Ingrid Geist Juego Ritual

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  • 183Juego, estado del sentir y experiencia en el ritualEscritos, Revista del Centro de Ciencias del LenguajeNmero 26, julio-diciembre de 2002, pp. 183-225

    Juego, estado del sentir yexperiencia en el ritual

    Ingrid Geist

    El texto ofrece una exposicincontrastante entre las propuestassobre el proceso ritual formuladaspor Claude Lvi-Strauss y VictorW. Turner. En el centro de la discu-sin se encuentra la nocin de jue-go, que la autora estima como unode los mecanismos rituales enca-minados a la disolucin de las es-tructuras significantes. La suspen-sin de la signicidad inaugura ypermea la fase liminar del rito enla cual se abre un horizonte quepermite a los actores rituales su-mergirse potencialmente en un es-tado del sentir. Con base en la se-mitica de Charles S. Peirce, seplantea este estado del sentir comocondicin lgica para el procesode semiosis, reconociendo a su vezla primaca fenomenolgica de laexperiencia. Al exponer, en la se-gunda parte, los elementos teri-cos de la semitica peirciana sebusca dar con una propuesta queplantea el ritual como proceso desemiosis, intrnsecamente tempo-ral, que permita afinar el plantea-miento turneriano de una estruc-tura del rito.

    The text offers a contrasting expo-sition between the proposals on theritual process formulated by Clau-de Lvi-Strauss and Victor W. Tur-ner. In the center of the discussionwe find the notion of play, whichthe author considers as one of theritual mechanisms aimed at the dis-solution of the signifying structu-res. The suspension of the signici-ty opens and permeates the limina-ry phase of the rite in which a hori-zon is opened that permits the ri-tual actors to potentially submer-ge themselves into a state of feeling.With a basis in the semiotics ofCharles S. Peirce, this state of fe-eling is laid out as a logical condi-tion for the process of semiosis, re-cognizing, at the same time, thephenomenological primacy of theexperience. While showing in thesecond part the theoretical ele-ments of Peircian semiotics we tryto arrive at a proposal that intro-duces ritual as an intrinsically tem-poral process of semiosis that allo-ws refining the Turnerian phrasingof a temporal structure of ritual.

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    Al refutar las crticas formuladas a su obra, Claude Lvi-Straussrechaza la objecin de que haya desconocido lo afectivo. A su jui-cio, no se trata de abandonarse a lo inefable sino de colocar losestados afectivos en su lugar preciso. No es pasar por alto losestados afectivos el ponerlos en su verdadero lugar, o lo cual sereduce a lo mismo en el nico lugar donde resulte posible com-prenderlos no anterior a toda captacin del mundo por el pensa-miento sino al contrario, posterior y subordinado a tal captacin ymarcado desde el instante en que la mente aprehende la antinomiainherente a la condicin humana entre dos sujeciones ineluctables:la del vivir y la del pensar1. Esta oposicin entre el vivir y el pen-sar, Lvi-Strauss la equipara con la oposicin entre el rito y el mito,revertiendo la crtica en el entendido de que, en su opinin, se haomitido definir la especificidad del ritual frente al mito. La reflexinlvi-straussiana desemboca en una serie de afirmaciones sobre elritual que considero de sumo inters, no obstante los sesgosvalorativos que permean sus aseveraciones. Segn Lvi-Strauss,el ritual alimenta la ilusin de que es posible remontarse a contra-corriente del mito, rehacer [lo] continuo a partir de lo discontinuo;el ritual es una tentativa consternada, siempre destinada al fraca-so, de restablecer la continuidad de lo vivido2.

    Las reflexiones del antroplogo parten de una formulacin em-prica, segn la cual el rito se compone de palabras proferidas,gestos hechos, objetos manipulados3, esto es, se compone de ac-tos que tambin se realizan en la vida cotidiana y, por lo tanto, hayque preguntar por la lnea divisoria que separa las actividades ri-tuales de las cotidianas. Refirindose a las palabras proferidas, Lvi-Strauss subraya el carcter frecuentemente ininteligible de stasen el ritual puesto que no se trata de trasmitir o intercambiar infor-macin entre los actores rituales y concluye que el ritual ponegestos y cosas en lugar de su expresin analtica. Los gestos

    1 Claude Lvi-Strauss. Mitolgicas IV: El hombre desnudo. Mxico: Siglo XXI,1976, p. 615.

    2 Ibid., p. 609.3 Ibid., p. 606.

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    ejecutados, los objetos manipulados son otros tantos medios que elritual se otorga para evitar hablar4. El carcter anti-analtico delritual se acenta por los procedimientos de fragmentacin y repeti-cin, por medio de los cuales el rito no refuerza sino que invierte elrecorrido del pensamiento mtico que, por su parte, escinde el mis-mo continuo en grandes unidades distintivas entre las cuales institu-ye separaciones. El ritual trata vanamente de reducir estas uni-dades hasta llegar a un valor lmite que no puede jams alcanzar:si no se abolira el pensamiento mismo. Esta tentativa consternada,siempre destinada al fracaso, de restablecer la continuidad de lovivido desmantelado por efecto del esquematismo que en su lugarpuso la especulacin mtica, constituye la esencia del ritual5. Entanto que el mito da resueltamente la espalda a lo continuo paracortar y desarticular el mundo por medio de distinciones, de con-trastes y de oposiciones, el rito sigue un curso inverso: partido delas unidades discretas que le son impuestas por esta conceptualiza-cin previa de lo real, corre en pos de lo continuo y procura alcan-zarlo, por mucho que la ruptura inicial impuesta por el pensamientomtico haga imposible la tarea por siempre. El ritual, pues, noprocede de una reaccin espontnea de lo vivido [...] sino al revs:es decir una segunda intencin nacida del temor de que a partir deuna visin esquemtica y conceptualizada del mundo [...] no consi-ga el hombre dar con el camino de lo vivido. El rito no crea losaxiomas ni las leyes, ms bien se dedica, si no renegar de ellos,cuando menos a obliterar temporalmente las distinciones y oposi-ciones que dictan, haciendo aparecer entre stas toda suerte deambigedades, de componendas y de transiciones6.

    4 Ibid., p. 607.5 Ibid., p. 609.6 Ibid., p. 614. Lvi-Strauss contina diciendo que el ritual responde al modo

    como el hombre piensa el mundo , oponiendo la risa y la ansiedad, considerandoque la ltima es la que caracteriza el ritual. La risa traduce una gratificacininesperada de la funcin simblica. La ansiedad es resultante de una frustracinde la funcin simblica. (Ibid., p. 615) Por un lado, habra que cuestionar la ideade frustracin que en la comprensin lvi-straussiana obviamente es coherentecon el planteo del ritual como tentativa destinada necesariamente al fracaso derestablecer lo continuo. Por otro lado, la risa es ingrediente esencial del ritual. Cfr.,

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    Con esta ltima afirmacin, Lvi-Strauss parecera aproximar-se a la comprensin del proceso ritual por parte de Victor Turnerque considera la liminaridad la fase intermedia de la indetermina-cin, de la ambigedad y la paradoja como el ncleo del esquematrifsico de separacin-limen-agregacin, en el cual la transicinhace posible la transformacin. Si bien Turner es uno de los autorescontra quien va dirigida la argumentacin lvi-straussiana, no obs-tante, ambos antroplogos concuerdan en esta idea de transicin, ala vez que esta coincidencia no buscada y ciertamente superficialcontiene grandes discrepancias. Para Lvi-Strauss, la ilusin delritual de recuperar lo vivido o lo continuo est diametralmente opuestaal trabajo de categorizacin de los mitos cuyas transformacionesanalizadas a lo largo de su vasta obra conservan siempre el princi-pio estructural del mundo clasificado segn trminos binarios, aun-que el autor aduzca frecuentemente la idea de que los mitos seconstruyen sobre los residuos dejados por los efectos destructivosde la diacrona. Quiere decir que no hay lugar en su propuestaterica para lo a-estructural y las transformaciones se reducen acambios topolgicos en un mundo perennemente estructurado. Encambio, para Turner, la transicin liminar el modo subjuntivo de loposible es un horizonte de libertad, creatividad e innovacin y tam-bin es el horizonte sobre el cual emerge el significado.

    Para explicar el proceso ritual, Turner parte de la idea de quetodo rito es un proceso de transformacin, distinto de la ceremoniaque es un acto de confirmacin, donde por transformacin se en-tiende un cambio cualitativo. Desde esta perspectiva, todo rito esun rito de paso, ya sea en sentido restringido, como rito de crisis

    por ejemplo, el relato de Ranjini Obeyesekere sobre un ritual exorcista que, en sufase liminar, comprende danzas de los demonios, los cuales se convierten en figu-ras cmicas en la transicin hacia la agregacin, The Significance of Performancefor its Audience: an Analysis of Three Sri Lankan Rituals, Richard Schechner yWilla Appel (eds.) By Means of Performance. Cambridge, Nueva York, Port Chester,Melbourne y Sydney: Cambridge University Press, 1990, pp. 118-130. Vasetambin Bruce Kapferer que considera la risa como un signo de reintegracin en elmundo normal. Cfr. Performance and the Structuring of Meaning and Experience,Victor W. Turner y Edward M. Bruner (eds.) The Anthropology of Experience.Urbana y Chicago: University of Illinois Press, 1986, p. 201.

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    vital, por ejemplo el paso de la infancia a la mayora de edad, ocomo rito de afliccin, en el caso de enfermedades o infortuniosque aquejan a los actores sociales; ya sea en sentido amplio, comorito de cambio de poder o de investidura de un rol dentro de lajerarqua social y el pasaje de una estacin natural culturalmentedefinida a otra, lo cual incluye los ritos agrcolas y calendricos. Entodos los casos se trata de la transicin de un individuo o gruposocial de la visibilidad a la invisibilidad estructural y el retorno de lainvisibilidad a la visibilidad estructural. El inters de Turner se cen-tra especialmente en la fase liminar donde el individuo o grupo sedescribe como carente de insignias y propiedades sociales, comomuerto y vivo, y como no-muerto y no-vivo, al mismo tiempo. Setrata de un estado transicional de indeterminacin, durante el cuallos individuos ya no estn clasificados y, al mismo tiempo, todavano estn clasificados7. Su condicin propia es la de la ambige-dad y la paradoja. [...] Lo liminar puede tal vez ser consideradocomo el NO frente a todos los asertos estructurales positivos, perotambin al mismo tiempo como la fuente de todos ellos y, an msque eso, como el reino de la posibilidad pura, de la que surge todaposible configuracin, idea y relacin8.

    La idea de la liminaridad como reino de la posibilidad, Turnerla desarrolla en obras posteriores con base en una metfora lings-tica: la posibilidad como modo subjuntivo. Distingue entre dos mo-dos de la cultura: uno indicativo y otro subjuntivo9, lo cual es unareformulacin de su propuesta inicial de distinguir entre estructuray anti-estructura o communitas como dos modelos de sociedad10.La liminaridad junto con communitas es una forma de anti-es-

    7 Victor W. Turner. La selva de los smbolos. Aspectos del ritual ndembu.Madrid: Siglo XXI, 1980, p. 106.

    8 Ibid., p. 107.9 Victor W. Turner. Anthropology of Performance, Performing Arts Journal

    Publications, Nueva York, 1988, p. 41.10 Victor W. Turner. Das Ritual. Struktur und Anti-Struktur. Frankfurt am

    Main y Nueva York: Campus Verlag, 1989. Vase los captulos III, IV y V. Me basoen la edicin alemana. La obra est traducida al espaol: El proceso ritual. Madrid:Taurus, 1988.

