La Nueva Justicia Tradicional

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Saludos compañeros, espero y les sirva .

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  • La nueva justiciatradicional

    Interlegalidad y ajustes en el campo jurdicode Santiago Ixtayutla

    y Santa Mara Tlahuitoltepec

    Juan Carlos Martnez

  • Dedicado a Gabriel, Avril y Dany

  • LA NUEVA JUSTICIA TRADICIONAL. INTERLEGALIDAD Y AJUSTES EN EL CAMPOJURDICO DE SANTIAGO IXTAYUTLA Y SANTA MARA TLAHUITOLTEPEC, deJuan Carlos Martnez, fue editado en la Coordinacin de Publicacionesdel Colegio Superior para la Educacin Integral Intercultural de Oaxacacon apoyo tcnico de la Unidad de Proyectos Estratgicos del InstitutoEstatal de Educacin Pblica de Oaxaca. La impresin fue financiadapor la Universidad Autnoma Benito Jurez de Oaxaca y la FundacinKonrad Adenauer, Oficina Mxico.

    Diseo de portada:Gonzalo Martnez Velsquez

    Edicin, tipografa y formacin:Sergio Perell Calvo

    Primera edicin, 2011

    D.R. Juan Carlos Martnez

    Impreso en Oaxaca

  • ndice

    Prefacio

    Agradcimientos

    Prlogo

    Introduccin

    Primera parteEl campo jurdico

    Captulo I. El campo jurdico de Oaxaca

    Captulo II. Derecho, globalizacin e interculturalidad

    Segunda parteEl campo jurdico de Santiago Ixtayutla

    Captulo III. La cultura jurdica de IxtayutlaDatos generales del municipio

    Captulo IV. El funcionamiento del campo

    Tercera parteEl campo jurdico de Santa Mara Tlahuitoltepec

    Captulo V. La cultura jurdica de Tlahuitoltepec

    Captulo VI. El funcionamiento del campo

    Conclusiones

    Bibliografa

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  • 7La composicin tnica de los pases en Latinoamrica es unacuestin fascinante, e innegable en su vida cultural y social, larealidad jurdica igualmente se dibuja por los matices quepresenta la existencia de pueblos originarios en diversas partes delcontinente. Particularmente esta realidad nos demuestra queexisten instituciones formales, capaces de hacer justicia dentro delmismo Estado, aunque fuera de su esquema institucional. Estepluralismo jurdico entraa la coexistencia de diversos conjuntosde normas jurdicas positivas, en un plano de coordinacin, igualdady complementariedad en un mismo tiempo y espacio. A pesar deque los grupos tnicos mantienen formas de organizacin que antece-den la conformacin de los mismos Estados, el reconocimiento desus sistemas jurdicos es reciente y entraa dos vertientes: garantizarun mejor acceso de los pueblos y comunidades indgenas al Estado, ysu derecho a la libre determinacin. En algunos pases existe legislacinpionera, que reconoce ampliamente la coexistencia jurdica plural,desde luego esta interlegalidad positiva est aparejada de mltiplesretos, y ser en la prctica judicial en donde se demuestre su funcio-nalidad. Con un intenso trabajo de campo desde hace varios aos elPrograma Estado de Derecho para Latinoamrica de la FundacinKonrad Adenauer promueve y apoya diversos trabajos cientficos, ascomo seminarios para operadores de justicia, que permitan identificarlas variadas formas en las que avanza el dilogo jurdico entre la justiciaestatal y la justicia tradicional. Para ello, la Fundacin colaboraestrechamente con el Grupo por el Pluralismo Jurdico en AmricaLatina (Prujula) al que tambin pertenece el autor de la presente obra.Reconocemos los esfuerzos latinoamericanos por direccionar elderecho, y transformarlo en un sistema arraigado en las culturas y

    Prefacio

  • 8formas de vida de las personas que se someten a su imperio, para queste sea plenamente capaz de regir la vida en sociedad. Estamos segurosque la obra que el lector tiene en sus manos bajo la autora del doctorJuan Carlos Martnez, es un incentivo a la reflexin sobre ciertosfenmenos derivados de la pluralidad tnica de los pases latinoame-ricanos, en un marco de respeto a los principios bsicos del Estado deDerecho.

    Doctor Christian Steiner. Programa Estado de Derecho paraLatinoamrica. Fundacin Konrad Adenauer.

  • 9Agradecimientos

    Como todo trabajo de investigacin esta es una obra colectivaque refleja una sntesis particular de un sinnmero de ideas,sentimientos y voces que me han impactado en amplios reco-rridos a travs del espacio y el tiempo. Previo al solitario momento deescribir este manuscrito, las reflexiones que aqu se expresan se tejie-ron en clases, seminarios, coloquios, lecturas, asesoras, charlas infor-males, entrevistas, viajes, observaciones, rituales, partos, funerales,danzas, temazcales y otras actividades que implicaron una relacincon ms personas. Es evidente que en un proceso de tantos aosmucha gente se cruza en la vida y este es un buen espacio para plas-mar algunos de los tantos agradecimientos necesarios por el encuen-tro fecundo.

    Quiero iniciar agradeciendo a las autoridades y a la gente de lospueblos de Santa Mara Tlahuitoltepec, Mixe, y a los pueblos tacuatesy chatinos de santiago Ixtayutla, por permitirme entrar en un momen-to de su vida, con los conflictos y las riquezas que guardan en susterritorios. A nivel institucional debo agradecer al CIESAS que es micasa de estudio y laboral, particularmente a mi sede Pacfico Sur; alConacyt que apoy tanto mi periodo de estudios como posteriormen-te al proyecto Globalizacion, derechos indgenas y justicia desde unaperspectiva de gnero y de poder: un enfoque comparativo (U51240-S), dirigido por Teresa Sierra y Ada Hernndez; al Cuerpo Acadmi-co Gnero Cultura y Desarrollo del Instituto de Investigaciones So-ciolgicas de la UABJO, lidereado por Jorge Hernndez Daz, a la docto-ra Josefina Aranda Bezauri de la UABJO que simepre ha apoyado e im-pulsado mi desempeo profesional en Oaxaca, a Christian Steiner dela Fundacin Konrad Adenauer, a Benjamn Maldonado del ColegioSuperior para la Educacin Integral Intercultural de Oaxaca, al Centrode Estudios Mxico-Estados Unidos de la Universidad de Californiaen San Diego por brindarme soporte financiero y un espacio inmejora-

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    ble para escribir, consultar textos y discutir ideas con destacados cole-gas, al Instituto Internacional de Sociologa Jurdica en Espaa, porotorgarme la beca Chiba que me dio la oportunidad de pasar unosextraordinarios meses de investigacin en el Pas Vasco; al Bachillera-to Integral Comunitario Ayuuk Polivalente de Santa Mara Tlahui-toltepec que durante los aos de campo me proporcion un excelenteespacio para vivir; por ltimo a la Oficina del Alto Comisionado deNaciones Unidas para los Derechos Humanos en Mxico y a FundarCentro de Anlisis e Investigacin, que me permitieron regresar a laprctica profesional ligando la teora a problemas concretos, despusde concluir mis estudios doctorales.

    Debo agradecer a muchas personas con las que intercambi ydiscut en el proceso de construccin de este texto, inicio con MaraTeresa Sierra Camacho, Ada Hernndez, Victoria Chenaut y XchitlLeyva que fueron mis profesoras y me ayudaron a construir gran partede los referentes tericos que orientan esta investigacin. En Oaxacafue fundamental el dilogo y el apoyo de Salomn Nahmad Sittn,Jorge Hernndez Daz, Margarita Dalton, Josefina Aranda y ngelesRomero Frizzi. Este texto fue ledo acuciosamente en diferentes mo-mento por Elia Avendao Villafuerte, Mara Alfaro y Daniela RamrezCamacho quienes me hicieron excelentes sugerencias para mejorar sucontenido. Durante el proceso de elaboracin de lo que fue la tesisdoctoral y la posterior conversin en libro ha sido muy importante eldilogo con Guillermo Padilla, Guillermo de la Pea, Reachel Sieder,Christian Gross, Oscar Correas, el ya desaparecido Jos Ordoez,Carlos Moreno Derbez, Claudio Lomnitz, Laura Nader, DavidRecondo, Hugo Aguilar, Victor Leonel Juan Martnez, MagdalenaGmez, Adelfo Regino, Floriberto Daz, Sofa Robles, Aldo Gonzlez,Jaime Luna y Francisco Lpez Brcenas.

    En muchos momentos he tenido la oportunidad de discutir conmis amigos y excelentes colegas rika Gonzlez Apodaca, Mirna Cruz,Sarela Paz, Ixquic Duarte, Alejandro Cerda, Lars Leer, Claudia Chavez,Adriana Terven, Alejandra Aquino, Morna MacLaud, ManuelBuenrostro, Rosembert Ariza, Aresio Valiente, Jose Regalado, MarianaMora y Natalia de Marinis. Cuando coincidimos en UCSD, Carlos More-no del ITESO me proporcion excelente informacin sobre la economade ambos pueblos y con Gerado Ballesteros de la misma institucin,tuvimos muchas conversaciones sobre algunos de los temas aqu trata-dos. A todos ellos y a tantos ms va mi infinito agradecimiento.

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    Prlogo

    Mara Teresa Sierra*

    El presente es un libro de antropologa y derecho. Es tal vez unade las pocas investigaciones que consigue desarrollar un traba-jo interdisciplinario donde ambas perspectivas alimentan la re-flexin terica y emprica de la obra. Esto finalmente no sorprende enel caso de Juan Carlos Martnez quien consigue potenciar su forma-cin de abogado y enriquecerla con su formacin antropolgica, locual le permite de manera autorizada incursionar en los laberintos dellenguaje jurdico para mostrar que el derecho es una construccin so-cial ligada a su contexto y a los actores que le dan vida, sin por ellodejar de considerar la dimensin formal de la norma jurdica. Concep-tos claves como derecho indgena, pluralismo jurdico e interlegalidaddesarrollados por la antropologa jurdica adquieren nuevos sentidoscuando se interrogan desde una perspectiva del campo jurdico queobliga a considerar la dimensin formal del derecho en su relacin conlos contextos estructurales y de poder.

    Desde esta perspectiva Juan Carlos Martnez estudia en este li-bro los procesos de cambio jurdico y social que viven las comunida-des indgenas oaxaqueas en su relacin con el Estado y su impactoen los espacios de la justicia comunitaria. Muestra los dilemas y retosque enfrentan las comunidades indgenas para adecuar sus institucio-nes comunitarias y sistemas normativos ante las vertiginosas transfor-maciones que marcan su vida social por su insercin en las dinmicasglobales definidas por el mercado, el Estado y los movimientos socia-les. Revela cmo los tradicionales marcos normativos que resultaron

    * Profesora-investigadora del CIESAS-Mxico

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    adecuados para regular la vida comunitaria, propios de una economaagraria, ya no son suficientes para atender las nuevas necesidades yexigencias impuestas por la economa moderna y transnacional quefomenta la migracin, la disputa por recursos y el reclamo de derechos.En este contexto de fuertes presiones y reacomodos polticos internos,la cultura y las prcticas jurdicas indgenas, el llamado derecho indge-na, sufre fuertes transformaciones que no pueden comprenderse demanera aislada sino en su estructural relacin con el campo jurdico delEstado. En este sentido Juan Carlos se pregunta: qu pasa cuando lasprcticas y perspectivas sociales cambian y aquello que fue aceptadodeja de serlo?, cuando la distancia entre prcticas y normas deja de sernormal y todos los grupos importantes comienzan a exigir cambios?Qu tanto han conseguido los rdenes jurdicos comunitarios adecuarsea las dinmicas de cambio social y responder a ellas?

