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APUNTE PARA UNA BIOGRAFÍA - fu1838.org · El día 7 de octubre de 1966 se cumplieron 23 años de la desaparición del Profe- sor Ferrer y, el 10 de octubre, 81 años de su nacimiento

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DR. DARÍO NOVOA MONTERO

F. FERRER SO1ERMCENSAPUNTE PARAUNA BIOGRAFÍA

PUBLICACIONES MEDICAS BIOHORM. - SECCIÓN: MEDICINA E HISTORIA | N.° R.: B. 1023'.63 | D. L: .B. '27541-63 | EDITORIAL ROCAS, - DIRECTOR: DR. MANUELCARRERAS. COLABORAN: DR. AGUSTÍN ALBARRACIN - DR. DELFÍN ABELLA - PROF. P. LAIN ENTRALGO - PROF. J. LÓPEZ IBÓR - DR. \A. MARTIN DE PRADOS - DOC-TOR CHRISTIAN DE NOGALES - DR. ESTEBAN PADROS - DR. SILVERIO PALAFOX -PROF. J. ROF CARBALLO.- PROF. RAMÓN SARRO - PROF. MANUEL USANDIZAGA -PRQF. Lül§ §, QRAHJEL • PROF JOSÉ M * LÓPEZ PINERO • DR. JUAN RIERA - SECRETARIO DE REDACCIÓN: DR. FELIPE CID" - DIRECCIÓN GRÁFICA; PLA-NÁRSONA

De esta edición se han separado cien ejemplaresnumerados y firmados por el autor.

DR. DARÍO NOVO A MONTERO

E FERRER SOLERMCENSAPUNTE PARAUNA BIOGRAFÍA

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«Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cogen uvas delos espinos, o higos de las zarzas ? Así todo árbol buenoproduce frutos buenos, y todo árbol malo da frutos malos.Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbolmalo darlos buenos... Por sus frutos, pues, los podréisconocer.»

(Mateo 7J 16-20)

INTRODUCCIÓN

Por el mes de enero de 1960, cuando finalizaba mi carrera, el Catedrático de Historia de la Medicina, Prof. Dr.Usandizaga, nos habló de la elaboración de un trabajo : en grupos de dos alumnos nos ocuparíamos del estudiode la vida de cualquiera de los catedráticos de la Universidad de Barcelona. Recalcó la idea que tenía de darlesforma en una publicación de los trabajos que le parecieran mejor.En esa oportunidad, junto con mi compañero de estudios Víctor Salama Anzarut, escogimos la personalidaddel Dr. Ferrer Solervicens, como manifestación de sincero aprecio a nuestro maestro de Clínica y PatologíaMédica el Prof. Dr. Máximo Soriano Jiménez.En forma metafórica y cariñosa hicimos de esa figura «E Abuelo» de nuestra formación científica, habida cuentade que consideramos al Dr. Soriano, digno sucesor del preciado maestro, como a nuestro «Padre» en Medicina.Cuando comenzamos a realizar el trabajo sólo sabíamos del Prof. Dr. Ferrer Solervicens que había sido Catedrá-tico de la Clínica Médica B antes del Prof. Soriano y que había merecido la admiración de todos cuantos le ro-dearon por su dedicación, casi santa, a la Medicina. Pero cuando escarbamos un poco, nuestra curiosidad seconvirtió en interés y éste en admiración por tan noble e íntegra personalidad.Fruto de aquel empeño fue un folleto que reposa en la Cátedra de Historia de la Medicina con el título de «Bos-quejos sobre la vida de un ilustre catedrático : Prof. Dr. Francisco Ferrer Solervicens». En esa investigación fi-guraban los siguientes capítulos : 1) PEQUEÑA BIOGRAFÍA DEL HOMBRE. II) ASPECTOS DE SU PER-SONALIDAD MEDICOPEDAGOGICA Y HUMANA III) UN DÍA DE SU VIDA. IV) RESUMEN DE SUOBRA CIENTÍFICA. V) ANECDOTARIO. VI) BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA POR NOSOTROS YPERSONAS ENTREVISTADAS.

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La vida de universitarios terminó. Los caminos de mi Patria me llamaron y a ellos fui para darles el fruto pri-migenio. Pero la remoción universitaria ya me estaba haciendo falta y de nuevo la vida me trajo al hogar del an-tiguo maestro donde de nuevo estoy mejorando mi formación profesional. En el pensar cotidiano resurgió laidea de profundizar en el estudio del maestro de Barcelona. Se podía y se debía averiguar más sobre su vida. Ex-puse mis ideas al Prof. Soriano. El día 7 de octubre de 1966 se cumplieron 23 años de la desaparición del Profe-sor Ferrer y, el 10 de octubre, 81 años de su nacimiento. Sería bueno, por tanto, rendirle pleitesía a su memoria.El Dr. Soriano acogió con entusiasmo la idea y nuevas investigaciones se sumaron y nuevos aportes se recogieron.Son los que ahora presento como material para posteriores modificaciones y para posibles elaboraciones futuras.

