EL ARTE DE VIVIR EL ARTE DE VIVIR EL ARTE DE VIVIR EL ARTE DE VIVIR MÁS ALLÁ DEL MÁS ALLÁ DEL MÁS ALLÁ DEL MÁS ALLÁ DEL PREMIO O DEL PREMIO O DEL PREMIO O DEL PREMIO O DEL

CASTIGOCASTIGOCASTIGOCASTIGO

AUTOR: LIC. JUAN FELIPE GARCÍA RODRÍGUEZ

Realizó los estudios Filosóficos en el Instituto Superior de Estudios Teológicos –

I.S.E.T. (Lima-Perú). Egresó de la Pontificia Universidad Gregoriana – P.U.G.

(Roma- Italia), donde obtuvo el título de Bachiller en Teología. Estudió en la

Facultad de Teología de Granada – España, donde logró el título de Licenciado

en Teología Pastoral y un Máster en Bioética. En su paso por Bolivia realizó un

Diplomado en “Persona sexualidad y Valores”. Actualmente, en Perú, se dedica

a la labor Docente en niveles secundarios y superiores.

1º

Este libro comenzó a escribirse en junio del 2012 y llegó a su término en

agosto 2013, en la ciudad de Lima-Perú.

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN……………………………………………………..3 DEDICATORIA……………………………………………………….4

1. Una breve aclaración terminológica…………………..5 2. El valor intrínseco del hombre………………………….5

2.1. Ideas indudablemente incorrectas……………….6 2.2. Ideas indudablemente correctas………………….7

3. La realidad del hombre…………………………………...8 4. Todo hombre es un ser inviolable……………………10 5. Todo hombre es un ser moral…………………………12 6. Vivir más allá del bien…………………………………..14 7. Vivir más allá del mal……………………………………16 8. Superar la pedagogía del castigo……………………..21 9. Superar la pedagogía del premio……………………..25 10. Formación de la conciencia……………………...28 11. Vivimos en un mundo de bienes………………..32 12. La regla de oro: la naturalidad…………………..34 13. Moral fundamental: autonomía, conciencia,

libertad y responsabilidad……………………………..36 14. Actitud mental positiva……………………………42 15. Despierta el líder que llevas dentro…………….45 16. Tomar decisiones ponderadas…………………..47 17. Inteligencia emocional…………………………….50 18. La orientación religiosa…………………………...51

CONCLUSIÓN……………………………………………………...54

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EL ARTE DE VIVIR MÁS ALLÁ DEL PREMIO O DEL CASTIGO

INTRODUCCIÓN

“Para que exista un pensamiento mío basta con que yo piense que lo pienso” (ORTEGA Y GASSET)

Humildemente, debo admitir que desde mis pasos por el colegio y luego en la universidad, progresivamente, iba notando que una de mis cualidades para transmitir mis ideas era a través de la escritura. En esta ocasión, quiero presentar a los lectores dieciocho puntos estrechamente entrelazados uno de otro que desarrollan una idea fundamental: “El Arte de Vivir más allá del Premio o del Castigo”. Como podrá notarse la orientación que le doy al tema tiene tres aspectos interesantes: filosofía, psicología y moral. De tal manera que, valiéndome de estos tres recursos he podido crear una amalgama de ideas que, en la medida de lo posible, resulte atractivo y agradable a quien tenga la osadía de afrontar los retos diarios de su propia existencia en este mundo. Lo cual significa que tanto el hombre como la mujer son escultores de su propio destino o como suele decirse: “arquitectos de su propia vida”.

AUTOR: LIC. JUAN FELIPE GARCÍA RODRÍGUEZ.

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DEDICATORIA "El mejor profeta del futuro es el pasado. "(BYRON)

Yo considero que lo que somos ahora es fruto de lo que vivimos ayer. Por esta razón dedico este libro a mi Amada Esposa, Vicky, y a mi Maravillosa Hija, Belén. Porque han sido como la fuente de

inspiración para avanzar siempre con paso firme hacia adelante.

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1. Una breve aclaración terminológica.

"La enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia."(BRONSON ALCOTT)

Antes de exponer las ideas sobre el tema “El arte de vivir más allá del premio o del castigo”, quisiera hacer una aclaración terminológica bien concreta y, al mismo tiempo, significativa; la cual, ayudará a comprender mejor el contenido de la reflexión posterior.

En este caso el término hombre abarca tanto al género femenino y masculino, en otras palabras, como suele decirse: a la mujer y al varón. Por tanto, en la mayoría de los casos cuando en el texto posterior solamente se use el

término “hombre” se tendrá en cuenta esta primera indicación. De esta manera, descarto de primera mano cualquier suspicacia o inclinación de tipo machista que hiera la susceptibilidad femenina.

2. El valor intrínseco del hombre.

“El hombre es un fin en sí mismo y no mero medio.” (Kant)

Una vez hecha la aclaración, a continuación hablaré del valor intrínseco del hombre. Y lo haré, en primer lugar, indicando lo contrario, es decir mostrando las ideas erróneas que han

Igualdad de condiciones

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llegado a asumirse como auténticas; y, en un segundo instante, afirmar las ideas correctas.

2.1. Ideas indudablemente incorrectas a) El hombre cosificado. El hombre no es un objeto. Es

decir, no es una porción de materia prima inerte de la cual se puede hacer uso y desuso como si fuese una cosa más de los millones de cosas u objetos existentes en este mundo.

b) El hombre cuantitativo. El hombre no es una cantidad. Es decir, no es un número más de las instituciones bancarias o financieras, de las instituciones educativas o correctivas.

c) El hombre cualitativo. El hombre no es una cualidad. Es decir, su valor no debe definirse por lo que hace o deja de hacer. Dicho de otro modo, no se es hombre porque se es capaz de hablar, escribir, leer. Si fuese así tanto los embriones humanos como quienes han nacido y crecido con ciertos tipos de discapacidad que les impide desarrollar ciertas funciones no pertenecerían al mundo humano. Y quizás no faltarían quienes pretendiesen clasificarlos en un nivel que no corresponde al verdadero mundo humano.

d) El hombre creado por los hombres. El hombre no es una idea proyectiva. Es decir, no es lo que los demás hombres digan o dejen de decir. Por ejemplo, con frecuencia escuchamos las siguientes afirmaciones: que

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bueno eres, que malo eres, no vales nada, eres una persona valiosa, etc. No somos lo que los demás nos califican.

2.2. Ideas indudablemente correctas

a) El hombre es sujeto. Es decir, no es objeto manipulable al modo de un utensilio o de un embutido que, luego de su uso y caducidad, está destinado a ser desechado.

b) El hombre es sujeto personal. Es decir, manifiesta cualidades, no se encierra en sí mismo sino que es

capaz de alteridad y empatía. De comprender y comprenderse. De establecer una relación interpersonal e intrapersonal. Es decir,

es capaz de entrar en contacto con otros hombres, con el medio que le rodea, pero sobre todo de entrar en contacto consigo mismo.

c) El hombre tiene valor intrínseco. Es decir, tiene valor propio, que pertenece a su ser, no depende de nadie. Ni de los buenos ni de los malos deseos o intenciones de alguien. Mejor dicho, no necesita la legitimación de una autoridad civil o religiosa, porque la dignidad del hombre pertenece a su propia naturaleza humana.

d) El hombre es un fin en sí mismo y no mero medio. Recuperando la idea Kantiana, el hombre no es simplemente un medio para alcanzar otros objetivos o fines. Precisamente porque no se encierra en sí mismo,

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puede sorprender con sus gestos plenos de humanidad; por ejemplo: la madre o el padre que da la vida por sus hijos; la persona que dona voluntariamente uno o más de sus órganos para favorecer la recuperación de un paciente que necesita con urgencia un órgano sano para sobrevivir.

e) El hombre es sujeto de derechos. Es decir, una vez que reconoce su valor propio e intrínseco, se desencadena una serie de elementos primordiales amparados por la ley, sin los cuales, el hombre sería nada más y nada menos que un animal o una cosa. Pero así como se afirman legalmente sus derechos también éticamente se afirman sus deberes o compromisos. El riesgo de afirmar solo los derechos puede llevar a exigir demasiado y a comprometerse poco o nada.

3. La realidad del hombre.

“El hombre no es más que una débil caña, la más ruin de la naturaleza, pero una caña que piensa.” (PASCAL)

El hombre es un ser estructurado y desestructurado al mismo tiempo. Aunque no parezca, pero, esta realidad ambivalente es la que caracteriza de tajo a toda persona. Los biogenéticos confirman esta realidad humana.

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Por un lado, me refiero a que el hombre genéticamente es un ser estructurado. Es decir, tiene un mapa genético único, en el sentido de que le pertenece, independiente de sus progenitores. Genéticamente, podemos afirmar que de un humano nace otro humano y no un ser de otra especie. En este sentido, el hombre está estructurado por la naturaleza de su propia especie.

