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Predilecciones o tentativa del fracaso. Interrogar al lenguaje es esfuerzo inútil. Cabe preguntarse ante conversaciones ociosas, cuando el aburrimiento asoma y la desidia habita la palabra, qué sostiene al silencio. Diréis algunos sobre la poe- sía, os escucharé exaltados vuestra boca repleta de sílaba y satisfechos de oíros y ser oídos. Otros, pensaréis en la plata, afanando con otro nombre y otro rostro la que ha de ser una sonrisa irremediable- mente en la sombra. Sabed, os repudio. Aún así pensáis, ¿por qué un poeta ha dejado de escribir?, ¿por qué evita las multitudes? El silencio entonces. Y sin pre- ámbulos muere la literatura desde las manos hasta la boca…esa boca que más que una boca es un sucio jardín anegado por carmi- nes y ripios. Pere Gimferrer en su conferen- cia Jorge Luis Borges: un destino literario (leída en la Biblioteca Nacional a fecha de 4 de diciembre de 1986) apuntaba la siguiente respuesta de Jaime Gil de Biedma ante la pregunta de ¿por qué ahora no escribía?: "La pregunta pertinente es porqué escribí. Al fin y al cabo, lo normal es leer". Avanzad en la página, es tiempo de leer. http://elpicudoblanco.blogspot.com http://elpicudoblanco.blogspot.com Dirección y maquetación : José Manuel Sanrodri. Subdirección y maquetación : Manuel Valero Gómez. Consejo de redacción : Pere Vicente Agulló, Antonio Zapata Pérez, Miguel Salinas, Vanessa Diez Tarí y Josep E. Rico Sogorb. Diseño de la Portada : Ana Beatriz Reina Rojas. Escritores : Francisco Lezcano Lezcano Nicolas Zimarro Brawo Antonio Zapata Pérez Candida E. Vivero Marín Manuel Valero Gómez Jesús Zomeño José Manuel Sanrodri Oscar Martín Centeno Edith Checa Pere Vicente Agulló Harmoni Botella Chaves Rodrigo Verdugo Pizarro Yamila Greco Ángeles Garrido Luna Jenifer Díaz Ruíz Tomás Moreno Millán Ana Esmeralda Piña R. Francisco J. Gómez R. Joaquin Gaitano Paula Osorio Pomares Miguel Salinas Abel Bri Agulló Aleqs Garrigóz Everardo A. Torres González Marcela Predieri Maria Eugenia Caseiro Ilustradores : Josep Manel Sánchez Raquel Orjuz Silvia Orozco Torres (Irilien) Marylina Torres Ottado Marquevich Ramiro Isabel Zapata Iborra Nestor Zerdá Luís Martínez Tortosa Diana Camacho Briceño Mari Paz García Córdoba Marilen Pont Font Juan F. Ponseti Espineta Angelica Cordero Lourdes Lacalle Marijuan Iris Moreno Cuesta Roger Pereira María T. Valenzuela Escalona Pablo Valero Gómez Gloria Mariño Rosana Demichelis Lucena Rodrigo Javier Medrano Daniel Delgado Femenía Diego W. Abelenda Alonso Ícaro Maiterena Vallejo Adolfo Martínez Roca ISSN : 1887-973X Patrocinio del : Ayuntamiento de Elche. Presentación Presentación MANUEL VALERO GÓMEZ La revista de expresión creativa en la cultura decadente JOSEP MANEL SÁNCHEZ RAQUEL ORJUZ 2 ELPICUDOBLANCO ELPICUDOBLANCO@ GMAIL GMAIL. COM COM

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Portada ilustrada por Ana Beatriz Reina Rojas (Granollers, 1983)

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  • Predilecciones o tentativa del fracaso.Interrogar al lenguaje es esfuerzo intil.Cabe preguntarse ante conversacionesociosas, cuando el aburrimiento asoma yla desidia habita la palabra, qu sostieneal silencio. Diris algunos sobre la poe-sa, os escuchar exaltados vuestra bocarepleta de slaba y satisfechos de oros yser odos. Otros, pensaris en la plata,afanando con otro nombre y otro rostro laque ha de ser una sonrisa irremediable-mente en la sombra. Sabed, os repudio.An as pensis, por qu un poeta hadejado de escribir?, por qu evita las

    multitudes? El silencio entonces. Y sin pre-mbulos muere la literatura desde las manoshasta la bocaesa boca que ms que unaboca es un sucio jardn anegado por carmi-nes y ripios. Pere Gimferrer en su conferen-cia Jorge Luis Borges: un destino literario(leda en la Biblioteca Nacional a fecha de 4de diciembre de 1986) apuntaba la siguienterespuesta de Jaime Gil de Biedma ante lapregunta de por qu ahora no escriba?: "Lapregunta pertinente es porqu escrib. Al finy al cabo, lo normal es leer". Avanzad en lapgina, es tiempo de leer.

    http://elpicudoblanco.blogspot.comhttp://elpicudoblanco.blogspot.com

    Direccin y maquetacin:Jos Manuel Sanrodri.Subdireccin y maquetacin:Manuel Valero Gmez.Consejo de redaccin:Pere Vicente Agull, Antonio ZapataPrez, Miguel Salinas, Vanessa DiezTar y Josep E. Rico Sogorb.

    Diseo de la Portada:Ana Beatriz Reina Rojas.

    Escritores:Francisco Lezcano LezcanoNicolas Zimarro BrawoAntonio Zapata PrezCandida E. Vivero MarnManuel Valero GmezJess ZomeoJos Manuel SanrodriOscar Martn CentenoEdith ChecaPere Vicente Agull Harmoni Botella ChavesRodrigo Verdugo PizarroYamila Grecongeles Garrido LunaJenifer Daz RuzToms Moreno MillnAna Esmeralda Pia R.Francisco J. Gmez R.Joaquin GaitanoPaula Osorio PomaresMiguel SalinasAbel Bri AgullAleqs GarrigzEverardo A. Torres GonzlezMarcela PredieriMaria Eugenia Caseiro

    Ilustradores:Josep Manel SnchezRaquel OrjuzSilvia Orozco Torres (Irilien)Marylina Torres OttadoMarquevich RamiroIsabel Zapata IborraNestor ZerdLus Martnez TortosaDiana Camacho BriceoMari Paz Garca CrdobaMarilen Pont FontJuan F. Ponseti EspinetaAngelica CorderoLourdes Lacalle MarijuanIris Moreno CuestaRoger PereiraMara T. Valenzuela EscalonaPablo Valero GmezGloria MarioRosana Demichelis LucenaRodrigo Javier MedranoDaniel Delgado FemenaDiego W. Abelenda Alonsocaro Maiterena VallejoAdolfo Martnez Roca

    ISSN: 1887-973XPatrocinio del:Ayuntamiento de Elche.

