El Peru de Fujimori

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    PER: AUTORITARISMO Y DEMOCRACIA.Sobre las dificultades de la consolidacin de la democracia en la Amricaandina. El Per de Fujimori.

    MIGUEL NGEL GONZLEZ GONZLEZ

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    NDICE........................................................................................................... 3

    INTRODUCCIN...................................................................................... 9

    CAPTULO I. LOS FACTORES ESTRUCTURALES. ...... 151. El Estado y la Nacin inconclusos. . 152. Los factores histricos. 163. Los factores geogrficos. . 184. Los factores tnicos y raciales. 205. Los factores culturales y polticos. . 256. Los factores socioeconmicos. 277. La interaccin de estos factores. 298. Problemas pasados o cuestiones pendientes?. 30

    CAPTULO II. LOS ANTECEDENTES DEL RGIMEN DE ALBERTOFUJIMORI. . 311. El fracaso del reformismo militar. . 312. La Asamblea Constituyente y la elaboracin de la Constitucin de 1979. 343. Un rgimen poltico de difcil definicin: presidencialista o semi-presidencialista?. .................................................................................... 374. El desempeo de las instituciones y de los actores polticos durante los

    mandatos de Belande y de Garca 394.1. Las FFAA como actor poltico. . 394.2. La precariedad del sistema de partidos peruano. . . 414.3. Caudillismo, clientelismo y lderes populistas. ... 464.4. La izquierda dividida. Su fracaso. ... 484.5. La presidencia de Fernando Belande. .... 504.6. La presidencia de Alan Garca. . 524.7. La crisis de las instituciones democrticas. La democracia no

    consolidada ....... 57

    5. La violencia poltica en Per. . 595.1. Los factores estructurales de la violencia. ... 595.2. Los movimientos subversivos: Sendero Luminoso y MRTA. . 615.3. Las estrategias antisubversivas. La doctrina militar y las rondas

    campesinas... 645.4. Las consecuencias de la violencia poltica. 67

    6. El desborde popular. . 707. La crisis econmica. .. 728. Balance de una dcada. . 73

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    CAPTULO III. EL TRIUNFO DE ALBERTO FUJIMORI. DE LACONCERTACIN A LA QUIEBRA DEMOCRTICA YCONSTITUCIONAL. ................................................................................. 75

    1. El trnsito de la informalidad social y econmica al informalismopoltico. ........................................................................................................ 752. El ingreso en la escena poltica de los independientes. .. . 773. Alberto Fujimori: unos apuntes biogrficos acerca del personaje. 784. Las elecciones de 1990. .. 80

    4.1. Opciones polticas, encuestas y elecciones. . 804.2. Los aspectos polticos de una campaa larga. 834.3. Otros aspectos de la campaa: sociales, econmicos, culturales y

    tnico-raciales. 864.4. La victoria de Alberto Fujimori. Algunas conclusiones. ... 89

    5. El inicio de un nuevo ciclo poltico. .. 915.1. La necesidad de una poltica de concertacin frente a la crisis global.

    915.2. Los comienzos esperanzadores de la presidencia de Fujimori. El

    espejismo inicial. .. 935.3. De la concertacin al pragmatismo poltico. ... 94

    6. La deriva autoritaria y antiinstitucional. . 956.1. La diatriba contra los partidos polticos y las instituciones del Estado.

    96

    6.2. Los precedentes inmediatos del golpe de Estado. ... 987. La ruptura del ordenamiento constitucional. El golpe de Estado. . 102

    7.1. La aproximacin de Fujimori a las FFAA. Los militares y el golpe........................................................................................................................ 102

    7.2. El papel del SIN y de Montesinos en la trama golpista. .... 1067.3. La actitud de los empresarios y de la opinin pblica ante el golpe de

    Estado. .. 1087.4. La ejecucin del golpe. ... 1107.5. La reaccin exterior: Estados Unidos y la OEA. .... 112

    8. La legitimacin del rgimen en funcin de la eficacia y la efectividad. 114

    CAPTULO IV. LA CONSTITUCIN DE UN RGIMENAUTORITARIO. .. 1191. Caracterizacin del rgimen de Alberto Fujimori. ... 119

    1.1. La instauracin de un rgimen de facto. ... 1201.2. La definicin del rgimen de Fujimori: una labor compleja. . 121

    1.2.1. La versin oficialista. Pragmatismo y democracia. ... 121

    1.2.2. La democracia delegativa y otras propuestas afines. .... 123

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    1.2.3. Otras propuestas. Bonapartismo, cesarismo y autoritarismoplebiscitario. . 125

    1.2.4. Las propuestas de ndole cronolgica. ..... 126

    1.2.5. Nuestra propuesta. .... 1272. El proceso de desinstitucionalizacin y personalizacin del poder. . 1282.1. El papel de las FFAA como actor poltico a comienzos de los 90. .. 1292.2. Las relaciones cvico-militares durante el fujimorismo. . 130

    2.2.1. Los procesos de faccionalizacin, cooptacin y desprofesionali-zacin de las FFAA. . 1312.2.2. La poltica de Fujimori en materia de salarios y adquisicin dearmamento. .. 133

    2.3. El creciente protagonismo del SIN. .. 1362.4. La consolidacin del triunvirato integrado por Fujimori, Montesinos

    y Hermoza. .. 1382.5. El plan para capturar las instituciones del Estado y las

    organizaciones civiles. . 1413. Los partidos y los movimientos polticos despus del golpe de Estado deabril de 1992. 1424. El Congreso Constituyente Democrtico y la Constitucin de 1993. . 145

    4.1. La convocatoria de elecciones al CCD. .... 1454.2. El funcionamiento del CCD. Los ciudadanos y el Parlamento. 1484.3. La Constitucin de 1993. ... 150

    4.4. La campaa del referndum constitucional. Resultado y conse-cuencias. . 153

    4.5. El CCD como legislador ordinario. El caso La Cantuta (y otros) y lasLeyes de Amnista. .. 1555. Los lmites internos del rgimen fujimorista. .. 158

    5.1. El fracaso en las elecciones municipales y el papel de la opininpblica . 158

    5.2. La endeblez del modelo econmico implantado. ... 160

    CAPTULO V. AUGE Y CRISIS DEL RGIMEN AUTORITARIO. .. 1631. Las elecciones de 1995. 1631.1. La precampaa y la campaa electorales. ... 1631.2. Los resultados de las elecciones de 1995. . 166

    2. El fujimorismo como estilo poltico. Un modelo original o repetido? 1682.1. Los antecedentes peruanos del fujimorismo. .. 1682.2. El neopopulismo a debate. 1692.3. Neopopulismo, caudillismo, outsiders y medios de comunicacin: el

    caso Fujimori. .. 171

    2.4. Definicin y caracterizacin del fujimorismo. 172

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    3. La debacle de los partidos polticos. La elecciones municipales de 1995....................................................................................................................... 1754. El poder en la sombra. Una aproximacin a la biografa y personalidad

    de Montesinos. 1804.1. Apuntes biogrficos. . 1804.2. La personalidad y el estilo de un personaje oscuro y controvertido 1824.3. El poder al servicio de un proyecto connotadamente mafioso. . 185

    5. Las dimensiones de la corrupcin en el rgimen fujimorista. ........ 1866. La puesta en marcha de un proyecto dirigido a la perpetuacin en elpoder. 188

    6.1. La captura de las instituciones del Estado. .. 1896.2. El control y la sumisin de los medios de comunicacin de masas. 1936.3. Los conflictos en el entorno presidencial. La consolidacin del poder

    de Montesinos. . 1976.4. El papel de las mujeres durante el fujimorismo. ..... 1986.5. Mafia y tecnologa. . 1996.6. El camino hacia la reeleccin.La Ley deInterpretacin Autntica 201

    7. Los primeros signos evidentes de crisis del rgimen autoritario. .. 2067.1. Los delitos al descubierto. .... 2067.2. El agotamiento del programa econmico del fujimorismo. . 2117.3. Las crecientes limitaciones del proyecto poltico. Las elecciones

    municipales de 1998. .. 2127.4. La ruptura de la coalicin dominante. 217

    8. Las elecciones generales del 2000. .... 2218.1. La campaa electoral y los candidatos. ...... 2228.2. Las labores de observacin y de supervisin electorales. .. 2298.3. Los resultados de las elecciones. . . 231

    CAPTULO VI. OCASO Y COLAPSO DEL RGIMEN AUTORITARIO.LA TRANSICIN A LA DEMOCRACIA. . 237

    1. De apariencias y mayoras engaosas. . 2372. La movilizacin en la calle. Sus lmites. 2413. Una mediacin impuesta por los actores externos. La Mesa deNegociacin de la OEA. . 2424. El principio del fin del rgimen de Fujimori. La Operacin Siberia yel vdeo de Kouri. 2445. La descomposicin del rgimen fujimorista. El fracaso de la salidagolpista. 2486. El colapso del rgimen autoritario. ... 249

    7. La transicin democrtica. La presidencia de Valentn Paniagua. 255

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    8. Breves apuntes sobre el proceso electoral del 2001 y el panoramapoltico postelectoral.. .. 259

    CONCLUSIONES. . 267FUENTES Y BIBLIOGRAFA. 271Bibliografa general. ... 271Relacin de revistas incluidas en la Bibliografa que antecede. . 299Otras revistas de periodicidad semanal. ... 299Prensa oficial peruana. ... 300Prensa diaria peruana (seria). 300Prensa diaria peruana (chicha). ..... 300Prensa diaria espaola. 300Principales direcciones electrnicas consultadas (pginas de internet). 300

    - Instituciones y organismos oficiales. . 300- Instituciones y organismos no estrictamente oficiales. .... 301- Partidos, movimientos y organizaciones polticas. ... 301- Prensa, editoriales y medios de comunicacin en general. .. 302

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    INTRODUCCIN.

    Per forma parte del grupo de pases latinoamericanos en los que la

    consolidacin democrtica se ha convertido en un objetivo que, aunquedeseado, se torna esquivo y difcil. En este trabajo analizamos la crisis delincipiente rgimen democrtico peruano durante la dcada de los ochenta del

    pasado siglo XX y la instauracin de un rgimen predominantementeautoritario, aunque formalmente democrtico, a partir de abril de 1992. Elncleo y tema principal de esta obra es el perodo (julio de 1990-noviembre del2000) en que Alberto Fujimori fue presidente de la Repblica de Per.El tema que analizamos sigue abierto. Casi a diario salen en Per a la luz

    pblica documentos e informaciones que, por una parte, nos ayudan acompletar lo que ya conocemos acerca de este perodo, pero, por otra, tambin

    pueden suponer que tengamos que someter a un nuevo anlisis y revisinalguna de nuestras conclusiones. No obstante, creemos que, habindosedifundido ya el contenido de la mayora de los vladivdeos (1),pocos asuntosimportantes, por turbios o transcendentes, pueden quedar por conocer.

