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1 PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR. GRAVEDAD INSTITUCIONAL. CASO FEDERAL.- Señor Juez: Eduardo Daniel AWAD, en mi carácter de Presidente del COLEGIO PÚBLICO DE ABOGADOS DE LA CAPITAL FEDERAL, con domicilio real en Av. Corrientes 1441, Ciudad de Buenos Aires, con el patrocinio letrado de los Dres. Jorge G. RIZZO (Tº 33 Fº 955) y Juan Pablo ECHEVERRIA (Tº 67 Fº 327), constituyendo el domicilio legal en la Av. Corrientes 1441, y el domicilio electrónico en 20163365384 y en 20241716326, respectivamente, ante V.S. me presento y respetuosamente digo: I.- PERSONERÍA . Que conforme acredito con las Actas de Proclamación y Distribución de Autoridades del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, me presento en estos actuados en mi carácter de Presidente de la Institución mencionada, por lo que solicito se me tenga por presentado y por parte con la representación invocada y por constituido el domicilio legal y electrónico. II.- OBJETO . Que vengo a iniciar la presente Acción de Amparo, Ley 16.986 y art. 43 de la Constitución Nacional, contra el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, con domicilio real en la calle Uruguay 485, Ciudad de Buenos Aires, con el objeto de que se declare la inconstitucionalidad de los arts. 4 y 7 de la Ley 6452 de la Ciudad de Buenos Aires (B.O. 29/10/21), sancionada por la Legislatura de la Ciudad en su sesión del 30/09/21, que modifican los arts. 26 y 37 de la Ley 402 (Texto consolidado por la Ley 6347), por cuanto comportan una inexcusable violación del orden jurídico constitucional, vulnerando lo dispuesto por los artículos 1, 5, 18, 31, 75, inc. 30 y 129 de la Constitución Nacional, al quebrantarse principios constitucionales superiores, tales como el respeto al juez natural, el derecho de defensa y el debido proceso, pudiendo generar, además, una severa crisis institucional al avanzar sobre materias que pertenecen, de manera exclusiva, al Congreso de la Nación. Se procura, de esta manera, la tutela jurisdiccional de los intereses de esta parte, conforme mandato legal impuesto por la Ley 23.187, por las razones que expondré a continuación. Con costas.

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Page 1: PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR

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PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR.

GRAVEDAD INSTITUCIONAL. CASO FEDERAL.-

Señor Juez:

Eduardo Daniel AWAD, en mi carácter de Presidente del

COLEGIO PÚBLICO DE ABOGADOS DE LA CAPITAL FEDERAL, con domicilio

real en Av. Corrientes 1441, Ciudad de Buenos Aires, con el patrocinio letrado

de los Dres. Jorge G. RIZZO (Tº 33 Fº 955) y Juan Pablo ECHEVERRIA (Tº 67

Fº 327), constituyendo el domicilio legal en la Av. Corrientes 1441, y el domicilio

electrónico en 20163365384 y en 20241716326, respectivamente, ante V.S. me

presento y respetuosamente digo:

I.- PERSONERÍA.

Que conforme acredito con las Actas de Proclamación y

Distribución de Autoridades del Colegio Público de Abogados de la Capital

Federal, me presento en estos actuados en mi carácter de Presidente de la

Institución mencionada, por lo que solicito se me tenga por presentado y por

parte con la representación invocada y por constituido el domicilio legal y

electrónico.

II.- OBJETO.

Que vengo a iniciar la presente Acción de Amparo, Ley 16.986 y

art. 43 de la Constitución Nacional, contra el Gobierno de la Ciudad de

Buenos Aires, con domicilio real en la calle Uruguay 485, Ciudad de Buenos

Aires, con el objeto de que se declare la inconstitucionalidad de los arts. 4 y 7 de

la Ley 6452 de la Ciudad de Buenos Aires (B.O. 29/10/21), sancionada por la

Legislatura de la Ciudad en su sesión del 30/09/21, que modifican los arts. 26 y

37 de la Ley 402 (Texto consolidado por la Ley 6347), por cuanto comportan una

inexcusable violación del orden jurídico constitucional, vulnerando lo dispuesto

por los artículos 1, 5, 18, 31, 75, inc. 30 y 129 de la Constitución Nacional, al

quebrantarse principios constitucionales superiores, tales como el respeto al

juez natural, el derecho de defensa y el debido proceso, pudiendo generar,

además, una severa crisis institucional al avanzar sobre materias que

pertenecen, de manera exclusiva, al Congreso de la Nación.

Se procura, de esta manera, la tutela jurisdiccional de los

intereses de esta parte, conforme mandato legal impuesto por la Ley 23.187, por

las razones que expondré a continuación. Con costas.

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2

Por lo tanto, en el carácter invocado, requiero de V.S. la inmediata

y expedita tutela de los intereses afectados de los abogados profesionales del

Derecho matriculados en esta Institución.

Como medida cautelar, solicito a V.S. suspenda en forma

inmediata la aplicación de los artículos 4 y 7 de la Ley 6452 de la Ciudad

de Buenos Aires, manteniendo el régimen vigente dispuesto por la Ley 48; el

Decreto-Ley 1285/58; el art. 8 de la Ley 24.588, en el marco del art. 129 de la

Constitución Nacional; y el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación hasta

tanto se resuelva la cuestión de fondo que aquí se plantea.

III.- PRELIMINAR. EXHORTACIÓN.

Es imprescindible que uno de los pilares de la República, léase el

Poder Judicial, desempeñe su rol esencial con el debido control de

constitucionalidad que nuestra Carta Magna le ha conferido sin reservas ni

vacilaciones.

En estos tiempos de arrebatos y tentativas de copamientos de su

preeminencia, son los magistrados el último recurso que le queda a la Nación

para conservar y mantener la supremacía constitucional, protegiendo el Estado

de Derecho y poniendo coto a los continuos avasallamientos que se vienen

intentando desde todo el arco político, conculcando derechos y garantías desde

hace más de dos décadas en nuestra Patria.

La inconstitucional norma arrasa con las garantías judiciales

consagradas por los arts. 8 y 24 de la Convención Americana de Derechos

Humanos, el art. 8 de la Declaración Universal de Derechos Humanos; y el

art. 2º inc. 3 del Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y

Culturales.

En este sentido, tiene dicho la Corte Suprema de Justicia de la

Nación que: “Es un contrasentido aceptar que la Constitución Nacional confiere

rango constitucional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos (art. 75,

inc. 22), incorpora sus disposiciones al derecho interno y, por consiguiente,

habilita la aplicación de la regla interpretativa -formulada por la Corte

Interamericana de Derechos Humanos- que obliga a los tribunales nacionales

a ejercer de oficio el control de convencionalidad y que, por otro lado, impida

a esos mismos tribunales ejercer similar examen con el fin de salvaguardar su

supremacía frente a normas locales de menor rango.” (Fallos: 335: 2333, el

destacado es propio).

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3

En esta inteligencia, la Corte Interamericana de Derechos

Humanos ha dicho que: “La Corte es consciente que los jueces y tribunales

internos están sujetos al imperio de la ley y, por ello, están obligados a aplicar las

disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero cuando un Estado ha

ratificado un tratado internacional como la Convención Americana, sus

jueces, como parte del aparato del Estado, también están sometidos a

ella, lo que les obliga a velar porque los efectos de las disposiciones de la

Convención no se vean mermadas por la aplicación de Leyes contrarias a

su objeto y fin, y que desde un inicio carecen de efectos jurídicos. En otras

palabras, el Poder Judicial debe ejercer una especie de “control de

convencionalidad” entre las normas jurídicas internas que aplican en los casos

concretos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos. En esta tarea, el

Poder Judicial debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la

interpretación que del mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete última

de la Convención Americana”.1

Por lo tanto, el irrestricto respeto a la garantía del juez natural de

la causa, contenida en el debido proceso y como principio integrante del bloque

federal constitucional, se vería seriamente menoscabado en exclusivo desmedro

de la administración de justicia y del Estado democrático de derecho, generando

serios conflictos institucionales como consecuencia de una indebida asignación

de competencias por parte de un órgano legislativo que carece de dichas

atribuciones.

Para asegurar una justicia imparcial que recupere la confianza de

la sociedad, se deben brindar respuestas eficientes en el marco de la ley, por lo

que cualquier exceso en el ejercicio de prerrogativas constitucionales o en

contradicción con lo dispuesto por el Decreto-Ley 1285/58; la Ley 24588 -en el

marco del art 129 de la C.N.- y el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación,

sólo generará inseguridad jurídica e incertidumbre, contraviniendo el propósito

constitucional de “afianzar la justicia”.

Por estas razones, toda iniciativa que vulnere la asignación legal

de competencias, la seguridad jurídica o el respeto entre los distintos poderes

nacionales, provinciales o de la Ciudad de Buenos Aires, generará una crisis de

extrema gravedad; motivo por el que, con miras a proteger las instituciones de la

República y para continuar prestando un servicio que los ciudadanos

reclaman en defensa de sus derechos, los que no pueden quedar a merced de

la incertidumbre o sumidos en procesos cada vez más extensos a los que se

1 1 Corte IDH. Caso Almonacid Arellano vs. Chile. Sentencia de 26 de septiembre de 2006 (párr. 124).

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pretende agregar nuevas instancias judiciales, se recurre a la tutela judicial en

busca de un orden reparador.

No podemos soslayar en modo alguno lo que sostuvo la Corte

Suprema en el recordado Fallo “Rizzo” con respecto al deber que tienen los

jueces de ejercer un debido control de constitucionalidad: “Que sobre esas

bases, y con sustento en las previsiones constitucionales que establecen la

supremacía de la Constitución Nacional y la función que le corresponde a los

jueces (art. 31, 116 y 117), desde 1888 hasta la actualidad se ha sostenido: “que

es elemental a nuestra organización constitucional la atribución que tienen y el

deber en que se hallan los tribunales de justicia, de examinar las leyes en

los casos concretos que se traen a su decisión, comparándolas con el texto

de la Constitución para averiguar si guardan o no conformidad con ésta y

abstenerse de aplicarlas, si las encuentran en oposición con ella,

constituyendo esta atribución moderadora uno de los fines supremos y

fundamentales del poder judicial nacional y una de las mayores garantías con

que se ha entendido asegurar los derechos consignados en la Constitución contra

los abusos posibles e involuntarios de los poderes públicos” (Fallos: 33: 162).” (el

destacado me pertenece).

IV.- COMPETENCIA. OBJETO.

La competencia debe entenderse como “…la capacidad o aptitud

que la Ley reconoce a un órgano o conjunto de órganos judiciales para ejercer sus

funciones con respecto a una determinada categoría de asuntos o durante una

determinada etapa del proceso.” (PALACIO, Lino. Derecho Procesal Civil, t II.

Buenos Aires, Abeledo Perrot, 2007, 6ª Ed., pag. 366 t ss.).

La Corte Suprema tiene reiteradamente dicho que, para resolver

una cuestión de competencia, hay que atender, en primer término, a los hechos

que se relatan en la demanda y después, sólo en la medida que se adecue a

ellos, al derecho que se invoca como fundamento de su pedido (Fallos 306:368;

312:808; entre otros).

En este sentido, tiene dicho nuestro Máximo Tribunal que: “Es

competencia de la Justicia en lo Contencioso Administrativo Federal la

demanda tendiente a que se decrete la incompetencia de la Legislatura de

la Ciudad de Buenos Aires para dictar Leyes con alcance nacional o federal,

como la 1181 -de creación de la Caja de Seguridad Social de Abogados de Buenos

Aires (CASSABA)-, pues no se trata de controvertir la aplicación de un régimen de

índole previsional, sino que se cuestionan las facultades administrativas de la

Ciudad Autónoma de Buenos Aires para dictar Leyes dentro de ámbitos que

los accionantes entienden reservados al Estado Nacional, materia que

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corresponde netamente al fuero señalado. -Del dictamen de la Procuración General,

al que remitió la Corte Suprema”. (“Rizzo, Jorge Gabriel y otros c/ E.N. - M° de

Trabajo y otros s/ acción meramente declarativa”, Fallos: 329:1385, el destacado

es propio).

La norma que aquí se objeta, resulta ser una ley emanada de la

Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, que crea una nueva instancia,

inconstitucional e ilegitima, para todos los procesos judiciales que

tramitan ante la Justicia Nacional Ordinaria por la cual, previo a la

presentación del Recurso Extraordinario Federal que prevé el artículo 14 de

la Ley 48, debería ocurrirse ante el Tribunal Superior de Justicia de la

Ciudad de Buenos Aires como si se tratara de una instancia superior a las

Cámaras Nacionales de Apelaciones.

Como podrá apreciar S.S., además de avasallar la garantía del

Juez Natural, se impone a los justiciables la obligación de afrontar un dispendio

jurisdiccional innecesario, teniendo en cuenta los tiempos que la

inconstitucional norma establece.

Veamos cómo es en la actualidad.

Hoy, para acudir al último intérprete de nuestra Carta Magna,

luego de quedar firme una resolución definitiva dictada por cualquier cámara de

apelaciones de la Justicia Nacional Ordinaria, se debe cumplir con lo dispuesto

por el art. 257 del código ritual y por el art. 15 de la Ley 48; dicha normativa

ahora sería modificada por esta inconstitucional norma local que obligaría a los

justiciables a una suerte de tercera instancia revisora, teniendo que esperar

nada menos que ochenta días para que el Tribunal Superior de Justicia de la

Ciudad decida (cfr. art. 30 Ley 402), para luego recién en dicha oportunidad

plantear el recurso extraordinario federal.

Teniendo en cuenta el carácter de la norma impugnada, y su

proyección, debemos recordar que la Acción Pública de la cual está dotada esta

Institución, conforme lo receptado en el citado art. 21 de la Ley 23.187, para

tutelar la inviolabilidad del ejercicio profesional en todos sus órdenes, debe ser

sin dudas ejercida por ante la jurisdicción de V.S., siendo la Justicia Nacional en

lo Contencioso Administrativo Federal la competente para entender en el

presente Amparo, tal como lo ha entendido la Jurisprudencia histórica de

nuestro Máximo Tribunal.

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V.- LEGITIMACION.

a) Principios generales:

El CPACF es parte interesada para promover el presente amparo,

teniendo legitimación procesal suficiente en representación de sus colegiados, de

conformidad con lo establecido por el artículo 21 inciso j) de la Ley Nº 23.187,

que le confiere la debida legitimación autónoma para ejercer la “acción pública”,

en concordancia con el art. 43 CN y doctrina de la Corte Suprema de Justicia de

la Nación.

El referido artículo 21 de la Ley 23.187 sostiene que, para el

cumplimiento de sus finalidades, el CPACF “Ajustará su funcionamiento a las

siguientes funciones, deberes y facultades: inciso j) Tutelará la inviolabilidad del

ejercicio profesional en todos sus órdenes, estando investido a esos efectos de la

legitimación procesal para ejercitar la acción pública”.