Debo, pues, dar las gracias a todos los que colaboraron en la realización de este trabajo. Hay capítulos de exclu-sivas colaboraciones.Es para mí motivo de la mayor alegría congregar a muchos de los que lo conocieron y hacerlo conocer a muchosde la juventud médica en formación, en este día conmemorativo.* Especialmente me siento distinguido por lareceptividad que ha tenido mi idea en la Cátedra y por mi condición de extranjero que quiere devolver, en parte,lo mucho que ha recibido.Mi deseo es que esta recopilación que presento no sea más que el comienzo de una tarea que termine en una ver-dadera BIOGRAFÍA de uno de los médicos más ilustres que este siglo ha tenido en la Medicina Catalana.Cuando este trabajo formal esté terminado y pueda leerlo completo, comprenderé que mi inquietud dio los frutosbuenos que siempre se esperan cuando se trabaja con fe.

(*) Conferencia pronunciada en el Auditorio de la Clínica Médica B, de la Facultad de Medicina de Barcelona, el 14 deoctubre de 1966.

Dr. Francisco Ferrer Solervicens (1885-1943)

CAPITULO I

PEQUEÑA BIOGRAFÍA DEL HOMBRE

Nació en Artes (Barcelona), el 10 de octubre de 1885.Ya en 1901 había terminado el bachillerato y comenzó la carrera de Medicina en la Universidad de Barcelona. Selicenció en ella en 1906 y se doctoró en Madrid en 1908. Ya desde 1907 ejercía sus consultas de un modo gratuitoen un 95 por ciento de las ocasiones.Comenzó ejerciendo la Medicina en un dispensario privado en la Barceloneta, pero pronto su inclinación a laenseñanza lo llevó a la Universidad que nunca abandonó.En este tiempo se dedicaba a la Anatomía Patológica.Su formación inicial como anatomopatólogo dejó en él una profunda huella que ulteriormente siempre reveló enel interés y competencia con que trataba los problemas histopatológicos que la clínica le deparaba (1).Gracias a ellos ganó por oposición el cargo de Auxiliar de Histología, Anatomía Patológica y Patología Generalde la Facultad de Zaragoza en competición con los Doctores Celis y Sayé. Permaneció en Zaragoza, hasta 1915dedicado a la Clínica y al Laboratorio. Allí dio, pues, sus primeros pasos en la carrera del profesorado.En 1915 se trasladó a la Facultad de Medicina de Barcelona y al lado del Profesor Martín Vallejo, titular de laCátedra de Patología Médica, empezó su labor de médico clínico.En 1918 se encargó de la Cátedra de Patología Médica, vacante por la muerte del Dr. Vallejo. Durante ocho añosdesempeñó esta interinidad hasta que en 1926 recibió el merecido espaldarazo oficial al ganar en limpia oposi-ción dicha Cátedra. De esta manera sumando trabajo al trabajo, llegó a la vez Ferrer Solervicens a la máximacategoría académica y a una formación médica completísima.Su aspecto físico, de una delgadez ascética, con un porte de nobleza natural, sin afectación alguna, cuadrabaperfectamente con sus altas cualidades morales.Era Ferrer Solervicens un trabajador infatigable, íntegramente consagrado a la observación de sus enfermos. Lameticulosidad propia del hombre de laboratorio fue trasladada por Solervicens al ejercicio clínico.En el transcurso de su profesorado organizó eficientemente, para que diera el máximo rendimiento científicodo-cente en todas sus secciones, la Clínica Médica B, de la que fue jefe y donde llegó a constituir casi un verdaderoInstituto.Su producción científica (2) es varia y abundante. Pero como ocurre en un jefe de escuela, todavía es muchomás vasta la obra que propulsó e inspiró a sus discípulos.Entre sus numerosos trabajos sobresalen los referentes a la Patología respiratoria y a las enfermedades del híga-do. Entre los primeros, destacan sus «Observaciones clínicas acerca de los últimos brotes de epidemia gripalde 1918», con interesante documentación anatomopatológica acerca de estos procesos. Se demuestra el espíritufino y descriptivo del anatomopatólogo y clínico que fue Solervicens. Demostró las lesiones que se producían enlas cápsulas suprarrenales e intuyó la causa de la muerte súbita. Observó cómo morían con más facilidad losmás robustos y aparentemente sanos. Describió los pulmones ingurgitados que presentaban las necropsias. De-cía al respecto : «Es curioso que los tarados de tórax, los fímicos, no cogen esta gripe».«Abscesos fétidos del pulmón resueltos favorablemente» y «Abscesos crónicos del pulmón de evolución maligna».«El cáncer bronquial cavitario» (1931).En 1932 fue encargado de mantener la ponencia «Hipertensión y esclerosis de la arteria pulmonar» en el con-greso médico celebrado en Palma de Mallorca, siendo éste uno de sus trabajos mejor logrados. En colaboracióncon Alemany y González Ribas contribuyó al «Estudio de las asmas inveteradas», con singular acierto. Uno delos capítulos para él predilectos era el referente a las hepatopatías. Conjuntamente con sus discípulos Sanllehí,Sala Roig, Aymerich, etc. se ocupó de diversos aspectos de las infecciones del hígado y colecistopatías con li-tiasis. «Sífilis hepática y cirrosis hepática sifilíticas». «Cirrosis hepáticas no alcohólicas».De su primera época datan algunos de sus trabajos sobre endocrinología. El referente a «Notas clínicas acercade la melanodermia y sus relaciones con el sistema suprarrenosimpático» se lo encuentra a menudo citado en labibliografía extranjera. Destaquemos asimismo su interesante aportación al conocimiento de la neurobrucelosisen su época (1935) en la que apenas era conocida esta materia («Tres casos de leptomeningoencefalitis difusa me-litocócica»).Sus últimos trabajos publicados fueron : «Los síndromes dolorosos hepáticos en el curso de la insuficienciacardíaca» (1942) y «Las necrosis pulmonares difusas y circunstancias de la neumonía genuina» (1943), el últimode los cuales encabeza el primer número de MEDICINA CLÍNICA.Y dedicado a su trabajo —centro primordial de su vida— que completaba con su dedicación al hogar, transcurriótoda su vida como una línea recta, sin manchas, sin desviaciones, hasta su muerte acaecida el 7 de octubrede 1943.

