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TESIS DOCTORAL
2015
EL LENGUAJE VISUAL DE PLATÓN Y EL LENGUAJE
LÓGICO FORMAL DE WITTGENSTEIN:
UNA COMPARACIÓN
CARLOS SALAS ABAD
LICENCIADO EN FILOSOFÍA Y EN PERIODISMO
UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA
FACULTAD DE FILOSOFÍA
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
DIRECTOR DE LA TESIS PROF. DR. DIEGO SÁNCHEZ MECA
2
TESIS DOCTORAL
2015
EL LENGUAJE VISUAL DE PLATÓN Y EL LENGUAJE
LÓGICO FORMAL DE WITTGENSTEIN:
UNA COMPARACIÓN
CARLOS SALAS ABAD LICENCIADO EN FILOSOFÍA Y EN PERIODISMO
UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA
FACULTAD DE FILOSOFÍA
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
DIRECTOR DE LA TESIS
PROF. DR. DIEGO SÁNCHEZ MECA
3
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
FACULTAD DE FILOSOFÍA
UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA
EL LENGUAJE VISUAL DE PLATÓN Y EL LENGUAJE LÓGICO
FORMAL DE WITTGENSTEIN: UNA COMPARACIÓN
CARLOS SALAS ABAD
LICENCIADO EN FILOSOFÍA POR LA UNED
LICENCIADO EN PERIODISMO POR LA UNIVERSIDAD
COMPLUTENSE
DIRECTOR DE LA TESIS:
DIEGO SÁNCHEZ MECA
4
A Pilar, Deva y Carlos.
A mi hermano Gilberto, por entusiasmarme y acompañarme en el
sendero de la Filosofía.
En recuerdo de mis padres, por educarme.
Al Profesor Diego Sánchez Meca, por haber guiado mis pasos
durante muchos años.
A los profesores de la UNED, por la cercanía.
A los empleados de la biblioteca central de la UNED, de la
biblioteca Rafael Alberti de Madrid, de la biblioteca Manuel Alvar de
Madrid, y a los empleados de la Facultad de Filosofía de la UNED, desde
la secretaría hasta la cafetería.
5
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN Y FUNDAMENTACIÓN ........................................................................................ 8
PARTE I. CÓMO Y POR QUÉ NACIÓ EL DIÁLOGO FILOSÓFICO ........................................ 14
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................... 14
1. LOS SOFISTAS Y LA PROPAGACIÓN DE LOS LIBROS .............................................. 16
1.1. EL LENGUAJE FILOSÓFICO PRESOCRÁTICO ...................................................... 19
2. EL GIRO PLATÓNICO ............................................................................................................. 22
2.1. LA INFLUENCIA DE LA TRAGEDIA EN PLATÓN ............................................... 24
2.2. LA INFLUENCIA DE LA COMEDIA EN PLATÓN ................................................. 26
3. LAS PREGUNTAS EN EL DRAMA Y LA FILOSOFÍA ................................................... 31
3.1. LOS EFECTOS ESPECIALES DEL DRAMA: ESTICOMITIA .............................. 31
3.2. LA RUPTURA DE LOS DIÁLOGOS ............................................................................ 36
3.3. LA ESTICOMITIA EN LOS DIÁLOGOS PLATÓNICOS ........................................ 39
3.4. LAS PREGUNTAS: DE LA ILIADA A LOS PRESOCRÁTICOS ........................... 40
4. LA DIALÉCTICA COMO MÉTODO PEDAGÓGICO ....................................................... 45
4.1. EL USO DE LA APORÍA COMO TÉCNICA DE ENSEÑANZA ............................ 48
5. LIMITACIONES DEL SISTEMA INTERROGATIVO ..................................................... 56
5.1. LA RETÓRICA SEGÚN QUINTILIANO .................................................................... 56
5.2. LA RETORICA EN LOS TIEMPOS MODERNOS ................................................... 60
5.3. LA RETÓRICA Y LAS PROPOSICIONES .................................................................. 62
5.4. EL ARTE DE PREGUNTAR DE SCHOPENHAUER .............................................. 65
5.5. PREGUNTAS TRAMPA O EL ARTE DE ENGAÑAR ............................................ 68
5.6. EL MÉTODO TED BASADO EN PREGUNTAS ...................................................... 69
CONCLUSIÓN DE LA PRIMERA PARTE .................................................................................. 72
PARTE II. LOS DESCUBRIMIENTOS DE LA PSICOLOGÍA COGNITIVA Y DE LA
NEUROCIENCIA SOBRE LAS PREGUNTAS ................................................................................ 77
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................... 77
6. PSICOLOGÍA DE LA PREGUNTA ....................................................................................... 83
6.1. EXPERIMENTO CON JURADOS ................................................................................. 84
6.2. EXPERIMENTO CON PREGUNTAS FUERTES Y DÉBILES .............................. 93
6.3. CRÍTICAS A ALGUNOS PASAJES ‘DÉBILES’ PLATÓN ...................................... 97
6
7. ESTUDIOS SOBRE LA CURIOSIDAD Y LA PREGUNTA .......................................... 102
7.1. LA CURIOSIDAD Y EL DESEO DE SABER ........................................................... 106
7.2. EL APRENDIZAJE POR PREGUNTAS .................................................................... 112
7.3. LA CURIOSIDAD Y LA SUPERVIVENCIA ............................................................ 117
7.4. EL APRENDIZAJE ACTIVA LAS CONEXIONES: KANDEL ............................. 120
7.5. CURIOSIDAD O PREGUNTAS: ¿QUÉ NACIÓ ANTES? ..................................... 125
7.6. LAS PREGUNTAS Y LOS SORDOS ......................................................................... 129
8. EL IMPACTO DE LAS PREGUNTAS EN EL CEREBRO ............................................ 132
8.1. EL EFECTO DE LAS PREGUNTAS Y LA DOPAMINA ....................................... 134
8.2. LA QUÍMICA DEL CEREBRO .................................................................................... 137
8.3. LAS PREGUNTAS EN PACIENTES INCONSCIENTES ..................................... 139
8.4. LAS PREGUNTAS EN PACIENTES CONSCIENTES .......................................... 142
9. LA PREGUNTA COMO HERRAMIENTA DE APRENDIZAJE .................................. 145
9.1. LAS PREGUNTAS EN LAS ESCUELAS DE FILOSOFÍA .................................... 145
9.2. EL MÉTODO ACADÉMICO DE PLATÓN .............................................................. 155
10. CRITICAL THINKING: EL SOCRATISMO MODERNO ........................................... 158
10.1. EL CUESTIONARIO DE JOHN DEWEY ............................................................... 159
10.2. EL MÉTODO DEL PENSAMIENTO CRÍTICO ................................................... 162
10.3. CÓMO ORDENAR IDEAS CON PREGUNTAS ................................................... 164
10.4. UN COMPENDIO RECIENTE DE PENSAMIENTO CRÍTICO ...................... 168
11. GADAMER Y LA HERMENÉUTICA DE LA PREGUNTA ....................................... 171
12. CONCLUSIÓN DE LA SEGUNDA PARTE ......................................................................... 174
PARTE III. WITTGENSTEIN Y LOS LÍMITES DEL LENGUAJE .......................................... 176
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 176
13. EL TIEMPO DE WITTGENSTEIN .................................................................................. 180
13.1. LA FORMACION DE WITTGENSTEIN ............................................................... 186
14. NACIMIENTO DEL TRACTATUS .................................................................................. 191
14.1. PROBLEMAS DE PUBLICACIÓN .......................................................................... 192
14.2. EL OBJETIVO DE WITTGENSTEIN ..................................................................... 193
14.3. LA NUMERACIÓN DECIMAL DEL ‘TRACTATUS’ .......................................... 196
15. EL IMPACTO DEL TRACTATUS .................................................................................... 202
15.1. LAS DIFICULTADES PARA ENTENDER ‘TRACTATUS’ .............................. 203
15.2. EL ENIGMA ÉTICO DEL TRACTATUS ................................................................ 207
7
16. CRÍTICAS AL FONDO DEL TRACTATUS ................................................................... 211
17. CÓMO USABA WITTGENSTEIN LAS PREGUNTAS ............................................... 216
18. CONCLUSIÓN DE LA TERCERA PARTE .................................................................... 222
19. CONCLUSIÓN ....................................................................................................................... 224
20. BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................... 229
8
“Si saliéramos a la calle y le pidiéramos a los transeúntes
el nombre de un filósofo, la inmensa mayoría nos darían el de Platón”
(Presentación de Platón, de E.A. Dal Maschio)
INTRODUCCIÓN Y FUNDAMENTACIÓN
¿Por qué Platón sigue siendo tan leído en nuestros días?
Esa pregunta motivó esta tesis.
En principio, es una pregunta fácil de responder: Platón fue el
primer filósofo del que tenemos testimonios escritos en abundancia,
abordó temas de preocupación universal, era muy didáctico…
Los incontables estudios que se han hecho sobre Platón y su obra
responden a esas cuestiones desde el punto de vista estilístico,
literario, hermenéutico e histórico. En realidad, hay poco que aportar a
la seriedad y la profundidad de estos estudios sobre el conocido
método socrático.
Sin embargo, hay algunas preguntas que todas esas especialidades
han dejado en el aire: ¿por qué funciona el método socrático? ¿Por qué
ha resistido el paso del tiempo? ¿Por qué es tan cautivador? ¿Por qué
nos persuade? ¿Cómo nos ayuda a pensar? ¿Se puede probar su eficacia
científicamente? ¿Qué pasaría si comparásemos el estilo visual y claro
de Platón con el lógico formal de Wittgenstein?
Para responder a esas cuestiones, me he sentido obligado a
salirme del campo de las humanidades y a penetrar en el territorio de
las ciencias naturales. Un territorio, en teoría, ajeno a la filosofía, pero
que puede responder de forma científica e incontestable a la pregunta
inicial: ¿por qué Platón sigue siendo tan leído en nuestros días?
9
Para ello, propongo analizar la eficacia del método socrático de las
preguntas y respuestas desde el punto de vista de la psicología
cognitiva y de la neurociencia modernas: el impacto de las preguntas
en los seres humanos se puede ‘visualizar’. Y no solo en los resultados
de los estudios de campo con voluntarios, sino en las imágenes de
escáneres cerebrales y en tomografías.
Pero antes de presentar esas pruebas, en esta tesis abordo el
origen histórico del método socrático y de la dialéctica filosófica
basada en las preguntas. Me remonto a la Atenas del siglo V a.C, cuando
la alfabetización de la sociedad griega, la fundación de escuelas, la
introducción de la democracia y la proliferación de sofistas, creó el
ambiente adecuado para que se produjera una revolución: el
nacimiento del diálogo filosófico escrito.
Ese momento coincidió con la popularización de obras de teatro
que renovaron la expresión poética, convirtiendo los viejos mitos
cantados por los rapsodas, en dramas visuales expresados por actores
y coros por medio del diálogo dramático. El estilo de Esquilo, Sófocles,
Eurípides tuvo mucha influencia en el lenguaje de Platón. Pero en
especial, Aristófanes porque, como se verá, Platón empleó el estilo de
las comedias para criticar al propio Aristófanes por humillar a su
maestro Sócrates.
Platón conjugó esas artes (Havelock lo llama técnicas de
comunicación, 1994) para fundar el diálogo filosófico, una forma muy
visual y escenográfica de exponer los grandes temas del pensamiento a
través de la palabra escrita. Visual y escenográfica porque los
protagonistas se encuentran en la calle, entran a las casas a debatir,
aparecen y desaparecen del escenario y mantienen un coloquio donde
se preguntan y responden sin descanso.
10
En el teatro, el diálogo acelerado entre actores atrapaba el interés
de la audiencia, y en filosofía, el diálogo inteligente de preguntas y
respuestas, activaba la mente de los alumnos para ayudarles a
reflexionar. El libro más popular y admirado de Platón, La república, es
un ejemplo de esta técnica porque contiene 1.780 preguntas, desde
preguntas retóricas hasta preguntas directas. Con este estilo, rompió
con el estilo tradicional en la pobre tradición escrita de filosofía.
La pregunta es el verdadero motor del método socrático (como
veremos, también lo es de la Universidad de Oxford). Sin embargo,
hasta ahora solo se estudiaba su poder de persuasión desde el campo
de la retórica o de la estilística.
En la segunda parte abordo esa explicación desde el campo de la
psicología cognitiva y de la neurociencia. Las preguntas, entre otras
cosas, satisfacen la curiosidad, y la curiosidad es una de las fuerzas
motoras del ser humano, como lo puede ser el hambre o el miedo a las
amenazas exteriores.
Desde mediados del siglo XX, la psicología cognitiva viene
estudiando la respuesta del organismo humano ante determinados
estímulos externos. Los primeros estudios pudieron comprobar que
los estudiantes, por ejemplo, tendían a implicarse más cuando se les
planteaba una pregunta que cuando se les exponía una aseveración. Es
una combinación de pregunta con la calidad de lo preguntado lo que
realmente nos hace aprender o estar atentos.
Con la introducción de las imágenes escaneadas del cerebro se ha
ido mucho más allá. Las preguntas tienen un efecto visible sobre
determinadas partes del cerebro: se pueden ‘fotografiar’ las zonas que
se activan cuando los seres humanos escuchan una pregunta. Los
11
científicos han establecido una estrecha relación entre un
neurotransmisor llamado dopamina y la curiosidad humana.
El resultado de todos los estudios realizados es que la curiosidad y
las preguntas permiten al cerebro retener mejor la información. En
algunos casos mejoran la conexión neuronal. Y por supuesto, es una
técnica pedagógica que por su eficacia se emplea en colegios y
universidades.
Quizá las dos primeras partes de este trabajo bastan para
fundamentar la tesis, o por lo menos, para intentarlo. Pero no he
resistido la tentación de comparar ese estilo interrogativo de Platón
con el de un pensador que revolucionó igualmente el lenguaje
filosófico: Wittgenstein.
He escogido el Tractatus Logico Philosophicus porque ha tenido
tanta influencia en nuestro tiempo como La república en el sentido que
fue considerado como “un acontecimiento de suma importancia en el
mundo filosófico” (Russell, en el apéndice al Tractatus). Para algunos
ha sido el libro más importante del siglo XX, especialmente para los
positivistas del Círculo de Viena que lo vieron como su biblia.
Platón y Wittgenstein, además, tienen vidas paralelas en muchos
aspectos: revolucionaron el lenguaje filosófico, fueron maestros
reconocidos y admirados, sus mentores fueron famosos pensadores, y
deben su estilo de escritura filosófico tanto a sus mentores, como a las
corrientes literarias e intelectuales de su tiempo.
Pero mientras Platón aportó a la literatura filosófica el estilo
escénico y visual de las obras de teatro, el segundo aportó una síntesis
original de las corrientes lógico-‐matemáticas de su tiempo, para dar un
giro hacia un lenguaje filosófico desnudo y epigramático.
12
Ese estilo racional era a su vez un problema: era incomprensible.
Comparado con La república de Platón, Tractatus es un libro oscuro,
ininteligible, difícil de comprender y poco claro. “Sus frases tienen un
contenido que a menudo se encuentra muy por debajo de la superficie
de la lengua” (Von Wright, 1955).
No quiere decir esto que un libro difícil de entender no sea un
buen libro de filosofía. Lo que pretendo aclarar es que los filósofos con
un estilo más visual, escénico o basado en las preguntas, tienen una
mayor audiencia, y por tanto, su impacto en general es mayor.
El propio Wittgenstein llegó a reconocer que su libro tenía
“puntos oscuros” (prólogo de Reguera y Muñoz al Tractatus, 1989).
Además, Tractatus es un texto repleto de oraciones que pueden ser
interpretadas de muchas maneras. Años después, criticó a su
Tractatus, en su libro post mortem Investigaciones Filosóficas. Un libro
con más de mil preguntas y escrito con técnicas literarias más abiertas
y comprensibles. Más socráticas.
Aunque parezca una tesis heterodoxa, al ofrecer respuestas al
método socrático desde el punto de vista de las ciencias naturales, no
hago otra cosa que repetir lo que se hizo al inicio de la filosofía, cuando
todo el saber humano caía bajo el paraguas del amor al saber, la
filosofía. Entonces, no se podía hablar de estudios interdisciplinares.
En resumen, en este ensayo pretendo explicar en qué se basa gran
parte de la claridad del estilo filosófico de Platón. Trato de explicar la
eficacia de sus métodos narrativos centrándome en la técnica de la
pregunta, recurriendo a un aspecto poco estudiado como es la
neurociencia y a los estudios cognitivos sobre el impacto de las
preguntas en el cerebro. Y, al final, como ejemplo comparativo, me
13
valgo del Tractatus de Wittgenstein, un libro que al no emplear
ninguna de las técnicas narrativas de Platón, es difícil de entender.
14
“Soy de la firme convicción de que Platón es el mayor de los filósofos
que ha aparecido hasta hoy sobre la tierra”.
(Giovanni Reale)
PARTE I. CÓMO Y POR QUÉ NACIÓ EL DIÁLOGO FILOSÓFICO
INTRODUCCIÓN
Una de las mayores revoluciones en la historia del conocimiento
humano se produjo en el siglo V antes de Cristo cuando los libros –
papiros– irrumpieron en la vida pública griega permitiendo a los
ciudadanos acceder a vastos conocimientos que parecían inasequibles.
Los copistas y escribanos reproducían desde obras de teatro a
discursos, obras que se distribuían de persona en persona, se leían
ante vastas audiencias o se vendían en las plazas públicas. La sabiduría
comenzó a transmitirse con tal fuerza, que Prometeo llega a decir en la
obra de Esquilo (siglo V a C.) que, después de los números, había
descubierto “la combinación de los signos, memoria de todas las
cosas”1. Esa combinación milagrosa era la escritura.
Por todos lados surgieron escuelas y profesores que permitieron a
los niños y a los jóvenes conocer y familiarizarse con la técnica de la
escritura. Más aún: cuando Atenas ganó las Guerras Médicas, la riqueza
general invadió al país, con lo cual más padres pudieron pagar la
escolarización de sus hijos. Los griegos se volcaron con pasión en
aprender esta maravillosa técnica. Una técnica que no estaba
1 Citado en Cavallo, Guglielmo. Libros, editores y público en el mundo antiguo. Alianza Editorial. Madrid, 1995. El artículo está escrito por E.G. Turner. “Los libros en la Atenas de los siglos V y IV a.C.” Páginas 25 a 50. Traducción de Juan Signes Codoñer. Pág. 37.
15
reservada, como en el caso de otras culturas, a una casta dominante o
sacerdotal.
A ello se sumó el hecho de que el alfabeto griego, comparado con
los jeroglíficos y la escritura cuneiforme, constaba de pocos caracteres
lo cual facilitaba su comprensión. Los libros –rollos o folios plegados de
papiro–, circulaban de mano en mano lo que impulsó el florecimiento
de una notable industria bibliográfica que penetró en los mercados
populares y se distribuyó en los estratos de la vida griega.
Aparte de la profunda transformación cultural que supuso la
alfabetización a gran escala (para niños y adolescentes), los eruditos
destacan que, en el siglo V se dio una extraordinaria acumulación de
coincidencias que hicieron posible esta imparable apetencia por los
libros.
Una de ellas fue la popularidad creciente de las tragedias y de las
comedias griegas de Esquilo, Sófocles, Aristófanes y Eurípides. Estos
autores escribieron cientos de obras para ganar premios en las fiestas
dionisíacas. A ese fervor se sumó la producción bibliográfica de
grandes narradores en otros campos del conocimiento como Tudícides
y Heródoto en historia, Hipócrates en medicina, Damón en música,
Ictino en arquitectura…
Y por supuesto, la producción de libros se benefició del impulso
dado por Pericles a la cultura en el siglo V, que floreció en medio de
otra novedad: la institución de la democracia.
En este ambiente de libertad surgieron vivos debates y polémicas
que permitieron a los griegos ocuparse de los asuntos públicos2. “Se 2 A una escala mayor, hubo tres factores en los siglos VII y VI que originaron esa revolución social y mental hacia la democracia griega. Citando a W.G. Forrest, el alemán Jost Herbig los resume así: “En primer lugar, la expansión del comercio y la colonización del espacio del Mediterráneo; en segundo lugar, el aumento de la producción artesanal y agrícola en función del comercio con regiones lejanas; en
16
reflexionaba en la calle, en los gimnasios, en el ágora. Se pensaba en
voz alta. Todo pensamiento era inevitablemente transformado en
lenguaje”, afirma Emilio Lledó3 . Y quienes mejor dominaban esa
técnica del debate eran los sofistas.
1. LOS SOFISTAS Y LA PROPAGACIÓN DE LOS LIBROS
Las obras de los dramaturgos griegos gozaron de enorme
popularidad en el siglo V. Pero la sociedad griega también acogió con
agrado los libros escritos por los sofistas. Una sociedad amante del
debate e inclinada a la discusión disfrutaba con sus ingeniosos
argumentos tenía que reservar un puesto a los libros de los sofistas, lo
cual provocaría la reacción de Sócrates y Platón.
La razón por la que los sofistas –siendo oradores– se esmeraron
en escribir libros fue porque descubrieron que esa técnica les ayudaba
a ordenar sus argumentos. Por tanto, así podrían defender mejor sus
argumentos y erigirse en vencedores de cualquier polémica. “Los
discursos y las conferencias son escritos primero y memorizados
después por el orador, o bien los libros son concebidos para ser leídos
ante un vasto auditorio”4.
Los sofistas también descubrieron que, cuanto más seductor y
más agudo fuera un texto, más circulaba de mano en mano entre los
atenienses, y por supuesto, su fama como oradores aumentaba con
tercer lugar la creación de la ‘falange de hoplitas’, una formación cerrada de batalla que se constituía de ciudadanos armados y en la que luchaban nobles y campesinos hombro a hombro. Herbig, Jost. La evolución del conocimiento. Herder. Barcelona, 1997. Pág. 138. 3 Lledó, Emilio. El origen del diálogo y la ética. Gredos. Madrid, 2011. Pág. 21. 4 Turner, E.G. (1995). “Los libros en la Atenas de los siglos V y IV a.C.” .Cavallo, Guglielmo. Libros, editores y público en el mundo antiguo. Alianza Editorial. Madrid. Pág. 39.
17
mayor ímpetu. Según Turner, esto fue lo que produjo “una revolución”
en la evolución del libro (1995).
“Cuando estas obras fueron escritas y puestas en circulación”,
afirmaba Isócrates en el siglo IV, “conseguí una amplia reputación y
atraje a muchos discípulos”5. Difundir la fama propia mediante libros
era un buen medio de asegurarse la vida. Los profesionales de la
oratoria arrastraban masas de fieles y vendían miles de libros. Por ese
trabajo cobraban jugosas cantidades. Isócrates, orador, político y
educador griego, contemporáneo de Platón, logró que sus obras fueran
leídas hasta en Esparta6.
El éxito de los sofistas empezó a preocupar a algunos pensadores
que reaccionaron con desdén contra esa fabricación masiva de libros, y
contra aquellos autores que desparramaban sus pensamientos por
doquier. El rechazo tenía una razón de peso: los libros no transmitían
la verdadera sabiduría. “Desde Sócrates a Enópides el matemático, y a
Antístenes, todos expresaban su preocupación por el efecto superficial
que puede tener sobre el estudiante una materia leída”, dice Turner7.
No se podía sustituir el verbo vivo de un pensador por algo tan estático
como un libro8. Por eso, Sócrates llamaba “ingenuos” a los que daban
valor a las cosas escritas
5 Citado por Turner. Op. Cit. Pág. 40. 6 En cierta manera, recuerdan un poco al impacto que tienen en grandes audiencias de hoy los autores de libros de autoayuda o a los expertos que nos venden “el triunfo en el trabajo y en los negocios”. En realidad, son los sofistas de nuestro tiempo porque hace dos mil quinientos años, también los sofistas enseñaban a triunfar en la vida usando técnicas de persuasión. 7 Turner. Op. Cit. Pág. 43. 8 Platón dedica buena parte del Fedro a criticar la escritura y a ponderar la transmisión oral, lo cual ha dado pie a toda la nueva interpretación de los textos platónicos por la Escuela de Tubinga.
18
Así pues, el que piensa que al dejar un arte por escrito, y,
de la misma manera, el que lo recibe, deja algo claro y firme
por el hecho de estar en letras, rebosa ingenuidad y, en
realidad, desconoce la predicción de Ammón, creyendo que
las palabras escritas son algo más, para el que las sabe, que
un recordatorio de aquellas cosas sobre las que versa la
escritura9..
A Sócrates le preocupaba cada vez más la inmoral influencia de los
sofistas sobre los jóvenes atenienses, ya fuera mediante libros o con la
palabra hablada. Pero en su tiempo, la sofística era una moda
imparable que atrapaba a todos aquellos “maniáticos por escuchar
discursos”10, como les denominó con desprecio Platón en boca de
Sócrates.
Al mismo tiempo que se desarrollaba la producción bibliográfica
de discursos, fue creciendo en Atenas el interés por el libro filosófico.
Eran textos que no tenían el éxito ni los seguidores de las grandes
epopeyas o los intrigantes dramas griegos, pues las materias que
trataban eran difíciles de entender. Pero también se abrieron un hueco
en la producción literaria de la Grecia de Pericles, aunque fuera
modesto.
Al principio, los libros filosóficos eran libros prácticos escritos con
un estilo desapasionado. No había mucha creatividad expresiva. Según
Clemente de Alejandría, el libro filosófico nació en el siglo V con
Anaxágoras en Atenas (500 – 428 a C.). Afortunadamente, a la prosa
filosófica le estaba reservado un papel más importante que era el de
desenmascarar a los sofistas empleando el diálogo filosófico. 9 Fedro 275c. 10 Fedro. 228b.
19
1.1. EL LENGUAJE FILOSÓFICO PRESOCRÁTICO
El diálogo filosófico que se hizo tan popular con los escritos de
Platón ha sido una de las grandes aportaciones de las artes a la
filosofía. Pero para llegar a ello hizo falta superar muchos obstáculos.
¿Cómo se divulgaba la filosofía?
Hasta la llegada de Platón a finales del siglo V, la filosofía era algo
que solo entendían muy pocos, y que apenas despertaba el interés de
los copistas. Heráclito era tan enigmático que se le llamaba El Oscuro.
Sócrates decía con jocosidad de Heráclito: “Lo que he comprendido de
ella me parece genial; en cuanto al resto que no he entendido, creo que
también lo es, pero necesitaría como intérprete a un buen nadador de
Delos”11. A lo que Aristóteles añadió después: “Es difícil seguir el hilo
de los escritos de Heráclito porque no se sabe si una palabra se refiere
a lo anterior o a lo siguiente”12.
Para los griegos del siglo V a. C los términos y los planteamientos
filosóficos eran algo nuevo. Meditar sobre el cambio, la generación, la
apariencia, la materia, el alma, los elementos primordiales o el Ser y el
No-‐Ser, suponía una ocupación extraña. ¿Era fácil entender este texto
de Meliso?
En efecto, si verdaderamente fuesen [las cosas como
parecen], no cambiarían, sino que cada una de ellas debería
ser tal como nos parecía que era. De hecho, ninguna es más
fuerte que lo que verdaderamente es. Pero si el ser hubiese
mudado, entonces, el ser habría perecido y habría nacido el 11 Brun. Jean. Heráclito. Edaf. Madrid. 1976. Pág13. 12 Op. Cit. Pág. 13.
20
no-‐ser. De este modo, si existiese la pluralidad de las cosas,
deberían ser tal y como es el Uno13.
El poema del ser de Parménides debió resultar un camino
pedregoso para el entendimiento popular como lo es ahora.
… y yo te diré (guarda tú la palabra que oigas)
las vías que solías ver como vías de búsqueda cabe:
la una, la de que es que no puede ser que no sea,
es ruta de fe y de fiar (pues la verdad la acompaña);
la otra, la de que no es y que ha de ser que no sea,
ésa –te aviso– es senda de toda fe desviada:
que lo que no es ni podrás conocerlo (eso nunca se
alcanza)
ni en ello pensar14.
La frase de Anaximandro (la más antigua de la historia de
filosofía) resultaba tan enigmática que los eruditos aún siguen
tratando de interpretarla (Heidegger le dedicó un amplio estudio).
Apenas hay rastro de los pensamientos de Tales, de Anaxímenes y
de Anaxágoras, así como de otros filósofos presocráticos. ¿Interesaba
copiarlos? ¿Qué provecho económico se sacaba de transcribirlos?
Desde luego, para el ateniense medio, los textos filosóficos eran
distantes: no poseían la misma fuerza dramática que los textos de
Homero, de Hesíodo o la lírica de Píndaro.
13 Diels Kranz. Meliso, fragmento 8. También citado por Reale. 14 García Calvo, Agustín. (1992). Lecturas presocráticas. Ed. Lucina. Zamora. Pág. 190. Parménides, 35, 43)
21
El público que oyera recitar el poema de Parménides, o
llegase al conocimiento de unas palabras de Heráclito, debió
escucharlas con la actitud pasiva y esperanzada del que oye
un mensaje que le pide acatamiento, aunque abriese un
pequeño resquicio de claridad en la total tiniebla que era
entonces el mundo para los hombres15.
15 Lledó (2011). Pág. 21.
22
2. EL GIRO PLATÓNICO
Platón cambió la imagen distante de la filosofía. Combinando las
técnicas usadas en la poesía y en el drama griegos, logró divulgar el
amor al saber y acercar la filosofía a los jóvenes. Sus argumentos se
expresaban mediante relatos, metáforas y alegorías, pero, en especial,
empleando el recurso teatral del diálogo.
“Es notable que la verdadera descripción de la dialéctica (532d8-‐
535a2) evite la metáfora, poniendo el énfasis en la búsqueda, la
pregunta-‐respuesta, el elenchus y el esfuerzo dc raciocinio”, dice
Havelock16.
La dialéctica –el diálogo filosófico– era el método ideal para
difundir el conocimiento en su Academia, y para inducir a los
estudiantes a pensar. “Un diálogo es, en principio, el puente que une a
dos o más hombres para, a través de él, exponer determinadas
informaciones e interpretaciones sobre el mundo de las cosas y los
significados”17, dice Lledó.
En el Crátilo y La república, Platón admitió ser el padre de la
dialéctica filosófica, una forma elocuente de interrogar y examinar18.
Fue, sin duda, el filósofo que inició la escritura filosófica, nuestro Adán
filosófico (Lledó, 2011). “Para la filosofía, en principio fue el diálogo”19.
Esa ‘tecnología de comunicación’ –como la llamó Havelock20–
permitía, además, a los individuos manejar mejor los conceptos. “No
16 Havelock. Pág. 252. Nota a pie de página. 17 Lledó (2011). Pág. 22. 18 Giannantoni (2005), página 409. 19 Lledó (2011). Pág. 22. 20 Havelock, Eric (1994). Prefacio a Platón. Visor. Madrid. Pág. 196.
23
fue sino un método para apartar la consciencia del lenguaje del
ensueño, estimulándola a pensar en términos abstractos”21.
Con ensueño se refiere Havelock al secuestro de la conciencia
producido por la imitación y la memorización de relatos legendarios
que creaban falsas ideas en la juventud (la mimesis). La poesía y la
educación griegas sumían a los jóvenes en un “trance hipnótico”
(Havelock, 1994) que secuestraba la razón. Para contrarrestar esa
patología, había que promover la acción interior. Separar el yo usando
el diálogo provocador.
Y esta separación del yo y la palabra recordada puede a
su vez explicar el creciente uso, en el siglo V, de un
mecanismo que suele considerarse característico de Sócrates,
pero que puede haber sido de uso general como defensa
contra la identificación poética y como contribución a que
todo el mundo rompiera con ella. Me refiero al método
dialéctico, no necesariamente el razonamiento lógico
encadenado que hallamos en los diálogos platónicos, sino el
mecanismo original en su forma más simple, consistente en
solicitar del interlocutor que repita que acaba de decir,
explicándolo. En griego pueden coincidir los verbos para
explicar, decir y significar. Esto es: la función original de la
pregunta dialéctica consistía sencillamente en forzar al
interlocutor a repetir una afirmación ya hecha, dando por
sentado que en dicha afirmación había algo insatisfactorio y
que resultaría mejorada al expresarse de otra manera22.
21 Havelock. Pág. 197. 22 Havelock. Pág. 196.
24
2.1. LA INFLUENCIA DE LA TRAGEDIA EN PLATÓN
La introducción la dialéctica filosófica por Platón nació como una
respuesta a la influencia de los sofistas, como hemos visto. Pero sin
duda, el diálogo filosófico tiene una pesada deuda contraída también
con el drama teatral, una de las mayores revoluciones artísticas de la
historia.
La tragedia fue un espectáculo innovador y debió
resultar asombroso; combinaba los mejores rasgos de la
recitación rapsódica de la épica con el canto lírico coral, y
ofrecía danzas, vestuarios, una vívida y refrescante
representación de las leyendas tradicionales (que suscitaba
una reacción emocional intensa), y además, presentaba en
cada ocasión una historia nueva: no es sorprendente que los
atenienses la adoptaran como un componente oficial de una
festividad cívica tan importante23.
El impacto de los dramas teatrales en la Atenas del siglo V antes
de Cristo solo puede ser comparable al impacto de la imprenta en la
Europa del Renacimiento, del cine en el siglo XX, o de internet en
nuestros tiempos.
Los atenienses pasaron en muy poco tiempo del estático rapsoda
que contaba la historia de dioses y titanes mecidos por fuerzas
demoníacas, al diálogo frenético de personajes más corrientes
sometidos por sus pasiones vulgares. Con Esquilo, dice Jaeger, “las
leyendas tradicionales son concebidas desde el punto de vista de las 23 Scodel, Ruth. (2014). La tragedia griega. Fondo de Cultura Económica. México. Pág. 72.
25
más íntimas convicciones de la actualidad [de la actualidad clásica].
Los sucesores de Esquilo y especialmente Eurípides, fueron más allá,
hasta convertir finalmente la tragedia mítica en una representación de
la vida cotidiana”.24
Además, los dramaturgos introdujeron un diálogo más vivo y más
real entre los personajes. “Sus obras, sus argumentos, conflictos y la
solución de estos, eran intentos de dar respuestas válidas a preguntas
en las que el público reconocía las suyas propias”25, afirma Jost Herbig
en su ensayo sobre la evolución del conocimiento humano.
Como el cine en el siglo veinte, el pueblo acudía en masa a las
fiestas dionisíacas mayores para divertirse con los concursos de obras
teatrales donde los dramaturgos se ganaban “las manifestaciones de
aplauso o desaprobación del público”, afirma Herbig26. Hasta 15.000
personas podían acudir a las representaciones cada noche (Platón
habla de hasta 30.000), la cuarta parte de los habitantes de la ciudad,
es decir, ‘el pueblo’ ateniense.
“Es fácil imaginarse las representaciones de las comedias como
una ocasión de fiesta, con esparcimiento y desinhibición, algo a lo que
la gente acudiría con un ánimo muy diferente al recogimiento y respeto
que probablemente sentía al acudir a la representación de las
tetralogías clásicas”, afirma Luis M. Macía Aparicio en la introducción a
las obras de Aristófanes27.
La tragedia, que sin duda alguna fue “una idea brillante” (Scodel,
2014), tuvo una influencia muy profunda en el nacimiento de la
dialéctica filosófica de Platón. “[Platón] se presenta a sí mismo como 24 Jaeger, Pág. 235. 25 Herbig, Jost (1997). La evolución del conocimiento. Herder. Barcelona. Pág. 213. 26 Op. Cit. Págs. 212, 213. 27 Aristófanes. Comedias I. Ediciones Clásicas. Madrid. 1993. Introducción traducción y notas de Luis M. Macía Aparicio. Página 2.
26
creador de una nueva forma de poesía, la filosófica, mediante una
forma de dramaturgia dialéctica”. (Reale, 2001). Otros eruditos,
teniendo en cuenta la influencia de los autores clásicos, bautizaron la
innovación de Platón como drama filosófico (Kahn, 2010).
Para Platón, era imposible permanecer aislado ante ese torrente
creativo, tanto de fondo como de forma. Pero tampoco le era posible
sustraerse a la influencia y al poder de seducción de la sátiras y las
comedias griegas que tanto gustaban al vulgo.
2.2. LA INFLUENCIA DE LA COMEDIA EN PLATÓN
Buena parte del invento literario de Platón es herencia de la
comedia y, en especial, de las obras del gran comediógrafo de su época,
Aristófanes, aunque no por las mismas razones que la tragedia.
El autor teatral griego había escrito una obra burlesca titulada Las
Nubes, donde ridiculizaba a Sócrates dibujándolo como un estrafalario
personaje que vivía acompañado de jóvenes estudiantes de filosofía.
Aristófanes llamó el caviladero o pensadero a la casa de Sócrates donde
los jóvenes iban a pensar. Según Aristófanes, allí solo había “una serie
de individuos pálidos y macilentos en extrañas posturas de
meditación”28.
Para contrarrestar estas descarnadas burlas a su maestro, Platón
se valió del diálogo filosófico, que era una transformación del diálogo
cómico. “Sus críticas a las burlas ignorantes de los poetas cómicos,
junto con su énfasis repetido sobre lo ridículo y la ridiculez en el libro
5 [de La república], ofrece sólidas pruebas de que Platón, estaba, al
menos en parte, respondiendo a la comedia de Aristófanes”, afirma 28 Aristófanes. Comedias: Las Nubes. Ediciones Clásicas. Madrid. 1993. Traducción de Luis M. Macía Aparicio.
27
Andrea Wilson Nightingale29, en su estudio sobre la influencia de los
géneros dramáticos en los diálogos de Platón.
Platón no sólo deseaba ridiculizar a Aristófanes sino al arte de la
comedia. ¿Por qué la comedia? Porque su influencia sobre las masas
era inmediata y contagiosa. La razón de este éxito se debía a que la
comedia, más que otro arte alguno, se dirigía “a las realidades de su
tiempo”30, dice Jaeger. O como aclara Jaeger, a ese impulso “incoercible
de las naturalezas ordinarias”, que elegía con predilección “la imitación
de lo malo, reprobable e indigno”.
Pero si representación de las comedias en los anfiteatros tenía un
poder de sugestión y de transmisión de mensajes incomparable, ¿por
qué no valerse de ello mismo para transmitir un mensaje filosófico? ¿Y
por qué no dar de paso una lección a Aristófanes?
Platón no había olvidado el mal causado por Aristófanes. Con sus
obras había predispuesto al pueblo griego contra Sócrates. En Apología
a Sócrates, Platón afirma que había algunos ciudadanos de Atenas que
se habían convertido en fieros acusadores, especialmente “cierto autor
de comedias” (18d)31, quien, con otros, “sirviéndose de la envidia y la
maledicencia, os han convencido [al tribunal que juzga a Sócrates]”.
Aristófanes había llamado ‘embaucador’ a Sócrates en Las Nubes.
Y al final, en la última escena, como si se tratara de una premonición, la
escuela de pensamiento de Sócrates acaba siendo pasto de las llamas
por “ofender e injuriar a los dioses” y por corromper a los jóvenes.
29 Wilson Nightingale, Andrea. (2000). Genres in dialogue: Plato and the construct of philosophy. Cambridge University Press. Cambridge. United Kingdom. Pág. 178. 30 Jaeger, Werner (1978). Paideia: los ideales de la cultura griega. Fondo de Cultura Económica. México. Pág. 325. 31 Platón. Apología de Sócrates. Alianza. 2004. Traducción Oscar Martínez García. En la traducción al inglés de Perseus y en la de Michel Stokes, dicen: “… one of them happens to be a comic playwright” (uno de ellos resulta ser un autor de comedias).
28
Estas fueron precisamente las razones que esgrimió el tribunal de
Atenas, 25 años después del estreno de la obra, para condenar a
Sócrates a muerte: por ‘ofender a los dioses’ y corromper a la juventud.
Directa o indirectamente, Platón menciona al cruel Aristófanes
varias veces en sus obras. En El banquete se burla de nuevo del
comediógrafo más famoso de Atenas haciéndole tener un hipo
repentino que le impide discursear sobre el amor. Solo se le cura el
hipo estornudando, cosa que hace reír a los que asisten al banquete.
En la obra, Aristófanes aparece como un personaje que quiere que
le tomen en serio, y no como cómico o payaso gracioso, que es como le
califica Alcibíades (213c)32. Erixímaco, otro de los que participa en el
banquete, le avisa sin rubor: “Mi buen Aristófanes, mira qué haces. Me
haces reír cuando vas a empezar a hablar y me obligas a ponerme en
guardia ante tu discurso, por si dices algo gracioso…” (189a).
En esta obra, Platón pone en boca de Aristófanes una idea del
amor tan insensata que el propio cómico teme hacer “el ridículo”
(189b7)33. Werner Jaeger calificó de “grotesco mito”34 la teoría del
32 Plato’s Symposium. Greek Text with Facing Vocabulary and Commentary. En su traducción Geoffrey Steadman lo califica de ridiculous (en 289b) o ‘someone’ to laugh at, mock (213c). García Gual de ‘ridículo’ y ‘gracioso’.
33 Aristófanes se remonta a los principios de la humanidad para proponer que, en nuestro origen, fuimos seres cuadrúpedos y bicéfalos divididos en tres géneros: hombres, mujeres y andróginos. Los dioses nos castigaron partiéndonos en dos. Desde entonces, hay hombres que buscan su otra mitad de hombres (homosexuales), mujeres que buscan su otra mitad de mujeres (lesbianas), y andróginos que buscan su otra parte de hombre o mujer (heterosexuales). Y cuando se encuentran, llega el amor. 34 Jaeger, pág. 575.
29
amor expuesta por Aristófanes. Y en su ensayo sobre Aristófanes,
Harry Neumann dice que el poeta cómico “hace el ridículo”35.
“Ridícula” es la palabra que emplea Platón varias veces en La
república para criticar la influencia de los poetas en la cultura
ateniense. Incluye a los autores de obras cómicas, género que Platón
calificaba de “ridículo”, y a sus autores, de bufones. “En el libro 10 de
La república, Sócrates fustiga a la poesía vulgar o ridícula, de la cual la
comedia es su principal vehículo en la Atenas clásica (606c)”36.
Pero al mismo tiempo que empleó el diálogo cómico-‐dramático
para arremeter contra “aquellos que no le entendían”, Platón fue
postulando “la primacía de la filosofía sobre la poesía”. Y para alcanzar
esa dignidad, “la filosofía tuvo que convertirse también en poesía, o
crear por lo menos obras poéticas de primer rango que desplegasen su
esencia ante los ojos de la gente gracias a su fuerza inmortal”37.
En resumen, al fundir el estilo serio e inquisitivo de los diálogos
con otros géneros literarios procedentes de la comedia e incluyendo el
humor y la ironía, Platón puso las bases de una forma de expresar
filosofía en Occidente.
“Muchos especialistas que han debatido la relación entre Platón y
la comedia, asumen la misma prueba metodológica de partida: que la
deuda contraída por Platón con la comedia se puede medir por el uso
de un material que es lúdico, humorístico y divertido”38, dice Wilson,
quien añade: “La comedia antigua [de los dramaturgos griegos] es
ciertamente ridícula y divertida, y Platón, en sus diálogos, toma este
35 Neumann, Harry. “On the Comedy of Plato's Aristophanes”. The American Journal of Philology. Vol. 87, No. 4 (Oct., 1966), pp. 420-‐426. The John Hopkins University Press. Pág. 426. 36 Wilson Nightingale. Pág. 173. 37 Jaeger, pág. 567. 38 Wilson. Pág. 180.
30
aspecto de dicho género”. Y ello se debe a que la comedia griega
antigua también poseía “un buen montón de contenidos con un serio
significado social y político”.
Jean Brun afirma que “casi todos los diálogos de Platón están
armados como pequeñas comedias”39. El carácter de los protagonistas
está “hábilmente trazado y aún parodiado”; Sócrates es un actor
porque “finge asombro” cuando despliega su estilo interrogativo, con
el cual somete a su interlocutor a una serie de deducciones hasta que
llega a la conclusión contradictoria y se produce “el golpe teatral”.
Giovanni Reale sostiene que Platón eleva ese nivel, presentándose
como “autor de una nueva forma de poesía [en cursiva, el original],
como el nuevo poeta que supera y une en una síntesis superior, la
comedia y la tragedia” 40.
Nietzsche, con su exuberante lenguaje poético, va incluso más
lejos, pues lo califica de pionero de la novela moderna: “El diálogo
platónico fue, por así decirlo, la barca en que se salvó la vieja poesía
náufraga, junto con todos sus hijos: apiñados en un espacio angosto, y
medrosamente sujetos al único timonel Sócrates, penetraron ahora en
un mundo nuevo, que no se cansó de contemplar la fantasmagórica
imagen al de aquel cortejo. Realmente Platón proporcionó a toda la
posteridad el prototipo de una nueva forma de arte, el prototipo de la
novela [en cursiva, en original]”41.
39 Brun, Jean. Platón y la Academia. Editorial Universitaria Buenos Aires. Buenos Aires. 1981. Pág. 12. 40 Reale. 2001. Pág. 44. 41 Citado por Reale. 2001. Pág. 165.