Encontrándose establecido normativamente dentro de sus

finalidades, no puede este CPACF dejar de defender lo que su Ley Orgánica le

manda como deber primario del abogado: “Observar fielmente la Constitución

Nacional y la legislación que en su consecuencia se dicte” -inc. a) artículo 6º, Ley

N° 23.187.

El CPACF fue creado por la Ley 23.187 con el carácter, derechos y

obligaciones de las personas jurídicas de derecho público, conforme lo establece

el artículo 17 de dicha norma; y por esta ley, tiene el deber de defender a sus

miembros, los abogados matriculados, para asegurarles el libre ejercicio de la

profesión conforme a las leyes y velar por su dignidad (artículo 20 inc. c).

De acuerdo a lo establecido en el artículo 1° de la Ley 23.187, tiene

como deber insoslayable "...La protección de la libertad y dignidad de la profesión

del abogado forma parte de las finalidades de esta Ley y ninguna de sus

disposiciones podrán entenderse en un sentido que la menoscabe o restrinja", por

lo que se hace ineludible asumir la defensa absoluta de los profesionales cuando

se encuentran amenazados en sus legítimos derechos.

Adviértase que la inviolabilidad del ejercicio profesional en todos

sus órdenes es una finalidad que la Ley 23.187 encarga específicamente al

CPACF, dotándolo expresamente de facultades para salir en su defensa y ejercer

entonces la Acción Pública.

El espíritu de la Ley de creación de este Colegio ha sido la

generación de un organismo rector que proteja la libertad y la dignidad de la

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profesión del abogado, la vigencia de la Constitución Nacional y las Instituciones

de la República.

Los abogados nucleados ante un ente que los representa, más allá

de establecer una mera comunidad de funciones e intereses, perseguimos

objetivos de conveniencia o interés público que trascienden aspectos meramente

sectoriales.

En cuanto al ejercicio de las facultades que le han sido delegadas a

mi representada, en el caso "Ferrari, Alejandro c/ Gobierno Nacional", (sentencia del

18/9/85 - LL T. 1985-E, pág. 345 y ss.) la CSJN ha declarado: "Que así se ha

admitido la delegación en organismos profesionales de control del ejercicio regular de

sus labores y un régimen adecuado de disciplina y se ha señalado que al margen

del juicio que merezca el sistema adoptado por el legislador, su razonabilidad está

avalada por el directo interés de sus miembros en mantener el prestigio de su

profesión, así como porque cabe reconocerles autoridad para vigilar la conducta ética

en el ejercicio de aquélla...".

En el mencionado Fallo se explicó que el CPACF, es "...una entidad

destinada a cumplir fines públicos que originariamente pertenecen al Estado, y que

éste por delegación, circunstanciada normativamente, transfiere a la institución que

crea para el gobierno de la matrícula y el régimen disciplinario de todos los

abogados de la Capital Federal..." (Fallos: 308:987 y 323:1374, Voto de los jueces

Fayt y López, en especial considerandos 13 y 14; ver también Fallos 308:144; y,

más cerca en el tiempo, el reciente fallo de la Sala IV de la Cámara Nacional de

Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal, del 15/11/2016, en la

causa “Besteiro, María del Carmen c/ CPACF s/ Medida Cautelar”, Expte. 47247/

16).

Así también, en el mencionado fallo "Ferrari" se expresó que el

CPACF "…es una estructura representativa de intereses sectoriales, de grupo o

clase..., integrado por miembros que se reúnen para la gestión y defensa de sus

intereses y la promoción u ordenación común del sector a que pertenecen… Los

Colegios no tutelan sólo los intereses de la clase profesional, sino también -aunque

más no sea indirectamente- los de personas extrañas a ella, esto es, los de los

ciudadanos en cuanto que son, de hecho potencialmente, clientes de los

profesionales inscriptos… La defensa a los miembros del Colegio para asegurarles el

libre ejercicio de la profesión conforme a las Leyes... está íntimamente ligado a la

matriculación y al ejercicio profesional. Aquél que lleva la matrícula, que habilita

para ejercer la profesión,... debe también proveer lo necesario para preservar dicho

derecho...".

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Sin duda, a través de la doctrina de nuestro más Alto Tribunal ha

quedado instituida la función y razón de la existencia del Colegio profesional, no

sólo para los fines de control, sino también para la defensa irrestricta de la

libertad, dignidad y ejercicio profesional del abogado en su misión de defender la

vigencia del Estado de Derecho.

V.S. coincidirá con el suscripto en que debemos aunar esfuerzos

para defender el Estado de Derecho y asegurar la libertad y protección de todos

y cada uno de los derechos constitucionales cuyo pleno reconocimiento se

reclama a través de la presente acción, provenga de quién provenga el ataque a

nuestra Carta Fundamental.

Por otro lado, el contenido esencial del derecho a la tutela judicial

efectiva, ante el posible vacío normativo sobre la acción y el proceso, ha de ser

suplido para dar aplicación a la CN, pues entre sus derechos fundamentales se

encuentra el derecho a la jurisdicción.

En ese sentido la CSJN, ha expresado: "Que es función indeclinable

de los jueces el resolver las causas sometidas a su conocimiento, teniendo como

norte el asegurar la efectiva vigencia de la Constitución Nacional, sin que puedan

desligarse de este esencial deber, so color de limitaciones de índole procesal. Esto es

especialmente así, si se tiene en cuenta que las normas de ese carácter deben

enderezarse a lograr tal efectiva vigencia y no a turbarlas". (CSJN, Fallo del

27/12/90 "in re" Peralta, Luis c/ Estado Nacional - Ministerio de Economía -

Banco Central de la República Argentina s/ Amparo, publicado en LA LEY 1991-C,

158 y en ED del 24/4/91).

La legitimación del CPACF ha sido ampliamente reconocida en

numerosos pronunciamientos; así se ha expresado que: “El CPACF, creado por

Ley 23.187, puede actuar como parte en juicio, toda vez que resulta ser una

persona de derecho público, desde que no se lo concibe como una asociación del

derecho común, a la cual se es libre de asociarse o de no asociarse, para la

defensa de intereses sectoriales, sino como el órgano que en el ámbito de la

delegación transestructural de las funciones estaduales es revestido de

naturaleza pública para llevar adelante el cumplimiento de un cometido público

que se le encomienda, cual es el de controlar el ejercicio de la profesión con arreglo

a las pautas preestablecidas en resguardo de los intereses, no de los abogados

individual o sectorialmente, sino de la comunidad que necesita del concurso de

éstos para garantir el afianzamiento, motivo principal por el que dicho órgano ha

de gobernar la matrícula” CSJN, 26/06/1986, Fallos 308:987.

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“Debe reconocerse legitimación a las asociaciones profesionales

para interponer acción de amparo en defensa de los derechos de sus

representados… pues la recepción de dicha vía procesal por la Constitución

Nacional como derecho inalienable de toda persona para obtener la tutela judicial,

desautoriza una interpretación restrictiva que impida la actuación de dichas

entidades para cumplir con su función específica.” CNTrab., Sala II, 2000/06/30,

LL 2000-D, 180.

En el mismo sentido la jurisprudencia ha sostenido: “…En

principio debe dejarse en claro que, desde la reforma de la Constitución Nacional

de 1994, esta acción puede ser promovida por las asociaciones contra ´cualquier

acto de discriminación´. En el plano legal, además, no es dudoso que los

respectivos Colegios profesionales gozan de suficiente legitimación para velar por

los intereses de sus integrantes”, Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo

Contencioso Administrativo Federal N° 4, Fallo confirmado por la Cámara del

fuero, que entendió que el Colegio Público puede demandar en defensa de los

derechos de todos los abogados, conforme lo ha resuelto la Cámara Nacional de

Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal, Sala III, en los autos

“C.P.A.C.F. c/ Sec. de Estado y Rel. de la Com. (Dir. Nac. de Migraciones) s/

Amparo Ley 16.986, causa 6128/96, 17/IV/97.

La Constitución Nacional autoriza la defensa de los derechos de

incidencia colectiva, facultando a las asociaciones que propendan a esos fines a

asumir la representación de sus pares. Y es indudable la representación que de

los abogados tiene el CPACF por imperio de la Ley N° 23.187.

Por el artículo 43 de la Constitución Nacional, al Colegio Público

de Abogados de la Capital Federal, en su carácter de titular de derechos de

incidencia colectiva, le asiste la facultad para accionar en resguardo de los

derechos y garantías de los abogados que lo conforman.

La ampliación de la legitimación para interponer acciones

colectivas no sólo ha sido reconocida por la moderna jurisprudencia -liderada

por la CSJN en la postura expuesta por el Dr. Lorenzetti en el caso “Mujeres por

la Vida” (Fallos 329:4593); en el considerando 10 del voto del Dr. Maqueda en el

caso “Defensor del Pueblo” del 26 de Junio de 2007 (330:2800), o en el caso

“Halabi” (CSJN: 270.XLII. 24/02/2009)-, logrando un reconocimiento

expreso a este Colegio, sino también, por la doctrina altamente especializada.

Agustín Gordillo sostiene “pues es obvio que resultaría absurdo,

teniendo una nueva Constitución con nuevos derechos y garantías de naturaleza

colectiva, resolver que decenas de miles de estudiantes (no se olvide que una

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10

universidad grande tiene más de medio centenar de miles de alumnos) hagan

decenas de miles de juicios individuales que tendrán decenas de miles de

providencias iguales y decenas de miles de sentencias iguales; o decenas de miles

o millones de obreros litiguen por lo mismo, o decenas de miles de abogados por

su profesión” (Agustín Gordillo, Jurisprudencia de 1997: Elogio a la Justicia, L.L.

1997-F-1318).

Y la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en el mencionado

caso “Halabi, Ernesto c/ P.E.N. Ley 25873 - Dto.1563/04 s/ Amparo Ley

16.986”, ha dicho que: “En primer lugar, la petición debe tener por objeto la

tutela de un bien colectivo, lo que ocurre cuando éste pertenece a toda la

comunidad, siendo indivisible y no admitiendo exclusión alguna. Por esta razón

sólo se concede una legitimación extraordinaria para reforzar su protección, pero

en ningún caso existe un derecho de apropiación individual sobre el bien ya que

no se hallan en juego derechos subjetivos. No se trata solamente de la existencia

de pluralidad de sujetos, sino de un bien que, como el ambiente, es de naturaleza

colectiva. Es necesario precisar que estos bienes no tienen por titulares a una

pluralidad indeterminada de personas, ya que ello implicaría que si se

determinara el sujeto en el proceso éste sería el titular, lo cual no es admisible.

Tampoco hay una comunidad en sentido técnico, ya que ello importaría la

posibilidad de peticionar la extinción del régimen de co-titularidad. Estos bienes

no pertenecen a la esfera individual sino social y no son divisibles en modo

alguno”.

“En segundo lugar, la pretensión debe ser focalizada en la

incidencia colectiva del derecho. Ello es así porque la lesión a este tipo de bienes

puede tener una repercusión sobre el patrimonio individual, como sucede en el

caso del daño ambiental, pero esta última acción corresponde a su titular y resulta

concurrente con la primera. De tal manera, cuando se ejercita en forma individual

una pretensión procesal para la prevención o reparación del perjuicio causado a

un bien colectivo, se obtiene una decisión cuyos efectos repercuten sobre el objeto

de la causa pretendi, pero no hay beneficio directo para el individuo que ostenta la

legitimación. En este tipo de supuestos, la prueba de la causa o controversia se

halla relacionada con una lesión a derechos sobre el bien colectivo y no sobre el

patrimonio del peticionante o de quienes éste representa”.

“Puede afirmarse, pues, que la tutela de los derechos de incidencia

colectiva sobre bienes colectivos corresponde al Defensor del Pueblo, a las

asociaciones y a los afectados, y que ella debe ser diferenciada de la protección

de los bienes individuales, sean patrimoniales o no, para los cuales hay una

esfera de disponibilidad en cabeza de su titular”.

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11

“Que la Constitución Nacional admite en el segundo párrafo del art.

43 una tercera categoría conformada por derechos de incidencia colectiva

referentes a intereses individuales homogéneos. Tal sería el caso de los derechos

personales o patrimoniales derivados de afectaciones al ambiente y a la

competencia, de los derechos de los usuarios y consumidores como de los

derechos de sujetos discriminados. En estos casos no hay un bien colectivo, ya

que se afectan derechos individuales enteramente divisibles. Sin embargo, hay un

hecho, único o continuado, que provoca la lesión a todos ellos y por lo tanto es

identificable una causa fáctica homogénea. Ese dato tiene relevancia jurídica

porque en tales casos la demostración de los presupuestos de la pretensión es

común a todos esos intereses, excepto en lo que concierne al daño que

individualmente se sufre. Hay una homogeneidad fáctica y normativa que lleva a

considerar razonable la realización de un solo juicio con efectos expansivos de la

cosa juzgada que en él se dicte, salvo en lo que hace a la prueba del daño”.

“Sin embargo, no hay en nuestro derecho una Ley que reglamente el

ejercicio efectivo de las denominadas acciones de clase en el ámbito específico que

es objeto de esta litis. Este aspecto resulta de gran importancia porque debe

existir una Ley que determine cuándo se da una pluralidad relevante de

individuos que permita ejercer dichas acciones, cómo se define la clase

homogénea, si la legitimación corresponde exclusivamente a un integrante de la

clase o también a organismos públicos o asociaciones, cómo tramitan estos

procesos, cuáles son los efectos expansivos de la sentencia a dictar y cómo se

hacen efectivos”.

“Frente a esa falta de regulación que, por lo demás, constituye una

mora que el legislador debe solucionar cuanto antes sea posible, para facilitar el

acceso a la justicia que la Ley Suprema ha instituido, cabe señalar que la referida

disposición constitucional es claramente operativa y es obligación de los jueces

darle eficacia, cuando se aporta nítida evidencia sobre la afectación de un derecho

fundamental y del acceso a la justicia de su titular. Esta Corte ha dicho que

donde hay un derecho hay un remedio legal para hacerlo valer toda vez

que sea desconocido; principio del que ha nacido la acción de amparo,

pues las garantías constitucionales existen y protegen a los individuos

por el solo hecho de estar en la Constitución e independientemente de sus

Leyes reglamentarias, cuyas limitaciones no pueden constituir obstáculo

para la vigencia efectiva de dichas garantías (Fallos: 239:459; 241:291 y

315:1492)”. (El destacado me pertenece).

