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HONORATO DE BALZAC PEDRO GRASSOU Al teniente coronel de artillería Periollas, como testimonio de afectuosa estimación del autor, DE BALZAC Siempre que habéis ido seriamente á ver la exposición de las obras de escultura y de pintura, como acaece desde la revolución de 1850, ¿no se ha apoderado de vosotros un sentimiento de inquietud, de aburrimiento y de tristeza al ver largas galerías obstruidas? Desde 1830, el salón no existe ya. El Louvre ha sido tomado por asalto por segunda vez por el pueblo de los artistas que ha sabido mantenerse en él. Ofreciendo antaño la flor de las obras de arte, el salón suponía los más grandes honores para las creaciones que en él estaban expuestas. Entre los doscientos cuadros escogidos, el público escogía aún, y la mejor obra maestra recibía una corona de manos desconocidas. Se promovían apasionadas discusiones con motivo de un cuadro. Las injurias prodigadas á Delacroix y á Ingres, no contribuyeron menos á su renombre que los elogios y el fanatismo de sus partidarios. Hoy, ni el público ni los críticos, se apasionaron ya por los productos de aquel bazar. Obligados á hacer la elección de que se encargaba antes el

Balzac Honore de - Pedro Grassou

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HONORATO DE BALZAC

HONORATO DE BALZAC

PEDRO GRASSOU

Al teniente coronel de artillera

Periollas, como testimonio

de afectuosa estimacin del

autor,

DE BALZAC

Siempre que habis ido seriamente ver la exposicin de las obras de escultura y de pintura, como acaece desde la revolucin de 1850, no se ha apoderado de vosotros un sentimiento de inquietud, de aburrimiento y de tristeza al ver largas galeras obstruidas? Desde 1830, el saln no existe ya. El Louvre ha sido tomado por asalto por segunda vez por el pueblo de los artistas que ha sabido mantenerse en l. Ofreciendo antao la flor de las obras de arte, el saln supona los ms grandes honores para las creaciones que en l estaban expuestas. Entre los doscientos cuadros escogidos, el pblico escoga an, y la mejor obra maestra reciba una corona de manos desconocidas. Se promovan apasionadas discusiones con motivo de un cuadro. Las injurias prodigadas Delacroix y Ingres, no contribuyeron menos su renombre que los elogios y el fanatismo de sus partidarios. Hoy, ni el pblico ni los crticos, se apasionaron ya por los productos de aquel bazar. Obligados hacer la eleccin de que se encargaba antes el jurado de examen, su atencin se cansa de este trabajo, y cuando se va acabar ya, la exposicin se cierra. Antes de 1817, los cuadros admitidos no pasaban nunca las dos primeras columnas de la larga galera donde estn las obras de los maestros antiguos, mientras que este ao llenaron todo aquel espacio, con no poco asombro del pblico. El gnero histrico, los cuadros de caballete, el paisaje, las flores, los animales y la acuarela, no podran ofrecer ms de veinte cuadros dignos de las miradas del pblico, que no puede conceder su atencin un mayor nmero de obras. Cuanto ms iba creciendo el nmero de los artistas, ms difcil deba mostrarse el jurado de admisin. Cuando el saln pas ser continuado por la galera, todo qued perdido. El saln deba seguir siendo siempre un lugar determinado, reducido y de proporciones inalterables, donde cada gnero hubiera expuesto sus obras maestras. Una experiencia de diez aos ha probado la bondad de la antigua institucin. En lugar de un torneo, hoy es aquello una sedicin; en lugar de una exposicin gloriosa, hoy es aquello un tumultuoso bazar; en lugar de lo escogido, hoy no se ve ms que la totalidad. Qu ocurre con esto? Que el gran artista sale perdiendo. El Caf Turco, los Nios en la Fuente, el Suplicio de los garfios y el Jos de Decamps, hubiesen aprovechado ms para su gloria estando los cuatro en el gran saln, expuestos entre los cien buenos cuadros de aquel ao, que sus veinte telas perdidas entre tres mil obras y confundidas en seis galeras. Por una extraa rareza, desde que se ha abierto la puerta todo el mundo, se ha hablado mucho de genios desconocidos. Cuando, doce aos antes, la Cortesana de Ingres y la de Sigaln, la Medusa de Gericault, el Sacrificio de Scio de Delacroix y el Bautismo de Enrique IV de Eugenio Deveria, admitidos por celebridades tachadas de envidiosas, enseaban al mundo, pesar de las negaciones de la crtica, la existencia de pinceles jvenes y ardientes, no se promova ninguna queja. Ahora, que cualquier chancleta embadurnador de telas puede enviar su obra, slo se habla de eminentes artistas que no han sido comprendidos. Donde no hay juicio, no puede haber cosa juzgada. Hagan lo que quieran los artistas, creo yo que volvern implantar el antiguo examen que recomendaba sus obras la admiracin de la multitud, para quien ellos trabajan. Sin la eleccin de la Academia, no haba nunca saln, y sin saln el arte puede perecer.