    Uno de los objetivos de este trabajo consiste en tratar de demostrar que elperodo fujimorista no supone un mero accidente o incidente en la historiaperuana del siglo XX. Alberto Fujimori, hijo de padres japoneses -origenciertamente extico para tratarse de un latino-, es con toda probabilidad un

    genuino producto peruano, bsicamente, utilizando una expresin que casi todoperuano conoce, un criollo (2).Superada la sorpresa inicial, tras su repentina aparicin en el proceso electoraldel ao 1990 y su inesperado triunfo frente a una de las personalidades

    peruanas ms conocidas en el mbito internacional, como es el escritor MarioVargas Llosa, en el momento presente estamos en condiciones de concluir queFujimori -o cualquier otro candidato dotado de un perfil y un estilo polticos

    parecidos al suyo- era el candidato ms idneo para haber triunfado en las

    1 Conocemos como vladivdeos a las videocintas, y por extensin tambin a las cintas de audio,grabadas secretamente en la sede del Servicio de Inteligencia Nacional -SIN- por orden del jefe defacto del mismo, Vladimiro Montesinos. Estos materiales visuales y sonoros tienen un valordocumental de extraordinaria importancia para el conocimiento de la magnitud de la corrupcin enPer durante el perodo que estudiamos, especialmente entre los aos 1998 y 2000. Aunque sesospechaba con suficiente fundamento de la existencia de estas cintas, el primer vdeo no se hizopblico hasta el da 16 de septiembre del ao 2000; en el mismo apareca Montesinos sobornando a uncongresista elegido, en las elecciones celebradas en abril de ese ao, representando a una listaopositora a Fujimori.2 A los efectos de este trabajo, consideramos que, a pesar de las controversias surgidas acerca del pasnatal de Alberto Fujimori, ste debi de nacer en territorio peruano al poco de arribar sus progenitores

    a Per. Una cuestin diferente es que, a su vez, fuera inscrito tambin en un registro japons; algo, porlo dems, habitual entre los inmigrantes de origen nipn.

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    elecciones celebradas ese ao. Ningn candidato mejor que l, ni siquieraVargas Llosa, supo hacer una lectura ms acertada de la situacin peruana yexplotarla con tanto acierto electoral; ah radica, precisamente, la causa

    principal de su triunfo.Tambin consideramos que la trayectoria de Alberto Fujimori como presidentede Per no era, en absoluto, impredecible. Su estilo y la mayor parte de susactuaciones tenan como precedentes ms cercanos a los presidentes de laRepblica que le antecedieron en el cargo, Fernando Belande y,

    principalmente, Alan Garca; igualmente podemos rastrear algunas analogas enlos regmenes autoritarios -con mayores connotaciones dictatoriales que elrgimen de Fujimori- de Legua y de Odra.En suma, en el perodo fujimorista hallamos ms signos de continuidad que deruptura respecto a la actuacin de los dirigentes polticos peruanos que hangobernado durante el siglo XX. Del mismo modo, en el actual -hasta julio del2006- presidente peruano, Alejandro Toledo, vemos reeditados muchos de losdficit y falencias que acreditaron anteriores presidentes, incluido Fujimori.nicamente el presidente transitorio Valentn Paniagua pareci apuntar, durantelos ocho meses en el que ocup el cargo de presidente de la Repblica, hacia unestilo diferente y ms prometedor de cara a la normalizacin y la consolidacinde un rgimen democrtico en el pas.Del carcter sorpresivo de los acontecimientos acaecidos en este pas durantelas ltimas dcadas dan cuenta diversos analistas, nacionales y forneos, que

    han estudiado el caso de Per. Como seala el peruano Degregori (2000: 19):Mi pas es una montaa rusa. Apenas uno se cree seguro en su vagoncito, unacada sbita lo lanza a velocidad de vrtigo en direcciones insospechadas. Poreso en mi pas el que pestaea pierde. En parecido sentido, algunos analistasextranjeros han aludido al carcter sobresaltado, enigmtico y extico de los

    procesos operados en Per durante las dcadas de los aos 80 y 90 del pasadosiglo XX. Para S. Stern (1999a: 22), las sorpresas y la velocidad de la vida

    poltica peruana hacen difcil la elaboracin de un anlisis profundo de loshechos y obstaculizan la labor de establecer conexiones y patrones que sirvan

    para situar, de un modo adecuado, en su contexto los acontecimientos. TambinODonnell (1996: 9) se refiere a Per como a uno de los pases que funcionande formas que la actual teora democrtica no nos ha preparado para entendercorrectamente.

    No obstante, consideramos que, aun teniendo en cuenta estas apreciaciones,ninguno de los sucesos ocurridos en Per tena en esencia un carcterimpredecible, aunque tampoco fcilmente predecible. Todo lo acontecido hasido, en suma, una de tantas posibilidades; factores estructurales y, en ltimainstancia, unas circunstancias determinadas ligadas a unas decisiones

    individuales pueden ayudarnos a explicar el desarrollo de los hechos tal y como

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    han tenido lugar. De estos tres elementos -factores estructurales, aspectoscoyunturales y decisiones individuales-, slo el ltimo era relativamenteimpredecible, no siendo por necesidad el ms importante.

    El objetivo principal de este trabajo es estudiar el desempeo poltico y lascaractersticas del rgimen poltico que encarn Alberto Fujimori. Un rgimenque, desde el golpe de abril de 1992, no dudamos en incluirlo dentro de losregmenes polticos no democrticos en una de sus variantes autoritarias;aspecto, ste, sobre el que profundizaremos ms adelante. En este contexto,analizaremos las causas y factores que, especialmente durante las ltimasdcadas, han obstaculizado -y obstaculizan- la persistencia y consolidacin deun rgimen democrtico en Per.

    Este trabajo consta de seis captulos. En el Captulo I analizamos los factoresestructurales que condicionan, dificultndola, la consolidacin de un rgimendemocrtico en Per. Factores, todos relevantes, de diversa ndole -histricos,geogrficos, tnicos, raciales, culturales, sociales, econmicos y polticos, queinteractan entre s y se refuerzan mutuamente.

    En el Captulo II se tratan los antecedentes ms inmediatos del rgimen deFujimori, tomando como punto de partida el fracaso de la experienciareformista -tambin autoritaria- que los militares peruanos iniciaron en 1968.

    Igualmente, como argumentaremos, la crisis poltica, social y econmica que segesta durante los mandatos presidenciales de Fernando Belande y Alan Garcaconducir al desprestigio del rgimen poltico, as como de sus instituciones yactores, surgido al amparo de la Constitucin de 1979. En este contexto decrisis general y desafeccin popular es donde irrumpe exitosamente eloutsider Fujimori, que, no obstante, no supone una ruptura, sino ms bienuna derivacin continuista, respecto al estilo poltico de los presidentes -

    principalmente Garca- que le antecedieron en el cargo.Como teln de fondo, nos referimos a una serie de factores relevantes que

    contribuyeron decisivamente en la marcha de los acontecimientos. Tresdestacan principalmente: a) las migraciones masivas desde las reas rurales eindgenas hacia las urbanas y criollas, dando origen a un fenmeno de autnticodesborde popular; b) la irrupcin, desde 1980, de movimientos subversivos;

    principalmente Sendero Luminoso -en adelante SL-, y, en un plano menor, elMovimiento Revolucionario Tpac Amaru -en adelante MRTA-; c) una crisiseconmica sin precedentes, por su magnitud y efectos, en la historia peruanadel siglo XX.

    El Captulo III se inicia con el anlisis del contexto poltico y socioeconmico

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    ms inmediato a las elecciones del 1990. Este Captulo incluye, entre otrascuestiones, un breve apunte biogrfico sobre Alberto Fujimori, as como eldesarrollo de la campaa electoral que precedi a las elecciones de abril y junio

    de 1990 y al sorprendente resultado de las mismas. Como consecuencia de ello,tuvieron lugar importantes transformaciones poltico-institucionales inmersasen una dinmica de deriva autoritaria que culminaron, en abril de 1992, con laquiebra del rgimen democrtico que haba iniciado su andadura en 1980.Iniciamos el Captulo IV con un repaso de las ms importantes valoraciones ydefiniciones que del rgimen de Fujimori han hecho diversos analistas

    peruanos y forneos. Como veremos, dista de existir respecto a esta cuestin uncriterio unnimemente aceptado.Igualmente, en este Captulo IV analizaremos el papel desempeado por losdistintos actores polticos, incluidos los externos, en la fase que sigue al golpede Estado de abril de 1992. Fase que fue seguida, a raz de la eleccin de

    parlamentarios para un denominado Congreso Constituyente Democrtico -enadelante CCD-, del inicio de un proceso frustrado tendente a la implantacin deuna nueva institucionalizacin; proceso que, ya desde sus orgenes, semanifestaba dudosamente democrtico.En el perodo que media entre el golpe de Estado de abril de 1992 y laselecciones celebradas en abril de 1995 cristaliz un proceso de personalizacindel poder en torno al triunvirato integrado por Alberto Fujimori, presidente dela Repblica, Vladimiro Montesinos, asesor presidencial y jefe de facto del

    Servicio de Inteligencia Nacional -en adelante SIN-, y el general NicolsHermoza, jefe del Comando Conjunto de las FFAA; consolidndose, duranteeste tiempo, tanto la faccionalizacin de la institucin militar como el poder yla autonoma del SIN. Durante esta etapa el rgimen pretender, a falta de unalegitimacin genuinamente democrtica, legitimarse mediante el recurso a laeficacia y la efectividad que el Presidente manifestaba frente a la hiperinflaciny SL.

    Se inicia el Captulo V con un anlisis detallado del proceso electoral de 1995,

    que pudo haber sentado las bases para el desarrollo de un programa tendente ala institucionalizacin democrtica del gobierno de Fujimori, pero que, sinembargo, sell la consolidacin de un rgimen abiertamente autoritario ycrecientemente corrupto.Durante el perodo que se inici tras las elecciones de abril de 1995, y que se

    prolong hasta las elecciones del 2000, asistimos a la puesta en funcionamientode un fraudulento y anticonstitucional proyecto de reeleccin presidencial, queadems se manifestar crecientemente autoritario y con unas clarasconnotaciones mafiosas.

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    En el Captulo VI, y ltimo, de este trabajo haremos un anlisis de las causasque abocaron al rgimen fujimorista, primero, a su crisis y, luego, tras lasucesin de una serie de acontecimientos relativamente imprevisibles, a su

    colapso. Situamos el inicio de la fase final del fujimorismo en el triunfoelectoral, dudoso e insuficiente, obtenido por las candidaturas -la presidencial,por la que postulaba el presidente de la Repblica para optar a una nuevareeleccin, y la parlamentaria- del movimiento poltico Per 2000 en laselecciones del ao 2000.Haremos, a continuacin, un seguimiento detallado del curso de losacontecimientos que precipitaron al rgimen a una abrupta cada y quedesembocaron en el inicio de un singular proceso de transicin democrtica,iniciado antes de la renuncia -o cese?- del presidente Fujimori a su cargo; un

    proceso de transicin caracterizado por la importante participacin e influenciade diversos actores externos.Incluimos en este Captulo VI unas referencias a la campaa electoral quecondujo a la celebracin de unas nuevas elecciones, no previstas en elordenamiento institucional peruano, en el ao 2001; para concluir con una

    breve alusin a los principales acontecimientos acaecidos en Per durante elmandato de Alejandro Toledo, candidato triunfador en las elecciones del 2001.