    PresentacinPresentacinMANUEL VALERO GMEZ

    La revista de expresin creativa en la cultura decadente

    JOSEP MANEL SNCHEZ

    RAQUEL ORJUZ

    2

    ELPICUDOBLANCOELPICUDOBLANCO@@GMAILGMAIL..COMCOM

  • La calle olvidadaFRANCISCO LEZCANO LEZCANO

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    La calle olvidada calle de oscuros recovecospara desamores sin camino,el martillo de su ritmonada cuenta.

    Negra serpiente en recodos,piel de asfalto,quisiera moderse la colapero no la tiene.

    Negra la calle de bautismo olvidado.La mano escultora de su nombreya no existe.En el agua de las horas cadas,las palabras son un terrn de silencio.

    Negra calle de bautismo olvidado,lo inconfesableen sus rincones de eterno mal aliento.

    Entre bidones,tripones miedos con olor a orntienen voz de gato.Los gatos silenciosostemen a su propia sombra.Codo con codo danzan,en torbellinos de papel sucio,miserias sin nombreen perpetuo coito con ellas mismas.(El Mal es andrgino).

    Las aceras soncomo fsiles de tiempo epilptico;palabras, petrificadasen sonrisas de calaveras de nadie,navegan por los desages.

    De losa en losa,todo lo que anda o repta,ha hecho inslitas caligrafaspara iniciados fuera de todo censo.

    Calle negra,de negros desertoresamparados por esa invisible amebaque hiede a rata hmeday a pingajos en agua vieja.

    Calle de blancos,letrgicos en colchones de agujas hipodrmicas,tiene arrugas de pirmide.

    Calle donde una hoja muerta parece vivay una flor viva se marchita.

    JOSEP MANEL SNCHEZ SILVIA OROZCO TORRES (IRILIEN)

  • Ha muertoNICOLAS ZIMARRO BRAWO

    4

    La vea todas las noches. Siempre se mostraba igual: enpose de objeto y sola. Languideca sentada en un banco,esperando a que alguien la mirara para ofrecerle en lasmanos en bandeja unos labios de nen luminiscente.Beba los vientos por aquella mujer de labios agraces,sensual y rutilante. Estaba posedo por ella. Sus ojos, lacabellera, la boca y sus formas voluptuosas lo colmaban.Era omnipresente e imperiosa: sentirla en su interior,repasar a placer sus contornos, recrearse en su belleza yparticipar de su eterna sonrisa constituan el nico ampa-ro y consuelo que le restaba para enajenarse de la mis-rrima vida que le haba tocado en suerte. Y nada en estemundo era comparable a contemplarla en todo su esplen-dor sentada en aquel banco, aunque tuviera que hacerlodesde la distancia y el anonimato, con los ojos nocturnosy el espritu abatido de un pobre mendigo. Reconocaque no era nadie para acercarse a aquel rayo de sol hechomujer, ni mucho menos para coger sus manos y besar suslabios gneos, y a pesar de ello haca varios das que laidea de abordarla se haba convertido en una obsesin.

    Constantemente la imaginaba bailando en medio de unaconstelacin de labios de plstico y envindole besospintados con carmn sangre que prometan saciar su sedfebril, y fantaseaba que sorteaba aquellos besos fsilessuspendidos en el aire para salir a su encuentro y morderlos fresones de lujuria con los que le obsequiaba lamujer. En ese momento la tena enfrente, en la otraacera,, magnfica e insinuante, y no se pudo reprimir.Todo sucedi en unos minutos: cruz la calle, desencajla tapa de la alcantarilla ms prxima, y con la pieza dehierro rompi la cristalera del escaparate de la boutiquedonde luca su hermosura; con un salto gil se introdujoen el interior de la vidriera, corri hacia el banco, se aco-mod junto a ella, le rode la cintura con un brazo y laatrajo hacia s. Haba llegado el instante sublime que tan-tas veces soara. Pero inopinadamente, cuando se dispo-na a besarla, la cabeza de la mujer cay rodando alsuelo. La solt horrorizado, y el cuerpo decapitado queacababa de abrazar se desplom al parqu. Sinti vrti-go, y hubo de agarrarse al asiento del banco. Observaba atnito el cuerpo tendido a sus pies y la cabe-za separada de l unos cuantos metros. Carecan de vita-lidad, ni tan siquiera palpitaban. Aquel tronco y susextremidades eran aglomerado de madera, y la testa car-tn piedra, el pelo fibra de nylon, los labios carne deltex y los ojos albercas heladas de cristal. No comprenda qu haba ocurrido. La mujer de susanhelos yaca descabezada en el entarimado del exposi-tor hecha una piltrafa. En un segundo El corazn de suvida, su alegra y su delirio se haban convertido en unailusin desvanecida. Y desolado, llor en silencio la tra-gedia. Permaneci en el lugar hasta que lleg la polica.Cuando los agentes se le acercaron quedaron impresio-nados por su deplorable aspecto. Aptico, con los ojosvidriosos y la tez cadavrica, musit con voz trmula:"Ha muerto".

    MARILYNA TORRES OTTADO

    DANIEL DELGADO FEMENA

  • Me aburren las esperas, por eso siem-pre que me acuerdo improviso unlibro de mi biblioteca y lo adoso a mirionera, para hacer ms apacible sutrnsito por estas amplias salas delconsumo. Y leo pginas desazonadas,llenas de orfandad existencial. Lagente est sola, como nace y muere.Igual que esas cabezas huecas queslo son miradas clavculasabajo, mscaras sin carne.Cmo entrar el mundo porsus vacos ojos?Aguardo y sigo atento estelibro de un tal Francisco,libro al que le di escasaimportancia cuando lo repasen su da. Tal vez no era elmomento apropiado paraleerlo, porque ahora, en esteinstante de solaz reposo -sen-tado sobre tiras paralelas demadera que an huelen a cha-musquina de bosques en lla-mas- leo con atencin .! Sonbuenos estos relatos! Porqu no lo advert antes?Serverdad que todo libro tiene sumomento y su lugar? El gento me distrae, cierro ellibro, las cabezas huecas traslos enormes cristales, nocambian sus expresionesvacas, con sus cromatismosde quita y pon, como frescos de esca-sa calidad, accesibles a cualquier dile-tante o novicio de los pinceles.Suenan besos, muac, muaacc, sonjvenes afectados por las modas, pan-talones a media raja y besos onomato-pyicos escandalosos.. son las"modas".Todos somos esclavos deellas, de su presente, un presente quetampoco tiene cara para mirarlo, por-que slo ves una nuca que se alejaperdiendo sus perfiles. Vuelvo a la lectura de este tal

