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Los Sin Nombre de Ramsey Campbell r1.1

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libro de suspenso

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  • Cinco aos despus del asesinato de una nia, cuando ya su madre pareca haberempezado a estabilizarse de nuevo, una llamada telefnica vuelve a sacudir suexis tencia: Mam, soy yo... Ven a buscarme. Dnde se encuentra? Quin la hamantenido en su poder?La madre inicia una bsqueda desesperada, la bsqueda de una verdad aterradoraque ha permanecido dormida hasta ahora: un grupo de gente oculta que rechaza supropio nombre, la ciencia emprica del mal, casas abandonadas y aisladas queesconden cosas, secretos... Una trampa de maldad abominable.

  • Ramsey Campbell

    Los sin nombre

    ePub r1.117ramsor 26.08.13

  • Ttulo original: The namelessRamsey Campbell, 1981Ilustracin de portada: ~dihaze forgotten toyshttp://dihaze.deviantart.com/art/forgotten-toys-254907530Diseo de portada: 17ramsor

    Editor digital: 17ramsor (r1.1)ePub base r1.0

  • Para Tammy(que me ayud sin siquiera saberlo),

    con todo mi amor

  • Deseo agradecer a Robert Aickman, Tony Beck, Arthur Cullimore, Phil Edwards, KayMcCauley, Christine Ruth, Tim Shackleton, Carol Smith y John Thompson su ayuda y consejo

    mientras escriba esta novela. Me siento en deuda con Barry Forshaw, Peter y Susie Straub, yThom y Alice Tessier, por su impecable hospitalidad durante mis viajes de campo a Londres. Y

    debo dar las gracias a Harlan Ellison por sus proezas de retentiva total.

    No es necesario decir que el parvulario Otford es invencin ma. En el momento de escribir estanovela no exista ningn cajero automtico de Barclays Bank en Glasgow.

  • Prlogo1940

    El patio era ms grande que un campo de ftbol, pero pareca mucho ms pequeo. Al acceder,sinti que las paredes se cerraban sobre l. El cielo estival y las colinas brillaban como carteles y lasgaviotas planeaban chillando sobre la Baha de San Francisco, pero en cuanto aquellas paredes terodeaban, era imposible ser consciente de algo que no fuera su presencia. Quiz se deba a los cientosde rostros que miraban hacia abajo o a las voces que aullaban propuestas como si fueran prostitutasdesesperadas; sin embargo, sentas que las paredes se inclinaban sobre ti, como si una amargura y unatristeza inmensurables las hubiera vuelto seniles. En ocasiones, incluso creas percibir el dolor de laspiedras.

    El hombre alto no reaccion a nada de esto. Avanz por el patio siguiendo su sombra, que era tandelgada como sus extremidades y tan negra como su ropa, sin expresin alguna en su rostro alargadoy severo. Solo sus ojos eran brillantes y decididos. Lleg al pabelln norte y entr como si no hubieratiempo que perder, pero cuando alcanz la puerta verde se detuvo y mir por la ventana.

    No haba mucho que ver: solo una habitacin de tres metros de ancho, cuyas paredes brillabancon el mismo verde enfermizo de la puerta. A simple vista era imposible saber que las paredes deacero, por s solas, pesaban ms de dos toneladas. Las dos sillas vacas que se alzaban en lahabitacin podran haber pertenecido a un dentista o a un barbero que hubiera salido a comer; sinembargo, nadie que se hubiera sentado en ellas haba vuelto a levantarse jams.

    Instantes despus se dirigi al ascensor y se mont en l. Ahora sus ojos brillaban ms quenunca, aunque perdieron toda expresin cuando el guardia apostado en el piso superior le abri lapuerta para que pudiera salir y el siguiente guardia le permiti acceder al cubculo exterior sin apenasmirarlo a la cara. Entonces, la puerta del cubculo se cerr a sus espaldas y se encontr en el Corredorde la Muerte.

    Aqu el silencio era ms intenso que en el patio; de hecho, pareca que haba sido encerrado en eselugar. Reinaba una atmsfera de hombres nerviosos y expectantes que fingan no esperar nada enabsoluto. Dicha atmsfera se demoraba en el aire, como el gas: invisible, pero sofocante. Ojos queparecan abotargados por las sombras lo miraban desde las celdas, que eran ms estrechas que losbrazos extendidos de una persona y apenas el doble de largas. Detrs de cada hombre, bajo unabombilla enjaulada, no haba nada ms que un taburete, una litera y un retrete carente de asiento.Quiz la oscuridad de aquellos ojos no solo se deba a las sombras.

    Ignorando todo esto, el hombre alto se dirigi hacia Santini, que estaba sentado agitando lasllaves, saboreando las albndigas de la noche anterior y preguntndose qu aspecto tendra el hombrede rostro severo. Quiz si lo supiera no se sentira tan tenso o quiz, eso iba unido a su trabajo.Cada vez que llevaban a un nuevo recluso al Corredor de la Muerte, Santini se pona nervioso, puestema que la visin del lugar en el que esa persona iba a pasar el resto de su vida le hiciera perder losestribos. Solo lograba respirar con mayor facilidad cuando el nuevo estaba encerrado en su celda.

    Soy el Doctor Ganz dijo el hombre alto, con voz enrgica. He venido a ver a FrankBannon.

    Por cmo le miraba aquel hombre, Santini bien podra haber sido un espcimen de laboratorio. No

  • le caba duda de que Ganz estaba all para encontrar cosas de las que quejarse. En su opinin, lospsiquiatras y los abogados deberan permanecer un tiempo encerrados en aquel lugar, pues as sedaran cuenta de lo necesario que era todo aquello. Sin embargo, ninguno de ellos le haba parecidonunca tan fro como ese tipo, ninguno se haba mostrado tan sereno tras haber pasado por delante dela cmara de gas. Aquel tipo no era normal.

    Abri la puerta de la sala de interrogatorios, que era ligeramente ms grande que un lavabopblico; Ganz se sent en el extremo ms alejado de la mesa y, tras apoyar los codos en ella, acerclas yemas de los dedos a sus huesudos pmulos. En ese momento, Santini pudo hacerse una leve ideade su aspecto. Mientras daba media vuelta para reunirse con el otro guardia, que estaba esperandopara abrir la celda, advirti que los ojos de Ganz centelleaban.

    Cuando le abrieron la celda, Bannon levant la mirada y esboz una dbil y vaga sonrisa,haciendo que a Santini se le revolviera el estmago. De todos los animales que estaban encerrados enSan Quintn, Bannon era el peor; Santini era incapaz de pensar en lo que le haba hecho a aquellapobre nia sin sentir nuseas. De algn modo, su aspecto empeoraba an ms las cosas: siempre ibapulcro y aseado, con el rostro afeitado y tan carente de marcas que era imposible saber qu edadtena. El gobernador Olson haba subido al poder en Sacramento y consideraba necesaria una reformade las prisiones, las mazmorras y todo lo dems, pero Bannon mereca ms que nadie que loabandonaran all, sin siquiera una manta. Santini ayudara a los guardias con las mangueras si creyeraque Bannon se les iba a escapar de las manos. Quiz, probar el tratamiento de cal y agua le ayudara aderramar algunas lgrimas por aquella muchacha.

    El guardia escolt a Bannon, que caminaba arrastrando las zapatillas, por el pasillo.Gracias, seor Santini dijo.Sinti deseos de golpearlo. Aquel hijo de puta acataba las normas con tanta cautela que daba la

    impresin de que disfrutaba. Santini cerr de un portazo la puerta de aquella sala desprovista deventanas y la cerr con llave, pero esto no mitig su clera ni el rancio sabor de las albndigas. Estabadando media vuelta cuando oy que Ganz deca:

    Buenas tardes.En aquel lugar era fcil olvidarse de la hora, pero esa no fue la razn por la que Santini se gir.Me quedar por aqu un rato, por si termina pronto dijo.El otro guardia se alej, encogindose de hombros. No le caba duda de que se haba dado cuenta

    de que pretenda escuchar a escondidas la conversacin, pero no le importaba. La verdad es que no leinteresaba or lo que el hijo de puta de Bannon pensaba decir sobre s mismo, sino que quera saberpor qu aquel hombre de negro estaba tan ansioso por hablar con l.

    Al principio, Ganz formul a Bannon las preguntas habituales: Se senta deprimido alguna vez?Le daban libros si le apeteca leer? Haba visto a su esposa desde que lo trajeron a este lugar? Legustara verla?

    Por supuesto que me gustara verla, si ella quisiera venir respondi Bannon.Cmo describira su vida matrimonial? Satisfactoria en conjunto?Yo dira que era una vida bastante agradable. Ella no se quejaba demasiado y yo nunca tena

    razones para hacerlo. Ganaba bastante dinero trabajando como ingeniero senior. Nuestro nivel de vidaera tan bueno como el de cualquiera de nuestros amigos.

    Santini cerr los puos con fuerza. Seguramente, la vida matrimonial de aquel hijo de puta era

  • mejor que la suya. l ya no deseaba regresar a casa, no desde que ella haba empezado a parlotearcomo un mono cada vez que abra la puerta, no desde que cada comida iba acompaada de pastagrasienta. No le extraaba que su mujer pesara el doble que cuando se cas con ella.

    Se oblig a s mismo a ignorar sus pensamientos al or que Ganz preguntaba:Recuerda qu hizo para que lo trajeran aqu?Por supuesto que s. No estoy loco, sabe? En el juicio dijeron que no lo estaba.Y cmo se siente ahora respecto a lo que hizo?Me siento bien. Puedo hablarle de ello, si lo desea.Su indiferencia resultaba sobrecogedora. Santini no estaba seguro de que pudiera soportar

    escuchar su relato. Poda comprender un poco de violencia, como por ejemplo que un hombre pegaraa su mujer de vez en cuando (de hecho, consideraba que no se poda culpar a nadie por eso), pero eraincapaz de comprender lo que haba hecho aquel animal.

    S, me gustara hablar de ello respondi Ganz. Quiero que me cuente todo lo que hizo y loque sinti. Podra hacerlo?

    Haba hablado utilizando un tono profesionalmente neutral, pero Santini crey captar una pizcade ansiedad. Se arriesg a echar un vistazo por la ventanita de la puerta y al instante supo quaspecto tena Ganz. Con aquellos ojos centelleantes, aquellos codos en los que se apoyaban susdelgados brazos y aquellas manos largas que enmarcaban su rostro severo e intemporal, pareca unamantis religiosa.

    Bueno, por dnde quiere que empiece? pregunt Bannon. Simplemente vi a esa mujerpor la calle y la segu.

    Por qu la sigui?Porque era muy guapa, supongo. Al final result que estaba yendo a su casa, de modo que

    descubr que viva en un edificio de apartamentos. Supona que no podra hacerle nada all, por sialguien lo oa.

    Qu pretenda hacer? En aquel entonces estaba pensando en violarla?En absoluto. Bannon pareca ofendido. Ya se lo he dicho; mi matrimonio iba bastante

    bien. Nunca pens serle infiel a mi esposa, jams. Lo nico que saba era que tena que llevarme a esamujer a un lugar en donde nadie pudiera interrumpirnos. Cuanto ms la segua, ms seguro estaba deque tena que hacerlo.

    La estuvo siguiendo durante varias semanas. Cree que su esposa advirti algo extrao en sucomportamiento?

    En el juicio dijo que no. Yo siempre le deca que estaba trabajando y no tena ninguna raznpara no creerme.

    De modo que, finalmente, logr acercarse a la mujer a la que estaba siguiendo. Hbleme de eso.Bueno, para entonces ya saba que trabajaba en una fbrica, y decid entrar all una maana.