Pero, por otro lado, aunque la estructura genética humana está bien definida y estructurada, el hombre tiene una desestructuración interna que se manifiesta, por ejemplo, cuando pone en juego su libertad, la capacidad de decidir, etc. Es decir, el hombre es un ser que busca algo más. Y cuando se pone en marcha para conseguir ese algo más, entonces, cae en cuenta de que puede crear, descubrir, mejorar, transformar la realidad, su propia realidad.

El hombre se da cuenta de que no todo está hecho, predeterminado. Sabe lo que es pero no sabe lo que podría llegar a ser. Esta es la razón por la cual se convierte en artífice de su propio destino. Al iniciar su proceso de ser artífice de su propio destino en ciertas ocasiones acierta y otras, simplemente, es testigo de sus desaciertos.

En este sentido, los animales nos llevan ventaja, porque estos no sufren por haberse equivocado o por no saber qué elegir. Los animales tienen los instintos más desarrollados que el hombre. Estos simple y llanamente siguen la predeterminación natural. Es decir, ciertas leyes naturales necesarias para sobrevivir y prolongar su especie. Por ejemplo, el conejo no piensa qué va a elegir mañana para mejorar su calidad de vida. El hombre, en cambio, sí. Y en

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más de una ocasión, el hombre, va a experimentar angustia o confusión por no saber qué opción tomar.

En definitiva, el hombre es un ser estructurado y descentrado al mismo tiempo. Esta realidad es como la estrella polar para mirar hacia adelante, para no conformarse con lo ya conseguido, para transformar la realidad de acuerdo a los intereses que persigue, donde se pone en juego todo el potencial humano, por el simple hecho de atreverse a dar una respuesta a cada una de las circunstancias de la vida.

4. Todo hombre es un ser inviolable.

“El ser es y el no ser no es.”(PARMÉNIDES)

Afirmar que el hombre es un ser inviolable, es consolidar la realidad más profunda del varón y de la mujer, cada uno en su individualidad. Es decir, que son sujetos, que tienen valor en sí mismo, que no son cosas o materiales manipulables.

Este valor radicalmente ontológico no se lo otorga una institución, una autoridad o el Estado. Las instituciones de cualquier índole, las autoridades civiles o religiosas y el mismo estado trabajan en función del bienestar de las personas. Desde el momento en que el hombre es cosificado, manipulado, comienzan los más grandes atropellos no solo de su vida sino de su integridad, en el sentido más amplio de la palabra.

Han pasado más de siete años cuando trabajaba en la recopilación de información sobre el “Estatuto del Embrión

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Humano”. Grande fue la sorpresa con la que tropecé una y otra vez. Resulta que no había una conclusión unánime en los científicos del mundo. Las opiniones eran dispares, controversiales, contradictorias y, en último de los casos, descabelladas. Las legislaciones internacionales y de cada país tampoco daban una luz al respecto, porque la mayoría de ellas protegían y le otorgaban todos los derechos al hombre ya nacido, pero, al que está por nacer se lo mantenía en un absoluto desamparo. Tal vez, esta falta de educación e información haya sido el motor principal por el cual el embrión humano ha estado, por milenios, desamparado legalmente, dependiendo solo del cuidado amoroso paterno y materno, o de una sociedad más o menos bondadosa.

En el mundo hay numerosos e importantes vacíos legales como la desprotección del embrión humano durante los meses de gestación, en casi la mayoría de países de todo el mundo. Esta desprotección del no nacido, con los avances científicos y tecnológicos, ha desembocado en serios problemas bioéticos actualmente, por ejemplo: la manipulación de embriones humanos, el aborto intencionado, fecundación in vitro, la falta de apoyo a la mujer embarazada, etc.

Si bien es cierto, aunque en este libro no desarrollaré el tema del “Estatuto del Embrión Humano”. Mi opinión con relación a la pregunta ¿desde cuándo hay que reconocer el valor ontológico del varón y la mujer? Yo no tengo la menor duda de responder que desde el momento de la fecundación. Esta respuesta no solo la doy como hombre creyente que ha realizado estudios de bioética, sino la ofrezco desde mi

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experiencia como padre dichoso, que ha visto crecer a su hija desde el primer momento cuando era detectada microscópicamente por los equipos médicos dentro del útero materno, cuyo cuerpo iba desarrollándose y tomando forma hasta convertirse en una Bebé maravillosa que llegó al mundo humano adulto después de nueve meses de gestación.

Esta experiencia paterna me invita a no evadir ni omitir mi respuesta sobre el valor intrínseco del ser humano desde la fecundación. Además, me lleva a reafirmar mis criterios acerca de la defensa e inviolabilidad del ser humano en cualquier etapa o fase de su existencia en este mundo.

Tal vez, digo yo, si mi opinión acerca del valor intrínseco del hombre hubiese sido solo fruto de una reflexión racional desde el escritorio, quizás hubiera sido dudosa o confusa. Pero no, la respuesta que doy considero que nació y, por tanto, está más allá de una lectura atenta de libros controversiales, está basada en el amor sincero y profundo que un ser humano puede ofrecer gratuitamente a otro ser humano.

5. Todo hombre es un ser moral.

“Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego.”(GANDHI)

Desde ahora debo afirmar que somos inevitablemente seres morales. Cuando realizaba los estudios de un Máster en bioética

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(España), tuve ocasión de profundizar en la filosofía de Xavier Zubiri, quien afirma sin ambages de que somos seres inevitablemente morales. Es decir, todo hombre es un ser moral aunque no tenga nociones científicas de lo que sea la ética o la moral.

Para actuar moralmente no necesariamente hace falta pasar por las aulas de una universidad. Por ejemplo, mis abuelos y tatarabuelos, nunca pasaron por el aula magna de una universidad, a lo mucho sabían leer y escribir. Pero, ellos en todo momento no dejaron de orientar a sus hijos e hijas por las sendas del bien, con frases: “no mientas porque es malo mentir”, “comparte tus cosas con tu hermano para que sienta que lo quieres”, “no le engañes a tu mamá porque Dios te va a castigar”. Esto nos hace pensar que la moral o la ética es el arte de vivir bien. Puesto que todo hombre quiere vivir no por vivir. Si este es un objetivo importante para una persona, entonces ésta, se esmera para alcanzar el mayor bien posible.

Ha llegado el momento de decir que no basta con conocer los valores para orientarse en la vida. Todos sabemos que existe la verdad, la honradez, el respeto, la justicia, etc. Para que haya una transformación profunda de la sociedad se necesita personas veraces, personas honradas, personas respetuosas, personas justas, etc. De este modo, puedo afirmar que existe un nivel importante en el mundo humano que es todo el fuselaje de valores, normas, principios incluso leyes que tienen como finalidad conservar el orden, pero, el otro nivel es el proceso de reflexión que hago acerca de aquello que he heredado de la sociedad, es decir, cuando me

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pregunto: ¿por qué yo tengo que ser justo?, ¿Por qué tengo que ser bondadoso? Esto implica un compromiso personal. No se trata de esperar que los otros sean justos para serlo yo también. Ni mucho menos se trata de excusarse en pensar que como los demás son malintencionados o injustos, entonces, yo no puedo actuar de otro modo, es decir siendo justo y bondadoso. Actuar de esta manera no es otra cosa de una manifestación inmadura de la persona que no ha logrado consolidar su propia autonomía con juicio propio, con capacidad de decisión y de tomar una postura crítica frente a situaciones que impiden el correcto despliegue de las cualidades humanas y de la realización personal adecuada.

6. Vivir más allá del bien.

“El corazón tiene razones que la razón no entiende.” (PASCAL)

Hablar del bien es un tema complejo. A mí, personalmente, confieso que me encanta hablar de que vivimos rodeados de miles de bienes, de los cuales tenemos que elegir los que mejor se ajustan al fin que honestamente pretendemos alcanzar. Pero, ¿qué es el bien? Es más que cuatro letras formando una palabra. Porque concentra una infinidad de concepciones dependiendo de la idiosincrasia y la cosmovisión social.

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Ciertamente que el bien representa aquello que no nos hace daño, que nos permite crecer y desenvolvernos como personas plenas. Y por esta razón el bien se ajusta más a la individualidad, a una persona en particular y en el máximo de los casos a un grupo determinado. Por ejemplo, un bien para mí puede ser considerado como lo contrario para otra persona. Para un médico el bien puede ser ayudar a recuperar la salud de sus pacientes, mientras que para un futbolista hacer un gol en cada partido.

Entonces, queda claro que cada persona tiene una idea de bien según sus intereses y según lo que aprendió del círculo familiar y social al que pertenece. En este sentido, estoy completamente seguro de que no se puede vivir feliz, intentando que las otras personas vivan según mis propios criterios personales, los cuales aunque configuren un rico fuselaje de bienes, no colman las expectativas de los demás; porque los demás, o mejor dicho, cada persona ha elegido el bien mayor que ha colmado la sed de su corazón inquieto.