    Francisco, me estn gustando sus

    neuras, agota los pebeteros y las esen-cias ms afirmadas, sus protagonistasnaufragan en las letras y convergen enel embudo de cada pgina, rellenandola memoria de los lectores. Alguien seha sentado a mi lado, mirndome des-confiado con ojos de tiburn, cansadode dar aletazos a la vida y al amorevanescente, fatuas pirotecnias, de

    cortas pasiones y desengaos largos.Como estas mujeres que pasean antem por dos viales: uno, imaginario, elque dio vida Francisco en el papel, elotro, el que discurre mirando lascaprichosas prendas que portan laseunucas de plstico; contraste yobservacin literaria que hace msamable mi lectura de coronado padre,guardin por los hijos, herederos tam-bin de estos muladares de escoria ypropaganda. El libro de Francisco esla almadia que me salva del naufra-gio, en este mar de seres con cabezas

    llenas de viento: nadie sabe qu va apensar esa hermosa calavera dentrode cinco segundos. Episodios de lavida telrica que deja en sus pisadassus misterios, para ser grabados en elpergamino de una mente que fabrica-r historias.Ay amigo!, que razn tienen tusletras, que ahora se han apoderado de

    ti, para presentarte a mi veredafra como un ectoplasma detinta, con la angustia antiguade los incomprendidos, los quesufren la inquisicin de la indi-ferencia y la cuchufleta, bur-las, que siempre ha caracteri-zado a los zafios con nfulascancerosas. No temas por tusescritos, estn a buen recaudoesta noche. Puedes desapare-cer y devolverme las palabrasque portas tatuadas por todo elcuerpo. No me dejes el libroen blanco y descansa tranqui-lo, que siempre habr una per-sona en su garita, aguardandoa alguien, ya sea su prole, sunovia, su mujer o su querida; yleyendo con atencin "Losdas sin ti." Puedes marcharteorgulloso, no me aparezcasms como un vampiro de tusletras, stas, ya no te pertene-cen.No lo entiendes? El libro

    ya no es tuyo, es mo, y su lecturatambin.

    En ese instante desapareci de milado, con un chasquido blanco. Laspginas del libro recobraron susentresijos y tribulaciones humanas.Continu leyendo atento a las paginasy confundido con los traseros almido-nados que haban invertido sus pau-tas.

    ISABEL ZAPATA IVORRA

    5

    Bitcora I ANTONIO ZAPATA PREZ

  • En la memoriaCNDIDA ELIZABETH VIVERO MARN

    LUS MARTNEZ TORTOSA

    De entre los cielos emerge la siegacon voz, cuerpo y vestido de palmera.Sacude marrn y verde palmera,todos saben de tu sangre labriega!

    Quin, pero dime quin, desasosiegatus altos quehaceres de bandera?Oh falo indmito baado en maderaquin a tus pies niebla te anula y ciega?

    Alza tus joyas al ter reidasmientras dormida aparentas al sueocabellos de hiedra recin enredados.

    Despierta y abriga ancianos los cuidadosque de la muerte ninguno es el dueoebrias tus races de una y mil vidas.

    Soneto de la palmera

    MANUEL VALERO GMEZ

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    Nacer habiendo muerto, parido conun esfuerzo ajeno. Nunca de m sedir que cumplo aos, pues no hevenido al mundo con los ojos abier-tos. Corazn que ya no late, que seha quedado mudo, y slo por elsilencio, se le reconoce el cansan-cio prematuro.Nacer, o mejor dicho, ser expulsadoen medio de un llanto amargo, queanuncia recibimiento sin ilusin.Estar: cuerpo vaco, acurrucadobajo miradas atnitas: cmo imagi-

    nar un alma que se ha negado a per-manecer temporalmente.

    Estar aqu, slo por unas cuantashoras, a merced del escalpelo.Tendrn que decidir si hoy he falle-cido, aun cuando no viva. Esperar,contenido en un pequeo envase:receptculo que no exhibe lo mni-mo que soy: mis cenizas compartenel espacio con las de objetos varios.Despus morir, por segunda vez, enla memoria.

    NESTOR ZERD

  • Este revlver se carga con seis balas.La primera es la bala que lleva el nombre de la calle dondeme ca al suelo. Estaba fro y alguien haba escupido antes.La segunda bala brilla como la sonrisa de alguien a quienhan empujado desde el tico de un rascacielos con un mar-tini en la mano. Se pregunta, mientras cae, si tendr tiem-po de escupir el hueso de la aceituna que lleva en la boca.La tercera no tiene nombre, es como esas balas que uno seencuentra en el suelo del supermercado cuando acaban deatracar al dueo y le han volado la cabeza. Te ves abraza-do a la bolsa de papel llena de latas en oferta con comidapara gatos y le sonres a la cmara de seguridad intentan-do mantener una actitud digna por si reproducen despusla secuencia en televisin.La cuarta bala es la bala de la suerte, cuando han falladotodas las dems y an tienes delante las llaves del cochepara irte a otra parte, para no llegar a casa, para no tenerque apartar al perro de una patada cuando casi te hace

    Poesa cunticaJESS ZOMEO

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    MAR PAZ GARCA CRDOBA

    DIANA CAMACHO BRICEO

    caer al suelo, para no tener que fingir que sabes darbesos en la mejilla y para no tener que soportar alvecino que mira por la ventana al otro lado de la calle.La quinta es la peor de todas, es la barra del bar y elchiste fcil a la chica de al lado, es la colilla queaplastas en la frente del camarero, es el grito de la cer-veza caliente y el pao sucio con que limpia el cama-rero la barra del bar dos veces cada minuto, cuatroveces cada dos minutos, seis veces cada tres minutos,ocho veces cada cuatro minutos... mientras no tienesotra cosa mejor que hacer que seguir contndolas.La sexta es una bala de fogueo, es aquella con la queme disparo a la sien cada da.Sobrevivo, parece que eso es lo importante en estaciudad.

  • Conservo entre mis prpados cada leve mirada, y sobre ellas el oleaje de la decepcin, el asco amargo de mi debilidad, y aquel largo silbido que me prenda el diablo sobre el pecho para intentar salvarme. Porque apagas el mundo cada vez que me miras, cada vez que araas la memoria para hablarme y empujas mis palabras ro arriba en las barcas del poniente. All aprenden a aullar y a sonrer en un largo sollozo que de noche te pone en sueos un vestido de besos y araazos y la piel de gallina a las estrellas. Cuando despus el vino celebra entre el recuerdo de tus piernas la larga cacera, recito a voces, totalmente borracho, los versos que encontr bajo la carne. Y hago llorar a solas, con voz cansada y ronca, la blanca soledad de las paredes.