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    tructura, como tal es la fase del ritual en la cual se asoma un modeloalternativo de sociedad, aun cuando las acciones rituales se rigen se-gn reglas firmemente establecidas por la tradicin y la costumbre.

    Estructura temporal del rito

    Como muestra el esquema anterior, la estructura temporal del ritoparte del espacio-tiempo estructurado del modo indicativo de la vidasocial para, a travs del rito de separacin o la disolucin de latopologa social, dar cabida a un espacio-tiempo posible del modosubjuntivo de la vida social, que se caracteriza por su liminaridad.Desde el modo subjuntivo, a travs del rito de agregacin o el pro-

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    ceso generador de la topologa social, se vuelve a instaurar un modoindicativo de las relaciones sociales. La fase liminar se presentapredominantemente en el modo subjuntivo de la cultura, el modo delo posible: pudiera ser, como si; es el terreno de la hiptesis, lafantasa, la conjetura y el deseo. La liminaridad puede describirsecomo un caos frtil, una fuente de posibilidades, un esfuerzo porgenerar nuevas formas y estructuras, un proceso de gestacin, unembrin de modos apropiados para la existencia posliminar. Laliminaridad aparece como el manantial de un meta-poder excesivo,como, por ejemplo, en la accin simultnea de liberacin ydisciplinamiento del cuerpo que conduce al trance.

    El ritual se deriva del ncleo subjuntivo, liminar, reflexivo,exploratorio del drama social, donde las estructuras, dentro de lascuales el grupo vive su mundo social, son replicadas, desmembra-das, remembradas, remodeladas y convertidas en significativas, demanera verbal o no verbal11. La liminaridad es producto de unadesconstruccin12 de la topologa social y las estructurassignificantes y al mismo tiempo condicin para el proceso genera-dor de una nueva topologa social y de las nuevas estructuras

    11 Victor W. Turner. The Anthropology of Performance, op. cit., p. 42.12 Uso el trmino de desconstruccin en un sentido meramente descriptivo.

    Como se ver ms adelante, se refiere a la fase del proceso ritual que se orientahacia la suspensin de la signicidad y del tiempo cosmolgico. No me adhiero conello al desconstruccionismo, por ejemplo, de Jacques Derrida. Cfr. RaymundoMier. Incidencias: el desconstruccionismo en juego, en Acta potica, Revista delSeminario de Potica, nms. 9-10. Mxico: UNAM, Instituto de InvestigacionesFilolgicas, 1989, pp. 207-256. Mier seala que la tarea desconstructiva evoca elrastro, asume radicalmente la imagen del signo no como restauracin de la presen-cia, sino como el residuo de una errancia. (p. 236) Mi intencin, en cambio, es lade mostrar cmo a travs de los mecanismos desconstructivos o desarticuladores,el ritual abre la posibilidad de un campo de presencia a partir del cual emerge elsentido. Pienso ah en la manera de cmo Jean Franoise Lyotard se refiere a lamsica en tanto que arte producido por el tiempo, que desemboca en una reso-lucin: la terminacin de una tensin, incluso una disonancia, entre sonidos osecuencias de sonidos, gracias a su combinacin final en un acorde comn.Parafraseando a Lyotard, el ritual es una pieza de tiempo que debe resolverse. Escomo si el tiempo y el material sonoro que lleva consigo tuvieran que cerrarsedefinitivamente tras unas crisis que sera[n] en realidad el momento del tiempomismo. Peregrinaciones. Ley, forma, acontecimiento. Madrid: Ctedra, 1992,pp. 44 y 45.

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    significantes. Al respecto, Turner aborda repetidas veces la nocindel juego. Seala que el juego no cabe dentro de nada particular,trasciende y rechaza cualquier tipo de localizacin, ubicacin o fija-cin. El juego es comparable al trickster del mito13. Estas afirma-ciones permiten considerar el juego como uno de los procedimien-tos otros seran tal vez la celeridad y la ritmicidad por medio delos cuales se desconstruyen las estructuras significantes. Ritual yjuego, por lo tanto, no se oponen, como dira Lvi-Strauss quienresume sus reflexiones respectivas diciendo que el juego produceacontecimientos a partir de una estructura, mientras que los ritosa manera del bricolage [...] descomponen y recomponen conjun-tos acontecimentales14. Segn el autor, el juego parte de una si-metra estructural en tanto que las reglas son las mismas para todoslos participantes y simulan una igualdad entre stos, a partir de lacual se engendra una asimetra que se deriva inevitablemente dela contingencia de los acontecimientos, dependan stos de la inten-cin, del azar, o del talento15. En el ritual, en cambio, aun cuandoste lleva aspectos ldicos, se trata de hacer pasar a todos losparticipantes al lado del bando ganador, por medio de aconteci-mientos cuya naturaleza y ordenamiento tienen un carcter verda-deramente estructural16. Efectivamente, el juego produce aconte-cimientos que, segn el esquema trifsico del ritual, tendrn queubicarse en la fase liminar, lo cual suscita la duda acerca de lanaturaleza estructural del acontecimiento, incompatible, por lo de-ms, con la idea de contingencia aducida por el propio Lvi-Strauss,y la duda de que sean realmente conjuntos acontecimentales lo queel ritual descompone y recompone, sino estructuras significantes.Incluso, en el caso de los ritos de afliccin que se ejecutan, al estar

    13 Vanse los artculos Body, Brain, and Culture, en On the Edge of theBush. Anthropology as Experience. Tucson: The University of Arizona Press,1985, pp. 249-273; y The New Neurosociology, en On the Edge of the Bush, op.cit., pp. 275-289. La nocin del juego como trickster se encuentra en Body, Brain,and Culture, op. cit., pp. 262-264. El mismo artculo aparece tambin en TheAnthropology of Performance, op. cit., pp. 156-178.

    14 Claude Lvi-Strauss. El pensamiento salvaje. Mxico: FCE, 1984, p. 59.15 Ibid., p. 58.16 Ibid., p. 59.

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    los hombres confrontados con los infortunios ocurridos en su mun-do, lo que se descompone es la categora orden/desorden para rein-gresar a un mundo en el cual el trmino marcado de la categora sedesplaza del desorden al orden.

    Segn Turner, el juego se sustrae de una definicin y RichardSchechner concuerda con l al abogar por aplazar cualquier intentode definicin. Schechner menciona como uno de los aspectos cen-trales del juego el de la creacin de realidades mltiples, la cualrelaciona con la nocin de My del pensamiento hind. Integra ensu reflexin la caracterizacin de My de OFlaherty como poderrealizador del mundo fenomnico. El juego de My es un acto decreacin de mltiples realidades, las cuales se caracterizan por serefmeras, transitorias y porosas. Segn Schechner, no es precisoaceptar el universo de My como empricamente verdadero paradarse cuenta de la fertilidad de la nocin. No se trata de una ver-sin reduccionista que convierte el mundo en escenario, sino de unsistema dinmico sin centro fijo, sin punto de reposo y sin referenteabsoluto17.

    Lo que Schechner entiende por el juego de My, se deriva,segn la cosmologa hind, de la actividad libre e incondicionada deakti, el segundo de 36 principios que describen la creacin delmundo como un proceso de contraccin de la conciencia universal.El primer principio presenta esta conciencia en su estado primor-dial, como totalmente expandida y en reposo. Es el aspecto mascu-lino representado por iva. El segundo principio, akti, el aspectofemenino, entiende la conciencia como una energa, una potenciali-dad pura de ponerse en movimiento e iniciar el proceso de creacinque atraviesa por otros tres principios de potencialidad pura: volun-tad ilimitada (Sdkhya), conocimiento ilimitado (vara) y accinilimitada (uddhavidy). My se coloca en el sexto lugar, es elprimer principio puro-impuro, la fuerza a partir de la cual se inicia elproceso de contraccin de la conciencia. Le siguen cinco principiosque expresan los poderes de limitacin de My: individuacin

    17 Richard Schechner. Playing, en The Future of Ritual. Writings on Cultureand Performance. Nueva York y Londres: Routledge, 1995, pp. 24-44.

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    (Kal), conocimiento limitado (Vidy), voluntad limitada (Rga),tiempo (Kla) y espacio (Niyati), que conducen a la oposicin entreespritu (Purua) y materia (Prakti) correspondientes a los princi-pios duodcimo y decimotercero18.

    En el pensamiento hind, My es un poder diferenciador y cla-sificador, la ilusin de las diferencias, como tal, podra ser una me-tfora sugerente para describir el proceso generador desde el fon-do indiferenciado de la liminaridad hasta la constitucin de una to-pologa social. My bien podra entenderse como una metforapara la semitica19, para el proceso de significacin que instauralas determinaciones discretas. El juego de My es el juego recu-rrente de crear mundos, realidades mltiples, donde los sistemasclasificadores se sobreponen, se atraviesan y se contradicen hastaproducir probablemente un efecto destructor. Sobre todo, este efectodestructor es el que nos interesa, aunque consideramos necesariodistinguir dos tipos de actividades ldicas en el ritual: un primeroque crea esas mltiples realidades hasta borrar los lmites entre lostrminos hasta fundir las categoras y un segundo que se presen-ta como una escenificacin del orden invertido, como una suerte derito de agregacin en el cual las bufonadas de los actores ritualesintroducen la distancia esttica, como dira Schechner; y las risas,con las cuales las bufonadas son respondidas, indican la gratifica-cin de la funcin simblica, como dira Lvi-Strauss20.

    Esta doble faceta del juego se expresa claramente en las accio-nes rituales de la semana santa de la comunidad cora de Santa

    18 Jaideva Singh. Ziva Sktras. The Yoga of Supreme Identity. Delhi, MotilalBanarsidass, 1979, pp. XII-XXVIII: I. The tattvas of the universal experience, II. Thetattvas of the limited individual experience, III. The tattvas of the limited indivi-dual, IV. The tattvas of mental operation, V-VII. The tattvas of sensible experiencey VIII. The tattvas of materiality. El proceso de contraccin de la conciencia omanifestacin objetiva del mundo prosigue por los principios impuros y segn elrgimen de los tres factores constitutivos del mundo material pureza (Sattva),accin (Rajas) e inercia (Tamas) hasta manifestarse los cinco elementos, losltimos de los 36 principios, que son ter, aire, fuego, agua y tierra.

    19 Vase la yuxtaposicin de My y clasificacin en Roland Barthes, DasReich der Zeichen. Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1981, p. 101.

