DETRAS DE TUS LATIDOS

MONICA GABRIELA PEREYRA

(AÑO 2003)

INDICE

PROLOGO ...............................................................3 �CUANDO ERA NIÑO ERA SINCERO, HOY SI LO QUIERO SER ME ENGAÑO� OLGUÍN....................5 BONIFICACION PARA EL LECTOR DE MATERIAL QUE NO FUE EDITADO ........................................17 �YO ENTERRÉ A TU MADRE, PIBE� ...................19 BONIFICACIÓN PARA EL LECTOR DE MATERIAL QUE NO SE EDITÓ................................................30 �YO, YA VINE FALLADO�.....................................32 MARITO EN LA TRINCHERA................................33 MARITO EN LA BATALLA....................................38 MARIO EL ESTRATEGA .......................................44 LA CAMI UNA HISTORIA DE AMOR ....................56 LA PISCINA ...........................................................88 EL ARCHIVO........................................................104

A Gero y Camila por elegirme como mamá A mi padre por enseñarme a no bajar los brazos

A mis amigos por creer en mí antes que yo: Julia, Quique, Ale, Annabel, Willy, Pao, Pedro, Matu, Grise, Malú, Tano,

y Marta

PROLOGO

Detrás de un latido se esconde la historia, detrás de

un latido habitan los sueños. Cuando ese latido se relata, se comparte, deja de pertenecernos y es de quién lo lee, lo recuerda, lo transforma, lo posee.

Los grandes temas a los que la literatura ha dedicado su esencia, el amor, la muerte, el odio, la soledad, la locura, la marginación, la traición entre tantos más, inspiraron mis ganas de contar los latidos de otros a través de mi propio latido.

Tras la búsqueda de esos relatos reales es que me he encaminado, esto no impide que fantasee, que pueda imaginar otros laberintos a partir de cada historia. Una vez permití que un hombre se quedara con mis latidos. Otro hombre de escasas palabras puso su mano en mi muñeca, y me pidió que pusiera la mía en la suya. Allí estaban sus latidos caminando, trotando y finalmente galopando, pero lo curioso en que al tocar mi pulso, con gran asombro, descubrí que allí estaban los míos, renovados, intactos, voraces por estrenar un corazón.

Desde entonces me regocijo con los latidos propios y con los ajenos, me conmuevo pensando que puede haber detrás de un latido, cuánto muestra y cuánto esconde. A veces lo logro, y es en esos momentos en que se escabullen de mi primitivo espíritu literario estos relatos.

Latidos, porque en el principio fuimos eso, un primer latido y el final tal vez se trate de lo mismo, de dejar de latir en uno para continuar en los demás.

Olguín, vende diarios en la terminal pero ha latido por toda la ciudad, vender diarios no es lo complicado, venderlos en una silla de ruedas incrementa sus méritos como mortal, pero ser un hombre feliz y luchar por el bienestar de los niños sin bienestar, eso sí que pocos hemos podido alcanzar y por eso, mi brindis lo hago con este reportaje.

Hay oficios que siempre he respetado sobretodo por el hecho de que pocos se detienen a pensar en qué cosas conviven en la vida de esas personas además de la necesidad real de un trabajo que a otros serían , bajo todo concepto, incapaces de realizar.

Los sepultureros simbolizan en este caso mi homenaje a eso tantos que eligiendo o sin elegir realizan la tarea que nadie más podría.

�El Tero�, el sepulturero, personaje de un pueblo sin nombre (por expreso pedido de él), con un humor muy, pero muy particular, me regaló su historia por un rato.

Transitar la locura como una forma de mitigar el dolor es una elección respetable y hasta por momentos inmanejable, esa es la historia que condensa e inspira el relato de Mario y sus dos hermanos que renegaron de una cordura impuesta, Mario es uno y los tres, Mario habla también de lo que muchos de nosotros somos.

La Cami, una historia de amor. Atiende a ese dolor imposible de contar, necesario de contar, inadmisible de explicar.

El tres, siempre ha sido un número cargado de sentido, de fantasías, de miedos, de misticismo, de perversión. El tres es ante todo un número impar, o se lo ve en su totalidad o se lo agrupa de a dos y uno alternativamente. La historia de �La piscina�es un homenaje a la fantasía pero también es un desafío al prejuicio y al respeto sincero. �Mi esposa, mi pareja, mi hijo, mi hija�, �La esposa de mi pareja, es mi mejor amiga�, �La pareja de mi esposo, mi mejor amiga�, son algunas de las maneras con las que estos protagonistas gustan presentarse.

El placer, el más básico de todos los instintos, la búsqueda mejor guardada, Fernando lo sabe, sólo tuvo una idea brillante y de eso vive.

�CUANDO ERA NIÑO ERA SINCERO, HOY SI LO QUIERO SER ME

ENGAÑO� OLGUÍN

¿Y si mañana tus ojos estuvieran viscosos pese a tu

decisión de mirar?, ¿y si finalmente dejaras seducirte

por un trovador de sueños, pero ya no pudieras

escuchar sus melodías?, ¿si quisieras de repente

jugar a darte, compartir piel a dentro una sensación,

y tu cuerpo permaneciera indolente? Imagina de

repente, que te atreves a gritar lo inconfesable o a

reír a carcajadas pero tu voz sólo adquiere la

cadencia de un silencio...

Desmigajar la vida, perturbarse con ella, amar el

tiempo de los intentos como única peregrinación

hacia lo cierto.

Nada, absolutamente nada, nos garantiza que

mañana todo permanezca en nuestras vidas como

hasta ahora.

Ineluctable sentencia que no pasea desnuda ni peca

de oportuna, sino que escribe las historias

mofándose del azar y la probabilidad.

Será tal vez que tanta pestilencia termina por

anestesiar nuestros impulsos de contemplación.

Gritos ancestrales confesaron que estar vivo no es lo

mismo que vivir, pero esta marchita convicción

descansa impávida en nuestro transcurrir

inescrutado.

Cuando Don Olguín despertó, algo había cambiado. Su jornada comenzaba en la madrugada. Por aquellos días ayudaba a los abuelos en el campo. Sintió, al intentar levantarse, que ya no sentía las piernas, sintió que ya nunca sería el mismo. Ese joven de dieciocho años que se acostó la tarde anterior, definitivamente había cambiado. Conocí a Don Olguín una madrugada de febrero, estaba en la terminal esperando a una amiga y lo vi. Un hombretón rodeado de ángeles, voceaba la llegada del diario. En su triciclo gigante, dos niños lo empujaban. Ellos jugando a tener un triciclo, él jugando a tener nietos. Nadie niega que la historia de los pueblos es la historia de los hombres trascendentes de ese pueblo. Pero en algunas ocasiones, como si se tratara de un guiño del tiempo, aparecen personajes laterales, humildes acompañantes de la historia, personajes casi marginales de una sociedad que traga pasiones y vomita instantes. Uno de esos personajes es Federico Olguín. Nació en Mendoza, hace sesenta y un años, pero se dejó adoptar por San Luis desde muy niño. Su infancia transcurrió feliz en Nueva Galia. El mayor de seis hermanos, el padre de dos mujeres de veintiocho y veintinueve años, el abuelo de todos los niños de la calle que deambulan por la terminal.

Hace más de cuarenta años que vende diarios, los últimos doce lo ubican en la capital de San Luis. Cuando sucedió lo de la inesperada invalidez, su familia hizo lo imposible para lograr su mejoría. Sus ojos inmensos recorren laberintos, los propios, los ajenos. Intentan comprender, aceptar con decoro ese destino que si bien cambió sus mocedades, despertó su esencia. Federico es un grandulón con risa de niño tímido, su pelo es rizado, arreciado de canas que velan la negrura de la juventud Las manos gigantes, se presentan como testimonio de ese basquetbolista que soñó ser. Hasta la fecha no han podido detectar las causas, a los dieciocho años quedé con parálisis. Mi abuelo paterno cuidaba una estancia en el campo, en Nueva Galia. La gente de campo es distinta, si no fuera por mi condición yo estaría viviendo allá, es más tranquilo, la gente cree que se sufre más pero no es así. En el campo a mí me gustaba andar en caballos redomones, así fue que salí una mañana temprano, y al cabalgar sentí un frío muy grande en la pierna izquierda, como que se me adormecía, estuve toda la mañana en el campo y al volver le comenté a mi abuela lo que me había pasado. Mi abuela me dijo que a la tarde no saliera, que descansara. Ese día sentí todo el tiempo ese frío en la pierna izquierda, me ponían de todo, unas

prendas y diferentes cosas que me dieran calor, pero era como que el calor no penetraba. Mi abuela me dice �che, si no te componés, mañana te llevamos al médico�. Y yo le dije que no, que mañana ya iba a amanecer bien. Al otro día nos levantábamos temprano, cuatro y media o cinco, entonces cuando tiro las frazadas para después bolear las piernas, allí quedé en el amague, y digo ¡eh, que pasó acá! No sentía las piernas, la derecha algo pero la izquierda nada, ahora las siento a las dos, tengo sensibilidad pero no tengo fuerza en los nervios.

La vida que nos da un beso, la vida que nos abraza,

la que late y nos agita. Esa que la muerte

sigilosamente intenta profanar. Es la misma que se

redescubre en el amor y los amigos. Es la suma de

todos, los que han vivido y los que vivirán, la vida

que nos confirma en cada latido y cada vez que

respiramos. La vigencia de ese presente es lo que

nos mantiene en el camino.

Somos muertos que dialogan con muertos, como

alguien dijo, tal vez sostener nuestra pequeñez

permita sobrellevar mejor cualquier sentencia.

Un hombre de verdad deja expirar las lágrimas en

las mejillas y los sollozos en otro hombro.

Olguín lo sabe, Olguín lo acepta.

A mí para decirme me fueron preparando, buscaron entre mis amigos y amigas para que me contuvieran, pero ante todo no me dejaron pensar, me llevaron de un lugar a otro. Porque muchas veces eso es lo que pasa que uno no se deja contener por amigos como pensando, �qué le tengo que contar a este lo que me pasa�, porque a veces estamos con todo ese egoísmo adentro, ese gran ego que no nos deja ablandarnos, que nos hace pensar equivocadamente que al otro no le va a importar lo que yo le cuento. Es un error porque lo que otros tienen para decirnos nos ayuda a reflexionar.

Gracias a Dios a mis amigos los tengo en todos lados: acá, en Nueva Galia, en Mendoza. En el �69 me fui a Mendoza con la esperanza de hacer deportes, jugar al básquet, hacer natación, martillo, jabalina, disco, lanzamiento de bala, porque lo que me pasó, nunca se llevó mi amor por el deporte...

Hay lisiados que son muy resentidos con los que les pasa, y se cierran a descubrir otras cosas, pero yo no. En mi caso, he tenido la oportunidad de trabajar en las escuelas, con mucha gente y sobre todo con niños, les he enseñado básquet, fútbol y me he sentido bien, tiene que ver también con encontrar una vocación, eso le pasa a mucha gente que no encuentra la suya, pero es importante a veces dejarse acompañar, si a uno lo van llevando, uno encuentra otros espacios. A mí el deporte me lo dio Dios para que no me sintiera vacío, para que encontrara un sentido pero cuando todo esto se comparte es más fácil, cuando se comparte la carga y cuando se comparte el disfrute.

Por ejemplo yo sé que esa calle la puedo cruzar solo, a mí me enseñaron y yo aprendí cómo hacerlo, pero si usted viene y me dice ¿le ayudo?, yo le digo �y bueno, vamos�, la dejo, puedo hacerlo, pero para usted es una alegría que la hace sentir bien, entonces la dejo y es allí donde compartimos. Hay veces que falta esa comunicación, yo no quiero ser con esto contra del gobierno ni del periodismo, ni de aquellos que se dedican a enseñar, pero si una persona normal quiere ayudar, quiere hacer algo para un lisiado, por más buena voluntad que tenga, por más buena intención y sentimientos que le ponga, nunca lo va a hacer bien si no comparte lo que siente esa persona que lo va a usar.

Por eso, opinar por opinar es fácil, todos te dicen �vos tenés que pedirte un auto, una silla, por tu estado, porque las leyes te defienden�, pero hasta acá nadie me ha ayudado, solamente aquella vieja ley de Perón que me permitía viajar gratis, pero ahora no, aunque ya estoy cansado para andar viajando. Yo no voy a decir que siempre fui abierto, por que mentiría y me engañaría, uno tiene que ser sincero, para que haya un beneficio, para que haya una proximidad, una enseñanza, un aprendizaje, uno tiene que ser sincero. Hoy en día la situación ha cambiado hasta para enamorarse y no sólo por lo económico, sino por el mismo entendimiento. Todo es plata, lo humano pareciera estar de más. Ya no se valora la persona sólo por lo que es, es por eso que muchas veces me ha tocado tener que desarmar ese entusiasmo por enamorarme y aprender ante tantas diferencias a andar solo.

Rodeado de manos pequeñas, ropas raídas también pequeñas y voces aflautadas que evocan su propia niñez; uno lo observa y cree adivinar en el brillo de

esos ojos cansados, una forma de la resistencia que lo mantendrá aferrado al presente. En el pecho,

algunas cicatrices amagaron con cerrarse, él puede seguir la marcha sobre unas ruedas de ejes aceitados que ya forman parte de su vida.

Nadie renuncia a soñar, ni nadie puede matar el sueño de otro mientras ese otro esté dispuesto a

despertarse para empezar de nuevo. Sólo podemos soñar que dejamos de soñar. Si

somos sueños de los dioses o ellos fueron soñados por nosotros, ya poco importa. El sueño es en

definitiva, ese motor hermoso y rebelde que nos empuja a �caminar�, a crepitar como seres que se

tornan díscolos ante latidos monocordes.

Por supuesto que uno siempre tiene la esperanza de volver a caminar pero esto nos da respuestas también, esto te da vuelta la vida, porque yo caminaba, pero ya no hacerlo me dio vuelta la vida. Yo muchas veces me enojé con Dios, muchas, pero cuando no era evangelista, no era cristiano. Era el por qué, pero uno aprende a preguntar distinto, creo que uno siempre lo que debe preguntarse es para qué, para qué estoy en este mundo. Y Dios a mí me trajo para que yo tenga una administración en este mundo terrenal, somos administradores de nuestra vida, de nuestra persona, de nuestros sentimientos, porque no es nada nuestro, todo es de Dios, Dios manda, enseña. Hay veces que uno no entiende todo lo que Dios tiene para darnos, antes pensaba en los malos, pensaba porque no les pasa a ellos, pero Dios lo hace con un propósito que uno no lo conoce o no lo quiere conocer. Porque yo quería llegar a estudiar algo hasta los 25 años, me quedé en quinto año, lo

que quería era aprender idiomas para salir a recorrer el mundo, yo quería caminar ¿no?, y entonces vaya a saber qué sentimiento tenía yo que el Tata dijo: pará, a este lo frenamos acá. Porque yo era muy curioso, aún lo sigo siendo. Yo quisiera tener o formar un club para lisiados, y no sólo para lisiados, porque hay más gente que necesita estos espacios, pero pocos se dedican a la salvación de más gente con convencimiento, lo mismo pasa en la parte política, si no hay dinero de por medio no hay humanidad, si no hay un beneficio aparte... y le repito no sólo para el lisiado, porque usted tiene, al que se opera de la columna, de la cadera, del corazón, la persona que tiene cáncer y ni hablar de la gente que no tiene ninguno de estos problemas pero no sabe qué hacer, en qué ocupar el tiempo, en qué ocupar las energías, ni en qué ocupar sus pensamientos, sus sentimientos, cómo brindarse, cómo entregarse y habiendo una institución así, ahí lo puede hacer, pero esto no es fácil. ¿Qué es lo que pasa?, es que hay que formarlos en muchas cosas, que es lo que no le gusta a la gente formarse y todo se puede aprender. A mí, políticos me lo han ofrecido y yo les dije no, primero dame las bases y después construyamos, pero será que en el fondo esto no es negocio para ellos, por eso no se emprende.

Si todos pensáramos mejor, no pasarían las cosas que pasan, piense que nadie hace lo que le gusta, si no ha hecho lo que no le gusta. ¿Por qué lo hace? porque quiere conformar, yo en eso he sido

más duro, nunca me dejé manejar. Y no pagué grandes costos por ello.

Paradójicamente de los miedos nacen los corajes y de las dudas las certezas. Al viejo (como lo llaman

sus amigos) la parálisis no lo inmovilizó, por el contrario jamás se distrajo, no fuera que en alguna

distracción se le escapara la vida. Transitó todos los estados posibles, furia, desconcierto, desazón,

miedo, resignación, hasta que finalmente sintió que en su Dios se encontraban algunas respuestas. Aceptó su situación, aunque difícilmente pueda

aceptar que un niño pase necesidades, eso es casi más fuerte que su propia carga. �Los niños no -dice Olguín, con su voz quebrada por un llanto repentino que conmueve-, eso sí que no lo puedo soportar...�.

Su mirada rebelde y melancólica revela que si en sus manos estuviera eludir al destino derrocharía el conjuro sólo para impedir que sus �nietos del alma�

sigan sufriendo.

Pero, bué, yo he pasado igual tantos años divinos, me defino gracias a Dios como una persona feliz, porque siempre he estado con guitarras, me gusta contar cuentos, siempre me ha gustado. Y por otra parte siempre he estado con mucha gente buena, porque yo prácticamente me crié en la iglesia, uno lee la Biblia y hay cosas que le enseñan y lo calman.

Por eso nunca me gustó quedarme sin trabajo, aparte me dan una pensión por discapacidad de ciento un pesos con ochenta (sonríe), pero a eso ya lo dejo en manos de Dios que alguna vez tenga un aumento, cuando El quiera. Lo que más anhelo en la vida es que Dios me dé enseñanza para poder ayudar a la gente, sobre todo a los niños... La mayoría nos dan enseñanza, a veces algunos también nos dan dolor, pero cuando uno se encuentra con un niño, siempre hace preguntas, de las que uno menos espera o imagina. El otro día, había acá en la terminal una nena, así de chiquitita que vino y me dijo �che porque vos no te bajás de la silla y te ponés a vender diarios, estás sentado nada más�, la mamá no sabía que hacer, pero ellos lo dicen con total inocencia. Para ellos es para quienes mayormente me ha gustado tener dinero, para ayudar a esas familias que andan por acá y no tienen. Son mi mayor debilidad -llora-, si todos aprendiéramos a verlos otra sería la cosa, porque uno cuando niño es más sincero, se puede mantener eso a veces. Piense, si recuerda, yo cuando era niño era sincero, hoy si lo quiero ser me engaño. ¿Entiende? la naturalidad y la sensibilidad que ellos tienen es de verdad.