    Haba cientos de personas entrando a la vez, as que nadie se fij en m. Nadie me hizo ningunapregunta ni nada, ni siquiera cuando la segu hasta la seccin en la que trabajaba. Me estabapreguntando si podra estar con ella a solas cuando encontr un par de monos que alguien deba dehaber utilizado para limpiar; entonces me escond detrs de una mquina para ponrmelos, y encuanto me embadurn de aceite la cara ni mi propia esposa habra podido reconocerme. No me gustensuciarme ni hacerme pasar por un nuevo empleado, pero saba que tena que hacerlo. Me dirig

  • directamente hacia ella y le hice entender que necesitaba que me abriera la puerta del almacn quehaba justo enfrente. Supongo que est al corriente de que ella era la supervisora. Bien, como debidoal ruido no poda hacerme demasiadas preguntas, me abri la puerta y yo entr tras ella.

    Ganz se inclin hacia delante.Y entonces, ustedBueno, primero le quit las llaves y cerr la puerta. Eso solo me llev unos instantes. Despus

    la tir al suelo y me sent sobre su pecho, dejndole el brazo derecho libre y el otro sujeto bajo misrodillas. Supongo que ya sabe qu hice a continuacin: le arranqu los dedos de la mano derecha conunas tenazas.

    Eso debi de llevarle cierto tiempo coment Ganz, como si intentara darle conversacin.Santini tuvo que morderse los nudillos para controlarse. No le preocupaban sus gritos?

    No, la verdad es que no. Debido al ruido del exterior, saba que nadie podra orlos.Qu sinti usted?Creo que nada, excepto, quiz, que estaba soando. Recuerdo que todo pareca estar

    ocurriendo muy lejos. Espere; s que sent algo: una especie de decepcin porque no hubiera ms, pordecirlo de algn modo.

    Y por qu crea que le estaba haciendo eso?No lo pens demasiado. Solo tena la impresin de que era algo que deba hacer.En cuanto termin, la abandon.Correcto. La dej encerrada en el almacn y sal inmediatamente de la fbrica. Supongo que sus

    compaeros pensaron que se hallaba en algn otro lugar del edificio, pues tardaron bastante enencontrarla. En cuanto estuve seguro de que nadie poda verme, me deshice del mono y me lav en unaseo pblico. Despus fui a trabajar. Saba que nadie iba a preguntarme por qu haba llegado un pocotarde. El nico problema fue que tuve que comprarme un traje para sustituir el que haba ensuciado,pero en cuanto me deshice de l en la incineradora, todo fue bien.

    Cmo se sinti cuando descubri que su vctima no haba muerto?Bueno la verdad es que deseaba que estuviera viva. Tema que hubiera muerto por la prdida

    de sangre. Durante un tiempo me sent bastante mal cada vez que pensaba en ello. Si hubiese muerto,no s qu habra hecho. Cuando le que los doctores la haban salvado, empec a rer de alegra.

    Despus hay un intervalo de unos meses. Temi en algn momento que la polica loencontrara?

    A decir verdad, nunca pens en eso. Siempre sent que lo que haba ocurrido eraresponsabilidad de otra persona.

    Pero usted la estaba esperando, verdad?Oh, por supuesto. Saba que no podra acercarme a ella mientras estuviera en el hospital. No

    me molestaba esperar; simplemente no pensaba en ello. De todas formas, saba que tena queterminar lo que haba empezado.

    Hbleme de ello.Hijo de puta, murmur Santini, apretando los dientes con tanta fuerza que le dolieron. Hijo de

    puta sdico. No saba a cul de aquellos dos hombres iban dirigidas aquellas palabras.Bueno, segu vigilando su apartamento explic Bannon, as que supe que haba regresado a

    casa. Su madre se haba trasladado all para cuidarla. Una maana, cuando supona que la mayora de

  • sus vecinos estaban fuera del edificio, sub a su piso y, como no estaba seguro de lo que tendraque hacer, decid llevarme una caja de herramientas.

    Su madre abri la puerta.En efecto, y me dej entrar cuando le dije que me enviaba el conserje para que cambiara la

    instalacin elctrica. Supongo que despus decidi que debera haberlo llamado antes de dejarmeentrar, porque se dirigi hacia el telfono, pero la dej sin sentido antes de que pudiera hacer nada.Despus fui a por su hija.

    Qu sinti cuando la vio?Una especie de decepcin. Ya no era tan guapa; deba de tener unos treinta aos, pero pareca

    mayor que su madre. Tena algo en la mano derecha, supongo que una especie de guante quirrgico.Recuerdo que me sent incmodo, como si estuviera delante de un monstruo. Supongo que me sentamolesto con ella por tener ese aspecto. Estaba sentada en la cama, escuchando una pieza de Basie quesonaba en la radio. Cuando entr, pareci despertar de un sueo ligero. Primero vio la caja deherramientas y despus me mir a la cara; al instante supe que me haba reconocido.

    Y entonces qu hizo?Bueno, primero tena que impedir que gritara, por si alguien la oa respondi Bannon.Ese fue el momento en que Santini bloque sus odos. Tena suficiente informacin sobre lo que

    haba ocurrido para saber que no soportara escuchar ni una palabra ms. Poda imaginar a la vctimade Bannon, que por fin crea estar a salvo en casa, levantando la mirada y viendo a aquel hombre ensu dormitorio. Trag saliva, sintiendo el rancio sabor de las albndigas, y observ a Ganz, cuyos ojosbrillaban con ms intensidad que antes. En teora era psiquiatra, pero Santini pensaba que tambin ldebera estar encerrado.

    Unos cinco minutos ms tarde vio que Ganz se relajaba y supo que ya poda atreverse a escucharde nuevo.

    Cuando su madre vio lo que estaba haciendo, corri hacia el vestbulo estaba diciendoBannon. La o gritando y llamando a todas las puertas, a pesar de que haba subido al mximo elvolumen de la radio.

    Pero usted segua all cuando lleg la polica.Bueno, la mujer no haba muerto. Quera terminar mi trabajo mientras pudiera hacerlo.Cmo se sinti cuando lo arrestaron?Supongo que frustrado. Senta que an no haba terminado y me di cuenta de que si me

    encerraban no podra hacer nada para terminarlo.As es como se siente ahora?A decir verdad, solo siento una especie de agotamiento en lo ms profundo de mi ser. Soy

    consciente de que le hice todas esas cosas a aquella mujer y entiendo que me hayan castigado porello. La verdad es que creo que ni siquiera me importa. Lo nico que sucede es que cuando intentopensar en lo que hice, no s por qu lo hice

    Las largas manos de Ganz se extendieron hacia l.Qu? Qu es lo que intenta decir?Bueno De algn modo, tengo la impresin de que lo hice para alguien.Santini se senta inquieto y furioso. Aunque era la primera vez que oa esa parte, consideraba que

    eran las pamplinas psiquitricas habituales. Sin embargo, Ganz estaba asintiendo.

  • S. S, ya veo. Bueno, ha sido muy paciente respondiendo a mis cuestiones. Hay algunapregunta que quiera hacerme?

    Por supuesto respondi Bannon al instante. Me gustara que me dijera por qu le hicetodas esas cosas a aquella mujer.

    En el rostro de Ganz se dibuj algo parecido a una sonrisa.No es el primero que me hace esa pregunta. Entiende lo que intento decirle? Usted no est

    solo. Si le sirve de consuelo, hay otros que se sienten impulsados por las mismas fuerzas que usted.Santini vio que la mano de Bannon golpeaba la mesa. Pareca una garra preparada para atacar.

    Puede que golpeara al psiquiatra y, a decir verdad, sera justo. Por primera vez, la voz de Bannonestaba cargada de rabia.

    Y podra decirme qu fuerzas son sas?S, creo que s respondi Ganz, en el mismo instante en que Santini oy que se abra la

    puerta del fondo del pasillo. Al girarse, vio entrar a su compaero, a dos policas uniformados y alalcaide.

    Est all dijo el guardia. Donde est Santini.Santini intent or las palabras de Ganz, pero los cuatro hombres que se acercaban se lo

    impidieron.Menuda sangre fra! Ese hombre tiene tanto de psiquiatra como yo. Ha recorrido todas las

    crceles, desde aqu hasta Alcatraz, utilizando esa historia. Si no hubiera sido por todos losproblemas que ha habido con el gobernador, nunca habra logrado entrar aqu. Cuando llegaron a lasala de interrogatorios, baj la voz y le susurr rpidamente a Santini: Puedes decir que decidisteesperar aqu porque sospechabas algo. Eso te dejar en buen lugar.

    Todo sucedi con tanta rapidez que Santini fue incapaz de reaccionar. Tras observardesconcertado cmo abran la puerta de la sala de interrogatorios, entr tardamente en la habitacinpor si haba algn problema. Al instante supo que no habra ninguno por parte de Bannon, pues estepareca aturdido por lo que fuera que Ganz le haba dicho. De hecho, su expresin sugera quepreferira no haber odo aquellas palabras.

    Cuando los policas lo rodearon, el hombre alto se levant.Kaspar Ganz dijo uno de ellos, tambin conocido como Jasper GanceLa mirada de desprecio de aquel hombre era tan intensa que el polica titube.Arrstenme si consideran que tienen que hacerlo respondi Ganz con indiferencia. Eso no

    cambiar nada. No pueden detener lo que est ocurriendo. No tienen ni idea de qu es y seranincapaces de comprenderlo. Sus ojos brillaban con tanta intensidad que a Santini se le revolvi elestmago. De hecho, no sabrn qu es lo que est ocurriendo hasta que sea demasiado tarde.

  • Captulo 11979

    A las cinco menos diez empez a rascar el borde de su vaso con tanta fuerza que ella temi que serompiera.

    Es demasiado tarde dijo l. Han cambiado de opinin.Seguro que no. An es pronto; creme. Les gusta tomarse su tiempo.La verdad es que no puedo culparlos de que se hayan echado atrs.Volvi a sentarse, pero no durante demasiado tiempo. Llevaba toda la tarde deambulando entre

    las sillas y el sof, como si estuviera atrapado en un solitario juego de sillas musicales.Anoche intent leer los libros, pero fui incapaz de hacerlo. Me resultaban vergonzosos y

    tediosos.Paul, son lo mejor que has hecho en tu vida. Si no estuviramos seguros de que van a

    convertirse en superventas, no estaramos aqu esperando a que llamaran.No lo s, Barbara. Yo no estoy tan seguro. Tambin te gustaron mis otros libros, pero mira lo

    que ocurri con ellos. El otro da vi vender de saldo el ltimo que escrib; solo costaba unos peniques,pero nadie lo quera.

    No deberas tener en cuenta los libros anteriores. Recuerda que Mario Puzo public dosdesastres comerciales antes de escribir El Padrino.

    Quiz, pero l es Mario Puzo. Quin diablos soy yo?Eres Paul Gregory, y te aseguro que Un torrente de vidas pronto ser un superventas.Nosotros sabemos que lo es, le dijo a la fotografa de Arthur que descansaba delante de ella,

    sobre el escritorio. El desasosiego de Paul la estaba poniendo nerviosa; cada vez le costaba msignorar el calor estancado de julio, el ruido del trfico que esquivaba Piccadilly y Bond Street solopara pelearse bajo su ventana, el canturreo de los manifestantes judos ante las oficinas de las LneasAreas Soviticas. Cada vez que Paul se acercaba a la ventana abierta, su silueta se alzabaamenazadora hacia el elevado techo blanco.

    Paul cogi un libro de la estantera y advirti que las pginas estaban en blanco. Las mir como sifueran una novela que estaba obligado a escribir.

    Fui incapaz de leer las escenas de la guerra civil de Torrente de vidas dijo. Son eternas. Yno cobran vida en ningn momento.