    A lo largo del libro Juan Carlos responde a estas preguntas a tra-vs de la experiencia de dos municipios indgenas contrastantes: elmunicipio mixteco tacuate de Santiago Ixtayutla, y el municipio mixede Santa Mara Tlahuitolpetpec. Con base en un trabajo etnogrficode larga duracin que incluye la revisin de fuentes judiciales y elseguimiento de conflictos, el autor nos adentra en la complejidad delas dinmicas y las tensiones locales, en la manera en que dichas socie-dades han construido su vida comunitaria y sus tradiciones, su rela-cin con el Estado y los poderes fcticos, y la forma en que respondena las nuevas exigencias materiales que transforman la vida social. Todoesto impacta de manera directa en los espacios de la justicia y en lasposibilidades de atender la conflictividad social. De acuerdo al anli-sis desarrollado por Juan Carlos, en ambos casos prevalecen patronesde interlegalidad vigentes que mezclan referentes de culturas jurdicasdistintas en contextos sociales y de poder diferenciados: el autor noshace ver cmo en el caso de Ixtayutla el tradicionalismo dominante yautoritario propio del poder local que fue funcional durante cierto tiem-po no fue capaz de responder a los cambios econmicos y polticosque cuestionaron la norma tradicional, mientras en Tlahuitolpetpec,una sociedad ms cohesionada, con referentes identitarios msintegradores, fue capaz de responder a las nuevas dinmicas de mane-ra ms negociadora, traduciendo y asimilando los cambios sin queestos lleven a la ruptura interna.

    Qu es lo que hace que en unas comunidades las respuestas seden de una u otra manera, y en qu sentido son capaces de mantener suautonoma para dar salida a sus conflictividad local? Juan Carlos mues-

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    tra que dichas transformaciones no pueden aislarse de las dinmicaseconmicas e histricas que han marcado la estructura de las socieda-des y su particular relacin con el Estado. De esta manera los cambiosque se observan a nivel local son parte de transformaciones profundas anivel del estado de Oaxaca que estn obligando a reacomodos en laestructura judicial y normativa para responder a las nuevas exigenciasde la economa poltica y las prcticas sociales. En esa tensin entrenormatividad y economa poltica se construye el derecho y se redefinenlos estilos judiciales de la autoridad local. Destaca as lo que considerouno de los principales argumentos de su obra: El hecho que en Oaxacaha prevalecido una disociacin entre normas formales y conductassociales haciendo que el derecho sea ms un proyecto de los sectoresdominantes de cmo debera ser la sociedad, que un referente nor-mativo para la vida social efectiva. Y considera que esa tensin seviene resolviendo a favor de una preeminencia de las prcticas socia-les sobre el derecho formal, a menudo apegadas a otro derecho y atravs de una serie de estrategias polticas de control y compensacin,no propiamente jurdicas, que articulan ese otro derecho con lanormatividad estatal. Esta explicacin que remite a un pluralismo jur-dico resulta clave para comprender las respuestas que gestan las comu-nidades ante las presiones que se erigen sobre ellas. Ms que las normaslegales del estado resultan ser las prcticas sociales engarzadas a otrosreferentes normativos las que ofrecen las respuestas adecuadas paracomprender las formas en que se actualiza el derecho en las comunida-des y sus posibilidades para dar salida a las controversias locales.

    A diferencia de otros estudios que centran su atencin en la mira-da local de los procesos jurdicos Juan Carlos Martnez consigue arti-cular su trabajo etnogrfico y localizado en los dos municipios conuna perspectiva amplia para comprender las dinmicas comunitariascomo parte de la transformacin del Estado y el derecho en Oaxaca.En esta direccin son varios los puntos que desarrolla Juan Carlos eneste libro pero en particular me interesa destacar dos temas que consi-dero aportes centrales de su trabajo a los estudios de la antropologajurdica y que abonan a su dimensin interdisciplinaria.

    Por un lado su atinado uso del concepto de campo jurdico dePierre Bourdieu para analizar desde una perspectiva integradora y di-nmica la dimensin formalista del derecho, las llamadas determina-ciones internas, como las determinaciones externas marcadas por laeconoma poltica, ambas articuladas por las prcticas socialesinterlegales. En este sentido Juan Carlos retoma una tradicin marxis-

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    ta crtica que pone en el centro analtico del derecho la dimensinestructural y contextual del campo jurdico sin por ello negar la auto-noma relativa de la norma jurdica. Este enfoque es fundamental paracomprender por qu en Oaxaca a pesar de ser la entidad donde se hadado la reforma en materia indgena ms avanzada, dichas normas nose traducen en mbitos de mayor autonoma para las comunidadesindgenas ni han llevado a construir una nueva relacin con el Estado.Como bien destaca el autor, el modelo liberal del derecho modernoque pretende abrir espacios de autorregulacin local se sobrepone aacuerdos corporativos que fueron adecuados para mantener la hege-mona poltica del poder regional y estatal, pero que hoy en da resul-tan anacrnicos. Se genera as una fuerte tensin que parece estar re-solviendo no las normas jurdicas sino el mercado.

    Por otro lado, esta misma visin de campo jurdico es la que lepermite a Juan Carlos dirigir su atencin al estudio crtico del derechoen su dimensin formalista sin perder de vista el peso del contexto ylos actores sociales. Juan Carlos hace ver la vigencia de procesos deformalizacin del derecho indgena, lo que llama segunda formalizacin,en la medida que se ponen en juego principios morales del buen ordeny la buena distribucin en las distintas sociedades que al ser activadospor la autoridad indgena constituyen derecho. Cuestiona as las visio-nes que desde el derecho estatal han descalificado al derecho indgenacomo no jurdico, como referente de costumbres, por no adecuarse alos principios del formalismo jurdico positivo, y destaca la vigenciade otros procesos de formalizacin que legitiman el derecho en lasdistintas sociedades. Destaca adems que en las sociedades indge-nas los principios normativos suelen invocar valores y lgicas cultu-rales que apelan a la cosmovisin indgena, que entran en tensincon las lgicas del derecho moderno, tal como lo analiza el autor enlos casos concretos de Ixtayutla y Tlahuitolptepec. Las grandes trans-formaciones socioeconmicas impactan de manera directa en los tradi-cionalismos jurdicos obligando a nuevas respuestas en el ejercicio dela autoridad y en la construccin del derecho indgena. Tales hechosson tambin claves para comprender que los sistemas jurdicos indge-nas no son sobrevivencias del pasado sino productos dinmicos quese encuentran en una relacin de mutua constitucin con el derechohegemnico que los ha colonizado y subordinado. De esta manera eltrabajo de Juan Carlos enriquece de manera importante la tradicinde la antropologa jurdica mexicana que ha insistido en comprenderlos procesos interlegales en el estudio del derecho indgena.

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    Me interesa concluir estas lneas llamando la atencin sobre dospuntos que resultan del anlisis propuesto por Juan Carlos por susimplicaciones para el debate poltico contemporneo sobre el recono-cimiento de los derechos indgenas.

    Por un lado, la imposibilidad de formalizar el derecho indgena enlos trminos que exige el derecho moderno, problemtica que no hasido considerada en todas sus implicaciones en las reformas legales.Ms que una traduccin del derecho indgena al modelo formalistadel derecho positivo, el reconocimiento debe apuntar a reconocer underecho pluralista que abra otras posibilidades de formalizacin y pro-cedimientos distintos para el procesamiento de las normas y la resolu-cin de los conflictos, definiendo puntos de coordinacin entre lossistemas jurdicos que definen los lmites legales, como es el caso delos derechos humanos y los derechos de las mujeres.

    Por otro lado en el contexto actual de endurecimiento del Estadoante la crisis de gobernabilidad que vive el pas y de acoso sobre losrecursos naturales y los territorios indgenas, es de esperarse nuevaspresiones sobre el campo jurdico indgena y un retroceso para losderechos indgenas. Habr que ver hasta qu punto las institucionescomunitarias son o no capaces de enfrentar las nuevas exigencias de laeconoma poltica y redefinir sus normas para resistir a dichas presio-nes o si lamentablemente terminan sucumbiendo a las nueva faseextractivista del capitalismo neoliberal.

    No me queda duda que este libro ser una lectura obligada paraantroplogos y abogados interesados en comprender la dimensin delcambio jurdico en Oaxaca y su impacto en el derecho indgena.

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    Introduccin

    Este trabajo trata sobre la cultura y las prcticas jurdicas en dosmunicipios indgenas del estado de Oaxaca: Santa MaraTlahuitoltepec, mixe, y Santiago Ixtayutla, mixteco-tacuate. Eltema central de trabajo son los discursos que definen la frontera entrelo que se puede o no hacer en una sociedad, lo que en la cultura occi-dental hemos definido como Derecho. Al respecto, me pregunto so-bre la persistencia de discursos tradicionales que legitiman odeslegitiman conductas, y sostengo que en estos municipios los dis-cursos que definen la frontera entre lo legtimo y lo ilegtimo apuntana un modelo de orden comunitario. En algn sentido, este modelodifiere del modelo social que supone el derecho moderno y refuerza laidea de una sociedad colectivista, jerarquizada, campesina, religiosa,ritualista y festiva.1

    Algunas diferencias evidentes entre ambos municipios son la di-versidad cultural interna de Ixtayutla frente a la homogeneidad tnicade Tlahuitoltepec y el amplio espectro de relaciones de este segundopueblo con el exterior; en contraste, hasta hace algunos aos Ixtayutlase mantuvo muy aislado en relacin a los nodos ms modernos de laentidad. Especialmente presto atencin a la existencia de unaintelectualidad local tlahuitoltepecana, y de la otra parte, a la influen-cia que tienen las organizaciones no gubernamentales y la Iglesia enIxtayutla. Me pareci que estos elementos me daran respuestas sobrelo factores que hasta ahora mantienen ms estable el campo jurdicotlahuitoltepecano que el ixtayutleco.

    1 Agradezco el apoyo del Proyecto Conacyt Globalizacion, derechos indgenasy justicia desdeuna perspectiva de gnero y de poder: un enfoque comparativo (U51240-S).

