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CURSO FILOSOFICO Juan Crisstomo Lafinur (Aæo 1938) INDICE Prefacio al Curso Filosfico ........................................................... 2 LOGICA (parte primera) .................................................................. 4 LECCION PRIMERA ......................................................................... 5 De las percepciones. Espnese la facultad de sentir, origen de todas las facultades del alma. Razn y relacin de las ideas ............................................................................................... 5 De las sensaciones y sus grados. Consideraciones morales sobre el hombre ............................................................................ 6 De las proposiciones y su divisin............................................. 7 Del discurso y de los varios gØneros de argumentacin ........ 8 SOFISMAS ...................................................................................... 10 Sofisma primero.......................................................................... 10 Sofisma segundo ........................................................................ 11 Tercera falacia ............................................................................. 11 De los signos de institucin = del lenguaje............................. 12 CUESTION PRIMERA..................................................................... 14 Examnase la facultad de sentir como origen de todas las afecciones del alma.................................................................... 14 Conclusin .................................................................................. 16 Objeciones y respuestas ........................................................... 18 Cuestin segunda....................................................................... 21 Continuacin del artculo antecedente .................................... 24

CURSO FILOSOFICO Juan Crisóstomo Lafinur (Aæo …biblioteca.sanluis.gov.ar:8383/greenstone3/sites/localsite/collect/...LECCION PRIMERA.....5 De las percepciones. Espónese la facultad

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CURSO FILOSOFICO

Juan Crisóstomo Lafinur

(Año 1938)

INDICE Prefacio al Curso Filosófico ........................................................... 2 LOGICA (parte primera) .................................................................. 4 LECCION PRIMERA ......................................................................... 5

De las percepciones. Espónese la facultad de sentir, origen de todas las facultades del alma. Razón y relación de las ideas............................................................................................... 5 De las sensaciones y sus grados. Consideraciones morales sobre el hombre............................................................................ 6 De las proposiciones y su división............................................. 7 Del discurso y de los varios géneros de argumentación ........ 8

SOFISMAS ...................................................................................... 10 Sofisma primero.......................................................................... 10 Sofisma segundo........................................................................ 11 Tercera falacia............................................................................. 11 De los signos de institución = del lenguaje............................. 12

CUESTION PRIMERA..................................................................... 14 Examínase la facultad de sentir como origen de todas las afecciones del alma.................................................................... 14 Conclusión .................................................................................. 16 Objeciones y respuestas ........................................................... 18 Cuestión segunda....................................................................... 21 Continuación del artículo antecedente .................................... 24

Desenvolvimiento de la causa primera de toda certidumbre y de todo error................................................................................ 28

Nota I: .............................................................................................. 32 Nota II: ............................................................................................. 32

Prefacio al Curso Filosófico

La necesidad de las cosas y el ejercicio natural del espíritu, indujeron al hombre a formar un cálculo a q. lo determinaba el deseo de mejorar su suerte: apenas conoció su existencia con aptitud aun mayor bien de la q. gozaba entró en las miras el deseo de observarlo todo y aplicarlo a su felicidad.

En guerra con la naturaleza, él debía procurarse un asilo contra las injurias: ved ahí el móvil único de sus ideas, de sus invenciones y la causa primera de su ilustración y su filosofía. Con motivos tan inmediatos al hombre, aparece esta ciencia con una antigüedad casi igual á la del genero humano. Pitágoras, uno de los primeros filósofos, definió la filosofía por "el estudio de la sabiduría": era aun mas pomposo el título con que la distinguieron sus predecesores, los cuales identificaban los nombres de sabios y de filósofos.

La filosofía, pues, mirada por los objetos á que se refiere es "la ciencia de todas las cosas ya divinas ya humanas q. componen el universo q. habitamos, deducida de un razonamiento recto. Sobre la historia de su orijen y sus progresos nada podemos asegurar por cierto de lo q. era antes del diluvio universal.

Nosotros apenas alcanzamos á verla en la Astronomía de los Caldeos, poco después del diluvio, sacada de las observaciones de los Persas, de los indios, de los Fenicios, cultivada mejor por los Ejipcios y los habitantes de la Tracia, cuyo preceptor fué Orfeo.

Este fue el origen de la filosofía barbárica, de la resultó la Grecanica que se dividió en varias escuelas según los objetos á q. se aplicaba; pero atendiendo á sus caudillos principales, eran tres sus sectas, á saber, la jónica, la itálica y la eliática. El príncipe de la secta jónica fué Tales, discípulo de Terecides, y uno de los sabios de Grecia.

En sus principios, el agua era el principio de todas las cosas y el mundo era animado por los demonios. A este sucedió Anaximandro, quien adelantó la

escuela con el conocimiento de los oróscopos, de la esfera y de la geografía; á este siguieron Anajagoras y Acelao, maestro de Sócrates. Los discípulos mas ilustres de este filósofo fueron Arístico en la secta sirenica, Tedo en la eliaca, Euclides en la megalica, Platon en la académica y Antístenes en la cínica. De esta última recta resultó la etoica cuyas doctrinas enseñaban una moral austera y sublime y tuvo á Zenon por su creador. La secta itánica nacida en el mundo casi á igual tiempo que la jónica tuvo á Platon por su instructor. La geometría, la música y la aritmética eran las facultades de su enseñanza: se sentía de Dios como la alma del Mundo. De ahí trae su orijen el error conocido en la filosofía con el nombre de metemsícopsis, esto es, propagación de las almas de un cuerpo á otro.

La secta eliática tomó este nombre de Elea ó Obelia, ciudad de la Grecia: la ilustraron Zenón, Leupsipio, Demócrito, Eráclito y Epicuro: se llamaba la filosofía de esta escuela, corpuscular, atomística y mecánica, pues establecía q. los corpúsculos, solos eran los principios de todos los cuerpos.

Estaban regularmente adelantadas las escuelas, cuando apareció al mundo literario Aristóteles, natural de Estagira y discípulo de Platon. El levantó su enseñanza en un pórtico ó Lioco, y como diese sus lecciones paseándose tomó la escuela el nombre de peripatética ó ambulatorio.

Él cultivó la lógica, la política, la retórica, la poética y la ética.

Este filósofo ha merecido largas edades en la contemplación del mundo literario: sus doctrinas han gozado de un no sé qué de invulnerables que hasta la mitad del siglo XV, eran las sentencias de Aristóteles los dogmas de la filosofía. La cultura, la experiencia, el entusiasmo mismo de los filósofos, hicieron nacer alentadores contra su imperio: fueron los primeros Bernardino Telecio, Lorenzo Bala, Mario Moho, el cardenal Adrimio, y en Francia Pedro Ramos y Gasendo. (Gassendi).

Con mas felicidad sacudió el yugo de Aristóteles en el siglo XVI Galileo, quien sujetó á puras demostraciones geométricas todas las cuestiones de la física. A este siguió el gran Descartes cuya doctrina se propagó con sequito en la mayor parte de la Europa.

Si es cierto que la doctrina de Descartes es el mejor testimonio de la sutileza y energía; de su espíritu grande y empeñado, con todo, en lo que respectan la física no hay un sistema capaz de satisfacer, y poco habríamos adelantado en esta materia desde el nacimiento de Aristóteles, si la naturaleza no hubiera hecho aparecer al inmortal Newton, ingles de nación, hombre que uniendo á la diligencia del espíritu la perspicacia del genio y la paciencia mas constante, socorrido poco de la literatura de su siglo, nos mostró á la naturaleza sujeta á las leyes eternas desconocidas hasta entonces en la filosofía y desarrollando con la mayor sencillez las causa de los fenómenos q. admiramos. Caló á un golpe de ojos los cielos, nos mostró el curso de los astros, ilustró el sistema de la revolución del mundo y se detuvo con el mayor provecho en el análisis de los elementos: examinó la luz, el sonido, el aire, las plantas y al hombre mismo, con el mayor acierto y diligencia. Todos los sistemas filosóficos sostenidos en

las escuelas modernas, hacen á Newton el honor de su príncipe. El sistema neutoniano es el dominante en todas las academias científicas del globo, y este hombre insigne que consiguió mostrar á la raza humana la huella mas segura en el conocimiento de la naturaleza, creemos q. tiene ya sobrepuesto su nombre al tiempo y sus injurias, para q. alguna vez deje de ser respetado en los siglos de la literatura.

LOGICA

PARTE PRIMERA

Expone al arte de razonar. Consideraciones sobre entendimiento y sus operaciones. Orden de proceder

Capítulo I

La lógica es aquella parte de la filosofía q. enseña al hombre á hacer buen uso de su razón y dá reglas seguras para hallar la verdad. Es cierto que no hay un hombre por rústico que sea en quien no brille esta facultad de raciocinar para el uso más ó menos reglado de su entendimiento, y á esto llamamos lógica natural.

Aquella de que vamos a tratar es la misma, ayudada de reglas seguras y de conocimientos científicos, por lo cual se llama lógica artificial. Para pensar justamente es preciso percibir bien, juzgar bien y ligar las ideas con método. El famoso canciller Bacon, saca la división de la lógica en cuatro fines q. ella se propone. Un hombre (dice) discurre ó por encontrar lo q. busca ó por reflexionar sobre lo q. ha encontrado, ó por retener lo q. ha juzgado, ó por enseñar lo q. ha retenido: ved ahí el nacimiento de las ideas, del juicio, del discurso y del método; y estas se llaman las cuatro operaciones del alma. Antes q. entremos en detalles de la lógica, es preciso explicar algunos de esos términos. Definir es esplicar con claridad, brevedad y esactitud la naturaleza y la esencia de una cosa. Para q. una definición sea buena, es preciso q. ella tenga cuatro condiciones q. son sumamente necesarias, á saber: claridad, brevedad, reciprocidad y expresión de género y especie. La claridad consiste en evitar toda espresión equívoca; la brevedad en no decir nada de mas; la reciprocidad en q. ha de convenir al definido de modo q. no pueda aplicarse á otro objeto; la espresión de genero y especie es no escojer mas q. las partes distintivas del definido. Una definición de nombre q. no designe la naturaleza de una cosa pero q. haga de una manera q. no se pueda confundir con otra, se llama descripción.

Se llama substancia un ser que existe independientemente del modo; y modo un ser que no puede existir sin la substancia. Un trozo de madera puede tener figura triangular ó cuadrada permaneciendo madera; pero cualquiera que sea la figura no puede subsistir sin ella.

