el lmpido cielo, chillaba una agachadiza comn. Linnea Ravaska deposit cuidadosamente su bolsa en el suelo seco, junto al manantial, ech una mirada escrutadora a su alrededor y se agach tras las caas para desvestirse. Se quit la ropa sucia y la introdujo en una bolsa de plstico, que meti a su vez en el fondo de su equipaje. Entonces volvi a comprobar que se encontraba sola y se desliz despacito en las frescas aguas del estanque. Nad sin hacer ruido hasta el centro, dejando que la fra corriente del fondo masajease sus cansadas piernas y su apergaminado cuerpo de viuda, el cual, sin embargo, era an sorprendentemente vigoroso. Al cabo de un rato, la coronela se acerc nadando a brazadas suaves hasta la orilla, sac de su neceser un jabn perfumado y champ y comenz a lavarse cuidadosamente en el agua cristalina. Se enjabon cabello y cuerpo completamente y luego se enjuag nadando lentamente de un extremo a otro del pequeo estanque. Finalmente sali, dej que el agua se escurriese de su cuerpo y se puso al sol para secarse. De repente Linnea se sinti tan exuberante como en sus tiempos de juventud, sera all por 1934, el mismo ao en que Ester Toivonen haba sido elegida Miss Europa... S..., as era. El verano haba sido muy hermoso..., como todos los veranos por aquel entonces. Haba dejado Helsinki, con su madre, para pasar las vacaciones en Vyborg; incluso haban ido hasta Terijoki donde se haba baado muchas veces en el mar. El agua estaba tan fra como la de aquel manantial. A menudo se preguntaba por que el agua del mar estaba siempre ms fra que la de los lagos, y en cambio la capa de hielo que se formaba en la superficie del mar durante el invierno no era tan gruesa como la de los lagos. Y los manantiales, por su parte, tampoco se congelaban.

Fue en Terijoki cuando Linnea Lindholm vio por vez primera al teniente Rainer Ravaska. Rainer era un apasionado de todo lo que se refiriese a la guerra y estaba destinado como secretario de la inspeccin o era ayudante...? de los trabajos de fortificacin. Linnea record que le contaba, bajo promesa de que guardara el secreto, cosas de las que ella entonces, una cra, no entenda nada: que haba estado inspeccionando los sistemas de defensa en algn lugar cercano a Inkil, las bateras de artillera blindadas, las casamatas..., los caones costeros Obuhov de 47 mm que se iban a instalar. Rainer, que se consideraba progresista, habra sido partidario de las ametralladoras Vickers de 12 mm, ya que su potencia de tiro era claramente ms efectiva que la de los obsoletos Obuhova. El joven oficial le haba hecho jurar que no dira una sola palabra sobre aquellos planes ultrasecretos. A la sombra fresca de las calles de Terijoki, haba sido fcil prometer cualquier cosa... Habla, habla, soldadito, haba pensado Linnea, pues por aquel entonces no le interesaban lo ms mnimo los secretos de guerra, aunque ms tarde se dio cuenta de su error. Los hombres slo hablan de sus asuntos. Si son soldados, se enzarzan con historias de tropas y de armas; si son poetas, se pasan el da parloteando sobre poesa y leyendo en voz alta sus propios versos; y si son mdicos, como Jaakko, se dedican a describir enfermedades espantosas y dar charlas sobre los posibles tratamientos a seguir, como si las plagas que afligen a la humanidad fuesen un tema de conversacin apasionante. Sin embargo, gracias a aquella caracterstica masculina, Linnea, durante su matrimonio, haba adquirido amplios conocimientos en el mbito militar, al principio sobre los asuntos que preocupaban a los oficiales de baja graduacin y ms tarde sobre complicadas estrategias militares, hasta el punto de que, a veces, estaba segura de saber tanto como un comandante del estado mayor. El joven teniente era de una seriedad tan conmovedora, en su entusiasmo por todo lo que se refiriese a matar, que Linnea empez a sentir hacia el un cario casi maternal. Adems, a Rainer le sentaba tan bien el uniforme... Sin ropa, esta impresin desapareca. En la playa, Linnea lo haba observado desnudo; que curioso lo ordinarios que parecan los militares en cuanto se despojaban del uniforme. Tras el bao, mientras dejaban que el sol y la brisa secara sus cuerpos, Linnea se haba dicho que, a fin de cuentas, se casara con aquel teniente. Ah, el frescor de la brisa marina secando su piel hmeda de agua salada! A Linnea le hubiese gustado pasarse los das tumbada en la arena con su teniente hasta la puesta de sol, pero la hermana de Rainer, que tambin estaba en Carelia, siempre se las ingeniaba para dar con ellos e insista constantemente en que la acompaasen al pabelln, o al chalet, o al hotel. Linnea pensaba que Elsa, por aquel entonces todava soltera, haba sido su pjaro de mal agero, ya desde el principio. Era una descerebrada histrica, estpida y perezosa, que haba tenido una crisis al final de la guerra y nunca se haba recuperado. Sin embargo, en aquellos tiempos logr casarse con un caradura, un don nadie llamado Nyyssnen, al que, encima, le dio un hijo. Vaya estupidez! Kauko naci en 1958 y Elsa ya tena por aquel entonces ms de cuarenta aos. Linnea se esforz para calcular con ms precisin: Elsa era seis aos ms joven que ella, s..., o sea, que deba de tener cuarenta y dos cuando naci el nio. Naturalmente, hubo que hacerle una cesrea, lo cual la debilit an ms, tanto fsica como mentalmente. Hubo muchas complicaciones. Pensndolo bien, tal vez no era tan extrao que de todo aquel asunto hubiera salido alguien como Kauko Nyyssnen. La coronela regres de golpe a la dura realidad. Sac su neceser y se unt todo el cuerpo con una fina capa de crema hidratante, roci aqu y all con colonia los lugares ms estratgicos y luego se puso la ropa interior y un traje de calle azulado. Se ech suavizante en el pelo y se pein la fina melena, que le llegaba a los hombros.