31
3. LAS PREGUNTAS EN EL DRAMA Y LA FILOSOFÍA
3.1. LOS EFECTOS ESPECIALES DEL DRAMA: ESTICOMITIA
Cuando el drama irrumpió en la vida popular a partir del siglo V,
el uso de las preguntas se empleó con una intensidad nunca vista en la
literatura griega. El drama y la comedia dieron un giro radical a las
exposiciones corales lentas y largas, pues de repente, aparecieron
personajes que, como la gente de la calle, dialogaba, debatía, se
reprochaba e insultaba.
Pero, ¿cómo fue la evolución de este recurso dentro del género del
drama griego? ¿Cómo se pasó de los monólogos del rapsoda al diálogo
basado en el intercambio frenético de preguntas y respuestas? Empezó
con la introducción de lo que en cine llamaríamos ‘efectos especiales’.
De entre esos ‘efectos especiales’, uno de los más eficaces para dar
más ritmo a la acción y a la narración, es aquel en que los personajes
dialogan recitando cada uno un verso. Es la esticomitia.
“La alternancia regular de diálogos cortos obliga a las partes a una
comunicación esencial y da viveza al diálogo. Es por ello que el poeta
trágico recurre a la esticomitia en las situaciones de más vibrante
intensidad dramática: en las escenas de un acalorado debate… en las
despedidas patéticas, en la entrada de los mensajeros que llevan
anuncios de alegría o tristeza” 42 , afirma el especialista italiano
Massimo Di Marco.
En la esticomitia más acelerada, los personajes se pisan sus
respectivos discursos con lo cual “el ritmo del diálogo se somete a
42 Di Marco, Massimo. (2000). La tragedia greca. Caroci Editore. Roma. Pág. 237.
32
mayor presión”43 . Para mantener la tensión entre esos frenéticos
diálogos de dos actores era necesario, entre otras cosas, la rápida
alternancia de preguntas y respuestas. Di Marco cita unos versos
donde se emplea la técnica de la esticomitia y donde preguntas
repentinas imitan el lenguaje atropellado y realista de los seres
humanos:
ATOSA
Dicen que tan solo Jerjes, abandonado de todas sus
tropas y con no muchos de los suyos...
LA SOMBRA DE DARÍO
¿Llegó al fin a ponerse en salvo? ¿Cómo? ¿Adónde? ¿Se
ha salvado?
ATOSA
…dándose por muy contento, llegó al puente que unía a
entrambas regiones.
Los versos pertenecen a Los Persas, de Esquilo, la primera obra
teatral de la historia occidental –al menos la que nos ha llegado-‐. Tiene
55 preguntas, lo cual para una obra con poco texto (unas 8.800
palabras) suponía proporcionalmente introducir muchas más
preguntas que La Iliada.
43 Di Marco. Op. Cit. Pág. 238.
33
Los expertos no logran situar exactamente el comienzo del uso de
la esticomitia. Di Marco especula con que pudo ser en el siglo V, porque
es cuando “la esticomitia trágica se hace cada vez más frecuente”44.
En una obra postrera de Esquilo, Prometeo encadenado, el número
de preguntas asciende a 80 en un corpus de 8.500 palabras. Para
muchos expertos, esta obra no es de Esquilo sino que fue elaborada en
una época posterior debido a los cambios notables en la lengua y el
estilo, cambio advertidos por W. Schmid en 1926 y posteriormente por
Griffith (1977)45.
Esto no resta rigor a la tesis. Todo lo contrario: es una prueba más
de la evolución de un estilo en el cual las preguntas van teniendo
mayor peso a medida que evoluciona el drama, una técnica que
intensifica la relación entre los personajes.
He aquí una parte del diálogo de Prometeo con Io, una víctima de
la cólera de Zeus46, en la obra de Esquilo Prometeo encadenado. La
esticomitia y las preguntas le confieren un ritmo muy acelerado.
IO -‐¿Y es posible que Zeus se vea un día derribado? PROMETEO -‐Grande sería, a lo que pienso, tu alegría, si tal
acontecimiento se produjera.
44 Op. Cit. Pág. 238. 45 El trabajo de los especialistas sobre Esquilo es abrumador y detallado en cuanto a la métrica, las partículas, las palabras similares, el vocabulario y la expresión de Prometeo, pero no se detienen a contar el número de preguntas. Las preguntas deberían ser tomadas en la tragedia griega como un signo estilométrico evidente. 46 Esquilo, Prometeo Encadenado, Pehuén Editores. Santiago de Chile, 2001.
34
IO -‐¿Cómo no habría de ser así, cuando por su culpa estoy
sufriendo tantas miserias? PROMETEO -‐Pues bien, sábelo: esto sucederá. IO -‐¿Y quién será el que le despoje del tiránico cetro? PROMETEO -‐El mismo con sus insensatas resoluciones. IO -‐¿De qué manera? Dímelo, si no hay mal en ello. PROMETEO -‐Hará una boda de la que habrá de arrepentirse un día. IO -‐¿Se unirá con una diosa o con una mortal? Si puedes
decírmelo, responde. PROMETEO -‐¿Qué importa con quién? No está permitido el decirlo. IO -‐¿Sería quizá derribado del trono por su esposa? PROMETEO -‐Dándole un hijo más fuerte que su padre. IO -‐¿Y no hallará un medio para evitar esta suerte? PROMETEO -‐Ninguno, salvo que yo me vea libre de mis cadenas.
35
IO -‐¿Quién podría librarte de ellas contra la voluntad de
Zeus? PROMETEO -‐Uno de tus descendientes debe hacerlo. IO -‐¿Qué has dicho? ¿Un descendiente mío te librará de tus
males? PROMETEO -‐Sí; pertenecerá a la tercera generación, después de los
diez primeros. IO -‐Difícil es de comprender ahora lo que pronosticas. PROMETEO -‐No quieras conocer más todo el fondo de tus miserias. IO -‐No me muestres un bien para negármelo enseguida. PROMETEO -‐Te ofreceré dos secretos, para que escojas el que más te
agrade. IO -‐¿Qué secretos? Ponlos ante mis ojos y déjame escoger. PROMETEO -‐Aquí van. Elige. ¿Quieres saber tus males hasta el fin, o
bien prefieres conocer quién será mi libertador?
36
A medida que el drama se fue asentando en la cultura griega, y a
medida que los dramaturgos depuraron su técnica y emplearon la
esticomitia, las preguntas fueron jugando un papel cada vez más
importante en sus creaciones.
La esticomitia permite, gracias a sus diálogos veloces e
interrumpidos, dar un ritmo trepidante a la tragedia y a la comedia.
Como técnica narrativa, se ganó el aplauso de los griegos, quienes
disfrutaban cada vez más en estos espectáculos originales y novedosos.
Pero los versos de Esquilo, incluso empleando la esticomitia, eran muy
formales, pues figuraban en bloques del mismo tamaño.
Eso se podía cambiar.
3.2. LA RUPTURA DE LOS DIÁLOGOS
Al perfeccionarse, le esticomitia incluyó la fractura de los versos, y
la introducción de preguntas y respuestas en la misma línea narrativa
escrita. Esta técnica se llamó antilabai, o ruptura, y era una de las
preferidas de Sófocles. Con él la esticomitia se liberó de la rigidez y de
la simetría de Esquilo, “para adherirse con mayor inmediatez al
desarrollo de la intriga”47.
La esticomitia de Esquilo funcionaba como un soporte del coro.
Pero con Sófocles asumió un papel “de absoluta centralidad: se
convierte en el medio formal al través del cual el poeta confiere ritmo a
la acción, y es un instrumento para “delinear el carácter de los
personajes”48.
En este ejemplo escogido por Di Marco, Edipo está ante la
revelación culminante. Intenta presionar a un sirviente para que 47 Di Marco. Op. Cit. Página 241 48 Di Marco. Op. Cit. Pág. 245.
37
confiese qué hizo con un bebé, que era él mismo. El servidor le dirá la
verdad: es el hijo de la mujer con la que se ha casado. Su madre.
Sófocles emplea la ruptura en los versos más reveladores, que
aquí se resaltan con doble barra //.
SERVIDOR.-‐ ¡Ay de mí! Estoy ante lo verdaderamente
terrible de decir.
EDIPO.-‐ Y yo de escuchar; pero, sin embargo, hay que
oírlo.
SERVIDOR.-‐ Era tenido por hijo de aquél. Pero la que
está dentro, tu mujer, es la que mejor podría decir cómo fue.
EDIPO.-‐ ¿Ella te lo entregó?// SERVIDOR.-‐ Sí, en efecto,
señor.
EDIPO.-‐ ¿Con qué fin?// SERVIDOR.-‐ Para que lo
matara.
EDIPO.-‐ ¿Habiéndolo engendrado ella, desdichada?//
SERVIDOR.-‐ Por temor a funestos oráculos.
EDIPO.-‐ ¿A cuáles?// SERVIDOR -‐ Se decía que él
mataría a sus padres.
EDIPO.-‐ Y ¿cómo, en ese caso, tú lo entregaste a este
anciano?
SERVIDOR.-‐ Por compasión, oh señor, pensando que se
lo llevaría a otra tierra de donde él era. Y éste lo salvó para
los peores males. Pues si eres tú, en verdad, quien él asegura,
sábete que has nacido con funesto destino.
EDIPO.-‐ ¡Ay, ay! Todo se cumple con certeza. ¡Oh luz del
día, que te vea ahora por última vez! ¡Yo que he resultado
nacido de los que no debía, teniendo relaciones con los que
38
no podía y habiendo dado muerte a quienes no tenía que
hacerlo!49
¿Se podía innovar en esta técnica narrativa? Eurípides, el
siguiente de los grandes dramaturgos griegos usó la esticomitia
volviendo al estilo rígido de Esquilo, con versos largos compuestos
con dísticos y trísticos. Pero, para no anclarse en ese ritmo tan severo,
empleó algo que suaviza el diálogo: “Una cadena de breves preguntas
y al mismo tiempo de respuestas breves”. En el Orestes, eso se podría
denominar la “esticomitia de información”, como propone Di Marco.
MENELAO
¿Y es justo que tú vivas?
ORESTES
Y que mande en esta tierra.
MENELAO
¿En cuál?
ORESTES
En Argos Pelásgica.
MENELAO
¿Vas a tocar los vasos del agua lustral?
ORESTES
¿Por qué no?
MENELAO
¿Y sacrificarás las victimas antes del combate?
ORESTES
¿Y tú eres digno de hacerlo?
49 Sófocles. Edipo Rey. 1169 y siguientes.
39
MENELAO
Mis manos están puras.
ORESTES
Pero no tus pensamientos.
MENELAO
¿Quién te hablará?
ORESTES
Todo el que quiera a su padre.
MENELAO
Pero, ¿y el que honre a su madre?
ORESTES
Ese es dichoso50.
3.3. LA ESTICOMITIA EN LOS DIÁLOGOS PLATÓNICOS
Se podría pensar que la esticomitia no es la técnica ideal para los
diálogos filosóficos ya que para argumentar se necesita razonar, y para
razonar se requieren largas frases. Sin embargo, en las obras de Platón,
la esticomitia se emplea como cualquier obra dramática, para
aumentar la tensión narrativa en algunos pasajes, especialmente con el
estilo socrático por excelencia: empleo de las preguntas. En este pasaje
de La república, Sócrates asedia a su interlocutor con preguntas.
–Ahora bien, ¿no es el dios realmente bueno por sí, y de
ese modo debe hablarse de él?
– ¡Claro!
– Pero nada que sea bueno es perjudicial. ¿O no?
50 Euripides. Orestíada. 1600
40
– Me parece que no puede ser perjudicial.
– ¿Y acaso lo que no es perjudicial perjudica?
– De ningún modo .
– Lo que no perjudica, ¿produce algún mal?
– Tampoco.
– Y lo que no produce mal alguno ¿podría ser causa de
un mal?
– No veo cómo.
– Pues bien, ¿es benéfico lo bueno?
– Sí.
–¿Es, entonces, causa de un bienestar?
–Sí.
–En ese caso, lo bueno no es causa de todas las cosas; es
causa de las cosas que están bien, no de las malas.
–Absolutamente de acuerdo -‐expresó Adimanto51.
3.4. LAS PREGUNTAS: DE LA ILIADA A LOS PRESOCRÁTICOS
Las preguntas no eran algo nuevo en la literatura griega. De hecho,
si se admite que el poema más antiguo es La Iliada, entonces la
pregunta más antigua que se ha formulado en la literatura occidental
es esta que aparece en sus primeras páginas:
“¿Quién de los dioses puso a ambos combatir altercando?”.
Las preguntas, sean retóricas o sean inquisitivas, son uno de los
muchos recursos empleados por los autores para hacer más dinámico
51 Platón. La República. Gredos. Madrid. 1988. 379b.
41
un texto. En La Iliada hay 231 preguntas52, lo cual no es un número
muy grande si se considera que tiene más de 60.000 palabras. La
República tiene el doble de palabras y casi ocho veces más preguntas.
Pero La Iliada es un poema épico. No es un texto pedagógico ni
filosófico.
En los textos filosóficos de los griegos presocráticos apenas
aparecen preguntas. Por ejemplo, Jenófanes de Colofón (siglo VI antes
de Cristo) se hace las siguientes tres preguntas: “¿Quién eres y de
dónde vienes? ¿Cuántos años tienes, amigo? ¿Y qué edad tenías cuando
llegó el medo?”.
No son oraciones puramente filosóficas, porque los doxógrafos
consideran que Jenófanes era filósofo y poeta al mismo tiempo, pero al
fin y al cabo son los primeros fragmentos de la filosofía presocrática
donde podemos encontrar preguntas.
En los fragmentos de Heráclito se hallan dos preguntas: “A lo que
nunca llega a su ocaso, ¿cómo podría uno ocultársele?” (fragmento 81,
edición Antonio Bernabé); “¿Qué sensatez o qué inteligencia es la de
esos? Dan crédito a los recitadores de los pueblos y toman al vulgo por
maestro, sin saber que los más son malos y pocos los menos”
(Fragmento 101).
Los fragmentos originales de Parménides en griego antiguo53
contienen cinco preguntas, todas localizadas en el fragmento número
8. Cuando habla del origen del ser ingénito, imperecedero, único,
inmutable y completo, que no fue ni será pues es todo a la vez uno
continuo, se pregunta: “Pues, ¿qué origen le buscarías? ¿Cómo y de qué 52 El cálculo se ha hecho accediendo a la base de datos Perseus y haciendo una búsqueda de interrogaciones (?) en La Iliada en formato xml. En griego antiguo, las interrogaciones solo se usaban de cierre con el signo del punto y coma (;). 53 La conservación de estos textos se debe al filósofo bizantino Simplicio que vivió entre el V y el VI después de C.
42
habría crecido? Pues ‘de lo que no es’, no te dejaré decirlo ni
concebirlo, pues no sabe decir ni concebir que no es. ¿Y qué necesidad
lo habría impulsado a crearse antes o después, originado de la nada?”.
Más abajo, añade: “Y es que, ¿cómo lo que es iba a ser luego? ¿Y
cómo habría llegado a ser?”.
En el caso de Meliso de Samos, que fue alumno de Parménides y
también nos legó sus reflexiones sobre el Ser, solo se encuentra una
pregunta: “Y siendo así que nada se añade ni perece, ni se altera, ¿cómo
podría haber un cambio de organización de las cosas que son?”.
Los fragmentos de Empédocles son mucho más extensos, pero
apenas contienen preguntas. Solo seis.
(14) “En el Todo no hay nada de vacío. En consecuencia,
¿de dónde podría venir cualquier cosa que lo aumentase?”.
(17) “Por turnos [los elementos] prevalecen en el curso
del tiempo y fuera de ellos nada nace luego ni perece, ya que,
si no cesaran de destruirse, ya no serían, mientras que al todo
¿qué podría aumentarlo? ¿Y de dónde vendría? ¿Y cómo
podrían perecer si nada hay vacío de ellos?”.
(113) Más, ¿por qué insisto en estos temas, como si
acometiera una empresa extraordinaria, si me hallo por
encima de los hombre mortales, perecederos de mil formas?”.
(136) “¿No pondréis fin a esta matanza disonante? ¿No
estás viendo que os devoráis unos a otros por la incuria de
vuestra inteligencia?”.
Posteriormente, Anaxágoras se plantearía el origen de la
generación y de la diversidad de las cosas, planteando una sola
pregunta. En el fragmento 10:
43
“¿Cómo se generaría pelo de lo que no es pelo y carne de lo que no
es carne?”.
En los casi 300 fragmentos de Leucipo y Demócrito que nos han
quedado, solo se plantean cuatro preguntas:
La primera, refiere a la arbitrariedad de los nombres, un ensayo
de filosofía de lenguaje.
(26) ¿por qué motivo le cambiaríamos a Aristocles su
nombre por el de Platón y a Tirtamo el suyo por el de
Teofrasto, si los nombres fueran por naturaleza?
Por último, por la inexistencia de nombres semejantes;
¿por qué decimos de ‘pensamiento’ ‘pensar’, pero de ‘justicia’
ya no formamos un derivado?.
(125) [sobre las convenciones] ¡Mente infeliz! Tú que
obtienes de nosotros tus convencimientos, ¿Tratas de acabar
con nosotros? Nuestra caída será tu ruina.
(155) Si un cono se secciona por un plano paralelo a la
base, ¿cómo debemos pensar que resultan las superficies de
los pedazos, iguales o desiguales?
Si sumáramos todas las preguntas contenidas en los fragmentos
presocráticos más importantes, darían un total de 22. Sin embargo,
con Platón, el estilo filosófico da un vuelco pues se inunda de
preguntas.
Por poner un ejemplo, La república en sus primeras páginas ya
contiene más preguntas que toda la filosofía presocrática: solo en el
primer libro hay más de 240 preguntas. Todo el volumen contiene de
1.780 preguntas en un texto de unas 120.000 palabras. Eso demuestra
44
que el estilo de Platón era radicalmente diferente al de sus
predecesores.
En la primera obra dramática que ha llegado hasta nosotros, Los
persas de Esquilo, hay 55 preguntas. Más tarde, en Prometeo
encadenado, esquilo introdujo 80 preguntas. Si Platón hubiera
empleado en La república la misma proporción de preguntas que
Esquilo en Los Persas, habría tenido que introducir unas 737
preguntas, y con Prometeo encadenado, habría alcanzado las 1.100
preguntas. (recordemos que La república tiene 1.780 preguntas).
Platón solo es superado estilísticamente por Aristófanes en cuanto
a la introducción de preguntas. En Las Nubes, el dramaturgo sarcástico
emplea 320 preguntas para 15.000 palabras; llevada esta proporción a
La república, hubiera significado que Platón habría necesitado
introducir en su obra 2.500 preguntas para igualarlo; muchas más que
las que en verdad empleó.
Esto revela que las preguntas fueron incrementando su presencia
en las obras escritas por los griegos. Platón se limitó a emplear una
recurso retórico que en su tiempo era cada vez más popular. Al ser el
primero en introducirla en la filosofía de forma tan profusa, le dio un
impulso nuevo a la narrativa filosófica como nunca se había visto54.
54 La técnica de las preguntas se empleó 2.400 años después para escribir un libro educativo de filosofía que se convirtió en el más vendido de la historia reciente: El Mundo de Sofía. (1995). Siruela. Madrid. Escrito por el noruego Jostein Gaarder, se ha traducido a más de 55 idiomas y ha vendido más de 40 millones de copias. Platón y Gaarder tienen muchas cosas en común: escribieron para que sus alumnos entendieran conceptos filosóficos pedregosos. El mundo de Sofía contiene 427 preguntas y 64.700 palabras en su versión en castellano. Para Gaarder, hacerse preguntas es la esencia de la filosofía. “Los niños pequeños realmente se hacen preguntas filosóficas: ‘¿dónde está el fin del mundo’, y ‘¿de dónde vienen todas las cosas?’, y cosas por el estilo. Según Gaarder, la palabra más importante en inglés es ‘why’. “Hay que enseñar a la gente joven a usar esta palabra. ¿Por qué es tan importante? Porque estimula la curiosidad. Gaarder (1995), entrevistado en la publicación Philosophy Now,“Gaarders World”.
45
4. LA DIALÉCTICA COMO MÉTODO PEDAGÓGICO
Una de las principales cualidades del diálogo filosófico era que
servía perfectamente para los objetivos de Platón. Era la herramienta
ideal del maestro, como lo sigue siendo hoy en día.
Para el hombre que creó “el primer instituto verdaderamente
organizado para acoger alumnos” (Brun, 1981)55, el sistema dialéctico
era un método pedagógico (Altman), y esta herramienta educativa no
debería serle negada a los diálogos56 .
“Platón el Maestro no se contentaba con expresar bellos
pensamientos hermosamente y eso es por lo que él escribió diálogos
en forma de prueba (test), o, para usar la palabra griega, diálogos como
‘piedra de toque’ (basanistic dialogues)… que pretendían demostrar si
el estudiante había elegido verdaderamente o no la justicia”57.
En su amplio estudio dedicado al filósofo, Altman le considera
sobre todo un maestro, un profesor que hace preguntas inteligentes,
“un profesor con una escuela”. Admira especialmente La república por
contener “la esencia del platonismo”. Y añade: “los diálogos están
creados para transmitir esa enseñanza a través de la dialéctica 55 Como recoge Brun, la Academia contaba con “biblioteca, salas de conferencias, habitaciones”, trabajaba sujeta a unos “programas” y de todas partes de Grecia acudían alumnos a recibir sus cursos. 56 Altman, William H. Plato: The Teacher. Lexington Books. United Kingdom, 2012. Pág. XIV. 57 Altman, pág. 98. Cuando habla de basanistic dialogues se refiere a lo que en términos griegos se llama basanos (βάσανος) o ‘piedra de toque’. La piedra de toque era un compuesto rocoso que se empleaba para probar la pureza de los metales preciosos. Los metales, al rayar la piedra, dejaban una marca que indicaba su calidad. Platón la menciona en Gorgias, 486d. “Si mi alma fuera de oro, Calícles, ¿no crees que me sentiría contento al encontrar alguna de esas piedras con las que prueban el oro, la mejor posible, a la que aproximando mi alma, si la piedra confirmara que está bien cultivada, yo sabría con certeza que me hallo en buen escudo y que no necesito otra comprobación?”.
46
representada en los diálogos, diálogos entre los estudiantes sobre los
diálogos”.
Altman creía, incluso, que había un orden de lectura de esos
diálogos, y que al final de las materias había un examen de preguntas
sobre el Bien y la Justicia y las ideas más destacadas de la filosofía, para
probar si los estudiantes se merecían ganar los galones del
conocimiento. “Los exámenes (testing) eran un elemento crucial de la
pedagogía platónica”58.
Y añadía: “El elemento basanístico es como un trampolín en otro
sentido, el mismo en que un buen estudiante aprende cuando pasa por
un test bien elaborado”. Platón usaba este método inquisitivo y de
comprobación con tres motivos, según Altman. Asegurarse de que el
estudiante había comprendido sus enseñanzas; hacer que esa
enseñanza saltara del texto escrito a la mente del estudiante; y señalar
al estudiante algo incluso más elevado de lo que el maestro le había
enseñado ya59.
En resumen, dice Altman, Platón había perfeccionado el uso de la
técnica pedagógica basada en “las preguntas de ‘verdadero-‐falso”.
Preguntar es una de las forma más eficaz de enseñar y Platón era sobre
todo un profesor. Para un profesor, preguntar y ser preguntado era
parte de su oficio. Como técnica pedagógica, preguntar obliga al
alumno a reflexionar y a encontrar la verdad por su cuenta. Presentar
un tema de filosofía mediante la discusión o el debate entre dos o más
personas y transcribir ese diálogo era, sin duda, una forma eficaz de
explicar y de enseñar.
La Academia fundada por Platón tendría seguramente la misma
metodología. Hacer preguntas a los estudiantes para provocar sus 58 Altman. Pág. xx. 59 Altman. Pág. xxi
47
reflexiones. Argumentar, proponer, deducir, sostener principios,
defenderlos, demostrarlos, e incluso ironizar.
Platón mencionó su ‘método dialéctico’ por primera vez en La
república. Era su técnica de enseñanza, la técnica socrática. “El método
dialéctico es el único que, echando abajo las hipótesis, se encamina
hacia el principio mismo para pisar allí terreno firme; y al ojo el alma,
que está verdaderamente sumido en un bárbaro lodazal, lo atrae con
suavidad y lo eleva a las alturas, utilizando como auxiliares en esta
labor de atracción a las artes hace poco enumeradas” (533c).
Platón dedica varios capítulos (especialmente el VII de La
república) a explicar cuál es la mejor forma de educar a los jóvenes. Su
método se basa en la correcta presentación de Hipótesis e Imágenes,
método que le ha hecho recibir el calificativo de ‘Profesor’ por muchos
especialistas.
Los diálogos forman parte de “un gran sistema pedagógico que
creó el mismo Platón, un sistema que ahora se basa en visualizar los
diálogos como herramientas de enseñanza”, escribe Altman (2012,
página xiii).
En resumen, la técnica pregunta respuesta-‐de Platón tiene un fin
profundamente educativo. Eso explica que Jean Jacques Rousseau haya
definido la obra de Platón como “le plus beau traité d’éducation qu’on
ait jamais”60. Lo mismo pensaba Werner Jaeger. “La formación del alma
[paideia] es la palanca por medio de la cual hace que su Sócrates
mueva todo el estado” (Jaeger, 1978, pág. 591). ¿Cuál es el sentido?
“Educación”, puntualiza Jaeger.
El ensayista italiano Giovanni Reale resaltaba que, en su deseo de
superar a la poesía tradicional, Platón creó “radicales innovaciones 60 En Emilio, escribe: “Si quieres tener una idea de la educación pública, lee La República”. Oeuvres de J.J. Rousseau. Tomo XII. Libro I. A. Belin, París. 1817.
48
pedagógicas” que se combinaron con una “nueva técnica de
comunicación” que es, a la vez, revolucionaria: la escritura.
Pero esa técnica, ya sea escrita o hablada, es un método que se
basa en una avalancha de preguntas, las cuales, como se ha
demostrado, activan la atención.
“La insistencia platónica en el pensamiento activo encaja con su
adopción de la forma dialogada, pues esta nos permite escuchar
diferentes voces, y son precisamente las vueltas de los procesos
argumentativos, más que ninguna conclusión establecida en el texto, lo
que nos ayuda a extender nuestra visión de las cosas”61.
En un pasaje del Menón, el maestro Sócrates revela que él no
enseña sino que la gente aprende. La técnica: una lluvia de preguntas,
como las que suelta sobre un joven esclavo para deducir una serie de
demostraciones matemáticas basadas en la geometría. Al final de esta
serie de interrogaciones, dice Sócrates: “¿Te das cuenta Menón, de que
yo no le enseño nada sino que le pregunto todo?”62.
4.1. EL USO DE LA APORÍA COMO TÉCNICA DE ENSEÑANZA
La pregunta en Platón está estrechamente ligada a una técnica
muy personal que consistía en acorralar al interlocutor hasta hacerle
caer en aparentes contradicciones. Era una forma de mantener la
atención de sus alumnos y despertarles aún más la curiosidad
filosófica.
61 Blackburn, Simon. La historia de La República de Platón. Debate. Barcelona 2007. Página 20. 62 Menón, 82e.
49
Es la llamada aporía, sobre la que se han hecho extensos ensayos y
cuyo significado es muy amplio, pero que, básicamente es lo que
nosotros denominamos ‘problema’.
El primer filósofo en emplear las aporías de modo sistemático fue
Zenon, quien planteaba aparentes contradicciones lógicas de la mente
usando como ejemplos la carrera entre Aquiles y una tortuga.
Posteriormente, la aporía o lo aporético se empleó para describir
callejones sin salida, problemas, contradicciones, como hace Platón a lo
largo de su obra. Es un término que abarca todo lo problemático, o
todo lo que un interlocutor quiere plantear como problema.
En la obra de Platón se pueden distinguir varios niveles de lo
aporético: en primer lugar, los temas esenciales. Cada tema planteado
por Sócrates a modo de lluvia de preguntas (sobre la justicia, la virtud,
el bien) es una aporía, pues convierte en problemático algo que
aparentemente no lo era.
Por eso, se dice que los diálogos platónicos son diálogos
aporéticos en su sentido más extenso. Sócrates es denominado como
el fundador de una tradición “que podría ser considerada como la
mejor aporética”, dice Pierre Aubenque. Dialéctica es el arte de
interrogar. Aporética es “la imposibilidad de responderla [la pregunta]
y el sentimiento de inquietud que se deriva”, afirma Aubenque.
Pero si bajamos a un segundo nivel más concreto, las aporías,
como adivinanzas, incitan la curiosidad del estudiante de primer nivel,
es decir, de la persona que se asoma a la filosofía. Son la puerta de
entrada al filosofar.
Para Charles Kahn, los diálogos aporéticos de Platón “pueden
llevar al estudiante a la primera fase del alumbramiento filosófico:
reconocer un problema cuya importancia y dificultad no ha entendido.
50
Es la etapa preliminar a la búsqueda del conocimiento filosófico” 63. Lo
mismo opina Blackburn, quien le da a ese coloquio problemático un
toque educativo. “La filosofía desde esta perspectiva, consiste en hacer
descubrimientos a través del diálogo y del argumento (a través de “la
dialéctica”); cualquier cosa que podamos leer después no será sino un
recordatorio de lo aprendido durante este proceso”64.
Platón sabía que la técnica aporética era una técnica de
enseñanza, y en algunos pasajes del Menón, hace revelar a Sócrates en
qué se basa esta técnica. Primero, en que para participar hay que tener
una conocimiento previo, pues sin ello no se puede abrir las puertas de
la sabiduría. Sócrates lo llama reminiscencia, y para él está almacenada
en el alma inmortal que ha nacido muchas veces y que “no hay nada
que no haya aprendido” (81b). De modo que: “Nada impide que
alguien, con recordar una cosa –lo que los hombres denominan
aprendizaje-‐, descubra él mismo todo lo demás, siempre que se trate
de alguien audaz e infatigable a la hora de investigar”.
¿Qué nos podría servir como ejemplo?
Como ya he mencionado antes, en el Menón, el virtuoso Sócrates
pone en marcha esa técnica sometiendo a un joven esclavo a una serie
de preguntas sobre geometría. Primero le muestra un cuadrado, lo que
el esclavo entiende, y luego le dice que si un lado se multiplica por dos
y otro lado, por dos, se obtendría un cuadrado que es el doble, ¿no? El
esclavo responde afirmativamente, a lo que Sócrates replica que si
observa la figura resultante, no hay dos cuadrados sino cuatro. ¿Y es
doble lo que es cuatro veces más grande? “No, por Zeus”, responde el
joven esclavo.
63 Kahn. Op. Cit. Pág. 99. 64 Blackburn, Simon. La historia de La República de Platón. Debate. Barcelona 2007. Página 20.
51
Para Sócrates, este es el momento de la verdadera iniciación a la
sabiduría porque, gracias a ese problema sin resolver, a esa aporía,
quiere ahora saber lo que no sabe.
Por eso dice: “¿Y acaso por ponerle en un aprieto (aporein) y
entorpecerle, como el torpedo [se refiere a la parálisis producida por
picadura de la mantaraya], le hemos causado un daño?”
“En mi opinión, no”, dice Menón.
“Ahora”, remata Sócrates, “incluso, al no saber, indagará por gusto,
mientras que antes fácilmente hubiera considerado que estaba en lo
cierto…” “¿Y piensas que habría intentado investigar y aprender
aquello que, sin saberlo realmente, creía saber, si antes no se hubiera
dado de bruces ante esta dificultad (ἀπορίαν) y, dándose cuenta de que
no sabía, le hubiera venido el deseo de saber?” (84c).
La intriga, la inserción de enigmas y la solución final han sido
técnicas muy empleadas por las novelas modernas, especialmente en el
siglo XX, como una fórmula para mantener despierta la atención del
lector y para llevarlo con interés hasta el último capítulo. Desde los
diálogos deductivos de Conan Doyle, las triquiñuelas de Poe hasta las
novelas de Agatha Christie, las aporías detectivescas chispean en la
mente del lector, incitándole a acompañar al investigador, siguiendo
sus deducciones y a verificar si coinciden con las suyas, lo cual
generalmente solo sucede a los lectores muy listos. El lector en general
avanza mediante iluminaciones.
“Nuestro lenguaje escrito se desarrolla de forma lineal y por ello
debe introducir progresiones”, afirma Eric S. Rabkin en su ensayo
sobre la técnica del suspense escrito65. Cuando algo despierta nuestra
65 Rabkin, Eric S. Narrative suspense. Ann Arbor. The University of Michigan Press. 1971. United States.
52
atención, desde un titular, hasta una frase, esperamos encontrar más
novedades con la pregunta: “¿Y ahora qué?”.
Es una construcción lineal muy cuidada porque el lector no puede
asumir toda la información de golpe. Hay un orden lógico.
Las modernas historias de misterio o aventuras nacieron con los
cuentos de Edgar Allan Poe. A medida que se desarrolla la trama,
nuestra cabeza se ve asaltada con toda clase de preguntas sobre los
enigmas sin resolver: ¿quién la asesinó? ¿Qué hay en la caja? “Estas son
las preguntas que nos animan a seguir leyendo”, dice Rabkin.
Frank Kernode (citado por Rabkin) ofrece algunas pistas al tipo de
una técnica que se acerca más a la profundidad del diálogo socrático66.
Kernode habla de un proceso dialéctico que se mueve de atrás adelante
entre la “disonancia” (en inglés el autor habla de disconfirmation) y la
“consonancia” (consonance). ¿A qué se refiere? A que todos nosotros
asentamos nuestra visión del mundo sobre unas expectativas; pero
como el mundo no termina de resolverse, sobrevienen periódicamente
momentos de crisis o disonancias que frustran nuestras nociones de
realidad. El suspense se origina porque sentimos conscientemente que
llega un tiempo “que marca el inminente final de un estado de cosas y
el comienzo de uno nuevo; la disonancia de una visión del mundo, y el
aprender a vivir en uno nuevo”.
Con su forma de preguntar y de introducir dudas, enigmas y
acertijos, Sócrates desbarataba permanentemente la visión del mundo
de sus oyentes sobre determinadas cuestiones vitales como la justicia,
el bien o el buen gobierno. Ese diálogo lineal con el inconsciente del
lector crea un suspense permanente que poco a poco se va resolviendo,
para caer en otros problemas. A veces sin solución. 66 Rabkin cita al libro de Frank Kernode titulado The sense of an ending. New York. Oxford University Press, 1968.
53
Pero el desarrollo de esa trama es lógico y fluido, y está
construido con mucha artesanía y paciencia. Ordenar las ideas
abstractas y exponerlas en forma de diálogos y relatos, requiere un
notable esfuerzo mental.
En el diálogo aporético, Platón emplea este “instrumento literario”
(literary device, según Kahn), como una fase preparativa para construir
filosofía. “El lector está para acompañar al interlocutor en el
reconocimiento de un problema. Pero el lector más sagaz también se
dará cuenta de algunas insinuaciones de una solución”, dice Kahn67.
Para Kahn, estos diálogos aporéticos incorporan en su forma
literaria la noción de “perplejidad creativa” que es la forma platónica
de aprovechar las intervenciones de Sócrates. De esta perplejidad y de
su solución, depende la revelación filosófica de la verdad. Por eso
queremos seguir sabiendo. “La aporía, que es la ausencia de término”,
afirma Pierre Aubenque, “es simultáneamente, el motor de la
marcha”68.
En La república, según Kahn, la alegoría de la Cueva contiene
también ese momento de revelación cuando el prisionero se da cuenta
de que las sombras proyectadas en la pared no obedecen a cosas
reales.
Y en tercer nivel, están las aporías que dejan al lector en blanco
“con un sentimiento de impotencia”, dice Erler. Platón excita la
curiosidad del lector y sus ganas de saber más, pero no le da la
solución. Es como sufrir la trama de una película de suspense sin
obtener la compensación final. En algunos diálogos se esbozan ideas
que dan la impresión de “incompletitud o de provisionalidad”, pues el
67 Kahn. Op. Cit. Pág. 100. 68 Aubenque, Pierre. “Sócrates y la aporía ontológica”. Azafea, Revista de Filosofía. Salamanca. Número 6. Año 2004. Págs. 17-‐28.
54
paradójico desenlace que se abre al final ante el lector desvanece
cualquier esperanza de obtener “un resultado tangible”69. Para Erler,
la técnica aporética platónica llega a producir “irritación en el lector”.
Pero precisamente eso es lo que provoca “el efecto estimulante de la
discusión”70.
Jean Brun también muestra su sorpresa por esta forma de dejar
enigmas abiertos .“A veces, los diálogos no llegan a ninguna conclusión;
entonces, quienes intervienen se separan proponiéndose a retomar la
discusión en una próxima oportunidad”71. ¿Qué significa ese callejón
sin salida? “Esta ausencia de conclusión no significa escepticismo, sino
un empeño de no llegar a ella hasta tanto no se hayan eliminado los
errores más corrientes”.
Brun explica que, al finalizar el Teeteto, “no sabemos quizá aún
qué es la ciencia, pero sabemos ya lo que no es. La ironía socrática
consiste en sorprender al interlocutor en flagrante delito de
contradicción, en mostrarle que lo que él aceptaba como saber era solo
ignorancia”72.
John Dewey también proponía a los profesores un arte de hacer
preguntas para estimular la capacidad de razonamientos de los
alumnos. Entre sus consejos recomendaba un punto muy socrático:
nunca terminar el debate sino dejarlo encaminado a futuros debates
dejando temas abiertos.
69 Erler, Michael. Il senso delle aporie nei dialoghi di Platone. Vita e pensiero. Centro di Ricerche di Metafísica. Milano. 1991. Traduzione di Claudio Mazzarelli. Pág. 39. Esta obra se escribió originalmente en alemán pero la primera edición se publicó en italiano gracias a Giovanni Reale. 70 Erler. Op. Cit. Pág. 43. 71 Brun, Jean. Platón y la Academia. Editorial Universitaria Buenos Aires. Buenos Aires. 1981. Pág. 12 72 Brun. Op. Cit. Pág. 12.
55
Las mentes de los alumnos deberían incluso ser puestas
en alerta con un tema que está por venir, un problema que
aún está en suspense, justo como cuando en un drama o un
relato hábilmente trazados, cada capítulo deja a la mente en
blanco y preparada para reanudar el hilo argumental73.
73 Dewey, John. The later Works, 1925-‐1953. Volumen 8: 1033. University southern Ilinois. USA. Pág. 332.
56
5. LIMITACIONES DEL SISTEMA INTERROGATIVO
5.1. LA RETÓRICA SEGÚN QUINTILIANO
¿Qué es una pregunta?
Desde el punto de vista gramatical, es una forma de construir
oraciones. De hecho existen oraciones enunciativas (vamos a ir al
cine), negativas (no vamos a ir al cine) o interrogativas (¿vamos a ir al
cine?). También existe una forma de preguntar que es empleando las
interrogativas indirectas que no llevan los signos de interrogación.
“Javier pregunta si puede ir al cine”. O bien: “Juan quiere saber qué
echan en el cine”.
Luego están las preguntas retóricas que se enuncian sin esperar
respuesta, pero que incrementan el grado de atención de la audiencia.
“Me pregunto cuántos de ustedes tendrán reloj de pulsera”. También
se pueden hacer con interrogaciones. “¿Estamos solos en el cosmos?”.
Lo que Platón empleó de forma indiscriminada para dar fuerza a
sus diálogos filosóficos, se convirtió posteriormente en una
especialidad con una estructura, una organización y un objetivo.
Convencer.
Y dentro de esta especialidad, ya desde tiempos de Quintiliano, se
ha estudiado el poder de la pregunta para sugestionar, convencer o
atacar. Por ejemplo, Quintiliano, padre de la Retórica, ya expuso en el
siglo II después de Cristo, que la interrogación era una figura de la
oratoria que servía para probar algo. Pero también se planteaba la
57
pregunta como un tropo no precisamente para averiguar, “sino para
dar más fuerza a lo que se dice”74.
Y ponía como ejemplo, una de las preguntas más famosas de la
historia, la de Cicerón a Catilina “¿Hasta cuándo has de abusar, ¡oh
Catilina!, de nuestro sufrimiento?” (Quosque tandem, Catilina, abutere
patientia nostra?). Quintiliano afirmaba que esta pregunta tenía “más
fuego” que si se expusiera solamente enunciada: “Ya hace tiempo,
Catilina, que abusas de nuestra paciencia”.
Con Quintiliano, se agruparon por primera vez en un texto todos
los recursos de la retórica, de modo que las técnicas usadas por Platón
podían estudiarse desde un punto de vista más académico.
Se clasificaron las preguntas según su interés y según el objetivo
del orador. Por ejemplo, dentro del abanico de preguntas hechas “para
dar más fuerza”, y no para averiguar, Quintiliano presentaba otras
posibilidades.
Aborrecimiento:
¿A qué tierras me mandas me encamine?
(Medea en Séneca, verso 453)
Compasión:
¿Qué tierra, ¡ay triste! habrá que ya me pueda
en su seno admitir? ¿Qué mares pueden
servirme de refugio? (Eneida, II, 69).
Indignación:
74 Quintiliano. Instituciones Oratorias. Libro IX. Capítulo II.
58
¿Y no habrá quien de Juno
la deidad reverencie? (Eneida, I, 52).
Admiración:
¡Oh hambre del dinero,
sacrílega y maldita,
a los mortales pechos
¿a qué males no incitas?
Para mandar de un modo más imperioso:
¿No haré que al punto se armen escuadrones?
¿No vendrá en pos de mí todo mi pueblo?
No responder o desviar la pregunta con una respuesta diferente,
es una figura propia del arte de interrogar, particularmente en los
juicios. Así, cuando un magistrado preguntaba a un reo si había
asesinado a un hombre, el acusado podía responder: a un ladrón. Si se
había apoderado de una propiedad en litigio, respondía: de la mía. O si
un testigo le preguntaban si era verdad que el acusado le había molido
a palos, podía responder: a mí, inocente.
También podía preguntarse y responderse uno mismo, como
cuando habla Cicerón en defensa de Ligario:
“Mas, ¿en presencia de quién digo yo esto? Ciertamente ante aquél
que sabiendo esto me restituyó no obstante a la república antes de
verme”.
59
Otra forma consiste en presentar una sucesión de preguntas y
respuestas sin esperar respuesta de otro:
“¿Te faltaba casa? Pero la tenías. ¿Te sobraba el dinero? Pero
estabas necesitado.” (La figura se llama per suggestionem o
sugerencia).
Fingir dudas no sabiendo por donde comenzar ni por donde
acabar, suele dar consistencia a los argumentos. Quintiliano ponía
como ejemplo, cuando Cicerón dice: “A la verdad, por lo que a mí toca,
no sé adónde volverme. ¿Diré que no fue una infamia de un tribunal
sobornado?”. (Cicerón, Pro Cluentio, número 4).
Una de las más socorridas y eficaces formas de preguntar, que se
emplea en los debates de televisión modernos, es la communicatio: el
locutor se dirige a su enemigo y le hace preguntas en voz alta. “Tú,
hermano, y vosotros, amigos de su padre, ¿qué consejo es el que le
dais?”.
O las preguntas que se dirigen directamente a los jueces,
dejándolos en suspensión como cuando alguien exclama: “¿Qué
aconsejáis? Y a vosotros pregunto: ¿Qué convino hacer por último?”.
Por último, Quintiliano afirma que la communicatio tiene una
figura especial llamada sustentationem (que podríamos llamar
suspense) que aparece cuando planteamos preguntas y retrasamos la
respuesta. “¿Qué más? ¿Qué juicio es el que hacéis? ¿Pensáis acaso que
fue algún hurto o algún robo? (Verrinas, VII, número 10). En efecto,
Cicerón quiere acusar a Verres, el gobernador de Sicilia de
irresponsabilidad porque tras detectarse una rebelión de esclavos, se
les juzgó y condenó; y cuando se les ató a un palo para castigarles,
fueron inexplicablemente soltados a la vista de todos porque Verres
había sido sobornado. Quintiliano la llamaba a esta serie de preguntas
60
‘sustentación’ porque Cicerón no las respondía inmediatamente sino
hacía esperar la respuesta contando la historia de los esclavos, y con
ello mantenía suspendida la mente de los jueces (suspendisset iudicum
animos) durante unos minutos.
5.2. LA RETORICA EN LOS TIEMPOS MODERNOS
En nuestro tiempo, uno de los tratados más completos de retórica
es el escrito por Perelman y Olbrechts-‐Tyteca, Tratado de la
argumentación. Para estos autores, una de las peculiaridades de las
preguntas es que hacen un llamamiento “a la comunión con su
auditorio”.
El mero hecho de formular una pregunta ya establece un contrato
entre los interlocutores sobre lo que se va a hablar. “Responder a una
pregunta es confirmar este acuerdo implícito”, dicen Perelman y
Olbrechts-‐Tyteca en su Tratado de la Argumentación. Los diálogos
socráticos, dicen los autores, nos enseñan mucho sobre esa utilidad “y
los peligros de esta técnica dialéctica”75.
¿Peligros?