Volvamos a las operaciones del alma. Aprehensión ó idea es la imagen q. el alma tiene de un objeto, ó es el mismo objeto presente al alma: la aprehensión será simple cuando un solo objeto se presente al entendimiento como la tierra, el cielo, etc., y compuesta, cuando la imagen es de muchas, como una huerta llena de árboles.

El juicio es aquella operación del alma por la cual tomamos dos ideas ó las une afirmando algo ó negando. Esta operación espresada por voces o por signos se llama proposición. De cualquier modo ella consta de sugeto que es de quien se dice ó se niega, y de atributo ó predicado que es lo que se dice ó se niega del sugeto.

Es lo mas importante en el arte de raciocinar el método con q. el alma debe proceder para rectificar sus ideas; nosotros nos aplicaremos á ilustrar aquel q. la naturaleza enseña á todos los hombres y que es conocido con el nombre de analítico. Analizar una idea no es otra cosa q. descomponerla y resolverla en sus partes para ver así la relación q. estas tienen consigo mismas y con el todo. Apenas abra una idea en el alma q. no pueda sujetarse al análisis pues q. toda idea es compuesta por la relación recíproca tiene con las demas.

LECCION PRIMERA

De las percepciones. Espónese la facultad de sentir, origen de todas las facultades del alma. Razón y relación de las ideas

Partimos á mayores conocimientos después de persuadidos q. tenemos cinco sentidos, que todas nuestras ideas precisamente pertenecen á alguno de ellos. El que nació sin el órgano de la vista no tendrá idea de la luz y los colores; el que nació sin oído no puede tenerla del sonido; en una palabra si naciera algún hombre sin sentido alguno, este hombre no conocería un solo objeto de la naturaleza. Pero, bastará tener sentidos para conocer los objetos? No, por cierto, pues que siendo comunes a todos los mismos sentidos, no todos tenemos los mismos conocimientos: esta desigualdad no puede provenir sino de que no todos sabemos hacer de nuestros sentidos el uso para que fueron dados. Este uso lo aprende el hombre, primero por la aplicación en que lo pone la misma naturaleza cuando lo determina por sus necesidades y después por una experiencia que siendo repetida en él le hace volver de sus engaños sujetándolo á nuevas impresiones. Haremos familiar esta idea en la demostración. Un niño aprende porque siente la necesidad de instruirse. Por ejemplo, tiene interés en conocer á la ama que le cría y la conoce bien pronto; la distingue entre muchas personas, y no la confunde con ninguna. Hasta aquí, según observamos, el niño conoce á virtud de las necesidades de la naturaleza: otra necesidad ejecutiva le hace formar un juicio falso haciéndolo juzgar apresuradamente; pero este error es momentáneo. Engañado en su esperanza conoce inmediatamente la necesidad de juzgar mejor segunda vez. La experiencia que vela sobre él corrige sus equivocaciones: cree veer á su ama porque divisó á lo lejos una mujer á quien se le parecía, pero su engaño no dura; si la primera mirada lo engañó, otra segunda lo desengaña y le hace

aprender la necesidad de juzgar. De ese modo destruyen los mismos sentidos los errores en que nos hicieron caer; luego el uso reglado de ellos será la primera base del arte de raciocinar; como el alma aprende diferentemente los objetos toman también los conceptos diferentes nombres. Es sensación la imagen del objeto presente; imaginación la imagen del q. no lo está; conciencia la advertencia del alma sobre sus operaciones, y atención la aplicación de ella misma determinada por la fuerza del objeto. Los atributos de las cosas forman la serie de predicables conocidos por los de Porfirio, y son los siguientes: genero, especie, propio, diferencia y accidente.

Genero es una idea común á muchos q. sean diferentes por otros conceptos. Diferencia es un atributo q. esencialmente distingue á dos de un mismo genero. Especie es la unión del genero y la diferencia. Propio es una perfección común á la especie. Accidente un atributo q. puede faltarle.

El hombre es animal por género, racional por diferencia, animal racional por especie, discursivo por una de sus propiedades, y blanco por uno de sus accidentes. Razones ó relaciones son los respectos de unas á otra: se llaman ideas relativas aquellas de las cuales una no se pueda entender sin la otra, como lo es la del maestro y la del discípulo; la del creador y la creatura.

De las sensaciones y sus grados. Consideraciones morales sobre el hombre

Así como de las sensaciones ó ideas consideradas como representativas nacen todas las operaciones del entendimiento, así también de ellas mismas, consideradas como agradables ó desagradables, nacen todas las operaciones de la voluntad. Necesidad: -aunque por sufrir se entiende propiamente esperimentar una sensación desagradable, es cierto que la privación de una sensación agradable es un verdadero sufrimiento: es preciso notar q. carecer y estar privado de una cosa, no es lo mismo. Lo primero se entiende de las cosas q. no se han gozado y q. quizá no se han conocido; lo segundo de aquellas q. verdaderamente se han gozado y perdido. Desason: -este sufrimiento en su menor grado no es tanto un dolor, cuanto hallarnos en un estado en q. no estamos á gusto. Inquietud: -la desason nos pone en movimiento para procurarnos la cosa de q. tenemos necesidad. Faltándonos ella, no podemos permanecer en perfecto reposo; entonces la desason toma el nombre de inquietud. Esta es tanto mayor cuanto lo sean los obstáculos q. estorven la consecución del objeto q. se procura, y este estado puede venir á ser un verdadero tormento de dolor. Deseo: -la necesidad turba nuestro reposo ó causa nuestra inquietud solo por q. determina las facultades del cuerpo y del alma hacia los objetos cuya privación nos hace padecer. Nos representamos el placer que nos causaron; la reflexión nos hace juzgar del q. pueden aun causarnos la imaginación lo exagera; esta dirección inquieta de nuestra voluntad hacia el objeto q. necesitamos, es deseo.

Las pasiones: -Así como es natural acostumbrarse á gozar de las cosas agradables así también es natural acostumbrarse á desearlas, y estos deseos

convertidos en hábitos se llaman pasiones. Semejantes deseos son en algún modo permanentes, ó al menos si se suspenden por intervalo se renuevan con la más ligera impresión. Esperanza: -si cuando deseamos una cosa juzgamos q. hemos de alcanzarla, entonces este juicio unido al deseo produce la esperanza. Voluntad: -Esta facultad comprende todos los hábitos q. nacen de la necesidad, los deseos, las pasiones, la esperanza, la desesperación, la confianza, el temor y otros muchos.

Pensamiento: -Esta palabra es aun mas estensa: comprende todos los actos del entendimiento, y de la voluntad. Pensar, sentir, poner atención, juzgar, reflexionar, desear, temer, etc.

De las proposiciones y su división

Ya hemos dicho q. la operación con que el alma afirma o niega alguna cosa se llama proposición inmediatamente q. se concibe manifestada exteriormente á virtud de algún signo. Toda proposición tiene materia, cualidad y cuantidad. Lo primero es conveniencia ó repugnancia de sus términos q. son el sugeto y el atributo. Lo segundo es su afirmación ó negación; lo tercero es la estensión y la actitud de sus términos. Así es que la proposición será universal, particular o singular según el sugeto q. tuviere.

Se dividen primeramente las proposiciones en simples y compuestas: las primeras constan de un solo sugeto y un solo predicado; las segundas, de muchos ó de mas de uno.

Hai algunas proposiciones simples q. parecen compuestas de algún incidente ó supuesto que se mezcle en ellas, como en esta: Roma, donde San Pedro colocó su primera silla, es el centro de la religión. Esta proposición y antes, se resuelven en otra simple para entenderlas bien, pues puede ser q. siendo ellas verdaderas el supuesto sea falso, como sucede en esta.

Las proposiciones compuestas pertenecen á las clases siguientes: ó son copulativas ó disyuntivas ó condicionales ó causales. Proposición copulativa es la q. une muchos sugetos ó predicados con partículas conjuntivas; disyuntiva al contrario que la separo con partículas de la misma especie; condicional la q. se fije en alguna condición; y causal la q. tenga dos partes, de las cuales una se ponga por causa de la otra. Ejemplos.

Proposiciones

Copulativa - El oro exede á todos los metales en peso, en elegancia en color y en ductilidad.

Disyuntiva - La proposición de Anníbal á sus soldados: compañeros, ó vencer, ó morir.

Condicional - Si eres bueno, te salvarás.

Causal - La razón porque cayó la republica romana, fué por haberse admitido la plebe en la magistratura.

También parecen compuestas y no lo son las proposiciones esclusiva, comparativa, inceptiva y desitiva. La esclusiva se conoce cuando en la expresión de una idea específica encontramos partículas escludentes. La comparativa, cuando su atributo es comparado con otro.

Inceptiva o desitiba: cualquiera de ellas que se espresan indica el principio de una cosa y el fin de otra.

Ejemplos:

Esclusiva - Solo el cerebro es el asiento del alma.

Inceptiva - Constantino fué el primer Emperador cristiano. Esta misma proposición es desitiva pues indica haberse acabado el imperio de los gentiles con el de Constantino.

Del discurso y de los varios géneros de argumentación

Así como todo juicio supone ideas, así también todo discurso supone juicio. El discurso consiste en inferir y proceder á juicios desconocidos, de los ya formados y conocidos.

Este modo de raciocinar lo enseña la naturaleza: los mas rústicos cuando quieren convencer de la verdad de algún juicio, hacen comparación con otro cuya verdad es conocida, y si no siempre son felices en la elección de las comparaciones, prueban al menos que comprenden lo que es necesario para darse á entender.

Varias son las formas del raciocinio. La primera es el silogismo que consta de tres proposiciones: una de las dos primeras o premisas se llama mayor; la otra, menor, y la tercera consecuencia. Esplicaremos el fundamento de esta argumentación q. consiste en tres cosas. Primero, tomar una cosa ejemplar de cosa conocida, y esta servirá de una premisa; segundo, ver si otra, q. se le aplique conviene con ella para tirar la otra premisa, y por último, esprimir en la consecuencia esta conformidad del objeto con la idea ejemplar. Se nos ofrece probar, por ejemplo, que Pedro es animal; buscamos en esta idea animal la conveniencia que tenga con Pedro, y después que la encontramos, v. g. en el movimiento, espresamos la conformidad de estas dos ideas diciendo:

Todo ser que se mueve es animal

Pedro se mueve

Luego es animal

El silogismo es una forma de argumentar delicadísima y está sujeto á mil reglas q. hemos juzgado oportuno suprimir; pues todas se reducen á recomendar la conformidad del sugeto con la idea ejemplar en las premisas; todo silogismo á que falte esta conformidad será vicioso.

