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L a R esponsabilidad P atrimonial del E stado por las A ctuaciones M ateriales de sus O rganos P oliciales Arlette Marlen Geyer Alarcón SUMARIO I. EL ESTADO DE DERECHO Y SUS IMPLICACIONES EN MATERIA DE SE- GURIDAD CIUDADANA II. RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL ESTADO III. RESPONSABILIDAD DEL ESTADO POR LAS ACTUACIONES MATERIALES DESPLEGADAS POR SUS ORGANOS POLICIALES CONCLUSIONES INTRODUCCION El problema de la Responsabilidad Patrimonial del Estado en Venezuela no es la falta de normativa porque ésta la tenemos tanto en el ámbito legal como en el ámbito constitucional; incluso, podría decirse que Venezuela se encuentra a la altu- ra de los mejores sistemas extranjeros de responsabilidad en cuanto a normas se refiere. El problema en sí gira alrededor de las personas que son víctimas de daños y perjuicios ocasionados por el Estado y, por ignorancia o desidia, no reclaman una indemnización, lo que a su vez trae como consecuencia la escasa jurisprudencia que existe al respecto, puesto que si las víctimas no demandan los jueces no tienen sobre qué pronunciarse. Aunado a lo anterior, se presenta el problema del mal funcionamiento del Poder Judicial, pues muchas veces es preferible no recurrir por la cantidad de años que puede llevarse obtener la resolución final, aunado con el sacrificio y esfuerzo que ello significa. Adicionalmente, otro problema que ha truncado el desarrollo de este tema en Venezuela han sido las pocas investigaciones al respecto, conjuntamente con las innumerables contradicciones que se refieren, por ejemplo, a la figura de la Res- ponsabilidad Extracontractual del Estado referida a la aplicación o no de normas de Derecho Público, tales contradicciones lo que traen como consecuencia son más confusiones de las que ya se tienen. En fin, existe una especie de silencio sobre el tema que llevaría a pensar que la Administración venezolana es perfecta y no causa daño a los particulares. Estas podrían ser algunas de las razones que explican el atraso que se evidencia en Ve- nezuela con respecto a la Responsabilidad Administrativa. Lo que motivó la elaboración de esta investigación es la falta o los pocos estu- dios, investigaciones, análisis, entre otros, que existen sobre la Responsabilidad Patrimonial del Estado, específicamente, sobre la responsabilidad que pudiera sur- gir para el Estado por las actuaciones materiales de sus órganos policiales, que aun cuando es un tema que no ha sido tratado a fondo, es un problema que en Vene- zuela se presenta todos los días. Este vacío ha originado grandes confusiones, las cuales sólo pueden ser subsa- nadas mediante el estudio de Jurisprudencia extranjera (colombiana, ífancesa, etc.) 79

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L a R e s p o n s a b il id a d P a t r im o n ia l d e l E s t a d o p o r l a s A c t u a c io n e s M a t e r ia l e s d e su s O r g a n o s P o l ic ia l e s

Arlette Marlen Geyer AlarcónSU M A R IO

I. EL EST A D O DE D E R E C H O Y SU S IM PLIC A C IO N ES EN M A TER IA D E SE ­G U R ID A D C IU D A D A N A

II. R E SPO N SA B IL ID A D PA TR IM O N IA L DEL ESTA D OIII. R E SPO N SA B IL ID A D D E L EST A D O PO R LAS A C TU A C IO N ES M A TER IA LES

D ESPLE G A D A S PO R SUS O R G A N O S PO LIC IA LES

C O N C LU SIO N ES

IN T R O D U C C IO N

El problema de la Responsabilidad Patrimonial del Estado en Venezuela no es la falta de normativa porque ésta la tenemos tanto en el ámbito legal como en el ámbito constitucional; incluso, podría decirse que Venezuela se encuentra a la altu­ra de los mejores sistemas extranjeros de responsabilidad en cuanto a normas se refiere. El problema en sí gira alrededor de las personas que son víctimas de daños y perjuicios ocasionados por el Estado y, por ignorancia o desidia, no reclaman una indemnización, lo que a su vez trae como consecuencia la escasa jurisprudencia que existe al respecto, puesto que si las víctimas no demandan los jueces no tienen sobre qué pronunciarse.

Aunado a lo anterior, se presenta el problema del mal funcionamiento del Poder Judicial, pues muchas veces es preferible no recurrir por la cantidad de años que puede llevarse obtener la resolución final, aunado con el sacrificio y esfuerzo que ello significa.

Adicionalmente, otro problema que ha truncado el desarrollo de este tema en Venezuela han sido las pocas investigaciones al respecto, conjuntamente con las innumerables contradicciones que se refieren, por ejemplo, a la figura de la Res­ponsabilidad Extracontractual del Estado referida a la aplicación o no de normas de Derecho Público, tales contradicciones lo que traen como consecuencia son más confusiones de las que ya se tienen.

En fin, existe una especie de silencio sobre el tema que llevaría a pensar que la Administración venezolana es perfecta y no causa daño a los particulares. Estas podrían ser algunas de las razones que explican el atraso que se evidencia en Ve­nezuela con respecto a la Responsabilidad Administrativa.

Lo que motivó la elaboración de esta investigación es la falta o los pocos estu­dios, investigaciones, análisis, entre otros, que existen sobre la Responsabilidad Patrimonial del Estado, específicamente, sobre la responsabilidad que pudiera sur­gir para el Estado por las actuaciones materiales de sus órganos policiales, que aun cuando es un tema que no ha sido tratado a fondo, es un problema que en Vene­zuela se presenta todos los días.

Este vacío ha originado grandes confusiones, las cuales sólo pueden ser subsa­nadas mediante el estudio de Jurisprudencia extranjera (colombiana, ífancesa, etc.)

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conjuntamente con los ensayos elaborados por los estudiosos del Derecho Admi­nistrativo.

Es pór todo lo anterionnente expuesto, que el objetivo principal de la presente Investigación es analizar la estructura venezolana de la Responsabilidad de la Ad­ministración por las actuaciones materiales de sus órganos policiales y su trata­miento tanto por la nueva Constitución como por la jurisprudencia venezolana y extranjera. Como es sabido, Venezuela tiene una nueva Constitución y se hace in­dispensable estudiar la Responsabilidad de la Administración a la luz de los linea­mientos del nuevo Texto Fundamental.

El presente trabajo está estructurado por capítulos y cada uno de ellos fue divi­dido en subtítulos, con la finalidad de aicanzar una mayor comprensión de cada uno de eiios. En efecto, ei Capítuio I se refiere ai Estado de Derecho y sus impiica- ciones en materia de seguridad ciudadana, donde se pretende exaltar la obligación que tiene ei Estado de asegurarie a todos sus habitantes que no serán objeto de ata­ques vioientos.

En ei segundo capítulo se hizo un breve análisis sobre la Responsabilidad Pa­trimonial del Estado, visto desde sus dos ángulos: i) por sacrificio particular y ii) por fimcionamiento anormal. Además, se hace un estudio sobre las normas consti­tucionales que consagran ambos tipos de responsabilidades y los principios que rigen a cada una de ellas.

Por último, en el tercer capítulo se trata la responsabilidad del Estado por las actuaciones materiales desplegadas por sus órganos policiales, donde se analizan casos venezolanos que reflejan la responsabilidad del Estado tanto por sacrificio particular como por funcionamiento anormal. Es poca la jurisprudencia que existe al respecto, así que los casos que en esta investigación se presentan fueron tomados de recortes de prensa, de noticieros de televisión e Internet.

Como resultado de lo anteriormente expuesto, se presenta este trabajo que ofre­ce una visión general sobre las actividades policíacas llevadas a cabo en Venezuela y las consecuencias que éstas pueden traer por la falta de preparación de los agen­tes policiales, su negligencia y falta de coordinación, esperando que sirva de apoyo a todos aquellos que se inician en el estudio de la responsabilidad administrativa y de inspiración para aquellos que les interesa el tema y quieren trabajarlo.

I. EL EST A D O D E D ER EC H O Y SUS IM PLIC A C IO N ES EN M A TE R IA DE SEG U R I­D A D C IU D A D A N A

1. Estado de Derecho

La idea de “Estado de Derecho” se remonta al año 1789, en el que se produjo la Revolución Francesa. Sin embargo, la existencia del Estado de Derecho como tal no se puede atribuir únicamente a un hecho histórico como lo es la Revolución Francesa, sino a otra serie de hechos que se produjeron con anterioridad a dicho acontecimiento. En este sentido, C o m b e l l a s ' señala que en primer lugar el con­cepto “Estado de Derecho” proviene del término alemán “Rechtsstaaf, elaborado

Arlette Marlen Geyer Alarcón

' Co m bella s , R ica rd o . “El Estado de Derecho, Herencia de la Revolución Francesa” . En la página Web; http://www.clad.org.ve.

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por aquellos autores alemanes que en gran medida contribuyeron a la construcción de las bases teóricas (G n e is t , B a e h r y VON M o h l ) e ideológicas (K a n t , H u m b o l d t y F ic h t e ) de la doctrina del Estado de Derecho.

En segundo lugar, C o m b e l l a s ’ sostiene que las ideas de la Ilustración, la tradi­ción inglesa y los movimientos libertarios que culminaron con la declaración de Derechos de Virginia de 1776 y la Constitución norteamericana, sancionada en 1787, aportaron fundamentación a los principios constitutivos del Estado de Dere­cho, ejerciendo influjo sobre los políticos e intelectuales franceses preocupados por dar formas a las primeras instituciones revolucionarias.

En todo caso, el término “Estado de Derecho” no es un concepto al cual se le pueda atribuir con exclusividad una definición, pues existen tantas de ellas como autores han tratado el tema. En este sentido, H e r z o g R o m á n ’ afirma que si “se de­biera definir en breves palabras el Estado de Derecho, se podría decir que se trata de aquel Estado que posibilita al hombre mostrarse tal como es y que a su vez, ac­túa en beneficio de los ciudadanos”.

Por su parte. G a r c ía d e E n t e r r ía * considera que;“Lo que distingue a unos Estados respecto de otros, tanto en un tiem po dado com o en

diferentes épocas históricas, no es, pues, que unos reconozcan y otros aborrezcan el ideal de un Estado de D erecho, sino lo que unos y otros entienden por D erecho” .

Hay autores que prefieren señalar cuáles son los presupuestos que deben confi­gurarse para que un Estado sea un Estado de Derecho. Así pues, M o l e s C a u b e t ’ explica que un Estado es Estado de Derecho es tal por las siguientes razones:

“ 1°. Porque el D erecho no es ya, com o en el Estado absoluto: ‘q u o d P rin c ip i p la c u W , sino que^tiene legitim idad, cualquiera que sea la especie de ésta. Concretam ente, en el E stado liberal esta legitim idad se encuentra en el consenso expresado en "/a vo lo n té de to u ts" (voluntad de todos) o “v o lo n té g e n é ra le " (R ousseau).

2°. Porque todos y cada uno de los actos estatales están predeterm inados por una regla de D erecho, con lo cual ningún órgano del Estado puede realizar o tra actividad que aquella que h a sido explícitam ente fijada en la regla de D erecho que le confiere com ­petencia.

D e esta m anera se afirm a, en térm inos técnicos, que todos los órganos del E stado rea­lizan su actividad en la m edida que la autorice una regla a tributiva de com petencia” .

Dentro de este contexto, C o m b e l l a s® prefiere señalar los pilares constitutivos del Estado de Derecho. Éstos son:

“En primer lugar, los derechos fundamentales, anteriores y superiores al Esta­do. Así lo patentiza el artículo 2° de la Declaración de 1789: ‘El objeto de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles

Ibidem.H erzog , Rom an. “Elementos que definen un Estado de Derecho: El Estado servidor del Ciuda­dano. Extraído de; D as deutsch Modell-Freiheitlicher Rechtsstaat und sociales Marktwirtschaft, Wirtschaftsverlag Langen M uller/H erb ir,l99y\ En la página Web: http://www.clad.org.ve. G a r c ía d e E n te r r í a , E d u a r d o y F e rn a n d e z , T. Curso de D erecho A dm inistrativo I. D é­cima Edición. Editorial Civitas. Madrid, 2000. Pág. 431.ACOSTA-HOENICKA, o . (com p.).M O L E S C a u b e t , A n t o n i o . Estudios de D erecho Público. Universidad Central de Venezuela. Caracas, 1997. Pág. 135.Co m bellas , R ica rd o . Ob. Cit.

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asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre’. Se parte de la existencia de un estado de naturaleza anterior al Estado, regido por leyes naturales que el hombre descubre gracias a la facultad humana de­nominada como razón.

(....) Los derechos fundamentales tienen como razón de ser la idea-valor de la libertad. Ella tiene como presupuesto la igualdad, concebida como igualdad ante la ley.

(....) La segunda institución con que se construye el Estado de Derecho es el principio de la división de poderes, expuesto por primera vez por Lo c k e y unlver­salizado por M o n t e s q u ie u .

(....) Por último, el principio de la autoridad de la ley completa el tercer pilar del Estado de Derecho. Heredero de la vieja tradición de la primacía del gobierno de las leyes frente al gobierno de los hombres, gracias a la ley se realiza la libertad, tanto así que M o n s t e s q u ie u definió la libertad como ‘el derecho de hacer lo que las leyes permitan’ ” ,

Otros autores son más radicales al sostener que todo Estado es un Estado de Derecho, ya que el mismo tiene que regirse por normas, independientemente de su procedencia. No es posible compartir esta definición, porque en ella no distingue el régimen político que le serviría de base, lo cual constituye peligroso por razones obvias. En efecto, dicha definición equivaldría a afirmar, sin ningún tipo de equi­vocación, que en aquellos Estados en los que existe un sistema determinado por normas jurídicas de carácter formal, pero en los que no se respetan las libertades ciudadanas, son reflejo de un Estado de Derecho, lo cual es insostenible.

Por último, OssoRio M a n u e l ’ define el Estado de Derecho de la siguiente ma­nera:

“(....) Es aquel en que los tres poderes del Gobierno, interdependientes y coor­dinados, representan, conforme a la conocida frase de L in c o l n , el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.”

En nuestro país, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela* se­ñala en su artículo 2, lo siguiente:

“Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democra­cia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos huma­nos, la ética y el pluralismo político.”

Al comentar la norma antes transcrita, B r e w e r -C a r ia s ® señala lo siguiente:“La idea del Estado social es la de un Estado con obligaciones sociales, de pro­

cura de la justicia social, lo que lo lleva a intervenir en la actividad económica y

Arlette Marlen Geyer Alarcón

OSORIO, M a n u e l , D iccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales. Editorial Obra Grande S.A. Montevideo, 1963. Pág. 294.Publicada en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 5.453 de fecha 24 de marzo de 2000,B r e w e r - C a r i a s , A l l a n . La Constitución de 1999. Tercera Edición. Editorial Arte. Cara­cas, 2001. Pág. 47,

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lor fundamental de la igualdad y no discriminación que deriva del Preámbulo y del artículo 1° de la Constitución, que además de derecho fundamental (art. 21) es el pilar de actuación del Estado (art. 2); y de la declaración del principio de la justicia social como base del sistema económico (art. 299).

El Estado democrático, es el que fundamenta toda la organización política de la Nación en el principio democrático. (...) El primer valor, por tanto, del constitucio­nalismo es la democracia, quedando plasmado el Estado Democrático en los prin­cipios fundamentales del texto constitucional, comenzando por la forma de ejerci­cio de la soberanía mediante mecanismos de democracia directa y de democracia representativa.

El Estado de Derecho es el Estado sometido al imperio de la Ley como lo se­ñala el Preámbulo, es decir, el Estado sometido a la legalidad.

Por último, el Estado de Justicia es el Estado que tiende a garantizar la justicia por encima de la legalidad formal...” (Resaltado nuestro).

De acuerdo a lo anterior, no cabe duda alguna afirmar que Venezuela tiene co­mo organización jurídico-política un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, lo que significa que sus actuaciones deben estar apegadas al principio de legalidad y respetar, en todo momento, los valores supremos que la Constitución y las leyes venezolanas propugnan.