    20 Barbara Myerhoff. Transformation of Consciousness in RitualPerformances: Some Thoughts and Questions, Schechner y Appel (eds.), en By

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    Teresa del Nayar. La fase de separacin est sealada, a lo largode la cuaresma, por la proximidad cada vez mayor de la presenciade la judea. Los signos con los cuales los judos marcan esta pre-sencia, van colocando un cerco alrededor del pueblo que se vacerrando lentamente hasta que, a partir del domingo de ramos, susacciones rituales van incrementndose, acompaadas a su vez porun aumento de tempo. A lo largo de los das siguientes, con pasoveloz, los judos realizan recorridos sobre un circuito de cruces quecircunda la plaza en el exterior. En varias ocasiones, los recorridosse interrumpen, sin que se detenga el movimiento, describiendo unasuerte de nudos por el desplazamiento que se ejecuta repetidasveces en torno a los dos centuriones que encabecen el grupo de losjudos: recorriendo breves trayectos en lnea recta, de ida y vuelta,a ambos lados de los centuriones, e intercalando movimientos cir-culares alrededor de ellos, por la mano derecha y por la izquierda.Al entrar en la fase liminar, el da mircoles, los judos irrumpen porel poniente en la plaza del pueblo, realizando sus carreras en elcircuito de las cruces que la circundan en el interior. Los judos sevan convirtiendo en borrados, segn testimonio de los propiossantatereseos. En tanto que borrados, son estructuralmente invisi-bles aunque fsicamente visibles y de una manera ostentosa. Losborrados exhiben sus cuerpos desnudos salvo los pantalones ocalzones enrollados por encima de las rodillas y pintados de negro,el da mircoles; de franjas negras y blancas, el jueves santo, y conel agregado de manchas rojas, el viernes santo. Durante estos das,los borrados cuyo nmero va acrecentando, circulan en pequeosgrupos por todo el poblado, ejecutando pasos rtmicos y realizandoas una danza ininterrumpida a lo largo de los tres das. Estn to-cando flautas y tambores y entonan cantos difamatorios sobre cier-tas mujeres, donde en cada encuentro entre dos grupos, uno da lapauta y el otro va tejiendo la trama a su libre albedro. En estosencuentros entre borrados, armados adems con pesados sables

    Means of Performance, op. cit., pp. 247-249. Myerhoff plantea la necesidad detomar en cuenta el problema del distanciamiento, donde, segn ella, es el factorldico el que lo introduce y que, en ocasiones, puede aparecer como lo ridculo.

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    de madera, se simulan combates que, en un principio, se presentancomo un juego dancstico acompaado por risas burlonas hasta, enocasiones, terminar en carcajadas iracundas, seguidas por un golpefatal asestado sobre el cuerpo o la cabeza de uno de los contrincan-tes. El juego comporta un riesgo, al borrar las fronteras y hacer quelos actores rituales se sumerjan en la intensidad de un mundo devrtigo, en el cual la signicidad la categora del bien y del malqueda suspendida hasta potencialmente desembocar en una cats-trofe que borra el umbral entre vida y muerte. La regulacin ldicadescubre su destino precario. Los actores liminares atraviesanpor una preparacin para el juego que es en s misma un juegohasta entregarse a un umbral para experimentar la violencia deuna regularidad ausente21.

    La otra faceta del juego se expresa en las vaciladas de los bo-rrados a lo largo de todos los das festivos, colocando un contrapun-to al espesor y riesgo de los combates que conllevan un gesto mor-tal latente, y se manifiesta, el sbado de gloria, en las risas liberadasde la intensidad de la fase liminar y en la escenificacin del mundoal revs, que culmina con el acto de sacrificar a los centuriones.Los borrados hablan al revs, se visten con las ropas al revs, imi-tan las procesiones realizadas los das anteriores, tambin al revs,y se entregan a una serie de bufonadas jocosas, por medio de lascuales se instaura un doble distanciamiento, uno con respecto a lastensiones y el espesor del sentir de la fase liminar que se resuelvenen la experiencia catastrfica del golpe fatal, y otro en relacin conel orden del mundo rutinario. Los judos prosiguen la bsqueda in-fructuosa del nazareno, iniciada ya el da anterior y, al ver sus es-fuerzos frustrados, se vuelven contra sus cabecillas. El desordense destruye por su propia fuerza. Los judos persiguen a loscenturiones hasta capturarlos y colgar sus sombreros en el centrode la plaza, como seal de su muerte, la cual es replicada por elacto de quemar a dos monos de zacate que estuvieron en el centrode los ltimos excesos del mundo al revs. El ritual termina que-

    21 Raymundo Mier. Reflexiones sobre el juego, Jos Luis Ramos Ramrez(ed.), en Juego, educacin y cultura. Mxico: ENAH, 1999, pp. 72, 73 y 75.

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    mando el zacate en la plaza para dar lugar a un acto purificador elacto concluyente del rito de agregacin de los judos que caminansobre las cenizas calientes y los ltimos focos de lumbre que que-dan entre stas.

    Los juegos, pues, por un lado, escenifican transitoriamente unestado invertido de las cosas que remite a su contrario, el orden delmundo rutinario, y las risas como contrapunto y como resolucinde la intensidad liminar expresan, en trminos de Lvi-Strauss, lagratificacin de la funcin simblica, esto es, comportan momen-tos de reflexividad, como dira Turner. Por otro lado, son juegos deinversin que borran las fronteras, esto es, suspenden las estructu-ras significantes e introducen, como seala Barbara A. Babcock,un principio de negatividad esttica que apunta hacia lo imposible22,que, en la propuesta turneriana, sera el mundo subjuntivo de loposible como un horizonte de incertidumbre sobre el cual emerge locontingente. Sera aqu donde cabra hablar de la ansiedad evocadapor Lvi-Strauss, sin embargo, no en el entendido de una frustra-cin de la funcin simblica sino como estado afectivo que res-ponde a la situacin paradjica de atraccin-repulsin que acompa-a a los juegos liminares y la disciplina rtmica, encaminados a bo-rrar las distinciones y hacer al sujeto vulnerable.

    El agotamiento fsico de los cuerpos vaca el afecto, la voluntady la cognicin socialmente moldeados; stos quedan sin efecto enla entrega a un devenir subterrneo e incierto que, en la superficie,bien puede brotar como un acto violento desmesurado o desplegarsecomo un silencio que envuelve un sentir y una experiencia ntima.La disciplina ritual probablemente habra que definirla como un ha-cer iterativo que implica tempo y ritmo, hasta apresar al actor ri-tual, donde esta captura paradjicamente es la condicin para laliberacin de las determinaciones sociales y significantes. Mientrasque las prescripciones y prohibiciones en los estados estructuralesde la vida rutinaria implican un reconocimiento de la obligatoriedad

    22 Barbara A. Babcock Introduction, Babcock (ed.), en The ReversibleWorld. Symbolic Inversion in Art and Society. Ithaca y Londres: Cornell UniversityPress, 1978, pp. 16, 19, 21 y 24.

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    y una asuncin de la responsabilidad, en el ritual y sobre todo en lafase liminar, apuntan contrariamente a la suspensin del deber ti-co para colocar en lugar de ste un deber devocional, un deber queinstiga a actuar. Este actuar puede tener lugar mediante un impul-so inmediato de conformidad a la costumbre que conduce a lo queCharles S. Peirce llama una retroconsciencia que, por su parte,puede suministrar la razn general23 para el actuar. Los juegos ylos movimientos rtmicamente redundantes de los borrados operana la manera de una reduplicacin iterativa de una constante hastaarrastrar al sujeto fuera de las determinaciones estructurales lo cual,probablemente, puede describirse como una suerte de repeticinsin origen que provoca un acontecimiento sin origen sobre labase de una memoria sin persona24. La disciplina ritual, pues,retorna el sujeto a un estado de cuerpo fenomenal, sumergido en unestado del sentir que Ral Dorra enuncia como la presencia de lavida en cuanto tal o como el grado cero del vivir, en el cual elcuerpo y el mundo estn embragados25.

    23 Retomo aqu, de manera resumida, algunas afirmaciones de Peirce en Lasciencias normativas. Peirce distingue entre el actuar por obediencia a una ley yel actuar bajo la influencia de una vaga personificacin de la comunidad. En estesegundo caso, el ser humano acta de conformidad a la costumbre. La conformi-dad a una norma puede tener lugar mediante un impulso inmediato. Se transformaentonces en imitacin instintiva. Pero el hombre no personifica aqu vagamente lacomunidad, sino que l mismo, como se suele decir, se pone en la piel de otro. Aeste ponerse uno mismo en el lugar de otro lo llamo retroconsciencia. Ms adelan-te, Peirce contina: Un hombre puede actuar ponindose en el lugar de otro y deacuerdo a una razn general suministrada por esta retroconsciencia. [...] Pero estoya no es conformidad a una norma; es devocin a alguien o a algo. Charles S.Peirce. El hombre, un signo (El pragmatismo de Peirce). Barcelona: Ed. Crtica,1988, pp. 292 y 293. Vase tambin la afirmacin de Mier de que la ley del juegono admite la transgresin porque sta es la extincin misma del juego. Podraconcluirse entonces que el deber tico implica la posibilidad de su transgresin, encambio el deber devocional la excluye. Raymundo Mier Gadamer: resonanciasantropolgicas de una hermenutica del juego, en Jos Luis Ramos Ramrez yJaneth Martnez (eds.). El acto de jugar. Mxico: ENAH, Correo del Maestro y LaVasija, en prensa, p. 7 del manuscrito.

    24 Roland Barthes. Im Reich der Zeichen, op. cit., p. 109.25 Ral Dorra. Entre el sentir y el percibir, Eric Landowski et al., en Semi-

    tica, estesis, esttica. Sao Paulo y Puebla: EDUC y UAP, 1999, p. 257.

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    En estrecha vinculacin con la doble faceta del juego y retomandola idea de una negatividad esttica de Babcock, podemos suponertambin un carcter doble de la misma: una primera negatividadque se manifiesta en la voluntad desestructurante del juego, hastaarrastrar el sujeto dentro de una deriva incierta y transitoria de unestado del sentir, y una segunda que acontece en el sobrevenir deuna experiencia que destruye el sentir. El acaecer no es posiblesobre la base de un mundo categorizado, en el cual los signos con-servan su integridad, sino requiere de una voluntad que desintegralos signos. En ausencia de los mecanismos rituales para ladesconstruccin del universo simblico (u otros mecanismos queno necesariamente sean del orden ritual), se llegara a lo que RogerAbrahams llama una experiencia tpica: Al hablar de experiencia,hablamos del flujo continuo de la vida registrado por el filtro de lacultura, quiere decir que identificamos eventos que ya hemos apren-dido a interpretar como experiencia, sorpresa o trauma. La tipicidadde la experiencia proporciona un vnculo entre pasado, presente yfuturo, porque la tipicidad descansa en que otros ya han vivido laexperiencia que ocurre en el presente. Los hombres deseanoptimizar los actos autentificantes, sin embargo, para provocar ta-les experiencias, secretamente tienen que gastar gran parte de lasenergas preparndose para estos quebrantamientos asombrososen los cuales, en realidad, les sobreviene el cumplimiento de susexpectaciones. Por lo tanto, puede hablarse de una experiencia dela experiencia: el reconocimiento de que la vivencia propia es unarplica de vivencias ajenas26.

