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g6 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA IV EL MÍSTICO MURCIANO ABENARABI (MONOGRAFÍAS Y DOCUMENTO?.) INTRODUCCIÓN Place ya más de veinte años que concebí el proyecto de publi- tar un estudio de conjunto sobre la vida y el sistema filosóftco- teológico del gran místico murciano Mohidín Abenarabi. Aun- que interrumpida a menudo mi labor por otros estudios, la masa de materiaies recogidos durante los períodos de trabajo que al tema pude consagrar es ya bastante considerable, pero insufi- ciente todavía, con mu di o, para la obra de síntesis definitiva en que mi inexperta juventud soñaba. La enorme suma de fuentes árabes, cuya exploración para tal obra es indispensable, exigiría una colaboración asidua y concertada de varios especialistas, durante muchos años. Una sola de las obras de Abenarabi, su Foíuhat, consta de cuatro tomos en folio, que suman unas cuatro mil páginas, de impresión apretada y de estilo y íienguaje técnico, difíciles de interpretar. Aunque sus principales libros han sido ya editados, restan además inéditos todavía algunos manuscritos de sus interesantes opúscuíos, Desechada, pues, por inasequible la idea del estudio total y definitivo, estimo que no será, sin embargo, del todo íniitil ir dando a luz ensayos parciales sobre algunos aspectos del sistema de Abenarabi, que mediante el análisis de sus libros principales permitan, en un porvenir más o menos lejano, intentar la obra de reconstrucción anhelada, sin el peligro, hoy inevitable, que va anejo a las generalizaciones prematuras. Estos ensayos parciales tendrán, como es natural, el carácter de complementarios de lo hasta hoy divulgado ya por los espe- cialistas en la materia. No son muchos los trabajos que hay que registrar. El primero que di ó una visión de conjunto sobre la vida de Abenarabi y ios caracteres más salientes de su psicología de místico iluminado, fué mi maestro, don Julián Ribera, en su

El Mistico Murciano Abenarabi Monografias y Documentos i

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  • g6 BOLETN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

    IV

    EL MSTICO MURCIANO ABENARABI

    (MONOGRAFAS Y DOCUMENTO?.)

    INTRODUCCIN Place ya ms de veinte aos que conceb el proyecto de publi-

    tar un estudio de conjunto sobre la vida y el sistema filosftco-teolgico del gran mstico murciano Mohidn Abenarabi. Aun-que interrumpida a menudo mi labor por otros estudios, la masa de materiaies recogidos durante los perodos de trabajo que al tema pude consagrar es ya bastante considerable, pero insufi-ciente todava, con mu di o, para la obra de sntesis definitiva en que mi inexperta juventud soaba. La enorme suma de fuentes rabes, cuya exploracin para tal obra es indispensable, exigira una colaboracin asidua y concertada de varios especialistas, durante muchos aos. Una sola de las obras de Abenarabi, su Fouhat, consta de cuatro tomos en folio, que suman unas cuatro mil pginas, de impresin apretada y de estilo y ienguaje tcnico, difciles de interpretar. Aunque sus principales libros han sido ya editados, restan adems inditos todava algunos manuscritos de sus interesantes opscuos,

    Desechada, pues, por inasequible la idea del estudio total y definitivo, estimo que no ser, sin embargo, del todo niitil ir dando a luz ensayos parciales sobre algunos aspectos del sistema de Abenarabi, que mediante el anlisis de sus libros principales permitan, en un porvenir ms o menos lejano, intentar la obra de reconstruccin anhelada, sin el peligro, hoy inevitable, que va anejo a las generalizaciones prematuras.

    Estos ensayos parciales tendrn, como es natural, el carcter de complementarios de lo hasta hoy divulgado ya por los espe-cialistas en la materia. No son muchos los trabajos que hay que registrar. El primero que di una visin de conjunto sobre la vida de Abenarabi y ios caracteres ms salientes de su psicologa de mstico iluminado, fu mi maestro, don Julin Ribera, en su

  • VISTA nrc LA SALIIIA DOMT.\ r..\ TUMBA DE ATIENARATII.

    Al fondo, la cM fie Damasco,

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    estudio Orgenes de la Filosofa de Raimundo Lidio (i). Si-guiendo sus huellas, publiqu en m misma fecha un ensayo de sntesis prematura del pantesmo de Abenarabi,. titulado Mohi-dn (2), Otro ensayo, ms sistemtico, de sus doctrinas psicol-gicas present al Congreso XIV de orientalistas, que tuvo lugar en Argel el: ao 1906 (3).

    Las influencias masarres en el sistema pantesta de Abenara-bi y especialmente en su teora de la Materia espiritual, procur ponerlas de relieve en mi discurso de ingreso en la Real Aca-demia de Ciencias Morales y Polticas (4). Finalmente, en mi estudio sobre las fuentes islmicas de la Divina Comedia, he ana-lizado casi completamente todas las ideas escatolgicas del mstico murciano (5).

    Goldziher ha estudiado de manera magistral el mtodo aleg-rico seguido por Abenarabi en su interpretacin del Alcorn (6). Nyberg, en la introduccin que encabeza su edicin de tres opsculos de Abenarabi, ha intentado sistematizar la doctrina teosfica de nuestro mstico en sus aspectos metaf sico, teolgico y cosmolgico (7). Otros arabistas han tocado tambin puntos relativos al sistema de Abenarabi en estudios histricos de ndole ms general que los anteriores, u ocupndose de las Ideas de otros msticos musulmanes homogneas a las del suf murciano (8).

    Los ensayos parciales con que nos proponemos contribuir al

    (1) Homenaje a Meriende z y Pekiyo (Madrid, Surez, 1899). to-mo II, 191-21.

    (2) Ibidem) II, 217-256. (3) La psicologa segn Mohidn Abenarabi, por Miguel Asn Pala-

    cios (Pars, Leroux, 1906), apud Actes du xiv" Congres intemaEonal des Orientastes, tomo III, 79-191.

    (4) Abcntnasarra y su escuela. Orgenes de la filosofa hispanomu-sumana (Madrid, Maestre, 1914), pgs. 71-75, 111-115, 155-164.

    (5) La eseatologa musulmana en la Divina Comedia. Madrid, Maes-tre, 1919.

    (6) Cfr. Die Richtungen der islamischen Koranausleg-ung (Leiden, Brill, 1920), pgs. 215-257.

    (7) Cfr. Kleinere Schriften des Ibn AhArab (Leiden, Brill, 1919). (8) He aqu ' los principales: Horten, Die phosophischen Sysleme

    der spekulativen Theologen im Islam. Bonn, 1912.Macdonald, Deve-lopment of muslim theology. London, 1903.Nicholson, Studies in isla-mic mysticism. Cambridge, 1921.Massignon, Al-Halla j , martyr mys~ iique de Vislam. Pars, Geuthner, 1922.

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    estudio del sistema de Abenarabi sern de dos clases: i.a, mono-grafas en que ensayaremos ofrecer al lector sntesis provisiona-les de ciertos aspectos de su pensamiento; 2.a, colecciones siste-mticas de textos relativos a una misma materia, con la ms mo-desta pretensin de que puedan servir como documentos para la redaccin futura de otras parciales monografas sintticas.

    Sin que por ahora podamos comprometernos a establecer el orden fijo de su publicacin sucesiva, dichos ensayos versarn sobre los siguientes temas: biografa de Abenarabi; caracteres generales de su sistema; su criterio/logia inspirada en un escep-ticismo mstico; su teologa: la esencia divina, sus atributos y nombres; su cosmologa pantesta; su asctica y mstica; su teo-ra del amor. Estos temas, sumados a los del monismo pantesta, psicologa y escatologa, desarrollados ya en mis anteriores estu-dios, darn quiz una idea de conjunto bastante aproximada del complejo y laberntico sistema de este genial pensador hispano-musulmn.

    I

    AUTOBIOGRAFA CRONOLGICA DE ABENARABI.

    Nuestro primer ensayo es una biografa del mstico murcia-no, redactada principal y casi exclusivamente con ios textos auto-biogrficos que tanto abundan en sus libros, sobre todo en el Fotuhat. Sin despreciar las escasas noticias que sus bigrafos nos suministran, creemos de mayor inters las que el propio Aben-arabi nos da, pues, aparte de su mayor autenticidad, orecen al lector el realista y pintoresco cuadro del medio islmico, espaol y oriental, y de la poca en que se desarroll la accidentada vida espiritual de este mstico espaol, inquieto y andariego. Cada hecho o episodio concreto ir, pues, documentado con los pasajes respectivos de sus obras, pertinentes al caso, los cuales se incrus-tarn en el texto de .ia biografa o se consignarn en nota al pie de la pgina, segn su mayor o menor extensin e importancia lo aconsejen. . - , -

    Todo hecho o noticia cronolgica que carezca de esta autn-tica documentacin comprobatoria, entindase que est autoriza-

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    do por el solo testimonio de sus bigrafos musulmanes, as es-paoles como orientales, principalmente por Almacari y por el autor annimo de la tarchama o biografa apologtica que en-cabeza la edicin del Fotuhat ( i ) . Ambos resumen o citan a la letra otras fuentes ms antiguas.

    He aqu ahora la lista de las obras de Abenarabi, aprovecha-das para esta biografa:

    O U V J I .JL*.*. ,3 _. .* Dajir Beirut, 312 hgira.

    Bombay, sin fecha.

    NA, XJI

    Foss = ^

    Fotuhat ~

    Mawaqui -

    Mohadara

    Tadbirat = J U - ^

    A A J U

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    sultn, Abu Yacub Ysuf , acababa de h e r e d a r de su pad re A b -clelniumen el imperio de todo ei resto de E s p a a ( i ) .

    "Un vasallo de un gran sultn de Murcia llam a ste a gritos para hacerle una reclamacin; pero el sultn no le contest. El apelante en-tonces le dijo: "Habame, pues tambin Dios habl a Moiss!" A lo cual contest el sultn: " Ni que t fueses Moiss !" Mas el apelante le replic: "Ni que t fueses Dios!" Detuvo entonces el sultn su caballo para que le informase de lo que deseaba e inmediatamente aten-di a su reclamacin. Este sultn era seor de todo el levante de Alan-dalus y se llamaba Mohmed b. Saaci Aben Mardanix, en cuyo tiempo y durante cuyo reinado nac yo en Murcia."

    "En el califato de Almostnchid nac yo en Murcia, reinando en Alandalus el sultn Abuabdala Mohmed b. Saad Aben Mardanix. Yo oa Jos viernes en la mezquita que el predicador haca en su sermn ri-tual la mencin del nombre de dicho califa Almostnchid Bil (2).''

    2, Familia.

    Perteneca a una familia noble, rica y m u y religiosa. D e sus padres refiere e'l mismo Abenarabi , en sus obras, hechos de pie-dad ejemplar . Dos tos suyos ma te rnos hicieron profes in de v ida asct ica: uno de ellos, Y a h y a Ben Yogan , abandon el t rono de T r e m e c n para someterse a la disciplina ele un eremita que le obligaba a ganarse el sustento diario haciendo lea en los montes pa ra venderla por las calles de la capital de su reino, S u o t ro t o , Ms em el Jaulan , viva en t regado a ejercicios t an austeros , que pasaba noches enteras de pie en oracin, azotndose c rue lmente pa ra dominar su sueo (3).

    "Uno de mis tos maternos, llamado Yahya b. Yogan, era rey en la ciudad de Tremecn. Viva en su tiempo apartado del mundo un hom-bre, jurisconsulto y asceta, llamado Abdal el Tunecino, que pasaba por ser el ms' devoto de su siglo. Habitaba en un lugar de las afueras de Tremecn, que se llama Aloba-d [hoy El-Eubbad, o sea el eremitorio, a 2 kms. de la ciudad] y pasaba la vida aislado de las gentes y consa-grado al servicio de Dios en la mezquita. En sta existe hoy su sepulcro, muy frecuentado por los fieles que lo visitan. Mientras que este santo varn caminaba un da por la ciudad de Tremecn (separada de Alobad por pequea distancia, en medio de la cual se alza la cindadela) encon-trse con l mi to Yahya b. Yogan, rey de la ciudad, rodeado de su squito y guardia. Alguien le dijo que aquel hombre era Abuabdala e

    (1) Fotuhat, IV, 264. (2) Mohadara, 1, 34. (3) Fotuhat, II, 23.