En este sentido, me atrevo a proponer la idea de tener la audacia de vivir más allá del bien. Es decir, más allá de mis criterios personales, que son importantes, pero pueden convertirse en obstáculo en la medida que me encierran en mí mismo y no permiten el encuentro de mi bien o de mis bienes con los bienes de los demás. Cuando el corazón humano se abre y sale al encuentro de los demás, la solidaridad fluye, el compartir los bienes llega a convertirse en un estilo de vida, en un modo de ser. Este modo de vivir pertenece a las personas virtuosas, de las que encuentran más alegría en dar que en recibir.

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7. Vivir más allá del mal.

“El hombre es un lobo para el hombre.”(HOBBES)

Desde niños hemos aprendido que debemos de evitar meter el dedo en los enchufes porque es malo o peligroso. Pero, debemos de obedecer a mamá y papá porque es bueno. Desde nuestra infancia se nos ha incrustado en nuestra cabeza un mundo partido, dualista: lo bueno vs lo malo.

Ahora mismo recuerdo una anécdota de un hombre alcohólico que frecuentaba la misa de domingo, donde el presbítero para ganar mayor cantidad de adeptos, decía: a todos los borrachos, los infieles, los no casados por la iglesia, les depara una vida eternamente ardiente en las llamas del infierno; mientras que para quienes llevaban una vida ordenada, caritativa, de misa diaria, de matrimonio por la iglesia, les depara solamente la felicidad y una vida eternamente dichosa en el cielo. El hombre que seguía entre su mar de copas el sermón sacaba sus propias conclusiones: entonces, ¡caramba!, yo también seré eternamente dichoso, porque me encontraré con todas las estrellas femeninas de Hollywood, además, mujeres reconocidas como Gloria Trevi, las conejitas de playboy, etc. Por tanto, según su criterio, prefería ir donde más había juerga.

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Los grandes discursos que en un tiempo causaron impacto como el sermón anterior, pronunciado por una autoridad religiosa ahora ya no causan ni miedo ni son la vía más indicada para orientar la moralidad de la gente. Simplemente, han sido suplantados y son objeto de burla, en un mundo contemporáneo donde existe una inversión de valores. Es decir, lo que en tiempos remotos fue considerado como bueno, ahora parece que ya no lo es. Lo que era considerado como malo, ahora es aceptado como bueno por la mayoría.

Otro ejemplo de esta inversión de valores es el siguiente: mientras estuve, por razones de estudios de mi licenciatura, en España, un grupo de personas de tercera edad comentaban en una barbacoa: “hace 60 años, era raro ver a una mujer española fumar cigarrillos en la calle. Solamente fumaban las meretrices en lugares estratégicos para impresionar y dar un mensaje subliminal a los varones: ‘que estaban esperando con urgencia a un macho que sea capaz de apagar el fuego’. Por tanto, una mujer que no se dedicaba a este oficio, era imposible verla con un cigarrillo en la mano. Pero, como el hombre es un hacedor de costumbres, pues, con el tiempo resulta que en España, así como en otros lugares de mundo, que una mujer fume es lo más normal, y en ciertas ocasiones, aquella que no lo hace puede ser tildada de retrógrada o pasada de moda”.

El reto que planteo humildemente en este libro es que aprendamos con audacia a superar el complejo o la idea de mal que hemos heredado. ¡Vivir más allá del mal aprendido! De forma consciente o inconsciente, la familia, la sociedad, las instituciones educativas, etc., nos han inculcado la idea

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del mal que lamentablemente con el transcurso del tiempo nos han hecho más mal que bien. Y vivimos aún pensando en el cielo que nunca llega o en el infierno que está al acecho porque desde niños nos han enseñado a vivir en un mundo partido y repartido entre buenos y malos. Un mundo dualista que tiene sus fundamentos en la filosofía platónica.

El platonismo consideraba que el cuerpo era como la cárcel del alma, por tanto, el verdadero filósofo o el sabio tenía la obligación de liberar el alma de la cárcel que era el cuerpo material. Tenía casi como obligación liberar su alma y la de los demás. El alma pertenecía al mundo ideal, perfecto; mientras que el cuerpo estaba condenado a la corrupción. De esta manera, surgió la falsa idea de menospreciar el cuerpo humano y de alimentar el alma para el más allá. Con esta idea se cometieron numerosas aberraciones y atentados contra el cuerpo humano e incluso se impidió que la ciencia médica pueda aportar lo mejor de sí para tratar las enfermedades. Acaso no se escucha todavía frases como: “oremos por las almas…”, “por la salvación de las almas…”. Por favor, estamos en el siglo XXI, ¿verdad?

Aunque biológicamente somos hijos de papá y mamá; también, podríamos decir que socialmente somos hijos de la cultura en la que hemos nacido y vivido. De la sociedad hemos aprendido y heredado un sinnúmero de elementos necesarios para vivir y defendernos en la vida; dentro de este conjunto de elementos, también, evidentemente, encontramos las ideas del mal y del bien. Esto quiere decir que de alguna manera estamos condicionados por la sociedad.

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Teniendo en cuenta las dos anécdotas anteriores, no cabe la menor duda de que en el proceso de aprendizaje de una persona juegan un papel importantes la sociedad, las instituciones educativas, pero, de manera particular la familia. Será importante que desde ya aprendamos a vivir más allá del mal aprendido. Superar la idea del mal que nos envuelve y nos hace pensar en mundos fantásticos como el cielo o el infierno, en el premio o el castigo. Estas ideas no pueden ser más que simples ilusiones infantiles que la pedagogía de antaño usó con el objetivo de inculcar un modo “adecuado” de comportamiento, es decir, de una vida ética necesaria para forjar un mundo más humano. Pero que en la actualidad ha ido perdiendo interés debido a que la conciencia crítica de la misma gente ha permitido que se rompa el disfraz de unos métodos formativos anticuados.

Nadie duda de que ahora no se busque una mejor calidad de vida, un mundo más humano para vivir, donde quepamos todos y todas, con una mayor participación, con igualdad de condiciones y con el debido respeto a los derechos de todos y cada uno de los seres humanos. Pero para lograr este cometido es importante entonces de que nos quitemos la máscara del mal aprendido y heredado. Y que de una vez por todas nos convenzamos que en esta vida no solo hay bien y mal. Sino que la vida misma tiene una multiplicidad de colores, que desde el punto de vista ético, hay que saber elegir el mejor, porque aunque todo sea bueno, no todo lo bueno sirve para la adecuada formación integral de un ser humano, sino que hay que saber elegir todo a su tiempo, con cautela, con un discernimiento prudencial y razonable.

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Tengo que advertir a mis lectores de que cuando me refiero a la idea del mal, me sitúo en el plano ético, en la capacidad de elegir de una persona, teniendo en cuenta su autonomía, conciencia, libertad y responsabilidad. Caso contrario, alguien me podría decir: si vivimos en un mundo de bienes, ¿por qué estoy enfermo? En este caso la enfermedad puede ser considerada como un mal y la salud como un bien. Simplemente, para aclarar el asunto, la enfermedad es algo que me afecta desde un plano externo, quizás sin mi consentimiento y sin haberla elegido para que ataque mi organismo. Aunque no la elegí pero quizás sí estuvo en mis posibilidades de prevenirla, de tomar las precauciones necesarias, pero tal vez por desconocimiento, descuido o indiferencia, algo que pudo evitarse terminó causándome daño.

Pero, claro, en este libro yo me refiero más al tema de que el hombre se forja a sí mismo, él es artífice de su propio destino, por lo tanto, se edifica en cada acto humano que realiza. A diferencia de los animales que están determinados naturalmente por sus instintos y una que otra cota de inteligencia. En comparación con los animales, en el hombre, los instintos, juegan un rol minúsculo porque la autonomía, la conciencia, la libertad y responsabilidad permiten que se forme y se transforme; a través del aprendizaje constante, de una educación integral e integradora que le permite ser cada vez más consciente de sus propias acciones. En este sentido, podemos afirmar que el plano ético el hombre es lo que decide ser.

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8. Superar la pedagogía del castigo.

“El hombre ha nacido libre pero por todas partes está encadenado.”(ROUSSEAU)

El proceso de aprendizaje de un ser humano desde sus inicios ha quedado afectado por una pedagogía, ahora, distorsionada. Me refiero a que cada uno de nosotros ha sido afectado por la pedagogía del castigo. Aunque ésta se haya eliminado por su alto

grado de agresividad. Aunque la letra con sangre entra ya no se practica con la misma rigurosidad que en décadas anteriores. Hay que reconocer que ésta todavía anida en los núcleos más influyentes de la sociedad como es la familia. Las razones de su no erradicación completa del seno familiar, quizás sea porque nadie estudia para ser papá o mamá. Esta situación sigue siendo descuidada tanto por el Estado como por las instituciones que pretenden forjar un mundo más humano.

