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Nro. 55 - Año 10 - Sept. 2015 - $10

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Año 10 - Sept. 2015

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Lo distintivo de las presidenciales de octubre del 2015 es que el kirchnerismo cumple este año doce años en el poder (tres períodos presidenciales), y la Dra. Fernández de Kirchner no está habilitada para un nuevo mandato. El fa-llecimiento de Néstor Carlos Kirchner durante el primer período de gobierno de la actual presidenta impide la “continuidad K” de cuatro presidencias con el que contaba la “pareja presidencial” (así es cómo intentaba desgastarla el periodismo opositor) para desarrollar en plenitud su propuesta de país.

A setenta años casi exactos de haber nacido, en octubre del 2015 el pero-nismo tiene que dirimir algo que siempre le resultó difícil cuando está en el poder: reorientar la carga de la conducción del Estado hacia un sector inter-no distinto del que gobierna.

El resultado general de las PASO favoreció al oficialismo. La concurrencia electoral fue del 80% (algo más baja que la usualmente alta tasa de par-ticipación de los argentinos). Según el escrutinio provisional, hubo poco menos de 22 millones de votos afirmativos y casi un millón en blanco (4,3%); solo un 1% fue nulo, mientras que los sufragios cuestionados por algún motivo apenas si superaron el 0,1%.

Las elecciones fueron limpias hasta el aburrimiento. La oposición denun-ció fraudes enormes; es casi una constante que cuando gana el kirchne-rismo denuncien fraude y cuando gana la oposición celebren la limpieza que lograron imponerle a un gobierno tiránico y tramposo.

En realidad, se trata de una estrategia para deslegitimar las formas demo-cráticas y justificar su perversión sistemática, por ejemplo a partir de un poder judicial infestado de opositores. Además, con la complicidad me-diática, ensucian fronteras afuera la imagen institucional de la Argentina.

El resultado general definió tres fórmulas con posibilidad de llegar efecti-vamente a la presidencia, que sumaron el 89% de los votos. Las que sin poder constituirse en “presidenciables” lograron ingresar a la compulsa electoral suman poco más del 9%, y las demás apenas si superan el 1%.

En síntesis: según las PASO, nueve de cada diez votantes se deciden por una de las tres candidaturas más votadas. Uno de cada diez deberá decidir qué vota en las presidenciales teniendo en cuenta, además de sus convicciones, a quién prefiere favorecer de la compulsa entre los “tres grandes” y si desea que haya una segunda vuelta, o no.

LAS PASO, EL OFICIALISMO Y SUS OPOSICIONES

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Las PASO intentan dar solución a la crisis de repre-sentatividad política heredada del derrumbe de la fase vasalla de la recuperación democrática argentina (1983-2003). En 2015 al menos permitieron reducir las opciones disponibles en la elección definitiva, que precisamente por la crisis de representatividad se habían multiplicado como conejos. El precio –nada menor- fue discriminar contra las formaciones pe-queñas. Salvo cataclismos, esto dificulta a las ideas nuevas incorporarse independientemente al sistema político.

En cuanto al otro objetivo, el mucho más fundamen-tal de incrementar la representatividad de la dirigen-cia, las cosas no son tan claras. Y precisamente allí está la clave de las próximas elecciones de octubre, porque es en este plano que se expresará la “crisis de representatividad”.

Las tres grandes fórmulas presidenciables Daniel Scioli-Carlos Zannini (FpV), Mauricio Macri-Gabriela Michetti (Cambiemos), y Sergio Massa-Gustavo Sáenz (UNA) pueden definirse, en un brochazo general, como

a) una continuidad de lo actuado por el kirchnerismo aunque con un estilo de relaciones políticas marca-damente distinto (Scioli); esta opción cubre la mayor parte del voto peronista histórico, a la que agrega el de los sectores marginalizados de la época neoliberal que aún no se incorporaron al circuito económico formal y una franja minoritaria –pero ruidosa- de cla-ses medias progresistas que desde que el kirchnerismo llegó al poder tienen importante representación en las estructuras del Estado,

b) la restauración de la Argentina neoliberal de la década del 90 (Macri); ésta es la opción más clara, incluye esencialmente al estáblishment y las empresas extranjeras (y “la Embajada”), su cohorte medio-pelesca asentada centralmente en los barrios más prósperos de la ciudad de Buenos Aires, y les agrega algunas franjas marginales de voto radical derechista en provincias del Interior argentino y grupos de mar-ginados sociales regimentados por pequeños caudillos locales de tradición peronista de derecha en barrios humildes de la Capital Federal,

c) un voto conservador de lejano cuño “duhaldista”, es decir de “menemismo posible” (Massa), cuya po-tencia electoral es quizás el más claro fruto de la crisis de representatividad.

LA CRISIS DE REPRESENTA-TIVIDAD SIGUE VIGENTE

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Hemos insistido en la composición social del massismo por una razón: su electorado puede ser el que defina el destino de la primera vuelta electoral y la posibilidad de una segunda vuelta. En parte, esto se debió a la manera en que se dirimió la interna a gobernador de la provincia de Buenos Aires en el FpV, y en parte a la desconfianza que inspira Daniel Scioli a la franja progresista que incluye el FpV bonae-rense.

Si el FpV quiere evitar la polarización eventual de una segunda vuelta, es crucial ganar votos en la provincia de Buenos Aires. Dos de cada cinco votos se emiten en esa provincia. Pero, además, por-que también se concentra allí uno de cada tres votos “peronistas en sentido lato” (el “voto peronista” del FpV más una estimación gruesa y conservadora del “voto peronista” de UNA).

Para lograr la victoria en primera vuelta, la fórmula encabezada por Daniel Scioli deberá sumar solo el 2% de los votos al 38% que recogió en las PASO, pero además deberá asegurarse la fidelidad de aquellos que la apoyaron en las PASO.

Pero esos votos, ese 2%, están ante todo en el electorado del mas-sismo… y eso lo ve especialmente el astuto y hábil candidato du-haldista a la gobernación Felipe Solá, quien ve en los disensos entre “kirchneristas” y “sciolistas” una grieta en el FpV provincial que -lo sabe perfectamente- le abre un sendero estrecho pero no imposible a la gobernación.

Esa grieta entre “kirchneristas” y “sciolistas” es la única “grieta” que

El voto por Massa repuntó en las semanas previas a la elección después de haber caído gravemente. Requiere, y no por ser puntillosos sino justamente por la crisis de representatividad, una descripción más detallada de su base social.