“La eficacia de las garantías sustantivas y procesales debe ser

armonizada con el ejercicio individual de los derechos que la Constitución también

protege como derivación de la tutela de la propiedad, del contrato, de la libertad

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12

de comercio, del derecho de trabajar, y la esfera privada, todos derechos de

ejercicio privado. Por otro lado, también debe existir una interpretación armónica

con el derecho a la defensa en juicio, de modo de evitar que alguien sea

perjudicado por una sentencia dictada en un proceso en el que no ha participado

(Fallos: 211:1056 y 215:357).” (CSJN: 270.XLII. 24/02/2009 'Halabi, Ernesto c/

P.E.N. - Ley 25873 - Dto. 1563/ 04 s/ amparo Ley16.986'.)

Es por medio del fallo citado que la Corte Suprema de Justicia de

la Nación, pretorianamente, ha delineado las características que debe reunir una

acción colectiva que tiene por objeto la protección de los derechos individuales

homogéneos, basándose en sus antecedentes, afirmando que “donde hay un

derecho, hay un remedio legal para hacerlo valer toda vez que sea desconocido”.

Al reconocer la falta de una reglamentación al respecto, establece

tres requisitos que deben cumplirse para su procedencia, estos son:

1.- La existencia de un hecho único o complejo que causa una

lesión a una pluralidad relevante de derechos individuales.

En la presente acción, la aplicación de la ley atacada, dictada por

la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, en franca violación de sus

facultades legales y constitucionales, genera una lesión de imposible reparación

posterior, toda vez que obliga a aquellos justiciables -y sus letrados- que

pretendan acceder por vía de apelación a la Corte Suprema en tanto última

intérprete de nuestra Constitución Nacional por vulneraciones a derechos

constitucionalmente garantizados, a acudir a una tercera instancia revisora que

no se compadece con el ordenamiento que rige actualmente para la justicia.

2.- La pretensión debe estar concentrada a los efectos comunes

que produce un mismo hecho para toda la clase afectada.

La acción no tiene por objeto el daño concreto que sufre en su

esfera personal un abogado, sino todos los elementos homogéneos que tiene la

pluralidad de profesionales al verse afectados por la misma normativa. La sola

lectura de la norma impugnada revela que alcanza por igual y sin excepciones a

todo el colectivo que en esta causa representa el Colegio Público de Abogados de

la Capital Federal.

3.- Que el interés individual considerado aisladamente no

justifique la promoción de una demanda y de esta forma se vea afectado el

acceso a la justicia.

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13

Siendo indiscutible la afectación a los abogados matriculados en el

CPACF, no se justifica que cada uno de ellos promueva una demanda

peticionando la inconstitucionalidad de la ley atacada, no existiendo duda

alguna de que la naturaleza colectiva de los intereses involucrados, lleva a la

indefectible conclusión de que lo más eficiente resulta ser una Acción de Clase,

encontrándose a tal efecto legitimado el Colegio Público de Abogados de la

Capital Federal como ente público no estatal creado por la Ley 23.187, cuyas

finalidades, entre otras, son: representar a todos los abogados que ejercen en el

ámbito territorial de la Capital Federal, tutelando la inviolabilidad del ejercicio

profesional en todos sus órdenes, encontrándose investido a esos efectos de la

legitimación procesal para ejercitar la acción pública (art. 21 inc. j Ley 23.187) y

colaborar con los poderes públicos en la elaboración de la legislación en general

(ídem. Inc. h).

A todo evento, tal como señaló la Comisión Interamericana de

Derechos Humanos: “…Las garantías a la tutela judicial efectiva y el debido

proceso imponen una interpretación más justa y beneficiosa en el análisis de los

requisitos de admisión a la justicia, al punto que por el principio ‘pro actione’, hay

que extremar las posibilidades de interpretación en el sentido más favorable al

acceso a la jurisdicción…” (Caso “Palacios c. Argentina”, Informe N° 105/99,

consid. 61, L.L. 2000-F-549).

En tal sentido, la Corte Suprema expresó: “…siguiendo el modelo

de la jurisprudencia de los Estados Unidos de América, es inherente a las

funciones de un tribunal judicial interpretar las normas que confieren dichas

potestades para determinar su alcance, sin que tal tema constituya una ‘cuestión

política’ inmune al ejercicio de la jurisdicción (‘Baker v. Carr’ 369 U.S. 186). Ello,

porque -tal como luego se desarrollará- esclarecer si un poder del Estado tiene

determinadas atribuciones, exige interpretar la Constitución y tal misión permitirá

definir en qué medida – si es que exista alguna – el ejercicio de ese poder puede

ser sometido a revisión judicial’ (‘Powell v. Mc. Cormack’, 396 U.S. 486)”. (Fallos:

324:3358, considerando 4°, Caso Bussi).

En el mismo pronunciamiento el Tribunal señaló cómo, a través

del tiempo, se ha limitado radicalmente el alcance de la doctrina de las

cuestiones políticas no justiciables: “La amplia y vaga extensión dada a aquellas,

condujo a que el desmantelamiento de la doctrina anterior se hiciera a través de

pronunciamientos dictados en temas muy diversos. Así, lisa y llanamente, entró a

conocer en causas que se referían al desenvolvimiento de la vida de los partidos

políticos (Fallos: 307:1774 y sus citas); trató el tema de la admisibilidad de la

presentación de un candidato independiente para diputado nacional (Fallos:

310:819) y revisó resultados electorales al dejar sin efecto resoluciones de juntas

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14

electorales provinciales (Fallos: 308:1745); también conoció de la legalidad del

procedimiento de formación y sanción de las Leyes (Fallos: 317:335) y aun de las

facultades del Senado de la Nación para decidir la detención de personas (Fallos:

318:1967 y 319:122)…” (Caso Bussi, cit., considerando 5°).

Charles L. Black, en su agudo y famoso ensayo titulado “The

people and the Court-Judicial review in a democracy”, ed. The Macmillan

Company, New York, 1960, sostenía que “el control judicial cumple una función

vital en un gobierno de poderes limitados, consistente en mantener el sentimiento

público de que el gobierno ha cumplido con las normas de su propia Constitución y

por ello la función “legitimante” de las normas por parte de la Corte Suprema lo

cual implica constatar su constitucionalidad- es de inmensa por no decir vital

importancia para el país”, agregando que no veía “cómo un gobierno de poderes

limitados podría vivir sin la existencia de algún órgano que desempeñe esa

función”.

Agregaba también que “así como un ser humano sano controla sus

fuerzas, el control judicial de la constitucionalidad es el medio que el pueblo ha

elegido como auto-restricción a través del derecho, sosteniendo que ‘tener votos

es una excusa insuficiente para violar la Constitución’. (pág. 64/67, 86,

224)”, (citado por el Dr. Fernando N. Barrancos y Vedia, en sesión privada de la

Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, del 13/08/03, el destacado

me pertenece).

En este orden de ideas, cumpliéndose acabadamente con los

requisitos pretorianos que estableció la Corte Suprema de Justicia de la Nación

y conforme lo que prescribe el artículo 43 CN, el Colegio Público de Abogados de

la Capital Federal se encuentra debidamente legitimado para instar la presente

Acción de Amparo.

Por todo lo expresado, la legitimación invocada resulta suficiente

para promover este proceso, ejerciendo el derecho de acceso a la justicia y a la

tutela judicial efectiva, haciendo ciertos los derechos contenidos en la CN.

La cuestión aquí planteada por el CPACF, es justiciable y se

encuentra contenida en el marco conceptual establecido por el artículo 116

de la CN, por ello corresponde a V.S., examinar el flagrante apartamiento

constitucional que motiva esta acción de amparo bajo los dictados del artículo

43 del mismo cuerpo normativo ya que, no sólo están ampliamente cumplidos

los requisitos expresados por la Corte Suprema en Halabi, sino que, principios

de economía procesal fundan también la solicitud.

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15

Por lo expuesto, solicito a V.S. que la presente acción tenga

expansión directa de los efectos de la sentencia, con basamento en los

autos “Halabi, Ernesto c/ P.E.N. Ley 25873 Dto. 1563/04 s/ Amparo Ley

16.986”, cuya sentencia fuera dictada por la Dra. Liliana Heiland, confirmada

en todos sus términos por la Sala II del Fuero Contencioso Administrativo

Federal, y posteriormente por la Corte Suprema de Justicia de la Nación,

haciendo extensivo su alcance a todos los abogados matriculados en el

CPACF, importando una decisión en contrario, un cercenamiento de los

derechos acordados a los ciudadanos (y a la sazón matriculados de este Colegio)

por la Carta Magna.

b) Materia regulada por la Ley 6452:

Es en ese entendimiento que no puede discutirse la legitimación

procesal con la que cuenta esta Institución para hacer valer derechos y garantías

constitucionales frente al embate de la Ciudad de Buenos Aires que, a través

del dictado de la Ley 6452, ha cercenado los legítimos derechos de quienes

ejercen “la profesión de abogado en la Capital Federal” (art. 1 Ley

23.187), y en última instancia de los justiciables que sean patrocinados por

aquellos.

El inadmisible avasallamiento congeniado por el dictado de la ley

atacada, vulnera en forma flagrante las competencias de nuestra Constitución

Nacional, al establecer que los recursos ordinarios de apelación ante el Tribunal

Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires puedan proceder “contra las

sentencias emanadas de los tribunales de la Ciudad de Buenos Aires o los

integrantes de la Justicia Nacional de la Capital Federal”.

Esta ilegítima y burda maniobra, genera un conflicto institucional

con nuestra Carta Magna sin precedentes, que prolongará indefinidamente los

procesos judiciales, que de por sí son bastante extensos, dándole intervención

como nueva instancia a un órgano complemente incompetente, de forma

ilegítima e inconstitucional.

Es función del Poder Judicial controlar que la actuación de los

poderes del Estado permanezca dentro de los lineamientos fijados por la CN,

examinando la constitucionalidad de la ley atacada, considerando especialmente

la doctrina sentada en el caso “Marbury vs. Madison”, que establecía “...un acto

de la legislatura repugnante a la constitución, es inválido...”

Es dable recordar que el control de constitucionalidad es una

facultad de los jueces que establece la CN (art.33); pero también un deber,

según lo dispuesto por la CSJN (Fallos 33:162; 335:2333; Fallo Rizzo); y

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16

sostener la observancia de la CN es uno de los fines del Poder Judicial (téngase

presente la absoluta vigencia de la Ley 27 y su artículo 3 en dicho sentido),

lo que determina la imperiosidad e inexcusable necesidad del examen de

constitucionalidad de la ley impugnada en el presente caso.

En tal sentido: “Las decisiones de los poderes públicos, incluidas las

del Poder Judicial, se encuentran sometidas y abiertas al debate público y

democrático. Ello no puede llevar a desconocer ni las premisas normativas sobre

las que se asienta el control judicial de constitucionalidad, ni que este sistema está

destinado a funcionar como una instancia de protección de los derechos

fundamentales de las personas y de la forma republicana de gobierno. En este

marco los jueces deben actuar en forma independiente a fin de no dejar

desprotegidos a todos los habitantes de la Nación frente a los abusos de los

poderes públicos o fácticos.” (CSJN, Fallo Rizzo.)

En el mencionado fallo “Bazán”, citado erróneamente en los

fundamentos de la aberrante norma, la CSJN tuvo oportunidad de aclarar que:

“A diferencia de lo que ocurre en el resto del país, los habitantes de la ciudad

de Buenos Aires no son juzgados ni someten sus pleitos a una justicia

propia que -en la medida de su competencia- resuelva las controversias de

acuerdo a los procedimientos que su legislación ya prevé y se encuentre sujeta al

control político de su legislatura.”

Agregando asimismo que: “A cuatro años de la exhortación realizada

en el precedente "Corrales" (Fallos: 338:1517), a veintitrés de la sanción de la

constitución porteña y a veinticinco de la reforma de la Constitución Nacional, el

panorama actual muestra que el Gobierno Nacional y el Gobierno de la

Ciudad han avanzado mínimamente en las gestiones tendientes a

concretar de manera íntegra y definitiva la transferencia de la justicia

nacional ordinaria al ámbito que constitucionalmente le corresponde y la Ciudad

permanece por esa razón con sus instituciones inconclusas, detenta un poder

ejecutivo y una legislatura propios en pleno funcionamiento, pero no tiene aún en

marcha un poder judicial completo.”

Y que: “Teniendo en cuenta que la transferencia de la justicia

nacional ordinaria al Poder Judicial de la Ciudad de Buenos Aires debe ser el

resultado de una decisión política consensuada, el Poder Judicial no debe

adoptar medidas que puedan impactar en la forma y oportunidad en que

los poderes que tienen la atribución y responsabilidad para ello decidan

organizar el traspaso de competencias ya que la adopción de decisiones

judiciales en este ámbito -reservado legalmente a los poderes políticos- podría

comprometer valores fundamentales como el acceso a la justicia y la

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17

seguridad jurídica (Disidencia de la jueza Highton de Nolasco).” (Fallos:

342:509).

En esta misma inteligencia, dicho Tribunal ha expresado que: “En

tanto el art. 5° de la Ley 198 -sancionada por la Legislatura de la Ciudad de

Buenos Aires- establece que se rigen por el Código Contencioso

Administrativo y Tributario de la Ciudad de Buenos Aires, los juicios,

recursos, y ejecuciones de sentencia que se inicien al día siguiente de su

publicación, y también los iniciados con anterioridad, que se encuentren

transitoriamente en los tribunales del Poder Judicial de la Ciudad de Buenos Aires,

cuando no se configuran dichas circunstancias, corresponde conocer a la

justicia nacional en lo civil”. (Fallos: 324:2590).

“No resulta válida la Ley 2990 sancionada por la Legislatura

de la Ciudad de Buenos Aires en cuanto regula el destino de los fondos

caducos de las quiebras, pues ello está determinado en una ley nacional -

24522- cuya sanción es de competencia exclusiva del Congreso Nacional y

no cabe distinguir en términos que la misma ley no lo hace. -Del dictamen de la

Procuración General, al que remitió la Corte Suprema-.” (Fallos: 335:6).

La Cláusula Transitoria 13ª del Estatuto Organizativo de la Ciudad

de Buenos Aires, dispone que: “Se faculta al Gobierno de la Ciudad, para que

convenga con el Gobierno Federal que los jueces nacionales de los fueros

ordinarios de la Ciudad, de cualquier instancia, sean transferidos al Poder Judicial

de la Ciudad, conservando su inamovilidad y jerarquía, cuando se disponga que

la justicia ordinaria del territorio de la Ciudad sea ejercida por sus

propios jueces. Los que hayan sido designados antes del mencionado convenio

pueden ser removidos sólo por los procedimientos y jurados previstos en la

Constitución Nacional. Esta facultad no impide que las autoridades constituidas

puedan llegar a un acuerdo en términos diferentes, para lograr una transferencia

racional de la función judicial. En todos los casos el acuerdo comprenderá,

necesariamente, la transferencia de las partidas presupuestarias o la

reasignación de recursos conforme al artículo 75, inciso 2°, de la

Constitución Nacional.” (El destacado es propio).