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    Tunecino, el ms famoso asceta de su tiempo. Detvose entonces el rey, tirando de la brida de su caballo, y salud al santo, que le devolvi el saludo. El rey, que llevaba puestas unas preciosas vestiduras, pregun-tle: "Oh xeij! Me ser lcito hacer la oracin ritual llevando este vestido?" El xeij se puso a reir, en vez de contestar a la pregunta. De qu te res?", le dijo el rey. "De la cortedad de tu entendimien-to le respondi, de la ignorancia en que vives acerca del estado de tu alma. A m juicio, nada hay ms semejante a ti que el perro: se revuelca en medio de la sangre de los cadveres putrefactos y los come, a pesar de su inmundicia; pero luego, cuando va a mear, levanta la pata para no mancharse de orines. T eres un vaso lleno de inmundicias y preguntas, no obstante, por tu manto, cuando eres responsable de todas las injusticias de tus subditos?" Rompi a llorar el rey, apese de su caballo, abdic del reino desde aquel momento y se consagr a la vida devota, al servicio del xeij. Este lo tuvo junto a s durante tres das, al cabo de los cuales tom una cuerda y le dijo: "Oh rey! Acabronse los tres das de hospitalidad; levntate y vete a hacer lea," Y el rey haca lea, la pona sobre su cabeza e iba a Tremecn a venderla al mer-cado. Las gentes le miraban y lloraban. El venda su lea, guardaba del precio lo necesario para su sustento y ciaba el resto de limosna. As continu toda su vida. A su muerte, fu sepultado en la parte exte-rior de la tumba de su maestro de espritu. Su sepulcro es hoy muy vi-sitado. El xeij, cuando las gentes iban a pedirle que rogase a Dios por ellos, les deca: "Peddselo por la intercesin de Yahya b. Yogan, pues era rey y renunci al mundo. Si Dios me hubiese sometido a la prueba a que lo someti a l, quiz no hubiese renunciado al mundo."

    "Tambin fu de los ms grandes ascetas mi to Mslem el Jau-lan, el cual pasaba la noche en vigilia, y cuando la fatiga de estar en pie le venca, golpeaba las plantas de sus pies con unas varas que tena a mano, dicindoles al mismo tiempo: "Vosotros merecis los golpes ms que mi burro! (i) ."

    Un to suyo paterno. Abdal, se hallaba dotado de preterna-turales aptitudes msticas de tesofo y vidente (2).

    "Tena yo un to, hermano de mi padre, llamado Abdal b. Mohmed Abenarabi, que haba alcanzado este estado mstico (3), tanto sensible como idealmente, segn pude yo mismo observarlo palpablemente antes de convertirme a este camino de la vida mstica, en la poca de mi disipa-cin."

    (1) M o hadar a, II, 51. (2) Fotuhatj I, 240. (3) El grado mstico a que se refiere aqu Abenarabi es el llamado

    J

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    3. Educacin literaria.

    En medio de este ambiente ce misticismo deslizse la infan-cia de Abenarabi. A ios ocho aos de edad, trasladse a. Sevilla con su familia, despus de rendirse Murcia a las armas de los Almohades. Su educacin literaria y religiosa debi ser per-fectsima: en sus obras cita repetidas veces a sus maestros de lecturas alcornicas, historia, literatura, poesa y tradiciones del Profeta, que, en Sevilla principalmente, le explicaron los libros clsicos de cada materia (1). Sus inclinaciones al principio no debieron ser hacia la vida devota: las letras y la caza ocuparon su corazn, apartndolo de Dios. En su vejez recordaba con pena aquellos aos dje su infancia y primera juventud, perdidos en caceras por los campos de Carmona y Palma del Ro, con los caballos y criados de su padre (2),

    "En la poca de m disipacin, iba yo de viaje cierto da en com-paa de mi padre, entre Carmona y Palma, cuando topamos con un rebao de onagros o asnos salvajes que estaban paciendo. Era yo en-tonces muy apasionado por su caza; y los criados habanse quedado atrs, muy lejos de nosotros. Reflexion un instante y form en mi corazn el decidido propsito de no hacer dao ni a uno tan solo de aquellos animales; pero as que el caballo alazn que yo montaba los vio, lanzse haca ellos relinchando de gozo; lo refren con violencia para detenerlo, hasta que llegu adonde los asnos salvajes pacan, y en-

    (1) Los principales maestros de Abenarabi, citados por el autor de su biografa inserta al frente del Fotuhat (I, 2) son los siguientes; Abu-bquer ATohmed b. Jlaf b, Saf el Lajm y Abulcsem el Xarrat el cordobs, que le ensearon en Sevilla las lecturas alcornicas a los diez y ocho aos de edad. La misma materia aprendi con el maestro Abu-bquer Mohmed b. Abuchamra. Las tradiciones del Profeta las estudi cor, varios maestros en Sevilla y otras poblaciones. Entre ellos se citan a Abenzarcn, Abenalchad, Abulgualid el Hadri, Abdelmnim el Jazrach, Abuchfar b. Mosai, etc, Sigui tambin los cursos del jurista y te-logo Abumohmed Abdelhac de Sevilla, discpulo mediato del clebre Abenhzam, cuyas obras completas estudi bajo la direccin de aqul. A esta enseanza se debi el criterio dahir o literalista que en derecho profes Abenarabi.

    De otros maestros de Abenarabi en estas materias literarias y teolgi-cas, ajenas a su posterior profesin ascticomstca, da l mismo noticias' incidentales en su Fotuhat. Sirva, de ejemplo (I, 514); "Esta opinin sos-tena nuestro maestro Abuabdal Benals en Sevilla, donde se la o tex-tualmente, ms de una vez."

    (2) Fotuhat, IV, 700.

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    tonces-, a pesar de que en la mano llevaba mi lanza y de que el caballo se meti entre ellos, de modo que el hierro de mi lanza pasaba ro-zando en las jibas de los onagros, todos ellos siguieron paciendo tran-quilos, sin que ni uno solo levantase la cabeza, hasta que acab de atravesar el rebao. Alcanzronme entonces mis criados, y slo enton-ces, es decir, delante de ellos echaron a correr los onagros huyendo. Hasta que no entr en este camino, quiero decir, el camino de Dios, no conoc la causa de aquel hecho. Entonces, reflexionando sobre lo que es el trato social, comprend que la causa de aquel extrao fenmeno de los onagros fu esta, a saber: que la confianza que en mi alma sent hacia ellos se comunic tambin a sus almas respecto de m."

    L a nobleza de su estirpe y sus personales apt i tudes l i tera-rias g ran je ron le bien p ron to el cargo d:e secretario del Gobier-no d e Sevilla. Los Beni A b d n de Buga , familia dist inguida, diron'le en mat r imonio a su hi ja Mar i am , piadosa y santa mu-jer ( i ) .

    "De este grado mstico no he visto ni a una sola persona. nicamen-te me cont mi esposa Mariam, hija de Mohmed b. Abdn? que ella vio a una de estas personas, cuya descripcin irte hizo y por su des-cripcin infer que estaba dotada de esa facultad intuitiva; sin em-bargo, en su descripcin cit ciertas cualidades que demostraban no po-seer dicho grado sino imperfecta y dbilmente. "

    "Refirime mi santa esposa. Mariam, hija de Mohmed b. Abdn b. Abderrahman de Buga, lo siguiente: "Vi en mi sueo a una persona que en mis visiones extticas me visitaba y que jams vi en el mundo de los sentidos. Esa persona me dijo; "Quieres seguir el camino de la perfeccin?" Yo le respond. '"Efectivamente, deseo seguir ese cami-no; pero no s romo." El me dijo entonces: "Por medio de estas cince cualidades: la absoluta confianza en la voluntad de Dios; la fe viva; la paciencia; el propsito firme; la sinceridad." Cuando mi esposa tne explic esta visin, le dije: "Ese es el mtodo de los sufres (2)."

    L o s ejemplos y exhortaciones de su esposa comenzar an qui-z a de terminar /en Abena rab i un cambio de vida, p r epa rado ya por las splicas de su devota madre . U n a grave enfermedad debi tambin contr ibuir a e l lo : duran te sta, sufri accesos fe-briles acompaados de mons t ruosas visiones del infierno, de las cuales se vio l ibre p o r la oracin de su pad re que velaba su sue-o (3).

    "Estuve enfermo y en mi enfermedad llegu a perder el sentido de tal modo, que me daban ya por muerto. Vi entonces un grupo de gentes

    (i) Fotuhat, I I I , 311, (2) Ibidem, 1, 363, (3) Fotuhat, IV, 648.

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    de horroroso aspecto que queran hacerme dao; pero vi tambin a una persona hermosa que exhalaba un aroma muy agradable que con fuer-za rechazaba el ataque de los otros, hasta que logr dominarlos. D-jele yo entonces: "Quin eres t?" "Yo soy me respondi la azora Y as [el captulo 36 del Alcorn, que se reza por los agonizantes] que te defiende." Despert de mi letargo y me encontr con que mi padre estaba llorando a mi cabecera y acababa de rezar aquella azora."

    M s adelante la m u e r t e de ste acabara po r resolver la crisis de su espri tu convr t indole hacia Dios definitivamente. Aben -arabi refiere minuciosamente en su Potuhat los prodigios que la a c o m p a a r o n : quince das antes de ocur r i r , su mismo p a d r e p ro -fetiz el da de la semana y mes en quis morir a , y, l legada esta fecha, en t r en la agona, cubrindose su cuerpo de u n blanco

    resp landor que a lumbraba toda la estancia. Abenarab i , conmovi-do ante aquel mi lagro , despidise de su padre y sali de su casa p a r a e spera r en la mezqui ta la not ic ia de su fal lecimiento (1).

    [Hablando aqu Abenarabi del grado mstico de los hlitos o soplos, dice que los que mueren en este grado quedan en un estado tal, que se duda si estn muertos o vivos. Para confirmarlo, narra as la muerte de su padre] : "As lo he visto realmente en mi padre, pues lo enterra-mos en la duda entre el aspecto de su rostro, que era el de uno que vive, y entre el hecho cierto de que sus venas estaban sin pulso y su res-piracin haba desaparecido, seales seguras de la muerte. Quince das antes de morir, me haba asegurado que se mora y que su muerte acae-cera en mircoles, como efectivamente sucedi. Al llegar ese da, aun-que estaba gravemente enfermo, sentse sin apoyo de nadie y me dijo: "Hijo mo! Hoy es la marcha, hoy es el encuentro con Dios!" Yo le dije: "Dios ha escrito que sers salvo en este tu viaje y bendice ya tu encuentro." Estas palabras mas le llenaron de gozo y aadi: "Dios te recompensar, hijo mo, con la felicidad despus de mi muerte, por-que cuanto te acabo de or, yo no lo entenda mientras lo estabas di-ciendo y hasta quiz lo hubiera contradicho; pero ahora doy testimonio de que es as como lo dijiste."

    "Y de improviso apareci sobre su frente un blanco resplandor que contrastaba con el color de su cuerpo, aunque sin afearle; aquel bri-llo produca una luz que centelleaba. Mi padre se dio cuenta de esto. Luego, aquel brillo se fu extendiendo por su rostro y poco a poco lle-g a invadir todo su cuerpo. Tmele la mano y me desped de l, aban-donando el aposento despus de decirle: "Me voy a la mezquita hasta que vengan a anunciarme que has muerto." El exclam entonces. "Vete y que no entre aqu nadie". Mand luego venir a todos los de casa y a sus hijas, y a la hora del medio da vinieron a notificarme su muerte. Volv a casa y lo encontr como antes dije: en un estado que haca du-dar si estaba vivo o muerto. As lo enterramos."

    (1) Fouhat, I. 289.

  • T u . * N-\l.\BI,

  • EL MSTICO MURCIANO ABENARABI 0 5

    4. Conversin e iniciacin suf. Ignoramos la poca precisa en que esta conversin de Aben-

    arabi tuvo lugar, pero es seguro que debi acaecer antes del ao 580 (1184 de J. C ) . Efectivamente, en esta fecha, segn confesin propia, haba entrado ya en la vida mstica haciendo profesin de suf, a los veinte aos de edad (i).

    "Yo alcanc este grado mstico al entrar en el camino de la perfeccin, el ao 580."