    OSCAR MARTN CENTENOJUAN FRANCISCO PONSET ESPINETA

    Lograste ser guila para otear

    Con voz cansada y ronca

    EDITH CHECA

    Lograste ser guila para otear el rumbo de mis pasos bajo las nubes. Pequeos pasos que tan slo perduran como las ondas de la lluvia al caer en un estanque plateado por el tiempo. Pasos acompasados por el ritmo de un poema tan oscuro como un bosque donde a la luz no le dan permiso de entrada. Pdeme el silencio, el secreto de la corteza de este rbol que contiene la meloda de la respiracin de los duendes. Pdeme la muerte en los flancos del aire y del recuerdo, que escribo ebria de sombras y simas

    en las hojas del libro interminable. Pdeme la sabia de mi pluma que dibuja los contornos de los prpados sorprendidos de alba y de crepsculo. Pdeme el silencio y la amnesia de un torbellino de anulaciones. Pdeme el tiempo, y mis anhelos, y mi ansias de ternura, y esta sonrisa de hierbas, y estos ojos de girasol que persiguieron tu sombra. Pdeme que desmaye la utopa sobre tu roca y la hamaca de tu siesta. Pdeme que olvide o que recuerde. Pdeme la luna... Que slo te dar mis versos.

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  • Llevaba ya un tiempo, que la llavede mi buzn le costaba abrir sucerradura y despus de varios inten-tos por fin consegua que aquellacancelita chapada se abriera parapoder hurgar en su interior. Habavarias cartas, ojendolas todas uname llam mucho la atencin, noexista por ningn lado el remite.Pens que podra ser esa carta publi-citaria en la que te venden algunacosa, o te dicen lo que deber-as de hacer, pero por ms quemiraba el sobre de arribaabajo y de abajo arriba, nohaba ningn logotipo deempresa, ni una marca queorientase la sospecha dequin podra ser el autor de lamisma.Apret el botn del ascensor ala vez que rasgaba la partesuperior del sobre para sacarla hoja de su interior. Cuandolleg el ascensor abr la puer-ta, me introduje dentro yapret el nmero cinco, asaprovechaba la subida paracomenzar su lectura que esta-ba escrita con las teclas deuna mquina de escribir, talvez una olivetti. Cuando leas esta cartaentenders por qu vamos asuicidarnos Un hedorrecorri todo mi cuerpo, lospelos de mis brazos y piernasse erizaron, aquellas primeras letraseran escalofriantes. El ascensor paren la planta, abr la puerta metlica yme detuve en el portal de mi casacon la intriga de saber quin iba amorirSaber que has estado junto anosotras y derivamos de lo que t

    eres, de lo que soy yo?, no

    comprenda a qu se refera y conti-nu leyendo, posiblemente teestemos confesando nuestro suicidioporque cada vez te preocupas menosde nosotras No entenda aquellacarta y empec a hacer memoria detodas las chicas con la que habamantenido relaciones ms o menosconvulsas, pero no me vino a lamente ninguna que me pudiese gas-tar aquella broma, lo que real

    mente lees son las ltimas letras, unaforma de remover tu conciencia aeste manifiesto. Si por casualidadfumas, enciende un cigarro y hastaque no se consuma del todo no le desla vuelta a esta carta, para que no teresulte violento lo que puedas pre-senciar, y si ya no fumas, espera

    unos veinte minutos y pausadamentele das la vuelta a esta misiva queests leyendo ahora.La curiosidad hizo que le diese lavuelta en ese mismo instante perodetrs no haba nada escrito. La cartaevidentemente deba de ser una ino-centada, no haba una firma ni unnombre. Mientras abra la puerta demi casa curioseaba la carta pordelante y por detrs sin encontrarle

    sentido a todo aquello, nisiquiera poda imaginar quinme haba mandado aquellacarta tan inquietante o de tanmal gusto. La dej encima delrecibidor y me fui a dar unaducha y ponerme ropa cmo-da. Despus cog la carta delrecibidor mirando sus letras,supuse que habra pasado msde media hora o un poco ms,le volv a dar la vuelta perosegua sin haber nada escritoy cuando quise volver a leer-la, la hoja estaba en blancocompletamente, me sent enel sof del saln a reflexionarsobre aquella carta sin encon-trar explicacin de cmohaba podido quedarse enblanco, record que aos atrshaba sido un buen lector ydevoraba libros a diario yahora eran sus letras quienesintentaban llamar mi aten-cin, pues junto a m haba unlibro abierto por una de sus

    pginas y aleatoriamente remarcadasen negrita para que destacase sobrelas dems letras poda leerse: Nonos abandones y regresa a nuestrosmundos que tambin son los tuyos,porque as volveremos a sentir esacomplicidad que nos llena de vidaexistiendo en el recuerdo de nuestrashistorias.

    Unas ltimas palabrasJOS MANUEL SANRODRI

    MARILEN PONT FONT

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  • Se le par el corazn de paradoPERE VICENTE AGULL

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    Fue en una maana radiante, soleada de promesas. Nopara l, que por no sentir no senta nada: ni fro ni calorni ilusin. Se hallaba hacinado en la cola de espera de la desespe-ranza.Tena un creciente malestar en el pecho, adquiridomeses atrs. Cuando dej de ser til para el engranaje desu, entonces, "cadena perpetua" y la tensin empez aacribillarle. Era comprensivo, entendi la necesidad del"reajuste" para que el resto de la empresa pudiera conti-nuar. Como el sacrificio de soldados de vanguardia: endecisivas batallas daban su vida para salvar a los dems;todo por la victoria. Pero en tiempos de paz no habrahroes para la historia y la muerte por miseria es mslenta y annima que la de aquellos camicaces, pensabamientras avanzaba hacia los, para l, temidos hornoscrematorios de las ventanillas administrativas. Lorenzo Lpez Ramos, ese era su nombre, ya inscrito enlos modernos archivos de la apata burocrtica . Estabaen la mitad de la cola del paro, en la mitad (relativa) desu vida, en el centro de gravedad de su sensacin de estarde sobra en todo. Ya nadie lo necesitaba. Para unas labo-res, le decan, demasiado viejo y para otras, no lo sufi-ciente. Sinti el avispero fatal de su mente "tal vez slo

    sea ste para mi un mal da, o un mal ao.. o toda unamala vida", difcil parar la gris tela de araa que se leenredaba hasta empaar su mirada futura. Sus islas deoptimismo prefabricado eran invisibles . El tedioso da de oficina tena hambre de sensacionesextraordinarias, Lorenzo en esa atmsfera pareca nadarincmodo esquivando las miradas de sus semejantes,derrotados y expulsados del paraso como l.Los minutos le parecan horas atrasadas, horas comoaquellas tan eternas y manchadas de cansancio queahora, cmo es la vida, aoraba.Finalmente la muchedumbre avanz con lentitud.Alguien se sinti mal y cay al suelo. Era Lorenzo. Elfuncionario que iba a atenderle, desde la ventanilla, alver el incidente, dijo, con voz de robot: "que pase elsiguiente".Lorenzo muri a los pocos minutos en el fro suelo dela Oficina de Indiferencias.Ni se inmut la maana primaveral por este simple suce-so (que ocup dos lneas de letra pequea en el diariolocal).Al da siguiente, en los dgitos del ordenador principaldel Ministerio, haba una cifra de un nmero menos enel cmputo global de desempleados.