Si, en este momento, hacemos una encuesta a adolescentes del nivel secundario, sobre qué profesión u oficio desean para el futuro, estoy convencido que todos responderían: ingeniería, medicina, jurisprudencia, astronomía, diplomacia, pedagogía, arquitectura y un sin número de carreras habidas y por haber. Pero poco o casi nada se hablaría de ser un padre o madre de familia ejemplar. Aquí está presente uno de

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los motivos de la crisis de una de las instituciones antiquísimas y naturales del ser humano, la familia.

Todos nos hemos preparado al máximo nivel para alcanzar un título que nos garantiza la especialización en un sector de la ciencia. Nos hemos sacrificado al máximo nivel para lograr el sueño de una profesión. Y una vez que la hemos obtenido, nos hemos esforzado tanto por ejercerla porque nos hace sentirnos útiles y realizados profesionalmente, en una sociedad realmente necesitada de todo y de todos.

Hemos invertido los mejores años de nuestra adolescencia y juventud para alcanzar la profesión anhelada. Pero, poco nos hemos preocupado por aprender a ser un padre o una madre ejemplar. Hemos dejado que la naturaleza rija esta instancia y cuando ha llegado el momento de ejercer la paternidad o maternidad, prácticamente, hemos partido desde cero, por la escasez de herramientas y por el perfecto desconocimiento.

Bien, pero, sin poner más trágico el asunto. En estas líneas posteriores quiero desplegar mi reflexión en otros detalles concretos donde se manifiesta aún la pedagogía del castigo. Por ejemplo, cuando el niño manifiesta su descontento o pretende llamar nuestra atención arrojándose a gritos al piso, entonces, para que se calme le decimos: si no te callas, si no dejas de llorar, te daré una palmada para que llores con gusto. Todos de hijos o de padres hemos hecho esto. Ahí se ha ido fraguando el carácter tanto del padre y la madre como la del hijo o hija.

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El padre y la madre que creyeron que con el rigor y la imposición de castigos severos se solucionaron los problemas y que forjaron personas fuertes y responsables, quizás, tengan que temer ahora por sí mismos y por sus hijos o hijas. Porque el bien inculcado se impuso por la fuerza o la violencia. De esta manera, el hijo o la hija habrán aprendido aparentemente bien la lección. Serán personas ejemplares mientras tengan a una persona impositiva y violenta al frente que hace las veces de mamá o papá. Pero, el día en que estos no estén, como no habrá a quien temerle, aparecerá sin reservas la otra cara del hijo o de la hija. Así, por ejemplo, nos encontramos con alumnos que en casa muestran una conducta intachable, cuando los ojos de papá y de mamá están fijos en ellos, pero cuando están ausentes, se transforman y dejan salir el desorden multiplicado.

Educar a un ser humano es el trabajo más delicado y complejo que existe en el mundo. No existen fórmulas o recetas masivas. Hay que utilizar la casuística. Es decir, afrontar cada caso y tratarlo en particular. Esto es importante para los padres. No olviden que aunque tenga dos o tres hijos, si para el primero usaron un método particular para educarlo, ese mismo método no será el más indicado para

aplicarlo en la formación del segundo y del tercero. Los tiempos cambian y las distancias generacionales se tornan abismales. Por tanto, ser padre o madre ha sido, es y

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será siempre un reto. No por nada, las propagandas televisivas apuntan a que la vida de padre o madre es una vida caóticamente hermosa.

De una u otra manera cada uno de nosotros hemos sido educados, formados y transformados por la pedagogía del castigo, el rigor o el autoritarismo, fruto no de la culpabilidad sino de la ignorancia o desesperación de nuestros padres. La pedagogía del castigo es en sí nociva. Aplicando el principio ético de que el fin no justifica los medios, podemos afirmar categóricamente que la pedagogía del castigo como medio educativo no justifica el fin deseable de formar un honesto ciudadano o una persona virtuosa. El fin que se pretende conseguir es bueno, pero, el medio es inadecuado y violento.

En cierta ocasión uno de mis alumnos, cuando trabajábamos el tema de las relaciones humanas en la familia, me contó un hecho que me dejó impresionado. Él decía: “una vez cuando mi hermano menor sustrajo el dinero de la cartera de mamá, ella luego de cerciorarse de que él era el culpable, lo agarró con fuerza y le cerró las manos con un clavo caliente. De ahí, mi hermano olvidó para siempre ese hábito.

Hechos violentos como el indicado anteriormente, seguramente, existen en todas partes del mundo. Pero, personas valientes que no usen la violencia para corregir son todavía escasas. Por tanto, superar la pedagogía del castigo y sus secuelas es un reto. Llegados a un nivel de madurez humana y de edad cronológica es importante superar las secuelas de este procedimiento. Actuar movidos por el temor a que alguien nos castigue sigue siendo una locura y una conducta infantil errada. En la medida que vamos creciendo,

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vamos madurando y aprendiendo a emitir nuestros propios juicios de valor sobre las cosas y nuestros propios actos. No es una tarea fácil. Pero es saludable cuando paulatinamente vamos ganando en autonomía, en libertad, en conciencia y en responsabilidad. Esto implica actuar no por el simple hecho de agradar a otras personas y vivir dependiendo de su aprobación o desaprobación, para sentirnos realizados o insatisfechos.

Más allá del castigo y antes que éste llegue, existe una infinidad de medios y procederes más indicados para corregir y educar. Educar con amor es uno de ellos. Digo amor porque quien ama puede hacer lo que quiera, sabiendo que el amor es incapaz de hacer daño a la persona amada. Y ¿Cuál es la medida del amor? Amar sin medida. Si este principio se usara con más frecuencia en la educación de los hijos, quizás el mundo de males y el mundo de los castigos rápidamente se convertirían en parabienes fabulosos. Y tal vez, el número de víctimas y agresores disminuiría enormemente en las estadísticas.

9. Superar la pedagogía del premio.

“La grandeza del hombre se deduce de su misma miseria.”(PASCAL)

Desde niños hemos aprendido a actuar de acuerdo a ciertos modelos o parámetros que nos inculcó el mundo adulto, en este caso nuestros padres o

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las personas que hicieron las veces de ellos. Así por ejemplo, en varias ocasiones por la emoción de ver al niño que dé sus primeros pasos, papá o mamá, le ofrece un chocolate u otra golosina o cualquier objeto que llama la atención del niño para que mantenga el equilibrio y, de esta manera, dé sus primeros pasos. El incentivo funciona casi a la perfección porque de este modo se estimula al niño para que camine. Lo digo por experiencia propia.

Los problemas pueden surgir más adelante cuando usando este mismo estímulo, se lo hace con la intención de manipular al niño o al adolescente. Por ejemplo, cuando el hermano mayor le dice al menor: te dejo jugar en mi laptop, siempre y cuando, le digas a papá de que yo no he sido el que ha sustraído el dinero de su billetera la semana pasada. Otro ejemplo, es un caso peor, cuando el padre es descubierto infraganti con la amante por su propia hija, y éste con el objetivo de apaciguar las aguas en el hogar, sobre todo, con su esposa, le ofrece un viaje de excursión al lugar que ella elija, a cambio de no ser delatado. Un último ejemplo, relacionado con la metodología del premio, es por ejemplo cuando papá y mamá se ponen de acuerdo para comprarle a su hijo único la computadora portátil de última generación siempre y cuando apruebe todos los cursos en el colegio.

Evidentemente, cada uno de los ejemplos mencionados anteriormente si los analizamos detenidamente, van a mostrar una intención, un fin y unas circunstancias. Y es que cada acto humano tiene una intención, un fin que se pretende alcanzar y las circunstancias en las cuales se mueve el sujeto que realiza tal o cual acción. Para lograr los objetivos

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entonces se utiliza una serie de herramientas y mecanismos. El problema es que en ciertas ocasiones se utiliza los medios equivocados para alcanzar el fin deseado.

Pero, volviendo al tema de la pedagogía del premio. Nadie está en desacuerdo que alguien, sobre todo un niño, sea incentivado positivamente para que logre un objetivo aparentemente difícil o inalcanzable. Así como nadie podría estar en desacuerdo que se le premie por haber logrado el fin o fines deseados a una persona. La dificultad que veo latente en nuestra época es que en varias ocasiones nos encontramos con personas adolescentes o adultas que se han aferrado demasiado a un incentivo o a un premio para hacer algo, caso contrario simplemente evaden los compromisos o las tareas encomendadas.

Son numerosos los ejemplos que nos podrían ilustrar acerca de estas situaciones, donde más que un compromiso suena una manipulación e interés desordenado todo lo que a continuación mostraré. Por ejemplo, el hijo adolescente a quien su madre le pide que, por favor, le acompañe al mercado para las compras de casa, el hijo acepta bajo condición de que su mamá le deje salir a jugar fútbol con sus amigos el fin de semana. Otro ejemplo, el coordinador que pide a sus alumnos colaboración para ambientar el aula con ocasión de una fecha importante, la mayoría de ellos asiente la propuesta siempre y cuando el profesor coloque una nota aprobatoria, caso contrario, no hay cooperación.