    Parece por otra parte seguro que su conversin acaeci ois bien algunos aos antes cte morir su padre, pues era todava un jovenzuelo imberbe, cuando ya la fama de su precoz iniciacin en los misterios dle la vida mstica llegaba a odos del clebre filsofo Averroes, que, lleno de curiosidad, solicitaba del padre de Aben-arab una entrevista con ste a fin de estudiar en vivo aquel caso de psicologa, anormal y para l inexplicable. El mismo Abena-rab nos ha conservado en su Fotuhat la pormenorizada des-cripcin de aquella entrevista y de sus posteriores relaciones con Averroes (2).

    "Cierto da, en Crdoba, entr a casa de Abulualid Averroes, cad de a ciudad, que haba mostrado deseos de conocerme personalmente, por-que le haba maravilla-do mucho lo que haba odo decir de m, esto es, las noticias que le haban llegado de las revelaciones que Dios me haba co-municado en m retiro espiritual; por eso, mi padre, que era uno de sus ntimos amigos, me envi a su casa con el pretexto de cierto encargo, slo para dar as ocasin a que Averroes pudiese conversar conmigo. Era yo a la sazn un muchacho imberbe. As que hube entrado, levant-se del lugar en que estaba y. dirigindose hacia m con grandes mues-tras de cario y consideracin, me abraz y me dijo: "S." Yo le res-pond : " S." Esta respuesta aument su alegra, al ver que yo le haba comprendido; pero dndome yo, a seguida, cuenta de la causa de su alegra, aad. "Xo." Entonces Averroes se entristeci, demudse su color, y comenzando a dudar de la verdad de su propia doctrina, m pregunt: "'; Cmo, pues, encontris vosotros resuelto el problema me-diante la iluminacin y la inspiracin divina? Es acaso lo mismo que a nosotros nos ensea el razonamiento?" Yo le respond: "S y no. En-tre el s y el no, salen volando de sus materias los espritus y de sus cuer-pos las cervices." Palideci Averroes, sobrecogido de terror, y sentndose

    (1) Fotuhat, II, 559. (2) Fotuhat. I, JQQ.

    8

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    comenz a dar muestras de estupor, como si hubiese penetrado el sen-tido de mis alusiones."

    "Ms tarde, despus de esta entrevista que tuvo conmigo, solicit de mi padre que le expusiera ste si la opinin que l haba formado de m coincida con la de mi padre o si era diferente. Porque como Ave-rroes era un sabio filsofo, consagrado a la reflexin, al estudio y a !a investigacin racional, no poda menos de dar gracias a Dios que le per-mita vivir en un tiempo en e cual poda ver con sus propios ojos a un hombre que haba entrado ignorante en el retiro espiritual para salir de como haba salido, sin el auxilio de enseanza alguna, sin estudio, sin lectura, sin aprendizaje de ninguna especie. Por eso exclam: "Es este un'estado psicolgico cuya realidad nosotros hemos sostenido con prue-bas racionales, pero sin que jams hubisemos conocido persona alguna que lo experimentase, Loado sea Dios que nos hizo vivir en un tiem-po en el cual existe una de esas personas dotadas d'e tal estado mstico, capaces de abrir las cerraduras de sus puertas, y que adems me otor-g la gracia especial de verla con mis propios ojos!"

    "Quise despus volver a reunirme con l [es decir, con Averroes] y por la misericordia de Dios se me apareci en el xtasis, bajo una forma tal, que entre su persona y la ma mediaba un velo sutil, a tra-vs del cua'l yo lo vea, sin que l me viese ni se diera cuenta del lu-gar que yo ocupaba, abstrado como estaba l, pensando en s mismo. Entonces dije: "En verdad que no puede ser conducido hasta e'l grado en que nosotros estamos."

    "Y ya no volv a reunirme con l hasta que muri. Ocurri esto el ao 595 en la ciudad de Marruecos y fu trasladado a Crdoba, donde est su sepulcro. Cuando fu colocado sobre una bestia de carga el atad que encerraba su cuerpo, pusironse sus obras en el costado opues-to para que le sirvieran de contrapeso. Estaba yo all parado, en com-paa del alfaqu y literato Abulhasan Mohmed Benchobair, secreta-ro de Sidi Abusad [uno de los prncipes almohades] y de mi discpulo Abulhquem Ornar Benazarrach, el copista. Volvindose ste hacia nos-otros, dijo: "No os fijis acaso en lo que le sirve de contrapeso al maes-tro Averroes en su vehculo ? A un lado va el maestro y al otro van sus obras, es decir, los libras que compuso," A lo cual replic Benchobair: " No lo he de ver, hijo mo! Claro que s! Bendita sea tu lengua!" Entonces yo tom nota de aquella frase de Abulhquem, para que me sirviera de tema de meditacin y a guisa de recordatorio (ya no quedo ms que yo de aquel grupo de amigos Dios los haya perdonado!) y dije para mis adentros:

    "A un lado va el maestro, y al otro van sus libros. Mas dime: sus anhelos vironse al fin cumplidos ?"

    Seis anos despus , en 586 (1190 de J . C ) , u n famoso suft, l l amado M u s a el Baidaran , que gozaba del don mstico de bilo-cacin, hace ya un viaje exprojesso a Sevilla pa ra en t ra r en rela-ciones con Abenarab i y aprovecharse de sus ensefhrizas, a pesar

  • EL MSTICO MURCIANO ABENARABI 107

    de que nuestro mstico no haba pasado an de los veintisis aos ( i ) .

    "Nosotros vimos en Sevilla, el ao 586 a Musa el Baiclaran, que perteneca al grado de los abdales, el cual vino a visitarnos de prop-sito. "

    5. Maestros de espritu.

    Esto hace suponer que, una vez convertido, entregarase con empeo al estudio de los libros su fes y, sobre todo, al trato con los maestros de espritu. Innumerable es la serie de stos que Abenarabi confiesa haber utilizado para su iniciacin en la vida suf, durante su permanencia en Sevilla. Musa b. Imrn de aler-tla, en su casa de la mezquita Arradi, ensebale a recibir las inspiraciones divinas (2).

    "Omos a nuestro maestro Abuimrn Musa b. Imrn de Mrtola, en su casa, en la mezquita Arradi. en Sevilla, que le deca a Abulcsem Benafir (el cual se negaba a dar crdito a los fenmenos que los su-fes tienen por ciertos): "; No hagas eso, Abulcsem, pues si lo haces,, incurrirs en dos faltas!... etc.

    "De este grado mstico era mi maestro Abuimrn Musa b. Imrn el de Mrtola (3)."

    "Uno de ellos encontr en Sevilla, que era de los ms grandes ms-ticos que he encontrado y que se llamaba Musa b. Imrn, el prncipe de sn siglo (4)." [En este pasaje habla Abenarabi de los tres msticos cuya virtud preternatural consiste en comunicar a los dems las inspiracio-nes divinas en cada poca. Del mismo maestro vuelve a hablar otras veces] (5).

    A comunicarse con los espritus de los mulertos aprendi de un famoso taumaturgo, Abulhachach Ysuf, natural de Subrbol (al oriente de Sevilla), que posea la virtud de andar sobre las aguas (6).

    "De ellos tambin [de los ctobs o quicios de la jerarqua esotrica] fu Abulhachach Ysuf el de Subrbol [Nj.j ..*..], alquera al oriente de Sevilla, el cual era de los que andan sobre el agua y tienen trato familiar con los espritus (7)."

    (1) FotuhatJ II. 9. (2) Fotuhat, II. 8. (3) Ibidem, II, 107. (4) Ibidem. II, 17. (5) Fottihat, II. 234 y 266. () Fotuhat, I, 268. (7) Segn Abenalabar (Tecmila. b. 2083) muri este mstico el ao

    587, o sea cuando Abenarabi tena veintisiete aos de edad.

  • I C S BOLUTN DE LA REAL ACADEMIA DE LA H I S T O R I A

    "De esta clase de msticos encontr muchos entre mis maestros. De ellos fu Abulhachach el de Subrbo, que viva en Sevilla, el cual lea asiduamente el Alcorn, siempre que estaba solo ( i) ."

    Simultneamente frecuentaba Abenarabi las conferencias de otros maestros, como Ysuf el Cum, de cuya ciencia esotrica hace grandes elogios (2).

    "Deca nuestro maestro Abuyacub Ysuf b. jaf el Cum: "Entre nosotros y Dios, que es la Verdad que buscamos, lzase una empinada cuesta. A los pies de esta cuesta estamos, por razn de nuestra natura-leza fsica o corprea, y desde su parte inferior ascendemos sin cesar por la cuesta hasta que llegamos a su cumbre. Una vez que la domi-namos y atalayamos desde la cima lo que a la espalda qued, ya no vol-vemos atrs, porque tal retorno es imposible."

    "Ale cont (3) Ysuf b, Jaf el Cum (uno de los ms grandes maestros que encontr en este camino del sufismo) el ao 586.,.;' (4).

    Dos maestros, especializados en la prctica del examen parti-cular y cotidiano de la conciencia, inicironle en este ejercicio cristiano de perfeccin espiritual: Abuabdala b. Amoch.bkl y Abuabdala b. Caisum, sevillanos ambos. Abenarabi anadi por propia iniciativa el examen de JOS pensamientos al de las obras y palabras, a que se reduca el mtodo de sus maestros (5).

    "'Entienden algunos maestros de espritu que las obras de devocin no deben buscarse por s mismas, sino tan slo por la intencin con que se hacen. La intencin en las obras es como el sentido en las palabras : la palabra, en efecto, no tiene valor en s misma, sino por la idea que encierra. Mira, pues, oh, hermano mo ! cuan delicada y sutil es la pe-netracin de esta categora de msticos. Este ejercicio espiritual es lo que entre ios sufes se denomina examen de conciencia, al cual se re-fera el Profeta cuando elijo: "Pedid cuenta vosotros a vuestras pro-pias almas, antes de que se os la pida." De estos maestros yo encontr a dos, que fueron Abuabdala b. Almochhid y Abuabdala b. Caisum, en Sevilla (), cuyo mtodo de Anda espiritual se caracterizaba por dicho ejercicio. Eran ambos los ctobs o ejes de cuantos msticos viven vida de intencin. Yo entr tambin en el camino que conduce a esta mora-

    (1) Cfr. Fotuhat, IV, 648. (2) Fotuhat, I, 327. (3) Fotuhat, II, 902. (4) El relato es una fabulosa ancdota en la cual una serpiente ha-

    bla ele parte de Dios a un suf para darle noticias del famoso maestro Abumedn de Buga (que tambin lo fu de Abenarabi) y de las per-secuciones de que fu vctima,

    (5) Fotuhat, I, 275. (6) Cfr. Teaniictj b. 779 y 899. El primero muri el 574 (1178 de

    J. C.); el segundo, en o6 (1209 de J. C).

  • EL MSTICO MURCIANO ABENARABI 1 0 9

    da, imitando a ambos maestras y a sus discpulos y tomando como ellos por norma el precepto del Profeta, que tan digno es de ser imitado, cuando deca: "Pedid cuenta a vuestras almas, antes de que se os pida." Nuestros dos maestros dichos tomaban cuenta a sus propias almas de cuanto durante el da pudieran hablar y obrar y eso lo consignaban por escrito en un cuaderno; y al llegar la noche, despus de hacer la ora-cin, encerrados ya y a solas en su cuarto, examinaban sus conciencias sacando otra vez el cuaderno: miraban cuanto en aquel da haban he-cho de palabra y obra y lo comparaban con lo que deban haber hecho; si de este cotejo resultaba que deban simplemente pedir perdn a Dios por ,sus faltas, lo hacan; si estas faltas reclamaban por su gravedad una penitencia, se la imponan; si, por el contrario, resultaba que de su conducta deban dar gracias a Dios, se las daban. Y as seguan su exa-men de conciencia, hasta analizar todo cuanto haban hecho en aquel. da. Despus de esto se echaban a dormir. Nosotros aadimos a este mtodo de nuestros maestros el consignar tambin por escrito los pen-samientos, es decir, que anotbamos todas cuantas ideas y propsitos no,3 venan a las mientes, adems de las palabras y las obras. As es que yo examinaba mi conciencia como ellos y a las mismas horas, sacando el cuaderno y pidiendo cuenta a mi alma de todo cuanto en el da se le haba ocurrido de pensamientos y deseas, adems de las palabras y obras realizadas con les sentidos externos, y tambin la intencin con la que estas obras externas haban sido hechas."

    Ejemplos heroicos de castidad, proverbiales entre los asce-tas sevillanos, debieron contribuir tambin a formar su espritu desde los aos juveniles en la mortificacin de los apetitos. Es entre todos ellos digno de notarse el del sevillano Abdala e Almogauir, mulo, en esta materia, de Orgenes (i).