En cuanto al principio de legalidad, B r e w e r - C a r i a s " señala lo siguiente:“Por tanto, el principio de legalidad que implica el principio del sometimiento

al derecho de todos los órganos que ejercen el Poder Público, no sólo se integra por lo previsto en la Constitución y las Leyes, sino por todas las fuentes del derecho y, en este campo, particularmente, por el derecho que se deriva de los principios ge­nerales del derecho”.

Con todas las definiciones anteriormente expuestas, no se pretende tratar de de­finir el Estado de Derecho, ni dar una exposición exhaustiva sobre el mismo, sino más bien que el lector pueda darse su propia idea de lo que debe entenderse por Estado de Derecho.

Lo que sí se pretende, es tener claro la finalidad del “Estado de Derecho” como ideología, que no es otra cosa que el Estado actúe conforme a las reglas de Dere­cho que para tal fin han dictado los órganos competentes para la producción nor­mativa.

Esto, a simple vista, resulta sencillo de entender pero es más complejo de lo que nos podamos imaginar. En efecto, el presente trabajo versará sobre la Respon­sabilidad Patrimonial del Estado por las actuaciones materiales de sus órganos po­liciales, es decir, aquella que se produce cuando los órganos de policía en ejercicio de sus funciones hieren, lesionan o matan a un tercero que, por casualidad, se en­contraba en ese sitio determinado, o hieren o matan al delincuente que era su obje­tivo, cuando no estaban dados los presupuestos para ello.

Así pues, no se intenta con este trabajo realizar un catálogo de las situaciones conforme a las cuales el Estado actúa de acuerdo a las reglas de Derecho, sino más

Brew er-Carias , A lea n . El Poder Público: Nacional, Estada! y Municipal. Tomo 11. Edito­rial Jurídica Venezolana. Caracas-San Cristóbal, 1996. Pág. 130.

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bien cuándo las violenta por medio de las actuaciones materiales de sus órganos policiales, ocasionando de esta forma un daño a la persona agraviada.

2. Estado de Derecho vs. Seguridad Ciudadana

El autor Ossorjo1 1 define el término “seguridad personal' de la siguiente ma­nera:

“Garantía que el Poder Público ofrece a la ciudadanía en general y a cuantos residen en el territorio de su jurisdicción, de no ser ofendidos impunemente y de ser amparados en sus reclamaciones legales”. (Resaltado nuestro).

Aun cuando la definición anterior a primera vista resulta un poco restringida si se confronta con el término “seguridad ciudadana”, la misma nos sirve para ilus­tramos un poco y poder entender, de manera sencilla, la extensión y alcance de la obligación que tiene el Estado de garantizar la seguridad ciudadana, es decir, de garantizar a todas aquellas personas que se encuentran dentro de sus límites territo­riales su integridad física y patrimonial.

La seguridad u orden público ciudadanos son definidos por A. Po sa d a12 de la manera siguiente:

“[Es] aquella situación de normalidad en que se mantiene y vive un Estado cuando se desarrollan las diversas actividades, individuales y colectivas, sin que se produzcan perturbaciones” . (Resaltado nuestro).

Es evidente que la definición anterior confunde el orden público con el orden jurídico. Por ello, es preferible la definición propuesta por Ma y e r Otto13 que reza:

“ ...en términos estrictamente jurídico-administrativos puede decirse que es el concepto mismo del fin de la acción de policía, en tanto que ésta procura hacer efectivo el deber de los ciudadanos de no perturbar el buen orden de la cosa públi­ca, evitando o suprimiendo las acciones o los hechos perturbadores o nocivos para el mismo, por lo que comprende necesariamente todos los que puedan producir ta­les efectos”.

Así pues, -concluye Parejo A lfonso con base en la doctrina de Mayer Otto- el orden y la seguridad públicos son, al mismo tiempo, una exigencia del orden ju ­rídico (para su misma efectividad, éste reclama tranquilidad y seguridad externas mínimas en la vida social) y una consecuencia de dicho orden (sólo es posible un orden público, una seguridad ciudadana, en el marco de un preciso orden jurídico). De ahí que la actividad de policía administrativa de la seguridad ciudadana (del orden público), como advirtió ya Haurjou, sea el orden material y exterior consi­derado como un estado de hecho opuesto al desorden, el estado de paz opuesto al estado de perturbación.

En todo caso, la seguridad ciudadana como garantía del Estado debe verse re­flejada, sobretodo, en las actuaciones de los órganos policiales. En este sentido,

Arlette Marlen Geyer Alarcón

' 1 O so r io , M a n u e l . Ob. Cit. Pág. 695.12 A. Po s a d a citado por Pa r e jo A l f o n s o , Lu c ia n o . M anual de Derecho Administrativo.

Volumen 2. Editorial Ariel. Quinta Edición. España. Pág. 118.13 OTTO MAYER citado por P a r e jo A l f o n s o , L u c ia n o . M anual de Derecho Administrativo.

Volumen 2. Editorial Ariel. Quinta Edición. España. Pág. 118.

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tenemos que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela señala en su artículo 55, lo siguiente;

“ Toda persona tiene derecho a la protección por parte del Estado, a través de los órga­nos de seguridad ciudadana regulados por ley, frente a situaciones que constituyan am enaza, vulnerabilidad o riesgo para la integridad física de las personas, sus propieda­des, el disfrute de sus derechos y el cum plim iento de sus deberes.

(...) Los cuerpos de seguridad del Estado respetarán la dignidad y ios derechos hum a­n os de todas las personas. Ei uso de arm as o sustancias tóxicas po r parte del funciona- riado policial y de seguridad estará lim itado por principios de necesidad, conveniencia, oportunidad y proporcionalidad, conform e a la ley” .

De acuerdo con la norma antes transcrita, todo venezolano tiene derecho a la protección física por parte del Estado, a través de los órganos de seguridad ciuda­dana que para tal efecto sean creados. En este sentido, vale recordar que el artículo 156, numeral 6, de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, se­ñala que es competencia del Poder Público Nacional lo relativo a la policía nacio­nal.

El Decreto con Rango y Fuerza de Ley de Coordinación de Seguridad Ciuda­dana'“, en su artículo 1, define a la Seguridad Ciudadana de la siguiente manera:

“ Se entiende por Seguridad C iudadana, el estado de sosiego, certidum bre y confianza q ue debe proporcionarse a la población, residente o de tránsito, m ediante acciones d iri­gidas a p ro teger su in tegridadJlsica y propiedades". (R esaltado nuestro).

De la norma antes transcrita, se desprende que es deber del Estado el transmi­tirle o proporcionarle tranquilidad no sólo a los venezolanos sino también a aque­llas personas que se encuentren de paso en Venezuela, así como a los extranjeros. Tranquilidad que se traduce en la plena convicción de que su integridad física y sus propiedades no serán objeto de ataques violentos, y en caso contrario, que el Esta­do les asegure una rápida recuperación.

Dentro de este contexto, la reciente sentencia de la Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia, con ocasión de la demanda contra la República incoada por el ciudadano Hugo Eunices Betancourt Zerpa, dejó sentado expresa­mente lo siguiente'*:

“...Aunado a lo anterior, cabe destacar que el ordinal 5 del artículo 136 de la Constitución de 1961, vigente para el momento en que ocurrieron los hechos, atri­buía al Poder Nacional la competencia relativa "a los servicios de identificación y de policía nacional". Tal disposición mantiene su esencia en el ordinal 6 del artí­culo 156 de la Constitución vigente. De la interpretación de las mencionas (sic) normas, se colige que el servicio de policía constituye un servicio público, el cual está obligado la República a prestar, siendo el extinto Ministerio de Relaciones In­teriores (hoy Ministerio de Relaciones Interiores y Justicia), el organismo admi­nistrativo a quien le corresponde su ejercicio. En consecuencia, los daños sufridos por el actor en el presente caso, son atribuibles al mencionado organismo, todo ello

Revista de Derecho Administrativo N° 14

Publicado en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 37.318 de fecha 6 de noviembre de 2001.Ver Sentencia dictada por la Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia en fecha 4 de octubre de 2001, con ponencia del Magistrado Hadel Mostafá Paolini, caso Hugo Eunices Betancourt Zerpa.

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con fundamento en los artículos 3, 47 y 206 de la Constitución de 1961; artículos 3, 140 y 259 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y los or­dinales 12 y 13 del artículo 24 de la Ley Orgánica de la Administración Central” . (Resaltado nuestro).

Por su parte, el artículo 332 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, señala lo siguiente:

“ El E jecutivo N acional, para m antener y restablecer el orden público, pro teger a los c iudadanos y ciudadanas, hogares y fam ilias, apoyar las decisiones de las autoridades com petentes y asegurar el pacífico disfrute de las garantías y derechos constitucionales, de conform idad con la ley, organizará:

A. Un cuerpo uniform ado de policía nacional.

B. Un cuerpo de investigaciones científicas, penales y crim inalísticas.

C. Un cuerpo de bom beros y bom beras y adm inistración de em ergencias de carácter civil.

D. U na organización de protección civil y adm inistración de desastres.

L os órganos de seguridad ciudadana son de carácter civil y respetarán la dignidad y los derechos hum anos, sin discrim inación alguna.

L a función de los órganos de seguridad ciudadana constituye una com p eten c ia con cu ­rren te d e lo s E s ta d o s y M u n icip ios en los térm inos establecidos en esta C onstitución y en la ley.” (R esaltado nuestro).

En este orden de ideas, el artículo 164 numeral 6 de la Constitución de la Re­pública Bolivariana de Venezuela, señala lo siguiente:

“E s de la com petencia exclusiva de los Estados:

O m issis ... 6. L a o rgan ización de la p o l ic ía y la determ inación de las ram as de este ser­v icio atribuidas a la com petencia m unicipal, conform e a la legislación nacional aplica­ble” . (R esaltado nuestro).

Por último, el artículo 178 numeral 7, de la Constitución de la República Boli­variana de Venezuela, señala lo siguiente:

“ Son de la com petencia del M unicipio... y el m ejoram iento, en general, de las condi­c iones de v ida de la com unidad, en las siguientes áreas:

O m iss is ...! . Justic ia de paz, prevención y protección vecinal y servicios de p o lic ía m u­n icipa l, conform e a la legislación nacional aplicable” . (R esaltado nuestro).

Las normas anteriormente señaladas, sirven de fundamento para sostener, sin duda alguna, que tanto la República como los Estados y los Municipios deben ga­rantizar la seguridad y protección a los ciudadanos que dentro de sus respectivos límites territoriales se encuentran, tanto en épocas donde se realizan actos para desestabilizar el régimen democrático como en los casos de actuaciones policiales dirigidas a mantener el orden público. Así pues, la responsabilidad por actuaciones materiales de los órganos de policía le corresponderá a cada ente político territorial según sea la policía que desplegó la actuación.

Sin embargo, en nuestro país, las normas tanto constitucionales, legales como sub-legales no son suficientes, puesto que las mismas son violentadas a diario por

Arlette Marlen Geyer Alarcón

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los órganos policiales. En este sentido, A v a l a C o r a o '®, en su artículo denominado “Balance de la situación de Derechos Humanos”, señala lo siguiente:

" . . . D erech o s c iv ile s y p o lític o s: un ba lan ce p a rc ia lm en te p o sitivo .

N uevam ente, p o r segundo período consecutivo, se presenta una dism inución en los ca­sos de v io lación al d erech o a la v id a p o r p a r te d e lo s cu erp o s p o lic ia le s y d e se g u r id a d d e l E stado . E n tre o ctu bre d e 199 8 y se p tie m b re de 1999, P ro vea re g is tró lO I p e rso n a s m u ertas, tres m enos que en el período anterior, lo que representa el m enor núm ero de vio laciones al derecho a la vida desde 1989. C abe m en cion ar qu e en tre 1989 y 1 9 9 7 e l p ro m e d io a n u a l de v io la c ió n a l d erech o a la v id a fu e de 140 casos, lo que sig n ifica que en es ta o p o r tu n id a d hubo una d ism in u ción d e l 28% . A pesar de ello, se registraron 2 personas m uertas en el desarrollo de m anifestaciones pacíficas, patrón que no se pre­sentaba desde 1997. L as p o lic ía s e s ta d a le s continúan en ca b eza n d o las e s ta d ís tic a s de v io la c io n e s a l d erech o a la vida , totalizando 44 víctim as; se ubican en segundo lugar las Fuerzas A rm adas con 15 casos (7 de ellos en el m arco de la realización del Plan R epú­blica durante las elecciones del pasado 08. I I . 98). D estaca el hecho de que del total de casos registrados, 37 personas fueron m uertas bajo el patrón de ejecución extrajudicial (aplicación de facto de la pena de m uerte), lo qu e s ig n ifica q u e aunque d ism in u yó en 10 c a so s co n re la c ió n a l p e r io d o an terior, s ig u e s ie n d o e l p a tró n d e v io la c ió n a l d erech o a la v id a m á s re cu rren te en lo s c a so s den u n cia d o s d esd e 1989" . (R esaltado nuestro).

Conforme a lo anterior, las Violaciones al derecho a la vida por parte de los ór­ganos policiales del Estado han disminuido en d ie z (1 0 ) c a s o s , siendo que las poli­cías estadales, según las estadísticas, representan el mayor caso de violación del derecho a la vida. Es importante señalar que dichas estadísticas son el reflejo de las d e n u n c ia s que se han formulado ante los órganos competentes.

Así las cosas, existen muchísimos casos que no son denunciados por diversas razones: por temor a represalias por parte de los mismos funcionarios que cometie­ron el hecho, por ignorancia, por miedo, entre otras.

Sólo basta con ver las noticias o leer cualquier periódico para darse cuenta que a diario se producen las denominadas “balas perdidas”, que dejan como conse­cuencia la muerte de una persona que nada tenía que ver con la persecución poli­cial o que teniendo que ver, se encontraba desarmada o no llenaba los presupuestos para tal actuación. Así pues, se ven casos como los siguientes: la muerte de una recién nacida que se encontraba en su cuna, de un tercero que por mala suerte ca­minaba por el lugar donde se desenvolvían los hechos, muertes producidas por mala coordinación policial (caso: L o m a s d e S a n R o m á n , T e r r a z a s d e l Á v i la ) , entre otros.

Entonces, cada vez que se produce una muerte como consecuencia de las ac­tuaciones desplegadas por los órganos policiales, el Estado debe responder, sin im­portar si la persona perseguida era un ladrón -en este caso, para que se configure la responsabilidad del Estado los órganos policiales deben haber actuado en inobser­vancia de los principios tanto nacionales como internacionales en que deben estar apegados- o un tercero, no obstante el régimen de responsabilidad varía si se trata de una u otra posibilidad.

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A v a la C o r a o , C a r lo s . “Balance de la situación de Derechos Humanos” . En la página Web: h ttp://w w w .analítica , com

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En efecto, cuando la actuación policial está dirigida a la persecución de un la­drón y éste resulta muerto o lesionado, el sistema que corresponde es la responsa­bilidad por funcionamiento anormal -dependiendo del caso concreto y si el ladrón puso en riesgo la integridad física de los agentes policiales-; pero si en el ejercicio de esa persecución la policía mata o lesiona a un tercero, el sistema que correspon­de es la Responsabilidad del Estado por sacrificio particular.

A continuación, se explicarán los fundamentos o principios esenciales que de­ben tornarse en cuenta en ambos tipos de responsabilidades, para que se concrete la Responsabilidad del Estado.

II. RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL ESTADO

1. Breve reseña histórica

Durante el tiempo de gestación del Derecho Administrativo reinaba la irrespon­sabilidad del Estado, pues se pensaba que siempre actuaba conforme a todas las regulaciones que él mismo dictaba y exigía su cumplimiento. A lo largo de los úl­timos cincuenta años la Responsabilidad Patrimonial del Estado ha ido evolucio­nando conforme se ha desarrollado el Derecho Administrativo. Por eso, se ha afir­mado, que antes de estudiar el tema in comento es necesario hablar de su origen a lo largo del tiempo, para luego comprender de donde emergen los principios sobre los cuales se sustentan ambos tipos de responsabilidad.

