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Un grito de 5.000 mujeres por la paz Pacifista, noviembre 28, 2015 por María Flórez http://pacifista.co/un-grito-de-5-000-mujeres-por-la-paz/ En una casa del barrio La Soledad, en Bogotá, 76 mujeres corrieron de un lado a otro el pasado martes 24 de noviembre, a las 4:30 de la mañana. Algunas apuraron algo de tinto con pan, mientras otras recogieron velones, castañuelas y el puñado de hojas en las que habían impreso una sentida declaración política. Unas cuantas más, enfundadas en sus abrigos, vestían los dos enormes buses de pasajeros que estaban aparcados frente a la casa con cuatro telas negras que rezaban: “Las mujeres pazharemos refrendando la paz”. A las 5:00, cuando el cielo empezaba a teñirse de azul petróleo, las mujeres encendieron los velones. En círculo, cogidas de las manos, leyeron en voz alta: “Llevamos 15 años pronunciándonos a favor de la paz y contra la guerra, contra la militarización de la vida, contra el mercado de las armas y a favor de la negociación pacífica del conflicto armado. Por ello, en señal de cobijo al proceso de paz, nos dirigimos al Cauca”.

Un grito de 5000 mujeres por la paz

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Un grito de 5.000 mujeres por la paz

Pacifista, noviembre 28, 2015 por María Flórez

http://pacifista.co/un-grito-de-5-000-mujeres-por-la-paz/

En una casa del barrio La Soledad, en Bogotá, 76 mujeres corrieron

de un lado a otro el pasado martes 24 de noviembre, a las 4:30 de la

mañana. Algunas apuraron algo de tinto con pan, mientras otras

recogieron velones, castañuelas y el puñado de hojas en las que

habían impreso una sentida declaración política. Unas cuantas más,

enfundadas en sus abrigos, vestían los dos enormes buses de

pasajeros que estaban aparcados frente a la casa con cuatro telas

negras que rezaban: “Las mujeres pazharemos refrendando la paz”.

A las 5:00, cuando el cielo empezaba a teñirse de azul petróleo, las

mujeres encendieron los velones. En círculo, cogidas de las manos,

leyeron en voz alta: “Llevamos 15 años pronunciándonos a favor de

la paz y contra la guerra, contra la militarización de la vida, contra el

mercado de las armas y a favor de la negociación pacífica del

conflicto armado. Por ello, en señal de cobijo al proceso de paz, nos

dirigimos al Cauca”.

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Después se acomodaron lentamente en los buses y emprendieron

camino a Popayán, la capital del Cauca, el departamento donde las

Farc y el Ejército se han atacado a mansalva, mientras los equipos

negociadores de ambos bandos buscan llegar a un acuerdo definitivo

en Cuba. Por eso, y porque ha sido un bastión de resistencia para

indígenas, afrodescendientes y campesinos, las mujeres eligieron al

Cauca como destino de su movilización nacional número 16.

Nueve horas después, a mitad de camino, los dos vehículos se

detuvieron en la Plaza Victoria de Pereira, una ciudad intermedia

enclavada en el Eje Cafetero. Por ambos flancos, la plaza estaba

aprisionada por buses de distintos tamaños, cobijados con las mismas

telas negras y el mismo mensaje. Eran las mujeres que venían de

Chocó, Guaviare, Huila, Quindío y Caldas, y de distintos municipios de

Risaralda, que acudían a este céntrico lugar de Pereira para cantar

‘alabaos’, entregar ofrendas y formar una caravana que, pasadas las

5 de la tarde, retomó su rumbo al Cauca.

Tuvieron que pasar 13 horas más para que los buses llegaran a

Popayán. A las 2:30 de la mañana del miércoles 25 de noviembre,

con la espalda destrozada y los huesos apretados por el frío, las

mujeres se echaron sus maletas al hombro y caminaron

lentamente hacia el coliseo del Centro Deportivo Tulcán, una mole de

bloques de cemento con tres tribunas, propiedad de la Universidad

del Cauca.