    Escchame, Paul. Sintate un momento y escchame. Envi el primer volumen a Pan, a Futuray a Penguin, y todos ellos llamaron al da siguiente para echar un vistazo a los otros dos volmenes.Creo que eso demuestra lo entusiasmados que estn.

    Bueno, no creo que el primero estuviera demasiado mal, pero los otros discurren de formatediosa, como dinosaurios que no acaban de morir. Hay ciertas partes del texto que me gustan, perosoy incapaz de escribir el tipo de cosas que la gente quiere leer. Y si he echado a perder dos aos demi vida? Empez a hojear las revistas que descansaban bajo el cristal de la mesita, el PublishersWeekly y el Bookseller, intentando distraerse. Mi vida, la de Sybil y la de los nios aadi, contristeza.

    Barbara se senta exasperada, aunque ella misma haba compartido las dudas de Paul hasta que

  • haba podido echar un vistazo a los libros. Aquel hombre lo haba arriesgado todo en ellos: habarenunciado a su trabajo en una empresa de publicidad, solo para descubrir que tardara mucho ms deun ao en escribirlos. Para entonces, las facturas y los crditos bancarios asediaban a su familia.Cuando los llev a su oficina, tras haberlos mecanografiado, pareca avergonzado de ellos, peroresultaron ser una revelacin, una estructura sorprendentemente compleja en la que se entrelazabanlas fortunas de diversas familias y que finalizaba como una especie de escenario de ciencia ficcinambientado cien aos despus. Quiz Paul no era consciente de lo buena que era aquella novelaporque no cumpla con sus expectativas.

    Cuando son el telfono, Paul levant la mirada con demasiada rapidez, pero al instante intentfingir que no estaba nervioso.

    Agencia Literaria Barbara Waugh dijo Barbara, esbozndole una sonrisa.Sus instintos le decan que no deba esperar demasiado. Result ser uno de sus autores, que la

    llamaba para informarla de que haba terminado su nueva novela. Sin duda alguna, estaba sufriendo lahabitual depresin posparto de los novelistas. Cuando le dijo que estaba celebrando una subasta, elautor colg.

    Jess! Quin en su sano juicio puede ganarse as la vida por eleccin propia? Paul estabafrotndose la coronilla como si intentara calentar sus pensamientos. Escribir debe de ser una formade locura.

    Bebi de un trago su gisqui escocs y se sirvi otra copa. Haba encontrado el suplementodominical de la semana anterior entre las revistas y estaba intentando leer un artculo que hablabasobre Barbara.

    Si hubieran cambiado de opinin, llamaran para decrtelo? pregunt, en un murmullo.Es imposible que hayan cambiado de idea. No es as como se hacen las cosas.Por supuesto que siempre haba una primera vez, pero se dijo a s misma que eso no ocurrira con

    Un torrente de vidas. Paul ech un vistazo al reloj, intentando que ella no se diera cuenta. Barbarasaba que eran las cinco y veinte; todava era temprano. Arthur an le sonrea, pero siendo unafotografa era imposible que su expresin cambiara. Todo ir bien, deca aquella sonrisa. Derepente, el telfono volvi a sonar.

    Agencia Literaria Barbara Waugh dijo ella, con la misma serenidad que un contestadorautomtico.

    Cuando se inclin hacia delante para coger el bolgrafo, Paul se incorpor, estrujando la revista.Barbara escuch, asinti y dijo gracias utilizando un tono neutral, a la vez que garabateaba algo ensu cuaderno. Instantes despus, arranc la pgina y la empuj sobre el escritorio, mientras empezabaa llamar a los dems postores. Paul ech un vistazo al papel intentando reprimir una sonrisa, por sihaba ledo mal lo que pona.

    Nos han ofrecido una cantidad inicial de treinta mil libras dijo Barbara por segunda vez,asintindole con la cabeza.

    Dios mo! Eso est bastante bien, verdad? Paul pareca no saber dnde mirar.Pero podemos hacerlo mucho mejor. Ahora pareca confiada. Solo tenemos que esperar.Esperaron. Seguramente, el tiempo nunca haba pasado tan despacio para Paul, que sigui

    leyendo el artculo. Cuando lleg al prrafo que hablaba sobre Angela, Barbara advirti que suexpresin cambiaba. Deseaba que no hubiera averiguado esa parte de su vida, pero entonces recibi

  • otra oferta y pudo perderse en su trabajo y olvidar por unos instantes a su hija, si es que eso erarealmente posible.

    Casi hemos llegado a las cuarenta mil anunci.Debajo de su ventana, cientos de trabajadores avanzaban hacia el metro; sus pasos y sus voces se

    unan en una confusin de sonido. El trfico empez a ser intermitente antes de que recibiera unatercera oferta. Mientras esperaba, Barbara ley el Publishers Weekly, redact algunas cartas yexamin su agenda: comida en el Cape al da siguiente, almuerzo con un escritor el viernes, la cena decumpleaos de Ted el domingo. El ltimo rayo de sol se arrastr por el techo, dejando atrs todo sucalor. Paul se estaba secando la frente. Las subastas eran ms lentas que la ms lenta de las partidasde pquer.

    En Mayfair apenas quedaban algunos turistas cuando la subasta lleg a su fin y Barbara llam alprimer postor.

    Tengo una oferta final de cien mil libras.Estaba tan segura de que aquel hombre pondra en prctica sus derechos que ya haba garabateado

    la cifra: la cantidad de la oferta final ms el diez por ciento. Cuando lo hizo, arranc la pgina y se latendi a Paul.

    Esto es tuyo anunci.Estaba paralizado, quiz por la sorpresa o por el gisqui escocs.Gracias, Barbara. Es maravilloso dijo, besndola con torpeza. Entonces aadi, lleno de

    ansiedad: Tengo que llamar a Sybil.Su esposa haba pasado la tarde entera esperando junto al telfono? Seguramente, puesto que

    respondi al instante.Todava no me lo creo dijo Paul, tras anunciarle el resultado de la subasta. Todo esto me

    parece irrealEntonces Barbara descubri la razn de su ansiedad.Espero no haber arruinado la cena aadi. No saba que esto llevara tanto tiempo.Barbara lo observ mientras se alejaba corriendo hacia Piccadilly. Ya haba recorrido la mitad del

    camino cuando advirti que an sujetaba el papel en sus manos. En cuanto lo guard en el bolsillo,Barbara cerr la ventana sonriendo para sus adentros. Cuntos lectores eran conscientes de que lamitad de los superventas haban sido escritos por personas como l, por hombres y mujeresnormales y corrientes que saban cmo contar una historia, aunque probablemente eran ms miedosose inseguros que la media? No le sorprenda que necesitaran agentes que velaran por ellos.

    Se dirigi hacia la oficina exterior, que estaba vaca. Louise estara de vuelta al da siguiente, trashaber sobrevivido a la fiebre del heno. Barbara se demor unos instantes en el porche de entrada,cuyos pilares de piedra an conservaban el calor del sol. Al parecer, en Dover Street todo el mundoexcepto ella haba regresado ya a su casa: los comerciantes de arte de Christies, los joyeros deLongman & Strongitharm, el personal de la Oxford University Press, cuyas ventanas estabandispuestas en costrosos marcos moteados que parecan cubiertos de percebes. Barbara accedi aGreen Park tras dejar atrs Piccadilly.

    Ahora que la subasta haba terminado se senta vaca, deprimida, quiz porque tena laimpresin de que todo aquello no era ms que un juego con el que los buenos jugadores podanconseguir un xito enorme, mientras que los malos podan sufrir una humillante derrota O quiz

  • porque, como agente literaria, adems de negociar en nombre de sus autores tena que hacerles demadre, comprender sus problemas domsticos si no poda hacer nada por solucionarlos, fomentar suconfianza, calmar sus nervios, hacer de comadrona con sus libros de vez en cuando Y esto era sololo que exigan los autores menos complicados. Sin embargo, era la profesin ms gratificante queconoca.

    Pase bajo los rboles del parque. El cielo blanquecino aprisionaba el calor, pero aquel tapiz dehojas proporcionaba cierto frescor. Sobre el csped descansaban tumbonas rayadas, como el mandilde un carnicero, y diversas palomas plateadas picoteaban entre la hierba. Pronto volvi a sentirse enforma y se dio cuenta de que estaba hambrienta. Detenindose tan solo para guiar a una pareja deturistas por el parque hasta Buckingham Palace, regres a su oficina en busca de un manuscrito queleer.

    Cuando lleg al porche empez a sonar el telfono. Era tarde para que se tratara de una llamadade trabajo. Quiz era Paul, que quera disculparse por no haberla invitado a una comida decelebracin. No le caba duda de que era el telfono de su despacho. Tuvo que aminorar el paso en lasescaleras porque, de repente, pareca que el calor se haba concentrado en ellas: tena el cuerposalpicado de abrasadoras gotas de sudor y se le nublaba la vista pero solo a ella se le ocurra correren un da como aquel.

    Abri la puerta y cogi el telfono de Louise.Agencia Literaria Barbara Waugh dijo, jadeante.Aquello era una respiracin o el silbido de la electricidad esttica? Oy a alguien marcando un

    nmero en otra lnea, el sonido vibrante de la electricidad, el zumbido microscpico de un telfono, elmurmullo de una voz charlando en rabe a gran distancia, pero, por lo dems, todo estaba ensilencio. Cuando estaba a punto de colgar, oy que una voz deca:

    Mam.Alguien se haba equivocado al marcar.Agencia Literaria Barbara Waugh dijo con impaciencia, por ensima vez aquel da.En esta ocasin, la voz de la muchacha no tard en hacerse or de nuevo.Mam repiti, suplicante.Deba de ser la hija de Louise, aunque era muy extrao que confundiera a Barbara con su madre o

    que pensara que Louise estaba en la oficina. Barbara habl con ms aspereza de lo que pretenda,pues deseaba librarse del nudo de aprehensin que tena en el estmago.

    Est hablando con Barbara Waugh.Tuvo que sujetarse al respaldo de la silla de Louise y tomar asiento, pues la muchacha respondi:S, mam. Lo s.No, no puede ser dijo Barbara, pero no estaba tan segura como intentaba fingir, y esa era la

    razn por la que todo (su despacho, el telfono que tena en la mano e incluso su mano) empez aalejarse de ella a la vez que la envolva una abrasadora oscuridad.

  • Captulo 21966

    Despert convencida de que Angela estaba en peligro; quiz lo haba soado. Intent con todassus fuerzas despertar por completo, porque Arthur por fin haba regresado a casa y no queraperderse el momento en que viera a su hijita, con su beatfica carita dormida y sus regordetes puosminsculos sobre la cabeza, como si la pequea estuviera jugando a policas y ladrones en sueos.

    Barbara permaneci acostada ms de un minuto antes de ser consciente de lo que estabapensando; entonces estuvo a punto de derrumbarse de dolor. Pero no poda hacerlo, por Angela. Selevant rpidamente para despertar lo antes posible. Angela se estaba removiendo en su cunita,situada al pie de la cama.

    En cuanto vio a su madre, la pequea la salud con chillidos y gorjeos de alegra, se tumb bocaabajo y empez a gatear por la cuna, gritando para que la sacaran de su prisin. La abraz durante unbuen momento, intentando tranquilizarse. Despus le cambi el paal, algo que era una verdaderaproeza porque, ahora que poda, Angela no haca ms que girar una y otra vez. Barbara apenasrecordaba a la diminuta criatura indefensa y pegajosa que haba salido de sus entraas.