Desde que el libro diminuto de los artistas se ha convertido en un gran libro, existen muchos hombres que permanecen en la obscuridad, pesar de la lista de diez doce cuadros que le acompaa. Entre estos nombres, el ms desconocido sin duda es el de un artista llamado Pedro Grassou, venido de Fougeres, ms conocido por este nombre en el mundo artista, que goza hoy de buena posicin y que sugiere las amargas reflexiones con que comienza el bosquejo de su vida, aplicable algunos otros individuos de la vida de los artistas. En 1832, Fougeres viva en la calle de Navarn, en el cuarto piso de una de esas casas estrechas y altas que se parecen al obelisco de Luxor, que tienen un pasillo, una escalerita obscura y tortuosa, que no posee ms de tres ventanas en cada piso, y en el interior de los cuales existe un patio, , mejor dicho, un pozo cuadrado. Encima de las tres cuatro habitaciones del piso ocupado por Grassou de Fougeres, estaba su taller, que miraba Montmartre. En dicho taller, pintado de rojo, el pavimento cuidadosamente fregado y limpio, cada silla provista de una alfombrita, el canap sencillo, pero limpio, en una palabra, todo denotaba la vida meticulosa de los espritus pequeos y el cuidado de un hombre pobre. Se vea all una cmoda para guardar los efectos del taller, una mesa de comedor, un armario, una mesa despacho, en una palabra, los utensilios necesarios los pintores, todos ordenados y limpios. La estufa participaba tambin de este cuidado holands, tanto ms visible, cuanto que la luz pura y fija del norte inundaba con su lmpida y fra claridad aquella inmensa pieza. Fougeres, modesto pintor de retratos, no necesit esas mquinas enormes que arruinan los pintores de historia, y no habindose reconocido nunca con facultades bastantes para dedicarse la gran pintura, se atena an al caballete. A principios del mes de diciembre de este ao, poca en la que los vecinos de Pars conciben peridicamente la burlesca idea de perpetuar su rostro, Pedro Grassou, de pie ya la madrugada, preparaba su paleta, encenda la estufa, coma un panecillo ensopado en leche y esperaba para trabajar que el deshielo de los cristales dejase pasar la luz. El tiempo estaba seco y hermoso. En este momento, el artista, que coma con ese aire paciente y resignado que dice tantas cosas, reconoci los pasos de un hombre que haba ejercido sobre su vida la influencia que esa clase de gentes ejercen casi siempre sobre la de casi todos los artistas; haba reconocido, repito, los pasos de Elas Magus, tratante en cuadros, lo que es lo mismo, usurero de la pintura. En efecto, Elas Magus sorprendi al pintor en el taller, tan limpio, en el momento en que iba poner manos la obra.

Qu tal le va, pillastrn? le dijo el pintor.

Fougeres haba obtenido una medalla, y Elas le compraba los cuadros dos trescientos francos.

Mal, el comercio va muy mal! respondi Elas. Ahora todos ustedes tienen muchas pretensiones, y apenas han puesto treinta cntimos de valor sobre la tela, cuando ya piden doscientos francos... Pero usted es un buen muchacho.

Usted es un hombre ordenado y vengo proponerle un buen negocio.

Timeo Danaos et dona ferentes, dijo Fougeres. Sabe usted latn?

No.

Pues bien, esto quiere decir que los griegos no proponan buenos negocios los troyanos, si ellos no salan ganando algo. Antao sola decirse: Tome usted mi caballo; pero hoy slo lo prestamos mediante inters Qu quiere usted, Ulises Lageingeole Elas Magus?

Estas palabras dan una idea de la amabilidad y de la gracia que Fougeres empleaba con lo que los pintores llaman las cargas del taller.

Vengo decirle que es fcil que me haga usted dos cuadros gratis.

Oh! oh!

Yo no los pido, usted mismo lo dir. Usted es un artista honrado.

Al grano.

Pues bien, le traigo usted un padre, una madre y una hija nica.

Todos nicos!

A fe que s... y que quieren hacerse un retrato. Estos ciudadanos, locos por las artes, no se han atrevido nunca meterse en un taller. La hija tiene una dote de cien mil francos. Bien puede usted retratar esas gentes, cuyos retratos resulten acaso de familia.

Este viejo marrullero alemn que se llama Elas Magus se interrumpi para reir con risa seca, cuyas carcajadas asustaron al pintor, el cual crey oir Mefistfeles hablando de matrimonio.

Si le pagan usted los retratos quinientos francos cada uno, bien puede usted hacerme tres cuadros.

Ya lo creo! dijo alegremente Fougeres.

Y si casa usted con la hija, espero que no me olvidar.

Casarme yo? exclam Pedro Grassou, yo, que acostumbro dormir solo, que me levanto la madrugada y que hago una vida tan metdica.

Cien mil francos y una joven agraciada y llena de tonos dorados como un verdadero Ticiano, dijo Magus.

A qu se dedican esas gentes?

Son antiguos negociantes, y ahora son amantes de las artes; tienen una casa de campo en Ville-d'Avray y diez doce mil francos de renta.

Y en qu negociaban?

En botellas.

No me diga usted esa palabra, porque me parece estar oyendo cortar corchos y me da dentera.

Los traigo no?

Tres retratos, los pondr en el saln... Bien, s.

El anciano Elas baj para ir buscar la familia Vervelle. Para saber hasta qu punto iba influir en el pintor la proposicin que le haban hecho y el efecto que deban causar en l los seores Vervelle acompaados de su hija nica, es necesario dirigir una mirada retrospectiva sobre la vida anterior de Pedro Grassou de Fougeres.

Al principio, Fougeres haba estudiado dibujo en casa de Servn, que pasaba en el mundo acadmico por un gran dibujante. Despus haba ido casa de Schinner para sorprender all los secretos de aquel potente y magnfico color que distingue este maestro. Pero como maestro y discpulo se hubieran mostrado muy discretos, Pedro no pudo all sorprender nada. De aqu Fougeres haba pasado al taller de Sommervieux para familiarizarse con esa parte del arte llamada composicin; pero la composicin se mostr salvaje y huraa para l. Despus haba procurado arrancar Granet y Decamps el misterio de sus efectos; pero estos dos maestros no se dejaron tampoco robar nada. Por fin, Fougeres haba terminado su educacin en casa de Duval Lecamus. Durante estos estudios y estas diferentes transformaciones, Fougeres hizo una vida metdica y arreglada, que era objeto de las burlas de los diferentes talleres que haba pertenecido; pero en todas partes haba acabado por desarmar sus camaradas con su modestia y con una paciencia y mansedumbre de cordero. Los maestros no sintieron ninguna simpata por este buen muchacho: los maestros gustan de los sujetos brillantes, de los espritus excntricos, extravagantes, fogosos sombros y profundamente callados, que denotan un talento futuro. Todo en Fougeres anunciaba la mediana. Su apodo de Fougeres, que coincida con el nombre del pintor que sale en la pieza La Eglantine, fu origen de mil injurias; pero por la fuerza de las cosas acept el nombre de la villa en que haba visto la luz por vez primera.