    26 Abrahams. Ordinary and Extraordinary Experience, Victor W. Turner yEdward M. Bruner (eds.), en The Anthropology of Experience, op. cit., pp. 55,60, 64. A mi parecer, lo que Abrahams describe es la imposibilidad de unaexperiencia que, efectivamente, se da en un mundo carente de mecanismos dedesconstruir las estructuras significantes. Asocio con este planteamiento lasamplias exposiciones de Alfred Schtz sobre el sentido comn entendido comoun sistema de construcciones tpicas que presupone una reciprocidad de pers-pectivas entre los actores sociales, basada en dos idealizaciones: la de laintercambialidad de los puntos de vista y la de la congruencia del sistema designificatividades. Alfred Schtz. El problema de la realidad social. BuenosAires: Amorrortu Editores, 1995, pp. 42 ss.

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    El ritual muestra efectivamente ese gasto de energas del cualhabla Abrahams, que se presenta como un gran despilfarro a lamanera de un potlatch que destruye los recursos y las energas:una prdida potencialmente total como condicin de un deslumbra-miento que irrumpe como brecha en el discurso27. Podramos pro-bablemente a manera de Jean Duvignaud hablar del ritual comouna metafsica en acto28 que justamente abre una brecha en eldiscurso y es una forma de subversin, induciendo de esa ma-nera a un espacio-tiempo de manifestaciones a-estructurales29.Estas manifestaciones o estados a-estructurales son zonas de som-bra o rupturas momentneas en el transcurso de las cosas, pro-vocadas, por ejemplo, por la rtmica y la danza y los juegos recu-rrentes de inversin que ayudan al cuerpo a despojarse [...] delyo impuesto, pero no sugieren en absoluto ningn otro papel queel de [...] estar en un campo de presencia30. Dicho en trminos deRaymundo Mier: El juego lleva la accin humana hasta la inhuma-nidad, ah donde el valor, el intercambio, la ganancia, se disipanpara hacer visibles los lmites de la propia fuerza, del cuerpo, en elenfrentamiento de una incertidumbre a un rgimen en el que seatestigua el vaco de la significacin que es el vrtigo31.

    El juego, pues, se sustrae de una comprensin sistmica quepone el nfasis en una perspectiva meramente constructiva y queplantea los modos de construccin del significado como modos ho-mogneos que remiten a las nociones de estructura, consistencia,coherencia y no-contradiccin. Los juegos de la fase liminar delrito y los que conducen a sta, ponen estos principios fuera de vi-

    27 Vase la referencia a Bataille que Mier hace en relacin con la discusin deljuego con base en las reflexiones de Gadamer: Gadamer: resonancias antropolgicasde una hermenutica del juego, Jos Luis Ramos Ramrez y Janeth Martnez(eds.), en El acto de jugar, op. cit., pp. 9-10 del manuscrito.

    28 Jean Duvignaud. El sacrificio intil. Mxico: FCE, 1978, p. 221. Hay queaclarar que el autor aplica la caracterizacin a la fiesta, no al ritual. Desde laperspectiva de una ruptura entre el trance y la posesin, Duvignaud interrogasobre la posibilidad de un doble frenes, por un lado, el del trance que conducea la fiesta, y por otro el de la posesin que lleva al ritual y la religin. (p. 47).

    29 Ibid., p. 7.30 Ibid., pp. 25, 28 y 29.31 Raymundo Mier. Reflexiones sobre el juego, op. cit., p. 75.

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    gencia. As Louis Hjelmslev puede sealar que al investigar lalnea divisoria entre semitica y no semitica, una conclusin pocomenos que evidente salta a priori a la vista: los juegos se encuen-tran cerca de esta frontera, o tal vez en la frontera misma. Lasestructuras semiticas [...] no son juegos32. Al reconocer los pro-cedimientos rituales que desconstruyen las estructuras significantes,habra que pensar en la posibilidad de que la significacin tiene lacapacidad de revertirse sobre s misma, hasta disolverse. Al res-pecto, Mier afirma que el juego es un acto semitico negativo[las cursivas son mas] en el cual se anula todo proceso de semiosis,en una especie de gesto que cancela la significacin, la revierte, sevuelve sobre ella para disiparla en el goce de ese trnsito en losbordes de la regulacin. Es en el juego donde la significacin mues-tra su poder radical, que es disiparse a s misma33, a la vez que lacancelacin de la significacin hace emerger nuevos signos: Ladestruccin de los signos engendra a su vez signos de esa destruc-cin, huellas de lo que se extingui; la propia metamorfosis de lossignos engendra significacin, la experiencia se convierte en unpunto de partida y un eslabn de la semiosis34.

    El tema de la emergencia del significado en la fase liminar delrito figura en la obra de Turner como una inquietud central y, reco-nociendo el lugar de la experiencia, busca responder a sta conbase en la estructura temporal de la vivencia de Wilhelm Diltheyque comprende cinco momentos: (1) un ncleo perceptual intensocargado de placer o dolor, seguido por (2) la evocacin de imge-nes claramente perfiladas de vivencias del pasado, (3) la plenareviviscencia de los acontecimientos pasados con los sentimientosoriginalmente enlazados, (4) la generacin de significado por mediode una reflexin sensible sobre las conexiones entre los aconteci-

    32 Louis Hjelmslev. Prolegmenos a una teora del lenguaje.Madrid: Gredos,1984, p. 154. Cfr. tambin p. 156.

    33 Raymundo Mier. Reflexiones sobre el juego, op. cit., p. 75.34 Raymundo Mier. Tiempo, incertidumbre y afeccin. Apuntes sobre

    las concepciones del tiempo en Ch. S. Peirce, en Tpicos del Seminario. Lainscripcin del tiempo en los textos, nm. 4, Universidad Autnoma de Pue-bla, 2000, p. 136.

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    mientos pasados y presentes, hasta concluir (5) en la expresin ycomunicacin de la vivencia35. Una de las razones por las cualesTurner se adhiere a este planteamiento diltheyiano, me parece, esel factor de reflexividad en el cual el antroplogo insiste repetidasveces, suponiendo una relacin dialctica entre un estado del fluirque caracteriza la liminaridad y el surgimiento de la reflexividad yautorreflexividad, en la cual se instituye el significado de lo vivido.Sin embargo, es justamente esta supuesta dialctica la que requierede un refinamiento analtico y, en busca de ste, me oriento a con-tinuacin en la propuesta semitica de Peirce.

    La estructura temporal de la vivencia que apunta a una armoni-zacin musical de los valores del presente abigarrado en una refe-rencia al pasado, por un lado, rebasa el mbito propiamente dichode la vivencia y, por otro, resume en lo que Dilthey llama su primermomento una serie de elementos que hay que distinguir. El ncleointenso cargado de placer o dolor parece abarcar indistintamente elabandono del actor ritual a un estado del sentir, la duracin delpropio estado del sentir, el quebrantamiento de ste y la emocinque de ah emerge. Hemos tratado de describir el abandono conbase en los medios desarticuladores del ritual, poniendo nfasis enel juego como acto semitico negativo. El sentir y la quiebra deste nos proponemos abordar en una lectura concienzuda de algu-nos textos de la obra de Peirce quien, con respecto a la emocin,seala que sta surge posterior al estado del sentir y a la sensacin.La emocin implica reacciones del cuerpo que se manifiestan engestos de agrado o desagrado; incluso puede ser determinada yapor el pensamiento. La sensacin ayuda a suministrar la informa-cin al conocimiento, en cambio, la emocin se incorpora muchoms tarde, mucho despus del momento inicial de la cognicin desu objeto36.

    35 Victor W. Turner. Vom Ritual zum Theater. Der Ernst des menschlichenSpiels. Frankfurt am Main y Nueva York: Edition Qumran im Campus Verlag,1989, pp. 16-19.

    36 Charles S. Peirce. Algunas consecuencias de cuatro incapacidades, en Elhombre, un signo, op. cit., p. 108.

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    Los dems momentos de la estructura de la vivencia, a mi pare-cer, pertenecen ya al mbito de la narrativizacin de la experiencia,donde sta, en la particular definicin peirciana poco o nada tieneque ver con la vivencia diltheyiana. La narrativizacin est clara-mente presente en el nfasis en la dimensin del pasado, lo cual lepermite a Turner retomar la nocin de restauracin del pasado deSchechner y resumir en sta la gnesis del significado37. Sin em-bargo, ser preciso mostrar la presencia de una temporalidad mscompleja. Habr que distinguir entre un pasado narrativo el pasa-do vivido por otros que, en el sentido expuesto por Abrahams,remitira a una suerte de experiencia tpica, y un pasado vivido; yhabr que distinguir tambin con respecto a este ltimo un pasadovivido ms o menos distante, pero en cualquier caso sometido ya alos procedimientos de narrativizacin, el pasado narrado que sumi-nistra los medios sgnicos para pasar de la presencia de lo vivido ala representacin, al cual, a mi parecer, se refiere Dilthey, y unpasado vivido, el estado de un sentir que apenas ha sido, pero delcual no queda ms que un residuo o una huella por la fuerzadestructiva de la experiencia y el distanciamiento temporal que staintroduce, tal como Peirce la define. Es a este pasado vivido al cualestrictamente hablando se aplicara la idea turneriana de restau-racin del pasado, al asignar significado a la experiencia, clasificar-la dentro del repertorio culturalmente disponible y otorgarle persis-tencia por la va de la memoria. Al nombrar el eso originario oalgo insignificante del sentir del cual queda slo un residuo tem-poralmente distante, se convierte en pasado narrado, producto deun patrn cultural y, a su vez, molde para las interpretaciones yrepresentaciones de experiencias futuras, propias o ajenas. La na-rracin transforma la fisonoma irreductible del quebrantamiento,lo arranca del olvido y lo impregna de memoria38. El aconteci-miento se preserva en la memoria marcada violentamente con los

    37 Victor W. Turner. On the Edge of the Bush. Anthropology as Experience, op.cit., pp. 213-214; y Richard Schechner. Performance Theory. Nueva York:Routledge, 1988, pp. 40-43, 51 ss.

    38 Raymundo Mier. Semitica y discordia: el testimonio esttico, Landowskiet al., en Semitica, estesis, esttica, op. cit., p. 82.

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    signos de su propia desaparicin; el acontecimiento slo es tolera-ble cuando ha sido recobrado por el consuelo de la certidumbre39.

    Segn la semitica peirciana, el signo se engendra en una pre-sencia, entendiendo sta como algo simultneamente estructuradoy no estructurado, como copresencia de cualidades distintas de sig-nificacin. El signo emerge de la vaguedad de un fondo en el cuallos principios lgicos de la identidad, la no-contradiccin y el terce-ro excluido no tienen vigencia. El lugar lgico de la vaguedad co-rresponde a la primera de las categoras de la faneroscopia quefundamenta simultneamente los modos de ser de lo Real y de losprocesos del conocimiento y la significacin que comportan intrn-secamente una dimensin temporal. Las categoras o fanerones dePrimeridad, Segundidad y Terceridad se caracterizan por una hete-rogeneidad sealada en los trminos respectivos de Posibilidad,Actualidad (Existencia) y Necesidad, y corresponden a las nocio-nes de estado del sentir, experiencia (sensacin) y hbito (repre-sentacin), sobre las cuales versan las siguientes exposiciones enbusca de una mayor claridad sobre la gnesis del significado.