Aunque parezca demasiado simple lo que propongo en líneas anteriores. Es el procedimiento, por el cual, paulatinamente, hemos ido formando nuestra propia conciencia. De una u otra

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manera hemos aprendido no a buscar el bien por el bien, sino a buscar el bien con condiciones o con intereses particulares, y en varias oportunidades sin importar el daño que ocasione.

Superar la pedagogía del premio y vivir más allá él, es una tarea que solo las personas maduras e inteligentes pueden lograr con esmero y sabiduría. La historia es maestra de la vida. Por tanto, mientras tengamos

oportunidad de vivir, cada experiencia vivida, será una auténtica clase magistral para aprender algo nuevo y superar aquello que, tal vez, ha vendado nuestros ojos para ver más allá. Es decir, más allá del premio o del castigo que antes o después condicionó notablemente nuestras vidas, y que nos sigue atando de forma consciente o inconsciente.

10. Formación de la conciencia.

“El hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad quien lo

corrompe.”(ROUSSEAU)

Uno de los elementos esenciales que nos distingue de los animales es la conciencia. Existen definiciones para todos los gustos acerca de la conciencia, así como si averiguamos acerca de la tipología de la conciencia humana, nos encontraremos

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con una infinidad de propuestas y de sorpresas.

Yo, particularmente, y de cara a la reflexión que intento presentar, me inclino por dos definiciones bien concretas sobre la conciencia.

Por un lado, podría decir que la conciencia es como el semáforo más profundo que el hombre posee. Digo semáforo, porque si nosotros observamos el semáforo de la calle, éste cuando está de color verde nos indica en qué momento podemos cruzar, cuando está de color rojo nos indica una señal de peligro, por tanto, no podemos cruzar. Y si está de color anaranjado es el momento de tomar precauciones antes de cruzar o no la calle. La conciencia humana se asemeja a la función del semáforo; pero, de una forma más sofisticada obviamente, ésta es como una voz interior que nos dice que estamos bien en lo que hacemos o estamos equivocados y que hay que detenernos. Esta es la razón, por la que en cierta medida, nuestra conciencia es como nuestro propio juez. Puede darse el caso de que una persona haya obrado correctamente pero el grupo al que pertenece por intereses mezquinos opina lo contrario, entonces, en este caso la persona es juzgada de forma ingenua o malintencionada por el grupo; pero puede darse el caso de que un individuo pretenda engañar a todo el grupo al que pertenece, evidentemente, logra su objetivo con mentiras, engaños y apariencias, pero, internamente la voz de su conciencia estará emitiendo la señal de peligro; tal sujeto aunque haya logrado la aprobación del grupo, internamente se siente dolido, es más sufre por el mal que ha ocasionado contra sí

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mismo o contra otras personas a pesar de su aparente inocencia.

Por otro lado, podríamos decir que la conciencia es el juicio sensato que emitimos con nuestra inteligencia acerca de la bondad o malicia de nuestras acciones que hemos realizado (pasado), que estamos realizando (presente) o que vamos a realizar (futuro). En este caso, estamos frente a la búsqueda del bien por el bien. No en la búsqueda del bien por intereses mezquinos o condiciones ingenuas o superfluas, ni mucho menos utilizando medios fraudulentos, malintencionadas o maliciosos.

No cabe la menor duda de que la conciencia necesita ser formada. Pero, depende de cómo se ha formado la conciencia para que después un sujeto no obre con una conciencia errónea. Por ejemplo, un terrorista que ha sido formado en las filas de una ideología violentista estará dispuesto a asesinar incluso a personas inocentes con tal de derrumbar un sistema que considera inadecuado para el gobierno de la nación a la que pertenece. En otras palabras, está preparado para tomar el poder y propiciar justicia matando a culpables e inocentes. Un ejemplo de estos casos nos muestra el atentado de las Torres Gemelas en EE. UU., los atentados terroristas en instituciones públicas durante la época del terrorismo en el Perú. Ambos casos, dejaron una serie de víctimas no solo fallecidos, sino mutilados, huérfanos, viudas, etc.

La situación podría ser distinta, por ejemplo, en el caso de que una persona haya crecido y educado en un ambiente participativo, orientada por principios adecuados que

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promuevan el respeto de la dignidad de la persona, de sus derechos y compromisos. Donde la violencia no sea el primero y único recurso para lograr lo objetivos personales o comunes. Donde la violencia sea totalmente descartada por otros elementos más humanos como la igualdad de condiciones, el respeto de opiniones, la participación democrática, la exposición y deliberación de ideas, el respeto de la autonomía, la tolerancia en las propuestas, la convergencia de ideas y proyectos, el no hacer daño y actuar con verdadera justicia.

Me parece que con la exposición de las ideas anteriores es suficiente como para pensar que la construcción de otro mundo más humano es posible. Todo este trabajo dependerá de la formación adecuada de la conciencia humana. Caso contrario seguiremos actuando en el teatro de la vida como protagonistas que proyectan una imagen ficticia de la realidad. Por tanto, al no romperse la cadena, nos encontraremos con personas que empezando por el mal menor terminaron cometiendo el mal mayor, que en un muchos de los casos suele tildarse de el crimen perfecto, cuando de perfecto no tiene nada, sino que simple y llanamente se trata de el peor de los males que azota y aniquila la perfección humana.

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11. Vivimos en un mundo de bienes.

“Este es el mejor de los mundos posibles.”(LEIBNIZ)

Lamentablemente, la partición del mundo en dos nos ha solucionado ciertos problemas, pero, nos ha empujado en el fango de otros innumerables. Para el facilismo racional y religioso partir en dos el mundo facilitó, al menos por un tiempo, la paz interior para quienes buscaban respuesta a la pregunta sobre qué les deparaba a los buenos en el más allá, es decir, después de la muerte. La respuesta fue gloria, paraíso, vida bienaventurada, vida eterna, etc. Por tanto, para los malos, sin duda alguna, les deparaba las llamas de un fuego infernal y eterno.

Este dualismo ideológico ha configurado la estructura mental de numerosas generaciones a lo largo y ancho de la historia humana.

En mi opinión, considero que ha llegado el momento de interpretar y vivir en este precioso mundo, de un modo más positivo y optimista. Superando el bien y el mal heredados. El bien y el mal me parece que pertenecen a un campo moral reduccionista. Es decir, estrecho, corto y, por tanto, limitado.

Ha llegado la hora de afirmar que vivimos en un mundo multicultural, pluriforme, multicolor, mestizo y pluralista. Y desde una mirada optimista, simple y llanamente, vivimos en un mundo rico y lleno de alternativas y posibilidades. Siendo realistas, hay que afirmar también que yo como persona en

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un momento de mi vida elijo lo propio (lo mío), respeto aquello que le pertenece a los demás (lo suyo-lo tuyo) y busco de varias maneras integrarme en un espacio social (lo nuestro).

Entonces, teniendo en cuenta la orientación anterior, vale la pena recalcar que si por un lado vivimos en un mundo pluralista, no necesariamente el bien mío puede coincidir con el bien de los demás. Pero, sí se puede proponer unos principios que nos ayuden a construir una plataforma común, es decir, sin los cuales no podríamos vivir como humanos. Estos principios son cuatro: autonomía, justicia, beneficencia y no maleficencia. Por otro lado, la vivencia de estos principios necesariamente nos llevan a la tensión entre lo mío, lo tuyo-lo suyo y lo nuestro.

A mi modo de ver las cosas, si reorientamos la perspectiva dualista hacia una perspectiva holística, integradora y transversal, probablemente, muchos de los complejos humanos que se manifiestan en racismo, fanatismo, violencia, intolerancia, prepotencia llegarían a su punto de quiebre o a su punto final.

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12. La regla de oro: la naturalidad.

“No hagas a nadie lo que no quieres que te hagan.” (Cristianismo)

Causan numerosas decepciones las apariencias. Es mejor actuar sin máscaras. Dejarse conocer tal y como uno es, es parte de lo que llamo la regla de oro: la naturalidad. Naturalidad no significa simpleza o

inconsciencia. Todo lo contrario. En este caso, asumo el término, haciendo referencia al modo más limpio y sano como una persona puede manifestarse no solo en un momento determinado, sino en la vida cotidiana, en el día a día mientras hilvanamos nuestra historia. De esta manera, se descarta todo tipo de personalidad bipolar, es decir, de aquellas actitudes de personas que se manifiestan de un modo en un momento determinado y aparentan ser de otro modo en otras ocasiones, para impresionar o ganarse la simpatía de alguien.