De una correcta hermenéutica, se desprende con claridad que, sin

que exista un convenio con el Gobierno Federal, y menos aún la transferencia de

los jueces de los fueros ordinarios de la Justicia Nacional al ámbito de su Poder

Judicial, mal puede pretenderse que un Tribunal Superior local entienda en

recursos contra sentencias emanadas de tribunales que no han sido transferidos

a la misma órbita a la que pertenece ese Tribunal Superior local.

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18

Sin convenio con el Gobierno Federal y sin transferencia, en

palabras de los constituyentes, mal puede una norma local invadir

facultades del Congreso de la Nación (art. 75 inc. 30 CN) pretendiendo

apoderarse de competencias que constitucionalmente deben ser transferidas

mediante un acuerdo previo y no mediante el capricho sectorial y arbitrario

del Legislador local de turno.

Nuevamente debemos referirnos al Fallo “Bazán” en cuanto señaló

que: “la transferencia conlleva el traspaso de órganos (juzgados, tribunales,

fiscalías, defensorías) y personal (empleados, funcionarios y magistrados), así

como de los recursos y de los bienes correspondientes a la labor de los órganos

transferidos (Disidencia de la jueza Highton de Nolasco)”.

En resumen, una quimérica reforma como la pretendida por la ley

local, lejos de respetar el espíritu de los constituyentes en relación con una

transferencia racional de la función judicial, se asemeja más a un desprolijo

traspaso de competencias realizado por una empresa de mudanzas.

Sólo una metáfora como la anterior sirve para ilustrar la aberración

de lo pretendido normativamente: no sólo se trata de Derecho, sino también de

sentido común.

Tal como en el conocido acertijo popular, en el cual el granjero debe

cruzar un río con una gallina, un zorro y un saco de maíz: la Legislatura porteña

no puede traspasar al Tribunal Superior de Justicia, motu proprio, la competencia

para entender respecto de recursos de apelación ante fallos de la justicia

nacional, 1) Sin afectar el plazo razonable de juzgamiento, 2) Sin incrementar el

costo para los justiciables -en detrimento del “acceso a justicia” (honorarios

profesionales y tasa a pagar), y 3) Sin afectar la buena marcha de las

instituciones, al efectuar un traspaso sin la consiguiente reasignación de

recursos humanos y financieros, lo que conllevará el inevitable colapso de un

sistema poco pensado, afectando una vez más la prestación del servicio de

justicia en relación con tiempos y costos.

VI.- PROCEDENCIA DE LA ACCIÓN DE AMPARO. PRESUPUES-

TOS DE ADMISIBILIDAD.

El artículo 43 CN establece requisitos de procedencia de la acción

de amparo, los que se encuentran debidamente cumplidos en la presente causa,

a saber:

VI. 1) Existe un acto de autoridad pública: el dictado de la Ley

6452 por parte de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.

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VI. 2) Que en forma inminente amenaza: Esta amenaza se vincula

con la existencia de circunstancias que ponen en real, efectivo e inminente

peligro la plena vigencia de nuestra Constitución Nacional.

En el caso, más que una amenaza, se trata de la actual

afectación del sistema republicano de gobierno, y las garantías esenciales

de juez natural, debido proceso, defensa en juicio, plazo razonable de

juzgamiento, etc.

VI. 3) Conculca con ilegalidad y arbitrariedad manifiesta derechos

fundamentales y garantías reconocidas por la CN y los instrumentos

internacionales sobre derechos humanos con jerarquía constitucional: Cuando

las disposiciones de una ley, como la atacada, que se tachan de inconstitucional

en la presente acción, claramente no respetan derechos reconocidos

constitucionalmente como los receptados en los arts. 1, 5, 18, 31, 75 inciso 30 y

129 de nuestra norma fundamental.

VI. 4) En cuanto al recaudo “medio judicial más idóneo”, no

resulta muy complejo establecer que, para la situación planteada, no existe un

remedio judicial alternativo que sea expedito, rápido y que, garantizando una

decisión oportuna de la jurisdicción, resguarde los derechos fundamentales ya

conculcados.

Estamos ante una cuestión de pleno derecho, donde no es

necesario un amplio debate o la producción de prueba. En este sentido, ¿qué

consecuencias traería la utilización de la vía ordinaria, aún en el supuesto de

alcanzar una sentencia de primera instancia favorable? un proceso lento y

engorroso que podría durar años y que se devoraría la pretensión procesal

actual.

VI. 5) La ostensible inconstitucionalidad de esta ley, cuya

declaración se persigue mediante esta acción de amparo, es sin dudas una

cuestión justiciable.

En nuestro ordenamiento jurídico, artículo 31 CN, la voluntad del

Constituyente prima sobre la del Legislador, por lo que, atento las facultades de

control de constitucionalidad de las Leyes confiado por la CN al Poder Judicial,

corresponde que éste intervenga cuando tales derechos se desconozcan o se

encuentren amenazados.

En este punto, cabe recordar que, en forma previa a la reforma

constitucional de 1994, el amparo se encontraba regulado exclusivamente por la

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Ley 16.986 (del año 1966); posteriormente fue receptado constitucionalmente,

obteniendo así el rango supra legal, y se encuentra previsto en el artículo 43, no

resultando ociosa la nueva adjetivación de la acción ahora “rápida y expedita”,

que se condice con las garantías incorporadas al Bloque Constitucional Federal

a través de los tratados internacionales añadidos mediante el art. 75 inc. 22 de

nuestra Ley de Leyes.

En este sentido, si bien ya la redacción de la Ley 16.986 dejaba

traslucir la intencionalidad del legislador de dotar a la acción de amparo de un

carácter especial al de cualquier otra, al prever por ejemplo la improcedencia de

cuestiones de competencia, excepciones previas, e incidentes (art. 16 Ley

16.986), este espíritu de la norma debe extremarse luego de 1994.

De tal manera que, el indicio de celeridad contenido en la Ley de

Amparo, a la luz de su recepción supralegal, ya no deja lugar a dudas en cuanto

a la categórica previsión de los constituyentes sobre el carácter “rápido" y

“expedito” que se debe imprimir a una acción de este tenor.

Asimismo, es necesario hacer notar y recordar a V.S. lo que tiene

dicho la CSJN respecto del carácter que debe dársele a esta acción, siendo el

amparo un remedio procesal no solo tendiente a reparar la lesión, restricción,

alteración o amenaza actual o inminente a un derecho o garantía reconocida

constitucionalmente, sino que tiene también una finalidad preventiva, no siendo

necesaria la existencia del daño concretamente consumado para resguardar los

derechos que se vieren afectados.

“La acción declarativa, al igual que el amparo, tiene una

finalidad preventiva y no requiere la existencia de daño consumado en

resguardo de los derechos.” (ASOCIACION DE GRANDES USUARIOS DE

ENERGIA ELECTRICA DE LA REPUBLICA ARGENTINA (AGUEERA) c/ BUENOS

AIRES, PROVINCIA DE Y OTRO s/ACCION DECLARATIVA - A. 95. XXX. ORI22/

04/1997), (el resaltado me pertenece).

“La acción declarativa que, como el amparo, tiene una finalidad

preventiva no requiere la existencia de daño consumado en resguardo de los

derechos, es un medio plenamente eficaz y suficiente para satisfacer el interés de

la actora en tanto procura tutela jurisdiccional ante la actitud, exteriorizada a

través de comunicaciones telegráficas emitidas por Yacimientos Petrolíferos

Fiscales, de no proveer ¨carburantes o productos e imponer sanciones en caso de

aplicar la Ley 5464¨ de la Provincia de Santiago del Estero que, en las actuales

circunstancias, se agota en una mera declaración de certeza” (Provincia de

Santiago del Estero c/ Nación Argentina. - 1985 - Fallos: 307: 1379).

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Lo precedentemente manifestado resulta argumento más que

suficiente para evitar el posible desliz en el que pudiera incurrir el juzgador, al

interpretar que en el presente nos encontraríamos frente a una ausencia de

“caso” sobre el cual expedirse o ausencia de “perjuicio o lesión actual” que

impidiera la intervención de V.S. en autos.

VII.- HECHOS. INCONSTITUCIONALIDAD DE LA LEY 6452

La normativa atacada crea, como se dijo, una nueva instancia

(la tercera) en los procesos judiciales que tramitan ante la Justicia Nacional

Ordinaria con asiento en la Ciudad de Buenos Aires (Civil, Comercial, del

Trabajo y Criminal y Correccional), totalizando entonces cuatro instancias

(seis en materia penal para el caso de que haya debate oral) para que

cualquier causa judicial llegue a una sentencia definitiva por la Corte

Suprema.

En tal sentido, previo a la presentación del Recurso Extraordinario

ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que prevé el art. 14 de la Ley

48, deberá ocurrirse ante el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de

Buenos Aires, como 3ª instancia superior a las Cámaras Nacionales de

Apelaciones en lo Civil, en lo Comercial y del Trabajo del Poder Judicial de la

Nación.

Este atropello jurisdiccional, vulnera inusitadamente la regla de

doble vía previa para acceder a la Corte Suprema de Justicia de la Nación al

introducir inconstitucionalmente una tercera, con el dispendio jurisdiccional y

los costos que ello acarrearía.

La Constitución Nacional, en su art. 129, sostiene que: “La ciudad

de Buenos Aires tendrá un régimen de Gobierno autónomo con facultades propias

de legislación y jurisdicción, y su jefe de gobierno será elegido directamente por el

pueblo de la ciudad…”

En efecto, el Congreso de la Nación sancionó la Ley 24588 (Ley

“Cafiero”), plenamente vigente, que en su art. 8 establece que “La justicia

nacional ordinaria de la ciudad de Buenos Aires mantendrá su actual

jurisdicción y competencia continuando a cargo del Poder Judicial de la

Nación. La ciudad de Buenos Aires tendrá facultades propias de jurisdicción en

materia de vecindad, contravencional y de faltas, contencioso - administrativa y

tributaria locales” (El destacado me pertenece).

Es decir, en forma clara y contundente, la Ley Cafiero determina

que la Ciudad de Buenos Aires sólo podrá entender, a través de su propia

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22

Justicia, en causas relacionadas con faltas, contravenciones y en materia

contencioso-administrativa y tributaria locales. Nada más.

Por su parte, el Decreto-Ley 1285/58, en su art. 1 sostiene que

“El Poder Judicial de la Nación será ejercido por la Corte Suprema de Justicia, los

tribunales nacionales de la Capital Federal y los tribunales nacionales con asiento

en las provincias y territorio nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del

Atlántico Sur”.

Asimismo, el art. 24 de dicha norma dispone que “La Corte

Suprema de Justicia conocerá: 2°) Por recurso extraordinario en los casos de los

artículos 14 de la Ley N° 48 y 6° de la Ley N° 4055; 4°) En los recursos directos

por apelación denegada”.

Como si fueran pocos los argumentos, por último, y no por ello

menos importante, el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación,

dispone que contra las sentencias de los tribunales nacionales procederá un

recurso extraordinario de apelación ante la Corte Suprema de Justicia de la

Nación, en los supuestos previstos por el art. 14 de la Ley 48 (arts. 256 y ss.), y

únicamente regula la posibilidad de interponer un recurso de queja frente a la

denegación de los recursos previstos ante la Corte Suprema (arts. 285/287).

En tal sentido, claro está que la pretensa intención de crear un

recurso previo ante el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos

Aires para cuestionar decisiones de los tribunales nacionales del Poder

Judicial de la Nación, es resorte exclusivo del Congreso de la Nación, mas

nunca de la Legislatura de la Ciudad, que no tiene ninguna competencia para

dictar la normativa atacada.

Así lo ha dicho expresamente la Cámara Nacional de

Apelaciones en lo Civil, Sala A, con fecha 02/10/20, en la causa más

emblemática relacionada con el tema que nos ocupa, “Ferrari María Alicia

y otro c/ Levinas Gabriel Isaías s/ Rendición de cuentas, Expte.

78500/2015”, actualmente a estudio en la Corte Suprema de Justicia de la

Nación.

Al respecto, sostuvo que el TSJ de la Ciudad “no tiene potestad

para revisar sus sentencias que sólo pueden ser apeladas ante la Corte Suprema

mediante recurso extraordinario federal”. El tribunal precisó que “aunque el

artículo 129 de la Constitución Nacional establece que la ciudad tiene un régimen

de gobierno autónomo, con facultades propias de legislación y jurisdicción, debe

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23

dictarse una ley que garantice los intereses del Estado Nacional mientras la

ciudad sea capital de la Nación”.

Agregó que, en cumplimiento de esa disposición, “el Congreso de la

Nación sancionó la Ley 24588 cuya validez constitucional no fue cuestionada, que

mantiene la competencia de la justicia nacional y la distingue de la del poder

judicial de la Ciudad de Buenos Aires, que la posee en las materias admitidas por

ese cuerpo legal (art. 8) y en las que le fueron transferidas posteriormente en

virtud de convenios celebrados entre ambas jurisdicciones”.

Refirió que “las sentencias dictadas por las cámaras nacionales de

apelaciones sólo se pueden recurrir ante la Corte Suprema a través de los

mecanismos previstos en el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación”.

Adujo que “no es posible desbaratar el esquema que el legislador

ha diseñado para el funcionamiento de la justicia nacional mediante

consideraciones generales atinentes a la voluntad constitucional de consagrar la

autonomía de la Ciudad de Buenos Aires, soslayando que la propia Constitución

Nacional prevé la necesaria garantía de los intereses del Estado Nacional.”

En este sentido, concluyó que “la decisión del Tribunal

Superior de Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no tiene

sustento legal e implica crear pretorianamente un procedimiento de

revisión que invade el ámbito propio del Poder Legislativo Nacional y

desconoce la normativa vigente, que no ha sido declarada

inconstitucional.”

Finalmente, agregó que “la Corte Suprema no declinó, con

posterioridad al dictado del precedente “Bazán”, su rol como cabeza del Poder

Judicial de la Nación en tanto continúa resolviendo los recursos extraordinarios

federales planteados contra las sentencias dictadas por las cámaras nacionales

de apelaciones.”

Posteriormente, en marzo de 2021, el Tribunal Superior de

Justicia de la Ciudad insistió en su postura y dispuso la elevación de las

actuaciones a la Corte Suprema de Justicia de la Nación para que dirima el

conflicto suscitado y determine si él es competente para conocer en el recurso de

inconstitucionalidad local deducido contra el pronunciamiento de la cámara

nacional.