    Ultimamos este trabajo con la exposicin de una serie de conclusiones.

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    CAPTULO I. LOS FACTORES ESTRUCTURALES.

    La causa principal por la que consideramos pertinente la inclusin de este

    Captulo no obedece a una motivacin de naturaleza meramente historicista; sias fuera, unas pocas lneas bastaran para dar cuenta de la cuestin. Por elcontrario, consideramos que, cuando el siglo XXI ha iniciado su andadura, unaconjuncin de factores estructurales siguen gravitando sobre la efectivamaterializacin en Per de un proyecto consumado de consolidacin no slo yade un rgimen democrtico, sino tambin del mismo Estado y la Nacin

    peruanos.

    1. El Estado y la Nacin inconclusos.

    A la vista de las reflexiones hechas por numerosos cientficos sociales peruanosparece que siguen manteniendo su vigencia las frases escritas por Maritegui(1991: 206) -cuya obra y figura forman parte del patrimonio patrio peruanosalvando, incluso, las diferencias ideolgicas o de cualquier otro tipo-, hace trescuartos de siglo, cuando aseveraba que la unidad peruana est por hacer,afectada por el problema profundo de la dualidad de raza, lengua ysentimiento. (3)Prueba de lo expuesto es la abundancia de citas y referencias que sobre tancontrovertida cuestin forman parte de las reflexiones y trabajos de

    significados analistas peruanos desde mediados de la dcada de los 80 -entindase del siglo XX- hasta la actualidad. Como seala Degregori (1988:82): Qu somos?. Esta es la pregunta que recorre a las ciencias sociales, quese hacen los intelectuales en este pas. Problema de identidad especialmenteentre los mestizos, es decir entre el producto del encuentro traumtico de estos2 mundos. Este mismo interrogante, tan cargado de desasosiego y duda comode deseo de respuesta, apareca expuesto con igual nitidez, en ese tiempo, enlas obras de otros peruanos como Tuesta (1985), Matos Mar (1988), Klaiber(1988), Rubio y Bernales (1988a), Iwasaki (1989), Gonzlez Manrique (1989),

    W. Delgado (1990), Vargas Haya (1991), Montoya (1992), Cotler (1994), Ossio(1994) y S. Lpez Jimnez (2002), entre otros; en todos lo casos se apunta a lafragmentacin tnica y cultural del pas como la causa ms importante delproblema nacional. (4)Una visin parecida de Per, como pas lastrado por numerosas brechas de

    3 La primera edicin de sus celebrrimos 7 Ensayos de interpretacin de la realidad peruana sepublic en el ao 1928; la consultada en este trabajo, publicada en 1991, haca la nmero 56. Desde sumuerte, no han sido pocos los partidos y dirigentes polticos peruanos, especialmente desde las filas dela izquierda, que han enarbolado las banderas mariteguistas.4

    Matos Mar (1988: 27) presenta la cuestin con claridad: Legado andino y patria criolla: una nacininconclusa.

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    larga data, en crisis permanente y casi siempre al borde del caos, es la quehallamos tambin en las obras de Rospigliosi (1991), Balln (1992), Bernales(1993a y 1993b) y Franco (1995). Incluso, altas instituciones del Estado de

    Per, como el Senado de la Repblica (1989: 121), han aludido a la existenciade graves problemas internos que afectan negativamente a la consecucin de launidad de la nacin peruana y a su conformacin como Estado. Asimismo,algunos analistas forneos, como Favre (1969), Alcntara (1989 y 1999), Rial(1990), Garretn (1992) y ODonnell (1997), han incidido en esta percepcinde Per como un pas desarticulado y agobiado por la falta de resolucin del

    problema inveteradamente vigente de la integracin nacional, que afectara,sobre todo, a los pueblos indgenas.De lo anteriormente expuesto concluimos que no suponen una excepcin losautores que fuera del pas y, sobre todo, peruanos cuestionan la existencia enPer de una identidad nacional compartida; en algunos casos se duda de la

    presencia de un proyecto nacional, llegando, incluso, a cuestionarse la mismaexistencia como tal de un Estado peruano. En este trabajo nos sumamos -aunque sin adherirnos a derroteros pesimistas- a la corriente mayoritaria queargumenta que Per es un pas, aunque no representara el nico ejemplo enAmrica Latina, en el que se mantiene, de un modo persistente, un estado defragmentacin y desvertebracin que atraviesa casi todas las esferas y mbitosque conforman su realidad pasada y presente.

    2. Los factores histricos.

    A ningn observador, analista o estudioso, se le escapa la influencia que losfactores histricos tienen sobre los procesos sociales y la conformacin de laentidad nacional y del Estado. Lejos de mantener una posicin determinista,que nos abocara a pensar en la inutilidad de cualquier proyecto de cambio ydesarrollo, s consideramos, en clave posibilista, que, para bien o para mal, una

    parte del presente ya est escrita en el pasado; no obstante, en cualquiera de loscasos, si los acontecimientos pretritos ya estn dados, s se puede modificar su

    percepcin e influencia sobre un presente mudable y un futuro que est porvenir.De la importancia que tienen los factores de ndole histrica da cuentaODonnell (1995: 223), cuando seala que, en la generacin de los distintostipos de democracia, no son tan decisivos los factores relacionados con lascaractersticas del proceso de transicin desde un rgimen autoritario como loson los factores histricos de largo plazo que los recientes gobiernosdemocrticos heredan.En este sentido, ya Lipset (1981: 107) haba advertido que el carcter y el

    contenido de las principales fisuras que afectan a la estabilidad poltica de una

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    sociedad vienen, en gran parte, determinados por los factores histricos quehan afectado a la forma de resolucin de los principales problemas que dividena la sociedad o a aquellos que han quedado pendientes de resolver; dar

    solucin, aade Lipset, a los conflictos a su debido tiempo contribuye a laestabilidad del sistema poltico, mientras que trasladarlos de un perodohistrico a otro conduce a que en el ambiente poltico primen la amargura y lafrustracin sobre la tolerancia y la transaccin. (5) En otro nivel de anlisis,Hirschman (1986: 61) lamentaba que en Amrica Latina las posibilidades de lademocracia para consolidarse estaban mermadas debido, principalmente, a lo

    poco prometedor de los antecedentes histricos.Un peruanista acreditado, como Scott Palmer (1990: 260), continuando estatradicin de pensamiento acerca del negativo papel desempeado por la herenciacultural y poltica de raz ibrica en la instauracin y consolidacin de lademocracia en Amrica Latina, seala a los casi 300 aos de dominio espaolcomo la causa principal en la conformacin de algunos de los rasgos mscaractersticos de la cultura poltica peruana, como, por ejemplo, la proclividadhacia formas institucionales y de gobierno autoritarias; as este legado heredado,de difcil superacin, estara siendo un importante impedimento para eldesarrollo de la instituciones liberal-democrticas. En este mismo sentido,tambin para C. Arias (1994: 26), la cultura marcadamente autoritaria existenteen Per hunde sus races, adems de en las concepciones polticas y sociales

    propias del Tawantinsuyu incaico, en la tradicin espaola.

    Partiendo de unos postulados de naturaleza distinta a los expuestos existe enPer una arraigada corriente -que nosotros relacionamos ms con el mito quecon la historia entendida como una disciplina cientfica y rigurosa en susmtodos e instrumentos de estudio y anlisis- que nos presenta una visinidealizada y novelada del pasado incaico. Segn Maritegui (1991: 13) -unode los precursores de esta corriente indigenista-: Todos los testimonioshistricos coinciden en la asercin de que el pueblo inkaico -laborioso,disciplinado, pantesta y sencillo- viva con bienestar material....Losconquistadores espaoles destruyeron, sin poder naturalmente reemplazarla, esta

    formidable maquinaria de produccin. Habiendo transcurrido ms de setenta ycinco aos desde la publicacin de la primera edicin de la obra a la que

    5Discutible es la opinin de Lipset (1981) acerca del papel que ha jugado la herencia recibida de lasmetrpolis ibricas (Espaa y Portugal), en contraposicin al modelo seguido por las antiguas coloniasinglesas, como causa que servira para explicar el difcil desarrollo y las dificultades de la democraciaen Amrica Latina, y, en contrapartida, la mayor proclividad hacia regmenes y comportamientosautoritarios. Ms atemperada que la posicin de Lipset, pero no alejada de ella en lo sustancial, es lamantenida por Lambert (1973). En parecido sentido tambin han argumentado Wiarda (1992), Dealy(1992), Worcester (1992), Mansilla (1989, 1991 y 2002) o R. de la Pedraja (2001), autores, todos

    ellos, que relacionan las tendencias autoritarias existentes en los pases latinoamericanos con latradicin centralista y antiliberal de raigambre espaola.

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    aludimos, otros autores (W. Delgado, 1990; Burga, 1990) continan ahondandoen tan controvertida como poco fructfera -de la forma errnea como se enfoca-cuestin, pretendiendo atribuir a la conquista espaola y al virreinato posterior el

    grado mayor de culpabilidad en los mltiples y variados problemas que tiene elPer contemporneo.Desde nuestro punto de vista, sin restar mritos a cualquier propuesta que sirva

    para alimentar el debate histrico y cientfico, consideramos que un anlisis msobjetivo y documentado del tema nos llevara a matizar en gran medida estosargumentos; pero no es ste el objeto, ni el propsito, del presente trabajo.Solamente sealar que enfrentar un pasado incaico -glorioso, virtuoso, prsperoy participativo- con un desempeo espaol y republicano -depravado,destructivo, egosta y genocida-, adems de ser la expresin de un pensamientosimplista e intolerante, no contribuye a la construccin de un Per ms moderno,desarrollado y democrtico. (6)

    3. Los factores geogrficos.

    Aunque frecuentemente se analizan los aspectos geogrficos en el mismoapartado que los histricos, consideramos que, sin dejar de tener en cuenta laimbricacin existente entre ambos, el anlisis de los factores geogrficos,especialmente de los que conforman el medio fsico, merece un estudio aparte.Sin entrar en mayores disquisiciones, el territorio es el primer aspecto -aunque

    en este trabajo, por una cuestin meramente procedimental, vaya precedido delos factores de ndole histrica- a considerar en el estudio de cualquier actividadhumana, siendo el soporte material sobre el que se desarrolla la vida, la historia,la organizacin social y econmica, la cultura y los Estados.El paralelo ecuatorial marca el lmite septentrional de los 1.285.220 Km2 sobrelos que se extiende el territorio peruano, ubicado enteramente en el hemisferioaustral. Por su extensin territorial, Per ocupa, tras Brasil, Argentina y Mxico,el cuarto lugar en el conjunto de Amrica Latina. La poblacin censada, segnlos datos del Instituto Nacional de Estadstica e Informtica -en adelante INEI-,

    en el ao 2004, ascenda a 27.546.574 habitantes, que sitan a Per, atendiendoa este criterio demogrfico, en el quinto lugar entre los pases latinoamericanos,superado por los tres ya citados y por Colombia. La densidad demogrfica media

    para el conjunto del territorio peruano se situaba, en el ao 2004, en torno a los215 habitantes por Km2; sin embargo, este promedio encubre el contraste queexiste entre los 99 habitantes por Km2 que pueblan la costa y los exiguos 3

    6Esta visin idealizada del pasado de Per se encuentra bastante extendida entre la poblacin. Segn

    los datos de la encuesta realizada, en marzo de 1989, por APOYO S.A. -vase Torres Guzmn (1989:64-65)-, para el 61% de los peruanos, el Incanato era el perodo histrico ms admirado. Sin embargo,

    en esta misma encuesta, el perodo republicano tena una mayor desaprobacin -47%- que el colonial -43%-.