    Haba dormido ms de lo que habra querido: el arco de luz que escapaba del estudio de Arthur yailuminaba la mitad del descansillo. En los ltimos tiempos, durante sus infrecuentes visitas, Arthur sehaba encerrado con diversos fajos de papeles en aquella habitacin, intentando fingir que no tenaproblemas, pero eso solo significaba que incluso cuando estaba en casa se haba mostrado tandistante que en ocasiones ni siquiera pareca estar all. Quiz haba aceptado tener un hijo tan prontocon la esperanza de acercarse ms a ella o quiz solo haba querido asegurarse de que no estuvierasola. Hasta qu punto lo haba anticipado? Las lgrimas le estaban nublando los ojos, pero no podapermitirlo, no mientras llevaba en brazos a Angela al piso inferior. La sent en el cochecito y salicon ella a la tarde de agosto.

    Bajo el cielo de Wedgwood, los rboles daban un aspecto musgoso a las colinas de Kentish. Pasepor Palace Field, dirigindose hacia las ruinas de la caseta del guarda y la torre del palacio delarzobispo, entre las que; se acurrucaba una hilera de casitas. Los inquilinos estaban sentados en susjardines, leyendo o cosiendo. Angela ri al ver la centelleante corriente que discurra por el campo.Para ella todo era nuevo, pero Barbara haba dado aquel paseo tantas veces que le resultaba tantedioso como un anuncio de televisin.

    En las proximidades de Otford, los rboles superaban en nmero a las casas. Los patos quedescansaban junto al estanque de la rotonda parecan piedras ovales, pues escondan la cabeza comolas tortugas. El hostal era un bloque de luz blanca y la comisara de polica, un edificio de dos plantasde ladrillo rojo idntico a cualquier casa de las afueras, pareca arder en llamas. El resplandor le obliga sujetar con ms firmeza el cochecito. Cada vez que cruzaba una calle, tema que las asas se leresbalaran de las manos.

    En el pueblo, una hoja de afeitar gigantesca colgaba sobre la puerta de la barbera y rifles del colorde las nubes de tormenta brillaban amenazadores en el escaparate de la armera. Diversas personas seacercaron para admirar a Angela.

    Cmo se parece a usted decan.

  • Dej el cochecito delante de la verdulera, pero no apart los ojos de l en ningn momento. Cadavez que alguien se acercaba a Angela mientras estaba dentro de una tienda, su cuerpo se tensaba,preparndose para correr hacia la pequea.

    Alguien acababa de acercarse al cochecito. Era Jan, que llevaba una camiseta tan deformada queincluso a Barbara le habra quedado ancha.

    Ba ba ba gorje el beb, aplaudiendo con torpeza y riendo. Jan y sus hijos permanecieronjunto a ella hasta que Barbara sali de la tienda.

    La nia del ans estrellado hoy est muy alegre coment Jan.Activa y exigente. Sin embargo, prefiero tenerla a ella que a un beb de esos que parecen una

    bolita.Cualquiera con un poco de sentido comn querra lo mismo. No te adelantes, Jason. S un buen

    nio y aydame a llevar el cochecito.Por un instante, Barbara fue dolorosamente consciente de la presencia del pequeo, de tres aos

    de edad: tras saber que Barbara estaba embarazada, Arthur haba jugado y saltado con l, lo habalevantado en el aire y haba redo cada vez que haba conseguido hacerle rer. Durante ese momento,pudo or la voz de Arthur con ms claridad que la de Jason.

    Palos! dijo el nio con impaciencia. Paros!Muy bien, Jason dijo Jan, mientras echaba un vistazo a los titulares de la prensa del quiosco

    . Patos.Los animales se estaban enderezando bajo los sauces del estanque, sacudindose como trapos.Los Asesinos del Pramo han sido encarcelados aadi furiosa, dirigindose a Barbara.

    Ahora, todos nosotros tendremos que pagar su manutencin. Me gustara que alguien se atreviera ahacerle algo a un nio delante de m.

    Barbara, que haba alcanzado a ver un titular sobre Arabia Saud, se volvi hacia su amiga con losojos desenfocados. Jan la cogi del brazo con su mano varonil.

    No te preocupes. Estoy segura de que aqu estamos a salvo.Antes de tener a Angela, consideraba que este tipo de cosas no eran ms que noticias. A

    pesar de sus palabras, no era ese el motivo de su repentino pesar. De todos modos, no le apetecaque Jan la abrumara con sus emociones imprecisas, por buenas que fueran sus intenciones. Cosascomo la de aquel estudiante de Texas que el otro da dispar a doce personas sin ningn motivo.

    En ocasiones, tengo la impresin de que el mundo se est volviendo loco. Y qu me dices detodas esas personas que se drogan? Qu diablos creern que estn buscando?

    Puede que no lo sepan hasta que lo encuentren, si es que lo hacen.Recorrieron el campo empujando los cochecitos; Angela y el pequeo Nigel iban cogidos de la

    mano.Por cierto dijo Barbara. Me gustara hacerte una pregunta.La experta le aconseja en todos sus problemas sobre el cuidado de los nios. Limtate a mirar la

    corriente, Jason. No quiero que te mojes.No tiene nada que ver con lo que podras llamar problema. Me preguntaba si los nios de la

    edad de Angela pueden tener amigos imaginarios.En mi opinin, a los ocho meses an es demasiado pronto. Por qu lo preguntas?Solo porque a veces gorjea como si estuviera saludando a alguien cuando yo no estoy en la

  • habitacin.Jason sola hablar con la luz del sol. Supongo que se tratar de algo similar.Al llegar a casa se despidieron y Barbara oy que Jason suba a todo correr las escaleras que haba

    al otro lado de la pared. Jug un rato con Angela, que estaba descubriendo que su espejo de plsticotena dos caras y gritaba cada vez que vea el lado vaco, y chillaba con ms fuerza cuando vea sureflejo en el otro.

    Despus de baarla, cuando la tumb sobre la toalla, la pequea empez a mover su cuerpecitorosado. Al besar su marca de nacimiento, una hoja de trbol de color prpura que tena en el hombroizquierdo, Barbara sinti que le suba la leche; era una emanacin de amor espontnea que se hacatangible. La pequea se qued dormida en sus brazos, mamando; la leche se deslizaba por lascomisuras de su boca.

    Mientras acostaba a Angela en su cunita, oy que Keith, el marido de Jan, regresaba a casa. Jasonbaj las escaleras como una exhalacin, gritando Papi, papi. Se entristeci al pensar que Angelanunca podra hacer eso.

    Recogi los juguetes de la pequea y los guard en el hueco de la escalera. Ms all de PalaceField el cielo haba adquirido un tono blanquecino; sobre las colinas descansaban nubes que parecanlazos de pasta. La noche que le haba dicho a Arthur que estaba embarazada reinaba una tranquilidadsimilar, o acaso la haba tranquilizado l, abrazndola de modo protector y dicindole que seocupara de todo? Haba logrado ocultarle su ansiedad y su preocupacin, a pesar de que susproblemas ya deban de ser bastante graves, tanto que lo mantuvieron alejado de su hogar duranteel resto del embarazo, tanto que casi olvid telefonearla por Navidad. Siempre haba credo queregresara para el parto, de modo que cuando son el telfono un triste da entre Navidad y AoNuevo, pens que sera l para decirle que vena. Quin ms iba a llamarla desde Arabia Saud? Sinembargo, por lejana e incomprensible que sonara aquella voz, supo desde un principio que no era lade Arthur. Volvieron a llamar casi al instante, obligndola a salir corriendo del cuarto de bao, pueshaba un nuevo movimiento en su estmago, violento y enervante. S, dijo aquella voz. Acababa dellamarla, pero haba colgado porque tena la impresin de que no poda orle. Le oa bien ahora? S.Llamaba por su marido. Arthur Waugh, s, era correcto. S, estaba muerto.

    Aquella conversacin le haba parecido completamente irreal, porque ya estaba de parto. Sucuerpo no le haba dejado tiempo para pensar ni para sentir. Arthur estaba ms lejos que nunca, esoera todo, y ella estaba tan poco preparada para asumir su muerte que ni siquiera se lo coment a Jancuando la llev en coche al hospital. La verdad haba empezado a impregnar su ser en la sala departos, cuando despus de horas de esfuerzo haba quedado suspendida en un limbo de futilidaddonde nadie poda consolarla ni ayudarla. Odiaba a los estudiantes de enfermera, con sus mscarasque parecan velos, y a los doctores rabes que no haban podido salvar a Arthur. La conmocin quehaba sufrido al conocer la noticia podra matar tambin a su beb? De repente, sus msculosplvicos haban empezado a moverse sin que ella pudiera hacer nada por impedirlo. A pesar de quepareca una compensacin demasiado simplista, Angela estaba llegando al mundo para salvarla de ladesesperacin.

    Oa respirar a la pequea por el intercomunicador, con la misma fuerza que un astronauta en unapelcula de Kubrick. Despus de cenar, Barbara estuvo trabajando en el saln. No poda hacerlo en eldespacho de Arthur porque le resultaba opresivo, porque estaba repleto de preocupaciones. Estaba a

  • punto de terminar la preparacin tipogrfica de la ltima novela del Espa invisible. Y pensar queantao crea que tendra tiempo para escribir su propio libro! No estaba obligada a trabajar (Arthurles haba dejado ms que suficiente para que vivieran sin preocupaciones hasta que Barbara pudieravolver a dedicarse a su trabajo a tiempo completo), pero quera hacerlo, porque eso la ayudaba a creerque no estaba estancada, que la maternidad no la haba engullido. O acaso agradeca trabajar porquele dejaba menos tiempo para sucumbir al pesar? En ocasiones deseaba poder sucumbir por completoy durante todo el tiempo que fuera necesario, pues desde que la informaron de la muerte de Arthur,nunca haba tenido la oportunidad de hacerlo. Ahora, la prdida en s pareca muy lejana.

    No seguirs follndote mujeres mucho tiempo espet Hilde Braun, blandiendo un escalpelo.Ese tipo de expresiones deba evitarse, de modo que Barbara le hizo decir: Pronto, no tendrsmucho que ofrecer a las mujeres. Con una produccin de diez libros al ao, no le extraaba que elautor no puliera su trabajo, pero alguien tena que hacerlo.

    Haba terminado un captulo cuando Angela empez a barbotar y a moverse; los sonidosamplificados inundaron la habitacin. Esperaba que la pequea no tuviera otra noche agitada, puestoque quera entregar el libro a finales de semana. Entonces oy el murmullo de la voz confusa de unhombre. Deba de ser una de las muchas emisiones que captaba el intercomunicador. Recordaba que laprimera vez que hubo un cruce haba estado a punto de sufrir un ataque de pnico.

    Subi lentamente las escaleras. Los tres primeros peldaos crujan, pero no poda alcanzar elcuarto desde el rellano. La casa vaca magnificaba los ruidos. Al llegar al dormitorio descubri queAngela estaba dormida, envuelta por la penumbra, entre una confusin de mantas. Le puso el chupetesin despertarla.

    Avanz de puntillas hacia el pasillo, y en cuanto cerr la puerta volvi a or aquella voz confusa.Estaba dentro del dormitorio, con Angela. Empez a dar media vuelta, dicindose a s misma que elmicrfono que haba junto a la cuna estaba recibiendo aquella emisin, cuando se dio cuenta de que unmicrfono no poda hacer nada similar. Haba alguien al otro lado de la puerta, hablando a Angelaentre murmullos.

    Abri la puerta con tanta rapidez que podra haber despertado a la pequea. La habitacin estabavaca y silenciosa, excepto por la respiracin sosegada de Angela. Barbara entr sigilosamente paraasegurarse de que all no haba nadie, pues la oscuridad se arrastraba sobre todas las cosas, cambiandosus familiares formas. Aunque ya haba comprobado dos veces la habitacin, segua sintindoseintranquila. Quiz oa cosas porque Angela le haca pasar muchas noches en vela. Cuando se oblig as misma a regresar al trabajo, dej abierta la puerta del dormitorio. Cada vez que la electricidadesttica pasaba por el intercomunicador, le pareca or un susurro.