El Dr. Pedro Pons describe así su entierro en la «Medicina Clínica» de octubre de 1943 :«Toda la medicina barcelonesa acudió a rendirle su último tributo, en la tarde del 8 del actual. Cuando vimosa la comitiva ponerse en marcha tras el féretro conducido a hombros de sus discípulos, percibimos en todo sualcance, el inmenso vacío que dejaba tan relevante y extraordinaria personalidad. La huella del maestro quedará,sin embargo, indeleble y será semilla que germinará aún después de su traspaso, y el que sembró, como él, a ma-nos llenas, recogerá sus frutos de bien, allá en lo Alto.* (3).

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CAPITULO II

UN DÍA DE SU VIDA

Son el Dr. Vives Mané y la Hermana Antonia Vicente quienes nos cuentan en forma sencilla y clara cualquierade los días del Dr. Solervicens. Eran así, sin variaciones, pues quizá para el Dr. Ferrer Solervicens su vidaera la realización pura de sus ideales, su familia y su profesión que se acercaba a lo sublime. Textualmente noscuenta el Dr. Vives :«Todos los días invariablemente se levantaba a las 6 de la mañana, tanto en invierno como en verano. Hasta eldesayuno, que era a las ocho, estudiaba, o bien tomaba notas para la clase. Después emprendía el camino a piehasta la Facultad de Medicina donde llegaba alrededor de las nueve. En la Clínica, lo primero, preguntaba alas hermanas si había alguna novedad desde el día anterior. Inmediatamente visitaba a los enfermos de la salaque durante su ausencia habían presentado alguna modificación desfavorable del curso de su enfermedad y dic-taba a las hermanas las medidas pertinentes. Todo esto lo hacía solo puesto que siempre era el primer faculta-tivo que llegaba a la Clínica. Luego historiaba a los enfermos que habían efectuado el ingreso el día anterior,los exploraba concienzudamente. Todo esto siempre lo hacía solo. Luego preparaba la lección Clínica a base dela selección de varios enfermos, los cuales presentaba luego a la clase que ordinariamente era de una a dos. Pocasveces daba lecciones teóricas, esto es, sin enfermo delante.» Todos los días destinaba una hora, aproximadamente, al paso de la visita, la cual hacía acompañado de los mé-dicos e internos del Servicio, y allí se comentaban, a la cabecera del mismo, las observaciones y se formulaba laterapéutica. En las observaciones o discusiones sobre el enfermo, todos los acompañantes podían tomar parte ytodo el mundo era escuchado siempre que los motivos fueran razonados.»La hermana Antonia explica cómo interpelaba a los internos. Cuenta que comenzaba por preguntarles cómoiban los enfermos que estaban bajo el cuidado de ellos, con lo cual se daba cuenta del interés que por sus pacien-tes tenían. De esto hacemos referencia en otro lugar. Oídas las explicaciones del alumno le preguntaba qué ha-ría él ante un caso similar cuando fuese médico. Si el razonamiento era correcto lo aceptaba y en caso contrariole explicaba detalladamente la conducta a seguirContinúa el Dr. Vives Mané :«Alrededor de las dos terminaba la clase e inmediatamente emprendía la marcha a pie hacia su casa distanteunos dos kilómetros. Por el camino leía y, según sus manifestaciones, en estos viajes diarios había aprendido atraducir el inglés médico.»La hermana Antonia explica un detalle importante que se le escapa al Dr. Vives : «El Dr. Ferrer antes de mar-charse cada día a su casa pasaba de nuevo por la sala para visitar los enfermos más graves y le avisaba a la her-mana y al personal si debían prepararlo para los Sacramentos o la variación del tratamiento que creyera perti-nente. Dio además la orden de que la misa de los enfermos fuera de 7 a.m. a 8 a.m. para no molestar la laborde los alumnos que comenzaba a esa hora.Y concluye el Dr. Vives :«Dedicaba una hora escasa a la comida y luego acudía la consulta privada (en su misma casa) donde visitabahasta las ocho y media. A las diez de la noche siempre estaba acostado.»Y no es más. Así transcurrió su vida, dejando siempre huella del deber cumplido como su mejor labor. El sietede octubre de 1943 cambió de programa: inició el largo viaje hacia la Gloria dejando miles de semillas dispersasen esta generosa tierra.