    MARILYNA TORRES OTTADO

  • Puta. Me llaman Putay nac virgen, incauta y sensible.Mis auroras eran primaveras,mi vida era dura pero honesta.El hambre me expuls de mi tierray llegu a un mundo llamado paraso.Paraso para los dems, no para m.La hambruna se apoder de mi almay marc con un ltigo a mis hijos indefensos.La calle, la calle fue la nica solucin.

    Destellos rojizos y plateadosengalanaron mi cuerpo flcido.Mis ojos vacos se adornaronde tonos agresivos y hechicerosque escondieron la amargura de mi mirada.

    Soy mujer de la noche.Mis labios incandescentes y bermejosllaman al cliente furtivo.Mis manos afiladas, de uas carmesacarician la espalda de los transentesmi yo artificial sucumbe con repulsinal fervor asqueroso de la bestia en celo.Cuerpo y alma lacerados, violados,heridos y explotados.Este es mi destino.Destino de puta.

    Se saca el da la envoltura del espacioquedan encrucijadas, perfiles dibujados en las paredest y yo y nuestro prstamo de cenizast y yo que desentraamos la noche.Alguien hablaba de nacer o morirmientras dejbamos un solo murmullo en la formacin de las agujas.Le dbamos su totalidad al ngel que se quem los ojos con opio y con semen.ramos los nicos que sabamos que el centro de la tierraslo aparece al contacto de una boca.A nuestro alrededor pasaban noches encargadas por las espinas.Se daban inagotables los remolinos convidados a los miembros.Una venganza de latidos aparentaban las olas.Ahora lo que guardo de ti es un soplo que sobrevive en las costas.Siempre advienes con eso que le rapta la noche a la sangrepero no es lo nico.La voz del cielo pasa por ti y sin volverse mineralte deja caer para mis hilos mortales.

    Puta

    Entre latitudes

    HARMONI BOTELLA CHAVES

    RODRIGO VERDUGO PIZARRO

    11

    ANGLICA CORDERO

    DIANA CAMACHO BRICEO

  • 12

    Despert y me prepar algo caliente. Creo que era leche,tambin era caf, quizs era esperma. Lo tom de untrago, luego apoy la taza sobre mis piernas. Mi necesi-dad de calor afecta a los objetos. A causa de esto, sufrvarios accidentes. Cuando voy a depilarme, la chica queme atiende no puede creer el estado en que se encuentranmis piernas. Un da me pregunt a que se deba.Supongo que es la pava, le dije. Me mir como si yoestuviera vulgarmente loca. Esto no es realmente impor-tante si se toma en cuenta que la que va a depilarse nosoy yo, ni la que toma un taxi, ni la que busca trabajo, nisiquiera la que mis amigos quieren.

    Era viernes. Me invitaron a una fiesta. Yo hubiera pre-ferido asistir a un velorio, as que, despus de pensarlounos minutos, acept. Haca fro y mi tumor sangraba.

    -Soy hija de desaparecidos -comenc a decir.-Pero sos igual a tu pap.-Ah, s?

    Creo que la melancola que me supone no poder des-prenderme de la infancia me lleva a la invencin. Minariz sangraba y mis vestimentas me hacan sentir inc-moda. Alguien me oblig a cambiarme; murmur tres ocuatro veces por ah y, yo, acept. No existe ropa con laque me sienta verdaderamente cmoda. Desnuda mesiento peor.

    Regres a casa junto a mi hermano.-Esto es el infierno.Intent abrazarlo, pero cuando lo hice no sentimos nada.Nos acostamos. Comenz a mearme. Me me durantehoras mientras deca que me amaba. Yo comenc a decirte quiero como si fuera duea de treinta y cinco almas.Nos mirbamos pero nada se incendiaba.Quise gritarle:-No funciona! -pero haba en el ambiente un acuerdotcito.Creo que fue el momento ms romntico de mi vida.

    HematuriaYAMILA GRECO

    LOURDES LACALLE MARIJUAN

    Ya se cierran los prpados del mundo.Presumido, el sol, marcha a otras laderas.Se abre la verja de un jardn profundopoblado de csped y enredaderas.

    La verja chirra, llena de orn.Avisa que el sueo, llega por fin.

    Todos los temores desaparecencuando las raras flores se iluminanen formas geomtricas que parecenextraos laberintos, que culminan

    en la nada ms profunda del jardn.Y... ya no chirra...la verja...de orn...