Este voto mezcla de un modo inestable, bajo el control de una fracción proimperia-lista de la burguesía nacional, franjas de clases medias ascendientes con sectores de baja clase media y de clase trabajadora, habitualmente de voto “peronista duro”.

Las primeras suman electoralmente (1) parte de la base social (cuasi)burguesa del peronismo menemizado y del radicalismo delarruízado, que pese a todo siguen encontrando su “límite” en la opción oligárquica cruda de Macri y (2) sectores de baja clase media y de clase trabajadora laboralmente estabilizada, habitualmente de voto “peronista duro”, poco amigo del menemismo, que desconfía del kirchneris-mo.

A estas últimas capas les incomoda muy en particular el giro de “izquierda” (más verbal que real) que impera, por ejemplo, en los medios de comunicación del kirch-nerismo, y consideran “antiobrera” su acción de gobierno: prefirió entregarle parte del aparato del Estado a viejos izquierdistas antiperonistas sin exigirles reconsiderar sus viejos odios arraigados en 1945, y no a ellos. Son la base silenciosa de la poten-cia sindical del moyanismo, que además acusa a los Kirchner de buscar un ajuste de la economía y de mantener un orden impositivo que recarga sobre los asalariados de mayores ingresos un “impuesto a las ganancias” que, aducen correctamente, no se aplica con la intensidad necesaria a los ingresos empresariales y, agregan inacep-tablemente, “se reparten entre los beneficiarios de los planes oficiales” de ayuda social.

LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, EL PERONISMO, Y LOS RIESGOS DE LA DOBLE VUELTA PRESIDENCIAL

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nos interesa, porque la “grieta” que la oposición le endilga al kirchnerismo, la “grieta” entre patriotas y vendepatrias, no es un invento kirchnerista, que sólo lo sacó otra vez a la luz (uno, y no el menor, de sus grandes méritos). Es un rasgo estructural de la sociedad argentina desde el tiempo de la eman-cipación. La otra es una realidad interna del campo nacional que podemos (y, si pretendemos vencer en la primera vuelta, debemos) combatir.

Esa grieta, aparentemente, se cerró en el reciente encuentro de Mar del Plata. Pero existe y nada asegura que mañana no se reabra. Más allá de que pueden mover a desconfianza por su olor a ope-ración mediática, las encuestas que le otorgan más puntos a la candidata a la gobernación de Cam-biemos (María Eugenia Vidal) que al candidato del FpV (Aníbal Fernández) señalan una llaga que nadie puede despreciar.

La tradición del peronismo en materia de elecciones internas es inquietante. Acostumbrado al nombra-miento vertical de candidatos desde que el general Perón organizara la ola que rugía a sus pies, la desaparición en 1974 del Gran Ordenador hizo que cada oportunidad de cambio de comando diera lugar a amargas y devastadoras luchas intestinas. Luchas que la oposición siempre aprovechó, en la medida de sus fuerzas, para vencer al peronis-mo haciéndolo tambalear por su propio peso mal dominado ya que no podía hacerlo por sus escasas fuerzas.

A partir de 1983, el verticalismo se tradujo en la omnipotencia del líder coyuntural. Fue así cómo,

apoyándose en gran medida en los mismos acto-res individuales, en su faz menemista el peronis-mo pudo completar la tarea de destrucción de la economía argentina iniciada por el régimen de terrorismo de Estado iniciado en 1976, y en su faz kirchnerista asumió la reconstrucción del país desde el pozo infernal en que había caído, en buena me-dida, debido al menemismo.

Cada cambio de frente suele dejar, así, nutridas filas de heridos y profundos arroyos de rencor, que no siempre se amortiguan a tiempo o se restañan con inteligencia. Al momento del recambio, cuando el líder amalgamador debe ceder el terreno a otro, heridas y rencores conspiran para que el peronismo entre en un estado asambleario que la verticalidad proclamada no hace sino resaltar.

Ese estado asambleario lleva a muchos dirigentes (y no pocos votantes) a buscar “el peronismo” fuera del partido (mera “herramienta electoral” del “movimiento”, según explicara el propio General Perón no en una sino en reiteradas oportunidades). Y esos desplazamientos pueden ser fatales. Ésa es la tragedia que enfrenta el votante peronista de Sergio Massa, que tratamos en lugar aparte.

Pero esa tragedia, lo adelantamos, contiene el grave peligro de que llegue al poder, por cuestio-nes internas del movimiento nacional, el mismo Mauricio Macri que trepó a la jefatura de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires también debido al ahondamiento de diferencias negociables dentro del campo del pueblo. Eso es lo que corresponde impedir por todos los medios lícitos imaginables.

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Todo Movimiento Nacional, tiene uno o varios políti-cos que, salidos del mismo movimiento, terminan debilitando, desbaratando o incluso derrocando a dicho movimiento.

Estos surgen a raíz de una crisis político-económica creada a los fines de garanti-zar la entrega directa del país al imperialismo por parte de las Oligarquías y las corrien-tes Antinacionales. Como son impresentables ante el pueblo, empiezan a atacar por todos los flancos al Movimiento Nacional, pero no sólo para ver si consiguen una base social sino para ver si sacan o tuercen la volun-tad de algunos políticos de dicho Movimiento Nacional para que les haga el trabajo sucio.

Sergio Massa no es la ex-cepción. Cuando surge un político así lo rodean, es adulado y aplaudido como el hijo pródigo que vuelve al rebaño para vender a la Patria. Tenga buenas o malas intenciones, eso está de más: lo importante son las intenciones de la Oligarquía y el Capital Financiero: que debiliten o saquen al Movi-miento Democrático Nacio-nal, para así continuar con la entrega del país. Es decir, que venga quien venga, brillante o mediocre, no gobierne sino que sólo se dedique a aplicar ideas que les dictarán los directivos de los bancos y las grandes empresas transna-cionales, en conjunto con la Oligarquía.

Estas elecciones parecen cumplir el pronóstico. Al elegir Cristina Fernández de Kirchner a Daniel Scioli y subordinar al Movimiento Nacional bajo su candidatu-

ra, “neutralizo” en cierta medida una de las bases sociales del massismo. De aquí que la oligarquía ni lerda ni perezosa, encontró a su candidato: Mauricio Macri.