Finalmente se ocup de su rostro: primero extendi por el una fina capa de maquillaje transparente, Flor del Pantano, despus un poco de polvos y para terminar un colorete llamado Frambuesa en las mejillas y en la frente. En los prpados se puso un poco de Arpa de Eolo y una pizca de sombra de ojos azulada. Se pint las uas con Cristal de Roca y su boca cobr color gracias a un brillo de labios rojizo. Todo esto requera su tiempo, sobre todo teniendo en cuenta las circunstancias, en medio del bosque. Tena que inclinarse peligrosamente sobre la superficie del estanque para ver su imagen en la superficie del agua, pero poco a poco el efecto iba siendo satisfactorio, por no decir sobresaliente. Nadie hubiese credo que se trataba de la misma anciana que aquella maana se haba visto obligada a destripar un lechoncillo en la oscuridad de un establo. A ojos de la coronela Linnea Ravaska, el maquillaje se poda comparar con los preparativos militares. Sin ir ms lejos, la guerra de invierno haba pillado a Finlandia con la cara limpia, como una criadita venida del campo que, llegada a una gran ciudad a merced de sus ricos seores, perdiera la virginidad. Por el contrario, la Finlandia de la guerra de continuacin haba sabido prepararse, incluso demasiado..., y se haba maquillado el rostro con amenazadoras pinturas de guerra, con colores crudos y violentos..., la doncella se olvid de lavarse y disimulaba su olor a sudor con el perfume barato y pesado de las furcias alemanas. Cuando se trataba de armarse para la batalla, tanto las naciones como las mujeres deban mostrar cierto sentido de la elegancia, para no perder la virginidad o la independencia y no tener que derramar en vano su sangre o sus lgrimas amargas. Cuando hubo terminado, Linnea guard sus cosas y llam al gato. Deshizo por un rato el camino andado, pero al poco volvi a girar de nuevo en el sendero, hacia el bosque. Al cabo de unos minutos lleg a la va del tren. El gato trotaba sobre los rales, mientras que Linnea daba grandes zancadas sobre las traviesas, para evitar que la grava le hiciese raspaduras en los zapatos. Por primera vez en mucho tiempo, sinti que la carga de su ser se aligeraba, pero pens que se deba al bao en el manantial y a la mejora de su aspecto. Se haba preparado para el combate, con sus armas de mujer. La vieja coronela necesitaba recuperar su orgullo perdido y tantas veces pisoteado sin escrpulos a lo largo de los aos. Siguiendo las vas lleg a la desierta estacin de Harmisto. Dej atrs sus bellos edificios de madera y se acerc hasta la tienda de comestibles, donde su mejoradsimo aspecto despert cierta admiracin entre un par de clientes y el tendero. Linnea le pregunt si poda usar el telfono de la trastienda. La coronela llam a la polica. Cont que llevaba aos viviendo bajo el peso de una opresin inhumana y que finalmente se haba visto obligada a huir de su propia casa y a refugiarse en el bosque. Quera denunciar que el jardn de su casa haba sido invadido por un grupo de hombres borrachos, los cuales llevaban dos das comportndose desvergonzada y violentamente. Linnea pidi que fueran a detener a aquella pandilla de delincuentes, emprendiesen las pesquisas necesarias sobre sus abusos y pusiesen lo antes posible a los sinvergenzas en cuestin a disposicin judicial. El agente de guardia se disculp, lamentando la falta de efectivos. Era realmente urgente? Alguien haba sido maltratado? No sera ms bien un caso de justicia civil, puesto que se trataba de la visita, tal vez turbulenta, de un pariente lejano y sus amigos? No estara la buena seora exagerando un poco las cosas...? Linnea respondi que estaba segura de que, como poco, los hombres haban estado conduciendo bajo los efectos del alcohol y tambin de que haban robado, como mnimo, un coche y un gorrino. El coche, al parecer, estaba destrozado junto a una carretera y el lechn lo haban matado. Aquellas sabandijas le haban destrozado