Llegadas las actuaciones a la Corte, el Procurador General de la

Nación, Eduardo E. Casal, dictaminó en duros términos con fecha 28/06/21 y

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24

sostuvo que el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires

no tiene competencia para revisar las sentencias dictadas por las Cámaras

Nacionales de Apelaciones de la Justicia Nacional Ordinaria con asiento en

dicha ciudad.

Lo hizo en los siguientes términos:

“Para que la Corte Suprema ejerza la potestad que le confiere el

artículo 24, inciso 7, del decreto-ley 1285/58 debe existir una contienda negativa

o positiva de competencia entre jueces o tribunales judiciales que carezcan de

órgano superior jerárquico común, o bien un conflicto jurisdiccional en el que

resulte imprescindible hacerlo con el fin de evitar una efectiva privación de

justicia.

Se verifica un conflicto jurisdiccional que determina la intervención

de la Corte en los términos del artículo 24, inciso 7, del decreto-ley 1285/58, en

tanto se discute la competencia del Superior Tribunal de Justicia de la Ciudad

Autónoma de Buenos Aires para revisar una sentencia dictada por la Cámara

Nacional de Apelaciones en lo Civil, en un proceso judicial en el que no se

controvierte la competencia de este último tribunal.

No existe base legal para atribuir al Tribunal Superior de Justicia de

la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la potestad de revisar una sentencia

dictada por la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil con asiento en esta

ciudad.

El recurso de inconstitucionalidad previsto en el artículo 113 de la

Constitución de la ciudad y reglamentado en los artículos 27 y siguientes de la ley

local 402 no procede contra las sentencias de las cámaras nacionales con asiento

en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Ese recurso está previsto en todos los casos que versen sobre la

aplicación o interpretación de la Constitución Nacional o la Constitución local. A su

vez, el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación prevé únicamente la

apelación de las sentencias de las cámaras nacionales a través del recurso

extraordinario federal.

La admisión de una vía recursiva ante un tribunal local contra las

decisiones dictadas por jueces que integran la justicia nacional ordinaria modifica

la estructura del Poder Judicial de la Nación definida en los artículos 1 y 32 del

decreto-ley 1285/58 y en las leyes 48 y 4055. Además, contradice el artículo 8 de

Page 25: PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR

25

la ley 24588 que dispone la preservación de este fuero en la esfera de la justicia

nacional.

El precedente de Fallos: 342:509, “Bazán”, no contempla una

solución para regir el conflicto de autos ni expresa fundamentos jurídicos

suficientes para sostener las competencias que el tribunal local se atribuye en

esta causa. Esta Procuración General ha fijado un criterio diverso al de la Corte en

“Bazán”, sosteniendo que es la Corte Suprema el órgano competente para conocer

en los conflictos de competencia que se susciten entre dos órganos jurisdiccionales

con competencia no federal con asiento en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

que carecen de un superior jerárquico común, según lo dispuesto por el artículo 24,

inciso 7, del decreto-ley 1285/58.

Con anterioridad y en línea concordante, esta Procuración General

había señalado que hasta tanto se haga efectiva la transferencia de las

competencias que actualmente ejerce la justicia nacional ordinaria con asiento en

la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, correspondía mantener el criterio

tradicional de la Corte, conforme al cual, a los efectos de examinar si mediaba

denegatoria del fuero federal, debía tenerse en cuenta que todos los tribunales

nacionales con asiento en la Capital Federal revisten el mismo carácter nacional.

No cabe extender el alcance del caso “Bazán” a las cuestiones

fácticas y jurídicas debatidas en el presente caso. Por el contrario, la solución

definida por la Corte en ese caso debe ser interpretada estrictamente en relación

con la contienda que se examinaba, en cuyo marco asignó al Tribunal Superior de

Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la potestad de dirimir conflictos

entre dos órganos jurisdiccionales con competencia no federal con asiento en esa

ciudad, según las facultades establecidas por el decreto-ley 1285/58 en su

artículo 24, inciso 7.

Según surge de su considerando 17 -voto mayoritario-, la Corte sólo

resolvió, en ejercicio de las atribuciones que le confiere esa norma, cuál era el

órgano jurisdiccional que debía conocer en el conflicto jurisdiccional entonces

suscitado, más no acerca de su competencia en materia recursiva.

La atribución judicial al tribunal superior local de la facultad de

revisión de las sentencias de las cámaras nacionales de apelación representa una

transferencia de competencias jurisdiccionales a la Ciudad Autónoma de Buenos

Aires que, en principio, sólo podría ser efectuada por el Congreso de la Nación.

En el ejercicio de esas atribuciones constitucionales le corresponde

al Poder Legislativo de la Nación alcanzar un justo equilibrio entre el respeto de la

Page 26: PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR

26

autonomía jurisdiccional de la Ciudad de Buenos Aires y la garantía del interés

federal. En este marco, debe interpretarse la ley 24588, cuyo artículo 8 determina

que “La justicia nacional ordinaria de la ciudad de Buenos Aires mantendrá su

actual jurisdicción y competencia continuando a cargo del Poder Judicial de la

Nación. La ciudad de Buenos Aires tendrá facultades propias de jurisdicción en

materia de vecindad, contravencional y de faltas, contencioso-administrativa y

tributarias locales”. En la causa “L., Patricia y otros s/ Coacción (art. 149 bis C.P.)

y lesiones leves (art. 89 del C.P.)”, esta Procuración General reafirmó la validez

constitucional de esa norma.

El Congreso de la Nación ha ejercido esas facultades especiales a

través de la celebración de diversos convenios por los cuales se han ido

transfiriendo competencias parciales de la justicia nacional ordinaria a la justicia

de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Los proyectos de leyes 0609-D-20, 0559-D-20 y 0763-D-21

actualmente en trámite ante la Cámara de Diputados de la Nación y el proyecto de

“Ley de organización y competencia de la justicia federal con asiento en la Ciudad

Autónoma de Buenos Aires y en las provincias” (CD -106/20), cuenta con media

sanción del Senado de la Nación, y dispone la transferencia de la competencia

para investigar y juzgar la totalidad de los delitos cometidos en territorio de la

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con excepción de la materia federal, a la

justicia local y encomienda al Poder Ejecutivo Nacional suscribir los acuerdos y

convenios necesarios para implementar dicha transferencia en el plazo de 3 años,

ratificando el mecanismo contemplado en la ley 24588.

No incumbe al Poder Judicial realizar por vía pretoriana traspasos

de competencias nacionales a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lo que

equivale a arrogarse mayores facultades que las que le han sido conferidas

expresamente, e invadir de ese modo la órbita de competencias exclusivas del

Congreso de la Nación, al que los constituyentes encomendaron expresamente esa

misión. Ello es así, pues la esencia de nuestro gobierno radica en la limitación de

los poderes de los distintos órganos y en la supremacía de la Constitución

Nacional. Ningún departamento del gobierno puede ejercer lícitamente otras

facultades que las que le han sido acordadas.

El Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad Autónoma de

Buenos Aires no tiene competencia para revisar la sentencia dictada por

la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil.” (Del Dictamen del

Procurador en “Ferrari, María Alicia c/ Levinas, Gabriel Isaías s/ incidente de

incompetencia - Levinas, Gabriel Isaías s/ SAG - otros (recurso de inconstitucional-

lidad denegado)”.

Page 27: PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR

27

La contundencia de los términos y fundamentos técnicos

utilizados por el Dr. Casal me eximen de realizar mayores comentarios, sin

perjuicio de que los mismos se han sostenido a lo largo de toda esta

presentación.

En el mismo sentido, la Sala “D” de la Cámara Nacional de

Apelaciones en lo Comercial, sostuvo un criterio semejante a la de su colega

Civil, al concluir en forma contundente, en la causa “Esuvial S.A. s/ Concurso

Preventivo s/ Incidente de Transferencia de Bienes Registrables”2, que no se

reconocía eficacia jurisdiccional alguna a la decisión adoptada por el Tribunal

Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires respecto de lo resuelto por

aquel Tribunal de Alzada.

No podemos soslayar que tanto la Cámara Nacional de Apelaciones

en lo Civil, como la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial y la

Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo (mediante las acordadas de fechas

23/06/16, 10/05/16, y 07/04/16 -ratificada el 10/04/19-, respectivamente), se

han opuesto firmemente al traspaso de la Justicia Nacional al ámbito de la

Ciudad de Buenos Aires, en virtud de diversos argumentos de índole

constitucional que se expusieron en esos acuerdos plenarios.

En particular, la Cámara Civil manifestó oportunamente que "En el

marco de la colaboración requerida por el Ministerio de Justicia respecto del

programa ‘Justicia 2020’ y en lo que al fuero civil se refiere, esta Cámara entiende

pertinente recordar que el principio constitucional de inamovilidad de sede y grado

de los magistrados no constituye un privilegio de los jueces sino una garantía

para los ciudadanos. Del mismo modo, que cualquier modificación a la

organización de la justicia nacional no puede prescindir de considerar la distinta

composición y atribuciones de los Consejos de la Magistratura nacional y local, el

también diverso anclaje institucional del Ministerio Público, el diferente régimen

aplicable a funcionarios y empleados. Por eso, dentro del marco legal trazado por

la ley 24588, este tribunal considera pertinente colaborar en la implementación de

la justicia vecinal de la Cuidad de Buenos Aires y la eventual transferencia de

competencias, lo que deberá hacerse saber al Ministerio de Justicia y Derechos

Humanos que ha efectuado la convocatoria".

Por todas estas consideraciones, llama poderosamente la atención

el total desconocimiento del derecho constitucional del que hacen gala los

2 http://www.saij.gob.ar/camara-nacional-apelaciones-comercial-nacional-ciudad-autonoma-buenos-aires-esuvial-sa-concurso-preventivo-incidente-transferencia-bienes-registrables-inmuebles-automotores-fa21130006-2021-06-24/123456789-600-0311-2ots-eupmocsollaf?

Page 28: PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR

28

legisladores de la Ciudad que aportaron su voto para la sanción de la norma ya

que, a simple vista, resulta evidente el disparate jurídico que han aprobado.

Mal puede sostenerse que la Legislatura de la Ciudad de Buenos

Aires tiene potestad para modificar leyes nacionales dictadas por el Congreso de

la Nación. Su incompetencia es incuestionable. Es Instrucción Cívica del

colegio secundario.

De aceptar tamaña violación, que atenta inevitablemente contra

la seguridad jurídica, sólo por el hecho circunstancial de contar con los votos

para hacerlo, se terminaría de convertir a la Constitución Nacional en un mero

catálogo de buenas intenciones.

De no ponerle la judicatura un freno a esta ley, se estaría

consolidando la concesión de la suma del poder público al Poder Legislativo

de la Ciudad de Buenos Aires, destruyendo cualquier atisbo de independencia

judicial, tan pregonada públicamente, garantizando los propios intereses

económicos y personales de quienes gobiernan.

Esta normativa, también, busca controlar y adoctrinar la vasta

jurisprudencia dictada en materia laboral, civil y comercial, con la

trascendencia política y económica que ello implica en nuestra sociedad, por

cuanto las sentencias del Tribunal Superior de Justicia son obligatorias para los

tribunales locales de la Ciudad. Ninguna duda cabe que la norma dictada no

tiene sustento legal e implica crear un procedimiento de revisión que invade el

ámbito propio del Congreso Nacional, desconociendo la normativa vigente, que

no ha sido declarada inconstitucional.

Además, no debemos perder de vista que todos los juicios que

tienen trascendencia económica para prácticamente la totalidad de las

empresas radicadas en este país, así como también para las compañías de

seguros, tramitan necesariamente en la Capital Federal, por lo que de

prosperar esta infame norma de la Legislatura de la Ciudad, se estaría

otorgando a un tribunal netamente local la posibilidad de absorberlos y

expandir los efectos de sus decisiones para todo el ámbito nacional, sin

pasar por alto el perjuicio notable que se provocaría a los justiciables, lo

que es mucho más grave, en tanto, por ejemplo, verían alargados en 2 o 3

años los juicios tendientes a cobrar una indemnización laboral o un daños y

perjuicios por un accidente automovilístico.

Como V.S. podrá observar certeramente, por imperio normativo y

constitucional, el Tribunal Superior de Justicia sólo puede actuar como

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29

instancia de revisión en aquellas materias admitidas por la Ley “Cafiero”, ya

mencionadas, transferidas posteriormente en virtud de convenios

celebrados. Todas las demás, quedan afuera de su órbita. Va de suyo que la

transferencia de competencias implica la respectiva reasignación de

recursos, tal como expresamente lo establece el art. 75 inc. 2º de la CN, lo

cual no ha sido contemplado en la norma atacada.

Por lo tanto, no existiendo a la fecha convenio alguno que hubiera

transferido las competencias de los fueros de la Justicia Nacional Ordinaria a la

Ciudad de Buenos Aires, como ya se sostuvo oportunamente, con la respectiva

transferencia de recursos, mal puede el Tribunal Superior de Justicia intervenir

como “tercera vía”, y menos aún mediante una ley dictada por un órgano

completamente incompetente, cuya declaración de inconstitucionalidad así se

solicita.

Con costas.

VIII.- STATUS JURIDICO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES.

La jurisdicción llamada “porteña” no nace de facultades

provinciales previas no delegadas en la Nación. Aunque pueda resultar hiriente a

los interesados en la “transferencia”, debemos recordar que la Ciudad de Buenos

Aires, aun con su régimen de gobierno autónomo, no es una provincia de las que

constituyeron la Federación, sino un territorio federalizado en 1880 como

traumática culminación del proceso de organización nacional.

La Corte Suprema tiene dicho que el sistema federal argentino se

compone con sujetos jurídicos “necesarios” o “inexorables”, mencionados

explícitamente en la Constitución, como los son el Estado Nacional, las

provincias, los municipios y la “Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, y un sujeto

jurídico “posible” o “eventual” como es el caso de la región (“Bazán”, Fallos:

342:509, considerando 3º, y “Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires c/

Córdoba”, Fallos: 342:533, considerando 12).

Desde esta perspectiva, cabe en primer término recordar que a

partir de la reforma del año 1994 la Ciudad de Buenos Aires adquirió el status

constitucional que se expresó en el nuevo artículo 129, según el cual “tendrá un

régimen de Gobierno autónomo con facultades propias de legislación y

jurisdicción, y su jefe de gobierno será elegido directamente por el pueblo de la

ciudad”, sin perjuicio de también establecer que “una ley garantizará los

intereses del Estado nacional mientras la ciudad de Buenos Aires sea capital de

la Nación”.

Page 30: PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR

30

Con este reconocimiento los constituyentes reformadores

introdujeron a la Ciudad como un actor pleno del sistema federal, modificando

radicalmente por esa vía la histórica premisa según la cual la unión nacional

requería suspender la participación porteña en el diálogo federal en virtud de su

elección como capital federal.