En algún momento recibió el primer beso, hubo un instante en el que adhirió a la primera pasión política, hubo un día en que vio a Dios y entendió o quiso entender que no estaba solo.

Desde entonces se refugia en la tolerancia y el amor por los otros. Desde entonces es otro y sigue siendo el mismo.

�Ha oscurecido un poco. Ya se ha muerto. Anda una

mosca por la carne quieta. De que puede servirme

que aquel hombre haya sufrido, si yo sufro hoy�,

nunca ha leído a Borges y tal vez nunca lo leerá,

pero como un Cristo aferrado a una cruz

incomprensible, Olguín transita los mismos lugares

desde hace décadas y conoce todos los rostros,

aunque muchos rostros lo desconozcan.

BONIFICACION PARA EL LECTOR DE MATERIAL

QUE NO FUE EDITADO

En San Luis la mayoría de los lugares por los que un lisiado puede tener que transitar no posee rampas que lo ayuden a moverse mejor con su discapacidad.

Dice otro discapacitado, �la gente está más acostumbrada a darle unas monedas a alguien que

pide (sea este discapacitado o no) que trabajo a alguien que como yo no pido limosna�

Un niño en una plaza estaba jugando cuando otro nene de aspecto desaliñado se acerca a jugar con él, la mamá del primer niño que se encontraba dispersa ojeando una revista de moda, no advierte la situación hasta que unas carcajadas la substraen de sus �cosas importantes�, es la risa de su hijo que se revuelca en el arenero junto al otro niño. Como si hubiera ocurrido una tragedia y su hijo estuviera en peligro, se levanta y corre gritando hasta su niño que al advertir a su mamá se pone de pie y empieza a sacudirse con cierto terror.� Qué te he dicho, qué te he dicho, sobre los juguetes y sobre hablar con extraños�, el niño en vos muy bajita le dice �es mi amigo...�, �Cómo va a ser tu amigo (grita) si acabás de verlo, ahora en casa vas a desinfectar tus juguetes, a sacarte esta mugre y más te vale que no te encuentre ni un piojo�.

En la plaza el otro niño observa la escena y tímidamente responde el saludo de su amigo que pese a que es arrastrado a tirones por su mamá, se da vuelta y con su manito aún con restos de arena, despide a su nuevo amigo. Al segundo siguiente piensa �¿será esta una de esas personas lisiadas de las que siempre que siempre me habla mi abuelo?

En un sueño, me susurró mi abuela;�Somos tan chiquitos, somos tan discapacitados sociales, que tenemos ojos y no vemos ni miramos, tenemos manos y brazos y no acariciamos ni abrazamos,

tenemos oídos y nos ensordecemos con trivialidades, nuestro olfato no advierte que mal huelen nuestras miserias, y nuestra lengua ya no degusta por que hay palabras que envenenaron nuestro paladar�

�YO ENTERRÉ A TU MADRE, PIBE�

Vargas

�Yo enterré a tu madre, pibe� El Tero, supo usar esta carta de presentación

durante los 36 años en que fue el sepulturero del pueblo.

Le tocó en suerte vivir de los muertos, asistir sin preámbulos al ocaso de los demás. Y mostrarse

estoico, incorruptible, firme y frío como el bronce y el mármol, sin lágrimas para compartir y con la dureza

para soportarlo todo. En algún punto de la geografía puntana se

despereza un pueblo como tantos. Casas bajas, calles de tierra, habitantes con paciencia en la

mirada y en los pasos. Y entre todos ellos, ascético, cetrino y campechano, se destaca �El Tero Vargas�.

La casa en la que vive, rodeado de hijos y nietos, tiene un patio grande que se adentra en un terreno

baldío. Unas gallinas, varios perros y la cerveza helada en la mano, que será la llave para hablar de

la muerte, los muertos y su vida.

Quien posea un arquetipo de un sepulturero, se sentirá a gusto con �El Tero�: la nariz aguileña se

adelanta en el rostro, los labios son finos, aunque la boca es grande, el cuerpo es huesudo y alto, y

sobresalen las manos, como dos garras gigantes. La voz es profunda, cavernosa y arrastra algunas

palabras mientras habla, como un vicio arrabalero. Las historias que narra parecen fantásticas, pero hay

que creerle al hombre.

El miedo a quedarse a solas con el dolor caliginoso de otras almas, ese miedo elemental que tiene que ver con lo posible, redime al �Tero Vargas� y a todos los que como él, honran este oficio, de la lúgubre ignominia de recurrir al humor para hablar de la muerte. Lo que sigue es tan sólo un homenaje a su forma tan particular de contar.

Manual del buen sepulturero.

Pi-zo-tón: el recién llegado recibe nuestra primera dádiva, una montañita artesanal de tierra realizada sobre la tumba, lo que evitará que esta sea pisada repetidas y repetidas veces.

La ley del menor esfuerzo: No se trata de �cavar y cavar a lo zonzo�, hay que tener oficio. �Para no equivocarse con las medidas, hay que usar las palas: por ejemplo, dos palas colocadas de manera consecutiva, es muy difícil que no resulte como medida de largo (aproximadamente dos metros), la profundidad está establecida por ley y es un metro veinte centímetros (en Estados Unidos la medida es de 1,80 metros) y para el ancho, dos hojas y media de una pala ancha (cerca de sesenta centímetros). Así no te equivocás nunca�.

Muerto pero limpito: mantener

perfectamente barrida la tumba, el sepulcro, nicho o mausoleo.

La paz de la conciencia: retirar las

flores de todo florero o tumba que estuvieran viejas, secas o en mal estado, hecho que provocará un efecto inmediato de culpa en los deudos, que ante la evidencia de la falta de flores correrán hacia el puesto del florista para calmar su conciencia, contribuyendo esta

causa, de manera inmediata, a la activación de esta fuente laboral. (*) *(En caso de epidemias o accidentes fatales múltiples por los que la labor del sepulturero se vea seriamente incrementada, podrá pedírseles a los floristas que colaboren en la recogida de flores viejas, secas o en mal estado, en agradecimiento al beneficio recibido).

Lo bueno, si es plástico, dos veces

bueno: Manguerear una vez por semana las flores de plástico (conocidas en la jerga como �calmaculpas�) para que recuperen su color.

Hazte la fama: poder sobrellevar con

altivez el título de sepulturero, pese a la actitud cabalística de algunos que tocan madera a nuestro paso.

Que las hay, las hay: ser concientes

de que nuestra existencia contribuye al enriquecimiento de mitos y supersticiones populares. Esto requiere de una inmediata toma de postura al respecto, ya sea para alimentar estas creencias o para desestimarlas, pero no le está

permitido al sepulturero mantenerse imparcial.

Iniciación: este punto ha sido contemplado bajo el absoluto convencimiento de que sepulturero no se nace sino que se hace, razón por la cual es necesario que el novato supere una serie de pruebas que día a día le impondrán sus compañeros más antiguos en el oficio. (Se adjunta un ejemplo a los fines gráficos del entendimiento) Situación: En un panteón que posea un cajón vacío (esta información no tiene que, necesariamente, ser conocida por todos), se enviará al novato a limpiarlo. Previo a esto, un compañero se colocará dentro del cajón cerrando la tapa. Una vez que el iniciado ha alcanzado cierta concentración en la tarea, el compañero deberá levantarse repentinamente del cajón, pidiéndole por ejemplo, fuego para un cigarrillo. Si el novato, luego de acontecido el incidente, no ha sufrido un infarto al miocardio- o al suyocardio-, estaremos en condiciones de afirmar que el muchacho �tiene futuro�, pudiendo pasar así a las siguientes pruebas, entre las que se encuentran

la conocida �los hombres no lloran, ni usan barbijo�para cambiar un cuerpo a otro cajón.

En casa de herrero: un buen

sepulturero no entierra a sus muertos sino que permite que otros rindan tributo a su dolor.

Con los ojos cerrados: conocer cada

tumba, cada nicho, cada panteón o mausoleo que se tiene a cargo. Nunca se sabe cuándo llega alguien tratando de ubicar a otro alguien que, evidentemente, no podrá responderle.

Respeto mortal: en el trabajo se debe

respetar al difunto por sobre todas las cosas ya que este no podrá defenderse.

Toc- toc ¿Quién es?: Si en la

reducción de huesos o el pasaje de cuerpos a otro cajón (*) se descubrieran señales de que el difunto hubiera sido víctima de un ataque de catalepsia, se recomienda, en caso de saber de quien se trata, no avisarle a sus deudos ya que esta información ha provocado en algunos

casos, ataques de locura y depresión en los familiares y amigos del difunto. Queda a criterio del buen sepulturero la decisión a tomar. (*) Un muerto necesita de promedio unos quince años para poder ser reducido (en la jerga esto significa, el momento en que el cuerpo ya sólo es un cúmulo de huesos y puede pasarse a una urna, por cuestiones de espacio). Pero hay excepciones de gente que lleva veinticinco y hasta treinta años enterrada y queda intacta, y no por eso se trata de un milagro. ¿Cuándo suele pasar eso?, cuando se inundan las tumbas, y pensar respetuosamente en una lata de sardinas ayuda para entender el fenómeno. Si toma una lata de sardinas y la deja fuera de la heladera por veinte años o más, al abrirla encontrará la carne en mal estado pero intacta, con las tumbas inundadas a veces eso pasa.

Impermeabilizantes emocionales:

se recomiendan para evitar sentimientos relacionados con �morir la vida de otros�, preservando de esta manera la

salud mental y emocional del sepulturero.

Última y fundamental: nunca, bajo

ninguna circunstancia, llevar el trabajo a casa.

Psicosociología de la tumba

Estudios de campo han demostrado al sepulturero que el silencio de tumba es sólo un mito.

Las tumbas hablan. Cuentan la edad del fallecido, su

cumpleaños, su condición social y económica, el sexo, (incluso si lo practicaba, queda demostrado con la existencia de los hijos), su tamaño (largo y ancho de cuerpo, se entiende).

Es también un buen sensor de la hipocresía que rodeaba al difunto cuando aún no lo era. Contar con algún epitafio enriquece la información. �Al fiel esposo y padre ejemplar�, �Nada ocupará el vacío que dejaste en mi vida�. Pareciera que el epitafio se trata de un tributo a la apariencia que se realiza por convención.

Ni que decir de las visitas que las tumbas reciben y hacen en ocasiones que éstas tiemblen en el mísero suelo.

107 este, tuvo un entierro con pocas pompas pero mucho llanto.

Su madre, su señora esposa, la compinche suegra, la hijita de seis y el nene de ocho años, sus compañeros carteros y unos pocos amigos.

Cuando el cura decía las últimas palabras para el difunto, justamente �marido ejemplar�, una de las amigas sufrió una crisis que terminó en desmayo. Algo común en los entierros.

Los domingos llega hasta el 107 este, la esposa que le acerca unas rosas blancas. En lo que dura el rito de su madre, que los hijos no entienden demasiado, ellos se dedican a corretear por los pasillos jugando a perderse y a encontrarse.

De lunes a sábado la tumba viste jazmines en verano, que al escasear son reemplazados por ramitos de lavanda.

Seis días de la semana se escucha la misma canción a la ribera de la tumba,

�Sólo el amor consigue encender lo muerto...�

La suma de los seis días transformó el tiempo en ocho meses y de pronto un lunes nadie visitó la tumba. Nadie lo hizo el martes, ni el miércoles, ni el jueves, ni el viernes, ni el sábado. Pero al séptimo día, mientras la esposa colocaba las rosas, se acercó hasta el lugar una mujer que cargaba en brazos a un recién nacido y un ramo de jazmines. Sin decir nada, retiró las rosas y colocó en su lugar los jazmines.

Quienes presenciaron la escena aseguran que cuando la esposa abandonó el cementerio, en su mirada se vislumbraba un dejo de alivio, y lo que había en su boca, era, indefectiblemente, una sonrisa de triunfo.

El cementerio, dantesco monumento a la certeza, arremete contra los fatuos designios de lo perdurable

permitiendo a Don Vargas vivir de la muerte como heroico centinela de la finitud.

Tres certezas resuenan en cada ser. Que hemos nacido, que estamos vivos y que vamos a morir.

Tres ecos, tres espejos de una sentencia oculta en un laberinto que por momentos se vive como intruso

de nuestros caos. Deslizarse dentro de él es finalmente entrar por la salida. Encontrar la saeta

existencial que arremeta contra la desidia con la que muchos mortales transitan las otras dos certezas. De eso se trata la elección, de erigirse sobre las

otras dos desde la certeza de estar vivos. ¿De qué se tratará finalmente?, ¿deberemos

aceptarnos como el pasado que ya somos y que habemos de ser?

Cada hombre construye su metáfora de salvación y el desfile de todas ellas ha trascendido los siglos.

Cada tanto sobresale un mortal portando una metáfora mejor construida y hay quienes deciden

que en vez de construir la propia es mejor adherir a la que hasta ese momento era ajena, sea lo que

fuere, cualquier metáfora es mejor que esa extraña perturbación que provoca lo incomprensible.

Si se retoma por ejemplo la metáfora de las tres certezas, y si de manera antojadiza se la traslada a la metáfora de la Santísima Trinidad: tres personas distintas y un solo Dios verdadero, será válido para un mortal pensar que en realidad, al nacer somos una persona, al vivir somos otra y la que muere

posiblemente no será la misma que nació. Entonces, ninguna de las tres certezas podría existir sin las

otras, por lo que sólo las tres permiten la completud de una persona verdadera. Vaya metáfora hemos

reconstruido, porque el desenlace indica en definitiva que somos Dioses (verdadero-falso), pero dioses al

fin. La verdadera muerte es el olvido, por lo que nadie

puede morir mientras alguien recuerde, ineluctablemente lo que somos, lo somos también

por aquello que perdimos. Las preguntas, se repiten, nos mantienen en

movimiento... ¿A qué sabrá la cerveza que bebe el sepulturero al

culminar su tarea? Le preguntó Bazán a su personaje: Saftawi, lo

enterraste todo, ¿qué vieron tus ojos al cerrarse? ¿A dónde van los que se alejan?

¿Y si todo, absolutamente todo, fuera un préstamo? ¿Por qué a mi hijo y no a mí?

Cualquier pregunta sirve para acallar un poco los gritos de tanta fugacidad, cualquier pregunta es en si

misma una respuesta.

¿Quiénes se quedan con el último silencio? �El Tero�, es uno de ellos, alguien tiene que hacerlo,

¿alguien lo piensa? Todo nos dijo adiós, todo se aleja La memoria no acuña su moneda,

Y sin embargo hay algo que se queda Y sin embargo hay algo que se queja.

BONIFICACIÓN PARA EL LECTOR DE MATERIAL QUE NO SE EDITÓ

Me preguntó un amigo, interrumpiendo un sollozo, luego de perder a una amiga de gran peso, ¿Le habrán dado a la gorda una nube acorde con su tamaño, es decir, algo así como una nube de dos plazas?

El hombre le contaba de su madre a su hijita: �Tenés dos abuelas, una abuela cobaya (por lo pelirroja) y una abuela cala.� La nena no entendía, él sí, su madre se había suicidado, el no se lo perdonaba, por lo que su madre era para él sólo una cala.

Me preguntó mi hijo si en el cielo cuando la gente cumple años las tortas son hechas con nubes y las velitas las enciende el sol.

Un loco escribió �Cuando descubrí que me mintieron con la existencia de un infierno, me vengué construyendo mi propio paraíso�

Esa mamá al vestir el cuerpo de la hijita para su cremación y posterior entierro en un cruel invierno, le puso doble cancán, doble polera y un gran saco de lana. Pasado un largo tiempo al recordar la escena se dio cuenta que aún ante lo inaceptable de ese dolor igual a nada, aún allí, estaba protegiéndola como siempre.

La mujer se encontraba sobre el puente, aferrada a la baranda que demoraba la firme decisión de acabar con su vida, en el momento en el que se apresta a saltar, un auto se detiene y baja de él un joven que intenta detenerla, la mujer intentando desalentar la acción del hombre le dice amablemente � le agradezco, pero yo no pedí ningún remis�.

Me confesó un especialista en mercadotecnia: �El día que algún mercadólogo pueda crear una campaña publicitaria que tenga la repercusión que tuvo la campaña de marketing más grande de la historia, ese día nada podrá convencerlo de que si no es Dios por lo menos es el hijo. La Iglesia Católica (con todo respeto) y más precisamente el Cristianismo, es vista por nosotros como el padre-madre del marketing, vio la �necesidad� de la gente de creer en algo, una vez identificada la necesidad, creó el producto y como golpe de efecto para captar la atención les quitó el producto sacrificándolo, con la persuasiva promesa de que volverían a tenerlo pasados unos siglos si hacían las cosas bien. Como no iba a propagarse por el mundo tremenda

campaña... Si eso no es crear la necesidad, realmente no he entendido nada�.

Se enojó tanto con Dios por las cosas que le había quitado sin parar a lo largo de su vida, que decidió olvidarlo todo, yo sé que fue así, pero los médicos insisten en llamarle Alzheimer.

�YO, YA VINE FALLADO�

Mario

�Yo ya vine fallado�, sentencia Mario. La revelación estremece todos sus sentidos. Sus ojos, profundos, no muestran rastros del pavor de su niñez. Sólo lleva 43 años tratando de acallar en su cabeza a los monstruos que lo agitan y afilan sus miedos, sus rabias y el éxodo hacia cualquier sensación que los distraiga un rato. Los que más se conocen son, en definitiva, quienes mejor logran engañarse. Mario sabe que esto es lo que le ha permitido abjurar de una cordura impuesta y de una locura rotulada, que no son otra cosa que los vástagos preferidos por la hipocresía.

El pequeño Mario no entiende. Ni siquiera encuentra como estallar. El pis. Es posible que haya sido una fisura pero evidentemente no alcanzó. Crecer no cambió las cosas, sólo sirvió para descubrir que no podía escapar de sus angustias y horrores. No podía escapar de todo. Las formas de huir no fueron las mejores- según reflexiona-. �Sólo pediría, si pudiera cambiar algunas cosas, pediría tener los problemas comunes de cualquier persona, sólo eso�.