Formando un contubernio entre lo peor del radicalismo, el ARI junto al PRO, terminaron desplazando a Massa. No de casualidad, empezaron a surgir dentro de los sectores antinacionales las críticas al massismo obligando a uno de sus candi-datos, Francisco de Narváez, a declinar su candidatura bajo maniobras periodísticas de los mismos que antes lo alababan.

En esta coyuntura y de cara a octubre el campo antinacional vuelve a colocar al massismo en un pedestal de fango y ofrecerle migajas para volcar sus votos al PRO en una eventual segunda vuelta contra Daniel Scioli. Pero como la inten-ción del campo antinacional es poner a un personaje que aplique sus recetas traídas de afuera, los que hoy lo enalte-cen mañana lo condenaran al ostracismo político y de aquí se desprenden algu-nas consideraciones: 1) la “brillantez” de Massa se debió al apoyo político y económico de Néstor Kirchner cuando él se encontraba al frente del ANSES, con migajas irá perdiendo su propio brillo y esperemos por el bien político del can-didato de UNA que el PRO, dispuesto a vaciar al Estado argentino para llenar las arcas de las transnacionales, no lo pon-gan al frente de una institución estatal, por aquello de que los quemados brillan siempre; 2) ironía de la política, a Mas-sa, para negociar mejor con el PRO o por lo menos seguir siendo una vedette del campo antinacional le conviene un triunfo de Scioli, y 3) la fundamental, no sólo será desplazado por el PRO y el ra-dicalismo como se explicó antes, siempre hay vencedores y vencidos cuando la Oligarquía ocupa el poder, aunque a per-sonajes como Massa les gusta engañarse a sí mismos y el principal vencido termina siendo el pueblo y la Patria. En resumen, tiende a caer en un punto de no retorno, que lo condenará aún más por dar paso a la infamia antinacional y antipopular y ni los malabares de su asesor Julio Bár-baro lo podrán salvar de la oprobiosa lápida de la traición política de espaldas a los deseos y necesidades de la gran mayo-ría del pueblo argentino.

no dispersar ni restarse

SERGIO MASSA, BAJO LA FARSA ANTI-NACIONAL Y LA IRONÍA DE LA POLÍTICA

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Desde que llegó al gobierno en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, hemos caracterizado al PRO como un gobierno del capital financiero y del capital rentístico inmobiliario y sus asociados (en particular la industria de la construcción de gran escala). Sin embargo, que toda-vía conserve chances electorales y apoyo en sectores populares exige analizar su programa para lograr su aislamiento definitivo.

Digamos en primer lugar que las de-bilidades del Frente para la Victoria en la CABA son una de las principa-les fuentes de crecimiento del PRO. Si el constante ataque a la salud y a la educación pública que perpetra el espacio liderado por Mauricio Macri no alcanza para demostrar su carácter regresivo es porque en esas esferas el FPV no ha dado el nece-sario paso de volver a centralizar y fortalecer desde el Estado el siste-ma educativo y sanitario. De igual manera la pertinaz insistencia en no diferenciar ganancias de salarios ayu-da a que sectores de asalariados se engañen respecto a lo que les depara en manos del partido gobernante en la capital del país. Mientras no se actúe con claridad en el sentido opuesto a los privatistas estos van a tener flancos débiles desde los cuales influir en la conciencia de las masas.

Sin embargo, aun cuando el rumbo nacional que sostiene desde 2003 el gobierno nacional fuese más claro no cambiaría la concepción básica de la política del PRO. ¿En qué consiste la misma? En reducir las contradic-ciones sociales a una mera cuestión policial en la que “los políticos” no tienen que robar y “los negros” no tienen que hacer quilombo.

¿Las privatizaciones fueron una calamidad para el país? No, tan solo su mala administración. ¿Los banqueros, los industriales tirados a especuladores, los rentistas del campo, tienen alguna responsabili-dad? Ninguna, nunca, jamás. Tienen derecho a hacer lo que se les antoje porque para eso son dueños del

dinero ajeno, sus empresas o sus campos según corresponda. Si los trabajadores protestan algo es por-que “en este país de mierda nadie quiere trabajar” y si hay políticas nacionales “se están malgastando los impuestos” (es decir, la plata de impuestos a los sectores econó-micos dominantes recién aludidos no se usa para beneficiarlos a ellos sino al conjunto del país).

A partir de esta idea básica se expresa el programa económico para una hipotética presidencia. Fomentar el “buen clima para las inversiones” y eliminar gradual-mente los impuestos a las expor-taciones agrarias. Que se cumpla la ley, que los políticos no roben, mientras la ley permite que los dueños del poder económico se manejen como se les antoje. Así se va a fomentar la producción y va a salir el país adelante.

Por supuesto, nada tiene de im-portante que el arquitecto elegido para esta reorganización de la economía sea Daniel Marx, vice-ministro de Economía en tiempos de Fernando de la Rúa, o que el programa económico del PRO tenga el aplauso a la distancia de Domingo Cavallo, o que otro de sus referentes económicos sea Carlos Melconian (candidato a mi-nistro de Economía de Carlos Saúl Menem en 2003). O que cuando Rogelio Frigerio (h) deplora la de-pendencia de la industria argentina de insumos extranjeros no se haga el más mínimo cargo del derrotero de políticas orientadas a estimu-lar las importaciones y eliminar la producción local implantadas desde 1955 hasta 2001.

Porque acá entra en juego la otra pata del PRO: “dejar de revolver el pasado y pensar en el futuro”. ¿Falta de memoria? Por el contra-rio. Memoria selectiva como la que describía José Hernández a través de su Martín Fierro al decir que “olvidarse de las cosas malas también es tener memoria”.

el programa del macrismo

PRO...LICIAS Y LADRONES

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No es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Así, evo-cando al poeta, se encabezan estas líneas procurando describir y desenmascarar, una vez más, al pseudo progresismo de raíz antinacional que sobrevive malamente en nuestro país, al am-paro de una porción de visibilidad mediática, cuyo costo es la claudicación sistemática y absoluta de las banderas “populares” que antaño agitaban desde estos sectores.

“Honestidad y decencia”, fue uno de sus eslóganes de campaña empleado para las PASO de agosto último pasado. Dos concep-tos de los cuales carecen, ante la falta de “honestidad” para con su electorado, que se corona por estas horas con la participación de Margarita Stolbizer en la mesa de “unidad antikirchnerista acérrima” junto a otro figurón de la talla de Ernesto Sanz, y por supuesto, Mauricio Macri y Sergio Massa.