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    habitantes por Km2 que habitan las regiones selvticas, pasando por los 23habitantes por Km2 que se asientan en los territorios serranos andinos. (7)En el ao 2004, Lima Metropolitana tena 7.443.000 habitantes, mientras que la

    segunda ciudad ms importante del pas, Arequipa, no llegaba a los 800.000habitantes; de las restantes urbes peruanas, nicamente Trujillo superaba los500.000 habitantes, cifra a la que se aproximaba Chiclayo, cuarta ciudad de Peratendiendo a criterios demogrficos. Esta naturaleza macrocfala -existe otrosejemplos en Amrica Latina- que caracteriza a la municipalidad de Lima es unade las causas, ms que consecuencia, de los desequilibrios, adems dedemogrficos, econmicos, sociales, culturales, administrativos y polticos queafectan al pas.Hace algo ms de veinte aos, Matos Mar (1983: 43-44) ya haca referencia aque, cualitativa y cuantitativamente, era muy notable la distancia social ycultural existente entre Lima y el resto del pas, provocando, al organizarse lasociedad nacional en funcin de una sola ciudad, la creacin de mltiplesespacios desarticulados y microcosmos. Desde entonces, ni el frustrado

    proyecto de descentralizacin regional puesto en marcha, a finales de los 80 delpasado siglo XX, durante el mandato presidencial de Alan Garca, ni el msreciente diseo regional que est iniciando su andadura en los albores del sigloXXI parecen haber contribuido a modificar esta situacin; la tradicin y losdiversos y encontrados intereses -y no slo de Lima y de los limeos- seconfabulan para poner trabas a la tan necesaria descentralizacin administrativa

    y poltica del pas.Otro de los dficit que arrastra Per, an relacionndose con la Geografa, tiene,sin embargo, mucho que ver con las funciones administrativas y las labores degobierno y toma de decisiones. Nos referimos a las imprecisiones existentes enla demarcacin de los lmites administrativos de los departamentos, provincias y

    7Per ocupa el 092% de la superficie emergida del planeta, representando su poblacin, en el ao

    2002, el 042% del total mundial; sin embargo, en ese ao 2002, el PIB peruano nicamenterepresentaba el 017% del PIB mundial.Segn los datos del INEI, en el ao 2002, Per tena una tasa de natalidad del 237 por mil, y una tasade mortalidad del 615 por mil. La mortalidad infantil era, en 1999, del 44 por mil -101 por mil, en1980-; sin embargo, segn el Boletn de difusin de problemas sociales, n 4 -publicado, en julio de1997, por Data Social-, en el ao 1996, la tasa de mortalidad infantil oscilaba entre el 26 por mil en eldepartamento de Lima y el 109 por mil en el departamento de Huancavelica -sierra-, pasado por el 48por mil en el departamento de Loreto -selva- y el 78 por mil en el departamento de Cuzco -sierra-.La pirmide de poblacin peruana es relativamente joven, aunque manifiesta los signos quecaracterizan a una situacin de evolucin hacia un estado de madurez demogrfica. En el ao 2002,segn los datos del INEI, el 337% de los peruanos -416%, en 1981- tena menos de 15 aos, el 49%-36%, en 1981- ms de 65 aos, y el 614% -548%, en 1981- se hallaban comprendidos entre los 15y los 64 aos.En el ao 2005, segn datos del INEI, la esperanza de vida de los peruanos era de 705 aos; sin

    embargo, la esperanza de vida en las reas urbanas -726 aos- casi superaba en siete aos a laesperanza de vida -659 aos- en las reas rurales.

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    distritos. (8) En este sentido, Lozada de Gamboa (2000: 12) seala: Lademarcacin territorial en nuestro pas, desde la colonia y posteriormente laRepblica desde su independencia, ha sido siempre defectuosa, por lo cual la

    creacin de las circunscripciones polticas obedeci a necesidades del momento,y no a una respuesta elaborada con criterios tcnicos fundamentales. Segn estaanalista peruana (Idem: 15-16), el 8333% de los departamentos se habrancreado sin lmites definidos y slo un 125% con lmites referenciales;igualmente, para el 5918% de las provincias y el 5886% de los distritos lasleyes que los crearon no especifican lmites, y nicamente para el 2722% de las

    provincias y el 2514% de los distritos lo hacen con carcter referencial oparcial.Como ha sucedido con la Historia, tambin se han cultivado en Per los mitosgeogrficos. Gozando hoy de menos valedores que antao, an se mantieneentre muchos ciudadanos peruanos, incluyendo algunos intelectuales, lacreencia, vagamente fundamentada, de que Per es un pas rico en recursosnaturales; las viejas frases de Garca Caldern (1907: 2-3), escritas hace unsiglo, referidas a un pas geogrficamente bien dotado, que, situado en laregin templada del planeta, posee todos los climas y las producciones,responden ms a un deseo que a una realidad cientficamente constatada. No setrata de que Per sea un pas pobre en recursos naturales -el pas cuenta conimportantes yacimientos de numerosos minerales-, pero tampoco esespecialmente rico, aunque es cierto que posee una gran variedad y diversidad

    paisajstica, biolgica y climtica; sin embargo, es un hecho comprobado que laposesin de una rica biodiversidad no supone siempre la existencia ydisponibilidad de suficientes recursos naturales explotables y econmicamenterentables para uso agropecuario e industrial. En ltima instancia, como sealaO. de Len (1995: 26-27), sobre la desarticulacin geogrfica de Per se asientala divisin socio-cultural del pas, influyendo ambas sobre la organizacin

    productiva y la segmentacin de la poblacin, que, a su vez, incidennegativamente en el proceso de consolidacin del rgimen democrtico.

    4. Los factores tnicos y raciales.

    Por razones obvias, relacionadas con causas tan variadas como la globalizacin(9) creciente y los movimientos migratorios masivos e intercontinentales, estn

    8 En el ao 2000, Per estaba dividido administrativamente en 24 departamentos, 194 provincias y1.821 distritos.9Consideramos, no obstante, que sera ms adecuado hablar de globalizaciones en plural. Existe una

    globalizacin de naturaleza econmica relacionada con el mbito mundial de los mercados financieros,de produccin y comercio de bienes y servicios y, en menor medida, de trabajadores, pero tambin hay

    que hacer referencia a fenmenos globalizadores de ndole cultural, poltica o medioambiental, porcitaralgunos ejemplos. De todos modos, es de sobra conocido que estas distintas globalizaciones estn

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    actualmente en boga los estudios que versan sobre las sociedades multiculturalesy el pluralismo nacional y cultural. Los choques y conflictos de ndole cultural,en ocasiones asociados tambin a diferencias tnicas y raciales, tienen unos

    antecedentes de larga data. Lo novedoso en nuestros tiempos es que lasrevoluciones tecnolgica y de los transportes han puesto en contacto, directo omeditico, a cientos de millones de personas que pertenecen a colectivosaltamente diferenciados atendiendo a sus caractersticas culturales, sociales,tnico-raciales y econmicas. Resultado de este contacto son algunasconsecuencias positivas, pero tambin otras no deseables por su naturalezadesestabilizadora y su capacidad para generar conflictos que pueden conducir aestallidos de odio y de violencia o a empeorar las condiciones de marginacin ydesigualdad que afectan a los grupos sociales o culturales ms desfavorecidos.En el debate intelectual, de repercusiones planetarias, en torno a estacontrovertida cuestin las posiciones y argumentos son diversos, inclusodispares. En algunos casos (Kymlicka, 2002), la defensa de la multiculturalidad,tanto en los mbitos interestatales como supraestatales, se convierte en el eje dela actuacin de los poderes pblicos, mientras que en otros (Sartori, 2001), el

    pluralismo poltico es el valor prioritario a preservar en una sociedaddemocrtica. Ms all de estas propuestas, es una realidad tan palmaria comoinevitable que, incluso antes de la presencia europea, la sociedad que se asientasobre el territorio peruano es un ejemplo claro de sociedad multitnica. (10)A pesar de este evidente carcter multitnico de Per, el Estado oficial -o sus

    dirigentes- frecuentemente han pretendido ignorar o eludir esta realidad,condenando a una virtual desaparicin a ms de la mitad de sus ciudadanos; ycuando as no se ha hecho, o haba impedimentos para hacerlo, entonces se haacostumbrado al recurso de su manipulacin segn los intereses de turno. Para

    imbricadas e interaccionan entre s.10 La poblacin india es dominante en algunos departamentos de Per. Segn el Censo Nacional dePoblacin de 1993 -cuando se est elaborando este trabajo an no se conocen los datos del CensoNacional de Poblacin que se est realizando en el ao 2005, siendo, hasta ahora, el Censo de 1993 elltimo de los hechos en Per-, en el departamento de Apurmac la poblacin de lengua nativa(eufemismo empleado para hacer referencia a los indios no castellanizados) representaba el 774% deltotal, en el de Puno el 765%, en el de Ayacucho el 713%, en el de Huancavelica el 673% y en el deCusco el 649%; en el otro extremo, nicamente representaba el 04% en el departamento de Piura, el05% en el de Tumbes, el 06% en el de La Libertad, el 13% en el de Cajamarca y el 3% en el deLambayeque, siendo el 101% en el departamento de Lima. En el conjunto del territorio peruano el195% de la poblacin nicamente hablaba en alguna lengua nativa (Gatti y Pareja, 1995: 39).La lengua nativa ms difundida es el quechua, seguida del aymara; adems, algunos miles de peruanosestablecidos en los espacios ocupados por la ceja de selva y la selva amaznicas hablan unas cuatrodecenas de lenguas diferenciadas. Tambin hay que tener en consideracin que varios millones deperuanos son bilinges; estos habitantes, aunque se expresan -por razones obvias aunque difcilmentereconocidas- preferentemente en espaol, pueden hablar con suficiente fluidez en alguna lengua

    nativa. Al iniciarse el siglo XXI, aplicando unos criterios estrictamente raciales, en torno al 80% delos peruanos son indios o mestizos.