tambin diferentes partes de su casa y, no contentos con eso, la haban obligado a firmar un testamento falso. Los tres individuos en cuestin tenan antecedentes penales. Acaso eso no le bastaba a la polica para intervenir? Segn el agente de guardia, en aquel momento haba por la zona tal cantidad de pandillas por el estilo, que no tenan suficientes efectivos para andar tras ellas. Pero que hara lo que estuviera en su mano. Nada ms colgar el telfono, el agente le coment a uno de sus compaeros que haba llamado otra vieja histrica. Al parecer, su sobrino haba estado empinando el codo un poquillo en su sauna y la abuela haba perdido los nervios. A lo mejor habra que mandar una patrulla... A la media hora, un coche de polica se detuvo frente a la tiendecita. De l se bajaron tres policas uniformados que, sin prisa alguna, entraron para indagar de que se trataba. Linnea les explic la situacin y el tendero les advirti que si pensaban ir a la casa, era mejor que desenfundaran sus armas. Impresionados, los representantes del orden, pidieron que les indicasen el camino y se marcharon en esa direccin. Poco antes de llegar a la casa pusieron en marcha la sirena, as que la pandilla, alertada, puso pies en polvorosa y desapareci en el bosque. Los policas inspeccionaron el lugar y, para su alivio, constataron que los causantes del desorden haban desaparecido. Informaron por radio de los hechos a la central de guardia y pidieron instrucciones. Recibieron rdenes de arrestar a los tres vndalos o, de no ser posible, establecer al menos un permetro de seguridad. Dos de los policas hicieron una inspeccin de rutina por el bosque lindante, mientras el tercero vociferaba por el megfono que se entregaran. Sin embargo, la naturaleza permaneca en silencio y tan slo se oa a los pajarillos, pa que te pa en los abetos. Kauko Nyyssnen, Pertti Lahtela y Jari Fagerstrm se haban dispersado hbilmente por los bosques que rodeaban la casa. Alejndose cada vez ms por los senderos, Kauko lleg hasta un claro en cuyo centro haba un pequeo estanque y una vieja cabaa. Se tumb entre la crecida hierba con los dientes apretados, pensando con amargura en Linnea, que seguramente era quien haba alertado a la pasma. La muy cotorra se arrepentira de lo que haba hecho. Su miserable vida desfil ante sus ojos: perseguido, sin tregua, nunca haba podido llevar una existencia digna de ese nombre. Hiciera lo que hiciese, siempre acababa sufriendo las consecuencias legales de sus actos, yendo de tribunal en tribunal, soportando condenas que no llevaban a ningn sitio... Pero esta vez la cosa haba ido demasiado lejos! Su propia ta le acosaba! Acaso la vieja estaba tan loca como para atreverse a lanzar a la polica en pos de el? Se puso a recordar la de veces que haba alabado a Linnea ante sus camaradas durante aquella visita. Y as era como se lo agradeca... Mundo traicionero.... Kake se puso a maldecir con toda su alma. Kauko sac del bolsillo de su pantaln el testamento que Linnea haba firmado. Sediento de venganza, pens que iba a encargarse de que el papel terminara salindole caro a la vieja. Deprimido y borracho como una cuba, Kake se tumb panza abajo a la orilla del pequeo lago. Se guard el testamento en la billetera en la que, por suerte, le quedaba un buen fajo del dinero que le haba quitado a su prfida ta. Dios, cmo odiaba a la vieja en aquel momento. No se explicaba cmo alguien, y aun menos una mujer, poda entregar a la polica a la carne de su carne. Era incomprensible. Ante su rostro, entre la hierba, haba una cajita de plstico azul. Kake la abri y vio que contena un jabn perfumado. Que demonios quera decir aquello?, pens con desconfianza. Lo que no saba era que el jabn se le haba olvidado a su ta adoptiva.