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Allí, en varias hileras de carpas y colchonetas, dormían las viajeras de

Antioquia, Santander, Cauca, Putumayo, Valle del Cauca, Caquetá,

Bolívar y Nariño. Junto a las recién llegadas, que se repartieron

silenciosamente entre el suelo y las graderías, formaron un grupo de

poco más de 1.200 mujeres, que le daban al coliseo el trágico

aspecto de un campo de refugiados. Son el movimiento pacifista más

grande de Colombia: la Ruta Pacífica de las Mujeres, una

confederación de organizaciones sociales de distintos matices que se

define como feminista y antimilitarista.

Después de una década y media de exigir el fin de la guerra, llegaron

a Popayán para anunciar que refrendarán el Acuerdo Final al que

lleguen el Gobierno y las Farc en 2016.

Es la dieciseisava vez que se embarcan en un viaje de estas

proporciones, cuyo costo actual es de $1.200 millones. Se necesitan

comités político, de arte, de revisión, de alimentación, de alojamiento

y de seguridad para reunirlas a todas en la misma ciudad.

Desde el Chocó, uno de los territorios más azotados por la guerra, la

pobreza y la corrupción, llegaron 208 mujeres. Algunas de ellas

tuvieron que atravesar ríos, trochas y carreteras. Son profesoras,

agricultoras, ‘barequeras’, pescadoras, aseadoras, comerciantes,

cantantes, artesanas, costureras, vivanderas (vendedoras de frutas y

verduras) y ‘evisceradoras’ (las que se dedican a extraer las vísceras

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del pescado). Pertenecen a organizaciones de víctimas, étnicas,

barriales y juveniles, y han recibido formación en participación

política, feminismo y derechos humanos.

Claudia Palacios, coordinadora de la Ruta en el Chocó, dice que “las

mujeres han sido fundamentales para el proceso de paz, porque

desde 1996 le estábamos pidiendo a los gobernantes y a los actores

armados que se sentaran a la mesa de negociación”. Y agrega que “el

hecho de que las mujeres nos movilicemos a favor de la refrendación

es un mensaje importante para la gente, porque somos nosotras las

que parimos, las esposas, las amantes, y las que más sufrimos por la

guerra”.

Las 200 mujeres que llegaron del Putumayo también tomaron

lanchas, motos y caballos en sus selváticas veredas, en 12 de los 13

municipios del departamento. En el casco urbano de Puerto Caicedo

se encontraron las de San Miguel, Valle del Guamuez y Orito, que

partieron a Mocoa —la capital— para reunirse con las de Puerto

Guzmán y Villa Garzón. Allí hicieron un acto simbólico y salieron hacia

Popayán, pasando por San José de Isnos y el pico de Paletará. Al

mismo tiempo, las del Alto Putumayo bordearon el páramo de

Bordoncillo y la laguna de la Cocha, y tomaron la vía Panamericana.

Son campesinas, docentes, ambientalistas y estudiantes que viajaron

entre 20 y 25 horas para llegar a la capital del Cauca. Amanda

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Camilo, la coordinadora de la Ruta en Putumayo, dice que están allí

porque ven “el proceso de paz con esperanza, con mucho

entusiasmo, y porque reafirmamos nuestra postura sobre la

necesidad de una salida negociada a los conflictos. Además, porque

consideramos que estos tres años de avance deben terminar en la

firma de un acuerdo, cuya implementación en los territorios se haga

con la bases”.

Entradas las 4 :00 de la mañana, las mujeres empezaron a bañarse

en las 36 duchas del coliseo. A esa hora, se hizo frecuente ver los

cuerpos semidesnudos saltando de puntitas entre las colchonetas y a

las 5:30 el murmullo de mil gargantas era ensordecedor. Muchas

durmieron sólo una hora o pasaron la noche en vela.

Pero una vez hubo sol arrancó una jornada maratónica de baños y

peinados, que terminó cuando todas estuvieron limpias y vestidas de

negro, el color característico de la Ruta.