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    En este proceso, incorpor otro elemento que tampoco habaconsiderado lo suficiente y cuya fuerza result sorpresiva y difcil deanalizar: la cosmovisin indgena tradicional. En la medida que lossignificados sociales que conforman la cultura se mueven a travs deflujos, mismos que crean sntesis diversas difciles de categorizar entrminos abstractos y puros, la cultura no se puede encajonar mediantesistemas abstractos, algunas ideas y rasgos culturales que vea como partede una mezcla cultural difusa que Santos (1995) define como interle-galidad. Atender estos aspectos me hizo ver lo arraigados e importantesque son en la vida poltica de estos pueblos ciertos rasgos culturalestales como los rituales, las ideas de lo divino, el uso de calendarios, labrujera y otros temas clsicos de la antropologa, los cuales se merevelaron con mucha fuerza durante el trabajo de campo. En este sen-tido, comprend la influencia y el vigor con que sigue existiendo estetipo de pensamiento y su relacin con aspectos de otros modelos cul-turales mezclados o yuxtapuestos. En este trabajo planteo algunas hip-tesis sobre la influencia que estos patrones culturales siguen teniendo enlas comunidades oaxaqueas.

    Me baso en el trabajo etnogrfico y de archivo realizados en losjuzgados de Zacatepec para el caso de Tlahuitoltepec y en el de Jamil-tepec para Ixtayutla. A Santiago Ixtayutla llegu buscando un munici-pio de contraste respecto a la estabilidad poltica que haba encontradoen Santa Mara Tlahuitoltepec. Aunque Ixtayutla es un municipio dis-tante y de acceso muy complicado, desde hace ya varios aos, organi-zaciones civiles trabajan en el lugar, lo mismo que activistas catlicos.Hacia finales de la dcada de los noventa, Ixtayutla sufri un graveconflicto poltico interno. A pesar de que en esas mismas fechas lasituacin de Chiapas y el EZLN seguan acaparando la atencin nacio-nal e internacional, las organizaciones civiles de Oaxaca, junto conotros actores nacionales y extranjeros, lograron realzar y obtener sor-prendentes logros en contra del caciquismo local. En ese tiempo segua distancia el desarrollo del conflicto y me preguntaba sobre los pro-blemas que enfrentaban en Ixtayutla, particularmente si en efecto eranproducto fundamentalmente del caciquismo externo o hasta qu pun-to los factores internos estaban siendo interpretados de manera insufi-ciente por los activistas sociales, como a mi juicio estaba sucediendoen las comunidades tzeltales donde yo trabajaba en esa poca.

    Como parte de mi estrategia de campo, los primeros dos mese nohice contacto con ninguna de las personas afines a las organizacionessociales, me concentr en trabajar con la gente del PRI y con los viejos

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    tatamandones del pueblo, ya que dada la fuerte polarizacin entre laspartes y la gravedad misma del conflicto, si me identificaban con estegrupo, no hubiera tenido acceso a ellos ni a la informacin que mebrindaron generosamente. Al cabo de unos meses, comenc el trabajode campo con el otro grupo, encabezado por lderes ligados al procesoeclesial y a las organizaciones sociales, mismo que gan la disputa.

    El estilo judicial que observ en asuntos aislados de Ixtayutla esmuy distinto al que al parecer exista hace algunos aos. En trminosde Laura Nader (1998: 151) el estilo judicial son los rasgos continuosque permean las actividades judiciales y que constituyen la forma y elmodo del juzgado. A partir de los testimonios recogidos, se deduceque la transformacin del estilo tradicional, muestra los rasgos conti-nuos de la justicia en Ixtayutla. Lo que para unos era la forma debidapor ser tradicional y buena como buenos y sabios eran los antepasadosde su pueblo, para los otros, esta forma de hacer justicia era incorrectapor ser violatoria de derechos.

    Los testimonios coinciden en el cmo se ejerca antes la justicia.Se habla de un sistema lleno de magia y brujera y de una lgica nego-ciadora tendiente al acuerdo, como sucede en Tlahuitoltepec y en otrascomunidades indgenas estudiadas por Nader (1998) y Collier (1995),pero tambin altamente punitiva y sancionadora como suelen ser lassociedades con elites fijas, sobre todo en tiempos de crisis de legitimi-dad. El estilo judicial de Ixtayutla tiene rasgos tradicionales de violencia(Flanet, 1989) y jerarquas estrictas (Cordero, 1992). Las versionesmismas de los actores de ambos bandos, son coherentes con estosestudios previos sobre la estructura de poder de los tacuates y las pers-pectivas sobre la venganza y la violencia en la cultura de la costaoaxaquea.

    A mi llegada a Ixtayutla a finales del 2002, este pueblo an esta-ba marcado por las secuelas de su conflicto. La presidencia municipalse encontraba bajo resguardo de la polica preventiva del estado y sehaba instalado un destacamento de la polica ministerial. Las autori-dades municipales despachaban en un cntrico galern de adobe sinninguna comodidad y utilizaban mesabancos de la escuela para aten-der a las personas. Los casos atendidos tenan poca formalidad y eranpocos, y a decir de la gente, mucho menos que antes del conflicto.Haba quejas sobre el servicio que prestaba la presidencia y deldescontrol prevaleciente en el orden municipal. Para muchos denun-ciantes, su sentir era que ya nadie les haca caso, adems sostenan quelas actuales autoridades eran dbiles y no saban resolver un conflicto.

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    2 Incluso todos los municipios con los que colinda son totalmente mixes. Acaso SanPedro y San Pablo Ayutla, es el municipio con un alto porcentaje de poblacin amestizada,sin embargo el pueblo en general tiene una clara autoadscripcin ayuuk o mixe.

    En mis visitas posteriores, el ambiente haba cambiado, el cabil-do atenda en el segundo piso de un palacio municipal grande y lascondiciones de trabajo resultaban ms adecuadas. Las nuevas autori-dades se asesoraban de un abogado para administrar justicia interna-mente; ste provena de las organizaciones no gubernamentales y erasensible a la negociacin. El estilo judicial de Ixtayutla se pareca msa lo que se escucha sobre lo qu es la justicia indgena, que a lo quelos actores declaran que era su propio estilo de ejercer justicia. El ape-go a la competencia legal de las autoridades era absoluto, adems, enese entonces funcionaba con regularidad una agencia del MinisterioPblico donde casi la mitad de la poblacin de la cabecera municipalasista con frecuencia a denunciar sus problemas. Debido a que elagente del Ministerio Pblico no poda investigar y consignar todoslos asuntos, con frecuencia tambin se dedicaba a negociar y conci-liar los conflictos. Este pueblo de tradiciones ocultas y prcticas devenganza, sin duda se haba transformado, pero la rapidez de este cam-bio llev a sus autoridades a actuar con cierto desconcierto y a supoblacin a vivir en una situacin de inseguridad. La descomposicinde la institucionalidad era notoria, un signo de la erosin jurdica era elabandono de la poblacin ms vulnerable que quedaba a la arbitrarie-dad del ms fuerte. Daba la impresin de que en este pueblo algo sehaba roto desde su fundamento, y ese algo era el sentido de la convi-vencia que les cohesionaba, y peor aun, para muchos de sus habitan-tes se haba perdido la esperanza.

    El aislamiento en el que se encuentra este sector de la poblacintiene importantes implicaciones en su forma de concebir la justicia y asus autoridades. En Tlahuitoltepec, actualmente ms de 66% de loshabitantes son bilinges y 30% son monolinges. Sin embargo, para1990 la poblacin bilinge representaba 58% de los habitantes y en laltima dcada el nmero de mixehablantes aument ligeramente de98.4 a 98.7%. Este es un claro indicador de que a pesar haberse incre-mentado el uso del castellano, el mixe no est siendo desplazando(INEGI, 1990 y 2000). Esto refuerza la idea de que en Tlahuitoltepec laconservacin cultural y la modernizacin no se oponen, por lo me-nos en el mbito especficamente jurdico.

    Mientras Tlahuitoltepec es un pueblo tnicamente homogneo,2

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    Ixtayutla es un pueblo predominantemente mixteco de la variantetacuate y de sta slo hay otro grupo en el estado, se trata del munici-pio de Santa Mara Zacatepec, pueblo lejano a Ixtayutla. Hay mesti-zos que emigraron de otros municipios desde el siglo XIX y chatinosasentados en la parte sureste del municipio, rea colindante con elterritorio de este grupo, particularmente con el municipio chatino deZenzontepec. Esta diversidad tnica se traduce en una diversidad lin-gstica. Entre 1990 y 2000 el nmero de hablantes indgenas seincrement de 73.2% a 78.2%, esto bsicamente porque los mestizoscon ms recursos han tenido mayor facilidad para emigrar. El nmerode personas bilinges decreci, pasando de 30.8% a 25.05% (INEGI,1990 y 2000).

    El primer captulo del libro tiene una reflexin que discute algu-nos marcos de anlisis del fenmeno jurdico. Contrariamente a loque sostienen la mayora de las perspectivas eminentemente jurdicas,me adhiero a las teoras socio-antropolgicas que sostienen que el de-recho, adems de ser un discurso normativo, est constituido por unaserie de prcticas que encarnan o repelen el enunciado abstracto. Estaperspectiva terica no niega que el derecho sea un discurso normati-vo, pero entiende que ste se define y redefine en funcin de las prc-ticas sociales que lo siguen o lo rechazan. El propio Kelsen (2000) ensu teora pura del derecho, propone que el derecho positivo se compo-ne de normas que son vigentes (discurso legitimado por el Estado) yeficaces (prcticas asumidas por la sociedad). En este sentido, utilizoel concepto de campo de Pierre Bourdieu y la antropologa jurdicaprocesualista, que en particular ha sido desarrollada en Mxico porLaura Nader, Jane Collier, Mara Teresa Sierra, Victoria Chenaut yAda Hernndez, principalmente.

    Al recabar los datos empricos intent leer y escuchar los discur-sos; reconstruir las prcticas jurdicas y reflexionar sobre cmo ambosaspectos del derecho discurso y prctica se enfrentan a las profun-das transformaciones de la economa poltica de sus pueblos, del pasy del mundo. Qu es una prctica jurdica y qu la distingue de otra?Cmo podemos distinguir un discurso jurdico de otro o de una sim-ple apreciacin moral? Estas son las preguntas que con mayor eficaciaha resuelto el formalismo jurdico al sostener que este carcter slo lolleva aquello que ha sido creado de acuerdo a las formas y procedi-mientos que seala la Constitucin. Desde esta perspectiva, la fronte-ra que el formalismo positivista establece entre lo jurdico y lo nojurdico se presenta como ntida y clara. El problema es que esto es

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    verdad slo desde el discurso del derecho positivo, pero no resiste unaaproximacin a las prcticas de una sociedad pluricultural, como laoaxaquea. La distancia que se establece entre la normatividad esta-tal y las prcticas sociales, es mucho mayor en sociedades con econo-ma no industrializada, como es el caso de importantes zonas de Mxico,particularmente en los municipios indgenas enclavados en la zonamontaosa y rural del estado de Oaxaca.