    Peirce advierte que no se trata de exagerar el elemento dePrimeridad que hara creer que la bondad del razonar consiste enesta sola satisfaccin esttica. Esto podra ser si furamos dioses yno estuviramos sujetos a la fuerza de la experiencia40. Si bien laPrimeridad es del dominio de la cualidad y el sentir, la Terceridadfluye a nosotros por todas las avenidas de los sentidos41. Es pues,en la representacin y en el pensamiento que el ser humano se

    39 Ibid., p. 91.40 Charles S. Peirce. Algunas categoras de la razn sinttica, en El hombre,

    un signo, op. cit., p. 128.41 Ibid., p. 127. Cabe sealar que, en la trada de las ciencias normativas, la

    esttica ocupa el lugar de la Primeridad, la tica, el de la Segundidad y la lgica, elde la Terceridad. Cfr. Joseph L. Esposito. Peirces Theory of Semiosis, CyberSemiotic Institute, University of Toronto, sptima leccin. Semiosis and theProof of pragmaticism, 1999, p. 10. Cfr. tambin la introduccin de Helmut Papea Peirce Semiotische Schriften, tomo I. Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1986, p. 71:la trada mayor se compone de matemticas, filosofa y ciencias especiales, y lafilosofa se divide entre fenomenologa (o faneroscopia), ciencias normativas ymetafsica, las ciencias normativas comprenden la esttica, la tica y la lgica.

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    construye, en el uso de los signos, lo cual le permite a Peirce afir-mar que la palabra o signo que utiliza el hombre es el hombremismo. Mi lenguaje es la suma total de m mismo, pues el hombrees el pensamiento42. El hombre es producto de un trabajo de sen-tido, entendiendo por ste una creacin infinita de sentido, de ma-nera tal que Peirce puede plantear que el grado ms elevado derealidad slo se alcanza por medio de signos43, por medio de unaserie de representaciones las cuales, sin embargo, presuponen lgi-camente un estado del sentir que se caracteriza por la presencia derelaciones no eficientes. La funcin esencial de un signo, entonces,es hacer eficientes estas relaciones no eficientes, esto es, se tratade fijar una regla general e instituir un hbito por medio del cual lasrelaciones puedan actuar44.

    Precisamos, pues, reconocer la primaca lgica y ontolgica dela Primeridad la cual, sin embargo, sera una presencia muda, si elproceso de semiosis se detuviera en ella, supuesto que, por lo de-ms, fuese impensable e irrepresentable. Por otra parte, y esto meparece esencial, hay que tomar en cuenta que la primacafenomenolgica le corresponde a la Segundidad y junto con ella, ala experiencia. Paradjicamente, no hubiese sucedido nada si nofuese por la experiencia, en la cual el sentir se destruye, y tampocohabra un algo, aunque sea slo un residuo o una huella, que pudiesesignificarse.

    La categora de la Primeridad es la de la cualidad y el sentir,donde Peirce hace la aclaracin de que una idea de Primeridad esuna impresin total, no analizada, no pensada como un hecho, sinouna mera cualidad, esto es, una Posibilidad positiva y simple de unaparecer45. El Primero se describe en trminos de frescura, inme-diatez, espontaneidad, originalidad, presencia, evanescencia y no-

    42 Charles S. Peirce. Algunas consecuencias de cuatro incapacidades, en Elhombre, un signo, op. cit., p. 121.

    43 Charles S. Peirce. Semiotic and Significs. The Correspondence betweenCharles S. Peirce and Victoria Lady Welby. Bloomington y Londres: IndianaUniversity Press, 1977, p. 23.

    44 Ibid., p. 31.45 Ibid., p. 25.

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    vedad. La idea del Primero es tan frgil que no se la puede tocarsin destruirla, ya que, con slo afirmar el Primero, ste ya deja suinocencia caracterstica porque la afirmacin implica siempre y almismo tiempo, negar un algo otro46. El sentir se entiende comoabsolutamente simple e indiviso, como una presencia inmediata einstantnea. Aun considerando que el sentir puede estar presentedurante un lapso de tiempo, est presente indivisiblemente en todoslos momentos de ese tiempo. El sentir no es un acontecimiento o unsobrevenir sino un estado que es ntegramente lo que es en todoslos momentos, no importa cul sea la duracin47.

    Segn Peirce, no hay conciencia en el sentir que, por lo dems,es un continuum, lo cual me remite al planteamiento de MauriceMerleau-Ponty de que el sentir pertenece a un estrato originario,antepredicativo, que es anterior a la sensacin en tanto que stapresupone un trabajo de abstraccin y una divisin de los sentidos,mientras que aqul se presenta como una sinestesia en la cual lossentidos se comunican. La idea de sinestesia le permite al filsofoplantear la idea, por ejemplo, de ver los sonidos y or los colo-res o, con relacin a la percepcin del espacio, vislumbrar la unidadintencional del espacio por la va de una convergencia entre losdiversos dominios sensoriales que posibilitan pensar no slo en unespacio visual y tctil, sino tambin en un espacio auditivo. Lasinestesia se entiende a la manera de un fluir de cualidades que sevincula con el movimiento general del ser-en-el-mundo que es unmovimiento virtual. Los sentidos se traducen el uno al otro sinnecesidad de intrprete, se comprenden el uno al otro sin tener quepasar por la idea48. En trminos de Peirce, la cualidad del sentir esPosibilidad pura, es puro poder-ser no necesariamente realizado,por lo tanto es general, donde, sin embargo, hay que distinguir lageneralidad de la Posibilidad de la generalidad del pensamiento,propia de la Terceridad. Aun siendo indiviso, el sentir se caracteri-

    46 Charles S. Peirce. Thorie des catgories: la phanroscopie, en Ecrits surle signe. Paris: Editions du Seuil, 1978, pp. 72-73.

    47 Ibid., pp. 83-8848 Maurice Merleau-Ponty. Fenomenologa de la percepcin. Barcelona:

    Pennsula, 1994, p. 249.

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    za por una inestabilidad o movilidad, y podra hablarse probable-mente de un gradiente o una modulacin del sentir en tanto que lascualidades se fundan o se deslizan unas en otras, ya que no poseenidentidades perfectas sino slo parciales.

    Ahora bien, Peirce seala que todo lo que decimos sobre lascualidades es cierto despus de reflexionar sobre ellas, lo cual tieneque ver con el carcter frgil de la Primeridad, arriba mencionado,e involucra la Terceridad en tanto que pensamiento que presuponela aprehensin de las cualidades por medio de la sensacin quesuministra la informacin. Pero, si bien la sensacin es requisitopara la aprehensin de la cualidad, sin embargo ninguna sensacinni facultad sensorial es requisito para la Posibilidad que es el ser dela cualidad. La Actualidad no produce la Posibilidad, sino el mundoya posee por s misma la Posibilidad de sensacin, slo falta quenuestros sentidos quieran responder a ella49.

    Para Peirce, el sentir es un estado, no es un acontecimiento o unsobrevenir que son propios de la experiencia50. Esto me hace re-gresar a la cuestin del ritual en sus fases de desconstruccin yconstruccin de la significacin y el intersticio insignificante quese inserta en la duracin liminar entre ambas fases. Por un lado,probablemente no sea casual que la expresin turneriana que ca-racteriza la liminaridad como el mundo subjuntivo y de lo posiblecoincide terminolgicamente con la descripcin peirciana de laPrimeridad como Posibilidad, aunque habra que cuidar la distanciaque mide entre la teora del antroplogo y el pensamiento del filso-fo. Para Peirce, la Posibilidad puntualiza una categora formal delos modos del ser de lo real, mientras que, en el caso de Turner, laformulacin en la oposicin entre estructura y anti-estructura, su-pongo que ms bien se hace con miras a la substancialidad de lasrelaciones sociales: lo posible como alternativas concretas que semanifiestan en la negociacin de los proyectos de vida.

    49 Charles S. Peirce. Thorie des catgories: la phanroscopie, en Ecrits surle signe, op. cit., pp. 89-92.

    50 Charles S. Peirce. Algunas consecuencias de cuatro incapacidades, en Elhombre, un signo, op. cit., p. 101.

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    Si entendemos la liminaridad como una fractura, una cuestinque se plantea es referente a los momentos de inauguracin y con-sumacin y, entre ambos, el momento del sobrevenir. Al respecto,me parece interesante la propuesta de Luiz Tatit que insiste enreconocer una dimensin temporal que el autor esquematiza en tr-minos de duraciones, segn los cuales la continuidad del quehacercotidiano y rutinario la continuacin de la continuacin se ve in-terrumpida por un acontecimiento sorprendente la parada de lacontinuacin que da lugar a una fractura la continuacin de laparada51. Por lo dems, el autor hace hincapi en el hecho de quela experiencia esttica ciertamente se construye de manera retro-activa, lo cual, segn su esquema hace suponer que el sobrevenirse localiza en el momento de la sorpresa que se distiende en laduracin de la captura esttica. Creo que esta es una postura com-partida por la mayora de los semiotistas atrados por las vetas deinterpretacin que ofrece la imperfeccin greimasiana, aun cuandoexplcitamente no tematizan la dimensin temporal. Sin embargo, siproseguimos con el esquema de Tatit, ste, en su formulacin binaria,debera conducir consecuentemente a la extraa caracterizacinde una parada de la parada que retorna a la continuacin de lacontinuacin, la cual si algo significa slo puede ser el sobresal-to, el momento del sobrevenir. Por lo tanto, no es el sentir el quesobreviene, sino ste ms bien se desliza o escurre en el sujetoarrastrado por el juego de las inversiones y la ritmicidad de lasacciones rituales. La saturacin del campo de los significantes bo-rra la significacin y abre un horizonte del sentir a la deriva. Esdecir, no hay mediacin entre la Terceridad y la Primeridad, sino, sila significacin tiene la capacidad de disiparse a s misma, se instalaa travs de su propio derrumbe en la Primeridad del ser del mun-do que posee la Posibilidad para una sensacin. Aunque, si toma-mos en cuenta una anotacin de Peirce en relacin con las Letrasestticas de Friedrich Schiller, podramos considerar los juegos ri-

    51 Luiz Tatit. A durao esttica, Landowski et al. Semitica, estesis, est-tica, op. cit., pp. 198-199.

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    tuales como Segundidad cuya accin-reaccin se prolonga en unatensin y por ello, la ansiedad mencionada por Lvi-Strauss lacual se disuelve en la vaguedad de un estado del sentir.