En momentos en que se palpa un plan de desestabilización en marcha, para plantear acaso un fraude generalizado (y que in-clusive hay que evaluar si el establishment no pretende generar alguna acción que ponga en dudas la elección de Octubre) el “progresismo” acompaña la práctica antidemocrática que viene empaquetada desde el extranjero. Y ahí, su segundo eje de sus-tentabilidad, la “decencia”, desciende por un terraplén enfanga-do directamente hasta las profundidades.

Aquí se concentran las reducidas e ideológicamente demolidas huestes del socialismo binnerista, los restos mortales del viejo PSA, una agrupación deshilachada como Libres del Sur, grupos independientes de menor valía y por supuesto, el GEN de la Dra. Stolbizer. La misma de la activa participación en los cor-tes de ruta oligárquicos cuando fue la 125. La misma que, a la sombra de su poco fraternal correligionaria Elisa Carrió, apela al “denuncismo” para golpear al gobierno popular por un lado, y para esconder la profunda bancarrota política en la que ha caído su estrategia de reinstalar la noción de “gente decente” (como un fin en sí mismo para la construcción política y supues-ta garantía en la gestión pública) entre las preferencias electora-les de las grandes masas populares.

Los dirigentes de estos grupos residuales de progresismo “amari-llo”, para justificar su posición de luchar ante todo y sobre todo contra el gobierno nacional, olvidando que el principal enemi-go de un país semicolonial es el imperialismo, niegan sistemáti-camente al gobierno kirchnerista todo carácter transformador.

Sólo les queda ser furgón de cola del candidato del imperialis-mo en un eventual escenario de ballotage. Están terminados política e ideológicamente, barridos por las conquistas y la inclusión social generada por el kirchnerismo en el Poder, y la radicalización del sector mayoritario del campo antinacional hacia posiciones extremas contra el pueblo y la patria.

Los denominados “progresistas”, una vez más, se quedan a mitad de camino, arrastrando tras de sí su propia tibieza y el in-curable antiperonismo que los deja ad infinitum desencontrados con la gran mayoría del pueblo argentino.

STOLBINNER: EL MORA-LISMO HONESTISTA COMO ALTERNATIVA FALSA

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Diversas entrevistas, visibles en las redes (La Nación y Clarín promueven sin pudor a la “izquierda” cipaya, para usar sus dislates contra el movimiento popular real) prueban que el triunfo de Nicolás del Caño en la interna del FIP nada renovará, en el infantilismo ultraizquierdista. Trotsky los lla-mó, con indignación, imbéciles; a pesar de aquello, se dicen “trotskistas”. Probaremos usando una mayor amabilidad, intentando extremar los recursos explicativos, con paciencia oriental. Veamos: sin mucho estudio, sólo mirando a quién votaron los vecinos de Recoleta (esa excrecencia porteña, eterno sostén del interés antinacional, afrancesada y enfer-ma de repugnancia a lo popular, que se hizo eco, hace unos meses, del atentado parisino y armó un pasacalle con la leyenda Je suis Charlie Hebdo a Buenos Aires) y comprobar las preferencias de la Sociedad Rural y el gran capital, para no hablar del embajador norteamericano, cualquier argen-tino llegará a la conclusión de que Scioli y Macri no son lo mismo. Si el argentino es un marxista, no un marciano, sabrá, además, que hay en el país clases sociales, y que el antagonismo electoral –tiene a mano los datos, en la página web de la justicia electoral, de los votos obtenidos por cada uno de aquellos en Barrio Norte y la Matanza– pone de manifiesto una divergencia de simpatías que está hablando de los antagonismos sociales, refleja un momento de la lucha de clases; en la que son visibles, como constantes de la Argentina, dos bloques opuestos, cuya presencia sólo puede ignorarse si la lucha por el poder es sustituida, obedeciendo a prejuicios, por acciones dirigidas a captar el apoyo de una minoría marginal de pequeñoburgueses “progresistas”, fle-chada por abstracciones y adicta al “moralismo antiburgués” de raíz anarquista; todo lo cual termina en la colaboración con la derecha antinacional –al dividir los votos del campo popular– y esteriliza los esfuerzos de una militancia digna de mejor causa, al disociar “la vanguardia” de las grandes masas, desconocer la presencia de una cuestión nacional y abandonar a las mayorías a su propia suerte, considerándo-las presas de un extravío perpetuo, del vicio de votar a los “partidos patronales”.

Es significativo, no obstante, que los grupos ultraizquierdis-tas expresen al mismo tiempo la ilusión de ganar votos en la base del K, esperando su “desilusión”. Lo que prueba sus coincidencias con la visión oligárquica en cuanto a la “dema-gogia” exitosa del “populismo” que, según su sabiduría, no expresa “verdaderamente” a los sectores que lo sustentan, y se sostiene, en cambio, en su aptitud para embaucar al pue-blo argentino (o, lo que es lo mismo, lo admitan o no en esos términos, en la predisposición del pobrerío a comprar espejitos, por su falta de educación, dirán los sarmientinos sin mucho preámbulo, o por su “inmadurez” como clase, dirán los “marxistas”). No se trata de una chicana; reflexio-

x aurelio argañaraz

EL JOVEN DEL CAÑO Y EL VIEJO ROL DEL SECTARIS-MO ULTRAIZQUIERDISTA

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nemos. Caso contrario, ¿por qué, si Macri es lo mismo que Scioli, no especularían también con “la desilu-sión” de los macristas? La respuesta es obvia: pese al subterfugio que los desnuda como secta, no son psicóti-cos, no han perdido el contacto con lo real y saben, a pesar suyo, que la derecha política y social oligárquica pugna por aplastar al movimiento real del pueblo argentino y aunque los use y les otorgue plateas en los medios a cuanto Altamira y del Caño quiera hablar mal de Scioli y el kirchnerismo , está en las antípodas de las ideologías de izquierda; aunque aborrezca mucho más y nos ignore en sus diarios y canales, a los marxistas nacionales. Es un honor que sea así: somos firmes aliados del nacionalismo burgués, como expresión actual de las grandes mayorías y ariete de las mismas contra el enemigo principal, oligárquico-imperialista.