MARITO EN LA TRINCHERA

Voy a gritar, lo sé, ya viene, está subiendo por mi garganta, ya llega. Mi cuello se llena de sangre que pronto, prontito será un grito. Sí, gritar, eso me va a hacer bien, eso resulta. Nada. No puedo, y otra vez me hice pis. Otra vez ese olor, ese olor a miedo, ese olor a mí. El pintorcito también se mojó, qué vergüenza, se van a reír de nuevo. Si hubiera gritado... El jardincito está cerca, demasiado cerca. Tal vez si no estuviera tan cerca mi mamá me

acompañaría y aunque sea entre recomendaciones (re-co-men-da-cio-nes-seis golpes) y el listado (en voz alta) de sus compras, yo no podría pensar. Pero no, está cerca, y ni siquiera pasan autos por el callejón que es el atajo en diagonal hacia la plaza (que no es plaza, porque sólo tiene tres calles rodeándola) que queda enfrente de la escuela y por si esto fuera poco, la monja Clarisa siempre está afuera, con su rostro gélido que no consigo diferenciar de un cartel de �precaución�. ¿La rabona?, creo que así llamó mi hermana mayor a esa vez que a una vecina la descubrieron. Bueno pero tenía doce años. Qué me importa, la razón no la da la edad. No voy. Hoy no voy, ¿para qué? A ver mis provisiones: un poco de pan de ayer, una tortita de hoy y ya sé dónde está la canilla si me da sed. Desde el semicírculo de piedra, parapetado, puedo verlo todo, y si me muevo nadie puede verme. Esa es la ventaja de que la plaza no sea una plaza. ¡Ja! Si me subo y ahorco un ratito a San Martín mejoro el panorama de control. Gracias doy al otoño por tanta hoja caída pero mas gracias doy por la haraganería municipal. Lo bueno de ser chiquito es, que si bien todo se ve tan grandote, con muy poco esfuerzo podemos escondernos, cubrirnos, desaparecer. Tengo un poco de frío. Es que todavía estoy mojado. Ya se va a secar... Para el segundo recreo ya estará seco, según mis cálculos. En realidad, en

el segundo recreo algunos chicos me buscan para jugar, por lo que creo se debe a que el pis ya se ha secado. Igual no juego. Para qué. Desde aquí se escucha la campana, bueno, desde mi casa también. Cómo para no escucharla si Doña Eliberta parece tener algo personal contra esa campana. En cuatro patas me desplazo hasta el ramillete de pelotitas de paraíso que descansa en el piso de mi trinchera. Lo tomo, y cuando voy a empezar a desnudar la rama de sus pelotas, me invade el sermón: �Marito, por nada del mundo te vayas a llevar, nunca, una de esas pelotas a la boca, son ¡ve-ne-no! (tres golpes), no quiera Dios que ocurra una tragedia, ¿entendiste Marito? Nun-ca (dos golpes)�. Sí mamá- pienso-, sí mamá, repito en voz alta al tiempo que meto en mi boca tres pelotitas-bolitas. Muero. Muero todo el tiempo. Escupo las pelotitas. Escupo la muerte. ¿Y si vuelvo a mi casa? Mi mamá ya debe haber levantado a José, podría jugar con él. Con él si juego, él no se ríe (de mí). Pero mi mamá no va a entender que vuelvo por vergüenza, si ella siempre me lo dice. ¿No te da vergüenza no? Aunque... Puede estar bueno si toma conciencia de que me hice la rabona (¿?) y entonces por miedo a que repita la hazaña o en castigo dirá ella, me acompañe to-di-tos (tres golpes) los días al jardín, y lo bueno de algo malo es que finalmente no

iré solo, y ella hará sus listas y recomendaciones y yo...Y yo... Pero, qué locura .No va acompañarme, va a hablar en la escuela para que me esperen, para que le avisen, para que la llamen, para que me busquen y todo será aún peor. No. No puedo volver. Tengo que esperar. A la una, a las dos, a las tres y a laaaas cuatro. Cuatro campanadas y todo habrá acabado, al menos por hoy. Ya van dos, la mitad del infierno se acaba (está acabando). El pis. El pis no es la causa, es la consecuencia. Pero no. Qué estoy haciendo. No tengo que pensar en eso. Qué torpe. Cuando no está, lo llamo. Hago que el instante sea eterno, como si no fuera suficiente con mi sombra que cuando le pido que deje de seguirme más se pega a mí. Lo mismo pasa con esos pensamientos, no los puedo alejar... ¿Y ese ruido? Por favor no. Que no sea nadie. Pero es verdad, escucho las hojas... Alguien las pisa. Alguien viene. Si no me calmo va a escuchar mi corazón. ¿Sé fue?, no me animo pero tengo qué asomarme... ¡La puta, perro de mierda! Uff. Qué bueno que seas vos. Espero que no tengas dueño, o por lo menos que no te busque en lo que queda de infierno. ¿Tenés hambre? Tengo pan. Vení, comé. Se está levantando viento ¿viste? Pero ya estoy sequito... Dale, comé, eso es, muy bien.

Tengo sed. Pero si salgo y lo arruino todo... La canilla no está lejos. El jarrito, corro rápido, rápido, lo cargo y vuelvo a mi guarida. ¿Te parece? Esperame. No me sigas. Qué no me sigas te digo. Aaahh, estaba rica. Tomá un poco, total mi mamá no ve que tomamos del mismo jarro.�Eso no se hace Marito, hay mucha peste, no importa que sea tu hermano� No- se- ha-ce-(cuatro golpes). Escuchá. Doña Eliberta está azotándola por última vez. Es hora. ¿Cómo hago? Ahí llegan algunos papás. Apenas aparezca un grupo de chicos en la puerta, encaro para mi casa, total, con que camine un poco más despacio de lo habitual, todo se acomodará. Eso es. Ahora. Ya pasó. Ya pasó... Llego a casa. Ahí está mamá haciendo de madre responsable en la puerta para que todos los vecinos puedan dar fe. No entiendo de qué sorteo me pregunta, sobre qué bandera, sobre qué 25. No entiendo. Corro con José. Algo nos frena. Un grito, mezcla de furia y horror. ¡¿Qué hace ese perro mugriento adentro?! Su furia cambia justo cuando estaba a punto de confesarlo todo. ¡Che! ¿No es un ovejero alemán? Y bueno que se quede, si alguien lo reclama se lo damos. Seguí sin entender que tenían que ver las ovejas de un alemán con el hecho de que el perro pudiera quedarse, pero poco importaba ya.

Mamá me grito dulcemente:�Sacate el pintorcito meado y dejálo en el balde y pensá un nombre para ese perro�. Viento-le dije- ¿Qué? �Preguntó-, Viento, se llama Viento. Vi-en-to (tres golpes), Vien-to (dos golpes). Y yo, ya estoy sequito.

MARITO EN LA BATALLA

Si al menos mis ojos fueran un pañuelo podría estrujarlos y listo. Ya estaría sequito. Pero no hay caso, por más que quiera, estoy siempre mojado por dentro. La imagen que me aterra dura un segundo pero la sensación que deja se imprime para toda la vida. ¿Qué es por Dios?, ¿qué tengo? Si supiera que muriendo se acaba este terror y esta gran tristeza que me invade todo el tiempo y no tiene explicación. Cuando era chiquito, creía que si lograba gritar en el momento que esta imagen acudía a mi cabeza todo acabaría. Pero un día, un día no sé cómo, la sensación me encontró en pleno estado de alerta y pude. Pude gritar con todas mis ganas acumuladas, atrasadas, amagadas, amedrentadas,

apabulladas, abstenidas, abarrotadas (en mi garganta), abdicadas, abolidas, abombadas, abortadas, abrigadas, abrumadas, absorbidas, abstenidas, absurdizadas (vale inventar palabras gané a cantar), abusadas, acariciadas (qué tierno...), acogotadas, asiladas, adheridas, adentradas... Aaaa... calladas! Con un solo sopapo que me metió mi mamá cuando alcanzaba el éxtasis de mi grito, al tiempo que decía: ¡Qué te pasa loco de porquería! ¡¿Qué hacés gritando como un endemoniado?! Tomate un trago de agua bendita que me dio el padre Evaristo y te-ca-llás (tres golpes) ¿me entendiste? La mejilla me ardió y me arde hoy al recordar, pero más me duele esa puntadita en el pecho que bauticé de �café con leche y tostadas� que fue lo que mi mamá me sirvió en los cinco minutos posteriores al sopapo. Cada vez que alguien no me comprende, inmediatamente acude a mis sentidos ese aroma a café con leche y tostadas que se confunde con la puntadita en el pecho. Volviendo al grito... Sorteando el sopapo, admito que gritar (contrario a lo que suponía), no sirvió de nada. No cambió nada. Esto me llevó a aceptar que lo que pasa es que yo ya vine fallado. Y esta falla, lo que provoca es que a diferencia de otros mortales, tenga conciencia de nuestras pequeñas muertes. Saber que morimos de a pedazos, saber que morimos todo el tiempo.

Cuánta tristeza. Cuánta melancolía vivirá conmigo hasta la última estación de mi Vía Crucis. Si fueran, al menos, las catorce de Cristo, pero qué va. A veces creo que �el barba� agarró alguna promoción que evidentemente era por tiempo limitado. Las pequeñas muertes son necesarias (lo sé) para morir plenamente. Mi mamá y sus listas. Me pregunto cuándo tendrá un impulso. Si no lo anotó- no-e-xis-te (¿cuatro golpes?). De vez en cuando me siento tentado de escribir en sus listas:

Abrazar a Marito Sonreír Gozar

Pero el repentino ardor que acude a mi mejilla (sopapeada otrora), hace que desista. ¿Vuelco el impulso listoril, creando mi propia lista? Lista de pequeñas muertes de Mario

Primer diente. Cada calzoncillo meado. Otros dientes. Una mudanza. Me pierden en un lugar que no conozco. Me encuentran. Olvidan saludarme para mi cumpleaños. Me retan delante de otras personas.

Cortes de pelos y peinados que no me gustan.

Abrazo y soy rechazado (�no moleste�) Cada vez que me comparan (con alguien

supuestamente mejor) Humillaciones públicas Soledades que no elijo El café con leche y tostadas Mención especial: para el sopapo por gritar La pelea con mi hermano La pelea con mi amigo La tortura de Fray León Cada día en la escuela Cada sensación que me dejan estos flashes

que tengo Ver la tristeza en los ojos de Papá No saber que aroma tiene el pecho de mamá Chau Abuela Chau Abuelo El día que Viento se extravió La burla de los chicos La caca que sale cuando no se puede,

cuando no se quiere La(s) penitencia(s) Ese perdón que pedí cuando no había hecho

nada Descubrir que alguien en quien confiaba,

mentía Mentir para salvarme Desear mi muerte ( y no precisamente la

pequeña)

Dejar de creer Cada culpa Cada lágrima Que no me elijan Que no me acepten Que no me entiendan Que no...que no me quieran...

- me cansé, por hoy me cansé con mi lista- Recurrentemente busco las palabras que puedan darle forma a las cosas que siento todo el tiempo, a este inefable calvario. Me observan. Me observan porque siempre observo. Me castigan por observar. Les molesta mi mirada, mientras que a mí me aterra mi terror insobornable. Si miro, es por si acaso un día se presenta frente a mis ojos una salida a tanto espanto. Fray León sabe de mi terror. Disfruta siendo espectador de este horror que sin límites me estremece. También sabe que mi afecto es rehén de mi hermano José y que por él haría cualquier cosa como José lo haría por mi (más de una vez ha usado esta debilidad en mi contra). Los problemas de conducta siempre los he tenido yo, incluso desde el jardín, pero como José no ha aprendido a defenderse, en consecuencia, no tiene problemas de conducta. Observo el quinto grado. Observo a José desde mi fila de séptimo. No es buena conducta. Es

petizo. Muy petizo. Eso es. Está adelante, expuesto, es el primero de su fila. En definitiva en la formación hay una metáfora misma de la vida. Una decisión en el medio es más fácil de afrontar que una decisión en los extremos. Si José se pelea en el extremo en el cual se encuentra, deberá hacerse cargo, inmediatamente, de su acto; pero si se encontrara en el medio hasta podría confundirse con otros y Fray León no sabría o no podría asegurar quien empezó la trifulca, disputa, riña, pelea, polvareda, reyerta, querella, desorden (el), tremolina, pelotera, trapisonda, alboroto (el), toletole (jua), zafarrancho (el), camorra, bochinche (el), entrevero (qué tal), bronca, jaleo (el), agarrada, gresca, pelasga, pendencia. QUI_LOM_BO (tres golpes), qué tanto. Bueno, pero estaba filosofando (no puedo con esta manía de encontrar palabras que me aseguren que queda claro lo que estoy pensando) sobre los extremos y los medios. Los extremos no son buenos, claro, si sos petizo y te gusta romper algunas rutinas. Pero tal vez sean buenos si se trata de hacerse cargo. En el medio se está más cerca de desaparecer. En el medio...-¡Barros! Salga de la fila. Ya-mis-mo (tres golpes). Sudo, transpiro, exudo, tiemblo. ¿Qué hice? Por supuesto no entiendo. Su mano presiona mi brazo derecho (bíceps-tríceps). - ¡Es la bandera! No es un trapo cualquiera, ¿de qué se reía?

Camino tan rápido hasta la dirección que descubro que no es voluntario ya que casi no alcanzo a tocar con mis pies el piso. El escalón. No lo veo. No lo ve. Caigo. Decaigo, al tiempo que siento como la furia de una bota de cuero(marrón) encastra a la perfección en mi espacio intercostal izquierdo. Me duele. No me duele. No tanto como duele lo inerme que me siento ante tanto ultraje. Lo escucho infatuarse por su castigo. No tengo fuerzas para levantarme del piso. Ni siquiera el terror que tengo me impulsa a huir. Tanta inquina huele mal. Y yo huelo mal. Nuevamente huelo mal. Mi dolor es fecal, mi terror, ya es pestilente. Mi ofrenda escatológica es para Fray León.

¡¿Qué has hecho Barros?! Me cago. ¿Qué? Me cago en el mundo.

Si total, yo ya vine fa-lla-do (tres golpes), y nada alivia este café con leche y tostadas que siento.

MARIO EL ESTRATEGA

¡Qué tienen mis piernas! No puedo moverlas. No puedo dar un paso largo. ¡Qué dolor sin dolor! Será posible esta nueva perfidia orquestada ahora por mis piernas. Por más que grite los otros cirujas no van a escucharme, no van ayudarme. Como estamos de festejos, la quema la hicieron muy lejos del vagón. Feliz noche buena Marito, porque no creo que llegues a la Navidad. Por qué todos parecen conservar lo que voy perdiendo. ¿No era suficiente con el calvario de mis pequeñas muertes? No era suficiente saber que morimos de a pedazos, si no que ahora mismo me hago pedazos. Soy trocitos de Mario. Me fragmento. Todo vuelve. Estoy cansado, estoy tan cansado... Todo se aleja, todo se acerca arreciantemente... Me gusta estar en el patio, disfruto de esconderme acá. Las plantas, las flores, me dan algo parecido a la paz. Calman un poco mis pensamientos y además, a Viento también le gustan. Por otra parte mamá no sale mucho al patio debido a su alergia al polen. Eso es bueno.

Mario, ¿querés ayudarme a plantar pensamientos?

Miro a mi papá y sonrío. Por un instante fantaseo con el absurdo de que esté hablando de "mis" pensamientos que una vez enterrados saldrán de mí para mutar en flor.

Total una flor no puede torturarte como un pensamiento. Total...

Mario, cabezón, descansá un poco ese marote. Dale, ayudame, vas a ver qué lindo se siente

la tierra en las manos y cuando florezcan vas a experimentar un regocijo inexplicable. Voy. Le ayudo con los plantines. No hablamos. No es necesario. Imito sus movimientos. No me gusta su tos. Parece enfermo, pero no tanto como parece triste. Está triste. Tiene razón, se siente bien la tierra debajo de mis manos. Su humedad. Su olor. La tarea está terminada, sólo hay que regarlos y después esperar. Busco la manguera. La punta descansa en la base frondosa de un geranio (malvón). Levanto las ramas para quitar la manguera y allí las descubro. Más de un centenar de colillas de cigarrillos desparramadas y ocultas. Acorazadas por el geranio. Me invade una repentina dicha. Cuando retiro la manguera me encuentro con la mirada de papá. Es nuestro secreto. Mamá nunca buscaría allí. Por primera vez, por única vez siento que alguien me comprende. Alguien sabe de mis horrores. Alguien entiende lo que es vivir con esa continua sensación de necesitar morir. Lloro y no estoy solo. Lloro contra su pecho, contra su latir marchito... Llora conmigo.

El patio y su jardín son mi refugio. Hace días que papá no aparece por casa. No importa lo que dicen. Yo igual espero. Hace días que el número de sus colillas está estancado y son las mías las que aumentan. La puerta del patio se abre. No necesito darme vuelta para ver quien viene. Marito, Mario. Cambiate que tenemos que salir. Dale, que no queda nadie en la casa. No necesito preguntar a dónde van mamá. Sólo necesito alucinar que no es cierto. Que no ha muerto. Cirrosis, Neumonía, paro cardíaco. Qué importan los diagnósticos, si al fin y al cabo mi vida se convertirá para los otros en una larga lista de diagnósticos y rótulos. Pero ni en los míos ni en los de papá dirá " está enfermo de incomprensión crónica agravada por el uso de hipocritizantes, café con leche y tostadas". El hecho es que se murió, y esta pequeña muerte que siento es distinta. Estoy enojado, muy enojado porque no me llevó... Y eso que sabía que uno de mis diagnósticos sentencia que no soy impulsivo por lo tanto no podría seguirlo. No vale papá. No juego más. Alucinar, cierto, eso quería. A ver... Cómo marcha �ese yuyito� que planté entre los pensamientos... Los pensamientos, ellos tienen la culpa. Ellos me ilusionaron con la idea de que algo podía ser distinto. Los voy a arrancar. Los voy a...

¡Una flor! La primera flor, ¿y justo hoy? ¡Viejo tramposo! Está bien, por ahora ganaste. Lo bueno de los psiquiátricos es que si uno se esmera puede enloquecer en paz. El "yo no estoy loco� que se escucha aquí es el equivalente al "soy inocente" de los presos con condena. ¿De qué nos sirve? ¿De qué puede servir que alguien nos crea? Todos los especialistas que, supuestamente, me han tratado, han trabajado siempre sobre la consecuencia. Fallan. Se equivocan. El pis no era la causa, era la consecuencia. No era la vergüenza, era el espanto previo. Lo mismo con la caca. El alcohol no es la causa de mi autodestrucción, es la consecuencia de querer morirme para acabar con mi calvario. La droga no es la causa... Es la consecuencia. Incluso la "supuesta"(por los demás) locura no es la causa, es la consecuencia. Corrí y corro detrás de sensaciones que calmen la conciencia de mis muertes. No lo entienden. Son tan "normalmente" limitados. Pobrecitos. Son desperdicios ocupando el lugar de los hombres. La depresión... ¿Será la madre de todas las presiones? No, en serio, hablando en serio... te presiona a dormir, te presiona a llorar, te presiona a dejar de comer, te presiona a vivir sin ganas...