Grassou de Fougeres se pareca su nombre. Regordete y de mediana estatura, de tez indefinible, ojos color castao obscuro, cabellos negros y nariz en forma de trompeta, tena adems una boca y orejas bastante grandes. Su aire apacible y resignado, realzaba muy poco estos rasgos principales de su fisonoma, llena de salud, pero sin animacin. Era indudable que no deba verse atormentado ni por esa abundancia de sangre, ni por esa violencia de pensamiento, ni por esa verbosidad cmica con que se suelen dar conocer los grandes artistas. Este joven, nacido para ser un virtuoso ciudadano, venido de su pas para ser dependiente de algn comerciante de pinturas, oriundo de Mayenne y pariente lejano de los Orgemont, se haba hecho pintor causa de esa testarudez que constituye el rasgo principal del carcter bretn. Slo Dios sabe lo que l sufri y la manera como vivi mientras duraron sus estudios. Sufri tanto como sufren los grandes hombres cuando se ven acosados por la miseria y perseguidos como bestias feroces por la jaura de medianas y por la multitud de vanidosos sedientos de venganza. Tan pronto como se crey con fuerzas para volar con sus propias alas, Fougeres abri un taller en lo ms alto de la calle de los Mrtires, donde haba empezado brujulear. Hizo su debut en 1819. El primer cuadro que present ante el jurado para la exposicin del Louvre, representaba una boda de aldea, bastante mal copiada de un cuadro de Greuze, y fu por lo tanto, rechazado. Cuando Fougeres supo la fatal decisin, no sufri uno de esos ataques de furor de amor propio epilptico que suelen entregarse los espritus soberbios y que terminan veces con cartas enviadas al director al secretario del museo con amenazas de asesinato. Fougeres tom tranquilamente su tela, la envolvi en el pauelo y se la llev al taller, jurndose si mismo que haba de llegar ser un gran pintor. Colocada la tela en el caballete, se fue casa de su antiguo maestro, hombre de inmenso talento, casa de Schinner, artista amable y paciente, cuyo xito haba sido completo en la ltima exposicin, y le rog que fuese criticar la obra rechazada. El gran pintor lo dej todo y se apresur complacerle. Cuando el pobre Fougeres present el cuadro Schinner, ste no hizo ms que dirigirle una ojeada y, estrechando la mano su discpulo, le dijo:

T eres un buen muchacho, tienes un corazn de oro, y es preciso no engaarte. Escucha; t no has dado nada que no prometieses ya cuando aprendiz Buen Fougeres, cuando al final de los estudios se hacen obras como esta, es preferible dejar los colores en casa de Brulln y no disputar la tela los dems. Retrate muy temprano por las noches, ponte un gorro de dormir, acustate las nueve, vete por la maana alguna oficina ver si encuentras colocacin, y deja las artes.

Amigo mo, dijo Fougeres, mi cuadro ha sido condenado ya, y yo no pido nueva sentencia, sino que deseo saber los motivos.

Pues bien, tu color carece de gracia. T ves la naturaleza travs de un velo; tu dibujo carece de soltura y tu composicin es una servil imitacin de Greuze, que saba esconder sus defectos bajo el brillo de cualidades que ti te faltan.

Mientras detallaba las faltas del cuadro, Schinner vi en el rostro de Fougeres una expresin tan profunda de tristeza que se lo llev comer consigo y procur consolarle. Al da siguiente, las siete de la maana, Fougeres ante su caballete, trabajaba ya en el cuadro condenado, realzaba los colores y haca en l las correcciones indicadas por Schinner. Despus, disgustado l mismo de su arreglo, lo llev casa de Elas Magus. Elas Magus, especie de holands belga flamenco, tena tres razones para ser lo que lleg a ser, esto es, avaro y rico. Venido de Burdeos, debutaba entonces en Pars, revenda cuadros y viva en el bulevar de Bonne-Nouvelle. Fougeres, que slo contaba con su paleta para ir casa del panadero, coma muy intrpidamente pan y nueces, pan y leche, pan y cerezas, pan y queso, segn las estaciones. Elas Magus, quien Pedro ofreci su primera tela, la contempl largo tiempo y acab por darle por ella quince francos.

Con quince francos de ganancia al ao y mil de gasto, dijo Fougeres sonriendo, ya se puede ir lejos.

Elas Magus hizo un gesto y se mordi el pulgar, pensando que hubiera podido obtener el cuadro por cinco francos. Durante algunos das, todas las maanas, Fougeres bajaba de la calle de los Mrtires, se esconda entre la multitud en el bulevar opuesto aquel en que se encuentra la tienda de Magus, y sus ojos se fijaban en su cuadro, que no atraa en absoluto las miradas de los transeuntes. Hacia el final de la semana, el cuadro desapareci. Entonces, Fougeres subi bulevar arriba y, fingiendo que paseaba, pas por delante de la tienda. El judo estaba la puerta.

Y bien, ha vendido usted mi cuadro?

No, aqu lo tengo, dijo Magus. Le estoy poniendo un marco para poder vendrselo alguno que crea entender en pintura.

Fougeres no se atrevi volver por el bulevar, la emprendieron un nuevo cuadro, permaneci dos meses pintndolo haciendo comidas de ratn y tomndose un trabajo mprobo.

Una tarde, que se encamin hacia el bulevar, sus pies le llevaron fatalmente hasta la tienda de Magus, y entonces ya no vi su cuadro por ninguna parte.

He vendido su cuadro, dijo el comerciante al artista

En cunto?

Phs! le he sacado un pequeo inters mi dinero. Hgame algn asunto flamenco, una leccin de anatoma y un paisaje, y se los pagar bien, dijo Elas.