En el Derecho Anglosajón regía el principio The King can do not wrong, es de­cir, el Rey no puede equivocarse. El origen de esta máxima es discutido, pero en todo caso se aplicaba a favor del Estado. Así pues, no había nadie para hacer valer la Ley contra el Monarca. En cierto sentido, imperaba la idea mítica de la “Coro­na”, es decir, se entendía que a través de la Corona Dios se manifestaba y era quien le daba las grandes ideas al Rey, así pues, nadie podía ir contra la Corona” .

Dentro de este contexto, O r t iz A l v a r e z ** señala que el Rey no tenía poder pa­ra equivocarse o hacer daflo; su posición legal, los poderes y prerrogativas que lo distinguían de una persona ordinaria, le es dado a través de la Ley, pero la Ley no le da autoridad para transgredir. En fin, el Rey no podía equivocarse, lo podía todo.

Resulta oportuno mencionar que G a r c ía d e E n t e r r ia '® no atribuye la irrespon­sabilidad administrativa del Reino Unido a un solo principio como lo es the king can do not wrong sino que también añade el hecho de la inmunidad judicial de la Corona (doctrina de la non suability). En efecto, agrega el referido autor que éste último principio actuaba en el plano procesal, haciendo depender la propia forma- lización de la litis de la previa formulación de una petition o f rights, a la que la Co­rona podía acceder mediante una f ía t justitia.

Igualmente en el Derecho Francés regía el principio de la irresponsabilidad de la Administración. En una primera fase, que M o r e a u , citado por G a r c ía d e E n t e r r ia , ha denominado edad teológica, el principio de la irresponsabilidad del

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Sobre el punto específico de la Corona, se recomiendan las Obras Completas (II) De M anu el G aRCIA-Pel a y o . Centro de Estudios Constitucionales. Págs. 1040 y ss.O r t iz A l v a r e z , L u is A . (1995a). La Responsabilidad Patrimonial de la Administración pública. Caracas-. Editorial Jurídica Venezolana. Pág. 59 y ss.Ga rcía d e En terria , Edua rd o y Fern a nd ez . Ob. Cit. Pág. 358.

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Estado impera con carácter general excluyendo el deber de indemnizar, salvo en aquellos casos excepcionales en que un texto legal lo imponía expresamente. Así pues, que la única garantía que se le ofrecía al particular que se veía afectado por la Administración, era la posibilidad de exigir una indemnización al funcionario que dictó el acto que causó el daño, pero apoyándose en las normas del Código Civil francés.

Por si fuera poco, para poder demandar al funcionario se tenía que solicitar una autorización administrativa previa (que actualmente se puede equiparar al antejui­cio administrativo) o como lo señala García d e Enterria20:

“Al libre juego de esta garantía se opuso, sin embargo, en un primer momento (como ocurrió en Alemania hasta 1879 y en España hasta 1869) la exigencia (que no conoció nunca el Derecho inglés, que basó en ello durante un siglo su concien­cia de superioridad) de una autorización administrativa previa, concebida como requisito sine qua non para poder demandar al funcionario en la vía civil e im­puesta por la Constitución napoleónica del año VIII (art. 75), como una supuesta consecuencia del principio de separación de poderes entendido como separación entre las autoridades administrativas y las judiciales”.

Como era de esperarse, generalmente, el Consejo de Estado francés negaba di­cha autorización y sólo la otorgaba en los casos cuando se apreciaba la existencia de una falta personal del funcionario, es decir, en aquellos supuestos en los que el hombre con sus debilidades, sus pasiones y su prudencia, más que el administra­dor, es el causante del daño.

La irresponsabilidad del Estado francés, sólo se veía atenuada en tres aspectos a finales del siglo XVII. A saber, en primer lugar existían algunos textos legales y reglamentarios que parcialmente comenzaron a admitir la idea de una responsabili­dad de la Administración; en segundo lugar, la regla de la irresponsabilidad no se extendía a los daños imputables a la gestión del dominio privado. Y en tercer lugar, la regla de la irresponsabilidad no se extendía a los daños causados por las colecti­vidades locales, que eran consideradas casi del mismo rango jurídico que los sim­ples particulares.

Más adelante, el problema en sí mismo de la irresponsabilidad del Estado- Administrador, fue solucionado por la decisión Blanco adoptada por el Tribunal de Conflictos el 8 de Febrero de 1873. Iribarren21 extrae un fragmento del arret Blanco:

“Una niña fue atropellada y herida por una camioneta de la manufactura de Ta­bacos (organismo administrativo propiedad del Estado), y se produjo un procedi­miento de conflicto de competencias ante los Tribunales judiciales, ante los cuales el padre de la niña había intentado una demanda de daños y perjuicios contra el Estado por considerarlo civilmente responsable de las faltas cometidas por los obreros de la Manufactura.”

20 Ibidem. Pág. 362.21 Ir ib a r r e n M o n t e v e r d e , En r iq u e . “La Responsabilidad administrativa extracontractual” .

Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello. Caracas. 1989.Pág. 139.

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A través de la decisión Blanco quedaron establecidas los pilares fundamentales de la Responsabilidad Administrativa. Tales son: a) Que la responsabilidad que pueda corresponder al Estado por los daflos causados a los particulares por el he­cho de las personas que emplee en el servicio público, no puede regirse por los principales en el Código Civil para las relaciones de particular a particular; b) Que esa responsabilidad no es general ni absoluta, y c) Que esa Responsabilidad tiene sus reglas especiales que varían según las necesidades del servicio y la necesidad de conciliar los derechos del Estado con los derechos privados.

En Estados Unidos, imperaba el principio de la irresponsabilidad de la Admi­nistración o como L a r e s M a r t ín e z ” afirma:

“ ...reinaba la imposibilidad de ser demandado el Estado Federal por ante los tribunales, para obtener el resarcimiento de los daflos y perjuicios causados por la actividad de la Administración. La responsabilidad recaía sobre los fúncionarips, no sobre la Administración. Durante algún tiempo sólo el poder legislativo tenía facultad para reconocer la obligación de la Administración, de pagar determinadas deudas”.

La Court o f Claims fue la encargada de examinar las reclamaciones de particu­lares, fundadas en responsabilidad contractual o extracontractual, y a partir de 1866, la Ley confirió a la referida Corte, facultades de órgano jurisdiccional para tomar decisiones en lo concerniente a las reclamaciones de origen contractual, su­jeta esa sentencia a un recurso de apelación ante la Suprema Corte de Justicia. En lo tocante a las reclamaciones de origen extracontractual conservó la Court o f Claims sus atribuciones de orden meramente consultivo, hasta que en 1946 la ley denominada Federal Court Claims Act consagró el derecho de los administrados de ejercer por la vía jurisdiccional contra la administración federal sus acciones en reclamación de los daflos y perjuicios provenientes de la actividad pública.

En Venezuela, la Constitución sancionada en el año 1901 en su artículo 14 re­conoció indirectamente la responsabilidad de la República y del Estado por daños provenientes de la actividad pública, al declarar que en ningún caso podrían pre­tender, tanto los nacionales como los extranjeros, que la Nación ni los Estados in­demnizaran daños, perjuicios o expropiaciones que no se hubieren ejecutado por autoridades legítimas obrando en su carácter público. Su finalidad era evitar la res­ponsabilidad de las entidades públicas por los daños causados por los rebeldes en las contiendas civiles.

El mencionado artículo 14 de la Constitución de 1901 ha sido reproducido, pe­ro con distinta extensión y alcance, por las Constituciones posteriores, hasta llegar a la vigente Carta Fundamental de 1999 que, junto con su Exposición de Motivos, constituye la norma más amplia y clara en cuanto a responsabilidad del Estado se refiere, punto que retomaremos más adelante.

A manera de conclusión, se puede observar que, independientemente del país al que se refiera, la evolución de la Responsabilidad de la Administración ha sido muy parecida entre ellos, pues al principio, sólo reinaba la irresponsabilidad del Estado pero posteriormente, y debido a la evolución de las instituciones internas de

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La res M a rtín ez , E. M anual de Derecho Administrativo. Universidad Central de Venezue­la. (Décima Primera Edición). Caracas. 1998. Pág. 499.

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cada Estado, se fueron presentando ciertas situaciones donde el Estado debía ser responsable frente al particular afectado, momento en cual comenzó a hablarse de la responsabilidad del Estado.

2. Principios de la Responsabilidad por sacrificio particular

En el régimen de Responsabilidad por sacrificio particular la Administración queda patrimonialmente envuelta instantáneamente, con la sola comprobación del dafio y su relación causa-efecto con la actividad administrativa. Se ha dicho que la Responsabilidad de la Administración por sacrificio particular tiene su base en la ruptura del principio de igualdad ante las cargas públicas, contemplado tanto en la Constitución de 1961 como en la Constitución de 1999.

Resulta oportuno añadir que la responsabilidad por sacrificio particular en­cuentra asidero normativo tanto en los principios generales del Derecho, en los valores vinculantes del Preámbulo de la Constitución -com o la igualdad- así como en diversos artículos que en seguida se mencionan.

En efecto, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela consagra en su artículo 133 el principio de la Igualdad ante las Cargas públicas, principio base de la Responsabilidad de la Administración por sacrificio particular; se afirma que si tal principio se rompe, la Administración es responsable. Reza de la si­guiente manera:

“T oda persona tiene el deber de coadyuvar a los gastos públicos m ediante el pago deim puestos, tasas y contribuciones que establezca la Ley” .

Es importante señalar que la redacción del artículo 133 de la Constitución de 1999 supone una cambio frente al del artículo 56 de la Constitución de 1961, ya que este último se refería genéricamente a la igualdad frente a las cargas que debía soportar el ciudadano, mientras que el texto actual tiene una connotación orientada más hacia el ámbito tributario. Sin embargo, consideramos que una adecuada in­terpretación amplia de esta norma permite continuar sosteniendo que se trata de una de las bases del sistema de Responsabilidad por sacrificio particular.

En este principio, han dicho los estudiosos del Derecho Administrativo, se en­cuentran o se pueden encontrar dos puntos de vistas diferentes: el de legalidad y el de la responsabilidad. En ese mismo sentido, D e l v o l v e P ie r r e , citado por O r t iz A l v a r e z ” explica esta doble, pero separable, función del principio de igualdad ante las cargas públicas de la siguiente manera:

“En relación al plano de la legalidad, el principio de igualdad ante las cargas públicas prohibe a la Administración desconocer, en el contenido de sus actos uni­laterales -generales o individuales- y en sus actos contractuales, la igualdad ante las cargas públicas, so pena de ilegalidad, mejor, de inconstitucionalidad. Así, por ejemplo, un acto administrativo que establezca expresamente discriminaciones o desigualdades relacionadas con cargas o exoneraciones dentro de un grupo de per­sonas en situaciones idénticas, será seguramente anulado por el juez.

En relación con la responsabilidad, plano que aquí nos interesa, la regla es la siguiente: si la igualdad ante las cargas públicas es rota lícitamente por la Admi-

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O rtiz Alv a rez . Ob. Cit. Pág. 118.

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nistración, las consecuencias dañosas de esta ruptura deben, bajo ciertas condicio­nes, ser reparadas patrimonialmente.

(....) No deben, pues, conftmdirse los planos: primero, la ruptura de la igualdad ante las cargas públicas pueda afectar a un acto en si mismo, o sea, a su contenido formal, afectando su legalidad; segundo, la ruptura de tal igualdad puede ya no afectar al contenido del acto, sino a sus efectos, y exigiendo así una indemnización compensatoria. En este último plano es donde puede buscarse la relación entre la responsabilidad administrativa y el principio de igualdad ante las cargas públicas”.

De acuerdo con lo anterior, el principio de igualdad ante las cargas públicas tiene dos funciones que no se excluyen, sino que pueden subsistir sin ningún pro­blema, puesto que se puede solicitar la anulación de un acto administrativo o la in­demnización y no su anulación.

Asimismo, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela contem­pla en su artículo 259 la jurisdicción contencioso administrativa en los siguientes términos:

“L a ju risd icción contencioso-adm inistrativa corresponde al T ribunal Suprem o de Justi­c ia y a los dem ás tribunales que determ ine la Ley. Los órganos de la jurisd icción con­tencioso-adm inistrativa son com petentes para anular los actos adm inistrativos generales o individuales contrarios a derecho, incluso po r desviación de poder; condenar al pago de sum as de d inero y a la re p a ra c ió n de d a ñ o s y p e r ju ic io s o rig in a d o s en re sp o n sa b ili­d a d d e la A d m in istración : co n o cer de re c la m o s p o r la p re s ta c ió n de se rv ic io s p ú b lico s y d isp o n e r lo n ecesa rio p a r a e l re sta b lec im ien to d e la s situ a c io n es ju r íd ic a s su b je tiva s le s io n a d a s p o r la a c tiv id a d adm in istra tiva" . (R esaltado nuestro).

Como puede observarse, la norma antes transcrita es básicamente igual que el consagrado en la Constitución de 1961. Sin embargo, en lo referido a la Responsa­bilidad de la Administración este precepto es mucho más enfático que el contenido en la Constitución de 196l’“.

En ese mismo sentido, el artículo 140 de la Constitución vigente señala que:“El estado responderá patrim onialm ente por los daflos que sufran los o las particulares

en cualquiera de sus bienes y derechos, siem pre que la lesión sea im putable al funcio­nam iento de la A dm inistración pública” .

En cuanto a la norma transcrita anteriormente, la Exposición de Motivos de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela señala lo siguiente:

“Finalmente, en las disposiciones generales, se establece bajo una perspectiva de Derecho Público moderna la obligación directa del Estado de responder patri­monialmente por los daños que sufran los particulares en cualquiera de sus bienes y derechos, siempre que la lesión sea imputable al funcionamiento, normal o anormal, de los servicios públicos y por cualquiera actividades públicas, adminis-

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En efecto, el articulo 206 de la Constitución de la República de Venezuela de 1961, señalaba lo siguiente: “La jurisdicción contencioso-administrativa corresponde a la Corte Suprema de Justicia y a los demás Tribunales que determine la Ley.Los órganos de la jurisdicción contencioso-administrativa son competentes para anular los actos administrativos generales o individuales contrarios a derecho, incluso por desviación de poder; condenar al pago de sumas de dinero y a la reparación de daños y perjuicios origina­dos en responsabilidad de la administración, y disponer lo necesario para el restablecimiento de las situaciones jurídicas lesionadas por la actividad administrativa”.

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trativas, judiciales, legislativas, ciudadanas o electorales, de los entes públicos o incluso de personas privadas en ejercicio de tales funciones”.

Aun cuando el artículo 140 antes transcrito no consagra expresamente la res­ponsabilidad por funcionamiento anormal o normal, se desprende que fue intención del Constituyente regularla pues la misma se menciona en la Exposición de Moti­vos, la cual es una guía interpretativa a la hora de interpretar la Constitución.

Ahora bien, hay otras normas constitucionales que permiten de alguna manera fundamentar el derecho del particular de obtener la reparación de la Administra­ción. Tales son:

El artículo 25, que señala:“T odo acto dictado en ejercicio del poder Público que viole o m enoscabe los derechos

garantizados por esta C onstitución y la ley es nulo; y los funcionarios públicos y fun­cionarías públicas que lo ordenen o ejecuten incurren en responsabilidad penal, civil y adm inistrativa, según los casos, sin que les sirvan de excusa órdenes superiores”.

El artículo 26, cuyo encabezado es del siguiente tenor:“T oda persona tiene derecho de acceso a los órganos de adm inistración de ju stic ia para

hacer valer sus derechos e intereses, incluso los colectivos y difusos; a la tu te la efectiva de los m ism os y a obtener con prontitud la decisión correspondiente” .