En el marco señalado -y ante el planteo de conflictos concretos- la

CSJN dictó una serie de pronunciamientos en los que interpretó las reglas del

federalismo de modo de evitar fricciones susceptibles de acrecentar los poderes

del gobierno central en detrimento de las facultades reconocidas a la Ciudad por

la reforma constitucional del año 1994.

Así se sostuvo que los jueces nacionales con asiento en la Ciudad

de Buenos Aires no son equiparables a los jueces federales a los efectos de

declarar la admisibilidad del recurso extraordinario cuando media denegación

del fuero federal (“Nisman”, Fallos: 339:1342).

Los términos de la jurisprudencia señalada resultan ilustrativos

de la paulatina, aunque evidente, consolidación de la Ciudad de Buenos Aires

como sujeto del federalismo argentino en tanto “ciudad constitucional federada”.

Es ciudad, por sus características demográficas. Es ciudad constitucional,

porque es la única designada expresamente por su nombre y con atributos

específicos de derecho público en la Constitución Nacional, a diferencia de las

otras ciudades que son aludidas genéricamente al tratar los municipios. Y es

ciudad constitucional federada, porque integra de modo directo el sistema federal

argentino conjuntamente con los restantes sujetos políticos que lo componen

("Bazán”, Fallos: 342:509, considerando 3º y "Gobierno de la Ciudad Autónoma

de Buenos Aires”, Fallos: 342:533 considerando 12).

Pero la vigencia del artículo 129 de la Constitución Nacional

imposibilita que la Ciudad de Buenos Aires reciba el mismo trato que antes de la

reforma de 1994, es decir como un “territorio federalizado”, propio de una época

en la que esta carecía de autonomía en tanto el Congreso de la Nación actuaba

como su legislador “exclusivo” (ex art. 67 inc. 27), el Presidente de la Nación

como su “jefe inmediato y local” (ex art. 86 inc. 3) y la justicia nacional como

justicia local.

En ese marco, en cumplimiento de la norma constitucional

referida se sancionó en el año 1996 el Estatuto Organizativo de la Ciudad de

Buenos Aires, con el objetivo declarado en su Preámbulo de “afirmar su

autonomía” y “organizar sus instituciones”, no adquiriendo el rango de

“constitución provincial”.

Page 31: PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR

31

Ahora bien, desde el dictado del precedente "Gauna" en el año

1997 (Fallos: 320:875), la Corte manifestó que el constituyente otorgó a la

Ciudad de Buenos Aires "un perfil distintivo y diferenciado de la Capital Federal,

de las provincias y de los municipios" y estableció que tiene un estatus

constitucional especial.

Este criterio fue reafirmado, por ejemplo, en los precedentes

"Rodríguez, Héctor y otros", al referirse al diverso "status jurídico" que la

Constitución Nacional le reconoce a los estados provinciales y al "régimen de

gobierno autónomo" de la Ciudad (Fallos: 323:3991); "Alicia Oliveira - Defensora

del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires", cuando expresa que "en el caso la

Ciudad de Buenos Aires, que aunque no reviste dicho carácter [el de las

provincias], tiene un status constitucional especial", (Fallos: 326:3669); “Rizzo”,

al consagrar, que la Ciudad "no es una provincia argentina según lo dispuesto por

el art. 129 y la Cláusula Transitoria Séptima de la Constitución Nacional", (Fallos:

329:1385); "Gallardo, Roberto Andrés", cuando diferencia a la Ciudad de las

provincias y la caracteriza con un "status constitucional especial", (Fallos:

330:1587, entre muchos otros).

La conclusión expuesta en relación al estatus de la Ciudad de

Buenos Aires encuentra apoyo en el propio texto de la Ley Fundamental que a

lo largo de varias de sus disposiciones la distingue de las provincias,

tratando a ambos sujetos jurídicos en una cantidad importante de

oportunidades de manera desigual.

Así, por un lado, el constituyente menciona a la Ciudad a la par

de las provincias en los artículos que regulan la intervención federal (arts. 75,

inc. 31 y 99, inc. 20), la distribución en materia de coparticipación impositiva

(art. 75, inc. 2°, tercer párrafo), la representación parlamentaria (arts. 44, 45 y

54) y su inclusión en la "cláusula del progreso" (art. 125, segundo párrafo).

Sin embargo, por el otro lado, en ningún lugar de la

Constitución se menciona a la Ciudad como provincia; el art. 129 se refiere

a su norma fundamental como "Estatuto Organizativo" y no como

"Constitución" y al titular del Poder Ejecutivo lo llama "Jefe de Gobierno" y

no "Gobernador".

Al significado y a la connotación de estas diferencias

terminológicas se suma el hecho de que el texto constitucional omite a la Ciudad

en un número importante de artículos referidos a las provincias.

Page 32: PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR

32

El art. 121 al referirse al poder de las provincias no delegado al

Gobierno Federal marca una diferencia fundamental con la Ciudad en el

deslinde de competencias. Mientras que las provincias conservan todo el

poder no delegado a la Nación, el art. 2° de la ley 24588 (dictada por

mandato de la Constitución para garantizar los intereses del Estado Nacional

mientras que la Ciudad sea la Capital de la Nación) invirtió este principio al

afirmar que el gobierno nacional conserva todo el poder no delegado a la

Ciudad por la Constitución y por la ley misma.

También se omite a la Ciudad en el art. 124, que reconoce el

dominio originario de las provincias sobre los recursos naturales en su territorio;

en el art. 125, que contempla la posibilidad solo de las provincias de celebrar

tratados parciales para fines de administración de justicia, de intereses

económicos y trabajos de utilidad común (primer párrafo); en el art. 128, que

consagra a los gobernadores de provincia como agentes naturales del Gobierno

Federal para hacer cumplir la Constitución.

De estas menciones y omisiones no puede sino concluirse que

el constituyente marcó una diferenciación entre el estatus jurídico de las

provincias y el de la Ciudad de Buenos Aires. Esta diferenciación refleja sus

disímiles antecedentes históricos y características geográficas e implica como

derivación lógica que la autonomía de las primeras no pueda equipararse a la de

esta última.

Para concluir en este sentido, resulta clave, además de las

diferencias que surgen de las disposiciones referidas, la definición acerca del

contenido del art. 129 de la Constitución Nacional, la cual debe ser fruto de una

lectura integral que armonice el alcance de sus términos con el de las demás

cláusulas constitucionales con las que guarda relación.

El art. 129 de la Ley Fundamental, incorporado por la reforma de

1994, establece que: "La ciudad de Buenos Aires tendrá un régimen de gobierno

autónomo, con facultades propias de legislación y jurisdicción, y su jefe de

gobierno será elegido directamente por el pueblo de la ciudad. Una ley garantizará

los intereses del Estado nacional mientras la ciudad de Buenos Aires sea capital

de la Nación. En el marco de lo dispuesto en este artículo, el Congreso de la

Nación convocará a los habitantes de la ciudad de Buenos Aires para que,

mediante los representantes que elijan a ese efecto, dicten el Estatuto

Organizativo de sus instituciones".

Bajo estas directrices, en el año 1994 la Constitución Nacional

otorga, pues, a la Ciudad de Buenos Aires "un régimen de gobierno autónomo con

Page 33: PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR

33

facultades propias de legislación y jurisdicción". Se hace de esta forma mención

expresa de la noción de autonomía, vocablo que hasta ese momento se

encontraba ausente del texto de la Ley Fundamental y cuyo concepto solo se

predicaba respecto de las provincias.

Los constituyentes no utilizaron el término autonomía como un

concepto unívoco, que tuviera en todos los supuestos el mismo significado y

extensión; sino que, por el contrario, en nuestro ordenamiento constitucional la

noción de autonomía, su contenido y alcance, difieren en cada caso, según cuál

sea el ente del que se predique el carácter de autónomo: las provincias, la

Ciudad de Buenos Aires, los municipios, las universidades nacionales, la

Auditoría General de la Nación o el Defensor del Pueblo de la Nación.

Asimismo, el propio texto del citado art. 129 establece una fuerte

limitación a la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires, al encomendar al

Congreso garantizar por ley los intereses del Estado Nacional, mientras la capital

de la Nación mantenga allí su asiento.

De lo expuesto se desprende que los constituyentes no

concibieron a la Ciudad como una provincia ni a su autonomía con el

mismo alcance que la de aquellas, conclusión que se ve ratificada por las

exposiciones que tuvieron lugar en las sesiones de la Convención Nacional

Constituyente de 1994. Allí se expresaron interpretaciones concordantes

acerca de la limitación de la autonomía porteña por parte de representantes de

diferentes sectores políticos.

En este sentido, el convencional García Lema, miembro informante

del dictamen de mayoría, expresó: "Al proponer el dictamen de la mayoría una

redacción para el artículo 110 bis, en el que se prescribe que la Ciudad de Buenos

Aires tendrá un régimen de gobierno autónomo con facultades propias de

legislación y jurisdicción, ha concretado la previsión de la ley declarativa en el

sentido de que la mencionada ciudad debía ser dotada de un status constitucional

especial. Ese status especial significa que la Ciudad de Buenos Aires no

quedará regida por una constitución local, como lo establece para las

provincias el art. 5° de la Constitución Nacional, sino por un estatuto

organizativo” (Diario de sesiones de la Convención Nacional Constituyente, 18°

reunión, 27 de julio de 1994, pág. 2221, el destacado no pertenece al original).

Por su parte, el convencional Bravo dijo que a la Ciudad de Buenos

Aires "no le hemos dado siquiera una carta autonómica, sino apenas un estatuto

organizativo" (pág. 2283). Así también, Márquez señaló que "[s]e han escuchado

en la Comisión diferentes alternativas de solución para la Ciudad de Buenos

Page 34: PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR

34

Aires. Hubo quienes propusieron no cambiar nada o conceder solamente la

elección directa del intendente, hasta quienes sugirieron que el status futuro de la

ciudad fuera el equivalente a una provincia, incluso con un régimen municipal

interno similar al que tienen los diversos estados provinciales. Entre estos dos

extremos, entre quienes no proponen ninguna modificación y quienes están

sugiriendo una modificación extrema de convertir a la Ciudad de Buenos Aires en

una nueva provincia, el dictamen en discusión brinda un equilibrio" (página 2523).

De ello se sigue que una interpretación que equipare sin más el

"régimen de Gobierno autónomo con facultades propias de legislación y

jurisdicción" que, en los términos del art. 129 de la Constitución Nacional, los

constituyentes establecieron para la Ciudad de Buenos Aires a la autonomía

propia de las provincias, implicaría desconocer la voluntad del

constituyente, excediendo la letra de la norma fundamental y poniéndola

en franca discordancia con las demás cláusulas constitucionales referentes

a los poderes provinciales y de la Ciudad de Buenos Aires.

Que en este marco y en un todo coherente con los lineamientos que

se venían desarrollando a lo largo de su jurisprudencia, la Corte mantuvo este

criterio por casi veinte años desde el precedente "Cincunegui" en 1999.

En dicho precedente se afirmó que la Ciudad no es una provincia

argentina y que, por ende, no le corresponde, conforme a los citados arts. 116 y

117, la instancia originaria de la Corte (conf. art. 129 y cláusula transitoria 7° de

la Ley Fundamental).

Este criterio fue reiterado en gran cantidad de pronunciamientos

en los que se rechazó la posibilidad de que la Ciudad litigue en la competencia

originaria del Máximo Tribunal.

Entre dichos precedentes cabe resaltar lo resuelto en la causa

"Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires c/ Tierra del Fuego, Provincia de"

(Fallos: 330:5279), en cuanto a que el reconocimiento a la Ciudad de Buenos

Aires de facultades propias de jurisdicción solo tiene el preciso alcance de

atribuir a las autoridades locales poderes para resolver ciertas causas o

controversias judiciales.

Una interpretación contraria a partir de la causa “Gobierno de la

Ciudad Autónoma de Buenos Aires c/ Córdoba”, Fallos: 342:533, del 04/04/19,

supone “una equiparación entre la Ciudad de Buenos Aires y las provincias que

es desconocida por diversas y concordes cláusulas constitucionales, e implica una

construcción artificiosa que, por medio de una hermenéutica inapropiada de una

Page 35: PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR

35

disposición concerniente a las facultades de una entidad local sui generis (art. 129

de la Constitución Nacional), tiene como inaceptable efecto extender atribuciones

que, con carácter de conjunto cerrado y taxativo con respecto a las provincias, se

reconocen a la Corte por las disposiciones que reglan su competencia originaria.”

(del voto en disidencia de la Dra. Highton de Nolasco).

La Ciudad no participa de la regla fundamental de reparto de

competencias establecida en el art. 121 de la Constitución Nacional, por la que

las provincias conservan todo el poder no delegado al Gobierno Federal. Este

principio basal del federalismo argentino impone que la autonomía inherente a

la condición de estado provincial sea interpretada a partir de esa premisa, con

toda la amplitud que de ella se desprende. Por el contrario, el alcance de la

autonomía otorgada a la Ciudad de Buenos Aires por los constituyentes del año

1994 encuentra sus límites en las expresas concesiones establecidas en el texto

constitucional que, tal como se indicó, incluso delegó en una ley del Congreso la

misión de garantizar los intereses del Estado Nacional mientras ella sea la

capital de la República.

“Que, en conclusión, no cabe duda alguna de que las diferencias

entre la Ciudad y las provincias que surgen de las disposiciones constitucionales,

las consideraciones respecto del estatus de la Ciudad y de su autonomía en los

Debates de la Convención Constituyente de 1994, el contenido del art. 129

interpretado en un todo armónico con el resto del ordenamiento constitucional y el

principio de interpretación restrictiva del art. 117 de la Constitución Nacional, han

sido tenidos en cuenta por esta Corte desde los primeros pronunciamientos en los

que debió examinar el estatus de la Ciudad y fueron y son determinantes a la

hora de negarle a la Ciudad de Buenos Aires el carácter de sujeto aforado a la

jurisdicción originaria de este Tribunal.” (Gobierno de la Ciudad Autónoma de

Buenos Aires c/ Córdoba”, Fallos: 342:533; Voto de Highton de Nolasco).

“La Ciudad de Buenos Aires no resulta aforada a la competencia

originaria contemplada en los arts. 116 y 117 de la Constitución Nacional,

conclusión que encuentra apoyo en el propio texto de la Ley Fundamental que a lo

largo de varias de sus disposiciones la distingue de las provincias, tratando a

ambos sujetos jurídicos en una cantidad importante de oportunidades de manera

desigual.” (Voto de Highton de Nolasco, Fallos: 344:1043).

Por todo lo expuesto, la Ciudad de Buenos Aires, entonces, no

es una provincia ni es asimilable a una provincia a los fines de su status

jurídico.

