7
6. El lugar de San Agustín en la patrística Son muchas las razones por las cuales San Agustín ocupa un lugar especial en la patrística, de la que es innegablemente la figura central. San Agustín no sólo reviste un excepcional interés histórico por el inmenso influjo que ejerció sobre la cultura y la educación posterior de todo el mundo occidental, sino que además posee tales dotes de vivacidad, profundidad y modernidad que, bajo ese punto de vista, está a la par con Platón y Aristóteles. Es uno de los máximos pensadores de la historia de la humanidad y no sólo el más grande Padre de la Iglesia. Pero si llegó a ser lo que fue, ello se debe a que supo plantearse con sin igual originalidad especulativa e inquebrantable fe religiosa los problemas fundamentales madurados por el cristianismo. Ya hemos visto dichos problemas claramente perfilados en Orígenes y en San Gregorio de Nisa: la Trinidad, el mal y la materia, y el destino final de las almas. Orígenes había llegado como conclusión a la salvación final de todos; Gregorio había negado la realidad de la materia y con ella la más común concepción greco-cristiana acerca de la existencia del mal. En este aspecto Orígenes y Gregorio se aproximaban a la concepción estoica de la perfección de la realidad considerada como un todo, pero al hacerlo perdían de vista el profundo dramatismo de la concepción cristiana para la cual el pecado y la perdición no tienen sólo un valor provisional y pasajero. Muy divergentes eran por el contrario sus soluciones del problema de la Trinidad, pero tanto el uno como el otro lo habían planteado según los módulos clásicos del intelectualismo griego: la perfección absoluta de Dios implica su Unidad; por consiguiente, el Hijo no puede ser puesto verdaderamente en el mismo plano que

Biografia San Agustin

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Biografia San Agustin

Citation preview

6. El lugar de San Agustn en la patrstica

Son muchas las razones por las cuales San Agustn ocupa un lugar especial en la patrstica, de la que es innegablemente la figura central. San Agustn no slo reviste un excepcional inters histrico por el inmenso influjo que ejerci sobre la cultura y la educacin posterior de todo el mundo occidental, sino que adems posee tales dotes de vivacidad, profundidad y modernidad que, bajo ese punto de vista, est a la par con Platn y Aristteles. Es uno de los mximos pensadores de la historia de la humanidad y no slo el ms grande Padre de la Iglesia. Pero si lleg a ser lo que fue, ello se debe a que supo plantearse con sin igual originalidad especulativa e inquebrantable fe religiosa los problemas fundamentales madurados por el cristianismo.

Ya hemos visto dichos problemas claramente perfilados en Orgenes y en San Gregorio de Nisa: la Trinidad, el mal y la materia, y el destino final de las almas. Orgenes haba llegado como conclusin a la salvacin final de todos; Gregorio haba negado la realidad de la materia y con ella la ms comn concepcin greco-cristiana acerca de la existencia del mal. En este aspecto Orgenes y Gregorio se aproximaban a la concepcin estoica de la perfeccin de la realidad considerada como un todo, pero al hacerlo perdan de vista el profundo dramatismo de la concepcin cristiana para la cual el pecado y la perdicin no tienen slo un valor provisional y pasajero.

Muy divergentes eran por el contrario sus soluciones del problema de la Trinidad, pero tanto el uno como el otro lo haban planteado segn los mdulos clsicos del intelectualismo griego: la perfeccin absoluta de Dios implica su Unidad; por consiguiente, el Hijo no puede ser puesto verdaderamente en el mismo plano que el Padre, afirmaba Orgenes. Es justamente la perfeccin absoluta de Dios lo que explica su triforme existencia, responda Gregorio (con argumentaciones que ms adelante esgrimir la hereja llamada modalism).