Fougeres, que ya consideraba Magus como su padre, sinti deseos de estrecharle entre sus brazos. Volvi su casa loco de alegra: se habra engaado acaso el gran pintor Schinner? En aquella inmensa ciudad de Pars, haba corazones que latan al unsono con el de Grassou, y su talento era comprendido y apreciado. El pobre muchacho, a los veintisiete aos de edad, era tan inocente como un joven de diez y seis. Otro, uno de esos artistas desconfiados y astutos, hubiera notado el aire diablico de Elas Magus y hubiera observado la agitacin de los pelos de su barba, la irona de su bigote y el movimiento de sus hombros, que anunciaban la alegra del judo de Walter Scott engaando un cristiano. Fougeres se pase por los bulevares rebosando un contento, que daba su rostro cierta expresin de orgullo. Pareca un colegial cuando protege una mujer. Marchando sin rumbo, encontr Jos Bridau, condiscpulo suyo, que era uno de esos talentos destinados la gloria y la desgracia. Jos Bridau, que tena algn dinero, llev Fougeres la Opera; pero ste no vi all el baile ni oy la msica: conceba cuadros, pintaba. Dej Bridau la mitad de la funcin y, corriendo su casa hacer bocetos la luz del quinqu, invent treinta cuadros llenos de reminiscencias, y se crey un hombre de genio. Al da siguiente compr colores y telas de varias dimensiones, coloc pan y queso sobre la mesa, puso agua en un cntaro hizo provisin de lea para la estufa; despus prepar las telas y tom algunos modelos. A los cuatro meses de reclusin, el bretn haba acabado cuatro cuadros. Volvi pedir consejo Schinner, al cual se uni tambin Jos Bridau. Los dos pintores vieron en aquellos cuadros una servil imitacin de los personajes holandeses y de los asuntos de Metzu, y en el cuarto una copia de la leccin de anatoma de Rembrandt.

Siempre imitaciones! dijo Schinner. Ah! lo que es Fougeres me parece que no har nunca nada original.

T debas dedicarte otra cosa distinta de la pintura, le dijo Bridau.

A qu? pregunt Fougeres.

Dedcate la literatura.

Fougeres baj la cabeza como lo hacen las ovejas cuando llueve, y luego pidi y obtuvo nuevos consejos tiles y retoc los cuadros antes de llevrselos Elas. ste pag cada cuadro veinticinco francos. A este precio, Fougeres no ganaba nada, pero tampoco perda, gracias su sobriedad. Para ver lo que sera de sus cuadros, di algunos paseos por delante de la tienda y tuvo una extraa alucinacin. Sus telas, tan lisas y tan limpias, que tenan la dureza del hierro y el brillo de las pinturas en porcelana, estaban como cubiertas por una niebla y parecan cuadros viejos. Elas acababa de salir y Fougeres no pudo obtener ningn informe acerca de este fenmeno. Crey haber visto mal. El pintor volvi su taller para hacer en l nuevas telas viejas. Despus de tres aos de continuos trabajos, Fougeres lleg componer y ejecutar cuadros pasajeros y ser contado entre el nmero de los artistas de segundo orden. Elas compraba y venda todos los cuadros del pobre bretn, que apenas ganaba un centenar de luises al ao y que no gastaba ms de mil doscientos francos.

En la exposicin de 1829, Len de Lora, Schinner y Bridau, que tenan una gran posicin y se encontraban la cabeza del gran movimiento en las artes, sintieron lstima de la persistencia y de la pobreza de su antiguo condiscpulo, hicieron que se admitiese en el gran saln de la exposicin un cuadro de Fougeres. Este cuadro, sumamente interesante, que tena algo de Vignern por el sentimiento y de las primeras obras de Dubufe por la ejecucin, representaba un joven al que se haca la tonsura en el interior de una prisin. A un lado un sacerdote y al otro una anciana y una joven llorando. Un escribano lea un documento y en una mala mesa se vea una comida, la que nadie haba tocado. La claridad penetraba travs de los barrotes de un tragaluz. El asunto era para hacer estremecer las buenas gentes, y stas se estremecan en realidad. Fougeres no haba hecho ms que inspirarse en la obra maestra de Gerardo Dow: en lugar de presentarlo de frente, haba presentado de cara la ventana el grupo de la Mujer hidrpica. Haba reemplazado la moribunda por el condenado: la misma palidez, la misma mirada, la misma actitud de implorar Dios. En lugar del mdico flamenco, haba pintado la fra y oficial figura del escribano vestido de negro; pero la joven de Gerardo Dow haba aadido l una anciana. Finalmente, la figura repugnante del verdugo dominaba este grupo. Aquel plagio, disfrazado con habilidad, no fu conocido.

El catlogo deca as:

510.Grassou de Fougeres (Pedro), calle de Navarn, 2.

La tonsura de un Chuan condenado d muerte en 1809.

Aunque mediano nicamente, el cuadro tuvo un xito atroz, porque recordaba el asunto de los incendiarios de Mortagne. La multitud se agolpaba todos los das delante del cuadro tan celebrado, y Carlos X fij en l su atencin. MADAME, sabedora de la vida paciente de aquel pobre bretn, sinti entusiasmo por l. El duque de Orleans compr el cuadro. Los eclesisticos dijeron la seora Delfina que el asunto estaba lleno de buenos pensamientos y que reinaba en l un aire religioso muy digno de alabanza. Monseor el Delfn admir el polvo de los cristales de la ventana, lo cual era una gran falta, pues lo que Fougeres haba querido hacer era darle tonos verdosos, que anunciasen la humedad que reinaba en la parte baja de las paredes. MADAME le compr otro cuadro en mil francos y el Delfn le encarg otro asunto. Carlos X condecor al hijo del aldeano que se haba batido por la causa real en 1799. Jos Bridau, el gran pintor, no fu condecorado. El ministro de la Gobernacin encarg dos cuadros de iglesia Fougeres. Aquella exposicin fu para Pedro Grassou toda su fortuna, su gloria, su porvenir, su vida. Inventar en cualquier ramo de la ciencia del saber es querer morir lentamente; copiar es vivir. Despus de haber descubierto al fin un filn lleno de oro, Grassou de Fougeres puso en prctica la parte de esta cruel mxima la que la sociedad debe esas infames medianas encargadas de elegir hoy los hombres superiores en todas las clases sociales, pero que, como es natural, se eligen s mismos y hacen una encarnizada guerra los verdaderos talentos. El principio de eleccin, aplicado todo, es falso: Francia acabar al fin por comprenderlo. Sin embargo, la modestia, la sencillez y la sorpresa del bueno, del infeliz Fougeres, acabaron por hacer enmudecer los que le recriminaban y envidiaban. Algunas gentes, conmovidas ante la energa de un hombre quien nada haba logrado desalentar, decan:

Es preciso recompensar la voluntad en las artes. Grassou no ha robado su xito. El pobre hombre haca ya diez aos que luchaba.