Muchas de las veces, ciertas personas para lograr objetivos mezquinos o egoístas, hipócritamente, aparentan ser pero no son. Por ejemplo, el galán que prefiere hablar de grandes inversiones económicas para impresionar a la mujer que considera su enamorada o su novia futura. Un gravísimo error, porque cuando la verdad sale a la luz, las decepciones son frecuentes producto de un engaño. De algo que aparentó ser pero no era.

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A mi criterio no deberían existir las mentiras piadosas, por la sencilla razón de que son mentiras. Y toda mentira acarrea consigo un fraude, una estafa a la verdad. Por tanto, a mi modo de ver la realidad y por respeto a mí mismo y a los demás, es mejor actuar con naturalidad. Desde el punto de vista de la naturalidad, con nuestros aciertos y desaciertos, nos hacemos querer por las otras personas; con nuestras grandezas y desencantos, nos dejamos amar por nuestros semejantes. Aparentar ser rico o un gran caballero para impresionar y ganarse la simpatía del mundo entero, tarde o temprano nos pasará factura, porque la verdad romperá con cualquier tipo de máscara, con la falsedad de las cosas, y lo que aparentemente se había conseguido se nos escapará de las manos, para no volver nunca más.

En una ocasión un amigo bien cercano en una conferencia decía: mi novia me amó, me ama y estoy convencido que siempre me amará tal y como soy, con mis destrezas y mis ingenuidades, con mi verdad y mi falsedad. Nunca me ha reprochado nada porque desde el principio dejé que ella me conozca tal y como soy, con naturalidad, sin ambages ni apariencias, sino siempre con la verdad de mi propio corazón, con la riqueza que hay en mí pero también con la miseria que en ciertas ocasiones sale de mí aunque no quisiera. Es importante mencionar y aprovecho la ocasión para felicitarlos porque ahora ya llevan casi cuatro

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años formando una hermosa familia y puede decirse que son un auténtico testimonio de vida.

13. Moral Fundamental: Autonomía, conciencia,

libertad y responsabilidad.

"La cordura y el genio son novios, pero jamás han podido casarse."(A.NERVO)

En mi paso por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, tuve ocasión de profundizar en el estudio sobre la autonomía, conciencia, libertad y responsabilidad. En estas líneas posteriores haré todo lo posible por resaltar las ideas más importantes que aún se encuentran plasmadas en mi memoria y otras que las vivencias del día a día se han encargado de dibujarlas en lo más profundo de mí mismo.

a) La autonomía hace referencia sobre todo a la capacidad de la persona de ser ella misma y no otra. La autonomía hace referencia al nombre propio, a la identidad personal. Cada hombre responde a su propio nombre. Esto significa que aunque haya millones de personas en

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el mundo, cada uno es único e irrepetible. Además, aunque en los millones de personas que poblamos la tierra haya centenares de personas con el mismo nombre, cada una de ellas es única y responde de sus actos de forma independiente. En este sentido, la autonomía también hace referencia a la capacidad del hombre para moverse por sí mismo, sin necesidad de recurrir a otro. Este punto de vista nos permite comprender mejor la intencionalidad de una persona. Es decir, de los impulsos más profundos que nacen del corazón, los mismos que pueden ser benévolos o maliciosos. Los textos sagrados como la Biblia ya nos anticipan de este asunto: “Lo que hace daño al hombre no es lo que entra por la boca sino lo que sale de lo más profundo de su corazón”. Además, la autonomía personal hace referencia a la capacidad del hombre de estar centrado o descentrado en un punto concreto, en una situación concreta, en una circunstancia determinada, es decir, en el aquí y ahora de la vida. De esta manera, estando en un punto, situación y circunstancia determinada implica que el hombre puede elegir o decidir no por otros sino por sí mismo. Nadie debería elegir o decidir por otro. Salvo en situaciones extremas de enfermedad o situaciones de otra índole que impiden el completo desenvolvimiento de una persona. Por ejemplo, una persona que se encuentra en estado de coma o una que tiene discapacidad mental, o en el caso de un niño. En estos casos la capacidad de decisión la asumen otras

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personas siempre y cuando sea para proteger su dignidad e integridad.

b) La conciencia es otro aspecto importante que vale la pena resaltarlo en esta reflexión. La conciencia humana es una sola pero para profundizar en el análisis, nos podemos encontrar con una serie de calificaciones y clasificaciones. Quizás el análisis de la conciencia humana, en el transcurso de la historia, haya permitido desarrollar temas como la ley natural, porque en la pluralidad humana del mundo nos damos cuenta de que hay un elemento unitivo, al que precisamente llamamos conciencia. La conciencia humana está presente más allá de las ideologías, religiones, nacionalidades, etc. Es inherente al ser humano. Pero este elemento unitivo malformado puede ser el elemento más destructor del mundo humano, porque cada uno haciendo alarde de su apelación a la conciencia puede defender o justificar las peores intenciones, en diversas circunstancias para obtener fines mezquinos e incluso inhumanos. La conciencia bien formada es capaz de construir un mundo más civilizado, que se orienta por un desarrollo humano sostenible, porque no busca fines mezquinos, sino fines inclusivos, es decir, el bien común, donde evidentemente se encuentra incluido el bien particular. La conciencia recta debe orientarse sí o sí a la verdad, y es capaz de morir defendiéndola. Prototipos de esta conciencia recta tenemos a Sócrates, que murió en manos de sus adversarios quienes le pedían que se

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retracte de la verdad considerada por ellos como mentira. También, el caso Galileo Galilei que fue condenado por el hecho de proponer una nueva cosmovisión. Un ejemplo, más cercano a la mayoría de personas es el hecho Jesucristo, quien murió siendo inocente, pero acusado y condenado a la pena capital por rebelde, instigador de masas y blasfemia.

c) La libertad humana es un tema bastante complejo. Muestra de esta complejidad es la que muestra un adolescente cuando refuta la corrección de su madre que le dice, ¿por qué estás inmerso con amistades que te están echando a perder el sentido de tu vida? El adolescente con un tono grosero y rebelde le contesta: ¡y a ti qué te importa si yo soy libre para hacer lo que me plazca con mi propia vida! Otro ejemplo que muestra la complejidad del problema de la libertad humana es cuando un periodista, haciendo alarde de su derecho a la libertad de expresión, utiliza recursos totalmente relacionados con el fuero interno e íntimo de una persona, los distorsiona con el objetivo de captar la atención de los lectores y ganar un buen capital para asegurarse el pan cotidiano. Pero mi pregunta es la siguiente: ¿es moralmente lícito difamar a una persona para asegurarse el pan cotidiano? Mi respuesta es no, de ninguna manera. También es importante mencionar que la libertad puede ser analizada desde dos puntos concretos y bien elementales. La libertad de y la libertad para. Por una

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lado, la libertad de hace referencia en sentido negativo. Es decir, a los elementos internos o externos que condicionan nuestra libertad. Por ejemplo, quizás los prejuicios, la ignorancia, la violencia, los antivalores condicionan mi propia vida y la vida de los demás. En este sentido, no soy libre, por tanto, tengo que hacer una depuración minuciosa de todo aquello que me impide vivir humanamente bien mi libertad. Si realmente hago este trabajo, entonces, puedo decir que cultivo el arte de vivir más allá del premio o del castigo. Por otro lado, si me he liberado de todo aquello que me impide o condiciona. Lo he hecho con un objetivo fundamental, con un propósito concreto, para ejercer plenamente mi

libertad en un mundo auténticamente humano. Ser libre, entonces, no significa hacer lo que quiero, lo que me place, sin medir las consecuencias o sin

asumir compromisos o responsabilidades en la vida. En este sentido yo discrepo con aquel pensamiento que propone que mi libertad termina allá donde empieza la libertad del otro. Todo lo contrario, mi libertad crece en la medida en que se torna responsabilidad por los demás. Lo cual significa que la libertad del otro no debe ser impedimento para que mi libertad crezca. No obstante, hay que afirmar categóricamente de que la libertad humana no es una libertad absoluta, sino una libertad condicionada por las circunstancias del mundo que nos

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rodea. Lo cual no significa que la libertad humana esté predeterminada o impedida a no crecer, sino todo lo contrario.

d) La responsabilidad solamente puede ser humana. A un ser infrahumano como puede ser un animal no se le puede pedir que dé cuentas de sus propios actos. Caso que en el hombre sí se puede, es más se debe dar. Responsabilidad significa responder. O sea, responder autónomamente de la acciones frente a sí mismo y frente a alguien. Pero solo se puede responder si se es dueño de las propias acciones. Humanamente hablando nadie debería dar razón de las acciones de otro, porque sería asumir un rol que no le compete. Sería engañar a otro y engañarse a sí mismo. Dar respuesta al porqué de las cosas que hago es cuestión de personas honestas, valientes y realmente sinceras, que no evaden las consecuencias de sus propios actos, sino que los asumen con la mayor naturalidad del mundo, con sus dudas y contradicciones, con sus aciertos y desaciertos, con la verdad o el error.