Page 36: PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR

36

IX.- SOLICITA LA SUSPENSIÓN DE LA APLICACIÓN DE LA LEY

6452 COMO MEDIDA CAUTELAR.

Con base en las razones expuestas, y en los términos del art. 230

del código ritual, solicito respetuosamente a V.S. ordene la suspensión de la

fuerza ejecutoria de la Ley 6452 en sus artículos 4 y 7, fundado en el peligro que

implica que durante el transcurso del tiempo que demande la resolución

definitiva del presente Amparo, los legítimos derechos reclamados, en

representación de los abogados de la matrícula federal que ejercen la profesión

en la Capital Federal (art. 1 Ley 23.187), resulten burlados por la aplicación de

la norma que por esta acción se impugna.

Si bien son reconocidas las presunciones de ejecutoriedad y

legitimidad del acto administrativo, “(l)a supervivencia de la ejecución forzosa del

acto administrativo -como regla general- difícilmente pueda convivir mucho tiempo

más con el principio de “tutela judicial efectiva”, el cual excluye la posibilidad de

ejecutar coactivamente el acto impugnado antes de su juzgamiento por el poder

judicial” (Juan Carlos Cassagne, Efectos de la Interposición de los Recursos y la

Suspensión de los Actos Administrativos, E.D. 153,995).

Asimismo, esta presunción de legitimidad no significa que el acto

sea válido, sino que simplemente se presume que ha sido emitido conforme al

ordenamiento jurídico.

“Indiscutiblemente es una presunción legal relativa, provisional,

transitoria, calificada como presunción iuris tantum, que puede desvirtuar el

interesado demostrando que el acto controvierte el orden jurídico. Tal presunción

no es un valor consagrado, absoluto, iure et de iure, sino un “juicio hipotético”, que

puede invertirse acreditando que el acto tiene ilegitimidad” (Tomás Hutchinson,

Régimen de Procedimientos Administrativos, Ed. Astrea. 5°ed.).

Difícilmente pueda la Ciudad de Buenos Aires ampararse en el

interés público para oponerse a la suspensión en la aplicación de la norma

atacada, ya que no basta la alegación de un interés genérico, sino que deben

acreditarse los intereses específicos y concretos que se oponen a la presente

medida cautelar solicitada.

A todo evento, el daño que la aplicación inmediata de la norma

atacada provoca es indudable.

Surge palmario que en la presente concurren los presupuestos que

ameritan la concesión de la medida cautelar solicitada, a saber: verosimilitud en

el derecho, peligro en la demora y la exigencia de contracautela.

Page 37: PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR

37

IX.- 1) Verosimilitud del Derecho.

El fumus bonis iuris surge inequívocamente de la propia letra de

la CN, de la descripción de los derechos y garantías amenazados por la Ley 6452

que por esta vía impugno, receptados en los arts. 1, 5, 18, 75, inc. 30 y 129 de

la Constitución Nacional.

En el campo jurisdiccional, para que la viabilidad de la medida

precautoria prospere, los tribunales nacionales han exigido la acreditación “prima

facie” de la arbitrariedad del acto cuya descalificación se persigue.

Sin perjuicio de destacar que lo expuesto hasta aquí permite

considerar que en el caso existe verdadera certeza sobre la bondad del

derecho alegado, no huelga recordar que la jurisprudencia de nuestro Máximo

Tribunal ha sentado una importante pauta interpretativa para el análisis de este

requisito al señalar que “...las medidas cautelares no exigen de los magistrados

el examen de certeza sobre la existencia del derecho pretendido sino sólo su

verosimilitud. Es más, el juicio de verdad en esta materia se encuentra en

oposición a la finalidad de la medida cautelar, que no es otra que atender a

aquello que no excede del marco de lo hipotético, dentro del cual, asimismo, agota

su virtualidad” (conf. CSJN in re "Evaristo Ignacio Albornoz v. Nación Argentina -

Ministerio de Trabajo y Seguridad Social s/ Medida de no innovar", 20/12/84,

Fallos 306:2060).

Sobran los motivos para tener por fundada la verosimilitud del

derecho frente a la incompetencia de la Legislatura de la Ciudad de Buenos

Aires para dictar Leyes con alcance nacional o federal, materias reservadas al

Congreso de la Nación.

Por ello, estimo que V.S. debe considerar acreditada la bondad del

derecho invocado.

IX. 2) Peligro en la Demora.

Permitir la aplicación inmediata de la norma impugnada, supone

convertir en ilusorios los derechos tanto de los justiciables en general, como los

que en representación de los abogados de la matrícula invoco, toda vez que si

debemos esperar al final del proceso para determinar su inaplicabilidad, para

dicho momento se habrán afectado los derechos de todos los ciudadanos que

tengan que litigar en los fueros nacionales con asiento en la Ciudad de Buenos

Aires, así como también de los abogados que los representen.

Page 38: PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR

38

La denegación de la medida cautelar que solicito obraría en el

sentido inverso al mandato constitucional, por lo que quedaría consentida,

prima facie, la violación constitucional alegada.

Los requisitos de verosimilitud del derecho y peligro en la demora

se encuentran de tal modo relacionados que a mayor verosimilitud del

derecho, cabe no ser tan exigente en la apreciación del peligro de daño y

viceversa; cuando existe el riesgo de un daño extremo e irreparable, el rigor del

“fumus” se puede atenuar. (Conf. CNCAFed., Sala II, in re “Pesquera del

Atlántico S.A. c/ B.C.R.A.” del 14-10-83, in re “Toma, Roberto Jorge c/ Comisión

Nacional de Energía Atómica s/ medida cautelar (autónoma)”, del 21-12-00;

Sala III, in re “Gibaut Hermanos”, del 18-8-82; “Herrera de Noble y otros c/

Comfer”, del 8-9-83, entre muchos otros; Sala IV, in re “Arte Radiotelevisivo

Argentino S.A. c/ Fondo Nacional de las Artes”, del 16-4-98).

Asimismo, es vasta la doctrina que se refiere a este requisito: “El

Peligro en la demora (periculum in mora) es el peligro en la demora de la sentencia

definitiva que se dictará en el proceso, o como dicen GARCÍA DE ENTERRÍA y

FERNÁNDEZ, “la urgencia para evitar que la demora en la resolución del pleito

principal cause perjuicios apreciables” (GARCÍA DE ENTERRÍA Eduardo -

FERNÁNDEZ Tomás R., Curso de Derecho Administrativo, T° II, Madrid, Civitas,

1998, p. 628).

“La irreparabilidad y la inminencia del daño son las condiciones

requeridas para la configuración del peligro en la demora. El verdadero peligro que

se pretende resguardar está vinculado con la posibilidad cierta de que se

produzca un daño inminente e irreparable.” (Las medidas cautelares contra la

Administración, por Ezequiel Cassagne).

Sentado ello, habiendo quedado demostrado en el desarrollo del

punto precedente la total e innegable concurrencia de la verosimilitud del

derecho que se pretende asegurar cautelarmente, V.S. deberá efectuar una laxa

verificación de la presencia del requisito aquí en desarrollo.

El peligro en la demora que requiriera el juzgador para poder

encontrar justificación a su intervención, con la finalidad de mantener la

igualdad de las partes y evitar que se convierta en ilusoria, abstracta o

insubstancial la sentencia final del pleito, se observa palmariamente en la

presente pretensión debiendo ser así entendido por V.S.

Page 39: PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR

39

Es de esperar que, dentro del contexto de urgencia

explicitado, V.S. suspenda la aplicación de la ley que impugno y resuelva

conforme se solicita.

IX. 3) Contracautela.

Atento que la legitimación activa está impuesta por la Ley 23.187

en su art. 21, inc. j y 43 de la CN; ser el CPACF la persona que tiene a su cargo

el registro y control de la matrícula de los letrados por quienes plantea la

presente acción; detentar la calidad de persona de derecho público de carácter

no estatal; y carecer de monto el objeto de la presente acción, vengo a ofrecer

caución juratoria en los términos del art. 199 CPCCN.

Se solicita además la declaración de inconstitucionalidad con

relación a la contracautela exigible (art. 10, inc.1 de la ley 26.854), en cuanto

excluye a la caución juratoria, por implicar un avance irrazonable sobre las

facultades propias de la función judicial (en dicho sentido, Juzgado Nº 10 del

Fuero, Causa Nº 22.295/2013, del 04/06/2013; y Juzgado Nº 2 del Fuero,

Causa Nº 21.895/2013, del 05/06/2013).

X.- PLANTEA INCONSTITUCIONALIDAD LEY 26.854.

Sin perjuicio de ello, se plantea la inconstitucionalidad de los

artículos 2º inciso 2, 3°, 4º, 5º, 9º, 10º, 13º incisos 1, 2, 3, 4; 14º y 15º de la ley

26854, para el hipotético y poco probable supuesto que V.S. decida

equiparar al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con el Estado Nacional

a los efectos de la aplicación de esta ley, los cuales según nuestro criterio no

resultan ajustables al caso.

Este planteo se efectúa aún a pesar de la letra expresa de la

ley 26854 que excluye a las acciones de amparo, toda vez que su confuso

texto no permite apreciar con claridad cuáles han sido los alcances de las

excepciones establecidas en el artículo 19º.

Por otra parte, se exhibe una evidente contradicción al

confrontarse con los arts. 4º inc 2, 5º y 7º del mismo texto, y más aún con el art.

28 de la Constitución Nacional (Los principios, garantías y derechos reconocidos

en los anteriores artículos, no podrán ser alterados por las leyes que reglamenten

su ejercicio).

La inconstitucionalidad de la ley que restringe las medidas

cautelares contra el Estado Nacional, se funda en que padece graves anomalías

que la tornan manifiestamente inválida y contraria a los principios

constitucionales ampliamente reconocidos, a saber: derecho de propiedad,

Page 40: PROMUEVE ACCION DE AMPARO. SOLICITA MEDIDA CAUTELAR

40

igualdad ante la ley, tutela judicial efectiva, independencia del poder judicial,

defensa en juicio, juez natural, debido proceso, supremacía constitucional,

seguridad y razonabilidad.

El conjunto de exigencias impuestas a las medidas cautelares

contra el EN constituye un obstáculo insalvable, convirtiendo a las medidas

cautelares en un derecho ilusorio. De esta manera, si se aplicara la ley 26854 se

privaría al CPACF y a la clase por éste representada de una herramienta

imprescindible ante la necesidad cierta de garantizar justicia en tiempo

oportuno.

La aplicación inmediata de la norma provocaría a los

matriculados que esta Institución representa un perjuicio de imposible

reparación ulterior, por lo cual se solicita que, a fin de no destruir la naturaleza

misma de la medida cautelar cuya concesión se requiere en la presente, ésta se

conceda inaudita parte, a efectos de no vulnerar la igualdad entre las partes, y

en consideración a la urgencia que la medida requiere.

Es dable recordar que sólo el Juez de la causa es quién debe

cotejar los extremos que habilitan su procedencia, y, en su caso, el Gobierno de

la Ciudad de Buenos Aires podrá solicitar el debido control de legalidad a través

del correspondiente recurso de apelación.

Asimismo, y respecto a los límites impuestos a la contracautela,

y atento que se ha solicitado y ofrecido caución juratoria, se solicita que ésta se

tenga por suficiente garantía. En este contexto, entiendo que debe ser sólo el

Juez de la causa quien estime cuál es la contracautela que resulta indicada para

el caso concreto, no pudiendo extremarse el rigor a punto tal que torne

materialmente imposible la concesión de la medida.

Va de suyo que las arbitrarias limitaciones a las medidas

cautelares impuestas por la ley 26.854, comprometen la independencia judicial,

sometiendo la decisión del Juez a reglas rígidas, impropias y ajenas a la

discrecionalidad de aquel a quien le cabe decidir qué tipo de medida y

aseguramiento es el indicado.

Particularmente grave resulta lo dispuesto por el art. 13, inc. 3

de la ley 26.854, que otorga efecto suspensivo al eventual recurso de apelación

interpuesto por el Estado Nacional.

A todo efecto, téngase presente lo manifestado por esta parte en

los puntos relativos a la verosimilitud en el derecho y peligro en la demora ya

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41

expuestos, a fin de no desmerecer la gravedad institucional alegada al momento

de resolver la inconstitucionalidad que se solicita.

XI.- INSCRIPCIÓN EN EL REGISTRO DE PROCESOS

COLECTIVOS. ACORDADAS 32/2014 Y 12/2016 DE LA CSJN.

Atento lo determinado por dicha normativa, vengo a cumplimentar

lo dispuesto por el reglamento de actuación en procesos colectivos. Al efecto,

preciso que:

La causa de afectación a los derechos de los abogados de la

matrícula, que este Colegio tiene la obligación de representar, radica en una Ley

dictada por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires que, sin competencia

para ello, crea una nueva instancia, inconstitucional e ilegitima, para todos los

procesos judiciales del fuero Nacional.

Las violaciones reseñadas a todas luces importan una afectación

al orden jurídico constitucional, vulnerando especialmente lo dispuesto por los

arts. 1, 5, 18, 31, 75 inciso 30 y 129 de la Constitución Nacional.

De allí que la normativa atacada afecta en forma general a este

colectivo ya que, como abogados en el ejercicio de la profesión, la decisión que

mediante la presente acción se procura, deberá afectar asimismo de manera

común, a todo el universo de personas inmersas en la misma situación sujetos a

la normativa colegial correspondiente.

En efecto, cuando el perjuicio es compartido por una pluralidad

indeterminada de sujetos, la satisfacción de tal interés -individual y homogéneo-

por parte de alguno de los titulares, implica ipso facto la satisfacción del interés

de la totalidad; congruentemente la vulneración en cabeza de cualquiera de

aquellos constituye necesariamente la de la comunidad entera.

Atento ello, la sentencia que se dicte en el presente deberá

necesariamente resolver en un solo acto las pretensiones en juego, evitando así

las eventuales dilaciones y pronunciamientos de innumerables demandadas que

se pudieran interponer por cada abogado que se vea afectado.

De lo contrario, se anularía el pleno efecto y vigor de la tutela

constitucional en cuestión, desnaturalizando una garantía fundamental, tuitiva

de cualquier lesión, restricción, alteración o amenaza -con arbitrariedad o

ilegalidad manifiesta- de derechos y garantías reconocidos por nuestra

Constitución Nacional, en un contexto de homogeneidad fáctica y normativa que

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42

llevó a los constituyentes a prever una acción especifica que tutelara tales

intereses.

En este contexto, sería equivocado interpretar que nos

encontramos frente a derechos subjetivos individuales y exclusivos de cada

abogado.

Tal razonamiento, significaría que cada matriculado debería iniciar

una acción con el propósito de salvaguardar los derechos que por la presente se

intentan amparar, deduciendo individualmente un pedido a la judicatura por

verse afectada la órbita de su derecho subjetivo, desconociéndose así el sentido

de los derechos de incidencia colectiva como el aquí reclamado.