    En este trabajo muestro que el drama del formalismo jurdico ensociedades econmica y culturalmente diversas, es que, la rigidez de suscontenidos resuelve en el papel lo que no logra resolver en la prctica:crear patrones de conducta estandarizados y percepciones homogneasque responden al modelo de sociedad delineado por las leyes. Muchasprcticas sociales que no son jurdicas desde el punto de vista formal, slo son desde otras perspectivas discursivas y prcticas. Es el caso delderecho indgena de muchos municipios oaxaqueos, que independiente-mente del incipiente reconocimiento formal que tiene en la actualidad,prescribe formas de ordenar la sociedad y distribuir los bienes, distintas almodelo establecido por el derecho moderno. El caso de Ixtayutla mues-tra que lo ms peligroso del formalismo es que si nos apegamos exclusi-vamente a su nocin de lo jurdico, es imposible distinguir entre aquelloque es verdaderamente antijurdico o contrario al derecho, de lo que,aunque no fue creado conforme a las formas y procedimientos de laConstitucin, es jurdico porque est avalado por un discurso local quepodemos considerar, como veremos, como jurdico. Como se observaren Ixtayutla, el desconocimiento de la juridicidad indgena de un sis-tema posiblemente anacrnico, llev a un enfrentamiento maniqueoque dej pocas salidas a la conciliacin de modelos de organizacinsociojurdica. El horizonte de la investigacin fue la bsqueda de lo jur-dico en ambos casos de estudio.

    Los conceptos claves de campo jurdico, compuesto por la interac-cin entre normatividad y economa poltica, y el de interlegalidadcomo la interfase donde distintos mapas mentales de moralidad nor-mativa rigen la conducta de personas que comparten espaciosinstitucionales, han servido para describir y ordenar la compleja reali-dad captada. Desde este punto de vista, la reconstruccin de lo jurdi-co y sus transformaciones en Tlahuitoltepec e Ixtayutla no fue guiadacon la brjula de las concepciones formalistas del derecho, ni consuetu-dinario, ni positivo, la observacin estuvo orientada por las prcticaslocales acompaadas de su propia moralidad. Consider las percepcio-nes de los sujetos y los procedimientos de sus propias instituciones po-

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    lticas para legitimar o rechazar ciertos discursos y conductas. EnTlahuitoltepec como en Ixtayutla tienen sus propias formas de cons-truir la frontera entre lo que se puede o no se puede hacer en el pue-blo y el anlisis de los casos abordados en los captulos IV y VI dancuenta de cmo se construye en concreto esta divisin.

    Una de las propuestas tericas que orient el anlisis se basa en larelacin entre normatividad y economa poltica para la constitucindel campo jurdico. Como se muestra en los captulos III para Ixtayutlay V para Tlahuitoltepec, la normatividad indgena haba sido, en mu-chos sentidos, mucho ms coherente con su economa poltica cam-pesina que la misma normatividad estatal. Estos pueblos mantenanun tipo de economa, cultura y poltica ms o menos estable, lograndotambin en la dimensin normativa, consensos estables. Sin embargo,la aceleracin de los procesos de cambio con las reformas estructura-les del pas a partir de la dcada de los ochenta, cataliz los reacomodosinternos y la valoracin de perspectivas locales.

    En los captulos III y V se discute la forma en que las eliteslocales de Ixtayutla y Tlahuitoltepec gestionaron los cambios produ-cidos por la migracin, el aumento de la comunicacin con el exte-rior y el incremento en el nivel educativo de sus habitantes, entreotros. En el captulo III explico el caso de Ixtayutla, municipio queal permanecer por ms tiempo aislado de estos procesos, vio colapsarsu orden comunitario hacia finales de la dcada de los noventa ydonde la presin de los cambios se hizo evidente frente a una institu-cionalidad y una normatividad que por muchos aos haba sidoreactiva o resistente al cambio.

    El anlisis que presento en el captulo V sobre Tlahuitoltepec mues-tra que este pueblo a pesar de estar viviendo tensiones semejantes a lasde Ixtayutla, gracias a algunos episodios de cambio en su historia re-ciente y a una intelectualidad local hbil y pragmtica, ha logrado sor-tear mejor los desafos de su insercin en la modernidad, manteniendoy aprovechando un tradicionalismo sui generis para ganar aliados y man-tener un buen nivel de control interno de su poblacin.

    El teln de fondo de estas discusiones es la globalizacin, vistacomo un proceso que mueve aceleradamente personas, ideas y bienes,mezclando todas las culturas, a travs de flujos asimtricos cuyos refe-rentes de movilidad y formaciones de significado provienen funda-mentalmente del Estado, el mercado, los movimientos sociales y losmodos de vida de las personas (Hannerz, 1992). En este sentido, meinteresa esencialmente la difusin y mezcla en las culturas tradiciona-

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    les, que generan nuevos discursos sobre los derechos y la reformadel Estado hacia el multiculturalismo neoliberal (Hale, 2005), dondese perfila un multiculturalismo multifactico que lo mismo representala contraccin del Estado que la reivindicacin cultural de los movi-mientos indgenas.

    Los captulos IV y VI muestran cmo estos cambios se manifies-tan en el estilo judicial (Nader, 1998) de ambos pueblos. Se observacmo el peso de lo moral-religioso ha sido definitivo en la cohesinsocial y es fuente de legitimacin de los discursos jurdicos locales.Una diferencia clave entre ambos pueblos es que mientras en Ixtayutlalo mgico-religioso sigui definiendo el contenido sustantivo de susnormas, en Tlahuitoltepec, estas concepciones se han mantenido, msbien como forma procedimental de elegir autoridades y medio paraque stas obtengan un grado de aceptacin y legitimidad para decidirla aplicacin de normas cuyo contenido sustantivo puede a veces co-rresponder a principios tradicionales y otras a principios modernos.

    Ambos casos analizados ilustran los retos que tienen las comuni-dades indgenas contemporneas frente a los cambios en la economapoltica que trae consigo la globalizacin, as como la imposibilidadde sustraerse a su influencia. No obstante, lo inexorable de estos proce-sos es que tambin los discursos sobre el pluralismo y las pretensionesdel nuevo Estado neoliberal respecto a formar una cultura nacional,abren espacios de negociacin para que la normatividad tradicional nose colapse ante el embate de los poderosos discursos que porta laglobalizacin, especialmente el de derechos humanos y derechos degnero. En Tlahuitoltepec, a diferencia de Ixtayutla, han sabido hastael momento leer mejor esta situacin. En este pueblo han entrado a ladinmica de los cambios sin que se colapse lo que podemos llamar uncampo jurdico tradicional inserto en un campo jurdico nacional h-brido, pero ahora expresamente reconocido como intercultural.

    Respecto a las articulaciones del campo jurdico municipal y lanormatividad indgena, parto de que la nocin de campo de Bourdieues eminentemente relacional. El campo no se constituye como la sumade las percepciones y las acciones que lo estructuran, sino en lainteraccin de diferentes actores que desde sus posiciones interactanen un marco que determina percepciones, intereses y acciones, a lavez que se estructura a partir de las mismas. Para entender la lgica defuncionamiento de los campos jurdicos de Tlahuitltepec e Ixtayutla,tanto desde una perspectiva normativa como de una prctica contex-tual, fue necesario ubicar los casos en un contexto que permitiera la

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    dimensin poltica, social y cultural del caso. En este sentido, fue rele-vante analizar las relaciones que mantienen las agencias o rancherascon la cabecera municipal, las que se establecen entre el municipio yel entorno regional y con el estado, as como las dinmicas contempo-rneas en lo econmico y lo poltico.

    Al final de la investigacin me centr en lo que se puede entendercomo campo jurdico local, sin embargo part del supuesto de que lajusticia local se define a partir de su interaccin con los juzgados yentidades polticas estatales,

    El anlisis de las perspectivas normativas puestas en juego sederiv, en primera instancia, de las normas positivas del derecho na-cional, ya que se encuentran escritas y se invocan constantemente enlos expedientes. Este anlisis evidenci que en muchos casos las auto-ridades del estado, sobre todo en los lugares ms alejados, invocannormas sin conocerlas a cabalidad aplicndolas de manera imprecisa,frente a usuarios que las conocen y las entienden mucho menos aun.Tambin es destacable que en el sistema jurdico formal existen di-versas normas provenientes de distintas tradiciones, mismas que sonusadas en distinta forma y de acuerdo a lo que el juzgador considereconveniente segn el caso. Esto genera una amplia discrecionalidadde parte de los jueces y otros funcionarios.

    El reto jurdico mayor fue la bsqueda de la normatividad indge-na de Ixtayutla y Tlahuitoltepec. Desde mi perspectiva, la norma ind-gena no se puede identificar con la prctica consuetudinaria, lo queremite a una discusin fundamental de la antropologa jurdica respec-to a si la forma en que se rigen las comunidades no occidentalespueden ser consideradas derecho. En la observacin de las formas lo-cales de hacer justicia y del contenido de los casos concretos es posi-ble apreciar dos cosas que ya haban sido resueltas por la tradicinprocesualista de la antropologa jurdica: la primera, es que en efectose puede hablar de un derecho local o indgena pero ste no necesaria-mente tiene los parmetros propios del derecho estatal. Es claro quetanto en Ixtayutla como en Tlahuitoltepec existen o han existido idealeshegemnicos sobre el buen orden y la buena distribucin dentro dela comunidad, perspectivas de cmo se debe organizar una sociedadcon base en tradiciones, jerarquas establecidas, espacios de participa-cin social, modelos de vida familiar basado en roles, etc. La segunda,como han documentado los trabajos de Sierra (1995, 1999, 2000 y2001) y Chenaut (1995 y 1999) en Puebla y Veracruz respectivamen-te, que retoman el concepto de interlegalidad de Boaventura de San-

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    tos, existe un amplio fenmeno de interlegalidad donde diversos mun-dos normativos se traslapan en espacios comunes generando sntesisnormativas particulares en cada caso.

    La dificultad radica en la bsqueda de datos que revelen la posibleexistencia de un sistema normativo del derecho indgena como cons-truccin ideal, no obstante, la idea no era buscar estos datos comonormas rgidas, escritas y de valoracin supuestamente nica, como lasdel derecho nacional. En estos pueblos existen varias concepciones delo considerado buen orden y buena distribucin que deberan regu-lar su vida, pero como he dicho, estos principios no pueden ser conside-rados normas sino hasta que un grupo o todo el pueblo los invoque yuna autoridad los legitime o haga un balance para aplicarlos en ca-sos concretos. Entre estas concepciones, existen algunas que sonhegemnicas en determinados momentos y dados ciertos procesos,pero su hegemona puede entrar en crisis, debiendo integrar otrosparmetros u otras concepciones.

    La fuente privilegiada para la obtencin de estos datos normati-vos son los casos concretos en donde los litigantes y los jueces desa-rrollan sus posturas y criterios de valoracin. Por esta razn, una parteimportante del anlisis se centr en la reconstruccin de los casos apartir de discursos que hacan una valoracin de lo que pas en ellugar y en el proceso mismo. Otra fuente de informacin significativafue el discurso dado por ciudadanos comunes al plantearles cmo ha-bran resuelto ellos el caso. Otro parmetro privilegiado para conoceralgunos principios sustantivos que aplican las autoridades al crear nor-mas que podramos llamar tradicionales es la versin de los viejos yde los sabios o curanderos tradicionales, sobre todo lo que para estosse rompi del orden tradicional durante el caso concreto.