Por eso les pedí aquella vez que me aguantaran un poco, que no me largaran a la calle. ¿Acaso no eran mi bendita familia católica? Con la depresión no puedo. Con la depresión soy otro... Así que yo era el culpable de la hipertensión de mamá... Así que yo iba a matarla. Ese rótulo me faltaba: �Mario el asesino�. Presión alta, alta presión. Bonita excusa para desentenderse de mí. Si alguna vez se hubiera atrevido a gozar, a reír, a abrazar, quizás otra sería su presión. Pero no. Ataquemos nuevamente a la consecuencia y no la causa, es decir, ataquemos a Mario. Sin depresión yo puedo solo. Puedo con el frío, con el hambre, con el miedo, la soledad, el laburo... Pero así no. Depresivo no. No puedo enfrentarme con el "mal de las F": sin familia, sin felicidad, sin fiesta, sin fe sin fortaleza, sin fecundar sin fármacos, sin fastidio, sin favores, sin fianza, sin fidelidad, sin filosofía, sin florecimiento, sin franqueza, sin fragilidad, sin frazada, sin freno, sin frescura, sin frontera, sin fumata(o sea sin fuga), sin fin... sin futuro. Por eso llegué aquí. Y aquí estoy; pri-sio-ne-ro (cuatro golpes) de la norma de los cuerdos. A salvo de su cordura. El doctor que estoy estrenando considera que expresarme me hace bien. Muy artista, no soy, pero reconozco que escribir en la pared la lista de los rótulos que acompañan mi vida,

aunque sea sirve para ejercitar mi ironía y mi memoria. Lista de pequeños rótulos que no son otra cosa que pequeñas muertes de (obviamente) Mario.

Incontinente urinofecal. (impulso irrefrenable de mearse y cagarse en el mundo y/o continente)

Introvertido. (Derramado, chorreado por dentro)

Qualis pater, tales filius. (Cada maltrato de Fray León se acompañaba de esta frase en referencia al desprecio que también sentía por mi Padre)

Niño con problemas de hiperactividad focalizada en conductas violento-agresivas. (Esto se solucionaba con 10 ó 15 cm. de más que la Madre Natura le hubiera concedido a José)

Paciente cerebrocefálgico crónico. (Evitar la escuela, esa era la salvación para mi dolor de cabeza)

Dispersión para la lectura y la comprensión que provoca trastornos de aprendizaje. (¡Claro! era mi obligación comprender lo que ellos querían y a mí nadie me comprendía)

Flasheación melancólica. (EUREKA. y con eso, qué)

Conductas autodestructivas con ideación suicida no impulsiva. (Esta me interesa, en el ajedrez, el jaque mate no se da en una

movida, eso es imposible. Todo es estrategia. Hay jugadas que luego de realizarlas se pueden hacer marcha atrás, pero otras no tienen vuelta, son de-fi-ni-ti-vas-cinco golpes-. Con el suicidio sucede lo mismo, yo me pongo en jaque todo el tiempo, pero no me arriesgo en un jaque mate si no tengo garantías de que nada lo puede evitar, es decir otra movida... Esto, lo he charlado con otros suicidas. Tenemos miedos, muchas angustias, pero uno de los temores más feroces es el de fallar en el plan. Uno no se suicida, no da ese gran paso, si no está seguro de lograr el objetivo. Y hablo del suicida auténtico no del que simula para manipular. Entonces desde afuera ven a un autodestructivo pero desde adentro, lo que hay es esa �irrefrenable gana� que traduzco como sensación de necesitar morir, más allá de que logre o no mi necesidad)

Adicto a las drogas, psicofármacos y alcohol. (Repito, soooooy adicto al impulso de evitar todo el tiempo los horrores de mi cabeza y los horrores de la cabeza de los demás)

Alcohólico atípico (elegante forma de decir, que pese a quitarme el alcohol, igual no pudieron solucionar mi falla)

Neurótico patológico esquizoafectivo. (Vale decir, que cuando amo, amo en extremo, cuando lloro lo hago en extremo, cuando río,

río en extremo, cuando odio, odio en extremo y cuando necesito, necesito en extremo)

¿Qué hacés? ¿Qué escribís?

Me está hablando a mí. Es muy bella (¿demasiado?). Me bajo de la cama para mirarla. Mirar sus ojos. Son verdes, profundamente, verdes.

¡Ah! ¡Ya sé! Son tus nombres, tus otros nombres. Qué divertido. Escribí el mío, ¿querés? Maníaco depresiva con trastorno bipolar. Ríe a carcajadas. No, Macarena, me llamo Macarena.

Tomo su mano que permanecía extendida. Está fría. Es pequeña, muy pequeña.

Mario, sólo Mario. No nos separamos más. Son los días más felices de mi vida. Estoy enloqueciendo en paz. Enloqueciendo junto a Macarena Los días de visita ella disfruta de pararse sobre una mesa y en voz muy alta contarle a los presentes nuestra historia de amor. Cómo nos conocimos, cómo nos enamoramos, cómo nuestro amor durará para siempre, cuáles son nuestros planes cuando salgamos de aquí. Cómo vamos a recuperar juntos la custodia de sus tres hijos y a vivir todos juntos. Me ruborizo. Siempre consigue ruborizarme. Los doctores se oponen a nuestro amor, dicen que no nos hacemos bien. �Ana María no te conviene Mario,-había dicho el doctor Condes- los

grados de agresividad que alcanza no es algo que estés preparado para manejar�. No entienden nada. No entienden que Ana María se ha ido y sólo queda Macarena que me ama tanto como yo le amo. Es necesario hacer algo. Huimos. Estamos en su hogar. Nuestro hogar. Todo irá mejor. El viejo degenerado que compró a unos gitanos a mi bella Macarena, al morir, por lo menos la dejó en una buena posición económica. La casa está un poco sucia. Hay que limpiarla pero todo va a estar bien. Hace un mes que despertamos juntos. Pero hoy no está, dónde habrá ido. Pongo la pava y voy al baño.

¿Qué hace usted acá? ¿quién carajo lo dejó entrar?

Estoy a punto de contestar, cuando siento que algo duro golpea mi cabeza. Ana María ha vuelto. Me mira con furia desde arriba. Intento levantarme pero todo se me da vueltas.

Calmate Macarena. Mirame bien, soy yo, calmate.

Si quiere se puede quedar acá, pero como inquilino, nada de romance, ¿me oyó?

Da media vuelta y abandona la habitación. Escucho la llave que gira en la puerta de calle. Maldito café con leche y tostadas.

Veo varias movidas para adelante. Es posible que esté frente a un jaque mate. Voy hacia la heladera, saco una botella de fino vino tinto. Vuelvo a la habitación, recojo en una panera todos sus medicamentos más todos los míos. Todo acaba, el rey cae. Despierto. Nuevamente es el hospital. Qué pasó. Qué movida no vi. Qué movida evitó mi jaque mate perfecto y convirtió esto en sólo una pequeña muerte más. ¿Habrá sido Macarena? ¿Habrá vuelto? Yo tendría que haber esperado que Macarena volviera, pero no pude. No pude. Los días en el hospital ya no son felices. Me la paso esperando que venga. Ya no es lo mismo. Hay veces que llega Macarena con su risa, su carcajada, su fiesta, sus sueños...Pero Ana María insiste en quedarse por más tiempo entre nosotros. Cuando la veo venir, ya por su forma de caminar me doy cuenta quien viene. Macarena, correrá a abrazarme, al segundo siguiente de verme. Ana María (que seguramente busca medicación) pasará a mi lado, y en el mejor de sus días me saludará cortésmente. La extraño. No quiero estar aquí adentro sin ella...

Señor. Señor... ¿Me escucha? Che, ayúdenme a sacarlo del vagón.

No siento las piernas, no las siento. Tranquilo ya viene ayuda.

Qué loco, ni a Papá Noel se le ocurriría regalarme un operativo en Nochebuena. Por la ventana de la ambulancia veo los fuegos artificiales. Es Navidad, y aunque no creo en nada (ya no), me invaden unas repentinas ganas de brindar. La enfermera seca una lágrima que intenta fugarse por mi mejilla (casualmente la otrora sopapeada) al tiempo que saca de un cajón de lata, dos frascos de suero (¿o dextrosa?). Me entrega uno y conserva el otro. Por un instante presiento que no estoy tan fallado, o al menos que no soy el único... Brindamos. CHIN-CHIN (dos golpes. Dos) Lo que sigue, posiblemente se trate de �Lectura no apta para normales� .no Quién? no quién Y¿...yo lastimo me sobretodo por y querer digo que los a lastimo que diciendo estaba le criollo en , realidad en ,esquizoafectivas conductas con autodestructiva naturaleza de es hijo su :mamá mi a comunicó le que psiquiatra El. cuerdo de pecar a mía resistencia ( ellos para) inexplicable esa por �normales� los de difiere cargo que rótulos los de diferencia La. .quieren no siempre casi pero ,pueden siempre no que Advierto. feliz ser quiero no diciendo están fondo el en ,�feliz ser puedo no�: dicen Cuando

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.ajena la ni ,propia la Ni. tiempo mucho por no menos al ,felicidad la soportar para preparados están no hombres Los .feliz ser quiere �siempre� no uno definitiva En .siempre el fugaz tan y horrible tan palabra Qué

LA CAMI UNA HISTORIA DE AMOR

¡Enfermera!

¡Enfermera, por favor...me duele mucho! Qué te pasa che, porque tanto escándalo. Me duele mucho. Bien que para hacerlos no les duele mucho, si

total acá después las aguantamos nosotros. A ver, abrí las piernas que quiero ver si dilatás.

Pero es que me duele... Y bueno mijita, lo hubiera pensado antes de

abrir las piernas en otra parte. Con muchísimo afecto, el mismo afecto que puede sentirse por un excremento, la enfermera realizó el tacto, pese a mi dolor.

Primeriza tenías que ser. No has dilatado nada, así que no chillés que esto tiene para rato.

Los dolores continúan por más de siete horas. La situación es tan acogedora como al principio. Ha cambiado el turno. Una doctora se acerca a mi cama.

¿Qué pasa gorda? Luego de tantas horas cercanas a una tortura, ese simple tono cordial madura mi llanto desconsolado.

Calmate un poquito así puedo hacerte un tacto y escuchar los latidos de tu bebé.

No me calmo. Lo nota. ¿Con quién estás? ¿Hay algún familiar? Mi marido está, pero dicen que no pueden

entrar hombres a la habitación. Dame su nombre así hago que ingrese un

ratito, pero tenés que calmarte. Revisa mi dilatación y luego los latidos del bebé. Su rostro se ha tensado mientras escucha. Repite el control y sus cejas se entornan aún más en un gesto de preocupación. Sale al pasillo y llama a la enfermera. Alcanzo a escucharlo todo.

Qué pasó acá, los latidos del bebé están bajísimos. Hace rato que tendrían que haber preparado todo para una cesárea. Andá, corré, que acondicionen el quirófano.

Tengo tanto miedo de que algo malo le pase al bebé que por unos instantes los dolores de parto quedan en un segundo plano. La sala del quirófano está fría, o yo siento frío pese a que estamos en enero. Vuelven a realizar controles y al parecer los latidos se han normalizado. Quieren evitar la cesárea, en un arranque de ingenuidad se me ocurre creerles que �es por mi bien�. Parto natural. No sé pujar, dicen. Nace, pero no escucho su llanto. La doctora, que no es la misma que me ingresó al quirófano sino una tal doctora Nicotra que pasaba por allí y se le antojó que yo pariera con ella, se lava las manos en un gesto que se hará extensivo a su más profunda naturaleza.

Por qué no llora. Es nena o nene...Doctora, ¿por qué no llora, está bien mi bebé?

No sé, si vos no hacés bien la fuerza lo que le pase al bebé es culpa tuya.

En camilla me llevan por el pasillo, allí se acerca mi marido y me dice: es la Cami. Lloro. De su boca me entero que es nena.

No escuché su llanto, no lloró. Por favor no te separes de ella. ¿Dónde está?

En neonatología, en una incubadora para observación. Va a estar bien, la están controlando.

Esa hija de puta me dijo que si se moría era mi culpa. Qué hija de puta.

Ya en la sala de internación me reencuentro con mi panza flácida y mi cuerpo dolorido. Otra paciente me informa donde queda Neonatología. Voy al subsuelo. Son las tres de la mañana. Me atiende una enfermera. Le explico y llama a la doctora. Me dice que vuelva a las siete. Percibe que no puedo parar de llorar y me deja pasar. La veo. Es lo más hermoso que he visto en la vida. Está más bonita que en mis sueños. (Puede que ya esté experimentando algo del síntoma �mamá lechuza� pero de verdad es hermosa) Camila. Por fin nos vemos, hola mi amor, hola Cami... (Sé que pese al vidrio de la incubadora puede oírme, lo sé). Su primer mes de vida ya viene complicado. Se ha infectado con un �stafhilococo no sé cuanto�, que es peligroso en un neonato. (Curiosamente el bicho se lo agarró dentro del hospital incluso en las maniobras del parto según afirman los propios pediatras) Nos internamos en el hospital por 26 días. Por fin en casa. Si ella siente tan sólo la mitad de lo que yo siento cuando nos miramos a los ojos, si tan sólo siente eso, entonces ya conoce la paz. Sus ojos son gigantes, negros y gigantes. Sus ojos hablan. Siempre será así.

El pelo es negro, la tez mate y tiene la boca rojísima como si ya viniera pintada. No sé si alguien lo entenderá, yo no encuentro las palabras que expliquen lo que siento, es algo aquí en el pecho que todo el tiempo me alerta de que algo no está bien con La Cami. Por la noche me despierto a cada rato para ver cómo respira (ya sé que otras primerizas lo hacen, pero juro que esto es distinto, no se trata de eso), tiene un ronquido que no me gusta. Durante seis meses recorro pediatras públicos cada diez o quince días, nunca nos alcanzaba para los privados. Una vez sacrificamos algunos objetos de valor para poder consultar a una pediatra �de renombre�que no difirió mucho del diagnóstico de los otros. Nada. No le encuentran nada. Come poco pero ya va a comer. Encoge una piernita de mañosa. Y el ronquido puede ser una inflamación o crecimiento de adenoides, pero sobre todo, esto se trata de mí, de que �al ser una mamá primeriza no estoy manejando bien mis miedos y ansiedades y es esto lo que ha despertado en mi tanta preocupación�. ¡...............................! (señor lector: coloque allí el o los adjetivos que prefiera luego de leer todo lo que sigue) Pensé en mi hermano, él vive en Córdoba. En Córdoba está el Hospital de Niños. Hacia allá vamos. Guardia del hospital.

Revisan a Camila. La dan vuelta por todos lados. Son tantos los gestos de la doctora que no me atrevo a interpretar ninguno.

¿Qué pasó mamá? ¿Por qué ha esperado tanto tiempo? ¿Por qué no la trajo antes?

Esta nena tiene una luxación de cadera, no se llega a luxación si antes no hubo displacia, y la displacia de cadera se trata hasta los cuatro meses con doble pañal, pero ahora a los casi ocho meses ya hablamos de otra cosa, ahora el tratamiento es quirúrgico. Pero lo que más me preocupa es su Síndrome de Pierre Robin, que como ya veo entre sus síntomas conocidos están justamente estos problemitas en la cadera.

Siento que el corazón se me va a salir. Quiero llorar pero la Cami se me ha adelantado hace rato. No me lo permito. No.

Acompáñeme mamá. La atiende ahora un cirujano plástico. Ha invitado a otros a presenciar el fenómeno porque ha caído al célebre Hospital de Niños de Córdoba un Síndrome de Pierre Robin más conocido en la jerga médica como �cara de pajarito�. (Si se observa a estos niños de perfil, el maxilar inferior hacia atrás y la nariz aguileña, da idea de pájaro, pero aquí no habrá coincidencia con Cami respecto a la nariz, porque la gordita es ñata, su nariz parece una obra de arte) Al parecer, el síndrome presenta este conjunto de síntomas: maxilar inferior reducido con

posible rigidez en su mandíbula, debido a esto se acompañan problemas respiratorios, problemas para deglutir y a consecuencia de esto, posible desnutrición y casi siempre, si es que no siempre, la displacia de cadera está presente desde el nacimiento. No tiene causas realmente conocidas o determinadas, no es genético y de ser congénito se supone, pero sólo se supone, que en el sexto mes de gestación se termina de formar el maxilar y algo que no han podido explicar hace que este crecimiento se detenga en la parte inferior. El porcentaje alentador (y quizás debido a esto no hay más certezas sobre el síndrome) es que este caso se da cada un niño en un millón, los grados de gravedad cambian, algunos niños nacen con el paladar partido y labio leporino (en relación a esto, Camila sólo tiene el paladar más hundido de lo normal), según los médicos este trance es ampliamente superado por los niños al alcanzar los cuatro años y generalmente lo que continúa es un tratamiento de ortodoncia. Este síndrome siempre se detecta al nacer. Se detecta al nacer... Se detecta al nacer. Esta frase retumbaba en mi cabeza de manera tortuosa. Siento que mis piernas quieren abandonarme, pero los ojos de la Cami me buscan desesperadamente, mi angelito no ha parado de llorar desde que la atrapó el primer médico, presiona mi mano y tironea pidiendo el rescate. Su fobia hacia

guardapolvos, estetoscopios y médicos ya es formidable. Quiero calmarla. Calmar mis piernas. Sé de mi derecho a llorar a gritos pero también sé que no siempre uno puede hacer uso de un derecho. La abrazo tan fuerte, tan, que ella logra calmarme y se calma. Ya está mi amor, ya está... Casi ocho meses tenía cuando nos enteramos de lo que realmente le pasaba. Desde entonces y hasta los dos añitos y medio sólo volvemos a casa de visita. El mundo de un hospital de niños pude ser comprendido, en parte, si uno está adentro. Los olores, los dolores, las carencias, los amores, la solidaridad... La paciencia. La palabra paciente significa �el que espera�, esta etimología se anexa a un imaginario que se hace piel en cada uno de los que transitamos por allí. Se espera un turno, un análisis, un resultado, un plato de comida, una cama, un amanecer (no sé que tiene la noche para un diagnóstico, por qué no la tarde o la mañana, no, siempre es la noche �si pasa esta noche...�), se espera un alivio. Pero sobre todo, y puedo asegurarlo, lo que más se espera es que esto termine pronto o termine algún día. Hay un poder velado de �último recurso� y hay quienes abusan de ese poder con algún maltrato, quién se atiende en un hospital público por estos

tiempos seguramente es porque no tenía otra opción y sin querer se convence de tener que soportarlo todo. La Cami y yo. Solas frente a todo. Prácticamente solas para enfrentar tanto dolor, el propio y el ajeno. Una ciudad que no conocemos, una habitación para veinte pacientes, un terror que no podemos permitirnos aceptar. A nuestra cabeza ¿qué? Es por nuestro bien, es lo que hay que hacer para que en el futuro todo esté mejor. A nuestro corazón ¿qué? Sólo el amor va a lograr que soportemos todo, hay que soportarlo todo.