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    Eguiguren, Albn y Abad (1990b: 155-156), el Estado peruano se ha venidomanifestando como la expresin de un modelo de dominacin elitista impuesto

    por un sector minoritario de la poblacin que ha hecho prevalecer sus intereses y

    valores, desconociendo la pluralidad etno-cultural y social que caracteriza alpas. Igualmente, otro analista peruano, F. Rospigliosi (1992: 362), alude a laexistencia en Per de una minora blanca -aclara, el autor, que no se refiereslo al color de la piel, sino a un conjunto de caractersticas raciales, sociales yculturales- que sigue, a pesar de los cambios producidos en las ltimas dcadas,discriminando a una mayora india y chola. En este sentido, hay que recordarque en Per, hasta finales de la dcada de los 70 del pasado siglo XX, laexistencia de una ciudadana de segunda -pasiva y de muy baja intensidad-constitua una realidad legal y constitucionalmente reconocida como tal, quellevaba a la privacin del elemental derecho al sufragio a todos los peruanosanalfabetos, esto es, a aquellos que no saban expresarse en la lenguaespaola. Nos hallbamos, entonces, ante un caso evidente de dominacinhegemnica de tipo poltico-cultural, segn el cual una minora impone sus

    propios principios y valores al conjunto de la sociedad y desprecia los que sonconsustanciales a una mayora marginada y discriminada.Al hilo de lo expuesto, entendemos que la sociedad peruana es esencialmentemultitnica y multicultural y, en menor medida, pluralista. En esta situacin,habra que interrogarse acerca de que si un mayor pluralismo, deseable por otra

    parte, no ir acompaado en el futuro de un menor multiculturalismo; esto es, si

    la modernizacin econmica, poltica, social y tecnolgica no supondr, almismo tiempo, la desaparicin, o cuando menos una patente disolucin, de los

    principales signos y vnculos de identidad cultural que caracterizan e identificana numerosas comunidades, principalmente -atendiendo a criterios cuantitativos-serranas o de origen serrano. Al respecto, Linz y Stepan (1996a: 43-46)argumentan que en una formacin multinacional y multicultural las

    posibilidades para que se llegue a una situacin de consolidacin democrtica seincrementan si se ponen en marcha una serie de polticas estatales que garanticenel acceso a un nivel de ciudadana igualitaria e inclusiva, pero si, adems, se

    pretende que la consolidacin democrtica sea exitosa, entonces los actorespolticos que trabajen en esa direccin debern ser muy cuidadosos al afrontar elreto que supone la existencia de una mosaico de naciones, culturas e identidadesdiferentes en su territorio y sopesar los riesgos que se derivan de la puesta enmarcha de polticas de nacionalizacin.Las citas que se refieren a la existencia en Per de una sociedad en la queabundan los tipos de comportamiento que caracterizan a los fenmenos dediscriminacin racial -o dicho ms llanamente, racista- son frecuentes tanto en lacalle como entre los cientficos sociales. Abundan las referencias directas y

    literales (Montoya, 1992: 32; Quijano, 1992: 263; Rospigliosi, 1992: 355;

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    Vargas Llosa, 1993: 505-506; de Len, 1995: 101; Tamariz, 1995: 413;Manrique, 1996: 35; Clavero, 2001: 26) que indican a las claras que el racismoen Per, lejos de ser un asunto propio de tiempos pretritos, es una realidad

    vigente en nuestros das que dificulta avanzar en la consolidacin de laconciencia nacional y de la democracia como sistema poltico. Ello a pesar deque, en el inciso 19 del artculo 2 de la vigente Constitucin de 1993, se declare

    pomposamente que toda persona tiene derecho a que se respete su identidadtnica y cultural, encargndose el Estado del reconocimiento y la proteccin dela pluralidad tnica y cultural de la Nacin peruana.El racismo en Per es, no obstante, un fenmeno complejo que presenta muchascaras y tiene elementos contradictorios. Prueba de ello es que Maritegui, uno delos ms ardientes defensores del indigenismo andino de raz incaica y ltigo deconquistadores y de gobernantes republicanos de origen europeo, mostrara sinrecato un evidente desprecio racista hacia las minoras china y negra que habitanen el pas. El chino, segn el fundador del Partido Socialista Peruano -luego,Partido Comunista-, parece haber inoculado en su descendencia, el fatalismo, laapata, las taras del Oriente decrpito. Respecto a la poblacin negra escribe:El aporte del negro, venido como esclavo, casi como mercadera, aparece msnulo y negativo an. El negro trajo su sensualidad, su supersticin, su

    primitivismo. No estaba en condiciones de contribuir a la creacin de unacultura, sino ms bien de estorbarla con el crudo y viviente influjo de su

    barbarie (Maritegui, 1991: 141-342); alegando la superioridad cultural y racial

    de los pueblos indios, parece, incluso, hacer alarde de la exclusin amparada enla raza, pues cuando el negro -seala- se ha mezclado con el indio ha sido para

    bastardearlo comunicndole su domesticidad zalamera y su psicologaexteriorizante y mrbida (Idem: 334). Por otra parte, antecediendo a Maritegui,otro ilustre intelectual peruano ya haba dejado patente cual era el ideario criollorespecto a este tema al sealar que: el problema de las razas es de sumagravedad en la historia americana....es la llave del irremediable desorden quedesgarra Amrica (Garca Caldern, 1979: 193).Que la cuestin del racismo en Per es compleja y polidrica contribuye tambin

    a explicarlo, como seala Montoya (1992: 24), la imagen negativa que de smismos han tenido los indios y una gran parte de los mestizos, en los que anidansentimientos contradictorios de vergenza, resentimiento, rabia y odio, quenecesariamente han de tenerse en cuenta para comprender y explicar tanto laviolencia poltica como la violencia en general existente en el pas. Como bienargumenta Manrique (1996: 36), cuando en Per se utilizan las palabras choloe indio para insultar a alguien se hace a costa de mutilar una parte de la propiaidentidad y de negar la parte de cholo o de indio que se tiene.Paradjicamente -corroborando el grado de complejidad de la cuestin que

    tratamos- los grupos subversivos, principalmente SL, cuyos cuadros se han

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    surtido mayoritariamente de provincianos mestizos de origen serrano, hanparecido ignorar este perfil multitnico que caracteriza a Per, pues, a tenor desus escritos y documentos han juzgado a la peruana como una sociedad tan

    homognea como la japonesa o las escandinavas: ni una sola lnea alude en ellosa problemas tnicos o raciales (Degregori, 1990b: 205).El conflicto tnico-racial en Per ha adquirido -como veremos en un captulo

    posterior- una innegable connotacin poltica a raz de las elecciones celebradasen 1990; como seala Gonzlez Cueva (1999: 131), a partir de esta fecha hanirrumpido bruscamente en la escena poltica, entre voces de alarma, protesta onegacin, varios temas de difcil expresin en la vida pblica peruana, como sonlos que se refieren a las identidades tnicas y a la discriminacin racial. Desdeentonces, aunque los discursos se han atemperado, las apelaciones a la raza y laetnia, unas veces utilizadas como argumento para reforzar la identidad propia yotras empleadas como armas arrojadizas y vengativas respecto a los rivales, nohan cesado. (11)En octubre del ao 2000, el grupo IMASEN realiz un trabajo de campo -vasela revista Caretas, n 1640, de 12/10/2000- con el objetivo de estudiar los

    prejuicios racistas que perduraban en Per. De los resultados del mismo sededuce que los cholos son considerados -por este orden- como trabajadores,normales y buenos; los chinos, como trabajadores, intelectuales y buenos; y los

    blancos, como credos, trabajadores y flojos. Al respecto hay que sealar quetradicionalmente los grupos blancos dominantes en la sociedad peruana han

    asimilado a los indios y a los cholos con la condicin de flojos, y a los blancoscon la de trabajadores y laboriosos; en consecuencia, algo est cambiando enPer, y este cambio est abanderado por la emergencia social, econmica y

    poltica de la mayora natural del pas, que es predominantemente india, chola ymestiza. Sin embargo, como seala B. Clavero (2001: 36), hablar en las

    11El ex presidente Fujimori, desde 1990 al 2000, encontr -explotndola con habilidad- en la cuestin

    tnico-racial un arma electoral y de propaganda poltica muy eficaz. Posteriormente, al presidenteAlejandro Toledo le ha gustado autodefinirse como cholo terco, mientras que su esposa, blanca yeuropea, cargaba contra los blancos y pitucos limeos.Para muchos peruanos, Fujimori era el chino -identificacin, que referida al ex presidente puedetener un carcter positivo o negativo, segn quien y en que contexto la utilice-; Alejandro Toledo es elcholo -referencia, como la de chino, tambin cargada de significados e intencionalidadesambivalentes-; Francisco Tudela -ex vicepresidente de la Repblica con Fujimori- es el prototipo delblanco; y Alberto Andrade -exitoso ex alcalde de Lima- era tildado de criollo, que en Per lomismo significa mestizo blanquinoso que es sinnimo de pcaro y tramposo.A raz del triunfo de Toledo en las elecciones presidenciales del ao 2001, han aparecido algunaspropuestas oficiales -ms efectistas que efectivas- que pretenden reconducir el debate sobre la cuestintnico-racial hacia mbitos ms constructivos y armoniosos. En este sentido, Toledo proclam, congrandilocuencia, la creacin de un Gobierno integrado por todas las sangres; igualmente, desdealgunos crculos prximos a la primera dama del pas, Elaine Karp, se est pretendiendo difundir -ms

    como discurso poltico que como una propuesta con contenidos reales- la imagen de un Perintercultural.

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    circunstancias actuales de Per de la existencia de un Estado pluricultural estodava ciencia-ficcin.El personal punto de vista de quien esto escribe, no validado cientficamente,

    pero, si se admite, avalado por el conocimiento directo de todos los paseslatinoamericanos vinculados en el pasado a los Estados ibricos, es que laperuana, y ms concretamente la limea, es una de las sociedades ms racistasde toda Amrica Latina. Cierto es que en el Per actual, al igual que en otrosmuchos pases y sociedades, la discriminacin socioeconmica pesa ms que la

    puramente racista, pero a nadie se le escapa que los pobres y marginadosperuanos son, en su mayora, indios y cholos. De esta situacin, no podemos, sinembargo, concluir que la relacin entre pobreza y pertenencia tnica seaunicausal; sin duda, se trata de una relacin de naturaleza ms compleja ymulticausal.

    5. Los factores culturales y polticos.

    An tratndose de aspectos analticamente diferenciados, agrupamos los factoresculturales y polticos en un mismo apartado teniendo en cuenta su mutuaimbricacin a travs de los conceptos de cultura cvica y cultura poltica. En estesentido, en repetidas ocasiones (Inglehart, 1988; Lechner, 1990; Almond yVerba, 1992; Lipset, 1992; Linz y Stepan, 1996a; Dahl, 1999) se ha sealado laimportancia que tiene para la consolidacin de un rgimen poltico democrtico

    la existencia, entre los ciudadanos y lderes de un pas, de un conjunto de ideas,valores y prcticas democrticos arraigados en su cultura.