Agarr la jabonera y la arroj lejos, tras la cabaa medio derruida. Luego bebi un poco de agua del manantial y lament no haber tenido tiempo de llevarse unas cuantas latas de cerveza, porque a el la sed no se le quitaba a base de agua. Hecho esto, se me en el lago, apuntando con el chorro lo ms lejos que pudo, para expresar su clera. Ya que los policas no haban sido capaces de detener a los sospechosos, se quedaron en la finca, siguiendo las rdenes recibidas, para mantener el orden. La tarea les pareci mucho ms agradable cuando se dieron cuenta de que en medio del jardn les esperaba, an crujiente sobre las calientes brasas, el delicioso lechn asado y a medio comer. Los agentes procedieron a sacar del establo y de la leera unos cuantos cajones de los de guardar patatas, en los que asentaron sus posaderas y acto seguido se pusieron a cortar grasientas tajadas de asado. Como a propsito para ellos, en medio del jardn haba dispuesta una mesa con cerveza, mostaza y especias. As que, al darse cuenta del hambre que tenan, se pusieron a zampar alegremente en medio del bello paisaje veraniego. La coronela ya no se atreva a regresar a su casa. Dej el gato al cuidado del tendero, pag lo que deba por la cerveza y luego llam un taxi para que la llevara a Helsinki. Ni siquiera se volvi a mirar atrs cuando el coche arranc. Su gato se qued en las escaleras de la tienda, maullando.

6Una vez en Helsinki, la coronela Linnea Ravasla le dio al taxista la direccin del doctor Jaakko Kivisto en la calle Dobeln, del barrio de Tl, pero le rog que diese primero un rodeo por la calle Calonius; Linnea deseaba ver de nuevo, despus de tanto tiempo, la calle donde haba vivido. Como el conductor era del campo de Siuntio, no estaba acostumbrado a la gran ciudad, y ella tuvo que guiarle para que encontrase ambas calles. La cancula pesaba sobre las calles, pero en ellas ya no reinaba el silencio de muerte de los veranos de otras pocas. Antiguamente, la gente de Tl sala en tropel hacia el campo en cuanto llegaba el verano y en la ciudad no quedaba ms que algn que otro funcionario, por cuestiones de trabajo, y obreros, claro, aunque stos no vivan en Tl, precisamente, porque la plebe prefera vivir en Hakaniemi y Srninen. Linnea le pidi al taxista que aminorase la marcha a la altura de la Calle Calonius, para que le diese tiempo de asomarse a ver las ventanas de su antigua casa, en la cuarta planta del edificio. Haban cambiado las cortinas! Conoca bien aquellas ventanas, tras las cuales colgaban ahora algo parecido a unos trapos de un color verde sucio... En sus tiempos ella las haba tenido muy arregladas, con unos alzapaos que recogan coquetamente los visillos blancos a ambos lados. Linnea record de repente el ltimo verano de la guerra. La lucha encarnizada haba cesado en el istmo de Carelia, y se hablaba de una tregua. A Rainer le dieron un permiso y pudo venir a Helsinki. Haba invitado a casa a algunos de sus compaeros de armas alemanes para una especie de cena de despedida y Linnea fue la encargada de organizarla. La penuria general era tal que no haba conseguido nada digno que ofrecerles y el ambiente, dadas las trgicas noticias que llegaban del frente del este, era de todos modos de lo ms lgubre. Tal vez por eso haban bebido ms de lo habitual de manera que, ya entrada la noche, un capitn alemn haba decidido matarse. Se las apa para abrir una ventana de la cocina que daba a la calle y se dispuso a saltar del cuarto piso. Ante el inminente peligro, Linnea haba temido el escndalo. Sin duda los soldados alemanes moran a millones, en aquella poca, pero hubiese sido muy embarazoso que uno de ellos hiciera su gran viaje bajo la mismsima ventana de la coronela. En el ltimo momento, Linnea atin a agarrar al alemn suicida por la manga, pero tras un breve forcejeo, este se despoj de la guerrera y se lanz al vaco desde al alfeizar de la ventana. Linnea consigui atraparlo por los tirantes, que milagrosamente aguantaron, pero como el capitn pesaba mucho ms que Linnea, la levant del suelo hasta el marco de la ventana, donde se aferr como pudo, chillando y pidiendo ayuda. El oficial colgaba un poco ms abajo, contra la fachada del edificio, abrazado al canaln. Nada ms saltar se haba arrepentido y le rog encarecidamente a Linnea que no lo soltase. El coronel Ravaska y un par de oficiales ms corrieron a la calle, listos para recibir al oficial que penda de sus tirantes y que poco a poco haba ido resbalando canaln abajo. Los tirantes le haban dado de s por lo menos dos metros, pero al final los botones saltaron y el asustado alemn se desliz a una velocidad considerable, hasta caer sobre sus camaradas, que le esperaban con los brazos abiertos y rodeados por la chusma que haba acudido a curiosear. Sobre aquel pequeo incidente empezaron a circular por la ciudad, especialmente en los crculos militares, ciertos rumores y chascarrillos, que al final hicieron que el oficial alemn se pegara un tiro en la cabeza. Probablemente influyera tambin en su decisin