Sí, porque es una modalidad de expresión del pensamiento que
puede aclarar en unos casos, pero en otros simplemente “acorralar al
adversario”. Perelman y Olbrechts-‐Tyteca ponen el caso de los
abogados, que emplean las preguntas en los procedimientos judiciales
para posicionar el veredicto a su favor. Por ejemplo, la pregunta de
“¿Qué hizo usted aquel día en tal sitio?”, ya presupone un tiempo y una
situación al interpelado. Si responde, es que lo ha admitido y muestra
su acuerdo. Quien responde acepta las reglas del juego. 75 Perelman, Ch; y Olbrechts Tyteca, L. Tratado de la argumentación. Gredos Madrid. 1994. Pág. 255.
61
“A menudo, las preguntas solo son una forma hábil de iniciar unos
razonamientos, especialmente usando la alternativa o la división, con
la complicidad, por decirlo así, del interlocutor que se compromete por
las respuestas a adoptar este modo de argumentación”.
Los presupuestos implícitos en ciertas preguntas hacen pensar a
Perelman y Olbrechts-‐Tyteca que la forma interrogativa pueda
considerarse “un procedimiento bastante hipócrita para expresar
ciertas creencias”.
Por ejemplo, al decir “¿Qué es lo que ha podido inducir a los
alemanes a entablar tantas guerras?”, la persona que pregunta no
busca una respuesta, pues la misma ya está expresada en la pregunta.
Quiere dar como sobreentendido que los alemanes son belicosos. No
encontraremos más respuestas.
Para entablar un debate o una discusión, el que propone la
pregunta parte con ventaja. “El hecho de poder preguntar, elegir como
quiera las preguntas y el orden en el que se van a plantear, constituye
una ventaja incontestable para quien argumenta”, dice Perelman y
Olbrechts-‐Tyteca. “De la habilidad con se emplee este privilegio
depende la eficacia del método socrático”76.
Si no se conoce esta técnica, uno se puede ver atrapado por ella.
Las preguntas obligan a elegir entre varias posibilidades, pero suele
pasar que esas posibilidades, como las que plantea el mago en el
escenario, son las que esperaba quien las plantea. Quien responde en el
fondo o se está adhiriendo a las opiniones del orador, o bien está
cayendo en su trampa.
76 Op. Cit. Pág. 744.
62
Muy fácilmente el orador que plantea preguntas aparentemente
abiertas, quiere arrastrar a sus oyentes hacia un objetivo predispuesto.
Es una estratagema. Como las que usaba Platón.
5.3. LA RETÓRICA Y LAS PROPOSICIONES
En su ensayo sobre la forma de problematizar la filosofía, Michel
Meyer toma algunos de estos textos de Aristóteles para afirmar que
Platón degradó el arte de la interrogación. “Sócrates es considerado
como el padre de la filosofía occidental en el sentido de que ha erigido
la interrogatividad como un valor supremo del pensamiento. Esta idea
no ha sobrevivido y su desaparición ha dado nacimiento, en su puesto,
a la ontología y al logos del modelo proposicional”77.
Meyer comenta que, hoy día, el arte de preguntar ha sido relegado
al rango de “un accesorio de la retórica moderna o de la psicología”, y
que poco a poco ha desaparecido de la escena filosófica. Con Sócrates
se eclipsa una práctica que según Meyer no era fundamental. “A decir
verdad, la interrogación no fue ni pudo ser convertida en teoría como
tal”. Meyer va más allá, incluso, pues Platón, en contra de lo que se
piensa, solo ha puesto en evidencia “las dificultades” del logos
socrático. Se limitó a ser fiel a su maestro.
Pero Aristóteles no seguirá esta vía. De hecho, critica el arte
platónico de interrogar por su imperfección y su falsedad.
Ninguna de las técnicas que muestran la naturaleza de
algo es interrogativa: pues no es posible conceder una
cualquiera de las dos partes [dos partes contradictorias]; en
77 Meyer, Michel. De la Problematologie. Pierre Mardaga. 1986. Página 81.
63
efecto, el razonamiento no se forma a partir de ambas cosas.
La dialéctica, en cambio, es una [técnica] interrogativa, y, si
mostrara algo, evitaría preguntar, si no todas las cuestiones,
sí al menos las primordiales y los principios adecuados a cada
cosa: pues, si no se le concedieran, ya no tendría nada a partir
de lo cual discutir contra la objeción78.
Era, según Aristóteles, un método usado por los ignorantes, los
cuales se esfuerzan en poner a prueba a los sabios mediante la
dialéctica y la crítica. “Así, pues, todos refutan: pues participan sin
técnica de aquello en lo que consiste técnicamente la dialéctica, y el
que critica con la técnica del razonamiento es un dialéctico”79.
Eran trucos sofísticos, muchos de los cuales estaban destinados a
inducir al error y a la paradoja. Saber preguntar, o hacerlo de
determinada manera, era la mejor forma de hacer refutaciones, pero
eran refutaciones ‘aparentes’.
En lo tocante a mostrar que uno dice alguna falsedad y a
llevar el argumento a una (consecuencia) no plausible (en
efecto, esta era la segunda parte del programa sofístico), ello
ocurre sobre todo al inquirir de determinada manera y por
medio de las preguntas. En efecto, preguntar sin definir la
cuestión respecto a ninguna cosa establecida es una buena
manera de procurar aquello: pues los que hablan como les
parece cometen más errores; y se habla como a uno le parece
cuando no se tiene nada preestablecido. El preguntar muchas
78 Aristóteles. Tratados de Lógica I. Gredos. Madrid. 1982. (Sobre las refutaciones sofísticas). 172a 15. 79 Op. Cit. 172ª 38.
64
cosas, aunque el tema esté definido respecto a aquello que se
discute, y el postular que se diga lo que uno opina, crea una
cierta facilidad para inducir a la (consecuencia) no plausible
o falsa, y, tanto si el preguntado afirma como si niega alguna
de estas cosas, se le lleva a cuestiones a cuyo respecto hay
abundancia de medios de ataque”80.
La forma de preguntar “para aprender” también es una treta (por
cierto, una de las fórmulas preferidas de Sócrates).
Un elemento para obtener [del adversario] algo falso o
no plausible es no preguntar directamente ninguna tesis, sino
declarar que se pregunta con intención de aprender: pues la
investigación da así terreno para el ataque81.
Las preguntas pueden ser una trampa cuando las respuestas
alternativas son, en ambos casos, un callejón sin salida.
Algunas preguntas comportan que la respuesta sea no
plausible en ambos casos, v.g.: si hay que obedecer a los sabios
o al propio padre, y si hay que hacer lo conveniente o lo justo; y
si es preferible ser injuriado o perjudicar. Es preciso entonces
llevar a lo contrario de (lo que dice) la mayoría y de (lo que
dicen) los entendidos; si uno habla como los avezados en
argumentaciones, hay que enfrentarlo a la mayoría, y si habla
como la mayoría, a los sabios. En efecto, los unos dicen que el
(que es) feliz es necesariamente justo, en tanto que a la 80 Op. Cit. 172b 10. 81 Op. Cit. 172b 23.
65
mayoría le parece poco plausible que un rey no sea feliz.
Ahora bien, llevar a este tipo de cosas no plausibles es lo
mismo que llevar a la contrariedad entre lo conforme a la
naturaleza y lo conforme a la ley: pues la ley es la opinión de
la mayoría; en cambio, los sabios hablan conforme a la
naturaleza y la verdad82.
5.4. EL ARTE DE PREGUNTAR DE SCHOPENHAUER
Schopenhauer, en El arte de tener razón83 también expone una
serie de estratagemas para triunfar en un debate con otra persona,
despojando a la interrogación de cualquier contenido puramente
filosófico. Lo llama ‘el arte de discutir’. Es la erística, dentro de la cual
las preguntas tienen un papel relevante. Pero no se emplean como
estratagema educativa, sino como un arma para usar en un torneo
dialéctico. Para tener razón “lícita o ilícitamente”. Se trata de ganar un
combate.
“Cuando la disputa se desarrolla en un estilo riguroso y formal y
se desea que nos entiendan con perfecta claridad, el que ha presentado
la afirmación y debe demostrarla procede contra el adversario
haciendo preguntas para, de las admisiones del adversario, sacar como
conclusión la verdad” (Estratagema 7).
Schopenhauer afirma que este método erotemático era
particularmente usado entre los antiguos: era el método socrático. La
estratagema número 9 dice: “Hacer las preguntas en un orden distinto
del que exige la conclusión que de ellas se pretende, con cambios de
todo género; así, el adversario no logrará saber dónde queremos ir y 82 Op. Cit. 173a 19. 83 Schopenhauer, Arthur. El arte de tener razón. Edaf. Madrid.
66
no podrá prevenir los ataques. También podemos servirnos de sus
respuestas para deducir conclusiones diversas, y hasta contradictorias,
según las respuestas lo permitan. Este procedimiento es afín a la
estratagema número 4, en cuanto trata de enmascarar el propio modo
de proceder”84.
En esta disputa dialéctica, Schopenhauer trata al interlocutor de
contrincante, y nuestro objetivo tiene que ser desbaratarle no
iluminarle. “Si advertimos que el adversario, de propósito, responde
negativamente a las preguntas cuya respuesta afirmativa podría
confirmar nuestra tesis, entonces se ha de preguntar lo contrario de la
tesis de que uno quiere servirse, como si buscase su aprobación o, al
menos, ponerle las dos a elección de forma que no advierta cual de
ellas queremos afirmar” (estratagema 10).
Saber crear encerronas con preguntas es otra de las estratagemas
que propone el filósofo alemán. “Si razonamos por inducción y el
adversario admite los casos particulares en que esta se basa, no hay
que preguntarle si admite también la verdad general que de estos
casos se deriva sino que debemos introducirla enseguida como ya
establecida y aceptada, pues a veces podrá creer que la ha admitido, y
lo mismo puede suceder a los oyentes, ya que recordarán las muchas
preguntas sobre casos singulares que ni pueden menos de llevar a la
conclusión” (estratagema 11).
Si queremos que un adversario acepte la tesis, hay que
presentarle también la contraria y dejarle que elija. Luego, hacerle una
pregunta. “Por ejemplo, deseamos que admita que uno tiene que hacer
todo lo que su padre dice. Para ello le preguntamos: ‘¿Se debe obedecer
o desobedecer a los padres en todas las cosas?’ (estratagema 13). 84 Schopenhauer, Arthur. El arte de tener razón. Edaf. Madrid, 1996, traducción Dionisio Garzón. Página 40)
67
Cuando el adversario ha respondido a muchas preguntas sin
favorecer lo que teníamos en mente, dice maquiavélicamente
Schopenhauer, entonces nosotros declaramos la conclusión que
pretendíamos aunque ello no se deduzca de sus respuestas.
(estratagema 14).
Para poner en marcha el famoso argumentun ad hominen o ex
concessis, hay que hacer lo siguiente: “Si el adversario hace una
afirmación, hay que preguntarle si no está, de alguna manera, y si es
necesario aunque sea solo en apariencia, en contradicción con algo que
anteriormente dijo o aceptó, o con los principios de una escuela o secta
que ha elogiado o aprobado, o con el comportamiento de los miembros
de esa secta, aunque solo sea de los miembros no auténticos o
aparentes o con la misma conducta que el adversario. Si por ejemplo,
defiende el suicidio, de pronto se le grita: “¿Por qué no te cuelgas”.
(estratagema 16).
Y por último, si el adversario no da una respuesta directa a una
cuestión o un argumento, o no toma una posición, sino que la evade
con una contrapregunta, refugiándose en una proposición que no tiene
que ver con el tema “y quiere así esquivar el ataque”, esto es un signo
de que lo hemos puesto contra las cuerdas. En ese momento “hay que
insistir sobre el tema que hemos planteado y no ceder” (estratagema
34).
En resumen, el arte de Schopenhauer de tener razón se parece
mucho a la técnica socrática de preguntar. No se busca tener la razón,
sino atacar y desarmar al adversario. ¿Cuántas veces hace eso Sócrates
en La república? ¿Son todos sus argumentos sólidos? ¿Es ese arte la
mejor manera de llevar a la verdad?
68
5.5. PREGUNTAS TRAMPA O EL ARTE DE ENGAÑAR
La argumentación se ha convertido en una técnica de moda tan
demandada que proliferan los manuales y libros sobre esta cuestión:
técnicas para lograr una encerrona del interlocutor, técnicas para
presionar, técnicas para introducir pistas falsas, falacias, malos usos de
la lógica…
En esos manuales se enseña a destapar esas técnicas en el mismo
momento en que se detecten.
Uno de los manuales más vendidos ha sido el de Anthony Weston.
Claves de la argumentación. Weston ofrece una relación de falacias,
entre ellas la que denomina la falacia de la pregunta compleja. En
realidad es la pregunta trampa. ¿Cómo funciona?
Exponer una pregunta o una cuestión de tal manera que
una persona no pueda acordar o discrepar con usted sin
obligarse con alguna otra afirmación que usted quiere
promocionar. Un ejemplo simple: ‘¿Es usted aun tan
egocéntrico como solía ser?’. Tanto si la respuesta es ‘sí’ o es
‘no’, se obliga a aceptar que usted solía ser egocéntrico. Un
ejemplo más sutil: ‘¿Seguirá a su conciencia, en vez de a su
cartera, y hará una donación para la causa?’. Con ello se logra
que cualquiera que diga ‘no’, a pesar de sus verdaderas
razones para no realizar el donativo, se sienta innoble.
Cualquiera que diga ‘sí’, a pesar de sus verdaderas razones
para realizar el donativo, se siente noble. Si usted quiere un
donativo, pida simplemente un donativo85.
85 Weston, Anthony. Las claves de la argumentación. Ariel. Madrid. 1995.
69
5.6. EL MÉTODO TED BASADO EN PREGUNTAS
Pero no toda la retórica moderna diaboliza la técnica
argumentativa de la pregunta. Las fórmulas oratorias recomendadas
por las charlas TED (posiblemente las más reconocidas del mundo)86,
recomiendan usar profusamente las preguntas. “Formular una
pregunta contundente es el tercer modo fiable para abrir un discurso.
En cierto sentido, se trata de una variación de hacer una afirmación
sorprendente, pero planteas de un modo más explícito sobre qué
quieres que reflexionen los espectadores”87 , dice un manual que
resume los mejores consejos de TED para hablar en público.
Las charlas o conferencias TED se han convertido en pocos años
en el modelo de los oradores de todo el mundo por su técnica de
atrapar la atención y su amenidad. Para dar una charla TED se necesita
cumplir con algunos requisitos, entre los cuales está saber cómo usar
las preguntas.
Si te adentras por la senda de la pregunta contundente, te
recomiendo que formules tus interrogantes empezando con
un ‘por qué’ o un ‘cómo’. Preguntar por qué es mucho más
seductor, puesto que conecta con nuestra curiosidad natural
de entender el mundo que nos rodea. Y una vez sabemos por
qué suceden las cosas, entonces queremos saber cómo hacer 86 Las charlas TED nacieron en 1984 en California como una convocatoria para hablar de Tecnología, Entretenimiento y Diseño (de ahí el nombre TED). Poco a poco, los organizadores fueron ampliando el panel de conferenciantes a filósofos, políticos o líderes religiosos. Hoy, sus métodos y sus vídeos se siguen en todo el mundo. Web: www.ted.com 87 Donovan, Jeremey (2013). Método TED para hablar en público. Ariel. Barcelona. Pág. 37.
70
que nos sucedan cosas buenas y evitar que ocurran otras
malas. Si el ‘por qué’ está implícito o sobre entendido,
entonces puedes comenzar por un ‘cómo’.
Jeremey Donovan, autor del citado manual de charlas TED, afirma
que cuando nos dirigimos a una audiencia, la técnica de empezar con
una pregunta personal al público es una de las más eficientes para
conectar con el mismo: “Esta interpelación mágica transforma una
buena pregunta en una pregunta fantástica, pues invita al público a
entrar en un modo introspectivo. Lo que interesa es que los presentes
reflexionen sobre sí mismos y sobre su mundo”88.
Algunas décadas antes, Dale Carnegie escribió su conocido libro
Cómo hablar bien en público, que se ha convertido en el manual más
popular del mundo, y del que se siguen imprimiendo ediciones.
Carnegie recomendaba, entre otras cosas, comenzar un discurso
con preguntas, como aquel estudiante que inició así su charla: “¿Sabían
ustedes que hay diecisiete países en el mundo donde todavía hoy
existe la esclavitud? ¿Hoy? ¿Diecisiete países? Parece increíble. ¿Qué
países son?”89.
Y continuaba Carnegie: “Despertemos la curiosidad de nuestro
auditorio con la primera frase y habremos despertado el interés de su
atención”. También se podía comenzar con una afirmación cualquier
que provocase una oleada de preguntas. ¿Por qué? ¿Cómo ha sido eso?
¿Cuándo? 88 Como ejemplo de comienzo inspirador, Donovan expone la charla de un consultor llamado Simon Sinek, que iniciaba así su argumentación de por qué hay líderes inspiradores: “¿Cómo se explica cuando las cosas no salen como se supone? O mejor. ¿Cómo se explica cuando otros son capaces de lograr cosas que parecen desafiar todas las hipótesis? Por ejemplo: ¿por qué es Apple tan innovador?...”. 89 Carnegie, Dale. (1954). Cómo hablar bien en público en influir en los hombres de negocios. Ediciones Cosmos. Barcelona. Pág. 213.
71
Todo conferenciante, según Carnegie, debería ser fiel a la regla de
“despertar la curiosidad” desde las primeras palabras. La curiosidad,
como veremos en capítulos posteriores, estimula el planteamiento de
preguntas de las que queremos conocer inmediatamente las
respuestas.
72
CONCLUSIÓN DE LA PRIMERA PARTE
Como he intentado mostrar en esta primera parte, en el siglo V
antes de Cristo se registraron una serie de coincidencias afortunadas
que dieron pie al nacimiento del diálogo filosófico: la alfabetización de
la sociedad griega, la difusión de libros (papiros), la democracia, el
surgimiento de grandes dramaturgos, los espectáculos públicos, la
expansión de la democracia y, especialmente ligado a lo anterior, la
irrupción de los sofistas, personas que difundían ideas manejando el
arte de la retórica, a veces confundiendo o manipulando a sus oyentes,
tanto a viva voz como publicando libros.
Platón tenía la necesidad de encontrar una fórmula seductora
para apartar a los jóvenes de los sofistas. Creó la dialéctica filosófica:
una herramienta pedagógica y a la vez un instrumento de
comunicación. En eso fue un innovador.
Como se ha visto, el estilo de Platón era una original síntesis de la
técnica narrativa de los diálogos de las obras griegas de teatro. Para
explicar este apartado me he basado en los estudios de Turner sobre la
influencia de los libros en los siglos V y IV a. C., en textos de Jaeger
sobre la evolución del teatro como paideia, en la obra de Charles Kahn
y Wilson Nightingale sobre las características del diálogo socrático y
especialmente el Giovanni Reale y Michael Erler sobre las aporías.
He dedicado un capítulo a la presencia de las preguntas en la
literatura griega, desde La Iliada hasta los presocráticos. En este caso,
he expuesto la evolución de las preguntas desde los primeros textos
literarios y filosóficos hasta Platón. Con las limitaciones impuestas por
una historia que solo ha recuperado fragmentos de algunas obras
73
filosóficas, se puede concluir que las preguntas apenas tienen
presencia en la literatura y la filosofía griegas hasta que en el siglo V
aparecen el drama y la comedia.
Asímismo, creo que la introducción de la esticomitia tuvo una
influencia en el diálogo filosófico: como he mostrado, se trata de una
técnica narrativa que acelera el diálogo de dos personajes en una obra
de teatro mediante la alternancia de sus intervenciones. Usando una
derivación de la esticomitia, los autores se valieron del juego de
preguntas y respuestas para acelerar la tensión de la escena, y a la vez,
excitar la atención del público. Eso tuvo, en teoría, un impacto en
Platón como creador de literatura filosófica, como también lo tuvo la
comedia de Aristófanes, tanto por su impacto en el vulgo, como por
haberse burlado de su maestro, Sócrates.
Para probarlo, he empleado ejemplos sacados de las obras clásicas
griegas, y he mostrado cómo usó Platón esta técnica en La república, lo
que demostraría que él, como cualquier autor, estuvo influido por las
corrientes literarias de su tiempo.
No he olvidado hablar de la aporía como ese conjunto de técnicas
basadas en preguntas, acertijos y enigmas, en las que se basa toda la
obra de Platón. Los ensayos de Erler, Aubenque, Szlezák y de Reale,
especialmente, son cruciales porque es la interpretación más avanzada
de nuestro tiempo, y como curiosidad, también relaciono la aporía con
los manuales modernos de técnicas narrativas empleadas en la novela.
Sin embargo, ese estilo basado en las preguntas, que tanto éxito
cosechó desde el principio, sufrió desde muy pronto con algunas
críticas, como he recogido. Aristóteles fue tajante al decir: “Ninguna de
las técnicas que muestran la naturaleza de algo es interrogativa”.
Desde Quintiliano hasta Olbrechts-‐Tyteca y Perelman, o Weston, las
74
preguntas han sido tratadas como una figura oratoria que servía para
dar fuerza a nuestros argumentos, pero también para engañar. La
erística platónica quedó al nivel de una simple técnica argumentativa.
Aunque este ensayo no pretende reflexionar sobre la filosofía de
Platón, ni en sus aparentes verdades o contradicciones, conviene
recordar las críticas que Simon Blackburn hace tanto a la filosofía
platónica como a sus métodos de razonamiento, en su estudio sobre La
república.
[La república] se trata de una obra extensa, llena de
meandros y digresiones. Descubriremos que sus argumentos
lejos de ser sólidos, contienen grietas a veces tan grotescas
que algunos intérpretes han sido incapaces de reconocerlos
siquiera como argumentos pensados para sostener algo.90.
A pesar de ello, la influencia sigue siendo indiscutible tanto por los
temas que toca, como por su forma de exponerlos. Esa exposición se
basa en buena parte en la teatralización y en las preguntas. “Esta
concepción dramática de la especulación platónica hace más difícil la
crítica”, reconoce Blackburn. “Se puede criticar una conclusión, pero es
mucho más difícil rechazar un proceso de apertura imaginativa, y si
nos tomamos en serio la asociación con el drama, podría parecer tan
absurdo como ‘rechazar’ Hamlet o El rey Lear”91.
Esa técnica retórica –el drama platónico–, con sus cualidades y sus
defectos, tiene un poder extraordinario en cualquier oyente. Y en el
caso de La república su influencia no ha escapado –como dice
90 Blackburn, Simon. La historia de La República de Platón. Debate. Barcelona 2007. Pág. 28. 91 Blackburn. Op. Cit. Pág. 20.
75
Blackburn– a los grandes pensadores de la historia: Filón de
Alejandría, Macrobio, Porfirio, Pseudo-‐Dionisio, Juan Escoto Eriúgena,
Plotino, Agustín, Dante...
“A lo largo de los siglos, La república ha merecido probablemente
más comentarios, y ha sido objeto de desacuerdos más radicales y
apasionados, que cualquier otro de los grandes textos fundacionales
del mundo moderno”92, dice Blackburn. Y añade que la historia de las
lecturas del libro ya es una disciplina académica en sí misma. Ha tenido
una influencia enorme en los poetas europeos, pero también en
movimientos y épocas enteras. “Platón y el cristianismo, Platón y el
renacimiento, Platón y los victorianos, Platón y los nazis, Platón y
nosotros”93.
Esa influencia, en muy gran medida, la logró Platón no solo por los
temas que planteaba sino por desplegar una “técnica retórica”
seductora: las preguntas. Tienen el poder de atrapar, inspirar,
provocar y estimular la mente.
Algunos especialistas en retórica podrían desmontar las técnicas
de Sócrates argumentando que eso no es filosofía, sino figuras
retóricas cuyo objetivo es vencer en un debate. “Sócrates y los sofistas
están de acuerdo en algo: preguntar, por sí mismo, no hace surgir el
conocimiento”, escribía Michel Meyer94.
No habría por tanto, detrás de los diálogos socráticos, una gran
sustancia filosófica, como proponía Meyer. Serían recursos que
servirían para la enseñanza o para las discusiones, pero detrás de la
técnica interrogativa solo palpitaría el interés de convencer, no el de
proponer verdaderos argumentos filosóficos. ¿Es realmente así?
92 Blackburn. Op. Cit. Pág. 21. 93 Y hasta Platón y el Prozac. 94 Meyer. (1986). Pág. 81
76
Como se verá en la segunda parte, la psicología cognitiva y la
neurociencia nos darían una salida a ese callejón: sus experimentos
explican en qué se basa el poder de persuasión de las preguntas
retóricas, y del socratismo en general.
77
PARTE II. LOS DESCUBRIMIENTOS DE LA PSICOLOGÍA COGNITIVA
Y DE LA NEUROCIENCIA SOBRE LAS PREGUNTAS
INTRODUCCIÓN
En la primera parte de este trabajo se ha tratado de exponer el
origen, el desarrollo y las características de la técnica del diálogo
filosófico iniciada por Platón.
Los análisis de la técnica literaria de Platón –el diálogo socrático–
se han realizado desde muchos puntos de vista: desde el puramente
histórico, hasta el hermenéutico y el literario. Y ese es el problema.
Emilio Lledó se quejaba de que, a pesar de la inmensa bibliografía
sobre Platón, y de cómo nos han enriquecido esos trabajos, muchas
investigaciones están llenas de “tópicos”. Y otras investigaciones, dice
el filósofo español, han caído en un “primitivismo hermenéutico que se
refleja en “la monotonía de respuestas que nos ha dado la historia de la
filosofía”95.
Lledó afirma que esa “monotonía de respuestas” de los
investigadores sobre la obra de Platón se debe a que no se han
planteado “preguntas originales”, sino simples “descripciones como
recuento de filosofemas, de estereotipos teóricos, en los que se narraba
lo que suele trivializarse como exposición de ‘pensamiento’ de un
filósofo”. Y proponía que si pretendíamos encontrar nuevas respuestas
en la tradición filosófica o literaria, solo había una salida: plantearlas
95 Lledó, Emilio. El origen del diálogo y la ética. Gredos. Madrid. 2011. Página 18.
78
“con la diversidad de las preguntas que podamos hacerle”. Y añadía:
“Investigar, entender, consiste sobre todo en preguntar”96.
Precisamente, ese es el corazón de esta segunda parte. Preguntar.
Hacerse preguntas sobre las preguntas. Preguntarse por qué preguntar
es tan persuasivo, tan educativo, tan excitante.
Y tomando como ejemplo los diálogos de Platón, nos
preguntamos: ¿por qué la técnica de las preguntas socráticas es tan
eficiente? ¿Por qué los diálogos basados en esas preguntas han tenido a
lo largo de los siglos esa seducción tan poderosa?
Para responderlo, hay que escapar de la “cárcel lingüística” y
“saltar al otro lado del muro del lenguaje”, como proponía Lledó97, para
caer en otras disciplinas experimentales que han dado respuesta a esas
preguntas con las técnicas más avanzadas que se conocen98. Hay que
mirar más allá.
La aparición de la psicología en el siglo XIX nos ha permitido dar
un salto adelante en la comprensión de la figura de las preguntas y
darle una base científica. El estímulo que produce una pregunta, y la
respuesta que resulta de ello, es una actividad mental, y los nuevos
especialistas de esta actividad se hicieron llamar psicólogos.
“Hasta el siglo XIX, el estudio académico de la actividad mental
era una rama de la filosofía, y el principal método para entender la
actividad mental era la introspección” (Kandel, Jessel & Schwartz,
1996). Posteriormente, la tradición introspeccionista fue dejando paso
a estudios empíricos llevados a cabo por psicólogos que, con sus 96 Lledó. Op.Cit. Página 19. 97 Lledó. 2011. Pág. 31. 98 Precisamente, una de las críticas más fuertes de los positivistas y de la filosofía analítica al lenguaje filosófico era que no tenía un sustento experimental ni científico. Aunque estas críticas se dirigían a los contenidos filosóficos, nosotros proponemos dirigir la atención hacia la técnica de expresar esos contenidos: las preguntas.
79
ensayos, impulsaron el surgimiento de una disciplina independiente
llamada psicología experimental.
En sus comienzos, la psicología experimental se centró en el
estudio de la sensación: el porqué un estímulo origina una respuesta
subjetiva. “A finales del siglo XIX, los psicólogos volvieron a analizar las
experiencias subjetivas: aprendizaje, memoria, atención, percepción y
acción voluntaria”99. Se desarrollaron medios experimentales para
estudiar la memoria y el aprendizaje, así como los procesos mentales
superiores, experimentos entre los que destacó Pavlov.
Ese movimiento convergió en el conductismo el cual se obsesionó
con estudiar los aspectos observables de la conducta. Pero se dejaron
algo importante. “Ignoraron en gran medida los procesos cerebrales
constructivos que subyacen a la percepción, la acción, la planificación,
el pensamiento, la atención y las formas complejas de la memoria”100.
La llegada de los psicólogos cognitivos en los años sesenta
(sumado a la teoría de la Gestalt) cambió esa perspectiva. “Señalaron
que la percepción modela la conducta”101. Los psicólogos cognitivos se
esmeraron en analizar los procesos cerebrales que intervienen entre el
estímulo y la conducta. “Solo de esta manera, argumentan los
psicólogos cognitivos, se puede esperar entender la relación entre las
acciones de una persona y lo que dicha persona ve, recuerda o piensa.
Según este punto de vista, cualquier estudio de la actividad mental que
no considere el procesamiento y la representación internos de los
fenómenos mentales es inadecuado para dar cuenta incluso de las
formas más simples de conductas”102. 99 Kandel, Eric; Schwartz, James H; y Jessell, Thomas M. Neurociencia y conducta. Prentice Hall. Madrid, 1997. Pág. 346. 100 Kandel. Pág. 347. 101 Kandel. Pág. 347. 102 Kandel. Pág. 347.
80
Como veremos más adelante, algunos experimentos realizados
por los psicólogos cognitivos con grupos de población seleccionados,
permitieron extraer importantes conclusiones sobre los efectos de las
preguntas para modelar (y controlar) la conducta. Por primera vez se
dio una base científica a la persuasión. Platón, sin saberlo, había
utilizado hace 2.400 años una técnica interrogativa cuya eficacia
seductora por fin podía ser explicada científicamente.
Aunque existen muchas fórmulas para persuadir, en nuestro caso
vamos a centrarnos en una en concreto: los efectos de las preguntas en
las personas, y los mecanismos psicológicos que hay detrás de esta
fórmula.
Pero no podemos darle tanto valor al arte de preguntar si lo que
se pregunta es una tontería. ¿Pero se podía probar eso científicamente?
Es lo que hace un experimento realizado por Burnkrant y Howard
sobre el efecto de las preguntas fuertes y de las preguntas débiles en
un grupo experimental. Hemos aplicado los resultados a los pasajes
más débiles de La república. Y lo hemos relacionado con la denuncia de
algunos eruditos que destapan errores en los argumentos platónicos.
Uno de los capítulos más destacados es aquel que trata de exponer
por qué preguntamos. Básicamente, para saber más, para conocer más.
Para Sócrates, las preguntas tenían la virtud de despertar el interés por
la sabiduría. ¿Y tiene alguna base científica medible?
Sí. Las preguntas que excitan nuestra curiosidad nos hacen liberar
dopamina: es un neurotransmisor que recompensa el conocimiento
adquirido, lo que comúnmente llamamos “satisfacer la curiosidad”. En
los últimos 30 años los estudios sobre la curiosidad en animales y
seres humanos han ido creciendo de forma exponencial.
81
La curiosidad es el mecanismo básico del aprendizaje y de la
educación. Pero para despertar la curiosidad en una persona, esa
persona debe tener la sensación de que hay algo que necesita saber.
Las reveladoras conclusiones de George Loewenstein sobre “la
psicología de la curiosidad” en 1994 han dado pie a numerosos
estudios y ensayos sobre uno de los aspectos más esenciales y
desconocidos del comportamiento humano. Lo que nos mueve no es la
certeza sino la incertidumbre.
Por eso, después de estudiar las demostradas reacciones en el
cerebro de las preguntas, pasamos a detallar algunos experimentos
cruciales sobre la curiosidad, el aprendizaje y las preguntas.
Eso nos permite entrar de lleno en el ámbito de la neurociencia
para presentar sus experimentos reveladores. La neurociencia es una
disciplina muy reciente. Estudia el cerebro humano usando poderosas
computadoras para hacer simulaciones, y también emplea sistemas de
registros de imágenes a través de la tomografía.
Por primera vez los humanos podemos ver las reacciones del
cerebro ante determinados estímulos. En el caso que nos ocupa,
veremos las reacciones del cerebro a las preguntas en pacientes en
estado inconsciente (vegetativo), y consciente.
También veremos a escala neuronal los premios que recibe el
cerebro humano cuando se estimula y se sacia su curiosidad:
aumentan las conexiones. A ese proceso se le llama neurogeneración.
De este modo, la pregunta excita la curiosidad, la curiosidad es el
trampolín del aprendizaje, y el aprendizaje genera más conexiones
cerebrales. ¿Y cuál es el fin?
Detrás de ello, hay una conducta filogenética pues, al saber más,
mejoramos nuestra condición como especie. Por eso concluimos ese
82
apartado con unas referencias a la biología del comportamiento
humano que constatan por qué somos una especie curiosa.
83
6. PSICOLOGÍA DE LA PREGUNTA
En 1985, Arthur Graesser y John Black escribieron el libro The
psychology of questions, donde por primera vez se reunieron diversos
estudios que daban preeminencia al acto de preguntar desde el punto
de vista de la psicología cognitiva.
Graesser lamentaba que, hasta entonces, los estudios
experimentales sobre la interrogación hubieran sido tan escasos y
estuvieran tan fragmentados. “Muy pocos investigadores han invertido
serios esfuerzos en averiguar los procesos interrogativos como un
objetivo directo de estudio”, afirma Graesser 103 . Eso tenía una
explicación: al estar relacionada e influida por otros campos del
conocimiento como la lingüística, la inteligencia artificial, el análisis del
discurso y, por supuesto, la filosofía (Graesser, 1990), la psicología
cognitiva siempre corría el riesgo de fragmentarse en otras disciplinas
cuando acometía un estudio cualquiera104.
Peor aún: cuando se dedicaban a investigar los procesos del habla,
los psicólogos cognitivos se entretenían con otras categorías como las
afirmaciones, las órdenes y los agradecimientos. “No obstante,
nosotros pensamos que [las preguntas] juegan un papel destacado en
103 Graesser, Arthur. “Psychological research on question answering and question asking”. Discourse Processes. Volume 13. Issue 3. 1990. Págs, 259-‐260. Graesser editó con John Black el libro The psychology of questions. Hillsdale, N.J.; L. Erlbaum Associates. USA. 1985. 104 Hoy en cambio los psicólogos aceptan que hay una psicología detrás de las preguntas. Y que muchas de ellas en realidad comunican un mensaje diferente al que plantean. Por ejemplo: “¿Estás seguro de que quieres hacer eso?”, en realidad es una afirmación: “Yo en tu caso no lo haría”. Es lo que dice el psicoterapeuta Ron Brafman en “What’s really behind a question?”. Psychology Today. 16 de agosto de 2008. “Las preguntas son una forma velada de comunicar algo que el paciente no quiere escuchar”.
84
la adquisición de conocimiento, en la coherencia de un discurso y en el
flujo de la conversación entre hablantes”105.
Sin quitar la razón a los fundados lamentos de Graesser, hubo
algunos estudios experimentales originales basados en las preguntas
que vale la pena comentar, y que arrojan mucha luz sobre el estilo
socrático.
6.1. EXPERIMENTO CON JURADOS
En los años 70 y 80 del siglo pasado, los psicólogos cognitivos se
esmeraron en aportar pruebas sobre las diferentes formas en que los
seres humanos procesamos la información (information processing).
Influidos en parte por el impacto de la publicidad en nuestras vidas, los
psicólogos cognitivos se preguntaban en esencia de dónde procedía la
eficacia de un mensaje. La rica literatura sobre la comunicación escrita
que ha surgido desde entonces ha aportado muchas pistas científicas
sobre cómo atrapar la atención con titulares llamativos, con párrafos
introductorios y, en el caso que nos interesa, con las preguntas
retóricas.
Hasta que la psicología cognitiva no se puso a hacer experimentos
con extensos grupos de voluntarios, las teorías sobre el poder de
persuasión de las preguntas se habían circunscrito a una parte de la
retórica. Como vimos en la primera parte de este ensayo, esa literatura
recomendaba plantear los argumentos con preguntas como una
técnica (entre otras) para ganar debates. Pero, ¿por qué esa técnica era
tan eficiente?
105 Graesser, 1990. Pág. 259.
85
En 1972 el investigador cognitivo norteamericano Dolf Zillman
reunió un jurado experimental para realizar el ensayo de un falso
juicio. Se trataba de simular el juicio de un homicidio. El caso se
denominó “el estado de Nueva York contra Johnny Myers” y estaba
basado en un caso real de 1965. El jurado constaba de 15 voluntarios
(en seis grupos, total: 90) a los cuales los abogados les planteaban
preguntas retóricas o afirmaciones.
A los voluntarios que formaron el jurado se les entregó un dossier
con todos los datos pertinentes: el acusado, el muerto, las
declaraciones del sumario, los informes de la policía, así como los
testimonios de una trabajadora social y del director de la escuela del
homicida.
El jurado a continuación escuchaba una grabación que contenía
las declaraciones del abogado defensor, quien argumentaba que
Johnny Myers no tenía la intención de matar a su padre: se trató de un
homicidio involuntario. Luego se les entregaba a los miembros del
jurado un papel donde tenían que expresar qué tipo de pena prisión
(número de años) recomendaban imponer al acusado.
A continuación, el jurado escuchaba una segunda grabación con
los argumentos del abogado de la acusación. Después, los miembros
del jurado recibían otro papel para que anotaran cuántos años de
prisión recomendaban aplicar a Johnny Myers.
La parte más importante del experimento consistió en la forma en
que se plantearon los argumentos de la defensa. A algunos grupos se
les planteó con afirmaciones y a otros con preguntas.
Las respuestas del jurado se registraron en una escala del 0 a 7:
desde ‘muy a favor’ (favourable) de imponer una larga pena de prisión
a no muy a favor (unfavourable) de imponer una larga pena de prisión.
86
Cuando cruzó los datos, Zillman comprobó que los miembros del
jurado tendían a suavizar la pena al acusado cuando escuchaban los
argumentos del abogado expuestos con preguntas retóricas106 . Es
decir, había una diferencia entre escuchar “Johnny es un chico
pacífico”, a escucharlo de una forma interrogativa: “Johnny es un chico
pacífico, ¿no les parece?”107. Esta última forma gramatical tendía a ser
más persuasiva y a ablandar al jurado.
Zillman demostró con este experimento que las preguntas
retóricas pueden orientar las decisiones de los humanos a favor de
quien las realiza. ¿Y qué mecanismos emocionales se desatan para
hacernos cambiar de opinión cuando nos plantean preguntas
retóricas? Según Zillman, esos mecanismos se basan en provocar un
estímulo muy sencillo en la persona que escucha: cuando nos hacen
preguntas retóricas, ‘parece’ que nadie nos está imponiendo una
decisión, sino que somos nosotros mismos quienes tomamos esa
decisión.
“El uso de preguntas retóricas crea la impresión de que no existe
la mínima intención de persuadir. El emisor no solo plantea
argumentos que pueden tomarse en cuenta, sino que, por la forma de
preguntar, ‘deja que la gente decida’. Como consecuencia directa, el
receptor se siente seguro y baja sus defensas, siendo más susceptible a
la persuasión"108.
Cualquier diccionario especializado sobre retórica define una
pregunta retórica como una figura literaria que consiste en preguntar 106 El experimento se realizó con seis grupos de 15 personas. En total, eran 90 estudiantes de Psicología de la Universidad de Wisconsin. El ratio hombre/mujer era 2:3. Se realizó a lo largo de un año y medio. 107 Zillmann, Dolf. (1972). “Rhetorical elicitation of agreement in persuasion”. Journal of Personality and Social Psychology. 1972. Vol. 21. Número 2. Págs. 159-‐165. 108 Zillman. Op. Cit. Pág. 165.
87
algo sin la intención de obtener una respuesta. Es un erotema y se
encuadra dentro de las figuras del diálogo. “[La interrogación retórica
es una] figura del pensamiento por la que el emisor finge preguntar al
receptor consultándolo y dando por hecho que hallará en él
coincidencia de criterio”, dice el diccionario de retórica de Helena
Beristáin109. Y añade: “En realidad no espera respuesta y sirve para
reafirmar lo que se dice”.
Se presupone que, cuando se pronuncia un erotema –“¿Verdad
que el día es hermoso?”– la otra persona está de acuerdo. Y de hecho,
lo está pues asiente con la cabeza o confirma la opinión de su
interlocutor diciendo: “Claro, por supuesto, ciertamente…”.
Como vimos en la Primera Parte, la interrogación es uno de los
mecanismos más empleados para ganar debates o discusiones. Para
Beristáin, la interrogación retórica (o communicatio) “consiste en
aparentar que se pide al público consejo respecto a la mejor forma de
actuar”, y era considerada en la tradición latina un recurso retórico del
orador frente al público.
Zillman considera que una pregunta es una propuesta que solicita
confirmación o acuerdo. “En un debate, el medio más aparente de
obtener respuestas de confirmación [responses of agreement] es hacer
preguntas al oponente, exigiendo directamente un acuerdo. ‘¿No es
esto así y así?’ puede ser considerada como el prototipo de una
pregunta hecha para ser confirmada”110.
Sin haber hecho experimentos con jurados como los de Zillman,
los abogados de todo el mundo emplean instintivamente las preguntas
retóricas como una seductora estrategia jurídica cuando un juicio llega
109 Beristáin, Helena. Diccionario de retórica y poética. Editorial Porrúa. México, 1995. Pág. 262 y 263. 110 Zillman. Pág. 159.
88
a su parte más culminante: la de los interrogatorios a los testigos, a los
acusados o a los imputados.
El abogado y escritor norteamericano Steven H. Goldberg
denomina a estos erotemas ‘preguntas con respuesta sugerida’111 .
Según Goldberg, hay cuatro tipos de preguntas que un buen abogado
debe emplear en un juicio: 1) las preguntas a las que debe responderse
con una narración; 2) las preguntas que definen el tema de la
respuesta; 3) las preguntas que reclaman una respuesta específica112, y
4) las preguntas que sugieren la respuesta.
Estas últimas son la que más interesan a un abogado. “La pregunta
con respuesta sugerida, ‘el automóvil era verde, ¿verdad?’, suministra
al abogado un control máximo sobre el testigo, y limita la respuesta
razonable del testigo a un ‘sí’ o un ‘no’, así como también limita a cero
la posibilidad del testigo de relacionarse con el jurado”113 . Para
Goldberg, una pregunta que sugiere la respuesta, a pesar de que puede
parecer “ambigua o capciosa”, otorga “control total” al que la
formula114.
He aquí un ejemplo expuesto por Goldberg.
P. – Usted estaba de pie al costado de la calle, en el
momento del accidente, ¿no es así?
111 Goldberg, Steven. Mi primer juicio oral. Editorial Heliasta. Buenos Aires. 1994. 112 Si imaginamos un accidente automovilístico con víctimas, las tres primeras serían: 1) Después de ver la colisión, ¿qué hizo?; 2) ¿Qué puede decirnos acerca del aspecto que tenía el automóvil después de la colisión?; 3) ¿De qué color era el automóvil que había sido chocado? 113 Goldberg. Pág. 148. 114 Beristáin califica esta técnica de “patética”. Dice que la interrogación retórica “es una pregunta que no entra en juego con la respuesta y está despojada de su función dialógica”. Para ella la pregunta retórica no establece un diálogo, lo cual nos resulta paradójico cuando nos referimos a los diálogos socráticos pues pretendían lograr todo lo contrario.
89
R. – Sí.
P. – Usted esperaba para cruzar la calle, ¿no es verdad?
R.– Sí.
P.– Según creo, ¿miraba usted al oeste?
R.– Sí.
P.– Había un árbol directamente al norte del lugar en
que usted estaba, ¿no es así?
R.– Bien, no sé si miraba directamente al norte.
P.– Si usted hubiese girado un cuarto hacia su derecha
habría visto directamente al frente un árbol, ¿no es así?
R.– Sí.
P. – Ese árbol estaba a una distancia de sesenta a
noventa centímetros de usted, ¿no es verdad?
R.– Sí.
P.– Ese árbol tenía un ancho aproximado de un metro y
medio, ¿no es verdad?
R.– No lo medí.
P.– Era un árbol grande, ¿no es así?
R.– Supongo que podía decirse que lo era.
P.– Usted estaba de pie a unos treinta metros del lugar
del accidente, ¿no es así?
R.– No lo sé. No medí ese tramo.
P.– ¿Estaba usted más o menos a un tercio de manzana
del lugar del accidente?
P.– Sí.
P.– Usted no habló con la policía, ¿verdad?
R.– No.
90
P.– Usted vio a otras personas cerca de la escena del
accidente, ¿no es así?
R.– Sí.
P.– No dijo a ninguna de ellas que vio el accidente, ¿eh?
R.– No115.