    No obstante, sin dejar de reconocer la importancia que los factores culturalestienen en los procesos de consolidacin democrtica, Schmitter y Karl (1995:181) han argumentado que respecto a la denominada cultura cvica existenalgunos malentendidos que frecuentemente se observan en la literatura recientesobre la democracia; para estos autores, las propuestas de los cientficos socialesdeberan fundamentarse sobre la prudencia, pues esperar que hbitos como latolerancia, la moderacin, el respeto mutuo, la justicia, la voluntad de

    compromiso o la confianza en las autoridades pblicas estn profundamenteasentados en una sociedad implicara un proceso muy lento de consolidacin deun rgimen y sentenciara al fracaso a muchas experiencias contemporneas exhipothesi to failure. En parecido sentido, ODonnell (1997: 222) argumentaque, an cuando sera conveniente que la mayor parte de la poblacin de un pasasumiera los principios democrticos y practicara sus reglas, no acostumbra a serste el caso; por lo que, si se hubiera esperado en muchos pases a la existenciade una mayora democrtica para el advenimiento de la democracia poltica, stano hubiera surgido en parte alguna del mundo.

    Huntington (1998: 50) cita a Per en la lista de pases en los que, a su juicio, ha

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    prevalecido un modelo cclico, segn el cual el cambio de rgimen -dedemocrtico a autoritario o viceversa- tiene la misma funcin que la alternanciade partidos en un sistema democrtico estable; en estos pases, la alternancia

    entre democracia y autoritarismo es el sistema poltico. Anteriormente, elanalista peruano L. Psara (1988: 19) haba escrito. Elegidos o impuestos,civiles o militares, los gobiernos en el Per han tendido a comportarse de unmodo equivalente. Estamos, pues, ante una forma de entender el gobernar o,

    probablemente, ante un estilo de ejercer el poder que es tpico del pas. C.McClintock (1999a: 338) hace referencia a la existencia de un crculo vicioso enel funcionamiento del sistema poltico peruano; segn esta politlogaestadounidense, la existencia de unas instituciones democrticas dbiles,inmersas, adems, en un contexto en el que la cultura poltica no democrtica esdominante en el pas, conduce al pobre desempeo de los gobiernosdemocrticos y a su fracaso, favoreciendo con ello que las fracturas histricas ylas fallas en la cultura poltica no se superen.En las dos ltimas dcadas, han sido numerosos los autores, peruanos yextranjeros (Balln, 1986; Psara, 1988; Rubio, 1998b; Bourricaud, 1989;Monge, 1989; Franco, 1989 y 1995; Montoya, 1992; Grompone, 1991a y 1993;Cotler, 1993 y 1994; Eguiguren, 1993; de Althaus, 1993; Arias, 1994; LpezJimnez, M, 1994; de Len, 1995; Sanborn y Panfichi, 1997; Monzn, Roiz yFernndez, 1997; McClintock, 1999a; Neira, 2001), que han hecho hincapi enla permanente presencia en Per de una cultura poltica de naturaleza tradicional,

    clientelista y autoritaria que obstaculiza la difusin de una cultura nacionalciudadana.En la cultura poltica peruana hallamos presentes muchas de las caractersticasque Mansilla (1989: 77-78; 1991: 31-33) atribuye a la cultura dominante enAmrica Latina, como el personalismo, el establecimiento de relaciones entrminos estrictos de amigo-enemigo, la estima de la apariencia sobre elcontenido, la presencia de actitudes y comportamientos que abocan al intento deconsecucin del xito inmediato, la hipocresa, el cinismo, la deslealtad y laambicin desmedida, entre otras. El yosmo y la constante preocupacin por el

    ser ms que por el hacer son, segn los analistas peruanos Kuczynski yOrtiz de Zevallos (1990: doc. 6), una parte integrante de la idiosincrasia de loslatinoamericanos en general y, en particular, de los peruanos.Consideramos igualmente que otro aspecto importante a tener en cuenta en lacultura peruana es el factor religioso. Como seala Klaiber (1988: 18), en Perhasta los portavoces de la reforma social y poltica -muchos de los cualestendan a ser anticlericales y poco receptivos respecto a la religiosidadtradicional- acabaron por adoptar los smbolos religiosos estimados por lasclases populares con el fin de granjearse su apoyo poltico. (12)

    12 Klaiber (1988) se refiere con detalle a las manifestaciones de religiosidad puestas de manifiesto en

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    Teniendo en cuenta estas consideraciones, desde nuestro punto de vista,concluimos que la notoria fragmentacin que observamos en la cultura poltica

    peruana est asociada a la enorme disgregacin cultural existente en el pas. En

    este sentido, estamos de acuerdo con Dahl (1989: 104) cuando seala que elpluralismo subcultural es una causa de la existencia de situaciones tirantes,siendo la poliarqua -democracia poltica- ms viable en los pases relativamentehomogneos que en aquellos donde impera el pluralismo subcultural.

    6. Los factores socioeconmicos.

    Per, al igual que sucede en otros pases latinoamericanos, soporta unas grandesdisparidades y contrastes de ndole socioeconmica, lo cual juega en contra de laestabilidad y la consolidacin democrticas. Como seala F. Durand (1996:103), en Per las diferencias entre clases sociales, principalmente en Lima, sonmuy fuertes; la clase alta apenas si constituye el 8% de la poblacin, la clasemedia supone unas tres veces ms que la alta, y la clase baja es tres veces mayorque la media. (13) En una revisin de su obra anterior -publicada originalmenteen 1967-, Bourricaud (1989: 11), en lo que calificaba como un ejercicio deautocrtica, se preguntaba si, a pesar de haber sido sustituida, desaparecida yhasta quebraba la oligarqua a la que se refera a mediados de los aos 60, no sehabran mantenido las tendencias oligrquicas en la nueva lite peruana.Que en Per la pobreza alcanza unos niveles elevados es un hecho sobradamente

    conocido. Segn los datos del INEI, en el ao 2000, el 395% de los hogaresperuanos -incluyendo el 117% de hogares que se hallaban en una situacin deextrema pobreza- estaban por debajo del umbral de la pobreza, mientras que el

    los discursos de los militares tras el golpe de Estado de 1968, con sus reiteradas apelaciones alhumanismo revolucionario de raz cristiana, al explcito cristianismo del general Morales Bermdez,a las proclamas poltico-religiosas de Alan Garca y al fervor religioso de Alfonso Barrantes -que fuealcalde Lima en representacin de la coalicin Izquierda Unida-.Connotaciones religiosas -referencias bblicas, identificacin de la accin poltica con el sacerdocio-tambin encontramos en el discurso de Haya de la Torre, fundador del APRA; incluso en losdocumentos de SL abundan las metforas cargadas de significado religioso. Asimismo, el Prembulode la vigente Constitucin de 1993 contiene una invocacin a Dios. En este contexto se entiende quetodas las encuestas y sondeos de opinin realizados en Per durante los ltimos veinticinco aos siteninvariablemente a la Iglesia catlica como la institucin del pas ms valorada.13 Conocida es la teora de la pirmide social desarrollada, en 1984, por el candidato del APRA -luego elegido presidente de la Repblica en 1985- Alan Garca. Segn la formulacin de Garca, quelleg a adquirir el carcter de teora oficial, el 2% ms rico de la poblacin peruana situado en lacspide de la pirmide se apropiaba del 28% de la renta nacional; le segua, de arriba a abajo, el 8%de la poblacin que se apropiaba del 24% de la renta y, a continuacin, el 15% que haca lo propio conel 25% de la renta. Finalmente, en la base, se ubicaba un 75% de pobres que slo se distribuan el 23%de la renta nacional.J. Nun (2002: 18) cita a Per entre los ejemplos de pases que se rigen por una ratio del tipo 60:30:10;

    segn la cual, el 20% ms rico de la poblacin se apropia del 60% de la riqueza nacional, el 40% del30%, y el 40%, ms pobre, de nicamente el 10%.

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    605% eran considerados como no pobres. Pero teniendo en cuenta que las tasasde natalidad, y en consecuencia el tamao de las unidades familiares,acostumbran a ser superiores en los estratos socioeconmicos ms deprimidos,

    el resultado final es que el porcentaje de habitantes considerados como pobressupera con holgura al porcentaje de hogares que tienen igual consideracin; deeste modo, en el ao 2000, el 487% -el 427% en 1997- de los peruanos vivan

    bajo el umbral de la pobreza, incluyendo a un 15% de pobres extremos. (14)Sin embargo, los contrastes territoriales son muy importantes. Mientras que enlas reas urbanas son pobres 37 de cada 100 habitantes, en las reas rurales loson 70 de cada 100; si 4 de cada 100 peruanos urbanos son pobres extremos, enlas reas rurales lo son 36 de cada 100. nicamente en cinco departamento -Arequipa, Moquegua, Tacna, Callao y Lima-, de los veinticinco en que estabadividido administrativamente Per al concluir el siglo XX, el nivel medio devida de sus habitantes era considerado como aceptable.Si los contrastes territoriales son ostensiblemente notorios, no lo son menos lasdiferencias socioeconmicas observadas en el interior de un espaciodeterminado, como es el que conforma el territorio de Lima Metropolitana. En1999, la renta familiar mensual del 34% de los limeos encuadrados en hogaresque eran considerados del nivel A -alto- superaba en ms de veinte veces la rentafamiliar media del 114% de los limeos pertenecientes a los hogares del nivel E-bajo-bajo-. Una prueba del nivel de polarizacin y desigualdad existente en lasociedad peruana viene dada por el hecho de que en Lima, la ciudad del pas que

    cuenta con una estructura social y econmica ms moderna, compleja ydesarrollada, menos del 15% de la poblacin se poda considerar, en 1999, como

    perteneciente a la clase media en sentido estricto. (15)

    14 En el ao 2000, se consideraba pobre en Lima a quien perciba unos ingresos inferiores a 263 soles -unos 75 dlares- mensuales; en las regiones rurales serranas el umbral de la pobreza se situaba en 146soles -unos 42 dlares- mensuales. En ese mismo ao 2000, se consideraba como pobres extremos enLima a quienes perciban menos 125 soles -unos 36 dlares- mensuales, y en la sierra rural a quienesreciban una cantidad inferiores a 90 soles -unos 26 dlares- mensuales.15 En el ao 1999, el ingreso familiar medio mensual en los hogares limeos del nivel A -alto-, queagrupaba al 34% de la poblacin de Lima, era de 3.319 dlares. En los hogares del nivel B -medio-,que inclua al 144% de los limeos, el ingreso familiar mensual medio era de 874 dlares. El 338 delos habitantes de Lima, que habitaban en los hogares del nivel C -medio bajo o bajo superior-,perciban unos ingresos familiares mensuales medios de 348 dlares. A 229 dlares mensuales llegabael ingreso familiar medio del 37% de los limeos encuadrados en los hogares del nivel D -bajo-, y sloa 157 dlares mensuales en el caso de los limeos que pertenecan a los hogares del nivel E -bajo-bajo-. En 1999, el 59% de las familias de Lima ingresaba menos de 300 dlares mensuales, perogeneralmente disponan de un aparato de televisin y de un equipo de msica. (Para tener una mayorinformacin acerca del tema en cuestin, vase el artculo Los nuevos pobres de Lima, publicado enla revista Caretas, n 1583, de 2/9/1999).En julio de 1999, el INEI procedi a corregir a la baja el valor de la produccin nacional alconsiderar que el dato del PIB correspondiente al ao 1994 estaba sobrevaluado en un 102%; en

    consecuencia, el PIB per cpita de los peruanos, calculado en 1999, qued reducido, segn el INEI, a2.065 dlares anuales; cifra bastante alejada de los 2.642 dlares que, para ese mismo ao, asignaba la

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    7. La interaccin de estos factores.