Mamá Cuchara

Sé que al no comer entrás en riesgo de desnutrición, si estás desnutrida bajan tus defensas, si ellas bajan sos más vulnerable a cualquier bicho (virus-bacteria) que ande por ahí, ¿qué hago? Me simbiotizo con un arma cóncava-convexa, nuestra aliada hasta el fin de los días. No es posible que comas grandes cantidades en cada comida y además tus dificultades para respirar hacen que a la noche vomites lo que has comido o sea lo poco que has asimilado. La estrategia será entonces que comas pequeñas

cantidades todo el tiempo. Un yuyur (yogurt), una tetita (galletita), una malena (magdalena)... Para facilitar tu deglución hay que procesar la comida, la máquina ha cansado varias veces su motor por ayudarnos, pero vos no, vos no te has cansado. Tenés que comer Cami �te explico todo el tiempo, te explico lo que por momentos es para mí inexplicable- tenés que comer para estar sanita. Sin darme cuenta voy perdiendo la noción del tiempo y de la espera. A veces las horas parecen días y otras los meses parecen horas. A todas partes viene �la cuchara�. Los ositos la conocen, las muñecas también. Súbditos de peluche que prueban la comida para la princesita. Estoy agotada, no vencida. Me doy cuenta de cómo el ser humano modifica sus sueños y anhelos según la circunstancia, hasta aquí no me he caracterizado por ser una mujer de grandes ambiciones, será por mi exacerbado sentido de realismo (que difiere por completo del negativismo), pero en este momento suelo soñar con una tabla de inodoro limpia (por más que explaye las descripciones no serán suficientes porque este papel no encierra los aromas de un baño público de un hospital aún más público, hay veces que pienso si no serán estas las armas químicas que dicen esconder los países en vías de desarrollo, no, me parece que hablan de otras paranoias usadas para no ocuparse de lo importante. De todas maneras, recomiendo esta

excursión para algún ataque repentino de masoquismo), una ducha caliente sin apuros, una sopa (esto no creí decirlo, no pensé en traicionar a la logia Mafalda, pero el sándwich de milanesa tiene ya algo personal contra mi estómago y si pienso en sopa pienso en algo sano), una cama, una almohada, que alguien me cebe un mate mientras conversa de alguna trivialidad (a la que antes me resistía) que no incluya enfermedades. De manera no conciente he regulado mi vejiga y mis riñones para que orinen una o dos veces al día y los intestinos para que evacuen -estoy robando términos de los profesionales- cada una semana o más, por supuesto que esto no es bueno pero sí necesario ya que, como debe ser en toda buena tortura los mecanismos están aceitados en los mínimos detalles y esto queda demostrado por la distancia a la que se encuentran los baños de la sala de internación, creo que decir doscientos metros sería un buen número. Cuando mi hermano pasa a las siete de la mañana para el trabajo aprovecho, (si es que hay algo para aprovechar) corro hasta el baño y vuelvo corriendo para, justamente, poder charlar un rato con alguien. Creo que los niños en general, cuando están enfermitos no gustan de quedarse solos ni por un ratito, si a esto le sumamos que están en un hospital con muchos cucos de guardapolvos rondando por ahí, el resultado es que uno no se aparta del lado de su cama. Observo las salas de internación y realmente hay mucho niño solo, sin nadie que lo cuide, sin nadie que aparentemente lo quiera, hay

veces que si no fuera por el grupo de voluntarios que se dan una vuelta todos los días estos niños no verían más que enfermeras y médicos. Hay niños que gozan de una tierna custodia policial que los protege de algún padre/madre golpeador y que los aleja de algún amor momentáneo que pueda aliviar sus horrores. Ni siquiera puedo visitarlos, para no exponer a la gorda ni a ellos a algún contagio. La Cami es además particular por su cuadro tan complejo y hasta para asistirla no hay que tener sólo ganas sino entender del tema. En las últimas internaciones le han colocado en sala de aislamiento para preservar sus defensas, esto impide en cierta forma, poder pedirle a otra mamá que la mire un ratito. La forma en potencial que tienen los doctores de hablar también hace estragos en mi: �Debería reaccionar en 24 horas, tendrían que desaparecer esos valores en sangre, podría no estar siendo el antibiótico apropiado. De fallar, se intentaría una nueva cirugía...� Estas huellas se traducen en mi forma de hablar y de soñar... La Cami podría descansar de tanto profesional médico al alcanzar los cuatro añitos. Debería lograr caminar cerca de sus tres añitos. Jugaría junto a otros niños. Pelearía con su hermanito. Iría a hacer un mandado (de esos que uno les escribe en un papelito en el que también se le envuelve las monedas). Ía, ía, ía, ¿despierto?, ¿despierto?

Jugar. El sentido común y hasta el menos común de los sentidos sentencian lo mismo: �los niños deben jugar, están para eso, sólo jugar...� Cómo es posible que no estés corriendo, embarrada, escondida, agitada. Cómo es posible que estés en la cama de un hospital con casi todas tus venitas rotas de tanto pinchazo. Por qué no existe un puto canje, un trueque, un pacto que permita a una madre arrancarle el dolor a un hijo. Cien mil veces entregaría mis venas para que nadie se acercara a las tuyas, mis dos pulmones hubieran recibidos gustosos tanta infección que manosea tu oxígeno. Mis piernas, mi cadera, aceptarían atrofiarse si fueran garantía vitalicia para que corretees en una plaza. Mi vida, Cami, mi vida ofrecería para evitar desde la primera hasta la última lágrima de dolor que te ha causado esta enfermedad. Pero no, no van a concedérmelo. No se quién o dónde se realiza el canje carmático, pero no es en este mundo que funciona su sucursal. Sea como fuere no van a impedirnos que juguemos. Hay que intentar disfrazar el dolor en un juego, que tiene como primer objetivo convertir tanto dolor en un dolor que duela menos, que dure menos y sea más llevadero. Herramientas: juguetes, peluches, disfraces, música, risa, ganas, cuchara, mucho, pero mucho amor.

(Te amo, ya sé que lo sabés, pero que me importa, si quiero -quiero ser pesada, te amo). Torcito, (castorcito de peluche) será el encargado de darte la medicación que se te debe administrar (no sé por qué la medicación se administra, pero de tan serio que suena el término, capaz, te cura más rápido) esto sólo si previamente te ha robado alguna carcajada con alguna de sus ocurrencias. El elefante rosa será el responsable de las nebulizaciones y de bailar para presentar el show de �mamá batera� que hará su aparición para una maravillosa sesión de quinesioterapia para tus pulmones, esta será permitida siempre y cuando se logre un ritmo contagioso. Música para tus pulmones. Por las noches, en las que generalmente poco duermo, pienso: Cuando La Cami esté bien, cuando esté recuperada, cuando camine y sus pulmones estén fortalecidos y parezca que la tormenta ha pasado, los niños sanos de su edad, ya habrán dedicado su tiempo a gatear, caminar, correr, trepar y demás. Entonces al entrar al jardincito en el cual reciben otras motivaciones se va a notar este destiempo. No quiero que sufra de nuevo, será más que suficiente lo que ha tenido que sobrellevar. ¿Qué puedo hacer? Puedo invertir estos tiempos con estimulaciones más tempranas para el aprendizaje, así cuando ellos corran Camila jugará con letras, colores y números y cuando empiecen a

jugar con letras, colores y números Camila ensayará correr... Con el tiempo el encuentro se habrá equilibrado. Te gusta tanto aprender, parece que la voracidad que demostrás aquí nada tuviera que ver con tu voracidad para nutrirte. Letras, números, dibujos, te encanta aprenderlo todo. Sos tan dulce como inteligente. Te amo, ¿te dije? Por momentos me siento muy débil al lado de tu fuerza. Tantas veces me invade una impotencia sin par ante lo que nos pasa, pero con sólo mirar un rato tus ojos esta fragilidad se aleja. Tus ojos hablan. Me sostienen, me exigen que aguante un poco más, que ya se va a terminar...Un poco más mami... Estos días en casa de mi hermano se presentan como un paraíso si se los compara con el hospital. Te reís. Te reís a carcajadas. ¿De qué te reís? Sólo vos debes saberlo. Soportamos 37 grados de calor, tenés un yeso desde la cintura hasta los tobillos, has bajado un poco de peso y ni siquiera podés gatear de cola como lo estabas haciendo antes de la cirugía de cadera. Hay que sostenerte en brazos todo el tiempo por que el yeso tiene la forma de una ranita y no entrás en el coche, ni en el andador ni en la sillita. Y te reís. Realmente...Te comería a besos.

Escucho que mi hermano conversa con alguien. Es Don Rama, su vecino. Un señor muy amable de unos ochenta años que sabe de nuestra situación porque hace meses que recibimos las llamadas de nuestra familia en su casa. Yo quería que no se ofendiera, pero necesito mostrarle algo que a lo mejor les puede servir. Vamos hasta el patio de adelante y allí la veo. Una sillita muy extraña que había hecho con sus manos. Tenía la forma exacta para que La Cami pudiera estar con el yeso y además le había construido una bandeja para que comiera, jugara, pintara... Estas cosas no se explican, solamente me sale llorar y abrazar a Don Rama. Supongo... que de eso se reía La Cami. Pasan los meses y el yeso no ha funcionado. El fémur se resiste a entrar en su lugar. Al quitarte el yeso y mientras se programa una nueva cirugía, compramos unos aparatos que mantienen tus piernas separadas por un hierro en el medio que conecta ambos pies. Lo bueno de esto es que te da más libertad que el yeso. Mi panza crece pero no puedo disfrutarla. Tengo miedo de todo, de disfrutarla, de no disfrutarla. Temo no poder atenderte plenamente y tampoco poder atenderme. Estoy tan aterrada que no puedo más que pedirte perdón y pedirle perdón a tu hermanito.

El cirujano plástico opina que en tu caso habría que adelantar una cirugía de maxilar una vez operada la cadera nuevamente. Por supuesto que todo está sujeto a tus defensas y a tu evolución. Córdoba. Otra vez Córdoba. Este viaje es distinto. Estoy realmente partida. Mi corazón desecho. Tan desecho que por primera vez siento la presencia de la muerte. Tu hermano también va a separarse de nosotras. Antes he podido arrancar de mi pecho esta sensación, pero hoy no, no puedo. No sé bien que es, pero me siento momentáneamente vencida. Por eso me ofendí cuando algunos amigos no vinieron a despedirnos. Me cuesta perdonarles que no hayan advertido mi terror y mi oscura certeza. La noche en sala de traumatología está relativamente tranquila. Tus análisis al parecer han dado bien pero tu forma de respirar no me gusta, estás muy inquieta al dormir. Amanece. El olor a desinfectante visita la sala. Pasé la noche despierta porque no estabas bien. La doctora Crippa te revisa para la cirugía programada a las nueve.

Doctora, Cami no pasó buena noche, ha estado haciendo apneas.

Yo no veo nada. Además tenés que entender que su cuadro es especial, que no respira como otros niños, ni evoluciona como otros, o

sea que tiene cierto retraso, y que mentalmente no es como otros.

¿Retraso mental? Y algo así, ya sabés.

¿La golpeo?, no mejor no, todavía no, no podemos perder tiempo.

Camila tiene un retraso en la motricidad pero no mental.

Bueno pero todavía no habla. Sí habla, y reconoce letras y colores, pinta,

dibuja garabatos, pero que le voy a explicar si no lo entendería, ni siquiera puede ver que hoy no está bien. Y si no se convence de lo que Camila es pregúnteles a las enfermeras que la tratan bien si con ellas hace algo. Quiero que le hagan una placa, porque respira mal.

¿Vos sos doctora? No, soy mamá.

En ese momento está llegando mi hermano, dejo a Cami con él y salgo corriendo hacia terapia intensiva que se encuentra en el segundo piso. Allí encuentro a Susana, la jefa de terapia que tiene un cariño particular hacia Cami. Le explico lo que pasa o más bien ella entiende lo que quiero explicar porque en el estado en que llegué nadie más lo hubiera hecho. Interviene pese a que no se trata de su sala. Urgente trasladan a Cami hacia la sala de rayos. Allí entró en paro cardiorrespiratorio. La suben a terapia para intentar salvarla.

La salvan. Neumonía, eso tiene, pero se ha complicado su posibilidad de respirar por eso le realizan una traqueotomía ¿Quién falló? Con qué derecho se atreven a seguir equivocándose con ella. Las fuerzas para indagar en esto no siguen preguntando, debo reservarlas para cuando La Cami despierte. Este sábado mi familia ha traído a mi bebé, El Momo como le bautizó Cami. Sólo tiene ocho meses. Está hermoso, su carita me recuerda al Pepe grillo que aparecía en un cuento de Pinocho. Lo abrazo tan fuerte que mi abrazo es un llanto. El Momo me mira y se apoya en el hombro, como no siente que me calme entonces planea su solución: Cuando él llora por algo, no sabe bien porqué otros le colocan en la boca ese objeto de goma que ha terminado gustándole y así consigue calmarse. Eso tiene que funcionar con su mamá también. Saca con su manota el chupete de su boca y con fuerza lo presiona para que entre en la mía. Me da tanta ternura su ocurrencia que mi llanto metamorfosea en carcajada. Tenía razón, su plan ha funcionado. Los días que La Cami está en terapia son extraños, me siento amputada y temo que ella pueda sentirse igual. La idea de que se sienta sola allí adentro o abandonada me angustia muchísimo pese a que entiendo que es por su bien. Esas camas tan

altas, llenas de aparatos, cables y monitores. Cada vez que entro en la horita de visita se agita mucho, hace fuerza para levantarse y me pide que la lleve. Han tenido que atarle las manitos porque se arranca todo lo que le ponen. Lavo con yodo un juguete que le gusta mucho, un bebé en andador a cuerda y se lo cuelgo arriba de la cama para que lo vea. ¿Por qué no toman mi vida, carajo? ¿Por qué? Los niños en terapia dejan como saldo un puñado de padres en los pasillos. Durmiendo en algún banco en las horas que los consultorios externos no atienden. Todos nos conocemos, y compartimos algún mate. Hacemos una gran �tertulia� con los partes médicos de cada hijo. Sin hacerlo demasiado conciente nos descubrimos hablando del saturómetro de oxígeno en sangre y los valores de la frecuencia cardiaca. Eosinófilos y neutrófilos, glóbulos blancos y eritrosedimentación son términos absolutamente familiares. Hay momentos en que a algunos padres les permiten pasar fuera del horario de visita y existe un código tácito que implica visitar a todos los otros niños chusmeando desde lejos los valores que marcan cada aparato. De allí que en alguna ocasión una mamá me haya dicho: Recién subí a ver a mi gordo y Camila estaba tranquila, dormidita y saturando en 100.

Te dicen: papás vayan a descansar, dejen un teléfono que ante cualquier novedad les avisamos. No tiene sentido que se queden aquí. Sentido. Y qué tiene sentido cuando se trata de un niño en una cama peleando por su vida. Loca. Si, muchas veces siento que enloquezco, pero no al punto de lograr alejarme del hospital en estos momentos. Ni aún loca. Estos centros de alta complejidad ubicados en grandes ciudades, se sabe que reciben gente de todas las clases sociales y de todo tipo de lugares. He observado la contradicción que se vuelve sintomática de su existencia. Algo que está pensado para sanar vidas termina por enfermar otras. Muchas familias se institucionalizan, su vida tiene sentido si están en el hospital. Hubo ocasiones en que fui testigo de padres que resistían la externación de sus hijos, no se querían ir. Gente de campo que su mayor lujo eran un plato de comida, los bancos del hospital y sus baños. La ducha fría y el mate en el cuartel de espera. Ni hablar de esas salas de internación que contaran con televisión. Camila está pasando por todo, está resistiéndolo todo. Por momentos me siento muy hipócrita de pedirle que aguante un poco más. Sus brazos están encallecidos, algunas venitas amenazan con terminar en una flebitis. Sus ojos, esto es casi lo peor, tienen menos brillo de lo habitual.

La traqueotomía es nuestro nuevo desafío. Es necesario que tenga cuidados de higiene extrema porque es un foco de infección. Es muy traumático que las enfermeras manoseen la zona de la tráquea tan seguido y además queremos irnos a casa. Allí no hay enfermeras. Aprendo, cuido todos los detalles, soy más aséptica que un cirujano. Sólo resta que aprendas a jugar conmigo en esto para que sea más llevadero. La canción de los moquitos es un comienzo. Imaginate que en tu garganta se han escondido muchos moquitos, la señora Sonda los esta buscando para llevarlos de paseito. Cómo ayudamos a Doña Sonda, podes hacerlo vos Camilita, con tosecita y más tosecita, todo moquito se va a pasear. ¿Qué le decimos a ese moquito? Chau moquito, chau moquito, con la sondita andá a pasear. Aspirar e higienizar su traqueotomía, con este procedimiento no nos llevaba más de cinco minutos mientras que un desconocido podía demorar más de quince minutos irritando su tráquea y alterando su buen ánimo. Me han dicho que no podés hablar. Que el traqueostoma deja escapar el aire y por eso tu voz no se escucha. Pero siempre he pecado de no lograr subestimarte así que por mi culpa es posible que sorprendamos nuevamente a los médicos.