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CAPITULO III

TODO EL HOMBRE, TODO EL MEDICO EN UNA CARTA

Voy a traducir del catalán para Vdes. un documento original e inédito hasta ahora. Se trata de una carta que celo-samente guarda el Dr. Sanllehí. Esta carta le fue enviada por el .Dr. Ferrer durante una de las pocas vacacionesque hizo durante su vida docente. Es inédita porque no la habían visto ninguno de sus alumnos, escrita de puñoy letra del maestro ; pero no tiene nada de inédito si consideramos que fue la que escribió en el aire que todosrespiraban cotidianamente. No lo es, porque lo que en ella dice fue la carta de presentación que tuvo siemprepara todos cuantos le rodearon. Leámosla en conjunto :

«Dr. D. Juan Sanllehí:«Querido amigo : Me tiene en Sallent hecho un payés pasándome el día al aire libre, sin ocuparme más quede los míos y dejando transcurrir estos días en completo asueto.«Me sabe muy mal que Vd. no pueda disfrutar de las bellezas del campo que tanto le agradan y que tanmerecidas tiene después de un invierno de trabajo intenso. No deje de salir una larga temporada en elpróximo septiembre.»Le pido encarecidamente ordene que en la Clínica se anoten en las historias todas las cosas que lesocurran a los enfermos a fin de tener de ellos datos completos. También le recomiendo mucho que en elcurso de cualquier necropsia anoten en un papel que unirá a la historia clínica todas las cosas que seobserven sin perdonar detalle, más vale anotar por exceso que por defecto.»Si tiene ocasión de escribirme le agradeceré me diga cómo marcha el personal y si los internos cumplen.«Estimule mucho a los internos de verano (que deben examinarse en septiembre) para que hagan las his-torias clínicas en la cabecera del enfermo que no pasarán en limpio hasta que Vd. o quien Vd. ordene lashaya visto y que pongan en su lugar correspondiente de la historia su firma.«He escrito al amigo Codina y no he recibido contestación (sobre el estado de su señora esposa), es posibleque mi carta se haya perdido. ¿Cómo sigue su señora? Le agradeceré noticias.»Gracias por todo, recuerdos a su familia y disponga de su afmo. s.s. y amigo

firma9-8-29

«Recuerdos a todos los de la Clínica.»

Reproducción de la carta traducida en el capítulo I I ! .

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Reproducción de unas hojas necrópsicas, escritas por el Dr. Ferrer Solervlcens.

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CAPITULO IV

ANECDOTARIO

Nos aventuramos a ofrecer en este sencillo trabajo una pequeña colección de anécdotas recogidas más o menos acci-dentalmente, en el transcurso de nuestras conversaciones con las diferentes personas que conocieron al Dr. FerrerSolervicens.Quizás en alguna de ellas se descubra algún rasgo de su manera de ser, quizás alguna sirva para llegar al um-bral de su núcleo más importante : su carácter. Claro está, que nunca por un rasgo podemos definir lo complejode un carácter, pero el rasgo sencillo, la integridad de un acto, la rectitud moral de una acción, sumados —noprecisamente en forma algebraica-— o más bien sintetizados «in mente» nos llevan a formular, aunque sea en líneasgenerales y de modo tácito, la concepción de un personaje, de un hombre.Entre lo que hemos leído del Dr. Solervicens falta un estudio de su carácter. Quizás alguno de los que lo cono-cieron a fondo algún día lo escriba. Sería interesantísimo.Vayan, pues, nuestras pinceladas a realizar modestos trazos en esta página en blanco.