    Estos factores estructurales cobran una dimensin mayor si tenemos adems en

    cuenta los modos en que interactan y se refuerzan mutuamente, contribuyendoa alejar a Per de las siete condiciones bsicas que, segn Dahl (1989),intervienen significativamente en las oportunidades para que desarrolle de unmodo adecuado el debate pblico y la poliarqua. (16)Los diversos factores estructurales se hallan en un permanente estado deinteraccin en cualquier sociedad; pero en alguna, como la peruana, lacomplejidad resulta mayor al presentar clivages no existentes, o presentes enmenor medida, en otras sociedades. Como bien observa F. Durand (1996: 103),las lneas de separacin de ndole socioeconmica se superponen en Per a unarealidad tnico-cultural que varia al transitar de una clase social a otra. En laclase alta peruana predomina la presencia de los blancos de origen europeo; enla clase media son mayora los habitantes resultantes del mestizaje entre los

    blancos y otros grupos raciales, configurando el universo de los conocidos comoblanquinosos o cholos blancos; y entre los integrantes de la clase baja sonampliamente mayoritarios los cholos -indgenas aculturados o mestizos conuna fuerte influencia indgena-, los indios -indgenas escasamente aculturados-y los morenos -negros-.Las diferencias raciales tambin tienen una importante repercusin en el mbito

    poltico. Como seala F. Durand (1996: 106), mientras han dominado la escena

    poltica los partidos tradicionales ha sido ntida la relacin establecida entre lacomposicin tnico-cultural y social existente en Per y la direccin del voto enlas contiendas electorales, habindose reducido este impacto en el perodo msreciente que ha conocido el protagonismo de los candidatos independientes.McClintock (1989a: 363) atribuye a los clivages subculturales, superpuestos alos tnicos, regionales, de clase y religiosos, un importante papel tanto en lasdificultades observadas para la consolidacin de la democracia en Per como enla aparicin de SL. En palabras de O. de Len (1995: 159), en Per, lacomplejidad de los mecanismos de diferenciacin social, formados por factores

    CEPAL a Per y de los 2.460 dlares que le atribua el Banco Mundial.16 Las siete condiciones de la poliarqua a las que Dahl (1989: 39) se refiere son las siguientes: lassecuencias histricas, el grado de concentracin en el orden socioeconmico, el nivel de desarrollosocioeconmico, las desigualdades, la segmentacin subcultural, el control extranjero y las creenciasde los activistas polticos. Condiciones a las que este politlogo se refiere nuevamente en una obraposterior (Dahl, 1992).Tambin Huntington (1998: 191) se refiere a los problemas contextuales -de naturaleza social,econmica, cultural e histrica- como causa fundamental de las dificultades para la consolidacindemocrtica observadas en numerosos pases. Anteriormente Hirschman (1986: 61-62), en alusin alconjunto de Amrica Latina, ya se haba referido al poco sentido que tiene el intento de bsqueda de la

    causa primera de la inestabilidad poltica que afecta a los pases latinoamericanos, pues en su fuerza yduracin intervienen diversos factores, convergentes e interrelacionados.

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    tnicos, culturales, econmicos y hasta geogrficos, a falta de un ntido perfil declase, han hecho naufragar el paradigma occidental que va desde elconservadurismo hasta el comunismo.

    8. Problemas pasados o cuestiones pendientes?.

    Cerramos este captulo haciendo una breve recapitulacin de los principalescondicionantes y causas, bsicamente estructurales, que nos ayudan a tener unamejor comprensin del hecho de que muchos e importantes problemasobservados con motivo de la transicin democrtica iniciada en 1978 hayanmantenido su vigencia y sean perfectamente reconocibles en el nuevo proceso detransicin hacia la democracia que comenz, tras el colapso el rgimenfujimorista, a finales del ao 2000. Se tratara de ese tipo de problemas yconflictos, histricamente heredados, que, siguiendo a Lipset (1981), entorpeceny dificultan el logro de la estabilidad democrtica. Adems, a los viejos

    problemas se suman los nuevos retos derivados del proceso de globalizacinmundial.

    A modo de sntesis de lo expuesto, sealamos:

    a) Persiste en Per un serio problema, histricamente transmitido, de debilidaden el reconocimiento compartido de la identidad nacional, sin cuya solucin se

    hace difcil la conclusin del largo proceso de construccin del Estado-Nacin.

    b) El peruano es un territorio geogrficamente desvertebrado, sin que el pasdisponga de los recursos e infraestructuras necesarios para superar los retos que

    plantea el medio fsico.

    c) La peruana es una sociedad ms multicultural que pluralista, donde se practicala discriminacin tnico-racial con tintes claramente racistas.

    d) En la cultura poltica predominante en Per los cdigos de conductamodernos y genuinamente democrticos conviven con pautas culturalestradicionales de raigambre autoritaria.

    e) La sociedad peruana es altamente desigual e injusta y est influida por unmodelo de desarrollo econmico desequilibrado, precario, incierto y proclive alas crisis econmicas recurrentes.

    Sobre estos factores tambin incidirn, en constante interaccin con ellos, otros

    conflictos, problemas y acontecimientos de ndole ms coyuntural.

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    CAPTULO II. LOS ANTECEDENTES DEL RGIMEN DE ALBERTOFUJIMORI.

    1. El fracaso del reformismo militar.El 3 de octubre de 1968, un golpe militar pona fin a la presidenciaconstitucional de Fernando Belande, que haba accedido al cargo traselecciones celebradas en 1963. Este golpe tena sus antecedentes msinmediatos, en lo temporal y en sus propsitos reformistas, en el que habatenido lugar en 1962; en ambos casos, especialmente en 1968, las FFAA

    peruanas parecan alejarse de su tradicional papel de gendarmes y guardianesde los intereses de la oligarqua. Desde la dcada de los 50 del pasado sigloXX, los militares peruanos haban ido modificando paulatinamente tanto suautoimagen como la percepcin que tenan de la realidad del pas,decantndose muchos de ellos haca una va reformista y modernizadora. Elderrocamiento de Belande pona tambin de manifiesto tanto la debilidad delrgimen democrtico peruano como la soledad poltica del Presidente de laRepblica; las manifestaciones de oposicin a la inconstitucional intervencinmilitar fueron pocas e indecisas. (17)El proyecto reformista, va golpe militar, inicialmente no contaba con elrespaldo de todos los altos mandos castrenses; los ejecutores del golpeformaban un grupo -una camarilla- integrado por generales y coroneles

    directamente vinculados al Comandante General del Ejrcito, general VelascoAlvarado. (18) Sin embargo, el denominado Gobierno Revolucionario de las

    17Algunos autores han interpretado esta accin militar como un acontecimiento excepcional. Unos hanpercibido en el mismo la presencia de un fenmeno indito que rompa con la tradicin caudillista ypro-oligrquica anterior para reivindicar unas banderas revolucionarias con metodologa populista(Quiroga, 1989: 27-28); otros se han referido al universal desconcierto que cre en la opininpblica peruana y latinoamericana (Halperin, 1990: 620). No han faltado incluso en la literaturaexistente respecto a este tema parabienes sorprendentes por su origen; as Fraga Iribarne (1971: 385)reconoca en el Plan de Gobierno del GRFA la existencia de notables objetivos, al tiempo queexpresaba su deseo de que los mismos se lograran en profundidad y en proyeccin de futuro.El analista peruano J. Cotler (1978) nos ofrece una visin lcida de los problemas y avatares a los quese enfrent Fernando Belande durante su mandato presidencial, as como de los acontecimientos queprecedieron al golpe de Estado y a la secuencia del mismo. Un completo estudio del perodo militar ensu versin oficialista lo encontramos en C. Franco, coor. (1983). Desde fuera de Per, Stepan (1978)nos presenta un riguroso anlisis, en perspectiva comparada, del perodo y de los hechos dereferencia; tambin Pasquino (1974) nos ofrece unos apuntes de la evolucin -hasta el ao 1972- delrgimen militar.18 El da anterior al golpe de Estado, con motivo de la toma de posesin del nuevo Consejo deMinistros presidido por Mgica Gallo, el general Velasco Alvarado salud con cortesa al nuevopremier y a los ministros; a las pocas horas, liquidaba al gobierno constitucional.En repetidas ocasiones se ha relacionado a los militares reformistas peruanos con el Centro de Altos

    Estudios Militares -CAEM- establecido en Lima. Al respecto Rouqui (1984: 357) pone de manifiestoque el papel del CAEM en el golpe de octubre de 1968 fue slo relativo, puesto que ninguno de sus

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    FFAA -GRFA-, que se constituye tras la accin golpista, s contaba con elapoyo de stas como institucin; como seala Rodrguez Beruff (1983: 232-233), si la accin militar llevada a cabo el 3 de octubre era claramente no

    institucional, el gobierno militar que se constituye posteriormente s tuvocarcter institucional. No obstante, pese a esta apariencia de unidad, lasdiferencias ideolgicas, corporativas y personales persistirn en el seno de lasFFAA.Recibido entre la sorpresa y una actitud expectante, el rgimen militar peruanosurgido en 1968 ha recibido variadas calificaciones. As, ha sido definido comoexperimento de concepcin neobismarckiana (Petras y Laporte, 1971:145), especie de cuasi -o- protobonapartismo populista (Kaplan, 1984: 152-153), el ms importante de los regmenes militares de orientacin nacional-

    populista (Touraine, 1989: 185), rgimen autoritario militar-populista(ODonnell y Schmitter, 1994b: 39), o caso de populismo militar- autoritarioincorporativo (ODonnell, 1997: 261). Como observamos, los trminos

    populismo y autoritarismo son los ms citados, adems del obvio de militar.Igualmente interesantes para llegar a una mejor comprensin de los objetivos

    propuestos por los militares peruanos, especialmente en su primera etapavelasquista, son las propuestas realizadas por alguno de los idelogos civilesdel rgimen. Desde esta ptica, el militarismo peruano ha sido concebido comoun proyecto, superior al marxismo leninismo, dotado de un gran potencialrevolucionario y de transformacin social, garantizado por la capacidad de los

    militares para acercarse a la clase trabajadora y ser capaces de expresar losintereses histricos de la misma (C. Delgado, 1975: 24). Para C. Franco(1975: 197), la opcin socialista representada en los militares peruanos suponauna superacin tanto del capitalismo como del socialismo de Estado alfundamentarse en los principios de una democracia social de participacin

    plena, o, dicho en otros trminos, de un socialismo participatorio. Seimpona tambin una lgica contraria a las organizaciones partidarias,desarrollada con detalle por C. Franco (1975), segn la cual la reintegracin dela poltica a la vida ciudadana implicaba sustraerla de la rbita de unos partidos

    que eran considerados como una consecuencia institucional de la concepcintradicional de la poltica, que habra de ser sustituida por el protagonismo de lasorganizaciones sociales y laborales como legtimas representantes de losciudadanos y trabajadores.Sin embargo, lo cierto es que, pese a sus loables propsitos y objetivos, elrgimen militar peruano en su desempeo estuvo, en todo momento, lejos detan elevadas pretensiones. No consigui tampoco canalizar el apoyo popular;

    inspiradores ideolgicos, los coroneles Rodrguez, Fernndez Maldonado, Gallegos y Hoyos Rubio,

    como tampoco el general Velasco, haban pasado por el CAEM, sino que provenan de los servicios deinteligencia militar.