San Agustn abordar los tres problemas de modo absolutamente nuevo y original, habiendo intuido la inanidad de tratarlos en forma puramente conceptual y la necesidad de poner al descubierto su verdadero significado sondeando ante todo las honduras de nuestra conciencia: ah s que se plantean verdaderamente el problema de Dios uno y trino, el problema del mal y el problema de nuestro destino de salvacin o perdicin. De esta audaz inversin de perspectivas la cuestin entera sala transfigurada y de ah surgan no slo y no tanto nuevas soluciones de carcter teolgico, cuanto el descubrimiento de una nueva dimensin para toda la filosofa futura: la dimensin de la interioridad espiritual como supremo criterio de verdad y certidumbre.7. Vl>A Y OBRAAurelio Agustn naci en 354 en Tagaste, frica romana. Su padre, Patricio, era pagano; su madre, Mnica, era cristiana y ejerci sobre el hijo una profunda influencia. Cultiv de joven los estudios clsicos y a los 19 aos fue atrado a la filosofa por el Hortensio de Cicern. Se adhiri entonces a la secta de los maniqueos (374). Permaneci en Cartago hasta la edad de 29 aos, enseando retrica y dedicndose a amoros y amistades de que ms tarde se arrepinti y acus por igual.En 383 march a Roma para ensear, con esperanza de conquistar xito y fortuna. Pero sus esperanzas se frustraron y al ao pas a Miln para ocupar el puesto de profesor oficial de retrica, concedido a l por el prefecto Simaco. En Miln sufri la crisis decisiva de su existencia.De tiempo atrs abrigaba dudas sobre la verdad del maniquesmo. Esta doctrina admita dos principios, uno del bien y otro del mal, en perpetua lucha. El alma del hombre era uno de los campos de esta batalla. San Agustn haba entrevistado a Fausto, el ms famoso maniqueo de la poca, pero ni siquiera ste haba logrado disipar sus dudas. Por el contrario, la lectura de los neoplatnicos lo inclinaba hacia la tesis de que el mal era una simple negacin o ausencia de realidad y que, por tanto, no contradeca la infinitud de Dios. En Miln, la palabra y el ejemplo del obispo San Ambrosio y los consejos de su madre, que mientras tanto se haba reunido con l, precipitaron la crisis: Agustn se hizo catecmeno. En el otoo de 386 deja la enseanza y se retira con reducido grupo de parientes y amigos a Cassiciaco, cerca de Miln, donde compone sus primeras obras. En 387 recibe el bautismo de manos de San Ambrosio y a partir de ese momento se le presenta claramente la misin a que deba dedicarse: difundir y defender en su patria la verdad cristiana. Pens en regresar; pero en Ostia, mientras esperaba embarcarse muri la madre y l permaneci todava por algn tiempo en Roma.De vuelta en Tagaste, se orden sacerdote en 391; en 395 fue consagrado obispo de Hipona. Desde entonces su actividad fue incesante. El 28 de agosto de 430, San Agustn falleci cuando desde haca tres meses los vndalos de Geserico asediaban Hipona.Los primeros escritos de San Agustn son los compuestos en Cassiciaco: Contra acadmicos, De la beatitud, Del orden, Soliloquios. En Roma, mientras esperaba la partida para el frica, escribi De la grandeza de alma. De regreso en Tagaste compuso, entre otras obras, De la verdadera religin, que figura entre sus obras filosficas ms notables. Adems, abri la polmica contra los maniqueos a la que dedic muchos escritos.Consagrado obispo, enderez la polmica por una parte contra los donatis- tas, sostenedores de una iglesia africana independiente y resueltamente hostil al Estado romano, y por la otra contra los pelagianos que negaban o por lo menos limitaban la accin de la gracia divina. Estos escritos son en nmero muy grande. Mientras tanto, compona igualmente obras losco-tcolgicas, como De la Trinidad y sobre todo La ciudad de Dios, su Jibro ms vasto, compuesto entre 413 y 426. Hacia el ao 400 compuso los trece libros de las Confesiones, que son la clave de su personalidad de pensador.Al finalizar su vida, en 427, ech con las Retractaciones una mirada retrospectiva a toda su obra literaria, corrigiendo los errores y las imperfecciones dogmticas.8. Dios Y EL ALMAAl empezar los Soliloquios, una de sus primeras obras, San Agustn declara: Quiero saber de Dios y del alma. Y