1. Un momento difícil

En los momentos difíciles se prueba la integridad y la rectitud de la personalidad de un hombre. Especialmentecuando las pasiones humanas —movidas por el motor que sea— se ponen en juego. Sirva esta anécdota paracomprobarlo en el Dr. Solervicens :Pasados los exámenes finales de uno de sus tantos años de labor estudiantil, como es natural, algunos recibieronel acostumbrado «suspenso» de premio a su no muy aprovechada labor. Entre ellos cierta señorita...Sabida la noticia por su padre, la reacción fue un tanto violenta. Se presentó éste en casa del Dr. Solervicens, re-vólver en mano, poniéndolo en la alternativa de aprobarla o morir. El diálogo pudo ser el siguiente :—Profesor, aprueba a mi hija o descargo mi pistola sobre Vd.—Sr.... puede usted proceder como mejor quiera. Cumplo con mi deber y no le temo ni a usted ni a su pistola.

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Al día siguiente el profesor Solervicens estaba en la Clínica Médica B.

2. «...vendrán un batallón de personas y no me dejarán trabajar»

El Dr. Solervicens vivía para su cátedra. No quería fama de ninguna clase. Con razón lo apellidaban «El Mís-tico» . Su recia personalidad no podemos ser nosotros quienes la hagamos resaltar. Sirvan las palabras del doctorJosé Antonio Salvat para definirlo :«Era el perfecto caballero sin tacha, manteniendo en nuestra turbulenta época, aquella severa dignidad que ve-mos en el rostro de algunos personajes del Greco.»Tal vez algún lector consideraría hiperbólicas estas manifestaciones que, en cambio, muchos discípulos encontraránmoderadas.«Si la santidad es el ejercicio de las virtudes en grado heroico, esta cualidad concurría en el Dr. Solervicens, puesheroica era su constancia en el trabajo, su dedicación a la enseñanza, su amor al prójimo y la entereza con quesoportaba las molestias de su cuerpo cuya resistencia física no era la debida para alojar un alma tan grande.»Quisiera a través de una anécdota dejar traslucir su dedicación al trabajo :Era el año... cuando el Dr. Canilla presidía el Hospital Clínico. Era domingo y durante los oficios religiosos elDr. Canilla se dirigió al bedel de la Cátedra manifestándole que, apenas concluyera la misa, deseaba que el doctorSolervicens hiciera junta médica en casa de un enfermo.El profesor contestó :—Dígale al Dr. Canilla que si quiere que vea al enfermo que lo traiga al Servicio donde lo atenderé, o que lo llevea mi consultorio.Pero el Dr. Canilla insistía en que lo visitara en el domicilio del paciente.Ante la insistencia contestó al bedel:—Mire, Ordaz, dígale al Dr. Carulla que, por favor, busque a otro médico. No quisiera atenderlo en su casa, puessi logro curar al paciente vendrá aquí todo un batallón de personas que no me dejarán trabajar.

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3. Si tiene la conciencia tranquila... no lo lea.. .

Corrían los años veinte, o los treinta... El Dr. Soriano estaba de Médico de guardia en el Servicio de Urgencias.Llegó un colega con un enfermo que creía necesario fuera hospitalizado. Después de un meticuloso examen elDr. Soriano lo medicó para que hiciera su tratamiento eii casa. El médico que había traído al paciente insistióen la hospitalización, que el Dr. Soriano rechazó por innecesaria... Entre palabras un tanto fuera de lugar seretiró el médico, quien, en medio de su ira redactó una violenta declaración o carta que fue publicada en uno de losperiódicos vespertinos aquella misma tarde, y, donde en forma infamante, trataba de degradar la personalidad delactual catedrático de la Clínica Médica B.El Dr. Soriano fue avisado por un amigo de la necesidad de que lej^era el artículo insinuándole que inclusopodría proceder judicialmente, contra el colega, por difamación.Esa tarde, como de costumbre, el doctor Soriano trabajaba al lado del Profesor Ferrer en el laboratorio de His-topatología y le comunicó lo ocurrido.—¿Y qué piensa Vd. hacer? —le preguntó Solervicens.—Lo primero ir a comprar el periódico para enterarme de lo escrito —replicó Soriano.—¿ Quiere que le dé un consejo ?—Se lo agradeceré.—Pues no lea el periódico y continúe trabajando como si no se hubiera enterado.El Dr. Soriano siguió sus consejos. Pasó el tiempo. El médico acusador estuvo recluido en un sanatorio mentalpor un buen lapso. Posteriormente en muchas oportunidades observó como el antiguo acusador no perdía opor-tunidad para ensalzar la figura del actual catedrático de la Clínica Médica B. El Dr. Soriauo se acordaba de sumaestro.

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El día 20 de abril de 1947 se celebró en Artes un homenaje al «Hijo Ilustre». Entre las conversaciones se diouna entre nuestro Maestro y el Párroco del Pueblo. Hablando del desaparecido y homenajeado, el cura le dijoque una vez el Dr. Solervicens le había consultado sobre lo que debía hacer ante una calumnia profesional quele habían levantado. Y el cura le dijo : «Si tiene la conciencia tranquila... no la lea».