expeditiva el tremendo final de la guerra mundial, que ya se vea venir, y la decepcin que el oficial senta por ello. Al parecer, antes de la guerra haba sido propietario de una prspera panadera en el sur de Alemania. En resumen, una triste historia, ya que antes de intentar suicidarse, haba invitado a los Ravaska a visitarle en cuanto terminase la guerra. Con su trgica desaparicin, naturalmente, el viaje fue cancelado. Mientras Linnea recordaba el episodio, el taxi lleg a la calle Dbeln. La coronela pag, carg con su bolsa hasta el ascensor y subi hasta el sexto piso. En la puerta haba una placa de latn que deca: Dr. Jaakko Kivist, medicina general. El doctor Kivist se mostr encantado de recibir la visita de su vieja amiga. Se haba quedado viudo tiempo atrs y viva solo en su gran piso, parte del cual estaba ocupado por la consulta. Tena ya ms de Setenta aos y le cont a Linnea que haba despedido a su asistente y secretaria. Haca aos que no admita nuevos pacientes, pero esperaba cuidar a los antiguos hasta la tumba. Linnea se fij en que Jaakko haba dado un bajn desde su ltimo encuentro, haca ya un ao. Naturalmente, se guard mucho de decrselo, ya que no quera ofender a su mdico de cabecera y antiguo amante. Todava senta cierto afecto por aquel hombre alto, de una palidez casi lvida, calvo y casi sin voz. Linnea le explic el motivo de su visita: aparte de la revisin mdica anual, necesitaba de su consejo, y tal vez tambin un poco de ayuda. Jaakko le asegur que poda contar con l. La anciana le cont que por el momento pensaba quedarse en Helsinki si es que a l le vena bien y que pensaba vender su propiedad de Harmisto, porque en los ltimos tiempos se haba vuelto un lugar imposible. El doctor Kivist se declar dispuesto a alojarla el tiempo que hiciese falta; ahora que ya no tena ayudante, no haba que temer a los cotilleos de la gente. Linnea poda elegir la habitacin que ms le apeteciera. Cuando la coronela se hubo instalado, Jakko la hizo pasar a su consulta para examinarla. La anciana se encontraba relativamente en buena forma. La diabetes estaba bajo control, gracias a las pastillas que tomaba; sufra de una leve osteoporosis, normal, y el mdico le recet un medicamento para facilitar la actividad intestinal. Acabada la revisin, Linnea le pregunt: Dime, cuantos aos crees que puedo vivir an, razonablemente? La familia Lindholm era conocida por su longevidad, por lo que era de esperar que Linnea no fuese una excepcin. Para su edad, la salud que tena era relativamente buena. Partiendo de aquella base, Jaakko Kivist estimaba que poda vivir muy bien diez aos, y probablemente, veinte. Siempre y cuando no empezase a consumir sustancias peligrosas ni fuese vctima de algn accidente fortuito. Qu horror! gimi la anciana coronela. Y yo que pensaba morir en uno o dos aos! Diez o, a lo peor, veinte aos ms representaban para ella tener que organizar nuevamente su vida. En cualquier caso, tena que deshacerse como fuese de su perseguidor, Kauko Nyyssnen, y sus secuaces. Jaakko anim a Linnea para que le hablase de sus problemas. Estaban relacionados con el desalmado de su sobrino? A Kivist nunca le haba gustado el hijo de Elsa Nyyssnen. La coronela le habl sobre sus ltimos aos en Harmisto. Era reconfortante, por una vez, poder confiar en alguien, fuese hombre o mujer. Jaakko prepar caf y le sirvi a Linnea un jerez. Que bien le sent. Se desahog por espacio de dos horas, recordando el calvario de los ltimos aos. Cuando termin su relato estaba algo achispada, pero increblemente aliviada. Jaakko rode con el brazo los delicados hombros de Linnea, cuyos