  • Captulo 31968

    No os alejis demasiado dijo Jan. Quedaos donde yo os vea.Barbara y ella estaban sentadas en el jardn de Jan, rodeadas de juguetes que se haban escapado

    del interior de la casa. Jason guiaba a Angela y a su hermanito por el campo, para demostrar lo mayorque era. Era un da clido y muy claro, bajo el plido y sereno cielo de abril. Los rboles brillantes ydesnudos estaban punteados de colores nuevos, las colinas y el campo eran ms verdes que el daanterior y las primeras abejas revoloteaban sobre las flores.

    Angela se detuvo en el camino de cemento y seal entusiasmada, aunque con torpeza, hacia lacarretera. Barbara no pudo or lo que deca, debido al ruido de los cascos de dos caballos quemontaban unos adolescentes por el campo, y Jason se limit a decirle: Vamos, pues era demasiadomayor para prestar atencin a los balbuceos de un beb. La pequea, vestida con su mono azulbrillante, se movi con torpeza e impaciencia por el sendero. Barbara la observ, casi incapaz derecordar cmo era de recin nacida.

    Dios mo, cunto la quiero le dijo riendo a Jan.Angela, para desespero de Jason, regres corriendo junto a ellas y les dijo con impaciencia,

    sealando hacia la carretera:Un hombre vuela.Se levantaron para mirar, haciendo que el hielo tintineara en sus vasos. Un cortejo fnebre se

    diriga hacia la iglesia. La viuda, que viajaba en la primera limusina de pasajeros, se estaba secando losojos.

    Hay un hombre encima dijo Angela.De verdad, Angela? Qu bien. Jan se sent apresuradamente, para que el cortejo fnebre no

    viera que estaba mirando. Entonces, dirigindose a Barbara, aadi: Los nios dicen cosas muyraras. No deberas explicarle qu es en realidad.

    Puede que sepa ms de este tema que nosotras, pens Barbara. Nosotras lo sabamos cuandotenamos su edad? No, creo que no.

    Recuerdas lo que dijo el da que pasamos por delante del crematorio? pregunt, de formaimpulsiva.

    Algo sobre unas personas doradas, verdad? Algo muy extrao.Una procesin de personas doradas, para ser exactos.S, tiene un buen vocabulario. Supongo que se debe a lo mucho que le lees. La verdad es que lo

    que dijo fue muy extrao.El ruido de los cascos sobre el cemento la hizo mirar hacia el campo, donde Jason haba olvidado

    que tena que cuidar de Nigel y estaba pegndose con l en el suelo.Para ya, Jason grit, pero l no pareci orla.Empez a correr hacia sus hijos, pero Angela fue ms rpida. En cuanto lleg junto a ellos, ambos

    dejaron de pelear y la escoltaron con bastante solemnidad hacia el riachuelo, donde estaban saltandolos caballos.

    Supongo que no quieren dar una mala impresin a su amiguita coment Jan.

  • Crees que solo es eso?Qu ms podra ser? Qu intentas decir?Era mejor no compartir con ella su secreto.Solo que la quiero muchsimo respondi Barbara.No haces ms que repetirlo. Intentas convencerme a m o a ti misma? Al ver que su

    expresin cambiaba, que no saba qu cara poner, Jan aadi: Qu es lo que sientes en realidad?Tu siempre quieres a Jason y a Nigel?Siempre? Ests de broma? Te aseguro que matara a cualquiera que les pusiera un dedo

    encima, pero creme: hay veces que tengo que contenerme para no ahogarlos en el estanque. Observ los caballos, que corran por el campo levantando tierra con sus cascos. Pero supongo quete refieres a otra cosa. Te sientes frustrada, verdad?

    Es que a veces me siento tan enjaulada Empiezo a tener la impresin de que no he visto nadams que el interior de mi casa durante aos. Barbara agit los cubitos de hielo en su vaso de talforma que pareca que iba a tirar unos dados. Y la verdad es que odio el trabajo que hago,trinchando libros como si fuera ciruga plstica. No me cabe duda de que es necesario, pues en ciertosentido esos libros son terribles, pero no me apetece continuar trabajando en esto. Lanz los dadosderretidos sobre la hierba, que centellearon antes de desaparecer. Cuando estaba en Londres,disfrutaba de los libros con los que trabajaba.

    El sonido de los hielos despert a Keith de la siesta que se estaba echando bajo el Observer.Tengo la impresin de que empiezas a estar resentida con Angela por estar entorpeciendo tu

    carrera.Supongo que es cierto respondi Barbara, con tristeza.Lo extrao sera lo contrario. Por qu no vuelves a trabajar? le sugiri. Yo podra cuidar

    de ella durante el da.Oh, Jan! Lo dices en serio?Estoy segura de que ser bueno para Nigel y para ella. De este modo, estarn mejor preparados

    para empezar el parvulario el ao que viene.Jason estaba de vuelta con los pequeos.Angela dice que est cansada explic, con seriedad.Entrar contigo, Barbara. Vigila a los nios, Keith. Mientras suban al dormitorio, le

    pregunt a Angela: Te gustara jugar en mi casa mientras tu mam va a trabajar?S respondi la pequea, esbozando una frgil sonrisa. Vendrs a casa a verme?

    pregunt suplicante a su madre.Por supuesto que s, cario.Barbara le dio un fuerte abrazo y la acost para que durmiera la siesta. Cuando regresaron al piso

    inferior, mir a Jan con tristeza.Ahora me siento culpable por querer abandonarla.Eso es mejor que estar resentida con ella, no crees?Supongo que s. Conect el intercomunicador y oy una serie de pitidos: la parte censurada

    de una llamada policial desvanecindose entre las colinas. Angela, que se remova en su cunita, derepente dijo: Papi.

    Jan se volvi rpidamente hacia la ventana, por si Barbara deseaba mantener escondidos sus

  • sentimientos.Vienes? pregunt.No, creo que me quedar. Tengo que acabar de despedazar un captulo.En cuanto Jan abandon la casa, Barbara se puso a trabajar. Aquel captulo no pareca demasiado

    malo, excepto por los esfuerzos que hacan los personajes por decir algo de la forma ms complicadaposible: No, grit, espet, chasque y bram uno de ellos, mientras su compaero de conversacinboqueaba, respiraba y se quejaba. Alguien intentaba interrumpirlos chachareando, entrechocando losdientes, hablando sin sentido y diciendo tonteras, pero ellos lo ignoraron. Barbara sonri para susadentros, en parte por la reaccin de Jan.

    Estaba siendo injusta. Seguramente, Jan crea que Angela empezaba a darse cuenta de que no tenapadre y llamaba papi a un amigo imaginario. No le caba duda de que la haba dejado sola para quepudiera llorar tranquila; sin embargo, a esas alturas Barbara estaba segura de que Angela sabaexactamente qu estaba diciendo y a quin.

    Por supuesto que haba llorado la primera vez que le haba odo pronunciar aquella palabra, apesar de las muchas veces en las que haba tenido la impresin de que no estaban solas en esta casa.Como no haba vuelto a or aquella voz (quiz, no haba sido ms que una alucinacin), le habaresultado ms sencillo asumir que se trataba de una presencia invisible y, en cuanto se acostumbr aella, empez a resultarle tan reconfortante que haba llegado a creer que eso suceda porque as tenaque ser.

    Haba deseado saber quin era desde mucho antes de que Angela empezara a hablar, pues cadavez que la dejaba sola, la pequea emita sus habituales gorjeos de saludo. La primera vez que la oydecir Papi no se atrevi a creerlo. Quiz, Angela solo estaba repitiendo una palabra que haba ododecir a Nigel y Jason.

    Un da, dej el lbum de fotos abierto por una fotografa de Arthur antes de llevar a Angela alpiso inferior. La nia nunca haba visto ninguna foto de su padre, pues Barbara consideraba que eramejor esperar a que preguntara dnde estaba. Mientras bajaban las escaleras, sinti tentaciones deadelantarse y esconder el lbum. Su corazn se haba convertido en un puo que intentaba perforarsu pecho y su respiracin era spera como el humo. Al ver la fotografa de aquel hombre queesbozaba una enorme y tmida sonrisa, como si pensara que no mereca ser fotografiado, Angela dijo:Papi.

    Eso fue suficiente. Quiz, al fin y al cabo, Arthur haba visto crecer a su hija: Angela con apenasun mes, chillando a sus manitas e intentando convencerlas para que llegaran a su boca; su primerasonrisa que era intencionada, no una mueca espasmdica; la primera vez que haba conseguido girarsobre s misma y haba redo de felicidad; sus primeras palabras. Durante el parto, Barbara habavisto una imagen del rostro de Arthur desintegrndose como la arena y siendo barrido por el viento,pero ahora saba que aquello no haba sido ms que una pesadilla consciente.

    En ocasiones se preguntaba si su presencia tendra algo que ver con el aura de paz que irradiabaAngela. Cuando ella estaba cerca, nadie poda estar enfadado durante demasiado rato, como lesocurra a los hijos de Jan. Quiz, la calma que Barbara senta cuando la miraba era algo ms quematernal. No quera analizar en demasiado detalle lo que estaba ocurriendo, pues era demasiadodelicado y tema estropearlo. Adems, a esas alturas ya empezaba a acostumbrarse.

    Termin el captulo con rapidez. l dijo, ella dijo, dijo, dijo. Barbara dej al hombre parloteando,

  • hablando incoherentemente y diciendo tonteras, porque empezaba a estar demasiado orgullosa de lpara cambiar su estilo. Por primera vez en meses estaba disfrutando de su trabajo, porque ahora sabaque no tardara en dejarlo. Pronto estara de vuelta en su oficina. Angela estara segura con cualquierpersona, especialmente con Jan.

  • Captulo 41970

    Cuando Barbara lleg a Tottenham Court, un hombre con un puado de panfletos se acerc a ellamurmurando: El Apolo XIII estuvo condenado desde el principio. Tendramos que haber prestadoms atencin a los nmeros. Acto seguido, el hombre corri hacia las personas que haba bajoCentre Point, una jaula vaca de hormign y cientos de ventanas. Antes, en Piccadilly, la habaabordado un miembro de la Iglesia de la Cienciologa; varios jvenes calvos danzaban y entonabancnticos por Oxford Street, mientras que en Leicester Square haba diversos muchachos sentados conlas piernas cruzadas, meditando. Al menos, el tpico del hombre del Apolo era relativamente actual.

    La oficina de Melwood-Nuttall, que pareca una pequea librera, se encontraba cerca de la Torrede Correos, un edificio de quince plantas con las ventanas verdosas como un trozo de cristal talladobarato. Los hinchas de ftbol llegaban desde Euston pegando patadas a la basura, curioseando en lastiendas y maldiciendo los pubs por estar cerrados. En el exterior de Melwood-Nuttall, el martilloneumtico que vibraba entre los escombros no era ms que una partcula diminuta de la interminablereedificacin de Londres.

    Ted Crichton estaba sentado tras una confusin de cartas y textos mecanografiados con lasesquinas dobladas. Su enorme rostro redondo se ilumin al verla, y arrug la nariz a modo de saludo.Cuando se levant, la chaqueta cay del respaldo de la silla y su escritorio pareci reducirse detamao y hacerse tan pequeo como el de un aula escolar.