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4. Un rasgo de nobleza... Un rasgo de humildad

Me cuenta el doctor Niubó que en una oportunidad mientras el Maestro pasaba visita, mientras visitaba a uno delos enfermos se dirigió a él y lamentándose le dijo :—Dr. Nubió. ¡ Tantos años que hace que Vd. es médico y no sabe aún dictar el régimen a un cardíaco !El Dr. Niubó quiso explicarle que el paciente no era cardíaco sino nefrítico, pero al tratar de hacerlo, el Dr. Fe-rrer levantó la mano, señal que ya todos conocían como expresiva de que no quería continuar el diálogo. Sedirigió a él diciéndole :•—Tome la gráfica del régimen, tache lo escrito y ahora copie el régimen de un cardíaco. «A ver si lo aprendepara toda la vida.»

Algunos días después, mientras el Dr. Niubó pasaba visita con los alumnos, el Dr. Solervicens lo esperó hasta .llegar a la cama del paciente mencionado y delante de los alumnos habló así :—Hace dos días me equivoqué. Le agradeceré que las palabras recriminativas que en esa oportunidad le dirigí,me las diga a mí ahora y me dicte el régimen que yo le hice tachar entonces.

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Era un rasgo de nobleza y un rasgo de humildad que se repitió más de una vez en su vida.

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5. Cuando recibas palizas... acuérdate de «El Quijote»

Un día el Dr. Niubó se lamentaba en presencia del Maestro de un episodio de su vida profesional. Manifestabacómo cuando dentro del ejercicio profesional el médico se muestra más honrado, la gente, en vez de reconocer suvalía, lo censuran despiadadamente.Ante tal lamentación, el Dr. Ferrer, después de meditar un poco, le dijo :•—Acuérdese de «El Quijote», que cuando salió a defender sus ideales y las cosas justas fue apaleado. Nada le pasómientras estuvo en su casa.

* * &6. Como Jesucristo en el Templo

Una de las mañanas de trabajo del Dr. Ferrer Solervicens. De escenario la sala de hombres. Pasa visita elDr. Ferrer acompañado de los internos, médicos del Servicio y otros asistentes. 131 paso de la visita es como unrito. Un silencio religioso envuelve, como de costumbre, al grupo de trabajo. Los enfermos se hallan todos enca-mados, sin fumar, silenciosos como formando parte del trascendental acto que se está desarrollando.El Dr. Ferrer Solervicens hojea la historia, aclara con nuevas preguntas las dudas sobre el interrogatorio y cursode la enfermedad. Todos saben de sobras que las observaciones y comentarios han de referirse al enfermo directao indirectamente o al curso de su proceso. Nada hay que más le disguste que las interferencias, comentarios denoticias, artículos, hechos, etc., aún cuando se relacionen con otros temas médicos. Alguna vez solía decir paraexplicar esa concentración : «No poseo el don de la ubicuidad».Aquel día, a la entrada de la sala y un tanto alejado del grupo, un vendedor de libros ofrece las novedades apa-recidas a médicos y estudiantes. Ya el murmullo formado por el corro comenzaba a molestar el trabajo cotidianodel Catedrático. Rápidamente, con paso decidido, el Profesor se dirige a él y le increpa por su atrevimiento alentrar a la Sala, con estas palabras : «Esto es un Templo y en él no hay lugar para los mercaderes».Majestuosamente, la figura quijotesca del Profesor Ferrer se reintegró de nuevo al grupo de trabajo. Hizo refe-rencia al pasaje famoso del Libro de los Sabios, y sin más alusión continuó su trabajo.

7. «Gutta cadens»

Un día de clase. El alumno historiador encargado del caso a un lado del enfermo. A su lado el doctor Ferrer. Enla camilla el enfermo objeto de observaciones en el centro de la sala, rodeado de los alumnos del curso.El Dr. Ferrer hacía preguntas al alumno historiador y al mismo tiempo exploraba nuevamente al enfermo. Se tra-taba de un caso de pioneumotórax. Luego de auscultar detenidamente, verificada la sucusión del tórax y movili-zado el enfermo en distintas posiciones, invitó el Maestro al alumno historiador a que auscultara al enfermo ydetallara los síntomas acústicos que percibiera.El alumno, después de aplicar su oreja en distintos lugares del tórax del paciente, rápidamente y con un aplomoimpresionante, contestó : «Gutta cadens»...Ferrer, asombrado y un tanto dubitativo, pero sin negar la afirmación del alumno, vuelve a auscultar al enfermoy al no poder comprobar la existencia de ese signo exploratorio se dirige al alumno y le confiesa sinceramente queél no ha podido percibirlo, pero admite la posibilidad de que el alumno lo haya captado.