La pregunta retórica o con respuesta sugerida o de confirmación
era una de las herramientas más comunes del diálogo socrático y de los
sofistas. La diferencia es que Platón desarrolló esta forma de
interrogar sin hacer estudios de campo como los de Zillman, y sin
reconocer que era una variante que daba a Sócrates el control total de
la conversación o del debate.
A la luz de los conocimientos experimentales de la psicología
moderna, ahora abordamos con otra perspectiva algunos diálogos
socráticos hechos con ‘preguntas con respuesta sugerida o acordada’.
He aquí un pasaje de La república:
-‐Ahora bien, el asentir y el disentir, el tender hacia algo y
el repelerlo, el atraer algo hacia sí y el rechazarlo: ¿no tendrás
todas estas cosas como contrarias entre sí (trátese de
acciones o de padecimientos, ya que en eso nada difieren)?
-‐ Sí, son contrarias.
-‐ Pues bien, la sed y el hambre y los apetitos en general,
el deseo y la voluntad, ¿no los ubicarás en las clases de que
acabamos de hablar? ¿No dirás, por ejemplo, que el alma de
aquel que apetece tiende hacia aquello que apetece, o que
atrae hacia sí aquello que quiere conseguir, o bien que, en la
115 Goldberg. Pág. 190-‐191.
91
medida que desea procurarse algo, se hace a sí misma un
signo de asentimiento, como si alguien la interrogara
suspirando por lograrlo?
-‐ Sí, por cierto.
-‐ Veamos ahora: el no-‐querer y no-‐desear ni apetecer,
¿no es lo mismo que rechazar y alejar del alma, y no
deberíamos tener todas estas cosas por contrarias a las
primeras?
-‐Sin duda.
-‐Si es así, ¿no diremos que hay una especie constituida
por tales apetitos, y que los que de éstos saltan más a la vista
son el que llamamos ' sed ' y el que denominamos 'hambre'?
-‐De acuerdo.
-‐Uno es el deseo de bebida, otro el de comida. ¿No es así?
-‐ Sí116.
“Desde los sofistas se ha considerado que quien lleva la palabra
tiene ventaja si logra que su oponente muestre su acuerdo cuando se le
adelantan los argumentos”, dice Zillman. “Se creía que asentir de forma
continuada podría crear la impresión de que, quien tenía la palabra
poseía un conocimiento y un razonamiento superiores, y eso empujaba
a la audiencia a poner en duda la preparación y la credibilidad del
rival”117.
Los experimentos de Zillman ‘probaron que las preguntas
retóricas tienen un notable poder de persuasión, y dan el control a
116 La República. 437bcde. 117 Zillman, Op. Cit. Pág. 159.
92
quien las propone. Pero en los tiempos de Sócrates, esa persuasión se
aprendía en el debate diario y surgía de forma natural.
Platón también había concluido (como Goldberg y cualquier
abogado) que en los tribunales no importaba la verdad sino usar
cualquier técnica retórica para persuadir y ganar.
No es necesario que, quien se prepara para ser orador de
manera adecuada, esté en conocimiento de las verdades
concernientes a las cosas justas y buenas, ni tampoco de las
que conciernen a los hombres que por naturaleza y educación
son tales. De hecho, en los tribunales a nadie le importa
absolutamente nada la verdad en torno a estas cosas, sino
que importa lo que es persuasivo. Y esto es lo verosímil: a ello
ha de atenerse el que procure hablar con arte. Del mismo
modo, a veces no deben siquiera exponer los hechos mismos
cuando no se hayan desarrollado da manera verosímil, sino
justamente solo los que sean verosímiles, tanto en la
acusación como en la defensa. Y en general el que habla debe
seguir lo verosímil y mandar a paseo, con muchos saludos, la
verdad118.
Enfrentada a un buen retórico –sea abogado, político o
demagogo–, una persona común puede ser víctima de técnicas
persuasivas cuando estas se presentan en forma de preguntas.
Cualquier aserción transmitida como pregunta retórica puede ser más
persuasiva por el simple hecho de que no parece persuasión. Es un
118 Fedro, 272d-‐273a. Citado por Reale (2002). Pág. 121.
93
mecanismo que, usando un lenguaje más bélico, “debilita las defensas”
del enemigo.
6.2. EXPERIMENTO CON PREGUNTAS FUERTES Y DÉBILES
En su búsqueda por encontrar los mecanismos en los que se
basaba esta persuasión, los psicólogos cognitivos descubrieron que
una de las claves de las preguntas es que aumentaban el grado de
incertidumbre de las personas y provocan un deseo de saber, mientras
que las afirmaciones producen el efecto contrario.
Imaginemos, que planteamos a un grupo de estudiantes una
pregunta y una afirmación sobre un tema como los exámenes de
reválida:
¿Los exámenes de reválida ayudan a mejorar en los
estudios?
Los exámenes de reválida ayudan a mejorar en los
estudios.
Al aportar más información, las afirmaciones resuelven el dilema
y por tanto reducen el nivel de incertidumbre. No despiertan la
atención. No hay un problema. Ya son una ‘conclusión’, como
propusieron en un estudio de 1984 los psicólogos cognitivos Robert
Burnkrant y Daniel Howard119. En cambio, las oraciones formuladas en
modo pregunta obligan “a procesar el mensaje más intensivamente” y,
en consecuencia, hacemos trabajar más a nuestra mente. 119 Burnkrant, Robert E. y Howard, Daniel: “Effects of the use of introductory rhetorical questions versus statements on information processing”. Journal of Personality and Social Psychology. 1984. Vol 47. No 6. 1218-‐1230. Ohio State University. American Psychological Association. Pág. 1.220.
94
Burnkrant y Howard dieron un paso más publicando un
elaborado estudio sobre la forma que tenemos de procesar las
preguntas: las preguntas débiles o tontas, conducen a un rechazo de
los argumentos, y las preguntas sólidas e inteligentes, producen más
aceptación.
Para demostrarlo, Burnkrant y Howard hicieron el siguiente
experimento. Tomaron un grupo de 160 estudiantes de bachillerato a
los que hicieron una batería de preguntas relacionadas con los
exámenes de reválida (comprehensive exams).
La primera batería tenía una débil base argumental:
¿Deben los estudiantes realizar una reválida antes de
graduarse?
¿Desean los estudiantes realizar test de reválida?
¿Ayudan los exámenes de reválida a prosperar después
de obtener la graduación?
¿Los exámenes de reválida suponen una ayuda esencial
para determinar cuánto han aprendido los estudiantes?
Como se ve, son preguntas con débil base argumental pues ningún
estudiante quiere realizar test de reválida a menos que se demuestre
que eso puede mejorar su prestigio. Tampoco se deduce de estas
preguntas que los exámenes de reválida tengan relación con la
prosperidad de un graduado, ni que se los considere una ayuda crucial.
La otra tanda de preguntas se preparó con mayor base
argumental:
95
¿Los requisitos de los exámenes de reválida incrementan
el prestigio de los alumnos y de su institución académica?
¿Aprobar un examen de reválida ayuda a aquellos
estudiantes que quieren pasar a la universidad?
¿Pasar una reválida incrementa las posibilidades de
encontrar trabajo?
¿Una examen de reválida aumenta la calidad de la
enseñanza?
En este caso, la pregunta induce a pensar al estudiante sobre la
conveniencia de incrementar la valía personal mediante la reválida.
También les inclina a creer que los exámenes de reválida pueden
ayudarles a superar las exigentes pruebas universitarias, encontrar un
trabajo y, desde luego, planteadas así, nadie puede dudar de que
aumentan la calidad de la enseñanza.
A continuación se les preguntó si estaban a favor o en contra de la
reválida, y que valorasen la calidad de las preguntas, así como su grado
de involucración con la respuesta.
Lo que sucedió fue que las preguntas más inteligentes y
elaboradas fueron mejor valoradas por los estudiantes pues las
consideraban más creíbles: les incitaban a involucrarse más con la
postura de estar a favor de la reválida. Y las preguntas débiles o con
poca base argumental, producían respuestas desfavorables:
involucraban menos a los alumnos y las consideraban menos creíbles.
Esto vendría a apoyar la idea de que las preguntas formuladas por
Platón en sus diálogos filosóficos han sobrevivido al paso del tiempo
porque plantean temas de interés, estimulan la inteligencia y son
creíbles. Pero también, como veremos más adelante, hay pasajes de sus
96
diálogos con tan escasa base argumental que producen un pronto
rechazo.
Los resultados de Burnkrant y Howard también mostraron que los
estudiantes generaban más comentarios reflexivos cuando se les
presentaba el test como pregunta, que cuando se les presentaba con
afirmaciones. Eso justifica que en la actividad más reflexiva, la filosofía,
el test o las preguntas sean una de las mejores herramientas de los
maestros para invitar a los estudiantes a pensar.
“Las preguntas retóricas conducen a un procesamiento más
intenso de los contenidos de los mensajes”, dicen los autores120 .
Además, cuando los mensajes contenían argumentos sólidos, “las
preguntas retóricas condujeron a la creación de más pensamientos
favorables” a la reválida. Los mensajes débiles conducían a la creación
de más “pensamientos en contra” de la reválida (ver cuadro).
Este gráfico de Burnkrant y Howard muestra los resultados de un estudio en un grupo de 160 estudiantes de psicología a los que se les preguntaba 120 Op. Cit. Págs. 1.220 y 1.221
97
si estaban a favor o en contra de los exámenes de reválida. Como se ve en la línea continua, cuando se hacen test con afirmaciones, no hay muchas variaciones. Pero cuando se hacen test con preguntas (raya punteada) las reacciones son notables: tanto cuando los argumentos son sólidos (izquierda), como débiles (derecha). El cuadro de la izquierda muestra que los estudiantes se posicionaban a favor de los exámenes de reválida cuando se les planteaba una pregunta inteligente. El de la derecha, muestra que los estudiantes se oponían a los exámenes de reválida porque la pregunta tenía poca base argumental. Es decir, las preguntas –sea cual sea el caso-‐, obligan a reflexionar más a favor o en contra de algo. Las afirmaciones, mucho menos.
Burnkrant y Howard centraron su estudio principalmente en los
usos de las preguntas retóricas en el mundo de la publicidad. “Está
claro que las preguntas retóricas se emplean con frecuencia más que
las afirmaciones en los eslóganes de los anuncios” 121 . Pero sus
conclusiones se pueden llevar perfectamente a otros ámbitos de la
comunicación, desde la retórica hasta la literatura filosófica. Al fin y al
cabo, se trata de preguntas que un ser humano realiza a otro ser
humano, un estímulo que busca una respuesta.
En resumen, desde el punto de vista cognitivo la combinación de
una forma gramatical (pregunta retórica) con la calidad de los
argumentos (razonamiento sólido), puede aumentar el grado de
interés de los oyentes, así como su involucración en un tema de debate
y su postura a favor del mismo.
6.3. CRÍTICAS A ALGUNOS PASAJES ‘DÉBILES’ PLATÓN
Tras la lectura de lo anterior, cualquier persona que haya
dedicado una lectura atenta a La república, se habrá sentido 121 Op. Cit. Pág. 1.218.
98
desilusionada por la debilidad de algunos argumentos esgrimidos en
sus diálogos. En algunos pasajes, Sócrates presenta unos
razonamientos sin base o con escasa justificación. Platón conduce el
diálogo socrático por la senda que desea y los interlocutores apenas
plantean dudas. Desde el punto de vista retórico, usa falacias, y desde
el punto de vista lógico, incurre en obviedades o en deducciones
peregrinas. Al lector, estos errores le causan la impresión contraria a la
que en su tiempo quiso causar Platón cuando inventó el diálogo
filosófico.
En su análisis sobre los errores de Platón (flaws) en La república,
Nicholas P. White expone como ejemplo el torpe desarrollo de la idea
de justicia 122. Después de enumerar las tres virtudes que debe poseer
el estado (moderación, valentía y sabiduría), Sócrates nombra una
cuarta que es la justicia. “Los expertos han expresado con frecuencia su
insatisfacción por la palpable ausencia de argumentos”, dice White.
Primero, “¿cómo sabemos que el estado solo tiene cuatro virtudes?”.
Además, cuando Sócrates expone por qué la justicia debe ser una
de las virtudes de la excelencia de la ciudad, aporta argumentos muy
débiles que culminan con una pregunta retórica. Su mayor argumento
es que la justicia consiste en que cada ciudadano haga “lo propio de
uno, sin dispersarse en muchas tareas” (433a10). En otro pasaje afirma
que también la causa de la injusticia es que a un artesano se le ocurra
salirse de su clase social (434abc). Sus interlocutores aceptan estos
razonamientos sin rechistar.
122 White, Nicholas P. A companion to Plato’s Republic. Pág. 120. Hacket Publishing Company. Indianapolis. USA. 1979.
99
–Y en ese sentido habría que convenir que la justicia
consiste tanto en tener cada uno lo propio como en hacer lo
suyo.
–Así es.
–Mira ahora si estás de acuerdo conmigo. Si un
carpintero intenta realizar la labor de un zapatero, o un
zapatero la de un carpintero, intercambiando entre ellos las
herramientas y las retribuciones, o si una misma persona
trata de hacer ambas cosas, mezclándose todo lo demás, ¿te
parece que eso produciría un grave daño al Estado?
–No mucho.
–Pero cuando un artesano o alguien que por naturaleza
es afecto a los negocios, inducido por el dinero o por la
muchedumbre o por la fuerza o cualquier otra cosa de esa
índole, intenta ingresar en la clase de los guerreros, o alguno
de los guerreros procura entrar en la clase de los consejeros y
guardianes, sin merecerlo, intercambiando sus herramientas
y retribuciones, o bien cuando la misma persona trata de
hacer todas estas cosas a la vez, este intercambio y esta
dispersión en múltiples tareas, creo, serán la perdición del
Estado. ¿No piensas también tú lo mismo?
–Por cierto que sí.
–En tal caso, la dispersión de las tres clases existentes en
múltiples tareas y el intercambio de una por la otra es la
mayor injuria contra el Estado y lo más correcto sería
considerarlo como la mayor villanía.
–Así es.
100
–Y la peor villanía contra el propio Estado, ¿no dirás que
es 'injusticia'?
–Claro.
“Ninguno de estos argumentos parece muy sólido”, afirma
White123. Y su mayor debilidad, según este especialista, es que hay
muchas razones para dudar de que los oponentes de Platón fueran a
aceptar tan fácilmente estos argumentos. A esto mismo es a lo que se
refiere el filósofo y ensayista británico Simon Blackburn cuando dice
que algunos argumentos de Platón contienen grietas tan “grotescas”
que los intérpretes se sienten incapaces de aceptarlos como
argumentos sólidos.
Pero, claro, quien escribía esos diálogos era Platón. En sus puestas
en escena filosóficas, él ponía en boca de los oponentes de Sócrates lo
que más le convenía.
Esta debilidad argumental de La república y otros textos daría
fuerza a la tesis de la Escuela de Tubinga según la cual, los escritos
conocidos de Platón eran en el fondo, ejercicios universitarios, es decir,
pruebas planteadas a sus estudiantes en la Academia que darían pie a
debates más ricos durante las clases. En las Leyes, dice Reale, Platón
confirma que considera sus propios diálogos como “un punto de
referencia para la educación de los jóvenes”, fijados en la escritura,
para que queden “a disposición de los maestros”.
A pesar de esos ‘errores’, los diálogos platónicos siguen
influyendo en la filosofía occidental, los libros de Platón suelen estar
entre los más vendidos en filosofía y es uno de los autores más fáciles
123 White. Op. Cit. Pág. 120.
101
de entender en las facultades de Filosofía. Gran parte de esos logros se
debe a los estímulos que Sócrates nos lanzaba para buscar respuestas.
La pregunta socrática nos creaba incertidumbre. “La formulación de tal
incertidumbre, paralizadora del fluir del discurso, viene preparada por
un lenguaje que busca saltar al otro lado de su propia inseguridad”,
dice Lledó de esta fórmula. Porque desde el momento en que se
plantea una respuesta, va surgiendo una nueva pregunta “la nueva
incertidumbre”.
Esa tensión constante entre incertidumbre y conocimiento tiene
un nombre en nuestro vocabulario: satisfacer la curiosidad. Incluso se
la llamó científicamente “curiosidad epistémica”. La curiosidad es una
de las claves de la adquisición del conocimiento. Para conocerla, vamos
a saltar al próximo capítulo.
102
“Lo importante es no parar de hacer preguntas.
La curiosidad tiene su propia razón de existir”
(Einstein).
7. ESTUDIOS SOBRE LA CURIOSIDAD Y LA PREGUNTA
En la década de 1950, el filósofo y psicólogo británico Daniel E.
Berlyne fue uno de los primeros en orientar las investigaciones
científicas hacia la curiosidad (Loewenstein, 1994, y Litman, 2017, le
citan como pionero: path-‐breaking)124.
Berlyne se preguntaba cómo era posible que el conocimiento
humano ocupase tantas páginas, y la curiosidad humana tan pocas.
“Pocos fenómenos han sido sujeto de más debates que el conocimiento
humano. Pero estos debates no han prestado, en general, atención a los
motivos que están en el sustrato del conocimiento”125.
“¿Por qué los seres humanos invierten tanto tiempo y
esfuerzo en la adquisición de conocimiento?”[...] “¿Por qué de
la infinita panoplia de cosas cognoscibles en el universo, hay
ciertas piezas de conocimiento que son más buscadas
ardientemente y estamos más dispuestos a retenerlas que
otras?”126.
124 Loewenstein, 1994. Pág. 77. 125 Berlyne. D.E. “A theory of human curiosity”. British Journal of Psychology. 45:3 (agosto de 1954). Pág. 180. 126 Berlyne. Op. Cit. Pág. 180.
103
Esas piezas buscadas y retenidas en la memoria eran fruto de una
fuerza motora (drive) en el interior del ser humano: la curiosidad. “Los
seres humanos tienden a mirar, buscar, preguntar y pensar sobre cosas
incluso cuando nadie les obliga a hacerlo”127.
Berlyne distinguía entre la ‘curiosidad perceptiva’ (más animal), y
la ‘curiosidad epistémica’, propia de los seres humanos y a la que él
dedicó sus estudios128.
¿Cómo funcionaba la curiosidad? A animales y hombres les
motivaba lo novedoso: eso les lanzaba a explorar e indagar. Cuando ya
conocían esa actividad, se reiniciaba el proceso exploratorio. El trazo
que quedaba en lo animales y seres humanos de esa actividad
exploratoria se asentaba en la memoria en forma de “representaciones
simbólicas”, las cuales según Berlyne, “son las manifestaciones de lo
que llamamos conocimiento”129.
127 Berlyne, D.E. (1960). Conflict, Arousal and Curiosity. McGraw-‐Hill Book Company. New York. USA. Pág. 1. 128 Berlyne se sorprendería de saber que la pregunta que más obsesiona a la gente es cómo adquirir más conocimiento. En 2009 se lanzó en Estados Unidos una red social basada en preguntas. Se llama Quora y los participantes plantean preguntas científicas, filosóficas, políticas o de cualquier saber, con la intención de que otros participantes les respondan o les ayuden a encontrar la respuesta. A diferencia de Yahoo! respuestas, el nivel de Quora es más universitario. Se denomina “servicio en línea de mercado de conocimientos”. La pregunta que tiene más consultas en Quora (en agosto de 2015) era la siguiente: ¿qué puedo aprender/conocer en diez minutos que me sea útil para el resto de mi vida? (What can I learn/know right now in 10 minutes that will be useful for the rest of my life?). Es decir, la pregunta más consultada no se refería a un saber en concreto como cuál es el tamaño del universo, sino que era una pregunta general para obtener más conocimiento: ¿qué debo aprender? Como se obtuvieron miles de respuestas, Quora las organizó en apartados del conocimiento: desde habilidades para usar internet o las computadoras, hasta consejos financieros o vitales. Esa pregunta tenía en agosto de 2015 más de 11 millones de consultas, lo que revela que nuestra principal pregunta en la vida está vinculada a aquel conocimiento que nos ayuda a asegurar nuestras condiciones de existencia. Se puede ver en https://www.quora.com/What-‐are-‐the-‐most-‐viewed-‐Quora-‐questions 129 Berlyne (1954). Pág. 180.
104
El principio de todo ese proceso epistémico son las preguntas.
Para Berlyne, la cadena de sucesos que involucraban la curiosidad
empezaba por ciertos estímulos “verbales o no verbales” que pueden
provenir de uno mismo –como una reacción a una situación percibida–,
o de fuera, “en la forma de escritura, habla o referencias no lingüísticas
(non-‐linguistic cues)”.
¿Cuál era el estímulo básico?
“El ejemplo [de estímulo] más claro, así como el más común en la
práctica es la pregunta”130, dice Berlyne. Los lingüistas lo denominan
“interrogación específica”, para distinguirla de la pregunta sí/no.
Berlyne afirmó que nuestro grado de curiosidad aumentaba a
medida que se nos hacían preguntas más sorprendentes y evocadoras.
Claro que eso depende de lo que signifiquen para nosotros las
preguntas evocadoras. Si alguien nos pregunta: “¿Cómo comen las
estrellas de mar?”, la reacción puede ser de interés o no. Puede haber
personas que piensen: “¿Qué más da cómo coman las estrellas de
mar?”. Y si alguien se lo explica, olvidarán pronto la respuesta porque
estará, según Berlyne, debajo de su nivel de curiosidad.
Pero hay respuestas que permanecen en la memoria y que
recuperamos cuando las requerimos de nuevo. ¿Cuáles son estas
respuestas? Según Berlyne, son las que nacen cuando la curiosidad es
muy elevada131. “Las preguntas que en el pasado excitaron más nuestra
curiosidad obtendrán probablemente una respuesta más adecuada
cuando se nos planteen de nuevo”132. Y todo se deberá a que han
permanecido en la memoria. Hemos aprendido. 130 Berlyne (1954). Pág. 182. 131 En este universo, hay cosas que permanecen en el universo de lo inexplicable, dice Berlyne. “Los casos más sorprendentes de provocación de la curiosidad son los que conciernen a lo extraño, a lo inusual, a lo que nos confunde”. Pág. 184. 132 Berlyne (1954). Pág. 184.
105
Cuando se conoce la respuesta a una pregunta, el sujeto
preguntado se dedica a otra actividad. Sin embargo, cuando el sujeto
no conoce la respuesta el interés persiste, y seguirá un proceso de
ensayo y error. La motivación que se enciende por las preguntas es
para Berlyne “una forma de curiosidad epistémica”.
Para demostrar esa postura, Berlyne se valía de estudios de
Skinner y de Hull133 que postulaban que cuanto más intensa era la
curiosidad, más intensa era también la cantidad de esfuerzo necesario
para aplacarla (quantity of drive reduction). Ese factor (K) era el que
determinaba la posibilidad de que, ante un mismo estímulo,
respondiéramos con la respuesta aprendida134.
Así se llega a la hipótesis de Berlyne: “La curiosidad es excitada
(aroused) en un sujeto cuando se le hace una pregunta, ya sea por sí
mismo o por un agente externo. Como resultado del sentido de la
pregunta se produce un estímulo que procede de la respuesta, y eso es
lo que actúa como un motor”.
Por último, Berlyne sostenía que la experiencia de cada día es el
mejor campo de demostración de sus hipótesis sobre la curiosidad y el
133 Se refiere a los libros de Hull, Principles of behavior. New York. 1943. Appleton Century, y A behavior system. New Haven. 1952. Yale University Press. Y al libro de Skinner, Science and human behavior. New York. 1953. McMillan, y Verbal behavior. William James Lectures. 1947. Harvard University. 134 Berlyne también propuso algo muy socrático: que los conflictos y las controversias intelectuales, generan más curiosidad que el consenso. A raíz de esa propuesta, Lowry y Johnson realizaron en 1981 unos experimentos llamativos. Pusieron a trabajar a un conjunto de jóvenes estudiantes de bachillerato en temas en los que pudieran llegar a acuerdos intelectuales o, por el contrario, suscitar debates y conflictos epistémicos (argument and epistemic conflict). Una de las pruebas consistía en ver durante un receso una película relacionada con la clase. Resultado: el 45% de las personas que participaron en debates y controversias, aprovecharon el recreo para ver el film, mientras que solo el 18% del otro grupo (donde no hubo debates), se mostró interesado en ver la película .
106
poder de las preguntas135. “Muchos afamados pensadores han sido
lanzados a la meditación de por vida simplemente porque una vez se
plantearon preguntas novedosas sobre cuestiones que habitualmente
los seres humanos toman por normales” 136.
7.1. LA CURIOSIDAD Y EL DESEO DE SABER
Nuestra edad contemporánea no ha sido la única en ocuparse de
la curiosidad. Algunos filósofos y pensadores habían reflexionado con
135 Sin hacer referencia a Sócrates, Berlyne hace una definición muy socrática de la curiosidad. “Un buen maestro excita la curiosidad de su audiencia haciendo preguntas, quizá sobre fenómenos conocidos, pero que nunca se habían planteado”. Pág. 184. 136 Camino al castillo de Vincennes, donde estaba recluido Diderot (el autor de la enciclopedia), Rousseau se tomó un descanso debido al calor que le agotaba y le impedía proseguir. Tomó un ejemplar de Mercure de Paris y leyó que la Academia de Dijon convocaba un concurso con la siguiente pregunta: “El progreso de las artes y de las ciencias, ¿está corrompiendo o depurando las costumbres?”. "Si alguna vez algo se ha parecido a una inspiración súbita, fue el movimiento que en mí se produjo ante aquella lectura: de golpe siento mi espíritu deslumbrado por mil luminarias: multitud de ideas vivas se presentaron a la vez con una fuerza y una confusión que me arrojó en un desorden inexpresable...", dijo Rousseau en una carta a Malesherbes, (Segunda carta a Malesherbes, 12 de enero de 1762). La pregunta supuso para Rousseau una conmoción interna de gran magnitud. Dice a Malesherbes: "Oh, señor si alguna vez hubiera podido escribir la cuarta parte de lo que vi y sentí bajo aquel árbol, con que claridad habría hecho ver todas las contradicciones del sistema social, con qué fuerza habría expuesto todos los abusos de nuestras instituciones, con qué sencillez habría demostrado que el hombre es naturalmente bueno y que sólo por las instituciones se vuelven malvados los hombres". Aquella pregunta dio lugar a una inspiración febril que produjo el revolucionario Discurso de la artes y de las ciencias, donde Rousseau exponía que el progreso humano había corrompido las costumbres. Como escribiría posteriormente en su biografía, “después de esa lectura [de la pregunta], yo vi otro universo y me convertí en otro hombre”. Aunque no corresponde a este ensayo, una línea de investigación de la historia de la filosofía podría ser recopilar las diferentes revelaciones que han excitado la curiosidad filosófica. Han existido lecturas que han abierto los ojos a un filósofo como el libro de los Evangelios que provocó la conversión de San Agustín; paisajes inspiradores como la Alta Engandina a Nietzsche; frases iluminadoras o preguntas leídas en un periódico como el caso de Rousseau.
107
anterioridad sobre este rasgo humano. Para Cicerón era “el amor
innato de aprender”; para Kant, “el apetito de conocimiento”; para
Freud, “la sed de conocer” y para Burke, “un apetito muy agudo que se
satisface fácilmente” (Loewenstein, 1994).
En la década de los 70 y 80 proliferaron muchos estudios sobre la
curiosidad desde todos los puntos de vista (Loewenstein, 1994). Unos
la situaban detrás del comportamiento infantil básico; otros la habían
enfocado como una herramienta del profesor para estimular el interés
de sus alumnos; también había estudios que demostraban que la
curiosidad impulsaba los descubrimientos científicos y el arte; otros
relacionaban la curiosidad con algunas técnicas publicitarias, como por
ejemplo, crear un halo de misterio en un anuncio que solo es revelado
al final. Y hasta había ensayos que explicaban el voyeurismo y ciertos
comportamientos sexuales anómalos con la curiosidad.
Para el economista del comportamiento George Loewenstein137, la
mayor parte de esos estudios adolecían de un error básico: “No
ofrecían ninguna explicación plausible de por qué la gente se deja
llevar por la curiosidad y fallaban en delinear los causantes de la
curiosidad” 138.
A pesar de que parecía ser una “driving force” (una fuerza motriz)
del comportamiento humano, y que se había estudiado desde muchas
disciplinas, Loewenstein no estaba satisfecho ni con las teorías de los
70 y los 80, ni con las pruebas que realizaron.
137 En inglés, behavioral economist. Esta escuela parte de las teorías sobre la toma de decisiones defendida por el premio Nobel de Economía Herbert A. Simon. Para Simon, el ser humano no busca obtener los máximos resultados de su comportamiento, sino se conforma con una mínima satisfacción. 138 Loewenstein, George (1994). “The psychology of curiosity: a review and reinterpretation”. Psychological Bulletin. Vol. 116. Nº 1.
108
En un ensayo que se ha convertido en el pilar de las nuevas
corrientes sobre el tema, The psychology of curiosity, Loewenstein
postuló en 1994 que la curiosidad solo pretende rellenar un agujero
originado por dos fuerzas: “Lo que sabemos y lo que queremos saber”.
Era una definición muy socrática pues encajaba con aquello por lo que
Sócrates estaba “plenamente dispuesto a luchar tanto de palabra como
de obra”: “Buscar lo que no se sabe para ser mejores”139.
Para Loewenstein, lo que impulsa la exploración, la indagación y
la investigación –desde la más sencilla a la más compleja-‐, es ese
apetito por saber, ya fuese superficial o profundamente motivado. La
curiosidad. No se puede demostrar que sea un instinto básico primario
o secundario, pero parece claro que es una fuerza natural.
“La curiosidad puede convertirse en una fuerza motivacional
poderosa. Al igual que la atracción sexual, la curiosidad a menudo
genera un comportamiento impulsivo, así como desafíos al
autocontrol”, dice Loewenstein (1994)140. La literatura y la tradición
estaba llena de ejemplos de los límites hasta donde nos puede llevar la
curiosidad. “Los relatos sobre Pandora, Eva y la mujer de Lot, en los
cuales la curiosidad empuja conscientemente a la gente (generalmente,
mujeres jóvenes) a sufrir terribles consecuencias, son el tributo a ese
poder emocional de la curiosidad”141. 139 Menón. 86bc. 140 Loewenstein (1994). Op. Cit. Págs. 7 141 La literatura ha representado la curiosidad desmesurada con hombres como el Prometeo de Esquilo o el Fausto de Goethe. Prometeo es condenado por los dioses a un suplicio eterno por haber caído en un exceso de curiosidad y haberles robado el fuego del saber. Fausto es un hombre insatisfecho constantemente y con un sentimiento desmesurado (hybris) de querer saber más. Cuando Dios pregunta a Mefistófeles si conoce a Fausto, el diablo responde: “Dentro de él hierve un fuego que a lo lejos le arrastra”. Porque el sufrimiento de Fausto procede de una desmesurada curiosidad nunca satisfecha. Ha estudiado todas las ciencias y filosofías, pero afirma: “No creo saber nada de modo correcto”. Se sumerge en las magias y en las ciencias esotéricas, “a ver si al fin conozco lo que al mundo en su
109
La tesis de Loewenstein es que las personas tratan de encontrar
sentido a hechos y cosas usando la curiosidad. Cita los estudios de
Hebb, Piaget y Hunt, según los cuales desde que somos niños, usamos
la curiosidad para organizar y darle coherencia al mundo. Para Piaget,
la curiosidad partía de un desequilibro entre las estructuras cognitivas
del niño, y sus expectativas142.
Todas esas teorías de la curiosidad se pueden resumir en lo que
Loewenstein llama ‘la incongruencia’. La curiosidad se dispara por
expectativas defraudadas (Loewenstein cita concretamente a Hunt), es
decir, es una “incongruencia cognitiva” que suscitaba la búsqueda para
resolverla.
Y aquí es cuando aparece la pregunta, ese estado básico del ser
humano en busca del conocimiento del que hablaba Berlyne. Los
experimentos de los investigadores citados por Loewenstein
mostraban que, llegados a este punto de incongruencia, la gente se
hacía la pregunta básica de “¿por qué?” cuando se frustraban sus
expectativas. Y era precisamente esa pregunta lo que les estimulaba a
buscar una explicación143.
Es decir, sentimos curiosidad cuando no sabemos algo que
deberíamos saber, desde conocer quién es el criminal de una novela
negra que estamos leyendo, hasta la pieza que falta para completar un
puzle, dice Loewenstein Pero para dar el primer paso, hay que tener
cierta idea de lo que se quiere saber.
más hondo interior tiene encerrado”, y afirma desconsolado: “Lo que ignoramos es justo lo que falta haría, y lo que sabemos, es lo que no se precisa” (Fausto, notación 1065). 142 Loewenstein cita el estudio de S. Kakar de 1976 titulado “Curiosity in children and adults. A review essay”. Indian Journal of Psychology. 51. 181-‐201. 143 Loewenstein. Pág. 83.
110
En un experimento realizado por Loewenstein y otros expertos, se
pedía a un grupo de personas que acertaran cuál era el estado más
oriental de EEUU. A uno se les daba información poco a poco, y a otros,
solo al final. Los resultados llegaron a la conclusión de que el primer
grupo demostró más curiosidad: era evidente que sabían un poco más
que el segundo grupo144.
La hipótesis de S. Jones citada por Loewenstein es que “los
individuos tienden a ser más curiosos sobre temas que dominan algo,
que sobre los que no dominan”. En nuestro caso, eso explicaría que los
estudios de filosofía siempre interesan más a los que sienten cierta
clase de perplejidad mundana, que a los que nunca se han preocupado
por esos temas (en el punto 8.1 se describe el método de una escuela
de Filosofía para estimular a los alumnos). Según Loewenstein, la gente
que está henchida de confianza sobre un asunto, aunque en realidad no
lo domine, es la menos dispuesta a saber más sobre ese asunto.
Todo ello sirvió a Loewenstein para proponer su definición de
curiosidad. Esta surge cuando “la atención se centra en un agujero
[gap] en el propio conocimiento”. La curiosidad era por tanto, “la
sensación de privación que resulta de darse cuenta de ese agujero”145.
Esa teoría tenía serias implicaciones en la educación, dice
Loewenstein. Los educadores se han detenido demasiado en los
resultados y poco en la motivación. ¿Se pueden establecer unas reglas
nuevas de funcionamiento? Loewenstein las propone. Primero, para
144 Siguiendo su argumento, una forma de despertar curiosidad es planteando preguntas que atraigan la atención del individuo y que susciten su interés. Los programas de televisión más longevos y de más éxito en todas las cadenas de televisión del mundo están basados en baterías de preguntas, al final de las cuales, si se responden acertadamente, hay un premio. Al demostrar que tiene conocimiento, el concursante recibe un estímulo en forma de recompensa económica. 145 Loewenstein. Pág. 93.
111
sentir curiosidad por algo, hay que saber algo de ese tema. No basta
con animar a los estudiantes a hacer preguntas, dice Loewenstein: es
necesario ‘cebar la bomba’ (prime the pump), cuando no existe esa
curiosidad inicial. (En capítulos posteriores se expone el caso de la
Universidad de Boston).
En segundo lugar, «para estimular la curiosidad, es necesario
hacer que los estudiantes sean conscientes de sus patentes deficiencias
de conocimiento. La importancia de saber lo que uno no sabe quizá
explique el éxito del ‘método de enseñanza socrático’, el cual, de
acuerdo con Malone (1981), tiene la cualidad de ‘exponer
sistemáticamente lo incompleto, lo inconsistente y la falta de cuidado
en la estructura del conocimiento del que aprende’»146.
Este método se basaba fundamentalmente en preguntas bien
orientadas, como expone Platón en Menón, cuando Sócrates interroga
a un esclavo para demostrar que puede adquirir conocimiento.
“¿Acaso no adquirirá conocimiento sin que nadie le
enseñe, solo mediante preguntas, rescatando de sí mismo ese
conocimiento?”.
“Sabes también que si se le continúa haciendo
repetidamente o de distintas maneras las mismas preguntas,
acabará adquiriendo un conocimiento sobre ellas tan
cumplido como cualquiera” (85d).
En resumen, en su ensayo Loewenstein describe cómo adquirimos
conocimiento gracias a la curiosidad: “A medida que la gente gane
conocimiento en un área particular, no solo se darán cuenta de sus
146 Loewenstein. Pág. 94.
112
carencias sino también esas carencias serán cada vez más pequeñas en
relación a lo que ya sabe”147.
La curiosidad definida por Loewenstein tenía un enorme parecido
con la perplejidad socrática que sentía alguien cuando sabía “que no se
sabe nada”. Eso conduce a la búsqueda de saber, y, como dice Sócrates,
el alumno “va a ir descubriendo a medida que investiga conmigo, sin
que yo haga otra cosa que limitarme a hacerle preguntas, en lugar de
enseñarle” (84d).
Los estudios de Loewenstein supusieron un salto en la
investigación de la curiosidad y la obtención del conocimiento. Sin
embargo, pecaban de estar demasiado centrados en los trabajos de los
psicólogos experimentales. A partir de los noventa, una nueva
corriente de investigación impulsó el conocimiento basado en la
curiosidad y en las preguntas.
7.2. EL APRENDIZAJE POR PREGUNTAS
La curiosidad es contagiosa. Desde el punto de vista cognitivo, un
entorno familiar donde todos están acostumbrados a preguntar es
mucho más rico para el desarrollo intelectual de los niños. Los niños
también aprenden a preguntar. Es lo que expone el divulgador Ian
Leslie en Curious, un libro sobre la curiosidad escrito en 2014.
Leslie dedica un capítulo a explicar la asociación entre curiosidad
y el poder de las preguntas. Por ejemplo, las madres que tienen el
hábito de sonsacar a sus vástagos información mediante preguntas,
147 Ibid. Pág. 94.
113
tienen hijos más preguntones. “Hacer preguntas –dice Leslie-‐ se
convierte en algo contagioso”148.
Pero no solo es importante hacer preguntas sino también cómo se
hacen esas preguntas. Al igual que la pregunta retórica que usaban con
tanta eficacia los abogados, para los niños hay una diferencia entre
ordenar y educar. “Los niños que se daban cuenta de que sus padres
estaban empleando el lenguaje como una herramienta cognitiva, más
que para controlarles, se sentían más inclinados a imitar ese uso”149.
Para probar el poder de las preguntas y la curiosidad estimulada,
Leslie cita un determinante estudio de Annette Lareau 150 , de la
Universidad de California, que describe el experimento de un grupo de
sociólogos que se incrustó literalmente en varias familias
norteamericanas y convivió con ellas durante largas etapas151. Estaban
allí cuando se levantaban y se preparaban para salir, cuando los niños
volvían de la escuela, durante el almuerzo o cuando veían televisión.
Les acompañaban a los partidos, al médico o a visitas del colegio, y
eran testigos “de sus peleas, sus llantos, sus abrazos, sus
conversaciones, juegos y sus cantos en la iglesia”152.
Lareau descubrió que algunas familias practicaban una especie de
“educación concertada” (concerted cultivation), en la cual se implicaban
profundamente en la formación de los vástagos para desarrollar al
máximo sus cualidades. “Les ayudaban en sus tareas escolares, les
implicaban en conversaciones intelectualmente avanzadas durante la
148 Leslie, Ian (2014). Curious: the desire to know, and why your future depends on it. Quercus Edition. Great Britain. [Versión Kindle]. Capítulo 6: The Power of Questions. En la introducción dice que “la curiosidad es contagiosa”. Introduction: The Fourth Drive. 149 Leslie. Capítulo 6: The Power of Questions. 150 Lareau, Annette (2011). Unequal childhoods. University of California Press. 151 Leslie califica la obra de Lareau como un “testimonio del poder la curiosidad”. 152 Leslie. Capítulo 6: The Power of Questions.
114
hora de la cena, y constantemente sonsacaban sus pensamientos,
opiniones y sentimientos”153.
“Una de las primeras habilidades que aprende un niño en este
entorno de educación concertada es que tiene que afrontar su propia
manera de hacer preguntas”, dice Leslie. Eso quería decir que cuando
debían enfrentarse a situaciones novedosas, tenían menos reparo que
otros niños de su edad a hacer preguntas.
Cuando la señora Williams llevó a Alexander [su hijo] a
hacer una visita rutinaria al médico, Lareau se les unió.
Durante el viaje, la señora Williams le dijo a su hijo:
“Alexander, deberías pensar en las preguntas que te gustaría
hacer al doctor. Le puedes preguntar lo que quieras. No te
avergüences”. Alex lo sopesó y dijo a continuación: “Tengo
unos bultos debajo del brazo debido al desodorante”. ¿Ah, sí?,
dijo la madre. “Bueno; deberías preguntárselo al doctor”. En
la consulta, el doctor empezó a hacer lo que llamaba las
‘preguntas de rutina’. A medida que lo hacía, comentó que
Alex estaba “en el percentil 95” en altura. Alex le interrumpió.
–ALEX: ¿En el qué?
–DOCTOR: Quiere decir que eres más alto que el 95 por
ciento de los jóvenes cuando tienen… digamos diez años.
–ALEX: No tengo diez años.
–DOCTOR: Bueno, aquí alguien puso diez. Tienes nueve
años y diez meses. Normalmente, se pone el año más cercano
para hacer la gráfica.
153 Leslie. Capítulo 6: The Power of Questions.
115
En ningún momento Lareau notó que Alex estaba siendo
maleducado en su conversación con el médico o durante el
resto de la consulta. Pero interrumpiendo a una autoridad
con su pregunta, estaba desplegando el tipo de seguridad y
presunción de su importancia que solo un chico de clase
media puede poseer”154.
Leslie destacaba que el estudio de Lareau se centraba en la forma
en que las clases medias y bajas norteamericanas educaban a sus
niños. Desgraciadamente, había diferencias.
“Las clases medias –decía el estudio de Lareau-‐ son más
propensas a provocar en sus hijos el hábito de hacer preguntas. Están
constantemente haciéndoles preguntas (quizzing them), y les
predisponen a estar disponibles para someterse a preguntas”. Con ello,
dice Lareau, “están entrenando a sus hijos para ser curiosos” (en el
original está entrecomillado)155.
Los niños de las clases medias, según la investigadora citada por
Leslie, usaban sus habilidades superiores en el lenguaje para adaptarse
a cualquier situación. Posteriormente, en la vida, esto les servía “para
hacerse un hueco en la vida a través del sistema educativo y luego, el
mundo del trabajo”. Cuando los niños de esas clases sociales se
convierten en adultos, tienen la capacidad de doblegar situaciones y
estructuras a su voluntad, dice Leslie156.
154 Leslie. Capítulo 6. The Power of Questions. 155 Leslie. Capítulo 6. The Power of Questions. 156 Ian Leslie recuerda las consecuencias que puede acarrear el hecho de no hacer preguntas. Algunas pueden ser fatales. Cita el libro del profesor de negocios Robert Mittelstaedt titulado “Will Your Next Mistake be Fatal?”. Pearson Education. 2005. New Jersey. EEUU. Mittelstaedt expone que el error de no plantear preguntas puede llevar a desastres. En una parte del libro, este profesor cuenta lo que sucedió en el Titanic. “El Titanic recibió muchos mensajes entrantes avisándoles
116
El estudio pretendía demostrar que los niños que habían
aprendido a hacer preguntas, estaban más preparados que otros de
clases menos pudientes [que no hacían tantas preguntas] para afrontar
los desafíos del mundo moderno. Les era más fácil adaptarse y
sobrevivir a su entorno.
Y adaptarse y sobrevivir al entorno, ¿no era una cualidad ligada a
la evolución?
Cuando la teoría de la evolución de Darwin empezó a
filtrarse lentamente en la psicología –lo cual le llevó unas
décadas después de la publicación de El origen de las especies
en 1859–, hizo caer en la cuenta a los psicólogos de que el
comportamiento depende de estructuras somáticas que han
surgido del proceso evolucionario. Estas estructuras
somáticas se han asentado porque su mera posesión favorece
la supervivencia”157.
Berlyne afirma que las ‘estructuras’ en las que, al principio,
centraron sus esfuerzos los psicólogos, tenían que ver con los motores
más vitales de la supervivencia como la crianza de los niños, comer,
beber, aparearse, dormir, pelear, huir de los enemigos y escapar de
agentes amenazadores. Los psicólogos se dieron cuenta de que eso
valía para los animales superiores y los humanos. Pero cuando los
del hielo, pero no hay pruebas de su interés por preguntar a otros y actualizar la información. ¿Qué habría pasado si alguien hubiera sido lo suficientemente curioso como para preguntar a los barcos que estaban en esa área y obtener más información? Lo que resultó fue que muchos ingenieros y armadores responsables admitían haberse hecho preguntas sobre la seguridad del barco pero no las hicieron en presencia de sus colegas por temor a parecer tontos”. Capítulo 6: The Power of Questions. 157 Berlyne (1960). Pág. 4.
117
animales no estaban amenazados, se dedicaban a recuperar fuerzas. ¿Y
los seres humanos? Muy sencillo: se dedicaban a recrearse,
entretenerse y a la curiosidad ociosa (idle curiosity)158.