En definitiva, quien no goza de autonomía propia siempre buscará escudarse en los otros, es más los convertirá en culpables o agresores, se esforzará por mostrarse como la víctima perfecta cuando en realidad no lo es. En este caso, los inocentes siempre serán declarados culpables. Pero, una autonomía personal no puede manifestar su plenitud sin ayuda de la conciencia recta, porque sería como una calle sin semáforo, como especie de jungla donde prevalece la ley del más fuerte, y quien sea menos fuerte está condenado a

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desaparecer. Pero, un ser autónomo consciente sin libertad no podría existir. Incluso una persona que purga condena en una cárcel tiene libertad, no será la libertad de movimiento, pero, sí la libertad interna o de espíritu, que no será callada por nada ni por nadie, ni por la máxima autoridad ni por el poder de un Estado. Por último, un ser autónomo, consciente y libre, puede acabar en libertino. Es decir, puede atentar contra sí mismo y contra los demás, en nombre de la libertad. Por tanto, para evitar este peligro, la responsabilidad juega un rol enteramente especial y particular, porque es como una de las piezas clave para mantener el equilibrio, para no ir de tropiezo en tropiezo, de tumbo en tumbo, de fracaso en fracaso en la vida. En concreto, para ser protagonista del arte de vivir más allá del premio o del castigo, en una sociedad humana como la nuestra que está en proceso de humanización.

14. Actitud mental positiva.

"Una alegría compartida se transforma en doble alegría; una pena compartida, en media pena."(PROVERBIO SUECO)

Hace casi cuatro años, pasé una situación que a nadie se la deseo. Vivía desesperado porque tenía una familia apenas formada y, por un lado, la escasez de trabajo quitaba mi sueño; y la estrechez económica daba sus peores azotes, por otro lado. Era tanta mi mala racha que una vez cuando estuve dirigiéndome a una convocatoria de personal de un casino,

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justo en la puerta del local, una paloma bombardeó con su excremento mi hombro derecho.

Cierto día, casi al borde de la desesperación leí la páginas de un diario local que anunciaba una convocatoria masiva y esperanzadora para todos aquellos que habían tocado tantas puertas buscando trabajo sin haber conseguido algo. Dicha convocatoria se realizaba en la Cámara de Comercio de Lima. Después de presentarme junto con decenas de desempleados, todos fuimos inscritos para recibir unas charlas, que aunque no obtuve el puesto de trabajo porque no colmaba mis expectativas, sí logré aprender una cosa: “Ante todo, desarrollar y consolidar una actitud mental positiva”.

Aunque yo no comparto la idea de ciertos especialistas que se esfuerzan por inculcar a sus clientes de que todo está en la mente. Pero, sí, por experiencia propia, debo admitir que cultivar y fortalecer una actitud mental positiva en uno mismo es fundamental para no naufragar en los mares de la desesperación, angustia o la tragedia. Afrontar y superar el sufrimiento humano no solo implica tiempo sino sobretodo trabajo personal. Hacerle frente al dolor desde la perspectiva de una actitud mental positiva se sintetiza en la típica frase de la gente de a pie: “Estoy jodido, pero contento”.

Una actitud mental positiva se manifiesta en la relativización de los problemas. No por nada existe la frase de que “no hay mal que dure cien años”, evidentemente, porque no hay humano que viva tanto tiempo para soportarlo. En el teatro de la vida nos encontramos con gente que dice que su vida es ir de tumbo en tumbo, de fracaso en fracaso, y que ya no soportan más. Los avatares de la vida han colocado a estas

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personas en la lista de las fracasadas. Para éstas el optimismo se quedó en la periferia.

Ser optimistas es una cualidad importante de quien no quiere ser esclavo permanente del dolor, del fracaso o del sufrimiento. Pensar en grande es darle un sentido significativo a la vida. Devolver el valor donde se ha perdido. Es hacer lo ordinario extraordinariamente bien.

Con frecuencia la comodidad y la monotonía pueden dejarnos estáticos y sin posibilidades de mejorar a pequeño, corto o largo plazo. Traigo a colación una anécdota que me contó un monje católico en Galicia, España. En cierta ocasión, dos amigos que habían compartido innumerables vivencias, por opción personal decidieron separarse y cada uno labrar su propio destino. Pasaron los años, y de pronto el amigo que había logrado amasar una gran fortuna después de haber salido del ambiente en el cual creció con su amigo, regresó de visita. Encontró a su amigo que se había atrincherado junto con su esposa y sus hijos a unos escasos metros de tierra donde apacentaba una vaca, la cual, nutría diariamente a los hambrientos comensales con los escasos litros de leche. El visitante al quedarse impactado por la impresionante situación, decidió marcharse por la noche después de haber despeñado la vaca. El dueño al darse cuenta de la horrible tragedia maldijo a Dios y a su amigo que los habían dejado en la ruina más grande. Pasaron los años, y el amigo decidió nuevamente regresar de visita. Cuando se produjo el encuentro de los dos amigos, el que había perdido la vaca abrazó con mucha fuerza en señal de gratitud, luego expresó: ¡Gracias amigo mío! Y prosiguió entre gestos de gratitud:

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después que perdí mi vaca, descubrí que habían numerosas y nuevas oportunidades para mejorar la calidad de vida de toda mi familia. Yo que me había aferrado solo a una vaca para vivir, ahora, mis hijos y mi esposa junto conmigo somos grandes emprendedores y hemos logrado aumentar tanto nuestras tierras como nuestro ganado.

15. Despierta el líder que llevas dentro.

“El ser humano es inteligente porque un día se puso de pie y empezó a

utilizar las manos.”(LEVI-STRAUSSS)

Aunque de manera jocosa, pero, con cierto grado de sentido, me atrevo a poner un ejemplo que hace varios años escuché en un centro parroquial, relacionado con el tema del liderazgo juvenil. El expositor decía: “¡Cada uno de los presentes es un líder! Porque desde la fecundación han sido premiados con esta cualidad. Imagínense ustedes, de los millones de espermatozoides que iniciaron su recorrido por las Trompas de Falloppio, hasta llegar a fecundar al único óvulo maduro existente, dejando a todos los demás sin ninguna opción. Biológicamente, podríamos afirmar, entonces, por este hecho de que cada uno de los presentes y ausentes son verdaderos líderes desde ese momento específico de la fecundación.

Sería demasiado arriesgado y quizás hasta descabellado atribuirle estrictamente una cualidad específica al espermatozoide como si se tratase de un ser racional, debido

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a que se trata de una célula germinal importante, pero, que no tiene el estatuto igual ni siquiera similar al de un ser humano. Pero, para animar un poco a quienes buscan un modo diverso y atractivo para iniciar una explicación sobre el liderazgo podría servir el ejemplo, antes mencionado.

Yo, personalmente, considero que el liderazgo es una cualidad que ha de ser descubierta, desarrollada y ejercida. Si a esta cualidad no se la ejercita, es imposible que se desarrolle. Como toda cualidad humana, para que dé abundantes frutos debe ser ejercitada. De esta manera, la praxis cotidiana, unida al aprendizaje de estrategias y técnicas para coordinar y llevar adelante la dirigencia de un grupo, permitirá que una persona se torne cada vez más diestra para mostrar en el instante que se requiera la capacidad de liderazgo.

Yo estoy convencido que cada persona tiene la capacidad de llegar a ser un auténtico líder. El punto está en que no todos descubrimos o desarrollamos esta habilidad que portamos dentro. Así como unas personas se orientan por la música, otras por la ingeniería, la arquitectura, etc. También, no todas las personas se orientan por el ejercicio de un liderazgo en un grupo humano determinado, porque quizás hay otras posibilidades consideradas como más importantes, hasta el punto, que se deja al margen el desarrollo concreto del liderazgo.

En mi opinión, es necesario despertar en nosotros el líder que llevamos dentro. De esta manera, muchos temores y miedos, ficciones y máscaras, acabarían por desaparecer. Un líder se caracteriza por ser una persona realista, hace lo que puede

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con lo que tiene, se esmera por buscar soluciones más allá de la monotonía. En todo momento, lucha por la inclusión, participación, integración, respeto, verdad, trabajo, solidaridad, igualad de condiciones, etc. Un verdadero líder no se contenta con el hecho de que solo una porción del grupo que dirige alcance los objetivos planteados, sino que da prioridad a los desaventajados del grupo para que puedan caminar hacia delante en igualdad de condiciones, respetando los espacios y tiempos de cada uno, hasta llegar juntos a la meta.

Con estos criterios es evidente que la presencia de una persona en un grupo determinado o en la sociedad, sería totalmente distinta a una que simplemente conforma un grupo y su participación es nula o casi siempre pasiva. Una persona que se orienta con los criterios del liderazgo, en todo momento, se mostrará activa, participativa, inclusiva, tolerante y respetuosa de los derechos de los demás, pero, al mismo tiempo perseverante en los compromisos públicos y privados.