Fue sobre ese negro luctuoso que las mujeres contrastaron los

colores del arcoiris. Alrededor de sus cabezas, amarraron brillantes

pañoletas azules, por la reparación; amarillas, por la verdad;

naranjas, por la resistencia; verdes, por la esperanza; y moradas, por

la memoria. También se colgaron muñequitas de hilo, en señal de

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protección, y llevaron collares de maíz por la fertilidad de la tierra, la

abundancia y la soberanía alimentaria.

Al son de la música de los indígenas, que ambientaron el patio

contiguo a la piscina del Centro, Sandra Luna les daba instrucciones a

las 120 mujeres de Santander, que estaban adornadas con mariposas

de papel. Ellas viajaron desde el 23 de noviembre e hicieron una

parada en el Parque de la Vida de Barrancabermeja, un símbolo de

resistencia para los pobladores del Magdalena Medio santandereano.

Es en esa plaza donde se han manifestado contra la guerra y donde

el Ejército ha tenido que pedir perdón por sus alianzas con los

paramilitares.

Sandra, que es la coordinadora de la Ruta en Santander, opina

que con esta movilización “las mujeres le decimos al país que

estamos comprometidas con la refrendación y que el plebiscito va a

salir bien, porque lo estamos apoyando. También les estamos

diciendo a los nuevos gobernantes territoriales que estamos listas

para hacer parte de la implementación de los acuerdos”.

Según ella, el respaldo ciudadano a la paz con las Farc será, en parte,

una conquista del movimiento de mujeres, que ha tenido importantes

victorias en la mesa de La Habana: consiguió, por ejemplo, que

varias académicas fueran incluidas en el equipo negociador del

Gobierno, que se creara la Subcomisión de Género y que la Comisión

de la Verdad tuviera un marcado enfoque diferencial.

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Después de vestirse con sus símbolos, y de arrastrar el equipaje de

vuelta a los buses, las mujeres se dirigieron a la vía contigua al

centro comercial Campanario. Allí las esperaban otras 4.000,

provenientes de distintos municipios del Cauca. En grupo,

emprendieron una gigantesca marcha de dos horas hasta el parque

Caldas, durante la cual gritaron que la guerra es una vergüenza y que

no están dispuestas a parir más hijos e hijas para engrosar los

ejércitos.

Bajo un sol desesperante caminaron las silenciosas mujeres Misak,

con sus pequeños hijos a las espaldas o amarrados sobre el pecho;

integrantes de las organizaciones populares de las comunas de Cali y

de los barrios pobres de Bogotá; afiliadas a la Asociación Nacional de

Usuarios Campesinos (ANUC) y a la Central Unitaria de Trabajadores

(CUT); miembros del pueblo Nasa y de la guardia indígena del pueblo

Coconuco; sobrevivientes de cáncer de seno; lesbianas; militantes

del Congreso de los Pueblos y de Marcha Patriótica; víctimas del

conflicto armado; afrodescendientes; embarazadas, y mujeres sin

brazos o sin piernas.

Una vez en el Caldas, un parque colonial rodeado de caserones

blanquísimos, las lideresas de la Ruta anunciaron que antes y durante

esta multitudinaria reunión consiguieron 5.000 firmas de respaldo al

proceso de paz. Y que con ellas elaborarán un voluminoso libro que

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les será entregado a los negociadores del Gobierno y las Farc, en una

refrendación simbólica de lo acordado en Cuba. Pidieron, además,

que el Eln se siente a negociar el pedazo de paz que les corresponde.

A las 7:00 de la noche, después de haber cerrado la movilización, las

mujeres caminaron lentamente hacia las hileras de buses que

bordeaban la Casa de la Moneda. Exhaustas, emprendieron el regreso

a sus ciudades, y Popayán las despidió con luna llena. Son un potente

ejemplo de la entereza que hace falta para buscar un país distinto,

sin el efectismo y la sinrazón de las armas. Etiquetas: 5.000

Mujeres, Amanda Camilo, Apoyo Al Proceso De Paz, Cauca,

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