En estas elecciones el caballito de batalla del FIT y demás sectas es el “derechismo” de Scioli, una aserción nacida, en realidad, en las filas del llamado “núcleo duro” K, durante la interna clausurada por CFK. Es un pretexto viejo, para ignorar la res-ponsabilidad de unir a los argentinos en la lucha por derrotar al bloque oligárquico. En anteriores ocasio-nes, ¿no decían acaso que Néstor o Cristina Kirchner también “eran lo mismo que los demás candidatos del poder económico”? Nada ha cam-biado, con el juvenil rostro que lleva a los caños. Queda claro, hoy, como ayer, que la frase remanida de Scioli y Macri son “matices”, pero “para el pueblo trabajador son lo mismo” , es la justificación de un electoralismo sectario –objetivamente funcional a los planes de la derecha–, un ardid destinado a restar votos al campo popular, diciendo lo contrario de lo que su propia táctica desnuda como creencia, descalificar a las fuerzas que defienden el desarrollo con inclusión social y soberanía nacional, confun-dir a los votantes sobre qué se juega en estas elecciones y desconocer los peligros que implicaría un triunfo oligárquico-imperialista.

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Diez años atrás la gran batalla diplomática de Mar del Plata dio a los latinoamericanos la señal de partida en la nueva etapa de nuestra larga marcha hacia la reunificación. Su punto máximo se alcanzó, cinco años atrás, con la fundación de la CELAC.

Hoy, el panorama que enfrentamos no parece tan claro como entonces, y múltiples riesgos acechan, desde distintos flancos, nuestro derro-tero.

El principal de los logros diplomáticos de esa década, la prevención de la guerra entre Vene-zuela y Colombia con intervención personal del presidente argentino Néstor Kirchner y fuerte presencia de la UNASUR, está en cuestión.

La agresión económica contra Venezuela, des-plegada con participación activa del complejo de paramilitares y traficantes que encuentra su origen y cumbre en el entonces presidente co-lombiano Álvaro Uribe, revive temores que en ese momento parecían haberse enterrado para siempre. Las conversaciones entre las FARC y Bogotá se arrastran dramáticamente, perdido el ímpetu inicial. Ahora, por instigación de empre-sas petroleras extranjeras, se perfila un conflicto entre Venezuela y Guyana que nada bueno pue-de traerle a la lucha por la unidad americana.

La esperanza que había concitado la llegada de Ollanta Humala al poder en Perú terminó aplastada por el peso gigantesco de las grandes mineras imperialistas y sus agentes y socios lo-cales. El militar retirado, que había alcanzado la presidencia a partir de consignas nacional demo-cráticas elementales para terminar de cerrar el ciclo funesto abierto por Fujimori padre, se fue enredando en las lianas cada vez más espesas de los sucesivos acuerdos con el estáblishment peruano.

Hoy, sombra de sí mismo, casi anda en puntas de pie para no provocar a las fuerzas de las que está preso. Suprema ironía, Humala, que contaba con pleno apoyo de la Argentina, Brasil y Venezuela al llegar al palacio, es hoy el presi-dente de la Alianza del Pacífico, ese mini ALCA que abraza a México, Perú, Colombia y Chile como contrapartida proyanqui y punta de lanza contra el Mercosur.

La crisis económica mundial, por su parte, con su secuela de guerras de precios, caídas de ingre-

sos de los países exportadores de petróleo y materias primas en general, sacudidas cambiarias y financieras, planes de ajuste y salvatajes de bancos tan insolventes como depredadores, remesas acrecidas de utilida-des desde las periferias a las casas matrices, etc., etc., también complica enormemente la situación latinoamericana.

Entre otras cosas, ayuda a inestabilizar al gobierno de Dilma Rousseff y repercute sobre la actividad económica de la Argenti-na al debilitarse el poder de compra de su principal socio comercial. Engendra en la oligarquía argentina una renovada sed de sangre para recuperar las súperganancias de los momentos inmediatamente anteriores a la crisis.

En Uruguay, el Frente Grande pudo parar recientemente el TISA, propuesta de acuer-do comercial con Estados Unidos que era la embestida primaria del gabinete Tabaré Vázquez contra la reunificación del Sur. Pero Argentina y Brasil, volcados hacia sus propios problemas, aún no han entendido la importancia suprema de hacer cuanto esté en sus manos, incluso a costa de bajar ligeramente algunas de sus propias aspira-ciones, para asegurar la voluntad uruguaya de mantenerse en el Mercosur.

Con un México cada vez más alejado de sus hermanos del Sur y más alejado de sí mismo, con franjas enteras del Estado gan-grenadas por las consecuencias del ALCA (y, en el futuro, de la Alianza del Pacífico), el panorama de la unidad americana, condi-ción misma de nuestra liberación nacional y social, tiene varias luces rojas encendidas.

En este momento, la Argentina es el país que mejor puede sostener las banderas de la reunificación. Pero eso solo será posible si se mantiene el campo nacional en el poder. Si cedemos un solo voto a la oposición antisciolista, cualquiera sea el disfraz que use (incluso el del “antipejotismo” en las propias filas del campo nacional), no solo estaremos haciéndole un inmenso daño al pueblo argentino. Pondremos en peligro la más grande oportunidad de asegurar la uni-dad de la Patria Grande en doscientos años.

AMÉRICA LATINA:UNA NUEVA ENCRUCIJADA

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En medio de los apuros a que está sometida por la retracción económica y la acción subversiva de la burguesía paulista y la oligarquía agraria, que buscan liquidar el ciclo desarrollista, con inclusión social, liderado por el PT, la presidente Dilma Rousseff obtuvo recientemente un singular apoyo. El presidente del Senado de Brasil, Renán Calheiros, que ocupa ese cargo por pertenecer al Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), el princi-pal aliado de Lula y Dilma, ofrece a la titular del gobierno petista un verdadero presente griego. A cambio del compromiso (para guardar las formas, es claro, no se plantea con crudeza la cuestión, pero se trata de una extorsión lisa y llana) de respaldar a Dilma contra los que quieren someterla al Juicio Político y concluir con su gobierno, Calheiros sugiere un paquete de acciones (plan de 26 puntos), cuya principal medida es liquidar el MERCOSUR como Unión Aduanera y “recobrar la libertad” de negociar tratados de libre comercio, sin el freno actual de los socios latinoamericanos. Recientemente, Katia Abreu, una ex presidente de la CNA, hacen-dada y ministra actual de Agricultura, declaró en Europa que el Brasil debería firmar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea “sin esperar el consenso de los integrantes del Mercosur”.