    El sueoNGELES GARRIDO LUNA

  • Fue mi madre sobre todo la que se encarg de miboda: no de los preparativos ni de los invitados. No.Del novio. Se encarg de buscarlo y de encontrarlosin importarle lo que yo pudiera pensar o sentir. Porsuerte, dio con Toni. Me acuerdo de cuando mimadre apareci con l por la puerta de casa, mientrasyo, con unos pantalones de dormir cortos, tenda laropa en el patio. Vino mi hermana pequea corrien-do a avisarme. Me dijo: y qutate esos pantalonesque va a pensar que eres demasiado fcil. Y yopens, aunque no se lo dije, que qu ms daba lo quepensara de m y que cmo no le iba a resultar fcil sitodo estaba acordado sin mi consentimiento. Msfcil que eso, dime t qu hay, ni unos pantalonescortos ni nada. De todas formas, me fui a cambiarporque saba que ese comentario nos naca a todas dedentro por la educacin que nos ha dado mi madre,ms que porque mi hermana lo pensara de verdad.Me cambi y me puse una falda larga y ancha hasta el suelo. Se me olvid cambiarme la parte de arriba del pijama,as que, cuando llegu, l me mir aguantndose la risa. Es guapo, pens, y cuando sonre parece un nio pequeo.Desde que en casa se hablaba de mi boda que yo andaba baja de moral. No me poda creer que fuera a abandonar micasa y fuera a vivir con un desconocido con el que seguramente tendra que dormir y tener hijos y hasta fingir queme gustaba. Pero apareci Toni y sonre por dentro, pensando que, al final, la cosa no iba a ser tan cruel. Mi padre,en cambio, cuando vio a Toni, cuando le tuvo cara a cara, suspir como diciendo: se acabar enamorando de ti, mela robars. Se organiz la boda para una semana ms tarde. En aquella semana yo poda ver a Toni slo en compaade nuestras familias. Adems tenamos que hacer varias ceremonias antes. Una en la que mi madrina, que fue mi her-mana mayor, tena que hacer un baile para todos en mi honor. Otra en la que la madre de Toni me invitaba a su casay me entregaba el anillo con el que ella se cas. Otra en la que tenan que comprobar que yo era virgen. Cuando medijeron aquello, me fui a hablar con mi padre. Le dije: tienes que ayudarme. Me dijo, llorando, que no poda. Queadems era yo quien tena que ayudarle a l porque lo estaba pasando muy mal, que estaba sufriendo mucho por culpade Toni. No pude contar con l y, no s por qu, me sorprend de que as fuera. En aquel momento, cuando mi padreme neg su ayuda, crec. Fue en un segundo, o en menos, crec, me hice mayor, comprend. Un da en el que no habaceremonia de nada, le pregunt a mi madre qu les pasaba a aqullas que no haban llegado vrgenes al matrimonio.Me dijo: toda su familia y la del novio, el que iba a ser el novio, porque la boda se suspende, todos, le tiran piedras.Despus me dijo: pero t no te preocupes, ni siquiera has tenido novios. Y tena razn. Por un momento me tranqui-lic: no haba tenido novios. En esas reuniones en las que Toni y yo nos veamos con la compaa de nuestras fami-lias, imaginaba cmo sera mi vida con l. Se lo dije. Le mand un papel y le dije: me pregunto qu tal esposa ser.Y l me mir y me sonri como un nio pequeo y decid que le quera. Fue igual de rpido que cuando crec. Horasantes de la boda, se hizo la ceremonia de la virginidad. Mis hermanas, con una sbana blanca y grande, me rodeaban.Entraba conmigo el padre del novio, de Toni, que tena que meterme los dedos en la vagina para comprobar si erapura, como o decir una y otra vez. Not cmo el padre de Toni meti sus dedos dentro de m y cmo los mova comosi buscara algo que se le hubiera perdido. No puedo decir que aquella sensacin fuera nueva para m, haca tiempoque haba descubierto qu se siente al ser penetrada, pero aquella vez fue diferente. El padre de Toni no buscabadarme placer. Se notaba. Toc y despus yo slo sent gritos y ms gritos. No s qu pas. Yo tena los ojos cerrados,estaba pensando en esa leve diferencia. Mi madre vino, me mir a los ojos, despus me abofete. Toni llor en silen-cio, mirndome muy serio. Despus me llevaron al patio de mi casa, me pusieron contra la pared, desnuda. Me tira-ron piedras. Todos. Una vez que mir, vi a mi madre loca, desesperada, tirndome las piedras ms grandes, Toni tenauna en la mano que apenas le caba. Me tiraron todos piedras. Todos. Menos mi padre. All, solo, ajeno. Arrepentido,

    quizs.13

    ToniJENIFER DAZ RUZ

    IRIS MORENO CUESTA

  • Als meus temps joves, quan encara no m'havien atacat les arrugues i la ci-tica, un bon dia anava jo caminant pels camps taciturn i embadalit; quanvaig topar en un ribs amb una jove ufanosa i alegre, morena de pl i clarade cutis, amb ulls penetrants i boca de mel. Em vaig torbar de sobte, se'mva accelerar el cor i se'm va posar la carn de gallina. La vaig mirar i vaigcreure haver pujat als cels, que els peus ja no em tocaven terra i que lesmeues nfimes llums havien finit davant tanta bellesa. Em vaig acostar aella i, sense xit vaig pretendre articular paraula; la mudesa em va atacar iels meus ulls es van eixir de les rbites i, no responent-me els sentits, vaigoptar per fugir espantat. Desprs de set hores corrents sense mirar enrere, amb els peus en carn viva,enfitat i confs, vaig parar. El meu escs enteniment i les meues poques for-ces van fer la resta; em vaig encomanar a un vellet que em va arreplegar ijunt amb una dona torta i barbuda em van acostar al convent, all vaig estardormint en una cella, quaranta dies i quaranta nits, sense menjar ni beure,sense moure un mscul. Em vaig alimentar de pensaments, del record d'unatrobada celestial.El dia quaranta-un, vaig despertar embolicat en una manta infecta entresuors freds i somnis calents. Nu i desorientat em vaig posar a caminar, emvaig dirigir al passadis i vaig mirar al meu voltant: un immens mur rodeja-va el recinte, un silenci noms trencat pels cants dels pardals i el vent suaufregant les copes dels arbres. Llavors vaig descobrir que jo hi estava en elmeu lloc, que all acabaria els meus dies, i que mai no tornaria a menjar nibeure, doncs el meu aliment seria per sempre aquella cara dola i graciosa,perqu, jo ja no era d'aquest mn.

    TOMS MORENO MILLN

    Als meus temps joves

    ROGER PEREIRA14

  • Todo el mundo en el lugarsabe de la pena de Samira.Cada amanecer baja a laplaya, para ver si hoy porfin regresa Omar, su jovenamado. l march unamaana al alba, en unpequeo cayuco. Corranmalos tiempos en el pobla-do. El tifus y la malariahaban devastado a ms dela mitad del clan familiar, ySamira y l haban huidohacia la costa. All habaconstruido una pequeacabaa de adoquines, yunas tablas de madera. Enese lugar haba planeadoque deba aguardar ellahasta su regreso, al menosas tendra un techo endonde cobijarse. Prometivolver antes del nacimiento

    del pequeo Mohamed, conalgo de dinero para poderhacer frente al duro invier-no.Omar parti al amaneceruna maana de primavera.Atrs qued ella, deshechaen llanto. Mientras se aleja-ba de la costa, hay quiendice que se escuch llorarde pena al mismo sol, quebrillaba inmisericorde lamaana de su partida.Omar no dejaba de sonrer,al tiempo que su alma y sucorazn se hacan aicossobre las aguas. La jovendestrozada por la pena alverle partir, acariciaba suvientre como quien se afe-rra al ms preciado talis-mn.De repente lleg la soledad

    y el miedo a la desesperan-za; tan slo horas despusde dejar su alma rota, juntoa su mujer, en aquella fat-dica playa. Cay la noche ydespus la maana; y conello el fro y el miedo a per-der. Trat de abrigarse condulce recuerdos, y con losltimos resquicios de su fe.La luna le tendi su mantode estrellas, pero el destinono tard de mostrar su ladoms cruel. Dicen que le vie-ron clamar piedad al cielo,cuando con fuerza empeza llover. Se desat sobre labarcaza el ms feroz de loscastigos, en forma de tor-menta atroz. La muerteirrumpi frente a l, rom-piendo cada uno de sus sue-os y anhelos. Entonces

    supo que jams iba a vol-ver. Jams encontraron sucuerpo, tal vez la noche selo llev con l.Un mal da alguien le dijo aSamira que Omar jamslleg a su destino.- Omar prometi que vol-vera, tal vez hoy le vuelvaa ver- Se limit a responderCuentan los ancianos dellugar que Omar teje paraella bellos sueos, que lmismo le trae al llegar elanochecer; y es su almaquien le abriga, cuando ellaya suea con verle otra vez.