Esta exclamacin de pobre hombre! contribua en gran parte era la causa primordial de las adhesiones y felicitaciones que reciba el pintor. La piedad eleva tantas medianas, como hombres eminentes rebaja la envidia. Los peridicos no haban ahorrado las crticas; pero el caballero Fougeres las digeri con una paciencia angelical, como digera los consejos de sus amigos. Dueo la sazn de ms de quince mil francos ganados fuerza de trabajos, amuebl su habitacin y su taller de la calle de Navarn, hizo el cuadro que le haba encargado el seor Delfn y los dos cuadros de iglesia que le haba encargado el ministro, para un da determinado y con una regularidad desesperante para la caja del ministerio, acostumbrada otros procederes. Pero, admirad la suerte de las gentes ordenadas! Si hubiera tardado ms, Grassou, sorprendido por la revolucin de julio, no hubiese cobrado. A los treinta y siete aos de edad, Fougeres haba pintado para Elas Magus unos doscientos cuadros completamente desconocidos, y gracias los cuales haba adquirido esa facilidad de ejecucin que hace encogerse de hombros al artista, pero que no deja de agradar al vulgo. Fougeres se haba hecho grato sus amigos por la rectitud de ideas, por la invariabilidad de sentimientos, por su agradecimiento y por su gran lealtad, y, si no estimaban en nada su paleta, amaban en cambio al hombre que la tena.

Qu desgracia que Fougeres tenga el vicio de la pintura! decan sus compaeros. Sin embargo, Grassou daba excelentes consejos, semejante esos revisteros incapaces de escribir un libro y que saben muy bien sacarle faltas; pero haba una diferencia entre los crticos literarios y Fougeres: ste era eminentemente sensible las bellezas de una obra, y, por lo tanto, las reconoca, y sus consejos estaban revestidos de un sentimiento de justicia, que obligaba aceptar sus observaciones. Desde la revolucin de julio, Fougeres presentaba en cada exposicin una docena de cuadros, entre los cuales slo admita cuatro cinco el jurado. El pintor viva con la ms rgida economa, y todo su servicio consista en una anciana ama de llaves. Por toda distraccin visitaba sus amigos, iba ver las obras de arte, se permita algunos viajes por Francia y proyectaba ir buscar inspiraciones Suiza. Este detestable artista era un excelente ciudadano: haca en persona las guardias que le tocaban en el cuartel, iba las revistas y pagaba el alquiler de su casa y las consumaciones con una exactitud matemtica. Habiendo vivido en medio del trabajo y la miseria, no le haba quedado tiempo para amar. Soltero y pobre hasta entonces, no pensaba en complicar su sencilla existencia. Incapaz de inventar una manera de aumentar su fortuna, llevaba cada tres meses casa de su notario Cardot sus economas y las ganancias del trimestre. Cuando el notario reuna mil escudos de Grassou, los colocaba en una primera hipoteca con subrogacin de los derechos de la mujer, si el contrayente era casado, y con subrogacin de los derechos del vendedor, si el que tomaba el dinero tena algo que pagar. El notario mismo se encargaba de cobrar los intereses y de aadirlos las entregas parciales que iba haciendo Grassou de Fougeres. El pintor esperaba el afortunado momento en que sus prstamos le diesen la imponente cifra de dos mil francos de renta, para entregarse al otium cum dignitate del artista y hacer cuadros oh! pero qu cuadros! en fin, verdaderos cuadros, cuadros acabados, perfectos. Su porvenir, sus sueos dorados, lo superlativo de sus esperanzas queris saberlo? Era entrar en la Academia y obtener la roseta de los oficiales de la Legin de honor! Sentarse al lado de Schinner y de Len de Lora, entrar en la Academia antes que Bridau, llevar una roseta en el ojal! qu sueo! Slo las medianas pueden pensar en todo.

Al oir el ruido de pasos en la escalera, Fougeres se levant el tup, se abroch su chaqueta de terciopelo verde botella y no qued poco sorprendido al ver entrar una figura llamada vulgarmente en los talleres un meln. Este fruto era la cima de una calabaza vestida de pao azul y provista de un par de animados dijes. El meln soplaba como un marsupial y la calabaza marchaba sobre los dijes impropiamente llamados piernas. Un verdadero pintor hubiera hecho as el retrato del tratante en botellas y le hubiera puesto inmediatamente en la puerta de la calle dicindole que l no pintaba legumbres. Fougeres mir al parroquiano sin reirse, sin duda porque el seor Vervelle ostentaba un diamante de mil escudos en su pechera.

Me parece que habr tostada, dijo Fougeres mirando Magus y empleando una frase que estaba la sazn de moda en los talleres.

Al oir esta palabra, el seor Vervelle frunci las cejas. Este ciudadano traa consigo otra complicacin de legumbres en las personas de su mujer y de su hija. La mujer pareca un coco provisto de una cabeza y apretado por la cintura, que giraba sobre sus pies. Su vestido era amarillo rayas negras; ostentaba orgullosamente unos extravagantes mitones colocados sobre unas manos hinchadas, como los guantes que suelen poner de muestra la entrada de las guanteras. Plumas parecidas las de un entierro de primera clase flotaban sobre su sombrero extravasado; unos encajes adornaban unos hombros tan bombeados por delante como por detrs: de modo que la forma del coco era perfecta. Los pies, pertenecientes al gnero de los que se llaman morcillas, estaban provistos de un rollo de carne que sobresala seis lneas por encima del cuero de los zapatos. Cmo haban entrado en stos los pies? Imposible averiguarlo.