El entimema es un silogismo imperfecto en el que se suprime alguna de las premisas por ser claramente conocida: v. g.

La comedia pervierte el corazón,

Luego es dañosa.

Aquí se ha suprimido -todo lo que pervierte el corazón es dañoso- con lo cual hubiera sido un silogismo perfecto.

El dilema es un argumento q. ataca por dos extremos, de tal modo formados que tenga igual fuerza por cualquiera de ellos á que quiera prestarse contrario.

Un sabio de la antigüedad se defendía de obtener empleos públicos en su patria con el siguiente dilema:

O hé de gobernar bien ó mal.

Si lo primero, me acarrearé enemigos.

Si lo segundo, desagrado á los Dioses.

Luego de ningún modo debo tomar parte en los negocios públicos.

El argumento de parificación es un raciocinio fundado en la semejanza de dos cosas; v. g.

No hai para los seres físicos mas q. una sola lei.

Luego no hai para los hombres mas q. una sola lei.

Esta forma de argumentación puede reducirse á Ia analogía q. es un argumento en que se procede á semejanza ó identidad de las causas por la semejanza ó identidad de los efectos.

Séanos un ejemplo la valiente espresión del senador Gregoire, actual obispo de Blois: Son los reyes en orden moral, lo que los monstruos en el orden natural: su historia es el martirologio de las naciones.

La inducción se emplea cuando se procede de las partes al todo, de los efectos á las causas, de los particulares á los universales; v. g.:

El aire es grave, el leño es grave, la piedra es grave

Luego todo cuerpo es grave.

Sorites es una argumentación que consta de las proposiciones que se le quieran dar, tiradas de modo q. se hallen sucediéndose y llamando unas á las otras.

Pondremos por ejemplo el sorites de Cicarso de Caví, colegial de París:

La Europa es lo mejor del mundo.

La Francia es lo mejor de la Europa.

París es lo mejor de la Francia.

Mi casa es lo mejor de París.

Yo soi lo mejor de mi casa

Luego yo soi lo mejor del mundo.

Con otro sorites se suele probar que los ricos son pobres diciendo de este modo:

Todo rico es ambicioso

Todo ambicioso desea muchas cosas

El que desea muchas cosas necesita muchas cosas.

El q. necesita muchas cosas es pobre

Luego todo rico es pobre.

SOFISMAS

Sofisma primero

La primera falacia ó vicio de la argumentación se toma de la amfibología q. consiste en usar de palabras q. comprenden sentidos diferentes como se ve en el silogismo siguiente:

En el cielo hai una constelación llamada Leon,

Es así que todo leon brama

Luego la constelación del cielo brama.

Sofisma segundo

La segunda falacia consiste en usar de preguntas formadas con tal esmero q. necesariamente caiga en error el q. responde; de esta argumentación nos defenderemos procurando antes de entrar en cuestión de algún punto, reducirlo a términos precisos y claros para tener que contestar muchas veces. De esta falacia usó un juez que queriendo condenar á un inocente por asesinato que él no había cometido, con el cadáver á la vista le hizo esta pregunta: ¿Tú solo has muerto á este hombre? Confiado en q. si respondía sí confesaba el inocente ser él solo el asesino; y si respondía no, apenas daba á entender q. él no había tenido cómplices, por lo que contestó el acusado con dos proposiciones:

«No he cometido el delito de q. me acusan ni solo ni acompañado.»

Tercera falacia

Se da por tercera falacia errar el objeto á que tiende la cuestión propuesta, como si proponiéndonos sostener q. los brutos tienen alma espiritual, otro q. quisiera argüir contra esta asersion se propusiera probar q. nosotros tenemos distinta organización q. la de los brutos.

La cuarta falacia consiste en tomar muchas veces en el raciocinio la parte por el todo como los Epicuros deducen la mortalidad de nuestra alma del principio siguiente:

El hombre muere.

Es así q. el hombre consta de alma, y cuerpo.

Luego el alma muere con él.

La falacia de accidente consiste en tomar por esencial e intrínseco algún atributo q. solo conviene accidentalmente al sugeto á quien afecta, como los atropomorsistas juzgan q. Dios es corpóreo sin más que porque alguna vez apareció en forma humana.

La petición de principio es otra falacia, q. se comete cuando en lugar de probar una proposición se da otra idéntica á la q. se propone probar. Como si alguno pretendiera demostrar q. la alma sobrevive al cuerpo porque es inmortal, pues que sobrevivir al cuerpo y ser inmortal es una misma cosa.

El círculo vicioso es una de las falacias q. se comete con mas frecuencia y consiste en tomar dos proposiciones y probar la primera por la segunda, y la segunda por la primera: así los cartesianos prueban q. no hai vacío en el mundo porque todo está lleno de una materia q. ellos llaman sutil y prueban la existencia de dicha materia sutil asegurando que no hai vacío en el mundo.

Es preciso no confundir con el círculo vicioso el regreso demostrativo q. consiste en probar los efectos por sus causas y las causas por sus efectos, mas como esto tiende á la argumentación de analogía q. ya hemos explicado en otro lugar, á ella nos referimos para su mejor inteligencia.

Daré una idea más extensa del método analítico

Supongamos una casa de campo q. domina una vasta campiña abundante, donde la naturaleza se ha complacido en sembrar la variedad y en donde el arte supo aprovechar las situaciones para mas variarlas y hermosearlas. Llegamos á esta casa de noche; abren por la mañana las ventanas cuando el sol empieza á dorar el horizonte y vuélvense inmediatamente á cerrar. Aunque esta campiña no se haya manifestado mas q. un instante, hemos visto cuanto ella contiene; si se repitiesen instantes como el que precedió nos sucedería lo mismo; pero si en estos últimos continuasen, cual hombres estáticos, viendo solo por junto la multitud de objetos diferentes q. presenta, no habríamos adelantado mas con verla muchas veces q. con una. Es pues forzoso aplicar la atención a un objeto, después á otro, observar sus posiciones, sus gerarquías particulares, y después entreveer las relaciones que tienen con el todo de que son partes. El resultado de esta operación será lejítima y nos hará dar una idea clara de la campiña q. habíamos visto y espresar esta idea con exactitud.

Como la única manera de descomponer las sensaciones de la vista es hacer suceder la una á la otra, del mismo modo la única manera de descomponer un pensamiento es hacer suceder una á la otra las ideas de q. está formado. Quiero descomponer un pensamiento, v. g. un deseo: Yo observo sucesivamente la desazon y la inquietud q. he probado, la idea q. tengo del objeto, propia á aliviarme, el estado en q. estoi por su privación, el placer que promete su goce, y la dirección de toda mis facultades hacia él: de consiguiente el arte de descomponer una cosa no es otro que el arte de hacer sucesivas las partes de q. está compuesta, partes q. hizo simultáneas la sensación.

Todo pensamiento es naturalmente compuesto de muchas ideas, de muchas operaciones que coexisten, y q. para descomponerlas es preciso atenderlas en división; si la atención, la comparación, el juicio, no son otra cosa que la sensación transformada, es una consecuencia q. estas cosas no sean mas q. la sensación descompuesta ó considerada sucesivamente sobre diferentes puntos de vista. Aunque todas las ideas q. componen un pensamiento sean simultáneas en el espíritu, ellas son sucesivas en el discurso, por eso es que tenemos en las lenguas los medios de analizar nuestros pensamientos.

De los signos de institución = del lenguaje

No obstante q. la naturaleza dió al hombre signos diferentes para espresar sus pensamientos y sus pasiones, observamos los infinitos q. tenemos nacidos de una convención arbitraria; pero en los q. no desconocemos algún designio de la naturaleza. El primero es el idioma. Como todas las sensaciones son individuales, es decir, choques y acciones de los objetos sobre nuestros

órganos, el hombre tiene con sus signos naturales lo suficiente para darse á entender. El sabe manifestar su placer y su tristeza riendo y llorando y así las demas pasiones. Pero como de las sensaciones nacen ideas primarias y astractas q. son la relación de una sensación comparada con otra ¿cómo podrá espresarlas el hombre á virtud de la sola naturaleza? Ved ahí el nacimiento del lenguage. El gran Locke, cree que los brutos no tienen abstracción, aunque tienen sentidos, pues en la impotencia de formarse una lengua carecen de estas espresiones abreviadas q. multiplican nuestras ideas hasta el infinito. Es el idioma para el espíritu lo que la Estática para el cuerpo: él ayuda sus fuerzas. El entendimiento tiene sus palancas, con cuyo socorro se suspende, apresura y somete á la naturaleza. Si él hace cosas admirables, es menos por las fuerzas q. le son propias q. por el buen empleo con que se sirve de las fuerzas extrañas. Los idiomas en su nacimiento y después de su ilustración han tirado siempre á dar el análisis del pensamiento. Como todo discurso no es otra cosa q. una serie de juicios ó proposiciones, solo á merced del idioma podemos descomponerlo en frases y períodos y dar el lugar correspondiente á cada proposición ya sea principal, subordinada ó incidente. Para descubrir este análisis se nos hace oportuno manifestar las diferentes partes q. componen un discurso de Racine.

Al primer golpe de ojo apercibimos muchas proposiciones diferentes en el discurso predicho, que es el siguiente:

Vuestro ilustre hermano hizo ver la razón sobre la escena.

Ved ahí una proposición á la cual se refieren todos los detalles del renglón siguiente: ellos están destinados á desenvolverla pues q. son la espresion de las proposiciones accesorias q. la modifican. Así cuando Racine dice que Corneille ha hallado un mejor camino después de luchar contra el mal gusto de su siglo, no ha hecho otra cosa q. manifestar la relación de las dos últimas proposiciones con la primera q. él quiere modificar.

Se ve, pues, que en este discurso hai una proposición que se llama principal: vuestro ilustre hermano ha hecho ver la razón sobre la escena. Y dos subordinadas: después de haber encontrado un mejor camino y haber luchado contra el mal gusto de su siglo.