    Estos valores que se expresan en el caso concreto son normativosen la medida que desde la percepcin de ciertos individuos o gruposdeben ser obligatorios para todos permitiendo, prohibiendo o exigiendodeterminadas conductas. Sin embargo, para convertirse en derecho enese contexto requieren que despus de ser invocados por los ciudada-nos locales, sean avalados por el poder poltico local, lo que se puedellamar normatividad de segundo nivel. De esta forma, para definir ladimensin normativa del campo local no busqu valores que pertene-cieran a una u otra tradicin, tampoco analic qu norma es ms anti-gua o cul es ms indgena. Lo que me import fue observar que alexponerse la versin del caso o de su posible solucin, se pronunciaraun discurso de lo que debi ser, es decir una opinin con carcter

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    axiolgico norma de primer nivel que puede ser tradicional, moder-na, religiosa, basada en el discurso de los derechos o en la idea de laobligacin individual o colectiva. Las normas de primer nivel nosdan una aproximacin de la cultura jurdica de ciertos sectores o gru-pos dentro del pueblo y pueden ser tantas y tan dispersas como pobla-dores hay en el mismo.

    Actualmente, por supuesto que hay prcticas y discursos muyrecurrentes, sin embargo, el aumento de la diversidad interna va debi-litando estas constantes. De ah que las comunidades se enfrentan alreto de definir cules, de entre esa variedad de principios, son aplica-bles o jurdicas en determinado contexto y momento. Por tal motivono se puede hablar de culturas jurdicas basadas en la interlegalidad,pero no de derecho, porque el derecho es lo que unifica, da forma ycoherencia ideal a esta variedad de discursos. Es cuando el poder pol-tico local, a travs de una resolucin al caso concreto, legitima uno deestos discursos sobre los otros, es decir, hasta que se produce la nor-ma de segundo nivel se puede hablar de derecho desde esta perspec-tiva. Este fue el referente que me permiti dar un perfil especfico alcampo jurdico de ambos municipios y dar cuenta de sus transforma-ciones en los momentos ms recientes de su historia.

    En sntesis, este trabajo pretende ser una contribucin al desarro-llo del pluralismo jurdico del pas y en este sentido, he mostrado alcampo jurdico de los municipios indgenas estudiados como camposcomplejos llenos de retos y desafos, sin embargo la necesidad de avan-zar hacia un pluralismo jurdico en Mxico no es un problema de losindgenas, sino del Estado mexicano en su conjunto. No se puede tenerun diseo jurdico monista para ordenar una sociedad plural y pregun-tarnos qu hacemos con los indgenas, ms bien, se trata de responderqu hacer todos para convivir mejor desde nuestra diversidad. Avanzarhacia un campo jurdico pluralista implica sin duda, ajustes del campojurdico indgena pero el reto mayor es para el campo jurdico estatal,el cual requiere pasar de una lgica estandarizadora y monocultural aconvertirse en un espacio de encuentro de las prcticas y normas queen la realidad regulan la vida de los diversos sectores de la sociedad.

    Si desde la nocin de campo jurdico se necesita un anlisisadecuado de las prcticas y normas que expliquen su racionalidad ylas posibilidades de ordenar una sociedad especfica, se debe recono-cer el dilogo y la complementariedad entre la antropologa y el dere-cho. La mayora de los estudios jurdico-antropolgicos muestran, demanera muy adecuada, el anlisis y la dinmica intercultural de las

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    prcticas jurdicas en regiones indgenas, sin embargo se han distancia-do de la racionalidad normativa que posee autonoma, por no ser veri-ficable a travs de las conductas concretas que observamos desde laetnografa. El problema de la antropologa normativista, a mi juicio esmayor, porque supone que la sociedad indgena funciona o alguna vezfuncion como se describe en su reconstruccin del derecho tradicio-nal, y las prcticas que se aparatan del modelo son imposiciones odesviaciones que van en contra de lo verdaderamente indgena.

    Por su parte, el anlisis que hacen los juristas tradiconales, exclu-sivamente normativo y expresamente independiente de las relacionessociales, tampoco da cuenta de la dinmica del campo jurdico. Estasposiciones que defienden una total autonoma del derecho con respec-to a lo social no explican los procesos de construccin, interpretaciny aplicacin de la norma, y por tanto, de la ineficacia de ciertos mode-los jurdicos. Aunque normativamente vigentes, estos modelos resul-tan inadecuados a la cultura y economa poltica de los contextos endonde pretenden regir. Esta limitante de la teora jurdica hace eviden-te el complemento que la antropologa y la sociologa pueden dar alestudio del derecho sobre todo en sociedades cuyo Estado tiene pocacapacidad de determinar las conductas sociales de sus pobladores, loque permite la subsistencia de una pluralidad de culturas jurdicas y deinstituciones informales generadoras de normas.

    Por otro lado, y dada la diversidad plasmada, observamos que ellargo proceso de reforma del Estado y la reforma judicial que se intentallevar adelante en Mxico implica una verdadera participacin demo-crtica, lo que en nuestro pas tendra que ser sinnimo de intercultural.El ejemplo que brindan Tlahuitoltepec y Ixtayutla, ms all de ser unjuicio o tener un inters exclusivamente acadmico, ofrece la oportu-nidad de reflexionar en lo que ha sido el derecho nacional en estasapartadas regiones indgenas y las escasas posibilidades que tiene deasentarse en su esquema actual.

    Como se muestra en este trabajo, las jurisdicciones indgenas exis-ten, funcionan y son eficaces. Puede haber temas en los que se cues-tione su moralidad o su compatibilidad con el tipo de sociedades quehoy da se perfilan, incluso dentro de las propias comunidades indge-nas, sin embargo en la mayora de los casos su funcin se ejerce demanera cercana a la gente, son mucho ms accesibles que las institu-ciones estatales y con frecuencia su lgica de funcionamiento logracaptar lo que el sujeto requiere para sentir saciada su percepcin rotade justicia.

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    La limitada competencia que la legislacin oaxaquea reconocea estas autoridades no es racional ni cercana a la realidad, dando mar-gen al arbitrio tanto de las autoridades estatales como de las propiasautoridades indgenas. Estas normas de reconocimiento ambiguo danpie a interpretar discrecionalmente lo que resuelven y cmo lo hacen,dejando los marcos de control de estas actuaciones a acciones de fuer-za y presin social, dejando en un segundo plano los recursos verdade-ramente jurdicos.

    Como es bien sabido, Oaxaca es una entidad pobre y lagobernabilidad est basada en el corporativismo que las elites estata-les ligadas al PRI mantienen hacia los grupos de poder local, que enmuchos casos son las propias comunidades indgenas. Este sistema deorganizacin que ha permitido la cohesin de la entidad, es hoy en daindeseable para cada vez ms personas dentro y fuera de Oaxaca. Tam-poco la idea liberal del ciudadano individual y el Estado de derecho entrminos modernos es viable, y posiblemente ni deseable por la mayo-ra de la poblacin en la entidad. Responder a este dilema es un retode las actuales y prximas generaciones oaxaqueas.

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    Primera parteEl campo jurdico

    Captulo I. El campo jurdico de OaxacaLos fenmenos jurdicos se presentan a travs de un conjunto de rela-ciones sociales y prcticas estructuradas en espacios pretendidamentedefinidos por normas. Las normas son constitutivas de derecho por-que definen conductas en abstracto y las califican como prohibidas,permitidas u obligatorias, y al igual que las normas son constitutivasdel derecho, la economa poltica lo es del fenmeno jurdico. Leyen-do las normas de un Estado se puede saber a que tipo de relacionesaspira esa sociedad, pero no se lograra entender si ese proyecto serealiza o no, ni las razones que le impiden concretar su modelo derelaciones; se necesita observar la forma en que esa sociedad genera ydistribuye bienes, as como el significado cultural que le otorga a larealidad que este conjunto de factores genera.

    Las normas, entendidas como discurso ideal que pretende orde-nar la sociedad y distribuir la riqueza que en ella existe, son un referen-te indiscutible del fenmeno jurdico, pero es necesario conocer el cmorelaciones de fuerza y el dnde entorno cultural se producen y silogran el objetivo de regir los comportamientos sociales. Tambin esimprescindible saber si las elites polticas y econmicas de una socie-dad comparten su dominio con otros sectores a travs de institucioneso lo ejercen de manera directa, y a travs de qu medios se obliga a lasociedad a adaptarse a ciertas reglas.

    El propsito de esta primera parte del trabajo es discutir los efec-tos de la tensin que se genera en la distancia existente entre lanormatividad, la cultura y la economa poltica. En el caso particular

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    3 Normas socialmente aceptadas como referentes de conducta, aun cuando los rganosestatales facultados constitucionalmente no las reconozcan.

    de los pueblos indgenas existe una dificultad estructural paraimplementar las normas del derecho moderno, ya que stas no co-rresponden al modelo de economa poltica que ha prevalecido enlas comunidades indgenas, las que mantienen sus propios sistemasnormativos acordes a su contexto especfico, caracterizado por lafragilidad y precariedad econmica y la diversidad e inaccesibilidadde muchas de las comunidades.

    Qu es el estado de derecho en Oaxaca:sociedad adecuada a normas o normas adecuadas a la sociedad?Las prcticas jurdicas en Mxico han estado tradicionalmente apar-tadas de los referentes legales que pretenden regularlas. Dentro delcontexto nacional, con una distancia abismal entre la legalidad y lasconductas, el estado de Oaxaca representa un caso extremo donde elderecho vigente que ha sido formalizado por las instituciones delEstado mexicano ha sido poco eficaz. De acuerdo con la concepcinde Hans Kelsen, el derecho positivo, adems de ser vigente debe sereficaz (Kelsen, 2000; Correas, 1986). En su teora del derecho positi-vo, el padre del formalismo sostiene que una norma para ser parte dela esfera hermtica que conforma el derecho, no slo debe estar emiti-da de acuerdo a los criterios formales de su creacin, sino que debe sereficaz, es decir, regir de manera firme las conductas sociales y mante-ner asociadas sanciones que en efecto se apliquen. En este sentido, elformalismo extremo que asumen algunos juristas en Mxico es inclu-so contrario a los postulados de sus propios creadores.

    Las conductas no jurdicas opuestas tanto al derecho vigente comoa un derecho eficaz pero no vigente desde el punto de vista estatal,3

    han tenido infinidad de resquicios para colarse entre ambos tipos dederecho. De manera que las instancias sociales encargadas de exigir es-tas conductas a los individuos que podemos llamar autoridades noformales, disputan la hegemona frente al Estado en sus mbitos deaccin especfica y a travs de muy diversas estrategias, muchas de ellasen un paradjico contubernio con las acciones informales de ste. EnMxico existe la paradoja de que el Estado formal mantiene una dispu-ta permanente contra un Estado informal que se liga en sus accionescon grupos de poder de facto, luchando permanentemente contra smismo. Esta dualidad crea, por un lado, una neurosis colectiva marca-

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    da por una compulsin hacia la ilegalidad y la corrupcin, y por otrolado, un formalismo de exagerada pasin hacia la literalidad de la nor-ma que media la tensin entre lo que hacemos como sociedad yEstado tendientes a la ilegalidad y lo que deberamos hacer comosociedad y Estado de derecho.