    "Fu Abdal el Mogauiri un grande santo, natural de Niebla, de los distritos de Sevilla, al .occidente de Alandalus. Se le conoca [en oriente] por el sobrenombre de "El Andalus". La causa de su conver-sin a Dios fu sta: cuando los almohades entraron en Niebla, una mujer de la ciudad se puso en sus manos dcindole : "Llvame a Se-villa y lbrame de las manos de esta g-ente!" Tomla, pues, sobre sus hombros y sali con ella de la ciudad. Mas tan pronto como se vieron solos en e camino, l que era hombre de pasiones violentas y deprava-das, y ella, por otra parte, mujer de belleza no comn, el instinto sexual le incit a cohabitar all con ella. Pero refrenndose dijo para s: " Oh alma ma! Ella se ha puesto con toda confianza en tus manos! : No quiero cometer tamaa deslealtad ! Sera una perfidia para con su marido o su dueo!" Rehusaba, sin embargo, su concupiscencia inci-tndole a pecar. Y cuando ya la fuerza de la tentacin hzole temer por su alma, lapid-em accepit atque super illum penem suim, qui quidem erectus eral, imponens, alium accepit lapidem, atque penem inter dos contudit lapides confregitque, clamans: " El fuego antes que el opro-

    (1.) fotnhat, IV, 675.

  • i IO BOLETN DE LA REAL ACADEMIA DE LA H I S T O R I A

    bio. alma ma! " Y desde aquel punto vino a ser el santo sin igual de su poca, pues sali de su tierra en seguida para hacer la peregrinacin a la Meca y luego se estableci en Alejandra, hasta que muri. Aunque fu contemporneo mo, no lo trat personalmente; pero Abulhasn el Sevillano me refiri ios consejos ascticos que Abdal e Mogauir le daba..."

    6. Vida de aislamiento.

    P e r o m u y p ron to abandon a todos los maes t res pa ra aislarse del m u n d o re t i rndose a los cementerios, donde pasaba los das enteros en comunicacin nt ima con las a lmas de los d i fun to s : geniado en el suelo, rodeado de tumbas , permaneca largas horas como extt ico, manten iendo en voz baja conversaciones mis ter io-sas con in te r locu tores invisibles ( i ) .

    'A o me apart del mundo para vivir aislado en los cementerios durante algn tiempo. Llegme entonces la noticia de que mi maestro Ysuf b. Jalaf el Cura deca que fulano (refirindose a m) haba aban-donado el trato de los vivos para irse a tratar con los muertos. Yo en-tonces le envi un recado dicindoe: " Si vinieses a verme, veras con quin trato." Hizo la oracin de media maana y se vino a donde yo estaba, pero solo, sin que nadie le acompaara. Fu preguntando por m, hasta que me encontr, en medio de las tumbas del cementerio, sentado, con la cabeza baja y conversando con uno de los espritus que se me haban presentado. Sentse a mi vera, poquito a poco y con mu-cho respeto. Le mir y vi que su color se haba demudado y que su alma senta tales angustias, que ni siquiera poda levantar la cabeza, abrumado como estaba por la postracin. Yo entre tanto mirbale son-rindome, pero sin lograr hacerle sonrer, de lo muy triste que estaba. As que hube yo acabado mi misteriosa pltica, fu poco a poco dismi-nuyendo la preocupacin del maestro, hasta que al fin se tranquiliz y, volviendo hacia m su rostro, besme en la frente. Entonces le dije: "' Quin es el que trata con los muertos, yo o t ?" El me respondi: "Xo, por Al! Xo eres t ; antes bien, yo soy el que trata con los muertos! ; Por Al, que si la escena se hubiese prolongado algo ms, de seguro que me ahogo de emocin!" Marchse despus y me dej all solo. Desde entonces deca a cada paso: "El que quiera, aislarse del mundo, que se aisle como fulano !"

    Su fe en los fenmenos sobrenaturales de la vida mstica base as fortaleciendo, a medida que los experimentaba en s mismo y en los dems. El mismo ao 586(1190 de J. C.) presen-cia un milagro de i.iieo.mbus.tin, realizado por un suf para con-

    (r) Fotuhat, III , S&-59.

  • EL MSTICO MURCIANO ABENAKABI I I I

    vencer a u n per ipat t ico que negaba la posibilidad de todos ellos ( i ) .

    [Al hablar aqu Abenarabi de la diferencia entre el milagro propia-mente dicho y el cansina, dice que aqul sirve para provecho espiritual del prjimo, mientras ste es til tan slo para el que lo posee. Y en confirmacin aade] : "As nos ocurri a nosotros en una reunin, el ao 586, a la que asista cierto individuo, filsofo, que negaba la mi-sin divina de los profetas, en el sentido en que los musulmanes la afirman, y negaba asimismo la realidad de los milagros de los profe-tas, en cuanto fenmenos que rompan el curso normal de la natu-raleza, porque, segn l pretenda, las esencias de las cosas son inal-terables. Era un da de invierno,, de mucho fro, y tenamos delante un gran brasero encendido. El incrdulo aquel estaba diciendo que el vulgo afirma que Abraham fu lanzado al fuego y no se quem; pero como el fuego es por su naturaleza comburente de los cuerpos suscep-tibles de ser quemados, afirmaba que el fuego aquel del que se habla en el Alcorn en la historia de Abraham, significa nicamente la clera de .Nemrod, la ardiente ira que contra Abraham senta; y aada que al decir el texto que el fuego no le quem, slo se quiere significar que la ira del tirano Nemrod contra Abraham no le hizo a ste mella nin-guna... Cuando aqul incrdulo acab su razonamiento, uno de los que estaban presentes, que era un mstico de este grado de perfeccin es-piritual, dotado de virtudes preternaturales, le dijo: "Y si yo te hi-ciera ver que Dios dijo literalmente verdad en lo que dijo de aquel fue-go, o sea, que no quem a Abraham, sino que lo convirti realmente en una cosa fra e inocua para l? Yo voy a hacer contigo mismo en este lugar lo que Dios hizo con Abraham, es decir, voy a preservarte de los efectos del fuego, pero sin que este milagro sea una gracia o carisma de Dios en honor mo!" El incrdulo respondi: "Eso no ser!" Entonces el suf le dijo: "Este fuego es o no verdadero fue-go comburente?" Respondi el incrdulo: "Efectivamente lo es." D-jole entonces el suf: "Mralo por ti mismo!" Y diciendo esto, le ech sobre el regazo de su tnica las brasas que haba en el brasero y duran-te un rato estuvo el incrdulo aquel dndoles vueltas con la mano y maravillndose al ver que no le quemaban. El suf entonces volvi a echar las brasas ai brasero y le djo: "Acerca ahora tu mano a las brasas." Y al aproximar la mano al brasero, se la quem. Djole en-tonces el suf: "Eso es lo que le he mandado ahora al fuego: que que-me. Porque el fuego no hace ms que obedecer: quema si se lo man-dan y deja de quemar as mismo, porque Dios hace lo que quiere." Y el incrdulo aquel se convirti al islam y reconoci su error,"

    Una noche, velen sueos cmo el Profeta endereza una pal-mera que obstrua el trnsito por una de las ms concurridas ca-lles de Sevilla, y al da siguiente ve confirmado su sueo en medio

  • 112 BOLETN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

    [El gegrafo Cazuin, contemporneo de Abenarabi, nos ha conser-vado esta noticia autobiogrfica. Dice as, al describir la ciudad de Se-villa, en su Kosmographie (edc. Wsteneld; Gttingen, 1848; II, 334)] : "De esta ciudad era e eximio maestro de espritu Mohmed Aben-arabi, conocido por el sobrenombre de Mohidn. Yo lo vi en Damas-co el ao 630 [ = 1232] y era un maestro excelente, literato, filsofo, poeta, mstico intuitivo y asceta, que por entonces tena raptos que le sobrevenan de improviso. O que estaba escribiendo unos cuadernos en que haba cosas admirables, y tambin o que tena escrito ya un libro acerca de las propiedades o virtudes esotricas de los versculos del Al-corn que se emplean como exorcismos. De entre las maravillosas anc-dotas que de l se cuentan, es la siguiente, referida por l mismo, a saber: que haba en una de las calles de la ciudad de Sevilla una palme-ra, la cual se haba ido inclinando tanto hacia el medio de la calle, que obstrua ya el paso de los transentes y por eso comenz la gente a ha-blar de la necesidad de cortarla, hasta que decidieron hacerlo as al da siguiente. Dice Abenarabi: "Yo vi aquella noche en el sueo al Profe-ta junto a la palmera que se le quejaba y le deca: Oh, Profeta de Dios! Las gentes quieren cortarme porque les estorbo el paso!" Y e Profeta la acarici con su mano bendita y se enderez. Al amanecer del da siguiente, me fui a ver la palmera y la encontr enderezada; re-fer entonces a la gente mi sueo y se maravillaron tanto, que tomaren ya a la palmera como lugar de bendicin, que era muy visitado."

    7. Primera aparicin del Jdir.

    Las relaciones con su maestro Anulabas el Oryan fueron, sin duda, las que ms honda huella dejaron en su espritu, pues fueron las primeras y las ms constantes. Natural de Olya (Soule, cerca de Sirves, Portugal), este maestro suf es-taba consagrado en Sevilla a la preparacin de los jvenes que se sentan llamados por Dios a la vida religiosa. Su escuela asctico-mstica vease frecuentada por algunos que, como .Aben-arabi, queran aprovechar de sus enseanzas. Estas tenan por fin principal la abnegacin de la voluntad en obsequio de Dios, rompiendo los lazos de la familia carnal para sustituirlos por los de la familia suf. Aquella pequea comunidad tena por padre al maestro, cuya autoridad era omnmoda, y por hermanos a los condiscpulos.

    [Son varios los pasajes del Fotuhat en que Abenarabi habla con en-comio de este su primer director espiritual (1). En casi todos ellos pon-dera sus dotes o insina de paso algunos de los temas caractersti-cos de su doctrina asctico-mstica, v. gr., limosna, pecado original, abnegacin, intercesin, etc. Los datos biogrficos ms interesantes

    (1) Fotuhai, I. 241, 318, 722; II, X14, 234, 26; III, 442, 696, 705.

  • EL MSTICO MURCIAXO ABEJAHABI I I J

    para identificar su personalidad son los de Fokuhat, III, 696 y 705j : "Estaba yo sentado cierto da en Sevilla ante nuestro maestro de espritu Abulabs el Oryan (que era de Olya, en el occidente de Aian-dalus) y entr a verle un hombre, con el cual comenz a tratar acer-ca del beneficio y la limosna."" Haca mucho hincapi en esta doc-trina [de la abnegacin] nuestro maestro Abulabs el Oryan que era de Olya en el Algarbe de Alandalus (1). Fu ste el primer director espiritual a quien serv y de cuyas luces me aprovech."

    [E pasaje ms caracterstico para conocer la diferencia esencial en-tre el mtodo espiritual de Abulabs y el de Musa b. Imrn de Mr-tola, es el siguiente (2)] :

    "Entr a casa de mi maestro Abulabs el Oryan en ocasin en que mi alma se senta hondamente turbada ante el espectculo de la.s gentes, y. quienes vea rebeldes y empeadas en contradecir la ley de Dios, Mi maestro me dijo: "Querido mo, preocpate de Dios!' ' Sal de su casa y entr a la de mi otro maestro.. Abuimrn de Mrtola. el cual, al co-nocer mi estado de nimo, me dijo: "Preocpate de ti mismo!" En-tonces exclam: "Oh seor mo! Perplejo me quedo entre vosotros" dos: Abulabs me dice: "Preocpate de Dios!", y t me dices: "Pre-ocpate de ti mismo", siendo as que ambos sois dos maestros que me dirigs por el camino de !a verdad!" Echse a llorar Abuimrn y me dijo-: " Ah, querido mo! Lo que te indica Abulabs es la verdad y a ello hay que volver. Lo que sucede es que cada uno de nosotros te indica lo que su propio estado mstico le exige. Yo espe-ro, sin embargo, que Dios querr hacerme alcanzar el grado de per-feccin a que Abulabs ha aludido. Escucha, pues, su consejo, pues es el ms conveniente para m y para ti." ; Ah, y qu hermosa es [dice Abenarabi] la ecuanimidad de los sufes! Volv entonces a casa de Abulabs y le refer lo que me haba dicho Abuimrn. Di jome Abu-labs : "Pa dicho bien Abuimrn, porque l te indic cul es e! cami-no de la perfeccin, mientras que yo te indiqu cul es el compaero de viaje. Obra, pues, t conforme a lo que l te dijo y conforme a lo que yo te dije; es decir, junta en una ambas preocupaciones: la del ca-mino y la del compaero: porque todo el que no va por el camino de la perfeccin acompaado de Dios, que es la Verdad, no puede tener cer-teza de su salvacin."