sufrimientos superaban su capacidad de entendimiento, y prometi que la apoyara como fuera. En ningn caso deba regresar a Harmisto el la ayudara a vender su propiedad. Nunca hubiera imaginado que una mujer de hierro como t se dejara humillar as por un miserable pardillo. T que siempre has sabido manejar a los hombres. Kivist se refera en particular a los ltimos aos del matrimonio de su amiga con el coronel Ravaska, durante la guerra. Era ella quien llevaba los pantalones, se haba ocupado de la casa y de su marido, animndole e incluso obligndole a ascender en su carrera, hasta coronel. Y en cuanto a los dos aos de su relacin con Linnea, el mdico recordaba, al margen de otros asuntos, su naturaleza exigente, por no decir autoritaria... Le costaba creer que la buena de la coronela se hubiese dejado someter, e incluso tiranizar, de aquel modo. La coronela, satisfaciendo las necesidades de su sobrino hurfano, haba criado una vbora en su seno. Elsa Nyyssnen fue toda su vida una desequilibrada y haba fallecido siendo an pequeo el muchacho. Linnea dijo temer por su vida. La haban obligado a firmar un testamento segn el cual Kauko Nyyssnen se converta en su heredero universal. Y ella no chocheaba tanto como para no darse cuenta de lo que eso poda significar. A la primera ocasin, corra el riesgo de sufrir un accidente mortal. Jaakko Kivist se extra, porque pensaba que ya no le quedaba dinero alguno, aparte de la finca. Pero un papel como se no poda tener validez, no? Nyyssnen no iba a ser tan estpido como para amenazarla de muerte por algo as, o s...? Linnea le dijo que en los ltimos cinco aos haba ido empobreciendo a un ritmo constante, pero que an le quedaban algunos recursos. De lo que le haban dado por el piso de la calle Calonius haba invertido un tercio en bonos, que tena depositados en una caja de seguridad de su banco, y luego, claro, tena su propiedad de Harmisto. Y esta poda ser motivo suficiente para empujar a Kauko a cometer un acto irreflexivo. El doctor Kivist llam a Lauri Mattila, su abogado, y le habl del testamento. Este le asegur que los temores de Linnea con respecto al documento eran infundados: el testamento careca de validez. Pero, para mayor seguridad, Linnea poda redactar en cuanto quisiera un nuevo documento que anulara inmediatamente el anterior. Adems, la coaccin ejercida constitua ya de por s un delito mayor. El abogado prometi redactar un nuevo testamento inmediatamente, del cual enviara copia tambin a Nyyssnen, con el fin de que no siguiera pensando que poda beneficiarse con la muerte de su ta. Linnea le reiter al abogado su intencin de vender su pequea propiedad de Harmisto. Poda el ocuparse de organizar la venta? El abogado acept, tena contactos en muchas agencias inmobiliarias y estaba convencido de que la propiedad se vendera rpido, ya que los ltimos aos haba crecido la demanda de casas rsticas en los alrededores de Helsinki. Aliviada por tan consoladoras noticias, Linnea tom un bao caliente y luego se acost. Jaakko le llev un t a la cama y le dese buenas noches. Al verlo salir, Linnea volvi a pensar en cunto haba envejecido su amigo. Haba pasado de ser un mdico joven y esbelto, admirado en los mejores crculos sociales, a convertirse en aquel abuelito de andares inseguros que iba por la vida como a tientas. De lo que no haba ninguna duda era de que segua siendo un caballero y Linnea senta por el agradecimiento y tambin cierta ternura. El debilitamiento de Jaakko pareca confirmar que los hombre no vivan tanto como las mujeres. Que triste, pens Linnea compasivamente, contemplando a su antiguo amante mientras sala de la habitacin. Si el abogado encontraba un comprador en condiciones para su

propiedad de Harmisto, tal vez Linnea podra quedarse en aquel enorme piso y alegrarle la vida al viejo, al menos por un tiempo. Mientras Linnea, cansada pero aliviada, dorma en Tl con un sueo sereno, la noche lleg tambin a Harmisto. La patrulla policial se haba atiborrado de lechn asado y todos sus miembros estaban hartos ya de montar guardia en la silenciosa propiedad, de modo que abandonaron el lugar tras confirmar que, a pesar de la bsqueda intensiva llevada a cabo, los alborotadores no haban podido ser localizados. En cuanto el coche patrulla se perdi de vista, los golfos salieron de sus escondites en los oscuros abetales que circundaban la casita, furiosos como trols. Como estaban hambrientos, fueron a rebaar los restos del lechn, que colgaba an tristemente sobre las brasas extinguidas. Al poco rato, del cochino ya slo quedaban los huesos, que esparcieron por todo el jardn, e incluso lanzaron al tejado de la casita. Lo que quedaba de la mostaza y las especias lo untaron por los cuadrantes de cristal de las ventanas. Como no les quedaba ya nada interesante que hacer en el lugar, los tres gamberros pusieron rumbo a la tienda de comestibles, donde despertaron al dueo a voces para