nada ms? Nada ms, en absoluto. Y tales son realmente los trminos hacia los cuales dirige, desde el principio hasta el fin, su bsqueda. Al mundo de la naturaleza San Agustn volvi la atencin slo ocasionalmente y a propsito de problemas concernientes a la naturaleza de Dios y del alma.Pero Dios y alma no son para San Agustn los objetos de dos indagaciones paralelas e independientes. Dios, en efecto, se manifiesta slo al alma, en la ms recndita intimidad del alma misma. Buscar a Dios significa recogerse en s mismo y conocerse como lo que se es, confesarse. La actitud de la confesin, que da origen a la ms famosa de las obras agustinianas, es en realidad la actitud fundamental y constante de San Agustn. No slo consiste en describir las vicisitudes de la propia vida externa e interna, sino tambin y sobre todo en resolver los problemas que surgen de la vida interior del hombre.Ahora bien, la confesin, el replegarse del alma sobre ella misma, conduce al alma a Dios. Pues que Dios es verdad, el hombre encuentra la primera verdad fundamental dentro de s, es decir, en su alma. En efecto, se puede dudar de todo y antes bien, como pretendan los escpticos, se debe dudar. Pero quien duda de la verdad tiene la certeza de que duda, es decir, de que vive y piensa, o sea que en la duda misma alcanza una certidumbre que lo sustrae a la duda y lo refiere a la realidad. El hombre no podra dudar si no tuviese en s la verdad, que la duda misma le revela y confirma. Y la verdad es Dios. De ah la famosa admonicin de San Agustn: No salgas de ti, vuelve a ti mismo, en el interior del hombre habita la verdad; y si encuentras mudable tu naturaleza, trascindete tambin a ti mismo.La verdad est en el hombre, pero no es el hombre; se halla por encima del hombre, quien para encontrarla debe trascenderse a s mismo. Por tanto, la verdad no es ni siquiera la razn humana, sino la ley de la razn, es decir, el criterio de que la razn se sirve para juzgar las cosas. Si la razn es superior a las cosas de las cuales juzga, la ley de la razn es superior a la razn misma. As como el juez humano puede juzgarlo todo menos la ley misma sobre la base de la cual juzga, as la razn, que todo lo juzga, no puede juzgar la verdad que es la ley de todos y cada uno de sus juicios. Se ha dicho que esta verdad es Dios mismo; ms exactamente, es Dios como Logos o Verbo, es decir, es Cristo Hijo de Dios. El Padre es el Ser, el Espritu Santo es el Amor. Dios es Ser, Verdad y Amor.9. El hombrePor su misma naturaleza el hombre est ligado a Dios. Dice San Agustn: si furamos animales podramos amar slo la vida carnal; si furamos rboles podramos amar slo lo que no tiene movimiento ni sensibilidad. Pero somos hombres, creados a imagen de Dios y por lo tanto podemos amar la verdadera Eternidad, la eterna Verdad, el eterno y verdadero Amor. El que el hombre haya sido creado a imagen y semejanza de Dios significa que sus actividades fundamentales corresponden a las personas divinas. Memoria, inteligencia y voluntad, las tres facultades del hombre, corresponden a las tres personas de la Trinidad divina y as como stas constituyen una sola sustancia, as las tres facultades constituyen un alma nica.Pero de la misma forma como el hombre puede buscar y amar a Dios, puede tambin alejarse de l. Pero como Dios es el Ser, la Verdad y el Amor, el hombre que se aleja de l aleja de s estas tres cosas y cae en el pecado. Por tanto al hombre se le presenta continuamente la siguiente alternativa: vivir segn la carne y debilitar o romper la propia relacin con Dios, cayendo en el pecado; o vivir segn el espritu, afianzando la propia relacin con Dios, y prepararse a participar en su misma eternidad. La primera eleccin no es una verdadera eleccin, sino ms bien la renuncia a elegir.Esta renuncia es la verdadera causa del pecado, y por eso no es una causa positiva, sino negativa; es una falla de la voluntad, una defeccin, una huera soberbia. En vano se buscar la causa eficiente de la voluntad perversa: no existe; la voluntad perversa slo tiene una causa deficiente.En La ciudad de Dios, San Agustn, ante las catstrofes que afligen a la romanidad tarda, como el saqueo de Roma por los godos