    Una de las estrategias que mejor garantiz la hegemona delEstado prista durante dcadas, fue su capacidad de negociar el reco-nocimiento tcito de instancias sociales capaces de regirse conformea sus propias normas al margen de la legalidad formal. Sindicatos,corporaciones, ejidos, rancheras, asociaciones de colonos, empresa-rios, industriales, Iglesias, comerciantes, entre otros, siguieron lasnormas internas de su grupo, otorgndole a cambio su lealtad al go-bierno; y ste por su parte, brind apoyo, reconocimiento, en mu-chos casos recursos pblicos, y grandes mrgenes de actuacin a suslderes e instituciones.

    Los grandes juristas liberales decimonnicos de Oaxaca4 forma-ron sus ideales jurdicos a partir de los an incipientes referentes delderecho moderno, basado en el individualismo, el racionalismo y losprincipios abstractos del Estado nacional y sus instituciones. La apuestacultural y racial de ese modelo fue el mestizaje, la mezcla de razasfusionadas en una sola de carcter original que dejara atrs la divisinentre indios e hispanos. Los principales pensadores de finales del sigloXIX y principios del XX formularon esta ideologa nacionalista basadaen la integracin de los diversos grupos socioculturales en una grancultura nacional mestiza (Hernndez, 2001: 16-20).

    Contrariamente a este ideal, en la entidad permaneca una orga-nizacin social basada en el arreglo entre las formas jurdicas locales,el control social corporativista y la jerarquizada regulacin indgenaen el mbito local, estas formas jurdicas estn tambin vinculadascon las concepciones msticas y jerarquizadas del derecho colonial.Durante aos, aunque con ajustes y cambios, estas formas sobrevivie-ron dando lugar a la coexistencia, ms o menos ordenada, de las co-munidades indgenas productoras de bienes agrcolas y artesanales,con los centros urbanos y comerciales criollos y mestizos. En estaszonas urbanas se prestaban servicios jurdicos, polticos y espiritualesa los pueblos indgenas. Con el paso de los aos estos centros domini-cales (Aguirre Beltrn, 1992b) como Tlacolula, Villa Alta, Tuxtepec,Huajuapan de Len, Salina Cruz, Pochutla, Jamiltepec, etc., tenan un

    4 Sin duda Benito Jurez es el icono de este grupo.

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    5 Ya para 1824 exista en Oaxaca una Corte del Estado y Tribunales de Primera Instancia,y al ao siguiente estas instancias atrajeron todos los asuntos del Magistrado nico deSegunda Instancia Provincial, instancia del periodo colonial tardo (TSJO, 2000, tomo I: 3).

    dominio tan arraigado de sus regiones que se les otorg el estatus jur-dico de cabeceras distritales y posteriormente de delegaciones de go-bierno en el sistema jurdico-poltico oaxaqueo.

    Hasta el siglo XIX, los servicios jurdicos tenan que ver sobre todocon los conflictos entre comunidades y con cierto tipo de delitos gra-ves, dependiendo de cada pueblo y regin (Greenberg, 1993; Chance,1978 y 1989; Romero Frizzi, 1996; Chassen, 1986). De acuerdo a lasideas de la poca, las elites liberales oaxaqueas encontraron inmorale indeseable ese viejo rgimen impregnado de atraso, atavismos cul-turales y religiosos, injusticia y dominacin dentro y fuera de la comu-nidad indgena. Como podemos observar en esta cita de Benito Jurez,su vision del orden existente en su natal Oaxaca era contrario a supropia concepcin de orden y progreso:

    En lo particular del estado de Oaxaca donde yo viva se verificabantambin, aunque en pequea escala, algunos sucesos anlogos a losgenerales de la nacin. Se reuni un Congreso constituyente que dio laconstitucin del estado. Los partidos Liberal y Retrgrado tomaronsus denominaciones particulares, llamndose Vinagre el primero yAceite el segundo. Ambos partidos trabajaron activamente en las elec-ciones que se hicieron de diputados y senadores para el primer Con-greso Constitucional. El Partido Liberal triunf sacando una mayorade diputados y senadores liberales, a lo que se debi que el Congresodiera algunas leyes que favorecan la libertad y el progreso de aquellasociedad, que estaba enteramente dominada por la ignorancia, el fana-tismo religioso y las preocupaciones (Jurez, 1975: 24).

    Desde esta concepcin fundada en valores y moralidad moderna,sin duda existan aspectos que nadie habra podido defender desde lamoralidad del viejo rgimen, pero tambin algunos de los elementosestructurantes de ste concebidos como ignorancia y fanatismo religio-so, tenan un asidero moral en la perspectiva poltico cultural de quieneslos encarnaban. No obstante, acorde a sus ideales y proyecto, estas eliteshicieron tbula rasa y pusieron en prctica reformas integrales a las ins-tituciones y normas jurdicas de la poca, incluso de manera tempranacon respecto a otros estados de la an tambaleante federacin.5

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    Independientemente cualquier juicio sobre ambas posiciones dela disyuntiva decimonnica de civilizacin o atraso y frente a los acto-res sociales que las defendan,6 quedan claras dos cosas: la primera, esque a pesar de las luchas entre conservadores y liberales en las que sevio envuelta la poltica oaxaquea y nacional del siglo XIX (Dalton,1997, t. 2), los liberales lograron crear las instituciones y establecer lasdefiniciones formales del sistema jurdico que prevalece hasta nues-tros das. La segunda, es que a pesar de ello, no se logr la libertad yel desarrollo de esa sociedad como esperaba Jurez con lapromulgacin de leyes liberales. Ni los grupos sociopolticos que im-pulsaban el ideal liberal, ni el Estado, tuvieron la fuerza, el inters ylos recursos suficientes para transformar las relaciones sociales y deproduccin que sustentaban el viejo rgimen jurdico, forzando a lamayora de los sectores sociales a reproducir las prcticas jurdicas deese viejo rgimen pero con reglas formales de nuevo cuo. El resul-tado fue el desarrollo de un sinnmero de estrategias prcticas quepermitan actuar conforme a referentes tradicionales pero haciendocomo si se cumpliera con las reglas modernas. De ah, lo vaco queresulta la expresin en estricto apego al estado de derecho usadacomnmente por los gobernantes.

    La distancia entre normas y conductas no implica que corran porcarriles paralelos sin tocarse. Las normas no llevaron a las prcticassociales hacia sus referentes, fueron los referentes de una economapoltica agraria que entraron en relacin con un complejo entramadode normas modernas vigentes pero ineficaces y con normas tradicio-nales eficaces pero no vigentes. Esto dio lugar a un sui generis campojudicial compuesto de normas y prcticas en relacin de funcionalidady tensin con sus referentes estructurales tanto de economa polticacomo normativos. Paulatinamente las nuevas normas modernas lle-varon a refuncionalizar instituciones, transformar referentes culturales eincorporar de manera parcial prcticas modernas (Marino, 2004). Losfuncionarios locales han sido iniciados en el aprendizaje de dobles dis-cursos, y expertos en hacer como si sus prcticas fueran conforme a la leyo estrictamente apegadas a derecho. Se crean intrpretes o brokers espe-

    6 Aunque pareciera un tema viejo, esta disyuntiva contina teniendo una fuerzasorprendente en el imaginario nacional. Lo curioso es que la frontera entre lo civilizado,culto, cosmopolita, etc. y lo atrasado, ignorante, indio, naco, etc., se renueva decontenidos permanentemente y se encarna en personas y grupos sociales que coexistenen el espacio nacional, dividindolos profundamente, lo que paradjicamente reproducelas categoras estamentales a las que se opone el liberalismo.

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    cializados en el dominio del discurso legal formal que sirven de puenteentre las prcticas y los discursos legales (De la Pea, 1986).

    Las reformulaciones jurdicas emanadas del movimiento revolu-cionario de principios del siglo XX y formalizadas en la Constitucinde 1917, intentaron hacer una readecuacin normativa que diera cobijoa algunas prcticas subsistentes del viejo rgimen, particularmente lorelacionado con la propiedad colectiva de la tierra y la subsistencia deciertas entidades de tipo corporativo, a travs de instituciones y polti-cas pblicas que les garantizaran un acceso adecuado a la modernidad(Fix Fierro y Lpez Aylln, 2003). En las entidades del sur, los efec-tos de la Revolucin estuvieron altamente mediados por las elites eco-nmicas y polticas locales y ms especficamente regionales de laentidad (vase Dalton, 1997). Adems, los gobiernos estatales nuncacontaron con los recursos suficientes para conseguir una penetracininstitucional y hacer eficaces los proyectos de la Revolucin en todoslos rincones de la entidad, incluso algunos funcionarios estatales comomaestros o jueces entraron en conflicto con los grupos caciquiles depoder local (Bertely, 1998; Laviada, 1978).

    As, encontramos que las reformulaciones jurdicas emanadas de laRevolucin no transformaron del todo la relacin distante entre prcticasy normatividad, aunque la definicin del derecho agrario como derechosocial permiti formalizar los tipos preexistentes de posesin de la tierra,detener el despojo de algunas tierras indgenas que la legalidad del sigloXIX haba amparado y permitir el acceso de campesinos sin tierra a lasgrandes concentraciones que se avalaron bajo las reglas decimonnicas(Arellanes, 1999). Por otra parte, esta nueva legalidad reimpuls viejasdisputas agrarias de origen colonial y el surgimiento de otro tipo de con-flictos derivados de estos nuevos criterios. Donde haba fronteras difusasentre pueblos y referentes mticos de relacin entre pueblos y tierras, elderecho agrario impuls la planimetra, la exactitud de lmites y dierongran importancia a la existencia y genealoga de ttulos como referentesde propiedad, incorporando paulatinamente perspectivas nuevas sobrereferentes culturales preexistentes, llevando hasta la actualidad que estosconflictos sean aun ms difciles de resolver. Con las nuevas formas dedelimitacin agraria se hibridaron algunos referentes culturales de la rela-cin entre tierra y comunidad con la lgica de los derechos de propiedad;surgieron nuevas perspectivas en los litigios que agudizaron los conflictosentre pueblos, quienes de manera estratgica usaron ambos referentes ensu defensa, utilizando hoy en da la etnicidad como uno de sus recursosfundamentales (Hernndez, 2001).