Ahora, pues, una proposiciones hace, ó por otra q. ella desenvuelve, ó por una palabra q. ella modifica, ó en fin, es ella á quien todo el discurso se refiere. Las proposiciones consideradas bajo este punto de vista son necesariamente ó principales ó subordinadas ó incidentes.

Lo que caracteriza las proposiciones principales es q. ellas siempre tengan un sentido acabado, como sucede en la primera proposición de Racine; lo que añade después no es para completar el sentido de ella, sino para desenvolver un pensamiento, del cual esta proposición es parte principal.

No sucede lo mismo en las subordinadas: el sentido queda suspenso é indeterminado sin la espresión de la proposición principal.

Las proposiciones incidentes son aquellas q. sirven algunas veces para llenar el sentido del pensamiento, y otras no. Tomemos el ejemplo de la tercera línea del discurso de Racine: La escena francesa resonó con las aclamaciones que exitaron el Cid y los Horacios.

Bien se vé que esta palabra aclamaciones hace entender alguna cosa, y que las proposiciones incidentes que exitaron etc. acaban el sentido. El mismo Racine dice después: un gran poeta, cuyo sentido no estaría acabado, sino le añadiese -que ha poseído los mas raros talentos.

La análisis descompone el discurso en los juicios o proposiciones de que se forma; á estas en ideas y aun de estas atiende hasta las palabras con q. se espresa. Una espresión q. parece simple porque consta de una sola palabra, es compuesta siempre que equivalga á muchos elementos. Así lo son el adverbio, el pronombre y la conjunción. En efecto, si nosotros juzgamos de la naturaleza de las palabras por las ideas de que ellas son los signos, advertiremos bien pronto q. ellas no deben entrar por elementos de un discurso.

El adverbio es una expresión abreviada que equivale á un nombre, precedido de una preposición. Se dice sabiamente por decir: con sabiduría; mas, por decir, superior en cantidad.

El pronombre es una espresión mas abreviada todavía: él equivale muchas veces á una frase entera pues ocupa el lugar de un nombre que no se debe repetir, y de todas las accesorias que lo modifican. Yo estimo mucho al hombre de quien me habeis hablado y á quien amais; yo le apreciaré siempre. El le es un pronombre empleado para evitar la repetición del hombre de quien, etc.

Las conjunciones se usan para ligar las proposiciones y dar un adelantamiento á la ligason: mas claro, es un pasaje de una proposición á otra, pues ella hace volver una afirmación y hace presentir otra: vosotros estudiais y vosotros os intruis.

Creemos haber terminado la instrucción de los principios del arte de raciocinar; entremos en el ejercicio de algunas cuestiones cuya elucidación nos dará la enseñanza de los puntos q. hemos omitido. Sea la primera averiguar en método dialéctico cuanto hemos asentado de las ideas con las solas noticias q. por ahora nos convienen. Este punto lo ilustraremos mejor en la metafísica tratando fisiológicamente de las sensaciones, y relación de los cuerpos orgánicos con los demás seres.

CUESTION PRIMERA

Examínase la facultad de sentir como origen de todas las afecciones del alma.

Ideas preliminares

Empesaremos por el conocimiento de nosotros mismos sujetando á una análisis, delicada las funciones de nuestro espíritu. Aunque no podamos explicar los infinitos y admirables fenómenos q. la naturaleza nos hace sentir cuando se pone en contacto con nuestros órganos ¿nos será inútil conocerlos? y ¿no podremos averiguar con los socorros del raciocinio la fuentes de nuestras ideas, de nuestras afecciones y de nuestros conocimientos?

Apliquemos á las operaciones del espíritu la regla ajustada del método, resolvamos en sus elementos el gran todo de nuestras ideas, busquemos en ellos lo que somos, y sabremos al menos que no nacimos sujetos á impresiones determinadas como los compuestos de la naturaleza q. vagan á merced de las repulsiones que se los aplican, y atinaremos á señalar los límites á que están sujetas la energía del espíritu y la virtud de los seres que obran sobre él. Daremos por sentado q. solo á la análisis pertenecen averiguar estos fenómenos, porque, á la verdad ¿cómo sin descomponer las sensaciones podremos explicar la determinación de los objetos mas ó menos viva sobre el alma?

¿Cómo entender la ligason de unas sensaciones con otras, y las relaciones de estas con el ser sensitivo y con los cuerpos de quienes procede?

Cómo esplicar los afectos, los deseos, las pasiones q. son otras tantas impresiones que crecieron las mas veces en razones compuestas y complicadas? Cómo sin resolver un pensamiento entreveer las relaciones q. admiten las ideas de que es formado? No hai la menor duda: aplicando sobre nuestro espíritu el método que indicamos, no habremos hecho otra cosa q. ilustrar el raciocinio común con que la naturaleza pone á todos los hombres, como con la mano, en el camino de la verdad. Empecemos á proceder.

Reducidos á sus elementos nuestros conocimientos, lo primero q. advertimos es q. quedan en nosotros ideas simples que precisamente se adquieren y pertenecieron á algún sentido. Ya hemos dicho en otro lugar que un hombre destituido de todo órgano y de todo sentido, sería un ser precisado á estar en entredicho con la naturaleza.

Partimos de este supuesto á observar al hombre en la infancia de su vida y sus conocimientos.

La análisis descompone sus primeras ideas, y nos las muestra como representativas á determinar su entendimiento, y como agradables ó desagradables obrar sobre su voluntad. ¿Cuándo podremos verlo libre de las necesidades á que somete la naturaleza todo lo que respira? El calor, el hambre, la sed, los movimientos de sus órganos, ya naturales, ya determinados por causas que éI no conoce, lo hacen aprender. Estas impresiones, le convienen ó no? Ved ahí sus juicios. Pero estos juicios no tienen siempre una misma conformidad. Los sentidos por donde éI los adquiere pueden engañar y lo engañaban seguramente alguna vez; pero otra nueva impresión lo desengaña, y como hemos dicho antes le impone la necesidad de juzgar mejor. Este contraste, necesariamente llama la atención del alma, de la cual resulta

una noción cierta q. es la base de otras de esta especie y un término de comparación ó idea ejemplar que hace esactos y justos los raciocinios.

Sopongamos algunas noticias conducentes á nuestros propósitos. La propiedad de sentir es una propiedad pasiva por la cual el ser sensitivo se siente él mismo, y por la cual él esta asegurado de la existencia, cuando es afectado de sensaciones.

La propiedad pasiva de sentir es radical y esencial al ser sensitivo, porque rigorosamente hablando es él mismo el que siente cuando es afectado.

Esta propiedad no puede resultar de la organización del cuerpo como han pretendido algunos, pues la organización no es el estado primero de la materia, y ella consiste en las formas de q. es susceptible. Es verdad q. en el orden físico nosotros recibimos las sensaciones por medio de los sentidos; pero no por esto hemos de confundir las formas accidentales con las propiedades pasivas radicales de los seres. Las sensaciones no son esenciales al ser sensitivo, porque ellas varían, se aumentan y se disminuyen; lo que es, pues separable de un ser no puede serle esencial.

Las sensaciones no existen en el ser sensitivo mientras lo afecten actual y sensiblemente. Después de la facultad de sentir, conocemos en el espíritu la de percibir: este es el primero y el menor grado del pensamiento.

Las sensaciones antes de considerarse como representativas, esto es, antes de producir la imagen de alguna cosa en el alma, se suponen efectivas, esto es, consideramos en los seres de quienes proceden las cualidades de luz, calor, frío, resistencia; cualidades por las cuales nos son los objetos agradables ó desagradables. Consideradas como representativas de ellas son la imagen de algún objeto. Determinan la (...) á la alma, como unida e indivisible del objeto de quien procede. Esa es la razón porque el Dr. Locke llama á estas ideas representativas, ideas de extensión y de continuidad. De lo dicho se infiere q. no hai sensación alguna representativa q. sea simple, pues ella ha de envolver necesariamente á la idea de un objeto las de sus cualidades, por la q. es afectible.

Hemos desenvuelto en un instante el gran sistema de las ideas y de las sensaciones.

Vamos ahora á averiguar si todo acto espiritual depende forzosamente de la facultad de sentir, emprendiendo el examen de las operaciones del alma una por una y reparar las relaciones q. tienen los sentidos, el ser sensitivo y los objetos.

Conclusión

Esta facultad de sentir, es la primera del espíritu y á ella se refieren todas las demas operaciones.

Pruebas - Para entender la manera de obrar de nuestro espíritu es preciso tener cuidado de conducirlo, y esto no puede ser sin un conocimiento exacto de él. Es preciso, pues, desenrollar las facultades q. envuelven la facultad de pensar. Es el alma sola la q. conoce, porque es el alma sola la q. siente: hagamos la análisis de lo que conoce por sensación, pues es preciso q. ella descubra las facultades de q. es capaz. Y dónde se hallaran estas ciertamente sino en la facultad de sentir? ¿Sino por otro medio, sino porque ella siente, conocemos los objetos fuera de nosotros, lo que pasa dentro de nosotros mismos lo sabemos, por principios diferentes? Descompuesta la facultad de sentir, veremos lo q. pasa en la adquisición de un conocimiento cualquiera y de ella sabremos inferir lo q. pasa en la adquisición de muchos, que para nosotros es una cosa misma.

Se ofrece á mi vista una campiña y la veo toda de un golpe de vista y no discierno nada: para tomar una idea distinta de estos objetos y de su situación yo, me fijo sobre uno; mientras tanto los otros son con relación á mí como si no existieran y de tantas sensaciones q. se suceden á la vez á mí me parece que no pruebo mas q. una.

Esta mirada es una acción por la cual mi vista tiende al objeto á quien se dirige, y yo lo doi el nombre de atención.

Es evidente q. esta dirección del órgano es toda la parte que puede el cuerpo dar á la atención. ¿Y qué sucede en el alma? Una sensación que se prueba como sola porque las otras son como si no las probara.

Así como nosotros prestamos atención a un objeto, así podemos prestarla á dos á la vez. así como en lugar de una sensación esclusiva probamos dos y decimos q. las comparamos, porque no las probamos esclusivamente sino en cuanto las observamos la una al lado, de la otra sin ser distraídos por otras sensaciones, y esto es lo q. llamamos propiamente comparar.

La comparación no es sino una doble atención: ella consiste en dos sensaciones que se prueban como si se probara una sola y que escluyen todas las otras.