Asimismo, el artículo 40, según el cual:“El debido proceso se aplicará a todas las.actuaciones jud ic ia les y adm inistrativas; en

consecuencia;

(....) 8. T oda persona podrá solicitar del Estado el restablecim iento o reparación de la situación ju ríd ica lesionada por error jud ic ial, retardo u om isión injustificados. Q ueda a salvo el derecho del o de la particular de exigir la responsabilidad personal del m agis­trado o de la m agistrada, del ju ez o de la jueza; y el derecho del E stado de actuar contra éstos o éstas” .

Otra norma constitucional que da pie para exigir indemnización al Estado por Responsabilidad Administrativa es la contenida en el artículo 115, que señala:

“ Se garan tiza el derecho de propiedad. T oda persona tiene derecho al uso, goce, dis­frute y disposición de sus bienes. L a propiedad estará som etida a las contribuciones, restricciones y obligaciones que establezca la ley con fines de utilidad pública o interés general. Sólo por causa de utilidad pública o interés social, m ediante sentencia firm e y pago oportuno de ju s ta indem nización, podrá ser declarada la expropiación de cualquier clase de b ienes”.

De acuerdo a las disposiciones constitucionales antes transcritas, se puede con­cluir que la Responsabilidad del Estado tiene su fundamento en las normas de De­recho Público, quedando de esta manera desechada la tesis de aplicación de las normas del Código Civil y que, con base en las normas constitucionales, la Admi­nistración debe responder por los daños que le causen a los particulares en el ejer­cicio de sus actuaciones, sea ésta lícita o ilícita.

Antes de mencionar las características del daño, es importante destacar los ras­gos generales de la Responsabilidad. En este sentido. Sa n t a m a r ía P a s t o r ” señala lo siguiente:

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Santam a ría Pastor , Ju a n . Principios de Derecho Administrativo (Segunda Edición). Es­paña. 2000. Pág. 478.

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“En primer lugar, y desde un punto de vista subjetivo, la responsabilidad posee carácter total: esto es, cubre los dafios producidos por la actuación no sólo de la Administración, sino de la totalidad de los procesos públicos.

(....) En segundo lugar, se trata de una responsabilidad directa de la Adminis­tración, no de carácter subsidiario de la responsabilidad de sus autoridades y fun­cionarios:

A. Los daños indemnizables son causados, en todo caso, por la actuación de las personas físicas que sirven a la Administración (ésta, en cuanto persona jurídica, carece, obviamente, de toda posibilidad de acción en el mundo de la realidad físi­ca); pero la reclamación de responsabilidad debe formularse necesariamente a la Administración misma, no a las personas de sus servidores.

B. Sobre la Administración recae, pues, el deber de indemnizar a los sujetos dañados; esto no obstante, una vez la indemnización haya sido abonada, la Admi­nistración dispone de una acción de repetición contra aquellos de sus servidores a quienes fuera imputable la comisión del daño, siempre que en su conducta hubiera concurrido dolo, culpa o negligencia grave.

Y, en tercer lugar, se trata de una Responsabilidad objetiva, que se genera con independencia de que la actividad dañosa se hubiera realizado mediando dolo o culpa, o de que dicha actividad sea legal o ilegal”.

Después de las consideraciones anteriores, se pasará a mencionar las caracte­rísticas que deben rodear al dafio, para hacer efectiva la Responsabilidad de la Administración por sacrificio particular, éstas son:

a) La especialidad del daño, es decir, que esté dirigido a un número de per­sonas determinables o como lo afirma Ir ib a r r e n ’* que se pueda particularizar a la víctima o las víctimas, y no común al conjunto de miembros de una colectividad. En este sentido O r t iz A l v a r e z ” establece las formas en que la especialidad se pueda producir según los actos de la Administración:

Por su parte, R iv e r o ’* señala que [para ser especial el dafio, éste no debe afec­tar a una colectividad] y en este caso, la igualdad de todos ante las cargas públicas, que sustenta, como se ha visto, el conjunto de la teoría, no resulta afectada. Pero no hay que confundir especialidad y frecuencia del dafio: un perjuicio no deja de ser especial porque se reproduzca frecuentemente.

Es evidente lo difícil de individualizar a la persona que ha sufrido el dafio, so­bretodo, cuando se está haciendo referencia a una colectividad de personas o a un grupo de ellas. En este sentido Sa n t a m a r ía P a s t o r ’® señala lo siguiente:

“ Su dificultad, claro está, proviene de un hecho bien simple: tan evidente es que debe ser indemnizado el daño que se produzca exclusivamente a una sola per­sona (p. Ej., el viandante que es atropellado por un vehículo municipal), como que.

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Iriba rren En r iq u e . Ob. Cit. Pág. 154.O r t i z A lv a r e z , Luis A. “La Responsabilidad Extracontractual de la Administración Públi­ca por sacrificio particular o sin falta” . R evista de la Procuraduría G eneral d e la República. 1994 (b). Pág. 124.R iv e ro , Jean . D erecho Adm inistrativo (Trad. A licia M aura). Caracas: UCV. 1984. (Original Francés, 1980). Pág. 299.Sa ntam a ría Pa st o r . Ob. Cit. Pág. 482

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en el extremo opuesto, no es lógico ni cabe posibilidad física ni económica de in­demnizar a todos los miembros de una amplia colectividad por los daflos que se les causen por una única medida (p. El., la suspensión del tráfico rodado de toda una ciudad por motivo de las fiestas patronales).”

Así pues, en los casos de actuaciones de la administración que afecten a un conglomerado de personas, se deberá estudiar el caso concreto para poder determi­nar si procede la indemnización, ya que puede darse el caso de que dicha indemni­zación proceda, pero no igual para todos los afectados sino dependiendo del daño que cada uno hubiere sufrido. En contraposición, el daño causado a un particular da lugar a la indemnización, claro está, una vez comprobado que fue anormal y es­pecial.

b) La Anorm alidad del daño, o sea, que debe exceder los inconvenientes inhe­rentes al funcionam iento de un servicio público, o com o lo indica Rivero30, [el da­ño] debe sobrepasar las cargas que im pone toda vida colectiva.

La anormalidad puede ser estudiada y clasificada desde distintos puntos de vista, sin embargo, por su claridad se ha preferido la siguiente clasificación que nos presenta Ortiz A lvarez31:

3. La anormalidad por naturaleza

Existen daños que en virtud de su naturaleza o esencia, se pueden considerar como anormales. Por un lado tenemos el caso de los daños a la integridad física o corporal sufridos por las personas, tales son, las heridas, lesiones, enfermedades, incapacidades y muertes. Estos daños, una vez reunidas las otras condiciones de la responsabilidad, otorgan siempre derecho a indemnización. Desde siempre ha sido objeto de discusión cómo se deben indemnizar estos daños y que gastos debe cu­brir, por su parte, la doctrina ha considerado que la Administración debe cubrir tanto los gastos materiales (de hospitalización, medicamentos, de obsequios, pérdi­das, etc), como las sumas de dinero debidas por cuestiones morales (perjuicios de afecto o sufrimiento, de dolor físico, de disfrute, sexuales, estéticos, etc)32.

También entran en esta clasificación los daños materiales strictu sensu, es de­cir, aquellos que desaparecen o degradan un bien, en especial a los inmuebles o daños que se produzcan en mercancías que se encuentran en un local.

Asimismo se puede incluir dentro de esta clasificación el daño que se produce por la prohibición de un derecho de acceso, producida por trabajos públicos. Por ejemplo, cuando la Electricidad de Caracas rompe las calles para realizar un tra­bajo e imposibilita el acceso a su casa de una determinada persona por un tiempo prolongado, también podría hablarse de los trabajos ejecutados por Hidrocapital.

4. La anormalidad por el espacio y el lugar

Este tipo de normalidad puede estar referida a daños que produce la Adminis­tración, pero todo se reduce a una cuestión de centímetros, metros o de kilómetros. En efecto, ha sido considerado como daño anormal el resultante de la instalación

30 R iv e r o , J e a n . Ob. Cit. P&g. 299.31 O r t iz A l v a r e z . Ob. Cit. Pag. 154 ss.32 Ibidem.

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de una cabina telefónica a algunos centímetros de la ventana de la casa de un parti­cular. Igualmente la instalación de una parada de transporte hecha de un material de color vivo a 60 centímetros de una casa a la cual dicha instalación oculta la fa­chada hasta la altura del balcón. O el caso de la instalación de una antena parabóli­ca (a pocos metros) que reduce la vista de los vecinos al cerro El Ávila.

También entra en esta clasificación los llamados alargamientos de recorridos, pero éstos no están relacionados con vecinos o con terceros, pues sólo se toma en cuenta el dafio causado al particular administrado. En Venezuela la jurisprudencia no se ha pronunciado sobre este particular, sin embargo, O r t iz A l v a r e z ** señala que una jurisprudencia francesa, declaró que se le estaba produciendo un daño a un particular porque la Administración le alargó el recorrido, que al principio eran 4 kilómetros, posteriormente, se trataba de 7 kilómetros.

5. La Anormalidad producida p o r la intensidad o el tiempo

En algunos casos los dafíos pasan a ser anormales por su intensidad o el tiempo que perduran y se extienden a lo largo del tiempo.

En relación a los trabajos públicos, los ribereños de una vía pública pueden te­ner derecho a ser compensados por los dafios resultantes de trabajos ruidosos por un período largo, como uno o dos años. También existe dafio anormal cuando, por ejemplo, la Electricidad de Caracas rompe las calles de una urbanización con un taladro hidráulico. El ruido (contaminación sónica) que esta herramienta produce puede afectar a los vecinos que allí residen cuando se prolonga por meses, por lo cual se encuentran legitimados para reclamarle responsabilidad a la Administra­ción.

Las otras características que deben rodear al dafio para hacer efectiva la Res­ponsabilidad de la Administración por sacrificio particular son consecuencia o de­rivan de las anteriores, pero no por ello tienen menos importancia, pues si alguna de ellas no se presenta en el daño no hay responsabilidad por parte de la Adminis­tración. Estas son:

a. El dafio debe ser directo, es decir que emane de la intervención inmediata, materialmente, y por acción, omisión o retardo, de la propia Administración.

b. El dafio debe ser cierto, o sea, que efectivamente haya ocurrido. O como lo indica R iv e r o *“ a esta condición responde el dafio nacido y actual, y el dafio futuro cuando su realización parece inevitable. Sólo está excluido el daño eventual.

c. El daño debe incidir sobre una situación jurídicamente protegida, es decir, que se excluye el derecho a reparación a las personas que se encuentren en una si­tuación ilegal o no reconocida ni siquiera por la propia jurisprudencia.

d. Debe existir la posibilidad de imputar ese daño a una persona moral de Dere­cho Público determinada, pues si el daño proviene de una persona de derecho pri­vado no habría Responsabilidad de la Administración (nexo de causalidad).

En algún momento se llegó a presentar la interrogante de que si ante una falta de la Administración debe responder el funcionario con su patrimonio propio, la

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” Ortiz Alv a r ez . Ob. Cit. Pág. 157. Riv ero , Ob. Cit. Pág. 299.

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Administración directamente o coexistir ambas responsabilidades. No hay unifor­midad a ese respecto en el derecho moderno, pues persiste una gran variedad de sistemas. En efecto, S a y a g u e s 35 señala algunas orientaciones:

“En algunos países predomina la responsabilidad proyectada directamente so­bre el funcionario, el cual responde con sus bienes propios frente al particular le­sionado. Es la solución que prevalece en España y Perú, entre otros. Era también, hasta hace pocos años, la que predominaba en Estados Unidos e Inglaterra.

Determinadas legislaciones mantienen esa solución, pero extendiendo subsidia­riamente a la administración la obligación de reparar. Así ocurre en México.

Otros regímenes consagran la responsabilidad directa de la Administración. En la generalidad de los casos la reparación de los perjuicios ocasionados por la acti­vidad administrativa debe reclamarse a la Administración, no a sus funcionarios. Es el sistema que predominó en Alemania e Italia y actualmente rige en Brasil.

Ciertas legislaciones prescriben la responsabilidad solidaria de la Administra­ción y sus funcionarios. Es la solución que establece el Código civil griego y que imperaba en Polonia. Hasta cierto punto es el régimen actual en Italia.

Finalmente, otros países establecen la responsabilidad directa de la Administra­ción en ciertos casos y la responsabilidad personal de los funcionarios en otros, sin perjuicio de la coexistencia de ambas responsabilidades en determinadas situacio­nes. Es el sistema vigente en Francia”.

No obstante, en Venezuela, la doctrina es conteste al afirmar que la Adminis­tración - y no el agente que causó el daño- debe responder frente al particular, sin perjuicio de que la Administración, posteriormente, ejerza una acción de regreso en contra del agente.

Debe existir un hecho generador -fa lta de servicio, o, ruptura del principio de igualdad ante las cargas públicas- que presente ciertos caracteres jurídicos de los que se desprenda la obligación de reparar.

A modo de conclusión, se puede afirmar que en el régimen de responsabilidad por sacrificio particular la víctima no tiene que probar un funcionamiento anormal, la Administración debe responder automáticamente, una vez que se compruebe el daño (anormal y especial) y la relación de causalidad.

6. Principios de la Responsabilidad por funcionamiento anormal o por fa lta

Este régimen de responsabilidad se fundamenta en la violación al derecho que tenemos todos los administrados (prefiero el término ciudadanos), al buen funcio­namiento de los servicios públicos. Cuando el Estado no presta efectivamente el servicio público, ocasionándole por ello un daño al ciudadano, se configura la res­ponsabilidad por falta o funcionamiento anormal.

En este sentido, R ivero define la falta del servicio com o un “incum plim iento en el funcionam iento normal del servicio, que incum be a uno o varios agentes de la adm inistración, pero no imputable a ellos personalm ente”36.

35 SAYAGUES, ENRIQUE. Tratado de Derecho Administrativo. (Cuarta Edición). Montevideo. 1974. Pág. 615.

36 R iv e r o . Ob. Cit. Pág. 303.

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El autor antes mencionado explica la definición anterior. En efecto, cuando se refiere “incumplimiento en el funcionamiento normal del servicio", es porque de todo servicio se espera un cierto nivel medio, variable según su misión y según las circunstancias.

Asimismo, la falta incumbe a los “agentes del servició", pues las personas físi­cas son las únicas que pueden cometer faltas, puesto que la falta de servicio es una responsabilidad del hecho del hombre. Por último, la falta del servicio “no es im­putable a los agentes personalmente", pues en este punto es donde radica la dife­rencia fundamental entre la falta de servicio y la falta personal.

Ahora bien, las consecuencias que se derivan de la responsabilidad por funcio­namiento anormal o con falta, son las siguientes:

- La víctima debe la falta de servicio de manera precisa, el daflo y la relación de causalidad, de no hacerlo corre el riesgo de perder la demanda. Esta regla comporta una excepción, referida a los casos de presunciones donde el Estado tiene la carga de la prueba.

- Son admisibles las cuatro causales de exoneración: caso fortuito, fuerza ma­yor, culpa de la víctima y hecho de un tercero.

- Este tipo de responsabilidad extracontractual presenta ciertas ventajas, a sa­ber: a) La víctima no tendría que probar el daflo anormal y especial, cualquier daflo sería indemnizable y b) Permite saber cuál es el alcance de las obligaciones admi­nistrativas por parte del Estado.

D e b e m o s te n e r p re se n te q u e la fa lta la c o m e te n lo s a g e n te s d e l se rv ic io p ú b lic o , y n o e l s e rv ic io p ú b lic o per se, p u e s ta l c o m o Ip a f irm a V e d e l c i ta d o p o r O r t iz

A l v a r e z ” :

“...como la Administración no tiene existencia física, sus faltas son siempre faltas de individuos y no es sino a través de una operación jurídica como éstas se imputan a la Administración. En relación al pretendido carácter anónimo de la falta de servicio, éste no es necesario. Hay faltas de servicio de las cuales se conocen los autores, y hay otras en las que éstos son desconocidos. Lo que es cierto, en caso de falta de servicio, es que la víctima puede perseguir a la Administración sin tener que designar nominativamente al funcionario que ha cometido la falta cuya perso­nalidad es sin interés mientras él no es accionado personalmente”.