Siguiendo este ente, vena una joven que pareca un esprrago, verde y amarilla por su ropa, y que mostraba una cabecita, provista de una cabellera con raya al medio, de un color rojo, que hubiera admirado y encantado un romano; unos brazos filamentosos, infinidad de pecas sobre una tez bastante blanca, grandes inocentes ojos, pestaas blancas y pocas cejas; un sombrero de paja de Italia con adornos de satn, las manos rojas y los pies como su madre, completaban el retrato de la hija.

Mientras contemplaban el taller, estos tres seres tenan tal aire de contento en su rostro, que anunciaba el respetable entusiasmo que sentan por las artes.

Caballero, es usted el que va hacer nuestros retratos? dijo el padre afectando un aire un tanto atrevido.

S, seor, respondi Grassou.

Vervelle, fjate, est condecorado, dijo en voz baja la mujer al marido mientras que el pintor estaba de espaldas.

Pues qu, te figuras t acaso que iba yo encargar nuestro retrato un artista que no estuviera condecorado? dijo el antiguo comerciante en corchos.

Elas Magus salud la familia Vervelle y sali. Grassou le acompa hasta el descansillo y le dijo:

Slo usted es capaz de pescar semejantes tipos.

Cien mil francos de dote!

S, pero qu familia!

Trescientos mil francos en perspectiva, una casa en la calle del Encorchado y una casa de campo en Ville-d'Avray.

Encorchado, botellas, corchos, tapones, dijo el pintor.

Pero no olvide que queda usted al abrigo de la miseria para el resto de sus das, dijo Elas.

Esta idea entr en la cabeza de Pedro Grassou como haba entrado la luz por la maana en su buhardilla. Mientras colocaba al padre de la joven para empezar el retrato, lo encontr ya ms simptico y admir aquel rostro franco. Entretanto, la madre y la hija revoloteaban en torno del pintor, maravillndose de todo cuanto haca y considerndolo como un Dios. Esta visible adoracin agrad Fougeres. El becerro de oro proyect sobre aquella familia su reflejo fantstico.

Debe usted ganar muchsimo dinero! dijo la madre. Es verdad que lo gastar usted como lo gana.

No, seora, respondi el pintor; no lo gasto porque no tengo tiempo para divertirme. Mi notario coloca mi dinero como quiere y l se las arregla, porque yo, una vez est en su poder, ya no pienso ms en l.

Pues mi me decan, exclam el padre Vervelle, que los artistas eran unos manos rotas.

Quin es el notario de usted, si no es indiscreta la pregunta? pregunt la seora Vervelle.

Un buen muchacho, muy honrado, Cardot.

Toma! toma! de veras? pues si es tambin el nuestro!

Haga usted el favor de no moverse, dijo el pintor.

Pero, hombre, estte quieto, Antenor, dijo la mujer. Hars que el seor se equivoque. Si le vieras trabajar, comprenderas que...

Dios mo! por qu no me habis hecho practicar las artes? dijo la seorita Vervelle sus padres.

Virginia! exclam la madre, una joven no debe aprender ciertas cosas. Cuando seas casada... bien; pero hasta entonces, djate de eso.

Durante la primera sesin, la familia Vervelle se familiariz casi con el honrado artista. Este les cit para dos das despus. Al salir, el padre y la madre dijeron Virginia que fuese delante de ellos; pero, pesar de la distancia, la joven oy estas palabras cuyo sentido tena que despertar su curiosidad:

Un hombre condecorado; treinta y siete aos... un artista que tiene una gran parroquia y que coloca sus ahorros en casa de nuestro notario. Consultamos Cardot...? eh' llamarse la seora Fougeres...! Me parece que no ha de ser muy mal hombre... T me dirs que lo que prefieres es un comerciante... Pero con un comerciante, hasta que no est retirado, no sabremos lo que podra ser de nuestra hija... mientras que un artista economiza... adems, nosotros somos entusiastas por las artes... En fin...

Mientras que la familia Vervelle pensaba en Pedro Grassou, ste pensaba en la familia Vervelle, hasta el punto que le fu imposible permanecer en paz en su taller y sali pasearse por el bulevar. Ya en l, miraba todas las mujeres rojas que pasaban, y forjaba los ms extraos proyectos: el oro era el ms hermoso de los metales, el color amarillo representaba el oro, los romanos gustaban de las mujeres rojas, y l se hizo romano, etc. Despus de dos aos de matrimonio qu hombre se ocupa del color de su mujer? La belleza pasa... pero la fealdad permanece. El dinero constituye la mitad de la dicha. Por la noche, al acostarse, el pintor encontraba ya encantadora Virginia Vervelle.

Cuando los tres Vervelle entraron en el taller el da de la segunda sesin, el artista los acogi con amable sonrisa. El perezoso se haba afeitado, mudado de camisa, peinado cuidadosamente y puesto un elegante pantaln y unas hermosas zapatillas. La familia respondi con una sonrisa tan halagea como la del artista, y Virginia se puso del color de sus cabellos, baj los ojos y volvi la cabeza para mirar los cuadros. Pedro Grassou encontr encantadoras estas monadas. Virginia tena gracia y por fortuna no se pareca ni al padre ni la madre; pero quin se pareca entonces?

Ah! ya caigo! continu pensando; acaso la madre haya tenido algn capricho.

Durante la sesin, hubo escaramuzas entre la familia y el pintor, que tuvo la audacia de encontrar gracioso inteligente al pap Vervelle. Esta adulacin hizo entrar la familia paso de carga en el corazn del artista, el cual regal un croquis Virginia y un boceto la madre.

De balde? dijeron ellas.