Un objeto está presente ó ausente al alma: si lo primero, la apreciación es la sensación que él hace actualmente; si lo segundo, es la sensación q. ha hecho y q. viene por una facultad de comparar los objetos ausentes con los presentes que llamamos imaginación o memoria.

Comparando las dos sensaciones, una al lado de la otra, necesariamente hemos de advertir si son diferentes o no; ahora, pues, apercibir esta diferencia es lo q. llamamos juzgar.

Si por un primer juicio conocemos una relación, para conocer otra necesitaremos un segundo juicio. De la serie de estos juicios ó comparaciones, resulta la reflexión, y sí, pues, en los juicios y en las comparaciones no hai mas q. sensaciones, estas solamente serán los elementos de la reflexión.

Si un juicio q. yo pronuncio contiene implícitamente otro juicio que aun yo no he pronunciado, necesariamente el primero me ha de conducir al segundo, y esto es lo q. llamamos consecuencia. Si yo digo: este cuerpo es pesado, yo digo implícitamente: si no le sostengo debe caer. Muchas veces no están tan inmediatos los juicios necesita y la aIma recorrer muchos para encontrar aquel á cuya verdad fue determinada por el primero; este modo de proceder que es pasar de lo conocido a lo desconocido se llama discurrir.

Ved ahí cómo, descompuesta la facultad de sentir, encontramos en ella todas las ideas como representativas, y ya las hemos considerado en otra parte como agradables ó desagradables y de todos modos, descender de la facultad de sentir. Este punto lo ilustraremos mejor satisfaciendo á los argumentos que se objeten.

Objeciones y respuestas

Argumento primero. El alma tiene ideas de objetos q. no están sujetos á la facultad de sentir, luego. Pruébase la proposición: las abstracciones de las cosas, como q. carecen de cualidades corpóreas no pueden sentirse ¿cómo es que el alma tiene ideas de ellas? ¿Cómo de la bondad, justicia, esencia, etcétera? ¿Cómo de los seres espirituales?

Respuesta. Observando los objetos sensibles, nosotros nos elevamos naturalmente á objetos q. no están bajo el imperio de los sentidos por relaciones sensibles y físicas. La análisis va á demostrarlo.

El movimiento de los cuerpos es un efecto q. tiene una causa. Esta causa existe, y aunque mis sentidos no la perciban yo le llamo fuerza; pero el haberle dado nombre no me la hace conocer mejor, y yo no sé mas ahora q. lo q. sabía antes, esto es q. el movimiento tiene una causa q. yo no conozco; pero puedo hablar de ella, y la juzgo más ó menos obradora siguiendo al movimiento q. produce, y yo la miro sin conocerla conociendo solo el efecto.

El movimiento se hace en el espacio y en el tiempo: yo apercibo el espacio viendo los objetos sensibles q. lo ocupan, y yo apercibo la duración por la duración de mis ideas, de mis sensaciones. Pero yo no veo nada ni en el espacio ni en el tiempo. Si yo los mido é igualmente al movimiento y a la fuerza q. lo produce, se sigue q. esto es un resultado de las relaciones q. tienen entre sí, porque hallar relaciones de un ser á otro y medirlo, es una misma cosa.

Yo no puedo dar nombre á aquello de que no tengo una idea.

La palabra fuerza lo convence.

Sujetando á la análisis los efectos sabemos conocer las causas? porque á virtud de este método no podremos adquirir el conocimiento de todas las cosas abstractas por sus relaciones. Se preguntará con pifia: ¿qué color es la virtud? qué sabor tiene el vicio? Yo responderé q. la virtud consiste en la habitud de las

buenas acciones, y el vicio en la habitud de las malas y que estos hábitos son visibles.

Mas, ¿la moralidad de las acciones es una cosa q. obra sobre nuestros sentidos? Por qué no? Esta moralidad está únicamente en la conformidad de nuestras acciones con las leyes; estas acciones son visibles, y las leyes lo son igualmente, pues que ellas son convenciones q. los hombres libres hicieron.

De Dios y de todos los demas seres espirituales tenemos la idea de una causa q. no conocemos bien, y que apenas la distinguimos por sus relaciones, y es para mí el Universo, su orden admirable, para elevarme sobre todas las causas sucesivamente y reconocer la primera, lo q. el movimiento en un cuerpo efecto de una causa q. no conozco bien pero que sé darle nombre, mensurarla y distinguirla de las demas.

Argumento segundo. Reducidas todas las operaciones del alma á la facultad de sentir, se sigue quedar el alma desnuda de energía y virtud; pues si aprender es sentir, amar es sentir, etc. Nada hace el alma, todo lo hacen los objetos q. obren sobre ella.

Respuesta. Sea, dice el inmortal Locke, q. nosotros nos elevemos hasta los cielos, sea q. descendamos hasta los abismos, nosotros no nos surtimos de nosotros mismos: es en nuestras sensaciones solamente donde encontramos el origen de nuestros conocimientos y de todas nuestras facultades.

Cuando decimos q. la facultad de sentir es la primera del alma, se le ha considerado ocupada en el destino para q. fué creada. ¿Qué pensamiento puede sacar de sí cuando hemos probado que todos le vienen de los sentidos? Pero, para en sentir solamente su ejercicio? De ningún modo: dos pensamientos que la exiten bastan para ejercitar su energía natural; ella sabrá compararlas ó aprenderlas á su vez, y surtida de estas ideas entrará en ejercicio de las ideas relativas, mas ó menos justa sabrá decidir de las sensaciones por sí misma, pero esto no es hacer una idea por su sola virtud. Es el hombre (dice un sabio) en el mundo de sus conocimientos, lo q. es en el de la naturaleza: él puede modificar, descomponer y resolverlo todo, pero jamás podrá hacer un solo átomo, un solo elemento por virtud propia. Este argumento me llama á una discusión importante q. hace la división del poder del espíritu y del de las sanciones. Decimos q. la facultad de sentir es una facultad pasiva y q. lo es la de entender, juzgar, afirmar y deducir, pues q. no son otra cosa q. afecciones del ser sensitivo. Hasta ahora mui poco hemos tenido falsísimas noticias sobre este punto y es la lógica escolástica la que no las ha sugerido. El juzgar no es otra cosa que probar dos sensaciones diferentes. ¿Hai acción en el espíritu para no hacer este juicio: la pared es blanca siempre que se le ha representado como tal? Se dirá q. á merced de la imaginación puede variar el juicio, y concebir la pared negra, pero después q. esto último lo hace á virtud de otras ocupaciones, ¿quién duda q. esta operación no mira á las cosas por sus cualidades representativas sino por sus afectivas, y esto corresponde á la voluntad?

Toda acción q. le supongamos al espíritu es por la parte que toca á la voluntad. El acto de comparar una sensación con otra, es voluntario, pues supone interés espiritual, pues en la necesidad de recorrer el espíritu muchas sensaciones y muchos juicios, no puede menos que percibirse de sus operaciones y convertirse á sí mismos.

Pero ¿tiene este requisito el simple discurso? De ningún modo. Cuando yo aseguro que el aire es grave, ya se ha probado la sensación de su existencia y yo tengo q. proceder adelante con relación á mi espíritu para apercibirme de que existe. De donde sigue q. el discurso no es otra cosa q. una análisis de sensaciones compuestas, análisis que cuando empieza y se demuestra esteriormente es recién cuando el espíritu empieza á obrar por su virtud, porque esta operación exige reflexión y comparación.

Objeción tercera. Después de descompuesto nuestro pensamiento y reducidas á individuales nuestras ideas, no encontramos que pertenezca su adquisición á órganos determinados. Un ciego tiene idea de luz pues hablará de ella; idea q. puede ilustrarse con la explicación q. otros le hagan de lo que es este cuerpo. Luego si se puede tener idea de la luz sin tener vista, se puede tener idea de las demas cosas sin la precisa mediación de los sentidos.

Respuesta. Si la idea representativa no es otra cosa q. la imagen del objeto ó el mismo objeto presente al alma, sostener, y con mucha razón, q. un ciego de nacimiento no tiene idea alguna de la luz; hablará de ella; pero su concepto será la imaginación de otra cosa diferente y de la q. él adquirió la idea por otro sentido, y esto no es mas que expresar con el nombre de luz una idea q. verdaderamente no es de la luz. Se lo dirá q. ella es un cuerpo fluído, q. se difunde con celeridad y q. alegra la naturaleza y él citará imaginando la separasión del aire movido por una tormenta, idea la mas ejemplar, y semejante q. él tiene de lo q. dice y q. ha adquirido por sensación bien diferente.

A este propósito viene bien la decisión de los sabios Molyneux y Locke sobre el problema siguiente: Un hombre, dice el primero, destituido desde su nacimiento de la vista, á quien le hicieran tocar un cubo y un globo y se le persuadiera por la sensación del tacto la diferencia de estos dos cuerpos, si después de puestos en una mesa recuperase improvisadamente la vista el ciego y se le mandara q. sin tocarlos decidiera con seguridad cuál era el globo y cuál el cubo, ¿lo podría hacer? De ninguna manera, dicen estos grandes maestros de la lógica. Porque el ciego, aunque sabe por experiencia de qué manera el globo y el cubo afectan su tacto, él no sabe que esta manera corresponde á aquella con la q. se hallan afectados sus ojos actualmente y por la primera vez, y q. el ángulo avanzado de un cubo q. toma su mano de una manera desigual deba aparecer á sus ojos del mismo modo que está el cubo. Es, pues, seguro q. él no tenía idea alguna de lo visible de estar cuerpos, también lo es que no hai analogía alguna entre unas sensaciones y otras, como lo veremos después, y q. por consiguiente por cada una de nuestras ideas debemos forzosamente señalar un sentido.

Cuestión segunda

Somos capaces o no capaces de una certidumbre absoluta? Y cuál es la base fundamental de la certidumbre de que somos capaces?

Nosotros siguiendo la opinión común hemos definido la lógica por el arte de raciocinar, pero ella no es esto en todas sus asepciones: ella es principalmente una ciencia especulativa q. consiste en el examen de la formación de nuestras ideas, del modo de esprimirlas, de su combinación y de su deducción, y de este examen debe resultar el conocimiento de los caracteres de la verdad y de la certidumbre y las causas de la incertidumbre y del error.