16. Tomar decisiones ponderadas.

¿Qué sentido tiene correr cuando estamos en la carretera equivocada? "(PROVERBIO ALEMÁN)

No todas las personas tienen el coraje de tomar decisiones. En un porcentaje elevado se sitúa la conveniencia o la comodidad en la toma de decisiones, es decir, se opta porque sean otros los que tomen la

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decisión por nosotros. La toma de decisiones compromete, por tanto, el miedo o el temor al compromiso es el primer enemigo para tomar decisiones. El temor a equivocarse, mejor ni lo mencionamos. A mis lectores desde ya les digo: ¡tengan la osadía de tomar sus propias decisiones! ¡No teman al compromiso! ¡No vivan por vivir! Si siguen este consejo, paulatinamente, se irán configurando en el grupo de los humanos responsables; es decir, de ser dueños de sus acciones y de dar razón de ellas si alguien se lo pide.

Quien no toma decisiones vive por vivir. Es esclavo de sus temores, es huérfano o escaso de ideas y se adapta a vivir una vida sumisa o casi parasitaria. Y lo peor, son tremendamente vulnerables a la manipulación de quienes consideran más fuertes o superiores. En otras palabras, quien no toma decisiones, no se proyecta hacia el futuro para mejorar su calidad de vida. Se contenta con lo que ya heredó y su vida depende de eso. La conclusión de este modo de vivir es que cuando la herencia se acabe todo se acabará.

Vivimos bajo el paraguas de un sinfín de alternativas. Todo, en la vida, depende de la alternativa que uno elija. Para elegir hay que decidir con prudencia la alternativa que más colme nuestras expectativas. Para este ejercicio es importante, al menos, conocer lo que se pretende elegir. Cabe recordar que nadie ama lo que no conoce, del mismo modo, nadie debería

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elegir lo desconocido. Así como nadie debería elegir siempre como si fuese la última opción o una situación extrema, porque las consecuencias serán dolorosas, desagradables y dejarán un profundo sabor amargo. Son dos cosas distintas entre amputar la pierna a un accidentado que favorecer el lanzamiento de un reportaje delincuencial como cortina de humo en el campo político. En el primer caso estamos frente a la vida o muerte de un individuo, no queda otra alternativa (situación límite); en el segundo caso, estamos frente a una situación que implica además de tiempo, recursos humanos y materiales más prolongados para lograr el objetivo (se podría actuar de otro modo).

Un signo de madurez de la persona se manifiesta a través de la toma de decisiones ponderadas. A mi modo de entender, ponderar, significa cotejar, contrastar cada una de las alternativas, según el riesgo o beneficio. Dependiendo del bien que produzca tal o cual alternativa, finalmente, optaré por la mejor. Es decir, la óptima idea es que se opte por el mayor bien posible. Obviamente, este ejercicio debe darse después de haber consultado la opinión de personas idóneas, de instancias reconocidas por su integridad a favor de lo auténticamente humano y, de manera especial, luego de haber escuchado la verdadera voz de la conciencia personal, que de forma silenciosa pero continua invita a hacer el bien y evitar cualquier indicio que pueda dañar a uno mismo o la dignidad de otras personas.

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17. Inteligencia emocional

"El hombre es mortal por sus temores e inmortal por sus deseos."(PITÁGORAS)

En una capacitación docente tuve la ocasión junto con mis colegas de reflexionar acerca de este tema. Por cierto, yo, de modo particular, comparto las ideas que propuso el ponente con respecto a la definición de la inteligencia emocional como una capacidad de las personas para comprender sus propios sentimientos, los sentimientos de las otras personas y el control de la emoción de modo que intensifique la vida.

Los sentimientos como tal necesitan ser educados, de tal manera que no nos hagan sufrir sino que no ayuden a sentirnos plenos, satisfechos. En este sentido, es importante relacionar la inteligencia emocional con las competencias personales, entre las cuales podemos destacar: conocimientos, habilidades, destrezas, aptitudes, actitudes y valores.

Como el tema, en cierto sentido, me llamó la atención, en horas posteriores decidí incansablemente indagar algo más. Para mi buena ventura, encontré de entre los miles de propuestas dos que me atrevo a compartirlas:

- La inteligencia emocional es una forma de interactuar con el mundo, que tiene en cuenta las emociones, los sentimientos y algunas habilidades como la

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autoconciencia, la motivación, el control de sus impulsos, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, y otras más, indispensables para una buena y creativa adaptación e interacción social.

- La inteligencia emocional es una destreza que nos permite conocer y manejar nuestros propios sentimientos, interpretar y enfrentar los sentimientos de los demás, sentirse satisfechos y ser eficaces en la vida a la vez que crear hábitos mentales que favorezcan nuestra propia productividad.

Teniendo en cuenta las dos aserciones anteriores, según mi criterio, es importantísimo no solo el uso de la racionalidad sino el manejo de las emociones para convertirnos en verdaderos escultores de nuestro propio destino en un mundo tan pluralista en el cual vivimos a diario junto con nuestros semejantes y otras especies vivientes.

18. La orientación religiosa.

"La puerta mejor cerrada es aquella que puede dejarse abierta."(PROVERBIO CHINO)

Hace unos años, escuché decir a un experto que vivimos un cambio de época. Y las características más relevantes de este cambio era la incredulidad de las generaciones más jóvenes y del desprecio de lo sagrado. Desde

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entonces, comparto la idea de cambio, porque sé que si no hubiese cambio viviríamos en un estatismo y, por tanto, en una especie de monotonía absoluta. Pero no pongo en duda la creencia de las generaciones más jóvenes. Éstas creen a su modo, tal vez un poco o demasiado desorientadas, sin duda alguna. Por ejemplo, ahora los jóvenes creen más en el beneficio del chat o del mensaje por celular que en la misa diaria donde participan personas de edad avanzada, donde se sienten medio extraños porque no entienden el significado de la celebración religiosa y donde no tienen voz ni voto.

El riesgo está presente. Se ha sacralizado lo ordinario, superficial y secundario. Lo verdaderamente sagrado ha sido suplantado por el vaivén de cosas científico-tecnológicas, las cuales, han colmado las expectativas sensoriales de las nuevas generaciones, pero, no han colmado el vacío de su corazón. Por esta razón, aunque aparecen más cosas ultramodernas parece que con mayor frecuencia aumenta el vacío existencial, la carencia de afecto, la ausencia ideas propias y la falta de audacia para defenderlas.

En tal sentido, puedo decir que estamos viviendo una desorientación religiosa a todo nivel. Desorientación que ha tocado tanto las estructuras más íntimas de las instancias civiles como religiosas. No obstante, en cada corazón humano sigue latiendo esa nostalgia por lo sagrado pero se la sigue intentando colmar o esconder con elementos superficiales que brindan placeres efímeros, mientras en lo más hondo sigue saliendo a borbotones ese deseo de búsqueda de la verdadera felicidad, de sentido de la vida, del mundo, del hombre y de las cosas.

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En síntesis, se han sacralizado las cosas creadas por el ingenio humano y se ha colocado en zonas periféricas al auténtico Dios, al Dios de la vida, de la esperanza, al Dios que muestra el valor del verdadero hombre y de todo lo que existe en este mundo.

La razón y la fe son como las dos alas que tiene el ser humano para llegar a la verdad, afirma un bellísimo texto del Vaticano, conocido como Fides Et Ratio. Es importante, entonces, tener en cuenta los criterios de fe y los criterios racionales para llegar a un verdadero conocimiento del hombre, de su verdad, de su verdadero horizonte de sentido y de la vivencia de la auténtica libertad. En este amplio panorama, la fe y la razón serán como dos antorchas que iluminen el sendero, hasta llegar a la meta, es decir, a alcanzar el verdadero arte de vivir más allá del premio o del castigo, sin trampas, sin manipulaciones, sin máscaras y sin miedos, con amor, verdad y libertad.

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CONCLUSIÓN

A modo de conclusión quisiera presentar parte del número de la Carta Encíclica, Lumen Fidei, del Papa Francisco:

El amor verdadero unifica todos los elementos de la persona y se convierte en una luz nueva hacia una vida grande y plena. Sin verdad, el amor no puede ofrecer un vínculo sólido, no consigue llevar al «yo» más allá de su aislamiento, ni librarlo de la fugacidad del instante para edificar la vida y dar fruto.

Si el amor necesita la verdad, también la verdad tiene necesidad del amor. Amor y verdad no se pueden separar. Sin amor, la verdad se vuelve fría, impersonal, opresiva para la vida concreta de la persona. La verdad que buscamos, la que da sentido a nuestros pasos, nos ilumina cuando el amor nos toca. Quien ama comprende que el amor es experiencia de verdad, que él mismo abre nuestros ojos para ver toda la realidad de modo nuevo, en unión con la persona amada.

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