    15

    La pena de SamiraANA ESMERALDA PIA RECUENCO

    ADOLFO MARTNEZ ROCA

  • Padre, te veo cada da un poco ms mayor, observo tu elegante y silenciosa decadencia,los surcos coronan tu frente y rostro,ros de vida que culminan tus 71 preciosos aosy me duele, de verdad me duele.

    Veo tu mano temblar, tu pulso vacilarme duelen tus retrocesos, aunque tu hijotampoco puede hablar muchocuarenta y dos tacos, caminito de los 50y no soy un hombre precisamente de provechocomo tal vez t quisieraspero callas en silencio de padre que aceptaa su hijo como es, sin ms.

    Cuentas tus batallas una y otra vezcomo si cada relato fuera nuevo;el campo, el pueblo, la mili, el trabajose convierten en relucientes espejos de tu paisaje.

    Padre, te veo cada da ms concentradocontigo mismo, en tu soledad de hombre buenoen el espacio de la casa que es tu centro;

    he conocido tu fortaleza, tu valenta,tu determinacin de salir adelante.

    Habitas pechos de amor y comprensindesde tu almena oteas la dureza del mundo y sus habitantesque te condenan al anonimatoy a la detestable indiferencia.

    Pero quiero que sepasque tu hijo te quiere, te querrsiempre, tal y como erescomo el hombre imperfecto y limitadoque eres, que yo mismo soy.

    Nunca olvidar los mares que has navegado,las historias que has vivido;tu rostro, escenario de mil batallas,tu bondad de hombre que re las graciasde su nieto desde tu dentadura clareada.

    El mundo es ms hermoso y humanoporque t habitas su reino. 16

    FRANCISCO J. GMEZ RODRGUEZ

    GLORIA MARIOPABLO VALERO GMEZ

    Padre

    16

  • Una pulga,de fro aterida,salta y saltade mata en retama,desolada,al dios de las pulgas clama:

    Hoy he de morir,si prontono encuentro abrigo,colchn donde dormir,o pelodonde haga el nido.

    Atin, por all a pasar,un perro,del hambre todo aburrido,sin casaa la que guardary, de los humanos, se quejaba ofendido:

    Cuantas manos he lamido,y heme flaco, aqu,

    Qu pecado he cometido?Das hace que com.

    Ms ligera que el viento,al escuchar tal lamento,la pulga,a su rabo se encarama,poder de tal fortuna,alborozada clama: !

    Yo ser tu consuelo,pues al rascarte,de tu hambre, podrs olvidarte!

    El perro, resignado,aceptara el pacto:Que puesto a morir de hambre,mejor hacerlo acompaado.

    Moraleja:De los dbiles y desahuciados,consuelo ser,sufrir acompaados.

    La pulga y el perroJOAQUIN GAITANO

    ROSANA DEMICHELIS LUCENA

    17

  • Las nubes cubren el cielo, amenazando lluvia, y el frohiela los huesos de aquellos que se aventuran a salir ala calle. Y, a pesar de todo, el recinto est a rebosar,como siempre. Hombres que han dejado a sus mujeresen casa, esposas acompaadas de sus maridos e inclusofamilias con nios pequeos que van a ver el espect-culo por primera vez, todos ellos se encogen en susasientos, intentando conservar un poco de calor, y espe-ran con impaciencia a que los primeros hombres apa-rezcan sobre la arena.El prisionero, atrapado en su celda, oye los gritos yaplausos con los que el pblico recibe a los guerreros.Es la primera vez que est all, pero sabe lo que va apasar. Todos lo saben, aunque ninguno de sus compae-

    ros ha vuelto nunca para contarlo. As que cuando seabre la puerta que lo mantiene encerrado, sabe quetiene que salir y enfrentarse a ellos. Y lo hace. Sale ycorre y esquiva las armas, pero no puede evitar lospicotazos, los golpes y las heridas que poco a poco levan quitando las fuerzas. Oye los aplausos cada vezque su sangre tie la arena y los gritos que celebrancada tropiezo, cada traspis. Y tiene ganas de llorar yde gritar, de preguntar por qu debe morir para que losdems se diviertan, por qu lo torturan y lo humillan deesa manera. Pero no hay respuesta, y cuando por finacaba su sufrimiento, lo nico que queda sobre la arenaes el cuerpo del toro sin vida.

    Sobre la arenaPAULA OSORIO POMARES

    RODRIGO JAVIER MEDRANO 18

  • 19

    RAQUEL ORJUZ

    Te llevar flores negrascomo las flores que mienten en las lpidasFlix Grande.

    Te llevar flores negras,besos negros, negras velas,pintar de gris el cielocuando recorra el caminode cipreseshacia tu nicho,y en mis nublados ojos lluevan gotas negras.

    Te enviar versos negrosescritos con la tinta de mi sangre podrida;le cantar lamentos a tu lpida maltrecha.

    Le llorar lgrimas negrasa las golondrinas suicidasque anidan el pantende tu recuerdo estulto.

    Te llevar flores negras,te querr muerta,como yaces,muerta,esperando a que florezcan las rosas negrasque plantaste en m,y al abrir sus ptalos bruidos al son de la guadaa,no volver a recorrer el camino de cipresesque nos separa.

    MIGUEL SALINAS

    De los caminos al silencioMARCELA PREDIERI

    La distancia cree que el da le abrir las puertashace dibujos desde el fin hacia afuera

    descubre que nunca llegar.

    No es un secreto -la profeca ya viaj tres veces por la historia-el mundo no tiene espacio para ella

    alega que es posesiva y violentaque sucumbir

    difcil y pblicaa la tentacin de lo razonable.

    Pero es necesario someterse al riesgoms concretamente

    jugar un rol claveminucioso.