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    adems, con el paso del tiempo, se incrementaron tanto las disensiones, nuncadesaparecidas, en el interior de las FFAA como la oposicin civil, representadano slo en los grupos sociales que no haban apoyado al rgimen sino tambin

    en una parte de los sectores populares y laborales sobre los que los militarespretendan afianzar sus bases de apoyo y de legitimidad. As para un militarcomo Barandiarn (1995: 16), el proyecto abanderado por el general Velascorepresentaba una alternativa agotada que tena capacidad para romper pero no

    para crear y cuyo esquema del no partido y modelo no capitalista, nocomunista era como un buque sin brjula. De este modo, pese a la creacin,en 1972, de Sinamos (Sistema Nacional de Apoyo a la Movilizacin Social), elrgimen militar se mostr incapaz de superar la contradiccin evidente queexista entre su proyecto democratizante, reformista y participatorio, por una

    parte, y su concepcin autoritaria y de desconfianza respecto a la sociedadcivil, por otra. Como seala Morlino (1991b: 140), los regmenes militares casinunca han tenido xito en sus intentos de movilizacin desde arriba; laexperiencia militar peruana sera un buen ejemplo de ello.El efecto combinado del creciente descontento popular, un desempeo situado

    por debajo de los objetivos y pretensiones iniciales, el inicio de un ciclo delarga crisis econmica y las crecientes disensiones en el seno de las FFAA,donde numerosos altos mandos eran opuestos a la deriva personalista delgobierno del general Velasco, propiciaron, en 1975, una revuelta palaciega quellev a la cspide militar, y por lo tanto del Gobierno, al general Morales

    Bermdez.Aunque, atendiendo a sus discursos iniciales, el nuevo gobierno secomprometa a mantener, profundizndolas, las reformas llevadas a cabodurante el velasquismo, pronto se hizo notorio que, paulatina peroostensiblemente, se iniciaba una andadura que conduca a una vaantirrevolucionaria. Desde su asuncin al poder, segn Rouqui (1994: 202), elgobierno encabezado por el general Morales representara por su duracin -casicinco aos- un caso de levitacin poltica sin precedentes, ilustrando tambinlas dificultades que acompaan a un caso de transferencia ordenada del poder

    cuando en el interior de las FFAA se carece del consenso necesario para tal fin.El curso de los acontecimientos no contribuira a mejorar la situacin inicial. Ala no disimulada ambigedad de un rgimen que evidenciaba agotamiento seunan los efectos de una galopante crisis econmica que los militares eranincapaces de hacer frente. En retrospectiva, no podemos decir que el rgimenmilitar resultara exitoso; como acertadamente sealan Jaquette y Lowenthal(1986: 9), quizs la conclusin ms sorprendente acerca del experimento

    peruano es que los militares fracasaron en reformar al Per en muchas de lasmismas formas y aproximadamente en el mismo grado que lo hicieron sus

    predecesores y sucesores civiles.

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    En julio de 1977, algunos de los sindicatos fundados con anterioridad alrgimen militar y unos partidos polticos que desde 1968 haban vividosituaciones tan variadas que iban desde el ostracismo, caso del APRA y de

    Accin Popular, a la colaboracin ms o menos explcita con los militares, casodel Partido Comunista y del Partido Demcrata Cristiano, convocaron a laciudadana para la realizacin de un paro nacional. El xito incuestionable deeste llamamiento antigubernamental sorprendi tanto a los militares como auna oposicin que no esperaba un seguimiento tan masivo. A los pocos das, elgeneral Morales daba a conocer al pas el Plan Tpac Amaru, que supona el

    punto de arranque para el retorno de los militares a los cuarteles y el inicio, trasla celebracin un ao despus, en julio de 1978, de unas elecciones paraconstituir una Asamblea Constituyente, de un proceso de transicindemocrtica. Parafraseando a Rouqui (1994: 201), el desgaste que acompaaal ejercicio del poder resulta ms desmoralizador para los militares, comoinstitucin, que para los partidos polticos, mxime cuando se acompaa de unasituacin de crisis econmica y social; en estas circunstancias, sin embargo, losmilitares pueden optar por un repliegue ordenado y honorable. En palabrasde Huntington (1996: 113), aplicables al caso peruano, los oficiales militaresaprendieron que no existen soluciones fciles a los complejos problemaseconmicos, sociales y polticos que afrontan sus respectivos pases, y queinvolucrarse por largo tiempo en poltica tiene desastrosos efectos en lacoherencia, eficiencia y disciplina de la institucin militar.

    El proceso de transicin democrtica iba a ser largo, complejo y tortuoso,siendo inicialmente guiado por las FFAA mediante un pacto establecido entrelos militares y una parte de la oposicin moderada, integrada, tras laautoexclusin de Accin Popular del ex presidente Belande, por el APRA (laAlianza Popular Revolucionaria Americana tambin es conocida en Per comoPartido Aprista Peruano -PAP-) y el Partido Popular Cristiano -en adelantePPC- surgido de una escisin del Partido Demcrata Cristiano. En unasituacin de este tipo, como argumenta Rouqui (1994: 193), las FFAA estaranen disposicin de exigir a los civiles algunas concesiones antes de proceder a

    su retiro del poder. Esta afirmacin de autonoma militar sera, enconsecuencia, el frecuente legado de la militarizacin del poder y el precio apagar por el retorno a los cuarteles. (19)

    2. La Asamblea Constituyente y la elaboracin de la Constitucin de 1979.

    El protagonismo de las FFAA en el proceso de transicin a la democraciainiciado en Per en 1978 es innegable; no en vano fueron los militares los que

    19

    Stepan (1994: 126) cita al caso peruano como ejemplo del importante papel desempeado por losfactores corporativos de ndole militar en el proceso de redemocratizacin al que nos referimos.

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    abrieron el proceso democratizador y definieron los trminos y las condicionesdel traspaso del poder a los civiles, siendo el Gobierno militar quien convocelecciones para una Asamblea Constituyente. Durante dos aos, hasta la toma

    de posesin en julio de 1980 del presidente constitucional Fernando Belande,quien haba sido depuesto del poder por los militares doce aos antes, en Perse dio una compleja y conflictiva situacin de naturaleza bicfala; quienes realy nominalmente detentaban el poder, los militares, no estaban investidos de unasoberana popular y democrtica que s ostentaba una Asamblea Constituyente

    privada, en la prctica, de poder real y que tena como funcin casi exclusiva laredaccin de la Constitucin.Desde el comienzo de sus labores, la Asamblea Constituyente, en la que elAPRA y el PPC llegaron a un constructivo consenso, tuvo que hacer frente avarios problemas. Alguno de estos problemas se derivaban de su conflictivarelacin con el Gobierno militar, y otros se relacionaban con el papelobstruccionista desempeado por una izquierda parlamentaria dispersa y el abs-tencionismo antimilitar impuesto a su partido por ex presidente Belande. (20)Arrogndose el APRA el papel de representante de las aspiraciones de lasclases populares y el PPC de los intereses de los grupos sociales msfavorecidos, se fue fraguando un acuerdo poltico que cristalizara en laredaccin de una Constitucin. El texto constitucional apostaba por la opcinde la democracia representativa como rgimen poltico, aderezada con algunos

    principios y objetivos del Estado social, que, no obstante, tenan, ms all de su

    enunciado, un difcil desarrollo prctico y efectivo en Per; de algn modo, losconstituyentes, imbuidos de un optimismo exagerado, creyeron que laConstitucin por s sola poda dar una solucin a los principales problemas del

    pas, sin pensar que muchos de ellos poco tenan que ver con una simplecuestin de diseo constitucional.La Constitucin de 1979 es una Carta larga compuesta por 307 artculos,integrados en 8 ttulos y 35 captulos. Fruto del consenso, el textoconstitucional no llenaba de satisfaccin ni al APRA, ni al PPC, ni a unGobierno militar que mayormente se mostr respetuoso respecto a la labor de

    los constituyentes. No obstante, las FFAA, representadas en el Presidente de laRepblica, general Morales Bermdez, formularon una observacin parcialrespecto a varios artculos y disposiciones recogidos en la Carta, devolviendo eltexto a la Constituyente, que, haciendo caso omiso de la prescripcin

    20Sobre un total de 100 miembros elegidos en la Asamblea Constituyente, el APRA, con 37 escaos,y el PPC, con 25, se garantizaban una holgada mayora. Los cuatro grupos en los que estaba divididala izquierda parlamentaria contabilizaban, en conjunto, 28 escaos; completndose la representacincon 4 parlamentarios de un partido de base regional, 2 democristianos y 4 -dos por partido- que

    representaban a las decadentes opciones polticas vinculadas a los ex presidentes de la Repblica,Prado y Odra.

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    presidencial, en julio de 1979, sancion y promulg la Constitucin. (21)El constitucionalista peruano D. Garca Belande (1992: 668-669) hacehincapi en algunos aspectos poco afortunados derivados del desarrollo

    prctico, a partir de julio de 1980, de la Constitucin de 1979; entre ellos hacereferencia a la tendencia al continuismo, la debilidad de los controlesparlamentarios frente al presidente de la Repblica, el divorcio existente entreel texto constitucional y la realidad peruana, la precariedad del Poder Judicial,la perpetuacin del caudillismo y la inexistencia de un autntico sistema de

    partidos. (22)La eleccin como presidente constitucional de Fernando Belande, queretornaba al cargo doce aos despus, era un hecho contrario a la