    El temperamento indmito de Abenarabi se someta dif-cilmente a esta disciplina; pero un prodigio estupendo acab por dulcificar su carcter: un da, tras una polmica en que Abenarabi contradijo abiertamente a su maestro, sali de la escuela para dirigirse a su casa, y al pasar por el mercado de los granos tropezse con una persona para l desconocida que, dirigindole la palabra y llamndole por su nombre, le dijo:

    (1) Para la identificacin de Olya (J=LA1*J) con So-ule, cerca de Sil-ves en el Algarbe de Portugal, cfr. Abensaid, ms. ar. 80 de la Ac. de la Hist., fol. 199 v., 213 v.; Marrekoshi (edic. Dozy), 272.

    (2) Fotuhat, Ui 234,

  • 1 1 4 BOLE'i AT DE LA REAL ACADEMIA D E LA H I S T O R I A

    " ; l l ohmec l . acepta de tu maes t ro la so luc in ! " Volv i A b e n -arabi sobre sus pasos y ent rando ele nuevo a la escuela, dispuesto a ped i r pe rdn a su maes t ro , vio lleno de es tupor que ste, sin dejarle p ronunc ia r una palabra , e x c l a m : " M o h m e d ! , se r preciso , p a r a que te sometas a m , que en todos los casos venga a recomendar te esta sumisin el J d i r en p e r s o n a ? " ( i ) .

    "Es el Jdir el compaero de Moiss [cfr. Alcorn, XVIII , 62 sig.] a quien Dios prolong la vida hasta ahora (contra lo que afirman los telogos exotricos que interpretan en sentido alegrico las tradiciones autnticas de Mahoma) y yo h he visto varas veces. Con l nos ocu-rri un suceso maravilloso, y fu que nuestro maestro Abulabs el Oryan discuta en cierta ocasin conmigo acerca de quin era una persona a la cua el Profeta haba regocijado con su aparicin: l me dijo; "Es fulano, hijo de fulano" y me nombr a un individuo a quien yo conoca de nombre, pero no de vista, aunque s conoca personalmente a un primo suyo. Yo me qued vacilando y sin decidirme a aceptar lo que el maestro me aseguraba de aquel individuo, porque yo crea tener motivos bastantes praa saber a qu atenerme respecto del asunto. Indu-dablemente, mi maestro se sinti defraudado por m actitud y se moles-t, pero interiormente, pues yo entonces no me di cuenta de ello, porque esto ocurra en los principios ce mi vida religiosa. Me march, pues, a mi casa, y cuando iba andando por la calle, top con una persona, a la cua no conoca, que se adelant a saludarme con el afecto de un amigo carioso, dicndome: "Oh Mohmed! Da crdito a lo que te ha dicho el maestro Abulabs acerca de Fulano", y me nombr a aquella misma persona mencionada por Abulabs el Oryan. Yo le contest: "As lo har." Entendiendo, pues, lo que me haba querido decir, regres inme-diatamente a casa del maestro para contarle lo que me acababa de ocu* rrir. Mas as que hube entrado, exclam "Oh Abuabdal!, pero es que voy a necesitar que el Jdir se te presente y te diga: ' ' Da crdito a fulano en lo que te ha dicho!" siempre que tu espritu vacile en aceptar la solucin que a un problema cualquiera te proponga? De dnde te vienen esas dudas acerca de toda cuestin que me oyes resolver?" Yo entonces le dije: "En verdad que la puerta del arrepentimiento est abierta!" Y l me respondi: "Y de esperar es que Dios te lo acep-t e ! " Entend entonces que aquel hombre era el Jdir, e indudablemen-te lo era, pues le pregunt al maestro: "Era l en efecto?" Y me res-pondi: Efectivamente era el Jdir.

    El Jdir (2) tiene por nombre Beli b. Malean b. Flig b. Abir b. Xlij b, Arfajxad b. Sem b. Nuh [Xo]. Estaba en un ejrcito cuyo jefe le envi a buscar agua que haca mucha fa-ta a los soldados. El top con la fuente de la 'rda, de la cual bebi y por ello ha seguido vi-viendo hasta ahora. Xadie de los que de esa agua haban bebido fu distinguido por Dios con la gracia que a l le otorg."

    (1) Fotuhat, l, 241, (2) Fotuhat, III, 442.

  • EL MSTICO MURCIANO ABENAKABI 1 1 5

    '"Yo me lo encontr en Sevilla y me ense a someterme a los maes-tros de espritu y a no contradecirles : Haba yo contradicho aquel da so-bre cierta cuestin a un maestro mo, y sal de su casa y me encontr con l Jdir en el Mercado de los granos. Di jome: "-Acepta lo que te dice si maestro!" Regres inmediatamente a casa del maestro, y, tan pronto como entr a su habitacin,, exclam antes de que yo le dirigiese la pala-bra: "Oh, Mohmed !, pero es que voy a necesitar, para cada cuestin en que me contradigas, que el Jdir te recomiende la sumisin a los maes-tros?" Yo le dije: "Oh, seor!, pero era el Jdir ese que me la ha recomendado.?" Respondi: "S ." Dije yo: "Loado sea Dios que me ha enseado esta til verdad!" Si.11 embargo, la cosa no era sino como yo la haba dicho. Por eso, pasado algn tiempo, entr a casa del maes-tro y lo vi que volva a tratar de aquella misma cuestin, pero, resol-vindola conforme a mi opinin. Di jome entonces: "Yo estaba en un error y en cambio fuiste t el que acertaste." Yo le respond: "Oh, se-or mo ! Ahora comprendo por qu el Jdir me recomend nicamente la sumisin, pero sin que me diese a conocer que t eras el que habas acertado en ia solucin del problema..."

    Desde aquel da, Abenarabi fu sumiso a su maestro, y pro-fes adems una devocin especial al Jdir, ese personaje mtico en quien el esoterismo musulmn ha encarnado las tradiciones ra-hnco-cristianas relativas a Elias y a San Jorge, fundidas con la leyenda del judo, errante (1).

    8. Vida en comn.

    Su noviciado suf bajo la direccin de todos los maestros mencionados se complet mediante la convivencia continua con una plyade de hermanos en religin que pululaban por las ca-lles y los alrededores de Sevilla. En la mezquita de Azobaidt pasaba muchos das acompaando al taumaturgo Abuyahya el Sinhach, eJ ciego, que le enseaba a sufrir pacientemente las per-secuciones del vulgo y aun exponerse de intento a ellas, ocul-tando la santidad bajo una aparente licencia en las costumbres (2).

    "Msticos de este grupo encontr muchos en Sevilla, de las tierras de Aandalus. De ellos era Abuyahya el de la tribu de Sinhacha, el ci-

    (1) Cfr. Asn. Escatologa, 272, nota 1, Para la leyenda del Judo errante, vase A. M. Killen "L'volution de la lgende du juif rrant" apud Revue de itt. comp, (enero-marzo, 1925). En este estudio se exa-minan los precedentes de la leyenda en todas las literaturas, excepto en la islmica.

    (2) Fotuhat, T, 26S. ' ;

  • Il6 BOLETN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

    go, que habitaba en la mezquita de Azobaid. Lo acompa hasta st: muerte. Fu sepultado en un monte elevado y muy azotado por el vien-to, sito en el Aljarafe de Sevilla. A todo el mundo le era petrosa la ascensin a ese monte por lo largo de la cuesta y lo fuerte del viento: pero Dios calm el aire de tal modo, que ya no sopl desde el momento en que depositamos su cadver en aquel monte y la gente comenz a cavar su sepultura y a labrar sus piedras, hasta que acabamos la obra y vimos al cadver en su sepultura y nos marchamos, Al punto que nos habamos ido, volvi a soplar el viento segn costumbre, con gran ad-miracin de la gente."

    Ysu f de Er i j a , santo asceta, i luminado por Dios, hzole ver el valor mstico de la l imosna ( i ) . Abim-bdal el Xa rqu , que pas cincuenta aos sin encender luz en su celda, le ense a ais-larse en la obscuridad para evitar todo mot ivo d e disipacin (2), E n cambio, aprendi la uti l idad mst ica de la vida peregr inante , t r a t a n d o a E l Slih el Berber (el San to berber isco) , suf g i r-vago que fij su residencia d u r a n t e cua ren ta aos en la mezqui ta Rotonda (La Redonda) de Sevilla, despus de ihaber peregr inado por espacio de otros cua ren ta aos (3).

    "Cierto da, iba yo acompaado de un santo siervo de Dios, que le decan el peregrino girvago j .wi) ^ L s J I ) , Ysuf de Ecija, mstico iletrado, pero de esos que viven consagrados a Dios tan por entero, que Dios les alumbra con su luz. Pasamos ambos junto a un mendigo que deca: "Quin me da alguna cosa por amor de Dios?" Un hom-bre abri su bolsa llena de monedas de plata y se puso a escoger en-tre ellas una pieza pequea para drsela al mendigo. AI fin encon-tr una monedita que vala la octava parte de un dirhem [25 centi-gramos] y se la entreg. Entre tanto aquel santo siervo de Dios, que estaba mirndole, me dijo: "Sabes, fulano, qu es lo que estaba tratando de averiguar ese individuo ?" Respond: " No." Y l me dijo: "Pues trataba de averiguar lo que l vale a los ojos de Dios, puesto que le ha dado su limosna al mendigo por amor de Dios, y la cantidad que por Dios le ha dado es la que m de su valor y precio a los ojos de Dios!"

    Dos san tas anc ianas sirvironle t ambin de maes t ras de es-p r i t u : Jazmn , suf d e Marchena , y F t ma , de Crdoba, ext t i -ca de noventa y cinco aos de edad (4).

    (1) Fotuhat, II, 35. (2) Fotuhat, T, 268. (3) Fotuhat. II, 20: "De los msticos que pasan da y noche en ora-

    cin era Slih el Berber, a quien encontr y lo acompa hasta

  • EL MSTICO MCRCIAXO ABENARAUI 117

    "Una de las clases de santos amigos de Dios es la de los gemidores f . ,j?Uyn. A ella pertenecen as hombres como mujeres. De estas lti-mas encontr yo una en Marchena de los Olivos, de las tierras de Mandabas, Llambase Jazmn (,.A^.^L) v era de avanzada edad. San-tfica Dios a estos msticos mediante los gemidos que de sus pechos exhalan, porque se sienten incapaces de alcanzar la perfeccin espi-ritual y se lamentan al encentrar en sus corazones que no encuentran lo que creen perdido."

    A Ftima especialmente, la acompa durante dos aos se-guidos, en calidad de discpulo y criado, conviviendo con ella honestsimamente en una choza de caas que l mismo cons-truy en las afueras de Sevilla, para habituarse a la vida ere-mtica y experimentar de cerca los maravillosos fenmenos te-lepticos que Ftima realizaba y las apariciones de los genios que se presentaban a su evocacin, bajo apariencias corpreas o sin ellas (1).

    rfYo serv como fmulo y discpulo en Sevilla a una muier, de las amantes de Dios y msticas intuitivas, que se llamaba Ftima, hija de Almotsana el Cordobs. La serv dos aos seguidos. Tena ella, a la sa-zn, ms de noventa y cinco de edad y, sin embargo, me daba vergen-za mirarle al rostro, pues lo tena, a pesar de sus aos, tan bello y her-moso, por lo regular de sus facciones y lo sonrosado de sus mejillas, que se la hubiera credo una muchacha de catorce aos, a juzgar por la gracia y delicadeza de su porte. Viva en continuo trato con Dios. De entre todos los discpulos que. como yo, la servan, preferame a m, tanto, que deca a menudo; "Xo he visto a nadie uue sea como fulano: cuando entra a hablar conmigo, entra con toda su alma, sin dejar fue-ra de m ni un tomo de s, y cuando sale, sale con .todo su ser, sin dejar aqu tampoco nada de su espritu." Una vez la o decir: "Mara-villme de aquel que dice que ama a Dios y no se alegra en El, siendo como es el objeto nico ele su contemplacin, puesto que en toda cosa que sus ojos miran a El tan slo ven, sin que de sus miradas se oculte ni un instante! ; Como pretenden amar a Dios estas gentes que lloran? Cmo no se avergenzan de llorar, si tienen a su Dios mucho ms cer-ca que le pueden tener cuantos a El intentan acercarse, pues el que a Dios ama, goza ele la mayor proximidad respecto de El, siendo como es el objeto nico de toda su contemplacin? Por eso digo que es cosa que maravilla el verlo llorar!" Despus me dijo: "Y t, hijo mo, qu" di-ces de esto que digo?" Yo le respond: "Madre ma, que lo que dlices es lo que hay que decir!" Luego aadi: " Por Dios eme estoy en ver-dad maravillada! Mi Amado me dio, para que me sirva como criado, a la Fdtiha [el captulo i. del Alcorn! y, sin embargo, no me ha dis-trado jams este criado de pensar en mi Amado!" Desde aquel da conoc el grado excelso que esta mujer ocupaba a los ojos de Dios

    (1) Foiihat, II, 459.