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Si fue cierto o no que el alumno recogiera este signo tan poco frecuente cual es el ruido de gota al caer sobre unlíquido, nunca se supo. Pero sí fue para todos los presentes una gran lección de humildad la que el Dr. Ferrerofreció a sus discípulos.

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EPILOGO.

RETRATO ESPIRITUAL, por M. Soriano Jiménez

Si difícil es juzgar el núcleo íntimo de cualquier persona, lo es mucho más cuando se trata del Prof. Ferrer So-lervicens, hombre que rayaba a una altura muy por encima de lo común. Se trataba de un hombre que situósu ideal por encima de lo práctico sin tener en cuenta los sacrificios que para ello tuviera que hacer. Esta con-ducta la siguió a ultranza, y en línea recta, arrostrando todas las consecuencias que tenía que reportarle. La pri-mera de estas consecuencias y, no la menos penosa, era el choque con todas las personas prácticas que desconocenlo que es la vida sacrificada a un ideal. Por eso todas estas personas sumamente prácticas, le tildaban de huidizoe inasequible. Y es cierto que cuando uno se colocaba frente a él, percibía desde el primer momento que una dis-tancia les separaba. Pero al intentar medir esta distancia, nos dábamos cuenta de que la separación entre ambosno estaba en el plano horizontal, sino en el vertical: es decir, que nos separaba de él, la altura desde la cual elProf. Ferrer Solervicens miraba todas las cosas de la vida. Pero si con un esfuerzo tratábamos de situarnos enun plano superior, nos encontrábamos con un hombre cordial hasta el extremo, comprensivo como pocos y de en-trega total. Sólo las personas que no intentaban elevar su espíritu, le calificaban de inasequible y de difícil sin-tonía. Esta era indudablemente la acusación más fácil y cómoda para quienes lo sintónico es plegarse a las cir-cunstancias en beneficio propio. Para estas personas el Prof. Ferrer Solervicens era totalmente inasequible.El Prof Ferrer Solervicens lo sacrificaba todo en aras de su ideal. Por eso uno de sus libros preferidos era elQuijote. «Todos debíamos ser Quijotes» me había dicho en una ocasión. ¿Cuál era este ideal al que el Prof. Fe-rrer Solervicens lo sacrificó todo ? Visto superficialmente parecía claro : su ideal era la dedicación plena al estu-dio y a la enseñanza de la Medicina. Su pasión eran los buenos libros, sobre todo si eran pequeños, y el micros-copio. Como Cajal, «se emborrachaba con la luz del microscopio». ¿Entonces para el Dr. Ferrer Solervicens loideal era ser un gran hombre de ciencia ? Ciertamente que su goce hubiera sido dedicarse a la ciencia pura, y asífue como dirigió sus primeros pasos, preparando las oposiciones como Profesor de Anatomía Patológica. Perotambién esta posición la sacrificó por un ideal más alto. No hay duda que si hubiera seguido por este su primercamino, hubiera podido ser un gran hombre de ciencia, pero su alma le impulsaba más allá. No se contentaba conalcanzar la Verdad, aspiraba a la Sabiduría. Por esto se separó algo de sus libros y de su microscopio, y yo sé concuanto sacrificio, para acercarse más al enfermo y al alumno. A ellos dedicaba ahora la mejor parte de su tiempo.Yo le había oído lamentarse de que no le quedaba tiempo para volver a estudiar el bachillerato. Su tiempo ahoralo declamaba la enseñanza. Su vocación por la enseñanza era radical. Cuando marchó a Madrid para enfrentarsecoñ\las oposiciones a la Cátedra de Patología Médica, había dicho que si no se la daban, alquilaría un local paraensenar en él Medicina, a los que quisieran asistir. Pero ni la Clínica ni la enseñanza de la Medicina eran suverdadero ideal. Sólo eran medios para alcanzarlo. ¿Cuál era, pues, este tan alto ideal por el que trabajaba ince-santemente? No se necesita ser muy sagaz para adivinarlo. Bastaba para ello seguirle paso a paso y observarcómo todos sus actos giraban en torno a un núcleo común. Este núcleo era inmutable y lo presentaba envueltoen variadas formas de expresión : una de ellas era la meticulosidad y pulcritud en la exploración de un enfermo,para evidenciar el diagnóstico y dirigir el tratamiento. Otra, la claridad y sencillez de sus explicaciones frente alos alumnos ; otra, la paciencia en rebuscar nuevos datos en una autopsia o en una preparación histológica.Otra, en fin, la prudencia con que daba los consejos a los que se los pedíamos o la generosa ayuda que prodigó alos que la necesitábamos. En todos los casos el centro en torno al que giraban sus actitudes en la clínica, en laclase, en la sala de autopsias y en el laboratorio, era el mismo. Era el núcleo religioso del profundo cristiano.Era su núcleo. Este era el motor que le permitía, a pesar de su precaria salud, pasar horas dedicadas a la per-fección de un momento exploratorio, a la solicitud y caridad para el enfermo, que para él era aun nuevo Cristollagado a quien atender», el que le dictaba la claridad y concisión en la enseñanza de sus alumnos, que para éleran también personas a quien enseñar con la palabra y con el ejemplo el camino hacia Dios, ejerciendo la Me-dicina. En fin, era el que le enfrascaba en el estudio, que para él no era más que el medio más idóneo para acer-carse a Dios. Para el Dr. Ferrer Solervicens esto era lo más práctico. Era el ejemplo vivo de la afirmación quehan hecho tantos pensadores, como Carlile, de que la religión ha sido en los tiempos antiguos y en los modernosy lo será siempre, el alma de la práctica, el hecho vital primario de la vida del hombre y el factor imprescindibleen la vida de una cultura. Y es al Profesor universitario a quien le cabe la misión de transmitir esta cultura através de los tiempos. Es así como Europa ha integrado y transmitido la cultura occidental alrededor del ejeespiritual proporcionado por el Cristianismo. Esta afirma ion del historiador inglés Dawson, es irrefutable^ ElProfesor Ferrer Solervicens, que como todos los que aspiran a la Sabiduría, era humilde, fue en la Universidadespañola el prototipo del profesor consciente del deber y la misión educativa que incumbe a la Universidad, detransmitir a sus alumnos, no sólo la información científica, sino todos los conjuntos éticos de la visión de lavida de la muerte y de la moral cristiana que constituyen los atributos de una cultura. El Dr. Ferrer dijomeior que nadie con su ejemplo, lo que hoy están clamando muchas voces, es decir que no debe caerse en elfeUo educativo que se está produciendo en el mundo moderno enfocando la enseñanza hacia el utilitarismo tono-rático y la esp'ecialización deshumanizante. El Dr. Ferrer, repito, enseñó con su conducta cómo vivificar el mo-