Estoy de espalda a tu cama preparándome un té. Escucho que has despertado y te movés. Quiero ver como hacés para avisarme. Sé que me estás llamando pero no te escucho, (hago como que) insistís. Una vez más... ¡Mamá! Me doy vuelta y corro a abrazarte. Pudiste. Volviste a hablar. Te amo, ¿te dije? La traqueotomía es un filtro para bichos pero mejora tu calidad de vida respiratoria en un ochenta por ciento. Será por esto que los cirujanos nos ofrecen un combo de cirugía de adenoides y maxilar en una oferta única de dos por una. Todo es riesgo pero no hacerlas implica más riesgo. Tus defensas vienen bien y hasta has subido de peso. Aceptamos la nueva batalla. Todo salió bien. El doctor Navarro te opera junto a otros ángeles. Tu maxilar inferior presenta ahora un curioso adorno: un hierrito que atraviesa tu mejilla derecha y sale por la izquierda, y cuenta con un sistema a rosca que se irá girando paulatinamente cada tres, cinco, diez días, hasta veinte días durante dos meses, transcurrido este tiempo el aparato se te quitará y de salir todo según lo planeado el maxilar inferior se habrá trasladado hacia adelante varios centímetros solucionando una gran parte de las falencias que acarrea el �bendito Pierre Robin�. Parece que nos vamos Cami, a la casa del Tío Quique, pero nos vamos al fin. Vamos a

permanecer cerquita para controlarte el aparatejo nuevo. Estás tan contenta que si caminaras estoy segura que hubieras corrido a armar el bolsito para huir de aquí. Pienso. En estas paredes que llenamos de dibujitos y adornamos para disimular sus esencias. En cada una de las visitas que transitan las tardes del hospital, gente que quiere ayudar, gente que está más sola que nosotros y se dedica a visitar enfermos, gente que encuentra un posible mercado de fe en estos nosocomios. Pienso en las enfermeras de sala que tienen guardias con treinta camas de enfermos cada una. También gracias a esta situación es que uno aprende rápidamente de químicos y sus cantidades exactas, nombres de las drogas y horarios, en más de una ocasión evité que la enfermera confundiera tus medicamentos, hechos que hicieron que me ganara el respeto o la bronca según fuera el caso. El mito del sexo en las guardias. Doctores, enfermeras, cirujanos, camilleros... Lo supe... No es mito. Recuerdo a doña Doctora Crippa que no conforme con el paro cardiorrespiratorio de Cami, ni conforme con mis palabras, un día en que Cami estaba con mi hermano llegó hasta la habitación y comenzó a comprobar que ella hacía las cosas que yo le comenté. Cuando Quique me cuenta salgo furiosa a buscarla y también me siento furiosa con él por ser tan pasivo y permitírselo. En traumatología

me atiende Dora que ya me conoce, llorando le cuento �esa hija de puta no tiene corazón, no le alcanzó con que casi se me muere La Cami sino que además la humilla con preguntas, llamala que quiero hablar con ella�. La doctora vino de la sala, y se encerró en el consultorio a llorar, yo no sabía qué le pasaba pero ahora que me contás es por eso, desde aquella vez que tu gorda se desmejoró y ella no supo verlo, quedó muy mal. Creo que no se lo perdona. No he aprendido, ni pienso aprender a estaquear a alguien que no puede defenderse, dijera mi papá �leña del árbol caído�. Pienso. Mi costumbre de leer el resultado de los análisis y estudios antes que los doctores, en un mecanismo ansiolítico que me prepara para lo peor o lo mejor. Robar. Esa puede ser la expresión si se trata de mis reiteraras negaciones ante la pregunta: ¿mamá, usted recibió el material descartable para aspirar la traqueo? - No todavía no, todavía no. Y más aún, conocer a la perfección los cambios de guardia y repetir la estrategia aduciendo que en el turno mañana olvidaron entregarme sondas, guantes gasas y solución fisiológica. No me arrepiento, sé que no hay muchos niños con traqueotomía, y que esta mentira garantiza mayores posibilidades de asepsia para mi hija. La gorda (que no es gorda, pero es mi gordita), muestra una especial debilidad hacia monjitas y curitas que nos visitan, siempre les sonríe

y les hace payasadas, yo no entiendo mucho en medio de mi confuso y doloroso enojo con Dios pero no me opongo a esas visitas. Muchas veces he tenido la sensación de que Camila está un tanto harta de verme sólo a mí, y la entiendo desde lo más profundo, yo también me hartaría de verme. Triste, desarreglada, olvidada, fingiendo una fortaleza que ya no es tal. Las veces que su papá viaja para visitarla, que generalmente es cuando ha alcanzado algún estado de gravedad, en esa ocasiones noto que ella se desespera por compartirlo todo con él, sus medicamentos, sus chiches, su sonda, su aspiración. Ella misma le entrega la posta de �la cuchara� para que él la alimente. Sin celos, disfruto de presenciar ese idilio. Los lujos. Nuestros lujos han sido contar con el doctor Navarro que es el único cirujano del país especializado en esa operación de maxilar, pero lo curioso es que trabaja ad honórem en el hospital y que sábados y domingos visita a Camila para controlar su evolución. Susana Pérez siendo jefa de terapia intensiva jamás dejó de atenderla, aún cuando no estaba en su sala, en los últimos meses tampoco estaba percibiendo sueldo. Vocación creo que le dicen, Amor sería más acertado y un mejor homenaje. Pero bueno, vamos arrancar de nuevo. Vamos a casa de mi hermano, a vivir de otra manera más feliz.

Se te ve tan bonita, tus cachetotes tienes un color diferente. Tu tía chiquita te hace reír mucho. Pese a todo lo que nos falta esto se acerca mucho a nuestra felicidad. El doctor Navarro está contento con tu evolución se han reducido dos centímetros en tu maxilar, en realidad está muy contento y es contagioso. Será posible que lo estemos logrando. Parece que sí. Esta noche no has dormido bien y tuviste un vómito luego de mucho tiempo. En la madrugada tu temperatura a cruzado los treinta y siete grados, pero más tarde se normalizó sin que tomaras nada. Por la nochecita miramos una película que te encanta, �Casper, el fantasma amigable�, comenzás a toser y vomitar. Te toco y parecés volar de fiebre. Al hospital. Nuevamente. Susana viene a verte pero espera que el encargado de sala atine un diagnóstico. Adhenovirus en tus pulmones, un virus de hospital. En un niño sano no trasciende más allá de un resfriado fuerte, en vos puede ser fatal. Veo la maldita placa de pulmón que tan malditamente he aprendido a leer, no tienen que explicarme nada, tus pulmones están absolutamente tomados. Es mucha tu dificultad para respirar y es muy contagioso el virus para trasladarte a terapia donde los niños tienen otras gravedades. Todo es tremendo, muy doloroso, no comés, no te levantás, todas tus fuerzas están concentradas en tratar de respirar,

pero hay algo que esta vez es distinto. Estás tan enojada, que no querés abrir tus ojos para mirarme. Te cansaste Cami. Te cansaste, nadie puede verlo antes que yo. Lo sé, y siento por primera vez que me muero, si vos no querés luchar más, yo sólo muero. Tus ojos mi amor, se han marchitado de a poco, ya ni el calor de mi pecho parece aliviarte. Cómo puedo pedirte que no te rindas, con qué derecho. Cómo puedo, si ya en mis ojos descubrís que estamos muriendo. Más que nunca en estos dos años y medio, pido un milagro, un milagro, por Dios un milagro. Lo ofrezco todo a cambio de un milagro, rezo de todas las formas que puedo y recuerdo. No puedo hacerme a la idea de la vida sin vos. Tengo miedo de que sientas miedo, quiero aliviártelo todo, evitártelo todo. Necesito que me mires, no he sabido vivir de otra forma en estos años. Abrí los ojos, por favor abrí los ojos, amor, un poco más, vos podés Cami, vos podés, has salido de tantas. Una más mi Minina, como elegiste llamarte. Una... El virus se ha extendido a tu estómago y ahora presentás diarrea con un poco de sangre. Necesitas un respirador para apuntalar a tus pulmones. Te preparan una salita de aislamiento en terapia intensiva. Estás todo el tiempo sedada para que no compitas con el respirador. Cada vez que ingreso a verte siento que no puedo hacer nada para salvarte. Te hablo, te canto, te acaricio, te beso pero jamás voy a llorar allí, a tu lado, no debo hacerlo, nadie tiene que convencerme de que pese a tu estado vos me sentís, eso ya lo sé. Puedo entrar a

visitarte todas las veces y todo el tiempo que quiera. Esto habla claramente de lo grave que estás. Las veces que me aparto de vos es porque mis piernas no resisten, intentan abandonarme en un desmayo. Mi cuerpo quiere estar en tu lugar, quiere sacarte de ahí y reemplazarte en el sufrir. Susana me informa que todo lo que se podía hacer clínicamente ya se ha hecho, y que lo que sigue te deja sola en esta batalla. Vos contra el virus. Vos, contra tus ganas de morir o de vivir. Vos y Dios. ¿Dios? Vos, quedándote o yéndote. Con las horas, la lucha parece definirse, la lucha ya no es tal. Tus pulmones saturan sólo el veinte por ciento de oxígeno, aún con respirador. Incluso si despertaras las secuelas serían profundas. Todos tus órganos son tropas que han abandonado sus funciones para socorrer a tus pulmones y a tu corazón. Si despertaras, quien sabe si estarías dispuesta a enfrentar estas bajas. Es extraño este sentimiento, es nuevo, pero algo me está pidiendo que te deje ir, quizás seas vos desde algún lugar donde has aprendido a encontrarme. No quiero dejarte ir, no puedo dejarte ir... Debo dejarte ir. Un cura ha entrado a verte su rostro me trasmite paz, toma tu mano un momento y la acaricia, noto que estoy a punto de llorar y por eso atino a salir de la sala pero en ese instante te observo, abrís los ojos, mirás al curita y sonreís volviéndote a dormir. Lo que creo que es, me asusta

tanto pero tanto que se transcribe en un dolor inmenso que apuñala sin detenerse a mi corazón. Afuera está tu papi. Paralizado. Nada se adivina en su rostro y eso me preocupa. Nadie le prohíbe llorar, gritar, reír, romper algo pero ha decidido congelarse, quedarse sabe quien en que época más feliz. No sé si lo siento, pero intento que no descubra mi débil convencimiento y le digo: Tenemos que dejar que se vaya, tenemos que soltarla, no es vida amor, no es vida la que lleva. Es una niña, cómo se puede explicar que tenga que sufrir tanto todo el tiempo, se cansó, yo la vi, se agotó de pelearla...Y sus órganos... ¿te parece si los donamos? Llama a la doctora y le cuenta que queremos donar los órganos. Agradecen el gesto pero en el caso de La Cami todos sus órganos se han infectado con el virus. Vaya ironía de la vida y la muerte... Esta noche la luna está gigantesca, bajamos hasta un jardincito y observo que tu papá está nervioso y no fuma.

Le ofrecí a la luna que tanto ama La Cami dejar de fumar si se salva.

En el piso junto a unos bancos hay un paquete de cigarrillos ofrendados a la luna. Siento pena por tu papá, por los milagros que está pidiendo y por aceptar que los ha pedido. No consigo dormir ni una hora desde hace días. Voy a buscar algunas cosas a tu anterior sala de aislamiento, las enfermeras han permitido que dejemos allí nuestras cosas y noto que ni siquiera

han retirado las sabanitas que estabas usando, me subo a la cama para sentir tu aroma, puedo percibirte toda. Te amo sabés, te amaba desde antes de conocerte, desde antes de concebirte. Te soñé tantas veces. Pero siempre fuiste inexplicamente más especial de lo que uno pudiera soñar, era como si guardaras un secreto de la vida al que no se pudiera acceder. Te amo, mi vida. Ayudame por favor, no sé qué, ni cómo hacer, te juro que no lo sé. Siento que me muero pero quedo odiosamente viva, siento que no es justo, siento que no entiendo, no lo puedo aceptar, no lo voy a aceptar nunca. Acá puedo llorar, escondida de todos y escondida de vos, lloro y no siento ningún alivio, lo que se vacía, inmediatamente vuelve a llenarse del mismo dolor pero es lo único que me sale.

Negra, levantate que la doctora quiere hablarnos.

Qué pasa, ¿La Cami? Qué hora es, por qué me dejaste dormir, toda la noche me dormí, cómo pude dormirme. Soñé con ella sabés, se reía y andaba corriendo.

Te dejé dormir por que lo necesitabas, son las siete, vamos.

Terapia está en pleno cambio de guardias, limpieza y movimiento de enfermeras. Se fue. La Cami no está más. A las seis y cuarenta y cinco de la mañana de un 15 de julio con sólo dos añitos y medio de edad, mi gladiadora se

cansó de dar batalla y decidió que quería jugar de verdad. Me fui, se que me fui aunque digan que tengo que quedarme, me fui y quiero permitírmelo para tener alguna posibilidad sensata de volver. Dejen que me muera para aprender a vivir, no veo otra posibilidad, y perdónenme mientras lo intento. Te amo. Vos sabías por eso me dormiste en la noche, por eso me buscaste en un sueño, fue por eso que dormí. Te amo. Siete años después, enloquecí varias veces pero no

te olvido. Ni un solo día de mi vida ha pasado sin que te

sienta. Te busco en otros niños, en sus ojos, sus carcajadas

y su dulzura. He podido soltarte, dejarte ir de verdad, la idea de

que sufras por verme triste consiguió atormentarme tanto que ya no estoy triste por no tenerte y sólo

quiero que sepas que te amo. Que me hayas elegido para ser tu mamá jamás

terminaré de agradecértelo aunque de poder elegir hubiera elegido disfrutarte para siempre y todo el

tiempo. Tu hermano me ha enseñado que el amor retorna

todo el tiempo y que los sueños se alcanzan mientras no haya olvido.

Gracias a los dos por enseñarme todos los días a quererme más y por aceptar la extraña religión que

practico y predico: Ser a cada momento mejor persona.

LA PISCINA

Sí, la idea de la piscina fue mía, ¿para qué negarlo? Durante años soñé con una piscina y un parque, sin perros, eso sí, nunca tuve una buena relación con los perros. Esos animalitos por los cuales se desvive el 70% de la humanidad, no yo. Pertenezco al 30% que prefiere los gatos o alguna otra mascota. Pero la pasión era la piscina con agua azul y un piso de madera alrededor, y apoyado en el borde de la piscina poder observar los árboles que hubiese plantado con mis propias manos y extasiarme en la sombra bienhechora que me pondría a salvo de la hostilidad del sol. Detesto el verano; pero con piscina y un parque sería otra cosa. Entonces trabajé con ese objetivo, año tras año fui encontrando trabajos más rentables, ocupaciones que me permitieran a través de la honestidad del sacrificio la acumulación de dinero para poder construir la piscina y el parque. Ellas mientras tanto, como escriben los malos narradores, cultivaban su amistad; mis hijos crecían, a veces tomándome como modelo, otras, detestándome. Sabía que el parque no era indispensable, ante la piscina sólo aparecería como un detalle estético; de todos modos fui buscando las especies que lo

poblarían con la paciencia del que no puede invertir de inmediato. Así lo hice. Nos habíamos acostumbrado a la sorpresa, a la incredulidad, al escándalo y hasta sabíamos que pensaban de nosotros barbaridades indecibles. Mas nada era forzado y ésa era nuestra defensa. Sucedió así, simplemente. No éramos un hombre y dos mujeres, éramos un trío compacto que se defendía ante los demás a pesar que entre nosotros también había diferencias. Y no es tan complicado explicarlo: estuve casado durante siete años con Griselda y tuvimos dos hijos (Cecilia -que falleció a los dos años y medio- y Gregorio), cuando me separé de ella fui a vivir con Perla y tuvimos una hija (Lucrecia). Con el tiempo Perla y Griselda se hicieron amigas íntimas. Esas que se cuentan todo, que están en las malas y en las buenas y que como todas las amigas mujeres, hablan de hombres. Y al hablar de hombres yo entraba en esos diálogos indefectiblemente, muchas veces como parte de bromas inocentes, otras como el causante de los males respectivos de cada una de ellas. Yo dejaba que todo transcurriera con mansedumbre, no me sentía un privilegiado, pero sabía que cada uno de mis errores podía ser magnificado y por lo tanto me cuidaba mucho de cometerlos. Éramos tres, es verdad, pero muchas veces ellas formaban un bloque que se encargaba de vigilarme. Con Perla (con quien vivía en el tiempo de la piscina) todo se encaminaba en una relación

madura, donde cada uno era capaz de decirle al otro lo que pensaba y disfrutábamos de Lucrecia que crecía viendo a diario a su hermano Gregorio. No sólo éramos pareja, también éramos amigos. De cualquier forma yo sabía que ella contaba con una asesora extraordinaria en Griselda y todo fallo que cometiera podría pagarlo caro. Muy caro. Con Griselda nos respetábamos, luego de la separación había nacido la confianza mutua y la amistad, Gregorio podía disfrutar de sus padres casi tiempo completo y todo discurría en armonía. Sin embargo ella recordaba cada tanto algún error mío y cuando lo comentaba con Perla ambas repetían a coro como en una letanía amenazante: �Todos los hombres son iguales�. Tal vez me volví paranoico, no puedo asegurarlo, pero en el momento en que la piscina estaba concluida, cientos de ideas nuevas acudieron a mi cerebro. Los árboles crecían en el parque y ya proyectaban una pequeña sombra. Todo era bello y ordenado, el cosmos descendía sobre el hogar, pero al girar mi espalda sentía los dos pares de ojos clavados en mi espalda y un escalofrío me nacía desde la nuca. El problema fue el primer verano, esa fue la causa de mi locura. Durante años soñé con la piscina plantada en medio del parque y soportando el clima tórrido con suficiencia y alegría, pero insólitamente el primer verano que tuve la piscina hizo frío. Quiero que se entienda bien: no es que hubo algunos días fríos, no. Hizo frío de verdad,

como en un otoño avanzado. Me volví loco, me amargué, salía frustrado a caminar por el parque y ni siquiera miraba hacia la piscina. Me volví taciturno, huraño, desconfiado. Ellas, como si nada, habían adoptado la infantil costumbre de llamarse �Idiotita� y �Enfermita�, respectivamente, eso les causaba gracia. Se escribían todo el tiempo, dialogaban, a veces parecían una sola. A mi todo me molestaba y sentía sus ojos clavados en la espalda. Sólo encontraba refugio en Gregorio y Lucrecia, tan ofuscados como yo por el verano frío. Comencé a fumar gruesos habanos y mirar alrededor con desprecio no disimulado. El verano siguiente fue la apoteosis, hasta el día de hoy se recuerda a aquel verano como el más caluroso del siglo y eso que han pasado veinte años. A finales de octubre la piscina ya estaba repleta y los árboles del parque eran un canto a la naturaleza. Todo era perfecto y yo disfrutaba de mis años de sacrificios. Una noche en que mis hijos habían salido a una fiesta decidí agasajarlas con una barbacoa bien regada de malbec. Me veo en la necesidad de agregar que la barbacoa es una de mis especialidades. Comimos en demasía y en mitad de la noche el descubrimiento de la piscina era inevitable. Estaban alcoholizadas, desistí la invitación de arrojarme al agua y permanecí en el borde de madera fumando un grueso habano, no recuerdo si gritaron o si sencillamente se durmieron

en el agua. Lo cierto es que a la mañana siguiente sus cadáveres flotaban como pesadas hojas. Encendí otro habano llamé a la policía, narré mi historia y no me creyeron. El juicio fue breve. El defensor adujo locura temporal, me salvé de la cárcel pero hace dos décadas que permanezco entre estas paredes acolchadas. Cada tanto Lucrecia y Gregorio vienen a visitarme. En la última visita me contaron que los árboles del parque se han convertido en un bosque. Una frondosa sombra impenetrable se cierne sobre el césped y alcanza los bordes de la piscina. ¡Ah, mi sueño, qué belleza!, si pudiera verlo. Mis hijos dicen que están todos bien, ¿todos?, ¿quiénes son todos? Y me acercaron unas cartas pequeñas, infantiles, breves, continuas, incoherentes. No puedo recordar, lo intento y no puedo, me consuelo con las letras que se vuelcan en el papel. Sigo escribiendo, ¿qué hacer sino?, ¿realmente las habré matado?