  • I l 8 BOLETN D E LA REAL ACADEMIA DE LA H I S T O R I A

    cuando me dijo que la Ftiha la serva como criado. Estando-ambos un da sentados, penetr de improviso una mujer en el aposento y me dijo: "; Hermano mo! Mi esposo, que est en Jerez de Sidonia, me cuentan que se ha casado all. Qu te parece?" Yo le respond: "Quieres que venga?" Dijo: "S ," Volv entonces mi rostro hacia la anciana y le dije: "Madre, oyes lo que dice esta mujer?" Ella me contest: "Y qu es lo que quieres, hijo mo?" Dije: "Pues que satisfagas sus deseos, que son los mos, es decir, que venga su marido." Ella entonces excla-m: " Odo y obedecido! voy a enviar por l a la Ftiha, encargndole que traiga al marido de esta mujer," Y ponindose a recitar conmigo el captulo i. del Alcorn, le dio forma real. Entonces comprend su ex-celso grado mstico, pues a medida que iba recitando la Ftiha, iba tam-bin dndole forma corprea, aunque etrea, y hacindola nacer. Una vez que la hubo formado de esta manera, le o que le deca: "Oh, F-tiha! Vete a Jerez de Sidonia y trete al marido de esta mujer! No lo dejes, hasta que vengas con l!" An no haba transcurrido, desde que se fu, el tiempo indispensable para recorrer el camino, cuando el marido lleg a donde estaba su mujer. Ella entonces [la anciana Ftima] psose a taer el adufe en seal de regocijo. Y al interrogarle yo sobre aquello, me dijo: " Por Dios que verdaderamente estoy contenta por lo mucho que de m se preocupa, pues me ha escogido como una de sus amigas n timas y me ha atrado hacia su persona! Y quin soy yo para que este Seor me haya preferido sobre los hijos todos de m linaje? Por la gloria de mi Dueo juro que tan celoso de mi amor est, como yo no sabra ponderarlo! Tanto es as, que si por descuido vuelvo alguna vez mis ojos hacia una cosa criada para buscar en ella m apoyo y mi sostn, no deja de probarme mi Dueo con alguna afliccin, que El me enva por medio de aquella misma criatura hacia 3a cual yo haba vuelto mis ojos!" Ms adelante hizome ver otras maravillas del mismo gnero. Yo continu prestndole sin cesar personalmente mis servicios,. Con mis propias manos le constru una choza de caas, justamente ca-paz para su estatura, en la cual habit ya continuamente hasta que mu-ri. A menudo me deca: "Yo soy tu madre divina y la luz de tu ma-dre terrestre!" Cuando vino a visitarla mi madre, ella le dijo: " Oh luz! Este es mi hijo y l es tu padre! Trtale con piedad filial y no lo aborrezcas!"

    "Nosotros (i) hemos visto en Alandalus a muchos msticos de ios que ven los genios bajo apariencias sensibles y sin ellas. As, por ejemplo, Ftima, hija de Benalmotsana, ele la gente de Crdoba, la cual los conoca intuitivamente, sin equvoco o ilusin alguna."

    9. Vida peregrinante dentro de Espaa. Experto ya .en. todo gnero de disciplina suf, pudo decidir

    sobre su vocacin (2). "No conozco grado de la vida mstica, ni religin o secta, de que

    yo no haya visto alguna persona que las profesase de palabra y en

    (1) Fotuhat, II , 821. (2) Fotuhat, 111, 683.

  • EL MSTICO MURCIANO ABENARABI 1 1 9

    ellas creyera y las practicase, segn confesin propia. Xo he referido jams opinin o hereja alguna, sino fundndome en referencias di-rectas de individuos que fuesen secuaces de ellas."

    L a vida peregr inante parece que fu la p re fe r ida por l. T o d o el resto d e su existencia, que no fu corta, es un viaje incesante e inquieto; a t r avs de todos los pases musu lma-nes de occidente y de oriente, aprendiendo , enseando y dis-cut iendo. Los pueblos y c iudades de A n d a l u c a fueron el p r i -mer escenario de esta peregrinacin. A Morn , cerca de Sevilla, dirgese en busca de un famoso maes t ro suf, l lamado Abdal , p a r a e je rc i ta rse bajo su direccin en la p rc t i ca del m s subli-me g r a d o de la perfeccin mstica, el taivcol, la v i r t ud cr is t iana de a abnegacin de la propia voluntad, y all, a ruegos de su maes t ro , escribe su p r imer libro, t i tu lado Tadbirat ilaha o Po-ltica divina ( i ) .

    "Para cada uno de los grados o moradas del camino espiritual, v. gr ascetismo, abnegacin, caridad., contemplacin, etc., es indispensable que exista en cada poca un mstico que sea el quicio cardinal o eje (cotb) sobre el cual gire como punto de apoyo la prctica de los actos propios de la respectiva morada en todos los que la ocupan en el mun-do. Dios me permiti conocer al quicio de los msticos abnegados y vi cmo esta virtud de la abnegacin giraba sobre l, como sobre su qui-cio rueda el ruejo del molino. Era ese tal Abdal b. Alostads el Mauro-r, natural de la ciudad de Morn en tierra de Alandalus. El era el cotb o cardenal de la abnegacin en su tiempo. Yo me hice su discpu-lo y lo trat personalmente por la gracia de Dios. Cuando me un a l, 3e comuniqu lo que Dios me haba revelado de ese excelso rango ms-tico que posea, y l sonriendo dio gracias a Dios."

    "De los cansinas (2) propios de este grado de perfeccin, es el beber agua putrefacta y amarga y encontrarla de sabor agradable y dulce. Yo la beb de manos de Abuabdal b. Alostads el Mauro r, el peregri-no, uno de los discpulos predilectos del maestro Abumedn, el cual lo apellidaba "el buen peregrino". Otro carisma de este grado con-siste en que Zeid coma en vez de Amer, estando ste ausente, y, sin embargo, quede ste harto con la comida que aquel otro comi en su lugar... Este prodigio le acaeci tambin al peregrino antes citado, Abumohmed (sic) el Maiiror, con Abulabs b, Alhach Abumerun en Granada. Refirmelo el mismo Abulabs (que fu el saciado sin ha-ber comido) en casa del maestro de espritu, asceta y devoto con-sagrado al combate espiritual, Abumohmed el de Priego, conocido por "El Xacaz" y me lo refiri en la misma forma que me lo haba con-tado el dicho Abumohmed el Mauror, autor del prodigio."

    (1) Fotuhat, IV, 95. (2) Mawaqui, 117,

  • l i O BOLETN DE LA KliAL ACADEMIA !)1 LA H I S T O R I A

    "La causa de componer nosotros este libro (i) fu esta: cuando visit al.maestro de espritu, al santo Abumohmed el Maurori en la ciudad de Morn, encontr en su casa el libro Secrefuin secretorum que el Fil-sofo [Aristteles] compuso para Dulcarnain [Alejandro MagnoJ cuan-do por su debilidad no poda .ya seguir acompandole en sus expedi-ciones, Abumohmed me dijo: "Este autor trata del gobierno poltico de este imperio mundano y yo deseara que t intentases aventajarle es-tudiando el gobierno del imperio humano en el cual nuestra felicidad consiste." Acced a su peticin y en este libro he puesto de 'las ideas relativas al gobierno poltico muchas ms que las que en el suyo puso el Filsofo, sin contar con que adems demuestro en l algunas cosas que el Filosofo descuid de tratar acerca del gobierno del imperio gran-de o macrocosmos, Lo redact en menos de cuatro das en la ciudad de Morn. El volumen del libro del Filsofo es un cuarto o un tercio del volumen de este libro, el cual aprovecha no slo para la instruccin del cortesano que sirve a los prncipes, sino tambin para utilidad espiri-tual de todo el que marche por el camino de la vida futura/ '

    Al pasar por Marchena, asiste a las conferencias filosfi-cas de un maestro impo, cuyo libro de texto arrebata indignado de sus manos (2).

    '' Yo vi en manos de una persona, en Marchena de los Olivos, cierto libro de un autor infiel, titulado El Grado excelente AAIXI UJ' ,*J) Era la primera vez que yo vea aquel libro. Tomlo de sus manos, lo abr para ver qu contena y la primera cosa que cay bajo m vista fu: "Yo quiero en este captulo que examinemos cmo fabricaremos un Dios en el mundo." Pero no deca "a Dios", lo cual me extra, y por eso arroj el libro contra su dueo. Hasta ahora no he vuelto ya nunca ms a ver tal libro."

    Pero no abandona la ciudad sin visitar al predicador de la mezquita Abdelmachid b. Salma, hombre experimentado en apariciones y raptos extticos (3).

    "Refirime mi hermano en Dios, Abdelmachid b. Sabina, el maestro 3' al i aqu, predicador de la mezquita de Marchena de los Olivos, de los distritos de Sevilla en tierra de Aiandalus el cual era de los ascetas que viven consagrados a la mortificacin y al combate espiritual en la vida devota el ao 586 [ 1190 de J, CJ , lo siguiente, "Estaba yo en mi casa en Marchena, cierta noche, y me levant de la cama para hacer el rezo correspondiente a aquella hora nocturna; pero he aqu que mientras yo estaba de pie en mi oratorio y cerradas perfectamente as puertas de mi cuarto y de la casa, penetra en mi habitacin un indi-viduo que me saluda, sin que yo supiese cmo haba entrado. Lleno de impaciencia y de disgusto al verle, abrevi mi oracin para despachar

    (1) Tadbirat, 120. (2) Fotuhat, III , 236. (3) Fotuhat, I, 361,

  • EL MSTICO MURCIANO ABENARABI 121

    .cuanto antes y le devolv el saludo. El entonces me dijo: "Oh Abdel-niachid! El que goza de familiaridad en el trato con Dios, no se impa-cienta y disgusta!" Tom despus el pao que estaba bajo mis pies y sobre el cual yo haca mi oracin y sacudindolo lo arroj y extendi en su lugar una pequea esterilla que consigo traa, dicindome: "Haz la oracin encima de esto.'' Luego me cogi y sali conmigo de la casa y de la poblacin, caminando en mi compaa por una tierra que yo no conoca ni saba tampoco en qu pas del mundo estaba. En todos aque-llos lugares por los que bamos pasando hacamos la recitacin en co-nn'm, Luego me volvi a mi habitacin en la que me encontraba cuan-do l vino. Yo le dije: ''Oh hermano mo! Por cules virtudes lle-gan a ser abdales [es decir, santos intercesores] los abetales?" El me respondi: " Por las cuatro que mencion Abutlib el de Meca en su libro Alimento de los corazones," Y a seguida me las nombr; son es-tas: el hambre, la vigilia, el silencio y el aislamiento o soledad espi-ritual. Despus me dijo Abdelmachid: "Esta es la misma esterilla. En ella hago mis oraciones. Aquel hombre era uno de los ms grandes abdales y se llamaba Moads b. Axras."

    Las ruinas de Medina Azahra, cerca de Crdoba, sugiri-ronle, a su paso por esta ciudad, tristes reflexiones sobre lo ca-duco y perecedero de la glora humana (i).