Con la presente, en tanto pretensión procesal enfocada desde el

aspecto colectivo de los efectos de una norma manifiestamente inconstitucional,

que significaría la necesaria y poco probable posibilidad de que cada uno de los

aquí representados, individualmente afectados en sus intereses particulares,

peticione ante la jurisdicción.

Al respecto, cabe mencionar que existen diferentes motivos que

impedirían que cada abogado afectado por la ley atacada, iniciase su respectiva

acción ante el correspondiente órgano judicial, como ser carencia de recursos

económicos, falta de tiempo para la redacción y correcto seguimiento de la

acción, ausencia de conocimientos específicos de la materia en debate, etc.

En definitiva, son todos impedimentos que podrían ser suplidos

por la acción iniciada por el suscripto, asumiendo la representación colectiva de

los abogados.

Respecto del art. II, punto 2 del reglamento mencionado, en lo que

hace a los requisitos comunes tanto para los procesos que tengan por objeto

bienes colectivos, como los referentes a intereses individuales homogéneos, digo:

i.- Que la presente acción de amparo involucra derechos y

garantías constitucionales en tanto se procura la tutela jurisdiccional frente a

una conducta de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, que dictó una ley

ilegal e inconstitucional, no siendo competente para hacerlo.

ii.- En lo que hace a la adecuada representación del colectivo, se

observa y justifica en el actuar del suscripto, en representación del CPACF, con

legitimación activa suficiente por ser un caso de incidencia colectiva. Es así que,

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43

mediante la presente acción, se solicita se reconozca en cabeza de esta parte la

defensa de los derechos de todos los abogados.

Se trata de derechos de incidencia colectiva en cuanto intereses

individuales homogéneos, los de toda la matrícula abogadil, siendo una

pluralidad indeterminada de personas, existiendo como objeto de tutela una

pretensión general de un bien jurídico que puede ser fraccionado en cabeza de

cada abogado, pero afectando de manera homogénea.

Respecto del art. II punto 2 inc. d) del Reglamento, el suscripto no

ha iniciado a título personal, por derecho propio, o por la representación

invocada, acción alguna cuya pretensión guarde sustancial semejanza con la

afectación de los derechos de incidencia colectiva.

En relación al punto II) apartado e), realizada la consulta al

Registro Público de Procesos Colectivos respecto de la existencia de otro proceso

en trámite cuya pretensión guarde sustancial semejanza, la misma arroja

resultado negativo.

Sin perjuicio de lo aquí manifestado, V.S. podrá subsanar

cualquier omisión que considere pertinente, si así lo entendiere, en los términos

del art. III del Reglamento.

XII.- GRAVEDAD INSTITUCIONAL.

Es inocultable que el caso reviste una gravedad institucional

inusitada, pues en su decisión se encuentra comprometida una institución

básica del sistema republicano, cual es, la independencia del Poder Judicial que

el artículo 110 de la Constitución Nacional busca asegurar no solo en favor de

los magistrados sino, fundamentalmente, en beneficio de la totalidad de los

habitantes de la Nación (doctrina de Fallos: 325:3514; 330:2361; entre otros).

Por lo dicho, la decisión del caso excede notoriamente el

interés de las partes y se proyecta no solamente sobre el interés de todo el

universo de jueces, abogados y justiciables, sino sobre el interés general en

preservar el sistema republicano de gobierno y los principios y garantías

consagrados por la Constitución Nacional y los Tratados Internacionales

por ella incorporados.

Por ello, la resolución que se requiere de V.S. no puede desatender

las graves consecuencias que, de modo inmediato derivarían de la aplicación de

la norma atacada. Esta circunstancia exige que el Tribunal, en cumplimiento de

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44

su deber constitucional, adopte las medidas apropiadas para evitar el caos

institucional o la eventual paralización de la administración de justicia.

XIII.- COLOFÓN.

Esta ley que se impugna constituye un abuso de derecho.

Corresponde a la judicatura establecer un límite claro, concreto y rígido a la

Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires en cuanto a las facultades que tiene

para dictar normas de este tipo.

Somos los abogados quienes en los últimos años hemos velado por

la Supremacía irrestricta de la Constitución Nacional, ya sea actuando por

derecho propio o en nombre de agrupaciones u organizaciones que nos nuclean,

obteniendo fallos que hoy se estudian en todas las facultades de Derecho del

Mundo (Fallos “Rizzo”, “Halabi”, “Banco Ciudad”, “Subrogancias”, entre otros),

incluyendo la acción judicial que este Colegio obtuvo en el año 2020 con el

objeto de que se permita a los abogados circular y concurrir a sus oficinas y

estudios para poder ejercer la profesión.

Las palmarias inconstitucionalidades de la ley atacada, nos hacen

transitar por un sendero que podría implicar un gravísimo precedente que

vulneraría de manera crucial la característica de rigidez que ostenta nuestra

Carta Magna, más allá de todas sus reformas, desde 1853.

Dicha violación podría aparejar innumerables consecuencias si se

permitiera sortear las limitaciones que la propia CN impone, máxime, en un país

donde en muchas oportunidades, a veces de facto, se han torcido o vulnerado

sus propias reglas conculcándose derechos y garantías constitucionales.

Así, luego de más de 38 años ininterrumpidos de Democracia

Argentina, es necesario preservar otro de los caracteres de nuestra forma de

gobierno, léase la republicana, entendida como la división tripartita de los

Poderes Constituidos del Estado tomada de "El Espíritu de las Leyes" de

Montesquieu, fin para el cual los Constituyentes dotaron al Poder Judicial de

independencia, estabilidad y control constitucional, en salvaguarda cierta de

la Supremacía irrestricta de nuestra CN, artículo 31.

Y es obligación inexcusable de todos los Abogados argentinos, y

mucho más del CPACF que los congrega, acudir a los remedios republicanos que

el Estado de Derecho otorga ante la inminencia de violaciones de derechos o

garantías de raigambre constitucional, como lo viene haciendo la Institución que

presido.

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45

Por todo ello, y en cumplimiento de un deber ineludible como

Ciudadano, Abogado y cabeza de una Institución modelo como es el Colegio

Público de Abogados de la Capital Federal, acudo ante la jurisdicción y

competencia de V.S. para lograr la inmediata tacha de inconstitucionalidad de la

ley mencionada.

Vemos azorados como en la Legislatura de la Ciudad, una mayoría

circunstancial de legisladores ha decidido avanzar y votar un proyecto de ley que

resulta absolutamente violatorio de la Constitución Nacional y de las más

elementales normas del derecho y de la tan mentada “seguridad jurídica”.

De nada han servido las advertencias y los llamados a la

cordura provenientes de los más amplios sectores políticos, sociales,

jurídicos y académicos, como ser la Asociación de Magistrados y

Funcionarios de la Justicia Nacional, la Junta de Presidentes de Cámaras

Nacionales y Federales de la República Argentina, la Unión de Empleados

de la Justicia Nacional, el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos

Aires (calle Montevideo), la agrupación de abogados “Gente de Derecho”

entre otras organizaciones intermedias y, obviamente, desde esta misma

Institución, el gran Colegio Público de Abogados de la Capital Federal.

La incorporación de una “tercera instancia” (o quinta en materia

penal como ya se dijo) previa al REX arrasaría ya no sólo con la Constitución

Nacional, sino también con la legalidad vigente desde 1863, año en que se dictó

la Ley 48, sin dejar de mencionar el encarecimiento de los juicios para los

ciudadanos de a pie, así como también la extensión de la duración de los

mismos, como ya se dijo y explicó.

Como podrá apreciar S.S., de acuerdo con las manifestaciones

vertidas por la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional,

la Junta de Presidentes de Cámaras Nacionales y Federales de la República

Argentina, entre otros, habrá sin dudas cuestiones de "competencia y conflictos

que en juicio se planteen entre jueces y tribunales del país que no tengan un

órgano superior jerárquico común" que, en virtud de lo dispuesto por el art. 24,

inc 7 del Decreto Ley 1285/58, resultarán de competencia de la CSJN.

De allí que devendría en desuetudo la aplicación de esta

inconstitucional ley teniendo en cuenta que bastaría con plantear el conflicto de

competencia en cada caso particular, desconociendo al TSJ, para que deba

resolver la CSJN, que resultará ser el mismo órgano que entenderá en el

eventual recurso extraordinario federal.

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46

¡Vaya si se encuentra fundado el carácter colectivo de la

pretensión y los efectos expansivos de la sentencia!

En este orden de ideas, si de lo que se trata es de crear un recurso

ante el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires para

cuestionar las decisiones de tribunales integrantes del Poder Judicial de la

Nación -lo cual, ya de por sí, resulta un contrasentido, partiendo de que se trata

de dos jurisdicciones distintas, que forman parte, respectivamente, del estado

local y del nacional-, es evidente que un cambio de semejante envergadura en

el diseño institucional de la Justicia Nacional no puede ser decidido por los

jueces -lo que implicaría exorbitar claramente su propia competencia- sino que

es resorte exclusivo del Congreso Nacional, en tanto representante del pueblo

de la Nación y encargado de la sanción de las leyes.

Por ello, frente a un nuevo avasallamiento que pretende vulnerar

las competencias de nuestra Constitución Nacional, rechazamos en forma

enfática cualquier norma o proyecto de ley que pretenda erigir al Tribunal

Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires en “Tribunal Superior de la

Causa” en procesos que tramitan ante la Justicia Nacional.

Llama la atención la falta de conocimiento de la realidad de la

justicia nacional que informan los proyectos como el que aquí se ha convertido

en ley (incluyendo sus fundamentos), cuyo único efecto real será prolongar

indefinidamente procesos judiciales que de por sí resultan bastante extensos,

generar una situación de incertidumbre general respecto de los órganos

competentes para finiquitar los recursos ordinarios y dar lugar a un conflicto

institucional sin precedentes.

Un reciente comunicado de la Asociación de Magistrados y

Funcionarios de la Justicia Nacional, fechado el 18 de octubre, en duros términos

expresa que la ley atacada modifica sustancialmente el esquema jurídico del

Poder Judicial de la Nación y de los Ministerios Públicos que ante él actúan,

pretendiendo someterlos a una instancia intermedia recursiva, que significa la

revisión por el Superior Tribunal de Justicia local de los fallos de las Cámaras

Nacionales de Apelaciones de la Capital Federal, agregando que fueron privados

de poder exponer en comisión al momento de tratarse dicha ley, la cual

claramente es contraria a principios constitucionales, a toda prudencia y a sana

lógica jurídica.

Dicho comunicado, sostiene que “ningún tribunal puede ser alzada

de fallos de juzgados o cámaras que no dependen de él, salvo la Corte Suprema

de Justicia de la Nación en materia federal por recurso extraordinario contra

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47

sentencias de Cortes y Superiores Tribunales provinciales” y que “todos los

argumentos jurídico-constitucionales serán sostenidos en las acciones judiciales

que nos veremos obligados a iniciar, en las presentaciones ante el sistema

interamericano y de la ONU, y en la frondosa multitud de planteos en miles de

causas civiles, penales, comerciales y laborales en trámite o por iniciarse.”

Aduce además que “esto convertirá al sistema de justicia de la

Capital Federal en un pandemónium de litigios derivados de la aplicación de esta

ley local, ajenos a la solución jurisdiccional de los verdaderos conflictos centrales

en cada caso.”

Para luego agregar que “si la pretensión se fundara en el deseo de

sectores de poder económico concentrado en cuanto a limitar la jurisprudencia y

los criterios del fuero Laboral, y alargar sus juicios en favor de los demandados,

un grave daño social amenaza a cientos de miles de trabajadores y sus familias;

si la intención oculta fuere alentar un llamado “populismo penal”, engañando a la

población que válidamente ansía vivir en paz, con una inútil y contraproducente

incitación a la justicia por mano propia, a armar a los ciudadanos y propender a

una real hipertrofia penal, a la cabeza de la reacción se encuentra el Ministerio

Público de la Defensa, garante específico, junto con los tribunales y las fiscalías,

del debido proceso y del equilibrio entre las partes en conflicto.”

Para culminar afirmando que “en caso de que prospere esta ley

local, algún cercano día veremos otra vez echar la culpa a la Justicia de

las malas decisiones que pretende imponerle la política.” (el destacado es

propio).

Concluyendo, frente al fracaso de la justicia porteña para

atribuirse competencias que le son ajenas, se intenta este nuevo e improcedente

camino, que ahora involucra en el desaguisado a otro órgano local como es la

legislatura porteña. No sucederá.

XIV.- DOCUMENTAL.

Se adjuntan las Actas de Proclamación y Distribución de

Autoridades así como la de Extensión de Mandatos de las Autoridades del

Colegio Público de Abogados de la Capital Federal.

XV.- PLANTEA CUESTION FEDERAL.

Se formula expreso planteo del Caso Federal para el supuesto

improbable de que las instancias ordinarias no acogieran la acción deducida

formal o sustancialmente, conforme a las prescripciones del artículo 14 de la Ley

48, a fin de articular oportunamente el recurso extraordinario ante la Corte

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48

Suprema de Justicia de la Nación, por violación de los preceptos constitucionales

individualizados en esta presentación.

XVI.- AUTORIZADOS.

Autorizo a la consulta del expediente, retirar escritos, oficios,

copias y realizar cuantos actos sean necesarios para la compulsa del mismo a

los Dres. Juan Pablo Irrera, Lucas Lorenzo, Darío Busso, Nancy Blasi, Samuel

Recalde, Ana L. Nuñez y Vanina Colender.

XVII.- PETITORIO.

Por todo lo expuesto solicito:

A.- Se me tenga por presentado, por parte y por constituido el domicilio procesal

y el electrónico.

B.- Se tenga por interpuesta la presente Acción de Amparo.

C.- Se cumpla por Secretaría con la inscripción en el Reglamento Público de

Procesos Colectivos, de conformidad con las Acordadas 32/14 y 12/16 de la

Corte Suprema de Justicia de la Nación.

D.- Se tenga presente el planteo del Caso Federal y las autorizaciones

conferidas.

E.- Se haga lugar a la medida cautelar solicitada, ordenando la suspensión

inmediata de la aplicación de los artículos 4 y 7 de la Ley 6452 de la Ciudad de

Buenos Aires, todo ello con habilitación de días y horas inhábiles.

F.- Oportunamente, se dicte sentencia haciendo lugar a la presente acción,

declarándose la inconstitucionalidad requerida con expansión directa de los

efectos de la sentencia y con expresa imposición de costas a la demandada.

Proveer de Conformidad,

Por ser justicia

JUAN PABLO ECHEVERRÍA EDUARDO D. AWAD JORGE G. RIZZO

ASESOR LETRADO-ABOGADO PRESIDENTE ABOGADO

CPACF T°67 F°327 CPACF CPACF Tº33 Fº955