Así pues, las llamadas faltas anónimas son aquellas que no pueden atribuirse a las actuaciones de ningún funcionario público determinado mientras que, las faltas directamente imputables a ciertos funcionarios, cometidas en el ejercicio de la fun­ción pública, son faltas personales que, cuando no son separables del servicio, im­plican la responsabilidad de dicho funcionario.

En todo caso, es necesario tener presente que la distinción anterior no es im­portante para la víctima de un daño, autor que posiblemente hubiera podido ser descubierto o que quizás no.

Ahora bien, es importante saber cuando se está frente a una “falta del servicio” . En este sentido, es menester tener presente que no existe una definición de falta

Arlette Marlen Geyer Alarcón

O rtiz Alv a r ez . Ob. Cit. Pág. 268.

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a c e p ta d a u n á n im e m e n te p o r la d o c tr in a , p u e s d ic h o c o n c e p to e s , si s e q u ie re , in d e ­te rm in a d o y m o ld e a b le a la re a l id a d c o n c re ta , p o r e llo , p u e d e n h a b e r ta n ta s d e f in i ­c io n e s c o m o a u to re s h a y a n e s tu d ia d o e l te m a , o c o m o d ic e C h a p u s c ita d o p o r O r t e A l v a r e z **, e s u n a n o c ió n “...simple de definir" p e ro “delicada de diagnos­ticar".

No obstante lo anterior, la definición más utilizada por los estudiosos del tema es la de M a r c e l P l a n io l , para dicho autor la falta es toda violación de una obliga­ción preexistente. Así pues, adecuándola a nuestro estudio, se podría afirmar que la falta o funcionamiento anormal es la violación de una obligación preexistente a cargo de la Administración.

Pues bien, teniendo clara la definición de falta, la pregunta que surge automáti­camente es: ¿En dónde se encuentran consagradas las obligaciones administrati­vas?. Muchas se encuentran estipuladas en las Constituciones de los Estados, otras se encuentran como una atribución genérica de los mismos, pero, en general, no existe ningún código que establezca las obligaciones administrativas. Por ello, la doctrina y jurisprudencia han aceptado dos formas de determinar la obligación ad­ministrativa a cargo del Estado, éstas son: la determinación fiancional y la determi­nación textual.

La determinación textual se produce cuando un cuerpo normativo determinado, de forma nítida y sin lugar a dudas, fija una obligación a cargo del Estado. La de­terminación funcional se produce cuando se hace necesario tomar los elementos del caso concreto para poder determinar la obligación administrativa, ya que ésta no se encuentra claramente establecida en un cuerpo normativo. En este sentido, O r t iz A l v a r e z *® señala que:

“En lo que respecta a la determ inación fiincional, ella entra principalm ente en juego cuando los textos, por su carácter abierto y general - lo que es n o rm al-, no pueden por sí m ism os defin ir con precisión las obligaciones que recaen sobre la A dm inistración en un contexto dañoso específico, debiendo entonces el Juez ‘detectar’ las obligaciones adm i­n istrativas y la presencia (o ausencia) de funcionam iento anorm al” .

Así pues, las diferencias que surgen entre ambos tipos de determinaciones, ra­dica fundamentalmente en la posibilidad de que el Juez las pueda detectar con fa­cilidad o no el fimcionamiento anormal, pues en el primer caso sólo cabría la de­terminación textual, mientras que en el segundo caso, el Juez tendría que realizar una labor interpretativa relacionando los elementos del caso bajo estudio conjun­tamente con la norma de donde podría desprenderse la obligación administrativa, para poder determinar si la falta cometida efectivamente era una obligación admi­nistrativa del Estado.

Como no existe código alguno cuyo articulado establezca las obligaciones ad­ministrativas, existen las llamadas técnicas o standards que ayudan al Juez a la apreciación del funcionamiento anormal. En este sentido, O r t iz A l v a r e z ““ nos ha­bla de las circunstancias de tiempo y lugar, de las dificultades reales y los medios de servicio y de la previsibilidad del accidente y de los daños.

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Ibidem. Pág. 271. Ibidem. Pág. 273. Ibidem. Pág. 303.

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En cuanto a las circunstancias de tiempo y lugar, el Juez debe apreciarlas para saber en qué sitio y a qué hora ocurrió la falta de servicio. Las dificultades reales y los medios de servicio, se refieren a que, en principio, se le debe exigir a la Admi­nistración en equilibrio a los medios con los que cuenta. La previsibilidad del acci­dente y de los daños, se refieren a que mientras más previsible era el daño por parte del ente público, más clara y evidente es la falta de servicio.

Otros standards se encuentran representados por el tipo de actividad adminis­trativa y el grado de dificultad que es objeto de análisis por parte del Juez, referi­dos principalmente al grado de dificultad de la actividad, pues mientras más peli­grosa sea la actividad mayor debe ser la flexibilidad. Por ello, en Francia la falta simple es perdonable, mientras que la falta grave no lo es. También el punto geo­gráfico es de suma importancia, pues en cada país debe hacerse una adaptación en cuanto a lo que la víctima va a exigir, y dentro del país el Juez debe ubicarse en la región para saber como, en ese punto geográfico específico, funcionan las cosas.

A manera de conclusión, es necesario no confundir los criterios técn icos de am bos regím enes de responsabilidad administrativa, pues com o lo afirma O rtiz A lvarez41:

“ ...El sistema global de responsabilidad se fundamenta en la garantía o integri­dad patrimonial, y su criterio central o condición clave es la lesión antijurídica (LA). Cada uno de los regímenes del sistema también tiene los suyos específicos. El régimen de responsabilidad por sacrificio o sin falta se fundamenta en la igual­dad ante las cargas públicas y su criterio o condición clave es justamente el sacrifi­cio particular, configurado en un daño anormal y especial (SP-DAE). Por su parte, el régimen de responsabilidad por funcionamiento anormal, basado en la violación al derecho al funcionamiento normal de los servicios, tiene como criterio o condi­ción clave precisamente a ese funcionamiento anormal (FA)” .

Aclarados los presupuestos de los regímenes de la responsabilidad extracon- tractual de la administración, el siguiente capítulo versará sobre la responsabilidad (por sacrificio particular o por funcionamiento anormal) del Estado por las actua­ciones desplegadas por sus órganos policiales.

III. RESPONSABILIDAD DEL ESTADO POR LAS ACTUACIONES MATERIALESDESPLEGADAS POR SUS ORGANOS POLICIALES

1. Régimen Legal aplicable a los Cuerpos Policiales

Como se señaló supra, la competencia en materia de policía es concurrente, es decir, debe ejercerse entre los distintos niveles políticos territoriales (República, Estados y Municipios)42. Así pues, cada ente político territorial debe organizar y crear su propia policía, de acuerdo a los lincamientos y parámetros establecidos por la legislación nacional aplicable.

Arlette Marlen Geyer Alarcón

41 O r t iz A l v a r e z , Lu is . “La responsabilidad extracontractual del Estado en Venezuela” . II Jornadas Colombo Venezolanas de Derecho Público. Universidad Externado de Colombia. Colombia. 1996. Pág. 804 y ss.

42 Vid. Artículo 156 numeral 6 (competencia del Poder Público Nacional); artículo 164 numeral6 (competencia exclusiva de los Estados) y artículo 178 numeral 7 (competencias m unicipa­les) de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

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Existe una sumisión de los poderes estadales y municipales en cuanto a la crea­ción de sus órganos de policía, lo cual consideramos lógico, ya que sería total­mente incoherente que cada Estado, o pero aún, cada Municipio, tuviera sus pro­pias normas en materia de policía, pues podría darse el caso de que en un Estado la policía pudiera usar, en todo momento, las armas de dotación oficial, mientras que en uno de sus Municipios sólo podrían usarse cuando estén dado los presupuestos para ello.

En todo caso, las actuaciones materiales desplegadas por la policía deben estar apegadas a las normas constitucionales, por encontramos en un Estado de Derecho, y a los instrumentos de orden internacional aprobados mediante Ley por la Repú­blica. Dentro de este último, debemos hacer especial referencia al Código de Con­ducta para Funcionarios Encargados de hacer cumplir la Ley*® y a los Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego por los Funcionarios Encargados de hacer cumplir la Ley**.

Además, deben sujetar sus actuaciones a lo regulado en la Ley Orgánica de Po­licía de Investigaciones Policiales*’, al Reglamento de Coordinación de los Servi­cios de Policía y sobre Normas de Conducta de los Miembros de los Cuerpos de Policía*®. A su vez, la Policía Metropolitana debe ajustar su conducta a lo regulado en el Reglamento General de la Policía Metropolitana*’.

A continuación, se expondrán algunas de las normas de cada uno de los textos legales nombrados anteriormente, para dejar claramente establecidos los principios o parámetros a los cuales están sujetas las actuaciones materiales de los órganos de policía.

2. Código de Conducta para Funcionarios Fncargados de hacer cumplir la Ley

El artículo 1 del Código de Conducta bajo estudio, señala lo siguiente:“Los funcionarios encargados de hacer cum plir la ley cum plirán en todo m om ento los

deberes que les im pone la ley, sirviendo a su com unidad y protegiendo a todas las per­sonas contra actos ilegales, en consonancia con el alto grado de responsabilidad exigido po r su profesión” . (R esaltado nuestro).

Es importante señalar que la expresión “funcionarios encargados de hacer cum­plir la ley” incluye a todos los agentes de la ley, ya sean nombrados o elegidos, que ejercen ftmciones de policía, especialmente las facultades de arresto o detención.

El artículo 2 ejusdem, señala lo siguiente:“En el desem peño de sus tareas, los funcionarios encargados de hacer cum plir la ley

respetarán y protegerán la dignidad hum ana y m antendrán y defenderán los derechos hum anos de todas las personas” . (R esaltado nuestro).

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44Adoptado por la Asamblea General en su Resolución 34/169, de 17 de diciembre de 1979. Adoptados por el Octavo Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, celebrado en la Habana (Cuba) del 27 de agosto al 7 de sep­tiembre de 1990.Publicada en la Gaceta Oficial de la República de Venezuela N° 5.262 Extraordinario de fe­cha 11 de septiembre de 1998.Decreto N° 3.179 de fecha 7 de octubre de 1993.Publicado en la Gaceta Oficial N° 5.015 Extraordinario de fecha 8 de diciembre de 1995.

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Los Derechos Humanos de que se trata están determinados y protegidos por el Derecho nacional y el internacional. Entre los instrumentos internacionales perti­nentes están la Declaración Lfniversal de Derechos Humanos, el Pacto Internacio­nal de Derechos Civiles y Políticos, la Declaración sobre la Protección de todas las Personas contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degra­dantes, la Declaración de las Naciones Unidas sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial, la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial, la Convención Internacional sobre la Represión y el Castigo del Crimen de Apartheid, la Convención para la Preven­ción y la Sanción del Delito de Genocidio, las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos y la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares.

Por último, el artículo 3 ejusdem, señala lo siguiente;“Los funcionarios encargados de hacer cum plir la ley podrán usar la fuerza só lo cuan­

do sea estrictam ente necesario y en la m edida que lo requiera el desem peño de sus ta ­reas” .

En este disposición se subraya que el uso de la fuerza por los funcionarios en­cargados de hacer cumplir la ley debe ser excepcional; si bien implica que los fun­cionarios encargados de hacer cumplir la ley pueden ser autorizados a usar la fuer­za en la medida en que razonablemente sea necesario, según las circunstancias para la prevención de un delito, para efectuar la detención legal de delincuentes o de presuntos delincuentes o para ayudar a efectuarla, no podrá usarse la fuerza en la medida en que exceda estos límites.

Así pues, el uso de las armas de fuego se considera una medida extrema. Debe­rá hacerse todo lo posible por excluir el uso de las armas de fuego, especialmente contra niños. En general, no deberán emplearse armas de fuego excepto cuando un presunto delincuente ofrezca resistencia armada o ponga en peligro, de algún otro modo, la vida de otras personas y no pueda reducirse o detenerse al presunto delin­cuente aplicando medidas menos extremas.

3. Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego p or los Funcionarios Encargados de hacer cumplir la Ley^^

En cuanto a las Disposiciones Generales, vale la pena destacar los siguientes puntos:

“2. Los gobiernos y los organismos encargados de hacer cumplir la ley estable­cerán una serie de métodos lo más amplia posible y dotarán a los funcionarios co­rrespondientes de distintos tipos de armas y municiones de modo que puedan ha-

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Los Considerandos de este instrumento internacional merecen una especial mención por la verdad y sensatez que encierran. En efecto, algunos de ellos expresan lo siguiente: “ Considerando que la labor de los funcionarios encargados de hacer cum plir la ley constitu ­y e un servicio soc ia l de gran im portancia y , en consecuencia, es preciso mantener y, siempre que sea necesario, m ejorar las condiciones de trabajo y la situación de estos funcionarios, ” (Resaltado nuestro)."Considerando que los funcionarios encargados de hacer cum plir la ley desem peñan un p a ­

p e l fundam ental en la pro tección d e l derecho a la vida, la lib erta d y la segu ridad de las p e r ­sonas, tal como se garantiza en la Declaración Universal de Derechos Humanos y se reafirma en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,” (Resaltado nuestro).

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cer un uso diferenciado de la fuerza y de las armas de fuego. Entre estas armas de­berían figurar armas incapacitantes no letales para emplearlas cuando fuera apro­piado, con miras a restringir cada vez más el empleo de medios que puedan oca­sionar lesiones o muertes. Con el mismo objetivo, también debería permitirse que los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley cuenten con equipo autopro- tector, por ejemplo, escudos, cascos, chalecos a prueba de balas y medios de transporte a prueba de balas a fin de disminuir la necesidad de armas de cualquier tipo” . (Resaltado nuestro).

En Venezuela, la policía cuenta con distintos tipos de armas de los años 40’, mientras que los delincuentes usan armas automáticas, como por ejemplo, 9 milí­metros o ametralladoras. También cuentan con chalecos anti-balas vencidos o re­mendados por ellos mismos, lo que trae como consecuencia la muerte de dichos funcionarios a la hora de presentarse un enfrentamiento con delincuentes. Así pues, en Venezuela ser policía es un acto heroico.

“4. Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, en el desempeño de sus fimciones, utilizarán en la medida de lo posible medios no violentos antes de recurrir al empleo de la fuerza y de armas de fuego. Podrán utilizar la fuerza y ar­mas de fuego solamente cuando otras medios resulten ineficaces o no garanticen de ninguna manera el logro del resultado previsto ”. (Resaltado nuestro).

De acuerdo con lo anterior, el uso de las armas de fuego es excepcional pues sólo procede cuando otros medios no dieran el resultado que se quiere o resulten ineficaces.

“5. Cuando el empleo de las armas de fuego sea inevitable, los funcionarios en­cargados de hacer cumplir la ley:

a) Ejercerán moderación y actuarán en proporción a la gravedad del delito y al objetivo legítimo que se persiga;

b) Reducirán al mínimo los daños y lesiones y respetarán y protegerán la vida humana;

c) Procederán de modo que se presten lo antes posible asistencia y servicios médicos a las personas heridas o afectadas;

d) Procurarán notificar lo sucedido, a la menor brevedad posible, a los parientes o amigos íntimos de las personas heridas o afectadas.” (Resaltado nuestro).

Más adelante veremos que los literales a) y b) son los que, frecuentemente, son violentados por nuestro órganos policiales.