En abril, Tabaré Vázquez, por su parte, además de denunciar supuestas “violaciones a los derechos humanos” en Venezuela, en un impúdico coqueteo con los EEUU, concretó una cita con Rousseff en Brasil; llevó el planteo de “flexibilizar” las normas del

MERCOSUR, con énfasis en la Deci-sión 32/2000, que indica que ningún integrante del bloque puede negociar individualmente un tratado de libre comercio con terceros países o bloques económicos. Cabe aclarar que Uru-guay, junto al Paraguay –dos países que son agroexportadores, a los cuales los socios mayores no ayudaron a supe-rar ese patrón– siempre pretendieron liberarse de dichas trabas, sin perder las ventajas que implica la asociación. Todo lo cual debe alertarnos sobre la fragilidad del bloque y evitar, desde luego, ese triunfalismo que suele ca-racterizar a ciertos sectores de nuestra militancia, que infantilmente prefieren dar por lograda la unidad latinoame-ricana y establecer, imaginativamente, que ya hemos logrado la liberación continental1.

Por el contrario, lo evidente, hoy, es que somos testigos de un debilitamien-to del bloque, mientras se despliega una ofensiva de los centros imperialis-tas, que en Venezuela, Ecuador y, lo que es más peligroso aún, en Brasil, lle-van adelante un implacable ataque, fa-vorecidos por las debilidades de nues-tro campo, entre las cuales no es un dato menor la desaparición de Chávez y lo que pareciera ser la errónea creen-cia, por parte de Dilma, de que puede frenarse la embestida del stablishment en base al recurso de adoptar como propias las políticas neoliberales que el enemigo postula, tal como ocurrió con la funesta designación de Joaquim Levy en el Ministerio de Hacienda y la puesta en marcha de medidas de ajuste que, además de generar la consabida recesión, y colaborar con el debilita-miento de las bases de sustentación del PT, han envalentonado a la derecha imperialista y facilitado su actual ofensi-va destituyente.

LA SITUACIÓN DE BRASIL Y EL FUTURO DEL MERCOSUR

Un alerta y una lección para los tibios de la Argentina: ¡para sobrevivir, profundizar!

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En esos ataques, explícitamente a veces y solapadamente en otras, surge con claridad el odio del stablishment brasileño contra la políti-cas nacionales de la Argentina, que constituyen un freno a la puja por subordinar nuestras economías al imperialismo mundial y, si atendemos particularmente a la burguesía paulista –que sueña con asociarse con los EEUU, y cumplir un rol subimperialista en América Latina– es notoria su “desilusión” ante la reindustrialización argentina, que nos posiciona como competidores en el mercado común y dificulta su penetración en el mercado del socio, que en la década del 90 prometía ser exportador de commodities sin valor agregado.

En el marco de la profundización de la crisis global, indisimulable ya, con la inestabilidad de China, y la caída vertical de los precios de las materias primas, el estado del MERCOSUR no promete para el país un futuro fácil. La lucha eficaz por la emancipación latinoamericana requie-re, es evidente, construir fuerzas más consistentes, con el protagonismo de clases más consecuentes en la defensa de la patria. No obstante, ganar las elecciones del mes de Octubre de modo contundente es, por lo pronto, la tarea inmediata. La Argentina puede, al ratificar su rumbo, servir de soporte a todas las fuerzas nacionales y populares que quieren resistir el embate enemigo y llevar al triunfo la causa bolivariana.

A.A.1 En la primera semana de setiembre, el Frente Amplio rechazó la propuesta de integrar el Uruguay al TISA, que era un modo de romper el Mercosur. Pero esta victoria, que nos alegra, no nos debe llevar a bajar los brazos.

Multitudinaria marcha en Brasil en apoyo a Dilma Rousseff (03.2015).

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El sábado 12 de Julio pasado, falleció en Tucumán el compañero Jorge Lacroix. Alrededor de las 19, sufrió una grave afección coronaria y los médicos que lo auxiliaron nada pudieron hacer para recupe-rar sus signos vitales.

Quienes por mucho tiempo conocimos su trayecto-ria y compromiso político, sentimos profundamente su pérdida, no sólo porque un compañero nuestro nos abandona, sino porque Jorge -aparte de ser médico de profesión- fue un destacado militante de la salud pública, a partir de concebir la práctica de la medicina desde una concepción carrilliana. Pero también porque con él se va un pedazo de nuestras vidas, de nuestras tramas vitales que comenzamos a tejer cuando resistir la dictadura de Onganía y bregar por el regreso del General Perón en nuestra adolescencia, fueron los grandes objetivos de ese tiempo histórico. Combates que nos integraron a las grandes luchas que jalonaron la historia social y po-lítica argentina de fines de los sesentas y principios de los setentas y que culminaron con el Cordobazo, los dos tucumanazos y las grandes movilizaciones, que terminarían con la derrota de dicha dictadura y el retorno de la soberanía popular efectiva. El negro tiempo del genocidio videlista nos encontró reagrupando las fuerzas del partido y tratando de sobrevivir en medio de tanta desolación y penuria. Las garras de la represión nos alcanzaron a fines de 1976 y juntos descendimos al infierno de las maz-morras bussistas. A pesar de ello, superamos los años de plomo, el alfon-cinismo y la horripilante tormenta neoliberal menemista, la cual nos encon-tró sin resguardo político, pero sin ceder un centí-metro en la lucha.

Por lo dicho, despedir a Jorge requiere destacar que no sólo se trata de un antiguo compañero, sino de un verdadero cuadro político y dirigente que acreditó una extensa militancia y formación ideo-lógica en las filas de la Izquierda Nacional. Desde que era adolescente secundario se incorporó al Partido Socialista de la Izquierda Nacional (PSIN), para luego continuar su lucha política y militante en el Frente de Izquierda Popular (FIP) y en el Movi-miento Patriótico de Liberación (MPL). Después de los noventas se incorporó al Partido Patria y Pueblo (continuador del Partido de la Izquierda Nacional, PIN) donde desarrolló su última actividad política.

Si algo reivindicamos orgullosos de Jorge fue su consecuencia, su no claudicación, su fidelidad a la revolución nacional, su rectitud y su compromiso político con los principios más genuinos de la IN, los cuales nunca abandonó, a pesar de las defec-ciones que acompañaron la diáspora de nuestro movimiento, a partir de los noventas. Por lo mismo, estas palabras, mezcladas por la tristeza y la congoja que nos deja su partida, son una sentida despedida a su figura y también a su persona, algo huraña y no siempre amigable por cierto, pero que si no hubiera sido así, no habría sido el querido “buho”, como afectuosamente le sabíamos decir. Compañero con el que muchas tardes soleadas, cerradas noches y frías madrugadas salíamos a “piquetear” periódicos, volantes y boletines azucareros en puertas de fábri-cas, ingenios y talleres del interior tucumano y que vamos a extrañar de ahora en más.

daniel e. yépezsan miguel de tucumán

J O R G E L AC R O I X .