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    En este contexto, la distancia entre el derecho formal liberalmoderno con adhesiones de tipo social y las prcticas sociales per-maneci. Las instituciones modernas del Estado, como los juzgados,Ministerios Pblicos y delegaciones del Departamento de AsuntosAgrarios y Colonizacin (despus Secretara de la Reforma Agraria)entre otros, tuvieron que adecuarse a las costumbres y formas de orga-nizacin local en las que privaban perspectivas colectivistas, valorestradicionales y estructuras polticas altamente jerarquizadas. Con ellosobrevino una estructuracin poltica gubernamental tambin altamentejerarquizada y discrecional en sus acciones y resoluciones (Martnez,2004). Las adecuaciones generaron instituciones estatales hbridas ydiscrecionales, que criticadas pero aceptadas, y aunque distantes de sumarco normativo, se puede decir que de algn modo constituyeron unpuente entre las prcticas sociales y las normas estatales. Las pregun-tas que surgen en este sentido son: Qu pasa cuando las prcticas yperspectivas sociales cambian, y aquello que fue aceptado deja deserlo? Cundo la distancia entre prcticas y normas deja de ser nor-mal y todos los grupos importantes comienzan a exigir un cambio?

    Frente a esta situacin, surge la disyuntiva de cambiar el derechopara adecuarlo a la sociedad, como se intent con las reformas jurdi-cas emanadas del movimiento revolucionario de 1910, o bien cam-biar a la sociedad para adecuarla al derecho, propsito intentado porlas polticas pblicas desde aquel periodo. En el caso de la relacinentre sociedades indgenas y el derecho, se recurre a las dos alternati-vas. Durante gran parte del siglo XX, las polticas e institucionesindigenistas y educativas se esforzaron en cambiar las prcticas socia-les y de manera compulsiva transformar a los indgenas en ciudadanosindividuales y tnicamente mestizos, hecho que no se logr. Du-rante el auge del Estado posrevolucionario se adecuaron algunas nor-mas a las prcticas sociales, pero la intencin central result cambiarlas prcticas sociales para adecuarlas a las nuevas normas. A partir delagotamiento del proyecto nacionalista posrevolucionario el dilema sereaviva, surge una tendencia hacia adecuar las normas a las prcticas,reconociendo de manera paulatina y con muchas resistencias, algunasformas de organizacin sociopoltica de los indgenas. Esto tiene unalectura reivindicativa pero tambin estratgica, es decir, que el Estadoretira su responsabilidad social para con esos pueblos y se concentraen los sectores de la poblacin que pueden ser funcionales a un pro-yecto econmico globalizado. Al mismo tiempo, en los ltimos 25aos, el sistema jurdico nacional ha sufrido un proceso de acelerada

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    transformacin (Fix Fierro y Lpez Aylln, 2003). En lo que respectaal reconocimiento de derechos indgenas la reforma es an incipiente,pese a que ah se han centrado algunas bateras crticas que exigen sutransformacin. Y aunque tambin muy cuestionadas, las institucio-nes judiciales toman un nuevo impulso por su relevancia poltica cadavez mayor. Las normas intentan adecuar tanto las formas como lasprcticas judiciales a nuevas exigencias sociales, pero sobre todo, a losrequerimientos de una economa globalizada, donde de les da unprotagonismo que crea el efecto de mayor independencia. El nuevomodelo pretende mostrar instituciones judiciales ms eficientes, msilustradas, abiertas a referentes normativos transnacionales y ms impli-cadas en los procesos polticos (De Souza Santos y Garca Villegas, 2001).

    En Oaxaca, la reforma judicial tiene matices particulares en tan-to la estructura gubernamental sigue centrada en el Ejecutivo estatal,y el Poder Judicial est totalmente subordinado al Ejecutivo local.Las reformas polticas y econmicas hacia el interior de la entidadsiguen un proceso diferente a las que se viven en el mbito nacional.La reforma judicial local enfrenta el doble reto de crear el efecto demodernizacin y autonoma, pero sin afectar las redes de control cor-porativo que mantiene la estructuracin poltica estatal.

    Por otra parte, desde el proceso judicial se observan tendencias decambio en las prcticas sociales indgenas, ya no a travs de una inter-vencin directa del Estado, sino principalmente del mercado. La inci-dencia de lo externo en la vida de las comunidades es producto de lasnuevas interacciones socioeconmicas del Mxico actual, principalmen-te a travs de la migracin y las transferencias de recursos econmicosal mbito local. El abandono del proyecto social nacionalista, la apertu-ra comercial del pas, el nuevo dinamismo de movimientos y actoressociales, y los cambios en las formas de transferir recursos pblicos a losgobiernos locales y a los individuos, estn generando profundas y acele-radas transformaciones en las prcticas de las sociedades indgenas.

    En este escenario de cambios normativos e institucionales por unlado y cambios sociales y econmicos por el otro, queda por respon-der si las nuevas normas e instituciones estn realmente acercndosea una mejor y ms coherente regulacin del nuevo tipo de sociedadque se perfila.

    Modelo jurdico y economa poltica: discurso jurdico oaxaqueoy la distancia estructural con su medio socialEn este apartado discuto una serie de aspectos constitutivos del dere-

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    cho en el estado de Oaxaca, en particular la distancia entre su modelonormativo estatal y su constitucin social. Me refiero al tradicionalis-mo jurdico de sus municipios, que es desafiado ante los cambios es-tructurales del Estado neoliberal.

    De acuerdo con diversas perspectivas marxistas y postestructu-ralistas, las reglas de reproduccin y convivencia del modelo jurdicomoderno estn basadas en la idea de derechos y autoridades someti-das al imperio de una ley creada y condensada a travs de institucio-nes polticas, que a la vez son fruto de la participacin popular. Estemodelo jurdico surgi para ordenar un nuevo modelo de sociedadhistricamente ubicado en Europa central, resultado de los cambiossocioeconmicos originados en los siglos XVII y XVIII, mejor conocidoscomo industrializacin. Estos cambios originaron fuertes procesosmigratorios del campo a las urbes, contrataciones masivas de obreros,creacin de grandes centros de acumulacin y distribucin de mercan-cas y ruptura de estructuras corporativas tradicionales. Desde estasperspectivas hay una estrecha correlacin entre la ideologa del dere-cho moderno y el modelo de sociedad capitalista industrial (Foucault,1998; Souza Santos, 1995; Novoa Correas, 1998). El derecho moder-no surge entonces, para ordenar este nuevo tipo de sociedad y para lareproduccin ordenada de sus principios.

    Es claro que este modelo de sociedad y este tipo de economa yorganizacin social nunca lleg a grandes regiones del pas, entre ellasOaxaca. No obstante, desde el siglo XIX el discurso del derechomoderno se formaliz como modelo normativo general, siendo unproblema bastante prolongado la regulacin de relaciones socialesbasadas en un mercantilismo poco desarrollado y altamente diferen-ciado por regiones.7

    Frente a esta disociacin entre normas formales y conductas so-ciales resulta pertinente preguntarse cmo se ha organizado una socie-dad donde el derecho es ms un proyecto de los sectores dominantes

    7 Es importante sealar que la distancia entre normas y prcticas, es una situacinobservable en todas las sociedades, pero en aquellas donde grandes sectores seincorporaron a la economa industrial y los Estados nacionales tuvieron los recursospara llevar adelante un proyecto de nacin moderno, las elites nacionales pudierondesarrollar eficientes aparatos ideolgicos y coercitivos que permitieron la estan-darizacin de opiniones y conductas sociales. Ah, el ejercicio de control sobre lapoblacin, a travs del mercado y los rganos polticos, es mucho ms eficaz, y portanto la distancia entre derecho moderno y prcticas sociales ha sido conside-rablemente menor.

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    de cmo debera ser la sociedad, que un referente normativo para lavida social efectiva. La explicacin que aqu se desarrolla muestracmo esta tensin se viene resolviendo a favor de una preeminenciade las prcticas sociales sobre el derecho formal, a menudo apegadas aotro derecho y a travs de una serie de estrategias polticas de con-trol y compensacin, no propiamente jurdicas, que articulan ese otroderecho con la normatividad estatal.

    Estos mecanismos no formalizados han sustituido la funcindel derecho y en estos el Poder Judicial ha jugado un papel marginalpero importante. La regulacin a travs de reglas no escritas haceque el formalismo jurdico sea hasta cierto punto intrascendente a losocial, o mejor dicho, su discurso incide pero de manera distinta acomo dice que incide. En los casos estudiados se ilustra cmo estadualidad entre discurso jurdico (el deber ser) y las prcticas jurdi-cas (el ser) crea en los operadores del derecho una especie de neuro-sis institucional que los hace obsesivamente formalistas; mientras eldiscurso jurdico se desintegra negociando la realidad con una seriede normas contradictorias y dispersas. No obstante, la presin socialpara que las prcticas se apeguen al derecho escrito tambin creauna tensin hacia las prcticas jurdicas tcitas y previamente acep-tadas. Con el tiempo, la presin de quienes impulsan el apego alderecho va desintegrando las propias estructuras sociopolticas loca-les que soportaron las funciones no formalizadas de control social yresolucin de conflictos. Es decir, los usuarios y los operarios delcampo jurdico juegan a que hacen lo que la norma dice, hasta elpunto en que cambian las condiciones que sostiene este arreglo y losusuarios se revelan.

    En principio el arreglo tcito pareci adecuado: dejar al derechoformal ms como un proyecto de modelo social a futuro que como unsistema regulatorio de las relaciones sociales contemporneas. Al mis-mo tiempo se mantuvieron o crearon estructuras de negociacin pol-tica y acuerdos tcitos no formalmente jurdicos que permitieron lacoexistencia y en algunos aspectos la colaboracin de las instanciasnormadas tanto por el derecho estatal moderno como por el derechoindgena. Este arreglo que dio buena parte de su eficacia y legitimidadal rgimen priista posrevolucionario en el estado de Oaxaca, funcio-na hasta la fecha. Sin embargo, los cambios en la normatividad y lasprcticas sociales relacionadas con la economa poltica han gene-rando nuevos desafos al campo judicial. Uno de estos se suscitacuando entre la normatividad formal y la informal se crean amplios

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    espacios de articulacin que permiten el desarrollo de prcticas antinor-mativas, no amparadas ni por una ni por la otra.

    Por razones diversas, el proyecto posrevolucionario de integrar alos grupos indgenas a la modernidad mestiza no logr cumplirse, ydadas las previsiones polticas y econmicas del pas, la mayora delos actores sociales lo dan por cancelado. La formacin de ciudadanaindividual y las formas de produccin industrial urbana siguen sin sersignificativas en la entidad, y el derecho moderno en Oaxaca sigue sinlograr los objetivos de control social y resolucin de conflictos quetendra que asumir. Este problema se agrava porque los acuerdos tcitos(derecho no formalizado) que suplan los huecos del derecho formalpara normar una sociedad, basada en supuestos socioeconmicos pococompatibles con los supuestos ideolgicos del derecho moderno, se handeteriorado en orden a las transformaciones polticas, sociales y eco-nmicas del pas en las ltimas dcadas.