Se ve consiguientemente q. el arte de raciocinar, como todo arte, debe estar seguro sobre una ciencia segura y esta no puede ser otra que la ideología o ciencia de examinar las ideas: ella cumple con todos los objetos q. hemos indicado y sin ella la lógica llevaría siempre, sus demostraciones casuales é inciertas.

El Sr. Condillac penetrando lo mas que pudo este asunto se remonta hasta el examen de los juicios; y parte á investigar su incertidumbre, de un principio q. para nosotros no es el mas perfecto y esacto: este es de las ideas comparadas. Suponiendo q. no hai una perfecta ecuación ó identidad de razones, sino en las cosas que son las mismas por todos respectos, nosotros entendemos q. jamás podríamos tener sin juicio seguro observando el método predicho. Supongamos, pues, q. un discurso no es otra cosa que una serie de juicios sucesivos en la cual el atributo del primer juicio viene á ser el sujeto del segundo y así de seguida; que un juicio consiste en apercibir q. una idea encierra á otra, y q. por consiguiente un juicio es justo cuando el primer sugeto encierra el último atributo. Pero no por esto hemos llegado á alcanzar un principio de certidumbre, pues auque sepamos que todo juicio consiste en apercibir q. una idea lleva á otra, falta descubrir si la primera idea, es tal cual la creemos. Para esto es preciso aplicar la misma operación á las ideas, que la q. aplicamos á los juicios.

Se dice, y con razón, que no hai certidumbre ni incertidumbre, en una percepción sola y aislada; y esto es verdad: pero estas percepciones aisladas que son la materia del juicio no son ordinariamente simples. Las más son compuestas de numerosos elementos q. hemos reunido por diferentes operaciones intelectuales, las cuales son fundadas sobre juicios q. ya hemos hecho. Estos juicios pueden ser verdaderos ó falsos, pues que las ideas pueden ser bien o mal hechas, todos los juicios posteriores q. hagamos no serán más q. una consecuencia de aquellas en virtud de los cuales hemos compuesto las ideas.

Es preciso, pues, remontarnos hasta los primeros elementos de estas ideas, es decir, hasta, nuestras percepciones simples y arribar á un primer hecho del cual estemos seguros y que sea la base de certidumbre y el fundamento de los demas. Si este hecho no se encuentra, si este primer juicio no aparece, la ciencia no está elementada, ella no tiene una base de donde partir, ella no es mas que un arte de tirar consecuencias de un principio desconocido ó no bien

averiguado. Solo procediendo por medios diferentes, esto es, descendiendo hasta la primera de nuestras percepciones, podemos atinar en el examen de la verdad, entonces sí q. veremos realizada la idea de Condillac de q. todas las verdades son unas y que todas están encerradas en una primera; entonces se manifestará q. los atributos de nuestros juicios hasta los posibles si son verdaderos, no son más q. el último atributo del primer juicio cierto. Y cuál será ese primer hecho cierto que nosotros podemos pronunciar con seguridad? Qué juicio precioso que va á levantar el edificio suntuoso de nuestros verdaderos conocimientos?

El está en la primera y mas remarcable de nuestras propiedades, aquella q. constituye nuestra existencia y de la q. no podemos pasar adelante; nuestra sensibilidad, esa facultad por la cual nos surtimos de conocimientos en todo genero. Es por la sensibilidad q. el hombre procede á las primeras relaciones á los resultados mas retirados: aquí ordena, allí compara, allí se convierte á sí mismo y siempre siente: por ella en fin de un todo físico, como los demas animales, él es un ser moral que reina sobre la naturaleza, pues que, sentir es en él la fuerza que determina sus pensamientos y dá elevación á sus designios.

Si nosotros no sintiéramos, no existiríamos para los otros seres animados que reciben de nosotros sus impresiones. Nada sabríamos, dice un sabio, pues que nada nos afectaría.

No existiremos sino para nosotros mismos.

Tal es la condición de los seres inanimados.

Sentir es todo para nosotros. Es lo mismo que existir, pues que nuestra existencia consiste en sentirla y nuestras percepciones no son otra cosa que nuestra, manera de ser ó existir.

Pues que sentir es todo para nosotros, y constituye nuestra existencia, nuestro sentimiento es el primer hecho, del que estamos ciertos. Este es el primer juicio q. podemos hacer con seguridad: nosotros estamos seguros de que sentimos.

Tuvo razón Descartes cuando dijo: yo pienso, luego yo existo. El pudo decir: pensar y existir es una misma cosa; yo estoy asegurado de existir y de pensar, porque actualmente yo pienso. No ha habido mas que este genio tan profundo y luminoso que pudiese apercibir el primer hecho originario que hace derivar para nosotros toda certidumbre. ¿Que vacíos parecen á su lado esos pretendidos axiomas tan reverenciados, que para ser verdaderos, se tiene que preguntar, por qué y cómo tienen el asentimiento que Ies damos? Esta sublime concepción ha recorrido toda la ciencia humana sobre su verdadera base primitiva y fundamental.

Este es el germen de la verdad, y la total renovación deseada. -Bacon - El ha dicho: todo consiste en hechos que nacen los unos de los otros. Es preciso pues estudiarlos.

Descartes ha hallado el primer hecho de donde derivan todos: es verdad que él ató el hilo que debía conducirle y lo rompió en seguida. Veamos, pues, nosotros si lo podemos volver á atar, y seguir por él, y sin interrupción desde nuestra primera percepción hasta la última.

Esta es la lógica, ó ella no existe. En efecto desde una extremidad del Universo hasta la otra, todo ser animado tiene mil formas diferentes, pero no hay un solo individuo que no nos manifieste el gran fenómeno del sentimiento. No se puede conseguir un ser que sienta, que al mismo tiempo no esté seguro de que siente. Este es mi principio que es el primero en todo lo q. se anima; luego ya tenemos un punto de apoyo de donde partir en el examen de la verdad.

Pues la primera y sola cosa de q. estamos originariamente seguros es el sentimiento.

Nosotros no podemos conocer cosa alguna sino por relación á él; nosotros no nos conocemos sino por las impresiones que probamos, pues que no existimos sino por ellas.

No conocemos los otros seres sino por las impresiones q. nos causan; pues que ellos no existen por nosotros sino por estas impresiones; en consiguiente todo lo que sabemos, las maneras de ser de los cuerpos, y las leyes que los rigen. Pues que ellas son relativas á nuestros medios de sentir. Jamás podrían ser estas maneras absolutas, é independientes de estos medios; así los que quieren penetrar la naturaleza intima, la esencia de los seres, abstracción hecha de lo que parecen, quieren una cosa imposible, y absolutamente extranjera á nuestra existencia y nuestra naturaleza, pues que nosotros no podemos saber si los seres tienen una sola calidad fuera de aquellas con las que nos afectan.

Se ve en seguida que nuestras afecciones, é impresiones en fin, por servirnos de un término mas general no solamente son cosas muy reales, sino que ellas son para nosotros las solas cosas reales y verdaderamente ciertas, y que la existencia real que nosotros damos á todo lo que distinguimos con el nombre de seres, empezando por nosotros mismos, en cuanto á individuos, no es mas que un orden secundario.

Ocupémonos en conciliar la verdad de nuestras percepciones con las de los seres, que nos hemos acostumbrado á mirar como mas especialmente reales. Sin salir del mundo intelectual, así como hemos encontrado la causa de toda certidumbre, investigaremos la que es de todo error. Veremos en seguida como estas dos causas obran y se reúnen en la generación y formación de nuestras ideas, y como estas ideas son justas ó falsas en tanto que hay entre ellas relaciones verdaderas ó inexactas. Entonces reconoceremos fácilmente que especie de existencia podemos dar con certidumbre á los seres que nos ocasionan estas ideas, y como estas ideas son justas ó falsas en cuanto ellas son conformar á la existencia de los seres que las causan.

Continuación del artículo antecedente

Es pues constante que nosotros no conocemos mas que nuestras ideas; y en ellas todo lo que existe, y tienen relación con nosotros; ved ahí la base de toda certidumbre; ella es tal que por este lado somos del todo inaccesibles al error; pero muy pocas de estas percepciones ó ideas son impresiones simples ó directas; á un golpe de ojos se deja ver que su generación sucesiva las hace muy susceptibles de imperfección; y como todos nuestros conocimientos no consisten en otra cosa que en las combinaciones que nosotros hacemos de nuestras primeras percepciones y en las relaciones que descubrimos entre ellas, es fácil de percibir la causa que las dispone el error. Mas esta manera general de reconocer la causa de nuestros errores es insuficiente é incompleta.

Nosotros hemos clasificado nuestras ideas para mejor proceder distinguiéndolas en simples y compuestas. Las primeras son aquellas cuya percepción no exige mas que una sola operación intelectual, y las segundas aquellas á cuya formación se necesitan muchas.

Nuestras ideas simples son nuestras puras sensaciones.

Nosotros no hacemos mas que sentirlas. Nuestras ideas compuestas son las de los seres, sus cualidades, sus modos, sus diferentes clases y especies.

Después de esta consideración advertimos aquellas ideas q. tienen un carácter particular y que distinguimos con los nombres de recuerdos, juicios y deseos.

Analisemos estas cinco especies de percepciones á las que se reduce, todo el sistema de nuestra inteligencia.

Ellas son externas ó internas. Nacen de las impresiones de los cuerpos sobre nuestros órganos exteriores, ó de la acción y reacción de los órganos interiores los unos sobre los otros, ó de los movimientos obrados en el seno mismo del sistema nervioso, ó del centro cerebral. En cualquier caso ellas son el efecto de un acto único de nuestra sensibilidad. Pueden ellas ser el resultado de muchos movimientos combinarlos; mas ellas son siempre ideas ó percepciones simples, modos simples de nuestra virtud sensitiva.

A nuestras sensaciones internas pertenecen las impresiones o maneras de ser, que se llaman comúnmente sentimientos ó afecciones del alma, tales como el sentimiento del gozo, y de la tristeza; de la confianza y del temor; de la debilidad y de la fuerza; de la actividad y de la languidez; el movimiento y el reposo, porque estos son actos simples de nuestra sensibilidad como el sentimiento del hambre, la sed ó un dolor cólico.

Nuestras sensaciones consideradas como ideas simples, son reales y ciertas; no pueden ser susceptibles de error alguno.

Cuando yo pruebo una sensación no es menos cierto que yo la pruebo, que sea ella real en mí, y por mí tal cual yo la pruebo.