I n M e m o r i a m

COMPAÑERO JORGE, ¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!

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El escenario mundial actual padece una doble crisis. Por un lado, el sistema capitalista, ingresado a su fase salvaje, se demuestra cada vez más incompatible con la satisfacción de las necesidades de crecientes fracciones del género humano. El progreso tecnológico, en permanente reproducción para asegurar las ganancias de la burguesía imperialista en lucha contra una tasa de ganancia que no deja de tender a la baja, instiga una explotación despiadada de los recursos y un caos social que invade a gran parte del mundo subdesarrollado y genera rebotes sobre el mundo desarrollado, al generar un vivero que alimenta al terrorismo y oleadas de migran-tes de las cuales quizá estemos contemplando ahora tan sólo las primeras gotas.

La conversión de China, tras las controladas reformas de mercado introducidas por Dengxiaoping tras la muerte de Mao, en una potencia económica cuyo ascenso no parecía encontrar freno, y la caída de la Unión Soviética, llevaron a los Estados Unidos –que hasta ese momento habían cultivado entusiastas la amistad del gigante demográfico asiático- a ponerla en la mira como enemigo número 1 de Washington y sus intereses.

Esos intereses se resumen en cuatro palabras: lograr la hegemo-nía global. Nada demuestra que hayan cedido un ápice en este curso. El ritmo de crecimiento chino es exponencial y en apenas dos décadas se ha convertido en el principal rival de la Unión. En consecuencia, no es de extrañar que en poco tiempo la hipótesis de guerra principal del Pentágono se haya reorientado: de Rusia al Lejano Oriente.

Se ha ingresado a un período marcado por la definición de un nuevo equilibrio o de una nueva hegemonía global, con China como protagonista de primera línea en esta disputa. Política y mili-tarmente más débil que Estados Unidos y sus aliados, sólo le queda el recurso de potenciar su alianza con Rusia, que su vez ha visto desencantadas sus esperanzas de asociarse más estrechamente con occidente y se ha dado de cabeza con una expansión ilegal de la OTAN hacia Europa oriental y con una ya desembozada amenaza militar hacia el corazón del sistema defensivo ruso desde los países bálticos y la misma Ucrania.

La “contención” de China pasa así en Washington también por el acoso a su aliada estratégica, Rusia. Única nación que posee un poderío militar capaz de equilibrar al norteamericano y a la que se está acorralando con la desestabilización económica que resulta de los embargos y de la brutal caída de los precios del petróleo.

¿Se está frente a una guerra financiera que complementa el aumen-to de las tensiones geoestratégicas con el principal rival de Estados

LA PERTINAZ CRISIS DEL ORDEN MUNDIAL(El presente artículo se funda esencialmente en el excelente ensayo “USA, China, Rusia: un trípode de patas frágiles”, del compañero Enrique Lacolla)

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Unidos? No podemos saberlo, pero aquí sí podemos remitirnos a las enseñanzas de la Historia: el dinamismo imperialista no se detiene a menos que se vea amenazado por una respuesta de la misma magnitud.

Entretanto, la crisis mundial que se inició con el gran incendio especulativo de los créditos inmobiliarios de Estados Unidos hace ya más de siete años avanza sin miras de detenerse. Sigue un patrón clásico, saltando de país en país. Los más pode-rosos (la tríada Estados Unidos-Europa Occidental-Japón) no solo se tiran perma-nentemente la pelota entre sí. Además, y especialmente, arrojan sus problemas a los países más débiles, como la Argentina.

Si algo demostró el gobierno nacional y el proyecto instalado a partir de 2003 es una notable capacidad para ir desenganchando la economía argentina de los vaivenes del exterior. Es de imaginar las consecuencias siniestras que tendría sobre nuestro país y sus habitantes el retorno a las políticas de apertura que primaron hasta el 19 y 20 de diciembre de 2001.

Aún si no hubiera otros motivos, basta con abrir la ventana y mirar hacia afuera para saber que es fundamental aplastar en primera vuelta a la oposición votando masivamente por la fórmula Scioli-Zannini.

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Las recientes inundaciones que asolaron la provincia de Buenos Aires generaron un intenso debate sobre las causas de esta verdadera catástrofe ambiental que una vez más castigó con mayor dureza a secto-res más desprotegidos de la población. En el análisis de los riesgos ambientales hay que ponderara los factores naturales y los ligados a las actividades humanas que interactúan y se modifican entre sí constantemente.

En lo correspondiente a las causas naturales, las precipitaciones recientes estuvieron entre los 300 y 400 mm en una semana, lo que constituye práctica-mente el cincuenta por ciento de las precipitaciones anuales para la región, que oscilan entre 800 y 1000 mm. A esto hay que sumarle la escasa pendiente de la región que genera un lento escurrimiento de las aguas en terrenos de muy baja altura (lo que explica la abundancia de bañados y lagunas) favoreciendo que las inundaciones sean uno de los riesgos recu-rrentes, por sus características naturales, de la región pampeana.

Pero como señala el geógrafo Facundo Villar, docen-te e investigador de la UNTREF (Página 12, 15 de agosto de 2015), esta situación se ve agravada por actividades humanas que agudizan gravemente el fe-nómeno de las inundaciones. Entre ellas se destacan las prácticas agrícolas que reducen la capacidad de absorción de los suelos y la construcción de canales clandestinos para desagotar los campos como facto-res que contribuyen a aumentar la cantidad de agua que reciben los ríos y arroyos superando totalmente la capacidad de sus cauces. También la construcción de barrios cerrados (conocidos como “countrys”) generando grandes movimientos de suelos para elevar los terrenos destinados a las clases medias acomodadas y altas. La diferencia de altura entre las urbanizaciones cerradas y los barrios populares circundantes da lugar a que el agua, escurra hacia los barrios humildes, dejándolos aún más bajo el agua.