v m e ! tecnológico moderno proporcionando a los estudiantes una verdadera formación cultural.

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El Dr. Ferrer Solervicens dejó al morir la mejor obra que un maestro puede legar a su patria. Esta obra la pue-den Vdes. consultar en muchas ciudades y pueblos de España, especialmente en Cataluña, esta su hermosa tie-rra, a la que él amaba tan entrañablemente y a la que legó principalmente tan preciado tesoro. Para leer estaobra no se dirijan a las librerías, a las bibliotecas o a los eruditos. Entren sencillamente en el despacho de los mé-dicos que fueron alumnos suyos y escuchen en silencio cómo se vanaglorian de haber sido sus discípulos y cómotienen a título de honor el haber asistido a sus enseñanzas. Esta fama trascendió a los que no habían tenido lasuerte de tenerlo como maestro y entre otros muchos al Dr. Novoa Montero, hijo de la, para nosotros también en-trañable, tierra hermana de América. El Dr. Novoa ante este rumor general quiso también participar de su in-fluencia dedicándose a la investigación y al estudio de la vida de este gran maestro con la esperanza de aprove-char también para sí la influencia de su magisterio. Ha sido una tarea noble la del Dr. Novoa, que ha servido paraél y para nosotros, ya que su solicitud nos ha obligado a dedicar unas horas meditando los grandes beneficiosque de él recibimos.Terminamos nuestra exposición sobre la persona de este hombre excepcional, que era, como dice nuestro Gra-cián de los que tienen «jugo de humanidad», pidiendo a Dios que nos dé valor suficiente para imitarle.

Barcelona, n de octubre de 1966.

BIBLIOGAFIA CONSULTADA POR NOSOTROS

(1) MEDICINA CLÍNICA, a) Octubre de 1943 : Prof. Dr. D. Francisco Ferrer Solervicens. — Prof. Dr. A. P. Pons. Barce-lona, b) Trabajos postumos del Prof. Ferrer : Tomo II de MEDICINA CLÍNICA.(2) CIFRA MEDICA : núm. 12. Febrero de 1955. tfEl hombre y su obra», por José Antonio Salvat.(3) ENCICLOPEDIA ESPASA : Suplemento del año 1945. Artículo del Sr. Sendra Oliver (escritor).(4) «DE LAS ANTIGUAS FACULTADES DE MEDICINA AL HOSPITAL CLÍNICO». Jornadas conmemorativas del cin-cuentenario del Hospital Clínico y Provincial (1907-1957). Págs. 52-53. Prof. D. A. Pedro Pons. Imprenta Socitra. 1959.(5) Hoja (cuatro caras) publicado por la Villa de Artes a la memoria de su ilustre hijo el Dr. D. Francisco Ferrer Soler<vicens, Catedrático de la Facultad de Medicina de Barcelona... Tip. Emporium, S. A., con un retrato al óleo por Martí Gras(fotograbado).