Pedro Grassou no pudo menos de sonreir.

No hay que hacer eso con los cuadros, que siempre son dinero, le dijo Vervelle.

A la tercera sesin, el padre Vervelle habl de una hermosa galera de cuadros que tena en su quinta de Ville-d'Avray, de Rubens, Gerardo Dow, Mieris, Terburg, Rembrandt, un Ticiano, etc.

Vervelle ha hecho verdaderas locuras, dijo fastuosamente la seora Vervelle; tiene ms de cien mil francos empleados en cuadros.

Es que soy entusiasta por las artes, repuso el antiguo comerciante en botellas.

Cuando el retrato de la seora Vervelle estuvo empezado, el del seor Vervelle estaba casi acabado, y el entusiasmo de aquella familia no conoci lmites. El notario haba hecho un gran elogio del pintor: Pedro Grassou era en su concepto el muchacho ms honrado del mundo y un artista de gran reputacin, que contaba, por otra parte, treinta y seis mil francos de capital; sus das de miseria haban pasado ya, pues ahorraba ms de diez mil francos al ao y capitalizaba los intereses. En una palabra, que era incapaz de hacer desgraciada ninguna mujer. Este ltimo elogio hizo un peso enorme en la balanza. Los amigos de los Vervelle no les oan hablar ya ms que del clebre Fougeres. El da en que Grassou empez el retrato de Virginia, se consideraba ya in petto yerno de la familia Vervelle. Los tres Vervelle gozaban lo indecible en aquel taller, pues se acostumbraban ya considerar como residencia propia aquel local limpio, cuidado, lindo y artstico, que tena para ellos un atractivo inexplicable. Abyssus abyssam: cada oveja con su pareja. Cuando estaba al final de la sesin, la escalera de la casa se estremeci y la puerta fu brutalmente abierta por Jos Bridau. Este hombre era una especie de tempestad; llevaba los cabellos en desorden, mostr su ajada cara y, dirigiendo una escudriadora mirada por todo el estudio, se encamin bruscamente hacia Grassou, procurando abrocharse la levita en vano, pues el botn acab por saltar de su cpsula de pao.

Hola, Grassou! entr diciendo.

Qu hay?

Los ingleses me persiguen... Cmo! pintas t esas cosas?

Calla, hombre!

Ah! s!

La familia Vervelle, sumamente admirada de aquella extraa aparicin, pas del rojo ordinario al rojo cereza.

Eso produce! repuso Jos. Cmo est el presupuesto?Necesitas mucho?

Un billete de quinientos... Traigo detrs de m uno de esos negociantes del gnero de los dogos que, una vez que han mordido, no sueltan sin llevarse algo. Qu raza!

Voy darte una carta para mi notario.

Cmo! tienes notario?

S.

Ah! entonces ya me explico el porqu haces las mejillas con tonos rosseos, excelentes para las muestras de un perfumista.

Grassou no pudo menos de ruborizarse. Virginia le sirvi de modelo.

Pero, hombre, copia la naturaleza tal cual es, dijo el pintor continuando. La seorita es roja. Pues bien, es eso acaso un pecado mortal? Todo es magnfico en pintura. Pon cinabrio en la paleta, realza el color de las mejillas y ponle unas manchitas negras imitando las pecas. Quieres t saber ms que la naturaleza?

Toma, dijo Fougeres, sustityeme mientras voy escribir la carta.

Vervelle se desliz hasta la mesa, y aproximndose Grassou, le dijo al odo:

Pero ese hombre lo va echar perder todo!

Ca! si quisiera hacer el retrato de Virginia, valdra cien veces ms que el mo, respondi Fougeres indignado.

Al oir esta contestacin, el antiguo comerciante fue unirse de nuevo su mujer, que estaba estupefacta ante la invasin de aquella bestia feroz y muy poco tranquila al ver que cooperaba en el retrato de su hija.

Toma, sigue estas indicaciones, dijo Bridau devolvindole la paleta y tomando la carta. No te doy las gracias. Ahora me voy al palacio de Arthez, quien estoy pintando un comedor y donde Len de Lora est pintando la parte superior de la puerta. Son verdaderas obras maestras. Ven vernos.

Y tan harto haba quedado de ver Virginia, que se march sin saludar.

Quin es ese hombre? pregunt la seora Vervelle.

Un gran artista, respondi Grassou.

Dicho esto, hubo un momento de silencio.

Diga usted, dijo al fin Virginia, est usted seguro de que ese hombre no le habr echado el mal de ojo mi retrato? Me ha asustado!

Al contrario, le ha hecho mucho bien, respondi Grassou.

De todos modos, podr ser un gran artista, pero yo prefiero los grandes artistas que se parecen usted, dijo la seora Vervelle.

Ah! mam, el seor es ms artista y me har de cuerpo entero, advirti Virginia.

Los modales del genio haban asustado aquellos pacficos ciudadanos.

Empezaba esa fase del otoo tan justamente llamada verano de San Martn, y, con la timidez del nefito que se ve en presencia de un hombre de genio, Vervelle se atrevi invitar Fougeres que fuese el domingo prximo su casa de campo, pesar de que no ignoraba el comerciante los pocos atractivos que ofreca para un artista el trato con una familia de costumbres modestas.

Ustedes, le dijo, necesitan emociones, grandes espectculos y gente de talento; pero habr buenos vinos, y cuento con mi galera para recompensarle del aburrimiento que un artista como usted ha de esperimentar entre negociantes.