de Alarico (410), busca una explicacin de las vicisitudes histricas y la encuentra justamente en su teora del mal y del pecado. El amor de s mismos que mueve a los hornees y sobre el cual se funda el estado o ciudad terrena no es un mal en s. pero se convierte en un mal e implica la ruina cuando lleva su osada hasta el desprecio de Dios.Por el contrario, quien respeta la jerarqua de los valores y sabe llevar el imor de Dios hasta el desprecio de s, se convierte por ello en ciudadano de '.a ciudad de Dios, la comunin ideal de los buenos, es decir, de los participantes en la gracia divina.En efecto, si el hombre recibe de Dios todas sus posibilidades naturales verdaderamente no puede hacer nada en el campo de la verdad y el bien si no es con la ayuda que Dios le ofrece gratuitamente, es decir, con la gracia. San Agustn sostiene este punto sobre todo en su polmica con Pelagio, monje bretn que haba sostenido la capacidad del hombre de obrar virtuosamente, y por tanto de salvarse incluso sin asistencia de la gracia divina.Pelagio consideraba que ni siquiera el pecado original haba debilitado radicalmente la libertad propia del hombre y por tanto su capacidad de obrar el bien. A este propsito San Agustn afirmaba, por el contrario, que, con Adn y en Adn, la humanidad entera habra pecado convirtindose en una sola masa condenada, de la cual ningn miembro poda sustraerse al justo castigo si no era por la misericordia y la gracia divina. Por lo tanto reconoca que Dios predestina a la salvacin slo a ciertos hombres mientras condena a todos los dems, consecuencia harto rigurosa que la misma iglesia catlica mitig posteriormente. Sin embargo, el principio afirmado a este propsito por San Agustn es el de la no oposicin, antes bien, de la coincidencia, entre la libertad humana y la gracia de Dios. En la voluntad del hombre de ser libre, de adquirir y merecer la libertad definitiva propia de los santos, que consiste en no poder pecar, est ya en acto la gracia de Dios porque esa libertad es ya el fruto de una relacin del hombre con el Ser, con la Verdad y con el Amor, o sea, con Dios.10. El mundo y el tiempoSan Agustn aborda los problemas del mundo natural a propsito de la creacin. En cuanto es el ser, Dios es el fundamento de todo lo que es. Por su mutabilidad el mundo demuestra que no es el ser: ha tenido que ser creado y no ha podido crearlo sino un Ser eterno. Dios lo ha creado todo a travs de su Verbo que es el Logos o Hijo y contiene en s las ideas o razones inmutables de las cosas. Contra Platn, que situaba las ideas en un mundo inteligible, diverso de Dios, San Agustn objeta que en tal caso Dios carecera de razn porque tendra la razn fuera de s. Las ideas estn, pues, en la razn divina, o sea, en el Logos. San Agustn las identifica con las razones seminales de que hablaban los estoicos. Estas razones seminales explican por qu la creacin, aun siendo un acto nico e indivisible, produce sus efectos sucesivamente en el tiempo. Por ejemplo, Dios ha creado la tierra, es decir, la materia de que se compone el cuerpo humano; pero la tierra tena ya en s la capacidad de producir el cuerpo humano, del mismo modo como el germen tiene en s la capacidad de producir una planta.La tierra, en la cual se hallan las razones seminales (o sea, los grmenes) de todas las cosas naturales, es, segn San Agustn, la materia informe de que hablaban Platn y los neoplatnicos. Interpreta la palabra de la Biblia de que Dios en el principio cre los cielos y la tierra en el sentido de que las dos primeras creaciones fueron por una parte el mundo celeste e inteligible, y por el otro la materia informe en cuyo seno deban formarse luego las cosas naturales.Y las cosas naturales, precisamente por haberlas querido Dios as como son, son todas buenas de por s, todas ellas ostentan en s una cierta huella divina y todas son Ser, Conocer y Querer (Esse, nos se, velle) como nosotros mismos, pero con un diverso y a menudo mnimo grado de claridad. La creacin entera refleja la perfeccin divina con diversos grados de fulgor, porque, en ltimo anlisis, todo proviene de Dios.Tampoco las almas humanas, segn la teora del traducianismo que San Agustn profes p