    Toma dijo, tendindole la novela que estaba a punto de publicar.Crees que podremos publicarla en rstica, verdad?Creo que podrs hacerlo muy bien. Hzmelo saber lo antes posible, pues ya hay gente

    husmeando.Guard el texto mecanografiado en su maletn, junto con algunos libros para Angela.Qu novedades hay?Imaginas una novela cuyo protagonista fuera Hitler? Eso pondra a Melwood-Nuttall en el

    mapa, al otro lado de la frontera, concretamente. Le dije al autor que consideraba que estaba algoadelantado a su tiempo dijo, riendo. ltimamente has ledo algo bueno?

    S, creo que s. En mi opinin, es la mejor primera novela que he ledo en aos. La ha escrito unhombre llamado Paul Gregory, que en una sola frase es capaz de decir mucho ms de lo que lamayora de los escritores consiguen decir en todo un prrafo. Sin embargo, el jefe dijo que era deinters limitado y tuve que devolverla.

    Bueno, ese es el precio que tienes que pagar por trabajar para una gran editorial. Tendras quehacer como yo: solo yo y mi lista de apuestas seguras. Por lo menos, as sabras que no puedespermitirte correr riesgos. Al ver que Barbara no sonrea, se puso serio. Te sentiste muydecepcionada, verdad?

    En mi opinin, mereca ser publicada. Estoy segura de que hubiera funcionado bien si lahubieran gestionado de forma adecuada. Me sent fatal al tener que desalentar a un autor de tantotalento. Es obvio que su libro ha circulado por la mayora de las editoriales.

    Dame su direccin y le echar un vistazo. Quiz, si puedo prometerle una edicin en tapa dura,

  • podrs convencer a tu jefe. Sabes? No es la primera vez que te oigo decir algo as dijo, atusndosela barba gris. Fue en Frankfurt, verdad? Durante la poca de nuestra confesin mutua.

    La primera vez que asisti a la Feria del Libro de Frankfurt, Ted haba cuidado de ella: le habapresentado a diversas personas, se haba asegurado de que no tendra que comer sola y le habasacado de encima a editores lujuriosos, cuando haba presentido que necesitaba su ayuda.

    Quiz deberas ser agente le dijo ahora. Es evidente que tienes la energa necesaria. Teproporcionara ms libertad y ganaras mucho ms dinero.

    Se dirigi hacia la oficina exterior para rescatar a su secretaria de una invasin de hinchas deftbol.

    Si quieres alguno de estos libros, puedes llevrtelo estaba diciendo uno de ellos. No hayningn lugar donde pagar.

    Al ver aparecer a Ted, con su metro noventa y dos de altura, desaparecieron al instante.Es una suerte que mi aspecto resulte intimidante le dijo a Barbara. No le he puesto un

    dedo encima a nadie en mi vida y no tengo ningn futuro como padre severo. Qu tal est tu hija?Muy bien. Dices que yo soy muy activa, pero deberas verla a ella. Aunque va a la guardera,

    cuando llego a casa est llena de energa. Ya sabe jugar a serpientes y escaleras.Es un juego difcil para cuatro aos, no?Eso creo.De todos modos, Angela no era una nia insufriblemente precoz. Todo el mundo le coga cario al

    instante, todo el mundo excepto aquella mujer de rostro asimtrico, pero no le haba parecido quefuera una persona demasiado normal. Por muy especial que fuera Angela, nunca se comportaba comosi se diera cuenta de ello. En cierta ocasin, cuando Barbara haba intentado preguntarle sobre lasconversaciones que mantena con su padre, se haba encerrado en s misma como una nia que tieneun secreto y no sabe si debera contarlo o no. Barbara haba preferido cambiar de tema, por miedo aque la pequea creyera que haba hecho algo malo. En ocasiones senta tentaciones de escuchar por elintercomunicador, que segua estando en el dormitorio aunque casi nunca lo conectaba, pero tena laimpresin de que eso sera peor que escuchar a escondidas tras la puerta.

    Ted, que por fin se haba dado cuenta de que su chaqueta estaba en el suelo, la haba recogido eintentaba limpiarla de polvo. Por impecable que fuera su aspecto a primera hora de la maana, a lahora de la comida siempre estaba hecho un desastre. En esos momentos pareca que haba pasado lanoche en un banco del parque.

    Y no est interfiriendo en tu carrera coment.He tenido mucha suerte. La cuida una amiga ma que vive en la puerta de al lado; va a buscarla a

    la guardera y todo eso. A veces me siento muy culpable, porque estoy segura de que mi vida es mssencilla trabajando que cuidando de ella. Al advertir lo interesado que pareca su interlocutor, lepregunt: Por qu te interesa? Acaso tu mujer est embarazada?

    Eso parece. Helen dej de tomar la pldora debido a todos aquellos rumores sobre el cncer.Bueno, supongo que cuando el mocoso est dormido podr trabajar en la famosa novela que todavano he escrito.

    Te gusta la idea de ser padre, verdad?Estoy seguro de que me gustar en cuanto nazca respondi, rascndose las cejas, que eran lo

    bastante espesas para ocultar que tena el ceo fruncido. Helen quiere tenerlo y eso es lo nico que

  • importa.Estoy segura de que te encantar. Por cierto, debera empezar a irme. El hijo pequeo de mi

    amiga est enfermo y le he dicho que intentara llegar pronto a casa para quitarle a Angela de encima.Esas son las presiones de la paternidad, pero te aseguro que merece la pena.

    En el exterior, aquel da de septiembre resultaba abrasador. La Torre de Correos pareca afiladapor la luz y Centre Point era un fuego candente dentro de un engranaje de hormign. El maletn lepesaba muchsimo. Debera dejar los libros en el despacho de Ted? No, le haba prometido a Angelaque se los llevara.

    El metro estaba lleno hasta arriba de hinchas de ftbol que se empujaban unos a otros hasta elborde del andn, arrojaban latas de cerveza vacas a las vas, rayaban las paredes e incordiaban amujeres solitarias. Un grupo empez a aproximarse a Barbara, hasta que esta los espant con lamirada. La atmsfera era densa como el sudor, un sudor que era incapaz de secar la corriente de aireque levantaban los trenes al pasar.

    En el vagn fue mucho peor. Aunque haba encontrado un asiento, Barbara estaba segura de queiba a desmayarse. Los hinchas colgaban de los asideros como trozos de carne, la multitud se apiabaa su alrededor y bufandas que olan a cerveza ondeaban ante su rostro. El tnel se cerr alrededor deltren, que se balanceaba a un lado y al otro con su estridente y montono traqueteo. Aquel da que lamujer asimtrica se sent al lado de Angela haba ido igual de lleno.

    Haban estado comprando juguetes en el Hamleys de Regent Street. En la estacin de OxfordCircus, la multitud las haba empujado hacia el vagn y los asientos, y antes de que Barbarapudiera decirle a Angela que se sentara en su regazo, aquella mujer se haba sentado junto a lapequea, apuntalndola contra la ventana.

    Al principio, Barbara la haba mirado con disimulo, por si ella se daba cuenta. Su piel estabacurtida, pero no pareca tener ms de veinte aos. Tena un ojo ms bajo que el otro y una narizgrande, roja y porosa como una fresa. Por su aspecto, pareca que cada vez que se pona delante deun espejo, este intensificaba su desesperacin.

    Barbara haba visto cmo miraba a Angela. Puede que estuviera drogada (al fin y al cabo, Londrespareca estar lleno de personas que se comportaban como si todo lo que haba a su alrededor seestuviera moviendo), pero la razn no le importaba: aquella mujer pareca ser incapaz de apartar lamirada de Angela, y sus ojos estaban llenos de miedo y aversin.

    Estaba dispuesta a intervenir (tras las primeras semanas de vida de Angela, no haba vuelto asentirse tan sumamente protectora) cuando el metro se detuvo en Green Park y la mujer se dio cuentade que la estaba mirando. Al instante se levant, se abri paso entre la multitud y se ape del treno acaso mont en otro vagn? Tanto en Victoria Station como durante todo el camino de regreso acasa, Barbara tuvo la impresin de que alguien las estaba siguiendo.

    Ya haba llegado a la estacin de Victoria y poda dejar atrs a los hinchas de ftbol. Mientrasesperaba a que llegara el tren de Otford, ech un vistazo a los titulares: Contina el juicio deManson. Ametralladoras en la consigna del hotel London Hilton. Quiz, necesitaba que alguien ledemostrara que no a todo el mundo le gustaba Angela, aunque se puso furiosa al recordar lo muchoque se asust la pequea aquel da y lo poco que haba hablado hasta que llegaron a casa.

    En el tren de Otford dej el maletn en el suelo, junto a ella, y se recost en el asiento con unsuspiro de alivio. Un tren cercano pareca una sombrerera: los hombres levantaban sus gorras para

  • secarse la frente y uno de ellos se estaba abanicando con el ala de su sombrero. Pronto, el tren dejatrs la perrera de Battersea o, como deca Angela, la Perrera del Maltrato [1]. En Peckham Rye, losbloques de pisos se alejaron en grupo hacia el horizonte, dejando las colinas para las pequeas aldeas.El cielo de Kent era tormentoso, del color del crepsculo y la lluvia.

    Al llegar a Otford oy un trueno distante, el sonido de las colinas desplazndose hacia delante,empujadas por el cielo plomizo. El tren se alej, reducindose de tamao hasta que apenas fue unamancha, y entonces nada ms se movi en aquella estacin desierta, sobre las coloridas colinas denen. Pareca que el aire se haba convertido en una resina transparente.

    Haba recorrido la mitad del puente elevado cuando advirti que la estacin no estaba desierta:haba una mujer en la va de Londres, que se situ debajo del puente mientras Barbara lo cruzaba, casicomo si intentara esconderse.

    Aunque no saba la razn e intentaba convencerse a s misma de que estaba siendo una neurtica,Barbara apresur sus pasos para poder ver el rostro de aquella mujer. Cuando ya prcticamente haballegado al pie de las escaleras descubri que era Jan.

    Nunca la haba visto tan preocupada (de hecho, daba la impresin de que haba encogido detamao), aunque por la maana Nigel solo haba parecido tener un simple constipado. Quin estabacuidando de Angela? Baj a todo correr los ltimos escalones.

    Qu ocurre, Jan? Nigel ha empeorado?Flaque al ver que Jan se alejaba de ella, con los brazos fuertemente cruzados sobre sus pechos.

    Tena que estar hacindose dao, pero no pareca sentir nada.Oh, Barbara. Lo siento muchsimo dijo su amiga.

  • Captulo 5Barbara despert con el sonido de los truenos, pero no pudo recordar qu iba mal. Aquellos

    truenos eran en realidad Angela, que estaba caminando por el piso superior. Se oblig a s misma alevantarse (no haba pretendido quedarse adormilada en la silla), pues no quera que la pequeaestuviera sola demasiado tiempo.

    Entonces los pasos se detuvieron y oy a Jan hablando en voz baja. Quien haca aquel ruido eraNigel, en la casa de al lado. La voz sosegada de Jan la enerv y al instante record el motivo.Aunque ya haban transcurrido varias semanas, segua corriendo desde la estacin, pero ahora sabaqu encontrara cuando llegara a casa.

    Haba empezado a correr antes de que Jan pudiera explicarle lo sucedido. Las casas retrocedantras sus largos jardines; las hojas de los rboles parecan baadas en aceite. Todo le resultabaopresivamente cercano, aunque irreal y liso como el oscuro cielo. No haba ningn pjaro cantando.Nada se mova, excepto ella. Y todo intentaba obstaculizar sus pasos.

    Jan resoplaba a su lado, barbotando.Alguien fue al parvulario y dijo que yo no poda ir a buscarla porque estaba cuidando de Nigel.