A. Ley Orgánica de Policía de Investigaciones Policiales

Esta Ley regula lo relativo a los órganos de policía de investigaciones penales y al Cuerpo Técnico de Policía Judicial, más no es una ley que codifica los principios básicos o generales que deben cumplir los órganos de policía, por lo tanto, aju icio de quien suscribe, aún no contamos con una Ley de Policía Nacional. En todo caso, éstas son algunos de los principios a los que deben sujetarse tales órganos, a saber:

La función de policía de investigaciones penales corresponde a las fuerzas y cuerpos policiales, cualquiera sea su naturaleza y dependencia, en la medida que

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fueren requeridos por el Ministerio público, con estricta sujeción al ámbito de sus competencias, según lo establecido en los ordenamientos respectivos (artículo 2).

Los órganos de policía de investigaciones penales estarán bajo la dirección fun­cional del Ministerio Público en lo relativo a la determinación de los hechos puni­bles y sus autores o partícipe, o a la realización de una actuación específica, sin perjuicio de la autoridad administrativa a la cual estén sometidos (artículo 3).

Los funcionarios de policía de investigaciones penales observarán en su actua­ción los principios de legalidad, necesidad, proporcionalidad, humanidad y no dis­criminación por motivos de raza, sexo, religión, idioma, opinión política, naciona­lidad, posición económica o cualquier otra condición (artículo 8).

B, Reglamento de Coordinación de los Servicios de Policía y sobre Nor­mas de Conducta de los Miembros de los Cuerpos de Policía'^

Este Reglamento viene a llenar el vacío que implica no tener una Ley de Policía Nacional que establezca los principios básicos que deben seguir dichos órganos. En cuanto a las normas de conducta de los miembros de loa cuerpos de policía se tienen:

a. E l respeto a la Ley y a la dignidad de las personas humanas

El artículo 19 del Reglamento establece que los miembros de los cuerpos poli­ciales deben cumplir, en todo momento, los deberes que les impone la Ley, sir­viendo a su comunidad y protegiendo a todas las personas contra los actos ilegales, en consonancia con el alto grado de responsabilidad exigido por su profesión.

A su vez, el artículo 20 ejusdem señala que en el desempeño de sus tareas, los miembros de los cuerpos policiales deben respetar y proteger la dignidad humana y mantener y defender los derechos humanos de todas las personas.

b. El deber de identificación

Todos los miembros de Cuerpos de Policía están en la obligación de identifi­carse en el ejercicio de sus funciones. Sin embargo, el artículo 21 del Reglamento en estudio señala que en los casos de urgencia requerida por una determinada si­tuación en la que dichos funcionarios hayan de intervenir, no permita el cumpli­miento del deber de identificación, la misma deberá hacerse tan pronto como las circunstancias lo permitan. Así pues, en todo caso, el deber de identificación no puede obviarse.

c. Información sobre las detenciones

Según el artículo 23 del Reglamento, toda persona detenida debe ser informa­da en el acto de su captura sobre las razones de su detención y notificada sin demo­ra del cargo o cargos formulados contra ella, así como de los derechos que la asis­ten.

Arlette Marlen Geyer Alarcón

Las nornias contenidas en este Reglamento como en el Reglamento General de la Policía Metropolitana se asemejan a las contenidas en el Código ce Conducta para fimcionarios en­cargados de hacer cumplir la ley y a los Principios Básicos sobre el empleo de la fuerza y de armas de fuego por los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley.

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d. Prohibición de tortura

El artículo 24 del Reglamento establece que, ningún miembro de los cuerpos policiales puede infligir, instigar o tolerar ningún acto de tortura ni otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, ni invocar como justificación de estos he­chos, la orden de un superior o circunstancias especiales, tales como estado de gue­rra o amenaza de guerra, estado de emergencia, conmoción o conflicto interior, suspensión o restricción de garantías constitucionales, amenaza a la seguridad na­cional, inestabilidad política interna, o cualquier otra emergencia pública.

El mismo artículo precisa lo que debe entenderse por tortura, definiéndolo co­mo todo acto realizado intencionalmente mediante el cual se inflija a una persona penas, dolores o sufi-imiento físicos o mentales, con fines de investigación crimi­nal, como medio intimidatorio, como castigo personal, como medida preventiva, o con cualquier otro fm. Se entiende también como tortura la aplicación de una per­sona de métodos tendientes a anular su personalidad o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica.

e. Protección de la salud de los presuntos delincuentes

El artículo 25 del mismo Reglamento establece que los miembros de los cuer­pos policiales deben asegurar la plena protección de la salud de las personas bajo su custodia y, en particular, tomando las medidas inmediatas para proporcionar atención médica cuando se precise.

f. Conducta ética

El artículo 26 del Reglamento señala que los miembros de los cuerpos policia­les deben mantener siempre una conducta ética, oponiéndose rigurosamente a los actos de corrupción.

g. Deber de información de infracciones

El artículo 27 del Reglamento señala que en caso de que los miembros de los cuerpos policiales tengan motivos para creer que se ha producido o va a producirse una violación de las normas sobre conductas establecidas en el Reglamento, están en el deber de informar a sus superiores y, si fuese necesario, a cualquier autoridad u organismo apropiado que tenga atribuciones de control o correctiva, para que proceda a subsanar dicha violación.

h. Uso de la fuerza y armas de fuego

El artículo 28 del Reglamento señala que los miembros de los cuerpos policia­les, en el desempeño de sus funciones, deben utilizar, en la medida de lo posible, medios no violentos antes de recurrir al empleo de la fuerza y de armas de fuego; pudiendo utilizar la fuerza y armas de fuego solamente cuando otros medios resul­ten ineficaces o no garanticen de ninguna manera el logro del resultado previsto.

Asimismo, el artículo 29 del Reglamento señala que, sin perjuicio del artículo 65 del Código Penal, los miembros de los cuerpos policiales deben procurar no emplear armas de fuego contra las personas salvo en defensa propia o de otras per­sonas, en caso de peligro inminente de muerte o lesiones graves, o con el propósito

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de evitar la comisión de un delito particularmente grave que entrañe una seria amenaza para la vida, o con el objeto de detener a una persona que represente ese peligro y oponga resistencia a su autoridad, y sólo en caso de que resulten insufi­cientes medidas menos extremas para lograr dichos objetivos. En cualquier caso, sólo se pueden hacer uso intencional de armas letales cuando sea estrictamente inevitable para proteger una vida.

Asimismo, el artículo 30 del Reglamento señala que en los casos de que el em­pleo de armas de fuego sea inevitable, los miembros de los cuerpos policiales están en la obligación de ejercer con moderación y actuando sólo en proporción a la gra­vedad del delito y al objetivo legítimo que se persiga (num. 1); a Reducir al míni­mo los daños y lesiones y respetarán y proteger la vida humana (num. 2); de Pro­ceder de tal modo que se presten lo antes posible asistencia y servicios médicos a las personas heridas o afectadas (num. 3) y procurar notificar lo sucedido, a la me­nor brevedad posible, a los parientes o amigos íntimos de las personas heridas o afectadas (num. 4).

En este mismo orden de ideas, se promulgó el Decreto con Fuerza de Ley de Coordinación de Seguridad Ciudadana que tiene como objeto regular la coordina­ción entre los Órganos de Seguridad Ciudadana, sus competencias concurrentes, cooperación recíproca y el establecimiento de parámetros en el ámbito de su ejer­cicio (Artículo 1).

El mismo Decreto, define lo que debe entenderse por Coordinación. Así pues, a efectos del Decreto, se entiende por Coordinación, el mecanismo mediante el cual el Ejecutivo Nacional, los estados y los municipios, unen esfuerzos para la ejecu­ción de acciones tendentes a desarrollar los principios de comunicación, reciproci­dad y cooperación que permitan garantizar la Seguridad Ciudadana (Artículo 1).

De la lectura de dicho Decreto, se puede inferir con claridad la creación de una serie de Organismos que ayudarán a facilitar tal coordinación. Sin embargo, nos damos cuenta que el Nivel Metropolitano fue excluido en la mayoría de los Orga­nismos creados, a los fines de poder colaborar con dicha coordinación, sobretodo, si se toma en cuenta los diversos órganos policiales que están adscritos a la Alcal­día Metropolitana de Caracas.

Pues bien, todo lo anterior constituye, si se quiere, el bloque de legalidad que debe ser cumplido y respetado en todo momento por los cuerpos policiales. Así pues, si existen normas que rigen las conductas de los funcionarios que integran los Cuerpos Policiales, que sean cumplidas o no, es otra cosa.

En todo caso, debemos tener presente, tal y como lo apunta B r e w e r -C a r ia s ’“, que “la misión de los cuerpos policiales y de seguridad dentro de una sociedad democrática, es proteger y garantizar el libre ejercicio de los derechos y liberta­des de las personas; asi como la prevención de toda clase de delitos; manteniendo la paz interna, la tranquilidad, el orden y la seguridad pública, con estricto res­peto a los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos".

Teniendo como norte los principios y el régimen legal que rige a los cuerpos policiales, a continuación, se hará mención a casos concretos venezolanos, donde

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Brew er-Ca rias . El Poder Público: Nacional, Estadal y Municipal. Ob. Cit. Pág. 187.

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claramente se ha evidenciado la responsabilidad patrimonial del estado tanto por sacrificio particular como por funcionamiento anormal, sin perjuicio de la jurispru­dencia existente en cuanto al tema en el derecho comparado.

C. Responsabilidad del Estado por funcionamiento anormal derivado de las actuaciones materiales de sus órganos policiales

Los agentes policiales en el ejercicio de sus funciones pueden herir o hasta cau­sarle la muerte a la (s) persona (s) objeto de persecución. Sin embargo, sólo en de­terminados casos la Responsabilidad del Estado se ve comprometida, pues sólo si están dados ciertos supuestos la misma se configura.

En este sentido, cuando en el desarrollo de una operación policial resulta herida o muerta la persona involucrada (sospechoso, ladrón, etc...) el régimen de respon­sabilidad aplicable es el del funcionamiento anormal. Así pues, la jurisprudencia francesa ha sido variada en cuanto a este punto, sólo basta mencionar el caso de un automovilista alcanzado por impactos de balas disparadas por un guardia, pues el mismo venía de atravesar una barrera de policía insuficientemente señalada '.

Es evidente que en el caso antes mencionado la actuación del policía fue des­proporcionada y sin razón, pues la barrera estaba insuficientemente señalada, lo cual no justificaba la muerte de dicho individuo.

En España, el Tribunal Supremo, en una magnífica Sentencia de fecha 18 de enero de 1982, enunció unos criterios y principios en línea con los logros más des­tacados a los que se ha llegado en el Derecho comparado en esta fundamentalísima cuestión del empleo de las armas como forma de coacción administrativa.

Los hechos sucedieron de la forma como a continuación se describen:“A las cuatro y media de la madrugada del día 29 de noviembre de 1975, un

vecino de Sabadell requirió telefónicamente auxilio de la Comisaría de Policía por haber observado a un individuo en la azotea de su casa que intentaba abrir una ventana para penetrar en su vivienda; acudiendo al requerimiento fuerzas de la Po­licía Armada que, distribuidas convenientemente, comprobaron la presencia de di­cho individuo, al cual conminaron para que se entregara. Sin obtener resultado po­sitivo y al observar uno de los policías una sombra que huía a través de otras azo­teas le dio el alto, efectuando a continuación un disparo, seguido después por otros dos disparos de otro policía, insistiéndose posteriormente en la búsqueda hasta que se encontró mortalmente herido a Francisco G. G., de veinte años de edad, quien resultó ser novio de la hija del denunciante a la cual había ido a visitar ocultamen­te52” .

Los hechos descritos determinan que el padre de la víctima reclame a la Admi­nistración una indemnización de un millón de pesetas por concepto de daños y perjuicios por la muerte de su hijo, a lo que la Administración se opuso alegando que la muerte fue ocasionada por culpa de la propia víctima al no atender las órde-

51 O r t i z A l v a r e z . Ob. Cit. Pág. 516.32 Fernandez Farreres, Germán. “Responsabilidad Patrimonial de la Administración deri­

vada del uso de las armas por los agentes públicos: La Fijación del nexo causal cuando en laproducción del daño concurre la acción de la víctima”. Revista Española de Derecho Adm i­nistrativo N ° 34, Julio-Septiembre. Civitas. 1982. Pág. 497.

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nes de alto de la policía. Así pues, el único problema litigioso queda remitido a precisar si la conducta de la víctima rompió el nexo causal que debe de darse nece­sariamente entre la lesión producida y la acción imputable a la Administración pú­blica.

En cuanto al caso antes mencionado, el Tribunal Supremo Español dejó sentado lo siguiente:

“Que la doctrina jurisprudencial declaratoria de que la culpa o conducta ilícita de la persona que sufre el dafio es causa de exoneración de la responsabilidad pa­trimonial de la Administración no puede entenderse en el sentido general o incon- dicionado de que toda culpa produce tal efecto exoneratorio, pues ello serla tanto como admitir que ante una situación ilícita creada por un ciudadano la Adminis­tración puede emplear toda clase de medios y ocasionar licitamente toda clase de daños, cualquiera que sea la importancia y gravedad de éstos y tal conclusión no es admisible porque la acción de la Administración pública debe estar siempre regido por criterios de congruencia, oportunidad y proporcionalidad de tal forma que sus poderes sean utilizados en la medida y dentro de los límites que correspondan con los fines en atención a los cuales le son legalmente concedidos, adquiriendo dichos criterios una exigencia más intensa cuanto más excepcionales y portadores de ries­gos sean los medios otorgados como ocurre en el caso de los funcionarios de poli­cía a los cuales, por su preparación específica y por estar dotados de armas de fue­go capaces de producir graves e irreversibles dafios a la vida humana, les es exigi­ble que su actuación venga precedida de una apreciación serena de las circunstan­cias que concurren en las situaciones con que se enfrentan y empleen sus armas de fuego solamente en aquellos casos en que dichas circunstancias hagan racional­mente presumir una situación de peligro o riesgo real para ellos o terceras perso­nas únicamente superable mediante esa utilización, y lo hagan en la forma adecua­da para evitar consecuencias irreparables que no vengan justificadas por la grave­dad del contexto de hecho en que se encuentran, pues en otro caso su acción resul­tará desproporcionada con la, importancia y naturaleza de la conducta ilícita que tratan de reprimir, si a consecuencia del uso de sus armas ocasionan al responsa­ble de ella un daño que excede de aquél que normalmente debe sufrir p o r el hecho de la puesta en movimiento de las fuerzas de policía, que en el supuesto de autos era su detención y entrega a la autoridad judicial y en el que la reacción policial fu e claramente desproporcionada a la situación creada por la victima en cuanto que es a todas luces desproporcionado producir por disparos de arma de fuego la muerte de una persona que se limita a huir ante la policía sin haber dado muestra alguna de agresividad o resistencia, sin que el contexto general de dicha situación permitiera racionalmente suponer la producción de un peligro real e inminente para la fuerza pública, que había sido convenientemente distribuida, o para otras perso­nas y en su consecuencia procede rechazar el fundamento denegatorio de los acuerdos recurridos por no concurrir proporcionalidad entre la conducta de la víc­tima y el dafio sufrido por el funcionamiento del servicio público, fundamento que en definitiva se apoya, en el caso aquí contemplado, en la inadmisible convicción administrativa de que la simple y pura huida de una persona, desatendiendo las ór­denes de "alto a la policía", autoriza sin más a ésta para utilizar sus armas de fuego con resultado mortal para el que huye, olvidando que la vida humana es el supre­mo bien de nuestra cultura y ordenamiento jurídico, según consagra el artículo 15

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de nuestra Constitución, que ninguna persona o autoridad puede destruir salvo los supuestos excepcionales legalmente previstos, entre los cuales desde luego no pue­de incluirse el de autos” . (Resaltado nuestro).

En esta impecable sentencia del Tribunal Supremo Español, se abrió la duda en cuanto a considerar si la culpa de la víctima en todos los casos era causal de exone­ración de la responsabilidad del Estado. En este sentido, el mencionado Tribunal explicó que en el caso sub examine tal exoneración no era posible, pues eso podría implicar que ante cualquier situación ilícita creada por el ciudadano la administra­ción pudiese aplicar cualquier clase de medios y ocasionar lícitamente toda clase de daños.