Dejase pues ver q. nuestras sensaciones son ciertas; en tanto que consideradas como simples se miran despojadas de toda accesoria. Desde, que nosotros juntamos á la impresión que ellas nos hacen el juicio que nos vienen de tal objeto, de tal causa, por tal órgano, la idea que tenemos es compuesta de esta impresión y del juicio; este es el caso en q. todos estamos, después q. hemos llegado á conocer que existen otros seres fuera de nuestra virtud sensitiva. Ved allí el principio del q. hemos partido y el modo como lo hemos descubierto.

Las ideas de los seres, sus cualidades, sus modos, etc. En los primeros momentos de nuestra existencia, nosotros no sentimos directa ó instantáneamente la idea de un árbol, de un hombre, de una casa, etc., como sentimos una simple impresión de frío, de calor, de sonido y de placer. Sentimos solamente las diversas impresiones que nos vienen de estos cuerpos, y componemos poco á poco las ideas, reuniendo sucesivamente las unas á las otras todas las sensaciones que recibimos á medida que juzgamos que tales efectos son sus causas.

Nosotros formamos la idea de sus calidades juntando á la impresión que nos hicieron el juicio que hizimos de esta impresión. En seguida generalizamos estas ideas de los seres, de sus cualidades y de sus modos, y hacemos las ideas de clases, generos y especies, etc., haciendo juicios que son causas de otras abstracciones y de otras reuniones, y en tantas modificaciones que siguen, va decreciendo la primera idea, pues cada una es diferente de la otra.

Todas estas ideas aunque compuestas son percepciones únicas, como el menor de sus elementos; y ellas son tan ciertas, y tan reales en tanto son sensaciones. Como nuestras ideas las mas simples, es indubitable que ellas existen, cuando nosotros las percibimos.

Lo que solo es incierto es saber si estas ideas son conformes con los objetos de quienes las creemos imágenes.

Si los elementos de que están compuestas como pensamos, si en las diferentes combinaciones que hemos hecho de estas ideas para formar nuevas, no hemos hecho las adiciones y sustracciones que creemos, si ellas tienen verdaderamente las relaciones recíprocas que les suponemos. Bien se deja ver que lo que es necesario para saber, es el examen de los juicios en que se fundan; pero por ahora contentémonos con haberlo establecido.

De cualquier manera que ellas sean, son impresiones actuales que probamos por el efecto de impresiones pasadas, cuya causa no esté presente. Ellas son ideas compuestas, pues se necesita de dos operaciones intelectuales: la una es la de percibir la primera impresión, la otra es la de apercibir su reproducción por un movimiento interno que sigue, y es muy diferente del primero. No es tan esencial á la naturaleza de los recuerdos considerados como impresiones pasadas, pues que son para nosotros impresiones nuevas; y es preciso colocarlos en la clase de nuestras primeras percepciones. Bajo esta consideración, ellos son tan ciertos como ellas: lo único que tenemos que averiguar para no engañarnos, es si ellos son la representación fiel de una

imagen anterior. Este es un juicio que nosotros hacemos y este juicio puede ser falso en muchas maneras, según la especie del recuerdo, á quien se junta.

Los recuerdos de las ideas compuestas de la clase de las que acabamos de indicar, los mas son muy susceptibles de ser ciertos. Estas ideas renacen por una operación intelectual casi la misma que aquella por la cual fueron percibidas; sin embargo puede suceder, y sucede con frecuencia, que en su renacimiento adquieran estas ideas algunos elementos nuevos, ó pierdan algunos de los que tenían, sin que nosotros lo percibamos; ved ahí una causa de error. La misma causa de error se encuentra en los recuerdos de nuestros juicios, porque las dos ideas comparadas pueden muy bien no renacer exactamente lo mismo que estaban; por consiguiente el recuerdo del juicio es imperfecto.

El acto intelectual por el cual se recuerda un juicio hecho anteriormente, no es el mismo por el cual se recuerda este mismo juicio: cuando yo digo: De que todos los hombres sean mas ó menos malos, no se sigue ser por naturaleza tales.

Yo no hago este juicio: los hombres son mas ó menos malos. Yo no hago más que recordarlo. Ni ahora está mi espíritu en la misma situación que cuando lo hice; no solamente no tengo las mismas percepciones que entonces tenía, pero ni aun estoy afectado de la misma manera, y jamás podré creer que este recuerdo y el juicio de donde procede, sean dos proposiciones idénticas.

Esto se hace mas claro considerando los juicios como recuerdos de una pura sensación. Casi todas ellas son un dolor ó un placer mas ó menos vivo. Es evidente que el recuerdo de un dolor no es el dolor mismo; es bien diferente, pues si de él reinase algún dolor, entonces dejaría de ser recuerdo y será una sensación actual parecida a la del dolor precedente.

Hablando con propiedad no podemos tener un recuerdo real de una simple y pura percepción; así no podemos jamás por un recuerdo conocer verdaderamente una percepción probada. Los recuerdos no son sino la imagen perfecta de alguna otra percepción; ellos nos la representan en cuanto está ligada a la sensación de algún signo.

Aun es menos seguro el recuerdo de un deseo, pues hay la misma diferencia entro probar un deseo y recordarlo que entre probar una sensación y despertarla. Hay mas en el deseo, pues que él está compuesto de los juicios, al menos implícitos, que se han hecho sobre su objeto, su causa, y sus efectos, cuyo recuerdo está sujeto á los mil defectos que hemos señalado á los juicios.

Nuestra reflexión sigue los mismos pasos.

Todos estamos persuadidos de la diferencia que hay en nuestros raciocinios cuando actualmente somos animados por una pasión, ó movidos por una sensación, que cuando reflexionamos tranquilamente.

De esta análisis deducimos que es casi indistinguible el sentir del pensar; el espíritu del corazón, las impulsiones afectivas de las perceptivas. No hay mas diferencia en estas cosas que un grado mas ó menos de energía y de viveza. Todo es sentir. Cuando nosotros percibimos la idea de un ser, ó un juicio, nosotros la sentimos, como cuando percibimos una sensación ó un deseo. Con esta diferencia q. las percepciones últimas nos dan pena, ó placer directamente, ó por ellas mismas y las otras solamente por sus consecuencias ó circunstancias.

Concluyamos pues que nuestros recuerdos nos inducen á error por los juicios que mezclamos con ellos; pero que ellos son verdaderos y reales, considerados como percepciones aisladas y simples.

Nuestros juicios consisten en percibir la relación de dos ideas, ó mas claro, en percibir que de dos ideas la una encierra á la otra. Estas ideas son compuestas, pues ellas suponen al menos dos operaciones intelectuales: la una la de percibir las dos ideas que son el objeto del juicio, y la otra la de percibir que la segunda es uno de los elementos que componen la primera.

A hablar exactamente no hay juicio que sea falso aisladamente tomado, y en cuanto dice la relación percibido que no es tan real como las sensaciones.

Nosotros demostraremos en lo que consiste la exactitud o falsedad de nuestros juicios cuando acabemos de ver que ninguna de nuestras percepciones es en ella misma suceptible de error; q. cuando ella está inficionada, es en razón de los juicios que se le mezclan; y que en consiguiente de nuestros juicios vienen todos nuestros estravíos, y la diferencia q. hay entre nuestras opiniones y la realidad de las cosas.

Todos los actos mas ó menos enérgicos de nuestra voluntad son ideas compuestas, pues ellos suponen la percepción de una manera de ser cualquiera; el juicio al menos implícito de que esta manera de ser es buena ó mala, y el sentimiento q. sigue de este juicio. Cuando nosotros probamos el deseo, no hay duda que es real y tal cual lo probamos; lo único que nos puede engañar son los juicios q. hacemos sobre los motivos, su objeto y sus efectos.

Este examen circunstanciado nos demuestra � 1º- que nuestras puras ideas simples son absoluta y completamente reales é inaccesibles á todo error; mas que ellas no gozan de este privilegio sino en cuanto se las considera puras, y sin mezcla de todo juicio, y que empiezan á ser sospechosas desde que empezamos á hacer relación de ellas á los seres que nos la causan.

2º- Que todas nuestras ideas compuestas, es decir, todas las que tenemos en el estado y grado en que nos hallamos de conocimientos son tan reales y ciertas como nuestros primeros sentimientos; pero ellas son accesibles al error desde q. mezclamos los juicios por los cuales las consideramos imágenes fieles de las ideas que ellas representan y que en particular nuestros recuerdos son siempre erróneos bajo la consideración de juicios.

Se sigue que ninguno de nuestros juicios tomado en el mismo, abstractamente es falso, ni puede ser falso; pues como juzgar es lo mismo que sentir, esto es percibir la relación de dos ideas, ó mas claro, sentir que de dos ideas actualmente probadas, la una encierra á la otra, es evidente que si no nos podemos engañar en sentir, tampoco nos podemos engañar en juzgar.

Las ideas no existen sino en el espíritu y ellas existen tales cuales las sentimos; en consiguiente una idea encierra evidentemente á otras, al momento en que las juzgamos así, y solo porque las juzgamos así.

Sí yo tengo la idea del oro de no ser líquido, yo pronuncio: el oro no es líquido. Es manifiesto que en mi idea actual del oro entra por elemento la idea de ser infusible é insoluble, y por consiguiente la de no ser líquido. Es claro q. yo tengo mucha razón para pronunciar mi juicio. Resta solamente saber si esta idea es la representación fiel del ser de quien la creo imagen.

Para esto será necesario descomponer las ideas elementales de este juicio de que se formaron, perseguir las relaciones hasta llegar á las percepciones primeras; y entonces estaré seguro de la certidumbre, ó error del juicio q. he pronunciado.

Desenvolvimiento de la causa primera de toda certidumbre y de todo error

El examen atento de las facultades q. componen la inteligencia de todos los seres sensibles, especialmente la nuestra, nos hace descubrir dos propiedades muy remarcables: la certidumbre de nuestras percepciones actuales y la incertidumbre de sus ligazones con nuestras percepciones pasadas; así ellas deben producir todos nuestros conocimientos y todas nuestras ilusiones, todo el poder y toda la flaqueza de nuestro espíritu. Mas esta ojeada no es suficiente. Es preciso manifestar en detalle como estas dos causas opuestas obran, se mezclan y se combinan; no mas en cada una de nuestras operaciones intelectuales tomadas abstractamente, que en el encadenamiento de nuestros pensamientos y nuestras afecciones en los diferentes grados de nuestros conocimientos, y en los diferentes estados de nuestros individuos.