    Los cambios en las dinmicas socioeconmicas de las comunida-des indgenas contemporneas, as como la influencia de nuevas pers-pectivas, definidas desde los discursos globales y que han llegado almbito local por ejemplo, los de derechos humanos, reivindicacionestnicas, de gnero, ambientalistas han propiciado que la fuerza y elconsenso que los sistemas indgenas locales tenan hasta hace poco,enfrenten en la actualidad fisuras, debilitamiento y exigencias de cam-bio. As lo muestra Santiago Ixtayutla, que con un rgimen bastantecerrado y tradicionalista enfrent una grave ruptura de sus estructuraspolticas locales hacia fines de los aos noventa, y Santa Mara Tlahui-toltepec que con una intelectualidad propia, importantes relacioneshacia el exterior y gran flexibilidad interna ha logrado enfrentar conmucho mayor xito las presiones econmicas y sociales que recibe susistema jurdico local.

    Ambos municipios indgenas han experimentado cambios en suestilo judicial. Cambios en el perfil tradicional de sus autoridades, enlas demandas de derechos que la poblacin exige tanto a sus autorida-des locales como a nuevas instancias estatales, y en sus formas jurdi-co-polticas tradicionales. Estos nuevos contextos generaron en lasinstancias locales de justicia una presin que Ixtayutla no pudo proce-sar pacficamente, mientras que Tlahuitoltepec lo ha logrado hasta elmomento.

    Tras el reconocimiento legal de los sistemas normativos indge-nas por usos y costumbres en el mbito de las elecciones municipaleslocales principalmente, se suscitaron posiciones que identificaron esta

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    nocin con la de identidades indgenas escencializadas y tradicionalis-tas. Esto misma llev a defender modelos jurdicos percibidos comoautoritarios y anacrnicos (lo que para muchos actores locales fue elcaso de Ixtayutla). La defensa de algunas instituciones tradicionales,pronto supusieron un desfase entre la normatividad local tradicionaly sus propias prcticas sociales, marcadas por cambios en la economapoltica local. Esta crisis entre lo que se puede llamar un autonomis-mo tradicionalista frente a un autonomismo reformista gener, afin de cuentas, un paradjico incremento de la injerencia del gobiernodel estado y otros actores en la vida poltica de Ixtayutla, y una inje-rencia ms moderada en Tlahuitoltepec. Para otras comunidades elreconocimiento jurdico signific un espacio para definir sus marcosde negociacin y reglas con una cierta autonoma respecto a la enti-dad, lo cual ha implicado negociar, hacia el interior del pueblo, susreglas tradicionales con nuevas situaciones de su dinmica social con-tempornea y reglas de corte moderno insoslayables en el marco de lainteraccin comunal con el exterior.

    En los casos de ambas comunidades estudiadas se muestran cam-bios significativos en las formas locales de litigio tradicional, comoson: el uso de nuevas instancias estatales, en el tipo de lgicas y argu-mentos desarrollados en los procesos, en la participacin de nuevossectores en la organizacin sociopoltica tradicional (mujeres, jvenes,Iglesias protestantes y agencias municipales) y por consiguiente en lasdisputas. Este cambio de perfil se observa no slo en la forma de actuarde los litigantes, sino tambin en el perfil de los impartidores de justicia,funcin en la que gente ms joven con una cierta formacin profesio-nal, principalmente maestros, ha ido desplazando a los campesinos ya los ancianos que antes la detentaban. Estas tendencias chocan conalgunas de las percepciones tradicionales de cmo hacer justicia en lacomunidad y sin embargo, logran mantener la legitimidad de la pobla-cin local porque sus instancias locales siguen resolviendo conflictos.Estas nuevas generaciones continan acudiendo a smbolos tradicio-nales aunque cargados de una semntica diferente.

    Dada la lectura que el Poder Judicial estatal ha dado a la exigen-cia de cambio en las instituciones judiciales, se ha centrado en el temade la modernizacin, la formacin jurdica de su personal y en su labordentro de procesos de mediacin y en discutir el establecimiento deprocedimientos orales. Poco se ha avanzado en la apertura al pluralis-mo jurdico de la entidad y hacia una mayor definicin del relevantepapel que juegan las instituciones indgenas en la funcin judicial. Es

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    tambin notorio que el tipo de desarrollo poltico que ha seguido elestado de Oaxaca en los ltimos aos, no ha requerido elevar dema-siado el perfil del Poder Judicial y otorgarle un protagonismo poltico,como as lo ha hecho el Poder Judicial de la federacin. El Poder Judi-cial en Oaxaca ensalza la frase de que ms que el tercer poder es unpoder de tercera.

    El predominio poltico del Ejecutivo estatal, aumentado por eldebilitamiento del presidencialismo en Mxico, ha permitido que losgrandes conflictos del estado sean canalizados por las vas de la repre-sin o de la negociacin poltica en las oficinas del palacio de gobierno.Los conflictos ms pequeos siguen canalizndose a travs de mlti-ples poderes informales, como organizaciones gremiales, sindicatos ydems grupos corporativos y por supuesto tambin de las instanciasindgenas, mismas que en el contexto actual no se pueden imputarcomo informales, dado el reconocimiento jurdico que tienen en elestado, pero que a la vez continan actuando al margen, incluso, de lasnuevas formas de regulacin jurdica. No obstante, se observa unatendencia que muestra una creciente apertura del Poder Judicial amostrarse en los medios de comunicacin, as como algunos cambiosen su forma de intervenir en conflictos locales. Destaca la expresinde nuevas exigencias por parte de algunos sectores sociales hacia estepoder y nuevas formas, an precarias, de vigilancia social en algunosprocedimientos jurisdiccionales. Sin embargo, las presiones ms fuer-tes de cambio al Poder Judicial local le llegan de fuera. El inexorablediscurso de la reforma judicial se ha vuelto prioritario, por ejemplo,de importantes agencias multilaterales de cooperacin para hacer efec-tivos los compromisos internacionales que ha asumido el Estado mexi-cano en materia de derechos humanos, pero tambin como una formade allanar el flujo de inversiones externas y de garantizar seguridad algran capital (De Souza Santos y Garca Villegas, 2001, tomo I).

    Por otra parte, algunas instancias administrativas estatales y fede-rales, y del Poder Judicial federal, comienzan a tener ms injerencia enlos asuntos locales de algunas comunidades oaxaqueas. El surgimientoen las ltimas dcadas de nuevas materias legales como el derechoindgena, el derecho ambiental o el derecho electoral, as como nue-vas instituciones la Procuradura Agraria, los Tribunales Agrarios, elTribunal Electoral del Poder Judicial de la Federacin, la ComisinNacional de Derechos Humanos, el Instituto Estatal Electoral, la Co-misin Estatal de Derechos Humanos y la Secretara de Asuntos Ind-genas, han ampliado las opciones de litigio entre los miembros de las

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    comunidades, y con ello tambin se han creado nuevas burocracias yoperarios del derecho complejizando el campo de la justicia para quie-nes buscan acceso.

    Entender la dinmica y las transformaciones de este entramadocomplejo de prcticas judiciales interlegales, con referentes normati-vos nuevos y viejos, en un contexto de economa poltica diverso,dinmico y cambiante, ubicado en contextos especficos de aplica-cin de la ley, resulta indispensable para responder hasta qu punto losnuevos referentes normativos se adecuan de manera eficaz a los nue-vos contextos sociales, econmicos y culturales que se estn perfilan-do en la entidad.

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    Captulo IIDerecho, globalizacin e inteculturalidad

    Los elementos del campo jurdicoEn este espacio presento las perspectivas tericas que abordan el fen-meno jurdico y su relacin con la economa y la cultura de la sociedad.Distintas aproximaciones jurdicas, sociolgicas y antropolgicas hanestudiado el fenmeno de la organizacin social a travs de normas y elpoder poltico que las constituye, no obstante, no siempre se ha articula-do debidamente la relacin entre el derecho como discurso exigido porciertas instituciones polticas, como referente de moralidad compartidopor la sociedad y como prcticas de comportamiento efectivas vigentesen ciertos espacios de la sociedad. Frente a esta polisemia me propongoarticular estos distintos aspectos constitutivos del fenmeno jurdico,en contextos de autorregulacin, como son las comunidades indgenasdentro del Estado nacional, y su relacin terica a partir del concepto decampo jurdico formulado por Bourdieu (1987).

    Para analizar los fenmenos donde se vinculan la normatividad ylas prcticas jurdicas, retomo de Pierre Bourdieu el concepto de cam-po jurdico y ms especficamente el de campo judicial. El campojurdico entendido como el continuum de relaciones y prcticasinterlegales desarrolladas a partir de los conflictos y como parte decontextos especficos de economa poltica, pero con un importantenivel de autonoma del resto de las prcticas sociales. Es decir, el cam-po jurdico como un conjunto de conductas permitidas, obligadas oprohibidas. Desde las premisas del campo se usa una pluralidad de

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    8 Desde la perspectiva terica de Bourdieu, capital no slo hace referencia a los bieneseconmicos, sino tambin a un patrimonio intangible que denomina capital social ycapital cultural, que son tiles para mejorar la posicin de los sujetos dentro del campoy en muchos casos adquieren un importante valor simblico.

    En este caso, el campo jurdico es un espacio de relaciones socia-les que se desarrollan bajo las reglas y premisas del derecho. Este lti-mo considerado no slo como discurso y normas, sino tambin comolas prcticas de los sujetos sociales, que van ajustndose, redefiniendoy reorientando el discurso. El derecho como discurso es una tradicinque le da un marco de percepcin autnoma a los sujetos que operanel campo y regulan a los usuarios, que aun desconocindolas les obli-gan a hacer las cosas de una manera peculiar entre muchas otras posi-bles. Sin embargo, la posicin de estos operadores y de los usuariosdentro del campo, tambin va creando derecho a travs de reglas noescritas y adaptacin de las normas escritas a las condiciones de laeconoma poltica con que se estructura el campo. En tal sentido, comoseala Bourdieu (1987), el formalismo la nocin de que las reglasescritas son fijas y determinan un referente exacto para las conductas

    parmetros normativos dados por diferentes moralidades y referentesculturales interconectados de manera asimtrica (Hannerz, 1992 y1998; De la Pea, 1986). Dentro de este campo los sujetos compitenpor una serie de beneficios o capitales que les permiten posicionarsedentro del mismo campo judicial, y con ello alcanzar mejores posicio-nes dentro del espacio social compuesto por diversos campos.8

    Campo jurdico

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    que se desarrollan y se evalan dentro del campo judicial crea laficcin de que estas reglas son socialmente autnomas, generando unalgica del campo, ajena a otros campos; adems de que permiten lareproduccin del mismo con base en sus propias reglas y no propia-mente de las demandas sociales.

    La nocin de campo jurdico, adems de contener prcticas so-cioculturales sujetas a las dinmicas del poder, se enfoca en los refe-rentes estructurales que le dan identidad y dinamismo propio a lojurdico. Por tal motivo, se entiende que las prcticas inter-legalesque se ponen en juego en los casos concretos, tambin estn determi-nadas por construcciones ideales que han adquirido un valor preemi-nente dentro del campo. Estos discursos que legitiman el uso de lafuerza pblica se definen como normas, y su presencia es imprescindi-ble para definir un acto