7.3. LA CURIOSIDAD Y LA SUPERVIVENCIA
Sobrevivir al entorno es lo que acerca a un ser humano de hoy a
uno de hace 300.000 años: el cerebro tiene un interés especial en
aprender porque podemos “maximizar” nuestra habilidad evolutiva a
largo plazo en medio de los rápidos cambios de las condiciones
ambientales. La diferencia con nuestros antepasados es que las
estructuras sociales y culturales humanas pueden evolucionar mucho
más rápido que la escala filogenética. Es lo que afirman los científicos
cognitivos Pierre-‐Yves Oudeyer y Linda B. Smith159 citando un estudio
de Barto (2013)160.
Los autores explican que cuando uno satisface una curiosidad,
recibe un premio en el sentido de que ‘progresa en su aprendizaje’
pues puede predecir y controlar una actividad: reduce la
incertidumbre de su entorno 161 . Oudeyer y Smith señalan los
158 Berlyne. (1960). Págs. 4 y 5. 159 Oudeyer, Pierre-‐Yves y Linda B. Smith. (en prensa). “How evolution may work through Curiosity-‐driven Developmental Process. Topics in Cognitive Science”. Recuperado de http://www.pyoudeyer.com/publications/ 160 Barto, A. (2013) Intrinsic motivation and reinforcement learning En G. Baldassarre y M. Mirolli, editores. Intrinsically Motivated Learning in Natural and Artificial Systems. Págs. 17-‐47. Springer. 161 En Estados Unidos se creó en 2006 un organismo llamada IARPA. Intelligence Advanced Research Projects Activity, algo así como el Departamento de Proyectos de Investigación de Inteligencia Avanzada del gobierno de EEUU. Es un organismo fundado por la NSA y la CIA en 2006 con un cometido llamativo: desarrollar nuevos métodos para los servicios secretos en la era post atentados del 11 de septiembre. Su cometido es prever la incertidumbre de gran escala que se puede cernir sobre el país y sobre el planeta. Eso incluye golpes de Estado, pandemias, incidentes nucleares, caídas de los mercados, los desastres naturales y los
118
experimentos de Singh et al., que mostrarían la existencia de un “marco
óptimo de recompensa” cuando los individuos exploran y curiosean.
Esta actividad formaría parte de la evolución humana, y estaría
impresa (built-‐in) en nosotros. “Es probable que el proceso evolutivo
dio un valor positivo hedónico a la exploración, al juego, y al
descubrimiento, porque estos comportamientos contribuyeron al éxito
reproductivo largo de la evolución”, (Singh et al, 2010)162.
Eso se debe a que nuestra estructura cognitiva está puesta al
servicio de la supervivencia de modo que si desplegamos un método
eficaz de aprendizaje (como hemos visto, la curiosidad satisfecha
mediante preguntas es uno de ellos), aseguramos nuestra existencia163.
En esa línea, el célebre etólogo Konrad Lorenz afirmaba en los
años 1970 que la tendencia a la curiosidad (Neugierverhalten) o la
‘actitud curiosa’164 es de donde parten los orígenes del pensamiento
conceptual o abstracto y que la curiosidad es una de las funciones que
surgieron a lo largo de la evolución humana.
descubrimientos importantes". Uno de sus departamentos se denomina Oficina para Anticiparse a las Sorpresas. Sus equipos están compuestos por superpredictores, (superforecasters), personas con ciertas características psicológicas. Estas personas son sometidas a test basados en preguntas concretas como ¿Cree usted que el presidente de Rusia seguirá gobernando en enero del año que viene? Según varias informaciones contrastadas, el nivel de acierto de estas personas está muy por encima de la media, si bien, no se les somete a preguntas sobre cuestiones a largo plazo. 162 Singh, S., R. L. Lewis, et al. (2010). "Intrinsically motivated reinforcement learning: An evolutionary perspective." Autonomous Mental Development, IEEE Transactions on 2(2): 70-‐ 82. Pág. 73. 163 La esencia de los videojuegos más populares es la exploración y la curiosidad. El premio por haber aprendido algo nuevo es pasar a otro nivel superior. En el caso de volver al principio, se pueden superar etapas repitiendo protocolos conocidos porque ya hemos superado la incertidumbre de esos niveles. En su esencia, los desafíos de los videojuegos imitan los desafíos naturales. 164 Lorenz, Konrad. La otra cara del espejo. Plaza Janés. Esplugas de Llobregat. 1974. Págs. 219 y 220.
119
La curiosidad, para Lorenz, no consiste en adoptar un aprendizaje
destinado a cumplir un objetivo concreto, sino como sostienen Singh et
al. (2010) algo menos específico como husmear, probar, hacer ensayos
y errores: indagar. Lorenz explica esta “singular adquisición de saber”
como un “comportamiento exploratorio o curioso” (explorativen oder
Neugierverhalten)165 . Muchos animales lo ponen en práctica para
reconocer el terreno o a sus enemigos. Una vez almacenado en la
memoria, les incrementa las posibilidades de sobrevivir ante las
amenazas.
Lo mismo sostiene el biólogo molecular John Medina (2008):
seguimos patrones estrictamente darwinianos basados en amenazas y
aseguramiento de fuentes de energía. Cualquiera de nuestros ancestros
que no memorizase las experiencias amenazantes vividas o no
recordase cómo adquirir alimento adecuadamente, no viviría
suficiente para transmitir sus genes.
El cerebro, según Medina, presta mucha atención a estas
preguntas:
“¿Me lo puedo comer? ¿Me comerá él?
¿Puedo aparearme con ella? ¿Se apareará conmigo?
¿Lo he visto antes?”166.
Para Medina, esa tanda de preguntas formaba parte de un
“sistema exquisitamente ajustado para aprovechar las oportunidades
reproductivas y para percibir el riesgo”.
165 En la traducción española, se usa el término ‘comportamiento inquisitivo’ para el alemán Neugierverhalten, en lugar de ‘actitud curiosa’ o simplemente ‘curiosidad’. 166 Medina, John. Brain Rules. Pear Press. Seattle. 2008. USA. Pág. 81.
120
Debido a la extrema vulnerabilidad a que estaban sometidos
nuestros ancestros trasladándose por inmensas llanuras, era muy
importante aprovechar los primeros años de la formación de los niños
para enseñarles todo lo que fuera posible, especialmente, todo aquello
que pudiera garantizarles la supervivencia. Los adultos se convertían
en profesores natos, y los niños, en aprendices natos167. Suponemos
que este intercambio de información estaría basado en las preguntas
de los niños, en su curiosidad innata.
Medina coincide con Berlyne cuando habla del valor adaptativo
del aprendizaje, pues en su artículo sobre la curiosidad en 1954, este
último decía: “El aprendizaje que produce el conocimiento puede ser
biológicamente de gran ayuda”. Berlyne se refería a que permitía al ser
humano estar mejor preparado “y puede reforzar el reconocimiento de
las señales de alerta, para evitar el peligro”168.
7.4. EL APRENDIZAJE ACTIVA LAS CONEXIONES: KANDEL
El aprendizaje, sea cual sea su forma, se puede constatar
físicamente por el aumento de las conexiones sinápticas. Como
comprobó el neuropsiquiatra Eric Kandel, desde el punto de vista
celular, al aprendizaje es una alteración permanente de la estructura
de las neuronas, la cual está asociada a la simple adquisición de trozos
de información.
Los experimentos realizados con la babosa de mar (Aplysia o
caracol de mar) demostraron que cuando se la involucra en un proceso
de aprendizaje (aplicándole una estimulación exterior), aumentan sus
conexiones sinápticas. En cambio a aquellas babosas de mar a las que 167 Medina. Op. Cit. Pág. 43. 168 Berlyne (1954). Pág. 181.
121
no se les sometía a ninguna sensibilización exterior (una supuesta
amenaza) mantenían sus terminales.
El experimento de Kandel consistió en hacer que la babosa
(Aplysia), recibiera un estímulo externo nocivo, y ver su reacción.
Como este ser vivo tiene muy pocas neuronas (unas 20.000) era más
fácil comprobar qué pasaba en su sistema nervioso tras la
estimulación.
Kandel se dio cuenta de que la Aplysia reaccionaba protegiendo
las branquias. En función del estímulo, unas veces el aprendizaje
duraba horas, y otras podía durar días o semanas. Ambas se podían
tomar como memoria a corto y largo plazo y era lo más parecido a lo
que denominamos aprendizaje.
Después de un solo estímulo nocivo en la cabeza o en la
cola, se modifica el número de conexiones sinápticas, en el
circuito neural, reflejo de retirada de la branquia,
incluyéndose la de las neuronas sensoriales y las de las
motoneuronas e interneuronas169.
Kandel denomina a esa forma de reaccionar y aprender
‘sensibilización’. Ese proceso se desata por un mecanismo que
involucra enzimas, proteínas, genes, neurotransmisores y cargas
eléctricas que viajan a 324 kilómetros por hora170.
169 Kandel, Eric; Schwartz, James H; y Jessell, Thomas M. Neurociencia y conducta. Prentice Hall. Madrid, 1997. Pág. 719. 170 Sin saber nada de la química del cerebro, los místicos medievales también invocaban la electricidad para explicar la adquisición novedosa de conocimiento. A sus revelaciones las llamaban fulguratio. Nosotros, a un nivel más vulgar, hablamos de ‘chispa’, y a una escala más grave, de ‘iluminación’.
122
La primera consecuencia es que se activa una proteína llamada
quinasa y un fenómeno bioquímico llamado fosforilación, que es el
mecanismo bioquímico de transporte de energía desde donde se
produce hasta donde se necesita.
La segunda y más duradera consecuencia de la activación genética
es el crecimiento de las conexiones sinápticas. Este cambio fue
observado en las células sensoriales y motoras, implicadas en el reflejo
de retirada de la branquia, por el examen con el microscopio
electrónico de los terminales sinápticos171.
En cierta forma, lo que Kandel y sus socios pudieron ver al
microscopio fue una imagen de nuestro aprendizaje (ver figura). Y eso
le valió un premio Nobel en Fisiología o Medicina en 2000.
En esta imagen se observa la conexión entre la neurona sensorial y
la motoneurona de una babosa de mar (1). La habituación a largo plazo produce una pérdida de sinapsis (2), pero la sensibilización a largo plazo (aprendizaje), aumenta la sinapsis (3). (Extraído ‘Neurociencia y conducta’, de Kandel, pág. 724). 171 Kandel et al. Pág. 725.
123
Eso quería decir que cada vez que aprendemos algo, nuestro
sistema neuronal se modifica. Nuestro bosque de neuronas y la
sinapsis que las conecta, están en constante modificación. Las
neuronas cambian de tamaño, y gracias a la electricidad, sus
terminales se dividen y se multiplican en función de lo que estemos
aprendiendo y memorizando.
“El cerebro es como un músculo”, dice Medina. “Cuanta más
actividad hagas, más grande y más complejo puede devenir”172.
Y no cabe duda, como hemos visto, que las preguntas generan una
actividad neuronal palpable y medible. La curiosidad, entonces, es una
habilidad biológica necesaria que, al desembocar en el aprendizaje,
incrementa nuestras conexiones cerebrales. Y la falta de curiosidad
disminuye esas conexiones.
Como explicaba Kandel, cuando la babosa de mar convertía lo
aprendido en rutina, se estancaba su sistema neuronal. No crecían sus
dendritas. “La habituación a largo plazo conduce a la pérdida de las
conexiones sinápticas”, afirma173.
Es decir, si la curiosidad es una forma de aprendizaje, no tener
curiosidad es malo para la salud cerebral. El cerebro se empobrece. En
el caso de la Aplysia (babosa de mar) “la inactivación de las conexiones
funcionales entre las neuronas sensoriales y motoras reducen el
número de terminales por neurona a un tercio”, afirma Kandel.
Por eso, es tan importante para los maestros, despertar la
atención y la curiosidad de sus alumnos. En palabras del científico y
172 Op. Cit. pág. 58. 173 Kandel, Eric; Schwartz, James H; y Jessell, Thomas M. Neurociencia y conducta. Prentice Hall. Madrid, 1997. Pág. 725.
124
catedrático español Tomás Ortiz, responsable del Centro de
Magnetoencefalografía de la Universidad Complutense de Madrid:
Los maestros no deben olvidar nunca que la atención es
el pilar más importante en el proceso de aprendizaje y de
memoria: recientes investigaciones han demostrado que la
atención es básica para la creación de nuevas conexiones
neuronales y para la formación de circuitos cerebrales
estables: el establecimiento de circuitos y conexiones
neuronales estables y duraderos solo ocurre cuando se
presta atención; lo que traducido al campo escolar, significa
que la atención es básica para la consolidación de la memoria,
por lo que es de suma importancia que los maestros consigan
que estos niños con déficit de atención, y en general todos sus
alumnos, [se desenvuelvan en] un ambiente en el que la
atención sea uno de los elementos claves de la enseñanza. Si
el maestro es capaz de que sus alumnos presten atención a
un proceso de aprendizaje, que después sean capaces de
repetirlo mentalmente, y mucho mejor, de visualizarlo, y al
final de la clase son capaces de repetírselo verbalmente al
profesor, se habrán conseguido nuevos circuitos neuronales y
un método de aprendizaje excelente para el futuro174.
174 Ortiz, Tomás. Neurociencia y educación. Alianza Editorial. Madrid. 2009. Pág. 71. Ortiz dedica el capítulo 2 a la atención, y a final se refiere a los niños con Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). El resto del capítulo está dedicado a explicar los problemas de atención escolar en general y a proponer soluciones. “Un factor importante para mantener la atención del alumno es la forma de enseñar, una enseñanza activa, dinámica, con ritmo, con muchas motivaciones y muchos cambios en la exposición favorecen la atención frente a la clase monótona o aburrida” (págs. 63 y 64).
125
Sin saberlo, cada vez que Platón, a través de Sócrates, formulaba
sus preguntas en sus libros y en la Academia, activaba los
neurotransmisores de la audiencia. Y estos, a su vez, incrementaban los
terminales sinápticos de sus alumnos. Por decirlo de algún modo, el
famoso método inquisitivo socrático -‐el elenchos-‐, le ayudaba a
conectar con sus oyentes, y a su vez, ellos aumentaban sus conexiones
neuronales.
7.5. CURIOSIDAD O PREGUNTAS: ¿QUÉ NACIÓ ANTES?
Pero, en esta secuencia del aprendizaje, a escala evolutiva, ¿qué
nació antes: la curiosidad o las preguntas?175
“Van de la mano”, dice Ilhan Inan, en su The philosophy of
curiosity176. “Después de todo, aunque no toda pregunta nace de la
curiosidad, no deberíamos esperar que las interrogaciones hayan
surgido antes que la curiosidad en la evolución del lenguaje humano.
Ambas evolucionaron a la par, o la curiosidad evolucionó primero,
pero ciertamente sería extremadamente sorprendente si los científicos
vinieran a descubrir que la evolución de la curiosidad humana vino
después de que creásemos las herramientas para hacer preguntas”.
Las preguntas, como las conocemos ahora, debieron formar parte
de algún episodio evolutivo y estarían forzosamente ligadas a la voz177.
175 Gadamer recuerda una conversación con Heidegger en la que se preguntaban cuándo y cómo se inició el lenguaje. “Heidegger habló del momento en que el primer hombre levantó la cabeza y se planteó una pregunta, es decir, del momento en que algo comenzó a ocupar la inteligencia humana. Discutimos: ¿quién fue el primer hombre que levantó la cabeza? ¿Adán o Tales de Mileto?”. Gadamer, Hans Georg. (1995). El inicio de la filosofía occidental. Paidós. Barcelona. Pág. 17. 176 Ilhan, Inan (2012). The philosophy of curiosity. Routlegde. London. (Versión electrónica enviada por el propio autor para realizar este trabajo). 177 Hay muchas cuestiones que se pueden plantear. ¿Nos hacemos preguntas o empleamos una estructura sintáctica diferente cuando hablamos con nosotros
126
La observación de chimpancés en su entorno natural ha dado ciertas
pistas sobre las formas elementales de comunicación basadas en
sonidos. Los chimpancés manejan una serie de sonidos de aviso ante el
peligro (alert hoos)178, lo que hace pensar que, en un principio, los
seres humanos se comunicaron con un rango estrecho de sonidos para
alertar el peligro. Pero no sabemos qué pasó después para que se
llegaran a crear los elementos de la lengua y las preguntas179.
Lo que sabemos es que –desde el punto de vista de la entonación–,
en casi todas las culturas la forma de preguntar es la misma. Para
realizar una pregunta, los seres humanos finalizamos el enunciado con
una entonación ascendente. En cambio, en los enunciados declarativos
la entonación es descendente y tiene un tono más bajo.
mismos?¿Imitamos el lenguaje aprendido o tenemos una tendencia innata a preguntar? El hecho de preguntar, ¿formaría parte de la ‘estructura profunda’ de Chomsky para construir frases? ¿La gramática generativa hizo generar preguntas en un niño en los albores de la humanidad o eso se produjo posteriormente? 178 Crockford, Catherine; Wittig, Roman M; Mundry, Roger; Zuberbühler, Klaus. (2012) “Wild Chimpanzees Inform Ignorant Group Members of Danger”. Current Biology, 22. 142-‐146. January 24. 179 Según probaron científicos evolucionistas del Instituto Max Planck en 2007, la curiosidad tiene una base genética en algunos animales. El herrerillo común posee un gen denominado Drd4 que le impulsa a ser curioso y a explorar nuevos territorios. Los pájaros con este gen tienen mayor actitud exploratoria o curiosa que otros individuos de la especie. Tras seleccionar a herrerillos con Drd4 durante cuatro generaciones y otros sin el gen, les sometieron a dos experimentos. El primero consistía en situarles dentro de una habitación con tres árboles artificiales, los cuales tenían que inspeccionar una vez abandonado el nido por primera vez. En el segundo experimento, situaban un objeto extraño junto a un receptáculo con comida. En ambos casos, los individuos dotados del gen de la curiosidad cumplieron las expectativas pues fueron más curiosos e inquietos que los pájaros que no poseían el gen. “Si eres una persona ansiosa o temeraria, esa diferencia individual en tu personalidad podría deberse en parte a los genes que llevas. En los seres humanos, es difícil probar la existencia de estos ‘genes de la personalidad’”, dice el artículo “Personality gene makes songbird curious”. Max Planck Gesellschaft. http://www.mpg.de/research/personality-‐gene-‐makes-‐songbirds-‐curious.
127
Es precisamente el tonema ascendente de la pregunta lo que nos
hace ‘levantar las orejas’, prestar más atención y despertar nuestra
curiosidad. Según los especialistas, esa figura entonacional de la
pregunta, es universal, al menos en quienes han podido desarrollar el
habla (posteriormente veremos la noción de pregunta en los sordos).
Este gráfico revela como cambia el tono entre una afirmación y una
pregunta. En la pregunta, el hablante eleva el tono en la última palabra. Fuente: cervantesvirtual.
El etólogo Irenäus Eibl-‐Eibesfeldt afirma que existen categorías
universales y programas establecidos en el lenguaje humano, es decir,
en la comunicación hablada hay patrones que se repiten en todas las
culturas. Recogió varios estudios que demostraban que en todas las
culturas se podían identificar la mayor parte de las emociones a través
de los mismos tonos e intensidades de voz180. “Las variaciones de
tesitura parecen atenerse a un patrón universalmente muy unitario”,
afirma el etólogo. “Una tesitura baja o descendente al final de la frase
expresa decisión, mientras que la ascendente y alta al final de la frase
180 Se refiere a los trabajos de K. Sedlacek y A. Schyra titulados “Die Melodie als Factor des emotionellen Ausdrucks”. Folia phoniatrica, 15, 89-‐98.(1963). Y “The method of Psychoacustic Transformations aplied to investigation of expression in speech and music”. En Kibernetika Cislo 1. Rocnik 5 (1969).
128
denota indecisión e inseguridad, incluso en las interrogaciones”181 [la
cursiva es mía].
Eibl-‐Eibesfeldt se apoya en un artículo del lingüista e hispanista
norteamericano Dwight Bolinger que sostiene lo mismo: “Las
terminaciones [de las oraciones] son casi universalmente a la baja o en
decadencia, cuando se termina una frase o para las afirmaciones, y
altas o en elevación para lo contrario, incluyendo las preguntas sí o
no”182.
A pesar de que reconoce que no puede aportar ninguna prueba de
que la entonación tenga una base genética, Bolinger revela que todo
indica que sí la tiene183. Además, afirma que las melodías del habla
relacionadas con significados específicos están tan difundidas en el
hombre que habría que considerarlas un essentialy human trait (un
rasgo esencial del hombre). “Lo cierto es que los hablantes humanos
hacen esencialmente en todas partes lo mismo con una entonación
fundamental”184.
Bolinger lo bautizó como Strong Universalis Hypothesis (SUH) y lo
definió como un rasgo universal que permitía a los humanos realizar
preguntas en el lenguaje hablado. Pero como veremos, es solo una
característica del lenguaje hablado. Un niño sordo no puede ponerlo en
práctica y no lo desarrolla automáticamente. No entiende las preguntas
porque no puede oír. Pero en teoría no carece de la habilidad de captar
las entonaciones si pudiera escucharlas. De hecho, sabemos que los
181 Eibl-‐Eibesfeldt, Irenäus. Biología del comportamiento humano. Alianza. Madrid. 1993. Pág. 585. 182 Bolinger, Dwight. “Intonation across languages”. En Universals of Human Language. Vol. 2 Phonology. Stanford, Calif. (Stanford University Press). Pág. 471 183 Op. Cit. Pág. 514. 184 Op. Cit. Pág 515.
129
sordos no hablan por que carezcan de esa habilidad sino porque no
pueden escuchar.
7.6. LAS PREGUNTAS Y LOS SORDOS
Los sordos de nacimiento no han podido imitar el lenguaje de las
personas que les rodean, de modo que su estructura lingüística carece
de la sintaxis y la gramática de los idiomas conocidos. Se les llama
sordos prelingüísticos y en otros tiempos se les llegó a calificar de
‘niños salvajes’.
Oliver Sacks relata en su libro Veo una voz, cómo Joseph, un sordo
prelingüístico de 11 años, tenía una carencia total del lenguaje porque
de pequeño le diagnosticaron ‘retraso’, luego ‘autismo’, y cuando se
supo que era sordo, ni siquiera intentaron enseñarle un lenguaje185.
Los niños que no aprenden a plantear ‘proposiciones’ –que es la
construcción básica del lenguaje-‐, pueden sufrir serios problemas de
comunicación. “El lenguaje debe transmitirse y aprenderse lo antes
posible”, afirma Sacks, “porque, si no, puede quedar permanentemente
trastornado y retardado su desarrollo”186.
Joseph, el chico mencionado por Sacks, era bastante despierto
como demostró en las primeras pruebas. Sabía dibujar y tenía unas
ganas enormes de aprender cuando le enseñaron el lenguaje de signos.
Pero arrastraba serias deficiencias. “Joseph no podía explicar, por
ejemplo, cómo había pasado el fin de semana… en realidad no podías
185 La nota la extraje leyendo el capítulo sobre Wittgenstein y el lenguaje en Quién soy yo, de Richard Precht. Ariel. Madrid, 2015. Pág. 102. El autor describe que el olvido de Wittgenstein del contexto social en el que se produce el lenguaje crearía niños como Joseph. 186 Sacks, Oliver. Veo una voz. Anaya & Mario Muchnik. Madrid, 1991. Pág. 53.
130
preguntárselo, ni siquiera por señas; ni siquiera podía entender la idea
de pregunta, y aún menos formular una respuesta [la cursiva es mía]”187.
Más adelante, Sacks reflexiona ampliamente sobre el agujero que
representa para un sordo prelingüístico no saber qué es una pregunta.
Trae como ejemplo las experiencias de una investigadora, Isabelle
Rapin, que verificó lo siguiente:
“Al hacerles preguntas a los niños [sordos] sobre lo que
acababan de leer, comprobé que muchos de ellos tienen una
deficiencia lingüística sorprendente. No poseen ese
instrumento lingüístico que proporcionan las formas
interrogativas. No es que no conozcan la respuesta a la
pregunta, es que no entienden la pregunta… Le pregunté a un
niño: ‘¿Quién vive en tu casa?’ (Le tradujo la pregunta en
lenguaje de señas su profesora.) El niño se quedó sin saber
qué decir. Luego vi que la profesora convertía la pregunta en
una serie de frases declarativas: “En tu casa tú, mamá…” Se le
iluminó la cara con una expresión de comprensión súbita y
me hizo un dibujo de su casa con todos los miembros de la
familia, incluido el perro”188.
Para Sacks, esta carencia de los sordos no solo es una carencia de
nuestras esenciales formas interrogativas, sino una carencia “de
técnicas lingüísticas, e incluso, de competencia en el dominio del
187 Op. Cit. Pág. 61 y 62. 188 El artículo de Isabelle Rapin al que se refiere Sacks es “Effects of early blindness and deafness on cognition”, publicado en Congenital and Adquired Cognitive disorders. Ed Robert Katzman. New York. Raven Press, 1979.
131
lenguaje muy característica de los escolares sordos prelingüísticos, una
carencia tanto léxica como gramatical”189.
No eran niños deficientes mentales, ni mucho menos. “Su
inteligencia tenía el mismo alcance que la de los niños normales”,
concluye Sacks. Pero la sordera les impedía aprender la estructura
lingüística básica para impulsar su conocimiento del mundo y de sí
mismos, les impedía incluso aprender preguntando, tal como lo hacen
todos los niños del mundo que no padecen sordera. Esa ausencia es
crucial en esas edades pues, como hemos visto antes, los niños se
hacen una idea del mundo mediante un constante preguntar, aunque
sea para elaborar un mundo fantasioso.
En cambio, para un niño sordo, cuya relación con el mundo es
fundamentalmente visual, hay preguntas que pertenecen a un grado de
esfuerzo mental más allá de lo que ha realizado jamás. Joseph entendía
los conceptos visuales, dice Sacks, “pero no parecía ir mucho más allá,
no podía retener en la mente ideas abstractas”. Cuando se salía de su
mundo visual literal, para él era imposible acceder al ámbito de los
conceptos, las relaciones y las hipótesis.
Las preguntas quién, dónde, qué, por qué, cuándo y cómo, que son
los elementos más simples para preguntar, incluso en internet (las
palabras claves más empleadas para obtener conocimiento en la red),
son abstracciones tan potentes, que si nos exigieran dibujarlas, no
sabríamos cómo hacerlo. Para un sordo, según Sacks, eran demasiado
abstractas.
189 Sacks. Op. Cit., 1991. Pág. 84.
132
8. EL IMPACTO DE LAS PREGUNTAS EN EL CEREBRO
En un artículo para el Diccionario de las ciencias cognitivas
publicado en Francia, uno de los pioneros de las neurociencia cognitiva
–Olivier Koenig190–, explicaba el importante avance que ha supuesto
para los investigadores del cerebro tener a su disposición dos tipos de
herramientas: por un lado, las potentes computadoras; y por otro, la
tomografía por emisión de positrones (PET Positron Emission
Tomography), así como las imágenes por resonancia magnética
funcional (RMF o IRM) y también la magneto encefalografía (MEG)191.
Las computadoras facilitaron el trabajo a los investigadores pues
podían disponer de ellas para realizar “simulaciones de actividades
cognitivas en redes de neuronas artificiales (la modelización
conexionista)”. Y las herramientas de registro de imágenes cerebrales
sirvieron “para observar la actividad del cerebro intacto, en el hombre
y en animal, y determinar qué regiones están implicadas en tal o cual
actividad cognitiva”, dice Koenig en el artículo citado.
La posibilidad de observar el funcionamiento del cerebro ‘en vivo y
en directo’ fue, como dice Koenig, una revolución en el conjunto de las
ciencias cognitivas. Admitiendo que existen aún muchos límites y
190 En 1990, Koenig fue junto Stephen Kosslyn, autor de Wet mind: the new cognitive neuroscience, que se consideró un gran empujón a esta disciplina. Cinco años después el MIT publicó el voluminoso The cognitive neurosciences, dirigido por Michael Gazzaniga. Fue precisamente Gazzaniga uno de los grandes impulsores de la neurociencia cognitiva pues popularizó este saber a escala mundial con su libros The social mind; Mind matters; y Nature’s mind. Pero Gazzaniga ya tenía publicado en 1970 un libro especializado titulado The bisected brain. 191 Houdé. Olivier; Kayser, Daniel; Koenig, Olivier; Proust, Joëlle; y Rastier, François. Diccionario de ciencias cognitivas. Amorrortu Editores. Buenos Aires, 2003. Pág. XV.
133
errores en este campo, los resultados de las observaciones están
arrojando una luz sorprendente sobre la comprensión del cerebro.
Sin embargo, hay que ser cautos: la espectacularidad de las
imágenes asociadas a reacciones a ciertos estímulos –fotografías en
colores de zonas del cerebro–, ha producido una amplia bibliografía
médica profesional, (y también de prensa científica y pseudocientífica),
que no está exenta de falta de rigor. “Esas imágenes cerebrales han
sido retratadas en los medios de comunicación como la localización de
las áreas del cerebro asociadas con una amplia gama de funciones
cognitivas, emocionales y espirituales, incluyendo la mentira, estar
enamorado y creer en Dios”, afirma un trabajo publicado en Cognition
por McCabe y Castel citando a Nicholson (2006)192.
Eso ha provocado que muchos científicos, neurocientíficos,
psicólogos cognitivos y especialistas en ética, “estén preocupados
acerca de cómo se interpretan los datos de los estudios de resonancia
magnética funcional, sobre todo por los medios de comunicación
profanos en la materia y por el público en general, quienes han
mostrado una tendencia a simplificar en exceso y tergiversar las
conclusiones de los estudios de imágenes cerebrales”, dicen McCabe y
Castel.
La cobertura que han dado los medios a las neuroimágenes ha
sido a veces tan exagerada e intensa, que algunos especialistas la han
bautizado como el ‘neuro-‐realismo’, pues a ojos del público, se
convierten en verdades las hipótesis y las suposiciones científicas, o los
estudios inacabados.
192 McCabe, David P. y Caste, Alan D. “Seeing is believing: The effect of brain images on judgments of scientific reasoning”. Cognition. Number 107 (2008) Págs. 343–352.
134
Pero como dicen los autores de este estudio, no hay duda de que
las pruebas basadas en imágenes cerebrales han dado también mucha
credibilidad a esta parte de la neurociencia, y el interés que despiertan
en el público en general puede dar un notable impulso a estas
investigaciones193.
¿Y qué tenían que decir las neuroimágenes cerebrales sobre las
preguntas? ¿Se podía medir su efecto en los procesos mentales?
8.1. EL EFECTO DE LAS PREGUNTAS Y LA DOPAMINA
Un artículo publicado en octubre de 2014 en la revista Neuron
arrojaba luz sobre las reacciones químicas del cerebro (la dopamina)
cuando se despertaba la curiosidad por medio de preguntas194. El
estudio se basaba en unos experimentos concienzudos realizados con
voluntarios.
Primero, los participantes leían varias preguntas al estilo Trivial,
por ejemplo: “¿Cuántas veces Alemania ha ganado el Mundial de
Fútbol?”. A continuación, se les preguntaba si conocían la respuesta
(0= nada; y 6=seguro). Luego, se les pedía que calificasen su grado de
curiosidad por conocer la respuesta en una escala de 0 a 6: en la cual 0
193 Un artículo que analiza el estado de la Magnetoencefalografía (MEG) y las promesas frustradas se encuentra en Maestú, Fernando; González-‐Marqués, Javier; Marty, Gisèle; Nadal, Marcos; Cela-‐Conde, Camilo José; y Ortiz, Tomás. “La magnetoencefalografía: una nueva herramienta para el estudio de los procesos cognitivos básicos”. Psicothema 2005. Vol. 17, no 3, pp. 459-‐464. “Las técnicas de neuroimagen funcional «prometieron», desde principios de la década de los ochenta, ofrecer el sustento fisiológico a todos los planteamientos de la ciencia cognitiva, así como contestar a las preguntas y formulaciones más profundas de la ciencia cognitiva, pero no lo consiguieron”. Pág. 459. 194 Gruber, Matthias; Gelman, Bernard D.; y Ranganath, Charan. “States of Curiosity Modulate Hippocampus-‐Dependent Learning via the Dopaminergic Circuit”. En Neuron, volumen 84, número 2. Páginas, 241-‐512. Octubre de 2014.
135
no les producía curiosidad; hasta 6, que quería decir que estaban muy
interesados en saber si habían acertado.
En la fase siguiente, se les sometía a un escaneado cerebral
introduciéndoles en una máquina de resonancia magnética. Los
participantes volvían a leer una serie escogida de las preguntas
anteriores, pero antes de exhibirles la respuesta, se les mostraba
durante 14 segundos un rostro humano neutro y desconocido.
En la imagen se ve la fase del estudio de Gruber et al. donde,
partiendo de la izquierda, entre las preguntas realizadas a modo Trivial, se exhibía un rostro. Cuando los participantes sentían interés en saber la respuesta recordaban al día siguiente mejor esos rostros. Cuando no mostraban mucho interés, perdían el rastro de los rostros. (Tomado del estudio de Gruber et al.).
En la última fase, se les hacían dos test sorpresa: uno sobre las
preguntas y otro sobre los rostros.
El resultado fue que los participantes que sentían curiosidad por
conocer determinadas respuestas, recordaban mejor las preguntas de
Trivial. Segundo, que los mismos participantes que sentían más
curiosidad, retenían mejor los rostros neutrales que se les presentaron
durante ese estado de ánimo. Y en tercer lugar, eran más rápidos
136
recordando la encuesta, incluso si se les hacía un test sorpresa 24
horas después de la prueba.
El experimento continuó sometiendo la curiosidad de los
participantes a un examen. Se necesitó de un escáner para conocer la
transmisión de dopamina en el cerebro: el neurotransmisor.
En la fotografía superior de la imagen, aparece en rojo la reacción
del núcleo accumbens del cerebro (asociado a la risa y a la recompensa), tras las preguntas que excitan la curiosidad. En la fotografía inferior de la imagen, aparece en rojo el mismo estímulo en el área tegmental ventral (VTA), donde se concentran células dopaminérgicas asociadas a la recompensa y a la motivación. Los gráficos de la derecha muestran el grado de estímulo ante aquellas preguntas que excitan la curiosidad en la prueba de Gruber, Gelman y Ranganath.
“Parece que la curiosidad pone al cerebro en un estado que le
permite aprender y retener cualquier tipo de información, como un
torbellino que succiona cosas y todo lo que gira a su alrededor, cuando
137
se siente muy motivado en aprender”, afirmaba en su estudio Matthias
Gruber de la Universidad de California195.
Charan Ranganath, psicólogo de la Universidad de California que
participó con Gruber en el estudio, afirmó que cuando los participantes
mostraban curiosidad por una pregunta, las partes del cerebro que
regulan el placer y la recompensa se iluminaban. Las mentes curiosas
mostraban mayor actividad en el hipocampo, el cual está relacionado
con la creación de recuerdos.
En el momento en que se activa ese circuito, el cerebro libera
dopamina. “La dopamina también parece jugar un papel en la mejora
de las conexiones entre las células que están involucradas en el
aprendizaje”, dijo Ranganath a NPR. Los participantes que habían
desplegado más curiosidad tendían a recordar mejor. A aprender
mejor.
8.2. LA QUÍMICA DEL CEREBRO
“La curiosidad puede involucrar tanto sensaciones placenteras
estimuladas por las posibilidades de aprender algo interesante, así
como experiencias de tensión asociadas con el sentimiento de
privación de conocimiento” 196.
En su ensayo sobre la curiosidad, Litman, nombra infinidad de
estudios que muestran que la activación dopaminérgica juega un papel
destacado en el cerebro animal cuando se acercan o inspeccionan algo
195 En YouTube hay un video: https://www.youtube.com/watch?v=wl0ElFvPyiw. 196 Litman cita los estudios siguientes: Bardo, Neisewander, & Pierce, 1989; Besheer, Jensen, & Bevins, 1999; Bevins, 2001; Bevins et al., 2002; Dulawa, Grandy, Low, Paulus, & Geyer, 1999; File & Clarke, 1981; Panksepp, 1982, 1986, 1998, Peciña, Cagniard, Berridge, Aldridge, & Zhuang, 2003; Lukaszewska & Klepaczewska, 1997; van Abeelen & van den Heuvel, 1982.
138
novedoso. Tanto en humanos como en animales se ha demostrado que
indagar y descubrir produce un estado de bienestar proporcionado por
la dopamina.
La conclusión de Litman es que la curiosidad es un gran
estimulante y que saciarla produce una recompensa igual que otros
apetitos saciados. “El sistema volitivo y del gusto desempeñan un papel
central en la estimulación de la curiosidad y las recompensas de la
adquisición de conocimiento posterior, como lo hacen para otros
apetitos y sus placeres asociados”197.
Los estudios realizados con animales y humanos en las últimas
décadas comprobaron que cuando los especímenes se encontraban
ante el estímulo de la novedad, el sistema nervioso liberaba un
neurotransmisor que actuaba como una recompensa: la dopamina.
«Los aumentos leves, moderados y altos en la liberación extracelular
de NAS DA [dopamina en el nucleus accumbens septi] pueden ser,
respectivamente, asociados con los sentimientos subjetivos de
'curiosidad creciente', 'interés' y 'urgencia'», decía un estudio de
Ikemoto y Panksepp198.
La dopamina premiaba comportamientos relacionados con la
curiosidad y que aumentaban el conocimiento, o dicho de otra forma,
premiaba comportamientos que disminuían la incertidumbre. El
cerebro recibía ‘premios’ de dopamina cada vez que aprendía algo
nuevo199.
197 Litman, Jordan A. “Curiosity and the pleasures of learning: wanting and liking new information”. Cognition and emotion. 2005. 19 (6) 796-‐814. 198 Ikemoto, Satoshi y Panksepp, Jaan. “The role of nucleus accumbens dopamine in motivated behavior: a unifying interpretation with special reference to reward-‐seeking”. Brain Research Reviews. 31 (1999). Pág. 30. 199 Rosalind Picard, profesora del MIT, creó con un grupo de investigadores del Media Lab un guante que medía las emociones del público durante charlas o conferencias. El guante brillaba cuando el público sentía interés. Ese interés, según
139
La dopamina es una hormona producida por el sistema nervioso
humano y uno de los mayores estimulantes del cerebro. Fue
sintetizada artificialmente en 1910, pero solo se halló su virtud como
neurotransmisor en 1952. A partir de ese momento, los estudios se
esmeraron en conocer sus cualidades, aunque a día de hoy, todavía se
puede decir que estamos en la infancia.
A pesar de todo lo que aún ignoramos del cerebro, algunos
estudios han arrojado resultados sorprendentes, más propios de
guiones de cine que de la ciencia. Pero por la seriedad con la que se
hicieron, parecen indiscutibles.
8.3. LAS PREGUNTAS EN PACIENTES INCONSCIENTES
Entre noviembre de 2005 y enero de 2009 un grupo de
investigadores asociados a centros hospitalarios y de neurología de
Reino Unido llevaron a cabo un pormenorizado estudio sobre 54
pacientes con graves daños cerebrales. De ellos, 23 permanecían en
estado vegetal, y los otros 31 con su actividad cerebral en mínimos.
A todos ellos se les sometió a pruebas evaluadas con IRM
(Imágenes por Resonancia Magnética) y las respuestas se reflejaban en
determinada actividad cerebral. El escáner mostraba diferente
coloración según la valoración de las respuestas. Se les plantearon una
serie de preguntas y entonces una parte del cerebro, por decirlo así, se
activaba, lo cual se mostraba con un color determinado en las
imágenes. ella, se desataba cuando subía un nuevo conferenciante al estrado, cuando se hacía algún experimento o demostración en vivo, cuando había risas y cuando había preguntas y respuestas en vivo (every time when there was a live Q&A or laughter, the audience glowed). Charla en TEDxSF. Rosalind Picard. “Emotion technology”. 10 de junio de 2011. Es fundadora de Affective Computing en The MIT Media Lab.
140
Pero los científicos se fijaron en un paciente en concreto, el
número 23, que había mostrado una actividad cerebral destacada en
las pruebas.
El paciente 23 había sufrido un accidente de tráfico. En el
momento de ser sometido a la prueba de IRM habían pasado ya cinco
años del suceso. Se le había diagnosticado un estado vegetativo
permanente. Esto fue lo que pasó con la prueba:
A uno de los pacientes que mostró respuestas fiables
durante las dos pruebas de imágenes (paciente 23) también
se le pidió que respondiera con un “sí” o un “no” a seis
preguntas autobiográficas, e incluso se le preparó para que
respondiera mentalmente, adjudicando un tipo de imagen
para una respuesta afirmativa, y otro tipo de imagen para una
respuesta negativa.
La actividad comunicativa observada en este paciente en
el escáner al responder cinco de las seis preguntas, coincidió
estrechamente con la que se observaba en uno de los
escáneres exploratorios. Por ejemplo, en respuesta a la
pregunta "¿tu padre se llama Alexander?", el paciente
respondió "sí" (correctamente) lo cual coincidió con la
actividad observada en la exploración del la imagen motora
en el localizador. En respuesta a la pregunta "¿tu padre se
llama Thomas?", el paciente respondió "no" (también
correctamente) coincidiendo con la actividad de la imagen en
el escáner.
141
Los científicos se percataron de que el cerebro del paciente 23
acertaba la inmensa mayoría de las preguntas, aún permaneciendo en
estado vegetativo. “Para esas mismas cinco preguntas, el patrón
producido siempre coincidía con la respuesta objetivamente correcta”.
Estas imágenes muestran el resultado de un escáner cerebral en el paciente en estado vegetativo (izquierda, cuadros A y C) y en un paciente sano (cuadros B y D). A ambos se les hacían preguntas de las que se sabían las respuestas. En el caso del paciente vegetativo la pregunta fue: “¿Se llama su padre Alexander?” (en efecto, se llamaba así). El cerebro ‘respondió’ con un ‘sí’ activando las zonas marcadas de naranja. En el caso del paciente sano se le preguntó: “¿Tienes hermanos?” (lo cual era verdad), y su cerebro respondió afirmativamente, activando las mismas zonas del cerebro que el paciente 23. También se le preguntó al paciente vegetativo: “¿Tu padre se llama Thomas?”, y el cerebro respondió automáticamente que no, activando las zonas azules. Al preguntar al paciente sano si tenía hermanas (no las tenía), el cerebro activó las mismas zonas azules que el paciente en estado vegetativo. (Imágenes de The New England Journal of Medicine. Febrero, 2010. Número. 362).
142
El estudio no pretendía demostrar que el paciente era consciente
o que ‘se daba cuenta’ de lo que pasaba a su alrededor. Ni siquiera
demostraba que todos los individuos en estado vegetativo o con
disminución de su actividad cerebral, pudieran comunicarse con los
demás mediante esta técnica. Pero, a pesar de sus limitaciones, las
preguntas y respuestas realizadas a este paciente llevaron a los
neurocientíficos a una conclusión más avanzada de lo esperado:
“Este estudio demostró que en un paciente con deterioro
grave de la conciencia, la resonancia magnética funcional
establece la capacidad del mismo para comunicarse
únicamente mediante la modulación de la actividad cerebral,
habilidad que no se pudo conseguir cuando estaba reposando
normalmente en su cama. En el futuro, este enfoque podría
ser utilizado para hacer frente a preguntas clínicas
importantes. Por ejemplo, a los pacientes se les puede
preguntar si sienten algún dolor, y esta información podría
ser útil para determinar si se les debe administrar
compuestos analgésicos. Esta técnica, cuando se desarrolle,
podría ser utilizada para que algunos pacientes expresaran
sus pensamientos, controlaran su entorno, y aumentaran su
calidad de vida”200.
8.4. LAS PREGUNTAS EN PACIENTES CONSCIENTES
200Monti, Martin M.D.; Vanhaudenhuyse, Audrey; Coleman, Martin R.; Boly, Melanie; Pickard, John D.; Tshibanda, Luaba ; Owen, Adrian M.; y Laureys, Steven. “Willful Modulation of Brain Activity in Disorders of Consciousness”. The New England Journal of Medicine. February, 2010. Number 362. Pages, 579-‐589.
143
A veces, las preguntas son la única forma de comunicarse con una
persona que ha sufrido un daño cerebral, sin estar en estado vegetal.
Patricia H., una paciente que sufrió un masivo derrame cerebral,
cayó en coma unos días y luego despertó. Pero no pudo recuperar el
habla. Esta paciente, internada en un hospital de Estados Unidos, fue
tratada por el eminente médico neurólogo y divulgador científico
Oliver Sacks.
La parte izquierda de su cerebro había quedado profundamente
dañada, lo cual afectó a la región de Broca, donde se construye y se
comprende el lenguaje humano. “No podía expresar sus pensamientos
ni sentimientos en palabras”, escribe Sacks. “Sólo podía mover los ojos,
hacer mímica, señalar con el dedo o gestualizar. Su comprensión del
habla , también había quedado dañada. En resumen, era afásica”201.
La afasia impide tanto expresar como comprender, y tiene grados,
por supuesto. El primer signo de que Patricia H. retenía una pequeña
porción de entendimiento lingüístico surgió dos semanas después del
derrame. Junto a la cama del hospital, una de sus hijas sostenía una
Coca Cola Light y se fijó que Patricia echaba una mirada a la lata. La
hija levantó la lata y preguntó: “¿Quieres un sorbito?”. Patricia asintió.
“Todo cambió a partir de ese momento”, confesó la hija al médico.