Es preciso encontrar en la historia de cada uno de nosotros la aplicación de esta teoría y la prueba de su exactitud. Nada nos sería mas fácil si tuviéramos un recuerdo distinto de nuestras primeras percepciones desde los primeros actos de inteligencia, y desde las primeras combinaciones que hemos hecho; mas ninguno se acuerda como comenzó á sentir, á recordar, a juzgar, á querer; cómo ha formado sus primeras ideas, ni cómo ha adquirido la convicción de su existencia y la de los demas seres.

Nosotros encontramos estos conocimientos, estas ideas, y estas operaciones, como refundidas en nosotros y sin un origen preciso. Lo cierto es que todo en nosotros se hace poco á poco, por grados insensibles, y sin una diferencia asignable de un instante a otro.

La causa está no solamente en nuestra organización, mas está en el modo de su acción.

Nosotros nacemos con órganos imperfectos que la sola edad de la vida desenvuelve de momentos en momentos, sin que sintamos los progresos. Al mismo tiempo q. ellos adquieren consistencia, la frecuente repetición de actos los trae gradualmente de un entorpecimiento absoluto á la presteza mas nerviosa. Hablando propiamente desde q. nosotros hemos probado el fenómeno del sentimiento, desde que él ha movido nuestro ser y comenzado nuestra existencia, nada puede presentársenos de nuevo. Todo lo hemos visto y conocido. Esta tabla rasa encierra todo para nosotros.

Lo mas que hacemos después, es probar las modificaciones, las variedades y las consecuencias. Todo esto se hace tumultuaria y fortuitamente, de mil maneras á la vez, sobre todo imperceptiblemente; de suerte que nos hacemos otros, de momentos en momentos, sin tener una consciencia distinta, con mayor razón un recuerdo.

Nos ilustramos así como crecemos, sin percibirlo nunca: como la luz del día se produce á nuestros ojos todas las mañanas sin que podamos distinguir sus grados desde la noche mas obscura hasta el día mas brillante; como la manesilla de un reloj camina sobre nuestros ojos, sin que la podamos ver. Todo lo que se obra de una manera igual, gradual y continua escapa á nuestras miradas, y no se nos manifiesta sino por sus resultados.

Esto es en lo que consiste la dificultad de la ciencia de la inteligencia humana. Está pues en nuestro poder examinar estos resultados, compararlos, analizarlos, descomponerlos, y juzgar como ellos se han producido.

Nosotros no tenemos otras maneras de ser cierto que los movimientos de los astros son el objeto de una impulsación una vez dada y de una atracción constante que se ejercita en razón de las masas, y en la inversa el cuadrado de sus distancias, sino porque estamos seguros que existiendo estas fuerzas, los movimientos serían como los vemos, y que por consiguiente ellas son capaces de producirlos.

Así pues, si nosotros vemos que la certidumbre de nuestras percepciones actuales, y la incertidumbre de su ligazon con nuestras percepciones pasadas son capaces de explicar todos los fenómenos observables en nuestra inteligencia, nos habremos ahorrado el trabajo de buscar otras causas, y tendremos el derecho de dar á estas por las verdaderas.

Ensayémonos hacer sumariamente la historia hipotética de estas dos causas, de las observaciones que hemos hecho sobre la naturaleza de nuestros recuerdos; sobre nuestras sensaciones, sobre las funciones diferentes de nuestras facultades intelectuales, y últimamente sobre la manera que formamos las ideas compuestas.

Yo me supongo, comenzando mi vida, dotado de todos los medios de conocer que ahora tengo. En este estado, no siendo preciso q. yo pruebo esta

sensación más bien que aquella, yo me imagino probar una que nos conducirá mas fácilmente á nuestro propósito.

Supongo ser la impresión que resulta del movimiento de mis miembros por la acción de mis músculos. Esta impresión es ciertamente una pura sensación, una idea absolutamente simple esto es, yo la siento pura y simplemente, pues que no puedo juntarla con otra, no habiendo tenido alguna hasta entonces, según la suposición. Ella es cierta: aquí obra solo el primero de los dos principios que hemos asentado, y no hay lugar al error.

Yo ceso de agitarme y la sensación cesa. En este estado de reposo, esta sensación que no existo, y cuyas causas están suspendidas, afecta de nuevo mi sensibilidad, yo siento que ella se reproduce. ¿Cómo se hace esto?

Yo no lo sé, mas ello ciertamente sucede, y esto es lo q. yo llamo memoria.

El recuerdo de que se trata es tan fiel, que representa lo mas que puede ser la sensación dada; pero el no es la mismas sensación: ella no se ha reproducido. Y en el curso presente los músculos motores, los miembros que se habían agitado en la producción de la sensación, están en reposo.

Si él es obra de otra sensación él se probaría con alguna diferencia, porque el acto del reposo debe pasar todo él en el centro cerebral, ó cuando mas tocará alguna parte del sistema nervioso; ello es, que si las sensaciones se reproducen á merced del recuerdo, jamás puede suceder esto con tal exactitud que nos haga consentir que los recuerdos son las mismas sensaciones reproducidas, pues esto no puede suceder física y humanamente hablando.

Sin embargo, este primer recuerdo es en sí mismo una percepción actual y simple; y como tal absolutamente cierta. Mas si yo junto el juicio de q. él es la representación de una impresión anterior, juicio que solo lo constituye un recuerdo, resulta pues una percepción compuesta, y por consiguiente sujeta al error por su relación con una percepción precedente.

Así se puede decir con verdad y sin excepción que toda percepción actual, que toda percepción de relación (todo juicio) tomada aisladamente y en ella misma, está el mismo caso; mas que el sujeto de todo juicio ó toda idea de quien se juzga, debe ser mirada como el recuerdo de una idea anterior, cuyo recuerdo tiene demas que su modelo la idea exprimida por el atributo del juicio; que él es exacto si el atribuir esta encerrado en los elementos de la idea anterior; y que él es inexacto y el juicio falso, toda vez que, este atributo sea incompatible con estos elemento así en general el vicio de todo juicio viene siempre del juicio de un recuerdo que consiste en su relación con ideas anteriores. Volvamos á nuestra hipótesis.

No puede pues un recuerdo, ser la reproducción completa de mi sensación, de mi movimiento; pero yo estoy, precisado á emplearlo como tal en mis combinaciones posteriores, pues, aunque quiera, no puedo reproducir mis sensaciones, y solo juzgar de ellas por un recuerdo. Continuemos. En esta idea de mi primera sensación, que es una imagen muy semejante de ella, yo

descubro bien pronto que ella contiene la idea de bondad. Aun hay algunas observaciones que hacer.

Primera.

Que lo que se llama meditación, atención y comparación, no son sino el mismo sentimiento trasformado; porque si todo esto es para mí de ningún efecto, siempre que no resulte un juicio, se sigue que si resulta este juicio, que es para mi una nueva percepción, es un nuevo acrecimiento á los productos anteriores de mi sensibilidad; y yo no debo considerar otra cosa en el fenómeno de que se trata.

Con mayor razón, yo no tengo necesidad de explicar cómo hago mis juicios para asegurarme de que los hago; ni para dar á su exactitud una base sólida, admitir en mí un sentimiento íntimo distinto de todas mis facultades de todos los empleos que yo puedo hacer de mis órganos, ni menos un sentimiento vago de conciencia separado de todas mis afecciones positivas y reales. Si nosotros no conocemos esto que llamamos yo sino por las impresiones; que probamos, él no existe para nosotros (ó nosotros no existimos) sino por estas impresiones, así como nosotros no conocemos los demas seres sino por las impresiones que nos causan y ellos no existen para nosotros sino en estas impresiones. ¿Cómo pues concebir un sentimiento de consciencia en general existente sin relación á alguna cosa, ó en particular, y sin consistir en la conciencia de alguna impresión especial? Esto es evidentemente una abstinación como las formas substanciales que no explican cosa alguna y necesitan de ser explicadas. Decíamos, pues, que juzgando de mi primera sensación, o mas bien, de la idea que yo tengo de que ella es buena, este primer recuerdo es ciertamente semejante á su modelo cual puede serlo.

El no esta expuesto á ser alterado por la mezcla de ideas extrañas (como podrá ser en seguida) pues que yo no tengo otra percepción; así el juicio de q. esta sensación es agradable debe ser justo.

Mas, visto la diferencia necesaria que hemos reconocido entre el recuerdo y la sensación, yo no puedo tener la idea de ser agradable tan vivamente en un caso como la tendría en el otro; y, si hemos de decir de esta sensacion comparativamente á otra, podría ser que yo la juzgase preferible después de ella misma, y no preferible después del recuerdo. Ved ahí el primer paso que nos pone inmediato sino al error, al menos al camino de él; ved ahí también cómo la cadena que constituye la exactitud de nuestras ideas es delicada, y fácil de romper.

Toda vez que yo juzgo de esta percepción agradable, se sigue precisamente el deseo de probarla de nuevo. Este deseo hace recomenzar el movimiento de mis miembros; mi primera sensación renace y cesará en seguida como la primera vez.

Ya las cosas vienen aquí muy variadas. Cuando el recuerdo de esta sensación me viene, él necesariamente es complicado de muchas ideas que no existían la primera vez que él me vino.

Esta, pues, muy expuesto á ser infiel. Si yo juzgo de esta sensación en tanto q. ella existe, lo mismo sucede á la idea que yo puedo tener: ella no es simple, es errónea por precision.

Continuando, yo encuentro que esta sensación ha cesado por el poder de otro ser distinto de mí. Ved ahí como arribo al conocimiento de los demas seres, ó como hago la clasificación del uno que quiere y el otro que resiste.

Así, todas nuestras ideas son complicadas: ellas se componen de ideas anteriores de los seres y sus modos. Ved ahí como crecen infinitamente las dificultados de ligar bien nuestras ideas actuales con nuestras percepciones simples.

Nota I: Se respetó la escritura original, por razones de interés documental.

Nota II: Por casi 120 años, el Curso Filosófico se mantuvo inédito. Los manuscritos del autor fueron recuperados por Juan María Gutiérrez, y editados, finalmente, en 1938.

Editado en Buenos Aires, en 1938, con prólogo y notas de la escritora Delfina Varela de Ghioldi.

- FIN -