    "Yo le las siguientes estrofas (que son un recordatorio para el 'hombre discreto y un aviso para el negligente) escritas sobre la puer-ta de Medina Azahra (en la cual estaba esculpida la imagen de la pro-pia Azahra) despus que la ciudad fu destruida y convertidas sus ruinas en guarida de las aves y las fieras. Esta ciudad era una cons-truccin de maravillosa arquitectura, en tierras de Alandalus, cerca de Crdoba... (2)"

    Una visin ex t raord inar ia con que Dios le favoreci en Cr-doba hzole conocer los n o m b r e s y la f isonoma de todos los ctobs o polos msticos, an te r io res a M a h o m a (3).

    "En cuanto a los cotobs o quicios perfectos de los pueblos todos de la humanidad (con excepcin de este nuestro pueblo) que nos han precedido en el tiempo, son muchos. En lengua rabe uronme comu-nicados sus nombres, cuando los contempl y los vi en la mansin de la fantasa, estando yo en la ciudad de Crdoba."

    L a f ama de su ciencia esotrica iba ex tend indose as por los pueblos p rx imos a Sevilla, me rced a sus viajes, y m u y

    (1) M o hadara, I, 106. (2) Todo el pasaje ha sido aprovechado por Almacari (Analectes,

    I, 343-4)

  • 122. BOLETN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

    pronto los maestros no se desdearon de visitarle para some-ter a su juicio cuestiones difciles de sufismo. Un famoso doc-tor de Cabrafigo (aldea de Ronda) que, aunque profesaba el sufismo, perteneca a la hertica secta de los motziles, hizo un viaje a Sevilla para conferenciar con Abenarabi. Este, al advertir ms tarde la heterodoxia de sus doctrinas dogmticas, se propuso convertirlo a Dios. Para conseguirlo, abandon a Sevilla y dirigindose a Cabrafigo comenz a discutir con l, da tras da, en su propia escuela y a presencia de sus muchos discpulos y secuaces. El xito coron sus esfuerzos, y, muy pronto, maestro y discpulos abjuraban sus errneas doctri-nas (i).

    "Disputan entre s los autores sufes de nuestra escuela acerca de si el hombre puede asimilarse por imitacin los caracteres esenciales del nombre divino el subsistente [es decir, el ser necesario, que existe por necesidad de su esencia, y del cual todos los dems seres necesitan y dependen]. El maestro de espritu Abuabdal b. Chher el de Cabra-figo, uno de los grandes doctores de esta va mstica en Alandalus, como era motsil de escuela en teologa dogmtica, rehusaba admitir que dicho nombre divino pudiese ser imitado por el hombre. Yo dis-cut con l sobre este punto varias veces en su clase, a presencia de sus discpulos, en Cabrafigo (en Alandalus, de los distritos de Ron-da) hasta que se convirti a mi tesis de que la imitacin de ese nom-bre divino deba ser admitida lo mismo que la de todos los otros nombres."

    "Disputan (2) en'rre s los sabios de nuestra escuela acerca de si la imitacin (por el hombre) de la aseidad divina es o no posible. A nuestro juicio lo es tanto como la de todos los nombres divinos... Yo encon-tr a Abuabdal b. Chonaid [sic] cuando vino a visitarnos en Se-villa y le interrogu sobre este punto. Entonces me contest que era posible y lcito al hombre el asimilarse (por imitacin) la propiedad de ese nombre; pero despus rehus aceptar esa tesis, sin que yo sepa cul fuese la causa de su resistencia... Era ste, quiero decir, Abuab-dal b. Chonaid, ce Cabrafigo, aldea de los distritos de Ronda en tierra de Alandalus. Yo no ces de tratarlo con toda benevolencia en su alquera en medio de sus discpulos y secuaces, porque era motsil de escuela, hasta que la cuestin se le aclar y abjur de los errores de la hereja motsil... y hasta me dio las gracias por ello. Por su con-versin, convirtironse tambin todos sus discpulos y secuaces. Slo entonces me separ de l."'

    (1) Foiuhai, III , 58. (2) Fotuhat\ IV, 228.

  • EL MSTICO MURCIANO ABENARABI 123

    io. Pasa a frica,

    El espritu inquieto de Abenarabi no se satisfaca ya dentro de los reducidos lmites de su patria. Antes del ao 590 (1193 de J. C.) debi pasar al frica. Su principal objetivo debi ser tra-tar de cerca al clebre maestro sevillano Abumadin (vulgarmen-te llamado Abumedin) que en Buga haba establecido su escuela mstica desde haca bastantes aos ( i ) . No consta, sin embargo, de un modo seguro, que Abenarabi lo conociese all, pues el 597 (1200 ele J. C ) , fecha en que 'los bigrafos dicen que entr en Bu-ga, baha ya muerto Abumedin en Tremecn. Esto no obstante, Abenarabi cita repetidas veces, en su Fotuhat y en su Mohadara, a Abumedin como maestro suyo, ponderando sus visiones, milagros, virtudes y doctrina (2). Por otra parte, como luego diremos, Abenarabi estaba en Tnez el ao 590 (1193 de J. C.); es, pues, de creer que pasara por Buga antes de esa fecha, y entonces pudo tratarlo. De las innumerables maravillas de que fu testigo entonces Abenarabi recuerda especialmente un estupendo caso de sugestin hipntica realizada por Abumedin con un hijo suyo de siete aos de edad, el cual vea desde la playa un bar-co navegando fuera del horizonte sensible (3).

    "El maestro de espritu Abumedin tena un hijo pequeo, de una negra. Abumedin posea la virtud preternatural de conocer todas las cosas con la vista. Aquel nio, que tena siete aos de edad, miraba y deca: "Veo en el mar, en tal y cual lugar, unos barcos y en ellos est ocurriendo esto y lo otro." Cuando pasaban unos das y llegaban aquellos barcos a Buga (que era la ciudad del nio, en la cual estaba) resultaba que efectivamente era como el nio haba dicho. Decanle en-tonces al nio: "Con qu lo ves?" Y responda: "Con mis ojos." Pero a seguida rectificaba: "No! Tan slo lo veo con mi corazn." Y lue-go aada: "No! Tan slo lo veo con mi padre: cuando est presente

    (1) Sobre la vida y las ideas msticas de este famoso suf sevilla-no puede verse Bargs, Vie du clebre marabout Cidi Abou=Mdim (Pa-rs, Lroux, 1884).

    (2) Cfr. Fotuhat, I, 288, 319, 330, 838Mohadara, I, 6, 145; 171; 178: II, 11, 24, o, 67, 69, n i , 128, 179Mawaqui, 69, 71, g; 114; 116. 151, 152, 16, 171. Sera muy interesante un estudio de sntesis ele todos estos pasajes anecdticos que describen con pintoresco realismo la vida espiritual de este mstico sevillano y completan la deficiente biografa de Bargs, arriba citada.

    (3) Fotuhat, I, 288,

  • 124 BOLETN DE LA REAL ACADEMIA E LA HISTORIA

    y Jo miro, es cuando veo lo que os refer; y cuando se ausenta de m, no veo nada de eso."

    No debi ser muy larga la estancia de Abenarabi en Buga, puesto que muy pronto, en 590 (1193 de J. C ) , lo encontra-mos ya en Tnez, gozando de extraordinario favor en la corte del gobernador almohade y estudiando el libro mstico titula-do Jal al-nalain de Abulcsm b. Casi, el iniciador de la rebe-lin del Algarbe contra los almorvides. De este libro escribi despus un comentario, que existe manuscrito en Constantino-pla (1).

    "Gurdate de aceptar un regalo de la persona en cuyo favor hiciste al-guna recomendacin, pues eso es pecado de usura, prohibido por Dios y su Profeta. Algo parecido me ocurri a m en Tnez, de las tierras de Ifriqua: Uno de los personajes principales de la ciudad invitme a su casa para hacerme un agasajo que me tena preparado. Acept el convite; pero as que penetr en su casa y me ofreci el banquete, soli-cit de m una recomendacin en su favor para con el gobernador de a ciudad. Como efectivamente mi influencia con ste era tanta, que segua en todo mis indicaciones, acced gustoso a hacer la recomen-dacin que me peda; pero inmediatamente me levant de la mesa sin probar bocado ni aceptar los regalos que me ofreca, aunque en seguida fui a hacer la recomendacin que fu completamente eficaz. Yo en aque-lla ocasin no haba ledo an la sentencia del Profeta [a que antes alud]; de modo que s obr as, fu tan slo por dignidad y pundonor. Dios por su gracia y especial providencia me libr de incurrir en pe-cado. "

    "Esta es la opinin que Abulcsm b. Casi defiende en su libro titu-lado Jal atnalain, el cual libro estudiamos nosotros bajo el magisterio de un hijo del autor en Tnez, el ao 590 (2)."

    11. Segunda aparicin del Jdir.

    Durante su permanencia en Tnez, una nueva aparicin del jdir vino a fortalecer su devocin a este mtico profeta. Era una noche de plenilunio y Abenarabi descansaba de sus estudios y ejercicios devotos en el camarote de un barco anclado en el puerto. Un dolor agudo en el vientre le oblig a subir a cubierta. La tripulacin dorma. Aproximse a las bordas y al extender

    (1) Fotuhat, IV, 634, (2) Fotuhat, IV, 165. Sobre Abencasi, su vida e ideas, cfr. Asn,

    Abenmasarra, pginas 109-ixo.

  • EL MSTICO MURCIANO ABENAKABI 1 2 5

    la mirada por el mar, divis a lo lejos n ser humano que cami-naba sobre las olas en direccin al barco. Una vez cerca de ste, levant uno de sus pies apoyndose sobre el otro y se lo mostr completamente seco a Abenarabi. Hizo despus lo propio con el otro pie, dirigile contadas frases y emprendi de nuevo su marcha sobre el agua, dirigindose a una cueva situada en uv. monte de la costa, a dos millas del puerto. En dos o tres pasos salv esta distancia, y Abenarabi, lleno de estupor, comenz en-tonces a or su voz, que entonaba las alabanzas divinas desde el fondo de aquella cueva. A a maana siguiente, al entrar Aben-arabi a la ciudad, tropezse con un desconocido que le abord dicindole: " Qu tal pasaste la noche con el Jdir en el bar-co?" (1).

    "En otra ocasin me sucedi que, estando en la cmara de un bar-co en el mar, dentro del puerto de Tnez, me entr de repente un do-lor de tripas. La tripulacin dorma. Me levant y me acerqu a las bordas del barco; pero al dirigir mi vista hacia el mar, distingu a lo lejos, a luz de la luna (pues era noche de plenilunio) a una persona que vena andando sobre las aguas del mar, hasta que lleg a m y, detenindose entonces a mi lado, levant uno de sus pies, apoyndose en el otro. Vi perfectamente la planta de su pie y no haba en ella ni sead de mojadura. Apoyse despus sobre aquel pie y levant el otro, que estaba igualmente seco. Luego convers conmigo en el lengua-je propio de l y saludndome se march para dirigirse a a cueva que estaba en un monte a la orilla del mar, distante del barco ms de dos millas. Esta distancia la salv en dos o tres pasos. Yo o su voz que can-taba las alabanzas del Seor desde el interior de la cueva. Quiz se mar-ch luego a visitar a nuestro maestro de espritu Charrah b. Jams el Catan, que era uno de los ms grandes sufes, que viva solitario y consagrado al servicio de Dios en Marsa Abdn, adonde yo haba esta-do visitndole el da anterior a aquella noche misma. Cuando al da siguiente me fui a a ciudad de Tnez, encontrme con un hombre san-to que me pregunt: "Cmo te fu, la noche pasada, en el barco con el Jdir? Qu es lo que te dijo y qu le dijiste t ? "

    Otro de los propsitos que debi tener cuando se dirigi a Tnez esta primera vez, fu el visitar a un gran santo suf, Abumohmed Abdelaziz, a quien volvi a visitar ocho aos des-pus, como diremos ms adelante. En el mismo ao de 590 (1193 de J. C.) abandona a Tnez, con el propsito de marchar por la costa a Sevilla. Ignoramos los motivos de este viaje, pero

    (1) Fotuhat, l, 241,

  • X2 BOLETN DE LA REAL ACADEJrA >E LA H I S T O R I A

    no es inverosmil que en su decisin influyera bastante el es-tado de intranquilidad que reinaba en aquella parte oriental de norte de frica, teatro de tina guerra sin cuartel entre los almohades y los Beni Gnia de Mallorca. Al pasar por Tre-mecn detvose para visitar los sepulcros de algunos santos ascetas que, en el barrio llamado Alohad, en las afueras de la ciudad, eran objeto de veneracin. Uno de ellos era el sepulcro de su to Aben Yogan, el rey asceta. All tambin, seis aos ms tarde, haba de ser enterrado Abumedm, el maestro de Abenarabi en Buga ( i ) . No. olvidaba ste los mritos y virtu-des del famoso taumaturgo a quien tanto amaba. Por eso, al saber que uno de los discpulos de Abumedn andaba por Tre-mecn censurando a su maestro, Abenarabi concibi contra l un odio violento. Resurgan, pues, en su corazn las pasiones de su disipada adolescencia, aunque disimuladas bajo aparien-cias de virtud. Un sueo en que el Profeta le hizo ver este so-fisma diablico, fu para Abenarabi aviso saludable y, a la ma-ana siguiente, para curar radicalmente su odio haca aquella persona, fu a ofrecerle un cuantioso regalo y a confesarle sinceramente su pecado. Esta humilde actitud determin tam-bin la conversin del enemigo de Abumedn (2).