    En las exposiciones anteriores he sido lo ms cuidadosa posibleen el uso de las nociones de sentir y sensacin porque, por un lado, senutren de la distincin de Merleau-Ponty entre una sntesis perceptivaintencional no nocional y una percepcin discreta que presuponeuna atencin y, por otro, remiten a las categoras respectivas dePrimeridad y Segundidad del pensamiento de Peirce, quien hace unuso diferenciado de los trminos de feeling (sentir) y sensation (sen-sacin)52. Para Peirce, todo pensamiento, en la medida en que esun sentir de un tipo particular, es simplemente un hecho ltimo inex-plicable. Entonces, nunca podemos pensar, Esto me es presente,ya que antes de que tengamos tiempo de hacer este reflexionar lasensacin ya ha pasado, y, por otro lado, una vez pasada, no podemosya nunca recuperar la cualidad del sentir tal como era en y por smisma53. Todo lo que podemos averiguar observando directamen-te la conciencia son cualidades del sentir, y, no tal como se sienten,sino tal como se agrupan despus de ser sentidas [las cursivasson mas]54. Uno [...] es consciente de forma inmediata de sus es-tados del sentir; pero no de que sean estados del sentir de un ego.El m-mismo (self) slo se infiere. En el presente no hay tiempo en

    52 En los prrafos siguientes, al citar los textos reunidos en El hombre, unsigno, los he cotejado con el original en ingls. El traductor usa indiscriminadamentelas palabras espaolas de sentir, sensacin y sentimiento para el trmino ingls defeeling. Me he tomado la libertad de sustituir los trminos de sensacin y senti-miento por sentir (estado del sentir) cuando stos corresponden a feeling. Cuandohago estas correcciones, uso cursivas para indicar la alteracin de la cita. La palabrasensacin la conservo para el trmino ingls de sensation. Cfr. Peirce. SomeConsequences of Four Incapacities (1868), en The Essential Peirce. SelectedPhilosophical Writings. Bloomington e Indianapolis: Indiana University Press,primer tomo, 1991, pp. 28-55; The Law of Mind (1892), ibid., pp. 312-333, eIssues of Pragmaticism (1905) , en The Essential Peirce, op. cit., segundo tomo,1998, pp. 346-359.

    53 Charles S. Peirce. Algunas consecuencias de cuatro incapacidades, en Elhombre, un signo, op. cit., p. 104.

    54 Charles S. Peirce. Por qu estudiar lgica?, en El hombre, un signo, op.cit., p. 373.

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    absoluto para inferencia alguna, y, menos que nada, para una infe-rencia relativa a este mismo instante55.

    Los fragmentos citados de la obra de Peirce muestran que hayuna distancia que mide entre el sentir y la sensacin y que esa es deorden temporal, la gnesis de la significacin, por lo tanto, compor-ta intrnsecamente tiempo. Dicho de otra manera, segn Peirce,dos pensamientos no caben en un mismo instante, implican, pues,necesariamente la segregacin de dimensiones temporales, esto es,las dimensiones de pasado y presente. Sin embargo, en principio, eltiempo se entiende como un continuum que involucra un cambiode cualidades, pertenece, pues, a la Primeridad, y resulta particu-larmente interesante que Peirce al respecto parece hacer afirma-ciones contradictorias que vinculan o bien el tiempo total, o el pre-sente o el pasado con la Primeridad, a la vez que el presente y elpasado tambin se mencionan en relacin con la Segundidad. Msall de estas consideraciones vacilantes, al parecer, slo al futuro lecorresponde un lugar preciso, en tanto que identificado repetidasveces y fuera de toda duda con la Terceridad. No obstante, lasanotaciones cambiantes me llevan a vislumbrar que las contradic-ciones ms bien son aparentes y reflejan el carcter complejo de lavinculacin entre temporalidad y significacin que tiene que vercon el lugar fenomenolgicamente dominante de la Segundidad,explicitada en trminos de fuerza bruta o accin-reaccin que im-plica una dimensin relacional cuyo rasgo esencial es el de la afec-cin o afectacin: Pasado, presente y futuro se constituyen a par-tir de [... una] asimetra de la significacin del tiempo cuyo ejeinequvoco es el presente. La asimetra tiene una fuente: la capa-cidad de afectacin (afeccin) de los signos. Y esta capacidad deafectacin imprime en la serie de las sensaciones, en la estructurade la experiencia, en la formacin de los hbitos, un movimientoirreversible56.

    55 Charles S. Peirce Temas del pragmaticismo, en El hombre, un signo, op.cit., p. 249.

    56 Raymundo Mier. Tiempo, incertidumbre y afeccin. Apuntes sobre lasconcepciones del tiempo en Ch. S. Peirce, en La inscripcin del tiempo en lostextos, op. cit., p. 135.

  • 209Juego, estado del sentir y experiencia en el ritual

    La Segundidad es el lugar de reconocimiento del tiempo. Peirceseala que el tiempo slo puede identificarse por bruta compul-sin57, esto es, en la experiencia, la cual se define como la con-ciencia de la accin de un nuevo sentir al destruir el sentir prece-dente. Segn Peirce, una impresin de quietud, por ejemplo, puedeser una idea de Primeridad, una cualidad del sentir. Si el silencio serompe por medio de un ruido que implica un sobresalto de la perso-na sumergida en el sentir, estamos frente a una experiencia. Mien-tras la persona est sumida en la inercia de ese silencio, estpermeada por el estado del sentir, sin embargo el ruido que llega apesar de la persona, introduce la Segundidad, en tanto que provocauna accin-reaccin, una fuerza-resistencia, que instala las instan-cias de ego y non-ego, donde el ser del non-ego puede ser objeto dela conciencia directa58. Consecuentemente, Peirce define la expe-riencia como la conciencia de la accin de un nuevo sentir al mo-mento de destruir un sentir precedente59. Mier comenta al respec-to: Esta conciencia significa la duracin de las sensaciones y sulmite, es memoria de la destruccin, de esa irrupcin del signo acosta de la destruccin de otro signo. La memoria de los signos noes simplemente la decantacin de una semiosis, de una aprehen-sin y significacin de los hechos. La semiosis en s misma apareceas como un recurso de la conciencia, pero tambin como unasemiosis autorreflexiva de esa conciencia. La significacin, levantadasobre la experiencia, se funda en la destruccin de los signos,pero es tambin significacin duradera de esa experiencia dedestruccin60.

    Peirce plantea un flujo continuo de la percepcin que, de mane-ra repentina, en un instante, puede caracterizarse por una ahoridad,que hace emerger una imagen extraordinariamente detallada y cla-

    57 Charles S. Peirce. Temas del pragmaticismo, en El hombre, un signo, op.cit., p. 250.

    58 Charles S. Peirce. Semiotic and Significs, op. cit., p. 26. Cfr. tambin Algu-nas categoras de la razn sinttica, en El hombre, un signo, op. cit., p. 129.

    59 Charles S. Peirce. Semiotic and Significs, op. cit., p. 26.60 Raymundo Mier. Tiempo, incertidumbre y afeccin, op. cit., p. 136.

  • 210 Ingrid Geist

    ra, la cual identifico como sensacin. Al parecer, la sensacincoincide con el momento inicial de la construccin del conocimien-to, designado por Peirce como percepto, esto es, el objeto tal comose percibe en un acto singular de la percepcin61. En sus obrastempranas, Peirce seala que la sensacin no es ni meramente ar-bitraria, ni puramente necesaria. Las sensaciones existen en s mis-mas, donde la existencia se nos presenta como actualidad, quieredecir, que es ms que mera posibilidad y que es menos que realidadnecesaria62. Existencia es reaccin, y el juicio perceptivo es elproducto cognitivo de una reaccin63. Todas las ideas surgen enjuicios y, cuando estas ideas son sensaciones, enseguida causanotras ideas y se conectan con stas en los juicios64. Con base en loanteriormente dicho, dedicar los siguientes prrafos al ensayo loms coherente posible de presentar algunos fragmentos de los tex-tos peircianos sobre sus concepciones del tiempo en estrecha rela-cin con las categoras de Primeridad, Segundidad y Terceridad.Creo mostrar con ello que las asociaciones aparentemente vacilan-tes entre las categoras de la faneroscopia y las dimensiones tem-porales tienen que ver con el carcter esencialmente procesal de lasemiosis.

    La semiosis parte de un sentir viviente que se inscribe en uncontinuum de duracin infinitesimal pero, con todo, abarcandoinnumerables partes las cuales, de manera asociativa, forman unaidea general de carcter ilimitado que seala una vaga posibilidadque hay algo ms presente y que muestra que la idea se modifica

    61 Charles S. Peirce. Das Gewissen der Vernunft: Eine praktischeUntersuchung der Theorie der Entdeckung, in welcher die Logik als Semiotikaufgefasst wird, en Semiotische Schriften, tomo II. Frankfurt am Main: Suhrkamp,1990, p. 177.

    62 Joseph L. Esposito. Peirces Theory of Semiosis: Toward a Logic of MutualAffection, op. cit., segunda leccin: Peirces Early Explorations in TriadicMetaphysics, p. 6.

    63 Charles S. Peirce. Algunas categoras de la razn sinttica, en El hombre,un signo, op. cit., p. 125.

    64 Charles S. Peirce. That the significance of thought lies in its reference tofuture, en Writings of Charles S. Peirce. A Chronological Edition, tomo 3, 1872-1878. Bloomington: Indiana University Press, 1986, p. 107.

  • 211Juego, estado del sentir y experiencia en el ritual

    gradualmente y se conforma a otra. Peirce explicita al respectotres elementos que integran una idea: El primero es su cualidadintrnseca como sentir. El segundo es la energa con la que afectaa otras ideas, una energa que es finita en el aqu-y-ahora de lasensacin inmediata, finita y relativa en la proximidad del pasado.El tercer elemento es la tendencia de una idea a traer consigo otrasideas65. Con ello, la idea en tanto que pensamiento-signo, compor-ta una mutabilidad por la participacin intrnseca de las categorasde Primeridad, Segundidad y Terceridad que implican tiempo. Laidea general es un sentir viviente, no es una cosa que se puedacaptar en un instante. Se ha de vivir en el tiempo; y tampoco ningntiempo finito puede abarcarla en toda su plenitud. Con todo, se en-cuentra presente y viva en cada intervalo infinitesimal, aunque es-pecialmente coloreada por las sensaciones inmediatas de aquel mo-mento. Una idea general, viva y consciente ahora, es ya determi-nante de futuros actos, en una medida de la que ahora no es cons-ciente. Segn Peirce, la referencia al futuro es un elemento esen-cial puesto que implica un principio de crecimiento que es unelemento primordial del universo y de la significacin66. Incluso, lasignificancia del pensamiento y de su racionalidad est en la refe-rencia al futuro, un futuro posible, que implica la nocin de unsummum bonum o una armona final que es el fundamento de unainterpretacin racional hacia un pensamiento futuro67, contraria-

    65 Charles S. Peirce. La ley de la mente, en El hombre, un signo, op. cit., pp.267-268.

    66 Ibid., p. 275. La idea de crecimiento tiene que ver con el planteo peircianode una teora lgica de la evolucin que no implica un acercamiento al darwinismo,ni tampoco una asociacin con un optimismo de progreso o un desarrollo crecientede complejidad a partir del supuesto de un estado simple. Segn Peirce, los signoscrecen y, si hay signos, entonces el universo es teleolgico. Distingue entre causacineficiente y causacin final, y considera que estamos correctamente acostumbradosa pensar que las causas preceden a los efectos, sin embargo, la accin mental pareceser la extraordinaria excepcin de estas leyes que ordinariamente se aplican a losprocesos mecnicos. Cfr. Joseph L. Esposito. Peirces Theory of Semiosis, op. cit.,quinta leccin Objective Logic and the General Theory of Categories, pp. 2, 3,6 y 8.