Enfermita

Llegaste a casa, era sábado. Vestida de negro y con las huellas del dolor y la tristeza en los ojos y las muñecas. Pero casi ni te miré, más bien te percibí. Siempre fuiste valiente, desde que me enteré de tu dolor de mamá, el más inexplicable, el que yo no lo puedo justificar desde mi fe. Yo te conocí después del dolor, es por eso que para mí siempre tuviste un mismo rostro. Preguntaba por

vos, esa cosa de mujer, de meternos en la piel de los otros, algo que ellos no podrán, porque ya sabemos que son todos iguales. Aquel sábado Gregorio había llorado en mi cama abrazado a su papá y pidiendo que no quería quedarse solo. Eso me enojó. Vos, la más experimentada en el dolor, no podías hacer lo mismo con el hombre de tu vida. Llegaste y nos abrazamos. Y me pediste perdón. Supongo que por haberme tirado el cabello, allá cuando te enteraste que yo estaba con tu marido. Y yo, metida otra vez en tu oscura piel ¿qué iba a perdonarte?, si tenías toda la razón. Es más, hasta me reía de la situación. Pero obvio, no lo sabías. Te reté, a mi manera. Yo no podía quedar embarazada y vos dejabas a tu hijo. Ningún puto hombre, de este puto mundo merece una puta gota de sangre o un puto aliento de dolor. Sabía de las cosas que nos unían, pero no sabía qué tanto. Códigos tácitos, miradas, risas y caras de idiotez. Porque hasta eso nos une, la idiotez. Como pasan las cosas, uno no se predispone a una relación salvo que sea absolutamente necesario, como con tu jefe en el trabajo. Yo no necesitaba hacerme tu amiga, no necesitaba caerte bien. Pero sí, me caías bien, nunca tuve problemas, excepto por lo del tirón de pelo. Siempre llegaste respetuosa a mi casa, nunca tuviste problemas en traer a Gregorio a la casa.

Alguna vez me imaginé que podríamos tomar un café tranquilamente, pero no pensé que podríamos hablar de sexo o encontrar en vos a la única persona capaz de confortarme el día que cumplí 31 años. La idea de ser tu amiga, no la acepté nunca, pasó, así como de un día para otro te das cuenta que ese hombre que está cerca tuyo te mira de manera diferente, te dice cosas diferentes y vos decís ¿por qué no? ¿Me explico? Fue así, sólo que nunca dije por qué no. No era yo quien podría guardar rencores, y si vos no estabas enojada conmigo, ¿qué nos hacía diferente de dos mujeres que por tener cosas en común y no envidiarse empezaban a ser amigas? Tus cosas positivas:

Hacés unos masajes de puta madre No te vas a robar a mi marido, en todo caso te lo llevás de vuelta. No es necesario explicarte cómo es el hombre que tengo al lado. Puedo hablar de todo, incluso de hombres. Otros. El no puede hablar mal de mí delante tuyo, ni tampoco echarme la culpa de algo para salvarse. Tus cosas negativas:

No te vas a robar a mi marido. Me hacés masajes cada tanto.

Hay días en que estás tan idiota como yo, y entonces más vale que ni nos miremos. Sé que no nos agrediríamos, pero se ven las chispas alrededor.

El, el hombre que nos unió, recibe órdenes y retos en estéreo. Y Gregorio recibe retos en tridimensión. A Lucrecia, más pequeña, ya le llegará el turno, que se prepare.

Puedo asegurar que esto es toda una relación porque sé de tus gustos y tus disgustos. Sé que adorás las tortitas calientes, los mimos y las cosquillitas en la cabeza. Sentís un inmenso placer al regalar algo, y te quedás colgada con la sonrisa de los niños. Te gusta el buen cine y jugar a la crítica colocándole una, dos, tres, o cuatro �griselditas� a cada film (Por cierto pocas veces coincidimos en la apreciación)

También reconozco cuanto te disgusta que te mientan, que no te devuelvan lo que has prestado, que reten a tu sobrinita preferida, las temperaturas elevadas, y las mujeres de tus amigos. Reconozco tu enojo cuando Willy no te hace caso respecto a Gregorio, y comparto la furia que experimentás ante seres que hacen un culto de la ignorancia. En lo que se refiere a tu sensibilidad, no tengo muy definido si es positivo o negativo que seas tan llorona que cualquier pavadita te vuelva tan vulnerable aunque entiendo, te han sobrado razones para llorar. No me planteo si hay o no un futuro de amigas. Sé que el futuro nos une, tenemos hijos que son hermanos. Y mi hija estará en el acto de

colación del tuyo y tu hijo en la fiesta de egresados de la mía. Y tendrán sobrinos y tendremos nietos (JAMAS). Sé que si tenés otro hijo será hermano de la mía, aunque las leyes de la naturaleza nos contradigan. Después de todo, nuestras familias no han sido normales y más de uno quisiera estar en una cena de las nuestras: todos juntos, uno al lado del otro pero con el mayor de los respetos, no el ceremonial, sino el implícito. Los demás

Mi familia y la de mi pareja aceptan la relación. En realidad la de él no la entiende, pero se adapta. A los chicos de nuestra súper familia tal vez les cueste más, pero como los niños son tan simples, buscan iguales explicaciones. Además de mamá y papá tienen una tía muy cercana que los quiere mucho, más de lo que ellos se imaginan. Y los amigos son un tema. Hay quienes se ponen celosos y a quienes les encanta vernos, pero por una cuestión de morbosidad. No entienden y dicen que es �surrealista�. Están también los superados que dicen �es bárbaro, así debe ser�, pero que por debajo admiten �yo ni borracho�. A nosotras nos encanta que la gente comente, por metidas, por chusmas que son.

Siempre te quejás de que soy fría, pero aunque no lo demuestre yo no me olvido de los abrazos, de los masajes y mimos, de que fuiste la primera en regalarle algo a mi hija, de que estuviste todo el tiempo ahí, al lado de mi cama el día los dolores de parto. Del beso después de ver a mi hija, fruto de mi relación con tu marido. Del dinero que nos prestaste para que Lucre naciera de la mejor manera. Y tengo presente los alfajores, el chupete de la beba y la teta biónica para amamantarla. Recuerdo su primer cumpleaños, los regalos que me hacés y de las miradas cómplices. Las veces que me has buscado para ir a la escuela de Gregorio en calidad de guardaespaldas, de haber venido a llorar a casa un domingo, de las vacaciones en las sierras, de cuidar a Lucrecia. De llevarme y traerme para que ahorre tiempo y me sienta bien. De tu respeto y tus silencios. De entender cuando estoy bajoneada y quiero mimos y entender cuando estoy embolada y quiero soledad. De esas cosas, así fría como me ves, no me olvido. A veces ¿no te parece que sobra uno? PD: - Enfermita, cuando terminemos con esto, ¿qué te parece si nos damos un baño en la piscina?, tu ex está raro, podríamos hacerle una buena broma para que se le vaya el malhumor, ¿qué te parece?

Idiotita

Tenés un aroma extraño, lo sentí la primera vez que te abracé. Supongo que me recuerda algo ancestral que obviamente ya ni recuerdo. Como si fuera ese aroma de hembra protegiendo su cría. Será porque a veces te veo criar a tu mamá, a tu hermana y a tu actual pareja. Sobre ser tu amiga, no sé como pasó pero si que tuvieron que suceder tantas cosas para que uno explicara como las cosas se estaban acomodando para conocernos desde otro lugar. Supongo que el mismo momento en que dejé de amar como un hombre a mi ex marido fue la puerta directa a esta relación, será que soy una mujer de promesas cumplir, y si prometí respetarlo, protegerlo, quererlo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, más allá de que la muerte nos separe, eso incluía a sus elecciones de vida y en este caso se trataba de vos, por eso también me fue tan fácil encariñarme con vos y necesitar cuidarte, pero sé que otros no deben intentar esto en sus casas si aún aman a ese/a hombre/mujer, estoy segura que parte del secreto de por qué esto funciona reside allí, en que yo no le amo y en que él y vos lo saben. Por eso también me gusta abrazarte pero a vos no. Sos más fría que un témpano, poco demostrativa pero ya me he acostumbrado.

Lo bueno de conocerte es que con vos tengo una amiga distinta, de esas con las que puedo hablar las cosas que con otras no puedo. No tengo que explicarte un chiste cosa que en una profesional como yo es agotador. No tengo que explicarte que me molesta de mi ex, ni temer que te enojes si hipotéticamente discuto con él. De tan madraza de otros que parece sin embargo siempre siento que debo protegerte y al tontón de tu novio también. Como el día que iba a nacer nuestra hijita, no quería que te pasara nada malo, quería que estuvieras tranquila, que estuvieras feliz, despreocupada de todo y dedicada a ese momento. La plata era lo de menos eso no tenés que agradecerlo, no seas tonta. Me acuerdo cuando Willy salió del quirófano con los ojos húmedos por amor a Lucrecia y a vos, nos confundimos en un abrazo y lloramos juntos ante el milagro de una vida tan buscada. En la sala de espera un amigo de todos, siempre en guardia para los grandes momentos observaba la escena junto a otros desconocidos, - ¿Es la hermana? preguntó el desconocido. No, respondió. Es la esposa que lo felicita porque acaba de ser papá de una nena... El mundo no nos comprende ¿viste? Nos unen muchas cosas para siempre, nuestros hijitos que tuvimos con doctores (siempre le hacemos esa broma, un día se va enojar con nosotras), en eso coincidimos, las tortitas, alfajores y chocolates. La gimnasia que no hicimos, la lasagna, los juegos y el tipiado rápido (el tuyo, que yo miro).

Las dos nos reímos de la situación de la tirada de pelos pero en diferentes grupos, supongo después de conocerte que los chistes deben haberse parecido. El plan perfecto que tuvimos para enriquecernos, hacernos flacas y enviudar juntas. (El orden de los factores no altera el producto. Un día se va a enojar, sé lo que te digo). Por las dudas, seguí cuidando los manuscritos, el hombre tiene talento. Algo que siempre recuerdo es cuanto me descolocó encontrarme con una persona mucho más idiota que yo, pero ahora, porque yo me he convertido en una idiota selectiva pero vos no discriminás, en una etapa anterior yo era así, es muy bueno que exista alguien más idiota. Admiro tu habilidad profesional, me gusta que le saques ventaja a los hombres que son todos iguales y si uno se hace dependiente te estaquean por atrás. En realidad yo soy celosa de otros amigas/os pero es más circo que otra cosa, con vos no me queda claro si sos o no celosa. ¿Sos? Ah! Los helados me olvidaba eso nos une en primavera y parte del verano. Te equivocas con el incidente del puente, mi decisión (suicidarme) era anterior al complementario incidente con el gnomo (el que vino a reemplazar a tu novio), había un dolor anterior que nunca va a partir es sólo que uno inventa formas de sobrellevarlo, ese hijo de puta fue la gota que colmó la copa pero no era la razón. En ese momento no lo

sabía pero viendo a la distancia si hubiera logrado lo que buscaba, creo que cierta tranquilidad tendría de saber que Gregorio se quedaría con vos. Sobre cómo nos ven los demás comparto tu opinión y agrego que hay gente que dice que de estar en mi lugar �desconfiaría� de vos, sobre todo la �Tía Grease�. También están los que sucumben en fantasías homosexuales o nos incluyen en sueños de orgías, pero son unos pobrecitos cerebrales que no saben divertirse de verdad. Lamentablemente para todos poco nos ha importado el �qué dirán�, pueden retorcerse todo lo que gusten con sus podridas elucubraciones, yo te quiero, te cuido y te defiendo igual. Me gustás como guardaespaldas, en realidad creo que no sabemos bien que haríamos si alguna vez pasara algo de eso que uno se persigue que puede pasar y finalmente parece no pasar ¿me entendés no?, pero incondicionalmente trabajás de bodyguard conmigo. No se me ocurre por qué podríamos llegar a alejarnos con un enojo creo que ambas somos muy sensatas como para buscar el diálogo. Pero quien sabe. Cuando las dos estamos bien de humor sin preocupaciones y demás me atrevo a asegurar que sos una de las personas con quien más disfruto estar. ¿Sabés qué adoro de nuestros diálogos? El talento para hacer una pausa de días y retomar en el exacto lugar donde habíamos quedado, dejando descolgado a más de un cristiano que nos escucha.

¿Por qué a veces ponés horarios para dejarme de querer y volver a quererme? No importa no serías vos sin esas locuras. Lo que más rescato es el absoluto respeto que nos profesamos y hay momentos que, mal que me pese, cuando se trata de Gregorio, cuento más inmediatamente con vos que con él. ¿Cuándo vas a aprender a hacer masajitos y cosquillitas más presentables? Agradezco la profundidad de tus regalos, la escofina me conmovió hasta las lágrimas. Basta de regalos en cuotas, esa olla duró casi dos años...También compartimos la realidad de no tener amigos a quien llamar en la ciudad y por eso llamamos a farmacias, bomberos y cines. Por cierto, todavía no estrenan Casablanca. Agradezco que de tanto en tanto me prestes para mi especie de revancha el afecto de tu Lucre y tu mamá; es más fácil con ese gesto transitar las ausencias. Valoro inmensamente, que no intentes devolver lo que has adquirido en este caso a mi ex. PD: De acuerdo vamos a bañarnos. Sí, está totalmente raro. Debe tener uno de esos días, no me importa. Vamos a bañarnos y después a tomar un helado. Estaría bueno comer una barbacoa (como gusta decirle el idiotito), ¿le decimos que la prepare?, ¿hace calor verdad? ¿Una broma?, estaría bueno. ¿Qué tipo de broma? Diálogo al borde de la piscina

¿Y ahora? ¿Viste la cara que tenía?, no abrió la boca en

toda la cena. Y si se enoja. ¿Con las dos? No lo sé, pero ¿qué puede pasar? Shhhh, ahí viene, nos hacemos las muertas.

Vamos para abajo.

Bajo el agua

¿Qué hace? Nada, fuma. ¿Qué le pusiste al vino? Un calmante. Y ¿ahora? Habla con la policía. ¿Qué dice? Que estamos muertas. Ja, ja. Viste que se lo iba a tomar en broma. Salgamos. ¿Qué pasó? Se lo llevaron, escuché algo sobre un

psiquiátrico. Viste que estaba raro.

EL ARCHIVO

El malhumor que me acompaña hoy se debe al presentimiento de que este puede ser un mal día. Por atender la llamada de mi familia dejé enchufada la plancha y casi incendio el colchón y el simulacro de habitación donde vivo. Hace una semana que mi menú es arroz con pan duro y en esta fecha de exámenes el balance de este medio año sobre mi papel de futuro psicólogo es poco alentador. En los pasillos de la pensión se escuchan los gritos de Doña Litta, �la sargento�. Nadie ha limpiado la cocina y no quiere gente que no pertenezca a la pensión durmiendo en las habitaciones. La llamada confirmó mis sospechas, se cortaban mis víveres. El viejo estaba sin trabajo y por unos meses no podían ayudarme con nada. Una buena ducha caliente. Ese es un lujo que todavía puedo darme. El cuerpo tenso por el enojo va absorbiendo la lluvia que escupe el duchero. El agua está hirviendo, junto a la maniobra de colocar el champú intento entremezclar la temperatura. No hay reacción. De pronto tampoco el agua caliente llega. ¡Sargento de porquería! Hace dos días entregué mis últimas reservas para el tubo de gas colectivo. Nunca logré atrasarme en el pago de los impuestos, el alquiler, ni el los gastos comunes.

Cómo es posible que me encuentre lleno de jabón y temblando de frío. Con furia arranco la toalla del perchero y la envuelvo en la cintura. Me va a oír. La sargento me va a oír. Mojado y chorreando jabón camino hacia la casa de adelante. De qué puede servir que uno se instruya si nunca faltará un indocto dispuesto a arruinarte el día. La puerta mosquitera está con traba como intentando demorar el avance de cualquier tropa. El temblequeo de los labios desarmoniza con la dentadura. Golpeo con repetición la puerta e incluso la ventana, pero nadie responde. Insisto. El trasluz de las otras ventanas permite descubrir que �la sargento� se pasea ininputable por la cocina. No voy a concederle el beneficio de la sordera. Vuelve a cruzarse como una presa que se burla del cazador. La repentina conciencia de mi aspecto un tanto desprolijo e incivil casi consigue que quite el ojo de la mira. En un violento y último impulso ajusto el nudo del toallón y azoto con la mano la puerta de madera. Chirriante, la puerta cede y aparece tras ella Litta. En el rostro se delata que desconoce la situación, la de los golpes y más aún la del gas. - Fernandito, qué hacés acá y con ese aspecto.