Patricia no recuperó el habla pero sí la comunicación, y lo hizo de
una forma básica. Lo más destacado, según cuenta Sacks, es que era
capaz de responder preguntas. Las entendía. Se le preparó un libro con
palabras y ella podía señalarlas cuando alguien le preguntaba. Por
ejemplo, cuando Sacks le preguntó cuál era el sentimiento más
predominante en ella, Patricia señalaba “felicidad”. Era la felicidad de
201 Sacks, Oliver. The mind’s eye. Picador. London, 2010. Páginas 33 y 34.
144
la mujer que poco a poco iba comunicándose con el mundo en un
hospital para daños cerebrales en los que la mayoría de los pacientes
estaban peor que Patricia H.
Cuando Sacks le preguntaba la edad, ella señalaba el día y la fecha
exactas (aunque con gesto de disgusto). Y cuando el médico acompañó
a la paciente y a dos de sus hijas a ir de tiendas, descubrió que era una
mujer conocida en muchas de ellas. Al entrar en una zapatería, ella hizo
signos para comunicar que deseaba un par de botas para el invierno.
Una de sus hijas le preguntó: “¿qué talla? ¿La nueve?”. La madre hizo el
signo de tijeras con los dedos: quería una ocho y medio.
145
9. LA PREGUNTA COMO HERRAMIENTA DE APRENDIZAJE
Los especialistas en técnicas de enseñanzas ofrecen muchas
fórmulas para transmitir y memorizar el conocimiento usando las
preguntas: unos recomiendan los autotest (self-‐testing) como una de
las más potentes técnicas para aprender y retener. “Los mejores
autotest hacen dos cosas: te obligan a escoger la respuesta adecuada
de entre muchas posibilidades; y te dan un feed back inmediato sobre
los aciertos o errores”, afirma Benedict Carey en un texto sobre cómo
aprendemos los seres humanos. “Los exámenes autoimpuestos
mejoran la retención y la comprensión mucho más que emplear todo
ese tiempo en revisar”202.
Hacerse preguntas mediante test no parece lo más recomendable
para la filosofía. Es una materia eminentemente reflexiva y racional
que requiere otro tipo de preguntas de mayor amplitud. Sin preguntas,
no se entendería la enseñanza de la filosofía ni ahora ni cuando Platón
fundó su Academia.
9.1. LAS PREGUNTAS EN LAS ESCUELAS DE FILOSOFÍA
En el Manual preparado por el profesor Philipp Huebl para ayudar
a los estudiantes alemanes de filosofía, se propone un método
argumentativo basado en preguntas. “En un ensayo filosófico, se debe
discutir una tesis, responder a una pregunta [la cursiva es mía] o
202 Carey, Benedict. How we learn. Random House. United States. 2014. (Edición electrónica por Pan Books en 2015).
146
buscar una solución a un problema [aporía]. La forma más típica
consiste en formular primero la tesis, la pregunta o el problema”203.
Las preguntas ayudan a los estudiantes a centrar su tesis, a
definirla y a aclarar sus propias ideas204. Una guía elaborada a partir de
las experiencias de los doctorandos en Humanidades en la Universidad
de la Plata, Argentina, recomienda igualmente plantear estas
cuestiones antes de abordar la tesis.
a) ¿Cuál es el tema que elegí?
b) ¿Por qué elegí ese tema?
c) ¿Por qué es importante el tema?
d) ¿Qué quiero conocer?
e) ¿Para qué quiero producir ese conocimiento?
f) ¿De qué modo construiré mi objeto de estudio?
g) ¿Cuáles son las preguntas centrales que me propongo
responder?
h) ¿Cómo me imagino responderlas?
i) ¿Qué metodología emplearé para hacerlo?
j) ¿Qué insumos –recursos, acceso a fuentes, competencias–
necesito para realizar la investigación? 203 Hübl, Philipp. Das Handwerk des Philosophischen Schreibens. Universität Stuttgart. 2012. 204 No solo a los estudiantes de filosofía. En un trabajo sobre la forma de investigar de Kepler, Mika Kiikeri exponía que en ‘Astronomia Nova’, Kepler vio la luz a través de un proceso de preguntas y respuestas lógicas que desembocaron en sus revolucionarias leyes sobre los movimientos elípticos de los planetas. Para los lógicos, el modelo I de pregunta-‐respuesta es el ingrediente fundamental de la investigación. Los expertos llaman a esta técnica el modelo interrogativo de investigación (interrogative inquiring model o I-‐Model). Es un modelo que no solo se ha utilizado en la ciencia. “El enfoque interrogativo ha sido utilizado de hecho repetidamente a lo largo de la historia de la filosofía occidental”, afirmaba el filósofo y lógico finlandés Jaakko Hintikka. Kikkeri, Mika. “Interrogative reasoning and discovery: a new perspective on Kepler’s inquiry”. Philosophica 63. 1999. Págs. 51-‐87.
147
k) ¿En cuánto tiempo planteo hacerlo?
l) Provisoriamente ¿Cuál consideraría que es "la tesis" de mi
tesis?205
Del mismo modo, el método de la escuela de filosofía de la
Universidad propone algo con mucha más ambición. Crear un sistema
especial narrativo y de preguntas para estimular a jóvenes que llegan a
la filosofía con escepticismo y aprensión206.
Un amplio reportaje exhibido en la web de la universidad207
explica con todo detalle la fórmula que eligieron para enseñar a pensar
a sus alumnos.
En primer lugar, se encontraron con que la mayoría de los
estudiantes matriculados en filosofía no sabía muy bien lo que le
esperaba de esa materia. Algunos venían con prejuicios, otros con
miedo y, sobre todo, venían sin el hábito continuado de leer textos
filosóficos de modo que cualquier escrito complejo les frustraba.
“Cuando la lectura no produce una comprensión inmediata, crece
la frustración en muchos estudiantes. Incluso puede surgir
resentimiento en algunos. Los estudiantes que están ansiosos,
205 Retamozo, Martín. “¿Cómo hacer un proyecto de tesis doctoral en Ciencias Sociales?”. Ciencia, docencia y tecnología. Nº.48 Concepción del Uruguay. Mayo 2014. 206 Hasta el historiador británico R.G. Collingwood pensaba que el método de las preguntas era la base del método histórico. Lo llamó la “lógica de las preguntas-‐respuestas” (logic of question and answer), aunque no lo llegó a desarrollar plenamente. 207 Anne-‐Marie Bowery. (1998). “The Use of Reading Questions As a Pedagogical Tool: Fostering an Interrogative, Narrative Approach to Philosophy”. Paideia. Boston University.
148
escépticos o resentidos de estar en una clase de filosofía tienen menos
probabilidades de beneficiarse de la investigación filosófica”208.
Peor aún, muchos de ellos habían escuchado que debían tener
cuidado con la filosofía porque podría traer “ideas subversivas como el
ateísmo o el agnosticismo”. Había estudiantes que pensaban que la
filosofía se asociaba a cuestiones abstractas como ¿qué es la verdad?, o
¿qué es la realidad. También había alumnos que esperaban que la
filosofía resolviera cuestiones esotéricas como “¿cuántos ángeles caben
en la punta de una aguja?”, o “si cae un árbol en el bosque y nadie lo
escucha, ¿la caída emite un sonido?”. Por último, muchos alumnos ni
siquiera tenían la costumbre de realizar lecturas reflexivas de libros.
Incluso, los que habían leído con más extensión, apenas poseían el
nivel necesario para iniciarse en la lectura filosófica.
El punto de partida ya era un desafío para los maestros pues
iniciarse a la filosofía requería ‘leer un montón’. Si no entendían los
textos al primer intento, los estudiantes se iban a frustrar. Incluso iban
a padecer resentimientos contra la asignatura.
Para superar todas esas dificultades, los maestros universitarios
propusieron una estrategia basada en plantear “un enfoque
interrogativo y narrativo de curso”.
¿Qué es una aproximación interrogativa y narrativa a la filosofía?
Interrogar es responder preguntas de alguien o algo.
Usar un método interrogativo en la enseñanza de filosofía es
procurar que ‘el arte de hacer preguntas’ sea la clave para
que los estudiantes y los profesores se aproximen a los
208 Bowery, Anne Marie. “The use of Reading questions as a pedagogical tool: fostering an interrogative, narrative approach to philosophy”. Teaching philosophy 01/1999; 22(1).
149
textos. Enseñar filosofía interrogativamente encaja de forma
natural con enseñar filosofía narrativamente porque ambas
virtudes están orientadas a la pregunta fundamental: ‘¿Cómo
vamos a vivir nuestras vidas?’. Nuestra experiencia indica
que es bueno comenzar el curso focalizando la atención de
los estudiantes sobre el marco narrativo y el método
interrogativo. Así, el primer día de clase, comenzamos
preguntándoles cosas como ¿qué es una narrativa o una
historia? ¿Cuáles son los elementos básicos de una historia?
¿Cómo te aplicarías la noción de narración o de la historia? 209
La parte narrativa consistía en incitarles a contar historias propias
sobre sus preocupaciones o sus opiniones. Relatos que ellos mismos
encontraran locuaces, interesantes o asombrosos. A continuación, les
preguntaban qué era para ellos la filosofía, cómo la sentían, qué
significaba: ¿tiene riesgos? ¿Ventajas? ¿Les preocupa? “Haciéndoles
estas preguntas directas, atraíamos su latente curiosidad intelectual”,
dice Anne Marie Bowery, en el mencionado artículo.
Para familiarizar a los estudiantes con el proceso de las preguntas,
dice Bowery, al comienzo de las clases se utilizan preguntas muy
generales sobre la naturaleza de la filosofía. “¿Qué es la filosofía?
¿Cómo la practicas? ¿Por qué haces eso? ¿Qué valor hay en hacerlo?
¿Cuáles son los beneficios de hacerlo? ¿Cuáles son los riesgos de
hacerlo? ¿Por qué los estudiantes están preocupados por hacerlo?”.
“Como resultado, ganan un nivel inmediato de confianza en el método
interrogativo. Están más dispuestos a participar en la narrativa de la
filosofía", dice Bowery.
209 Bowery. III.
150
Cuando habla de ‘narrativa’, Bowery se refiere a tomar prestada
de la literatura la estructura de los cuentos, y aplicarla a la enseñanza
de la siguiente manera: la trama, los personajes, la escena y un tema o
problema.
“El relato tiene un marco (la conversación intelectual
derivada de textos filosóficos), unos personajes (Platón,
Aristóteles, Agustín, Tomás de Aquino, Descartes, Kant, Hegel,
Kierkegaard, Nietzsche), una trama (la búsqueda de la
sabiduría), y un tema (lo que es sabiduría y, por ejemplo, si
creer en Dios es de sabios)”.
A continuación, se explica a los estudiantes que las lecturas
escogidas constituyen episodios o momentos de la trama filosófica. En
la clase de Introducción a la Filosofía, se les invita a preguntarse:
¿Cómo debería vivir yo? “Luego, seleccionamos los textos en función
de cómo contribuyen al despliegue narrativo con posibles respuestas a
esa pregunta”.
Por ejemplo, seleccionan la Apología, en la que Sócrates plantea
esta pregunta crucial. O secciones de la Ética de Aristóteles o la Política
en la que se sugiere que uno debe vivir en una comunidad humana
vibrante y plena. O recurrir a las Confesiones de Agustín, “donde narra
su viaje del pecado a la salvación. Les preguntamos a los estudiantes
cómo está relacionada la búsqueda espiritual de Agustín con nuestra
pregunta original”.
A continuación se les inicia en el método cartesiano y en la
autonomía del ser humano frente al contexto cristiano-‐céntrico de San
Agustín. A ello siguen los desafíos que representan para la
151
epistemología los ensayos sobre el conocimiento de Locke. Y los
diálogos de Hume sobre la religión natural, lo cual tiene consecuencias
devastadoras para la religión tradicional y la moralidad”. Siguiendo
con el método narrativo-‐interrogativo, el estudio de Nietzsche y su
Crepúsculo de los ídolos les hace entender un momento aún más duro
en la historia del pensamiento pues los héroes, desde Sócrates hasta
Jesús “se convierten en villanos.”
Posteriormente, se entra en una fase más elaborada del método de
las preguntas, fase en la cual los estudiantes ganan en sutileza
conceptual y en profundidad. La idea es que abandonen la costumbre
de leer textos superficialmente, “como si vieran un partido de
baloncesto”.
En esta fase, la escuela de Filosofía de la Universidad de Boston se
dio cuenta de un error que cometen los maestros habitualmente: los
profesores suelen recomendar a sus estudiantes afrontar los textos
filosóficos con preguntas estandarizadas. ¿Cuándo se escribió? ¿Por
quién? ¿En qué contexto histórico? ¿Cuál es el público objetivo y cómo
puede diferir esa audiencia de la de un público contemporáneo? ¿Qué
esperas aprender de la lectura de este texto? ¿Por qué lo has elegido?
No tenía sentido afrontar la lectura crítica de esa forma porque
cada alumno poseía su criterio particular de interpretarlo. Había una
enorme disparidad entre lo que esperaba el profesor y los hábitos de
lectura de los estudiantes. Esa disparidad creaba una enorme
frustración en ambos grupos.
De modo que se propusieron cambiar de modelo: plantear
preguntas más específicas dirigidas a lecturas concretas y organizar
debates. Por ejemplo, escoger el Eutifrón y orientar a los estudiantes
hacia la toma de conciencia de algunos puntos en particular. ¿De dónde
152
viene este el diálogo? ¿Por qué Sócrates y Eutifrón están en casa del
rey Arconte?
“Les pedimos que describan la personalidad de Sócrates y
Eutifrón, y que encuentren lugares específicos en el texto que revelen
sus respectivas personalidades. Estas preguntas son útiles porque
proporcionan al alumno el conocimiento detallado que exige la lectura
filosófica”, dice Bowery.
El paso siguiente consiste en plantear algunas preguntas con la
idea de que los estudiantes preparen respuestas escritas formalmente.
Se dedican por completo a este trabajo formando grupos pequeños.
Cada grupo discute las respuestas escritas a las preguntas. “Les
animamos a preguntarse unos a otros para defender sus respuestas y
explicar por qué se escribieron esas respuestas”.
La calidad del debate mejora radicalmente debido a que, antes del
mismo, los estudiantes se preparan respuestas escritas a las preguntas
sobre los temas importantes.
En la Universidad de Boston todos participan en un auténtico
intercambio intelectual porque todos han preparado algo. “Los
estudiantes también se benefician de la comparación de sus respuestas
con las preguntas de sus compañeros”, dice Bowery.
Por último, también utilizan este método interrogativo para
investigar una cuestión planteada por un texto clásico, pero “haciendo
el esfuerzo de relacionarlo con preocupaciones contemporáneas".
Estas preguntas pueden versar sobre el racismo, el sexismo, o explorar
las diferencias generadas por las creencias y prácticas religiosas o
políticas.
“Por ejemplo, hablamos de nuestros cambiantes puntos de vista
culturales sobre roles apropiados para hombres y mujeres. Algunas
153
preguntas posibles son: ¿Votarías por una mujer para presidenta?
¿Para presidenta del Consejo Estudiantil? ¿Qué papel deben
desempeñar las mujeres en las fuerzas armadas?”, afirma Bowery.
Y aquí los estudiantes de Boston se dan cuenta, indagando en los
textos de Platón, de que la afirmación igualitaria de que las mujeres
deben ser educadas junto con los hombres, no es un tema de debate
actual. Era una antigua preocupación ateniense.
“A menudo usamos estas preguntas al comienzo de una discusión
en clase. Por lo tanto, la discusión se inicia a nivel personal, donde los
estudiantes se sienten seguros y cómodos. El entusiasmo por el tema
luego se traslada a una discusión sobre los matices del texto filosófico
que planteó estas preguntas provocadoras. De esta manera, las
preguntas basadas en textos demuestran a los estudiantes que las
lecturas filosóficas son importantes para sus preocupaciones
cotidianas” 210.
El método de la universidad de Boston, como se ve claramente, es
el que practicaría un buen profesor. La Asociación para la Supervisión
y el Desarrollo Curricular (Association for Supervission and
Curriculum Development, ASCD), una de las organizaciones educativas
mundiales más innovadoras y avanzadas 211 , propone para sus
profesores afiliados un método similar definido como active processing.
Se basa en la estimulación de los alumnos a través de brain-‐based
teaching, que podríamos traducir como enseñanza mediante la
estimulación cerebral. . 210 Bowery. III. 211 La ASCD tiene 125.000 profesores asociados y está en 138 países. Su misión es desarrollar métodos, productos y servicios innovadores que permitan a los educadores tener éxito en su tarea. Es una asociación sin animo de lucro y apolítica. Tratan de aportar a los educadores herramientas para que aprendan, enseñen y lideren. Entre las publicaciones editadas por la Asociación está el libro de Caine & Caine citado en este trabajo.
154
“Es la consolidación y la internalización de información por el
estudiante de una forma significativamente personal y
conceptualmente coherente”. Para ser más claros, lo que proponen es
un método socrático para ‘examinar’ y ‘reflexionar’ sobre un tema,
haciendo que el profesor le desarrolle la habilidad de saber cómo
preguntar.
En cualquier profesión, una de las máximas principales
es que la llave para lograr el éxito no es conocer las
respuestas sino saber cómo encontrarlas. De la misma forma,
un ejecutivo asume que los empleados novatos empiezan
dominar (felt meaning) sus tareas cuando empiezan a hacer
preguntas penetrantes. Por eso, recomendamos que esa
misma destreza sea aplicada por los profesores a los
estudiantes como prueba de que ya dominan una tema (a
new subject). Los indicadores que revelan que alguien ya
domina un tema son: 1) Ser capaz de hacer las preguntas
adecuadas. 2) Saber cómo encontrar las respuestas, y 3)
Saber qué hacer con las respuestas212.’
Uno de los últimos libros de cabecera de la Asociación se titula
Questioning for Classroom Discussion: Purposeful Speaking, Engaging
Listening, Deep Thinking213 . En la recomendación ofrecida por la
Asociación a sus afiliados, se dice:
212 Caine, Renate N. y Caine, Geoffrey. (1991). Making connections: Teaching and the Human Brain. Association for Supervission and Curriculum Development. Virginia. USA. Pág. 156. Acree Walsh, Jackie y Dankert Sattes, Beth. (2015). Questioning for Classroom Discussion: Purposeful Speaking, Engaging Listening, Deep Thinking. ASCD. (en
155
Las preguntas (questioning) y el debate son
componentes importantes de la instrucción en el aula que
trabajan en conjunto para impulsar el aprendizaje hacia
adelante e impulsar a los estudiantes de ser participantes
pasivos a responsables activos.
[los autores afirman que] las destrezas que los
estudiantes desarrollen mediante preguntas y debates son
fundamentales para el rendimiento académico, el éxito
profesional, y la participación ciudadana activa en una
sociedad democrática. También [las destrezas] otorgan un
gran potencial para involucrar a los estudiantes en los más
altos niveles de pensamiento y el aprendizaje214.
9.2. EL MÉTODO ACADÉMICO DE PLATÓN
Llama la atención el hecho de que todos estos métodos
pedagógicos mencionados son muy similares al que, según los expertos
(Szlezák, 1997), Platón instauró en su Academia. Es un diálogo
permanente entre el profesor y los alumnos, y entre los mismos
alumnos. Y dicho diálogo está basado en las preguntas inteligentes.
“[Los diálogos platónicos] serían primariamente escritos para
discípulos de la Academia como método de ejercicios y como base para
sus discusiones”, afirma Szlezák215.
prensa cuando se elaboraba esta tesis). Los autores han escrito varios textos sobre el arte de preguntar. 214 Recuperado de http://www.ascd.org/Publications/Books/Overview/Questioning-‐for-‐Classroom-‐Discussion.aspx 215 Szlezák, Thomas (1997). Leer a Platón. Alianza Universidad. Madrid. Pág. 45.
156
Cualquier profesor, especialmente en materias abstractas y
conceptuales como la filosofía, sabe por la práctica que los libros de
texto son un apoyo, pero sin el comentario a viva voz del profesor y el
debate con los alumnos, la materia se queda en un lecho puramente
mnemotécnico.
Los profesores de la Universidad de Boston plantean preguntas
“para orientar al estudiante” y para que “se den cuenta” de algunos
puntos en particular de la filosofía. “Les animamos a que se pregunten
entre ellos, que defiendan sus respuestas, y que expliquen por qué
escribieron así sus respuestas”. Es una técnica aporética basada en
dejar que ellos resuelvan los enigmas.
Como se ve, una técnica muy parecida a la que, según Szlezák,
Platón creó en su Academia. “En razón de su formación previa en
filosofía platónica, los discípulos estaban ciertamente en situación de
resolver los enigmas y aporías del texto y completar las
fundamentaciones que faltasen” 216.
Igual que los profesores de Boston incitan a los estudiantes a
preguntar, también los jóvenes estudiantes del ‘pensadero’ de Sócrates
aprendían a preguntar:
“Ellos mismos [los estudiantes que le seguían] me imitan a
menudo e intentan examinar217 a otros, encontrándose, supongo, con
una inmensa cantidad de personas que creen saber algo, cuando en
realidad saben poco o nada. De ahí que, examinados, por ellos, se
enfadan conmigo, en lugar de con ellos mismos, y van diciendo que ese
tal Sócrates es un indeseable y que corrompe a los jóvenes”218.
216 Szlezák. Pág. 45 y 46. 217 El verbo griego ἐξετά (exetá) significa examinar a alguien a fondo, someterle a preguntas, inquirirle: to examine, en inglés; untersuchen, en alemán. 218 Apología a Sócrates. 23cd
157
No deja de ser paradójico que en las escuelas modernas de
filosofía se enseñe a los jóvenes a usar el mismo método interrogativo
que provocó la condena a muerte de Sócrates por corromper a los
jóvenes. A Sócrates lo condenaron por enseñar a los jóvenes a
preguntar a los demás, y a preguntarse a sí mismos. A poner en
cuestión el mundo que les rodeaba. La esencia de la filosofía.
158
10. CRITICAL THINKING: EL SOCRATISMO MODERNO
Pensar sin prejuicios (o al menos detectarlos), evitar las opiniones
no fundadas, apartar las emociones, sortear las trampas de la mente, y
emplear las preguntas para descubrir la verdad, es el modelo que
pretende practicar el llamado Critical Thinking. Una especie de
socratismo moderno.
El Pensamiento Crítico como fórmula aplicable a la enseñanza, a
cualquier actividad científica o empresarial se desarrolló en el siglo XX.
No es una disciplina de la Lógica o una especialidad universitaria, sino
un conjunto de reglas para el ‘bien pensar’. Su práctica nos acerca a la
verdad, y en el ámbito en que más se ha desarrollado ha sido en la
universidad. En las instituciones británicas como Oxford y Cambridge,
e incluso en la célebre London School of Economics, se habla
llanamente del Critical Thinking como un método para que los alumnos
aprendan a pensar219.
El verdadero epicentro ha sido Oxford. Hace más de cien años se
empezaron a estudiar a fondo los textos platónicos lo cual derivó en el
llamado Oxford Tutorial. Una vez a la semana, entre uno y dos
estudiantes se reúnen con un solo profesor fuera de clase para tratar
un tema de su especialidad. El objetivo del maestro: enseñar a pensar a
sus alumnos. El método que usa: hacerles preguntas. Los profesores,
que en su juventud fueron alumnos, y que ahora ‘enseñan a pensar’, lo
definen con tres palabras: the socratic method. Un profesor de Historia
de Oxford reflexionaba de esta forma “La historia no es sólo una
219 A escala empresarial, una variante es el Knowledge Management, y otras es el Design Thinking.
159
cuestión de conocimiento. Se requiere plantear una pregunta personal,
un argumento lógico, la valoración de las pruebas y el uso de las
mismas” 220.
Un Tutorial de Oxford no es una clase donde uno toma apuntes,
deja vagar la mente y recompone las notas para aprenderlas de
memoria. “Los tutorales te obligan a pensar”221. A pensar críticamente.
Maestros y alumnos mantienen un diálogo personal, un debate, una
discusión, y los alumnos pueden ser ridiculizados. “Puedes matar al
tutor o desearle la muerte. Pero no puedes matar el método
socrático”222. En Oxford consideran que este Tutorial es “la joya de la
corona”223. También lo llaman Critical Thinking o Pensamiento Crítico.
10.1. EL CUESTIONARIO DE JOHN DEWEY
Los trabajos sobre Pensamiento Crítico abundan cada vez más en
la enseñanza universitaria, y muchos de ellos apuntan al filósofo
práctico de origen estadounidense John Dewey como uno de los
principales impulsores de esta corriente metodológica.
En su obra How we Think (cómo pensamos)224, Dewey afirma que
cuando un ser humano se enfrenta a un problema, la mente puede
moverse entre dos formas de pensamiento. El pensamiento al azar, sin
rumbo, alegre y despreocupado. O el pensamiento canalizado. Este
220 Lane Fox, Robin. (2008). “Tutorial in Greats and History: The Socratic Method”. The Oxford Tutorial: thanks, you taught me how to think. Editado por David Palfreyman. OxCHEPS. Oxford. Reino Unido. Pág. 58. 221 Lane Fox. Pág. 59. 222 Lane Fox. Pág. 60. 223 Palfreyman, David. (2008). Introducción a The Oxford Tutorial: thanks, you taught me how to think. OxCHEPS. Oxford. Reino Unido. 224 Dewey, John. The Later Works 1925-‐1953. Volume 8: 1933. Southern Illinois University Press. Carbondale and Edwardsville. USA. 1986.
160
último funciona mejor y está más organizado cuando se plantean
preguntas que son respondidas, y, a la vez, cuyas respuestas ofrecen
soluciones.
Pone el ejemplo de una viajero que está atravesando regiones
inhóspitas y que de repente se encuentra ante una división del camino.
¿Qué camino escoger? En ese momento está en suspenso entre un
estado de incertidumbre y perplejidad. Puede hacer dos cosas: tomar
un camino arbitrariamente, confiando alegremente en su suerte; o bien
indagar algunas pistas que le indiquen que ese es el camino correcto.
En el primer caso, el viajero no se hace preguntas. En el segundo, sí.
Esa es la base de la reflexión y del pensamiento (del pensamiento
crítico, diríamos nosotros). “Una pregunta que debe responderse (a
question to be answered) –una ambigüedad que hay que solucionar–,
fija un objetivo y mantiene la corriente de ideas dentro de un canal
concreto. Cada conclusión sugerida se somete a prueba por su relación
con este objetivo regulador, por su adecuación al problema que se
trata. Esta necesidad de despejar una perplejidad también controla el
tipo de búsqueda que se acomete" 225.
El problema, entendido como pregunta, “fija el objetivo (end)226
del pensamiento, y el objetivo controla el proceso del pensamiento”. En
resumen, “donde no haya pregunta sobre un problema a resolver o una
dificultad que superar, el curso de ideas fluye al azar".
Dewey describió cuáles eran las líneas generales de un método
para ayudar a los profesores a enseñar mejor. Preguntar era una de las
225 Dewey. (1986). Pág. 122. 226 El vocablo inglés ‘the end’ también se puede traducir como ‘finalidad’, pero he preferido traducir ‘the problem fixes the end of thought’ como que ‘fija el objetivo’, en lugar de ‘fija la finalidad’ porque me parece más claro y más visual. Incluso más visual sería decir ‘marca el objetivo’.
161
herramientas preferidas porque ponía al estudiante en ebullición. “El
choque, la picadura de una pregunta obligará a la mente a ir adónde es
capaz de ir”. Dewey afirmaba que había muchos dispositivos
pedagógicos, algunos muy ingeniosos, pero solo la pregunta le
provocaría al estudiante ese “ardor mental”. Ese desafío de un
problema que debe ser resuelto es lo que “obliga a la mente” a
investigar “el significado de la pregunta”227 .
El ‘arte de hacer preguntas’ en los debates escolares propuesto
por Dewey, del que muchos se han basado para hablar de Pensamiento
Crítico, está basado en varios pasos y preguntas:
1. Las preguntas deben obligar al estudiante a emplear
el material de trabajo, pero no para que lo reproduzca en una
charla, sino para que use esa información para emitir juicios
y cultivar la originalidad.
2. Las preguntas deben servir para estimular la mente
del alumno sobre el asunto en cuestión, más que a dar
eternas respuestas mecánicas que espera el profesor.
3. Las preguntas deben estimular al estudiante a seguir
desarrollando el conocimiento y dar pie a más debates, de un
punto a otro, con nuevas preguntas sin cerrar esos debates
enteramente.
4. Las preguntas deben periódicamente hacer un
sumario de lo que se ha tratado, para evitar la dispersión y
para comprobar que no se ha alejado de los temas
principales.
227 Dewey. Op. Cit. Pág. 333.
162
5. Hay que culminar los debates con un resumen de lo
que se ha aprendido y logrado, pero también con la sensación
de que hay algo que está en el aire y que debería resolverse
en posteriores debates228.
10.2. EL MÉTODO DEL PENSAMIENTO CRÍTICO
En su Manual del Pensamiento Crítico de Richard Paul y Linda
Elder dedican bastante espacio a ponderar el valor de las preguntas,
uno de las herramientas esenciales del Pensamiento Crítico y sobre
todo, de formación de los estudiantes universitarios.
El acto de pensar no está impulsado por las respuestas,
sino por las preguntas. Si aquellos que sentaron las bases en
cualquier campo [del conocimiento] no se hubieran hecho
preguntas –por ejemplo, en la física o en la biología– ese
campo nunca se habría desarrollado. Además, cada campo se
mantiene vivo sólo en la medida en que se generan nuevas
preguntas y se toman en serio como la fuerza impulsora en el
proceso del pensamiento. Para pensar sobre algo o repensar
cualquier cosa, hay que hacer preguntas que estimulen
nuestro pensamiento 229.
228 Dewey. Op. Cit. Págs. 331 y 332. El último punto recuerda los textos socráticos que quedan sisn respuesta, y que, según algunos expertos, demuestra que eran ejercicios que Platón introducía para crear debates en sus clases. 229 Paul, Richard W y Elder, Linda. (2000). Critical Thinking: Basic Theory and Instructional Structures Handbook. Foundation for Critical Thinking. California. USA. Recuperado de: http://www.criticalthinking.org/pages/the-‐role-‐of-‐questions-‐in-‐teaching-‐thinking-‐and-‐learning/524
163
Las preguntas nos ayudan a definir tareas, expresar problemas
urgentes y delinear temas. Las respuestas más valiosas, dicen Paul y
Elder, son aquellas que generan una pregunta ulterior. Por eso,
insisten, a los estudiantes hay que hacerles preguntas que generen más
preguntas.
“Esta es la razón por la que sólo los estudiantes que se hagan
preguntas, están realmente pensando y aprendiendo”. Son las
preguntas profundas las que conducen nuestro pensamiento desde la
superficie hacia el fondo de las cosas y nos obligan a tratar con la
complejidad.
Hay muchos tipos de preguntas que propone el Pensamiento
Crítico. Preguntas con propósito, de información, de interpretación, de
asunción, de implicación, de punto de vista, de relevancia, de exactitud,
de precisión, de consistencia y hasta de lógica.
No es que el Pensamiento Crítico haya sido el primero en crear un
método de razonamiento, pero sí es el que más ha empleado la fórmula
de las preguntas. Sería un sistema ideal para los profesores si se dieran
cuenta del poder de las preguntas, dicen los autores.
Desgraciadamente, “la mayoría de los profesores no son ‘generadores
de preguntas y respuestas’; es decir, no están seriamente
comprometidos con el pensamiento reflexivo”. Se conforman, dicen
Paul y Elder, con extraer “preguntas y respuestas de otras personas,
por lo general, de un libro de texto”.
Si queremos que los estudiantes piensen debemos estimularnos
con preguntas que les lleven a otras preguntas. Debemos superar lo
que la escuela ha hecho con su forma de pensar. Debemos resucitar
mentes que están en gran parte muertas. Debemos dar a nuestros
164
estudiantes lo que podría llamarse ‘reflexión artificial’ (el equivalente
intelectual de respiración artificial)230.
10.3. CÓMO ORDENAR IDEAS CON PREGUNTAS
Las preguntas no solo orientan sutilmente las opiniones en un
juicio, o impulsan y mejoran la compresión educativa. También son de
enorme ayuda a la hora de trabajar con abstracciones. El Pensamiento
Crítico se ha abierto paso en el mundo de la consultoría moderna con
multitud de ensayos que ayudan a los ejecutivos a ordenar sus ideas, a
saber exponerlas y a trabajar con categorías.
Uno de los manuales más buscados es el de Barbara Minto, ex
consultora de McKinsey, la mayor firma de consultoría estratégica del
mundo. Minto creó un método llamado “el principio de la pirámide” 231,
que se funda esencialmente en las preguntas. Para algunos expertos,
está considerado como “la Biblia” moderna del Pensamiento Crítico en
el mundo de la gestión empresarial232 .
La gestación del libro se debió a un desafío con el que Minto se
encontró en su carrera. En los años sesenta, fue destinada desde
Estados Unidos a Europa para formar a los consultores de las nuevas
oficinas de McKinsey y al llegar se encontró con un problema: muchos
230 Recuperado de: http://www.criticalthinking.org/pages/the-‐role-‐of-‐questions-‐in-‐teaching-‐thinking-‐and-‐learning/524 231 Minto, Barbara. The pyramid principle. Pitman Publishing. London. 1987. UK. Tiene versiones posteriores con bastantes añadidos. 232 El profesor de Filosofía de la Universidad de Melbourne Tim Van Gelder hizo una enumeración de los libros más destacados en Pensamiento Crítico y calificó al libro de Minto como “la Biblia” de la gestión por sus “profundas verdades sobre el pensamiento y la comunicación”, en un artículo escrito en 2007. Critical thinking: were to start?. Recuperado de: http://timvangelder.com/2007/02/24/critical-‐thinking-‐where-‐to-‐start/
165
de los profesionales que venían de diferentes culturas y países no
sabían cómo construir linealmente sus documentos.
Al principio, Minto pensó que se debía a que no dominaban bien el
inglés, pero luego cayó en la cuenta de que el idioma no era el
problema: el problema era su estructura mental y su falta de
conocimiento de técnicas expositivas. A eso se añadía la pesadez y el
aburrimiento producidos por las exposiciones escritas o habladas de
esos documentos, algo muy habitual en el mundo de la consultoría y de
las empresas en general.
Para aquellas personas que trabajan con abstracciones, y que no
están habituadas a presentar argumentos basados en las leyes de la
retórica o de la lógica, elaborar un documento exponiendo procesos o
estructuras, supone un esfuerzo que no siempre culmina en éxito. Les
cuesta controlar incluso la secuencia en la que se van a presentar esos
argumentos.
Minto percibió que la gente tiende a perder la atención
rápidamente cuando ya sabe de lo que le van a hablar (lo que ya
estudiaron los psicólogos cognitivos y los economistas del
comportamiento)233. La gente solo presta atención cuando cree que
hay algo que no sabe y que puede ser de interés. En ese caso, empieza a
hacerse preguntas.
¿Se podría elaborar un método para responder esas cuestiones?,
se interrogó Minto.
La ejecutiva se puso manos a la obra y dio a luz el llamado
“principio de la pirámide” que hoy día se sigue enseñando a los nuevos
233 Loewenstein, George (1994). “The psychology of curiosity: a review and reinterpretation”. Psychological Bulletin. Vol. 116. Nº 1. Págs. 75-‐98.
166
empleados de McKinsey, y que han copiado otras consultoras como
una herramienta básica para exponer argumentos atrayendo la
atención de los oyentes o lectores.
El principio de la pirámide se basa en atrapar inmediatamente la
atención del lector (o público) sobre un tema determinado. Y además
consiste en relatar un argumento mediante una estructura lógica que
sea fácil de entender y de recordar.
Minto expone que primero hay que concentrarse en una idea que
deseamos explicar. Una sola. Eso dará lugar a una afirmación general
que, se supone, el lector desconoce 234. A partir de ahí comienza el
diálogo mental o real basado en preguntas-‐respuestas, porque después
de una afirmación, el lector se pregunta: “¿Por qué? ¿Cómo? ¿Es verdad
eso?”.
Organizado piramidalmente (y visualmente en cuadros), desde
arriba (afirmación) hasta abajo (preguntas) se generan respuestas que
a su vez, hacen nacer nuevas preguntas en el lector o en la audiencia.
A todo ello se le aplica la estructura del relato (storytelling) para
darle una unidad y coherencia narrativas, y se razonan los argumentos
linealmente para que todo esté encajado lógicamente. La estructura de
cualquier relato literario, como se sabe, consiste en presentar las tesis
partiendo de una ‘situación’, que a su vez cae en una ‘complicación’, la
cual hace surgir una ‘pregunta’, que requiere una ‘respuesta’ hasta
obtener la solución final235.
234 Minto. Pág. 14. 235 Hay mucha bibliografía sobre la estructura del relato. Las más destacadas son: Campbell, John. El héroe de las mil caras. FCE. México. 2001; McKay, Robert. El guión. Alba Editorial. Barcelona. 2002. ; y Propp, Vladimir. Morfología del cuento. Fundamentos. Madrid. 1971.
167
Esta relación piramidal y a su vez horizontal es la que ayuda a
captar la atención de lector. “Te permite establecer un diálogo basado
en pregunta–respuesta que le arrastrará con enorme interés hacia tus
argumentos. ¿Por qué podemos estar tan seguros de que el lector va a
estar interesado? Porque se verá obligado a responder lógicamente a
tus planteamientos”, afirma Minto en su libro 236.
En el cuadro, se explica un problema y su exposición a través del
relato basado en preguntas y respuestas según Minto. El ejemplo se
refiere al incendio que afecta al centro de datos de una empresa. El
cuadro superior expone el problema. A partir de ahí se elaboran más
cuadros que responden a las preguntas ‘por qué’ y ‘cómo’. Esto debería
servir a un especialista para elaborar su documento posterior en forma 236 Minto. Pág. 14.
168
de relato coherente y organizado. (Tomado de Mark Buckwell. “Using
Logic for Productive Presentations and Reports”. Fuente de la imagen:
SlideShare).
Los temas se pueden construir siguiendo esa secuencia narrativa e
interrogativa de forma inductiva o deductiva, que son las dos formas
lógicas de organizar la relación entre los elementos.
“El escritor continuará haciendo preguntas y respondiéndolas
hasta que llega a un punto en el cual juzga que el lector ya no tiene más
preguntas lógicas”, afirma Minto. “La clave para asegurar la atención
total del lector es, por tanto, abstenerse de plantear cualquier pregunta
en la mente del lector antes de que estés preparado para responderla.
O de responder preguntas antes de que las hayas planteado”.
10.4. UN COMPENDIO RECIENTE DE PENSAMIENTO CRÍTICO
En una línea menos analítica y más divulgativa, el periodista
norteamericano Warren Berger escribió en 2014 el libro A more
beautiful question237 donde exponía “el poder de la pregunta para
hacer brillar las ideas”. El libro de Berger toca muchos aspectos del
Pensamiento Crítico y del saber hacer ‘buenas preguntas’. Cuenta casos
–sobre todo de empresa–, en los que las preguntas condujeron a una
idea reveladora o a un invento importante.
La idea de escribir el libro le nació a Berger de sus encuentros con
“los líderes mundiales de la innovación y las mentes creativas”.
237 Berger, Warren. (2014). A more beautiful question: the power of inquiry to spark breakthrough ideas. Bloomsbury. New York. USA. Existe una versión en alemán: Die Kunst des Klugen Fragens. Piper Verlag. Berlin. 2014.
169
“Cuando me fijé cómo se enfrentaban a los desafíos, vi que no había
ninguna fórmula mágica, o un razonamiento sencillo, para explicar su
éxito. Pero al buscar un denominador común entre todos estos
brillantes revolucionarios, una cosa que descubrí es que muchos de
ellos eran excepcionalmente buenos haciéndose preguntas” 238.
En el origen de grandes inventos o de soluciones radicales a
problemas difíciles podía encontrarse una pregunta que estos
revolucionarios se plantearon y se respondieron a tiempo. Entonces
Berger se dio cuenta de que “preguntarse cosas parecía estar
dondequiera que yo mirase”. A pesar de que muchos líderes le
reconocían que todo partió de una pregunta, a Berger le sorprendió
que en el mundo de la empresa, pocas compañías hubieran instituido el
arte del preguntar de una forma seria. “No había departamentos o
programas de entrenamiento centrados en preguntar; ni políticas
internas, líneas a seguir o mejores prácticas. Más bien lo contrario:
conscientemente o no, habían establecido rutinas que tendían a
desterrar cualquier duda en forma de pregunta, como por ejemplo,
“¿por qué estamos haciendo esto de esta manera?” 239.
Berger también se pregunta en su libro cómo es posible que los
niños hagan tantas preguntas, y cuando entran en la escuela, olviden
esa costumbre. Critica que los sistemas educativos no fomenten las
preguntas.
“En cierta forma, deberíamos saber –como un ejecutivo y un
maestro deberían saber–, que las preguntas son importantes y que
deberíamos prestarles más atención, especialmente a las que tienen
238 Berger. Pág. 1. 239 Berger. Pág. 2.
170
sentido. Los grandes pensadores han estado diciéndonos esto desde
los tiempos de Sócrates”240 .
El libro de Berger tiene el valor de ser uno de los testimonios más
extensos y más recientes sobre el arte de preguntar. Recopila
entrevistas y ejemplos –basados en sus encuentros como periodista
para Fast Company y Harvard Business Review–, que hasta ahora no
habían aparecido juntos en un libro. Cita a ejecutivos, a fundadores de
empresas (Polaroid, Nike, Intel), a psicólogos y a ensayistas. Menciona
los trabajos de neurólogos como Ken Heilman 241, quien destaca que
escáneres cerebrales nos están revelando cómo funciona el cerebro.
“Los neurólogos pueden decirnos –afirma Berger–, qué pasa en el
cortex cerebral cuando soñamos despiertos, cuando vemos un anuncio
o cuando resolvemos un crucigrama, pero, extrañamente, ninguno
tiene mucho que decir respecto de los procesos mentales implicados
en formar y hacer preguntas” 242.
Aunque el libro de Berger está más centrado en exponer la
psicología de la creatividad y los defectos del aprendizaje escolar, la
profusa bibliografía de citas basadas en su trabajo periodístico, lo
convierten en uno de los documentos más completos sobre la técnica
interrogativa.
Es lo que se ha tratado de plantear en la segunda parte de este
ensayo, aportando estudios científicos y experimentos concluyentes.
240 Berger. Pág. 3. 241 Heilman, Kenneth. (2005). Creativity and the Brain. Psychology Press. New York. 242 Berger. Pág. 17.
171
11. GADAMER Y LA HERMENÉUTICA DE LA PREGUNTA
Y desde el punto de vista filosófico, ¿cuál es el valor de la
pregunta? Para Hans Georg Gadamer, la pregunta es la base misma de
la experiencia hermenéutica. “Es claro que en toda experiencia está
presupuesta la estructura de la pregunta. No se hacen experiencias sin
la actividad del preguntar”243.
¿A qué se refería Gadamer con la experiencia hermenéutica? En
primer lugar, dice que la experiencia “enseña a reconocer lo que es
real”. Para conocer lo real uno debe tropezar y desengañarse. Y para
obtener ese conocimiento de que “algo es así y no como uno creía”,
tenemos que haber pasado “por la pregunta de sí es o no es así”.
La misma estructura de la experiencia tiene estructura de
pregunta porque cuando nos abrimos a la experiencia nos plantamos
ante la interrogación de que las cosas sean “así o de otro modo”.
Cuando nos enteramos que las cosas no eran del modo que
esperábamos, es cuando viene la aporía. “Es la famosa docta ignorantia
socrática que descubre la verdadera superioridad de la pregunta en la
negatividad extrema de la aporía”.
De ahí que Gadamer proponga “profundizar en la esencia de la
pregunta” si queremos comprender qué es la experiencia
hermenéutica.
Para empezar, lo esencial a la pregunta es el sentido, es decir, la
orientación pues se apunta en una dirección cuando se pregunta. Pero
al hacerlo, ponemos al ser en duda, introducimos “cierta ruptura en el
ser de lo preguntado”. Para Gadamer, uno de los más importantes 243 Gadamer, Hans Georg. Verdad y método I. Eds. Sígueme. Salamanca. 1993. Traducción de Ana Agud de Aparicio y Rafael Agapito. Pág. 439.
172
descubrimientos de Platón es que demuestra que preguntar es más
difícil que contestar.
Los que hablan solo para “tener razón” piensan que es más fácil
preguntar porque no les interesa darse cuenta en verdad de “cómo son
las cosas”. “El que está seguro de saberlo todo no puede preguntar
nada”, dice Gadamer, en consonancia con los estudios que hemos
mostrado en este trabajo. Este tipo de personas no corren el peligro
“de dejar a deber una respuesta a alguna pregunta”. Aquí es donde se
contrapone el habla inauténtica con el habla auténtica.
El habla auténtica procede de aquel que quiere saber porque sabe
que no sabe. “Y en el intercambio cuasicómico de preguntas y
respuestas, de saber y no saber, que muestra Platón, se puede
reconocer que para todo conocimiento y discurso que quiera conocer
el contenido de las cosas, la pregunta va por delante (itálica en
original)”244.