    67 Charles S. Peirce. That the significance of thought lies in its reference tofuture, op. cit., p. 108.

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    mente al planteo diltheyiano que buscaba la armonizacin en la refe-rencia al pasado.

    El sentir tiene una continuidad intensiva referida al tiempo yuna extensin espacial. Peirce argumenta que el tiempo suponelgicamente una disposicin continua de la intensidad del sentir68y el tiempo, lgicamente, implica con su continuidad algn otro tipodistinto de continuidad que el suyo propio. El tiempo, en tanto formauniversal de cambio, no puede existir a menos que haya algo queexperimente cambio, y para experimentar un cambio continuo en eltiempo tiene que haber una continuidad de las cualidades cambia-bles69. Previamente, en el mismo texto, Peirce precisa que lacontinuidad supone cantidades infinitesimales70 lo cual le permiteahora concluir que se sigue, pues, de la definicin de continuidad,que cuando est presente cualquier tipo particular de sentir estpresente un continuo infinitesimal de todos los estados del sentir,que difiere de aqul infinitesimalmente71. El continuum es el fun-

    68 Charles S. Peirce. La ley de la mente, op. cit., p. 266.69 Ibid., pp. 265-266. La cita contina: No podemos formarnos ahora ms

    que una dbil concepcin de la continuidad de las cualidades intrnsecas del sentir.El desarrollo de la mente humana ha extinguido prcticamente todas las sensacio-nes [feelings], excepto unos pocos tipos espordicos, sonido, colores, olores,calor, etc., que aparecen ahora como desconectados y separados. En el caso de loscolores hay una difusin tridimensional de las sensaciones [feelings]. Originalmen-te, todas las sensaciones [feelings] pueden haber estado conexionadas de la mismamanera, y el supuesto es que el nmero de dimensiones era interminable. Pues, eldesarrollo implica esencialmente una limitacin de las posibilidades. (p. 266) Meparece una cita extraordinaria para introducir en la filosofa natural de Peirce que,con base en las categoras de la faneroscopia plantea el mundo como continuum(sinejismo), la irrupcin del azar en el continuum (tijismo) y la teleologa delmundo orientado hacia el summum bonum (agapismo). Cfr. la introduccin dePape al primer tomo de Charles S. Peirce. Semiotische Schriften, op. cit., pp. 48-55.Vase tambin Charles S. Peirce. Inmortality in the Light of Synechism (1893),en The Essential Peirce, op. cit., tomo II, pp. 1-3; y unas breves anotaciones sobresinejismo y tijismo en La ley de la mente, El hombre, un signo, op. cit., pp. 251-252 y 278. Hay que recalcar que las referencias al sinejismo y tijismo se encuentranen la introduccin y conclusin del texto que, en su totalidad, es presentado porPeirce como una explicacin del sinejismo, abordando el problema de la continui-dad del tiempo y de las ideas.

    70 Charles S. Peirce. La ley de la mente, en El hombre, un signo, op.cit., p. 263.

    71 Ibid., p. 266.

  • 213Juego, estado del sentir y experiencia en el ritual

    damento para describir el tiempo ntegro y la duracin del sentirpresente, lo cual lleva a Peirce a afirmar que el tiempo en su tota-lidad ilustra la Primeridad72 y a distinguir entre instante y mo-mento, utilizando el primer trmino para significar un punto deltiempo, y momento para significar una duracin infinitesimal73. Alparecer, semejante a la distincin entre dos rdenes de pasadouno vivido y otro narrado y dos rdenes de futuro uno necesa-rio y otro contingente, lo que est en juego aqu es el supuesto deuna diferenciacin de dos instancias del presente. Puesto que laconciencia esencialmente ocupa tiempo, el presente se planteacomo momento, esto es, como duracin infinitesimal que, por lotanto, le permite a Peirce poner a consideracin que el presente esmitad pasado [vivido] y mitad por venir74. El presente se caracte-riza por una asimetra y puede plantearse como un presente disten-dido que, a su vez, incluye el instante presente en tanto que el sentirinmediato es el sentir a travs de una duracin infinitesimal quecontiene al presente instante [las cursivas son mas]75. Es eneste instante donde la idea de una dinmica de la desaparicin76cobra su importancia ya que Peirce seala que el presente comoinstante slo puede conocerse como el ltimo lapso del pasado,

    72 Charles S. Peirce. Kategoriale Strukturen und graphische Logik (H),Logischer Traktat Nr. 2 und zwei Teile der Dritten Lowell-Vorlesung von 1903,en Semiotische Schriften, tomo II. Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1990, p. 151.

    73 Charles S. Peirce. La ley de la mente, en El hombre, un signo, op. cit., p. 255.74 Ibid., p. 264. Anteriormente, Peirce expone que una idea pasada puede

    estar presente por percepcin directa. Estar presente tiene que ser ipso factopresente. Es decir, no puede ser completamente pasada; slo puede estar yndose,infinitesimalmente pasada, menos pasada que cualquier fecha pasada asignable.Llegamos, as, a la conclusin de que el presente est relacionado con el pasado poruna serie de pasos reales infinitesimales. La conciencia tiene que abarcar necesa-riamente un intervalo de tiempo; pues, de no ser as, no podramos obtener ningnconocimiento del tiempo [...] ninguna concepcin en absoluto. Estamos, por tanto,obligados a afirmar que somos inmediatamente conscientes a travs de un intervaloinfinitesimal de tiempo. En un intervalo infinitesimal percibimos directamente lasecuencia temporal de su comienzo, mitad y fin. A este intervalo le sigue otrocuyo comienzo es la mitad del anterior, y cuya mitad es el fin de aqul. A partirde estas dos percepciones inmediatas obtenemos una percepcin mediata, oinferencial, de la relacin de los cuatro instantes. Ibid., pp. 254-255.

    75 Charles Peirce. La ley de la mente, op. cit., p. 264.76 Raymundo Mier. Tiempo, incertidumbre y afeccin, op. cit., p. 138.

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    puesto que es la nica manera como podemos conocer el presentepor bruta compulsin, como deca, donde el pasado, consecuen-temente, podra considerarse como algo que por s mismo es unaPrimeridad77. Se trata, pues, de un pasado vivido o de un residuoemblemtico de lo vivido, ya que un vasto repertorio de lo pre-sente desaparecer sin dejar huella; sobrevivir de ello, acaso, lapura memoria de la afeccin sin residuos: memoria de la futilidadde la percepcin, de su transitoriedad y, al mismo tiempo, de sufuerza de discriminacin, de su violencia selectiva eso que Peircehaba llamado la precisin como condicin del juicio78, esto es,la precisin como primera aprehensin del objeto a partir de la cualse establecen las diferencias por medio de la abstraccin.

    El umbral entre pasado y futuro o el instante presente es, segnPeirce, algo inescrutable; lo describe como una muerte vivienteen la cual tiene lugar un renacimiento, o como un estado nacienteentre lo determinado y lo indeterminado79. Al interrogarse acercade la manera como el presente afecta a la conducta, que no slo serefiere al hacer prctico sino tambin al pensamiento, la reflexin,la representacin y la significacin, Peirce seala que la actitud delinstante presente slo puede ser una actitud conativa. La concien-cia del presente es [...] la de una lucha por lo que ser; y, por tanto,salimos de su estudio con una creencia confirmada de que es elestado naciente de lo Actual80 o de lo Existente. Con ello, se intro-duce la categora de la Segundidad, la cual se describe como ac-cin bruta por carecer de autocontrol, o como esfuerzo sin finali-dad, aclarando a su vez de que no se trata de un sentir sino de laexperiencia de un esfuerzo, la cual no puede existir sin la expe-riencia de una resistencia81. El instante presente como lapso ltimodel pasado vivido y, por lo tanto, relacionado con el pasado por

    77 Charles S. Peirce. Kategoriale Strukturen und graphische Logik (H),Logischer Traktat Nr. 2 und zwei Teile der Dritten Lowell-Vorlesung von 1903,en Semiotische Schriften, op. cit., tomo II, p. 151.

    78 Raymundo Mier. Tiempo, incertidumbre y afeccin, op. cit., p. 137.79 Charles S. Peirce. Temas del pragmaticismo, en El hombre, un signo, op.

    cit., p. 249.80 Ibid., p. 250.81 Charles S. Peirce. Semiotic and Significs, op. cit., pp. 25 y 26.

  • 215Juego, estado del sentir y experiencia en el ritual

    medio de una serie de pasos infinitesimales, pues, es el momentodel sobrevenir o acontecimiento, en el cual el sentir precedente sedestruye por medio de la irrupcin de un nuevo sentir. Es el mo-mento de la conciencia inmediata de la sensacin en el presente,yndose infinitesimalmente hacia el pasado, mientras que el sentirno involucra conciencia alguna y abarca un presente que poten-cialmente es el tiempo en su totalidad.

    La Segundidad, a su vez, se aplica al pasado en tanto que Exis-tente que afecta a la conducta del presente: El pasado consta de lasuma de faits accomplis, y este acabamiento es el modo existencialdel tiempo. Pues el pasado nos afecta realmente. El modo delpasado es el de Actualidad82. El pasado repercute en el ser huma-no porque ste basa su conducta en hechos ya conocidos, estoes, en la memoria y, en este sentido, el pasado es el depsito detodo nuestro conocimiento83. El pasado no puede reformarse, pues-to que su memoria subsiste y no se puede eliminar ningn modo deexpresin de ella, slo se pueden agregar maneras suplementariasde expresar el mismo significado, y Peirce agrega al respecto quela multiplicacin y proliferacin de modos equivalentes de expre-sin es una carga84. Ahora bien, la memoria de este pasado queafecta a la conducta presente y, por esta va, sugiere la conductadel futuro, esto es, la posibilidad de una conducta deliberada yautocontrolable, se refiere a la memoria del pasado vivido, distintodel pasado como pura narratividad que se encuentra ms all de lamemoria85 y atae a la conducta a manera de una regla o ley.Podra decirse que el pasado como pura narratividad comporta uncierto rasgo de futuridad, ya que Peirce define el futuro como ladimensin temporal que no es Actual, por lo tanto no hay afec-cin como en el caso de la memoria del pasado vivido excepto atravs de la idea del futuro y del pasado narrativo, es decir, talcomo acta una ley. Cabra preguntarse, incluso, si a ese pasadonarrativo se aplica tambin la distincin que Peirce hace con res-

    82 Charles S. Peirce. Temas del pragmaticismo, op. cit., p. 247.83 Ibid., p. 249.84 Charles S. Peirce. Semiotic and Significs, op. cit., p. 20.85 Charles S. Peirce. Temas del pragmaticismo, op. cit., p. 249.

  • 216 Ingrid Geist

    pecto al carcter necesario o contingente del futuro: En el futuro,todo est, o destinado, es decir, dado ya necesariamente, o indecidido,el futuro contingente de Aristteles86. En el primer caso se tratade la ley a la cual est sujeta la materia, mientras que, en el segun-do, se refiere a la ley de la mente, caracterizada por la incertidum-bre que le es esencial puesto que queda siempre una cierta canti-dad de espontaneidad arbitraria en su accin, sin la cual estaramuerta87 y puesto que el presente afecta al futuro en una maneraque el sentir viviente an no es consciente.