Adicionalmente, la sentencia exalta el derecho a la vida de toda persona al se­ñalar que es totalmente desproporcionado producir por disparos de armas de fuego la muerte de una persona que se limita a huir ante la policía sin haber dado muestra alguna de agresividad o resistencia, olvidando que la vida humana es el supremo bien de toda cultura y ordenamiento jurídico, pues en este caso sólo procedía la detención del joven y su entrega a la autoridad judicial competente.

En Colombia, la jurisprudencia aplica la técnica de las presunciones de falta o funcionamiento anormal. En efecto, cada vez que la policía colombiana decida uti­lizar sus armas de dotación oficial frente a las víctimas hiriéndolas o matándolas, la jurisprudencia presume la falta del servicio, teniendo la Administración, si quiere librarse de la responsabilidad , la carga de probar la ausencia de tal falta, es decir, el funcionamiento normal, justificado y proporcional de su actuación

Esta doctrina de presunción de falta en materia de daños producidos por las ar­mas de dotación oficial, se originó en la sentencia del Consejo de Estado de fecha 31 de julio de 1989, con el caso Herrera Velásquez. Tal como lo señala O rtiz A lv a r e z , en esta sentencia se presumió la falta o funcionamiento anormal en el caso de un agente policial que estando de vacaciones portaba su arma de dotación oficial con la cual disparó al señor Herrera Velásquez quien si bien es cierto que tenía un machete y estaba ebrio, no merecía recibir desproporcionadamente y fuera de toda idea de legítima defensa un impacto de bala en la pierna.

En las sentencias comentadas ha sido punto de contacto la “proporcionalidad', la cual a simple vista implica que tanto la persona involucrada (sospechoso, ladrón, etc) como el agente policial se encuentren en igualdad de circunstancias, es decir, el policía no puede usar su arma de reglamento si la otra no opone resistencia o amenaza su vida o la de un tercero con un arma de igual o mejor categoría que la que porta el policía.

El principio de proporcionalidad no debe resultarnos extraño, sobretodo si se tiene presente la cantidad de instrumentos legales (tanto internacionales como na­cionales) que la señalan como un requisito sine quo non para que la policía pueda hacer uso de sus armamentos, los cuales fueron mencionados en el Capítulo III, número 1, del presente trabajo.

En este sentido, se ha definido la proporcionalidad como la congruencia o ade­cuación de las medidas adoptadas a las características de la situación que motive

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O r t iz A l v a r e z . Ob. Cit. Pág. 517.

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éstas y los fines con ellas perseguidos, demandando la elección de la menos grave, onerosa y restrictiva de la libertad individual de entre las idóneas

En Venezuela, como se ha dicho anteriormente, la jurisprudencia en materia de responsabilidad por actuaciones materiales de los órganos policiales es escasa, para no decir inexistente. Sin embargo, en la investigación realizada se pudo constatar la existencia de una sentencia penal” que declaró que los funcionarios policiales actuaron en cumplimiento del deber cuando dispararon causando la muerte del conductor de un vehículo que no atendió la voz de alto.

En efecto, un extracto de la sentencia antes mencionada señala lo siguiente:

“Observa la Sala que el ciudadano ... obró en cumplimiento de un deber debido a las funciones de su cargo y, por tanto, siendo el cumplimiento del deber una cau­sa que excluye ia responsabilidad penal del hecho, lo indicado es declarar que la conducta desplegada por el imputado... no es punible. En consecuencia lo proce­dente y ajustado a Derecho es absolver al imputado...” (Resaltado nuestro).

No obstante, el Magistrado Jorge R. Rossell Senheim salvó su voto al conside­rar que los funcionarios policiales abusaron de sus funciones al disparar y causar la muerte del conductor del vehículo que desatendió la voz de alto. Dicho voto salva­do estableció lo siguiente:

“Es criterio mantenido por la jurisprudencia y la doctrina, con base en expresa normas legales, que el uso de armas por parte de funcionarios policiales sólo se justifica cuando está en peligro su integridad física. La autorización de portar ar­mas y hacer uso de ellas se debe precisamente a que la función policial es riesgosa debido a sus objetivos dirigidos al mantenimiento de la seguridad pública, pudién­dose hacer blanco de ataques provenientes de personas que ponen en peligro la misma.

...Pero el uso de armas en forma indiscriminada como se autoriza en la senten­cia de la cual disiento, es contrario a la función descrita y un peligrosos antece­dente que atenta contra esa misma seguridad. Autorizar a los funcionarios policia­les a disparar y privar de la vida a un ciudadano, debido a que desatienda una voz de “alto”, es un verdadero despropósito, y para quienes todavía puedan dudar de la anterior afirmación se recuerda: no hay constancia de que ...tuviera antecedentes penales, no hizo frente a la fuerza policial, no estaba armado, y no se consiguió en su vehículo objeto alguno que lo pudiera involucrar en algún delito". (Resaltado nuestro).

Esta sentencia representa claramente, y sin lugar a dudas, un caso de responsa­bilidad del Estado por funcionamiento anormal, pues se le dio muerte a un ciuda­dano que desatendió la voz de alto de la policía, con las agravantes de que dicho ciudadano no portaba arma, no tenía antecedentes penales y no puso en peligro la integridad física de los policías.

Arlette Marlen Geyer Alarcón

L u c ia n o P a r e jo . Ob.Cit. Pág. 147.Sentencia N° 1026 de la Sala de Casación Penal del Tribunal Supremo de Justicia, de fecba 25 de julio de 2000 y con ponencia del Magistrado Alejandro Angulo Fontiveros. En la pági­na web: http://www.venezuelaanalitica.com

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Es evidente que la actuación policial desplegada por los órganos policiales, se­gún los hechos descritos en la sentencia antes mencionada, vulnera desde todo punto de vista las normas constitucionales y legales existentes sobre la materia. En efecto, sólo basta recordar el contenido del artículo 55 de la Constitución de 1999, que en su último aparte señala lo siguiente:

“Los cuerpos de seguridad del Estado respetarán la dignidad y los derechos hum anos de todas las personas. Ei uso de arm as o sustancias tóxicas por parte del funcionariado policial y de seguridad estará lim itado por princip ios de n ecesidad , conven iencia , o p o rtu n id a d y p ro p o rc io n a lid a d , conform e a la ley” . (R esaltado nuestro).

La norma constitucional antes transcrita debe ser el norte a seguir por los fun­cionarios policiales a la hora de emprender un ataque, pues sus actuaciones se en­cuentran limitadas por los principios de necesidad, conveniencia, oportunidad y proporcionalidad.

Dentro de este contexto, como bien lo sostiene M en do za citado por A rteag a Sá n ch ez” :

“ ...el Estado puede usar de la fuerza pública como medio coactivo directo para mantener el orden y cumplir sus fines, pero tal uso, el recurso a medios violentos o el ataque a bienes protegidos por el derecho y el uso de las armas, ha de conside­rarse como ‘un medio extremo ’, que sólo se justifica cuando se trata de ^proteger y auxiliar a las personas, velar por su seguridad, evitar daños en las cosas, amparar las condiciones necesarias para el decoro y buen ejercicio de las funciones públi­cas, impedir la comisión de hechos punibles y preservar a la colectividad de peli­gros graves e inminentes en otras palabras, diríamos, tal recurso extremo sólo en­cuentra justificación, fuera de los casos de aplicación de otra causal como la legí­tima defensa, cuando se actúa en defensa del orden público, entendido tal concepto en el sentido del normal desenvolvimiento de la vida social en el cual se garantiza la seguridad y libertad de los ciudadanos y la libre actuación de los órganos del Estado”. (Resaltado nuestro).

Así pues, el uso de las armas debe estar precedido de la utilización de otros re­cursos menos violentos, ya que el uso de las mismas debe ser extremo para la de­fensa de situaciones determinadas y no debe quedar al libre albedrío del funciona­rio policial.

En Venezuela todos los días, unos más evidentes que otros, pero son muy po­cos (para no decir nadie) quienes reclaman al Estado el buen funcionamiento de los servicios públicos, en este caso, de los órganos policiales, quienes a su vez están acostumbrados a quedar impunes por la comisión de los hechos antes descritos.

Sin embargo, consideramos que cuando se empiece a aplicar correcta y dili­gentemente el sistema de responsabilidad del Estado, y el mismo empiece a res­ponder patrimonialmente, en ese momento hechos como éstos comenzarán a ser la excepción, pero para que esto se produzca es necesario que los jueces cambien de mentalidad y empiecen a condenar al Estado al pago de sumas de dinero.

Ahora bien, hay casos en los cuales se justifica la actuación de los órganos po­liciales al matar o herir al ladrón, secuestrador, sospechoso, y esto ocurre en las

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Ar t e a g a Sa n c h e z , A l b e r t o . D erecho Penal Venezolano. Paredes Editores. Caracas 1995. Pág. 194.

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situaciones donde la integridad física del propio policía o de terceros corre peligro. Adicionalmente, la utilización de las armas de fuego está sujeta a que la utilización de otros medios no dieran el resultado que se quiere o resulten ineficaces y siempre deberán reducir al mínimo los dafios y lesiones que pudieran ocasionar y respetar y proteger la vida humana.

4. Responsabilidad por sacrificio particular derivada de las actuaciones mate­riales de sus órganos policiales

Cuando los agentes policiales en persecución de algún delincuente o sospecho­so mata o hiere a terceras personas ajenas a dicha persecución, el Estado es respon­sable patrimonialmente por la muerte o la lesión que el policía le ocasionó a ese tercero. En efecto, son muchos los casos en que se puede observar este tipo de res­ponsabilidad, a saber:

A. Balas "perdidas " o ‘fr ías "

En el Derecho Comparado, específicamente en Francia, desde siempre el Esta­do ha respondido por la llamada bala fría o perdida. En efecto, en sentencia del Consejo de Estado Francés de fecha 24.de junio de 1949 en el caso Consortes Lacomte, se declaró la responsabilidad del Estado por un balazo mortal que hirió al señor Lacomte, disparado por un guardián del Estado durante una operación poli­cial que buscaba detener un vehículo manejado por personas sospechosas.

En cuanto a las pretensiones de la demanda dirigida contra el Estado (Francia), se señaló lo siguiente:

“Considerando que si en principio, el servicio de policía sólo puede considerár­sele como responsable de dafios imputables a culpa grave cometida por sus agentes en ejercicio de sus funciones, la responsabilidad del poder público se encuentra comprometida aun en ausencia de tal clase de culpa, en el caso en que el personal de policía hace uso de armas o artefactos que crean riesgos excepcionales para las personas y los bienes o en caso de que los daños sufridos en tales circunstancias excedan por su gravedad las cargas que normalmente deben soportar los particu­lares como contrapartida a las ventajas que resultan de la existencia de este servi­cio público". (Resaltado nuestro).

Esta sentencia constituyó en Francia un gran avance jurisprudencial en materia de policía, ya que se estableció que si bien es cierto que el Estado es responsable por las actuaciones desplegadas por su policía cuando se constate la existencia de culpa grave, también es cierto que el Estado responde en otros dos casos: i) cuando las armas o artefactos hayan ocasionado un dafios a las personas y a sus bienes y, ii) cuando los daños excedan la carga que normalmente un ciudadano común está obligado a soportar por la existencia del servicio público de policía.

Otra sentencia francesa del mismo corte que la del caso del señor Lacomte es el fallo Franquette et Daramy. En efecto, el 27 de junio de 1943, en horas de la noche se produjo un altercado entre tres individuos y un taxista, siendo éste último vícti­ma de una puñalada y uno de los agresores fue perseguido por la policía francesa.

Ariette Marlen Geyer Alarcón

L o n g , M a r c e u , Los Grandes Fallos de la Jurisprudencia Administrativa Francesa. Edicio­nes Librería del Profesional. Colombia. 2000. Pág. 289.

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quien disparó varias veces contra él e hiriendo a la señora Daramy que se encon­traba caminando por esa misma calle” .

Posteriormente, el Consejo de Estado francés decidió que cuando las víctimas del accidente debido a la utilización de armas o artefactos peligrosos eran las per­sonas contra las cuales se dirigía la operación de policía, la responsabilidad de la administración sólo se compromete si cometió una culpa, pero basta una simple culpa

En Colombia, todos los días el Consejo de Estado se pronuncia sobre la indem­nización de los familiares de un ciudadano muerto por una bala fría proveniente de la policía colombiana, e incluso van más allá, puesto que son reclamados los per­juicios morales por un heredero®“. En efecto, un extracto de la sentencia relata lo siguiente;

“ ...el demandante apeló para solicitar revocatoria de la negativa al reconoci­miento de los perjuicios morales de la señora Alicia Gómez Aguirre (hermana del accionante), reclamados por él en su calidad de heredero de ésta, pues considera que el derecho a la reparación fue transmitido por causa de muerte. La causante sobrevivió a su hija (muerta por una bala perdida que ingresó a su domicilio pro­ducto de un enfrentamiento policial) más de seis meses y por lo mismo tenía dere­cho a la reparación de su dolor..." (Resaltado nuestro).

El Consejo de Estado Colombiano declaró improcedente los daños morales, pe­ro el sólo hecho de que se esté reclamando daños morales por vía hereditaria cons­tituye un gran avance, tal y como lo advierte O ter o ®':

“Han sido mucho los avances en esta materia, al punto, que países latinoameri­canos como Colombia se han admitido, la transmisibilidad de la reparación de los daños morales como regla general, rompiendo así esquemas tradicionales que op­taban por la intransmisibilidad del mismo, dada su naturaleza de derecho persona- lísimo”.

En Venezuela todos los días, sobretodo en los fines de semana, se presentan muertes de personas por las llamadas balas frías, privando de la vida tanto a jóve­nes como a niños que se encontraban tranquilos en sus casas o jugando inocente­mente. Estas situaciones generan claramente responsabilidad del Estado por sacri­ficio particular, ya que dichas personas están soportando una carga mucho mayor que la que normalmente está obligado a soportar cualquier ciudadano común. Aún así, en nuestro país no se conoce la primera sentencia donde se le haya reclamado al Estado este tipo de responsabilidad por la llamada bala perdida, aun cuando es­tas situaciones se presentan a diario.

Un caso evidente de bala fría se presentó con el llamado “Caracazo” del 27 de febrero de 1989 ®’, donde la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (en

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59Ibidem.Sentencia del Consejo de Estado francés de fecha 27 de junio de 1957, caso: Señora Aubergé yD um ont. Lo n g MAr c e u . Ob. Cit. Pág. 291.O t e r o , A l e j a n d r o . “El Servicio de Justicia y la Responsabilidad del Estado por su mal Funcionamiento en el Ordenamiento Positivo Venezolano ”. Revista de Derecho Administra­tivo N ° I I , Enero-Abril. Editorial Sherwood. 2001. Pág. 160.Ote r o . Ob. Cit. Pág. 160.

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adelante Comisión) inició un proceso en la Corte Interamericana de Derechos Hu­manos (en lo sucesivo Corte Interamericana) contra el gobierno de la República de Venezuela por la violación del derecho a la vida, a la libertad personal, a la integri­dad personal, entre otros.

Asimismo, tal Comisión le solicitó a la Corte Interamericana que ordenara a Venezuela a realizar una investigación a fin de identificar, procesar y sancionar penalmente a los responsables de las ejecuciones extrajudiciales de 35 personas, de dos desaparecidas y tres lesionadas durante los sucesos de febrero y marzo de 1989. Además, solicitó que se realizara una investigación a fin de identificar, pro­cesar y sancionar disciplinaria, administrativa y penalmente a los agentes del Esta­do que resulten involucrados en la muerte de estas 276 personas.

Ahora bien, los hechos del 27 de febrero han sido los más lamentables en la historia de nuestro país, ya que se produjeron disturbios que consistieron en la quema de vehículos destinados al transporte urbano y en el saqueo y destrucción de locales comerciales. Por si fuera poco, la Policía Metropolitana se encontraba en huelga, razón por la cual no intervino oportunamente para controlar los disturbios.