exigirle que les llamara un taxi. Mientras esperaban en el patio trasero de la tiendecita, reconocieron al gato de Linnea. Corrieron tras el hasta atraparlo y mataron a la infeliz criatura despanzurrndola contra uno de los surtidores de gasolina. El tendero se encerr en casa, pero no os llamar a la polica. Cuando los hombres se fueron por fin en el taxi, sali al patio a limpiar los restos del gato. Sinti verdadera lstima por su vieja clienta, la coronela... Al parecer la buena seora no haba imaginado las consecuencias de alertar a la polica sobre la presencia de sus visitantes. En los tiempos que corran, el brazo de la ley no era lo bastante largo para todos. Linnea Ravaska se despert aquella noche en medio de una pesadilla. Desorientada, crey que se hallaba an en su casita y se puso a llorar de miedo, pero entonces se fij en las cortinas claras que colgaban ante las amplias ventanas, que eran ms luminosas que las de su salita. Encendi la lmpara de la mesilla de noche y se dio cuenta con alivio de que se encontraba en la ciudad, lejos de Harmisto y segura en casa de su buen amigo Jaakko. Se puso la bata y fue de puntillas a la biblioteca, all busc el sexto tomo de la enciclopedia y fue pasando las hojas hasta llegar a la letra v. Entonces empez a leer una de las entradas: Veneno. 1. biol. Sustancia que, introducida en un organismo o aplicada a l, aunque sea en pequea cantidad, le produce la muerte o grave trastorno. Vase muerte. Linnea estuvo un rato leyendo el volumen, basta que en un momento dado su rostro se ilumin con una sonrisa astuta. Entonces cerr el libro y volvi a su cama. Por primera vez en mucho tiempo se senta feliz. Dispona de un medio para seguir siendo duea de su propio destino.

7Kauko Nyyssnen, Pertti Lahtela y Jari Fagerstrm haban vuelto a Helsinki de su agitada excursin a Siuntio. Propiamente hablando, ninguno de ellos tena domicilio fijo, aparte del stano que Kauko tena alquilado en la calle Uusimaa. El lugar no tena la cdula de habitabilidad, ya que careca de aseo y tan slo tena instalacin elctrica y un grifo de agua fra. Para mear haba que subirse a una banqueta y atinar en el lavabo, pero si las necesidades eran ms contundentes, entonces era mejor ir a los aseos del bar de al lado. Nyyssnen pernoctaba de vez en cuando en el stano, pero por lo general dorma en casa de alguno de sus amigos, como suceda en aquel momento. Pera Lahtela sala por entonces con una tal Raija Lasanen, una ayudante de cocina de gran corazn, que viva en un apartamentito alquilado de la calle Eerik. Raija, a la que todos llamaban Raikuli, era una chica bastante jamona de la edad de Pera, grandota, aunque algo retrasada en su desarrollo intelectual. Haba nacido en Sayntsalo. Tonta, tonta, no es que lo fuera, pero s lastimosamente simplona. Pera tena su permiso para llevar a la casa a sus mejores amigos, Kake y Jari. Los tres hombres llevaban ya un par de das sin salir del apartamento y los cardenales que se haban trado como recuerdo de su excursin a Siuntio haban empezado a cambiar de azul a negro. Entretanto, ya haban compensado en parte las perdidas del viaje. Jari Fagerstrm haba mangado en un par de tiendas de ropa tres pares de pantalones nuevos y unas camisas, para sustituir las suyas hechas jirones. Kauko Nyyssnen, por su parte, haba ido a cobrar su pensin de mil ochocientos noventa y tres marcos a la caja de ayudas y subsidios, que se hallaba en un edificio colindante con la oficina de asuntos sociales, donde le abonaban mensualmente dicha suma en dos plazos. Y Pera Lahtela, ya se haba pulido todos los subsidios habidos y por haber: algo ms de mil marcos mensuales, ms un plus de trescientos marcos, que le correspondan por comidas realizadas en el exterior. El ms joven del tro, Jari Fagerstrm, tena derecho a cobrar el paro, ya que aquel invierno haba estado trabajando unos cuantos meses en una gasolinera de Lauttasaari. La relacin laboral se haba visto interrumpida a causa de una lamentable diferencia de opiniones sobre la propiedad de ciertos artculos que se vendan en la estacin de servicio. A Jari le dieron la patada, pero el asunto no fue denunciado a la polica, con lo cual poda seguir cobrando su pensin por desempleo, que era de algo ms de cuarenta y cinco marcos al da. La inquilina oficial de la vivienda, Raikuli, ganaba unos tres mil marcos mensuales como ayudante en una cafetera de Ruskeasuo, de los cuales ms de la mitad se le iban en el alquiler. As las cosas, no poda ayudar mucho a Pera, su novio, a