Si la experiencia hermenéutica es un abrirse a conocer, entonces
el hecho de preguntar está estrechamente ligado pues “preguntar
quiere decir abrir”.
“El sentido del preguntar consiste precisamente en dejar al
descubierto la cuestionabilidad de lo que se pregunta. Se trata de
ponerlo en suspenso de manera que se equilibren el pro y el contra. El
sentido de cualquier pregunta solo se realiza en el paso por esta
situación de suspensión, en la que se convierte en pregunta abierta. La
verdadera pregunta requiere esta apertura, y cuando falta no es en el
fondo más que una pregunta aparente que no tiene el sentido real de la
pregunta”.
244 Op. Cit. Pág 440.
173
Sumergiéndose en la esencia de las preguntas, Gadamer expone
que una pregunta es un camino hacia el saber. “La esencia del saber no
consiste solo en juzgar correctamente sino en excluir lo incorrecto al
mismo tiempo”.245 ¿Cuándo se desvela la cosa? “Solo llega a saberse
cuando se resuelven las instancias contrarias y se penetra de lleno en
la falsedad de los contraargumentos”.
La dialéctica nos permite abrirnos paso a ese saber porque
penetra en lo contrario. “Sólo puede poseer algún saber el que tiene las
preguntas, pero las preguntas comprenden siempre la oposición del sí
y del no, del así y de otro modo”.
Con ello, Gadamer justifica el método dialéctico de Platón, pues “el
saber es fundamentalmente dialéctico”. Y añade: “El ejemplo de
Sócrates enseña que en esto todo depende de que se sepa que no se
sabe. Por eso, la dialéctica socrática que conduce a este saber a través
de su arte de desconcertar, crea los presupuestos que necesita el
preguntar. Todo preguntar y todo querer saber presupone un saber
que no se sabe, pero de manera tal que es un determinado no saber el
que conduce a una determinada pregunta”246.
245 Op. Cit. Pág. 442. 246 Op. Cit. Pág. 443.
174
12. CONCLUSIÓN DE LA SEGUNDA PARTE
Cualquier psicólogo o neurocientífico sabe que las preguntas
estimulan el cerebro y aumentan el nivel de cognición. Lo que se ha
pretendido exponer en este trabajo es relacionar las revelaciones de la
neurociencia, el brain imaging y la psicología cognitiva en torno a la
eficacia de las preguntas, con una técnica interrogativa puesta en
marcha hace 2.400 años por primera vez de forma académica y
literaria. Platón fue el primer filósofo en emplear las preguntas por
sistema. El primero en darse cuenta de su eficacia pedagógica, y el
primero en advertir su utilidad para la filosofía. Ya fuera mediante
preguntas retóricas o preguntas directas, el filósofo griego revolucionó
la forma de pensar y de aprender a pensar. Dio un giro radical a la
filosofía y a la literatura filosófica, y si persiste hasta nuestros días era
porque fue el pionero de una técnica que, como ha demostrado la
neurociencia, es mucho más penetrante y poderosa de los que se
piensa.
La curiosidad y las preguntas están estrechamente relacionadas y
son impulsoras del aprendizaje y del conocimiento. Pero no son lo
mismo. Se puede ser curioso sin hacerse preguntas, es decir, se puede
curiosear, indagar, husmear y probar, sin necesariamente estar
haciéndose preguntas. Pero también es verdad que las preguntas
pueden motivar la curiosidad, o como se dice vulgarmente, ‘despertar
la curiosidad’.
Preguntar es querer saber. Desde un punto de vista evolutivo,
querer saber nos sirve, como hemos visto, para disminuir la
175
incertidumbre y los riesgos. Y cuanto menos incertidumbre, más
aprendemos y conocemos nuestro mundo.
Hay muchas lagunas sobre el origen evolutivo de la pregunta, pero
sí parece quedar claro que es una de las herramientas más poderosas
del lenguaje para adquirir conocimiento.
También parece quedar claro que en casi todas las culturas hay
denominadores comunes como la entonación ascendente y que se
pueden distinguir el momento de la pregunta en una oración y en un
idioma desconocido, solo con escuchar el tonema.
Pero la fuerza de los diálogos de Platón no estaba basada solo en
preguntas. La claridad y la belleza expositivas de Platón –sus
metáforas, sus analogías y ejemplos–, influyeron en su popularidad,
mientras que la complejidad y la abstracción de otros filósofos, así
como la ausencia de preguntas, entorpecieron la divulgación de su
pensamiento a pesar de la profundidad del mismo.
Es el caso de Ludwig Wittgenstein.
176
“Ha llegado a pensarse muchas veces que cuanto más difícil
pareciese un pensamiento, más profundo y jugoso era”
(Emilio Lledó)
PARTE III. WITTGENSTEIN Y LOS LÍMITES DEL LENGUAJE
INTRODUCCIÓN
Platón y de Wittgenstein tienen tantas coincidencias que podrían
componer un capítulo de Vidas Paralelas de Plutarco.
Platón tuvo como maestro y mentor al filósofo más destacado de
su tiempo: Sócrates. Le respetó, le admiró y le rememoró en sus obras.
Wittgenstein disfrutó de la protección y el buen consejo de Bertrand
Russell, considerado como uno de los grandes filósofos de la historia. A
pesar de sus disputas, Wittgenstein le guardó profundo respeto y le
pidió que realizara al prólogo a su única obra publicada en vida: el
Tractatus.
Platón creó un nuevo estilo en la filosofía –el diálogo filosófico.–
influido por la irrupción de la nueva forma de narrar creada por el
drama teatral griego. Con ello elevó la escritura filosófica a una esfera
hasta entonces desconocida.
Wittgenstein, a su vez, influido por la lógica formal de Russell y su
Principia Mathematica (un libro revelador para él), dio un giro al
lenguaje filosófico, proponiendo una aproximación basada puramente
en inferencias y en la lógica formal. Solo así, según él, se podría hablar
de filosofía.
Platón fue un maestro consumado y respetado. Creó una escuela
de pensamiento –la Academia–, y se puso al frente de una institución
destinada a enseñar a pensar a los jóvenes griegos. Gracias en buena
177
parte a las copias de las notas de sus estudiantes, el pensamiento de
Platón ha sobrevivido hasta nosotros.
Wittgenstein fue uno de los maestros de filosofía más destacados
de Cambridge. Las notas tomadas por los estudiantes que asistían a sus
clases, fueron convertidas en libros que, con el Tractatus, ejercieron
una enorme influencia en el pensamiento del siglo XX247.
Platón era un devoto admirador de las matemáticas hasta el punto
que, según Aristóteles, en la entrada estaba escrito: “No entre nadie
que no conozca la geometría”. Además, estuvo muy influido por las
ideas matemáticas de Pitágoras.
Wittgenstein se pasó de la ingeniería a la filosofía cuando se
obsesionó con encontrar fundamentos lógicos a la matemática. Sus
maestros intelectuales en la lógica matemática fueron Russell y Frege.
Algunos expertos siguen creyendo que hubo dos Platón: el que
conocemos y el que mantuvo una ‘doctrina no escrita’, que
ignoramos248.
Los biógrafos viven confundidos porque hay diálogos que no
terminan en ninguna conclusión, porque riega aporías por doquier y
porque critica duramente a la escritura.
Peor lo tienen los seguidores de Wittgenstein, que vieron cómo
había dos Wittgenstein: el que escribió el Tractatus y el que reconoció
247 Norman Malcolm, que asistió a sus clases y se convirtió en su amigo, afirmó que Wittgenstein “siempre consideró sus clases como una especie de publicación”. Prólogo de James C. Klage y Alfred Nordman a Ludwig Wittgenstein (1997). Ocasiones filosóficas. Cátedra. Madrid. Pág. 11. Se refieren a la obra de Malcolm, Ludwig Wittgenstein: A Memoir. 2º Edición. Nueva York y Oxford. Oxford University Press. 1984. Pág. 48. 248 Es otra coincidencia con Wittgenstein pues en una carta a Ludwig von Ficker, llega decir sobre el Tractatus: “Mi trabajo consta de dos partes: la expuesta en él más todo lo que no he escrito”. Prades Celma, J.L y Sanfélix Vidarte, V. (1990). Wittgenstein: mundo y lenguaje. Editorial Cincel. Pág.23.
178
que estaba plagado de errores, y escribió otro libro diferente:
Investigaciones Filosóficas.
Se pueden establecer más paralelismos entre ambos pensadores:
se dejaron cautivar por estados autoritarios (Platón por Esparta;
Wittgenstein, por la Unión Soviética); sus mentores fueron perseguidos
por sus ideas (Sócrates, por agitar a la juventud; Russell, por
pacifista)…
Muchos dirán que esos paralelismos se pueden encontrar entre
varios pensadores a lo largo de la historia. Ciertamente, pero tantos
paralelismos…
Uno de los mayores paralelismos es que ambos han pasado a la
historia del pensamiento por revolucionar el lenguaje filosófico. Pero, y
aquí viene lo sorprendente, con estilos radicalmente diferentes: Platón
con la puesta en escena ‘visual’ de sus diálogos como dramas
filosóficos, fácilmente asimilables. Y Wittgenstein por lo contrario: por
haber propuesto un método para filosofar mediante “proposiciones de
la ciencia natural” (lógicas), un estilo desnudo, frío, nada visual y
conceptualmente difícil de asimilar y mucho menos de imaginar.
El primero ha logrado resistir el paso del tiempo y hoy día aún, se
le considera el ‘número 1’. Es el filósofo más popular, más leído, más
debatido, y seguramente, sobre el que se han escrito más ensayos.
El segundo, en cambio, ha quedado como uno de los filósofos más
importantes de la historia, pero con una obra enigmática, oscura y
poco accesible para el gran público. Si los coleccionables de Filosofía
pudieran servir de medidor, Wittgenstein no está en la lista de los 10
principales. Está mucho más atrás porque su estilo, lo que dice y cómo
lo dice es difícil de comprender.
179
En esta tercera parte del ensayo, dedicada a Wittgenstein, se habla
de ese estilo, al igual que la primera parte se dedicó al estilo platónico.
Se explica de dónde tomó Wittgenstein su estilo lógico formal, así
como del peso de las corrientes de pensamiento en la Viena de su
tiempo, de la aparición de su obra más influyente –el Tractatus–, del
impacto en las escuelas de filosofía, y de la opinión que el propio
Wittgenstein tuvo de este libro a lo largo de su vida.
También se hace un análisis de esta obra ‘oscura’, y se trata de
establecer una relación entre esa dificultad de comprensión, y la
ausencia de determinadas técnicas literarias o retóricas que sí
sirvieron a Platón para expresarse: por ejemplo, las preguntas. Para
ser más claros, se compara el estilo lacónico del Tractatus con escritos
posteriores de Wittgenstein donde las preguntas formaron parte
esencial de estos últimos.
180
13. EL TIEMPO DE WITTGENSTEIN
W. K. C. Guthrie escribió que un historiador “no puede escapar
enteramente de su propia situación en la historia”. Del mismo modo,
un filósofo tampoco puede escapar de los valores, ni la moda o la visión
de su tiempo. Tampoco del lenguaje.
A Wittgenstein le tocó nacer y crecer en una época en las que las
corrientes artísticas e intelectuales estaban rompiendo radicalmente
con el pasado, una época de tensiones profundas donde lo viejo debía
enterrarse. Pero además, le tocó nacer en un lugar especial: Viena, el
epicentro de los grandes cambios, como describieron con enorme
originalidad Janik y Toulmin en el libro La Viena de Wittgenstein.
¿Fue solamente una coincidencia que los orígenes de la
música dodecafónica, de la arquitectura ‘moderna’, del
positivismo legal y lógico, de la pintura no figurativa y del
psicoanálisis […] tuviesen lugar simultáneamente y
estuviesen concentrados, en tan gran medida, en Viena?249.
Aquella Viena de fin-‐de siècle daba la preocupante impresión de
que se habían secado las fuentes tradicionales de la cultura y de la
civilización. Ray Monk, uno de los grandes biógrafos de Wittgenstein,
lo resume así:
El sistema atonal de Schoenberg estaba basado en la
convicción de que el viejo sistema de composición había
249 Janik, Allan y Toulmin, Stephen. (1998). La Viena de Wittgenstein. Taurus. Página 20.
181
agotado sus vías; el rechazo de Adolf Loos a la ornamentación
estaba basado en la evidencia de que los adornos barrocos de
los edificios se habían convertido en un escudo vacío y sin
significado alguno; las teorías de las fuerzas inconscientes de
Freud estaban basadas en la percepción de que, bajo las
convenciones y costumbres sociales, había algo real e
importante que estaba siendo reprimido y negado”250.
La Viena de Wittgenstein era como la Atenas de Platón. En el caso
de Atenas, en el siglo V a. C. Homero dejó de ser visto como algo
sagrado, los libros y la alfabetización expandieron las ideas y agitaban
los debates, los griegos se cuestionaron los dioses, y los sofistas se
colaron por las ciudades como potentes provocadores de opinión.
Pero había más coincidencias. Pensar, opinar, filosofar era la
pasión preferida de los atenienses: en Atenas “se reflexionaba en la
calle, en los gimnasios, en el ágora. Se pensaba en voz alta. Todo
pensamiento era inevitablemente transformado en lenguaje”, afirma
Emilio Lledó251.
Pero también era la ocupación de los vieneses. “En la Viena de
Wittgenstein toda persona instruida discutía sobre filosofía”, escriben
Janik y Toulmin252.
Desde el punto de vista filosófico, en Viena (como en Atenas)
también se estaban rompiendo los moldes del pasado para dar lugar a
algo nuevo. El notable desarrollo de las ciencias naturales en Europa
obligaba a la filosofía a constituirse en ‘ciencia rigurosa’ (Abbagnano)
para adaptarse a los “hechos demostrados” y a sistematizarlos, así
250 Monk, Ray. (1990). Pág. 10. 251 Lledó, Emilio. El origen del diálogo y la ética. Gredos. Madrid, 2011. 252 Janik y Toulmin. Op. Cit. Pág. 30.
182
como a adoptar procedimientos científicos para que la actividad
filosófica tuviera una “organización conceptual” rigurosa 253 . Eso
significaba someter al mismo lenguaje filosófico a la duda. ¿Era el
adecuado para pensar? Las poderosas invectivas de Nietzsche contra
los sentidos y contra el lenguaje habían dado impulso a una
sprachkritik que ya no se podía detener.
Estos sentidos, que también en otros aspectos son tan
inmorales, nos engañan acerca del mundo verdadero.
Moraleja: deshacerse del engaño de los sentidos, del devenir,
de la historia [Historie], de la mentira –la historia no es más
que fe en los sentidos, fe en la mentira. Moraleja: decir no a
todo lo que otorga fe en los sentidos, a todo el resto de la
humanidad: todo él es “pueblo”254.
Para Nietzsche, nuestro lenguaje era simplemente una “vieja
mujer engañadora”: una forma con que el débil ser humano –el hombre
común-‐ se enfrentaba al mundo para hacerlo a su imagen y
semejanza255.
Por su génesis, el lenguaje pertenece a la época de la
forma más rudimentaria de la psicología: penetramos en un
fetichismo grosero cuando adquirimos consciencia de los 253 Abbagnano cita los planteamientos de Ricardo Avenarius (1843-‐1896), quien deseaba construir una filosofía “que sea una ciencia rigurosa como las ciencias positivas de la naturaleza y que por esto excluya toda metafísica y se limite al reconocimiento y a la elaboración de la experiencia pura. 254 Nietzsche, Friedrich. (1982). El crepúsculo de los ídolos. Alianza. Madrid. Traducción Andrés Sánchez Pascual. Pág. 46. 255 Nájera, Elena. (2008). “Filosofía y silencio: Las miserias del lenguaje en el fin-‐de-‐siècle”. En Cultura contra civilización: en torno a Wittgenstein. Pretextos. Valencia. Página 109.
183
presupuestos básicos de la metafísica del lenguaje, dicho con
claridad, de la razón. Ese fetichismo ve en todas partes
agentes y acciones: cree que la voluntad es la causa, en
general; cree que en el ‘yo’; cree que el yo es un ser, que el yo
es una sustancia, y proyecta sobre todas las cosas la creencia
en la sustancia-‐yo – así como crea el concepto ‘cosa’256.
Las críticas de Nietzsche257 y de Mauthner, acabaron por mostrar
esas “miserias del lenguaje” (Nájera, 2008), y en esas miserias se
incluía el lenguaje lógico. Para Nietzsche, el intelecto se creó para fingir
y para conservar al individuo, y en el momento en que el individuo
tiene que convivir en sociedad, se inventa “una forma universalmente
válida y obligada de designar las cosas, y el código lingüístico le
suministra asimismo las primeras leyes de la verdad”258.
Para Mauthner, el lenguaje era una “invención útil”, un recurso
antropológico “que vela por la supervivencia de la humanidad”259.
256 Nietzsche. Crepúsculo. Pág. 48. 257 Al hablar de que el lenguaje ve por todas partes “agentes y acciones”, Nietzsche lo reviste con el poder de seducción de un cuento. La neurología moderna ha mostrado cómo nuestro cerebro nos engaña creando “historias” o “relatos”. El neurólogo Michael Gazzaniga hizo un experimento con pacientes con daños cerebrales y averiguó que el cerebro (el hemisferio izquierdo) es un gran fabricante de historias: lo único que hace es conectar las cosas que ve y oye para “fabricar cuentos”. Interpreta la realidad a su modo y envía estos mensaje a la conciencia. Gazzaniga llamó al hemisferio izquierdo, que decodifica el lenguaje, “el intérprete”. Citado en Carey, Benedict. (2014). How we learn. (Libro electrónico). Random House. EEUU. Capítulo I: The Story Maker. En la misma línea, Jonathan Gottschall explica la habilidad humana de contar historias y cita estudios neurocientíficos. Su libro The Storytelling Animal (editado en 2012 por First Mariner) habría encantado a Nietzsche. Cita también a Gazzaniga, al cual considera un “pionero de la neurociencia del cerebro dividido”. Dice Gottschall: “El hemisferio izquierdo es un inagotable cuentista, y fabricará una historia antes que dejar algo sin explicación”. Capítulo: Splitting the brain. 258 Nietzsche, Friedrich. (1998). Verdad y mentira en sentido extramoral. Grupo Editorial Marte. Madrid. Pág. 5. 259 Nájera. Op. Cit. Pág. 110.
184
Aquellas influyentes opiniones desembocaron en una necesaria
puesta a punto de la filosofía: tenía que pasar por el taller y purificar su
lenguaje. Se pensaba que los problemas tradicionales de la filosofía y,
sobre todo, los de la metafísica, dejarían de existir una vez hechos los
oportunos arreglos.
Junto con la sprachkritik, a mediados del siglo XIX se inició
también una corriente crítica de la matemática que tendría una
enorme influencia décadas después sobre Wittgenstein. La meta:
encontrar el rigor en la construcción del saber matemático. Es decir,
buscar una lengua o cálculo universal “capaz de expresar las verdades
de todas las ciencias” (Abbagnano).
En ese momento apareció Gotlob Frege (1848-‐1925), fundador de
la lógica moderna. Su proyecto consistía en producir un idioma carente
de ambigüedad en el que debían redactarse los textos matemáticos. Así
lo dejó plasmado en su obra más notable, Grundgesetze der arithmetik.
Frege salió a la busca de un idioma formal enteramente
transparente, que se rigiera por leyes visibles en el sistema de las
escrituras en que se expresa (Châtelet).
Pero faltaba que alguien uniera estas dos corrientes: la de la
crítica del lenguaje y la de las ciencias naturales. Esa culminación
correspondió a la poderosa mente de Bertrand Russell,
Russell y Frege estaban de acuerdo en algo: cualquier proposición
contiene únicamente variantes y constantes lógicas. Para pensar bien,
hay que pensar lógicamente. Su libro Principia Mathematica (escrito
con Alfred North Whitehead), facilitaba el planteamiento lógico del
mundo. Esta obra había supuesto para Russell un esfuerzo intelectual
de tal calibre que le dejó agotado. “Mi intelecto nunca acabó de
185
recobrarse del esfuerzo”, escribió en su autobiografía260. Pero gracias a
este esfuerzo, Russell se puso a la cabeza de una nueva corriente, la
filosofía analítica, que trataba de limpiar al lenguaje filosófico de sus
defectos de forma. Para ello, solo bastaba servirse de las matemáticas,
porque sus leyes eran incuestionables. Y a su vez, detrás de las
matemáticas, se erguían unos cuantos principios lógicos
fundamentales.
“Toda la matemática pura trata exclusivamente con
conceptos definibles en términos de un número muy
pequeño de conceptos lógicos fundamentales, y todas sus
proposiciones son deducibles a partir de un número muy
pequeño de principios lógicos fundamentales”261.
Gracias a Russell y a Whitehead, hacer filosofía sería a partir de
ese momento algo más riguroso porque los argumentos filosóficos,
como la lógica matemática, se podían demostrar de una forma más
clara. Bastaba con aplicar la lógica para proceder a su análisis. Russell
no buscaba un método para aplicar al lenguaje filosófico, sino una
fundamentación de las matemática.
Pero uno de sus alumnos llamado Ludwig Wittgenstein sí pensaba
que podía encontrar un método para el lenguaje filosófico.
260 Citado por Monk (1997). Pág. 50. 261 Russell, Bertrand. (1902). The principles of mathematics. Cambridge at the University Press. Prefacio. Pág. v.
186
13.1. LA FORMACION DE WITTGENSTEIN
Ludwig Wittgenstein era 17 años más joven que Russell. Había
nacido en Viena, en el seno de una familia que se había enriquecido con
negocios siderúrgicos.
En la primavera de 1908 Wittgenstein –con 19 años–, viajó a
Manchester para continuar sus estudios de aeronáutica, una ciencia
naciente y que despertaba enorme interés: el primer vuelo a motor de
la historia había sido realizado por los hermanos Wright cinco años
antes.
Pero, en realidad, más que un joven estudiante de ingeniería
aeronáutica, Ludwig Wittgenstein era un joven agobiado por enigmas
filosóficos y morales.
Había influido mucho en él la lectura de los artículos morales de la
revista Die Fackel (La antorcha), editada por Karl Kraus, promotor de
un espiritualismo apolítico que protegiera el valor de la verdad.
También influyó en el joven Wittgenstein la provocadora obra de Otto
Weininger Sexo y carácter. Y, sobre todo, la piedra miliar de su
cosmovisión la había puesto El mundo como voluntad y representación,
de Schopenhauer, un texto pesimista muy propio para jóvenes que
atraviesan problemas de creencias262.
Pero Schopenhauer no servía para solventar las ecuaciones a las
que se enfrentaba un joven estudiante investigador. Esa fue la razón
por la que Wittgenstein se fuera desviando poco a poco hacia las 262 Markus Gabriel, el ‘filósofo de moda’ en Alemania, sostiene que, como Wittgenstein, él también resultó en su juventud muy influido por ese libro de Schopenhauer. Citado en: Salas, Carlos (2014). “El filósofo de moda en Alemania dice que el mundo no existe”. lainformación.com. 6 de junio de 2014. Recuperado de: http://noticias.lainformacion.com/religion-‐y-‐credos/filosofia/markus-‐gabriel-‐el-‐filosofo-‐de-‐moda-‐en-‐alemania-‐dice-‐que-‐el-‐mundo-‐no-‐existe_sBFirZ0hk04zVlKnoSq105/
187
matemáticas puras. Empezó a asistir a clases de teoría del análisis
matemático en Manchester, y un día a la semana, se reunía con otros
alumnos para discutir cuestiones relacionadas con la materia. En una
de esas discusiones se dieron cuenta de que las matemáticas
necesitaban un fundamento lógico. Entonces, uno de los colegas de
Wittgenstein le comentó que cinco años antes se había publicado un
libro escrito por Bertrand Russell titulado Los principios de la
matemática (luego se transformó en Principia Mathematica)263 que
proponía soluciones a ese dilema.
La propuesta de Bertrand Russell coincidía con las
preocupaciones del grupo de Wittgenstein: toda la matemática se
puede derivar de algunos principios lógicos. “La intención de Russell
era proporcionar una demostración estrictamente matemática de tal
cosa haciendo todas las derivaciones necesarias para probar cada
teorema del análisis matemático a partir de unos pocos axiomas
triviales y evidentes”, dice Monk264.
Leer el libro de Russell fue “un acontecimiento decisivo en la vida
de Wittgenstein”, dice Monk265, porque era justamente lo que estaba
buscando el joven austriaco. Bajo esa influencia, Wittgenstein se fue
inclinando cada vez más hacia la lógica y la filosofía, y fue
abandonando la ingeniería. “Había encontrado un tema con el que
podía quedarse tan absorto como su hermano Hans mientras tocaba el
piano”266. Pero había algo más que le catapultó hacia la lógica. Russell
planteaba al final de su libro un desafío lógico: solventar una dificultad
263 Aunque sea una curiosidad, para ilustrar sus deducciones lógicas Russell usa el caso de Sócrates 122 veces a lo largo del libro. Eso sería empleado a su vez por Wittgenstein, quien cita dos veces a Sócrates en Tractatus. 264 Monk. (1997). Pág. 45. 265 Monk. (1997). Pág. 45. 266 Monk se refiere a Hans Wittgenstein, que fue un talentoso pianista de su época.
188
que no había logrado descubrir, y que afectaba a los fundamentos del
razonamiento.
La totalidad de todos los objetos lógicos o de todas las
proposiciones supone, al parecer, una dificultad lógica
fundamental. Cuál pueda ser la solución de esta dificultad es
algo que yo no he conseguido descubrir: pero ya que afecta a
los fundamentos del razonamiento, recomiendo investigarlo
seriamente a los estudiantes de lógica267.
Picado por este desafío, Wittgenstein se empeñó en solucionar la
paradoja. Se sumergió en los Principios de Russell y en las
Grundgesetze de Frege. Meses después envió la solución a un amigo de
Russell. No se la aceptó.
Wittgenstein intentó volver a su vocación de ingeniero
aeronáutico, pero la obsesión por resolver los problemas del lenguaje
filosófico que le había despertado Russell acabó por imponerse. En el
verano de 1911 decidió dar por terminados sus días como ingeniero
aeronáutico. Fue entonces cuando trazó las ideas básicas de un libro de
filosofía en medio de un estado de “indescriptible perturbación”
(Monk).
267 Russell, Bertrand. (1902). The principles of mathematics. Cambridge at the University Press. Pág. 528. Recuperado de archive.org. https://ia700402.us.archive.org/20/items/cu31924001610421/cu31924001610421.pdf. En esta web se puede encontrar la obra de Russell en cualquier formato electrónico, pero los más fieles al original son, lógicamente, los pdf.
189
Wittgenstein viajó a Jena, habló con Frege y le mostró sus avances
por escrito. El sabio matemático le hizo una dura crítica, pero le alentó
a conocer a Bertrand Russell en la Universidad de Cambridge268.
Al volver a Inglaterra, en el mismo año, Wittgenstein por fin
conoció a Bertrand Russell, su gran maestro: fue un encuentro más que
providencial porque “en el mismo momento en que Wittgenstein
necesitaba un mentor, Russell necesitaba un protegido”, dice Monk. Si
pudiera hacerse la comparación, se estableció entre ellos la misma
admiración que suponemos que existió entre Platón y Sócrates. Y en
ambos casos, el alumno dio muestras de que podía superar al maestro.
Wittgenstein se presentó en el Trinity College de Cambridge,
donde daba clase Russell. Al escucharle hablar en un inglés
empedrado, y al ver cómo le discutía sus lecciones, Russell le describió
progresivamente en su diario como “un desconocido alemán”, luego
“mi amigo alemán”, “mi ingeniero alemán”, “mi ex ingeniero alemán”, y
al final “mi feroz alemán”. Le tachó de ser “un castigo”, “discutidor”,
“necio”, “loco” y confesó que hablar con ese estudiante era “una
pérdida de tiempo”.
Eso revela el tipo de relación dialéctica que se estableció entre el
mentor y el protegido.
En esas clases, el joven vienés fue gestando pacientemente su obra
por medio de anotaciones, lo que se han llamado los manuscritos
pretractatus, las cuales presentó a Russell en enero de 1912269. Tras
268 “Sabemos que Frege no atinó a comprender las preguntas de Wittgenstein y se las pasó a Russell con la esperanza de que éste pudiese hacer con ellas algo mejor”. Janik y Toulmin. Pág. 32. 269 Eran las Notas sobre lógica, “una serie de reflexiones sobre problemas de filosofía de la lógica tales como el de la naturaleza de la proposición y de los elementos de que ésta consta –o sea, de los así llamados indefinibles– o el del status de la verdad lógica”. Prades y Sanfélix. Pág. 30.
190
leerlas, el maestro confesó que era mucho mejor de lo que hacían sus
alumnos ingleses. En realidad era “muy bueno”.
Según el biógrafo Ray Monk, hasta entonces Wittgenstein no sabía
si valía para la filosofía pero unas palabras de aliento de Russell le
salvaron: acabaron con ocho años de soledad y sufrimiento “durante
los cuales había pensado en el suicidio”270, según confesó a su amigo
David Pinsent.
Aquel año de 1912, antes de finalizar el curso, Russell reconoció
que Wittgenstein ya había aprendido todo lo que tenía que enseñarle. Y
el “feroz y necio” alemán pasó a ser “un gran acontecimiento” en su
vida. Más aún: un genio.
Wittgenstein ha sido tal vez el ejemplo más perfecto de
genio, entendido en el sentido tradicional, con el que me he
tropezado en mi vida: apasionado, profundo, intenso y
dominante271.
En realidad, el día en que el joven vienés le presentó sus notas,
Russell se dio cuenta de que había encontrado a su sucesor.
Le aprecio y tengo la sensación de que resolverá los
problemas que yo ya no puedo solucionar por ser demasiado
viejo… Él es el joven que uno espera encontrar272.
270 Monk. (1997). Pág. 54. 271 Baum (1998). Pág. 61. Se refiere a o que Russell cuenta en sus Memorias. 272 Monk. (1997). Pág. 54.
191
14. NACIMIENTO DEL TRACTATUS
El 7 de agosto, diez días después de que estallara la Primera
Guerra Mundial, Ludwig Wittgenstein se alistó en el ejército austriaco
para combatir con las potencias centrales contra la Triple Entente. Se
la llamó entonces la Gran Guerra.
No se alistó especialmente para defender a su país, sino porque
sentía “un intenso deseo de asumir algo difícil sobre sí mismo y hacer
algo más que un simple trabajo intelectual”, según confesó su hermana
Hermine (Monk). Quizá su estado de ánimo estaba influido por un libro
que no tenía nada que ver con la lógica, pero que asomaría
misteriosamente en algunos pasaje de Tractatus .
Se trataba del texto de William James titulado Variedades de la
experiencia religiosa, un libro, que según confesó Wittgenstein en 1912,
le influyó profundamente, pues en él se afirmaba el valor de una
muerte heroica. “Ahora tengo la oportunidad de convertirme en una
ser humano decente”, escribió Wittgenstein en sus diarios en tiempos
de guerra273.
Intelectualmente Wittgenstein estaba produciendo ya el Tractatus
y su entrada en combate no detendría la elaboración del mismo.
Durante los años de la contienda y en los periodos de permiso, el joven
filósofo se dedicó a perfeccionar el texto hasta tal punto que ya contaba
con una versión final antes de ser capturado, y enviado a un campo de
prisioneros en Montecasino, en Italia, en noviembre de 1918. 273 “En el heroísmo –dice James– sentimos que se oculta el supremo misterio de la vida”. Y más adelante, añade unas oraciones que bien pueden haber influido sobre Wittgenstein: “No importa cuáles puedan ser las debilidades de un hombre, si él desea arriesgarse hasta la muerte, y si, aún más, la padece heroicamente al servicio que ha escogido, ese hecho le consagra para siempre”. James, William. (1985). The varieties of religious experience. Penguin Classics. London. Pág. 364
192
En los meses que estuvo confinado, Wittgenstein dirigió varias
cartas a su amigo y mentor Bertrand Russell. En una le avisaba que
había dedicado los últimos seis años a escribir el Tractatus (aunque lo
titulaba en alemán). Con ese texto, decía, había solucionado “todos
nuestros problemas en esencia”, y por lo tanto, la verdad que estaba
comunicando en el Tractatus era “intocable y definitiva”.
14.1. PROBLEMAS DE PUBLICACIÓN
Al terminar la guerra, el escrito pasó por la editorial vienesa
Jahoda & Siegel, por la del editor Wilhem Braumüller y por las manos
de Ludwig von Ficker, editor de la revista Der Brenner (El encendedor),
sin obtener éxito. Wittgenstein también lo intentó con la editorial
Reclam de Leipzig pero, después de varios intentos, no se llegó a
ningún acuerdo.
Luego, según varios testimonios, Wittgenstein le pidió a Frege que
lo ayudara para publicarlo en la revista Beitrage zur Philosophie der
deutschen Idealismus, pero no logró convencerle274.
En Gran Bretaña, Cambridge University Press rechazó el original,
a pesar de estar recomendado por Russell. Russell lo intentó con
Wilhelm Ostwald el editor alemán de Annalen der Naturphilosophie, y
por fin logró que el Tractatus saliera en original en alemán, con un
comentario del propio Russell.
274 Tampoco había tenido mucho éxito el propio Frege con su Grundgesetze pues tras verla publicada “había sido una obra en parte olvidada”, dice Monk “Pocos se habían molestado el leerla, y menos aún en comprenderla” (1997, Pág. 46). Solo Russell la rescató de este olvido, aunque le hizo varias correcciones lógicas a sus axiomas que desbarataron el fundamento lógico de Frege.
193
Al año siguiente, la editorial británica Kegal Paul lo publicó en
1922 en inglés con traducción de C.K. Ogden y F.P. Ramsey. Como se
verá más adelante, la traducción fue tortuosa.
14.2. EL OBJETIVO DE WITTGENSTEIN
El libro contiene siete temas numerados. Allí están encadenadas
sus tesis principales en forma de aforismos lógicos, de los cuales se
derivan más inferencias. Su tesis principal es lo que puede y no puede
expresarse con el lenguaje pues “los límites de mi lenguaje significan
los límites de mi mundo”.
La filosofía sería aclarada, sus problemas resueltos de
una vez y, encima, no solo ofreciendo nuevas respuestas a
viejas preguntas sino mostrando que aquellas viejas
preguntas estaban más hechas, y procedían de nafa menos
que de ‘la falta de comprensión de la lógica de nuestro
lenguaje275.
Ya Russell había soñado, quizá como Platón, con una escuela de
filósofos con “mentes exactas” –entrenados en matemáticas–, que
resistieran la tentación de las “generalizaciones”, la mayor parte de las
cuales eran falsas, afirma Monk.
Wittgenstein quería demostrar que todos los puntos de vista
filosóficos se asentaban sobre una errónea concepción de la naturaleza
de las proposiciones. Incluso, tratar de responder a una pregunta
275 Monk, Ray (2005). How to read Wittgenstein. WW. Norton. New York. Pág. 17
194
filosófica “era un grave error”. Lo que hacía falta era una correcta
comprensión de la lógica de nuestro lenguaje, añade Monk.
Cuando tuviéramos ese mecanismo, no surgirían preguntas
filosóficas porque las preguntas surgen de una confusión de la lógica
del lenguaje. La tentación de preguntar dejaría de existir276.
Para explicar su propuesta, Wittgenstein tenía antes que exponer
qué era lo que nosotros llamábamos mundo, y cómo nos
relacionábamos con él mediante el lenguaje
La comprensión del Tractatus se hace más fácil si la mente del
lector comienza por figurarse lo mismo que se figuró Wittgenstein en
1914, cuando una lectura al azar le dio la pista sobre cómo tenía que
trabajar en su Tractatus: una revista informaba que un tribunal francés
había recompuesto la historia de un accidente de coches en París con
figuras de juguete. Y la razón de esta figuración es que el tribunal
quería tener una mejor percepción visual del mismo.
Eso dio pie a Wittgenstein a dar con una solución al problema de
la lógica del lenguaje: las proposiciones que empleamos en nuestro
lenguaje son como las figuras del accidente: representan la realidad.
Si nos imaginamos un accidente de vehículos con víctimas en una
ciudad, pensamos en ‘objetos’ (Gegenständen): coches, personas, calles.
Luego, la relación de los mismos entre sí, es decir, la posición de cada
uno en el espacio y en el tiempo es el ‘estado de esas cosas’
(Sachverhalten). Y, por último, todo ese conjunto sería un apilamiento
de cosas sin sentido, de no ser por aquello que le da sentido (sinnvolle),
es decir, un accidente: eso es ‘el hecho’ (der Tatsache).
Cuando hablamos de ese accidente, empleamos todos aquellos
elementos por medio de figuras del pensamiento a las que
276 Monk (2005). Pág. 17.
195
relacionamos con la realidad. En eso consiste el lenguaje y con ese
lenguaje creamos el mundo. Por eso, Wittgenstein empieza su crítica
del lenguaje desde una distancia sideral: define al mundo como “la
totalidad de los hechos”. ¿Y qué es un hecho? Es la coexistencia de
“estados de cosas”, las cuales, son, a su vez, “combinaciones de
objetos”.
Si ahora nos referimos al lenguaje, veremos que el nombre
significa (describe) el objeto. Dado que las proposiciones elementales
del lenguaje son combinaciones de nombres, entonces la lógica del
lenguaje nos dará la forma misma del mundo. Es la forma del mundo.
Puesto que Wittgenstein solo deseaba “fijar un límite a la totalidad
del lenguaje” practicando la filosofía como una “crítica del lenguaje”277,
esto solo lo podía lograrse mediante los enunciados de la ciencia de la
naturaleza, pues son los únicos que se pueden verificar.
Despojada así de la palabrería, a la filosofía solo le quedaría una
tarea: la clarificación lógica de los pensamientos (&4.112). “Concebida
como una especie de terapia conceptual, sólo le competerá curar los
errores que ella misma creaba mediante un estudio detallado de la
manera como el lenguaje ordinario funciona”278.
Para ello tiene que emplear un método, y no salirse de las reglas
de ese método.
§6.53 El método correcto de la filosofía sería
propiamente éste: no decir nada más que lo que se puede
decir; o sea, proposiciones de la ciencia natural –o sea, algo
277 Prades y Sanfélix. Op. Cit. Pág. 22. 278 Introducción de Vicente Sanfélix Vidarte al libro de Ernst Gellner (2002), Lenguaje y soledad: Wittgenstein, Malinowsky y el dilema de los Habsburgo. Editorial Síntesis Madrid. Pág. 11.
196
que nada tiene que ver con la filosofía–, y entonces, cuantas
veces alguien quisiera decir algo metafísico, probarle que en
sus proposiciones no había dado significado a ciertos signos.
Este método le resultaría insatisfactorio –no tendría el
sentimiento de que le enseñábamos filosofía–, pero sería el
único estrictamente correcto.
Wittgenstein cerraba su gran ensayo con una frase final que ha
sido la más repetida por los historiadores, los filósofos y los no
especialistas.
§7 De lo que no se puede hablar, hay que callar279.
Con su aparente sencillez, esta sentencia ha dado pie a
comentarios literarios, políticos, filosóficos y sociales a pesar de que
mucha gente no haya entendido exactamente a qué se refería el
filósofo vienés.
Wittgenstein solo pretendía crear un método para filosofar,
usando un nuevo y certero lenguaje filosófico. Pero sus consecuencias
fueron más allá de lo que imaginaba.
14.3. LA NUMERACIÓN DECIMAL DEL ‘TRACTATUS’
279 Por cierto que Nietzsche tiene una frase bastante parecida: “No hay que hablar más que cuando no puede uno callarse, y no hablar más que de aquello que se ha superado; todo lo demás es palabrería, ‘literatura’, falta de disciplina”. Verdad y mentira en sentido extramoral. Prefacio a Miscelánea de Opiniones y Sentencias. Op.Cit. Pág. 23.
197
La edición original del Tractatus ocupaba poco más de setenta
páginas, y sus argumentos se presentaban por medio de una serie de
proposiciones numeradas.
Las notas, seleccionadas de una serie de alrededor de
siete tomos escritos a mano, aparecen numeradas con el fin
de establecer una jerarquía en la cual, digamos, la nota 2.151
es una amplificación de la 2.15, la cual a su vez amplía la
anotación hecha en el punto 2.1, etcétera280.
La idea de elaborar un libro de lógica desbrozándolo con un
sistema numeral, era lo mismo que había hecho Frege con sus
Grundgesetze, y Russell con sus Principia. Era lo más lógico para un
lógico.
De la misma manera que el diálogo filosófico creado por Platón
nació de la eclosión del diálogo teatral griego, el estilo lógico-‐
matemático de Wittgenstein no nació de la nada. “El proyecto de
Wittgenstein es desarrollar las doctrinas de Frege y Russell, prestando
atención a los problemas en ellas surgidos, y ofreciendo rectificaciones
necesarias para su solución”, afirma María Cerezo en su estudio sobre
la génesis del Tractatus281.
Pero hay más. Wittgenstein escribió anotaciones o inferencias
muy cortas, tan cortas como aforismos. Y eso también era una
imitación del estilo de Lichtenberg, un profesor de filosofía natural
alemán del siglo XVIII que recuperó una enorme popularidad en la
280 Monk, Ray. (1990). Ludwig Wittgenstein: The Duty of Genius. Jonathan Cape. London. Pág. 156. 281 Cerezo, María. (1998). Lenguaje y lógica en el Tractatus de Wittgenstein. Navarra. Pág. 16.
198
Viena de aquellos años. “Lichtenberg empleó un estilo filosófico
aforístico que se puso de moda en esa época; los aforismos del
Tractatus son una ilustración”, dicen Janik y Toulmin282.
Al igual que Platón283, también Wittgenstein copió el estilo que
estaba imperando en otras disciplinas creando un conjunto de
aforismos proposicionales ordenados decimalmente.
Y esta técnica, ¿era la adecuada?
“El objetivo de tal notación no parece ser otro que el de indicar al
lector la manera en que debe relacionar las diferentes tesis del
libro”284.
Wittgenstein pensaba que en su obra eran necesarios estos
números porque “ellos solos dan lucidez y claridad al libro y sería un
revoltijo incomprensible sin ellos” (Monk)285.
Desde el punto de vista cognitivo, la técnica de presentar los
argumentos de forma numeral (o decimal) tiene la ventaja de que
facilita el orden y el resumen mental del escritor, según la consultora
Barbara Minto (citada en la segunda parte de este ensayo). Para tratar
temas abstractos y exposiciones complejas, se considera que la
numeración es una de las técnicas más eficientes.
En el periodismo, la numeración o las listas de ideas también se
emplea profusamente para resumir o exponer noticias en poco espacio.
Los norteamericanos lo llaman listicles (listículos) o artículos de listas.
Son reconocibles porque, desde el principio, prometen ofrecer mucha
información en poco tiempo y de forma concreta. “Cinco razones para
282 Janik y Toulmin. Op. Cit. Pág. 222. 283 Nos referimos a lo que hemos comentado en la primera parte, los diálogos teatrales llenos de preguntas, y a la intervención de personajes que se preguntan y responden. 284 Prades y Sanfélix. Pág. 31. 285 Monk. (1997). Pág. 178.
199
entender qué pasa en Ucrania”; “Historia de Palestina en ocho fechas
clave”, “Los quince mayores enigmas de la física”; “Platón, en diez
frases”286.
Para Minto, un texto presentado numéricamente y con puntos
destacados, “no solo te ahorra palabras y hace las ideas más fáciles de
entender, sino que te ayuda a comprobar que estás diciendo
claramente lo que querías decir”287. Desde el punto de vista lógico, la
organización numerada es seguramente la forma más rápida y
adecuada de exponer una idea de forma clara. Los ojos del lector van al
grano y su mente relaciona los puntos rápidamente y en orden lógico.
Ahorra tiempo.
A Wittgenstein desde luego se lo ahorró porque Tractatus no es
un libro extenso. Todo lo contrario. Ocupa pocas páginas y emplea un
vocabulario bastante sencillo. Se lee en pocas horas. (Otra cosa es
entenderlo, como se explicará más adelante).
Pero Minto expone algunas desventajas de este sistema decimal.
“La excesiva numeración indexada tiende a interrumpir la
concentración del lector sobre el contenido del documento, o sobre
una sección cualquiera, como un todo”. Es decir, la información
numerada es buena para resumir, pero se vuelve contra el lector 286 Periodísticamente hablando, el éxito de esta fórmula de escribir se ha comprobado con la fulgurante ascensión de BuzzFeed, una web que en pocos años (nació en 2009) se ha convertido en una de las más rentables, más visitadas y más populares de EEUU. 287 La exposición numerada no es nueva. Desde ‘Los diez mandamientos’, tenemos testimonios escritos de que es una forma clásica y eficiente de exponer argumentos. A principios del Renacimiento una de las mayores conmociones de la historia occidental sucedió por la explosión ordenada de argumentos contra los métodos de recaudación de la iglesia y la corrupción de las costumbres cristianas. El monje Martin Lutero expuso sus ‘95 tesis’ en frases cortas en latín que, como se diría hoy, cabrían en un tuit. La leyenda afirma que un papel conteniendo las ‘95 tesis’ fue colgado en los portones de la Iglesia de Wittemberg. Su difusión fue inmediata y masiva. El texto de Lutero se convirtió en la mayor y más sangrienta escisión de la Iglesia en toda su historia.