    La tarea no es fcil.Puede producirse la posibilidad de elegir

    -mezquina bisagra contra lo cierto-

    MAQUEVICH RAMIRO

  • Como alambres retorcidos las piernecillas le colgaban temblorosas sobre el vaco. Las curiosas pupilas se asomaban alborde del prpado y se deleitaban en el horrendo amasijo de escombros, muebles, azulejos y muertos enroscados ale-atoriamente en torno al agujero que se lo haba zampado todo. El primer meneo lo haba atribuido a los vecinos quesaltaban con cada gol del Bara, tambaleando hasta las lmparas. Con el segundo temblor se le disiparon las dudas deque se trataba de un sesmo. Ramn se haba cerciorado de que las ruedecillas de su silla estaban firmemente asenta-das en las baldosas, ms le inquietaba en cambio lo endeble del suelo que se haba quedado sin cimientos. Su fachadase vea a la distancia como el nmero 13 de la Rue Percebe. Haba comprobado cmo a lo lejos unos cuantos se hab-an agrupado mirndole curiosos por su inestable posicin, incluso haba detectado en ellos sonrisas, apuestas, y lamofa, sobre cul sera su destino. El propio Ramn eracada vez ms pesimista en torno a su devenir, el accesopareca imposible para cualquier gra, dado el estado delsuelo y los escombros, y se preguntaba cunto podramantenerse en esa posicin. Atardeca y nada parecavariar, salvo su disposicin. Ramn haba asimilado ple-namente la idea de su inminente y ms que probablemuerte ante un buen nmero de espectadores. En estosinstantes inclinaba su cuerpo hacia el suelo, estirando lamano y los dedos, no para tratar de ubicarse en suelofirme, sino para alcanzar un folio. Las ruedecillas de lasilla avanzaron dos centmetros ms hacia su muerte,pero se mostr Ramn satisfecho de haber logrado elansiado folio. Sac un bolgrafo del bolsillo y apoyado enel muslo escribi con una inspiracin casi divina. Todoslos sbados por la maana haba escrito Ramn una cartaal director a una publicacin diferente cada vez, cambian-do en cada una su firma y su direccin de correo. En ellasverta toda la mala uva que le corroa por los muchos aosde contemplar los vicios de la sociedad humana, la sin-vergonzonera de la clase poltica, de los funcionarios, delos empresarios, de los vagos obreros, de los rateros, delos banqueros y maestros y de todo hijo de vecino engeneral. Sus cartas haban sido siempre de una precisin,una mordacidad y una crueldad tal, que nunca un peridi-co haba rechazado publicarlas. Con ellas haba configu-rado todo un lbum de recortes de diario que secretamen-te guardaba. Esta vez en cambio haba escrito una cartadiferente, un texto que tena definido en la mente desdehaca aos. Hasta ahora siempre sus opiniones haban sido destructivas, hirientes, demoledoras. Esta en cambio esta-ba llamada a cerrar un ciclo. Por primera vez ofreca soluciones a los problemas, abra una puerta a la esperanza, aloptimismo, a la confianza en la condicin humana, y estaba escribiendo con tal inspiracin y acierto de vocabularioque le sorprenda, siendo adems la situacin tan crtica como la suya. Una vez finalizado el texto derram una lgri-ma, orgulloso. No habra en la historia testamento ms digno y memorable. Firm con su nombre entero por vez pri-mera y pleg la hoja dando origen a un perfecto avin de papel que lanz aprovechando una brisa de levante. El avion-cillo plane juguetn entre la destruccin y las ruinas hasta posarse a los pies de un simptico nio rubio. El pequeotom el folio, lo despleg y lo ley. Ah est mi eternidad, mi gran historia, pens Ramn. De pronto el nio mostruna sonrisa amplia, estruj el papel hasta formar una pelota que pate brevemente. Luego se cans de ella y la dej enlos escombros, condenada al olvido, a la destruccin. Ramn intent llamar su atencin, gritarle, se abalanz al frenteintentando agarrar al lejano nio, trataba de obligarle a coger de nuevo el papel, no poda dejarlo ah. Los curiosos levieron caer al vaco. Uno de ellos sonri y le dijo al otro, "Yo gano, al final se ha suicidado".

    Temblor de piernasABEL BRI AGULL

    20

    DIEGO WALTER ABELENDA ALONSO

  • CARO MAITERENA VALLEJO

    La soledadALEQS GARRIGZ

    La soledad es una sombra gris, casi negra,que extiende su mancha impalpablesobre la monotona de nuestras horas.

    La soledad ocupa los cuartos, las habitaciones,y alguna vez habla. A travs de las grietas de un muro viejodonde crees reconocer caras, animales imposibles,rboles de un jardn imaginario, escuchars su voz.Y tendido en rigidez, como sobre una plancha de hospital,exclamars -Quin eres?, y ella contestar: -Soy tu soledad. Hemos estado juntos desde tu nacimiento;pero a veces miras las nubes, encuentras a un amigo,te embriagas, te olvidas de m.Pero siempre voy pegada a tu cuerpo como una capa. Sinteme; reconoce en mi voz tus ntimos pensamientos,tus versos, tu asfixia rutinaria.

    Entonces, nos levantamos precipitados de espantocomo un muerto que resucita en el lecho;y en el espejo nos inspeccionamoslo mismo que un mdico a un enfermo Terminal,volviendo a caer en la cuenta de que somos uno, slo uno, solo uno,contra el mundo, contra todo lo dems.

    21CARO MAITERENA VALLEJO

  • La eternidad ignora las costumbres.Eliseo Diego

    El rbol de tus huesos con sus cuernos afiladosreson en el hambre como msica extraacreci en el ala de la sombraatravesado de pjaros y capiteles con sus sierpesde nios hurfanos con el taln hendido en el relojcon la sonrisa fija en el pasadocon la mirada torva y la inocencia inclume.

    Crecimos sobre l los que te amamoslos que sin perder el hbitode atesorar lo que de sobra sabemos sin regresoarracimamos el cario como aves rapacesapartando en captulos las tardes con sus vueltaslos mundos entramados de azogue y aserrnlas pantallas de vulnerabilidad

    Atamos las aristas del pasadocon colores ampulosos y prolficospor los cuatro pasajes del amor sin tiempo,para no claudicarpara no salirnos del empalme de tu rbolcon la inercia trepidante por las oscilacionesaguzando el odo cerca de la escarchaen el ligero trino de lo que no vuelve,abrimos el libro de las estacionesque se coagula en lo alto;t, yo, los tejados amarillos vistos desde Dioscon las chimeneas de trompas de elefantecon sus gatos floreados cascabeleandocon tejones de azcar y sus canalonesesperando la lluvia de los tiempos.

    Y el viento llevaba el perfumehasta la bandada de sueosen lluvia de trinos llevabalos ptalos de tus manos tibias.Tus manos de tierrabaada de otoo.

    Las flores nacan en tus pechosparcela inundada con la melodade la luna eterna...Y toda la nochemiraba tus flores aromando sueossacudiendo a ratos las ramasy el vuelo de un pjaro.

    Eran como estrellascolor de los labios incendiando auroras.Eran...tan pequeascomo las caricias del viejo rococuando nace el viento.

    Eran como besos nacidos al albaen tu ser dormidoen tus ojos tmidosen tus pechos pjaro.

    Las flores nacan en tus manosEVERARDO ANTONIO TORRES GONZLEZ

    22

    MARA TERESA VALENZUELA ESCALONA

    MARA EUGENIA CASEIRO

    De la perpetuidad de enarbolarte