    "Yo vi en sueos ai Profeta en Tremecn el ao 590. Haba llegado a mi noticia que un hombre odiaba al xeij Abumedn, el cual era uno de los ms grandes msticos contemplativos. Como yo tena de Abu-medn un concepto ailtsimo, conceb profunda aversin a aquel hombre por el odio que tenia contra el maestro Abumedn. El Profeta me pre-gunt en sueos: ";Por qu odias a fulano?" Yo respond: "Porque l odia a Abumedn," El Profeta me replic: "Pero acaso no ama ese individuo a Dios y me ama a m?" Respond: "Efectivamente, ; oh Pro-feta de Dios!, ama a Dios y te ama a ti." Djome entonces: "Pues entonces, por qu le odias por el odio que l tiene a Abumedn, en vez de amarle por el amor que tiene a Dios y a su Profeta?" Yo le respond: "Oh Profeta de Dios! Desde este momento reconozco en verdad, por Dios 3o juro!, que pequ y fui negligente! Pero ahora de ello me arrepiento, y aseguro que para m ser ya ese hombre la per-sona ms amada, como t, oh Profeta de Dios !, me lo has aconsejado

    (1) Mohadara, II, 51. Abenarabi repite aqu a ejemplar historia de su to Aben Yogan, el rey asceta de Tremecn, casi con las mismas pa-labras que en Fotithat, II, 23, y termina aadiendo: "Yo he estado vi-sitando la tumba de ambos [su to y el maestro de espritu de ste] y la del xeij Abumedn, en Alohad, en las afueras de Tremecn."

    (2) Fotuhat. IV, 646.

  • Kt, MSTICO MURCIANO ABENARABI 1 2 7

    y advertido!" As que despert, tom conmigo un traje de gran precio y de coste incalculable; mont a caballo y me fui a su casa; le refer cuanto me haba ocurrido y se ech a llorar; acept mi regalo y tom mi ensueo como un aviso de parte de Dios: desapareci de su alma el odio que senta contra Abumedn y lo am. Yo quise conocer cul ha-ba sido el motivo de su aversin hacia Abumedn, a pesar de que l reconoca que era un santo varn, y se lo pregunt. El me respon-di: "Estaba yo con l en Buga en ocasin de la pascua de los sacrificios y le trajeron varas reses para la ceremonia, las cuales re-parti entre todos sus discpulos; pero a m no me dio nada. Este fu el motivo de mi odio y de mi cada, de que ahora estoy bien arrepentido!"

    12. Vuelve a Espaa.

    Dentro del mismo ao 590 (1193 de J. C.) lleg a Espaa, desembarcando probablemente en Tarifa, donde en esa fecha lo encontramos discutiendo con el suf Abuabdal el Calafate un tema asctico: fia, excelencia del rico, agradecido a Dios, res-pecto del pobre paciente (1).

    "Discuta yo con Abuabdal el Calafate, en ia pennsula de Tarifa, el ao 590, la cuestin de la relativa excelencia del rico agradecido y del pobre paciente... y me dijo: "Estando yo presente a una conferencia entre varios maestros de espritu, se me plante esa cuestin tal como la haba planteado Aburreba, el ciego malagueo, el discpulo de Abul-abs b. Alarif el de Sinhacha."

    Al llegar a Sevilla, un nuevo prodigio, ms estupendo que todos los que haba experimentado, viene a fortificar su fe, ya arraigada, en los fenmenos msticos de comunicacin telep-tica. Durante su estancia en Tnez haba compuesto Abenarabi una poesa, pero mentalmente tan slo, sin ponerla por escrito ni comunicarla a nadie de palabra. Todo esto no obstante, cierto da un desconocido, con quien traba conversacin, co-mienza a recitarle aquellos mismos versos literalmente. La ad-miracin de Abenarabi sube de punto al interrogarle sobre el autor de aquella poesa y escuchar de sus labios el propio nom-bre de Abenarabi, a quien el recitador no conoca. La explica-cin final que ste aade acaba de pasmar a nuestro mstico, pues el recitador le asegur que en el mismo da y hora en que Abenarabi compuso mentalmente sus versos en la parte

    (1) Fotnhat, I, 724.

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    oriental de la mezquita mayor de Tnez, un hombre misterioso se haba detenido en una calle de Sevilla ante un' grupo de personas y se haba puesto a recitarles aquellos mismos ver-sos (i) .

    "Haba yo compuesto unas estrofas poticas en la macsura [oratorio particular] de Abenmotsana (que est en la parte oriental de la mez-quita aljama de Tnez, de las tierras de Ifriqua) a la hora de la ora-cin de la cada de'la tarde, en un da, cuya fecha precisa me era bien conocida y tena fija en m espritu. Ocurra esto en la ciudad de T-nez. March a Sevilla despus. Entre ambas ciudades media la distan-cia de tres meses de camino a caballo. [Una vez en Sevilla] se me acerca un hombre, a quien yo no conoca, y comienza a recitarme de improviso aquellas mismas estrofas, de las que yo no haba dado copia a nadie. Dije entonces a aquel hombre: "De quin son esas estrofas?" El me contest: "De Mohmed Abenarabi", y me dio mi mismo nom-bre. Yo le pregunt: "Y cundo las aprendiste de memoria?" El en-tonces me cit la fecha misma en que yo las haba compuesto, 3? la hora exacta; todo esto, a pesar del largo tiempo transcurrido. Yo le pregunt: "Quin te las recit para que 'las aprendieses de memoria?" Respondi: "Estaba yo sentado una noche en e mercado de Sevilla, de tertulia con un grupo en medio de la calle, cuando pas por all un hombre forastero, al cual no conocamos, y que pareca un peregrino. Sentse con nosotros y se puso a tomar parte en la conversacin. Ai poco rato comenz a recitarnos estas estrofas, y a todos nos gustaron-tanto, que las copiamos, despus de preguntarle quin era su autor. El nos dijo; "Fulano" (y me nombr a m). Entonces le dijimos: "Esa macsura [oratorio particular] de Abenmotsana no la conocemos en nuestra tierra." Y l nos respondi: "Est en la parte oriental de la mezquita aljama de Tnez. All mismo ha compuesto estas estro-fas su autor en este momento y de l las he aprendido de memoria." Y diciendo esto desapareci de nuestra vista, sin que supisemos qu fu de l ni cmo se march, sino que ya no lo vimos..." Este joven [que me cont esto en Sevilla] se llamaba Ahmed y era hijo de un comer-ciante de a ciudad llamado El Edris. Era un muchacho muy piadoso que amaba a los devotos y gustaba de conversar con ellos. Su conver-sacin conmigo ocurri el ao 590 y ahora estamos en 635 [ = 1237 de J. C.]."

    13. Regresa a frica. Al ao siguiente, 591 (1194 de J. C) , vuelve a pasar el Es-

    trecho para dirigirse a Fez por vez primera, segn parece. De esta su primera estancia en la capital cientfica de los almohades muy pocas son las noticias que se conservan. Ve-rosmilmente iniciara ya sus relaciones con los maestros y

    (1) Fotuhat, I I I , 445.

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    hermanos sufes, cuyo trato frecuent asiduamente en los si-guientes aos. Entre ellos distinguase un mstico muy ducho en la ciencia cabalstica, de quien Abenarabi hzose amigo y al cual quizs deba atribuirse el magisterio de Abenarabi en estas materias, a que tan aficionado fu ya en todos sus libros. Fundndose en ciertas cabalas sobre el valor numrico de las letras de un texto alcornico, aquel maestro predijo que en aquel mismo ao 591 obtendran brillantes victorias sobre los cristianos de Espaa los ejrcitos almohades que, al man-do del sultn Yacub Almansur, acababan de pasar el Estrecho. Y efectivamente, en aquel mismo ao era derrotado Alfon-so VIII en Alarcos, perdiendo adems las plazas de Calatrava y Cacacuel (1).

    "Estaba yo en la ciudad, de Fez el ao 591, cuando los ejrcitos de los almohades estaban de paso para Alandalus a fin de combatir a enemigo que amenazaba gravemente el predominio del islam. Me en-contr con uno de los hombres de Dios... que era de mis ntimos y pre-dilectos amigos, el cual me pregunt: "Qu dices de este ejrcito? Lograr la victoria con la ayuda de Dios en este ao o no?" Yo le respond: "Y a ti, qu te parece?" El dijo: "Ciertamente Dios habl ya a su Profeta de esta campaa y le prometi que sera victoriosa en este ao dndole a buena nueva del triunfo en su Libro revelado, cuan-do en l le dice [Alcorn, XLVII1, 1] : "Nosotros hemos logrado para ti una victoria brillante." Las palabras del vaticinio en este texto son victoria brillante... "Suma, si no, el valor aritmtico de sus letras." Sum y encontr efectivamente que la victoria haba de suceder en el ao 591. Pas despus a Alandalus y all permanec hasta que Dios otorg su ayuda al ejrcito de los musulmanes y les abri las puertas de Calatrava, Alarcos y Caracuel, con todos los distritos contiguos a estas plazas fuertes,"

    14. Vuelve a Espaa.

    El entusiasmo provocado por este triunfo debi mover a Abenarabi a permanecer en Espaa, pues el ao 592 (1195 de J. C.) lo volvemos a encontrar en Sevilla, donde ya no tena casa propia. Un amigo suyo se crey grandemente honrado hospedndolo en su casa e invit en honor de Abenarabi a varios amigos para que le hicieran ms agradable la estancia. Los invitados y el anfitrin mostraron tal respeto y venera-

    (1) Fotuhafi, IV, 281.

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    cin hacia Abena-rab, que ste hubo de rogarles que

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    siguiendo el curso del maestro Benabdelcarim, imam de la mez-quita, que le explicaba su libro hagiogrfico sobre los santos de Fez (i).

    "Xo vi jams a nadie que cumpliese tan exactamente este consejo, como el maestro de espritu Abuabdala Adacac en la ciudad de Fez, de las tierras del Mogreb : jams murmuraba de nadie ni permita que en su presencia se murmurase... Public su biografa nuestro maestro de espritu Abuabdala Mohmed b. Csim b. Abderrahmn b. Abdelcarim el Temim el de Fez (que era imam de la mezquita Alzhar, situada en la Fuente de las caballeras, en la ciudad de Fez) en su libro titu-lado El Provechoso, sobre los santos y devotos de Fes y pases colin-dantes. Nosotros estudiamos este libro bajo su direccin, creo que en el ao 593 (2)."

    All tambin experiment uno de sus primeros xtasis, acom-paado de anormales ilusiones visuales: haciendo un da la ora-cin, advirti, maravillado, que una ofuscadora luz brillaba a su espalda y la vea claramente, cual si la tuviese delante de sus ojos, llegando en aquel momento a perder la nocin de las relaciones especiales de su propio cuerpo, como si ste careciese de dimen-siones (3).

    *' Alcanc yo este grado mstico el ao 593 en la ciudad de Fez ha-ciendo la oracin ritual de la tarde : Estaba yo orando con un grupo de gente en la mezquita Alzhar (que est al lado de la Fuente de las ca-balleras) cuando vi una luz que estuvo a punto de ofuscarme privn-dome de la visin de todo cuanto tena ante m, slo que, al vera, per-d la conciencia de la relacin espacial de posterioridad, como si no tu-viese ya mi cuerpo espalda ni occipucio : no acertaba a distinguir, du-rante aquella visin, entre unos y otros de los costados de mi cuerpo, de modo que ste vino a ser para m algo as como una esfera, sin que las relaciones locales de delante