- No es una ocurrencia mi apariencia, se terminó el gas y ni siquiera el agua fría responde. - Pero será posible con el inútil de mi marido, antes de ayer le di el dinero para que comprara. - Mi último dinero fue para pagar el gas... - Esperá, hacé una cosa Fernadito, pasá y bañate en la casa mientras yo me ocupo de arreglar los despilfarros del inútil. Lo que se ofrecía como un favor tenía el exacto tono de una orden. Litta mantenía una relación particular con su ex. La separación se había concretado hace meses pero ambos se negaban a abandonar la fortaleza. El vivía en un departamento en construcción con entrada independiente ubicado arriba de la casa. Los ingresos de la pensión eran compartidos. Los pensionistas transitábamos ante una autoridad esquizofrénica que aprendimos a usar en nuestro provecho. Ella quería una pensión para señoritas. El la hizo mixta. Ella no aceptaba gente a dormir. El hacía la vista gorda a cambio de que nadie hablara de las visitas que recibía. Ella exigía limpieza y orden. El organizaba los asados y las jodas. Cuando surgía algún inconveniente serio que hubiera que resolver operativamente nadie dudaba en recurrir a �La Sargento�. La casa era un espejo acorde con un ser obsesivo por el orden y la limpieza (con posible fijación en la etapa anal versearé cuando esté

recibido), almohadones mullidos y ordenados en degradé, una cocina que acumula un centenar de cajitas de fósforos usados colocadas una encima de otra. Desinfectantes de todo tipo alineados sobre la mesada. En el centro de la mesa una fuente con frutas: ananá, ciruelas, bananas, uvas, manzanas, peras, ¿berenjenas? Todas de plástico. Antes de entrar al baño, observo el dormitorio. La cama tendida parece tener una cicatriz en la mitad. Allí duerme alguien a quien le duele mucho la soledad. El baño es un fragmento más de su obsesión pero un detalle altera sus propósitos. La puerta ha perdido una bisagra y queda fuera de escuadra impidiendo que se cierre. Sólo quiero completar mi ducha, en cierta forma la furia me ha abandonado dando paso a la resignación. Como una pequeña venganza busco en el organizador el champú con aspecto más costoso, lo mismo hago con el enjuague. El agua está a punto pero igual siento frío. Es la puerta, debe estar provocando una corriente de aire. Cuando retiro la cortina para tratar de juntarla allí me encuentro con la mirada. Litta. Hace guardia en la puerta armada con un toallón seco. Sin explicaciones me lo acerca y también sin explicaciones se queda mirando mi cuerpo húmedo. Al salir del baño La Sargento me llama al dormitorio para ofrecerme una remera y un pantalón corto de su hijo, el que estudia en Córdoba. Ni

siquiera amaga con retirarse para que pueda vestirme. Allí mismo me visto. Litta es una mujer cincuentona. Lleva su cabello corto como buscando coherencia con su imagen, si bien ejerce de sargento gran parte del día, al parecer tiene una doble vida con la docencia. Es rara. Diría que es la típica roca que puede desgranarse con una caricia. Sin que nadie le pida comienza sus relatos de los suplicios que ha enfrentado como mujer. No me interesa pero me ha ofrecido unos mates con biscochuelo que frente al exceso de arroz que vengo padeciendo se presenta como un churrasco jugoso. La escucho. Que su marido es un sin vergüenza, un vividor y un mujeriego. Que es un mal padre y un desagradecido. Que es un pésimo amante. Que ella está tan sola... No logro conmoverme con su historia pero hago lo que está convenido para estos casos, paso mi mano por su hombro en un gesto de contención y acaricio un poco su mano para que se calme y si es posible que me corte otro poco de biscochuelo. Inesperadamente Litta se quiebra y llora sobre mi mano. - Hay instantes en que me convenzo de que tan sólo un poco de compañía ya me haría feliz. Vos sos tan joven y tan lindo. Ojalá nunca sufras por amor como me pasó a mí. Podrías ser mi hijo pero no lo sos.

La cama es muy cómoda en comparación con la cucheta de la pensión. No sé bien que estoy haciendo acá, pero algo intuitivamente me ha paralizado para quedarme y averiguar de qué puede tratarse todo esto. Laboriosamente me dedico a recorrer este cuerpo que parece abandonado. La piel de Litta es suave, no fresca. Percibo su agitación. Está esperando que le diga cómo hacer lo que ella ya ha aprendido a hacer. No puedo conducirla hacia ningún lugar si mi miembro se resiste a acompañarme en esta audacia. Es repulsión. Las dendritas de mis dedos trasmiten este mensaje. Aún cuando la oscuridad se ha quedado con los cuerpos yo logro ver lo intolerable. Con veintidós añitos no es mi primera experiencia y espero que el shock no sea tal para que esta se convierta en la última. Tampoco mi esfuerzo de fantaseo está funcionando. Ella comienza a besarme con fuerza. Su lengua áspera recorre la oscuridad de mi boca. Pero nada. El y yo, inertes. Estoy a punto de levantarme y recoger aquella disculpa de que �podría ser su hijo� y en un definitivo intento mi mano desciende por su vientre rollizo hasta la entrepierna y allí descubro que en todo este tiempo que yo dediqué a tratar de huir, Litta estuvo desesperadamente deseándome. Esa humedad tan noble ante el rechazo fue la que consiguió mi erección. Temeroso de que mi pene

fuera un simulador compulsivo me apresuro a intentar complacerla.

¿Preservativos? Menopausia ¿Y las enfermedades? Que me importa, ojalá me agarre alguna

alegría.

Ninguna simulación. Me equivoqué, se trataba de una erección bastante prolongada. Cuando el bautismo acabó para los dos, compartimos un cigarrillo en silencio. Quién sabe que extraño hechizo posee ese resplandor final de un sol que se muestra tan débil y tan eterno, ese estar partiendo que promete un retorno que consigue conmovernos. Me invade una repentina nostalgia al recordar el día que aprendí a manejar automóviles. Un Fiat 600 destartalado y viejo. La caja de cambios al borde de romperse, si entraba la primera y la segunda no entraba el reverso. El freno reaccionaba sólo luego de tres bombeos del pedal y la única luz era la baliza. Así y todo aprendí a conducirlo en tan sólo una tarde. Al regresar a mi casa entre corcoveadas mi viejo me esperaba en la puerta. Con cierto tono de consejo �viejo Vizcacha� me dijo �si aprendés a manejar en este auto vas a poder manejar cualquier otro�. Miro a Litta que ha comenzado a roncar a mi lado y sonrío.

Fue Litta. Ahora que lo veo a distancia, fue ella quien sin proponérselo iba a convertirme en lo que soy. Un fragmento de placer en alquiler. Un fabricante de sudor. Un puente inexplicable al hedonismo más primordial. Reconocí ese instinto disfrazado de tantas formas. De tan presente que estaba aparecía mutado, oculto, maquillado; pero las mujeres me enseñaron a identificarlo. Todos queremos gozar es sólo que el mundo está pensado para que olvidemos las formas originales. Este instinto trasciende las culturas y finalmente todo el mundo se parece. Hombres y mujeres conviven mutilando las simultáneas ganas de sentir placer. Lo triste sea tal vez, la extraña convicción de creer que ambos están haciendo lo correcto. No voy a justificar mi ocupación aduciendo que estaba desocupado, tenía hambre, o que ellas se han aprovechado de un pobre joven. Ni voy a decir que es un trabajo como cualquier otro. Nada de eso. Sólo creo que fue una buena idea y aún funciona. Tampoco ando por la vida presentando una tarjeta de �Placer seguro para señoras mayores un tanto insatisfechas�. Simplemente fluye. He trabajado para que así sea pero ahora simplemente fluye.

Trabajar. Eso es así si me remito al extenso archivo y clasificación de casos que he registrado meticulosamente al terminar un encuentro cercano. A partir de él voy detectando falencias, trabajando fortalezas y replanteando objetivos. Mi registro incluye:

Causas de insatisfacción. Justificaciones más frecuentes ante la

insatisfacción. Estrategias desarrolladas ante la culpa. Estrategias desarrolladas para la venganza. Corrimiento (disimulo) de las ganas

contenidas de goce (tirar la chancleta dirá alguna).

Desconocimiento del cuerpo (el propio y el ajeno).

Desarticulación del mecanismo instaurado como impulso de fingir.

Reactivación del mecanismo de fantaseo. La soledad de la compañía. Rutina, rutina, rutina.

Mujeres que exquisita combinación de la creación. Señores hombres: es gracias a sus imbecilidades que he logrado hacer sublime mi trabajo. Amas de casa, profesionales en relación de dependencia o independencia, viudas, divorciadas, separadas, casadas. Todas mayores de cuarenta. Todas necesitando que alguien les preste atención.

Venid a mí, que estoy capacitado para prestaros algo que en realidad os cobro. Durante long time mi cabeza se perturbó con un poco de culpa porque algunos desahogos eran en verdad penosos, y sentía un no se qué al cobrarles luego de que la almohada y mi pecho habían sido humedecidos por el llanto. Pero la experiencia me ha demostrado que al cobrar, se activa una autoexigencia en el servicio y es mi deber, aunque sea por un instante permitirles soñar una satisfacción eterna. Tan eterna como ese instante... Lo eterno de un instante tiene directa relación con la intensidad que alcance. La calle, el bar, la oficina, son parte importante de mi campo de acción. Caminar lento, no perder ninguna oportunidad de observar. Chocar miradas. Desde un principio me prohibí terminantemente caer en el absurdo de un piropo. La mayoría de las mujeres se incomodan ante un piropo y sobretodo el chabacano. Ser directo lejos de disminuir, incrementa sus defensas. He descubierto que la mujer �braguetera� abunda en la cuarta década y cuentan con mucho talento para dicha acción. Aprendí a captarlas, pero esto es sólo para expertos, ningún novato podrá atrapar a una braguetera. Ellas manejan la mirada holística por decirlo de modo científico. Cuando descubras que se interesa por vos y hasta en algunos casos sonríe o saluda, te estará mirando en tu totalidad, pero en ese segundo que ya pasó, sus

ojos se habrán posado en tu bragueta, calcularon un número y hasta un espesor (si fuera necesario). La auténtica braguetera siempre logra despertar mi admiración y figura en mis registros clasificada como �Corrimiento (disimulo) de las ganas contenidas de goce (o de tirar la chancleta dirá alguna)�. Las amas de casa padecen un impulso irrefrenable, compulsivo por comprar innumerables productos que acercan los vendedores hasta su puerta. Ojo, no estoy descubriendo nada que las empresas de cosméticos por cartilla ya no hayan experimentado, es sólo que he tratado de aprovechar esta inclinación y recanalizar este impulso hacia gastos más productivos para ellas (y en consecuencia para mí). De qué puede servir una crema, un perfume, o un nuevo color de labial si en definitiva nadie dice advertirlo. Mi marido no me registra- había dicho Laura- , pide la comida, se duerme con el control remoto, sería un milagro si algún día se dignara a poner o levantar la mesa, la ropa del baño. Un día en un acto de desesperación, le serví la cena mientras estaba extraviado con un programa deportivo. Saqué ambos senos por fuera del corpiño y abrí mi blusa. Terminó la cena y automáticamente preguntó �¿hay algo de postre, gorda?�. No. Evidentemente no había nada. No me registra. Este hecho fue incorporado en la clasificación de �Causas de insatisfacción�, dentro de las que se suman las repetidas desvalorizaciones de la tarea de

ama de casa frente a la sobre valorización de las tareas por él realizadas para el sostén del hogar. Alejandra lloraba culposa ante la infidelidad de su marido, le había dicho que los engaños a repetición servían para reafirmar que ella era su verdadero amor.�Ninguna de esas mujeres se acerca ni remotamente a la gran mujer que sos vos, nada tienen que hacer a la par tuya, y cuando estoy con ellas no hago otra cosa que pensar en vos�. No podía culparlo al �pobre� por tremendo acto de amor, algo estaba haciendo mal ella. Nos encontramos aquí frente a la categoría de �justificaciones más frecuentes ante la insatisfacción�. Y en el caso de Celina, su pareja la había convencido de que ella era una tabla, una momia en la cama y que gozaba solamente en una posición, �cómo querés que no busque refugio en otro lado�. Este caso y el anterior comparten la categoría de justificación pero también ingresan en �estrategias desarrolladas ante la culpa�. Quiero aclarar que estos ejemplos y miles más que pude recopilar como oídor avezado, no hablan de víctimas y victimarios sino de relaciones complementarias (algunas más perversas que otras, algunas más tristes, algunas evitables, algunas modificables, pero complementarias al fin). Recuerdo la euforia con la que un día llegó Carola hasta el departamento. Ese día había recibido una sugestiva y aterciopelada rosa roja, sin tarjetas ni señales de un admirador. Carola era muy inteligente y una perfecta paranoica, combinación

que dificultaba mucho las posibilidades de engaño, pero aún así su esposo había logrado traspasar esos controles. Ella pensaba que los hombres talentosos y hasta los brillantes, pierden esas aptitudes cuando los invade la sospecha de que su mujer los engaña y su pareja confirmaba su teoría. Era él. El había enviado esa rosa pero no para agasajarla, sino para descubrir en su rostro huellas de alguna infidelidad. Su plan era que ella se incomodara por no poder justificar el origen de esa flor, su nerviosismo la haría confesar. Pero no contó con el hecho de que ella al percibir su plan sería funcional a este. Y así fue. En un instante todo se acomodó en su cabeza al recibir la flor. Su amante no mandaba flores (a menos que ella me lo pidiera), su amante no cometía torpezas, su pareja si podía alcanzar esa forma de perversión por lo que su respuesta sería tanto más perversa. ¡Acción!: se pone nerviosa, se muestra evasiva, coloca su mirada en ningún lugar como recordando placenteros momentos, se pierde en el perfume de la rosa y simula un suspiro. Cuando llegó sus ojos tenían un brillo extraño. Venganza, de eso se trataba. Este hecho ocupa un lugar en los registros sobre �estrategias desarrolladas para la venganza�. La mujer infiel manifiesta luego de cometido �el delito� un cambio en su conducta, no puedo asegurar si este cambio repercute en ella de manera positiva o negativa, pero si, que es inevitable que cambie. Los hombres sin embargo suelen mantener

por más tiempo la compostura en sus conductas y sus rutinas. ¿Gozaste?, ¿Qué se dice? Gracias. Este chiste se vuelve triste cuando adquiere dimensión real. Silvana padeció por años la petulancia sexual de su marido, que sostenía ser un maestro en el arte de dar placer. Gustaba de contar en público los detalles de esta habilidad, aún humillando a su esposa como parte del relato. �La mami� -como solía llamarla- no ha conocido a otro hombre -alardeaba-, y en realidad no lo necesita, sabe que conmigo lo tiene todo. Ella es muy vergonzosa y por eso le recomendé que se tape la cola con algún suéter para que no puedan mirársela. Pero resultaba que a �la mami� no le duraban las niñeras, salían espantadas ante la sugerencia a escondidas que le hacía su marido,�date una vueltita a la noche, tengo un regalito para vos�. Un buen día Silvana descubrió que había sido estafada. El placer era otra cosa. En realidad nunca había experimentado placer. Quince años dando �gracias�por algo no recibido. Para entonces su talento para fingir estaba supradesarrollado debido a que lo hacía de manera inconciente. Enfrentamos aquí el desafío que nombré como �Desarticulación del mecanismo instaurado como impulso de fingir�. Poco a poco nos fuimos adormeciendo, de hecho la vida adquiere para nosotros el lugar de un índice estadístico, una generalidad, un tanto por ciento, una gran indiferencia. Lo cierto es que esos

valores esconden causales realmente lamentables. Hilda, era por así decirlo �un cliente platónico�, no teníamos sexo, y además no hubiera podido pagarlo, pero si me usaba para descarga. Una tarde llegó muy angustiada, asustada. Tenía cinco hijos, dificultades económicas severas y un atraso en su ciclo. Al conversar se fue calmando y me comentó que no podrían sostener a otro. Le pregunté si se había cuidado y cómo. Su respuesta me dejó helado �un poco tranquila estoy, porque yo no acabé, y sólo se terminó él�, en su convencimiento pude ver que no se trataba de una broma. Hilda creía que la forma de concebir era coincidiendo en un orgasmo con tu pareja. La siguiente cuenta que saqué fue que sólo había alcanzado un éxtasis complementario cinco veces en sus veinticinco años de casada, es decir una vez por cada hijo. Acordamos que si lograba zafar de un embarazo, dejaría que le enseñe a conocer su cuerpo y el del hombre, física y biológicamente. Este relato se incorporó en mi categorización de �desconocimiento de su cuerpo�. La soledad en compañía era casi un tótem de mis estudios, todos los casos en determinado momento se encontraban atravesados por este efecto, �solas pese a estar acompañadas�, convenciéndose que el placer de tan poco practicado era algo vedado para ellas. Y allí estaba yo. Tratando de conseguir los superfluos milagros del orgasmo. Intentando llenar otros tiempos. Levantando la clausura impuesta al clítoris (impuesta y acordada). Desafiándolas a fluctuar de la rutina.

La rutina, que tanto afecta a los mortales causando el repetido laconismo de sus eyaculaciones, como un acto mecánico y poco disfrutado. Yo, sólo para ellas, comprensivo dispuesto, y sin desdichas para contar. Yo para ellas y la búsqueda de un sexo en yunta. Recuerdo a Lala, riendo a carcajadas por el misticismo de su novio. Durante un año ella se dedicó a engañarse, la teoría de él era que cuando uno era infiel en realidad no engañaba a su pareja sino que se engañaba uno. Con esta tranquilidad entonces, semana tras semana, Lala �se engañó�. Cuando sus amigas le preguntaban como andaba les respondía �Acá ando, engañándome�. Pero en definitiva, mi tiempo también ha pasado, y a decir verdad me siento un poco solo. ¿Enamorado?, supongo que si, que lo he estado. Quise aplicar con ella todo lo aprendido. Agasajarla. Motivarla en sus sueños. Colaborar con los trabajos de la casa. Respetar sus silencios. Enriquecer el diálogo. Disminuir sus sentimientos de culpa, y sanar de todo impulso de manipular. Quise que valorara su cuerpo, reconociera el mío, y experimentara otros placeres. Que nunca tuviera que fingir porque yo sabría comprender cualquiera de sus estados. Que aprendiéramos a disfrutar de nuestra soledad y nuestra compañía. Que no dejara de sorprenderse en el día a día de nuestra convivencia. Quise quererla. Pero no. Una mañana sin más explicaciones me dejó mencionando al pasar �lo que sucede, es que vos nunca entendés nada�. No

funcionó. Y lamento tanto descubrir que mi archivo perdió valor ante mi amor, el archivo lujurioso que pergeñé parece no servir, porque ineluctablemente uno nunca termina de conocer a las mujeres.

***FIN***