200
cuando pasan páginas y páginas con índices y subíndices. Se pierde la
atención. “Tienen un inconveniente práctico concreto, pues cualquier
enmienda a la copia final que suprima un párrafo o similar, puede
requerir renumerar todos los párrafos siguientes”288.
Max Black en su Companion para entender el Tractatus, llegó a
calificar el sistema numeral de “chiste” (joke). Dice: “Posiblemente
influido por un sistema parecido de referencias en Principia
Mathematica, el invento es aquí tan desconcertante [misleading] como
para sugerir que se está tomando el pelo al lector”289.
Lo que parece cierto es que ese estilo ayudó a Wittgenstein a
resolver su propio problema de escritura: le resultaba muy difícil
escribir de filosofía. Ordenar sus pensamientos era una tarea hercúlea.
Por ejemplo, en el prólogo de Investigaciones Filosóficas, confesó cómo
le torturaba escribir sus pensamientos.
Tras varios intentos desafortunados de ensamblar mis
resultados en una totalidad semejante, me di cuenta de que
eso nunca me saldría bien. Que lo mejor que yo podría
escribir siempre se quedaría sólo en anotaciones filosóficas;
que mis pensamientos desfallecían tan pronto como
intentaba obligarlos a proseguir, contra su inclinación
natural, en una sola dirección. Y esto estaba conectado,
ciertamente, con la naturaleza misma de la investigación. Ella
misma nos obliga a atravesar en zigzag un amplio dominio de
pensamiento en todas las direcciones. Las anotaciones
filosóficas de este libro son como un conjunto de bosquejos
288 Minto. Op cit. Pág. 74. 289 Black, Max. (1971). A Companion to Wittgenstein Tractatus. Cambridge University Press. EEUU. Pág. 2.
201
de paisajes que han resultado de estos largos y enmarañados
viajes290.
Una vez que había terminado de escribir un punto, lo retocaba
continuamente. Cuando esbozaba cuadros, diagramas o dibujos,
reconocía que “estaban mal dibujados o carecían de personalidad,
aquejados de todos los defectos de un torpe dibujante”291.
290 Wittgenstein, Ludwig. (1999). Investigaciones filosóficas. Altaya. Barcelona. Pág. 5. 291 Wittgenstein. (1999). Pág. 5. Wittgenstein afirmó que Investigaciones filosóficas parecía más bien un álbum. Reconoció que había abandonado la idea de publicar este libro.
202
15. EL IMPACTO DEL TRACTATUS
En cualquier caso, el impacto de Wittgenstein en el mundo de la
filosofía analítica fue gigantesco no tanto por su sistema expositivo
decimal sino por algo que sorprendió a los lógicos: la “estructura
cristalina”, donde cada proposición se expresa con el tipo de finalismo
“que sugiere que son parte de la misma verdad incontrovertible” 292.
El libro impulsó las teorías del Círculo de Viena y del grupo de los
filósofos analíticos que pensaban que la metafísica tenía que
desaparecer definitivamente de la filosofía, y con ella todo su lenguaje
no lógico. Lo que es decible solo es aquello “de lo que se puede aducir
pruebas científicas” 293 . Cuando el Tractatus cayó en sus manos,
Wittgenstein se convirtió de repente “en uno de los principales
precursores del neopositivismo”.
Moritz Schlick llegó a denominar el libro de Wittgenstein un
turning point en la filosofía294 . Para los neopositivistas lógicos, el
Tractatus era algo más que su hoja de ruta: era la constatación de que
estaban en lo cierto. La metafísica no tenía significación alguna
(meaningless) porque no empleaba un lenguaje lógico matemático.
Todo lo que no era verificable, no era científico, y la filosofía, en
concreto la metafísica, era pura palabrería.
En cambio, la ausencia de palabrería en el Tractatus, su
presentación en forma de aforismos y su estructura lógica, era
precisamente lo que necesitaban los positivistas para fundamentar sus 292 Monk. Pág. 156. 293 Baum. (1998). Pág. 89. 294 Shanker, S.G. (1987) Wittgenstein and the turning point in the philosophy of mathematics. Croom & Helm. London. Great Britain. Pág. 1. Schlick dijo: “Estoy convencido de que estamos en el presente en medio de un cambio último en la filosofía… el giro decisivo fue primeramente logrado por Ludwig Wittgenstein”.
203
posturas académicas: una biblia que expusiera cuáles eran los
problemas de la filosofía, y un texto seminal que contuviese los
mandamientos de la nueva forma de lenguaje. “Positivistas lógicos
como Carnap y Ayer apretaron la obra contra su pecho y la trataron
como biblia del empirismo”295.
El Tractatus llegó en el momento adecuado: desde el punto de
vista histórico, era el momento de las ciencias; desde el punto de vista
de la lenguaje filosófico, era el momento de la lógica; y hasta desde el
punto de vista del ‘estilo filosófico’, era el mejor momento para
ordenar los pensamientos con aforismos numerados, sin
revestimientos, sin disfraces, sin rodeos metafísicos. Al grano.
Pero a pesar de su técnica numerada, y de emplear un alemán
sencillo, Tractatus no es un libro fácil de leer. Es difícil de entender. Es
terriblemente oscuro.
15.1. LAS DIFICULTADES PARA ENTENDER ‘TRACTATUS’
“Los primeros en no comprenderle fueron, en cualquier caso, los
editores”, cuentan Muñoz y Reguera en la introducción del Tractatus al
español (Alianza), que refieren todas las peripecias que atravesó el
libro para ser publicado.
Porque una de las mayores dificultades del Tractatus es que es un
libro tortuoso. “Se trata de un libro breve pero difícil hasta rayar en lo
enigmático”296, dicen Prades y Sanfélix, dos autores que han dedicado
varios ensayos a la obra del vienés. “Uno bien puede leerlo
tranquilamente en una tarde, pero tampoco se extrañará, después de
hacerlo, al saber que hay quien ha dedicado más de veinte años a la 295 Janik y Toulmin. Pág. 27. 296 Prades y Sanfélix. Pág. 31
204
tarea de descifrarlo”. De ahí que dichos autores califiquen su estilo de
“austero”, y muchos de sus presupuestos de “insostenibles”.
En una carta de agosto de 1918 a Russell, Wittgenstein reconocía
que era un libro oscuro porque le costaba escribir sobre lógica: “Esta
es la razón de que mi libro sea tan corto y, consecuentemente, tan
oscuro. Pero no puedo hacer nada por evitarlo”297. Angustiado por su
incapacidad para ser comprendido, reconoce: “¡Es… amargo pensar
que nadie lo entenderá aunque se publique”.
Wittgenstein reconocía que al propio Russell no le sería fácil
entenderlo “sin una explicación previa, ya que está escrito en forma de
observaciones harto cortas”. Y añadía entre paréntesis: “Esto significa,
por supuesto, que nadie lo comprenderá; a pesar de que creo que todo
él es claro como el cristal”298.
Saúl Kripke, que dedicó enormes esfuerzos para hablar de otra
obra de Wittgenstein (Investigaciones Filosóficas), calificó al Tractatus
de “una de las obras de filosofía más difíciles”299.
Hasta los traductores tenían problemas para entenderlo. Brian
McGuinness, alumno y traductor de una versión al inglés, afirmaba al
profesor alemán de filosofía Wolfgang Kienzler que algunas frases de la
vieja traducción de Ogden no tenían sentido en inglés si no se hacía
referencia a su original alemán. McGuinness afirmaba que era tan
difícil de traducir que “se torturaba a la terminología para que tuviera
cierta consistencia”300.
297 Tractatus. Pág. iii. 298 Wittgenstein, Ludwig. (1999). Tractatus Logico-‐Philosophicus. Alianza. Madrid. Pág. ii. 299 Kripke, Saul. (2006). Wittgenstein: a propósito de reglas y lenguaje privado. Tecnos. Madrid. Pág. 84. 300 Kienzler, Wolfgang. (2007). “Die Sprache der Logisch-‐Philosophischen Abhandlung: klar oder deutlich?”. Pág. 17. Universidad de Jena. Recuperado de: http://www.ifp.uni-‐jena.de/ifpmedia/PDF/Die+Sprache+der+Abhandlung2.pdf
205
El profesor Kienzler se preguntaba en un ensayo si el Tractatus es
un libro claro. Para él más bien “es difícil” que peca de tener a
“problemas de comprensión”. “La forma externa y el lenguaje en que
está escrito, plantea a los intérpretes cada vez más problemas”301.
En el prólogo del Tractatus, Wittgenstein ya avisaba al lector de
las dificultades con las que se iba a topar. “Posiblemente sólo entienda
este libro quien ya haya pensado alguna vez por sí mismo los
pensamientos que en él se expresan o pensamientos parecidos”302.
Cualquier persona con cierta preparación filosófica pero que
nunca haya leído a Wittgenstein, se encontrará ante serias dificultades
de comprensión, tal como previó Wittgenstein.
Por ejemplo, a escala conceptual, un aforismo de Nietzsche es
fácilmente comprensible: “Lo que no me destruye me fortalece”.
Un aforismo de Wittgenstein, como el que abre el Tractatus, es
sintácticamente incriticable y no comete ninguna irregularidad
gramatical. “El mundo es todo lo que es el caso”.
Pero, ¿qué sentido tiene? ¿Qué quiere decir?
El libro discurre entero con esa marea de aforismos abstractos y
conceptualmente difíciles. Razón por la cual muchos expertos
advierten que el Tractatus está lleno “concepciones enigmáticas”303.
En concreto, una de las sentencias más enigmáticas es la número
6.54: ha provocado ríos de tinta y hasta una rica doxografía, lo que
301 Kienzler es profesor del Instituto de Filosofía de la Universidad de Jena. Buena parte de sus artículos y trabajos los ha dedicado a Wittgenstein, a Frege y a la lógica matemática. Se puede consultar su obra en http://www.ifp.uni-‐jena.de/Webseiten+der+Mitarbeiter/Kienzler_+Wolfgang_+PD+Dr_.html 302 Tractatus. Pág. i. 303 Ricketts, Thomas. (1996) “Pictures, Logic, and the limits of sense in Wittgenstein’s Tractatus”. The Cambridge Companion to Wittgenstein. The Press Syndicate of the Cambridge University Press. New York. USA. Pág. 59.
206
recuerda a “la sentencia” de Anaximandro que provocó un profundo
estudio de Heidegger para elucidarla304.
La sentencia enigmática de Wittgenstein dice así:
Mis proposiciones esclarecen porque quien me entiende
las reconoce al final como absurdas, cuando a través de ellas –
sobre ellas– ha salido fuera de ellas. (Tiene, por así decirlo, que
arrojar la escalera después de haber subido por ella).
Tiene que superar estas proposiciones; entonces ve
correctamente el mundo.
Es decir, “cualquier lectura satisfactoria del Tractatus debe ser
capaz de comprender la insistente y algo enigmática conclusión de
Wittgenstein de que sus 'elucidaciones' han sido solo una tontería”305
(Hutchinson y Read, 2006).
304 Heidegger, Martin. (2010). Caminos de bosque. “La sentencia de Anaximandro”. Alianza. Heidegger comienza diciendo: “Pasa por ser la sentencia más antigua del pensamiento occidental”. 305 Hutchinson, Phil y Read, Rupert. (2006). “An Elucidatory Interpretation of Wittgenstein’s Tractatus: A Critique of Daniel D. Hutto’s and Marie McGinn’s Reading of Tractatus 6.54”. International Journal of Philosophical Studies. Vol. 14 (1), 1–29. Pág. 2. Los autores analizan los trabajos de Hutto y McGinn sobre el parágrafo 6.54 de Wittgenstein, uno de los más enigmáticos pues parece como si el autor invitara al lector a “lanzar lejos el Tractatus” así como sus ‘elucidaciones’ porque al final del texto uno ya ha conseguido “ que esas proposiciones le hayan elucidado”. Pero la verdad es que Nietzsche dice algo parecido cuando habla de que sus obras hablan solo de sus “superaciones” y que las ha dejado atrás. Prefacio a Miscelánea de Opiniones y Sentencias. Op. Cit. Pág. 23.
207
15.2. EL ENIGMA ÉTICO DEL TRACTATUS
El texto del Tractatus es tan interpretable que se habla incluso de
dos sentidos, ninguno de los cuales parecen tener mucho en común: la
interpretación lógica y la interpretación ética.
El punto de vista de su libro –según él mismo insistiese
debidamente– es un punto de vista ético; son sólo sus
técnicas formales lo que procede de la lógica
proposicional.306.
Wittgenstein no pensaba que era un libro de lógica, sino de ética.
Precisamente hay algo que desconcierta a los wittgenstenianos y a
cualquier lector que se aproxime al Tractatus: después de haber
llevado a sus extremos los límites del lenguaje, y después de haber
empleado tablas de verdad, inferencias y deducciones para demostrar
que no hay nada fuera del lenguaje, Wittgenstein cambia de rumbo y al
final del libro se torna místico. Da un giro radical. Habla de
inmortalidad, de Dios, de ética y de mística.
§ 6.41 El sentido del mundo tiene que suceder fuera de él.
§ 6.421 Está claro que la ética no resulta expresable.
La ética es trascendental.
§ 6.4311 La muerte no es un acontecimiento de la vida. No se
vive la muerte.
306 Janik y Toulmin. Pág. 213.
208
§ 6.4312 La inmortalidad temporal del alma del hombre, esto
es, su eterno sobrevivir tras la muerte, no solo no está
garantizada en modo alguno, sino que, ante todo, tal supuesto
no procura alcanzar en absoluto lo que siempre se quiso
alcanzar con él. ¿Se resuelve acaso un enigma porque yo
sobreviva eternamente? ¿No es, pues, esta vida eterna,
entonces, tan enigmática como la presente? La solución del
enigma de la vida en el espacio y el tiempo reside fuera del
espacio y del tiempo.
§6.432 Cómo sea el mundo es de todo punto indiferente para
lo más alto. Dios no se manifiesta en el mundo307.
Janik y Toulmin califican ese giro como algo que quedará en la
historia de la filosofía como “cosa misteriosa”.
Parece que se nos disloca la cabeza ante una ristra de
tesis dogmáticas sobre el solipsismo, la muerte y ‘el sentido
del mundo’ que ‘debe hallarse fuera del mundo’. Dada la clara
desproporción del espacio que se dedica respectivamente a
los preliminares lógico-‐filosóficos y a estos postreros
aforismos teológico-‐morales, la tentación ha sido despachar
las proposiciones finales como obiter dicta; como si fuesen
casuales nuevas ideas puestas por su efectismo al final de un
juicio legal y que no poseen fuerza alguna valedera
subsiguiente, por no tener conexión jurídica con el caso en
cuestión. ¿Pero está realmente justificada esta lectura del
Tractatus? ¿Eran estas últimas reflexiones sobre la ética, el
307 Wittgenstein. Tractatus Alianza.
209
valor y ‘los problemas de la vida’ meros latiguillos,
contrapesos, o personales reflexiones tardías?
En otro punto, antes del final, Wittgenstein da un giro religioso
desconcertante al decir que “el sentimiento del mundo como todo
limitado es lo místico”.
En realidad, Wittgenstein estaba tratando de resolver un
problema que le preocupó desde muy joven y que orientó el destino
del Tractatus: ¿cómo conjugar el lenguaje lógico y proposicional, con su
misticismo religioso? Para ello, tenía que “encontrar un método y una
manera de reconciliar la física de Hertz y Boltzmann con la ética de
Kierkegaard y Tolstoi dentro de una única y coherente exposición”308.
No se debe olvidar que, en plena guerra, Wittgenstein tuvo una
conversión religiosa tras atravesar una crisis existencial que estuvo a
punto de llevarle al suicidio. Y le salvó la lectura de un libro de
Tolstoi309.
Fue, como si dijéramos, salvado por el verbo. Durante su
primer mes en Galitzia, entró en una librería, donde sólo
pudo encontrar un libro: Resumen del Evangelio, de León
Tolstoi. El libro le cautivó. Para él se convirtió en una especie
de talismán: lo llevaba allí donde iba, y lo leía con tanta
308 Janik y Toulmin. Pág. 213. 309 Janik y Toulmin, escriben: “Para Wittgenstein, al igual que para Tolstoi, las exigencias de una integridad personal iban asociadas al reconocimiento de la obligación teórica de un igualitarismo absoluto y de una entera preocupación por sus hermanos los hombres. Con todo, esta obligación se quedaba en gran medida en estado de teoría. Sus costumbres normales eran las de un recluso, y fue solamente durante la Segunda Guerra Mundial cuando sus convicciones tuvieron la oportunidad de expresarse en la práctica con su resolución de asumir el trabajo de la guerra en la más baja de las ocupaciones, como practicante y porteador de un hospital”. Pág. 223.
210
frecuencia que se llegó a saber párrafos de memoria. Llegó a
ser conocido entre sus camaradas como ‘el hombre de los
Evangelios’310.
Wittgenstein también quedó muy influido desde muy joven por el
libro de William James, Las variedades de la experiencia religiosa. Lo
cita varias veces en sus diarios. Y en cierta ocasión, como recoge su
biógrafo, confesó a Russell lo siguiente:
Este libro me hace mucho bien. No quiero decir que vaya
a convertirme en un santo, pero no estoy seguro de que no
vaya a mejorar un poco en el sentido en que a mí me gustaría
mejorar muchísimo: por ejemplo, creo que me ayuda mucho a
liberarme de la Sorge [preocupación, angustia]311.
La preocupación era tan intensa y constante, que una noche que
Wittgenstein estaba en la habitación de Russell caminando de un lado
para otro con angustia, el inglés le preguntó: “¿Está usted meditando
sobre la lógica o sobre sus pecados?”.
Wittgenstein respondió: “Sobre las dos cosas”, y siguió
caminando312.
310 Monk. (1997). Pág. 121. Por cierto, recuerda mucho la revelación que sufrió San Agustín cuando abrió los Evangelios, y que hemos comentado en la segunda parte de este ensayo. Punto 6.1 La curiosidad y el deseo de saber. Es una nota a pie de página. 311 Monk. (1997). Pág. 63. 312 Baum, Wilhelm. (1988). Ludwig Wittgenstein. Alianza. Madrid. Página 61. Baum lo recoge de las Memorias de Russell.
211
16. CRÍTICAS AL FONDO DEL TRACTATUS
Desde el principio, sus intentos de reconsiderar la lógica del
lenguaje han fascinado a los lectores del Tractatus313. Pero también se
le han dedicado duras puyas porque encerraría muchas trampas.
Ernst Gellner, uno de sus mayores críticos, decía lo siguiente del
Tractatus :
En él [el Tractatus] las ideas se presentan no como una
opinión, que pueda ser argumentada frente a otras visiones
alternativas o frente a la mera duda, o como un caso entre
otros, sino más bien como un conjunto de verdades
incuestionables y autoevidentes, que no permiten legítimo
cuestionamiento y cuyo estatus esta de algún modo mucho
más allá de cualquier afirmación mundana314.
La frase que cierra el Tractatus (“De lo que no se puede hablar,
hay que callar”), era para Gellner el ‘Argumento de la Impotencia’. “Lo
que dice es: ¿qué otra cosa podría ser la filosofía, salvo el estudio de las
palabras y cómo las usamos?”.
Si eso era así, ¿dónde quedaba la orientación, el consejo y la
explicación del mundo?, se preguntaba Gellner. ¿Dónde quedaban
nuestras formas de entender lo que pasa? ¿Dónde quedaba la actividad
del pensar?
313 Ricketts. Pág. 59. 314 Gellner, Ernst. (2002). Lenguaje y Soledad: Wittegenstein, Malinowsky y el dilema de los Habsburgo. Editorial Síntesis. Madrid. Pág. 100.
212
“La filosofía, hablando en claro, es la discusión sobre temas
fundamentales, de las características centrales y los problemas del
universo, de la vida, del hombre, del pensamiento, de las ciencias”,
bramaba Gellner 315 . Y eso se hacía enseñando filosofía en las
universidades, haciendo socratismo, no encerrándose en los problemas
del lenguaje. “A diferencia de la técnica socrática, ésta [la forma de
enseñar de los profesores de Filosofía Analítica] no desentierra
verdades: sus matronas desentierran confusiones”316. Porque, claro, si
el profesor wittgensteniano se dedica a decirle al alumno que de lo que
no se puede hablar, hay que callar, entonces, no hay preguntas, no hay
debate, no hay discusiones. Solo hay terapias de grupo.
Los cónclaves de los filósofos lingüísticos tiene mucho en
común con los grupos terapéuticos y con algunos grupos
religiosos, en el sentido de que su actividad consiste
ampliamente en confesiones: en realidad no son confesiones
de los pecados, recuerdos y emociones de uno, sino
confesiones de los conceptos de cada uno…
Otra posible comparación con los grupos terapéuticos es
la idea asumida de que el líder tiene acceso a una teoría o
conocimiento que tiene poderes curativos, pero sin que esta
verdad sanadora pueda ser directa o sucintamente
comunicable”. Tiene que emerger de forma intangible
durante la sesión de confesiones317.
315 Gellner, Ernst. (1959). Words and things. London. Victor Gollancz. Pág. 247. 316 Gellner (1959). Pág. 244. 317 Gellner (1959). Pág. 243.
213
Wittgenstein y toda su filosofía del lenguaje basada en lo inefable,
la comunicación evasiva, la oscura visión interior oscura y el
camuflaje 318 , había creado una corriente antisocrática donde los
alumnos y el profesor, en lugar de encontrar la verdad a través del
cuestionamiento, formaban un grupo esotérico de debate (esoteric
discussion group).
El papel del filósofo era plantear cosas de las que hablar. No lo que
estaba haciendo la filosofía analítica.
Siguiendo los pasos de Frege y Russell, Wittgenstein
argumentó que toda oración con significado debe tener una
estructura lógica precisa, la cual, sin embargo, generalmente
está oculto bajo el ropaje de la apariencia gramática de la
oración y requiere, por tanto, un extenso análisis lógico para
hacerla evidente319.
El estilo impersonal del lenguaje wittgensteniano contrastaba
desde luego con el drama filosófico ‘montado’ por Platón. En el
Tractatus no había personajes. No había diálogo. No había escenario.
Sólo un monólogo: el de un prisionero en su celda. En su afán por no
salirse de lo que se podría probar, Wittgenstein se limitó a quedarse en
las fronteras de lo que el lenguaje podía decir. “Si el lenguaje resultara
ser diferente de lo que el libro afirmaba, podría haber una salida… Pero
no había en sí mismo ningún uso para ella. No había ningún sitio
adónde ir”, dice Gellner. El Tractatus era “una jaula de hierro” 320. 318 Gellner (1959). Pág. 244 319 Sluga, Hans. (1996), “Ludwig Wittgenstein: Life and work. An Introduction”. The Cambridge Companion to Wittgenstein. The Press Syndicate of the Cambridge University Press. New York. USA. Pág. 10. 320 Gellner. (2002). Pág. 144.
214
.
Wittgenstein reconocería muchos años después que el Tractatus
estaba lleno de “graves errores”321. Debía reconsiderar algunas cosas
“y explicar sus pensamientos”. Juntando los viejos del Tractatus con los
nuevos, “recibirían su correcta iluminación con el contraste”, de lo cual
nació Investigaciones filosóficas.
Renunció a gran parte de lo que había escrito en el Tractatus,
sumiendo a la filosofía analítica y a sus seguidores en un profundo
desconcierto. Es más, lo que sostuvo al final de su vida, desde el punto
de vista tanto filosófico, como de la filosofía del lenguaje, tenía poco
que ver con el Tractatus.
La nueva filosofía de Wittgenstein implicaba el rechazo
de algunos de los pensamientos fundamentales del Tractatus.
Abandonó la teoría del lenguaje basada en la imagen, la
doctrina de que todas proposiciones significativas eran
funciones de verdad de proposiciones elementales, y la
doctrina de lo inefable. Se podría decir que algunas de estas
ideas fueron en cualquier caso reemplazadas por desarrollos
filosóficos posteriores a la publicación del Tractatus322.
Según Von Wright, todo eso tuvo lugar en 1933, cuando ocurrió un
“cambio radical” en el pensamiento de Wittgenstein. Más aún: “Los
cambios en la obra de Wittgenstein marcaron un alejamiento radical
de los caminos de la filosofía que existían entonces”.
321 Wittgenstein. Investigaciones filosóficas. Pág. 5. 322 Von Wright, Georg Henrik. (1955). “Ludwig Wittgenstein, A Biographical Sketch”. The Philosophical Review. Vol. 64, No. 4 (Oct., 1955). Págs. 527-‐545. Pág. 538.
215
Sin embargo, Tractatus Logico-‐Philosophicus sigue siendo una de
las obras clave de la filosofía. A pesar de todas estas contradicciones.
216
17. CÓMO USABA WITTGENSTEIN LAS PREGUNTAS
Wittgenstein no incluyó muchas preguntas en su único libro
editado en vida: solo 29. En cambio en La república hay 1.780
preguntas. Si Tractatus tuviera la misma extensión que La república,
debería tener por los menos 348 preguntas para igualarle: pero tiene
doce veces menos323.
Sin embargo, en sus libros post mortem había bastante más
preguntas que en Tractatus. Por ejemplo, en Investigaciones Filosóficas
había más de mil preguntas. Otras obras de Wittgenstein se encuentran
plagadas de preguntas debido, en parte, a que eran las notas que sus
alumnos recogían en clase.
Por ejemplo, en las notas recogidas por Rush Rhees y Margaret
McDonald, se revela un profesor que emplea constantemente–como
Sócrates– la pregunta retórica como ‘herramienta de comunicación’324.
¿No podríamos decir…?
¿Qué significa que…?
¿Pero por qué…?
Por eso poseen la misma belleza formal que los diálogos
socráticos, solo que Wittgenstein no crea personajes, sino que habla a
323 El cálculo se ha hecho tomando las versiones en inglés de ambos y aplicando el contador de caracteres con espacios: Tractatus tiene 124.099 caracteres y La república, 633.350. Luego se aplica una regla de tres para saber cuántas preguntas debería tener el Tractatus si tuviera el mismo número de caracteres de La República. 324 Wittgenstein, Ludwig. “The language of sense data and the private experience.”. Notes taken by Rush Rhees of Wittgenstein’s Lectures 1936. En Wittgenstein, Ludwig. (1993) Philosophical Occasions. Hackett Publishing. Pág. 290.
217
un auditorio. Es un lenguaje educativo con preguntas realizadas para
aclarar325 o para activar la mente.
Cuenta Von Wright que las clases de Wittgenstein se paralizaban
cuando se lanzaba una pregunta.
Desde el comienzo de 1930, con algunas interrupciones,
Wittgenstein dio conferencias en Cambridge. Como era de
esperar, sus conferencias fueron muy "poco académicas". Las
impartió en su propia habitación o en las habitaciones de un
amigo en la universidad. No llevaba un manuscrito o notas.
Reflexionaba antes de empezar clase. Daba la impresión de
estar sometido a una tremenda concentración. La exposición,
por lo general, comenzaba con una pregunta, a la que la
audiencia tenía que sugerir una respuesta. Las respuestas, a
su vez, se convertían en punto de partida para nuevas
reflexiones, las cuales conducían a nuevas preguntas. En gran
medida, dependía de la audiencia si la discusión se tornaba
fructífera y si el hilo conductor se mantenía claro de principio
al fin de una clase, y de una clase a otra. Muchos de sus
oyentes fueron personas altamente cualificadas en sus
especialidades326.
325 Una de las formas pedagógicas más eficaces es el uso de ejemplos. La República está llena de ejemplos lanzados por Sócrates para explicar claramente una postura, una opinión o una tesis. En Tractatus, en cambio, apenas hay ejemplos. Pero las clases de Wittgenstein sí estaban plagadas de ellos. Sus alumnos McDonald y Rhees recogieron multitud de ellos, sin los cuales a un maestro le sería muy difícil explicarse: “Supongamos que…”; “Imagínese…; “El caso más claro es aquel que…”; “Considérese que tengo…”. Philosophical Occasions. Págs. 290 y ss. 326 Von Wright. Pág. 540.
218
Sabemos que Wittgenstein reflexionó sobre las preguntas en
Tractatus.
§ 6.51 El escepticismo no es imbatible, sino
manifiestamente absurdo, cuando quiere dudar allí donde no
puede preguntarse.
Porque sólo puede existir duda donde existe una
pregunta, una pregunta solo donde existe una respuesta, y
ésta, sólo donde algo puede ser dicho.
§ 6.52 Sentimos que aun cuando todas las posibles
cuestiones científicas hayan recibido respuesta, nuestros
problemas vitales todavía no se han rozado en lo más
mínimo. Por supuesto que entonces ya no queda pregunta
alguna; y esto es precisamente la respuesta.
§ 6.521 La solución del problema de la vida se nota en la
desaparición de ese problema. (¿No es ésta la razón por la
que personas que tras largas dudas llegaron a ver claro el
sentido de la vida, no pudieran decir, entonces, en qué
consistía tal sentido?)327.
Posteriormente, en Investigaciones Filosóficas, dedicaría una
reflexión a las preguntas retóricas y a un lenguaje ideal.
Imagínate un juego de lenguaje en el que B,
respondiendo a la pregunta de A, dé parte del número de
losas o cubos que hay en una pila, o de los colores y formas de
las piedras de construcción que están aquí y allá.— Así, un
327 Tractatus. Págs. 181-‐183
219
parte podría sonar: “Cinco losas”. ¿Cuál es entonces la
diferencia entre el parte o la aserción, “Cinco losas”, y la
orden, “¡Cinco losas!”?— Bueno, el papel que la emisión de
estas palabras juega en el juego de lenguaje. Probablemente
también será diferente el tono en que se pronuncian, y el
semblante y muchas otras cosas. Pero podemos también
imaginarnos que el tono es el mismo –pues una orden y un
parte pueden pronunciarse en varios tonos y con varios
semblantes– y que la diferencia reside sólo en el empleo.
(Ciertamente también podríamos usar las palabras “aserción”
y “orden” para designar una forma gramatical de oración y
una entonación; como llamamos de hecho a “¿No hace hoy un
tiempo espléndido?” una pregunta, aunque se use como
aserción). Podríamos imaginarnos un lenguaje en el que
todas las aserciones tuviesen la forma y el tono de preguntas
retóricas; o toda orden la forma de la pregunta: “¿Querrías
hacer esto?” Quizás entonces se diría: “Lo que él dice tiene la
forma de una pregunta, pero es realmente una orden” –esto
es, tiene la función de una orden en la práctica del lenguaje.
(Similarmente se dice “Harás esto” no como profecía, sino
como orden. ¿Qué la convierte en una cosa y qué en la
otra?)”328.
¿Habría sido el Tractatus un libro más claro si hubiera incluido
más preguntas? No tiene por qué serlo. Muchos libros bien escritos en
la historia del pensamiento no están trufados de preguntas.
328 Wittgenstein, Ludwig. Investigaciones filosóficas. Altaya. Barcelona. 1999. Página 14.
220
Las preguntas, como hemos visto en la segunda parte, aumentan
el interés y la curiosidad, y son una buena herramienta para retomar el
hilo conductor de un debate o para implicar a los alumnos en la
filosofía.
Pero si el Tractatus hubiera estado plagado de preguntas, no sería
el Tractatus. Sería algo completamente diferente. El libro mayor de
Wittgenstein expone argumentos basados en proposiciones y emplea
la lógica formal para demostrarlas. A pesar de su vocabulario sencillo,
la construcción de sus oraciones se aleja del relato, tanto por su estilo
numeral como por el mismo sentido de las proposiciones.
No deja de sorprender que una de sus mayores propuestas, como
decía Von Wright, fuera que “el lenguaje es una figura de la
realidad”329, pero el lenguaje de Wittgenstein en el Tractatus es poco
figurativo, por no decir nada figurativo.
§2.1 Nos hacemos figuras de los hechos.
§2.11 La figura representa el estado de cosas en el
espacio lógico, el darse y no darse efectivos de estados de
cosas.
§2.12 La figura es un modelo de la realidad.
Estas expresiones, a pesar de que hablan claramente de que nos
representamos la realidad mediante ‘imágenes’ o ‘figuras’, y que ello
329 Muñoz y Reguera traducen Bild como ‘figura’. La traducción inglesa es ‘picture’, que se parece más a ‘imagen’ que a ‘figura’. En ese sentido la traducción inglesa parecería estar más cerca de lo que Wittgenstein quería decir. Pero como dicen Janik y Toulmin, el correcto concepto de ‘imagen’ en alemán se expresa con la palabra Vorstellung. “Esta es la palabra que corrientemente usan los filósofos alemanes para denotar la imagen mental de un dato sensorial”, Janik y Toulmin. Pág. 176.
221
constituye el lenguaje, se ciñen a una expresión tan conceptual, que
hasta para los expertos en filosofía resultan lejanas.
No deja de ser contradictorio que Wittgenstein dedicara tanto
interés a la figuración del lenguaje y del mundo, y que haya sido tan
poco inteligible. Sobre todo porque el lenguaje figurativo es una de las
cualidades de los libros de Platón, unido a la técnica coloquial-‐teatral, y
a las cuestiones de fondo que interroga. Uno se puede ‘imaginar’ lo que
dicen y se preguntan los personajes en sus obras, y participar en el
debate. Imaginar algo así en el Tractatus es difícil. Casi imposible.
En cualquier caso, ese análisis queda fuera de las pretensiones de
este trabajo. Correspondería a otros estudiar la relación de metáforas,
ejemplos, símiles, imágenes, alegorías y relatos que emplean ambos
autores para hacerse entender. Y relacionar todo ello, como hicimos en
la segunda parte, con la neurociencia. De hecho, existen múltiples
ensayos de la psicología cognitiva sobre el impacto de las metáforas en
la mente humana330.
Esa tarea es todo un campo por descubrir.
330 Sólo por citar algunos: Inhoff, Albrecht W; Lima, Susan D.; Carroll, Patrick J. (1984). “Contextual effects on metaphor comprehension in Reading”. Memory & Cognition. 1984, 12 (6). Págs. 558-‐567.; Gagné, Christina; Friedman, Alinda; Faries, Jeremiah. (1996). “Effects of Priming on the Comprehension of Predicative Metaphors”. Metaphor and Symbolic activity. 11 (2). Págs. 125-‐143; Ortony, Andrew ; Schallert, Diane L.; Reynolds, Ralph E.; y Antos, Stephen J. (1978). “Interpreting metaphors and idioms: some effects of context of comprehension”. Center for the study of reading. University of Illinois. Technical report Nº 93. Y por supuesto todos los trabajos de la filosofía del lenguaje de George Lakoff sobre las metáforas.
222
18. CONCLUSIÓN DE LA TERCERA PARTE
Complejo o no, el Tractatus ejerció una poderosa influencia en su
tiempo y está considerado como una de las piedras angulares de la
filosofía. Si hubiera que escoger una frase de Wittgenstein para definir
el impacto de su obra, estaría en otra obra, al final de la introducción
de Investigaciones filosóficas, cuando dice con modestia:
Que este trabajo, en su miseria y en la oscuridad de este
tiempo, esté destinado a arrojar luz en un cerebro u otro, no
es imposible; pero ciertamente no es probable331.
Siendo Tractatus una obra escrita para esclarecer la filosofía,
sorprende las piedras que se encuentran en el camino de su
interpretación, como hemos visto en esta tercera parte. Sobre todo,
sorprende si se tiene en cuenta que el libro está expuesto en forma
lógica, es decir, la forma que toda proposición debe poseer para que
tenga sentido y para que pueda representar la realidad.
Si un filósofo con tan profundo poder de penetración lógica como
Russell no entendía lo que quería decir Wittgenstein, ¿lo podemos
entender nosotros? La prueba es que el joven vienés se quejaba en una
carta a su mentor de que éste no había entendido nada cuando le
mostró el Tractatus.
Me temo que no has comprendido mi aseveración
fundamental, respecto a la cual todo el asunto de las
331 Wittgenstein. (1999). Pág. 6.
223
proposiciones lógicas es mero corolario. El punto
fundamental es la teoría de lo que puede ser expresado
(gesagt) mediante proposiciones –esto es, mediante el
lenguaje– (y, lo que es lo mismo, lo que puede ser pensado) y
lo que no puede ser expresado mediante proposiciones sino
solo mostrado (gezeigt); creo que esto es el problema
cardinal de la filosofía332.
Comparado con La república de Platón, la obra cumbre de
Wittgenstein es menos popular y más incomprensible. Si se aplicara el
método narrativo-‐interrogativo de la escuela de filosofía de la
Universidad de Boston que vimos en la segunda parte, ¿lograrían los
estudiantes avanzar? ¿Les frustraría? ¿Podrían sostener debates?
Pero hay que reconocerle que detrás del Tractatus “encontramos
un tremendo esfuerzo por llevar adelante esa difícil síntesis entre rigor
conceptual y profundidad especulativa” y por eso “es difícil sustraerse
al sentimiento de que en él se expresa una visión valiosa del mundo y
de la vida capaz de sobrevivir a todo naufragio teórico”333.
332 Citado en la introducción del Tractatus (1989) por Muñoz y Reguera. Pág. viii 333 Prades y Sanfélix. Pág. 31.
224
19. CONCLUSIÓN
A pesar de las dudas sobre algunos pasajes de Platón, de los
enigmas que rodean su obra, de las críticas a la técnica retórica, y del
paso del tiempo, Platón sigue siendo el número 1. Lo que he intentado
probar en este trabajo es que buena parte de esa posición relevante se
debe al empleo de una técnica –el método de las preguntas socráticas–,
cuya eficacia persuasiva sigue en vigencia 2.400 años después.
Esta tesis se centra especialmente en la técnica de la pregunta.
Dado que la pregunta es una de las formas del diálogo, explico en
primer lugar las circunstancias históricas, culturales y sociales que
influyeron en Platón para crear esta “técnica de comunicación”
(Havelock). Por una parte, Platón copió la técnica del diálogo de los
dramaturgos griegos –y especialmente, del comediógrafo Aristófanes–
(Kahn, Wilson, Reale), los cuales habían desarrollado una derivación
del diálogo teatral llamado esticomitia (Di Marco). La esticomitia se
basa en el intercambio coloquial de dos actores, intercambio
caracterizado por las oraciones cortas, y las preguntas y respuestas.
A continuación expongo la evolución de las preguntas en la
literatura y en la filosofía griegas desde La Iliada hasta los
presocráticos. Con Platón, la pregunta se convirtió en una herramienta
pedagógica de primer orden, pues sólo en La república Sócrates la
emplea 1.780 veces para despertar la curiosidad de los interlocutores,
y darles paso al conocimiento.
Sin embargo, para algunos especialistas, las preguntas son
simplemente figuras de la retórica, y como tales, su fin principal es
ganar un debate. Los trabajos desde Quintiliano hasta los más
225
modernos de Olbrechts-‐Tyteca y Perelman encuadran a las preguntas
en ese marco académico: una herramienta para seducir o engañar.
Pero el poder de sugestión de las preguntas es más profundo de lo
que se piensa. Para intentar demostrarlo, he tenido que saltar de
disciplina y aportar los trabajos de la psicología cognitiva (Berlyne)
sobre el efecto de las preguntas retóricas en grupos escogidos de
voluntarios (Burnkrant). Los experimentos realizados en varias
universidades demuestran que las preguntas retóricas (el método
socrático), son más persuasivas que las afirmaciones, y pueden
modelar el comportamiento humano de forma inconsciente.
Desde mediados del siglo pasado, los psicólogos han estudiado la
curiosidad tanto en animales como en seres humanos. La conclusión es
que necesitamos despejar nuestras incertidumbres, y que lo hacemos
en parte haciéndonos preguntas permanentemente (Loewenstein).
Los psicólogos cognitivos asocian las preguntas con un impulso
natural muy humano: la curiosidad. Esta fuerza motora está detrás de
nuestro deseo de saber y es una de las bases del aprendizaje. Cada vez
que aprendemos algo, se generan nuevas conexiones neuronales, como
han demostrado los experimentos al microscopio de los
neurocientíficos (Kandel).
Es otra prueba visual de que las preguntas, la curiosidad, el
aprendizaje y el conocimiento por medio del método socrático no es
una simple técnica retórica: los científicos pueden probar que tiene un
impacto neurológico palpable.
Las preguntas activan en el cerebro un neurotransmisor llamado
dopamina. Se puede rastrear el impacto de la dopamina en el cerebro,
gracias a las imágenes obtenidas por escáneres (Gruber, Ranganath) .
Algunos experimentos realizados con pacientes en estado vegetativo
226
revelan que las preguntas activan determinadas partes del cerebro, a
pesar de estar en coma (Monti et al).
Finalizo la segunda parte de la tesis recordando ciertas escuelas
de filosofía emplean el método socrático de las preguntas para iniciar a
los estudiantes a esta disciplina. Y también cito las corrientes de
pensamiento analítico modernas (Critical Thinking) que, basadas en el
Tutorial de Oxford, tratan de convertir el método socrático en una
herramienta del buen pensar.
Por último, al comparar a Platón y su lenguaje visual y socrático,
con el lógico formal de Wittgenstein, solo he querido jugar al contraste
de dos pensadores con vidas paralelas, pero con lenguajes distintos, y
con una dispar influencia a escala divulgativa. Como prueba de esa
diferencia, basta mostrar el interés que Platón y La república siguen
despertando en nuestros días en comparación con Wittgenstein y el
Tractatus.
La organización mundial que adjudica la numeración a los libros –
el ISBN–, registró 60 ediciones en España de La república desde 1970 y
17 ediciones del Tractatus. De esta última, casi cuatro veces menos. La
más antigua en de 1981.
Además, Platón sigue siendo el filósofo de cabecera en los
coleccionables que pretenden divulgar la filosofía. La colección se
denominaba ‘Biblioteca Descubrir la Filosofía’ (2015) preparada por
Manuel Cruz, catedrático de Filosofía la Universidad de Barcelona,
dedicó el primer tomo a Platón, “El número uno” según el diario. La
colección continuaba con biografías de Nietzsche, Kant, Aristóteles, San
Agustín, Descartes, Marx y Schopenhauer.
Wittgenstein ocupaba el puesto 21 en la cronología.
227
“Si hiciéramos una encuesta callejera de urgencia preguntando
por grandes filósofos conocidos por un público no especializado,
Platón aparecería muy bien situado”, dice Cruz para esta tesis.
“Constituye, incluso para el menos familiarizado con la filosofía, la
representación más clara de un clásico de la disciplina”.
Platón es el filósofo occidental más popular de la historia y la
prueba es que “siempre hay alguien, en alguna parte que lee La
república”, decía M.F Burnyeat.334 En cambio casi nadie sabría decir
quién era Wittgenstein y cuál fue su obra principal.
Si aplicáramos al Tractatus el mismo análisis cognitivo basado en
los estudios del cerebro que he recogido en este trabajo,
comprobaríamos en qué se basa su dificultad comprensiva. No posee
ninguno de los elementos que según la neurociencia nos estimulan a
entender, a aprender y a satisfacer nuestra curiosidad.
Es verdad que Wittgenstein no pretendía reflexionar sobre temas
tan universales y accesibles al vulgo como el bien, los ideales, la justicia
o el buen gobierno. Solo crear un método para fundamentar el lenguaje
filosófico.
Platón también creó un método. La diferencia es que la dialéctica
filosófica basada en pregunta-‐respuesta se reveló como una tecnología
pedagógica que tiene el poder de despertarnos con más fuerza al
conocimiento del mundo.
Como he intentado demostrar con los trabajos científicos de la
psicología cognitiva y las pruebas visuales de la neurociencia, el
método socrático (y el lenguaje de Platón) es una técnica basada en
334 Citado por Simon Blackburn en La historia de la República de Platón. Debate. Barcelona. 2007. Página 22. Se refiere a una frase de M.F. Burnyeat en “Plato as Educator of 19th-‐century Britain”. En Philosophers on Education. Edición de Amélie Oskenberg Rorty, Routledge, Londres, 1998.
228
despertar la curiosidad y el conocimiento útil. Y en consecuencia, como
han probado los científicos, desde el punto de vista evolucionista,
quien sabe más (y más certeramente), está mejor preparado para
afrontar los desafíos de la vida, de la organización humana, de la
política y a conocerse a sí mismo.
De modo que la curiosidad socrática, la mayéutica, la erística y el
arte de preguntar, tienen una explicación neurológica y evolutiva.
Platón, con interrogaciones, sus analogías, sus metáforas y sus
ejemplos, no solo se convirtió en un maestro destacado, sino que creó
una forma brillante de escribir filosofía. Eso explica su popularidad.
Me hubiera gustado ampliar el estudio de las técnicas narrativas
de Platón tratando de exponer los trabajos de la neurociencia sobre el
impacto de las metáforas y las analogías en el cerebro humano, y en
cómo acentúan la comprensión humana. Pienso que hay pocos
estudios que lo aborden desde el punto de vista de la neurociencia.
Pero estoy convencido de que aportaría mucha luz sobre el tan
estudiado lenguaje de Platón y el método socrático.
La eficacia del este método narrativo y pedagógico es tan palpable
que hoy, 2.400 años después, las obras de Platón siguen manteniendo
su seducción entre jóvenes y adultos.
229
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