Esta idolatra, que halagaba exclusivamente su amor propio, encant al pobre Pedro Grassou, tan poco acostumbrado recibir tales alabanzas. El honrado artista, aquella infame mediana, aquel corazn de oro, aquella leal vida, aquel estpido dibujante, aquel buen muchacho, condecorado con la orden real de la Legin de honor, se aprest ir gozar de los ltimos hermosos das del ao Ville-d'Avray. El pintor tom modestamente el coche pblico y no pudo menos de admirar la hermosa casa del tratante de botellas, construda en medio de un parque de quinientas fanegas, en lo ms elevado de Ville-d'Avray y ocupando el punto de vista ms hermoso. Casarse con Virginia equivala ser algn da dueo de aquella hermosa quinta. Fu recibido por los Vervelle con un entusiasmo, una alegra, una candidez y una estpida franqueza de comerciante, que le confundieron. Aquel da fu un da de triunfo. Pasearon al futuro por las calles de rboles, que haban sido enarenadas como si se tratase de recibir un gran hombre. Hasta los rboles haban sido limpiados y los cspedes recortados. El aire puro del campo se mezclaba con aromas de cocina infinitamente halageos. Todos en la casa decan: Tenemos hoy aqu un gran artista. El pequeo padre Vervelle rodaba como una manzana por su parque, la hija serpenteaba como un anguila y la madre marchaba con paso noble y digno. Aquellos tres seres no se separaron ni un momento de Pedro Grassou durante siete horas. Despus de la comida, cuya duracin y suntuosidad se igualaron, los seores Vervelle prepararon el golpe magistral, la apertura de la galera iluminada con lmparas de calculado efecto. Tres vecinos, antiguos comerciantes, un to soltern, invitados para ovacionar al artista, una jamona seorita Vervelle y los convidados, siguieron Grassou la galera, con bastante curiosidad para saber la opinin que emita acerca de la famosa galera del seor Vervelle, que les fastidiaba continuamente con el valor fabuloso de sus cuadros. El comerciante en botellas pareca haber querido luchar con el rey Luis Felipe y las galeras de Versalles. Los cuadros provistos de magnficos marcos, ostentaban etiquetas donde se lea en letras negras sobre fondo de oro:

RUBENS

Danza de faunos y de ninfas.

REMBRANBT

Interior de una sala de diseccin. El doctor Tromp dando leccin sus discpulos.

Haba all cincuenta cuadros, todos barnizados, algunos de los cuales estaban cubiertos con cortinas verdes y no se descubran en presencia de los jvenes.

Al reconocer la mitad de sus cuadros en aquella galera, el artista se qued sin voz, con los brazos cados y la boca abierta: l era Rubens, Pablo Potter, Mieris, Metzu, Gerardo Dow! l solo personific veinte grandes maestros.

Qu tiene usted? se pone usted malo!

Hija ma un vaso de agua! exclam la seora Vervelle.

El pintor cogi al seor Vervelle por la solapa de la levita y se lo llev un rincn, bajo pretexto de ver un Murillo. Los cuadros espaoles estaban entonces de moda.

Ha comprado usted estos cuadros en casa de Elas Magus?

S, todos originales.

Aqu, para inter nos, cunto ha pagado usted por los que voy sealarle ahora?

Ambos dieron una vuelta por toda la galera, y los convidados quedaron maravillados del aire serio con que el artista proceda en compaa de su anfitrin al examen de las obras maestras.

Tres mil francos, dijo en voz baja Vervelle al sealar el ltimo; pero yo digo cuarenta mil.

Cuarenta mil francos un Ticiano! repuso en voz alta el artista. Pero si eso es de balde!

Cuando yo le deca usted que tengo por ms de cien mil escudos en cuadros! exclam Vervelle.

Todos estos cuadros los he hecho yo, le dijo Pedro Grassou al odo, y m todos juntos no me han valido ms de diez mil francos.

Prubemelo usted, dijo el comerciante en botellas, y doblo la dote de mi hija! porque entonces es usted Rubens, Rembrandt, Terburg, Ticiano!

Y Magus es un gran comerciante en cuadros, dijo el pintor que se explic entonces el aspecto viejo de sus cuadros y la utilidad de los asuntos que le encargaba el anticuario.

Lejos de perder en el concepto de su admirador el seor Fougeres, pues aquella familia persista en llamar as Pedro Grassou, gan tanto, que hizo gratis los retratos de la familia y, como es natural, se los ofreci su suegro, su suegra y su mujer.

Hoy Pedro Grassou, que no falta ninguna exposicin, pasa para el vulgo por un buen pintor de retratos, gana doce mil francos al ao y gasta quinientos en telas. Vive con sus suegros, y su mujer le ha aportado una dote de seis mil francos de renta. Los Vervelle y los Grassou se entienden las mil maravillas, tienen coche y son la gente ms feliz del mundo. Pedro Grassou no sale del reducido crculo de sus conocidos, donde es considerado como uno de los mejores artistas de la poca. En todo el espacio comprendido entre la barrera del Trono y la calle del Temple, no se hace un retrato de familia que no sea pintado en casa del gran artista y que no cueste por lo menos quinientos trancos La gran razn del vulgo para dirigirse l es esta: Dgase lo que se quiera, es lo cierto que l va colocar cada ao veinticinco mil francos en casa de su notario! Como Grassou se ha portado muy bien en las sediciones del 12 de mayo, ha sido nombrado oficial de la Legin de honor y es jefe de batalln en la guardia nacional. El museo de Versalles no ha podido dispensarse de encargar una batalla tan excelente ciudadano, el cual ha recorrido todo Pars fin de encontrar sus antiguos compaeros para poder decirles con aire desenvuelto: El rey me ha encargado una batalla!

La seora Fougeres adora su esposo y le ha dado dos vstagos. Sin embargo, este pintor, que es buen padre y buen esposo, no puede quitarse del corazn este fatal pensamiento: los artistas se burlan de l, su nombre es objeto de desprecio en los talleres y los peridicos no se ocupan de sus obras. Pero sigue siempre trabajando y espera ser de la Academia, donde seguramente entrar. Por otra parte venganza que le dilata el corazn! compra cuadros los pintores clebres cuando se encuentran apurados y reemplaza los mamarrachos de la galera de Ville-d'Avray por verdaderas obras maestras, que no son suyas.

Existen, no obstante, medianas ms tacaos y malvados que Pedro Grassou, el cual es, por lo dems, agradecido y bienhechor annimo de los que valen.

Pars, diciembre de 1839.

FIN