    Solo llegu un par de minutos tarde explic, desesperada.Pero Barbara apenas la escuchaba. Habra tiempo suficiente para explicaciones cuando llegara a

    casa, cuando viera con sus propios ojos lo que le haba ocurrido a Angela. Avanz a traspis porPalace Field, por el sendero agujereado por las marcas de herradura, golpendose la cadera con elmaletn que haba llenado con libros para Angela. El cielo haba cubierto de pizarra las ventanas de latorre y haba hecho que el riachuelo se volviera gris como el lodo y dejara de centellear.

    Unos rostros la observaron desde la casa de Jan. All estaba la seorita Clarke, la directora delparvulario, una mujer regordeta de mediana edad a la que los nios adoraban, a pesar de que leshablaba del purgatorio. All estaba Keith, que se haba inclinado para hablar con Angela o con algnotro nio, cuya cabeza quedaba por debajo del nivel de la ventana, y all estaba el paternal sargentode la comisara. Al verlo, el corazn de Barbara dio un vuelco, pero le reconfortaba saber que lestaba a cargo de todo. Seguro que todo ira bien.

    Mientras Barbara cruzaba el seto y recorra con rapidez el gran jardn compartido, el sargentosali de la casa. Sus rasgos se suavizaron, se hicieron profesionalmente solemnes y reconfortantes.

    No debe preocuparse, seora Waugh. La polica del condado ha sido alertada. Estninspeccionando todos los coches.

    Sinti que el oscuro cielo se precipitaba sobre ella, inundando su cerebro.No s de qu me est hablando.He intentado explicrselo, pero no me escucha dijo Jan, en tono suplicante. Barbara,

    alguien fue al parvulario de la seora Clarke y se llev a Angela.Barbara estaba sentada en una silla de jardn, aunque era incapaz de recordar cmo haba llegado

    hasta all. El jardn se difuminaba ante sus ojos.Quin permiti que se la llevaran? exigi saber.No puedes culpar a la seorita Clarke dijo Jan, ansiosa. No tena razones para sospechar.Tena que contener sus sentimientos, tena que saber todo lo ocurrido para asegurarse de que no

    haban pasado nada por alto, tena que hablar para no quedarse a solas con sus sentimientos.

  • Cunto tiempo transcurri antes de que llamarais a la polica?Al principio no supe lo ocurrido porque, cuando llegu, la seorita Clarke ya se haba ido. Se

    march en cuanto fueron a recoger al ltimo nio. La estuve buscando por todo el pueblo, regresandoa casa una y otra vez para ver si Angela haba aparecido. Como nadie las haba visto pens que,quiz, estaran juntas. Pareca que le daba miedo continuar. Cuando encontr a la seorita Clarkeuna hora despus, fuimos directamente a la polica.

    El sargento pareca perfecto para reconfortar a las personas y reir a los nios por robarmanzanas, pero podra traer de vuelta a Angela?

    Antes ha dicho que estaban inspeccionando los coches dijo Barbara. Saben el nmero dela matrcula?

    No se me ocurri mirarla dijo la seorita Clarke, saliendo de la casa y colocndose bien lasgafas. Estoy segura de que usted tampoco lo habra hecho, seora Waugh.

    Vio el coche? Al ver que la mujer asenta, Barbara se volvi hacia el sargento, que leresultaba menos enervante. Entonces, al menos conocen la marca.

    Bueno, la verdad es que no. La seorita Clarke frunci el ceo y sus gafas volvieron amoverse; con un dedo, las devolvi a su sitio. Me temo que soy incapaz de distinguir una marca deotra.

    Sabemos que es negro o azul oscuro aadi el sargento. Y creemos que se trata de unsedn.

    Barbara sinti deseos de pegar un puetazo a la seorita Clarke al ver que asenta desafiante.Por qu le permiti llevrsela? exigi saber.Estoy segura de que, en mi lugar, usted habra hecho lo mismo, seora Waugh. Aquel hombre

    iba muy bien vestido y hablaba divinamente. Adems, si en realidad era un secuestrador, como todosustedes dicen, cmo creen que habra podido detenerlo? Estoy sola en el parvulario y tengo a todosesos nios a mi cargo. En cualquier caso, aquel tipo no la secuestr aadi, casi triunfal. Angelase fue con l voluntariamente.

    Sin duda alguna, la profesora pudo or las uas de Barbara hundindose en el asiento de lona.Qu fue lo que le dijo?Lo recuerdo con exactitud: Hola, Angela. Estoy en casa de tu ta Jan. Date prisa o me

    multarn por estar mal estacionado. Bueno, ya sabe lo estrecha que es la calle.Los dientes de Barbara empezaron a castaetear.Y no le pareci extrao que necesitara el coche para llevarla a casa de Jan? pregunt, con

    voz temblorosa.Yo nunca he necesitado coche para moverme. En mi opinin, es muy fcil opinar cuando algo

    ya ha ocurrido. La seorita Clarke cada vez estaba ms enfadada con sus gafas. A usted mismala he visto coger el coche para hacer trayectos cortos.

    Si Barbara replicaba lo hara gritando, pero el sargento estaba sealando un coche que acababa deabandonar la rotonda.

    Creo que ha llegado la polica del condado.A pesar de lo mucho que le temblaban los brazos, Barbara consigui levantarse. Solo lleg un

    polica joven y sumamente eficiente que no tena nada de qu informar y que pareci molesto alcomprobar que haban permitido que todas aquellas personas se hubieran diseminado por el exterior

  • de la casa. Tras llevarse al sargento a un lado del jardn para hacerle algunas preguntas, se aproxim aBarbara.

    Podramos entrar en su casa?Una vez en el interior, empez a interrogarla. No se mostr especialmente compasivo, pero quiz

    consideraba que la situacin era demasiado apremiante y Barbara no poda perder el tiemposintindose molesta con l. Viva sola? Dnde estaba su marido? Dnde trabajaba? Le habadejado alguna herencia sustancial? Dnde trabajaba ella? Cunto ganaba? Haba alguien quepudiera considerar que su hija le perteneca? Poda pensar en alguien que encajara con la descripcindel secuestrador?

    Nadie respondi ella. Me pregunto cmo poda saber mi nombre, el de mi pequea y el demi vecina.

    Supongo que le habr odo llamar a su hija por su nombre en la calle, y los nombres de losadultos figuran en el censo. Parece obra de un profesional. Puede que crean que, viviendo en un lugarcomo este, usted podr pagar un rescate o quiz saben que puede permitrselo.

    Era posible que aquel hombre sintiera envidia de ella? Empez a hablarle de los tipos de llamadatelefnica que poda recibir. Le dijo que de momento no le intervendran el telfono, pero que deberallamar a la polica al instante si el secuestrador se pona en contacto con ella. Acto seguido abandonla casa para interrogar al resto de la gente. Ahora, lo nico que poda hacer era esperar. No haba nadaque le impidiera preguntarse por qu se haba preocupado tan poco de Angela; no haba nada que leayudara a reprimir el escalofro que se estaba extendiendo por todo su cuerpo.

    El escalofro por fin se desvaneci, dejndola tan vaca y frgil como una concha, en peligroconstante de romperse en pedazos. Quiz, si hubiera tenido tiempo, se habra sentido igual cuandomuri Arthur, pero ahora tambin tena una sensacin de culpabilidad, una culpabilidad queimpregnaba su cuerpo y todo lo que le rodeaba, y le haca sentirse mezquina, sucia y despreciable.Segua esperando, y lo peor de todo era que no poda coger el coche para ir en busca de Angela,puesto que no se atreva a abandonar la casa. Haca semanas que su cuerpo se crispaba cada vez queoa un coche y que daba un respingo las pocas veces que sonaba el telfono. Al otro lado de lasventanas, los das brillantes le parecan falsos. Nada era real, excepto el insoportable silencio de lacasa.

    Recogi ausente el peridico cuando se le cay del regazo. Le obsesionaba la idea de que elsecuestrador no se pusiera en contacto con ella a travs del telfono, sino a travs de un anunciopublicado en alguno de los peridicos locales. Y si recurra a un recuerdo que solo Angela y ellacompartan? En ese caso, la polica no sabra que ese era su mensaje. Le aterraba que aquel hombrehiciera dao a su hija si descubra que la polica estaba implicada.

    En la seccin de Anuncios Personales no haba nada que le resultara familiar. Y si estabaescondido en alguna otra seccin para engaar a la polica? Busc entre los anuncios de propiedadesy coches de segunda mano, hasta que se dio cuenta de que la nica que se estaba engaando era ellamisma. The Railway Children, The Trouble with Girls, Heart of a Mother.. . Dobl el peridico conrapidez, antes de que le diera tiempo a ver algo ms de la pgina de espectculos.

    Observ los titulares hasta que empezaron a retorcerse como si estuvieran en llamas. Tena laimpresin de que sus ojos estaban abrindose paso a balazos hasta su cabeza. En ocasiones le parecaver a Arthur en el umbral de alguna puerta o en lo alto de las escaleras, intentando reconfortarla. Sin

  • duda alguna, no era ms que un sueo que su insomnio le haba impuesto en sus horas de vigilia, unaalucinacin similar a la de la voz distante de un nio que deca mam. Quiz Arthur siempre fueeso, pens con amargura.

    Subi al cuarto de bao para intentar despejarse un poco. Los tres primeros peldaos crujieron,recordndole que ya no haba nadie a quien despertar. Deseaba que los nios de la casa de al ladohicieran ms ruido, porque eso le ayudara a convencerse de que tena a alguien cerca, pero durantetodas aquellas semanas haban estado muy silenciosos. Jan haba sido tan servicial y considerada queBarbara no haba tardado demasiado en sentirse prcticamente incapaz de respirar.

    En un principio, Jan y Keith haban hecho todo lo posible por sacarla de casa, suplicndole que almenos fuera a comer con ellos, hasta que haban descubierto lo terca que era. Despus la habanseguido visitando con el buen humor implacable de quien visita un lecho de muerte. Poco a poco,Barbara consigui convencerlos de que deseaba estar sola, aunque Jan insisti en hacerle la compra.Era obvio que Jan estaba ansiosa por ganarse su perdn, pero si Angela regresaba a casa sana ysalva, o mejor dicho, cuando Angela regresara a casa sana y salva, no tendra nada que perdonarle asu amiga.

    Entr en el cuarto de bao y humedeci sus ojos con agua fra. Las lgrimas empezaron adeslizarse por su reflejo, pero no tena tiempo para llorar. La compasin de quienes la rodeaban leresultaba opresiva, porque tena la sensacin de que intentaban prepararla para algo que asuman queya haba ocurrido, pero ella nunca estara preparada, porque eso sera casi tan malo como desearque ocurriera lo peor. Si Angela regresaba junto a ella, nada ms importara. Estaba dispuesta a dartodo lo que tena, lo que fuera. Como si ese pensamiento hubiera hecho que el tiempo empezara amoverse de nuevo, oy que alguien llamaba a la puerta principal.

    Al instante sinti que su estmago, y despus todo su cuerpo, estaba en carne viva, al igual quesus ojos. Se senta tan mareada que temi haber enfermado. Entonces se dio cuenta de que no habaodo ningn coche. Deba de ser otra dosis de compasin de los vecinos de al lado. No te preocupes.Intenta sacarte todo eso de la cabeza. Encerrndote en casa no podrs ayudar a Angela. Solo cuandovolvieron a llamar advirti que los golpes no sonaban como los de Jan, Keith o los nios. Baj lasescaleras a todo correr.

  • Captulo 6Al abrir la puerta vio a la seorita Clarke, que iba acompaada por una mujer con aspecto de

    actriz: su rostro, cubierto de grietas apelmazadas de maquillaje, estaba enmarcado por una melena decabello rojo como el de un setter. La seda sobresala de sus mangas y diversas capas de pauelosrodeaban su cuello. Cuando levant las manos en un gesto de compasin, los brazaletes se deslizaronpor sus muecas. Quiz la compasin era su trabajo.