    La particular concepcin de Peirce sobre el sentir como Posibi-lidad y el carcter destructor de la experiencia induce a interrogarde manera ms profunda acerca del ncleo vital de las celebracio-nes rituales. Las propuestas de Peirce me llevan a la pregunta deentender el ritual como un despliegue serial de sucesos con el fin decolocar a los actores rituales en una posicin que les permite recu-perar el fundamento ontolgico y lgico de la Primeridad, el con-tacto con el mundo que por s mismo contiene la Posibilidad de unasensacin. En este sentido, el ritual se presenta como un haceresttico negativo que potencialmente desemboca en la experienciaa partir de la cual se construyen los contenidos cognoscitivos. Elesquema trifsico de Turner ofrece un marco general para tal com-prensin, pero requiere de elementos analticos adicionales paralograr resultados ms finos. Uno de estos elementos lo encuentroen las configuraciones de la ritmicidad que pueden observarse enlos distintos eventos rituales y que requeriran de un anlisis msminucioso para, a partir de ah, irse aproximando a una compren-sin ms ntima que involucra el sentir del actor ritual. Esta ritmicidadse plasma en los pasos dancsticos de los borrados de la semanasanta cora, inmediatamente observables, que incluso al observadorlo apresan por la monotona que instaura una suerte de estado desentir que, si bien no se descarga en la violencia de los golpes, perohace emerger la sospecha de un acontecimiento inminente.

    86 Ibid., pp. 247-248.87 Ibid., p. 273.

  • 217Juego, estado del sentir y experiencia en el ritual

    El ritmo introduce una pulsacin en el tiempo, las duraciones sedilatan y se contraen, esto es, sensibilizan al sujeto para una viven-cia de la temporalidad aun cuando esta experiencia no llega a con-ciencia sino retroactivamente. O, justamente, porque as sea: decierta manera, el ritual expresa una voluntad de despedida del pa-sado, el pasado vivido, pero convertido en pasado narrado por laproliferacin de los signos que se han cargado sobre l, manifiesta,pues, una voluntad de despedida como condicin de una aperturahacia la contingencia del futuro. Significara que el ritual efectiva-mente rompe el curso rutinario, no porque sea slo una marca dediscontinuidad, sino porque en su totalidad muestra o alude a esemomento de la experiencia compulsiva del tiempo y cada acento ycada intervalo al interior del proceso ritual aporta lo suyo.

    Las bases tericas que Peirce ofrece se ocupan del proceso dela significacin y del conocimiento y del fundamento de este proce-so. La experiencia guarda en ello un lugar fenomenolgicamentepreponderante. Como deca Peirce, el mundo ya posee su Posibili-dad de sensacin y el ritual lo entiendo sobre esta base como unmecanismo de abrir los sentidos de los actores rituales a que quisie-ran responder a esa Posibilidad que, en la vida rutinaria, probable-mente queda sofocada por la violencia de un exceso de interpreta-cin basada en un automatismo de asignar signos88. La reflexividady autorreflexividad aducidas por Turner como factores esencialesdel ritual no son posibles sino sobre el reconocimiento de la vague-dad que fundamenta el proceso de semiosis que parte del estadodel sentir y la emergencia del sentido, el interpretante inmediato, entrminos de Peirce, o el efecto total no analizado, esto es, lainterpretabilidad como Posibilidad pura. La experiencia actualiza elinterpretante dinmico, el significado, en tanto que efecto directoque se produce por un signo sobre un intrprete, y es el momento

    88 Podra resultar interesante un anlisis del chisme como contraparte de laintencin ritual, el chisme que justamente colma una interpretacin sobre otra yque podra verse como un proceso de saturacin del campo de las significacioneshasta conducir tendencialmente a una implosin, distinta de la explosin de lasestructuras significantes que puede producirse por medio del juego.

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    de la implantacin icnica (Mier) a partir de la cual se engendrala significacin, el interpretante final, esto es, la elaboracin delefecto pleno como tendencia final89. El momento instituyente de lasignificacin se caracteriza por una tensin entre incertidumbre ycerteza, la primera introducida por lo que Peirce denomina comogrados de degeneracin de la Terceridad, y la segunda implicadapor el hbito de fijar una creencia.

    El segundo grado de degeneracin de la Terceridad se definecomo operacin por la cual brota el pensamiento, la cual no ofre-ce ni certeza ni justificacin. El filsofo seala que es algo ascomo conocimiento, de acuerdo a una idea posible. Hay una insti-gacin, sin incitacin alguna. Por ejemplo, usted mira algo y dice:Es rojo. Bien, le pregunto qu justificacin tiene para tal juicio.Me contesta: Vi que era rojo. En absoluto. Usted no vio nada enlo ms mnimo parecido a esto. Usted vio una imagen. No haba enello sujeto ni predicado alguno. Era justo una imagen indivisa, queno se pareca en nada a una proposicin. Le instig a su juicio,debido a una posibilidad de pensamiento90. Al parecer, elinterpretante en tanto que Terceridad degenerada en segundo gra-do es un eslabn que se inserta entre el interpretante inmediato y eldinmico, el instante de la sensacin inmediata que hace brotar unjuicio perceptivo fuera de control y producto de una reaccin. Mien-tras que el signo segn la naturaleza de su interpretante inmediatoes una presencia positiva (I) o una seal que se comporta como unimperativo (II) o un interrogativo (III), el instante de instigacin aljuicio podra interpretarse como el vnculo que posibilita el efectodirecto sobre un intrprete. Las caracterizaciones peircianas de lossignos segn la naturaleza de su interpretante dinmico y con res-pecto al modo de expresin del mismo, hacen ver que apenas seestn esbozando indicios de un pensamiento activo y dan cuenta deuna complejidad sorprendente de la vaguedad que fundamenta elproceso de percepcin. En el primer caso, el signo se describe comopotico (I), estimulante (II) o impresionante (III) y el signo con res-

    89 Cfr. Charles S. Peirce. Semiotic and Significs, op. cit., p. 110.90 Charles S. Peirce. Algunas categoras de la razn sinttica, en El hombre,

    un signo, op. cit., p. 169.

  • 219Juego, estado del sentir y experiencia en el ritual

    pecto al modo de expresin de su interpretante dinmico se desglosaen simpattico (I), coercitivo (II) y persuasivo (III)91. El primer gra-do de degeneracin de la Terceridad, definido por Peirce como laoperacin de ejecutar una intencin92, parece insertarse enton-ces entre el interpretante dinmico y el final cuyos signos segn lanaturaleza del interpretante final se caracterizan como extrao (I),habitual (II) o novedoso (III) y son el punto de partida para la elabo-racin del efecto pleno que se expresa en los smbolos remticos,dicentes y argumentales.

    El interpretante final implica hbito y tiempo futuro, y me atrevoagregar, la narratividad del pasado, por la suerte de legalidad yfuturidad que comporta. Quiere decir que el relato del actor ritualsobre su experiencia se inscribe en el hbito, presupone ya el actode fijar una creencia o de reafirmarla. Parecera que el hbito ope-ra como instancia post hoc que modifica la experiencia que a suvez implica una modificacin por la emergencia de un nuevo sentiry la destruccin del sentir precedente, sin embargo, Peirce sealala presencia del hbito como fuerza afectante desde el propio fun-damento del proceso de significacin. Dice al respecto: El sentir,que no ha emergido an a la conciencia inmediata, es ya afectabley est ya afectado. De hecho, es hbito, aquello en virtud de lo cualuna idea llega a la conciencia presente por medio de un vnculo quehaba sido ya establecido entre ella y otra idea, mientras estaba anin futuro. [...] Cuando un sentir surge a la conciencia inmediataaparece siempre ya en la mente como una modificacin de un ob-

    91 Cfr. Charles S. Peirce. ber das System der existentiellen Graphen als einWerkzeug zur Erforschung der Logik betrachtet, 1906, en Semiotische Schriften,op. cit., tomo II, p. 404. La numeracin en los parntesis se refiere a la pertenenciade las caracterizaciones segn la Primeridad, Segundidad y Terceridad. En suCommentaire, Grard Deledalle describe los signos de la siguiente manera: hipo-ttico, categrico, relativo (interpretante inmediato), simptico, chocante, usual(el signo segn la naturaleza del interpretante dinmico), gratificacin, accin,autocontrol (el signo con respecto al modo de expresin del interpretante dinmi-co). Deledalle menciona adems la dcima tricotoma de la garanta de la expresintridica del signo con su objeto dinmico y el interpretante final, en trminos deinstinto, experiencia y forma o hbito. Cfr. Charles S. Peirce. Ecrits sur le signe,op. cit., pp. 243-244.

    92 Charles S. Peirce. Algunas categoras de la razn sinttica, op. cit., p. 169.

  • 220 Ingrid Geist

    jeto ms o menos general93. El hbito de fijar una creencia, pues,est presente, por medio de la afeccin, el rasgo esencial de larelacin que caracteriza la experiencia que, como instancia in fu-turo ya opera en el estado del sentir. Parecera, pues, que la afec-cin del hbito condena a la experiencia a ser experiencia narradadesde el principio si no fuese por la contingencia que caracteriza alfuturo y la ley de la mente.

    La experiencia entendida en el sentido peirciano como accin-reaccin comporta una ambivalencia en tanto que es la condicinde posibilidad de conocimiento y, como tal, la garanta para la iden-tidad del significado, pero es a la vez un acontecimiento perturba-dor por su carcter destructivo que implica potencialmente unaquiebra en la cual ocurre una sacudida al apego al universo de lossignificados establecidos. La experiencia puede entenderse comoel borde entre lo indeterminado y lo determinado, implica entoncesun momento azaroso, donde me parece relevante subrayar el reco-nocimiento del azar en su estatuto ontolgico, esto es, no comomero lmite epistemolgico. El azar se vincula con la Segundidad yes la caracterstica del tijismo, segn el esquema de la filosofanatural de Peirce, al que lgicamente le precede el sinejismo, elmundo entendido como continuum, y le sigue el agapismo, la leyentendida como orientacin hacia un fin ltimo en el sentido de unsummum bonum. La experiencia se presenta como un punto debifurcacin entre el apego y la quiebra que, por un lado, tiene quever con el rasgo intrnseco de la experiencia como accin-reacciny que, por otro, remite a las instancias de Primeridad y Terceridadentre las cuales se inserta. La fuerza categorial del universo de lasignificacin cannica queda suspendida en el estado del sentir frentea la presencia de un objeto sensible inmerso en el mundo, dondeeste mundo hay que entenderlo como fuente o reclamo de signifi-cacin, tal como seala Peirce que el mundo de por s ya tiene laPosibilidad de una sensacin, en la cual todava no hay lenguajepara nombrar los objetos del mundo. La experiencia implica unadiscontinuidad lgica y un distanciamiento temporal con respecto al

    93 Charles S. Peirce. La ley de la mente, en El hombre, un signo, op. cit., p. 269.

  • 221Juego, estado del sentir y experiencia en el ritual

    estado del sentir y, por otra parte, la experiencia es tambin el fun-damento de la construccin de las categoras que opera sobre lashuellas del sentir y desemboca en lo que