Tal como se desprende del párrafo anterior cuando se habla de actividades humanas estamos hablando de relaciones entre clases sociales y la ideología oli-gárquica dominante busca esconder las responsabili-dades de los sectores beneficiados por las actividades que incrementan los riesgos de inundaciones. Es por eso que el ordenamiento territorial, medida política que figura en el Programa de Patria y Pueblo, que es la potestad del Estado de legislar sobre los usos del

INUNDACIONES, ORDENAMIENTO TERRITORIAL Y PROPIEDAD OLIGÁRQUICAx alberto eduardo rosas

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suelo del territorio nacional teniendo en cuenta no solo su capacidad productiva y/o urbanística sino también preservando los que se denomina servicios ambientales (entre ellos la capacidad de captar o escurrir agua) ha sido profundamente resistida por los sectores dominantes de nuestro país.

Un ejemplo de esta resistencia fue la lucha en todos los frentes llevada a cabo entre 1973 y 1975 contra la propuesta de Ley Agraria impulsada por el Secre-tario de Agricultura de Cámpora y Perón, Horacio Gibertti. Más recientemente la propuesta de una Ley Nacional de Planificación y Ordenamiento Terri-torial (OT) que fue elaborado con el concurso de especialistas y representantes de todo el país con-vocados por el gobierno nacional mereció similar repulsa del medio insignia del sistema de pensa-miento antinacional, el diario “La Nación”. En su edición dominical del 26 de agosto del 2012 tituló en su primera plana “Una plan oficial avanza sobre la propiedad de la tierra” y en las páginas interiores sus columnistas le dedicaron títulos tales como: “Un plan oficial facilita las expropiaciones”, “Avanzan los planes de control y estatización”, “Un marco que compromete a la propiedad privada”. Para resaltar el origen espurio del proyecto la frutilla del postre titulero: “A cargo de una funcionaria con sello bien kirchnerista” para referirse a la coordinadora de la Consejo Federal de OT, arquitecta Graciela Oporto.

En recientes declaraciones periodísticas el presiden-te de CARBAP, Horacio Salaverri, graficó con gran claridad las consecuencias que trae la falta de regu-lación del uso de las tierras. Al responder sobre las responsabilidades de muchos de sus asociados en la construcción de canales clandestinos cargó las tintas contra “la ausencia del Estado” ya que “cuando no hay nadie que regule, aparece, lamentablemente el sálvese quien pueda”.

“Cada cual hace un canal en su campo, a veces en lugares no apropiados, se han secado lagunas, todas esas cuestiones tienen que ser reguladas, pero la falta de presencia hace que el productor actué sin que le digan si podía hacerlo”, detalló, sin ponerse colora-do, el representante ruralista.

Como lo ha señalado a lo largo de su historia la Izquierda Nacional una vez más queda demostrado que entre la apropiación de la renta rural y urbana y el bienestar de los argentinos se impone una sola muralla: la propiedad oligárquica del suelo.

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Las afirmaciones de muchos dirigentes de izquierda y representantes sindicales opositores, sobre lo que representa la figura de Daniel Scioli, para la clase trabajadora, son demoledoras. Presentan al candidato del Frente para la Victoria, en la misma sintonía que Macri o Massa. Es un “representante de las patronales y del ajuste”. Como en el conflicto de Campo en el 2008, consideran que todos son los mismos y no con-viene a la clase trabajadora inmiscuirse en temas de las “clases dominantes”.En el caso de los dirigentes sindicales peronistas hoy en la oposición, repartieron candidatos por todas las listas y ahora aguardan la victoria de quien sea, aunque especulan que será Daniel Scioli, para soñar con la unidad y las formas respetuosas del nuevo gobierno.Para la clase trabajadora, no hay muchas posibili-dades de mantener lo conquistado después del 19 y 20 de diciembre y en la década del kirchnerismo, que votando a Daniel Scioli. Él es la posibilidad, no el cheque en blanco, de que los avances que tuvo la clase obrera de la Argentina en estos años se manten-gan. Massa y en mayor medida Macri, significan de entrada un ajuste que cargará la clase trabajadora en su espalda. Algunos trabajadores podrían esgrimir “si pero deja-ríamos de pagar el impuesto a las ganancias”, por su-puesto, porque sus ingresos serían menores. Otro de los argumentos más fuertes “se acabaría la inflación”, si porque los salarios no aumentarían más y bajarían su poder de consumo. Claramente no son los sueldos los que hacen aumentar los precios, pero como no habría interés de mejorar las condiciones materiales de la clase trabajadora, no habría empresas transna-cionales que aumenten los precios, para quedarse con una ganancia extraordinaria.

clase trabajadora y el enemigo principal

Los trabajadores y sus representaciones sindicales, tienen que pensar la situación frente a las elecciones 2015.

Votar a la supuesta “izquierda” que dice poder trans-formar la situación económica de la clase trabajadora en forma inmediata y que solo utiliza el economicis-mo para sumar votos, sin explicar que nada de lo que promete, podrá realizarse sin lucha y participación de las masas. Ese voto será funcional a las clases domi-nantes que dicha izquierda pretende derivar.Votar al Macrismo o al Massismo presupone a corto plazo, quizás un mejoramiento económico inmedia-to, para vender la patria como en lo peor de los años noventa. La victoria de cualquiera de estos dos candi-datos es condenar a la clase trabajadora a la desocu-pación, a los salarios de hambre y a la generación de una relación cuasi servil con la burguesía concentrada y la oligarquía argentina.La opción a futuro, debe ser votar a Daniel Scioli, dicho candidato tienen un discurso desarrollista, que pretende buscar inversiones extranjeras para desarro-llar la industria nacional, llevarla a una nueva etapa de desarrollo. Si ello puede realizarse, será fruto de discusión interna dentro del frente nacional.Esto no presupone un seguidismo o una actitud de “columna vertebral” por parte del sindicalismo, sino generar las condiciones donde la clase trabajadora pueda discutir desde su visión cuál es la política que el país debe darse. O sea no la visión parcial de sus necesidades, sino la visión de país más general que necesitan los argentinos para la clase trabajadora. El rol del Estado, la participación en las decisiones y las ganancias en las empresas, la incidencia del capital transnacional en nuestra, el control del campo recurso principal de la Argentina, entre otros temas, donde la clase trabajadora tiene o debe tener posición propia.Si queremos mejorar la tasa de ocupación, mejorar los ingresos, mejorar las condiciones de trabajo, am-pliar la participación de los trabajadores en el manejo de las empresas, y la representación política de la clase trabajadora, los trabajadores tenemos que votar a Daniel Scioli, para poder tener luego mayor poder de decisión en los destinos del país.

LA CLASE TRABAJADORA Y EL VOTO A DANIEL SCIOLI

x juan perez florido

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