    Tengo entendido que no quiere visitas, seora Waugh, pero considero que tengo el deber deayudar. La seorita Clarke no pareca dispuesta a escuchar sus protestas. Esta seora ha venidoa ofrecerle su ayuda anunci.

    Oh, djeme en paz, vieja estpida. Barbara tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para contenerse,pero de pronto se dio cuenta de lo ingrata que estaba siendo: estaba utilizando a Jan y a la seoritaClarke como cabezas de turco de su propio sentido de la culpabilidad. Cmo poda permitirserechazar la ayuda de nadie, si eso significaba negarse a que ayudaran a Angela?

    Son muy amables dijo. Entren, por favor.La mujer de los pauelos pas junto a ella, abrumndola con su perfume, y se dirigi hacia el

    saln, desde cuya ventana se poda ver el campo.Ah est grit.Cuando Barbara lleg junto a ella, con el corazn en un puo y la boca terriblemente seca,

    descubri que estaba observando la fotografa de Angela que descansaba sobre la repisa de lachimenea.

    Oh, dios mo, qu nia ms guapa. Ahora tranquilcese, si puede. Estoy aqu para encontrarla.De repente, Barbara se sinti recelosa.Qu se supone que hace exactamente su amiga?Practica la psicometra respondi la seorita Clarke, como si aquella palabra fuera lo

    bastante larga para acallar toda objecin.Es decir, afirma poder localizar a una persona tocando algo que le pertenece replic Barbara,

    haciendo grandes esfuerzos por reprimir su furia.Es algo ms que una afirmacin, seora Waugh. La he visto hacer cosas que no puedo

    explicar, y yo no soy una persona fcil de engaar, sabe? No debera negarle esta oportunidad aAngela.

    La psicmetra haba apoyado la fotografa contra su frente, manchando el cristal de maquillaje.Su hija tena alguna prenda de ropa que le gustara mucho ponerse?S admiti Barbara con fatiga. Un par de cosas.Trigame su prenda favorita, deprisa. La psicmetra o la actriz (Barbara no estaba en

    absoluto convencida de que hubiera alguna diferencia) se sent ante la mesa de trabajo de Barbara y,apretando los puos contra sus sienes, murmur: Y un atlas mundial.

    No tengo ninguno.La mujer pareci emerger de un ligero trance.Bueno, estoy segura de que an debe de estar en el pas, as que un atlas de Gran Bretaa

    bastar.Keith tena el mapa de carreteras de Barbara, pero an tardara horas en regresar a casa.

  • Tampoco tengo.Asum que tendra alguno, pues la seorita Clarke me dijo que usted era editora. De otro modo,

    yo misma lo habra trado. Pareca estar diciendo que no poda hacer su trabajo si los dems nohacan el suyo. No importa aadi, con magnanimidad. Veamos cunto nos dice la prenda.

    Mientras suba las escaleras, Barbara se qued falta de aliento. Adems de la lentitud con la queestaba discurriendo aquel da de octubre, se senta resentida porque consideraba que todo aquello nopoda ser ms que una farsa. Al llegar a la habitacin de Angela vacil. Durante la primera semana quepas sola en casa, la haba ordenado para distraerse y haba guardado todo en su sitio. Ahora deseabahaberla dejado como estaba, esperando a que Angela regresara De repente se dio cuenta de que lapsicmetra segua hablando de ella en presente, a pesar de que estaba segura de que Jan y los demslo hacan en pasado. Cogi los pantalones vaqueros favoritos de su hija y regres con ellos al pisoinferior.

    La mujer no pareca haberse movido. Estaba observando la fotografa que tena delante, sobre lamesa, como si necesitara grabar todos y cada uno de los detalles en su mente. La foto estabadesfasada: el cabello rubio de Angela ya no era rizado, sino que bajaba recto sobre sus hombros, ysus ojos ahora eran de un azul ms penetrante. La imagen no mostraba lo largas que eran sus piernasni lo grcil que era, pero aquella mujer estaba tan absorta en ella que ni siquiera apart la miradacuando Barbara le tendi los pantalones.

    S dijo al instante. Esto es lo que necesito.La seorita Clarke le indic que se sentara con ellas y guardara silencio. En cuanto ocup su

    asiento, Barbara dese haber encendido las luces. Las nubes se aproximaban por el cielo oscuro,deslizndose sobre las colinas, y la habitacin, en la que haca mucho calor, apestaba a perfume.Puede que a la psicmetra le distrajeran las luces, puesto que tena los ojos cerrados. Haba acercadoa su pecho los pantalones de Angela, cuyas perneras caan sobre su regazo. Debido a la penumbra y ala falta de sueo, Barbara pens por un instante que aquella mujer sostena un nio entre sus brazos.

    Es una nia hermosa dijo la psicmetra. Y an es ms hermosa en su interior.Barbara pens que, sin duda alguna, aquellas palabras le haran ganarse el afecto de cualquier

    madre menos ingenua que ella. Aquella mujer podra ofrecerle algo ms que un vago consuelo? Senegaba a creer sus palabras.

    Ahora tiene el cabello ms largo. S, puedo verla. Es una nia alta con una larga melena rubia.Eso poda haberlo averiguado a partir de la fotografa o poda habrselo dicho la seorita Clarke.En su opinin, la psicmetra haba tenido una visin de Angela sospechosamente rpida o lonico que ocurra era que Barbara tema recuperar la esperanza demasiado pronto?. Tiene algo en elhombro aadi la mujer.

    Barbara se puso tensa; estaba a punto de empezar a temblar.Qu es? pregunt.Me cuesta distinguirlo. Una insignia s, una especie de insignia. Lleva una insignia en el

    hombro? Antes de que Barbara pudiera decidir cmo responder, la mujer aadi. Espere, ahoralo veo bien. Es una herida; tiene una herida en el hombro derecho.

    No respondi Barbara lentamente. Mi hija no tiene ninguna herida en el hombro derecho.O no la tena cuando la vio por ltima vez. Movi la mano para descartar aquella

    discrepancia, haciendo que tintinearan los brazaletes. Pero no debemos preocuparnos tan solo de

  • su cuerpo, querida. Lo importante es su alma.Si esto era todo lo que poda ofrecer, aquella mujer no podra ayudarla. Su perfume le resultaba

    tan opresivo como el incienso. Cuando los pantalones de Angela empezaron a deslizarse hacia elsuelo, vacos, la psicmetra se inclin hacia delante para sujetarlos.

    Oh, querida. Ojal pudiera ver su alma.Estaba diciendo que ella s que poda verla? Eso pareca, porque aadi:Tiene tanto que dar Ya posee un gran poder espiritual. A medida que crezca, ir aprendiendo

    a utilizarlo.Incluso despierta, Barbara tena pesadillas sobre qu poda estar ocurrindole a Angela, y no

    deseaba que aquel bicho raro empeorara an ms las cosas. Estaba a punto de decir que ya erasuficiente cuando la psicmetra le pregunt:

    Alguna vez le ha hablado de las visiones?Angela era solo una nia, una nia que estaba en peligro. Cmo iba a poder ayudarla todo esto?

    Sin embargo, aquello era lo primero que deca que pareca ser algo ms que una afortunada conjetura.A veces dice cosas muy extraas reconoci, con cautela.Angela no es extraa, sino una nia maravillosa. Sus palabras sonaron a reproche. Sin

    embargo, debo advertirle que no todo el mundo la ve de esa forma. Pero no se preocupe, querida; laencontraremos. De todos modos, debo advertirle que correr un grave peligro mientras permanezcajunto a las personas que la han raptado explic, abriendo los ojos de par en par para mirarla.Tenemos que encontrarla antes de que destruyan lo que es.

    Sea valiente dijo la seorita Clarke. Encontrar a Angela, s que lo har. Lo nico quenecesita es un mapa.

    De acuerdo dijo Barbara con brusquedad. Ir a por uno.Era incapaz de continuar all sentada ni un minuto ms; estaba sofocada por la penumbra, por la

    inactividad, por aquel perfume enfermizo. Quiz Keith haba dejado el atlas en casa; si no, ira de casaen casa hasta que alguno de los vecinos le dejara uno. Entonces sabra si la psicmetra tena algo msque ofrecerle que disparates.

    En cuanto abri la puerta principal se detuvo: haba un hombre alto en la rotonda, avanzando conpesadez hacia su casa. Haba permanecido tanto tiempo en la penumbra que tard en darse cuenta deque era el sargento de polica. Por un instante pens, como en sueos, que quiz l podra dejarle unmapa.

    Cuando lleg al camino de acceso, Barbara pareci despertar; le palpitaba la cabeza como unamuela careada y sus msculos estaban tensos. El sargento cerr el portn tan cuidadosamente queBarbara supo que traa malas noticias.

    Entre, por favor, seora Waugh. Me temo que tengo que hacerle una pregunta.Tena que preguntarle algo, de modo que no estaba completamente seguro de lo que fuera que

    haba venido a decirle. Barbara no se atreva a insistir en que se lo contara de inmediato. Aunque letemblaban las piernas, lo condujo con rapidez al saln. Cuando el polica encendi las luces, lapsicmetra le dedic una mirada perdida, mientras pestaeaba como un murcilago.

    Qu est haciendo? pregunt la seora Clarke, antes de darse cuenta de quin era.El hombre le pidi a Barbara que se sentara y se acuclill junto a ella.Seora Waugh, usted dijo que Angela llevaba un vestido a rayas blancas y azules con un

  • cinturn. Haba algo ms que olvidara decirnos?No poda soportar aquel juego.Como por ejemplo?Haba algo en el cinturn que olvidara mencionarnos?Las palpitaciones de su cabeza se intensificaron. No quera hablar.Perdi el cinturn de ese vestido, as que le puse otro. Apenas se notaba la diferencia

    explic, con un hilo de voz. Era de un tono ms plido. Eso es todo.El polica adopt una expresin sombra.Lo lamento profundamente, seora Waugh, pero creemos que la hemos encontrado.Haba algo que deba recordar, algo que podra anular el horror con el que el polica la amenazaba.El vestido no tiene ninguna importancia dijo, presa de la histeria. Si no han visto la marca

    de nacimiento de su hombro, no puede ser Angela.Una marca de nacimiento grit la psicmetra. Por supuesto, eso era lo que vi.El polica frunci el ceo al or el comentario y mir con tristeza a Barbara.Me temo que no podrn identificarla de ese modo, seora Waugh. Alguien le dispar a

    quemarropa.Para Barbara no haba nada ms que vaco, tanto en su interior como a su alrededor. En algn

    lugar, la psicmetra estaba preguntando:Cundo mataron a la nia?Suponemos que esta maana, temprano.La mujer corri hacia Barbara e intent coger sus manos.Seora Waugh, tiene que escucharme. No es Angela. Estaba viva cuando toqu su ropa. S que

    est viva y que corre peligro.Barbara se puso de pie de un salto, haciendo que la mujer cayera hacia atrs, y le arranc los

    pantalones de las manos. Los abraz con fuerza, solo para descubrir lo vacos que estaban.Y supongo que dispararon a otra nia para hacerme creer que era Angela dijo con una voz

    tan cargada de odio, traicin y pesar que apenas la reconoca como propia.El sargento decidi intervenir.Creo que ser mejor que se vaya, seorita Clarke. Y llvese tambin a su amiga.A Barbara ya no le importaba nada. Aquel arrebato pareca haberla dejado sin fuerzas y solo

    pudo dejarse caer sobre una silla. El sargento regres instantes despus y estuvo hablndole; Jan yKeith se unieron ms tarde, pero Barbara era incapaz de saber qu decan o hacan. Solo eraconsciente del vaco de la casa.

    Permaneci as durante largo tiempo. Siguieron a