Afíade la Comisión que las Fuerzas Armadas no estaban preparadas para asu­mir el control del orden público y los jóvenes que se enviaron, por su juventud e inexperiencia, constituían un peligro para la vida e integridad física de las perso­nas. Los sucesos de febrero y marzo de 1989, dejaron un saldo de 276 muertos (se­gún cifras oficiales), numerosos lesionados, varios desaparecidos y cuantiosas pér­didas materiales. Sin embargo, dicha lista fue desvirtuada por la posterior aparición de fosas comunes.

La última fase de los acontecimientos la constituyó la suspensión de garantías constitucionales, lo que por la vía del hecho conformó la suspensión del Estado de Derecho, dejando una cifra de asesinatos que hasta hoy no ha podido ser determi­nada, puesto que se está hablando de una situación que duró horas, es decir, poco tiempo, siendo la víctima principal el pueblo ®®.

En todo caso, Venezuela aceptó las consecuencias jurídicas que derivan de los hechos mencionados y reconoció plenamente su responsabilidad internacional en el presente caso. E incluso, la Corte Suprema de Justicia se avocó al conocimiento de todas las causas, tanto las que se encontraban en el ordenamiento penal ordinario como las que se encontraban ante la justicia militar.

Muchas de estas personas desaparecidas fueron muertas por las llamadas balas perdidas o frías y enterradas en fosas comunes en el Cementerio General del Sur. Ante todos estos hechos el gobierno venezolano por sí mismo no había adelantado ninguna investigación que permitiera identificar plenamente a los autores de tales hechos, por lo cual un grupo de Organizaciones tuvieron que acudir a la Corte Inte- ramericana.

Arlette Marlen Geyer Alarcón

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Vid. Sentencia de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos N° 58 de fecha 11 de noviembre de 1999. En la página web; http://www.corteidh.or.cr/serie d e 58 esp.html El 27 de febrero de 1989. En la página web: http: / / www.cofavic.org.ve

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En el caso del "Caracazo ”, las víctimas o sus familiares con el sólo hecho de haber demostrado que el daño que sufrieron era anormal (ya que tuvieron que so­portar una carga mucho mayor que la que tiene que soportar cualquier ciudadano común) y especial (individualización de la víctima), el Estado se encontraba en la obligación de indemnizarlos por haberse configurado la Responsabilidad por sacri­ficio particular, siendo innecesario el acudir a instancias internacionales.

B. F a/ta de Coordinación y negligencia policial

El diccionario L arou sse define al término “coordinar” de la siguiente manera:“ 2. Concertar esfuerzos, m edios, etc., para una acción común (R esaltado nues­

tro).

Asimismo, el Anteproyecto de Ley del Cuerpo de Policía Nacional**, elaborado por la Comisión Permanente de Política Interior de la Asamblea Nacional, define en su artículo 27 la coordinación policial de la siguiente manera:

“Se entiende p o r coordinación de los órganos de policía la ejecución de políticas inte­grales para vincular adecuada y efectivam ente la participación y actuación de los dis­tin tos cuerpos policiales que com parten la com petencia concurrente de actividad poli­cial en sus d istintos niveles po lic iales”. (R esaltado nuestro).

De acuerdo a las definiciones anteriores, la coordinación policial busca la unión de varios medios o esfuerzos para, conjuntamente, poder desplegar una acción di­rigida a obtener un fm determinado, o si se quiere, para unificar sus actuaciones.

Cuando esa unión de esfuerzos no se encuentra organizada y se produce una actuación totalmente distinta a la esperada, trayendo como consecuencia un resul­tado totalmente distinto al realmente querido, se produce la llamada discordinación policial.

En Venezuela se pueden citar dos casos donde claramente se produjo una dis­coordinación policial muy evidente, dejando como consecuencia la muerte de las personas que fueron objeto de secuestro.

El primero de los casos es el ocurrido en “Terrazas del Avila", en abril de 1996. Los hechos se produjeron con el secuestro de dos ciudadanas en Chuao y posteriormente se llevaron a una de ellas a su apartamento en Terrazas del Ávila con intenciones de robar. Con el transcurso de horas dieron cuenta a la policía y se apersonaron en el lugar de los hechos, lo cual complicó aún más la situación.

Muchas críticas surgieron con respecto al actuar de la policía, al respecto P oleo Z erpa ** señaló en su momento lo siguiente:

“El plagio de las hermanas María Magdalena y Lorena Monagas se convirtió en un episodio donde hubo de todo y donde persisten críticas en relación a la actua­ción policial, pues pareciera no haber prevalecido el lema de que ‘más vale un rehén vivo que un secuestrador m uerto”'. (Resaltado nuestro).

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El Pequeño Larousse Ilustrado. Segunda Edición. Colombia 1997. Pág. 285.En la página web: http://ww w.venezuelaanalitica.comResumen abril 1996: El secuestro de Terrazas del Ávila dejó trágico saldo de dos muertos. En la página web; http: / / w w w .noticias.elun iversal.com /I996/12/29/29I5IA .sh tm l

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Cuando las negociaciones con el secuestrador comenzaron a volverse tortuosas, los agentes policiales decidieron que grupos comandos de la Disip y la PTJ entra­ran violentamente por las puertas y ventanas tras detonar una carga explosiva de C- 4 en la entrada del apartamento.

Una de las ciudadanas secuestradas resultó con un tiro en la clavícula y otro en la pelvis, falleciendo en el Hospital Domingo Luciani de El Llanito. Igualmente, el secuestrador recibió varios balazos y murió.

Fueron horas que parecieron aflos, donde se paralizó el país a consecuencia de estos hechos. Cada rostro reflejaba una angustia, cansancio y temor. Con el pasar de las horas la tensión aumentaba, hasta que finalmente la policía logró detectar que uno de los plagiarios era quien había dado muerte intencional al grandeliga ve­nezolano, Gustavo Polidor.

No somos quienes para juzgar las actuaciones policiales pero sí para mirar la situación objetivamente y analizarla, para establecer una serie de alternativas que nos ayudarán a descifrar cuál actuación hubiera sido la adecuada. Siempre he con­siderado que vivir el momento y estar ahí esperando que algún plagiario de el pri­mer paso debe ser fuerte y generar una tormentosa angustia, por eso no debe sernos tan fácil criticar sus actuaciones.

El segundo de los casos se produjo en “Lomas de San Román” 67, cuando un grupo de plagiarios luego de robar en una quinta de esa zona se deslizaron por un barranco hacia el “Urológico San Román” al ser perseguidos por la policía.

Una vez en el Urológico, los secuestradores anunciaron su huida llevando con­sigo a un grupo de médicos, una recepcionista y dos enfermeras. En ese momento solicitaron un vehículo para trasladarse. Cuando los antisociales fueron a tomar el Jeep se dieron cuenta que el mismo no tenía las llaves y les fue facilitada una ca­mioneta Samurai de uno de los comisarios que se encontraban en el lugar de los hechos.

Entretanto, los rehenes gritaban que dejaran la vía libre a los delincuentes para asegurar sus vidas.

Ahora bien, en el momento en que los secuestradores hacían cambio de vehí­culo, se inició una balacera, resultando abatidos dos delincuentes, la secretaría de la Unidad de Otorrinolaringología y el Jefe de Brigada de Acciones Especiales de la PTJ, sin contar las graves lesiones que sufrieron los otros secuestrados.

Los familiares de las víctimas calificaron la acción como una masacre, expre­sando que se hubiese podido evitar de no haber imperado la fa lta de coordinación entre los organismos policiales; pues vale recordar que en el lugar de los hechos se encontraban más de 300 funcionarios pertenecientes a diferentes órganos de poli­cía.

Dentro de este contexto, vale la pena mencionar el caso del ciudadano Hugo Eunices Betancourtbi quien en cumplimiento de sus funciones de archivista en la

Arleíte Marlen Geyer Alarcón

67 Página web: http: //www. política.eluniversal.com/informeespecial/secuestro/inflo.html68 Ver Sentencia dictada por la Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia en

fecha 4 de octubre de 2001, con ponencia del Magistrado Hadel Mostafá Paolini, caso Hugo Eunices Betancourt Zerpa.

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extinta Corte Suprema de Justicia, mientras daba curso a una correspondencia, su­frió un accidente al estallar uno de los sobres que manipulaba, es decir, uno de los llamados sobre-bomba.

Dentro de las pretensiones alegadas por el accionante se señaló que el “inci­dente (...) se hubiese podido evitar si los organismos encargados de la seguridad del Estado hubieran actuado con la diligencia y precaución que las circunstancias exigían, dado el particular momento histórico que el país vivía y la situación que lo precedía”.

Además, denunciaron que las autoridades no tomaron las precauciones necesa­rias para proteger a los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, lo que “ ...pone de manifiesto la enorme incuria (sic) en que incurrieron los organismos del Estado encargados de proteger la integridad fisica de aquellos funcionarios públi­cos que por el ejercicio de sus delicadas atribuciones estaban expuestos a sufrir atentados, y obviamente, a sus colaborados allegados” .

Al respecto, el Tribunal Supremo de Justicia declaró que;“...la Constitución vigente establece un régimen de responsabilidad administra­

tiva de carácter objetivo que comporta tanto la llamada responsabilidad por sacri­fic io particular o sin falta, como el régimen de responsabilidad administrativa de­rivada del funcionamiento anormal del servicio público, según el cual los usuarios de los servicios públicos deben ser indemnizados por los daños que puedan surgir del mal funcionamiento de éstos, es decir, que la ratio fundamental de este tipo de responsabilidad es no dejar sin salvaguarda los daños antijurídicos, donde no pueda identificarse al agente (funcionario público) causante del daño (daños anónimos)” . (Resaltado nuestro).

Asimismo, estableció que para que se configure la responsabilidad del Estado es necesario que se prueben ciertos extremos. En efecto, el Tribunal Supremo de Justicia señaló que:

“[El] sistema integral de responsabilidad patrimonial del Estado previsto en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en el caso bajo análisis, se requiere determinar cuáles son los extremos necesarios para que ésta surja, a saber: (1) /a existencia de un daño constituido por una afección a un bien o derecho tu­telado por el ordenamiento juridico o disminución patrimonial; (2) una actuación u omisión atribuible a la Administración; y, (3) la relación de causalidad entre tales elementos". (Resaltado nuestro).

Comprobado los extremos antes mencionados, la Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia declaró PARCIALMENTE CON LUGAR la demanda interpuesta por los apoderados judiciales del ciudadano HUGO EUNICES BETAN- COURT ZERPA. En consecuencia, se condenó a la República Bolivariana de Vene­zuela a pagar por indemnización de daño moral al mencionado ciudadano, la suma de treinta millones de bolívares con cero céntimos (Bs. 30.000.000.00), así como la asignación de una pensión vitalicia estimada por esta Sala en la cantidad corres­pondiente a treinta unidades tributarias mensuales (30 U.T.).

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Esta sentencia constituye un gran avance en materia de responsabilidad del Es­tado por la negligencia de sus órganos policiales, pues se condena patrimonial­mente a la República por el daño ocasionado a un trabajador de la extinta Corte Suprema de Justicia por las consecuencias sufridas al abrir un sobre-bomba. Es importante recordar que los órganos policiales estaban sobre aviso, pues los ma­gistrados de la Corte Suprema habían sido objeto de amenazas telefónicas, e inclu­so, a uno de ellos se le dejó un paquete en condiciones sospechosas en el jardín de su casa.

Así pues, es lógico pensar que si tales magistrados habían sido objeto de ame­nazas telefónicas podían ser un blanco fácil en su lugar de trabajo al igual que los trabajadores de ese máximo tribunal, razón por la cual era necesario doblegar la vigilancia en los alrededores de la Corte Suprema, es en este punto donde es criti­cable la omisión de la policía y donde se configura la negligencia de la misma.

Como siempre, en Venezuela no se aprende hasta que no suceden las cosas la­mentables que llaman a la reflexión, por ello es necesario un poco de previsión pa­ra evitar aquellas situaciones que dejan como saldo la muerte o la lesión de varias personas inocentes. Así pues, se podría comenzar preparando de una manera efi­ciente a los funcionarios policiales.

C O N C LU SIO N ES

1. No se puede aceptar la existencia de un Estado de Derecho que por sus ac­tuaciones cause severos daños o perjuicios a sus ciudadanos, sin resarcir tales ac­tuaciones, ya que incluso el Estado debe someterse a los Tratados Internacionales y a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que lo obligan a res­ponder ante la comisión de tales daños.

2. La seguridad ciudadana es consecuencia inmediata del Estado de Derecho, ya que el Estado debe garantizar la integridad física de sus ciudadanos, derecho que es consagrado en el artículo 55 de la Constitución vigente, en el cual se enun­cian igualmente los límites que tienen los órganos que lo garantizan al ejercer las funciones de resguardo de la seguridad de la ciudadanía (necesidad, conveniencia, oportunidad y proporcionalidad).

3. Una vez que la Administración le haya causado un daño al ciudadano por las actuaciones materiales llevadas a cabo por sus órganos policiales, éste tiene dere­cho a una indemnización, salvo en aquellos casos donde la actuación policial se encuentra plenamente justificada por el ordenamiento jurídico y se hayan llenado los parámetros para que dicha actuación esté ajustada a Derecho (ello sin perjuicio de que pudiera operar en algunos casos el sistema de responsabilidad por sacrificio particular, bajo el cual el Estado respondería aún por actuaciones perfectamente legales que excedan de los límites del principio de equitativa distribución de las cargas públicas).

4. En el caso de la responsabilidad del Estado por las actuaciones materiales de los órganos policiales, la misma se rige por los mismos principios que son aplica­bles a la responsabilidad administrativa de cualquier tipo y así, pueden identificar­se dos grandes sistemas que configuran dicha responsabilidad: el de responsabili­dad por sacrificio particular y el de responsabilidad por funcionamiento anormal o falta en el servicio.

Arlette Marlen Geyer Alarcón

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5. En el caso de la responsabilidad por sacrificio particular, el dafio que produ­ce el Estado no puede ser cualquiera, sino que debe cumplir, básicamente, con dos características principales. En efecto, es indispensable la anormalidad del daño, es decir, que rompa el principio de la igualdad ante las cargas públicas y la especiali­dad, que aunque es el elemento más difícil de demostrar, no es de imposible com­probación, y se refiere a la posibilidad de individualización del particular afectado.

6. El sistema de responsabilidad por sacrificio particular es el que, a nuestro juicio, es aplicable -en la generalidad de los casos- en aquellos supuestos en los que la actuación de los órganos policiales resulta ajustada a Derecho, pero un par­ticular -frecuentemente ajeno a la situación que dio origen al despliegue de la ac­tuación, o al menos no la fuente inmediata de la m ism a- resulta lesionado o muerto como consecuencia de dicha actuación (i.e. caso de las balas perdidas).

7. En la responsabilidad del Estado por funcionamiento anormal es necesario que los agentes policiales no hayan obrado conforme a los procedimientos y prin­cipios claramente establecidos por el Ordenamiento Jurídico Internacional y N a­cional, rompiendo con los principios de necesidad, conveniencia, oportunidad y proporcionalidad enunciados en el artículo 55 de la Constitución de 1999.

8. En Venezuela no existe jurisprudencia en tomo a la responsabilidad del Es­tado por las actuaciones materiales de sus órganos policiales, lo cual ha complica­do el desarrollo de este tema; a diferencia de países como Colombia, en el cual el Consejo de Estado se pronuncia con frecuencia al respecto. Sin embargo, conside­ramos que debe aprovecharse las experiencias del Derecho Comparado y el sistema normativo que existe en nuestro país para crear una conciencia en cuanto a este tema, aunado al hecho de que ya existe un pronunciamiento de la Corte Interameri- cana de Derechos Humanos en el caso del 27 de febrero de 1989, en el cual se condeno a nuestro país por evidentes excesos de los órganos de seguridad del Esta­do que resultaron en violaciones de Derechos Humanos.

Revista de Derecho Administrativo N° 14

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