remediar la continua escasez de fondos que padeca, aunque buena voluntad no le faltase a la chica. El tro estaba jugando a las cartas en el apartamento. Sobre la mesa haba cerveza y vino tinto del barato, pero todava no haban digerido su rencor. El ltimo da de la excursin a Siuntio, operacin policial incluida, an segua fresco en sus mentes. La crueldad que Linnea haba demostrado al movilizar contra ellos las fuerzas del orden an les haca hervir la sangre. Repetan hasta la saciedad y unnimemente que las mujeres eran todas unas arpas, y que cuanto ms viejas, ms crueles eran. Para ellos Linnea Ravaska haba pasado a representar el peor ejemplo de las viejas malvadas. Adems de la coronela y la polica, las enormes desigualdades que reinaban en la sociedad finlandesa tambin alimentaban su amargura. Acaso era justo que a Linnea le

pagasen cada mes cinco mil marcos de pensin? El nico mrito de aquella arpa era haber vivido con un viejo coronel. El subsidio de Kake slo representaba una parte insignificante de lo que le pagaban a ella. En Finlandia haba suertudos que se sacaban todos los meses ms de diez mil marcos de pensin, asegur Nyyssnen. Qu haba hecho l para ser condenado a un destino tan miserable? Nada. Las diferencias sociales eran an ms abismales si se comparaba el estilo de vida de Linnea con el suyo. Haba derecho a que una ancianita tan frugal percibiera ms del doble de la pensin de un hombre joven y vigoroso, cuyos gastos alimenticios superaban con creces los de una vieja escuchimizada? Y que decir del resto de los gastos: Kake no era ningn vejete de esos que se contentan con ir tirando junto al fuego en una casucha perdida en medio del bosque. En la gran ciudad, la vida de un joven arriesgado como el resultaba increblemente cara, con los inevitables desplazamientos y teniendo que pernoctar aqu y all. No le quedaba ms remedio que comer y cenar en restaurantes, puesto que no tena un apartamento decente y an menos una mujer que le preparase la comida. En Harmisto, Linnea poda ir a la tienda incluso en camisn, si le apeteca, pero en Helsinki era otra cosa, vestirse costaba una fortuna. En cuanto al tabaco y el aguardiente, con su miserable pensin ni siquiera se lo planteaba. La desproporcin de gastos e ingresos de Linnea Ravaska y Kauko Nyyssnen era descomunal. Pero ay de aquel que llevado por la necesidad tuviese la brillante idea de robar un poco de pan extra...!, porque de seguro acababa con la polica pisndole los talones. Finlandia era un estado policial y la asistencia social era digna de la Edad Media. Segn Pertti Lahtela, la culpa de la desastrosa situacin social la tenan los polticos, y en particular los comunistas. Eran ellos los que estaban en el poder cuando se haban aprobado todas aquellas leyes sociales en el Parlamento. Los rojos pertenecan a la clase obrera y todo el mundo saba lo bajos que eran los salarios del proletariado. Como no tenan ni idea de lo que era un ingreso decente, haban rebajado las pensiones al nivel de sus propios sueldos. Precisamente por eso Pera siempre votaba a la derecha. Kauko Nyyssnen le dijo a Pera que no entenda nada de poltica. l, en cambio, haba llegado a la conclusin de que no vala la pena votar. Eso era una protesta en condiciones! A los polticos haba que dejarlos solos, aislarlos del resto del mundo. Slo se producira una verdadera revolucin nacional cuando todos los ciudadanos con derecho a voto se negasen a ejercerlo. Si los candidatos no conseguan ni un voto, el Parlamento no se podra reunir por falta de diputados. Y un pas sin Parlamento tampoco poda tener leyes. se s que era un buen objetivo! Jari y Pera preguntaron a Kauko si les estaba tomando el pelo. No vea que en Finlandia haba cientos de miles de cretinos que iban a votar como borregos cada vez que haba unas pueteras elecciones? Hablaba en teora, como una cuestin de principios se explic Nyyssnen. A vosotros tambin os vendra bien leer algo de poltica de vez en cuando, en lugar de tanto Jerry Cotton aadi elocuentemente. A decir verdad no estaba muy puesto en poltica, pero le gustaba aparentar lo contrario. Pera y Jari se cabrearon y le dijeron que la poltica les pareca una mierda, votasen o no. Desde principios de verano, a Kauko Nyyssnen lo reconcoman profundas preocupaciones financieras. El futuro se le presentaba muy negro. Estaba en esa edad en la que un hombre deba preocuparse de lo que le deparaba la existencia. Qu poda esperar an de la vida? Cuando era ms joven, Kauko pensaba que se las arregl